La república y el imperio romanos

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Evolución socio-política de la República (498-264 a. de C.) La desigualdad existente entre patricios y plebeyos, no sólo política sino también social y económica, condujo a una serie de conflictos. En efecto, los plebeyos, sin ningún representante en el poder, carecían de toda protección. En el año 498 a. de C., diez años después de la proclamación de la República, comienza la lucha de la plebe para tratar de obtener la igualdad con el patriciado. Los plebeyos, negándose a acudir a las armas, se revolucionan produciéndose en el 495 a. de C. la retirada de la plebe, en secesión, al Monte Sacro. La plebe amenaza con fundar una nueva ciudad en el caso de no lograr sus reivindicaciones: participación en el ager publicus, creación de magistraturas plebeyas, el derecho al connubium, así como la cancelación general de las deudas contraídas. Los patricios transigen con las exigencias de los sediciosos y se les autorizó a elegir dos tribunos de la plebe, cuya misión consistió en velar por los intereses de la plebe, y tres ediles de la plebe como auxiliares de los tribunos. Logran también la restitución de la libertad a quienes habían caído en la esclavitud a causa de las deudas, así como, según la tradición analística, la creación de los Comitia Tributa en el año 471.

La lucha de los romanos contra los pueblos limítrofes.

Solucionado, en principio, el conflicto patricio-plebeyo, fue posible reclutar un ejército para luchar contra la amenaza de los pueblos limítrofes: 1. Contra los valseas, pueblo que, conducido por Coriolano, amenaza a

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Roma. Pero en el año 485 son derrotados. 2. Contra los ecuos, pueblo limítrofe que, en el año 462, intenta apoderarse de Roma. Son vencidos por Cincinnato en el 458. 3. Contra Veyes, ciudad etrusca que reclamaba la libertad de navegación por el río Tíber. Conflicto bélico que empieza el 482 y no acaba hasta el 396 a. de C. Pero los tribunos de la plebe comprendieron pronto que el logro efectivo en la participación del ager publicus era difícil sin la transformación de las condiciones políticas. El período comprendido entre los años 451-366 a. de C., supone la segunda etapa de reivindicaciones plebeyas. En el año 450, el Senado, bajo la presión del peligro exterior y la amenaza de una segunda secesión plebeya, nombra una comisión de diez legisladores llamados Decemuiri. Bajo la presidencia de Apio Claudio, redactaron la ley de las Doce Tablas, por la que se estableció la igualdad civil de los patricios y plebeyos. Sin embargo, siguió prohibiendo el matrimonio entre patricios y plebeyos, continuando la tradición de que constituían dos clases distintas. No obstante, en el 445, cinco años más tarde, el tribuno Canuleyo presentó un proyecto de ley para levantar tal prohibición. Fue aprobada la Lex Canuleia, la cual constituyó «como justas las nupcias entre individuos de familias patricias y plebeyas». En este momento los plebeyos han conseguido la igualdad civil. Las reivindicaciones, a partir de la Lex Canuleia, serán políticas, es decir, dirigidas a los tres grandes órganos de la República: Magistraturas, Comicios y Senado. — En el año 421, los plebeyos consiguen el acceso legal a la cuestura, cargo que supone la admisión en el Senado. Los cuestores eran los encargados de las finanzas, es decir, de recaudar los impuestos y de administrar la hacienda pública. Desde el año 421 hubo, pues, cuatro cuestores, dos patricios y dos plebeyos, y además, hecho importante, debían ser elegidos por los Comitia Tributa, llegando de esta manera a intervenir en una de las ramas más importantes de la Administración. Sin embargo, su objetivo principal era obtener el Consulado. — En el 406, se reanuda la guerra contra Veyes. Guerra que, según la tradición, durará diez años (406-396). En el 396, el ejército romano, a las órdenes de Camilo, consiguió apoderarse de Veyes, con lo que el Estado romano que, a principios de la República, ocupaba menos de 1.000 Km2, en los primeros años del siglo iv llega a tener una superficie de 2.000 Km2.

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— En el 390, los galos, pueblo de raza céltica, invaden Italia. Los romanos son derrotados en la batalla del río Alia; los galos asaltan e incendian Roma, donde únicamente resiste la fortaleza del Capitolio. Por fin, los galos se retiran. Este desastre bélico es aprovechado por los plebeyos para reclamar legalmente la división del consulado en el sentido de que hubiera un cónsul patricio y un cónsul plebeyo. Esta proposición de ley constituyó uno de los puntos fundamentales de las Leges Liciniae-Sextiae, promulgadas en el año 367. De este modo, en el año 366, Lucio Sexto Luterano llega a ser el primer cónsul plebeyo. En compensación, los patricios lograron que se les concediese el derecho de poder ser ediles; (en adelante habrá, pues, dos ediles cumies y dos plebeyos encargados de la policía de la Vrbs, de la organización de espectáculos públicos, etc.). Y lograron también que se creara el cargo de pretor, exclusivamente patricio, con la misión de administrar justicia. A partir del 367, se abre una nueva etapa, importante tanto por los acontecimientos exteriores como por los internos. En el exterior, hacia el año 350, comienza un conflicto bélico con los samnitas, habitantes de Campania. Fueron vencidos en el 304. En el 281 comienza una guerra contra Tarento, metrópoli griega del sur de Italia. Es anexionada a Roma en el 272, con lo que Roma se convierte en la dueña de toda Italia. Paralelamente, la plebe va igualándose a la clase patricia tanto en el orden jurídico como en el político. — En el año 351 se nombra el primer censor plebeyo. Esta magistratura fue creada entre los años 443-435 para clasificar a los ciudadanos en el censo. — En el año 337, un plebeyo accede al cargo de pretor. — En el año 312, los plebeyos entran a formar parte del Senado. En este mismo año sucede también una reforma importante en los Comitia Centuriata al asimilar la fortuna mobiliaria a la de los bienes inmuebles. El ciudadano de la primera clase debía tener 100.000 ases; el de la segunda, 75.000 ases; el de la tercera, 50.000 ases; el de la cuarta, 25.000, y el de la quinta, 11.000 ases. Esta reforma permitió a los plebeyos enriquecidos, pero que, por ser comerciantes o artesanos, no poseían tierras, entrar en las primeras centurias.

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— En el año 300 un plebeyo accede al sacerdocio. — En el año 287 se concede fuerza de ley a los plebiscitos de los concilia plebis sin necesitar la ratificación del Senado o auctoritas patrum. — De esta forma, las asambleas se convirtieron en el centro de la vida política, ya que de la votación en los Comitia Centuriata dependía el nombramiento de los cónsules, pretores y censores; de la votación en los Comitia Tributa el de los cuestores, ediles cumies y plebeyos y tribunos de la plebe.

Evolución socio-política de la República (264-44 a. de C.) — Una vez dominada toda la Península Itálica, Roma se va a jugar incluso su supervivencia durante el período de las tres guerras púnicas (264-146). — La primera guerra surgió al intervenir Roma en los asuntos de Sicilia, colonia cartaginesa. Al final de esta guerra, año 241, Sicilia primero, y luego Córcega y Cerdeña, se convierten en las primeras provincias romanas. La segunda guerra (218-201) estuvo determinada por el ataque de Aníbal a Sagunto, ciudad aliada de Roma. Aníbal, partiendo de España, llega a Italia a través de los Alpes. Pudo con quistar Roma, pero, después de la batalla de Cannas, se detuvo inexplicablemente en Capua, hasta el punto de que un lugarteniente suyo le dijo: «Vincere seis, Hannibal, sed uictoria uti nescis.» (Sabes vencer, Aníbal, pero no sabes aprovechar la victoria.) Mientras tanto, Escipión pasa a África y amenaza a Cartago, que reclama a Aníbal. Este es vencido por Escipión en la batalla de Zama (202), con lo que Roma se convierte en dueña del Mediterráneo Occidental.

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Ilinerario de Aníbal en la Segunda Guerra Púnica.

Después de la segunda Guerra Púnica, Roma continúa sus conquistas. En Oriente, en el año 146, Grecia y Macedonia son anexionadas como provincias romanas. Y en el año 129, el Senado organiza la provincia de Asia Menor. En Occidente, Escipión Emiliano dirige el asedio de Cartago (Tercera Guerra Púnica: 148-146). Cartago es vencida en el 146, convirtiéndose su territorio en la provincia de África. Se cumplieron así los deseos de Catón: «Carthago delenda est.» (Cartago debe ser destruida.) Las guerras en España acaban en el 133 con la destrucción de Numancia y con la subsiguiente anexión de Hispania como provincia romana. En fin, Roma se apodera de la Gallia Narbonensis (Provenza) en 118 para tratar de controlar las comunicaciones con España. Ahora bien toda esta época de luchas y conquistas está acompañada en el interior de Roma por graves problemas económicos y sociales. Las guerras separaban a los campesinos de su trabajo. Por esto los pequeños y medios propietarios se iban arruinando, mientras que las familias ricas llegaron a tener dominios extensos, cultivados por esclavos. Hacia el año 215 se constituyen sociedades financieras para recaudar impuestos en todos los territorios conquistados por Roma, ya que los gastos militares sobrepasaban en mucho a los ingresos. Cobraban los impuestos, en calidad de arrendatarios, en todas las provincias, lo que les permitía también dedicarse al comercio. Hacía tiempo —desde la igualación política patricio-plebeya— que los cargos públicos eran accesibles a todos. Pero, en la práctica, Roma estaba gobernada por las familias influyentes y ricas de ambas clases. Los funcionarios del gobierno no recibían ningún sueldo; por lo tanto, sólo los ricos podían desempeñar cargos. Además, alcanzaban elevadas posiciones a través del cursus hunorum. El cargo inferior era el de cuestor; luego se pasaba a ser edil; después pretor y, por fin, cónsul. Después de desempeñar el cargo de pretor o cónsul, se podía pasar, como propretor o procónsul, a ser gobernador de una provincia romana. En Roma, pues, la antigua nobleza de sangre deja paso a la nobleza de los cargos públicos que permiten el acceso al Senado (ordo senatorius) y a la nobleza del dinero (ordo equester). Por otro lado, estaba la clase proletaria, cuyo grupo principal estaba formado por los campesinos que se habían arruinado a causa de las guerras y, además, por la llegada a Roma, a bajo precio, de trigo Manuel López Castilleja (Departamento de Lengua Castellana y Literatura del IES Pablo Neruda de Castilleja de la Cuesta (Sevilla)


procedente de las provincias, sobre todo de Sicilia, por lo que su cultivo no era ya rentable. Estos campesinos, en parte se transformaron en obreros agrícolas, y en parte emigraron a Roma. Estos últimos se convirtieron en una especie de parásitos, con lo que la masa de proletarios llegó a constituir un serio peligro. Otro grupo importante era el formado por los esclavos, ya que muchos prisioneros de guerra inundaron el mercado de esclavos. Partiendo de esta organización económica y social, fueron produciéndose sucesivas crisis.

CRISIS SOCIAL AGRARIA En el 134, Tiberio Graco, tribuno de la plebe, presenta una proposición de ley según la cual cada propietario de tierra estatal (ager publicus) sólo podría poseer en propiedad 500 yugadas de tierra. Quería aliviar las dificultades del campesino romano, pero es asesinado en el año 133. Su hermano Cayo en el año 124 es elegido tribuno de la plebe. Intenta imponer otra vez la ley agraria, pero también fue asesinado en el 121.

CRISIS ITÁLICA La lucha política entre los patricios y plebeyos ricos que sostienen el Senado (partido de los optimates) y el partido popular se agudizó en las elecciones del año 107 para el consulado. Es elegido Mario, un ecuestre que apoyaba a los populares. Las reformas que introdujo en el ejército fueron de gran trascendencia para la época siguiente, pues transformó el ejército en profesional, acogiendo en él a todas las clases sociales aunque no poseyeran propiedades. Mario fue cónsul seis veces entre 107 y 100 a. de C. Después el partido senatorial volvió a conseguir el poder, hasta que en el año 92 surge otro conflicto importante. El tribuno Druso vuelve a proponer nuevas reformas agrarias, que debían hacerse extensivas también a los federados itálicos por medio de la atribución a éstos del derecho de ciudadanía. Al ser abandonado el proyecto por la oposición senatorial, se produce la sublevación itálica. Esta guerra llamada mársica, porque los marsos fueron los primeros que se levantaron contra Roma, se convirtió en una guerra itálica que duró tres años (91-88). Sila, del partido optimate, puso fin a la contienda tras haber concedido Roma la ciudadanía a los italianos.

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CRISIS POLÍTICA Sila es elegido cónsul en el año 88. Al año siguiente, parte para Oriente y vence a Mitrídates. Durante su ausencia, Mario se hace elegir cónsul por séptima vez y se ensaña contra la nobleza organizando una matanza de cinco días y cinco noches. Tras cuatro años de gobierno del partido popular, Sila retorna de Oriente en el año 83, entra en Roma con sus tropas y se hace nombrar dictador.

Sila intentó una restauración del Estado; aumentó el número de senadores a 600; redujo el poder de los tribunos de la plebe al prohibir los plebiscitos sin la auctoritas patrum y abolir el derecho de veto; asimismo disminuyó la autoridad de los magistrados al elevar el número de pretores a ocho y el de cuestores a veinte; del mismo modo relegó a segundo lugar a los censores, ya que las listas del censo no tenían gran objeto de ser al transformarse el ejército de ciudadanos armados en tropas de soldados mercenarios. Pero, de una forma inesperada, renunció espontáneamente al poder dictatorial en el año 79 a. de C. Al año siguiente murió, y pronto gran parte de su organización totalitaria fue destruida. Pompeyo y Craso, apoyándose en el partido popular, son elegidos cónsules en el año 70. Inmediatamente abolieron casi todas las reformas impopulares de Sila, pues devolvieron a los tribunos su autoridad perdida. En el año 63 acaece en Roma la conjuración de Catilina, que, por medio de la fuerza, intenta acceder al consulado. Pero Cicerón la descubre e hizo fracasar la insurrección.

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Cicerón

Desde el año 60, tres hombres: Pompeyo, Craso y César, forman una alianza, llamada el primer triunvirato, con el objeto de dominar la vida política. César, gracias al triunvirato, es elegido cónsul en el 59. Al año siguiente (58), marcha como gobernador a la Galia, donde lleva a cabo sus conocidas campañas, que terminan en el 51 con su sumisión total. Mientras tanto, Craso había muerto en el 53 y Pompeyo había consolidado su poder en Roma. El conflicto Pompeyo-César surge cuando el Senado, a instancias de Pompeyo, le ordenó a César que disolviese su ejército. César se niega a obedecer y cruza el Rubicón —límite de su mando militar— con el ejército. Persigue a Pompeyo que había huido y, por fin, es vencido por César en el año 48 en la batalla de Farsalia. Al derrotar a Pompeyo, cuyo apoyo procedía del Senado, se convierte de hecho en el único jefe de Roma.

Pompeyo

César

En el campo de las reformas constitucionales, siguió el ejemplo de Sila, pues aumentó el número de senadores a 900; el de cuestores a 40; el de los ediles a seis y el de los pretores a 16, con el objeto de agilizar la vida administrativa. Asimismo fundó colonias fuera de Italia para acoger a una parte de la plebe. Pero César pretendió gobernar de u i modo absolutista y el día 15 de marzo del año 44 es asesinado por un grupo de senadores. La frase de César: «Tu quoque,

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fili», al ver entre los asesinos a Bruto, se ha hecho legendaria. La lectura al pueblo de su testamento por Antonio, ha dado lugar a una de las escenas inmortales del teatro, el discurso de Marco Antonio, de Shakespeare.

El principado Después del asesinato de César, Roma vuelve a vivir un breve período de anarquía, motivado por la lucha acerca de la herencia de César. Octavio, que se encontraba en Apolonia vigilando los preparativos de la expedición contra los partos, preparada por su tío, regresa a Roma y se presenta como rival de Antonio para la sucesión de César.

Sin embargo, tras un año de guerra civil, Octavio, Antonio y Lapido forman el segundo triunvirato, instituido por el Senado como magistratura oficial por un período de cinco años. (Después, en el año 37, el Senado lo renovó de nuevo por otros cinco años.)

Los triunviros, después de vencer en Filipos (Tracia) a Bruto y Casio que representaban la última reacción republicana, se reparten el gobierno del Imperio. Antonio obtuvo el de Oriente; Lépido, el de África, y Octavio, el resto de Occidente. Los tres, sin embargo, debían compartir el control de Italia. Mientras Lépido iba quedando un poco desplazado del triunvirato, un nuevo incidente dificultó las relaciones entre Octavio y Antonio, pues éste repudió a su esposa, hermana de Octavio, y se casó con Cleopatra, conducta que le granjeó la antipatía de la opinión pública romana. El 1 de enero del año 32 cesaban los poderes de los triunviros; en ese día, el Senado le otorgó a Octavio el mando sobre todas las tropas. La contienda final entre Octavio y Antonio tuvo lugar en Actium, el 2 de septiembre del 31, fecha en la que la flota romana derrotó a los egipcios. Antonio y Cleopatra huyeron a Egipto, donde se suicidaron.

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En el año 29 a. de C., Octavio regresa a Roma en medio de un gran triunfo y en el 28 es elegido cónsul junto con Agripa. Pero en el 27 se dirige al Senado para anunciar que la República ha sido restaurada y que ha decidido no continuar. El senado, no obstante, que sabía que no se le podía oponer, le confiere el título de Augusto con el que ha pasado a la Historia.

De esta forma quedó establecido el Imperio Romano, si bien Augusto, para evitar el fundamento monárquico de su poder, prefirió llamarse princeps ciuitatis, de donde principatus, nombre con el que se denomina su sistema de gobierno, que, en líneas generales, había sido ya esbozado por Sila y César. La diferencia estriba en que Octavio intentó por todos los medios conseguir la apariencia de una república. La realidad es que Augusto fundó su poder en tres elementos permanentes: la potestas tribunicia, con la que podía ejercer el derecho de veto sobre el Senado, comicios y magistrados; el imperium proconsulare, que lo convirtió en jefe de todas las tropas romanas y provincias; el cargo de pontifex maximus, que lo convirtió en jefe de la religión romana. Pero estos poderes le fueron conferidos por el Senado y los comicios, lo que dio a su régimen la base constitucional republicana. En cuanto a la política interna, Augusto volvió al régimen senatorial elevando su autoridad, previa una nueva depuración de sus miembros a 600. Creó también una comisión permanente del Senado, compuesta por 15 senadores y algunos magistrados, con la misión de preparar las proposiciones de ley que debían presentarse en el Senado. Reguló de nuevo las magistraturas con las características clásicas de anualidad, colegialidad y cursus honorum. (Recordemos que, durante el último siglo de la República, sucedieron muchas irregularidades: Mario fue siete veces cónsul; a Sila se le atribuyó la dictadura sin límite temporal, etc.) Dio

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también forma jurídica a la distinción de dos clases sociales: el orden senatorial y el orden ecuestre. Reclutó de ambas clases, y además de entre los libertos, diversos funcionarios con remuneraciones fijas, que formaron una especie de burocracia para la administración pública. Augusto murió en el 14 d. de C. Los poderes de Augusto, por su carácter personal y vitalicio, debían cesar con su muerte. Pero resolvió el problema al adoptar y designar a su hijastro Tiberio como sucesor y haberle hecho conferir por adelantado la potestas tribunicia por parte de los comicios y el imperium proconsulare por parte del Senado.

El imperio Es difícil hacer generalizaciones acerca de un período tan largo (14-284 d. de C.). Sin embargo, no el único, pero sí uno de los problemas dominantes en todo este período será el derivado de la cuestión sucesoria. Desde la muerte de Augusto (14 d. de C.) hasta la muerte de Nerón (68) se suceden cuatro emperadores de la DINASTÍA DE AUGUSTO o JULIO-CLAUDIA. Augusto había adoptado como sucesor a Tiberio (14-37). Ya desde Tiberio aparecen los primeros síntomas del problema sucesorio. Augusto, para garantizar su seguridad personal y para prevenir futuros levantamientos en Roma, había creado nueve cohortes pretorianas de 500 hombres cada una, al mando todas ellas de un prefecto del pretorio. Parte de ellas estaban acantonadas en Roma, parte en diferentes ciudades de Italia. Tiberio, sin embargo, concentró todas las cohortes en los Castra praetoriana del Viminal. Desde este momento, el poder del prefecto del pretorio y de las cohortes pretorianas será enorme, llegando a intervenir numerosas veces en los diversos problemas sucesorios que se irán planteando a lo largo del Imperio. Asimismo llegará el momento en que los ejércitos de las provincias también harán uso del poder que confieren las armas. Sejano, prefecto del pretorio con Tiberio, parece que ya intentó derrocarlo. Pero, prevenido Tiberio de la conjura, lo condenó a la pena de muerte.

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A Tiberio le sucedió su sobrino Cayo César, conocido con el nombre de Calígula (37-41). Su locura y crueldad indujeron a un grupo de oficiales de la guardia pretoriana a asesinarlo, dejando a Roma, no sólo sin emperador, sino también sin un sucesor elegido de antemano. El Senado quiso aprovechar la ocasión para restaurar de nuevo la República, pero no tuvo más opción que aceptar a Claudio (41-54), tío de Calígula, proclamado emperador por la guardia pretoriana. Era, según las descripciones de los historiadores romanos, desgarbado y distraído. Sin embargo, resultó ser un princeps eficaz, pues anexionó Britania, Tracia y Mesia como provincias romanas.

Los historiadores romanos dicen que su esposa Agripina lo envenenó para conseguir que su hijo Nerón, de 17 años, obtuviera el trono. Nerón (54-68) ha pasado a la Historia como un tirano cruel y despótico. Al principio, no obstante, gobernó satisfactoriamente bajo la influencia de Séneca. Pero más tarde mandó asesinar incluso a su madre y a su esposa Octavia para casarse con Popea. Durante su reinado tuvo lugar el incendio de Roma (64). Y así fue, según Tácito y Suetonio, cómo acusó a los cristianos del incendio. En el año 68 los ejércitos de las provincias, ante el despotismo de Nerón, van a usar del mismo derecho que los pretorianos: la fuerza. Las legiones de España proclaman emperador al procónsul Galba. Entra con sus legiones en Roma y Nerón

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se suicida. Esta irrupción de Galba produce una profunda conmoción en todo el Imperio. El secreto del Imperio —escribe Tácito, Historias, I, IV— acababa de ser revelado: podía hacerse un emperador fuera de Roma (euolgato imperii arcano: posse principem alibi quam Romae fieri). Sin embargo, Otón, gobernador de Lusitania, es proclamado emperador por los pretorianos, quienes asesinan a Galba. Pero Vitelio, apoyado por los ejércitos del Rhin, se proclama también emperador. En réplica, los ejércitos de Oriente también se sublevan, marchan sobre Roma, matan a Vitelio y proclaman emperador a Flavio Vespasiana (69), quien de este modo inaugura la DINASTÍA FLAVIA (69-96). La guerra civil del 68-69 demostró la inestabilidad de la autoridad imperial y hasta qué grado dependía del ejército.

Vespasiano (69-79) restableció las buenas relaciones entre el princeps y el Senado. Su hijo Tito (79-81) le sucede a su muerte sin dificultad. Los romanos supieron apreciar en él al vencedor de la rebelión de los judíos de Palestina durante el mandato de su padre. A su muerte le sucedió su hermano Domiciano (81-96), quien quiso gobernar prescindiendo del Senado. También murió asesinado. Tras el asesinato de Domiciano empieza la etapa más próspera del Imperio, conocida como la ÉPOCA DE LOS ANTONINOS (96-192). El Senado, por primera vez, pudo designar al emperador de su elección, Nerva (96-98), un senador que tenía ya 70 años. Nerva —escribe Tácito, Agrícola, III— unió cosas en otro tiempo inconciliables: el principado y la libertad («Nenia Caesar res olim dissociabiles miscuit: principatum ac libertatem»).

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Ante el problema de la sucesión, prefirió recurrir a la adopción. El hijo adoptivo de Nerva fue Trajano (98-117), un español, hijo de un funcionario imperial en Itálica. Bajo su mando, el Imperio llegó a la mayor extensión gracias a sus conquistas: Dacia (hoy Rumania), Armenia, Mesopotamia y Asiría. El mundo romano, a su muerte, se extendía desde el mar Caspio hasta Hispania; desde Britania hasta Egipto; en total, 43 provincias que ocupaban aproximadamente unos cinco millones de Km2.

Trajano adoptó a Adriano (117-138), pariente suyo, nacido también en Itálica. Su preocupación primordial fue lograr la unificación administrativa de las provincias del Imperio, creando una jerarquía más rígida en los cargos y organizando de un modo real el consilium principis de Augusto. Antonino Pío (138-161), su sucesor, fue precisamente miembro del consejo imperial. Este adoptó a su sobrino Marco Aurelio (161-180).

Tuvo que luchar sin tregua contra los partos en Oriente y contra los germanos

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en el Danubio. El peligro germánico empezaba ya a mostrarse amenazador para Roma. Cuando murió, probablemente a causa de la peste, en Vindobona, la actual Viena, le sucedió su hijo Cómodo (180-192), quien, según el historiador Dión Casio, contemporáneo suyo, fue para los romanos una calamidad mayor que la propia peste. Fue asesinado por la guardia pretoriana, que pretendió proclamar emperador al mejor postor. Pero las legiones del Danubio proclamaron emperador a Septimio Severo (193211), un africano de origen hebreo, quien transformó el principado de Augusto en una monarquía hereditaria de carácter militar, iniciando de esta manera la ÉPOCA DE LOS EMPERADORES ILIRIOS.

Su hijo Caracala (211-217) extendió en 212 la

ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio, parece ser que con la única finalidad

de

aumentar

la

recaudación

de

impuestos

al

convertirse

automáticamente en contribuyentes del Estado.

Caracala también es asesinado por su prefecto de pretorio, Macrino, y tras el período de Heliogábalo (218-222) y de Alejandro Severo (222-235), que fue asesinado por sus propias tropas en la frontera del Rhin, va a haber en Roma un período tal de sublevaciones militares, que estuvo a punto de arruinar definitivamente al Imperio: desde la muerte de Severo hasta el advenimiento de Diocleciano (284) hubo en Roma unos veinte emperadores, la mayoría de ellos nombrados y destituidos por los soldados romanos. Del mismo modo, los pueblos fronterizos al Imperio ya empezaron a amenazar con sus revueltas al mismo Imperio.

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El dominado

Diocleciano (284-305), último emperador ilirio, elegido también por sus soldados, condujo al gobierno a un cierto orden político. Estableció el sistema llamado Dominatus (de dominus), monarquía absoluta de carácter oriental y de origen divino. Todos los poderes procedían del emperador. Él es el señor absoluto, ante quien sus súbditos debían incluso postrarse en adoración. Con el fin de gobernar mejor tan gran y extenso imperio, designó a otro emperador, Maximiano, con mando en Occidente. Los dos ejercieron el poder con el título de Augustos. Luego, en 293, con el fin de regularizar la sucesión imperial, incorporó a otros dos generales, Constancio Cloro y Galerio, con el título de Césares, los cuales deberían suceder a los 20 años de gobierno a los dos Augustos que debían renunciar al poder. Este sistema recibió el nombre de Tetrarquía. Ninguno de los cuatro emperadores residió en Roma. Las cuatro residencias imperiales fueron Milán, Tréveris, N¡comedia y S ir mio. Los asuntos de África, España e Italia estuvieron a cargo de Maximiano, con residencia en Milán; Constancio, desde Tréveris, se ocupó de los asuntos de Galia y Bretaña; Diocleciano, con residencia en Nicomedia, se ocupó principalmente de Oriente, y los asuntos de los territorios situados al sur del Danubio hasta el Mar Negro recayeron en Galerio, instalado en Sirmio. Los resultados de la división en cuatro prefecturas fueron en un principio satisfactorios, al dividir las tareas y responsabilidades del poder. Ahora bien, a pesar de esta división, la unidad del Imperio no quedaba quebrantada, ya que había una estricta jerarquización de los tetrarcas, fundada en el derecho de antigüedad. Pero, en 305, al abdicar Diocleciano y Maximiano, por haber cumplido ya los 20 años de gobierno, los dos Césares pasaron a Augustos. Galerio, hijo adoptivo de

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Diocleciano, fue el encargado de designar a dos nuevos Césares: nombró a Severo y Maximino Daya. Tanto Maximiano como Constancio Cloro quedaron descontentos, pues sus hijos, Majencio y Constantino respectivamente, habían sido excluidos. Al poco tiempo, en 306, al morir Constancio Cloro, surgen las primeras controversias; su hijo Constantino es proclamado emperador. Y Majencio, hijo de Maximiano, también es proclamado emperador en Roma. En la guerra que se desencadenó murieron Severo, Maximiano y Galerio. Constantino venció a Majencio en 312 en las cercanías del puente Milvio a unos 20 Km de Roma, mientras que en Oriente, Licinio, nombrado César a la muerte de Severo, venció a Maximino Daya. Constantino y Licinio quedaron, pues, como únicos emperadores. Los dos, en 313, promulgaron el famoso Edicto de Milán por el que se concedía la libertad de culto a todos los habitantes del Imperio. Pero en 323 estalló una nueva guerra entre Constantino y Licinio por desavenencias acerca de los límites de las respectivas posesiones. Licinio es derrotado y muere. Por tanto Constantino se quedó como único emperador. El predominio de Oriente, no obstante, quedó reflejado en el traslado de la capital del Imperio a Constantinopla (330), fundada sobre la antigua Bizancio.

Sin embargo, después de la muerte de Constantino (337), de nuevo surge otra guerra civil entre sus tres hijos, entre quienes había dividido el Imperio. Cincuenta años de continuas luchas hubo por el poder hasta que Teodosio restableció otra vez la unidad imperial en 395. Esta duró poco tiempo, pues Teodosio muere en el mismo año y ya había repartido el Imperio a sus dos hijos: a Arcadia, el de Oriente, y a Honorio, el de Occidente.

En teoría, las dos partes del Imperio formaban una sola unidad, pero ya no

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eran ni sería un conjunto político. En el 476 se produjo el destronamiento de Rómulo Augústulo por Odoacro jefe de los hérulos, lo que supone el fin del Imperio Romano en Occidente: casi todos sus territorios quedaron en poder de los pueblos germánicos. En Oriente, sin embargo, los emperadores romanos continuaron gobernando, dando lugar al nacimiento del Imperio Bizantino.

Romanización de la Península Ibérica Dos siglos duró la conquista romana de la Península Ibérica: desde el año 218 a. de C., en que un ejército romano al mando de Cneo Cornelio Escipión desembarcó en Ampurias para oponerse al avance cartaginés, hasta el año 19 a. de C., en que Octavio Augusto consiguió la dominación completa de la Península.

Grande fue la diversidad de pueblos (tartesios, turdetanos, iberos, celtas, lusitanos, astures, vascones, etc.) que tuvo que dominar Roma. Famosos son los esfuerzos de estos pueblos para mantener su independencia. Mencionemos el de los ilergetas Indíbil y Mandonio; el de los lusitanos acaudillados por Viriato (147139); el de los celtíberos, que acabó con la destrucción de Numancia (133); el de los cántabros y astures finalmente, último brote de resistencia, dominado por Octavio

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Augusto. A partir de este momento, Híspanla entera será una provincia más del Imperio. Los territorios (Nordeste del Ebro, litoral mediterráneo, región Bética) de los que se hicieron dueños los romanos al derrotar por completo a los cartagineses (197), los dividieron en Hispania Citerior, la más próxima a Roma y que comprendía el valle del Ebro y la costa levantina, e Hispania Ulterior, la más alejada y que comprendía prácticamente la actual Andalucía. Ya, desde el primer momento, se inició la romanización, pues, en el 206 a. de C., tuvo lugar la fundación de Itálica, colonia o centro de población exclusivo para los soldados romanos; en 169 a. de C., la fundación de Corduba (Córdoba), donde se instalaron desde un principio ciudadanos del orden senatorial y ecuestre. En tiempos de Augusto, hubo una reorganización administrativa de las provincias de la Península. La antigua Hispania Ulterior se dividió en dos: Baetica, al mando de un procónsul que residía en Corduba, y Lusitania, al mando de un legado imperial con residencia en Emérita (Mérida). La Hispania Citerior recibió el nombre de Tarraconensis, al mando de un legado augustal con residencia en Tarraco (Tarragona). La Península poco a poco había ido adquiriendo la cultura romana, la lengua, las costumbres. Pero quienes dieron un impulso definitivo a la romanización fueron César y Augusto mediante la fundación de numerosas colonias (Emérita Augusta, Caesaraugusta, Barcino, etc.) y mediante la difusión de la cultura y lengua latina.

Vespasiano dio otro paso en el proceso de la romanización al conceder el derecho de ciudadanía latina (ius latii minus) a todos los habitantes de la Península, facilitando de esta manera el acceso a la ciudadanía romana completa a quien ocupara un cargo público de su ciudad; paso completado por Caracala al conceder el derecho de

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ciudadanía sin ninguna limitación a todos los súbditos del Imperio.

Diocleciano llevó a cabo la última reforma administrativa al dividir la Híspanla Citerior Tarraconensis en las provincias Gallaecia con capital en Bracara Augusta (Braga), Carthaginensis con capital en Carthago Noua (Cartagena) y Tarraconensis, que continuaba con Tarraco como capital. Años más tarde, entre 369 y 385 nació la Provincia Baleares insulae, segregada de la Carthaginensis.

No obstante, los hispanos también contribuyeron a la obra realizada por Roma. En el orden intelectual hay que destacar escritores importantes: los Séneca, Lucano, Quintiliano, Marcial, Columela, Prudencio, etc. En el orden político, tres hispanos llegaron a ser emperadores: Trajano, que dio a las provincias de su época (Tarraconense, Baetica y Lusitania) una gran prosperidad, construyendo calzadas, acueductos y puentes; Adriano, que impulsó también las obras públicas, restaurando caminos, construyendo o reedificando templos como el de Augusto en Tarraco, hasta tal punto, que consta en las monedas con el título de Restitutor Hispaniae, y Teodosio, el último emperador que gobernó en todo el Imperio. Poco después, empiezan a penetrar los suevos, vándalos, alanos y visigodos en Híspanla, que había sido tan profundamente romanizada, que los visigodos llamaron hispano-romanos a los habitantes de la Península Ibérica.

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