Baronetto, Luis Miguel Mártires del Evangelio / Luis Miguel Baronetto. - 1a ed adaptada. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Misiones Franciscanas Conventuales, 2019. 112 p. ; 17 x 12 cm. © 2019 Misiones Franciscanas Conventuales Todos los derechos reservados. lbaronetto@gmail.com Editor: Liliana Ferreiros Arte de tapa: María Noelia Fabbro Diseño y maquetación: María Noelia Fabbro ISBN 978-987-1995-18-9 1. Mártires. 2. Biografías. I. Título. CDD 272.092
índice . Introducción
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01. Enrique Ángel Angelelli, Obispo y Pastor . Córdoba . El padre Angelelli . Obispo Auxiliar . En La Rioja . La agresiones en Anillaco . Solidaridad eclesial . El apoyo del Papa . Viaje a Roma . Visita de San Nicolás . Persecución a la pastoral diocesana
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02. Wenceslao Pedernera, Laico, campesino y padre de familia . San Luis . En Mendoza . La pastoral rural en La Rioja . En el Movimiento Rural . La persecución a las cooperativas . En Sañogasta . Con el “Tatita” San Nicolás
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03. Gabriel José Rogelio Longueville, Sacerdote misionero . Francia . Rumbo a América Latina . En Corrientes . En camino a La Rioja . Párroco en Chamical . Su predicación y un “poema encriptado”
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04. Carlos De Dios Murias, Franciscano conventual . Córdoba . En la vida franciscana . Sacerdote . En la pastoral riojana . Cartas y homilías
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05. Comunidad Martirial . 18 de julio: Los sacerdotes de Chamical
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. 25 de julio: Laico Wenceslao Pedernera
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. 4 de agosto: Obispo Enrique Angelelli
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. Actuaciones judiciales . Reconocimiento del martirio
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. Introducción Este libro se propone ofrecer una semblanza de los mártires riojanos. El obispo Enrique Angelelli, el misionero francés padre Gabriel Longueville, el laico campesino Wenceslao Pedernera y Fray Carlos de Dios Murias, quedaron unidos en la entrega de sus vidas por su compromiso en la fidelidad al Evangelio y al pueblo de Dios. De distinta procedencia geográfica y eclesial, los cuatro mártires formaron parte de una Iglesia particular, la de La Rioja, y se identificaron con una pastoral diocesana en marcha, impulsada por el obispo Enrique Angelelli desde su llegada a La Rioja en agosto de 1968, y que fue, sin duda, la puesta en práctica del mensaje evangélico, con el magisterio eclesial plasmado en el Concilio Vaticano II (1962-1965), Medellín, del episcopado latinoamericano (1968) y San Miguel, de los obispos argentinos (1969). Siguiendo un orden cronológico, iremos desgranando algunos hitos importantes de sus vidas, propuestas como ejemplos de entrega evangélica, de amor “hasta el extremo”, como su Señor y Maestro (cf Jn 15,13). Cada uno llegó con su propia historia, su formación, sus opciones, sus motivaciones, y se insertó en zonas geográficas específicas: en Los Llanos, el padre Gabriel Longueville y Fray Carlos Murias; en el Oeste, el laico campesino Wenceslao Pedernera. Junto a Monseñor Angelelli, obispo diocesano, ellos concretaron su misión de ser mensajeros y testigos del Evangelio en el contexto socioeconómico, religioso y político riojano.
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Conteniendo su diversidad de carismas, el pastor diocesano animó la marcha de todos en los decanatos, promovió los equipos apostólicos y asignó las funciones pastorales en catequesis, liturgia, celebraciones de devociones populares y promoción social. La opción por los pobres no se limitó a una formulación teórica: se realizó plenamente en el despertar evangélico por la dignidad de la vida y no se abatió incluso cuando la defensa de la justicia siempre negada se transformó en motivo de conflicto y provocó la reacción violenta de quienes veían amenazados sus intereses concretos, instalados en un catolicismo individualista. Las vicisitudes martiriales del compromiso creyente de Enrique, Carlos, Gabriel y Wenceslao nos permitirán valorar su entrega personal a la misión de anunciar a Jesucristo y el precio que debieron pagar por buscar apasionadamente el Reino de Dios y su justicia, la solidaridad, la fraternidad y la paz entre los hombres.
En la beatificación de los mártires riojanos La Rioja, 27 de abril de 2019 -
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01. ENRIQUE ÁNGEL ANGELELLI Obispo y Pastor
. Córdoba
Enrique Ángel Angelelli nació el 17 de julio de 1923 en Córdoba. Fue bautizado el 30 de agosto por el padre Veremundo Pascual en la parroquia del Inmaculado Corazón de María de Alta Córdoba y confirmado allí mismo, durante una misión claretiana realizada en 1927 como preparación a la inauguración del nuevo templo. Sus padres, Juan Angelelli y Angelina “Celina” Carletti, eran inmigrantes italianos dedicados a la pequeña agricultura. En la escuela Misiones cursó los primeros grados. Allí la “señorita” Victoria Pimpora Luque le dio las lecciones del catecismo necesarias para la Primera Comunión, que recibió en la capilla del Colegio Ntra. Sra. del Huerto, en el centro de la ciudad. En el Colegio de las Hermanas Adoratrices Españolas, terminó sus estudios primarios y fue allí donde despertó el llamado que lo llevó a ingresar al Seminario Ntra. Sra. de Loreto de Córdoba poco antes de cumplir los quince años, en 1938. En 1948 fue enviado a Roma para completar sus estudios teológicos en el Colegio Pio Latinoamericano. El 9 de octubre de 1949, a los 26 años, fue ordenado sacerdote por el cardenal Luis Traglia. Al día siguiente celebró su primera misa en el altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro. ‖
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. El Padre Angelelli
Concluidos sus estudios de Derecho Canónico, regresó a su Córdoba natal, en septiembre de 1951. Designado Vicario Cooperador en la Parroquia San José, de Barrio Alto Alberdi, atendió a los enfermos del Hospital Clínicas, cumplió funciones de notario en la Curia arzobispal y fue profesor en el Seminario Mayor. En 1953 asumió como asesor de la Juventud Obrera Católica (JOC), con sede en la Capilla Cristo Obrero, radicándose en el Hogar Sacerdotal de la calle La Rioja 564, lugar de encuentro de trabajadores y estudiantes. Integró el equipo de redacción de la revista Notas de Pastoral Jocista, donde se publicaron sus primeros escritos. Tuvo un rol destacado en la renovación de la pastoral obrera, luego de la profunda crisis sufrida a consecuencia de la ruptura de relaciones entre la Iglesia Católica y el presidente Juan Perón, derrocado en 1955. Su temprana calvicie le valió el apodo de “Pelado”, que recibió con cariño de sus compañeros, colaboradores y amigos. Compenetrado con la realidad local, de la que asumió su cultura, también reflejada en el humor cordobés, tuvo relevantes actividades como sacerdote, lo que, sumado a su carácter alegre, su calidez humana, su actitud solidaria, comunicativa, servicial y comprensiva, le generaron un amplio consenso tanto en el clero como entre los trabajadores, estudiantes y sectores barriales. A esos lugares se trasladaba en su moto Puma –2da.serie, a la que bautizó “Providencia”, porque con “el auxilio divino” siempre llegaba a destino. ‖
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. Obispo auxiliar
El 12 de diciembre de 1960 fue designado obispo titular de Listra y auxiliar de Córdoba, recibiendo la consagración episcopal el 12 de marzo del año siguiente. Pocas veces la Catedral se vio colmada de obreros y gente humilde. Como Obispo Auxiliar, tuvo participación activa en diversos conflictos gremiales, marcando una presencia de compromiso episcopal poco frecuente en el contexto eclesial de Argentina y especialmente resistida en los círculos del catolicismo tradicionalista de Córdoba. Esta resistencia quedó reflejada cuando, llamado a bendecir las instalaciones donde vivirían unas religiosas y otras viviendas para los obreros en las canteras de cal de Malagueño, frente a patrones y obreros subrayó el valor del testimonio junto al “Cristo sufriente encarnado en los obreros”; y almorzó con ellos.1 Apoyó con decisión la actuación de sacerdotes y religiosas comprometidos con los pobres, lo que en ocasiones le provocó conflictos con sectores de poder de la alta sociedad cordobesa. La renovación de la Iglesia Católica impulsada por el Papa Juan XXIII lo convocó a participar de la primera sesión del Concilio Ecuménico Vaticano II a fines de 1962. Tuvo activa participación en él y pudo interactuar con la variada realidad eclesial de los distintos países de donde provenían los 2.500 padres conciliares, principalmente con obispos y teólogos latinoamericanos, africanos y asiáticos. Esto le permitiría una rica experiencia eclesial y la oportunidad de profundizar sus opciones pastorales 1. Astiarazán, Sara, “Nos enseñó que éramos personas”, Video documental, Verbofilm, 1986.
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En 1963, cuando el arzobispo Ramón J. Castellano viajó a Roma para la segunda sesión del Concilio, quedó a cargo de la arquidiócesis. En octubre, al celebrar la fiesta de la patrona de la ciudad, Virgen del Rosario y del Milagro, dijo: “Ante un mundo que avanza hacia su edad adulta, hay que formar un cristianismo adulto. No es un cristianismo de tradición o de rutina, sino de elección. No es un cristianismo de masa, sino de opción voluntaria y consciente […] Esta actitud de cristianos, de una Iglesia en estado de concilio, debe ser asumida en nuestra patria. Nuestra responsabilidad de pastor no puede silenciar tantos odios que apagar, heridas que restañar, hermanos nuestros que padecen injusticias por quienes, sumidos en el más duro egoísmo, son insensibles a tantas lágrimas, a tantos hogares sin pan y sin techo.” En 1963, en sus predicaciones y pronunciamientos públicos, se hizo eco de las situaciones de miseria y sufrimiento que iba multiplicando la crisis social, y convocó a la solidaridad para mitigar el hambre y el abandono de los desposeídos2. En 1964 y 1965 participó de la tercera y cuarta sesión del debate conciliar en Roma, donde intervino con mociones en el tratamiento de lo que sería aprobado como decreto Presbyterorum Ordinis (Sobre la vida y el ministerio de los sacerdotes) que siempre fue un tema de preferencia en su práctica pastoral. Y adhirió a mociones escritas sobre otros temas. En Roma, en las catacumbas de Santa Domitila, firmó en 1965, junto a otros cuarenta y un obispos, el llamado Pacto de las Catacumbas ―“Por una Iglesia servidora y pobre”― que llevaría a la práctica en su vida episcopal tanto en lo que hace a su pobreza personal como en su preocupación central por la dignidad y la justicia para los empobrecidos. En 1964, las tensiones suscitadas en el seno de la Iglesia cordobesa a raíz de los cambios conciliares culminarían con la renuncia del Arzobispo Castellano. 2. Angelelli, E., Exhortación Pastoral frente a la situación actual, Boletín Eclesiástico de Córdoba, 10-12-1963.
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En mayo de 1965, fue designado en su reemplazo Mons. Raúl Primatesta, quien contó con la estrecha cooperación de Angelelli. El estilo pastoral de este último ―el contacto directo con la gente y las numerosas visitas pastorales a las parroquias de los barrios y pueblos del interior provincial― no tardó en pronunciarse. A nivel nacional, integró la COEPAL (Comisión Episcopal de Pastoral) y, el 3 de julio de 1968, la Nunciatura comunicó que el Papa Pablo VI asignaba a Mons. Angelelli como titular de la diócesis de La Rioja. El diario Córdoba, vespertino de la ciudad, al publicar la noticia, destacaba: “En la actualidad es considerado una de las figuras eclesiásticas de real gravitación en los medios obreros y gremiales”.3 ‖
3. Diario Córdoba 27-VI-1968.
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. En La Rioja
El 24 de agosto de 1968, el mismo día que Pablo VI inauguraba desde la catedral de Colombia las sesiones de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM) que se iniciarían en Medellín dos días después, el Obispo Angelelli asumió como Obispo de La Rioja. Las palabras de su escudo episcopal ―“Justicia y Paz”―, serían las consignas fundamentales que orientarían sus palabras y su acción pastoral. Asumiendo las orientaciones pastorales del Concilio, los documentos de la Iglesia latinoamericana en Medellín (1968) y del Episcopado argentino (1969), el obispo Angelelli impulsó un plan que fue definido en corresponsabilidad con sacerdotes, religiosas y laicos en la primera Semana diocesana de Pastoral: “Caminemos juntos partiendo de la realidad, de la cultura y la tradición de este pueblo, iluminados por la luz del Evangelio. Queremos ser una Iglesia servidora de los hombres.” Plasmó su accionar con las palabras que hoy lo identifican: “para servir, hay que tener un oído atento a lo que dice el Evangelio y otro a lo que dice el pueblo.” Organizó la Diócesis en cuatro Decanatos (Centro, Los Llanos, Oeste y Norte) y promovió Jornadas Pastorales en las que se analizaba la realidad de cada lugar y se definían los planes pastorales y las acciones a realizar, con amplia participación 17
de laicas/os, catequistas, religiosas, sacerdotes e instituciones representativas de las poblaciones. Puso en “estado de asamblea” a las instituciones católicas tradicionales para que adecuaran su funcionamiento a las exigencias conciliares, ganándose el rechazo de los dirigentes laicos que resistieron la perspectiva de un cristianismo con proyección apostólica en lo social. El Obispo asumió un rol profético denunciando la usura, la droga, las casas de juego y el comercio de la prostitución, en manos de los poderosos de la sociedad riojana. Visitó los barrios alentando a los vecinos a integrarse a las actividades pastorales y a organizarse para solucionar la falta de viviendas o cooperativas de consumo. Recorrió toda la provincia llegando a los pueblos más remotos y olvidados. Reclamó al gobierno nacional el presupuesto para la provincia y condenó la arbitrariedad de los gobernantes. Instó al laicado a comprometerse en la acción política para el servicio y bienestar del pueblo. Esta dinámica presencia episcopal no tardó en provocar reacciones adversas a la pastoral diocesana que se iba implementando. A partir de la Navidad de 1970, Mons. Angelelli optó por celebrar la misa de Nochebuena con los habitantes de los barrios de la periferia urbana o pequeños poblados del interior provincial. En su mensaje de Año Nuevo de 1971, Monseñor Angelelli reafirmó la misión de la Iglesia riojana y denunció las compañas en su contra a medida que la pastoral, definida con la participación de organizaciones eclesiales y movimientos sociales, se plasmaba en acciones que tenían como objetivo la vivencia evangélica de la fraternidad, la solidaridad y la justicia. A mediados de ese mismo año, se concretó la instalación y el desarrollo del Movimiento Rural de la Acción Católica, con sede en Aminga, y la creación de FATRE, el sindicato de los peones rurales. Al terminar el año, la transmisión de la misa radial de los domingos, que el Obispo celebraba en la catedral, fue prohibida, lo que provocó movilizaciones y protestas en toda la provincia y alcanzó repercusión nacional. Desde abril de 1972, el diario El Sol se convertiría en su más acérrimo calumniador. 18
En agosto, fueron detenidos los sacerdotes Enrri Praolini y Antonio Gil, junto al laico Carlos Illanes, militante de la Juventud Peronista, acusados de vinculaciones con la subversión ―cuestión que fue desestimada poco después por la justicia. El Obispo, con sus sacerdotes, religiosas y comunidades, se movilizaron reclamando la libertad en los tribunales y convocaron a la celebración del Tinkunaco, también prohibida por el gobierno militar de entonces. Su voz profética en defensa de los campesinos sin tierra y de los peones rurales se hizo sentir: “El agua es para todos, la tierra es para todos, el pan es para todos... Yo sé que esto puede afectar algunos intereses... pero la Iglesia debe estar, y está, profundamente comprometida con el desarrollo del ser humano4.” Estas palabras, pronunciadas en un contexto en el que la propiedad de la tierra estaba concentrada en pocas manos, produjeron enseguida reacciones adversas. Una minoría con mucho poder político, económico y mediático, atacó al Obispo y a su pastoral con epítetos atribuyéndole ideologías o pertenencias políticas que les eran absolutamente ajenas. Pero más que las palabras, lo que constituyó un peligro real a sus privilegios fueron las acciones. En 1972, el Movimiento Rural Diocesano y la CODETRAL (Cooperativa de Trabajo Amingueña Limitada) promovieron la expropiación del latifundio Azzalini, abandonado, que concentraba el 70% de las aguas de la zona. La cooperativa permitiría trabajar solidariamente las tierras improductivas, y obtener mejores precios evitando la intermediación en la comercialización de los productos. Los terratenientes de la zona se opusieron; y los trabajadores se movilizaron, con el explícito apoyo de la pastoral diocesana, comprometiendo a diversos sectores sociales, sindicales, vecinales, parroquiales y políticos. 4. ANGELELLI, E., Homilía en Pinchas, Diario El Independiente, 9-IX-1969, La Rioja.
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En 1973, con las elecciones generales que posibilitaron el retorno de la democracia, renacieron las esperanzas populares. En febrero, con la presencia de los candidatos a presidente y vice Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima, del Frente Justicialista de Liberación, en la misa dominical, el Obispo Angelelli leyó las “reflexiones sobre las elecciones de marzo” que habían sido suscriptas por todo el presbiterio: “Votar no consiste solamente en depositar una papeleta en una urna […] Votar es hacer y construir nuestra propia historia argentina y riojana… Es para eliminar las causas que engendran injusticias, miserias, odios, éxodos obligatorios5.” El nuevo gobierno, que asumió el 25 de mayo, levantó la prohibición de la misa radial diocesana. Al reiniciar la transmisión, en Pentecostés, Mons. Angelelli expresó: “Debemos darle gracias a Dios por este largo silencio de la misa radial. Nos hizo pensar mucho todo lo que significa la misa para nosotros. […] Recordaba las veces que ustedes, colgando la radio del horcón del rancho, poniendo un crucifijo y dos velas encendidas, se reunía toda la familia para participar de la Misa, o poniéndola en la pirca de piedra seguían piadosamente la Misa mientras las cabras buscaban su alimento6.” Realzando una antigua práctica de la religiosidad popular, “Monseñor “―como le decía la gente― se trasladó hasta el paraje Señor de la Peña, para presidir la celebración del Viernes Santo. En su Mensaje de Pascua, compartió la experiencia: “del duro camino del Barrial de Arauco, con rumbo al Señor de la Peña, para pegar en la roca una frágil cruz de caña, símbolo de la fragilidad de la vida que se apoya en la Roca firme, profunda y sólida, símbolo de ese Cristo que 5. ANGELELLI, E., Reflexiones sobre las elecciones de Marzo, Misas Radiales, T. III, Op. cit., pp. 90-94. 6. ANGELELLI, E., Reiniciamos la Misa Radial desde la Catedral de La Rioja para todo el Pueblo– 10 de junio de 1973, Misas Radiales de Mons. Angelelli, T. III, Ed. Tiempo Latinoamericano, pp. 105-109.
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muere y resucita para que encontremos la fuente de Vida… Este anuncio de la Pascua del ‘73’ nos exigirá ser permanentes vigías, en nombre del Señor, para que un proceso iniciado sea siempre fiel al Plan de Dios7.” En ese lugar se produjo hace millones de años un fenómeno natural: una gran piedra se desprendió del cerro y quedó semejando el perfil de un rostro humano. Los indígenas interpretaron que era “Llastay, el dios de la montaña” que había bajado para protegerlos; concepto que los primeros misioneros españoles asumieron para anunciar a Cristo, “el Señor que es mi roca y mi salvación” (Salmo 17). Desde entonces el pueblo riojano evoca, en multitudinarias ceremonias litúrgicas y devocionales, al Señor de la Peña. 8 ‖
7. ANGELELLI, E., Mensaje de Pascua, Id., pp. 101-104. 8. Cf.: ORTIZ, Juan A., El Señor de la Peña – Cristo Riojano.
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. Las agresiones en Anillaco
A la disconformidad con la pastoral diocesana de algunos en 1969, la oposición de laicos asociados en 1970, la prohibición de la misa radial en 1971, las calumnias del diario El Sol, la violenta agresión al sacerdote jesuita Aguedo Pucheta de Famatina, la privación de la libertad de los sacerdotes Gill y Praolini y el intento de expulsión del obispo de un colegio religioso en 1972, se sumaron en 1973 los graves incidentes de Anillaco. En el marco de las movilizaciones por la expropiación del latifundio de Azzalini, el 13 de junio terratenientes y católicos preconciliares organizaron la expulsión del Obispo, sacerdotes y religiosas que habían concurrido a las fiestas patronales de San Antonio, irrumpiendo en el templo y en la casa parroquial donde se encontraba Mons. Angelelli con sus colaboradores. Con insultos, exigieron el abandono del lugar. Luego de una prolongada espera, soportando todo tipo de improperios, el Obispo decidió retirarse con los sacerdotes y religiosas que lo acompañaban. Previamente dispuso que los templos de toda la parroquia permanecieran abiertos a todos los feligreses para orar pidiendo perdón a Dios por lo sucedido, aunque no podrían realizarse celebraciones litúrgicas sin su autorización. Le entregó en custodia las llaves del sagrario al intendente Pedraza y una carta para el párroco Virgilio Ferreira. Cuando se retiraban fueron agredidos con pedradas que alcanzaron a unas religiosas y al techo de la camioneta del Obispo. Pasado el mediodía, los organizadores informaron a la prensa que se “expulsó al obispo Angelelli, a sus curas y monjas tercermundistas, tomando la casa parroquial de Anillaco”.9 22
Al expresar su júbilo por este hecho, declararon: “Nosotros solo queremos la fe”10, negando expresamente la dimensión social de la doctrina cristiana. De regreso al obispado, Mons. Angelelli se reunió con su presbiterio y religiosas para analizar lo sucedido y decidir los pasos a dar. Aunque la opinión de los presentes era que se debía aplicar la excomunión, el obispo decidió una sanción canónica más leve aplicando el “entredicho personal” a 13 de los instigadores. El decreto episcopal decía que: “este mismo grupo excitó al pueblo contra su Obispo sin otro fin que el mantenimiento de sus privilegios…en abierta oposición a la fe y disciplina de la Iglesia y contra las solemnes declaraciones del Concilio Vaticano II, de las enseñanzas pontificias y episcopales”.11 Los sancionados se encargaron de darle amplia difusión a lo sucedido en los diarios La Nación, La Prensa y Clarín. El Obispo respondió a los periodistas: “No es un pueblo que me repudia, sino un pueblo usado, utilizado por unos pocos, en vísperas del tratamiento por la Legislatura de la ley de expropiación del latifundio Azzalini para ser entregado a la Cooperativa de Trabajo Amingueña Ltda., CODETRAL”. Hechos de violencia por parte de los terratenientes se repitieron a fines de julio en Aminga, pueblo cercano a Anillaco. Atacaron la sede del Movimiento Rural Diocesano y la vivienda de las Hermanas de la Asunción, donde “destruyeron y profanaron imágenes de santos y objetos religiosos”, relató el Obispo en la misa radial del domingo siguiente. “Alguien incluso debió apagar las llamas”.12 Las agresiones de Anillaco y Aminga fueron denunciadas a las autoridades de la provincia, pero no fueron investigados ni hubo sanciones a los agresores. 9. Diario El Sol, 14 de junio de 1973. 10. Idem. 11. ANGELELLI, E., Decreto Episcopal, 21 de junio de 1973, Archivo Obispado de La Rioja. 12. ANGELELLI, E., Homilía en la Misa Radial, 5-VIII-1973, Op. cit., pp. 143-146.
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Sin embargo se generó una amplia reacción de repudio por parte de diversas instituciones y organizaciones de La Rioja y de otros ámbitos nacionales, en la prensa de todo el país. En las fiestas de San Nicolás, el 1 de julio, Monseñor Angelelli proclamó el Año Santo para: “ir haciendo que el Concilio se convierta en vida, cada vez más en nuestra diócesis, como en toda la Iglesia, y que esta vida se vea reflejada en nuestras mentalidades y costumbres”. Explicó que el gran objetivo señalado por el Santo Padre era la Reconciliación. Y a los 13 sancionados les ofreció: “Esta Madre Iglesia les sigue brindando acogida sacramental, si están debidamente dispuestos”.13 ‖
13. ANGELELLI, E., Mensaje Diocesano del Año Santo, 1 de julio de 1973, Op. cit., pp. 122-126.
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. Solidaridad eclesial
En agosto de ese año llegó a La Rioja el padre Pedro Arrupe, Superior General de los Jesuitas, acompañado del Superior Provincial en Argentina padre Jorge Bergoglio. En conferencia de prensa dijo: “Conozco la línea pastoral de Mons. Angelelli y opino que es acertadísima. Él hizo una opción que creo que es la que se debe seguir, porque es la del Concilio y por cierto la del Santo Padre.” Al ser preguntado si los jesuitas en La Rioja seguían la línea de la Compañía, la respuesta fue contundente: “Sí, la de la Compañía y la del obispo Angelelli, que es la misma en este caso”. 14 En el año 2006, en la Catedral de La Rioja, el cardenal Jorge M. Bergoglio reveló que Mons. Angelelli fue a buscarlos en auto haciendo parar la avioneta en la cabecera de la pista “porque afuera, los que hace dos meses hicieron la pedrada de la Costa, están esperando para abuchear. Para abuchear al General de la Compañía de Jesús que venía a visitar a sus jesuitas y obviamente a estar con el Obispo, con el pastor y con su pueblo”.15 La pastoral diocesana recibió también la visita de otros superiores de Congregaciones Religiosas de varones y mujeres radicadas en La Rioja. En su quinto aniversario como obispo de La Rioja, el 24 de agosto Mons. Angelelli hizo públicas sus reflexiones: “A las ideasmadre del Concilio las recalqué hasta que fueran penetrando en la carne y la sangre de esta Iglesia […] Hemos vivido cinco años, intensamente: alegrías 14. ANGELELLI, E., Mensaje Diocesano del Año Santo, 1 de julio de 1973, Op. cit., pp. 122-126. 15. Diario El Independiente, 14-VIII-1973.
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profundas y dolores profundos; fidelidades y traiciones; un pueblo que descubrió que la Iglesia es Madre y unos pocos que abandonaron su casa porque sospechan de ella. […] Hoy se mezclan las voces de ‘crucifícale’ con las voces de ‘esperanza’ 16.” Lejos de aminorar su compromiso con los pobres, el Obispo convocó a los agentes de pastoral para hacer una Evaluación Crítica de la Pastoral Diocesana, a los fines de profundizar las líneas de acción, con los cambios que pudiesen surgir como necesarios. ‖
16. BERGOGLIO, Jorge M., Homilía del 4 de agosto de 2006-La Rioja. Arzobispado de Buenos Aires.
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. El apoyo del Papa
Ante la magnitud de los acontecimientos, el Papa Pablo VI envió como representante personal al arzobispo de Santa Fe, Mons. Vicente Zazpe. Así se lo comunicó el Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Jean Villot, al Obispo Angelelli. El 13 de octubre le escribió que el arzobispo Zazpe era “portador del testimonio del afecto y la estima del Sumo Pontífice que mucho lo aprecia por su dedicación pastoral, volcada especialmente a los pobres”.17 “Vendrá a comunicarnos lo que el Papa piensa y juzga de la diócesis de La Rioja”, anunció Mons. Angelelli al dar a conocer la noticia.18 Mons. Zazpe llegó a La Rioja el 20 de noviembre. Se entrevistó, en público y en privado, con todas las instituciones y personas que lo solicitaron, los que apoyaban la pastoral diocesana como quienes se oponían. Dedicó un tiempo especial para visitar la parroquia de San Antonio con sede en Anillaco; y en cada uno de los nueve pueblos de esa jurisdicción concedió audiencias y escuchó a los feligreses, no pudiendo hacerlo en Aminga por falta de seguridad personal. En Anillaco los sancionados le pidieron la “destitución del Sr. Obispo por marxista y comunista”; y presionaban a los pobladores para que se unieran a ese reclamo. Los esfuerzos por intentar una reconciliación fueron en vano.
17. VILLOT, J., Carta a Mons. E. Angelelli, Roma, 13 de octubre de 1973. Obispado de La Rioja. 18. ANGELELLI, E., Carta Pastoral – 11 de noviembre de 1973, Op. cit., pp. 200-204.
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Más grave aún. Lo revelaría el arzobispo Zazpe en un reportaje periodístico: “Para el futuro temo cualquier cosa. Uno de los sancionados me dijo: o Angelelli se va por las buenas o por las malas, y si no es por las malas será por lo peor”.19 En la misa de despedida, el 23 de noviembre, el enviado papal expresó: “Puedo afirmar que la pastoral de la Iglesia Riojana es la pastoral de la Iglesia Universal […] El obispo no quiere ni puede servir al pueblo desde una ideología; ¡aquí no lo hace! Sino desde el Evangelio y en unión con el Papa; ¡aquí sí lo hace!”.20 A las autoridades vaticanas, el arzobispo Vicente Zazpe les informó que “el problema desatado en Anillaco no es fundamentalmente religioso, sino por intereses socio-económicos: expropiación de tierras, establecimiento de una cooperativa a favor de los lugareños; prostitución, drogas, pésimos salarios y condiciones de vida, etc. La denuncia de estos hechos ― en un ambiente tan localista y con fácil identificación de los responsables― ha desencadenado el proceso y lo religioso lo ha complicado”.21 Era mucho más que el desacuerdo con Mons. Angelelli. Cuestionaban integralmente las decisiones del Concilio, que introducían un “aggiornamento” importante en la visión y la vivencia del catolicismo, respondiendo a las exigencias del mundo moderno, donde la cuestión social adquiría el carácter de urgente, según lo reclamaba la doctrina social de la Iglesia. Al iniciar el año 1974 el Pastor riojano señaló que “el Evangelio no es para que se lo lea solamente en los templos, sino para que lo convirtamos en reflexión, en oración y en vida también fuera del templo”.
19. ZAZPE, Vicente, Reportaje en Nuevo Diario (Santa Fe), 28-12-73. Reproducido por el diario El Independiente, 7-1-1974, La Rioja. 20. ZAZPE, Vicente, Homilía en la Catedral de La Rioja – 23 de noviembre de 1973, La Iglesia en La Rioja, Obispado de La Rioja. 21. ZAZPE, V., Carta al Card. Jean Villot, Secretario de Estado del Vaticano, 6 de diciembre de 1973. Obispado de La Rioja.
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Y a propósito del Sínodo Mundial de Obispos convocado por el Papa Pablo VI para ese año sobre el tema de “La evangelización en el mundo contemporáneo”, dijo: “Reafirmamos, con la ayuda de Dios y la intercesión de San Nicolás, nuestro compromiso de seguir trabajando, con la responsabilidad que tenemos, junto a nuestro pueblo, acompañándolo y compartiendo su vida de cada día y todo lo que con esfuerzo y sacrificio se viene realizando en nuestra provincia. De la misma manera con la honestidad y sinceridad evangélica señalaremos, cuando la exija nuestra misión, lo que no sea conforme a lo que quiere nuestro Padre Dios. […]. Pretender ver a la Iglesia con otras intenciones, o interfiriendo campos que no le corresponden, es equivocarse y no comprender la misión que ella tiene en su pueblo”.22 La advertencia del Pastor riojano resultaba pertinente, porque desde fines del año anterior venía señalando la “campaña de confusión” que colocaba a la Iglesia entre los “agitadores e infiltrados”.23 En el país se vivía un recrudecimiento de la crisis social y política, que tuvo su repercusión en la provincia, amenazando la estabilidad de puestos laborales. Ante ello el Obispo públicamente ofreció acompañar las gestiones necesarias para evitar que “ninguno de nuestros hogares tengan que sufrir la falta del pan necesario de cada día.”24 Para la Iglesia diocesana que vivía el Año Santo con las consignas de “Reconciliarse y Renovarse”, la decisión más importante del Obispo fue levantar la pena canónica a los agresores de Anillaco quienes, lejos de aceptar la medida reconciliadora, redoblaron sus ataques. ‖
22. ANGELELLI, E., Misas Radiales, T. IV, Ed. Tiempo Latinoamericano, 2014, p. 25 y 28. 23. Op.cit., T. III, Id., 2012, p. 120. 24. Idem T. IV, id., 2014, p.79.
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. Viaje a Roma
Sin duda el acontecimiento diocesano de mayor trascendencia en la segunda mitad del año 1974 fue la “Visita ad Limina Apostolorum” que realizó el Obispo al Papa. En la introducción al informe que llevó a Roma, el obispo escribió que “no pretende otra cosa, sino indicar, con los rasgos más importantes, estos cinco años de vida diocesana, vividos intensamente y donde hemos podido constatar, experimentalmente, la presencia de Cristo en situaciones, especialmente vividas, y que han sido marcadas por el dolor de toda la comunidad diocesana”. 25 El Informe abordaba todos los aspectos pastorales, estructuras eclesiales, nómina del clero, congregaciones religiosas, laicado, catequesis, medios de comunicación social, decanatos, parroquias, Cáritas, obras asistenciales y promocionales, educación, relación con las autoridades; conflictos, persecuciones y un detallado relato de los sucesos de Anillaco, con las sanciones aplicadas y la resolución del levantamiento del “entredicho” a los responsables de las agresiones; y otros aspectos que permitían tener un amplio panorama de la realidad diocesana. El 3 de septiembre al despedirse en la misa de la Catedral, explicó el sentido de la visita y dijo: “Dialogar con Pedro. En este caso se llama Pablo, pero es su sucesor. […] Y en ese diálogo, es decirle esta es la Iglesia que se alegra y que sufre. Esta es la Iglesia que es fiel y es pecadora. […] Esta es la Iglesia que, por hacer que el Evangelio se encarne, esta Iglesia también tiene el signo de la persecución 25. ANGELELLI. E., Informe ad Limina (mimeo), p. 4.
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y del rechazo; no hay que ir a contarle sólo cosas lindas”.26 Llegó a Roma y el 7 de octubre se realizó la audiencia con el Papa. El encuentro tuvo para Monseñor Angelelli un sentido muy profundo. Cuando Pablo VI hizo pegar su anillo al de él, recordándole que eran anillos del Concilio, se sintió reconfortado. “Somos pastores”, le dijo el Papa; lo alentó, se alegró por los 25 años de sacerdocio que cumplía en esos días y lo invitó a fotografiarse. “Fue un día de gracia y bendición. Sentí a Pedro y a la Iglesia. Sentí la presencia de un santo. Viví un momento intenso de Iglesia”, escribió después. En el Vaticano se entrevistó con varios funcionarios que conocían la realidad de la Iglesia diocesana de La Rioja. Y le ayudaron a encarar soluciones, a la vez que le recomendaron que conversara sobre las amenazas de muerte recibidas con el nuevo Nuncio Apostólico Pio Laghi, que había asumido a mediados de 1974 en Argentina. Ya en su diócesis el 17 de diciembre en la Catedral ante toda la comunidad que se sintió convocada masivamente, el Obispo hizo un relato pormenorizado de su viaje y sus sentimientos más íntimos: “…llegando en esa peregrinación, fui, me hinqué junto a la tumba de Pedro…Y no se me quedó ningún riojano, y no se me quedó un pedazo de tierra riojana, sin ponerlos sobre la tumba de Pedro. […].”. Al finalizar, en relación con la carta de respuesta del Papa, explicó: “Un hermoso regalo que, aunque dirigido personalmente del Papa Pablo VI, es para La Rioja un regalo. Un hermoso documento donde no solamente bendice sino que ratifica el esfuerzo, ratifica ese esfuerzo doloroso por hacer concreto el Concilio en La Rioja.” 27 En su carta autógrafa, Pablo VI le expresaba: “nuestra paterna complacencia por su intensa y sacrificada actividad, sobre todo dirigida a favor de los más necesitados […]. Condenamos las violencias y las difamaciones de que ha sido objeto su persona y su labor 26. ANGELELLI, E., Misas Radiales, T. IV, Ed. Tiempo Latinoamericano, 2014, p. 161. 27. ANGELELLI, E., Idem, p. 168-169.
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por mejorar los sectores más pobres del pueblo riojano y por la renovación conciliar en el ámbito de la comunidad eclesial”. El Papa le ratificaba su confianza, tal como se lo había expresado en audiencia personal. Para la vida diocesana, y para Mons. Angelelli, la carta del Papa marcaría el inicio de una segunda etapa en este caminar. Así lo anunció al Pueblo de Dios en la fiesta de San Nicolás subrayando los objetivos de la misión: » Reafirmar la opción pastoral “con el pueblo y desde el pueblo”. » Seguir actuando el Concilio; continuar con “la promoción integral del hombre riojano”. » Consolidar un ministerio sacerdotal que esté al servicio de todos, pero especialmente de los Pobres. » Examinar la vida de sacerdotes, religiosas y laicos a la luz de las orientaciones de la carta del Papa. » Abocarse al laicado y especialmente a la juventud para profundizar su fe y su compromiso. Al finalizar, anunció la visita de la imagen de San Nicolás a toda la Provincia. 28 ‖
28. Op.cit. p. 183-184.
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. Visita de San Nicolás
Durante los meses de septiembre y octubre de 1975, la visita misionera de San Nicolás, patrono de la Diócesis y de la Provincia de La Rioja, movilizó a todos los pueblos del interior. El 5 de julio, Monseñor Angelelli emitió una Carta Pastoral destacando sus objetivos: “Deberá hacernos reflexionar y vivir seriamente el Mensaje de San Nicolás que está escrito en el Libro de la Palabra de Dios que él tiene en su mano, y que vivió santamente como cristiano y como obispo. […] Nos deberá ayudar a analizar nuestros problemas concretos, los que vivimos, y a encontrar la solución o la respuesta cristiana”. 29 La imagen venerada en la Catedral recorrería ciudades, pueblos y parajes del interior provincial. El relato que registró uno de esos momentos decía: “La caravana se hace tan compacta, que mucha gente abandona sus autos para seguir a pie al Santo que se ausenta por dos meses de su camarín, para visitar a sus hijos de ‘tierra adentro’, y darles su mensaje evangélico”. 30 A lo largo del mes de septiembre, la camioneta con la casilla que llevó al Santo a todos los pueblos de Llanos, se internó en poblados menores o parajes donde los devotos hacían sus peticiones, y el Obispo las recogía en su grabador. En Los Llanos, el clamor general fue por el agua y el trabajo. Pero también por la familia, la unidad vecinal, la lluvia, la juventud, los ancianos, los enfermos. 29. ANGELELLI, E., Carta Pastoral con motivo de la “Segunda Visita” de San Nicolás a toda la Diócesis, 5-VII-1975. Obispado La Rioja. 30. Autores/as Varios/as, Crónica de la visita misionera de San Nicolás a Los Llanos (copia).
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En Villa Unión, aclaró que “el negro San Nicolás no anda tapando problemas en La Rioja. […] No anda buscando votos y no se va a presentar a elección alguna”, en respuesta a críticas de algunos sectores adversos a la pastoral. Siguió a Sañogasta, donde Wenceslao Pedernera y Coca, su esposa, junto a los pobladores del lugar, organizaron las celebraciones acompañando a San Nicolás hasta los otros pueblos; y llegó finalmente a Chilecito. Allí, Monseñor Angelelli, al anochecer, improvisó una extensa reflexión sobre las responsabilidades de los cristianos “para que no haya hambre… ni injusticias…ni esclavos...Y por el que sufre jugarnos hasta dar la sangre si es preciso”.31 El obispo Angelelli y sus compañeros mártires serían, pocos meses después, la expresión palmaria y máxima de esa fidelidad en el compromiso evangélico. ‖
31. ANGELELLI, E., Misas Radiales, T. IV, Ed. Tiempo Latinoamericano, 2014, pp. 318-319.
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. Persecución a la pastoral diocesana
“Qué difícil es comprender, mirándolo desde afuera, todo lo que encierra el rostro de nuestro pueblo.” 32 Con estas palabras, al iniciar el año 1976, instó a ser “testigos de la esperanza y mensajeros de la paz” ante una situación social y política cada vez más desfavorable para los sectores populares, y especialmente preocupante para la comunidad diocesana, que vio intensificarse la persecución. En febrero eran detenidos en Mendoza el Vicario General de la diócesis, padre Esteban Inestal, y dos dirigentes del movimiento rural. A los pocos días, fue también detenido y luego liberado el padre Eduardo Ruiz, párroco de Olta. Monseñor Angelelli denunció los hechos en la misa radial y recordó a San Ignacio de Antioquía y a San Clemente Romano, dos obispos mártires del siglo II. Citando a San Ignacio, leyó: “[…] Huyan de toda división y de toda doctrina perversa; en cambio donde esté el Pastor, allí deben estar ustedes.” Y agregó: “Los fundamentos por los cuales sufrieron el martirio, son los mismos por los cuales muchos, hoy, sufren el martirio físico o moral. En el fondo está en juego el egoísmo versus el amor y la justicia. […]. Se busca abierta o solapadamente dividirnos…se busca contraponer a la Iglesia de Pío XII con la de Juan XXIII y Pablo VI; se busca hacer aparecer la diócesis de La Rioja separada de las otras diócesis argentinas…”.33 32. ANGELELLI, E., Id., p. 354. 33. ANGELELLI, E., Id., pp. 369-371.
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La persecución a la Iglesia riojana se incrementó luego de instaurada la dictadura militar en marzo de 1976. Hostigamientos, allanamientos, detenciones y torturas a sacerdotes, religiosas y laicos signaron aquella época. Mons. Angelelli levantó su voz para denunciar las violaciones a los derechos humanos e hizo conocer al Episcopado la persecución de que era objeto la iglesia riojana. También realizó gestiones ante las autoridades militares, sin lograr que aminorara la represión, que se había extendido a los agentes pastorales de toda la diócesis, generando el miedo en la población. Sobre estos acontecimientos, monseñor Angelelli escribió al Nuncio, Mons.Pio Laghi: “Estamos permanentemente obstaculizados para cumplir la misión de la Iglesia. Personalmente los sacerdotes y las religiosas somos humillados, requisados y allanados por la policía con orden del ejército. Ya no es fácil hacer una reunión con los catequistas, con los sacerdotes o las religiosas. Las celebraciones patronales son impedidas u obstaculizadas.” 34 Y, advirtiendo niveles de inseguridad crecientes, aconsejó a sacerdotes, religiosas y laicos que se alejaran de la provincia. Sin embargo, él se negó a viajar a Ecuador invitado a un encuentro de obispos latinoamericanos: “Eso es lo que quieren; que me vaya para que se dispersen las ovejas”, confiaba a sus sacerdotes, que le aconsejaban alejarse también él por un tiempo de la diócesis. En junio se entrevistó con el general Luciano Benjamín Menéndez, comandante del 3er Cuerpo de Ejército, pidiéndole que pusiera fin a la represión, pero no obtuvo resultados favorables. Estando en Córdoba, visitó a sus familiares por última vez. Y les confidenció: "Sí. Tengo miedo, pero no se puede esconder el Evangelio debajo de la cama".
34. ANGELELLI, E., Carta al Nuncio Apostólico Pio Laghi, 5-VII-1976.
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Las últimas persecuciones quedaron plasmadas en las últimas cartas que dirigió a la máxima jerarquía católica en Argentina, incluido el Nuncio Apostólico, Mons. Pio Laghi, y también en las que escribiera a las comunidades parroquiales a propósito de una nueva prohibición a la transmisión radial de eucaristía dominical. El 18 de julio escribiría la última porque, a partir de ese día, con el secuestro y asesinato de los sacerdotes de Chamical, los acontecimientos que llevarían a su desaparición se acelerarían vertiginosamente: el 4 de agosto de 1976 un accidente automovilístico intencionalmente provocado, tal como lo declaró formal y definitivamente la sentencia del Tribunal Oral Federal de La Rioja, del 4 de julio de 2014, acabó con su vida en la tierra. ‖
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02. WENCESLAO PEDERNERA Laico, campesino y padre de familia
Wenceslao Pedernera tenía 39 años cuando fue ametrallado al abrir la puerta de su casa en las afueras de Sañogasta, departamento Chilecito, provincia La Rioja, la madrugada del domingo 25 de julio de 1976. Se había sumado a la pastoral rural diocesana impulsada por monseñor Angelelli en La Rioja en julio de 1973, cuando con su esposa Coca y sus tres hijas se radicaron en el Oeste riojano y se integraron al Movimiento Rural Diocesano. Laico comprometido en el trabajo cooperativo, fue a la vez esposo y padre de familia responsable y fiel en procura de los suyos. Y se insertó en el proyecto pastoral de la diócesis de La Rioja, donde la convivencia comunitaria con los miembros del Movimiento Rural le posibilitó una vida de fe evangélica llevando a la práctica la cotidiana y permanente construcción de relaciones de fraternidad y justicia. Llevó a cabo sus tareas laborales y sociales, primero como delegado sindical y luego como cooperativista, con perseverancia y afrontando con esperanza y amor todas las adversidades. La vida de Wenceslao Pedernera fue acabado ejemplo de responsabilidad laical en la construcción de un mundo más humano y más justo. ‖
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. San Luis
Wenceslao nació el 28 de septiembre de 1936 en Los Jagüeles ―después La Calera― Departamento Belgrano, provincia de San Luis. Sus padres, Benjamín Pedernera y Fernanda Mattus, constituían una familia humilde que vivía y trabajaba en el campo junto a sus cuatro hijos: Wenceslao, María Cecilia, Mariano y Antonio. Don Benjamín tenía un buen reconocimiento entre sus vecinos, y fue en la zona delegado del Peronismo apenas Surgió este movimiento político a mediados de la década del cuarenta. Bautizado el 24 de septiembre de 1938 en la catedral de San Luis, cursó en su pueblo natal los estudios primarios hasta tercer grado, sin poder finalizarlos, porque tuvo que ayudar a sus padres en las tareas agrícolas, al igual que sus hermanos. En la zona no había capilla, pero en forma periódica se realizaban “misiones”, con prácticas de la fe católica a las que todo el vecindario asistía, aunque Wenceslao no se sentía atraído por estas cuestiones. Con las vicisitudes propias de la edad, vivió su adolescencia y su juventud en un ambiente rural tranquilo, sin sobresaltos ni conflictos, cultivando el compañerismo y la buena vecindad en tardes de fútbol y de bicicleta junto a los pocos habitantes del lugar. Wenceslao abrevó en su familia profundos valores de buena vecindad y solidaridad. Fue la principal herencia de esa familia, que sabía del rigor y la bondad del trabajo diario para sustento propio y extender la mano a los más necesitados. ‖
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. En Mendoza
En 1961, asumiendo las responsabilidades de su vida adulta y por necesidad de sustento, se radicó en Mendoza. Lo que Wenceslao aprendió de niño, lo mantuvo y lo multiplicó cuando, después de hacer el servicio militar, fue buscando su propio rumbo hasta encontrar trabajo como obrero rural en la Finca Gargantini de Mendoza. Allí representó a sus compañeros como delegado sindical. Y, con el despliegue de su actividad laboral y gremial, en el camino, también allí se encontró con la joven Marta Ramona Cornejo, “Coca”, hija de Emiliano Cornejo, encargado de la cuadrilla recolectora de uvas en la que Wenceslao cumplía sus tareas. Los meses de noviazgo les alcanzaron a los dos para conocerse lo suficiente como para saber que en el horizonte había un camino común por recorrer. El amor que los cautivó les hizo pensar en hijos y en el futuro, confiando en que en esa búsqueda se consolidarían las coincidencias y las motivaciones. Como Wenceslao se negaba a casarse por la Iglesia, Coca rehusó cualquier otra forma de convivencia. Además de sus convicciones personales, estaban los criterios de su familia, que se confesaba católica. Como lo de Wenceslao no era rechazo a la fe cristiana sino resultado de las circunstancias propias de su vida rural, donde se carecía de atención pastoral, antes del mes regresó, decidido a recuperar a Coca. El amor pudo más y el 22 de marzo de 1962 se casaron civilmente en la ciudad de Rivadavia. Dos días después, celebraron el matrimonio religioso en la parroquia San Isidro Labrador, de la misma ciudad. De la unión nacieron tres hijas: María Rosa en 1962, Susana Beatriz en 1968 y Estela María en 1971. 42
En cuestiones de fe, Coca llevaba la delantera, y su ejemplo arrastró a Wenceslao, en una familia unida, humilde y trabajadora, que se desvivió por atender a las tres hijas que fueron llegando. Así lo han valorado en el recuerdo de su niñez: “Buen padre, que se hacía querer, muy bueno… Se preocupaba para que a la familia no le faltase nada.” “Wence”, como lo llamaba Coca, tuvo su despertar religioso durante la Novena a la Virgen de la Carrodilla, Patrona de los viñedos, en 1968, animada por la visita misionera de los Oblatos de María Inmaculada. Las misiones eran jornadas religiosas intensas que movilizaban a aquellos poblados acostumbrados a una vida rutinaria y tranquila durante una semana, nueve o quince días, con actividades pastorales propias de la época. Desde entonces le fue tomando el gusto a los encuentros en grupos de familias que se conformaron a partir de la misión para la escucha y el comentario de la Palabra. Este despertar religioso lo fue acercando a las prácticas sacramentales y, por la misma época, con Coca, conocieron a algunos dirigentes del Movimiento Rural de la Acción Católica. Algunos compañeros recuerdan que se llevaba la Biblia en la parrilla de la bicicleta y aprovechaba a leerla en las pausas del rigor del trabajo. En Rivadavia, se relacionaron con Rafael Sifré. Con su esposa, dispusieron de su vivienda, que era prestada por la empresa Gargantini, para que allí se reuniera un grupo rural de formación que reflexionaba sobre la realidad a luz del Evangelio. Los acompañaba Carlos Di Marco, otro miembro del Movimiento Rural. El matrimonio se integró al Movimiento y Wenceslao, a partir de 1968, fue incorporado como miembro de la coordinación en la Regional Mendoza. Fue allí que coincidieron en Wenceslao las convicciones que lo llevaron en plena juventud a asumir un rol sindical en favor de sus compañeros de trabajo, con las motivaciones que descubría y fortalecía después de cada reflexión bíblica. De este modo, la práctica religiosa y de solidaridad de Wenceslao y Coca, iluminadas por la Palabra y alimentadas por los sacramentos, fue abriéndose 43
a la perspectiva militante que lo llevó a integrarse a la pastoral diocesana de Monseñor Enrique Angelelli en La Rioja. En 1972, participando con Coca en cursos de formación de la diócesis de La Rioja, se contactó con el trabajo del Movimiento Rural de esa provincia y conocieron sus planes y propuestas para elevar las condiciones de dignidad de los trabajadores rurales fomentando la organización de cooperativas. Desde entonces, se fue estrechando la relación con las experiencias riojanas. ‖
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. La pastoral rural diocesana
Para esa fecha el obispo de La Rioja, monseñor Angelelli, ante la decisión del Episcopado Argentino de dejar librada a cada diócesis la continuidad del Movimiento Rural como herramienta del apostolado campesino, había dispuesto la creación del “Movimiento Rural Diocesano de La Rioja”, estructurado en sus dos tradicionales ramas: Campesinos y Maestros. El decreto episcopal fechado el 10 de julio de 1972 consideró que “en todo el período de experiencias y trabajos que lleva”, el Movimiento Rural había dado muestras “de loable espíritu apostólico, espíritu de servicio, testimonio comprometido con la vida, especialmente en dirigentes y en sacerdotes y religiosas asesores.” Y destacó “las características marcadamente ‘rurales’ de La Rioja”. Al señalar los objetivos, especificó: “-a. Acompañar al campesinado riojano en su proceso de ‘liberación’, entendida ésta a la luz del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia. -b. Ayudar a concretar realizaciones que signifiquen para el campesino riojano ‘ser más’, en el esfuerzo creativo por ‘tener más’. -c. Promover cursos, cursillos, encuentros, proyectos, etc., a diversos niveles, para brindar con sentido creativo, al campesino riojano, los elementos fundamentales que le hagan madurar su fe cristiana, lo capaciten mejor cultural y técnicamente, y le ayuden a crear organizaciones que le hagan vivir más evangélicamente la solidaridad. -d. Siendo de carácter diocesano, procurar desarrollar su misión dentro de la pastoral diocesana”. 35 35. Angelelli, E., Decreto de constitución del Movimiento Rural Diocesano de La Rioja, 10 de julio 1972.
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Estos objetivos, nacidos de la práctica iniciada a mediados de 1971, fueron plasmándose en las realidades de cada lugar. Se trataba de integrarse a un movimiento que buscaba no sólo transformar las realidades de injusticia, sino promover la formación del “hombre nuevo”. A partir de esos valores madurados en la fe cristiana, los miembros de la organización se constituían en pilares fundamentales para el crecimiento comunitario. Luis “Chacho” Corzo, que perteneció a la Rama Maestros del Movimiento Rural, afirma: “Desde el primer contacto con los militantes iniciadores del Movimiento Rural en La Rioja entendimos que había que despojarnos del individualismo y del egoísmo”. El desarrollo de la pastoral rural diocesana fue relevante; el ingente compromiso de laicos, laicas, maestros y maestras rurales, religiosas y sacerdotes, permitió desplegar una intensa y prolífera actividad en toda la extensión de la geografía riojana: cursos de formación, encuentros de planificación, intercambios zonales y regionales, acompañamiento cercano y permanente a los pobladores que más padecían el abandono, el aislamiento y la soledad en el territorio de la provincia, tanto en condiciones laborales o salariales como otro tipo de necesidades básicas de salud, educación, agua, y otras carencias del campesinado pobre, los mineros y los hacheros. Asumiendo la dura realidad de los empobrecidos y explotados en las zonas rurales en una sociedad semifeudal, la diócesis se comprometió a promover condiciones dignas y justas de vida. La formación cristiana en la pastoral rural debía plasmarse en acciones concretas de ayuda y organización de los peones rurales, los campesinos pobres y los obreros de las minas y canteras en Los Llanos y el Oeste. En el informe que Monseñor Angelelli llevó al Papa Pablo VI en su visita “ad limina” de 197436, explicó la realidad de cada zona de los cuatro decanatos de su diócesis: En el Centro señaló que: 36. ANGELELLI, E., Informe ad limina (I.ad.L.) 1974
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“hay muy pocos que poseen tierras extensas, con todas las posibilidades económicas que le permiten explotar la tierra y a quienes la trabajan. […] Hay pequeños propietarios, sin conciencia cooperativa, son pocos y dispersos, se dedican a la cría de ganado menor”.37 Similares problemas ―aunque agravados― en relación a la propiedad y posesión de la tierra describió en los decanatos del interior. En el Oeste, especificó: “[…] La mayoría no son dueños de la tierra que trabajan y en la que viven. […] Dicho arrendamiento se paga en especies (animales, frutos, etc.).” 38 En el Norte, la existencia de “grandes latifundios”… En la primera experiencia iniciada en La Costa, al Norte provincial, el Movimiento Rural con sede en Aminga promovió la sindicalización de los peones rurales. Y avanzó con la formación de la Cooperativa de Trabajo Amingueña Limitada, (CODETRAL), que solicitó la expropiación del latifundio Azzalini, improductivo por abandono, pero rico en aguas. “Con CODETRAL iniciaremos realmente la reforma agraria en La Rioja”, declaró Monseñor Angelelli en 1973.39 El proyecto fue duramente boicoteado por los terratenientes del lugar, con difamaciones, infundios y persecuciones que culminaron con la expulsión del Obispo Angelelli y los sacerdotes y religiosas que lo acompañaban en las fiestas patronales de Anillaco (el 13 de junio de 1973) y la destrucción de la sede del Movimiento Rural y la vivienda de las religiosas de la Asunción (el 28 de julio). Después de estos acontecimientos violentos, el Obispo y los dirigentes del Movimiento Rural decidieron trasladar la experiencia a la zona del Oeste.
37. Op.cit.., p. 59. 38. Idem, I.ad L., p. 72-73. 39. ANGELELLI, E., Revista Esquiú Color, 12-VIII-1973, en “Reportajes.”.., p. 78.
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El compromiso con estas realidades de injusticias le acarreó a la pastoral diocesana conflictos con los poderosos de cada zona, que se sintieron afectados en sus intereses económicos al promoverse iniciativas que aportaban a revertir la desigualdad social, condición ineludible para construir la fraternidad demandada por el Evangelio. Eran las acciones de comunidades animadas por la fe cristiana, que se sostenían en las prácticas solidarias. Allí residía su empuje y su fuerza. En el convencimiento y el compromiso de cada miembro, enlazados en una búsqueda y destino común. ‖
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. En el movimiento rural
Con la ayuda económica de una congregación de religiosas, la diócesis adquirió un campo de 328 has., a 10 kms. de Vichigasta. Allí se radicaron Carlos y Rafael, que habían impulsado la organización del Movimiento Rural en Aminga; y después se sumó Gonzalo Llorente, un joven que venía de Buenos Aires. Conociendo los objetivos y las acciones de la pastoral rural de Mons. Angelelli, desde julio de 1973, Wenceslao y su familia se radicaron primero en Anguinán, en el Oeste provincial de La Rioja, donde al principio vivieron en una casa prestada. Luego se instalaron en la casa parroquial de Sañogasta. A principios de 1974 se establecieron en el campo “la Buena Estrella”, como se conoció el predio cercano a Vichigasta, destinado a continuar el proyecto cooperativo. La comunidad rural allí constituida se dedicó a trabajar la tierra, sembrando maíz y alfalfa, y al cultivo de hortalizas, a la vez que se contactaba con campesinos del lugar para formar una cooperativa capaz de dignificar en la justicia a los trabajadores rurales. La dedicación plena al Movimiento Rural Diocesano y otras tareas pastorales llevaron a Wenceslao a participar en reuniones del Decanato del Oeste. Desde fines de 1973, “Wessen”, diminutivo que usaban sus compañeros del movimiento rural, quedó como responsable de acordar fechas, el temario y convocar la reunión de la Coordinadora de Cooperativas. Luego, reunir toda la información de la Coordinadora para ser publicada en La Voz del Campo, el periódico del Movimiento Rural. También asumió la tarea de imprimir y distribuir los convenios colectivos laborales a 49
los nuevos afiliados a FATRE, el sindicato de los peones rurales. La maestra rural Charo De la Fuente, que viajó con Wenceslao para conocer la realidad y el trabajo del movimiento rural brasileño, lo definió como “un amigo, un compañero, de quien mucho aprendí, quizás no por sus alocuciones brillantes; sí por su testimonio como persona, como padre, como cristiano. Con Wesen pudimos, comprobar y confirmar que lo nuestro no era una utopía, que Surgían movimientos y jóvenes involucrados con la justicia social, con la paz, con el darse y ayudar al otro en muchos y variados lugares”. Para Carlos Di Marco, dirigente del Movimiento Rural: “Wenceslao era muy compañero, solidario y responsable.” Gonzalo Llorente afirma que: “Wenceslao disfrutaba sembrando la tierra..., y lo lindo es que no la quería solamente para él, sino que la quería para un grupo de gente que pudiera compartir ese sueño de ver una tierra crecer gracias al esfuerzo de todos”. 40 Y para graficar un modelo de familia campesina, dice que “no se puede entender a Wenceslao sin Coca, ni a Coca sin él”. Sus compañeros del Movimiento lo recuerdan como un hombre pacífico; y cuando se producían discusiones o enfrentamientos internos, prefería evitar todo conflicto, contribuyendo con su conducta a la armonía de la comunidad. Wenceslao se compenetró de los valores promovidos por el Movimiento Rural, y los encarnó en su práctica campesina. Su carácter apacible, su voz serena, sus gestos tranquilos, su capacidad de escucha, su mirada comprensiva, su acendrada responsabilidad, su mansedumbre, su actitud permanente de disponibilidad, su poder de observación, le proporcionaban las inmejorables condiciones para ser un miembro activo de una comunidad que requería el aporte plural de los distintos modos de ser. Fueron precisamente esas cualidades personales las que supieron valorar 40. Revista Tiempo Latinoamericano, N° 67, año 2001, Córdoba.
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sus compañeros y compañeras del Movimiento Rural asignándole funciones según las necesidades de esa organización pastoral. Sin dejar de asumir plenamente sus responsabilidades en el hogar, con su esposa y sus hijas, ocupándose de su bienestar y su educación, puso la mira en el interés colectivo. Así lo demostró su práctica en el Movimiento Rural y su tozudo empeño en la organización cooperativista, hasta el último intento en Sañogasta, en los meses inmediatos anteriores al crimen que tronchó su vida. El Movimiento Rural Diocesano ―según el decreto del obispo Angelelli― estableció que un Equipo integrado por laicos y religiosas y sacerdotes (asesores) específicamente designados se hiciera responsable de la Coordinación de la Rama Campesinos. Pero la extensión del Movimiento en todo el territorio provincial, y las cooperativas que fueron surgiendo ligadas a los decanatos de cada zona, hicieron necesario estructurar un nivel de articulación superior entre las distintas organizaciones, que se concretó con la Coordinadora de Cooperativas. Esto sirvió para fortalecer la dura lucha campesina por la expropiación de las tierras de Azzalini en el Norte, llegando a producirse movilizaciones hacia la capital nunca antes vistas, con participación de sindicatos, centros vecinales, comunidades parroquiales, movimientos de jóvenes y otros sectores organizados tanto de la ciudad capital como de otras ciudades y pueblos del interior, donde la tarea de los maestros rurales, la otra Rama de Movimiento Rural Diocesano, fue de fundamental importancia. Después de la votación legislativa adversa a CODETRAL, que negó la posibilidad de trabajar y producir a los miembros de la cooperativa en el antiguo latifundio de Azzalini, el Movimiento Rural siguió acompañando las tareas que se habían potenciado en todos los decanatos durante las movilizaciones campesinas de los últimos meses de 1972 y de 1973, más aún después de asumir el 25 de mayo las autoridades elegidas por el pueblo. ‖
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. La persecución a las cooperativas
Cuando las condiciones sociales y políticas se agravaron, con la persecución y difamación a la pastoral diocesana, “Monseñor”, como llamaban comúnmente al obispo Angelelli, aconsejó a la comunidad rural finalizar con la experiencia en el Oeste. Carlos, Rafael y Gonzalo se radicaron en la capital riojana. Fueron detenidos miembros de otras cooperativas de Campanas y Guandacol dedicadas a la producción y comercialización de aceitunas y nueces, apoyadas por los sacerdotes jesuitas establecidos allí. A fines de 1975 también fue detenido, luego liberado, el misionero francés Francisco “Paco” D’Alteroche, en Chilecito. En forma acelerada la represión estatal se extendió a otros ámbitos de la actividad pastoral. El desarrollo de la pastoral diocesana riojana puso en cuestión las bases económico-sociales de quienes concentraban un sistema de explotación inhumana, no solamente denunciado, sino contrarrestado mediante el creciente protagonismo y organización de los sectores empobrecidos, que se fortalecían en la vivencia de una fe animada por una profunda religiosidad popular. El proceso de transformación debía ser interrumpido. No alcanzaron las difamaciones, persecuciones y amenazas. Calumniaron al obispo Angelelli, atribuyéndole ideologías que no le eran propias, y persiguieron a quienes compartieron la pastoral diocesana con encarcelamientos, torturas y los asesinatos de Wenceslao Pedernera, los sacerdotes de Chamical y el mismo monseñor Angelelli un poco después. ‖
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. En Sañogasta
A mediados de 1975, Wenceslao y su familia se radicaron en Sañogasta donde, con la ayuda del párroco, el francés Andrés Serieye, se instalaron en un predio cercano al pueblo para iniciar un nuevo proyecto con la formación de una cooperativa de trabajadores del campo. Invitó a algunos vecinos del lugar entre los que estuvieron Horacio Mayorga, Ramón Sanduay y Don Nicanor, que lo recordaban como un hombre de hablar poco, que compartía todo con la familia y los amigos, daba testimonio de su fe cristiana, se llevaba bien con todos y ayudaba a los más pobres. Tanto la vieja camioneta como el pequeño tractor y otras herramientas para el cultivo de hortalizas y verduras eran compartidos con los vecinos. Uno de los jóvenes de Buenos Aires, Marcelo Vernet, que conoció a la familia Pedernera en Sañogasta, contó que, en un verano, lo ayudaron en la construcción de un salón parroquial: “Wenceslao... era nuestro maestro y paciente capataz...Con él aprendí a hacer el pastón, a encofrar; con él aprendí el valor de una vida íntegra, de un compromiso sin estridencias pero de amor total a sus paisanos... Era bueno con la vid, con la nuez, con lo que fuera”. 41 Coca, la esposa de Wence, relata que en Sañogasta había personas que no compartían la perspectiva de solidaridad que ellos practicaban: 41. Reportaje en Revista digital La Barraca, marzo 2018.
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“Había gente que no pensaba como nosotros; ellos buscaban hacer crecer su bolsillo; no estaban de acuerdo con que nos reuniéramos a leer el Evangelio; no les gustaba cómo se quería formar una cooperativa de trabajo.” Junto a Coca eran catequistas en la Puntilla, a las afueras del pueblo, donde estaba la capilla. Tiempo después se habilitó la Casa Diocesana de Encuentros. Juntaban ropa para repartir entre los más necesitados. Participaban en las actividades religiosas de la comunidad y, con otras familias, se reunían en su casa para leer la Biblia y para escuchar por radio la Misa dominical que celebraba monseñor Angelelli en la catedral de La Rioja. De esa época, en los años 1975 y 1976, el padre Julio Guzmán, párroco de Chilecito, contó que Wenceslao iba a la parroquia a buscar la correspondencia y otros trámites. Y que era consciente del riesgo que implicaba adherir a la pastoral de Monseñor. ‖
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. Con el “Tatita” San Nicolás
Como antes lo había hecho por Los Llanos, durante todo el mes de octubre de 1975, la imagen de San Nicolás transportado en una casilla recorrió en visita misionera junto a monseñor Angelelli el decanato del Oeste, llegando a todos los pueblos de la zona. De Villa Unión pasó a Sañogasta, luego a Malligasta, Nonogasta y demás poblaciones, para finalizar en Chilecito. En cada pueblo o ciudad, laicos, catequistas, religiosas y sacerdotes acompañaban la preparación a los pobladores, contemplando la participación de todas las instituciones y organizaciones del lugar. Wenceslao recibió y acompañó a la imagen de San Nicolás en Sañogasta. En el contexto de esa visita, monseñor Angelelli hizo una reflexión sobre el sentido de la presencia de “este Negro santo”, animando al compromiso en la lucha por la vida: “Para que no haya hambre en el mundo, para que no haya injusticias, para que no haya esclavos, para que el hombre sea señor, para que el dinero no sea dios, para que el sexo no sea dios, para que el poder no sea dios, para que la mentira no sea la norma de vida, para que el odio no sea como la guía, para medrar y para lograr grandes posiciones, [...]. Y por el que sufre jugarnos la vida hasta dar la sangre, si es preciso.” . Wenceslao lo escuchó.42 ‖
42. Angelelli, E., Misas Radiales, T.IV, Ediciones Tiempo Latinoamericano, 2014, pp.318-319.
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03. GABRIEL JOSÉ ROGELIO LONGUEVILLE Sacerdote y misionero
. Francia Gabriel nació el 18 de marzo de 1931 en Étables, pequeño pueblo del departamento de Ardèche, en el Sur de Francia. Sus padres, José Agustín Longueville y Amelia Virginia Delhomme, tuvieron ocho hijos, cinco mujeres y tres varones. Su familia se dedicaba a la pequeña agricultura; eran gente sencilla y fervientes católicos. Fue bautizado el 12 de abril de ese año en la Parroquia de Étables, de la diócesis de Viviers. El 30 de mayo de 1941, recibió el sacramento de la Confirmación y al año siguiente, el 26 de septiembre de 1942, entró al Seminario Menor San Carlos de Annonay. En octubre de 1948 pasó al Seminario Mayor de Viviers recibiendo una formación tradicional acorde a la época, donde la disciplina era estricta. Su conducta siempre fue apreciada por sus compañeros y profesores. En septiembre de 1952, a los veintiún años, fue incorporado al servicio militar, con un intervalo en 1954. La segunda etapa fue en Argelia, en 1956, durante la guerra colonial francesa contra los que luchaban por la independencia de ese territorio. Si bien, como seminarista, integraba el equipo de la capellanía militar, la dura experiencia de lo que vio y vivió allí lo marcaría profundamente para evaluar el rol de las dictaduras militares en América Latina cuando se integró a esta realidad a fines de la década del 60. Los informes de los capellanes militares destacaron su desarrollo espiritual y su práctica sacramental. Regresó al Seminario Mayor y terminó sus estudios eclesiásticos en 1957. El 6 de abril le fue conferido el subdiaconado, el 30 de mayo el diaconado y el 29 de junio fue ordenado sacerdote por su obispo diocesano de Viviers. Durante doce años ejerció el ministerio sacerdotal en su diócesis de origen, donde fue profesor de inglés y español en el Seminario Menor y vicario de la parroquia San José. ‖ 58
. Rumbo a América Latina En 1968 había madurado su decisión de incorporarse como misionero, según la propuesta de la encíclica Fidei Donum, del Papa Pio XII, para sacerdotes diocesanos. En principio, la convocatoria era para el continente africano, aunque Juan XXIII la extendería para América Latina. Se alentaba el compromiso misionero en países donde había que extender el “regalo de la fe”. El 23 de mayo de 1969 el padre Michel Quoist, secretario del Comité Episcopal Francia-América Latina (CEFAL) le escribió al obispo de Viviers, Jean Hermil, sobre la posibilidad de enviar al padre Gabriel Longueville a alguna de las diócesis del noreste argentino. Tuvo en este trámite un rol importante el obispo de Goya, monseñor Alberto Devoto, que ya había logrado la incorporación de varios misioneros franceses en esa zona. El 10 de septiembre de 1969, se concretó el convenio entre la diócesis de Viviers y la arquidiócesis de Corrientes, a cargo del Arzobispo Francisco Vicentín, por el que el padre Longueville se incorporaría al trabajo pastoral por cinco años. Antes de viajar a Corrientes, estuvo durante dos meses en Cuernavaca, Méjico, participando de un curso de pastoral en el Centro de Formación para América Latina, diseñado para los misioneros extranjeros. Recibió clases de español y conferencias sobre religión, historia, política y sindicalismo. Luego, por dos meses más, fue a la ciudad de Méjico, a una parroquia de la periferia urbana, “donde los montones de basura superan en número a las plantas de geranios”, escribió con un fino sentido del humor, siempre presente en las cartas a sus familiares y amigos. Durante su estadía en Méjico, experimentó la realidad de la religiosidad popular expresada en devociones marianas, procesiones y prácticas religiosas, que según su formación europea 59
necesitaban “purificarse” para ser real expresión de la fe cristiana. Sería ésta una realidad con la que volvería a toparse en Corrientes y luego en La Rioja, donde afinó su oído al pueblo incorporando la pastoral impulsada por Mons. Angelelli, que valoraba las expresiones de fe del pueblo creyente. ‖
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. En Corrientes
En enero de 1970 llegó a Corrientes, capital de la provincia del mismo nombre en el Norte del litoral argentino. La ciudad tenía 110.000 habitantes. Fue designado para establecerse donde ya estaba otro misionero francés, el P. Francois Bousson, en una zona con barrios donde dominaba la pobreza, y una religiosidad en la que, como en Méjico, abundaban las prácticas devocionales, difíciles de digerir en su formación europea. Se ocupó de visitar a las familias que concurrían a la capilla a solicitar los sacramentos y allí estableció relaciones que le permitirían profundizar la formación cristiana. Buscando conocer la realidad de primera mano, recorría en bicicleta la zona asignada a su tarea pastoral. En Gabriel, su mansedumbre y fidelidad a sus opciones serían tan contundentes como la radicalidad de sus definiciones. A su obispo de Viviers le escribió el 1 de febrero de 1970 sobre esta realidad. Agregó que no existía un plan de la Acción Católica43, ni diocesano, ni regional. Y le contó sobre la participación de algunos sacerdotes en el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, surgido en Argentina en 1968, a partir de la adhesión al Manifiesto de Obispos del Tercer Mundo que había encabezado el arzobispo brasileño Helder Cámara en 1967. La renovación del Concilio Vaticano II y los documentos del Episcopado Latinoamericano en Medellín, de 1968, fortalecieron y contagiaron ese compromiso en sacerdotes, religiosas y laicos. 43. La referencia a la Acción Católica se relacionaba con la Encíclica Fidei Donum, de Pio XII, que incluía esta actividad misionera en el marco de las exigencias propias de la “Acción Católica”, instituida por su antecesor el Papa Pio XI.
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Así, a poco de compartir la realidad pastoral correntina, le tocó asistir a un serio enfrentamiento de algunos sacerdotes con el arzobispo Francisco Vicentin, que dispuso la suspensión de algunos y la excomunión de otro. Fue un conflicto con sacerdotes comprometidos con los pobres en parroquias de barrios populares que también se reprodujo en otras provincias. Cuando en Corrientes los sacerdotes se solidarizaron con los sancionados, el Arzobispo Vicentin, en represalia, adoptó medidas disciplinarias. En el caso de los extranjeros, dispuso su expulsión. Ya había tenido con el P. Gabriel algunos inconvenientes por su oposición a que trabajara como obrero de la construcción. Según el arzobispo, ese trabajo manual afectaba la “dignidad” de sus manos sacerdotales y consideraba un riesgo “tomar partido en la lucha de clases”. Después de haber intentado en vano un diálogo con Mons.Vicentin, tomó la decisión de dejar la arquidiócesis de Corrientes, de común acuerdo con el responsable argentino del Comité Episcopal Francia-América Latina. ‖
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. En camino a La Rioja
En febrero de 1971 realizó un viaje por el Norte argentino, conociendo la realidad, la geografía y las experiencias de inserción de sacerdotes en el compromiso con los pobres. En Catamarca fue entrevistado por el Diario Unión que dirigía el padre Olmos. Allí relató su experiencia como sacerdote obrero. ¡Era la novedad! Por fin llegó a La Rioja, donde conoció a Mons. Angelelli y se alojó en el obispado. Encontró allí el lugar que buscaba. En la comunicación permanente con su obispo Jean Hermil, de Viviers, le contó que la imagen episcopal de Mons. Angelelli le había devuelto “la confianza en la jerarquía y en el Espíritu Santo. Es un hombre muy simple, cerca de sus sacerdotes, de su pueblo y en particular de los pobres”. La conversación con Mons. Angelelli le abrió nuevas y positivas perspectivas a su vida sacerdotal. Acordaron que se radicaría en la ciudad de La Rioja, que se haría cargo de una capilla y que viviría de su trabajo como artesano de la madera y escultor. Pero los planes duraron poco. A menos de tres meses de su estadía en un barrio de la periferia riojana, Mons. Angelelli le pidió que acompañase al nuevo párroco nombrado en Chamical. El 7 de mayo de 1971 fue designado Vicario Cooperador de la Parroquia El Salvador, de Chamical. Al año siguiente quedaría como Vicario Sustituto ante la renuncia del párroco Dionisio Anzalaz. Finalmente sería designado titular en su reemplazo. “Me siento plenamente cómodo en la diócesis de La Rioja. La totalidad del clero es abierto y muy unido. Hay una pastoral de conjunto que recién empieza. 63
Y monseñor Angelelli es simpático, simple y no le da miedo abordar las verdaderas cuestiones y hablar fuerte cuando hace falta…” 44 le escribió al párroco de Étables en mayo de 1971. Su manera de ser, sencillo, amable, servicial, pronto lo ayudaría a que se les abrieran todas las puertas de los hogares chamicalense, especialmente de los más humildes. Este contacto personal le fue abriendo el conocimiento de la nueva realidad en la que le tocaba vivir. ‖
44. DIAL, Padrecito Gabriel, vie et mort argentines, Paris, Francia, 1986.
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. Párroco en Chamical
Como en Corrientes, retomó la práctica de visitar a los vecinos en su bicicleta. Esto le permitió palpar cada necesidad. Y a partir de eso, invitar para reunirse a buscar soluciones. Así fueron originándose diversos proyectos. A la vez que se procuraban respuestas concretas a las necesidades inmediatas, se formaba una mayor conciencia comunitaria y un modo de vivencia de la fe más evangélica. Su parroquia, además de la ciudad, tenía jurisdicción en una decena de poblaciones, algunas pequeñas, otras distantes. Enseguida entró a tono con la pastoral diocesana, integrándose al decanato de Los Llanos. A su familia le contó que La Rioja era una de las provincias más pobres de Argentina, no tenía industrias, faltaba trabajo y los que lo tenían, percibían sueldos muy bajos. Empezó trabajando en una carpintería dos días a la semana, como forma de compartir la suerte de los más pobres. A partir de esta experiencia, surgió el proyecto de una cooperativa dedicada a la fabricación de objetos de madera para ofrecer oportunidad laboral a los más jóvenes. Algunas familias más pudientes que concurrían a la parroquia no veían con buenos ojos este trabajo del sacerdote, y le ofrecían que fuera profesor de idioma de sus hijos. De hecho, por un tiempo, dio clases de Inglés en un Instituto dependiente de Cambrigde. Pero su opción fue siempre clara y definitoria. Mientras más se adentraba en la realidad de cada sector del pueblo, más sentía la obligación de comprometerse en propuestas concretas para la dignidad de los más pobres. En la Navidad de 1971, el periódico Terre Vivaroise, de Francia, le publicó un extenso testimonio en dos ediciones, donde relataba 65
la realidad eclesial, social y cultural de la zona que lo tenía como pastor. Se detuvo a señalar la decisión del Obispo y sus sacerdotes de vivir integralmente el Concilio, e instaurar “una pastoral de liberación de todo lo que oprime al hombre”. Ello implicaba una fe más sustancial y no meramente formal. Decía que esta renovación provocaba reacciones adversas, en particular en las asociaciones católicas tradicionales, en manos de la alta sociedad. Describía la situación de explotación especialmente de las empleadas domésticas y los peones rurales “forzados a trabajar sin derechos”. Contaba que, entre los nuevos movimientos diocesanos, estaba el Movimiento Rural, que integraban cristianos campesinos y grupos de jóvenes, y tenía en su parroquia la sede de la Rama Maestros. Agregaba que, en Chamical, ellos habían iniciado un excelente trabajo. Todo eso se enmarcaba en la tarea de “transformar el mundo en que vivimos” ante “el drama de esta América Latina subdesarrollada y super-explotada. De lo que La Rioja y Chamical son una expresión…Así es posible entender nuestra situación y nuestras luchas.” Explicaba la tarea de la Cooperativa de Aminga (CODETRAL), que propugnaba la expropiación de tierras para una posesión colectiva, lo que constituía una primera brecha al “sacro-santo” derecho a la propiedad privada. Aunque se oponían “los señores de la tierra”, consideraba que “un sistema colectivo era mejor, más humano y evangélico, que el capitalismo” que ha creado la miseria. Y se explayaba en la situación de los obreros de las canteras de granito en Olta. “Hay riquezas, sí; pero para unos solamente”. Los obreros son mal pagos. Por eso contaba que el párroco de Olta había alentado la formación del sindicato de los mineros. En la edición de enero de 1972, la nota del padre Longueville describió la lamentable situación de los hacheros, “con niños que trabajan desde los 12 años hasta ancianos de 72, sin obra social y mal pagos”. Contaba que los domingos, con los jóvenes maestros rurales, los visitaban “en sus cabañas de rama y tierra para discutir su vida difícil y las injusticias a las que estaban sometidos por su jefe (patrón) […] y la necesidad 66
de formar un sindicato”. Y hacían reuniones para tomar conciencia de su valor como personas, “a pesar del temor de algunos a su jefe”. “La mentalidad del jefe aquí es un poco como la encontrada en Francia alrededor de 1850”, ejemplificó en una de sus cartas. En la revista también aludió a la cantera de yeso en la zona de Chamical, donde promovían reuniones, aunque eran menos frecuentes. Y a las empleadas domésticas que trabajan hasta 12 horas o más por un pago miserable y “sin beneficios sociales”. “Es una explotación enorme que parece natural a todo el mundo”. Pero “afortunadamente las empleadas comienzan a despertarse […] toman conciencia y tratan de agruparse.” Concluía la extensa publicación con este mensaje a sus compatriotas: “Luchar por la justicia y la paz, allá o donde se esté, yo pienso, es la mejor manera de aportar su contribución a la liberación de América Latina.” En su carta del 20 de junio de 1973 contó a sus familiares que, con Ceferino Miassi, un joven sacerdote italiano a quien habían asignado como vicario cooperador, estaban de albañiles: “construyendo la casa de las monjas. […] Intentamos hacerlo rápidamente, o al menos comprar el material por adelantado, porque todo aumenta de un día para otro. […]. En general, hay poca ayuda voluntaria, todos acuden para dar consejos, pero nadie agarra el mango de la pala.” En 1973 solicitó ayuda económica a sus amigos de Francia para concretar el proyecto de una cooperativa de tejedoras. Explicaba la habilidad en la confección de prendas, que podían ser vendidas y constituirse en un medio laboral eficaz. A un amigo sacerdote de su diócesis francesa le comentó, en enero de 1974, que la casa de las monjas ya casi estaba terminada, y que, con el padre Ceferino, “vamos a reparar las casas de familias pobres. En general, el municipio proporciona el material, pero no el trabajo”.45 45. Longueville, José. Carta a José Magnolon, 27-01-1974.
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Para esta iniciativa invitaba a los vecinos, especialmente a los jóvenes, a colaborar. También en la desinfección de los ranchos, por las vinchucas, para combatir el mal de Chagas. Estas experiencias de solidaridad irían abriendo los ojos y enseñando que la propia dignidad estaba unida a la búsqueda de la justicia. Lo descubrirían los pobres, destinatarios de esas acciones, pero también los jóvenes que participaban de ellas. Rodolfo Fernández, de la comunidad parroquial, relató en 1986 que “el cura francés, desde que llegó, comenzó a recorrer rancho por rancho, ya que no vamos a hablar de casa porque acá hay muchísima gente pobre. Y él se había volcado con el Evangelio preferentemente a ese sector. Era carpintero, y si veía una cosa para reparar, enseguida se venía con la bolsa de herramientas. Un tipo macanudo”.46 Superando su formación europea “secularizada”, su carta del 12 de agosto de 1974 demostró sus avances en la compenetración con la pastoral diocesana en relación a la religiosidad popular, que proponía evangelizar a partir de las devociones populares: “...es necesario caminar más al ritmo de la gente.” Y relató a sus amigos del seminario, “el clima muy fraternal” y lo positivas que eran las reuniones del decanato integrado “por once sacerdotes y doce monjas”. El 17 de marzo de 1975 le escribió a la Hermana “Charo” Funes ―que estaba en un retiro espiritual en Buenos Aires― que en mayo saldría rumbo a Francia, previa estadía de unas semanas en Brasil, pensando llegar en junio a su país natal. Sería su último viaje a su patria. Allá planteó a sus colaboradores y colaboradoras francesas un proyecto más ambicioso. Quería construir un salón comunitario en un barrio para Centro de formación y capacitación de las empleadas domésticas, escuela primaria para adultos, y lugar para las celebraciones litúrgicas, reuniones de la comunidad y para el reparto de comida y ropa. Explicaba que se trataba de un salón de 6x3 metros o algo más en un terreno de la parroquia. Y se necesitaban aportes para proveer infraestructura: Cocina, heladera, máquina de coser, estufa de gas, etc. ‖ 46. Revista Tiempo Latinoamericano, N° 24, Córdoba, 1986, p. 18.
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. Su predicación y un “poema encriptado”
De sus homilías, nos quedaron sus explicaciones del Evangelio, llanas y profundas. No son muchos los escritos recuperados. Pero en ellos se aprecia la fuerza de su perspectiva cristiana en el compromiso con la vida, la proyección de la unidad de la familia en relación con la comunidad, la sacralidad de cada persona, la banalidad de las sociedades de consumo que privilegian lo material por sobre la dignidad de lo humano. En su última carta al párroco de su pueblo, Étables, el 5 mayo de 1976, abandonando su habitual humor epistolar, expresó su preocupación por el agravamiento de la situación económica, destacando los efectos nocivos del golpe militar: “Aquellos que creyeron que los militares resolverían todo están decepcionados. La vida ha aumentado en más del 50% sin cambios en los salarios. Ya nadie puede hacer huelga ni pertenecer a un sindicato; estas son cosas que ni siquiera pueden nombrarse.” Pero es de particular significación su descripción de la realidad represiva que le tocaba de cerca. Simulando un poema en dialecto “checoeslovaco” para el Día de Madre, que pidió no se lo leyese a sus familiares, expresaba: “Le digo que pasan cosas que no se pueden hablar por correo como uno quisiera. Estamos vigilados permanentemente. Frente a mi casa hay policías que tratan de ver todo lo que hacemos. El mes anterior fue un fastidio, ya que los militares estaban en todas partes. Hubo primero una requisa en mi 69
casa. […] Una vez vinieron a buscarme para interrogarme. Comparecí de noche frente al jefe militar. Otra noche, vinieron a buscarnos a medianoche reprochándonos lo que habíamos dicho en la iglesia. Como no me sentía bien, y estaba acostado, no me levanté. Los otros dos fueron, y fueron interrogados durante seis horas. Las religiosas de la parroquia pasaron un día entero en la policía. Acababan de salir en auto cuando las detuvieron. Registraron todo y leyeron los documentos que tenían ellas. […]. Los militares quieren ahuyentar a aquellos que molestan en la Iglesia. Tratan de hacer que se derrumbe el Hermil 47 de acá, que usted vio en Étables. Ya lo amordazaron, no puede hablar como antes. En la radio ya no puede decir lo que quiere. […] Aquellos que estaban contra la Iglesia están ahora con los militares. […] Hacen lo que quieren. Siembran la división en el clero e intentan volver a la Iglesia de los ricos. […]” 48 En Francia, en julio de 1975, se había reencontrado con compañeros de estudio del seminario. A ellos les comentó los riesgos que se vivían en Argentina. Y les dijo que su decisión era quedarse, aunque se cumplieran ese año los cinco establecidos en el convenio del CEFAL. Su destino estaba jugado junto a los pobres de La Rioja, en el compromiso asumido por toda la Iglesia diocesana. ‖
47. Jean Hermil era el obispo de Viviers, su diócesis de origen. Con su mención hacía referencia a Monseñor Angelelli. 48. Longueville, Gabriel. Carta al p. Eduardo Bécheras, párroco de Etables, Francia, 5-05-1976.
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04. FRAY CARLOS DE DIOS MURIAS Franciscano Conventual
Fray Carlos de Dios Murias se integró a la vida pastoral de La Rioja, como fruto de su búsqueda personal por ser fiel a sí mismo. No obstante su juventud, vivió intensamente cada etapa de su vida, como una larga y concreta preparación al camino que estaba iniciando: La familia, el convento, los estudios, sus experiencias de apostolado, su predilección por los jóvenes y los pobres, el duro aprendizaje de la convivencia fraterna en comunidad, son momentos de su vida que fueron forjando esa personalidad inquieta, transparente y sincera que le conocieron quienes lo trataron. Una fe profunda centrada en Jesucristo y su Evangelio, con San Francisco de Asís como sendero concreto, quedó marcada en las acciones y las palabras que dejó escritas. Su pasión por la Justicia, plasmada en la experiencia de vida con los pobres, en las villas de Buenos Aires y en los lugares más recónditos de los llanos riojanos, explican esa predicación fogosa que recuerdan en Chamical, siempre iluminada desde los textos bíblicos de la liturgia de cada domingo en una fina exégesis pegada a la realidad cotidiana. La muerte martirial, padecida comunitariamente, no lo sorprendió. Sus últimas cartas revelan su sintonía personal y pastoral con Monseñor Angelelli, con la búsqueda de la diócesis de La Rioja, y específicamente con el padre Gabriel Longueville y las religiosas que integraban la comunidad apostólica de Chamical. La realidad de la Pascua, su última pascua de 1976, señalada con el dolor de la Cruz y la esperanza de la Resurrección, revela la serenidad con la que enfrentó a quienes, con engaño, lo buscaron aquella noche del domingo 18 de julio de 1976 para inmolarlo. ‖ 72
. Córdoba
Carlos de Dios Murias nació el 10 de octubre de 1945 en Córdoba; el cuarto hijo del matrimonio de Carlos María Murias y Ebe Ángela Grosso. “Cuando nació Carlitos ―cuenta una de sus tres hermanas, María Cristina― mi padre le puso Carlos de Dios, porque era el cuarto hijo y salió varón”.49 Fue bautizado el 24 de noviembre en la parroquia Santísimo Sacramento de La Falda, actual ciudad del Valle de Punilla, en las serranías cordobesas, donde vivió con su familia hasta 1949. El Jardín de Infantes y los primeros años de la escuela primaria los hizo en el colegio de las religiosas de la Virgen Niña, de Villa Giardino, población vecina a La Falda. Luego se radicaron en la ciudad de Córdoba. A los 9 años recibió la Primera Comunión en el Camarín de la Virgen del Rosario del Milagro, Patrona de Córdoba, en la Basílica de Santo Domingo. En 1958 Carlos inició los estudios secundarios en el Liceo Militar General Paz, donde tuvo como Capellán al Padre Fulgencio Alberto Rojas, que mucho influyó en sus decisiones posteriores. Egresó en 1962, con el título de bachiller y subteniente de reserva. Un compañero del Liceo recuerda: “Durante esos cinco años, vivimos en un régimen de internado, desde el domingo a la noche hasta la salida del viernes a la tarde. Por razones de estatura física, nunca estuvimos cerca, ya que Carlos era de los más bajos del curso. […] Puedo expresar que su persona irradiaba dos hermosas virtudes humanas: la paz y la bondad de su corazón.” 50 49. REHIN, Fray Domingo A., Memoria de un testigo – Testimonio de la vida de Fray Carlos de Dios Murias, Misiones Franciscanas Conventuales, 2005, p. 31. 50. Testimonio del laico Rodolfo Aricó, Archivo Provincia Rioplatense ‘San Antonio de Padua”, Sección ‘Carlos Murias.’
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A comienzos de 1963 se inscribió en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Córdoba, donde cursó dos años. Su relación con el padre Fulgencio Alberto Rojas, que vivía en el Hogar Sacerdotal de Córdoba, lo conectó con jóvenes universitarios que se reunían en ese lugar. El “Hogar” se comunicaba por los fondos con la capilla Cristo Obrero, donde había ejercido su ministerio el padre Enrique Angelelli hasta el año 1961, cuando fue designado obispo auxiliar de Córdoba. Allí pudo conocer a quien sería su modelo de sacerdote y pastor, ya que Angelelli acostumbraba reunirse con sacerdotes, obreros y estudiantes en aquel Hogar Sacerdotal. Fueron los años 1964 y 1965, cuando el arzobispo Raúl Primatesta creó la parroquia universitaria en Cristo Obrero, que tuvo efímera existencia ya que luego de la huelga de hambre de la protesta estudiantil de 1966, se puso fin a la experiencia. Pero ya ese año Carlos Murias había ingresado a la orden franciscana de los Frailes Menores Conventuales. Encontró allí el ideal franciscano de pobreza y obediencia iniciando su formación religiosa durante seis años. Antes, luego de dejar sus estudios en la Facultad de Ingeniería, en 1965 fue a vivir unos meses al campo que su padre tenía en San Carlos Minas, al noroeste de la provincia. En esa zona Don Murias era un destacado dirigente político del radicalismo que llegó a ser diputado por la Unión Cívica Radical. Además de colaborar en las tareas rurales, Carlitos aprovechó el tiempo para la reflexión en su búsqueda por definir el sentido de su vida. En diciembre regresó a la ciudad y comenzó a trabajar en el Registro de la Propiedad. En enero de 1966 fue invitado a un retiro espiritual en la Mariápolis del Movimiento de los Focolares, en la ciudad de Río Tercero, provincia de Córdoba. Allí conoció a los frailes franciscanos conventuales: los padres Juan Carlos Gianello y Livio Leonardi. Con el padre Livio mantuvo una relación epistolar importante, porque le sirvió de guía para su discernimiento vocacional. 74
“Cuando volvió de realizar esa experiencia de ejercicios espirituales (relató su hermana María Cristina) se lo notó cambiado; podría decir que tenía una paz indescriptible, en todo sentido, y comencé a observar en él comportamientos que a mí me parecían extraños, por ejemplo: antes de ir a trabajar al Registro de la Propiedad, por la mañana temprano iba a la misa a la Iglesia del Perpetuo Socorro”.51 Marta Elena y Hebe Elisabeth, por su parte, describieron a su hermano como un muchacho idealista, generoso, simple y apasionado. Le gustaba la música, había estudiado un poco de piano, tocaba muy bien la guitarra y cantaba. ‖
51. REHIN, Fray Domingo, op. cit., p. 36.
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. En la vida franciscana
El 5 de abril de 1966 inició el postulantado en la Orden de los Frailes Menores Conventuales, más conocidos como “Franciscanos Conventuales”. En diciembre fue admitido en el noviciado. Un año “de puertas adentro, con mucha oración, como era la costumbre en esa época… no teníamos ninguna actividad pastoral… fue un año de estudio de la espiritualidad franciscana, de meditación, etc., pero también dentro de esta áurea de misticismo teníamos nuestros momentos de distención y esparcimiento…” recuerda un compañero de seminario de Fray Carlos. El 6 de enero de 1968 hizo su profesión simple y el 31 de diciembre de 1971, la solemne. “Carlitos era una persona de buen ánimo, alegre, positivo y tal vez por eso era firme en sus ideas e inamovible en sus convicciones” ―cuenta el ex seminarista Alberto Rozas―. “Prueba de lo que digo fue su ordenación sacerdotal, su trabajo por los más humildes en José León Suárez y en los Llanos riojanos hasta su inevitable choque con los poderosos. Yo creo que él fue formando con el tiempo la idea de cómo a través de su vida sacerdotal debía ser la entrega a Dios y a los demás[…].” 52 Estabilizó una personalidad que contagiaba solidaridad, alegría y anhelos de justicia. Uno de sus cofrades lo recuerda “de carácter vehemente, de profunda convicción evangélica y comprometido cotidianamente a llevarlas a la práctica. Soñador, optimista, alegre y valiente. No evitaba el conflicto cuando su conciencia se lo dictaba”. Otros agregan que era generoso, y se esforzaba por superar las limitaciones que se le señalaban; que tenía un fuerte temperamento y se rebelaba contra la injusticia; que era amigo de la verdad, y no buscaba sobresalir. Que era diligente en el cumplimiento de sus tareas; siempre buscando mayor autenticidad en la vida franciscana. ‖ 52. ROZAS, Alberto, "Mi tiempo compartido con Fray Carlos Murias", Archivo Provincia Rioplatense San Antonio de Padua, Sección ‘Carlos Murias’.
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. Sacerdote
Después de la formación filosófica y teológica, el 17 de diciembre de 1972 fue ordenado sacerdote por Mons. Angelelli en la Iglesia Parroquial “Nuestra Señora de las Gracias” de la diócesis de Morón. En la certificación que dejó escrita, Mons. Angelelli destacó que “fue conferido el sagrado Orden del Presbiterado, con una gran participación de pueblo, sacerdotes y religiosas”. Los primeros destinos pastorales del padre Carlos de Dios Murias fueron en la Parroquia “Cristo del Perdón”, en La Reja, en Moreno, donde el 6 de junio de 1973 fue designado vicario cooperador. Y al año siguiente en José León Suárez, donde pudo encauzar con entusiasmo su predilección por los más pobres y por los jóvenes. En su práctica pastoral “estaba abocado a que, a partir del Evangelio, la gente tomara conciencia de su realidad, tanto espiritual como social, para generar un compromiso con la comunidad”, dijo una de las jóvenes participantes de las actividades promovidas desde el convento de la Inmaculada Concepción, en la diócesis de San Martín. Visitaba las familias en sus humildes viviendas, con la Virgen de Itatí. En su mayoría eran inmigrantes paraguayos a quienes con los jóvenes ayudó a organizarse en lo social para los reclamos de mejores condiciones de vida. Como a muchos jóvenes religiosos de esos años, lo entusiasmó una espiritualidad testimonial de la pobreza y el compromiso activo junto a los pobres. Viajó a La Rioja, tomó contacto con la pastoral diocesana promovida por el Obispo Angelelli y compartió un breve tiempo con los Hermanitos del Evangelio, que había creado y orientaba el padre Arturo Paoli, fomentando la espiritualidad de Charles de Foucould, en Suriyaco, en la zona Norte de la provincia riojana. ‖ 77
. En la pastoral riojana
En enero de 1975 estuvo de reemplazo en la Vicaría parroquial de Saldán, Córdoba. Luego, porque “nunca es tarde para encontrar el propio camino”, llegó a Chamical para colaborar pastoralmente con el párroco, padre Gabriel Longueville, quien a sus antiguos compañeros del seminario en Francia les contó sobre la presencia del franciscano Carlos Murias: “Un tipo macanudo.[…] Creo que esta vez me tocó alguien bueno”.53 Y el 5 de mayo le escribió al cura de Étables, su pueblo natal: “El vicario es un tipo asombroso que está encargado de muchas cosas; así como las hermanas, colaboran en todo: catequesis, enfermos, reuniones…”. 54 Cuando el padre Gabriel realizó su último viaje a Francia, Fray Carlos de Dios quedó en su reemplazo. Pudo desplegar en esos meses su vocación pastoral y adentrarse en la idiosincrasia de la gente de Los Llanos. Fray Carlos vivenció en profundidad ese período compartido en la pastoral riojana. Con entusiasmo se la transmitió a sus hermanos conventuales, en la carta del 12 de junio de 1975, desde Chamical, a Fray Jorge Mohamed: “[…] Somos de verdad un cuerpo vivo, una Iglesia viva que sufre y se alegra a un tiempo. No se miden ni los tiempos ni las distancias para compartir las fiestas o las desgracias. También nosotros nos reunimos todos los meses 53. DIAL, Padrecito Gabriel, vie et mort argentines, Paris, Francia, 1986. 54. Idem.
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en la reunión de Decanato junto con el Obispo. Participan de la reunión todos los curas, religiosos y religiosas del decanato. Son jornadas plenas, se comienza con una reflexión bíblica en donde cada uno expresa libremente lo que el Espíritu le inspira; luego se pasa al orden del día preestablecido, con posibilidad de cambiarlo según las circunstancias, almuerzo, breve descanso, reanudación de los temas, mate, tareas, evaluación, Eucaristía y cena. Todo sin límite de tiempo. Cada vez la reunión se hace en una parroquia distinta. Hay distancias hasta 180 kms. que no se tienen en cuenta. Lo importante es querernos, encontrarnos. Es una necesidad […]”. Luego de extenderse en los detalles de las convivencias decanales y las prácticas pastorales comunes, “Carlitos”, como le decían sus compañeros de tareas y hermanos religiosos, le relataba su actividad en la extensa parroquia de Los Llanos: “[…] Por ejemplo aquí en Chamical hay Misa para el pueblo, jueves, sábados y domingos; y los demás días para ir a los puestos que son grupitos de casas o pueblitos que están en el medio del campo, hay algunos que distan más de 100 kms. de aquí, la sede. Para moverme tengo el Citroen, que es de la parroquia y anda bastante lindo, lo usamos indistintamente yo o las hermanas. Hay veces que tengo Misas en varios puestos en un mismo día y quedo molido, y hay días que no tengo ninguna Misa. Son los que aprovecho para mí. La gente es macanuda y está muy contenta conmigo, están ya rezando para que me quede y abramos una fraternidad, ojalá se pudiera concretar. Sería abrir una ventana a la vida para la Orden.” Era su sueño: la presencia franciscana en una pastoral de conjunto con los pobres en el centro su accionar. En mayo, fray Jorge Morosinoto, Custodio Provincial, le había escrito alentándolo en su actividad apostólica y terminaba su carta reafirmando el proyecto que anhelaba Fray Carlos: “Augurándote un feliz, fructífero apostolado, te aseguro de mi continua oración y sinceramente insistiré con el P. Benjamín y con otro sacerdote que tu conocés, para que, en el ’76, formen una fraternidad en La Rioja, si Dios quiere.”
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El padre Morosinoto, con quien Carlitos había compartido el trabajo en la villa miseria Perito Moreno, llamada “Piolín”, recordó que estando ya en La Rioja, le dijo: “Cuidate de hacer locuras, mirá que si te matan cae nuestro proyecto de grupo misionero. Y él me contestó: ‘Mi opción ya la declaré, he elegido a Cristo y su justicia, y voy hasta el final’ ”. ¡Sin medias tintas! En la segunda mitad de 1975 completó algunas materias pendientes en el Colegio Máximo, de los jesuitas; donde por otra parte tuvo por compañeros a tres seminaristas riojanos que el obispo Angelelli había llevado al Colegio Máximo, gracias a la decisión favorable del entonces Superior Provincial de la Compañía, el padre Jorge Mario Bergoglio. La tierra riojana lo tironeaba. En una pausa de sus estudios, aprovechó para acompañar al pueblo de Chamical que recibiría la visita misionera de San Nicolás, acompañado por Monseñor Angelelli. El reconocimiento y el cariño de los chamicalenses cosechado en los pocos meses que había estado allí quedó de manifiesto en la crónica del recorrido del Santo Patrono por el decanato de Los Llanos en septiembre de 1975. El relato memorial del primer día de la visita señaló: “Cabe destacar que en este día recibimos la visita de nuestro hermano Carlos Murias, anterior párroco suplente del padre Longueville, quien cumplió fielmente su misión evangelizadora y supo interpretar a los hijos de este pueblo.” 55 En febrero de 1976 Fray Carlos fue destinado al Convento de Saldán, en Córdoba. Desde allí fue acercándose al que sería su destino definitivo en Chamical, colaborando con el párroco Gabriel Longueville. El 16 de marzo concelebró con Mons. Angelelli, el padre Longueville y el padre Fabriciano Sigampa, la 55. Visita de San Nicolás, 1975, Los Llanos, Archivo Obispado de La Rioja.
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misa en el Instituto Luis Torres Molina, por la apertura del año escolar, donde el Vicecomodoro Lázaro Aguirre, presente en la celebración, en un exabrupto interrumpió la homilía del Obispo, ocasionando un serio incidente que obligó al Pastor riojano a responderle acerca de las responsabilidades de cada uno en su ámbito de actuación. 56 El 6 de mayo Mons. Angelelli dispuso nombrarlo Vicario Cooperador, “para brindar una ayuda al Cura Párroco de la Parroquia con sede en Chamical, Pbro. Longueville”; y considerando que: “el p. Carlos Murias reúne las condiciones humanas, sacerdotales y pastorales para asumir esta responsabilidad, como lo ha demostrado durante el tiempo en que ha venido ayudando en dicha Parroquia”.57 El Obispo diocesano daba así continuidad a la fecunda práctica pastoral que Fray Carlos de Dios tuvo oportunidad de desarrollar en diferentes momentos de sus incursiones en tierra riojana. No pareciera cuestión del azar que a partir de ese mes el fraile franciscano se esmerara en teclear en su máquina las principales ideas para sus predicaciones, siguiendo el calendario litúrgico. Se sentía con el sueño realizado, al menos en el inicio de la fraternidad que para él traería aires nuevos a su Orden religiosa. ‖
56. Cfr. ANGELELLI, Enrique, Reportajes. Ed. Tiempo Latinoamericano, 1988, p.93. 57. ANGELELLLI, E., Ref. P. Carlos Murias OFM Conv., Vic. Cooperador Chamical, Archivo Obispado La Rioja.
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. Cartas y homilías
Como si presintiera un final cercano, fueron meses intensos en entrega al servicio de lo que era su opción de vida, pero también la de la diócesis riojana: Los pobres y los jóvenes, junto a la comunidad apostólica que integraba con el párroco y las religiosas de San José. En Chamical quedaron resonando sus valientes predicaciones cuando avanzaba la persecución acentuada a partir del golpe militar de 1976. La Hermana Rosario “Charo” Funes, de las religiosas de San José, que compartió la vida comunitaria en Chamical, relató que: “era muy directo en la prédica, muy frontal, cosa que a algunos les molestaba; decía, por ejemplo, que en vez de dar a los pobres la ropa usada y la comida que sobra, había que pagarles lo que corresponde”. Quedaron mecanografiadas en una carpeta de tapas negras las “guías”, ideas principales o reflexiones ―en párrafos más extensos― sobre las lecturas bíblicas de la liturgia correspondiente para la predicación dominical. Aunque no consignó la fecha, las tituló según el calendario litúrgico. Su contenido revela la radicalidad de las palabras pronunciadas en la predicación. La feligresía las memorizaría como expresión de autenticidad, de su valentía y de su profundidad espiritual. En absoluta fidelidad al texto bíblico, para explicar y desentrañar su sentido, y con referencias concretas a la dura realidad que vivía el pueblo en esos trágicos meses de la historia argentina, y riojana en particular. En mayo de 1976, el Jefe militar del Regimiento de La Rioja, Coronel Osvaldo Pérez Battaglia, dispuso prohibir la misa radial 82
que el obispo Enrique Angelelli celebraba en el Camarín de San Nicolás de la Catedral de La Rioja, reemplazándola por la misa del capellán militar Felipe Antonio Pelanda López, en el casino de suboficiales en el batallón del ejército. Al hecho se refirió Fray Carlos Murias, en su homilía del cuarto domingo de Pascua, a propósito de la parábola del Buen Pastor que cuida a sus ovejas: “[…]. ¡Hermanos! El lobo del que habla Jesús anda suelto, vestido de oveja es el anticristo. Ellos, el lobo, quieren acallar la voz de los pastores, quieren fabricar una religión dulzona hasta la repugnancia, inmóvil, que no cuestione, que no alerte al pueblo acerca de los peligros que lo acechan. Esto les molesta, sobre todo que los curas hablen de normas de vida; pretenden que se hable sólo de los misterios de fe y mientras más “misterioso” sea, mucho mejor. Lobos, disfrazados de defensores [de] una fe católica, que no tienen, son los que quieren hacer callar a esta Iglesia Santa de Dios, confirmada en la fe y en su pastoral, no solo por nuestros obispos argentinos, sino el mismo Papa Pablo VI en su carta a nuestro obispo del 24/10/74.58 Podrán acallar la voz de Carlos Murias o la de nuestro obispo Enrique Angelelli o la de cualquier otra persona en cuanto tal, pero jamás la [de] Xto. que clama justicia y amor desde la sangre del justo Abel hasta la que en sudores de sol a sol es derramada por nuestros hacheros (por nombrar a unos de los tantos).” 59 Eran las “voces molestas”, que no podían tolerarse porque clamaban justicia, desde el “justo Abel” hasta los hacheros, a quienes los sacerdotes de Chamical acompañaban de cerca en sus esfuerzos por organizarse y dignificar su vida. El domingo siguiente, el padre Murias volvió a referirse a la prohibición de la misa: “Por circunstancias que desconocemos, por ahora, este domingo y el anterior, no ha habido la tradicional misa radial desde la Catedral, que como dice la misma palabra ‘cátedra’, es desde donde se imparte con autoridad, legítima, 58. Referencia a la Carta autógrafa del Papa Pablo VI a Mons. Angelelli, ratificando su apoyo a la pastoral diocesana, entregada con motivo de la ‘Visita ad liminaapostolorum’, en Roma, 1974. 59. Referencia a la Carta autógrafa del Papa Pablo VI a Mons. Angelelli, ratificando su apoyo a la pastoral diocesana, entregada con motivo de la ‘Visita ad limina apostolorum’, en Roma, 1974.
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la doctrina de la fe cristiana, para el resto de la diócesis […]. Esto lo decimos por los acontecimientos que pueden ya haber sucedido en la diócesis o puedan suceder.” Desde el 24 de marzo de 1976, cuando irrumpió la dictadura militar, se incrementaron las medidas persecutorias. En las últimas cartas de mayo y julio, Carlitos compartió con amigos y cofrades la persecución que padecía la Iglesia riojana, y la profunda esperanza con que se afrontaba la situación en comunidad. A los hermanos con quienes había vivido el noviciado, le expresó su “alegría por las líneas pastorales que nos enviaron” recibidas al regreso de los Ejercicios Espirituales: “Durante el retiro, hemos tratado de que resucite en nosotros, de un modo especial, la virtud de la esperanza junto con el valor y la templanza; pues para La Rioja, la Semana Santa y la Pascua se revistieron de Cruz”. Se despidió pidiendo “una oración por mí y por ustedes para que realmente nuestras vidas sean un mensaje de paz, de fe, de esperanza, de perdón, de alegría, como dicen ustedes; a lo que yo agregaría que sea también un llamado a la justicia, ya que sin ésta, lo otro está de más”.60 El 7 de mayo le escribió a un amigo, pero para evitar el control militar, despachó la carta aprovechando su viaje a Córdoba: “[…] Estamos, Gabriel (párroco) y las Hnas, y yo, bien, dentro de lo que se puede estar bien en una situación como la que en el presente está viviendo todo el país.” Y se extendió en detallar la situación del párroco de Olta, padre Eduardo Ruiz, detenido el mismo 24 de marzo. “Los enemigos de la Iglesia quieren a toda costa dividirnos…y no escatiman esfuerzo ni gastos para lograrlo. Ellos son muy poderosos en fuerza, poder y dinero, manejan el diario El Sol a gusto y realizan una campaña digna de Satanás, […]. Pero ‘Dios escribe derecho en renglones torcidos’, dice el refrán popular. Todo esto nos ha unido de una manera hermosa, y es así que, después del retiro espiritual anual, que realizamos todos los curas de 60. Archivo Provincia Rioplatense ‘San Antonio de Padua’, Sección Carlos de Dios Murias.
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la Diócesis en la primera semana después de Pascua junto con el Pelado61, nace el documento pascual que te adjunto para que lo leas con los muchachos y lo descules bien detenidamente, si es posible confrontando las citas que hay. […]. Hermano, hay que estar atento; nos quieren cambiar la fe, para así poder vendernos a cinco. Ya hay mucha gente que se ha vendido al sistema, en todos lados. Aquí ya están acomodados los que se las tiran de católicos o mejor dicho de supercatólicos. Son los informantes de los enemigos y los futuros herederos de los puestos políticos; ladrones con sueldo, que repartirán el botín con aquellos que ostentan la fuerza y el poder temporal. […]. Pero en fin…Todo esto nos hace bien. Nuestra fe se fortalece y nos posibilita vivir en una dimensión muy intensa todo el misterio Pascual de Muerte y Resurrección”.62 La Hermana “Charo” Funes escribió que “[…] Los sacerdotes de Chamical estaban vigilados; incluso había gente que ‘observaba’ las homilías y las grababa; se oía el grabador mientras funcionaba.” Y añadió: “en la Misa de un Domingo después de Pascua, los padres Carlitos y Francisco Canobel, franciscano capuchino, decano entonces del decanato San Pablo de Los Llanos, pidieron al pueblo que rezaran por la vecina parroquia de Olta, ya que no pudieron celebrar la Semana Santa por tener a sus sacerdotes, el padre Eduardo Ruiz y el Hermano Pedro, religiosos capuchinos, detenidos e incomunicados en la Base Aérea y el templo clausurado. Los militares, que asistían a la Misa para registrar lo que en la Iglesia se decía, al escuchar eso citaron a la Base a los tres sacerdotes: el P. Gabriel, el P. Carlos y el P. Francisco”.63 Lo que sucedió esa noche lo escribió el mismo padre Francisco Canobel en 1978: “[…] Al domingo siguiente expliqué en la Misa de la tarde la razón de mi presencia en Chamical y cómo no pude ingresar al templo y en nuestra casa de Olta. Por lo visto la predicación no gustó a la gente de 61. Conocido apelativo del obispo Angelelli, que sus sacerdotes, en clima de confianza, también utilizaban en sus conversaciones particulares. 62. Archivo Provincia Rioplatense ‘San Antonio de Padua’, Sección Carlos de Dios Murias. 63. REHIN, Fray Domingo, Op. cit., p. 62.
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la Base. La noche de ese domingo fuimos citados por Aguirre a comparecer ante la Base los 3 curas de Chamical. Gabriel se excusó de no ir porque se sentía indispuesto. Llegamos a la Base Carlitos y yo. […] A las 12 de la noche se presentó el Sr. Aguirre acompañado del Sr. Estrella y dos más: un ex seminarista y otro cuyos nombres conocen los de Chamical. […] Se hizo un diálogo que duró hasta las 5,30 hs. de la mañana. Era un diálogo cruzado: Aguirre con Carlitos; Estrella, conmigo. Varias veces expuse las severas penas canónicas contra los que clausuran un templo. Aguirre, impulsivo, violento, gritón…me pareció que tenía alguna copa de más sobre su organismo. Estrella, cerebral”.64 En sus anotaciones para la homilía del 18 de mayo, en la fiesta de la Virgen de los Desamparados, Fray Carlos, partiendo del texto del Apocalipsis, escribió: “la serpiente acecha para devorar al hijo de la mujer vestida de sol. […] Por la fuerza (violencia) accedo al poder / y desde el poder (porque tengo la fuerza) legalizo lo que me conviene y entonces todo lo que hago es legal aunque sea: matar/privar de la libertad física o de expresión o de prensa o de trabajo, etc”. Quizás avizorando su propio destino, al final de estos apuntes anotó: “La Iglesia pasará un momento de desierto=dificultad, tal vez silencio, persecución, cárcel, muerte física. Pero triunfará porque es Dios quien nos dará la vida.” La convicción evangélica acerca del Dios de la Vida se hacía actual y vibrante en la voz de Fray Carlos de Dios Murias. Los que se negaban a escuchar, en lugar de taparse los oídos, decidieron su eliminación. ‖
64. Carpeta de Pruebas, Comisión “Giaquinta” de la CEA. Documentación aportada al Expte. 97000411/2012 - “Causa lesa humanidad Monseñor Angelelli.”
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05. COMUNIDAD MARTIRIAL
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Las cuatro biografías precedentes, con su fuerte testimonio de amor y compromiso, lejos de ser signos aislados de bondad, conformaron una expresión de los dones de Dios, derramados a su Iglesia, en todos los estados de vida. Nos acercamos a sus existencias con respeto y veneración. Respeto por lo que supieron vivir y testimoniar en nombre de Cristo. Veneración porque en ellas sólo podemos encontrar una respuesta creyente y llena de amor a la invitación de Dios a darlo todo por su Reino. ‖
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. 18 de julio: Los sacerdotes de Chamical
El 18 de julio de 1976 fueron secuestrados y asesinados los padres Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias. En la “Crónica de los hechos”65 el Obispo diocesano Enrique Angelelli escribió ―a partir del relato de las religiosas de Chamical― que “siendo aproximadamente las 21,30 horas, los dos sacerdotes terminaban de cenar en casa de las Hermanas de San José, religiosas que colaboran en la tarea pastoral de la Parroquia “El Salvador’ de la ciudad de Chamical, distante 140 kms. hacia el sud de la capital de La Rioja. Dos individuos vestidos de civil llaman a la puerta del comedor y son atendidos por el P. Carlos. Le comunican que desean hablar con él y con el P. Gabriel. La entrevista, en una sala contigua al comedor y a puertas cerradas, duró 5 minutos. Al salir, los sacerdotes les manifiestan a las hermanas que deben viajar a la ciudad de La Rioja para prestar declaración por el asunto de un preso, respondiendo a una de ellas que sí les habían exhibido credenciales de la Policía Federal. Mientras los dos civiles permanecían en la vereda, junto a un automóvil oscuro y sin chapa patente, los dos sacerdotes recogieron sus pertenencias en la Casa Parroquial, la cual se conecta por los fondos con la de las Hermanas. Esto duró 15 minutos, tras lo cual los cuatro ascendieron al automóvil con rumbo sud, hacia la Ruta que comunica Chamical con Olta. Las Hermanas notaron en los sacerdotes cierta preocupación, en los civiles en cambio cierto porte militar y normalidad”. 66 65. Esta “Crónica de los hechos relacionados con el asesinato de los PP. Longueville Gabriel y Murias Carlos”, fue uno de los documentos aportados por el Papa Francisco a la causa judicial sobre el crimen del Obispo Enrique Angelelli en junio de 2014. Había sido enviada por Mons. Angelelli al Nuncio Apostólico Pio Laghi y recibido en la Nunciatura el 30 de julio de 1976. 66. Copia de esta Crónica fue enviada por Mons. Angelelli al Arzobispo Vicente Zazpe. Otra fue devuelta por el Juez Nicolás Vigo al Vicario Capitular del Obispado de La Rioja, con parte de la documentación hallada en la camioneta del Obispo, luego del atentado que acabó con su vida el 4 de agosto de 1976.
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El lunes 19 a primera hora las Hermanas llegaron a La Rioja y le avisaron al Obispo. Luego de recabar información en todas las dependencias militares y de seguridad, donde se obtuvo respuesta negativa, Mons. Angelelli encomendó a las religiosas realizar la denuncia policial por secuestro. El Obispo por su parte comunicó la ingrata novedad a la Nunciatura, al Presidente de la Conferencia Episcopal y al Provincial de la Orden de Franciscanos Conventuales. El martes 20, en horas de la tarde, “una cuadrilla de obreros ferroviarios encontró los cadáveres de ambos sacerdotes a unos 5 kms de Chamical al sud, acribillados a balazos, maniatados y en estado lamentable”, detalló el Obispo. El grave crimen no fue investigado en los años de la dictadura militar. Con el retorno de la democracia, después de 1983, se inició una investigación en Chamical que sufrió diversas maniobras para desviar las responsabilidades criminales y se cerró en 1988. Declaradas inconstitucionales las llamadas leyes de impunidad en el 2005 por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, la causa penal fue reabierta; y elevada a juicio en el 2009. Resueltas las apelaciones, en el 2012 se realizó el juicio. En el expediente judicial “compareció Julio Carabajal, empleado ferroviario, quien declaró que con fecha 20 de julio de 1976, en circunstancias en que regresaba de sus tareas específicas, a la altura del kilómetro 660/650, siendo alrededor de las 16.20 horas, mientras manejaba una zorra, con sorpresa vio dos personas de sexo masculino tiradas a la orilla del terraplén, por lo que se detuvo y ya a pie, por la vía, comprobó que eran dos hombres; al parecer se encontraban muertos; uno de ellos estaba tirado boca arriba y el otro boca abajo. Que rápidamente dio cuenta del hallazgo a la autoridad policial y, al acompañar a una comisión policial nuevamente al lugar, observó los cuerpos y vio que se trataban del párroco local Gabriel Longueville y del sacerdote Carlos Murias”.67 El Tribunal Federal de La Rioja reconstruyó los hechos criminales afirmando que el 18 de julio, mediante engaño, los 67. Sentencia Judicial en la causa por el crimen de los sacerdotes de Chamical, p. 119.
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sacerdotes de Chamical fueron privados de su libertad y llevados en un Ford Falcon color oscuro, aproximadamente a las 21,30 hs., desde el domicilio de las religiosas donde habían cenado hacia el Sur a un descampado próximo a las vías férreas, donde fueron maniatados y vendados con una cinta de quince centímetros de ancho. Que se les sumó otro vehículo a siete kilómetros y que, ni bien descendidos del automóvil, cruzaron el terraplén de unos cinco metros de altura que los separaba de las vías del ferrocarril. Previamente había sido cortado uno de sus hilos de alambre de púa. Allí, “sus captores en un número no menor a cinco personas dispararon sus armas a quemarropa […]. En el caso particular de Murias ―dijeron los jueces―recibió mayor cantidad de disparos en su zona abdominal, lo cual no le produjo la muerte inmediata, habiéndosele disparado posteriormente en el rostro y en la cabeza, a corta distancia, lo cual produjo, además de su muerte, que su rostro quedara prácticamente irreconocible.” Este hecho determinó el agravante de “alevosía”. Todo esto sucedió entre las 22 y 22.30 hs del mismo 18 de julio de 1976. Por el reducido tiempo entre el secuestro y la muerte, los jueces descartaron que hubiesen sido conducidos a la base aérea militar, estableciéndose que los hechos criminales acontecieron según lo relatado. La población de Chamical y de muchos pueblos vecinos, conmocionada por el crimen de los sacerdotes,concurrió en forma masiva al velatorio en la iglesia parroquial. Los cuerpos fueron entregados pasada la medianoche, en la primera hora del 21 de julio. En oraciones ininterrumpidas, con misas y responsos presididos por los sacerdotes que iban llegando, la comunidad chamicalense se unió a la dolorosa despedida de sus pastores asesinados. El gobierno militar, y expresamente el Jefe militar del Regimiento riojano Coronel Osvaldo Pérez Battaglia, prohibió que los medios de prensa publicaran la noticia, ni siquiera como “aviso fúnebre”, denunció el Obispo.
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El jueves 22 “a las 11 hs. ―escribió Mons. Angelelli― presido la misa concelebrada. Participa una muchedumbre, pese a ser un día laborable. Concelebran 43 sacerdotes, entre los cuales estaba el Superior Provincial de la Orden de Franciscanos Conventuales”. Estaban presentes la madre y las hermanas de Fray Carlos Murias, cuyo féretro permaneció cerrado debido al estado de su rostro, desfigurado por las balas. En su homilía el obispo diocesano, profundamente conmovido y con pausas que expresaban su dolor de padre y pastor, se extendió en una prolongada reflexión que procuraba asumir la tragedia con profundo espíritu cristiano, afrontando la adversidad con esperanza en una comunidad que quedó abatida, desconcertada y atemorizada por tan horrendo crimen: “[…]. Sobre nuestras débiles fuerzas, el poder de Dios, la fuerza del Espíritu Santo, ha marcado y ha grabado una realidad tal, una misión tal, que es la que tenían Gabriel y Carlos, por pura misericordia de Dios. […] Ahí sobre las dos cajas, sobre los dos cajones que están ahí, está la estola y está la Palabra de Dios, y no se los ha puesto para provocar como un sentimentalismo tonto. ¡Este es el gran misterio! ¡Este es el misterio de Dios! En estos cajones están guardados los restos de dos hermanos nuestros, cristianos, sacerdotes, ungidos por el Espíritu Santo, marcados y sellados y enviados a anunciar la Buena Nueva de la paz, la Buena Nueva del Señor, no la que inventamos los hombres. […] Ahí está el Evangelio y la estola; y ellos nos dicen su última predicación. ¿Y en qué consiste para mí la última predicación? Es muy simple y muy difícil en la vida ser consecuentes. Porque en la vida fueron consecuentes, tuvieron el privilegio y la elección de Dios de atestiguar, rubricar, lo que es ser cristiano, con su propia sangre. […] Ellos fueron testigos, testigos del contenido de las Bienaventuranzas: ‘…felices los pobres, felices los mansos, felices los misericordiosos…”. Pero, para entender esto, hay que tener el corazón limpio”. 68
68. Angelelli, Enrique, Misas Radiales, T. IV, Ed. Tiempo Latinoamericano, Córdoba, 2014, pp. 416-418.
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En el Novenario que siguió al entierro de los sacerdotes en el cementerio de Chamical, Mons. Angelelli se quedó para acompañar el dolor de la comunidad que sentía orfandad y miedo ante aquel alevoso ataque al corazón de su vida cristiana. Pero además indagó, recabando datos sobre lo sucedido, recogiendo nombres y posibles inspiradores del doble crimen. No se le escapaba que el ataque estaba dirigido a la pastoral diocesana y específicamente a su persona, que graficó en el dibujo del espiral, en la última reunión con sus sacerdotes antes de regresar a la ciudad capital, aquel fatídico 4 de agosto de 1976. Aprovechó esos días para escribir una hermosa semblanza de sus sacerdotes asesinados, en cartas que envío a los familiares, a los franciscanos conventuales y al embajador de Francia. Sobre Gabriel Longueville: “[…] Este es nuestro juicio. Hombre de corazón bueno, sensible a todo lo bello, de allí sus cualidades artísticas en la pintura y el tallado. […] Hombre de paz, sensible al dolor del prójimo y amigo fiel. Prudente y oportuno en el consejo, observador y de poco hablar. […] Este era Gabriel, el hijo de un ejemplar hogar campesino de Francia. […]. Hombre de Dios y hombre de los hombres… guio su Comunidad con prudencia y sabiduría evangélica… Buen amigo de sus hermanos sacerdotes, religiosas y laicos, evangélicamente fiel a su Obispo e hijo fiel de la Iglesia. El padre Gabriel era un auténtico sacerdote de Cristo… Es para nosotros un mártir de la fe”. 69 Al Padre Provincial y Hermanos Conventuales: “Si bien el martirio de Carlitos desgarró nuestros corazones, sin embargo hemos sentido una gran paz. Y la fuerza de su testimonio nos empuja a continuar la marcha corriendo los riesgos que exige la fidelidad al Evangelio. ‘Más vale morir joven, haciendo algo por Jesucristo y su Evangelio, que morir viejo, sin haber hecho nada’. Así se expresaba Carlos, como anhelando que su vida fuera una inmolación para asemejarse a su Maestro. En su interior bullía la vehemencia de comunicar la verdad a los cuatro vientos. […] Fue un enamorado de San Francisco de Asís. 69. Angelelli, Enrique, Carta al Embajador de Francia en Argentina, 27-VII-1976. Revista Tiempo Latinoamericano, N° 36, Córdoba, 1988, p. 4
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De su vida, Carlitos sacó los elementos para configurar el estilo franciscano que caracterizaba su persona. […]. Carlos de Dios Murias es un mártir de la fe. No lo asesinaron porque fuera un político; sino porque era ministro de Dios, predicador de la Buena Noticia. […] El martirio de Carlitos nos ha acercado más aún. Tenemos desde ahora, un motivo más en común: la muerte de un auténtico testigo de Cristo, Carlitos; quien era franciscano y miembro de nuestro presbiterio”.70 ‖
70. ANGELELLI, E., Carta al P. Provincial y Hermanos Conventuales, 27-VII-1976. Revista Tiempo Latinoamericano, N° 36, Córdoba, 1988, p. 4.
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. 25 de julio: Wenceslao Pedernera
La esposa de Wenceslao Pedernera, Marta Ramona “Coca” Cornejo, declaró en 1984 ante la Comisión Provincial de Derechos Humanos de La Riojaque “desde el día jueves 22 de julio del año mil novecientos setenta y seis, merodeaba la casa un automóvil color rojo, y ocupaban el mismo personas disfrazadas de mujer, eran tres, asimismo otras dos personas. El día sábado se repite este hecho. Unos dos o tres días antes del veinticinco de julio, una persona amenaza al marido, Wenceslao Pedernera, pero no le relata quién era la persona. Esta amenaza era de muerte. Que cree que los hechos que relata guardan relación con los acontecimientos que se dan en Chamical, una semana antes, cuando asesinan a dos sacerdotes, puesto que su marido guardaba estrecha relación con la Iglesia. Que en esos días roban de su domicilio una bicicleta y dos bolsas de nueces; se hace una denuncia policial, pero sin respuesta satisfactoria. También que había una persona vigilando la casa”. A pesar de estas advertencias que evidenciaban la magnitud de la persecución a la pastoral diocesana, Wenceslao no aceptó el consejo de abandonar el lugar. Era mucho el compromiso asumido y el esfuerzo volcado en esa comunidad. Pero tampoco era fácil reubicarse con toda su familia. Cuando su esposa supo que una persona no identificada lo había amenazado de muerte, le propuso dejar la casa. Pero Wenceslao minimizó la situación. Tironeado en esa lucha interior, sobrevino la noche fatal.
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En las primeras horas de la madrugada del domingo 25 de julio de 1976, según declaró Coca en 1984, “siento que golpean la puerta… corro la cortina y veo tres tipos vestidos de cuero y que los tres en fila estaban apuntando con armas… Apenas sacó Wence el pasador de la puerta, comenzaron a disparar, no dieron tiempo a nada…”. El comando de tres encapuchados lo acribilló sin mediar palabras, dándose a la fuga en dos vehículos que los esperaban en la oscuridad de la noche. No preguntaron nada, ni por nadie. Sólo emitieron gritos como de animales para aterrorizar a una familia con tres niñas que lloraban sin cesar. Bañado en sangre, quedó tendido en el piso, y mientras su esposa corrió en busca de vecinos que la ayudaran, a su hija mayor le dijo “que tenía que perdonar, que no guardara rencor, que no odiara. Que él los perdonaba”, recordó el padre Roberto Queirolo71, perdón que reiteraría en ocasión de la suprema despedida, en la confesión. Cargaron a Wenceslao sobre un colchón que acomodaron en la camioneta de un vecino y lo llevaron al hospital de Chilecito. Dos médicos lo atendieron de urgencia, pero su corazón no resistió la tercera operación. Había perdido mucha sangre por donde impactaron las numerosas balas que recibió. Falleció a las 15 y 20 hs. del mismo 25 de julio. Al día siguiente, el cuerpo de Wenceslao fue velado en la capilla de Sañogasta y sepultado en el cementerio local, donde descansarían hasta julio de 2018 en que regresó a aquella misma capilla. En la “Crónica” de los asesinatos de los sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias, que el obispo Angelelli envió al Nuncio Apostólico Pio Laghi y otras autoridades eclesiásticas, agregó como de “último momento” el asesinato de Wenceslao Pedernera, “dirigente laico de la Acción Católica Rural, se radicó en Sañogasta para trabajar en un proyecto de cooperativa alentado 71. Revista Tiempo Latinoamericano, N° 12, 1984.
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por la Diócesis... […]. Noto que aquellos datos ‘muy delicados y comprometedores’ que poseo de Chamical, tendrían relación con este suceso de Sañogasta”. 72 El esclarecimiento judicial del crimen sufrió vaivenes y dilaciones similares a otros delitos de lesa humanidad cometidos por el terrorismo de Estado. La muerte de Wenceslao todavía espera la justicia humana. ‖
72. ANGELELLI, E., “Crónica …”, Copia en el Obispado de La Rioja y en la causa judicial por el homicidio del Obispo Angelelli, enviada por el Papa Francisco en el año 2014.
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. 4 de agosto: Enrique Angelelli
El 4 de agosto de 1976, cuando Mons. Enrique Angelelli, acompañado del P. Arturo Pinto, retornaba a la capital riojana, luego del Novenario por los sacerdotes asesinados de Chamical, pasando Punta de Los Llanos, su camioneta fue interceptada por un automóvil Peugeot 404, provocándole su vuelco. El Obispo salió despedido por la puerta lateral izquierda, la del conductor, y su cuerpo quedó extendido sobre la ruta con los brazos abiertos, golpeando su cabeza fuertemente contra el asfalto. La autopsia y las pericias médicas posteriores, incluida la necropsia del 2009, concluyeron que el golpe en la nuca tuvo suficiente entidad como para provocarle la muerte instantánea. “Traumatismo craneoencefálico”, declaró el Dr. Fernando Trezza, uno de los médicos intervinientes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. El 9 de noviembre de 2008 Fray Miguel Ángel López, de la Orden de los franciscanos conventuales, la misma del asesinado Fray Carlos Murias, a pedido del arzobispo emérito Carmelo Guiaquinta, que presidía la Comisión “ad Hoc” sobre la muerte de Mons. Angelelli, escribió a propósito del asesinato de los sacerdotes de Chamical: “[…]. A quien Monseñor Angelelli confió lo hablado en la noche del velatorio fue a mí. Me llamó aparte y me dijo: ‘Chango, anoche, durante el velorio, me visitaron y me dijeron: Mire yo no comparto su línea y su modus operandi, pero tampoco comparto esto (la muerte de los curas), y me narró todo lo que pasó y quienes estaban detrás de todo esto’. Te voy a pedir un favor. Tienes que hacer llegar a tu general, a Roma, un sobre que te voy a 98
dar cuando te vayas. Que nadie se entere. Que nadie sepa nada. Y hacelo llegar a tu general, por gente de tu confianza. Dale privacidad y no digas de qué se trata. Voy a enviar dos más, uno al Nuncio y otro a Monseñor Zazpe. Los voy a enviar antes de salir para La Rioja, para que lleguen antes que yo salga. Me voy a quedar para la novena de las ánimas.’ […]. Lo que más le dolió a monseñor fue que el encuentro (de la Comisión Ejecutiva del Episcopado) con Videla fue a la misma hora del entierro de los Padres. Angelelli interpretaba que esto había sido una táctica del gobierno para aislarlo de todo contacto. El gobierno ya sabía que él estaba informado de todo. De hecho me dijo: ‘Chango, si me dejan llegar a Buenos Aires, varios birretes van a caer’. Sólo después me di cuenta de la gravedad y del peso de esas palabras. Monseñor tenía la sospecha de que no lo dejarían llegar con vida a Buenos Aires. Por eso se cercioró de informar todo antes de viajar. Y por eso la preocupación ―creo yo― de retener el portafolio del obispo muerto […]”.73 ‖
73. Comisión “Giaquinta”, Carpeta de Prueba en el juicio por el homicidio de Mons. Angelelli, TOF de La Rioja, 2014.
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. Actuaciones judiciales
Después de treinta y ocho años, en el 2014, en La Rioja se realizó el juicio que probó el homicidio del Obispo Enrique Angelelli y el intento de homicidio de su acompañante, Arturo Pinto. La muerte del Pastor riojano fue simulada como accidente vial fortuito. Y esa versión, impuesta por los militares y aceptada por la máxima jerarquía eclesiástica argentina de entonces, perduró más allá de que sacerdotes y comunidades ―no sólo de La Rioja― y un reducido grupo de obispos, sostuvieron desde el primer momento que había sido un atentado. La persistencia durante años en las denominadas “conmemoraciones martiriales” y el reclamo por el esclarecimiento de los hechos, que empezó a tener carácter oficial en el 2005 con la resolución del Episcopado argentino, durante la presidencia del cardenal Jorge Bergoglio, finalmente condujeron al triunfo de la verdad y se hizo justicia. Las investigaciones judiciales señalaron las irregularidades de las actuaciones policiales el mismo día del hecho. El policía Oscar Pio Tanquía, de Punta de Los Llanos ―a quien correspondía efectuar el sumario―, declaró que fue apartado por la comisión policial proveniente de la ciudad acompañada del Capitán Hugo Norberto Maggi y el Comisario de inteligencia Juan Carlos Romero, “fuertemente armados”. El oficial Luna Moreyra, uno de los policías sumariantes, declaró que el Juez Nicolás Vigo ordenó hacer tres copias del sumario, con firmas originales: una para el juez, otra para el Tercer Cuerpo de Ejército y la tercera para el Ministerio del Interior, lo que no era normal en un accidente de tránsito. 100
También se señaló que resultó “extraña” la designación del juez Nicolás Vigo, oficial de la Policía federal que llegara a La Rioja pocos días antes fijando domicilio en el Hotel donde se alojaba, designado por los interventores militares y sin antecedentes en la magistratura. El juez Vigo también ordenó allanar esa misma noche los aposentos del Obispo muerto, lo que fue impedido por el Vicario General, padre Esteban Inestal. Y dejó sus funciones pocos días después del hecho. El expediente se archivó el 31 de agosto como “accidente”. En 1983 se reabrió a raíz del pedido público de investigación efectuado en la Catedral de Neuquén por el obispo Jaime De Nevares (Neuquén) acompañado por los obispos Jorge Novak (Quilmes), Esteban Hesayne (Viedma) y Marcelo Mendiharat (Salto, Uruguay). En 1986 el juez Aldo F. Morales resolvió que se había tratado de un "homicidio". Cuando citó a declarar a militares, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CONSUFA) planteó la incompetencia del juez Morales, quien lo rechazó. El CONSUFA apeló a la Suprema Corte de Justicia que, en 1988, derivó el expediente a la Cámara Federal de Córdoba, al presumir participación militar en el siniestro. La promulgación de las leyes de impunidad paralizó las investigaciones sobre los delitos cometidos por el terrorismo de Estado. La Cámara Federal de Córdoba aplicó la ley de “punto final” a tres militares acusados por el crimen del Obispo y la causa fue sobreseída provisionalmente en 1990. Se reanudó la investigación en el 2006, luego de declaradas inconstitucionales las leyes de “obediencia debida” y “punto final”, por la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El juez federal Daniel Herrera Piedrabuena, de La Rioja, valoró las declaraciones del único testigo presencial, el acompañante Arturo Pinto. Quedó consolidada la prueba para sostener la provocación del atentado criminal mediante la intervención del vehículo color claro, “que parecía un Peugeot 404, de los antiguos, con alitas en las puntas traseras” que “encerró a la camioneta con una maniobra intencionalmente brusca por el lado izquierdo, provocando que volcara”. 101
Varios testimonios de los primeros en llegar al lugar del hecho, incluidos policías de la zona, ratificaron la existencia del vehículo color claro, siempre mencionado por el sobreviviente Arturo Pinto. Quienes lo atendieron en el hospital de Chamical también dijeron que Pinto en su estado de shock mencionó un “auto blanco”. Con las pruebas acumuladas hasta entonces el Juez instructor elevó la causa en el 2012. Resueltas las apelaciones de los acusados, el juicio se inició a fines del 2013. La sentencia judicial dijo que los móviles del crimen fueron, “la relevancia que tenía para el poder militar la Pastoral de la Iglesia Riojana que desarrollaba Enrique Angelelli, […]. Y la documentación que celosamente guardaba Angelelli, producto de la investigación que días previos había llevado a cabo sobre el asesinato de los curas de Chamical y del laico de Sañogasta”. Y respecto a la modalidad, afirmó que no se aplicó la metodología utilizada por el terrorismo de Estado con secuestros, desapariciones y fusilamientos clandestinos, sino mediante un “accidente provocado”, en razón del “significado de la Iglesia para el régimen militar, la posición de la jerarquía de los obispos en la estructura eclesiástica […]. Y, en especial, la personalidad y trascendencia del obispo diocesano Enrique Angelelli, que mantenía una posición muy firme y pública en sus homilías.”. Agregó: “La investidura que detentaba, la admiración y respeto que le dispensaba la mayoría de la feligresía, impedía a las fuerzas de seguridad implementar con Monseñor Angelelli las clásicas metodologías del plan sistemático”. Los jueces afirmaron que “integrada racionalmente la prueba que venimos analizando, tenemos por cierto que la maniobra brusca que ocasionó el vuelco del vehículo que conducía Monseñor Angelelli y que desencadenó la muerte del Obispo y las heridas que pusieron en riesgo la vida de Arturo Pinto, se produjo por la intervención voluntaria e intencional del conductor no identificado de un vehículo color claro (blanco o gris), presumiblemente Peugeot 404, que se interpuso en su marcha”. 74 74. Sentencia, 12-IX-2014, Tribunal Oral Federal de La Rioja, Expte. 9700411/2012, Causa Lesa Humanidad “Monseñor Angelelli”, p. 365.
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En el veredicto leído el 4 de julio de 2014, el Tribunal dispuso: “[…] Declarar que los hechos acontecidos el día 4 de agosto de 1976 a las hs. 15.00 aproximadamente, oportunidad en la que se terminó con la vida del Obispo de La Rioja Monseñor ENRIQUE ÁNGEL ANGELELLI y se intentó terminar con la vida del Sacerdote ARTURO PINTO, fueron consecuencia de una acción premeditada, provocada y ejecutada en el marco del terrorismo de estado y por lo tanto constituyen delitos de lesa humanidad, imprescriptibles e inamnistiables”.75 ‖
75. Id., p. 600.
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. Reconocimiento del martirio
El decreto del 10 de junio de 2018, por el que se dio a conocer la declaración del Papa Francisco sobre el martirio de los Siervos de Dios Enrique Ángel Angelelli, Gabriel Longueville, Carlos de Dios Murias y Wenceslao Pedernera, destacó a, “quienes en el transcurso de sus vidas supieron dar testimonio válido de total pertenencia al Señor y de un generoso compromiso al servicio de los hermanos, sobre todo de los más débiles e indefensos”. Desde el 31 de mayo de 2011 al 15 de mayo de 2015 se celebró en la Diócesis de La Rioja la investigación diocesana informativa de los Siervos de Dios Carlos de Dios Murias, Gabriel Longueville y Wenceslao Pedernera. Concluida su instrucción, se presentó en Roma en los primeros días de junio de 2015 y su validez jurídica fue reconocida por la Congregación de las Causas de los Santos con el decreto del 6 de noviembre de 2015. A su vez, la investigación diocesana por el martirio del Siervo de Dios Enrique Angelelli, quiso esperar el pronunciamiento de la justicia penal estatal. Obtenidos los nihil obstat de la Congregación para las Causas de los Santos y de la Conferencia Episcopal Argentina, analizados los escritos del Obispo asesinado por la Comisión de Teólogos que dieron su propio parecer favorable, la etapa diocesana de la investigación se realizó en la Curia eclesiástica de La Rioja, del 13 de octubre de 2015 al 15 de septiembre de 2016. Su validez jurídica fue reconocida por la Congregación de las Causas de los Santos con el decreto del 19 de mayo de 2017. 104
A pedido de Mons. Colombo, Obispo de la diócesis de La Rioja, por razón de la conexión de ambas causas, la existencia de abundante material testimonial común y la significación eclesial, la Congregación de las Causas de los Santos decretó el 27 de octubre de 2016, la unidad de ambas causas. Entregada la Positio en los primeros meses de 2018, el 15 de mayo se celebró el Congreso Peculiar de los Consultores Teólogos, que expresaron su parecer favorable. Los Padres Cardenales y Obispos, en la Sesión Ordinaria del 5 de junio de 2018, después de haber escuchado la relación del Ponente de la causa, reconocieron que “los Siervos de Dios fueron asesinados por su fidelidad a Cristo y a la Iglesia”. Presentada por el Cardenal Angelo Amato al Santo Padre una detallada relación del proceso, el Papa Francisco ratificó lo actuado por la Congregación de las Causas de los Santos; declaró el reconocimiento del martirio de los cuatro Siervos de Dios y su causa y ordenó la publicación del decreto y su transcripción en las Actas de la Congregación de las Causas de los Santos, con fecha 10 de junio de 2018. El obispo Edgar Peña, Secretario Sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano, el 17 de octubre de 2018 comunicó al obispo emérito de La Rioja, Marcelo Colombo, que el Papa Francisco había concedido que la celebración del rito de la beatificación de los mártires riojanos se realizara el 27 de abril de 2019 en La Rioja. Y que su representante personal sería el cardenal AngeloBecciú, Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos. En su 116° Asamblea Plenaria, el 7 de noviembre de 2018, la Conferencia Episcopal Argentina emitió su pronunciamiento: “Pascua Riojana, Alegría de toda la Iglesia”. Al señalar los hechos y contextos martiriales vividos por la diócesis de La Rioja, con una referencia a Gaudete et Exsultate, Exhortación apostólica sobre la santidad en la Iglesia, la CEA expresó que “el Papa Francisco quiso valorar especialmente esos casos en que se verificó ‘un ofrecimiento de la propia vida por los demás, sostenido hasta la muerte’ porque ‘esa ofrenda expresa una imitación ejemplar de Cristo, y es digna de admiración de los fieles (…) La santificación es un camino comunitario, de dos en dos. Así lo reflejan algunas 105
comunidades santas’. Angelelli no estuvo solo en su martirio. Eran cuatro los que, unidos en su entrega, nos animan a caminar ‘en contra de la tendencia al individualismo consumista que termina aislándonos en la búsqueda del bienestar al margen de los demás’.” Los obispos argentinos concluyeron con las palabras del entonces cardenal Bergoglio, en el 2006: “El recuerdo de Wenceslao, Carlos, Gabriel y el obispo Enrique no es una simple memoria encapsulada, es un desafío que hoy nos interpela a que miremos el camino de ellos, hombres que solamente miraron el Evangelio, hombres que recibieron el Evangelio y con libertad. Así nos quieren hoy la Patria, hombres y mujeres libres de prejuicios, libres de componendas, libres de ambiciones, libres de ideologías, hombres y mujeres del Evangelio, sólo el Evangelio, y, a lo más, podemos añadir un comentario, el que le añadieron Carlos, Gabriel, Wenceslao y el obispo Enrique: el comentario de la propio vida”.76 ‖
76. BERGOGLIO, J. M. Card., Homilía del 4 de agosto de 2006. Catedral de La Rioja. Desgrabada y publicada en el Boletín diocesano de La Rioja, agosto 2006.
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