LA NARRATIVA ESPAÑOLA DESDE LA POSGUERRA HASTA FINALES DE LOS AÑOS 60

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LA NARRATIVA ESPAÑOLA DESDE LA POSGUERRA HASTA FINALES DE LOS AÑOS 60 La Guerra Civil y la consolidación del régimen de Franco supusieron una dramática ruptura con el espléndido panorama de la literatura española en el primer tercio de siglo; a ello hay que añadir el exilio de buena parte de los intelectuales, la actuación de la censura, el aislamiento de los escritores españoles con respecto a los movimientos artísticos y literarios del mundo occidental hasta los años sesenta y el freno de la literatura en los otros idiomas peninsulares. Pero, a pesar de este adverso panorama, en los primeros años 40 aparecerá una literatura inquietante y cargada de angustia que se manifiesta en la "poesía desarraigada", en novelas como La familia de Pascual Duarte (1942), de Cela o Nada (1945), de Carmen Laforet, y en un drama, Historia de una escalera (1949) de Buero Vallejo, que cambiarán el panorama de la literatura española en la inmediata postguerra. En este marco la novela se desarrolla, aun con límites imprecisos y con autores cuya evolución los lleva a incorporarse a más de una tendencia (Cela, Delibes, Torrente Ballester, Juan Goytisolo, Francisco Ayala, Carmen Martín Gaite…) en las siguientes etapas: 1.- Novela de los años cuarenta. Es indudable que la guerra civil determinó y condicionó toda la literatura que se hizo en su entorno. Así, podemos hablar de una novela del exilio con escritores que manifiestan su oposición a la dictadura, el recuerdo de la España anterior al 36, las reflexiones acerca de la guerra o el desánimo por no regresar (Réquiem por un campesino español, de Ramón J. Sender; La Cabeza del cordero, de Francisco Ayala ). También se escribieron numerosas novelas partidistas y propagandísticas desde la óptica de los vencedores, como La fiel infantería de Rafael García Serrano o Javier Mariño de Gonzalo Torrente Ballester. Pero, sin duda alguna, el auténtico impulso a la novela española en los primeros años de posguerra se produce con la publicación de tres obras fundamentales: La familia de Pascual Duarte de C. J. Cela, Nada de Carmen Laforet y La sombra del ciprés es alargada de Miguel Delibes. Con ellas entramos en lo que se ha llamado realismo existencial, que refleja una época dominada por la angustia y el desarraigo (en la línea de la poesía desarraigada). Se trata de novelas realistas centradas en un personaje cuya vida sin esperanzas ni expectativas transcurre en medio de una sociedad indiferente u hostil. Se plantean temas como la amargura de la vida cotidiana, la soledad, la frustración y la muerte. 2.- Novela de los años cincuenta. El realismo social: La novela de esta década continúa la tradición realista de la década anterior y sus rasgos se mantienen hasta los años sesenta. El punto de partida de esta etapa narrativa es La colmena de C. J. Cela (1951), que incorpora un rasgo nuevo, "el protagonista colectivo", y llega hasta la publicación en 1962 de Tiempo de silencio de L. Martín Santos. Los escritores del realismo social, se plantearon, a pesar de la censura, un compromiso ético con la realidad, y por tanto las novelas intentaron reflejar sus recuerdos de la guerra, que vivieran siendo niños, la situación social de los españoles de la época, los ambientes del trabajo, la vida en el campo o en la ciudad. Sus temas eran la pobreza, que obligaba a emigrar, la alienación de los trabajadores sin tiempo para el ocio y la frivolidad de las clases altas carentes de conciencia social. Los novelistas pretenden actuar sobre el lector tanto para informarles de las desigualdades e injusticias sociales como para provocar una toma de conciencia que les impulse a la acción con objeto de cambiar ese estado de cosas. Se suelen señalar dos tendencias en la novela de los 50: el realismo objetivo, que pretende reflejar objetivamente la realidad mediante un narrador oculto que se limita, como si fuera una cámara cinematográfica, a presentar los hechos y deja actuar a los personajes mediante un diálogo constante. (Sánchez Ferlosio con El Jarama y García Hortelano con Nuevas amistades como ejemplos) y el realismo


crítico, cuyos autores, con un lenguaje sin complicaciones, narración lineal y descripciones sencillas se comprometen ideológicamente con los temas y ponen de relieve las injusticias. A título de ejemplo, citamos La noria de Luis Romero y La mina de López Salinas. A la generación de narradores de los cincuenta pertenecen, además de los citados, Ana Mª Matute, Carmen Martín Gaite, Caballero Bonald, Alfonso Grosso, Juan Goytisolo… entre los que cabe destacar a Ignacio Aldecoa, Fernández Santos o Medardo Fraile como grandes creadores de cuentos, género muy cultivado en esta generación de narradores por las posibilidades que ofrece el relato corto para reflejar lo cotidiano. 3.- La novela hasta los años setenta. Al agotamiento de la fórmula realista se une la apertura al exterior motivada en parte por el creciente turismo y una ligera relajación de la censura, que permitió la difusión de autores y corrientes anteriormente prohibidos. Ello introduce dos factores que favorecieron la modernización de la novela española: el descubrimiento de la novela hispanoamericana, especialmente los narradores del “boom” (García Márquez, Cortázar, Vargas Llosa, Onetti…) y la influencia de los grandes renovadores de la novela universal contemporánea (Proust, Joyce, Faulkner...). La renovación de la novela a partir de 1960 no se debe a cambios temáticos o ideológicos, ya que la novela sigue manteniendo el compromiso y la intención crítica y testimonial de la década anterior, sino a la utilización de nuevas técnicas narrativas. La influencia de estas innovaciones es rápida y novelistas de distintas generaciones asimilan las nuevas técnicas. Tres obras representativas muestran con claridad los nuevos rumbos de la narrativa española: Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín Santos, la novela que inicia la renovación de la narrativa a principios de los años 60, Señas de identidad (1966) de Juan Goytisolo y Cinco horas con Mario (1967) de Miguel Delibes. Los novelistas generalizan el uso de recursos técnicos y expresivos que conducen a una novela experimental caracterizada principalmente por: -

Escasa acción y a veces desaparición del argumento La separación por capítulos se sustituye por secuencias de distribución caprichosa. El perspectivismo, los acontecimientos se presentan desde diferentes personajes. El tiempo y el espacio se rompen a menudo caprichosamente. El narrador pasa a ser el "tú"; abunda el monólogo interior con mezcla de estilo directo e indirecto. La ruptura del párrafo como unidad textual, la ruptura también de la sintaxis y el uso libre de los signos de puntuación, si bien se muestra una gran preocupación por el lenguaje.

Además de los ya citados, cultivan la novela llamada experimental autores como Juan Marsé (Últimas tardes con Teresa, 1966), Miguel Espinosa (Escuela de mandarines, 1974), Juan Benet, uno de los autores emblemáticos de la renovación narrativa (Volverás a Región, 1967) y, al principio de los años setenta, se incorporan a la renovación narrativa autores de épocas anteriores tan relevantes como G. Torrente Ballester con La saga Fuga de J. B., C. José Cela con Oficio de Tinieblas y Luis Goytisolo con Recuento. Sin embargo, a pesar de la renovación que supuso para la narrativa española la novela experimental, la acumulación de nuevas técnicas narrativas y lingüísticas y la desaparición del argumento derivó en la redacción de textos en muchos casos incomprensibles para los lectores, que se alejaron de este tipo de novela.


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