LA LÍRICA ESPAÑOLA DESDE LA POSGUERRA HASTA FINALES DE LOS AÑOS 50 (POESÍA ARRAIGADA. POESÍA DESARRAIGADA. POESÍA SOCIAL)
POESÍA DE LOS AÑOS 40
La Guerra Civil y la consolidación del régimen de Franco supusieron una dramática ruptura con el espléndido panorama de la literatura española en el primer tercio de siglo; a ello hay que añadir el exilio de buena parte de los intelectuales, la censura y el aislamiento de los escritores españoles. En estas circunstancias, la poesía reflejará, mejor quizá que otros géneros, las vicisitudes y preocupaciones de estos decenios: las secuelas de la guerra, los problemas existenciales y sociales, las inquietudes artísticas. En unas circunstancias como las señaladas, sólo parecen posibles dos posturas: aprobar la nueva situación o expresar la angustia y la desesperación ante el presente y la falta de expectativas de futuro. Dámaso Alonso definió estas dos posturas como “literatura arraigada” y “literatura desarraigada” que se manifestaron en la poesía de los años cuarenta en dos tendencias muy diferentes entre sí en temas y formas: a) Poesía arraigada. Cultivada por los autores de la llamada “Generación del 36”, aglutinados en torno a revistas poéticas como Escorial, Juventud y Garcilaso. Los poetas de este grupo adoptan un tono heroico y una forma clasicista. El modelo de estilo es el de Garcilaso de la Vega y la forma poética preferida el soneto. A ello se añade el buen gusto estético y un lenguaje con adjetivación abundante y metáforas de la naturaleza. Los temas fundamentales de esta tendencia son Dios y la Patria, a los que se añade el paisaje castellano. El amor, unas veces relacionado con la familia y otras con la figura idílica de la amada, constituye el otro gran núcleo temático. Luego, con los años, se incorpora el tema del paso del tiempo, que trae la decepción y la soledad del individuo. Poetas destacados que cultivaron este tipo de poesía son Luis Felipe Vivanco, Leopoldo Panero, Luis Rosales y Dionisio Ridruejo. b) Poesía desarraigada. Para la aparición de esta tendencia el año 1944 fue clave: se funda la revista Espadaña y aparecen dos libros Hijos de la Ira de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre. El primero rompe con la armonía un tanto artificial de los garcilasistas al introducir una violenta sacudida en los temas (angustia, desolación, rebeldía frente a Dios) y en el lenguaje (tono retórico y violento; y en la métrica el uso del versículo). Ello conduce a una poesía de la desesperación, de la duda y de la angustia ligada a la filosofía existencialista. El mundo está mal hecho y se increpa al Creador porque ha abandonado al ser humano. El lenguaje es agrio, grandilocuente, cargado de violentas exclamaciones y alejado del virtuosismo técnico anterior.
POESÍA SOCIAL DE LOS AÑOS 50
El cambio de rumbo en la poesía que se inicia con Hijos de la ira y los poetas “desarraigados” influyó en un grupo de escritores cuyo instrumento de expresión fue la revista Espadaña en el que figura Victoriano Crémer, Eugenio de Nora y otros que pasaron de la poesía desarraigada a una lírica comprometida de contenido crítico y social. Esta poesía -que cuajará durante la década de los 50- se presenta como un medio para transformar el mundo. Su tono pretende ser objetivo y enérgico, de testimonio, protesta y denuncia de la situación social A la mayoría de los poetas de esta tendencia le interesan los temas llamados constantes del hombre, es decir, el amor y la muerte, junto con los temas históricos. El poeta debe comprometerse con los problemas del mundo y con los de España. Así, destacan los temas que se refieren a la meditación sobre España, la defensa de la libertad, la solidaridad con los marginados y oprimidos y la denuncia de las injusticias. En su estilo oscilan entre el estrofismo-en especial el soneto- y el verso libre o versículo; utilizan un léxico urbano o marginal, en un tono coloquial y directo en busca de la claridad. Además de Blas de Otero (Pido la paz y la palabra o Ángel fieramente humano), entre otros poetas sociales, destacan Gabriel Celaya (Tranquilamente hablando) y José Hierro (Con las piedras, con el viento).