LA M O N TA Ñ A M ÁG I C A Ma n r i q u e S u á r e z A g u i l a r Mansua 2014
La montaña mágica Manrique Suárez Aguiar - ManSua
Mi ángel color Mariposa Tomas Moro Fernandez
A tod@s los que nos han acompañado. A Javier, Roberto, Sofia y los hermanos Madill. A Tomis compañero de mil viajes y a Varo el corre montañas. A mis chicas que me han acompañado a cada paso de este viaje. A mi Ángel, por vivir en el cielo, en mi corazón, en las Aguas Eternas. A Dios que nos ha permitido vivir el Chirripó por dentro. A tod@s gracias, un billón y medio de gracias por tan mágico viaje.
La Montaña Mágica
Todo lo que se dice del gran señor, de las Aguas Eternas, del Cerro Chirripó es cierto y mentira al mismo tiempo, porque solo aquel quien vive la experiencia de ir a visitarle, conocerá el espíritu de la gran montaña mágica.
Esta historia inicia algunos años atrás, el día que cumplía 49 años de edad, cuando me propuse pasar mi cumpleaños número 50, en el Cerro Chirripó, regalarme esta aventura, esta travesía, respondiendo así, sin saber bien, a un llamado que me hacía la madre tierra. Durante muchos meses intenté hacer lo mejor posible para prepárame, acostumbrando mi cuerpo a la dura travesía. Visitamos durante todo este tiempo algunas montañas, realizamos largas caminatas, y todo este camino se convirtió, finalmente, en el que he tomado para llegar a la cima más alta de Costa Rica, el Cerro Chirripó.
LA MONTAÑA MÁGICA
Muchos amigos se sumaron al deseo de subir, pero no fue posible hacerlo realidad, un grupo pequeño fue el que se apuntó definitivamente para hacer la aventura en la segunda semana de diciembre del 2013. Un año atrás, en diciembre del 2012 había calculado hacer la subida en cualquier momento del verano 2014, ese era el plan, pero dada la demanda de espacios para subir al Parque en los veranos, no fue posible obtener los espacios para esta época del año, en consecuencia y por mi insistencia, me ofrecieron un paquete que subía el 10 y se descendía el 12 de diciembre. Justo para que Alvarito, el último en apuntarse, y yo cumpliéramos años precisamente en esta aventura. Luego de tener todo coordinado y empacado, el 9 de diciembre del 2013 dio inicio esta aventura y momentos antes de tomar el transporte para dirigirnos a San
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La montaña nos puso a cada uno en su lugar, dándonos lecciones que no sabíamos que íbamos a recibir
Gerardo de Pérez Zeledón, primera escala del viaje publiqué en mi perfil de Facebook: “Hoy iniciamos un viaje que nos llevará hasta la cima de nuestra Costa Rica, hoy el Cerro Chirripó nos espera. En mi mochila llevo un montonal de gente y ángeles que tengo el gran privilegio y bendición de amar. Espero solo dejar algunas lágrimas por allá, algunas gotas de sangre, mucho sudor y de seguro dolor a cada paso. Solo antes de partir, me gustaría pedirle a Dios que no nos sea indiferente, que nos deje mirar, que nos deje sentir, que nos deje percibir todo aquello que solo con el espíritu puedo sentir en aquellas alturas, también le pido a Dios que me deje llevar saludos a todos los ángeles que llevo en mi mochila, y que nos deje vivir el Chirripó por dentro. Bueno, inicia nuestro viaje...”. Después de un viaje de unas tres horas por el Cerro de la Muerte, almuerzo en los Chespiritos y paisajes despejados por toda la ruta, llegamos al hotel donde pasaríamos la noche para el día siguiente iniciar el verdadero camino, la caminata hacia el Chirripó. Llegamos y en aquel sitio ya estaban los que acompañarían nuestra aventura, personas que el azar y el deseo de ir a las alturas de Costa Rica, fueron responsables de juntarnos para hacer este viaje: el señor Javier, nicoyano de sepa y bombero, Sofia, herediana con 2 viajes ya realizados, Roberto de nacionalidad italiana, dos gringos, hermana y hermano Sue y Ralph Madill, Tomis, mi primo y compañero de mil viajes, y Alvarito nuestro pequeño escalador www.facebook.com/mansua. La Montaña Mágica
de la montaña. Realizamos los trámites de registro en la administración del parque, dejamos la carga en la Asociación de Arrieros para que ellos nos llevaran nuestros chunches, compramos un par de recuerdos y a eso de las 9 de la noche, ya estamos intentando dormir para acumular la mayor cantidad de fuerzas e iniciar el ascenso en la mañana siguiente. Pasó la noche en un abrir y cerrar de ojos, y a eso de las 4 am ya todos ansiosos nos estamos preparando. No estaba especialmente frío aquella madrugada, pero aun así desacostumbrados a enfrentar el frío todos nos forramos con un montón de ropa.
Cada uno inició su camino con su mochila al hombro, grandes deseos de llegar y la mejor disposición.
Bajamos al lobby apurados, desayuno de rigor, y poco antes de iniciar, el anfitrión de este viaje, que el día anterior estaba preocupado por si el Saprissa vencería o no a su eterno rival, al observar la montaña me dice, “que buen día les ha tocado, aquello que se ve allá es el cerro Ventisqueros”; yo sin saber bien él significado de lo que el nos decía, al mirar hacia aquel cerro, a la distancia observaba el amanecer que permitía ver la silueta de la montaña, en la que no era posible ver ni una sola nube y estaba enmarcada por una luz entre azul y naranja, como quien puede ver en el cielo, un agua tamaño natural. El veradero viaje iniciaba, este grupo de almas ilusionadas, conformado por tres extranjeros, un nicoyano, una chica, un compañero y mi mejor amigo damos los primeros pasos en el ascenso luego de la foto que todos hacen, de
todos recorremos el mismo camino, cada uno a su paso, a su ritmo, llevando en su mochila elementos que ni imaginan
encomendarnos al Creador y pidiéndole que a todos nos llevara y trajera con bien. Cada uno con su mochila al hombro, grandes deseos de llegar y la mejor disposición y sin saber concretamente, que nos esperaba. En mi caso realizaría por primera vez esta subida y hoy luego de haber realizado esta aventura, puedo decir que nada me podía haber prepararado para tan intenso viaje, tan maravillosa vivencia. Pensando en aquellos días, me parece irreal que lograra estar en mi cumpleaños en el Chirripó, el número 50, con gente linda que finalmente se cumpliera mi deseo. Hoy lo siento como algo que va más allá de una casualidad, siento que el universo, mis ángeles y Dios se confabularon para que fuera en estas fechas, y no puedo sentir más que agradecimiento por todos los que de una u otra manera pusieron su aporte para que fuera posible, y en especial los que nos compañaron en esta aventura. Hoy lo se, todo lo que se dice del gran señor, de las Aguas Eternas, del Señor Chirripó es cierto y mentira al mismo tiempo, porque solo quien vive la experiencia de visitarle, conocerás al verdadero espíritu de la montaña, porque para todos es una imagen diferente, un significado diferente, una ilusión para cada uno, porque todos recorremos el mismo camino, cada uno a su paso, a su ritmo, llevando en nuestras mochilas elementos que ni imaginan. Yo me hice acompañar por mucha gente que aprecio y amo, bellas personas que me acompañaban en espíritu y caminando a mi lado dos grandes amigos que decidieron emprender esta aventura y en lo que quedaba de espacio en mi mochila mis ángeles, esos que me acompañan a donde quiera que voy. Al ascender, poco a poco la montaña con una sabiduría que solo ella puede tener, fue www.facebook.com/mansua. La Montaña Mágica
poniéndonos a cada uno en su lugar, dándonos lecciones que no sabíamos que íbamos a recibir. En mi caso largos tramos del trayecto los escogí para hacerlo solo, y lejos de sentir que lo estaba, siempre tuve la sensación que estaba acompañado por la gente que amo, me sentí acompañado por la montaña, y sin poder ni siquiera anticiparlo, me sucedieron experiencias extraordinarias que me decían a cada paso que entraba en un espacio mágico, regido por otras leyes que van más allá de lo que conocía hasta ese momento. Cada kilómetro fue bautizado con su respectivo nombre, bien ganado en algunos casos y en otros la verdad no encontré lo que su nombre evocaba. El largo camino se inicia con “El Termómetro”, seguida por “Los Monos”, cada uno de estos, mil metros que pone a prueba tu corazón, tu estado físico y quizás más importante, tu voluntad porque el pulso aumenta, el aliento se acelera y la montaña se presenta a cada paso, y nosotros, esto grupo de aventureros, con menos de 24 horas de conocernos, ya se había formado una camarería, y seguramente como todos los grupos que emprende este accenso, en los primeros kilómetros nos juntábamos para tomarnos la respectiva foto en el rótulo que iba marcando el avance de la travesía, y nos decíamos, foto, foto, “ahora que tenemos bonita cara”,“foto”. Todo parecía estar listo para una hermosa travesía, el amanecer nos estaba recibiendo con un espectáculo hermoso, lleno de luz y de color, y nosotros empezamos a acumular fotos con las imágenes del avance y a pesar de esto, inicio con un sentimiento que no esperaba, porque entre la cuesta de Los Robles y la del
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La montaĂąa a cada paso va mostrando diferentes esencias, se va vistiendo de formas diferentes
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Rualdo, kilómetros 5 y 6, a eso de los 2400 mts de altura, empecé a pensar, sentir que había sido una perfecta embarcada realizar este viaje en estas fechas de diciembre. Habíamos logrado ascender unos 800 metros de altitud y ya me había dado cuenta que no era un paseo de fin de semana. El aire se hacía cada ver más liviano y el camino en estos kilómetros estaba embarrialado y el esfuerzo para seguir adelante era el doble, caminábamos aún en grupo y el estado del camino me tenía preocupado, el suponer que todo el trayecto estaría igual me tenía pensando y como respuesta el ahínco que me acompañó prácticamente un año antes, de hacer esta aventura, se estaba poniendo a prueba. Aquella preocupación que me salia de no se donde, era como una carga doble de peso por subir, y sin darme cuenta la montaña con su sabiduría milenaria parece haber escuchado mis sentir, porque muy pronto me mostro algo que todo lo cambiaría. Más o menos al llegar a la cuesta del Rualdo, sin darme cuenta di un paso que me ingresó a una dimensión diferente, en la cual el tiempo era el presente, era una dimensión que me permitió recibir algo que venía de un lugar más allá de aquel espacio. Mire hacia fuera del camino, hacia dentro de la selva como si supiera que tenía que buscar algo que venía para mi, y metros adentro entre las ramas, los troncos de los
árboles y algo de niebla, apareció como fantasmas, una pareja de Dientes de León que esquivaba todos los obstáculos y volaban suavemente hacia mí, mire bien y no podía creer que aquello estaba ahí, eran dos pequeños unidos fuertemente como hermanos, y al verles fue cuando sentí que era como si no existiera el tiempo, como si yo fuera el único en aquella montaña y fue cuando caí en cuenta que estaba en otra dimensión de mi vida, que Dios no nos era indiferente, que éramos bienvenidos a aquel universo. Sentí en aquel momento, una inyección de felicidad, miraba aquello que lentamente se movia en el espacio sin importarles viento, neblina, frio, altura, nada importaba más que aquel momento; aquellos mensajeros de amor, pasaban ante mis ojos, diciendo aquí estamos contigo, representado a mis hijos, y supe entonces con toda certeza que ellos me acompañaban en toda esta aventura, los dos. www.facebook.com/mansua. La Montaña Mágica
Desde ahí en adelante, todo se hizo diferente, ya no era solo un camino, ya no era una selva, una montaña, la pendiente, el barro, ya no era vencer físicamente la pendiente, era experimentar aquel universo, y entonces empecé a disfrutar sin importar el estado del camino, del cansancio, sin importar el tiempo, y me dispuse a buscar los detalles de la montaña y deje atrás aquello de pensar en lo que estaba por venir, en todo lo que faltaba por subir y desde ahí, me quede en cada paso que daba. Sentía que había recibido un pequeño milagro, uno de tantos, que la montaña mágica me obsequiaba, que Dios estaba conmigo y era parte de todo aquello, y también de era parte mía, y de todos. Han pasado los años y aun me estremesco de este milagro que conservo en mi memoria, y cuando lo relato, de cuando en cuando, lo describo como que aquel viaje, subir la montaña para visita al Chirripó, realmente es ir a visitar a Dios, ir a reencontrarnos con nosotros mismos, con nuestra escencia, y encontrarnos con los espiritus de quienes amamos. Luego de aquel kilómetro intenso el camino mejoró, y al continuar nos encontrábamos en largos trechos, interminables escaleras formadas de escalones de madera, construidos por cortes de troncos, uno a uno se iban superando y al dar cada paso imaginaba el trabajo tan enorme que todo aquello significaba, el esfuerzo de tanta gente que permite que nosotros y muchos más emprendan esta aventura. La vista, el paisaje era algo maravilloso y mi sorpresa era que la montaña como camaleón se iba vistiendo de una forma diferente a cada metro, y nos iba mostrando su sutil y ruda belleza, transformándose tras el velo blanco de las nubes, de la neblina, permitiendo ver aquellos escenarios con un maquillaje blanco, que mostraba imágenes irrepetibles, mágicas, algunas misteriosas que cautivaban hasta al más retraído. Es tierra de gigantes y cada uno de nosotros solo éramos pequeños visitantes. Las sombras proyectadas por enormes árboles mantenían una temperatura fresca, y entre las troncos se dibujaban paisajes de tierras lejanas, cubiertas por nubes blancas permitiendo ver todos los contornos y formas que tiene nuestra bella Costa Rica, de nuestro mundo. www.facebook.com/mansua. La Montaña Mágica
El camino mejoró, ya no había tanto barro y solo en tramos específicos que eran como chiqueros de barro que fácilmente llegaba el barro a las rodillas, pero afortunadamente, había pasadas hechas de escalos y piedras que te permitían continuar sin contratiempos. La pendiente se mantenía, y yo de cuando en cuando recordaba aquel pequeño milagro de los hermanos Dientes de León y me daban unos asaltos de emoción que me llenaban por completo, con una alegría indescriptible. Este viaje como la vida, se hace paso a paso, y en mis adentros, recordaba lo que mi gente me había obsequiado antes de iniciar esta aventura, obsequios que eran deseos, pensamientos, buenas vibras, y entonces, las emociones se me disparaban llenado todo mi ser; algunas veces el sudor se confundía con una que otra lagrima de pura alegría, y al mirar a mi alrededor, me sentía tan bendecido, porque el solo hecho de estar ahí me emocionaba, era maravilloso sentirme apreciado, acompañado y estar en ese mundo diferente y especial. Llego el kilómetro 7, llamado “Llano Bonito”, y el nombre es perfecto, es tal cual lo dice su nombre, un llano que permite descansar, y pocos metros para finalizar lo Llano Bonito, se
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escuche los sonidos de la aves hablarse, escuche el viento, escuché los árboles darme la bienvenida, sentí el frio, sentí el viento, sentí la belleza, observe la montaña, el paisaje, las nubes, el camino, el horizonte, escuche voces que los cañones replicaban de quien sabe cual tiempo y que lugar
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encuentra un albergue que a la vez es tienda, y también área de descanso bajo techo, es donde te encuentras con grupos de aventureros que suben y otros que baja, donde se come la merienda tranquilos, que por cierto sabe a gloria y donde los pajaritos se acercan a centímetros, y además es donde se recargan de agua las botella y nos preparamos para lo que viene, que es lo realmente fuerte del camino, al punto que muchos consideran que “la caminata realmente empieza, en el Km 7, en Llano Bonito, lo duro inicia de ahí en adelante”. Después de unas bromas, un pequeño descanso reiniciamos la caminata. Lo que siguió fue montaña arriba, de ahí en adelante las fotos del grupo eran con menos miembros, se desgranó el conjunto de caminantes por las fuertes pendientes, muchas de las fotos fueron son de uno mismo. La lucha contra las pendientes es dura de este lugar en adelante, los pasos se hacen más cortos y para la gran mayoría, la Cuesta del Agua, Km 8 es la más fuerte extendiéndose quizás por 3 kms de pendiente sin descansos; yo no sentí que fuera especialmente dura, me pareció que era como las demás, pero lo que si cambiaba, era la disponibilidad de aire, enralecido por la altura, pero todo el viaje hay que hacerlo, y estos kilómetros son igual de difíciles y como en toda la travesía la tomé con calma, sin presiones inventadas, me dispuse a viajar paso a paso y me detenía a mirar hacia la distancia, sintiendo los paisajes y retomando el aire cada vez que lo necesité. www.facebook.com/mansua. La Montaña Mágica
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Este trayecto, se podía ver a través de los troncos y ramas de los árboles, los regalos que la montaña nos tenía preparados, recorríamos tierras altas, estábamos en la alta montaña, lo lográbamos ver, porque las nubes quedan por debajo, y la vista llegaba fácilmente hasta el horizonte y hacia donde se dirigía el camino, estaba aquel gran cerro, no dejaba de llamarnos, el cerro que aquella mañana nos estaba dando la bienvenida, el “Cerro Ventisquero” que paso a paso, se miraba más cerca, con más detalles. Meses atrás, desde el momento que decidí realizar esta aventura, busque relatos en Internet de caminantes que ya habían hecho este camino, y lo describían como un camino místico, quizás espiritual, que todo el recorrido era reflexivo, invitando al viajero a viajar hacia sus adentro, decían que toda la aventura de subir y bajar se salía del mundo que conocemos y nos llevaba a otro mundo; al leer aquello me inspiraba y al entrenar en las largas caminatas me imaginaba como sería y por más que lo intente, ni me acerqué a lo que realmente es esta experiencia. Hoy al recordar todo el recorrido, me surgen nuevamente ganas de regresar a pesar del gran esfuerzo que se necesita para subir, y me hace gracia pensar que durante no menos de 3 kilómetros subiendo la “Cuesta del Agua” y las que siguieron, un insecto que sonaba como una mosca grande, algo así como un abejón de los grandes, que por más que intente verlo, no pude, me rodeaba o al menos así lo sentía por el sonido de sus alas, y a este no le importaba que me detuviera, caminara más rápido o más despacio, aquel compañero del camino metro a metro estuvo conmigo, y en mis pensamiento lo imaginé esperando que yo muriera de cansancio, o de cualquier otra cosa, que me pasara algo para que esta mosca obstinada lograra un enorme botín. Finalmente fue solo un acompañante, un compañero que quizás era el que me cuidaba. El camino continuaba y de un momento a otro, entre la niebla y una muralla natural, el bosque de los altos árboles terminaba, y con esta muralla se terminaba la sombra, quedaba atrás la mosca, y empecé a subir la cuesta de Los Quemados.
Fueron 14 mil metros de arduo caminar, posiblemente 50 mil pasos para llegar al albergue y cada uno de estos me permitieron ver imรกgenes nuevas nunca antes vistas, me permitiรณ llegar a espacios jamรกs antes conocidos, me permitiรณ ingresar a un mundo diferente y cada paso, valio el esfuerzo, valio la pena.
Era el momento de pasar por el cementerio de la sociedad de árboles que vivieron ahí en otros tiempos, es un espectáculo de árboles muertos donde el fuego todo lo consumió. En esta parte del camino se respira una profunda tristeza, silenciosa, casi se puede escuchar el grito de aquellos que iban a morir. Todos son esqueletos que están petrificados casi para siempre, que irradian historia, recuerdos y razones que no permiten que la vida de aquella sociedad de árboles se olvide. Son troncos con su corteza quemada y el tiempo ha hecho del resto solo madera, ya el espíritu del aquel ser viviente no está ahí; es una visión estremecedora, pero al mismo tiempo cautiva e irradia belleza aún en su muerte. Viendo aquello nos damos cuenta de lo terrible de aquel incendio, no se pudo hacer nada para evitarlo, un rayo del cielo escribió la sentencia de todos aquellos de los que solo queda su recuerdo. Estando ahí, frente a uno de Los Quemados recordé el nombre de aquella obra que dice “que los árboles mueren de pie”, y hoy se que no hay lugar más elocuente para dejar patente que si, mueren de pie. Es triste, pero como toda muerte no se va sin antes dejarnos belleza, dejarnos su historia en el paisaje, no se fueron sin
antes dejar razones para no olvidarles, razones para proteger a los que vienen y vendrán, no se fueron sin antes darnos razones para no olvidarles jamás. Así como Los Quemados la magia de montaña esta por doquier, y yo me di el tiempo, durante todo el camino, de escuchar los sonidos y sentir, a las aves hablarse, escuchar el viento, escuchar a los árboles darme la bienvenida, sentir el frío, sentir el viento, sentir la belleza, escuchar la fauna que escondida comentaba mi paso, observar la montaña, el paisaje, las nubes, el camino, la niebla, el horizonte, los pequeños milagros, y escuchar voces que los cañones replicaban de quién sabe qué tiempo y qué lugar, y también, hablar con mis ángeles relatándoles lo extraordinario, lo nuevo, lo maravilloso, y pedir ayuda por lo que me quedaba por vivir. Cada paisaje, cada Barba Roja que colgaba en los bellos árboles del camino, cada esfuerzo al subir, cada sonido nuevo de la selva, cada árbol quemado, cada Jilguero con su canto, cada flor en el camino se convertía en nuevos obsequios de aquella tierra mágica, que me cautivaba y me llevaba de la mano, hasta que sin poder anticiparlo, pude ver por primera vez Los Crestones y fue como recibí otro de los grandes obsequios de la montaña, justo en el Monte Sin Fe, a 3200 mts de altura, ahí estaban esperándome Los Crestones. Fue maravilloso verles por primera vez y como si pudiera tócales estiraba mi mano, como quien pudiera, con solo soñarlo, tomar aquellos hermosos gigantes. Me detuve una vez más para poder tomar todo aquello que me daba la madre tierra y al mismo tiempo al ver aquella imagen sabía lo que significaba, lo estaba logrando, estaba cada vez más cerca. Y con la emoción de ver los Crestones en mis retinas, me encontré de frente con un enorme valle el cual debíamos descender, significando solamente una sola cosa, que aquellos metros que con todo aquel esfuerzo ya habíamos ascendido, debía descenderlos, y como si no fuera suficiente, el cansancio y todo lo recorrido debíamos bajar para nuevamente subirlos. www.facebook.com/mansua. La Montaña Mágica
Hasta este lugar mi dulzura se mantuvo, me enfrasqué en una conversación virtual con quien había ideado aquel camino, me preguntaba en mis adentros, ¿qué sentido tenía bajar los metros que habíamos subido?, le preguntaba a aquel personaje desconocido, ¿por qué no trazaron otro camino para no tener que bajar?, era una pelea más que una conversación y en medio de la misma me llamaba a gritos una y otra vez Los Crestones, los árboles quemados, los colores de miles de florecillas, estaba transitando por un jardín y por aquella pelea virtual apenas lo pude ver. Gracias a Dios de regreso no me perdí de nada, es un lugar hermoso: “El Jardín”, aquel valle que te da la bienvenida a las cercanías del destino y al verle, ya de regreso, sin el peso de haber subido unos 2000 mts, comprendí el porqué de El Jardín, las razones del porqué bajar a aquel valle. Luego me entere, que en el pasado, cuando no existía el albergue, los que osaban subir, descansaba la noche en unas piedras que formaban una cueva y era precisamente en este Jardín, que a su vez tenia no solo el refugio, sino, también agua en las cercanías. Recorrí aquel sendero y al final de este Jardín está el inicio de la famosa “Cuesta de los Arrepentidos”, fueron 700 mts abajo donde inicia el camino final hacia el Albergue de los Crestones, objetivo por cumplir en esta segunda escala de nuestro viaje. Al pie de la tabla donde indicaba «Cuesta de los Arrepentidos» me dispuse a descansar para refrescarme e iniciar el último asalto con la montaña, tranquilamente puse mi mochila en el suelo, di una mirada general, y fue cuando me dispuse a sentarme a un lado del camino, sin más escogí unos pequeños arbustos www.facebook.com/mansua. La Montaña Mágica
Observamos los Crestones fijamente, tratando de entender el equilibrio casi mĂĄgico que los mantiene en lo alto de la montaĂąa
que parecían acogedores para posar mi humanidad y cuando mis sentaderas tocaron aquel suave arbusto, sentí el frío de la humedad, mejor dicho del agua casi congelada que mojaba mi pantalón y con el, mis sentaderas. Como un resorte me levante y me di cuenta que aquel acogedor arbusto, es una especie de esponja natural que vació todo su contenido en mi trasero. Tratando de secar un poco el pantalón con mis manos pensé, ya estaba hecho y para el calor que esta haciendo me sirve de sistema de refrigeración. Al cabo de un rato de estar ahí, inicié la subida, cansado por todo el esfuerzo realizado, el sol a mis espaldas, con hambre, con el pantalón mojado, con deseos que terminara y sabiendo que solo faltaban pocos metros, paso a paso, me dispuse a subir la Cuesta de los Arrepentidos. Ya en aquel momento quedan pocas fuerzas y del entusiasmo con que se inicia ya casi no queda nada, éramos la montaña, el camino y mi corazón a todo vapor, y a pocos pasos de esta última cuesta empecé a sentir desesperación por llegar, decidí entonces caminar de sombra en sombra recordando otros pasajes de mi vida acompañado por mi hijo Kyke cuando él era chico; esta cuesta si me pareció dura, tal vez la más dura y la hice pasito a pasito, cortos, uno a uno, sabía que llegaría, que ya nada podía impedirlo, que no sería uno de los arrepentidos que dicen que hasta de este lugar, se terminan regresando. La «Cuesta de los Arrepentidos» hoy sé que es la penitencia, es el tiquete de entrada a un mundo exclusivo para quienes desafían la montaña, para quienes visitan al gran señor, para quienes tiene la voluntad de ir más allá de si mismos. Durante este kilómetro y medio, los pies duelen, la ilusión se confunde con la ansiedad, los paisajes te gritan, la voluntad se pone a prueba. En esta lucha por continuar de un momento a otro, un bullicio rompe el silencio del viento y de mis pasos para mostrar un centenar de avecillas que ordenadas vuelan a unos metros de donde estoy, dan un rodeo como haciendo www.facebook.com/mansua. La Montaña Mágica
un círculo que me permite ver el amarillo contrastando con el negro de sus cuerpos enmarcado con el azul del cielo, no me lo esperaba, que maravilla. El sonido de su vuelo y el trinar de su canto al unísono, rebotaban por todas partes produciendo un eco especial por la montaña, yo no puede hacer otra cosa que admirar la maravillosa sorpresa que la montaña me tenía preparada y sentirme cada vez más agradecido y sorprendido por aquel camino lleno de regalos que a cada paso encontraba. Continúe con el sol encima, el cansancio y el ascenso final por superar, me sentía muy emocionado y también muy cansado, esperaba a cada paso ver el fin de este último escalón para finalmente descansar. Tenía que terminar, Los Crestones cada vez se veían más grandes, el ascenso parecía terminar para darle paso a un pequeño llano que me permitía descansar y al mismo tiempo temerle a lo que estaba viendo, lo mismo que pocos metros atrás, caminaba por un llano con una pequeña pendiente hacia abajo y fue cuando la vi, la bandera de Costa Rica al fondo me indicaba que había llegado al refugio. Que emoción, que duro, ya estoy aquí. Me detuve un instante para asegurarme que no era una imagen creada por mi imaginación y las ganas que tenía de terminar. A la distancia, me llegaba a recibir Álvaro y a pasos de estar frente a él, ya no soporte más, el llanto apareció como si fuera un niño, todo lo importante del camino me asalta en imágenes, la emoción de todo lo vivido me invadía y soy
abrazado por todo, como la última gran lección que me daba la montaña, era la bienvenida de aquel lugar mágico que me ponía en contacto con la parte más interna de mi propio ser, ya no ocupaba de la voluntad, el primer escalón de esta aventura ya lo había subido y solo quedaba disfrutar del camino recorrido, de los regalos entregados por la montaña, de todo el camino que durante todo el camino dolieron las pantorrillas, dolieron los pies, dolió la espalda, dolió todo; y aún así todo este dolor vivido, había valido el sacrificio y por mucho, porque el camino y el llegar, la única manera para describirlo es que es maravilloso. En el camino recé sin pedir nada, solo sentí el deseo de rezar y lo hice sin más, sin adornos ni maquillajes, hablé con Dios y le di las gracias durante todo el recorrido, hablé con mi gente sin necesitar más que mi corazón como medio de comunicación, abracé a mi ángel y todos sus acompañantes que de seguro se reían de mí al verme doblegado a ser lo que la montaña mandará. Fueron 14 mil metros de arduo caminar, posiblemente 50 mil pasos para llegar al Albergue y cada uno de ellos me
permitieron ver imágenes nunca antes vistas, me permitió llegar a espacios jamás antes conocidos, me permitió ingresar a un mundo diferente. Hasta ahí el camino había terminado, habíamos dado el primer escalón hacia la cima, todos los que emprendimos aquel día el reto de subir lo habíamos logrado, todos por pie propio, en su propio camino, paso a paso, todos acompañados por Dios y por esta montaña mágica. Entonces recordé lo que le había pedido a Dios en la mañana anterior, «que no nos fuera indiferente» y El nos lo había cumplido.
Albergue Base de Los Crestones Finalmente habíamos llegado al Albergue y después de un arduo e intenso camino mis emociones las tenía a flor de piel. Lo que seguía era registrarme en aquel refugio, reportar mi llegada para lo que subí los escalones, e inmediatamente fue recibido por el Guarda Parques que me trató de forma muy cordial, me dio la bienvenida. Me indicó de forma clara todos los cuidados que debía de mantener, además de toda la información necesaria para estar en ese centro de descanso. Realmente me hizo sentir acogido, por aquel lugar y por todas aquellas personas y durante toda la estadía uno se da cuenta, que son gente buena con un gran espíritu de servicio y responsabilidad. Me indicó que la habitación que nos habían asignado, era la A8, la misma estaba al final de un largo pasillo que desfilaba enfrente de las otras habitaciones. Todo listo, me dispuse a ir al cuarto y pasar al otro escalón de este viaje: bañarme, sólo imaginarlo era doloroso. Había leído www.facebook.com/mansua. La Montaña Mágica
que muchos aventureros daban la recomendación de hacerlo lo más pronto posible, en mis indagaciones en el Internet, que el bañarse ayudaba al cuerpo a relajarse y yo me propuse seguir el consejo. Fui a la ducha más cercana, para ese momento aún me mantenía algo caliente de la caminada, pero aun así ya estaba empezando a sentir el frío característico del lugar, empecé a quitándome el pantalón que aun estaba algo mojado y cada vez se hacía más evidente el frío presente en todas partes, al quitarme los zapatos y poner el pie descalzo sobre el piso fue la gran bienvenida del frío, lo sentí como quien pone el pie sobre una marqueta del hielo más helado, ¡¡¡que fríoooo!!! Ingresé a la ducha y estando en frente del grifo lo pensé solo dos segundos, porque estoy seguro que si hubiera dejado pasar más tiempo no me hubiera bañado, aun estaría pensándolo. Giré la llave y el agua rauda y veloz me callo como baldazo de nieve, inmediatamente mi respiración se cuadriplicó, hice conciencia de que ya había llegado y esta era la bienvenida del Albergue, del frio y de esa ducha. Del agua puede decir que jamás me había bañado con agua tan fría, que duele de lo fría que está, en especial los pies, porque la combinación de lo adolorido que quedan y el agua acumulada en el piso, hizo que mis pies dolieran más al recibir una ración doble de agua al punto de congelación. ¿Cuánto duro el baño?, unos largos e intensos 60 segundos, suficiente para mojarme, enjabonarme, mojarme nuevamente y gritar un par de improperios.
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Este es el Valle de imponente, y ahí una d v
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e los Conejos, se encuentra a unos 2.5 Km del Cerro Chirripรณ y su grandeza es de las mรกs profundas impresiones es el silencio, que esta hecho del sonido del viento, de nuestro latir, del sonido de nuestro caminar, de detalles inolvidables.
Salí apresurado de la ducha y las respiraciones aún no se habían normalizado, hoy supongo que esa cantidad de aire, que de forma involuntaria respire, es parte de lo bueno que es bañarse porque realmente funciona. Dios Santo, qué lugar increíble pensé, todo es nuevo, hasta bañarme es una experiencia completamente diferente, porque salir de aquella gélida ducha no fue bonito, a toda velocidad me seque lo mejor posible y me puse un montón de ropa encima. La otra bienvenida del lugar me estaba esperando, la comida, me estaba muriendo del hambre en el camino y en ese momento me estaba desmayando del hambre. A paso adolorido me encamine hacia el comedor,
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recorriendo aquel largo pasillo donde se sentía un frio extraño, ya lo habia sentido al ingresar, pero al regresar me percataba de mejor manera que habia algo raro en aquel tramo del corredor. Acto seguido me senté en las largas bancas de una de las mesa y me disponía a darme un banquete, habíamos contratado la comedera y Óscar, nuestro cocinero nos trató de la mejor manera y es que Don Óscar tiene una cuchara especial y la comida me sabía a gloria. Durante esta deliciosa comida me tomé medio pichel de fresco, me terminé hasta el último bocado y en ese momento ya con calma y con la panza llena, puede observar el entorno. Salimos del Albergue, empecé a bromear con los compañeros, todos me habían dicho que ya se habían bañado y resultó que ninguno lo había hecho. Fue cuando recordé que cuando Alvarito al recibirme me había dicho que él ya se había bañado, que lo hiciera yo también, pensé: «bueno se bañó pero no muy bien», porque sin detallar mucho, había notado en su cara, una combinación de bloqueador y barba, y claro era que en realidad aún no se había bañado. Mire alrededor y encontré que es un lugar espectacular, Los Crestones son por mucho el actor principal que se elevan en lo alto como guardianes de este hermoso lugar que acoge a todo aquel que lo visita. En aquella tarde nos sentamos en la bancas que están en frente al Albergue, me sorprendió ver pajarillos que de una forma casi frenética buscaban comida entre las hierbas. Miraba fijamente Los Crestones e incrédulo no podía
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comprender cómo tal masa de piedra puede sostenerse en lo alto de la montaña, y mirando aquella estampa fue cuando el silencio llamó mi atención nuevamente, y es que la ausencia de todos los sonidos habituales de nuestras vidas, cuando ya no están, es una impresión completamente nueva, es un universo diferente. Aquel omnipresente silencio sólo parece ser interrumpido por sonidos que nace del lugar mismo; es decir del agua del rio que pasa en frente del albergue, uno que otro trinar de aves, el viento cuando silba al bailar con los elementos y una que otra conversación de todos los que estábamos allí, es una impresión nueva que enmarca todo lo que la vista no logra captar. Allá arriba, el tiempo marcado por el reloj no tiene ningún sentido, porque realmente el sentido lo cobra lo que sucede, lo que logras hacer, las experiencias vividas, y el ritmo es por lo que quieres hacer, como el tiempo de observar, el tiempo de refugiarse del frio, el tiempo de iniciar una nueva caminata. Allá en las aguas eternas, no es lo mismo, y realmente lo que lleva el ritmo de la vida es la luz del sol que cada vez se ponía más horizontal en aquel momento, dejando ver largas sombras, acompañado por más frío, que parecía ser más y más a cada momento, la luz cobraba poco a poco un tono amarillento, dándole paso a los maravillosos colores rojizos
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El ChirripĂł no es solo un puĂąad pasos, cientos de miles de gotas de s intensas y mensaje que vien
do de piedras y un arduo camino, el Chirripó está conformado por miles de sudor, está hecho de dolor e ilusión, de leyendas y personas, de emociones nen de lo más adentro, está hecho de nuestro pasado, nuestro presente y seguramente de nuestro futuro
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que anunciaban que la tarde terminaba para dar paso a la noche. Ese primer atardecer fue un espectáculo lleno de paz, pintando el cielo con combinaciones de color especiales para ese día, para este lugar, para cada uno de nosotros. Terminó aquel día maravilloso, y fue cediendo su reinado de luz para solo quedar en lo más bajo del horizonte, aquel día se nos iba no sin antes despedirse con un hermoso espectáculo y con la promesa de que mañana volvería la luz. Ingresamos nuevamente al Albergue cuando ya prácticamente había llegado la noche, todos los del grupo tomamos un lugar en una de las mesas del comedor y fue cuando empecé a hacer uso del servicio de Internet inalámbrico que hay dentro del Albergue. Tener comunicación con el mundo exterior, con mi gente por este medio se agradece; por medio de esta ventana y a través de mensajes de textos cortos intentaba describirles lo mejor posible la maravillosa experiencia que había sido el viaje, lo duro y bello del camino, lo intensamente que lo estaba viviendo. Al comunicarme con Daysita y Lena, con cada texto que enviaba, otra vez, revivía las emociones del camino y aparecían las lágrimas que seguramente la menor presión atmosférica y el frío contribuían a que fluyeran sin más.
En el Facebook me encontré con más apoyo de la gente buena que de forma virtual nos habían acompañado, fue bonito sentir el cariño de todos. Entonces publiqué en la Red “Llegamos a Base Crestones, gracias a Dios, y ha sido mucho más bello, mucho más intenso, mucho más duro que lo que me imaginé. Ahora tengo las emociones a flor de mi corazón. Doy gracias Diosito, no nos ha sido indiferente.” En aquel momento era estar en tres mundos diferentes, por aquella ventana virtual con mi gente, fuera del Albergue la oscuridad de la noche había abierto su manto, dentro del edificio todos los aventureros que estamos en aquel acogedor comedor, nos amontonábamos generando un bullicio y un calor humano que aparece con mucha camaradería y sentimiento www.facebook.com/mansua. La Montaña Mágica
de compartir un momento único, que aparentemente solo en lugares como este es cosa de todos los días. Todos nos mantuvimos en el comedor y llegó la hora de cenar, Óscar nuevamente se lució con otro plato espectacularmente sabroso, no lo podía ni creer, la comida me sabía realmente sabrosa y lo acompañó con un té de hojas de algún arbusto de las afueras del Albergue, que prometía relajarnos y ponernos a dormir como bebés. A pesar que no acostumbro a tomar bebidas calientes, el gélido frio presente en todas partes de aquel lugar, invitaba a tomarme aquel brebaje casero y mientras me lo terminaba, era tanto el calor que irradiaba la tasa que me servía de calentador de las manos, y ya para ese momento, luego de la cena, aquel grupo de extraños solo 24 horas antes, empezaba a coordinar la hora de salida del día siguiente hacia el Chirripó, el segundo escalón de este viaje; para lo que cada uno tenía su idea de que hora era la correcta, y al final todos desistimos hacer la caminata para llegar al luego de amanecer al Cerro y se escogió que la hora de salida fuera a la 6:30 am. Terminamos el té y a eso de las 8 de la noche el guarda parques indicó que la hora de apagar las luces había llegado, y al mismo tiempo, nos deseaba las buenas noches, a lo que todos le contestamos por igual deseando un buen y restaurador descanso a todos los presentes. Acto seguido, se apagaron las luces y en el mismo instante la oscuridad entró en el Albergue, como manto extendido de las afueras. Todos los que estamos aún en el comedor, nos fuimos a las habitaciones a descansar, foco en mano caminábamos por aquel lugar buscando
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nuestros lugares para dormir, el bullicio de los pasos y las conversaciones empezaba a terminar, todos nos disponíamos a descansar. Cada uno inicio su ritual para terminar aquel día. Me fui a lavar los dientes y este fue otro de los procesos complicados por el frío, no me lo había imaginado pero tocar el agua y que entrará en contacto con mi boca, con mis manos, era en aquel momento toda una penitencia, por lo que ideé rápidamente un lavado bucal en seco, evitando tocar con mis manos el gélido liquido y usando el mismo cepillo para tomar el agua que era necesaria. Regresé a la habitación, me metí en mi saco de dormir, les dije a mis compañeros buenas noches, escuche las respuestas e ingresé a mi propio mundo. Me sentía completamente cansado, sorprendido, abrumado, feliz de estar ahí, emocionado, como viviendo un sueño. Empecé a repasar lo sucedido en aquel día y al mismo tiempo escuchar algo de música, las emociones me estremecían, www.facebook.com/mansua. La Montaña Mágica
las lágrimas aparecían nuevamente y al mismo tiempo daba gracias a Dios por todo. La música me acompañó aquel rato que estaba en los adentros de mi espíritu, traje a mi mente todos los ángeles que conozco y venían en mi mochila, dejé saludos a todos, y al cabo de un rato el cansancio pudo más y poco después ya me había dormido. La noche transcurría en el más absoluto silencio y yo de un solo tirón dormí hasta que oí que la puerta de la habitación se habría, más o menos 1:30 am, pensé entre dormido y despierto y como buen josefino: “que mal, nos están asaltando”, tampoco reaccioné y continúe entre dormido y despierto, hacía mucho frío y recuerdo que pensé: “bueno que se lleve todo menos mi saco de dormir”. Encendí una pequeña fuente de luz que me permitió ver el vaho que salía de mí, a través de la respiración, sin duda hacía frío y yo no sabía si era un sueño o algo real. Igual me acurruqué, me di la vuelta y continúe durmiendo. Desde ese momento en adelante dormí por capítulos, cada vez que me movía me despertaba, cada vez que oí un ruido nuevamente hacia un corte en el sueño y me despertaba, hasta que dieron las 4 am. A esa hora, silenciosamente, salí de la
habitación y me fui a esperar el amanecer en el área de comedor, donde grandes ventanales permiten ver hacia afuera y sin problema alguno, se podía ver la silueta de la montaña. Antes de sentarme en la bancas del comedor, había hecho una pequeña salida del Albergue suponiendo que la masa de estrellas del cielo sería espectacular, pero no fue así y entre el frío y esa impresión inesperada del cielo no estrellado, ingresé rápidamente al Albergue. Ahí sentado, en el silencio fue cuando me di cuenta que el tiempo es relativo, tan relativo que pase más de una dos horas ahí sentado reflexionando y sentía que no era mucho ni era poco, los cambios que se daban de aquella imagen que podía ver, de la montaña que soporta a Los Crestones eran tan sutiles, tan bellos, suficiente para mantener mi atención, para sentir que el tiempo no pasa y si pasa, al mismo tiempo. El amanecer se tomaba su espacio para el nacimiento del nuevo día, y el silencio solo se terminaba para darle paso al bullicio de un grupo de caminantes que iniciaban el trayecto hacia los diferentes puntos del parque, ya que muchos de ellos cumplen con la costumbre de hacerlo para ver el amanecer. Nosotros habíamos acordado salir a eso de las 6:30 am y
por ello ninguno del grupo andaba fuera de la cama en ese momento, sólo el Nicoyano, Javier, que no pudo dormir. Aquella madrugada me relató que había salido varias veces de la habitación y fue cuando recordé y identifique que el supuesto asaltante era el bombero Javier. Los dos vimos el amanecer sentados en aquella banca, maravillados de aquel espectáculo de colores y luz que se va www.facebook.com/mansua. La Montaña Mágica
insinuando hasta que llega el instante que la luz en pleno toca una superficie como confirmando que el nuevo día había llegado. Al cabo de un rato, todos los de nuestro grupo, nos juntamos para desayunar e instantes después salimos del Albergue, ese día nos dirigíamos hacia el gran señor, la cita con el Cerro Chirripó se daría esa mañana. Salimos del Albergue como habíamos acordado a eso de las 6:25 am, para ese momento la luz del sol aun no llegaba a tocar suelo y cada uno de los compañeros se acomodó para tomarse la foto obligatoria, cada uno cubierto por abrigos y listo para empezar la nueva caminata. Iniciamos a eso de las 6:30 y el camino consistía en
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ascender unos 400 mts en un recorrido de 5 km, la temperatura era de 5 grados pero el viento hacia que se sintiera más frío. Paso a paso en fila india todos iniciamos el recorrido, y no fue mucha distancia la necesaria para que el caminar generara calor en el cuerpo y que todos empezáramos a quitarnos los abrigos más gruesos. El camino hacia el Chirripó es una serpentina que te lleva por el lado del río, en un valle de altas montañas, es árido y verde, es desolado y ventoso, es diferente y lleno de detalles que se pueden apreciar al poner atención a lo que observas. A esta hora, el rocío brilla con los primeros rayos del sol, como estrellas sobre las superficies puntiagudas de la vegetación que está en el suelo y Sofia, la única chica del grupo, se detenía para hacer fotografías a los detalles que ella descubría. Luego de un rato de caminar se llega al Valle de los Conejos donde se toma el camino que te lleva hasta el Cerro más alto, el señor que venimos a visitar. A esta altura de 3400 mts el aire es muy liviano y a pesar que el acenso no es tan fuerte como el del día anterior, el corazón trabaja
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En el camino nos hemos encontrado con nosotros mismos, con la con Dios y hemos regresado diferentes, llenos de amor por la cientos de miles de razones para ser humildes y para
a vida, con la naturaleza, a vida, agradecidos, con a ser mejores personas.
con esfuerzo para poder moverte. Caminaba e intentaba no perder detalle alguno, me preguntaba cuál de los cerros que estaban a la vista era el gran señor, será el de la derecha, el de la izquierda, y paso a paso continuamos con el ascenso por unas colinas y uno que otro columpio. El camino nos permitía ver a nuestras espaldas El Valle de los Conejos que poco a poco iba quedando atrás. Empezábamos a subir la última de las colinas, desde donde todavía no se puede ver el cerro Chirripó; yo me preguntaba que vendrá después, cuando podremos ver aquello que venimos a visitar, pero nada puede prepararte para ese momento cumbre, ver al gran Señor por primera vez lo fue todo, me sorprendió, me maravilló, me decía como voy a lograr subirlo, pasé de expresar incredulidad a sorpresa, miedo y alegría todo al mismo tiempo. Aún tengo en mí ese momento, se veía imponente, majestuoso, enorme, ese momento fue maravilloso y espero poderlo atesorar para siempre, mi primera mirada del gran señor Cerro Chirripó, fue increíble. Como en todo el viaje, me di mi tiempo para poder admirar ese majestuoso entorno, que formaba otro valle limitado en uno de sus costados por los cerros más altos de nuestra Costa Rica. En la parte baja de aquella formación, el Lago San Juan con forma de pez, que en aquel momento reflejaba la luz azul del cielo, lo que lo hacía verse azul profundo como si realmente fuera de aguas eternas. En ese momento ya me sentia como en el cielo, solo ver el gran señor ya había valido el camino recorrido, todo el esfuerzo entregado. Inicié nuevamente la caminata sin lograr quitar ojo de aquella montaña majestuosa, que parecía tenerme atrapado con una magia que un año atrás me había llegado sin saber cómo. www.facebook.com/mansua. La Montaña Mágica
Algunos de los compañeros ya estaban escalando poco a poco aquella serpentina que nos llevaba hasta lo más alto y solo podían ser divisados por el contraste del color de su ropa. Finalmente llego el momento, empecé el último de los ascensos, era como la último de los escalones para estar en la cima de Costa Rica, estar en lo alto del Cerro Chirripó. Avanzaba por aquel empinado camino y a cada paso se va siendo más y más inclinado, la pendiente se va haciendo más dura al punto que algunos de los tramos se dan anclados en cuatro partes, con tus piernas y tus manos. Aquel contacto tan cercano con mis manos, mis rodillas, todo mi ser en contacto con el gran Señor Chirripó, me permitió que lo sintiera, que percibiera su espíritu indomable y seductor, que el polvo que es parte de él mismo, se pegara a mis manos, y de esta forma quedáramos unidos, de una manera mágica, se hacía parte de mí ser y yo me hacía parte de aquella montaña. Continúe la escalada y en más de una ocasión me detuve para observar, para sentir, para escoger el camino, para tomar una bocanada del aire más puro, observar el cielo más azul que he visto y dar otro paso más. Así fue como sin darme cuenta llegue a la cima,
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recibido por los compañeros con un aplauso, fue muy lindo, emocionante y mágico. Ya estando en lo más alto, a mis pies estaba todo y más que sentirme dueño de nada, o más que nadie, en mi corazón había un sentimiento de unión con todo y todos, era una sensación maravillosa que creo que todos la conocemos pero solo en lugares tan especiales la recordamos. Di gracias a Dios por estar ahí, me sentía enormemente bendecido y sentía una paz interior maravillosa. Inicié observando a cada costado, y comencé con un ritual que había planeado mucho tiempo atrás, el cual que había imaginado muchas veces, pero fue solo estando allá que pude saber lo que realmente pasó por mi corazón. Era hermoso el panorama, el dueño del clima, de la luz y del tiempo nos regalo un día maravilloso, Dios no nos había sido indiferente y nos dejaba ver a lo lejos maravillas, el cielo no me dejaba de sorprender con su azul profundo como si no quisiera que lo dejara de mirar. Sentía el aire frío entrar en mis entrañas, los colores de todo aquel entorno se hacían parte de mí, y todo aquel sentir se guardaba en mi memoria donde pongo los momentos más especiales de mi vida, para jamás olvidar aquella primera vez cuando
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visite aquel maravilloso lugar. El ritual continuó recordando a todos los ángeles que traía en mi mochila, de forma simbólica les deje saludos con mi corazón en mis manos, grité a los cuatro vientos en silencio “traigo saludos para todos y todas”, era algo que quería y debía hacer. Continué sacando de mi mochila una caja pequeña donde traía tres elementos que me acompañaron por todo el camino, quería verlos y sentirlos cuando estuviera en la cima, entonces me senté en una de las piedras al pie del rótulo que indica «Cerro Chirripó, Altitud 3820 mts» y saqué una a una aquellas tres cosas que eran: un llavero que le pertenece a mi hija Lena, un estrella que brilla en oscuridad que le pertenece a mi hijo Kyke y un pañuelo impregnado de perfume que le pertenece a mi amada Daisyta. En aquel momento a mi lado estaba Roberto, el Italiano buena gente, que al ver mi ritual me dice, ¿qué es esto?, a lo que yo le conteste diciéndole “a esto huele mi señora” y lo deje oler el pañuelo y le mostré los otros dos objetos y le dije “estos dos son de mis hijos”, el me pregunto, ¿para qué trajiste esto?, a lo que yo le conteste, “con esto me hago acompañar de ellos” y él sin decir más me dejo entrever algo así como no lo había entendido pero estaba bien.
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Con mucho cuidado puse las tres cosas en la caja y acto seguido puse la caja dentro de la mochila. Aún Roberto estaba a mi lado y fue cuando me percaté que había un arbusto floreado, algo maltrecho, que luchaba por mantenerse en pie y no dejar que el viento y el duro clima le doblegaran, fue cuando le dije a Roberto “mira que buena gente Dios, hasta nos adorno la cima del Chirripó con flores” y en aquel instante casi de la nada se acercaba un pequeño colibrí que sin importar nuestra presencia se hacía con el dulce de alguna de las flores de aquel arbusto. Con aquella imagen me sentía inmensamente dichoso, una oleada de emociones llenaba mi corazón y lo sentía como una señal de Dios, con toda la certeza que era mi ángel amado que se hacía presente en aquel momento especial con este gesto maravilloso, y entonces fue cuando comprendí que aquel pequeño colibrí era el responsable, era el que me había enviado aquel llamado para que le visitara un año atrás. Duro unos pocos instantes aquel bello colibrí en mi vida, y cuando voló y pasó a nuestro lado le dije a Roberto, “que maravilla, una almita libre”, qué maravilla Dios, gracias, gracias, gracias... De seguido continúe escribiendo un largo mensaje en la bitácora que se mantiene en lo alto, un cuaderno donde todos los que quieren ponen su
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sentir, o dejan su marca, y yo, escribí tratando de dejar dicho todo lo que en estas líneas describo, fue algo así como: saludos a todos y todas y gracias, gracias y gracias. Luego todos los miembros de aquel pequeño grupo, se colocaron para hacer la tradicional foto, donde todo el grupo inmortaliza la hazaña realizada, y como actores principales de aquellas imágenes estaban el cielo, la montaña, cada uno de los compañeros y por su puesto el rótulo que da fe del lugar que conquistamos. Fue verdaderamente hermoso estar en lo alto, fue como visitar a Dios, fue como visitar mi corazón y todos los secretos que aun me guarda, fue visitar a mi ángel amado. Luego de un rato, uno a uno de los compañeros fue haciendo camino para descender y en el último momento solo quede yo, di una última mirada e inicie mi descenso. Al bajar el cerro, al pie de su ladera, me giré para ver nuevamente a su majestad, El Cerro Chirripó, di gracias a Dios por lo vivido y le hice una reverencia a aquella montaña inerte que parece tener un espíritu que va más allá de cualquier entendimiento. Hoy me regreso nuevamente, a través de mi
imaginación a la cima, y me emociono nuevamente sintiendo el viento como un abrazo que no me deja de rozar, miro el cielo azul, el más azul y no puedo dejar de sentir aquella presencia maravillosa del espíritu a quien fui a visitar. El camino de regreso fue tranquilo, ya el objetivo estaba realizado, la reunión cósmica en el cielo se había realizado y en mi interior brotaba una bella paz que fue el regalo maravilloso que la montaña me tenía reservado para mi cumpleaños número cincuenta.
La última noche y los cuentos de ultratumba Ya en albergue nuevamente, no quedaba más que bañarse, almorzar, y luego pasar la tarde únicamente viendo pasar el tiempo pacíficamente en las bancas de atrio de aquel lugar. Al anochecer nos juntamos en el comedor, todos nos relajamos y bromeábamos con las anécdotas del camino, y cada uno relataba su propia impresión de lo vivido, cenamos otra comida maravillosa, y como en todos los sitios donde la luz se ausenta totalmente, llegaron los cuentos de ultratumba. Óscar, ya entrado en confianza, nos relató algunos cuentos que ya han de ser leyendas del lugar, inició con el de la muerte de un administrador del parque que se había muerto, tiempo atraz en una de las habitaciones del Albergue. La historia es así nos dice Oscar: aquel día, el día que mutuo aquel compañero, no me tocaba subir, estaba en mis días libres, y a mi primo y a mí nos llamaron con urgencia, nos pedían bajar el cuerpo, del señor guarda parques, porque había muerto por un infarto y desafortunadamente había muerto y alguien lo tenía que bajar, hace una pausa y nos dice: porque las autoridades no suben en estos casos, y debemos de ser nosotros mismo los que nos hacemos cargo. Nos relató que aquel día, desde buena mañana el día había amanecido muy oscuro, desde la parte baja se veía que el clima arriba estaba muy tempestuoso, y estuvo lloviendo todo el camino para llegar al albergue. El viaje lo realizamos mi primo y yo nos decía Oscar y trajimos dos caballos que eran los mejores para cargar y, aun así, dado la gran cantidad de lluvia y el clima, nos tardamos media hora más en el camino que lo acostumbrado. Seguramente Oscar esta historia la había contado muchas veces, porque su relato hacía con tientes de misterio dándonos detalles de sombras y ruidos de la montaña, y continuaba diciéndonos que realmente lo duro fue al bajar, porque el clima se puso peor nos dijo. Nos contó que la bajada la hicieron ya oscuro, amarraron el cuerpo del señor administrador al lomo de uno de los caballos e iniciaron el descenso con únicamente una taza de café que se tomaron en el albergue. Aquel día la oscuridad, la lluvia y los relámpagos les acompañaron todo el camino, no se oían ni ellos mismos del ruido provocado por toda la naturaleza que estaba como enojada y haciendo su peor berrinche, como despedida a quien hacia unas horas era su defensor. www.facebook.com/mansua. La Montaña Mágica
Nos contó que, en el camino, el caballo que llevaba el cuerpo en su lomo, en el momento de mayor lluvia, relámpagos y truenos se asustó, fue cuando trastabilló “y en un movimiento que ni mi primo ni yo vimos, el cuerpo del señor guarda parques voló del lomo, mi primo se cayó en el barrial en ese mismo instante, y el cuerpo, como en película de miedo, le caía encima, el pobre de mi primo gritaba: quítemelo mae*, quítemelo”. Nos explicó que él, que entre lo nervioso y la riza de ver la escena, se carcajeaba de la suerte de su primo, y que levantar al muerto y subirlo nuevamente al lomo del caballo, fue una tarea difícil. Más tarde los policías nos preguntaba, que porque el muerto estaba lleno de barro a lo que ellos debían de relatarles esta historia, misma que finalmente hacía reír hasta el serio comandante. Luego de este relato, todos respiramos profundo, nos reímos de imaginarnos al primo gritando, pero en la oscuridad total de aquel momento, y un muerto en aquel lugar, y enseguida Oscar nos dice: “yo duermo en la habitación donde el administrador falleció, y esto no es nada, hay días que me despierto y el señor está sentado a mi lado, vieran el susto” nos decía con ojos bien abiertos señalando el corredor del albergue. Ya este cuento se ponía color de hormiga, y fue cuando nos preguntó, “¿ustedes no han sentido nada raro en el pasillo?”, nadie contesto nada y entonces nos contó que dicen los visitantes que ven de cuando en cuando un niño correr en el corredor; aquel espectro, dice Óscar que él no lo había visto del todo, pero que muchos visitantes lo ven y otros lo siente. Recordé entonces aquella sensación de frío que se siente en aquel pasillo, y que Javier decía sentir que alguien le seguía en las madrugadas que no podía dormir. También nos relató que la montaña acompaña a los visitantes, que nunca caminamos solos, que él durante los 11 años que lleva de subir y bajar * Mae o maje es un vocablo usado por los centroamericanos. Utilizado para referirse a cualquier persona, usualmente era más común en varones antes, aunque su uso se ha generalizado a ambos sexos varón y y mujer Asimismo, se usa para referirse entre interlocutores. Su uso es de connotación informal.
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una vez por semana, cuando lo hace solo, siempre siente la presencia de alguien que le acompaña. Fue una noche de historias, y nuestro cocinero cuenta cuentos, siguió con la leyenda del caminante que acompaña a los viajeros, que es un joven que lleva una chaqueta amarilla y solo quien lo ve de lejos se da cuenta de su presencia, porque a quienes acompaña no lo pueden ver, es solo cuando finalmente el que va atrás los alcanza que les pregunta, “¿y el joven de amarilla donde está?”, a lo que normalmente los viajeros responden, “nosotros hemos estado solos”, “pero ¿cómo?, lo he visto al lado de ustedes caminado y sentado aquí mismo.” En es preciso instante, luego de tan especiales relatos, el señor guardaparques dice, “señores buenas noches” y acto seguido apaga las luces, a lo que todos los que estábamos en el comedor replicamos las buenas noches y enrumbamos hacia la habitación. Lavado de dientes ultra rápido, meternos en los sacos de dormir, buenas noches todos y listo. Pasaron dos minutos y el silencio se interrumpió abruptamente por un «Tac, Tac, Tac», alguien tocaba la puerta, a lo que ninguno respondió. Instantes después suena nuevamente la puerta y entonces se escucha claramente, «maes, hijuep#!&, porque no me abren», era Tomás que se había quedado afuera, lo que ninguno de nosotros notó fue que él no estuvo en los relatos y que no estaba durmiendo, y a diferencia de otros días alguno le había echado llave a la puerta de la habitación. Me salgó del saco y pregunto, ¿quién puso la tranca? y sin más Álvaro, el valiente de los valientes, el espiritista que come huevos de Chupacabras todos lo sábado de desayuno dice, “fui yo mae, no ve que el administrador podía entrar a la habitación”. Todos no reímos y hasta hoy vacilamos con Alvarito y su cerrada de puerta para que el espectro no entrara; claro, por supuesto el espectro iba a respetar la puerta cerrada, ¿verdad? Aquella noche pasó sin asaltos ni visitas espectrales. Esa noche me había tomado otro té relajante hecho por Óscar, la diferencia fue otra planta escogida por
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nuestro querido cocinero y relator de historias de ultra tumba, ya que antes de iniciar la cena le dije, “Osquitar, por favor, té relajante pero hágase un pichel a ver si me relaja”. Aquella noche realmente dormí bien, no sé si fue del té antiespectros o fue que realmente estaba cansado pero dormí como un bebé.
El viaje de regreso El día siguiente era el día de despedirnos de aquel bello lugar, cada uno realizo sus maletas, se puso su atuendo de montañista y se dispuso a iniciar el descenso. Ya para ese momento, los dolores de cuerpo por el arduo esfuerzo de llevarnos hasta lo más alto, era más que evidente, pero la misión estaba cumplida, era un nuevo día y todos alegremente iniciamos muy de mañana, todos sentados nos dimos nuestro último de los desayunos, nos despedimos del Guarda Parques, de Oscar, y de otros aventureros y iniciamos el trayecto. Dimos los primeros pasos y sin haber perdido de vista el albergue, me detenía para hacer mis primeras fotos del día, el amanecer era maravilloso, y la despedida de aquel lugar, lo hacía con las mejores galas, empezábamos desde ahí, la cuenta regresiva de los kilómetros y una nueva oportunidad de observar el
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camino y la montaña ya sin el peso que significó ascender hasta aquellas alturas. Desde el principio el regreso, empecé a detenerme para no dejar de mirar los parajes que de otra forma no es posible observar. En aquel momento la luz del sol hacia que todo proyectara largas sombras que permitían ver todos los relieves de las montañas, era un espectáculo que no esperaba, realmente sobrecogedor. Pudimos ver los maravillosos paisajes que nos asombraban con sus formas y sus colores, los árboles que uno a uno nos despedían al pasar, pudimos escuchar la montaña que con su susurro nos extendía un agradecimiento sincero por haberle visitado y al mismo tiempo sembraban semillas en nuestros corazones para que le volviéramos a visitar. Mientras pasaban los kilómetros tierra abajo, con Tomis (Tomas) en largos tramos lo celebramos cantando, silbando y trotando alegremente, expresando así nuestro agradecimiento a la madre tierra y a Dios por todo lo vivido. Al final sentimos que faltó más tiempo para conocer más de esta bella tierra mágica, que con su simple naturaleza, su ruda verdad, sus colores y formas que no tiene igual, nos dieron lecciones y regalos que jamás imaginé recibir en estas alturas. Quedaron en el tintero conocer lugares que estoy seguro son tan bellos y majestuosos como lo que visitamos, quedaron momentos por disfrutar y cimas por conquistar, pero lejos de ser una tristeza, una lástima, es la semilla para regresar a conquistar estas cimas, estas Aguas Eternas una vez más. Ahora mismo estoy ilusionado con el próximo viaje, no sé cuándo será y pido a Dios que tampoco nos sea indiferente, que nos permita llegar una vez más a la cima. También quedo pendiente hacer más fotografías y meterme en mi personaje de fotógrafo, que fue tanto lo que sucedió en este viaje que solo por ratos me permití hacerlo. Hoy sé que el Chirripó no es solo un puñado de piedras y un arduo camino. Hoy sé que el Chirripó está conformado por miles de pasos, cientos de miles de gotas de sudor, está hecho de dolor e ilusión, de leyendas y personas, de emociones intensas y mensaje que vienen de lo más adentro, está hecho de nuestro pasado, nuestro presente y seguramente de nuestro futuro. En el camino nos hemos encontrado con nosotros mismos, con la vida, con la naturaleza, con Dios y hemos regresado diferentes, llenos de amor por la vida, agradecidos, con cientos de miles de razones para ser humildes y para ser mejores personas. Lo más bello que traigo de aquel gran Señor, de esta aventura increíble, es la imagen de los Dientes de León danzando en la selva, me traigo para siempre la certeza de haber visitado a mi ángel amado y haberle visto en aquel colibrí fugaz y la www.facebook.com/mansua. La Montaña Mágica
conexión que tenemos con todo y con todos, esa que allá reconocí y espero mantenerla viva hasta que vuelva a visitar nuevamente al gran señor. Hoy aun siento la energía que traje de las alturas, siento que el gran Cerro Chirripó se hizo parte de mí y yo en el, hoy al recordar me lleno de una bella paz y en algunos de mis sueños me veo una vez más en los tramos del camino, me veo allá, me siento en la noche en la cima con aquella estrella que brilla en mi mano, con mi ángel a mi lado. Solo me queda dar las gracias, las más sinceras y de corazón a todos los compañeros y compañeras de este viaje, a Alvarito y a mi amigo Tomis y, a los que nos acompañaron virtualmente, a Oscar nuestro maravilloso cocinero, buena nota, a mis chicas que durante todo el camino me han abrazado, al gran señor Chirripó, gracias Aguas Eternas, a mis ángeles claro está y el más especial agradecimiento a la estrella más brillante que en lo más alto se ha decidido quedar... Gracias, gracias, gracias.
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Ya ha terminado el camino, llegamos al kilómetro 0, y el Chirripó se quedo conmigo como un tatuaje, hoy orgulloso y humilde digo, «Yo también subí el Cerro Chirripó» 11 Dicembre 2013
ManSua
Mi historia con el Señor Chirripó, se remonta a mi primer aventura y encuentro con él en Setiembre del 2003. Acompañado de uno de mis amigos del alma, Eduardo S. Nos levantamos alrededor de las 3 de la madrugada, desayunamos y empezamos a ascender a las 4 a.m. a oscuras.
Mi ángel color Mariposa
Tomas Moro Fernandez
Este hecho es importante, porque los primeros kilómetros los hicimos a plena oscuridad con un foco de luz tenue que solo nos permitía ver dos pasos adelante. Vimos el hermoso amanecer ya estando sobre la fila de la montaña, y el recorrido fue largo, gracias a Dios seco y duro. Descansamos múltiples veces y los suministros (Yipy) se agotaron rápidamente. Esa primera aventura fue bella y Dios nos regalo un viaje sin problemas o lesiones, como íbamos tranquilos y sin prisa, apenas llegamos dormimos toda la tarde y solo nos levantamos a comer y volver a acostarnos para mañana subir el cerro más alto de Costa Rica. Tampoco nos levantamos temprano, estaba haciendo mucho frío y estaba nublado, así que dormimos como hasta las 9 de la mañana, y subimos a ver el cerro como a las 11, Dios y el Señor Chirripó nos permitió hacer un lindo (pero no fácil) ascenso con un sol y una vista despejada. Hermoso, sin palabras. En ese viaje lo compartimos y logramos la meta tan ansiada de escalar el cerro más alto de nuestro país, una meta más lograda gracias al esfuerzo y perseverancia. Pero no nos compenetramos con la montaña, con el Señor Chirripó, sino que fue una especie de lucha, por esa conquista aventurera de subir el Chirripó. Claro que vimos los paisajes y sentimos en los píes cada piedra y cada paso, pero siempre con la intención de superarlos, de alcanzar esa meta… a como diera lugar.
El segundo encuentro con el Señor Chirripó, tiene una naturaleza mucho más íntima y profunda. En esta oportunidad tuve la dicha también de subirlo con un gran hombre y amigo que admiro y quiero, con el cuál he confirmado y aprendido que hay que Vivir cada instante, saborear cada aroma, apreciar cada color, sentir el alma de la montaña y valorar el camino. Lo más importante en la vida es lo que se vive en el presente, en cada paso que damos en ese camino de la vida. El principio y el final, no son absolutos, son hitos de nuestra propia historia. Suelen ser bellos o sumamente duros, llenos de alegría o tristeza, son instantes que nos marcan para siempre. Estos hitos, lo que conforman son nuestros puntos de referencia en el camino, lo importante es disfrutar cada paso, la realización, la felicidad está en el viaje, no en la llegada al destino. Dicho esto, puedo decir que esta segunda travesía al Cerro Chirripó, me llevo a vivir un viaje de comunión con la
montaña, con la naturaleza, con Dios y mi propio ser. Todos en el grupo, Manri, Alvaro y los demás compañeros subimos el cerro juntos, acompañándonos, pero cada uno vivió una vivencia diferente, recorrió el camino por sí solo experimentando la montaña y su entorno de maneras distintas. En este viaje empezamos temprano, pero con sol, por lo que pude apreciar los primeros kilómetros como si nunca los hubiera pasado antes. Me acordaba de las cuestas y gradas, pero no del paisaje. Dios y el Señor Chirripó me pusieron un ángel de la guarda de la naturaleza, algo que sentí que era mágico y maravilloso. De esta forma supe que nuestro viaje sería genial y bendecido. Porque en cualquier aventura, cualquier cosa puede pasar; buena o mala. Pero yo tenía certeza que sería un viaje hermoso y sin contratiempos o peligros. Ese ángel se presentó como una mariposa. Al empezar a subir los primeros 800 metros, que son bien parados por cierto, se poso a mi lado, y camino conmigo varios cientos de metros, lo que me pareció extraño y hermoso a la vez. Yo sentía que me sonreía, y yo le sonreía de vuelta, y le agradecí su compañía. Al pasar los kilómetros volvía a mi lado especialmente en las cuestas, como dándome apoyo y animo. En el albergue y en el ascenso final al Cerro Chirripó, no la volví a ver, sino hasta que empezamos a descender para volver a casa. Ahí ella estaba esperándome para otra vez acompañarme. Al llegar al marcador del primer kilometro, ya faltando muy poco para salir del sendero la veo entre dos grandes
árboles , revoloteando de alegría en el horizonte, despidiéndose de mí. Una culminación mágica de un viaje maravilloso de la montaña mágica. Para escribir este pequeño relato revise el archivo de fotos del primer viaje en el 2003, y aunque suene increíble tenía una foto de una mariposa igual. Dios se muestra ante nosotros de miles de formas, solo hay que tener los ojos y el corazón abiertos. Podría ponerme a detallar cada paso que di, cada cuesta, cada pendiente, barreal, piedra, sonido, olor que sentí y viví en este viaje mágico. Pero la experiencia, no se obtiene sino es a través de la vivencia y sentir propio de la montaña. En este viaje abrace el Espíritu de la Montaña, la esencia de la Naturaleza y el amor de Dios, gracias al Señor Chirripó. Doy gracias a Dios por esa oportunidad y por dejarme compartirla con mis seres queridos, tanto presentes como a la distancia. Este segundo viaje para mí es muy diferente, porque en mi mochila venían más personas que en el anterior. Ambas mochilas subieron llenas de amor, esperanza, voluntad, amistad y familia. Pero en este segundo viaje también subió conmigo, mi esposa Marianela y mi hija Elena. Las llevé conmigo muy cerca en el corazón y en mis pensamientos, porque en la montaña, la intimidad es absoluta. Cada persona con su propio equipaje real en su mochila, espiritual en su corazón e intelectual en su mente. Aquí se aprecia lo que tiene valor, el pasado se desprende o algunos pensamiento que nos atan, nos permite tener una conversación directa y personal con Dios, abrir nuestra alma y convivir con el Espíritu de la Montaña. Para subir el Cerro Chirripó, no necesariamente se necesita mucha preparación física y mental, determinación, perseverancia, voluntad, amor propio, sino que son las mismas cosas que necesitamos para superar cada paso de nuestro camino de vida, solo que el Cerro Chirripó es un hito más alto y un camino en sí más escarpado. Para lograr lo que se desea, solo hay que dar un paso tras otro. Un pie al frente del otro, sin desesperar, apreciando el entorno que con cada paso vamos conociendo. Cuestas, piedras, caídas, desvíos, estos siempre existen pero con Fe en Dios y en nosotros mismos, podemos alcanzar cualquier meta, cualquier hito.
Jamás rendirse, es una decisión, una actitud que deseo desde lo más hondo de mi corazón enseñarle a mi hija y a todos los que pueda. El que quiere puede, es real. Quiero enseñarle que la vida no son brincos de hito en hito, derrotas y victorias, sino la apreciación de cada instante y cada respiro que nos regala Dios, en esta Tierra. No estamos solos, Dios está con nosotros siempre y nos regala muchos Ángeles y Amor, en forma de mariposas, amigos o personas que vienen y van, pero que necesitábamos en ese preciso momento. Parte de lo bello y maravilloso de alcanzar un hito como el Cerro Chirripó es que nos hace testigos vivenciales de nuestra propia capacidad y voluntad, al mismo tiempo que nos permite ver la grandeza de Dios en la naturaleza y lo inmenso e insignificante que somos en nuestra propia humanidad. Un cierre genial para un viaje maravilloso fue bajar la Cuesta del Agua, esa que es de las más duras en ascenso, la bajamos bailando al son de las hojas, los árboles y el viento. El baile era regocijo, la montaña y nosotros festejando una comunión como ninguna. Hubo durante el descenso también varios momentos de reflexión, de los cuales brotaron frases de sabiduría que siguen conmigo hasta hoy y lo seguirán por siempre. Eso solo nace de la convivencia con la montaña! Yo también subí el Chirripó; con alegría, ilusión,
esfuerzo, voluntad y mucho sudor. La Montaña Mágica, el Señor Chirripó puedo decir está conmigo, siempre unidos, por una experiencia que jamás se borrará de mi memoria y será un grato relato de la historia de mi camino. Gracias Dios por dejarme vivirlo, Gracias Manri por permitirme compartirlo y celebrar tu deseo y cumpleaños, Gracias Nela y Elena por estar en mi corazón! Hasta pronto Mariposa!
LA MONTAÑA MÁGICA Hoy sé que el Chirripó no es solo un puñado de piedras y un arduo camino. Hoy sé que el Chirripó está conformado por miles de pasos, cientos de miles de gotas de sudor, está hecho de dolor e ilusión, de leyendas y personas, de emociones intensas y mensaje que vienen de lo más adentro, está hecho de nuestro pasado, nuestro presente y seguramente de nuestro futuro. En el camino nos hemos encontrado con nosotros mismos, con la vida, con la naturaleza, con Dios y hemos regresado diferentes, llenos de amor por la vida, agradecidos, con cientos de miles de razones para ser humildes y para ser mejores personas.
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