Iglesia en el mundo
8 23 febrero 2014
Congo
«En el Congo, las sectas proliferan» Maria-Núria Solà, misionera en África acogida que ha tenido la escuela, las autoridades del barrio nos han cedido un terreno para construir un dispensario y una maternidad», explica Maria-Núria Solà. Para este proyecto han pedido la colaboración económica de Manos Unidas. «Tenéis que tener en cuenta que las enfermedades son continuas y que afectan especialmente a los niños», explica la misionera catalana. «Por toda la ciudad hay numerosos pequeños dispensarios», prosigue, «pero tienen más en cuenta al dinero que no a los enfermos. Por eso se necesitan dispensarios más humanos».
Carme Munté Hace 25 años que Maria-Núria Solà, carmelita de la Caridad Vedruna, es misionera en África. Su primer destino fue Gabón, desde donde después pasó a la República Democrática del Congo. Vive en comunidad junto a siete religiosas, todas congoleñas menos ella, en uno de los populosos barrios de Kinshasa. En medio de la población, las religiosas trabajan para favorecer la educación y el acceso a la salud. Maria-Núria Solà, que nació en Barcelona en el año 1943, ha vuelto a casa con motivo de la puesta en marcha de la campaña anual de Manos Unidas, que este año tiene como lema «Un mundo nuevo, proyecto común». Gracias a Manos Unidas, los misioneros y las misioneras de todo el mundo encuentran el apoyo económico que necesitan para llevar adelante sus proyectos. Como recuerda Maria-Núria Solà, «en occidente ahora estáis sufriendo una crisis económica, pero en África llevan toda la vida en crisis». Y añade: «La gente debería valorar más el hecho de dar, pero no lo que les sobra, sino lo que el otro necesita.» Según explica esta misionera catalana, la pobreza en la República Democrática del Congo se explica por las constantes guerras, las riquezas naturales explotadas por las grandes potencias, la corrupción generalizada... «La corrupción está generalizada en todos los despachos y ministerios», dice Maria-Núria Solà, «como los salarios son bajos, los favores suelen hacerse a cambio de dinero». A pesar de las dificultades, sin embargo, algo está cambiando en la capital de la República Democrática del Congo. El actual gobierno ha puesto en marcha un proyecto de renovación con cinco grandes prioridades: educación,
Las sectas: problema político
sanidad, agua, electricidad e infraestructuras. «Se dan avances», afirma la religiosa catalana, «pero no al ritmo que se pretendía, porque los medios financieros están bloqueados por la violencia al este del país». Una de las mejoras que se notan especialmente en la capital, Kinshasa, es la reavivación de una cultura de proximidad. «Es necesario que la gente pueda vivir dignamente y, en este sentido, existe una buena voluntad por parte del gobierno.»
Maria-Núria Solà Franquesa, nacida el 3 de febrero de 1943 en Barcelona, es religiosa carmelita de la caridad vedruna desde el mes de octubre de 1961. Después de una primera etapa como maestra en Cataluña (Vic, Sabadell, Artés) en 1989 pudo cumplir su sueño de ser misionera. Gabón y su capital, Libreville, fueron su primer destino. Allí se tuvo que enfrentar a una de las situaciones más difíciles de su vida: el tráfico de niños y niñas explotados laboral y sexualmente. Gracias a Manos Unidas pudieron construir una casa de acogida. En 1997 Maria-Núria Solà tuvo que afrontar un nuevo reto: el alud de refugiados que llegaban a Gabón como consecuencia de la guerra del CongoBrazzaville. Fue necesario organizar la asistencia a la población y fue entonces cuando chocó con las corruptelas. Las ayudas humanitarias no llegaban a la población y se quedaban encalladas en algún punto de la diplomacia. La solución fue hacer llegar directamente la ayuda económica a las religiosas. «Un día», recuerda la religiosa, «no teníamos suficiente comida para la gente hambrienta que estaban haciendo cola... Yo no me atrevía a salir, pero entonces aprendí algo muy importante. Una hermana mayor me dijo: “Ve y escúchales”. Aquel día aprendí que lo importante no es sólo dar, sino también dejar que hablen, que puedan compartir su dolor.» En el año 2000, la hermana Solà llegó a Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo. Aquél fue de nuevo un momento especialmente doloroso, porque llegaban constantemente refugiados procedentes del este del país. La misionera catalana colaboró con ACNUR y el Servicio Jesuita a los Refugiados.
«La Iglesia de Kinshasa ha acompañado a la población a medida que iba aumentando y ha creado dispensarios, escuelas, parroquias...» La Iglesia acompaña a la población Kinshasa tiene una población de 11 millones de habitantes. Ha recibido numerosos grupos de desplazados que huían de los conflictos al este del país. «En los más de diez años que llevo en Kinshasa he visto crecer barrios enteros», explica Maria-Núria Solà, que destaca el trabajo de la Iglesia. «La Iglesia de Kinshasa ha acompañado a la población a medida que iba aumentando y ha creado dispensarios, escuelas, parroquias...» Las hermanas vedrunas tienen tres comunidades en Kinshasa y la religiosa catalana se encarga de la gestión de los proyectos. En el barrio de N’Djili, donde vive su comunidad, han podido abrir una escuela gracias a la cooperación española. Éste es el quinto curso que funciona y actualmente ya hay más de 1.000 alumnos. «Gracias a la buena
La proliferación de sectas en el Congo responde, según la misionera catalana, a un «interés político» con el objetivo que «la Iglesia católica tenga menos fuerza». «Las sectas proliferan como la espuma», explica. «En nuestro barrio hasta 50 sectas con una gran capacidad de captación, son conocidas como iglesias del Reveil (Despertar)...» Según Maria-Núria Solà, la Iglesia católica tiene una fuerza, un prestigio, una dimensión profética y de denuncia que no gusta a determinados sectores... El propio cardenal de Kinshasa, Laurent Monsengwo Pasinya, forma parte del consejo de cardenales que asesora al papa Francisco. «Es una persona muy abierta y ha dicho las cosas claras», afirma la religiosa catalana, que reconoce que esto acaba repercutiendo en toda la comunidad católica. «Cuando el cardenal ha hecho alguna declaración polémica, te encuentras entonces con que en algún ministerio donde tienes que ir a presentar papeleo te ponen obstáculos...»
Niños y niñas brujos Un fenómeno que también se está extendiendo debido a las sectas es el de los niños y niñas brujos. «Es un fenómeno real y muy numeroso», explica Maria-Núria Solà. Tanto es así que incluso las hermanas vedrunas se plantean crear un centro de acogida de niños y niñas en Kinshasa. En Gabón y Togo ya tienen uno. «Cuando un niño es muy inteligente lo consideran como un brujo», explica. «Tenemos el caso de una niña que sólo tenía tres meses cuando su madre falleció. La familia acusó a la niña de ser bruja y de haberla matado. Nadie la quería. Una tía se la quedó pero cuando las desgracias llegaron a su casa (se quedó viuda y como consecuencia de la prostitución contrajo el sida), también acusaron a la niña. Los vecinos la ayudaban, pero por la noche tenía que dormir bajo las mesas de la calle donde las mujeres plantaban el mercado. Un día una vecina nos la trajo. Durante quince días estuvo con nosotras, y poco a poco se fue recuperando. Ahora vive con una familia adoptiva y nosotras estamos muy contentas por ella.»