TRABAJO DEL CUIDADO, DESDE ADENTRO Y DESDE AFUERA MANUELA BESADA-LOMBANA
{PALABRAS CLAVE} Vivienda; Trabajo del cuidado; Heterotopía, heterarquía, División sexual del trabajo; Familia
{RESUMEN} El siguiente texto da cuenta de un proceso, tanto investigativo como creativo, que surge a partir de las múltiples denotaciones implícitas en la figura del cuarto del servicio en la vivienda Bogotana. Este proceso, a medida que se desarrolla a manera de procesos creativos y teóricos, empieza a contemplar otras vertientes de este mismo tema: 1. 2.
3.
Problemas de representación del trabajo doméstico. Problemas estructurales en su función dentro del plano afectivo familiar. Desigualdad social y desplazamiento forzado.
4.
Formas de practicar la maternidad dentro de un sistema económico cuyas posibilidades son reducidas para este sector de la población.
En un contexto capitalista y patriarcal la mujer trabajadora deberá cumplir con una doble presencia y una doble responsabilidad: la doméstica y la laboral. El proceso por el que atraviesa el trabajo es extenso e interdisciplinar, y fue abarcado desde distintas prácticas que pueden inscribirse dentro del arte. Si bien se presentan determinadas piezas, vale la pena aclarar que hubo un proceso previo del que hicieron parte mujeres trabajadoras, abogados, sociólogos y arquitectos.
0. Tú, yo y las otras: una introducción {12}
{ÍNDICE}
I. De la mujer y el trabajo {16} I.I. Los relevos {22} II. Múltiples presencias, múltiples negaciones (heterotopía y vivienda) {34} II.I. Sirvientas y señoritas {40} III. El trayecto de dónde y adónde {56} III.I. Lo que quedó por resolver {64} IV. Mi casa, tu casa (confesiones) {98} V. Conclusiones {136} Bibliografía {142}
A Beatriz, a mis abuelas MimĂa y Yoya, a mi madre Sandrita, y a todas las mujeres trabajadoras que me enseĂąaron que nadie va a pelear mis batallas...
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ANGELINA
-Prende un cerillo -sí señora Angelina es breve y es ficticia (las marcas de sol sí son de sol) y vino aquí a hacer el favor de su presencia porque existe el hambre, ese fantoche de mal gusto, 10
y existe la cocina, existe la orden de encender un fósforo y hay una riqueza enorme y mal distribuida de crustáceos en el mundo, y de libros y de tiempo para leerlos. Angelina va friendo camarones: guarda uno y come tres, porque la llama -los efectos de la llamadel cerillo los hace suyos, trabajan para ella, y en la frontera minúscula que media
entre la orden y el hecho de cumplirla, caben los ciclos, las repeticiones las guerras, el juego de espejos venecianos, donde gestas y gestas y exilios y barrotes sĂłlo tienen sentido si trastornan el fin de ese cerillo, si segundos antes de encenderlo se opta por el acato o el desacato y la lux que fit, aunque pequeĂąa, no es ya la luz de un fĂłsforo.
- Paula Abramo, 2012
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TÚ,
YO,
Y
LAS
OTRAS
UNA
INTRO-
DUCCIÓN
En los diarios de Sontag encontré una pequeña nota que dice: Muerte=estar del todo inmerso en la propia cabeza Vida=El mundo (Sontag, 2014, pág.. 29) Es apenas natural entender el mundo desde experiencias vitales propias. Lo personal es político, diría una feminista de línea clásica. Por supuesto lo es. Sin embargo considero que hay un potencial enorme cuando somos capaces de articular nuestra experiencia con las experiencias de otros y otras. Cuando somos capaces de expandir nuestra biografía y nuestros afectos. Este texto, este trabajo, fue impulsado por mis relaciones con otras mujeres. Por una fisura en los tejidos sensibles al interior de mi hogar, esta fisura permitió que entrara luz en lugares que siempre había encontrado oscuros. Me permitió pensarme, y pensar mis relaciones con las mujeres a las que amo desde diversas dimensiones. Partiendo de una figura en particular, la habitación del servicio, inicié un proceso largo, tanto desde la investigación teórica como desde las artes plásticas. Esta investigación, tanto etnográfica, como plástica y teórica, busca articular distintas formas en las que la mujer, el trabajo y la vivienda se intersectan. La investigación contempla los siguientes temas: el problema de la representación del servicio doméstico, la base y estructura del concepto de trabajo en
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relación a la crítica feminista del mismo, el plano de vivienda como dispositivo o tecnología de dominio y reproducción de ciertas dinámicas, la maternidad y el dominio de unas mujeres sobre otras. Este trabajo que realizo con el fin de ser candidata a un título profesional se volvió una parte importante de mi vida, me permitió pasar por un proceso ético y emocional, pelear conmigo misma, y redefinirme desde muchos horizontes.
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Todo lo anterior busca ser articulado a lo largo del texto, entendiendo una serie de sistemas complejos y abstractos bajo los cuales descansa un problema estructural. En otros términos, las diversas fuerzas políticas que propician la invisibilización del trabajo del cuidado, centrándome principalmente en la estructura de la vivienda Bogotana. Para lo que sigue a continuación es fundamental recordar lo siguiente: 1. 2. 3. 4.
Las relaciones asalariadas y el trabajo femenino no remunerado y remunerado. El sistema jurídico que acoge al trabajo doméstico remunerado. Las relaciones afectivas y emocionales generadas al interior de la familia y las relaciones asalariadas. El plano de vivienda contemporáneo como herencia de una idea de familia nuclear hetero-normativa y colonial. Sus consecuencias en relación al trabajo doméstico, y su orden en relación a todos los puntos anteriores.
Me gustaría, así mismo aclarar, que considero que este texto tiene cierta independencia de la obra. Si bien es un relato de cómo llegué a la construcción de un trabajo creativo, también da cuenta de un esfuerzo investigativo que tenía como objetivo que este pesara por sí solo. Quiero decir que el texto que leen no es exclusivamente ilustrativo de la obra, sino que intento desde la teoría y la articulación con imágenes, producir un documento que pueda leerse e interpretarse tanto de forma autónoma como asociada con la obra.
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El problema del trabajo asociado con la mujer es de carácter ontológico y estructural (Arango, 2011), con esto se refiere a que resulta imposible separar a la mujer de su labor, de las tareas que se le han sido asignadas. Es decir, las funciones sociales de las mujeres le son atribuidas a razón de su cuerpo y su rol en la reproducción de vida, razón por la cual se le asignará lo que las feministas del trabajo llaman el trabajo del cuidado. En Semióticas de la cocina (1975) (ver pág. 19), Marta Rosler buscaba evidenciar el lugar que ocupa la cocina dentro del plano de vivienda, así mismo el lugar de la mujer dentro de él. A lo largo del vídeo, Rosler expone los distintos utensilios y herramientas de cocina. Las describe, clasifica y usa, evidenciando así la denotación implícita en el espacio “cocina” y sus elementos. A medida que nombra los objetos les da usos violentos, repite sus nombres en orden alfabético, y exagera sus gestos corporales. De esta manera hace evidente la división sexual del trabajo, la domesticación de las mujeres, la feminización connotada en la cocina y su incidencia sobre la vivienda y la manera en la que es habitada por las mujeres. Si bien esto sucede en un espacio/tiempo considerablemente distinto al actual y territorial, podemos decir que no dista demasiado de formas de operar vigentes, que esa cocina norteamericana de mediados de los setentas no es muy distinta de una cocina colombiana promedio. Pues bien, la relación entre trabajo y feminidad responde a un problema ontológico que Luz Gabriela
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Arango llamará el trabajo del cuidado (como mencionamos en el párrafo anterior), título bajo el cuál criticará la idea de trabajo tradicional. Es sus términos:
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La categoría trabajo, como todas las categorías de las ciencias sociales, tiene un carácter histórico, su significado ha sido construido y transformado a lo largo del tiempo, ligado a las relaciones de lucha y poder entre distintos grupos sociales. Su definición clásica en la sociología del trabajo está asociada a la díada capital/trabajo asalariado (De la Garza, 2007), concepto típico-ideal que correspondió a una forma particular de trabajo erigida en norma universal por economistas, sociólogos e historiadores de la clase obrera. El concepto del trabajo ligado a la producción material y a las relaciones asalariadas ha recibido críticas desde diversos horizontes, al revelar su incapacidad para dar cuenta de las experiencias de numerosas personas, mujeres y hombres, en distintas latitudes (2011, pág. 2). La crítica feminista apunta a que la producción de la mujer históricamente ha sido inmaterial, no cuantificable, razón por la cuál es desplazada del ámbito laboral y sus tareas sean subvaloradas y no reconocidas salarial y jurídicamente en distintos momentos históricos. La domesticidad del cuidado termina por invisibilizar una forma de trabajo y por tanto por precarizarla. Lo realmente interesante de la afirmación de Luz Gabriela Arango en relación a lo que señala Rosler décadas antes (la primera desde un marco socioló-
Semiรณticas de la cocina (1975) - Martha Rosler Fuente: http://sayitagainagain.wordpress.com
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gico y la segunda desde el arte), es que el plano de vivienda responde y reproduce esta manera patriarcal y hegemónica de entender la labor doméstica desde su feminización, su función dentro del espacio, su lugar dentro del plano material. En otras palabras, Luz Gabriela Arango habla desde un marco sociológico, entendiendo el sistema laboral bajo el cual nos regimos como deficiente desde una perspectiva feminista, mientras que, Rosler hace alusión a la cocina y sus objetos como el dispositivo que favorece la reproducción de las dinámicas laborales no remuneradas de la mujer. 20
Allí, en la cocina, el lavadero y el cuarto del servicio, en esos espacios funcionales de la casa, se evidencia esta incapacidad estructural de nuestro sistema económico por reconocer una forma de producción distinta a la comúnmente entendida. En los párrafos que siguen me propongo trazar una relación entre una forma laboral que se le ha atribuido a las mujeres ontológicamente y los espacios destinados al cumplimiento de estas tareas.
«La categoría trabajo, como todas las categorías de las ciencias sociales, tiene un carácter histórico, su significado ha sido construido y transformado a lo largo del tiempo, ligado a las relaciones de lucha y poder entre distintos grupos sociales. Su definición clásica en la sociología del trabajo está asociada a la díada capital/trabajo asalariado (De la Garza, 2007), concepto típico-ideal que correspondió a una forma particular de trabajo erigida en norma universal por economistas, sociólogos e historiadores de la clase obrera.»
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Recordemos que en el último censo del DANE se reportó que la brecha salarial entre hombres y mujeres en Colombia es del 15%, esto en condiciones de trabajo formal. Así mismo, para el tema a tratar en este capítulo es necesario recordar que somos el tercer país más desigual de América Latina. El tercer país con mayor índice de feminicidios de la región, que muy a pesar de que el 65% de las víctimas del conflicto armado colombiano son mujeres y niños, no se ha hablado lo suficiente del tema en términos de construcción de memoria, restitución de tierras y reparación de víctimas (Viana, 2014). Muy a pensar de estas cifras, el mercado laboral especializado se ha ampliado para la población femenina. Así mismo la figura de madre cabeza de familia, de madre divorciada, soltera o sencillamente trabajadora, es cada vez menos rara. Particularmente las mujeres de clase media y media alta hemos llegado a un mayor grado de independencia y competencia laboral. Así mismo la mujer de clase media que accedió a educación superior, independiente o casada, tiene cada vez menos interés en ser ama de casa, pues desea competir en el mercado laboral. Cuando la mujer de clase media abandona sus tareas domésticas y busca un trabajo con reconocimiento salarial debe buscar una suplente, otra mujer que se encargue de las tareas que en teoría le correspondían. La emergencia de la clase media en Colombia, y la incursión de la mujer burguesa al mercado laboral especializado, así como problemas relacionados con la violencia y la migración, terminarán por acentuar
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una forma de trabajo, una forma de trabajo que será precarizada desde su feminización. Para esa clase de trabajadora (la trabajadora doméstica asalariada) se destinará un lugar específico dentro del plano arquitectónico. De allí, de ese plano material y simbólico que es la vivienda surge este proyecto, de esa manera colonial de dominar, representar y reconocer a un grupo humano particular: las mujeres, las mujeres colombianas, las mujeres pobres, las mujeres campesinas, las mujeres indígenas, las mujeres negras, las mujeres desplazadas, que migran a Bogotá buscando oportunidades laborales, o huyendo del conflicto armado, y terminan contenidas dentro de este espacio denotativo y connotativo. Éstas mujeres serán llamadas esclavas, criadas, nanas, mucamas, sirvientas, y eventualmente empleadas del servicio doméstico (término vigente en un marco de historia jurídica laboral). Su relación con sus jefes o empleadores estará intersectada por la historia de la arquitectura de vivienda en Colombia, y a todas se les asignará un espacio para residir con condiciones semejantes. Así mismo éstas mujeres suplentes deberán asumir la responsabilidad de hijos y parientes ajenos que necesitan del cuidado. Pascale Molinier nos recuerda, en relación al trabajo del cuidado que «[…] generalmente moviliza afectos por parte de la persona que cuida» (2011, pág 10).
Con esto se refiere a la relación entre mujer y trabajo, a la feminización del trabajo afectivo e invisibilidad que éste conlleva desde la división de género. Pienso entonces en cómo fui criada, en quién se encargó de cambiar mis pañales mientras mi mamá iba al trabajo, pienso en ella, en Beatriz (leer capítulo Mi casa, tú casa (confesiones)), y en su relación afectiva con mi familia. Así mismo pienso en esas otras tantas mujeres, que estuvieron a cargo de mi cuidado y el de mis hermanos, que dejaron a sus hijos e hijas al cuidado de alguien más en pueblos lejanos, al cuidado de sus madres o suegras, al cuidado de hermanas, tías, madres comunitarias… y pienso en los espacios que las contuvieron y mantuvieron al margen. Pienso en esas otras Beatrices, que cuidaron bebés de otras razas como si fueran suyos, que generaron vínculos para luego recibir un pago precario por sus relaciones afectivas.
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las mujeres, las mujeres colombianas, las mujeres pobres, las mujeres campesinas, las mujeres indĂgenas, las mujeres negras, las mujeres desplazadas,
esclavas, criadas, nanas, mucamas, sirvientas,
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Fuente: Compilaciรณn de imรกgenes de รกlbumes familiares.
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S E N C I A S , M Ú L T I P L E S N E G A C I O N E S
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V I V I E N D A )
El trabajo de Mónica Sánchez Bernal Trazas y trazos de espacios obrados para mujeres en el tiempo mudo (2013), trabajo que conocí hace unos años en una de las conferencias del programa “Cartografías del Arte y Poder”, al cuál le debo mi gratitud y gran parte del impulso para iniciar este proyecto, revisa los distintos espacios de vivienda que se han desarrollado para las mujeres a lo largo de la historia, su función en relación a su forma, sus diversos contenidos ideológicos, sus múltiples ubicaciones geográficas, sus tiempos, sus arquitectos o arquitectas. Si bien el trabajo de Bernal tiene como fin certificar a una maestría en arquitectura de vivienda, el trabajo teórico previo a su propuesta de diseño de vivienda, salta por distintas latitudes territoriales y temporales. Es decir, el trabajo teórico adelantado por Bernal analiza cómo funciona el poder androcéntrico sobre los cuerpos de las mujeres a nivel macro y micro desde el diseño de viviendas y espacios para mujeres. Ejemplifico: cómo las mujeres construyen espacios para su residencia y seguridad (a veces a modo de contingencia, a veces a modo de sumisión) dentro de ciudades peligrosas, con esto me refiero a los “beguinatos”, o cómo, en otros casos las instituciones religiosas construyen espacios para su aislamiento, por ejemplo los “harems”. ¿No son estos entonces espacios otros? ¿Espacios de heterotopía que segregan para mantener un control determinado sobre una población determinada?
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Impulsada por Bernal insistí en entender cómo opera la arquitectura sobre nuestras prácticas diarias, y en particular cómo es que a lo largo de la historia han existido formatos arquitectónicos dispuestos para el aislamiento, la segregación, el castigo o la protección de las mujeres. Cómo los espacios denotan o connotan, cómo responden a necesidades coyunturales o instrumentalizan sujetos, cómo facilitan transacciones económicas y reproducen ciertos formatos de relaciones sociales, cómo un espacio puede hacerme subalterno o cómo (por el contrario) pueden privilegiarme, darme poder, o puede incluso ayudarme a la proyección social de una comunidad particular. 36
En tanto comprendía la arquitectura más allá de su pragmatismo, lograba asimilar que los espacios son dispositivos de control, son tecnologías de dominación y colonialidad, puesto que disponen límites y fronteras físicas, distinguiéndonos a unas de otras. Dichos dispositivos modelan la cotidianidad en tanto establecen nuestra idea del afuera y el adentro, pueden imposibilitar contingencias y la socialización de problemas de carácter laboral, social o económico. Pueden protegernos o aislarnos, pueden ser cálidos, pequeños o acogedores, o enormes, fríos e intimidantes, pueden vigilarnos, hablarnos, regirnos, favorecernos o perjudicarnos... Me es inevitable entonces traer a colación la lectura de Santiago Castro Gómez en relación al término biopolítica de Michel Foucault:
Su tesis es que, a diferencia de lo que ocurría en las sociedades medievales europeas, el arte de gobernar hacia finales del siglo XVIII ya no consistía en hacer «morir y dejar vivir», sino en «hacer vivir y dejar morir». Esto quiere decir que la autoridad del soberano ya no se definía tanto por su capacidad de quitar o perdonar la vida de los súbditos que transgredían la ley, infringiendo castigos violentos en sus cuerpos, por el contrario, ahora se definía por su capacidad de producir la vida de sus súbditos, es decir, de generar unas condiciones sociales para que los cuerpos pudieran convertirse en herramientas de trabajo al servicio del reino. La biopolítica es, entonces, una tecnología de gobierno que intenta regular procesos vitales de la población tales como natalidad, fecundidad, longevidad, enfermedad, mortalidad, y que procura optimizar unas condiciones (sanitarias, económicas, urbanas, laborales, familiares, políticas, etc.) que permitan a las personas tener una vida productiva al servicio del capital. (Castro-Gómez, 2007, pág. 157) Este capítulo trata de entender la manera en la que opera la biopolítica sobre y entre los cuerpos de las mujeres que trabajan en el servicio doméstico. Así mismo la manera en la que las trabajadoras domésticas son subjetivadas a partir de la exclusión dentro del plano de vivienda, y cómo esto conlleva a la otredad de esta población. Quiero entender la arquitectura de vivienda como una tecnología racista, clasista, y androcéntrica que tiene el poder de convertir en subalternas a mujeres no privilegiadas, así como de generar antagonismos entre mujeres empleadoras y empleadas.
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Foucault utiliza el término heterotopía (1984) para definir lugares que son habitados por los “otros”. Por tanto esos espacios destinados al trabajo doméstico (cocina, lavadero, habitación del servicio) son así mismo espacios “otros”. Los espacios otros están estratégicamente al margen de luz y no caben dentro de la normalización. Estos espacios otros se encuentran tanto en el plano de la utopía y de la atopía puesto que cumplen funciones de control y orden social.
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Para explicar quienes son esos otros y cuál es la función de los espacios de carácter heterotópico, utiliza como ejemplo determinados complejos arquitectónicos tales como: manicomios o cárceles, lugares de vigilancia y aislamiento, lugares destinados para aquellos que no caben dentro de la norma. Aquellos que deben ser aislados para lo que se entiende como un bien común. Estos espacios facilitan el control y el orden social, aíslan y disponen, son por tanto utópicos desde el afuera y atópicos desde el adentro. Para mi gracia o desgracia estos encuentros fortuitos con la academia coincidieron con una calamidad familiar que me hizo más consciente del espacio dónde resido: la desaparición de mi Nana Beatriz durante los últimos dos años1. Eventualmente comprendí que la vivienda que siempre entendí como mi hogar tenía un espacio muy especifico, una pequeña parte dispuesta para circulación, trabajo y residencia de una mujer en particular. Y que aquel espacio tenía un carácter de control, vigilancia, aislamiento y distinción.
1 De ella, de mi Titis, mi nana, hablaré al final del texto. Su historia merece afecto, cuidado, dedicación y respeto.
Dichos dispositivos modelan la cotidianidad en tanto establecen nuestra idea del afuera y el adentro, pueden imposibilitar contingencias y la socialización de problemas de carácter laboral, social o económico. Pueden protegernos o aislarnos, pueden ser cálidos, pequeños o acogedores, o enormes, fríos e intimidantes, pueden vigilarnos, hablarnos, regirnos, favorecernos o perjudicarnos...
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S E Ñ O R I T A S
Toda sociedad, pero también todo individuo, están atravesados por dos segmentaridades a la vez: una molar y otra molecular. Si se distinguen entre sí es porque no tienen los mismo términos, ni las mismas relaciones, ni la misma naturaleza, ni el mismo tipo de multiplicidad. Y si son inseparables es porque coexisten, pasan la una a la otra. En resumen, todo es política pero toda política es la vez macropolítica y micropolítica. (Deleuze & Guattari, 2002, pág. 218) ¿Quién ordena los cuerpos? ¿Quién es ese gran otro, oscuro y calculador, que determina cuál es lugar a ocupar por cada quién? Si algo sucede en América Latina es que no hay una linealidad en la jerarquización de clases. Con esto me refiero a que hay una serie de fuerzas que trazan distintas verticalidades. En términos de Foucault o de Castro Gómez se trata de una heterarquía del poder, puesto que hay una relación racista con la colonialidad y así mismo con la biopolítica. Es decir, somos intersectadas por múltiples fuerzas, que articulan identidades y relaciones de poder. Para explicar a qué me refiero quisiera citar a Audre Lorde: Estar juntas las mujeres no era suficiente, éramos distintas. Estar juntas las mujeres gay no era suficiente, éramos distintas. Estar juntas las mujeres negras no era suficiente, éramos distintas. Estar juntas las mujeres lesbianas negras no era suficiente, éramos distintas. Cada una de nosotras teníamos nuestras propias necesidades y objetivos y alianzas muy diversas. La supervivencia nos ad-
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vertía a algunas de nosotras que no nos podíamos permitir definirnos a nosotras mismas fácilmente, ni tampoco encerrarnos en una definición estrecha… Ha hecho falta un cierto tiempo para darnos cuenta de que nuestro lugar era principalmente la casa de la diferencia, más que la seguridad de una diferencia en particular. (D’atri, pág. 113)
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Como señala Lorde, hay una serie de fuerzas que nos distinguen, que trazan distintas tensiones y poderes localizados, que dibujan diversas maneras de ser mujer. En referencia a Foucault la colonialidad en América Latina, como también nos dice Santiago Castro Gómez, opera como una cadena de poderes pasando por los cuerpos. Esta es la teoría de heterarquía planteada por el autor. En contra posición con el estructuralismo marxista clásico, Castro Gómez nos dice que no hay tal cosa como una verticalidad o fuerza única, que más allá de lo que entendemos como sistema-mundo hay una serie de estructuras molares que incorporamos en nuestros procederes diarios, y que, como cáncer, se proliferan a nivel macro. Con esto quiero decir que aquellas dinámicas que se reproducen en nuestros afectos cotidianos, tienen distintas latitudes e incidencias a nivel macro político, y que sin embargo, al ser sujetos con una herencia colonial fuerte, no es sencillo identificar desde dónde y hacia dónde se dirige el poder: Desde la perspectiva de una teoría heterárquica, esto significa que la colonialidad no se reduce al dominio económico y político establecido por las potencias hegemónicas del sistema-mundo sobre
los territorios de la periferia (es decir que hablar de colonialidad no es lo mismo que hablar de colonialismo), sino que esto es precisamente lo que hace Michel Foucault, Alain Touraine y Pierre Bourdieu, a quienes Kyriakos Kontopoulos coloca como modelos de la teorización heterárquica De hecho, los niveles molares se sostienen sobre los moleculares, ya que las estructuras más complejas emergen siempre a partir de las más simples, como lo han mostrado las teorías de la complejidad que tiene que ver también, y primordialmente, con los dispositivos de regulación y normalización que operan a nivel gubernamental (las llamadas «herencias coloniales»), así como con las tecnologías de resistencia y decolonización que operan a nivel molecular. Si bien los imperativos económicos de la economía-mundo se vinculan en red, se enredan con otras cadenas de poder que operan en otros niveles (como por ejemplo las relaciones étnicas, epistémicas, sexuales, espirituales, de género y de clase), estas relaciones no son determinadas por las relaciones de trabajo y tampoco son reducibles las unas a las otras. (Castro-Gómez, 2007, pág. 167) Me gustaría entonces hacer referencia a una imagen que hace poco tiempo generó polémica dentro de los medios de comunicación colombianos. Recuerdo perfectamente estar esperando mi turno en la peluquería, la fila era larga así que decidí ojear la pila de revistas roídas que descansaba sobre la mesa de espera. Nada nuevo, la Reina de Inglaterra en alguno de sus ridículos trajes pastel en algún evento lleno de sombreros, alguna JetSet enunciando el cumpleaños
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de alguna niña de una familia rica bogotana, y en el fondo, y por primera vez en una peluquería me topé con una Soho. Había pasado apenas una semana desde que había surgido el escándalo de la familia Zarzur, escándalo del que me había enterado en algún programa de radio de camino a la universidad. ¿Por qué empiezo hablando de la foto que Soho realiza en respuesta a una foto que inicialmente publicó la revista Hola y no al revés?
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Bien, creo que aquí es dónde el discurso de la heterarquía de Castro Gómez cobra vida. Como vemos en ambas imágenes anexas, hay una disposición de los cuerpos de las seis mujeres. En el caso de “Soho” encontramos a cuatro mujeres de piel oscura, sentadas y paradas al frente de una piscina. Sus pieles son lisas, sus músculos firmes, sus piernas largas y delgadas, sus facciones ligeras, blancas. Sobre ellas en dorado, enorme, se lee Soho, abajo, en el mismo color leemos “El elogio de la mujer negra”. En esta imagen las mujeres que posan en la parte de atrás son de piel clara, cuerpos robustos, estatura baja, edad madura. En la composición todas operan como decoración, se ven lisas, plásticas, casi como un render. Esto, se suma a la circulación de la revista, masculina. La solución de Soho termina por ser no sólo racista, poco dignificante para la comunidad negra, sino que además acentúa un problema de clase social, imagen femenina e instrumentalización de sujetas no blancas. Las mujeres que vemos en las fotos son sexualizadas por y para un publico no sólo mas-
culino, sino además blanco. A consecuencia de una producción no consciente políticamente, sino cuyos fines se inscriben en el consumo, esta reproduce otro tipo de racismo, el racismo y clasismo contra mujeres campesinas. Pues si detallamos a las mujeres que Soho decidió ubicar en la parte de atrás de la imagen, notaremos que no se trata ni de mujeres totalmente blancas ni privilegiadas, y que muy seguramente pertenecen a una clase campesina. Ahora analicemos la imagen publicada por la revista Hola en diciembre del 2011 bajo el título “Las mujeres más poderosas del Valle del Cauca, en Colombia, en la formidable mansión hollywoodiense de Sonia Zarzur, en el Beverly Hills de Cali” (2011). En él, la revista procede a elaborar un relato de la manera en la que vive el llamado “matriarcado Zarzur”. En resumen, el artículo busca exponer la lujosa vida que llevan estas matriarcas, su pequeño imperio en Cali, su gusto y linaje. Me permitiré ahora hablar desde la imagen, cuatro mujeres blancas, vestidas de manera uniforme se disponen ante la cámara luciendo sus bienes materiales, detrás de la sala se visualiza con perfección la ciudad de Cali. Resulta que Rosita Zarzur no es cualquier matriarca, ya que a menudo ha estado aliada con el gobierno nacional, se ha visto involucrada en obras públicas, en proyectos de interés social, además de ser propietaria de un sin fin de negocios y monopolios. A lo largo de la entrevista, las Zarzur cuentan sus dificultades como matriarcas, exponen su arduo trabajo y preocupación por la ciudad de Cali.
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Sin embargo sus discurso no tarda en entrar en disonancia con la imagen que lo acompaña detrás de los blancos muebles, en segundo plano, aparecen dos mujeres de raza negra, perfectamente uniformadas de blanco, se miran la una a la otra, dentro de la composición el orden está claro, estos sujetos aparecen sin representación alguna más que la que tiene los bienes materiales de las Zarzur. Su relevancia en la narrativa del articulo es nula, entonces, ¿para qué hacerles posar allí? ¿para qué pedirles que aparezcan como dos objetos más que las Zarzur pueden pagar? ¿Será que el matriarcado Zarzur tiene las facultades para representarnos a todas las mujeres? 46
Me gustaría ahora traer a colación la obra de Daniela Ortiz, 97 empleadas domésticas (2013). Esta serie consiste en una compilación de fotos posteadas en Facebook en las que la empleada, como en el retrao colectivo de las Zarzur, aparece en segundo plano. Me interesa de esta obra que a través de un retrato familiar espontáneo, se acentúa no sólo la invisibilzación de esta población, sino así mismo la instrumentalización de mujeres sobre mujeres. Como vemos en la mayoría de las imágenes, las protagonistas son mujeres o bebés, y las empleadas aparecen o 1. realizando una tarea laboral, o 2. sosteniendo a un bebé. En algunos casos son cortadas del encuadre, de manera tal que se excluyen del plano afectivo familiar y de la memoria. Este es un ejemplo que lo que Castro Gomez dice en referencia a lo micro y lo macro político. Me explico:
en el caso de Soho y las Zarzur vemos una dinรกmica macro, por medios de comunicaciรณn de alto alcance, mientras que el trabajo de recopilaciรณn de Daniela Ortiz vemos cรณmo operan a nivel molar el racismo y el clasismo.
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Imagen pรกgina 49: Fuente: http://clasesdeperiodismo. com/2012/03/13/soho-publica-portada-con-parodia-de-la-polemica-foto-de-la-revista-hola/ Imagen pรกgina 51:Fuente: http://semana.com/nacion/articulo/ la-foto-discordia/250614-3
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97 empleadas domĂŠsticas (2013) - Daniela Ortiz Fuente: http://danielaortiz.com
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T R AY E C T O ,
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D Ó N D E
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Fuente: revistacarbono.com/artigos/04carbono-entrevista-cildo-meireles/
Reinserciones en Circuitos ideológicos: Proyecto Coca Cola
Después de escuchar a Mónica Bernal, me propuse buscar planos, planos de vivienda. Visité una serie de proyectos de vivienda, unos construidos por Pedro Gómez, otros de Amarillo. Una vez conseguí planos suficientes para conformar un archivo, inicié un proceso de falsificación y reinserción de folletos publicitarios de vivienda. Pensando por su puesto en Cildo Meireles y sus Reinserciones en Circuitos ideológicos: Proyecto Coca Cola (2007).
Meireles procedía de una manera muy particular, y este proceder se convertía en la obra. La circulación era su manera de producción. Es así, tras la intervención de botellas de Coca-Cola y su reinserción en el mercado es cuando la obra se activa y se hace interesante.
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Tras seis meses de ésta operación muchos temas entorno a la vivienda y su publicidad se incorporaron al proyecto y el tema principal tendió a desviarse, pero una forma de operar quedó inscrita en lo que continuaría del trabajo.
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En la siguiente etapa utilicé prácticas similares. Un abogado especialista en derecho laboral (Iván Jiménez) y un sociólogo del trabajo (Santiago López) se sumaron al proyecto. En conjunto diseñamos una serie de acciones con el fin de darle herramientas jurídicas a las empleadas domésticas que laboran en el conjunto residencial done vivo. En un principio improvisamos una oficina de asesoría jurídica, dónde Iván, Santiago y yo resolvíamos dudas sobre cómo proceder en caso de que los derechos laborales de estas trabajadoras fueran violados, cómo asegurar sus derechos, a qué apelar, dónde y cómo. Además de esto, repartimos los impresos con el nombre Mi casa no es tu casa. Estos contenían tanto información legal como frases, historias de vida y anécdotas que habíamos recogido de entrevistas a las empleadas del conjunto residencial. Sin embargo, la acción no tuvo mucho éxito, las trabajadoras temían ser vistas por sus jefes y preferían mantener distancia del proyecto. De cualquier manera 5 mujeres trabajadoras se unieron a la iniciativa y nos ayudaron a organizar, pensar y darle soluciones al trabajo. Gracias a ellas fuimos conscientes de esto e intentamos buscar una manera en la que ellas pudieran acceder a la información de manera anónima. Compramos una SimCard y repartimos tarjetas
con la información para que llamaran y se asesoraran por vía telefónica. El teléfono se rotaba entre Iván, las trabajadoras y yo según horarios. Esta solución tuvo mucho más éxito y funcionó durante varios meses. A esto le siguieron una serie de acciones dentro del conjunto entres las cuales hubo proyecciones e intentos por visibilizar los espacios destinados al servicio. A pesar de haber disfrutado de esta forma de producción, y de haberme alimentado y enriquecido, así como de haber fortalecido mi mirada sobre un problema feminista, la pregunta sobre la arquitectura y el espacio seguía en el aire, y mi interés por la figura de la habitación del servicio así como los espacios residuales destinados a la cocina y las lavanderías no había sido resuelto.
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Vivir bien (2014): Folletos de vivienda intervenidos, falsificadoes, y reincertados en proyectos de vivienda de Pedro Gomez en La Calera.
Fuente: archivo personal.
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Fuente: archivo personal.
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Mi casa no es tu casa (2015): Parte de la serie de acciones realizadas al interior de mi conjunto residencial. En esta uní las ventanas del servicio, ubicadas en los sótanos, y llevé el dibujo a el salón comunal dónde se encontraban las fotos de Beatriz al lado de los nombres peyorativos dirigidos comúnmente a este grupo de personas.
Fuente: archivo personal
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Mi casa no es tu casa (2014): Oficina improvisada de derecho laboral. Repartición de impresos y tarjetas de línea telefónica anónima dentro del conjunto “La Herrería”.
Fuente: archivo personal
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III.I
L O
Q U E
Q U E D Ó P O R
R E -
S O L V E R , E T A P A A C T U A L
Me gusta pensar mi producción en términos de proceso, sobre la manera en que un tema es capaz de desglosar otro, encontrar aristas, hacer preguntas partiendo de un mismo lugar. Encontrar distintas formas de dinamizar aquello que me interesa desde la plástica o la sociología. Así mismo preguntarme por el lugar desde el que hablo. ¿Será que me encuentro en la capacidad de representar a mujeres que tiene realidades tan distintas a la mía? ¿Desde dónde he ejercido yo el poder sobre ellas? ¿Cuál es el dispositivo de control al que he sido cercana toda mi vida que he utilizado? Me costó mucho trabajo lograr entender cómo podían analizarse los espacios desde la plástica. Creo que en gran medida mis limitaciones tienen que ver con una trayectoria universitaria en la que evadí a toda costa producir objetos, y por tanto, esta exploración es nueva para mí. Ya que a lo largo de la carrera he sentido una profunda afinidad por la investigación, me propuse generar un archivo, y eventualmente, buscar una manera en la cuál pudiera darle vida al mismo. Señalar, desde la recopilación de planos arquitectónicos y material, aquello que me resultaba tan políticamente interesante y conflictivo.
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A continuaciรณn anexo de planos de intersecciones. Fuente: Archivo Patrimonio y archivo personal.
La HerrerĂa (1986) Avenida 19 # 127
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Hacienda La Cabaña (Siglo XVIII) - Sabana de Ubaté
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Casa Teusaquillo (1950)
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Conjunto Greenpark (2013), La Calera
«La casa está segmentarizada según el destino de sus habitaciones; las calles, según el orden de la ciudad; la fábrica, según la naturaleza de los trabajos y las operaciones.»
bodega
nivel con dos habitaciones
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cuarto de ropas
sรณtano, parqueadero
comedor
altillo
habitaciรณn principal
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habitaciรณn del servicio
sala
En las páginas anteriores (76 y 77) vemos un plano corte de mi casa. Como vemos en las imagen la casa está dividida en medios niveles. Queda claro que el sótano queda bajo tierra, allí, bajo el resto de la casa, recibiendo día y noche el humo de los carros, en la oscuridad, está el espacio dispuesto para que duerman las trabajadoras domésticas y así mismo existe una entrada exclusiva para el ingreso del servicio.
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Este espacio es, sin duda, un espacio residual del diseño de la vivienda. Este espacio, como he señalado anteriormente, denota una condición social, así mismo acentúa una transacción, una verticalidad, una jerarquía. Niega los afectos generados al interior del plano familiar (como señala Pascal Mollinier), y por tanto invisibiliza el trabajo afectivo e inmaterial, refuerza la división sexual del trabajo y la feminización del cuidado. Aquellos que habitan el espacio hogar son distintos a quienes lo mantienen limpio. La edificación edifica, la construcción construye, la estructura reafirma y reitera un antagonismo de clases, de razas, de origen. Organiza y jerarquiza, reitera un dominio de unas mujeres sobre otras. Es fundamental entonces traer a colación la relación entre el espacio diseñado para el trabajo del cuidado (cocina, lavadero, cuarto del servicio) y la crítica feminista al concepto tradicional del trabajo, así como el término biopolítica (en este caso es el empleador o empleadora quién produce la vida de la empleada, quién determina cómo vive, cómo come, cómo duerme), así mismo recordemos el término heterotopía (espacios otros dispuestos estratégicamente para
el control de una población determinada). Como se afirma en Mil Mecetas: La casa está segmentarizada según el destino de sus habitaciones; las calles, según el orden de la ciudad; la fábrica, según la naturaleza de los trabajos y las operaciones. (Deleuze & Guattari, 2002, pág. 2014) Al suceder fuera de la luz del faro, al ser invisible por estar al interior de la vivienda, este espacio opera a modo de tecnología, y carga de otredad a quién lo habita. Las contiene en el adentro, y las excluye del afuera, es utópico para quién emplea pues dispone de su empleada “24/7” y mantiene el orden social de la casa, a la vez que es atópico para la empleada pues la mantiene al margen del exterior, le aísla, le da un lugar de subordinación ante el resto de la familia. Como dijimos en el primer capítulo, quienes habitarán estos espacios serán las mujeres, las mujeres colombianas, las mujeres pobres, las mujeres campesinas, las mujeres indígenas, las mujeres negras, las mujeres desplazadas. Me pregunté entonces de dónde venía este modelo y resultó ser de origen pre-moderno. En un contexto cuya herencia colonial sigue operando de manera tan evidente como sucede dentro del marco territorial que entendemos como Colombia, e incluso, cayendo en un esencialismo, en América Latina, no es difícil
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rastrear el lugar del que viene nuestro formato de vivienda actual. No me tomó mucho trabajo encontrar un plano que sustentara mi hipótesis. Mi familia paterna tuvo en su posesión (a lo largo de muchas generaciones) una hacienda lechera cuya fundación se cree fue de finales de la colonia o principios de la República, hoy cumple más de 200 años y 150 en posesión de la familia Barreto. Está ubicada a pocas horas de Bogotá, y a unos cuantos minutos de Ubaté. Si bien la casa no funcionaba verticalmente, como lo hace mi vivienda, la disposición residual de la alcoba del servicio opera de manera comparable. 80
La hacienda contaba (a mediados de los 90s) con dos familias que trabajaban en sus tierras y sus ingresos económicos dependían del rendimiento de las cosechas. Así mismo quienes aseguraban la vivienda y el empleo de estas dos familias enteras era la familia Barreto (mi familia). Ésta había destinado para estas dos familias trabajadoras pequeñas construcciones para su residencia fuera del edificio principal de la hacienda. Podemos decir que la estructura social dentro del territorio perteneciente a la familia Barreto era de orden hacendatario o latifundista. La casa principal contaba con una diminuta habitación de servicio, esto para que los miembros de la familia contaran con la atención de una mujer en cualquier horario, así como una ama de llaves encargada exclusivamente de administrar el interior del edificio. La disposición de dicha habitación tiene unas particularidades específicas.
En la siguientes páginas (82 y 83) vemos el plano de la hacienda La Cabaña, el pasillo conecta todas las habitaciones de la casa, y permite una circulación de habitación a habitación de los miembros de la familia. Así mismo, como una clásica casa colonial, tiene un patio central y una pequeña capilla que linda con un bosque, ésta cuenta con una huerta cerrada dispuesta para el consumo exclusivo de la casa y un jardín. De niña visitaba la hacienda con frecuencia, cada quince días por lo menos, y a pesar de que las habitaciones de la casa estaban en su mayoría desocupadas desde hacía años, y la única persona que habitaba la casa era mi bisabuela, la empleada doméstica dormía en aquel pequeño espacio residual al que llamamos habitación del servicio.
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corredor
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Ahora bien, lo que nos interesa de este plano es: 1. La proporción de la habitación en relación con el resto de habitaciones de la casa y el área total construida.
huerta
patio de ropas
cocina
2. La disposición completamente residual y aislada del plano familiar de la habitación. Si se observa el plano veremos que la habitación se encuentra fuera del diseño principal de la casa, parece un nicho añadido posteriormente. 3. La habitación del servicio limita por un lado con la huerta, por otro con la cocina y por otro con el patio de ropas. Hay toda una circulación dispuesta para la instrumentalización del sujeto que la habita, incluyendo un corredor que pasa por detrás de las habitaciones de los miembros de familia.
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Posteriormente, y tras una revisión de sociología del trabajo feminista en Colombia, me encontré con que el mayor crecimiento demográfico de las ciudades se dará en el periodo de la violencia bipartidista, época cercana además a la legalización del voto femenino. Razón por la cuál la cantidad de mujeres migrantes con necesidades laborales incrementó. Esto acentuó la problemática del trabajo no especializado y la mujer. Me dispuse a buscar planos arquitectónicos del periodo de la violencia bipartidista. Tras una búsqueda en el Archivo Distrital encontré una serie de planos de vivienda que tenían una figura muy particular, una zona de circulación y trabajo destinada para la servidumbre. Por ejemplo, el edificio José del Carmen Gutiérrez, construido en el año de 1945, lo que encontramos señalado en la figura de las páginas 86 y 87. Pues bien, toda esta red para el trabajo doméstico sucede en la parte posterior del edificio, lejos de la luz y la visibilidad. Esta figura será común en distintos edificios de la época en Bogotá. Tomo este edificio como ejemplo debido a que es patrimonio, razón por la cual conserva en gran medida su diseño inicial, y vale la pena resaltar que siempre funcionó como vivienda, y que la estructura del edificio permanece intacta. Aquí es dónde inicia el trayecto de un proceso creativo e investigativo. Inmediatamente después de revisar estos planos dediqué mi tiempo a visitar apartamentos de estrato cinco y seis, particularmente aquellos que quedaban en las afueras de Bogotá, todos sin importar su tamaño tenían cuarto de servicio,
y éste era proporcionalmente mucho más pequeño que el resto. En todos me encontré con la figura de la habitación del servicio. Dispuesta de igual manera, detrás del patio de ropas y la lavandería. Como planteé anteriormente, las primeras aproximaciones a los planos de vivienda los hice por medio de una revisión histórica. Utilizando intuiciones y referencias escogí unos momentos determinados para señalar desde mi proceso creativo. 1. 2. 3. 4.
La colonia La violencia Finales de los ochentas Segunda década del 2000
Noté que cada una de estas épocas dispone los espacios en relación a una coyuntura histórica o económica. Y que por tanto, opera sobre los habitantes de manera distinta, y que aún así genera dinámicas parecidas: 1.
2.
La exclusividad de la fuerza laboral y la dependencia total en una pequeña estructura familiar. Con esto me refiero a un sistema que aísla a la trabajadora del exterior y por tanto genera una dependencia económica total hacia la familia para la que trabaja. El oportunismo entorno a unas condiciones materiales precarias que les impiden vivir fuera del lugar dónde trabajan. Con esto me refiero a que estamos hablando de mujeres migrantes con escasos recursos, que
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1. De nuevo, la figura de la habitación del servicio segregada del resto del plano, detrás de la cocina y el lavadero. 2. Un corredor que conecta el área de trabajo doméstico (cocina, lavandería y habitación del servicio) con las habitaciones de los miembros de familia. Éste pasa por detrás las áreas comunes (comedor y sala).
Fuente: Archivo patrimonio, Bogotá
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3. Una entrada distinta a la principal. Esta se encuentra en la cocina. Entrada exclusiva para el servicio. 4. Escaleras que conectan los apartamentos en la parte posterior del edificio, estas escaleras tienen acceso por la puerta del servicio. 5. Una lavandería común cuyo acceso conecta con la circulación del servicio.
3.
4. 5. 6. 88
necesitan de la habitación del servicio para poder subsistir económicamente dentro de la ciudad. El aislamiento. Al estar aisladas del afuera, no hay socialización de problemas. Esto tiene como consecuencia que se dificulten las alianzas entre mujeres que trabajan en este sector. Recordemos que el primer sindicato de trabajadoras domésticas se fundó hace apenas dos años y tiene 35 integrantes. La invisibilización. La otredad La vigilancia
Bien, pensado en lo enumerado anteriormente procuré entender cómo cada diseño de vivienda reproducía ciertas dinámicas en particular. Partiendo de estos análisis decidí realizar maquetas arquitectónicas resaltando aquellos espacios y sus consecuencias. Así mismo, a medida que las diseñaba generaba más preguntas en torno al diseño de los espacios, que tanto entraba luz en ellos y que tanto entraba aire. ¿Cuál el propósito de aquellos espacios, eran decisiones conscientes o decisiones que parten de un formato interiorizado? Teniendo en cuenta dichas preguntas procedí a diseñar tres maquetas (imágenes páginas 89 a la 93), haciendo referencia: 1. a los procesos por los que atraviesa el diseño de cualquier estructura arquitectónica, y 2. a la selección de las tres viviendas (mi casa, hacienda colonial y edificio José del Carmen Gutiérrez) los tres planos anteriormente mencionados.
Dichas maquetas funcionan a manera de análisis espacial pues permiten visibilizar distancias, luz, dimensiones, permiten comparar localizaciones y lugares. Así mismo, procuré experimentar con el uso de multimedia de manera tal que las maquetas vayan más allá de ser objetos.
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Mi casa (conjunto La Herrería) Fuente: archivo personal
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Hacienda La CabaĂąa Fuente: archivo personal
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Edificio JosĂŠ del Carmen GutiĂŠrrez Fuente: archivo personal
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De adolescente recuerdo visitar mucho un edificio gris que quedaba en Multicentro, allí vivía mi amiga Shadia. Vivía en el noveno piso, si mal no recuerdo, para entonces yo tendría unos trece o catorce años. El apartamento era enorme, de una sola planta, y sus dimensiones daban una sensación de amplitud gracias a los ventanales que limitaban cada espacio del apartamento. Desde cualquiera de los espacios, comunes o privados del inmueble, incluyendo los baños, se podía ver la noche Bogotana, el puente de la 127 con carrera novena, los cerros orientales, la planicie del occidente de Bogotá y los carros y la gente pequeñita, toda parpadeante y viva. Me gustaba mucho visitar a Shadia, no sólo porque su apartamento me resultaba encantador, sino porque tenía a su gata Vodka, una gata gris y cariñosa que se restregaba contra las piernas de cada visitante. Con frecuencia me quedaba a dormir y ayudaba a Shadia al día siguiente a realizar sus tareas domésticas, puesto que su madre, quien era ama de casa, sólo tenía empleada una o dos veces por semana. Una de las tareas de Shadia consistía en cuidar de Vodka en su totalidad, darle la comida, peinarla, y limpiar la arenera. Debido al olor fuerte del orín de la gata y del concentrado, su mamá decidió que el lugar pertinente para que la gata se alimentara y utilizara su baño debía ser detrás del lavadero y la cocina, dentro de lo que fue diseñado para ser una habitación del servicio. Me impresionaba mucho cómo toda la casa se llenaba de luz y calor en las mañanas, no era necesario prender ninguna luz o lámpara, la luz era tan fuerte que a ratos daba migraña. Contrario al
resto de la casa, la habitación dónde estaban las cosas de Vodka era oscura, su ventana era la única que daba al interior del edificio y no a la ciudad. Incluso, en la mañana cuando ayudaba a Shadia a limpiar la arenera o servir la comida de la gata era necesario prender las luces pues apenas y podíamos vernos la una a la otra. Pensando en este espacio, y en la manera en la que el diseño impide por un lado la vista a la ciudad, al exterior, y por otro lado no permite la entrada de luz ni calor decidí realizar un video con un Dron (que también refiere a la vigilancia) en el que la cámara baja por el ducto de ventilación del edificio, dónde las habitaciones del servicio de todos los apartamento convergen a través de una ventana con vista al interior. Así mismo, utilizo mi archivo de la siguiente manera, haciendo una relación entre el edificio de Shadia, la verticalidad implícita en la enunciación de los espacios para el servicio y un problema de desarrollo histórico entorno a la idea de servidumbre.
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Imรกgenes de los ductos de ventilaciรณn:
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Ventana de la habitaciรณn de servicio
Fuente: archivo personal
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IV
M I
C A S A ,
T U
C A S A
( C O N F E -
S I O N E S ) 98
A Callilla [mi hermanita], Pipio [nuestro abuelo] le decía la bolchevique, en las noches cuando tenía pesadillas bajaba las escaleras de caracol chupándose el dedo y tambaleándose torpemente, agarrándose de las barandas y las paredes, atravesaba la cocina oscura y el cuarto de ropas y le tocaba la puerta a Titís. - ¿Puedo dormir aquí? - Entre chinita, no llore, chúpese el dedo. En las mañanas Sandrita buscaba a Camila por toda la casa para despedirse, ella estaba allá en el cuarto del servicio, profunda y tranquila con el dedito entre la boca. Sandrita: ¿A quién quieres más Callillita? ¿A la mamá o a Titís? Callilla: A las dos por igual. - Anécdota familiar narrada por mi mamá, Sandrita.
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Es detestable caer en lugares comunes, en la introspección circular que siempre orbita sobre el yo, sobre el individualista intimismo... Sin embargo, este capítulo no es sobre mí, este capitulo es para las mujeres que en mi corta experiencia son ejemplo de amor y sororidad, y que habitaron los espacios que hoy analizo para ser candidata a un título profesional.
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Los bordes están dispuestos para definir los lugares que son seguros e inseguros, para diferenciarnos a nosotros de ellos. Una frontera es una línea divisora, una franja estrecha a lo largo de un borde empinado. Una zona fronteriza es un lugar vago e indeterminado creado por el residuo emocional de un límite innatural. Es un constante estado de transición. Lo prohíbido y lo restringido son sus habitantes. (Anzaldúa, 1987, pág. 54) De niña recuerdo mi vivienda como un espacio de juego, un espacio diseñado para vivirlo, un espacio seguro, amable y permisivo. Crecí en casa de mis abuelos bajo la vigilancia alcahueta de mi Nana, Titís. Nací en una familia numerosa, donde la única figura masculina era mi abuelo, y sin duda no era una figura de autoridad. Mi casa, la casa que recuerdo con cariño, tenía un jardín enorme habitado por todo tipo de mascotas: pájaros, gatos, perros, gansos, hámsteres y conejos. Allí, en ese espacio yo no entendía de jerarquías ni diferencias, allí, en ese lugar amable todos éramos iguales, todos menos una persona: Titís. Titís era una mujer que había vivido cosas fuera de mis dimensiones, y aún así era dulce y alegre.
La historia de Beatriz es la historia de muchas otras mujeres de su generación: huyó de su pueblo natal por la violencia y condiciones materiales precarias y llegó a Bogotá siendo menor de edad a trabajar para una familia acomodada. Mi abuela decía que Beatriz llegó de niña, cargando con tres trapos para vestirse, que no sabía cerrar una puerta o prender la estufa, que no sabía leer ni escribir, sumar ni restar. La alfabetización de Titís estuvo a cargo de mi abuela, quien a su llegada estaba esperando a su primogénita. Mi abuela tenía veintidós años y Beatriz quince. Así se desarrolló esta relación entre ellas. Una vez nació mi tía, Titís se encargaría de cuidarla mientras mis abuelos trabajaban, y desde sus cortos quince años, jugaría el papel de madre suplente a la vez que el de hija para mi abuela. Esta relación de interdependencia, de mutua necesidad de la una por la otra sería vertical y se haría material en la forma de habitar y vivir el espacio. Beatriz jamás tuvo hijos pero crió a dos generaciones de mi familia, y dicen que sólo estableció una relación amorosa en su vida. Ella, Titís, no tenía familia además de la nuestra, razón por la cuál pasaría su vida al interior de nuestra casa, pero su espacio sería otro, sería distinto, sería instrumental. Ese límite ambiguo, mediado por una disposición arquitectónica (detrás de la cocina y el lavadero) marca una ruptura en el plano emocional y afectivo de los habitantes de la casa. Una frontera física, material, es el símbolo, la materialización, de un límite emocional y afectivo. Esa frontera estaba clara en mi relación
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con Beatriz, tras el paso del tiempo la transacción económica entre mis abuelos y Beatriz se hacía más evidente para mí, a medida que yo la entendía la usaba, y reproducía las formas jerárquicas inherentes a ella. Beatriz fue una figura ambigua. Me malcrió a mi, a mis primos, a mi tía y a mi madre y un así nunca consideré su palabra como autoridad. Jamás obedecía a un orden que saliera de su boca, la retaba constantemente, porque a pesar de amarla profundamente, sabía que su transacción laboral con mi familia era lo que determinaba su residencia en la casa de mis abuelos. 102
Durante muchos años, y a pesar de haberse desvinculado de la familia laboralmente a raíz de la muerte de Mimía (mi abuela), Titís nos visitó en navidades y cumpleaños. No pasaba una fecha significativa en la no llamara a casa a decirnos que nos quería, extrañaba o pensaba. A Titís le debemos los almuerzos en familia, la capacidad para reírnos de nosotras mismas, la tranquilidad para hablarnos unas a otras más allá de las jerarquías familiares. A Titís le debemos los abrazos antes de ir a dormir, las horas de ocio frente a la televisión en las tardes, las guerras de cosquillas, la empatía y sensibilidad por aquellas personas a las que amamos. A Beatriz le debemos gratitud y disculpas, a Beatriz le debemos memoria.
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Beatriz
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A Titís le debemos los almuerzos en familia, la capacidad para reírnos de nosotras mismas, la tranquilidad para hablarnos unas a otras más allá de las jerarquías familiares. A Titís le debemos los abrazos antes de ir a dormir, las horas de ocio frente a la televisión en las tardes, las guerras de cosquillas, la empatía y sensibilidad por aquellas personas a las que amamos. A Beatriz le debemos gratitud y disculpas, a Beatriz le debemos memoria.
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C
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C
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O
S
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Silvia Federeci nos dice que la mayor crítica a Marx desde feminismo consiste en señalar que el autor alemán no reconoce el trabajo doméstico como productor de valor, pues éste, como he dicho, no se encuentra dentro del mundo de las mercancías. Esto excluye el esfuerzo reproductivo de la fuerza femenina, el trabajo doméstico no asalariado, del esquema de análisis marxista para la comprensión del mundo capitalista: En el centro de esta crítica se argumenta que el análisis de Marx sobre el capitalismo fue entorpecido por su incapacidad de concebir la actividad productora de valor en otra forma que no fuese la producción de mercancías, y su consiguiente ceguera ante el significado de la actividad reproductiva no pagada de las mujeres en el proceso de acumulación capitalista. Ignorar esta actividad limitó su comprensión sobre la verdadera extensión de la explotación capitalista del trabajo, y la función del salario en la creación de divisiones en el seno de la clase trabajadora, comenzando con la relación entre mujeres y hombres. (2013, p24) Marx olvida cómo la invisibilización del trabajo femenino no sólo reproduce la fuerza laboral, sino que constituye una fuerza laboral no remunerada, y que por tanto le ahorra al sistema, en términos materiales, el costo de producción y reproducción. Pensar en el trabajo afectivo, emocional, en la doble presencia y doble negación de la población femenina (Arango Gaviria, 2011) cuestiona lo que entendemos por trabajo asaliariado y división sexual del trabajo. Así mismo, un
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sistema neoliberal como el nuestro, favorece a que se considere que “todo lo que se necesita para reproducir la fuerza laboral es la producción de mercancías y el mercado. Ningún otro trabajo interviene para preparar los bienes que consumen los trabajadores o para restaurar la fuerza física y emocionalmente su capacidad de trabajo.” (Federeci, 2013, pág. 25)
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Así mismo genera una serie de antagonismo, dispositivos y tecnologías que favorecen el dominio de unas mujeres sobre otras. Me explico, como mi madre no podía trabajar como pediatra y a la vez hacerse cargo de nuestro cuidado diarios (al ser madre soltera), se vio en la necesidad de contratar a un empleada doméstica asalariada que no sólo nos auxiliara, sino que, además fuera capaz de generar vínculos, formarnos, disciplinarnos, darnos afecto, enseñarnos a relacionarnos. Así mismo, estas mujeres que cuidaron de mí, tuvieron que dejar a sus hijas e hijos al cuidado de otra mujer, muchas veces sin la posibilidad de remunerar su trabajo afectivo. Mientras sigamos inscritas a un sistema económico, social y cultural insostenible, los puntos de escape son escasos. Y aquello que debería ser nuestro refugio se seguirá tornando en nuestro claustro. Creo en que más allá de las delimitaciones trazadas por aquellos que detentan el poder, hay en nosotras una gran capacidad de re pensar nuestro sistema económico. De sentir empatía por aquellas que nos son extrañas, y cuyas vivencias son testimonio de lo injusto que es el mundo como lo conocemos hoy por hoy.
Debo decir que amé profundamente mi trabajo, que en ocasiones me desilusioné de mi misma, me cuestioné el lugar desde el que hablaba, pero que al final, creo que no he terminado, que hay más por explorar, desde la plástica, el activismo y la teoría feminista. Y que espero que lo que presento hoy como trabajo de grado no quede en el aire en mi futuro.
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Agradecimientos especiales a: Jimena Andrade por su criticismo y compromiso. Iván Jiménez y Santiago López por su cariño a la primera parte del proyecto. A Anita, a quién admiro y respeto, por su trabajo, su apoyo incondicional y su mirada crítica al proyecto, por sus batallas ganadas y por ganar. Y a las 5 chicas que me apoyaron y decidieron permanecer anónimas, por su fuerza y temeridad. A mi madre, por creer en mi y en que no es tan loco tener una hija que quiso ser artista. A Juanita Bravo, por ser amiga, por ser consejera y por su ética de trabajo. A Jaime Borbón por su colaboración incondicional. A Daniel Saavedra por su generosidad y conocimientos desde la arquitectura. A Ana Millán por su cariño, entusiasmo y criterio. A Beatriz por darme fuerzas desde dónde sea que esté.
{BIBLIOGRAFÍA} ANZALDÚA G. (1987) Borderlands La frontera San Fransisco, CA: Aunt Lute Books. ARANGO L. G. (2011) El trabajo de cuidado: servidumbre, profesión o ingeniería emocional? En: El trabajo y la ética del cuidado Medellin: Universidad Nacional de Colombia. ARANGO L. G., MOLINIER P. (2011) El trabajo del cuidado y la ética del cuidado Bogotá: La Carrera Social.
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CASTRO-GÓMEZ S. (2007) Michel Foucault y la colonialidad del poder En: Revista Tábula Rasa 6 [Recurso electrónico] http://www.revistatabularasa.org/numero-6/castro.pdf DELEUZE G., GUATTARI F. (2002) Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia Valencia: Pre-textos. FOUCAULT M. (1984) Of Other Spaces: Utopias and Heterotopias [Recurso electrónico] http://web. mit.edu/allanmc/www/foucault1. pdf SÁNCHEZ BERNAL M. (2013) Trazas y trazos de espacios obrados para mujeres en el tiempo mudo [Recurso electrónico] https:// www.youtube.com/watch?v=hr2cotjRfRk
SONTAG S. (2014) La conciencia uncida a la madurez. Diarios de madurez, 1964-1980 Barcelona, España: Penguin Random House. VIANA A. (2014) Las mujeres en el posconflicto y los peligros de la re-victimización En Razón Pública [Recurso electrónico] http://www. razonpublica.com/index.php/ conflicto-drogas-y-paz-temas30/8004-las-mujeres-en-el-posconflicto-y-los-peligros-de-la-revictimizaci%C3%B3n
Este libro se terminó de imprimir y encuadernar en Mayo en Bogotá, a los pocos días del día internacional del trabajo y pensando en Beatriz.