C 茅 s a r
Pelli
Francisco Salamone Fundaci贸n
PROA Leonardo
Gauna
E L E A Montevideo
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Habitar
Fundación PROA
Fotografía
Recuerdos Ajenos
Primer plano:
César Pelli
Preámbulo
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Agenda
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Opinión
Viajes
¿Dónde está Salamone?
Extra
ELEA Montevideo 2013
Artes
Leonardo Gauna
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Recomendados
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Última página
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Edición:
Agustina Bazán Manuel Muñoz
Colaboradores:
Angie Figueredo
Fotografía:
Angela Fontana www.facebook.com/FotografiaAngelaFontana
Ilustración de tapa:
Belén Belén www.behance.net/belenbelen
Ilustración de última página:
Gabo Duran www.facebook.com/Eddibuja
Diseño de logo:
Brunancio www.facebook.com/holibrunancio
Agradecimientos:
A Angie, por la gestión y la tremenda ayuda!
Mail de lectores:
revistataller9@gmail.com
Publicidad:
revistataller9@gmail.com
ISSN:
2344-9942
Una de las cosas que más disfruto de hacer Taller 9, es la posibilidad de investigar sobre temas en los que nunca había profundizado, o que en su momento, simplemente pasé por alto. Mientras componíamos esta edición, me di cuenta de que juntamos en ella a dos arquitectos que nunca me había detenido a analizar, y que hacerlo, llevó a plantearme nuevas ideas y preguntas. Por un lado, Cesar Pelli. Un gigante argentino que ha sabido colocar su nombre entre el de los arquitectos más conocidos del mundo y construir edificios en los lugares más recónditos de la tierra. Después de la entrevista que accedió a darnos, me encontré además, con un hombre de pensamientos lúcidos y de mucha claridad para expresarlos. Alguien a quien hay que escuchar. Por otro lado, Francisco Salamone. La intriga que me generaba lo poco que conocía de él me llevó a embarcarme en un viaje por la provincia de Buenos Aires para conocer algunas de sus obras (ya que no dejó un solo escrito teórico), y entender cómo lo que a simple vista me parecía una pieza desencajada de la arquitectura argentina, cuadra perfectamente con un momento histórico particular. Así abrimos la segunda edición de una revista que arrancamos con inexperiencia pero con muchas ganas, y sobre todo, con un fuerte impulso por explorar un poco más. Como diría una buena amiga: ¡Qué viva la curiosidad!
Agus Bazán.
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Cheto
Desde el 21/09 está disponible para visitar, en el Faena Arts Center, la muestra que los artistas británicos Anthony McCall y Mischa Kuball pensaron basándose en El Aleph de Jorge Luis Borges. La entrada está $40, $20 si vas con la libreta, y GRATIS los lunes. Más info en: http://cor.to/faena
La muda Metrópolis es una peli muda estrenada en 1927 y es uno de lοs pocos films considerados Memoria del Mundo por la Unesco. El 23/10 a las 20.30hs, va a haber una proyección a cargo del Teatro Colón, con música en vivo. Un lujo. GRATIS.
Una foto pa’l feis
Entre el 1 y el 4/11 se hace en el Centro Cultural Recoleta la feria Buenos Aires Photo, con la presencia de un montón de galerías nacionales e internacionales. Si sos estudiante, la entrada te sale 25 pesitos nomás.
Con Coca. Sarli. Hasta el 14/10 tenés tiempo para participar del concurso para diseñar el próximo afiche de Fernet Branca. Los trabajos se van a recibir (en esta instancia) en formato digital, y el que gane se lleva 18 luquitas ¿Qué talco? Más info en: http://www.arteunico.com.ar/
Te calmás! Conocer la música de Devendra Banhart es un placer que sólo algunos disfrutamos. Así que, si sos de los que no, andá sacando tus entradas para el 20/11 en el Gran Rex. Música súper tranqui, ideal para calmar fieras. Llevá a tu suegra.
Okupas
El 30/11 arranca 48hs Buenos Aires Open House un evento que abre las puertas de 60 edificios de la ciudad, para que vos los visites GRA-TA-RO-LA. Más info entrando a http://cor.to/openhouse
Cloro ¿Tenés ganas de dibujar? ¡Anotá! El CPAU ya abrió la convocatoria para un homenaje a Clorindo Testa.
Para comerte mejor Del 10 al 16/10 se hace la Semana de la Gastronomía Porteña, un evento para ir a lastrarse todo en las degustaciones, y aprender a cocinar de la mano de los chefs más reconocidos. Mas info en: http://cor.to/gastro
Del 22 al 24/10 van a estar recibiendo los trabajos para participar, y se está barajando la posibilidad de exponer las obras seleccionadas en ArteBA 2014. Mas info en: http://cor.to/cloro
Habitar
Fundación PROA Texto: Agus Bazán, Manu Muñoz. Fotos: Angela Fontana
Llegamos. El día estaba nublado y en Caminito se levantaba una feria. Había muchos turistas, haciendo lo que los turistas saben hacer mejor: comprar y sacar fotos. El barrio estaba alegre a pesar del frío, y en el fondo un puñado de gente bailaba tango en la vereda. Otro grupo de turistas los rodeaba. El edificio blanco se escondía detrás de una de las esquinas más famosas de la ciudad y, de no ser por un enorme cartel naranja y azul, pasaría casi desapercibido. Entramos. El interior es muy distinto. Lo que por fuera es una casona italiana de principios de siglo pasado, por dentro se transformó en un espacio integrado, conectado mediante una escalera y un gran vacío. Recorremos el edificio. Una maraña de cables azules y fluorescentes nos guían hasta el famoso café de la Fundación. Desde la terraza se puede tener una vista única de la boca del Riachuelo, coronada por el Puente Nicolás Avellaneda. Sentada en una de las mesas nos espera Cintia, Directora
de Programación y Curaduría de la Fundación PROA, que nos va a contar cómo es habitar un espacio de arte. “Lo primero que tienen que tener en cuenta, es que una muestra no puede caer en un espacio y no afectarlo ni ser afectada”, nos dice. “De eso se trata el trabajo de un curador. Es la persona encargada de regular esos impactos. De él se espera una cantidad de información intelectual sobre la muestra, y el proyecto de la instalación teniendo en cuenta los desafíos que presenta la arquitectura del lugar.” Entre otras cosas, el curador será el encargado de proponer u organizar un recorrido posible, establecer diálogos o tensiones entre las obras, con el espacio, con el espectador, etc. Una muestra siempre tiene un recorrido. A veces más conductista o a veces más libre, pero siempre presente. Algunas exhibiciones son cronológicas o en otros casos, se propone un recorrido sensorial guiando al espectador mediante el uso de iluminación o el mobiliario.
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Para comprenderlo mejor, Cintia nos comenta lo que sucedió con la exposición de Marcel Duchamp, llevada a cabo en conjunto por la Fundación PROA en colaboración con el MAM (Museo de Arte Moderno) de São Pablo. Dos lugares que tomaron decisiones esencialmente distintas a la hora de organizarla, en consecuencia de las condiciones del espacio. La muestra pasó primero por el MAM, un museo que tiene una gran sala longitudinal. Los museólogos resolvieron el conflicto de cómo generar las diversas estaciones y grupos de obras basándose en el pensamiento del propio Duchamp, de que el arte es para la mente y no para la vista. Por eso eligieron el concepto de lóbulos cerebrales, y armaron la muestra en base a formas sinuosas y recovecos, todo en los tonos grises, que iban alojando las diversas obras. En la Fundación PROA, en cambio, Cintia nos cuenta que las cosas fueron distintas. “Las obras que constituían la muestra eran muy diversas. Algunas eran muy pequeñas, otras muy grandes y a la vez, todas tenían que ver con objetos de mundo común. Creímos que ubicarlas sobre una base
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significaba la legitimación de la obra de arte, y que esto no era lo correcto para un artista que justamente se había focalizado en hacer ruptura con el arte tradicional”. Después de evaluar diversas exhibiciones de Duchamp en la historia (y teniendo en cuenta que esta muestra no contaba con obras pictóricas), tomaron la decisión de no poner nada en las paredes, y de colocar los objetos en el espacio, sobre un dispositivo conformado por distintos niveles de lectura. En las paredes, sólo estaba el pensamiento del artista: frases de Duchamp vinculadas a la obra expuesta. La ubicación de la Fundación en La Boca, no es casual. El Grupo Techint (iniciado por una familia de origen italiano) eligió este lugar para colocar su fundación cultural, debido a la gran cantidad de inmigrantes de ese país que históricamente habitaron en el barrio. La idea inicial era armar un centro de exposición de artes visuales, y originalmente, contaba con un programa educativo que era su principal vínculo con las escuelas barriales. Con la crisis del 2001, crece el turismo en la zona de Caminito y el público se
amplía a otros sectores. En 2007, PROA cierra sus puertas para agrandarse. Se adquieren dos casas linderas y se crea el edificio actual, un proyecto contemporáneo que siguió conservando la casona original. Cintia nos comenta que antes de la remodelación del edificio, ya existía la famosa terraza, siendo éste uno de los elementos que se buscó mantener, no sólo por la calidad espacial que brinda, sino también por ser un lugar que propone una visión del barrio casi escenográfica. La remodelación, no sólo fortaleció el vínculo con el barrio, sino que además convirtió a PROA en un centro cultural de escala metropolitana. La cantidad de público aumenta los fines de semana con la aparición del Centro Cultural Nómade, un conteiner de colores que se ubica en la vereda de la Fundación, donde alumnos de las escuelas del barrio, reciclan y elaboran objetos a partir de materiales descartados. Este proyecto fue ideado originalmente por los arquitectos de a77 –Gustavo Diéguez y Lucas Gilardi–, basado en principios de sustentabilidad y conciencia medioambiental, que dialoga con las exposiciones del interior del edificio.
Ya que el objetivo de la Fundación es muy amplio: difundir el arte de todos los tiempos, sobretodo el contemporáneo, el programa cultural involucra además de muestras, cine, obras de teatro, presentaciones y conferencias. Habitualmente, se organizan muestras nacionales, pero al menos una vez al año se intenta traer un artista internacional. “Lo que buscamos en PROA es que el espectador tenga una experiencia estética integral. Que tenga contacto con la obra, con la Fundación, y con el entorno barrial. Buscamos que la gente se sienta a gusto tanto recorriendo las exposiciones, como tomando un café, o en la librería”. Si no conocen PROA, les podemos anticipar que esto es una misión cumplida, ya que tanto los guías del espacio de exhibición, como los empleados del café, e incluso (y como acabamos de comprobar) la dirección de la Fundación trabajan constantemente para que los visitantes tengamos la mejor de las experiencias.
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FotografĂa
Recuerdos Ajenos
Texto: Angie Figueredo Fotos: Gabriela Parborell, Gabriela Benjamín, Javier Gómez Dodero, Viva el Libro, Fernando de la Orden, Carli Panchituzz, Natee Benavidez, Eduardo Prats, Agustina Lapenda, Pamela Bowen, Jorge Fuentealba, Verónica Bignone, Ignacio Torres.
Es probable que alguna vez nos hayamos encontrado con la situación de ver dentro de la basura de la calle, algo similar a una fotografía. Seguramente seguimos de largo, sin darle demasiada importancia. Pero algo queda flotando en nuestra cabeza. ¿Qué clase de imagen era? ¿Por qué la tiraron? Por otro lado, siempre hay quienes reconsideran este hecho fortuito, dan media vuelta y vuelven a inspeccionar el botín. Como dice el dicho, “La basura de unos es el tesoro de otros”. Esto es lo que sucede con “Negativos Encontrados”, un grupo de personas aficionadas a la fotografía, que deciden intercambiar -vía Facebook- imágenes halladas de casualidad.
Cualquier material fotográfico es bienvenido, desde negativos, rollos de películas, fotos carnet, etc.; desde aquellos descubiertos en un container hasta los comprados en ferias. De esta forma, aquellos que no corremos con la suerte de toparnos con un descubrimiento de este tipo, podemos acceder al material hallado mediante este grupo. Basta con que algún integrante suba un nuevo “tesoro”, para que el resto se compenetre en pensar las múltiples situaciones que pueden rodear la imagen. Lo importante es tratar de entender el momento de la captura. El grupo funciona desde hace un año. María Jimena Almarza, su creadora, nos comenta: “La idea se me ocurrió porque
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varios conocidos habían revelado negativos que encontraron olvidados en cámaras que compraron, sólo por placer de saber qué iban a ver. Ahí nació la idea. A esos negativos se fueron sumando fotos en papel, diapositivas, etc. Suelo juntar muchas cosas de la calle, a mis viejos nunca les gustó, pero con este grupo demostré que no estoy sola en esta locura”. Luego, se sumó Gabriela Parborell, y con ella las reglas del grupo, que sirven para que los miembros no desvirtúen el tema y se conserve la idea original: - Las imágenes tienen que ser de personas desconocidas. - Debe contarse brevemente dónde fueron halladas. - No está permitido subir fotos propias. Pero, ¿qué es lo que llama tanto la atención de una fotografía abandonada? En una primera impresión, la idea de imaginarnos qué sucede en la escena, inventar una historia y sus personajes. Adentrarnos en la vida de un total extraño, conjeturar quién
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es y que será de su vida ahora. El que se aventura a recoger piezas de la vida de un desconocido, se siente parte de ella. Visita lugares con las fotos de viajes, se alegra con la foto de los primeros pasitos del bebé, se ríe porque sacó las orejas del padre, que parece ser el de la izquierda… La mayoría de las fotos retratan personas, parejas, festividades. Y es que culturalmente, la fotografía viene de la mano de la alegría. Cualquier persona que no se dedica al retrato profesional, decide tomar una foto en un momento memorable. En los tiempos en que no existía la fotografía digital, el retratar una imagen, implicaba una serie de decisiones, para no “gastar el rollo”. El proceso tomaba tiempo, no sólo era el conseguir la toma adecuada, sino decidir ir a revelarla (esto podía llevar meses) y sorprenderse con el resultado. En la actualidad, esto es mucho más simple, borramos las que no queremos, sacamos de más por las dudas. Antes, el momento tenía que ser importante para justificar usar la cámara y tomar una foto.
Entonces, después de tanta ceremonia, ¿qué es lo que motiva el despojo? Gabriela opina: “Yo me encontré muchas veces fotos en la calle, a veces las levantaba, las miraba y las volvía a dejar por temor al origen ¡Andá a saber de dónde venían! Pero hace un año tuve dos "encuentros" de fotos en los que me animé. Las agarré, las traje a mi casa y las subí al grupo. Creo que tirar una foto es literalmente tirar recuerdos a la basura. Pienso que hay mezcla de dolor, venganza, bronca cuando uno se desprende de algo tan único, personal e irrepetible como una foto”. Los motivos que llevan a abandonar algo así son de lo más diversos. Uno de los principales puede ser la disconformidad que produce el resultado de la fotografía. Hay muchas donde los protagonistas no salen favorecidos, o incluso algunas tomadas en medio de situaciones embarazosas que mejor no recordar. Muchos de ustedes seguro se lo estarán preguntando: Sí, mucho material es pornográfico.
Sin embargo, algunos tienen historias más tristes, como el caso de aquellas fotografías halladas luego de las inundaciones, donde el agua arruinó el papel, y no quedó otra cosa que hacer que tirarlas. A pesar de todo, es la calle el factor que nos une a todos. Como receptora de lo que no queremos y rechazamos, y como protectora de estos bienes, a la espera de algún interesado. La ciudad nos acerca un poquito más a conocer la vida de los demás, ver que son iguales que nosotros, que disfrutan cosas similares, descubrir sus intimidades sin siquiera conocernos en persona. Así, dejamos de ser espectadores y nos convertimos en partícipes, desde el momento en que no sólo observamos el momento del otro, sino que decidimos guardarnos su recuerdo.
Pueden encontrar más info entrando al grupo de Negativos Encontrados: http://cor.to/negativos
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Le fabuleux destin d'Amélie Poulain. • Esta película del director Jean-Pierre Jeunet, filmada en 2001, retrata la vida de una joven parisina que a sus 22 años de edad decide dedicar su vida a solucionar los problemas de los demás. En su afán por cumplir con su objetivo, se empiezan a tejer las historias de los personajes que la rodean. Uno de ellos, el joven del cual la protagonista se enamora, es Nino: un muchacho que se dedica a coleccionar las fotografías instantáneas desechadas por los usuarios de las cabinas fotográficas. Es aquí, donde el personaje de Audrey Tatou, encuentra la forma de llegar al corazón de tan misterioso joven. La fotografía tiene un papel primordial dentro de la película. No sólo se relata la historia de un coleccionista, sino también aparece la idea de hallar a los protagonistas de las imágenes encontradas.
La fotógrafa anónima Nacida en Nueva York de madre francesa y padre austro-húngaro, Vivian Maier (1926-2009), pasó su infancia en Francia, pero en 1951 regresa a Estados Unidos, donde trabajó durante cuarenta años como niñera. Extremadamente reservada, en los paseos camino al trabajo, Vivian hacía fotos que luego celosamente escondía a los ojos de los demás. A tal punto, que tampoco se atrevía a revelar la infinidad de rollos con tomas callejeras que recogía de las calles de Chicago con su Rolleiflex. Su trabajo muestra escenas cotidianas de transeúntes, en las décadas de 1950 y 1990. Llegó a realizar alrededor de 100.000 fotografías, e inclusive películas caseras. El legado fotográfico de Maier fue descubierto sin querer, en el año 2007, por John Maloof. Mientras trabajaba en un libro sobre el barrio de Chicago Portage Park, compró 30.000 copias y negativos en una casa de subastas. Después de darse cuenta de la calidad del material, Maloof adquirió un lote más, siendo el propietario del 90 por ciento del trabajo de Maier, contando con 150.000 negativos, cientos de rollos de películas caseras, entrevistas en audio, cámaras fotográficas y documentos. Tras meses de búsqueda, John Maloof encontró por fin el nombre de Vivian Maier en internet. Era su obituario. Había
muerto ese 2009, tan sólo tres días antes. Pero a raíz de aquello empezó una ardua investigación que ha llegado hasta hoy. Buscó a las familias en las que trabajó y los niños, hoy adultos, que la ayudaron al final. Ellos mismos fueron los que pudieron dar un acercamiento más certero de lo que fue Vivian para ellos: “Era socialista, feminista, una crítica de cine, y no tenía miedo de decir lo que sea. Aprendió Inglés yendo a las obras de teatro que amaba. La mayor parte del tiempo llevaba una chaqueta de hombre, zapatos de hombre y un gran sombrero. Estaba constantemente tomando fotos que no enseñó nadie.” Su trabajo, y la forma en que fue descubierto, pronto recibieron la atención de los medios de comunicación, crítica y publico. Ya se han realizado exposiciones por diferentes ciudades, se ha publicado un libro “Vivian Maier-Street Photographer” y dentro de muy poco se estrenará un documental dirigido por el propio Maloof y Charlie Siskel.
Más info sobre Vivian Maier en: www.vivianmaier.com www.findingvivianmaier.com www.vivianmaier.blogspot.com.es
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Primer plano
CĂŠsar Pelli Fotos: Gentileza Estudio Pelli Clarke Pelli.
-¿Hola? -¿Hola? -Sí, habla Cesar Pelli aquí. ¡Realmente era él! Su hablar tranquilo, propio de un hombre con experiencia, se combinaba con ese inconfundible acento suyo, que varía entre el tucumano y el estadounidense. A pesar de haberse ido de la Argentina hace más de 50 años, Cesar Pelli sigue conservando un perfecto español. Siempre nos resultó interesante. Sin embargo, descubrimos que había muchas preguntas sobre él que permanecían sin responder. No muchos saben que detrás de esa fachada de empresario, el “Señor de los Rascacielos” tiene un costado sensible, con anécdotas divertidas y situaciones con las que cualquiera se podría relacionar. Muy amable al hablar, respondió nuestras preguntas con gran claridad. Cuando la entrevista terminó, no podíamos creer nuestras caras de fascinación, porque si hay algo que los grandes arquitectos hacen bien, es cautivar a su público. ¿En tu época de estudiante, cómo se enseñaba arquitectura? Bueno, yo tuve dos experiencias muy diferentes. Cuando entré a la facultad de arquitectura, eso habrá sido como en 1943 o 44, todavía estaba el sistema de Beaux Arts. En esa época, comprábamos unos papeles gruesos alemanes, que había que mojarlos, estirarlos y pegarlos por el borde. Cuando se secaban se estiraban y quedaban duritos. Ahí dibujábamos con tinta china y acuarelas. Estudiábamos los órdenes y dibujábamos edificios clásicos. Fue lindo, era muy interesante. Yo tenía suerte, lo hacía bien, tenía mano para esas cosas. Los estudiantes en los años más avanzados estaban haciendo templos y palacios para algunos potentados en costas interesantes, urnas funerarias, todo ese tipo de cosas. Y yo me preguntaba, ¿para qué me sirve esto una vez que me reciba? Y eso no era solo en Tucumán, así se diseñaba en toda la Argentina en esa época. A fines de ese primer año vinieron Eduardo Sacriste y Horacio Camino, unos jóvenes que nadie sabía de donde aparecieron, ni cómo fue que los contrataron. Siempre a fin de año
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nos pedían que estudiemos algún edificio muy pequeño, un templo de Venus o alguna cosa así. Pero a mí, Sacriste me pidió que analice la Casa Jacobs de Frank Lloyd Wright. Ahí comenzó el cambio. Después, en el segundo año, en vez de hacernos hacer todas esas cosas extrañas, nos pidieron que diseñáramos dispensarios, paradas de ómnibus, y una serie de cosas que tenían mucho más sentido. Con eso me entusiasmé. Además, el profesor que nos enseñaba plástica, estaba muy interiorizado con todo el arte moderno, que en esa época era mucho más vibrante y mucho más fuerte que hoy. Ese tipo de arte, todavía no era del todo aceptado, sí por la gente que sabía de arte, pero no por la sociedad en general. Ahí vimos que la arquitectura podía llegar a ser arte. Esa combinación de una profesión que puede aspirar a ser arte y que al mismo tiempo puede ser una contribución social, me pareció fantástico. De ahí en adelante no tuve ninguna duda de que quería ser un arquitecto toda mi vida. Y todavía lo siento así. ¿Cuáles fueron las materias que más disfrutabas? Diseño, sin duda diseño. Plástica me gustaba mucho, historia de la arquitectura me gustaba mucho. Esas eran las que más me interesaban. Me imagino que con casi todos los estudiantes de arquitectura debe ser así. No me iba muy bien con las estructuras, ni con las cosas muy matemáticas. ¿Tenés alguna anécdota que quieras compartir con nosotros de tus tiempos de estudiante? Uff, que se yo ¡Hay tantas cosas tan lindas! Fueron años muy intensos para mí, años de mucha vida. Todo era un descubrimiento. Casi en mi último año, hicimos un viaje a Cuzco y Machu Picchu. La idea era ir con un ómnibus de la universidad hasta Machu Picchu, pero cuando llegamos al norte de la Argentina, no sé si Salta o Jujuy, había unos ríos crecidos. Al tratar de cruzarlos, el ómnibus se quedó empantanado ahí. ¡Y lo perdimos! Los profesores que nos acompañaban, Eduardo Sacriste y Enrico Tedeschi, nos hicieron continuar por tren y transportes públicos, y fue fantástico. Ese fue un viaje inolvidable. Cuando llegamos al lago Titicaca, Sacriste se subió al techo del ómnibus donde estaban las valijas, y yo me subí con él. Éramos los únicos ahí. Viajar así, por el borde del lago Titicaca, ver la gente trabajando y cantando mientras trabajaban, fue una experiencia increíble, maravillosa. Todo Cuzco y Machu Picchu fue realmente inolvidable. Fue uno de los viajes más hermosos que he hecho nunca en mi vida.
¿Qué pensabas de la arquitectura cuando eras estudiante? ¿Cómo evolucionó esa idea? La diferencia inmensa está en la práctica. En esa época, no tenía mucha idea qué era lo que significaba ejercer la arquitectura, qué se podía hacer como arquitecto. No tenía modelos a los que referirme ni de donde aprender eso. La teoría, los conceptos de la arquitectura los sabía muy bien, pero la conexión con el hacer arquitectura era muy distante, muy rara. Eso no lo aprendí hasta que vine a Estados Unidos y trabajé con Eero Saarinen. Ahí fue cuando realmente aprendí lo que significa hacer, construir una obra de arquitectura. Es muy diferente que concebirla. ¿Por qué decidiste viajar a Estados Unidos? Bueno, como al año de recibirme, me casé. A partir de ese momento empecé a pedir becas a varios lugares, y me salió una para venir acá a estudiar por ocho meses. La idea era viajar los dos, pero nos daban sólo un boleto de avión. Ahí tengo otra anécdota divertida, si quieres. Teníamos mi boleto de avión, pero no teníamos dinero para el de mi señora. En esa época todo lo que era dólar era carísimo, inalcanzable. Además, cuando empecé a consultar acerca de irme a Estados Unidos, todo el mundo me aconsejaba “No, no se vaya, esto va a ser un daño enorme para su carrera”. Hasta el rector de la universidad, que yo le tenía mucho cariño, me dijo “¡No se vaya, esto le va a hacer mucho mal a usted!”. Es que en ese momento, el gobierno de Perón estaba muy peleado con Estados Unidos. Igual decidimos irnos. O venirnos. Vendimos todos los regalos de casamiento, juntamos todo el dinero que teníamos ¡y todavía no era suficiente! Entonces nos fuimos a Río Hondo, que está como a una hora de la ciudad de Tucumán. Fuimos al casino y pusimos todo el dinero que teníamos en una línea. ¡Y perdimos! ¡Nos quedamos sin nada! Al final decidimos que yo viniera con el boleto que tenía. Mi señora consiguió que una tía mexicana le preste dinero, y vino como a las dos semanas. Ni bien llegó, que no teníamos un peso, descubrimos que ella estaba embarazada. Ese fue nuestro comienzo aquí. ¿Y qué hiciste cuando llegaste?
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Yo venía con toda la intención de estar sólo unos ocho meses, terminar y regresar a Tucumán. Había dejado una casa a medio construir en manos de mi padre. Esta experiencia para mí, era solamente ver Estados Unidos. No le
prestaba mucha atención a la universidad. Igual tenía que hacerlo, era mi obligación, pero lo hacía sin entusiasmo. La verdad es que al final del primer año no podíamos regresar. Teníamos muchas deudas, debíamos de todo ¡Hasta nuestro hijo debíamos! Por suerte, nos dieron ayudantías a los dos para el segundo año. Ahí empecé a tomar más en serio la facultad y pude terminar la maestría y, a fines de ese segundo año, un amigo de mi profesor le escribió desde el estudio de Eero Saarinen pidiendo que le recomiende un egresado. Me recomendó a mí, y ahí me ofrecieron el trabajo. Ahí comenzó mi vida profesional aquí.
Cuando trabajé con Eero Saarinen aprendí lo que significa hacer, construir una obra de arquitectura. Es muy diferente que concebirla. ¿Cómo fue trabajar con Eero Saarinen? ¿Había mucha presión? Fue fantástico, eso fue importantísimo en mi vida. Eero era muy callado y de un temperamento muy apacible. Nunca lo vi realmente enojado. Un poco molesto sí, pero nunca enojado. Nunca levantaba la voz, hablaba poco, trabajaba muchísimo y dibujaba como los dioses. Tenía un gran don del lápiz, todos le admirábamos eso. Había organizado el estudio para hacer muy buenos edificios, que no es lo mismo que hacer edificios. Para hacer edificios excepcionales hace falta otro proceso, eso Eero lo tenía muy claro. Sabemos que fuiste decano de la Universidad de Yale… Sí, pero dejé de serlo en el 85. Fui decano por 7 años y medio, casi 8. Pero poco después de comenzar el decanato me pidieron que diseñe la renovación y expansión del MoMA de Nueva York. Tuve que abrir un estudio que creció mucho. Tuvimos otros encargos y de pronto me di cuenta que las demandas de este trabajo no las podía combinar con ser decano, asique dejé.
Sin duda me interesaba más la profesión que la enseñanza. Siempre me gustaron las dos cosas, toda mi vida enseñé. Enseñé en Tucumán, en Illinois, en Los Ángeles, en muchísimos lugares como profesor de arquitectura, pero me di cuenta cuando tuve el conflicto, que me interesaba más diseñar que enseñar. ¿Cómo fue tu experiencia como profesor? ¿Qué era lo que más te gustaba? ¡Ah! Estar con los estudiantes, discutir y responder a sus preguntas. Lo fascinante es que los estudiantes siempre tienen algunas preguntas que me cuesta responder, que me fuerzan a repensar algún tema que creí que ya lo tenía resuelto o que no lo había pensado antes. Eso es muy vivificante. Por eso creo que casi todos los grandes arquitectos han enseñado. Enseñar es fantástico, pero requiere mucho esfuerzo, mucho tiempo, mucha dedicación. No se lo puede hacer con la mano izquierda. Para enseñar bien hay que darle todo lo que requiere, y requiere mucho. Se te conoce principalmente por la construcción rascacielos, ¿es la arquitectura que te gusta hacer o se debe a encargos de los clientes? ¡Jajaja! Ambas cosas. Sin duda me gusta diseñar edificios bien altos, el tema me apasiona. Cada rascacielos es diferente porque está en un lugar y tiene un cliente diferente. Pero también son encargos que nos piden mucho al estudio. Son trabajos que pagan bien así que todos mis socios están muy interesados. Sin embargo, hemos diseñado muchos teatros, casi 30, y ese es un tema que me encanta. Un teatro es muy diferente que un rascacielos, por lo que significa, por cómo se organiza. Además, tiene que diseñarse en colaboración con otros especialistas, por ejemplo ingenieros acústicos, ya que son edificios muy complejos. Los rascacielos, en cambio, son edificios relativamente simples. Requieren que uno sepa mucho de cómo hacerlo, pero una vez que uno lo sabe, son edificios sencillos. Sí, hacer un trabajo en colaboración con otras disciplinas, lo vuelve mucho más interesante. Nos gustó mucho el Auditorio que está entre las Torres Petronas… ¡Exactamente! Bueno, ese fue particularmente difícil porque nos pidieron que lo diseñáramos cuando las torres ya estaban en construcción, así que había que encajarlo
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entre las dos torres con mucha dificultad. Pero salió muy bien, quedaron encantados. Fue muy lindo y me gustó porque agregó un elemento muy público al conjunto. Lo que es más público aún y más intensamente usado, es el parque que diseñamos con Roberto Burle Marx atrás de las torres. Kuala Lumpur es una ciudad muy caliente y lo que tiene de lindo el parque es que hay agua, y uno puede meterse y empaparse ahí ¡Mucha gente se mete con toda la ropa! ¿Cómo es tu ciudad ideal? No creo mucho en los ideales. Hay muy buenas ciudades que se han construido porque tienen accidentes históricos. Uno no puede entender Venecia sino sabe algo de la historia de Venecia. Una ciudad ideal no tiene historia, no tiene vida. Por lo tanto no tiene sentido. ¿Cuál es la que más te gusta, entonces? Me gustan muchas, por diferentes razones. Venecia es sin duda la más bella. No es una ciudad funcional, pero es bellísima. París es fabulosa, me encanta París. Londres es muy simpática. Nueva York tiene mucha intensidad, mucha vida. Buenos Aires tiene ese gran centro que es fantástico, es la ciudad más caminable que conozco. Creo que no habría manera de combinarlas, por eso digo que es imposible pensar la ciudad ideal. Cada una tiene su característica, su énfasis. ¿Cuáles son tus premisas a la hora de diseñar un edificio? Para mí lo básico es cuáles son los límites del diseño. Cuál es el terreno, el programa a construir, los códigos y requerimientos que van a afectar al edificio, cuál es el presupuesto con el que medirse. Una vez que comprendo eso, puedo empezar a diseñar. ¿El impacto ambiental es una de ellas? Por supuesto, nos interesa muchísimo. Trabajamos para hacer los edificios más sustentables posibles. Tenemos muchos edificios, incluyendo rascacielos, que están certificados de Platino, que es lo más alto en la clasificación de LEED. Tenemos algunos edificios que creo que serían Platino pero los dueños no quieren pagar por la certificación. Es un proceso caro, aquí cuesta como 50.000 o 80.000 dólares.
¿Por qué nunca volviste a Argentina? ¡Porque tenía trabajo aquí, y no allá! Los arquitectos estamos limitados a eso. ¿Encontraste tu lugar en New Haven, entonces? Sí, estoy aquí porque aquí era decano, pero resulta que es un muy buen lugar para hacer un estudio de arquitectura. Es un lugar hermoso para trabajar, con pocas distracciones. Me lleva seis minutos de auto venir de mi casa al estudio, y más de la mitad de la gente que trabaja conmigo camina a sus casas. Casi todos han comprado sus propias casas o departamentos aquí. Y tenemos el aeropuerto un poquito lejos pero está muy a mano. Además, como tenemos la Universidad de Yale hay muy buenos museos, teatros, conciertos, muy buenas conferencias de todo tipo. Por último ¿Qué consejo le daría a los estudiantes de arquitectura? Bueno, lo más importante es que se conozcan a sí mismos. Que sepan cuáles son los potenciales que tienen y de acuerdo a eso armar una carrera en base a lo que uno puede hacer y no a lo que uno no puede hacer. No hay nadie que tenga todas las capacidades necesarias, pero hay que aceptar la visión de uno y desarrollar al máximo sus habilidades.
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¡Bueno eso es todo Cesar!
Enseñar es fantástico, pero requiere mucho esfuerzo, mucho tiempo, mucha dedicación. No se lo puede hacer con la mano izquierda.
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¿Dónde está Salamone? Texto: Agus Bazán Fotos: Agus Bazán y Angie Figueredo
El auto iba repleto. Digamos que: cinco personas, más sus respectivas mochilas, más bolsas de dormir, más dos carpas, más el abrigo apropiado para pasar un fin de semana largo de junio recorriendo el sur de la provincia de Buenos Aires, ocupan mucho espacio en un Volkswagen Gol. La idea es seguirle el rastro a Francisco Salamone, el arquitecto ítalo-argentino que en la década del 30 y en menos de 4 años, construyó alrededor de 60 obras en la provincia. A partir de una proposición del gobernador de ese entonces, Manuel Fresco (un hombre con fuerte simpatía por el fascismo), y con el objetivo de fomentar el crecimiento de pequeñas ciudades y pueblos del interior, Salamone construyó en la pampa tres tipos de instituciones: municipalidades, mataderos y cementerios. Edificaciones de alto contenido simbólico que, probablemente, representen los
tres poderes dominantes de aquella época: el poder político conservador de la Argentina en los años 30, la pujante industria ganadera y la iglesia. Armamos un itinerario de viaje que también incluye Villa Epecuén, o lo que queda de esta villa que, en 1985 quedó completamente sumergida bajo la laguna tras la ruptura del terraplén de contención que la protegía. Diez años después el agua comenzó a bajar y hoy, ha dejado a la vista una ciudad completamente en ruinas. Aunque arreglamos salir a las 7, recién a las 9 de la noche nos encontramos los cinco: Angie, Maru, Maia, Ema y yo. Después de las compras previas propias de cualquier viaje (comida, cigarrillos, mapa, nafta), emprendimos camino y, entre que nos perdimos y todo, llegamos a Azul a las 2 a. m. con frío y sueño.
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(2) Azul La mañana empieza bien, con café con leche y medialunas en el Hotel Blue. Sí, Blue. Parece que llegar al cementerio, el primer edificio que vamos a visitar, es sencillo: “Agarren derecho por la calle Necochea, seguro lo van a reconocer”. Claro, imposible no hacerlo. En una esquina aparece ante nosotros un cartel de piedra de unos 15 metros que dice RIP, en granito negro. En el frente, se levanta un ángel de rasgos facetados con una gran espada entre las manos (1). Parece ser el guardián de la frontera que separa a los vivos de los muertos. Todo el conjunto es imponente. Ya es mediodía y nos dirigimos hacia el centro, más precisamente a la plaza San Martín, la plaza principal de Azul. Acá Salamone diseñó las luminarias, algunos bancos (con la misma lógica de planos facetados) y también el solado, que
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es lo más llamativo. Está conformado por líneas zigzagueantes blancas, negras y grises que van cambiando de dirección y convergen en un punto justo en el centro de la plaza, debajo de la fuente. Después de pasar por el almacén para comprar pan y fiambre, partimos rumbo al ex Matadero Municipal. Para ello tenemos que salir de Azul y alejarnos 2 km de la Ruta Nacional Número 3, por el viejo camino a Tandil. Cuando llegamos, nos sorprendemos al ver que fue pintado recientemente. Nos enteraríamos después, que éste no es un edificio abandonado como el que pensábamos encontrar, sino que después de años en desuso fue reabierto para que funcionara una cooperativa dedicada a la extracción y el procesamiento de la miel. Igual que en el portal del cementerio, el edificio es explícito: la torre del Matadero tiene la forma de la hoja de una cuchilla (2).
(3) Laprida 150 km más tarde estamos en Laprida. Nos bajamos del auto en La Plaza Pedro Pereyra, frente a la Municipalidad. En el centro de la plaza, no sé si Salamone proyectó una fuente, o un conjunto de macetas, o una escultura con luces, pero es una construcción con todo eso junto (3). La recorremos, nos trepamos, nunca vimos algo así. Enfrente, la Municipalidad es también obra de Salamone y posee una torre más alta aún que la torre de la Iglesia, con un inmenso reloj. La sombra, además, se dibuja en el solado de la plaza. Para cuando nos dirigimos al cementero, ya se acerca el atardecer. Saliendo del casco urbano, comenzamos a verlo al final de una calle de árboles pelados. A medida que nos acercamos con el auto, vemos la cruz más y más grande. Es enorme, igual que el Cristo clavado en ella. Con 40 metros de altura, ésta es la cruz más alta de América del Sur. En su base una serie de conos apuntan al cielo.
Adentro nos encontramos con el cuidador, que nos dice que es posible subir un piso para sacar fotos desde la terraza. Accedemos y subimos con él a través de una escalera caracol de pequeñísimo diámetro, mientras nos advierte: “Pueden sacarle foto a todo lo que quieran, menos a los cadáveres de las fosas”. Bueno, señor. “¿Ven? Ahí adentro hay todos cadáveres” sigue, y señala unas bolsas de consorcio negras. “¡Bueno, señor cálmese con los cadáveres!”, quiero decirle, pero opto por sentarme a mirar el paisaje desde arriba. Desde acá se ve bien cómo es la cosa: la arquitectura de Salamone nada tiene que ver con el contexto en que se encuentra. La enorme cruz se levanta frente a un montón de hectáreas de campo y al fondo, casas bajas. Esto la hace todavía más monumental.
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Saldungaray Ya es de noche cuando armamos la carpa en el camping de Saldungaray, bajo la mirada de una familia que desde su motor home, parece tenernos lástima. Es que está haciendo mucho frío. Sin embargo, precisamente ahora, ese no es nuestro problema. Tenemos hambre y no sabemos qué vamos a comer. Ya es tarde y los pocos comercios que hay en el pueblo están cerrados. Todo nos parece terrible hasta que el señor del motor home, se acerca y nos dice: “Hice algo a la parrilla, pero mi familia está inapetente, asique se los dejo”. Claro que no le vamos a comer su comida. “No, muchas gracias” contestamos los cinco casi al unísono. “Si no lo comen va a quedar toda la noche ahí”. Y dando media vuelta, se mete en su vehículo dando por finalizada la conversación. No lo podemos creer, estamos salvados. Con el poco pan que nos quedó del almuerzo hicimos unos sánguches del asado más rico que hayamos comido. Y es que la hospitalidad tiene sabor más rico. A las doce, brindamos por el cumpleaños feliz de Angie, que parece empezar con buena suerte.
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Nos despertamos al día siguiente para darnos cuenta que el lugar donde estábamos acampando es hermoso. Salimos a explorar y nos encontramos con el Río Sauce Grande a un par de metros de nuestra carpa y en el horizonte, las Sierras de Pillahuinco. Todo está calmo. Saldungaray, con sólo 1300 habitantes, es el pueblo más pequeño que vamos a visitar. Después de bañarnos partimos al ex Matadero. Contrariamente al de Azul, éste sí está completamente abandonado. Ventanas rotas, escombros, restos de huesos, hacen del mismo un lugar por demás lúgubre. Después de pasar por la Municipalidad -que tiene la particularidad de ubicarse en una esquina- nos vamos al cementerio que se encuentra en la entrada de Saldungaray. Como no podría ser diferente, el portal es enorme. En este caso se conforma por una rueda de 18 metros de diámetro revestida en su interior con cerámicas azules, dentro de la cual se ubica una cruz con la cabeza (y sólo la cabeza) de Cristo que sale de ella (4).
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(6) (5) Tornquist
Carhué | Epecuén
Día tres y salimos temprano, hoy hay mucho que recorrer. A la mañana pasamos por Tornquist. La plaza principal de esta ciudad es diferente a todas las otras por varias razones. Primero, ocupa no una, sino cuatro manzanas unificadas, siguiendo el proyecto de parquización que realizó Carlos Thays al ser contratado por el matrimonio Tornquist. Segundo, tiene un lago artificial construido para proveer el agua destinada al enfriamiento de los motores de la usina eléctrica localizada en las proximidades (5). El lago tiene peces y hasta patos, y está franqueado por puentes de hormigón que diseñó Salamone. Por último, la iglesia se ubica en medio de la plaza.
Pasado el mediodía llegamos a Carhué. Dejamos las cosas rápidamente en el camping, porque teníamos que llegar a Epecuén antes de que anochezca. Encontrar el camino no fue fácil. Aunque recibimos varias directivas, sólo sacamos en claro que había un tal camino viejo y uno nuevo, pero no cómo llegar a ninguno de los dos. Finalmente, dimos con un señor que tras preguntarle, nos contestó: “Cómo no voy a saber llegar a Epecuén si yo era de ahí”. Nos indicó cómo ir y se despidió pedaleando después de decir: “Igual, no van a encontrar nada lindo”. Eso suponíamos. Epecuén era un destino turístico termal en pleno creciemiento, ubicado en el borde de la laguna. Una mañana de 1985, el muro que encerraba las aguas donde los turistas tomaban baños lúdicos o terapéuticos cedió, y tan sólo 15 días después toda la Villa estaba sumida bajo las
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aguas. Los lugareños debieron dejar atrás sus hogares y pertenencias y migrar forzosamente. Muchos se establecieron en Carhué, debiedo rehacer sus vidas como pudieron. La historia de la tragedia de un pueblo entero, no podía dejar nada lindo. Después de transitar un par de kilómetros por un camino en mal estado, reconocimos lo que en algún momento había sido la estación de tren de Epecuén. Dejamos el auto y nos ponemos a caminar. No importa hacia donde se mire, el paisaje es el mismo: paredes caídas, escombros y algún que otro marco de puerta de madera que se mantuvo erguido (6). Los árboles siguen de pie, pero quedaron blancos debido al salitre del agua. Todo ha quedado devastado. Hacia el sur, donde el agua todavía no se ha retirado del todo, se distinguen los trampolines de lo que fue un Complejo de Piletas Municipal. Los turistas se concentran en las calles principales, sin embargo hay calles solitarias donde es posible vagar por las ruinas imaginando como era Epecuén antes de la catástrofe. Mientras recorremos anochece. Hoy la luna está llena.
Guaminí
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Último día y antes de salir de Carhué vamos a la Municipalidad. Apuramos los mates en la plaza porque queremos pasar por Guaminí. En la ruta de entrada a la ciudad, reconocemos el Matadero un segundo antes de pasarlo de largo. Las formas geométricas y la torre altísima lo delatan enseguida. La puerta está abierta y entramos. Aunque todo está deteriorado pueden verse los azulejos que revestían los locales y los ganchos que cuelgan en el techo (7). Se nota que en su momento, debió ser un símbolo orgulloso de la nueva industria, ya mecanizada. Almorzamos en la plaza, frente a la Municipalidad, otra obra memorable de Salamone. Era la hora de la siesta y no creo recordar haber visto una sola persona caminando por la ciudad. Terminamos las empanadas y nos subimos al auto (por vez número mil) para volver a casa. Mientras volvemos reviso en mi la cabeza la cantidad de paisajes e imágenes que ví en los últimos días. Al final, no teníamos que irnos tan lejos, para viajar tanto.
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Extra
ELEA
Encuentro Latinoamericano de Estudiantes de Arquitectura Fotos: Archivo Com.Org, Jamile Lima y Agus Bazán. Texto: Manu Muñoz.
Hace ya 23 años, y para celebrar la reapertura de la revista Trazo (revista que editaba el Centro de Estudiantes de la Facultad de Arquitectura de UDELAR, Uruguay), se propuso un encuentro de estudiantes. El EnconTRAZO. Esta reunión se fue difundiendo, y derivó en un evento que llegó a sumar más de 2000 personas de varios lugares de Latinoamérica. Luego de varios EnconTRAZOS, surgió la necesidad de formar la Coordinadora Latinoamericana de Arquitectura, para poder ordenar estos encuentros, y organizarlos en el tiempo y el espacio. Así surgió ELEA. ELEA es Encuentro Latinoamericano de Estudiantes de Arquitectura, y su principal objetivo es establecer un intercambio cultural entre los alumnos, profesores y profesionales de toda la región. Es un encuentro que se hace una vez al año, en Octubre, y que dura aproximadamente una semana. En este tiempo, se organizan charlas, talleres, fiestas, y todo lo necesario para fortalecer el vínculo entre los estudiantes de todas partes del cono sur. Los ELEA se dividen en dos: ELEA Norte y Sur, encuentros paralelos donde participan diferentes países de Latinoamérica. Argentina integra la Coordinadora Latinoamericana de Estudiantes de Arquitectura (Co.L.E.A.), que organiza el ELEA Sur, junto con Uruguay, Brasil, Paraguay, Chile y Perú. Ustedes se preguntarán ¿Cómo que hace veinte años que está esto y yo recién me entero? Y la respuesta es: El ELEA es un evento que trata de reunir a todos los estudiantes del continente, sin embargo, en Buenos Aires no cuenta con mucha difusión. Los que hacemos Taller 9 nos enteramos de casualidad en 2010, a través de unos amigos estudiantes de otras universidades del país, donde no sólo el ELEA es uno de los principales eventos estudiantiles del año, sino que incluso cuentan con una delegación que se encarga de organizar los grupos para viajar, tramitar las inscripciones y armar toda la movida previa. Un lujo.
El ELEA Sur se organiza una vez en cada país del grupo, este año toca Uruguay, el año que viene Paraguay, en 2015 tendrá lugar un nuevo evento llamado CICAU, y en 2016 habrá ¡Un nuevo ELEA Argentina! Nuestro país ya fue anfitrión en otras oportunidades, en 1992 se hizo en Córdoba, 1998 en La Plata, 2004 en Tucumán, y 2009 en San Juan. Un Encuentro trae varios beneficios para la ciudad que lo aloja. A través de los talleres se promueve la solución a problemáticas que haya en la ciudad o región donde se realizarán y sirven, además, para integrar y educar a la comunidad. Un ELEA genera también una convocatoria internacional y da a conocer las virtudes culturales de la ciudad. Además, el evento convoca entre 2.000 y 5.000 personas, y fomenta la inversión económica en la comunidad, transformándola en una plataforma turística significativa para la región. Por eso, una de las principales tareas que tiene la Comisión Organizadora (Com.Org), es la de encontrar una ciudad donde estos aspectos sean aprovechados al máximo. La Com.Org se encarga también de las finanzas que van a hacer posible el evento, de su difusión, de la infraestructura necesaria para el alojamiento de los visitantes y el correcto desarrollo de las actividades, y de proponer la temática del encuentro.
ELEA se organiza en América Latina hace más de 20 años. Argentina integra el grupo ELEA Sur, junto a Uruguay, Brasil, Paraguay, Chile y Perú.
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Para este año, la temática es “Espacios emergentes: Resignificando límites”, un tema que nos invita a reflexionar sobre la génesis de la ciudad, y establece una comparación con su momento actual. Prometen “abordar la ciudad ya no como una abstracción que nos permita entenderla en una realidad global, sino desde microrrelatos urbanos”, este tipo de observación favorece la cercanía con las diferentes situaciones y problemáticas puntuales de cada sector de la ciudad, instando a todos los participantes a apropiarse de Montevideo como si fuera su ciudad, y a involucrarse en este proceso de mejora. Para llevar a cabo esta actividad, se toman tres pilares fundamentales: Las Protociudades, es decir, las ciudades anteriores al momento de planificación urbana, más primitivas y en un contacto más íntimo con la naturaleza y el medio circundante; la Conciencia de Acción, las ganas y la capacidad de cada uno de participar haciendo ciudad; y la Noción del Otro, que establece las pautas de vivir en sociedad, haciendo prevalecer los intereses comunes y transformando la ciudad en una plataforma donde la solidaridad sea primordial. La Ciudad ELEA es el espacio fundamental del evento, donde todos los estudiantes acampan y se interrelacionan. Una especie de Ciudad Olímpica, donde se llevan a cabo los festejos de los “Días culturales” de cada país participante. Estos tienen como objetivo principal conocer un poco más sobre nuestros hermanos latinoamericanos, sus creencias, sus costumbres, sus tradiciones, y lo más importante: sus comidas.
En ELEA se dictan varios talleres que apuntan a educar a los participantes, teniendo en cuenta principios de sustentabilidad, permacultura y, sobre todo, solidaridad. Para este año, se planean 21 talleres y charlas. Las fotos son de ELEA Cuzco 2012, donde nos enseñaron a fabricar ladrillos para colaborar en la restauración de una iglesia.
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Este año, la Ciudad ELEA va a estar ubicada en Atlántida, un pequeño pueblo balneario, que en verano puede llegar a los 10.000 habitantes, y que se encuentra a sólo 45 kilómetros de Montevideo. Atlántida fue fundada en 1911 por el ingeniero Juan Pedro Fabini y, los que estudiamos arquitectura, la conocemos principalmente por la Iglesia del Cristo Obrero, obra genial que el ingeniero Eladio Dieste construyó en 1952, y que recomendamos visitar. Dentro del marco de ELEA se organizan numerosos talleres que invitan a reflexionar sobre la ciudad y que proveen herramientas para mejorarla, haciendo hincapié en el medio ambiente, la sustentabilidad y la solidaridad. Entre ellos va a haber un taller de bioconstrucción, donde se va a enseñar a utilizar la tierra como método constructivo, y que va a tener aplicación inmediata, reconstruyendo el vestuario de la cancha que se encuentra junto a la Ciudad ELEA, derribado por un temporal. Otro de los talleres, invita a
pensar cómo serán las ciudades latinoamericanas en el futuro, sus bordes, su tejido, sus vínculos y su organización. Hay diversos talleres sobre varios temas: arte, permacultura, acción social, inclusión, dibujo, deporte, conciencia medioambiental, etc. Sin embargo, el evento principal es el Manifiesto ELEA, una reunión donde se evidencia la naturaleza del encuentro, se promueve la integración de los participantes y se fomenta la acción en conjunto. Imperdible. Los que hacemos Taller 9 creemos que participar de un ELEA es una de las cosas que hay que hacer antes de morirse. O de recibirse. Lo que pase primero. Es una experiencia importantísima, no solo académicamente, sino socialmente. Un evento que cumple a la perfección con su objetivo: Romper las barreras y generar un vínculo especial entre todos los participantes.
Atlántida, Uruguay
Ciudad ELEA
Artes
PROYECTO VENTANAS
LEONARDO GAUNA Texto: Agus Bazán, Angie Figueredo Fotos: Angie Figueredo
“Algunas personas dicen que las casas consisten en paredes. Yo digo que las casas consisten en ventanas”. Friedensreich Hundertwasser. Las ventanas nos permiten ver cómo está el clima, y también nos dan luz y aire. A través de ellas podemos interactuar con la calle y ver qué es lo que pasa allá afuera. Sin embargo, el ilustrador Leonardo Gauna encontró en las ventanas además de todo eso, un buen lugar donde dibujar. Leo Gauna es un ilustrador nacido en Zárate que vive en La Plata desde hace 10 años, donde se radicó para seguir la carrera de Artes Plásticas de la Facultad de Bellas Artes.
Con varias tiras en su haber (una de las cuales, “Los Gaunitas” ya cuenta con dos libros editados), fue publicado en numerosas revistas incluyendo la histórica Caras y Caretas. Actualmente, se dedica a repartir su tiempo entre tiras cómicas y el “proyecto ventanas”, por el cual dibujó en diferentes sitios y centros culturales de La Plata y Buenos Aires. Entre ellos las del Pasaje Dardo Rocha, Malvinas, Espacio Acá y la Biblioteca del Congreso de La Nación.
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En su última exposición, después de dibujar sobre la ventana del Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Pettoruti, Leo nos comentó cómo empezó con esto. El Proyecto Ventanas surgió en el 2011, un poco para experimentar los límites de la ilustración, y otro poco por la curiosidad que le generaba aquello relacionado al muralismo y el grafiti, que había comenzado a expandirse en la ciudad. Arrancó de manera informal, dibujando para amigos que le prestaban sus ventanas, hasta que algunos espacios culturales le fueron cediendo las suyas. “Dibujar sobre ventanas me permite involucrarme con un escenario que puede servir como un collage”, explica. Y es verdad, a medida que el dibujo va tomando forma, el fondo varía: la gente camina o se detiene a mirar, los autos pasan,
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se va haciendo de noche. Esa escenografía cambiante no sólo le da color, también le abre otras perspectivas a la imagen. “El dibujo se funde con los otros factores. El fondo, la ventana, el estado climático”. La intervención no está aislada, sino que se compromete con el entorno formando un todo en conjunto. Es por eso también, que dibuja líneas y no planos llenos. “Trabajo el vidrio con una línea, porque lo interesante lo pone el fondo más que nada. Es determinante qué es lo que hay del otro lado, a la hora de dibujar”. Probablemente no sea lo mismo dibujar sobre la ventana de un edificio, desde donde se ve una panorámica de la ciudad, que sobre una ubicada en la planta baja, desde donde se ve el movimiento de la calle, el tránsito y los peatones.
Ésta es otra circunstancia que le atrae de éste proyecto: la interacción con las personas. “La gente se acerca, saca fotos, hace gestos. Algo atractivo que en mi casa no pasaba”. Ésta metodología de dibujar “en vivo”, lo hace sentirse más acompañado a la hora de enfrentarse a “la hoja en blanco”. Es una forma de vincular el trabajo del ilustrador con el entorno. A la hora de elegir el motivo de un nuevo trabajo, aparecen con frecuencia imágenes relacionadas al paisaje de Zárate. Las aventuras a orillas del Río Paraná junto a sus hermanas mayores, son una fuente de inspiración que sigue latente hoy en día. “El resultado termina teniendo dos costados: El fotográfico y el experiencial. Cada uno recorre la ventana y decide cual
es su fondo. Se abren así muchas posibilidades.” Estos trabajos no son permanentes, y su duración depende de la intención de quien ceda su ventana. Lo que queda cuando pasa el tiempo, es sólo el registro fotográfico. Pero el carácter efímero de estos dibujos, parece no preocuparle. Como dice una de sus tiras: “Dibuja tu ventana y dibujarás el mundo”.
Leonardo Gauna publica sus trabajos en sus blogs: www.leogauna.blogspot.com y www.capocosmico.blogspot.com
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De cómo la ciudad olvidó Quiero arrancar con un fragmento de “Fundación mítica de Buenos Aires”, un poema de Jorge Luis Borges, que comienza así: “¿Y fue por este río de sueñera y de barro que las proas vinieron a fundarme la patria? Irían a los tumbos los barquitos pintados entre los camalotes de la corriente zaina.” Buenos Aires fue fundada por primera vez en 1536, para que los españoles pudieran tener el control sobre la boca del río De la Plata antes que los portugueses. El río era la razón por la que la ciudad nació, y por lo tanto la ciudad miraba al río. Era su guardiana. El río protegió a la ciudad de las invasiones y dio lugar a la independencia de la Nación. El río fue durante mucho tiempo el lugar de esparcimiento de la ciudad, donde la gente salía a caminar o recorría la costa en carruajes. El río nos dio de beber, nos proveyó de comida y alimentó nuestras siembras. El río nos honró con el título de “Granero del mundo”, permitiéndonos cursar sus aguas para poder comercializar los productos de nuestro campo en tiempos de gran necesidad.
Sin embargo la ciudad creció y olvidó, como sucede muchas veces, la amabilidad que el río había tenido. La ciudad olvidó que su deber era cuidar del río. Que el río era su razón de ser. Y entonces, en pos del crecimiento, echó sus desechos al río, tiró basura, depredó los recursos que éste ofrecía y luego lo abandonó. La ciudad dejó de mirar al río. Se apartó de la costa y se alejó del agua. Actualmente la ciudad sigue dándole la espalda al río, poniendo barreras que impiden llegar a la costa y vivirlo como en el comienzo, con esa relación íntima. Y es que originalmente, la ciudad y el río eran uno. Y ahora son dos.
Manuel Muñoz.
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Película: Primavera, verano, otoño, invierno y otra vez primavera http://www.youtube.com/watch?v=ajLU2RetIJ8
En mitad de un lago, en un templo flotante, viven dos monjes, uno anciano y otro menor. Conforme pasa el tiempo, el pequeño aprenderá las lecciones de la vida y su maestro. El reconocido Kim Ki-duk recrea una historia muy espiritual, solo válida para aquellos que sean capaces de leer el simbolismo de cada escena, imagen y forma. ¡El paisaje y la banda sonora no tienen desperdicios!
Video: El Guincho - Bombay
http://www.youtube.com/watch?v=-CreEuaS8QY
La productora CANADA, una de las más reconocidas en actualidad (www.lawebcanada.com), presenta este video de donde todo es una explosión de imágenes, colores, de buena música. El resultado es un video que no puede quedar en el incentiva a escucharlo una y otra vez.
Disco:
Novos Baianos - Acabou Chorare http://www.youtube.com/watch?v=O4oVvOghQWg Novos Baianos, fue una banda de rock y música popular brasilera, formada en 1960. Obtuvo un gran éxito en la década del 70 y es considerada una de las revoluciones más importantes de la música brasileña. El segundo álbum de la banda, Acabou Chorare, fue grabado en 1972, y años más tarde sería considerado el mejor álbum de música brasileña por la revista Rolling Stones.
la el 2010, snudos y
olvido e
Salida:
Festival de Jazz http://festivales.buenosaires.gob.ar/jazz/home/web/es/index.html Como todos los años, se realiza una nueva edición del Festival Internacional Buenos Aires Jazz. Este evento organizado por el gobierno de la ciudad, se llevará acabo entre el 20 y el 25 de noviembre. El Festival procura reunir tanto artistas nacionales como internacionales, y brindarle a cualquier ciudadano la posibilidad de deleitarse con tan prestigioso estilo musical.
Lugar:
El jardín Andaluz del Museo Larreta (Juramento 2291) http://museos.buenosaires.gob.ar/larreta_virtual.htm El escritor Enrique Larreta transformó la quinta que rodeaba su propiedad (hoy museo), en un bellísimo jardín inspirado en los jardines andaluces de la España musulmana. Es un pequeño oasis en pleno Belgrano poblado de árboles y plantas de distintas especies, fuentes y esculturas. Aunque puede visitarse todos los días dentro del horario del museo, los primeros sábados de cada mes se organizan visitas guiadas a las 15.30 y 17 hs.
Libro:
El barón rampante – Ítalo Calvino http://www.upv.es/laboluz/leer/books/calvino_el_baron_rampante.pdf Cosimo era un niño cuando tras una discusión con su padre, se sube a un árbol y promete nunca más pisar suelo firme. La acción ocurre en la época de las monarquías europeas y, a lo largo de su vida, Cosimo participa en la revolución francesa y en las invasiones napoleónicas, permaneciendo siempre fiel a lo que se ha autoimpuesto. Al vivir en los árboles, puede mantener esa distancia necesaria que le permite estar dentro y fuera de las cosas al mismo tiempo.