Clorindo
Testa M i l o
Lockett Habitares
Experimentales
C o n j u n t o Los Andes Rio de Janeiro: Cidade maravilhosa
Buenos Aires O l Ă m p i c a
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Habitar
Conjunto Los Andes
Sustentable
La otra arquitectura
Primer plano:
Clorindo Testa
Pre谩mbulo
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Agenda
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Opini贸n
Viajes
Río de Janeiro: Cidade Maravilhosa
Extra
Buenos Aires Olímpica
Artes
Milo Lockett, artista despreocupado
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Recomendados
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Taller 9 | Staff Edición:
Agustina Bazán Manuel Muñoz
Editor Propietario:
Manuel Muñoz, Gorostiaga 2248 6C, 1426, Buenos Aires.
Colaboradores:
Magoya
Fotografía:
Angela Fontana www.facebook.com/FotografiaAngelaFontana
Ilustración:
Belén Belén www.behance.net/belenbelen
Diseño de logo:
Brunancio www.facebook.com/holibrunancio
Agradecimientos:
A @Autusgo, por ayudarnos con la página!
Mail de lectores:
revistataller9@gmail.com
Publicidad:
revistataller9@gmail.com
ISSN:
2344-9942
Un día, leyendo algunos artículos sobre obras nuevas, me encontré con una serie de videos grabados por estudiantes de arquitectura. Eran gente joven, como ustedes, como nosotros, con una visión de las cosas similar a la nuestra. En los 3 minutos que duraba la entrevista, me di cuenta que eso era lo que hacía falta: una revista, publicación o algo, que tuviera el enfoque de los estudiantes. Así fue que en los días que siguieron, me reuní con compañeras de la carrera (y de la vida), y empezamos a sentar las bases para que esa idea fuera una realidad. Después de mucho trabajar, de pensar y repensar, de agregar y quitar, de modificar y arreglar, llegamos a lo que hoy les presentamos. Taller 9, es una revista donde los protagonistas son los estudiantes. Donde el enfoque esta siempre hecho desde nuestro punto de vista, donde van a encontrar charlas con arquitectos, artistas y diseñadores, recomendaciones de libros, películas, música y arte. Queremos proveer a los estudiantes de material de lectura, de cosas interesantes, que sirvan para aplicar a los proyectos, que los mantengan informados, que les den curiosidad por las nuevas obras que hay en el mundo, sobre las distintas teorías y formas de pensar la arquitectura, que provoque la investigación y que sean una fuente de inspiración. En este primer número, queremos compartir con ustedes un homenaje al arquitecto y artista Clorindo Testa, uno de los profesionales más importantes que tuvo nuestro país, y a quien tuvimos la oportunidad de entrevistar hace un tiempo. Esperamos que la disfruten Manuel Muñoz.
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Yayoi está demente Yayoi Kusama es una artista japonesa. Desde chica desarrolló una obsesión por las repeticiones infinitas, y en eso se basa la muestra que está hasta el 16 de Septiembre en el Malba
Porno
Una Relación Pornográfica se llama la obra donde Darío Grandinetti y Cecilia Roth hacen de dos personas que se conocen a través de un anuncio. Está muy buena. En el Paseo La Plaza, de miércoles a domingo. Desde $160.
Música y café Sesenta bandas de diveros géneros, y seleccionadas por un jurado conformado por varios artistas reconocidos de la ciudad, se reunen para tocar en los bares y cafés notables de Buenos Aires. Toda la info en el siguiente link:
http://agendacultural.buenosaires.gob.ar/evento/musica-en-bares-notables/6545
Seminario
El 10 de Agosto arranca en el Centro Cultural Recoleta, un seminario de cine a cargo de Roberto Camarra y Lucía Luna. Dura 5 clases y está $250. Una ganga.
A l t o guiso
Al agua pato
El Grupo Mondongo se caracteriza por realizar sus obras a partir de materiales no convencionales. En la muestra que se presenta en el MAMBA hay plastilina, monedas y de todo. A $5 la entrada.
Si no les importa mojarse, vayan a ver el espectáculo de Fuerza Bruta en la sala Villa Villa del CC Recoleta. Es realmente increíble.
Visiones
Kemble
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En el Malba se exponen obras del artista argentino Kenneth Kemble, en conmemoración del 15° aniversario de su fallecimiento. Se incluyen pinturas, collages, objetos y un video.
Ya pueden ir a la Fundación PROA a visitar la muestra Buenos Aires en Imágenes, una colección de Dibujos, fotos, videos y relatos que reflexionan sobre la ciudad actual.
Habitar
Barrio Parque
Los Andes
Bibliografía: Rolando Schere; Conjunto Los Andes: Casas con patios y pleno sol; Patrimonio Argentino; Clarín Arquitectura; 2013. Fotos: Angela Fontana
Durante la carrera nos la pasamos analizando obras de arquitectura. Sabemos -o creemos saber- cómo funcionan lugares que jamás hemos visitado. Con mirar una planta podemos deducir accesos, circulaciones y destino de los locales. Sin embargo, ningún material que encontremos es capaz de mostrarnos cómo se desarrolla la vida en el lugar, qué cosas disfrutan sus habitantes o con qué problemas se enfrentan diariamente. Nadie mejor para contarnos cómo es una obra que quien la vive todos los días. Con estas ideas en la cabeza, nos fuimos al Conjunto Los Andes, obra del arquitecto Fermín Bereterbide.
Ubicado en el barrio porteño de Chacarita, es el primer conjunto de viviendas colectivas construido por la Municipalidad de Buenos Aires para albergar a obreros y empleados municipales. Lo hemos estudiado en numerosas oportunidades y ya sabemos muchísimas cosas, pero queremos completar la información que tenemos con la experiencia de quienes lo habitan. Llegamos y damos la vuelta a la manzana, pero no vemos a nadie. Nadie entra y nadie sale. Un chico nos mira desde el balcón pero no, no nos animamos a gritar. Hasta que nos encontramos con Sofía.
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“Bueno, una cosa es cuando sos chico y otra cuando sos grande, cuando uno le saca más el jugo es cuando es chico porque vas y venís por el barrio, estás todo el día afuera y tus viejos están tranquilos”. Sofía tiene 26 años y vivió toda su vida acá. Claro que, hace 20 años el barrio tenía otra dinámica: como el conjunto no tenía llave en sus puertas, los amigos del barrio entraban y salían continuamente sin mayores problemas, y el gran patio central de esta vivienda colectiva era el lugar preferido para los juegos. Para 1928, año en que se inauguró, el proyecto del arquitecto Fermín Bereterbide era novedoso en el país. El conjunto respeta la línea municipal y las ochavas, y aísla de la calle la zona verde central, destinando al uso comunitario casi un 63% del espacio de la totalidad de la manzana. Desde éste gran espacio público, se accede a cada uno de los 17 núcleos circulatorios verticales, que lleva a los habitantes a cada uno de los 157 departamentos. El basamento, dedicado a usos sociales está compuesto por locales comerciales, la casa del encargado, un pequeño salón de espectáculos, un jardín de niños y un subsuelo. Cuando preguntamos acerca de la relación entre vecinos, Sofía responde que ha hecho amigas dentro del conjunto y que conoce a la mayoría de sus vecinos, sobretodo a los que están desde siempre, como ella. Ahora hay mucha gente nueva. Sucede que desde hace varios años, el conjunto se convirtió en un lugar muy codiciado por arquitectos, diseñadores y artistas, al punto que hoy hay lista de espera para comprar o alquilar alguno de sus departamentos. Sin embargo esto no fue siempre así. Cuando se construyó, el emplazamiento cercano al Río Maldonado provocaba grandes inundaciones, mientras que la lejanía del centro, la ubicación lindera al cementerio y a una gran quema de residuos, generaban el rechazo de los destinatarios de las viviendas. Por suerte la situación se ha revertido y hoy, quienes se acercan buscando un departamento lo hacen privilegiando los espacios abiertos que brinda el lugar, la relación entre vecinos, la seguridad para sus hijos y la comodidad de los ambientes. “Los hijos, eso une mucho a los vecinos, el uso del abajo”, reflexiona Sofía. Efectivamente, ya desde afuera vemos al menos unos 15 niños corriendo de un lado al otro en el gran jardín.
Sofía nos invita a pasar y recorrer la planta baja. Descubrimos que la gran virtud del conjunto, no está en la cantidad de espacio público, sino en la calidad del mismo. El interior de la manzana es en realidad una serie de patios continuos ubicados conforme a un eje que remata con pérgolas sobre el Parque los Andes. Calles arboladas, lugares de descanso, juegos para niños y tendederos de ropa, componen ese lugar que se aísla del afuera y que conecta a todos. La recorrida terminó en la casa de Sofía, donde tuvimos la oportunidad de hablar con Cecile, su mamá. Al entrar, enseguida detectamos lo confortable que es el ambiente ahí adentro. Los pisos son de madera, los techos son altos y los ambientesgrandes. “Es re cómodo, y además tienen luz de los dos lados”, nos dice Cecile. Esto se debe a que cada departamento ocupa todo el ancho de cada cuerpo: poseen ventilación cruzada. Además, los bloques están orientados de acuerdo a las mejores condiciones de
asoleamiento y, debido al ancho de los patios, no arrojan sombras entre sí. Mientras nos acomodamos en el living le comentamos la idea de la entrevista, pero Cecile nos interrumpe: “tengo solamente cosas buenas para decir de éste lugar”, y empieza por contarnos la historia de cómo llegó acá. De joven, vivía en Hurlingham y no venía mucho a capital, pero lo conoció de boca de un amigo arquitecto. Él por ese entonces, salía con una bailarina del Teatro San Martín que ensayaba en el salón de espectáculos del conjunto. “Es un lugar muy lindo, tiene callecitas, árboles...”, le contaba cada vez que la venía a buscar. En ese tiempo no le prestó atención. Pero cuando conoció a su marido y tuvieron que elegir un lugar para mudarse, recordando las palabras de su amigo vino a conocer el barrio. “Acá quiero criar a mis hijos”, pensó. Tiempo después, pudieron comprar un departamento.
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Así llegó hace más de treinta años, junto a su marido y una hija de seis meses, y nunca ha dudado de su elección. “Es como un club. Los chicos bajan y son libres. Como mamá ha sido maravilloso. Ellos son libres y yo me los sacaba de encima”. Las cosas buenas que enumera Cecile son muchas, y van desde la buena conectividad con los medios de transporte hasta la seguridad que siente al vivir acá. “Vos pensá, si entran tipos a robar a una casa, no es tan fácil. Tienen que atravesar el jardincito... los ve todo el mundo”. La estrecha relación que se genera entre los vecinos, también se convierte en una facilidad en la vida cotidiana. “Por ejemplo, mi hijo estudia arquitectura. Si se da cuenta el el domingo a la noche que se olvidó de comprar tal material, siempre hay alguno de los 150 departamentos que sabés que lo tiene. O si querés ver una película, enganchás a alguno seguro”. La administración vecinal, es el elemento que pone verdaderamente de manifiesto el amor y el arraigo que sienten los habitantes por el conjunto. Desde su inauguración y durante más de 40 años, la Municipalidad de buenos Aires administró el barrio los Andes, pero en 1969 se produjo la ruptura con el municipio. Desde ese momento, los vecinos se vieron obligados a hacerse cargo de los problemas que se presentaban todos los días y las tareas básicas como sacar la basura o limpiar los espacios comunes empezaron a ser su responsabilidad. Poco a poco fueron organizándose más eficientemente y crearon el Consorcio Barrio Parque Los Andes, un organismo de autogestión que se encarga del mantenimiento del edificio y sus dependencias. “Todo lo hacemos nosotros, ad honorem”, dice Cecile. Existe un Comité Ejecutivo integrado por un presidente, un vicepresidente y un secretario, y una serie de Comisiones, que se ocupan de temas específicos como lo son: finanzas, mantenimiento, parque, cultura, eventos, etc. También existe un cuerpo de delegados (17 en total, uno por cada edificio) que elevan las inquietudes de los ocupantes de cada cuerpo al consejo de administración. Por último Cecile nos aclara que no todos los vecinos piensan como ella. Probablemente hay quienes quieren irse de las colectivas en busca de algo más moderno. Pero no ella. “Yo he sido feliz acá y acá quiero quedarme hasta el fin de mis días” concluye, evidenciando con ello el gran logro arquitectónico de Bereterbide: un sitio que sus habitantes han sabido sentir verdaderamente propio.
Seis puntos sobre el Barrio Parque Los Andes • En 1925, la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires llamó a concurso para la construcción de tres conjuntos de viviendas colectivas económicas en los barrios de Chacarita, Palermo y Flores. El programa preveía la cantidad de viviendas a construir al igual que la existencia de locales comerciales, un salón de espectáculos, una biblioteca pública y un jardín de niños. • Fermín Bereterbide, arquitecto socialista graduado de la Universidad de Buenos Aires, ganó el primer premio. • El conjunto de Chacharita fue el único que se construyó. Ocupa la manzana que delimitan las calles Leiva, Rodney, Concepción Arenal y Guzmán. El golpe de estado de 1930 que derrocó al presidente Irigoyen, abortó la construcción de los dos restantes. • La obra fue realizada en un plazo de 15 meses y fue inaugurada en 1928. • El conjunto consta de 12 cuerpos independientes de 10 metros de ancho y de cuatro plantas. Tiene un total de 157 departamentos de 3, 4, y 5 ambientes. • Todos los años se realizan las elecciones del Comité Ejecutivo y las comisiones donde los copropietarios toman funciones para encargarse del mantenimiento del conjunto y sus dependencias.
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Sustentable
La otra arquitectura
La arquitectura sustentable ha ganado, en los últimos años, un lugar importante en el debate arquitectónico. Sin embargo para muchos hablar de sustentabilidad es inútil si no cambiamos drásticamente los hábitos ni la forma en que nos relacionamos con el entorno en que vivimos. He aquí los proyectos de tres arquitectos que llevaron su profesión al límite proponiendo nuevas formas de habitar.
Viviendas, comunidades y ciudades enteras que se presentan como modelos alternativos ante los problemas de recursos y residuos que las superpobladas ciudades de la actualidad no pueden resolver. Lo que para algunos serán experimentos o utopías individuales, son verdaderas declaraciones de principios.
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Panorámica de Arcosanti.
“Bienvenidos a Arcosanti. Laboratorio urbano” señala un gran cartel al costado de Scenic Road, un desolado camino ubicado 65 millas al norte de la ciudad de Phoenix, en pleno desierto de Arizona. Arcosanti es eso: un laboratorio. Un gran experimento que salió de la cabeza del arquitecto italiano Paolo Soleri y se ha ido construyendo a lo largo de los últimos 40 años. Paolo Soleri se graduó en la Universidad Politécnica de Torino en 1946, pero diez años más tarde emigró a Estados Unidos con un gran proyecto entre manos: construir un prototipo de ciudad ideal. Junto a su esposa Colly y sus dos hijas fundó Cosanti, un centro de estudios sobre arquitectura, urbanismo y ecología, y también una fundidora de metales para la producción de campanas de bronce, negocio que le permitiría solventar gran parte de los gastos provenientes de la materialización de su trabajo teórico. La ciudad ideal de Soleri, era una ciudad compacta. Acérrimo enemigo del automóvil como principio de la vida urbana, criticaba la expansión desmedida de las ciudades hacia los suburbios y la sobrecarga del medio ambiente que ello
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Edificio de usos múltiples, Arcosanti.
conlleva. Esto lo llevó a diseñar una serie de centros urbanos que llamó arcologías (nombre proveniente de la fusión de los términos arquitectura y ecología), que se extenderían verticalmente en lugar de horizontalmente sobre el terreno. Así nace Arcosanti, la primer y única arcología que se construiría. Comenzó a levantarse en 1970-muchos años antes de que empezara a hablarse abiertamente sobre la preservación del medio ambiente y el ahorro energético- y fue diseñada para albergar 5000 habitantes. En palabras de Paolo Soleri es una ciudad concebida "a escala del ser humano", ya que la proximidad entre las diversas partes permite a los residentes llegar caminado a cualquier sector. La pluralidad de usos dentro de una misma estructura es otro de los conceptos claves de una ciudad como ésta. Al presentar áreas donde se desarrollan actividades compartidas (vivienda, recreación, trabajo, etc.) no sólo se promueven los encuentros comunitarios, sino que además se minimiza el uso de energía, materias primas y suelo y se reduce la contaminación ambiental y los residuos.
Ya han pasado más de cuarenta años desde que comenzó el proyecto y en Arcosanti se alzan 13 edificaciones. Entre ellas, una estructura de cuatro niveles con usos múltiples que incluye centro de visitantes, cafetería, panadería y galería; además se han construido, casas de huéspedes, un anfiteatro, un centro de música y aéreas de trabajo para la producción de campanas. Si bien no es completamente autosuficiente, concentra todas las funciones de una ciudad moderna. Para ello, posee un sistema de paneles solares que crean un porcentaje de la energía total necesaria. Asimismo, se recoge el agua de lluvia para la agricultura, se reciclan y procesan los desechos alimenticios y se cultivan parte de los vegetales y frutas que se consumen y venden. Aunque la construcción de una ciudad como ésta probablemente demande más energía que la que demandaría una ciudad extendida en el territorio para la misma cantidad de personas, una vez funcionando sería extraordinariamente eficiente en cuanto al aprovechamiento energético. Las tipologías constructivas de Arcosanti son significativas. Enormes bóvedas y arcos se recortan en el cielo del desierto. Pero la explicación de Soleri con respecto a éste punto es convincente: El hecho de levantar estas gigantescas estructuras abovedadas reivindica el espacio público como sitio congregacional, como sitio de reunión de la comunidad en un mundo donde el espacio público se ha vaciado de sentido. Las bóvedas son símbolos monumentales de la vida urbana, que perdurarán a lo largo de los siglos como signos de la presencia del hombre. Pablo Soleri falleció en abril de este año y, si bien hoy habitan en Arcosanti poco más de 100 personas (menos del 5% de lo proyectado por él), la ciudad sigue construyéndose gracias a la colaboración de miles de voluntarios y estudiantes que todos los años visitan el lugar.
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“Las especies más complejas, como las abejas o las termitas, eligieron vivir hace tiempo en dimensiones compactas. ¿Por qué hemos sido tan estúpidos los humanos?" Paolo Soleri Anfiteatro, Arcosanti.
Pero Arcosanti está lejos de ser el único lugar que presenta una alternativa de vida diferente a la que ofrece la ciudad moderna. Al este del desierto de Arizona, en Taos, estado de Nuevo México, se alza toda una comunidad de Earthships o naves de tierra, un prototipo de vivienda autosuficiente ideado por el arquitecto Michael Reynolds. Las aventuras y desventuras de este arquitecto estadounidense se retratan en el documental Garbage Warrior – o Guerrero de la basura- , película que muestra como Reynolds decide separarse de la construcción convencional y, enfrentándose a la comunidad arquitectónica e incluso a las leyes estadounidenses, se lanza a construir una serie de viviendas usando desperdicios como materiales de construcción. Su idea es clara: todos podemos construir nuestra propia casa y hacer que sea autónoma, sin necesidad de depender de los combustibles fósiles ni afectar negativamente el
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Earthship en Brighton, Reino Unido.
planeta. Y no sólo eso, sino que también podemos dar uso a parte de la gran cantidad de basura que generamos diariamente como botellas, neumáticos o las latas de aluminio. Este modelo de vivienda sostenible se basa en una serie de cuartos en forma de U conectados a un invernadero en la cara al sur, y un grueso muro perimetral hacia el norte, hecho de neumáticos rellenos de tierra compactada. Las viviendas no tienen calefacción ni refrigeración. En invierno el sol que entra por el invernadero calienta el muro de neumáticos que almacena la temperatura y va despidiendo calor a lo largo del día. Los Earthships producen su propia electricidad a través de un sistema de energía fotovoltaica y eólica. Dicha energía se almacena en baterías y se suministra a los enchufes eléctricos.
“Me siento como en una manada de búfalos. Todos son parte una estampida que se dirige a un precipicio. Y yo estoy en esa manada y pienso: yo no voy a caer, yo no voy para allá, yo no me voy a caer de esa manera”. Michael Reynolds
La vivienda intenta aprovechar al máximo el agua de lluvia y reutilizar las aguas residuales tanto para uso dentro como fuera del hogar, ayudando a la producción de alimentos y a la jardinería. El agua de lluvia y nieve es recogida en los tejados, depurada y llevada a un gran depósito que se encarga de distribuirla por la casa, mientras que las aguas grises pasan por una depuradora instalada en el invernadero y sirven de riego para las plantas. De allí, el agua sobrante es llevada a la cisterna del inodoro. Asimismo, las aguas negras son depuradas en unos digestores solares, y servirán para el compost que se utilizará para las plantas de los invernaderos.
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Por la construcción de estas viviendas, Reynolds se ha visto envuelto en problemas judiciales que han incluido la revocación de licencia de arquitecto, pero ya hace algunos años, las leyes de su país reconocieron la validez de sus construcciones. Por su lado, se ha dedicado a escribir libros –ya ha publicado 6- que incluyen planos e instrucciones para construir una de estas naves de tierra. Luego del Tsunami en el año 2004, Reynolds y su equipo se desplazaron a las islas Andamán (India) donde levantaron 14 viviendas y, en 2005, tras el huracán Rita, desarrollaron un proyecto similar en México. En la actualidad, ya se llevan construidos más de 2000 Earthships alrededor del globo. La comunidad más extensa se encuentra en Taos, Nuevo México (EE.UU.) donde el mismo Reynolds tiene su casa.
Interior del invernadero.
Por último, otro arquitecto que ha reivindicado el uso de materiales de construcción tradiciones, ha sido el arquitecto iraní Nadar Khalili. Su obra más representativa, un pueblo experimental nacido de la tierra, se levanta en Hesperia, al noroeste de los Ángeles. A finales de los años setenta el iraní Nader Khalili desarrolló el “superblock” o “superadobe”, una técnica de construcción a base de sacos de arena y alambre de espino. Khalili comenzó a desarrollar esta tecnología en respuesta a un proyecto propuesto por la NASA, para la construcción lunar y planetaria. Su estudio proponía que, en el caso de colonizar otros planetas, la forma más sencilla de crear un albergue sería empaquetando la tierra del lugar en bolsas y emplear éstas como grandes bloques. El sistema constructivo consiste entonces en mangas de polipropileno rellenas con tierra compactada, a la cual debe agregársele un estabilizante, como por ejemplo, cal. Las
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Uno de los pueblos de la fundación Cal Earth.
mangas se enganchan entre sí mediante alambre de púas. Para que el sistema constructivo sea estable y perdurable en el tiempo, se trabaja en forma de cúpulas o bóvedas. De esta manera, la estructura trabaja sólo a compresión, repartiendo las cargas uniformemente. El resultado, una vivienda totalmente antisísmica. Los costos de construcción son muy bajos. Primero, debido a los materiales empleados; tierra, sacos, alambre, agua y cal, y además, por el bajo costo de mano de obra, que no requiere especialidad alguna. Con mínimos conocimientos técnicos, una familia podría autoconstruir un hogar con materiales locales. Las viviendas utilizan energía eólica y solar y esta diseñada para resistir ambientes extremos incluyendo tormentas de viento, terremotos e inundaciones. Son muy eficientes térmicamente y, entre sus beneficios, también se encuentra la posibilidad de ampliar la vivienda en fases posteriores.
En 1991, Nader Khalili fundó el Instituto para el Arte y Arquitectura con Tierra, Cal-Earth, una organización que desarrolla proyectos de cooperación y docencia relacionados con la arquitectura sostenible. Así mismo, escribió varios libros sobre su filosofía en la arquitectura y el desarrollo de sus técnicas de construcción con tierra. Hoy, la técnica de Superadobe se ha diseminado a lo largo y a lo ancho del globo, y se utiliza en muchas partes del mundo, incluso en nuestro país.
“Volver a la tierra me parecía obvio. No inventé nada, todas las civilizaciones mediterráneas se sirvieron de la tierra sobre la que vivían” Nader Khalili
La expansión ilimitada de las ciudades, la dependencia de los combustibles fósiles, la falta de una vivienda digna y propia para todos, son sólo algunos de los problemas que surgen de la vida urbana moderna y que la arquitectura no ha podido solucionar. ]En este contexto, es necesario prestar atención a estos arquitectos, destacar sus características positivas y factibles o cuestionar las que no lo son. Es un ejercicio que nos permitirá alcanzar una mayor amplitud mental a la hora de desarrollar una profesión que requiere de toda nuestra creatividad y coherencia. Agradecimientos: (1) (2) Vibhas Kendzia www.musicfromthegarden.com (3) Adriana Ramos www.flickr.com/photos/adriana_rh (4) (5) James Piers Taylor www.flickr.com/photos/naturewise (6) (7) Mike Smith www.flickr.com/photos/mike_s_etc
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Interior de una vivienda de superadobe.
Primer plano
Clorindo Testa Fotos: Gentileza Estudio Clorindo Testa.
Llegamos al estudio de Clorindo una mañana de agosto. Hacía frío, y llovía. Había mucho movimiento. Estaban embalando cuadros para llevar a lo que supusimos sería una futura exposición. Clorindo estaba dibujando con tinta china negra en su escritorio repleto de cosas: papeles, libros apilados, pinceles, un sombrero. Cuando nos vió se sacó los anteojos y nos pidió que tomáramos asiento. Contestó todas nuestras preguntas e incluso algunas que no le hicimos. Parecía que todo le remitía a una anécdota. Y es que, a los 86 años, había acumulado una gran cantidad de historias, propias de un hombre que vivió intensamente. Sus respuestas eran graciosas y llenas de reflexiones simples acerca de cómo veía la vida: “No me angustio por lo que le pasa a una obra. Es una obra que vos hiciste pero que no es tuya. Tampoco tiene sentido obsesionarse”. Nos dejó la sensación de estar frente a un hombre que aceptaba lo que sucedía tal y como es. Sin cuestionamientos sin sentido, sin amargarse por cosas que de todas formas van a pasar. Así lo recordamos a Clorindo, uno de los arquitectos más importantes que ha tenido nuestro país, como un hombre grande y simple. ¿Cuáles fueron los sucesos que lo llevaron a estudiar arquitectura? Bueno, ¿te cuento? Yo estaba en cuarto año del colegio. Un día, mientras íbamos caminando por la esquina de Arenales y Cerrito, mi papá me preguntó: “¿Ya pensaste qué vas a estudiar?”. Mi papá era médico, y entonces yo, que no había pensado nada, le dije: “Y... a lo mejor medicina”, a lo que me dijo: “De ningunísima manera”. Viste que por lo general, a muchos padres les gusta que los chicos hagan lo que hacen ellos. Si mi papá me hubiera dicho “Si, fantástico”, a lo mejor yo ahora era médico y me estaban haciendo una entrevista como médico, ¿no? En ese entonces yo hacía modelos de barcos y pensé en ingeniería naval, que en aquel momento podía estudiarse en Italia. Pero empezó la guerra, así que se acabó la ingeniería naval. Hice un año de ingeniería electromecánica en La Plata, pero no di ningún examen y me pase a ingeniería civil en la facultad de acá, en la calle Perú, en un edificio viejo que ahora no está más. Di dos materias, y después vi que al lado
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estaba arquitectura, que se lo pasaban dibujando, y me anoté. Ahí arranqué mi carrera en arquitectura, fue fácil, o sea, yo dibujaba. Este es un dibujo mío de cuando tenía seis años –nos muestra un auto dibujado con lápiz- yo dibujaba bien de chico, por eso mi viejo me dijo que medicina de ninguna manera. Él pensaba en que yo hiciera algo relacionado con el dibujo. Mi vocación fue en realidad dirigida por mi padre, que reconoció que mis dibujos eran buenos, y que tenía que hacer algo afín. Durante su carrera, ¿Cuáles fueron las materias que más disfrutó? Lo que era el diseño, o sea, Composición Arquitectónica. En ese primer año la única materia que daba era esa, y entonces me pasé el año dibujando todos los días, ahí en la facultad de Arquitectura. ¿Tiene alguna anécdota de su época de estudiante? En la facultad todos los años había un concurso entre nosotros. Cada curso hacía un esquicio, un encierro, donde entrabas a las 8 de la mañana y si querías salías a las 8 de la noche. Te daban un tema y vos lo desarrollabas durante todo el día. Cuando hicimos el primero de esos, en segundo año, tuve una especie de conversación con un compañero mío que dibujaba muy bien. Él decía que, como había tiempo, 12 horas, tenías tiempo de hacer un proyecto dibujado con tiralíneas, regla, escuadra, todo perfecto, que se yo. Yo decía que la palabra esquicio, en italiano schizzo, quiere decir “a mano alzada” o “a mano liberada”, que es lo que estoy haciendo yo ahora, con lo cual quería decir que ese trabajo, vos lo tenías que hacer más libre. Había que hacer un templete en un parque, ¿viste? Una cosita redonda para que vos tomaras sombra. Entonces yo lo hice a mano levantada y él lo hizo con tiralíneas. Al día siguiente dieron los resultados. Salió primero el trabajo de él y cuarto el mío. Entonces yo pensé que él tenía razón, el concurso éste había que hacerlo con regla T, con escuadra, porque había tiempo para hacerlo. Pero cuando me dieron la lámina, vi que de un lado había un cuatro, y del otro lado un número uno. Al lado del uno había un redondelito. Entonces le golpeé la puerta al que armaba esas cosas, salió y, al verlo dijo: “Hubo un error, el trabajo número 1 ha sacado el cuarto premio, y el trabajo número 4 -que era el mío- ha sacado el primer premio”. Ahí aprendí que en los concursos, cualquiera puede ganar. Depende del jurado, de lo que les gusta, de cuál es su visión arquitectónica.
Si hubiese podido elegir cualquier época para ser estudiante, ¿Qué maestro le hubiese gustado tener? Te diré que nadie, o sea, vos no podés decir que la arquitectura del 1500 comparada con la del 2000 es mejor o peor, porque es exactamente igual, ¿entendés? Podés decir que Bernini era equivalente a Mies o a Le Corbusier. Eran distintos, porque los tiempos eran distintos, pero la calidad de uno es igual a la calidad del otro. La arquitectura no fue mejorando con el tiempo, y la pintura tampoco. Las épocas son todas excelentes. Si ves esculturas del 700 a.C. son fantásticas. Y si ves la arquitectura de la acrópolis de Atenas, es comparable a una obra de Gehry de ahora. Son equivalentes, eso fue así siempre. ¿Cuál era su idea de arquitectura en la época de estudiante? ¿Cómo veía usted la arquitectura y como fue evolucionando esa idea? Bueno, el templete en el parque estaba inspirado en Bernini, en cualquiera de esos. A los profesores, en esa época ,año 43 o 44, les gustaba la arquitectura renacentista o barroca. Eran hombres viejos, que venían del siglo pasado. Le Corbusier era un tipo nuevo. Vos ibas aprendiendo. La facultad lo que hace es acortar el tiempo de aprendizaje. En cuatro años te dan las pautas: existe esto, esto, y esto. Ahí ves que la arquitectura de ahora es distinta a la de hace 300 años. En cuatro años te recibías de arquitecto, o de médico. Eso es más peligroso. ¿En algún momento se arrepintió de haber elegido arquitectura? ¿Nunca se lamentó de no haber seguido ingeniería? No, para nada, siempre me gustó más arquitectura que ingeniería civil o ingeniería naval. A naval entré porque me gustaba hacer maquetas de barcos, pero no era una maqueta de un tipo que quería estudiar ingeniería naval. Mis maquetas eran de la línea de flotación para arriba. El casco y todas esas cosas no me interesaban para nada, lo único que me interesaba era lo que estaba de la línea de agua para afuera. Entonces, estas maquetas de 1.70 m. tenían el fondo completamente chato, las podías apoyar. Uno que tenga vocación de ingeniero naval, lo primero que hace es el casco, la parte de abajo, las hélices, el timón. Piensa en cosas distintas. Yo pensaba en lo que está arriba, porque lo que me interesaba era la parte estética del asunto.
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Sabemos que después de que se recibió viajó a Europa. ¿Cómo fue la experiencia? ¿Qué nos podría contar de eso? Fue una especie de posgrado, un posgrado que duró dos años y algo. Era una beca de viaje que daba la facultad para diez alumnos. El curso tenía setenta alumnos más o menos. Citaron a veinte que eran los que habían tenido las notas más altas. Yo estaba entre los veinte. De esos se elegían diez por orden de puntuación. Y ahí uno decía “¡No! ¡Me caso la semana que viene! ¡No puedo!”, entonces chau, pasaba el que sigue. Y así íbamos subiendo de posición los que estábamos abajo. Finalmente nos fuimos. Uno de mis compañeros, Villalonga, era una persona muy culta en arquitectura, entonces te enseñaba. Cuando visitábamos una catedral en Italia, él se tiraba al suelo y decía “Así se miran las cúpulas, desde abajo.” Entonces todos se tiraban al suelo a mirar la cúpula, y la veíamos de una manera distinta, como si fuera un corte. El viaje de la facultad duraba tres meses por Italia y terminaba en Génova. Nos fuimos los diez, junto con las mujeres de unos que se habían casado. Dimos toda la vuelta por Italia en barco, pasamos por Sicilia y después por Nápoles. Ahí me bajé y me fui a la casa de mi abuela, que quedaba en un pueblo que se llama Benevento, en el valle Caudino. Estuve como dos años más viajando por mi cuenta. Seis o siete meses estuve viviendo en Roma. En ese momento existía el Instituto Italo-argentino de Intercambio Cultural que funcionaba en la Villa Farnesina, una especie de quinta que está del otro lado del Tíber, en el centro de Roma. Ahí vivía. Me acuerdo que una noche cuando volvía a la Farnesina después de visitar a amigos, tuve que esperar que pasaran los rebaños de ovejas, que cruzaban toda Roma para ir a pastorear a la mañana a otro lugar. Es como si acá vos te tuvieras que parar en la Diagonal Norte y esperar a que pasaran las ovejas. En ese momento era lo más natural del mundo. La villa había pertenecido a los Farnese, y tenía frescos de Rafael pintados. Mi cuarto era bastante grande. Había como seis o siete camas. Todos los argentinos que pasaban por Roma –estudiantes, intelectuales, etc.- pasaban por la Farnesina, donde les daban alojamiento gratis. Al principio incluso te daban comida, había una señora que nos cocinaba. Después nos empezaron a pagar un restaurant. Después ya no nos pagaron nada. Yo estuve dos años. Mi posgrado fue ver cosas, andar por Roma. Al tiempo, conocí a unos de la embajada española que me dijeron “¿No querés que te demos una beca? Así viajás por España tres meses”. Por la beca me daban tres mil pesetas, que eran equivalentes a trescientos dólares. En esa época,
con trescientos dólares vivías por tres meses. Fui a España, a las oficinas, me dieron las tres mil pesetas e hice un viaje por todo el norte. Después volví a la oficina, me dieron otras tres mil pesetas y viaje por todo el sur. Volví, me dieron otras tres mil pesetas y me quedé un mes en Madrid. O sea que por la beca no tenías que hacer nada, más que ir a la oficina, cobrar tres mil pesetas y volver al mes siguiente. Vos hacías lo que querías.
Las medianeras hacen que la ciudad de Buenos Aires se refleje toda, que sea toda alegre.
¿Qué pasó cuando volvió a Buenos Aires? Al cabo de dos años volví a Buenos Aires y me encontré con Francisco Rossi, que me preguntó si quería hacer un concurso con él y otros más para la Cámara de la Construcción. Lo hicimos y lo ganamos. Está construido, es un edificio en Paseo Colón. Y ese concurso fue lo que me permitió seguir haciendo todos los concursos. Después hice el de la Casa de Gobierno de La Pampa. Hay un cuento divertido también, con enseñanza. Federico Peralta Ramos, que era el hijo de Peralta Ramos el arquitecto, decía que la gente se dividía en dos: Los que se la creían y los que no. Esto viene al caso, porque en ese primer concurso salieron las cosas equivocadas. Yo estaba esperando que mi nombre saliera en el diario, al igual que mi padre, que quería recortarlo y mandárselo a su madre en Italia. En La Nación, todos los días salían noticias sobre las distintas universidades, y cada tanto salía la Escuela de Arquitectura. Cuando por fin salió decía: “se realizaron los concursos de la Escuela de Arquitectura. Primer premio: la señorita Corita Testa”, que era yo. Clorindo es un nombre raro, habrán dicho: “Clorindo no, debe ser Corita”. Con lo cual, lo que Federico decía siempre, lo aprendí ahí: no te la tenés que creer.
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¿Qué opina sobre la ciudad de Buenos Aires? A mí me gusta. Fijate la medianera que tenés ahí – señala la ventana que da sobre la Av. Santa Fe- éste cuarto da al sur, esas persianas no se cerraron nunca. Ya hace más de 30 años que estoy acá y están siempre abiertas. El sol no entra, pero entra el reflejo de la luz sobre la medianera. Es como si hubiera un espejo. Las medianeras hacen que la ciudad de Buenos Aires se refleje toda, que sea toda alegre. Te asomás en Milán y las fachadas son grises y oscuras, porque nunca tienen esos reflejos. Allá no hay medianeras, hay manzanas enteras, hay fachadas. Acá hay casas altas y casas bajas. Eso me parece interesante. Acá te asomás al balcón y, entre los recortes de los edificios, ves lejísimos. Quizás son cosas que otras ciudades no ven. ¿Qué postura tiene con respecto a la demolición y restauración de edificios? Suponete que en Roma en la época de los romanos hubieran conservado todo…¡Un disparate! Las ciudades van cambiando. Los edificios que se hacen ahora no son como los de hace 50 años, y menos todavía como hace 100 años. Este edificio tiene 100 años. Vos podés decir que no hay que
destruirlo, pero no pasa nada si se destruye y se hace otra cosa. A todos nos parece lindo el Coliseo, pero es una ruina, un recuerdo. El equivalente actual del Coliseo es el estadio. ¿Qué estudios, o arquitectos actuales le parecen interesantes? Cuando me recibí, el que me gustaba era Le Corbusier. Me sentía más identificado con el hormigón armado, con todo eso. No con Wright, ni con Mies Van Der Rohe. Vos dirás “Son grandes arquitectos”, pero no es que no me gusten, es que no siento afinidad con ellos. Gehry me gusta. Me parece un tipo importante de la arquitectura, que cambió la ciudad de Bilbao. Ahora Bilbao es importante porque está Gehry ahí. París en su época también, era importante porque estaban las obras Le Corbusier. Lo mismo con Brasil y Niemeyer. ¿Por qué y cómo empezó a pintar? ¿Qué importancia tiene la pintura en su vida? Arranqué a pintar de chico. Ya de grande, mientras viajaba por Italia dibujaba. Entonces iba a Florencia y dibujaba la
Piazza della Signoria, iba a Milán y hacía el Duomo. En Nápoles dibujaba la bahía, en Capri no sé qué dibujaba, y así. Pero eran solo dibujos de un estudiante de arquitectura que dibujaba bien. Cuando estaba en España, conocí al dueño de la galería Van Riel, una galería importantísima de la calle Florida, que me propuso hacer una exposición cuando volviera a Buenos Aires. Y ahí empezó mi actividad como pintor. Porque cuando vos empezás y te dicen “exponé en mi galería”, no tiene sentido hacer una exposición con dibujos de la Piazza della Signoria. A nadie le interesa eso. Por supuesto hay gente que dice “qué lindo dibujo” y que se yo. Pero ahí empecé a pensar en los cuadros como si los hubiera hecho un pintor. No fue más la Plaza della Signioria o Capri, sino una interpretación, algo que yo pensaba. ¿Cuál es la conexión que existe entre esa pintura y la arquitectura? Las dos cosas las imaginás de la misma manera, es decir, las efectivizás de la misma manera. En arquitectura, los dibujos los hacemos porque le tenemos que mostrar a otro cómo hacer una cosa. Vos no necesitás hacer un dibujo para
ver qué es lo que vas a hacer. El proyecto lo podés ir imaginando. Cuando vos pensás una obra de arquitectura, pensás en todo, o sea, vos haces una fachada y sabés cómo es adentro aunque no lo dibujes.
No me angustio por lo que pasa con una obra, como el Museo del Libro, que durante la construcción iba cambiando de color constantemente. Tampoco tiene sentido obsesionarse. Es una obra que vos hiciste, pero que no es tuya.
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¿Tuvo alguna propuesta para ejercer la enseñanza alguna vez? Sí, pero no. Estuve en la facultad en el año 56, sólo por unos meses. Tuve un taller, pero para enseñar tenés que tener vocación. Algo básico para uno que enseña, es no hacer una discriminación entre los que son más interesantes, por decirlo así, y los que les cuesta un poco más. Vos tenés que enseñarle a todos. Al cabo de un tiempo me di cuenta de que me dedicaba sólo al grupo que tenía los mejores proyectos y que el resto estaba con los ayudantes. Y como creo que un profesor debe tratar de hacer mejorar a los que van más atrasados, dejé. Como dijimos al comienzo de la charla muchos estudiantes lo tomamos como un referente. ¿Tiene algún consejo para los estudiantes? Primero no creérsela, eso es básico. Y después hacer concursos, que es lo que me gusta hacer. Esto me hizo acordar que, por el año 59, en un concurso para Montevideo, eligieron tres finalistas. Nosotros entre ellos. Finalmente lo declararon desierto. En ese declarado desierto, salieron segundos unos españoles, terceros creo que unos franceses, y a nosotros nos dieron una mención. Pero los concursos vos lo terminás, lo presentás y esperás que salga el resultado. Si lo ganaste lo ganaste, si lo perdiste lo guardás en el cajón y chau, te olvidás. No te lamentás. Cuestión que, hace unos años, por 2005, vino uno de los españoles y me regaló un libro referido a ese concurso desierto, relatando por qué ellos lo deberían haber ganado y por qué no se había hecho la obra. Un libraco enorme sobre eso. Imaginate, cuarenta años pensando estuvo. Lo básico es hacer las cosas y olvidarse. Uno se olvida de los concursos que hizo, y de repente ves proyectos y pensás “Uy, esto lo hice yo” ¿Usted visita sus obras una vez construidas? ¿O es algo que se hace y que queda en el pasado? No las voy a visitar, pero cuando paso las miro. A veces pienso en lo bien conservadas que están, pero tampoco me angustio por lo que pasa con una obra, como el Museo del Libro, que durante la construcción iba cambiando de color constantemente. Un día pasaba y estaba colorado, y al día siguiente era amarillo. Tampoco tiene sentido obsesionarse. Es una obra que vos hiciste, pero que no es tuya. No es tu casa, es de otro, y ellos tienen derecho. En la biblioteca nacional hay varios grafitis… Si, en la escalera hay unos grafitis buenísimos que deben estar todavía. Además hay una enredadera que crece, pero que no los invaden, porque ahí no se pegan las ramas, entonces queda el grafiti metido dentro.
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Viajes: Rio de Janeiro
Cida
Rio de Janeiro
ade Maravilhosa
(1) Martín me despertó para decirme que llegamos. Con todo el sueño del mundo balbuceo unas palabras y me levanto para bajar del colectivo. Acaba de amanecer y está fresco. Buscamos los bolsos y ahí lo vimos: Un paisaje hermoso lleno de montañas y mar celeste. Estamos en el muelle de Mangaratiba (1). En frente, en realidad. El lugar se llama Pingo de Ouro (Onza de Oro) y estamos acodados en la barra tomando unos cafezinhos ao leite y comiendo unos pães de queijo, una de las mejores cosas que tiene Brasil. El bote a Ilha Grande sale en 5 minutos, apuramos el desayuno y nos subimos. El mar está calmo y la brisa se va poniendo tibia poco a poco. La barca –un catamarán para 650 personas- se mueve a velocidad constante. La Villa do Abraão es un pueblito chiquitísimo de estilo colonial, donde no hay autos sino barcos. Tantos, que no aconsejan bañarse en la playa por los constantes derrames de nafta. Comenzamos a caminar las callecitas de arena y adoquines, siguiendo un croquis que hice antes de salir para saber dónde quedaba nuestra posada. No hay manera de perdernos, son 14 manzanas en total. La encontramos en seguida. La posada tiene al frente el
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comedor donde sirven el desayuno, uno de los motivos por el que la elegimos, somos gordos de alma. El comedor es un espacio totalmente abierto, sin paredes y con techo de tejas azules y transparentes por partes, para que entre mejor la luz. Tiene algunas mesitas dispuestas en fila, y una columna en el centro rodeada de frutas, distintos panes, fiambre y unos platos de comida casera riquísima. Subimos a dejar los bolsos y nos vamos. Justo antes de llegar a la posada habíamos visto unos carteles que anunciaban los tours del día. El que va a Lagoa Azul, uno de los que tenemos ganas de hacer, sale en 2 minutos. Corrimos y lo alcanzamos. No sin antes parar para comprar unas galletitas. Tenemos hambre, loco. El color del agua es un verde-azul increíble, la Lagoa Azul, es en realidad un lugar que se arma entre dos islitas cerca de la costa norte de Ilha Grande. No es una laguna literal, pero se siente así. Esperamos a que el barco anclase y nos tiramos de cabeza desde la cubierta (2). La hora que teníamos ahí se pasó rapidísimo y el capitán nos llamó para que volvamos a embarcar.
(2) Un ratito después y estamos en Praia Japariz. Lo primero que vi cuando bajé fue un lugarcito donde venden comida al peso. Estamos salvados. Entramos y había feijoada, carne asada, arroz y varias verduras para hacer salada. Me sirvo un poco de todo y voy para la balanza. Gran sorpresa al ver que marcaba menos de 3kg. Comimos acompañando con una Itaipava y vinimos a encallar en la playa, todavía nos queda media hora antes de volver a partir. Volvimos a zarpar y luego de unos minutos llegamos a Freguesia, una playa chiquita donde solo hay un par de casas, una iglesia colonial y una vista hermosa, por supuesto. Me despierto por los truenos. Son las 2 de la mañana y una tormenta fuertísima azota la isla. 8 de la mañana y recién para de llover. En Buenos Aires estaríamos todos bajo el agua, pero acá no. Es una mañana de sol espectacular y las calles están apenas mojadas. Hoy vamos a Lopes Mendes. Al llegar lo primero que veo es la arena, tan fina que parece mármol. Y el color del agua es, una vez más, increíble (3). Sentados en una rama, nos disponemos a comer unos sánguches. Me pegué el cagazo del año cuando me di vuelta y me encontré cara a cara con un mono. En seguida cayeron
sus amigos. Nos tuvimos que correr de lugar antes que la pandilla nos robara el almuerzo. El tercer día arrancamos temprano. Nos vinimos a Rio. El viaje fue rápido y llegamos cerca de las 2 de la tarde. Una de las cosas que más me llama la atención, es la cantidad de conjuntos de vivienda social que hay en la ciudad. Entrando desde el oeste por la Av. Brasil es una manzana al lado de la otra de monoblocks. Y favelas. Muchas. O una sola grande, no sé. Llegamos al departamento y nos recibió Claudia, que se encargó de, entre otras cosas, explicarnos cómo es el tema del reciclaje, algo que los brasileros se toman muy en serio. Nos cuenta que a fines de 2006 comenzó en Rio de Janeiro un movimiento de conciencia medioambiental promovido por la municipalidad. Se emitieron también un par de decretos que establecen la separación de residuos reciclables producidos por agencias estatales y privadas directamente en su origen, algo que después se extenderá al ciudadano común y que hoy hace que la ciudad luzca realmente impecable. Antes de salir de Buenos Aires un amigo nos recomendó
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(3) visitar el Pão de Açúcar al atardecer. Allá vamos, apurados porque la hora está cerca. Llegamos justo para sacar una foto antes que el sol se ponga. Después de correr para llegar, lo mejor que pudimos hacer es celebrar con unas Itaipavas heladas y una bolsa de pães de queijo –Dios mío, como me gustan los pães de queijo- y sentarnos a mirar las luces de la ciudad. Como nos quedamos con ganas de recorrer la ciudad y todavía tenemos tiempo, nos vinimos a caminar por la playa. Recorrimos Copacabana e Ipanema, hasta que encontramos un puestito que prometía las mejores caipirinhas de Río y no nos pudimos resistir. Amanecimos con un buen día de sol, algo que ya parece bastante común en Brasil. Vinimos a conocer el centro de la ciudad, que queda a sólo unos minutos de la playa en subte. Bajamos en la estación Cinelândia, frente al cinema Odeon, y caminamos por la Rua do Passeio hasta los Arcos da Lapa. Los Arcos fueron construidos en 1750 por Brigadeiro Alpoim y hasta 1896 funcionó como un acueducto que abastecía a la ciudad de agua proveniente del Rio Carioca. En ese año se modificó para transformarlo en un viaducto por el que circu-
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la el tranvía que conecta el Barrio Santa Teresa con el centro de la ciudad. El barrio de Santa Teresa es uno de los barrios más lindos de Rio. Es una especie de San Telmo con mucho relieve. Las calles se van cortando y acomodando a las colinas, y cada vuelta de esquina es diferente. Así fue como nos encontramos con la Escadaría Selaron (4), una escalera enorme –tiene 250 escalones- completamente decorada con cerámicos verdes, amarillos, rojos y azules. La escalera es una especie de obra de arte que año a año evoluciona, agregando nuevos y variados motivos. Cada azulejo que la compone es distinto al de al lado y muchos de ellos fueron donados por gente de todo el mundo que visita la obra. Recorriéndola tenemos una percepción de la historia bastante particular, con cerámicos que cuentan noticias conocidas a nivel mundial, como la de los mineros atrapados en Chile. Saliendo de Santa Teresa está la Catedral de Rio, un edificio que desde afuera se ve como una pirámide de hormigón horrible, pero que de adentro es completamente distinta. Da una sensación de espacio inabarcable digna
(4) de las mejores obras de arquitectura monumentalista. Sus grandes vitraux hacen entrar la luz en distintos tonos de verde, azul, naranja y rojo, inundando el interior de colores vibrantes. Salimos de la catedral y tenemos hambre. Caminamos por la Rua da Carioca y llegamos a la Praça da República, uno de los parques más grandes de la ciudad. Rápidamente encontramos un banco y nos sentamos. Saco los sánguches y las bananas –compré bananas en el camino- y arrancamos la comilona. Creo que ésta es la mejor manera de conocer una ciudad, arrancar el recorrido cargando un taper con sánguches. Luego de recorrer el barrio nos dirigimos a la Praça Mercado Municipal, donde salen los ferris a Niterói, uno de los lugares que más me interesa visitar. Como el ferry sale en un rato, sacamos los tickets y nos vinimos a conocer el Palacio Tiradentes, un edificio del 1600 donde hasta 1960 sesionó el Congreso Nacional pero que, cuando la Capital fue trasladada a Brasilia, pasó a ser la Asamblea Legislativa del Estado de Rio de Janeiro. Niterói es una especie de ciudad satélite de Rio de Janeiro, fundada en 1536 por un cacique tupi Araribóia. Una de las
razones por que la quiero visitar, es porque alberga varias obras de Oscar Niemeyer, uno de los arquitectos que más me gusta. La primera obra que vemos es el MAC, Museu de Arte Contemporânea. Estoy frente a ese plato gigante y no puedo creer como es que se sostiene esa rampa. Es como una gran cinta roja que se vuela con el viento, un moño siempre a punto de ser atado sobre una obra que es realmente un regalo a la ciudad. Lo recorro por dentro y por fuera, lo miro, lo dibujo y lo vuelvo a mirar. Me encanta. Desde el MAC caminamos por las calles de Niterói de vuelta al Centro, donde se encuentra una de las últimas obras de Oscar, un conjunto de tres edificios que reúne la sede de la Fundación Niemeyer, el Teatro Popular de Niterói y el Memorial Roberto Silveira. Estos, junto con el MAC y la estación de barcas de Charitas, conforman el llamado Caminho Niemeyer, el grupo de obras más grande después de Brasilia. Los tres edificios son hermosos, dos con forma de caparazón, y un tercero más grande y con una forma sinuosa que recuerda el perfil de los cerros de Rio de Janeiro (6). La guía nos dice que todavía no están inaugurados, pero que pronto van a estar abiertos para que todo el mundo los visite.
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(5) De vuelta en Río vinimos a conocer la Biblioteca Nacional, que no tiene nada que ver con la de Buenos Aires. La biblioteca se fundó en 1755 y es la séptima más grande del mundo. Al entrar, lo primero que veo es un espacio inmenso de cinco alturas a donde balconean todos los pisos y que está coronado por una bóveda vidriada (7). La recorro. Todas las salas de lectura son diferentes y todas igual de hermosas, salvo la de planta baja. Esa parece un búnker anti bombas o algo. Nos dijeron que al Cristo Redentor hay que visitarlo de mañana, porque es cuando el sol le da en la cara. Igual lo fotografié de espaldas, no me gusta el Cristo, pero sí la vista. Es increíble. El Corcovado es el cerro más alto de Rio, desde acá arriba se ve toda la ciudad y casi se puede ver Niterói. Me siento como Simba cuando le dicen que su reino es “todo lo que toca la luz”. Aprovecho que Martín está sacando fotos para dibujar. Llevo mi cuaderno y cartuchera a todos lados, siempre es una buena oportunidad para sacarlos. Bajamos del Corcovado y todavía tengo los sánguches en la mochila. Nos tomamos el 569 al Jardim Botânico, uno de los lugares más lindos de esta parte de la ciudad y nuestro
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elegido para comer. Nada que ver con el de Buenos Aires. En este, en vez de gatos abandonados hay ardillitas y lagartijitas. El lugar es enorme y está dividido por sectores temáticos, con callecitas, arroyos e invernaderos. Tiene un teatro, algunas ruinas de edificios antiguos y varios memoriales y monumentos. Al parecer es donde tenés que venir si tu mujer está embarazada, entramos hace 15 minutos y vamos viendo 6. Son las dos de la tarde y en tres horas nomás se mete el sol. Nos apuramos y vamos para la playa. Ipanema y Leblón son las más cercanas. Llegamos al parador 8 y tiramos la lona en la arena, al toque se nos acerca Assim y nos pregunta qué queremos tomar. “Caipirinha de maracujá”. Pelamos sunga, ya fue todo. Viva Brasil. Nos encantó la playa de ayer, así que hoy es día especial de playas. El clima está perfecto como siempre y ya terminamos de desayunar nuestra ensalada de frutas locas. Le metimos maracuyá, papaya, dragon fruit, melón, mango, y una que es verde por fuera y blanca por dentro, con unas
(6) semillas durísimas y negras. Guanabana creo que le dicen. Rarísima. Nos vamos a Prainha, una de las mejores playas de Rio. Bah, no sé si es Rio todavía, queda lejísimos. Tomamos el colectivo y después de un rato (largo, un rato largo) llegamos a destino. O casi. El colectivo no llega hasta allá. Nos bajamos y caminamos por el costado de la ruta un rato más. La playa es muy linda, y una de las más recomendadas para surfear. Es chiquita y tiene un puesto donde comprar cervezas y cocos, y unos baños públicos. No hay mucha gente, es muy tranquila. Creo que por eso me gusta, de a poco me estoy convirtiendo en mis viejos. Volviendo de Prainha se me dobló la ojota y casi me arranco un dedo contra el asfalto. Bocha de sangre. Me hice una venda a lo Rambo y fui rengueando un par de kilómetros hasta la parada del colectivo. Nos bajamos en Barra da Tijuca, el barrio que está a mitad de camino entre Prainha y el centro de Rio, queremos visitar la Cidade das Artes, uno de los complejos culturales más grandes de la ciudad, que fue inaugurado en enero de este año. Un gigante de hormigón que se implanta en el medio de una rotonda en la autopista, para poder ser visto desde
todos sus ángulos. El acceso al edificio es difícil, dimos varias vueltas y terminamos parados en medio de la autopista. Volvimos. Nos metimos por un túnel y llegamos. Es realmente imponente. Comenzamos a sacar fotos. Avanzamos hacia el parque y nos para uno de los de seguridad, no se puede pasar así nomás, hay que registrarse en la página del edificio antes de visitarlo. Una lástima. Aprovechamos para ir a una farmacia a comprar Merthiolate y curitas antes de volver. La salud primero. Un nuevo día. El último. Hoy habíamos organizado con Martín para salir a correr, pero como me lastimé salió el solo. Yo aprovecho para ir a conocer un poco más del centro de la ciudad, hay varios edificios que quiero visitar. Mi primer destino es el Theatro Municipal, un edificio que junto con la Biblioteca Nacional y la Câmara Municipal, coronan tres de los lados de la Praça Floriano. Saco fotos del exterior y me mando. Me paran los de seguridad. Hay que pagar 70 reales para entrar, 210 pesos. Un abrazo, chicos, nos vemos. Voy por mi segundo destino, la Asociação Brasileira de Imprensa, un edificio construido en 1939 con una fachada
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completamente cubierta de parasoles que recuerdan a las obras de Le Corbusier. Llegué a la puerta y estaba cerrado por reparaciones. Ok. El Palacio Gustavo Capanema, actual Instituto de Patrimonio Histórico y Artístico Nacional y tercer edificio a visitar, fue proyectado en 1937 por el estudio de Lúcio Costa (en el que trabajaba Niemeyer) como sede del Ministerio de Educación y Salud. También está en reparación, porque esta ciudad se está preparando para el Mundial, pero eso no me impidió recorrer la planta baja y los jardines diseñados por Roberto Burle Marx, uno de los mejores paisajistas brasileros. Camino por la Av. Graça Aranha un poco decepcionado por no haber podido visitar ninguno de los edificios. Levanto la vista para encontrarme con un puente peatonal sobre una de las autopistas internas de Rio, la Av. Infante Dom Henrique. Tanto el puente como la autopista están en medio del Parque Flamengo. Desde acá arriba tengo una panorámica espectacular de la ciudad. Apenas termino de cruzar el puente me encuentro con el archi-conocido solado de olas que cubre la rambla de Copacabana, una plaza seca con estanques y áreas verdes muy cuidadas. Y posado sobre ella, el MAM, Museo de Arte Moderno. El edificio fue construido en 1955 por Eduardo Reidy y me da la sensación de estar concebido como un volumen pesado/liviano. Es una caja de hormigón de dimensiones extraordinarias, que cuelga de unas patas triangulares muy años 60. Pararse debajo de la panza de este bicho es impresionante, el foyer es gigante y no tiene ninguna columna en el medio, sólo a los lados. Este edificio me hace recordar al de Lina Bo Bardi para el Museo de Arte de São Pablo. Misma idea, distinta resolución. Detrás del museo, un rectángulo de césped replica el patrón de olas de la plaza seca. Es como una cancha de fútbol diseñada por Burle Marx. Más allá, el Parque Flamengo sigue hasta perderse de vista. Sigo caminando por el parque y llego al Monumento a los caídos en la Segunda Guerra. Un conjunto constituido por tres partes: Una placa de hormigón elevada 30 metros sobre un par de columnas ubicada sobre una gran escalinata; un mausoleo donde descansa el Soldado Anónimo, sobre el cual se extiende una placa de hormigón que vuela unos 20 metros; y un museo con objetos que pertenecieron a los combatientes brasileros. Tiene además un par de esculturas, una metálica y una de hormigón, representando/homenajeando a las fuerzas aéreas, y a las fuerzas armadas respectivamente; y un mosaico que recuerda a los muertos en el mar. Realmente impresionante. Tanto recorrer me está dando hambre. Me apuro para tomar el subte y llegar al departamento a almorzar con Martin, que ya
(8) debe haber vuelto de correr. Con una señora de pelo negro y remera colorida nos tiramos a cruzar la autopista que separa el parque de la trama de la ciudad. Totalmente suicidas, casi nos pasan por arriba. Esta parte de la ciudad no está pensada para los peatones, no hay puentes ni semáforos que permitan cruzar, y las calzadas son anchísimas. Eso sin contar que son ocho manos –son cuatro avenidas, una a la par de la otra- separadas por pequeñas plazoletas. Muy peligroso. Llegamos sanos y salvos, la señora y yo, y nos tomamos el subte. Unos minutos más tarde estoy de vuelta en el departamento. Martin se está bañando y yo me pongo a cocinar. Una hora más tarde estamos de vuelta tirados en Ipanema, caipirinha en mano, sol en la espalda y música sonando de fondo. Hay una señora que vende birras, la vimos pasar varias veces, parece que está un poco en pedo. Gajes del oficio. Hoy es sábado, y en Rio de Janeiro se sale. En la playa nos reparten varios folletos de lugares a los que ir, pero nosotros ya tenemos planes: Lapa. Todos los sábados, los Arcos da Lapa se llenan de kiosquitos donde sirven tragos y comida al paso. Vamos llegando y ya
se escucha la música, la gente bailando en la calle, y las luces de colores de los puestos. Nos acercamos a uno y pedimos un par de caipirinhas –a ver, no vine a Brasil a tomar Campari con naranja, chicos- el señor nos alcanza nuestros tragos, dos vasos de medio litro, y nos cobra 10 reales. Diez reales por los dos tragos. Menos de treinta pesos, chicos. Volvimos varias veces. Nos levantamos a las 7 con apenas un poco de resaca, en un rato sale el avión para Buenos Aires. Agarramos los bolsos y vamos a buscar un taxi que nos lleve. En el camino voy observando la ciudad. Los morros y cerros que la rodean, su relieve interno y las casitas de las favelas que se apilan en los terrenos más altos. La autopista es un camino serpenteante que me va devolviendo a mi ciudad. Después de pasar estos días en Rio, por fin entiendo por qué la llaman la Ciudad Maravillosa.
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Extra
23 Liceo Naval
Yatch Club 22 Estadio River 15 16
CeNARD 17 18 19
Tiro Federal 21
1 Ciclísmo
10 Rugby
2 Boxeo
11 Hockey
3 Judo
12 Golf
4 Lucha Libre
13 Triatlón
5 Tae Kwon Do
14 Equitación
6 Esgrima
15 Fútbol
7 Tenis de Mesa
16 Básquet
8 Levantamiento de pesas
17 Pentatlón moderno
9 Gimnasia
18 Acuáticos
Club Hípico 14
19 Badminton
20
20 Hánbol 21 Tiro 22 Navegación 23 Beach Volley
12 Golf Club
Lagos de Plaermo 13
Este plano indica en que instalaciones se desarrollará cada disciplina deportiva.
GEBA Palermo 10 11 1
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3
4
5
6
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Rosedal
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La Rural
Buenos Aires Olímpica Me sorprendió enterarme que hace unas semanas Buenos Aires fue elegida como sede para los Juegos Olímpicos de la Juventud de 2018, en parte debido a la poca publicidad local que hubo sobre el tema. Creo que de no haber ganado, jamás nos hubiéramos enterado que estábamos participando. La noticia fué dada en Lausana, Suiza, donde las comisiones de las ciudades finalistas presentaron videos y dieron conferencias sobre los planes que tenían para que los Juegos se llevaran a cabo en sus paises. Me llamó la atención, saber que ganamos frente a Medellín (Colombia), ciudad que posee una gran infraestructura y muchas obras de arquitectura moderna reconocidas –les recomiendo que vean la Biblioteca España y el Orquideorama- que elevan la calidad de la ciudad e invitan al público turista a recorrerla. En su presentación, muestran los grandes complejos deportivos que tiene la ciudad, la mayoría construidos para los Juegos Sudamericanos que la ciudad albergó en marzo de 2010. La otra contrincante fue Glasgow (Escocia), cuya presentación aseguraba que ya tenían, al igual que Medellín, todos los lugares y espacios necesarios para que los eventos deportivos se llevaran a cabo. Una de las principales características que remarcaron de su plan, fue el hecho de que la Villa Olímpica iba a estar ubicada en el centro de la ciudad, quedando así a una distancia máxima de 17 minutos de cualquier ubicación deportiva. Distancia que incluso se podría recorrer caminando. Por su parte, Buenos Aires presentó un plan en el que se sitúa a la Villa Olímpica en Parque Roca, en la supermanzana delimitada por las avenidas Coronel Roca y 27 de Febre-
ro, la autopista Presidente Cámpora, y el arroyo Cildañez. Las viviendas que alojarán a los atletas estarán implantadas sobre la margen del Riachuelo, mientras que en el resto del terreno (actual Polideportivo de la Ciudad) será reacondicionado para practicar allí las disciplinas de atletismo, tiro al arco y tenis. Esta última se hará en el estadio Mary Terán de Weiss, el mismo donde se jugaron los partidos de la Copa Davis en 2012 y que será techado y remodelado, para cumplir con los requisitos que exige el Comité Olímpico Internacional. Desde allí, los atletas deberán viajar hasta los bosques de Palermo, donde se encuentran los complejos que albergarán los distintos deportes. En el Rosedal estará la pista de ciclismo; en La Rural se desarrollarán las disciplinas de judo, boxeo, lucha libre, tae kwon do, tenis de mesa, levantamiento de pesas y gimnasia; en la cancha de GEBA Palermo, ubicada detrás del Rosedal estarán hockey y rugby; los partidos de golf se disputarán en el Campo de Golf de la Ciudad; los lagos servirán para el triatlón; en el Club Hípico Argentino habrá competencias de equitación; en el Monumental se jugarán los partidos de futbol y básquet; en el CeNARD se ubicarán las disciplinas acuáticas, el pentatlón, bádminton y hándbol; en el Tiro Federal habrá tiro; el Estadio Obras Sanitarias se utilizará para esgrima; en el Yatch Club de Buenos Aires se harán las competencias de navegación; en las canchas del Liceo Naval se jugará beach volley; y por último, los torneos de remo se disputarán en el Rowing Club de Tigre. Una de las grandes ventajas que tiene albergar este tipo de eventos, es la cantidad de mejoras en infraestructura, tanto deportiva como de calidad edilicia para la ciudad. Otra ventaja es que, como se dijo en la presentación del plan, el presupuesto para construir las 2000 viviendas de la
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Linea C Linea E Ramal 2
Ramal 1
Linea H
Premetro
Parque Roca
Villa (unos 112 millones de dólares), va a salir de los fondos del Instituto de Vivienda de la Ciudad. Esto quiere decir que, una vez concluidos los juegos, esas viviendas pasarán a ser utilizadas como viviendas sociales, un bien más que necesario en la zona sur de la Capital. Estas obras, además, generarán muchos puestos de trabajo y, una vez finalizadas, el turismo debido a los Juegos será una fuente de ingreso importante para la Ciudad. Algo que se previó desde el principio es el tema del transporte. Se propuso añadir un ramal al Premetro para conectar la zona de viviendas a la red de transporte, y un nuevo emprendimiento: El Metrobús Olímpico (también conocido como Metrobús del Sur), un servicio similar al que circula ahora por la Av. Juan B. Justo, pero con un doble recorrido que pasaría por las avenidas Chiclana y Coronel Roca, hasta sus cruces con la Av. General Paz.
Este plano muestra el recorrido que hará el Metrobús Olímpico, que unirá con dos ramales la Estación Constitución y el extremo sur de la Capital. 44
Sin embargo, está claro que hay conflictos en la Ciudad, que hacen que el plan presentado por el gobierno no sea tan perfecto después de todo. Uno de los inconvenientes que tiene la Comuna 8 (conformada por los barrios de Villa Lugano, Villa Soldati y Villa Riachuelo), es que no hay hospitales sino salitas médicas y centros barriales. Esto podría llegar a volverse un problema, dado el volumen de atletas que la Villa Olímpica debe albergar, ya que las salitas médicas podrían no contar con las instalaciones necesarias para atender tal volumen de pacientes.
Una de las características de esta comuna, es que es la que tiene mayor cantidad de metros cuadrados de verde por habitante y que, con la construcción de este complejo deportivo y de viviendas, el gran pulmón verde conformado por los parques Roca, Indoamericano, el Club de Golf y el parque de la Ciudad, se vería reducido en un gran porcentaje. Otra noticia que me inquietó, indicaba que a fines de 2012 se aprobó en la Legislatura un proyecto para construir un Centro de Transferencia de Cargas que ocupará la otra porción restante del Parque Roca, y quedará frente a las instalaciones deportivas y las viviendas para los atletas. Este centro, agrupará las más de 200 empresas distribuidoras que se encuentran actualmente repartidas por la Capital, y funcionará dividiendo las cargas de mercadería que llegan a la ciudad, para reducir el tránsito de camiones de carga en las calles de la ciudad. Esto puede generar problemas de transporte en la zona, entorpeciendo el acceso a la ciudad, sobre todo teniendo en cuenta que las avenidas
afectadas se verán reducidas por los carriles exclusivos del Metrobús. Tenemos además el testimonio de Brasil, donde miles de ciudadanos se organizaron para protestar y manifestarse en contra de los gastos destinados a la preparación del Mundial de Futbol de 2014. Si bien está claro que organizar un mundial no es lo mismo que unos Juegos Olímpicos de la Juventud en cuanto al tamaño del evento y la inversión y organización que requiere, me da un poco de miedo que estas protestas tengan su eco en nuestra ciudad. Un poco me alivió cuando en la presentación del plan preguntaron acerca del presupuesto para llevar a cabo estas obras, momento en el que la comisión porteña se encargó de aclarar que el monto total de la inversión requerida no supera el 4% del presupuesto total anual para la Ciudad de Buenos Aires. Veremos. El debate está abierto y seguramente no está todo dicho aún.
La Villa Olímpica en Parque Roca
Artes
Milo Lockett: Artista despreocupado
Fotos: Gentileza Espacio de Arte Milo Lockett
Los que hacemos Taller 9 queríamos incluir en la revista una sección que escape de la arquitectura, en la que algún artista, diseñador o personaje-no-arquitecto nos cuente sobre la materia que desarrolla. Para el primer número elegimos a Milo. Milo Lockett es un artista chaqueño que trabajó haciendo de todo: fue ajero (vendía ajos), verdulero, atendió bares y tuvo una marca de ropa donde estampaba remeras con sus dibujos. Con la crisis de 2001 tuvo que cerrar su fábrica y se dedicó al arte, influenciado por Enesto Deira, Rómulo Macció y Jorge de la Vega entre otros. Ya en Buenos Aires fue ganando popularidad hasta llegar a lo que es hoy: record de ventas en Europa. Sin embargo, su arte se mantiene sin pretensiones, en constante relación con lo cotidiano, la solidaridad y fomentando el intercambio cultural. A la hora de dibujar, ¿De dónde proviene tu inspiración? La verdad es que yo tengo una imagen que se fue armando desde que yo era muy chico. No creo mucho en la inspiración, creo mucho en el trabajo. Soy muy metódico. Todos los días me levanto, con ganas, sin ganas y trato de trabajar en la obra. Hay veces que trabajo todo el día sin tener ningún acierto, y a lo mejor al finalizar el día encontrás una posibilidad de obra y decís: “Por acá tengo que seguir”, y te dejas llevar. Es una obra que no está concebida como obra de arte, siempre pienso que estoy jugando. No tengo la presión de si la estética va a gustar o no, tengo la presión de resolver mi situación sobre la figura, sobre el cuadro. No estoy pendiente de lo de afuera, estoy siempre pensando que me tiene que cerrar a mí la imagen o lo que tengo ganas de hacer. Me parece que la mía es una obra muy despreocupada de ser obra de arte. Creo que eso es lo que más me conecta con el público. No tiene eso de tener pretensiones todo el tiempo, sino que es más bien lo que me va pasando, incluso las cosas que voy anotando son muy cotidianas, no hay nada muy elaborado. Siempre trato de minimizar, de bajar el lenguaje a algo que sea accesible.
¿Cómo te enfrentás con la hoja en blanco? ¿Venís con una idea o se te ocurre en el momento? Generalmente uno viene con una idea con la que arranca, pero en mi caso, puedo empezar con una idea y me termino yendo para otro lado. Tengo una personalidad muy dispersa. Nunca estoy concentrado en la imagen, no soy obsesivo del querer hacer algo y decir “No me salió”. Siempre me dejo llevar y trato de que vaya saliendo solo. No me importa si hago un perro o una nena, me da lo mismo. Lo que sí me interesa, es cómo lo voy armando. Pero no tengo una estructura marcada, no me frustro, cada error me da la posibilidad de otro acierto. No trabajo exigido ni reprimido por la idea de no dejarme llevar por la mancha, o porque salió mal, o porque me equivoqué en el color. Entonces, ¿Se podría decir que el tuyo es un arte relajado? Totalmente, como mi vida. ¿Siempre tuviste esta forma de representación? Sí, yo no vengo de la Escuela de Bellas Artes, siempre fui muy libre para dibujar. No soporto la carga que tienen las estructuras. Creo que las escuelas son arcaicas en cuanto al pensamiento, en cuanto al lenguaje, en cuanto a la presión. Una persona ingresa a la Escuela de Bellas Artes y parece que tiene la obligación de ser artista, de ser exitoso y de ser bueno. Pienso que las personas que se acercan al arte, lo hacen con el motor de la sensibilidad y con la posibilidad de jugar más que de vivir de esto. Muchas veces, la presión viene desde el tratar de vivir de la obra, de exigirse, eso genera mucha frustración. Creo que hay que dejar ser, hacer lo que uno puede.
No creo mucho en la inspiración, creo mucho en el trabajo.
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¿Tenés alguna otra forma de expresión aparte de la pintura? ¿Escribís? ¿Qué significado tienen las palabras en tu obra? No, no me gusta escribir, yo pinto palabras. Son dos cosas distintas. Soy una persona que leyó muy poco. La gente se preocupa mucho por las palabras. Descubrí la escritura como un soporte gráfico, como un soporte pictórico, y no como la necesidad de escribir o contar algo. En un momento, era como un diario de mi vida, iba narrando todo lo que me iba pasando durante el día, y terminaba diciendo “Continuará…”, era como un chiste. Después escribí recetas de cocina, eso le daba un toque fresco a la obra. La realidad es esa, no tengo la intención de parecer. Pienso que uno tiene que ser desprejuiciado, tiene que ser libre, no tiene que tener condicionantes. Todo lo demás que sucede con la obra, es un accidente en la vida. Uno puede ser conocido o no, puede vender o no, puede ser un gran artista o no. Eso se ve con el tiempo. Es lo que yo siempre discuto cuando dicen “Hace obras de arte. Me parece que es muy soberbio pensar que uno –hoy, que está vivo– ya está haciendo obras de arte. Eso lo tiene que decidir el tiempo. En un futuro se verá si eso que se hacía era o no pintura, si aportó algo a la historia, o por qué la pintura de Milo Lockett era considerada una obra de arte. ¿Cómo es tu relación con el éxito? ¿Te sentís una persona exitosa? Nah, son accidentes. Por ahí la gente se enamora mucho del personaje también. Soy una persona que hizo mucho trabajo social, mi carrera tiene mucho de esas dos cosas. Soy artista, pero también soy artista social. A veces más social que artista. La gente se carga de sensibilidad con la acción. En un mundo donde a muchos les cuesta accionar, cuando uno acciona les parece brillante, y en realidad lo que hago es colaborar con mi entorno. Trabajé durante muchos años en el Impenetrable (Chaco) con las comunidades Wichi y Toba. En ese momento buscaba algo que nunca supe que era. Siempre iba con la idea de la ayuda, la idea de ver de qué manera yo podía colaborar con ese mundo, y nunca entendí que era lo que tenía que hacer. Con el tiempo fui comprendiendo que a lo mejor lo que tenía que hacer era arrancar con los talleres de arte y de pintura. Uno lee eso y dice “¡Es genial! ¡Pinta con los indios!” y yo sólo fui e hice un taller, mi aporte fue ese. Ellos
siguen viviendo allá, siguen estando mal, teniendo necesidades.
Lo mismo pasó cuando empecé a trabajar con la discapacidad. Voy descubriendo lugares de personas que conviven con nosotros. Son como “los invisibles”. Son gente que convive a diario con uno. Cuando uno cruza la calle y ve a un ciego, a lo mejor no te detenés a ayudarlo. Cuando tenía 7 años no lo hacía, cuando tenía 20 tampoco. A lo mejor hoy, a los 43, si. Eso es la enseñanza de la vida. No pasa por una cuestión de parecer, sino de decir: “Esto soy ahora”. Por eso me parece que el arte, donde uno puede entrar, salir, decir, describir, hacer y deshacer, es la carrera más interesante. Uno puede hacer cualquier cosa y puede tirarse pedos de colores y que a todos les parezca genial, pero mi intención, trato de mostrar estas realidades, y de acercarme a estas cuestiones, haciendo visible algo que por ahí antes no lo era. Me gusta eso, me gusta colaborar. Creo que la solidaridad se practica todos los días. Uno no se levanta un día y dice “Hoy soy solidario”. Cuando trabajas con gente que está mal emocionalmente, o que tiene una discapacidad, hay un compromiso. Algo que sostener en el tiempo. Cuando yo adopto un proyecto, siempre trato de sostenerlo en el tiempo, hasta que otro tome la posta. En el caso de los tobas y los wichis, hoy hay otras personas trabajando, entonces yo puedo dedicarme a otra cosa. Me parece que el arte sirve para eso, para comunicar, para discutir, para pensar.
Soy artista, pero también soy artista social. A veces más social que artista. Por último: ¿Algún consejo para la nueva generación de artistas? Que tengan cuidado, hay muchos asesinos seriales sueltos (nos reímos). Que dejen de pensar tanto en que van a ser exitosos, que van a ser los primeros, los numero uno. Creo que la mayor presión en una profesión es esa. No hay que arrancar pensando en que te vas a comprar el auto, cuando caminar esta bueno.
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De cómo la ciudad puede evolucionar con respeto Una de las cosas que dijo Clorindo fue: “A todos nos parece lindo el Coliseo, pero es una ruina, un recuerdo. El equivalente actual del Coliseo es el estadio”. Y creo que tenía razón. La ciudad tiene que renovarse para no perder vigencia. Existió la época en la que se creía que el valor de la arquitectura estaba dado por la medida en que pueda asociarse con un edificio anterior de alto valor simbólico. Así nacieron edificios como el Capitolio de Virginia (1785-1789) que se construyó tomando como modelo un templo romano, por considerar que esa referencia histórica era capaz de reforzar la función del nuevo gobierno republicano y la imagen que transmitía a la ciudadanía. Esta práctica llenó varias ciudades de “Coliseos”, edificios que a la vista son pintorescos pero que pertenecen a otra época y corren el riesgo de quedar obsoletos. ¿Qué sucede cuando un edificio empieza a ser inadecuado para las circunstancias de la actualidad? Por ejemplo, un edificio municipal. Probablemente, al momento de ser diseñado contaba con una habitación para cada una de las funciones a desarrollarse dentro, pero con el correr del tiempo los archivos crecieron, la cantidad de empleados también, se diversificaron las funciones, aparecieron las computadoras y los medios de comunicación e información. El edificio comienza a resultar incómodo y chico. Se empieza por dividirlo con paneles livianos. De madera primero, de yeso y aluminio después. Se agujerean las paredes para poder pasar los cables. Y luego hay nuevos agujeros para nuevos
cables. El cableado que pasa pegado a las paredes y entre las molduras comienza a notarse, y se hace evidente la necesidad de cablecanales primero, y de bandejas porta cables cuando éstos se ven desbordados. A pesar de esto el edificio siegue quedando chico, y los empleados se apilan en sus escritorios. Entonces a alguien se le ocurre una idea brillante: aprovechar las increíbles dimensiones de los locales y agregar un entrepiso. Y así lo hacen, se construye un entrepiso de hierro que queda amurado a las antiguas paredes de piedra. “¡Lo hicimos! ¡Salvamos el edificio!” dicen todos, pero la verdad es que la nueva, es una versión deforme y fea de lo que una vez había sido el edificio. Es como esas vedettes que se resisten al paso del tiempo. Ojo, no quiero decir con esto que hay que demoler todo y reconstruir la ciudad para que ésta pueda avanzar y evolucionar, sino que si vamos a cuidar el patrimonio hagámoslo bien: reciclemos sólo en la medida que las reformas se adecuen correctamente a los antiguos edificios, construyamos nuevos edificios cuando los existentes ya no puedan cubrir las crecientes necesidades, otorguemos nuevos usos a las viejas instalaciones, contratemos expertos restauradores que lleven a cabo las refacciones, conservemos los materiales originales. Creo que esa es la forma en que podemos cuidar nuestra herencia arquitectónica. Manuel Muñoz.
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Estos son los recomendados de Taller 9, en esta sección vas a encontrar música, libros, videos, películas y de todo.
Un Video: Björk – It’s oh so quiet http://www.youtube.com/watch?v=htobTBlCvUU
Dirigido por Spike Jonze, fue rodado en la ciudad de Nueva York. El video muestra una Bjork que, cada vez que llega al estribillo de la canción, baila elaboradas coreografías acompañada por los transeúntes, que incluyen buzones, un grupo de mujeres de avanzada edad y gente disfrazada de columnas romanas.
Un Disco: Little Joy – Little Joy
Little Joy es una banda brasileña/americana de rock formada en 2007 por el guitarrista y cantante de Los Hermanos, Rodrigo Amarante, el baterista Nick Valensi, Fabrizio Moretti de The Strokes y Binki Shapiro. Su álbum debut se lanzó en 2008 con excelentes críticas y es un disco muy disfrutable y fácil de escuchar.
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Una Película: Koolhaas Houselife
http://www.youtube.com/watch?v=7fLVMyGBFSU
El documental rodado por IIa Beka y Louise Lemoine muestra la impresionante “Maison à Bordeaux”, proyectada por Koolhaas especialmente para su dueño, quien había quedado en silla de ruedas. La vivienda se resuelve a través de un gran despliegue tecnológico: muros que rotan, habitaciones que suben o bajan y ventanas que se abren automáticamente. Pero lo interesante es que quien la enseña es Graciela Acevedo, la mujer que desde hace más de una década realiza la limpieza de la sofisticada casa.
Un Edificio: Museo Nacional de Arte Decorativo Av. Del Libertador 1902
Creado en 1937 mediante la adquisición por parte del estado del edificio que fuera el Palacio Errázuriz Alvear junto a sus colecciones de objetos de arte. El edificio, construído en 1911, por el francés André Sergent, es uno de los grandes palacios de Buenos Aires y una de las razones por la que Buenos Aires era llamada “La París Argentina”
Una Salida: Buenos Aires Market http://www.buenosairesmarket.com/
Paseo dedicado a la alimentación saludable, es una pintoresca feria de alimentos orgánicos donde pueden encontrarse más de 600 productos. Se realiza todos los meses en diversos puntos de la ciudad.
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