EL HUMO DORMIDO
A Ignacio, Mercedes y Paco, que tanto han colaborado con su arte en mis libros, y a Ignacio Salvador y Soren PeĂąalver por su apoyo y crĂtica positiva.
1
ALGO SE HA DETENIDO
en la amarilla copa del granado. Tal vez un rayo minúsculo de luz en este lento atardecer de otoño. Hace frío. Hojas de humo ascienden hasta un cielo crepuscular. Las aves migratorias dibujan, a su paso, fugitivas figuras, tan vivas como el grito de alegría de los niños que salen de la escuela. Se hace el silencio. Siento que la vida gira como una lenta, oscura noria, como un viejo dolor que se enquistó en el sueño y hoy, sin saber por qué, se ha detenido en la amarilla copa del granado. 5 de octubre de 2000
2
HACE YA TIEMPO
que se durmió la tarde. Hay nubes de ceniza colgadas de las altas chimeneas, igual que de los árboles del bosque mi memoria. No se oye el canto azul de los pájaros. Ladran, junto al rugoso tronco del olivo, los perros a la niebla tímida que se abraza a las ramas más altas. Yo la contemplo, inmóvil, detrás de los visillos, como un humo dormido esperando el regreso del silencio. 5 de octubre de 2000
3
palpita el humo. detrás de los tejados.
Vuela hacia la lejanía de los montes la luz violeta del otoño, esta mañana triste, grisácea de octubre. Bajo el redondo cielo, una lluvia menuda se acerca, perezosa, inundándolo todo: casas sin alma, calles deshabitadas… Y yo sé que esta lluvia apagará el incendio de fresa de tus labios y lavará tus ojos del óxido importuno de la noche, pero que no ahogará tu corazón. 6 de octubre de 2000
4
¿CÓMO PODRÉ LIBRARME DEL FLAGELO
de esta lluvia obstinada, de este sueño de ser sólo una sombra? Así se preguntaba un hombre contemplando restos de madrugada en las zarzas del borde del camino, a la entrada del pueblo que no tenía nombre. Oyó entonces un viento que parecía humano, oyó el sordo sonido de sus pasos, y se adentró en silencio por las calles sin pájaros. Cansado y lleno de ceniza, se alejó muy despacio: la tristeza le mordía los labios. 7 de octubre de 2000
5
Hay tanta ausencia en tus ojos. A. LÓPEZ ANGLADA
ACÉRCATE, MUCHACHA.
Quiero hablarte del rumor silencioso de los juncos mecidos por el viento, del sueño luminoso de los álamos, de la quietud del agua de la alberca, de por qué me detengo “a la orilla del humo “ para escuchar tu voz de barro tierno. Regresas de aquel bosque de tu niñez, esquivando los puñales del frío y nada sabes del dolor que provocan las distancias, de la amargura de perder la senda. Acércate. No temas. Hay un camino paralelo al río con un puente de dudas y de mirlos. Ella se aleja lentamente de mí con el cielo en sus ojos y un escuadrón azul de golondrinas. 7 de octubre de 2000
6
“ACÉRCATE, TRISTEZA,”
a dormir en mi sangre. La tarde ha desatado la jauría del viento: cada esquina es un ladrido agudo; cada chopo, un violento y amarillo aleteo, una danza frenética a contraluz. Mis ojos se pierden por un cauce de ceniza, mi voz de humo y miel entre la bruma, río abajo, que avanza a mis espaldas persiguiendo mi sombra. El aire huele a humo: en sus extensas alas navego por el tiempo buscándole paisaje a mi tristeza. Hace ya muchos años, no sé dónde, que la muerte me espera en un rincón de helechos y de ortigas jugando con la escarcha. 9 de octubre de 2000
7
ALZA LOS OJOS.
¿Las ves? Son las pisadas que ha dejado en la nieve. ¿Adónde llevarán? ¿De dónde vienen? Todo es lejanía. Queda un hilo de penumbra que acrecienta el dolor de la luz, que un viento gris flagela, y el estupor cansado del agua fugitiva que arrastra mi tristeza. Anochece en mis ojos. Mi voz de humo sostiene en los labios, dormido, el amargo sabor de la muerte 9 de octubre de 2000
8
DE NUEVO AQUÍ, SENTADO
a la orilla del aire, -¡qué altos, Dios, los pájaros!-, a la orilla del humo dormido, -“el humo hace señales de distancia”-, a la orilla del tiempo, todo yo pasto oscuro, sueño, frente a la luz cuando la luz no basta para salvar el sueño ni levanta barreras contra la muerte. 18 de octubre de 2000
9
TUS MANOS, OLVIDADAS.
Mis manos, perdidas en tus manos. No puedo hablar, dijiste, -ahora entiendo por qué José Ángel Valente dice que con las manos se forman las palabrasy yo me estremecí por tu silencio. Entonces comprendí que era la vida como un frío cuchillo, como una fría llama que impedía pasar del otro lado de la muerte. Por eso, como entonces, me detengo al borde del arroyo donde bebí tu boca y esa fracción de eternidad que alentó tus palabras. 19 de octubre de 2000
10
EN EL AMANECER
de este lunes de octubre, negros presagios, húmeda la memoria, trémula e indefensa la palabra. Igual que hace ya tiempo, la tristeza viene del mar en forma de lluvia oscura y pertinaz. Irrumpe en la vida, acaso en el amor, cegándonos los ojos y los sueños, mudando en llanto nuestra risa. ¿Cómo el largo viento del otoño puede calmarse de repente? Sólo pequeñas ráfagas y algunas conversaciones rotas hacen menos amarga esta asombrada luz en la ciega mañana. Se deshacen lentamente las horas
mientras la lluvia intermitente nubla el sueño, y el deseo -restos de vida oscura naufragadaanida en los rincones de uno mismo esta mañana de dolor. Tu voz -“algo tus labios hiere” bajo esta luz cansada quiere saber de mí hoy, lunes veintitrés de octubre. -¡Dime, dime!-. Y te estallan las venas. Parece que la lluvia no ha logrado borrar aquel amor… 23 de octubre de 2000
11
DESPIERTA.
Abre al día ventanas y balcones. Asómate. Contempla el oro del otoño tendido en los viñedos, el vaho de la tierra, tierno y cálido, alzado hasta las ramas más altas del manzano, la sombra del ciprés, profunda y alargada, la desnuda quietud de los chopos del río, la escarcha de los prados, la “espesa luz ardiendo en los castaños”, la belleza cautiva de los robles. Y quédate en silencio frente a la habitación observando cómo el tiempo se eleva a plenitud en cada hoja muerta hasta que el viento llene el gran vacío que ha dejado tu cuerpo. 26 de octubre de 2000
12
¿Y PARA QUÉ LOS SUEÑOS?
¿De dónde nace este clamor de muerte? En la mañana húmeda y soleada, el vuelo de los pájaros, rotundo, circular y el ciego despertar de la memoria que no sabe de dónde, que no recuerda adónde ni por qué, ni la hora de este clamor de muerte. Pero el cuerpo gloriosamente ardido está ahí, oscura materia, exacto límite bajo techos extraños sin nada que le ayude ya a subir el último peldaño hacia la vida. 26 de octubre de 2000
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UNA PEQUEÑA LUZ
del nuevo amanecer, entre nubes. Me asomo al mundo “con el fervor de aquel que se despide de todo y de sí mismo”. Está lleno de veleros el mar, los árboles de pájaros cantando que luego vuelan a ras de este primer albor. Convoca el día al júbilo de ser sabiendo que la muerte es algo inesperado, muy ajeno al otoño que se ciñe con fuerza a la cintura de los álamos. Crece muy lentamente la luz en este día de noviembre en Alicante entre nimbos de humo y de ceniza.
Todo aquello que juzgo tiempo de no morir se esfuma de mis manos igual que de los ojos las velas de altar mar y del รกrbol los pรกjaros. 15 de noviembre de 2000
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TODO MI SER ES TIEMPO,
humo que se diluye lentamente, algo de afán, quisiera decir sueño, río de soledad, palabra, a veces, sin destino, grito que sobrevive -¿sobremuere tal vez?al tiempo, al humo, al río, a la palabra. Tengo un poco de leña todavía junto al fuego encendido en donde, en el otoño, el amor se calienta, y una simple esterilla en la que toma asiento y consulta a las brasas con la mirada. Arde, entonces, la vida como tronco sumiso hasta hacerse ceniza enamorada mientras se va apagando la ciega soledad. 15 de noviembre de 2000
15
ALGUIEN TE DEJÓ COLGADA
de las almenas del viento como nido en el ciprés más alto del cementerio. Al despertar, te rondaba un tenue rumor de besos; al anochecer, las sombras, la soledad, el silencio. 16 de noviembre de 2000
16
Después de leer El aroma del tacto, de José Luis Morales.
HAY NOMBRES QUE NO SUFREN
las trampas del olvido, el acoso constante de la muerte. Están vivos en la memoria. Son huéspedes eternos del aire en llamas: vuelan -puro fulgor- ingrávidos, se pierden, y regresan al labio que los crea al pronunciarlos: rosa, aunque no tenga aroma; pájaro, aunque no alcance el cielo con sus alas; viento, aunque haya perdido el tacto su frescura; amor, aunque esté lejos… Lo que nos finge vivos, porque “nunca florece un nombre en labios muertos”. 11 de enero de 2001
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CÓMO DANZAN LOS ÁLAMOS
mientras la lluvia, acompasada, lava de oscuros, torpes sueños el corazón y el viento húmedo del invierno me devuelve, impasible, mi soledad y tu silencio. Huele toda mi vida a humo, tiene sabor a humo, a musgo requemado por nocturnas migajas de rocío. Bajo un cielo plomizo vuelan gaviotas blancas cuyas alas, enormes, degüella un aire gélido. Suave, una luz de miel y de ceniza bebe con avidez el humo gris de mis ojos que, en este crudo invierno, esperan ver, de nuevo, el aleteo blanco -rosa quizá- de los almendros. 12 de enero de 2001
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CRUZA ELCIELO, A ESTAS HORAS DE LA TARDE,
una inmensa bandada de estorninos. La calle está desierta. A lo lejos, flotando levemente, nubes bajas se apelotonan sobre los tejados de la vieja ciudad que parece dormida en brazos de la muerte. Dura la lluvia en los pequeños charcos donde se ahonda el sueño desde el amanecer. Desciende a ras del suelo la tristeza, una tristeza vaga que enmascara tu canto y mis palabras. Desde mi acomodada lejanía alzo los ojos sobre la memoria anegada en la lluvia y veo, ebrio de humo, lo que aún me ata a la tierra. 12 de enero de 2001
19
ALGUIEN, DESDE EL SILENCIO,
desde el cansancio, desde la tristeza, llama cuando la noche cae y se regresa al ámbito feliz de la memoria. Golpea mis oídos “su amoratada voz” hasta llagar mi nombre. No adivino quién sea. Hay momentos en los que la palabra es una despedida. Y se habla para huir. Como el tiempo es hostil, -la lluvia arrastra pájaros de humo-, viajar no es tan sencillo, y vuelve esa voz rota a llamar nuevamente desde el agrio silencio, desde el cansancio, desde la tristeza. 12 de enero de 2001
20
LA NOCHE HA SIDO LARGA,
lento el amanecer. Tiene el cielo el color tostado del tabaco. Si amaina el viento, volverá la lluvia a cegarme los ojos. La lluvia crea espacios inhabitables, ámbitos de soledad donde el dolor se enreda hasta que el sol lo inflama y lo reduce “a los recintos íntimos del alma”. ¿Qué haré para beberme su ceniza “si el labio no da cauce” a los húmedos ojos? Desafiando al viento, he vuelto a la arboleda donde mi voz se ampara de la lluvia, sale del tiempo y entra en el silencio. 13 de enero de 2001
21
TODAVÍA ES POSIBLE
desalojar del alma la tristeza, levantar de las cosas el polvo que las tiene sumidas en el sueño. Todavía es posible deslizarse hasta donde tú estás, recobrar la memoria del paisaje, aquel azul romántico del cielo, de la mar, el sabor agridulce de la añoranza, ser huésped de la luz. 14 de enero de 2001
22
HOY HE SALIDO AL AIRE
frío de la mañana. Quedaban en el césped restos de la tormenta, el vaho de la lluvia en los olivos. Brilla el sol, vuelan pájaros de esperanza: regresan, de nuevo, a su amorosa geografía. El árbol es gorjeo, llama las ramas y quejido apenas tu voz, la más sutil de las brisas de otoño. De golpe, acrisolando rayos de luz, henchidos de gracia y plenitud, los primeros almendros florecen en los ojos. 15 de enero de 2001
23
LA RUTINA DEL AIRE
llamando a cada instante sin esperar respuesta. Van pasando con lentitud las horas. Entre nubes, la claridad violeta. Y el silencio que una lluvia temprana hace fecundo. De cuando en cuando, un giro, un aleteo: se oye que la vida se va con el último trino, que llega germinando deprisa en cada rama. Aquí, a medio camino de enero, está el milagro, puro deslumbramiento. ¿Acaso sólo se hace de rosa la luz en primavera? 16 de enero de 2001
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ME HE LAVADO LAS MANOS
en el azud donde los mirlos beben cuando cae la tarde. Con las manos ya limpias mis dedos aletean entre rosas. Hace ya mucho tiempo que me adentro en el sueño sin que mis ojos vean cómo arde el crepúsculo. Tiembla mi corazón si asciendo a la colina de la luna de enero en busca de la nieve. Mi corazón, enfermo, padece el mal de altura como el invierno. Avanzo con los brazos abiertos como un río para no tropezarme. Hay un júbilo extraño debajo de los álamos de bruma, de los arcos del puente que lleva a las lagunas, lejanísimas,
en cuyas aguas vierte su azul el firmamento. Alguien me estĂĄ empujando hacia la claridad cuando la noche, de rodillas, estĂĄ de espera aĂşn, sin gallos y sin trinos, echando un pulso a una promesa. Quieta la tiniebla madura. SĂłlo el aire se bate con las ramas de los pinos y huye, volando a ciegas, hacia el definitivo resplandor. 17 de enero de 2001
25
SÉ QUE LA MUERTE TIENE
paso pausado. Viene, a veces, deprisa y busca, perezosa, dónde hablar, en qué vuelo, en qué junco puede mecer el sueño, las pequeñas memorias que son toda la vida. Hace frío. Cae una lluvia fina desde el amanecer. A media luz, la muerte parece más cercana o más íntima. Hablo aquí de la muerte silenciosa, prudente, que espera en un recodo de sombra, no en el aire donde la vida tiembla, ni en el mar que renace en cada ola; de la muerte que aguarda, arteramente lúdica, debajo de esta luz desvanecida en el borrado bosque por donde yerra el pensamiento. Ríe porque sabe que el tiempo, nuestro tiempo, va pasando y que nada de lo vivido vuelve.
Pero en este momento la veo pensativa y asustada. “Y siento que es mi vida quien le aturde�. 18 de enero de 2001
26
¡OH ESTE DOLOR AZUL!
Gira el viento y no logro salir del humo. Sopla, muy frío, el Norte, que sacude el sueño y despierta en la sangre relámpagos de escarcha. Las palabras, ebrias de soledad, se enquistan como el dolor. Hay un rayo de luz anaranjado, pálido, de bruces contra las hojas de la tarde. Doy unos pasos sordos hacia la noche. Acudo a la memoria, que no redime al hombre de la tristeza. Sólo el olvido salva del dolor. Y la sombra, cautiva de los árboles.
Cuando sobre ellos cae “el peso de una sola oscuridad, sólo el canto perdura”. Y es sueño el árbol como el aire vuelo sin antes ni después. Presente absorto. 22 de enero de 2001
27
SI VIERAS CÓMO AVIVA
el vuelo la mañana. Lentamente se ha ido deshaciendo el entramado de las sombras. Brota sutil la luz, delgado el canto de la cima de los árboles. Piden respuesta. Esperan. Todo es fulgor de pronto, coral exaltación. Después de tanta noche, quedan huellas de ti: acusa tu presencia gozosa el barro tierno, el canto la celebra. Sólo yo no he sabido intuir tu llegada acaso porque nunca he contado los pasos que aún tenías que dar. 25 de enero de 2001
28
¡CÓMO SE PRECIPTA
el tiempo hacia la sombra! El humo detenido atiborra la vida de símbolos ambiguos. Miro mis manos: vórtices de soledad; los ojos, pozos ciegos en donde anida, abreva la tristeza. Arden las hojas de los últimos robles contra el oscuro seno de la tarde. ¿Qué poderosa llama las incendia para que, superadas las ruinas de la noche, vuelvan a arder sembrando de esperanza el humus infecundo de la muerte? 25 de enero de 2001
29
TODA LA NOCHE EL VIENTO HURACANADO
agitando mi vida. A estas horas de la mañana acuso la fatiga. En los ojos se me acumula el sueño como la niebla intensa en las palmeras que hay detrás de la casa. Ésta ha sido la noche de los pasos perdidos, de los ángeles locos del insomnio, del gemidor aullido de los perros. El viento me ha dejado al descubierto las más viejas heridas, me ha sacudido despiadadamente como a un árbol al que apenas sostienen unas viejas raíces. Y he sentido el vértigo cercano de la muerte. Me he preguntado si será verdad que ya he vivido mucho tiempo.
¿Llega acaso la muerte como huracán nocturno o es “el cristalero azul de la mañana?” Presa de este olor claro que el humo va dejando en la alta madrugada de este final de enero, salgo a limpiar el aire del dolor de estar solo cuando más te requiero. 29 de enero de 2001
30
INEXORABLEMENTE
camino hacia mi noche por intrincados dédalos sin que nadie me aísle de esta humareda insólita. Sin embargo, todavía no es hora de morir. Alicante, 30 de enero de 2001
“De los bancales segados, de las tierras maduras, de la quietud de las distancias sale un humo azul que se para y se duerme…”
GABRIEL MIRÓ …”y es tiempo lo que veo”.
ANTONIO PORPETTA