CUADERNOS DEL AIRE (2003)
A Bea, “también en la música del viento”
CUADERNO PRIMERO
ANUNCIO DEL OTOÑO
UN VIENTO fresco, unas hojas recién caídas sobre la hierba oscura, un cielo gris anuncian la llegada del otoño. Y este silencio súbito que se me ciñe al alma como un escalofrío y me arroja a los brazos de la melancolía. 22-9-02
CAFETERÍA MANHATTAN (Plaza de Pontevedra. La Coruña)
ERA la hora exacta de la lluvia. La Plaza, en sombra, un palomar herido, un hervidero de palabras tristes. Sobre el asfalto el agua iba dejando pequeñas rosas de melancolía. ¡Cómo recuerdo aquella hora íntima de la lluvia temprana! Acababas de llegar al Manhattan, tan puntual, envuelta en un tumulto de silencios, a tomar tu café. Sólo en el cielo de aquel amanecer de otoño y ópalo el grito vertical de las gaviotas perforaba la paz de la mañana. Callada, enmascarabas tu presencia tras el humo de un chester sin boquilla. De vez en cuando, un sorbo, una mirada distraída, un leve carraspeo al que acudía, atento, el camarero para darte las vueltas y las gracias y dedicarte una sonrisa cómplice. Luego, dueña del tiempo, sacudías el sueño que arrastrabas en los ojos dando adioses con manos enguantadas mientras dejabas huérfano el Manhattan.
Me pregunté, al mirarte, qué habías hecho de mis palabras. Nunca sabré ya si te habitan aún o si la lluvia de aquel primer amanecer de otoño anegó su pasión madrugadora. 23-9-02
PRIMERA LUZ
ALAMEDAS doradas bajo la luz otoño. El aire en paz. La niebla inundándolo todo. ¿Quién me ha puesto esta venda de ceniza en los ojos? 26-9-02
30 DE SEPTIEMBRE Desde el balcón de Trini, frente al Mediterráneo
UN año más, me digo (Señor, ya son setenta) mirando al mar de otoño desde el balcón, altísimo, de esta apacible tarde de septiembre. La playa está desierta. Una joven pareja pasea por la orilla su amor con claro gesto de intimidad. Nadie entiende sus pasos sobre la oscura arena ni conoce sus nombres. Se dilata el azul hasta curvarse en un lejano, nítido horizonte sin mástiles ni velas. Todo está en paz. Dentro de pocas horas volveré al cotidiano quehacer, a la rutina del vivir, asidua compañera de la melancolía. Algún día, quién sabe, alguien recordará mis clases de latín
y de literatura, las sesiones interminables de fotografía, mi devoción por Bach y por Beethoven, mi pasión por los libros. Hoy, a mis años, no resulta fácil ser huésped habitual de urgencias o de prisas: cada momento de la vida impone su propio ritmo. Lima la brisa de la tarde “las uñas de la luz”. La playa será pronto un oscuro rumor. Por mi memoria pasan imágenes fugaces de un ayer luminoso y lejano envueltas en profundo silencio. Sin embargo, algo empieza a ser nuevo, este último día de septiembre, que el amor purifica y la hermosa tarea que es vivir si se está atento para que la lluvia no nos sorprenda con los pies descalzos. 30-9-02
OCTUBRE
LLEGA otra vez octubre: Racimos en sazón, castañas ebrias "de ocre amarillento", granadas lujuriosas ofrecen a los labios su coral. Por la oscura ladera de la noche asciende lentamente una niebla compacta que se enreda en los ojos y se queda instalada en lo íntimo del corazón. ¿Qué has hecho de tus días? ¿Esperas otro octubre en el que puedas contemplar, atónito, tanta belleza? Vuelo Ilimitado el cielo, ala que trae, a ráfagas, la lluvia. Todavía en tus manos juega el tiempo esa partida que no admite prórroga ni dilación. Alzado a más amor, orienta, como las aves migradoras, tu mirada hacia la patinada luz de octubre. Cogido de la vida, no dejes de volar. 1-10-02
EL HUMO DE LAS VIÑAS Homenaje a Alejandro López Andrada
ME REGALASTE un libro muy hermoso, abierto en la página treinta. Leí: "¿Cómo encontrar la luz de los racimos en la quietud, el humo, la hoja muerta, el campanario?" Y me quedé en silencio, pensativo, sin dar con la respuesta. Fui pasando con lentitud las hojas, fiel al rito de ir desmontando el tiempo con los ojos, ya muy cansados de sufrir la niebla de unas molestas cataratas. Por la abierta ventana se iba filtrando el rosa de la luz. Me pregunté: ¿Qué haces, sentado en las rodillas del otoño, con un libro en las manos? Y traté de buscarle un final más hermoso al desaliento. 9-10-02
MUCHO HA SIDO EL OLVIDO Y MAYOR LA ESPERA Cantan los racimos. El aire despierta al humo dormido.
COMIENZA a clarear. ¿Qué nos traerá el día en este nuevo vuelo de la luz? ¿Acaso tu sonrisa? ¿Tal vez tu voz, que hoy suena quebrada como cántaro de barro, y que un día cantó "la fugaz alegría de los hombres, su fiesta tan pobre en días y tan rica en tiempo?" ¿O quizá tu mirada, clara miel, que deslumbraba a los vendimiadores, mozos de sol y vino? En estos días plácidos de otoño ¿qué podrán recordar mis manos que no sea injuria para el tacto si tus manos no alcanzan los racimos? Yo sé que mis preguntas tienen forma de sueño, de humo, tal vez. Sentado sobre el humo, espero tu regreso luchando contra el sueño, poniendo, a gritos, nombres a los pájaros borrachos que las uvas picotean.
También el aire espera la luz definitiva para llenar de cánticos las viñas e incendiar las bodegas. Regresa de ese mundo de secretos, donde la niebla ha sido tu sola compañera, a este sol de otoño "que entra en la uva y se hace luz en ella". 10-10-02
NOCHE DE INSOMNIO
ME han desvelado el viento huracanado y los ladridos de los perros. Eran las tres de la mañana. He salido al balcón. Todavía se escuchaban, en el silencio de la noche, voces de gente joven que iba en retirada y pregonaba, a gritos, el consumo de dosis suficientes de droga y alcohol. Las luces de los coches semejaban, en la distancia, intermitentes faros de barcos arrastreros faenando. Entré en la habitación, reina de soledades oportunas. Soplaba un aire frío que hería mi rostro con sus flechas aceradas. Cerré la gran ventana procurando no desvelar el sueño luminoso de las estrellas en el cielo, altísimas. Miré al espejo, y "me encontré sentado enfrente de mí mismo", con los ojos presa del estupor. Abrí el libro de versos de José Ángel Valente
que está sobre mi mesa de trabajo y leí, sorprendido: "En esta noche no busques luz ni abrigo"… Y noté cómo la soledad me desnudaba, cómo el viento del norte desgajaba fragmentos de silencio de los árboles y los iba alojando entre mis cosas, cómo se fue adueñando de mis ojos la oscuridad. Los perros proseguían, presas del miedo, aullando a la creciente luna de octubre. Me dormí, cansado de tan tensa vigilia. Amaneció. Cesó el viento. Cantaban a la aurora los pájaros. Descalzo, me acerqué a la ventana. Diosestaba esperando detrás de las cortinas. 12-10-02
SI SE ME CONCEDIERA Homenaje a Claudio Rodríguez
SI se me concediera el don de la ebriedad para acercarme enamoradamente a dialogar contigo de la verdad que vive en tus humanos, luminosos versos. Huele a silencio el campo, en la mañana de otoño calcinada por la niebla, cuando la tierra, tras mostrar su vientre grávido ahora, ebria de sembradura, remite a un lejanísimo horizonte. Nadie puede decir que es suyo lo que alcanzan los ojos sobre el inmenso páramo. Sin embargo, tuyos la luz que aún tiembla en el aire, el canto de los pájaros alzado de los álamos en vuelo, el verde cabeceo de los sembrados, esta sutilísima lluvia que en su momento acude y lava los viñedos; tuyo el concierto bruno de la espiga bajo el vívido azul, el rumor contenido del arroyo;
tuya la noche que te dejó salvado frente a la nueva luz que dio tanta verdad a tu palabra. Hoy quisiera hacer míos "la infinita materia de tu canto", tu voz, tu asombro, tu emoción. Pero "¿basta el deseo para merecerlos?" Llega hasta mí la voz de Ángel González, serena, luminosa, otoñal, que tampoco ha cedido "al insistente acoso de las estrella cada vez más próximas". Llegue hasta ti la mía, Claudio, orífice de la palabra. Ayúdame a vendimiar mis viñas antes de que las sombras, oscurísimas, que asoman a poniente, me cieguen el camino que conduce al don de la ebriedad. 13-10-02
DÍA DE LLUVIA
¿POR QUÉ en esta mañana de lluvia en Alicante acude a mi memoria aquella otra mañana en la Roma inmortal? ¿Acaso porque en mi última jornada de estancia fue la lluvia ingrata compañía? Roma, bajo la lluvia, tiene un sabor vetusto que jamás se degusta los días luminosos. Recuerdo aquella fecha, ocho de abril. Quedaban todavía restos de invierno en los lejanos montes. En el llano iba abriéndose paso, temblorosa, la nueva primavera. A hora muy temprana, cuando estaba la luz sólo en las cosas, había visitado Galería Borghese. Conservo todavía en los ojos el fiero dinamismo de Apolo persiguiendo a Dafne.
Fueron horas de fascinante intensidad, vividas acosado por el tiempo. El Ticiano, Bernini… Bajo la luz difusa de un cielo de ceniza, recorrí Via Véneto en busca de corbatas pura seta. Llovía mansamente sobre Roma. Por detrás de sus lujos, Vía Véneto era paradigma de la locura bajo la música multicolor de los paraguas. Yo, un loco entre los locos. Por eso, dando pasos de loco, sólo atento a mi música, desanduve el camino y regresé a los Foros. Fueron unos instantes de duda: no sabía cómo inmortalizar el grandioso Arco de Constantino, la andadura helicoidal de la Columna Trajana. ¿Es posible retener el pasado?
¿Sólo seré su dueño unos instantes por el capricho de esta lluvia ciega? Y volví la mirada hacia las nobles ruinas del Colosseo, con sus piedras heridas y luces oxidadas. Lejos, en la azufrada luz de los relámpagos, más páginas de lluvia, que leerán futuras generaciones, víctimas, en su momento como yo, al saberse humo que el viento avienta. 14-10-02
VIENTOS DE OTOÑO
AQUEL oscuro viento hizo astillas mi sueño, desarboló mis naves, rindió mi voluntad, me dejó a la deriva, trajo una lluvia incómoda que no esperaba nadie, abrió caminos nuevos a la muerte. Este viento claro trae la lluvia que lavará mis sueños de oscuras pesadillas; proclamará, ante el mundo, mi libertad y, al alba, reunirá mis veleros; reabrirá la herida luminosa de amor en la noche infinita "traspasada de estrellas"; desvelará a los pájaros que aún duermen en mis labios para cantar la dicha de la alegría, símbolo final de la no muerte. 21-10-02
CREPÚSCULO
BIEN sé yo que esta luz cobriza de la tarde irremediablemente morirá desangrándose para dar vida a la noche y sentido a la vida. Si la noche no alienta, si no nos purifica, no encenderá su llama la mañana, ni aliviará el dolor de la ceguera inmensa de los hombres. La noche abre sus puertas de par en par, ¡oh hijos de la tierra, clientes de la muerte! Que se hace tarde, entrad. Hay que aguardar la luz del alba entre las sombras, la música del viento en el silencio, saber con qué cadencia el corazón nos late, cómo el alma respira mirando a las estrellas. “Los que estáis ahí, al sol”, mirad cómo la tarde de este lunes de otoño se nos muerre, y se nos va la voz
para que nadie sepa del dolor, de las l谩frimas, s贸lo de la sonrisa en la que todo es luz. 22-10-02
AL MIRAR HACIA ATRÁS Homenaje a Eloy Sánchez Rosillo
A VECES, no se acierta a conjurar la tristeza. Y se acude a los libros que están sobre la mesa de trabajo: Otoños y otras luces”, “Completamente viernes”, o “La Vida”, de Eloy Sánchez Rosillo. Es inútil si intentas leer. Cierras el libro con cierto grado de acritud. Te quedas un tanto pensativo, víctima de ti mismo, y sin saber qué hacer. Apoyas la cabeza contra tu mano izquierda, cierras los ojos, toses y te rindes al sueño, que es igual que rendirse a la indolencia. Ves en sueños a aquel niño tan tímido, que apenas sonreía. Sigue sentado al fondo de la clase. Nadie sabe lo que será de él. Quizá porque soñamos lo que después la realidad nos niega. Despiertas. La clase está vacía.
Ya no sopla el viento. Hace bochorno. Ahora necesitas mirar al cielo, espejo de intensísimo azul. -¿En qué mar bogarán las nubes de otros días?-. ¡Cuánto tiempo ha pasado! Alguien se acerca a tientas. La luz no lo recuerda -"en su memoria toda la luz que respiró"-, pero él la celebra con pasión en sus versos. Mirándote a los ojos, te susurra: "Un indicio de otoño que hay en el aire dice que es muy frágil la dicha". Es mediodía. Intentas abrir, de nuevo, el libro, convencerte de "que es verdad la vida". 23-10-02
CUADERNO SEGUNDO
CUANDO LLEGA EL INVIERNO
PARA quien ha sufrido la vida, sentir, una vez más, en la carne este viento, esta lluvia, esta nieve en que la luz de enero se equivoca de soledad, es fácil aceptar que el invierno se instala en los oscuros rincones de la casa. Pero tú, que prosigues ajena a los pronósticos, asomada a ese mundo en que la nieve no es olvido, de improviso te encuentras deshabitada, víctima de una certeza irremediable. Hoy ha entrado el invierno, de puntillas, en esa habitación donde aún construyes tus sueños. Ha dejado su pequeño mensaje de blancura en tu almohada. Como los techos son altos como tus ojos, se acrecienta la sensación de frío. Y tú, instintivamente, hecha un ovillo, te acurrucas, temblando,
con la vana esperanza de no encontrar más nieve entre las sábanas. ¿De qué vale engañarse? En invierno, a la hora primera del amanecer, asciende de la tierra un aire gélido que lo interviene todo: los rincones, las horas, las palabras como un inevitable escalofrío. ¿Cómo vencer el frío y mantener intacto el calor de mi cuerpo?, me preguntas. Respondo: Los fríos del invierno tampoco son piadosos conmigo. Pero estoy atento a los pronósticos, asomado al paisaje de “sueños meditados”, ahora que la tarde se muere cobijando mi desnudo dolor. El inviernos nos hace solitarios y nos deja, presos del ansia, de la incertidumbre, sobre espacios inmensos sin hollar que nos ciegan. Solamente nos queda la voz como vivienda. Si te alcanza, muy recogidamente escúchala. Y recuerda que el amor pide orillas. 10-1-03
¡CUÁNTAS VECES!
¡Cuántas veces has oído a la muerte sisear a tu lado! Pero no te has parado a escuchar su mensaje, ni a pensar si la vida es la muerte o por qué en cada amanecer dialoga con las rosas. Si alguien dice tu nombre, tiemblas como una hoja, "porque te falta fe para poder morir". Y piensas en las rosas. En las rosas alcanza la muerte su belleza, no en mí, polen inútil, te repites, sabiendo que ella mueve los hilos de tu existencia. Y buscas dónde esconderte, cómo vender tu desaliento, atento por si “el aire de hoy tiene su cántico.” 20-1-03
CARPE DIEM A Rosa Martínez
AMANECE. Me llama el aire de manera tan distinta, que equivoco su voz. Y no respondo. Miro al cielo. Agradezco la luz recién llovida que ha limpiado mis sueños de la herrumbre, del sabor de la noche; el agorero canto de los pájaros que celebran este aire que madura. Y la vida. Sobre todo la vida. ¿Para qué tanta muerte si las rosas han cambiado? No saben ya morir, no quieren ya morir. Ellas quieren vivir cada minuto para que tú las cortes, las coloques, tan vivas, en un búcaro y respires su aroma, quiero decir la vida. "¡Cómo aumentan las rosas su juventud al entregarse!" Aprende de las rosas a vivirte entregada, sin mirar hacia atrás. 21-1-03
ASÍ LA VIDA "Como el aire que se queda solo un momento en la mano" LUIS ROSALES
ASÍ la vida, un instante sólo de tiempo, empujado por la muerte como en un juego. Página en blanco que el sol ha ido escribiendo cada día y va borrando sin pausa en viento. Como el aire, así la vida, porque en naciendo queda un momento en la mano, sólo un momento. 23-1-03
EL AIRE HUELE A HUMO El aire huele a humo. Nos quedan las cenizas. En los árboles, suspendida, aletea la tristeza. El aire huele a lluvia: se respira la lluvia cada vez que pisamos la ceniza. No sé si es el humo o la lluvia quien confunde o separa realidad y sueño, quien me empapa los ojos para que ya no vean, y se obstinen en buscar la verdad de mi honda tristeza. Huele el aire. ¿Y la vida? ¿Huele acaso la vida a humo, a lluvia, a finitud, o es finitud, lluvia, humo? 24-1-03
VIENTO DEL NORTE De todo lo que ayer fue nuestro hoy queda el frío JOSÉ ÁNGEL VALENTE
Y ESTE viento del norte, huracanado, que sabe a nieve y nos fustiga el rostro. La mañana es azul, azul el mar, que multiplica su luz junto a la playa. Enero se despide con el triunfo del aire que hoy golpea las ramas desnudas de los chopos. Faltan sólo unos días para que las cigüeñas regresen a sus nidos. ¿Qué será de los pájaros, sin lugar donde asirse? ¿Qué del silencio y de la soledad? ¿Y si este aire se queda para siempre en mi sangre? 31-1-03
PORQUE SÉ
PORQUE el invierno camina solo en busca de un nuevo resplandor, porque la nieve asombra con su ilesa blancura, porque los manantiales se desangran cantando, porque el aire enloquece en la contemplativa aridez de la páramos, porque la noche ampara de cegueras y miedos, porque el silencio a veces no rompe la alegría, porque aún sigue hablando la voz de tu cintura y tantea mis labios, ¿no crees que ya es hora de ponerme en camino? 31-1-03
CANTO DEL CAMINANTE ESTOY lejos aún. Y en este vuelo humilde de los ojos sobre el páramo cuánto aprisco en la tarde, cuánto hueco para el balido múltiple en la noche. De vez en cuando, un árbol –qué alto leñocrepitando a la hora del crepúsculo, el canto prenupcial de las alondras y los surcos perdiéndose en la busca del infinito de tan rectos ellos. Ha llegado la hora de salvarse. Cada uno lo hace a su manera. Mi salvación es no perder la senda, dejar a un lado pueblos y ciudades, aspirar la fragancia de estos campos, sentir en las mejillas la caricia del viento, contemplar, transfigurado, cómo pasan los días y nos dejan momentos para hablar de si retrasa su renuevo el almendro, de si apunta el trigo ya en las hazas. Este invierno ha crecido la nieve hasta el aliento, y nos sigue creciendo hasta la vida. Sé que alguien me dirá: No te preocupes, el cereal encaña bajo el hielo. Si así no fuera con febrero encinta, ¿qué sería del campo ya sin voz, casi sin esperanza? Observa el vuelo de las aves rapaces, cómo otean desde la altura azul el surco helado, pero no olvides que eres caminante desde que el día suelta sus palomas y se visten de añil los cerros últimos.
Sopla el viento del norte. ¿Quién me ayuda a acompasar el corazón? El humo que va saliendo de las chimeneas baila una danza extraña, arrebatada, que recuerda a la llama crepitante en el hogar. ¡Qué fragua del amor, qué altísima colina sobre el aire donde el silencio huele a intimidad! Vuelvo a la voz que tú has dejado en vilo en las delgadas ramas de los chopos, voz que escucho en la noche, que me llama pronunciando mi nombre con vehemencia, que me orienta si fallan las estrellas porque la lluvia acude a la demanda de esta tierra con sed de eternidad. Aquí la muerte es natural si el agua no es posesión. Palpita la llanura. Al caminar bajo este cielo inmenso, voy contando los pasos. Uno: Te amo. Dos: Te amo. Yo sé que estás cansada de oírlo. Tres: Te amo. Y todavía la luz no ha abandonado sus moradas. Me acerco, amor. Asómate al silencio. Esta vez llego yo antes que la luz. 2-2-03
CUADERNO TERCERO
PIEDRITAS De vez en cuando la alegría tira piedritas contra mi ventana. MARIO BENEDETTI Para Arantxa Martín, que me acercó a Mario Benedetti
¡CÓMO a pesar del frío, viene avisando ya la primavera! De vez en cuando la alegría tira piedritas contra mi ventana. Hoy me ha roto un cristal. Me levanto. Me asomo: está en los árboles como pujando el verde, un verde nuevo y niño, muy medroso del aire falto aún de templanza. Hay ya nidos en las ramas recónditas. Y canto interminable. Y aunque estoy solo y tiene la soledad su embrujo, dejo un instante de pensar en mí. No me asiste el derecho de "congelar el júbilo". 18-2-03
NECESITO TIEMPO
HOY necesito tiempo para decirte todo lo que calló el silencio cuando estuve tan solo. Hoy necesito tiempo para ver en tus ojos mi mar azul, cuajado de veleros remotos. Hoy necesito tiempo para saber si hay chopos que vibran cuando el aire los mece con su soplo. Hoy necesito tiempo para encontrar el modo de abolir la tristeza que bebí a grandes sorbos. Hoy necesito tiempo, hoy, martes, dieciocho de febrero del año dos mil tres, porque oigo, precisamente hoy, martes, día triste, lluvioso, que la muerte está lejos. Sé que anda en mi escritorio
revolviendo papeles, libros, carpetas, como viejo ladrĂłn, muy quedo. En el espejo roto de mi vida, mezclados el estupor, el gozo, la nostalgia y el jĂşbilo, ese prodigio loco que te arroja a los brazos de la esperanza, chorro de luz alzada al lĂmite, primavera en escorzo. Hoy necesito tiempo para, a pesar de todo, decirte simplemente: mujer, creo en tus ojos. 18-2-03
CUANDO LA VIDA TIENE A Mónica Lloret, amiga y compañera de trabajo.
CUANDO la vida tiene sabor a acercamiento, recupera el carácter de pura donación, de total donación, de diálogo: cada pregunta encuentra su respuesta, la mirada el paisaje que más ama, las manos la caricia de otras manos. Hasta el dolor, si se comparte, es único. El corazón que ama tiene sus rinconcitos idílicos, balcones desde donde se otea el horizonte y se ve el mar poblado de veleros. Crece en su centro un árbol de madera preciosa, perfumada. Cuando el crepúsculo lo ciñe y el tiempo se detiene instantes que parecen toda una eternidad, Dios se duerme en sus ramas. Entonces ni golpea la tristeza, ni te embruja la muerte: late la vida, juega
con el silencio, espera hasta que llega el alba y Dios despierta, y se convierte nuevamente el tiempo en temblor dialogado, y el รกrbol se estremece de encendida alabanza. ยกEl canto al aire; dentro del corazรณn, la luz! Detrรกs de cada nombre hay siempre una canciรณn sobrecogida. 26-2-03
LUZ DE PRIMAVERA A Marta Domínguez, en cuyos ojos vive la luz.
COMO quien mira tu sonrisa, observo cómo la luz del alba se detiene, tímida todavía, en tu cintura, cómo escala, ya llama, tus vertientes hasta alcanzar el cielo de tus labios. No hay labios ya más claros que tus labios. Ríes, y la luz ríe. Un aire suave busca por dónde entrar, cómo instalarse dentro del corazón. Así ocurre cada vez que la aún frágil primavera nos invade los ojos y la vida. A veces, la alegría no hace ruido. Como la luz se acerca de puntillas, desaloja del alma la tristeza y espera. Importa poco que una lluvia imprevisible “roce vagamente el paisaje”, que a ciegas la luz huya brevísimos instantes, porque sabes que está en la prematura floración del almendro, en la espuma de la ola, en tu sonrisa traspasada de alba, dentro de ti. Al ver tanto delirio, tal pujanza de vida, el aleteo primero de la alondra en la mañana,
el cĂĄntico floral cerca del nido, el luminoso despertar del dĂa en la dulce ardentĂa de tus labios, ebrio, celebro en ti la primavera. 3-3-03
LLUVIA DE MARZO A Mercede Charques, amiga entrañable
¿QUÉ haces ahí, qué hacemos contemplando la lluvia lenta de primavera? Llueve, ¡qué bendición! y nos lava la vida hasta que ésta recobra su blancura. Óyela cómo canta mientras dura la fiesta y un aire nuevo arrastra las nubes que modelan en el cielo el bello rostro de la primavera y nos orea el corazón, las manos, la mirada. Admira la hermosura de este cielo de marzo, de esta tierra en feliz alumbramiento, y deja que tus manos se acostumbren al tacto de las cosas, que el corazón se asocie a la alegría de la luz. Contemplar es sencillo si pones cuidado en la mirada y si no tienes prisa. Entonces, ya te asiste el derecho de elegir el paisaje.
Mira cómo la vida va fluyendo mientras la luz, temblando, acude a su final o regresa, hecha beso, en el concierto del amanecer. Escucha, en el silencio, cómo habla la lluvia, cómo las manos hablan. Entrégate confiada a su tersura. Esta lluvia de marzo nos lava la memoria, marca la hora exacta de la savia, del vuelo, de la danza y nos deja, calados hasta el tuétano, al borde mismo de la claridad. 5-3-03
TIEMPOS DE GUERRA
AL VOVER la cabeza, he visto que ha cambiado la vida. No se acaba de despertar de un sueño mal vivido cuando el vuelo letal de los misiles cruza los cielos y perfora el aire limpio del amanecer. Sobre la calcinada arena del desierto, bajo una luz dañada, abren los tanques sendas imposibles. La primavera, a veces, resurge entre violencias, no entre el silencio indemne que permite entender el idioma del pájaro asustado que vuela torpemente con el miedo en las alas, las preguntas del fuego que reduce las cosas a una inútil ceniza. ¡Terrible soledad! ¿Quién puede abrazar lo imposible? La vida, en ocasiones, nos deja sin camino de regreso y con ojos enfermos. Ululan las sirenas en las inmediaciones del gran río convocando al silencio
para que el mundo logre traducir a un lenguaje comprensible las respuestas del humo. Cada noche, de nuevo la sorpresa, el dolor, la soledad vagando por las calles como un perro rabioso. A mi memoria acuden los versos del poeta: "Abriré las ciudades por si hay una silla vacía en los ojos cerrados del futuro". Y las ciudades siguen cerradas, y en la silla vacía se ha sentado a esperarnos la muerte. El hombre es hoy un triste corazón desnortado, con dudosa memoria de lo que ha sido y una voluntad vaga de lo que quiere ser. Si lograra colgar del viento la esperanza, de las nubes los sueños, del cielo la inocencia y contemplar la luz del nuevo día en las salas de espera de la alegría, entonces, urgido por la vida, sin volver la cabeza buscaría a la paz seguro asilo,
llenaría los ríos de alamedas, las plazas de jardines, la tierra los caminos por los que marcharían, dialogando, los niños hacia aquellas regiones que conocen la lluvia. 23-3-03
APATÍA
HOY no sé qué decir. Llegan confusas voces que apenas reconozco. Y me siento a esperar. De vez en cuando, miro y observo, indiferente, cómo juegan los niños, cómo el viento sacude suavemente las ramas de los pinos. A veces, me quedo pensativo y cuento, una a una, tus amargas palabras. Se enfría la mirada y madura el silencio. Y ya no sé si somos, como dijo el poeta, una conversación o un triste soliloquio. 23-3-03
CANCIÓN DEL AMOR CIEGO LA VIDA tiene golpes tan duros, que hasta el fuego de los ojos se apaga sin tú quererlo. La vida tiene golpes tan duros, que el misterio de tal dureza nunca logro entenderlo. La vida tiene golpes tan duros, que no tengo más ojos que estos ojos. Y no te veo. La vida tiene golpes tan duros… ¿En qué viento llegaste, amor, y me dejaste ciego? 26-3-03
SEÑAS DE IDENTIDAD
EN LOS DÍAS de abril vuelve el silencio como el viento o la lluvia. La casa con ventanas hacia el mar ofrece sus espacios a la brisa. El tiempo no acompaña aún. Está petrificada el agua, esperando que un golpe de aire azuce sus corceles. Como no me respondes, me asomo con cautela a la playa vacía, tanteando la luz de la mañana. Hay ángeles despiertos agitando las alas sobre la espuma, provocando su llama. Disminuye la sensación de ahogo, al mismo tiempo que crece la obsesión por el bullicio del verano. El mar sigue siendo un enigma indescifrable como el azul en vuelo de tus ojos o tu voz. Sin embargo, ¡qué sitio éste, a salvo ya del frío, para la confidencia, blanco sólo del aire! Hay en la arena huellas de otro tiempo que no han borrado el viento o las mareas: son las huellas de las conversaciones que reclaman
nuevas tardes de sol, noches de luna, un lugar “donde vuelvan las palabras a sentirse palabras", a volar en pareja, donde cada mirada nos sea como un ascua que caldee la vida. No importa cómo. A veces, hay que dejarse sorprender. Mejor si el sol de junio no cubre todavía la arena de la playa de torsos juveniles y muchachas en top-less. ¡Es tan sencillo recobrar las señas de identidad! Nos basta con tener listos los labios. 3-4-03
HORAS DE ESPERA
SÉ que llegará el día en que dirás tu última palabra y con tus ojos garzos traducirás mensajes que no pude escuchar. Comprobaré que nada ha quedado vacío y que es el mismo azul el de tus ojos. ¿Para qué tender puentes sobre la duda? Alguien, tal vez el viento, me llama, simulando tu voz, desde la orilla de un mundo al que no estoy acostumbrado, sin formas cotidianas de vida junto a un mar de cálidas arenas y veleros de sal. Entretanto tu voz de terciopelo consuma largos días de silencio en un paraje inhóspito con cielos maquillados de ceniza y una lluvia que palpas sobre tus hombros. Abril está llamando con fuerza a nuestra puerta con su luz venturosa.
A esta luz venturosa, ¿qué la enturbia? ¿Qué sombra dura rompe el equilibrio entre tu voz y mi silencio? Creo en tus labios aunque lleguen muertas las palabras. Responde a mi requerimiento. Abre de par en par la puerta que hace inútil el olvido. Sálvate. Vuelve. Sabes que yo te espero, purificado de mi soledad, "donde ya no hay adiós". 4-4-03
LO MÁS MÍO ERES TÚ
¿ERES TÚ quien ha puesto una rosa en el búcaro, una canción de amor en la minicadena, la lámpara encendida que ahora alumbra mis noches, estos evocadores versos sobre mi mesa: "Lo más mío que tengo eres tú. Tu palabra va haciendo débilmente mi soledad más pura. ¡Haz que la tierra antigua del corazón se abra y que se sienta cerca la muerte y la hermosura?” No sé cómo has entrado, porque dejé enterradas las llaves donde nadie las pudiera encontrar. Lo cierto es que, a su tiempo, se despertó el perfume que aún dormía, y la voz de Alfredo Kraus era como hermosa cascada o torrente en crecida mientras leía atento tu canto apasionado. Se hizo la luz. Mis ojos escudriñaron todos los oscuros rincones del corazón. Temblando desvelé mis pisadas y perseguí tus huellas, impresas para siempre sobre el parqué del alma. Transcurrieron minutos que se hicieron eternos, porque el amor pedía presencias inmediatas. Pero tú te quedaste escondida, perdida tan dentro de mí mismo, que resultó imposible tú búsqueda en la tarde. “Sólo la muerte tiene presencia y sacramento”, oí que susurrabas. Y se acreció la sed que ardía entre mis labios.
Después de haber escrito con palabras de nieve sobre la tela virgen del rojo atardecer "soy tuya, sólo tuya”, salvando las distancias tu amor unió por siempre mis días y mis noches. Entonces comprendí que es verdad tu hermosura, que el cielo está en tus ojos dormido y está el mar, que tus manos desgranan las espigas del tiempo vencedor de la muerte sólo a golpes de amor. Y me quedé, mecido por la brisa, esperándote sobre la tierra antigua del corazón abierto. 5-4-03
CUADERNO CUARTO
NUEVO GIRO
LA NUEVA luz y el viento, sólo el viento. Sobre la mesa, unos simples cuadernos que hablan del aire. Junto a ellos, revueltos, unas tijeras, tres o cuatro llaveros, las viejas gafas, sobres, libros de versos y esta libreta donde escribo. ¡Qué bello desorden! Sobre la luz, flotando, el tiempo. Altos, muy altos, la paz contra el deseo, la soledad, el canto del jilguero, la desnudez del agua en el reguero y un gran dolor aguzado y discreto. Abro, al azar, el cuaderno primero, y se me enreda el otoño en los dedos. Sigo avanzando centímetro a centímetro por el segundo, y me cubre el invierno con sus escarchas y nieves todo el cuerpo.
Con la ilusión de alcanzar los luceros, siempre hacia arriba, escudriño el tercero hasta lo hondo, donde ya es todo vuelo. Vuelo la luz de los invernaderos hacia las playas. Vuelo tus ojos negros por las colinas blancas de los almendros. Vuelo las rosas y las flores del brezo, emparejadas, alzándose a tu pecho. Y me pregunto: ¿Hacia dónde irá el viento cuando se encienda la doble luz del cielo? 15-4-03
QUIMERA
EL AIRE se hace luz en tus pupilas. Al fondo, más allá de la lluvia del sábado, blancura de azahar sobre la arena. Algunos piensan que el espejo miente, y se tienden al sol de primavera como si el cambio de color dejara sobre el cuerpo desnudo nuevas señas de identidad. El agua está fría y hay nubes que siembran dudas. ¡Cuánta prisa, que se eterniza en el instante en que tus manos perfumadas acarician el nácar de tu piel! Ajena a la marea de otros cuerpos, te duermes acunada por el rumor azul del mar. Un sol, cada vez más intenso, te ilumina, penetra lentamente por tus poros y se archiva en tu cuerpo en forma de pequeños tumorcillos de luz. Pronto serás como una llamarada con márgenes violeta en tu cintura y unas rosas de púrpura en tus pechos. Y te harás la ilusión de que ha llegado definitivamente ya el verano. 20-4-03
MIENTRAS ME ACERCO A TI
SI PUDIERAN, te dejarían arrojada sobre el andén de la estación más próxima al desaliento. Una turbia consigna los agrupa. Con mordaces palabras hablan de casi todo, aunque lo ignoran todo. Sólo de cuando en cuando abren un libro, y lo dejan dormir el sueño eterno sobre los anaqueles llenos de polvo de algún viejo armario. Nunca han recitado un verso de amor, ni han sorprendido el vuelo de unos ojos hacia la luz dorada de los atardeceres, ni han sufrido la herida luminosa que es la ausencia. Y se dicen filósofos. Su saber filosófico termina en El Mito de la Caverna de Platón. Preguntadles qué saben de la dulce sensación de vacío que es la lluvia, cómo el hombre es un ser en soledad,
inseparable compañera del silencio, qué de cuanto es el el hombre pertenece a la vida y qué a la muerte, y por qué todo es irrepetible. Se quedan esperando un golpe de aire que les limpie los ojos, la memoria a cuyo umbral se asoma, persistente la niebla. Tú lo sabes. Por eso, tanteando la luz de la mañana, voy hacia ti deprisa. Hoy el cielo está limpio de presagios oscuros, de asechanzas. Caracolas de sal entonan cantos cuando te tiendes sobre el oro viejo de la arena y te abandonas al amor del agua mientras tu cuerpo espléndido sostiene todo el peso de la luz. 23-4-03
LA HORA DE LA SIESTA El tiempo duele más que la belleza JESÚS MAULEÓN A José Eulogio Ramos
LA HORA de la siesta tiene, a veces, serias complicaciones. Esperabas que el cielo fuera azul, el aire fresco, pero no estas nubes, presagio de tormenta. A mil doscientos metros de altitud el tiempo suele ser impredecible. Y te has quedado en casa, muellemente sentado frente al balcón. Un pájaro te ha hecho compañía unos instantes, horas tal vez, piando, recorriendo a saltitos el barandal. La tarde, en las horas de siesta que no duermes, te ha sorprendido emborronando páginas y páginas de versos -así los llamas tú y preguntándote qué haces si ni siquiera entiendes el lenguaje sencillo de los pájaros y no sabes leer la luz plomiza, ni el dolor que te acecha cuando es tanta la lluvia. De repente, regresas a otras fechas,
a un paisaje distinto, el mar al fondo, para sentirte vivo lejos de esta pujanza. Sin embargo, aquí la vida sigue siendo tuya como es tuya la muerte. Sin viento que te turbe, en este anticipado atardecer de estío, oyes piar al pájaro, de nuevo, y entonces te das cuenta de cuánto duele el tiempo en la belleza. Lavarone (Los Dolomitas). Julio de 2003
ES POSIBLE A mi amiga Mónica Sánchez
CUÁNTAS veces te he visto sosteniendo mi sombra en tu mirada, pero hoy tus ojos tienen un inquietante brillo y no saben conjurar la ternura. Es posible que nadie te haya dicho que, de lunes a viernes mercadeo con la niebla de los amaneceres, junto al mar; que los fines de semana empeño la palabra, en la barra de un bar medio en penumbra, ante una taza de café, y que “al fondo del vaso lloran dos ojos tristes”. Allí el tiempo no cuenta. Apoyado en la esquina del recuerdo, me paso largas horas, con los ojos cerrados, esperando, mientras se aguza la inquietud, que vuelvas algún día a descansar, de nuevo, “tu cabeza en mi hombro”. Ha bajado el otoño con los cristales rotos del verano. Hay luces que no vuelan: se refugian detrás de la ventana,
espejo donde ahora tiembla la lejanía, a vivir de alquiler unos instantes. El reloj da las nueve mientras ando, confuso, por una angosta calle de silencios. Hace ya tiempo que el domingo rueda por las colinas de la noche. Son cosas del reloj y de septiembre, me repito, a sabiendas de que un fin de semana o un lunes cualquiera de lluvia y viento gris, los dos corremos el peligro de ser, bajo la niebla, “lo que vuelve a la orilla después de los naufragios” 22-9.03
CANCIÓN ÚLTIMA DEL AIRE
CUANDO el otoño te sorprenda con mi nombre en tus labios, cuando abandone el mar sus caracolas sobre la playa solitaria, cuando sientas que te crece la hierba en las palabras y no aciertes a encenderlas de nuevo, “volver será el oficio del amor”. Alicante, septiembre de 2003