Carta de un emigrante

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CARTA DE UN EMIGRANTE DE SENEGAL POR SILMAKHA SARR

En la Residencia del IES Universidad Laboral, tenemos muchos alumnos, pero cada uno de ellos por una u otra raz贸n es especial para nosotros, los educadores. Clara y Mariluz


.

Este año hemos realizado una colecta a través de la venta de PAPELETAS y la TÓMBOLA SOLIDARIA, para recaudar fondos para hacer realidad el sueño de uno de nuestros chicos, que procede de Senegal. Nos es muy grato poder comunicaros a todos los profesionales de este Centro y a todos los alumnos/as que formáis parte de él, que gracias a todos vosotros hemos conseguido recaudar dinero para que Silma pueda viajar a su país y abrazar a su familia, a la que hace siete años que no ve. Y ya que habéis contribuido a ello, y para haceros más partícipes de esta historia llena de dureza pero también de esperanza, le hemos pedido a Silma que nos cuente su historia para poder compartirla con todos vosotros. Esperamos que os guste. Un saludo, las educadoras: Clara y Mariluz.


Carta de un inmigrante de Senegal, por Silmakha Sarr.

A los catorce años estaba en mi país que es Senegal, estudiando Corán y también iba al colegio en horario partido de mañana y tarde, pero los fines de semana iba con mi padre a trabajar porque mi padre es pescador, mi madre trabaja en una fábrica que prepara los pescados y langostas. También tengo cinco hermanas, una de ellas está casada y las demás solteras. También mi hermana mayor vende cosas como ropa, y le gusta el mundo del comercio. Otra de ellas trabaja de peluquera, y las otras estudian aún. A mí no me gustaba estudiar, mi madre me obligaba y siempre me decía que quería lo mejor para mi, y era verdad, así que pase lo que pase, siempre le estaré agradecido por todo lo que han hecho por mí.


Siempre he querido viajar a Europa, aprender otra cultura y hablar otro idioma... Se lo dije a mi madre, justo en ese momento la gente en mi país hablaba de emigrar a España, pero mi madre pensaba que yo era muy pequeño para hacer ese viaje... Les convencí, les dije que no tenía ningún miedo, y mi padre me apoyó.

En poco tiempo todo estuvo preparado para el viaje a España, mi familia y vecinos me desearon mucha suerte, y me dieron muchos consejos, y me dijeron que me iban a echar muchísimo de menos... Yo apenas tenía quince años, pero fui valiente. Esa noche partí a las cinco de la mañana destino España para comenzar una nueva vida, estaba muy contento y emocionado... , pero claro, entonces yo no sabía lo que iba a pasar cuando subí en el cayuco... Mi último recuerdo es ver llorar amargamente a mi madre y mis hermanas...


Había tanta gente en el cayuco que me asusté..., más de cien personas en aquella modesta embarcación... Cuando partió el cayuco se me caían las lágrimas, y comprendí que iba a echar muchísimo en falta a mi familia, sobre todo a mi hermana pequeña, que la quería mucho y solo tenía tres años.

Yo era el más joven del cayuco, nadie sabía a lo que iba realmente, ni cuantos días nos aguardaban, ni que ocurriría en el trayecto... Por la noche no se podía dormir puesto que éramos tantas personas allí hacinadas que ni siquiera podíamos tumbarnos, solo estar sentados, y realizar pocos movimientos... En esta situación, llegando al sexto día murieron dos personas, los tuvimos que tirar al mar, es algo que nunca podré olvidar. La situación iba de mal en peor, algunos ni siquiera podían moverse, teníamos el cuerpo agarrotado, por las noches hacía mucho frío... Un día vino una gran ola y se metió dentro de la embarcación y se apagó el motor, entonces fue cuando el cayuco se vino abajo. Yo pensé que iba a morir y que no volvería ver a mi familia, ya se me estaban cayendo las lágrimas, y me puse de rodillas y empecé a pensar en todo ello... pero finalmente consiguieron sacar todo el agua, y echar al mar todas las pocas cosas que


llevábamos para que el cayuco pesase menos... El motor tardó en arrancar, pero finalmente lo hizo y proseguimos el viaje. En el cayuco no quedaba agua potable, algunos bebían el agua del mar, cosa que daba más sed, el hambre era voraz y no teníamos nada para comer... Fue un viaje muy duro, la gente estaba al borde de sus fuerzas... El mar a menudo estaba muy revuelto y era peligroso, el viento nos arrastraba a contracorriente y en ocasiones pensé que nunca llegaríamos. Tras diez días interminables conseguimos llegar, mucha gente estaba desvanecida, algunos habían perdido el conocimiento. Cuando vimos tierra firme, la isla de Tenerife,¡ no lo podíamos creer!

Allí estuvo la Cruz Roja, nos ayudaron, la policía también nos facilitó agua y comida. Algunos de mis compañeros no se podían mover, ni poner de pie porque estaban muy cansados después de tanto tiempo sin ingerir nada, llevaban días en la misma posición y en unas condiciones pésimas.


La policía nos trasladó a las dependencias y allí nos separaron. Estuve en la cárcel durante cinco largos días, en que no pude ver ni la luz del día, después afortunadamente me llevaron a un Centro en la isla, éramos unos 50 africanos y dependíamos de la Cruz Roja. Allí nos enseñaron a leer y escribir puesto que no conocíamos nada de español. Tras dos meses allí me trasladaron a Extremadura, al Centro de Menores Francisco Pizarro en Trujillo. Allí aprendí mucho, daba clases de español y asistía al Instituto. En Trujillo estábamos veintidós senegaleses, al principio fue difícil comenzar a relacionarme con los españoles por el idioma, pero después todo fue muy bien, e hice muy buenos amigos. Allí siempre me han tratado muy bien, los educadores me cuidan y se preocupan por mí, también he podido hablar con mi familia y explicarles que estaba bien mediante cartas y llamadas que les han hecho ponerse muy contentos. Mi madre estuvo muy preocupada durante mucho tiempo por mí, ya que durante mucho tiempo no pude comunicarme con ellos, no sabían si estaba bien, ni siquiera si había llegado a mi destino. Mi madre me explicó que llevaba muchos días sin dormir por la noche, angustiada por lo que me pudiera haber


sucedido, lloraba mucho, pero cuando escuchaba mi voz, y hablábamos éramos muy felices. Cada día que pasa, extraño más a mi familia, son siete años ya los que llevo sin ver a mi gente. Fue muy duro, pero afortunadamente todo salió bien, ahora toca tirar para adelante, sé que yo puedo hacerlo, siempre voy a poder, y lo voy a hacer por mí pero también por toda mi familia y por todos los españoles que me han ayudado desde que llegué. Desde hace dos años estoy en la Residencia del IES Universidad Laboral, aquí soy muy feliz, estudio un módulo de Soldadura y Calderería en el Madruelo, este año finalizo, y obtendré mi título de Ciclo Formativo. Los educadores de la Residencia, que conocen bien mi historia y se preocupan por mí, han conseguido algo que es un verdadero sueño, han recaudado el dinero para que pueda volar a Senegal, y pasar todo el verano con mi familia, y volver a España en septiembre, por ello estoy muy feliz. Por ellos desde aquí quiero dar las Gracias a todos y todas, por mucho que quiero encontrar las palabras adecuadas para explicar lo que este gesto significa para mí, no sé cómo expresarlo. Pase lo que pase en el futuro, os estaré eternamente agradecido, durante toda mi vida. MIL GRACIAS a todos los educadores, alumnos, y demás


personas que habéis contribuido para hacer realidad mi sueño.

Os quiero, y jamás olvidaré esta oportunidad. Silmakha Sarr.


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