…Me levante y eran las 7:00 a.m. Tuve un sueño que me decía: ¡Natalia, ayúdanos!, ¡estamos a punto de morir y tú eres la única que nos puede ayudar junto con tu familia! Era un sueño confuso, así que no pensé más en eso y me fui a desayunar. Afuera hacía un día hermoso. Salí para la escuela, pero cuando llegue vi. algo que no me gusto: los niños tiraban basura a los jardines y lagos, las flores estaban marchitas y también vi algunos pececillos muertos. Mas tarde, en el descanso, me recosté en la grama y vi una flor a punto de morir, me acerque, y con un tono triste me dijo: “¡Natalia ayúdanos!, todo el mundo esta en extinción, tú eres la única que nos puede ayudar, tu pueblo está dañando el medio ambiente; los animales y plantas ya no tenemos donde vivir”. Esto fue lo último que me dijo la flor y murió. Luego, al llegar a casa, salí a dar un paseo con mi perrita Lupita. Llevaba un buen rato caminando, y noté que lupita olfateaba algo, como si siguiera un rastro; así que me dejé llevar, hasta que llegamos a una montaña donde comenzó a escarbar y a ladrar, entonces decidí ayudarle a quitar tierra con la mano. Cuando ya habíamos escarbado, sentíamos como si algo estuviera latiendo; y no estábamos tan equivocadas; pues encontramos con gran sorpresa un corazón verde que latía tristemente. Lo tomé en mis manos con ternura y una profunda tristeza. Cuando sentí que la montaña se despertaba y decía: “Este es el Corazón del Mundo, míralo, está agonizando y si él muere todo el planeta morirá y con él toda
esperanza de vida, piénsalo, sé que tu puedes ayudar”. Así que regresé a mi pueblo llevando conmigo al corazón del mundo, lo enseñé a todas las personas, y cada que alguien reciclaba, ahorraba energía, o tenía buenas acciones con el mundo, aquel corazón se llenaba de vida. Fue así como pueblo, ciudades, países, continentes y el planeta entero cooperó y fueron capaces de pasar de la destrucción a la esperanza, y cuando el corazón del mundo estaba llenito de vida, lo devolví a la montaña, y pude admirar la belleza de la tierra. Comenzaron a brotar las más preciosas flores, el verde de las plantas llenaba todo y los animales nuevamente tenían hogar. Me despedí de la montaña muy feliz y regresé a mi casa con la promesa de que el corazón del mundo jamás sufriría por mí.
Sara Lorena Agudelo Gonzales