ruido N.°1 2017 Colombia
Cuento l Poesía l Crónica l Ilustración
Producción y dirección: Miguel Castillo Fuentes María A. Martínez Wandurraga (María Chucena) otrosudacamas@gmail.com maria24w@gmail.com
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Editorial Hacer una presentación del ruido es algo inútil porque no lo necesita. Aparece sin aviso alguno y con una velocidad tan estruendosa que es capaz de anteponerse incluso a cualquier terremoto. Sin embargo, y al igual que el temblor, el eco del ruido desaparece. Por esto mismo es que usted, amigo lector, tiene en sus manos una grabación exclusiva de diferentes ruidos de diferentes artistas que quieren ser leídos y vistos. Esta grabación presentada en formato de papel podrá ser tomada durante los siguientes minutos como una música nueva. Siendo así, nos atrevemos a decir que cada una de las siguientes páginas es una canción conformada por palabras e imágenes, intentos estos efímeros pero aun así placenteros porque buscan inmortalizar los pequeños ruidos que rodean el mundo.
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Cuento
Lorena Ospitia R.
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EL TELÉFONO Por Johann Rodríguez-Bravo (Popayán 1980- Cali 2006)
En el mercado de las pulgas compré,
naturalmente, como si me conocieran o estuvieran esperando la llamada. Así, hablé con una chica argentina que me contó de su vida; con un holandés que me dijo que quería suicidarse, con un peruano que me pidió un favor. De esta forma, pasé más de un año conociendo gente y enterándome de historias de todas partes del mundo; hasta que un día, mientras me cepillaba los dientes, escuché que el teléfono timbró. Nunca había pasado, era la primera vez. Corrí a contestar y, al otro lado de la línea, escuché mi propia voz preguntando de dónde contestaban.
hace un tiempo, un teléfono descompuesto con el propósito de repararlo. Como no conseguí el repuesto que necesitaba, lo dejé sobre una mesa y sirvió de adorno. Una tarde, mientras leía una revista, me dio por levantar la bocina y jugar a que marcaba un número y, de pronto, alguien contestó. Me hablaron en inglés, la conversación no duró mucho. Intenté con otro número y esta vez me contestaron en México. El teléfono era quien decidía adonde llamar, yo sólo giraba el disco. Lo más curioso era que siempre me respondían
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ALIAS EL TUERTO Antonio Campillo Prada (Bucaramanga 1972)
Cuando
el revólver de su cintura me quebró el ojo como un huevo. Gracias a Dios el pistolón aquel no se disparó, porque de ser así no estuviera contando este cuento. Lo que vino después es historia. Me dio tanta pena lo del ojo que fue la primera vez que lloré como una niña. Más nunca volvería a llorar. En ese momento el ladrón me dijo en voz baja, agazapado desde el techo de la casa: «¡chino hijueputa, alcance el trueno!». Lo levanté del suelo, sentí lo pesado que era; lo tomé con las dos manos; no necesité cerrar un ojo —ya no lo tenía—. Había visto por la tele cómo se ponían los dedos, así que empecé a devolver el arma al individuo que me miraba con desprecio desde lo alto del tejado. Primero le entregué una bala que le dio justo en mitad de las cejas. El disparo me tumbó al piso. Vi caer al tipo, como quien ve caer un bulto desde una altura de tres metros. Luego tiré el revólver en su propio charco. Era mi primer tiro, mi primer muñeco, la primera vez que veía tanta sangre.
era niño me decían Toñito. Toñito esto, Toñito lo otro; yo encontraba en el diminutivo de mi nombre el cariño de las personas. “Toñito”, me sonaba como a “retoñito”; en últimas era un retoñito que empezaba a vivir los avatares de la vida en los barrios del norte. A los seis años, me acuerdo tanto, perdí mi ojo derecho cuando sostenía una escalera de esas que improvisan los pintores de brocha gorda. En mi recuerdo no se oye ningún ruido. Hay recuerdos que llevan su propia banda sonora, pero éste siempre me sale mudo. Aquel día sentí que una bomba atómica estalló en mi ojo derecho luego que me callera, desde bien alto, el revólver de un vago que pensaba robar una casa. Yo era cómplice y tenía la misión de sostener los escalones con fuerza y de paso cantar la zona. Mejor dicho, de dar aviso por si alguien se asomaba. El vago se enfadó por mi grito, porque grité como nunca. Se molestó tanto como si le hubiera mentado la madre. No entendió que luego de salirse
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LA MOSCA Oscar Estévez Lizarazo (Bucaramanga 1978)
El
por el brazo de Dios. No puedo imaginar su hondo esfuerzo por permanecer imperturbable, por no reaccionar a las irritantes cosquillas que las patas peludas provocaban en su piel. De haber efectuado un mínimo movimiento, la mosca habría huido impidiéndole observar el gracioso ademán con que el insecto frotaba su cabeza, el reflejo del sol en sus alas, el inquieto ir y venir de la mosca saboreando el sudor de Dios. Mientras esto veía y contemplando sus pensamientos, comprendió que todo estaba bien. Entonces la mosca voló, posándose de cuerpo en cuerpo, dejando a Dios para siempre, ensimismado ante la nada.
séptimo día, justo antes de quedarse dormido, una mosca se posó en el brazo derecho de Dios. El imprevisto contacto de las seis patas en su piel, le devolvió la consciencia de su cuerpo que, víctima de una eterna semana de delirio, había olvidado nutrir y reparar. Primero pensó en aplastarla, pero se lo impidió una inexplicable flojera que paralizaba sus miembros. No recordaba haber creado aquel bicho. De seguro lo hizo durante un sueño raro. Parpadeó lento y malgastó dilatados segundos enumerando los minúsculos ojos que conformaban la descomunal cabeza del insecto. Impulsivamente la mosca caminó
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BENDICIÓN PAPAL Jesús Antonio Álvarez (Bucaramanga 1984)
El padre Horacio anunció que el Papa
enfermedad a la vista. Desesperados, optamos por vestir a nuestras esposas como indigentes; pero ellos derribaron sus casas y levantaron sobre los escombros cambuches con bolsas plásticas, tejas de zinc y troncos raquíticos. No sabíamos qué hacer. Fue entonces cuando alguien regó el chisme de que el Papa había nacido en Polonia, y que si queríamos ser visitados por él debíamos bautizar nuestro barrio con ese nombre, pues hasta la fecha no éramos más que un montón de desplazados asentados a las malas en una ladera. Y eso hicimos. Sobre un cartón, y con un dedo untado de vinilo, escribimos con buena letra: «Vienvenidos a Polonia». Orgullosos, colgamos el letrero sobre un poste y nos sentamos a esperar que el Papa pasara y nos diera su bendición. Pero el Sumo Pontífice nunca vino, pues un día antes de su visita llovió durante horas y la montaña se nos vino encima. Nuestros hijos murieron aplastados bajo toneladas de rocas y de lodo. Las autoridades cerraron la vía; y el Papa, que solo tenía unos pocos minutos para visitarnos, echó su bendición sobre esta tierra y la declaró Campo Santo. Los del otro barrio, aún enfermos de sarampión, se rieron de nuestra infinita desgracia y decidieron volverse evangélicos.
Juan Pablo II estaría aquí en tres semanas. Su Santidad quería aprovechar su visita a Bucaramanga para conocer el barrio más pobre de la ciudad y celebrar en él una eucaristía. Por eso pidió que quitáramos los zapatos y las cometas que permanecían enredados a los cables de la luz, y que remplazáramos por sillas nuevas las cajas de cerveza Águila que servían de asiento en la iglesia. Todos nos alegramos con la noticia, hasta que los vecinos del otro barrio dijeron que ellos eran más pobres que nosotros y protestaron airados ante la curia. Nuestro líder comunal organizó entonces una comisión para demostrar lo contrario. Como primera medida, pidió que no comiéramos nada hasta la llegada del Santo Padre, y sugirió que nadie se bañara hasta que ganáramos el derecho a su visita. Los otros, por su parte, renunciaron a sus trabajos y tiraron sus muebles y su ropa al camión de la basura, con la esperanza de ser los elegidos. Nuestro líder comunal, ante tales medidas, pidió que durmiéramos en la calle y golpeáramos a los niños para que lloraran y nos dieran limosna; pero ellos, aprovechando un brote de sarampión, decidieron contagiarse mutuamente y salir a la calle con su
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AUTOBÚS Miguel Castillo Fuentes (San Gil 1985)
—Sabes que mi mamá no se encuentra bien después de lo que pasó con mi papá. Deberíamos llevarle algo especial, algo que la haga sentir mejor. No sé. ¿Qué te parece la idea? —Lo que quieras está bien. —¿Pero qué le llevamos? Sabes que le gustan pocas cosas. —No sé, Flaco, te dije que no quería venir. Te-lo-di-je. —¿Pero qué es lo que te pasa? Has estado muy rara. —Te dije que necesitaba hablar contigo. —Pues hablamos cuando lleguemos al apartamento, ahora vamos donde mi mamá, acuérdate. —No, Flaco, yo no voy contigo. Al final del pasillo alguien presiona el botón de parada. El chofer frena y los que estamos dentro del autobús nos dejamos llevar por la inercia. —Este hijo de puta nos quiere matar. —Te estoy hablando, Flaco, te digo que no aguanto más. —¿A qué te refieres? Mira, solo faltan unas calles, espera a que bajemos y así hablamos tranquilos. —No, Flaco, esto se acabó, no voy a esperar más. Ya no te quiero. Tan pronto ella calla, el autobús desciende la velocidad hasta que finalmente se detiene. Adelante, en el semáforo, la luz verde no es otra cosa que una luz cualquiera, independiente del tráfico pero rodeada del ruido de las bocinas. —¿De qué estás hablando? —Estoy diciendo que ya no siento nada, ya no quiero estar contigo.
—¿Por qué? ¿Acaso despertaste diciendo se acabó, así, de repente? —No lo sé, Flaco, pero ya no te amo. Se acabó. Suben una señora con dos niños pequeños seguidos de un vendedor que salta la registradora. El hombre que está siendo abandonado sigue en silencio, sin saber qué decir para evitar que ella se vaya de su vida. El vendedor se acerca y deja en sus manos dos tarjetas llenas de corazones con mensajes de amor en cada una. —Mira la mía—y levanta la tarjeta lo suficiente para que ella pueda leerla. —“El amor somos nosotros dos cuando estamos juntos”— lee ella en voz alta antes de acariciar su rostro para besarlo por última vez. —Flaco, te quiero tanto que no puedo seguir así. Quiero estar sola. El vendedor de tarjetas vuelve a ellos y extiende su mano. «La tarjeta o una moneda, por favor», dice el vendedor. El hombre saca unas monedas y se las entrega como si con ese gesto pudiera salvar algo. —Mira, Flaco, mientras tú vas para donde tu mamá yo regreso al apartamento y saco mis cosas. Mi hermana quedó en ayudarme, seguro va con su novio así que no necesito ayuda. Cuando regreses ya no habrá nada mío. El autobús para en mitad de la calle, bajo la sombra de un samán. El conductor me mira por el espejo retrovisor como si quisiera decirme algo. Él también los ha estado mirando, los conoce. Debe ser su parada si ella no hubiera terminado con él; miro hacia fuera y 9
veo una calle amplia cubierta de árboles. El autobús arranca y los dos siguen sentados. —Entonces, lo mejor es que me baje. —Sí, Flaco, eso mismo creo yo. Es lo mejor para los dos. Imagino que él quiere bajarse del autobús para acostumbrarse a estar sin ella, pero en vez de eso sigue sentado, como a la espera de un último recuerdo de amor. Sin embargo nada pasa porque ella sigue en silencio, esperando únicamente a que él se vaya. —Adiós—y espera unos segundos más. —Adiós, Flaco— le responde ella. Él se levanta y va a la puerta de
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salida; el autobús frena y él desciende hasta la calle. La puerta de salida cierra y el autobús sigue su camino mientras el hombre continúa de pie sobre la acera, sosteniendo en sus manos la tarjeta de amor que compró. Adelante, en el espejo retrovisor, el conductor mira a la mujer. Ella deja de mirar por la ventana y busca algo al interior de su bolso. Es un teléfono; marca un número y mira de nuevo por la ventana. —Hola Amor. Está hecho. Ayúdame con mis cosas y después celebramos… Yo también te amo. Es lo que dice, te lo juro.
PoesĂa
Alejandra Reyes Aparicio
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PEDRO OLIVELLA SOLANO (San Diego, Cesar 1967) LA AMISTAD DE DIOS Adán toca un aire de pájaro en su acordeón Dios está ebrio Y lo llama compadre
ORACIÓN EBRIA Viento ebrio que vienes de la Sierra Sácame del rincón triste de la abstinencia El patio de la lucidez me atormenta Bajo estos árboles que esconden la lluvia Viento ebrio que vienes de la Sierra Condúceme a la vereda borrosa Llévame a los lupanares donde nació mi vida Para resucitar de esta muerte sobria Viento ebrio que vienes de la Sierra Déjame ver al ciego que toca el acordeón Para preguntarle dónde está la canción verde Viento ebrio que vienes de la Sierra Escucha mi temerosa oración Déjame caer en todas las tentaciones
CONFESIÓN
Perdón pido a mi infancia Porque tuve caucheras para matar pájaros Porque le declaré la guerra a las lagartijas Porque Michín fue mi héroe favorito Porque le tiré piedras al techo de zinc de un vecino malvado Porque le pegaba patadas a los perros Porque me orinaba en el hoyo de las hormigas Porque culpé a mi hermano inocente para engañar la autoridad paterna Porque hice trampa en los exámenes de la escuela Porque me hice la paja a nombre de mi joven maestra Porque intenté culiarme a una gallina de la granja Porque quería crecer y emborracharme Porque tuve un trompo charrancho Porque puse cuchillas en las cola de las cometas Porque tenía pecueca en los zapatos y me gusta olerla Porque engañé a la señora de la tienda Porque me comí un queso ajeno Porque aprendí a llorar de mentira Porque a los doce años ya tenía una pandilla Y un revólver de palo llamado Tío Conejo
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FRANCISCO TREJO (México D.F 1987)
LAS CRUZADAS DEL CABALLERO Julio, tu mujer usa Facebook para destruirte: confesó tu falta de armamento para las cruzadas de la alcoba, que no sabes montarla PARA QUE UN POETA ACTUAL y que tu hermano Francisco CONSERVE A SU ESPOSA es mejor jinete que cuñado. Dedícale tiempo a tu mujer, Juventino; deja de pasarte las horas en Twitter inventando aforismos y crudos versos LA FOSA para sorprender a tus seguidores. Mírala verter su miel sobre las sábanas Te maldije, Alejandra, y peinar la cascada de su cabello. por tu incesante adulterio Mírala ungir sus piernas con aceite de coco y pensé marcharme a Tamaulipas y perfumar sus brazos de porcelana. para terminar enterrado ¿Vas a ignorar el canto de la sirena en ciertas narcofosas; y dejar correr el agua al río? pero bastó un mensaje ¿No la vez arder en la pira del ansia? de texto al celular ¿No escuchas el crepitar de su carne? para citarnos de nuevo Reflexiona, amigo, y no la descuides: en nuestro hotel favorito, estoy harto de que sufra en la espera donde hallo la muerte pasajera y de tener que amarla enterrado cuando no me corresponde. en tu fosa clandestina.
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MAURICIO CAPELLI (Cali 1976)
FALSO POSITIVO Madre, encuéntrame hazme un cuerpo con hojas nuevas
tres tiros fueron uno de gracia en las palabras
te contaré de cómo el viento se llevó mis ojos
hurga, madre, invéntame
de cómo un ángel me espera en el aroma del romero allá en el patio
te sangrarán las manos al arrebatarme con las uñas a las uñas del barro
alguien canta, madre y quizás sea mi memoria que se abre paso para decirse pero tengo piedras en la voz y en la esperanza
álzame, que ninguno de mis gritos se quede en esta tierra enjuágame en tu rostro ponme una gota de sol en la frente
no llores
trae pájaros de mi infancia que te indiquen dónde quedaron los versos de mi pies.
sigue escarbando que pisadas de botas cubrieron mi mirada
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DANNY YESID LEÓN (Bucaramanga 1990)
2 Tú serías mi madre y yo el hijo tendido en tu regazo y por las noches, cuando el mundo decline y la lluvia insista en los tejados, me cantarías al oído una canción olvidada. Sentiría la tibieza de tu vientre, tus manos trenzando mi cabello, la respiración acompasada y el eco de tus palabras en la oscuridad. Lentamente cerraría los párpados y soñaría como el niño acunado en las aguas de un río luminoso. Y despertaría tarde, cuando la luz abrase los árboles y la mañana inunde la casa. De alguna habitación me vendría un rumor de pasos y ya no temería a la ausencia. Tú serías mi madre y yo el hijo silente que encuentra en su pecho un poema.
A MI MADRE 1 Yo vine al mundo temblando, con la herida mortal del desarraigo. Mis ojos perplejos a la luz apenas sí veían sombras, mis manos palpaban la oquedad del aire como si llegaran a tu cuerpo marchito, ausente, débil por el alumbramiento. Había algo entre mis labios ¿Lo recuerdas? Era la leche negada de tu pecho, la sed que ardió hasta dejarme postrado. Por eso nunca crecí: siempre fui el eterno infante, el niño dolido que mordía el tiempo sin saciar su hambre. Sin embargo, te llamo desde la ausencia, te cerco en los recuerdos clausurados y te imploro con estas palabras para que me veas tú, madre, y nunca apartes de mí tu figura.
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GUILLERMO CARDONA RODRÍGUEZ (Medellín 1968)
CUANDO DIOS NOS VISITA Estamos en el pabellón que consta de tres pisos. Yo estoy en el tercer piso esperando que me dejen bajar porque en el patio hay más libertad puede uno moverse comprar cosas, jugar billar, fútbol, estudiar. Cuando madrugamos nos dan la comida muy rápido comida normal y comida de hipertenso. Yo soy hipertenso y por eso es que debo hacer ejercicio todos los días es como la lluvia para las plantas o como el cura para el pecador. Después del desayuno nos cuentan pero en plena contada sucede lo maravilloso y nosotros quedamos como ese niño que va por primera vez a Disneylandia o como ese curita de pueblo, que lo llevan por primera vez a Italia. Lo maravilloso son las palomas aves que teniendo tanto cielo para volar tanto terreno por descubrir se meten en estos patios. Son escuadras de 30 o 40 palomas. En este patio sólo dos personas son las que la alimentan uno es un profesor y el otro es un viejito. Al profesor le decimos así, pero no es profesor. El viejito, en cambio, sí es viejo y religioso y sabio pero nadie le pone atención por eso de ser viejo. quien les diera la orden de venir. Son sólo ellos los que alimentan a las palomas. A ellas no les importan que seamos ladrones Cuando los guardias vienen a contarnos o asesinos el profesor y el viejito tiran pedazos de pan al piso Sólo les importa nuestro espectáculo privado. y las palomas bajan a comer. Es algo maravilloso, inédito. Es algo mágico Algo creado por Dios porque teniendo tanto a dónde ir porque para un preso, aves y animales vienen y nos deleitan con sus alas unicamente se ven por televisión. cada una buscando su pedacito de pan. Somos pocos los que observamos este regalo. Y nosotros Cuando se marchan, los de la esquina queda la nostalgia. vemos cómo las aves libres vienen a visitarnos como si fuera el mismo Dios
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LUIS MALLARINO (Cartagena 1986)
“guarda este pedazo de pan, porque el hambre es lo único que, con seguridad, regresa” Rosa Peñaranda
algunas cosas no regresan nunca no saben regresar no pueden cosas que sólo saben irse como las pompas de jabón las hojas secas la infancia el tiempo y los calcetines verdes con rayas rojas cosas que se van quién sabe a dónde como los besos (los que no dimos / los que emigraron) cosas que desaparecen de la nada como las llaves los libros las ratas que habitaban el armario los techos de cartón después del fuego o la tormenta el primer amor el último el grifo que pierde sus gotas una a una las ganas de correr desnudos por la calle
cosas que ya no son las mismas como la guitarra después del golpe o la oruga después del vuelo o mi cuerpo después del tuyo el tren mira a una flor semidesnuda y se marchita (la flor se descarrila) ya no son los mismos el niño que juega con un barco de papel es otro muy distinto al niño que hizo un barco de papel pero hay cosas que sí que se sostienen cosas que regresan implacables siempre intactas a su mismo sitio fieles como el hambre el mal olor y la soledad
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Crónica
María A. Martínez Wandurraga
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EL CLIENTE SIEMPRE TIENE LA RAZÓN Fabián Mauricio Martínez González (Bucaramanga 1980)
Un repapacito. Fornido, moreno, con ojos azules y una sonrisa luminosa. Llegó con unos amigos y desde que entró me puso el ojo encima. Me llamó con su mano inmensa y me pidió que convidara unas amigas para su grupo, pero que por nada del mundo, por nada del mundo, me metiera con ellos. Yo estaba dichosa. Por lo general tienes que acostarte con hombres que nada que ver, pero aquella noche ese negrote había venido a divertirse conmigo. Era un momento para celebrar, me acababan de dar la visa de trabajo para Aruba y en un par de semanas, viajaría a la isla. Decidí pasarla muy bien, enamorarme un ratico y ganar un buen billete. El negro tenía plata. Antes de subir al cuarto, mientras bebíamos ron y bailábamos pegaditos, me iba poniendo billetes donde se le daba la gana. Entre mi culo, mis tetas, mis codos y mis rodillas. Me pidió que me dejara meter uno en la boca. —Sólo si es de 50— le respondí carcajeándome. Él sonrió, hizo un rollito y me puso el billete entre los labios. El negro me tenía en las nubes y con todas las propinas que me daba, estaba dispuesta a subir gratis. Al final insistió en pagar, porque según dijo, lo que iba a pasar era realmente especial. Se tomó un trago, se terció un morral que guardaba bajo la mesa y me dijo: —Bueno Carolina, vamos pa´arriba que no aguanto más. Pasamos por la recepción, él recibió los condones, la toalla para el baño y el jabón chiquito. Yo pedí pañitos húmedos y lubricante.
Subimos al ascensor. Yo le acaricié la bragueta con suavidad. El ascensor llegó a nuestro piso, yo le lamí el cuello. Caminamos en trencito mientras le restregaba mi culo. Abrí la puerta de la habitación, me agaché y le di un beso en la cremallera. Entré al baño para mirarme al espejo, retocarme la cara, relamerme los labios: —Quiubo pues negrote, quítese la ropa, vamos a culiar bien rico— le dije asomándome por la puerta. El negro se cagó de la risa y contestó: —Hágale bizcocho, aquí la espero. Mientras me limpiaba el sudor con los pañitos húmedos, escuché que el morenote abría el morral y sacaba cosas. Me imaginé que venía sexo duro con juguetes porque escuché el sonido metálico de los ganchos de un arnés. —Así me gustan papasote, bien degeneraditos— le grité desde el baño. —Ni se imagina lo sucio que soy— contestó. Al salir del baño encontré al negro desnudo, boca abajo sobre la cama, con el culo apuntando hacia mí. —Bueno Carito, yo lo que quiero es que se ponga ese arnés y me clave bien duro. —¿En serio?— le dije muy asombrada. —En serio... hágale Carolina que el cliente siempre tiene la razón. Yo me monté el arnés con el consolador, le puse lubricante y lo hundí con fuerza en esas nalgas musculosas. El negro metía y sacaba sus caderas al ritmo de las mías. —A mí me gusta es que me lo hagan viejotas como usted— me dijo al terminar—. No se confunda Carito, a mí
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no me gustan los manes, me gustan las viejas, solo que de esta manera. El negro volvió un par de veces más y me pidió lo mismo. Me contó que las novias no le duraban porque salían espantadas de la cama. “Las que se le miden son ustedes, por eso me gusta venir al Santa Fe” me dijo mi morenazo con esa sonrisa inolvidable. Era un buen cliente mi negro. Desde que regresé de Aruba, no lo he vuelto a ver.
Sayonara Aruba ¿Por qué Aruba? Por el billete. La prostitución es legal e ir a Aruba es la meta de muchas de nosotras. En Aruba yo estuve tres meses y me gané 50 millones de pesos. Una termina hecha un trapo, pero vale la pena. Yo soy de Cali y antes de venir a Bogotá, yo andaba con un novio y con otro, me revolcaba con ellos y con los tipos con los que les ponía los cachos. Cuando andaba sola, si había un man que me gustaba me lo comía, y para qué voy a decir mentiras, a mí siempre me han gustado muchos manes. El asunto es que andaba sin trabajo en Cali y una amiga del colegio que trabajaba en La Piscina me decía, Caro, no seas boba, 22
veníte pa’ Bogotá y trabajás acá, hacés buena platica y no andás varada dependiendo de nadie. Yo me puse a pensar en todos los manes con los que tiraba, en la propuesta de mi amiga y me dije sí, tan boba, en lugar de cobrar. Yo misma era una minita de oro. Y así empecé y vea, terminé en Aruba. ¿Por qué sólo tres meses? Porque es el tiempo que nos da el gobierno de Aruba para trabajar. Además sólo nos permite sacar la visa una vez al año. Igual ellos saben a lo que una va. En la Embajada, cuando sacas la visa, te hacen firmar un papel que dice “Estoy consciente que voy a ejercer la prostitución...” ¿Cómo hice para irme? Aquí en Colombia hay personas que trabajan en eso. Yo lo hice a través de una señora que me cobró tres millones de pesos por ubicarme en La Isla. Me hizo llenar unos papeles. Nombre: Carolina Prado. Edad: 21 años. Me tomó fotos empelota y las envió a unas personas en Aruba. Allá revisaron los documentos y me clasificaron. Las opciones eran Oranjestand, en un bar exclusivísimo, junto a los hoteles lujosos; o al otro lado de la Isla, en San Nicolás, donde funciona todo el conglomerado sexual. La señora, una semana después, me informó que yo había sido seleccionada para trabajar en San Nicolás. Ella se encargó de todo, tiquetes, hospedaje, contactos. En el aeropuerto El Dorado hice combo con las otras chicas. A dos de ellas ya las conocía de la Embajada. En Aruba, en el aeropuerto Reina Beatrix, un viejito nos estaba esperando con un cartelito todo bonito que decía “Niñas Colombianas”. El viejito, muy buena gente, nos ayudó con las maletas y nos hizo conversación todo el camino de Oranjestad (La Capital) a San Nicolás (ciudad al otro lado de la Isla). Nos dijo que no nos preocupáramos, que estuviéramos tranquilas, que el trabajo en Aruba era muy bueno, que nos íbamos a sentir como en casa porque el 90% de las niñas que trabajaban en San Nicolás,
eran colombianas. San Nicolás es el distrito sexual de Aruba. Allá funcionan bares como el Sayonara, el Ron & Menta, el China Clipper, el Copabacana, el Kiss me Nigth Club, el Carolina, el Roxy y el Minchis bar, entre otros. En cada uno de esos bares trabajan y viven cuatro chicas. Sólo cuatro. Así funciona. A mí me tocó en el Sayonara. Una casa con bar, cocina, una salita en el primer piso y las habitaciones en el segundo. Doña Carlota, una paisa sesentona era la dueña. Había llegado a trabajar igual que nosotras muchos años atrás. Conoció a un japonés que se enamoró de ella, le montó el bar y la puso a administrarlo. Años después el japonés murió y Doña Carlota heredó el lugar. Ese es el Sayonara, el mismo que tiene una estatua del Divino Niño en la salita donde se recibe a los clientes; el mismo en donde Doña Carlota nos quitó el pasaporte el primer día que llegamos, para devolvérnoslo sólo el día que volvimos a Colombia; el mismo donde había que pagar diariamente 100 florines (unos 100.000 pesos colombianos) por hospedaje y comida; el mismo donde me hice 50 palos encamándome con gringos, japoneses, italianos, chinos, españoles, panameños, venezolanos y mexicanos, durante tres meses, unas diez veces al día, cobrando en promedio 100 florines por polvo. Eso sí, descuéntele la manutención, los paseos por la Isla y los antojos. En eso sí me gasté mucho billete, en antojos. Ropa, perfumes, joyas, cosméticos. Cosas como esas. Volví a Colombia y con la plata que hice en Aruba, me compré un terreno en Fusagasugá. Poco a poco he ido construyendo una casita. Voy por lo menos dos veces al mes para supervisar como va todo. Aquí en La Piscina hay varias chicas que tienen dos taxis, una buseta y así. Yo preferí la casita. En unos años cuando me retire tendré donde vivir. A lo mejor compre más casas o apartamentos. Vamos a ver. Por ahora, me interesa volver a hacer papeles para
Aruba, o para Curazao. Aprovechar la juventud ahora que se puede. La ciudad de las flores
Mi nombre es Margarita y tengo 24 años. Estudio Comunicación Social y quiero ser presentadora de televisión. Soy de Medellín y me vine para Bogotá hace cuatro años. Yo empecé a los dieciséis. Por aquel entonces, trabajaba haciendo pedicure y manicure en el salón de belleza de un amigo. Todas las hermanas de mi amigo eran putas e iban seguido al salón. Ellas siempre me molestaban: qué tan bonita, qué tan linda, que mirá esta niña tiene talento, que mirá, pasáte por el bar una noche de estas para que conozcás. Una de ellas, la más mayorcita, administraba el bar al que me invitaban y una noche me fui para allá. Al principio sólo trabajé como mesera y como cada vez trasnochaba más, me era difícil llegar temprano al salón de belleza. Me dediqué al bar. Recuerdo que estábamos en plena Feria de las Flores, con el bar decorado con maricaditas de la Feria, cuando llegó un grupo de venezolanos. Uno de ellos, muy lindo, quedó flechadísimo conmigo. 23
Esa noche nos fuimos a un concierto de Iván Villazón. La pasamos buenísimo. El venezolano me mostró las fotos de sus hijos, me habló de su vida allá en Venezuela y me propuso pasar el fin de semana con él. Yo al principio lo dudé, pero el tipo estaba exageradamente bueno y además me ofreció $700.000 por tres días, imagínate lo contenta que me puse, eso era mucha plata hace ocho años. Ya después de esa Feria de las Flores, me puse a trabajar en serio. Me compré un buen celular, ropa de marca, les compré cosas a mi mamá y a mis sobrinos. Es que mis sobrinitos son mi vida. Y bueno, ya aquí en Bogotá me puse a estudiar. Esto no dura mucho, este trabajo dura pagando bueno hasta los 35 años, máximo hasta los 40. Por eso hay que pensar en el futuro. Yo estoy feliz, ya casi acabo mi carrera. En Bogotá he trabajado como scort desde que llegué y gracias a Dios, me ha ido muy bien. Mira, si quieres pasar el fin de semana conmigo, te cobró un millón de pesos. Un día, setecientos mil. Ya si sólo quieres un ratico, trescientos no más. Más barato es regalarse, ¿no?
do, sin ningún tipo de intermediarios. Aproveché las vacaciones de la universidad y listo. Tengo varias amigas que viven allá y hacía rato estaban que me convencían. Saqué el pasaporte, compré el tiquete y desde el primer día me puse a buscar trabajo. Es que a mí me gusta la plata y yo la tenía clara, iba a Panamá a trabajar. Así que después de pagar el taxi hasta el apartamento de una amiga en Vía Argentina, me cambié y salí a buscar qué hacer. La primera noche nos quedamos por ahí cerquita, en una zona de barcitos, pero no pasó nada más allá de unos traguitos y unos besos con unos puertorriqueños.
Panamá City En Panamá hay muchas formas de trabajar. Puedes trabajar en yates o por internet, te registras en una página, subes fotos, montas un perfil y los interesados te seleccionan. El manager de la página te llama y te pone en contacto con el c l i e n t e , vos vas y te encuentras con él en la habitación de un hotel. También puedes trabajar en algún Club estilo Le Palace donde haces shows si no te sale ningún servicio, o puedes trabajar en la calle parándote por ahí, yéndote algún barcito de la Vía Argentina o El Cangrejo. Los extranjeros saben que las chicas que están por ahí, sobre todo si son colombianas, andan trabajando. En Panamá hay muchísimas niñas colombianas. No te imaginas. Es impresionante. Yo viajé a Panamá, en junio pasa24
Al día siguiente, unas amigas me llevaron al Causeway. La zona de los yates. La idea era buscar a los capitanes, pasarles nuestro pin, un par de fotos y quedar a su disposición. Los capitanes de los yates son los encargados de conseguirles las niñas a los gringos. Los gringos van a Panamá a enrumbarse en despedidas de soltero, fiestas de negocios o convenciones aburridas. De todas las formas de trabajar en Panamá, la que más me gustó fue la de los yates. Un capitán nos consiguió una despedida de soltero. Eran diez gringos y querían
siete colombianas para su fiesta en el mar. Sólo la compañía de una de nosotras costaba 250 dls, que se pagaban en efectivo antes de abordar el yate. Desde el principio de la cita a las ocho de la mañana, hasta el final a las cuatro de la tarde, el alcohol y la comida fueron abundantes. Cualquier cosa que querías ahí estaba. El rock, el dubstep y el reggaetón prendieron una rumba que hizo paradas en playas de arenas blancas y aguas azules, que nos sacudió sobre las olas con libertad, que nos pagó 250 dls extras por cada polvo que nos echamos. Yo estuve en varias fiestas en el mar y si en algunas únicamente saqué el pago por la compañía, en otras, como en esta despedida de soltero, me hice 1000 dls adicionales. Hay días en los que haces 1250 dls, pero también hay días en los que haces 200 dls o menos. Por eso tienes que moverte, insistir en los yates, hacer la ronda por las barcitos de la Argentina, montar fotos a tu perfil de internet, ir a algún club y probar suerte allá. La vida en Panamá es costosa, no hay de otra, hay que ser juiciosa, trabajar. Le Palace es uno de los puteaderos más conocidos de Panamá. El dueño es un francés que tiene reclutadas 100 chicas uniformadas de blanco, cien chicas
que se pasean como gaticas a través de luces tenues, música chill out y salitas con barras de pole dance. De las cien chicas sólo hay una venezolana, el resto, es decir las noventa y nueve restantes son colombianas. Las colombianas somos muy apetecidas en Panamá, los extranjeros nos adoran, no sólo por nuestra belleza, sino por lo educadas, cariñosas y coquetas. Eso, más que cualquier otra cosa, es la clave. En Le Palace, el servicio cuesta 250dls. Si el cliente quiere sacarte del lugar debe pagar una multa adicional de 250dls. Si lo hace antes de la una de la mañana, tú tienes la obligación de volver. Si no vuelves no te dejan trabajar nunca más. Si el cliente te saca después de las dos de la mañana, puedes disponer del resto de la noche y si no eres lo suficientemente hábil para amanecer con él, te vas para una discoteca a ver qué. Trabajando así, tuve noches en las que me hice 700 dls, pero otras en las que pasé en blanco. En esas malas noches hacía un streap tease en el Club y ganaba 25 dls por cada show. Tenía que camellar, como fuera, jamás irme a la cama con las manos vacías. Y tenía que ser inteligente, tenía que ahorrar. Yo le enviaba plata a un amigo aquí en Colombia y él me la consignaba en mi cuenta. Al volver, tenía treinta millones de pesos ahorrados. Me puse más contenta que marranita estrenando lazo. Sólo estuve en Panamá dos meses. La habitación donde viví me costó 450 dls mensuales. Tuve que compartir apartamento con otras chicas, con las que vivía agarrada y cocinar no era una opción viviendo con ellas. Comer afuera era costoso porque yo no como en cualquier lado. Comprarme ropa, regalos para mi mamá y para los sobrinitos, muy caro también. Con lo que me gastaba mensualmente en Panamá, vivo muy, pero muy bien en Bogotá, en un apartamento en el norte para mí solita, con la nevera siempre llena. Hay días en que me dan ganas de volver a Panamá. Un par de meses, de vacaciones 25
como se dice. Después de que vaya, regreso a Bogotá y termino mi carrera. Quiero ser periodista, presentadora de televisión. Al regresar, voy a enfocarme en eso; sí, solamente en eso. Una imagen vale más que mil palabras Luego de entrevistarme varias veces con Carolina y Margarita, dejé de frecuentarlas y me dediqué a escribir esta crónica. Meses después, una revista quiso comprármela y me exigió fotografías de las chicas. Fotografías que serían tomadas por un profesional, quien respetaría la identidad de las muchachas. Me puse en la tarea de contactarlas. Carolina había cambiado el número telefónico y tuve que ir a buscarla en La Piscina. Llegué temprano, bebí unas cervezas, observé a las chicas yendo y viniendo sobre la pileta de agua, enredando y desenredando sus piernas en las barras de aluminio donde se quitaban la ropa.
Carolina apareció y se sentó unos minutos conmigo. —Sólo un ratico, estoy en tremenda rumba— y señaló con su boca a un grupo de hombres muy animados, que sostenían en sus piernas a varias chicas con vasos de whisky en las manos. 26
—Van a venir tomarte unas fotos para mi crónica. La van a publicar— le dije con el ánimo de ser breve. —¿Vos estás loco? Yo no me dejo tomar fotos— respondió con el ánimo de pelear conmigo. —Fresca Carito, no va a salir tu cara. —Ni por el putas, no me importa. —Caro, sin las imágenes no publican la crónica. —Me importa un culo, ¿vos creés que yo te conté todo eso para verme en una revista? Mi familia en Cali no tiene la más puta idea en lo que trabajo. Vos sos bien bobo, ¿no?, pensé que tenías un poquito más de tierra en la maceta— y Carolina y sus piernas largas regresaron a la fiesta con la que habían llegado. Por su parte, cuando llamé a Margarita, me contó que había ido a pasar navidad en Medellín y en una de las fiestas pagas a las que solía asistir, conoció a un señor adinerado. El señor la contrató algunas veces para que lo acompañara a eventos sociales, llevársela de paseo a sus fincas, invitarla a cine o encerrarse en alguno de sus apartamentos. Una de esas noches, en medio de una cena, el señor le propuso matrimonio, puso a su disposición propiedades y tarjetas de crédito, pero le exigió, de manera irrefutable, que dejara de trabajar. Al principio fue difícil, dijo, y después de varias peleas, traiciones y perdones, Margarita se adaptó a su nueva vida. Mordió el anzuelo. Supo que podía vivir de otra manera. Quizás mejor. Cuando le propuse lo de las fotos, me dijo que con gusto las habría hecho antes, pero ahora no. Estaba comprometida con un señor que la respetaba por lo que era. Margarita simplemente ya no existía. La chica que me había contado su periplo por Panamá, usaba otro nombre, vivía otra vida. Hablamos un buen rato, como viejos amigos. Al despedirnos, Margarita me pidió, con una voz dulce, cariñosa y coqueta, que nunca más la volviera a buscar.
Autores
LUCHO Art
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CUENTO Johann Rodríguez-Bravo (Pág. 5) Publicó diferentes artículos, reseñas y cuentos en distintas revistas nacionales e internacionales, entre ellas la Revista El Malpensante, Número, Mil Mamuts y Gatopardo. Obtuvo el premio de cuento del Concurso Nacional de Cuento Umpalá y el segundo puesto en el VI Concurso Internacional de Novela Corta “Casino de Lorca”, en España. Así mismo fue nominado al Premio Simón Bolívar de Periodismo por un perfil sobre el cantante Hector Lavoe. Publicó los libros “Aquella vida de mago y otros relatos” (cuentos), “Seis versiones sobre Ernesto Varona” (novela) y “Ciudad de niebla” (novela). Antonio Campillo Prada / ancampillo72@yahoo.com.co (Pág. 6) Perteneció al Taller de Literatura Umpalá y ha ejercido como camarógrafo periodístico en diferentes medios de comunicación nacionales. Obtuvo el primer puesto en poesía en el Concurso Penitenciarte 2008. No ha publicado ningún libro, pero tiene una obra que merece ser publicada. Actualmente es periodista independiente. Oscar Estévez Lizarazo / serpes11@hotmail.com (Pág. 7) Integrante del Taller de Literatura Umpalá. Ha obtenido el premio del Concurso Nacional de Poesía Si los leones pudieran hablar, 2008, organizado por la Casa de Poesía Silva. Sus poemas han sido publicados en la Revista Golpe de Dados, Revista Auditorio UIS y la Revista Umpalá. Ha publicado los libros de poesía “El sopor de las hojas que tiemblan”, “Ojo vacío” y “Viento desbocado”. Jesús Antonio Álvarez / jesus8406@hotmail.com (Pág. 8) Formó parte del Taller de Literatura Umpalá. Ha obtenido múltiples premios nacionales e internacionales de cuento. Así mismo ha publicado los libros “El libro de las ausencias” (cuentos), “Vieja calle de mi barrio” (cuentos), “Julio Ramón Ribeyro: la ciudad es un destino” (ensayo) y “La cancha de arena” (cuentos). Miguel Castillo Fuentes / otrosudacamas@hotmail.com (Pág. 9) Formó parte del Taller de Literatura Umpalá. Finalista en varios concursos nacionales de cuento. Ha publicado sus cuentos en diferentes revistas, entre ellas Auditorio UIS, Revista Santander, El Espectador, Letralia, y la Revista HermanoCerdo. Ha publicado los libros de cuento “Peces para un acuario”, “Noctambulismos” y “Tres hombres solos”.
POESÍA Pedro Olivella Solano / pieterolivella@gmail.com (Pág. 12) Abogado de profesión y a pesar de esto es miembro fundador del Café Literario Vargas Vila. Ha sido ganador del Premio Departamental de Poesía del Cesar 2007 y 2009. Ha escrito los libros de poesía “Recordatorio del amor y otros incendios” y “Valles del acordeón y otras estancias”. Francisco Trejo / francisco.trejo@yahoo.es (Pág. 13) Es uno de los nuevos talentos de la poesía mexicana. Ganador de varios concursos y reconocimientos literarios. Ha publicado en las revistas Círculo de Poesía, Punto de Partida, Molino de Letras, Opción ITAM, Rojo Siena y Palabrijes. Ha publicado los libros de poesía “Rosaleda” y “La cobija de Ares”. Mauricio Capelli / cappellimauricio@gmail.com (Pág. 16) Ha ganado diferentes premios de crónica y poesía nacionales y colabora con el periódico Cali Cultural. Es autor de los libros “Que el viento no se lleve mi sombrero” (poesía), “Todo mi amor para la luna de Perkins” (poesía), “El árbol de los espejos” (crónica) y “Las formas del silencio” (poesía). Actualmente dirige la organización cultural Jirafacuadros, en Buga, Valle del Cauca. Danny Yesid León / greingos@gmail.com (Pág. 17) Ha obtenido varios premios y reconocimientos literarios y publicado sus poemas las revistas Luna Nueva, La Raíz Invertida, Revista Ombligo, Punto en Línea, Mexican Cultural Centre y Revista Contratiempo. Ha publicado los libros de poesía “Momento del decir” y “Cantar de bruma”. Actualmente dirige el Festival Internacional de Poesía Ciudad de Bucaramanga.
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Guillermo Cardona Rodríguez (Pág. 18) Actualmente cumple condena en la Cárcel Modelo de Bucaramanga, allí formó parte del Taller de Escritura Libertad Bajo Palabra, del cual sobresalió por su trabajo poético. Luis Mallarino / luis.mallarino@gmail.com (Pág. 19) Ganador y finalista en múltiples premios de poesía y literatura infantil. Ha publicado en la antología de cuento “La Cueva por Colombia 5” y actualmente trabaja en su primer libro de poesía.
CRÓNICA Fabián Mauricio Martínez G. / fabiamauriciomartinez@gmail.com (Pág. 21) Formó parte del Taller de Literatura Umpalá. Ha ganado diferentes concursos literarios nacionales y ha publicado los libros “Una ciudad llamada Bucaranada” (cuentos), “Me llamo José Antonio Galán” (biografía), “Cuervos en la ventana” (cuentos) y “El sexo de las salamandras” (novela). Algunas de sus crónicas han sido publicadas en la Revista DONJUAN, Revista DOMINGO y en El Universal de México.
ILUSTRACIÓN María A. Martínez Wandurraga (María Chucena) / maria24w@gmail.com (Págs. 2,3,5,7,8,10,12,13,16,17, 18,19,20,22,23,24,25,26 y portada) Artista visual, ilustradora y docente. Ganadora en la categoría dibujo en el 5to Salón Metropolitano de artes visuales MIRE. Ha publicado sus ilustraciones en diferentes revistas, entre ellas Urbanorama, Revista contraluz, Revista etcétera #5 soundtrack y El espectador. De igual manera en los libros “Blinking lights and beeping parts: a robot coloring book collection”, “Cantar de Bruma”, “Caballos en la niebla”, “Noctambulismos”, “Tres Hombres Solos”, entre otros. Web: www.flickr.com/photos/maria-noche // maria-chucena.tumblr.com Lorena Ospitia Rojas /kamaramady@hotmail.com (Pág. 4) Maestra de Bellas Artes de la UIS. Ha realizado talleres de técnicas en pintura y dibujo para jóvenes y niños en diferentes actividades culturales y educativas en el Cesar, Barranquilla, Bucaramanga y Barrancabermeja. Labora como docente de Licenciatura en Artes en Barrancabermeja y trabaja apoyando a la fundación Ciudad Imaginaria en la creación y enseñanza del Arte para las comunidades del municipio. Web: www.facebook.com/lorena.ospitiar Andrés Arenales (Moravelandia) / soymoravelandia@gmail.com (Pág.6 y contraportada) Licenciado en español y literatura de la Universidad Industrial de Santander, dibujante aficionado, desertor de concursos, viajero y hacedor de enredos. Ha trabajado como escritor fantasma y publicado sus ilustraciones en los libros “Autumn trees” y “Flesh can be Bright” del escritor galés Stephen Rees. Web: moravelandia.tumblr.com Alejandra Reyes Aparicio / aleja.reyes21@gmail.com (Pág. 11) Maestra en Bellas Artes de la UIS. Ganadora de una Mención honorifica, Jóvenes Talentos, Salón de Arte Novel, Universidad Industrial de Santander, 2009. Ha participado en exposiciones colectivas nacionales, así como ha publicado ilustraciones para la revista virtual La Chueca. Andrés Leonardo Caballero Piza / pizart@msn.com (Pág. 14, 15) Historiador y maestro en Bellas Artes de la UIS. Realizó un intercambio académico en el programa de Artes Visuales de la Universidade Federal de Minas Gerais, en Belo Horizonte. Expone, desde 2012, en diferentes espacios de Bucaramanga. Ha recibido los siguientes reconocimientos: Premio Categoría Pintura del Mire 4 Salón Metropolitano de Artes Visuales, Primer Premio Segunda Categoría 14 Salón de Arte Novel y mención de honor en el 15 Salón de Arte Novel. Web: caballero-piza.blogspot.com.co LUCHO Art/ jhon_ardila20@hotmail.com (Pág. 27) Lucho es una propuesta artística entre el street art y la ilustración. Lucho ha participado en las primeras ediciones del festival de arte urbano de la ciudad Ojo Que Nos Pintan Y ATARCARTE, festival de la ciudad de Cúcuta. Ha participado en exposiciones en la Casa del Libro Total Bucaramanga, Artalunima y en El Festival de Los Planetas, en Bucaramanga. Web: www.facebook.com/LUCHOilustracion
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