Páginas del Saavedra
Vida, amor y muerte
Llegó con tres heridas:
2021 18-19
la del amor,
Viaje por la literatura
Curso 2020/
la de la muerte,
la de la vida.
4ºA
Vida, amor y muerte
LA VIDA, EL AMOR, LA MUERTE. Estas tres heridas de las que hablara Miguel Hernández se han clavado en el corazón de todos los hombres, de ahí que su presencia
sea
constante
en
nuestra
literatura. A lo largo de este curso, vamos a rastrear las huellas que estas tres realidades han
ido
escritores
dejando de
en
nuestra
tierra.
Palpitaremos
con
autores murcianos que vivieran durante
el
siglo
XVIII,
durante el XIX, durante el XX.
Emprendamos ya este hermoso viaje por nuestra literatura.
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Vida, amor y muerte
El
Neoclasicismo, desarrollado durante el siglo XVIII, tiene
un marcado carácter didáctico. Con Cadalso y sus Cartas marruecas se inicia una tendencia a la literatura epistolar que sirve para mostrarnos lo que ojos “inocentes”, desconocedores de nuestras costumbres, ven. Hola Juan Valentín: Te escribo desde Valencia. Me he ido de viaje con mi familia unos días, ya que es puente. He estado investigando un poco y he encontrado una festividad un tanto rara llamada la Tomatina. La fiesta ocurre el último miércoles del mes de agosto. Básicamente, es una guerra de tomates a gran escala. De por sí, la idea es raruna, pero la historia no se queda atrás: en 1945, unos jóvenes presenciaban un desfile de gigantes y cabezudos (otra festividad de lo más bizarra) pero uno de ellos tropezó, haciendo caer a un gigante. En ese momento, se armó una guerra de tomates por todo el vecindario, con frutas de verdulerías, y de ahí viene la festividad. Para mí es un poco rara, no sé qué te parecerá a ti, mándame un email contestándome si quieres, que es más práctico que esto. Un abrazo, Miguel Gallego Hola Catherine: Esta semana he estado visitando España, un país precioso. He de resaltar una de las ciudades, Sevilla, que más me ha sorprendido. Dio la casualidad de que esa semana estaba la feria de abril, una tradición allí. Es una fiesta de primavera, conocida como “La feria de Sevilla”. Se celebra anualmente y la gente se reúne en un gran recinto, lo más importante es comer, beber y bailar. Uno de los monumentos más bonitos que vi fue La Giralda, la torre campanario de la catedral de Santa María de Sevilla.
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Tuve la suerte de poder verla durante una visita guiada. Durante el recorrido, nos contaron que en su día fue la torre más alta del mundo y una de las imágenes más conocidas de toda Andalucía. Cuenta con un estilo arquitectónico gótico y es el cuerpo musulmán más antiguo, iniciado en 1184 para ser el alminar de la mezquita almohade de Sevilla. Por último, también quería comentarte sobre La Plaza de España. Si algún día vuelvo a Sevilla estoy segura de que pasaré por allí. El ambiente que hay es increíble, puedes disfrutar de unas vistas maravillosas mientras paseas, o, si prefieres hacerlo sentada, puedes montar en un coche de caballos o pasear por el río en barca. Es maravilloso, creo que te encantaría, tenemos que venir juntas. Espero que hayas disfrutado un poquito mientras leías. Un beso. Pilar. Pilar Julián Hola amigo: Ha pasado mucho tiempo desde que te escribí por última vez. El motivo de esta ausencia es que llevo visitando Murcia desde hace tres días y me he quedado sorprendido. Querría comentarte un par de costumbres que he visto, debido a que sé que tú viviste en Murcia por dos años. Te explico. Hace un día, salía a comprar al mercado y al bajar me encontré con la gente vestida con ropas extrañas y vi pasando carrozas con gente subida en ellas. También vi unas especies de cabañas hechas de caña y por curiosidad me acerqué. Resulta que eran sitios donde servían comida y me animé a pedir algo. Dejé que ellos eligieran por mí y me trajeron dos platos de comida: uno llamado migas y otro que era una hoja recubierta con una masa. No entiendo cómo la gente puede comerse la hoja porque yo la probé una vez y la tuve que escupir. En fin, lo que sí noté es que la masa de alrededor estaba muy buena. Por este motivo te estoy escribiendo, para que, si tienes un rato, me contestes y me digas de qué trata esta tradición. Nos vemos pronto. Pablo Pablo Cobo
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El
Romanticismo
dejó profunda huella en Murcia. Por ello,
podemos leer hermosas historias o sentidos poemas en los que percibiremos ese malestar que crea en los románticos la necesidad de evadirse, al menos con sus palabras, a otras épocas a otros espacios, al interior de sí mismos, o de buscar esa otra evasión definitiva que es la muerte. El otoño o el invierno serán las estaciones en las que tengan lugar estas historias. La noche envolverá a los personajes con esa luna omnipresente y esa naturaleza que grita en rayos y truenos. Lo sobrenatural, los fantasmas, el sueño vendrán a mezclarse con la realidad. Los sentimientos triunfarán sobre la razón; las pasiones, el dolor, LA VIDA, EL AMOR, LA MUERTE… llenarán estas páginas.
LA MUJER DEL CEMENTERIO En una oscura y fría noche de invierno de 1796, don Antonio, un solitario hombre, se dirigía a trabajar, como todas las noches, al cementerio. Cuando llegó, escuchó a una mujer llorando. Los melancólicos llantos iban y venían así que decidió ir a ver qué pasaba. A lo lejos, vio a una hermosa mujer, a él le pareció muy dulce y le embelesó desde el primer momento. Decidió acercarse a hablar con ella pero aquella hermosa mujer no hablaba mucho. Al amanecer, don Antonio tenía que regresar a casa pero se encontró a un hombre y este le dijo que se rumoreaba que en aquel cementerio deambulaba una figura femenina que conducía a la muerte. Don Antonio no pensó ni un momento en aquella mujer ya que ella le había cegado ante la realidad. Esa misma noche, fue a trabajar, como siempre, a pesar de una fuerte tormenta, ya que tenía ganas de hablar con ese espíritu. Cuando llegó, le dijo a la bella chica que se refugiaran debajo de un techo por el mal tiempo. Al rato de estar juntos, en medio de la tormenta, don Antonio
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se dio cuenta de que la mujer se estaba elevando hacia el cielo cada vez más y más y que una fuerza lo atraía hacia ella. En ese momento fue cuando se acordó de lo que aquel hombre le había dicho pero no le importó, ya que estaba tan enamorado de ella que quería estar a su lado, tampoco le importaba dejar su vida atrás ya que era muy triste y solitaria. Se dejó llevar y no volvió a su tierra nunca más. Candela Fuentes En una noche oscura y tormentosa, cerca de la mitad del siglo Vll, una bella pero misteriosa mujer entraba en un pueblo de las afueras de Murcia. Este extraño personaje, a pesar de que la gente salía de sus casas para ver si necesitaba ayuda, fue directo a la iglesia. A la mañana siguiente, en la cual no se veía el sol debido a las oscuras nubes de la tormenta que aún seguía desde la noche anterior, los habitantes del pueblo fueron a escuchar misa, ya que era el Día de Todos los Santos. Pero cuando la multitud entró a la iglesia se encontraron al sacerdote brutalmente asesinado encima del altar. Entre gritos de pánico y horror empezaron a acusar de la muerte del querido párroco a la extraña forastera, y finalmente la apresaron. Tras largas horas de discusión entre los pueblerinos, decidieron condenar a muerte a la asesina. Esa misma noche quemaron a la "bruja" en la plaza del pueblo. A raíz de esta historia, se dice que cada noche del Día de Todos los Santos aparece una extraña mujer en este pueblo, que con su belleza seduce a las personas para llevarlas a sitios alejados de vistas curiosas y, minutos después, asesinarlas de la misma forma en la que habían asesinado al sacerdote del pueblo cerca del 650 d. C. Gonzalo Marín
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Anclas del Alma “Entré en la ciudad de Segovia. La noche era lúgubre y fría, mas mi cólera no hacía más que arder y arder. Me dirigí a casa de Rodrigo, ese malnacido me había quitado lo que más anhelaba en este mundo vil y cruel. La casa de aquel desgraciado se hallaba junto al Torreón de Lozoya, dicho cuchitril apenas se distinguía de una caballeriza. Golpeé la puerta con fuerza, con ansias de que el hombre apareciera frente a mí y yo, furioso, pudiera devolver todo el dolor y el furor que me había originado. Pasaron las horas y nadie abría la puerta pero yo me mantenía firme cual el pilar más fornido. A todo esto, recordé por qué estaba ahí, no porque lo hubiera postergado, sino por el simple hecho de no poder obviar la infidelidad de Lucrecia, mi esposa. Hacía ya un tiempo de su extraña desaparición, mas cuando me enteré del verdadero motivo de su partida, no había charlatán alguno capaz de curar mi dolor. - ¡Lucrecia! ¡Lucrecia!, - exclamé, arrodillándome ante la puerta y gritando a los cuatro vientos. - ¡Si no me amas como yo lo hago, dímelo ahora y acaba con todo mi tormento! Nadie respondió. Nada se movía. Y yo, sin ánimo de vida, veía que me moría.” - ¿Realmente es él? -preguntó Lucrecia. - Sí, escribe día y noche en su cuaderno sobre su infierno eterno, la razón de su muerte, tu engaño -exclamó el ángel Amenadiel. Lucrecia no sabía cómo reaccionar ante tan horrible situación, Diego había muerto y
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un ángel había descendido del cielo para entregarle en mano las memorias de su difunto marido. El ángel descifró su mirada y, tras extenderle su mano, se pronunció: - Olvida cuanto crees saber, olvídalo todo, toma mi mano y reúnete con él. Lucrecia, colapsada, la tomó. A la mañana siguiente, Rodrigo halló muerta a Lucrecia, en sus aposentos, junto con un hombre que no llegaba a distinguir. Eran Diego y Lucrecia. Hugo Tato Ya era de noche cuando llegué al pueblo de Guarromán y me pareció curioso el no encontrar a nadie por la calle, ya que esa era la hora en la que más tránsito había en la mayoría de los sitios que había visitado. Decidí llamar a una puerta para preguntar por un sitio donde poder hospedarse y, para mi sorpresa, un hombre mayor me abrió la puerta y me dijo que entrara rápido, que dentro de poco sería la hora de los muertos. Curioso, al escuchar esa respuesta, pregunté a qué se refería ese anciano y su contestación fue una de las cosas más escalofriantes y a la vez emocionante que había escuchado: -Dentro de poco, tocarán la campana, indicando el cierre de casas y oficios debido a la hora de los muertos. En escasos minutos, se formará una neblina que engullirá todo el pueblo y se podrán escuchar los alaridos fantasmales de las difuntas asesinadas por el antiguo alcalde, que raptaba y torturaba a chicas jóvenes para su satisfacción propia. Durante la noche, aún se pueden escuchar sus gritos de socorro pidiendo a alguien que acabe con su sufrimiento. Los pocos que se han atrevido a salir mientras la niebla aún estaba han perdido la cabeza, traumatizados ante las grotescas escenas de los fantasmas de las chicas. Esa misma noche, cuando el anciano se fue a dormir, decidí echar un vistazo rápido fuera de la casa ya que la curiosidad me estaba matando. Al abrir
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la puerta, lo primero que vi fue a una joven de unos diecisiete años y, al verla sonreír, quedé embelesado por su belleza. Me hizo un gesto indicando que la siguiera y yo, como un tonto, la seguí. Llegué hasta lo que parecía el ayuntamiento y, de repente, la muchacha se paró. Me volvió a sonreír pero esta vez su sonrisa parecía algo sacado del mismo infierno y se abalanzó sobre mí diciendo: -Esperé y esperé y nadie vino, rogaba a Dios que aliviara mi sufrimiento y no me escuchó, llamé al diablo y me sonrió. ¿Por qué tuve que vender mi alma para acabar con mi dolor? ¿Por qué Dios no me ayudó cuando más lo necesitaba? Mientras hablaba noté que en su antes blanquecino cuerpo se empezaban a formar horribles cicatrices y quemaduras y su sonrisa, cada vez más macabra, se ensanchaba. En sus mejillas se apreciaban cortes, que cada vez eran más profundos. Extendió su dedo y tocó mi frente. En ese momento, vi las memorias de aquella chica. Desde su feliz vida con sus padres hasta su rapto y el infierno y las torturas que soportaba cada noche. Cuando todo terminó me desmayé. Volví a abrir los ojos y ya no había niebla ni era de noche. Empecé a temblar y no podía pensar en otra cosa que no fueran los acontecimientos de la noche. No recordaba ni quién era, ni de dónde venía, ni mi propósito al llegar a ese pueblo. J. Raúl Miras Estás resguardada de mi lluvia, que no moja si estás lejos, la noche me sirve de cura y la luna de espejo. Pocos sabrán de lo que hablo, pero todos, que no miento.
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Te fuiste e hiciste algo, llevar contigo mis sentimientos. Hoy miro al mar mientras te extraño, ¡oh linda mujer, sal de mi memoria! si no olvidara tu rostro en cien años, es porque tu sonrisa es la gloria. Mándame cartas, necesito saber, si tus cabellos siguen oscuros como cielo en tempestad, si tus ojos brillan como tenue atardecer o si tus labios siguen delicados cual cristal. Ya cuéntame, preciosa mujer, pues el amor a distancia me hace mal, pienso en soñar y no despertar pues solo en mis sueños te puedo tener.
José Cardona
Las noches son tristes estando sin ti, cada día que pasa lo veo más gris aun pensando que no existís. El dolor parece nunca llegar a su fin no dándome tu amor fuiste muy ruin solo tú le dabas el sentido a mi vivir pero desde que te fuiste ya no me oigo latir. ¿Qué será de mí sin tu reír? ya me quiero ir dirigiéndome al morir.
Claudia Maqueda
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Todas las noches sentado ante el alba de este dolor constante, nadie se salva. Los rayos y truenos cayendo a sus anchas mientras la lluvia, en mi rostro, deja manchas. Aún me llegan recuerdos de mi infancia cuando la pobreza solo nos daba la comida rancia. Empecé a vivir la vida y caí en la tentación pero ella conmigo, no tuvo compasión. Hice todo lo posible para bien seguir viviendo y la vida, cada día, me daba un escarmiento. Todos mis esfuerzos se esfumaron con el viento y en vez de alegría, vinieron arrepentimientos. Para conquistar mujeres hermosas yo ponía sentimiento aunque todas ellas me decían: lo siento. Por eso me encuentro solo en mi aposento mientras el poco tiempo que me queda, transcurre lento. Yo cuando era joven tenía vida, no lo niego, pero con el paso del tiempo me di cuenta de que estoy muerto. Era un gorrión que volaba libremente por el cielo, hasta que mis alas fueron cortadas y ahí acabo mi vuelo. Pero, ¿cuál es mi objetivo en esta vida? si no me levanto después de cada caída si no se cura ninguna de mis heridas si todo lo que veo, no son verdades y son mentiras. Si no encuentro en este laberinto la salida si yo soy el pilar y no descubro quién es mi viga si no tengo a nadie que me ayude a cargar comida como lo hacen mutuamente dos diminutas hormigas.
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Siempre en mi mente hay cosas que yo no entiendo como por qué mi vida es una historia de miedo, cómo son tantas las veces en las que yo me pierdo, y cómo son tan pocas las veces en que me encuentro. Perdí a la mujer más hermosa, eso es cierto. la consecuencia de tener más errores que aciertos, desde entonces estoy hecho un lío En mi interior ya no hay nada, estoy vacío por dentro. No te valoré y no pude tenerte, pero lo que sí hice fue desaprovecharte, mi corazón está partido en veinte partes, y va a quedarse así hasta el día de mi muerte. Lorenzo Fuentes Larra, periodista, crítico satírico y escritor costumbrista, publicó en prensa más de doscientos artículos a lo largo de ocho años.
Lejos
de
la
complacencia
en
las
efusiones
del
sentimiento, sitúa España en el centro de su obra crítica y satírica. Muchos fueron los murcianos, identificados con el hacer de este romántico, que siguieron su estela y publicaron sus artículos en periódicos de nuestra tierra.
El otro día vi a una amiga que venía de vacaciones y me comentó, escandalizada, lo maleducados que podíamos parecer a veces los españoles. Ella me contó que compartía hotel con una pareja inglesa, una familia francesa y otra española y que a los únicos que escuchaba ahí era a los españoles, incluso aunque solo pidieran sal. Y es que, aunque no nos hayamos dado cuenta porque
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ya estamos acostumbrados, es así. Hay gente a la que le gusta, porque lo ve más natural o algo más cercano, pero para gustos los colores. El otro día me encontraba estudiando para mi examen de biología cuando escuché: -¡Lucía déjate ya el juego! -¡AY, que no! -¡Álvaro, quítaselo! ¡Pa' lla va tu hermano! En ese momento empecé a escuchar golpes. -¡Como vaya para allá veréis, que mañana madrugamos, que tenemos que irnos con el padrino! Eran mis vecinos que se estaban peleando, como de costumbre. Decidí coger mi libro y dirigirme a la habitación de mis padres. Allí, desde la ventana que daba a la calle, podía escuchar la conversación de dos amigas: - Ay, tía, es que conmigo pone buena cara y luego habla mal de mí. -Es una estúpida y una falsa, si ya Lucía no quiere ir con ella. - Pues que sepas que su novio me ha tirado la caña. -¿Y qué vas a hacer ,nena? -Pues salir con él, si me ha elegido, se siente. Todo el mundo en el barrio se enteró de su conversación y debo confesar que me quedé realmente sorprendida de las amistades de hoy en día. Así que acabé yendo a un banco que hay en el parque de al lado de mi casa, pero cerca había un bar. En la terraza se encontraba una pareja. Y la mujer le comentaba al hombre que había tenido un problema con la empresa Amazon. - Pedí la máquina hace tres meses y todavía sigo esperando. - Pero ¿has llamado? - Sí, primero me han dado largas y ahora dicen que puede que el vendedor sea falso. - Pero ¿no decían que sus vendedores eran seguros?
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- Pues ya ves, pero esto no va a quedar así. Al final, me rendí y acabé encerrándome en el baño para poder estudiar. Y es que es así, los españoles a veces podemos ser escándalos, podemos hacernos notar y hablamos demasiado alto, y claro que está bien expresar nuestros sentimientos, no somos robots, pero creo que a veces deberíamos regularnos, para que no se entere el vecino de al lado de lo que te ha pasado en el mercado. Llámalo costumbre o cercanía, pero, sin duda, es algo en lo que deberíamos reflexionar. Nairoa López El siglo XIX avanza y nos encontramos en la segunda mitad. El
Realismo,
que triunfa en España, llega a Murcia. La realidad
será ahora la fuente de inspiración, las minuciosas descripciones llenarán las páginas de los mejores novelistas; el diálogo y el monólogo interior nos permitirán acercarnos a los personajes, cuyas palabras se adecuarán a sus circunstancias sociales y culturales. La vida será ahora literatura. LAS MEDIAS DE FLORES
-Laurentina, no peles tan bien las patatas, deja un poco de patata en la piel que luego las usamos para hacer sopa. En ese momento, Laurentina se acordó de cómo pelaba su madre las patatas, en su pueblo, en Palencia, un pueblo pequeño, rodeado de campos de girasoles. A las afueras del pueblo, su padre tenía un pequeño redil, ella le ayudaba a ordeñar a las ovejas, pero no le dejaban tomar la leche, la mayoría la vendían y solo se quedaban con un poco que su madre repartía entre sus hermanos. Llevaba la leche a casa y ayudaba a su madre en la cocina. Su madre cortaba las patatas perfectas, para desperdiciar lo menos posible. Se acordó de que siempre intentaba coger algo para comer, porque después, en la mesa, era complicado. Ponían la olla en medio, cada uno tenía una cuchara, primero su padre daba el primer bocado, y después cada uno comía lo que podía, y la olla se vaciaba en un santiamén. Sus dos hermanos comían como animales, y ella
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y su hermana siempre se quedaban con un poco de hambre. Ay, su hermana, llevaba mucho tiempo sin verla. Ella había tenido que irse a ayudar a un pueblo de Madrid, cuando recién cumplió los veinte años. En ese pueblo es donde conoció a Pedro, se casó con él en la iglesia del pueblo, y a las pocas semanas tuvieron que irse a Bilbao, porque Pedro era guardia civil, y le habían destinado allí. Ella iba a un comedor social para ayudar a los pobres que había dejado la guerra. En ese momento, entró Fernanda en la cocina y dijo: -¡Eh, Laurentina, me ha dicho mi marido que esta tarde llegan los barcos, acerquémonos a ver si podemos coger medias! Fernanda era una amiga de Laurentina. Su marido también era guardia civil, y ambos trabajaban en la aduana, en la ría de Nervión. Llegaban barcos extranjeros y les confiscaban productos como tabaco o medias. A Laurentina le encantaba coleccionar medias, las tenía de muchos colores, pero las que más le gustaban eran unas de flores. Esa tarde fueron las dos a la aduana, cruzaron por el puente viejo, y se quedaron mirando las obras, estaban construyendo nuevos puentes, más modernos, pero a Laurentina le parecían muy feos. -¿Por qué construyen esos puentes? preguntó Laurentina. -He oído que es para parecerse a los alemanes -le contestó Fernanda. -¿Sabes que a mi primo lo mandaron allí a trabajar? -Sí, ya me lo has dicho muchas veces. Las dos siguieron hablando y andando por aquellas calles, con edificios y coches. Laurentina llevaba poco en la ciudad, y todavía no se había acostumbrado a los coches, en su pueblo no había ninguno, allí la gente iba corriendo, y los más adinerados iban en bicicleta. Esa tarde el puerto estaba abarrotado, había mucha gente, el motivo es que el astillero estaba cerrado. Cuando Laurentina y Fernanda se acercaron vieron a un chaval que dijo que el astillero estaba en huelga, por los salarios y las horas de trabajo. A Laurentina no le importaba, tampoco lo entendía, era la primera vez que pasaba algo así, pero su marido estaba muy cabreado. Ese día consiguieron tabaco y medias, ellas no fumaban, solo sus maridos, pero a Laurentina le encantaban las medias, se las veía en los periódicos a las reinas y princesas, y cuando se las ponía se sentía muy importante. Esa noche se las puso, era una noche importante, iba a decirle a su marido que estaba embarazada. Su marido estaba allí sentado, fumando, como todas las noches, cuando se enteró se le cayó el cigarro, y por poco se quema los pantalones.
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Pasaron un par de días, era domingo, Laurentina se estaba arreglando porque ese día se iban a Begoña, con unos amigos, para agradecer por el futuro niño, se puso sus medias de flores y se fueron para allá. Esa mañana, en la basílica de Begoña se celebró un acto carlista en conmemoración de los caídos en la guerra. Los hombres se acercaron a cotillear un poco, mientras, ellas fueron directamente a la iglesia. De repente, se escucharon dos explosiones muy fuertes, tan fuertes que Fernanda se cayó al suelo del susto. Ese día se produjo un atentado con dos granadas, que hirieron a muchas personas, entre ellas a Pedro, el cual murió poco después en el hospital. Laurentina estuvo muy triste, volvieron al pueblo para enterrar allí a Pedro, y se quedó allí, en la casa de su infancia, con sus hermanos y sobrinos, donde tuvo a su primera hija, la cual crio allí, donde se había criado ella. A pesar de los tiempos de pobreza y hambruna, la niña siempre tuvo comida que llevarse a la boca. Laurentina se volvió a casar, y tuvo dos hijos más. Murió feliz, rodeada de sus hijos y nietos, pero antes, le regaló a su hija esas medias de flores que tanto le gustaban. Andrés Pérez Juan en la ciudad Cuando Juan terminó secundaria estaba deseoso de ir a la ciudad. “El trabajo del campo no es para mí” se decía. Así que un día hizo la maleta y partió hacia la ciudad, prometiendo a sus padres regresar pronto con el dinero suficiente para que no tuvieran que seguir trabajando la tierra. Juan tomó el autobús que lo llevaría a la ciudad. Al bajar del autobús, vio con asombro los grandes edificios y las multitudes de coches y personas. “En mi pueblo hay muchísimas menos personas” pensó. En ese momento, una persona se acercó a él para pediré un favor. -Disculpe, soy nuevo aquí, acabo de llegar de mi pueblo ¿Podría decirme cómo llego al centro de la ciudad? –pregunto el señor a Juan, quien, encogiendo los hombros, contestó: -Lo siento, al igual que usted, acabo de llegar y no sabría decirle. Mientras esto sucedía, un muchacho se acercaba por atrás y se llevaba las cosas de Juan, quien las había puesto en el suelo. El señor, al ver que el muchacho ya se encontraba perdido de vista, agradeció a Juan y se fue rápidamente. Al darse cuenta de que sus cosas habían
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desaparecido decidió regresar a su pueblo, espantado de la gran ciudad, sólo deseaba regresar a la protección de su casa y a la tranquilidad del campo. Francisco Meca
Estaban dos amigos, en la plaza del pueblo, hablando sobre sus cultivos y huertos: -Juan, ¿me ayudas en mi huerto un momento?, es que man salío muchas matas de esas malas. -Claro, vamos pa' yá. Cuando llegaron al huerto (una explanada tan grande como un pueblo entero y llena de tantos árboles y matas que no se veía ni un palmo de la oscura tierra), Juan, al ver todos los hierbajos que tendría que recoger pensó: "¡Si intentamos recoger to' esto tardaremos años!" -Lo siento, Pepe, pero acabo de recordar que tengo que ayudar a mi cuñao con una cosa, hasta luego. Cuando se fue Juan, Pepe pensó que eso era una excusa para no recoger las malas hierbas, pero como era uno de sus mejores amigos no le dio demasiada importancia. Gonzalo Marín Gorka e Iñaki vivían en una humilde casa en el barrio de Egia, en San Sebastián. San Sebastián era un destino atractivo para los nobles y aristócratas de España, sin embargo, las gentes de la villa aún vivían de la pesca, la ganadería y el vino, a expensas del poco dinero que obtenían de sus trabajos, habitualmente abusivos. Junto a sus padres y su abuelo formaban una familia numerosa y difícil de mantener. Los dos hermanos no habían nacido en cuna de plata precisamente, sus padres habían tenido que trabajar toda su vida, ya fuese en el puerto, ya en los viñedos de algún gran terrateniente, y por ende ellos también deberían de trabajar duro para sobrevivir y alimentar a sus parientes. Recién entraba el otoño, cubriendo el cielo de formidables nubes que, ocasionalmente, dejaban caer la lluvia pesada sobre las calles de la ciudad. Se acercaba el cumpleaños de Iñaki, quien iba a cumplir dieciséis años, y, por tanto, podría empezar a trabajar en breve. Todos se reunieron en la mesa ese día, Aintza, su madre, había preparado un bizcocho mientras que su abuelo había decidido sacar una botella de vino que le había regalado Vicente Emparan. Estaban todos menos el padre, Aitor, quien tenía una sorpresa para Iñaki.
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Cuando llegó el padre a casa, se apresuró a sentarse a la mesa, y, mientras, todos lo miraban fijamente, deseosos de desvelar la sorpresa. Lo que sacó del bolsillo fue un mero periódico. En el periódico había un artículo que solicitaba trabajadores para una mina en Eibar. Aquella era la sorpresa, Iñaki bajó la mirada por un momento y agarró un mapa que tenía su abuelo para averiguar dónde se encontraba Eibar. Era una villa de montaña con grandes minas de hierro y el trabajo prometía bastante más que cualquier oficio en el puerto o en los campos. Ni dos meses transcurrieron y el muchacho se encontraba entre mineros y humos trabajando a sol y sombra sin apenas descanso. En aquella mina se respiraba aire sucio y cargado y el ambiente entre los mineros y capataces no era sino un campo de batalla, lleno de peleas y castigos. Gorka, como su hermano, que también trabajaría dos años más tarde en esa mina, acabaría muriendo en un accidente en la mina y su familia quedaría desolada. José Cardona Esta historia comienza en una fría noche, en una ciudad de la comunidad valenciana. Tras un despido masivo en una fábrica de la ciudad, nuestro protagonista, junto a varios de sus compañeros, perdió su única fuente de ingresos para mantenerse. Nuestro protagonista, desolado por la situación, decidió marcharse a una taberna para ahogar sus penas en alcohol. Se preguntó varias veces a sí mismo: “¿cómo voy a salir yo de esta ahora?” “¿quién va a querer contratar a un mindundi como yo?” Se pasó toda la noche en aquella taberna, sollozando y bebiendo, desesperado por encontrar un trabajo. José Francisco Gutiérrez Entre los lugares más transitados de la ciudad gaditana, siempre había un grupo de jóvenes en la calle tocando unas cancioncillas y demostrando el arte de su tierra, para, ya de paso, sacarse un poco de dinerillo. Raúl, el encargado de tocar las maracas, era un adolescente que intentaba sacar un dinero para su familia, puesto que sus padres no tenían un trabajo fijo. Raúl siempre pensaba de forma optimista y era muy humilde. Por otra parte, Moisés, el que daba golpes a una botella de
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cristal, era un chaval incrédulo que no confiaba ni en su propia sombra, un huérfano que no tenía dónde hospedarse y siempre se quedaba a dormir con Raúl. Sin embargo, el tercer componente del grupo, Tomás, era el más egoísta y se creía el superior del grupo porque no tenía muchos problemas en casa y se creía el mejor en todo. Los tres artistas solían ir a la entrada de la catedral de Cádiz todos los días al terminar la escuela y echaban ahí las tardes, exhibiendo su estilo y sus cantos ante todos los turistas y gaditanos, dando color y forma a los callejones del lugar donde habían pasado toda su vida. Además, los fines de semana en los que el Cádiz FC jugaba en casa, los músicos se movían hacia el estadio Ramón de Carranza para apoyar a su equipo y animar el ambiente cantando junto a los aficionados. Al final de cada día, los chicos se repartían equitativamente las ganancias y se iban muy contentos a casa con los resultados obtenidos. Sin embargo, un día las cosas se complicaron entre ellos. Después de un día normal de partido, los chicos se reunieron en casa de Moisés para repartirse el dinero que habían conseguido. - Nos han ganado haciendo fullerías -dijo Tomás cabreado. - No ha sido eso, el equipo rival ha jugado muy bien y ha puesto más ganas que nosotros, ellos se lo merecían -explicó de forma sincera Raúl. - No ni na, nos han robado, menudos trampuncheros. No sé cómo confían tanto los jugadores en los árbitros si siempre los acaban traicionando _dijo Moisés enfuscado. - Bueno, dejemos el tema del partido, ¡mirad, chiquillos cuánto dinero hemos conseguido, como sigamos así nos volveremos de oro! –exclamó entusiasmado Raúl. - No nos confiemos tanto, alguno de nosotros puede robar sin que nos demos cuenta -comentó de manera desconfiada el pobre Moisés. - Venga, Moisés, no seas tan tacaño, vamos a repartir el dinero como siempre –le recriminó Raúl. Sin embargo, Tomás, enfadado por la derrota, saltó con un tono de superioridad: - No, no vamos a repartir el dinero así. Llevo mucho tiempo aguantando esto y no es justo que yo sea el que más haga en la banda y consiga el mismo dinero vosotros, sin mí no seríais nada.
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- De eso ni hablar, quillo, todos somos un equipo y todos dependemos de todos –respondió enfadado Raúl, pero con buenas formas. - Claro que sí, yo me largo con más de la mitad de lo que hemos ganado porque me pertenece pichas -añadió Tomás con tono chulesco. - Vete de aquí, nos da igual, solo te importa el dinero, ni que estuvieras necesitado y fueras tan pobre como nosotros ¡Ya sabía yo que era un embustero, no teníamos que haber confiado en él, te lo dije Raúl! ¡Guarnaja de aquí, chiquillo! -exclamó Moisés enfurecido. Entonces, Tomás cogió todo el dinero que le cabían en los bolsillos y se largó. Pasó un tiempo en el que el grupo de música no salía a la calle a animar el ambiente y eso se notó mucho en las calles de la ciudad. En todos los rincones de esta se notaba la falta de los chiquillos y se convirtieron en el principal tema de conservación. Moisés y Raúl estaban muy dolidos porque se había acabado eso de hacer lo que más les gustaba. Por otro lado, Tomás estaba fijándose en el dinero que había conseguido, arrepentido de no haber cogido más. Un par de semanas después, llegó a casa de Tomás la noticia de la que solo se hablaba en la ciudad. Los músicos habían vuelto. Entonces Tomas pensó “Ojú, me reconcilio con ellos y seguiré ganando más dinerillo para comprarme lo que me dé la gana porque seré rico” Al día siguiente, Tomás fue a la catedral para unirse al grupo de nuevo, pero se llevó una sorpresa. Moisés y Raúl habían remplazado a Tomás por otro chico. Su música sonaba muchísimo mejor que la que conseguían tocando con Tomas y tuvieron mucho más éxito entre la multitud. Tomas se acercó a ellos y les dijo: - Me habéis traicionado, panda de embusteros envidiosos, me habéis reemplazado por otro chiquillo. - Sí, y una porra, nos traicionaste tú a nosotros, nos robaste parte de nuestros beneficios y nos remplazaste por un poco de dinero, ni que te hiciera falta de verdad -le respondió Raúl con rabia. - Eso, eso, traidor, no te vamos a aceptar en nuestro nuevo grupo, como digo yo siempre, es embustero y no es amigo la persona que traiciona por beneficio -aportó Moisés.
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Raúl cogió una parte del dinero que habían recaudado ese mismo día y se la entregó a Tomas. Seguidamente añadió: - Lo sentimos, pero hemos encontrado a otro compañero que valora lo que aportamos y hacemos un buen equipo los tres juntos. Coge este dinero que te doy y vete feliz a casa, a pesar de que lo necesitamos nosotros para vivir mejor, no nos importa tanto el dinero como a ti, solo buscamos pasarlo bien. Esas palabras afectaron a Tomás, que estuvo un largo tiempo sin salir a la calle y ya no le veía el sentido a ninguno de los bienes que tenía en casa, lo que realmente él extrañaba era recuperar a sus amigos. Lorenzo Fuentes
Los autores de la
Generación del 98
dejaron una profunda
huella en nuestra ciudad, por ello fueron muy queridos, admirados e imitados. El profundo amor que Antonio Machado sintió por Leonor, su mujer, se respira en cada uno de sus versos, pero la muerte se la llevó demasiado pronto. Algunos amigos de don Antonio quisieron homenajear al poeta continuando el último verso que escribiera: Estos días azules y este sol de la infancia.
Estos días azules y este sol de la infancia. Ojalá poder ver mi jardín y mis juguetes. Pero ahora puedo evocar el anhelo de este sol, esos días cálidos y estas nubes que recuerdo Alberto Moñino
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Estos días azules y este sol de la infancia hace ya mucho que quedaron en la distancia. Ahora se nos cierne un oscuro porvenir. ¿Qué será de nosotros, de ellos, del país? Con suerte me iré antes de sufrir más tormento. Y espero, nada más, volver con el tiempo. Fernando Villena A Azorín le duele el paso del tiempo. Sabe que el instante es fugaz, de ahí su deseo de atraparlo, de plasmar con todo detalle las pequeñas realidades antes de que se escapen, de atrapar lo que permanece por debajo de lo que huye. Presentamos aquí unas curiosas descripciones que nos recuerdan a este autor, por ese estilo
lento,
esas
oraciones
cuajadas
de
adjetivos,
ese
predominio de verbos de estado y ese aire impresionista con el que estos escritores murcianos dibujan el cuadro, el instante que debemos imaginar. Desde mi ventana, alta, grande, parecida al tamaño de una aparatosa puerta, se ve un paisaje caluroso, habitado, típico de la increíble e inigualable ciudad de Murcia. Los marcos plásticos de la enorme ventana están pintados de un color blanco hueso que da sensación de pureza y limpieza, lo que aumenta mis ganas de mirar por el cristalino y claro vidrio de la robusta ventana. Sin embargo, se pueden apreciar sucias manchas en el fino cristal, que recrean, por detrás, un paisaje ensuciado y con poca claridad a través del cual todas las mañanas entran los abundantes y alegres rayos de luz que hacen que mi triste y oscura habitación se convierta en un lugar luminoso, tranquilo y pacífico en el que pasar el resto de mi largos y ajetreados días. Pegada a mi blanquinegra y estable mesita de trabajo, se encuentra una cortina de tela, rasposa, desgastada en las que están dibujadas tres franjas coloridas que hacen la habitación un poco más contenta. Pegada a la gruesa ventana, está establecida una cuadriculada, fina y frágil mosquitera para evitar el paso de los insoportables pequeños parásitos que vienen a alimentarse de mi apetecible y densa sangre.
Vida, amor y muerte
Al mirar por la cristalera, lo primero que se observa es una pequeña terraza polvorienta, en la mayoría de casos, soleada, o poco iluminada en los días lluviosos. En ella hay gran variedad de viejas sillas: dos, de madera rígidas, confortables en las que solemos sentarnos a tomar el sol y una silla de plástico con ruedas, roja, regulable, destrozada, sin superficie para apoyar la espalda y que presenta unos pequeños agujeritos en el asiento en los que se acumula el grisáceo y diminuto polvo proveniente del alto, largo y blanco techo que protege a la bonita terraza de la suave y fría lluvia. La terraza tienes cinco barrotes horizontales, metálicos, oxidados, rectangulares y polvorientos, sujetos por otros dos barrotes verticales que hacen la terraza más alta para evitar accidentes peligrosos y mortales Colgando de los barrotes hay una fina, arrugada y desgastada cuerda de paja que va de un extremo de la terraza a otro y que mi trabajadora madre utiliza para tender la mojada y pesada ropa cuando sale de la ruidosa y cuadrada lavadora. También hay varias verdes, preciosas, vivas y cuidadas plantas que dan un poco de vida y amor a la terraza. En una de las esquinas, se encuentra una morada mesa metálica sin plegar, que no se usa porque no encontramos un espacio ancho y vacío en la que podamos colocar la llamativa mesa. Si miramos hacia el profundo e interminable horizonte, podemos observar un par de viejos y rocosos edificios de distintos tonos de marrón, por los que cuelgan las interminables tuberías por donde pasa el agua cristalina y los enredados cables que descienden por las gruesas paredes del bloque hasta meterse en los cuadrados aparatos de ventilación, en los se ve cómo las violentas turbinas de estos dan rápidas vueltas. En el tejado, podemos observar antiguas, abundantes y ovaladas tejas de cerámica, algunas que otras despegadas por la antigüedad del edificio. Sobre estas viejas tejas se plantan las blancas palomas para tomar un necesario respiro antes de continuar su largo vuelo. En cada uno de los numerosos y habitados apartamentos hay una gran terraza con numerosas plantas coloridas, que dan un toque de color y emociones al triste y pálido edifico. Lorenzo Fuentes Era una mañana tranquila y tenía que ir a trabajar. Yo me había despertado y había cogido mis gafas color azul diamante de mi mesilla de madera de roble, que estaban siendo iluminadas por los brillantes rayos del sol. Luego, me levanté de mi cómoda cama y recogí mis mantas, verdes como el
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bosque, que dejé en mi suelo travertino y luego las deposité en mi gran lavadora, blanca como el cuarzo. Después, me senté en mi silla, negra como el carbón y oscura como una noche torrencial para tomarme mi desayuno, en un vaso marrón como la madera de la secuoya y limpié el mantel de la mesa naranja, que estaba manchado por la leche. Más tarde la recogí porque tenía encima del mantel dos libros de color rojo granate. Cogí mis llaves metálicas, abrí la puerta de roble y bajé por las escaleras de granito, agarrándome en una baranda de metal hasta llegar a la calle. Fui por la acera donde había árboles, farolas de color gris y pilotes negros muy modernos. Para finalizar, giré la calle y llegué al lugar en que trabajo, un gran edificio negro cuya infraestructura se compone de hormigón, acero, vigas y grandes cristaleras donde se podía observar toda la verde huerta de Murcia. Pablo Carrillo
Una de las inquietudes existenciales que Miguel
de
Unamuno plantea en sus novelas es la posibilidad de que esta vida no sea sino una ficción. Augusto Pérez, que en las páginas de Niebla se enfrenta con su creador, fue uno de los personajes unamunianos que más hondo caló en nuestras tierras. Este diálogo de la criatura con su autor fue recreada por un amigo murciano de don Miguel. -Edvard, porque me dibujaste así, ¿cuál es el motivo? -Te dibujé así porque eres una simple expresión de mis sentimientos, nada más. - ¿Nada más? - Exacto, nada más. - Yo, una simple expresión de tus sentimientos, ¿y tú? - ¿A qué te refieres? - La gente viene a verme a mí no a ti, nadie te conoce, sin embargo, a mí todos me conocen. - Te conocen por mí, sin mí no habrías existido, entonces, ¿quién es más importante? -Obviamente yo, la gente viene por mí, a pesar de que tú me creaste, yo me he dado vida, quitándote esa importancia que creías tener. - Tal y como te creé te puedo destruir. - Ya no, es demasiado tarde... Pablo Cobos
Vida, amor y muerte
Parece ser que Pío Baroja, mientras escribía su libro Vidas sombrías, visitó a algunos amigos de Murcia. Cuentan que, estando con ellos en un café, les planteó que no sabía cómo terminar su cuento Marichu, así que algunos conocidos le ofrecieron diferentes finales. MARICHU La noticia corrió de boca en boca. Marichu, la mujer del casero Aitolá, tenía una enfermedad rarísima, que se le había presentado dos o tres semanas después del parto. Tan pronto como empezaba a reír con estridentes carcajadas, como lloraba amargamente y prorrumpía en desgarradoras quejas. Corrieron los rumores de que tenía los demonios en el cuerpo, y se dijo también que un hombre misterioso, al pasar junto al caserío de Marichu, y al mirar a ésta, le había hecho mal de ojo. La curiosidad de los labradores vecinos estaba excitadísima, las conversaciones abundaban; unos opinaban que lo mejor era avisar al cura, otros creían más lógico el llamar a una vieja gitana, medio mendiga y medio bruja, que tenía fama de curar el mal de ojo a las personas y a los animales. Un día, dos muchachas de la vecindad se impresionaron tanto al ver a la enferma, que comenzaron a reír y a llorar con ella, y con este motivo y como primera providencia, se avisó al cura del pueblo. El cura bendijo la casa, conjuró a los espíritus para que salieran del cuerpo de la poseída; pero los exorcismos suyos no produjeron efecto alguno. Entonces se llamó a la gitana. Llegó ésta en seguida de ser avisada y se instaló en la casa. Hizo sus preparativos. Cosió una almohada con telas de sacos, la llenó de salvado, después retorció varias ramas secas, y con ellas formó dos antorchas. Por la noche, a las doce en punto, entró en el cuarto de la enferma, y sin hacer caso de sus gritos ni de sus lamentaciones, le ató a la cama. Luego encendió las dos antorchas e hizo que Marichu apoyara la cabeza en el saco de salvado mientras que ella rezaba. A veces se interrumpía y obligaba a la enferma a tragar un torrón de sal; otras veces murmuraba por lo bajo el nombre de los tres reyes magos… Al día siguiente, Marichu estaba curada. Pasaron siete días, y, al cabo de ellos, la suegra de Marichu, que la odiaba, le insinuó una idea horrible: le dijo sonriendo, con una sonrisa extraña, que si se había curado era haciendo pasar su enfermedad al cuerpo de su hijo, del hijo mayor; por ello el niño estaba siempre triste. Y era verdad: desde aquel momento, el niño, que era muy hermoso, se fue poniendo pálido, muy pálido, y dejó de sonreír alegremente. Una noche quedó frío, acurrucado en el regazo de su madre, con los ojos abiertos. Un moscardón muy negro anduvo revoloteando junto a él… La madre siguió meciendo al niño y viendo que no despertaba le envolvió en un mantón, salió de casa y tomó la vereda que conducía a casa de la vieja mendiga. Pío Baroja
Llegaron a la casa de la gitana. Esta, al observar el mal estado del niño, rápidamente comenzó a prepararlo todo para tenerlo listo cuando fuesen las doce de la noche. Llegó la noche y llegaron las doce, la gitana repitió con el niño el mismo proceso que había hecho con la madre, pero pasaron tres días y el niño seguía sin mejorar, al contrario, cada vez adquiría un peor color de cara y un peor estado físico y mental. En busca de una solución, volvieron a llamar al cura, y sus exorcismos volvieron a terminar sin efecto alguno en la salud, esta vez del niño. Ante esta
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desesperación, la vieja gitana propuso su última esperanza de poder salvar al niño con una técnica arriesgada que nunca había practicado. En ese momento la gitana los condujo hacia una trampilla secreta, oculta bajo la alfombra, que llevaba a un sótano en el que parecía que no había habido presencia humana en siglos, compuesto por una camilla, una lámpara, una mesa y un armario cerrado bajo llave, en el que había numerosas pociones, así como ramas secas, telas de sacos como las que había usado en las anteriores curaciones y un extraño amuleto. Repitió el mismo proceso, pero, esta vez, después de que el niño apoyara la cabeza en el saco de salvado, la vieja mendiga le dio el amuleto y tras empaparse el cuello con una de sus extrañas pociones comenzó de nuevo a rezar. Ahora había algo que se diferenciaba del resto, el niño comenzó a recuperar de golpe su tono de piel pero, mientras, la gitana comenzaba a sufrir convulsiones cada vez más fuertes hasta que, de repente y casi por una fuerza sobrenatural, el niño se incorporó de golpe y se levantó de la camilla. Fue en ese mismo instante cuando las convulsiones de la gitana pararon y se desvaneció por completo. La madre y su hijo, al ver que no respondía, salieron del sótano y tomaron de vuelta la vereda hacia el pueblo, pero antes, el hijo dejó el extraño amuleto en la mesa del sótano, y avisaron al médico en cuanto llegaron. Alrededor de las tres de la mañana, llegaron a la casa de la gitana la madre y el hijo con el médico, que confirmó su muerte. Fueron al pueblo a avisar a la gente y al cura para realizar el entierro dejando el cadáver en el sótano, pero cuando llegaron, a eso de las seis de la mañana, poco antes del amanecer, para trasladar el cadáver al cementerio, este había desaparecido junto con el extraño amuleto y nunca se supo qué había pasado aquella noche con el cadáver de la gitana y su amuleto. Guillermo López Iba haciéndose de día, el sol, sin fuerza, empezaba a iluminar el pueblo y más a lo lejos. Desde donde casi no se veía el pueblo, Marichu observó la casa de la vieja bruja. Era una casa antigua, que la gitana había tratado de restaurar con algunos tablones de madera. Marichu entró. A la luz de dos candelabros se veía el interior de la casa, que solo tenía una habitación; en el fondo de esta había un colchón tirado en el suelo, y en las paredes, unos cuantos estantes con cosas inútiles. La vieja se encontraba en fondo de la habitación, sentada y con los ojos cerrados. Cuando Marichu iba a hablar, la vieja preguntó—¿Eres tú? ¿A qué vienes a mi casa? —A que veas a mi hijo. —Está muerto —dijo la vieja sin siquiera abrir los ojos. —No, está inconsciente. ¿Qué puedo hacer para que se despierte? —Nada, está muerto.
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—¿No hay nada que pueda hacer? __Sí, —añadió abriendo los ojos por primera vez, unos ojos negros y casi sin vida— si quieres que tu hijo despierte tienes que encontrar a alguien que nunca haya sufrido una desgracia. Marichu salió de la casa y fue recorriendo casa tras casa, pueblo tras pueblo, ciudad tras ciudad, y en todos había ocurrido alguna desgracia. Tras mucho tiempo buscando no encontró a nadie y aceptó que hay que vivir con la muerte y la tristeza. Marichu, triste pero tranquila, volvió a su casa a vivir al lado de su marido. Francisco Meca Tras horas andando, Marichu consiguió llegar al lugar indicado, rápidamente llamó a la mendiga y le contó lo que le sucedía al niño. La cara de la gitana al ver al niño cambió completamente adoptando una expresión horrorizada, invitó a Marichu a entrar con el niño en su vieja y extraña casa. Allí dentro, la mendiga preparó todo lo necesario para curar al muchacho, o al menos intentarlo. Probó varios métodos que conocía a la perfección, otros que no había hecho nunca y otros que se le ocurrieron. Aquellos métodos habían funcionado en su día con Marichu, pero no lo hicieron con el niño. Desesperada, decidió probar el único remedio que le quedaba, debía sacarle al niño lo que tuviera dentro de ese pequeño cuerpo, pero había un problema, solo podía realizarlo en casos de extrema urgencia, era un método utilizado en los rituales más tradicionales, no todo el mundo era capaz de hacerlo, podían ocurrir muchas cosas, teniendo así muchos riesgos. La situación empeoraba, así como lo hacía el estado del niño. Marichu le pidió a la mendiga que procediera, necesitaba salvar a su hijo. Así lo hizo la gitana. Alivió el dolor y la tristeza del niño, el cual volvía a su estado normal. Todo volvía a estar como antes, excepto una cosa. Desde ese mismo día, en ese mismo instante, el hijo de Marichu recuperó su alma y su alegría perdida, pero Marichu nunca volvió a ser la misma. Apenas tuvo dos días más de vida, dicen que algo maligno, que no era una enfermedad, salió del cuerpo del niño y volvió a sus orígenes metiéndose en el cuerpo de Marichu. Ella perdió la alegría y la gracia completamente, y lo más importante, le quitó las ganas de vivir, dos días después Marichu se quitó la vida desesperada, dejando a su familia en pena. Pilar Julián
En las primeras décadas del siglo XX se detecta una creciente inestabilidad en el panorama sociocultural europeo. Esta crisis culmina en la Primera Guerra Mundial y se extiende entre las dos grandes guerras. Ante el horror de esa muerte que se pasea por doquier, los escritores reaccionan con un afán desmedido de experimentación y novedad. Murcia se hace eco de esta
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literatura de vanguardias.
Así, el Creacionismo, ese
movimiento que busca “crear” un mundo que solo existe en la mente del poeta, con imágenes y palabras que no guardan necesariamente relación con la realidad, se manifiesta en este original ACALICO. Acalico: Pequeño diccionario de palabras absurdas. (Ana Conesa) Autohélice. Hélice que rota automáticamente bajo el agua de una montaña. (Alberto E.) Castalinas: Revuelto de castañas con jugo de limón acompañada de carne de ratón. (Lorenzo) Catica: Mando a distancia con el que alguien te manda hacer algo. (Darío) Cazalén: Locomotora de vapor con cinco vagones. (Francisco) Chefo: Dicho de alguien que cocina muy mal. (María) Daulino: Pasta con forma de martillo. (Hugo) Dinocracia: Operación en la que se saca la médula espinal para insertar datos genéticos. (Miguel) Galarato: Zapato sin suela que se utiliza para vestir formalmente en avionetas. (Gonzalo Marín) Galminadro: Persona egoísta y narcisista. (Claudia) Jolumpio: Columpio con una sola cuerda. (Andrés) Maleno: La última idea en que piensas antes de morir. (José) Máscula: Objeto cuya única utilidad es cortar los pensamientos. (Candela) Nabi: Nube que cambia de personalidad antes de llorar. (Alberto Moñino)
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Pomporfio: Lío que se forma cuando en una comida familiar se habla de política. (Nairoa) Sillaba: Silla para que se siente un caballo. (Ángel) Superchero: Perchero donde cuelga Superman su capa. (Jorge Bustamante) Troxx: Especie extinta de dinosaurios de tres colores. (Pablo Carrillo) Taraga: Cinta para pegar cosas, fabricada en Argentina con desechos de animales. (Pablo Cobo) Trero: Lugar donde escondo todos mis velos. (Raquel) Turetres: Almohada con forma de cubo. (José Raúl) Sin lugar a dudas, el movimiento de vanguardia que mayor influencia tuvo en la literatura española y, por ende, en la murciana, fue el Surrealismo. La escritura automática, ese escribir inconsciente e irreflexivamente, abandonándose a la inspiración, esas metáforas basadas en la asociación libre e inesperada de ideas y palabras, el Surrealismo, decimos, base de todas las composiciones que leeremos a continuación, se aprecia de manera especial en estos escritos. No es él el que quiere, no es él el que debe hacerlo, no es él el que tiene que partir, Es él el que tiene que soñar. No, no, él no debe, sus enemigos le obligan, mas su conciencia se niega a permanecer quieta, quiere volar, soñar y ser libre. No, no, no le detengan, él, él, él debe volar. Hugo Tato
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Un mal día hace hoy para estar casi en verano la verdad. Cómo huele, no me gusta este olor. ¡Huele demasiado raro! Acaba de pasar un bus rojo, lo veo muchísimas veces a lo largo de la semana y me monto en él por lo menos diez veces siempre a las 15.22. Los árboles que veo desde mi ventana van a crecer con esta lluvia, yo creo que lo necesitaban, estarán felices. No como yo, quiero que llegue verano ir a la playa, oler el mar, ponerme morena y salir por la noche. Pero aquí estoy en mi casa viendo pasar todos los coches por mi calle, ¡a saber a dónde van un domingo así! Y otra vez pasa el bus con la misma ruta de siempre y el mismo final esperado. Claudia Como sabemos, Ramón Gómez de la Serna fue el máximo impulsor de las vanguardias en España. Cuando publicó sus Greguerías pasó por Murcia y compañeros de oficio crearon éstas para él.
Los ríos se forman en montañas tristes. (J. Cardona) Los monos son los bailarines del bosque. (Pablo Carrillo) Las fotos son memorias en papel. (Pablo Cobo) El 5 es una mujer embarazada. (Candela) Las matrículas son el DNI de los vehículos. (Lorenzo) Las paredes de mi clase son la vida: verde, la infancia; rojo, la adultez y blanco, lo desconocido. (Miguel) Las agujas del reloj son cuchillos cortando una pizza que no acaba. (María) Aquellos zapatos son como escarabajos. (Raquel) Una persona desolada espera a que el mar le dé su ola. (Ángel) El calvo se lava la cabeza para lavar sus ideas. (Nairoa)
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La botella es la cárcel de los líquidos. (Claudia) Ssss la S siempre pide silencio. (Pilar) La gorra es la mejor amiga del hombre durante el verano. (Gonzalo M) Un tren es un espagueti con ruedas. (Alberto E) La ventana es una puerta si así lo quieres. (Fran) La cuchara es el vehículo de la comida. (José Raúl) La pantalla es la lente con la que se ve la mente del ordenador. (Alberto) Las tijeras son las asesinas del papel. (Darío) El cuerpo es la máquina que utiliza el cerebro. (Andrés) El libro es la aventura que desde mi cama puedo vivir. (Hugo) El Cubismo destaca como escuela pictórica, pero en el campo de la literatura debemos destacar los caligramas, poemas en los que los versos forman imágenes visuales.
Jorge Bustamante
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Candela Fuentes
Nairoa López
Andrés Pérez
Vida, amor y muerte
Lorenzo Fuentes De la mano de Trstán Tzara llega el Dadaísmo, que supone la abolición de la lógica, el quebrantamiento de las normas, la liberación de la fantasía. Siguiendo la receta de Tzara se consiguen poemas tan sugerentes como los siguientes.
Pablo Carrillo
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El Gobierno regional ha activado el nivel 0 de preemergencia, en los últimos meses se ha venido comentando la posibilidad de modificar otra ley con connotaciones electorales. Los tres óbitos están archivados como muertes
naturales y nada hace sospechar que se trate de personas que voluntariamente decidieron quitarse la vida. La zoofilia es una práctica sexual en la que un humano
mantiene relaciones con un animal. No está catalogada como una enfermedad mental. El desorden de los itinerarios, la descoordinación entre las líneas urbanas, las interurbanas y el tranvía, o la falta de cobertura en algunas de las pedanías de la capital, son algunas de las principales deficiencias. Al fin y al cabo sanidad y las comunidades autónomas ya aprobaron el pasado miércoles permitir a los menores de 60 vacunados recibir la segunda dosis de AstraZeneca.
Claudia Maqueda Con las manifestaciones vanguardistas, descubrimos que todo puede ser motivo de inspiración para la poesía. Así leemos curiosas composiciones inspiradas en un dibujo. El Futurismo y el Ultraísmo dejarán su huella: buscando la velocidad, los signos de puntuación saldrán volando.
Era un bonito día de primavera. Me llevaron con los ojos cerrados a un lugar que no podría imaginar. Estuve horas viendo oscuridad y angustia sin sentir nada solo caminando y pensando cuando abrí los ojos vi todo lo que no apreciaba de antes de esto. Nubes blancas como ángeles el cielo azul como los mares. Me di cuenta de que todo lo que estaba disfrutando ya lo había perdido y no había vuelta atrás el camino que había desaparecido Pablo Cobo
Vida, amor y muerte
Surcando en el mar de los sueños se encuentra el barco que mide doscientos metros, que tiene, en vez de velas, unas enormes mariposas, que llevan a los presos al lugar de las esposas Darío M. Morales
Andrés Pérez
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Te contemplo desde lejos creces y me hago pequeño me acechas, me sumerjo, te alejas, me entristezco. Bajo el sombrío fondo, atravieso tu muro de oscuridad donde me llevas, océano. A los brazos del viento quiero regresar. Muchas sois e iguales, unas pequeñas, tranquilas, otras imponentes y grandes, dejadme ir, dejarme ir a la orilla. José Cardona
Todo empezó a terminar Ya no olvido porque todo olvidé Ya no siento porque temo volver a sentir Ya no veo porque no lo quiero ver ¿Es la vida un sueño, qué hay al despertar? ¿Es el tiempo una ilusión? Lo que está claro es que es una pesadilla que es una alucinación de la que me gustaría despertar. Todo acaba de empezar Ahora pierdo la ilusión de soñar Ahora siento el dolor de soñar Ahora olvido la ilusión de soñar Ahora veo que siento dolor Olvidar. ser, ver, perder Son cosas pasajeras Son cosas eternas Al fin desperté Todo terminó Miguel Gallego
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Zapatitos rojos ha desaparecido ¿Dónde está esa pequeña? con falda de tul y sonrisa risueña. Doña jirafa ¿encuentra a la niña? Creo que está metida en su oreja huyendo del mundo, las bombas y su guerra. La niña no quiere hablar con nadie , Zapatitos se esconde de tanto desastre. Hasta el corazón que lleva se le ha escapado, menos mal que en el otro oído lo ha encontrado. Zapatitos rojos ha desaparecido. ¿Dónde está esa pequeña? que huye del mundo, la gentes y su guerra, que ha perdido su sonrisa risueña Nairoa López Una jirafa sonriente se acerca una niña perpleja y como no tiene nada en mente se mete por su oreja. Dentro estaba sucio, tanto como oscuro, queda atrapada el mes de julio, está en un apuro. Francisco M. Meca Una vez, en la sabana de Noruega, había una jirafa comiéndose un lobo dentro de hoguera, mientras se alimentaba para calmar sus pulmones, oyó un ruido de persona. Caminaba cuatro patas, estaba tan cerca de su oído que quiso beber dentro de él y se atascó, quedándose partida en dos entre las orejas, fusionándose con la jirafa. Vivieron una larga vida, tuvieron hijos y comieron perdices. Alberto Eustaquio
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Era una tarde de verano y la feria de la ciudad estaba más llena que nunca, la gente se reía jugando a los aros, otros se montaban en la noria, y otros, simplemente, iban con amigos a pasarlo bien, no importaba de qué manera. Ese era nuestro caso, los cuatro deambulábamos por los pasillos abarrotados contando nuestras anécdotas más divertidas y disfrutando del maravilloso ambiente que nos rodeaba aquel día. Mientras caminábamos entre carpas, puestos de peluches y algodones de azúcar divisamos un grupo de chicas de nuestro instituto y los cuatro decidimos acercarnos para ver qué se contaban, pues llevábamos tiempo sin vernos desde el fin de las clases y eran bastante graciosas. Se dieron cuenta de que íbamos hacia allá y se acercaron ellas también. Nos saludamos, empezamos a hablar y a reírnos hasta que, en un vacío de silencio, una de ellas nos dijo que la siguiéramos a un descampado, en el que se levantaba un puesto peculiar con farolillos algo perturbadores. Todos asentimos, no queríamos parecer asustados delante de las chicas y pensamos en que nada malo nos podía pasar en una feria. Llegamos a un lugar alejado del resto de la feria, había una cabaña en el medio de la maleza, ya era de noche y solo quedaba la luz de los farolillos a nuestro alrededor. Todos nos miramos algo desconfiados e incapaces de dar un solo paso, sin embargo, la chica se aventuró de inmediato y, no íbamos a ser menos. Justo antes de atravesar las cortinas de colores, un señor alzó la voz desde dentro y nos exigió quitarnos los zapatos, tomar muy en serio lo que nos iba a enseñar y dejar atrás los malos pensamientos. Hicimos todo al pie de la letra, puesto que estábamos intrigados, confundidos y no podíamos formular palabra. Todos nos sentamos en frente de una mesa baja, con astillas en las patas, y con un artilugio encima tapado por una manta de tela. Tras unos minutos, pudimos presenciar lo que aparentaba ser una esfera o una bola de cristal, tras la cual se distinguía a un señor anciano con una expresión desanimada e intrigante. Este nos preguntó el porqué de la visita y mi amigo Marco le respondió diciéndole que veníamos de la feria y se hizo la noche, además, una amiga nos había llevado allí y no teníamos nada mejor que hacer. A esto, el misterioso hombre dijo que en ese puesto se podía predecir el futuro de uno mismo si así se deseaba. Todos nos quedamos fascinados al escucharlo, aunque seguíamos sin confiar en aquel hombre. Todos estábamos en el ajo y ya no había vuelta atrás, así que me incorporé y le dije al señor que estaría dispuesto a ver mi futuro a cualquier costo. Tras formular mi frase, se levantó una fuerte ráfaga de viento que nos sobresaltó a todos y que activó la esfera que se encontraba a pocos pasos de donde yo me encontraba. De repente, pude ver una imagen reflejada en la bola, tenía miedo y me lo pensé dos veces antes de asomarme a ver lo que aparecía en ese artefacto.
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Finalmente me asomé, no podía creerlo, se veía una casa de montaña, y a niños jugando con la nieve, entonces me dije, ¿seré yo el padre de esos muchachos?, ¿Cómo he acabado allí? Muchas preguntas se me antojaron pero solo una me atormentaba más que las otras. Parece que el señor leyó mi mente, porque, de pronto, apareció una secuencia de mi propia muerte. La imagen me conmocionó, y solté un grito de horror al instante, les dije a mis amigos que abandonáramos el lugar y que no volviéramos nunca más. Entonces, todos se levantaron y echaron a correr detrás de mí, yo aún seguía en shock así que no me detuve hasta que mis piernas me obligaran. Nos reunimos y me di cuenta de que faltaba aquella chica, se lo comenté al grupo y todos respondieron diciendo que no había tal chica y que solo estábamos los cuatro y dos chicas, y que la idea había sido mía. No podía creerlo, ¿me había vuelto loco?, ¿realmente no existía la chica que me convenció para ir allí y que se adentró la primera? Eran muchas dudas y decidí callar, no dar demasiadas explicaciones y mantener en secreto la presencia de esa chica, que me acompañaría hasta el fin de mis días como si de una maldición se tratara… José Cardona Las llamas de la chimenea ardían vivaces cuando la princesa ingresó en silencio en la habitación de su madrastra. A pesar de que la nueva reina había llegado al Norte desde el Sur hacía casi dieciséis años –aproximadamente en la misma época en que la princesa había nacido– nunca se había habituado al invierno constante del lugar, por lo que siempre tenía frío. –Tienes nieve en el cabello. Avergonzada, la princesa llevó las manos hacia la cabeza para quitarse la nieve de encima. Su madrastra río, al mismo tiempo que se ponía de pie para permitir a su hijastra ocupar la silla baja frente al espejo que ella estaba ocupando. Cuando finalmente la princesa tomó asiento, la reina comenzó a peinar su cabello con los dedos. Los peines y los cepillos eran inútiles en el cabello de la princesa: solo se atoraban en sus rizos; mientras que las manos de su madrastra los desenredaba y desnudaban con destreza. Lo habían hecho cada noche desde que era una niña, y ninguna de las dos mencionaba jamás que la princesa ya tenía edad suficiente para desenredar su propio cabello. La reina le preguntaba acerca de su día y la princesa le contaba cuán desastrosa era tocando el arpa y cómo ya había tenido tres profesores de música distintos. –Te he perdido –dijo la reina en voz baja después de que su hijastra se hubiera sumido en un silencio reflexivo demasiado largo– ¿A dónde fue tu mente? -Hoy han llegado más cartas del príncipe del Este –respondió la princesa sin pensarlo. La reina alzó una ceja. La observaba con interés, pero su hijastra no quería contarle nada más. –Me alegra oírlo. Eres una muchacha bastante joven, y necesitarás de un príncipe pronto –prosiguió la reina. –Pero ¿y si no quiero? –confesó la princesa en voz baja. –¿Por qué dices eso? _la reina colocó las manos sobre sus hombros. La princesa mantuvo la cabeza inclinada. Era más fácil hablar al respecto cuando no miraba a nadie más... ni a sí misma. Quería cambiar el tema de conversación, pero ya lo había hecho una vez y sabía que no lo lograría de nuevo. La reina apretó despacio los hombros de la princesa. –Está bien, cariño –dijo la reina–. No temas.
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–Es solo que... no sé si estoy enamorada de él..., pero papá... Creo que quiere que nos casemos… -la joven prácticamente se ahogó al decir aquella palabra. –Lo dices como si fuera malo casarse –replicó su madrastra, su voz era baja y apesadumbrada. -Hay cosas peores en el mundo que no casarse por amor. La muchacha se sintió avergonzada sin saber por qué. –Lo siento –dijo la princesa- debo sonar como una niña. –Eso es porque eres una niña –la reina sonrió, pero su sonrisa comenzó a desaparecer mientras observaba sus reflejos en el espejo. –O quizás no lo eres. Cumplirás dieciséis pronto, ¿verdad? –En un mes y medio –asintió. –Dieciséis –Mina se puso de rodillas a su lado–. Esa es la edad que yo tenía cuando dejé mi hogar en el Sur para venir al Norte –la mujer miró el espejo y frunció el ceño; parecía perturbada por lo que el reflejo le mostraba. –¿Fue difícil? –preguntó la princesa– Marcharse, abandonar a los tuyos y tu hogar. Sus rostros estaban uno junto al otro y, por primera vez, la princesa notó un único cabello blanco en la cabellera de su madrastra. –Creo que una parte de mí siempre supo que, en algún momento, tendría que marcharme y casarme bien, para beneficiar a mi reino, a mi familia y a mi pueblo – dijo la reina. Aquello solo consiguió que la princesa se sintiese más atacada –Sin embargo –prosiguió la mujer– otra parte de mí nunca estuvo de acuerdo con mi destino, aunque en este momento me halle aquí, contigo, en el Norte. Por eso, antes de irme robe esto. Su madrastra se levantó apresuradamente y se dirigió casi resbalando hacia su cómoda. La princesa pudo ver a su madrastra comenzar a cargar algo pesadamente entre sus manos, pero no supo ver qué era exactamente hasta que la reina se giró, con una gran sonrisa impresa en su boca. Era una bola de cristal magnífica, apoyada en unos soportes que eran como garras. Tenía una inscripción grabada en la parte inferior: “Pruébame''. La princesa se acercó a la bola, deseando mirar dentro de ella, esperando encontrar su imagen reflejada. Se detuvo frente a ella. Y entonces, tuvo que llevarse las manos a la boca para no gritar. Giró en redondo. El corazón le latía furiosamente... Porque no solo había visto en la bola a ella y a su madrastra, sino a un hombre, un hombre anciano y de ojos cansados, calvo y con una barba blanca. Pero la habitación estaba vacía, a excepción de ellas dos. -No temas, -le dijo su madrastra- Vuelve a echar un vistazo-. Respirando agitadamente, volvió a mirar la bola. Allí estaba aquella anciana cabeza, reflejada, blanca y con aquella mirada aburrida. La princesa miró por encima del hombro, pero no había nadie allí. Miró otra vez la bola. Y entonces, sucedió algo que le hizo dar un salto en el aire... y gritar. Tras dar un sonoro bostezo, aquella cabeza comenzó a hablar. Oh, podrás pensar que soy una cabeza muy fea, pero no me juzgues por lo que ves. No hay nada escondido en tu cabeza que esta bola vieja no pueda ver. Si tienes una mente dispuesta, pruébame, y te diré dónde debes estar. A dónde debes ir. Qué debes hacer. No hay nada que escape al poder de esta esfera anciana. ¡Así que no tengas miedo!¡Pruébame! -¿Qué es esto? -preguntó la princesa, titubeante.
Vida, amor y muerte
-Una bola mágica, cariño, -contestó su madrastra- no puedo impedir tu casamiento, por mucho que quiera que permanezcas a mi lado para siempre. Por eso, te entrego mi más preciado tesoro. Te ayudará mucho en tu cometido como próxima reina, te hará poderosa, astuta, y osada, con ella, nada, ni nadie podrá escaparse de tu vista…-Me hará… poderosa, dices. La princesa miró con otros ojos a la bola. Lentamente, observó el rostro de la bola, oyendo todavía en su cabeza la extraña cancioncilla que había cantado hacía unos segundos. Unos ojos que anhelaban En su interior sentía un poderoso dolor, mitad alegría y mitad tristeza. No supo cuánto tiempo estuvo mirando a la cabeza. Aquella no se desvanecía y la princesa miraba y miraba, hasta que un ruido lejano la hizo volver a la realidad. Apartó los ojos de la bola, depositándolos sobre su madrastra y susurró: «¿Me hará poderosa?». Al asentir de nuevo la reina, la princesa cogió con pesadez la bola, casi arrebatándosela de las manos a la mujer y salió apresuradamente de la habitación. José Raúl Miras En una ciudad de la India vivía una niña muy especial. Tenía una familia muy humilde que no podía costearse grandes caprichos y residían en una pequeña chabola. Ella era bastante introvertida y no tenía muchos amigos, así que se pasaba las tardes leyendo libros de la biblioteca. Un día llamaron a su humilde morada y cuando la niña fue a abrir no encontró a nadie, solo un paquete en el que decía: "Un regalo especial para la pequeña Sara" (que así era como se llamaba la pequeña). Sara lo cogió y lo llevó corriendo a su habitación. No sabía si abrirlo o dejarlo como estaba, pero tras minutos dudándolo decidió abrirlo. Al desenvolverlo encontró un libro que hablaba sobre genios de la lámpara, ella, desilusionada, cerró el libro y se fue a dormir. Era la media noche cuando la pequeña Sara se encontraba sumergida en un sueño profundo, pero de repente el libro misterioso se abrió y de él salió un genio azul. El estruendo despertó a Sara, quien se quedó atónita. “Soy el genio del libro y voy a concederte tres mundos en los que vivir". "¿No eran tres deseos?" preguntó la niña. "No, esos son los genios de la lampara". Tras un instante en silencio, el hombre de azul volvió a hablar: "Y dime ¿cuál es tu primer mundo?" "Me gustaría saber cómo sería vivir en una familia más rica". Tras hacer un truco con las manos, el genio y ella se fueron a aquel mundo. En ese mundo, sus nuevos padres eran millonarias y derrochaban el dinero como si nada, pero lo que no le gustaba a la niña era que pasaban de ella. Nadie le hacía caso ni la arropaba por las noches, ni la llevaba al colegio cogida de la mano. Sara busco al genio y le dijo que la devolviera a su lugar.
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Al rato, la niña volvió a llamar al ser del libro y le dijo: "Quisiera ser popular y tener muchos amigos". Tras el mismo procedimiento, el genio la llevo allí. En ese mundo tenía que fingir que era alguien que no era y aunque tenía muchos amigos se sentía sola. El genio volvió a aparecer y tras la insistencia de la niña volvió a llevarla a su casa. “Ya sé, qué deseo, tener todos los libros que quiera". El genio volvió a utilizar su magia y la llevo a aquel lugar. Su familia era la de siempre y sus pocos amigos los mismos, aunque la pequeña Sara era inexplicablemente feliz, con aquellos tesoros llamados libros. Y aquí acaba esta historia y es que no importa el dinero que tengas ni lo popular que seas, sino las pequeñas cosas de la vida que te hacen feliz. Nairoa López LOS GRANDES SUEÑOS SE HACEN REALIDAD En un lugar muy lejano, vivía una niña llamada Luna, la cual tenía muchos sueños por cumplir. Sus padres eran de la India, pero por un desafortunado viaje la niña quedó huérfana. Por ello, la mayor parte de su vida la vivió con su abuela. Esta misma compartió con la pequeña sus grandes aficiones, como leer, esa era la mayor de todas. Un día cualquiera, Luna acababa de llegar de la calle, había pasado toda la tarde con su único amigo, Martín. Ya era de noche y estaba preparada la cena. Rápidamente, cenó y se fue a su habitación ya que quería seguir leyendo su libro de fantasía. No paraba de pensar que ella era la protagonista y que le ocurrían increíbles e innumerables aventuras. Tras haber pasado varias horas leyendo se quedó dormida junto a su gran libro. A la mañana siguiente, se desperezó, empezó a abrir los ojos y al cabo de unos instantes se llevó una gran sorpresa: ¡su personaje favorito estaba justo delante de ella! La niña exaltada dijo: _ ¿Qué haces tú aquí? El personaje que había salido del libro, se hacía llamar El Genio de la Lámpara. Este era un gran mago cuyo poder consistía en conceder deseos a corazones nobles. Luna estaba ansiosa por conocerlo y, sobre todo, por pedirle al gran mago todo lo que quería. Más tarde, la pequeña ya había desvelado todos sus mayores secretos y momentos más importantes, se sentía segura, cosa que no le ocurría con nadie. Ella sabía que iba a ser una fugaz amistad y la iba a aprovechar al máximo. Comenzaron a tener una curiosa conversación: _ Entonces, ¿me podrías conceder todas las cosas que quiero? _ Ay, Luna… Esto no es tan fácil como parece, para cada deseo que conceda esa persona debe realizar una acción con bondad y tener zanjados todos sus problemas. _ Bueno eso no me supone ningún problema, Genio, ¡voy a intentar arreglar el problema del que te he hablado! Ese problema tenía que ver con su amigo Martín. La tarde anterior le había confesado que ella le gustaba y la reacción de Luna no fue la más adecuada. Se asustó y salió corriendo sin darle ningún tipo de respuesta. A pesar de su actuación, ella también sentía algo por su viejo amigo y estaba dispuesta a decírselo para arreglar las cosas.
Vida, amor y muerte
Luna ni siquiera se atrasó mucho y fue directamente a quedar con él. Ella le dijo todo lo que pensaba y el chico se quedó muy sorprendido, ya que no se lo esperaba. Al tener los dos las ideas claras se despidieron y decidieron verse al día siguiente. Una vez que regresó junto al mago, este le dio la oportunidad de tener cualquier cosa. Al ser una niña joven, quería muchas cosas materiales y era una difícil elección. Sin embargo, ella solo pensaba en una cosa, que era lo que más deseaba ante todo y era recuperar a sus padres. El Genio no sabía si tenía tanto poder como para revivir a dos personas, aunque él intentó con sus fuerzas y lo logró. Tras este milagro el Genio desapareció y la niña empezó a llorar fuertemente de felicidad, todavía no se lo creía. ¡Había recuperado a sus padres! En esos momentos era la niña más feliz del mundo y lo sería por mucho tiempo más. Claudia Maqueda Todo comienza una bonita mañana en palacio, la familia real disfrutaba de un paseo por sus bellos jardines, mientras, en el interior del palacio real todo era distinto, era maravilloso, un mundo de fantasía, las paredes eran mágicas, lo que llevaba a que cualquier cosa colgada o apoyada en ellas podía cobrar vida. A pesar de la tranquilidad que habitaba en aquellos pasillos, había uno en especial que destacaba, no por su silencio, sino por su alboroto, era el peor pasillo de todo el palacio real, allí se encontraban los cuadros más traviesos y sus personajes más salvajes. Discutían sin parar y sus protagonistas cambiaban de cuadro cuando les apetecía, algo que estaba prohibido. Los humanos no podían verlos, ni saber de la existencia de la magia en palacio. Un día, por la mañana, la familia real, siguiendo su rutina diaria, salió a dar un paseo, pero el hijo pequeño, Leo, que se encontraba mal, se quedó en casa con la niñera que los cuidaba. A lo largo de la mañana fue encontrándose mejor, cogió sus juguetes y se puso a jugar por los pasillos. Unas voces alarmantes le llamaron la atención y decidió seguirlas para ver qué sucedía. Pronto se dio cuenta de que el peor pasillo mágico la había liado, habían incendiado el castillo de uno de los cuadros en el que se encontraba una bella princesa, Leo podía ver absolutamente todo, se quedó alucinado. Rápidamente, los personajes se dieron cuenta y pidieron auxilio. Leo les prestó uno de sus juguetes para poder ayudar a la princesa y sacarla del cuadro, usó el camión de bomberos. Por suerte, todo salió bien y la princesa pudo ir a otro cuadro seguro. Leo aún seguía impresionado por lo que estaba sucediendo, los cuadros hablaron con Leo y le dijeron que, por favor, mantuviera el secreto, era algo muy
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importante para ellos, pues de ello dependía su vida. Leo prometió guardar el secreto y no decir nada. Al llegar la familia real a casa, Leo iba a incumplir su promesa y contarlo todo, pero se paró a pensar un segundo, y se dio cuenta de que no era lo que debía hacer, así que sonrió y fue a saludar a su familia y a contarles a todos que ya estaba recuperado. Pilar Julián
De todos es conocido el estrecho vínculo que ligó nuestra tierra a Jorge Guillén. Pero no fue este el único miembro de la
Generación del 27 que se sientió atraído por Murcia. De ahí que, desde aquí, partieran para ellos copiosas cartas; o que, en los periódicos de la época, se recojan entrevistas y artículos que nos acercan a alguno de estos autores, así como a Miguel Hernández, el “genial epígono” de la generación.
Entrevista a Vicente Aleixandre
Buenas noches a todos, hoy tendremos al señor Vicente Aleixandre y le haremos una breve entrevista. Buenas noches, Sr.Vicente Aleixandre. Buenos noches Hoy, le realizaremos cuatro preguntas. La primera es que nos cuentes un poco de tu vida. Pues bueno, me llamo Vicente Aleixandre, nací en Sevilla un 26 de abril del 1898 y soy un poeta de la generación del 27.
Me uní a la RAE en 1950 Perfecto, segunda pregunta, ¿qué premios has ganado? Pues he ganado el Premio Nacional de Literatura en 1935, el Premio de la Crítica dos veces, en los años 1963 y 1969 y, por último, el más importante, el Premio Nobel de Literatura, en 1977. Genial, son muchos premios. Tercera pregunta: ¿Cómo te sentiste al ganar el Premio Nobel?
Vida, amor y muerte
La verdad es que no me esperaba ganarlo y me sentí muy contento ya que esto no es solo para mí sino que a toda la generación del 27 le pertenece. Bueno y como cuarta y última pregunta: ¿Cuál fue la obra que más te costó escribir? Pues, si le soy sincero, sería el poema En la muerte de Miguel Hernández, ya que era un gran amigo mío, compartíamos profesión y, desgraciadamente, murió en la cárcel y por culpa de la Guerra Civil Española fue encarcelado Sí, la verdad, una pena. Bueno, hasta aquí la entrevista al Sr.Vicente Aleixandre, espero que lo hayáis disfrutado y un abrazo, ¡hasta la próxima! Pablo Carrillo Siempre hemos considerado como el gran poeta del amor de la Generación del 27 a Pedro Salinas, pero también tenemos que pensar en Vicente Aleixandre, un hombre de pasión. Para ver esto, solamente tenemos que fijarnos en su famoso libro,
Historia del corazón.
Primero les hablaré un poco sobre el libro y, por último, les dejaré un trocito de este. Aleixandre habla, sobre todo, de las relaciones entre personas y, en particular, del amor y sus derivados. Hay, sin embargo, también espacio para otras cuestiones, como los recuerdos de la infancia. Para terminar, aquí dejo un trozo de uno de los poemas de este famoso libro.
Difícil ¿Lo sabes? Todo es difícil. Difícil es el amor. Más difícil su ausencia. Más difícil su presencia o estancia. Todo es difícil... Parece fácil y qué difícil es repasar el cabello de nuestra amada con estas manos materiales que lo estrujan y obtienen. Difícil, poner en su boca carnosa el beso estrellado que nunca se apura. Difícil, mirar los hondos ojos donde boga la vida, y allí navegar, y allí remar, y allí esforzarse, y allí acaso hundirse sintiendo la palpitación en la boca, el hálito en esta boca donde la última precipitación diera un nombre o la vida.
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Si siguen pensando que Pedro Salinas es el único gran poeta del amor de la Generación de 27, les recomiendo que se lean este libro de Aleixandre. María García
ARTÍCULO SOBRE FEDERICO GARCÍA LORCA Federico García Lorca (1898-1936) fue un poeta, dramaturgo y prosista español. Fue el poeta de mayor influencia y popularidad de la literatura española del siglo XX y, como dramaturgo, se le considera una de las cimas del teatro español del siglo XX. Fue asesinado por el bando sublevado un mes después del golpe de estado que provocó el inicio de la guerra de España. Nació en una familia que le permitía tener una buena vida, su influencia sobre la literatura le viene desde chico, ya que tenía a su madre, una maestra. Respecto a sus obras poéticas más famosas se encuentra Poeta en Nueva York, que nos cuenta su lucha contra la deshumanización de la sociedad, todo lo contrario a lo que quería él, una sociedad libre, llena de amor y belleza. En las obras teatrales, resaltamos Bodas de sangre, con una temática de tragedias rurales, que él utilizaba para dar a sus obras una intensidad única con un toque poético por parte de los personajes. Por último, recomiendo leer a Federico Garcia Lorca como mínimo una vez, ya que con lo poco que hemos leído con Bodas de sangre, se puede observar la realidad que vivía él en su época y la forma única que tenía de contarlo, que atrae y atrae a mucha gente. Gonzalo Fernández
Vida, amor y muerte
Hola Sr. Cernuda: Sinceramente, para mí, usted es un gran ejemplo a seguir, dado que trata unos temas muy complicados para la época actual en la se ve mal la homosexualidad. Me gustaría saber cómo se atrevió a dar ese paso, el paso a expresar lo que usted realmente siente, el paso de demostrar que todos somos libres de amar a quien queramos sin que nadie discrimine a nadie. Creo que con lo que hace, aparte de mostrar lo que usted siente, puede enseñar a otras personas que realmente lo que les gusta no está mal, sino que son simplemente gustos, como ocurre con otras miles de cosas que elegimos según nuestros gustos sin problema alguno. También me gustaría saber, en una escala del uno al diez, cómo de discriminado se siente por las personas, y si hay gente que se niega a leer lo que has escrito, simplemente por tu orientación sexual. Un abrazo y espero que pueda responder todas las preguntas. Ángel Jiménez Miguel Hernández, el poeta tan conocido, fue un hombre a quien considero fuerte. Se pasó toda su vida luchando: luchando por conseguir su sueño, luchando por defender sus ideas o luchando, simplemente, por conservar su vida. Creo que, obviamente, no hay ni punto de comparación entre él y yo, pero me es inevitable sentir cierta ternura al identificarme con él en nuestro amor por los libros. A Miguel le gustaba leer y escribir mientras pastoreaba a sus animales de pequeño y mi único modo de alejarme del ruido de la vida es sentándome a leer y escribir, como el oriolano hacía. Y es que, aunque, por desgracia, el poeta falleció joven, dejó grandes joyas, grandes obras en las que nos muestra su dolor y nos abre su alma. Como en su poema “Elegía”,
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en el que demuestra ser gran amigo de sus amigos y en el que muestra su tristeza tras la muerte de su gran amigo Ramón Sijé. Dicho poema, he de decir, me desgarró por dentro y pude sentir, por un momento, lo que el escritor sintió. Pero, como he dicho antes, Miguel era un hombre con gran fortaleza y en su poema “Nanas de cebolla” (poema dedicado a su hijo) nos desvela de dónde saca esas fuerzas. Dicho poema lo escribió cuando se encontraba en la cárcel y su mujer le confesó que su hijo y ella solo comían cebolla y pan. Me gustaría ir viendo algunos fragmentos de ese escrito: "La cebolla es escarcha cerrada y pobre: escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla: hielo negro y escarcha grande y redonda."
En esos versos describe el hambre que pasan su mujer y su hijo noche y día, debido a que no tienen para comer y su único sustento es una cebolla. Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea.
En este fragmento (uno de lo más bonitos a mi parecer), desvela el motivo de su fortaleza. Y es que, como él escribe, el motivo que hace su estancia en la cárcel más llevadera es pensar en la risa de su niño, esa risa que, como él escribe " le da alas". Es tu risa la espada más victoriosa. Vencedor de las flores y las alondras. Rival del sol, porvenir de mis huesos y de mi amor.
Aquí tenemos más de lo mismo, Miguel cuenta que la risa de su hijo es el arma más fuerte y eso es lo más victorioso. Desperté de ser niño. Nunca despiertes. Triste llevo la boca. Ríete siempre. Siempre en la cuna, defendiendo la risa pluma por pluma.
Aquí me es inevitable sentirme identificada y es que, cuando uno despierta del mundo de los niños, la vida te da un golpe y te
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demuestra que no todo es tan divino como veías con los ojos de un niño. Es lo que le dice el poeta a su hijo, a quien le recomienda que no despierte de ese mundo inocente, en el que siempre es risa, pues el mundo de los adultos es triste. Donde le aconseja que defienda la risa, pidiéndole que siempre permanezca alegre. Vuela niño en la doble luna del pecho. Él, triste de cebolla. Tú, satisfecho. No te derrumbes. No sepas lo que pasa ni lo que ocurre.
Esto será cosa mía, pero me voy a aventurar a decir que cuando comenta" tú, satisfecho" se refiere al estado franquista en el que se encontraba, pero, como he dicho, son suposiciones mías. El caso es que dice que su hijo está triste por no tener qué comer, pero le da ánimos para siga y no se derrumbe. Me sorprende el amor que siente Miguel por su hijo y cómo, encontrándose él en peores condiciones, enfermo y en la cárcel, sigue mostrándose positivo y dándole ánimos a su razón de vivir, su hijo. Y hasta aquí este artículo sobre Miguel Hernández un hombre cuya vida me fascina, excepto por su triste muerte, y quien creo que merece más reconocimiento. Reconozco que me encantaría tener su fortaleza y sus ganas de luchar por lo que ama. Nairoa López Buenos días Sr. Alberti, Espero que estén bien usted y su familia en estos tiempos sin precedentes. Le escribo para contarle lo mucho que me gustan sus obras y el tiempo que he pasado leyendo sus poemas. Su poesía me ha hecho ver las cosas con otros ojos, especialmente la vanguardista. Mi obra favorita es Sobre los ángeles. Se aprecia mucho su crisis emocional, pero sigue haciendo lo que más le gusta.
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También me gusta mucho Entre el clavel y la espada, y es que no sabemos cómo funciona el mundo en realidad, que es demasiado complicado de entender e interpretar. En general, me encantan todos sus estilos: el verso libre, estrofas tradicionales, metros clásicos… Y todos sus poemas de cuando se fue a Rusia me parecen entrañables. Muchas gracias por haber escrito tanto, y que así siga. Un saludo,
Alberto Moñino
Estimado señor Alberti: Le escribo esta carta en agradecimiento por tantas cosas que ha conseguido con su trabajo y pasión de poeta en esta época. Agradecimiento, por la grandeza de sus obras, el sentimiento que plasma en estas y que ha evocado en mí tanto como en miles de personas a las que ha llegado. Agradecimiento, por ser un artista donde conviven lo tradicional y lo moderno, su habilidad para aunar la vanguardia y la poesía popular. Agradecimiento, por su contribución a la defensa del país desde la lírica. Sus palabras serán realmente difíciles de olvidar en el tiempo y aun por la fuerza de los censores. Realmente sois alguien digno de admirar y espero que, incluso tras la guerra, tenga el desenlace que sea, pueda continuar fascinando a España y al mundo con sus letras e imaginación prodigiosa. Agradecido Villena. Fernando Villena
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Y aquí finaliza nuestro viaje por la literatura.
Sam Savage, en su libro Firmin, nos dice: “Nada existe más allá de un instante salvo las cosas que retenemos en la memoria”: Espero que este cuadernillo os sea de ayuda para salvar del olvido este curso y, sobre todo, a todos vuestros compañeros.
Os mando un beso muy, muy grande.
¡FELIZ VERANO!