Viaje por la literatura: otros tiempos, otros espacios.
3ยบC 2013-2014 1
TE FROTAS LOS OJOS DESESPERADAMENTE PORQUE NO ACABAS DE CREÉRTELO. CRUZAS EL PUENTE Y…, AHORA NO SABES DÓNDE ESTÁS. EL CAMINO CONTINÚA, DIVISÁNDOSE A LO LEJOS UNA CIUDAD. UN GRUPO DE PERSONAS SE DIRIGE A ELLA, LOS ALCANZAS CON LA INTENCIÓN DE PREGUNTARLES QUÉ CIUDAD
ES
AQUÉLLA.
SE
QUEDAN
MIRÁNDOTE
FIJAMENTE, COMO SI VIESEN UN FANTASMA, Y TÚ TAMBIÉN LOS OBSERVAS CON CARA DE INCOMPRENSIÓN, PUES APRECIAS QUE VAN VESTIDOS DE FORMA EXTRAÑA. TE DAS CUENTA ENTONCES DE QUE, SIN SABER CÓMO, HAS EMPRENDIDO UN EXTRAÑO VIAJE,
UN VIAJE
EN EL TIEMPO Y EN EL ESPACIO. TRAS HABERSE REÍDO DE TU ASPECTO Y DE TU EXTRAÑA VESTIMENTA, LOS LABRIEGOS, AMABLES, TE INVITAN A QUE LOS ACOMPAÑES HASTA EL PUEBLO. COMPRENDES ENTONCES QUE VAS A ENTRAR EN BURGOS Y QUE VIVES EN EL SIGLO XII.
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ÍNDICE
- CANTARES DE GESTA
pag. 4
- MILAGROS DE LA VIRGEN
pag. 9
- CUENTOS DE DON JUAN MANUEL
pag.10
- ROMANCES
pag.11
- COPLAS AL ESTILO DE MANRIQUE
pag.13
- TEXTOS RENACENTISTAS
pag.14
- LAZARILLO DE TORMES
pag.16
- PASOS
pag.19
- DON QUIJOTE DE LA MANCHA
pag.20
- METÁFORAS de GÓNGORA
pag.26
- CARICATURAS QUEVEDO
pag.28
- VUELTA A CASA
pag.31
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La ciudad está muy animada, pues es día de mercado. Paseando entre las gentes descubres un enorme grupo y hacia él te diriges. Rodean a un juglar que cuenta historias maravillosas de héroes y luchas. Los Cantares de gesta, recuerdas. En alguno de esos relatos se narran las peripecias de personajes que, como tú, viajaron en el tiempo gracias a un extraño amuleto y se vieron inmersos en el fragor de las batallas. El Viejo Collar Mi nombre es Raúl, y hace ya tiempo que quiero contar esta historia. Sucedió hace ya varios años, cinco, para ser exactos, pero aún no he conseguido decir si lo que aquel día viví fue real o fueron solo imaginaciones mías. Sea como fuere, lo recuerdo todo como si de ayer se tratase: -¡Raúl, hijo! ¡Levanta ya, que no vas a llegar! - ésta era mi madre, intentando que no llegase tarde mi primera excursión del año. Íbamos a visitar Burgos, donde pasaríamos un par de días. A pesar de los esfuerzos de mi madre, cuando llegué a la puerta de mi instituto (nuestro punto de encuentro), el resto de mis compañeros ya me estaban esperando. ¡Qué se le va a hacer, esto de madrugar de nunca lo he llevado muy bien! El trayecto se me hizo corto, la mitad lo pasé hablando con mi compañero sobre las actividades que allí haríamos, y la otra mitad durmiendo (tenía que estar bien despejado para cuando llegase el momento de la actividad). La excursión empezó bien, durante este primer día nos lo pasamos en grande. Aunque no hay nada que destacar especialmente, ya que el motivo por el que cuento esto está en el día siguiente. Fuimos al monte, donde nos mandaron separarnos en grupos de cinco y hacer un informe de los tipos de árboles que predominaban. A las dos horas nos tendríamos que reunir todos de nuevo. El caso es que yo iba con mi grupo, cuando pasamos delante de una cueva. Aparentemente no tenía nada de especial, era una simple cueva, así que aún no sé qué fue lo que me llevó a separarme del resto para explorarla. Y no me 4
arrepiento de haberlo hecho, la verdad, ya que ahí encontré, enterrado bajo un montón de rocas, un objeto que brillaba. Lo tomé entre mis manos: era un viejo collar que no parecía ser muy valioso, y sin saber con certeza lo que hacía, me lo colgué al cuello. Inmediatamente, mi mundo comenzó a dar vueltas, sentí que me mareaba, e instintivamente cerré los ojos. Cuando los abrí de nuevo, ya no estaba en la cueva, sino en una gran explanada verde, rodeada de altos árboles y lejanas montañas; no me encontraba de pie, sino a lomos de un majestuoso caballo blanco; y no me hallaba solo... dos ejércitos permanecían a mi alrededor, uno parecía estar liderado por mí, y otro tenía todo el aspecto de ser nuestros contrincantes. De repente entré en un estado de inquietud y terror, ya que era la primera vez que se me presentaba tal panorama. Fue entonces cuando un guerrero de rango superior al resto se me acercó: -Señor don Albar Fáñez, los guerreros esperan sus órdenes, estamos preparados para entrar en batalla. "¿Albar Fáñez? ¿Quién era ese?" pensé yo, "¿y por qué íbamos a entrar en batalla?". Al instante comprendí que formular esas preguntas solo serviría para hacer pensar a ese muchacho que estaba loco. Pero, sin saber cómo, las palabras brotaron de mis labios, mi cuerpo comenzó a moverse como si el de otra persona se tratase: -¡Guerreros! ¡Salgamos al campo y luchemos por el honor de nuestro rey don Alfonso! ¡Adelante, mis valientes! Y con un grito salvaje, comencé a galopar hacia el enemigo, pero no era yo, me sentía como si estuviese viendo una película desde dentro de la misma. La batalla fue larga, pero al final resultamos victoriosos. Y lo mejor de todo, tan solo recibí un leve corte en el brazo derecho. Todo el mundo estaba feliz, y comenzaron los repartos de lo obtenido en la batalla. Durante esa noche reinó un estado de fiesta y alegría, y todo el mundo empezó a beber hasta un estado de embriaguez, hasta que algunos incluso perdieron el conocimiento. Yo también me incluyo, ya que aunque no fue por voluntad propia, recuerdo haberlo hecho. Así, entre risas y bromas, todo el mundo se quedó dormido.
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Cuando volví a abrir los ojos, ya no estaba rodeado de mis compañeros de batalla, ni en el campamento donde se había montado la fiesta la noche anterior; me hallaba en la cueva de antes, tumbado, y seguía siendo por la tarde. "Vaya sueño más extraño he tenido" pensé. Pero, de pronto, me asaltaron las dudas cuando miré el puño de mi mano derecha, que contenía un viejo collar. Seguí subiendo la mirada por mi brazo, y vi un leve corte en él. No comprendía nada, ¿realmente participé en esa batalla? Me hubiese gustado tener más tiempo a solas para pensarlo con claridad, pero en ese momento llegaron mis compañeros. Habían estado buscándome. Así que guardé el collar y me fui con ellos. El viaje a Burgos llegó a su fin, y no hay duda alguna de que nos lo pasamos genial. Pero yo recuerdo de forma más especial mi acontecimiento en la cueva... Ahora, cinco años después, sigo conservando ese viejo collar, pero aún no me he atrevido a ponérmelo de nuevo. Tengo miedo de lo que me pueda ocurrir, pero a la vez siento una gran curiosidad... ¿qué haré? Marta Ibáñez Díaz-Peco
Una mañana, decidimos ir al campo para comer y pasar el día con la familia. Éramos bastantes porque, al final, también vinieron mis primos y mis tíos. Mientras los mayores preparaban las mesas en el porche de la vieja cabaña de madera que apenas ocupaba doce metros cuadrados, mis primos, mis hermanos y yo hablábamos y observábamos la montaña que rodeaba casi toda la llanura en que nos encontrábamos. La llanura estaba llena de olivos y en el centro se levantaba la cabaña que mi abuelo había comprado hacía ya casi nueve años, para pasar días como éste. Mi primo me señaló entonces una cueva en la montaña y me contó que siempre subíamos allí a jugar de pequeños y que además había muchos conejos. Era verdad que jugábamos allí de pequeños; me acordaba, ¿pero lo de los conejos?, eso sería una broma de las suyas, aunque poco elaborada. Pero como estaba aburrida no me costaba ir a asegurarme.
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Cuando llegué a la cueva, miré hacia atrás para ver la explanada a mis pies y me encontré a mis primos riéndose y señalándome. Siempre me gastaban a mí las bromas y eso empezaba a molestarme, así que me metí a la cueva y aprovechando que llevaba una chaquetilla blanca, la hice un buruño y me la puse en las manos. Salí de la cueva y se la mostré a lo lejos, para que les pareciese que era un conejo y vieran que su bromita no había salido bien. Entonces sus rostros quedaron serios y una vez tranquila me limité a visitar la cueva y buscar recuerdos. Después de un rato, al salir para ir a comer, me resbalé y moví unas piedras. Apareció una cajita pequeña y la abrí intrigada, pensando que la habíamos dejado allí de pequeños, pero no; porque dentro había una piedra preciosa y redondeada de un color rojizo casi transparente, sujetada por un cordón que se deshacía en las manos. Parecía un colgante. Me la puse sobre el cuello un segundo y al levantar la vista, la cabaña no estaba. Salí de la cueva para asegurarme y vi que tampoco tenía el colgante. A mi lado había un gran caballo blanco y fui hacia él, cosa que me costó mucho porque llevaba puesta una armadura de hierro. Me convertí en un guerrero alto y fuerte de unos veinticinco años. Oí a un hombre que me llamaba por mi apellido, Fáñez. Lo busqué y le vi la cara. Era el Cid campeador. Lo reconocí porque la profesora había enseñado en el ordenador una estatua suya hacía dos días. Desde siempre me habían gustado las historias medievales, pero esto era increíble, ¿qué hacía yo en el siglo XI? No sé por qué se me quitaron los nervios, era como si me lo estuviera pasando muy bien a pesar de que el mismísimo Cid me acababa de decir que había que bajar ya al campo de batalla que tenía lugar en la hermosa llanura, tan pura todavía y tan vacía. Recordé que no sabía montar a caballo y ahí los nervios volvieron a estallar, cuando, de repente, mi cuerpo saltó encima de aquel animal blanco y seguí al Cid, bajando a mucha velocidad la montaña. De momento lo perdí de vista y me encontré en medio de tres guerreros moros que en cuestión de segundos me iban a dejar sin vida. Entonces otra vez volvió esa magia, que hizo que mi brazo cogiera una espada y luchara contra ellos como el mejor espadachín del campo y los vencí.
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Ya quedaban pocos en pie. Fui a enfrentarme con el último moro que quedaba cerca de mí y al vencerle descubrí en su traje la piedra rojiza de la caja. Me bajé y se la arranqué Cuando la batalla acabó, me sentí ganador junto a ellos, al igual que cuando jugábamos a los guerreros mis primos y yo. Eso me recordó que tenía que volver. El Cid se acercó y nos fue pasando una bota de vino para refrescarnos. Me di cuenta de que en realidad yo tenía sólo trece años y no me atreví a beber, pero al pasarla a otro vasallos se me quedó un cordel en los dedos. Saqué la piedra, la enganché al cordel y sin poder evitarlo me la puse otra vez sobre el cuello. Al levantar la vista vi que estaba en la cueva. La puse en la cajita y la cubrí con arena. Salí de la cueva y, como esperaba, vi la cabaña y a mi familia que estaba a punto de comer. Aquello había sido como un juego, pero era real. Me había dado la oportunidad de sentir el riesgo, la velocidad, la lucha, la compañía del equipo y de formar parte de un todo. Bajé corriendo la montaña, contenta de haber regresado. Feliz de ver a mis primos, se me olvidó decirles que lo que habían visto no había sido un conejo y que se lo habían creído como tontos. Comí en silencio, pensando en si le habría pasado esto a alguno de ellos. Pero era prácticamente imposible, pues ellos no se callan nada y eso no hubiera sido menos, así que decidí no contárselo por si alguna vez tenían la suerte de conocer la experiencia y llevarse una bonita sorpresa. Aunque a lo mejor a mi abuelo sí le había sucedido, y por eso compró la cabaña aquí. Ojalá pudiera preguntarle. Emma Ibáñez Navarro
Suenan campanas y todos se dirigen a una iglesia. Los monjes de un monasterio vecino el Auto
representan
de los Reyes
Magos. El pueblo disfruta, fascinado y divertido, cada verso.
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Ahora han comenzado a sonar unas campanas. Ves que todos acuden alegres hacia una pequeña iglesia. Curioso, te acerca a preguntar a los lugareños el porqué de su actitud. Aunque apenas disimulan las risas que les provoca tu extraño aspecto, amablemente te cuentan que don Gonzalo va a decir misa y que siempre les regala con algún hermoso milagro realizado por la Virgen María. Ante tu extrañeza, te hacen saber que estás en el siglo XIII, en Berceo y te apremian diciendo que don Gonzalo debe estar por comenzar. Entras con ellos en la iglesia y escuchas esta hermosa historia.
Amigos, si quisierais esperar un poco más, otro milagro os querría contar. Una chica, llamada Luisa, debía tres mil maravedíes. Era muy avariciosa y egoísta, pero todos los domingos iba a la iglesia y cada mañana rezaba a la Virgen. Hacía lo mismo por la noche y también antes de comer. Un día, los alguaciles fueron a su casa para embargársela y llevarla a prisión por robo.. Ella intentó escapar y huyó hacia un bosque que había cerca de su casa. Se escondió en una caseta vieja que conocía desde pequeña. En ella había una buhardilla escondida. Se metió en ella y esperó. Al cabo de unos minutos llegaron los alguaciles a la caseta y la buscaron, pero no encontraron la buhardilla y se fueron. Cuando se habían marchado, salió ella a buscar comida y bebida.
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Estuvo viviendo en esa caseta durante dos semanas y se dedicaba a rezar a la Virgen y a robar comida. Al cabo de esas dos semanas, regresó a su casa a coger algunas cosas y los alguaciles la vieron. Se la llevaron a prisión y pasó dos días en una celda, rezando y esperando que llegara el día del juicio.. Cuando se celebró el juicio, la condenaron como culpable. Tenía que permanecer tres años en prisión. Terminado el juicio, estando el juez en su despacho se le apareció la Virgen hecha una furia y le dijo que como no sacara a Luisa de allí, lo mataría y lo mandaría al infierno. El juez, asustado, mandó a un guardia a que sacara a luisa cuanto antes. Y así, con esta historia, os invito a rezar a la Virgen. Elena Alcázar Hidalgo
Sales contento de la iglesia y te diriges a una posada en la que decides pasar la noche. Tras cenar una riquísima sopa y un trozo de queso, te acuestas a descansar. Pero cuando llega el nuevo día todo parece haber cambiado. La gente que te rodea no es la que te acompañara la noche anterior. Al calor del hogar, un pequeño grupo de señores escuchan, mientras desayunan unas gachas, a un joven que sostiene un libro. Consigues leer el título y descubres asombrado, que se trata de un ejemplar de El conde Lucanor de don Juan Manuel, luego deduces que te hallas en el siglo XV. Decides escuchar el cuento. Otra vez hablaba el conde Lucanor con Patronio y le dijo esto: _ Patronio, un pariente mío tiene muchas tierras y riquezas y allí donde vive, la gente es muy envidiosa. Este pariente mío sufre porque puedan matarle para quitárselo todo. Y
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como yo querría lo mejor para él, os ruego que me digáis de qué manera le aconsejo para que no le pase nada malo. _ Señor conde Lucanor, _dijo Patronio_ para que vos le podáis aconsejar sobre esto, me gustaría que supieseis lo que le sucedió una vez a un pavo real que presumía mucho de sus plumas. El conde le preguntó cómo había sido aquello. _ Señor conde, _dijo Patronio: todas las mañanas, en un pueblo, un pavo real paraba siempre en la misma puerta y desplegaba sus hermosas plumas verdes y azules. La dueña de la casa siempre había sido muy buena y nunca le había hecho daño a nadie. Pero un día se hartó de ver esas bellas plumas que tanto quería, así que cogió al pavo y le arrancó las plumas. Cuando lo soltó, tan feo y desplumado, todos los animales y personas de aquel pueblo empezaron a reírse de él. Y vos, señor conde, aconsejad a vuestro pariente que no presuma de sus riquezas, que la envidia es muy mala y puede cambiar incluso a la persona más dulce del mundo. Y siempre hay que conformarse con lo que cada uno tiene porque no puede tenerlo todo. El conde consideró este un buen consejo. Su pariente lo llevó a la práctica y le fue bien. Y don Juan lo hizo escribir en este libro. E hizo unos versos que dicen así:
Si hay personas envidiosas, de presumir no va la cosa.
Elena Garrido Solé
Estabas descansando un poco la siesta, pero te ha despertado un enorme bullicio. Preguntas al posadero, al que de nuevo descubres distinto. Como te cree un loco y ante la cara de estupor que presentas, te dice que os encontráis en Granada, en el siglo XV, y que la algarabía que has escuchado es la que ha organizado la gente alrededor de un juglar, recién llegado al pueblo, que va a recitar
romances.
Decides,
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pues,
unirte
a
la
fiesta.
No te olvido, corazón, tú no te vas de mi mente, cada párrafo que escribo hace que te tenga enfrente. Esta condena imposible, la que me impide tenerte no la puedo soportar, yo te amo, claramente. Falta que me ames tú o que lo echemos a suertes, amor, piensa mucho en mí, y yo en ti, evidentemente.
Marina Calmache, Ana Isabel Elkanouzi Todos somos seres únicos. Tú no eres menos que yo, para que yo te desprecie no hay motivo ni razón. Negro o blanco ¿qué más da? Eso es tan sólo un color y cuando pasen los años, no estaremos tú ni yo. Así que cumple tus sueños, no me importa tu color, yo te repito dos veces: Tú no eres menos que yo. Isabel Cerveró, Mercedes García
Recordando viejos tiempos, siempre al lado de mi amiga, evoqué aquellas imágenes que ya nunca perdería. Nuestra amistad será fuerte, hasta el fin de nuestros días. Nunca olvidaré estos años con todas sus alegrías. Si de algo estamos seguras, siempre hacemos tonterías; y si estamos aburridas, cantamos con simpatía.
Laura Pujalte, Elena Alcázar.
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Asomada a mi ventana, veo bajo mis pies el mar que parece que salpica y que en la piel me va a dar. Tan tranquilo, tan en calma, quisiera yo allí estar. Lejos navega un velero, su gran vela veo alzar. Y detrás un pececillo, muy deprisa tras él va. El agua, muy cristalina, la veía yo brillar. Voy a bajar a la playa, la necesito tocar.
Emma Ibáñez, Marta Ibáñez
Cuando has despertado hoy, te has percatado de que la gente habla y viste como ayer, por lo que deduces que debes continuar en el siglo XV. Pero al salir a la calle, descubres que te encuentras en otro lugar. Preguntas y te enteras de que estás en Ocaña. Mientras comes, escuchas a un grupo de jóvenes que leen unas coplas. Acercándote a ellos, te hacen saber que son amigos de Jorge Manrique, y que están intentando emular sus Coplas a la muerte de su padre, el maestre don Rodrigo pues también ellos se duelen por lo rápido que se escapa el tiempo. ¿Dónde están esas promesas, esos juramentos rotos? Ya se han ido. Todas y cada una de ellas, tus miradas a los ojos han partido. ¿Qué fue de nuestro “Te quiero”? Tus palabras a la cara no volverán. Ya ni siquiera te veo. Ya no sirven tus palabras. No serán.
Laura Pujalte, Elena Alcázar.
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Aunque ya has asumido tu viaje por el tiempo y por el espacio, no deja de sorprenderte el maravilloso espectáculo del que disfrutas ahora. Preguntas, interesado, y descubres que te encuentras en Toledo. Como tu atuendo hace creer a las gentes que eres un loco, te explican con detenimiento y consideración. Así te comunican los buenos toledanos que os encontráis en el
siglo XVI. Recuerdas que durante este siglo el Renacimiento revoluciona el mundo. Nueva mentalidad, nuevo arte, nueva literatura. El endecasílabo y el heptasílabo; sonetos, liras; mitos, amor, naturaleza idealizada… se abrían paso en la literatura. EL AGUA Y LOS PRIMEROS PECES La Tierra era tan sólo una roca gigante, pues no existía el agua. Ningún animal marino existía en aquel entonces. El primero en aparecer fue el pez y estas es su historia. Aunque no hubiese agua, en la Tierra habitaba una ninfa de agua muy bella, llamada Doris. Su pelo era largo y le bajaba hasta la cadera. Rubia como el sol, con nariz pequeña y labios grandes. Su piel era tan blanca que parecía nieve. Pero el detalle más destacable eran sus ojos, grandes y azules como el cielo cuando no había nubes. Era tan alta que medía casi dos metros. Sin embargo, sin agua, Doris siempre estaba triste. Vivía en el Valle del Sol, en una torre alta. Un día, Zeus fue a darse un paseo por aquel valle. Iba feliz, contemplando el maravilloso paisaje. De pronto escuchó una bella voz que cantaba, y corrió en busca de la mujer que poseía tal voz, hasta detenerse ante la torre de Doris. El dios sentía el corazón en la garganta pero con gran esfuerzo consiguió hablar: _ ¡Decidme vuestro nombre, dama de la torre, quiero saberlo! En ese preciso instante, Doris se asomó al balcón y respondió: _ Soy la ninfa Doris, ninfa del agua. Ahora que vos sabéis mi nombre, decidme el vuestro. _ Bella y hermosa Doris, Zeus soy, dios de los dioses _Zeus hizo una pausa para mirar la expresión de incredulidad de Doris_, muerto estoy en vida, con esta gran herida de la flecha de tu belleza clavada en el corazón, no viviré mucho más si no me correspondéis. Aunque Doris sentía atracción por Zeus, era desconfiada, así que le pidió que como dios de los dioses crease agua como prueba de su amor. Zeus lo pensó mucho y decidió que el agua fuese 14
cristalina para que actuase de espejo y reflejase el color del cielo, pues le recordaba el de los ojos de Doris. Con el tiempo, se celebró la boda del dios y la ninfa, y tuvieron tres hijos. Sus hijos eran unos seres extraños que cabían en la mano y no podían respirar fuera del agua. El primero era blanco y naranja, y lo llamaron Nemo. La segunda era azul con una raya amarilla, la llamaron Doris; el tercero era pequeño y Saltarín, pero no sabían qué nombre ponerle, así que le llamaron Sinnombre. Minerva Díaz
Corazón caprichoso, soberbio, me enamoras con tus sentimientos, tan ciego como siempre. Hermosa, dulce y con cabellos de oro, ojos como lapislázuli, cuello de mármol y angelical figura, así te veo. Día y noche llora a todas horas. Inundo lagos y ríos, corazón de piedra sin despertar y de hielo sin amar. Juan Manuel Neira, Pablo García
Acurrucado bajo esta planta de la cual inmensa gloria recibo, estoy feliz, en paz me hallo conmigo y oigo cómo aquel pájaro me canta. Su dulce melodía a mí me atrapa y las rojas flores junto a ese río al paisaje le dan gran colorido. Con esta vista, mi pena se espanta. Veo los peces en el agua nadar, algunas ardillas de rama en rama, y pequeñas mariposas volar. La primavera a los frutos aclama y el sol ya con fuerza empieza a brillar. Esta sensación a mí me relaja.
Marta Ibáñez, Emma Ibáñez
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Recuerdas haber estudiado que durante el Renacimiento la novela había experimentado un enorme auge. Lazarillo de
Tormes nos acercaba a las aventuras del joven Lázaro. Ahora ves que son muchos los que conocen sus aventuras, pues a la hora de la cena, amables gentes te cuentan algunas de sus vivencias, no recogidas en el famoso libro. Después del tiempo en el que estuve con el escudero, pasé unas semanas en las que pude sobrevivir gracias a la caridad de las mujeres. Estuve caminando a través del campo, por caminos y senderos, hasta que un día encontré al que sería mi nuevo amo. Era un hombre con aspecto de tener poco dinero, pero sí lo suficiente como para hacerse cargo de una pobre mula que pudiese arrastrar un pequeño carro. Era mediodía la primera vez que lo vi. Estaba sentado bajo un árbol, resguardándose del sol. Había atado su mula al tronco de dicho árbol y estaba comiendo algo parecido a un pan. Decidí acercarme hasta él para intentar darle pena y que me diese algo para poder alimentarme, pero el hombre, que no tenía ni un pelo de tonto, entendió lo que estaba buscando y no me dio ni una sola miga de aquel pan. Cuando yo ya me iba a continuar mi camino hacia ninguna parte, me sugirió que le podía acompañar durante su trayecto. No me negué, pues no tenía nada mejor que hacer con mi desdichada vida. Así, Prudencio, mi nuevo amo, la
mula y yo continuamos caminando. El hombre
quería ir a Burgos, la semana que yo había abandonado unas semanas atrás. Durante el trayecto comíamos diariamente. La comida era escasa, pero no podía quejarme. Prudencio compartía toda su comida conmigo. Nos la repartíamos a partes iguales. Sin duda, era un buen hombre. Al cabo de tres semanas, aproximadamente, llegamos a Burgos. Nos instalamos en la única posada que había en la ciudad por aquellos tiempos. Aquella noche cenamos como auténticos reyes y después fuimos a nuestra habitación. Durante la cena, noté a mi amo excesivamente nervioso, pero no quise preguntarle, ya que era un hombre reacio a contar sus cosas…
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A la mañana siguiente abrí los ojos y noté algo extraño. Una sensación de humedad recorría todo mi cuerpo. Sentía que todas mis ropas estaban mojadas. Rápidamente miré el colchón que había compartido esa noche con mi amo. Sangre. Sangre por todos lados. Una sangre líquida y húmeda había inundado toda la manta que cubría el fino colchón, dejándola tan roja como las cerezas más maduras Descubrí a mi amo yaciendo en el suelo, con un cuchillo clavado en la espalda. Estaba asustado, muy asustado. Lo único que se me ocurrió hacer fue correr. Huir. Mientras corría, ya casi a la salida de la posada, me choqué con un hombre que llevaba unas prendas de ropa escondidas bajo el abrigo. Estas llevaban unas sospechosas manchas rojas, del mismo color que tenía la manta empapada con la sangre de mi amo. Noté un dolor de cabeza horrible y caí al suelo. Ese es mi último recuerdo de aquel día. Cuando desperté, estaba tumbado en un camastro y un hombre, que más tarde se identifico como un médico, me miraba atentamente. Yo estaba totalmente confuso, aunque aquel hombre me ayudó a aclarar todas mis dudas. Resultó que el asesino de mi más querido amo había sido aquel hombre con el que choqué. Yo, presa del pánico, me había desmayado en medio de la posada. El asesino confesó al comisario de Burgos el crimen que había cometido. Dijo que lo había hecho por venganza, ya que Prudencio había matado a su hijo y después había huido intentando empezar una nueva vida en Burgos. No sé qué pasó con aquel pobre hombre, movido por la pena, la nostalgia y la sed de venganza, aunque no tengo ganas de saberlo. Supongo que fue ajusticiado en la plaza del pueblo. En cuanto a mí tardé unas cuantas semanas en superar este traumático acontecimiento, que sin duda recordaré el resto de mi vida. Carmen Funes Navarro
Lázaro aprende el oficio de herrero Así pues, dejé de servir a mi quinto amo, aquel astuto buldero, y mis andares me llevaron a encontrarme con el sexto. Lo único que yo tenía bien seguro por aquel entonces era que debía encontrar pronto a un nuevo amo, pues mendigando ya no ganaba lo suficiente para sobrevivir. Ya no era ese muchacho jovenzuelo que salió tiempo atrás con aquel ciego. Era un mozo con buena edad 17
para ganarme la vida y las gentes ya no eran tan generosas conmigo. Y, como iba diciendo, me dirigía a la civilización más próxima, Toledo, cuando el destino quiso ponerme en mi camino un viejo hombre a lomos de su cansado caballo. Por supuesto, no era el primero que me encontraba a lo largo del trayecto, pero sí fue el único que se dirigió a hablarme. Me hizo una serie de preguntas sobre mi persona, a las que yo respondí lo mejor que pude, pues me pareció que este anciano podría prestarme ayuda. Ciertamente, no erré en mi suposición, ya que desde aquel momento pasó a ser mi nuevo amo. Yo me alegré mucho cuando empezó a darse a conocer durante el camino hasta su herrería. Porque, así es, resultaba que él era herrero, y le venía muy bien mi ayuda, puesto que su avanzada edad no contribuía a facilitarle el trabajo. Durante los primeros días que estuve con él me enseñó todo lo que sabía, y mi amo estaba muy contento con mi facilidad para aprender. La verdad es que yo también estaba muy feliz, puesto que este amo mío me trataba bastante bien, con cariño y afecto. No me daba tanto alimento como él mismo engullía, pero no me mataba a hambre ni me maltrataba como mis primeros amos. Lo único malo que tenía era que se dejaba convencer demasiado por las palabras de las gentes. Pero bueno, yo no le di mucha importancia. Pasó el tiempo, y al cabo de cinco buenos meses yo ya me había acostumbrado al oficio y realizaba todos los trabajos que nos llegaban a la herrería, sin ayuda de mi amo, quien solamente me supervisaba. Así pues, las malas lenguas, que como siempre nunca faltaban, le empezaron a dañar la cabeza a mi señor. Se oían rumores de que, ahora que yo no le necesitaba para nada, no tardaría en encontrar la manera de llevarlo al otro mundo, para quedarme yo con el oficio y las ganancias enteras. Yo, por supuesto, sabía que eso no era cierto, respetaba mucho a mi amo y jamás se me ocurriría hacer le algo así. Y pensaba que él también estaría de acuerdo conmigo, y me creería, pero no tuve en cuenta aquella manía de mi amo: se dejaba influenciar demasiado. Fue una noche cuando tuve que cambiar de parecer. Esto sucedió cuando, durante la cena, vi cómo vertía disimuladamente un extraño brebaje en mi bebida. Con gran fortuna, yo me percaté de su intención, que parecía ser la de acabar con mi existencia. Y así, derramé mi copa con un torpe movimiento. De esta forma y con gran pena, tuve que abandonar a mi amo al alba del siguiente día, temiendo por mi persona. Marta Ibáñez Díaz-Peco
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LO QUE LE SUCEDIÓ A LÁZARO CON UN PANADERO _ Hijo, ¿buscas amo? _me gritó un señor de unos cuarenta años, con barba mientras yo rebuscaba en la basura algo que comer. _ Sí _contesté. Me cogió del brazo y me llevó por muchas calles hasta llegar a su casa. _¿Te encuentras bien, pequeño? _ Me llamo Lázaro, estoy bien pero llevo varios días sin comer y me duele la barriga. Mi amo soltó una carcajada y me dijo: _ Haremos una cosa, yo soy panadero, cuando haga pan tendrás que repartirlo por las casas y cuando termines yo te daré una barra de pan de veinte centímetros para ti solo. Todos los días hacíamos lo mismo, mi amo hacía el pan en el sótano, o eso es lo que decía, porque yo tenía prohibida la entrada allí. Y luego, yo lo vendía. Todas las noches, sobre las dos de la mañana, mi amo se iba a no sé dónde y volvía a las siete de la mañana. Estaba yo durmiendo cuando llamaron a la puerta. Eran las tres de la mañana y, como de costumbre, mi amo no estaba. Abrí la puerta y vi a dos alguaciles. _ ¿Dónde está el panadero? _me preguntó uno de ellos. _ No lo sé. _ Lo siento, tendrás que buscarte otro amo. _Dicho esto, me cogió del brazo y me tiró a la calle. Los policías no me dieron explicaciones, pero al cabo de dos semanas me enteré de que el panadero estaba en prisión, pues no hacía su propio pan sino que robaba por las noches y escondía las cosas en el sótano. Mercedes García López
Sales a pasear un poco y, sin saber cómo, te ves arrastrado por una alegre muchedumbre que acude a una de las plazas del lugar. Una compañía teatral ha montado en el centro un pequeño tablado y os invitaba a disfrutar de un paso de Lope de
Rueda. En el laboratorio del sótano de la casa de un científico, se encuentra él haciendo un experimento con una araña. CIENTÍFICO: (Con una libreta en la mano apuntando el procedimiento) Arañita, vamos a ver qué pasa cuando te quito una patita. ARAÑA: (Con mucho dolor) ¡Ay! (Se va corriendo) 19
CIENTÍFICO: (Sorprendido con los resultados) Araña, vuelve.
La araña vuelve con el científico. CIENTÍFICO: Bien, ahora te quitaré tres patas. ARAÑA: (Dolida) ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! (Se va diciendo por lo bajo) ¡Joputa! CIENTÍFICO: ¡Te he oído! Como castigo te quitaré tres patas más. ARAÑA: ¡Hostia, qué dolor! (Se vuelve a ir con una sola pata) CIENTÍFICO: (Apunta los resultados en su libreta, y al cabo de un rato) Arañita, ven guapa, arañita, arañita. ARAÑA: (En voz baja) ¿Qué querrá ahora este pesado? (Va hacia él como puede con su única pata) CIENTÍFICO: Araña, lo siento pero te tengo que quitar la pata que te queda para terminar el experimento. (Se la quita) ARAÑA: ¡Cabrón! ¿Pero qué has hecho? (Dolorida) CIENTÍFICO: (Se aleja y la vuelve a llamar) Araña ven, araña, ven. (Al ver que no va hacia él, apunta en su libreta) Cuando le quitas todas las patas a una araña, se vuelve sorda. Elena Garrido, Paula Sánchez
Pasados unos días vislumbras a lo lejos una nube de polvo. Dentro de ella, a medida que te acercas, descubres a dos individuos. Uno de ellos es alto y espigado, cabalga satisfecho sobre un flaco rocín; el otro lo hace sobre un burro y es bastante rechoncho. Se presentan y, como sospechabas, son don Quijote y Sancho
Panza. Hace poco que han dejado la Ínsula Barataria y, mientras compartís un poco de queso, Sancho te cuenta, complacido, algunos de los complicados casos que resolvió. Luego, preguntas a don Quijote por su dama y éste te contesta, muy compungido, que todavía se halla encantada.
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Tal es la expectación que el buen don Quijote despierta allá por donde va, que le cuentas que en tu camino has leído artículos, entrevistas, noticias…acerca de él. Los has guardado, pues siempre ha sido el Caballero de los Leones uno de tus personajes favoritos. Les informas, asimismo, de que tú vienes de Murcia, del siglo XXI, y de que allí, cuatrocientos años después, todavía se celebran sus aventuras. Sacas de tu zurrón recortes de periódicos, nuevos y viejos, y se los enseñas. Por primera vez, no te miran como a un loco, y tanto el hidalgo como su escudero contemplan, fascinados, los textos que les muestras.
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El Quijote es un libro muy conocido por todas las generaciones. Al ser un libro tan antiguo y muy escuchado por los abuelos,los profesores,los padres ... no les interesa tanto a los adolescentes y les aburre un poco escuchar muchas veces la misma historia. Las historias de caballerías del Quijote a los niños no les gustan por eso se les hace más aburrido leerlo. El Quijote es un libro con el que aprendes a valorar las cosas y ayudar a las personas. Clara Saura Elena Pérez
Cuatro siglos de Don Quijote Dentro de un año, el Quijote cumplirá 400 años de antigüedad desde la fecha en la que se publicó, con este motivo realizamos un homenaje a esta novela tan conocida y mencionada. Muchos pueblos de Castilla la Mancha luchan por ser reconocidos como ese lugar de La Mancha de cuyo nombre nadie se quiere acordar, muchos piensan que es el pueblo de “Villanueva de los infantes”, un pueblo en el que actualmente habitan unos 600 habitantes y en el que supuestamente, estuvo encarcelado el escritor español Miguel de Cervantes, donde empezó a escribir el Quijote, considerada la novela más importante tanto como de la literatura española como de la literatura universal y una de las más editadas y traducidas a varios idiomas. Se publicó completamente en 1615 y fue la primera obra en romper con la tradición del caballero cortés y gran héroe por la burla que hace respecto a ello, es la primera novela moderna escrita, también es una novela realista, de aventuras y como antes hemos mencionado, una parodia de las novelas de caballerías.
Las aventuras de Don Quijote y Sancho Panza. de la Mancha. 24
Villanueva de los infantes, el lugar
Aquí tenemos una entrevista a un alumno del I.E.S. Saavedra Fajardo: -Periodista: ¿Qué opinas sobre el quijote? -Alumno: Pienso que es un libro muy interesante, nunca lo he leído, pero me encantaría leerlo. -P: ¿Qué piensas sobre los personajes? -A: Creo que Don Quijote, aunque estuviera loco, él quería ayudar a la gente, y Sancho, aunque parezca tonto, es más listo de lo que aparenta. Aquí tenemos otra entrevista a Ana Conesa, profesora de lengua y literatura del I.E.S Saavedra Fajardo: -Periodista: ¿Qué opinas sobre que “El Quijote” sea la novela más importante de la literatura universal? -Profesora: Me parece que es algo muy justo, pues cada vez que lo lees descubres en él nuevos valores. -Periodista: ¿Qué opinas sobre la sanchificación de Don Quijote y la quijotización de Sancho? -Profesora: Que Sancho se ve influido por Don Quijote y que acaba queriéndolo tanto que intenta imitar en muchos aspectos a su señor y termina siendo tan idealista como él. La sanchificación de Don Quijote no es tal, también él quiere cada vez más a su escudero, pero su “bajar a la tierra” es más bien consecuencia de las desilusiones y los palos que recibe que de la influencia de Sancho.
Estatua de Don Quijote cercana a la cueva de Montesinos. Casa donde supuestamente estuvo encarcelado Miguel de Cervantes. Después de tantos años, el Quijote nunca ha dejado de editarse, los ideales que hacen que este libro sea tan importante son la justicia, por ejemplo cuando Don Quijote se lanza sin pensar para pelear contra alguien o algo que en su cabeza es un peligro, como los gigantes que en realidad son molinos de viento, sabiendo de antemano que no tiene ninguna posibilidad de salir victorioso del enfrentamiento ya que su honor como caballero no le permite echarse atrás y siempre intenta hacer lo 25
que para él es correcto, también el amor entre Don Quijote y Dulcinea que nunca llega a darse pero que para Don Quijote es verdadero y esta dispuesto a darlo todo por su amada.
Escena de Don Quijote luchando contra los molinos de viento.
Don Quijote yDulcinea.
El Quijote es uno de los libros más vendidos de la historia, con más de 400.000.000 de ejemplares vendidos, solo le supera la Biblia. Marta Balsalobre Elena Alcázar
Te levantas ilusionado para disfrutar del día con don Quijote y Sancho, pero pronto la realidad se impone. Ellos no están. Acostumbrado ya a ese extraño viaje, te cuelas entre el gentío de hidalgos, canónigos y gente de a pie y, deambulando por calles y callejas vienes a dar con un gran mercado. Ahora lo ves, estás en Madrid. “¿Podría decirme su merced qué día es hoy?”. Te miran y sonríen, “Es uno de junio del año del Señor 1609”. El Barroco, recuerdas. Avanzas y encuentras a un grupo de poetas lanzando versos. Te cuentan que imitan a Góngora. _Don Luis _te dice uno de ellos_ huye de la realidad y se refugia en la magia que encierran las palabras. Aspira a mejorar la expresión llenándola de metáforas de gran fuerza poética. Esta imaginación poética sustituye a la realidad. Escucha. 26
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Dos noches con ojos de búho pasé pensando en ti. (Marta Balsalobre) -
Sus pies son ranas nerviosas. (Candela Guillén)
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Las luces de clase son las espadas de Star Wars. (Francisco Javier Torralba)
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El enchufe tiene cara de sorpresa. (Elena Garrido)
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Las flores son hadas de colores. (Clara Saura)
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El corazón es el tambor del pecho. (Paula Sánchez)
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Los pasillos del instituto son el laberinto de Alicia en el País de las Maravillas. (María Fernández)
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Las estrellas son lámparas en el universo. (Antonio Palomera)
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Me iluminó con sus ojos. (Marina Calmache)
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Eres mi sombra y mi luz. (Ana Isabel Elkanouzi) La G es una C con un puñal en el estómago. (Minerva Díaz)
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El odio es una tormenta. (Carlos García)
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Los cables son serpientes muertas. (Isabel Cerveró)
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El estuche es la boca del lobo. (Mercedes García) -
La sonrisa es el arcoíris del revés. (Emma Ibáñez)
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Ese vestido es un manto de nieve blanca. (Marta Bossi)
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Mi lápiz naranja es una pelota de baloncesto. (Alejandro Pina)
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El amor es una atracción de feria. (Elena Pérez)
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No es agua, es el manantial de la vida. (Laura Pujalte)
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Su pelo es más largo que la Cuaresma. (Elena Alcázar)
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Mi mente es una habitación sin muebles. (Juan Manuel Neira)
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Cada año es un libro nuevo. (Nuria García)
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Esos ojos son dos tacitas de café. (Marta Ibáñez) -
Tu recuerdo es una estela en este mar de pensamientos. Hoy en día, sonreír es ir disfrazado. Huir del amor es cerrar una ventana sin cristal. (Carmen
Funes)
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Decides parar en una taberna a comer algo. Dentro del local, un nutrido grupo de
gente
hombre que habla
gritando y hace reír a
todos. Te acercas
curioso y rápidamente
lo
don
reconoces,
Quevedo.
es Has
rodea
a
Francisco
un
de
visto sus retratos en
clase de literatura
y
inconfundible.
Recuerdas que era el
maestro
de
la
su
figura
resulta
caricatura. Y eso es lo
que hace en esos momentos, animando a sus contertulios a que sigan su ejemplo.
Es un chico con ojos de sapo, tan azules como el mar. Su frente es tan arrugada como la de una oruga. Tiene una nariz como el Mont Blanc. Parece que tiene una rata como pelo. Su barba es despeinada como un plato de fideos. Sus orejas son pequeñas como las de un mono. Tiene una voz preciosa y canta como un ruiseñor. Sus labios son tan finos como un gusano y sus dientes están separados y son tan pequeños como los de un hámster. Clara Saura
Bajo como un enanito, y con un bigote que le cubre la cara. Más que un hombre, parece un hombre-lobo, por su crueldad. Trajo muertes y guerras. No tenía corazón, más bien un agujero negro. Portaba un brazalete con un signo que parecía el muñeco de la Caixa y le hacía sentir orgulloso. Minerva Díaz
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Gran cerebro, dicen algunos, Pero de sus pintas ninguno. Unos grandes arbustos sobresalían Debajo de una gran montaña que olía. Y en el pelo canoso no distinguías Unas sábanas o unas cortinas. Electrocutado su pelo parecía Todo el santo día. Dos pequeños ojos tenía, Uno en Galicia y otro en Sevilla. Y muchas curvas tenía su cara, Nadie las igualaba.
Nuria García
Tiene una frente que parece un aeropuerto Y no tiene un pelo de tonto. Lleva el flotador incorporado. Según su madre, tiene piel de canela Y es el pequeño del alma de esta. Elena Pérez
Este ser, más parecido a una pasa que a una mujer, tiene los andares típicos de un ogro, aunque un poco más estilizados. Sus huesos están recubiertos por una corteza que se ha ido reblandeciendo poco a poco con el paso del tiempo, y que ahora yace flácida, descansando sobre su esqueleto. Y estos estragos que ha causado el tiempo tienen algo bueno: cada vez que alza sus brazos y los mueve, todo el pellejo que tiempo atrás estuvo en su sitio se mueve rítmicamente. Esta mujer se debe tomar muy en serio las dietas, porque si te descuidas, ni la ves, ya que está más delgada que un alfiler. Su ropa sigue teniendo algo peculiar que solo ella sabe lucir, aunque se viste como si tuviera la edad de aquellos años en los que le acababan de poner el primer pañal. Ella sigue pensando que es una supernena y parece que se idolatra a sí misma. Otro de los rasgos característicos de “la Gitanilla” es que no tiene necesidad de ponerse bizca para admirar su nariz ya que ocupa parte de su propio campo de visión. La nariz de Góngora es una diminuta hormiga al lado de una como esta. Cuando habla o canta, su voz parece estar siendo modificada constantemente por un sintetizador que ponen en modo de fumador. Carmen Funes 29
Su cara no es redonda sino rectangular, sus cejas aparentan bosques de cipreses sin podar, lo que no le impide correr a gran velocidad. Dejando su cabellera como la de un león al despertar, por eso utiliza siempre gorra para disimular. Su cuello es tan corto que para poderte mirar todo su cuerpo tiene que girar. Muy joven fue conocido, a nivel mundial En España e Italia mucha gente le sigue allá donde va. Nunca va discreto ya que viste de rojo de forma habitual. Desprende olor a gasolina Y a goma "requemá". Su animal favorito es un caballo negro díficil de domar. Si no lo adivinas piensa en un nombre que por apellido pueda pasar y que su peor rival sea un alemán.
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María Fernández
LE ESTÁS TOMANDO EL GUSTO A ESTO DE MOVERTE POR OTROS LUGARES Y POR OTROS TIEMPOS. YA HA CAÍDO LA NOCHE Y TE ACUESTAS PREGUNTÁNDOTE DÓNDE APARECERÁS AL DÍA SIGUIENTE. CASI CON DOLOR, CASI CON MAYOR ESTUPEFACCIÓN QUE CUANDO COMENZÓ ESTA LOCURA, DESCUBRES QUE ESTÁS EN TU CASA. ¿HABRÁ SIDO TODO TAN SOLO UN HERMOSO SUEÑO? ENTONCES ALGO LLAMA TU ATENCIÓN, UN EXTRAÑO LIBRO A LOS PIES DE TU CAMA. LO COGES Y LO LEES ILUSIONADO: VIAJE POR LA
LITERATURA:
OTROS
TIEMPOS,
EL LIBRO QUE ESCRITO DURANTE ESTE CURSO. ESPACIOS.
3ºC,
31
OTROS
HAS
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