REV.ISTA GEOGRAFIC AMERICANA !
MENSUAL
Año IX"-Vol. XVIII
ILUSTRADA
O~TUBRE DE 1942 PRINCIPALES ARTlCULOS Bocetos
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Los últi~os
del
malones
campo sobre
El vi~je a Islandia Escriture
mochica
Núm. 109
DE ESTE NUMERO argentino el país
de
Huecubú
de CriftóbalColón y escrituras
americanas
EL SUM~RIO DETALLADO ESTA EN EL INTERIOR DE LA TAPA
Nlimero suelto
$C-.L.om~Lu.._
ESTE NUMERO
CONTIENE
Notas y Noticias Bocetos del campo argentino, con seis ilustraciones Los últimos malones sobre el país de Huecubú
GINO
con seis ilustraciones
DANIEL
El viaje a Islandia de Cristóbal Colón, con una ilustraei6n Los últimos Charrúas, con una ilustraci6n Transgresiones oceánicas y fauna del mar epicontinental (on ocho ilustraciones
HAMMERLY
Dr. ENRIQUE
DUPUY
DE GANDIA
ANDRES
BRAND
argentino
y cinco mapas
JUAN
Escritura mochica y escrituras americanas, con Los altares de Toyopán; con trece ilustraciones
LARCO
JOSE
PARODIZ
J. IMBELLONI
eJoee ilustraciones
JORGE
A. UNES
EL MUNDO Y LAS REVISTAS Entre los negros de Africa, por Emmy Bernatzilc - A través de Kenva, por Roger plantas cultivad •• más antiguas, 'por 'a Ora. Eliza&eth Sehiemann.
Tourte -
El origen de las
EL MUNDO Y LOS LIBROS Geograr.a de la prov. de Córdoba, por Carlos N. AneJrés' - Geograr.a de Europa y Oceanía. Geograr.a de Asia y AFrica, por EeJuareJo AeeveeJo Ofaz - Geograr.a humana, social y económica, por Car/or Benftez Oelorme - Two thousand miles up the Amazonas, por Franees Norene AhI - Bromatología indígena, por Julio S, Storni - Viaje de un naturalist. alrededor del mundo, por Carlor Oarwi n-Geografía para '50 grado, por AleJa Conea - Recopilación estadística años 1939·1940, edición oficial - Bosquejo de una introducción al Folklore, por Augusto Raúl Cortázar - Los medios de transporte en el valle de Nono, por AllreeJ Dornheim - Tartessos (Geograr.¡ histórica del SO. de España), por Antonio Martln eJe La Torre:Obras recibidas.
UN CUADRO A TODO COLOR "Pescando", óleo de Cleto Ciocchini
50 ilustraciones Propiedad
Artlstica y Literaria - Registro' Nacional de la Propiedad Intelectual y dibujo de la tapa registrados bajo el No 161.245.
Año IX-Vol. XVIII
No '064.004 -
Marca
Núm. 109
OCTUBRE 19"2
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ESCRITURA y ESCRITURAS
MOCHICA J AMERICANAS
Dos de nuestros colaboradores han desarrollado, desde particulares puntos de vista, la cuestión de la escritura en la costa peruana septentrional. Para ilustrar este asunto en sus aspectos y relaciones más generales publicamos el siguiente estudio
por ], IMBELLONI Nprimer lugar, unas pocas líneas que expliquen el por qué de estas páginas. Acabo' de recibir del Señor Director de la Reoisia Geográfica Americana, con fecha Septiembre 4 de 1942, una carta que dice:
E
Sr. doctor Iosú
IMBELLONI:
De nuestra consideracián: Tenemos el agrado de dirigirnoJ' a Vd., con relación a una polémica planteada en las páginaJ' de nuestra Reoista, y de la que son. materia los articulas: LA ESCRITURA DE LOS MOCHICAS SOBRE POROTOS, por Armando Viran te, publicada en el N° 92,.'1 la réplica publicada por Rafael Larco Hoyle con el título: LA ESCRITURA MOCHICA SOBRE PALLARES en nuestro número 107. Sobre este particular nos complacería especialmente publicar una apreciación autorizada como la suua, y es con objeto de solicitársela que nos dirigimoJ' ahora a Vd. Esperando quiera tener Vd. esa deferencia, que aaradecemos desde ya, aprooechamos la oportunidad para reiterarle las seauridades de nuestra mayor consideracián: firmado
JosÉ ANESI,
director.
Comprendo perfectamente la preocupación de quien ha visto cÍe un, día al otro transformarse el asunto de la escritura sobre pallares en una verdadera polémica. Ajeno a toda idea de conflictos personales, el excelente señor Anesi ha quedado en cierto modo perplejo ante el desarrollo tomado por la discusión, y, estimando que la R. G. A. debe conservarse un periódico digno de la predilección del público, me interpela acerca de si hay conveniencia en dar cabida a dicha discusión, en vista del único interés que realmente está en la cuenta, que es el de los lectores y de la ciencia. No tengo inconveniente, a mi vez, en satisfacer el pedido de la Dirección, y lo hago con estas carillas, cuya publicación he autorizado, porque es mi opinión que el asunto bien merece que un tercero entre portu!l~'"instante en la
lidia con el fin de llamar la atención de todos sobre la seriedad del problema discutido, y digo de iodos, porque además de los dos escritores que han promovido el debate, es ventajoso que también la generalidad de los lec'tores'se den cuenta de su importancia. En lo que respecta a la conducta de la discusión, con sus formas dialécticas, demostraciones, objeciones y rechazos, he de hacer ante todo un llamado muy cordial y sincero a ambos contcndores. Tengo el derecho de dirigirles este llamado, porque me honro con la amistad personal tanto del Sr. Larca Boyle, como del Sr. Vivante .. Del primero, de la estimación que le tengo y de los sentimientos de admiración que me ligan a él y a su familia ya saben algo los lectores de mis trabajos de los últimos dos años y los que asistieron a mis conferencias; también las páginas de esta Recista dan fe de ello (véase N° 79). En cuanto al segundo, durante' largos años ha trabajado conmigo en comunidad de exigencias e ideales, cuyo fru to visible es para los' lectores el volumen de la biblioteca BUMANIORdedicado a uno de los más atrayentes misterios de América, e intitulado Libro de las rltlán-
tidas, 1939. Repito a ambos' 'amigos y estimables escritores la seguridad que ya he dado al señor Anesi, esto es, que el tema de sus desvelos autoriza de todo punto de vista el intercambio de ideas e interpretaciones divergentes, y cualquier revista u otra publicación que dé cabida a tal proceso crítico no solo no desmerecerá de un ápice,si~o se hará acreedora a-la gratitud de' los que cultivan los problemas de la antfCuaria de América, y, más en general, de 'la historia del espíritu humano.
ESCRITURA
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Sé perfectamente que son muchos los autores, directores y profesores los cuales tienen de las polémicas en general un concepto muy bajo; por mi cuenta, en cambio, tengo de ellas una opinión asaz elevada. He declarado en varias oportunidades que, pam mí, sólo de un modo se comprueba la vitalidad de una idea, .Y es .que ella despierte hondas discusiones entre los contemporáneos a su enunciación, así como en las épocas sucesivas. Esto está demostrado con claridad meridiana por la historia de las ciencias. Por otra parte todos saben con qué rapidez se adueña el olvido del inmenso montón de libros y escritos que encontraron al aparecer acogidas amables o corteses, que son en este caso sinónimos de indiferencia. ' Op timamente obró Larco , Hoyle al presentar a los lectores de La Crónica de Lima y La Prensa de nuestra ciudad sus opiniones sobre la interpretación de ciertas escenas y personajes de la alfarería fina de Trujillo que le indujeron a enunciar la existencia de una escritura mochica sobre pallares, y de reirnprimidas luego, con mayor acopio de documentación, en el 1 tomo de su obra Los /71ochicaJ', Lima 1938-9. En el N° 92 de la R. G. A. expresó Vivante su disconformidad con la interpretación de Larco Hoyle y presentó, a su vez, la propia; según este autor las viñetas de la terracota mochica son escenas de juego, y para comprobar que realmente existían entre los indígenas juegos que se realizaban con porotos, adujo una larga serie de pasajes de Cronistas- de Indias los cuales describen no uno sino toda una serie de juegos indígenas americanos que se juegan con las habichue.las de varias suertes de porotos, habas y pallares. Cualquiera pueda se¡' mañana el resultado definitivo de esta disputa científica, en toda hora aparecerá claro que la real vitalidad del impulso impreso a la cuestión por las opiniones de Larce Hoyle sólo empezó a mostrarse en sus efectos tangibles por medio de la publicación de Vivarrte ; antes de. ese día había quedado sin obrar, en el limbo representado por los estantes y I~ caj o-
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).
~~~~ Uno de los nueve paneles que componen la página 40 del Codex Dresdensis. De arriba hacia abajo encontramos: 1, dos líneas de "glifos" de días y períodos; J 1, una línea con signos numerales: 12 en negro y 4 en rojo; 111. una línea con dos signos astronórnicos : Mercurio y -Tonatiuh o el S91; IV, una figura de ser quimérico (hombre-tortuga) en acto de llevar dos teas encendidas, una con la llama hacia arriba y otra hacia abajo, imágenes de la mañana y el ocaso
nes donde duermen tantas enunciacio-' nes que sus autores creyeron revolucionarias, mientras han cumplido únicamente la misión de cubrirse de polvo. Nacida la oposición dialéctica y científica, he aquí renovado el interés: a la crítica de Vivan te replica Larco Hoyle en el N° 107 de la R. G. A. ratificándose en su primitiva explicación de las escenas mochicas, en el sentido que únicamente· pueden referirse a la escritura sobre pallares, la que sería una invención peculiar y exclusiva de los habitan tes del- Norte del Perú. Y a esta
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r~pJica de Larco Hoyle contestará como tengo entendido - Vivante, ani~ado por el deseo de aportar nuevos elementos de juicio. Pero ahora es mi deber que recomiende encarecidamente, a ambos Autores 'por igual, que guarden en esta discusión, siempre con mayor acuciosidad, una conducta de impersonalidad. rigurosa, pues a los lectores y a la ciencia nada importa -' en substancia movimiento alguno de conceptos que se reduzca a una debilitación del adversario como tal, y sólo la obtención de una certeza objetiva sobre los alegatos que cada uno pone a sustento de su propia tesis. Solamente con tan rigurosa conducta podrán justificar ante el Director de la revista y sus lectores la atención y el espacio que tan amablemente se les , otorga. ' Noten bien mis estimados amigos que al dirigirles tal advertencia no prescindo del hecho que es siempre difícil en estas condiciones mantener una objetividad ilimitada. Sin querer, al defender una tesis, se cae en formulaciones de carácter dialéctico puro. Así, por ejemplo, estoy seguro de que el señor Vivante no puede justificar, en todas sus partes, la incursión que ha hecho en la descripción del "uniforme" de los mensajeros, tal como resulta de las páginas del señor Larco Hoyle. Es natural que en este asunto al Autoi; peruano mucho le vale la fuente de información realmente enorme que representan los miles de piezas del Museo de Chiclín, el que no tiene rivales como lo reconocen todos los Americanistas - en alfarerías del Norte del país. En cambio, cuando Larco Hoyle reprocha a Vivante que "confunde periodos culturales, .IJ es posible que esta con[usián. haya influenciado alguna.r de sus conclusiones" (~o 107, p. 93) no reflexiona que esa pretendida confusión estratigráfica se reduce a una impropiedad en el uso de la palabra iI1ochica, y que tal impropiedad tiene sus raíces, justamente, en la prosa del propio Larco Hoyle. La palabra Mochica, en efecto, es empleada en dos sentidos: el primero
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para indicar específicamente al nivel cultural' que Uhle denominara ProioChimú y Kroeber Pre-Chimú, y el segundo para designar a los habitantes indígenas del valle de Moche. Véase en sus iI1ochica.r, t. II, pp. 9 y 28 y muchos otros pasajes, que Larco Hoyle habla de una raza mochica "del pasado y del presente" y "del iI1achica de nuesiros dia.r", acompañando retra tos de hombres y mujeres actuales y escenas de regocijo campestre. Una vez admitido que la antigua raza del horizonte arqueológico Proto-Chimú se conservara hasta hoy, no puede reprochársele a Vivante que escriba de los Mochicas, o habitantes del valle de Moche, que fueron dominados por los Incas a través de su hegemonía sobre el reino Chimú. Este "reino" es, al fin y al cabo, la denominación de una época intermedia entre la Pre-Ülumú y los actuales indígenas del Norte. No intentaré defender ni disminuir las impropiedades que se engendran de tal empleo de la palabra gentilicia, y sólo insistiré en dos puntos: lo, de nada sirve para los efectos del juicio substancial sobre la escritura en pallares, toda acusación recíproca sobre impropiedades en el uso del vocablo iI1ochica; 20 si se tiene interés en cambiar la denominación clásica Proto-Chimú y PreChimú o Chirriú primitivo en otra que lleve el sello del valle de Moche (lo que bajo ciertos aspectos es comprensible y hasta plausible), será oportuno guardar la palabra iI10chica para el concepto estratigráfico y arqueológico únicamente, y cuando en cambio se entienda' hablar de los indígenas de ese valle en función de la invocada continuidad racial que reúne a los "del pasado" con los de "nuestros días", recurrir a designaciones que eviten tal anfibología, pór ejemplo iI1ocheroJ", que es la adoptada generalmente en el lugar. . Símilmente, no podríamos aprobar en un todo la aseveración de Vivante, de que Larco Hoyle invocase una escritura fonética, y menos aún alfabética, porque este Autor ha hablado con preferencia de signos ideográficos, sustentando la creencia que "re refirió, únicamente a I
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Fragmento de inscripción sin colorido alguno, cuya en la primera linea, luego trata de una transcripción figurativa,
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mexicana de la colección Hurnboldt, con figuras y signos en tinta negra, lectura, debe hacerse de arriba hacia abajo y de izquierda a la derecha de derecha a izquierda en la segunda y así siguiendo (bustrofedon ). Se de un texto ca tequistico cristiano, y la escritura es, evidentemente, excepto los numerales y' unos cuantos determinativos
ciertas convenciones que delataban cla- asunto, ni a las mismas personas de los Autores. ramente 10J' hechos mas en forma gráYo creo interpretar con fidelidad el [ica" (Tomo 11, p. 118). Ello no quita que al juzgar la interpretación de Vi- afán de todos los lectores al expresar en primer término nuestro agradecimiento vante hay que tener en cuenta el pátanto al Sr. Larco Hoyle como al Sr. rrafo de Larco Hoyle que sigue de Vivan te, una con nuestra admiración inmediato al pasaje que hemos transcripto : "J'in embargo, a medida que nos por sus bellos estudios interpreta tivos, y en segundo lugar el deseo de que sean iniernarnas más aún en este arduo y eliminadas en lo posible todas las deridelicado problema, creemos jirmemente que alcan.zaremos mayoreJ' puntos de vaciones de naturaleza discursiva y digresiva, luego las afirmaciones apovista, llegando a conclusiones cieniificamente sancionadas y no .esiará lejo« el yadas en pruebas de carácter subjetivo, dia que formemos con verdadero abeceda- las inexactitudes definitorias y otras rio de interpretaciones", Convengo en menudencias aparentes, que acaban en que la intención del autor pudo ser la pura pérdida de tiempo y distraen de la lÍi'lea de conducta centra]. de referirs~ a una "lista" o "catálogo" Sobre todo se impone buena memode ideogramas con sus relativas expliria, para que, ninguno se aparte de la caciones, pero el hecho positivo y perposición que conscientemente ha tomaturbador es que esa bendita palabra do con anterioridad. A manera de "abecedario" empleada ostensiblemente muestra mencionaré que la frase de uno en un punto tan delicado, no era la más de los Autores: "10J'pallares no necesitan prudente y exacta, ni la más apta para labraduras" (N° 107, p. 100) desmiente deslindar responsabilidades. lo que él ,mismo dijo anteriormente en Los casos que anteceden - y yo debo fflochicaJ', -t, 11 p. 122, 123, en que se limitarme a unos pocos, a guisa de meros describen los instrumentos "utilizados ejemplos nos convencen de que efectivamente la incógnita que se en- para trazar sobre 10J'pallares unas lineas cuentra sub judicio es por su propio . rectas o quebradas" y hasta se fotografía a un personaje de terracota antigua que alcance mucho más importante que las lleva en la mano "la bolsa de pallares y diminutas oposiciones de carácter diael punzón" léctico, las que'- en el fondo - ninguUna vez eliminada toda clase de na ventaja aportan a la dilucidación del >
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Dos litoglifos' del Norte argentino ilustrados por Adán Quiroga. El de la izquierda fué encontrado en la localidad de Quilmes (Tucumán) en las ruinas de Pueblo Viejo, y el de la derecha en Condorhuasi. La medida del último es de 3,25 de ancho por 2,40 m. de altura. El primero se particulariza por sus numerosas tacitas o' "rnor-terillos", como prefiere llarnarlos Quiroga; contiene setenta
escorias, imaginemos haber ganado una altura en que la atmósfera nos proporcione estímulos de pureza y abnegación. Aun en este nuevo ambiente las dificultades de la escritura americana, en particular y en general, serán de tal magnitud que no me sorprendería ver a los' especialistas que más hubiesen profundizado su indagación, manifestar las mayores perplejidades.
* * * En primer lugar, no es de fácil alcance mantenerse dentro de una propiedad ejemplar en cuanto a los conceptos de pictoqrafla, ideoqrafia, hieroglijicoJ", etc., ni al mismo término escr~tura, mientras resulta bien claro que una levisima adulteración en esta materia definitoria ha de producir efectos desastrosos. Los escritos más o menos vulgarizados que conciernen a las escrituras de América nos ofrecen suficientes comprobaciones de esta verdad. En cuanto al problema en general, estamos todos convencidos de que los pueblos cultos de Sudamérica fueron poseedores - a la par que la gran mayoría de [os pueblos cultos del mundo de sistemas de escritura, en el sentido propio y fundamental que tiene esta palabra, que no coincide con el de nuestro lt;nguaje común, ni con el diccionario, pues comprende todos los medios de registrar y comunicar por tal guisa el pensamiento. Se trata de señalaciones de naturaleza variadisima, y .asi lo indica el título de .•un breve pero
áureo tratado de K. Weule: Vom J(erbJ"iock: zum. rllphabet, 'el que empieza por describir las ramas y bastones dentelIados o incisos por el hombre con el fin de enviar un mensaje, y termina con nuestras comunes letras del alfabeto. Lo malo es que todo el siglo XIX ni ha intentado siquiera librarse de las presunciones que se derivaban de su mentalidad evolucionista a toda costa: 1° que entre las formas "inferiores" y las "superiores" de escritura hubiese una continuidad y causalidad uniforme, que puede resumirse en el proceso de simplificación de las imágenes, desde las naturalistas hasta las lineales; 2° que las formas "superiores" fuesen las nuestras, nacidas en el Mediterráneo y formadas por pocos signos alfabéticos, precedidas a su vez por un pQíodo intermedio de hieroglifos y cuneiformes; 3° en cuanto a todas las demás formas, que ellas no merezcan gl~an atención, por tratarse de tentativas harto embr ionanas. La doctrina de nuestros padres puede ser representada, en compendio, por la sucesión 1° pictoqrafía», 2° ideoqramas, 3° hierogLijoJ", 4° J"ÍgnoJ" jiLábicoJ" y 5° alfabéticos, En ei primer peldaño de tal sucesión "progresiva, necesaria y universal" se dibujan objetos o seres con carácter naturalista, .que poco' difieren de las "pinturas" propiamente dichas; en el segundo las .Tiguras, algo simplificadas en cuanto al trazo, son adoptadas para indicar conceptos siempre más abstractos y simples categorías .
. ,
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Los peldaños posteriores introducen por un lado la valoración fonética y por el otro aumentan la simplificació n del trazo, hasta reducido a formas lineales sencillas. Un movimiento de ideas iniciado por Evans en 1908 y seguido por Flienders Petrie en 1918 dió por tierra con ese antiguo esquema "universal y riguroso". N o se produjo sólo una simplificación progresiva del signo pictográfico hacia trazos lineales, sino también otro proceso en sen- La famosa "piedra labrada" del Parahiba (Brasil) con una serie de incisiones que han sido in trepretadas como un texto. Parte de la tido inverso, porque misma, exactamente la sección puesta én la extremidad derecha lengran número de margüiforme, ha sido recientemente (1937) traducida por A. Brandño : cas y signos alfabeti"El Señor Dio.r JlJbú, el gran Creador, sembrá los gérmenu, fecundá la formes han precedido tierra e hizo .rurgir el juego, e hizo .rurgir al hombre (o a la plan la)" . El lector no dejará de interesarse por el valor de "divinidad" que se a los demás, a partir atribuye al signo que los autores argentinos explican como represendel Paleolítico, y en tación del avestruz y que parece una imagen de su rastro. Otras el Mediten'áneo cláanalogías con los litoglifos argentinos es la figura de serpiente y las sico las formas de numerosas "tacitas" este tipo son cierde los días" .Y de los períodos .Y puntos carditamente anteriores a las figurativas. nales, con su aspecto redondeado; 2° la escritura Conternporáneamente la investigación numeral con signos digito-vigesima les, de exquide infinitos pueblos de cultura intermesita reducción alfabetiforme; 3° los hieroglifos dia o inferior enriquecía la ciencia de de! Sol y los Planetas con su trazo rectangular un modo inesperado y afirmaba, siem- y simetría angulosa; .Y 4° las figuras casi enterapre más, la gran significación de los mente naturalistas de hombres, animales .Y seres compuestos que valen por su posición, actisistemas de la que pronto veremos lla- {ud y gesto (posture language). marse la escritura por el gulo y los maEn segundo término, se juzga sobre el grado de desa rrollo "progresi vo" y la eficacia de los yormente numerosos de la escritura mnesistemas gráficos de América, de acuerdo a los motécruca convencional. hábitos mentales de! que lee .Y escribe según e! Muchos castillos se han venido abajo aparato que se enseña en nuestros grados ,elede este modo, y gran número de las mentales. Se reprocha, por ejemplo, a la grafí.a de los aztecas que en lugar del apellido Jllendoza páginas de manuales y enciclopedias escribiesen un rebus que se lee JlJe-lozan, y en están en un atraso irremediable. La vez de Pater-naster escribiesen p a-Ienoch-te, sin Arnericanistica por su parte lucha' de- reflexionar que el empleo fonético de los signos nodadamente por medio de sus voceros (a manera de rebus y de acróstico al mismo tiempo) Fué usado solamente en un contado subalternos, para conserva¡' una porción número. de ocasiones '(nombres de personajes de los antiguos prejuicios. Por un lado, se considera como única escritura a los sistemas harto complejos del pueblo A~teca o los del Maya,' mientras en una sola página de! Üodex Dresdensis pueden verse no menos de cuatro escrituras 'yuxt~puestas: l° los "glifos
históricos .Y nombres de ciudades), mientras para los demás conceptos regían las mismas convenciones de la escritura maya, aunque representadas por signos más "jóvenes", esto es, menos desgastados. La pictografía mexicana es una verdadera viñeta, los signos de los días y periodos son más naturalistas, y los de astros
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Trozo de un manuscrito de indios Cuna (Panamá) publicado por Erland Nordenskióld, quien lo obtuvo del indígena Rubén Pérez Kantule, llevado por él al Museo de Góteborg. Es la transcripción de una canción de medicina mágica que tiene por objeto al hí.rep (hierba curativa). Los signos más empleados son los que tienen valor de "posture language": véase los signos 3 y 7 de la la linea que ambos significan "estar moviéndose", por la actitud de las figuras; el 5 quiere decir "estar temblando"". La lectura es bustrofédica, comenzando de arriba a la izquierda y números nunca alcanzan el mismo e~tado lineal. Después de sesenta años de investigación afanosa, se han sacado en limpio los siguientes caracteres de las escrituras de la América Media; comprendiendo la mexicana: 1, ninguna de ellas se "lee en el sentido que nos es familiar, esto es, transformando sus signos en sonidos que a su vez formen palabras; carecen en efecto de toda indicación del morfema (plurales, casos, conj ugaciones y otras formas gramaticales indispensables en la formación del discurso), y no forman un texto conexo sino por medio del intérprete quien articula sus elementos conceptuales; 1I, esas graHas no fueron ya inventadas ni empleadas con fidelidad al fonema (fuera de los menci~nados "nom~res ~r<?~~os de México) ni para narrar O describir a nuestro modo, sino como medio mnernotécnico para llevar una contaduria elemental y principalmente para las composiciones sacerdotales sobre determinados temas de astronomía, calendario y ciencias mánticas y proféticas e historio gráficas, que en la época de la Conquista incluyeron formularios catequistas. ¿Qué pensar de las espeluznantes tablas de correlaciones silábicas entre los hieroclifos medioamericanos y los egipcios, que estuvieron de moda a fines del siglo pasado y reaparecen cada tanto en escritores rezagados? Fueron sus entusiastas difusores Le Plongeon en Nor tearnérica, Ramón Mena en México y Francisco de Basaldúa entr~ nosotros, pero mucho tiempo antes, en pleno siglo XVI los habla precedido el
obispo Landa con su "alfabeto Maya" que, después de haber ocasionado gran pérdida de tiempo y energías a los especialistas, terminó por ser relegado como de auténtica sp an isli fabricatioa . Esos extravíos, naturalmente, dependen del radio visivo y de la cultura de cada investigador; a la falta de amplitud debe atribuirse que todas las escrituras de América hayan suscitado siempre en sus primeros comentaristas la presunción de poseer o el afán de componer "abecedarios". Recordemos las famosas inscripciones sobre rocas o en guijarros de Dighton, Grave Creck, Tennesee, etc., en letras hebreas, e~scas, fenicias, celtibéricas, rúnicas y demás. Falsas algunas, auténticas otras, el enigma de los signos lineales y alfabetiformes fué resuelto por Cyrus Thomas, cuando encontró una especie de taquigra Fia perfectamente lineal y de formas alfabéticas inventada alrededor de 1820 por un ingenioso indio Cherokee de nombre Jorge Guess, llamado por los suyos "el Secuoya". ¿Y qué decir de la fiebre de abecedarios y de cla ves fonéticas despertada por los primeros hallazgos de petroglifos? Liberani y Hernández, en Catamarca (1877) ven en esos signos "la Lengua escrita de los p;·ime.!"o.r t'ndígena.r""· A lo que Ameghino apresuradamente agrega (1880): "nuestra opinión eslá definilioarnente fcrmada: represenlan un sistema completo de escrilura i¡feográjica, comp ueslo en parle de jigura.r y caracteres simbálico.r y jiguralil'o.r, y en parte de caracteres fonéticos": A honra de la prudencia
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Dos series de signos reproducidos por el Prof. Latcham de sendos vasos de alfarerla del Sud del Perú, zona meridional del área Proto-Nazca. Los elementos que parecen figuras, en número escasisirno, se encuentran simplificados en grado extremo. N6tese la presencia de elementos alfabetiformes . científica conviene transcribir la f6rmula que un decenio después (1890) nos dejara Adán Quiroga: "Después de un detenido y prolijo utudio comparalioo de los petroqlifo« y-oictoarafia» calchaquies, he llegado a la .sínlui.s indisculible de .que, al revé« de lo que aconlece con los .signo.s axtecas y maya.s, que son alfabetos, nuestros grabados no son letras, ni sílabas, ni caracteres fonéticos, sino dibujos y .signos convencionales ... ". en la que s610 hay que enmendar la falsa opini6n sobre Mayas y Aztecas. Nada diremos de las repercusiones en Chile (piedras de Tarapacá, -Tanguiririca, etc.) y Perú (La Caldera, Chuquibamba en el Sur, luego los departamentos del Norte y Centro); pero fué ciertamente en Brasil donde la búsqueda de "abecedarios" y "claves fonéticas" en unión con las de cidades petrificadas constituyó una suerte de obsesión, ." ocupa un lugar preponderarrte en la anticuaria brasileña, a empezar desde el clásico P. Correia Telles de Menezes (1800) hasta los contemporáneos A. de Carvalho (1910) y A. Brandño (1937). Hay que considerar en este último las supuestas "traducciones" de la piedra de Parahiba o de una sencillísima tanga aruaka, para ver dónde puede llevar la fantasía sin el freno de la crítica. Una cosa, sin embargo, debemos reconocer a los autores brasileños, y es el empleo del vocablo Liloglijo, algo más correcto que p elroglijo usado entre nosotros. Propongo que de hoy en adelante sigamos su ejemplo: en cuestiones de lenguaje definitorio el continuo perfeccionamiento del enfoque científico comporta cada día menos las "mangas anchas" del pasado. Así también, ya es hora de que se rechace el término p ictoarafia» pata indicar todas las inscripciones pintadas sobre rocas, porque. se presta a peligrosas anfibologías con las verdaderas pictografías, que son - en sentido propio - los dibujos na turalistas de objetos y personas, cuando se los encuentra empleados en un sistema de escritura figurativa (y no ya cuando tienen la simple funci6n de un cuadro o viñeta).
Bueno es el término usado en Chile "pintados", pero como la exigencia de una denominación paralela a IilogLijo aconseja servirse de voces griegas, propongo liloarama. Nuestra frase corriente pelroglijos y piclografías se transforma, en homenaje a la exactitud de nociones, en la otra liloglijos y lilograma.s. La forma gráfica de los indios Cuna de Panamá, revelada. por Erland Nordcnskiold poco antes de su prematura desaparición, puede decirse que es la que cuenta con menor número de piezas bibliográficas, y sin embargo es la mejor descripta, con gran copia de ejemplos. textos y traducciones. En cuanto al kipu, que también tuvo su cuarto de hora "fonético" y hasta "alfabético" en tiempos pasados, se han agregado en las últimas décadas nuevas contribuciones de· la escuela etnológica escandinava y de la argentina; ambas han ido estableciendo siempre más estrechamente el valor convencional de su sistema de registración a base de cuerdas y nudos, con
Otro grupo de signos lineales en una cerámica Proto-Nazca, según el Prof. Latcham
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Ejemplo de una escrrtura en cuero de Bolivia, descripta por prrmera vez por Franz Tarnayo y conservada en el Museo Nacional de La Paz. Es un fragmento ca tequistico cristiano e ilustra los 10 Mandamientos. La lectura es bustrofédica. Comenzando por la derecha de la 2" línea de nuestro fragmento tenemosIa siguiente traducción (faltan tres palitos del numeral 5): Quinlo: 110 matar; Sexlo: no fornicar: Séplimo; no hurtar; de. Se trata de un verdadero "pos tu re language": la figura de un hombre y de otro caldo, la de un hombre .Y una mujer, la de uno que se aleja con un fardo, y así siguiendo. Nótese, sin embargo, que todas están intensamente simplificadas a casi puras Iíneas exclusión de toda función "hablada", como fuera pretendido con harta' insistencia. Otra forma de escritura sudamericana es la que acaba de describirnos Dick [barra Grasso con riqueza de ejemplares (entre ellos varias hojas de un "libro") procedentes de varias provincias de Bolivia; los 'signos son figuras humanas y de objetos con aguda simplificación, próxima a las formas lineales; la ordenación es bustrofédica; su función figurativa [poslure Language), pero con intenso empleo del valor fonético. Por último el mismo joven autor argentino. que acaba de explora,' con éxito el interior de Bolivia, nos ha sorprendido con la revelación de una escritura boli viaria (San Lucas) realizada con arcilla, por medio de muñecos de unos 6 cms. de altura plantados sobre un disco o plataforma de greda. siguiendo una linea espiral. El descubridor de esta escritura. que es un duplicado en ronde bOJ'J'e de la anterior, piensa con cierta razón que estas formas bustrofédicas y ciclóideas de Sudamérica tienen que formal' un grupo único con los ejemplos del Perú figurados por Wiener (acabo de observar unos cuantos en el Museo de la familia Prado. en Lima). con la escritura Cuna de Panamá y las inscripciones ciclóideas sobre cuero pintadas por los Pieles Rojas. Si se incluyen en esta rápida reseña las imágenes de objetos en manifestaciones serni-deco, rativas de la escritura como son el wamp un. de Nor tearnérica y los adornos bordados en color sobre la vestimenta y calzado de muchas tribus. luego los trazos con arenas de distintos colores en el área que fué de los Pueblos, tendremos una idea panorámica de los sistemas de escritura propios de los indígenas de América, sin dejar en silencio los bastones y cañas provistos de signos diversos, ya sea incisos, ya - como es más frecuente pintados en colores por medio de rayas, que han servido para enviar mensajes o preservar cuentas, desde los más antiguos tiempos, entre los indios Moxos y los mismos Kéchuas (Viedma, Cabello de Balboa y otros cronistas).
y si de su conjunto deseáramos deducir una fórmula condensada que permita captar ambos conceptos de grado del desqasle gráfico y mecanismo funcional, P?d.ríamos formular las siguientes proposiciones: 1. La gran masa de los sistemas gráficos de América no ha sido construida ni adoptada en vista de un lenguaje hablado, y sí de un lenguaje pensado, II. Pequeño número de empleos fonéticos encontramos en el sistema Azteca (nombres de personajes españoles y de ciudades) y más en las escrituras bustrofédicas y ciclóideas de Bolivia, pero con simple aproximación de sonidos, así que 'constituyen una mnemónica más que una transcripción; en México se admite además la formación de palabras a guisa de rebus (escritura iconomática de Brinton). ~ III. Los sistemas gráficos americanos realizan amplísimo empleo de los colores, los que tienen intensas propiedades clasificatorias y determinantes; esto es visible inclusive en el kipu y en los bastones-mensajes. , IV. En ninguno de los sistemas americanos, incluyendo a los de la América Media, la simplificación por desgaste del dibujo naturalista ha alcanzado el grado, lineal o alfabetiforme, fuera que en particulares grupos de signos, que sin ernbargo permanecen siempre complejos. V. En general cada uno de los sistemas americanos es la unión ficticia de
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varias grafías, detenidas en diferentes grados de desgaste, y esto es propio también de algunas escrituras clásicas del Mediterráneo. VI. Existen, en cambio, varios sistemas que han tomado nacimiento con agrupaciones de signos inicialmente lineales, como es visible en los miles de litoglifos y litogramas que decoran especialmente las rocas de Sudamérica. VII. A pesar de los muchos lustres de investigaciones en busca de alfabetos y hieroglifos, sólo se conocen tres sistemas gráficos lineales: a) El Padre Nuestro en jeroglíficos, notable ejemplar de escritura traído de San Lucas, Bolivia, y que se conserva en el el de los dichos litoglifos y Museo Nacional de La Paz. ,El punto final está represenlitogramas; b) buena parte tado por dos palitos verticales. La lectura se realiza de de los más elaborados sig- afuera hacia adentro, siguiendo una línea espiral (modelo nos de San Lucas y afiilustrado por [barra Grasso) nes; y e) la taquigrafía inpostura, vestido, función y la accron ventada por Secuoya, que es realmente desempeñada (parture lanquaqe ), alfabetiforme. IX. En definitiva, el criterio funcional VIII. Los mecanismos de asociación entre el signo y el concepto se distinde la grafía americana denuncia el mecanismo de convenciones mnemónicas guen del siguiente modo. En importante medida el signo es efigie simple y especializadas y esto es lo que constituye su carácter de un verdadero lendirecta de seres y objetos (pictograjía). En mucho menor escala y en particuguaje pensado. lares sistemas el signo representa una * * * clase o categoría y hasta' una idea absVolviendo ahora al asunto que ha tracta (ideograma). Contados son los motivado esta nota, puedo declarar SIn empleos de la figura como evocadora de sonidos en las escrituras clásicas de Medioamérica (escritura cconomática), y más abundantes en la vernácula descubierta en Bolivia. La enorme mayoría de los sistemas se substancian en dos empleos abundantísimos en América: lo la elección convenciot nal de signos que nada tienen que ver con el concepto u objeto, o dependen de éste de manera harto indirecta [escrituras de clave} y Otro ejemplo de escritura 'plástica, el Ave María, publicado 2 la va loración de las por Ibarra Grasso, como la anterior se lee en espiral. Las imágenes de hombres, anirepresentaciones consisten en los más diversos objetos: un males y quimeras por su fragmento de carbón, un diente, un marlo, cte. 0
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• .ambajes que ninguna opinión precon':cebida me insta a rechazar a priori la existencia de sistemas de escritura en la costa Mochica. Muy al contrario, estoy de acuerdo en las líneas generales con la:expedación fervorosa de que se hizo intérprete el Dr. Capitán en su curso del College de France (1916): "on répéte san s cesse: que LeJ' PéruvienJ' n' aaaient aucune écriture, aucun moyen de iransmettre leur pensée. ELanf donné L'evolution. eihnoaraphique de ces peuples el leur degré de cioilisation iré.: avancé en certains poinis, La chase ne parait paJ' possib]e": Lo malo es que la prueba aportada por el Dr. Capitán (figura 86 del II tomo de sus Traoaux Oriainaux, París, 1912-17) consiste en una tela rudamente tejida exhumada de una tumba, cuya superficie está literalmente cubierta de trazos lineales irregulares en tinte rojo, de los cuales algunos remedan formas de un ciempiés, una serpiente igual a las de los litoglifos, unos ojos, un hombre con los brazos . levantados, etc., pero todo en gran desorden y abigarrado. Nadie ha confirmado la interpretación del Dr. Capitán, y ese su ch amp de recherches nauoeau ha quedado infecundo. Completamente an tihistórico es el pasaje en que Montesinos asegura que los Peruanos conocían la escritura (" letras y caracteres"] en una época remotísima y la practicaban en pergamino.1' y ciertas hojas de árboles, y que al prohibir Tupac Cauri severamente su empleo, se perdió por completo. Este soberano es el mismo Pachacuti VII de Montesinos y BIas Valera (810 rey del Perú de la "lista larga") y necesitarán 14 generaciones para que encontremos al primer Inca; pero según Montesinos en la época de esa escritura habría florecido una Universidad en Cuzco, es decir en la ciudad que tradici~nalmente fué fundada por el primer Inca. Toma Ameghino las aseveraciones antojadizas de este "sabio indagador" por moneda de buena ley, y agrega que en el período de la Conquista fué observado que los Indios escribían sobre papel de hojas de banano. Muy a pesar nuestro no podemos acoger esta noticia sin gran dosis de escepticismo, no sólo por el hecho de que de tal papel no ha quedado vestigio alguno en América del Sud, y tenemos sobradas razones para distinguir en él un duplicado imaginario del papel que los Mexicanos fabricaban con hojas del ágave, sino por la razón que, mientras el Jl1aguey es realmente planta originaria de México, el banano en cambio ha sido introducido en América desde el Viejo Mundo, ya con sus especies y variedades cultivadas en el Pacífico, ya con las del Africa (/1tu.1'a p aradisiaca, /11. sap icnt ium, /14 Caoendirhd, etc.}.
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Tentativas siguen.
más modernas son las que
En el renglón de los signos sobre tejidos hay que nombrar la tela de lana del cementerio de Chillón (Perú) presentada por Franz Heger en las actas del XXI Congreso Internacional de America nisfas (sesión de Goteborg, 1924), cuyas zonas diagonales contienen un gran número de pequeños circulitos agrupados de manera que simulan la forma de' caracteres del alfabeto latino, pero en sus tipos lapidarios. Es el caso de decir: qui nimls probai, nihil probal. La señora del eximio doctor Lizardo Vélez López ilustró en el mismo Congreso, sesión de La Haya 1924, algunos signos de las sepulturas de la costa Mochica, sacados de piezas de terracota, conchas etc., cuyas variadas formas lineales le permitieron imaginar analogías con la escritura china por una parte, y por la otra con los cuneiformes de Mesopotamia y las letras de los Fenicios. De un campo de ruinas de los alrededores del Cuzco, Iriquillpa ta , ha sacado en los últimos años el estudiante Eliseo Olivera, ilustr-ándolos en su trabajo de tesis de la Universidad del Cuzco, unos trozos de alfarería que llevan una presunta escritura. Esta se compondría igualmente de elementos harto dispares: por un lado el famoso "signo escalonado" ir otros que interpreta como ideogramas, y por el otro verdaderas letras. En los años que precedieron al 1929 el profesor Ricardo E. Latcham llamó la atención sobre una hermosa colección de alfarería ProtoNazca, algunas de cuyas piezas presentan una serie de signos pintados, casi todos reducidos a formas lineales, aunque guarden gran complejidad. Con su habitual prudencia y buen sentido no pretende Latcham intentar descifración alguna, y se limita a expresar la opinión que fueran ideográficos y formen verdaderas inscripciones. Más importante me parece la afirmación de La tcharn que "pre.s-enlan baslanie semejanza con muchos de Lo.1'.1'igno.1'grahado.1' en La.1'rocas diserninada.r por Lo Largo de La Cordillera de Lo.1'/lnde.s-". El hecho que esta colección procede de un lugar más al Sud de la zona Nazca habitualmente explorada y la evidente semejanza con los litoglifos de la zona meridional de Sudarnérica, no deja de ser sugerente. Hablando de "escrituras" sobre alfarería, aunque no pretendo agotar un tema tan prolífico, no debo descuidar lo que escribió en varias ocasiones otro estimado amigo, el profesor Alberto Childe, del Museo Nacional de Río de Janeiro, y especialmente en un artículo Va.1'o.1' brasileiros precolombianor eom inscripciies (1922). A pesar de mi mejor voluntad, sin embargo, no veo en los nítidos dibujos de Childe más que las caprichosas y al mismo tiempo armónicas líneas de la decoración cerámica meandriforme difundida en gran parte de Brasil y que tiene por foco de dispersión la isla de Maraj4Í. .Sea dicho de paso que los tres vasos dibujados por Childe me inclinan a pensamientos harto tristes, pues el descr iptor confiesa que su aten-
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Dos vasos brasileños que el Prof. Childe aduce como prueba de una escritura lineal y alfabetiforme indígena. Proceden ambos (así como un tercero que no se publica, análogo a los anteriores) de los yacimientos de Marajó, la gran isla de la desembocadura del Amazonas. Se trata, evidentemente, de líneas decorativas propias de tal cerámica y que proceden de la interferencia de pequeños segmentos curvilineos en el desarrollo de una serie de grecas
les son los puntos definitivamente solidificados por cada uno de los escritores que la mantienen abierta? - ¿En qué sentido puede concebirse la prosecución de indagaciones que promuevan el desenlace? Estas son las preguntas que afloran a los labios de cientos de lectores, aunque, en verdad, resulta muy arduo contestar a todas con igual pruSumemos todas esas tentativas de dencia y acierto. demostración, después de analizarlas y Por mi cuenta, tengo entendido que aquilatarlas por separado, y veremos que ambos escritores han producido interenunca salen de lo vago, nebuloso y sub- santes alegatos, que si por una parte de hejetivo: aquí una simple sugestión, allí logran comprobar cierto número una sospecha, más allá una base in- chos, por el otro no alcanzan a sustentar con firmeza la solución definitiva. creíble o falsa; si se exceptúan los grupos Larca Hoyle, al n~rrarnos cómo llegó examinados por Latcham, no se encuentran más que vislumbres y alucinaciones. a convencerse de la escritura en pallaAhora yo pregunto: ¿ vale la pena se- res, enumera la siguientes' observaciones, dispuestas una después de otra en la guir por esta senda indefinidamente con igual desaprensión e igual someti- misma serie lógica de su realización miento a las actividades ilusiógenas de mental (Lo~ JI1ochicaJ", t. Il). lo Logra reconocer en los personajes nuestra mente? La contestación no es difícil imaginarla. de las viñetas mochicas que corren con una bolsita en la mano, a los "mensajeros" (pp. 89-90). - 2 De ahí que * * * De lo que antecede se deduce el por- formule la existencia de un "sistema de qué del impulso que me ha llevado a no comunicaciones", luego de una "Instidefraudar a la Dirección de la R. G. A~, tución de Comunicaciones" (p. 94), esy llamar vivamente la atención de los pecie de ministerio complicadísimo, conslectores sobre la discusión de los pa- tituído por individuos de distinta jerarquía (cha'.Jqui, escribas y ".J'abioJ" e inllares. ¿Cuál es - al final de cuentas - el térpreies dedicados a enseñar la historia, estado actual de la polémica? - ¿Cuá- a descifrar lOJ" mensajes y transmitirlos" ción se detuvo en ellos en 1920, en ocasión de la visita al Museo del trágicamente conocido Coronel Fawcett "quando elle procurava na nOJ'J'a. colecciio qualquier indicio de in scriociie« precolomb uias'". Evidentemente, el que pronto se hundiría en la selva virgen y hallaría allí tan misteriosa muerte. no fué más que una víctima del delirio de las Cidade.r pel,.,jicada.r e inscripciies laoidarias, para decido según el clásico título de Alencar Araripe.
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Luna) preservados en los cartones del (p. 109). - 3° Se dedica a descubrir cuál fuese el contenido de las bolsas y Museo de Lima y el de Chicago (ReLiel medio de tales transmisiones (p. 98) glone.J de América, N° 1, Lima 1942). y observa que en ciertas viñetas figuran Buena y eficiente la señalación de la a veces los pallares al lado de los per- bolsa del mensajero, que otros habían sonajes de la Institución, y otras los explicado como tijera de jardineros, con mismos palla res en uniforme de charqui, notable confusión de perspectiva. J n- 4° Observa por otra parte que en la eficaz, en cambio, la incansable invocerámica los palla res figuran con la cación del "simbolismo", no porque fuese inverosímil suponer en los Mochicas superficie cubierta 'de rayas y dibujos tan bien comb.inados y dispuestos, que lo que hubo en tantos otros pueblos, no podían ser naturales (p. 102). - 5° sino porque se postulan simbolizaciones Y ya que existen otras series de vifie tas y equivalencias subjetivas, nacidas de asociaciones mentales sin carácter unicon dos personajes que tienen fríjoles Pero más en las manos y delante de sí, en la are- versal y menos retroactivo. imperioso que todo, es la urgencia de na, y además empuñan cada uno una especie de "rej illa", interpreta que son que el Autor revise fríamente y con meticulosidad rigurosa cada uno de los los sabios personajes de la Institución a de Comunicaciones "encarqados de des- nexos y coordinaciones destinadas cifrar LM mensajes y ordenar/M conoe- mantener unidas las diferentes secciones nientemenle" (lám. 21). - 6° Una vez del edificio con el fin de que aparenten integrar una construcción lógica imformuladas estas interpretaciones termiLas distintas observaciones, na por apoyarlas presentando los si- pecable. aunque fuesen eficaces y directas para guientes materiales de' excavación: valas respectivas comprobaciones parciarias bolsas de charqui en cuero de llama (p. 122) Y unos palla res antiguos que les, podrían resultar indirectas e inefillevan en su superficie' señales de inci- caces para el fin último de la doctrina. En el interés de la claridad, y de la siones (p. 123 Y lám. 27). - 7° Prosigue el Autor con la afirmación que una de eficiencia de su misma posición, el Sr. las caras del poroto se llenaba con gl'an Larco Hoyle sabrá eliminar en los escritos sucesivos, ciertas nubecillas que número de signos, mientras la otra cara Sien"sálo exhibe aL centro una simple combe- empañan su enunciación actual. do que él mismo ha declarado que no naciári de raya.f que, sin. duda alquna, constituyen. exprescán. inequiooca de La se trata de escritura por medio de imágenes, sino por medio de ".figno.f estanumeracián JI1ochica". 8° En base blecidos y combinados" (p. 117) de acuerde estos números - nótese la extraordo a "ciertas convenciones" (p. 118), se dinaria desenvoltura con que se mueve lee luego con harta perplejidad la frase el Autor a esta altura de sus inferencias "paLLaru pictografiado'!' (p. 119 y gran - se hacían agrupaciones en las rejillas "hasta Lograr dar unidad aL contenido del número de otras), y luego la calificación de "úgno.f ideoqráficos" (p. 124 Y pasmensaje" (pp. 120-21). - 9° Después de ello no puede extrañarnos que Larco sim). Tampoco se sabe a lo cierto si Hoyle, al aseverar "contra La opinián de las manchas y pintitas fueron conseguidas en el pallar por medio de 'pintura, los sabios y cronistas, que los antiquos peruanos -tu¡Jieron escritura", afirme "roo labradura e incisión, porque estos términos aparecen uno tras otro en sus tundamente que fué todo un sistema ingenio.fo, muy digno de sus creadores", escritos. Lo más angustioso es que, (p. 124). después de denegar toda función fonéEncuentro óptima la demostración de tica, enuncie que se trata de ".figno.f establecidos y combinados que daban la Larco Hoyle a propósito de la "humanización" de objetos inanimados me- forma escrita del Lenguaje" (p. 117). En cuanto a la seguridad con que llega a diante el agregado de brazos y piernas; distinguir de los demás a los signos de yo mismo he desccipto en tal sentido los frescos de Moche (pirámide de la números (pp. 120-21) quedamos real-
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mente maravillados, y la sorpresa aumenta al leer que el intérprete debía integrar "J'in duda alguna" la unidad del mensaje mediante una combinación de los signos y los números, con el empleo de la rejilla, que vendría a ser algo como un aparato criptográfico. Muy cordialmente esperamos que Larco Hayle robustezca y purifique su aparato demostrativo e indique con mayor coherencia de qué clase de escritura se trata. Creo con toda franqueza que esta es la ruta en que podrá conseguir adelantos, porque en cuanto a la confianza de alcanzar "conclusiones cienii[icamenie sancionadas" y al "verdadero abecedario de interpretaciones" que prometió en 1939, me permito recordar que si de las mismas escrituras ideográficas del Mediterráneo ha sido imposible todo desciframiento hasta poseer textos bilingües, en el caso de escrituras rrmernónicas basadas en señales establecidas convencionalmente, la ausencia de clave ha de excluir terminantemente toda clase de esperanzas. Vivan te, por su parte, está recorr-iendo un camino muy divergente. La finalidad que se ha propuesto es la de dilucidar el significado de las viñetas que representan, invariablemente, a dos personas sentadas una frente a la otra, con pallares y rej illa, porque no está conforme con la idea de que fuesen funcionarios j e r r q u ic a m e n t e muy elevados de la Institución de Comunicaciones. La tesis de Vivante es que se trata de personas dedicadas a un juego con palla res, partiendo de las bases que siguen: l°, el hecho de figurar siempre en parejas confiere mucha fuerza a tal hipótesis "porque no vemos la necesidad de que para leer .1J escribir deban reunirse de dos en dos" (p. 309), y 2°, las rej i!las son individuales, y no existe uno de los personajes de las parejas que falte de ella; podría considerárselas como medio de apuntar los tantos, aunque no debe confundírsele con el "ábaco" dividido en compartimientos, que también sirvió para juegos de porotos, "No se traia - dice Vivante - de oponer una hipátesis a la otra" por pura
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Figura enviada por el Sr. Larco Hoyle con el título: "Plana de paIlares calcada de un "aso. en la que se puede ver los variados tipos de pallares que encontramos pictografiados en los vasos"
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satisfacción del amo¡' propio o del capricho. De allí que se preocupe de sostenerla mediante la documentación de los Cronistas de Indias. Son éstos, en efecto, los depositarios de lo mucho o poco que hemos llegado a sabe¡' sobre la vida de ~spueblos antiguos de 'la América culta, y' no habría in terpretaciones de objetos de museos sin la posibilidad de 'refrendadas en las Crónicas, lo mismo en México y Yucatán que, en el Perú; es muy cierto que sus frases deben ser sopesadas con atención por medio del sentido etnológico moderno, porque a menudo expresan los hechos deformados por los prejuicios religiosos y antropológicos de las épocas en que escribieron, pero sería temerario rechazar su ayuda y servirnos única-
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mente de nuestra fantasía reconstructiva en la elaboración de los restos m• chanos. . Vivante transcribe cuatro textos de Garcilaso, Morúa, Sahagún y Durán; de ellos se saca en limpio que diferentes clases de juegos con poro tos, habichuelas y fríjoles formaban parte de las costumbres de los pueblos de Perú y México ya desde los tiempos precolombinos. Los porotos llevaban a menudo señales, puntitos, perforaciones o pinturas de colores distintos, con significados convencionales. También se-empleaban tableros divididos por casilleros y rayas, que recuerdan a las "rejillas" de las viñetas mochicas. Además Vivante reproduce un dibujo del álbum de la crónica del Padre Durán, que representa a dos jugadores en el acto de remover fichas o poro tos coloreados sobre una especie de aspa formada. por dos tableros dispuestos en cruz. En general, no tenemos oposiciones válidas contra el aparato demostrativo de Vivan te, en lo que concierne a la documentación de la existencia de juegos con tablero y porotos perforados y pintados en varias guisas. Este es, en realidad, el objeto preciso de su enfoque, y si hay lugar a reprocharle algunas imperfecciones, ellas son debidas al hecho que no supo en su trabajo del N° 92 ceñirse a la demostración de su tesis, evitando rigurosamente toda clase de incursiones en terrenos extraños. Otra presunción en que cae Vivan te involuntariarnente, es que al hablarse de escrituras indígenas prehispánicas deba entenderse que se trate unívocamente de escrituras alfabéticas. Esta interpretación llevaría a una mutilación del problema de la escritura, el que comprende todo sistema de registración y transmisión consecutiva del pensamiento .. Por lo demás, es mi opinión que, de hurgar con mayor acuciosidad, se encontrarían en el mismo Perú de nuestros días juegos indígenas con porotos y otras habas, o la tradición de tales juegos de las generaciones inmediatas anteriores. Por otra parte, una más extensa compulsa de la etnografía, com-
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pletada por el auxilio de los idiomas, y la correlación entre mayor número de Cronistas de Indias, ha de confirmar con solidez siempre mayor el hecho que los indios han jugado intensamente con habichuelas, en gran parte de América. Naturalmente, el juego es para el etnólogo no sólo un medio de regocijo, sino fórmula ceremonial de propiciación o meramente mágica. En el Departamento de Folklore de esta ciudad tuve las semanas pasadas la ocasión de recordar en una conferencia que si hoy la policía persigue a la adivina que en los arrabales predice a sus clientes la suerte por medio de los naipes, es un hecho explicable de nuestro punto de vista y por su aspecto fraudulento, pero ello no quita que esa asociación sea ancestral y perfectamente lógica, pues las baraj-as, con sus cuatro colores cardinales (los mismos que figuran en nuestro juego del Ludo, en el PopoL- V ui, en el ChiLan-BaLam de Chumayel, etc., y en las concepciones del mundo y los cultos de Malasia, Mesopotarnia y Egipto) representan las estaciones orientadas del flujo del tiempo y del destino, en un sistema elaboradísimo que es mántico y místico al mismo tiempo. También el aporte de Vivante como decíamos - contiene algunos tránsitos lógicos todavía inseguros y lagunosos, hasta su contribución del N° 92, que es la última publicada mientras escribo estas páginas. Conviene esperar que la delineación del juego, de los porotos y de la rejilla o tablero adquieran una especificación más acendrada. Estos perfeccionamientos serán más obscuros para Vivante, en lo que concierne, no ya al pequeño número de lectores americanistas, sino al público profano. No olvidemos que la posición de Vivante es naturalmente más modesta y deslucida que la de Larco, y para muchas personas sería una aguda decepción que terminase por convencernos su doctrina: descubrir una escritura peruana mediante pallares es tarea brillante .Y gloriosa, pero descubrir un simple juego con pallares no vale - en la opinión de la mayoría - le bul de La.chandelle.