;REVISTA GEOGRAFIC AMERICANA
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-M E N S U A L
AñoVI - Vol. XII
ILUSTRADA
NOVIEMBRE DE 1939
Núm. 74
PRINCIPALES ARTICULOS DE ESTE NUMERO Con los indios Maccá El descubrimiento de América ilustrado en las estampillas postales Cavernas pintadas y grabadas de Cafayate Las pirámides del antiguo y del Nuevo Mundo y la ciencia de sus constructores Paisajes de Neuquén Distintas teorías sobre el origen del petróleo Un viaje accidentado EL SUMARIO
DETALLADO
SAN JUAN 738, BUENOS AIRES
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EN EL INTERIOR
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los indios
Maccá,
Las Pirámides del Antiguo ciencia de sus constructores,
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ilustrado
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con 9 ilustraciones
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Geografía
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Dr•. WANDA HANKE Dr. JORGE DENNLER
con 9 ilustracione!
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M. LYNCH
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DANIEL HAMMERLY DUPUY
con 5 ilustraciones
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y del Nuevo Mundo y la con 7 ilustraciones y 1 mapa de Cafayate,
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Neuquén,
Prof. ENRIOUE PALA VECINO,
con 14 ilustraciones
El descubrimiento de América (on S ilust{acio'!es y 1 mapa
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ELENA ILLY BOURIERES
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EL MUNDO Y LAS REVISTAS Estamp•• do l. Tierra Peru.nl, po, Jull. Mac Lun Viña. - Indio, Hulcholes, po, R.f.,,1 H"lIodo,o V.lle.
Lo, ,a.rlflclos humano, entre lo, Altecl',
po, C.
EL MUNDO Y LOS LIBROS Hlstolre de l. Dócouverte de la Terre, Exploratours et Conquórants, po, Ch. de La Ronc/ére - L. Góosraphle PsYcholoslque, por Geor!le Hardy - Südamerika, die aufst.ls.nde Welt, por Colln Ron - Principie, of seneral seosraphy, po, H. L Ka¡i - Cecil Rhodes, por Geor!les Oudard - Góosraphie hlsterlque de L'Europe, por Go,don East Alpi Venoste. Pa"iri., Br.ónie. Giosaia di Tessa, Monti Sarentinl dal Passc di Rósia al Passo del Brennero, por Silvio
Sa~lio.
CUATRO LAMINAS Reproducciones
A TODO COLOR
de estampillas
postales
82 ilustraciones Propiedad
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Año VI - Vol. XII
NOVIEMBRE 1939
MODERNOS
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No 064.004 -
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Núm. 74
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AÑO VII - N°74
BUENOS
AIRES
NOVIEMBRE
1939
REVISTA GEOGRAFICA AMERICA A JOSc
ANESI
SAN
J
U. T.
Director
CON LOS INDIOS MACCA No hace mucho los habitantes de Buenos Aires tuvieron la oportunidad de contemplar, en La Rural, a los representantes de una cultura primitiva. Miembros de una tribu chaquense trajeron a esta gran ciudad el contraste de sus antiguas costumbres; los indios Maccá vivieron aquí como viven en la selva, con sus hábitos arcaicos y curiosas supersticiones y prácticas. En esta colaboración una vez más nos ponemos en contacto con esos hijos de los bosques para quienes el progreso parece haberse detenido hace centenares de años.
por el Prof. ENRIQUE del río Pilcomayo, a unos 400 kilómetros al oeste de Asun. ción, viven los indios de la tribu Maccá. Hace unos dos meses, una "troupe" de ellos, compuesta de cuarenta individuos, bajó hasta Buenos Aires, contratada por una empresa comercial. Los acompañaba, en función de asesor e intérprete, un gran amigo de los indios, el general Juan Belaieff. La llegada de estos habitantes del Chaco, con sus danzas, pantomimas y canciones atrajeron un público interesado, por primera vez, en las manifestaciones artísticas de una tribu auténticamente primitiva. Si bien el general Belaieff y el Dr. Vellard algo nos habían dicho acerca de estas gentes, la cultura y la filiación etnográfica y racial de los Maccá, que permanecía todavía insuficientemente aclarada, está hoy definitivamente establecida. El personal de las seccione~ Antropológica y Etnográfica, del Museo Argentino de Ciencias Naturales, aprovechó la presencia de esta tribu en la Capital Federal para realizar, dentro de lo p~sible, observaciones y mediciones; cuyos resultados se publicarán en breve.
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L norte
PALAVECINO
Aparte de las observaciones que por vía de interrogación metódica pudieron hacerse, se tuvo la oportunidad de ver directamente aspectos de la vida india. Por lo pronto las mujeres, teniendo aquí a su disposición un tiempo que en su vida selvática la tarea de la procura diaria del alimento y la cocina les absorbía, se dedicaron casi por completo al tejido, dando fin a la confección de unas cincuenta fajas y dos o tres ponchos. Trabajaron de firme en esta tarea y ya al final de su estadía, cuando e! tiempo apremiaba, con e! aliciente de vender en Buenos Aires e! fruto de. sus trabajos, llegaron a tejer la noche entera hasta terminar sus obras. Entre las mujeres Maccá, había una de la tribu Chunupi, cuyos tejidos superaban a los de sus hermanas de excursión en punto a belleza y riqueza de dibujo; seguía en esto los tradicionales modelos de su tribu de origen que son los más hermosos de! Chaco. Los hombres; cuyas habituales ocupaciones en la tierra nativa son la caza y la pesca, no tenían tarea especial fuera de la de tallar en madera puntas de flechas y silbatos. En general, el radical cambio de ambiente no afectó a la vida india sino con
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La coquetería es habitual en uno y otro sexo. Este luce un collar de mostacillas y gargantilla de .colores, en la cabeza tiene un penacho de plumas de garza
En este indio se puede apreciar bien el dibujo que se ha hecho en la cara mediante líneas coloradas. Lo más corriente es que esta decoración tome una disposición muy regular
la supresión de aquellos aspectos aquí impracticables; pero fases importantes de la vida espiritual se manifestaron vigorosamente. Así, por ejemplo, el general Belaieff observó que la sangría mediante escarificaciones era practicada para combatir el cansancio, y una tarde, en oportunidad que la tribu fué visitada por el director del Museo de Ciencias Naturales Prof. Martín Doello Jurado, y quien esto escribe, uno de los indios llamado Kafisit, tuvo a bien hacernos una demostración de esa práctica: con un punzón de hueso de tigre se atravesó la piel de ambos muslos repetidas veces, sangró abundantemente pero al otro día, apenas quedaban -huellas de las heridas ya casi cicatrizadas. No me fué posible obtener ni uno solo de esos punzones a los que Kafisit parecía atribuir un valor excepcional. Pero la sangría no parece ser solamente una medida higiénica; también es signo de virilidad en quienes la practican, así me decía el general, al día siguiente de haber visto cómo un niño resistía impávido y con mirada
orgullosa la primera escarificación que le hacía su propio padre. En el campo de las mujeres también hubo una importante novedad. Una niñita entró en la pubertad y ello fué motivo para que se celebrara una fiesta que duró toda la noche en la cual se bebió y bailó hasta el amanecer. La festejada se abstuvo de comer carne por tres días. A esta abstinencia todos los indios del Chaco le atribuyen siempre peculiar importancia. Personalmente he visto observada a los Matacos y Tobas por duelo y también por entrada de las muchachas en la pubertad, pero el ya mencionado Kafisit, que en ningún momento comió carne, me indicó aún otro nuevo motivo cuando dijo que no comía carne para que tanto a su mujer como a sus hijos, que quedaron en el Chaco, no les ocurriese nada malo. Entre los matrimonios siempre es visible una armonía y unión perfectas, así como una manifestación continua de afecto y ternura. Los niños lactan hasta una edad que entre nosotros sería
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Modo de empuñar el arco y la flecha entre los cazadores Maccá. Como es común entre estos indígenas del Chaco, nunca faltan los botones auriculares, los largos collares y la pintura del rostro. En esta fotograHa se puede ver al indio Maccá en su ambiente natural
considerada altamente inconveniente. Pude ver a un pequeño interrumpir una partida de "football" para acogerse a la generosidad del seno materno. En tre solteros y solteras algunos cortejos se iniciaron en Buenos Aires y estaban bien encaminados al momento de partir. Recuerdo que uno de los enamorados, aprovechando las primeras lecciones de escritura que el general Belaieff les di6, hizo una inmediata aplicación de la enseñanza escribiendo en sus propias mejillas en su idioma nativo la frase "yo amo a' Kutchichi" (el nombre de ella), pero como al decorarse con esa inscripción se vali6 del espej o es fácil imaginarse el gracioso resultado. Felizmente ella no sabía aún leer y quizá la leyenda no tuvo en la mente del arrrante tanto una función de comunicaci6n racional y directa como simb6lica y decorativa.
Otra de las características destacadas, entre las muchas que atraían la atención de los visitantes, era el especial cuidado por el tocado. La pintura del rostro era escrupulosamente practicada por todos, gozando de especial preferencia un modelo que consistía en líneas rojas, simétricas, que cruzaban el rostro formando figuras regulares en la frente, mejillas y mentón. '. El tatuaje ostentado por todos, es de distinto modelo en hombres y mujeres. Un solo aspecto de la decoración los iguala y es el universal uso del botón auricular. Como entre los Pilagá, el hábito de perforar. ell6bulo de la oreja para introducir tacos cilíndricos de madera progresivamente mayores hasta llegar al tamaño deseado, es general. El pelo, en hombres y mujeres, es igualmente largo pero difiere en el modo de ser peinado. En cuanto a la vestimen-
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Una india Chunupi, tejiendo un poncho en un tela,' rústico. Los motivos con que éstas suelen adornar sus obras son de los- más hermosos del Chaco
Hermoso poncho cuyos motivos orna rnentales manifiestan la habilidad y el sentido artístico de las humildes tejedoras del Chaco. Las Chunupi son las que más se destacan en este arte
ta es característica de las mujeres una falda de cuero sujeta a la cintura con una angosta faja roja, en tanto que los hombres tienen un tejido europeo ceñido a la cintura por una ancha faja de lana. Mientras se hallaban "at home" las mujeres llevaban el busto desnudo pero en sus exhibiciones lo cubrían con telas o plumas. La comida, que para ellos preparaba un cocinero, consistía en un cocido de carne y legumbres que comían con gusto; pero algunas veces tuvieron pescados que ellos mismos preparaban a su modo, asándolos después de cortarles la cabeza y destripados abriéndolos pOI' el lomo. Esa operación y el descamado lo practicaban con seguridad y rapidez. Aprovechando la presencia de los Maccá en Buenos Aires, el Museo Argentino de Ciencias Naturales invitó al general Belaieff a pronunciar una conferencia y a presentar a los indios al público. Así lo hizo previa visita de los indios a las instalaciones del Museo donde esos hijos del Chaco, por primera y quizá única vez, vieron sus rústicos y primitivos instrumentos lucir en vitrinas y bajo techos que jamás soñaron conocer. _Y. de R.: Hemos creído de interés completar la presente colaboración ex-
tractando unos apuntes de viaje de Juan Vogt en donde los indígenas aparecen descriptos en su ambiente natural. Sus toldos están construidos de gajos que tienen muchas ramas que en su extremo grueso se amputan y los cuales se colocan con fuerza en la tierra, a una distancia de 2 a 3 m ts., uno de otro formando un óvalo que mide hasta 18 mts. cuadrados aproximadamente y de una altura de 2 a 3 m ts. Los gajos son atados unos a otros con piolas o hilos hechos de fibras de raíces y hojas de "caragua tá" (Bromelia Sp.). La construcción rústica terminada, asemeja a una gran red o canasto volcado, hecho con gajos que resisten a un consi derable peso. Sin embargo todo es algo flexible, imposibili tandó de este modo al viento quebrar los gajos. Después de ser atados y trenzados los gajos finos, son colocados unas varillas a lo largo como soportes de la paja y las hojas que luego colocan, trabajo este que pertenece a las mujeres las que traen a veces desde lejos todo material necesano. El toldo se cubre totalmente con houna sola j as, ramas y pajas dejándose abertu~a. En el toldo viven muchos, duermen en el suelo sohre cuero de venado y
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La pintura del rostro preocupa mucho al indígena; entre los Maccá hay una marcada predilección por el modelo de líneas rojas, simétricas, que les llena la cara con trazos regulares
Belleza Maccá luciendo sus grandes collares, borlas de lana roja y la pintura decora ti va del "ostro, Las mujeres suelen lle va r todo el busto desnudo, a la falda la sujetan con una faja también roja
ciervo; se acuestan a dormir vestidos, con lo que usan en el día. El toldo y sus alrededores es sucio, se ven restos de huesos y plumas por todas partes. Si muere un indio, los Maccá le atan los brazos y pies juntos, colocan un palo como angarilla entre ellos y lo llevan al monte en donde tienen un lugar destinado para "cementerio". Este sitio no, se distingue por nada de sus alrededores; pues ellos los entierran y luego plantan nuevamente los pastos encima, De noche, durante varios días seguidos, después de haber quemado todo lo que había pertenecido al muerto, hasta su toldo, bailan y cantan, en cuya ocasión beben chicha, Ellos dicen que así se aleja el espíritu malo, Tienen un miedo espantoso a todos los muertos. El baile lo hacen en forma de ronda entre sí, cuerpo a cuerpo, de costado, tendiéndose la mano de cada segundo, formando detrás de los cuerpos una cadena en forma de X. Los que bailan son casi siempre hombres y pocas veces se mezclan muchachas; mujeres nunca. Estas últimas están escuchando y ob-
servando la escena. En medio de la ronda se coloca el cacique. delante de sí una olla de barro cocido, cuya abertura está cubierta de una piel de venado a la cual se sacó todos los pelos y que fué cortada finamente, estirada y atada alrededor de la olla, La olla es colocada en la horqueta de un palo <¡ue está fuertemente fijado en la tierra. El cacique pega con un palo esta olla tapada: "Tambor", con cuyo sonido dirige el ritmo y canto de los que bailan. El baile consiste en que el indio hace más e menos saltos rí trnicos y empieza con su canto que suena como "Hay-hu-hú, Hay-hu-hú", Los Maccás vienen a los bailes con todos sus adornos puestos, lo que da al espectador una impresión llamativa y esto más aún en las noches claras del Chaco, El arma del indio Maccá consiste, como en todas las tribus del Chaco en arcos y flechas, cuchillos y hachas. La civilización les trajo armas mucho más potentes; la escopeta, pólvora, hachas y cuchillos, que en todo sentido son más preferibles, porque son más fuertes y más temibles. Pero gracias al alto
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La amistosa sonrisa del indio Maccá. Lleva como adornos collares, ·los botones auriculares y una pluma blanca de garza; sobre el pecho tiene un silbato de señales
Jovencito Maccá fotografiado durante la estadía de la tribu en "La Rural",de esta capital. Estas criaturas lactan hasta una edad muy avanzada que a nosotros nos parece excesiva
precio en que consiguen las escopetas y otros materiales de esta Índole, éstos aún
se encuentran en un porcentaje muy reducido y el indio se ve obligado a construir su arma: el 'arco y la flecha, que ha sido ~u juguete desde su niñez. El arco lo construyen de una madera muy fuerte, Prosopis Kuntzei, el "Carandá"; madera de color rojo muy obscuro. La cuerda del arco la hacen de fibras del famoso "Caraguatá", miden 1 a 1.70 mts. y son redondos y labrados. Las flechas las hacen de una especie de caña de castilla, muy liviana, la punta hecha de madera dura y otros materiales y según para qué animales son destinadas. Las formas de la punta de las flechas son distintas y vemos que el indio que sale a cazar lleva de éstas largas y puntiagudas, completamente redondas, dentadas, para peces; anchas y filosas de los dos costados, para animales grandes; redondas como un trompo, para aves que, alcanzadas por éstas caen al momento sin heridas de sangre y que en la mayoría s610 están moribundas. El otro extremo lleva' plumas de aves cortadas y encastradas en la caña de
Indígena Maccá en la tarea de aguzar un palillo para usarlo como asador. Hacia la izquierda se ve uno de esos palillos con dos pescados ensartados a los que le ha sacado, previamente, la cabeza y abierto por el' lomo
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Un cazador Maccá frente a su choza de rústica. Es de alta esta t u ra , se cubre con una falda tejida y decorada que sujeta con una faja, en . donde ha colocado las flechas, su mano derecha se apoya sobre el arco. Lleva los infaltables adornos auriculares y el silbato de señales. La choza es una construcción consistente en ramas y hojas acondicionadas hábilmente
unos 5 a 8 cms. de ancho, usando las barbas fuertes de las plumas; sobresaliendo a cada lado 3 cms. el raquis o mástil, solo, para atar mejor el pedazo de pluma con hilo fino. Las plumas y todas las ataduras se enceran para mejor resistencia y también las plumas de las flechas, así tratadas, quedan más fuertes y no ceden al viento en su continuo girar que ejecutan al ser lanzadas del arco. La giración se produce por la colocación especial (como las hélices) de los pedazos de plumas. La posición del arco al tirar es distinto, según el animal y la distancia, horizontal o vertical. La posición de los brazos en ambas formas de tiro queda relativamente igual. La colocación de la flecha en la cuerda del arco al tirar es algo inclinada hacia arriba, y con todo esto el tiro,,-es recto y pocas veces no alcanza y acierta su destino u objeto hacia el cual fué lanzado. El fuego los indios Maccá lo produ-
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Por las piernas de Kafisit, indio Maccá, chorrea sangre de las her-idas que se ha producido con un punzón de hueso de tigre, que aún tiene en la mano. Esta práctica tiene una doble finalidad: combatir el cansancio v demostrar el valor del indio. Durante la estadía de la tribu en Buenos Aires se pudo efectuar una interesante observación sobre esta práctica
Un adolescente faja, collares y manifiesta así su que parece más que
Maccá cargado de adornos: plumas. Tempranamente se gusto por el adorno, gusto este desarrollado entre los hombres entre las mujeres
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Dos hombres Maccá frente a sus habitaciones, se cubren con telas de origen europeo sujetas con una faja de lana. En uno de ellos se ve bien el gran botón auricular que ha dilatado enormemente el 16bulo de la oreja, es este un adorno muy generalizado. Los dos ostentan grandes collares de una especie de mostacilla
cen por medio de dos piedras (rodados) que golpean sobre lana que llevan en una corta "guampa"; dejando caer la chispa sobre ésta se produce la llama. Esta guampa casi todos la poseen. En la guampa junto con la lana o fibras de maderas secas colocan las dos piedras tapando luego la "guampa" con una tapa de madera para evitar que penetre la humedad. La chacra consiste en un espacio limpio en medio del bosque o "isla" de diversas dimensiones como las demuestran las siguientes: cuatro metros con cincuenta centímetros cuadrados; ocho metros cuadrados; siete con diez metros cuadrados, y el espacio más grande cultivado, de catorce con cuarenta metros cuadrados de superficie. El lugar para cultivar es limpiado superficialmente con el machete haciendo unos hoyos en los que colocan unas ramas de mandioca, granos de porotos o maíz. (Fotos
Los alimentos vegetales consisten en la fruta de una Prosopis (algarrobo) que ellos pisan en un envase de barro quemado, pisada lo mastican y, extraída la substancia jugosa, vuelven a escupirla al mismo envase, que lo apartan a un lado. La substancia fibrosa masticada sirve también como alimento a los perros que la comen al parecer con sumo agrado. De esta fruta igualmente, las mujeres de la toldería preparan una bebida alcohólica, la Chicha. He visto preparar esta bebida por las viejas que, sentadas ante sus toldos o en conversación con otras masticabari las frutas usando sus dientes como un trapiche, escupiendo lo masticado nuevamente en la olla mientras el jugo se guardaba en otro envase con miel de avejas para su fermentación, transformándose en una bebida muy ~ . fuerte, de color amarillento y de un gusto algo dulce. del aulor)