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Un ex jefe de la estación de Tren de Navarro, “Lloré el cierre, me pidieron que me vaya de
Hace 30 años, se decretó la muerte de los servicios de pasajeros de larga distancia de Ferrocarriles Argentinos. Si bien el certificado de defunción tiene fecha cierta, 10 de marzo de 1993, y fue firmado por el presidente Carlos Saúl Menem, cuya frase “Ramal que para, ramal que cierra” quedó inmortalizada, algunas líneas ya habían dejado de funcionar años antes y otras continuaron andando por un tiempo, aunque a medias y en una lenta agonía. En total, en esos años, las prestaciones ferroviarias se redujeron en un 70%. Y así el país entero, especialmente sus pueblos y ciudades chicas, cambiaron para siempre.
En Navarro, el último tren con pasajeros llegó una tarde de verano de 1978. Don Beto Martino, entonces jefe auxiliar de la estación, lo pudo ver. Parado en el andén, observó a sus vecinos descender de la última formación con una mezcla de angustia y temor en la mirada. “Fue desgarrador -recuerda hoy, y rompe en llanto-. Perdón, me pone muy mal. Es la herida; como lo quería con toda el alma, todavía sangro por la herida”.
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Sin la estación de la línea Belgrano, la única de las dos estaciones de la ciudad que aún funcionaba, los al menos 10 comisionarios que viajaban diariamente a la Capital y traían productos y repuestos mecánicos por encargo quedaron sin trabajo. El panadero de enfrente a la estación, que cada maña- na se subía al tren de las 10 para vender en los pueblos cercanos, no tuvo más remedio que abandonar esos mercados. Lo mismo le sucedió al dueño del vivero, que terminó cerrando. Los estudiantes universitarios y los trabajadores que viajaban seguido a Buenos Aires también se vieron especialmente afectados.
“Fue un cambio brusco. Al principio, desesperante. Pobrecitos mis padres, decían ‘se ha perdido el respeto’. Tenían razón. Y eso que Navarro fue el menos afectado de la zona, por ser cabeza de partido. Más complicado aún fue para los pueblitos de las siguientes estaciones, como Las Marianas y Moll, que tenían apenas unos 2500 habitantes. Ahora, no superan los 500. Quedaron totalmente aislados. Y más aún cuando llueve mucho y se hace imposible salir”, afirma Martino, quien hasta hace poco seguía viviendo en la estación de Navarro, una edificación centenaria de estilo francés. Allí, en la planta baja, que había quedado abandonada en 1999, cuando dejaron de pasar también los trenes de carga, fundó el múltiple premiado Museo Ferroviario de Navarro, donde fue atesorando distintas reliquias de estaciones y trenes del país. Al día de hoy, con 86 años, todavía atiende el lugar junto a su hija Marta. Don Beto es el primero de una dinastía de cuatro generaciones de ferroviarios: tiene un hijo, nietos y bisnietos trabajando en el rubro al que él le prometió amor eterno.
“Cuando vuelva el tren, me voy”
Don Beto nació a una cuadra y media de la estación de la línea Belgrano, edificio que su abuelo, un inmigrante español dedicado a la hojalatería, había ayudado a construir en 1904. Cuando tenía tan solo dos años, sus padres decidieron mudarse frente a la estación y, desde entonces, su vida giró alrededor de la llegada y la salida de los trenes.
Su fascinación por los trenes fue creciendo con los años. De adolescente fue telegrafista, hasta que consiguió trabajo como auxiliar en una estación de Salta. En los siguientes años viajó de pueblo en pueblo, trabajando en diferentes estaciones bonaerenses, hasta que, en el 65, ya casado y con algunos de sus hijos ya nacidos, tuvo la oportunidad de volver a Navarro.
El ramal dejó de ofrecer servicio de transporte de pasajeros a inicios de 1978, durante la última dictadura militar. “Decían que los trenes daban pérdidas. Obvio, es como que yo te diga que los hospitales dan pérdidas. El tren facilitaba la vida en el interior, especialmente de los más pobres y de los pueblos chicos”, afirma Martino.
En 1978, ya sin sus pasajeros, la estación perdió su característico movimiento, pero continuó funcionando gracias a los trenes de carga, que siguieron pasando por 20 años más, aunque cada vez fueron siendo menos. Hasta que en
1993 se hizo efectivo un decreto de Menem (Decreto 1168/92) que decretaba el fin de los Servicios Interurbanos de Pasajeros, por el cierre de Ferrocarriles Argentinos.
El último tren de carga que pasó por Navarro lo hizo el 1 de marzo de 1998. “Me mandaron un telegrama con 30 días de anticipación diciendo se cerraba la estación y que me iban a enviar mi indemnización. No fue ni tan sorpresivo ni tan doloroso, la verdad. Se veía venir porque no había inversión, mantenimiento, nada. Pero nunca vinieron a pedirme que entregara la estación”, cuenta Martino, en ese entonces jefe de estación, quien vivía junto a su familia en el piso de arriba del edificio.
Al no haber recibido orden de entrega de estación desde el gobierno nacional, Martino nunca dejó sus instalaciones, a pesar de la insistencia del municipio. “Es que el municipio no tiene poder sobre la estación, ya que el servicio ferroviario es territorio federal”, explica, desde el Museo. Martino siguió viviendo allí, en el piso de arriba, hasta hace pocos años, cuando, por pedido médico se le aconsejó que se mudara a una casa de una sola planta. Sin embargo, mantiene el museo, donde ahora atiende su hija.
La estación todavía conserva los azulejos originales, que fueron traídos de Francia especialmente para su construcción. Tam-