Érase una vez un pingüinito de las costas de Pingüintártida, llamado Agua. Una bella noche de verano, se encontraba sentado en el living de su iglú, junto a su tío Picui y el amigo de su tío, Tolu.
Los padres de Agua, Hidrófocles y Cristal, habían ido en busca de la cena. Mientras en la tele el presidente anunciaba: - monstruosos y horrendos buques negros merodean las costas resguárdense en sus hogares y, por el momento no salgan.
- Papi, Mami! Gritó Agua. - Agua, no! No salgas! Es sumamente peligroso. No podemos ir a buscarlos ahora, tenemos que esperar. - Le dijo Picui.
- Nosotros te protegeremos Agua. - Aseguró Picui. El ingenuo Tolu quiso ayudar y agregó: - Sí, Agua. Yo con mi poderosa fuerza ¡Los echaré de aquí! - Cállate Tolu. - Lo sancionó Picui.
En las orillas podía escucharse una horrorosa vos ronca, vociferando: - Aten amarras! Hemos llegado! - Era Mister Petróleo. el temible Capitán y su fiel tripulación de forajidos marineros.
- Escuchen! Aquel que no siga mis órdenes, sufrirá las consecuencias. Eliminen a todos los pingüinos. Pingüintártida es nuestra! A trabajar! - Dijo el Capitán. - Eso Escucharon? A trabajar! - Gritó Amígdalas, el diminuto, regordete y jorobado; vocero, “chupamedias” y pegajoso, servidor de Mister Petróleo. - Tu cállate Amígdalas! - lo enmudeció el Mister
Al día siguiente, la vida de paz y tranquilidad en Pingüintártida, se tornó un caos. El ruido y el humo negro de inmensas máquinas, rugiendo como feroces y gigantescos monstruos, inundaban de sonido el pueblo, envolviendo el mar y el cielo en tinieblas. - ¿Tío, qué ocurre afuera? - preguntó Agua, confundido al mirar por la ventana.
- Estoy seguro que no es nada bueno, sobrinito. - Constestó Picui y, luego continuó: - Todos los pingüinos estan quietos, como inmóviles. - Nos van a convertir en “estuatuas” a todos! - dijo Tolu asustado. Pese a que las máquinas no paraban de hacerse escuchar, Picui se recostó y buscando ideas en su cabeza, sin querer se quedó dormido.
Entretanto, el Mister disfrutaba del tenebroso día. - Mira Amígdalas. Mira qué color más original tiene el cielo ahora. Alguna vez habías visto algo así? - No Petróleo, Usted es el único capaz de hacer que el cielo se vea tan feo como está. Lo felicito, mi capitancito. - Lo halagó Amígdalas.
A la distancia, se logró escuchar la voz de un pingüino gritando: - Agua, tu tío dijo que no! Era demasiado tarde para el aviso de Tolu, quien no había tenido la capacidad para mantener al sobrino de su amigo en el iglú, como Picui había ordenado...
- ¿Pero qué tenemos aquí? – Preguntó con ironía el Mister – Parece ser un “tonto”. - Nosotros no somos ningunos “tontos”, como nos llaman ustedes. Aquí las condiciones climáticas son muy complicadas para la supervivencia, y sólo especies inteligentes como nosotros los pingüinos, pudimos adaptarnos a vivir aquí. No nos creemos como ustedes. El centro del mundo! Sólo defendemos nuestro hábitat. - Se enfureció Agua.
Agua, probándose a sí mismo su inteligencia, decidió no mencionar a su tío y guardó silencio, mientras era llevado por dos marineros para ser encerrado hasta encontrar a Tolu, quien poniendo en duda lo que el pequeño Agua sostenía sobre los pingüinos, no tardó mucho en ser hallado...
- No me “estuatuen”! Picui, Picui! – Tolu llamó desaforadamente a su amigo, pidiéndole ayuda. Increíblemente, Picui solo logró despertarse con el sonido de la voz de su amigo gritando su nombre. - Eh? Quién me llama? Qué pasa? – Se cuestionó desorientado Picui.
Inmediatamente supo lo que estaba ocurriendo. Se estaban llevando a su amigo hacia el enorme refugio de Mister Petróleo, adonde pensó que probablemente habrían llevado también a su sobrino. Entonces, salió del iglú y se escondió, para intentar rescatarlos.
En el calabozo el astuto Agua puso en marcha un plan para salir junto a Tolu de allí. - Alguna vez, Petróleo les preguntó si necesitaban algo o quizá si su familia los necesitaba? Si sufrían hambre? O tal vez El Mister les preguntó si a sus hijitos les gustaba respirar la violencia que él genera en ustedes para destruir su futuro en este mundo? Preguntó Agua a cada marinero que se acercaba a la celda. Enfurecido, Amígdalas, ordenó: - Bueno, basta. Silencio!
Amígdalas, tú tienes hijos? - Sí, tengo dos preciosos hijos – Se enorgulleció Amígdalas. Agua continuó: - ¿Tú crees que a tu capitancito le interesa pensar en el futuro mundo en el que vivirán tus hijos? - Tiene razón. - Dijo el jorobado, avergonzado. - Guardias libérenlo. - Continuó Amígdalas, sublevado contra Petróleo.
Los marineros se prepararon para comenzar la conspiración. - Hay que eliminarlo! Justo como él lo haría con nosotros. Que sufra! – Amígdalas incitó a la masa. - Por Dios, no me hagan daño! – Suplicó Petróleo, por primera vez en toda su vida.
- Esperen! No hace falta recurrir a la violencia. Está pidiendo piedad. No lo lastimen, por favor! – pidió Agua. Amígdalas, con sentimiento, dijo: - El pingüinito tiene razón muchachos. El Capitán está pidiéndonos perdón. - Tranquilo, Petróleo – lo consoló Amígdalas. No eres malo. En el fondo, eres bueno. Mírate, estás avergonzado de lo todo lo que haz hecho. Eso es bueno.
De esta manera, nuevamente reinó la paz en Pingüintártida. Petróleo fue perdonado y regresó con Amígdalas y sus marineros a su hogar. - Agua se reencontró con su madre y su padre, quienes se refugiaron en un lugar seguro para rescatar a su hijo. Junto a Picui y Tolu todos regresaron a su iglú.
De esta manera, todo el mundo terminó feliz y contento. Y así es como finaliza este cuento.