Josep Grau-Garriga: dessins, 1942-2010

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Dibuix de Noi (Dibujo de Niño, Dessin de garçon), 1944, 88 × 41 cm. Apunts (Apuntes, Esquisses), 1945, 38 × 29 cm. Observació (Observación, Observation), 1945, 38 × 30 cm.


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La Model (La Modelo, La Modèle), 1949, 102 × 42 cm. Academia (Academia, Académie), 1948, 100 × 79 cm. Academia (Academia, Académie), 1948, 102 × 79 cm.


LA PRIMERA LENGUA De lo más allá del recuerdo, Josep Grau-Garriga siempre dibujó. Quizás porque sus recuerdos tan sólo son imáge­nes y no palabras. Apenas si tenía ocho meses cuando se imprimieron en su retina y en su memoria imágenes de cuadros. ¿Recuerdos relatados? No, comprobación hecha, nadie jamás le contó esas imágenes, 34 y ni siquiera tenía un año cuando las registró. Antes de tener las palabras para contarlas. Por lo tanto, la imagen es para él, su lenguaje primitivo y su primera lengua. Del ojo a la mano el deslizamiento se hace sin esfuerzo. Todos los niños dibujan antes de escribir. El dibujo es la primera forma de escritura, que a menudo desaparece para dejar paso al signo, a la letra, que moldeamos cuidadosamente, trazos gruesos y finos, que al final convertimos en un trazo apresurado que hacemos sin pensar. Dichosos aquellos para los que el dibujo sigue siendo un medio para decir el mundo sin describirlo, simplemente representándolo. Josep Grau-Garriga es de aquellos. El pequeño campesino de Sant Cugat del Vallès a quien la guerra civil ensombreció su historia familiar, creció en una Cataluña de posguerra aplastada de pobreza y de humillación. Ya cuenta once años cuando su padre vuelve al pueblo después de su encarcelamiento en las prisiones franquistas. A pesar de pasarse la vida, desde hace años, dibujando todo lo que ve (sus manos, caras, siluetas, animales de la granja) sobre el más mínimo trozo de papel, no se habla de mandarle a la ciudad a estudiar dibujo. La familia adquirió tres o cuatro cabras, para tener un poco de leche, y Josep hace de pastor. Le toca también cuidar los conejos, les da de comer la hierba de los caminos. Mientras tanto dibuja con pasión, y come con apetito. La naturaleza, los animales, el silencio y este tiempo dilatado de los días interminables –el tiempo parece tan largo durante la juventud y la infancia…– favorecen su representación del mundo. Josep dibuja y dibuja sin parar, todo lo que se presenta, hombres


LA PREMIÈRE LANGUE Du plus loin qu’il s’en souvienne, Josep Grau-Garriga a toujours dessiné. Peut-être parce que ses souvenirs ne sont que des images, pas des mots. Il avait à peine huit mois lorsque se sont imprimées sur sa rétine et dans sa mémoire des images de tableaux. Souvenirs rapportés ? Non, vérification faite, personne ne lui a jamais raconté 35 ces images-là, et il avait bien moins d’un an lorsqu’il les a enregistrées. Avant d’avoir les mots pour les dire. L’image donc est pour lui un langage premier et un premier langage. De l’œil à la main, le glissement s’est fait sans peine. Tous les enfants dessinent avant d’écrire. Le dessin est la première écriture. Le plus souvent elle disparaît au profit du signe, de la lettre que l’on moule soigneusement avec des pleins et des déliés, puis que l’on trace d’un geste hâtif sans plus y penser. Bienheureux ceux pour qui le dessin demeure un moyen de dire le monde sans médiation, en le représentant simplement. Josep Grau-Garriga est de ceux-là. Le petit paysan de Sant Cugat del Vallès, dont la guerre civile a bouleversé l’histoire familiale, grandit dans une Catalogne d’après-guerre que hantent la pauvreté et l’humiliation. Il a déjà onze ans lorsque son père revient au village après son séjour dans les prisons franquistes. Et même si depuis des années déjà, il passe le plus clair de son temps à dessiner ce qu’il voit – ses mains, des visages, des silhouettes, des animaux de la ferme – sur le moindre bout de papier qui traîne, il n’est pas question de l’envoyer étudier le dessin dans une quelconque école. La famille a acquis trois ou quatre chèvres, de quoi avoir un peu de lait, et Josep fait donc office de berger. Il est aussi responsable des lapins qu’il nourrit d’herbe des chemins. Il dessine avec passion et mange avec appétit. La nature, les bêtes, le silence et ce temps dilaté des journées qui n’en finissent pas – le temps paraît si long durant la jeunesse et l’enfance… – sont propices à la représentation du monde. Josep dessine et dessine sans


y animales. «Todos los trozos de papel me caían bien», comenta al sacar de sus carpetas folios amarillentos, casi siempre impresos, celosamente conservados por su madre, y sobre los cuales florecen las primeras obras inocentes de este artista en ciernes, de una asombrosa calidad gráfica. ¿Sabía él en ese momento, a los trece, catorce años que algún día sería pintor? Incluso si en ese entonces, la tentación de seguir siendo pastor 36 era grande –le gustaba la compañía de los animales, la libertad de la vida al aire libre, la naturaleza, sus amigos pastores como él– hoy confiesa sin embargo, que ya sabía que su vocación era la pintura. Una sucesión de encuentros, de complicidades, de amistades y ahí está, en el taller de un pintor barcelonés donde fue contratado como aprendiz de decoración y grafismo. Es decir, contratado para limpiar los pinceles y realizar diversas tareas subalternas que, sin embargo, le permitían seguir, por las noches, clases de dibujo en la escuela de arte. Alrededor suyo, los pintores que se fijan en sus dibujos son unánimes; el niño tiene talento. Los más prudentes añaden: sí, pero de esto no se puede vivir. Para entonces, ya tiene cierta fama en Sant Cugat del Vallès. Algunos han visto los retratos que hacía de su familia, su madre, su padre, sus hermanos Tomas y Jaume, de sus amigos, muchachas y una en particular –Juanita– que le servía de modelo a cambio de un plato caliente. ¿Haría el retrato de fulanito de tal o menganito de cual por unas pesetas? Una ganga. No sólo hace lo que le gusta, sino que no tiene que pagar al modelo y además gana algo de dinero. Se empieza a hablar de él en el pueblo y en los alrededores. En 1943, cuando acaba de cumplir los catorce años, deja definitivamente el oficio de pastor. Una anécdota contada por él mismo, que muestra bastante bien el crío testarudo, violento y apasionado que entonces era: la heroína es una cabra, llamada Mona. Un amor de cabrita que había ayudado a nacer, que crió, mimó, que un día se hubo que matar. La mató él, con sus propias manos y luego se la


fin. Tout ce qui tombe sous ses yeux, les bêtes et les hommes. « Tous les morceaux de papier étaient valables », souligne-t-il en sortant de ses cartons des feuilles jaunies – le plus souvent des dos d’imprimé jalousement conservés par sa mère – sur lesquelles fleurissent, comme jaillies de l’urgence, les premières œuvres innocentes de cet artiste en herbe, d’une étonnante qualité graphique. Savait-il, l’année de ses treize-quatorze ans, qu’il serait 37 un jour peintre ? Même si alors la tentation était grande de demeurer berger – il aimait la compagnie des animaux, la liberté de la vie au grand air, la nature, les copains bergers comme lui – il dit aujourd’hui qu’il savait déjà que sa vocation était la peinture. Une suite de rencontres, de complicités, d’amitiés et le voilà dans l’atelier d’un peintre barcelonais où il est embauché comme apprenti en décoration et graphisme, autrement dit employé au nettoyage des pinceaux et à diverses tâches subalternes qui lui permettent cependant d’aller suivre des cours du soir de dessin à l’école d’art. Autour de lui, les peintres qui se penchent sur ses dessins sont unanimes : le petit a du talent. Les plus prudents ajoutent : oui, mais il ne peut pas vivre de ça. Certes, il s’est déjà fait une réputation à Sant Cugat del Vallès. Certains ont vu les portraits qu’il faisait de ses proches, sa mère, son père, Tomas et Jaume, ses frères, des amis, des jeunes filles, une en particulier – Juanita – qui lui servait de modèle contre un repas chaud. Ferait-il le portrait d’Un tel ou d’Une telle contre quelques pesetas ? Une aubaine. Non seulement il fait ce qu’il aime, il n’a pas à payer la personne qui pose, mais en plus il gagne quelque argent. On commence à parler de lui au village et dans les environs. C’est en 1943, alors qu’il a tout juste quatorze ans, qu’il quitte définitivement le métier de berger. Une anecdote racontée par l’artiste dit assez bien le gamin qu’il était alors dans son obstination, sa violence, sa passion. L’héroïne en est une chèvre, nommée Mona. Un amour de petite chèvre qu’il avait aidé à mettre au monde,


comieron. Su piel, como una reliquia aparece en uno de sus cuadros. Una vez más preferir la huella, el recuerdo del afecto. Quemar o matar lo que más amamos para que nadie pueda conseguirlo. Sacrificio, sagrado, arte… Cuando mira atrás, hacia los años cuarenta de su juventud, Grau-Garriga de quien conocemos los tapices, las pinturas, los entornos, los grabados, y muy poco los dibujos, confiesa haber tomado conciencia muy 38 tarde del papel real que desempeña el dibujo en su vida. A la sombra de su obra, esta creación a la vez continua y generosa aunque secreta, es desde siempre su lenguaje íntimo, una manera de diario ininterrumpido de signos sobre folios sueltos en el cual puede descifrar o releer su vida. El dibujo es su modo de escritura, su modo de expresar en el lenguaje universal de trazos, formas, colores, collages, las cosas de su existencia. Animales y caras de la infancia, cuerpos deseados de la adolescencia, búsqueda de un lenguaje propio, de un estilo, relatos del cotidiano –nacimiento de un niño, encuentro, enfermedad– los dibujos sabios, académicos o muy libres de Grau-Garriga son una búsqueda de sí mismo. La búsqueda de una lengua íntima, de un alfabeto y de una sintaxis más allá de sus idiomas familiares: el catalán, el castellano, el inglés, el francés. Una manera de unirse al mundo, de superar las contradicciones de una época, de encontrar de nuevo las primeras emociones de la imagen y del trazo.


qu’il a élevée, choyée, qu’il a fallu tuer et qu’il a tuée de ses mains, qui a été mangée et dont la peau, comme une relique, est dans l’un de ses tableaux. Encore une fois : préférer la trace et le souvenir de l’affection. Brûler ou tuer ce que l’on aime pour ne pas en être dépossédé par autrui. Sacrifice, sacré, art… Lorsqu’il se tourne vers ces années 1940 de sa jeunesse, Grau-Garriga, dont on connaît les tapisseries, les 39 peintures, les environnements, les gravures, et fort peu les dessins, avoue n’avoir pris conscience que très tard du rôle réel que jouait le dessin dans sa vie. À l’ombre de son œuvre, cette création à la fois continue et généreuse, bien que secrète, est depuis toujours son langage intime, une sorte de journal ininterrompu de signes qu’il rédige sur feuilles volantes et dans lequel il peut déchiffrer ou relire sa vie. Le dessin est son mode d’écriture, sa manière de dire en langage universel de traits, formes, couleurs, collages, les choses de son existence. Animaux et visages de l’enfance, corps désirés de l’adolescence, quête de langage propre, recherche d’un style, récits du quotidien – naissance d’un enfant, rencontre, maladie – les dessins sages, académiques ou très libres de Grau-Garriga sont une quête de soi. La recherche d’un langage intime, d’un alphabet et d’une syntaxe au-delà de ses langues familières : catalan, espagnol, anglais, français. Une manière de se relier au monde, de dépasser les contingences d’une époque, de retrouver les premières émotions de l’image et du trait.


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De Pau (De Paz, De paix), 1970, 50 × 70 cm. De Sausalito, 1969, dimensions inconnues. Ruixat (Chaparrón, Averse), 1971, 50 × 65 cm.


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Rastre de Guerra (Huellas de Guerra, Traces de guerre), 1968, 70 × 50 cm. Al Cor? (¿Al Corazón?, Au cœur ?), 1969, 46 × 37 cm.


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De Vida? (¿De Vida?, De vie ?), 1976, 50 × 70 cm. Ocells al Cabvespre (Pajaros en el Crepúsculo, Oiseaux au crépuscule), 1967-1978, 50 × 70 cm. Cau la tarda (Atardecer, Tombée de la nuit), 1961, 31 × 35 cm.


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Sans titre, 1972, dimensions inconnues. Trencament (Ruptura, Rupture), 1997, dimensions inconnues.


EL TEMA El don no se explica, no se justifica. Algunos tienen la suerte de nacer dibujantes o músicos. La escritura tarda más en manifestarse. No existen Mozart, Picasso, o Grau-Garriga en el mundo de las letras. Antaño se inventó una poetisa prodigio de ocho años llamada Minou Drouet de quien Jean Cocteau dijo: «todos los 48 niños son poetas excepto Minou Drouet». El don es un regalo que el niño encuentra en su cuna, que cultiva o no. La historia sólo se acuerda de los que lo cultivan e ignora la cantidad de dones perdidos. Grau-Garriga se entregó con felicidad a esta actividad que consistía en apropiarse del mundo a grandes rasgos. Algunos lo hacen con palabras y frases. Podemos imaginar al dibujante silencioso. Las palabras son superfluas. Poseer las cosas no es nombrarlas sino reproducirlas. Para el niño dibujante todo es objeto de observación y tema de dibujo. Coordinación infinita del ojo y de la mano. El ojo atisba, delimita, desmenuza. La mano reproduce. Se dice de alguien diestro que tiene una mano segura. La del dibujante lo es absolutamente. Desde la infancia el trazo es firme. Los remordimientos se afirman, corrigiendo la primera línea. No hay lugar para la duda, para el tanteo. Sólo una búsqueda de la verdad. Hay que mostrar el objeto tal y como es, la arruga de piel de la mano que se cierra o que se abre, la arruga de la cara, el redondeado de la barbilla, el brillo de la mirada, la sonrisa en la comisura de los labios o en el fondo de la pupila, la piel del conejo e incluso en la inmovilidad del dibujo, el estremecimiento del morro. También hay que jugar con las sombras, dar relieve, asentar el tema del dibujo en el espacio, sugerir su profundidad, su materia. Existen técnicas para todo esto. El joven Grau-Garriga no conoce ninguna. Sabe instintivamente cosas del arte del trazo como otros saben manipular las palabras. De ciertos niños se dice que hablan como libros. Él dibuja como respira. El dibujo es su forma


LE SUJET Le don ne s’explique pas, ne se justifie pas. Certains ont la chance de naître dessinateurs ou musiciens. L’écriture est plus lente à se manifester. Il n’est pas de Mozart, de Picasso ou de Grau-Garriga de la plume. Jadis on avait inventé une poétesse prodige de huit ans nommée Minou Drouet dont Jean Cocteau a pu dire : 49 « tous les enfants sont poètes à part Minou Drouet ». Un don est un cadeau que l’enfant trouve dans son berceau, qu’il cultive ou non. L’histoire ne retient que ceux qui le cultivent et l’on ignore le nombre de dons perdus. Grau-Garriga, lui, s’est livré dans le bonheur à cette activité qui consistait à s’approprier le monde à grands traits. Certains le font avec des mots et des phrases. On peut imaginer le dessinateur silencieux. Les mots sont superfétatoires. Posséder les choses, ce n’est pas les nommer mais les reproduire. Tout est pour l’enfant dessinateur un objet d’observation et un sujet de dessin. Coordination infinie de l’œil et de la main. L’œil épie, cerne, décortique. La main reproduit. On dit de quelqu’un d’adroit qu’il a une main sûre. Celle du dessinateur l’est absolument. Le trait est ferme dès l’enfance. Les remords s’affirment, corrigeant la ligne première. Pas d’hésitation, de tâtonnement. Juste une recherche de vérité. Il faut rendre l’objet tel qu’il est, le pli de peau de la main qui se ferme ou qui se déploie, la ride du visage, l’arrondi du menton, l’éclat du regard, le sourire au coin de la bouche ou au fond de la pupille, le poil du lapin et même, dans l’immobilité du dessin, le tressaillement du museau. Il faut aussi faire jouer les ombres, donner du relief, inscrire le sujet du dessin dans l’espace, suggérer sa profondeur, sa matière. Il existe des techniques pour tout cela. Le jeune GrauGarriga n’en connaît aucune. Il sait d’instinct des choses dans l’art du trait comme d’autres savent manier les mots. On dit de certains enfants qu’ils parlent comme des livres. Lui dessine comme il respire. Le dessin est sa


de respiración, de apropiación del aire y del mundo. No se plantea problemas de interpretación, de lenguaje pictórico, de mirada. Sólo le importa el tema. Está concentrado en reproducirlo lo más fielmente posible. No inventa el mundo a su imagen, lo copia, lo hace suyo. En estas primeras obras, con cierta ingenuidad, nos cuenta su vida familiar, su día a día. También se cuenta a sí mismo, en su parecer. Todo artista, principiante 50 o no, toma fragmentos de su propio cuerpo como primer modelo. Predilección por las manos que son, a la vez, actrices y objetos. Las mujeres de la casa (madre, tías, vecinas), los hombres (padre, hermanos, amigos pastores), las chicas a las que se acerca gracias al papel y al lápiz. El dibujo es una forma de posesión inocente, la expresión casta de un deseo. Dibujar una cara, un busto, un escote es entrar en la intimidad del modelo. Sólo se dibuja bien lo que se ama. La naturaleza también tiene su sitio. Los dibujos del joven Grau-Garriga se muestran representativos, descriptivos. De momento, no tienen otra ambición. Son pedazos de mundo, escenas de la vida en una Cataluña campesina que no termina de pagar los desastres de una guerra fratricida. Mientras tanto prohíben su lengua materna –el franquismo rechaza las lenguas regionales, y particularmente el catalán tan fuerte y vivo, en nombre de una España una, grande y católica– él desarrolla otra habla, otra escritura. El dibujo es un refugio, un lugar de expresión, de plenitud, de placer que nadie le puede prohibir. Sin saberlo todavía, el joven que aún no se ha integrado al mundo del arte –no empezará los verdaderos estudios artísticos hasta 1948, cuando, a los diecinueve años, entra en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona (la Llotja)– perfecciona una forma de vocabulario pictórico de base. Para la filosofía oriental, el destino de los seres y de las cosas está completamente presente en sus comienzos. El tiempo ideal se vuelve una sucesión de breves segmentos inducidos por la prima sensación, el


forme de respiration, d’appropriation de l’air et du monde. Il ne se pose pas de problème d’interprétation, de langage pictural, de regard. Seul son sujet lui importe. Il s’est fixé de le reproduire le plus fidèlement possible. Il n’invente pas le monde à son image, il le recopie. Il le fait sien. Dans ses premières œuvres, il raconte, sans en être pleinement conscient, sa vie familiale, son quotidien. Il se raconte aussi lui-même dans son paraître. Tout artiste, 51 débutant ou non, prend des fragments de son propre corps comme premier modèle. Prédilection pour les mains qui sont à la fois actrices et objets. Les femmes de la maison – mère, tantes, voisines –, les hommes – père, frères, amis bergers –, les filles dont il se rapproche grâce au crayon et au papier. Le dessin est un mode de possession innocent, l’expression chaste d’un désir. Dessiner un visage, un buste, un décolleté, c’est entrer dans l’intimité du modèle. On ne dessine bien que ce que l’on aime. La nature aussi a sa place. Les dessins du jeune GrauGarriga se veulent représentatifs, descriptifs. Pour l’heure, ils n’ont pas d’autre ambition. Ils sont des morceaux de monde, des scènes de la vie dans une Catalogne paysanne qui n’en finit pas de payer les désastres d’une guerre fratricide. À l’heure de la langue interdite – le franquisme refuse les langues régionales, le catalan si fort et si vivant en particulier, au nom d’une Espagne une et indivisible –, il développe un autre parler, une autre écriture. Le dessin est un refuge, un lieu d’expression, d’épanouissement, de plaisir que ne peut atteindre l’interdit. Sans le savoir alors, le jeune garçon qui n’a pas encore pénétré le monde de l’art – il ne commencera de vraies études artistiques qu’en 1948, il a alors dix-neuf ans et intègre l’école supérieure des Beaux-Arts de Sant Jordi à Barcelone (la Llotja) – met au point une sorte de vocabulaire de base pictural. Pour la philosophie orientale, le destin des êtres et des choses est entièrement présent dans leurs commencements. Le temps idéal devient alors une suite de segments brefs, induits par la sensation première,


descubrimiento. Vivir la duración como un instante eterno, un presente siempre renovado, una sucesión de primeros deslumbramientos, de comienzos… La memoria es extraña, con el paso de los años, favorece los recuerdos más lejanos y se olvida de los más cercanos. También la memoria prefiere los comienzos. En la suya, Grau-Garriga ha almacenado la naturaleza, los insectos, los animales, la brizna de la hierba, las 52 manos, la suavidad de las caras. Están ahí en sus adentros como una lengua materna que hubiera inventado para su madre. En la escuela de Bellas Artes, le enseñarán otras cosas, favorecerán su arte ofreciéndole una técnica. Le abrirán horizontes, enfrentándolo a otros artistas, mostrándole otras obras, enseñándole la historia del arte. Todo aprendizaje es una manera violenta, saludable, emocionante de enfrentarse al mundo. Al aprendiz con corazón de artista le queda entonces resistir. Construirse con y contra las obras y las enseñanzas. Toda obra es un acto de resistencia. La de Grau-Garriga lo es plenamente, en su diversidad, su propósito, su vehemencia, su búsqueda de una ética y de una estética unidas.


la découverte. Vivre la durée comme un éternel instant, un présent sans cesse renouvelé, une suite d’éblouissements premiers, de débuts… La mémoire est étrange qui, avec les ans, privilégie les souvenirs les plus éloignés au détriment des plus proches. La mémoire, elle aussi, préfère les commencements. Dans la sienne, Grau-Garriga a emmagasiné la nature, les insectes, les animaux, les brins d’herbe, les mains, 53 la douceur des visages. Ils sont là au fond de lui comme une langue maternelle qu’il aurait inventée pour sa mère. À l’école des Beaux-Arts, on va lui apprendre d’autres choses, on va favoriser son art en lui offrant une technique. On va ouvrir ses horizons, le confronter à d’autres, lui donner à voir des œuvres, lui enseigner l’histoire de l’art. L’apprentissage, quel qu’il soit, est une manière violente, salutaire, troublante de se frotter au monde. Il reste alors à l’apprenti qui a le cœur artiste de résister, de se construire avec et contre les œuvres et les enseigne­ ments rencontrés. Toute œuvre est d’abord un acte de résistance. Celle de Grau-Garriga l’est pleinement dans sa diversité, son propos, sa véhémence, ses quêtes éthique et esthétique liées.


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Mediterranisme (Mediterraneismo, Méditerranéisme), 1949, 85 × 105 cm. Carta d’America (Carta de América, Lettre d’Amérique), 1981, 62 × 44 cm.


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Potser es Somni (Tal vez un Sueño, Peut-être un rêve), 1975, 63 × 90 cm. Perills? (¿Peligros?, Dangers?), 1969, 38 × 46 cm.


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