Mata tu vaca Un maestro samurái paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vieron a lo lejos un sitio de apariencia pobre. Se acercaron a él y encontraron una pareja y tres hijos que descalzos y vestidos con ropas rasgadas malvivían en una cabaña de madera. Se acercaron al padre de la familia y el samurái preguntó: - Aquí no hay muchas posibilidades de trabajo, ni comercio, ni fértiles campos ¿cómo hacen para sobrevivir?. El señor respondió: - Tenemos una vaca que nos da varios litros de leche todos los días. Unos cuantos los vendemos o cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina y con el resto producimos queso, cuajada... para nuestro consumo y así es como vamos sobreviviendo. El maestro agradeció la información, contempló el lugar por un momento, se despidió y se fue. Su discípulo le siguió. Cuando se habían alejado unos cuantos metros, el samurái rompió el silencio dirigiéndose al discípulo: - Busca la vaca, llévala al precipicio de allí enfrente y empújala al barranco. El joven se quedó espantado con la orden del maestro, pero volvió sobre sus pasos, buscó la vaca, la empujó hasta el precipicio y la vio morir. Aquella escena le quedó grabada en su memoria durante años. Hasta que un día, agobiado por la culpa decidió regresar al lugar y contar a aquella familia lo que había hecho, pidiéndoles perdón y brindándose a ayudarles. Así lo hizo, y a medida que se acercaba a aquel lugar encontraba todo muy bonito: niños jugando entre árboles floridos, bonitas casas, más familias... El joven se sintió triste y desesperado imaginando que aquella humilde familia habría tenido que vender sus yermas posesiones para sobrevivir. Encontró a un hombre mayor y le preguntó por aquella familia que vivía allí en soledad hacía seis o siete años, y el hombre le llevó hasta la casa del dueño de la vaca. Elogió el lugar y su nuevo aspecto infinitamente más aseado y correcto, y preguntó: - Pero... ¿cómo hicieron para mejorar este lugar y cambiar de vida? El señor entusiasmado le respondió: - Nosotros teníamos una vaca que cayó por el precipicio y murió, así que para sobrevivir nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos. Así alcanzamos el éxito que ahora ves.