Agosto 2013

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Taller de minificciones de Ficticia punto com Agosto 2013

Agosto de 2013 estuvo invadido por las Colecciones que nos propuso como tema nuestra compaĂąera de aventuras ficticianas, Beatriz Patraca Dibildox, mexicana de nacimiento y residente actual de Catalunya. Cuatro minificciones componen la selecciĂłn final de Beatriz, a las que les hemos agregado sus comentarios a pie de pĂĄgina.


Primer lugar

Fuera de tiempo* Autor: cedro

Colecciono flores y una de ellas, enorme, colecciona hombres. Ayer lo supe.

Tallerista: Sergio

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Me parece una mini muy bien ejecutada en la que no sobra ninguna palabra. Logra una idea redonda: coleccionar al coleccionista. Gracias a la narraci贸n en presente sumada al remate, retrata muy bien la angustia del protagonista con ritmo y con gracia. Considero que tiene todos los elementos indispensables en una microficci贸n al darnos todos los elementos necesarios en una sola frase.

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Segundo Lugar

Disyuntiva* Autor: El coleccionista de besos

El traficante le reiteró que nomás así: toda la colección a cambio de este ejemplar único. Ya en su gabinete, el profesor se puso a contemplar aquella mariposa de tonos pastel más bien simplones. Con angustia, pensaba si en realidad habría ganado con el sacrificio de sus más de treinta mil especímenes, reunidos a lo largo de media vida. —¿Entonces qué? —le dijo el insecto, algo impaciente—, ¿valí la pena?

Tallerista: Lucía

*

Está narrada con frescura y sencillez. El golpe de ingenio es uno de los efectos recurrentes en una microficción y en este caso está muy bien logrado. El giro final nos cambia un escenario convencional con una colección recurrente en uno surrealista y fantástico.

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Un hobby* Autor: El coleccionista de besos

Es aficionado a los mechones de mujeres hermosas: bucles castaños y negros, rizos de oro, sortijas delicadas y cucardas de cabellos lacios. Dispone de ellos en preciosos guardapelos de oro, plata, platino, nácar y marfil. Hoy ha conseguido la guedeja perfumada de una reina de belleza, la acomoda en forma de anillo y la coloca en su estuche. Arroja la cabeza desmochada a la basura y sigue admirando su colección.

Tallerista: miriam chepsy

*

De este texto destaco la capacidad para crear un ambiente, el final escalofriante y el lenguaje preciso. El carácter caprichoso del coleccionista con su muy particular concepto de " la parte por el todo" es también una metáfora de las minificciones: nos quedamos con un mechón y ahí se condensa una historia.

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Tercer lugar

Apéndice* Autor: Emi Lázaro

—Mr. Holmes, esta es la colección de cromos más criminal que se haya visto. —Querido Watson, en cuanto averigüe qué cola nos pega, saldremos de este álbum.

Tallerista: Mónica O.

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Ingeniosa, rítmica y con un guiño literario interesante pero accesible a la mayoría de los lectores.

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Seleccionadas por la Porra

Efluvios Autor: El gato de Verlaine

Tiene, de entre su colección de ataúdes, uno que mandó construir con roble de antiguas barricas transilvanas. El Conde gusta de yacer ahí, y que sus colmillos se rizen como sendos sacacorchos.

Tallerista: Rubén Pesquera Roa

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Ejemplares únicos Autor: Pipper

Colecciona prototipos de cada especie, que va colgando por las paredes del castillo. Únicamente falta uno de la suya, que no puede ser otro que él mismo. Ya ha tendido la soga sobre la campana de la chimenea francesa. Bajo la soga, el alzapiés. Sólo lamenta no poder contemplar la colección terminada desde una perspectiva más cómoda.

Tallerista: Elisa de Armas

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Seleccionadas para la mensual

Colección privada Autor: Malvadisco

En las afueras del bunker, los débiles cuerpos se juntan atraídos por el olor a comida; mueven la cabeza de un lado a otro y olfatean a cuatro patas con sus sentidos agudizados por el hambre. Ante la inminente embestida, Jim el Coleccionista traba la puerta de roble con dos maderos; pero no, solo escucha un toque en la puerta y una súplica: —Puedes salir, queremos hacer un trato contigo. —No está abierto al público —les contesta. —No te haremos daño, solo danos el contenido de los recipientes y te dejaremos en paz. El anciano contempla los frascos repletos de vísceras humanas: cerebros, lenguas, hígados, corazones... y recuerda con pesar los tiempos de recolección callejera en que inspiraba un tenebroso respeto tras cada nueva andanza. Ahora, en cambio, lo tratan como a un vulgar dependiente de casquería. Tallerista: Elisa de Armas

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Mariposas (Colección de temporada) Autor: Emi Lázaro

Se nos ha quedado un cuerpecito de nada, prendido con este despiadado alfiler que atraviesa medio miligramo de carne, en un mosaico elitista prêt-à-porter, sin alas.

Tallerista: IMPAL

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Fénix Autor: Emi Lázaro

Resurgido de sus cenizas, se colecciona a sí mismo.

Tallerista: Elizabeth

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Vitrinas Autor: La institutriz

Enciende un cigarrillo y observa como Laura descansa libre de ese gesto adusto que la acompañaba desde que la conoció. Fueron largos meses de no desistir en el cortejo, de hacerle notar que aún era una mujer completa, y que bajo ninguna circunstancia tenemos el derecho de cerrarle las puertas al corazón. Tan persuasivas habían sido sus palabras que llegó a sentir que, incluso él, finalmente hallaría en el amor la fuerza para derrotarse a sí mismo. Pero al vislumbrar recostada sobre la mesita de luz la pierna ortopédica, apaga con premura el cigarrillo y se viste. Luego observa a Laura por última vez y, mientras se abomina en silencio, recoge la pierna que llenará otra vitrina de su sala.

Tallerista: Marcial Fernández

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Arcilla del tiempo Autor: El coleccionista de besos

Coleccionaba trozos antiguos de cerámica. A menudo se le veía en el Punjab o en Armenia comprándole a traficantes encapuchados, o como explorador en la Amazonia peruana pateando cantos rodados, con la esperanza de hallar un pieza interesante. Tenía miles de fragmentos del Templo Mayor y de azulejos árabes, y atesoraba en particular cuellos rotos de frascos y botellas etruscas, zimbabwíes, chinas y de Nueva Zelanda. Gracias a un tip, viajó a Grecia, donde le vendieron una ánfora 1A —según la clasificación de Dressel— en un estado de conservación excepcional, debido a las condiciones del entierro del que fue sustraído. Ya en casa, desempacó con mucho cuidado el artefacto de más de dos milenios de antigüedad, pudo observar el excelente estado de conservación, y supuso que no bien hubo salido del horno del alfarero lo ofrecieron en honor del difunto. Un cacharro nuevo, para cualquier fin práctico. Lo alzó sobre su cabeza y lo vio contra la luz de la ventana, con fuerza lo azotó contra el piso y se puso a escoger los mejores cachitos.

Tallerista: Marcial Fernández

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El ediarmagrubidólogo Autor: El coleccionista de besos

Tiene la colección más completa de ediarmagrúbidos, ha dedicado a ella más de tres décadas. Los posee de todos los tamaños, colores, materiales y procedencias. Está seguro de que, en algunos años más, al fin sabrá lo que son.

Tallerista: Sergio

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Los afanes de un padre Autor: Gigi Ciserone

Quiso Dios que el mismo día que me ordené sacerdote, un 25 de octubre de hace casi cincuenta años, comenzara también mi afición secreta. Recuerdo a aquel pequeño gorrión desamparado que encontré en la calle y cómo, por misericordia, le torcí el cuello. Incapaz de abandonar su cuerpo para festín de algún gato sarnoso, lo envolví en un pañuelo con la intención de darle cristiana sepultura. Pero impensadamente le extendí las alas y supe, como si fuera una revelación, que debía coleccionarlas. Desde entonces, cada 25 de octubre, sumo un nuevo par de alas a mi repertorio: de un canario, de un zorzal, de un periquito... Párrafo aparte merecerían las peripecias que padecí al desviar, en sendas oportunidades, los fondos de la colecta anual para engalanar mi colección con las alas de un quetzal y un águila calva. O cuando robé del museo de La Plata los restos fósiles de un arqueópterix. Sin embargo, próximo a cumplir mis bodas de oro como coleccionista y sacerdote, prefiero referirme al deseo de coronar mi afición de manera única. Mi amiga y confidente, Sor Lourdes, ha accedido a brindarme su ayuda: desde hace años, los 25 de cada mes, la visita clandestinamente un ángel.

Tallerista: Sergio

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Insurrección Autor: Homless

Colecciona soldaditos de plomo. Un ejército completo de soldaditos con su caballería, su infantería y sus aviones de combate. Hace tiempo que los militares parecían inquietos, como si tramasen algo, hasta que finalmente se rebelaron contra él. Y ahí está ahora, parapetado en el flanco sur de la maqueta y armado hasta los dientes. Resiste con dignidad el asedio de las tropas en un rinconcito del campo de batalla recién pintado. Sabe que la contienda será desigual y nulas las posibilidades de sobrevivir, pero solo piensa en morir con las botas puestas.

Tallerista: eneas

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Paralelismo Autor: Emi L谩zaro

Aterrado se dio cuenta que perdi贸 la identidad en su propia colecci贸n de huellas dactilares.

Tallerista: El Vico Escarlata

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Instrucciones Autor: Rafael Caro Quintero

Ser del futuro: Dentro de esta olla criogénica encontrarás una bonita colección de células madre del extinto género humano. Siguiendo al pie de la letra las indicaciones, con mucho cuidado y amor, de las botellitas azules podrás crear hombres de muchas razas y de las rosadas obtendrás hermosas mujeres. Con el adiestramiento adecuado, las criaturas te adorarán, convirtiéndote así en un dios. O si así lo deseas, puedes verter los contenidos en agua hirviendo y saborear un exquisito consomé.

Tallerista: Dakiny

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Las llaves de San Pedro Autor: Emi Lázaro

La que tiene llavero es la única que abre la cerradura de su colección de llaves, las demás son de puertas que nunca se abren.

Tallerista: J. T. Espinosa-Jácome

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Marchitas nieves del tiempo Autor: Coseno

—Espejos, espejitos ¿quién sigue siendo la más bella del sanatorio? —inquiere la decrépita anciana, multiplicada al infinito por una serie de lunas que nunca alteran sus fases.

Tallerista: Laura Elisa Vizcaino

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Pasión compartida Autor: Apóstrofo

Las camisetas de fútbol originales, autografiadas, enmarcadas y exhibidas por toda la casa fueron motivo de disputa con su mujer y causal de divorcio. Finalizado el juicio, el abogado exigió la colección como pago de sus honorarios.

Tallerista: Mónica O.

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Colección trunca Autor: Elemento

No le dieron tiempo de agregar en el álbum la noticia sobre su última “performance”. Su mejor obra por encargo estuvo concluida al mediodía, pero cuando el vespertino salió a la calle, hacía una hora que había caído preso.

Tallerista: miriam chepsy

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Marina Autor: Mapache

Se propuso coleccionar todos los sonidos que consideraba importantes. Uno a uno los guardó en el caracol de sus oídos, y cuando la sordera fue eminente, los nombró, los sintió y los escuchó. Soltó al fin la palabra "mar", y la brisa le devolvió una ola de silencio que la arrastró mar adentro. Al inundarse sus ojos de una agua espesa, escuchó finalmente el sonido perdido.

Tallerista: Jorge Oropeza

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Juegos de niños Autor: El coleccionista de besos

Era el último de la colección, y el más realista. Cuando se lo compraron arrumbó todos los demas: el de Mitos Griegos, el Náhuatl, El Anillo de los Nibelungos... Pero el gusto le duró bien poco, seis días para ser exactos. Al séptimo, no encontraba por ningún lado los muñequitos, los ángeles se habían ido volando, y una serpiente diminuta lo mordió cuando estaba acomodando el manzano. Escuchó que su mamá le llamaba a merendar: —¡Yahvé!, Yahvecito!, ¡apúrate que se te enfría! —Y con un último berrinche le dio una patada al juguete, que terminó con sus piezas desperdigadas por todo el patio.

Tallerista: Jorge Oropeza

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El treinta y siete Autor: Ferjaad

Seguíamos con renovado entusiasmo cada uno de sus casos. Nos reuníamos en La Flor a beber, a intercambiar impresiones sobre éste o aquel otro detalle macabro del último homicidio, de la pista que sólo él supo ver. Nos turnábamos para anotar en la pizarra el nuevo dato y actualizar la estadística a un lado de su foto. Él no compartía nuestra afición y, cuando llegaba a beber su agua mineral, volvíamos a lo nuestro, a rumiar en silencio cada cual con el “qué habrá mañana que nos saque del hastío”. Se sentaba siempre en la esquina de la barra. No molestaba a nadie. Fumaba sus Lucky y bebía con parsimonia. En una libreta hacía anotaciones. Nosotros lo mirábamos con callada admiración: esa forma de usar los zapatos, su gabardina tan vieja y elegante, lo bien que le quedaba el bigote cano amarilleado por el tabaco. El mejor Detective, sin duda, en toda la Historia de San Juan, como constaba en los Anales del Archivo que daban cuenta de sus antecesores. Él era el 37. Quizás no lo sabía; quizás no le importaba.

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Al marcharse de La Flor, se paraba un momento frente a la pizarra, rodeado de nuestro silencio reverencial y de nuestros rostros cruzados por las primeras arrugas y canas. Meneaba la cabeza y salía a la noche arrastrando un poco la pierna derecha. Volvíamos entonces a hablar, al principio con cautela, luego abiertamente. En el fondo guardábamos la esperanza de que él fuera también un coleccionista, como nosotros.

Tallerista: Jorge Oropeza

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Alas Autor: Malvadisco

En sus aposentos, guarda la colección bajo llave y, como cada tarde desde la Caída, ahí se prueba los modelitos de plumas. Sus vasallos no recelan de su fama de macho cabrío, a diario salen los ángeles amputados rumbo al incinerador del Séptimo Infierno.

Tallerista: Rubén Pesquera Roa

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Acopio Autor: Emi Lázaro

Colecciono muñecos de feria, polveras, almanaques, estuco, hojas secas... Todo. Pero ninguna me seduce tanto como la de todas ellas.

Tallerista: Rubén Pesquera Roa

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Coleccionista clandestino Autor: El coleccionista de besos

Tenía una impresionante cantidad de antigüedades prehispánicas: jarras, platos, ídolos, juguetes, huesos humanos labrados, trozos de mural... Un día le dieron el pitazo de que le iban a caer los de Antropología e Historia y, a su pesar, se puso a convertir en añicos lo que con tanto tiempo y trabajo había reunido. De la impotencia, se apoderó de él una furia enceguecedora, y arrojó contra la pared y contra el piso todas y cada una de las piezas. Enseguida, lanzó a su esposa del segundo piso, lo último que recuerda es cómo se reventó la cabeza de su bebé contra el pavimento.

Tallerista: el águila descalza

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Invisible Autor: Emi Lázaro

Helo ahí, reflejado en una de las máscaras de su colección, sin rostro.

Tallerista: el águila descalza

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Cabecillas Autor: Moe Malone

La exótica colección de cabezas de rebaño, de alfileres, de ajo, turco, jíbaro..., desde que se infiltrara aquel grupo de cabezas rapadas, quedó reducida a cabezas de chorlito.

Tallerista: el águila descalza

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Besos Autor: Ferjaad

“¿Me dejas ver tu colección?”, dijo la muchacha. Y para él fue retraerse a la infancia, a las muchas canicas, álbumes de estampas de películas, a la caja de zapatos en la que guardaba bichos, arañas, escarabajos secos que al final terminaban hechos polvo. Ella lo miraba con esa mirada que lo devolvía a la colección de cordones, de trompos, de lagartijas y pájaros muertos. “¿Por favor?”, insistió. Ah, y él cómo deseaba, en realidad, que ya no le hablara así, suplicante, tan hermosa y atenta cuando él dijera: “Sí, te enseñaré todas mis colecciones”, y bajaran la escalera metiéndose a la tiniebla tibia y acogedora del sótano donde quedaría el gesto de sorpresa, el breve instante de comprensión, la oscuridad.

Tallerista: el águila descalza

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Una cita Autor: Multivac —No soporto a los coleccionistas —gruñó la anciana luego de sorber el té—. Esas manías de acumular cosas son insanas, una pérdida de tiempo. —Yo colecciono recuerdos —dijo el viejo barbado al otro lado de la mesita—. Vea. Este mantelillo me evoca el momento cuando mi madre me enseñaba a comer con cuchara. ¿Oye esa música? Sonaba igual el día que descubrí mi amor por la vecina. Y el olor terroso de aquel sillón de felpa me lleva a un día placentero de verano en mi adolescencia… —Bah, eso cualquiera —masculló ella—. También tengo mil recuerdos. —¿Me los muestra? El rostro apergaminado de la dama se tornasoló. Hubo un no muy largo silencio. Luego tomó una cucharada de flan y la llevó a la boca de él. Después fue al modular, volvió a poner la misma canción y se sentó en aquel sofá. Ruborizada lo invitó a crear una nueva pieza para sus colecciones.

Tallerista: el águila descalza

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El tamaño sí importa Autor: Pipper

Su colección de vello púbico femenino no tenía nada que envidiar a las más exquisitas colecciones del Museo de antropología británico. En cada pipeta de cristal se exhibía una hebra pélvica sin escatimar detalle alguno: nombre y apellidos de la dama, peso, altura, color de los cabellos, fecha y lugar de la extracción e, incluso, una breve descripción del comportamiento sexual de la propietaria. El último ejemplar que mostró en sus vitrinas, para público deleite, fue la pelusa rubia, casi dorada de la marquesa de Campolongo, ardiente aristócrata de pierna larga y falda breve. A raíz de aquello pusieron precio a su cabeza, que no tardó en ser cobrada. No en vano, siempre se dijo que la sombra del señor marqués era alargada, tanto como exiguo el miembro que causaba la insatisfacción, y los consiguientes devaneos, de la difunta marquesa.

Tallerista: el águila descalza

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Antología total Autor: El coleccionista de besos

Cuatrocientos quince volúmenes, el último de ellos dedicado a los posibles escenarios donde un asteroide choca con la Tierra y se acaba el mundo. El compilador acomoda el último libro en su repisa, y se asoma la ventana justo en el momento en que todo termina.

Tallerista: Daniela Truman

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