Taller de minificciones de Ficticia punto com Septiembre 2013
Este mes, el Mundo de los juguetes movió las entrañas imaginativas de los escritores del taller, gracias a la propuesta de Marisa Martínez Pérsico, profesora y licenciada en letras por la Universidad de Buenos Aires. Cuatro minificciones componen la selección premiada de Marisa, y tres más reciben su mención. También tenemos minificciones en común entre la selección de Marisa Martínez y la selección de la Porra (9 minificciones en primer lugar).
Primer lugar
Muñecas rusas* Autor: 2 Toievski Aunque presume de ser la única de todas hecha de una sola pieza, la última de las matrioskas no puede ocultar el estigma de ser la estéril de la familia.
Tallerista: Marcial Fernández
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Combina prosa musical, concisión elocutiva, economía ext rema y, aun así, se las arregla para co mponer un mensaje bisémico de notable originalidad. La ú ltima de las matrioskas metaforiza una condición paradójica e irresoluble: estar entera es un valor añadido (porque imp lica la no -desintegración del yo) pero a la vez no estar partida es un fracaso en su realización co mo mu jer (porque conlleva la esterilidad). ¿Es, ento nces, el desgarramiento una vivencia ineludible para alcanzar la plenitud, en la mujer? La última de las matrioskas, con su mezcla de petulancia y desdicha, nos permite reflexionar sobre los claro scuros de la condición femenina… Es lo que yo llamaría un ―cuento-trampolín‖, que trasciende con creces la anécdota narrativa. Tamb ién es ganador de la Selección de la Porra. 1
Segundo lugar EX AEQUO
Toylove * Autor: Luigi 71 El bombero tomó de entre las cenizas un par de soldaditos de plomo fundidos por las manos y trató en vano de separarlos. Cuando al fin comprendió, los cobijó en su bolsillo para que tuvieran un lugar íntimo donde pasar la noche.
Tallerista: Elisa de Armas
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Plantea un ingenioso virtuosismo intertextual. Reelabora el final de Notre-Dame de París en clave homosexual y hace una lectura –nada inocente– del soldadito de plomo de Hans Christian Andersen. Es un cuento que interpela a un lector activo con ciertas competencias culturales y lectoras. 2
Juego Serio * Autor: Luigi 71 Por las noches, en unos grandes almacenes, los Max Steel y los Ken bajan hasta la sección de bricolaje a jugar con las herramientas, por el puro placer de sentirse adultos.
Tallerista: Sergio Patiño Migoya
* Aquí [...] son los juguetes los que quieren asumir el rol de los adultos porque están cansados de tener que cumplir el papel predestinado por el fabricante –Max Steel, el de fuerte superhéroe, y Ken, el de galán–. Añoran una vida de bajo perfil para poder dedicarse a tareas domésticas y pedestres. Destaco el ingenio de la inversión irónica que practica este relato.
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Tercer lugar
Pinocho* Autor: Gata Blues —Emi Lázaro Que me crezca la nariz si no soy un juguete, le digo a Geppeto.
Tallerista: Marcial Fernández
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El más críptico de los min icuentos premiados, una joya de laconismo. Aquí se ve claramente la metáfora del iceberg que Vio leta Rojo cita de Hemingway: los minicuentos podrían ser comparados con un iceberg, solo se ve una parte, pero las nueve partes restantes existen aunque no sean visibles, son las que co nforman y sostienen el cuento. El texto de Gata Blues es una aporía al estilo del adivino de Sumatra inventado por Borges: ―Que me crezca la nariz si no soy un juguete, le digo a Geppeto‖. Sabemos que Pinocho es un juguete con nariz pro minente… entonces, en función del pacto con su creador (Geppeto), esto significaría que no es un juguete. Sin embargo, quien conozca la historia de Pinocho escrita por Carlo Co llodi sabrá que ―crecer la nariz‖ es sinónimo de ―mentir‖. Por ende, si a Pinocho le creciera la nariz (consecuencia de no ser un juguete), es porque estaría mintiendo… ¿Y có mo se sale de este callejón? No hay salida. ¿Pinocho es un ser de carne y hueso o un juguete? 4
Primera mención
Modelo superiorǂ Autor: Calpurnia Al primer pestañeo supo que la odiaría para siempre. Aquella niña recién traída a casa no cumplía las expectativas de Florinda, la muñeca.
Tallerista: Isabel Segura Boutry
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Texto también g anador de la Selección de la Porra. 5
Segunda mención
Votos Autor: garabato —Manuela Fernández La primera muñeca que tuve me la regalaron cuando nací. Siempre sentí que crecíamos juntas. Cuando cumplí los 14 años mi hermano pequeño la descuartizó sin que yo pudiera hacer nada. Hoy en el funeral de mi cuñada recuerdo el juramento que me hice: ―jamás permitiré que mi hermano posea muñeca alguna‖.
Tallerista: José T. Espinosa-Jácome
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Tercera mención
Sustituta ǂ Autor: Liquidambar —Mónica Brasca Para compensar tanto abandono, la mamá le regaló una muñeca enorme que habla, levanta los brazos, mueve la cabeza de izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Y grabó mensajes con su voz: ―buen día, mi amor, vamos, a levantarse, a lavarse los dientes, la cara, vamos, tontita, más rápido, pórtate bien, no seas boba, no seas torpe, a la noche nos vemos‖.
Tallerista: Marcial Fernández
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Texto también g anador de la Selección de la Porra. 7
Selección de la Porra
La marcha triunfal de los juguetes Autor: Edelrid Vienen primero los soldados de plomo, marciales y orgullosos. Luego las muñecas, muy coquetas con sus falditas de bastoneras. Después los animales, los coches de distintos tamaños y una multitud de lo que el ingenio humano hizo juguete. Al último vienen los hombres, millones de ellos, los sobrevivientes de todas las edades, encadenados, en derrota y sanguinolentos.
Tallerista: Lucía Casas Rey
8
Indicios Autor: MrsDollaway —Mónica Brasca Cuando aquel novio apareció con el juego de té en miniatura, lo interpreté como un tierno anticipo de lo que sería nuestra vida de porcelana. El vestido de princesa que me quedaba chico y los zapatitos transparentes me inquietaron un poco. Pero fueron la escoba y una plancha de juguete las que definitivamente me hicieron abrir los ojos.
Tallerista: Mónica Ortelli
9
Mientras leo el diario Autor: Beppo Barrendero Con envolturas de caramelos, mi hijo ha confeccionado una flotilla de aviones que despegan desde una cartulina y lanzan, entre la mesa ratona y mi sofá, un sinnúmero de estruendosas bombas que interpreta fielmente con los labios. Poco después escucho una nueva explosión, mayor que las anteriores, y ens eguida mi hijo se dirige hacia la puerta con los avioncitos. «¿Ya terminaste de jugar?», le pregunto, y me dice que le han torpedeado el portaaviones y que debe llevar sus F-18 SuperHornet a la base más cercana antes de que se les acabe el combustible. «¡Mirá vos! —exclamo, ya solo—; y yo que pensaba que la cartulina era una pista de aterrizaje en tierra». Entonces, envuelta en una densa columna de humo, la cartulina se hunde. Dejo el diario sobre mis rodillas, me restriego los ojos, y vuelvo a mirar; pero ya no quedan rastros del portaaviones. En su lugar descubro, cinco o seis baldosas más allá, lo que p arece un diminuto periscopio. Al instante, un torpedo se aproxima raudamente hacia mi sofá; y lo único que atino es a levantar los pies antes del impacto.
Tallerista: Jorge Oropeza
10
Bajos instintos Autor: Correveidile —Manuela Fernández El payaso, con su sonrisa fingida, no dejaba de mirar a Mariquita Pérez. Ella, con su vestido de organdí y pómulos rosados, mantenía baja la mirada. Una noche los olvidaron en el salón. A la mañana siguiente el payaso había desap arecido y era la muñeca quien sonreía de oreja a oreja. De la chimenea salía un olor a plástico quemado.
Tallerista: Rubén Pesquera Roa
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Cuidados maternales Autor: Genal Desde que se la regalé me deja tiempo para ordenar la casa y hacer la comida con tranquilidad, incluso para leer un rato. Se sienta con la muñeca en un rincón, le canturrea bajito, la peina y la repeina, la viste y la desviste, le coloca un pañal imaginario y le da de comer con la cucharita de plástico. Sus movimientos torpes traslucen una ternura y un hábito remotos. Cuando llega la noche soy yo quien le da su papilla, la desnuda, le pone el pañal y el camisón. Después, con un beso en la mejilla, le digo "buenas noches", como siempre le dije, pero no soy capaz de añadir el "mamá".
Tallerista: Carmen Simón
12
Un niño como los demás Autor: Conde Negro Se hizo carpintero porque lo fue su padre. Se casó con Rosetta porque la signora Rosa buscaba marido para su hija, tan linda y tan pobre. Y tan ardiente. A veces creía descubrir, en los de alguno de sus hijos, el rostro del aprendiz granujiento que su adorada mujercita le recomendó con afán, pero prefería no hacerse mala sangre. Murió Rosetta y reclutaron a los muchachos para una guerra de la que nunca volvieron. Desde que sus manos temblonas ya no le obedecen alquila el taller al antiguo aprendiz a cambio de un jergón junto a la chimenea, un plato de sopa y unas pocas monedas. Cada noche, en la taberna de la Gamba Roja, Pinocho busca al hada Azul en el fondo de su vaso de grappa. Aunque no haya remedio, quiere que ella lo sepa: si hay que ser títere, más vale de madera.
Tallerista: Daniela Truman
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Seleccionadas para la mensual
Saldos Autor: Malvadisco ―No llora, no come, no mancha el pañal. Porque todos lo saben: Baby, un bebé mejor que los de verdad‖, anunciaba el eslogan de la juguetería, y las personas acamparon en las inmediaciones de la tienda para adquirir el nuevo producto. Por fin, luego de tres días de espera, las puertas se abrieron al público. Hoy aplicaba una promoción para padres de barrios marginales: ―50% de descuento al entregar uno usado‖, y los cajones de recepción se llenaron de bebés de carne y hueso.
Tallerista: Elisa de Armas
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Muñecas Autor: Luigi 71 Nada más abrir, una de las empleadas de la juguetería fue despedida: en el p asillo asignado a su cuidado faltaban dos muñecas. Dos cajas color rosa yacían vacías con las cubiertas de plástico transparente mostrando grandes agujeros. Sin embargo, la revis ión de las cámaras de vigilancia no mostró evidencia alguna de robo; el único suceso sospechoso en ese pasillo fue durante el día, cuando dos niñas rubias permanecieron varios minutos observando a las muñecas. Pero luego colocaron las cajas cuidadosamente en su lugar y caminaron lentamente a la salida.
Tallerista: Elizabeth Pérez Ramírez
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Soñares Autor: Edelrid Tiene su cuarto lleno de automóviles en miniatura. Por las noches, sueña que cobran vida y participan en emocionantes carreras, que él es un piloto famoso. Los cochecitos, en sus repisas, también sueñan: son barbies de compras en Europa para la temporada primavera-verano.
Tallerista: Sergio Patiño Migoya
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La mejor época de su vida Autor: Edelrid Luego de treinta años regresa a la casa de su infancia. Una casa pequeña, sí, pero es todo lo que su madre le dejó al morir. El armario con sus juguetes sigue ahí, tal como lo vio la última vez. El maestro albañil casi ha terminado de derruir la tapia, y la mujer a lcanza a ver las anaqueles con tanto recuerdo: están el zoológico de plástico de colores, los rompecabezas, las muñecas y el juego de té, el oso de peluche y la caja del supermercado con micrófono de verdad. Abajo está el carrito eléctrico de barbie y el triciclo, muy bien estacionados. Y más abajo, cubierto por la duela, está su padre, quien de seguro ya no es más que un esqueleto.
Tallerista: José Manuel Ortiz Soto
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Capitán de mar y guerra Autor: Anubis De chico me gustaba encarnar al capitán de un submarino. Mi nave consistía en una vieja cama plegable que mamá me dejaba usar a condición de que no hiciera demasiado ruido a la hora de la telenovela. Una vez a bordo, desp arramaba sobre el colchón partes de electrodomésticos inservibles: la pequeña bobina de un secador de pelo devenía en el motor diesel del submarino; el dial de una radio, en sonar; el cooler de una computadora, en el mecanismo propulsor… Como armamento, unas pilas hacían las veces de torpedos. Al divisar a los barcos enemigos —algunas cajas de fósforos—, las pilas se deslizaban rápidamente a través del océano de baldosas. Pero mi puntería no siempre era buena, y a cada fallo seguía una obligada inmersión y el estruendo de un sinnúmero de cargas de profundidad. Entonces mamá decía «Más bajito», y yo apagaba los motores y hacía silencio; hasta que sobrevenía el crujir del acero mientras el submarino se abismaba más y más. Recuerdo que en una ocasión me preguntó qué representaba ese sonido. Con aire trágico le respondí que era un canto fúnebre, ya que nos hundíamos sin remedio. Se acercó sonriente y, al tiempo que me tomaba en sus brazos, dijo «Yo te salvo». Enfadado, alegué que eso le restaba seriedad al juego y volví al submarino. Nunca supuse que años después, hostigado por el crujir auténtico del acero, iba a rogar por aquellos brazos salvadores de mamá.
Tallerista: Lucía Casas Rey
18
ToyWar I Autor: Luigi 71 Enfrentados a muerte en la habitación de Jorgito, estaban Mecano y el osito Teddy. Mecano lanzaba con furia enormes bloques de lego, que rebotaban sin hacer daño en el esponjoso cuerpo de Teddy, el cual a su vez, devolvía el fuego con artillería pesada en forma de canicas de vidrio. La violenta co ntienda cobró algunas vidas, habían caído por fuego colateral los hermanitos de papel, que ni siquiera la muerte pudo separar de las manos, la muñeca Lola yacía ahogada en la pecera, y ahora su mirada grotesca a través del agua, juzgaba a todos. Cuando Jorgito llegó del colegio y se encontró con esta masacre, gritó a su madre: —¡Mamá, dejaste entrar otra vez al perro a mi habitación! Mientras el niño arreglaba el desastre murmurando insultos contra el inocente animal, las miradas de odio entre los enemigos no dejaban lugar a dudas, esto era solo una batalla, la guerra, con toda su crudeza, había apenas comenzado.
Tallerista: Lucía Casas Rey
19
Efímera libertad Autor: Jordan Ramos —Esther Cuesta Pinocho, al fin liberado del dictador Gepeto, oyó hablar de un país do nde sus habitantes estaban orgullosos de ser las marionetas de su dirigente. Incrédulo, quiso conocerlo. Nada más llegar, fue arrestado por revolucionario.
Tallerista: Dakiny
20
La Rama Autor:Beppo Barrendero Cuando era chico me gustaba jugar a espadas y dragones. Una rama larga y casi recta hacía las veces de espada y el viejo Spike, mi perro, interpret aba al malvado dragón. Con sus grandes ojos tristes de cockerspaniel me miraba correr a su alrededor, incitándolo a pelear, a lo que respondía con unos bostezos enormes que yo tomaba por bocanadas de fuego de las que apenas lograba escapar. Pero si había una parte de nuestras batallas que al viejo Spike le salía bien, era la de hacerse el muerto. Cuando lo tocaba levemente en la cabeza con mi espada, se ponía patas para arriba, sacaba la lengua y se quedaba… dormido. Un día, pese a mis lágrimas, el dragón ya no quiso volver a ser el viejo Spike; y mi papá y yo lo enterramos en el jardín, con la rama hecha tr izas a su lado.
Tallerista: Dakiny
21
ToyWar II Autor: Luigi 71 Mecano, el robot, odiaba a muerte a Teddy, le hacía zancadillas cuando pas aba cerca y se burlaba de él todo el tiempo con comentarios homofóbicos. Teddy era un peluchito con mucha paciencia, hasta el día que Mecano osó burlarse de Jorgito, llamándolo ―ese mariquita‖ entonces no soportó más y abalanzó su pesado cuerpo sobre él. Es que el amor secreto e intenso que siente un juguete por su dueño, traspasa todo limite.
Tallerista: Dakiny
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A través de los espejos Autor: Telares —Mónica Brasca Lo volvió a encontrar cuando desmantelaron la casa paterna. Lo tomó con cuidado y lo hizo girar despacio, enfocándolo a contra luz. Vio los cristales de colores acomodarse a cada nueva situación, sin patrón previo, sin sent ido alguno, sin magia. Recordó las maravillas que había creído ver a los siete años y se sintió decepcionado, también, por el caleidoscopio.
Tallerista: José T. Espinosa-Jácome
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Mi juguete favorito Autor: Chester Truman Era mi mejor amigo, mi cómplice, con quien pasé los mejores momentos de mi vida. Luego fue cambiando, como apagándose poco a poco, hasta que perdió mi confianza y no tuve más remedio que deshacerme de él. Le arranqué uno a uno los brazos, las piernas, los apéndices y cada uno de sus cables. No tuve piedad. Ni siquiera cuando, a punto de cortar la última conexión, me insistía a media voz en que todo era un problema de las pilas.
Tallerista: Laura Elisa Vizcaíno
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Cabezas parlantes Autor: 2 Toievsky —¡Que coman pasteles! —exclamó María Antonieta ante la plebe que protestaba por la falta de pan. Y retornó a la estancia repleta de ingenios mecánicos procedentes de Alejandría, Bizancio y Catay: androides que tocan instrumentos musicales, jugadores de ajedrez, árboles frutales que agitan sus ramas, pájaros multicolores y toda clase de figuras semovientes. Dentro de una vitrina, con turbante y casaca cuajada de estrellas, se encuentra el busto de un autómata que adivina el futuro en una sola línea de cada rollito de papiro que expide de forma aleatoria. Tras introducir la Reina su moneda de oro, se ponen en marcha una serie de poleas y ruedas dentadas. El mago abre la boca articulada, y a través de una ranura aparece el vaticinio del día: ―Se aproximan interesantes eventos sociales. Conviene cuidar la salud y alejar lo más posible los quebrantos de cabeza‖.
Tallerista: Miriam Chepsy
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Una cuestión de oído Autor: Beppo Barrendero Todas las tardes la muñeca le sirve el té a la niña, le ofrece unos bizc ochitos que se ha encargado de hornear y le limpia la boca con servilletitas de papel. Luego la peina y le cuenta cómo le fue en la escuela y en el club, mientras la niña, sin chistar por los ocasionales tirones de pelo, le festeja cada una de sus peripecias. Esta tarde, la mamá de la muñeca vuelve a irrumpir en la habitación con una niña nueva y, tras colocarla junto a la otra, le pregunta a cuál de las dos prefiere. Espera que finalmente su hija se desligue de aquella poco agraciada niña vieja. La muñeca camina alrededor de la niña nueva y se detiene a su espalda para pasarle el peine por la extraordinaria melena roja. «Parece, mi amor —dice la mujer—, que ya has elegido». Pero ante una queja, imperceptible para el oído humano, de la niña nueva, la muñeca torna a sentarse a la mesa y exclama: «Laurita, ¿quieres más té y bizcochos?». Entonces la madre alza por los cabellos a la niña nueva, la mira desconcertadamente, y se la lleva a la c ocina susurrando platillos para la cena.
Tallerista: Miriam Chepsy
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De carne y hueso Autor: Jordan Ramos —Esther Cuesta Cuando le conocí, pensé que me amaría para siempre. Cuando me violentó en la cama, me sentí humillada pero me dije ―juegos de adultos‖. La primera bofetada me hizo dudar. Mi cara partida me avisa que pronto me romperá del todo y entonces se buscará otra muñeca con la que jugar.
Tallerista: Miriam Chepsy
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Juego de rol Autor: Edelrid Sí que la había sorprendido. Disfraces perfectos: él, de elegante Nosferatu, ella, de una exquisita y sensual ErszbethBáthory; medias, tacones, capas... Y los colmillos, de un finísimo metal cerámico. ¡Y ese espejo!, verdadera joya de la tecnología, le había costado un d ineral, pero lo valía. No podía dejar de contemplarlo mientras se enfriaba la champaña y su dama se vestía. Con quién-sabe-qué circuitos electrónicos creaba la ilusión de no devolver imagen ninguna, un juguete excepcional. A media luz, comenzó a besarle el cuello, al tiempo que se fantaseaba invisible. De súbito, vio cómo el reflejo de ella lo miraba, con los ojos inyectados y a punto de clavarle los colmillos.
Tallerista: Miriam Chepsy
28
Como pollo sin cabeza Autor: 2 Toievski Las habilidades de MarĂa Antonieta, gran aficionada al juego de ―la gallinita ciega‖, causaron serios problemas al verdugo a lo largo y ancho del c adalso.
Tallerista: Jorge Oropeza
29
Juego de manos Autor: Multivac —Víctor Antero Flores Llegó a la sala de urgencias desangrándose, amputado. —Se lo arrancaron de cuajo —dijo el médico—. ¿Dónde está el antebrazo? —La turba se lo llevó —balbuceó el herido—, junto con el señor emperador. Los médicos se miraron desconfiando de la cordura de aquel hombre. Más tarde llegaron los restos de una mano envuelta en los jirones de un muñeco guiñol vestido de monarca. El volatinero estaba representando ―Los dueños de la patria‖ tan maravillosamente que el público, brincando las trancas de la escena, entró en el juego, se convirtió en actor y cortó los hilos de la partidocracia.
Tallerista: Jorge Oropeza
30
Solo un detalle Autor: Luigi 71 Llegando del trabajo, me encuentro tirada frente a la puerta la muñeca favorita de mi hija. Intrigado, me dirijo a su habitación y le pregunto, —¿Qué ha pasado con Eva? —La eché de casa papá, está enamorada de ti.
Tallerista: Rubén Pesquera Roa
31
Casa embrujada Autor: Malvadisco Los muebles volaban por la habitación, mientras el sacerdote esparcía oraciones y agua bendita a través de la ventana abierta. Todos los objetos quedaron suspendidos en el aire y cayeron al suelo junto con el exorcista que se desplomó sin aliento. Las barbies, al fin, pudieron regresar a su casa de muñecas.
Tallerista: Rubén Pesquera Roa
32
La muñeca fea Autor: Edelrid Hoy va a la despedida de soltero de un junior. Se pone los harapos recién salidos de la tintorería, y añade su célebre toque de coquetería: el tizne.
Tallerista: el aguila descalza
33
Vaivén Autor: Proserpina —Emi Lázaro Soy juguete de mis recuerdos. Al igual que mi vieja locomotora, me llevan y me traen por donde quieren.
Tallerista: el aguila descalza
34
La Gordita Autor: porteño Todos intuíamos que si saltaba el muro, no la volveríamos a ver. Todo aquello sobre la loca y esa casa tapiada era verdad. Hasta pensamos que le clavaría una y otra vez un cuchillo y luego dejaría que los perros hicieran el resto. Nada en el mundo nos haría olvidar el día que la trajo el Rúcula. Tení amos catorce años y desde ese momento fue la gordita para todos, cariñosamente. Tan profesional, que nos provocaba admiración y entendimos, sin más, lo del amor a primera vista. Bailaba con uno y con todos, etérea y cómplice, consintiéndonos un sacudón de tanto en tanto. Solo algunos afortunados, lograban que se les durmiera en el pecho. Qué habrá sido de ella no quisimos enterarnos, pero haber jugado con otra pelota nunca fue lo mismo.
Tallerista: F. C. Pérez Cárdenas
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Una muñeca Autor: Edelrid Parece de verdad, piensa la niña, parada frente al nuevo modelo de tamaño natural. Pero después de presionar el ombligo de plástico, da un brinco hacia atrás, confundida, al escuchar: «¡Guau!, ¡soy toda tuya! Haz conmigo lo que quieras».
Tallerista: F. C. Pérez Cárdenas
36
El regalo prometido Autor: Malvadisco Después de cada juego infantil, quedaban regadas las entrañas de los juguetes y animales de compañía. En Internet los padres encontraron la solución: Paco. Doscientos años de antigüedad; sobreviviente de múltiples apuñalamientos, fuego, una bomba molotov… Y veinte pequeños sicópatas muertos durante su carrera como muñeco diabólico.
Tallerista: F. C. Pérez Cárdenas
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El mejor Autor: Luigi 71 Mi papá me ha regalado por mi cumpleaños el mejor juguete del mundo, me gusta mucho pero aún no sé cómo usarlo, cuando quiero jugar con él me pega muy fuerte y tengo que dejarlo caer, luego me mira y se ríe, y otra vez, con mis manos llenas de sangre, lo recojo tiernamente.
Tallerista: Daniela Truman
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La marcha fúnebre de los juguetes Autor: Edelrid Encabeza la procesión el ejército de soldados de plástico. Siguen las barbies y las princesas con sus mejores vestidos. Detrás va el rebaño mixto de animales de todo tipo y material. El viejo poni-mecedora arrastra el carro de baleros. Encima va su hermanita, muy quieta, y amortajada con papel higiénico para que no escurra la sangre.
Tallerista: Daniela Truman
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Marisa Martínez Pérsico (Lomas de Zamora, Pcia. de Buenos Aires, 1978). Se graduó como Profesora y Licenciada en Letras en la Universidad Nacional de Buenos Aires, y como Doctora en Filología Hispánica e Hispanoamericana en la de Salamanca, donde además cursó un posgrado en Estudios Latinoamericanos y tres años de Filosofía. Se desempeña como profesora titular de Literatura en Lengua Española I, II y III en la Facoltà di Lettere de la Università degli Studi Guglielmo Marconi de Roma. Recibió una beca de estancia en Cuba (UNESCO, 1995) por un ensayo sobre el pensamiento de José Martí, la beca PNBU-Presidencia de la Nación Argentina (1998-2002), la beca de investigación en Letras del Fondo Nacional de las Artes (2008) y otras dos otorgadas en España para su formación universitaria (USAL-BSCH 2004-2007, AUIP 2009-2010). Ha publicado trabajos académicos sobre literatura española, argentina y ecuatoriana del siglo XX en Argentina, Italia, España, Portugal, Francia, Brasil, Hungría, Estados Unidos, Serbia y Rumania, así como los poemarios Las voces de las hojas (1998), Poética ambulante (2003) y Los pliegos obtusos (2004). En el campo del estudio de la minificción lat inoamericana, sus investigaciones son herederas de «la escuela» de la profes ora Francisca Noguerol Jiménez (Universidad de Salamanca). Aquí, una muestra de un trabajo reciente sobre minificción y twitteratura en el ámbito de la enseñanza: ―Palabras con descuento. Minificción y twitteratura en el aula ELE‖ en Mediterráneo. Revista de la Consejería de Educación en Italia, Grecia y Albania. Volumen II EPELE Nápoles, Nro. 5, junio de 2013, pp. 6-22 [ISSN 20369131].
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