Un proyecto de: Galería LaMutante Diseño Editorial y fotografía: Efraín Marino Corrección de estilo: Nicolás Cadavid Compilador: Sebastián Sánchez info@galerialamutante.org Bucaramanga - 2015 Esta publicación se distribuye bajo licencia creative commons 3.0
Libro de Visitas
Publicación resultado del laboratorio de producción de textos en torno a la III Bienal Desde Aquí: “Everybody hurts, sometimes”
Un libro de visitas busca recoger las impresiones del público que visita una exposición de arte. Algunas de las anotaciones resultan auténticos análisis a lo que allí se exhibe, y otras pueden ser simples declaraciones de amor. Como sea, todo lo escrito en el libro, más allá de si tiene o no algún valor para analizar el sistema sobre el cual se estructuran las exposiciones, se antoja sincero, pues surge de las interpretaciones o gustos particulares de cada visitante. De lo que no podemos estar tan seguros es si lo que allí se escribe es leído por alguien, o si es tenido en cuenta de alguna forma. Este libro de visitas busca precisamente escuchar las opiniones de un grupo de personas, entre artistas, filósofos, y realizadores audiovisuales, acerca de la III Bienal Desde Aquí. El proceso para llegar a estos textos (denominado Everybody Hurts, Sometimes) consistió en la socialización de algunas ideas asociadas a los conceptos de bienal, curaduría, museografía, gestión y crítica, a la par de una serie de recorridos por las salas y diálogos con los organizadores de este evento. El resultado de este proyecto propuesto por Galería LaMutante, son los textos aquí presentes. Textos que buscan, antes que nada, promover la escritura crítica en torno a la Bienal Desde Aquí, como una estrategia necesaria para el fortalecimiento de este importante evento para las artes de Bucaramanga. Textos que buscan, después de todo, poner de manifiesto las opiniones de los visitantes a una exposición Galería LaMutante
Después de todo, dentro de dos, será otro año. Alejandra Jaramillo Paba
Entré al Museo de Arte Moderno de Bucaramanga un par de días antes de la inauguración de la III Bienal Desde Aquí. Todas las obras empacadas, colocadas en el suelo de la sala esperando el día de montaje. En el Museo se respiraba un aire de incertidumbre, quizás fue solo mi impresión pues esperaba a alguien, pero estaba la sensación de estar a la eterna espera de que algo sucediera, los nervios previos a la acción. Solo una mujer estaba encargada del lugar, su función hasta la fecha no la tengo aún clara (ella no sabía cómo funciona el museo ni que pasa allí adentro). A mi llegada los organizadores del evento salían; iban en camino a otro de los espacios, debían seguir organizando la logística y el proceso de montaje de los días que venían. Di la vuelta por las salas, por el patío y por el jardín. Sus dos salas de techos muy altos; el patio central donde aparentemente no pasa nada; el jardín lleno de esculturas de hierro. Aun así, el espacio tiene el encanto (y la desgracia) de estar en otro momento del tiempo. Un museo con poco aire de museo. Regresé la noche de la inauguración de la Bienal, el lugar estaba a reventar, muchas cosas sucedían al tiempo, niños tocando instrumentos, gente en los pasillos dando los saludos de siempre, el desinterés educado de siempre (pues para nadie es un secreto que en la primera noche no se mira con detenimiento lo que hay expuesto), el calor del momento, la organización preparándose para el pequeño discurso que daría apertura oficial al evento. Mucha emoción, mucha gente, muchas cosas ocurriendo, muchos agradecimientos.
Me llevé la programación impresa y me entero que son 12 salas, casi 100 artistas, 15 perfomances, 2 talleres, 9 conferencias, 27 días. Parece que se trata del evento más grande e importante de arte que sucede en la ciudad. Mis anteriores palabras son las de una espectadora de otra ciudad, visitante despistada de la Bienal. No he estado presente en las versiones anteriores y desconocía su existencias hasta mi llegada; el evento se me presenta como algo masivo que sucede en la ciudad y que parece tener un compromiso con el medio local, y es entonces cuando en mi largo mes en Bucaramanga, empiezo a implicarme con lo local y a plantearme preguntas. La Bienal Desde Aquí, se propone como el espacio de la DESLOCALIZACIÓN, un término amplio, abierto, ambiguo. Las ideas o palabras que se expresan de forma tan abierta, tienen la desventaja (de vez en cuando virtud) de permitir que dentro de ellas todo funcione y que ninguna pregunta pueda resolverse, pues cada decisión, acción o actitud podría responder a la idea que se representa de una u otra forma. Es en este sentido donde la Bienal se escuda para dar respuesta a cuestiones como su intención, que cuando es analizada a fondo, parece solo querer existir, hacer que algo suceda, sin tener muy claro el por qué. No está de más resaltar que el evento es innegablemente un gran esfuerzo de sus creadores, trabajo duro y constante, pasión y seguramente muchas noches de largas conversaciones y reflexiones. Eso está claro, pero sería redundante quedarme en comentar sobre sus atributos, pues el hecho que se realice habla por sí mismo de su gran valor. A primera vista, todo está muy bien, sin embargo queda un sabor agridulce y una sensación sospechosa de conformidad (o neutralidad) general. Esa sensación me da pie para sembrar un cuestionamiento por la curaduría general del proyecto, pues quedan muchos cabos sueltos en torno a asuntos generales ¿Cuáles son sus intenciones?
Se resalta una y otra vez que en un comienzo su intención era existir, hacer algo porque nadie más lo hacía, y ya que esa pretensión se ha subsanado (aunque no es justo con los demás agentes de la ciudad decir que la Bienal sea lo único que sucede, o que fue la primera cosa en suceder), puede ser el momento para plantearse retos más claros y concretos; tener el coraje para nombrar y trazar objetivos con propuestas que se articulen de forma más clara con las dinámicas del arte contemporáneo, pues si se tiene el ímpetu de lanzarse a un nivel mayor que el local, debería darse a sí misma la autoridad para proponer reflexiones, propuestas y discusiones pertinentes a niveles conceptuales mucho más altos. ¿A qué público quiere acercar? ¿Es para el medio artístico, para la ciudad, para el país? ¿Busca generar nuevos públicos, fortalecer el circuito local, o demostrarle algo al público ya existente? Personalmente no me son muy claras sus intenciones frente al espectador, pues insisto, a falta de un discurso claro qué ofrecer, es difícil entender a quién se pretende llegar. La Bienal Desde Aquí, al presentarse bajo un formato tradicional, con jurados y premios, le da al espectador el permiso para cuestionar su curaduría y elecciones, preguntarse por su funcionamiento interno y cuál es la ruta que sigue en su accionar; objetar el trabajo de los curadores frente a las premisas de su selección, valorar las obras que se exhiben, los montajes realizados, acercarse a las muestras en busca de algo: de preguntas, de propuestas, de discursos que vayan más allá de la comodidad de no estar centrado en algo. Al conversar con sus gestores lo que predomina es la pasión que sienten por el proyecto, se llenan de alegría y emoción, irradian tanta emotividad que uno no puede sentir más que ganas de que sigan haciéndolo. Hablan sobre sus inicios y su posición frente a lo que han estado haciendo, la cual es firme y sus motivos claros: La Bienal Desde Aquí nace de la inconformidad por el medio al que han pertenecido, una respuesta a la inacción, a los favoritismos, a la falta de propuestas y de gestión desde las instituciones que se supone deberían haber propuesto estos caminos. Han asumido, sin saberlo, el compromiso que lleva hacer un evento masivo, un compromiso que se
adquiere al proponer un proyecto con continuidad. Quizás demasiadas sedes, demasiadas obras y demasiados artistas, poco tiempo, poca objetividad. Al final un gran cansancio, y quizás la modestia (o la ingenuidad) de seguir pensando que es algo que se hace por pasión, con las uñas y que por eso cabe todo. Se han colocado esta carga y tienen ahora la misión, la presión y la posibilidad de posicionar el evento a una escala más allá de la pasión y la ética, comprometerse más con sus contenidos y acabados. El final de la tercera versión de la Bienal Desde Aquí podría ser el momento para que sus organizadores dieran un paso hacia atrás, para tomar impulso y así volver a mirar, a nombrar dudas, referentes, certezas, victorias y metas. Dar un paso atrás para seguir adelante y hacerlo con más firmeza. Aquel dicho popular que nos dice que no debemos dar un paso atrás, ni siquiera para tomar impulso, me resulta un poco tonto la verdad; cualquiera que quiera alcanzar algo grande tiene que tomar impulso, y a veces ese paso hacia atrás puede servirnos para darnos cuenta que el paso que teníamos que dar era en otra dirección. Y en medio de esas certezas, puede uno terminar devolviéndose.
LA OBRA (Del Curador) Alejandra Peñaloza Díaz La importancia que una obra pueda llegar a tener, depende significativamente del espacio en el cual se instala, y de las obras o cosas que le acompañan. Los espacios expositivos en Bucaramanga son escasos y cada uno tiene sus particularidades, tanto positivas como negativas, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de estos espacios han sido designados para ser salas expositivas luego de haber sido casas, hoteles y colegios; construcciones cuyo diseño resulta ajenas a las necesidades del arte. Este tipo de razones, sin mayor importancia para los espacios públicos en los cuales también tuvo lugar la III Bienal Desde Aquí, pueden indicar ciertos inconvenientes a la hora del montaje de una exposición pues en ocasiones estos espacios carecen de los requerimientos que las obras demandan, como luces específicas o espacios requeridos para la buena apreciación del objeto. Se sabe que los espacios expositivos en Bucaramanga por lo general son espacios sin ánimo de lucro que buscan generar las condiciones para que el artista se relacione con la escena del arte local; pero las condiciones ya citadas pueden representar obstáculos a la hora del montaje, lo que sumado a que no suelen haber apoyos monetarios para la producción, hacen necesaria la total dedicación del artista para (en algunos casos) mantener su obra en pie. La infraestructura siempre es importante. Para un curador ha de ser complejo saber cómo y de qué manera distribuir las obras. A partir de las sugerencias del artista y el museólogo, éste debe resolver problemas de luz, espacio, ruido y lo más importante, saber qué va acompañado de qué. De forma que ninguna obra pierda sentido a la hora de ser presentada al espectador. Puede ser sencillo si hay una tesis que las relacione y que genere diálogos entre sí, pero ¿y si no lo hay? ¿Cuál es la función de un curador?
En el marco de la III Bienal Desde Aquí, realizada en Bucaramanga, se presenciaron diferentes proyectos artísticos de todo el mundo, de forma libre y gratuita, en 10 salas de exhibición de la ciudad. Sin embargo, y teniendo en cuenta las condiciones arquitectónicas de estos espacios, es posible concluir que el trabajo que tuvieron los curadores seleccionados no resultó para nada fácil. Sin embargo es su responsabilidad, su función, su obra, facilitar que las condiciones del lugar se vuelvan a favor de los artistas y no en su contra, como suele suceder. Lo demás queda a su libre interpretación.
La ética aquí “es indispensable”* Alejandro Weyler “La única salida para no caer: conocer todos tus desfallecimientos, agotar tus venenos en el espíritu. Si hubieses dejado tus tristezas en estado de sensación, hace mucho que no existirías ya…” — Emil Cioran, El ocaso del pensamiento (1940)
La III Bienal Desde Aquí está virtualmente blindada ante la crítica. Me parece justo partir de ahí para que a continuación todo se mida con la misma vara, ya que sería impropio emitir juicios sobre los artistas o sobre sus obras en las condiciones en las que se encuentran expuestas, principalmente porque varias de ellas no han podido verse en circunstancias óptimas (o verse, a secas) en el mes que duró el evento. La medida de todas las cosas (cualquier evento, llámese salón, trienal, encuentro, exposición, etc.) que se conciban con el fin de dinamizar el espíritu de una ciudad mediante el arte, no puede aspirar a lograr esto, ni ninguna otra revolución cultural, de idiosincrasias o de sensibilidades, si no hace todo lo que esté a su alcance porque su razón de ser—el arte en cuestión—se presente en las mejores condiciones y llegue (o vaya) a la población a la que se dirige. Como expongo más adelante, ya es un gran mérito que la Bienal Desde Aquí exista. Pero una labor tan importante no la puede acometer una sola persona si no está bien asesorada, y si un eventual equipo de colaboradores no desempeña las funciones vitales. Por eso escribo mis impresiones “desde aquí”, porque asumo que esta bienal es una labor de amor hacia el arte y la ciudadanía, y que como tal, necesita “conocer todos sus desfallecimientos” cuando tiene la oportunidad de revisarse en preparación para su próxima versión.
Ahora bien, excluyo de esta crítica a los encuentros teóricos ya que han sido muy provechosos, porque su naturaleza es reflexiva y su fin el de atizar la discusión promoviendo la variedad de voces y opiniones (así no se hayan prestado para hacer un autoexamen de esta bienal). Tampoco estaría bien rastrear a los responsables de uno u otro problema técnico o logístico, en tal o cual institución participante, cuando los traspiés del evento no sobresalen por anómalos sino que se perciben ya como normalidad apabullante. Si al opinar sobre el evento nos concentramos en los formalismos de la academia o en los formatos estandarizados de una exhibición de arte, desde las fichas informativas de las obras hasta la iluminación de las salas, pasando por el mínimo espacio vital que cada pieza exige, se podría decir que el carácter vanguardista de las obras participantes prescinde de estos, al tiempo que corremos el riesgo de ser tildados de herederos reaccionarios del templo de las musas. Algo que, claramente, desentona en una ciudad como esta, con muchas musas y poco espacio. Considerar las cifras de asistencia y participación sería un desgaste igualmente innecesario, teniendo en cuenta el tamaño y la reducida diversidad de su muestra estadística (cuya causa es difícil de puntualizar porque no depende exclusivamente de los organizadores, ni de los medios, ni del público participante de la Bienal). A modo de ejemplo, basta decir que una de las instituciones que acogen a las más de cien propuestas artísticas me cerró las puertas de sus salas en un día cualquiera porque—me explicaron sus encargados—se iban a ver un partido de fútbol. Señal de que, por más relevantes que uno considere este tipo de iniciativas artísticas, o por más interesadas que nos mostremos las personas del medio, no hay garantía suficiente para que una institución cultural permanezca abierta (temporal o indefinidamente). He dicho que la Bienal está blindada porque, tanto desde el discurso como desde la práctica, todos sus males han sido justificados de antemano y su objetivo de dinamizar el campo artístico en la ciudad ya se ha cumplido por el solo hecho de que se llevó a cabo. Haciendo la salvedad de que esta
bienal se conformó con artistas “más rebeldes que nunca, provocadores, denunciantes, tercos e incluso perezosos”*, limitémonos pues al único aspecto que por fortuna todos podemos juzgar sin la inseguridad de ser o no artista, gestor, montajista, inversionista, patrono, curador o público de la Bienal de Bucaramanga. Me refiero aquí a la ética, que como prioridad estética del evento (parafraseando a su director) ha de ser la medida de todas las cosas. En un evento con este estandarte, todo debió haber transcurrido “libre de anomalías éticas”*, algo que entre líneas interpreto como el afán de los ideólogos de la Bienal Desde Aquí por mantener los ideales artísticos puros y alejados del dinero o los intereses que a veces ganan tanto protagonismo en el polígono del arte. Aunque por momentos esta premisa ha funcionado adecuadamente, hay que decir que difícilmente esto es regla. A mis ojos, el hecho que el dinero estuviera siempre fuera de consideración trajo consigo que las propuestas de los artistas participantes pudieran ser tan arriesgadas como ellos quisieran, pero esto también debió hacer mucho más apremiante el que se consagrara un contexto más amplio para la presentación de las obras. Por lo demás, la decisión de esta bienal de reavivar una anticuada costumbre de otros certámenes de arte que premiaban a unos participantes sobre otros va directamente en contra de su postura, tiene el efecto colateral de desnivelar aún más la balanza. Tal vez esta ambiciosa bienal haya transmutado en un monstruo desmesurado que aún conserva un buen corazón. Y en su calidad de monstruo, esta aberración de una naturaleza que hoy por hoy es más bien “un estado de incomodidad e inconciencia”*, hace que su llegada sea bienvenida y heroica. Es así como un evento artístico de semejantes dimensiones, surgido en y para Bucaramanga, se hace depositario de la fe efervescente de muchos ciudadanos a quienes nos apremia una buena sacudida de nuestro aparato sensible. Pero ese sentimiento de urgencia que tanto requiere el medio para reaccionar se ha dirigido hacia objetivos equívocos, gastando demasiada energía en sencillos asuntos que, de haberse solucionado oportunamente, hubieran hecho justicia a las obras y proyectos artísticos. Por justicia me refiero aquí a garantizar audiencias de tamaño considerable, receptivas y dispuestas—como las hubo en contados performances y conversatorios—, así como
a espacios suficientemente adecuados para la exhibición de registros de acciones y trabajos bidimensionales, tridimensionales y de medios audiovisuales—como se vieron en tan pocas salas—. No sobra mencionar que al haber nacido de “la necesidad de una dialéctica ética”*, este evento contempló la disidencia desde sus inicios, tanto más en cuanto que todo contraargumento sincero resulta edificante y formador para un circuito artístico menesteroso de diálogos significativos que mantengan viva y vigente su llama. No obstante, ese rol prometeico no le viene dado por su condición de repetirse cada dos años (algo que puede tener tanto de arbitrario como de circunstancial), sino que al denominarse como tal, una bienal de arte entra inevitablemente en un ruedo en el que, así no lo quiera, debe probar su valía. Con esto quiero decir que, en el caso que nos ocupa, la ética debe ser la moneda que posibilite el intercambio de ideas en un plano equitativo. Repetir una premisa persistentemente no solo lleva al hastío, sino que a veces puede hacernos creer que resulta legítima, y no como argumento, sino por el simple hecho de repetirla. Es un recurso retórico que nos cuesta desentrañar, aun cuando lo utilicen con frecuencia personajes de la política o los medios, para escudarnos a tiempo de su efecto enceguecedor. Así que afirmar una y otra vez que esta es una bienal ética, o de la ética, o para una nueva ética, no basta si no se satisfacen las condiciones primarias que posibilitan la existencia de las de las obras de arte. Y lo mismo aplica para la retórica visual, puesto que la saturación de los espacios (físicos y virtuales) con emblemas del evento puede resultar un arma de doble filo. Si bien esto intenta generar lo que los publicistas llaman recordación de marca, tal insistencia puede asociarse con sentimientos negativos si la experiencia del público no es satisfactoria: en una de las salas, que a lo sumo tendrá ochenta metros de área, llegué a contar trece logotipos de la Bienal, sin incluir las fichas técnicas de las obras, que también lo incluyen. Vale la pena que nos preguntemos entonces por los motivos que llevan a este evento a autoafirmarse con tanta vehemencia, o si dicha premura obedece a que, como institución cultural, aún se siente particularmente frágil.
El precepto ético de un evento que gire en torno a la sensibilidad estética de sus participantes, y que vea por el diálogo y el encuentro entre estos, debería ser su coherencia conceptual. Un territorio construido con conformidad entre los discursos y las acciones donde pueda florecer un arte acorde con su tiempo. El llamado que hace la Bienal Desde Aquí, a veces no lo suficientemente explícito, es a movilizarnos y espabilarnos. Y si esta iniciativa busca cumplir en alguna medida una función reparadora del tejido sensible de nuestra sociedad, lo primordial es que empiece por acatar su propio llamado y se desempeñe éticamente con la comunidad que lo nutre. Si no es así, tampoco nos debería sorprender que eventualmente, y con toda su heroicidad, la Bienal Desde Aquí, termine “autodestruyéndose”*, tal cual se lo propone. * Esta y las demás citas marcadas con un asterisco han sido tomadas del texto de Jorge Torres González, La ética como prioridad estética (2015).
La curaduría en la sala del Centro Colombo Americano Carlos Andrés Herreño Desde su primera realización en 2011, la Bienal Desde Aquí, llega a su tercera versión gracias a la gestión del artista plástico Jorge Torres González, que de la mano de los curadores invitados, Lucrezia Cippitello, Gerardo Mosquera y Santiago Rueda, se encargaron de seleccionar a 48 participantes entre 407 que se presentaron a la convocatoria. La Bienal, que tuvo su inauguración el sábado 3 de Octubre de 2015 en el Museo de Arte Moderno de Bucaramanga, contó con un circuito que recorrió diferentes locaciones adaptadas para exponer las obras de los artistas de diferentes nacionalidades, entre las que están, Brasil, Costa Rica, Portugal, Estados Unidos, España, y Colombia. La III Bienal Desde Aquí maneja un enfoque de la “deslocalización”, que plantea un territorio sin fronteras para el arte colombiano, latinoamericano y mundial; ya que la globalización crea una ruptura hacia las limitaciones que pudieran concebir el territorio, la lengua, la cultura y demás restricciones en cuanto a la unificación de los conceptos, obras y artistas. Este tema toca un eje fundamental y, tal vez, represente la llaga de la que todos los bumangueses se quejan: la falta de gestión cultural en Bucaramanga. Por ello, nacen propuestas como la Jorge Torres González, que ofrecen a esta ciudad la oportunidad de abrir los horizontes culturales hacia el arte, pero además, cruza las fronteras geográficas y brinda la oportunidad ampliar la visión tradicional sobre el mundo. En este texto se hará énfasis en una de las locaciones del Circuito 11, en la cual se encuentran unas obras muy sugestivas y otras que a mi juicio se quedan cortas, pero que en conjunto pueden
brindar otra opción a la cotidianidad bumanguesa con miras hacia la exploración interior del arte; porque el arte está hecho para tocar el alma humana, el arte no es del artista, sino de quienes lo pueden contemplar, admirar, amar e incluso rechazar. La sala en cuestión es la del Centro Colombo Americano, coordinada por Ramón Zárate Y Elena Arenas de Ortiz. Una pequeña sala de exposiciones, que aunque pequeña, no deja de asombrar en grande, pues la propuesta curatorial crea un recorrido muy particular que deja una experiencia particular en los espectadores. Cabe resaltar que pueden darse otros recorridos y criterios diversos, porque tanto en el arte como en las opiniones existe la subjetividad, y no es el objeto de este texto imponer un punto de vista, sino de animar y promover tanto a los artistas como a los observadores sobre este auge del arte en Bucaramanga; un esfuerzo por avivar una necesidad que la cuidad pedía a gritos. En el recorrido por la sala de exposiciones podemos encontrar una antesala donde se puede analizar la obra de Ana Claudia Ribeiro de Portugal, cuyo título es Objetos Intervenidos. Allí en un pequeño estante reposan una bombilla, una perla artificial y dos piedras naturales, los cuales están abrazados o rodeados de decenas de ganchos nodriza, mostrando a esos objetos naturales y artificiales como dignos de contemplación e intervención artística. El estante ubica las piezas verticalmente, mientras una luz en picado resalta y dinamiza las sombras de los objetos que golpean sobre la pared blanca sobre la que reposan. A la derecha de la antesala se encuentra un pasillo que lleva directamente a la obra de Tamaity Holguín Ramírez, artista de Manizales, Colombia, la cual se titula Naturaleza Muerta. Allí vemos lo que parece una cacerola hecha de resina la cual pende de tres cuerdas de acero; sobre ella reposa un cerebro rojizo e inerte, que produce una sensación lúgubre debido a que su iluminación es más tenue que en la obra anteriormente citada. Además entre la división de los hemisferios pareciera resaltar algo muy semejante a una vulva.
Continuando con el recorrido planteado, a la derecha encontramos una mesa deteriorada que pareciera tener por lo menos treinta años; es la obra Resistencia, Resístanse, Resistance, de Diego Sierra Enciso, de Bogotá. Dicha obra tiene sobre su superficie una especie de ventanal que muestra una resistencia de metal que configura la palabra francesa resistance, que significa resistencia; esta tiene una conexión eléctrica que le da una iluminación propia, por lo cual esta obra está escasamente iluminada, muy por debajo del promedio del resto de la sala. Estas tres obras en conjunto, teniendo en cuenta su iluminación, producen en el hombre una suerte de “fascinación por el mundo que le obliga a intervenirlo, a pesar de su naturaleza efímera y marcescible, por un sentimiento que sobrepasa lo material y físico”, a esto es a lo que se llama Resistencia. Para concluir quedan sólo unas pequeñas recomendaciones, respecto a la publicidad, que por ejemplo, saturó la sala del Centro Colombo Americano, mientras no se pudo ver, en las mismas proporciones, por el resto de la ciudad. Es necesario agradecer a la III Bienal Desde Aquí, a los artistas, a todas las organizaciones y personas involucradas en este proyecto, por el esfuerzo y el empeño en acercar a una ciudad intermedia como Bucaramanga, al arte y a los artistas, por sacar a las personas de su cotidianidad y hacer que se encuentren con un sinfín de miradas alternativas acerca de una misma realidad.
La III Bienal Desde Aquí Juan David Almeyda
En un país como Colombia, donde el arte se ha centralizado en pocas ciudades como lo son Bogotá, Medellín y Cali, se ha generado, en los demás rincones de la geografía nacional, un desdén por el fomento, desarrollo, patrocinio y enseñanza en lo que al arte se refiere, generando en la periferia de nuestro país, un hueco a nivel artístico que conlleva a que esta práctica sea vista como un elemento de segundo plano al que solo algunos tienen acceso, diferente a las ciudades nombradas anteriormente, en donde el arte está disponible para todos los ciudadanos, ya sea como espectador o como artista, y donde sus oportunidades de desarrollo parecen ilimitadas. La Bienal Desde Aquí, nace del deseo de romper con dicha centralización, buscando desde cada uno de los participantes que intervienen (artistas nacionales e internacionales, curadores, patrocinadores, entre otros), el desarrollo de un evento de carácter internacional, serio, y que aporte no solo a Bucaramanga, como uno de aquellos rincones del país donde el arte no se encuentra en el radar de los líderes políticos o de los mismos ciudadanos, sino a todo Colombia, dándole un espacio importante a los artistas, jóvenes y consolidados, para desarrollar su trabajo y que éste tenga una gran relevancia. Jorge Torres Gonzales, director de este proyecto, asegura que éste ha sido posible gracias al apoyo de distintos patrocinadores como lo son fundaciones, galerías, museos y casas culturales. Cada una de estas figuras, han aportado su grano de arena para poder llevar a cabo esta bienal. Entrando en las salas vemos trabajos de gran carácter social y crítico, obras cargadas de elementos y mensajes que permiten a los espectadores entrar en el carácter reflexivo que Arthur Danto pregona en su texto “El final del arte”. Nos es posible ver el gran interés de los artistas por mostrar la sociedad moderna con todo lo que esta conlleva; obras como “Dedos ágiles”, de Barbarita
Cardozo, un trabajo lleno de simbolismo y reflexión, que nos invita a ver y tomar conciencia sobre las deplorables condiciones laborales en países como China, India, Vietnam, Ucrania, entre otros. En el trabajo de artistas locales, vemos cómo se resalta el contexto actual de Bucaramanga, mostrando lo que según Uchuva, Laboratorio Colectivo, es el “Partido General”, una instalación que se extiende hacia el espacio público (en forma de carteles) y que nos invita a rechazar la politiquería y la desfachatez que llevan a cabo los partidos políticos cada que llega la temporada de elecciones. Una obra que satiriza la realidad política de Santander, y que abre el debate y la reflexión crítica entre los habitantes de Bucaramanga. La Bienal Desde Aquí es uno de esos espacios donde se muestra el verdadero sentido del arte: un arte con un sentido reflexivo, critico, de carácter social, donde todos tienen acceso a él y todos pueden abrir su mente a la experiencia que se vive dentro de cada sala, reafirmando la importancia del arte en la sociedad y más aún en una sociedad como la nuestra.
“Del dicho al hecho hay mucho trecho, y en el medio, la Bienal” Paola Sierra
III Bienal “Desde Aquí”, Bucaramanga, octubre de 2015. Por casualidad y para fortuna de mi espíritu ávido en información sobre arte en Colombia, es este el evento de mayor relevancia que encuentro al llegar a la ciudad luego de muchos años de no habitarla. Me sorprendo, siento impulso de saber todo al respecto e inicio el recorrido. Guiada por el librillo de programación e investigando en la web sobre galerías de arte en la ciudad, me doy cuenta que Galería LaMutante aparece dentro de la programación de este evento con “Everybody hurts, sometimes”, un laboratorio de producción de textos en torno a la bienal, y al contactarme con uno de sus integrantes paso a formar parte de dicho laboratorio sin obviar el título que enmarca la actividad. Escribir sobre la bienal se vuelve el propósito, ya que aparentemente no se escribe sobre estos hechos, por lo cual han quedado olvidados los procesos de memoria y retroalimentación sobre este evento. Es así como me veo envuelta en la tarea de pensar mas detenidamente en este momento del arte bumangués. Los disparadores de lectura son museografía, gestión, curaduría y crítica, y sin más rodeos, mis impresiones: Es loable que en una ciudad pequeña, con una tradición artística bastante estancada y que está tratando de crecer en muchos aspectos culturales, se de una tercera edición de este acontecimiento. Sin duda, el mérito no se desconoce, pero no debe ser únicamente este motivo el que posicione a la Bienal y a Bucaramanga dentro la oferta artística contemporánea del país.
Emprendo el reconocimiento de las salas de exhibición sin mayor pretensión que recrear la vista y caminar por Bucaramanga. Subidas y bajadas. Recorro el centro de la ciudad y llego al Centro Cultural del Oriente, allí una primera impresión que me confirma el carácter internacional de la bienal: una sala dedicada en gran medida a obras de artistas brasileros. Pero el calor incesante y el sentimiento de que cada obra expuesta necesita mucho más espacio, hacen que me falte el aire. Me pregunto si son demasiadas obras o el espacio es muy pequeño. En el antiguo hotel Bucarica, ahora sede de la Universidad Industrial de Santander, una de las salas de exposición más importantes de la ciudad, así como en otras tantas salas, me encuentro con obras de lenguaje contemporáneo como lo pretende la bienal; puedo intuir una relación conceptual entre ellas así como también puedo intuir que me pierdo mucha información relevante para la apreciación de las mismas. La falta de información sobre obras de las que sólo queda un registro, a veces incompleto, como es el caso de los performances, me hace volver a la programación y si bien me encuentro con que me he perdido las fechas de las acciones artísticas, me sumerjo en un sinfín de títulos y artistas de los que no tengo ninguna referencia sustancial acorde a lo que puedo ver en las salas. Si bien existe en el arte un debate con respecto al grado de incidencia del curador y la interpretación de la obra, es sabido que su tarea primordial es crear el puente por medio de la organización de la muestra entre el público, el artista y la obra, pero durante la visita de las salas siento indefectiblemente un ausencia de tal trabajo. Me surge la duda de si es en realidad la propuesta de los curadores (sin dudar por su puesto de su importancia y de su conocimiento como referentes del arte a nivel mundial) dejar al espectador en su más pura y desprejuiciada interpretación y visita de las salas o si es carencia por parte de la bienal, como ente cultural, el no propiciar mediadores, orientadores, textos explicativos para públicos no habituados o por lo menos, un catálogo o dossier que sirva de abrebocas o de conclusión para la experiencia del recorrido.
Por otra parte y continuando con la visita, me encuentro con salas como la del Centro Colombo Americano y la del Instituto Municipal de Cultura y Turismo, una pequeña y la otra no tanto, pero ambas con una arquitectura que invita a una construcción museográfica diversa, a la creación de una narrativa espacial concreta a la hora de armar un mapa de exposición de las obras pero no dejo de sentir que en ellas hay espacios vacíos, no aprovechados, elementos no terminados y casi improvisados. Quizás me sobrepase en exigencia, pero no puedo obviar un espacio vacío, de aproximadamente tres metros por tres metros, cuando en otras salas he sentido que el espacio falta. Adhiero lo siguiente a mi cuestionario interno antes de sacar conclusiones a la ligera: ¿Está pensado el montaje de la bienal en relación con la necesidad de las obras y el número elegido o hay un afán por la cantidad en la selección y en la exposición? Ahora bien, para reforzar el tono amigable que ha sido la intensión afectiva de todo este texto, debo mencionar que la casa El solar y la Alianza Francesa fueron el punto acertado de este evento: obras impecablemente mostradas, de mi gusto o para mi disgusto, pero tratadas con el respeto que merece cada artista, iluminación natural y artificial aprovechada, narrativas y relaciones a partir del montaje, momentos de descanso en el recorrido y por su puesto, la sensación de que existe una conciencia por parte del grupo de museografía. Un indicio de que en próximas ocasiones este evento puede sobresalir por ser un espacio para el arte contemporáneo con un peso conceptual, institucional y artístico, y no sólo por ser un reto ético que transgrede la tradición establecida por tantos años en la esfera artística de la región. Mucha pasión y las mejores intenciones, sin embargo, deslocalizando el dicho que reza “el que mucho abarca, poco aprieta”, sólo me resta por decir: “Everybody hurts, sometimes”.
Un punto de vista Samuel Unriza
Es una gran dicha que en Bucaramanga se haya llevado a cabo un evento de arte tan importante y que reúne artistas tanto locales como extranjeros. La ciudad se está posicionando, de a poco, como un atractivo destino cultural gracias a los esfuerzos de artistas que han decidido apostarle a este importante factor que puede llegar a beneficiar a toda la ciudadanía. Aun así, desde mi humilde opinión, ya que no soy crítico, museólogo o curador, sino un estudiante de artes que ha tenido la oportunidad de asistir y disfrutar de un evento como este, creo que hay ciertas características que se pueden apreciar como ambiciosas. A continuación citaré las más importantes. El día de su inauguración, la cual tuvo lugar el 3 de octubre de 2015, una gran cantidad de performances fueron presentados en distintos puntos de la ciudad, muchos de los cuales se cruzaban entre sí, incluso estando en las mismas salas de exposición, haciendo que el recorrido no fuese fácil para aquellos que no poseemos automóvil. No pienso que esté mal llevar a cabo estas acciones en un mismo día, ni en diferentes puntos; simplemente creo que hubiese sido recomendable realizar un buen cronograma, y luego coordinar con los artistas, las entidades y las salas que apoyan este tipo de eventos, para que entre todos se hubiese diseñado el recorrido. Por otro parte, en las salas que tuve el gusto de visitar para observar las obras expuestas, era común que los lugares designados para algunas de estas, no fueron los más adecua-
dos. Algunas obras se perdían en el vacío del espacio, ya sea por falta de luz o porque la intencionalidad de la obra parecía no encajar en el lugar. La aglomeración de obras era muy evidente y la distribución pudo haber funcionado mejor en otras salas. A pesar de esto, y de la ambición que por momentos se respira en la Bienal Desde Aquí, el evento fue una gran muestra de que en Bucaramanga el arte se está llevando a niveles muy altos lo que tarde o temprano llevará a la ciudad a convertirse en un referente a nivel nacional. Insisto que esta solamente es la opinión de una persona que ha tenido la oportunidad de presenciar un evento tan importante, y que realiza sus propias apreciaciones.
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