CUENTOS INFANTILES
Recopilados Por: YANIRIS PEREZ MANRIQUE
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Erase una vez, una reina se encontraba cosiendo junto a su ventana, ella se pincha el dedo con la aguja y la sangre cae a la nieve junto a la ventana con marco de ébano. Cuando ve la sangre en la nieva ella se dice a si misma: “¡Oh, cómo me gustaría que tuviera una hija que tenga la piel blanca como la nieve, labios rojos como la sangre y el pelo negro como el ébano!”. Poco después, la reina da a luz a una niña que tiene la piel blanca como la nieve, labios rojos como la sangre y el pelo negro como el ébano. La reina decide ponerle a su hija
Blancanieves, y apenas nace la niña la reina muere. Poco después, el rey tiene una nueva esposa, que es hermosa pero también muy vanidosa. La reina, que es una hechicera poderosa, posee un espejo mágico que responde a cualquier pregunta, a lo que a menudo se pregunta: “¿Espejito, espejito en la pared, quien en la tierra es más bella de todas?” a la que el espejo siempre responde: “Tú, mi reina, eres la más bella de todas.” Pero cuando
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Blancanieves llega a la edad de siete años, se convierte en tan hermosa como el día, y cuando la reina le pregunta a su espejo, este responde: “Reina, usted está llena de belleza, es cierto, pero Blancanieves es más bella que tú. Aunque en otra versión, el espejo, simplemente responde: “Blancanieves es la más hermosa de todas.” La reina se pone celosa, y da órdenes a un cazador de llevar a Blancanieves en el bosque para ser asesinada. La reina le exige al cazador que de vuelta le traiga el
corazón de Blancanieves, como prueba de su asesinato. El cazador lleva a Blancanieves al bosque, pero después de levantar el cuchillo para apuñalarla, se encuentra incapaz de matarla. Por el contrario, la deja ir, diciéndole que debe huir y esconderse, y le trae a la reina el corazón de un ciervo joven, que luego es preparado por el cocinero real y comido por la reina. En el bosque, Blancanieves descubre una pequeña casa que pertenece
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a siete enanos, donde esta decide descansar. Allí, los enanos se apiadan de ella, diciendo: “Si mantienes la casa para nosotros, cocinas, haces las camas, lavas, coses, tejes y mantienes todo limpio y ordenado, entonces usted puede quedarse con nosotros, y tendrá todo lo que quieras”. Advierten a Blancanieves no deja a entrar a nadie mientras ellos están en las montañas. Mientras tanto, la Reina le pregunta a su espejo una vez más ¿Quién es la más bella de todas? “, Y se horroriza al enterarse de que Blancanieves no sólo está viva y bien sino que viviendo con los enanos, pero sigue siendo la más bella del palacio.
La reina usa tres disfraces para tratar de matar a Blancanieves mientras los enanos están en las montañas. En primer lugar, disfrazada de vendedora ambulante, la Reina ofrece a Blancanieves coloridas cintas para el cuello, Blancanieves se prueba una pero la reina la aprieta tan fuertemente que Blancanieves cae desmayada, haciendole pensar a la reina que está muerta. Blancanieves es revivida cuando los enanos le retiran la cinta de su cuello. A continuación, la reina se disfraza de persona mayor que vende peines y le ofrece un peine envenenado a Blancanives. Aunque Blancanieves se resiste a que la mujer le ponga el peine, ésta
8 logra ponérselo a la fuerza y Blancanieves cae desmayada. Cuando llegan los enanos de las montañas le quitan el peine y se dan cuenta de que no alcanzó a clavárselo en la cabeza sino que solo la rasguñó. Por último, la reina prepara una manzana envenenada, se disfraza como la esposa de un granjero y le ofrece la manzana a Blancanieves. Cuando ella se resiste a aceptar, la reina corta se come la parte blanca y da a la parte roja y envenenada a Blancanieves. Ella come la manzana con entusiasmo e inmediatamente cae en un profundo sopor. Cuando los enanos la encuentran, no la pueden revivir. Aun
manteniendo su belleza los enanos crean un ataúd de cristal para poder verla toda el tiempo. El tiempo pasa, y un príncipe que viaja a través de la tierra ve a Blancanieves en el ataúd. El príncipe está encantado por su belleza y de inmediato se enamora de ella. Este le ruega a los enanos que le den el cuerpo de Blancanieves y pide a sus sirvientes que trasladen el ataúd a su castillo. Al hacerlo, se tropiezan en algunos arbustos y el movimiento hace que el trozo de manzana envenenada atorada en la garganta de Blancanieves se caiga, haciéndola despertar. El príncipe luego le declara su amor y pronto se planea una boda.La Reina vanidosa, aún
creyendo que Blancanieves está muerta, pregunta una vez más su espejo quién es la más bella de la tierra, y una vez más el espejo la decepciona con su respuesta: “Tú, mi reina, eres bella, es cierto. Pero la joven reina es mil veces más bella que tú.” Sin saber que esta nueva reina era de hecho su hijastra. La reina es invitada al matrimonio de un príncipe de un país vecino, cuando se da cuenta que la nueva reina es la princesa Blancanives, la reina se asusta y se desespera tratando
de pasar desapercibida.Sin embargo el príncipe ve a la reina y Blancanieves la reconoce y le cuenta todo lo que la reina le hizo. Como castigo por sus malos actos, el príncipe ahora rey manda a confeccionar un par de zapatos de hierro que son calentados al fuego hasta quedar rojos, luego el príncipe ordena a la reina ponerse los zapatos calientes y esta se ve obligada a hacerlo mientras baila y cae muerta.
FIN!
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11 Tres hijas tenia el mercader de este cuento. Felices y contentas, las tres lo acompañaron en los buenos tiempos cuando sus negocios prosperaban. Mas, cuando su fortuna cambió, sus hijas mayores lo trataban mal, la única que estaba siempre igual era Bella la menor. El mercader decidió salir de viaje para intentar mejorar su situación. --Junto con despedirse, sus hijas mayores le hicieron entrega de dos listas con las cosas que querían que les trajese del viaje.
una tormenta. Los caminos se borraron y no podía ver el sendero. Luego de cabalgar varias horas, creyó ver una luz y se encamino hacia allí, llegando al fin a una gran mansión Cosa curiosa no tuvo necesidad de golpear la puerta porque la misma se abrió para su paso. Al no ver a nadie se fue por los corredores, “Se esta muy bien aquí, pero tengo mucho hambre” y en ese momento se abrió una puerta y había una larga mesa con los mejores manjares que pudiera imaginar. Allí comenzó a Bella sólo pidió que le trajese comer hasta quedar satisfecho una rosa que, como se sabe, no y luego sintió un enorme pesa ni ocupa lugar. Pero al cansancio, algo lo empujo mercader le fue tan mal que, hasta el segundo piso donde derrotado y triste volvía para encontró un baño caliente y su casa, cuando lo sorprendió
12 buenas ropas para ponerse y una cama muy blanda donde dormir. A la mañana siguiente en vano busco por todos lados alguna persona para agradecerle todo lo que pudo hacer para sentirse muy bien, pero no encontró a nadie. Estaba por irse cuando pasó junto a un rosal y corto una flor para Bella. No había terminado de cortarla cuando sintió un espantoso ruido como un terremoto, y una horrible criatura apareció ante él, tenia un aspecto de monstruo.Desagradecido--le dijo la bestia--- ¿como te atreves a robar donde tan bien se te ha atendido? ¡No mereces vivir! Disculpe....Señor-
--tartamudeo el mercader, no pensaba estar haciendo nada malo, sólo deseaba llevarle una rosa a la menor de mis hijas. En ese caso--concluyó la Bestia---, me traerás a tu hija, quien pagará por ti. Y si no vuelves antes de diez días te iré a buscar yo. El mercader aceptó para ir y despedirse de sus hijas ya que no tenia intención de llevar a Bella, sino que pensaba volver el al castillo. Cuando bella se enteró de todo lo pasado a su padre decidió ir ella a entregarse a la bestia. Partió entonces a su destino. El monstruo no tenia intenciones al parecer de matarla ya que una vez allí y sin dejarse ver le
13 fue ofreciendo toda clases de comidas y lujos, y un espejo mágico en el cual se podía ver todos lo que pasaba en la casa. Una noche mientras Bella cenaba, sintió un fuerte estruendo, y la Bestia se mostró ante Bella por primera vez. Esta casi de desmaya, pero tratando de sobreponerse, pesó: “Es horrible pero cocina bien” Pasado algún tiempo Bella se dio cuenta que, a pesar de lo feo que era la Bestia le agradaba. Sin embargo cuando la Bestia
pidió su mano, ella, a pesar de temer que se enojara le dijo que no. Días después a través de su espejo mágico vio que su padre estaba muy enfermo, y le pidioa la bestia si podía ausentarse por siete días solamente, usando un anillo que este le dio, en un segundo estuvo junto a su familia. Tan feliz se encontraba la joven en su hogar, que no se dio cuenta que el tiempo pasaba muy rápidamente, y una noche ya cuando el tiempo se había acabado, vio en sueños a la Bestia
14 agonizante.Sólo entonces Bella comprendió cuanto lo amaba, y colocándose el anillo fue transportada sus peludas orejas la escucharan decir: “SI...quiero casarme contigo.” Dicho lo cual la Bestia se evaporó, apareciendo en su lugar un príncipe al que un hada malvada había encantado y cuyo sortilegio quedaría roto, tan pronto como una mujer aceptase ser su esposa a pesar de su fealdad.Ambos se trasladaron al palacio del Rey, que era el padre del Príncipe, donde fue celebrada la boda, y, durante el banquete, las dos hermanas de Bella comentaban envidiosa: ---Tendrán muchas cosas buenas para
contarle a sus hijos, pero nunca podrán decir que fue amor a primera vista. Y colorin colorado Bella y el Príncipe vivieron felices por siempre...y este cuento se ha acabado.
fin!
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LA CENICIENTA
Había una vez un gentilhombre que se casó en segundas nupcias con una mujer, la más altanera y orgullosa que jamás se haya visto. Tenía dos hijas por el estilo y que se le parecían en todo. El marido, por su lado, tenía una hija, pero de una dulzura y bondad sin par; lo había heredado de su madre que era la mejor persona del mundo.Junto con realizarse la boda, la madrasta dio libre curso a su mal carácter; no pudo soportar las cualidades de la joven, que hacían aparecer todavía más odiables a sus hijas. La obligó a las más viles tareas de la casa: ella era la que fregaba los pisos y la vajilla, la que limpiaba los cuartos de la señora y de las señoritas sus hijas; dormía en lo más alto de la casa, en una buhardilla, sobre una mísera pallasa, mientras sus hermanas ocupaban habitaciones con parquet, donde tenían camas a la última moda y espejos en que podían mirarse de cuerpo entero.La pobre muchacha aguantaba todo con paciencia, y no se atrevía a quejarse ante
su padre, de miedo que le reprendiera pues su mujer lo dominaba por completo. Cuando terminaba sus quehaceres, se instalaba en el rincón de la chimenea, sentándose sobre las cenizas, lo que le había merecido el apodo de Culocenizón. La menor, que no era tan mala como la mayor, la llamaba Cenicienta; sin embargo Cenicienta, con sus míseras ropas, no dejaba de ser cien veces más hermosa que sus hermanas que andaban tan ricamente vestidas. Sucedió que el hijo del rey dio un baile al que invitó a todas las personas distinguidas; nuestras dos señoritas también fueron invitadas, pues tenían mucho nombre en la comarca. Helas aquí muy satisfechas y preocupadas de elegir los trajes y peinados que mejor les sentaran; nuevo trabajo para Cenicienta pues era ella quien planchaba la ropa de sus hermanas y plisaba los adornos de sus vestidos. No se hablaba más que de la forma en que irían trajeadas. -Yo, dijo la mayor, me pondré mi vestido de terciopelo
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rojo y mis adornos de Inglaterra. -Yo, dijo la menor, ir con mi falda sencilla; pero en cambio, me pondré mi abrigo con flores de oro y mi prendedor de brillantes, que no pasarán desapercibidos. Manos expertas se encargaron de armar los peinados de dos pisos y se compraron lunares postizos. Llamaron a Cenicienta para pedirle su opinión, pues tenía buen gusto. Cenicienta las aconsejó lo mejor posible, y se ofreció incluso para arreglarles el peinado, lo que aceptaron. Mientras las peinaba, ellas le decían:
-Cenicienta, ¿te gustaría ir al baile? -Ay, señoritas, os estáis burlando, eso no es cosa para mí. Tienes razón, se reirían bastante si vieran a un Culocenizón entrar al baile. Otra que Cenicienta les habría arreglado mal los cabellos, pero ella era buena y las peinó con toda perfección. Tan contentas estaban que pasaron cerca de dos días sin comer. Más de doce cordones rompieron a fuerza de apretarlos para que el talle se les viera más fino, y se lo
pasaban delante del espejo. Finalmente, llegó el día feliz; partieron y Cenicienta las siguió con los ojos y cuando las perdió de vista se puso a llorar. Su madrina, que la vio anegada en lágrimas, le preguntó qué le pasaba. -Me gustaría... me gustaría... Lloraba tanto que no pudo terminar. Su madrina, que era un hada, le dijo: -¿Te gustaría ir al baile, no es cierto? -¡Ay, sí!, -dijo Cenicienta suspirando. -¡Bueno, te portarás bien!, -dijo su madrina-, yo te haré ir. La llevó a su cuarto y le dijo: -Ve al jardín y tráeme un zapallo. Cenicienta fue en el acto a coger el mejor que encontró y lo llevó a su madrina, sin poder adivinar cómo este zapallo podría hacerla ir al baile. Su madrina lo vació y dejándole solamente la cáscara, lo tocó con su varita mágica e instantáneamente el zapallo se convirtió en un bello carruaje todo dorado. En seguida miró dentro de la ratonera donde encontró seis ratas vivas. Le dijo a Cenicienta que levantara un poco la puerta de la trampa,
y a cada rata que salía le daba un golpe con la varita, y la rata quedaba automáticamente transformada en un brioso caballo; lo que hizo un tiro de seis caballos de un hermoso color gris ratón. Como no encontraba con qué hacer un cochero: -Voy a ver -dijo Cenicienta-, si hay algún ratón en la trampa, para hacer un cochero. -Tienes razón, -dijo su madrina-, anda a ver. Cenicienta le llevó la trampa donde había tres ratones gordos. El hada eligió uno por su imponente barba, y habiéndolo tocado quedó convertido en un cochero gordo con un precioso bigote. En seguida, ella le dijo: -Baja al jardín, encontrarás seis lagartos detrás de la regadera; tráemelos. Tan pronto los trajo, la madrina los trocó en seis lacayos que se subieron en seguida a la parte posterior del carruaje, con sus trajes galoneados, sujetándose a él como si en su vida hubieran hecho otra cosa. El hada dijo entonces a Cenicienta: -Bueno, aquí tienes para ir al baile, ¿no estás bien aperada? -Es cierto,
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pero, ¿podré ir así, con estos vestidos tan feos? y los violines dejaron de tocar, tan absortos estaban todos contemplando la gran belleza Su madrina no hizo más que tocarla con su varita, y al momento sus ropas se cambiaron de esta desconocida. Sólo se oía un confuso en magníficos vestidos de paño de oro y plata, rumor: -¡Ah, qué hermosa es! El mismo todos recamados con pedrerías; luego le dio un rey, siendo viejo, no dejaba de mirarla y de par de zapatillas de cristal, las más preciosas del decir por lo bajo a la reina que desde hacía mundo. mucho tiempo no veía una persona tan bella Una vez ataviada de este modo, Cenicienta y graciosa. Todas las damas observaban con atención su peinado y sus vestidos, para tener subió al carruaje; pero su madrina le recomendó sobre todo que regresara antes de al día siguiente otros semejantes, siempre que la medianoche, advirtiéndole que si se quedaba existieran telas igualmente bellas y manos tan diestras para confeccionarlos. El hijo del rey en el baile un minuto más, su carroza volvería colocó en el sitio de honor y en seguida la a convertirse en zapallo, sus caballos en ratas, la condujo al salón para bailar con ella. Bailó sus lacayos en lagartos, y que sus viejos vestidos con tanta gracia que fue un motivo más de recuperarían su forma primitiva. Ella prometió admiración.Trajeron exquisitos manjares que a su madrina que saldría del baile antes de la el príncipe no probó, ocupado como estaba en medianoche. Partió, loca de felicidad. El hijo observarla. Ella fue a sentarse al lado de sus del rey, a quien le avisaron que acababa de llegar hermanas y les hizo mil atenciones; compartió una gran princesa que nadie conocía, corrió a con ellas los limones y naranjas que el príncipe recibirla; le dio la mano al bajar del carruaje y le había obsequiado, lo que las sorprendió la llevó al salón donde estaban los comensales. mucho, pues no la conocían. Charlando así Entonces se hizo un gran silencio: el baile cesó
estaban, cuando Cenicienta oyó dar las once y tres cuartos; hizo al momento una gran reverenda a los asistentes y se fue a toda prisa. Apenas hubo llegado, fue a buscar a su madrina y después de darle las gracias, le dijo que desearía mucho ir al baile al día siguiente porque el príncipe se lo había pedido. Cuando le estaba contando a su madrina todo lo que había sucedido en el baile, las dos hermanas golpearon a su puerta; Cenicienta fue a abrir. -¡Cómo habéis tardado en volver! -les dijo bostezando, frotándose los ojos y estirándose como si acabara de despertar; sin embargo no había
más bella princesa, la más bella que jamás se ha visto; nos hizo mil atenciones, nos dio naranjas y limones. Cenicienta estaba radiante de alegría. Les preguntó el nombre de esta princesa; pero contestaron que nadie la conocía, que el hijo del rey no se conformaba y que daría todo en el mundo por saber quién era. Cenicienta sonrió y les dijo: -¿Era entonces muy hermosa? Dios mío, felices vosotras, ¿no podría verla yo? Ay, señorita Javotte, prestadme el vestido amarillo que usáis todos los días.
-Verdaderamente -dijo la señorita Javotte-, tenido ganas de dormir desde que se separaron. ¡no faltaba más! Prestarle mi vestido a tan feo Culocenizón... tendría que estar loca. -Si hubieras ido al baile -le dijo una de las hermanas-, no te habrías aburrido; asistió la Cenicienta esperaba esta negativa, y se alegró, pues se habría sentido bastante confundida
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si su hermana hubiese querido prestarle el vestido. Al día siguiente las dos hermanas fueron al baile, y Cenicienta también, pero aún más ricamente ataviada que la primera vez. El hijo del rey estuvo constantemente a su lado y diciéndole cosas agradables; nada aburrida estaba la joven damisela y olvidó la recomendación de su madrina; de modo que oyó tocar la primera campanada de medianoche cuando creía que no eran ni las once. Se levantó y salió corriendo, ligera como una gacela. El príncipe la siguió, pero no pudo alcanzarla; ella había dejado caer una de sus zapatillas de cristal que el príncipe recogió con todo cuidado. Cenicienta llegó a casa sofocada, sin carroza, sin lacayos, con sus viejos vestidos, pues no le
había quedado de toda su magnificencia sino una de sus zapatillas, igual a la que se le había caído. Preguntaron a los porteros del palacio si habían visto salir a una princesa; dijeron que no habían visto salir a nadie, salvo una muchacha muy mal vestida que tenía más aspecto de aldeana que de señorita.Cuando sus dos hermanas regresaron del baile, Cenicienta les preguntó si esta vez también se habían divertido y si había ido la hermosa dama. Dijeron que sí, pero que había salido escapada al dar las doce, y tan rápidamente que había dejado caer una de sus zapatillas de cristal, la más bonita del mundo; que ei hjo del rey la había recogido dedicándos a. que sin duda estaba muy y
enamorado de la bella personita dueña de la zapatilla. Y era verdad, pues a los pocos días el hijo del rey hizo proclamar al son de trompetas que se casaría con la persona cuyo pie se ajustara a la zapatilla. Empezaron probándola a las princesas, en seguida a las duquesas, y a toda la corte, pero inútilmente. La llevaron donde las dos hermanas, las que hicieron todo lo posible para que su pie cupiera en la zapatilla, pero no pudieron. Cenicienta, que las estaba mirando, y que reconoció su zapatilla, dijo riendo: -¿Puedo probar si a mí me calza? Sus hermanas se pusieron a reír y a burlarse de ella. El gentil hombre que probaba la zapatilla, habiendo mirado atentamente a Cenicienta y encontrándola muy linda, dijo que era lo justo, y que él tenía orden de probarla a todas las jóvenes. Hizo sentarse a Cenicienta y acercando la zapatilla a su piececito, vio que encajaba sin esfuerzo y que era hecha a su medida.
Grande fue el asombro de las dos hermanas, pero más grande aún cuando Cenicienta sacó de su bolsillo la otra zapatilla y se la puso. En esto llegó la madrina que, habiendo tocado con su varita los vestidos de Cenicienta, los volvió más deslumbrantes aún que los anteriores. Entonces las dos hermanas la reconocieron como la persona que habían visto en el baile. Se arrojaron a sus pies para pedirle perdón por todos los malos tratos que le habían infligido. Cenicienta las hizo levantarse y les dijo, abrazándolas, que las perdonaba de todo corazón y les rogó que siempre la quisieran. Fue conducida ante el joven príncipe, vestida
fin
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En el fondo de los océanos había un precioso palacio en el cual vivía el Rey del Mar junto a sus cinco hijas, bellísimas sirenas. La más joven, la Sirenita, además de ser la más hermosa, poseía una voz maravillosa. Cuando cantaba, todos los habitantes del fondo del mar acudían para escucharla. Además de cantar, Sirenita soñaba con salir a la superficie para ver el cielo y conocer el mundo de los hombres, como lo relataban sus hermanas. Pero su padre le decía que solo cuando cumpliera los 15 años tendría su permiso para hacerlo. Pasados los años, finalmente llegaron el cumpleaños y el regalo tan deseados. Sirenita por fin pudo salir a respirar el aire y ver el cielo, después de oír los consejos de su padre: Recuerda que el mundo de arriba no es el
nuestro, sólo podemos admirarlo. Somos hijos del mar. Sé prudente y no te acerques a los hombres. Y al emergerse del agua Sirenita se quedó de boca abierta. Todo era nuevo para ella. Y todo era hermoso, ¡fascinante! Sirenita era feliz. Pasados unos minutos, Sirenita pudo observar, con asombro, que un barco se acercaba y paraba. Se puso a escuchar voces. Y pensó en lo cuanto le gustaría hablar con ellos. Pero miró a su larga cola y comprendió que eso era imposible. Continuó mirando al barco. A bordo había una gran fiesta de aniversario. El capitán del barco cumplía veinte años de edad. Sirenita se quedó atónita al ver el joven. Era alto, moreno, de porte real, y sonreía feliz. La sirenita sintió una extraña sensación de alegría y sufrimiento a la vez. Algo que
jamás había sentido en su corazón. La fiesta seguía hasta que repentinamente un viento fuerte agitó las olas, sacudiendo y posteriormente volcando el barco. Sirenita vio como el joven capitán caía al mar. Nadó lo que pudo para socorrerlo, hasta que le tuvo en sus brazos. El joven estaba inconsciente, pero Sirenita nadó lo que pudo para llevarlo hasta tierra. Depositó el cuerpo del joven sobre la arena de la playa y estuvo frotando sus manos intentando despertarlo. Pero un murmullo de voces que se aproximaban la obligaron a refugiarse en el mar. Desde el mar, vio como el joven recobraba el conocimiento y agradecía, equivocadamente, a una joven dama por haberle salvado la vida. Sirenita volvió a la mansión paterna y les contó toda
su experiencia. Después pasó días llorando en su habitación. Se había enamorado del joven capitán pero sentía que jamás podría estar con él. Días después, Sirenita acudió desesperada a la casa de la Hechicera de los Abismos. Quería deshacerse de su cola de pez a cualquier precio. Y hicieron un trato: Sirenita tendría dos piernas a cambio de regalar su hermosa voz a la hechicera que le advirtió: Si el hombre que amas se casa con otra, tu cuerpo desaparecerá en el agua como la espuma de una ola. Asintiendo a las condiciones de la hechicera, Sirenita bebió la pócima mágica e inmediatamente perdió el conocimiento. Cuando despertó se encontraba tendida en la arena de la playa, y a su lado estaba el joven capitán que intentaba ayudarla a levantarse. Y le dijo:
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te llevaré al castillo y te curaré. Durante los días siguientes, Sirenita pasó a vestirse como una dama, y acompañaba al príncipe en sus paseos. Era invitada a los bailes de la corte pero como no podía hablar, no podía explicar al príncipe lo que había sucedido en la noche que le salvó. El príncipe no paraba de pensar en la dama que pensaba haber salvado su vida y Sirenita se daba cuenta d e eso. Pero el destino le reservaba otra sorpresa. Un día, avistaron un gran barco que se acercaba al puerto. El barco traía a la desconocida que el príncipe llevaba en el corazón.
Corrió entonces a su encuentro. Sirenita sintió un agudo dolor en su corazón. Y sintió que perdería a su príncipe para siempre. E l príncipe
enamorado, pidió a la desconocida dama en matrimonio y al cabo de unos días se celebró la boda. Al día siguiente fueron invitados a hacer un gran viaje por mar, acompañados también por la sirenita. Al caer la noche, Sirenita, recordando el acuerdo
que había hecho con la hechicera, estaba dispuesta a sacrificar su vida y a desaparecer en el mar, hasta que escuchó la llamada de sus hermanas. -¡Sirenita!
mágico. ¡Tómalo y esta noche, mata al príncipe! Si no haces, podrás volver a ser sirena como antes. Sujetando el puñal, Sirenita se dirigió hacia el camarote de los esposos. Pero cuando vio el príncipe durmiendo, no pudo matarlo. Arrojó el arma al mar y se lanzó a las olas. Pero, como por encanto, una fuerza misteriosa la arrancó del agua y la transportó hacia lo más alto del cielo. Amanecía, y las nubes se teñían de rosa y la sirenita oyó cuchichear en medio de un sonido de campanillas. Vio seres mágicos y al notar que había ¡Sirenita! recobrado la voz les preguntó: ¡Somos nosotras, tus hermanas! ¿Quiénes son? Y le contestaron: ¿Ves este puñal? Es un puñal -Somos las hadas del viento y
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estás con nosotras en el cielo. No tenemos alma como los hombres, pero es nuestro deber ayudar a quienes hayan demostrado buena voluntad hacia ellos. Emocionada, Sirenita miró abajo, hacia el mar. Se sentía viva. Y levantando los brazos al cielo lloró por primera vez. De ahora en adelante, se dedicaría a llevar socorros y consuelos a la gente que os necesita. Llevaría una vida mágica, junto al mundo de los espíritus y de los hombres.
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