Dibujando la memoria. Juan Kalvellido Marisa de la Pe単a.
Las bombas asesinas surcan los cielos grises del odio‌ Los niùos no comprenden, o tal vez, en su inocencia, comprendan demasiado. El tiempo se detiene si las sirenas suenan, si las madres jadean tirando de sus cuerpos hacia la oscura boca del refugio mås cercano.
Ya no cantan los pájaros, sólo silban las balas, y se oye el ruido seco y sordo que hacen los cuerpos muertos al caer sobre la tierra. Bombas, bombas, balas, balas…Y los niños heridos de muerte para siempre, sin infancia, sin sueños, sin palabras… Marisa Peña
Los niños no sabían que todo su mundo se vendría abajo aquel maldito verano del 36. No podían sospechar que todo a su alrededor se teñiría de sangre. Sangre en las calles, en las cunetas, en las tapias. No podían ni tan siquiera imaginar cuánto horror se les avecinaba, cuánta venganza. Marisa Peña
Olvidarán los rostros, los nombres, los momentos felices… Serán sólo sonámbulos, huérfanos sin memoria, víctimas del olvido y de la infamia. M. Peña
Se vieron arrollados por el fascismo y no pudieron frenar las águilas, los yugos y las flechas . Pagaron muy cara su resistencia y su lealtad a la república , y vieron como la historia pretendía pasar página a su dolor dando por zanjado su sacrificio, condenándolos esta vez al olvido y a la indiferencia. Marisa Peña
Pero España era una, y grande, y
libre… Y ellos no eran más que unos traidores, y unos agitadores y un peligro para la unidad de la patria… Habían perdido . ¡Callad, callad! ¡Desterrad las palabras: PAN, JUSTICIA, LIBERTAD,UTOPíA…!¡Os cortaremos la lengua si hace falta! ¡Silencio! Que nadie pueda oir vuestro lamento…¡Ha estallado la paz! M. Peña
Llorar. Llorar un llanto largo, lento, interminable. Un llanto que ,como un rĂo desbordado, se lo llevara todo a su paso: sobre todo el dolor. El dolor de los vencidos, de los desahuciados , de los humillados, de los amordazados, de los sin nombre, de los sin patria, de los parias de la tierra. Escondidos, agazapados, mudos. Esperando que pasara el largo invierno y llegara por fin la primavera. Marisa PeĂąa
Aquellos fueron tiempos de silencio y cloacas; de ratas ,de hambre, de desconfianza y de rencor. La vida no era más que un triste ejercicio de supervivencia, una pirueta cruel para burlar a la muerte y sortear el hambre, la enfermedad, la desesperación. Toda una generación de hombres y mujeres, dignos y valientes, fue reducida a escombros y cenizas, a jirones, a retazos, a sombras… Se pudrieron en las cárceles, murieron en las cunetas, lo perdieron todo, vieron morir a sus hijos cercados por el frío y la miseria en campos de refugiados. Les dejaron vacíos, huecos, sin esperanza. Marisa Peña.
La dictadura destrozó para siempre la infancia de los hijos de los vencidos, e incluso la de sus propios hijos… Les arrebató la inocencia, el derecho a ser perezosos, divertidos, y absurdamente felices. Crecieron en un mundo de miedos y verdades a medias, de infamias y mentiras. Aquellos niños y niñas que vivieron el franquismo, sufrieron la pésima educación nacional católica, basada en la falta total de rigor científico o histórico, de espíritu crítico y de libertad. Formar ciudadanos afines al régimen y extirpar la semilla de la educación laica e igualitaria que habían sembrado las escuelas durante la República, fue el principal objetivo del régimen franquista. Aquella infancia se formó con el “arriba España”, “las montañas nevadas”, “el enemigo infiel”, “la pertinaz sequía”, “el ademán impasible”; siempre con el brazo en alto y dispuesta a “llevar flores a María” o a cantar el “cara al sol”. Marisa Peña.
Ya nada les quedaba. Les habían robado los sueños y les habían dejado sólo las pesadillas. ¿Para qué tanta sangre, para qué tanta muerte, para qué…? Sacrificados, abandonados por la Europa que se decía democrática y libre, que contempló impasible cómo la España republicana era devorada por las fauces del fascismo. Marisa Peña
Aunque muchos se empeñen en que olvidemos no lo haremos. Contar, contar, contarlo todo… Aunque algunos estén hartos de las “historias de la guerra civil”, “ y de los presos franquistas” y de los “exiliados” . Porque nosotros, los hijos y nietos ya no tenemos miedo. Y vamos a gritar y a alzar nuestras voces por cada uno de los cuarenta años ( e incluso algunos más) que ellos estuvieron en silencio. Marisa Peña.
Si miramos al pasado comprenderemos mejor nuestro presente y construiremos un futuro mejor.