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ANÁLISIS | ¿Cómo evitar una década perdida?: Para guay y el desafío de ir más allá de la urgencia
¿CÓMO EVITAR UNA DÉCADA PERDIDA?: Paraguay y el desafío de ir más allá de la urgencia
Por Marta García
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La economía paraguaya sufrió dos décadas de escaso o nulo crecimiento, durante los 80s y los 90s, para luego pasar a un modelo de impulso desde el “boom” de los commodities y la inversión pública para el desarrollo de la infraestructura vial. Hoy, el espacio de endeudamiento del Estado se agotó y la producción de granos llegó a su techo, por lo que aprovechar solamente la coyuntura ya no es opción. Sobre estos temas reflexiona el presidente de la fundación Desarrollo en Democracia, Alberto Acosta Garbarino.
Alberto Acosta Garbarino, presidente de la fundación Desarrollo en Democracia.
Estados Unidos y China, las mayores potencias mundiales, son países que lograron su actual nivel de desarrollo económico tras un proceso de décadas y hasta siglos.
En el caso de Paraguay, sin embargo, la mirada se centra más bien en las coyunturas y los eventos puntuales de cada año, como responder a los efectos de una sequía o de la pandemia. Así, se deja de lado la óptica de qué camino estamos construyendo para que la calidad de vida de la población mejore sustancialmente con el transcurso de los años.
El presidente de la fundación Desarrollo en Democracia (Dende), Alberto Acosta Garbarino, analiza estos temas e insta a pasar de un modelo que consiste en simplemente aprovechar los vientos a favor, a aquel que visualiza la planificación de acciones que conduzcan a un crecimiento económico sostenido de largo plazo.
Arranca así una serie de publicaciones en la que exploraremos las alternativas que tiene Paraguay para evitar que el periodo 2020-2030 se convierta en una “década perdida”.
Del evento a la estructura
A fin de teorizar la propuesta de pasar de un modelo de responder únicamente a la urgencia a otro que contemple la planificación de procesos de crecimiento de largo plazo, Acosta Garbarino se remonta al esquema diseñado por el historiador francés Fernand Braudel, quien revolucionó el análisis de la historia a través de la división en tres tiempos:
Los eventos: El corto plazo La coyuntura: El mediano plazo La estructura: El largo plazo
Llevada esta teoría a la práctica, destaca que, en el caso de Estados Unidos, el proceso de desarrollo se inició con la Guerra de Secesión, allá por 1865. En ese entonces, arrancó un periodo de crecimiento sostenido que duró casi setenta años, hasta 1929. Ese crecimiento se concretó en parte mediante la ampliación del territorio -de trece colonias en el norte, el país se convirtió en cincuenta estados-, a lo que se sumó la intensa inmigración principalmente europea (inglesa, escocesa, irlandesa, alemana) -la población pasó de 4 millones a 40 millones en sus primeros cien años de vida-.
Por su parte, coloca a China como un proceso más actual y tras desempeñarse prácticamente como un estado fallido hasta 1980 -con guerras civiles y la gran hambruna en la época de Mao Tse Tung-, dio el salto hacia el desarrollo con una serie de políticas de apertura al mundo. A partir de estas reformas, el país asiático empezó a recibir inversión y hasta ahora acumula cuarenta años de crecimiento.
En América Latina, en cambio, la mirada se enfoca tradicionalmente en el evento, con poca visión de coyuntura y casi nada de largo plazo, advierte.
Al respecto, reconoce que Braudel admite que la estructura cambia muy lentamente. A modo de ejemplo para esta afirmación, Acosta Garbarino asegura que dentro de cincuenta años, Estados Unidos y China van a seguir siendo las grandes potencias mundiales porque tienen una estructura industrial y tecnológica que les permite continuar en esos sitiales.
En cuanto a las coyunturas, menciona que Estados Unidos tuvo períodos de dificultades como la Gran Depresión, pero su estructura le permitió sostenerse y volver a crecer posteriormente. A partir de estas experiencias, considera importante que la clase dirigente de Paraguay y los analistas comiencen a mirar el largo plazo, y no quedarse solo en los eventos de corto plazo.
Las décadas perdidas
Al referirse a la historia económica reciente de Paraguay, el presidente de Dende relata que las coyunturas se caracterizaron por sucesivas “décadas perdidas” entre los años 1980 y 2000. Una vez concluida la construcción de la represa de Itaipú, el país quedó sin motores de crecimiento, la economía se estancó y la pobreza se incrementó, rememora.
En el 2002 y 2003 se inició el “boom” de los commodities, fenómeno desatado por la entrada cada vez más fuerte de China en el mercado internacional, con este país creciendo a tasas de 10% y una población de 1.300 millones de habitantes que pasó de pobre y rural a migrar a las ciudades para trabajar en las industrias”. Esto generó una disparada de los precios de los alimentos, las materias primas minerales y el petróleo.
Paraguay recibió ese influjo aproximadamente hasta el 2014, de la mano de los ingresos generados por las exportaciones de granos -principalmente soja-. “El viento era tan fuerte, que a todos les llevó para arriba”, recuerda Acosta Garbarino, respecto al efecto que se sintió en toda la región.
Esto repercutió también en una intensa llegada de inversiones al sector agropecuario. Cuando acabó este periodo, los motores se agotaron y se pasó a la utilización del sector público como dinamizador: al contar con un bajo nivel de endeudamiento del Estado y una pésima infraestructura, las obras viales mediante el financiamiento externo se convirtieron en la alternativa para seguir sosteniendo el crecimiento del país.
La pandemia de COVID-19 significó nuevamente el fin de un modelo de impulso a la actividad económica de Paraguay, ya que la obtención de recursos para hacer frente a la crisis llevó a la relación deuda/producto interno bruto (PIB) al límite del nivel que se considera recomendable para mantener la salud fiscal -alrededor de 35%-.
“Es importante que comencemos a mirar el desarrollo del país con una visión de país de más largo plazo. Estamos muy sumergidos en los eventos diarios, semanales, máximo del año, en el corto plazo; y si uno mira la historia de los países que se han desarrollado, son países que han hecho procesos sostenidos de muy largo plazo”, recalca Acosta Garbarino, a modo de conclusión.
“Este modelo de depender de un sector agrícola muy volátil, con problemas climáticos cada vez mayores, y tener como impulsor al endeudamiento del sector público para hacer infraestructura, está llegando a su fin; con el COVID llegó a su fin, con esta crisis climática que estamos sintiendo, nos damos cuenta de que Paraguay necesita otros motores y diversificarse”, agrega.