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Convertirse en madre a los 40 años o más
Suena muy fuerte en estos tiempos. Los médicos recomiendan tener sus hijos a edad adecuada, pero que no supere los 37 años de edad, sin embargo no es una regla fija.
Metro Ecuador
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La maternidad no tiene edad, y es que si bien es cierto que después de llegar a cierta edad existen más complicaciones o el proceso es más complicado, no es imposible ser madre.
Y eso lo han demostrado algunas famosas, que se convirtieron en madres después de los 40 y dejaron claro que nunca es tarde para esta hermosa experiencia.
Así que si tienes 40 o estás a punto de cumplirlos y te sien- tes mal, fíjate en las historias de estas famosas y date cuenta que nunca es tarde.
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La famosa actriz Eva Mendes se convirtió en madre a los 40, cuando tuvo a su primera hija Esmeralda junto al actor Ryan Gosling.
Y dos años más tarde, es decir, a los 42 años, recibió a su segunda hija, Amada, demostrando que la edad no es un impedimento para ser madre. El caso de Salma Hayek, fue a sus 41 años cuando la celebridad mexicana tuvo a
DIÁLOGOS PORTEÑOS (O)
Sospechosos, ¿todos?
su primera y única hija Valentina, junto a su esposo, François-Henri Pinault. En mujeres de 40 a 42 años el riesgo aumenta hasta 1 entre 105. Pueden acarrear, además, otros problemas con la hipertensión arterial, la posibilidad de tener un parto prematuro -con la posible muerte del bebé o de dejarle secuelas- o de generar diabetes gestacional.
La edad fértil para las mujeres es antes de los 37 años, después de los 40 la fertilidad disminuye y los embarazos pueden constituir riesgos. Sin embargo, muchas mujeres creen que la edad de los 40 es ideal para poder tener a sus hijos.
JORGALAM El tema que nos convoca no tiene que ver con la actuación de los políticos, con las obligatorias excepciones de ciudadanos de honor. Pues, en la generalidad, cuando de ellos se sospecha no hay sorpresa, y la inmensa mayoría que no tiene relación alguna con estos, bien motivada, rechaza cualquier insinuación y toda afirmación dirigida a ubicarla en ese estercolero. No, el asunto tiene que ver con la delincuencia común y organizada, por cuya gigantesca impunidad, de vertiginoso y exponencial incremento, ha derivado en la justificada sospecha de culpabilidad (autoría, complicidad, encubrimiento) de unos y de otros, de todos. El crimen ha logrado, tal era su propósito, llegar a esta situación. Ya se ha infiltrado en todos los estamentos de la sociedad, no ha hecho excepciones odiosas y, entonces, por aquello da lo mismo uniformado o civil, pastor o feligrés, terrorista o pacificador, funcionario público o elector, empresario o trabajador, banquero o cliente, alfabeto o analfabeto, amigo o enemigo, vecino o desconocido, armado o desarmado, rico o pobre, blanco, indígena, negro o mestizo. El delito, en todas sus formas, ha conseguido que ahora mismo nadie sepa con certeza quién es quién. Qué pena haber llegado a estos niveles y lo que hasta hace poco era insospechado que pudiera acontecer hoy es todo lo contrario. Las advertencias oportunas que se hicieron hace 16 años de impedir que el Ecuador se convirtiera en un país violento y peligroso no fueron tomadas en cuenta. Fue peor: durante 10 años consecutivos se crearon las condiciones para que eso sucediera. En los 6 años siguientes, sin políticas claras para su desmantelamiento, la criminalidad se ha vuelto incontrolable.
No faltarán, con o sin razón, los que no acepten ser metidos en el mismo saco. Dirán, eso si, que jamás han dado un solo motivo para que se duda de su buena conducta. Se sentirán, inclusive, con el exclusivo derecho de juzgar a los demás, sin considerar, sin embargo, que no serán pocos los que duden de su comportamiento.
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“Quizás muy pronto se encuentren soluciones efectivas y definitivas para frenar, disminuir y erradicar el crimen que azota al Ecuador. De otra forma la sospecha seguirá ganando terreno y los justos pagando por los pecadores”.
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