La Cooperación Internacional es un imperativo en la lucha contra el crimen Marta Lucía Ramírez1 La dinámica propia de los desafíos de la globalización ha impulsado a muchos países -incluso regiones-, por no decir que todos, al convencimiento de que es necesario edificar estructuras para el manejo de la seguridad global. Ha sido precisamente esa la fórmula que, hoy por hoy, ha sido adoptada de forma unánime para enfrentar desafíos diversos y cada vez más complejos, sea en forma de integración o de una cooperación estrecha. América Latina no es ajena a las nuevas transformaciones que las relaciones internacionales, la diplomacia y la cultura misma imponen: evitar la fragmentación política regional y multilateral, de modo que pueda confrontarse tanto las amenazas interestatales como aquellas de entidad trasnacional. La cuestión que subyace a la discusión es si, efectivamente, esa es la respuesta adecuada para oponerse a las nuevas amenazas, lo que, por consiguiente, llevaría a reducir la distinción entre los conceptos de “defensa y seguridad, dado que ambas están llamadas a responder conjuntamente” 2. En este cuestionamiento, tan elemental en apariencia, reside el núcleo esencial del tema de fondo: el de la cooperación militar. Ello, porque la realidad nos indica, cada vez con mayor frecuencia, que en la agenda pública de los países la seguridad es un asunto de especial interés, sobre todo cuando en los últimos lustros viene acompañada inevitablemente por la preocupación de generar estabilidad política y económica. A tono con lo anterior, puede decirse que, sin duda, Colombia es de aquellos países cuya agenda pública incorpora a la seguridad como uno de los tópicos más trascendentales para su desarrollo, a efecto de contrarrestar la incesante violencia y el narcotráfico que la aquejan desde hace ya muchos años, flagelos considerados como los más amenazantes de la seguridad en la región. Para Colombia la cooperación internacional, especialmente en materia de asistencia técnica en defensa y seguridad, resulta indispensable para evitar que la alianza entre narcotráfico y terrorismo continúe generando sufrimiento a nuestro pueblo y rezagando nuestras posibilidades de desarrollo, competitividad y prosperidad.
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Con la colaboración de Felipe Ramírez GRABENDORFF, Wolf. La Seguridad regional en las Américas: enfoques críticos y conceptos alternativos. Fondo Editorial Cerec. Bogotá D.C., 2003. 2
Y no por más loable que sean tales propósitos, la cooperación en este ámbito comporta un sacrificio a la soberanía nacional, como desacertadamente pretende sugerirse. Inclusive, ello tampoco implica una incompatibilidad con el principio de corresponsabilidad que, por lo demás, presupone que dada la cooperación en ésta o cualquier otra materia, con Estados Unidos o con cualquier otro Estado, deben negociarse las condiciones de que se traten, en un marco de igualdad y dentro del más absoluto respeto por las normas de no intervención y de autodeterminación como eje angular del Derecho Internacional. La orientación de la discusión no debe, por tanto, encauzarse sobre la base de la vulneración, al rompe, de la soberanía nacional, sino que, por el contrario, el marco en el que la cooperación, en sentido estricto, debe convenirse y desarrollarse. Lo expuesto en precedencia, a manera de preámbulo es, en buena medida, la tesis que planteo en el libro “Relaciones Militares Colombia-Estados Unidos”, como parte de la colección ‘Cara & Sello’ del Grupo Editorial Norma y la revista ‘Semana’. El antagonista, en esta oportunidad, es el Senador Jorge Enrique Robledo. La presente publicación aspira pues, a enriquecer la discusión y aportar al debate público, inmejorable escenario del que no podemos ser ajenos.