Leer y compartir

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Mi experiencia como mediadora de sala de lecturas Leer y compartir Por:

Bertha SalaicesPolanco.

PREMIO FOMENTO A LA LECTURA Y LA ESCRITURA 2016 Fomento a la lectura y la escritura en salas de lectura


Parte 1 Hace poco asistí a la presentación de un libro. En ella, el escritor mencionaba que la lectura nunca debía ser por obligación porque lo único que se lograba era agarrarle tirria. Yo me quedé pensando. Siempre lo he creído igual y ahora lo corroboro a mis sesenta y tantos. Mi madre siempre fue una lectora. En aquellos tiempos la revista Siempre tenía boletines de la vida de Cuba. Y ella lo que llegaba con letras lo devoraba. Creo que venía de familia su abuelita. Nos cuenta que la visitaba la esposa del gobernador del estado de Chihuahua en un pequeño pueblo –donde yo nací–, le llevaba muchos libros, entre ellos la Biblia. Su abuelita era conocida porque siempre estaba comentando con las demás personas todo cuanto leía. Venir de una familia así, sobre todo de

mujeres

lectoras,

me

hace

enorgullecerme, aunque por mi cuenta siempre estoy al pendiente del entorno, de acuerdo a los medios informativos. Allá, en mi pueblo, tuvieron un gran negocio. Éste tenía unas ventilas enormes al ras del suelo. Fue una tienda de pueblo

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en donde vendían de todo. Bien recuerdo unas cajas con revistas de la vida de Pedro Infante, de Jorge Negrete y de otros artistas. ¡Cómo las saboreaba! Cuando mi madre o alguien adulto buscaban a la pequeña Bertha, ya sabían dónde hallarla. ¡Siempre leyendo! Hasta que un día llegué, el local estaba vacío, ahí me puse a llorar sin hallar consuelo. Habían cerrado el negocio y las revistas ya no existieron más. Poco después mi madre leía unas revistas semanales de amor, muy sentimentales. Como decían que no eran para niñas de mi edad, me metía al baño –que era de madera–, y ahí duraba horas lee y lee –porque eran muy gruesas–; esto me hacía feliz, me sabía cada una con sus historias de romanticismo, porque fui una niña solitaria. Descubrí por mí misma que ese era mi mundo: la lectura. Con los años empecé a ver historietas de la Pequeña Lulú, Archi, Memín, Kalimán y muchos más. ¡Venían a color! ¡Oh, Dios, qué hermosura de libros! Como la vida es avanzar, un día me trajeron a la península de Baja California Sur. Aquí terminé mi sexto año de primaria. No podíamos aspirar a la secundaria porque era para “varones”. La tradición dictaba que ellos debían estudiar y las mujeres prepararse para ser flamantes amas de casa.

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Tuve que estudiar en un colegio de monjas. Primero me rebelé contra el sistema, pero al no haber más salí de ahí como Contadora privada. Disfruté mi estancia ahí porque leíamos el Nuevo y Viejo Testamento. Teníamos que narrar, en los exámenes, de memoria, los pasajes. Les daba una ojeada, los contaba a mi modo, todos reían porque yo salía adelante con mis narraciones que si Pedro se defendió a pedradas, nada que ver con lo leído pero de ahí aprendí a tomar una idea central de la lectura, a darle vueltas en mi cabeza. Me encantó mi estrategia, fue así como me hice lectora, en la mejor extensión del término. Tuve un maestro de contabilidad muy anciano, que me ponía a leer al grupo en voz alta. Yo leía y leía por horas. Me encantaba escuchar mi propia voz. No sé si me ponían atención, pero yo leía. Al término de esa breve carrera empecé a trabajar, a mis quince años. Era una flamante secretaria. Todo lo que me ponían hacer en la oficina lo aprendía rápido. No existían las fotocopiadoras, así es que escribía y escribía a máquina. Logré increíble rapidez. Después trabajé en un juzgado. Escribo tan rápido como hablan, en máquina mecánica. Ahora tengo mi tablet. En mi juventud me topé con unas revistas llamadas Julia, tipo Corín Tellado, de una escritora muy famosa. Ahí mis

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quincenas se iban en comprar libros románticos. ¡Cada quien sus vicios! Luego llegaron las Vanidades, Claudia, Última moda, el caso es que no me alcanzaba para abonar en el puesto de revistas quincena tras quincena, hasta que mi esposo compró la tiendita de revistas, pues eran concesionarios de los periódicos de México. Él siempre ha tenido el hábito de leerlos, hasta que fueron nuestros. La vida continuó. Vino al mundo mi primera hija. Yo trabajaba, así mi esposo me permitió que fuera a la secundaria nocturna. Como él es maestro de profesión, siempre hace la broma que yo para leer uso pijama porque estudié de noche. Como decía. Leía con mi hermana. En ese tiempo de moda Luis Spota, Las pirámides de ejido, Cien años de soledad, La metamorfosis, todo lo que podíamos lo leíamos. Ella siempre me ponía a leer en voz alta. En la preparatoria me tocó hacer exámenes semestrales. Leía, comprendía, analizaba, sacaba mis propias conclusiones, total que me encantó. Asistí a la nivelación pedagógica por tres años, me gustaban las materias, siempre me gustaba investigar. Casualmente abrió la Normal Superior en mi pueblo. Me invitaron a hacer examen, después de no leer por años

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formalmente

–o

académicamente–,

porque

siempre

seguí

leyendo; continuamos con negocios y vendíamos revistas. Los miércoles yo no hacía más que leer, pues llegaban las revistas. En la Escuela Normal me encantaban los ensayos de historia, hasta logré el título de que en mi negocio se vendían ensayos, porque a los estudiantes, según los maestros, les costaba trabajo leer. El tiempo, inalterable, siguió su marcha. Trabaje en la SEP como maestra de taquimecanógrafos, asistí a diplomados en la Normal Superior; en línea hice cursos junto con una amiga. Nunca he parado de buscar superarme y aprender para enseñar. En

los

últimos

años

he

tenido

la

oportunidad de hacer lo que más me gusta en la vida. Tengo seis años como mediadora de salas de lecturas, lo cual ha sido un mundo maravilloso. Cuento cuentos en parques, en grupos de doble AA, en escuelas primarias y secundarias, en los kínder, incluso casa por casa. Leo los libros que me proporcionaron para mi trabajo. A veces pienso que el tiempo no me alcanzará para leerlos todos, pero con pocos que logre asimilar, trasmitirlos de generación en generación, siento que con esto habré logrado mi objetivo con la humanidad.

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Finalmente, doy gracias a mi estado, a las instituciones que ponen empeño para que esto dé frutos, me han capacitado, he participado en convocatorias, no he ganado, pero no pasa nada, porque lo hago con el corazón. Espero seguir participando por el resto de mi vida dando gracias al Todopoderoso por mi regalo de vida, complementado con lo que más me gusta hacer: leer y compartir.

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Parte 2 A mis sesenta y tres años lo que me ha hecho feliz en la vida es mi familia, mis dos hijas, dos nietas y, sobre todo, mi esposo. Sin embargo, una alegría extra llegó hace cinco años, cuando me encontré con un joven que me dio su confianza y un pequeño paquete de libros para que iniciara mi sala de lecturas. Con ese primer acervo empecé a planear todas y cada una de mis sesiones. Los viernes de cada semana, dije, que es el día que apoyo a niños de mi comunidad. Les ayudo en sus tareas, presentación de exámenes, lectorescritura y lo que salga. La capacitación de un diplomado fue importante. Gracias a ello he alcanzado la confianza de leer a Octavio Paz, en la plaza de mi pueblo, a Julio Cortázar, en las Fiestas Patrias, a Cervantes en el Día Internacional del Libro, y otros más en muchos lugares públicos. Debo confesar que nunca me satisfacía. Algo faltaba. Sentía que mi participación era equis, porque me acercaba a los funcionarios de cultura municipal y no era aceptada por tener una participación diferente y voluntaria.

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Mi esposo es parte significativa en esta aventura, pues él hace mis cuentos en cartón, estilo libro gigante. Algunos de sus trabajos son El ratón de supermercado, La gran carrera, entre otros; por eso trato de que mi acervo sea utilizado al máximo, sobre todo los libros infantiles. Ahora, hace un mes me hicieron una cirugía. No me he podido recuperar al cien por ciento, pero el ánimo por mi sala de lecturas me ha permitido no dejarme caer. Estoy trabajando un proyecto que llamé “Diez de diez”, el cual me ha resultado muy efectivo porque los niños están ansiosos todos los días por leer, leer y leer. ¿En qué consiste el proyecto? Sencillo pero ni tanto: leer diez libros en diez semanas. Pues bien, hasta este momento llevamos leídos cuatro libros. Diario una, cuatro, diez hojas, porque ellos vienen a que les enseñe el programa de la SEP. Entonces les obsequio quince minutos de lectura cada vez. Ellos piden más y más. Qué fortuna. Son escasos ocho niños quienes hacen sus dibujos respecto de cómo interpretaron el libro, y explican el contenido. Cada viernes ya tienen el libro que leeremos a partir del lunes y con la intensión de culminar el viernes, que para ellos es día de fiesta.

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Considero una estrategia muy buena que se podría poner en práctica en las escuelas para tal fin. Pienso seriamente en llevar la propuesta a las autoridades competentes, esperando de corazón también les sirva. Porque “la esperanza es lo último que muere”, dicen por ahí.

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Parte 3 Con mis logros me siento muy entusiasmada para continuar mi labor de mediadora de sala de lecturas. ¿Cómo me veo en mi futuro? Primero leyendo de casa en casa, luego en mi grupo de tareas y reforzamiento en La Casa del Saber, ya tengo resultados favorables pues los niños comentan cada libro con su autor en distintos lugares como es su casa y la escuela. La comunidad es mi prioridad por lo que seguiré leyendo los autores conocidos en parques y escuelas, en conjunto con clubes de servicio, en nuestra Casa Amarilla (museo); continuaré mi preparación

con cursos en línea y presenciales para reafirmar

conocimientos y compartirlos. Como Cuenta Cuentos, ya tengo un canal en YouTube en donde me pueden encontrar con mi nombre, a los que le agregaré los que tengo preparados, y muchos más con ayuda de mi esposo para llegar cada día más lejos ¡Se vale soñar! Los cuadernillos de sala de lecturas nos proporcionan diferentes estrategias las cuales seguiré practicando. Como el libro artesanal que ya elaboraron los niños en horas de trabajo de la sala.

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Ahora estoy haciendo

mis pininos como escritora de

cuentos, por ello, cada día me esmero por ampliar mi lectura para mejorar, porque en estos cuadernillos nos invitan a escribir. Así seguiré navegando a través de las letras, montada en libros de cartón, me introduciré en cables y ordenadores, subiré en mi mochila a los más famosos escritores y recorreremos las calles de mi ciudad, haremos fiestas en parques y plazas. Porque de algo estoy segura, mi misión se ha convertido en ¡Leer y compartir!

¡Y colorín colorado, el que se queda sentado se queda pegado!

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Datos de contacto

Bertha Salaices Polanco Ignacio Zaragoza y Guadalupe Victoria 101 Col Centro C.P. 23600 Ciudad ConstituciĂłn, B.C:S. MĂŠxico profebertha.s@gmail.com 6131320605

https://www.facebook.com/lacasadelsaber/

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