Desplazamiento humano

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Desplazamiento humano Denominador común de los conflictos y cambio climático Un récord de 100 millones de personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo

Migrantes y refugiados La guerra de Ucrania y otros conflictos empujaron el número de personas obligadas a huir del conflicto, la violencia, las violaciones de derechos humanos y la persecución por encima del asombroso hito de 100 millones por primera vez en la historia, informó el domingo la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).

"Cien millones es una cifra cruda aleccionadora y alarmante en igual medida. Es un récord que nunca debería haberse establecido", dijo el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi. "Esto debe servir como una llamada de atención para resolver y prevenir conflictos destructivos, poner fin a la persecución y abordar las causas subyacentes que obligan a personas inocentes a huir de sus hogares". Según ACNUR, el número de personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo aumentó a 90 millones a finales de 2021, impulsado por nuevas olas de violencia o conflictos prolongados en países como Etiopía, Burkina Faso, Myanmar, Nigeria, Afganistán y la República Democrática del Congo. En 2022, la guerra en Ucrania ha desplazado a 8 millones dentro del país este año y ha obligado a alrededor de 6 millones a abandonar la nación.


UNICEF/Zerihun Sewunet Familias desplazadas afectadas por la sequía, región de Somalia (Etiopía). El asombroso récord de 100 millones de personas desplazadas por la fuerza en todo el mundo representa el 1% de la población mundial y equivale al 14º país más poblado del mundo. El número incluye refugiados y solicitantes de asilo, así como a los 53,2 millones de personas desplazadas dentro de sus fronteras por el conflicto. "La respuesta internacional a las personas que huyen de la guerra en Ucrania ha sido abrumadoramente positiva", agregó Grandi. "La compasión está viva, y necesitamos una movilización similar para todas las crisis en todo el mundo. Pero en última instancia, la ayuda humanitaria es un paliativo, no una cura. Para invertir esta tendencia, la única respuesta es la paz y la estabilidad para que las personas inocentes no se vean obligadas a jugar entre el peligro agudo en el hogar o la huida precaria y el exilio". La semana pasada, la Organización Internacional para las Migraciones informó que un récord de 59,1 millones de personas fueron desplazadas dentro de sus países de origen el año pasado, cuatro millones más que en 2020 El conflicto y la violencia provocaron 14,4 millones de desplazamientos internos en 2021, un aumento de casi el 50 por ciento con respecto al año anterior. Mientras tanto, los eventos relacionados con el clima, como inundaciones, tormentas y ciclones, provocaron unos 23,7 millones de desplazamientos internos en 2021, principalmente en la región de Asia y el Pacífico.

América latina

Análisis de la realidad migración forzada en la región.


Contextualización visual del problema


La migración humana consecuencia de guerras, desastres y, ahora, del clima Los Homo sapiens han estado en movimiento prácticamente desde sus inicios. La escasez de agua, sequías e inundaciones provocadas por el clima se sumarán a la lista de razones por las que emigrar.

Los refugiados rohinyá, obligados a emigrar a Bangladesh desde Birmania, caminan en busca de campos de refugiados. «Migración» se define como «el desplazamiento de un país o lugar a otro». Desde que los primeros humanos empezaron a salir de África, nuestra especie ha estado en constante movimiento. Incluso hoy, el tres por ciento de la población mundial al menos 258 millones de personas viven fuera de su país de origen. La migración, voluntaria o forzosa, ha configurado profundamente nuestro mundo.


Los primeros migrantes Los primeros migrantes fueron los humanos primitivos que salieron del continente africano. Su diseminación hasta Eurasia y otras partes del planeta sigue siendo un tema que suscita polémica en la comunidad científica. Los primeros fósiles de Homo sapiens reconocibles se descubrieron en Etiopía y tenían casi 200.000 años de antigüedad. La teoría de la emigración africana sostiene que, hace unos 60.000 años, los Homo sapiens se dispersaron por Eurasia, donde se encontraron y finalmente remplazaron a otros ancestros de los humanos como los neandertales. Sin embargo, esa teoría ha sido cuestionada por las pruebas de migraciones de África a Eurasia hace 120.000 años. Sea como fuere, se cree que los primeros humanos habrían emigrado a Asia, bien por el estrecho entre el Cuerno de África y el actual Yemen, bien por la península del Sinaí. Tras diseminarse por el Sudeste Asiático, se cree que los primeros humanos habrían emigrado a Australia, que entonces compartía una masa continental con Nueva Guinea, después con Europa y después con las Américas.

Los humanos modernos emigraron de África hace más de 60.000 años. Este mapa muestra sus trayectorias migratorias. Es probable que estas migraciones fueran la consecuencia del clima, la disponibilidad alimenticia u otros factores medioambientales. Con el paso del tiempo, las culturas abandonaron el nomadismo, y la guerra y el colonialismo empezaron a provocar migraciones. Los antiguos griegos expandieron su dinastía con una larga lista de colonias. Los antiguos romanos enviaron a sus ciudadanos al norte, llegando hasta Gran Bretaña. La China imperial también empleó su ejército para expandir sus fronteras y albergó a refugiados en zonas fronterizas aún más remotas. Motivos para huir La migración ha estado caracterizada y dificultada por la guerra, el esclavismo y la persecución. Los judíos huyeron de sus tierras ancestrales tras las olas de exilio y la destrucción de Jerusalén en el 70 d.C., creando una enorme diáspora. Al menos 12 millones de africanos fueron esclavizados y obligados a trasladarse a las Américas durante la trata transatlántica de esclavos, entre el 1500 y la década de 1860.


Tras la Segunda Guerra Mundial, en 1945, cientos de miles de supervivientes del Holocausto y otros civiles se convirtieron en personas desplazadas y emigraron a Europa occidental, el territorio del Mandato británico de Palestina que más adelante se convertiría en Israel y los Estados Unidos. Tras la guerra de Vietnam, más de 125.000 personas de Vietnam emigraron a los Estados Unidos ante una crisis humanitaria. No fueron las últimas: la emigración continúa en el siglo XXI, provocada por la hambruna, los desastres naturales y las violaciones de los derechos humanos. A partir de 2013, cada vez más emigrantes del norte de África y Oriente Medio empezaron a desplazarse a Europa huyendo de la pobreza y la inestabilidad política de sus hogares. La crisis migratoria ha puesto presión en los recursos europeos y provocados xenofobia y frustración, incluso en estados acogedores. Y cientos de miles de rohinyás han sido obligados a emigrar a Bangladesh desde Birmania pese a los siglos de historia en su patria. En el futuro, el cambio climático podría provocar aún más desplazamientos masivos. Un informe del Banco Mundial de determinó que más de 143 millones de personas podrían convertirse en «migrantes climáticos», expulsados de sus hogares por inundaciones, sequías y falta de agua. Independientemente de los motivos, es probable que la migración continúe mientras perdure la especie humana, siempre y cuando hay lugares a los que ir. El cambio climático podría obligar a migrar a 143 millones de personas Un nuevo informe advierte que el cambio climático provocará más migraciones humanas que otros fenómenos. Pero podemos evitar las peores consecuencias.

La gente saca en barco los objetos más importantes de sus casas en una aldea afectada por una inundación en Gaibandha, Bangladesh, en agosto de 2017. En el país muchos residentes se encuentran en riesgo por el cambio climático en el futuro próximo. El cambio climático transformará a más de 143 millones de personas en «migrantes del clima» que huirán de las malas cosechas, la escasez de agua y el aumento del nivel del mar, según concluye un nuevo informe del Banco Mundial.


La mayor parte de este cambio demográfico tendrá lugar en el África subsahariana, el sur de Asia y Latinoamérica, tres «puntos calientes» que representan al 55 por ciento de la población de los países en vías de desarrollo. Esta hipótesis pesimista forma parte de un estudio revolucionario centrado en los efectos de la evolución lenta del clima, en contraposición a los fenómenos visiblemente drásticos como las inundaciones y las tormentas extremas.

El informe, Groundswell: Prepararse para las migraciones internas provocadas por impactos climáticos, también desplaza el foco de la migración transfronteriza, que ha atraído la atención mundial a medida que refugiados y migrantes huyen de la guerra, la pobreza y la opresión, a la migración dentro del propio país, que involucra a muchos más millones de personas que buscan lugares viables donde vivir. Los 143 millones representan al 2,8 por ciento de la población de las tres regiones. El aumento del nivel del mar ya está obligando a migrar a los habitantes de los archipiélagos del Pacífico y Oceanía y áreas costeras a baja altitud que se inundan de forma regular, mientras que las zonas que sufren sequía extrema han provocado que otras personas se desplacen en busca de tierras de cultivo sostenibles. Gran parte de la migración en las tres próximas décadas consistirá en el desplazamiento de poblaciones de áreas rurales a áreas urbanas. Como era de esperar, según el informe, las personas más pobres de los países más pobres serán las más afectadas. Los autores del estudio señalan que todavía hay cabida para el optimismo: si el mundo actúa a tiempo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y lleva a cabo una «planificación del desarrollo sólida», el flujo de «migrantes del clima» podría reducirse en un 80 por ciento, a solo 40 millones de personas. «Tenemos un pequeño margen, antes de que los efectos del cambio climático aumenten, para preparar el terreno para esta nueva realidad», afirmó en un comunicado Kristalina Georgieva, directora general del Banco Mundial. «Las medidas que toman las ciudades para hacer frente a la tendencia al alza de llegadas desde áreas rurales y para mejorar las oportunidades educativas, formativas y laborales darán beneficios a largo plazo». Tres estudios de casos El informe perfiló tres países como estudios de caso Etiopía, Bangladesh y México y advierte que las ciudades de rápido crecimiento tendrán que diversificarse económicamente y crear trabajos resistentes al clima para asimilar con éxito el crecimiento demográfico.


Se espera que el cambio climático afecte a México alentando a más personas a mudarse a Ciudad de México desde zonas periféricas que corren más riesgos por estos cambios. Pero hay excepciones. La reducción de las precipitaciones en las tierras altas septentrionales de Etiopía, por ejemplo, podrían impulsar a la población a salir del país en busca de nuevas zonas donde puedan sembrar cultivos de secano. Y la falta de precipitaciones en Adís Abeba, la mayor ciudad de Etiopía, podría ralentizar su crecimiento. Por otra parte, el aumento del nivel del mar y las tormentas impulsarán el crecimiento de las ciudades más importantes de Bangladesh, entre ellas la capital, Daca. El estudio prevé que Bangladesh experimentará más cambios demográficos por el cambio climático que por cualquier otro fenómeno. México, el más rico de los tres países estudiados, es menos vulnerable al cambio climático y está mejor preparado que Etiopía y Bangladesh. Pero «necesita vigilar sus focos de pobreza», según los autores. La meseta central en torno a Ciudad de México y Ciudad de Guatemala, que podría ofrecer mejores condiciones climáticas, podría atraer a los migrantes del clima. Pero no queda mucho tiempo para actuar. Sin reducir los gases de efecto invernadero o poner en marcha otras medidas, la migración del clima probablemente aumentará hasta 2050, según los autores, y a continuación se acelerará.


La migración forzada es un problema de dimensiones continentales que, además de su naturaleza social, económica y política, es un drama humano que involucra a miles de personas que huyen de sus países para salvar su vida de las situaciones de violencia en la que se encuentran. En segundo lugar, es fundamental pasar de la respuesta coyuntural al estudio de las causas estructurales que están generando estos flujos migratorios, ya que al transformarse para las personas en una opción de supervivencia, la migración debe ser considerada como un Derecho.


Para el ponente, hablar de migración forzada nos obliga a analizar las diferentes formas de violencia que actúan como factor movilizador de los flujos migratorios, tanto para el migrante que huye de su región o país, así como para aquellas comunidades de tránsito, afectadas por la llegada de grupos extraños a su localidad, hasta llegar a los destinos finales, con todo lo que significa la recepción, integración o rechazo de los grupos migrantes. Señalamos cinco expresiones de la violencia que están presentes en las dinámicas migratorias que actualmente se desarrollan en nuestro continente: 1. La violencia que nace de la situación de desigualdad social que se vive en América Latina, una de las regiones más desiguales del mundo. 2. La violencia institucional, producto del desmantelamiento del Estado de Derecho, de la crisis de la democracia, del aumento de la corrupción y del enriquecimiento ilícito por parte de los grupos que ostentan el poder político y económico en mucho de nuestros países. 3. La violencia socio-política que grupos armados privados e ilegales, imponen en territorios bajo su control, donde las instituciones del Estado no existen o no actúan, especialmente en las áreas fronterizas, donde imperan mafias que mantienen a la población bajo un clima permanente de terror e incertidumbre que los obliga a emigrar. 4. La violencia contra la “Casa Común”, la cual se ejerce a través de la imposición de un modelo de desarrollo que destruye el medio ambiente, afectando aquellos espacios naturales en los que viven muchas comunidades campesinas e indígenas, que se ven obligadas a emigrar a otros territorios, además de los crecientes desastres naturales a causa del cambio climático, lo cual afecta los ciclos de vida en el planeta. 5. La violencia del descarte, que se ejerce cotidianamente contra los sectores más vulnerables de la sociedad, los descartados, como es el caso de las comunidades indígenas y afro descendientes del continente, las mujeres y minorías excluidas por la diversidad sexual. Estas manifestaciones de la violencia son los factores desencadenantes de la migración forzada. Nadie huye de su país sin una razón de fondo. Por ello, estos factores deben ser precisados y abordados en su origen y en sus efectos, para abrir caminos a un cambio no sólo económico sino humano, porque la migración forzada deja múltiples heridas en quien se ha visto obligado a dejar su lugar de vida en la búsqueda de un mejor futuro para él y para su familia. Los signos que nos hablan de un problema humano complejo Quien ha vivido de cerca el drama de la migración en nuestro continente como Migrantes, el problema es complejo en la medida en que están involucrados muchos intereses. Su exposición se centra en tres signos que le sirven de referencia para analizar esa complejidad del problema. Los signos que nos alertan de la gravedad del asunto; los signos de esperanza que se pueden observar al interior de los propios movimientos migratorios; y los signos que no desafían en el corto y mediano plazo. Sobre los signos que nos alertan, el gran tema de debate es el vacío jurídico y conceptual que existe sobre lo que significa la migración forzada. Los marcos jurídicos actuales y los conceptos que se manejan para explicar la migración forzada no sirven, son limitados, para entender un fenómeno que va más allá de la seguridad de los Estados y de la reacción humanitaria hacia los migrantes. Por ello, habla de flujos migratorios mixtos, ya que involucra migrantes de tránsito, migrantes de destino, migrantes legales e indocumentados que huyen de sus países, así como refugiados y grupos de personas movilizadas por las redes ilegales de tráfico de personas. Si bien, hay una normativa internacional que orienta las acciones de organismos como la ONU, la situación de América Latina y El Caribe tiene sus propias especificidades.


Hay muchas diferencias entre el flujo migratorio de los venezolanos que huyen a países vecinos de América del Sur, y casos como la migración haitiana, o de poblaciones centroamericanas que huyen en caravanas o son trasladados por redes de tráfico ilegal, en ese triángulo fronterizo que involucra flujos migratorios procedentes de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, que atraviesan el territorio de México, buscando llegar a los Estados Unidos, como destino final. En este escenario son múltiples los signos de alerta. Por un lado, la política de los Estados que sirven de acogida transitoria o de destino final a los migrantes. Por el otro, los riesgos de la movilización, que transforma a los migrantes en víctimas del tráfico ilegal de personas, de la persecución gubernamental o del rechazo de las comunidades de tránsito o acogida. Se trata de un mundo de irregularidades, ya que los Estados actúan en base a sus políticas de seguridad fronteriza, sin estar preparados ni jurídica ni conceptualmente para asumir funciones de protección y resguardo de los migrantes, que en la práctica son personas que huyen de sus países de origen, muchas veces sin contar con documentación ni dinero para movilizarse en condiciones normales. Se trata, de puntos ciegos, de zonas grises en la normativa legal que se le aplica a estos movimientos migratorios forzados, complicando aún más el tratamiento del problema. En este sentido, los dispositivos militares que los Estados ponen en ejecución, dejan sin protección a los migrantes, afectando su condición humana, y las deportaciones a sus lugares de origen, los pone en riesgo de sufrir torturas y vejámenes, siendo tratados como enemigos políticos o como delincuentes. Esta situación, en gran parte es el resultado del desconocimiento que se tiene de la composición y características de estos flujos migratorios forzados por la violencia y la crisis social. En muchos casos, no se llevan registros específicos que permitan diseñar y poner en práctica mecanismos de protección de los migrantes. En términos generales, no se diferencian las migraciones por causas socio-políticas o por efecto de desastres naturales, como las movilizaciones que se vienen dando por el cambio climático o por la destrucción de bosques, como es el caso de la Amazonía, donde el desarrollo de grandes proyectos agrícolas, ganaderos o mineros han forzado el desplazamiento de poblaciones en el Brasil y resto de países amazónicos. Un cuarto signo de alerta tiene que ver con los flujos constantes de población, cuyos efectos son más duraderos a nivel regional. La migración venezolana es uno de los casos más contantes y voluminosos que se han dado en estos últimos años y sus efectos deben ser analizados a escala regional. Igual sucede con la migración que se lleva a cabo en el triángulo norte del continente, que además experimenta un importante contraflujo o retorno desde los Estados Unidos a sus lugares de origen. También están los flujos migratorios extra-continentales, con poblaciones venidas de África y Asia a través de redes ilegales que movilizan personas por el Golfo de Darién, entre Colombia y Centroamérica, donde el paso de los migrantes se hace a costa de su propia vida. Finalmente, como otro signo de alerta tenemos las deportaciones y sus consecuencias en los Derechos Humanos, ya que se trata de un retroceso en la protección de seres humanos que han tomado el camino de la migración forzada por las circunstancias y que al ser deportados quedan en la incertidumbre y a merced de represalias en sus países de origen. Aquí hay que anotar la situación de los refugiados y su debido proceso de calificación legal, que a veces queda suspendida en el tiempo. Por otro lado, existen muchos espacios de acogida, como destino final del migrante, que lejos de ser solución, se transforman en lugares de violación permanente de los derechos humanos. En síntesis, la falta de coordinación de los gobiernos en la atención regional de este problema es un gran vacío. Sin herramientas legales para actuar los Estados dejan a los migrantes a su suerte. Se aprecia un debilitamiento de la gobernanza en sitios fronterizos y lugares de tránsito donde debieran concurrir en alianza las instancias internacionales de protección de los migrantes, los Estados involucrados y las comunidades afectadas de una u otra manera con la presencia de migrantes en sus territorios. Muchas políticas se quedan en anuncios por la falta estas alianzas locales o regionales que podrían ser muy útiles en la aplicación de soluciones.


Luego de esta exhaustiva mirada, pasamos a los signos de esperanza, constituidas por esas “texturas de hospitalidad” que se aprecian en las comunidades que han entrado en contacto con los migrantes, sea por ser zonas de tránsito o por ser destinos de acogida. Aquí se registran casos relacionados con la labor que desarrollan comunidades y organizaciones sociales que les brindan su apoyo y solidaridad a los caminantes, como es el caso de los venezolanos que han partido hacia países del sur, desde Colombia hasta Chile, cruzando los Andes a pie. Otro aspecto, es el intercambio de saberes y los procesos de intercambio cultural que a nivel de la música y la gastronomía se empiezan a desarrollar en las diferentes rutas de la migración y en las comunidades que sirven de acogida. Y el reto que ha significado la organización de los propios refugiados para cooperar con quienes le dan acogida. Estos procesos se vienen dando a escala local, no son publicitados, pero son signos de esperanza en la construcción de lazos de hospitalidad y reconciliación entre los grupos sociales y comunidades que se ven involucrados en la problemática de la migración como un problema humano. Y finalmente, los signos que nos desafían y que se deben asumir como retos en el corto y mediano plazo. En primer lugar, hay que darle mayor atención a las fronteras y a los pasos por donde circulan los migrantes. La frontera, en el caso latinoamericano no es un límite, un separador de pueblos con culturas diferentes, sino más bien, son espacios de vida compartida entre nacionales que están ligados por lazos familiares y culturales. Por ello, el reto es crear coordinaciones que faciliten la vida en esos espacios de frontera. Y en cuanto al drama de los refugiados, reconocerlos en su condición humana, dándoles herramientas para que sean protagonistas de su propio destino, tratando de entender el drama que viven en esa búsqueda de una mejorar condición de vida. La perspectiva que nos propone el ponente es hacer una mirada global y profundamente humana de la situación del migrante y del fenómeno de la migración en nuestro continente. Por una cultura del reconocimiento y la reconciliación como Humanidad La sesión de preguntas y respuestas sirvió para precisar los siguientes aspectos: Señalar que a pesar de la existencia de mecanismos de coordinación entre la ONU, organismos subregionales y gobiernos, para normar los tránsitos fronterizos y atender los flujos migratorios, hay ausencia de espacios para analizar las causas y los causantes de los procesos migratorios forzados, a fin de actuar para detenerlos o reducirlos. También se hace necesario crear mecanismos para la incorporación de organizaciones de la sociedad civil que trabajan en la protección del migrante y en la defensa de sus derechos humanos. Por su parte señalamos que se han venido formalizando pactos globales para una mejor gobernanza de los flujos migratorios, los cuales son de una gran importancia, pero estos deben mejorar su capacidad de operación contando con las organizaciones no gubernamentales que actúan en el área. Asimismo, existen mecanismos para impulsar programas de desarrollo que pretenden incidir en las causas de las migraciones, pero la dificultad está en coordinarlos con organizaciones comunitarias, inclusive contando con la participación de quienes han sido migrantes y refugiados. Aflora también una noción de frontera como tejido de relaciones y espacio compartido entre sus habitantes, aunque dominan las visiones económicas y de seguridad nacional entre los Estados fronterizos. Los gobiernos cierran y abren fronteras de manera unilateral, sin entender que son espacios vivos que al cerrar los accesos legales de tránsito, le están entregando el control fronterizo a las mafias y grupos ilegales que se lucran con el tráfico de personas. Por ello, hay que re-significar las fronteras como espacios de encuentro y fortalecer los sujetos fronterizos frente a los centros nacionales de poder gubernamental.


Siendo el caso de la migración venezolana, la segunda en el mundo por su volumen, con seis millones de personas huidas del país, especialmente desde el 2015, ese fenómeno masivo no parece replicable en otros países, aunque muchos de los factores desencadenantes del proceso venezolano están presentes en la región. Finalmente, para los ponentes el fenómeno migratorio debe ser un camino para forjar, desde el dolor y el sufrimiento de la huida, una cultura de reconocimiento del otro, de solidaridad, hospitalidad y reconciliación como Humanidad. Martin Eduardo Lucione https://facebook.com/Ecoalfabetizacion https://issuu.com/martinlucione Extraído NG Ciencia Craig Welch


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