Peligro por una bomba de carbón en Suecia

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Peligro por una bomba de carbono en Suecia El cambio climático en el norte de Suecia está ocurriendo tres veces más rápido que en el resto del planeta. El calentamiento global amenaza con el derretimiento del permafrost, y hay peligro por la liberación de gases de efecto invernadero encapsulados.

En el extremo norte de Suecia, el permafrost debajo del fango de Stordalen tiene miles de años y está descongelándose. El bello paisaje en el norte de Suecia muestra cumbres con pinceladas blancas y una superficie pantanosa con barro y lodo, debajo se encuentra el permafrost, tierra congelada con miles de años de antigüedad, pero algo está cambiando de manera acelerada. A sólo 10 kilómetros al este de la pequeña ciudad de Abisko en el Ártico, el calentamiento global está ocurriendo tres veces más rápido que en el resto del mundo. Esta situación preocupa a los científicos e investigadores que estudian al detalle los cambios en estos suelos helados, advierten que el deshielo del permafrost es una verdadera "bomba de tiempo" de carbono.

Ubicación del sitio de campo de Stordalen en Abisko, en el norte de Suecia.


Con el aumento de las temperaturas medias alrededor del Ártico, el permafrost ha comenzado a descongelarse, y al hacerlo las bacterias del suelo comienzan a descomponer la biomasa almacenada en su interior. El proceso libera burbujas de gases de efecto invernadero (GEI) como el dióxido de carbono (CO2) y el metano (CH4), a su vez esto acelera aún más el cambio climático y lo convierte en un círculo vicioso. Los gases que calientan el planeta y escapan del permafrost amenazan los objetivos climáticos del Acuerdo de París, ganados con tanto esfuerzo, advirtieron los científicos. Liberación de burbujas de carbono y olor a huevo podrido Entre el CO2 y el CH4 el permafrost contiene alrededor de 1.7 billones de toneladas de carbono orgánico, casi el doble de la cantidad de carbono que ya está presente en la atmósfera. Y aunque el metano permanece en la atmósfera durante solo 12 años (en comparación con los siglos del CO2), es aproximadamente 25 veces más potente como gas de efecto invernadero durante un período de 100 años, y esto preocupa a los científicos. El gran problema con el permafrost es que el descongelamiento y la consiguiente liberación de carbono continuarán, incluso si se reducen las emisiones humanas. Si bien el carbono encapsulado en el permafrost no se liberará todo de una sola vez, como una gran bocanada, sí se filtrará durante décadas, incluso cientos de años, y esa cantidad total casi triplicaría la concentración de carbono en la atmósfera. Varios modelos climáticos actualmente no tienen en cuenta el aporte de GEI por el derretimiento del permafrost, porque es difícil proyectar los efectos netos de ese deshielo. Múltiples consecuencias negativas Según el Programa de Evaluación y Monitoreo del Ártico, los datos indican que la temperatura media anual del Ártico aumentó 3.1 °C entre 1971-2019, en comparación con 1 °C para el planeta en su conjunto. Los científicos expertos en océanos y criósfera del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU, advierten que para el 2100 el permafrost podría haberse descongelado significativamente si no se reducen las emisiones de CO2. Y esta no es la única consecuencia negativa, "el deterioro del permafrost afecta el agua, las aguas residuales y las tuberías de petróleo, así como las sustancias químicas, biológicas y radiactivas enterradas", dijo el Ministerio de Medio Ambiente de Rusia en un informe de 2019. En Abisko, por ejemplo, se han abierto grietas en la superficie, y se puede ver el suelo hundido alrededor de la ciudad, incluso las filas de postes telefónicos se están inclinando porque el suelo ha comenzado a moverse. El característico olor a huevo podrido proviene del ácido sulfhídrico, a veces llamado el "gas de los pantanos". Pero es otro gas, inodoro en estado natural, que pone en alerta a la comunidad científica: el metano. Atrapado desde hace a veces miles de años en el permafrost, el carbono se está liberando y entra en la atmósfera. Entre el metano y el dióxido de carbono (CO2), el permafrost contiene el equivalente a más de 1,7 billones de toneladas de carbono orgánico, casi dos veces la cantidad de carbono ya presente en la atmósfera. Si bien permanece en el aire solo 12 años, en lugar de siglos como es el caso del CO2, el metano tiene un efecto invernadero 25 veces más importante. El descongelamiento del permafrost es una "bomba de tiempo" climática, advierten los científicos. El permafrost -el suelo que permanece congelado de manera permanente dos años consecutivos- está presente en cerca de un cuarto de las tierras del hemisferio norte.


En Abisko, el permafrost tiene hasta una decena de metros de espesor y se remonta a miles de años. En Siberia puede alcanzar un kilómetro de profundidad y cientos de miles de años de congelación. Con el aumento de las temperaturas, el permafrost comienza a descongelarse. Con ello, las bacterias descomponen la biomasa almacenada en la tierra congelada, lo que provoca nuevas emisiones de CO2 y de metano, que a su vez aceleran el calentamiento climático en un temible círculo vicioso. En el pantano vecino de Storflaket, más pequeño, la investigadora Margareta Johansson inspecciona el permafrost desde hace 13 años, y constata que la capa "activa" que se descongela en verano aumenta cada año. "Desde que comenzaron las mediciones en 1978, (la capa) aumenta entre siete a 13 centímetros cada diez años", explica esta geofísica de la Universidad sueca de Lund.

Deshielo del permafrost, reacciones en cadena.

"Este congelador que conservó las plantas congeladas por miles de años almacenó el carbono, que se libera a medida que la capa activa aumenta de espesor", precisa.


¿Punto de no retorno? Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, el permafrost podría retroceder "significativamente" de aquí a 2100 si no se reducen las emisiones de CO2. La temperatura anual media en el Ártico subió 3,1 grados en los últimos cincuenta años, en lugar de un grado para el conjunto del planeta, había advertido en mayo el Programa de Vigilancia y Evaluación del Ártico (AMAP, según sus siglas en inglés). La cuestión es saber si el permafrost ha alcanzado un punto de no retorno, un temido momento hacia una desaparición lenta y completa en la que la liberación de gases es ineluctable y el cambio del ecosistema se vuelve irreversible. EL PERMAFROST Este suelo congelado todo el tiempo retiene importantes cantidades de metano, el calentamiento global podría liberarlas

Los científicos se preocupan, por ejemplo, de ver la selva amazónica transformarse en sabana o los casquetes glaciares de Groenlandia y la Antártida desaparecer por completo. "Si todo el carbono congelado se escapase triplicaría la concentración (de ese gas) en la atmósfera", dice Gustaf Hugelius, experto en los ciclos del carbono y el permafrost en la Universidad de Estocolmo.


Los puntos de inflexión del clima

Pero esto no ocurriría de repente y en una sola vez, sino con el correr de décadas y siglos, precisa.


El principal problema del permafrost es que el descongelamiento continuará incluso si cesan de inmediato todas las emisiones humanas. "Acabamos justo de comenzar a activar un sistema que va a reaccionar durante mucho tiempo", afirma Hugelius. Grietas en el suelo En Abisko, una bonita pequeña ciudad lacustre de casas rojas tradicionales y conocidas por sus auroras boreales, las señales de retroceso del permafrost ya son visibles. Hay grietas en el suelo y pequeños deslizamiento de tierra. Los postes telefónicos se inclinan por el efecto de estos movimientos. En Alaska, donde el permafrost está presente bajo el 85% del territorio, su descongelamiento destruye las rutas. En Siberia, ciudades enteras comienzan a resquebrajarse por los deslizamientos de los cimientos. En Yakutsk (300.000 habitantes), la ciudad más grande del mundo construida sobre permafrost, algunos edificios ya fueron destruidos. El deterioro del permafrost también plantea otros riesgos para las poblaciones y amenaza infraestructuras como las cañerías de agua y los desagües, oleoductos y depósitos de almacenamiento de desechos químicos o radiactivos, según un informe del ministerio ruso de Medio Ambientes de 2019. El año pasado, un depósito de combustible se quebró luego de que sus cimientos se hundieran de manera repentina en el suelo cerca de Norilsk en Siberia, vertiendo 21.000 toneladas de gasóleo en los ríos aledaños.

Los cambios en los patrones climáticos han afectado la disponibilidad de alimentos para los renos. Se han visto edificios que comienzan a agrietarse a medida que el suelo se desplaza. En Yakutsk, Siberia, la ciudad más grande del mundo construida sobre permafrost, algunos edificios ya han tenido que ser demolidos. En Alaska, donde el permafrost se encuentra debajo de casi el 85% de la tierra, el deshielo hace que las carreteras se deformen.


Los patrones climáticos cambiantes también ya han afectado la disponibilidad de alimentos para los animales, por ejemplo de los renos. Según el Parlamento Sami de Suecia, unas 2.500 personas dependen de los renos para su sustento. Las temperaturas inusualmente altas hacen que la nieve se descongele y se congele nuevamente cuando vuelve el invierno, acumulando capas más gruesas de hielo que evitan que los renos caven a través de la nieve para alimentarse. Martin Eduardo Lucione Extraído Meteored Marina Fernández, AFP, rfi


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