LLORA ET LABORA
Llora et Labora (Memoria de la Carne) «Quiero llorar porque me da la gana, como lloran los niños del último banco…». Federico García Lorca, Poeta en Nueva York «… evocan las frías mañanas de invierno en las que la vara les dejaba las nalgas llenas de cardenales; el escozor podía durar varios días en la memoria de la carne». —J.M. Coetzee, Infancia «… y (mi madre) me dijo que en el mundo había dos tipos de hombres. Unos eran los incapaces de superar las palizas que se llevan de niños. Éstos siempre estarán acobardados porque, tal y como se pretende, las palizas matan su demonio interior. Y luego están aquellos afortunados a quienes las palizas acobardan y adiestran a su demonio interior sin llegar a matarlo. Ellos tampoco olvidarán nunca aquellos malos recuerdos de su infancia, pero (…) como han aprendido a vivir con el Diablo, se vuelven más astutos, saben lo que no sabe nadie, aprenden a hacerse amigos, a reconocer a los enemigos y a notar a tiempo los enredos que se cuecen a sus espaldas…». —Orhan Pamuk, Me llamo Rojo En recientes semanas hemos podido leer en la prensa nacional diferentes artículos que han dado cuenta del 45º aniversario de la fundación del Colegio San Carlos de Bogotá, prestigiosísima institución educativa dirigida por religiosos norteamericanos de la Orden de San Benito (OSB). Bombos y platillos, condecoraciones a sus directivos, así como la publicación de un libro sobre la historia del colegio, la excelencia de sus métodos pedagógicos y la trayectoria de ilustres exalumnos, han despertado en la memoria de mi espíritu —pero sobre todo en la memoria de mi cuerpo— la urgencia por contar mi versión de lo que vivieron en sus aulas y en su campus, el niño y el adolescente que fui, sobrevivientes de lo que podría llamar sin exageración una ordalía despiadada y extraña…
1963. Transition A El niño tiene seis años de edad. Dos años antes, curas y monjas norteamericanos han llegado al país, invitados por monseñor Concha, para hacerse cargo de un colegio para varones y fundan el que será su hábitat cotidiano durante los próximos 11 años. Desde ese entonces las matemáticas intensivas y el inglés se vislumbran como una necesidad imperiosa para los futuros profesionales de la clase dirigente. (… «para que aprendan a obedecer sin necesidad de traductor»…, dijo alguna vez Mario Benedetti). Sus padres deciden que en este nuevo
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