JUAN CARLOS CHEBEZ
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EL YAGUARETÉ DE LA CONSERVACIÓN
JUAN CARLOS CHEBEZ
EL MOTIVADOR Por Mariano Masariche
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Este texto es en realidad una adaptación de una suerte de carta de despedida que intente escribirle a Juan Carlos algunos meses después de su partida y que Bárbara me prepuso incluir en esta biografía. No pretende, por lo tanto, detallar su enorme tarea como naturalista, algo que hacen a la perfección varios amigos y conocidos que comparten este libro. Tampoco la objetividad es una intención. Sólo espero que la lectura de estas palabras -hilvanadas a través de dos momentos de mi historia personal- le hagan justicia, al menos en parte, al Juan Carlos generoso y buen amigo que también compartía la personalidad del más grande conservacionista de nuestra naturaleza en la historia argentina.
uan, fuiste “el nombrador”. Nunca te pregunté por qué le pusiste ese nombre a tu cuenta de correo electrónico ¿Habrá sido por la vidala de Jaime Dávalos? Mi interpretación personal es que vos descubrías, le echabas luz, valorabas...y entonces nos “nombrabas” especies, ambientes, lugares, que para muchos no existían hasta entonces. La Meseta de Somuncurá, La Fidelidad, el arroyo Urugua-í, el Pato Serrucho...fueron sólo algunos de tus “nombrados”. Tenías esa capacidad y además, y al mismo tiempo, contagiabas -de una forma que nunca había visto- el entusiasmo por conocerlos y conservarlos. Y acá viene un segundo término que me parece tan acertado para definirte como aquel que vos mismo elegiste: “el motivador”. Para referirme a esto voy a contar una pequeña historia en dos actos. Para mí enorme, pero pequeña en rigor si la comparamos seguramente con otras historias. Pero es nuestra historia. Tenía 17 años en 1987 y era socio, desde hacia un tiempo, de la Fundación Vida Silvestre Argentina. Salvo asistir a alguna charla o conferencia, no participaba de sus actividades. Me enteré que existían los célebres Grupos de Voluntarios y pensé ¡qué mejor lugar para aprender, trabajar y compartir con otros esa vocación que me acompaña desde que tengo memoria! El primer grupo que integre fue el Grupo Especies en Peligro de Extinción (GEPE), que coordinaba Marcelo Beccaceci. El nombre de tu grupo -Grupo Estrategia Nacional de Áreas Naturales (GENAN)- no me resultaba atractivo, debo confesártelo y no lo considere una opción. Pero, un tiempo después, me dije: “a ver ese del nombre raro ¿qué tal será?”. Y también me enteré que vos lo coordinabas y ya me resultabas un personaje conocido. Junto con Francisco Erize, eras para mí uno de los dos referentes argentinos en nuestro tema. Te había visto en varios programas de televisión y además era fanático de tus notas en la revista “Vida Silvestre”, esas notas bien “bicheras”, llenas de datos, apasionadas y apasionantes, que incluían siempre un mensaje de conservación, muchas veces dramático y urgente como aquella frase final en “El Llamado del Urugua-í” que la recuerdo más o menos así: “por las noches, un desesperado pedido de auxilio viene desde un libro guardado en mi biblioteca, que me impide conciliar el sueño”. El día que te ví en persona por primera vez, le conte a mi mamá apenas llegué a casa.: “lo ví salir de la Fundación a Juan Carlos Chebez”. Me animé, entonces, a pedir una entrevista con vos. Eras el Adscripto a la Dirección Técnica de la Fundación -o algo así- además Coordinador del GENAN.
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Recuerdo ese día perfectamente, en tu oficina de la planta alta de la sede de Alem. Fuiste muy cordial y sin mucho trámite me dijiste que vaya a la siguiente reunión. Pocos días después mi vida cambió. Para empezar la cantidad de gente de la reunión, .. eran como 20 o 30 personas, la mayoría de mi edad, un poco más, un poco menos. Y los hacías hablar a todos por turnos, y todos tenían cosas interesantes para decir. Todos parecían importantes ¡Hacían cosas! Gestionaban ante autoridades, contaban de sus viajes, leían sus informes. Muchos temas, desde el Delta del Paraná hasta el Litoral marítimo, desde el Chaco hasta las reservas urbanas y suburbanas (como las llamábamos en aquel momento). Estaba siendo testigo -y participe modesto- de una suerte de semillero del cual saldrián muchos de los más destacados conservacionistas de fines del siglo XX y comienzos del nuevo milenio. Ese mismo día salí con nuevos amigos y compañeros de aventuras, que lo serían por varios años más, y algunos de los cuales todavía conservo. A la semana ya estábamos organizando, entre un pequeño grupo, una salida de campo a la Cañada El Cazador, en Escobar. Fue mi primera salida como naturalista. Un par de semanas después, un fin de semana a las hermosas barrancas de Lima y sus talares: fue mi primer campamento naturalista. ¡En pocas semanas estaba en otro mundo! Nuevos amigos con los cuales compartía una pasión, mi vida cambió. Aprendía, me divertía, me sentía parte de algo importante. Las reuniones del grupo eran geniales, esperaba con ansias esos momentos toda la semana. Tus largas charlas eran clases imperdibles. Siempre me llamó la atención que vos hablabas con tanta pasión de la selva misionera como de la pequeña Reserva Ribera Norte, en San Isidro; del lobo gargantilla como de la mojarra desnuda de Valcheta. Todo era importante para vos, todo merecía ser conocido y conservado. Estaba haciendo y viviendo lo que parecía un sueño meses antes. Miles de anécdotas te podría contar. Fueron 3 años muy intensos y felices en mi vida que los recuerdo con un afecto especial. A varios de mis compañeros de andanzas los volví a encontrar, pero eso es otra historia a la que llegaré después. Tuve la suerte de vivir los últimos años del grupo. Tu ida definitiva a Misiones como asesor del Ministerio de Ecología y varios cambios internos en FVSA, como vos sabes, hicieron que el GENAN -junto a los otros grupos de voluntarios- finalmente se disuelva. Pero antes de irte me dejaste algo: mi primer trabajo. Reemplazando a Sofía como Supervisor de Ribera Norte. La primera vez que cobré un sueldo. Tenía 20 años. En el 2002 estaba con poco trabajo. El estudio de diseño gráfico que había fundado en 1996 lo habíamos cerrado. El caos económico del 2000/2001 nos alcanzó en lo que llaman “la crisis de crecimiento” por la que pasan los estudios, emprendimientos, pequeñas empresas, etc. Y nosotros no la pudimos sortear. Por otra parte, yo me había alejado completamente -todavía no se bien el motivo- de ese mundo que tanto me atraía de chico y adolescente. A vos no te había visto más desde 1990. Cada tanto leía alguna noticia en un diario donde te nombraban y por eso sabía que trabajabas en la Administración de Parques Nacionales, pero me mantenía al margen. Allá por 1995 me llegó a mi casa, por correo, un ejemplar de LOS QUE SE VAN. Dije, “este Chebez siempre tan considerado, me manda el libro porque yo colaboré”. No se me ocurrió contactarte ni agradecerte, estaba en otra.
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Apenas lo miré. Creo que no quería entusiasmarme de nuevo. Pero entre el 2001/2002, tampoco sé bien por qué, creo que por unos viajes que hicimos con Gabriela, se empezó lentamente a despertar de nuevo esa pasión olvidada, dormida por más de una década. Me encontré, casi sin quererlo, enseñándole a ella que era un bosque serrano…porque no era lo mismo un pinar que un monte de molles, talas y algarrobos. El poco trabajo seguro debe haber tenido su influencia también, quizás si hubiese seguido enchufado en mi mundo profesional anterior esto no pasaba, o pasaba más tarde. Nunca lo sabré. La cosa es que se me ocurrió buscarte en internet (la incipiente internet de la época) y di con tu mail, estabas todavía en Misiones. Te escribí, contándote que era diseñador gráfico y que quería volver a aquel mundo del cual me había alejado. Me respondiste con mucho afecto. Te alegraba que te hubiese ubicado y me hablaste de los reencuentros que depara la vida, usando la hermosa metáfora del tren: la vida de cada uno es como un tren, algunos se suben en una estación para compartir nuestro viaje un tiempo y luego se bajan. Hay quienes vuelven a subirse varias estaciones después, a otros no los vemos más. Quedamos en que en un viaje próximo tuyo a Buenos Aires nos veríamos. Al poco tiempo te fui a visitar a una oficina en la sede de Parques Nacionales, vos ya como asesor del Presidente Luis Rey. Ese reencuentro, poco tiempo después lo sabría, me volvió a cambiar la vida!!...como había pasado 15 años antes. Nos pusimos al día con nuestras historias de vida (vos hablaste más, como siempre) y me recomendaste que lo contacte a Andrés Bosso, me dijiste: “Aves Argentinas anda buscando un diseñador” y Andrés ¿te acordás de Andrés?, es ahora el director de la vieja Ornitológica, ahora llamada Aves Argentinas, llamalo y decile que hablaste conmigo”. A partir de ese preciso momento y en esa oficina enfrente a Plaza San Martín empezó una nueva carrera profesional para mí, que no paró desde entonces. Además de Andrés, me reencontré en Aves Argentinas con dos amigos de aquellos años de la Fundación, con los que pude volver a trabajar en varios proyectos: Eduardo Haene y Santiago Krapovickas. Me llevaste luego a la recién creada Fundación de Historia Natural Félix de Azara, donde estabas por formar el Grupo de Voluntarios de Áreas Protegidas y Especies en Peligro, y me pediste que -como viejo miembro del GENAN- observé como se desarrollaban las primeras reuniones. Esas multitudinarias y maratónicas reuniones de hasta 50 personas en las aulas de la Universidad CAECE, que comenzaban a las 14 hs y.... ¡terminaban a veces a las 22 hs! Una nueva generación de naturalistas y conservacionistas tuvo, en ese grupo, la oportunidad de recibir clases magistrales y salir contagiados de entusiasmo, que con sus similitudes y diferencias yo lo veía -y creo que vos también- como una especie de “GENAN segunda edición”. Y en buena medida así fue. También me presentaste a Adrián Giacchino, su joven director, con el cual comencé a trabajar casi de inmediato como diseñador gráfico. Los trabajos pioneros para estas dos instituciones, rápidamente, me fueron dando a conocer como diseñador gráfico en nuestro ambiente y también me permitieron reencontrarme con más de los viejos conocidos de los ochentas. En poco
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tiempo se fueron sucediendo nuevos encargos de otras entidades. Y, como frutilla del postre, me convocaste para diseñar tu ambiciosa “Guía de las Reservas Naturales de la Argentina” en 5 tomos, y más tarde para la reedición de tu obra clásica “Los que se van”. Me presentabas de esta forma: el “diseñador naturalista” o el “naturalista diseñador, que combina su pasión con su profesión” ¡Que hermosa síntesis! Y en tu boca esos conceptos eran una inmejorable carta de presentación para mí. De alguna forma me reinventé y vos fuiste clave en eso. Un punto de inflexión en mi vida, en un momento difícil, en el que estuviste presente con generosidad y dándome confianza y orientándome. Desde aquella charla -para mi histórica- en la oficina de Parques comencé a redireccionar mi profesión, dirección que hoy conserva y que me posibilitó ser parte de muchos proyectos de conservación, educación y divulgación. Y además desde este reencuentro nació para mí la verdadera amistad. Yo me sentía ya más parejo, teníamos más cosas de las que hablar. Nos hicimos medio confidentes. No hace falta que te cuente como vivimos nuestra amistad los últimos años. Eso lo debes tener bien fresco. Y como si algo faltaba, poco antes de irte, tuve la suerte que trabajemos juntos una vez más y como coautores – con Norberto Bolzón– para darle forma al hermoso libro “Nuestros Árboles”. Un verdadero tesoro para mí. Por todo esto que intenté recordarte ahora, para mí además de un “nombrador” fuiste por sobre todas las cosas un “motivador”, un “orientador”, un “impulsor”. Juan, me quedo con la tranquilidad de habértelo dicho pero quizás lo debería haber hecho más veces: ¡Gracias! Espero haberte devuelto, al menos en parte, todo lo que me diste. ¡Un abrazo Juan!
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