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PERALVILLO, ORGULLO DE LA BARRIADA
EL BARRIO DE PERALVILLO, UNO DE LOS ASENTAMIENTOS MÁS ANTIGUOS DEL CENTRO HISTÓRICO, TIENE MUCHO MÁS QUE OFRECER QUE PREJUICIOS SOBRE LA VIOLENCIA
El barrio de Peralvillo, uno de los asentamientos más antiguos del Centro Histórico (contrario a la creencia popular), tiene mucho más que ofrecer que autopartes robadas y violencia callejera. Forma parte de la Colonia Morelos (junto a Tepito y la Lagunilla) y apenas abarca 8 cuadras de sur a norte, atravesadas por la avenida del mismo nombre. Sin embargo, no hay que confundirlo con la Colonia Peralvillo (que tiene calles tituladas como músicos y compositores) o la Colonia Exhipódromo de Peralvillo (hogar de una antigua arena hípica). Antes compartían territorio pero, tras la expropiación de algunos terrenos y la apertura del Paseo de la Reforma, comenzaron historias separadas. Al igual que el resto del Centro Histórico, el Barrio de Peralvillo tiene sus raíces en la época prehispánica. Durante los dos primeros siglos de la conquista fue habitado por indígenas y mestizos que no encajaban en la sociedad española, pues desde entonces arrastra la etiqueta de sitio marginal, pobre y violento.
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La etapa de mayor florecimiento para la Peralvillo sucedió en el Porfiriato. En este periodo se perforaron pozos y construyeron obras hidráulicas que resolvieron el eterno problema de agua en el sector (se inundó en 1629 y arrasó con muchas edificaciones del barrio). Gracias a ello fue posible el establecimiento de fábricas icónicas como la Fundidora Talleres del Coro, el taller de vitrales Claudio Pellandini y el propio Hipódromo de Peralvillo. Hasta la mansión del expresidente Manuel González estaba ahí. Desde Eje 1 hasta Goroztiza (sobre toda la Avenida Peralvillo) son incontables los negocios que ofrecen refacciones, y los vehículos bajan la velocidad en búsqueda de las autopartes deseadas. Es el negocio número 1 de la colonia. Más o menos a la mitad del recorrido encontramos la Plaza de Santa Ana, que todavía protege el honor de la parroquia colonial que le da su nombre. En Bocanegra 73, donde estaban los Talleres del Coro, ahora existe la Casa de la Música Mexicana; mientras que en Comonfort 48 yacen las ruinas de lo que alguna vez fue la Casa Pellandini. La antigua aduana del pulque es ahora el Museo Indígena. Según los vecinos, fue en este mismo barrio donde Jaime Nunó y Francisco González Bocanegra se atrincheraron hasta terminar el Himno Nacional. Dos calles, paralelas la una a la otra, llevan sus nombres en honor a la proeza, como recordatorio permanente de que a la Peralvillo le preceden siglos de historia y tradición.
Fuente: “On Parasocial Relationships and the Boundaries of Celebrity” Teen Vogue .