Poner en escena a Séneca es siempre una tarea ardua y por esto profundamente interesante. Se sabe que sus tragedias no fueron escritas para ser "puestas en escena" según las reglas tradicionales de su tiempo; se trató de una verdadera experimentación dramatúrgica, que parte del proyecto de confiar a la sola "performación" de la palabra la construcción de toda la acción, sin recurrir a escenas, movimientos o vestuarios. La voz del actor es el único instrumento para el cual Séneca escribe, convencido de la fuerza evocativa y creadora de la misma palabra.