Qué velada la Velada Metafísica - Por Carlos Vásquez Tamayo

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Qué velada la Velada metafísica

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Velada metafísica, Teatro Matacandelas. Fotografía de los actores Juan David Toro (en el papel de Fernando González) y Juan David Correa (en el papel de Ciro Mendía), por Sebastián Laverde. Grafismo: Tragaluz editores. Ganador del estímulo a publicación periódica cultural, 2009. Secretaría de Cultura Ciudadana, Alcaldía de Medellín.

MEDIAVUELTA No. 14 ∙ diciembre de 2009 ∙ ISSN 2027-0852 Qué velada la Velada metafísica. © Tragaluz editores S.A. www.tragaluzeditores.com Distribución mensual y gratuita Medellín - Colombia


E

n este ejemplar Mediavuelta ha querido rescatar fragmentos de cuatro cartas en las que el poeta y filósofo Carlos Vásquez Tamayo deja plasmada su opinión sobre la obra Velada metafísica del grupo de teatro Matacandelas, basada en la vida del escritor y filósofo Fernando González. Respetamos la ausencia de mayúsculas y puntos finales que hacen parte del estilo del autor.

* * * para nada me extraña que hayan premiado esta puesta en escena [1]: espléndida, visualmente completa, artísticamente impecable, con un acople perfecto entre el tiempo y el espacio, con un encuadre justo entre el contenido y la forma y la belleza de las voces, su naturalidad y la verdad con que entregan los textos, sabiamente seleccionados, pero sobre todo encarnados, en un movimiento orgánico, vivo como los truenos, reales como el pensamiento y el rayo es una obra sinfónica, polifónica, creo que es la madurez del matacandelas y ese montaje le hace dar un salto al teatro colombiano, todo lo que han estudiado madura aquí, cuaja, se da a ver en su impecable construcción orgullo saber que se va a poder mostrar en el extranjero [2]: ¡qué retrato de colombia!: desgarrador y cierto, sin concesiones, estamos ahí en lo que somos, qué maestría la de Fernando González para saberse, leernos, descifrarnos, viviseccionarnos

siento que Velada metafísica es puro pensamiento en acción, argumentos desnudos, los de Fernando González, que pueden ser de cualquiera por universales, tocan el corazón del hombre, la verdad de ser hombres, su exigencia, su paradoja, el riesgo de vivir al desnudo, sin mentirse, despojado de todo a Fernando González no se lo puede enseñar académicamente, quizás a ningún filósofo, y a él menos pero sí así, sin trasladarlo o adaptarlo, dándolo a ver en esa luz verdadera, en esas voces auténticas, en ese ritmo que va volviéndose frenético, angustioso, agónico qué textos, parecía agua corriendo, esas cartas y esos pedazos de cuadernos, es así como hay que escribir, mantener un cuaderno abierto, en medio del paisaje la vida los hombres, los avatares de la vida diaria y escribir todo ahí con esa prosa limpia, agresiva, punzante miro esta puesta en escena desde mi sensibilidad, abierta a lo que nos pasa, a lo que somos como colombianos, esa velada metafísica es un fresco impresionante de nuestra voz y nuestra sangre, por ahí pasa todo, los miedos, los horrores, las encrucijadas me parece un documento desde el arte, más valioso que lo que dice la historia o la crítica o la misma filosofía [1] Premio Nacional de Dirección a Montaje Teatral, Mincultura, 2009. [2] París, Francia, Festival Don Quijote de Theatre Hispanique, noviembre 21 de

2009 y en Las Palmas de Gran Canaria (España), diciembre 1 de 2009.

[*] Fotografía del actor Diego Sánchez (en el papel de Lucas de Ochoa), por

Sebastián Laverde.

esperanzas, experiencias, reclamos, rechazos, amores, todo y todo en eso que somos, que a veces nos hastía y ahoga

contra todo patrioterismo, es que ser colombiano tiene que ser mucho más que lo que nos han dado, nos han hecho creer, ser colombiano es ser uno, es lo mismo en cualquier parte, si no reivindicamos al singular somos una comunidad gregaria desgraciada, pegada a valores muertos y que matan

un alma agonizante, en trance: y puede desconcertar el arrebato místico de Fernando González, pero es algo más complejo, no es un alma que se vuelve piadosa, es el sarcasmo que habla con dios, la imprecación de la locura, la lucidez de una razón que se rebasa

hay algo vital en todo esto, lo impostado queda fuera, lo antioqueño y aún lo colombiano entran por esa puerta que ellos (el matacandelas) abren en toda su complejidad: pequeñez, mezquindad, avaricia y a la vez plétora de paisaje, desnudez del idioma, violencia de un alma que recuerda que lo nacional está hecho de singularidades y lo que aparece de cuerpo entero o con varias almas para un solo cuerpo es un pensador inmenso, desparpajado y desnudo, tozudo y tenaz, obstinado y dulce, áspero y sereno: todo eso a la vez y la plétora de voces, figuras, tonos, vidas,

y en medio de ese ahogo un pensamiento vibrante, insistente, que no da tregua

y la intimidad, esos momentos en que se queda solo, en que habla en voz alta pero para sí mismo y dice todo y nada queda fuera metafísica es viaje y el único viaje que se permite es a pie me conmovió el testamento: ¡qué desprendimiento, qué violencia, qué libertad! y al mismo tiempo: déjenme tranquilo, soy libre, sé que me quieren seguir hasta la muerte y decirla y vestirla y no me dejo y me suelto y me sublevo qué bueno tener un escritor así, no tiene nada que envidiarle a ninguno, es prosa verdadera, aguda, necesaria Por Carlos Vásquez Tamayo Poeta y filósofo

Tragaluz editores s. a. / www.tragaluzeditores.com / mediavuelta@tragaluzeditores.com / Medellín-Colombia

Qué velada la Velada metafísica

además la pedagogía: el público estaba arrobado, entregado, comprometido, sentí una participación inusual, una entrega incondicional y, a la vez, una disposición a verse, dejarse auscultar

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Ser colombiano tiene que ser mucho más que lo que nos han dado, nos han hecho creer, ser colombiano es ser uno, [...]

No. 14 - Diciembre de 2009


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