CORONALIBRO
ISBN: 978-607-28-1839-2
CORONALIBRO
CORONA
LIBRO
Coronalibro / Francisco Mata Rosas, coordinador y compilador . -- México : UAM, Unidad Cuajimalpa, 2020. 211 p.: il., fot. col. ; 24 X 20 cm. ISBN: 978-607-28-1839-2 1. Fotografía documental -- Infecciones por coronavirus -- Aspectos sociales 2. Fotografía -- Cuarentena -- Aspectos sociales 3. Fotografía -- Epidemias -- Aspectos sociales I. Mata Rosas, Francisco coord. Dewey: 779.092 C67 2020
LC: TR820.5 C67 2020
UNI V ERSI DAD A UTÓ N O MA ME TRO P O L I TAN A Dr. Eduardo Peñalosa Castro RECTOR GENERAL
Dr. José Antonio De los Reyes Heredia SECRETARIO GENERAL
Dr. Rodolfo René Suárez Molnar RECTOR DE LA UNIDAD CUAJIMALPA
Dr. Álvaro Julio Peláez Cedrés SECRETARIO DE LA UNIDAD
D.R. © 2020 UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Cuajimalpa Avenida Vasco de Quiroga 4871, Col. Santa Fe Cuajimalpa. Alcaldía Cuajimalpa de Morelos, C. P. 05348, Ciudad de México www.cua.uam.mx ISBN 978-607-28-1839-2 Coordinador editorial: Mtro. Francisco Mata Rosas Edición fotográfica: CML y CGD de la UAM Corrección de textos: Diego Germán López Moreno Diseño de portada e interiores: VLA 2
UN DIARIO DE EMOCIONES I RV I N G C A B R E R A TO R R E S Colonia Ermita Zaragoza, Iztapalapa Ciudad de México, 18 de abril de 2020
El canto de las aves se escucha en una avenida sumamente transitada en el oriente de Neza. Sigo pedaleando: “Se oye mucho silencio durante buena parte del recorrido por la 4ta avenida, es lo que más predomina, a pesar de que pasan carros y más carros. De un momento a otro comienza el silencio característico de buena parte de las calles. ¡Se ve raro, se escucha raro, muy raro!”. Continué avanzando y el sentimiento de vacío se incrementaba, por primera vez comencé a sentirme solo. Tengo miedo. Por una calle cercana al palacio municipal de Nezahualcóyotl no hay ninguna persona en la calle, silencio absoluto donde hace una semana había ruido. Tengo miedo, me siento solo. Pedaleo más rápido y escucho unas aves cantar, está cayendo la tarde y quiero llegar a casa de inmediato: “Es mucho el silencio que se escucha, tenemos tanto silencio que ahora nos podemos escuchar a nosotros mismos. Creo que ese es el miedo, por fin estamos entrando en contacto con nosotros. Nos está dando miedo hasta donde están llegando nuestros pensamientos. Al mismo tiempo que hay silencio hay mucho ruido: información que solamente nos está haciendo vulnerables a nosotros mismos y a nuestros pensamientos. El silencio es tremendo. El silencio, el aislamiento, la falta de contacto con los que están a tu lado, esos que tienes más inmediato. Hablar a la distancia me confunde … Hay mucho silencio. Antes era el ruido, ahora es el silencio. No tener contacto en un saludo con alguien que tú quieres nos está llevando a unas formas de comportamiento extrañas, quizá nos convertiremos en insanos sociales”. Estos sentimientos me recorrían mientras regresaba a casa. ¡Ya quiero llegar, faltan 9km! Llego a casa, veo lo frágiles que somos. Mis padres comienzan el encierro, esta misma tarde que me invade la soledad, no sabemos cuánto durará. Tengo mucho miedo. Las reacciones sociales, políticas, económicas, individuales me dan incertidumbre. No dejo de morderme las uñas. Comienzo a documentar el Coronavirus la mañana del 25 de marzo, durante una caminata en el tianguis de Iztapalapa, cuando ya estaba declarada la “fase dos” de la contingencia sanitaria en todo México. Pasan los días, hay cifras oficiales de muertos y contagios, gente en la calle, negocios que comienzan a cerrar. “Eso ni existe, acá en el barrio la banda es vale madre”, dice un amigo. 3
“No seas puto, no te abras”, “puto el que se abra”, fra-
Pasan los días, mi hermano enfermó de gripa a finales
ses con las que crecimos en el barrio (si es homofóbico o
de marzo. Ya no llega a la casa desde entonces, por miedo
machista, o si alguien ya analizó la frase, es tema para un
a contagiar de algo a mis padres (él es video periodista para
texto más instruido). Ahora observo y escucho la vida en
el periódico La Jornada). Mi hermana sale a trabajar, llega
las calles.
estresada y dice que tiene miedo todos los días (trabaja en
Salí al mercado, estamos a unos días de finalizar marzo. Quería ir a la Iglesia de San Judas para hacer foto, las ganas
Canal 40). Ahora yo salgo a comprar la comida y las cosas que hagan falta, estoy desempleado.
se me fueron porque tengo miedo de contagiarme o traer
Antes del encierro obligado hacía fotografía de calle va-
el virus a casa. Decidí quedarme en el barrio, aquí y en los
rias veces por semana, platicaba con desconocidos, los sa-
lugares donde he estado la mayoría se pregunta, refiriéndo-
ludaba. En ocasiones me invitaban una cerveza o algo de lo
se a la crisis económica: “¡¿Qué vamos a hacer?!”. Al mismo
que estuvieran comiendo. Ahora recorro Neza e Iztapalapa
tiempo, se responden: “¡A buscarle, a buscar la manera!”. Iba
en bici, ya no hablo con nadie, pocos traen cubrebocas. Es-
caminando al mercado que está en los límites de Iztapalapa
cenas que ya no se veían: ¡Ahora hay jóvenes jugando en
y el municipio de La Paz, al oriente de la Zona Metropolitana
las calles o en las canchas de basquetbol! La información
del Valle de México, venía caminando “El Tortugo”, mi amigo
de muertes y contagios me perturban, el barrio me inyecta
desde que íbamos en la secundaria y me pregunta: “¿Qué te
valentía.
has hecho?” –contesto– “Trabajo de fotógrafo”, después de
Un señor recargado en su “diablo” comentó que iba a
intercambiar palabras le digo que soy como los vendedores
“morir luchando”, como decía un amigo que murió después
ambulantes: salgo a hacer fotos y después las vendo. Vendo
de ser secuestrado en Tlaxcala, “en el barrio puedes ser todo
noticias, al no haber actividades no hay noticias. Él contesta:
menos puto”. Aquí hombres y mujeres, nadie se está abrien-
“Sí, está bien cabrón, ¿qué vamos a hacer? Espero que esto
do. Todos están con la frente en alto y saliendo a las calles
pase pronto, espero el lunes comenzar a trabajar, porque la
sabiendo –o quizá sin saber– a que se enfrentan, pero no se
semana pasada sólo trabajé dos días. No sé qué vamos a
van a quedar sentados. Es increíble la cantidad de personas
hacer, pero vamos a buscarle”. Después su rostro se puso
que había en las calles de Neza, a pesar de que las reco-
serio y me dijo: “Vamos a robar”. Le pregunto: “¿Y qué vamos
mendaciones son quedarse en casa. Algunos lo llamarían
a robar si no va a haber gente en la calle?” – “Pues vamos a
resistencia, para mí “aquí nadie se abre” es porque todos
robar el mercado”. De las personas que he escuchado nadie
estamos riéndonos, incrédulos, nerviosos, preocupados.
está diciendo qué va a hacer ni se está lamentando. No, ante
Las actividades no se detienen. Hoy en Neza me encontré
la pregunta ¿qué voy a hacer? de inmediato su mente y sus
muchos automóviles transitando. En un semáforo estaba
ojos aterrizan en un presente de incertidumbre y dicen: “Voy
un malabarista que hacía su acto con machetes. Se llama
a buscarle, a chingarle. No hay de otra, a trabajar…”
Martín y es de León, vive en Neza desde hace tres años; su 4
voz era tímida, después agarró confianza, ya no había carros.
Viernes de Viacrucis. Salgo del metro Iztapalapa y no hay
Me dice que si le está yendo bien, que la gente en Neza “es
Nazarenos, ni puestos del tianguis ni ruido, sólo policías. Re-
buena onda… hay que buscarle la manera de sacar la comida,
corro las calles que se visten de escasos papelitos morados y
ya lo demás es lo de menos”. Pedaleo de vuelta a casa, el sol
blancos, fotógrafos en grupo se mueven por las calles, todos
quema, mi ruta cambió. En la esquina de una calle cercana al
con cubrebocas. Difícil pasar desapercibido. Llego a las cru-
Faro de Oriente, en Iztapalapa, un grupo de jóvenes bebe cer-
ces y sólo policías a caballo. Guardo mi cámara, llego a la casa
veza, el camión de gas abastece una casa, el puesto de tacos
del fotoperiodista Jesús Villaseca, que vive a escasos metros
aún tiene gente, a pesar de que pasa del mediodía. Regreso al
de esas cruces. Tampoco preparó su comida de Viernes San-
encierro.
to, ningún fotógrafo llegó a su casa, como suelen hacerlo cada
Es Semana Santa y no había visto el Centro Histórico des-
año. Como el Viacrucis que no se realizó después de 177 años,
de hace varias semanas. El silencio otra vez, la ausencia de
ese rico bacalao que otros años preparó Villaseca tendrá que
ruido me intranquiliza, calles vacías, los pocos transeúntes
esperar para mejores tiempos.
caminan rápidamente. Recorro las calles 16 de Septiembre,
Mi madre frente a la computadora toma su primera clase
Motolinia, Gante, un poco de Madero, que a diferencia de otros
virtual de lengua náhuatl. Me asomo a su pantalla que se pas-
días ahora está todo cerrado. Ahora no me engento como
ma cada diez segundos, los rostros de personas adultas me
siempre, parece que me desengento. Espero más de diez mi-
conmueven. En días atrás mi padre comenzó a hacer arreglos
nutos para que alguien pase frente a un grafiti. Se me ocurrió
a la casa, a los aparatos eléctricos. Transcurrieron varias no-
hacer un retrato en la calle 5 de mayo, la más transitada. Se
ches y parece que se aburrió. Fernando, el chofer que ahora
acerca un hombre caminando que trae colgando un gafete de
maneja la camioneta de transporte público que mi padre lleva
minusválido, me pide “una moneda para comer”. Sólo traigo
sin manejar desde hace más de un mes, llega todos los días
un billete de veinte pesos y diez pesos en mi tarjeta del metro.
por las noches con las manos casi vacías de dinero; después
De mala gana, con voz de fastidio, le digo que no traigo dinero,
de quince horas y media de trabajo sólo entrega 300 pesos de
se detiene casi frente a mí y me pregunta: “¿Qué es una foto?”.
ganancias.
Con la misma voz de fastidio, después de unos segundos de
A pesar de las recomendaciones para quedarse en casa,
silencio, le contesto lo único que vino a mi mente: “Una foto es
en mi barrio y los cercanos la gente está afuera, algunos con
una imagen”. Ya quería que se fuera, me contesta: “Una foto es
cubrebocas, otros más con tranquilidad en el rostro, uno que
un instante que ya no existe”. Me quedé en silencio pensando
otro inhalando su mona o fumando un toque. Las noches son
en aquel hombre, me sacudió. Tengo miedo, me siento solo,
ambientadas con música de banda, mientras se escuchan
quiero un abrazo, un contacto, extraño la calidez, el cariño que
como caen o chocan las caguamas.
alguna vez tuve. Parece que aquellos instantes de muchedum-
No puedo dormir, te extraño.
bre en las calles ya no existirán más. 5
HOY
JULIA CENTENO
Hoy no deseo hablar con nadie, como si igual pudiera. Me llegan invitaciones a yoga, grupo, gimnasia funcional, bordado, torta de banana con frutos secos. Pero igual yo no deseo hablar con nadie. El silencio de la cuadra me atraviesa violento y me da vuelta la cara cuando bajo a desayunar. No sé qué día es hoy, pero me maquillo y me peino. Isabella se comió el cable de la aspiradora y es un hecho trascendente. Isabella le ladra al viento y éste no responde. Mi novio dice que tiene ganas de mí y nos prometemos cosas para cuando todo esto termine. Igual hoy yo no tengo ganas de hablar con nadie, digo, cómo si igual pudiera. Pienso que me gustaría bucear en las luces que deja el sol en los intersticios de las hojas, adentrarme y quedarme ahí. El celular me parece un invento abominable y ya no quiero hablar. Me baño en lavandina y después me pongo perfume sólo para mí. Tampoco quiero abrazarme por Messenger. Tampoco quiero hacer streching. Hoy no y me engaño pensando que es una elección. No tengo ganas. Como sí.
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EL PRIMER DÍA DE NUESTRO ENCIERRO POR LA EMERGENCIA DE COVID
Llegada la noche, cuando me fui a acostar, mi compañera ya estaba tendida so-
MIGUEL ÁNGEL I ZQ U I E R D O S Á N C H E Z
Me dispuse a calcular con la mano extendida, a palmos, la distancia que plan-
bre la cama, dándome la espalda. Me recostaba cuando advirtió: A un metro y medio de mí, como lo recomiendan las autoridades sanitarias. ¿Qué dices? Que te acuestes a un metro y medio de mí. ¡Ah caray! –contesté enfadado.
teaba. El metro y medio daba justamente en el borde de la cama, ¡por lo medido quería que me quedara a dormir en el aire! Me defendí: No da para metro y medio, ¿no querrás que duerma en el suelo? No, pero puedes dormir en el sofá de la sala, por seguridad de ambos y de los hijos. Mmmmm –contesté por demás contrariado. Fui a la sala, soñoliento, con sábana en mano y al disponerme a colocarla sobre el sofá, ahí estaba “Bati”, el dogo argentino consentido de mis hijos que me enseñó sus colmillos de singular quijada, gruñendo. Para quien no lo sepa, apenas nace uno de estos perros y, casi con los ojos cerrados, busca un sofá para descansar. ¡Los muy perros! Si no me lo creen, googleen y sabrán esta verdad universal, descubierta por célebres etólogos. Bueno, el caso es que no estaba para combatir desigualmente con un contrincante de tal dentadura, teniendo yo los colmillos más pequeños en toda la familia, y cascados. Así que avancé dos pasos para recostarme en un mullido sillón floreado que está junto al sofá. Tendí la sábana, me envolví el cuerpo y extendí las piernas para recargarlas en un brazo del sofá. El Bati volvió a gruñir, esta vez con más fuerza y amenazador. La verdad es que me intimidó, pues yo no sabría caminar a falta de algunos dedos, así que recogí mis piernas y, en posición fetal, dormí a pedazos, como los de un cristal de auto que rompen a martillazos, como pude. Eso fue lo más relevante del primer día y de la primera y maldita noche de nuestro encierro. Si me ven despeinado y desvelado, ya sabrán por qué.
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A MIGUEL HERNÁNDEZ EN EL ANIVERSARIO DE SU MUERTE LU I S E R A S M O A RT E A G A N I E TO Toluca, México 28 de marzo de 2020
que sabías el nombre y apellido del hombre que te acechaba te confieso desde mi casa en América a ti que nunca pisaste mi tierra que quisiera estuvieras aquí conmigo
Pienso en ti, Miguel
para que fueras mi amigo
en medio de mi arresto domiciliario
y me enseñaras a escribir como tú
pienso en tus labios morados
y es que, haz de saberlo
en tu fiebre
yo no me basto
en tu tos
para hacer sentir a mi amor amado
y en la muerte colocando su mano
diferentes encierros son los nuestros
entre tu camisa y tu pecho
a ti los bastardos te encerraron
asediando tu aliento de poeta
para enfermarte
dejando tu oxígeno sin armas
yo estoy encerrado por miedo
a ti
a una bastarda enfermedad
que por tomar las tricolores te encerraron
que ronda por las calles
pienso en tus brazos desesperados
¡ay!, todo es tan extraño en mis tiempos
de tanto deseo de abrazar a tu amor
pero algún día nos encontraremos, hermano mío
a tu corazoncito guapo
y platicaremos largamente de nuestros países
como dulcemente llamabas a Josefina
y de nuestros amores
leo y releo tus lágrimas y miedos
yo te hablaré de Huitzuco y Rosa Morada
de hombre enamorado y solo
que en algo creo se parecen a Orihuela
me muero por ti aquí y no voy a tener quien me entierre
mientras tanto
¡me partes el alma de tristeza, Miguel!
habrá para ti una manzana en
a mí
la ofrenda de mi casa
que también soy hombre enamorado
cuídate mucho allá en la muerte, poeta mío
me pregunto cuál de las tres heridas
tú eres el rayo que no cesa
fue la que te mató
¡hasta pronto, Miguel!
a ti
dale mis saludos a Federico. 8
Margara de Haene
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Mateus Bruxel
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Patricio Crooker
15
Lorenzo Far fรกn
16
Esperanza Maldonado Ar tieda
17
Karla Jaqueline Peniche Romero
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Grisel GarcĂa
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Sergio Valnez
20
Rogelio García Treviño
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Ariel Timy Torres
22
23 Miguel Ă ngel Camero
Diego Arรกoz
24
Daniel Carrera
25
Alejandra Edwards
26
Amalia Gamio
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28
Fernando Ribeiro
29 Gabriela Cardona Walther
Nelson Gonzรกlez Leal
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Mariana Mata-Lara
31
Ariel Timy Torres
32
Alejandra Malcorra
33
Astrid RodrĂguez
34
Adela Gonzรกlez De Leรณn
35
Nazareno Ausa
36
Julio Bronimann
37
Lorena Velasco
38
Alejandro PĂŠrez Cer vantes
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Fernando Velazquez
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41
Dante Busquets
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Mauricio JimĂŠnez Reynoso
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45 Adriana Balderrama
Octavio Soto A .
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Ă ngela M. Ă valos
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Anie Castillo
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CORONAVIRUS ROCÍO DESIMONE
La vieja, de tapado y zapatos de media suela, empuja de un codazo al hombre de seguridad que entorpece el paso, y coge el carro. Sólo quedan tres, llegó justo a tiempo. Aprieta su cartera y avanza con envión sobre las góndolas. El carro está malo, tiene una rueda fallida que dificulta la dirección y atrasa su velocidad. –La puta –masculla la vieja analizando los oponentes a su alrededor. Los pies se cruzan por delante, por detrás. Incluso por debajo. Es imposible llegar a ver los estantes. “Ya nadie respeta nada”. –¡Eh, vieja!, ¿qué hace? –grita el hombre cuando siente la punta del carro hundirle el abdomen.– Tenga más cuidado. La vieja no responde. La altura de sus ojos no le permite acceder a su cara, que poca importancia tiene en este momento, pero sí a sus manos. Afila la vista, buscando en su córnea algún esbozo de juventud que le permita hacer un foco preciso. “¿Es…?”, las manos del hombre se traslucen a través del frasco. “¡Es!”, festeja para sus adentros. De un movimiento, la vieja empuja el carro hacia un costado, que rebota, no demasiado lejos. Toma con fuerza los lazos de su cartera y apretando las muelas se lanza sobre el desinfectante. El efecto sorpresa es positivo. Los brazos del hombre se abren ante el inesperado embate. El frasco cristalino desciende con gracia inmaculada, entre nuevos brazos que se estiran desesperados. –¡Irresponsables! –¡Aléjense! –¡Suéltenme! –¡Es mío! Sus gritos rasgan el aire. La respiración se espesa dentro del círculo formando una nube de ADN. La vieja se aferra con dificultad al frasco, que se zarandea por la agitación de los cuerpos amontonados. Los microbios se multiplican, puede sentirlos morder. El fin se acerca. Sus rodillas tambalean. Sujeta el desinfectante contra la axila, y con su delgado antebrazo presiona. Pero nada sucede. Intenta de nuevo, esta vez con todo el peso de su torso izquierdo. Nada. El gel parece empecinado en no salir. Entonces, alza su cabeza y busca con la mirada. Ya no queda nadie. El amontonamiento se ha dispersado en una nueva dirección. Una lágrima quiebra sus ojos y su cuerpo, rendido, cae como un bulto interrumpiendo el paso. Es muy tarde para pedir ayuda. ¿una mirada personal ante una crisis mundial?
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EJERCICIOS SOBRE CÓMO E V I TA R T O C A R S E LA CARA ROSSANA MEDINA Evitar tocarse la cara, la boca, los ojos. Es una exigencia nunca antes vista, al menos vivida por mí en nombre de la salud comunitaria. Es como pedirnos de golpe desaprender/reaprender el otro lenguaje que fuimos asumiendo a lo largo de la vida, pedirnos prescindir o anticiparnos al uso de las expresiones que escriben nuestros dedos sobre nuestro rostro. Nuestras manos en el rostro, creo, son un punto de apoyo cuando las palabras no alcanzan, o cuando lo que escuchamos nos hace tambalear. Quizás a la par de aprender a lavarnos las manos con frecuencia, usando jabón, frotando con energía por más de veinte segundos con una canción de fondo, un buen ejercicio podría ser registrar, revisar, recordar desde nuestra singularidad, en qué situaciones nos llevamos las manos al rostro, además de cuando nos da picor en la nariz o se nos metió una pestaña en el ojo. Sería como mirarnos al espejo desde nuestras manos, con nuestras manos.
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EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS
WA L K E R V I ZC A R R A G . Ecuador, 16 de abril, 2020
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En tiempos de Coronavirus mantener la distan-
de levantarte... y luego, al menos dos rutinas se
cia con el otro, usar mascarilla y guantes, no
han instalado, casi como un ritual necesario en
acercarse a nadie, menos aún topar el dinero
las mañanas. Abrir las cortinas para tomar el
con el que vas a pagar lo que compras. La lí-
sol y aprovechar para hablar con los amigos y
nea que separa el aislamiento del no-contacto
familiares para saber cómo están. Cuidarse y
absoluto, ni siquiera el visual, es leve. Es como
cuidar a los otros es la clave de este tiempo.
si todos tuviéramos que sospechar del otro,
Y en la lentitud de las horas, no es claro si
como si el otro siempre fuera una fuente de
del pecho o de la cabeza o de las tripas… de al-
contagio.
gún lugar del interior de uno surge una pregun-
Nada pareciera tener relación con nada. Tal
ta casi inaudible: cuando todo esto termine...
vez es el efecto del contexto de emergencia
¿en qué quedaremos? ¿Tal vez en “el olvido que
sanitaria que nos desborda los sentidos, las
seremos”? ¿Tal vez como una suma imperfec-
reservas, las precauciones, la sospecha. Pare-
ta y hermosa de momentos, de fragmentos, de
ciera ser que hoy la pandemia y la cuarentena
luces, de sombras, de reflejos dispersos, dis-
son el pretexto para todo.
parejos?
“Quédate en casa”, reza el imperativo mayor,
No lo sabemos, pero por alguna fisura, por
pero aquel que está de paso, a quien le agarró
algún resquicio de la memoria, de la nostalgia
esta emergencia en medio de nada, ¿a qué le
del futuro, también se da sus modos para salir
llaman “casa?, ¿a qué le llaman “punto o lugar
una leve esperanza, un deseo casi vergonzoso
seguro”? Como siempre, dependerá del cristal
de disfrutar la vida, de celebrarla con los que
con que se mire.
están cercanos, cercanas… con la familia, los
En tiempos de Coronavirus, cuarentena, te-
vecinos, y con los que están más lejos nos da-
letrabajo y toque de queda, de alguna manera,
mos modos con la tecnología. Al fin y al cabo,
así no lo quieras, se pierde la noción del tiem-
lo que cuenta es acortar la distancia, hacernos
po. Ver la hora deja de ser necesario, la luz que
saber que, aunque estemos aislados, estamos
entra por la ventana te indica si ya es tiempo
en contacto.
E L S U C E S O E S TÁ A D E N T R O EHEKATL HERNÁNDEZ Marzo, 2020 Georges Perec decía que la tragedia se convirtió en Suceso, y que por lo tanto se da por hecho que sin tragedia no se piensa en trascendencia. Por ello, planteaba poner mayor importancia en lo cotidiano, lo que comúnmente se cataloga como intrascendente, y que paradójicamente es lo que más consume nuestra vida. El escritor francés no pretendía descontextualizarlo ni llevarlo a nivel de Suceso, sino por el contrario, conferirle un valor estético y de mayor relevancia en nuestra vida. Esta reflexión viene a colación por el confinamiento voluntario o involuntario que, a nivel global, estamos llevando a cabo a causa de la pandemia del Covid-19. De repente tenemos que mirar hacia adentro, como ejercicio de introspección que empieza desde la propia morada. Uno es su casa, sus objetos, su ambiente, su sillón, y todo ello tiene detrás de sí un rastro poético que puede hacerse visible ante nuestros ojos, tal como lo registró André Kertész en sus últimos años, fotografiando el paso del tiempo en el interior de su apartamento en Nueva York. Comúnmente, se piensa que el tiempo fluye a un mismo ritmo para todos, pero experiencias como la de Kertész muestran que la corriente continua de sucesos que experimenta nuestra conciencia en el exterior (sobre todo en las grandes urbes) es una ilusión frágil, tejida en nuestro cerebro racional y nuestro comportamiento colectivo. Y es que, en tiempos vertiginosos, el mutismo y la inmovilidad aterran a primera instancia, porque nos confrontan con nosotros mismos. La otredad pasa a segundo término, aunque sin poder desligarse del todo, porque al final somos un sistema interrelacionado y codependiente, como una colonia de bacterias o un arrecife de coral.
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Al pasar los días, sorprendentemente el Suceso, visto en informativos que replican hasta el paroxismo la desgracia, silencia su voz, se normaliza y diluye su halo extra-ordinario, mientras que paradójicamente empezamos a descubrir la sonoridad y presencia de lo alguna vez invisible y cotidiano: una fuga de agua, la mosca atrapada, lavarse las manos, el placer y refugio de mirar por la ventana un árbol, un peatón de paso apresurado. Eventos que se suceden día a día y que poco a poco van dando forma a una realidad de confinamiento presente. Una semana después, nos percatamos de las grietas en el techo, el taconeo de una vecina, el olor a estofado de la cocina de al lado y nos tranquiliza de alguna manera. La televisión siempre encendida, rumiando aún el Suceso, que se va transformado en ruido de fondo, un telón de cartón que es nuestro hilo rojo con un exterior amorfo y poco distinguible, que con el paso de los días pierde su estabilidad, su soporte. Entonces las noches huelen a silencio, sólo interrumpidas por el sonido ahogado del televisor de algún vecino o por el paso de un coche que se consume poco a poco a la distancia, dando paso al vacío. Pero en algún momento, tarde o temprano, lentamente nos sorprenderá la Normalidad, y Suceso y Cotidianidad regresarán a su forma. Una mañana sonará la alarma, volverá la inmediatez, la movilidad extrema, las búsquedas exhaustivas. El reloj de arena dará un giro y volveremos a ser medianamente ciegos, hacia adentro.
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DIARIO DE ENCIERRO
15 de marzo. Supongo que es una de las primeras consecuencias del en-
MARÍA SANZ
decreto, que en la práctica suspendan las autonomías y los derechos de
cierro: ya no podemos mirar de lejos. Si pudiéramos, seguramente nos daríamos cuenta de que no es para tanto. Es triste que nos gobiernen por manifestación, reunión, libre circulación. Pero en cambio nos dicen que podemos seguir produciendo y consumiendo y pagando y trabajando. Es triste y es angustioso. Estamos a merced. Otros ratos pienso: no es para tanto. No me convence el discurso de que es necesario parar, tomarse un respiro. Un respiro no dura quince días si una no puede salir a la calle. Quince días así es un arresto domiciliario. Y si esto sigue así, tendremos una crisis económica y seremos cada vez más las que estemos en paro. Es triste y es angustioso. Pero no es para tanto. Es un virus, no una guerra. Aún somos libres por dentro. Y siempre nos quedarán los balcones. 16 de marzo. Excepcionalidad. Pretenden que lo excepcional se nos vuelva rutina, y despliegan para ello todos los recursos a su alcance. Mientras nos encerramos en cómodas cárceles, nos piden que nos alejemos las unas de las otras, para que no propaguemos fluidos ni sospechas ni conatos de rebelión. El bien común se impone a la fuerza. Por eso anoche comparecieron cuatro ministros, dos técnicos, dos militares y un comandante de policía a dar el parte del toque de queda. Todo comunica, también la puesta en escena, como nos enseñaron en la facultad. Militares en las calles. Un comité de expertos en claustrofilia encargados de volver a recluir a esxs paseantes díscolxs que aún se creen libres para circular. Tengo escalofríos en las vértebras, que no son de frío ni de fiebre. Tengo, sobre todo, recuerdos de un pasado que no he vivido, y un mal presentimiento de lo que estamos por vivir. De todas formas, hoy llovió todo el día y nadie tenía ya ganas de salir. 17 de marzo. Todo parece irreal, como en una película o un mal sueño. Probablemente lo sea. La vida ha dejado de ser predecible: caminamos hacia la incertidumbre. Hemos perdido la capacidad de planificar. ¿No es, en el fondo, lo que ocurre siempre? Tacho planes de la agenda y del calendario, los lleno de tachaduras, de cambios, de correcciones. Cancelo viajes, añado 54
interrogantes. Mis únicas citas son por videollamada y me dan la vida. Me prometo cosas que haré cuando acabe el asedio. Me quiero más valiente y más impulsiva. Se me acaba el tiempo y no lo pensaré dos veces. Empezamos frases con “cuando esto acabe...” y los deseos son cada vez más simples. Vamos a ser felices con bien poquito, al menos hasta que se nos vuelva a olvidar. Vamos a tener conciencia de lo imprevisible y de lo que puede morir en cualquier momento. Es lo que les ocurre a las supervivientes. 18 de marzo. Me pasa que a ratos se me olvida que estamos viviendo toda esta historia. El patio del instituto está vacío, porque es domingo, todos los días es el mismo domingo. O porque son esos extraños días de comienzo del año en que aún no hay clases y Barcelona y mi casa están solas y semivacías. A ratos me cae la ficha. Que no es sólo que yo esté en paro. Es que todo ha parado. Para no salir de casa, vivo una montaña rusa de emociones. Ahora miedo. Ahora rabia. Ahora frustración. Ahora ironía. Ahora claustrofobia, ahora paz. Ahora lloro, ahora me descojono. Ahora esperanza. Ahora desesperación. Ahora optimismo. Ahora qué. Cuando todo esto acabe, nos vamos a tener que poner muy creativas para encontrarle una explicación. 19 de marzo. Me llamaron del centro de salud. He dado negativo. No eran las pruebas de ningún virus, pero el alivio es tremendo. Mi médica de cabecera, que merece cada aplauso de cada día a las ocho de la tarde, me llamó para decírmelo. De repente pienso en lo irónico que resulta que me den de alta ahora, que a todas nos han mandado a casa de reposo forzado, ahora que a toda la población se la trata como a un único cuerpo enfermo o potencialmente infeccioso. Es un raro momento para estar sana. También es el mejor momento, la mejor noticia posible. 21 de marzo. Se nos vino encima la primavera, ¿viste? Parece que la tierra entera esté en celo. Justito ahora que nos han prohibido tocarnos, celebrarnos los cuerpos, descargarnos las penas, aflojarnos y tensarnos, ahogarnos en desahogos. No me aguanto las ganas. Te quiero libar entera, y llevo de fiebres toda la cuarentena, de las ganas que tengo de verte y de 55
beberte. Que entre las piernas te corre el deshielo del invierno agonizante. Los orgasmos que nos estamos perdiendo seguro que refuerzan el sistema inmunológico o el riego sanguíneo, y si no lo hacen, pues eso que nos hemos llevado. Sé que un día de estos nos vamos a correr, a correr, a correr, y al ir a recuperar el aliento nos vamos a reír a borbotones de esa época en que estaba prohibido besarse chuparse abrazarse lamerse enroscarse frotarse apretarse follarse, y nos vamos a matar de risa. Un día de estos te voy a morder la piel y me va a saber a intemperie. 23 de marzo. No puede ser que la vida sea esto y nada más, y que la tristeza lo emborrone todo. Afuera, en la calle, las personas enmascaradas se apartan las unas de las otras y se alejan de mí. Me dan ganas de ponerme enfrente y gritarles que todavía soy un ser humano. En otras calles los militares lanzan vivas a la patria, no sé a cuál, porque a mí me habían dicho que la patria es el otro y ese otro ahora mismo está muy lejos, en aislamiento involuntario. Anteayer la policía multó a mis vecinos, porque eran seis y estaban en la azotea. Algún vecino tuvo que haberlos denunciado. Escuchamos sirenas de policía y salimos disparadas a los balcones. Ensayamos coartadas frente al espejo. Veo unas imágenes terribles de dos policías arrastrando a una chica por el suelo hasta meterla en una patrulla. Ella aúlla: ayuda. Las vecinas la insultan desde sus ventanas. Se habla de un cambio de conciencia, pero nadie dice si será a mejor. Con mascarilla o barbijo o tapabocas, con pasamontañas o velo integral. La individualidad es colectiva, pero está muy asustada. 24 de marzo. Sueño algo que olvido al despertarme y me vuelve, a fragmentos, hacia el mediodía. Sueño que están abiertos los cines y los teatros. Entro en una sala de cine con hileras de butacas dispuestas en peldaños. Estoy en la fila de más arriba. Antes de que empiece la película, con las luces aún encendidas, nos piden por megafonía que nos pongamos de cara a la pared. Son unas paredes forradas de madera oscura. Apagan las luces. Oigo el zumbido de los aspersores que rocían un líquido desinfectante desde las paredes. Oigo el sonido del líquido convirtiéndose en vapor y cayen56
do sobre nosotros. Y entonces entiendo por qué todo el mundo llevaba las mascarillas. 24 de marzo (un poco más tarde). Subo por Tamarit y encaro Mistral. Me acerco al supermercado para comprar kiwis y ciruelas y cereales, el pack contra el estreñimiento. Junto a la puerta veo a L. L. es trans, obesa, extranjera. Hace ganchillo compulsivamente. No tiene casa, lleva un carro con sus cosas y un cartel que dice que es diabética, que han cerrado los comedores públicos y que necesita comer. Le compro una barra de pan, jamón dulce, queso. Le doy los últimos cinco euros que llevo en la cartera. Me mira y se sorprende de que recuerde su nombre. Me dice que ya multaron a dos de sus compañeras por estar en la calle, pero los albergues están cerrados y no tienen adónde ir. La calle está llena de charcos, y a los pies de L. hay una mierda de perro que intento no pisar mientras hablamos. L. me invita a que vaya a visitarla al Raval, en un lugar al aire libre, “para que no haya contagio”, dice. Ha llovido durante toda la noche. L. me habla de sus perros, pero no le pregunto dónde están. Sólo espero que no haga frío ya. “Mucho ánimo”, le digo. “Dios te lo pague”, contesta. Cuando ya me he dado la vuelta para irme, me dice: “Mucha fuerza”. Es irónico que sea ella quien acabe dándome ánimos a mí. La bolsa de compra que llevo pesa como la culpa. 26 de marzo. “Un millón de despidos”, dice el telediario. Esto es como vivir a fin de mes, si tenemos en cuenta aquella época en que cobrábamos un sueldo fijo a finales de mes. O como esperar a que el día 10 te ingresen el paro. No salimos a ningún lado, como cuando no tenemos plata, y nos comemos los restos del fondo de la despensa porque no podemos salir a comprar. Es como vivir en un permanente día 9, o 29. En Uruguay, el día 29 se comen ñoquis: comida barata que te llena, si las cosas están feas, hasta el día 30, o el 31. Nunca se me van a olvidar esos ñoquis surrealistas de la última vez que estuve en Montevideo. Tampoco se me olvidan, allá en Montevideo, las moñitas con ajo que nos hicimos un día en que los pesos nos alcanzaban justo para eso y para nada más. Armamos tremenda cena. Fue el invierno en que Cerati acababa de morirse y escuchábamos Soda Stereo 57
en bucle. “Qué otra cosa puedo hacer”. Ella tragaba la medicación antes de dormir y me decía: “Si quedo como Cerati, pégame un tiro”. A veces, de postre, había faso (siempre había faso en aquella casa, tiempos de libertades y de la yerba con la que le retribuían los favores). Lo prendíamos en la hornalla de la cocina y nos cagábamos de risa durante horas, sin miedo a despertar al gurí en la pieza de al lado, con la ventana abierta para que no oliese. Como si eso bastara. Había que juntar la plata para que al gurí no le faltara leche. Yo pedí un giro, no tenía un mango en la cuenta. Sólo salíamos al parque: fumar al sol, pasear al perro, mirar el agua lenta de la playa Ramírez –a veces inventarse, optimistas, que eso era el mar–. Una noche, después del faso, nos partimos un alfajor y fue una fiesta. Otra noche, cuando recibí el giro, bajamos al bar y pedimos dos chelas. Éramos Thelma y Louise, pero más pobres y más flacas. El mozo de la barra dijo que nos había echado de menos. Yo también la echo de menos a veces, cuando recuerdo que nunca he sido más pobre ni más desempleada en toda mi vida. Ahora somos un millón. Una amiga habla de que todos estaremos en paro en las próximas semanas. El ruinavirus, los ahorros. Ni un mango. Somos el proletariado de la letra, la generación más formada sobre la faz de la tierra, y el precariado que cargará sobre sus hombros esta y todas las crisis venideras, a menos que. 28 de marzo. La casa es omnipresente, los días enteros son la casa. “Quédate en casa”, imperativo inmisericorde. “Casa eres también tú”, dice P. y yo quiero creerla, pero mis casas de nómada no son muy acogedoras. Hace días que tengo frío, el invierno es intempestivo y esta es la primavera más rara que recuerdo. Siento que cuando todo esto acabe tendré que dejar esta casa, por dos días, dos meses o dos años, porque no podré soportarlo, porque en esta casa me estoy peleando a puño pelao’ contra todos mis fantasmas, y voy perdiendo. “Me mudo a finales de mes”, me dice J., y la boca del lobo se esfuma del pasado que compartíamos en una casa que fue tan mía que era yo misma, adonde ya no volveré más. “La calle está llena de militares”, dice J., y siento que más vale tener dónde esconderse. Cuánto de nosotras se perderá en el momento en que ella cierre la última maleta. 58
Cuánto de mí perecerá con esta casa cuando la deje. Me invento futuros para los que no conservo el suficiente optimismo. Mi casa es esta porque no tengo adónde ir: yo misma me desahucié hace rato. Escribo cartas con todos mis méritos, pero no me creo una palabra: sólo necesito poder pagar las facturas. Me está saliendo muy caro todo este frío adentro de casa. 1 de abril (por la mañana). Las noticias son confusas. Se han cancelado bodas y exámenes de oposiciones y viajes y rodajes y actuaciones y clases. En medio país está nevando, y aquí llueve desde hace días y días, días que son copias fieles del anterior y del siguiente. De repente se ha vuelto importante quitarse el pijama o hacer la cama, pintarse los labios, escuchar cumbia o caminar descalza. En mi cabeza se mezclan recomendaciones sobre suplementos de vitamina D, recetas de cómo preparar porridge, voces que guían meditaciones, videos de asanas de yoga, y otras cosas que nunca estuvieron tan presentes. El sistema inmune, la salud mental. Cuidar. Nunca sabremos cuánta gente está enferma en su casa, ni cuánta se ha suicidado ya. Hace frío, llueve: los clásicos días para tomar mate frente a la ventana. He perdido la cuenta de cuántas veces me lavo las manos en el día, la piel está rugosa y se resquebraja desde heridas viejas. En la ventana las ramas florecieron puntuales el primer día de la primavera, y con tanta lluvia están de un verde lavado y parecen haber crecido medio metro más. O quizá sea que yo me hice más pequeña. Veo en un balcón una whipala, y al lado una senyera indepe. Los colores de la whipala brillaban más antes de tanta lluvia. La vida es un barrizal y todo lo que intentamos es ponernos de pie sobre la tierra blanda. Esperamos otro impulso para salir de aquí. 1 de abril (por la tarde). Cuando llegué, hace casi año y medio, me sorprendió ver la cantidad de banderas que había colgadas en los balcones. Dependía de a qué barrio fueras, veías más las unas o las otras. Me ponía los pelos de punta. Sentía las banderas como advertencias: esto es lo que pienso, esto es lo que se defiende en esta casa, y si no te gusta, te vas. Otras veces las veía como una especie de rivalidad muda entre vecinos, como una provocación de patio de luces que probablemente se quedaba ahí, en el 59
patio de luces. No entendí qué había pasado en los años que llevaba afuera para que ahora necesitáramos de ese exhibicionismo doméstico, de esa procesión colgante de ideas e ideales. La España de los balcones, leí que le decían. Creo que eso de los balcones se traducía entonces por “polarización”. Hoy se diría que nos importan más las caras que vemos a la luz de las ocho de la tarde, hora de aplausos, que las banderas que cuelgan de los barrotes. Los balcones se han convertido en palcos, escenarios, gimnasios, talleres, cafeterías, oficinas y hasta discotecas. Son un espacio suspendido entre la calle y la casa, lo más parecido al aire libre que veremos en estas semanas de topos. 1 de abril (por la noche). Hubo un terremoto en el pueblo y me dio miedo esa tiritera de la tierra. Temí que mi casa y la de todas las que me precedieron se desmoronase, que los muros cayeran con sus historias por apuntalar. Me imaginé sus grietas dilatadas como venas abiertas, sus vigas rozando las baldosas como sexos vencidos. Se han desplomado en el suelo todas las generaciones. Me dicen que no pasó nada y aparto de mi cabeza recuerdos con escombros. Me dicen que uno de los significados de “confinamiento” es, también, “destierro”. ¿Cuánto echamos de menos aquello que nunca necesitamos? 2 de abril. Mil muertos al día. La tristeza en máximos históricos. Doblegar también la curva del desánimo. Qué no será cuando por fin abran los embalses y nos derramemos en calles y en lágrimas. 3 de abril. Tengo el optimismo un poco herrumbrado, así que no sé si esto que nos pasa nos hará mejores, pero por ahora nos está obligando a tener sueños más chiquitos, sueños de bolsillo, que nos podamos permitir después de todo. En los primeros días lamentamos cancelar viajes a otros continentes, y ahora sólo anhelamos una cerveza al sol con les amigues. O el sol mismo. Hoy descubrí el lugar y la hora exacta en la que el sol toca mi casa, y me quedé un buen rato, por fin, después de tanta y tanta y tanta lluvia. 60
4 de abril. Me sangran las encías, me sazonan la boca con un sabor metálico. Miro a los árboles de enfrente como si tuvieran el poder de curarme de algo. Pienso en el bicho, en 200 nanómetros de mala hostia parándole la vida en seco a medio mundo. No nos lo merecíamos. 5 de abril. La memoria es una sobrevida, dice Cristina Peri Rossi. Quizá sea por eso, que los guardianes de la memoria son a veces tan longevos: viven mucho, recuerdan mucho. Pero no son eternos. Peri Rossi dice también que sobrevivir es una nostalgia de no haber muerto todavía. Murió Chato Galante, dicen que por el virus, y yo le lloro como si fuera de mi sangre. No podemos permitirnos más tiempo sin escuchar, sin reconocer, sin reparar. La memoria es urgente. 6 de abril. La verdad es que lo llevo bastante bien, con un poco de cinismo del todo a cien. Sueño con camellos en bicicleta que llegan hasta la puerta de casa con mochilas de Glovo repletas de mandanga. No salgo por miedo a la sanción: estoy en el peldaño más bajo de la escala moral. Planeo encuentros hipotéticos a pocas cuadras a la redonda. Clandestinos y paranoicos, por supuesto. Me ha tocado estar con tanta gente casada o monógama o en proceso de divorcio o en una relación no tan abierta o con dudas o con hijes o con vergüenzas o con hipocresías variadas que armar coartadas ahora, aunque no impliquen sexo furtivo, me pone igualmente. Desde el balcón veo a mis vecinos volver de la compra y les sonrío y les saludo como si nos conociéramos de toda nuestra perra vida, y ellos supongo que saludan a alguien que les espera en casa, unos pisos más abajo, pero me da igual. Qué majetes. Si tuviera guita yo también saldría a comprar tres veces al día, sólo que sin guantes ni mascarilla, que es como follar a pelo, pero un poco menos divertido. Vivimos al límite. Aplaudo cuando toca y hago sentadillas con las primeras estrofas y el estribillo del “Resistiré”, porque “soy como el junco que se dobla, pero siempre sigue en pie”. Recibo consejos semiafectuosos y leo recetas de cocina que nunca ejecutaré. Intento mantenerme en contacto con personas que tengan algún tipo de desorden mental: la paciente normalidad en estos tiempos me aterra. A veces flaqueo y echo de 61
menos a todo el mundo. Tomo el sol por aquello de la vitamina D y en honor a las tristezas sobrevenidas. Una vez al día escucho a los portavoces del gobierno y los odio plácida, metódica y concienzudamente, uno a uno. Me han dicho que ayuda tener rutinas. Y yo las tengo. Vamos, lo normal. 8 de abril. “El corazón del mundo ha perdido su compás” (Pedro Garfias). Recuerdo que hay una glicina en el carrer d’Elisabets que florece por esta época. Creo que echo de menos su rabia violeta retorcida sobre la verja. Puede que el corazón del mundo haya perdido su pulso, pero siento que sin nosotras las calles tienen más luz. 8 de abril (por la noche). Es miércoles santo en algún lugar del calendario, pero se me ha olvidado pasar la página. Estas semanas son pálidas caricaturas de lo que podrían llegar a ser. Quiero escribir cosas optimistas, pero me suenan más falsas que la tristeza. Escribo porque es como torturarse un poquito, igual como fumar es recortarse el tiempo un poquito, total, ya nos van a recortar los salarios y la esperanza de vida en promedio después de esto. 10 de abril. Es un trauma colectivo. Por primera vez, todas estamos en paro a la vez. Todas estamos encerradas. El miedo es colectivo. El encierro es colectivo. El duelo es colectivo. Podemos dar un paso más: que sea comunitario. Que no tengamos que sobrellevar el dolor a solas, que sea compartido. No es individual, ya no. Enfermamos juntas, nos recuperamos juntas. Pero la enfermedad es estigmatizante. No sólo porque los demás nos verán como infecciosas y se apartarán de nuestro lado por terror a contagiarse. También porque la vivimos con culpa y vergüenza. Transgredimos una norma. Quizá salimos a la calle. O visitamos a alguien. Quizá no llevamos mascarilla ni guantes, o nos dimos dos besos accidentales, mecánicos, sin pensar. Es culpa nuestra. Nos dicen que tendremos que relacionarnos “a la japonesa”, saludarnos desde lejos y todo eso, pero yo siento que no podemos ni debemos renunciar a la piel, a las manos que chocan, las palmaditas en la espalda, el pellizco bajo las costillas, o a apretarnos el antebrazo unas 62
a otras cuando algo nos haga mucha gracia. Nos han pedido que nos aislemos. Que no nos pidan, también, que nos reprimamos. 13 de abril. Me despierto con el sonido de la lluvia y el dolor en el cuello del útero. Me levanto con sueño y náuseas. Hoy hace un día largo y pesado como una siesta. Mañana hará un mes que estamos encerradas. Veo gaviotas enormes por la ventana, los pupitres vacíos del instituto y la gente que pasea como reclusa por los balcones o corre por las azoteas sin atreverse a saltar. Llueve afuera en plantas con las raíces secas. Leo a Lorca y me enamoro, otra vez, de la luna. Tomo mate. Tengo que acordarme de comprar más yerba la próxima vez que salga a comprar. La primera semana que estuve en Montevideo, un cuidacoches me dijo: “Yo ya soy clase media. Tomo mate todos los días”. El presidente dijo que, si la yerba subía de precio, sería una catástrofe nacional. Yo sólo espero ahora que no desaparezca de la góndola del supermercado, como ya ha pasado con la cerveza, el papel higiénico, la levadura o el pan. 16 de abril. Coronavirus. Catástrofe. Cuarentena. Confinamiento. Carestía. Condiciones. Curación. Cierre. Crisis. Confusión. Cancelar. Claustrofobia. Ciclotimia. Cordura. Control. Compras compulsivas. Comparecencia. Críticas. Cuestionamiento. Credibilidad. Contradicción. Caos. Conmoción. Colectivo. Consuelo. Cooperación. Condena. Casa. Cohabitar. Celda. Curva. Contagio. Contacto. Culpa. Clamor. Clandestino. Calle cortada. Cubrebocas. Cumplimiento. Censura. Caricias carentes. Conversación. Cronología cacofónica de un mes que duró demasiado.
63
TRES POEMAS ALAN SOHER
Todo lo que falta
He aprendido que el insomnio
Siendo sinceros,
Alimento sin lata,
viene de no tener
no siento gran cosa desde que
salas de cine,
nada mejor que hacer
ella
expos de arte,
con mi día que dormir.
se fue.
café recién hecho,
Puedo ver muchas películas,
Como te extraño
salud pública,
aprender a cocinarme,
aquí
conversaciones
escribir
en casa.
en presencia,
e ignorar todas mis tareas.
clases presenciales,
músicos en vivo, caminatas sin rumbo,
Lo que no puedo hacer
reuniones de familia,
- y es un martirio atroz -
trabajo sin obligación,
es mirarte a los ojos
vacaciones,
esperando por un gesto
abrazos,
de amor.
besos, sexo,
No importa. Me termino acostumbrando.
contacto. De todos modos, este es mi espacio. Vivir
Aquí me pudro yo solo.
fuera de los hogares, de las pantallas
Casa (2/2) Tantas veces pedí
pero hoy no se puede.
volver a casa, ese lugar de donde
Hoy nos damos cuenta
nunca esperaba salir.
de todo lo que falta. Hoy finalmente lo conseguí Mi espacio (1/2)
sin saber por cuanto tiempo.
Llevo varios días recluido en mi espacio.
Debería de estar feliz.
Confinamiento casi total conmigo mismo. 64
Florencia Hazelhoff
65
Patricio Crooker
66
Olin Ibarra Sรกnchez
67
Luis Villalobos
68
Lorena Velasco
69
70
Germรกn Romero Mtz.
71
José Rodríguez Trujano
72
Esteban Barrera
73
JP Quiroga Aragon
74
Alan Antonio Dorantes PĂŠrez
75
Ramón Cruz Guillén
76
Alejandro Bar tra
77
Clauzzia Gรณmez
78
Esteban Barrera
79
Hugo Borges
80
Juliana Faggi
81
Camila Ruvalcaba ResĂŠndiz
82
Juliana Faggi
83
Héctor López Guerrero
84
Jorge A . Ar vizu GutiĂŠrrez
85
Diego Arรกoz
86
87
Claudia García Méndez
Ricardo Alva
88
Duilio Rodríguez
89
Germán Romero Mar tínez
90
Carlos Eduardo Gonzรกlez Nava
91
Lorena Velasco
92
Ricardo A zarcoya
93
Alicia Hernรกndez
94
Hugo Borges
95
César Iván Pérez Durán
96
Leonardo Savaris
97
Armando Mata
98
Monica Lozano
99
1
2
100
3
101 1 SofĂa Castillo 2 Dante Busquets 3 Jill Har tley 4 Jill Har tley
4
Alejandra Edwards
102
1
3
2
4
1 Amalia Gamio 2 Jessica Rojo Bautista 3 Alejandra Osorio Olave 4 Alejandra Edwards
103
1
2
104
3 105 1 Sergio Vejarano Sarabia 2 Oscar Arriaga Salas 3 Xochilan Rojas 4 Oscar Arriaga Salas
4
1
2
106
3
107 4 1 Vicman 2 Ileana Doble Hernรกndez 3 Alejandra Edwards 4 Ileana Doble Hernรกndez
Diego Arรกoz
108
Mariana Mata-Lara
109
Adriรกn Castro
110
Claudia García Méndez
111
Dr. Alderete
112
Astrid RodrĂguez
113
Rosalba Bustamante
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
114 1, 2, 3, 4, 5, 9 Andrea Tejeda K. 6, 8, 10 Alessandro Bo 7 Erik Hubbard 11 Nicolรกs Jacobo 12 Celeste Destefano
Florencia Hazelhoff
115
Samanta Avellaneda
116
Vilena Figueira
117
118
Rita GarcĂa Nieto
Ana Montoto
119
Dante Busquets
1 Daniel Vรกzquez 2 Daniel Pessoah 3 Dante Busquets 4 Ricardo Espinosa 5 Ignacio Gonzรกlez 6 Mariceu Er thal 7 Ivonne Sรกnchez Fragoso 8 Ricardo Espinosa 9 JP Monge 10 Carlos Prieto Corral 11 Kristal Piatti 12 Dariana Tinajero Lรณpez
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
121
Alan Carranza
122
123 Ariel Subirรก
Pamela V. Escamilla Torre
124
Santiago Escobar Jaramillo
125
126
Betiana Benitez
127 Mateus Bruxel
Diego Arรกoz
128
PA R E C E QUE TODOS E S TA M O S P E N S A N D O LO MISMO M I S A E L S Á M A N O - VA R G A S
Parece que todos estamos pensando lo mismo: el lago del silencio, el horizonte que respira, nubes que yacen abiertas y prohibidas. Parece que todos estamos pensando lo mismo: aquello que abrazas se escapa, aquello que escapa se abraza sobre sí mismo, el caos es el destino. Parece que todos estamos pensando lo mismo: y miramos los pecados de las piedras, los placeres fantasmas, los mapas para volver a casa. Y miramos el abrazo que atraviesa, y miramos las ventanas ajenas. Un paisaje es todo aquello que demanda la mirada. Una lengua de luz que lo corroe todo. Es una luz espesa, húmeda, hace que se te pegue la piel a la piel. Sí, parece que todos estamos pensando lo mismo.
129
PA R A D O J A S D. G E R M Á N LÓ P E Z M O R E N O Mis padres siempre mencionan que hay que
procrastinar lo suficiente como para empezar
ban despiertos, conscientes de que viven en
tener mucho cuidado con lo que se pide a la
tus deberes a altas horas de la noche, sabien-
una pesadilla, porque para lo que unos llaman
vida, porque cuando los dioses quieren ator-
do que te debías de levantar temprano por la
despectivamente “vivir al día”, para otros nun-
mentarnos nos dan lo que queremos. Paradó-
mañana, para volver a girar esta noria llamada
ca existió otra realidad más verdadera que
jico, pero se sabe que muchas veces la ficción
vida al día siguiente.
esta.
imita a la vida.
Hoy, parece que despertamos por fin de
Ayer se odiaba el bullicio y hoy pareciera
Es pleno 2020 e inicia el año con una gue-
esa pesadilla que se repetía ante nuestros
que las calles le lloran, tristes y vacías, a la
rra mundial, una guerra compartida con un
ojos cada día. Parece ser que por fin tenemos
espera de un transeúnte lo suficientemente
enemigo en común… nosotros mismos. Pa-
el descanso que tanto deseábamos y nos me-
valiente o demasiado tonto como para salir a
reciera ser ya un recuerdo lejano, de cuando
recíamos: estar tirados en la cama sin hacer
consolarlas en plena zona de guerra, en donde
cada mañana te levantabas furioso, refunfu-
nada más que comer y dormir, y uno que otro
la probabilidad de morir se encuentra en algo
ñando, y al mismo tiempo perdiendo la mirada
deber del hogar. Por fin tenemos el espacio
tan inocente y cotidiano como un apretón de
en un zapato que descansa al pie de tu cama,
que tanto deseábamos, hostigados de las
manos acompañado de un hola. Vivimos en
preguntándole sin abrir la boca si realmente
personas y al mismo tiempo temiéndoles. De-
tiempos de guerra y de pesadillas, donde el
valdrá la pena todo lo que haces. Te vestías,
seábamos tiempo para nosotros, tiempo para
enemigo podría estar disfrazado del ser que-
desayunabas (si es que no habías aplazado
hacer lo que siempre quisimos hacer, excla-
rido que más amas y sacrificarlo como a un
la alarma cinco minutos más), te lavabas los
mando: “Ojalá tuviera tiempo para pintar; para
peón cualquiera para poder ejecutar su juga-
dientes y salías a la calle, encontrándote con
aprender a tocar un instrumento musical; por
da maestra.
muchos zombis que caminaban hacia un rui-
fin podré practicar el hobby que me gusta, lo
Así entonces, cuando los dioses quieren
doso agujero lleno de personas, igual de mo-
puedo hacer sin remordimiento o deber que
atormentarnos nos dan lo que queremos.
lestas y odiando la rutina tanto como tú. Entre
me lo impida”. El tiempo sale a borbotones de
Paradójico, pero qué es entonces la vida sino
empujones y ceños fruncidos repetías una y
nuestras manos, somos ricos en tiempo, nos
más que una paradoja misma, llena de con-
otra vez en tu mente: “Somos ya demasiados
sobra tanto que literalmente no sabemos qué
tradicciones, donde ayer las pantallas nos se-
en este planeta”. Aún así, en pleno bullicio te
hacer con él. ¿En qué lo gastaré?
paraban del contacto humano, de las pláticas
dirigías a tu lugar feliz, ayudado por audífo-
A pesar de haber despertado de tal tor-
amenas y hoy son ellas las que nos unen, las
nos que hacían ignorar el codo encajado en
mento, pareciera que muchos siguen dormi-
que nos hacen sentir cercanos. Quién iba a
tu costilla o la axila de alguien en tu cara por-
dos, obligados a seguir la rutina, cegados por
pensar que cinco pulgadas y un enemigo de
que quería alcanzar el tubo más cercano. Ter-
la ignorancia de sus patrones o por la propia
unas cuantas micras nos separarían y unirían
minaba la jornada y regresabas a tu hogar a
de cada individuo. Muchos incluso ya esta-
a la vez. 130
C U E R P O S D E PA P E L JOSÉ GALLEGOS Está por todas partes, invisible: en las avenidas, bajo las cajas de cereal, detrás de cada saludo. La casa –cúmulo de espacios autorreferenciales– deviene así en único territorio posible. Hábitat protegido donde todo signo de enfermedad ha sido desarticulado y enviado al exilio. Sólo permanecen las inocuas superficies todavía no tocadas por lo ajeno, impolutas, carentes de peligro. Alrededor se ha levantado una coraza para que detenga al enemigo. No obstante, bajo dicha certeza, se intuye la fragilidad de los tejidos. Aislado de todo y de todos, cobijado por la inmunidad que le otorga la distancia y la asepsia, el cuerpo sigue ahí, expuesto. La duda aparece; nada detendrá al signo microscópico: viajar, mutar, filtrarse para cruzar fronteras e instalarse en el nuevo territorio. Mientras espera la invasión, el cuerpo funciona, come, teme… Envuelto en su delicada armadura de certezas, sabe que puede desmembrarse, que no ve y teme por dentro.
131
N E W FA N C Y GERALD BERMÚDEZ
Una gran matanza de gatos, hace varios siglos, hizo que la proliferación de ratas en Europa disparara la posibilidad de que la peste negra se convirtiera no sólo en una pandemia, sino en un mito. Un mito que aún resuena. El encierro en los burgos y castillos debió ser insostenible, abrumador. Máscaras de muerte roja con capa, como lo contara Poe; la peste era morir por fuerzas invisibles. Hoy la peste es estar consigo mismo confinado y encerrado. Internet, TV, celular son los nuevos ladrillos. Meursault tal vez sigue vivo en cada uno. Whiskey, lujo con traje estéril y máscara antigases, celebridades prefabricadas, pero ahora sin salir del empaque. Mientras tanto, sólo queda esperar que haya una mutación que nos mate a los menores de sesenta años. Es cuestión de tiempo, de algo hay que morirse.
132
COVID-19: CUARENTENA NELSON GONZÁLEZ LEAL
Hay polvo en el aire y virus en las manos, en las secreciones, en
cultivadores del miedo, del odio, del absurdo, de lo viral. Virulento es
las mentes. Aquellos que son extraños y ya no creen, lo detectan
aislarte de todo contra toda voluntad. Lo sabes tú, lo saben todos, lo
y evitan las esquinas. No miran hacia los techos ni al cielo, deam-
saben los gérmenes del destierro y del avance desalmado.
bulan con rostros alterados y máscaras. Las máscaras no son de
Hay virus en el aire, desde siempre, aunque de éste se haya sa-
piel, aunque bajo la piel se reservan los gestos comunes y todas las
bido hace apenas un par de décadas. Aún así salgo, desando las ru-
rutinas hasta entonces aprendidas.
tinas, me apertrecho y capturo imágenes de mí mismo, fotografías
Hay sombras en el aire, llamados a permanecer dentro. Los as-
que harán parte de un documento diario para librar la herrumbre.
cetas gimen, los eremitas alardean el fin de las cosas y aquellos
Estamos así, detenidos en las esquinas para olfatear el aire. Tem-
que son de luces iluminan, dan los pasos necesarios, medidos, en la
blamos ante el sudor de los otros. Abandonamos las calles y los
trayectoria de quien revisa a conciencia, de quien indaga y descubre
puentes por donde atraviesan aquellos que ya lo saben: desde una
sin pronunciar palabra. Pasan los dedos por las cerraduras y entien-
ventana vacía apreciaremos todo. Cada calle será un desierto, privi-
den. Hay herrumbre. Hay silencio. Hay polvo en el aire, virus en las
legio para los eremitas.
fosas nasales, sangre en los ojos, temblor en los pasos y todo se desvanece entre volutas de humo y estornudos.
No es falso, hay peligro en el aire. Allí lo hemos colocado. Vivir aislado es una elección de eremitas, de personas que bus-
Hay dudas en el aire y miedo. Valentías también hay. Y absurdos.
can la purificación espiritual mediante el ascetismo, que asumen el
No debemos salir. No debemos tocarnos. No debemos intercambiar
rigor de la soledad e incluso el de la negación de las necesidades
nuestras salivas hasta el paroxismo. Hay que ser fríos, distantes, y
no espirituales del ser humano. Y ese aislamiento, por lo general, se
cultivar la paciencia. Esa palabra se ha tornado un himno con es-
produce mediante el abandono de la urbe. Los eremitas procuran
trofas de heroísmo. Pero aquellos que son extraños lo saben: los
los desiertos. Nosotros no. Nosotros procuramos la vida conturba-
héroes lo son por propia voluntad, quien se obliga a la inmolación
da de las ciudades y nos lanzamos a ésta sin contemplaciones. Por
es una víctima. Hay víctimas de sí mismos, grandes y conscientes
eso somos el virus.
133
QUÉDATE EN CASA CLAUZZIA GÓMEZ
SOBRE EL ENCIERRO ROSSANA MEDINA
Quédate en casa, con todas las complicaciones
Tengo la certeza de que este aislamiento for-
que “quedarse en casa” conlleva. Para muchos
zoso, en varios sentidos, es sanador. Habilita
es ver películas, series, aprender algo, si hay
a pensar y descubrir los encierros habituales a
oportunidad trabajar desde el hogar; para otros
los que nos sujetamos en nuestras rutinas dia-
es quedarte en casa sin tener qué comer maña-
rias, en los espacios públicos y privados, esas
na, porque “quedarte en casa” te deja sin susten-
ejecuciones sin ningún misterio y con el desgas-
to. ¿Salir para arriesgar tu salud?, sabiendo que
te propio del transitar por el mismo lugar de la
el sistema de salud no alcanzará si esto empeo-
misma manera una y otra vez. El encierro como
ra y más para un trabajador independiente. Te
condición subjetiva, no como espacio físico de
quedas en casa, entonces, a esperar a que esto
confinamiento. Desvanecidas las rutinas, esos
pase, con lo poco que recolectaste, con lo poco
dispositivos que nos creamos para no reflexio-
que te queda, y esperas que al menos el mundo
nar y decidir, ¿qué es lo que se viene?, qué nue-
recupere sus aires, sus bosques, su fauna, que
vas rutas podemos trazarnos sobre un mismo
nos demuestre que no somos nada, que su im-
territorio? O el territorio de unx mismo. ¿A quié-
pactante naturaleza nos de lecciones de lo que
nes incluiremos en ese tránsito?
como humanos hemos tenido en consecuencia.
134
Alguien escapa de un encierro, pero una vez iniciado el camino de su libertad decide volver. ¿Por qué vuelve? ¿Será que todo escape es un retorno? Primero hay que pensar y tratar de responder: ¿cuáles son nuestras cadenas? Segundo: ¿puede algún prisionero darse cuenta de su situación? No somos totalidad, somos fragmento; en el aislamiento nos propusieron una salida igualitaria, pero no todos viven en iguales condiciones, hay una solapa que es la desigualdad. El Estado vela por los límites de esas familias desfavorecidas, o tiene que… Por otro lado, “el tiempo está fue-
¿CUÁLES SON NUESTRAS CADENAS? R A Q U E L A C O S TA
ra de quicio”, estamos todos viviendo como fantasmas. Tenemos que romper con esa idea del tiempo “productivo”, de la ganancia de la productividad. Más allá de eso nos plantean y nos imponen ese concepto de tiempo. Las clases presenciales pasaron a ser virtuales, el docente pasó a ser una figura 24/7 a la que no le importan horarios, días, siempre tiene que: tiene que estar presente para consultas, informes… y en los papeles todo tiene que “estar bien”. ¿Por qué? Porque no podemos hacer trizas ese tiempo, el tiempo es lineal y se nos está pasando. Sin embargo, ese prisionero tiene que volver por los suyos. ¿Y si cada uno se abroquelara en lo suyo? En lo suyo y en los suyos, como una trama compleja de relaciones. No se lucha para ganar, se lucha para luchar. Si todo es caverna, la única libertad posible está en el movimiento junto a otros.
135
E L V I A J E D E L C E LO FÁ N K R I S TA L P I A T T I
Desde una casa del Example, confinada en Barcelona, 30 de abril de 2020
Una vez compré papel celofán para un ejercicio de ilumina-
más en un buen futuro, armando cositas de a poco, para que
ción de una materia de Fotografía.
los anhelos se hagan realidad.
Un día decidí viajar, y otro día decidí que tal vez no vol-
Invertí en equipos, empecé a armar mi propia empresita.
vería. En esos momentos la idea de cómo armar mi valija
Pensé que esa patada en el culo tenía que impulsarme
cambió, había que meter todo aquello imprescindible, desa-
hacia adelante. Al fin llegaba el momento, primera vez inten-
pegarme de muchos objetos y recuerdos. Estos pedazos de
tando vivir exclusivamente de la fotografía. Tuve reuniones,
papel celofán entraron en esa valija como si fuesen de suma
reserva de fechas para eventos y una boda. El papel celofán
importancia. Cuando nunca los había usado, más que para
ni se enteraba de todo esto, y yo ni me imaginaba todo lo que
aquel ejercicio. Y como si fuesen algo que no conseguiría en
vendría.
Europa. No tiene sentido, pero algo me dijo: “cárgalos, no pesan nada, seguro algún día surge un buen uso”. Me fui en octubre de 2018, volé, viajé, viví. Pasaban los meses y esos pedazos de colores permanecían guardados en mi mochila de fotografía. Pasé el 2019 entero en Barcelona, y desde febrero estoy en el piso donde vivo hoy. Fue un año con muchas experiencias y tuve muchas primeras veces.
Cuando estaba por fin lista para empezar a trabajar en eventos, y con el turismo de la calle y los restaurantes, ¡pum, pandemia mundial! Se terminó todo lo que pensé que se iba a dar. Una vez más la vida me obliga a vivir el presente y a mutilar las ilusiones gestadas. Me obligan a quedarme en casa, me hacen creer que soy una especie de héroe por quedarme en casa. No puedo ni pa-
El último día del 2019 tuvo un cierre hermoso, todo en mi
gar el alquiler, mi situación no entra en ninguna ayuda social,
vida parecía por fin estabilizarse y tenía algunos planes en
no hay descuentos de impuestos ni de nada. No me pueden
mente.
echar, sé que el problema va a venir cuando esto termine, y
El 2020 arrancó para la mierda desde el día 1. Problemas en el trabajo, avisarle a la mente que el futuro no existe, y que tocaba hacer un duelo por las ilusiones perdidas.
que probablemente sea todo peor. Así que decido hacer lo que puedo, pensar en lo que tengo, aceptarlo y amarlo, agradecer eternamente a la fotografía,
Pasó enero, pasó febrero, seguí trabajando, dejando mi
que me salvó la vida mil veces, y esta vez no es la excepción.
dignidad y mi orgullo bien olvidados, pero pensando una vez
El presente me encontró en una casa con terraza, con 136
cuatro compañeros hermosos, con un ventanal en la cocina por donde veo a la luz del sol entrar y a las nubes cambiar de colores. Saco fotos cada vez que lo siento, a toda la belleza que veo. Transformo los sentimientos tristes en fotografías que cuentan historias. Vuelco todo lo que me pasa, sin filtros, en un papel. Hablo mucho y pienso mucho también. No miro televisión. Ordeno mi interior y mi exterior. En ese exterior encuentro los papeles celofán que vinieron hace un año y medio desde Rosario y pasearon por varios lugares. El sol me inspira, la lluvia también, los días nublados también. Mi compa de piso me dice que a mí todo me parece flashero. Tiene razón y me siento una afortunada de ver y sentir así. Me siento una afortunada de poder crear, aunque sólo sea para mí. Me gusta mucho imaginar todo en blanco y negro, me encantan los contrastes de luces y sombras. Que la luz haga resaltar algo de forma puntual. Pero teniendo la oportunidad de ver tantos colores, ¿por qué no experimentar con ellos? Pegué el celofán en un vidrio por donde se filtraba la luz del sol directa. Proyecté esos colores en mí, puse la cámara arriba de una silla, en disparador automático y me capturé. Estas fotos significan para mí la metamorfosis y el florecer. Me hacen sentir que todo lo que viví algún día, cada persona con la que me crucé, cada elemento y lugar que conocí, todo lo que me generó alguna emoción, cada experiencia que pasé, todo lo que me animé a hacer, todo aquello vivido y lo que estoy viviendo hoy, todo, tiene un sentido. Todo sale a la luz cuando tiene que salir. El pasado me alimenta y el presente es mi vida. Los hechos me demostraron que esos futuros que proyecta nuestra mente muchas veces no existen, y que no pasa nada. Nos adaptamos, mutamos y crecemos desde el lugar que podemos. Hoy no me arrepiento de haber puesto ese celofán en mi valija. Hoy no me arrepiento de nada, teniendo en cuenta que hay cosas que no volvería a hacer, o al menos eso intento. 137
C -1 9 S I LV I A R A M Í R E Z C H Á V E Z ¿Quién quiere, pide, acepta, quién. . .? Un desconocido mundo Envuelto, trastornado Datos extraños, virtuales, complicados Acaso nuestro Tiempo hiperimagen se volvió El Espacio convivencia, divergencia No, nunca Consensuada, concreción, diluidas emociones Aprendizajes Subterráneos, saturados, significativos A la vida alejados, reorientados por la cotidianidad distante. 138
HIPOCONDRÍACO DA V I D PA R R A La Vicentina, Quito, Ecuador
Hipocondríaco: del griego ὑποχονδριακός (hipocondriacos). Trastorno mental que se caracteriza por una preocupación constante y obsesiva por la propia salud y por una tendencia a exagerar los sufrimientos, que pueden ser reales o imaginarios.
Cada día que pasa (re)descubro cuán hipocondríaco soy. Tener una “sociedad de la desconfianza” es aterrador. Salir a hacer compras necesarias te activa la paranoia, te “hace doler” las sienes, pensar estupideces. Usar el sentido común se vuelve confuso. La mascarilla no es más que un engaño si los demás son irresponsables, mezquinos. Recibir un “vuelto”, tocar una superficie, ocupar un espacio junto con alguien más se ha vuelto inaceptable, entristecedor. El miedo a morir a lo mejor es lo de menos, el problema más grande realmente resulta la culpabilidad. Pensar que “esta vez fui yo” y se lo pasé a un desconocido, a una persona vulnerable, a un ser querido. Es verdad, el virus no está en calles vacías, no hay sentido para temerle a eso. El virus está en la irresponsabilidad y ambición de quienes salen sin considerar las medidas necesarias para resguardarse y resguardar a los otros. La disciplina debe volverse una máxima en estos días, pero incluso a esta hay que entenderla. Esa misma disciplina por la que clamamos en las redes sociales a lo mejor es producto de la enseñanza, de las oportunidades, de la equívocamente llamada “cultura”. Quienes no se acatan a esta acción obviamente están cometiendo un error grave. Pero más grave es la burla, la sátira y la marginación, que directa o indirectamente fuimos creando antes de que “esto” pasara. Finalmente, no queda más que pensar en lo obvio: sí, es más que seguro que habrá algo después de esto. Habrá vida, las cosas volverán a la “normalidad”. Ahora, esperemos que las marcas de “esto” sean suficientemente grandes para el siguiente problema que deberíamos tratar, una palabra que ha sonado mucho estos días: privilegio. 139
L A PA N D E M I A E N L A E R A D I G I TA L / LO S C L A R O S C U R O S D E U N A L I A D O EHEKATL HERNÁNDEZ
Marzo, 2020
Desde esta perspectiva pareciera que lo matérico sucumbe frente a lo virtual, aunque en términos reales podríamos hablar de una coexistencia plenamente establecida, donde lo presencial ya no se concibe sin lo virtual, y en el caso de esta crisis global de salud, lo último viene a complementar el lado que quedó aniquilado por la contingencia: organización, comercio, educación, trabajo, información y ocio, solventados desde la pantalla de nuestros dispositivos. Y, por otro lado, da esperanza en el potencial tecnológico para el pronto desarrollo de la tan anhelada vacuna (los especialistas señalan que más de una veintena de desarrolladores ya están trabajando en ello y esperan resultados satisfactorios en los próximos doce meses). ¿Qué habría sido de la pandemia sin el mundo digital, sin las redes, sin la información? ¿Un panorama devastador, como el provocado en su momento por la Peste negra que asoló Europa o la Gripe española de 1918 (la primera pandemia global)? Si bien es cierto que los medios masivos de comunicación ya estaban presentes desde el s. XX y su influencia era evidente, se trataba a todos efectos de una comunicación unidireccional, de medios frecuentemente alineados a la institucionalidad del gobierno en turno, de lo geográfico a lo ideológico. En cambio, hoy la penetración y diversificación de medios es amplísima, y para bien y para mal las voces también lo son. Imaginemos entonces el panorama de la pandemia del Covid-19 sin Internet, incluso con ordenadores personales la comunicación habría sido totalmente diferente, pero, sobre todo, el aporte de la sociedad civil, que nuevamente da la cara y la solidaridad cuando los gobiernos quedan impávidos ante la toma de acciones contundentes. Y es que en épocas recientes se ha criticado y hecho eco de que la tecnología “separa a las personas”, las individualiza en sus relaciones sociales e interpersonales. Sin embargo, en los hechos esta premisa vuelve a ser debatible, ya que nuevamente queda demostrado que, ante crisis de cualquier índole, la cercanía o el vínculo no depende de la tecnología per sé. Podríamos trabajar de manera presencial durante un año con un compañero de oficina sin cruzar apenas algunas palabras o vivir junto a un vecino del cual no sabemos ni su nombre y, por el contrario, establecer un fuerte vínculo con alguien del otro lado del mundo, cruzando la barrera incluso de lo afectivo. 140
De esta manera queda al descubierto que en la crisis sanitaria que nos atañe la tecnología refuerza la practicidad, y ha permitido vivir en confinamiento sin estarlo del todo. Esta prueba ha sido fundamental en la dirección de la relación del hombre con la tecnología, que sigue desarrollando y encaminándose a reemplazar lentamente múltiples dinámicas científicas y sociales, y evidentemente alcanzará nuevos niveles en otros ámbitos como la salud, área que ha tenido grandes avances, pero sin llegar aún a su punto máximo. Habrá que estar atentos en temas como la biotecnología y la singularidad. Por ello, no es de extrañar que muchos expertos hablan ya de que la siguiente revolución después de la informática va ser precisamente en el campo de la salud: tener diagnósticos, tratamientos y prevención de acuerdo con nuestras necesidades fisiológicas o padecimientos específicos e individuales. Salud de diseño. Ahora bien, el dilema tecnológico también ha sacado a la luz una paradoja evidente para enfrentarse a la pandemia y para muestra un botón, los asiáticos apuestan fuertemente por una iniciativa que resulta controversial en occidente: la vigilancia digital. Han llegado a la conclusión de que el big data podría poseer un potencial enorme para afrontar la pandemia. Es decir, además de los médicos y epidemiólogos, los informáticos y los especialistas en macrodatos se unen al equipo para frenar la contingencia, a través del aislamiento para reducir los contagios. Esto es posible en esta región del mundo, ya que la conciencia crítica ante la vigilancia digital en Asia es prácticamente inexistente. El sistema de protección de datos no es un tema de discusión en democracias como Japón y Corea, y mucho menos en China, epicentro de la pandemia, quien posee además la infraestructura más avanzada de vigilancia y almacenamiento de datos de sus ciudadanos, nunca vista en otra parte del planeta, y que obviamente sólo puede ser establecida por un régimen autoritario. En China la vida cotidiana está sometida a observación, tanto en el mundo análogo como el digital: contactos, compras, llamadas, citas, navegación, etc, están continuamente bajo un ojo vigilante. Lo paradójico aquí es que toda esta infraestructura de vigilancia y control ha resultado ser sumamente eficaz para la contención de la epidemia: cámaras de medición de temperatura en puntos es141
tratégicos con reconocimiento facial que envían alertas a dispositivos móviles, seguimiento en tiempo real de los afectados, drones para controlar el confinamiento, etc. Una situación que a todas luces resultaría distópica en otras regiones del mundo. Y quizá una de las lecciones más crudas que deja esta crisis sanitaria global es que, al parecer, el uso del big data es una efectiva herramienta para combatir la propagación del virus. Sin embargo, a causa de la protección de datos esto resulta imposible en Europa o América. De entrada, los proveedores chinos de telefonía móvil y de Internet comparten datos sensibles de sus clientes con los servicios de seguridad y con los ministerios de salud, y en el caso de Japón, Corea y Singapur lo hacen con consentimiento, siguiendo las recomendaciones del gobierno. En ambos casos, voluntaria o involuntariamente y de manera extendida, en esta región no se tiene muy en cuenta la protección de datos ni la esfera privada, lo cual a la larga permite controlar activamente a los ciudadanos. Ahora bien, por otro lado, y quizá el lado más obscuro del uso de la tecnología en crisis como la que estamos viviendo, está lo que apunta el filósofo y ensayista coreano Byung-Chul Han: “La negatividad a la resistencia, donde las fake news y los deepfakes provocan una apatía hacia la realidad y la violenta y exagerada reacción de pánico al virus se explica en función de esta conmoción por la realidad”. Es decir, el bombardeo informativo por el exacerbado uso de Internet nos paraliza e individualiza. Y en su opinión, por el contrario, no genera ningún sentido de colectividad real, porque cada uno se preocupa sólo de su propia supervivencia y privilegios. En síntesis, la tecnología es una poderosa arma de doble filo, que usada con el enfoque incorrecto coarta nuestras libertades, aísla e individualiza sin generar una verdadera colectividad ante las contingencias. Pero, paralelamente permite de una manera organizada frenar nuestra ilimitada y destructiva movilidad, pero, sobretodo, salvaguardar nuestra seguridad, salud y bienestar. Esta pandemia nos ha demostrado que aún falta un largo camino de definiciones y discusiones en torno a los usos de la tecnología en nuestras vidas. Tenemos todo para lograrlo, sólo hay encontrar los matices y usar las herramientas siempre en la dirección correcta. 142
Q U É N O S T I E N E P R E PA R A D O E L M U N D O W E N DY D O M I N G U E Z V I L L A R
143
Pertenencia. Los seres humanos buscamos pertenecer a algo o
victimizaba, fue tan liberador darme cuenta cómo la soledad
a alguien. Identificación social, desinformación total de uno mis-
había sido mi compañera todos los días, tanto que es parte del
mo, al cuestionarse ¿ahora qué hago?, ¿a dónde voy?
Ser. Mi familia, ¡cómo extrañé a mi familia! Darle un abrazo a mis
Estar en casa me orilló a mirar con más atención, como si
pequeñas sobrinas, perderme entre las bromas de mis amigos
se tratara de una nueva especie naciendo, una especie a la cual
en las cantinas… Dormir fue mi escudo, para creer que si abría
pertenezco, pero ahora reconocía un factor nuevo, una nueva
los ojos esto terminaría pronto. Pero no era así de fácil. El trabajo
tendencia social. El famoso quédate en casa, quédate en casa,
se paró para todos. Comenzó afectando a mis conocidos. Sufrir
quédate en tu puta casa –que ahora tiene una canción– resona-
por los demás es lo más normal del mundo, en especial cuando
ba todos los días. Me hizo enfrentarme primero a ver afuera: to-
llegan expresando qué van a hacer, porque no tienen nada más
dos adquiriendo su nueva rutina de ejercicio, por supuesto para
para comer. Las manos se unieron y dimos lo poco o mucho que
ser más sanos, algunos optando por meterse a yoga o clases de
poseíamos. Como el aire, ese recurso tan noble, hace falta para
todo tipo. ¡Vaya, por fin nace el interés por aprender parte de sus
vivir y esas mascarillas son ahora el escudo más eficaz. Cuando
emociones y actos! Muchos otros ignorando las reglas. Mientras
observas a todos los que arriesgan su vida por nosotros tienes
tanto, cuando miré hacia adentro entré en un estado de ansiedad
esperanza. Ahora estamos entre incredulidad y odio. Suben de
total, donde veía todas esas cosas que fui acumulando a lo largo
nivel las etapas y, a pesar de ser agredidos, dan lo mejor de ellos.
de mi vida: el peluche, el montón de ropa, libros, tazas, piedras,
Cuando el dolor comenzó a fragmentarnos y destruirnos por
canicas, caracoles… ¡Vaya! Me encontré en un mundo perdido
completo, fue cuando miré a través de las redes sociales morir a
donde guardaba cosas, recuerdos, fotos y más fotos, experien-
varios. Al menos mi corazón se detuvo. Aunque aún latía no fue
cias de afuera, gente que venía a mi mente, lugares que conocí
lo mismo. Aprendemos a vivir con la desgracia ajena, cuando
y ahora estaban quietos, y yo estaba perdida en el presente. No
tendríamos que ser uno solo, una comunidad. Ahora sólo fal-
sabía en qué rumbo me perdí, pero lo hice desde mucho antes, o
ta esperar nuevamente un mes más, para saber qué nos tiene
tal vez ahora, no lo sé.
preparado el mundo, para saber si llegaremos a ser más com-
Mi mundo se detuvo por la pandemia. Ahora mi prójimo, que
pasivos, para no volvernos a olvidar a nosotros mismos y para
también sufre las consecuencias. Comencé a tener un poco más
no olvidar que podemos siempre dar algo extra por ese alguien
de empatía, a extrañar y sentir más, aunque quizás la ausencia
que no conocemos aún. Para reconocer que somos una nueva
estaba presente, conmigo. Cada día era abrumador. Cuando me
humanidad.
LO Q U E V I V I M O S
“EL DÍA EN EL QUE NOS HICIMOS
J O C E LY N C H U C O RT I Z
M Á S C E R C A N O S ”. La cuarentena y yo tenemos una relación tóxica, a veces la acepto y otras veces simplemente la odio. Es curioso, la última vez que estuve fuera sentía que el mundo era mío: triunfante al salir de la puerta de mi ahora extrabajo, dispuesta a
“ E L G R A N VA L O R D E E S TA R A F U E R A”. Salí de mi casa a la misma hora que todas las mañanas y me despedí de mi familia también, pero no de la misma forma que todas las mañanas. Esta vez sólo le dije adiós con la mano. Normalmente a esta hora yo debería estar echando humo por el tráfico en las calles, pero ahora creo que soy la única persona que está transitando a la redonda. Antes de iniciar mi chamba voy por mi cafecito para despertarme, pues no puedo manejar el camión y andarme durmiendo. Aunque, sinceramente, en este momento sólo pienso en mi familia. Sabiendo que no la veré hasta dentro de un mes, o tal vez más, la hubiera abrazado bien fuerte. Mi trabajo no puede parar, la gente necesita el transporte, pero tampoco puedo arriesgar a mi familia, así que a partir de hoy estaré viviendo con mi compañero de trabajo. La chamba está tranquila, ya son las 7:00 de la noche y a esta hora es cuando hay un poquito más de gente, lo bueno que ya no se amontona. Mi ruta pasa cerca de un hospital. En eso un joven sube, parece ser enfermero y se mira cansado. Admito que me da algo de miedito, ¡pero admiro mucho todo lo que hacen! Espero que llegue pronto a su casa para descansar. Casi al instante suena el timbre de “parada”. Una mujer está por bajar, pero antes se acerca a mí y enojada me dice: “Ustedes deberían de prohibirle la entrada a personas como esa, ahora yo me tengo que bajar antes” y con las mismas se marcha. Entiendo que estos momentos pueden ser de mucha tensión, pero no hay que olvidar que todos somos personas ¡Y sí! No disfruto de estarme exponiendo, pero más que un trabajo esta es mi manera de apoyar a que todos lleguen a casa.
reinventarme e ir en busca de mis ideales. Lo que quería era experimentar, conocer Y VIVIR… ¡Boom! De repente, llega la noticia de que nadie en el mundo debe salir, así que mis ganas de experimentar y yo nos encerramos en casa. Mis planes se frustraron y yo con ellos. En vista de la situación me vine a casa de mis padres para pasar la cuarentena juntos, ya que mi mamá estaba preocupada por mí. Debo admitir que es agradable, pero se siente raro, pues hace mucho que no estaba en su casa. En fin, en el día “no sé cuál” del confinamiento termino de asear mi habitación y en eso encuentro mi vestido café. Me lo compré para un almuerzo en la playa que tendría entre amigos, ¡yo moría porque llegara ese día! Debió ser ayer, pero en lugar de eso comí en mi cama viendo una serie. Salgo de la habitación para servirme un plato de “papitas” y en eso observo a mi madre con una copa de vino. Me llamó la atención, ya que a ella no le gusta beber (o eso creía). Al preguntarle me respondió que, hace unos meses, en una fiesta le sirvieron una copa y, bueno, ahora le gusta. Yo comparto ese gusto también, y decidí que era bueno tener una charla mientras degustábamos. Entonces, caí en la cuenta de que hace mucho no teníamos una plática tan casual. Creo que yo llevaba una vida muy de prisa, que no me daba el tiempo para conocer de verdad a las personas que “ya conozco”. 144
“ C U A N D O N O S D E C I D I M O S A D A R U N A M A N O ”. Yo voy con mucho gusto a las calles porque sigo trabajando. Sinceramente, me da más miedo pasar hambre que pasar enfermedades. Al parecer llegaré temprano, como de costumbre, el súper apenas abrió y yo voy entrando. Debo decir que estos días han estado más tranquilos y el trabajo en las cajas ya no es un caos, como lo era en un principio.
“ M I E N T R A S N O S O T R O S PA U S A M O S ,
La gente estaba como loca compre y compre. Yo estaba
L A T I E R R A S E R E N U E VA”
impresionada, no había visto algo así en mis siete años tra-
Ya perdí la cuenta exacta del día de cuarentena en el que vamos.
bajando aquí.
¡Siento que ha pasado una eternidad! El día de hoy me he lavado
Me instalo en mi área lista ya para iniciar. Al mirar por
las manos más veces que en un mes entero, me las lavo por todo,
la puerta veo a ese pobre hombre, un ancianito que todos
inclusive por habérmelas lavado (a veces pasa que no estoy seguro
los días se sienta en la entrada para pedir caridad. Me pre-
si el coronavirus sobrevivió a esa última lavada).
ocupa mucho, pues debería estar en su casa cuidándose.
Aunque no me quejo tanto como antes, haciendo home office
Yo siempre que puedo le doy algo de dinero. Sin embargo,
encontré tiempo para nuevos hábitos y me ha sentado muy bien. Mi
él no debería estar aquí en estos tiempos.
favorito es el más simple de todos: “Mirar por la ventana”. Tengo la
El día avanza y hoy hubo menos movimiento. En eso,
suerte de haberme mudado a un departamento con una vista justo
una señora frente a mi caja, al voltear pude notar que lleva-
hacia donde se pone el sol. Es un gran espectáculo de colores y mi-
ba medio súper en su carrito. ¡Es un claro ejemplo de las di-
rarlo, para mí, es la mejor parte del día. Y eso que no soy de apreciar
chosas compras de pánico! Llevaba más del triple de cada
este tipo de cosas.
producto que tenía. Ese tipo de actos se me hacen algo
Sin embargo, cuando recién llegué al departamento, en mis ra-
egoístas, pero bueno, lo único que pude hacer es seguir con
tos libres sí miraba por esta ventana, pero la vista era distinta, pues
mi trabajo y cobrarle. Malhumorada, no pude evitar seguirla
cerca de donde estoy hay una fábrica y cuando el humo de sus chi-
con la mirada: ella iba saliendo, pero en lugar de seguir su
meneas salía una enorme nube gris acaparaba el cielo. Suena chis-
camino hasta al estacionamiento se desvió. Caminó a un
toso, pero literalmente para mí todos los días eran grises. La fábrica
lado de la entrada dirigiéndose al anciano pidiendo caridad,
suspendió labores hace unas semanas y con eso tuve la suerte de
lo saludó, le dejó una de sus bolsas de compra y se fue.
descubrir lo que había detrás de esa vista nublada. La disfrutaré
Tal parece que parte de lo que ella había comprado era
145
todo el tiempo que pueda.
para ayudarlo a él. Lo supe cuando vi la cara de aquel hom-
Después de tantas malas noticias, esto es un alivio para mí, y
bre al momento de abrir la bolsa, su semblanza cambió. A
creo que para todos. El planeta necesitaba un respiro del duro ritmo
fin de cuentas, terminé aprendiendo algo de aquella mujer.
de sus inquilinos, ahora él también descansa.
“¿Q U É S I G U E D E S P U É S ? ” Soy alguien que vive algunas veces sin prisa y otras veces con mucha desesperación. Con rumbo, pero a la vez sin él. Si me tengo que aguantar me aguanto, lo que tenga que soportar lo soporto, si me ordenan hacer algo lo hago y si me debo quedar en mi casa, pues me quedo. Al inicio fue algo complicado limitarme a no llevar mi vida normal, sin embargo, me di cuenta de que mi vida ya era bastante limitada, sin importar si estoy fuera o dentro de mi casa. Me di cuenta de que todos anhelan regresar a la normalidad, pero yo no y suena loco. Le temo más a mi cotidianidad. No quiero encontrarme otra vez con el mundo que me da miedo, ni con la rutina que todavía no me animo a romper. Desde aquí le he puesto pausa a la versión de mí que no me gustaba y ahora simplemente estoy yo. Si mi final hubiera sido éste, ¿habría sido feliz? Y es ahí cuando me di cuenta de que la respuesta no era un “sí” en su totalidad. Aunque quiera no es posible quedarme toda la vida en casa. Entonces, para cuando llegue el día del fin del confinamiento, sólo puedo imaginarme. Irónicamente, creo que lo primero que haría es salir a la calle, sentir en mí la tranquilidad que hace mucho no sentía estando afuera, y respiraría muy profundo, como si se tratara de un alivio (y sí que lo es). A todas las personas que extrañé, iría directo hacia ellas para verlas frente a frente, porque eso simplemente me haría muy feliz. ¡Abrazaría! Abrazaría mucho, porque ahora soy consciente de lo valioso que es. A partir de ese momento apreciaría todo camino que recorra (incluyendo si es el de siempre), maravillándome con cada lugar en donde esté y no pediría más que valorar lo que tenga cerca. No tengo idea de lo que va a suceder después. Yo espero lo mejor, pero sí algo es seguro es que no avanzaré sin tener en cuenta aquello que aprendí: como ser humano tengo un gran compromiso con todo lo que me rodea, si no hice algo en el presente nada me garantiza que pueda hacerlo en el futuro, más que vencer miedos. Se trata de ganar confianza cada día, porque ningún sueño es demasiado estúpido como para no perseguirlo y, por último, reconocer que escapar de la vida no es ninguna solución, así que ¡Vívela! Al pensar en esto siento que estoy leyendo una imagen de WhatsApp, de esas que mandan las tías para desear buenos días, pero hoy que me di cuenta de la verdad de estas palabras. Bueno, el día va terminando, así que me prepararé para dormir. Me pregunto, ¿con qué nueva reflexión me encontraré mañana? Es un nuevo día y mi alarma en el teléfono sonó en su hora habitual. Me desperté enseguida, pero no me levanté de la cama, primero quise ver lo que las redes tenían para mí y en eso me encontré un mensaje del gobierno. Dicho comunicado indicaba que ya por fin era posible salir de nuestras casas, ya que la baja en contagios es definitiva. Tras varios días de espera, parece que el día ha llegado. Entonces salgo a la calle, miro a mi alrededor y no puedo evitar respirar profundo y sonreír… Bueno, y ahora ¿qué sigue? 146
A MÍ MANERA / A QUIEN LE TOCA LE TOCA ARIEL PEREA MEJÍA
Mi nombre es Tay. Soy un principiante en la escritura, aunque siempre he sido un apasionado de la lectura. Por eso, de momento estoy completamente nervioso, ya que he decidido recurrir a la escritura, la imaginación y la creatividad, como armas para enfrentar estos tiempos difíciles o, mejor dicho, raros. Hoy, al despertar, he pensado en mí existir, y ni mirando el techo, mi celular y mis libros, logro saber quién soy, de dónde vengo o a dónde voy. Tal vez sólo soy un ser humano pequeño con aspiraciones gigantes. Un día pienso que soy nada en este inmenso cosmos y al otro lo soy todo. A veces logro ver todo si fijo mi mirada en un ángulo; creo que mi cuarto se ha convertido en un Alpeh. Desde aquí te veo a ti leyéndome, veo a mis padres y abuelos, veo el desierto que refleja nada, pero lo es todo. Veo el Golfo de México, que asemeja no tener fin, como este pequeño espacio. Estos días me han llevado a navegar por un gran océano de preguntas y me obligan a pensar que el peor de todos mis enemigos siempre ha sido mi cabeza. En estos momentos llueven las ideas a mil por hora, ni siquiera puedo contarlas; es tan difícil como saber cuántos aleteos da un escarabajo. Mi nombre es Tay, como he dicho. Y vivo aquí, en el barrio de la Hidalgo, el cual en estos días me resulta ajeno. Sólo sé de él gracias a las redes y los medios. Mi barrio parece ser un país lejano. Ahora mismo estoy sentado en mi cuarto, en donde normalmente me encuentro y en el cual varias veces la nostalgia me ha obligado a vivir el presente, de tal manera que no haya lugar para la felicidad. Escucho música de Kendrick Lamar y luego oiré a Toteking. Afuera la primavera se presenta temible y la Ciudad de México se prepara para unas fuertes olas de calor, un aumento fuerte de temperatura que para los capitalinos es un infierno, aunque ahora está lloviendo. Esta primavera viene acompañada de una guerra contra un enemigo inviable, el Covid-19. Ahora la capital se convirtió en presa del pánico, la desinformación y la confusión. Aquí reina la ignorancia. Además, esta pandemia ha obligado a muchos niños y jóvenes a pasar del “cuando sea grande” al “cuando todo esto pase”, es decir, ha cambiado los sueños y expectativas de todos. Esta misma mañana he recordado que una parte de mis días consiste en vivir cada uno con lo que tengo que hacer, y después me asomo a las redes para ver las maravillas que escriben y sueñan las personas. Esta pandemia me ha hecho aceptar que, en estos días, mi verdadera 147
presencia está en la pantalla, ya que me la paso frente al celular leyen-
par de mis familiares son parte de ese sector de la población; más
do noticias y artículos hasta enloquecer. Sé que los debo leer menos,
que preocupante es alarmante. Es difícil ver que alguien de tu familia
pero el saber algo me tranquiliza y, además, pareciera que no hay otra
tiene muy arraigada la idea del “pues a quien le tocó le tocó”. Ha decir
cosa: hablamos del virus y pensamos en el virus, éste marca todo lo
verdad, esa frase es la del mexicano inconsciente.
que hacemos.
Todo esto me ha hecho recordar una frase de Vila-Matas que me
Por la tarde salí a comprar carne, verdura y fruta que necesitába-
marcó mucho: “Hay coincidencias y casualidades con las que te mue-
mos en casa. Mientras me atendían, y luego de platicar con los due-
res de risa y hay coincidencias y casualidades con las que te mueres”.
ños de esos negocios, puede observar y comprobar que las medidas
La pueden ver en el final de Mac y su contratiempo y al principio de
más restrictivas contra el virus tienen límites sociales evidentes y que,
otra de sus grandes obras, El mal del montano. Aunque ya no sé si
por ende, nuestra sociedad y economía no podrán aguantar meses de
realmente esta frase sea de su autoría, porque esto del confinamiento
confinamiento.
ha alterado mi percepción de todo. De hecho, no sé qué día es hoy,
Además, a mí alrededor vi comercios en quiebra, así como loca-
porque francamente veo todos mis días como si fueran domingo. Tal
les vacíos, tanto de gente como de mercancía. Lo que puede notar
vez se trate de la abolición de los nombres de la semana. También
en esas pocas personas es angustia, desesperación y hasta tristeza,
se me ocurre que es la libertad que ha recuperado el tiempo. A decir
teniendo en cuenta que van al día y sabiendo que el confinamiento
verdad, he perdido la noción del tiempo. Aunque sé que con un vistazo
va para largo y que, por lo tanto, la mayor parte de los ciudadanos no
al celular lo soluciono todo.
tienen recursos para afrontar la emergencia, sobre todo el sector más
Pero, volviendo a lo que escribió Enrique, me recuerda mucho a
vulnerable. En su mayoría, y aunque suene feo o mejor dicho, cruel,
toda esa gente que durante el confinamiento no respetó las medidas
pero son individuos intentando subsistir.
salud e higiene implementadas y seguían de fiesta, continuaban sa-
Pero, cuando platiqué con ellos también vi reflejada a gran parte de
liendo en multitud a la calle. Para toda esa masa la cuarentena era risa,
la población mexicana, que no está informada y que aún cree que el
el virus era risa, la sana distancia era risa, la salud era risa y la muer-
Covid-19 no existe. Es decir, persiste una desinformación preocupante
te era risa. Hasta que, al día siguiente, fue todo lo contrario. Bueno,
en la población que, según varios estudios, está asociada al nivel edu-
no sólo al día siguiente, sino las semanas siguientes, porque algunos
cativo. Es así, que el paro de actividades que se da con la cuarentena
mexicanos están jugando a ser inmortales y al cabo de unos días ya
ha llegado para abrir un agujero en sus ingresos y fianzas. De manera
no están presentes. Para ser sincero, yo sólo me he enterado de in-
que, al parecer, nuestras vidas están definidas por el virus. ¡Vaya que
mortales por un cuento Borges, pero fuera de ahí nada ha sido igual.
es difícil hablar de cualquier otra cosa!
Ellos –los inconscientes– se han ganado el juicio y la sentencia del
Hoy tengo motivos para sentirme decepcionado de aquellos que
pueblo mexicano, y algo más fuerte: jamás podrán escapar del juicio
no creen o no siguen las medidas. De hecho, me preocupa que un
de ellos mismos. Esto también me recuerda a Albert Camus, de quien 148
por cierto he terminado de leer su novela La caída durante el encierro.
llevar estos tiempos de confinamiento. Díganme quién no ha recorrido
Y es que, básicamente, en estos días de cuarentena todos nos hemos
las salas de algún museo a través de la pantalla, quién no ha escucha-
convertido en un juez penitente, al igual que Jean Baptiste Clamence,
do música, quién no ha leído algún libro, quién no ha disfrutado del
juzgando todo lo bueno y malo que hace la gente, sin dejar escapar a
cine, quién no ha apreciado la belleza de un cuadro o mural. De hecho,
nadie. Aunque es obvio que a veces somos despiadados con los de-
creo que hoy día la defensa de la salud debe ir de la mano con la de-
más, porque lo somos con nosotros mismos.
fensa de las artes. No se puede sanar a nadie si atacas aquello que lo
Ahora mismo no sé qué se será de mí mañana y eso me aterra. Es uno de mis más grandes miedos. Creo que desde que nacemos
conforta y le da bienestar, porque nuestras vidas serían más difíciles en estos tiempos si tuviéramos que prescindir de la cultura.
tenemos a la muerte de frente, y actualmente la vida está en marte,
Durante este encierro las artes han sido atacadas y se les ha re-
mientras que la muerte está aquí, muy cerca de todos. Es ella y el
tirado el pequeño apoyo que recibían. El gobierno ha ido contra los
miedo quienes nos han obligado a desconfiar de todo, hasta de noso-
fideicomisos que eran el soporte de estas. Debe quedar claro que la
tros mismos. En estos días nos convertimos en individuos intentando
defensa y patrocinio de la cultura mexicana importa más que ciertos
subsistir. Y a pesar de mi temor respecto al fin de mi vida, he decidido
proyectos. En estas semanas el presidente tiene la oportunidad de
caminar hacia ella con la seguridad de aquel que ya la conoce.
marcar un rumbo distinto en su gobernanza. Sin embargo, los hechos
Perdón si este diario pasa por citar a varios escritores. Es un pro-
indican lo contrario.
blema con el que tengo que lidiar, al parecer soy un coleccionista de citas literarias. Ya entrada la noche, sentado frente a la pantalla de la laptop, he recordado que en los libros los lectores encontramos algo que nos
Si algo tengo muy claro es que, en definitiva, la gente siempre saca fuerza de la adversidad y sé muy bien que los mexicanos, en los momentos más críticos, encontramos la forma de superar el contratiempo.
cuenta el presente. Pienso en el libro que pedí de Toteking, mi rapero
Espero y esto haga cambiar a la gente y le despierte a todas y to-
favorito, quien impulsado por el mismísimo Enrique Vila-Matas ha sal-
dos una nueva conciencia, para practicar un modo diferente de ver y
tado a la literatura con la obra Búnker; Memorias de encierro, rimas
organizar el mundo. Hasta entonces permaneceré pegado a la pan-
y tiburones blancos. ¡Quién iba a pensar que, tanto el título como el
talla del teléfono, laptop o televisión, ya que es mi única ventana al
subtítulo, iban a tomar sentido a las pocas semanas de su publicación!
mundo. Para que todo esto se consume, me voy, no sin antes decir que
Son memorias de encierro en tiempos de encierro. Esto lo digo por-
antes del confinamiento la soledad me pesaba un poco, ahora plática
que, si algo tengo muy seguro, es que la memoria del Coronavirus vivi-
conmigo. Acabo de acordarme: hoy soñé que caminaba junto a mis
rá entre nosotros, a través del diálogo y la literatura, ya que es gracias
amigos por la calle.
a esta que uno encuentra la forma de contar e interpretar el presente. Es más que evidente que, gracias a la cultura, hemos podido sobre149
LO S V E N TA N A L E S M A R Í A LU I S A G A R C Í A
Nacieron unos palomos en la parte alta de la azotea cantan temprano y revolotean, revolotean. En el extremo izquierdo del edificio un gato pardo se asoma a diario y juguetea, y juguetea. Desde su vuelo, un hornero argentino dijo: “Vení a la ventana, mirá, ¿qué es lo que ves?” Yo le contesté: “Es un zanate, zanate desde la ventana, che”. Frente a la casa, a chorros caza un vivaz niño a su vecino que a la distancia se aferra bien a su pared. Se ha vuelto hechizo el ecologismo como pretexto para salir a andar pausadamente, puesto el radar en caso de por ahí encontrar ecos fugaces de catastrofismo. Entre tinacos, cables, el cielo y la tubería, nos asomamos conteniendo la alegría dispuestos a ver la viva lluvia caer. Todo esto ocurre en sincronía y los sonidos externos comienzan a ser nuestro anecdotario, la fonoteca, la biblioteca, la galería, nuestras largas charlas de café. Pero dentro el miedo protagoniza esta novela moderna en tiempos de oscurantismo y fe.
150
Qué delicada tarea se ha vuelto atender la sencillez, mientras tambalea la mesa donde elevada posa esa vasija roja de porcelana Meissen; mientras los planes y los proyectos tocan pared; mientras el agua, la medicina, la cercanía y la economía abundan en su escasez; mientras los cuerpos se vuelven lácteos acartonados bien apilados en almacén; mientras la ciencia se santifica, pero también orilla a anteponer la juventud sutilmente explotada frente a la “improductiva” vejez; mientras la realidad alcanza haciendo andar sobre las brasas nuestros anclados, impermanentes pies. Qué delicada tarea se ha vuelto cuestionar la inmediatez. No somos virus ni solución sino cerrojos buscando llaves. Aves virtuales en la ilusión de vivir plenos en humildades con fuertes egos, con ebriedades por llenar a tope la copa de la razón. Un lazo roto nos funde a todos en las fosas de la tierra al respirar, una primavera que se asfixia en lenta espera, entre ansiedades, entre los marcos que glorifican cuarenta días, los ventanales.
151
¿ E L Ú N I C O M O D O D E C O M B A T I R L A PA N D E M I A ES LA RECLUSIÓN SOCIAL? ALESSANDRO BO Mucho se ha hablado de que la tecnología nos separa cada vez más de nosotros mismos y de los demás, de la ausencia del cuerpo en los nuevos modos de vincularnos, entre otros juicios al sistema virtual. Sin embargo, dadas las nuevas condiciones en este confinamiento global, pienso que, contrastando la idea de reclusión, se han exacerbado los encuentros a través de redes y con ello se han evidenciado otros modos de concebirnos como sujetos relacionales en constante adaptación. Esta investigación emerge hoy, cumpliendo el tercer mes viviendo en el extranjero y el noveno día de confinamiento obligatorio, cuando me he visto necesitado de contacto humano. Considerándome a mí mismo una persona introspectiva, decidí convocar imparcialmente a través de videollamada a una lista de amigos y familiares, que se encontraban en las mismas condiciones de confinamiento. Durante nuestras conversaciones decidí grabar las mismas y así fue emergiendo la necesidad de retratarlos, como quien congela un momento que en palabras no era me era posible explicar. Muchas preguntas devienen de esta experiencia, al ver a mis sujetos en su propio espacio de confinamiento y a través de mi monitor, que generan en mi sentir una especie de holograma que se desdibuja entre un entrañable encuentro y una distancia artificial de difícil acceso. ¿Quiénes somos? ¿Cuál es la relación con el cuerpo en estas nuevas configuraciones globales? ¿Existe realmente la posibilidad de reclusión o confinamiento? ¿Qué sucede con las nociones de soledad e intimidad en estos tiempos?
152
Ricardo Maldonado GarduĂąo
153
154
Victoria Jensen Escudero
Andrea Alcรกzar Romo
155
David Alejandro MuĂąoz
156
Héctor Adolfo Quintanar Pérez
157
158
Alejandra Edwards
159 Germán Romero Mar tínez
160
MatĂas Pintos
Fernanda Rojas
Tadeo Bourbon
161 Dante Busquets
Fernando Gutiérrez Juárez
Jair Cabrera Torres
162
163
Katia Fuentes
164
Mauricio Centurion
165
1
2
166
3
167 1 Rossana Medina
4 2 Alejandra Edwards 3 Alejandra Edwards 4 JosĂŠ Rivero
Cristina BĂŠjar
168
Gladys Serrano
169
1
2
170
171 3 5
1 Cristian Scotellaro 2 Cristian Aristizábal 3 Vicman 4 César Iván Pérez Durán 5 Ariel Timy Torres
4
Sergio Valnez
172
173 Irene Sanz Sosa
Diego Arรกoz
Carlos Enrique Osorno Rosel
174
Mario Haw
175
Gabriela Cardona Walther
JP Quiroga Aragรณn
176
Alejandro Medina Guzmรกn
177
Carmen Sรกnchez PHOTOCAR
178
Dr. Alderete
179
180
Marcos Carri
181 Jonatan Grimo
182
Carlos Noriega
183 Claudia García Méndez
184
Luis de Sandoval
MarĂa Victoria Araujo
185
Ina Casanova
186
Euge Neme
187
Mariana Mata-Lara
188
Ariel Timy Torres
189
Valeria Tomassini
190
Salvador Leรณn Beltrรกn
191
Candelaria Magliano
192
193 Florencia Hazelhoff
Mariceu Er thal
194
Ricardo Maldonado GarduĂąo
195
Hugo Borges
196
María Luisa García Serrato
197
198
Mario Haw
Mateus Bruxel
199
Germán Romero Mar tínez
200
201
Claudia Alva Linares
202
Pablo Osorio Torres
203
204
Alejandra Cardona Mayorga
Claudia Alva Linares
205
206
Ariel Timy Torres
207
LA CHICA DE LA GABARDINA AZUL S A R A Y C H I N O A V E N DA Ñ O
“Adultos mayores corren más riesgo”. “No salgas abuela, ya te traigo las cosas”. “Aislamiento para el abuelo, no vaya a ser que se nos enferma”. “Tienes que vivir más, no te puedes morir aún tita”. Quédate en casa por favor, a Daniel se le ha muerto su abuelito y no sabe que sucedió, Ximena no volverá a ver más a su tita y le encantaba estar en su casa, Javier ha perdido a su madre y no ha podido llorarle. Tíos, hermanos y primos perdieron un miembro de la familia y no hubo donde enterrar, se han despedido al viento, sin besos, ni risas, ni abrazos de consolación, han perdido al miembro más grande de la familia, y no fue culpa suya. “Mamá, no salgas, yo te paso las cosas más tarde”. Más tarde no salió nadie por las cosas, mamá no salió, pero los vecinos la visitaron y los vecinos ya habían salido. Quédate en casa por favor, no quiero escuchar “mamá murió”, “la abuela falleció”, “Tita ya no está”. No quiero ver más ataúdes vacíos, tumbas sin cuerpos y almas sin despedirse. Quédate en casa porque si me falta mi abuela, me muero.
209
EN CARNE PROPIA KAREN SERNA
Uno no se imagina la magnitud de las cosas, hasta que lo vive en carne propia. ¡El jueves fue un día horrible! Tuve la fortuna o la desgracia (diré que fue más una fortuna, aunque no me sentía así en ese momento) de atender a un paciente con Coronavirus. Fue algo muy abrumador, más de lo que creí que sería. Muchas cosas pasaron por mi mente. Para empezar, saber que ese paciente era sólo dos años mayor que yo, y que podía ser yo la que estuviera en esa situación. ¿Qué lo hacía diferente de mí?, me preguntaba. La respuesta era: ¡NADA! También me imaginé que ese hombre podría ser mi padre, o mi madre, o mi hermano, o mis amigos, o la gente a la que amo. Me veía ahí, a su lado, no pudiendo hacer nada más que verlos perder el aliento. Reiteré lo pequeños que somos y, a pesar de eso, lo mucho que nos jactamos delante de fuerzas que no entendemos, pero que pretendemos que sí, hablando de ellas con la mano en la cintura, creyendo saberlo todo. Estaba ahí, al lado de ese hombre, con incertidumbre, sintiéndome miserable e inservible, como una basura, a pesar de todo lo que humanamente hicimos. La salud y la vida no están en nuestras manos humanas, como nos lo han hecho creer, tanto a médicos como a pacientes. Pasaron muchas horas ahí. ¡Ya no aguantaba más el equipo protector! Llevar eso encima te recuerda con 210
mayor intensidad lo vulnerable que eres: dentro del traje estas como a 40 grados, no puedes respirar. Traer eso encima lastima tu carne, tu piel, tu cara: la llena de pústulas por cada hora que lo traigas encima. Tu voz no se escucha, acabas ronco de tanto gritar, te vuelves ciego entre el vapor y el sudor, te vuelves sordo y mil veces más torpe. Dios te recuerda que ni aún con todo eso encima puedes protegerte, ni ayudar mucho cuando ya no hay tiempo y cuando las advertencias se agotaron; te invita a no olvidar que tú o alguien de los que amas podría estar en esa cama y que toda la autosuficiencia de la que te jactabas, tú y la humanidad entera, no sirven de nada. Nuestra incapacidad y nuestras limitaciones se han hecho un poco más gráficas y palpables ahora, aunque en realidad, antes de todo esto (la pandemia) ya éramos así, ya estábamos mudos, ciegos y sordos, llenos limitaciones, sólo que pocas veces nos damos cuenta de ello y aún más, pocas veces lo reconocemos. Ahora sé, que después de muchos años de “avance”, de tecnología y de ciencia, ese viejo aforismo sigue siendo y será una realidad por muchos siglos más, y una verdad que entre nosotros debemos enseñar: “el médico cura a veces, alivia a menudo y consuela siempre”. La vida y la muerte están y siempre han estado en otras manos y, definitivamente, no son las nuestras. 211
ÍNDICE FOTOGRÁFICO
Adela González De León 35
Astrid Rodríguez 34, 113
Dr. Alderete 112, 179
Adriana Balderrama 44-45
Betiana Benitez 126
Duilio Rodríguez 89
Adrián Castro 110
Candelaria Magliano 192
Erik Hubbard 114
Alejandra Cardona Mayorga 204
Camila Ruvalcaba Reséndiz 82
Esperanza Maldonado Artieda 17
Alejandra Edwards 26, 102, 103, 107,
Carlos Eduardo González Nava 91
Esteban Barrera 73, 79
Carlos Enrique Osorno Rosel 174
Euge Neme 187
Alan Carranza 122
Carlos Noriega 182
Fernando Gutiérrez Juárez 160
Alejandra Malcorra 33
Carlos Prieto Corral 120
Fernanda Rojas 160
Alejandra Osorio Olave 102
Carmen Sánchez PHOTOCAR 178
Fernando Ribeiro 28
Alejandro Bartra 77
Claudia Alva Linares 202, 205
Fernando Velazquez 40, 41
Alejandro Medina Guzmán 177
Claudia García Méndez 87, 111, 183
Florencia Hazelhoff 65, 115, 193
Alejandro Pérez Cervantes 39
Clauzzia Gómez 78
Gabriela Cardona Walther 29, 175
Alan Antonio Dorantes Pérez 75
Celeste Destefano 114
Germán Romero Martínez 70-71, 90, 159,
Alessando Bo 114
César Iván Pérez Durán 96, 171
Gladys Serrano 169
Alicia Hernández 94
Cristian Aristizábal 170
Grisel García 19, 200-201
Amalia Gamio 27, 103
Cristian Scotellaro 170
Héctor Adolfo Quintanar Pérez 157
Ana Montoto 119
Cristina Béjar 168
Héctor López Guerrero 84
Andrea Alcázar Romo 155
Daniel Carrera 25
Hugo Borges 80, 95, 196
Andrea Tejeda K. 114
Daniel Pessoah 120
Ignacio González 120
Ángela M. Ávalos 47
Daniel Vázquez 120
Ileana Doble Hernández 106, 107
Anie Castillo 48
Dante Busquets 42, 100, 120, 161
Ina Casanova 186
Ariel Timy Torres 22, 32, 171, 189, 206-207
Dariana Tinajero López 120
Irene Sanz Sosa - España 172
Ariel Subirá 123
David Alejandro Muñoz 156
Ivonne Sánchez Fragoso - México 120
Armando Mata 98
Diego Aráoz 24, 108, 128, 172
Jair Cabrera Torres - México 162, 163
158, 166, 167
Jessica Rojo Bautista 102
Mariceu Erthal 120, 193
Rossana Medina 166
Jill Hartley 101
Mateus Bruxel 12-13, 127, 199
Salvador León Beltrán 191
Jorge A. Arvizu Gutiérrez 85
Matías Pintos 160
Samanta Avellaneda 116
Jonatan Grimo 181
Mauricio Centurion 165
Santiago Escobar Jaramillo 125
José Rodríguez Trujano 72
Mauricio Jiménez Reynoso 43
Sergio Valnez 20, 172
José Rivero 167
Miguel Ángel Camero 23
Sergio Vejarano Sarabia 104
JP Quiroga Aragon 74, 176
Monica Lozano 99
Sofía Castillo 100
JP Monge 120
Nazareno Ausa 36
Tadeo Bourbon 160
Juliana Faggi 81, 83
Nelson González Leal 30
Valeria Tomassini 190
Julio Bronimann 37
Nicolas Jacobo 114
Vicman 106, 170
Karla Jaqueline Peniche Romero 18
Octavio Soto A. 46
Victoria Jensen Escudero 154
Katia Fuentes 164
Olin Ibarra Sánchez 67
Vilena Figueira 117
Kristal Piatti 120
Oscar Arriaga Salas 104, 105
Xochilan Rojas 105
Leonardo Savaris 97
Pablo Osorio Torres 203
Lorena Velasco 38, 69, 92
Pamela V. Escamilla Torre 124
Lorenzo Farfán 16
Patricio Crooker 14-15, 66
Luis de Sandoval 184
Ramón Cruz Guillén 76
Luis Villalobos 68
Ricardo Alva 88
Marcos Carri 180
Ricardo Azarcoya 93
Mariana Mata-Lara 31, 109, 188
Ricardo Espinosa 120
Mario Haw 175, 198
Ricardo Maldonado Garduño 153, 195
María Luisa García Serrato 197
Rita García Nieto 118
María Victoria Araujo 185
Rogelio García Treviño 21
Margara de Haene 9
Rosalba Bustamante 113
ÍNDICE DE TEXTOS
3
UN DIARIO DE EMOCIONES Irving Cabrera Torres
6
HOY Julia Centeno
7
EL PRIMER DÍA DE NUESTRO ENCIERRO POR LA EMERGENCIA DE COVID Miguel Ángel Izquierdo Sánchez
8
A MIGUEL HERNÁNDEZ EN EL ANIVERSARIO DE SU MUERTE Luis Erasmo Arteaga Nieto
49
CORONAVIRUS Rocío Desimone
50
EJERCICIOS SOBRE CÓMO EVITAR TOCARSE LA CARA Rossana Medina
51
EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS Walker Vizcarra G.
52
EL SUCESO ESTÁ ADENTRO Ehekatl Hernández
54
DIARIO DE ENCIERRO María Sanz
64
TRES POEMAS
138
Alan Soher 129
PARECE QUE TODOS ESTAMOS
C-19 Silvia Ramírez Chávez
139
PENSANDO LO MISMO
HIPOCONDRÍACO David Parra
Misael Sámano-Vargas 140 130
131
PARADOJA
LOS CLAROSCUROS DE UN ALIADO
Germán López Moreno
Ehekatl Hernández
CUERPOS DE PAPEL
143
José Gallegos 132
NEW FANCY
COVID-19: CUARENTENA
144
QUÉDATE EN CASA
147
SOBRE EL ENCIERRO
A MÍ MANERA / A QUIEN LE TOCA LE TOCA Ariel Perea Mejía
150
Clauzzia Gómez 134
LO QUE VIVIMOS Jocelyn Chuc Ortiz
Nelson González Leal 134
QUÉ NOS TIENE PREPARADO EL MUNDO Wendy Dominguez Villar
Gerald Bermúdez 133
LA PANDEMIA EN LA ERA DIGITAL /
LOS VENTANALES María Luisa García
152
Rossana Medina
¿EL ÚNICO MODO DE COMBATIR LA PANDEMIA ES LA RECLUSIÓN SOCIAL? Alessandro Bo
135
¿CUÁLES SON NUESTRAS CADENAS? Raquel Acosta
209
LA CHICA DE LA GABARDINA AZUL Saray Chino Avendaño
136
EL VIAJE DEL CELOFÁN Kristal Piatti
210
EN CARNE PROPIA Karen Serna
se terminó de imprimir en agosto de 2020, en los talleres de Offset Santiago, San Pedro Totoltepec, Manzana 4, Lote 2 y 3, entre calles: Miguel Alemán Valdés e Ignacio Longares, Parque Industrial Exportec 1, 50200, Toluca de Lerdo, México. Para su formación se utilizó la familia tipográfica Roboto.
CORONALIBRO
ISBN: 978-607-28-1839-2
CORONALIBRO