Mas allá de las montañas había un viejo árbol, tan sabio como los libros, el cual contó una antigua historia.
En un bosque lleno de solidaridad y amor vivía una pareja de osos panda.
El panda sufría de muchos dolores, así que, para encontrar una cura a su tristeza, decidió emprender un viaje.
Recordó el mundo imaginario de su niñez donde era muy feliz y todos los sueños que tenía cuando era pequeño, dándose cuenta de lo hermoso que fue su infancia.
En su aventura, el panda encontró una elefanta que también estaba triste, sola y cansada. Ambos charlaron sobre lo difícil que es la vida y se dieron cuenta cuanta falta les hacía compartir una conversación sincera, por lo que se alegraron mucho de haberse conocido.
Tras mucho caminar el panda debió cruzar el bosque embrujado habitado por los nadie, quienes no eran nada más que recursos y dueños de nada. El panda sintió tristeza por ellos y exclamo, a sí mismo: qué vida más vacía y sin sentimientos.
De gran ayuda fue encontrarse con su amigo pez, pues lo llevó a buscar la cura al otro lado del mar. En este trecho, atado solamente por una cuerda vieja, el panda pensó cuanto le hubiese gustado aprender antes lo frágil que era la vida.
En la aventura llego al lugar de los robots olvidados y comprendió que a pesar de su vejez y sus defectos por el desuso, tenían emociones y seguían sintiéndose útiles.
Más tarde en su viaje pasó por la Isla de los Sentimientos, en donde unas fichas de ajedrez le enseñaron distintas formas de amar.
En su búsqueda de la cura al dolor, el panda aprendió de todo lo vivido, especialmente que su vida era como la de las mariposas, frágil y fugaz.