PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ FACULTAD DE ARQUITECTURA Y URBANISMO TALLER DE INVESTIGACIÓN 2011-2
TÍTULO:
CONDOMINIOS EX-POST DE LIMA CENTRAL TIPOLOGIZACIÓN MORFOLÓGICA
AUTOR: Mauro Javier Jurado Salcedo
CÁTEDRA: Prof. Dr. Wiley Ludeña Urquizo Lic. Fil. Viviana de la Jara Salazar Arq. Ernesto Arias Valverde ASISTENTES: Mayra Vila Aranzaes Sarah Yrivarren Valverde Jhonatan Lapel Garagatti Yvette Figueres Lara
2011
Título original: Condominios ex-post en Lima Central – Tipologización morfológica 2011, Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú Av. Universitaria 1801, San Miguel, Lima 32, Perú Impreso en Lima, Perú Diagramación: Mauro Javier Jurado Salcedo Concepto: Mauro Javier Jurado Salcedo m-jur@hotmail.com / Teléfono 51(1) 2618288 Editor de estilos: Noelia García Fernández noegarciaf@gmail.com Diseño de cubierta: Carlos Tamayo Castro carlos.tamayo@me.com Fotografía de cubierta: Mauro Jurado Salcedo (2011) ISBN: XX-XXX-XXX-X (Vol. XXX/XX) Depósito legal: X.XX.XXX-2011 Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción parcial total o parcial de esta obra sin autorización del au-
A mi mamรก, por tantas cosas
Agradecimientos
Agradezco a todos los que me apoyaron en el proceso de investigación, que involucró una serie de experiencias. He podido compartir con ellos conocimientos y experiencias que han enriquecido este trabajo y han hecho posible alcanzar un nuevo conocimiento. En primer lugar , agradezco a mis profesoras de investigación del Colegio José Antonio Encinas, pues fue con ellas que me forme como observador y crítico de la realidad que me rodea. Gracias a Érika Arellano, Helga Bazán y a mi profesora y amiga Patty Lingán. También agradezco a mi mamá, quien compartió su experiencia y reforzó mi conocimiento en metodología de la investigación, y a quien he podido recurrir en los momentos más críticos de este proceso : en la identificación de variables y en la delimitación del estudio. A mi papá, quién tuvo la paciencia de acompañar mi recorrido por los 16 distritos de Lima que me propuse a estudiar y cuyo conocimiento empírico de la ciudad me ayudo a encontrar más rápidamente aquello que buscaba. Por supuesto, que a agradezco también a la cátedra del curso de Taller de Investigación de esta facultad por permitirme de manera muy libre y personal, pero a la vez muy rigurosa, desarrollar un trabajo de investigación de relevancia académica, y sobre todo al profesor Wiley Ludeña, cuya exigencia y ahínco representaron en mí una gran motivación para poder crecer como arquitecto a través de la investigación. Finalmente, gracias a los amigos que me brindaron su apoyo en distintos momentos de esta investigación: a Carlos Tamayo, por el diseño de la portada, a Noelia García, por la edición de estilo, a Jorge Zúñiga, a Juan Yactayo, a Lucero Jacobo y a todos los que me otorgaron algo de su valioso tiempo.
Índice
Introducción 11 Estado de la cuestión 13
Capítulo I: Del barrio al condominio ex-post
19
I.1. La estructura de los barrios 21 I.1.1. Componentes perceptuales de la forma urbana
21
I.1.2. Componentes morfológicos de la ciudad y los barrios
24
I.1.3. Actores urbanos en la constitución de los barrios
25
I.1.4. La movilidad y la complejidad del recorrido urbano
27
I.1.5. La vivienda en el espacio urbano
28
I.1.6. Lo público y lo privado
29
I.2. El fenómeno de los condominios ex-post
31
I.2.1. Conceptualización de condominio ex-post 31 I.2.2. Factores asociados a la condominización ex-post
31
I.2.2.1. La segregación urbana residencial 31 I.2.2.2. La influencia del mercado en los estilos de vida
33
I.2.2.3. La inseguridad ciudadana 34
Capítulo II: El Condominio en el Contexto de Lima
37
II.1. El contexto geográfico
39
II.1.1. La estructura general de Lima 39 II.1.2. Las grandes zonas de Lima: Lima Central
41
II.1.3. Los barrios en Lima 43 II.1.3.1. Los barrios de iniciativa estatal
44
II.1.3.2. Los barrios de iniciativa privada
46
II.1.3.3. Las barriadas 46
II.2. El condominio en Lima 48 II.2.1. El condominio colonial 48 II.2.2. El condominio suburbano 50 II.2.3. El condominio periurbano 51 II.2.4. El condominio urbano 52
Capítulo III: Tipos de condominios ex-post en Lima Central
55
III.1. Marco metodológico 57 III.1.1. Criterios de delimitación del estudio
57
III.1.2. Metodología y técnica de recojo de información
58
III.1.3. Criterios de análisis de la información
58
III.1.3. Nomenclatura de la tipologización 59 III.2. Tipificación de los condominios ex-post de Lima Central
61
III.2.1. El condominio-calle ex-post 61 III.2.1.1. Calle lineal 62 III.2.1.2. Calle con giro 67 III.2.1.3. Calle sin salida 70 III.2.1.4. Cruce de calles 74 III.2.2. El condominio-parque ex-post 78 III.2.2.1. Parque simple 78 III.2.2.2. Parque encerrado 87 III.2.2.3. Parques múltiples
94
III.2.3. El condominio-muro ex-post
103
III.2.3.1. Muro simple o de apoyo
103
III.2.3.2. Muro envolvente
103
III.2.4. El condominio-unidad ex-post 110 III.2.4.1. Unidad de lotizació 110 III.2.4.2. Unidad de edificación
110
III.2.5. Otros ejemplos de condominios ex-post 117
Capítulo IV: Conclusiones de la investigación 121 Bibliografía 126
Condominios ex-post en Lima Central: Tipologización morfológica
Introducción
El fenómeno de las calles enrejadas se encuentra en Lima, así como en otras ciudades en vías de desarrollo, de manera proliferante y aparentemente creciente. Forma parte de la experiencia del ciudadano e incluso es visto como natural y razonable. Salvo algunos casos de conflictos (con tintes de racismo y discriminación social), la población parece respetar el espacio que ilegítimamente un grupo de vecinos ha tomado como suyo y ha segregado físicamente de su entorno. A este espacio, que comprende pistas, veredas y parques, y que ha sido encerrado por iniciativa de los propietarios de las viviendas aledañas, se le denomina “condominio ex-post”. Existen dos posiciones encontradas acerca de este tema. La primera, la del ciudadano, tanto la del que vive dentro de un condominio ex-post como la del peatón, que justifican el fenómeno aludiendo a una evidente situación de inseguridad, así como a un razonable instinto de preservación del ambiente urbano inmediato a uno. Por otro lado, existe una posición académica y científica, que reconoce la problemática de la inseguridad, pero que la inscribe en un contexto de segregación social, característica de las ciudades latinoamericanas. En esta investigación se busca introducir una tercera posición acerca del tema. Dada la problemática de cuál es el factor de origen de los condominios ex-post, se entiende la situación de inseguridad y segregación como un aspecto humano que esta interiorizado en todos los habitantes, vivan donde vivan, y es necesario un condicionante más para determinar la existencia del encerramiento barrial. Esta condición, entonces, viene dada por la morfología urbana. A través de esta hipótesis, se busca explicar el fenómeno de la condominización ex-post como un proceso natural en la vida de las ciudades, el cual es catalizado por la forma de las manzanas, en tanto estas encierran naturalmente espacios predispuestos a ser apropiados bajo un régimen privado.
Este trabajo tiene como escenario a Lima Central (en los 16 distritos que comprende esta zona), en la cual se trata de alejar lo más posible de los conflictos urbanos generados por las grandes brechas socioeconómicas. Estas situaciones críticas se encuentran con mayor fuerza en zonas como las de los límites de La Molina y Ate, o en las islas de riqueza de Lima Norte, en las que el conflicto por el encerramiento tiene un claro carácter social también. En Lima Central, salvaguardando las excepciones, existe una heterogeneidad de estratos progresiva a lo largo y ancho de su recorrido, lo cual permite centrar el estudio en las variables morfológicas. El objetivo es el de llegar a una tipificación formal a partir de los ejemplos recogidos en la zona de estudio y poder establecer las situaciones de diseño (o de crecimiento espontáneo) que predisponen el posterior encerramiento, además de ofrecer un panorama cuantitativo de los condominios ex-post existentes en los distritos seleccionados de Lima. En el primer capítulo, se revisarán las teorías existentes sobre los barrios y sus componentes, tanto desde un punto de vista humano y de percepción de la ciudad, como de un punto de vista objetivo y formal. El tema de la movilidad también será tocado de manera especial, ya que el tema a estudiar se encuentra manifestado en las vías vehiculares y peatonales. Posteriormente, se hará un repaso por los factores sociales de la formación de los condominios ex-post, que no son el objeto principal de la investigación, pero que son determinantes para entender el fenómeno en su total complejidad. Para el segundo capítulo, se estudiará el condominio de Lima desde sus más antiguos antecedentes en la época colonial, hasta el surgimiento de los barrios vacacionales de Chaclacayo y Lurigancho, y posteriormente los barrios exclusivos de Surco y La Molina para terminar con los nuevos proyectos residenciales condominizados. En este capítulo también será delimitado el espacio geográfico que comprende Lima Central y la organización de Lima por zonas en la cual está basado este concepto.
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El objeto último del trabajo es el de una cartografía tipificada de los condominios ex-post de Lima, la cual será trabajada en el tercer capítulo, luego de establecer los límites del estudio y los criterios de evaluación de los grupos de casos. A pesar de que la proliferación de las calles cerradas es un problema social y vulnera el derecho a la ciudad y su libre recorrido, esta investigación no
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pretende presentar un panorama alarmante de la situación actual de Lima y sus barrios. El objetivo es el de poder demostrar que el fenómeno de la condominización ex-post es parte de proceso que ha sido predispuesto por el diseño y formación de la ciudad. Asimismo, pone en manifiesto físico las inseguridades sociales que todos los ciudadanos, de cualquier parte de Lima, tienen internalizadas.
Condominios ex-post en Lima Central: Tipologización morfológica
Antecedentes y Estado de la Cuesión
Los objetivos de esta investigación son los de exponer detalladamente la situación específica del área metropolitana de Lima con respecto al fenómeno de los barrios cerrados. El término de “barrios cerrados” es el que se acerca mejor al objeto de estudio a tratarse en esta investigación (aunque en algunos casos también se utilizarán los conceptos de “barrios privados”, “condominios”, “urbanizaciones cerradas” o “enclaves residenciales”). No obstante, este ámbito ya ha sido trabajado por varios autores hasta la fecha, con distintas denominaciones. “Gated communities” es el término norteamericano referido a este fenómeno y que se traduce literalmente a “comunidades enrejadas”, en el cual se entiende como comunidad a un grupo de personas (y de unidades de vivienda) con un mismo patrón cultural el cual a su vez se distingue de un grupo mayor que los rodea. Las “comunidades enrejadas” entonces surgen en un contexto de segregación social, racial, cultural, que caracteriza a Estados Unidos a mediados del siglo XX, así como en un contexto de inseguridad ciudadana. La situación de los barrios cerrados en Latinoamérica se desarrolla con otros diversos matices en cuanto a los factores que determinan su origen, pasando por los factores ya mencionados (inseguridad y segregación) pero también por un conjunto de situaciones específicas provenientes de la influencia de la globalización y el mercado en los estilos de vida de la población y respondiendo a características urbanas particulares, extendiéndose el fenómeno en todos los estratos sociales y económicos. Esto ha generado una variedad de tipologías en torno a distintos criterios como el estrato social, la extensión del barrio cerrado, el tipo de cerramiento, el sistema de seguridad que maneja, el tipo de configuración urbana, etc. Esta diversidad y expansión de los barrios cerrados es la que motiva este estudio, el cual busca establecer ciertos criterios para entender esta complejidad y determinar con exactitud la magnitud de este fenómeno. Uno de los trabajos realizados que servirá como
base fundamental es el realizado por Jörg Plöger (2006), el cual está enfocado en la ciudad de Lima, objeto del estudio, donde hace un primer acercamiento a los barrios cerrados desde dentro, explicando su configuración urbana a una escala más detallada. Dicho trabajo hace una primera tipologización que servirá de referencia para esta investigación, clasificando los enclaves residenciales (término acuñado por este autor) en dos grandes grupos: los condominios de verdad y los condominios ex-post. Los condominios de verdad son aquellos que se crean como tales y están constituidos y contabilizados por la ley. Tal es el caso de los barrios recreaciones de Chaclacayo y Chosica como son Los Cuadros, Los Girasoles, Los Cóndores y los barrios exclusivos de La Molina como Las Casuarinas, La Planicie, etc. Sin embargo, el estudio de Plöger se centra con mayor detalle en los condominios ex-post (barrios posteriormente condominizados) tomando ejemplos de enclaves generados en barrios populares en los cuales explica el sistema de seguridad, el número de rejas, el número de vigilantes, y las manzanas que el enclave comprende, así como los parques y edificios públicos que son apropiados por los residentes. Estos casos son analizados minuciosamente tomando en cuenta no solo bases teóricas y conocimientos empíricos, sino también las experiencias recogidas en el campo de los mismos habitantes. Para el caso de Lima Metropolitana en su totalidad, Plöger hace un mapeo general de donde están ubicados estos condominios ex-post, quedando en evidencia que el fenómeno está completamente generalizado sin distinción de estratos sociales y económicos. No obstante, el principal déficit se halla en el estudio de los barrios que Plöger denominó “condominios ex-post”. Estos barrios, si bien son encasillados por este autor bajo una misma categoría, son los que en la actualidad proliferan de manera más abundante en la ciudad y cuya cifra parece estar en aumento. Esta situación carece de un estudio cuan-
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titativo preciso que conduzca posteriormente a un análisis cualitativo para tipologizar estos barrios en categorías más específicas, y así encontrar sistemas en común con lo que, a futuro, se puedan plantear alternativas al enrejamiento que tomen en cuenta estas referencias como punto de partida. Esta investigación busca recoger de primera mano esta información para elaborar conclusiones inmediatas y concretas, y poder servir como herramienta para futuras investigaciones que se planteen la resolución del problema del enrejamiento como objetivo. El trabajo de Ploger resulta ser sumamente relevante para esta investigación. Sin embargo, vale la pena, antes de poder dar mayor revisión a las características que definen a los barrios cerrados y a su funcionamiento, poder rescatar conceptos teóricos de lo que significa el espacio público, pues la problemática de los barrios cerrados surge en torno a la privatización de calles, plazas y servicios para un limitado sector de viviendas. Sobre el rol de la calle como espacio público fundamental han escrito muchos autores, desde distintos enfoques. Para poder aproximarse a un entendimiento teórico de la ciudad y del espacio público, se revisarán varios enfoques principales, acuñados por cuatro principales autores: Kevin Lynch (enfoque del individuo y su percepción), Anthony Giddens (enfoque de la sociedad y su estructura), Jann Gehl (enfoque del espacio y la arquitectura), Henri Lefebvre (enfoque del derecho) y Amos Rapoport (enfoque de la forma urbana). De estos cinco autores, Lynch y Rapoport tienen un trabajo sucesivo acerca de la imagen de la ciudad a partir de la experiencia urbana, lo cual es de gran valor para este estudio. Otro trabajo de gran importancia es el que realiza Wiley Ludeña en Lima y urbanismo en cifras (2004), en el que se hace un recuento exhaustivo de los procesos de urbanización en la ciudad de Lima. La teoría de Ludeña sobre el concepto y clasificación de los barrios servirá además para alimentar el marco
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geográfico del estudio. Otros textos del mismo autor que serán revisados para esta investigación son Ciudad y patrones de asentamiento (2006) y Urbanismo dixit: Inquisiciones (2009). Lynch en su libro Imagen de la ciudad (2000) explica una manera de entender y de leer la ciudad a partir de 5 elementos: barrios, bordes, sendas, nodos e hitos. Estos conceptos ordenadores de la ciudad bajo la percepción del individuo, por su carácter bastante claro y por ser este uno de los textos más importantes y básicos acerca del urbanismo contemporáneo, serán de gran apoyo al momento de explicar el fenómeno de los barrios cerrados. Si bien Lynch no habla en su libro de esta particular situación, sí lo hace del barrio como la extensión de todo lo que un solo individuo puede llegar a sentir como suyo y a conocer perfectamente. La clasificación que él hace de los elementos en los que está compuesta la ciudad a partir de su imagen, serán útiles más adelante para poder entender la forma urbana que enmarca la aparición de los barrios cerrados. Otro autor que será de ayuda para entender el espacio urbano en otra dimensión es Giddens (1998), quien con su teoría de la estructuración aporta otros factores como los agentes urbanos y el tiempo. Es relevante analizar a los barrios urbanos como un fenómeno de transformación de la ciudad en el cual el habitante forma parte como actor fundamental. Existe gran cantidad de trabajos teóricos sobre el espacio público y su rol en el desenvolvimiento social del usuario, como el de Gehl en La humanización del espacio urbano: la vida social entre los edificios (2006), el de Ramírez Kuri en Espacio público y reconstrucción de la ciudadanía (2006) o el de Isaac Joseph en El transeúnte y el espacio urbano: ensayo sobe la dispersión del espacio público. Sin embargo, uno de los textos teóricos que aterriza de forma concreta en el problema a tratar es el de Lefebvre, titulado El derecho a la ciudad (1978), el cual postula que el acceso pleno a la ciudad en su totalidad es un derecho
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tan fundamental como el derecho a la vivienda, al trabajo y a la salud. Este trabajo fue hecho en contraposición con las teorías deshumanizadoras del espacio público y el movimiento moderno que postulaba la “muerte de la calle”, corrientes que tuvieron impacto también en Lima a través de la construcción de unidades de viviendas de grandes espacios libres y edificios de alta densidad, muchos de los cuales con el tiempo han sido cerrados para convertirse en pequeños enclaves aislados en medio de la expansión de la ciudad. Otros trabajos como el de Amos Rapoport (1978) en Aspectos humanos de la forma urbana, siguen haciendo incisión en la idea de ciudad como construcción socio-cultural. Asimismo el trabajo de Pablo Vega Centeno en Espacio público: la movilidad y la revaloración de la ciudad (2006), presenta un conjunto de conceptos acerca de los límites entre público y privado y los cambios que ha habido entre la concepción de ciudad y de barrio hacia la modernidad. Con estas bases teóricas entendidas es posible estudiar de manera específica el problema de los barrios cerrados. Esta situación se ha dado de forma similar, en el tiempo y el espacio, en distintas ciudades de Latinoamérica y existen numerosos estudios sobre el tema, principalmente en Santiago de Chile, en varias ciudades de Argentina, y en menor proporción en los demás países latinos, a través de artículos en revistas como EURE, revista latinoamericana de estudios urbanos o Scripta Nova, revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Estos trabajos sostienen diferentes posturas, pero tienen en común tener como base un marco teórico en el cual se revisan los conceptos de una ciudad ideal, democrática, integradora, viva, para luego exponer las causas del encerramiento de las ciudades y describir el caso específico de la ciudad a tratar. En todos los casos de ciudades latinoamericanas (y del mundo) el primer problema que salta a la vista es el de la inseguridad ciudadana, en esto coinciden tanto los autores como los mismos ciudadanos: ante la falta de eficiencia del estado por proveer se-
guridad a través de sus propios agentes, los mismos ciudadanos toman las riendas con medidas tales como vigilantes privados y el enrejamiento. Plöger en su artículo La formación de enclaves residenciales en Lima en el contexto de la inseguridad (2006) habla del tema de la ineficiencia estatal y explica los factores que originan los barrios cerrados desde el punto de vista de los habitantes. Se retomará este autor en tanto supone un aporte clave para el tema en cuestión. Otro texto de suma importancia es el de Zúñiga titulado Urbanizaciones cerradas: seguridad y segregación (2006). En este artículo se entiende la seguridad como un factor de orden e inteligibilidad de la vida en sociedad, el cual se ve alterado ante la delincuencia, fenómeno de las grandes ciudades, las cuales concentran mayor cantidad de capital, así como una brecha mayor entre los ricos y pobres. Es ahí donde los ciudadanos temerosos de sus pares deciden ponerle límites a su espacio, rompiendo con las interacciones sociales que caracterizan a la ciudad. Para Zúñiga, en este momento, los ciudadanos dejan de serlo como tales, pues su concepto de ciudadanía es el del intercambio de vivencias en espacio común. Las personas que deciden vivir en un barrio cerrado estarían tratando entonces de emular un estilo de vida que corresponde más a un entorno rural. Asimismo, el autor rescata el papel de los medios de comunicación, los cuales refuerzan la estigmatización de los sectores populares como fuente de la criminalidad a través de su crónica diaria. No obstante, los hechos han demostrado que no es así, que por el contrario, la delincuencia se agrava en los sectores más adinerados, donde ya no se habla de delincuencia común, sino de crimen, narcotráfico y redes más complejas de actividades ilícitas. Zúñiga presenta un enfoque de múltiples perspectivas: habla también de la importancia de un diseño urbano integrador y que haga sentir al ciudadano seguro a través de mecanismos de diseño espaciales, calidad del espacio público, vigilancia
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ciudadana, etc. De igual manera, Roitman es su artículo Urbanizaciones cerradas y segregación social (2004) señala la inseguridad como problema principal, pero lo justifica manifestando que los barrios cerrados generan una sensación de seguridad, mas no son mecanismos de seguridad efectiva en realidad. Esto se debe a que el encerramiento y las altas medidas de seguridad pueden ser un arma de doble filo al dar la imagen de grandes riquezas en su interior, lo cual llama la atención de los delincuentes. En consecuencia, en los casos en que las medidas de seguridad exteriores han sido burladas, se ha dado paso a asaltos de grandes magnitudes, considerando que internamente las medidas de seguridad son mínimas: los carros no tienen alarma, las puertas y ventanas no tienen rejas, etc. Sin embargo, el tema central de este artículo es el de la segregación social y la autora señala este fenómeno como una consecuencia de la formación de urbanizaciones cerradas. No obstante, la segregación es un círculo de causalidad, y funciona como consecuencia tanto como un factor fundamental del encerramiento urbano. Roitman en su texto se hace una pregunta para el caso de las urbanizaciones cerradas: ¿Quién segrega a quién? Siendo la población de un barrio cerrado la minoritaria y la que está detrás de las rejas se podría decir que es un caso de auto-segregación, pero considerando que la mejor calidad de vida es la que está dentro de las rejas se puede considerar que se segrega al resto de la población de acceder a estas oportunidades. Ciertamente, la vida social entre los edificios idealizada en los libros teóricos sobre la calle y el espacio público, se ve perfectamente reflejada en el interior de estos enclaves residenciales, en los cuales los niños juegan en las calles, los vecinos se conocen, se organizan y se identifican con el lugar donde viven, pero sufren el contraste al tener que salir de su lugar, para ir al trabajo, de compras o realizar las actividades vitales de ciudadano. Roitman (2006)
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señala que este contraste es muy perjudicial en el caso de los niños, los cuales crecen y se crían en entornos de aparente gran libertad y que no aprenden a establecer los límites propios que los niños criados en la ciudad abierta sí tienen. El estudio de Roitman resulta valioso y aporta conceptos importantes para comprender este fenómeno, sin embargo, se centra en el estudio de los barrios urbanos que para esta investigación serán denominados como barrios exclusivos de zonas periurbanas, los cuales en su gran mayoría están plenamente constituidos bajo la ley y que han sido concebidos como barrios cerrados desde sus inicios, con una homogeneidad económica y tipológica en el interior de sus límites y cuya existencia es aceptada por sus residentes y en cierta medida también por las personas que viven alrededor, que lo asumen como una convención social, viviendo indiferentes sin generar una problemática en torno a la segregación social reflejada. Tanto la inseguridad ciudadana como la segregación social son situaciones que se dan en entornos particulares y específicos pero que responden a una tendencia generalizada en el globo. El fenómeno de la globalización y del crecimiento económico de los últimos años es también un factor determinante en el estilo de vida de las personas con respecto a sus barrios. La democracia es una palabra muy contemporánea y habla de una realidad en la que todos podemos ser partícipes de manera igualitaria. A grandes rasgos, una ciudad con muchas culturas y muchos estilos de vida conviviendo unos al lado de otros es símbolo de una ciudad democrática, y esta es una característica que poseen las ciudades latinoamericanas con gran cantidad de urbanizaciones cerradas e islas urbanas. Dicha tendencia ya no solo se limita a los sectores más pudientes, sino que las empresas inmobiliarias también le venden este estilo de vida a las masas de gente de clase media y clase media baja. Bajo este contexto el trabajo de Janoschka en su artículo Un nuevo modelo de la ciudad latinoamericana: fragmentación y
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privatización (2002), muestra un panorama del papel que cumplen las grandes economías del mercado en la promoción y gestión de la vida urbana. La autora considera que ya no son solo los ciudadanos los que toman las riendas de sus barrios y los encierran por motivos de seguridad, sino que son las empresas que ahora manejan este discurso de barrios encerrados con el gancho de la “exclusividad”, “tranquilidad” y las “grandes áreas recreativas”. Sobre el caso de los barrios cerrados desde el punto de vista del mercado también nos hablan Hidalgo, Salazar y Álvarez en Los condominios y urbanizaciones cerradas como nuevo modelo de construcción del espacio residencial en Santiago de Chile (2003) y VidalKoppmann en La ciudad privada: nuevos actores, nuevos escenarios ¿Nuevas políticas urbanas? (2005). Muchos autores han enfocado el tema de los barrios cerrados desde el punto de vista de sus causas, mezclando teorías socio-urbanas con conocimientos empíricos. No obstante, con respecto al recojo de información de fuentes primarias para la elaboración de cartografías y bases de datos que ilustren de manera objetiva la realidad, es poco lo que se ha hecho. Janoschka en su ya mencionado artículo presenta un mapa de una típica ciudad latinoamericana (ninguna específica sino un modelo genérico) que resulta bastante ilustrativo. Se expresa en él una mancha central en la que proliferan los condominios de altura y los centros comerciales (Janoschka también trabaja el concepto del mall como nuevo espacio público), de la cual salen vías principales radiales entorno a las cuales se organizan distintos tipos de barrios cerrados (posteriormente cerrados, exclusivos, recreacionales). Se encontrarán mapeos generales similares a este en los diversos estudios revisados, pero ya no de carácter genérico, sino que correspondientes a ciudades concretas (como ya se mencionó, principalmente de Chile y Argentina), en los cuales se hace énfasis en señalar la distribución de los barrios privados exclusivos que, por lo general, se encuentran dispersos en la periferia de la ciudad.
En el 2010 la Asociación Peruana de Consumidores y Usuarios (ASPEC) hizo un levantamiento de información con respecto a la instalación ilícita de rejas en la capital y concluyó que, de 1263 rejas contabilizadas, solo 116 (menos del 10%) contaban con una autorización de funcionamiento. Asimismo, se detectaron muchas otras situaciones particulares como indicaciones de transito ilícitas, puestas por los mismos residentes o rejas sin vigilancia permanentemente clausuradas. También da a notar que el distrito que encabeza la lista de número de rejas es el de La Molina, pero que también es el que tiene mayor control edil sobre las rejas funcionando, pues posee el menor porcentaje de instalaciones ilícitas. Este estudio, si bien ilustra un panorama general de la situación de ilegalidad que encierra la probemática de barrios cerrados, es solo un conteo cuantitativo de las calles cerradas y no contempla ningún estudio realizado acerca del espacio total contenido en un sistema de rejas. Este es un dato que no existe y que sería importante determinar para poder establecer en porcentajes la cantidad de superficie urbana que se encuentra enrejada y el sistema y organizacion bajo el cual funcionan estos enclaves. Por otro lado, existen reportajes televisivos que sirven como documentación acerca de la problemática de Lima y las urbanizaciones enrejadas, los cuales rescatan también el ámbito legal del tema. Un caso sonado es el de la gran reja que divide en dos la calle que marca el límite entre Ate y La Molina, impuesta por la gestión de La Molina antes el problema de la delincuencia y las barras bravas asociada al distrito vecino. Del mismo modo, en este caso saltan temas de segregación y de discriminación, por lo que esta reja es conocida como la “malla de la vergüenza”. Esta reja finalmente fue retirada por orden judicial pues atentaba contra el libre tránsito peatonal y vehicular al encontrarse partiendo longitudinalmente una vía de doble sentido. De manera similar, existe otro caso mucho más reciente de un vecino de La Planicie, Fidel Ma-
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mani, el cual entabló un juicio a sus vecinos para que retiren la tranquera eléctrica colocada en el único ingreso a esta urbanización, arguyendo que la calle es de todos y que el abono por una tarjeta electromagnética para poder ingresar al conjunto residencial, era un cobro indebido e injusto. Fidel Mamani ganó el juicio luego de 13 años de lucha, lo cual pone en tela de juicio la legalidad bajo la cual funcionan estos antiguos barrios exclusivos aparentemente con todas las medidas de seguridad en regla. Sin embargo, a pesar de algunos conflictos que se hicieron públicos, la población general parece pensar que el enrejamiento es un mal necesario ante la delincuencia y prefieren acatar las normas impuestas por las juntas de propietarios de algunos barrios y permanecer indiferentes, sin tomar conciencia de la ciudad como un derecho fundamental. Habiendo revisado el grueso de informes, datos y documentación que existe acerca del tema de barrios cerrados (tanto desde la teoría del espacio público, como del panorama latinoamericano hasta la situación actual de la ciudad de Lima y la data existente), se puede notar que aún existen muy pocos estudios realizados en Lima acerca de las particularidades de esta ciudad con respecto al enrejamiento. Hay situaciones específicas como la inestabilidad económica, la variedad y mezcla
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de culturas, las clases altas en descenso, las clases bajas emergentes y la difusión geográfica de la estratificación socioeconómica que definitivamente determinan factores fundamentales que explican el fenómeno de las urbanizaciones cerradas y que no han sido estudiadas a profundidad. Es relevante analizar el hecho concreto en Lima retornando a los conceptos trabajados con anterioridad, corroborando los factores estudiados antes, tales como inseguridad, segregación, mercado y configuración urbana, identificando las características que distinguen a esta ciudad del panorama general de las ciudades latinoamericanas. Del mismo modo, hacer una re-lectura de los conceptos teóricos iniciales en busca de una validación de los mismos y con miras a una posible reformulación. Como menciona Roitman en su estado de la cuestión propio, el vacío teórico con respecto al tema de las urbanizaciones cerradas es grande y las investigaciones existentes se basan en conocimientos empíricos que sirven muy bien para el trabajo práctico de lectura de la nueva ciudad, más no para formular nuevas teorías que se apliquen a la realidad actual. Si bien el planteamiento teórico no es objeto de esta investigación, se espera continuar sentando las bases y los medios para el debate sobre el espacio público y la calle en el contexto latinoamericano contemporáneo.
I. Del barrio al condominio ex-post
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I.1. Estructura de los barrios
Los barrios son aquellas zonas urbanas de las cuales está compuesta la ciudad. Sus límites y su tamaño no quedan totalmente claros, puesto que el barrio como tal, responde a una construcción por parte del observador o el conjunto de observadores, el habitante y el conjunto de habitantes o incluso el visitante y el conjunto de visitantes (Valera 1996). Entonces cuando se habla de barrios estos refieren a la extensión urbana que una persona o grupo de personas reconoce como homogénea y única, reconocible desde su interior así como desde su exterior (Lynch 2000, p. 84).
componentes de un barrio entonces obtienen una jerarquía en base al significado que los habitantes les dan, yendo desde las unidades más privadas de significado propio para un grupo muy reducido de personas hasta unidades públicas que poseen un significado colectivo y por tanto albergan actividades de interés barrial (Valera 1996). Ambas dimensiones son necesarias para que un barrio se constituya como tal, siendo una transición entre el núcleo básico familiar y la gran ciudad (Rapoport 1978, p. 231).
Desde luego, existen barrios claramente delimitados por una denominación, ya sean distritos pequeños, urbanizaciones o calles, pero esta demarcación inicial no siempre responderá a los criterios que definen realmente un barrio como una unidad dentro de un conjunto urbano. Por lo tanto, esta unidad generalmente es autónoma a cualquier sistema de administración pública (Tapia 2011).
I.1.1. Componentes perceptuales de la forma urbana
Por otra parte, otra característica del barrio es la posibilidad de ser recorrido. Si encontráramos de pronto una situación de límite que no permite una adecuada permeabilidad (principalmente peatonal) entonces reconoceremos el lugar detrás de ese límite como un barrio diferente al que está adelante. Con ello queda entendido que el tamaño de los barrios no puede ser definido con parámetros de extensión, sino de percepción. Para ello, siempre se debe tener en cuenta que al hablar sobre barrios no se referiere necesariamente al diseño urbano, pues aquí se está confrontando enfoques opuestos: Un diseño urbano es aquel que concibe su forma de manera anterior a su creación en la realidad, anteponiendo criterios teóricos a la existencia misma de los habitantes; un barrio se analiza a nivel perceptivo, es decir, cómo los individuos experimentan y se apropian del medio ambiente el cual ya les es familiar de antemano (Rapoport 1978, p. 23). Los barrios también poseen un significado dado a partir de la psicología geográfica de sus habitantes, un valor simbólico y un sentido de indentidad. Los
Antes de hablar de los aspectos estrictamente morfológicos y de diseño urbano, es crucial realizar un acercamiento a la ciudad, los barrios y su dimensión perceptual; en otras palabras, la construcción social de las personas y colectivos que transforma esta masa urbana en un sistema de significados. Se parte del supuesto de que la ciudad, tal cual fue diseñada (y muchas veces no ha sido diseñada), ha sufrido ya varias modificaciones provenientes de estos significados que le van otorgando sus habitantes, y por ende, los componentes de un barrio tienen una determinada forma en tanto son vistas y percibidas de una determinada manera por los individuos. A este conjunto de estos componentes es que autores como Lynch (1960) y posteriormente Rapoport (1978) denominaron la imagen de la ciudad. Si bien esta imagen es dinámica y se encuentra en constante cambio, hay ciertos criterios de clasificación de componentes que se mantienen de manera permanente y estos son los elementos de una ciudad, los cuales fueron concebidos por Lynch en los años 60 y hasta la actualidad se mantienen vigentes en los estudios de imágenes e imaginarios urbanos. Para empezar, se puede mencionar a los “barrios” como los elementos que hacen la primera delimitación de un espacio geográfico extenso distinto al de la ciudad, con las características que ya se han
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Figura 1: Los elementos de la ciudad Autor: Kevin Lynch Fuente: A Dash of Design
mencionado antes, dentro de los cuales podemos encontrar referidos los demás elementos. Lynch (1960) afirma que los barrios se caracterizan principalmente por poseer una unidad temática, es decir, un patrón determinado de textura, forma, símbolos, etc. Este patrón interior es el que estará compuesto de los demás elementos (sendas, nodos, bordes e hitos) y estará condicionado a sus características morfológicas uniformes, a la periodicidad en la que se encuentren, al parecido entre las relaciones inter-elementos, o a cualquier relación semejante que pueda determinar una homogeneidad en el conjunto del barrio. Los barrios como componente estructurador principal de la ciudad pueden ser claros y fuertes, con una trama ordenada y con un eje estructurador dominante. De este modo, su lectura también será muy sencilla y no necesitará de elementos secundarios para poder ser entendida y apropiada. Por el contrario, es cuando los barrios no poseen una estructura legible que los elementos secundarios cobran mucha importancia en los sistemas mentales de referencia de las personas (Rapoport 1972, p. 120) Los componentes de la ciudad (Figura 1) que presenta Lynch (1960) no están jerarquizados de ninguna manera particular, pero sin duda se puede establecer un orden de importancia analizando cuánta influencia tienen estos elementos en la legibilidad de la ciudad. Igualmente, los barrios, además de ser el objeto principal del estudio, son los que dan el primer acercamiento a la escala de
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la percepción humana. Luego de ello, cabría mencionar a las sendas como el segundo elemento más relevante para este propósito. Si interesara solo el aspecto estrictamente formal, los barrios y las sendas serían los únicos elementos que se necesitarían para completar la experiencia de ciudad. Los barrios representarían una gran masa urbana llena de usos diversos y las sendas serían estos surcos que parten esta masa y la organizan de determinada manera para poder ser leída y recorrida. De esta manera se obtiene un esquema básico de llenos y vacíos, que nos permite reconocer por ejemplo un gráfico y señalar que se trata de una ciudad pero aún sin ningún significado. Para Lynch (1960), el significado que se le otorga a las sendas es el de elementos lineales (con un espesor determinado) para la función de ser recorridos. Existe sin duda una jerarquía en cuanto a las sendas, de acuerdo su forma, su función, su manera de recorrerla y este aspecto se tocará co n mayor profundidad cuando hablemos de vialidad y movilidad, pues sin duda las sendas y su clasificación son de vital importancia para la investigación en cuestión que pretende más adelante explorar un tipo de consolidación de barrios a través de la apropiación de sus sendas. Señala Lynch (1960)que una senda ideal debiera tener una trayectoria rectilínea que facilite la orientación casi exacta a lo largo de su recorrido, y que en caso de hacer giros que estos debieran ser de un ángulo cercano a los noventa grados, de modo que el individuo haga el cambio de dirección sin perder la orientación
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(2000, p.118). Estas además, no solo tienen una dirección sino que también tienen un sentido, se dirige a algo y tiene un principio y un final. Por otra parte, las sendas son los únicos componentes lineales de esta clasificación: los bordes también ofrecen un sentido unidireccional pero no capaz de ser recorrido. Por el contrario, es un elemento que se interpone de manera perpendicular al recorrido, interrumpiéndolo de alguna manera. Este límite puede ser real y presentarse en forma de muro, zanja o borde geográfico, o bien puede ser virtual y estar representado por una vía de alta velocidad difícil de cruzar o una vía que separa dos tejidos distintos. Las situaciones de borde más frecuentes pertenecen a estos últimos casos, los bordes virtuales, y en su definición como bordes prima ante todo la subjetividad del individuo o colectivo humano. En relación a los barrios, se puede señalar a los bordes como los límites que separan a un barrio de otro. En los casos de zonas urbanas donde existe una organización barrial instituida esos bordes serán claros y estos barrios tendrán nombre incluso. En las zonas urbanas donde no exista este tipo (ni ningún tipo) de organización espacial social o política los bordes dependerán de la experiencia urbana de cada persona, cruzándose los límites barriales a manera de diagrama de Venn múltiple. Adicionalmente a los elementos revisados existen los nodos y los hitos, ambos representados como un punto en un mapa y se caracterizan por ser lugares de referencia o interés. Sin embargo, tienen cualidades y dimensiones diferentes. Un nodo es un punto de concentración de actividad en el cual los individuos pueden acceder físicamente de manera transitoria. Puede tratarse de un uso especial, de una plaza o de un óvalo, lo importante es que en el confluyan un conjunto de sendas que le otorguen algún tipo de centralidad (Lynch 2000, p.92). En cambio, un hito no es un punto al cual se ac-
cede sino una referencia que se observa de manera externa y que sirven como guías en el recorrido urbano, otorgándole al individuo la información de dónde exactamente se encuentra. Un hito puede variar de escala de acuerdo a la lejanía con la que se observe, lo importante es que cumpla su función de referenciar (Lynch 2000, p.98): puede ser una pequeña tienda a una escala de calle o un cerro a una escala de ciudad, y contra más pequeño sea el hito, la información que proporcionará será mucho más precisa. No obstante, estos componentes son de carácter perceptual y su existencia física no es exacta. Si se analiza la ciudad y los barrios como elementos físicos y bajo los criterios de Lynch, es evidente que queda aún una gran masa urbana no clasificada, conformada por casi la totalidad de edificaciones, que solo es abordada de manera conceptual cuando nos referimos al barrio. Esta masa urbana definitivamente enmarca al conjunto de elementos mencionados, pero no forma parte directa de la experiencia urbana, la cual se da en los espacios de dominio público, es decir, los vacíos. El carácter dinámico de los componentes de la ciudad es una cualidad característica de la clasificación que hace Lynch, y sobre la cual profundiza luego Rapoport (1972): Un mismo objeto físico puede cambiar su significado como elemento, tanto de individuo a individuo, como de un colectivo humano en el tiempo. De manera que, una calle, siempre será en sí misma una senda, pero también puede ser reconocida como un borde si es que en sus dos márgenes se encuentran dos situaciones de límite. Un restaurante puede ser un hito en el recorrido por una calle cualquiera, pero si esta calle posteriormente se llena de más restaurantes, estas unidades dejarán de ser hitos para convertirse en la masa urbana que acompaña a la senda, que esta vez ganará jerarquía como senda pues tendrá un significado específico de albergar restaurantes.
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Igualmente, un barrio pequeño podría convertirse en un nodo si es rodeado de más urbanización que conforma un barrio más grande y que otorga al primer barrio un uso específico que conglomere actividad. Es así que se entiende el poder de las persona sobre los componentes de la forma de un barrio.
I.1.2. Componentes morfológicos de la ciudad y los barrios Habiendo revisado la ciudad y los barrios desde un carácter subjetivo, se podrá analizar ahora la forma urbana de manera objetiva a partir de sus elementos, sus jerarquías y los determinantes de su estructura, sin perder nunca la perspectiva de que los barrios son esencialmente una construcción social. Para empezar, las ciudades, en su concepción más global de trama urbana, pueden entrar bajo tres principales clasificaciones (Adiego & Velilla 2002). Un primer tipo de ciudad es la concéntrica, que consiste en un tejido con un centro claro, un conjunto de vías radiales que nacen en el centro, se dirigen hacia la periferia, un conjunto de circunvalaciones que terminan por completar el sistema vial y que con el tiempo van macando los límites del área urbana. Esta ciudad es característica de los países europeos, principalmente de España. Un segundo tipo es la ciudad ortogonal, la cual es uno de los modelos más utilizados en cuanto a tramas urbanas diseñadas, debido a que ofrece un sistema sumamente ordenado de calles en dos direcciones perpendiculares, en el cual la orientación resulta sencilla y en teoría refleja un ordenamiento democrático sin jerarquías. Es uno de los modelos más antiguos de ciudad y lo encontramos en diversas culturas alrededor del mundo y en varios modelos de implantación colonial. El tercer tipo y probablemente el de mayor proliferación en las ciudades y sobre todo en las de Latinoamérica es el modelo desordenado, el cual no
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tiene una organización uniforme ni rectilínea, proveniente de la sobre-posición de tejidos o del crecimiento espontáneo. Si bien no ofrece de principio una lectura clara, cabe señalar que esta disposición permite situaciones urbanas particulares como cruces múltiples de calles, patios interiores, manzanas triangulares y determinadas formas que le otorgan identidad a una zona de la ciudad, dando la posibilidad de constituir un barrio. Como unidades en jerarquía de tamaño se encuentran en este orden a la unidad de vivienda (o de algún otro uso particular), la calle, la manzana, el barrio y el distrito. Estos dos últimos suponen una extensión de manzanas que bien podrían ser las mismas pero se diferencian porque los barrios y los distritos (o urbanizaciones) son construcciones sociales y construcciones políticas respectivamente, y los distritos en su gran mayoría son de mayor extensión (Adiego & Velilla 2002). La manera en que se ordenan y distribuyen los componentes ya mencionados está sujeta a varios determinantes de la forma urbana, que escapan de la concepción abstracta de un diseño urbano como el ortogonal o el concéntrico. Las ciudades con una topografía irregular, por lo general, presentan patrones de asentamiento distintos a la tradicional retícula ortogonal y se asemejan (en planta) a los diseños concéntricos, en donde las vías circundantes acompañan las curvas de nivel y las vías radiales son vías de máxima pendiente o bien escaleras que escalan el terreno ascendente (Morris 2007). Otro factor determinante en la formación de los tejidos urbanos, es la existencia de un trazo pre-urbano. Este trazo podría estar condicionado a varias situaciones, como la de un sistema de caminos y canales de regadío de culturas anteriores, o una infraestructura defensiva que haya representado un límite en un tejido. De igual forma, se consideraría un determinante la existencia de zonas intangibles por considerarse patrimonios arqueológicos o reservas naturales las cuales por lo general tienen un borde bastante irregular al cual se tienen que adaptar los tejidos que se formen a su alrededor.
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I.1.3. Actores urbanos en la constitución de barrios Nos queda claro, a partir de la revisión de los conceptos morfológicos y perceptuales, que los actores humanos son aspecto fundamental en la creación y transformación de la ciudad y sus barrios. Desde el ejercicio de sus facultades es que se explica la pluralidad en las formas de la ciudad, evidenciada en las viviendas, densidades y en los diversos sistemas ordenadores de la urbe (Rapoport 1997, p.243). Se puede entonces, restringiendo a la masa urbana compuesta por uso residencial y mixto/residencial, determinar como primer actor a los habitantes. Los habitantes con el poder de propiedad que poseen, aportan a la morfología de los barrios construyendo sobre su propia unidad de vivienda en la forma y tamaño que se disponga (tomando en cuenta ciertas regulaciones generales). Estas unidades edificatorias, en su conjunto, son objeto de la lectura urbana que definirá la escala, homogeneidad y composición de esta fachada que acompañará y enmarcará el sistema vial. Sin embargo, los habitantes no solo responderán a su individualidad sino que, viviendo unos en cercanía de otros y a falta de un sistema administrativo que responda a una escala barrial, se organizarán de manera de ejercer su derecho de participación en este marco de sociedad moderna y democrática (Chávez 2003). De esta forma, se evidencia cómo se crean los distintos tipos de organizaciones vecinales, algunas más constituidas que otras. Unas, a nivel de varias manzanas y con funciones múltiples, como las de proporcionar un sistema de seguridad, limpieza y otras funciones de carácter territorial como la gestión para el abastecimiento de agua, luz, etc. Otras, organizaciones vecinales menos complejas y más popularizadas, las cuales se encargan simplemente de recolectar una comisión mensual a todos los vecinos para el pago de un vigilante, y eventualmente, hacer la compra de alguna infraestructura menor un contenedor elevado de basura.
En otras situaciones, el nivel de apropiación de los habitantes sobre el espacio comprendido entre las viviendas puede llegar más lejos, con la modificación de la misma vía, un ensanchamiento de veredas, o de la pista, colocación de rompe-muelles, tranqueras o incluso rejas. Los estándares más altos de apropiación del espacio de los habitantes son el objeto de este estudio, pero a este nivel nos detendremos en la descripción de los actores y de sus facultades sobre el barrio. Cabe señalar que contra más consolidados se encuentran los barrios, social y económicamente, las organizaciones vecinales van perdiendo protagonismo y van adquiriendo funciones más puntuales, llegando incluso a casos donde estén completamente disueltas y se funcionan de manera totalmente individual (Vega Centeno 2006). Asimismo, si se ha hablado de los habitantes como actores con poder por su cercanía al espacio en cuestión, valdría preguntarse si es que personas ajenas al lugar de alguna forma también son parte de este espacio a manera de visitantes y si tienen algún grado de influencia sobre este. Los transeúntes, entendidos como los caminantes de a pie, cuya función es la de desplazarse por la calle y estar presente en esta, para cumplir un objetivo o simplemente para ser “parte de” (Gehl 2004, p. 147), eventualmente transitarán por cualquier barrio existente, pues estos individuos que se dirigen de un lugar a otro, tienen la facultad de acortar su ruta a través de calles secundarias (a diferencia de un vehículo, al cual le favorece el uso de avenidas matrices), ingresando en lo más “privado” del dominio público (más adelante se delimitarán mejor estos conceptos) (Gehl 2004, p. 151). El paso de transeúntes configurará los barrios en la medida que son la evidencia de que estos son parte de la ciudad, y están conectados a través de un sistema de vacíos que es, o debería ser, continuo. Como ya se mencionó anteriormente, la seguridad es un factor de relevancia social dentro del ámbito residencial, y es por eso que los agentes de segur-
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idad se convierten en actores de gran participación en el ordenamiento de los barrios. Existen varios niveles sobre los cuales recae la responsabilidad de la seguridad en los barrios. En un primer nivel, deberá recaer en los organismos policiales u otros agentes dependientes de los gobiernos nacionales o locales, a través de un eventual patrullaje o de la colocación de cámaras de vigilancia u otros mecanismos de prevención delincuencial. En un segundo nivel, se encuentran los agentes privados de seguridad los cuales, previa organización vecinal, son contratados por los mismos habitantes y están dedicados las veinticuatro horas del día a la observación del vecindario comprendido aproximadamente entre una y tres cuadras. En un tercer nivel, son los mismos habitantes los que se encargan de la seguridad a través de diversos sistemas como las rondas vecinales o las alarmas inteligentes. Una situación óptima de gestión de la seguridad ciudadana podría representarse con un sistema de niveles mixtos, en los cuales los vecinos están organizados para proteger su barrio de manera autónoma, con una asesoría de organismos especializados del gobierno y con la provisión de las tecnologías respectivas. A parte de la responsabilidad de velar por la seguridad, las autoridades locales tienen otras facultades más directas sobre la constitución de los barrios. Si los habitantes tienen el poder de determinar los factores de forma de sus propiedades individuales, las autoridades tienen esa misma capacidad sobre todo lo demás, entiéndase el espacio público comprendido por calles y plazas. Las autoridades eventualmente harán mejoras e implementaciones en las calles y plazas, para dar mantenimiento, mejorar las pistas, arborizar los parques, instalar equipamientos de recreación, etc. Sin embargo, los organismos gubernamentales, a través del ejercicio de sus competencias, igualmente pueden llegar a resultados que afecten de manera negativa la configuración y conservación de los barrios. Por ejemplo, a través de licitaciones
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cuestionables que permitan construcciones de una escala que modifique la densidad de los barrios, que permita la concesión del espacio público para usos privados, o que alteren el carácter de las vías perjudicando la accesibilidad o disminuyendo el valor de las viviendas. De esta manera, las autoridades muchas veces no son el último actor en esta pirámide de poder sobre los barrios, sino que existen también empresas privadas que ejercen su debida influencia, los cuales en muchas ocasiones tienen igual o mayor poder, teniendo además intereses absolutamente particulares. Para empezar, cabe describir una situación óptima y balanceada de los actores privados, en cuyos casos hablamos de una relación entre la autoridad (el poder), la empresa (el interés económico) y los habitantes (la necesidad) (Pírez 1999). La autoridad tiene una tarea que le corresponde como competencia gubernamental, pero que, con el objetivo de liberar responsabilidades y ser más eficiente, contrata una empresa privada especializada en la provisión de ese servicio y la instala en determinada población. En este caso los habitantes se vuelven, de manera indirecta, consumidores de la empresa privada, que obtiene sus ganancias a partir del presupuesto público y que otorga sus servicios a los pobladores. Ahora, existe otro tipo de concesión que no resulta directamente beneficioso para los habitantes, que se da cuando el interés surge de la empresa privada por vender determinado servicio o producto a una población y esta le paga a la autoridad para poder adquirir el permiso de funcionamiento. En dicho caso, este servicio no necesariamente corresponde a la necesidad de la población, las cuales son identificadas en primer lugar por las autoridades y no por las empresas privadas. En casos extremos, la empresa puede hacer uso abusivo de las facultades que ahora tiene en perjuicio de las características del barrio. Pero en al-
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gunos casos, con una política responsable de por medio, estas empresas sí pueden elevar la calidad de vida del barrio. Generalmente esto se da a través del comercio. El comercio es una función urbana fundamental que siempre ha estado presente (en diversas escalas) en la vida de los barrios y actúa, sobretodo en este mundo contemporáneo, como catalizador de las interacciones sociales (Navereau 2007). En este sentido, los establecimientos comerciales, aparte de ofrecer sus respectivos productos, pueden generar determinada vida de barrio y convertirse en nodos de confluencia que le den características particulares que rompan con la homogeneidad, de manera positiva. Derivado de la teoría de la estructuración de Giddens (1998), se afirma que la acción de los agentes urbanos es la que construye un barrio, pero esta estructura resulta a su vez determinante en las condiciones en las cuales se circunscriben las acciones de los agentes, moldeado sus capacidades y comportamientos (Ortiz 1999). En otras palabras, la vida de un barrio es un proceso cíclico moldeado por la interacción de los actores urbanos sobre su estructura y de la estructura sobre sus actores urbanos.
I.1.4. La movilidad y la complejidad del recorrido urbano Se puede tener experiencia urbana gracias al principio de la movilidad, el cual permite recorrer la ciudad de un punto a otro para el cumplimiento de determinada función o necesidad, pasando en la trayectoria por un conjunto de situaciones, que día tras día y en su conjunto, conforman la experiencia urbana. Entonces, se distingue dos factores esenciales cuando se habla de movilidad: la localización de las cosas, y la accesibilidad para llegar a ellas (De la Fuente i Oliva 2007). Estos dos factores, sumados evidentemente a la acción del individuo, convierten a la ciudad en un sistema sumamente complejo, ya que el vacío en la trama urbana no puede analizarse de manera
superficial. Viendo un mapa de una ciudad uno puede tener una primera intuición de una vialidad fluida a través de la observación de la proporción entre llenos y vacíos. No obstante, los flujos no se asemejan de ninguna manera al flujo de un líquido el cual se dispersa más rápido únicamente en base del tamaño de los conductos, sino que un sistema de movilidad urbana está compuesto por cientos de miles de individuos con una trayectoria específica a una determinada hora y con un medio de transporte ya establecido, generando puntos críticos a nivel de espacio y tiempo (Boaga 1972, p.109). Igualmente, la complejidad de la movilidad aumenta cada vez más con la multiplicación de los medios de transporte: los caminantes, los automóviles particulares y el transporte público en sus diversas formas. Esto supone una superposición de múltiples capas en la trama urbana, de unidades con distintas velocidades, distintos tamaños, distintos tipos de vías y distintas rutas, y el sistema vial tiene que poder responder a todos estos requerimientos. En muchos casos de las ciudades contemporáneas la complejidad que acarrea el tránsito vehicular termina en soluciones viales que castigan el recorrido peatonal, el más fundamental de la experiencia urbana (Vega Centeno 2006). Viendo entonces a la movilidad como un sistema de abastecimiento urbano, existen varios enfoques acerca de lo que es óptimo para una ciudad en cuanto al transporte. Existe una visión “regularista”, que busca a través del urbanismo y la planificación establecer la localización adecuada de centros de comercio, equipamientos y lugares de recreación , lo cual intenta generar centralidades múltiples y recorridos cercanos para la facilidad del transporte. Otra perspectiva, la “liberalista”, apuesta por el ordenamiento natural de las cosas. Sin embargo, en las ciudades contemporáneas se observa siempre una tendencia de la gente a vivir lejos de sus centros de trabajo y de los centros de comercio (por una concepción de status residencial), generando una condición de centro periferia más difícil de
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abastecer (De la Fuente i Oliva 2007). En consecuencia, la visión “regularista” de la movilidad es la que favorece el fortalecimiento de los barrios y la “liberalista” una idea más global de ciudad. No obstante, la movilidad no solo debe ser entendida como un sistema vial y de transporte sino también como un derecho fundamental de los individuos en un entorno urbano, que vitaliza la idea de ciudad. El sistema de sendas se caracteriza por tener una topología unificada e ininterrumpida que se va haciendo grande o pequeña, que desemboca en otras sendas o en espacios públicos mayores, pero que siempre ofrece la posibilidad de continuar en alguna dirección. Vega Centeno (2006) señala que la idea de una ciudad vital a partir de su movilidad nace de una analogía con la vitalidad del ser humano, el cual adquiere calor a través de la circulación de la sangre. La idea de constante movimiento es entonces lo que permite que un espacio con llenos y vacíos se convierta en una ciudad. Después de todo, el fin último de la creación de las ciudades es el intercambio (de vivencias, de experiencias, de productos, de cultura, de conocimientos) que tiene como escenario el espacio comprendido entre los edificios, el cual es un espacio, por definición, democrático (Ballén 2007). La sociedad de la información, no obstante, ha cambiado la manera en que se relacionan los distintos agentes urbanos, y también el espacio en el que lo hacen. Muchas funciones se han trasladado al terreno virtual dejando en muchos casos a la movilidad urbana como una cualidad secundaria. O bien, muchas actividades se han sumado a los espacios privados, siendo la movilidad entendida como una partida y un destino y no como una experiencia de trayectoria, lo cual nos hace cuestionar la importancia de las calles, las calles menores (no los grandes corredores de intercambio vial) y las calles de un barrio, como algo más que elemento ordenador que distribuye a un número de unidades de vivienda.
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I.1.5. La vivienda y los espacios residenciales La estructura de los barrios está en directa relación con la forma de las viviendas, con su densidad y su tipología. En una primera aproximación, se puede decir que la densidad dispersa de las viviendas está relacionado a un sistema general con mayores dificultades de ofrecer sostenibilidad y que las ocupaciones compactas sí favorecen ese aspecto (Cormenzana 2007). Así mismo, la densidad dispersa de viviendas, al ocupar mayor área en el territorio que una densidad compacta, reduce la permeabilidad de los sistemas de movilidad. Utilizando estos criterios de densidad, se identifica por un lado a las viviendas unifamiliares y por otro lado a las viviendas multifamiliares. Un barrio donde exista un conjunto de viviendas unifamiliares (o bifamiliares) representa una escala baja, lo que es coloquialmente llamado como “zona residencial”. Dependiendo de las características sociales, culturales y económicas (que por lo general son bastante homogéneas en una misma área), un barrio de baja escala supondrá calles tranquilas, poca confluencia y determinado nivel de vida social entre los vecinos. Un espacio residencial de escala alta, por otro lado, supone la creación de nuevos conceptos de “barrio”. Las familias ya no tendrán ese poder directo sobre la modificación de la calle a través de la modificación de su vivienda, sino que pertenecerán a un conjunto de departamentos que en su conjunto serán una unidad edificatoria. Dicha agrupación necesaria y claramente delimitada de un grupo de familias supone una interacción y organización casi obligada: el edificio se convierte en un barrio interno, con una administración, con una serie de servicios comunes, dentro del cual se está seguro y dónde los vecinos resultan familiares. La única diferencia es que todo esto ocurre por detrás de la línea de propiedad y que ya no forman parte de una experiencia propiamente urbana. Este modelo, el modelo compacto, sostenible, a la vez
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de crecer en altura y dejar por tanto mayor área libre en la ciudad para el esparcimiento e intercambio, absorbe las actividades de un barrio en su interior, reforzando la idea del vehículo como nuevo protagonista de la ciudad. Igualmente, la idea de densidad compacta de viviendas viene acompañada de una idea de usos dispersos de la ciudad, de una relación lejana de la vivienda con los demás usos. Las personas cada vez menos se interesan por la cercanía de los servicios y equipamientos básicos. Ellas pondrán a sus hijos en el colegio que más les guste, no en el que esté más cerca, irán al hospital donde esté su doctor y no al que está más cerca de casa, igual con los supermercados, cines, iglesias, etc. Desde luego, las largas distancias que ello supone se vuelcan en la necesidad de un vehículo, no son distancias capaces de recorrer a pie, por lo que los individuos cada vez caminarán la ciudad menos (Vega Centeno 2006). Existe una percepción generalizada de los espacios exclusivamente de vivienda como los espacios ideales para vivir. Por ende, los elementos catalizadores de movimiento y vida urbana, como los comercios pequeños de carácter vecinal, son asociados al desorden urbano y la informalidad. La gente aspira a vivir en barrios tranquilos, lejanos al movimiento de personas extrañas, aunque ello suponga un nivel de segregación urbana, así como un nivel de inseguridad a falta de mecanismos naturales de vigilancia urbana como lo son los comercios. Finalmente, estos factores determinan la creación en enclaves residenciales que se aíslan del tejido urbano. Este fenómeno es el que se profundizará más adelante.
I.1.6. Lo público y lo privado Habiendo revisado los conceptos tanto de la forma urbana, sus actores, su estructura y la configuración de su masa urbana, se llega al punto de definir los límites entre lo público y lo privado, que es el
objeto esencial de este estudio. Formalmente, de manera legal, existe un límite claro entre la propiedad privada y el bien público. Las personas son dueñas de determinada parcela en la ciudad y el alcance de su libertad absoluta de acción e influencia termina en los límites de esa propiedad. Fuera de estos límites la libertad es relativa y se ajusta a las reglas de convivencia establecidas por una sociedad. Es ahí donde los límites no quedan claros en el momento de la práctica real de vivir en la ciudad. Según Lefebvre, (1968) el derecho a la ciudad es tan vital como el derecho a la salud, la educación y el alimento. Además, comprende la necesidad de vivir en lugares propicios para convivencia y con una diversidad de usos que permita el desarrollo individual y colectivo de las personas. Estas ideas pertenecen a una época donde la modernidad estaba en pleno apogeo intelectual y el funcionalismo postulaba la segregación de funciones en una ciudad clasificadas en dormir, trabajar, recrearse y circular. Bajo este concepto de usos segregados, la apropiación del espacio de viviendas como único bien privado era bastante clara. Las personas no eran dueñas del suelo: en las unidades habitacionales el primer piso estaba elevado. Por tanto, la totalidad del territorio era de dominio público y de libre circulación. Desde luego, este es un concepto teórico que tiene pocos ejemplos en realidad, la mayoría de los cuales hoy son islas urbanas a causa de la expansión territorial a su alrededor. En la mayor parte de las ciudades del mundo lo que se encuentra es el sistema tradicional de manzanas que comprende una lotización y una vialidad. Ahora bien, por convención social, se ha otorgado el derecho casi generalizado de tener libertad sobre el área más próxima a los límites de propiedad: dícese del pedazo de jardín que hay en la transición de la vereda a la pista, o del espacio para estacionarse. A nadie se le ocurriría señalarle a un ciudadano que estacionó su auto frente a su casa, en una zona
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de exclusividad residencial, decirle que esa vía es de bien público, aunque lo sea. Pero si, por ejemplo, un reparador de autos viejos utiliza el espacio que por convención social le corresponde para estacionar un auto en mal estado dispuesto a refaccionarse, los vecinos podrían reclamar arguyendo que le da un mal aspecto y que la calle no cumple esa función. En consecuencia, el límite entre lo que se puede asumir como privado o semiprivado va a depender siempre del acuerdo social sobre los que comparten ese espacio que por definición es público.
este tipo de fenómeno. Las calles cortas y alejadas de las avenidas principales son asumidas como espacios no fundamentales para la vida de ciudad: ningún peatón visitante que tenga como destino ir de un lugar a otro pasaría por esa calle de manera natural. El peatón, a pesar de tener dentro de sus facultades la de usar atajos para recortar el camino, por instinto, tampoco se introduce a un espacio urbano donde la escala se va reduciendo y las entradas son más limitadas. Resulta desconocido y probablemente peligroso.
Para considerar un espacio como privado se utilizan los mismos criterios que se utilizarían dentro de un núcleo de vivienda para separar el área social del área estrictamente familiar: Adelante y detrás. (Rapoport 1972). Las áreas urbanas que se ubiquen “detrás de” o que no sean visibles a los recorridos urbanos con mayor frecuencia de uso, tendrán la facultad de apropiación del espacio. En ello influye fuertemente el tipo de tejido urbano que tiene una ciudad y la existencia de una jerarquía clara. En un tejido reticular de damero, las vías poseen el mismo valor y por tanto el recorrido principal se podría generar por cualquiera de ellas.
Las mismas normas sociales de convivencia muchas veces avalan la apropiación de ciertos espacios públicos, con el objetivo de que el cuidado de dichos espacios recaiga en un responsable directo. El problema surge cuando esta apropiación ya no solamente se da de esa manera, sino que además se imponen límites físicos que ya no dejan posibilidad de eventuales flexibilidades, cuando se trazan líneas claras entre delante y detrás, en lo que antes se consideraba un espacio semipúblico que dependía del criterio de cada pequeña porción de población. Y es cuando este fenómeno se prolifera que ya no se distingue entre lo que forma parte de un buen criterio y lo que ya se convierte en un ejercicio abusivo e innecesario de la ciudadanía.
En mencionados casos, la apropiación no podría darse, puesto que el límite entre lo público y lo privado sería tan claro como lo que dicta la ley. En cambio, en los tejidos irregulares, con mayor variedad de situaciones morfológicas, sí se puede dar
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I.1. El fenómeno de los condominios ex-post
I.2.1. Conceptualización de un condominio ex-post El concepto de barrio post-condominizado nace a partir del estudio de Plöger (2006), acerca de los condominios en Lima, en los que hace una primera clasificación entre lo que él llama “condominios reales” y “condominios ex-post”. Los primeros, son aquellos que han sido concebidos como tales desde su diseño inicial, provenientes de proyectos urbanizadores, que además se distinguen por poseer una tipología de vivienda homogénea, tener una administración legítima y reconocida legalmente y eventualmente albergar alguna clase de equipamiento o servicio exclusivo. Los segundos, son encerramientos que se han creado a partir de la voluntad de los habitantes dentro de tramas urbanas convencionales. La presente investigación aborda esta categoría especifica de “barrio cerrado” en Lima que se ha conceptualizado como “barrios post-condominizados” y que encierra características particulares que se intentan explorar desde esta investigación, pero que en alguna medida parecen responder a patrones similares a los que originaron las “comunidades enrejadas” que surgen en el contexto de segregación social, racial, cultural, que caracteriza a Estados Unidos a mediados del siglo XX. Cabe mencionar que además, los “barrios post-condominizados” se crean bajo condiciones en que el estado es ineficiente en poder crear las condiciones para una vida tranquila y segura en la ciudad, y nace en sociedades en las que impera la desigualdad, por tanto es un fenómeno de los países con un bajo nivel de desarrollo humano.
I.2.2. Factores asociados a la post-condominización La observación empírica y la investigación existente sobre el particular aunque ha sido bastante limitada, (en cuanto a verificación empírica de la data) nos lleva a señalar que existe una relación es-
pecialmente relevante entre los procesos de cambio socio-político ocurrido en la década del 70 y la configuración urbana (Janoschka 2002). Esta hipótesis, trabajada por Janoschka (2002), recupera el análisis de los cambios acaecidos en Estados Unidos como factor originario de la segmentación de la urbe, proceso que luego influiría en América Latina. Según los autores revisados, por lo menos existirían tres factores relevantes asociados al origen de la post-condominizacion, entre ellos bastante relacionados. Estos son: la segregación urbana; la prevalencia actual de nuevos moldes de urbanización y de estilos de vida de zonas de clase media y alta, más difundidos en ciudades norteamericanas, promovidos también en Latinoamérica a partir de la globalización; y la problemática social de inseguridad ciudadana que vive la población, que se encuentra fuertemente acentuada por la poca presencia del Estado y sus mecanismos de protección ciudadana. Estos tres factores parecen concurrir (en unos casos más que en otros) en las motivaciones que tienen los ciudadanos para condominizar barrios, los cuales, originalmente funcionaron como espacios abiertos. I.2.2.1. La segregación urbana residencial Para entender el origen de los barrios cerrados en Latinoamérica, es preciso recuperar algunos antecedentes teóricos que Castells (1991), Janoschka (2002),Sabatini (2003) y otros autores nos proponen. Para varios autores, la segregación de las ciudades en America Latina se da por la desigualdad social (característica histórica en esta parte del mundo). Según Janoschka (2002), el origen de los barrios cerrados, se inscribe en la comprensión de los grandes cambios que se han dado a partir de la expansión del mercado. A menor redistribución económica desde el aparato estatal se suceden consecuencias sociales de gran impacto en la lógica espacial, que excluyen
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a un conjunto de poblaciones de menores ingresos, generando como consecuencia una cierta división del espacio urbano. Castell (1991) refiere este fenómeno al señalar que se crea una clase urbana de nivel bajo, segregada económica y culturalmente. En el sentido inverso, a su vez, hay sectores de mayores recursos que se repliegan en determinados sectores acentuando esta división espacial que se expresa en un conjunto de barreras físicas, que traducen la segmentación y desintegración social (Janoschka 2002). Desde la perspectiva de Sabatini (2003), esta segregación es un fenómeno que ha seguido un patrón y una tendencia en América Latina, cuyas raíces son anteriores a la actual influencia del mercado Los rasgos de este patrón tradicional, que también son abordados por otros autores y que tipifica una segregación a gran escala en las ciudades, son los siguientes: a. La marcada concentración espacial de los grupos altos y medios ascendentes en una sola zona de la ciudad con cercanía al centro histórico y una dirección definida hacia la periferia, zona que ha definido Sabatini como de “alta renta”. b. La existencia de zonas amplias de alojamiento de los grupos pobres que se localizan en zonas alejadas de la periferia, zonas de escasos servicios. Cabe señalar que para el citado autor existe un tercer rasgo de este fenómeno de segregación menos trabajado por los investigadores: “la diversidad social”, la cual existe en los barrios de alta renta y que rompe con el patrón tradicional del barrio homogéneo (aunque este elemento se dé en una escala menor. Muchos autores coinciden en señalar que existen diversos factores que intervienen para determinar esta segregación, como los del tipo socio
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económico (tendencia principalmente de las elites económicas a instalarse en zonas de mayor dinamismo económico, acceso a servicios y por tanto de más alto costo del suelo urbano); pero también la literatura muestra, que la segregación tiene en su base elementos culturales (de diferenciación social, necesidad de exclusividad de las elites ), elementos raciales, étnicos y etarios de la población. Sobre ello, los pocos estudios empíricos existentes muestran que la segregación de grupos raciales o étnicos tiende a coincidir con la discriminación económica de grupos socio-económicos bajos. De esta manera, la ciudad abierta es reemplazada por un patrón espacial que presenta división territorial y aislamiento de segmentos de la población. Asimismo, existen otras explicaciones populares en la literatura latinoamericana relativa a la segregación urbana. Dicha literatura, atribuye esta a elementos de influencia del mercado y los cambios económicos: la especulación inmobiliaria, y la imitación de patrones culturales de naciones desarrolladas. Sin embargo, también se señala que estas explicaciones tienen una carga más fuerte como crítica al capitalismo y a la globalización (carga ideológica), y que no aportan mucho en el conocimiento de las características y tendencias verdaderas de la segregación residencial en las ciudades. Entre los argumentos que utiliza para restar importancia a esta variable se encuentra la afirmación de que “la segregación es ‘natural’ e imposible de revertir, podría desaparecer únicamente si desaparecieran las desigualdades y la pobreza” (Sabatini, 2003). Esta afirmación es fundamental para este estudio, pues nos hace comprender que la segregación tiene un carácter intrínseco en las mentalidades de países latinoamericanos y desiguales como el nuestro, y que los factores morfológicos que se han conceptualizado con anterioridad y se profundizarán más adelante funcionan como catalizadores urbanos de esta esencia.
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Otro elemento relevante, mencionado por algunos autores, es la influencia del factor estatal y su poca intervención en su función planificadora de la ciudad. En el caso de los segmentos poblacionales más empobrecidos, buscan progresivamente ya no solo vivir aislados, sino resolver en aquel aislamiento un conjunto de necesidades. Así se generan servicios múltiples en espacios diferenciados, que cada vez más refuerzan el patrón de segmentación social adoptado. Janoschka (2002) señala que estas nuevas formas urbanas benefician principalmente a los llamados “ganadores” de las transformaciones económicas: los centros comerciales, escuelas privadas y complejos residenciales cerrados y vigilados y de acceso vedado al público. Esta tendencia a la urbanización privada y al aislamiento que según Sabatini (2003) se acentúa desde 1980, se han multiplicado en un conjunto de ciudades latinoamericanas principalmente a nivel de clase media y clase alta, dando lugar a un nuevo modelo de ciudad, donde los barrio cerrados, las rejas, y otras barreras físicas diferencian, protegen y/o dan exclusividad de vida a determinadas poblaciones, generando además distancias de otros grupos poblacionales con los cuales se produce aislamiento y diferenciación social. Otros cambios importantes en la configuración urbana son: • La apertura de alternativas de desarrollo residencial para elites o grupos medios fuera de las zonas de alta renta, lo cual como se verá después va a demandar nuevas exigencias de seguridad y otros, a los barrios que antes fueron abiertos. • Emergencia de sub-centros comerciales y oficinas fuera de barrios de alta renta. • Tendencia alcista de precios del suelo. I.2.2.2. La influencia del mercado en los estilos de vida Asimismo, la globalización ha traído consigo un conjunto de cambios en las sociedades, entre los
cuales se encuentra la aceleración de los cambios tecnológicos, la llegada de información en tiempo real y con ello el intercambio continuo de información, y por tanto también el intercambio y trasmisión de formas y estilos de vida y de cultura de la gente. A partir de la década de los “90, algunas formas urbanas típicas de la ciudad “norteamericana” se difundieron en las urbes del subcontinente” (Janoschka 2002). Como consecuencia en América Latina se va reproduciendo progresivamente un “nuevo paisaje” urbano, de naturaleza cerrada, fragmentada, donde cada vez hay menos acceso público y donde los ciudadanos comienzan a adquirir nuevas formas de vida, hábitos y costumbres. Por otro lado, la presencia más fuerte del mercado (otra característica de este proceso de globalización) hace que también los modelos y las prácticas de vida se conviertan en productos atractivos que se ofertan y demandan de manera natural en el mercado. En metrópolis de clase media y, debido a la creciente densificación y heterogeneidad de las ciudades, además del fenómeno de segregación ya mencionado, se comprueba una necesidad de adoptar modelos de ciudad y modelos de vida que mantengan las distancia socio-espaciales entre determinados grupos sociales, los cuales se aluden como la separación de enclaves fortificados y controlados (Jaramillo 1999). En este caso, la condominización es un proceso planificado desde la oferta que alcanzan las grandes constructoras, los cuales venden al ciudadano un modelo de vida donde las familias pueden disfrutar de un espacio diferenciado, con sistemas de control, seguridad, áreas comunes etc. No obstante, la moda de barrio cerrado explotada por el mercado y los proyectos inmobiliarios no solo se asocia a confort, clase y control. Como se verá también, el mercado explota como factor adi-
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cional “clave” el miedo y la inseguridad: “El miedo y la inseguridad son el discurso de la oferta inmobiliaria, su estrategia es inventar y vender una amplia variedad de estilos de vida que corresponden al emergente modelo del urbanismo cerrado cuya principal garantía es, dotar de mayor seguridad a sus clientes” (Andino 2009) Para responder a la inseguridad, el sector inmobiliario se ha enfocado en la realización de proyectos residenciales cerrados que vienen contribuyendo a fragmentar aún más el espacio social de la ciudad ya debilitado en su configuración y articulación urbana. I.2.2.3. La inseguridad ciudadana Para Janoschka (2002), la tendencia hacia la vivienda vigilada y segura en Estados Unidos se convirtió en el factor determinante del crecimiento de la superficie de la metrópolis a partir de los años 70. Por otro lado, en América latina, aunque con otras características, la situación ha devenido en una similar frente a la dura problemática de la inseguridad ciudadana, causada por la criminalidad y la violencia que sucede principalmente en la zona urbana por concentrar esta la riqueza de bienes materiales, el movimiento financiero y un mayor potencial de personas que pueden ser sujetas de trasgresión de las leyes establecidas. Según Zúñiga (2006), la seguridad se ha vuelto parte de las necesidades básicas que la población busca cubrir, ya que encuentra amenazas diversas en las grandes ciudades. Realmente, el factor “miedo” e inseguridad ciudadana, explica en gran medida la existencia de barrios cerrados. En toda Latinoamérica se encuentran experiencias diversas de organización e iniciativa voluntaria de sectores de diferentes clases sociales, que se asocian para proteger su espacio privado de residencia, en forma colectiva, limitando lo que antes fue parte del espacio público, solo con la finalidad de preservar su seguridad.
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En gran medida, son barrios que proveen de un sistema de seguridad paralelo al estatal al tener, en la mayoría de los casos, guardias privados o recepcionistas atentos a la presencia de cualquier extraño a la comunidad; y por otra parte proveen de un sentido de comunidad e incluso de mejor calidad de vida en comparación al “exterior”, al tratar de emular en algunos casos un mundo más natural, cercano al rural. Los también llamados “enclaves fortificados” tienen diversas características físicas, (muros, rejas, cercos ) las cuales producen aislamiento del espacio público, y que exigen de todo aquel que quiera pasar la barrera identificación y registro. Para Carrión (2009), el muro es el símbolo de la nueva ciudad. Esta forma de ciudad rompe con la continuidad del espacio y refuerza una sociedad local teñida por la desconfianza, la distancia, y en donde todos temen miedo al resto de la población. El miedo y la violencia son poderosos móviles que han contribuido entonces a la construcción de un nuevo modelo de ciudad, donde la gente vive encerrada de manera voluntaria en espacios a veces pequeños, aislados, y de difícil acceso, reproduciendo la fragmentación ya descrita anteriormente. Pírez (1999) denomina “bunkerización” a los enclaves fortificados que son construidos en urbanizaciones, centros laborales y/o administrativos, centros comerciales, etc. (Carrión 2009). Esta lógica de construir espacios cerrados, a veces inclusive en contra de la legislación vigente, surge de una arraigada cultura de desconfianza y miedo de ser vulnerados, que prima en algunos sectores de la población. Por otro lado, es preciso mencionar que no hay evidencia empírica que demuestre que los barrios de acceso restringido, aporten directamente a la seguridad ciudadana, ya que pese a mantengan una aparente seguridad para un número reducido de vecinos, la amenaza y riesgo se mantiene afuera de estas zonas. Más aun algunos críticos han señalado
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que la imagen de mayor seguridad podría resultar contraproducente, ya que estimula a los delincuentes a pensar que detrás de las barreras se protegen intereses económicos de gran atractivo.
do iniciativas de organización y protección entre los cuales los “enclaves” urbanos se han convertido en una forma común de preservar su espacio y derecho sobre el espacio urbano.
Desde otra perspectiva, Lechner (Cabrales Barajas, 2002) aporta un elemento importante para el debate de este factor causal del encerramiento, cuando plantea el rol del Estado frente a esta problemática, aduciendo que se trata de un asunto que no solo debe ser asumido técnicamente, sino que se trata de una cuestión política sobre la cual el Estado requiere tomar posición. Este autor nos demuestra que estos “miedos” e inseguridades se vienen convirtiendo en argumentos de fuerza para un cambio del molde urbano, y una nueva forma de relación entre ciudadanos, donde los unos le temen a los otros, de los cuales buscan protegerse, anulando toda posibilidad de convivencia social, lo que a su vez impide profundizar la democracia . La inseguridad es una nueva razón de la multiplicación de las urbanizaciones cerradas: conjuntos de vivienda con acceso restringido sólo a sus residentes, y esta a su vez alimenta la segregación que a decir de varios autores “es socialmente injusta, políticamente antidemocrática, culturalmente miserable” (Borja, 2003, p. 206). Esta postura negativa se encontrará en varios autores que analizan la problemática de barrios cerrados.
Para el caso de Lima, hay algunos datos recopilados que nos muestran como esta variable inseguridad, ha venido influyendo en la configuración de los barrios cerrados (Armijos 2009), que en general muestran un panorama alarmante en cuanto a la situación de bloqueos de calles y sensación de inseguridad de los pobladores.
Vale mencionar que el Estado se ha mantenido en estos años bastante ausente de la planificación urbana, del control y de la seguridad ciudadana. Por ende, la ciudadanía (y el mercado) ha ido generan-
Concluyendo este capítulo, es preciso señalar que estos tres factores asociados al origen de barrios cerrados, traen consigo además múltiples consecuencias que se traducen en prácticas culturales que progresivamente deterioran patrones antes valorados (Erazo y Ospina 2009). Entre ellos, el cambio en los patrones de uso del suelo, ya que ahora parece prevalecer la apropiación espacial y el control sobre este, la noción de barrio cambia por la de privatización del espacio público, el miedo a mezclarse con diferentes, la afirmación del consumo, la exclusividad y la cercanía entre iguales. Todo ello acompaña el factor de la configuración urbana, haciendo ver que el problema de los barrios post-condominizados es un fenómeno complejo y multicausal, y que su solución debe partir de una reflexión multidisciplinaria, aunque para este estudio se intente analizar desde un punto de vista urbano-espacial.
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II. El condominio en el contexto de Lima
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II.1. El contexto geográfico
Para esta investigación es importante entender aspectos básicos de la configuración urbana, desde la escala metropolitana hasta la escala barrial. Se pretende a partir de un recuento de los distintos patrones urbanos que han surgido en la evolución de Lima, identificar las características que permitan remitir directamente a la posterior delimitación del estudio de campo. Para ello, el fin de este subcapítulo es el de establecer las semejanzas y diferencias que existen dentro de la gran masa urbana de esta ciudad, y desprender de ello la definición de Lima Central como un área de características similares y con cualidades particulares para estudiar el fenómeno de los condominios ex-post desde una perspectiva morfológica urbana.
II.1.1. La estructura urbana de Lima Lima es una ciudad que se inició en una colonia de 1500 habitantes y que actualmente bordea los 9 millones camino a convertirse en una megalópolis (Távara, 2010). Dentro de esta gran ciudad, sin embargo, podemos distinguir gran variedad de procesos heterogéneos de desarrollo urbano, provenientes de distintas iniciativas como la privada, la estatal o la de los mismos pobladores, con distintos patrones de ordenamiento territorial, como el reticular, el lineal, topográfico, o simplemente irregular. Esto hace de Lima una ciudad cuyo estudio urbano resulta más pertinente enfocado desde la escala de barrios, en los cuales podemos encontrar con mayor facilidad elementos comunes correspondientes a la estructura, pero existen lineamientos generales que podemos señalar, tales como una estructura general de la trama urbana de la ciudad. El patrón colonial de asentamiento, el del damero de Pizarro, a pesar de ser homogéneo y regular en su tejido, socioculturalmente adquirió una estratificación segregada en su ordenamiento residencial con respecto a la cercanía o lejanía a la Plaza Mayor (Ávila & Castellanos, 2003). No obstante, las calles fueron el lugar de encuentro y el espacio público democrático y principalmente peatonal.
Fue en los asentamientos más apartados del centro, donde vivieron las comunidades afroperuanas e indígenas, que comenzó a aparecer la concepción de barrios, conjuntos de viviendas que conformaron la Ciudad de los Reyes, con un factor cultural que los identificaba y unificaba. Posteriormente, la ciudad de Lima se fue expandiendo a través de ejes ordenadores, hacia el Callao, hacia Magdalena del Mar y hacia Miraflores. En estos lugares se comenzó a tejer la trama urbana de la misma manera que en el centro, con un patrón de retícula ortogonal y hacia 1940 este patrón se extendió hacia Jesús María, Lince, Breña y La Victoria (Távara 2010), en diferentes direcciones y distintas extensiones pero básicamente con el mismo tipo de manzana rectangular. Distintos tipos de estructura urbana surgieron a partir de los años 40 en adelante, producto de distintos procesos de urbanización y movimientos demográficos. Por un lado, la aparición de un modelo económico industrializado terminó en políticas de urbanización de los valles costeros, tal es el caso de Lima (Castellanos, 2003), en la cual surgieron nuevos tipos de trama basadas en los antiguos canales de regadío. De esta forma, surgieron distintos tipos de urbanizaciones de iniciativas inmobiliarias privadas con modelos urbanizadores de influencias europeas, avenidas curvas arboladas y arquitecturas afrancesadas. De pronto, aparecieron nuevos tejidos en los cuales hubo una mejor proporción entre el área verde y el área construida y en los que se comenzaron a crear parques de escala barrial, de un carácter más semiprivado y residencial, otorgando algunas condiciones morfológicas para el fenómeno posterior materia de estudio: los condominios ex-post. No obstante, comenzó un fenómeno (desde los 40 y se acrecentó en los años 70) de migración del campo a la ciudad que fue uno de los factores más importantes (sino el más importante), que transformó la ciudad de Lima a ser la que conocemos el día de hoy.
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El fenómeno de explosión demográfica debido a la migración desde el interior del país, trajo consigo una nueva y creciente necesitad de vivienda y de espacio urbano que no era suficiente para esta nueva población. La ineficiencia o lentitud del estado para poder cumplir de manera eficiente con esta nueva demanda hizo que finalmente surgiera un nuevo tipo de iniciativa urbanizadora: la de la misma población. El modelo de barriadas representó ese movimiento popular en respuesta a esa crisis del estado (Matos Mar, 2004). A pesar de los aspectos positivos que se puedan señalar acerca de este proceso, como las capacidades de organización, sentido de comunidad y reforzamiento de una idea de barrio, los resultados finales de estos tipos de urbanización representaron un modelo poco sostenible. La autoconstrucción fue un método constructivo de gran costo a la larga, pues se hizo en etapas, y además no contempló la provisión de servicios básicos de agua y electrificación, así como de equipamientos públicos de salud, educación y recreación. Las barriadas fueron asentamientos precarios predominantemente residenciales, cuya planificación y lotización se hizo sobre un suelo horizontal y por tanto ocupaba una gran área. En consecuencia, la mancha urbana de Lima creció de manera importante, generando lo que conocemos como áreas conurbanas o conos de Lima.
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se combinó un modelo de autogestión con una planificación externa profesional, que permitió prever ciertos aspectos como la presencia de parques y usos mixtos en el primer caso (Schteingart, 1991), y núcleos básicos de servicios en las viviendas en el segundo caso. De este modo, la expansión de la ciudad siguió ofreciendo variedad de patrones de asentamiento y morfologías urbanas. En la actualidad, Lima es una ciudad de gran heterogeneidad, en la cual han intervenido numerosas iniciativas urbanizadoras que las podemos clasificar en tres principales categorías: el urbanismo estatal, el urbanismo privado y el urbanismo barrial (Ludeña, 2004). Esta diversificación sin duda influye en la experiencia que los ciudadanos tienen en el recorrido urbano y en el radio de alcance de la porción de ciudad que identifican como suya y que los inserta en una lógica barrial. La proliferación de distintas pequeñas iniciativas de urbanización refuerza la idea de barrio, puesto que esta es la escala de diseño que se maneja en la elaboración de dichos proyectos. Esto se encuentra en directa relación con el fenómeno de condominización ex-post, ya que esta primera condición diversa de la formación del tejido urbano en Lima resulta el primer catalizador del encerramiento y segregación urbana.
La morfología de los asentamientos de origen espontáneo fue por lo general reticular y regular, pues se trata del ordenamiento más sencillo y eficiente, pero debido al contexto topográfico de muchas urbanizaciones periféricas en las laderas de los cerros, también se adoptó por un tejido irregular generado por las curvas de nivel.
Del mismo modo, la ciudad, generada a partir de porciones diferenciadas, se vuelve menos idónea a incorporar sistemas de movilidad que la integren en su conjunto, como en el caso del transporte urbano, el cual en Lima se sabe que representa una problemática crucial que alarga las distancias entre las diferentes zonas. En resumidas cuentas, la experiencia urbana limeña se da principalmente a través del reconocimiento de barrios diferenciados.
Si por lo general, estos tejidos urbanos carecieron de vacíos para espacios públicos por una ausencia de ciertos criterios de planificación y por un tema de optimización del espacio, resulta importante señalar algunos casos excepcionales como los de Villa el Salvador o Ciudad de Dios, en los cuales
Asimismo, la entonces fragmentación de Lima es impulsada por un proceso mayor como es el de la globalización y la importancia que ella inyecta en las ciudades de formar parte de una red mundial de nodos económicos. Esta tendencia favorece la centralización y por tanto la creación de una per-
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iferia suburbana (Ramírez Corzo, 2009). El centro, el cual se encuentra trasladado del centro tradicional histórico hacia los distritos del sur inmediato, concentra gran cantidad de los centros comerciales, lugares de entretenimiento, oficinas y demás sitios de interés que hacen que la movilidad en Lima tenga un carácter radial centro-periferia. El crecimiento vertical de Lima resulta ser otro factor importante de la estructura morfológica de la ciudad en la actualidad, pues el apogeo del mercado inmobiliario y los grandes edificios residenciales ponen en alerta ciertas condiciones básicas para mantener un estándar de calidad de vida. Los edificios (y el límite de pisos por reglamento) siguen creciendo, mientras que otras magnitudes se mantienen constantes, como las secciones de vía, el ancho de los retiros, la cantidad de área verde, el grosor de los alcantarillados, etc. Esto genera una relación de números cada vez más desproporcionada, así como un problema de densificación tanto de personas como de vehículos, los cuales repercuten en el estilo de vida de las nuevas zonas residenciales (Morón, 2009). Se piensa que el edificio de departamentos es el nuevo condominio, pues resulta impensable que la vida social de un número tan grande de personas se traslade al exterior, dejando las interacciones detrás de la línea de propiedad. El proceso de gran urbanización se da principalmente en los distritos cercanos al centro económico, como lo son San Isidro, Miraflores y San Borja, por mencionar los principales. Este proceso se contrapone al crecimiento horizontal de la peri-urbe, ambos de alguna manera poco sostenibles. Se desprende de esta explicación general de la estructura urbana de Lima una zonificación general que delimitará más adelante los alcances de esta investigación.
II.1.2. Las grandes zonas de Lima: Lima Central La concepción de conos se creó a raíz de la expansión periurbana de la ciudad de Lima, haciendo referencia a un lugar alejado del centro y dependiente económicamente, socialmente y urbanamente de él: cono sur, cono norte y cono este. En la medida que estas zonas se fueron desarrollando y adquiriendo cierta nueva centralidad, es que se dejó de hablar de conos, dentro de un contexto oficial, y simplemente se les denominó Lima Norte, Lima Sur y Lima Este. Una de las principales razones para pasar de la definición de Conos a zonas autónomas fue el desarrollo del “Cono Norte”. Actualmente, Lima Norte concentra mercados mayoristas y menoristas, supermercados, centros comerciales, bancos, cines, teatros, universidades e institutos superiores, museos, bibliotecas, oficinas, etc. (Santana, 2009) que la hacen una zona autónoma, auto-sostenible y de un gran poder económico y con un enorme movimiento de dinero. Sin embargo, la concepción de “conos” también entiende en su significado una procedencia principalmente provinciana, lo cual forma parte de la identidad de estas zonas. No obstante, esta característica puede o no estar compartida por la totalidad de habitantes de los conos y no conforma un criterio objetivo para la delimitación de las grandes zonas de Lima. Entonces, el criterio que resulta más pertinente a esta investigación, de carácter predominantemente morfológico, es el criterio territorial. Existen diferentes clasificaciones de Lima en grandes zonas, que en términos generales son bastante similares, pero que en sus enfoques de segregación radican las diferencias. Una primera estratificación de Lima corresponde a la hecha por el Omar Pereyra bajo criterios socioeconómicos (Figura X), en la cual hace referencia a una Lima Central denominándola “Lima de alta-renta” y a
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Figura 2: Las zonas de Lima Autor: Arellano Marketing Fuente: Lima Mala Lima
Figura 4: Las zonas de Lima Autor: Graciela Fernandez de Cรณrdova Fuente: Urbanismo 4, FAU-PUCP
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Figura 3: Las cinco Lima y el Callao Autor: Ipsos Apoyo Fuente: Lima Mala Lima
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las zonas periféricas como “conos” (Cabrera, 2011). Asimismo, se señala una zona denominada “centro histórico”. En una segunda clasificación, utilizada de manera oficial por la INEI (Malásquez, 2005) se utiliza la denominación de “Lima moderna” y “Lima antigua” para nombrar a los dos sectores de Lima Central (Figura X).
En Lima Central predominan las iniciativas urbanizadoras estatales y privadas, mientras que el factor de iniciativa comunal es representado por los procesos post-urbanizadores, como el de la condominización ex-post en la cual se profundizará más adelante.
La clasificación que se utilizará, como se mencionó anteriormente, será la de índole territorial, en la cual se organiza a las zonas periféricas como adyacentes a un eje vial troncal. En el caso de Lima Norte, este eje está representado por la Av. Túpac Amaru; en el caso de Lima Este, este eje está representado por la Av. Nicolás Ayllón y más adelante la Carretera Central; en el caso de Lima Sur, el eje lo marca la Av. Huaylas y posteriormente la Panamericana Sur. Todos los distritos organizados por estas vías forman parte de la Lima periurbana, mientras que en Lima Central la axialidad es inexistente o múltiple (Figura X) (Fernandez de Córdova, 2011). Esta clasificación deja, por ejemplo, a La Molina, como parte de Lima Este, y a Chorrillos, como parte de Lima Sur, distritos que en clasificaciones anteriores podrían haber pertenecido a la Lima Central por su carácter de desarrollo moderno.
II.1.3. Los barrios en Lima
Concentrarse en el estudio de Lima Central implica dejar de lado los mayores contrastes de carácter socioeconómico, pues se entiende que en las zonas más alejadas al centro económico de la ciudad se encuentran los lugares de mayor precariedad, como los asentamientos humanos y pueblos jóvenes de incipiente desarrollo. Desde luego, en Lima central hay una situación de heterogeneidad social y cultural, pero se puede asegurar un desarrollo urbano avanzado, de algún tipo, en toda su extensión y una trama “uniformemente variada” en un territorio plano, que permitirá el enfoque más detallado en los aspectos de la morfología de las manzanas. Ello conducirá a una tipificación de los barrios cerrados o condominios ex-post a través del estudio de sus cartografías.
“El término barrio posee en el contexto peruano no menos de tres acepciones: una acepción urbanística, una acepción operativa en términos proyectuales y normativos, y finalmente un significado de notación antropológica con la cual pervive como expresión de una cultura criolla limeña” (Ludeña, 2009, p. 31). Estas acepciones de barrio, pueden o no coincidir en el mismo espacio geográfico. Según Ludeña (2009), el término de urbanización se comienza a usar en Lima recién a finales del siglo XIX, bajo un contexto profesional académico en el ámbito de la construcción pública. Actualmente, conocemos a las urbanizaciones como las siguientes subdivisiones oficiales después de la de los distritos, pero sin ninguna autonomía política o legal. Así, resultan ser una terminación referencial cuyos orígenes tienen una impronta histórica y cultural particular en cada caso. De esta manera, los barrios y las urbanizaciones son dos conceptos que merecen ser diferenciados, pero que comparten una principal característica relevante al propósito de este estudio. Esta es la de un área urbana reconocida, una unidad diferenciada del resto de la ciudad. En las zonas más antiguas y tradicionales de Lima, en las que la concepción social de barrio tiene o ha tenido relevancia en la vida urbana, los barrios suelen estar representados por las calles residenciales. Cuando uno se refiere (o refería) a la “gente de mi barrio” o a los “amigos del barrio”, habla de los vecinos más inmediatos, con los que se tiene absoluta familiaridad, se comparte y protege un espacio físico en común. En cambio, las urbanizaciones, suelen ser de mayor
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extensión, provenientes de un proceso urbanizador en común, pero en la práctica albergando varios barrios en su interior. Como se ha visto con anterioridad, los barrios y urbanizaciones se clasifican, por su iniciativa de origen, como estatales, privados y comunales (Ludeña, 2004). Este aspecto resulta determinante en la morfología urbana de estas porciones de ciudad, debido a que cada actor tiene un distinto interés sobre la ciudad y recoge modelos urbanizadores de distintas influencias: tanto el urbanismo estatal, reflejado en su época de gloria alrededor de los años cincuenta con las unidades vecinales; como el urbanismo privado, el cual abarca casi toda la extensión de Lima Central; o el urbanismo barrial, originado con las barriadas y asentamientos humanos. Otra clasificación de los barrios de Lima, en una lógica de expansión de la ciudad, es la que propone Deler (Ludeña, 2006b) cuando señala en un primer lugar al damero colonial como el primer barrio. Más adelante, delimita el primer anillo de expansión, con los barrios del Rímac, Breña, La Victoria y Barrios Altos. Posteriormente, establece el segundo anillo de expansión con los barrios que pertenecieron a la clase media, hasta los que pertenecieron a la clase alta (desde Lince o Pueblo Libre, hasta San Isidro y Chacarilla). Finalmente, como cuarto tipo de barrio, señala a las barriadas. II.1.3.1. Los barrios de iniciativa estatal La vivienda es uno de los derechos fundamentales de las personas, y por tanto es una responsabilidad del Estado garantizarla. Las iniciativas del urbanismo estatal, entonces, surgieron junto con la necesidad de proveer a la población de la vivienda que carecía. En este contexto, lo que es de mayor relevancia señalar, es el caso de los proyectos de complejos habitacionales que se desarrollaron en Lima durante mediados del siglo XX, en el apogeo del movimien-
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to moderno en el Perú. Durante esta época, los arquitectos ganaron nueva importancia y llevaron sus ideas y su trabajo a un nivel político que nunca se había dado y nunca más se repitió. Dentro de un gran plan de reestructuración de Lima, el Arq. Belaúnde Terry diseñó un plan de Unidades Vecinales (7 en total), ubicadas fuera de lo que en ese momento era el tejido existente, y en torno a las vías troncales de expansión. Este plan tenía como principal objetivo la destugurización del centro de Lima (Torres, 2006), el cual corría riesgo de deterioro debido a la sobrepoblación. Replicando las ideas internacionales del urbanismo corbusiano, se diseñaron entonces estas urbanizaciones con grandes áreas libres y con unidades edificatorias densas. Estos barrios, además, como eran de iniciativa estatal, no sólo cubrían el problema de la vivienda sino que buscaban proveer a su vez de servicios básicos fundamentales, creando conjuntos autosuficientes a manera de mini-cuidades. Asimismo, el modelo de Unidad Vecinal otorgaba una nueva importancia al peatón. El automóvil, en el centro de origen colonial, tenía un mayor protagonismo, ya que las vías, que antes eran de un solo asfaltado para transeúntes y carrozas, habían sido convertidas en secciones viales con anchas pistas y angostas veredas. En los nuevos proyectos habitacionales del estado de influencia moderna, los accesos vehiculares estaba nucleados, de modo que el espacio público era predominantemente peatonal. Por tanto, estas unidades debían tener un tamaño máximo de lo que puede ser recorrido a pie de manera cotidiana. Uno de los ejemplos más importantes y el primero en construirse fue el de la Unidad Vecinal N°3, diseñada por Belaúnde Terry. Este complejo ocupó aproximadamente 28 hectáreas y se conformó por 50 bloques de viviendas. Estos bloques tenían modelos distintos de diversas densidades. Además, el complejo contaba con una cancha deportiva, una
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escuela, un mercado, una comisaría, un cine/auditorio y una iglesia, así como un parque linear de aislamiento de la vía vehicular de alto tránsito (Egúsquiza, 2010). Luego se construyeron las Unidades Vecinales de Matute, Mirones y Rímac. En estas unidades el modelo de las edificaciones se repitió y comenzó a establecerse un conjunto genérico, característico de una corriente de pensamiento que creía en la existencia de una “máquina del habitar” ideal. Los barrios, como se ha definido con anterioridad, poseen un componente de identidad. No obstante, las Unidades Vecinales abstraían este componente hacia una conceptualización del edificio ideal y eficiente. Con el tiempo, sin embargo, estos complejos ya no estaban aislados sino que se rodearon de la previsible expansión de la ciudad. En este contexto, estos conjuntos si lograron distinguirse y consolidar una identidad por diferenciación a lo que lo rodea. De cualquier modo, las Unidades vecinales nunca lograron satisfacer las necesidades de vivienda que pretendían, pues el crecimiento poblacional reforzado principalmente por la explosión migratoria hacia la ciudad se dio de manera más acelerada y ocupando otro tipo de asentamiento urbana que se verá más adelante. Por otro lado, el proyecto moderno comenzó a mostrarse deficiente ante su puesta en práctica: las nuevas ideas del urbanismo favorecían los usos mixtos en contraposición a los usos segregados de los barrios habitacionales. Además, pensar maquinas auto-eficientes se volvió una manera de negar a una ciudad en acelerado crecimiento y cuya experiencia conjunta debía tomar mayor importancia. Uno de los proyectos, entonces, que significó un giro innovador en el urbanismo de estado fue el Proyecto Experimental de Vivienda, más conocido como PREVI. Este proyecto combinaba un financiamiento mixto estatal-privado para la elaboración de núcleos básicos de vivienda y preveía
una fase posterior de apropiación por parte de los habitantes, a través de la construcción de pisos superiores (García, Torres & Tugas, 2005). Por lo que las necesidades básicas estaban cubiertas de manera eficiente y por otro lado las viviendas y los barrios poseían su propia imprenta, a diferencia de los proyectos de vivienda anteriores, cuyo postulado arquitectónico parecía ser el aspecto de mayor importancia. El urbanismo estatal también se manifestó en agrupamientos de viviendas de menor escala, como el agrupamiento Miraflores o el agrupamiento Angamos. La envergadura de estos proyectos deja en cuestión si se pueden entender o no como barrios, o más bien corresponderían a una lógica de gran proyecto inmobiliario privado residencial. Lo cierto es que estos agrupamientos, al igual que las Unidades Vecinales fueron diseñados para otorgar el espacio entre los edificios a la ciudad. Si se vuelve a los objetivos del urbanismo de estado de cubrir la demanda de vivienda de la población, se observa que con el tiempo esta motivación ha ido variando para dar paso a conjuntos que alberguen a la clase media. Incluso en el caso de las Unidades Vecinales, no se podría decir que estas han sido ocupadas por la gente con más urgencia de un sitio para vivir, ni que cumplieron el objetivo de destugurizar las viviendas del Centro de Lima. Estos ejemplos tienen relevancia para este trabajo en la medida, debido a que su tipología de repetición de una unidad edificatoria representan islas urbanas en el tejido total, que en su mayor parte tiene un morfología de manzaneo lleno. Estos espacios dispuestos de esa manera en medio de la ciudad son propensos a ser diferenciados, valorados y cuidados de manera especial por sus habitantes, pues en él se contiene una calidad de vida (y calidad de barrio) muchas veces superior a la de su entorno. Esta diferenciación en algunos casos puede manifestarse físicamente a través del encerramiento, dando lugar a la creación de condominios ex-post.
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II.1.3.2. Los barrios de iniciativa privada Los barrios que han sido urbanizados mediante iniciativa privada son los que más proliferan en la Lima del segundo anillo de expansión, anterior al proceso de barriadas. Esto se debe a que el interés privado es el más rápido en ejecutarse, a través de la compra de parcelas y posterior lotización y venta a un precio de ganancia. Según la categorización de Ludeña (2006a) por el grado de habilitación, los barrios privados tienen en su mayoría un modelo de lotización urbanizada, en el cual los servicios de agua, desagüe y electrificación, tanto como el asfaltado y el pavimentado, son cubiertos con anterioridad a la lotización, venta y construcción de las unidades de vivienda, siendo un proyecto urbano concluido. A diferencia de las urbanizaciones estatales, en un régimen privado es poco frecuente que se aplique un modelo de habilitación con vivienda simultánea. Si bien estos barrios no están por lo general provistos de equipamientos públicos edificados, sí tienen una buena proporción de áreas verdes. Muchas urbanizaciones privadas de influencias urbanísticas europeas consideran dentro de sus criterios el uso de parques a manera de “interiores urbanos” o de lo contrario utilizan anchas vías arboladas y curvilíneas. En distritos como Santiago de Surco, San Borja, San Isidro, Miraflores, se puede observar esta tendencia. Las urbanizaciones privadas, por provenir de diversos financiamientos e iniciativas, configuran en la ciudad un tejido heterogéneo y muchas veces discontinuo. Esta discontinuidad es un factor importante en la formación posterior de condominios ex-post, puesto que determina gran cantidad de calles de poca longitud y poca concurrencia, aisladas de la vida de la ciudad y fácilmente privatizables por los habitantes de las viviendas aledañas. En muchos casos, los barrios privados son también entendidos como las urbanizaciones de un distrito,
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reconocidas a nivel municipal y con características particulares. Ello demuestra que la constitución de estos barrios, aunque no de la misma manera que los barrios estatales, genera una identidad diferenciada que también podría terminar en una situación de encerramiento. En la actualidad, los barrios privados han dejado de formarse en ausencia de parcelas de un tamaño considerable para poder ser urbanizadas y las iniciativas privadas se concentran ahora en el mercado inmobiliario de alta densidad. Disminuyen entonces las posibilidades de construir una vivienda a gusto del habitante. Igualmente, existen proyectos urbanizadores de mediana envergadura con conjuntos de un número considerable de edificios, pero en los cuales ya no se otorga calle a la ciudad, sino que se encierran en condominios completamente privados. El mercado inmobiliario, siendo uno de los de mayor movimiento en la actualidad, optimiza siempre al máximo el espacio. Los requerimientos del mundo contemporáneo hacen que resulte impensable un proyecto de viviendas que incluya espacios verdaderamente públicos. II.1.3.3. Las barriadas El término de “barriada” fue posterior a su aparición en los años treinta del siglo pasado, aproximadamente de los años cincuenta y se usó para denominar a los “barrios marginales” o “barrios clandestinos”, términos que se usaron previamente (Ludeña, 2004). Las barriadas son modelos de asentamiento por invasión sin un diseño preconcebido. Carecen de servicios básicos elementales y presentan condiciones de insalubridad (Ludeña, 2006b). Se diferencian de los otros patrones de asentamiento porque en este, la primera iniciativa es la de habitar el espacio. Según la clasificación de Alfredo Rodríguez y Hélan Jaworski de 1969, las barrias se clasifican en tres periodos: uno anterior a 1950 en el cual su
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tirmo de crecimiento es aún lento y poco notorio, otro entre 1950 y 1960 en el cual el fenómeno se hace mucho más notorio, y el último perteneciente a la época posterior a 1960 en el que las barriadas ya conceptualizadas, son además legitimadas por la ley (Ludeña, 2006b). Ludeña (2006a) señala a las barriadas como un patrón de asentamiento que combina un modelo de habilitación ex-novo con uno de habilitación por renovación. La habilitación ex-novo, está presente en cualquier tipo de implantación urbana, en tanto empiece de cero sobre el terreno en bruto. La habilitación por renovación en cambio, es un proceso de transformación de un barrio pre-existente, el cual es la última etapa de una barriada antes de su reconocimiento legal como urbanización. Con respecto a la morfología de las barriadas, estas adquieren formas variables pues muchas veces carecen de una mínima planificación. Mayormente se trata de mantener la retícula ortogonal pues es el ordenamiento más eficiente para la repartición de lotes. No obstante, en caso el emplazamiento, sea en una pendiente significativa, este tejido tendrá que cambiar a uno que se adapte a las curvas de nivel, en un modelo aparentemente caótico.
Una característica que sí es recurrente es la falta de vacíos correspondientes a espacios públicos. Salvo algunos casos de proyectos como el de Villa el Salvador o Ciudad de Dios, que por su diseño urbano contemplan un área destinada al esparcimiento, la generalidad de casos cumple un patrón de máxima ocupación. Debido a sus orígenes de invasión y autoconstrucción, las barriadas poseen una organización vecinal más activa y compleja que la de otros modelos de asentamiento. Este sentido de comunidad normalmente se mantiene en el transcurso de la vida del barrio, pues se espera un largo tiempo aún de trabajo conjunto para poder concluir con la implementación integral de la zona. Es así que, ante una auténtica vida de barrio, un extraño es fácilmente reconocido. Este mecanismo natural de vigilancia ciudadana hace que un peatón común y corriente sienta que está ingresando a un espacio que no es suyo cuando se está aproximando a una barriada, sin necesidad de algún dispositivo de cerramiento físico que evidencie esta apropiación. No obstante, desde luego que existen condominios ex-post emplazados en urbanizaciones de origen barrial, pues este no es un fenómeno de los sectores con mayores ingresos (Plöger, 2006).
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II.2. El condominio en Lima
El condominio en Lima se presenta como un tipo de barrio residencial no solamente diferenciado del exterior, sino también aislado físicamente. Se caracteriza por aplicar algún tipo de control de acceso sobre sus calles y espacios públicos, convirtiéndolos en semi-privados o privados (dependiendo de los alcances de la definición de privado). El condominio en Lima tiene una historia particular con características específicas, aunque sus diversas tipologías sean análogas a las de la mayoría de ciudades latinoamericanas o ciudades en desarrollo. Bajo los criterios de los autores Meyer-Kriesten, Plöger (2006) y Bähr se puede establecer una clasificación de los condominios de Lima, de acuerdo al grado de encerramiento (Ludeña, 2006b): 1) Condominios exclusivos de clase alta en la zona suburbana; 2) Condominios de clase alta en la periferia creciente; 3) Condominios de clase media en la zona suburbana; 4) Condominios de clase baja y media baja de subsidio estatal; 5) Condominios ex-post; 6) Condominios de edificios de alta densidad; 7) Megaproyectos residenciales en la periferia; y 8) Condominios de recreo. Para esta investigación se ha tomado los antecedentes más importantes de condominios ex-ante, de modo de entender las lógicas urbanas y humanas de vivir en un espacio condominizado.
II.2.1. El condominio colonial Antes de hablar de los condominios surgidos de la metrópolis limeña en crecimiento, cabe señalar el primer antecedente de Lima, propiamente dicha, surgidas en la época de la colonia: la quinta y el callejón. Ambos son modelos que agrupan viviendas (u otros usos) en torno a un espacio común y sus exponentes de mayor relevancia se encuentran en Barrios Altos, perteneciente al primer anillo de expansión de la ciudad. Los callejones son una tipología de vivienda multifamiliar de origen colonial, que albergaban gran cantidad de familias en su interior, las cuales com-
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partían un estrecho corredor en el cual se encontraban dispuestos de manera común los servicios higiénicos, pequeñas capillas con santos y en algunos casos tiendas de abarrotes (Reyes, 2004). Estos callejones eran habitados por lo general por la gente obrera de Lima. Algunos eran de tal tamaño que desde afuera no se podía divisar el final y en cambio se observaba todo un pueblo de gran complejidad dentro (Mejía, 2005). Según Aldo Panfichi, a principios del siglo XX se calcula que el 60% de la población de Lima vivía en esta tipología (Reyes, 2004). Actualmente, los callejones siguen siendo un espacio ocupado por un sector de la población, en los que la noble tradición colonial de la vida en comunidad se mezcla con una problemática de salubridad, tugurización y conflictos de propiedad. Por ende, hablar de callejones como condominios es alejarse del concepto tradicional de espacios excluyentes y con una calidad de vida superior a la de su entorno. La diferencia, entonces, con la tipología de “quinta”, más allá de la evidente distinción por el tamaño del espacio en común, es el factor de origen y el carácter social de ambas maneras de habitar. Mientras que en el callejón de asina un gran número de viviendas en torno a un pequeño espacio común, por motivo de optimización máxima del espacio de las manzanas, en las quintas coloniales sí se busca generar islas urbanas que distingan la condición económica de pocas familias frente al resto de la ciudad. La quinta que puede reflejar este carácter de manera más cercana y que además tiene gran importancia por su valor patrimonial es la Quinta Heeren, la cual es señalada por Ludeña (2011) como el primer condominio de Lima. Esta lujosa quinta albergaba grandes mansiones de estilo alemán e inglés en torno a una plaza paisajísticamente diseñada, con esculturas y animales exóticos. Fue construida en 1880 por el alemán Oscar Augusto Heeren y poste-
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Figura 5: Callej贸n en Jr. Huatica Autor: Juan Luis Orrego Fuente: Blog PUCP
Figura 6: Quinta Hereen Autor: Mariana Enet Fuente: Vida entre muros
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riormente habitada por su aristocrática decendencia (Enet, 2009). Tanto la quinta como el callejón representan modelos de quinta doméstica (Ludeña, 2011), debido a su extensión y a su carácter predominantemente peatonal. Si bien se originaron en una época en donde la expansión urbana era ciertamente limitada, su impacto sobre la ciudad sí fue relevante en la medida que rompían con la estructura ordenara y en teoría democrática del damero de Pizarro y de las retículas ortogonales del primer proceso de expansión
II.2.2. El condominio suburbano Revisados los primeros conceptos de condominio en Lima pre-expansión metropolitana se puede establecer en primer lugar a los condominios, ya de una escala urbana considerable, nacidos en las afueras de la ciudad de acelerado crecimiento. Cuando Jörg Plöger hace su distinción propia entre condominios de verdad y condominios ex-post (2006), se refiere en primer lugar (en la historia) a los barrios vacacionales del este de Lima surgidos hacia los años 60, que forman parte del valle alto del río Rímac. Políticamente, forman parte de Lima Metropolitana, pero desde su origen esta zona ha estado diferenciada del área realmente metropolitana y fluida de la ciudad. Principalmente se habla aquí de dos distritos: Chaclacayo y Lurigancho (más conocido como Chosica). Estos distritos no se diferencian solo en su ordenamiento suburbano, sino en sus características topográficas, de mayor accidente, y en su clima, mucho más caluroso y vacacional que el de la ciudad del llano. Estos barrios surgieron como una alternativa suburbana para el espacio residencial de las clases altas (Plöger, 2006). Dentro de este tipo de barrio condominizado encontramos ejemplos como los barrios de El Cuadro, Los Girasoles o Los Cóndores, grandes parcelas de terrenos completamente cercados y
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que albergan en su interior conjuntos de viviendas, las cuales siguen un patrón tipológico similar. Igualmente, como se trata de un barrio vacacional, contiene los equipamientos básicos para sostener el periodo de tiempo que es habitado por una familia, como centros deportivos, áreas recreativas, iglesias, plazas, y diversos lugares de esparcimiento. La mayor parte de familias propietarias utilizan estos barrios como lugar de veraneo, de manera esporádica, pero algunas pocas familias sí ocupan el lugar de manera permanente, de modo que el flujo de personas resulta variable e indeterminado. Por ende, no se llega a establecer con claridad si se trata de un barrio residencial o si más se asemeja a un club campestre. Al ser entendidos estos barrios como situaciones al margen de la ciudad y de una legitimidad ganada por la antigüedad y el consenso, se exentan de cualquier conflicto de segregación urbana a los cuales están expuestos otros modelos de urbanizaciones cerradas. Un caso que en dicho sentido vale señalar, es el de los barrios y urbanizaciones cerradas en las playas de Lima. Los distritos como Punta Negra, Punta Hermoza o San Bartolo, pertenecientes a la zona de balnearios de Lima Metropolitana, son distritos aún sin una significativa población estable. Sin embargo, en las épocas de veraneo surge siempre la polémica en torno a la propiedad del litoral. Son más de cincuenta playas en Lima cuyo acceso está restringido al público no residente (Chahud, 2010). No obstante, la ley dictamina que el litoral es en toda su extensión un bien público por excelencia. Las modalidades de encerramiento son diversas en un barrio vacacional de playa: se observan tanto rejas, como tranqueras y amurallamientos de todo tipo. Esto se debe a que la tipología de viviendas en los balnearios es menos densa que en la de otras áreas urbanas. Por ello, resulta más permeable al vacío, de modo que encerrar un barrio requiere de mecanismos más complejos
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En consecuencia, estos barrios vacacionales de playa sí resultan en un conflicto de segregación al apropiarse no solo de las calles que dan acceso a las viviendas, sino del espacio de la costa y su respectivo mar. Los condominios de recreo, en los casos revisados, representan el estilo de vida que caracteriza a los barrios residenciales cerrados de la zona metropolitana, pero no poseen, debido a su distanciamiento, de un impacto inmediato sobre la experiencia urbana en la ciudad.
II.2.3. El condominio periurbano Este modelo de condominio tiene muchas similitudes con el condominio suburbano, sobretodo en su origen proveniente de un grupo de personas de poder económico con aspiraciones de vivir fuera del caos de la ciudad. No obstante, los condominios periurbanos, debido a la expansión, se han vuelto parte continua de la mancha urbana, generando un contacto directo con el resto de la ciudad.
Por tal motivo, los condominios periurbanos han representado y siguen simbolizando conflictos de carácter social al estar inmersos en un contexto de contraste urbano y socio-ecónomico con sus vecinos. Para esta tipología podemos señalar tres ejemplos representativos: Rinconada del Lago y La Planicie (La Molina) y Las Casuarinas (Santiago de Surco), de los cuales Rinconada del Lago, es el más antiguo y de mayor historia, debido al famoso combate de Rinconada durante la Guerra del Pacífico. La actividad de extracción de materias primas para la construcción de Rinconada, la cual suponía procesos de extracción, dejó depresiones que posteriormente fueron llenadas artificialmente para la formación de lagunas (Tord, 2009). Esto, sumado al microclima caluroso y seco que siempre ha caracterizado a La Molina, se volvió en un atractivo para ser urbanizado con todas las características de un barrio exclusivo y de un barrio vacacional al mismo tiempo. Figura 7: Rinconada del Lago Fuente: Google Earth
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Figura 8: Quinta en Ca. Gral. Varela, Miraflores Fuente: Urbania
Del mismo modo, la Planicie tiene su origen en un complejo vacacional como es el Country Club La Planicie, que posteriormente fue urbanizado en sus inmediaciones dando lugar al condominio de hoy. Esta formación de urbanizaciones en las ollas topográficas de las estribaciones de La Molina se fue generalizando y dando lugar a posteriores situaciones de encerramiento en las áreas urbanas aledañas, pero esta vez de carácter ex-post. Lo mismo sucedió en Surco en el caso de la urbanización de Las Casuarinas, con una segunda etapa de encerramiento no legítimo, pero sí legal y reconocido por la municipalidad. Como ya se ha sostenido previamente en este estudio, estos barrios albergan poblaciones de poder económico que en un principio estaba representada por una “aristocracia limeña” que hacia la actualidad es desplazada parcialmente por una clase emergente de gran manejo de dinero pero de una ascendencia cultural distinta. Asimismo, se conoce que tanto La Molina como Surco poseen zonas de gran pobreza a su vez, las cuales los vuelven distritos de gran heterogeneidad.
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Figura 9: Quinta Reducto, Miraflores Autor: Enrique Dodi Rodriguez Fuente: quintareducto.blogspot
En este contexto, los condominios periurbanos, tanto como los condominios ex-post generados posteriormente alrededor de los primeros, están marcados por la segregación urbano-residencial, y en esta problemática se alberga principalmente la utilización de cerramientos físicos. II.2.4. El condominio urbano El condominio urbano es un conjunto de unidades de viviendas de construcción moderna (a partir de la época republicana), cuyo espacio en común se encuentra dentro de los límites de la propiedad y pertenece a los propietarios del conjunto. Estos condominios se encuentran en casi todos los distritos de Lima en diversas escalas. En este caso también cabe señalar que existen condominios de escala doméstica y condominios de escala urbana. Por un lado, los condominios de escala doméstica están representados por la quinta moderna, de características intermedias entre el callejón y la quinta colonial, originales de la clase media (o media alta, media baja, según su ubicación y características) y con un espacio común que oscila entre un pasa-
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dizo de unos respetables tres metros a espacios con capacidad para cocheras y jardines, pero no de la escala de plaza de la Quinta Heeren. Estos modelos abundan en distritos como Miraflores, en dónde se pueden encontrar condominios de diversas escalas y en gran cantidad, pero también están presentes en Barranco, San Isidro, Magdalena, Jesús María, Cercado y todos los distritos de Lima Central en los cuales el urbanismo de iniciativa privada ha sido el predominante. No son propios del patrón de asentamiento por barriadas. El segundo modelo de condominio urbano y del cual ya se ha hecho mención anteriormente es el del condominio de edificios de gran densidad. Estos conjuntos tienen por lo general un alto nivel de seguridad y debido a la cantidad de habitantes poseen una administración más compleja, que en algunos casos es independiente a los propietarios.
De la misma manera, se podrá encontrar este tipo de condominio en distintas partes de Lima, pero restringido a zonas en donde se permita edificar en altura, de modo que son menos frecuentes en barrios residenciales de San Isidro o Miraflores, y más frecuentes en distritos de mayor carácter comercial como por ejemplo San Miguel o Lima Norte. A diferencia de las quintas modernas, los megaproyectos residenciales sí se han vuelto frecuentes en las zonas de mayor desarrollo económico de distritos de origen por barriada. Plöger también incluye a los edificios residenciales como una categoría de condominio ex-ante (2006), pero estos ya tendrían una estructura morfológica distinta a la de un condominio propiamente dicho, pues el área común, forma parte de la misma masa edificada. Sin embargo, la estructura social, de un grupo de vecinos compartiendo un mismo espacio y organización de manera separada a la lógica de la ciudad, es básicamente la misma.
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II. Tipos de Condominios Ex-Post en Lima Central
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III.1. Marco metodológico
Habiendo revisado todos los conceptos teóricos necesarios para el estudio, así como los marcos geográficos e históricos que permitan situar en Lima, como escenario de procesos de urbanización condominizados, se tendrán que definir los criterios con los cuales se examinará la realidad actual de manera más profunda.
barrios de vacación hasta los barrios exclusivos de La Molina.
Los barrios post-condominizados son en este caso los que representan la complejidad a abordar, porque a diferencia de los condominios planeados, la voluntad de los habitantes como agentes urbanos es evidente. El encerramiento no está expresado en la forma literal de un muro perimetral, sino que responde a una morfología urbana que se intentará descifrar, para poder indicar qué tipos de barrio post-condominizado existen y en que contextos urbanos específicos se generan, así como para poder ofrecer un panorama, a suerte de catálogo, de toda la variedad de barrios cerrados que existen en Lima.
Para el caso del estudio de los barrios post-condominizados a nivel de su estructura y tipología, es conveniente trabajar en la zona de Lima Central, ya que este contraste es menos evidente y permite establecer relaciones entre la existencia de estos barrios cerrados y la morfología urbana con mayor precisión, sin que otros ámbitos, como la segregación o la inseguridad se presenten como causas evidentes del encerramiento. Sin embargo, estos factores existen, y han sido trabajados en los conceptos iniciales, debido a que forman parte de Lima y de su percepción en los habitantes.
III.1.1. Criterios de delimitación del estudio El estudio empieza por una delimitación geográfica que permita un recojo de un área representativa de Lima. En este caso se trabajará el área de Lima Central, la cual presenta las condiciones más propicias para esta investigación: La periferia de Lima, dícese de las zonas de Lima Norte, Lima Este, Lima Sur y el Callao, se originaron a partir de ejes que conectaban con Lima Central, e históricamente han representado el espacio de asentamiento de los sectores socioeconómicos menos favorecidos, a través de la urbanización por barriadas. En las últimas décadas, el desarrollo de ciertos sectores de la periferia se ha dado de manera acelerada generando nuevas islas de riqueza en las antes zonas enteramente de carácter popular. En el caso de Lima Este podemos observar, como se trabajó en el marco histórico, que ha sido escenario de la formación de los primeros barrios cerrados de manera planificada, desde los alejados
Todas estas situaciones, rodeadas de un crecimiento urbano espontáneo característico de la Lima contemporánea, generan situaciones de contraste social y económico.
Lima central comprende 16 distritos: Cercado de Lima, Barranco, Breña, Jesus María, La Victoria, Lince, Magdalena del Mar, Pueblo Libre, Miraflores, Rímac, San Borja, San Isidro, San Luis, San Miguel, Surquillo y Santiago de Surco. De estos 16 distritos, 5 tienen una situación proliferante de barrios post-condominizados: La Victoria, Rímac, San Luis, San Miguel, Cercado de Lima, y; 3 presentan esta situación en un porcentaje de área menor del distrito: Santiago de Surco, Pueblo Libre y San Borja; y 8 presentan una situación casi inexistente o completamente inexistente de encerramiento de barrios: Barranco, Lince, Breña, Jesús María, Magdalena del Mar, Miraflores, Surquillo y San Isidro. Desde una primera observación, se podría determinar que el aspecto socioeconómico no tiene una relación directa con la existencia de barrios post-condominizados. Por eso, se estudiará la totalidad de los 16 distritos para determinar los factores urbanos detrás de la creación de estos barrios. Mientras que en los casos en los que
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no se presenta esta situación, se contrastarán los mismos factores, corroborando las tipificaciones hipotéticas generadas. III.1.2. Metodología y técnica de recojo de información Para el recojo de la información en campo, el elemento principal que deberá ser cuantificado es el cerramiento, ya sea muro, reja o tranquera. No obstante, los cerramientos son solo la expresión física y evidente de lo que significa un barrio postcondominizado, por lo que estos elementos no serán contados de manera aislada, sino que como parte de un sistema. Para ello, deberá identificarse una sucesión de rejas que encierren un espacio claramente determinado, en el cual se pueda saber exactamente cuándo se está adentro o cuando se está afuera del barrio. En algunos casos se podrán encontrar barrios que no están totalmente encerrados (tienen un ingreso libre), que serán tomados en cuenta si es que a través de una lectura rápida se sigue percibiendo como un barrio cerrado con una organización interna. Salvando estos criterios de análisis cualitativo, se procederá a través de la observación y el recorrido urbano, identificar distrito por distrito la totalidad de los siguientes elementos: Rejas: El elemento que más abunda cuando se trata de bloqueo de vías. En este caso se deberá identificar si permanecen abiertas, cerradas o si son abiertas solo al pasar previa identificación. Deberá tomarse en cuenta que las rejas poseen una puerta diferenciada para autos y para peatones y que la mayor cantidad de veces el acceso a los autos es el más restringido. En las rejas también podemos identificar indicadores de una organización vecinal compleja, como un número de ingreso y como un cartel dictando el horario de funcionamiento y anunciando el nombre del barrio. Tranqueras: Estos componentes se restringen a bloquear el paso de los autos y pueden ser manio-
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brados por los mismos conductores al momento de entrar o por un vigilante. Se deberá identificar las tranqueras que se presentan cerradas, abiertas, o totalmente clausuradas. Vigilante: Se deberá identificar la presencia de casetas de vigilancia que cumplan con la función de abrir y cerrar las puertas. En caso no existan, esto indicará que el estado (abierto o cerrado) de las puertas es permanente o es controlado por los vecinos pero solo a determinada hora del día. Muros perimetrales: Los muros perimetrales son un elemento de cerramiento impenetrable y pueden acompañar el funcionamiento de los otros elementos penetrables. Se deberá identificar si los muros, en caso de existir, pertenecen a algún uso colindante y han sido aprovechados por el barrio para la delimitación de su territorio o si son muros especialmente construidos con el fin de encerramiento. Estos componentes cuantificados en mapas de campo serán posteriormente trabajados y analizados a un mayor nivel III.1.3. Criterios de análisis de la información Para el análisis de la información recogida se deberá contar con la cartografía completa de barrios post-condominizados de Lima Central, para así proceder a identificar las características, similitudes y diferencias que nos lleven a una tipificación precisa del objeto de estudio. Para ello, se deberá analizar como primer criterio el tipo de tejido en el cual se encuentra el barrio cerrado. Con ello se podrá observar si existe alguna trama urbana en particular que propicie la generación de estos barrios. El tipo de tejido comprende la forma de las manzanas y la relación entre sus vías. De igual manera, deberá analizarse la presencia de parques u otro elemento que pueda considerarse
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un nodo de confluencia o que marque determinada centralidad, para identificar si es que los barrios cerrados se organizan espacialmente en función de algún elemento. La presencia de equipamientos urbanos tales como colegios, iglesias o centros de comercio podría formar parte de un barrio cerrado, lo cual indicaría cierto grado de autosostenibilidad y de idea de barrio según los enfoques del urbanismo moderno. Se tomará en cuenta el carácter socio-económico del barrio y de lo que está a su alrededor para determinar si se trata de una situación evidente de segregación o de inseguridad, o si responde a otro tipo de causas. Asimismo, dentro de este criterio se deberá tener como referencia el tipo de vivienda como expresión del estilo de vida, así como su homogeneidad o heterogeneidad en el territorio. Por otra parte, la cercanía de los barrios post-condominizados a otros barrios similares podrá indicar una tendencia a encerrarse en específicas zonas de Lima. Cuando la situación se encuentre muy generalizada se podrá deducir que existe un sistema mucho mayor de organización por barrios cerrados a una escala más grande. También se puede inferir que la existencia de un barrio post-condominizado ha influenciado en su entorno, generando una cadena de encerramiento. Por ello, los barrios estudiados deberán ser ubicados con respecto al sistema de vías, para poder entender cómo funciona la accesibilidad en estas zonas y si el carácter de las vías favorece o no la creación de situaciones de encerramiento. Posteriormente, con los criterios analizados se pasará a presentar la cartografía clasificada de los barrios post-condominizados de Lima Central, escogiendo algunos casos más representativos de cada tipo, que ayuden a ejemplificar mejor sus respectivas características.
Fig. 10a: Reja vehicular grado 1 y grado 2
Fig. 10b: Reja peatonal grado 1 y grado 2
Fig. 10c: Tranquera cerrada y tranquera abierta Figura 10: Nomenclatura de los cerramientos Fuente: Elaboración propia
III.1.4. Nomenclatura de la cartografía La lectura de los planos a mostrar en el siguiente subcapítulo pretende ser ágil y concentrarse en la forma de las manzanas y de los lotes (en caso de estar acompañada de vistas satelitales), más que en el dispositivo mismo de cerramiento. Sin embargo, existen características que se deben comprender producto de la abstracción de la información hacía una leyenda elemental. Rejas vehiculares (Figura 10a.): Las rejas vehiculares poseen en general un portón central para el vehículo y dos puertas laterales para el peatón. De acuerdo al horario en que se abren y cierran, estas tres puertas pueden existir muchas combinaciones, que para efectos de esta investigación es conveniente reducir a dos: “Reja vehicular grado 1” y “Reja vehicular grado 2”. Reja vehicular grado 1: En un primer grado de cerramiento las rejas peatonales estarán abiertas de manera permanente para solo ser cerradas en ocasiones especiales determinadas por los propietarios (o nunca ser cerradas). En el caso del portón vehicular, este permanecerá abierto por las mañanas, y será cerrado en alguna hora de la noche que oscila entre las 9pm y las 12m. En caso de permanecer
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abiertas permanentemente serían rejas en desuso y es un factor que por los métodos de recojo de información no ha sido contemplado en este estudio. Reja vehicular grado 2: En este segundo caso las rejas peatonales permanecen abiertas a una hora del día y se cierran a determinada hora de la noche o en caso contrario permanecen siempre cerradas pero sin llave. En el caso del portón vehicular, este estará permanente cerrado y solo será abierto a los propietarios del condominio ex-post o a sus respectivos invitados. Rejas peatonales (Figura 10b.): Las rejas peatonales solo poseen una única puerta ubicada en pasajes exclusivamente peatonales. Muchas veces su presencia no es necesaria para determinar la existencia de condominios ex-post, pues hay casos de barrios cerrados solo vehicularmente y con las vías peatonales de acceso libre. En otros casos, donde el sector identificado solo posee vías comunes peatonales, las rejas peatonales si serán necesarias para marcar dicho sector como condominizado. Reja peatonal grado 1: En este caso la reja estará abierta (o cerrada pero sin llave) hasta cierta
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hora en la que los propietarios hayan dispuesto cerrarla. Reja vehicular grado 2: En este otro caso la reja permanecerá siempre cerrada con llave y solo los propietarios tendrán acceso. Tranqueras (Figura 10c.): Las tranqueras funcionan como retenes vehiculares. Tranquera cerrada: Son aquellas que se encuentran vigiladas y solo son abiertas a los vehículos de los propietarios. Tranquera abierta: Son aquellas que se encuentran abiertas y sin vigilancia, por tanto solo se cierran en horas de la noche, o no se cierran (esto no puede ser determinado con exactitud). Rejas y muros): Las rejas o muros son cerramientos continuos sin ningún punto de acceso que se utilizarán para complementar a las rejas vehiculares y peatonales y terminar de cercar el área. En estos casos el encerramiento del barrio no se da manera natural mediante las manzanas sino que necesita de dispositivos extras.
Condominios ex-post en Lima Central: Tipologización morfológica
III.1. Tipificación de los condominios ex-post de Lima Central
En esta investigación se detectaron hasta once tipologías formales de condominios ex-post, las cuales están agrupadas en cuatro tipos generales de acuerdo al elemento urbano que toma protagonismo en conformación del conjunto o la organización del barrio: la calle, el parque, el muro y la unidad (o tipología de vivienda). De esta tipologización podemos abstraer esquemas genéricos que nos ayuden a comprender mejor la lógica morfológica de los barrios condominizados (ver Anexo 1: Cuadro resumen de Tipologías de Condominios ExPost en Lima Central). Algunos casos responden mejor que otros al modelo abstracto, pero todos cumplen en esencia con la presencia del elemento central y sus variaciones dependen de otros factores como el tipo específico del tejido, posibles cambios que se hicieron el tiempo y, desde luego, a la irregularidad y falta de planificación que existen en los procesos urbanos de carácter espontáneo como este. En otros casos, en cambio, se observa una actuación conjunta o superposición de dos o más elementos potentes, generando condominios ex-post de carácter híbrido y que escapan a la tipología global. Estos ejemplos serán presentados al final.
III.2.1. El condominio-calle ex-post El condominio-calle es el más condominio expost más básico de todos pues se organiza en torno al elemento de mayor relevancia en la vida de la ciudad. Es evidente que la presencia de la calle es absolutamente transversal a todas las tipologías, pero en este caso nos referimos a la calle, como factor de organización lineal: una vía central con unidades de viviendas en los márgenes. Puesto que es un barrio que abarca un área redu-
cida, la organización conjunta para la instalación de las rejas es sencilla y por lo tanto es uno de los tipos que más proliferan en la ciudad y el cual tiene un carácter informal en todos sus casos, pues ninguna ordenanza municipal admite el encerramiento de una única calle de una o dos cuadras (que es el tamaño promedio que tienen estos conjuntos). No es un fenómeno que se repita de manera sistemática en una misma zona, es decir, que si en determinada urbanización encuentra un condominio-calle, no necesariamente las calles de los alrededores (que respondan a las mismas características de tamaño, morfología y ubicación con respecto a una avenida o parque) estén igualmente encerradas. Su carácter primordialmente espontáneo indica que por lo general se trata de una calle que en alguna ocasión ha sufrido de algún robo o agravio por lo cual se han tenido que establecer medidas de seguridad en respuesta a este hecho. Por tanto responde a situaciones particulares. Es así que se explica que los condominios-calle sea el tipo que más irregularidades y variaciones presenta, dentro de lo básico de su forma. Los elementos de retén vehicular como las tranqueras o los rompe-muelles (aunque estos últimos no han sido contabilizados en la cartografía) son de uso frecuente cuando se trata de cerrar una calle corta por dos razones: el bajo costo del dispositivo y maniobrabilidad por parte de los vecinos (los cuales son pocos), y porque el vehículo es el agente urbano que es percibido como mayor peligro. La primera condición para que una calle sea cerrada es su tamaño e importancia. Una calle que albergue un flujo importante de vehículos jamás podrá ser cerrada sin crear un conflicto urbano instantáneo. Una calle secundaria pero que atraviesa varias cuadras en ocasiones podrá ser cerrada en uno de sus tramos pero eventualmente será notado por algún conductor o transeúnte que tome algún atajo en su destino. Los casos
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sin embargo nos indican que los condominioscalle tienen en su gran mayoría una cuadra de largo en cuyos extremos se cuenta con calles perpendiculares a esta que tengan una jerarquía superior. Un segundo factor es la cercanía con una vía principal. Debido a que, como ya se ha hecho mención, el objetivo principal es la seguridad, la cercanía a una vía de acceso rápido incrementará la sensación de peligro y reforzará la tendencia al encerramiento. Ello se revierte nuevamente al estar frente a una vía del tipo corredor de alta velocidad, pues la permeabilidad en el recorrido transversal de dichas vías es difícil o nula, por lo que actúan de barrera natural ante el flujo de vehículos hacia el barrio. Es difícil entonces encontrar un condominio-calle hacia el centro de un tejido de gran extensión y baja escala, pues la distancia con los accesos disuelve a su vez la sensación de peligro. Plano 1: Condominio-calle lineal “Oidores”, Urb. El Manzano, Rímac Fuente: Elaboración propia
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A continuación se procederá a revisar los ejemplos de condominios-calle ex-post recogidos en Lima Central sub-clasificados en sus diversas variantes III.2.1.1. Calle lineal Recoge la descripción general de los condominioscalle de la manera más exacta. Podemos encontrar ejemplos de este condominio en La Victoria, Rímac y Pueblo Libre. Sus características no varían demasiado, salvo en su longitud y en la posible presencia de accesos peatonales en el sentido contrario a la calle principal. La forma alargada de las manzanas características de esta tipología dispone la orientación de los lotes hacia uno de los sentidos. Por lo tanto, su repetición en una misma área urbana tendrá como resultado una secuencia de calles paralelas cerradas con ejes perpendiculares transitables, como se puede observar en el la urbanización El Bosque del distrito de Rímac (Plano X).
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Plano 2: Condominios-calle lineales “Vargas” y “Sarmiento”, Urb. CyCampo, Rímac Fuente: Elaboración propia
Plano 3: Condominios-calle lineales “Los Molinos” y “Sabandía”, Urb. Villacampa, Rímac Fuente: Elaboración propia
Plano 4: Condominio-calle lineal “Calle 6”, Urb. La Florida, Rímac Fuente: Elaboración propia
Plano 5: Condominios-calle lineales “Sta. Jacinta” y “S/N”, Urb. Pando 3era etpa, Lima Fuente: Elaboración propia
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Plano 6a: Condominios-calle lineales Urb. El Bosque, Lima Fuente: Elaboraciรณn propia
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Plano 6b: Condominios-calle lineales Urb. El Bosque, Lima (Fotografía Satelital) Fuente: Google Earth
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Plano 7: Condominio-calle lineal “Coronado”, La Victoria Fuente: Elaboración propia
Plano 8: Condominio-calle lineal “Pje. México”, La Victoria Fuente: Elaboración propia
Plano 9: Condominio-calle lineal “Boterín” Urb. Santa Catalina, La Victoria Fuente: Elaboración propia
Plano 10: Condominio-calle lineal “Fernandine”, Pueblo Libre Fuente: Elaboración propia
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III.2.1.2. Calle con giro La calle con giro representa del mismo modo una unidireccionalidad pero con un sentido variable a lo largo de su recorrido. Este cambio se puede dar de manera brusca a través de un giro de noventa grados, o de manera progresiva a través de una calle curva.
relación visual con la otra y la percepción del espacio se vuelca hacia el interior.
El giro en una calle representa un factor de encerramiento importante pues una salida deja de tener
Los condominios en calles con giro no son tan frecuentes pues se dan en formas urbanas poco usuales, generalmente en vacíos dentro de grandes manzanas para su aprovechamiento en número de frentes. Las calles con giro forman parte de un diseño orientado a la vida de barrio a una escala muy doméstica, lo cual potencia la condominización.
Plano 11: Condominio-calle con giro “Valderrama” Urb. Monte Carmelo, La Victoria Fuente: Elaboración propia
Plano 12: Condominio-calle con giro “Manuel Vargas” Urb. CyCampo, La Victoria Fuente: Elaboración propia
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Plano 13a: Condominio-calle con giro “Buenaventura Sepúlveda”, Lima Fuente: Elaboración propia
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Plano 13a: Condominio-calle con giro “Buenaventura Sepúlveda”, Lima (Fotografía Satelital) Fuente: Google Earth
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III.2.1.3. Calle sin salida La calle sin salida es de un nivel de privacidad mayor al de la calle con giro y las viviendas que en ella se encuentran pueden ser aseguradas con tan solo un dispositivo de cerramiento. La existencia de estas calles responden a diseños urbanos muy particulares como el de las
manzanas que se encuentran en el área de Cercado-Pueblo Libre y en la urbanización Ciudad y Campo del Rímac. Una posible variación la encontramos en San Borja, en torno al Boulevar del Río Surco en la cual existe un barrio lineal con viviendas a un solo margen, mientras que al otro se encuentra un pequeño cerco que lo separa de la arbolada y empinada vía.
Plano 14: Condominios-calle sin salida de Urb. Huertos de San Antonio, Surco Fuente: Elaboración propia Plano 15 (arriba der.): Condominio-calle sin salida “Alto de la Luna”, Pueblo Libre Fuente: Elaboración propia
Plano 16: Condominio-calle sin salida “La Huaca”, Pueblo Libre Fuente: Elaboración propia
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Plano 17 (arriba izq.): Condominio-calle sin salida “Portocarrero”, La Victoria Fuente: Elaboración propia Plano 18 (arriba der.): Condominio-calle sin salida “Asturias”, Pueblo Libre Fuente: Elaboración propia
Plano 19: Condominio-calle sin salida “Sevilla”, Pueblo Libre Fuente: Elaboración propia
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Plano 20a: Condominios-calle sin salida en Urb. Ciudad y Campo, Rímac Fuente: Elaboración propia
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Plano 20b: Condominios-calle sin salida en Urb. Ciudad y Campo, Rímac (Fotografía Satelital) Fuente: Google Earth
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III.2.1.4. Cruce de calles Los cruces de calles son un modelo más complejo y de mayor tamaño que los demás condominioscalle. Aquí se suman a la vía principal, un conjunto de calles transversales. Sin embargo siempre se observa con claridad la predominancia de una sola calle, que marca la linealidad del conjunto.
Plano 21: Condominio-calle sin salida “Río Surco”, San Borja Fuente: Elaboración propia Figura 11: Condominio-calle sin salida “Río Surco”, San Borja Fotografía: Mauro Jurado
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Plano 22: Condominio en cruce “Cabo escobedo” Urb. La Vina, San Luis Fuente: Elaboración propia
Plano 23: Condominio en cruce “Calle 5-16-17” Urb. La Florida, Rímac Fuente: Elaboración propia
Plano 24: Condominio en cruce “Calle 12-2” Urb. La Florida, Rímac Fuente: Elaboración propia
Plano 25: Condominio en cruce “Jesús de Asín” Urb. Villacampa, Rímac Fuente: Elaboración propia
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Plano 26a: Condominio en cruce “Rosales” Urb. Pando 8va etapa, San Miguel Fuente: Elaboración propia
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Plano 26b: Condominio en cruce “Rosales” Urb. Pando 8va etapa, San Miguel (Fotografía Satelital) Fuente: Elaboración propia
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III.2.2. El condominio-parque ex-post Esta forma de barrio post-condominizado está organizada, como su nombre indica, alrededor de un parque abarcando generalmente un anillo urbano del ancho de una, dos, o hasta tres manzanas. Estos parques son de carácter barrial, de una magnitud de una o dos manzanas y por lo general no son visibles desde avenidas principales de modo que quedan ocultos detrás de la masa construida propiciando la apropiación del espacio.
Plano 27: Condominio en cruce “La estación”, Pueblo Libre Fuente: Elaboración propia
La organización vecinal alrededor de un parque es también un modelo que podemos encontrar de manera repetitiva y proliferante en las zonas donde hay determinada configuración urbana en la que los parques funcionan como núcleos. La condominización de estos barrios entonces no necesariamente responde a un problema de inseguridad particular de la zona, sino que podemos observar que se marca una tendencia en el área general en donde se presenta esta tipología. Los objetivos de encerrar un barrio en torno un parque son, sobre todo, los de preservación del ambiente urbano, el cual al contar con área verde adquiere mayor valor. La forma de las manzanas por lo general es alargada con respecto al parque, cerrando el número de accesos. Los barrios-parque, en la información recogida para este estudio, representaron el modelo más abundante. La siguiente sub-categorización presenta tres distintas escala de dicha tipología. III.2.2. Parque simple
Plano 28: Condominio en cruce “Santander”, Pueblo Libre Fuente: Elaboración propia
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Un condominio-parque simple tendrá una morfología de manzanas regular, por lo general rectangular y que tienda a la ortogonalidad, de modo que los accesos al parque sean varios. El parque ofrece una centralidad, mas no determina que todas las viviendas que forman parte del barrio cerrado tengan la misma relación con este. Ejemplos de proporcionalidad perfecta como el caso del condominioparque Juan Pablo II en San Borja son difícilmente repetibles y por lo general se desvirtúan en la irregularidad del tejido.
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Plano 29: Condominio-parque simple “2 de Mayo” Urb. Santo Domingo, La Victoria Fuente: Elaboración propia
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Plano 30: Condominio-parque simple “Abraham Lincoln”, La Victoria Fuente: Elaboración propia
Plano 31: Condominio-parque simple “Encinas Franco”, La Victoria Fuente: Elaboración propia
Figura 12: Condominio-parque simple “Abraham Lincoln”, La Victoria Fotografía: Mauro Jurado
Figura 13: Condominio-parque simple “Encinas Franco”, La Victoria Fotografía: Mauro Jurado
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Plano 32: Condominio-parque simple “Crundieck”, La Victoria Fuente: Elaboración propia
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Plano 33a: Condominio-parque simple “Juan Pablo II”, San Borja Fuente: Elaboración propia
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Plano 33b: Condominio-parque simple “Juan Pablo II”, San Borja (Fotografía Satelital Fuente: Google Earth
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Plano 34: Condominio-parque simple “García y Lastres”, Cercado de Lima Fuente: Elaboración Propia
Plano 35: Condominio-parque simple “Gorriti”, Cercado de Lima Fuente: Elaboración Propia
Plano 36: Condominio-parque simple “Bertello”, Cercado de Lima Fuente: Elaboración Propia
Plano 37: Condominio-parque simple “Santa Ines”, Pueblo Libre Fuente: Elaboración Propia
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Plano 38: Condominio-parque simple “Honorio Delgado”, Magdalena del Mar Fuente: Elaboración Propia
Plano 39: Condominio-parque simple “Juan Gris”, San Borja Fuente: Elaboración Propia
Plano 40: Condominio-parque simple “Tondero”, Urb. El Bosque, Rímac Fuente: Elaboración Propia
Plano 41: Condominio-parque simple “Norma”, San Luis Fuente: Elaboración Propia
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Plano 42: Condominio-parque simple “Jose Lizier”, Pueblo Libre Fuente: Elaboración Propia
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III.2.3. Parque encerrado Los parques-encerrados pueden contar con uno, dos o hasta tres accesos como máximo. La disposición convexa de las manzanas a su alrededor los convierten en pequeños oasis urbanos que, aún sin encerrarse, se suponen desde ya privados. En el Cercado de Lima podemos encontrar una tipología de parque triangular de tres accesos como el caso
del Parque Norma o el Parque Sassone, así como en Pueblo Libre una tipología de parques de distintas formas, con una vía vehicular perimetral y accesos puntuales. A diferencia de los condominios-parque simples, en esta tipología existe una relación más directa con el parque, por lo cual el área de encerramiento se restringe formando barrios de menor escala.
Plano 43: Condominio-parque encerrado en Av. Las Casuarinas 1, Surco Fuente: Elaboración Propia
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Plano 44: Condominio-parque encerrado en Av. Las Casuarinas 2, Surco Fuente: Elaboración Propia
Plano 45: Condominio-parque encerrado en Av. Primavera, Surco Fuente: Elaboración Propia
Plano 46: Condominio-parque encerrado “José de Acosta”, Magdalena Fuente: Elaboración Propia
Plano 47: Condominio-parque encerrado “Sassone”, Cercado de Lima Fuente: Elaboración Propia
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Plano 48 Condominios-parque encerrados “Maldonado” y”Osores”, Pueblo Libre Fuente: Elaboración Propia
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Plano 49a Condominio-parque encerrado “Valle Riestra”, Pueblo Libre Fuente: Elaboración Propia
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Plano 49b Condominio-parque encerrado “Valle Riestra”, Pueblo Libre (Fotografía Satelital) Fuente: Google Earth
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Plano 50 Condominios-parque encerrado en Ca. J. Pasos, Pueblo Libre Fuente: Elaboración Propia
Plano 51 Condominio-parque encerrado “Santa Libertad”, Cercado de Lima Fuente: Elaboración Propia
Plano 52 Condominio-parque encerrado “Marquesado”, Cercado de Lima Fuente: Elaboración Propia
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Plano 53 Condominio-parque encerrado “Norma”, Cercado de Lima Fuente: Elaboración Propia
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III.2.4. Parques múltiples Bastante presentes en los barrios de La Victoria, San Luis y Cercado, en los cuales las tipologías de condominios ex-post alcanzan su mayor tamaño con la presencia de parques múltiples. Estos modelos de condominio encierran en algunos casos urbanizaciones enteras. Por la cantidad de puertas que posee un barrio como este, es común su numeración y jerarquización. Al contar con varias manzanas en su interior y varios espacios “públicos” de desfogue de la masa urbana, la sensasción dentro de un condominio de
parques múltiples no suele ser la de encerramiento. Las rejas comienzan a perder relación entre unas y otras a nivel de percepción peatonal. Un ejemplo que se observa en Cercado de Lima, en el caso del área encerrada entre la Av. Mariano Cornejo, la Av. Arbolada y la Av. Alejandro Bertello (Plano X), presenta un conjunto de barrios inmediatamente contiguos pero separados uno de los otros a través de rejas interiores. Dentro de este gran barrio se encuentran hasta cuatro zonas diferenciadas.
Plano 54: Condominio de parques múltiples 1, San Luis Fuente: Elaboración Propia
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Plano 55: Condominio de parques múltiples 2, San Luis Fuente: Elaboración Propia
Plano 56: Condominio de parques múltiples 3, San Luis Fuente: Elaboración Propia
Plano 57: Condominio de parques múltiples 4, San Luis Fuente: Elaboración Propia
Plano 58: Condominio de parques múltiples 5, San Borja Fuente: Elaboración Propia
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Plano 59a: Condominio de parques múltiples 6, La Victoria Fuente: Elaboración Propia
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Plano 59b: Condominio de parques múltiples 6, La Victoria (Fotografía Satelital) Fuente: Google Earth
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Plano 60: Condominio de parques múltiples 7, Cercado de Lima Fuente: Elaboración Propia
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Plano 61: Condominio de parques múltiples 8, Cercado de Lima Fuente: Elaboración Propia
Figura 14: Condominio de parques múltiples 8, Cercado de Lima Fotografía: Mauro Jurado
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Plano 62: Condominio de parques múltiples 9, Cercado de Lima Fuente: Elaboración Propia
Plano 63: Condominio de parques múltiples 10, Cercado de Lima Fuente: Elaboración Propia
Plano 64: Condominio de parques múltiples 11, Cercado de Lima Fuente: Elaboración Propia
Plano 65: Condominio de parques múltiples 12, Cercado de Lima Fuente: Elaboración Propia
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Plano 66: Condominio de parques múltiples 13, La Victoria Fuente: Elaboración Propia
Plano 67: Condominio de parques múltiples 14, La Victoria Fuente: Elaboración Propia
Plano 68: Condominio de parques múltiples 15, San Borja Fuente: Elaboración Propia
Plano 69: Condominio de parques múltiples 16, San Borja Fuente: Elaboración Propia
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Plano 70: Condominios de parques múltiples 17, Rímac Fuente: Elaboración Propia
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III.2.3. El condominio-muro ex-post
III.2.3.1. Muro simple o de apoyo
Este barrio se genera ante una situación particular en la que un uso público o privado de gran tamaño y completamente encerrado por un muro perimetral (ya sea un hospital, un colegio, un club deportivo, etc.) se encuentra adyacente a una zona residencial, rodeándola parcialmente o casi por completo.
Esta categoría está referida a un grado menor de encerramiento del barrio, en el cual solo la mitad del perímetro ha sido bordeada por el muro. Se considera, de todos modos, que este elemento ha potenciado el origen del condominio.
Esta situación urbana genera un carácter de confinamiento en el barrio en cuestión, con un borde muy determinado y encerrando su dominio de manera clara, por lo que la posibilidad de cerrar por completo el barrio surge de manera que solo se necesiten unas pocas rejas de acceso. Esta situación, evidentemente, no marca una tendencia en un territorio pues responde a un contexto muy específico. Existen barrios que se encuentran adyacentes a grandes usos amurallados, pero para señalar a dicho muro como un factor determinante en la consolidación del condominio deberá estar en una relación de convexidad con el área encerrada, de modo de al menos cubrir el cincuenta por ciento de su perímetro. Sumados a la situación de inseguridad y al instinto de preservación de los ambientes urbanos de valor, se puede hacer mención a una reivindicación del carácter residencial del conjunto, ante un entorno que prolifera en usos diversos, muchos de los cuales de carácter residencial. De este modo, los barrios-muro se vuelven en una suerte de refugios urbanos.
Los dos ejemplos que se encontraron en campo corresponden al distrito de San Miguel, que posee gran cantidad de muros debido a la presencia de usos de gran envergadura como la ex Feria del Pacífico o el Parque de las Leyendas. En torno a este último complejo se ubica la urbanización Las Leyendas que posee de cuatro accesos para nueve manzanas de vivienda. En el caso de este condominio el muro toma mayor presencia como borde urbano pues este no ha sido recubierto de una franja continua de viviendas (como en los otros tres casos de condominio-muro). III.2.3.2. Muro envolvente Con el muro envolvente la influencia es determinante en el encerramiento del barrio. El muro envuelve hasta el ochenta por ciento del conjunto dejando pocos ingresos en proporción al gran número de manzanas cubiertas. En el caso de la urbanización El Palomar (segunda etapa) el barrio queda encerrado por tres grandes usos, con tres puertas de acceso. El barrio además tiene características interiores de un condominio de parques múltiples.
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Plano 71a: Condominio-muro de apoyo “Las Leyendas”, San Miguel Fuente: Elaboración Propia
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Plano 71b: Condominio-muro de apoyo “Las Leyendas”, San Miguel (Fotografía Satelital) Fuente: Google Earth
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Plano 72: Condominio-muro de apoyo “Feria del Pacífico”, San Miguel Fuente: Elaboración Propia
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Plano 73: Condominio-muro envolvente “Parque de las Leyendas”, San Miguel Fuente: Elaboración Propia
Figura 15: Condominio-muro envolvente “Parque de las Leyendas”, San Miguel Fotografía: Mauro Jurado
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Plano 74a: Condominio-muro envolvente “Los Descalzos”, Rímac Fuente: Elaboración Propia
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Plano 74b: Condominio-muro envolvente “Los Descalzos”, Rímac (Fotografía Satelital) Fuente: Google Earth
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III.2.4. El condominio-unidad ex-post Estos barrios están caracterizados por tener una tipología de vivienda diferenciada del resto de su entorno urbano, o bien un manzaneo con una característica particular. Son barrios de cierta antigüedad, que tienen una calidad de diseño urbano y arquitectónico planeado. Un ejemplo de esta tipología la podemos encontrar en las Unidades Vecinales y complejos habitacionales planteados durante la época de la modernidad arquitectónica peruana. Otros ejemplos los podemos ver en los barrios con una lotización planeada, los cuales no están organizados por calles sino por manzanas. Estos barrios planeados, se diferencian de conjuntos como Las Casuarinas, o La Planicie, porque en sus inicios han sido planteados como abiertos, con pocas calles vehiculares y con un predominio de recorrido peatonal y con grandes espacios libres y recién a posterioridad han sido encerrados.
En la urbanización Túpac Amaru del distrito de San Luis, se observan varias lógicas distintas ya antes mencionadas. Las calles siguen un modelo lineal de calle sin salida mientras que existe un conjunto de parques centrales que organizan el conjunto. Sin embargo el elemento urbano más importante para considerar este barrio como único, son las pequeñas manzanas y su disposición desfasada que genera espacios muy particulares.
Se puede deducir que su condominización sí se debe a un problema de inseguridad pues no en todas las unidades de viviendas sucede el mismo fenómeno, pero también puede generarse por un tema de identidad de los pobladores, los cuales responden a la tipología morfológica particular de sus barrios con la acción de apropiarse de ellos.
III.2.4.2. Unidad de edificación
Por lo general, debido a habitual retiro con respecto al plomo de las calles, estos barrios no solo necesitan de rejas para su encerramiento total sino que también se valen de muros perimetrales.
En el caso de la Unidad Vecinal de Matute en el distrito de La Victoria, se presume un encerramiento por temas concretos de inseguridad y segregación residencial, en respuesta a un contexto hostil, pues la misma tipología en la misma disposición (Unidades Vecinales del Rímac y Mirones) no ha sido condominizada del mismo modo.
III.2.4.1. Unidad de lotización En este primer caso la unidad se percibe a nivel de ordenamiento urbano: los lotes tienen tamaños similares y existe una relación uniforme entre estos y el espacio público que haya sido planteado entre los edificios. Por lo general son proyectos de vivienda unifamiliar o bifamiliar de baja escala. Es preciso hacer una diferenciación entre estos modelos de condominio y que se han observado en las an-
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teriores tipologías, pues estas también corresponden a un nivel de diseño urbano (estatal o privado). En el caso de los condominios-unidad por lotización el diseño urbano incorpora más componentes que la relación entre la manzana y la calle (y la forma resultante de ello), tales como el espacio para el peatón y la relación entre las manzanas (las cuales tienen más variantes formales e irregularidades). Por otro lado, la organización de estos condominios-unidad es a nivel de manzana y lote y no de calle y número.
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En el caso de las unidades de edificación, la diferenciación con el resto de la ciudad es más que evidente, debido a que la repetición de una misma tipología edificatoria, a su mayor altura y a su consecuente retiro con respecto al plomo de la vereda.
En el caso de la residencial Julio C. Tello en San Miguel, el factor de unidad peso más que la continuidad del jirón Alfonso Ugarte, el cual es interrumpido por la reja de acceso, para dar paso a una vía interior, ahora peatonal.
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Plano 75: Condominio de unidad de lote “El Palomar”, Rímac Fuente: Elaboración propia
Plano 76: Condominio de unidad de lote “Leoncio Prado”, Rímac Fuente: Elaboración propia
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Plano 78a: Condominio de unidad de lote “Túpac Amaru”, San Luis Fuente: Elaboración propia
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Plano 78b: Condominio de unidad de lote “Túpac Amaru”, San Luis (Fotografía Satelital) Fuente: Google Earth
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Plano 79a: Condominio de unidad de edificación “Unidad Vecinal Matute”, La Victoria Fuente: Elaboración propia
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Plano 79b: Condominio de unidad de edificación “Unidad Vecinal Matute”, La Victoria (Fotografía Satelital) Fuente: Google Earth
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Plano 80: Condominio de unidad de edificación “Julio C. Tello”, San Miguel Fuente: Elaboración propia
Plano 81: Condominio de unidad de edificación “La Capullana”, Surco Fuente: Elaboración propia
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III.2.5. Otros casos de condominios ex-post A continuación algunos ejemplos de condominios ex-post que combinan características de las diversas tipologías estudiadas, en la misma proporción, por lo que resultan inclasificables.
Plano 82: Condominio híbrido 1, Cercado de Lima Fuente: Elaboración propia Plano 83: Condominio híbrido 2, Cercado de Lima Fuente: Elaboración propia Plano 84 (abajo izq.): Condominio híbrido 3, Rímac Fuente: Elaboración propia Plano 85: Condominio híbrido 4, Cercado de Lima Fuente: Elaboración propia
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Plano 86: Condominio híbrido 5, Cercado de Lima Fuente: Elaboración propia Plano 87(arriba der.): Condominio híbrido 6, San Miguel Fuente: Elaboración propia Plano 88: Condominio híbrido 7, La Victoria Fuente: Elaboración propia
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Plano 88: Condominio híbrido 8, Urb. Maranga, San Miguel Fuente: Elaboración propia
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IV. Conclusiones de la Investigaciรณn
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El estudio denominado “tipologización morfológica” de los condominios ex-post de Lima Central focalizo su atención en el reconocimiento del fenómeno de condominizacion que ocurre en 16 distritos de Lima metropolitana (aunque solo encontró ejemplos válidos para la investigación en 9 distritos), asumiendo la denominación de “condominio expost” para referirse al espacio urbano que comprende pistas, veredas y parques, y que ha sido encerrado por iniciativa de los propios propietarios de las viviendas aledañas. Según se ha sido explicado a partir de la revisión bibliográfica existen diversos factores que explican el fenómeno de condominizacion en América Latina, entre los más comunes son el problema de la inseguridad urbana, la segregación social y los modelos que propone la oferta del mercado inmobiliaria. En la ciudad de Lima en los casos revisados estos factores parecen reproducirse al igual que otras ciudades. Sin embargo este es un marco referencial asumido por la investigación y que no ha sido materia de verificación. El fenómeno del enrejamiento no es un tema nuevo. Hasta la fecha ha sido abordado desde diferentes perspectivas de análisis. Siendo las más conocidas, el asumirlo como un problema social fundado en diversas causas (ya citadas). El presente estudio si bien recogió este marco de análisis, ha intentado en su reconocimiento mostrar que dicho fenómeno no se asume como una problemática, sino como un proceso espontaneo y progresivo condicionado y facilitado por factores sociales, y por la propia morfología urbana de algunas zonas de Lima que favorecen la fácil transformación de la ciudad hacia nuevos modelos de formas de vida, influidos por factores sociales y culturales. Podemos entonces como primera conclusión definir a partir de los conceptos desarrollados en el marco teórico, histórico y geográfico así como en los conocimientos adquiridos en el estudio de campo los principales condicionantes para la formación de condominios ex-post.
Un primer factor está referido a la escala de las edificaciones. Con la clara excepción de los condominios de unidades edificatorias, la escala de los barrios cerrados es una escala doméstica, por dos principales razones. En primer lugar porque la alta densidad supondría un flujo mucho mayor de vehículos para lo cual un dispositivo de cerramiento resultaría lento y ineficiente ante la demanda de tránsito. En segundo lugar porque los edificios residenciales (concebidos como condominios por Plöger), tienen un propio sistema de seguridad que no requiere de uno adicional sobre la vía pública. Por lo cual se puede hacer una primera deducción que un alza en la densidad de Lima y sus edificaciones podría disminuir la presencia de rejas, trasladando la problemática de la inseguridad por detrás de la línea de propiedad. Un segundo factor está referido al uso predominantemente residencial. En un barrio en el que exista un atractivo para ser visitado por personas externas, será difícil el encerramiento y generará un conflicto con ese otro uso. Un tercer requerimiento para la existencia de un condominio ex-post es la organización vecinal mínima, pues la instalación, mantenimiento y vigilancia de los dispositivos de cerramiento suponen un presupuesto que debe ser provisto por todos los vecinos. Esto nos indica que en los barrios cerrados existe un antecedente de buena vida en vecindario o al menos de un potencial para serlo. Este valor debe ser rescatado y tomado en cuenta para una búsqueda posterior de alternativas para un vecindario seguro (coincidiendo con la mayoría de investigadores sobre el tema, en que esta forma no es la más acertada). Un cuarto factor es la normativa municipal. Por más que el estudio refleja la toma de decisión de los habitantes sobre sus propios barrios, el poder de la autoridad para revertir esta situación es absoluto y determinante. Existen opciones que los distintos municipios han llevado a cabo, por un lado distritos como San Miguel, La Victoria o San Luis
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lo permiten mediante ordenanzas instituyendo el fenómeno y generalizándolo. Por otro lado municipios con mayor presupuesto como Miraflores o San Isidro pueden apostar por medidas de seguridad más sofisticadas. Finalmente, el último factor sería el de la forma de las manzanas y la acción de elementos urbanos, lo cual ha sido materia principal de este estudio de tipificación, y que termina por convertir los otros cuatro factores, sumados a la problemática de inseguridad y los instintos de preservación y de apropiación, en la realidad concreta que representan los condominios ex-post. El estudio, luego de hacer un reconocimiento exploratorio de la variedad de formas de encerramiento urbano en la ciudad, ha identificado cuatro elementos urbanos que parecen favorecer el proceso de condominizacion espontáneo: La calle, el parque, el muro, y la unidad. Estos cuatro elementos han permitido ensayar una tipología de condominización. Sobre estas tipologías, que ya han sido mostradas mediante los ejemplos existentes, podemos identificar una acumulación (a medida que los condominios se complejizan) de comportamientos y de intensiones producto de un análisis especulativo del entorno en el cual se desarrollan estos barrios. En los primeros casos, de condominios-calle, como se hizo mención, se responde a una situación muy particular de una calle específica, la cual se cree, es insegura y necesita de alguna medida de protección. Con los condominios-parque, se suma a esto, la intensión de los vecinos de preservar el espacio en el que viven, el cual es valioso y no es bien cuidado por visitantes (tenemos que señalar que en Lima no existe una cultura generalizada de cuidado del espacio público). En los condominios-muro, el aislamiento y preservación del espacio residencial es aún mayor, sobretodo ante la presencia de usos distintos que rodean el barrio. Los condominiosunidad suman una identidad con respecto al dis-
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eño de sus barrios, el cual es superior al de su entorno porque plantea un estilo de vida distinto. El estudio, ya subcategorizado, arroja como hallazgo once tipologías formales de condominios expost. De ello se puede llegar a una abstracción de características formales que ayuden a comprender mejor la lógica que subyace en este tipo de modelo barrial. La observación realizada de las diversas formas de enrejamiento de la ciudad aportan reflexiones útiles para analizar como la morfología urbana puede estar incidiendo o no en la restricción o vulneración de derechos de las personas, sujeto final para el cual se construyen las cuidades. Si bien este análisis tiene que ser complementado desde la perspectiva de los propios ciudadanos (los dueños de estos espacios condominizados y los transeúntes en estas zonas) podemos inferir a partir de las observaciones realizadas, que los sistemas de enrejamiento solo parecerían restringir el acceso a la circulación de los automóviles, mas no de las personas. El diseño de estos condominios en su gran mayoría favorecen el transito libre del peaton, lo que aparentemente no vulneraria el derecho de transitar con libertad. Sin embargo es preciso señalar que aunque la tradición urbanística no ha asignado tanto valor humano al vehículo en las teorías urbanas, dada la alta cantidad de población que se maneja por este medio, este estudio visualiza esta limitación de tránsito vehicular como una restricción relevante que inhibe algunas libertades y que por tanto afecta el normal funcionamiento social del sistema de movilidad. Aunque no se ha recogido de manera directa la percepción ciudadana, hay un conjunto de evidencias materiales que dan cuenta de un nivel de mayor apropiación del espacio público por cuenta de estos propietarios que post condominizaron sus viviendas. La libertad para exhibir carteles, para colocar espacios de vigilancia, etc. parecen darles mayores
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atribuciones y derechos que antes no tenían desde su vivienda individual. Los condominios ex-post son entonces un fenómeno que ha recogido de alguna manera, una importante participación ciudadana. No obstante ayudaría mucho recuperar la percepción ciudadana para confirmar esta hipótesis. Es así que este estudio constituye un esfuerzo por visibilizar un nuevo “mapa” de la ciudad que se va configurando espontáneamente (en base a factores ya mencionados) y que parece pasar inadvertido para la población. Para ello, este primer paso, de analizar los condominios desde una mirada objetiva, alejándose de la problematización y tratando de hallar con elementos claros una explicación, a
nivel de la rama arquitectónica y urbanística. La exploración realizada, con un carácter inicial deja pistas abiertas para complementar la investigación y profundizar en aspectos de la misma. Queda por ensayar una complementación de información desde la perspectiva de los propios actores (ciudadanos y autoridades públicas, ya que en esta oportunidad el levantamiento de información se ha hecho desde la objetiva mirada cartográfica (observación desde los planos), buscando mantener una distancia de la realidad desde el punto de vista humano, pero que nunca es completa sin la subjetividad de los individuos que forman parte de la ciudad y de sus barrios.
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