Egipto - De Vuelta al Mundo No.1

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De Vuelta al Mundo No.1 Egipto - Mayo 2011

La obra no es inmediata, la obra sí es en cada instante, se va creando a partir de todo, necesita llenarse, se va llenando, así se aparezca de repente necesita ser presentada…

Uno tiene diferentes estándares y su nivel de posibilidades. Y como dicen por ahí las circunstancias dictan la medida de las soluciones. En Nueva York sabíamos que tomar un taxi en el aeropuerto nos significaba botar a la caneca por lo menos 100 dólares, porque estaba lejísimos, porque el subway funciona a la perfección y está divinamente señalizado y además podíamos hablar el inglés suficiente en para pedir indicaciones… En cambio llegando al Cairo…, teníamos que coger taxi, obligatoriamente. Porque no hablamos árabe, menos lo leíamos, por que es barato, por revoltoso (hacía unos 20 días acababan de tumbar a su presidente), porque el transporte es un caos, y sobre todo porque allá éramos marcianos. Era realmente la primera cultura, totalmente diferente a la mía, que encaraba o más bien en la que me sumergía.


En el avión de Egypt Air en el que viajamos nos dieron una pequeña pero efectiva guía de Bienvenida a Egipto. En ella estaba la hora local, las tazas de cambio con respecto a la Libra Egipcia. Un dólar 5.6 LE. Una parte sobre códigos en el vestir. Advertencias generales de seguridad. Y las frases más útiles en árabe: Por ejemplo ok se dice mashy. Que pena se dice Ana assef. Un capítulo de cómo lidiar con la diferencia cultural, Por favor o perdóneme se dice Law samht.

Allí también te advierten que las cuestiones de género son delicadas. Que hay malas interpretaciones. Tomamos nuestro taxi en el aeropuerto rumbo al centro del Cairo. El aire de un nuevo país llenaba mis pulmones. Pensaba en la antiguedad, en la historia, en jeroglíficos. Veía algo totalmente diferente por mi ventana. De las grandes avenidas pasamos a las calles más céntricas, luego a las callecitas y finalmente después de una búsqueda muy larga que ya me estaba preocupando, - donde Sergio se bajaba del taxi a investigar a pie por estos callejones peatonales del pleno centro del Cairo, y yo me quedaba mientras tanto cuidando el equipaje y preguntándome paranóicamente ¿Qué tal que no regrese nunca?- encontramos nuestro hotelito, El Cairo Royal Hotel, que en realidad era un hostal, en un largo callejón del pleno centro del Cairo. Lo habíamos previamente reservado por internet a través de booking.com por un valor de 28 dólares. La fachada y la entrada de llorar, un


edificio tipo pocilga vuelta mierda. Se nos veían las caritas de desilusión a ambos, no tenía ni letrero y en toda la búsqueda nadie lo conocía, buuuu, pero una vez pasamos el portal y subimos por una asquerosa escalera nos encontramos con una salita impecable de muebles dorados, una mesa de centro llena de mapas, de libros para turistas en todos los idiomas y con un guestbook repleto de excelentes comentarios. Detrás del mostrador el egipcio más guapo y simpático de todos, hablando un perfecto inglés y dándonos la bienvenida con su gran sonrisa. Este hotel resultó realmente bueno, nos dieron desayuno de bienvenida y un cuarto gigante muy bien equipado con modernos y confortables muebles. Cama kingsize impecablemente tendida de blanco, con sendas mesotas de noche, sofá de cuero negro, cipote escritorio con silla de gerente con mejores rodachines que mis patines RollerBlade, mesa auxiliar con rueditas también, que movimos por todo el cuarto según la necesidad, y lo mejor, un balcón que daba sobre la calle horrible por donde llegamos en la madrugada, que luego se volvió cheverísima, convirtiéndose en parchadero al aire libre con una larga hilera de mesas y Rimax donde la gente se sentaba a conversar un te, porque el licor estaba re-prohibido, a fumar esas exóticas pipas llamadas bangs, - que siempre deseé que estuvieran cargadas de vareta- a gritar al unísono goooooool frente a las gigantes pantallas planas que instalaban para ver los partidos de fútbol. Estuvimos en el Cairo unos 3 días en la primera tanda. Caminamos sus calles, cruzamos varias veces el inmenso Nilo, nos aterramos con todas la chicas de cuerpo y cara oculta, comimos en un lujoso restaurante que quedaba dentro de un emporio cara de barco que anclaba en la rivera. Visitamos el museo del Cairo donde bajo una gruesa capa de polvo, como si acabaran de ser descubiertas, reposan pésimamente señalizadas, algunas de las espléndidas cosas robables que


se encontraron dentro de las pirámides y templos. Las que no lograron robarse hampones colonialistas europeos. Parchamos con un simpático grupo de universitarios fascinados con nosotros en Tahir Square o Midan Tahir, que no es cuadrado sino redondo, donde se evidenciaba entre otras cosas por varios edificios quemados, que semanas antes se hizo la revolución. Es un enorme círculo de pasto. Que funciona como glorieta de tránsito. Es en realidad símbolo de la revolución del 2011, dónde varios días todos durmieron y se manifestaron unidos y decididos hasta lograr tumbar a su presidente de 30 años Mubarak. El paseo estrella fueron las pirámides de Giza a pocos kilómetros del Cairo. El taxista que nos llevó era un personaje de esos que sonríen tan ampliamente que se muerden las orejas. Muy simpático, demasiado simpático diría yo. Apenas supo que nuestro idioma nativo era el español no paró de decir cada dos o tres frases “hola hola pepsicola, hola hola pepsicola” seguido de severas carcajadas que le dejaban ver todos sus dientes. El “hola hola pepsi cola” nos persiguió durante todos y cada uno de los 10 días que estuvimos en Egipto, era el lugar común de las personas cuando se enteraban que el idioma que se hablaba en Colombia era el español. Al principio nos parecía simpático y nos reíamos cada vez como si esa fuera la primera vez que lo oíamos. Luego lo decíamos al unísono con nuestro interlocutor y ya al final lo ignorábamos aburridos por la obviedad. Antes de llegar a las ansiadas pirámides, paramos en el Museo del Papiro, por supuesto ésta fue idea del taxista, cosa rara! Allí nos atendió un señor muy formal que nos hablaba en un español aprendido juiciosamente pero que servía justo para


lo necesario. Él sabía todo lo relacionado con el papiro y un par de comentarios jocosos previamente estudiados sobre el país o el idioma de turno. Con sus chistes nos empezamos a dar cuenta tristemente que Pablo Escobar era de lejos el colombiano más famoso del mundo. Aunque al principio tenía un poco de rebeldía anti-turística de entrar a aprender sobre el papiro, la visita resultó interesante y en contra de nuestros pronósticos, salimos con nuestro par rollitos, uno en blanco para dárselo a mi hermana y dizque un zoodiaco medio tipo mandala con 12 figuras que lo enmarcan, fue escogido por ser el más barato y chiquitín que había pero que igual viene con su certificado de autenticidad en 5 idiomas. Cuando llegamos a Giza tuvimos que regatear con un majito potentado los camellos con “ayuda” de nuestro taxista, después de casi 15 minutos logramos bajar a mucho menos de la mitad el precio por el alquiler de los animales. Salimos entonces Sahara adentro en camello yo y a caballo Sergio, porque así lo prefirió él, parecíamos don Quijote y Sancho.

Nos acompañaba un guía muy chistosito, enano, cojo y sin un dedo gordo en una mano, que nos defendía furiosa y efectivamente de impertinentes acosadores, vendedores, timadores y hasta de los policías. A pesar de sus aparentes defectos, él mandaba allí, era él duro, se las sabía todas. Habíamos oído que cortaban dedos a quien hiciera algo indebido, nos abstuvimos de preguntarle su historia. Él nos dió


la idea de las fotos payaseadas donde se coge la pirámide desde la punta, se besa la esfinge, etc. Pero fue Sergio Sancho García quién sobrepasó las expectativas, haciendo malabares y equilibrio sobre el camello.

Estas sí que son unas maravillas del mundo, sobre todo la tal Esfinge que como decía un amigo, no se si es o finge imponente en el gran desierto. Fuera del Cairo el turismo es de cabestro o como cuando ves que llevan cruzando la carrera séptima al Museo Nacional a los niñitos de escuela cogidos uno a uno de la mano en filita. Imposible abandonar la cadena porque no se puede y porque no


quieres, te da miedito, no tienes idea a dónde ir. No puedes caminar dos pasos sin sentir el agobio de mendigos y gentes que te quieren sacar algo o miran sin parar las tetas o mi melena suelta, mi distintivo más notable para los locales. Los del hotel nos organizaron todo un paquete de 6 días y nos empacaron en un sleeping-tren muy confortable hasta Aswan, último pueblo de Egipto que limita al sur con Sudán. El trayecto en tren duró cerca de 12 horas, como de película de época, muy confortable y con decoraciones doradas y vinotinto, con nuestra cabina privada, con par camarotes, buen tamaño, mesita plegable, espejo, lavamanos, tapete limpio. Buena ventana, luces independientes, sabanas limpias. Comida y desayuno incluidos, un botones divino, un señor viejito, divinamente arreglado con uniforme elegantísimo e impecable y que tanto nos consintió todo el camino. Estuvo viendo nuestras fotos largo rato en nuestro cubículo de tren, sentado como un viejo amigo que hablaba animadamente con nosotros en un entre inglés, señas y risas, estupefacto viendo imágenes del otro lado del planeta. Aterrado con el verdor de Bogotá después más aterrado con el verdor del pié de monte de la Sierra Nevada de Santa Marta en medio de Quebrada Valencia. Después de dormir varias horas arrullados por ruidos de rieles y estaciones que dejábamos atrás y despertándonos de tanto en tanto para ver a manera de estrobo cómo entraban las imágenes por la gran ventana que se quedarían grabadas para siempre en nuestras cabezas llegamos a Asuán. En la estación de tren nos esperaba un guía, nuestro guía. Nos llevó a orillas del río donde estaba parqueado el crucero Renassaince con piscina y de todo, rumbo a la icónica ciudad Luxor.


En la otra orilla vive el pueblo Nubio, son la única raza que ha perdurado desde la época de los antiguos faraones. Antiguamente vivían donde esta el Lago Naser, pero después de la construcción de la alta presa de Asuán, se tuvieron que trasladar a vivir en la orilla occidental del Nilo. Con unos rasgos claramente diferenciables del resto de los egipcios, costumbres diferentes y lengua diferente. Nuestro barco estaba repleto de turistas daneses más blancos que la

leche. Yo

era

negra

por

comparación. Debo confesar con algo de vergüenza que fue cierto alivio delicioso, encerrarse en el lujo de barco y sentirse aislada de tanto egipcio acosón, machista, morboso y pedigüeño, poder ponerme una camiseta tranquila y dejar que mis obedientes rizos bailaran libres al son de la brisa. Allí dentro nos decían todo lo que tocaba hacer y a qué horas. Igualito que cuando uno se iba de paseo con los papás, sólo preocuparse por estar listo a la hora indicada. No tocaba ni pensar qué almorzar pues espléndidos buffets nos esperaban llenos de delicias cada día puntuales a la hora de las comidas. En el barco nos hicimos amigos de una pareja que ya veníamos encontrándonos en los lugares de turistas desde el Cairo. Mariana una pila y bizcocha brasileña y Stefan un formal y muy simpático alemán. Ellos fueron una suerte de aliados en medio de tanto danés ensimismado, con ellos conformamos la legión


suramericana, la rumbera, la irreverente, la ilegal, la bacana. Fueron nuestros compañeros de comidas, de toures, de risas y de experiencias. Otros notables y diferentes que formaba parte de nuestro parche eran los amigos de Sudán, una pareja de espléndidos, enormes y sonrientes recién casados de color chocolate, más altos que todos los del barco. Con ellos la comunicación era muy limitada por cuestiones de idioma pero entre yeses y goodes intercambiamos muchísimas sonrisas. La sonrisa de ella era la más dulce y siempre parecieron estar de acuerdo con nosotros en todo. El paseo a Egipto era extraño, no era lo imaginado para la vuelta al mundo, éramos unos pinches turistas y no los viajeros que yo imagina, íbamos aparte de la gente del común, de los locales, por caminos diferentes, no era posible mezclarnos. Las cosas a nuestro alcance resultaban lujosas en comparación con lo que uno veía e intuía para el pueblo anfitrión. Pero eso sí, la estábamos pasando bueno y le estábamos dando la vuelta al mundo desarraigados de toda pertenencia y cotidianidad. Nuestro cuarto en el barco, delicioso, acordaba

siempre el

crucero

me del

amor. Teníamos una amplia ventana por donde vimos pasar varias películas que en realidad eran las más bellas escenas cotidianas a orillas del legendario Nilo. Niños brincando desde una piedra, mujeres con velos


húmedos tomaban un refrescante baño, globos volando sobre el templo de Luxor, un señor asicala a sus bestías mientras otro lava un jeep. Las imágenes se suceden brillantes bajo el sol del enorme desierto que se intuye a pesar de que se está inmerso en la bendecida y fértil rivera. Pobreza, mucha pobreza y en medio de una gran sequía. Gente, camellos, cabras, vacas, burros, perros... Los animalitos más exóticos que logramos ver fueron los de toallas. Nos los fabricaba de sorpresa sobre nuestra cama, cada día superando al anterior un personaje muy tierno, el muchacho encargado del aseo. El primer día un cisne, el segundo día nos sorprendió con un elefante con cornaca y todo. La cabeza del hombrecito sobre el elefante era una cara feliz dibujada en un rollo de papel higiénico y cuya columna vertebral era el control remoto del TV. Al tercer día fue el clímax, casi nos morimos del susto cuando al abrir la puerta de nuestra habitación encontramos a un personaje de gorra y gafas oscuras acostado rechoncho leyendo el periódico en nuestra cama. Para su construcción uso todo lo que tenía al alcance, cubrelechos, almohadas, toallas, cachucha y los objetos nuestros que encontró a la mano. Lo más divino de todo es que él siempre invertía mucho más tiempo esperando el momento en que llegáramos a la habitación para poder ver cómo reaccionaríamos ante su nueva creación y qué cara haríamos. Nunca olvidaré la mirada de aquel muchacho.


Allá todos son muchachos, nunca vimos mujer trabajando, en ningún lado, solo hombres, bueno sí vimos una, la no muy agraciada bailarina de vientre que hizo un show en el barco. Cuando la vimos imaginamos que como no era bonita ni con un gran cuerpazo sino más bien de tipo marranito debía ser una bailarina fenomenal. Pero que va! Lo fenomenal fue que en la mitad de su presentación donde en algún momento sacaba a bailar a algún tieso turista para romper el hielo y hacer chistes a su costa, escogió de entre todos a Sergio, quien se ha parado con su soltura característica y le dio sopa y seco en cuanto a contoneo se refiere a la señorita. Ella trató de usar cuanto recurso pudo y no logró darle la talla, se cogía las tetas esperando a ver ahora él que iba a hacer y seguidamente y con mayor simpatía Sergio se deba graciosos golpecillos en sus huevas. Al final algo derrotada lo hizo sentar rápidamente antes de que él se sintiera cada vez más cómodo y terminara de robarle por completo su show. Ese mismo día también hubo un espectáculo folclórico con instrumentos musicales típicos egipcios y baile egipcio tipo derviche que nos dejó boquiabiertos, el señor bailarín hacia con su falda-trapo lo que quería, pasaba de simular arrullar un bebé hasta hacer volar una galaxia entera girando a velocidades supersónicas Un

evento

que

nos

sorprendió navegando el gran

río

fue

los

mercaderes

que

se


encontraban a la deriva esperando que el gran crucero Renasaince desacelerara su marcha debido a que tocaba pasar debajo de un puente o por una angostura, para entonces pegarse a sus bordes y lanzar sus mercancías y telas desde sus pequeñas barquitas varios pisos, 5 o 6, hacia arriba hasta la cubierta llena de turistas con la esperanza de lograr aunque fuera una ventica, arriesgando que la tela aterrizara en la mitad de la piscina del barco ó en el propio río. Por varios aspectos como este se percibía la gran necesidad que este pueblo estaba atravesando. Otro punto que corroboraba lo anterior es la forma como exigían descarada e impacientemente sus propinas, como algo que fuera obvio y obligatorio por la simple naturalidad de las cosas. Porque uno está bien y es obvio y ellos están comiendo mierda y también es obvio. En todo el trayecto visitamos muchos templostumbas alucinantes, las más y mejores conservadas, siempre en caravanas de 5 a 20 superbuses cargados de turistas desde donde anclaba nuestro Renasaince hasta el punto de interés. Muchos de ellos como Abu Simbel y el Templo de Philae entre otros que por la construcción de la alta presa de Asuán en el lago Nsaser, para que no quedaran enterrados, fueron trasteados por la UNESCO piedrita por piedrita como los más complicados rompecabezas históricos. Allí en Abu Simbel ví frente a tan magnánime monumento en contraste una pequeña pareja de pajaritos apareándose con un ímpetu como si el mundo se fuera a acabar, sin conmoverse por estar frente al casi sagrado monumento, ni ante esa horda infinita de turistas. Fue una lección de relatividad, de perspectivas...


Visitamos en la orilla occidental El valle de los reyes conociendo un puñado de sus muchísimas tumbas subterráneas, algunas tienen unos murales maravillosos que aún conservan su vistosos colores. Visitamos también el Valle de las reinas y entre los dos El templo de Hatshepsut (la nemotecnia que usábamos para aprender este nombre era hot-chicken-soup) alias la reina-faraón o como la bautizamos la travesti, también los Colosos de Memnon, Y en Edfu el templo de Horus. En la orilla oriental estuvimos en Kom Ombo y en El Templo de Karnak, que era el más glorioso de todos.

Megalómanos,

mega-exagerados,

pero les quedaron bien bacanas sus maxigiganteses, pero... ¿A dónde se fueron a vivir estas gentes que mandaron a construir las más maravillas de todas las maravillas? ¿La selección natural funcionó al revés? O los hijueputas faraones acabaron por enseñarle a su pueblo a ser miserable… Finalmente, después de otra tanda de 10 horas desde Luxor regresamos al Cairo en donde ya nos sentíamos bastante más cómodos. En nuestro maravilloso Hotel Royal nos estaban esperando y ya nos conocían. Fue gratificante volver al hostal con la satisfacción del vueltón hecho y con la tranquilidad de que todo lo que nos habían dicho había funcionado según lo


convenido. Mejor dicho, unos bacanes los de ese hotel. Allí mismo encontramos tres sufridas chilenas llorando, preocupadas e impotentes. Dos eran ya mayores y la tercera era una guapa veinteañera a quien en la calle en los apenas dos días que llevaban en el Cairo ya le habían mandado la mano varias veces al culo. Sus tías temblando y con voz resquebrajada insistían en querer devolverse inmediatamente a Santiago y la pobre chica joven trataba de calmarlas un poco y de que no tomaran una decisión tan drástica. La verdad no exageraban, en varios momentos yo sentí un acoso muy desagradable difícil de explicar y eso que todo el tiempo iba de pareja de Sergio. Tratamos de darles ánimo y se sintieron muy felices de al menos encontrar alguien con quien quejarse y desahogarse en español. El último día en el Egipto tuvimos una despedida inesperada y soñada, de esos momentos bien vivos y efervescentes que el viaje empieza a regalarle a uno. Nos enteramos gracias a Mariana y Stefan que de un concierto/baile que se hace semanalmente, gratis al público, de manera que llegamos bien tempranito para asegurar un buen lugar. Como llegamos tan temprano y vimos que el espacio estaba bueno casi en cualquier puesto, decidimos salir y dar una vuelta para conocer los alrededores de este que parecía un barrio interesante, antiguo y típico. Después de cruzar un rio de carros pitones nos metimos por un callejoncito y nos encontramos de frente con el Bazar del Cairo, Khan El Khilili. Wow que alucine de lugar, los estímulos aparecían a 25.000 revoluciones DESARROLLAR MAS XXXXX


Lo del personaje auto designado guía que se nos pego a tal punto que su camisa de cuadros de colores estaba siempre en el primer plano de nuestros encuadres. Siempre aparentando una parcería infinita e insistiendo que no buscaba hacer negocios y al final furioso insultándonos por que cuando finalmente logramos despegarnos de él no le dimos su propina. El concierto/bailes también de folclor egipcio y derviche, esta vez con muchos bailarines, 10 o 15, que además estaban acompañados por varios

músicos

con

diversos

instrumentos tradicionales en vivo que lo transportaban a uno a otra épocas, a sueños. Terminamos la noche cenando con Mariana y


Stefan en un céntrico y clásico restaurante, además delicioso que también ellos recomendaron. Ese día me dí cuenta que tal vez no había conocido bien la comida árabe. También que faltaban miles de ruinas y sitios imperdibles por ver en Egipto. Nos quedó faltando Alejandría por ejemplo, siempre en cada lugar

ha

quedado faltando algo… Igual no lo puedes cubrir todo, nunca. Cada viaje, es una única línea donde por azar visitas un camino, a una hora específica y con cosas únicas. Es el motor para siempre querer volver… Nuestro aventura continua, al día siguiente volaríamos a Estambul. Indescriptible felicidad, gran emoción, muy alerta, despierta, alegre y cool. Que chimba viajar. Me siento re-viva, todo es nuevo para mí, estoy recorriendo el mundo!

http://www.devueltaalmundo.info/


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