Lic Basconcelo Juan Carlos
Introducción a la Destinología
"El destino (…) no viene de ninguna parte, se desarrolla en el propio interior" Herman Hesse
Basconcelo, Juan Carlos Introducción a la Destinología. - 1a ed. 197 p. ; 19x22 cm. 1. E . I. Título CDD 649.125 ISBN: 978-987-1254-18-7 Derechos reservados para todos los idiomas Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723 Impreso en la Argentina / Printed in Argentina Prohibida toda reproducción total o parcial.
Introducción La nueva ciencia del “Destino” nace como producto de una larga investigación multidisciplinar (psicología, psicoanálisis, antropología, sociología, filosofía, literatura, etc.) partiendo de la hipótesis de que el “destino” puede ser enfocada desde el discurso de la ciencia. Por lo mismo, la Destinología se erige como nuevo paradigma para el estudio y transformación de nuestro destino. Como objeto de estudio “teórico”, la Destinología considera que el “destino” posee significación, sentido y orden pasible de ser enfocada como un nuevo nivel de integración simbólica de la subjetividad humana. Constituye el concepto explicativo holista que integra los diversos segmentos de la subjetividad como el nivel biológico, el psicológico, social, cultural, simbólico, como sentido unitario del ser humano. No obstante, esto no significa “explicaciones” cerradas, sino abiertas a nuevos cuestionamientos. A falta de un campo del saber “integrador” de los aportes de las ciencias humanísticas(antropología, psicología, sociología, etc) la Destinología intenta constituirse en una “humanología” que busca el sentido total(aunque como totalidad incompleta que busca completarse) de los destinos tanto singulares como sociales o culturales. Lejos de todo modelo explicativo exclusivamente “determinista” y causal (como el psicoanálisis o la psicología), la destinología propone el concepto de “teleonomía” como la síntesis dialéctica entre los modelos explicativos “causales” y los modelos finalistas
(teleológicas). Mejor dicho, donde los modelos psicológicos y psicoanalíticos indagan sobre los “motivos” o causas de la conducta en los registros del pasado, la Destinología relaciona el pasado, el presente y el futuro de un “programa simbolico” de naturaleza al mismo tiempo subjetivo y de índole intergeneracional y transgeneracional. Las propuestas conceptuales desarrolladas por la Destinología, como la idea de un “logograma” (programa existencial), “herencia intergeneracional y transgeneracional del destino”, “Complejo de Sísifo”, “Proyecto de vida potencial”, “Eficacia simbólica del destino”, la vida como un “Juego de ajedrez potencial”, “Línea matrilineal y línea patrilineal”, “Destino escrito y existencial”, “principio de repetición y de cambio”, “teleonomía”, etc., constituyen instrumentos novedosos para comprender y delinear cambios en el “destino obligado” de un sujeto. Otro objetivo fundamental de la Destinología es la posibilidad de operar sobre “el destino programado”(el “destino impuesto u obligado”) incentivando el “destino alternativo” (contenido en forma potencial en cada historia de vida) o “destino electivo” de las personas aquejadas de “problemáticas existenciales” (fracasos, problemas de parejas, familiares, laborales, etc.) con la finalidad de contribuir para el cambio de los “destinos negativos” o “impuestos” desde la generación de los padres, abuelos o bisabuelos, etc. Es decir, la Destinología busca la resolución de los destinos penosos y el “bienestar” . El estudio del “Destino como “Programa existencial” y -nominado como “Logograma”resulta novedoso porque hasta el momento las diversas disciplinas humanísticas, como el psicoanálisis o la psicología, han puesto de relieve las cuestiones deterministas y causales (deseos inconscientes), patologías estigmatizantes (neurosis, psicosis, etc.), comunicacionales, emocionales, síntomas penosos, etc., y han descuidado el aspecto existencial de las personas, es decir, el “destino singular” de cada sujeto. La psicología se encarga de la mente, la historia emocional, pero no estudia el destino de un sujeto en términos de “programa simbólico”, construido en base a modelos familiares, influencias sociales, predicciones paternas-el “oráculo familiar”-el “proyecto de vida potencial”, los “prototipos” de conductas que luego se plasman en el destino de un sujeto. Como nuevo “modelo” explicativo y de cambio de nuestra subjetividad, la Destinología ha creado su propio operador: el Destinólogo. Es quien oficia de intérprete del destino reconstruyendo los “Programas Existenciales”, para “devolver” un “Destino”(hipotético) considerado como “destino programado”. El estudio de nuestro destino, hasta ahora, relegada a la filosofía, cuando no al “pensamiento mágico”, encuentra un nuevo sentido desde la Destinología. Sin duda, un campo promisorio del saber científico y humanista, a la vez teórico y práctico que se encarga de estudiar nuestro “programa existencial” como verdadero modelo de mundo y de destino internalizado como “guión inconsciente”. En suma, el nuevo modelo explicativo y de cambio del destino puede resultar una novedad para contribuir al estudio y las posibilidades de mejora de nuestra vida en una sociedad en crisis profunda en sus valores más fundamentales.
Parte I
El surgimiento de un nuevo Paradigma: la Destinología
“La mala noticia es que en la mejor de las condiciones puede repetirse la historia. La buena noticia es que en la peor de las circunstancias puede suceder lo nuevo” Bertrand Russell
¿Estudio científico del Destino? “El hombre sensato cree en el destino; el voluble en el azar” Benjamín Disraeli La Destinología, como nueva ciencia del Destino, de carácter “multidisciplinar”, sostiene que nuestro destino esta “programado”. En forma relativa, no absoluta ni mecánica, pero “programado”. Considera la existencia de un “programa simbólico” denominado “logograma”, de índole inconsciente, que contiene las inscripciones simbólicas fundamentales que “marcarán”(en forma relativa y probabilística) nuestro paso por la vida. Lejos de una visión “apocalíptica” del Destino, la Destinología sostiene que los aspectos inevitables de nuestro destino constituyen lo “repetitivo” (principio de repetición) de la vida, lo que persiste a través de generaciones como “herencia psicológica” (de índole inter y transgeneracional) y que se trasmite a través de socialización familiar y social. Por otro, lo nuevo, las novedades, lo que cambia, pertenece al “principio de cambio”, que, como factor crucial, permite el progreso emocional y social de los seres humanos. Nunca ocurre una repetición “de lo mismo sino en sentido relativo. El mito del “eterno retorno” de Nietzsche solo es exacto en un sentido restringido. Desde nuestra óptica, aún lo que se considera “repetición” es novedoso al contener novedades. En el caso de una pareja, cada integrante jugará -sin duda- su “juego programado”(“juegos existenciales”), sus “modelos internos”, sus propios “paradigmas individuales”, según un “juego de ajedrez” (programado) llevando a cambios en el destino de ambos. Como nuevo modelo científico de explicación y de cambio del destino, la Destinología supone la intervención del “Destinólogo” como intérprete y “reprogramador” del destino para pasar del reino de la “repetición de los males y sufrimientos” (problemas, divorcios, violencia familiar, etc.), al reino de la superación de los destinos de sufrimientos. Intenta superar las limitaciones de la psicología, el psicoanálisis, las propuestas cognitivas, sistémicas y psiquiátricas al considerar el factor no solo comunicativo, intrapsíquico, verbal, o simbólico para centrarse en el “Estudio multigeneracional” al par que individual (programa existencial) y sociocultural de la subjetividad. Considera los “múltiples factores” que determinan nuestro destino y sus vicisitudes para delinear soluciones existenciales. De ahí el carácter “multidisciplinar” de la Destinología que-desde una epistemología multidimensional, divergente y convergente- recibe aportes de muchas disciplinas como la psicología, el psicoanálisis, la sociología, la antropología, la
economía política, la lingüística, la psicolingüística, la filosofía, la política, la psicología social, la programación neurolingüística, la etología, entre otros. No obstante su carácter “multidisciplinar”, la Destinología reconsidera los aportes de las disciplinas citadas desde un nuevo “paradigma” sobre el destino. En este sentido y al ser su objeto de estudio un objeto multifacético, conjetural e hipotético, la Destinología se adjudica el estudio de nuestro destino como nueva visión de la subjetividad en la era postmoderna. Por lo tanto, la Destinología considera que el estudio del destino de cada sujeto sin la óptica multidisciplinar desemboca en un reduccionismo que excluye lo más esencial de todo sujeto: su “Destino” o sentido de su ser, la historia de su vida ignorada y que mora en su “programa existencial” a título de “pasos potenciales preestablecidos” (relativos) que marcan el curso de su destino a través de generaciones. Por lo mismo, la Destinología no depende de la psicología o del psicoanálisis porque se erige como verdadera “disciplina” a través de una “epistemología convergente” -y divergente-de muchos aportes desde el campo de las disciplinas humanísticas, aunque retraducidos desde el “paradigma destinológico”. De esta manera, puede acudir a la sociología, la antropología o la economía política, etc, siempre que el caso singular de cada destino requiera el análisis de los múltiples factores que marcan cada destino. Para lo cuál, la figura del “Destinólogo”, como “intérprete de nuestro destino”, y cuyo rol esencial radica en la “lectura” del destino de cada sujeto, los determinantes intergeneracionales, generacionales, transgeneracionales, la herencia psicológica singular, los programadores mentales(linaje, familia, antecesores), las repeticiones y cambios, las predicciones posibles, los prototipos infantiles y su rol en el escenario emocional actual, la operancia de prejuicios históricos, influencias de guerras, destierros, genocidios, violencia social, injusticias familiares, traumas de todo tipo, entre otros.
Carácter Multidisciplinar de la Destinología Cada disciplina desarrolla su investigación imbuido según métodos y técnicas propios como por ejemplo la psicología o la sociología. Cuando la investigación es de carácter “interdisciplinario”, dos o más disciplinas contribuyen a la investigación desde un “espacio epistemológico compartido”, como en el caso de psicólogos y antropólogos investigando una temática determinada. Pero en el caso de la Destinología, la cuestión es diferente: la Destinología se pretende una disciplina humanística de carácter “Multidisciplinar” al aspirar al ideal de conocer su objeto de estudio desde ópticas científicas diversas al par que desde un enfoque propio y singular. En este sentido, la Destinología posee un objeto de estudio genuino -el Destino- y desde métodos interpretativos (hermenéuticos) diversos que van desde la “libre asociación” y “escucha flotante” del psicoanálisis hasta la exégesis del árbol genealógico de los destinos precedentes a través del “destinograma”, entre otros. Conocer el “destino” en relación a todos los aspectos del ser humano constituye un ideal de convergencia de los saberes hacia una “visión integral” del ser humano (que no supone su completud) y su pasaje por la vida. Por lo tanto, para hacer honor a los factores culturales, sociales, económicos, políticos, históricos, biológicos, psicológicos, antropológicos, etc, la Destinología considera las múltiples aristas de su objeto de estudio con aras de una visión integral al par que singular y único de cada destino. De esta manera, la Destinología incorpora descubrimientos de otras disciplinas aunque “reformulada” en función de su objeto de estudio. El término “integración conceptual”
(epistemología convergente) de aportes científicos diversos, junto a una “revisión crítica”, entre otros, integran el caudal de propuestas de la Destinología como espacio de conocimiento “Multidisciplinar” del destino. Por lo tanto, la Destinología se ubica en un “más acá” y en un “más allá” de las disciplinas humanísticas aunque centrado en su objeto de estudio de índole polifacético, complejo y multicausal: el destino. Su característica central lo constituye la flexibilidad conceptual, la apertura a hacia diversas disciplinas humanísticas, y la propuesta de que el estudio del ser humano constituye su centro en un mundo donde las tecnologías y los medios se tornan hegemónicas profundizando la alienación inducida del ser humano en visiones estancos, parcializantes del destino. Sin duda, la Destinología se pretende la “Ciencia Integral” del ser humano. Así, los temas sujetos a investigación se transforman en deductivos, puntos de reflexión, hipótesis de investigación, divergencias, coincidencias, etc. Por lo que, el objeto de estudio de la Destinología -el destino- se transmuta según el enfoque o ámbito disciplinar desde el cual es enfocado. Pero en el fondo, el objeto de estudio, el destino, sigue siendo el mismo, con su complejidad y causalidad múltiples. El objetivo central es poder conocer el destino desde múltiples miradas, según el modelo del pensamiento múltiple, con una “epistemología convergente” (Bachelard) al par que singular y único. Cada investigador maximizará los aspectos que más interesen a su cosmovisión en lo atinente al estudio del destino. Unos podrán observar desde lo general a lo particular y otros desde lo singular a lo general, según la lógica dialéctica del destino. Algunos partirán de la base biológica y genética para llegar a los procesos sociales que marcan el destino. Otros partirán de la mente para llegar a los condicionamientos sociales, a la cultura, etc. Pero en todos los enfoques, el objeto de estudio, el destino, permanece firme en su dimensión simbólica y multicausal. En la investigación destinológica multidisciplinar, el profesional indisciplinar (psicólogo, psicoanalista, etc.) deja de ser tal para transformarse en un profesional holista, integral en lo que hace a estudio del ser humano. Es el “salto dialéctico” de lo particular a lo general, de lo estanco y unidisciplinar a la “visión multidisciplinar” del destino. Solo allí resulta posible una mirada cabal del destino del ser humano. De lo contrario, las miradas parciales y estancos no permiten trascender la “visión de tunel” o mirada parcial de cada disciplina e investigado. Por lo tanto, la epistemología “divergente” y “convergente” de la destinología, se erige como “transdisciplinar” e integrador de las diferentes parcelas o aportes estancos de las diversas disciplinas sobre el estudio del ser humano y su destino. En el apartado siguiente pasaremos a estudiar el “mito” y el “destino” para explicar el pasaje del pensamiento “mítico” al “destinológico” desde la óptica de la ciencia.
¿"Mito" o "Destino"? “Lo que deba ser, será. Ni aún permaneciendo sentado junto al fuego de su hogar puede el hombre escapar a la sentencia de su destino.” Esquilo
En principio, lo que se dio en llamar "Mito" desde la anti-güedad, tanto como en disciplinas humanísticas como la antropología (el mito en Levis Strauss, su “eficacia simbólica”, los “mitemas”), o el psicoanálisis (“mito individual del neurótico”, Lacan) guardan similitud con lo que desde la Destinología denominamos "Destino simbolico"(sistema de símbolos que programan un destino). Pasamos así, de la “mitología” a la Destinología o mejor del “pensamiento mítico” -aún en sus formas científicas como en el “mito de edipo” en el psicoanálisis- al “pensamiento científico”. Este pasaje se debe a que en la vida del ser humano los hechos fortuitos y las casualidades han pasado a ser procesos explicables desde el saber científico. Los poderes “paranormales” e inexplicables han cedido paso a los modelos científicos, dentro de las cuales ubicamos a la destinología. Por lo anterior, y debido al paso decisivo desde el concepto de “mito” al de “destino”, es que podemos explicar el “Destino” de un sujeto como una “existencia cifrada” y en vinculación dialectica con las circunstancias cambiantes. Sin embargo, la dialectica de los “simbolos programados” del destino con las circunstancias resulta solo parcial: lo programado resulta influenciable en menor medida por las exigencias externas de la vida.Al respecto, Freud ha renovado la importancia de los mitos con su “mito edípico”, como un paso crucial en el acercamiento a la verdad del ser humano aunque vuelto a formular en el lenguaje “mítico”. Ello no significa que los mitos hayan desaparecido. Por el contrario, reaparece a través de un equivalente que en destinologia denominamos “Destino” y cuya “eficacia simbólica” determinar el destino. Por lo tanto, eficacia simbólica del mito lo constituye ahora el destino cifrado en el logos de un sujeto como un verdadero programa de vida. Por consecuencia, un mito fundante y orientador de la vida resulta imprescindible para todo ser humano. Y ese papel lo cumple en este momento el “Destino simbolico”(escrito, cifrado, obligado. etc) del ser humano. Pero no comprendemos las causas del retorno del psicoanálisis al “pensamiento mítico” considerando que con el concepto de “Inconsciente” se había pasado del pensamiento mítico al estudio científico de nuestra mente y la historia del sujeto. Pues al parecer, hasta para hablar y construir símbolos, síntomas, emociones, etc., se requieren de “patrones mentales predeterminados”(programados como el lenguaje, etc) ya construidos en la memoria que nos permitan aplicar tales patrones a las circunstancias de la vida. Pero, a fuer de “depósito” intergeneracional (lo que se ve y se escucha) y transgeneracional (lo que se inscribe en forma inconsciente) de un “universo simbólico” fami-liar y social, el niño se transforma en receptáculo e intérprete de los deseos de los padres, de los ejemplos y modelos familiares, de los temores y esperanzas, de los “conflictos” no resueltos, de los ideales familiares, y en suma, del “destino familiar” anclado en la “cadena transgeneracional” de la serie de los antecesores del sujeto. Nace así un ser “destinado a”, en el sentido en que posee en forma potencial los motivos o causas que orientarán su destino hacia una dirección determinada. En este sentido, “Su majestad el bebé” ya posee un destino que en el futuro implicará una transacción entre lo “disposicional” de los aprendizajes tempranos y los “factores actuales” de la sociedad, según marca las “series complementarias” del psicoanálisis. ¿Porque hablamos de “destino” y no de “mitos”? Porque el destino posee el poder de dar sentido (dirección, orientación) y causa (motivación) a la vida de un sujeto. Según el contenido de su destino-cualidad superficial y meramente descriptivo-, un sujeto puede salir triunfador, fracasado, problemático, perseguido, estudioso, con dolencias psicosomáticas, desestructurado o loco, entre otros. Eso dependerá de las “profecías” u “oráculos familiares” que desde el deseo de los Padres (Dolto) marcaron el destino futuro del sujeto.
Por lo tanto, el destino consiste, por un lado, en un “discurso destinante” (familiar, social, etc) que nos da orientación y organización existencial, y por otro, constituye el resultado del papel de “historiador”(intérprete, “verdadero escritor de su destino) del sujeto respecto de las condiciones de vidas que le tocaron vivir. Es la resultante de la “transacción” entre los deseos maternos y paternos, influencias transgeneracionales e intergeneracionales, y aportaciones del “espíritu de la época”. Al respecto, “Destino y ”Logos” resultan equivalentes y ello se debe a que el destino constituye esencialmente la vigencia y persistencia de los modelos que determinan la identidad del sujeto en función de un linaje. El destino es el “mandato del pasado”, pero también mandatos sobre el futuro. Es el “contenido hipotético y potencial” de la subjetividad. Constituye el “alfabeto” y el “lenguaje” que nos posibilita hablar y existir según un discurso singular. Es la “forma” cuyo “contenido” organiza la existencia de un sujeto. Es al mismo tiempo la “potencia” y el “acto” del ser. Gracias al destino adquirimos legitimidad, continuidad intergeneracional a través de los hijos, tanto como identidad propia. Es lo que permite el contrato o “acuerdo intergeneracional”2 y transgeneracional con los descendientes. Fundamentalmente, el destino constituye un “dispositivo simbólico” que garantiza la verdad y su transmisión a través de las generaciones. Así, recibir el nombre del abuelo o del tío, ser tratado como futuro político, etc., resultan en verdaderos oráculos familiares y profecías3 que destinan toda una vida. Ser el menor en la serie de hermanos, haber padecido injusticias familiares, rivalidades fraternas, odios no resueltos, ser pobre, solterona, ser madre sustituta de los hermanos, etc., constituyen acontecimientos que traman un destino casi inevitable de injusticias vividas a través de las huellas que quedan en la memoria a título de deuda impagas4 para el sujeto. Como conclusión, podemos sostener la propuesta interesante de que resulta necesario abandonar el concepto de mito por el de destino en honor al progreso desde el pensamiento mítico y mágico al pensamiento científico y progresista. En este sentido, el logograma o “Logos” resulta “predictivo” y “organizador” de la existencia de cada uno. En una época donde acostumbramos “divagar” por el mundo lingüístico, la fantasía y el juego mental relativista; las afirmaciones “deterministas” pueden atacar la imagen narcisista a que nos acostumbran los medios y las diversas psicologías. Pero el objeto de estudio de la destinología es el destino y su misión consiste en estudiar este objeto en forma científica como una forma alternativa y novedosa de acceder a la verdad de cada sujeto. Por consiguiente, podemos diferenciar dos lecturas de este enfoque deterministas de nuestro destino. Una, la “Visión apocalíptica” (Umberto Eco) que considera el destino como una fatalidad, como algo inevitable y determinante en la vida de un sujeto. Es la visión que considera en forma predominante el “Destino impuesto” desde un determinismo “fuerte”. La otra, como “Visión integrada” (U. Eco) sostiene que existen posibilidades de cambio, de variaciones en el marco de las repeticiones y “herencias intergeneracionales” (aprendizajes y comunicaciones conscientes) y las herencias transgeneracionales (o inconscientes). Es la visión que considera los destinos alternativos, los “destinos elegidos” (Zsondi). Por lo tanto, podemos aceptar un “destino determinante”, impuesto, aunque también un “destino elegido”, que permita cambios y mutaciones en los “esquemas simbólicos impuestos”(pensamientos inconscientes, cosmovisiones, interpretaciones “grabadas” en el logos). Pero, el destino elegido depende de las “posibilidades de elección”(subjetivas, lo que no excluye las posibilidades objetivas o externas de elección) contenidas ya en el logograma de un sujeto. Incluso existen destinos donde lo impuesto y obligado gana la partida. En otros, aparecen márgenes de cambios cambios. Lo que no podemos sostener es que el sujeto pueda elegir en forma consciente el destino que quiere seguir. Por
ejemplo, sostener que el sujeto pueda elegir su “identidad sexual” significa ir muy lejos debido a que tales dependen de las premisas predeterminadas a temprana edad en su “programa sexual”(que suponemos hipoteticamente es el “Edipo” para el psicoanálisis). En todo caso, la elección se realiza en un “marco prescriptivo” según las premisas del logograma. Por lo tanto, hay que insistir en que muchas personas sufrirán vicisitudes amorosas, separaciones, desdichas, conflictos, infidelidades, celos, fracasos, etc, debido a los símbolos o imágenes que insisten desde el fondo de su “memoria existencial”. Una crítica probable a esto es que siempre podemos anteponer nuestro pensamiento crítico o la capacidad reflexiva a tales imágenes y símbolos emergentes de nuestro logos. Cualquiera sea la crítica, lo que parece irrebatible es que tales símbolos “determinan” y “posibilitan” el “campo de posibilidades” de nuestra vida, como un verdadero “automatón” que marca el curso de nuestra vida desde un mas allá simbólico que ignoramos(Lacan). Hará falta -sin duda- el estudio detallado del mecanismo y los procesos implicados en cada “programación” del logos de cada sujeto para entrever mejor el mecanismo de nuestro destino. Y esto puede resultar consecuente debido a que el sujeto ignora profundamente la referencia o situación histórica de construcción de los símbolos que pueblan en su logograma. Además, se complica debido al papel de la fantasía, lo que nos habla de la necesidad de diferenciar entre fantasía e historia vinculada con la verdad en el relato de los sujetos. Este proceso se debe a que existe una “resignificación activa” de los recuerdos del sujeto y que además se complica con la intervención de los denominados “mecanismos protectores” del programa mental y los mecanismos de defensas estudiados por el psicoanálisis. Sí-como sostienen la hipótesis central de la destinología-a saber que el logograma o programa simbólico determina el destino de un sujeto, debemos concluir necesariamente que todos estamos “pre-destinados”. Podemos afirmar entonces que cada sujeto está “programado”(por las inscripciones simbólicas de su mente) para una vida emocional determinada, un tipo de amor y de pareja, sexualidad, y en suma, para un destino singular determinado en sentido relativo. Pero admitir cierta relatividad en el destino de un sujeto no constituye un olvido de que lo relativo se vincula siempre con lo dado o determinado como destino. Por ello, debemos admitir que la diferencia entre lo absoluto y lo relativo es siempre relativa. Pero admitir que todo es relativo consiste en aceptar que la vida se rige por el indeterminismo, el azar y el caos. Debemos admitir-aunque sea por hipótesis-de que la vida se rige por determinaciones relativas, regularidades, o mejor, por un “programa” que le da organización. Es lo que vamos a estudiar a continuación.
Un “programa” que “destina” “Cada cual se fabrica su destino” Miguel de Cervantes Como “programa de vida” -el “Logos”- alude a un universo simbólico programado que cifra la verdad de cada sujeto. Este programa posibilita el destino, lógicamente estructurados según patrones más o menos predecibles en la vida de todo sujeto. Constituye el continente de las causas (causas eficientes y finales o teleológicas) o motivaciones de cada destino. Contiene la esencia de cada destino y posibilita la
existencia de un sujeto en función de las circunstancias de la vida. “Contiene” la verdad o “razón de ser” de cada sujeto. Es la “Razón Existencial” que brinda un norte a cada destino. Por ello, resulta inútil la búsqueda de la “verdad individual” (que para la Destinología es el destino) en significaciones elementales o en supuestos reduccionistas del tipo “función cerebral”, “sexualidad”, “infraestructura económica”, “lo social” u otros. Aún el “destino biológico(organizado por el ADN) es influenciado por el “destino simbólico” de cada sujeto tanto como la “realidad” o la imaginación está delimitada por el logos que marca los contornos de lo posible y lo imposible. En este sentido, resulta pertinente postular que el orden humano contiene dos referencias fundamentales que interactúan en cada destino singular: un universo simbólico de índole social y cultural y un logograma o “programa simbólico” que cifra el destino singular de cada sujeto. Ambas mantienen una dialéctica asimétrica en que el universo simbolico cultural influye el destino subjetivo aunque la “esencia” o “núcleo central” de este último permanece relativamente persistente. Desde las formas elementales de programación del logos, como las primeras adquisiciones motrices, verbales, intelectuales y emocionales de un sujeto, no se estructuran sino en un formato simbólico que destina y que en forma progresiva va conformando “dispositivos de actuación” o “subprogramas”(sexual, emocional, lenguaje, habilidades, etc) que se integran gradualmente en lo que denominamos logo-grama. Progresivamente y según una lógica particular, el sujeto construye sus propios subprogramas emocionales (el amor, la sexualidad, el Edipo para el psicoanálisis), su propia inteligencia, habilidades corporales y sociales, costumbres, entre otros. A título de ejemplo, lo que el psicoanálisis denomina “Complejo de Edipo” no constituye sino el “Programa emocional y sexual” del ser humano. Con su efecto de “separación”, reestructuración, ligazón emocional positiva y negativa, entre otros, no consiste sino en un programas emocional que determinará el destino afectivo posterior de un sujeto. Lo observamos en la “re-petición” de los modelos edipicos en la elección de la pareja y sus avatares, en los rasgos de carácter paternos incorporados como “ideal del yo” (superyo), entre otros. Pero lo crucial es que el Edipo no consiste sino en un “programa emocional” que destina la vida afectiva de un sujeto. Esto es lo crucial para la destinología en el descubrimiento Freudiano. Sin lugar a dudas, el estudio de este logograma y su “contenido” nos brindarán los motivos o causas de un destino singular y su dirección o sentido en función de la línea intergeneracional y transgeneracional del eje diacrónico de la historia del sujeto. Como constructo teórico e hipotético, el logograma nos permite estudiar y comprender el proceso de formación de un programa de vida, las funciones mentales elementales (que toman la impronta de un destino único y singular, como el pensamiento, la inteligencia, la conciencia y conclusiones personales del sujeto que le permiten incorporar aquellos modelos y prototipos de vidas). Son las “funciones psicológicas” de un sujeto que, poseen además, un “destino”. No existen funciones mentales en sí y de por sí debido a que reciben el “sentido de un destino” que le otorga una “lógica” de destino. Ser “genio” o “retrasado”, dependen del proceso de destinación ocurrido en la familia del sujeto o en ámbitos significativos de la vida social(escuela, medios) El estudio del logos constituye una cuestión muy compleja. Una labor sin duda interdisciplinaria, epistemológica y convergente que van desde las neurociencias, el psicoanálisis, la psicología, la sociología y la antropología entre otras. Sin embargo, no se persigue una propuesta “ecléctica” de la explicación del modelo, sino la construcción de un “nuevo paradigma” que nos permitá estudiar, comprender, y cambiar los destinos de sufrimientos de muchos seres humanos. Tal la misión de la destinología. Desde otro ángulo, el logos constituye un discurso social(objetivo)
subjetivizado(interpretado e internalizado), un “discurso potencial” y singular que determina el destino intelectual, emocional, sexual, afectiva y social de un sujeto. Cabe recordar entonces que el logos constituye y determina una vida y como tal opera desde un “determinismo relativo” en relación a los determinantes psicológicos, sociales y culturales. Sin embargo, toda conducta, todo lenguaje y habla, vehiculiza los patrones o “prototipos existenciales” obedecen a las prescripciones del logograma. Por ello, el logos (como sistema de pensamientos, profecías, deseos paternos, mandatos familiares, modelos existenciales, misiones, etc.), alude a la “sin-razón” de sus efectos, a la dificultad del sujeto para trascender la alienación fundamental en su destino singular. Respecto a la programación del logograma, diremos que lleva “tiempo”. Asistimos a un primer tiempo de la programación que será en la primera infancia y que constituye la base fundamental de toda la programación ulterior. Por ejemplo, el lenguaje posee un tiempo crítico de estructuración, mas allá del cual, resulta imposible un lenguaje acorde a las convenciones sociales. Lo mismo podemos decir de la inteligencia u otras adquisiciones. En la infancia se toman las decisiones fundamentales que quedan inscriptas-suponemos a través de símbolos potenciales, cuya naturaleza merecerán muchos estudios de índole interdisciplinaria- en el logograma a título de “deseos paternos”, mandatos familiares, profecías, misiones, y en suma, que vehiculizan los legados transgeneracionales e intergeneracionales que marcan la vida de toda persona. Según los tiempos de estructuración del logograma, el primer tiempo ocurre en la infancia, con anterioridad a la pubertad, a través de “modelos simbólicos” de roles que el sujeto incorpora como “prototipos”, “esquemas simbólicos”, que marcarán el curso de su vida. Ya en la pubertad, se juega el segundo tiempo(en forma analoga a los tiempos de constitución de la subjetividad en el psicoanálisis) en la estructuración del logograma cuando el sujeto concreta activamente los modelos que incorporó en forma más o meno pasiva en la primera infancia. Es lo que observamos cómo logograma in acto, como la continuación activa de lo que se incorporó a través de observaciones, conclusiones personales, consejos, mandatos, inducciones familiares, identificaciones, aprendiz familiares y escolares, modelos mediáticos, deducciones propias, conceptualizaciones, interacciones varias, entre otros. En pocas palabras, en un primer tiempo se produce el proceso de estructuración del logograma a través de imitaciones, aprendizajes, identificaciones, observación activa, diálogos intergeneracionales fructíferos de intercambios de “verdades” y costumbres familiares fundamentales, influencia de la línea a familiar materna y paterna, los aportes de los medios, la escuela, etc., que posibilita un programa de vida que oficiará de “sostén un simbólico”-que se activará según las circunstancias- tanto como el reservorio de las causas o motivos fundamentales en el destino de cada sujeto. Ya en el segundo tiempo, lo que ocurre es la activación o retorno de los mandatos simbólicos fundamentales del logograma. Es el tiempo de los “juegos existenciales” en que cada sujeto exterioriza sus modelos fundamentales incorporados en forma simbólica en su “logo existencial”. Para el sujeto, la “elaboración” de los efectos de este de logograma, torna difícil la entrada en la adolescencia debido al cambio de posición del sujeto: de sujeto “objeto” a una programación “pasiva” en la primera infancia pasa a un sujeto activo en la aplicación del logograma ya estructructurado y en proceso de estructuración continua en sus “capaz superficiales”(pensamientos conscientes, fantasías, sentimientos, etc). Lejos de lo que sostienen muchos psicoanalistas, a saber, que la adolescencia constituye un “reordenamiento” global de la estructura psicológica de un sujeto (el famoso “a-posteriori” del Psicoanálisis), lo que ocurre es simplemente la puesta en acto de un guión existencial o logograma “abierto”. En resumidas cuentas, para la destinología la adolescencia no constituye sino el intento de
cifrado del propio logos que, debido a los determinantes simbólicos o motivacionales sume al sujeto en un momento de “confusión existencial” respecto de su verdadero papel como sujeto masculino, femenino, roles sociales, entre otros. Constituye un momento de cambio pero no en el sentido de reordenamiento global del logos del sujeto, sino de una mayor búsqueda de ajuste adaptativo del logos a los requerimientos de los demás. Desde el punto de vista de la funcionalidad del logos, su misión no consiste sino en cumplir con los dictados del “oráculo familiar” (deseos paternos) programado en lo más hondo de cada ser. En sí misma, el logos se rige por el “automatismo de repetición” de los “símbolos fundamentales” tal cual sostuviera Freud respecto del inconsciente pulsional, aunque no creemos que la pulsión sea la arista principal entre los diversos aspectos de un destino polidimensional. Pero debemos agregar una pequeña acotación al respecto, y consiste en que el logos opera y determina el curso del destino en forma “casi automática”. Esto se debe a que en el destino de un sujeto juegan los dos principios fundamentales ya conocidos: el “principio de repetición” de los modelos simbólicos heredados a través de generaciones, y el “principio de cambio” introducido por las novedades que el sujeto introduce-y las circunstancias obligan- con el objetivo de concretar su propio destino. El predominio de uno u otro principio dependerá del tipo de “destino inculcado” en cada sujeto. Así, existen destinos o logogramas programados para introducir muchos cambios y otros en donde los cambios son minimizados y hasta excluidos. Otra cuestión interesante es que el logos resulta “predictivo” debido a que los “pensamientos automáticos”, los “sistemas de vidas” cifrados en forma simbólica, se encuentran contenidas en forma potencial. Los oráculos, deseos, mandatos, misiones, constituyen en sí mismos, “destinos potenciales” que el sujeto plasmará en el curso de su vida. Los elementos de cada logograma no constituyen sino los símbolos que en sí misma vehiculizan la “verdadera historia”(compuesto de ficciones y acontecimientos interpretados) de cada sujeto. Su lectura e interpretación implica el “análisis del discurso” entendida como un conjunto de símbolos que representan la verdad o destino del sujeto. Desde otra óptica, el logos alude no sólo a los deseos que el sujeto busca concretar y que lo aprisionan en un destino como el “galgo tras la salchicha imaginaria”, sino también alude a un llamado o “mandato transgeneracional” a cumplir los dictados identificantes de cada sujeto que le otorgan identidad, lugar y razón de ser. Lo mismo que un “libro de la vida”, el logos ya contiene escrito(memoria semantica) en forma de inscripciones o huellas mnemicas, que constituyen en sí mismas significaciones que debemos interpretar para captar los “juegos existenciales” y “movimientos de ajedrez”(patrones regulares de comportamientos, estrategias de vidas) del sujeto. De esta manera podemos comprender la “introducción”, el “desarrollo”, y la “conclusión” de un destino a través de los “capítulos” y sucesos trascendentes en la vida de un sujeto que nos hablarán sin duda de su destino. El destino no constituye solo lo manifiesto sino lo que está latente y que debemos reconstruir a través de los símbolos que hablan de la misma. En esto, el método de interpretación de Freud-u otras fundada en una hermenéutica de los símbolos- resultan fundamentales para interpretar los “jeroglíficos del destino” que son los símbolos significantes. Con la salvedad de que no hablamos de “síntomas” sino de símbolos representativos de legados transgeneracionales y intergeneracionales que ofician de causales de efectos nocivos para el sujeto. También podemos pensar el logos como un “metadiscurso” que dirige y controla los diversos “discursos existenciales”(familiares, sociales, etc) que determinan al sujeto. De esta manera, el “discurso familiar”, social, mediático, etc., que son predeterminados por el metadiscurso o logos como sistema interpretante y al mismo tiempo estructurante de la subjetividad. En este sentido, un sujeto se puede sostener de un discurso científico,
religioso, político, vulgar, etc., que puede implicar una cierta identidad y brindar un rumbo a la existencia, pero el verdadero destino se juega con las “cartas simbólicas que el logos baraja”. De esta manera, los discursos sociales que influyen en el curso del destino, determinan en sentido relativo y hasta parcial porque la verdad el sujeto se juega siempre en el escenario del destino contenida en el logograma. El predominio de los factores externos sólo puede suceder en condiciones sociales exigentes, desestructurados y peligrosos como son las guerras, holocaustos, crisis económicas, etc., donde el logograma debe acudir a los “destinos potenciales” o alternativos que-sin duda-conducirán al sufrimiento del sujeto debido a que en sí mismas son más débiles que el destino principal de cada uno. A pesar de las influencias externas, el destino del sujeto dependerá siempre del contenido de su logo que, a título de hipótesis predictivo y estructurante marca el paso por la vida. Podría sostenerse que el logos constituye el fundamento del ser. Pero debemos descartar las mitologías que sostienen la determinación exclusiva del sujeto por poderes supuestamente determinantes en “última instancia” como la infraestructura económica (Marx), o las propuestas de las neurociencias respecto de la base neuronal de los simbolos, el primado de la sexualidad en el psicoanálisis, los factotes sociales y culturales, etc. Más bien, el logos determina y es determinada por las herencias simbólicas transgeneracional de los antepasados del sujeto, de los cuales constituye el continuador y sostén en la cadena transgeneracional. Así el aparato o “dispositivo de transmisión” del pasado y del futuro-puesto que su verdad habla de un pasado y de un futuro potencial al mismo tiempo- lo constituye el logos como “mediador inter y transgeneracional” en la vida de un sujeto. Ni la determinación exclusiva de lo biológico, ni la influencia sistémica de muchos factores en la familia, ni el “espíritu de la época” poseen influencias sino a partir de la dialéctica entre el logos y los logos de los demás en un “juego de ajedrez” estratégico donde se juega el destino de cada uno. Así, el logograma no constituye sino un “organizador existencial” que se conjuga activamente a través del sujeto y sus decisiones con los determinantes biológicos, sociales y socioculturales de cada época. En esto, la “esencia de un sujeto” precede a su existencia incluso mucho antes en la series infinita de los antepasados del sujeto. Finalmente, queremos expresar que en todo este desarrolló nos basamos la idea de un “logos” (programa existencial) considerado como la “verdad del sujeto” y que se halla contenida en forma potencial como “destino escrito” en su logograma o programa “logos” Para la Destinología lo que se denomina “programa de vida” recibe el nombre de “Logos” o “logo-grama”. El término “logo-grama” difiere de su sentido original en lingüística, donde un “logograma” o “ideograma”-en su carácter de símbolos- representan ideas globales respecto de un referente. Desde la Destinología, el “logo-grama” o “programa logos” integra todo un sistema de “pensamientos simbólicamente estructurados” y articulados que causan un efecto estructurante del destino de un sujeto. Mejor dicho, el “logos” implica un “efecto de destino”, de determinación simbólica de la vida. En pocas palabras, constituy el “organizador existencial”, concepto vinculado a las ideas que venimos tematizando y que vamos a analizar en el apartado siguiente.
El “Organizador Existencial”
“El hombre es el verdadero creador de su destino.
Cuando no está convencido de ello, no es nada en la vida. No labra uno su destino; lo soporta” Gustave Le Bon
Como lo indica el título, el logo-grama (programa existencial) con sus modelos y mandatos, se erige como un verdadero “organizador existencial”. Lo que el programa existencial organiza es el destino. Codifica y organiza los todo un “sistema de vida”. Es un “programa” sobre la existencia y su trayecto en el curso de una vida. Es de índole “transgeneracional” porque perpetúa modelos de comportamientos a través de la herencia psicológica. Constituye un saber organizado y estructurante de nuestro destino. Esto es lo crucial: su contenido, su función y su determinismo relativo. En otros términos, determina y orienta el curso de la existencia. Constituye un verdadero organizador existencial. En ella se encuentra, lo más crucial en la vida de un sujeto, que constituye su verdad, su historia oculta e ignorada por su conciencia. Se erige así, en la “causa de nuestro destino”. Por lo tanto, desde la Destinología, se descubre que la causa mas fundamental en el destino de un sujeto se ubica en su organizador existencial, es decir, en su programa de vida. Esto es diferente a sostener que la causa de nuestra conducta se ubica en un supuesto “objeto del deseo” que legisla nuestro paso por la vida. Por lo mismo, no resultado operativo la reducción del destino de un sujeto a los aspectos pulsionales, los complejos, o un supuesto goce que determinaría el trajinar de nuestra vida. La Destinología niega la existencia de “causas elementales” porque esto conduciría a un reduccionismo y un determinismo elementalista. La causalidad que la Destinología es la causalidad sistemática en el sentido de un programa existencial que marca los distintos aspectos en la vida de un sujeto. Así, podemos encontrar las razones de la vida emocional de un sujeto en el “guión existencial” o en el “organizador existencial” que constituye su programa mental. Por lo tanto, el programa mental organiza los distintos subprogramas desde un todo organizado y articulado que engendra en su efecto de sistema, un sujeto intelectual, sexual, así como los distintos roles que asumimos en los diversos escenarios de la vida. En conclusión, podemos decir que la esencia de nuestro destino se halla determinada por el organizador existencial o “programa existencial”. Entre un programa mental y otro, no existen sino diferencias, analogías, correlaciones, contradicciones, adaptaciones o conflictos, entre otros. Por lo mismo, si analizamos por ejemplo las problemáticas existenciales en la vida familiar, filial, fraterna o los vínculos de alianzas, podemos encontrar la verificación de lo que venimos sosteniendo. Otra cuestión importante es que el programa existencial de cada sujeto posee aspectos individuales pero también transindividuales, puesto que el sujeto se halla inmerso en una sociedad que oficia como factor importante en la determinación de muchas conductas. A pesar de lo anterior, el rol de organizador existencial de nuestro programa mental resulta crucial para la Destinología. Para comprender y modificar el comportamiento de un sujeto debemos entender su programa de vida, el “guión existencial” contenido en su programa, los mandatos familiares y sociales que lo determinan, las profecías y predicciones familiares, las identificaciones fundamentales que lo posicionaron en una línea familiar u otra, los aspectos generacionales, intergeneracionales y transgeneracionales, etc., que determinan sus actitudes, pensamientos y emociones en diversos contextos. Otra cuestión importante es que existen programas mas o menos estructurados, más o menos “controlables”, más o menos emocionales, y las diversas cualidades que pueden caracterizar el comportamiento de cualquier sujeto. Otros sujetos son programados en forma enajenada y confusa hasta el punto en que no posee un destino sensato, con la posibilidad de un proyecto de vida adaptada en forma dialéctica a su entorno familiar y
social. El “equilibrio existencial” se trastoca cuando los contenidos programados hacen irrupción abrupta o gradual en la vida cotidiana. Esto perturba la adaptación a las expectativas ajenas y del propio sujeto. Surgirán entonces lo que conocemos como conflictos, problemas y dificultades existenciales. No podemos lograr mucho recurriendo a los rótulos y clasificaciones psiquiátricas y psicológicas puesto que lo que se juega en los hechos de la vida cotidiana son los “efectos de un programa existencial” más o meno estructurado.Por ejemplo, el rótulo de “neurótico”, no constituye sino un término descriptivo que intenta sintetizar no sólo las expectativas del sujeto, sus conflictos y sufrimientos, sino al mismo tiempo su existencia toda, es decir, su destino. Constituye una ambición ilógica de las ciencias humanas el pretender sintetizar el destino de un sujeto en un término descriptivo que sólo conduce a a la estigmatización así como a la condena social y el sufrimiento. En pocas palabras, lo verdaderamente crucial de nuestro programa de vida constituye su carácter de “organizador existencial”, estructurante de un destino. “Estructura estructurante” que implica un aspecto de acticipación, de “pre-dicción” de un sistema de vida, por lo que resulta ineludible la consideración del destino como prefigurado en el programa a título de “pre-dicción”. Es lo que vamos a detallar a continuación.
La potencialidad simbólica del Destino “La inteligencia anula al destino. Mientras un hombre piensa, es libre. Llamamos destino a todo cuanto limita nuestro poder” Ralph W. Emerson
En lo que a nuestra estructura mental refiere podemos afirmar que gracias al papel del símbolo, nuestra psiquis devino "articulación simbólica", o mejor, su estructura devino una "Red simbólica potencial", que permite la puesta en marcha de un "programa existencial" que organiza la vida. Su carácter de “sistema simbólico” eficaz resulta muy promisorio desde los aportes de Levis Strauss(“la eficacia simbólica”). El términos “símbolo” proviene del griego "syn" que significa "con", y "boul" que significa de “ser” o “voluntad” por lo que un símbolo constituye cualquier manifestación subjetiva que conlleve los deseos más profundos del sujeto y la voluntad más íntima de las imágenes que cautivaron su vida desde sus progenitores y sus profecías, deseos y expectativas para el sujeto. El símbolo no posee un significado unívoco porque la relación entre el símbolo y lo que representa no es evidente. Su significado es múltiple y dependiente del sistema “simbólico potencial” del sujeto que podemos denominar también significaciones internalizadas.(lo objetivo social subjetivizada, simbolizado). Hablar de "Símbolo potencial" significa que, los símbolos constituyen "re-presentaciones" simbólicas internalizadas y construidas por el sujeto y que determinan un “modelo de mundo”(paradigma) que marca los acontecimientos de su vida. Esto implica que nuestro destino está cifrado en forma de un "Sistema simbólico articulado" que, como una verdadera “red simbólica” nos permite "re-presentar" los acontecimientos de la vida(en el “teatro de la vida”), recordar tales acontecimientos, sentir emociones y concretar conductas en relación al medio social y cultural, etc. Esto
significa que las unidades mínimas de nuestro programa mental y nuestro destino son los símbolos. Así, cada gesto, palabra, actitudes, etc, vehiculizan en forma simbólica los acontecimientos cruciales de nuestra historia emocional que marcaron nuestra subjetividad y que quedaron a título de “significantes” o símbolos representativos. Sin embargo, el sujeto ha perdido la “referencia simbólica” de sus símbolos, es decir la posibilidad de relacionar el símbolo con la situación que lo género. ¿Porqué el sujeto "pierde" los “referentes simbólicos” de su destino?. Primeramente, toda construcción simbólica constituye una "re-presentación" de un fragmento de la historia emocional del sujeto aunque también alude a la totalidad de su destino. La única cuestión crucial es la posibilidad de interpretar los símbolos y encontrar su relación con la historia ignorada del sujeto.Cada símbolo constituye un “representante” del destino cifrado en el “programa” del sujeto. Constituye la clave de una verdad que insiste en toda manifestación simbolica: discurso, pensamientos, fantasias, etc. Por ello, al interprete del destino, interesan fundamentalmente, aquellos símbolos representativos de sucesos importantes que marcan la estructuración de un destino. El destinólogo se erige así en un historiador(intérprete, exégeta) del destino. Le interesa tanto los acontecimientos previos al nacimiento de un sujeto tanto como el nacimiento y el devenir del sujeto desde a la vez diacronico(enfoque multigenracional) y sincrónico de la vida de un sujeto. Por lo tanto, la diversidad de sentido torna al símbolo un vehículo propicio de las expectativas y aspiraciones de un destino. Estas significaciones configuran un sistema potencial que condiciona cada símbolo y expresión del sujeto. Los símbolos constituyen las unidades mínimas de significación de nuestro programa. Cada símbolo “habla” en un lenguaje metafórico o indirecto sobre el destino de cada sujeto. Simplemente debemos buscar la opinión del sujeto respeto de tales símbolos y comenzar a “hilar su destino”, a través recuerdos y ocurrencias y toda producción significativa como por ejemplo la vida concreta del sujeto en un momento dado en los diversos ámbitos de su vida, la vida de pareja, familia, relación con los hijo, entre otros. De esta manera lo que insiste en el corazón de cada símbolo no constituye sino el contorno de un destino, su forma, su contenido, sus fases o etapas, o las vicisitudes que podemos “leer”(siempre “entre líneas”) en términos de comienzo desarrollo y cierre(relativo). La relación entre el destino de un sujeto y los símbolos vehiculizados en su conducta son idénticas a la relación entre la forma y el contenido de un concepto o el todo y las partes de un “sistema de vida”. Por lo tanto, podemos leer el contenido del destino de un sujeto interpretando los símbolos expresados a través de su lenguaje, sus pensamientos o sus conductas concretas en las diversas esferas de su vida. De esta manera, los símbolos trasmiten aquellas cuestiones centrales del destino de cada sujeto: qué tipo de vida nos han brindado nuestros padres, qué desearon para cada uno de nosotros, los estilo de conductas repetitivas de la familia, el “carácter” de papa o mamás, los abuelos, como es el amor de mama respecto de papa, sus vínculos eróticos, como trató papá a mamá, como me trata papá y cómo trata a mis hermanos, los problemas cotidianos de la familia, el tipo de alimentación, el tipo de familia estructurado por mis padres, la clase social de pertenencia o las expectativas de vida respectos estudios, entre otros. Mejor dicho, los símbolos trasmiten las cuestiones centrales de nuestro destino: familia, pareja, paternidad, maternidad, las relaciones filiales, la sexualidad, formas de violencia familiar, el amor, el nacimiento del hermano y su repercusión en la familia, la muerte, entre otros. Por ejemplo si tomamos la conducta de un niño catalogado como “hiperactivo” nos daría como resultado que tal conducta no se debe a una supuesta causa neurológica, o a la supuesta fase de la comunicación según las postura de los teóricos de la comunicación, sino que constituiría simplemente una conducta que “re-presenta”(a través de un “guión” y programa) a algún miembro importante del linaje familiar. Puede que esté representando
el rol del padre en su época de estudio, de la madre, la abuela o del tío, el alcoholismo del abuelo, etc. Por lo pronto nos interesa cómo el niño logró captar el rol que se le adjudica tanto como el “argumento existencial” que le corresponde. Respondemos a esta pregunta con que vía “inducción”(inconsciente) de los padres, quienes trasmiten a los niños tanto los modelos de vidas como los argumentos, pensamientos y sentimientos correspondientes. Podemos contar el caso de un niño “hiperactivo” en la escuela, cuya madre había consultado a muchos profesionales buscando solucionan a la problemática. Sin embargo, desde un enfoque destinológico de la cuestión, se vislumbró el problema desde otro ángulo: el padre respondió que el niño manifestaba una conducta similar a cuando él había cursado la escuela en similar edad. Su propia madre corroboró su afirmación. Por lo tanto, gracias a la “potencialidad simbólica” se erige nuestro “programa existencial” que marca el curso de nuestra vida. Podemos sostener entonces que los seres humanos constituimos “seres simbólicos”(Cassirer), sujetos determinados por el símbolo, a la que se subordinan los aspectos biológicos de la especie humana. El gran trabajo de la Destinología respecto de la subjetividad determinada por los símbolos, constituye la interpretación de los mismos, el único gran problema es encontrar el significado o sentido de cada símbolo o conjunto de símbolos en relación al destino del sujeto. Tal vez muchas disciplinas podrán encontrar otras significaciones y en eso radica la riqueza de los símbolos puesto que su sentido es múltiple. Pero para la Destinología, las significaciones que interesan son las que se vinculan con el destino(simbolos que destinan), es decir, las marcas provenientes de los “programadores existenciales” (padre, madre, abuelos, tíos, etc.), las influencias de la generaciones adultas sobre los niños, las marcas provenientes del orden social y cultural, y todo símbolo vinculado a la creación, nacimiento y desarrollo del sujeto. Podemos tomar como ejemplo la historia del "cachetazo" del marido a su mujer y que él mismo no puede relacionar con las escenas infantiles de su “destino familiar”. Tenemos también el caso de la mujer separada que no puede vincular su situación actual con la de su familia afectada por una separación. Otro casos es el alejamiento del hombre respeto de una mujer, quien no puede relacionar tal suceso con el destino de su madre o padre. Los casos pueden ser numerosos. En términos generales, la sujeción del sujeto humano a los símbolos determina una pérdida de las referencias simbólicas infantiles o acontecimientos históricos vivénciales que han marcado el curso de nuestro destino pero que, actualmente, “grabada” en nuestro “programa”, resulta imposible conocer en forma directa. Como un verdadero "sistema simbólico potencial"(potencialidad simbólica), las redes simbólicas se organizan como un sistema o programa y por lo tanto, toda producción subjetiva (tono de voz, ideas, fantasías, pensamientos, logros, fracasos, etc.) no constituye sino producciones singulares y únicas. Por supuesto, esto no implica la exclusión de aspectos regulares o similitudes entre diversos individuos, acaecido por factores culturales y sociales. Los “destinos comúnes” abundan, pero siempre existen aspectos singulares haciendo honor a la diferencia. Los símbolos deben ser interpretados como tales. Constituyen un lenguaje indirecto(metafórico) que debe vincularse con las preguntas destinológicas por excelencias: "¿A qué historia emocional alude", "¿A qué sentido existencial se refiere", “A quién perteneció tal o cuál conducta?”, y muchas otras preguntas. La respuesta a tales preguntas nos conducirá al sentido de la historia del sujeto. Es decir a su destino. Mejor dicho, para la Destinología, la misión primera consiste en vincular toda producción mental del sujeto a la dramática de su historia, a su destino. No sólo una vinculación con su deseo profundo o a un supuesto "goce" que marcaría su vida hacia ciertos carriles sino
a su destino considerado como historia determinada desde los contenidos simbólicos de su programa mental. Como Destinologos, ¿qué destino podemos estructurar a partir de las producciones mentales de un sujeto?. Podemos pensar que toda conducta concreta constituye un símbolo o fragmento de un “programa de vida” que es necesario “interpretar” porque en ella se “repite” un destino, se ponen en acto un “guión inconsciente”(Berne) en donde el sujeto ignora su estatuto de actor, quedando víctima de los determinantes de su destino. Por lo tanto, podemos decir que la relación entre el destino puesto en acto a través de los roles que el sujeto representa en las diversas esferas de su vida, existe una relación de puesta en escena como en el teatro, de un guión o programa existencial del mismo. En este sentido podemos entender lo que sostenía al historiador Alexis de Tocqueville cuando decía que la historia está llena de “cuadros repetitivos” que contienen “pocos originales” y “muchísimas y reproducciones”. Desde otro punto de vista, podemos decir que para la Destinología todo símbolo subjetivo resulta individual, particular y habla el vocabulario del destino subjetivo. La “cosa” simbolizada, se pierde a través de las experiencias y la búsqueda de las imágenes que se fueron sucediendo en la historia de un sujeto. Pero por otra parte, la existencia de “símbolos universales” como las sostenidas por Jung con sus "arquetipos" por ejemplo,los simbolos comunes de una cultura u otra, etc, aluden al destino humano en general. Por lo tanto a la Destinología le corresponde estudiar tales símbolos universales que expresan un “programa existencial” humano en general, aunque su foco principal sea los programas o destinos particulares. , aunque no excluye las regularidades que todos los seres humanos como especie p Podemos decir también que se podría hablar de un "programa existencial colectivo", haciendo paráfrasis del “inconsciente colectivo” de Jung, porque muchos símbolos manifestados por nosotros son comunes para toda la humanidad, como los símbolos oníricos, etc. En este sentido, la razón de ser de la Destinología consiste en relacionar un símbolo con otro, y lograr una lectura significativa respecto del sentido del destino de un sujeto. Las "muestras" de comportamientos o producciones subjetivas van desde las expresiones verbales del sujeto, las partes del dibujo de la familia o la totalidad de la misma, gestos, ritual es repetitivos, ciertos recuerdos persistentes, un pensamiento o singular respecto del padre la madre u otros integrante de la familia, el análisis de un día completo de la vida del sujeto, sus fantasías, y toda producción subjetiva que implique en fin un símbolo y la resonancia de un programa mental que opera en forma independiente o autónoma respecto de la conciencia del sujeto. Por lo tanto, podemos decir que un símbolo, en su carácter polisémico, representa “sentidos” sobre el destino, y constituye una información o un mensaje sobre la verdad contenida en el “programa existencial”
“Destino Impuesto” y “Destino Electivo” “Lo que deba ser, será. Ni aún permaneciendo sentado junto al fuego de su hogar puede el hombre escapar a la sentencia de su destino” Esquilo
Por hipótesis, desde la joven Destinología postulamos que existe un “Destino escrito” o impuesto (como “logo-grama” o “Logos”), inscripto en la mente de un sujetos a través de modelos simbólicos(profecías, mandatos, discursos), como el verdadero universo simbólico subjetivo que marca nuestro paso por la vida. Es el “destino impuesto”, obligado, como efecto de los deseos, mandatos, modelos existenciales y profecías contenidos en el logograma de cada uno. Por otro, el “Destino electivo” (donde el sujeto posee posibilidades de elección de un destino relativamente “libre” respecto de los múltiples condicionamientos) que resulta de la conjugación del destino escrito con las circunstancias de la vida y que obligan a variaciones y cambios en el “destino original” e impuesto por los mandatos y modelos familiares. El término “electivo” se diferencia de la idea de “elección neta” o “autónoma” del sujeto debido a que el destino elegido se opera en un trasfondo de prescripción proveniente del programa existencial. Además, alude a una elección cambiante en función de las circunstancias familiares y sociales. Sin embargo, diferenciar entre un “destino escrito” y otro “electivo” no implica la existencia de dos clases de destinos y la diferenciación se realiza sólo con fines “didácticos” para una mejor comprensión. Por otro lado, la utilidad de esta diferenciación radica en que, de esta manera se delimitan el “programa individual” y sus probables variaciones productos de las interacciones con los determinantes sociales, culturales, mediáticas, educativas, etc. En otros términos, delimitamos el “destino impuesto” y el “destino elegido”, aunque el aspecto electivo resulte siempre dentro de un marco prescriptivo del destino original u obligado. Lo que se elige resulta casi ínfima en relación a los condicionamientos previos del destino obligado. Desde otra óptica, lo que conceptualizamos como “Destino escrito” no consiste si no en el “sistema de juego de ajedrez potencial y singular” (con sus estrategias y tácticas) que subyace en forma simbólica en el programa de cada sujeto. Pero sabemos por experiencia que los movimientos de cada sujeto resultan modificados, matizados y hasta transformados por el juego de los demás. Es lo que ocurre en el interjuego de la pareja, en que ambos ceden ante el juego del otro que también cede o resiste ante los embates. En pocas palabras, la puesta en acto de los juegos o estrategias contenidas en forma potencial en el “programa” implicará la adecuación de las mismas en coincidencia o no a con las reglas del juego del otro contrincante. La puesta en escena de los propios moldes simbólicos contenidos en el logograma implica necesariamente cambios y variaciones causadas por las diferentes estrategias de un sujeto a otro. Por ejemplo, en una pareja heterosexual puede que las “reglas del juego” estén dirigidas en forma predominante por el hombre en sus aspectos manifiestos y desde el nivel implícito por los mandatos del destino escrito en el logograma de la mujer. Así, surgen vínculos complementarios en muchos aspectos y no complementarios en otra. Es decir, acuerdos y desacuerdos más o menos conscientes entre ambos integrantes de la pareja. En algunos casos, las decisiones cruciales podrán ser tomadas por el hombre aunque previamente y vía negociación-más o meno conscientes-será ella la que induce sus deseos y expectativas sobre la situación. Los acuerdos, interacciones, logros, deseos y anhelos, que coincidan con los dictados del propio destino escrito se denominan “Contenidos consonantes” con el propio programa mental y los que fuerzan, descalifican frustran o violentan los contenidos del propio destino escrito se denominan “Disonantes” y son los que provocan problemas en los diversos ámbitos de la vida. En definitiva, el destino existencial constituye el producto de un encuentro entre el destino escrito como destino simbólico y potencial y las
circunstancias concretas de la vida. Desde otro punto de vista, podemos sostener que nuestro destino posee sus razones, sus “motivos” que se hallan contenidas en forma potencial y simbólica en el destino escrito, por un lado, y por otro el “sentido del destino” que resulta de la conjugación entre lo escrito y las exigencias de la familia, la familia, la sociedad y la cultura. En resumidas cuentas, constituye otra forma de diferenciación entre los “motivos” o causas de un destino y el “sentido” de la misma. La utilidad de esto radica en que podemos encontrar las causales de un comportamiento determinado rastreando los símbolos del sujeto en su discurso, observaciones, etc., pero también para comprender la dirección o sentido final de su destino singular.
Parte II
Concepciones sobre el destino en la filosofía, la ciencia y la literatura
El Destino desde la “Teoría del caos” “El destino a veces suele cumplirse en pocos segundos, y aquello que durante años se ha buscado no lo concede un dichoso azar” Franz Schubert
¿Es caótico el destino de un sujeto? ¿Se rige por el puro azar sin determinantes que la orienten? ¿Es posible caracterizar en forma consecuente la vida de un sujeto desde descripciones fenomenológicas dispares de emociones, sensaciones, vida sexual, funcional, familiar, o intelectual sin caer en un cúmulo inconexo de agregados descriptivos?. En una palabra, ¿el destino de un sujeto, es desordenado, regido por el imperio del azar, y por los cambios que se agregan en forma caóticas?. O, tal ves resulte posible la “Teoría del caos” de Ilya Prigogine en la que el destino se compone de “momentos” de caos y de momentos de orden. Así, el destino podría transitar desde un “desorden” inicial a otro de “orden”, o a la inversa. ¿Cuál es la postura destinológica al respecto? Desde un comienzo, podemos considerar el Destino de un sujeto como compuesto por un orden(organización, regularidad) aunque al mismo tiempo
este compuesto por el desorden o caos debido a la influencia de los cambios y el azar. Pero resulta difícil sostener que la vida de un sujeto constituye un caos en sí mismo debido a que existen regularidades, “lógicas” de la vida amorosa, reglas y organizaciones de la pareja, organización familiar etc,, que impiden librar al destino de un sujeto en manos del azar o la “indeterminación caótica”. Lo inverso, a saber, que el destino constituye un “puro orden”, tampoco resulta plausible debido a que en las regularidades existenciales se infiltran siempre las novedades, los cambios ocurridos en los “intervalos creativos” de los ciclos de repeticiones que generan desequilibrios momentáneos-incluso conflictos y sufrimientos, síntomas según el psicoanálisis- que a primera vista semejan un desorden. Sin embargo, en lo atinente al destino o “programa de vida”, desde ya podemos asegurar que existe “orden en el caos”. Incluso, podemos sostener los dos aspectos del destino, a saber, un compuesto de orden y caos en diversos grados. Nuestra mente se organiza como un “programa” predeterminado en muchos de sus funciones para la adaptación de las circunstancias al deseo del sujeto. Por lo tanto, en lo que hace al destino, podemos sostener-siempre en forma provisional-que el caos y el orden coexisten en forma asimétrica, en el sentido de que el orden se da en forma preponderante, posibilitando que la vida no constituya un desorden o un continuo desequilibrio. Al mismo tiempo, esta visión permite la posibilidad de los cambios e incluso la influencia del azar. Un aporte crucial de la destinología es que como “sistema simbólico destinante” de toda conducta existe un “logo-grama” o “logos”, que equivale a un programa de vida. Este logos, en sí mismo resulta un “constructo teórico” inferido de las observaciones de muchos casos en donde los discursos, recuerdos, pensamientos, fantasías, y el deseo del sujeto hablan respecto de un “orden previo” y subyacente como estructura simbólica potencial que determina el destino de cada cual. De esta manera, la Destinología escapa al reduccionismo consistente en subordinar el destino de un sujeto a influencias de la infraestructura socioeconómica, lo social o el nivel biológica, entre otros. Esto se debe a que la mente se constituye como un programa (y compuesto a su vez “subprogramas articulados e integrados) fundado en símbolos potenciales de una realidad subjetivamente construida pero que se relaciona con el consenso común respecto de lo que se debe considerar como válido y como “realidad a compartida”. Por ejemplo, el lenguaje requiere de un aprendizaje previo que una vez constituida, funciona en forma automática sin que el sujeto deba analizar los pasos previos del “programa lingüístico” para hablar. De la misma manera podemos hablar del “programa emocional” como la identidad sexual, la capacidad de amar, el tipo de objeto de amor, habilidades sexuales, etc, que luego operan en forma inconscientes o automáticas, determinando la vida emocional de un sujeto. Lo mismo en el campo del pensamiento, la motricidad, o incluso la vida en sociedad (habilidades sociales programadas). Ya Freud y sus continuadores sostenían que resultan necesarios las denominadas “condiciones” del objeto de amor o “encantos” como premisas imprescindibles para que se active el enamoramiento y el amor. Lo contrario de todo esto consistiría en sostener que el destino de un sujeto se rige por el azar y el indeterminismo caótico, muy en boga. Cómo modo de recapitulación, hemos podido deducir que la realidad de los acontecimientos humanos no pueden estar regidas por el puro azar ni por un supuesto cambio continuo. Tampoco podemos concluir lo contrario, a saber que la historia del sujeto está regida por un determinismo absoluto, como se podría deducir del “mito del eterno retorno” de Nieztche y otros, en su forma radical. Nos inclinamos entonces por la idea de que el destino constituye un compuesto de “orden” que enmarca los “caos” o “indeterminaciones” del azar donde es posible concebir el “principio de repetición” de lo previo, en un sentido relativo, y el “principio de cambio” introducido por las novedades y
el azar.
El “análisis del destino” “Conquistarás la herencia de tus antepasados” Goethe
Leopold Szondi-médico endocrinólogo húngaro (1893-1986)- propuso una concepción del destino considerando-entre otros- la idea de un “destino obligado” y un “destino elegido” que merecen un lugar en el marco de la nueva Destinología.Un crítico de su propuesta afirma en una de sus investigaciones que “Szondi nunca fue psiquiatra, por lo menos oficialmente, y académicamente no lo reconocieron como tal. Ni tampoco un psicoanalista, dado que no se encuentra su nombre en el registro de la asociación psicoanalítica internacional”. Según su enfoque, el destino constituye lo que sintetiza e impulsa la vida, aunque no en el sentido de una fuerza inifluenciable(y determinista) porque se compone de un “destino obligado” y un “destino elegido”. Al respecto, formula una teoría genética de la herencia obligada. Los aspectos pulsionales y emocionales son parte del destino obligado aunque también influye el ambiente social, intelectual, de clase etc., sobre el destino obligado. Contrariamente, el “destino libre” o elegido habla de la capacidad para elegir, del margen de libertad en el marco del “destino impuesto”. Por lo tanto, considera un "destino de compulsiones” pero también de libertad. Esta libertad se relaciona con el "mundo espiritual sobrenatural y ultra personal" para Szondi. Citando a la Biblia Szondi sostiene que “Dios es espíritu” concibiendo el espíritu como lo que ordena y otorga sentido a la existencia. “Libertad” y “compulsión” condicionan para él el destino de cada sujeto. Afirmaciones de esta índole alejan en algunos puntos el pensamiento de Szondi del pensamiento científico, y lo acercan al pensamiento religioso y teológico.En esos aspectos, la destinología se distancia de su faz religioso. Por ello, considerar las ideas válidas sobre el destino en su pensamiento, significa otorgar honor a un pensador preocupado en la problemática del destino. En su pensamiento, la vida semeja un “foro giratorio” donde los acontecimientos vitales se suceden como en un teatro. En este proceso, puede que predomine el destino obligado o el destino libre según las circunstancias más o menos favorables para el sujeto. Su propuesta de análisis del destino considera tres niveles de la existencia: 1) el bio-psicológico (herencia genética, pulsiones, vida emocional), 2) psicológico-social (ambiente mental y social), y 3) ego-psicológica (, espíritu, yo). En otros términos, somos lo que heredamos, a lo que se suman los aportes del ambiente y lo que el ambiente hace de nosotros y por último lo que podemos elegir. Otro concepto crucial en su “análisis del destino” es el de “inconsciente familiar” que determina el “impulso de los antepasados”, la “herencia familiar” como verdadera fuerza de los antepasados. De esta manera, muchos antepasados vuelven a manifestarse en la vida de muchos de sus descendientes. Pero este inconsciente familiar se manifiesta también como elección y que él denomina “genotropismo”. Este término alude a la atracción mutua entre personas unidas por herencias similares como el caso de la elección de la pareja, la amistad, profesión, enfermedad, o incluso la forma de muerte. La idea de
“genotropismo” también fue una de sus ideas muy criticada. Su teoría sobre la pulsion gira en torno de las necesidades a las que remiten todo proceso individual. Algunos instintos son el sexual, el de sorpresa, de contacto. Al lado del instinto del yo introduce algo más elevado aun que sus conceptos conectados con la religión: el “yo metafísico”, como pontífice de los opuestos, que logra integrar las contradicciones. Este yo pontífice se nutre de la biología y otorga movilidad y sentido a la propia vida. Pero lo crucial para Szondi es el cambio del destino: según él "la elección es lo que hace destino". Para él, ante un “inconsciente familiar” envolvente, verdadero “plan inconsciente de destino”, red afectiva profunda, el cambio es la verdadera meta, sopena de repeticiones insistentes. Las enfermedades son consideradas no en forma parcial sino como “destinos totales”, con todos los factores condicionantes del destino. El hombre sano es dialéctico, moviliza las contradicciones en forma dinámica aunque en los casos de enfermedad el sujeto cae preso de conflictos e incluso de una “neurósis del carácter social” (Fromm). La terapia del destino y el diagnóstico se centra en conocer los patrones de vidas, los planes de destinos, un análisis de la genealogía familiar o árbol genealógico, las reglas de vidas que lo influencian, roles destinados y expectativas, legados, secretos familiares, mitos y valores familiares entre otros. Fiel a los orígenes de su pensamiento-el psicoa nálisis-Zsondi hablaba de “curar” “enfermedades”, es decir, de “tratamientos” debido a su adscripción medico-psicoanalítico, por lo que consideramos muy válidos muchos de sus propuestas, aunque no aceptamos el enfoque “patológico” del destino donde se “tratan” enfermedades. Por último, y aludiendo a la labor posterior de Zsondi: “No obstante su pasión por el destino, continuó su labor de endocrinólogo que era su sustento”, enfatiza Jean Melón. Nicolás Abraham, su compatriota, dijo de su obra "no es exactamente psicoanálisis, pero merece la pena ser leído como un tratado de psiquiatría”. (Jean Melón, “Notas sobre la historia del texto del movimiento de Szondi”, Texto para el congreso de Cracovia, agosto de 1996.).
El filósofo del Destino: Arthur Schopenhauer “El destino baraja, y nosotros jugamos” Arthur Schopenhauer
En 1850 Arthur Schopenhauer problematiza la cuestión del destino en su famosa obra “Parerga y paralipomena”. En el cuarto opúsculo de los Parerga sostiene la “necesariedad” de todo lo que nos sucede en la vida. Como algo universal y a priori, la “necesariedad” de todo cuanto sucede es caracterizado por el como un “fatalismo demostrable”. Como tal, resulta posible una “verificación a posteriori” de que los sucesos humanos obedecen a esta “necesidad determinante”. Por otro lado, Schopenhauer sostiene que existe una “intuición” de ésta “necesariedad” de todo lo que nos sucede. No existe el azar porque que los hechos supuestos como
“azarosos” encubren una “intencionalidad ignorada” por el individuo. Se comprende esto a través de los acontecimientos de la vida que parecen implicar una “necesidad interna”, un verdadero “plan predeterminado”. En cuanto al alcance de la misma, sostiene que compete sólo al individuo, cuya vida resulta ordenada por éste “plan previo y necesario”. La supeditación de los sucesos de la vida a un “plan necesario”, Schopenhauer lo explica mediante su teoría del “carácter innato”: verdadera brújula interior que guía en forma inconsciente la vida de un individuo. A éste carácter innato se le suma las “circunstancias” provenientes del exterior y que-igualmente-resultan determinados por éste “plan a priori”. Por lo tanto, para Schopenhauer, en el encuentro entre el “carácter” y las “circunstancias”, domina el carácter, el mundo inteligible, el plan interno, necesario y a priori. Desde su propuesta, podemos comprobar empíricamente nuestro destino si miramos retrospectivamente lo vivido, lo andado. Basicamente, el individuo resulta ajeno a las causales que domina su vida siendo un mero espectador. En todo esto, resulta de capital importancia la “mirada retrospectiva” para comprobar el denominado “plan necesario”, el poder secreto, el hilo secreto que guía nuestro destino. Éste plan secreto, necesario e inteligible determina incluso lo que conocemos como “casualidades” (acontecimientos aparentemente inconexos entre, sin relación de causa-efecto) y hasta un simple error. En pocas palabras, nuestra vida esta regida por la “mano invisible del destino”. Sin embargo, Schopenhauer postula una “unidad última” entre necesidad y azar en el sentido de lo imposible de alcanzar. Esta unidad es lo que los antiguos denominaban destino y que para los religiosos constituye la providencia. Aun las casualidades ofrecen eslabones entrelazadas entre sí según una complicada “red común”. Compara este proceso con las líneas causales o “meridianos” y las líneas de lo simultáneo a los “paralelos”. De ahí la relación entre el todo y las partes de la “red común”. Esto es lo que hoy en día conocemos como aspecto diacrónico del destino (líneas causales de índole transgeneracional e intergeneracional) y el aspecto sincrónico del destino (simultaneidad actual de los acontecimientos). En este cruce entre la línea causal y los acontecimientos sincrónicos radica la posibilidad predictiva de todo destino. Es lo que el filósofo del destino consideró como posibilidad de adivinar el futuro a través de objetos y acontecimientos aparentemente inconexos. Finalmente, considera que es la Voluntad la que orienta los acontecimientos del destino (la “conjuración del destino”). En términos generales, lo que posibilita los fenómenos del mundo es la “voluntad”, la que, por ejemplo rige el sueño desde una posición determinada que no cae en nuestra conciencia soñadora como los hechos de la vida. De esta manera, cada sujeto sería el “director secreto de su vida”. Pero no habla de la “Voluntad” como cognoscible en forma concreta sino como algo profundo e ignorado. Por lo tanto, ésta voluntad sería-paradójicamente-al mismo tiempo ignorado y conocido. Otra cuestión es que existirían dos órdenes de conexiones entre los acontecimientos de la vida, a saber, la de las “causalidades físicas”, por un lado, y las “subjetivas”, determinadas ambas por el plan preestablecido. En los acontecimientos subjetivos, las escenas aparecen como en un “drama” e igualmente determinado por el orden preestablecido. Desde el fondo de sus ideas, podemos deducir que el orden preestablecido, el plan secreto, opera en forma casi libre-libertad de la voluntad-quedando las acciones del individuo del lado de lo necesario (determinismo). De esta manera, confluirían dos órdenes de causa en lo atinente al ser humano: la de los hechos físicos, con una causalidad eficiente (mecanicismo) y la teleología o causa final (finalismo del destino).
Por último, las contingencias o casualidades de la vida son determinadas por la necesidad del destino como orden trascendente e inmanente en la vida de un sujeto. Con Schopenhauer y gracias a la mirada retrospectiva de nuestro destino, podemos deducir un plan, un orden regido por la voluntad de vivir y la búsqueda de abandono de ésta última. En resumen, Arthur Schopenhauer problematiza la cuestión del destino en forma muy original. Se comprenden sus ideas a través de los acontecimientos de la vida que parecen implicar una “necesidad interna”, un “plan predeterminado” de características concluyentes. La supeditación de los sucesos de la vida a un plan necesario, Schopenhauer lo explica mediante su teoría del “carácter innato”: verdadera “brújula interior” que guía en forma inconsciente la vida de un individuo. En su pensamiento, en el encuentro entre el “carácter” y las “circunstancias”, domina el carácter, el plan interno, necesario y a priori. Para Schopenhauer, podemos comprobar empíricamente nuestro destino si miramos retrospectivamente lo vivido, lo andado. En todo esto, resulta de capital importancia la “mirada retrospectiva” para comprobar el denominado plan necesario, el poder secreto, el hilo secreto que el guía nuestro destino. En pocas palabras, nuestra vida estaría regida por la “mano invisible del destino”. En este cruce entre la “línea a causal” y los “acontecimientos actuales de la vida (punto de vista sincrónico del destino) radica la posibilidad predictiva de todo destino. Finalmente, considera que es nuestra voluntad la que orienta los acontecimientos del destino (la “conjuración del destino”). Por último, las contingencias o casualidades de la vida estarán determinadas por la necesidad del destino como orden trascendente e inmanente en la vida de un sujeto.
El Destino según Borges “Cada hombre tiene su destino, mas allá de la ética, este destino es su carácter” Heráclito, fragmento 119
Para Borges, el destino (definido como el punto capital de la vida de un sujeto que contiene todos los momentos potenciales de su vida) posee 3 características cruciales: 1) resulta inevitable, 2) constituye el producto de causas previas, y 3) resulta generadoras de nuevos destinos interminables en su sucesión. A propósito de su destino, cuenta que el padre siempre habia deseado ser escritor y según sus deducciones, logró la materialización de este deseo en él. Borges comprendió que de niño le había sido trazado este destino. De esta manera, encontramos en su vida los elementos de todo destino: la inevitabilidad del destino, el deseo del padre como causa previa y el efecto de este deseo en el destino del hijo y el aspecto generador de su destino al trazar un nuevo estilo literario.Por ello, en honor al destino de Borges, hemos bautizado como “Efecto Borges” a los destinos determinados por el deseo de los padres o sus sustitutos. Añade además el carácter “epifánico” de todo destino y que aparece en el “momento revelador” y central en la vida de un sujeto y en que se juega lo mas verdadero y central de su destino. Por ejemplo, cuando Edipo descubre su verdad.
Tomando como ejemplo su destino personal de escritor, Borges asegura que nunca imaginó otro destino que el de escritor, como otra muestra de su creencia en la inevitabilidad del destino. Equiparando la “Gran literatura” con la vida, afirma que “la literatura es vida”, que toda literatura “engendra” más literatura como el destino engendra un nuevo destino en forma continua. Una vez puesto en movimiento el destino de un sujeto, según una secuencia infinita de causas y efectos la rueda no se detiene. Para Borges, un sujeto solo tiene la opción de resignarse a su destino. Por lo tanto, los aspectos centrales en la concepción de Borges sobre el destino son su carácter de ineluctabilidad, como efecto de causas precedentes, como movimiento interminable y reveladora para el sujeto (carácter epifánico del destino). En los casos en que el destino es pospuesto o evitado, sólo se cumplen los aspectos intermediarios necesarios que luego culminan en el “momento crucial” de todo destino que es el momento “epifánico”. Podemos incluso interpretar que para Borges, todo ser humano se debate en continuar su destino o intentar varios procedimientos para evitar el desenlace del momento crucial mas temido. Constituiría el desenlace principal de una obra, cuento o ficción. Otra cuestión crucial en Borges es que, a pesar de lo ineludible del destino, sus relatos-como Martín Fierro y el Negro-, el exterior, etc.-sólo buscan la concreción de un destino sin acentuar la vertiente del cambio. Esto resulta crucial en su pensamiento sobre el destino: la imposibilidad de cambiar el destino. Y ello se debe a que para él el destino es inevitable y necesario debido a que se funda en la “ley de causa y efecto”, reveladora o epifánica y sorprendente para todo sujeto. Por eso afirma que en la vida de un sujeto no existen casualidades si no causalidades. Todo tiene causa y efecto en sucesión interminable. Sin embargo tales sucesiones de causas y efectos no son azarosas sino que se orientan hacia un Destino. Su mismo caso constituye un ejemplo singular: su Padre deseaba ser escritor y cumplió este deseo en el hijo. Los hijos no son productos de la casualidad de un encuentro sexual sino que vienen a cumplir un destino. En cierta manera, como en “El fin”, la suerte de Martín Fierro, cada destino cumple su cometido como algo inevitable, producto de causas anteriores, y generador de revelaciones para cada personaje sobre su “verdadero papel en la vida”. Por eso decía Borges: “Ya mayor habría de entender que desde niño se me había trazado
El Destino según Sábato “Tendremos el destino que nos hayamos merecido” Albert Einstein
Por su parte, Sábato nos habla de varios destinos: “destino psicológico”, “biológico” y un “destino socio histórico”.Sus principales ideas sobre el Destinos se esbozan en su " Informe sobre ciegos". En este famoso informe, Sábato tematiza el problema de la “libertad del hombre” y el “libre albedrío” en función del destino del ser humano Mejor dicho, y fundado en las concepciones de Sábato, la misión de la destinología no consiste en “curar una supuesta enfermedad” si no en despertar al sujeto de su sumisión a los determinantes biológicos psicológicos y socioculturales que lo sumen en un encierro existencial y un destino de condena.
En pocas palabras, es claro que para Sábato lo biológico, lo psicológico y lo socio-histórico se intrincan para determinar el destino y los “grados de libertad” del sujeto en funciones de tales determinantes. Ahondando en su pensamiento, el destino “socio histórico” implica los sucesos históricos que determinan un contexto o entorno al cual giran los acontecimientos de una época dada. Cuando Sábato se centra en el destino psicológico utiliza conceptos psicoanalíticos como el de “deseo”, “inconsciente”, “complejo de Edipo”, y en suma, la tan conocida generalización psicoanalítica que sostiene que los acontecimientos simbolizados en la infancia predisponen a un destino determinado. Por lo tanto, para conocer el destino de un sujeto sólo hace falta conocer los contenidos de su inconsciente y toda la gama de motivaciones implicadas. Sin embargo, Sábato alude a los aportes del psicoanálisis aunque difiere del método psicoanalítico porque no pretende "curar enfermedades". En esta postura, Sábato se aleja de los rótulos estigmatizantes y condenatorios del psicoanálisis para considerar los problemas humanos en términos de destinos. En su postura, encontramos plena coincidencia con los lineamientos de la Destinología que sostiene que todo trastorno es de destino. De esta manera, la diferencia se radicaliza porque, por ejemplo, en su idea, la “misión” de la literatura es " despertar al ser humano que viaja al patíbulo". Mejor dicho, despertar al hombre respecto de su destino biológico, psicológico y socio histórico. Al respecto, Sábato tiende puente para pasar de un mundo psicológico comprometido con la psiquiatría de tinte organicista y estigmatizantes a un enfoque del destino donde existen determinaciones biológicas psicológicas y socio históricas que se deben interpretar y formular en un lenguaje narrativo con el objetivo de cambiar el destino de un sujeto. En su concepción, el destino presenta tres aspectos relacionados entre si: a) las predisposiciones biológicas o genéticas, b) las “circunstancias de la vida” y, c) la posición o actitud del sujeto ante las mismas. De esta manera, el destino biológico predispone y determina un destino de viviente como la finitud corporal por ejemplo. Sin embargo, no somos animales y cada persona reacciona de diferentes maneras ante una misma situación. Al mismo tiempo, al “programa biológico” se le suman las influencias simbólicas de la vida social: educación familiar y formal, modelos de identificación, influencias mediáticas, vínculos intrageneracionales, intergeneracionales y transgeneracionales, etc. Es lo que para Sábato significa “destino social y cultural”. Para indicar otro ejemplo, el caso del ataque cardíaco a determinada edad y que muchos hijos reproducen en forma idéntica (mecanismo de somatización), resulta muy claro. Con esto nos adentramos en el “destino psicológico” de los seres humanos. Por lo tanto, debemos entender que para Sábato, el “destino psicológico” se define como la actitud psicológica de un sujeto que no es “libre totalmente” y que existen motivaciones inconscientes que lo determinan. Da el ejemplo del “vacío existencial”, de otros que sufren accidentes muy similares a sus "modelos de base" (Padre, Madre, abuelos, etc.).
Parte III
Consideraciones sobre el Destino
¿Un destino ineluctable? “Luchar contra nuestro destino seria un combate como el del manojo de espigas que quisiera resistirse a la hoz” Lord Byron
¿Es el destino inevitable?. Al menos, desde enfoques filosóficos y cotidianos, nuestro destino aparece como algo inevitable, determinado por fuerzas casi misteriosas que no se pueden evitar, o por el contrario, como posibilidad de “cambios” continuos. Según tales creencias, los acontecimientos biográficos, las experiencias que cada uno experimenta, constituyen aspectos de un destino y que no podemos evitar. ¿Podemos adherir a esta postura “precientífica” y simplista sobre nuestro destino? Respondamos desde la historia. En la antigüedad, como por ejemplo en Grecia, la vida se regía en su mayor parte por las Profecías de los Oráculos. Era una sociedad oracular. Los individuos obedecían los dictados de los oráculos “sagrados”, porque constituían mensajes de índole divina. El determinismos del destino era tajante y pocos escapaban a su destino. Sin embargo, en la actualidad, el “Dios” de la antigüedad ya no es el mismo. Y nuestro “Dios” constituye -a titulo de hipótesis- el “saber científico”. Entonces, si nuestro destino ya no es regido -en su mayor parte- por el pensamiento mítico, religioso o mágico, debemos replantear el determinismo causal de nuestro destino en términos científicos. Sin embargo, a falta de una disciplina cientifica cuyo objeto de estudio sea el destino es que nace la Destinología. Volviendo a la cuestión de la insoslayabilidad de nuestro destino, podemos asegurar que la “ineluctabilidad” de nuestro destino ha sufrido cambios. En la actualidad, podemos conocer muchas facetas de nuestra vida y los descubrimientos de las ciencias biológicas han ayudado en mucho aunque menos desde las “humanísticas”(psicologia, sociologia, etc). El proceso de “desmitificación” y utilización del pensamiento científico, nos ha llevado a pensar de manera diferente sobre el concepto de “destino”. Abandonar éste concepto al “pensamiento mágico” y esotérico significa olvidar que el concepto de “Destino” conlleva, además de su acepción determinista, posibilidades de cambios, de transformación, de variaciones, etc, que fueran minimizados u olvidados en forma tendenciosa porque significaba una mirada totalmente revolucionaria sobre la historia de un sujeto, la familia o la sociedad. Por lo tanto, el estudio científico de nuestro destino significa otra conquista importante en el camino de la “desalienación” y “desmitificación” del ser humano. Desde el sujeto, las múltiples determinaciones y condicionamientos socioecómicas, culturales, psicológicas, etc, conducen a una visión “deterministas” aunque relativa del destino. Podemos afirmar que la “insosyabilidad” del destino constituye una “verdad a media”. El descubrimiento de que nuestro destino está cifrado en símbolos, que constituye un “programa existencial”, un “guión existencial”, un “proyecto potencial” de nuestro devenir, ha desembocado en un viraje importante. Al menos, pueden existir aspectos que no se puedan cambiar, aunque también existen aspectos que se pueden modificar. El
“Principio de repetición”(que bautizamos como “Complejo de Sísifo) del mismo destino de dolencias, sufrimientos o virtudes, se combinan con el “Principio de cambio”(que bautizamos como “Complejo de Heráclito”, “Todo cambia, todo fluye”), las variaciones, novedades, virajes, avances y retrocesos o incluso, grandes progresos en lo atinente a la historia emocional, familiar, o profesional. Con la Destinología y el Destinólogo, podemos enfrentar lo que todo ser humano anhela: enfrentar y cambiar “tragedias personales”, las frustraciones existenciales, las carencias y dificultades. La historia del ser humano significo –siempre- una lucha contra lo que nos ata(vida emocional penosa, pareja infeliz, pobreza, sufrimientos, etc.), contra lo inevitable, como el clima, el hambre, los conflictos, la ignorancia, los miedos… Podemos afirmar entonces que el ser humano no acepta fácilmente su destino. Buscará ideas, pensamientos, ciencias, logros, aventuras, desafíos, etc, para comprender y cambiar los lazos profundos que lo atan a su propia historia inevitable. Conocer tales, cifrar los miedos, angustias y necesidades constituyeron siempre nuestras motivaciones más importantes. Los casos de conformidad o aceptación acrítica del propio destino constituyen la minoría. La búsqueda de un destino mejor, constituye uno de los anhelos más profundos de todo ser humano. Los inconvenientes al respecto constituyó siempre el “qué cambiar” y “cómo”. Para tales cuestiones, la Destinología constituye una nueva propuesta y un nuevo interrogante a tales preguntas(“Interrogantes existenciales”, “¿Porqué me suceden éstas cosas?”, etc.) formuladas por todos a través de sufrimientos, fracasos, destino de sufrimientos, búsquedas, reflexiones o acciones, descubrimientos o creaciones artísticas, entre otros. Lo que se dio en llamar “búsqueda de sentido” de la propia vida se subordina a lo anterior. Se busca sentido a la propia vida en la medida que se intenta comprender para modificar lo que nos carcome, lo que nos hace sufrir en la pareja, la familia o en los malestares de la sociedad. Las proezas, los saltos en paracaídas, las grandes investigaciones y descubrimientos, las competencias tenaces, la motivación de logros, y búsquedas desenfrenadas y anhelos de poder, constituyeron siempre los motivos más fuertes del ser humano. Esto radica en que el verdadero desafío no es a los otros: el desafío es al “Destino” que mora en cada uno de nosotros y su carácter de insoslayabilidad. Para el sujeto significa un “¿Con que no se puede cambiar eh?”, “Quiero ser diferente a mis padres”, “Reniego de mi familia”. “No quiero que me pase lo mismo”, etc. Sin embargo, tales afirmaciones no impiden que su autor se encuentre en algunas de las problemáticas existencias ya inscripto-en su “guión existencial”- como verdadero destino insoslayable. Para cambiar, para conocer su “programa” y los nudos problemáticos de su destino requerirá del nuevo profesional: el Destinólogo. El impulso para realizar preguntas, consultas, replanteos y quejas existenciales(generado por el desconocimiento y frustración existencial) se origina en que, para el sujeto, quedar atrapado en su destino constituye una verdadera “tragedia” personal. Sobre todo en los casos de destinos problemáticos: problemas de pareja, violencia familiar, problemas sexuales, familiares, etc. Por lo tanto, el mayor reto (“Reto al destino”) para todo individuo lo constituye el hecho de enfrentar, conocer e intentar modificar el propio “programa de vida”(destino). Existirán casos en que tal desafío sea mínimo o quizás hasta “equivocado”, como los casos de adicciones en que el sujeto “tapa” o “niega” su propio destino y se centra en la búsqueda de soluciones hedonistas. A veces, la pregunta por el destino se realiza en forma indirecta o metafórica: ideologías, el arte, la ciencia, etc. El sujeto X, “persigue” algo-una mujer, una carrera, un campeonato, logros, etc-, que para alguno puede constituir un supuesto “objeto sagrado”, de índole maternal o erótica, aunque para la Destinología lo que se busca es concretar y comprender el propio destino. Esta búsqueda ocupa mucho tiempo de nuestra vida. Einstein en la
física. El filósofo en la filosofía. El artista en las creaciones. etc. Todos, buscamos encontrar el sentido de nuestro destino para controlar, cambiar o defender lo que nos sucede. Sin embargo, existen casos en que el sujeto necesita desplegar primero las “secuencias capitales”(los “núcleos simbólicos” inscriptos de su destino) de su destino para luego intentar cambiar los aspectos negativos. Ejemplo sería la mujer que queda sola con su hijo, “deprimida”, luego de la separación, para iniciar una terapia “salvadora”. O de aquel que, para continuar la historia paterna, desplegó los hechos que lo caracterizaron para terminar al fin, en logros importantes. Muchas historias de vidas no consisten sino en “puestas en escenas” de “destinos calcados” de modelos fundamentales como lo son los padres(o sustitutos). Por lo tanto, la “liberación”(siempre relativa) de la propia tragedia, del propio destino, o de un destino penoso, requiere de coraje, orientación destinológica y un anhelo profundo de cambiar las repeticiones insoslayables de nuestro destino. Como dice Borges: “El destino no hace acuerdos”, y ello se nos aparece como “insoslayable”. Donde el pensamiento vulgar y mágico se detiene pasmado ante las el “poder” y la “fuerza” del destino, la Destinología aparece como la nueva herramienta teórico-practica, para interpretar y modificar el destino de los seres humanos.
El poder del destino
“Llamamos destino a todo cuanto limita nuestro poder” Ralph W.Emerson
Para la Destinología el “organizador existencial” de un sujeto es el “programa existencial”(o logograma). Esto significa que el margen de variabilidad es mínimo. Desde un “programa existencial prescriptivo”-sin posibilidad de elegir- hasta la posibilidad de “optar” por diversos “cambios” o conductas “electivas”, las posibilidades no son muchas. Como Edipo, todos tenemos un destino marcado. Las “predicciones familiares”(“Oráculos familiares”) marcan el rumbo de nuestra vida al posibilitar el conformismo o la rebelión, etc. Asimismo, operan las predicciones o hipótesis de las “ciencias humanas”, que, como la psicología, la sociología o el psicoanálisis, ofician de “amos”(los nuevos Dioses) de la verdad y que el común de las personas o incluso científicos consideran como “verdades evidentes”. Para la Destinología, constituyen simples hipótesis que requieren-mas allá del poder sugestivo de las propuestas y que dan origen a creencias, orientan la educación familiar, escolar, mediático, etc- demostración. Si estudiamos el destino de un sujeto a través de las generaciones, y buscamos las “herencias” re-petitivas(peticiones de los antecesores, mandatos in actos, deseos, etc), las variaciones, armamos su árbol destinológico(destinos hipoteticos de los antecesores), comparamos las identificaciones a tal o cual modelo de vida, comparamos los detalles, etc., podemos verificar que el “tronco” de la “astilla” se encuentra en la generación anterior o incluso mucho antes, en la generación de los abuelos o bisabuelos. DE ahi la utilidad del nuevo instrumento de estudio del destino: el destinograma(ver supra). Ello
constituye una comprobación transgeneracional o al menos un indicio de que la Destinología no constituye un sistema abstracto de ideas que busca su propia confirmación. Las evidencias saltan a la vista cuando armamos el la “sucesión de destinos” a través del proceso de transmisión en os sujetos interpretan, escriben y conforman el “mapa transgeneracional” del propio destino. En esto reside el poder del destino: Los “oráculos” y expectativas paternas predeterminan los “juegos de ajedrez” de cada sujeto en el “teatro de la vida”. Lo que se encuentra previamente inscripto en la “memoria existencial”, como forma especial de la memoria que registra el destino cada sujeto, siempre busca concretarse. Una mujer afortunada, con una buena posición económica, nunca pudo adaptar su propio destino al destino que su esposo le buscaba imponer(lucha por la definición de la realidad, por instalar un “sistema de vida”, el propio destino). Su meta, ignorada e inconsciente, era imponer la “línea materna”(destino materno), que significa para ella un modelo a seguir. Por ejemplo, comenzar con una exitosa pareja, para luego quedar separada y luchar por un hijo con toda la fuerza de su vida, encontrar otro hombre similar al anterior y luego... La fuerza de su destino, arraigada en su “programa”, organizó y marcó el rumbo de su pareja desde un determinismo casi absoluta. La posibilidad de sustraerse a semejante “condena existencial” corre aparejada con la posibilidad de tomar conciencia del “determinismo destinológico” inmersa en el propio “programa de vida”. Esto es lo fundamental cuando hablamos de la vida de un sujeto: su destino, lo que trae “grabado” a título de legado o herencia transgeneracional interpretada y “re-escrita” y que aliena al sujeto en un estilo de vida que busca significar o controlar. Por lo tanto, ninguna persona escapa a su “destino obligado”(Zsondi). Como “sujetos-de un destino”, quedamos “atrapados” en el “laberinto simbólico”de la vida y enajenado en un estilo de vida que opera en forma automática y repetitiva a pesar de los deseos y pensamientos actuales de cada sujeto. Por conclusión, podemos sostener que el poder del destino se debe a las “inscripciones de simbólicas” contenidas en el programa o guión existencial de cada sujeto en particular. El carácter insoslayable del destino se debe a que la vida de un sujeto se organiza en forma de un “ajedrez existencial” donde los “movimientos” más cruciales en la vida de un sujeto están marcadas-simbólicamente- de antemano. Podemos sostener entonces, con Cervantes que “La vida es un juego de ajedrez”.
El "Complejo de Sísifo” “No labra uno su destino, lo aguanta” Gustave Flaubert
Muchos sujetos consideran que su vida no tiene “salida”. El sentimiento de encontrarse en un “callejón sin salida” conlleva sentimientos de vulnerabilidad, angustia, depresión, miedo e incertidumbre respecto del presente y el futuro. Situaciones de pobrezas, vínculos de parejas problemáticas, problemas laborales, etc., caen en esta categoría de "situación sin salida". Por muchos esfuerzos que realice el sujeto, la cosa no cambia. El sentimiento de que "nada va a cambiar" a pesar de los esfuerzos, lo invade. En una situación así, podemos experimentar estados rotulados como depresivos, angustia, dolor
o resentimiento consigo mismo y para con los demás y muchos de los supuestos “estados” o “alteraciones de la subjetividad”. Sin embargo, en Destinología no denominamos “depresión”, ni “melancolía”, etc., a esta situación sin salida porque constituyen problematicas de un "destino sin salida". El sentimiento de que nada va a cambiar se debe a que para el sujeto, la situación existencial no tiene salida. No conoce las razones de su sufrimiento, los motivos profundos, las causas ocultas de su sufrimiento. De ahí la incapacidad para cambiar los problemas que lo aquejan. Podemos denominar a esta situación repetitiva(circulo repetitivo de divorcios, conflictos familiares, fracasos, etc) de problemáticas existenciales "Complejo de Sísifo", debido a la situación repetitiva de los hechos penosos y que lleva una situación al borde de la desesperación. Al respecto debemos recordar en qué consiste el mito de Sísifo. Del griego “Sisyphos” qué significa “sabio”. Es sabido que Sisifo fué el rey fundador de Corinto, hijo de Eolo, y de Enareta. Después de muerto fue castigado en los infiernos a subir una enorme piedra desde la base de una montaña hasta la cúspide, pero que, en el momento en que alcanzaba la cima, la piedra volvía a caer debido a una fuerza invisible. Como un “eterno retorno”(verdadera “maldición existencial”), el mito de Sísifo constituye una situación repetitiva que intenta graficar la situación existencial de muchas personas. Por eso bautizamos como “Complejo de Sísifo” a los determinantes inconscientes(la insistencia de los símbolos que determinan un destino de repeticiones, sistemas enteros de vidas que conllevan un destino de sufrimientos) que conducen a situaciones repetitivas y penosas y sin posibilidad de salida para las personas. Sin embargo, desde la Destinología, este complejo adquiere otra dimensión. Esa dimensión constituye la posibilidad de introducir cambios en la dimensión repetitiva del destino de los seres humanos. En otros términos, a las acciones repetitivas de los sujetos oponemos el “principio de cambio”(tambien “principio de creatividad”) que posibilita nuevos elementos y retraducciones de los sucesos penosos que el individuo se veía impotente para cambiar. Desde la Destinología se prioriza el “efecto sujeto” consistente en una rebelión siempre manifiesta contra las reverberaciones repetitivas de su destino. El individuo siempre lucha contra las circunstancias de su historia, de los acontecimientos humanos, e incluso de la naturaleza, para introducir nuevos elementos, herramientas e ideas que le permiten trascender el determinismo simbólicos(inscriptas en su memoria) de las repeticiones. Es el destino del ser humano, la de luchar contra el determinismo de la naturaleza y sus leyes insoslayables y contra el determinismo social(sociológico, histórico, económico) para buscar nuevos horizontes de vida. Pero la “lucha principal” del sujeto es contra el determinismo de su destino para cambiar los aspectos penosos o deficitarios. El único problema es que el sujeto desconoce las premisas fundamentales de su “destino pérdido” en lo más hondo de su “guión existencial”. De esta manera, el destino de un sujeto se debate en la lucha de ámbos principios a saber, el principio de repetición y el principio de cambio. El predominio de uno de estos principios nos indicará el “Pronóstico del destino”(cómo marcha y cómo será el futuro) de una persona. Mejor dicho, nos indicará la gravedad de los acontecimientos que aquejan a un individuo en función de su destino. Para decirlo en términos más fáciles, el predominio del principio repetición sobre el principio de cambio nos indicará un destino “automático” que consta de repeticiones que llevan a un callejón sin salida y que el sujeto no puede cambiar. Esto significa sufrimiento, pena, angustia, depresión y quizás muchas de las manifestaciones supuestamente “patológicas” que desde el campo de la psicología se pregonan. Un individuo aquejado por el Complejo de Sísifo, sin duda manifestará reacciones o rebeliones contra su situación penosa. Una vez indagado en su historia, en sus pensamientos respecto de los hechos que le suceden, en sus vínculos familiares y de pareja, en el sentimiento personal respecto de los distintos roles que manifiesta en su vida
cotidiana, y una “construcción provisoria” de su destino, podemos evaluar el grado de incidencia del complejo de Sísifo, es decir la medida en que el sujeto repite pautas familiares incorporadas en su linaje familiar. Trascender el complejo de Sísifo significa simplemente introducir en el “círculo vicioso de la vida” de un sujeto el principio de cambio y la posibilidad de replantear desde el pensamiento crítico y creativo las situaciones repetitivas que lo aquejan desde el fondo de su logograma. Debemos aclarar que el “Complejo de Sísifo” tanto como el principio de cambio, constituyen procesos inconscientes que escapan a la conciencia del sujeto. En otros términos, el replanteo de los supuestos mentales arraigados en el programa del sujeto, abrirá nuevas posibilidades, nuevos horizontes de expectativas y el replanteo de su “proyecto de vida”actual(que se relaciona con su “Proyecto de vida potencial” o destino simbólico inmanente) que posibilitará la capacidad de elección entre un destino repetitivo y de sufrimiento o un destino nuevo, con posibilidades existenciales. Por otra parte, y en función de los diversos aportes de la psicología respecto de los sufrimientos humanos, como el psicoanálisis y otras corrientes de la psicología, podemos decir que por ejemplo, el Complejo de Edipo puede llegar a constituir un complejo que estructura la psiquis del individuo, pero respecto de nuestro destino, no puede constituir el complejo nodular de la subjetividad, porque para la Destinología lo constituye el Complejo de Sísifo. A medida que el individuo va incorporando pautas de comportamiento a través de la observación, el pensamiento deductivo, y las decisiones tempranas , va conformando su “programa” que a partir de la misma funciona en base a la repetición dinámica de los modelos según las situaciones. Los “callejones sin salidas” lo son en relación al “encierro en un destino ignorado”(como el mito de la caverna de Platon) y oculto en el programa existencial. Así, el sujeto no encuentra salidas a las repeticiones penosas de su vida lo que desencadena estados emocionales como la angustia, el temor etc, que desembocan en sufrimientos. En otros términos, un sujeto no está mal porque está deprimido sino porque no encuentra salida a su destino. Los resultados pueden oscilar desde un simple malestar o sentimiento depresivo franco hasta llegar a ideas de suicidios, entre otros. Aún la psicología de los mal denominados “cuadros” histéricos, obsesivos, etc. deben ser reconsiderados como representaciones inconscientes de un estilo de vida incorporado vía observación e interpretación activa del sujeto. La supuesta "conversión" de una energía psíquica en somática también es parcial porque lo que se juega no es un impulso sino un patrón de reacción en la dimensión del cuerpo y sus funciones. Parálisis, contracturas, cefaleas, etc., no consisten en "síntomas histéricos" sino estilos de reacción ante un tipo de vínculo displacentero que el sujeto asimiló de uno de sus progenitores. Luego, ante una situación similar, reactúa tales como forma de exteriorizar su ser, su identidad o su destino, dentro del cuál, la reacción de parálisis, por ejemplo, nos indica su modelo: la madre, la abuela, el padre, etc. Sin embargo estas cuestiones constituyen una mirada abierta a las nuevas expectativas y constituyen simplemente hipótesis provisionales respecto del funcionamiento de nuestro destino.
Los “Juegos del Destino”
Muy diferente a otras concepciones sobre el “juego”(Piaget, Gross, etc.) y alejado de una concepción “hedonista” o “pueril”, la Destinología denomina “Juegos del destino” o “juegos existenciales” a las pautas recurrentes de patrones o modelos de comportamientos –mas o menos placenteros-que aluden en forma directa o indirecta-literal o metafórica-a un “destino” coherente con los legados o “herencias psicológicas” intergeneracionales del linaje del sujeto. Los juegos, tal como es conceptualizado en nuestro modelo, no constituyen actividades “hedonistas” sino manifestaciones de un “programa de vida”(inferido) que escapa al dominio del sujeto. El juego expresa “una verdad oculta”, que debe ser interpretada como una “manifestación simbólica” del destino de un sujeto. Mejor dicho, el “juego” constituye un “mensaje” proveniente del “guión existencial” y que alude al destino del sujeto: indica “a qué juega en la vida un sujeto determinado”. Por lo tanto, los juegos de la vida constituyen verdaderos juegos del destino en que el sujeto expresa aspectos importantes de su formato existencial. Los juegos del destino se caracterizan por sus caracteres recurrentes o repetitivos. Los cambios o variaciones de una generación a otra son mínimas. Esta es una característica manifiesta de los juegos. la pregunta mas adecuada es: “¿A qué juega una persona?”. Y la respuesta-siempre hipotética y provisiona-l-es: “A concretar un destino, a sostener un modelo heredado a través de la herencia intergeneracional(de padres a hijos) asi como de inducciones transgeneracionales”. Si observamos a una persona persistir en conductas repetitivas del tipo “fracaso profesional” o de “fracaso emocional” (separaciones, violencia de pareja, violencia familiar, etc.) debemos preguntarnos sobre el significado de tal juego. No tardaremos en observar que tal juego se remonta a un “guión” adquirido en el seno de una línea familiar y que el sujeto busca concretar como su “razón de ser”. Es por esto que tales “juegos” resultan de muy difícil solución para el sujeto. Esto sucede así porque tales patrones recurrentes son inconscientes y el sujeto se erige como “marioneta de un destino” cifrado en términos de un “jeroglífico” que ignora. Por otra parte, los juegos existenciales obedecen a causas ocultas en el “programa”. Mejor dicho, los juegos manifiestan en forma indirecta, aspectos ocultos del “programa de vida” de un sujeto y aluden a su identidad mas singular, a su linaje, a los modelos transmitidos a través de generaciones. En otros términos, los juegos expresan fragmentos cruciales de la verdad de un destino singular. Desde otro punto de vista, los juegos constituyen la concretización “in acto” del destino de un sujeto según un lenguaje “practico”, cotidiano, familiar. De esta manera, podemos entender a alguien que “juega de víctima”, pero que no constituye su objetivo principal porque el “ser víctima” constituye simplemente una “cualidad” –como otras tantas- y lo que importa son las “razones profundas”(motivaciones ancladas en el programa mental) del juego, es decir, cuál es la función del juego en el destino del sujeto, a donde apunta, que busca lograr con la misma, cómo comienza, se desarrolla y culmina: tal vez en un divorcio, violencia de pareja, convivencia difícil, etc. Siendo esto último lo fundamental porque, por ejemplo, el sujeto “jugaba” de “victima” porque buscaba concretar su destino de mujer separada, o violentada por un hombre supuestamente “sádico”, etc. Por lo tanto, resulta importante, considerar los propositos del juego, es decir, qué sistema de vida busca concretar. Por ejemplo, las adicciones, los juegos compulsivos, los fracasos laborales, divorcios, o las denominadas “violencias de parejas”, entre otros, no constituyen sino verdaderos juegos existenciales que aluden a un destino oculto en que el sujeto se encuentra alienado. Desde el punto de vista del origen de los juegos, podemos asegurar que cuando un niño comprende el “Juego del padre”, a través de lo que observa(“Lo que se ve se aprende”), indagaciones empíricas concretas, realizando preguntas, logra internalizar no solo un
simple modelo de conducta que luego “repite” (con fines elaborativos si se quiere), sino todo un modelo de destino que marcará el curso de su existencia. De esta manera, los “juegos” son “serios” y hasta se podría asegurar que para los niños-aún considerando su faceta hedonista-los juegos constituyen una “practica elaborativa”-son formas de pensamientos lúdicos y estrategias de comprensión de una realidad nueva y novedoso- y de aprendizaje de los roles adultos. Los juegos constituyen un proceso de aprendizaje de todo un destino. En otros términos, el niño juega una secuencia de pautas de comportamientos que no logra comprender en forma cabal y que a través del juego repetitivo logra incorporar en su guión o programa. Podemos graficar con el ejemplo del cachetazo de un hombre a su mujer y en presencia de un hijo. Este hijo no podrá comprender todo el significado de la pareja, la familia y los problemas vinculares, pero comprenderá el significado del comportamiento de su modelo principal, el Padre a través de lo que denominamos juegos infantiles. De esta manera, el juego constituye una actividad que busca la simbolización o programación del destino del sujeto a través de una actividad repetitiva y hasta placentera. Desde el punto de vista psicoanalítico de la “actividad” y la “pasividad”, podemos asegurar que lo que el niño observa y padece en forma pasiva, volverá a repetir o escenificar a través de un juego que le permitirá simbolizar o incorporar el ejemplo de conducta en su programa existencial. Es el caso del chico que observa el “cachetazo” a la madre y que luego “juega” con su hermanita al cachetazo. Desde la teoría de los roles, podemos diferenciar el rol del padre y el rol de la madre actualizado través del hijo y de la hija en un “jugar a ser” que perpetua el rol del violento de los padres a través de las generaciones. En otros términos, los chicos no juegan por jugar, porque juegan a ser como los grandes, y buscan comprender e incorporar los modelos a través de un “lenguaje corporal” que expresa el hilo de la “línea familiar” que el chico teje, y que pasará a conformar un modelo de vida que a su vez le servirá como destino estructurado y estructurante de una vida. En pocas palabras, los juegos implican roles que aluden a los prototipos infantiles y modelos familiares inculcados por los padres. Los juegos, definidos como puestas en escenas de roles recurrentes y estructurantes de un destino, escenifican los nudos centrales del programa de vida de un sujeto. Por otra parte, -y en los casos de “herencias transgeneracionales e intergeneracionales negativos-los juegos constituyen “intentos” de resolución de los mandatos o modelos dramáticos contenidos en el programa existencial del sujeto. En pocas palabras, lo que se juega es el destino como concreción transgeneracional de “modelos familiares” que marcaron el curso de la existencia y que se perpetúan en el destino de un sujeto debido al carácter de “marcas” o “señas de identidad” de los juegos. Podemos enumerar algunos ejemplos como el caso de aquel que “juega a fracasar” no sólo en los aspectos profesionales de su vida sino también en los aspectos emocionales, la vida de pareja, en los vínculos paterno filiales, entre otros. Otro ejemplo es de aquellos que juegan el rol de “víctima” buscando estructurar un destino en el que asumen este rol en forma activa. Como ya fuera estudiada por Stéphen Karpman y Erich Berne, este caso se combina con los roles de “victimario” y con el rol de “Salvador”. En forma diferente a la propuesta del autor citado, para la Destinología un sujeto puede jugar íntegramente cualquiera de los roles como destino de vida. Ser la víctima de un hombre que además manifiesta conductas agresivas, en el caso de una mujer, puede constituir un verdadero sistema de vida. Es el caso de los que se “diagnostican”-desde el modelo médico hegemónico y psiquiátrico- como mujeres “masoquistas”, término que en verdad no explica mucho, pero que constituye una etiqueta estigmatizante en el nombre de una “condena científica.” En el modelo de vida de “victimario”, como el caso del hombre que maltrata a su pareja, el sujeto juega a
mantener el poder y el control sobre la vida de su víctima como la concreción de un “modelo dominante” según los dictámenes de su prototipo paterno. Tanto en el caso de quién juega a fracasar, como en el caso de quién juega a la víctima o o el caso complementario de quién juega el rol de victimario, asistimos a modelos de relación incorporados en la familia y que luego se vuelven a reactualizar en el escenario del destino de un sujeto. En éste sentido, si bien podemos tipificar algunos juegos clásicos en la vida de un sujeto, para la Destinología todo juego es particular. En este sentido, podemos decir que existen sujetos que juegan a ser “como” papá, mama, de divorciada, de “madre soltera”, y como muchos otros roles de la familia de sus generaciones precedentes, etc. En el fondo, los juegos del destino no constituyen sino representaciones metafóricas y simbólicas del guión existencial y plan de vida que uel sujeto forjó en el curso de su “programación mental” ocurrido durante la infancia y adolescencia para luego sufrir “retoques” y mejoras en algunos puntos y repetición tendenciosa de otros aspectos en diversos momentos de su vida. La “teoría de los juegos del destino”, no constituye sino otra manera de estudiar el “destino” de un sujeto. No existen los juegos “en general” sino juegos particulares y lo que podría aparecer como la “regla general” no constituye sino un caso particular de materialización de componentes esenciales de un programa de vida. Lo claro es que, los juegos del destino constituyen la puesta en escena de un fragmento importante del argumento de vida de un sujeto y que aluden a su verdad singular, a su destino. En éste sentido, existen juegos muy peligrosos que llevan a la cárcel, al suicidio, separaciones, accidentes recurrentes, enfermedades físicas y psicológicas, etc. Tanto como juegos positivos vinculados con logros profesionales, desarrollo de habilidades, etc. No olvidemos que los niños juegan a los modelos adultos y cuando llegan a la adultez, ya han olvidado este proceso de internalización de los prototipos paternos a través de los juegos. Muchos juegos “negativos” en que el sujeto trata de elaborar los modelos conflictivos, son facilitados por las injusticias vívidas en el curso del crecimiento de un sujeto. Es el caso del juego del “resentido” donde prevalecen actitudes oposicionistas y conflictivas que no permiten el despliegue de otras estrategias de vidas. Por extensión del concepto, considero adecuado postular la hipótesis de que una de las vías de transmisión de los legados intergeneracionales y transgeneracionales (modelo de familia, modelo de roles, función paterno y materno, habilidades, temores, violencias, etc., etc.) es el juego, debido a que constituye un verdadero “pensamiento en acto” y forma de elaboración de procesos familiares que a nivel de las palabras y comunicaciones resultan muy dificiles para los niños. En verdad, constituye un jugar con “al” propio destino, puesto que el juego permite el volver activo lo que pasivamente se sufrió, tal como el propio psicoanálisis lo haya teorizado donde más se observa este proceso es en los juegos sociales peligrosos como las adicciones, delincuencia as, prostitución infantil y adulta, crímenes, en delitos de Lesa humanidad, genocidios, entre otros. Como conclusión, los “juegos del destino” constituyen actividades representativas y simbólicamente procesadas que transmiten contenidos cruciales del programa de vida de un sujeto a través de as generaciones. Suelen trasmitirse de generación en generación a través de vínculos intergeneracionales de padres a hijos y a través de símbolos transgeneracionales ocultos que suelen manifestarse como juegos y en otras manifestaciones simbólicas como los dibujos, pasatiempos, en etc. Por lo tanto, para la Destinología los juegos singulares de cada sujeto nos permiten una vía regia al programa o destino de cada uno.
El “Ajedrez Existencial” “La vida humana es un juego de ajedrez” Cervantes
A diferencia del verdadero juego de ajedrez, el “ajedrez existencial”(los movimientos o pasos que damos en la vida, en nuestro destino) posee movimientos predeterminados (sobredeterminados, aunque siempre en forma relativa)en el programa existencial. Los movimientos de cada jugador ya se encuentran simbolizados como “Reglas potenciales” que el utiliza en forma Inconsciente en los juegos de la vida. Por lo mismo, la posibilidad de “inducir”(inducción inconsciente en que los intercambios se dan por debajo del nivel de la conciencia) el propio juego, la propia estrategia, o la proyección de las propias posibilidades están siempre presentes. A ello se suma la posibilidad de ser inducido por los movimientos del otro. En resumidas cuentas, el otro posee sus propias reglas del juego y en esto radica la diferencia entre un ajedrez lúdico y el “ajedrez de la vida”. Tales “sistemas de estrategias” constituyen nuestro “programa” para la Destinología. Sin embargo, podemos afirmar con seguridad que ignoramos en forma consciente las premisas de nuestro programa existencia, a saber los movimientos predeterminados-en froma relativa- de nuestro paso por la vida. Por lo que, en el caso del ser humano tenemos un “juego de ajedrez” a “ciega” o inconsciente. Si buscamos un ejemplo en el encuentro entre un hombre y una mujer, la partida no consiste en simples movimientos sino que estamos hablando de un encuentro totalmente diferente para cada persona. El punto es que en este juego, cada jugador posee ya sus tácticas o movimientos y estrategias para lograr ciertos objetivos en la vida. Lo que se busca es que el otro asuma los roles que le exigimos cumplir ante las exigencias de nuestro destino escrito y obligado. En cada movimiento, se juega-nada menos que-el propio modelo de vida. Lo que denominamos una lucha por imponerse consiste en una verdadera “lucha por nominar” y definir ideas y pensamientos sobre cómo deben ser las cosas. Cada posición, cada movimiento obliga a cada contrincante a movilizar el fondo común de sus “potenciales destinológicas”, ya predeterminados (y sobredeterminados desde el guión existencial). Íntegramente, en el juego de una pareja por ejemplo o en una familia, se despliegan las particularidades de cada uno, el temperamento, la personalidad, la franqueza, la simpleza o complejidad, etc. La palabra clave podría ser que en el “ajedrez humano” todo se torna interdependiente. Aunque todos dependamos de las reacciones del otro, del rol asumido y adjudicado, también es cierto que la dependencia es siempre relativa. Esto se debe a que cada jugador posee sus propias “reglas del juego” y trata de concretar tales reglas en el marco de expectativas y exigencias al otro. El punto de cada jugador, su meta, su idea directriz rectora, y en suma lo que busca, se perfila solamente en el trasfondo(programa) de su “tablero de ajedrez”(destino in acto). Los pasos, los objetivos principales se encuentran en el programa mental de cada uno en forma inconsciente. En otros términos, lo que denominamos la “memoria existencial” del jugador de ajedrez constituye una memoria de ideas, de todo un sistema de vida que marcan el curso del juego existencial de cada sujeto. Desde otro ángulo del juego, a saber, la posición del otro, del adversario, constituye un gran misterio para todo jugador. Lograr la inversión de roles o la asunción del punto de
vista del otro es difícil, aunque es un anhelo de todos: “No te comprendo”, “Qué es lo que deseas”, etc.. A veces, ponemos hincapié en los hechos concretos, lo que pasa “aquí y ahora”, como cuando observamos las “piezas del tablero”(nuesta vida familiar, pareja, etc) y perdemos las combinaciones, el juego sutil de los movimientos. Es decir perdemos la trayectoria, la historia que nuestro contrincante busca hilar o concretar. Es el “principio de Eisemberg” en el campo de las relaciones humanas. Si buscamos localizar las partículas perdemos la trayectoria de los movimientos o viceversa. Pero, aún, si observamos a los jugadores; son poco cautos en la vida real. No suelen organizar los movimientos en la acción real de la vida y éstas, brotan de un fondo común sin un pensamiento crítico que se le oponga. Por lo mismo, podemos afirmar que el “juego” se posiciona de cada uno. Hasta llegar a un determinismo de sus reglas. Por ello, para Cervantes “La vida es un juego de ajedrez”. Desde la Destinología llamamos “programa existencial” a las reglas del juego de la vida y a nuestro destino. Las piezas o personajes que desplegamos en nuestra vida cotidiana constituyen nuestro “tablero de ajedrez” y el juego que jugamos constituye el despliegue de nuestro destino simbólico. Pero cabe una aclaración, y es que en el ajedrez lúdico, los jugadores se someten a las reglas del juego en forma conjunta. Es una regla común explícita y acordada. Por el contrario, las reglas del “ajedrez existencial” no son comunes y cada jugador posee en forma “a priori” sus propias reglas del juegos que busca legitimar a través de inducciones, sugerencias, diálogos, justificaciones, o incluso con ayudade la ciencia cuando no de la fuerza. En general, podemos decir que las reglas del juego son particulares aunque posean aspectos comunes de un sujeto a otro. Constituye la base de nuestra comunicación y de todas las relaciones interhumanas. En suma, cada sujeto posee sus propias reglas del juego que buscará concretar en un escenario familiar y social determinado. Contrariamente a lo que sostiene algunos autores, creemos que las reglas del comportamiento en toda sociedad consisten en patrones de conductas o modelos predeterminados como un programa de vida y que los sujetos ponen en práctica en forma más o menos conscientes y que determinan gran parte del curso de su destino y de los comportamientos sociales. Pero nadie dice que el encuentro entre un programa individual y los programas sociales sean armoniosas
El “Paradigma” singular del Sujeto “La historia es una galería de cuadros que contienen pocos originales y muchísimas reproducciones” Alexis de Tocqueville
En nuestra cultura, todos estaríamos de acuerdo con un profesional de la psicologia si nos habla de un caso de separación con “síntomas” tanto en ámbos integrantes de la pareja como en los hijos y de la necesidad de terapia familiar e individual para todos debido a lo “traumático” de la situación. Pero, desde la Destinología podemos afirmar algo en contra de ésta visión “mecánica” respecto de lo que constituye una “trauma” y sus causas. Desde el punto de vista de los actores, es decir, de quienes vivencian la situación,
la cosa es muy diferente. Una separación puede significar un alivio, temor, una solución, y muchas cosas más. Pero acostumbramos aplicar el modelo “energetista” del trauma a saber, que el displacer aumenta en forma tan intensa que el sujeto no lo puede tolerar o incluso simbolizar o pensar. En otra palabras, se ha extrapolado el modelo mecánico del trauma, desde una analogía con un “traumatismo físico” como un golpe, etc., a los hechos o acontecimientos existenciales. De esta manera, solemos elaborar una visión “dolorosa” o “traumática”, etc., de la situación para los actores. Luego, la necesidad de “curar el trauma” con diversos “métodos terapéuticos”. Sin embargo, desde el punto de vista destinológico, podemos considerar que el supuesto “trauma” se encuentra en el futuro, como un hecho virtual para los hijos y que lo crucial para el joven adolescente es poder simbolizar los sucesos actuales para evitar una grabación negativa de los acontecimientos. Desde ya, el joven internaliza una pareja dividida y que como ejemplo o modelo de vida, volverá a repetir activamente el día de mañana al no poder tomar conciencia del proceso y de otras opciones de vida. Como es casi imposible una toma de conciencia respecto del “sistema de símbolos potenciales destinantes” del “programa individual”, de seguro la situación se repetirá. Entonces, exceptuando la situación penosa, preocupante, o de miedo, el verdadero trauma está en el futuro para el joven. La situación emocional del joven ante la separación, puede que signifiquen muchas cosas: estar libre de la coerción paterna, quedar en el lugar del rival (en esto el psicoanálisis estará sin duda de acuerdo), ser dejado en soledad, reproches hacia la madre en concordancia con el modelo paterno, etc. Pero lo que el joven asiste realmente es a un modelo de “pareja dividida”, una separación, que, mas allá de las emociones que suscita, constituye un momento importante en la historia del joven que quedará como precedentes y como camino a seguir en su futura relación de pareja. Mejor dicho, el “dolor de cabeza” o trauma le espera en el futuro, cuando los modelos de una pareja problemática comience a manifestarse. Este proceso de legado de un divorcio(asi como de alcoholismos, violencias, fracasos, maltrato infantil, abuso sexual, prostitución, etc) deviene con el tiempo en un “círculo vicioso” reberverativo, un verdadero “retorno del pasado”, una “maldición familiar”. Desde otro ejemplo, se ha observado a niños en situación de violencia familiar, como cuando un padre golpea a la madre. Para el mundo psicológico, ello constituiría un trauma para tales niños. Sin embargo, cuando ellos juegan, manifiestan la situación en sus juegos como intento de elaboración o comprensión de la situación. Mejor dicho, incorporan la situación modelo a través de sus juegos, como forma de simbolización que se graban en su “memoria existencial” como “símbolos” brutos, que no han sido replanteados desde la conciencia, por lo que continuan operando en forma inconsciente. Pero el “dolor” auténtico(angustia existencial) está en el futuro, en las re-peticiones(como nueva petición de un modelo vincular exclusivo y de sustento de la propia identidad) activas de la violencia conyugal. Cabe aclarar que lo que pensamos desde la Destinología es que se ha sobredimensionado el valor del trauma extrapolando el modelo biológico del dolor a la esfera mental, lo que llevó a significar muchos procesos psicológicos como traumáticos. Desde la Destinología, lo penoso es la incorporación de un modelo divido, desesperación, de violencia, etc., que queda en la memoria a largo plazo a titulo de modelo potencial que en el futuro será externalizado con los sentimientos penosos que le acompañaron en su momento. En otros términos, cada sujeto posee un paradigma mental, un modelo de vida, una concepción particular sobre cómo son las cosas en las distintas esferas de la vida y que sirve como guión o modelo de actuación para cada sujeto. Podríamos decir también que lo “traumático” desde la Destinología es la imposibilidad de
cambiar los acontecimientos del presente que se nos presentan en su cruda condición y del cual resulta muy dificil salir incólume. Es decir, lo traumático son las repeticiones de ejemplos negativos de una generación a otra con la imposibilidad para simbolizar su efectos emocionales como la angustia, la tristeza, la incertidumbre, el miedo, etc. El trauma es un efecto emocional de un modelo negativo de vida cuyos símbolos anclan sus raices en un “jeroglífico existencial”. Tales vivencias, observaciones, conclusiones e interpretaciones sobre los sucesos de la propia historia emocional conforman un “modelo de mundo” particular que en Destinología denominamos “paradigma”. De esta manera, comprender a un sujeto desde su problemática significa comprender su modelo de mundo, sus interpretaciones sobre los hechos y padecimientos y el papel que los hechos penosos cumplen en su vida. Entonces, se comprende que lo que el sujeto actúa o concreta en su vida cotidiana se corresponde con su “paradigma de vida”, con su programa existencial. El paradigma individual de cada uno constituye otra manera de nombrar el “destino simbólico”. En otros términos, conocer el modelo de mundo de una persona significa conocer su paradigma, su sistema de interpretación de los hechos, sus pensamientos mas relevantes sobre los hechos relevantes de la vida: los hechos emocionales, la vida familiar, pareja, amor, etc. Entonces, el nudo central de un sujeto, el meollo de su historia, el “kid” de su vida se ubica en su paradigma, en su modelo particular que determina el “sentido” de todas sus manifestaciones. El paradigma se define como un modelo explicativo del mundo, a la vez que como un medio simbólico y sostén de la existencia. Como “sistema de interpretación”, que enmarca las actuaciones, posee una modalidad o estilo peculiar a cada sujeto. Como las experiencias individuales son únicas e irrepetibles en su esencia, cada paradigma posee su “núcleo central” o “verdad” individual que se manifiesta en la subjetividad a través de pensamientos y conductas. Los dispositivos de control automáticos (como la autoidealización, escotomización, resignación, etc.) constituyen medidas protectores de la “esencia” del ser. Para el destinólogo, es crucial el “punto de vista” o sistema de interpretación de cada sujeto. Tales sistemas de ideas, conllevan como efecto de sentido un “destino simbólico”. Son esas ideas las que debemos buscar en relación a las problemáticas existenciales expresadas por los “destinandos”. Podemos también caracterizar el paradigma de un sujeto desde los aspectos centrales de su historia: una mujer golpeada no estructura sino un tipo de vínculo conyugal caracterizada por la violencia recíproca para concretar los términos de su destino. Un hombre golpeador no estructura sino una familia conflictiva, violencia hacia la mujer, etc. Lo mismo decimos de otros síntomas como las obsesiones, paranoias, estados depresivos, entre otros. Constituyen términos descriptivos que aluden a la estructura profunda de nuestra mente, a saber, el “paradigma” personal, el núcleo de la subjetividad, la problemática central de un sujeto, lo que lo sostiene, su verdad. Todos los inconvenientes de un sujeto se vincula con esa verdad, con su programa y encontrar indicadores, escenas, historias de su vida que nos acerque a esa verdad constituye la función del destinólogo y de la Destinología. Podemos afirmar además que existen diversos tipos de paradigmas o destinos: estructurados, dispersos, íntegros, desestructurados, etc. Lo importante es que no se puede tomar como “patrón de medida” otros paradigmas porque cada verdad es única. El paradigma personal puede estar conformado por un núcleo central o característica principal como el caso de sujetos “perseguido” donde el mundo se divide en dos, en un perseguidor y un perseguido. Otros son dependientes, teatrales, caviladores, “enfermos”
de todo (sin tener nada), de animo variable (alternancias entre alegrías y tristezas), mundo e identidad dispersa, temerosos, misoginicos, etc. Es decir, los casos nombrados adoptan la cualidad de “paradigma personal” cuando dichas características engloban el destino de un sujeto o incluso el de un grupo familiar(destinos familiares). Existen semejanzas o similitudes en la historia de muchos sujetos, como los integrantes de una familia: los “S” poseen similitudes en el tipo de familia que estructuran, las pautas repetitivas, el trato a las mujeres, crianza de los hijos, actitud ante el trabajo, filosofía de vida, etc. Por lo tanto, lo general no excluye lo particular y singular.
Principios fundamentales del destino “La historia es una galería de cuadros que contienen pocos originales y muchísimas reproducciones” Alexis de Tocqueville
En términos metafórico, un sujeto puede observar lo que aparece en su “conciencia”, lo que podemos considerar como la imagen de un “monitor” de computadora, pero le va resultar muy difícil cifrar el “programa” que posibilita las imágenes y escenas. Es decir el sujeto ignora las relaciones entre lo que lo determina (su programa) y su “destino”. Sin un “programa”, le resultaría difícil pensar, caminar, escribir, leer o actuar con los demás. Sin embargo, las “escrituras”(supuesta como “memoria existencial) simbólica de nuestro destino, con su naturaleza repetitiva, supone ademas, los cambios que el sujeto introduce merced a los progreso en el autoconocimiento de su subjetividad en los avatares de la vida. Es el “principio de cambio”(o también “principio de creatividad”) y el “principio de repetición” que, en forma dialéctica(aunque desde una dialéctica asimétrica: a pesar de los cambios y variaciones, el nucleo central del ser, el propio destino, se resiste a todo cambio total), determinan el curso de nuestro destino. De esta manera, el principio de repetición, confluye con lo nuevo, los encuentros humanos y ello obliga a la adaptación o la resistrencia del sujeto a las propuestas de los demás. Mejor dicho, los encuentros no son al azar, ni tampoco indeterminados desde el exterior: cuentan los otros sujetos con sus respectivos “programas” y sus exigencias para cumplir con la “misión” que le depara el destino escrito en sus respectivos “logogramas”. De tal manera que, la dialéctica (relativa y superando en muchos casos el principio de repetición) se da entre el programa del sujeto y los encuentros respectivos entre los programas de cada sujeto. En otros términos, el “programa existencial” cambia debido a los vínculos, aunque podemos hablar de un “cambio de superficie” porque esencialmente, los encuentros aparecen como “puestas en escenas” o repeticiones del “paradigma” subjetivo, que resulta resistente a las influencias del medio social y cultural. A menudo, los cambios que un sujeto introduce en su vida se erigen en pequeños cambios respecto del marco o del escenario familiar(destino familiar), de pareja, etc., porque como ignora los términos o grabaciones de su programa mental, suele caer en las influencias de los modelos de conductas internalizados en el pasado. Existen casos de cambios radicales en el destino y son los menos. El ejemplo del joven marginalizado, pobre, que termina abogado, médico, profesor, político, etc., constituiría un ejemplo.
Los archivos que codifican los miles y miles de funciones de nuestro cerebro, como “el rol femenino” o el “rol materno”, etc., no tienen un “código consciente”, es decir, no están “nombrados” en el “disco rígido” y operan en forma “automática” según el “automatismo mental” típico de nuestro programa de vida. La “línea materna” como formato existencial transmitida por una madre a su niña, resulta demasiado fuerte e inconsciente como para que la futura mujer pueda analizar las causas de sus problemas de pareja o familiares. Si observamos a un hijo en relación al formato paterno, observaremos en sus conductas similitudes increíbles que ninguno de los dos han tomado conciencia del parecido. Ninguno de los dos busca esclarecer los orígenes familiares de tales pautas de comportamiento según un pensamiento causalista. Por ejemplo, la familia X y sus costumbres internalizadas por los hijos, que luego, toman tales conductas como “señas” o “marcas”(“símbolos”) representativos de su pertenencia a la familia X, aunque nunca elaboren un nexo entre el pasado y sus vicisitudes y el presente como efecto de aquellas conductas. Podemos describir el principio de repetición y cambio en un ejemplo familiar. La familia “Z”, cuyo modelo principal(“Palo”) se localiza en la madre de las cuatro mujeres que vamos a nombrar Teresa, Francisca, Adela y Mercedes respectivamente. La madre de las cuatro había sido madre soltera a los 17 años y cedió en crianza a su primer hijo, llamado “Rubio” por la familia. De éste suceso, la Sra. Mercedes nunca habló a nadie en forma explicita y luego de 45 años decidió contar la verdad a sus hijas. La verdad de que había sido una madre soltera que dio en crianza a su primer hijo y luego se juntó con otro hombre, del cuál se separa por causas de infidelidad y violencia de pareja. Tal el argumento existencial de ésta señora. ¿Cómo fue el destino de las cuatro hijas?. No hace falta imaginar mucho. La primera hija tuvo un hijo que se le murió al nacer, como equivalente simbólico o imitación representativa de la “pérdida” o “desaparición” de un hijo de su propia madre. Lo mismo para las demás hijas. Cada un de ellas tuvo su “angelito” (forma en que se nombra a los bebés que mueren al nacer en el norte de la Argentina). En la cuestión de pareja, cada una de ellas culminó sola al cruzar los 40 años, previa violencia recurrente de pareja e infidelidad. Dos de ellas convivían aún con sus respectivos maridos, aunque sin tener una relación de pareja, debido a la imposibilidad de expulsar o dejar definitivamente a sus respectivos maridos. En resumen, las hijas repitieron la historia de la madre en forma similar, con pocas variantes, y con una similitud impresionante. Des el punto de vista destinológico, el destino de éstas cuatro mujeres constituyeron una “puesta en escena” de un “guión inconsciente” escrito en la familia de origen con el modelo materno como “línea dominante” en la familia.
¿Un destino “Teleonómico”? “Y llamó Jacob a sus hijos, y dijo: Juntaos, y os declararé lo que os ha de acontecer en los días venideros” Santa Biblia, “Profecías de Jacob acerca de sus hijos”
¿Es el destino pasible de ser explicado desde un enfoque puramente causal y determinista?. ¿Existe una simple “linealidad causal” entre un antecedente (como la
“herencia psicológica” de índole transgeneracional o intergeneracional) y un consecuente actual en la vida de un sujeto? Los “a prioris” (legados, mandatos, misiones. profecias familiares, etc.), ¿determinan nuestro destino?. Los “aposterioris” (finalidad existencial perseguida, objetivos de vida, metas, propósitos ideales, sistemas de vidas a concretar, etc.) ¿determinan el curso último de toda una vida?. La teleología o “finalismo causal” lo es todo?. Los interrogantes son muchos y requieren de explicaciones superadoras de la “teleología del destino”. Al respecto, parecería que el carácter finalista o teleológico del destino resulta consecuente. Sin embargo, resulta necesario, aunque no suficiente. La faceta teleológica del destino resulta atractiva aunque requiere que desmenucemos sus términos. Puede creerse así que el destino está “determinado por su finalidad”, por su objetivo final consistente en el cumplimiento de un “programa”, una misión existencial, un estilo o modelo de vida, etc. Claro es que para el “determinismo finalista” el objetivo final rector se erige en el determinante principal del destino. Desde éste punto de vista, el destino está orientado y la vida de un sujeto posee un puerto seguro en su gran viaje. En esta opinión se enrola un viejo psicólogo- Alfred Adler- creador de la “Psicología del individuo”, quien sostuvo que los procesos mentales, el carácter, los síntomas, etc., se dirigen hacia una meta, hacia un objetivo final rectora, según un finalismo muy claro como causa de la vida psíquica. Son las metas de vidas como el éxito, el ser superior, etc., u otros objetivos más o menos realistas. A decir de Adler, es la “meta final ficticia”, la que forja nuestro “estilo de vida” singular. Según este enfoque teleológico y finalista, para comprender los conflictos humanos simplemente debemos preguntarnos cuáles son los objetivos que persiguen. De esta manera, los segmentos o “momentos” en la vida de un sujeto son regidos por el objetivo final o “meta final ficticia”. De la misma manera, para compreder un destino, debemos preguntar por su finalidad. Sin embargo, resulta imposible legitimar el “modelo finalista” en forma exclusiva. Sin duda, el destino está determinado por una finalidad(oráculos familiares, profecías, “biografías anticipadas”, “nominaciones” y predicciones paternas, y en suma, el “deseo” de los padres. Pero esta finalidad-y para tomar distancia de un enfoque meramente finalista del destino- se apoya al mismo tiempo en los aportes del pasado y en las influencias del presente. Por lo que los objetivos o finalidades se fundan en el “Logos” o “programa de vida” cuyos orígenes se remontan muchas generaciones en la historia de una familia (eje transgeneracional del destino) y en los deseos y profecías paternos (eje intergeneracional del destino) que posibilitan al sujeto la “escritura” de su destino en un “programa de vida” potencial y simbólica. Al mismo tiempo, el logograma del sujeto puede ser “resignificado aposteriori” como sostenía Schopenhauer (Parerga y paralipomena) y el propio Freud(síntoma y sexualidad en dos tiempos, resignificación aposteriori). Este proceso de resignificación se intensifica en la adolescencia donde el sujeto comienza a poner en escena los términos de su propio destino en forma activa e inconsciente. Es el momento en que “re-presenta” activamente los términos del “guión existencial” que porta en su logograma (programa de vida). Por ello, planteamos que el logos impone la necesidad de tender hacia una meta de vida, hacia un destino. Tal el “sistema de fuerzas simbólicas concurrentes” que orienta la “línea de vida”, el estilo de vida, organizando la experiencia y las ideas en consonancia con los dictados simbólicos (Destino escrito, impuesto) del propio programa existencial. Incluso, lo que se denomina “deseo”-en psicoanálisis- como fuerza impulsora de la vida mental halla su génesis en un programa mental que la posibilita. No creemos que exista un “deseo antecedente” y un “programa consecuente”, debido a que se engendran en forma recíproca. De lo contrario, la vida sexual, el goce o el deseo tenderían hacia el caos de experiencias, cuando no a la desorganización anárquica de la conducta que-supuestamente- tendería hacia la “renovación continua”, improbable e imposible de
sostener. Según este enfoque finalista, el destino es “la línea”(dispositivo simbolico estructurado y estructurante, organizador existencial, guión) de comportamientos que brinda el norte y organiza nuestra vida. Por lo tanto, el “determinismo finalista” permite que cada segmento de conducta, como la sexualidad, vida intelectual, inteligencia, pensamientos y emociones, etc., sean congruentes con este plan de vida programada. En el sistema de Adler, la meta es alcanzar la superioridad, pero en destinología, la meta es la consecución de un programa de vida cuyos términos simbólicos escritos en el “libro de la vida” (cerebro, Inconsciente, logograma, memoria existencial) deben ser interpretadas y devueltas al sujeto para la promoción de un nuevo enfoque existencial (destino elegido, cambios relativos). De esta manera, el sujeto comprendería su propio paradigma existencial, las “anomalías” y “crisis existenciales” de su “viejo paradigma” y el surgimiento de un nuevo punto de vista, una nueva manera de ver su vida: su nuevo paradigma. Continuando con el replanteo del enfoque exclusivamente teleológico del destino, sostenemos que el determinismo finalista (aunque no un “determinismo en sentido fuerte” sino relativo y probabilístico) posee varios destinos, a saber. En primer lugar, el logograma y su objetivo de vida tiende a concretar los términos simbólicos(automatzado como programa simbólico) de su propia misión, su propia realidad resultante, su propia meta, por sobre las exigencias sociales y comunitarias. Es la asimetría entre el “modelo de mundo del sujeto” y la “realidad social” y cultural. Por ello, el finalismo se erige como un “factor subjetivo”, que se aleja o acerca a la “realidad común” pero que conlleva una visión y un objetivo –por sobre todo-individual y de índole más o menos ficticia. La vida puede regirse por ficciones, aunque éstas se hacen “carne” y hacen destinos. En segundo lugar, la búsqueda de concreción de la propia meta, puede obligar a “negociaciones” (según las propias reglas del propio “ajedrez existencial”) y estrategias para finalmente cumplir con los propios objetivos. En tercer lugar, las influencias sociales y comunitarias pueden imponer “cambios relativos” en las premisas del logograma, aunque no en forma total y nueva. Esto explica, por ejemplo, que muchos inmigrantes conserven y defiendan su sistema de vida a través de muchas generaciones. De la misma manera, los cambios tecnológicos y culturales suelen operan cambios, aunque no en los aspectos cruciales de un destino como lo son los aspectos emocionales, pareja, modelo de paternidad, de familia, etc. Tales, sobreviven a los embates de los medios y la educación, y por ejemplo, la sociedad mediática poco puede influir-solo en los aspectos imaginarios, con los modelos identificatorios inducidos como en caso de las “telenovelas” y sus modelos identificatorios “sugerentes”) en una joven destinada al divorcio o a la violencia de pareja. Por lo tanto, el finalismo del destino resulta solo parcial y debemos ahondar en una visión alejada del determinismo exclusivamente causalista del destino que nos permita una explicación al mismo tiempo teleológico pero también anclado en los factores “a prioris” de la historia del sujeto. En este sentido, se observa que el destino es “proactivo” al tender hacia una finalidad futura (aspecto teleológico), por un lado, y por el otro, “retroactivo” al movilizar las adquisiciones previas del sujeto, los mandatos familiares, deseos paternos, habilidades aprendidas, etc. Esta duplicidad dialéctica la podemos denominar “Teleonomía” debido a que considera no solo los aspectos finalistas del destino sino sus raíces pretéritas. Al respecto, el termino “Teleonomía”(del griego “telos”=finalidad, y “nomos”=orden, regularidad, ley)-tomado del biólogo Jacques Monod-alude al carácter “pro-gramado”, estructurado, u ordenado del destino y al mismo tiempo regido por una finalidad especifica en cada sujeto(lo que en destinología denominamos la “misión existencial”, mandatos familiares y sociales incorporados). De un lado, el “nomos” de un
orden de cosas construidas en la mente a título de “programa simbólico”, y del otro, el aspecto finalista o “télico”, la finalidad particular que cada sujeto es forzado a concretar. De esta manera, la “tensión existencial”(todos los problemas humanos lo son) entre los “aprioris” de las inscripciones simbólicas construidas en el logograma desde los aportes transgeneracionales e intergeneracionales, y los “aposterioris”, fundan la “dialéctica singular” de nuestro destino. Ésta dialéctica entre lo apriori y lo a posteriori opera “superando”(el aufhebung Hegeliano) el puro determinismo del pasado (como el enfoque psicoanalítico, etc.) tanto como del futuro de los enfoques teleológicos o finalistas. Esta verdadera Teleonomía o vinculación dialéctica entre el finalismo del destino con el “nomos”, ley u orden del mismo, constituye el principio rector principal del destino. Los dos principios del destino ya explicitado por la destinología, a saber, el “principio de repetición”, y el “principio de cambio”, encuentran su unidad en ésta dialéctica singular. El principio de repetición encuentra su lógica en el aspecto legal o nomológico del destino a través de la insistencia repetitiva de los modelos simbólicos que trascienden la historia del sujeto a través de generaciones(transmisión transgeneracional e inconscientes de deseos y sistemas familiares, etc). Por su parte, el principio de cambio como aspecto teleológico del destino, opera motivando hacia los objetivos de vidas. Le corresponde el eje “intergeneracional” de las transmisiones de una generación a otra, teniendo como efecto el “refuerzo” de los legados, mandatos y sistemas familiares. Por lo tanto, el principio teleonomico, no puede ser considerado desde un enfoque púramente lineal y causal y menos aún desde un “determinismo fijista” del pasado en relación al presente y el futuro del sujeto. Según este enfoque, no sólo debemos preguntarnos por la finalidad que persiguen las conductas de un sujeto determinado, porque también debemos preguntar por el aspecto nomológico u orden programado como a priori que posibilita nuestr destino. El concepto de “programa de vida” obliga a considerar el destino como condicionado por una finalidad intrínseca al par que determinado por un ordenamiento simbólico previamente estructurado y estructurante. En este sentido, el destino está programado y es teleonómico. Sin embargo, no debe entenderse en el sentido de que ya “todo” está prefigurado sino que existen variaciones en el destino de una persona al par que adecuaciones del programa a las nuevas circunstancias de la vida. Es la diferencia entre un “destino impuesto” y un “destino electivo”, donde el poder de la conciencia y la capacidad para elegir son trascendentales. En muchos casos, un mismo objetivo de vida como por ejemplo el éxito puede ser alcanzado por muchos caminos diferentes. Las condiciones iniciales(estilo de crianza, sistema familiar incorporado, profecias u oráculos familiares, condicionamientos de clase, influencia cultural, el “habitus”(Bordieu)) no son determinantes. Ni tampoco los objetivos finales(ideales familiares, destino buscado, etc) o teleológicos. Entre ambas, ubicamos a nuestro sujeto y su capacidad para elegir en el marco de “orden prescriptivo” al par que electivo(posibilidades, alternativas). Sin embargo, el logograma opera en sentido autónomo marcando los surcos del destino del sujeto. Lo que se observa en todo destino es la exteriorización de un modelo o estilo de vida, junto a una “reconsideración” o reconstrucción del programa en un marco de relaciones “nuevas”. Los nuevos datos son asimilados a la propia cosmovisión, al propio modelo de mundo. Al respecto, no existe una “acción directa” de los factores culturales, sociales o económicos sobre el destino de un sujeto. Como intermediario, “filtro” y “dispositivo de percepción e interpretación” tanto como de comprensión y decisión, se encuentra el logograma. Son sobre todo, los problemas de toda índole (pareja, familia, economía, divorcios, suicidios, etc.) los que logran forzar hacia variaciones en el “destino original” de una persona. La plasticidad del logograma se relativiza a cambios de “formas” que, en
el fondo, no modifican el “destino total”(contenido) de una persona. Por conclusión, todo destino persigue un fin pero en el marco de un “programa prescripto”, pasible de cambios de “formas” como de variaciones que desembocan en un nuevo destino elegido.En este sentido, el destino es teleonómico porque presenta un orden apriori (programa de vida, logograma) y una finalidad a posteriori (direccionado la vida hacia ciertos fines específicos). Por lo tanto, hay algo de lo “interno” que orienta nuestro destino y algo de lo “externo” cuando los factores sociales, culturales influyen en el destino. Ese algo de lo “interno” para el padre del psicoanálisis es la “neurósis de dstino”.
La “Neurósis de destino” segun Freud
“A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo” Jean de la Fontaine
Para el psicoanálisis de Freud, la vida de un individuo no consiste sino en una repetición, en una “placa estereotipada” de la cuál saca ejemplares indefinidos en el transcurso de su existencia. Esto es corroborado en el transcurso de los “psicoanálisis” que culminan en muchos casos en una “imposibilidad” de “curar” tales “compulsiones de destinos”, cumpliendo con lo aseverado por Freud ha rato: “Educar, curar y gobernar” como imposibles del psicoanálisis. Esta repetición de la que nos habla el psicoanálisis, consiste en un “automatismo” de índole “Inconsciente”. ¿En qué consiste?. Consiste en que el individuo repite en su vida actual las experiencias infantiles primeras y penosas. Repite en forma automática las formas en que resolvió las problemáticas de la sexualidad infantil. Si las experiencias infantiles primeras fueron traumáticas, es decir, no pudieron ser elaboradas en forma positiva, el individuo no podrá adaptarse porque repetirá constantemente, en cualquier grupo, el mismo patrón de experiencias: ser abandonado real o emocionalmente, fracasos repetitivos, autosabotage en los emprendimientos, problemas de parejas recurrentes, etc., que tienen sus modelos en las primeras relaciones familiares. En otros términos, el “automatismo de repetición” o “compulsión a la repetición” se define como la tendencia a la repetición de experiencias penosas, como fracasos, conflictos, rupturas, problemas de amores, soledad, peleas de parejas, etc., que, aunque placenteras para el “Inconsciente”, es sentida también como displacer para la conciencia. Según Freud, constituye un principio que actúa “mas allá del principio del placer” en el sentido de que es mas fundamental que la simple búsqueda del placer y la evitación del dolor. Se basa en las repeticiones de los mismos errores y fracasos de siempre. Tales sujetos vuelven a estructurar situaciones penosas y de fracasos en forma repetitivas y masoquistas. Esto explica las conductas autopunitivas (suicidios, experiencias desgraciadas, “tragedias” o conflictos existenciales penosas, fracasos, etc.). Se explican como la repetición de una necesidad que busca satisfacción pero que esta mas allá de la búsqueda de placer. Sobre todo, lo que resalta es la persistencia de conductas inadaptadas
y penosas, aunque inconscientemente producen satisfacción. A la “compulsión de repetición” también se la denomina “Neurosis de destino”, y que se caracteriza por ser el sujeto el autor de experiencias que lo victimizan. Esto significa que aparentemente, el sujeto aparece como la “víctima” de la situación que lo somete, aunque sea él mismo quién haya estructurado la situación en forma inconsciente. Sujetos que en el trabajo vuelven encontrar el oposicionismo ante la autoridad, una y otra vez, perdiendo el trabajo, hombres que vuelven a encontrar los mismos errores en cada nueva mujer que encuentran, separaciones repetitivas, fracasos en los estudios como en el caso de los estudiantes “crónicos”, quienes, sin darse cuenta, estructuran una situación escolar contrarias al éxito y muchos otros ejemplos cotidianos. Tenemos algunos ejemplos triviales como el filántropo finalmente abandonado por sus “amados” seguidores, el amigo traicionado, personas que elevan al rango de autoridad al semejante para luego destronarlo y elegir otro para luego..., amantes que repiten siempre el mismo patrón de conquista y separación, etc. En todas estas situaciones resalta el significado del término “automatismo” y el de “repetición” que son los términos que nos interesan para armar el modelo de destino desde la teoría psicoanalítica. En el caso del automatismo, nos da una idea de algo que sigue un curso automático, predeterminado, con regularidades fijas en el destino de un sujeto, e incluso nos habla de “modelos” o pautas de conductas que se vuelven a aplicar ante cada nueva situación. Por lo tanto, el concepto de “automatismo” reúne-aunque parcialmente- las características de lo que nosotros denominamos “funcionamiento automático del Logograma” (“Programa existencial”). Especifiquemos algunas de sus caracteristicas(todavía hipotéticas): * Constituye un patrón fijo e ignorado que se repite en forma estable a través del tiempo, * Se repiten modelos o patrones de conductas, * Existe roles o funciones ya inscritos en la estructura del sujeto a título de “pasos predeterminados” o programas a seguir, * Consiste en algo que frustra al sujeto aunque desde el punto de vista de la mente inconsciente, el sujeto obtenga satisfacción al concretar su deseo más íntimo, * Aparece como algo autónomo, que opera a pesar del sujeto y determinando su destino, * Es algo psicológico, construido en el transcurso del crecimiento del sujeto, * Contiene ideas y pensamiento que son concretadas o actuadas en un escenario siempre repetitivo, * Es eficaz, simbólico y representativo de otros momentos de la vida del sujeto y en que este padeció una satisfacción excesiva o una frustración traumática. La idea de “repetición” no consiste simplemente en que el sujeto repita en forma idéntica las situaciones más importantes de su pasado emocional, sino que suelen existir nuevos elementos en los nuevos escenarios en que asiste el sujeto. Pero como habíamos afirmado ya previamente, el aspecto repetitivo y “compulsivo” del destino como sostiene Freud resulta parcial debido a que el destino de un sujeto se conforma tanto de las repeticiones de lo que el sujeto observó e internalizó en base a decisiones tempranas como de los “deseos” y modelos familiares deducidos por el mismo. Esta conclusión surge del principio “Teleonómico” del destino en que no solo cuentan los modelos internalizados y vuelto a repetir (Principio de repetición, complejo de Sísifo) sino los aspectos teleológicos o finalidades de cada conducta. Esto último se relaciona con los deseos paternos que posibilitan la reedición de los modelos construidos, tanto como los deseos paternos en relación al futuro del niño. Para ahondar en éste concepto de “compulsión de repetición” vamos a traer unos trazos
de Sartre, que, en una de sus obras denominada “Les jeux sont fait”(“La suerte esta echada”), nos habla de dos sujetos que se encuentran en el mas allá, y que, ante una nueva oportunidad, observan de cerca los detalles de su accidente. Consideran que si pudiesen vivir de nuevo sus vidas, todo iría distinto. Se les da la oportunidad de vivir de nuevo, aunque vuelven a repetir los mismos errores que condujeron a la muerte. La gran enseñanza que nos deja estos trazos de Sartre es que, a pesar de la conciencia y el deseo consciente de las personas, los seres humanos solemos vivir situaciones repetitivas que se encuentran “más allá de nuestra” conciencia y en esto, Sartre se acerca a los aportes de Freud respecto de la repetición inconsciente en la “Neurósis de destino”. En un ejemplo, una abuela erigida en “madre sustituta” de un supuesto nieto recién nacido(que en verdad habia sido dejado en crianza por una pareja de extranjeros que habia “pagado” mucha plata, ademas de una promesa de volver a buscar al niño), profirió un día el enunciado decisivo para la vida posterior de aquel niño cuyos padres no volvieron a aparecer: “Nació pelado, entonces será doctor. Los chicos así son inteligentes”. La historia posterior se encargó de concretar la profecía (deseo). El niño, sin saberlo, salió doctor. Tal el descubrimiento de la Destinología sobre nuestro destino y su relación con los orígenes de nuestra subjetividad: el sistema de vida, el destino de nuestros padres y familiares significativos. De ésta manera, desde la Destinología reinterpretamos el concepto de inconsciente desde una óptica que privilegia la verdad simbolizada y contenida como “programa” que conlleva el deseo (deseo como deseo de un modelo de vida) de los padres como determinante del destino de un sujeto. Esta “verdad” posee, sin embargo, varias “opciones existenciales” o alternativas que abren el panorama hacia un “destino alternativo”.
¿Destinos Alternativos? “Porque puede ocurrir que sean las fantasías de la madre las que orienten al niño hacia su destino” Maud Mannoni
En principio, el destino se nos aparece como lo que permite explicar lo inexplicable de las repeticiones y variaciones en la vida de un sujeto. Desde el punto de vista de la causalidad temporal, la repetición invierte la serie causal clásica del tiempo: el efecto aparece con anterioridad a la causa. Esto origina un sin-sentido, un vacío, que buscamos explicar desde el enfoque deterministas o desde enfoques indeterministas. Pero a la ciencia no le queda sino lo primero: la búsqueda de las causas de las repeticiones y cambios en la vida de un sujeto. Los indeterministas que minimizan los determinantes biológicos, psicológicos, sociales y culturales con la pretensión de que en la vida de una persona existen solo “azares”, y variación continúa. Con la “huida” hacia el azar no se logra entrever que el Destino está condicionado, (es el “Todo que organiza las partes”), y sigue “patrones simbólicos” detectables con los métodos actuales (la hermenéutica, el destinograma o análisis del destino de los antecesores, técnicas proyectivas, etc.) de interpretación de las ciencias humanísticas. Los procesos simbólicos como el lenguaje, el pensamiento, la inteligencia y las habilidades corporales y sociales se apoyan en pasos
predeterminados y automatizados en la mente a título de “programas”. El conjunto de esos programas integrados y organizados se denominan “logo-grama” o “Logos”. Este de logo-grama se exterioriza a través de estrategias y tácticas de comportamientos como un verdadero juego de ajedrez existencial. Es lo que nos permite comprender los motivos o causas de un destino tanto como el sentido o “dirección” de la misma. Pero, sin priorizar causales del tipo “elementalista” como la “voluntad de poder”, “sexualidad”, “libido”, “goce”, etc., la destinología busca las causas del comportamiento en los “moldes simbólicos” anclados en la mente de cada uno y que son regidos por el “principio teleonómico”, que enlaza el determinismo causal eficiente (del tipo “motivación” o causa inconsciente del destino) con su finalidad(causa final) o aspecto teleológico de la misma. Al respecto, la figura simbólica o modelo existencial de un padre puede ser la “causa” formal principal del destino de un hijo. El ejemplo de Borges es singular: contaba que su padre deseaba ser escritor y que su destino de escritor significó la concreción de los deseos de éste padre. En este sentido, resulta crucial el deseo de los padres respecto de los hijos. En honor a ello, hemos bautizado como “Efecto Borges” a aquellos destinos estructurados por el deseo de los padres. Ello permite diferenciar los destinos repetitivos del mismo sistema de vida de aquellos que materializa un deseo y los nuevos ideales y sentidos que conlleva. Sin embargo, podemos sostener que también cuenta el deseo de la Madre, y el del propio del sujeto, determinando el destino del sujeto la conjugación de estos deseos. Pero resulta crucial también considerar que el deseo del sujeto es de suma importancia debido a que las decisiones que posibilitan las internalización de los modelos patrones simbólicos los realiza el sujeto desde su visión y deseo personal. Al respecto, y fundado en el deseo paterno, Borges “escribió” (y toda su obra no habla sino del destino) su propio destino. Continuando con la línea de propuestas, decimos que lo trascendental en este momento es que no podemos creer en un “Destino único” debido a que el logograma de un sujeto se compone siempre de “Destinos alternativos” o “destinos potenciales” de menor intensidad motivacional incorporados por el sujeto en el curso de su estructuración. Esto se debe a que el destino del sujeto siempre es compuesto y abarca tanto el deseo del padre como el de la madre. En este sentido, si el destino del sujeto proviene de la línea paterna como línea dominante, deducimos que el “destino inducido”(deseado y buscado) por la madre resulta en una opción alternativa. Podemos entonces, orientar la exégesis del destino hacia la línea dependiente y construir un camino hacia la misma. Resulta imposible que el sujeto posea una sola “opción existencial” (de destinos a seguir) para elegir, como el modelo paterno por ejemplo. Y por consecuencias debemos indagar en el “deseo materno” y su “línea familiar” debido a que en la misma podemos encontrar los “modelos simbólicos alternativos” construidos por el sujeto gracias a las “inducciones maternas”, y conclusiones del sujeto, u otros integrantes significativos de su linaje. Puede ser el caso del chico frustrado por el Padre en un contexto familiar conflictivo y que por lo mismo considere como “modelo opcional” y afectivo al integrante de la línea a familiar marcado por la Madre como “adecuado” (en su rol masculino y como padre sustituto), un abuelo o el tío por ejemplo. En otro sentido, el logograma posee un formato abierto y adaptable a otros estilos existenciales. Mejor dicho, si el destino en que se encuentra atrapado un sujeto resulta inoperante, este podrá movilizar las opciones alternativas y potenciales preexistentes en su programa y lograr así un destino alternativo más acorde a sus expectativas. Ello implicaría un cambio de orientación en su destino o incluso, una “transacción” entre un destino de sufrimiento y otro de menor monto de sufrimiento. Resulta además imposible la renuncia total a los fundamentos del ser debido a que se encuentran ancladas en lo más
hondo del programa y el acceso a las mismas siempre es en forma indirecta, a través de sustitutos como los recuerdos, fantasías, anécdotas, destinograma, etc. Cómo explicar este proceso de elección de un destino alternativo? Para fundamentar esta hipótesis, debemos sostener que cada sujeto posee en su logograma varios destinos potenciales y opcionales a título de “reservas simbólicas potenciales”. Cuando el modelo simbólico principal resulta inoperante para la adaptación del sujeto o para los fines de su deseo, este puede acudir a su reserva de modelos potenciales que le permitirán estructurar otro destino como alternativa existencial. Es lo que podemos denominar “cambio de destino”. El caso del chico abandonado a temprana edad y que siguiera atentamente el modelo paterno según los dichos maternos, para luego ser orientado hacia otros modelos presentes como un abuelo o tío, resulta ejemplar. El dicho “A falta de pan buenas son tortas”, resulta una gran verdad. Pero lo decisorio de todo esto es que el sujeto requiere siempre de un “palo” para conformar su astilla personal. Una prueba de todo esto lo podemos encontrar en el ejemplo en que un sujeto es sugestionado por el destino de otro. Es caso del cantante que asume el destino de otro (en su faceta imaginaria) y que culmina su vida en forma abrupta y muy similar al del modelo emulado. El caso de la joven dado en crianza con la abuela y cuya madre reinicia su vida en otra familia nos explica esta situación: su destino se compone del destino materno al mismo tiempo que estructura el modelo de la abuela como destino suplementario para optar. En otros términos, por un lado, simboliza el modelo materno y paterno abandonista, pero por el otro incorpora el modelo del abuelo y de la abuela como pareja constituida y como calco afectivo. En definitiva, el destino compuesto de esta joven se debatirá, seguramente, en dos tiempos sucesivos a saber, entre un momento de concreción del modelo materno abandonista con sus propios hijos, para luego optar por el modelo de la abuela compuesto de una pareja estable, etc. En pocas palabras no existe el “destino único” en la vida de un sujeto y todo destino es compuesto debido a la existencia de caminos opcionales alternativos que, como verdaderas rutas de la vida, nos posibilitan tomar un rombo u otro según las circunstancias de la vida.Sobre todo en los casos en que el destino-modelo fuera cambiante, con virajes, retrocesos o inclusos saltos hacia adelante. Los sujetos que han incorporado solamente un estilo de vida como es el caso de las “familias cerradas” (sin modelos opcionales mas que lo que cada línea familiar ofrece a través de los padres) y compuesta solo de padre, madre e hijos (familia nuclear), no poseen muchos recursos simbólicos opcionales para elegir. Pero en el caso de los sujetos que pueden interactuar y cifrar diversos modelos de familias (familias ampliadas), al convivir con los abuelos, tíos y tías, pueden finalmente estructurar diversos modelos que en el futuro le permitirán una opción diferente. Pero, debemos asegurar que los modelos “fundantes del destino” son fundamentales, poderosos y determinan decisivamente el destino de cada sujeto. Estamos hablando de los padres y sólo, secundariamente pueden entrar otros modelos a título de “modelos simbólicos opcionales” como lo son los abuelos o tíos, entre otros. En otros términos, los “Destinos potenciales” o alternativos se originan en el curso de la socializacion primaria y secundaria a través de la interpretación e internalización de diversos modelos existenciales que implican varios destinos opcionales a seguir. El caso del hijo que sigue el destino paterno pero posee en forma potencial el destino del abuelo, del tío, el padrastro etc., inducido por la madre u otros personajes significativos es claro. De esta manera, el logo-grama de muchos sujetos resulta compuesto con una diversidad de modelos potenciales que las circunstancias obligarán a asumir. Pero cabe aclarar que la asunción de un destino potencial se supedita a la “dialéctica emocional” (atracción, rechazo, abandono, indiferencia, maltrato, exclusión, abuso, etc.) del sujeto con sus
programadores: un padre autoritario y frío obliga a valorizar e incorporar otros modelos sí se encuentran disponibles. De lo contrario, el sujeto queda atrapado en un destino único como sucede en muchos casos. Cuando un niño asiste en forma repetitiva y cotidiana a los ejemplos familiares, puede incorporar solamente un modelo de familia, lo que condiciona la estructuración de un destino único y cerrado. Desgraciadamente, la organización de la familia en una “casa única” (El hogar) en nuestra cultura, determina un sujeto de mentalidad casi única en materia de destino. En forma regular, somos alienados a un modelo cerrado de familia, de padre, de madre, etc.La escuela y los medios no logran sino influenciar en pocas medidas el circulo cerrado de los destinos circulares que se retroalimentan através de generaciones: el nieto que sale al abuel...a través del padre que es identico a su propio padre...similar al padre, etc. En un todo integrado, el logograma organiza la totalidad de los “subprogramas” (emocional, sexual, la inteligencia, habilidades sociales, etc.) desde una línea de vida que nos permite hablar de un destino. De esta manera, cada subprograma aparece atravesado por un hilo conductor regido por el programa principal que es el Destino. Este “destino” se funda en el papel del símbolo como soporte de múltiples sentidos que hablan de una vida cifrada e interpretable.
Parte IV
La Interpretación simbólica del Destino
¿“Hermenéutica” del Destino?
Según el punto de vista de la Destinología, se considera a la hermenéutica como disciplina interpretativa, de exégesis y búsqueda de sentido del discurso del sujeto respecto de su Destino. Es decir, el sujeto como un activo intérprete de su destino tanto como protagónico en la escritura del mismo. El destino mismo de un sujeto o familia no constituye sino el producto de su interpretación. La construcción e interpretación del destino de parte del sujeto dura toda la vida. No tiene un “tiempo” cronológico sino “lógico”, intemporal (“acrónico”). Nuestro programa mental no sigue el tiempo sino la “lógica circular” inherente a todo destino. De esta manera, el destinólogo considera que el sujeto vehiculiza su programa existencial a través de su discurso(se lee “entre línea) y su rol consistirá en interpretar los efectos de su programa y que nominamos como destino. De esta manera tenemos un discurso “proyectivo” del sujeto, es decir un discurso que
vehiculiza su verdad(su historia potencial y real, su misión en la vida, su posición existencial, su rol en la vida, etc.) a través de los acontecimientos e ideas representadas en su pensamiento. Los símbolos que exterioriza a través de su palabra se erigen como polisémicos, es decir que implican múltiples significados que el destinólogo relacionará activamente con los acontecimientos concretos de su vida. De esta manera, desde la hermenéutica como ciencia interpretativa del destino de un sujeto, debemos considerar al mismo como un todo estructurado por su destino, por su “programa” y que a través de su discurso vehiculiza las expectativas de su vida, los patrones regulares y repetitivos de su destino, las imágenes “destinantes” que lo mantienen cautivos, y su posición simbólico(el destino que cumple) en el concierto “destinos” de un linaje familiar. Esto se logra con el “destinograma” como estudio de los destinos de los antecesores del sujeto, de la que él constituye un “eslabón” de la cadena de destinos sucesivos. Considerar al sujeto como determinado por su programa, significa que este programa simbólico está estructurado de forma múltiple. Mejor dicho, sea que nuestro programa se estructure en base a pensamientos y habilidades automáticas, en base a modelos familiares internalizadas en forma temprana, en base a mitos o predicciones inducidas por los padres, como un proyecto de vida inconsciente, o como una herencia psicológica plasmada a través de pasos predeterminados en forma potencial y que luego se materializan en el curso de la vida de un sujeto, es indudable que los elementos emergentes de este programa, a saber, símbolos y conductas concretas, nos remiten a una causa ignorada: el destino de un sujeto. La interpretación de los símbolos, resultan necesarias porque brindan una perspectiva del sujeto y su programa existencial tanto como sobre el carácter determinista de la misma. La interpretación simbólica de los representantes de su programa, a saber, imágenes, recuerdos, fantasías, pensamientos, pautas de conductas, organización actual de la vida del sujeto, expectativas, temores, conductas penosas, etc., que posibilitan un modelo abstracto(inferido) aproximado del destino del sujeto-. Sin embargo el rol del destinólogo no consiste en una simple lectura decodificatoria o positivista de los datos. Por el contrario se considerará el carácter polisémico de los elementos citados por el sujeto por lo que se respeta el carácter de ser simbólico de los individuos. Surge entonces que la tarea consiste en descifrar, interpretar inscripciones, escenas relatadas por el sujeto, buscando totalizar el destino o la historia particular de cada uno. Por un lado debemos tener el eje sincrónico de las situaciones actuales de la vida del sujeto pero por otro el eje día crónico que nos remite a la historia simbolizada del sujeto y que surgirán en una construcción conjunta y progresiva entre el destinologo y el consultante. Sin embargo no consiste en buscar la “historia real y verdadera” tal cual ocurrió. Lo que se busca es la historia “historizada” por el sujeto. Y la búsqueda del sentido del sujeto, o mejor, su destino, consistirá en concatenar las diversas explicaciones respecto de sus historias, de sus fantasías y ocurrencias, los sucesos de la vida, las regularidades entre las mismas, la similitudes entre el comportamiento de una mujer y la de su madre, la tía o la abuela entre, etc. En pocas palabras, el rol hermenéutico del destinólogo consiste es la realización de una “semántica del destino”, o mejor, en una recuperación consciente del orden de los sucesos (según la interpretación del sujeto) anclados en su “guión existencial”. Esto significa relacionar los sucesos actuales, y las asociaciones del sujeto(historia familiar), igualmente relatado por él. En este sentido, considerar a un sujeto desde un discurso explícito o enunciado, como lo sostiene la lingüística, y un nivel de enunciación, nos ayudan a entender que cuando relata su historia lo realiza desde una posición particular es decir desde un programa que orienta sus asociaciones. En pocas palabras se trata de elucidar el discurso del programa simbólico a través de un lenguaje metafórico o
indirecto y que nos brindarán las “pistas” sobre el destino de un sujeto. Sin embargo, la “verdad” inmersa en el programa de un sujeto, constituirá siempre un punto de enigma o lagunas de la memoria difíciles de salvar debido a la complejidad de los símbolos construidos en el curso de la internalización de un destino. No todo los contenidos de un programa puede ser hecho consciente, y por lo tanto la Destinología consistirá en una “ciencia conjetural”, una ciencia hipotética que fundamentará su accionar en un marco teórico que sostiene que nuestro programa existencial codifica un destino. Finalmente lo que interesa a la Destinología como hermenéutica del destino, es el sujeto de las postulaciones antes mencionadas, sujeto que está “más allá” de un simple discurso consciente y de un pensamiento manifiesto. Por lo tanto el destinólogo debe recurrir a la interpretación de lo que este sujeto verbaliza y que conlleva los elementos de su destino y que, una vez relacionado con los aspectos concretos de su vida real, nos brindarán la lógica de un destino que vuelve a repetirse en el curso actual de la vida de un sujeto. Esta “lógica” se encuentra cifrada a través de un “jeroglífico” de símbolos potenciales que generan como efecto de sentido la concresión de un destino.
Jeroglíficos del destino
“No saben que la mano señalada del jugador gobierna su destino, no saben que un rigor adamantino sujeta su libre albedrío y su jornada. También el jugador es prisionero(… ) de otro tablero de negras noches y blancos días. Dios mueve al jugador y este la pieza. (…). Borges, “Ajedrez”
La destinología sostiene que el Destino está programado. A través de un sistema de símbolos potenciales y articulados, discursos paternos y discursos sociales, etc, pero “programado”.La vida no puede regirse por el azar, el caos de ideas o conductas inconexas, sino como algo estructurado, programado. A este programa, se la denomina “logograma”. Las vías de acceso a este logograma son múltiples: desde el discurso del sujeto, pasando por el destinograma-o estudio del destino de los antecesores-, recuerdos, fantasías, un álbum familiar, etc, que nos permiten interpretar los “jeroglíficos” o “modelos simbólicos” de comportamientos manifestado por el sujeto a través de su palabra y el sistema de vida manifestada en un escenario social determinado. Al respecto, el enfoque psicoanalítico puede resultar pertinente para acceder al conocimiento del logograma de un sujeto. Incluso la última versión “Lacaniana” de los significantes que—dicho sea de paso, operan generando síntomas, sueños, fantasías y palabras que son interpretadas como símbolos que vehiculizan el deseo singular del sujeto. Según Lacan, tales significantes se erigen en verdaderas profecías, u oráculos que destinan al sujeto. Como disciplina “hermenéutica”-aunque la destinología sea algo más que un sistema interpretativo-la destinología busca una interpretación donde los símbolos vehiculizados por la totalidad de los comportamientos del sujeto sean estas verbales, experiencias
cotidianas concretas, relatos sobre el tipo de familia estructurado por el sujeto, relatos sobre comparaciones de su propia familia con las de otros hermanos, primos o primas etc., anhelos, temores, y toda manifestación de lo que podemos denominar conducta. Así, la “traducción” de los símbolos y su interpretación va de la mano. Toda diferencia estriba en el marco conceptual de quien interpreta los símbolos. Así, los psicoanalistas interpretan los símbolos como metáforas del deseo y del goce del sujeto, de la que deducen el inconsciente del sujeto tanto como las motivaciones implicadas. Pero la destinología no se centra con exclusividad en aspectos parciales de la existencia como la vida sexual del sujeto, sino que considera la vida emocional de un sujeto como la “parte” al “todo”. Mejor dicho es el todo-el “destino programado”-de un sujeto lo que determina las diferentes manifestaciones o segmentos de vida que van desde el amor, la sexualidad, habilidades varias, etc., y no las “partes” como un supuesto objeto enigmático, causa única, etc., que guiaría la vida de una persona. Por lo tanto, lo que denominamos “interpretación simbólica” consistirá en formular lo que está escrito en un lenguaje simbólico en el logograma de un sujeto en un lenguaje compartido. Una de las características de la ciencia es la comunicabilidad de sus enunciados y la destinología nos escapa a la misma. Así, las imágenes y palabras, pensamientos y emociones, etc, serán interpretados como elementos de un “sistema de vida” inscrito en un lenguaje simbólico donde el sujeto constituyó el autor principal-y actor actual- de las “huellas simbólicas” que posteriormente marcarán su destino. El rol del sujeto en la estructuración de los símbolos, consiste en este papel activo respecto de los acontecimientos emocionales de su vida y que él “clasifica”(nomina) según los contenidos previos de su logos, estructurando un programa formulada por él tanto como con las “premisas inducidas” por su medio familiar. Sin embargo, existe una cuestión que debemos tomar muy en serio y que consiste en que el “programa” o destino no aparece en forma evidente ni para el sujeto ni para los demás. El “destino” constituye un “constructo teórico” deducido y construido por el destinólogo conjuntamente con el sujeto gracias a los indicios simbólicos manifestado por éste a través de sus múltiples producciones concretas y simbólicas, imaginadas o escritas, entre otros. Si bien, se expresa en todo momento en forma parcial, a través de “fases lógicas del destino” (como en los momentos cruciales o “epifánico” en el destino de un sujeto en el que se manifiesta lo mas “verdadero” de su ser- según la propuesta de Borges- o “nudos del destino” en que se juega la verdad subjetiva o el “movimientos de ajedrez principal” de su vida. Podríamos resumir éstas ideas en que el logograma es latente en el contenido manifiesto(según el primer modelo del aparato psiquico de Freud), ambos construidos en forma verbal por el sujeto como material a trabajar con el destinólogo. El destino de un sujeto es análogo a todos los movimientos “predeterminados”(más los imprevistos o sucesos no programados) de un juego de ajedrez existencial en cada sujeto. Se inscribe como un jeroglífico o acertijo existencial. Po ello, para la destinología, toda conducta manifestada a través de actos y palabras son simbólicas. La comparación(pensamiento analógico), búsqueda de recurrencias, similitudes, regularidades, etc., se realizan no sólo entre símbolos sino ante los símbolos para captar las profecías, mandatos, modelos fundamentales en un linaje, la “identificación destinante” del sujeto, y así poder “inferir” el destino. Por lo tanto, los símbolos manifestado por el sujeto no solo hablan de su destino sino también de todos los destinos de la “serie de los antepasados” del sujeto que posibilitan los “legados transgeneracionales” que continuan marcando el destino de una vida. Podemos ejemplificar con un caso, donde un psicólogo, muy lego en su materia, me solicitó explicación sobre la “nueva ciencia”(la destinología), esperando encontrar alguno de los “fenómenos elementales” o síntomas indicadores de una cierta “estructura”(“psicósis
paranoica”, “delirio sistemático”, etc), comunes en sujetos donde la función paterna o la función del “significante” ha fallado. Al promediar la charla, me relata que es separado, que hubo infidelidad de su parte, y que ella se fue a la casa de la mamá. Le pregunto entonces cómo fue la vida de su padre, y el de toda la “línea a masculina” de su linaje. Me indica que-con cierto asombro- su padre “fue divorciado”. Consideramos juntos las “identificaciones destinantes”, las “herencias” de destinos, líneas masculinas, legados, etc, y coicidió en que “los hijos del divorciós” suelen repetir la historia. Hasta los detalles coincidían con el viejo refrán: “De tal palo tal astilla”. Sin embargo, ocurrió algo mucho más importante que recordar los pasos de su propio Padre: había captado su destino y esto provocó en el una gran sorpresa. Él, que, acostumbrado a pensar en las “identificaciones” de sus pacientes, de sus histéricas y de sus obsesivos, cuando no de sus paranoicos, encuentra ahora el “sentido de su destino”, su ubicación en un linaje y su “verdadera identidad”. Luego de este “momento epifánico”-según la propuesta de Borges- su visión de sí mismo transmutó. Por lo tanto, toda manifestación subjetiva es susceptible de ser considerado como “representante simbólico” del destino de un sujeto. Y tal cual se procedió en la traducción de la piedra rosetta y las inscripciones(jeroglíficos) halladas en el obelisco de píale, debemos comparar siempre la “astilla” con su “palo”, tanto en las actitudes como en las generaciones pasadas de su árbol destinológico(destinos relacionados de los antecesores). Sumado a esto, se debe evitar interpretaciones mecánicas de las re-peticiones(sistema de peticiones de un sistema de vida), inducciones, profecías, deseos, anhelos, etc., del tipo “repetición idéntica”. No existe “retorno de lo mismo” como sostenía Nietszche, ni tan solo “repeticiones imaginarias” porque lo que se repiten constituyen símbolos insistentes que surcan las generaciones según el “principio de repetición” y modificándose algunos aspectos según el “principio de cambio”. Pero en ésta dialéctica, debemos captar el denominado “Complejo de Sísifo”(destinos repetitivos) y el logos en sus contornos generales. A esta altura, cabe la aclaración respecto de si el programa o “Destino” de un sujeto pueda ser conocido en su “esencia”. Esto es una ilusión porque los símbolos solo constituyen mensajes indirectos y disfrazados de las inscripciones contenidas en el logograma. Solo podemos acceder a “representantes” o sustitutos tal cuál Freud considero a los contenidos reprimidos (“verdad reprimida” en el Inconsciente) y los síntomas que lo representan. Por lo mismo, la interpretación “verdadera” del destino de un sujeto requiere de la comprensión necesaria de que los símbolos son subjetivos y singulares y que se procede por acercamientos a través de “detalles”, particularidades, lo supuestamente banal, lo nimio, etc, a la verdad, sin afán positivista de exactitud ni de una verdad última o absoluta. Por ello, la destinología constituye una teoría de las significaciones de los símbolos que poseen la función esencial de “hablar” del destino. Tales símbolos poseen la característica de ser polisemánticos, es decir, de múltiples significaciones y alusivos al destino de un sujeto. No se busca conexiones exactas entre los símbolos ni correspondencias biunívocas con los acontecimientos que dejaron sus marcas en tales símbolos debido a que entre los pensamientos, fantasías, verbalizaciones, etc., y la verdad subjetiva sólo existen alusiones indirectas (metáforas) o acercamientos. Incluso un acercamiento no en el sentido de que en algún lado existe algo sustancial a descubrir sino sostenemos incluso la reconstrucción de la verdad del sujeto (destino) gracias a los símbolos indirectos que hablan de la misma. Mejor dicho, los actos palabras, etc., sólo constituyen los medios para realizar el camino inverso de las exteriorizaciones del sujeto para acceder a su destino cifrado a modo de un “jeroglífico” que debemos descifrar. Antes que búsqueda de “exactitud” entre el símbolo y lo simbolizado o de algún supuesto
“enlace exacto”, la destinología se centra en la hipótesis de que lo que está programado en forma simbólica-cualquiera sea la naturaleza en que el cerebro almacena tales símbolos-persiste, insiste, destina y determina en un sentido no absoluto nuestro paso por la vida Este “paso” por la vida no consiste en un “mero” pasar porque la vida está orientada por una “misión” constitutiva de un sistema de vida.
El destino como “Misión existencial”
¿Cuál es tu misión en la vida?. ¿Cuál es el propósito de tu existencia? Son algunas de las preguntas sobre el sentido de cada destino. Pero de seguro, todos cumplimos una misión en la vida. Desde un enfoque netamente teleológico del destino no podemos sino vislumbrar un objetivo final rectora (Adler), una finalidad existencial que orienta la vida hacia un “lógica”, hacia un orden estructurado y estructurante que denominamos “destino”. Mejor dicho, el propio destino no constituye sino una “misión existencial” a cumplir en la vida. Todo niño viene a cumplir las expectativas paternas no realizadas, a resolver las frustraciones, miedos, deseos, temores, ambiciones, problemas no resuelto, entre otros, de los mismos. Esa “misión” adjudicada por la generación adulta a un niño, es enunciada a través de frases breves del tipo: “Será un…”, “Logrará llegar a la universidad”, “Será un buen deportista”, etc. En otros casos, la frase no es enunciada y queda en suspenso en el deseo de los padres o es “inducido” a través de “ejemplos” o modelos familiares cotidianos. En términos psicoanalítico (Freud, Doltó, Manoni), se diría que el niño viene a concretar los deseos paternos. El niño viene a llevar a cabo los deseos insatisfechos de los Padres. En otros términos, los niños son tomados como “depositarios” de los deseos y anhelos de los padres. También son “depositarios” de los modelos de comportamientos efectivamente realizado por los padres y que son incorporados en forma particular, gracias a una interpretación singular. De esta manera, las privaciones, frustraciones, logros no realizados, los ideales de vidas de cada padre, las proezas, etcétera, son presentados como problemáticas que el hijo de resolver. El futuro del niño ha de ser ideal, perfecto y aun los determinismos de la naturaleza y los avatares de la vida, tanto como del “destino insoslayable” han de palidecer ante su presencia. Al brindarle un clima de vida ideal, el niño asume un ideal narcisístico y pleno. Esta plenitud proviene de la proyección de los deseos paternos sobre el destino del niño. En esta proyección y en la asunción inconsciente por el niño(Freud) de los deseos y expectativas paternas ubicamos el fundamento de lo que denominamos “programa existencial”. En otros términos, lo que los padres proyectan sobre el niño, no constituyen simplemente un ideal, o incluso la simple proyección de su narcisismo o amor propio, sino aún más: constituye nada menos que la “adjudicación de un destino mejor”, que supere las angustias y penurias del destino de los padres. Así, los deseos los padres son “transmitidos” a través de su prolongación intergeneracional: los hijos. De esta manera, los deseos paternos que ofician de verdaderos “oráculos” a través de dichos, alusiones y reflexiones sobre el destino del niño son proyectados como verdaderos “proyectos existenciales” y “guión existencial” para el niño. El destino individual se erige así en el cumplimiento necesario e “inconsciente” de la
misión encomendada por los padres: “Ser el mejor hombre”, comerciante, deportistas, o investigador, etc. Desde ella, Será “La mejor bailarina”, actriz o estrella de televisión, etc. Completar el destino incompleto de los padres constituye así, una de las principales misiones existenciales de cada sujeto. El esclarecimiento sobre el destino de un sujeto requiere de la comprensión de su misión en la vida. Podemos afirmar que los enunciados precedentes constituyen las faz positiva de este proceso de “depositación intergeneracional” de los deseos paternos inconclusos. La otra faz, la negativa, resulta interesante desde el punto de vista de la misión de la destinología. Y consiste en que, junto con los anhelos positivos se depositan en el niño las expectativas y deseos negativos de los “programadores” de nuestro “guión”, los estilos de vidas que el niño observa y escucha de sus padres, como los ejemplos de fracasos, temores, angustias, tipos de conflictos, problemas de parejas, maltrato emocional, las adicciones en sus diversas formas, conductas perversas o incluso estilos incongruentes y contradictorios de comportamientos que su concreción aparece como psicótica o anormal. El sentido de su vida, su historia, su “carácter”, “personalidad” o “subjetividad”, etc., adquieren sentido según deseos y expectativas paternas. Así, el destino de un sujeto no consiste sino en la “materialización” particular de los deseos e ideales paternos aunque el encuentro con lo nuevo según el principio de creatividad determine siempre ciertas variaciones en el destino de un sujeto. Los deseos paternos del tipo “Será un hombre exitoso”, “Será un fracasado”, “Un idiota”, etc., significan a oídos del niño o desde el espectáculo de su mirada, lo central de su destino. Mejor dicho, los relatos vinculados al nacimiento de un niño constituyen los “mitos destinantes” que dan orígen al destino de un sujeto. Sin embargo, la vida que vivimos no constituye totalmente una vida ya vivida por otros, como nuestros padres etc., sino que el sujeto impone su propia impronta a las determinaciones de su destino: un oposicionismo marcado respecto de un padre dominante, buen trato a una mujer como oposición a un padre golpeador, amor a la práctica como oposición a la teorética paterna, etc. Además, podríamos enunciar que en la “esencia”(relativa) de la subjetividad encontramos esta actitud de “afirmación de sí” y la búsqueda de diferencia y oposicionismo respecto de los personajes centrales de nuestro destino. Hasta se podría afirmar el carácter desafiante de todo deseo, como la hija y su desafío a las directivas maternas, el desafío a la norma paterna respecto de un niño adolescente, hasta la trasgresión de toda norma como inherente a ciertos destinos. Sin embargo, todos seguimos “los pasos de nuestros antecesores” y eso no evita que “seamos nosotros” a través de las impronta personales. Lo que es claro desde hace tiempo es que todos vivimos “re-presentando” el destino de otros a través de l “propio destino”. En este sentido, nos ayuda a entender que incorporamos los destinos observados e inferidos(conclusiones personales), los modelos de vidas, las expectativas y predicciones paternas, aunque en forma “superada”. Pero cuando la “superación”, como por ejemplo el discípulo respecto del maestro, del hijo respecto el padre, o la hija respecto de la madre, asistimos a “Destinos problemáticos” que requieren la asistencia del Destinólogo. Para dar un ejemplo histórico, podemos recordar a Cleopatra, quién vivió como Afrodita, es decir, su destino constituyó la encarnación de Afrodita, como el hecho de morir mordida por una serpiente en el seno. Esta “re-presentación” de una Diosa constituyó la esencia de su identidad, de su subjetividad y de su destino. Tenemos otros casos, como la hija en relación a la madre, su ser y su esencia se encuentran en el modelo estructurante: la madre. En la familia, los vínculos fraternos suelen erigirse en el campo de rivalidad estructurante entre los Hermanos. Así, el hermano menor sueña con realizar el destino y los privilegios del hermano mayor. Lo mismo sucede entre las hermanas mayores y menores. Mejor dicho, sostener que los seres
humanos solemos repetir el destino de nuestros padres y hermanos, tíos y tías, abuelos y abuelas, no resultan tan inverosímiles después de las afirmaciones precedentes desde el campo de la Destinología. Podemos también aludir a los deseos insatisfechos de los padres en el transcurso de su vida y que se materializan en los hijos a través de la “herencia psicológica” vía “inducción”, ejemplos, consejos, etc. En este proceso de “inducción de un deseo” hacia los hijos, interviene, por un lado, la naturaleza esencialmente narcisista del deseo de los padres, y, por el otro, el rol esencialmente activo del sujeto en la incorporación de los modelos y ejemplos en el escenario familiar. Desde el punto de vista del narcisismo de los padres, es muy conocida la idea de que el “amor propio” de los padres interviene siempre en la educación de los hijos. Por lo mismo, el hijo adquiere el estatuto de “Su majestad el bebe”, para utilizar una frase de Freud. De esta manera, su misión fundamental en la vida consistirá en llevar a cabo los deseos o ideales anhelados por los Padres. Mejor dicho, el niño será lo que el padre o la madre desearon ser, lo que son en la actualidad o lo que ellos fueron. El destino inculcado a los niños se corresponde así, con lo que los padres desean para sus hijos en forma más o menos conscientes. En forma sintética, el destino inculcado al niño se corresponderá entonces con los deseos inconclusos de los padres: la hija será una bailarina exitosa, profesional, feliz, con una familia acomodada, inteligente, etc., tanto como el hijo varón elevará las insignias del padre a su máxima potencia. Gracias a la “inducción” o “transmisión inconsciente” de modelos, actitudes, creencias, etc., se produce la “programación del destino” de los hijos en el sentido de que el “programa” en cuestión, llevará a cabo los anhelos y deseos paternos. Por ello, cada hijo cumple una “misión en la vida” y es la que los padres depositan en su mente para satisfacer los deseos inconclusos, las frustraciones, las penurias, dificultades e inconvenientes existenciales, en el curso de su destino. En éste sentido, los padres desean muchas cosas para sus hijos: • Que los hijos continúen el mismo destino(“línea familiar”) o estilo de vida, a pesar de los infortunios padecidos, • Que los hijos “mejoren” los aspectos deficitarios y problemáticos en sus propias vidas, • Que los hijos vivan un destino “diferente” para no padecer los sufrimientos paternos, • Que los hijos vivan un “destino Ideal” que a los padres les hubieran gustado vivir (ser rico, exitoso, seguridad, equilibrio, etc.), • Las variantes son muchas, aunque todas incluyen los deseos y anhelos paternos respecto del destino de los hijos. • Etc. Sin embargo, el principio teleológico del destino resulta insuficiente como principio explicativo de un destino. La finalidad guía y orienta el destino-sin dudas-pero como “condición final” necesaria. Hará falta acuñar un nuevo principio destinologico para entrever en forma cabal la dialéctica del destino: el principio Teleonómico del destino. Este principio alude a la relación dialéctica entre una causalidad eficiente (Aristóteles, Freud) arraigada en el programa a título de “causa pretérita” donde el pasado influye el presente, y una “causalidad final”(Aristóteles, Adler) o teleológica del destino.
Los orígenes del Destino
"No hay ningún viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige" Schopenhauer
Lejos de simplificar la vida de un sujeto en términos de “impulsos”, “lenguajes”, “comunicación”, “determinismo histórico” o representaciones desligados de un sujeto partícipe de su historia, la Destinología sostiene que en los orígenes de nuestro destino individual y de nuestro “programa existencial” que la sustenta, se encuentra el “mito” como producto de fantasías, creencias y definiciones de nuestros padres y personajes significativos(parteras, abuelos, profesionales, leyendas, películas, etc.) sobre nuestro devenir futuro. Por otro, cuentan los deseos paternos y del sujeto intérprete de su vida, de los deseos proferidos a través de palabras, sugerencias, modelos de conductas, consejos, máximas, refranes, etc., que le permiten al sujeto la construcción del “mito”(a modo de un protoprograma, el “protologos” como tentativo de totalizacion del sentido constituyente de la propia vida) constituye de su “verdad” o destino. Tenemos entonces la serie siguiente: deseos paternos-fantasías-mito de origen del sujeto-efectos de verdad sobre el destino del sujeto. Sin embargo, debemos preguntarnos sobre la naturaleza de un mito. Ante todo, un mito constituye la manifestación de nuestros deseos más humanos y vinculados con nuestro destino, los pasos que vamos a dar en la vida y se vincula con nuestros orígenes y nuestro futuro. Es decir, “habla” sobre nuestro destino, nuestro devenir como sujeto simbólico dotado de ideas y creencias.El surgimiento del símbolo representativo, el orden de las significaciones, el lenguaje, el pensamiento, conllevan necesariamente las preguntas existenciales. El simbolo constituye un relato, una historia, un discurso, una explicación y búsqueda de sentido de la propia vida. El símbolo surgió para explicar la vida, el destino. De esta manera, el mito constituye una “verdad” enunciada por los padres simbólicos (papá, mamá, los abuelos, una partera, un doctor, y todo personajes significativo en nuestra historia emocional) y a qienes nosotros consideramos como “referentes” autorizados y legítimos para opinar sobre nuestro transito por el mundo. Entonces, el simbolo habla sobre el origen de nuestra subjetividad a través de “mito” que oficia de “programa existencial” que explica y anticipa el devenir de un sujeto. A pesar de los avances en el mundo de la tecnología, somos, en el fondo, “seres míticos”, porque el destino de todo sujeto se origina en ideas fundadas en fantasías y deseos de los padres que lo enuncian en forma de “profecías” que luego se cumplen gracias al protagonismo de los implicados. El hijo, inconscientemente, estructura una realidad material y humano para “cumplir” los términos de su “mito existencial”. Tal la verdad última de todo ser humano. De ahí el valor de los mitos como “verdades” que determinan nuestro devenir. Todo mito es de origen. En nuestro caso, nos interesa el origen de nuestro destino, destino cifrado desde lo simbólico (ideas, pensamientos, creencias, predicciones paternas), de nuestro programa mental. En este sentido, los mitos de origen de nuestra subjetividad no constituyen producciones arbitrarias de nuestra mente sino el comienzo y el esbozo de nuestro destino. Conforman un sistema de ideas y creencias que marcan los pasos de todo sujeto. Constituye a su vez, la síntesis de la historia del grupo familiar o linaje, tanto como de los aportes de la cultura social a través de costumbres y creencias. El mito es anticipación y prediccion sobre el futuro, “escrito”(memoria existencial de largo plazo) en nuestra “Memoria”. Son predicciones que marcan los compases de una historia individual ignorado por el
sujeto. Es lo que Freud denominó “Inconsciente” desde el psicoanálisis.Al menos es lo que suponemos como hipótesis sobre lo que Freud descubrió, aunque tematizó desde el lenguaje de la medicina, psiquiatría y sexualidad. Freud comenzó a entender el “destino”, aunque “retrocede” en su descubrimiento al nominar sus presunciones desde el lenguaje de la “patología” o “enfermedad mental”. Esto es lo central desde el nivel específicamente humano: que todo debería leerse a partir del destino de una subjetividad. Todos nos movemos sobre el carril y deseos de nuestros “padres simbólicos”(en el sentido de modelos que posibilitan la transmisión simbólica de información de una generación a otra). “Simbólico” en el sentido de las insignias, atributos y características que nos cedieron en el curso de la “socialización destinante”. Tales “padres simbólicos” pueden ser nuestros padres o sus sustitutos (maestros, tías, padres adoptivos, etc.). En este sentido, que un niño escuche una mañana que uno de sus padres diga respecto de él: “Será un buen profesional” no resulta indiferente a su futuro profesional. Al respecto, muchos destinos se originan en profecías e inducciones paternas como las siguientes: * “Serás un fracasado” (“Fracasado laboral”, “Económico”, etc.). * “Si seguís así te quedarás sola”.(Frustración emocional) * “Estos chicos van a salir cualquier cosa”.(Delincuencia, locura, adicciones) * “Va a ser un jugador como su tío”.(Jugador compulsivo) * “Ella es antipática con los chicos. Se parece a la madre”, etc. Veamos la profecía (predictiva, condenatorio, estigmatizante) que “funda” el destino de Jean Genet, el famoso escritor y dramaturgo Francés. Genet aparece en la historia del arte literario como un buen escritor y dramaturgo. En la otra faz de su vida: bastardo (hijo ilegítimo) porque su madre lo abandono en la casa cuna a los seis años de edad y nunca conoció a su padre. Fue adoptado por una familia campesina. A los 10 años huye tras haber sido sorprendido robando comida a sus padres adoptivos y para terminar en el reformatorio en Mettray unos años , de donde se fuga para vagabundear por toda Europa. Posteriormente se incorpora a la legión extranjera de la que también huye para continuar con su destino de “ladrón”. Como resultado de sus fechorías, es condenado a cadena perpetua en Francia de la que es absuelto gracias a la petición de escritores renombrados como el propio Sartre. En la cárcel comienza su carrera de “escritor” con su “Notre dame des Fleurs”. Por lo tanto y desde una mirada panorámica, en sus años de escritor, consiguió a decir de Sartre, una “cura” equivalente a un psicoanálisis. Para un psicoanalista, la “escritura” de Genet, sus precedentes familiares, la carencia paterna, los contenidos de su texto(o “delirio” como síntoma), etc, hablarían de una “psicósis” muy rapidamente. Para ser alguien, hacerse un “yo”, Genet se habría hecho escritor. ¿Qué podemos pensar de Genet desde la Destinología como otro intento de explicación de toda una vida, de todo un destino? Para la Destinología constituye simplemente los intentos de un sujeto por volver comprensible su propio destino. Por ello, debemos preguntarnos sobre los fundamentos del destino de Genet, es decir, cual es la “profecía”(simbolico-determinista y condenatoria, ) que marcó su destino, y que, proferido como un deseo por personajes significativos en su historia emocional como sus padres adoptivos, determinó su destino “maldito”. El primer elemento en la historia de Genet es su descubrimiento de que no fue un niño deseado debido al abandono materno temprano, lo que para el fue ya una “condena original”(destino de abandono) desde el inicio de su destino. Por ello, su destino se le aparece ya como el de un “despojo”, un “desecho” abandonado al azar de las privaciones emocionales de un orfanato. El descubrimiento de su falta de legitimidad, se le apareció como el fundamento mismo de su destino. Pero también, fué el descubrimiento que lo impulsó hacia la búsqueda de su
“legitimidad”, que podemos hipotetizar como un “destino mejor”. Genet debía acudir a las opciones existenciales disponibles en su vida(destinos alternativos) sopena de perecer en el sinsentido. Pero Genet sólo encontró la casa cuna, el rechazo materno y posteriormente el rechazo de sus padres adoptivos. Estaba sin nadie y esa desesperación -según Sartre y en contraposición a la Destinología- lo impulsó en su carrera de escritor. Para nosotros, Genet seguía un destino escrito, un objetivo de vida que él-como sujeto-escribió desde niño y cuya verdad permanece desconocida en su esencia. Nuestro enfoque superficial solo puede perfilar los contornos de un destino que se nos aparece como “programado”. Otra marca radical ocurrió años atrás, cuando tenía 10 años: es la escena del robo a sus padres adoptivos y la condena de los mismos con un: “¡Ladrón!”. El término proferido por sus padres adoptivos significó nada menos que una de las características principales de su “Destino” posterior. El era eso, “un ladrón”, alguien que debía robar lo que debía ser suyo. Sin embargo, la otra faceta de Genet, a saber, su enérgica determinación en la búsqueda de su legitimidad, lo impulsó en el campo del arte y resultó famoso. Mejor dicho, logro una “reprogramación” de su propio destino gracias a elementos importantes en su programa como el amor por la escritura, los libros. En un mundo de sentido, la lógica vital de todo ser humano es la búsqueda de sentido del propio destino y Genet no podía escapar a su faz de ser simbólico. Por lo tanto, desde el punto de vista de la Destinología, podemos puntualizar entonces que, uno de los determinante de la condena de Genet se ubica, por un lado, en el rechazo materno, que lo posiciona (lo programa) en el lugar del “desecho” y en la condena de sus padres adoptivos hacia un niño que no pudo encontrar otra manera de lograr “sentido existencial” que robando objetos simbólicos que significan nada mas que concreción del prototipo de su ser inscripto en su mente con el título de “ladrón ilegítimo”. Probablemente todo ser humano ubicado en el lugar de Genet culmine en la imperiosa búsqueda de filiación y sentido a la propia vida. Los medios(simbólicos) son infinitos, aunque todo dependa de las profecías o predicciones significativas de los “programadores”(“Secundarios” como los padres, porque el “programador primario” es el propio sujeto “escritor” de su obra capital: su destino) de nuestra mente y nuestro destino (padres o sustitutos) en un mundo de diversidad y múltiples circunstancias. También podemos recordar al famoso escritor Ruso, Máximo Gorki, cuya historia resulta interesante para explicar el destino como “programa existencial”. Gorki fue un escritor muy querido por los bolcheviques porque resultó ser un modelo inspirador para todo el pueblo Ruso. Promovió en el pueblo la capacidad de “tomar lo que es de uno”. Tal actitud, nueva en la Rusia de Gorki, motivó a numerosos revolucionarios a la misma actitud de “tomar” lo que corresponde por derecho. Para los bolcheviques el poder. Esta inspiración, nació, sin embargo, de un niño que había sido “abandonado” por la madre a la crianza de los abuelos empobrecidos, con quienes vivió castigos corporales reiterados y se vio obligado finalmente a mendigar por las calles. Sin embargo, fue en las calles donde Gorki conoció al “desconocido” “lector” quien –podemos deducir- ofició de “programador” de su destino. Al menos uno de los programadores de su destino. ¿Cómo influyó el desconocido en el destino posterior de Máximo Gorki?. El desconocido le aconsejo un día con las siguientes palabras: “Debes aprender a leer y a escribir…”. “Uno debe aprender a tomar la vida”. Sin saberlo, el desconocido había marcado para el resto de su vida a Máximo Gorki. Posteriormente se transformó en un famoso escritor. Para dar otro ejemplo, vamos a realizar un vuelo rasante sobre el Mito de Edipo en su vertiente de “destino” para intentar comprender su “programa”(su “logodrama” o dramática humana programada) y al “Edipo que mora en cada uno de nosotros”. Al respecto, ¿qué nos enseña el drama de Edipo?. Su destino-como la de cualquier sujeto-
cumple con la propuesta de la Destinología, a saber, que nuestro destino es consecuencia de un “programa existencial” estructurada gracias a las inducciones, modelos y ejemplos paternos. ¿Cuál es el destino de Edipo? Los padres de Edipo (Layo y Yocasta) lo abandonaron debido a las predicciones del oráculo de que el niño iba a ser el asesino de su padre. Recogido y criado por otro rey, Edipo consulta mas tarde por su destino al oráculo, quién le aconseja evitar su patria para evitar la tragedia de su destino consistente en asesinar a su padre y desposar a la madre. Al alejarse de su país, en el camino se encuentra con el rey Layo a quien da muerte previa disputa. Una vez en Teba, resuelve el enigma propuesto por la Esfinge y el pueblo le agradece ofreciéndole la mano de Yocasta. Tienen hijo, paz y prosperidad hasta que aparece una epidemia de peste. El oráculo responde que desaparecerá cuando el asesino de Layo sea expulsado del país. Entonces, la verdad de su destino se hace patente. Cuando Edipo descubre quién es verdaderamente, que había matado a su propio padre y desposado a su propia madre, cumpliendo los vaticinios del oráculo, la tragedia se cierne sobre él, se quita los ojos y deambula por el desierto. Como conclusión, podemos sostener que mucho antes de que un niño advenga al mundo (como Edipo y las predicciones del oráculo), ya los padres han “profetizado” o “deseado” un destino para ese niño. Son las “predicciones familiares” que hacen “programa” y destino. En esto, todos somos como Edipo, es decir, un sujeto predestinado. Como en la antigüedad Griega, el “oráculo familiar” enuncia los termino del destino de cada uno. Como las creencias de los padres de Edipo y las predicciones del oráculo de Delfos, nuestros padres diseñan nuestro “camino existencial” u otros personajes que representan al “oráculo familiar” (como un abuelo, el tío, etc.), la tradición, una religión, hasta la misma ciencia cuando, por ejemplo, un niño es colocado en un lugar de “inteligente” o “retrasado” mental, cuando no de “enfermo mental” o tal vez “sano”. Lo que luego entra a “rodar” (como en una película) resulta solo la concreción de los “prototipos fundamentales” que marcan nuestro paso por la vida.
“Prototipos infantiles”, raíces del destino
Ronald Laing (uno de los fundadores de la Antipsiquiatría) denomina “Prototipos” a los modelos o patrones infantiles de conductas internalizadas en la infancia. Naturalmente, las pautas actuales de nuestra conducta son incomprensibles si no son relacionadas con tales prototipos o modelos de interacción. Considera que debemos buscar un orden o “lógica” en la sucesión de los acontecimientos tanto en el prototipo como en la actualidad. Es decir, las puestas en escenas de los acontecimientos en la vida de un individuo siguen un patrón regular y en consonancia con los modelos infantiles o prototipos determinantes. Podemos graficar el caso de un sujeto que se separa y que justifica la situación con la idea de que su mujer le destruyó la vida. Para explicar su conducta, debemos abstraer de sus relatos, sueños, ocurrencias, fantasías, diario íntimo, opiniones ajenas, etc., el prototipo o “matriz básico” de su destino. En el caso de nuestro sujeto, el orden de los acontecimientos en el prototipo son las siguientes: a) el sujeto había sido el predilecto de su niñera. b) La madre despide a la niñera por sospecha de infidelidad. c) Y lo deja en crianza con unos tíos.(sentidas por él como abandono emocional). Laing concluye que la diferencia en las dos series de acontecimientos es que en la
segunda el protagonista intenta hacer lo que le hicieron a él (“Hacer activo lo vivido en forma pasivo”). Mejor dicho, cada repetición del drama inicial o prototipo es vivida por el individuo desde la posición d víctima. El drama internalizado y vuelto a representar con una apariencia de control, sin embargo es experimentado por el individuo como destrucción a manos de un mujer como en el caso citado. Sostiene Laing que este sujeto representa a todos los miembros de su pequeño teatro mental en forma inconsciente. Sugiere que los mecanismos de defensas u operaciones mentales(negación, racionalización o justificación, tergiversación o definición errónea, etc) permiten mantener el prototipo en forma inconsciente. En su situación actual, su “argumento de vida” es muy parecido: • Ama a una mujer (de similares características que su niñera). • La deja, vuelve activo el abandono, (ahora él abandona a las mujeres). Por lo tanto, para Laing, los prototipos o esquemas de acontecimientos y modelos de vidas determinan el orden de los acontecimientos en la vida adulta.Por inferecia, podemos sostener que el “prototipo” constituye otra manera de nombrar lo que nosotros denominamos “destino escrito”, “guión existencial” o programa de vida. La clave es simplemente disponer y encontrar tal prototipo para devolver al sujeto la clave de su destino actual. En términos de lenguaje grupal y familiar, podemos decir que las relaciones familiares internalizadas desde un “modelo dramático”, constituyen modelos internos que operan como “profecías autocumplidas” que se transfieren de una situación a otra. Lo mismo que un “rollo de película”, la familia internalizada es representada en un a puesta en escena. La creación de éste “modelo dramático familiar” ocurre a temprana edad. Constituyen argumentos familiares o modelos de cómo deben ser las cosas en el futuro para cada uno de nosotros. Posteriormente, se perpetúa a través de generaciones gracias a la herencia psicológica a través de la educación familiar y social, los medios, la inducción, los ejemplos, etc, que pasan el filtro de la “interpretación y escritura” de cada sujeto.
¿Un destino inducido? “Los padres no tienen la obligación de sobrellevar más que una sola molestia: la de su propia enfermedad” The confucian Analects, Libro II, 6
Cuando el adolescente comienza su “duelo” emocional o cambios en la esfera intelectual y emocional, ya es tarde. La familia ha logrado su finalidad como grupo programador consistente en "Hipnotizar"(inducción o sugestión de ideas, modelos, etc) a la nueva generación transmitiendo todo un modelo de vida, un destino. No solo cuentan las palabras sino las actitudes persuasivas. De esta manera, un hijo internalizará mandatos, “misiones”, modelos o patrones: cómo se para papá, si fuma, tira herramientas o es cariñosos con los chicos. El chico a su vez ensaya tales conductas a través de su sus “juegos simbólicos” como forma de “elaboración en acto” para organizar su mundo en
construcción (Digamos su “Programa”). Los medios de que dispone la familia para sugestionar a sus miembros son las “historias” que los adultos relatan a los chicos cuando éstos comienzan con los “porqués” (hacia los dos o trés años aproximadamente). Desde ideas sobre el mundo de los objetos, un árbol, porqué se mueve la luna o el origen de los chicos: para ello, los padres inventan relatos o historias que el chico pueda comprender. La naturaleza y contenido de las historias dependerán de si los padres poseen un pensamiento vulgar o científico, mágico-primitivo o lógico y racional. Con esos modelos y ejemplos, el chico estructura su modelo de vida. Los padres, no solo sugestionan a sus hijos en forma consciente cuando le indican los límites éticos, o cuando realizan un consejo explícito sino también a través de la “comunicación inconsciente” con sus hijos: se dirigen a la “mente inconsciente” de sus hijos cuando por ejemplo dicen “no hagas tal cosa” para que el niño lo realice a través de la “reacción paradójica”. Es el caso de las familias donde predomina el “doble mensaje”, en que explícitamente se dice una cosa para que el receptor comprenda lo contrario. “No te toques ahí” lleva al niño a explorar sus zonas sexuales. “No te juntes con esos chicos” lleva a la adolescente a exiliarse con su grupo pares. Es decir, la comunicación aparentemente contradictoria cumple una misión hipnótica al sugerir lo contrario de una orden, modelo de conducta, etc. A veces, algunos padres comprenden que si le dice “no” al niño éste realiza lo contrario y terminan exasperados diciendo: “Está bien, hacelo”, como medio de lograr que el niño no realice más una conducta nociva. Sobre todo, lo que el chico abstrae de los ejemplos de su familia es "cómo son las cosas" para su familia. Mejor dicho, el “sistema de vida familiar”, el “cómo somos los “x”“. En lo atinente a los aspectos intelectuales, el niño abstrae el destino intelectual del padre, de la madre o de quién cumpla el papel: cómo era en la escuela, cómo le fue con las asignaturas, si repitió, cómo era desde lo emocional. Todo esto lo abstrae el niño cuando sus padres “recuerdan” su época de estudiantes. En verdad, la “memoria” de los padres cumple la misión de transmitir cómo son, por ejemplo, los “x” en la escuela. De ahí los chicos que escriben mal, repitentes, fracasan en ciertas materias, leen poco o poseen problemas de conductas: algo del destino de la familiar se vuelve a jugar en el escenario escolar. Lo mismo en lo atinente la construcción de la sexualidad: el niño constituye un gran investigador sobre su cuerpo y sus funciones, explora y significa las zonas erógenas, luego relaciona lo visto (por ejemplo si pesca a papa y a mamá en la cama) con lo oído más tarde, para comprender hacia los cinco años que los padres duermen juntos para algo más que soñar. Así, el niño estructura su “sistema de vida” según el ejemplo paterno y las normas que éste transmite de generación en generación: la prohibición del incesto en la familia, lo que origina la exogamia, etc. En suma, podemos decir que la situación del grupo familiar respecto del niño coincide con la situación del hipnotizador y del hipnotizado, y que cuando el papel desde la familia llega a su término, el individuo posee un programa existencial que le sirve como “referencia interna”(o paradigma) de sus actuaciones en el mundo real. Por lo tanto, la sugestión permite a la vieja generación transmitir los patrones de comportamientos a la nueva generación a través de sugerencias, inducciones, dobles mensajes, órdenes directas, relatos de historias interesantes, definiciones de la realidad y a través del modelo de vida desplegada en la familia, clase social, cultura y sociedad. Por ello, el dispositivo simbólico programado que llamamos “destino” constituye fundamentalmente de índole multigeneracional.
Un Destino Multigeneracional “Que nadie le diga lo que tiene que hacer a alguien que ya ha decidido cuál tiene que ser su destino.” Proverbio Árabe
Para la destinología, el destino se hereda (herencia psicológica) y posee un carácter multigeneracional. Lo multigeneracional alude a los factores generacionales, transgeneracionales e intergeneracionales que operan sobre el destino. Esto significa que el destino de un sujeto, familia o grupo social (inclusive) posee elementos o pautas de conductas heredadas de las generaciones precedentes y al mismo tiempo el aprendizaje de modelos de conductas de la propia generación(modas, costumbres, etc). El término “transgeneracional” alude a que los modelos de comportamientos se perpetúan a través de generaciones sin que los actores tomen conciencia de la misma. La historia de un divorcio, por ejemplo, ancla mucho mas lejos que las interacciones actuales de los cónyuges. Sus raíces se encuentran en varias generaciones atrás o incluso, el comienzo de las “herencias sucesivas” de los modelos nocivos pueden encontrarse en la propia generación, cuando dos destinos cruzan sus términos para buscar una “coexistencia” “vivible”. Un sujeto posee su “verdad” transmitida como “modelo a seguir”, como “ejemplo de pautas” a cumplir como requisito indispensable para ser reconocido en una “identidad” por si mismo como por sus allegados.”Es un x..” puede llegar a sostener un padre, al observar la conducta de sus hijo respecto de la mujer, por ejemplo, con lo que eso implica de tranquilidad. Todo padre realiza una “vigilancia intergeneracional” respecto de las conductas permitidas y las no permitidas. Los hijos comparten tal actitud. De manera mas o menos inconsciente, tanto los padres como los hijos, construyen y reconstruyen el linaje o la “línea familiar” a través de generaciones. Ya era tarde cuando G. descubrió la similitud entre su estado de soledad actual, con dos hijos que alimentar, problemas laborales, un amante inconstante y abandonista, y su madre, quién padeció iguales consecuencias. La herencia psicológica o intergeneracional fue rotundo en su caso. O el caso de N. quién, cansada de un hombre “triste” y poco afectuoso, decidió la separación para revivir las peripecias de una madre con un hijo, las dificultades laborales, el deseo de seguir estudiando, y la búsqueda de un masculino demasiado perfecto. Recordaba ella que su madre siempre le advertía de la “falta de responsabilidad de los hombres” y de la necesidad de “estar preparada para una separación”. Mejor dicho, en los dos casos, se juegan modelos o matrices de comportamientos pertenecientes a modelos generacionales previos: los padres de los sujetos. Una madre no consiste simplemente en alguien que otorga ternuras y cuidados. También, la madre se inscribe en las psiquis de las mujeres como el prototipo de lo que “se debe ser” respecto de un hombre en la pareja. A ello se suma el “rol femenino” transmitido por ella. La hija, en forma cotidiana, “copia” a través del proceso de identificación descubierto por el psicoanálisis y “carga” su identidad con las insignias maternas. Al mismo tiempo, copia el modelo de relación madre-hija y las creencias de la madre respecto de la hija, la crianza de los hijos, o cómo se debe tratar a los hombres. Es el “horizonte de expectativa” de la madre o de la mujer que mora en ella lo que la hija incorpora a título de “hipótesis de actuación futura”. Sus dolores, consentimientos a un padre dominante, o la dominación de un hombre permisible, etc., que serán incluidos en los esquemas mentales de la hija para futuras actuaciones. Su “destino de mujer”, tanto como de madre, se inscriben en base a éste “modelo primigenio” que es la madre. Ello no quita que incorpore otros modelos como una tía, una
abuela o la amiga de mamá, etc, como “destino alternativo”. Lo crucial es que el modelo materno posee una peso diferencial respecto de otros modelos exteriores: ella se inscribe en la mente de la hija a temprana edad y por lo mismo posee una influencia superior. Por supuesto, para el destinólogo, con una perspectiva transgeneracional e intergeneracional de las problemáticas, el destino de la hija posee sus raices en la generación de los padres y aun antes, en la historia de los abuelos, bisabuelos o tatarabuelos. La investigación de la “línea de identificación”(destinos de las generaciones precedentes) del sujeto es inevitable En el árbol destinológico(destinograma) de un sujeto, debemos rastrear el impacto identificatorio de todas las mujeres que lograron influenciar y destinar a una hija y lo mismo en el caso de un hombre. La “línea masculina” debe ser estudiada a través de todas las ramas del árbol destinológico(ramificación de las generaciones precedentes y el análsis de sus destinos singulares) de un sujeto. Sólo después podemos penetrar en el “bosque” de modelos tanto sociales, barriales, comunitarios o culturales. Como matriz estructurante de un programa de vida, la familia y sus modelos resultan poderosos. Los hijos son totalmente determinados por los modelos de la propia familia y poco es lo que modifica la educación o los medios. El “programa mental” resultante resiste a los embates de otras “realidades”. Determina que cada realidad subjetiva sea única y particular. Para precisar las ideas, podemos sostener que la transmisión de modelos familiares, de rol de padres, etc., sin que los actores perciban el mecanismo de identificación con los modelos o ejemplos y tales ejemplos se transmiten de generación en generación -con pocas variantes- denominamos “transmisión transgeneracional”. En este caso, y por debajo de la conciencia de los actores, se transmiten en forma íntegra las insignias o marcas fundamentales de una familia. Sin que los hijos perciban la asunción de los modelos paternos, se producen las inscripciones en su programa mental que determinan su identidad y pertenencia familiar. El programa se nutre con lo símbolos familiares transmitidos al margen de las comunicaciones intergeneracionales. Sin que J. pudiese captar el proceso, cuando sus padres volvieron a su recuerdo, él ya estaba solo y separado de su mujer y sus hijos. Las causales aducidos por el mismo aparecen como simples racionalizaciones o autoengaños. La verdad es que J. incorporó el modelo de pareja de sus padres, quiénes, por problemas cotidianos se separaron cuando él tenía 10 años. Pero lo interesante es que en la “línea paterna”, sus padres también se habían separado, es decir, los abuelos paternos de J. El modelo de “pareja dividida” se fue transmitiendo a través de las generaciones sin que nadie pudiese captar la lógica verdadera del problema. En éste caso, el “eje diacrónico” del proceso de repetición de comportamientos nocivo es patente.Pero, el eje diacronico no opera sino a través del eje sincrónico de un programa simbolico individual que otorga sentido a la larga cadena de legados transgeneracionales. Sin un “programa”, la cesión, legado o transmisión multigeneracional resultaría caótica. De ahí la necesidad de tematizar un “destino programado” y no sujeto al caos, el azar o los cambios perpétuos. Lo intergeneracional alude a los aprendizajes acaecidos merced a las interacciones conscientes entre una generación y otra, como por ejemplo, los hijos y los padres, o con los abuelos. Pueden consistir en modelos concretos o “ejemplos de conductas”, en consejos, persuasiones, sugerencias, “misiones”, diálogos francos, cuentos, anécdotas, o mandatos, etc .La interacción con los padres resultan eficaces y conforman la matriz o modelo prototípico de todas las interacciones posteriores. El modelo de trato a la mujer, lo que escucha y ve el niño respecto de la vida emocional y sexual de sus padres se erijen en “caminos a seguir” que luego el niño actuará en forma activa. Hará activo lo que internalizo en forma pasiva. Es cuando llega su tiempo de “sujeto”, cuando hace activo lo pasivo, cuando actúa sus modelos infantiles, cuando “es él”, tal como afirmo una madre. Los vínculos intergeneracionales son tan determinantes
que la relación padre-hijo, madre-hija, hija-padre, etc., conforman los “prototipos” que luego son reeditados en los vínculos generacionales e intergeneracionales. Cuando un sujeto se enamora, lo hace de determinada manera, ya sea en forma sumisa, dominante, etc., y para lo mismo, requiere del “complemento interaccional”, el rol complementario que induce en forma activa en el otro. Muchas mujeres llegan a consentir toda clase de conductas más o menos frustrantes. Luego, se quejan de que sus deseos no son satisfechos y ello es justo porque lo que ellas peticionan(re-peticionan) es que se cumplan los mandatos de su “programa”, que se cumpla sus propias expectativas respecto de la pareja, el amor, la sexualidad o la familia. De ahí las diferencias y conflictos cotidianos: son aspectos mas o menos compatibles de los programas. Por ejemplo, una mujer consentía que su marido saliese con sus amigos, haga deportes, y actúe con plena libertad por la vida. Pero en los momentos de conflictos, sacaba a relucir su carácter de sometida, de esclava ante un marido libre y divagante. Esto se relaciona con los mandatos transgeneracionales respecto de “cómo deben ser las cosas” en la pareja. Por un lado, la parte generacional, ella en relación a su marido, la actualidad de la moda y las diversiones, le permitía consentir a las salidas. Pero la otra parte de si misma, la que ella ignora pero mora en su guión a título de “identificaciones destinantes” hacia un sistema de vida, de una línea de conducta que debe cuidar, emergía los reproches ante el incumplimiento de las expectativas transgeneracionales. En términos de cualidades del programa, los aspectos generacionales constituyen los aspectos conscientes de los vínculos, quedando lo intergeneracional del lado de los vínculos simbólicos inconscientes. Lo intergeneracional posee cualidades de lo preconsciente, tal como Freud teorizó la dinámica del “aparato psíquico”. Para nosotros, mejor sería denominar “programa existencial”, “guión”(Berne) o “logograma” porque alude sobre todo al “contenido” de dicho programa, asu naturaleza mas íntima, a su función existencial, a lo crucial para la existencia que es el sentido de nuestra vida: el destino. En este sentido, no buscamos los aspectos reduccionistas como la pulsión o los deseos, sino la ubicación de tales en un destino y en función del “palo” que engendró a la “astilla”.Por ejemplo, si categorizamos la violencia de pareja desde el “sadismo” y el “masoquismo” de la pareja, terminaríamos en el punto de un supuesto “goce” que impediría el cambio o progreso del análisis, según los últimos avances del psicoanálisis. Pero para el destinólogo, lo crucial es llegar a explicitar los modelos que la pareja representa según las identificaciones destinantes y condenatorios. Solo así podrá captar el sujeto que su destino es muy similar a la de la madre, la abuela o la tía. Para los mismo, resultará necesario considerar las “líneas familiares” que ofician de verdaderos circuitos simbólicos de cada destino. Esto permitiría decidir por los cambios que el sujeto considere pertinente.
Los circuitos Familiares del “Destino”: la “línea familiar” “Los mismos cueros tenemos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera” Camilo José Cela
Cierta vez, conversando con una madre sobre la educación de uno de sus hijos, el que se
encontraba en peligro de repetir el año, me comentó que se sentía impotente para tal empresa. “¿Qué hago?” decía. Indagando sobre su propia historia, sobre sus propias dificultades escolares, como la repitencia del tercer grado-la misma situación en que se encontraba su hijo-las actitudes inconsecuentes de su propia madre, etc., le sugerí que el niño podría pasar de año si comenzaba a estudiar en forma metódica. Como respuesta, obtuve enormes resistencias para comprender la simple consigna de que quién se sienta a estudiar puede lograr adquisiciones escolares. ¿Qué defendía esta mujer y aún a costa de dañar el destino escolar de su preciado niño? Lo que defendía esta mujer era lo que podemos denominar “Línea familiar” que conlleva supone un “programa familiar”(destino familiar) que surge de los destinos comunes de los integrantes de una familia. El chico debía repetir de año para cumplir con el modelo de educación impartida por la madre de la madre y a la vez del padre, porque el padre también había repetido en la escuela primaria. En otros términos, lo que podemos denominar “línea familiar” o “ideología y política familiar de vida” se defienden a toda costa. Es la “línea” que conlleva el sistema de vida familiar, que sostiene el destino familiar, los rasgos fundamentales de un linaje, los legados, los símbolos distintivos destinantes. Es la matriz de la propia identidad y sostén de la coherencia de la propia subjetividad en el devenir de la vida. Renunciar a algo implica miedo y resistencia al cambio, lo que dificulta aún más la cuestión. Al defender la “línea familiar” lo que se defiende es la “integridad del ser” y el propio “destino”. Para realizar una comparación, imaginemos a un religioso y sus costumbres, ideología, creencias y modelo de mundo: todo se refiere a Dios y la Biblia. Si alguien le solicitara que renuncie a su modelo de mundo, para él, constituiría el fin del mundo: no tendría en qué sostenerse. De la misma manera, en forma religiosa, solemos defender la línea familiar, el modelo de pareja, el tipo de educación de nuestros hijos, el propio rol como padre o madre, y todo lo atinente al propio destino. En el fondo, lo que se juega son los modelos internalizados que se vuelven a repetir y que posibilitan los pasos respecto de muchas cosas en la vida cotidiana. Suele suceder con mucha frecuencia que las familias organicen un “frente común” ante los extraños para que no se descubra la “línea familiar” con sus problemáticas típicas. Una situación conflictiva cambia en forma repentina cuando suena el timbre y las relaciones que se exteriorizan ante los extraños no son sino de calidez y armonía. La naturaleza superficial de las mismas salta a la vista. Lo que la familia defiende son las características cruciales de un linaje, sus costumbres y problemáticas típicas: egoísmo, deseo de poder, avaricia, insensibilidad, etc. Lo mismo sucede en una pareja. Sus miembros llegan a un acuerdo implícito de que las cosas “privadas” no deben ser captadas por los extraños. De esta manera, se evita la divulgación de la línea particular de la pareja, que resulta de la conjunción de la línea femenina y masculina respectivamente. Sin embargo, lo que la estrategia de la pareja y de la familia oculta y relega a la desconsideración son las marcas básicas de cada línea familiar: es decir, las escenas y modelos de conductas repetitivas que remiten a una historia familiar verdadera, o mejor, a una programa de vida que cada familia transmite a la nueva generación a través de la palabra y los ejemplos de conductas de la vida cotidiana. A un hijo no se le escapa las reacciones paternas, sus gritos o sus risas, sus gestos o sus torpezas, sus hazañas o sus derrotas, etc. A ello se suman los aportes sociales y culturales que logran cierto grado de influencia aunque la efectividad de la familia para programar nuestra mente es infinitamente más grande que las influencias subliminales de los medios. No obstante, la familia cambia, se adecua a los nuevos patrones culturales que influencian a las nuevas generaciones lográndose un grupo anclado en una sociedad y tiempo determinado. Pero la defensa de la propia familia, su estilo de vida, sus bajezas y altezas, sus logros y fracasos, sus avances y
retrocesos, los dolores de una madre o los tropiezos de un padre, los triunfos o derrotas, etc., a través de la “línea familiar” constituye un hecho regular. Lo que se defiende no constituye simplemente ideas o costumbres sino todo un “proyecto de vida potencial” que nos de marco referencial individual interpretativo y de actuación en el campo social.
Un “Proyecto Potencial”
“El ser humano conlleva en forma potencial su proyecto de vida que busca plasmar en los acontecimientos de su destino” Anónimo
Podemos pensar que nuestro destino puede ser entendido como un “Proyecto de vida Potencial” que determina nuestra existencia individual y familiar. Proyecto “escrito” por el sujeto según una mirada particular, a los que se suman los aportes de su grupo programador o familia (y otros personajes significativos en la vida del sujeto). Por ejemplo, “escribimos” (memorización, simbolización, internalización) los “celos” cuando dejamos de ser el único hijo, porque experimentamos el ser “relegado” por el nuevo hermanito. “Proyectamos” nuestra futura paternidad/maternidad cuando observamos a papá en su rol, a mamá, etc. De la misma manera los roles sociales (médico, enfermero, bombero, profesor, etc.). Comenzamos a escribir nuestro “proyecto singular” desde los primeros meses. Se ha observado a un bebé alzar un gatito y mecerlo tal como era alzado y acurrucaban por sus padres. Observamos ya el juego de “hacer activo lo pasivo”, el alzar luego del ser alzado, cuidado, etc. Mejor dicho, la identidad de cada uno se compone de muchos roles integrados en una historia emocional particular, que luego es jugado (roleplaying) en la familia o la sociedad. En otros términos, cada uno de nosotros posee un proyecto de vida armado de múltiples identificaciones destinantes que nos permiten asumir una identidad, una posición y un sentido del ser en la vida. La formulación del proyecto de vida se va conformando en forma gradual desde los primeros años, tomando su primera forma hacia los 6 años aproximadamente y se torna una cuestión crucial en la adolescencia y en la adultez. Como todo proyecto, implica una mirada hacia el propio mundo interno (introvisión) y hacia el futuro(prospección), hacia el propio “horizonte de expectativa” entendida como posibilidades varias. En todo proyecto de vida inconsciente intervienen dos principios: Principio de repetición (comportamientos que se repiten en forma inconsciente o consciente); Principio de cambio, se corresponde con comportamientos nuevos que se introducen merced a los nuevos vínculos. Son acontecimientos “significantes”, nuevos vínculos que interactúan con los patrones o modelos de comportamientos repetitivos y la modifican en menor medida. Creemos que el principio de repetición de modelos en forma fija es preponderante en ciertas esferas de la subjetividad como son las relaciones de apareja, tipo de personalidad, rol paterno y materno, modelo de educación de los hijos, pertenencia de clase, entre otros. De la unión de los aspectos repetitivos y los nuevos surgirán una “novela individual” consciente o historia individual marcada por diversos
hechos que dejarán marcas en la personalidad de cada uno. Ambos principios pueden ser conscientes o inconscientes, aunque el principio de repetición opera en forma inconsciente, determinando el presente en el nombre del pasado, los mandatos paternos y la tradición. Resulta similar a la historia del “Asterión” (un cuento de Borges) quien se encuentra atrapado en su propia historia, esperando un salvador. Otro ejemplo puede ser “Las ruinas circulares” del mismo autor, donde aparece un personaje que logra descubrir que fue soñado por otro, como destino de su vida. Entonces, el proyecto de vida inconsciente constituye un verdadero “plan de vida inconsciente” y sigue el formato o ejemplo familiar. Algo fundamental lo constituyen los deseos inconclusos de los padres que los hijos toman como misión a concretar, una familia mejor, éxitos económicos, una profesión, mejor cuerpo, , aspiraciones económicas, modelos de pareja, paternidad, maternidad, etc. Podemos enumerar los elementos del proyecto de vida inconsciente que se juega, como en un teatro predeterminando el destino de cada uno: * Modelo de familia (integrada o conflictiva, unida o dividida, afectiva o fría, etc.). * Modelos paternos (democráticas, ausentes, autoritarias, otros), * Concepto de lo femenino y masculino (que diferencie el rol de madre y padre del rol de mujer y hombre, vinculado a la vida erótica y de pareja), * Lugar de la familia en la sociedad (aspiraciones de clase, ambiciones económicas, expectativas de vida: conformista, progresista, de fracaso.), * Cultura de clase: modelos o pautas culturales de conductas pertenecientes a la clase social de pertenencias: por ejemplo, en la clase baja existen menos motivación de logros que en la clase media y alta. * Deseos y anhelos inconclusos de los padres que son depositados en los hijos para su concreción. Los hijos, asumen la misión en forma inconsciente, siendo determinado por el pasado y el deseo de otros, * Modelos sociales de conductas consideradas como normal o anormal: por ejemplo el modelo de padre, madre, hijo, etc., transmitido desde lo social, * Roles vinculados al campo profesional y laboral: carreras y profesiones a seguir, oficios. * El ideal social de individuo: individualista, cooperativo, competitivo, materialista, optimista, pesimista, realista o idealista, etc. * El ideal del yo (lo que uno desea ser) y el ideal de persona de la familia(individualista, competitivo, optimista, realista, pesimista, etc.), * Posibilidades sociales de progreso desde lo económico (bienes) y social (redes sociales o contactos interpersonales), Otros. En su faz consciente, todo programa de vida o proyecto de vida en acción pueden ser flexibles (abierta a los cambios) o rígidos (cerrados, resistentes a los cambios, con predominio del pasado). Por consecuencia, para la mejora o el cambio del propio destino, resulta crucial la formulación consciente del proyecto de vida inconsciente. Para lo mismo, resultará necesario el replanteo de los sistemas de “peticiones”(demandas) o “re-peticiones” de un sistema de vida.
La “re-petición” en la “elección” de la pareja
El destino es como una moneda: de una cara, lo que se repite y del otro, lo que varía, lo que cambia. Sin embargo, debemos diferenciar dos variaciones importantes en la interrelación de ambos principios: podemos vislumbrar casos en que prepondera la repetición y casos en que predomina el principio de cambio. En el caso de los divorcios repetitivos, es claro el predominio de la re-petición de modelos de fracasos en la elección de la pareja. Aunque otra lectura es posible: un divorcio puede ser el triunfo de un modelo de pareja “dividida” internalizada en el curso del crecimiento como modelo a emular. Las hijas e hijos del divorcio difícilmente evitan las separaciones y la “salvación” solo puede provenir con la intervención del destinólogo. En segundo lugar puede intervenir factores culturales, sociales, ideológicos, etc., que podrían mejorar la situación. También los casos de violencia de pareja acusan modalidades vinculares a predominio repetitivos. Podemos ejemplificar a través de un caso, donde “S” logró recordar-de su familia de origen-los insultos seguidos de agresiones corporales, cosas que vuelan, etc., en relación a lo que le sucedió en su propia pareja, lo que finalmente desembocó en una toma de conciencia de las repeticiones. En otro caso, “A” sólo puede amar a viudos alegres, que en varias oportunidades culminan frustrando sus expectativas. Esto mismo fue lo que incorporó de un modelo materno ejemplar para con los viudos alegres aunque con resultados poco satisfactorios. Los ejemplos son muchos, aunque la primera conclusión nos lleva a advertir que en temas de pareja, existe un predominio marcado de las repeticiones debido a que los modelos han sido internalizados en la familia de orígen. En el caso de la joven que consulta a su amiga respecto de sí también a ella su marido la golpeaba, con un tono de naturalidad y aceptación, ilustra la eficacia de la transmisión intacta de los modelos de pareja y la asunción acrítica de tales modelos de parte del sujeto. Mejor dicho, como la “programación del destino” se realiza a edad temprana, y sumado a ello, el sujeto no posee sino “una” referencia familiar(su percepción y conocimiento se reducen a su núcleo familiar y parcialmente las de los parientes cercanos como los tíos, etc.), o mejor un solo modelo o estilo de vida, la posibilidad para escapar a tales modelos resultan casi imposible. Por lo tanto, lo que podemos denominar la “simbolización del destino” se realiza en forma inconsciente sin que el sujeto pueda oponer un pensamiento crítico que le permita relativizar los modelos. Esto ocurre recién en la adolescencia, aunque debido a los “mecanismos protectores del programa mental” (véase postergación, resignación, etc.) resulta también imposible el replanteo de los patrones comportamentales contenidos en el programa existencial. Vinculando los dos principios previamente citado con la idea de que la pareja obliga a la “negociación del propio programa”-en nivel tanto consciente como inconsciente- con las demandas del otro integrante de la pareja, podemos sostener que a través de un “juego de ajedrez”-existencial- se asiste a una negociación de los pasos a seguir en la pareja. Es lo que se conoce como acuerdos o reglas implícitas o explicitas en la pareja. En algunos casos, ocurre la “subordinación” al programa del otro, como en ciertas mujeres dependientes que, por otra parte manifiestan su predominio en otras esferas de la vida como por ejemplo en la crianza de los hijos, la transmisión de modelos afectivos de comportamientos, la capacidad de reflexión, el juego compartido, la transmisión de habilidades, entre otros. Por supuesto, en algunos aspectos y no en todo, el integrante de la pareja que juega un rol dependiente tendrá sin duda, el control de muchos otros aspectos de la vida de la pareja como la educación de los hijos, costumbres economía etc. En el fondo, lo que se suele denominar “sumisión” no constituye sino una forma de dominio y búsqueda de supremacía del propio modelo de vida o programa mental a través
de estrategias implícitas o explícitas. En los casos de “dominio” del otro-predilección de muchos hombres y mujeres-también ocurre un reparto de los roles. Podemos decir que en el “programa de pareja” de cada integrante de la pareja, ya se encuentran los movimientos de “ajedrez predeterminados” en cada linaje o línea familiar, y que constituyen la esencia del ser y la identidad de cada uno de los integrantes. La dificultad para comprender el proceso de entrecruzamiento y negociación consciente e inconsciente entre ambos integrantes de la pareja conduce a la temática de las dificultades comunicativas o “problemas de parejas” típicas. En forma mas detallada, la mal denominada problemas de comunicación no consiste sino -en el fondo- una búsqueda de concreción de los dictados, modelos y mandatos incorporados en la propia familia. En el marco de esta puja, se reparten el predominio de ambos principios, a saber, el del principio de repetición y el del principio de cambio. Como ejemplo, “M” aceptó que su marido exija tener dos hijos como lo fuera en su familia de origen del lado materno, pero exigió a través de un proceso de negociación inconsciente, tener dos nenas similares a ella y su propia hermana. De esta manera, vuelve a concretar el modelo o estilo de vida que significará para ella las señas fundamentales de su identidad, tal cuál lo fuera en su familia de origen. Por su parte, el marido, buscó los dos modelos parecidos a él y a su hermano menor para reproducir la díada obligada a que los sumió la separación de sus padres. Posteriormente, se concreta la separación y la materialización de su programa de vida en sus puntos fundamentales. Contrariamente, su mujer quedó estupefacta al no entender las razones del viraje existencial de su marido. Estaba lejos de entender los dos programas de parejas en juego. Cabe acotar que ambos partenaire fueron muy activos en el proceso de reparto o negociación de los roles en el escenario de la pareja. Las inducciones mutuas fueron muy activas para buscar los puntos de acuerdos y los puntos en desacuerdos respecto de los estilos de vidas puestas en juego en la interacción de la pareja. En términos generales, podemos sostener que cuando el rol adjudicado por el otro partenaire no coincide con los prototipos del propio programa de pareja, ocurren desacuerdos, conflictos y hasta rupturas temporales o permanentes en la pareja. Los puntos en desacuerdo pueden abarcar diversos aspectos: vida sexual, la economía familiar, educación de los hijos, hasta las ideas, costumbres etcétera. La referencia de toda pareja es doble: la propia de cada integrante proveniente del fondo del propio programa de pareja, cuyas raíces se remontan al modelo de pareja transmitido por los padres, y, las del partenaire y su propio programa de pareja, que también se remonta al proceso de programación en la familia de origen. En algunos casos, los “golpes de la vida” son casi inexistentes y predominan la concreción de un formato interno en el seno de la propia pareja. En otros casos, ocurre lo contrario y el destino de la pareja se caracteriza por los cambios bruscos, fracasos repetitivos, problemas económicos, violencia psicológica o física, entre otros. De esta manera, las parejas denominadas “felices”, los que padecen decepciones, infidelidades, problemas recurrentes, separaciones, problemas sexuales, etc., constituyen el producto de un “programa de pareja” perteneciente a una línea familiar donde opera el predominio de un “destino patrilineal” o en otras, los “destinos matrilineales”.
Destinos “patrilineales” y “matrilineales”
Recordando la diferencia entre el descubrimiento sobre el complejo de Edipo y su función estructurante del sujeto para el psicoanálisis, por un lado, y las investigaciones del Antropólogo Bronislaw Malinowski en las islas Trobriand, en la cual las relaciones de parentescos se transmiten exclusivamente desde la “línea materna”, debemos diferenciar la posición de la Destinología por la otra. Como primera afirmación, debemos sostener que el Complejo de Edipo(apego a la madre, odio al padre, función estructurante, separación, etc), tal cuál fuera concebida por el psicoanálisis como proceso inconsciente que posibilita la separación y diferenciación de la identidad del niño por la influencia de la “función paterna”, sufre alteraciones de una familia a otras y de una cultura y sociedad a otras. Mejor dicho, existen familias con un “destino patriarcal”, donde la línea de parentesco es predominantemente paterna, hay un padre que cumple su función paterna y que es legitimado desde la línea materna. En tales familias, la “línea familiar” sigue el modelo de familia del padre y los hijos varones asumen plenamente el modelo paterno como modelo de vida. Aunque existe una “coexistencia implícita” de las dos líneas-maternas y paternas- o mejor, podemos decir que en una “familia patrilineal”, observamos hijos e hijas que asumen y sostienen el modelo familiar materno desde lo implícito y desde algunos de sus integrantes, como un hijo que “salió” al tío o al abuelo. Esto se hace evidente por ejemplo en aquel hijo que está más del lado materno desde los roles que asume y le es adjudicado, siendo sus logros y dificultades similares a uno de los integrantes de la familia materna, como la tía el tío o la abuela o el abuelo. A su vez, puede que asuma el modelo paterno aunque mitigado, habiendo dominancia del rol adjudicado desde la línea materna. En este sentido podemos hablar de “roles dominantes” y “roles dependientes” como producto de la interacción entre ambas líneas maternas y paternas. Tenemos el caso de un niño, quien manifiesta problemas escolares como la repitencia. Ante las quejas de un tío, la madre defiende activamente la conducta del niño. Al mismo tiempo, el niño sintetiza la historia del padre, quien también había repetido en el mismo año de la escuela primaria. Además, el niño asumía el rol del abuelo cuya característica había buscado la madre en su esposo, aunque con pocos éxitos. Mejor dicho, el comportamiento alterado o regular de un niño, suele constituir una síntesis de la interacción entre ambas líneas maternas y paternas, aunque exista siempre una línea dominante. El concepto de “línea dominante” en una familia puede constituir una novedad puesto que en el encuentro entre dos sistemas familiares es indefectible el predominio de una línea, permaneciendo otra en estado latente o dependiente aunque puedan existir formas mixtas. El caso del niño anteriormente expresado pertenecía a una línea matriarcal, a un verdadero “matriarcado” donde los hombres cuentan pocos desde la función paterna aunque el rol principal que se le otorga es el de “genitor”, y el de asistencia y cuidado de la familia, entre otros. Existen familias donde en el nivel manifiesto, los hijos siguen la línea materna. El modelo masculino es asumido en forma insuficiente por los varones o el modelo paterno es muy conflictivo, como el caso donde el niño—según la madre-se había vuelto incontrolable. Una vez indagado en la historia familiar, resultó que la madre era separada y la misma se debía a la haraganería y violencia del marido. Confrontado ambas características, la del padre y la del hijo, eran idénticos. La madre y la hija, vivían tratando al niño como si fuera el hombre de la casa, es decir, como si fuera el padre, aunque esta vez, denigrado y maltratado en venganza. Las mujeres; madre e hija vivían en un “universo femenino”, cerrado y narcisístico, que sólo admitía -y expulsaba- los hombres que coincidía o no coincidían con sus líneas “femeninas” respectivamente. Sobre todo, los hombres que no coincidían con la figura del abuelo violento con la abuela. Existen familias “matrilineales” explícitas, con predominio de los modelos femeninos de historias a través de generaciones. Pero desde el nivel implícito puede “coexistir” con
la línea patriarcal pero con predominio del matriarcado. Todos los roles, sentimientos, el carácter de cada uno, los modelos masculinos y femeninos, etc, cobran sentidos si observamos la situación desde las líneas de parentescos dominantes y latentes respectivamente. En otros términos, sí miramos a la familia desde el concepto de matriarcado y patriarcado podemos llegar a deducir líneas dominantes de destinos pertenecientes a una línea u otra. Hablar de “destinos Patrilineales” y “destinos matrilineales” aluden a que el destino de un sujeto puede ser determinado en forma predominante por la línea materna o por la línea paterna. Según el predominio de una línea u otra, observaremos las historias repetitivas, las reediciones, las historias de vidas que se repiten a pesar de las novedades y los cambios a través de las generaciones. Podrán existir, sin duda, matriarcados casi puros aunque la exclusión neta del aporte de la familia paterna puede significar graves carencias para el programa de los integrantes de la familia. La línea paterna siempre existe ya sea en forma recesiva o latente. Encontrar el significado y su función en el destino de una familia puede esclarecer sobre las diversas problemáticas existenciales de una familia dada. El cruce de ambas líneas nos llevará a que la identidad de cada sujeto sea “compuesto”, es decir que implique la influencia de ambas líneas, la materna y la paterna. Podemos sostener que una organización familiar puede ser de tipo matriarcal según preponderancia de la línea materna o de tipo patriarcal si prepondera la línea paterna. En los casos de coexistencia debemos verificar la “línea dominante” y manifiesta de la “línea dependiente” y recesiva para esclarecer las problemáticas de una familia dada. Por lo tanto, demostrar que existen formas mixtas en que los hechos externos hablan de un patriarcado, aunque desde el nivel implícito pueda existir preponderancia del matriarcado. Es el caso de las madres que descalifican al padre en forma latente y concuerdan con él en forma manifiesta respecto de la crianza de los hijos. Sin embargo, no hablamos sólo de relaciones de parentesco sino de estilos de vidas determinados por la “línea dominante”, que, en definitiva delimita lo que es la “realidad”. ¿Cómo detectar un “modelo matriarcal” de familia?. En una familia donde se legítima solamente la palabra de la madre, y el padre es considerado como un simple compañero, o quizás un “tirano” que busca la afirmación de su papel a través de la fuerza o el autoritarismo. Pero ante una línea matriarcal, el combate está perdido de antemano. Indefectiblemente se impondrá la línea materna y sus vicisitudes. Sin embargo puede que la madre se sienta incomprendida, incluso maltratada, abandonada, martirizada o descuidada, etc. La conciencia busca siempre una justificación, cuando no la negación o la resignación. En una organización familiar matrilineal, el padre queda en la periferia o es descalificado en su rol fundamental: trasmitir la propia línea, la ley del grupo de referencia, ser un modelo consistente y legítimo para el hijo. ¿Quién regula o legítima un sistema familiar matriarcal? El padre de la mujer, el hermano, una hermana o la abuela, es decir los integrantes de la propia familia que son tomados como los únicos modelos estructura de la línea familiar y de allí, la de sus integrantes. Es decir los integrantes de la familia dominante rigen o regulan el destino de la familia en cuestión. Tales representantes, encarnan la ley, la disciplina y la autoridad en el seno de la familia. Sin embargo, debemos comparar nuestra propuesta clasificatoria de la familia desde los descubrimientos de Malinowski en el campo de la antropología, con la visión psicoanalítica de la familia y el complejo de Edipo como estructura estructurante de la subjetividad y de la familia. Lo que es percibido como rivalidad estructurante del complejo de Edipo como el caso del hijo en relación al padre, se da con mayor efectividad en una familia patrilineal y donde el padre es legitimado en su rol y desde el deseo de la
madre que legitima la palabra del padre ante los hijos. En la familia patriarcal, la función de separación producida por el efecto de la función paterna desemboca en hostilidades y rivalidades más o menos manifiestas entre el hijo y el padre. Esto le permite al hijo asumir su destino y su deseo desde una identidad masculina. Por el contrario, en una familia matriarcal la diferenciación clara de la subjetividad se dificultad, la diferenciación endogámico se dificulta, y la familia se torna confusional o sincrética(Bleger). En esta organización, los roles son estructurados como “re-presentaciones” directas del libreto familiar intergeneracional y por ejemplo, el hijo no encuentra recursos para mediatizar y elaborar su papel desde el pensamiento, la palabra y su rol en la familia. Sin embargo, como describen autores como Isidoro Berestein y Malinowski, la rivalidad estructurante puede darse dentro de la línea materna, es decir, entre el sobrino y el tío, el nieto y el abuelo, aunque eso no permita la subjetivación, la conciencia de sí, la identidad, etc. En otros términos, el padre se reduce a un apéndice descalificado de la línea materna y esto desemboca en conductas repetitivas que resultan de muy difícil manejo, lo que es percibido como “problemático”, “conflictivo”. En otros términos, en el tipo “patriarcal” de familia, con predominio de la “línea paterna”, el niño incorpora como modelo legítimo al padre. En otro modelo, el tipo matriarcal, el niño debe incorporar al tío y su historia, a la hermana materna, al abuelo o la abuela e incluso otros roles sustitutos vinculados a la madre, quedando el padre deslegitimado, lo que detona exigencias, conflictos, rebeldía de los hijos, y una familia problemática. Surge asi, como en todos los casos de destinos problemáticos, la necesidad del cambio. De ahí la necesidad de un destino interpretativo y de cambio del destino.
Parte V
Destinología, ciencia del cambio
¿Podemos cambiar el “Destino”?
Nuestro “logo” aparece ya “pre-formado” cuando niño, a lo que se sumarán los cambios de la adolescencia y los retoques en la vida adulta. Tales “experiencias adultas”, logicamente, operan cambios en el “programa” o la confirman, según sea el caso. Este proceso de “rectificación” o de “ratificación” de las marcas simbólicas(memoria existencial, el “mnemograma” como memoria semántica que integra la “el sentido” del destino, y que debe ser inferida de los símbolos) inscriptos en nuestra mente es diferente en cada sujeto. Por ejemplo, el caso del sujeto que temía dar el paso hacia el éxito
empresarial. El fundamento de su conducta radicaba en la simple “re-presentación” del rol paterno en la vida real: estaba materializando el modelo paterno “temeroso” que él había incorporado como ejemplo a seguir. Lejos de ello, era impensable otro estilo de vida. Gracias a la indagación de su “arbol destinológico”(destinograma), se pudo inferir el “mapa destinológico” de los destinos que lo precedieron, como el de su padre y abuelo, lo condujo a que pudiera cifrar su destino y dar el paso necesario para el éxito laboral. Volviendo al tema de nuestro logos, podemos decir que el “condicionamiento familiar”(y social) es profundo, y que cuando llegamos a la adolescencia, ya poseemos una lengua, un hábitus(Bordieu, sistema de percepción, esquemas de interpretación), un pensamiento más o menos realista, criterios morales, prejuicios, temores, fortalezas, objetivos laborales, estudios, habilidades motrices, torpezas, etc., etc. Para cada “habilidad” (intelectual, emocional, social, grupal, ético, practico, dialógico, etc.) la familia instrumentó una “pedagogía” para transmitir los legados en forma de “conocimientos” que nos permitieron modelar la realidad según el estilo de nuestro grupo cultural (familia). Cualquiera sea el método de resolución de los problemas, las mismas fueron estructuradas en la familia. Podemos responder a la pregunta a través de una formula que consideramos eficaz para conocer y cambiar el propio estilo de vida: “Querer es poder”. Es decir, si se tiene “voluntad de cambio”, lo que significa que en el sujeto operan dos fuerzas contradictorias a saber, el principio de re-petición y el principio de cambio, que cuando prevalece sobre lo repetitivo, se operan grandes modificaciones en la vida de un sujeto. Tales modificaciones pueden ser en la familia, las relaciones de pareja, vínculos con los hijos, cuestiones laborales, los estudios o en la vida social. Existen muchos casos de sujetos que han “superado” su destino obligado(Zsondi) y han logrado saltos cualitativos en lo que hace a progresos económicos. Otros lo logran desde los estudios, como por ejemplo, ser abogado a pesar de pertenecer a familia de bajo nivel cultural. Son los chicos denominados “resilientes” o flexibles ante un realidad adversas, pero con voluntad enorme para cambiar. En otros casos, donde prevalece el principio de re-petición, los sujetos vuelven a representar las mismas escenas familiares a través de generaciones: separaciones, violencia familiar, fracasos, etc. Son, por ejemplo, las hijas que, “casualmente” quedan embarazadas y se separan o aquellas mujeres que muy tarde captan que les pasó “lo mismo que a mamá”. Volviendo a la idea de “voluntad”, podemos definirla como la relación entre una idea y el deseo para su consecución. Si se tiene voluntad, todo es posible. La voluntad es la capacidad para realizar esfuerzos y superar ciertas barreras que otros no podrían si no disponen de la “energía” y el esfuerzo para la misma. La voluntad es deseo y búsqueda de los medios para solucionar la tensión de necesidad que implica tal situación inquietante para un sujeto. Es bueno pensar en la “voluntad de cambio” cuando nuestro destino nos resulta negativo y necesitamos ajustar o cambiar ciertos aspectos. Por ejemplo, una mujer golpeada requiere de una gran voluntad para escapar al círculo(destino circular, “Complejo de Sísifo”, supra) repetitivo de violencia verbal y física de su pareja. Necesita en forma urgente, tomar conciencia de su destino de mujer “masoquista” enamorada de un hombre-supuestamente- “sádico”. En suma, ámbos, necesitan “re-conocer”(conocer lo desconocido “conocido”, es decir, sus respectivos destinos) que provienen de modelos de familias donde la violencia de pareja era común. Solo así podrán tomar conciencia de que se encuentran en un escenario donde “juegan papeles” perteneciente a sus padres, tías cercanas o incluso abuelas. Naturalmente, puede que medien otras influencias como los modelos de la TV o de vínculos cercanos como los amigos, pero el requisito básico para la violencia conyugal es que en la familia de origen la violencia haya sido patrón normal de conducta. Por otra,en la “voluntad de cambio”, colabora la “motivación de logros” (deseo de
progresos) que nos impulsa a la revisión y cambio de nuestra vida. A ello se suma el rol de la “meditación razonada”, la meditación profunda sobre nuestro destino. Por lo tanto, en lo atinente a la voluntad para el cambio del propio destino, tenemos varios casos. El caso del sujeto proveniente de una familia modesta, inteligente, estudia, trabaja y triunfa en la vida. Este otro, que posee talentos aunque en estado latente y que no continúa sus estudios y logra obtener un puesto mediocre y poco calificado en su vida por la falta de voluntad de cambio. Un tercero, observa envidioso el éxito de los demás, aunque incapaz de analizar su destino y sus avatares. Finalmente, un sujeto capaz, inteligente, estudioso, aunque un destino “problemático”(problemas de pareja) le impide un destino mejor. En todos los casos citados, cuando el sujeto analiza su vida, surge el “deseo de cambio” (voluntad de cambio). Pero el cambio verdadero, y no simples cambios de rutinas o de opiniones, dependerán de su voluntad y disciplina para reflexionar sobre su vida. A ello debe sumar el esfuerzo y el trabajo de reflexión sobre el propio destino. Debe comprender que los acontecimientos de su propio destino corren paralelo a la puesta en escena de un “programa de vida” que él necesita conocer para conocer su verdad, su destino. Solo así podrá elaborar un cambio de perspectiva de su vida, una verdadera superación de un destino de condena.
El “Aufhebung” de un destino de sufrimiento “La búsqueda de comprensión y superación de los destinos penosos constituye un anhelo profundo de todo ser humano.”
El título de éste apartado, “El aufhebung del destino” alude a la superación de un destino de re-petición(volver a peticionar y sistema de vida previo) y de sufrimientos. El concepto de “aufhebung”(tomado de la dialéctica Hegeliana) significa “superación” de lo previo, aunque incorporado de manera superada, en el sentido de incorporar y reflexionar sobre su nuevo sentido. Mejor dicho, significa la superación de un destino de repetición y sufrimientos innecesarios. En relación a la posibilidad de lograr cambios o mejoras en la vida de una persona, el termino “aufhebung” significa que las causas que posibilitan el presente, se encuentran en el logos, en el programa, a saber, los deseos paternos, los modelos familiares incorporados o prototipos(el “protologo” como face primitiva del programa existencial), y que continúan operando como causa de nuestro ser. En otros términos, significa que los deseos paternos y modelos familiares fundantes de nuestra subjetividad se encuentran en los orígenes de cada historia individual y continúan operando en el presente como causa de nuestra conducta. Lo mismo decimos de las frases y profecías oraculares de los personajes significativos de nuestra vida: padres, sustitutos, parientes cercanos, maestros, etc. Superar tales, significa bucear lo bastante en el “destino familiar” como para atrapar las “verdades”(que destinan) enunciadas por los padres y parientes significativos. En todo caso, lo que podemos cambiar, quizás, no sea el pasado sino nuestra actitud hacia las mismas. Otro sentido del término “aufhebung” significa que las “marcas” fundamentales incorporadas en la familia continúan su influencia debido que se han constituido en
“programa”. Las “marcas” aluden a las “pautas” de conductas incorporadas, a los modelos construidos en forma temprana en los diversos aspectos de la subjetividad: modelo de sexualidad, tipo de vínculo de pareja observado en los padres, modelo de padre transmitido a los hijos, el trato a la esposa, maternidad, estilo de enseñanza de los padres, entre otros. Una buena educación, una buena orientación y asesoramiento a los hijos dejará siempre su “marca”. Existe otro tipo de “marca” que el programa incorpora, aunque en forma metafórica, a través de los roles que nos adjudican los personajes significativos. Por ejemplo, un enunciado del tipo “Será muy inteligente”, proferida po una abuela, tío, padre, madre, padrino, y todo personaje considerado en forma legítima como modelo a seguir o “figura destinante”. La causa de su destino, la razón de ser de su vida estará contenida en esos enunciados incluidos en logos. Por otra parte, la significación más importante del término “aufhebung” es que implica “superación” de lo que se re-pite(o se re-peticiona). Aufhebung significa “superación de lo que se repite” en un destino mejor. La práctica de la Destinología no es sino la práctica de la aufhebung: lo que se repetía en forma automática de generación en generación es incorporada a la conciencia en forma superada, simbolizada, sujeto al pensamiento y la posibilidad de cambio. Es lo que permite el paso de una dependencia radical respecto del propio programa a un destino de libertad relativa, con mayor libertad para actuar, con opciones múltiples, “madurez”, creatividad, trascendencia, nuevos proyectos. Gracias a la indagación conjunta con el destinólogo, el sujeto logra progresivos conocimientos de su “paradigma mental”, su “guión inconsciente”, su programa, hasta que, gracias a un “salto cualitativo” totaliza su destino. En el fondo, lo que el destinólogo busca es que el sujeto se apodere de su destino alienado, ajeno para sí, en pro de un “destino para sí”.
¿“Enfermedad mental” o “Destino singular”?
Para la Destinología los denominados los trastornos o “enfermedades mentales” no constituyen sino “extrapolaciones conceptuales” desde el modelo médico organicista en el nivel “existencial” o humano, como es el caso de la psiquiatría. A ello se suma la “ideología del control”(que legitima un orden social neoliberal e injusta) subyacente al proceso del “etiquetaje” o construcción de rótulos y marcas. Los supuestos “cuadros” o “estructuras” psicopatológicas no constituyen sino marcas que encasillan a los sujetos no tanto por lo que viven, sienten o hacen desde un “destino singular” sino por la opinión de los supuestos expertos profesionales de la salud mental que, avalado por la “autoridad científica”, logran legitimar sus propuestas. Según esta postura, la enfermedad mental es la que es etiquetada como tal. Es una “marca”. A pesar de los desacuerdos entre los diversos “paradigmas” psicológicos, psicoanalítico, sistémicos, cognitivos, psiquiátricos, etc., por su parte, la sociedad considera que lo que la mano santa de la ciencia santifica y bendice es la verdad absoluta. Contrariamente, la Destinología considera que lo que se denomina “enfermedad mental” no constituye sino una etiqueta, un rótulo o una marca condenatoria que intenta graficar la vida más o menos problemáticos de un individuo o grupo. Muchos autores como Ronald Laing, desde la Antipsiquiatría, David Cooper, Basaglia, etc, entre otros, mantienen esta opinión sobre el etiquetaje. Sin embargo, a pesar de sus propuestas desde la década del 60 del siglo pasado, en el campo de las ciencias
humanas y especialmente en la psicología, la utilización de los rótulos o cuadros de enfermedades mentales no han sufrido críticas y refutaciones verdaderamente científicas. Por el contrario, la comprensión del destino de un sujeto llevará considerar los supuestos rótulos y enfermedades mentales como simples indicadores de un destino puesto en acto y que requiere de una simbolización o “toma de conciencia” de parte del sujeto. Entonces, la aplicación de rótulos desemboca, finalmente, en el “estigma” o “marca psicológica” que por su misma naturaleza implica una connotación negativa y condenatoria para el destino de un sujeto. Imaginemos a un niño rotulado como “deficiente mental”, luego en la familia y finalmente en la comunidad. El peso y la condena de tal rótulo saltan a la vista. Finalmente, el objetivo del rótulo llega a su meta: el niño es conocido y catalogado como deficiente mental en su red social inmediato. Lo mismo para cualquiera de los rótulos (fóbico, inestable, bipolar, fronterizo, autista, etc.) utilizados por la psicología para clasificar a los sujetos en “enfermos” y “sanos”, “normales” y “anormales”. Sin embargo, nadie duda de la utilidad legal e incluso profesional de los cuadros y conceptos psicológicos explicativos y de cambios, aunque el efecto final sea el hecho lamentable de los “estigmas” familiares y sociales, la discriminación consecuente y la segregación de los individuos y grupos en la sociedad. Mejor dicho, el uso no “hipotético” y provisional de los rótulos desemboca en el estigma psicológico y la condena existencial del sujeto. El “principio de autoridad” de la ciencia avala este proceso de esquematización y discriminación “refinada” y “científica”. En otros términos, el proceso de marginalización culmina por cumplir la expectativa que los rótulos o etiquetas conllevan como significaciones, llevando a la estigmatización y condena social de los individuos y junto con ellos su destino. Tales sujetos serán conocido en base a los rótulos y sus logros, virtudes y habilidades serán sistemáticamente descalificados en base a los supuestos indicadores de un cuadro o “trastorno mental” subyacente. Por el contrario, desde la Destinología, la etiqueta es relativizada en función del destino singular de cada sujeto. Las dolencias adquieren sentido en función del destino del sujeto. El destino del sujeto adquiere sentido en función de su programa, construido en una familia, donde el sujeto interpreta y estructura su destino en base a decisiones y deducciones. Por ello, la Destinología no se centra en la búsqueda de supuestos mecanismos e indicadores descriptivo de supuestos cuadros psicopatológicos, porque que la tarea consiste en buscar el destino cifrado del sujeto, su “verdad” en relación a los deseos paternos que han mantenido cautivo al sujeto en un lugar preciso: de débil mental, loco, fracasado, adicto o delincuente, etc. En este sentido todas las dolencias de origen psicológico, como los denominados neurosis, psicosis, etc, no constituyen sino “destinos inducidos” en que el sujeto se encuentra cautivado y condenado familiar y socialmente. Tal programa contiene los símbolos de las diversas problemáticas citadas, aunque desde la Destinología no se les denomine “enfermedad”, ni “cuadros psicopatológicos” sino simples dolencias existenciales, en que el sujeto se encuentra alienado y atrapado esperando una solución que oriente su vida hacia nuevos carriles. Se preguntará sin duda, que existen sujetos cuyas mentes se encuentran desconectadas e “inconexos” en sus funciones(ideas, pensamientos, etc), sin una realidad compartida, como los denominados “psicóticos” y que muchos de ellos se encuentran psiquiatrizados o internados un asilo. A tal pregunta, la Destinología responde que constituyen programas existenciales que funcionan en forma automática con pocas posibilidades de subjetivación y toma de conciencia de la propia existencia. En verdad, constituyen tópicos aún por investigar en relación al proceso de estructuración del programa y de las funciones psicológicas implicadas, desde el lenguaje, el pensamiento, los procesos afectivos y las operaciones implicadas(función paterna, función de la familia, etc). Por lo
tanto, podemos concluir que los supuestos “cuadros” o “enfermedades mentales” no constituyen sino “rótulos” o “marcas” estigmatizantes, que condenan al sujeto a un destino de marginación y sufrimiento avalado por la ciencia y la sociedad. La superación de los rótulos y la busqueda de los fundamento de tales en el programa existencial de un sujeto, constituye un paso importante en las ciencias humanas con el objetivo de ayudar a a trascender la demonización y la segregación encubierta y justificada en el nombre de la ciencia. En tales “estados existenciales”, donde el destino “bordea” el sinsentido de la vida y los confines de la tragedia, operan en el marco del automatismo, los denominados “dispositivos automáticos de control”, verdaderas defensas del “programa” sostén de la propia existencia.
“Dispositivos de control del destino”
“Lo que se considera ceguera del destino es en realidad miopía propia” Faulkner, William
Los mecanismos de control automáticos o “dispositivos de control” de nuestro “destino” constituyen procesos que escapan a la conciencia de todo sujeto y se erigen como “mecanismos protectores” del propio sistema de vida. Protegen contra la amenaza de cambio, donde todo replanteo o cambio genera “miedo” o sentimientos de peligro y angustia. Sin tales mecanismos protectores, el guión existencial estaría en peligro de ser invadido o incluso “destruido”-según la vivencia, fantasía o pensamiento del sujeto- por las irrupciones, críticas y paradigmas o puntos de vistas diferentes al del sujeto. Por lo tanto y con el objetivo de defender el propio mundo-el propio paradigma-, el propio modelo familiar, las propias costumbres, actitudes, pensamientos, fantasías y sentimientos, etc., surgen los mecanismos de control automáticos que refuerzan el “no cambio del destino”, la re-petición de modelos de conductas de generación en generación y el “equilibrio” en circulo vicioso(destino circular, retornos repetitivos de modelos) en la vida de un sujeto. Sin embargo, el control o protección del propio modelo de vida lleva a que el sujeto no pueda informarse de su verdad, de su verdadera historia y a la perpetuación de un destino problemático. Desde la Destinología, toda autonomía es siempre relativa al grado de conocimiento del propio destino, del destino familiar. Los dispositivos de control automáticos inferidas por la Destinología pueden ser caracterizadas como sigue: Autoengaño: el sujeto se “engaña” respecto de su verdadero destino. Aduce falsas explicaciones respeto de su vida utilizando los aportes de su cultura, la educación, una religión, o elaboraciones familiares que se alejan su verdadero destino. Finalmente, el autoengaño conduce a la falsa identidad y a un destino inauténtico. Tergiversación - Consiste en una definición errónea de la propia vida, del propio destino. La verdadera historia escapa al conocimiento del sujeto y el “guión inconsciente” continua su efecto automático en la existencia del sujeto. Escotomización: percepción selectiva y tendenciosa de los hechos humanos. Consiste en
no ver lo que no se desea ver. El sujeto piensa o percibe según los dictados de su programa oculto, ignorando el mecanismo.Consiste en una percepción errónea de la realidad. Resistencia al cambio: temor al cambio del propio modelo de vida. Los contenidos del programa, a saber, modelos o patrones de conductas, pensamientos y sentimientos ejercen resistencia al cambio debido al temor a las nuevas situaciones desconocidas. Realismo existencial: enfoque superficial y realista de la vida. El sujeto se torna positivista considerando que las cosas son como son, suceden porque deben suceder y se niega al autognósis(conocimiento de sí mismo). Aparece dificultades para el pensamiento conceptual, clasificando los hechos según criterios vulgares, ausencia de un pensamiento causal y cierto predominio del pensamiento mágico. Ilusión de autonomía: consiste en la ilusión de ser autonómo, con un sentimiento de control de la propia vida o el propio destino. El sujeto suele sentirse libre, con poder de decisión sobre los distintos aspectos de su vida aunque ignorando las causas verdaderas de su destino contenida en el programa mental. Resignación: frente a los avatares de la vida, el sujeto se resigna y torna conformista como medio de lograr orden, equilibrio y seguridad. El sujeto anula todo pensamiento crítico y toda posibilidad de cambio como forma de protección del propio programa. Autoidealización: surge como medio de evitar las frustraciones de la vida. Ante evidencias, errores, incapacidades, etc., el sujeto adhiere a una imagen omnipotente e idealizada de sí, como de forma de evitar la toma de conciencia de las propias limitaciones. Constituye otra forma de autoengaño. Postergación: consiste en posponer una y otra vez la tarea de pensar, elaborar o enfrentar en forma seria los carriles del propio destino. El sujeto, ante las claras evidencias de su vida, su destino, etc., pospone una y otra vez su análisis con el objetivo de cambiar los detalles que le causan sufrimiento, temor o angustia. La postergación puede durar toda la vida en aquellos sujetos que no poseen el coraje suficiente para enfrentar su destino o ésta resulta demasiado traumática como para ser elaborada por la conciencia. La autoligazón: consiste en la centración predominante en el sí mismo, el encierro en las propias fantasías y pensamientos individuales, en los propios intereses, lo que impide el acceso a datos proveniente de los demás respecto del propio destino. Este proceso ayuda a perpetuar el propio programa a costa de sus aspectos negativos y penosos. Como resultado, el sujeto se “desliga” de las opiniones compartidas y se encierra en un mundo narcisista y autosuficiente para lograr así, el cumplimiento incondicional de los términos de su destino. Arcaísmo: es la persistencia de comportamientos arcaicos o infantiles que impiden un enfoque “maduro” de la propia existencia. Por ejemplo actitudes de dependencia, rebeldía, celos, envidias, negativismo etcétera, de naturaleza infantil. Previsión: consiste en la “mira”, en forma predominante, hacia el futuro con el intento de solucionar y mejorar la propia situación actual y penosa. Este proceso impide la Introvisión y el análisis de las causas reales del propio destino. La centración en el futuro no permite siquiera analizar el presente o el pasado y eso impide el autoanálisis o el análisis del destino con un profesional. Por lo tanto, los dispositivos de control automático del propio destino enumerados previamente, operan en forma oculta y determinan lo que muchos han percibido como carácter “insoslayable” o “inmodificabilidad” del destino. Operan en el sentido de proteger el preciado néctar de la propia historia resguardando la propia verdad oculta en nuestro programa como “destino cifrado”. El intérprete legítimo aunque al mismo tiempo “operador” respecto de nuestro destino resulta ser el “Destinólogo”.
La invención del “Destinólogo”
Podemos considerar que el rol del destinólogo consiste fundamentalmente en escuchar historias de vidas para inferir el “destino simbólico” del sujeto. Consiste en escuchar e interpretar desde el rol de “intérprete” del destino. Su rol se centra en la búsqueda de las regularidades de cada historia, lo que se “re-peticiona”(lo que se demanda como destino), el análisis del “árbol destinológico”(destino de los antecesores) a través del “destinograma”. Su foco no es un síntoma sino los símbolos destinantes que abarcan todo el sistema de vida del sujeto. Es quién trata de captar el “proyecto de vida potencial”, el “guion existencial”, el logos, el destino simbólico. El destinólogo toma la vida de un sujeto como la articulación circular de escenas simbólicas repetitivas de una vida, semejante a una “película” donde el protagonista principal es el propio sujeto. Considera que cada paso, cada palabra, cada pensamiento, cada idea, cada actividad o pensamiento posee vestigios o significaciones sobre nuestro destino. El destinólogo es el “analista del destino” porque es quién se encarga de comprender nuestro programa desde un registro novedoso: considera que nuestro destino no esta sujeto al azar ni a los caprichos de los encuentros cotidianos y sociales sino que posee determinantes mentales internalizados en la historia emocional de cada uno. El destinólogo es quién busca captar, cifrar o interpreta el “jeróglifico” del destino, la verdadera historia del sujeto. Es el intérprete de nuestro destino desde una mirada relativista y provisional. Pero toda adquisición del sujeto es personal. La historia que construye es personal y esta historia es el foco del destinólogo. Es quién necesita no solo escuchar sino indagar sobre todos los ámbitos en que pone en escena su dramática existencial. No busca la verdad de cada sujeto desde su simple pensamiento sino en función de lo que concretamente exterioriza el sujeto en los ámbitos varios de su vida: palabras, escritos, ocurrencias, intereses, lecturas, temores, amistades, tipo de trabajo, capacidades manifiestas y latentes, origen social (clases sociales, cultural familiar), desempeño académico, sueños, imaginaciones, película preferida, libro preferido, amigo predilectos, etc., . Es decir, todas la producciones simbólicas y materiales conllevan informaciones el destino. El rol destinólogo consiste en escuchar, preguntar, pensar y comprender la historia de vida de una persona. Con posterioridad, devuelve la historia retraducida como el “software” o programa mental determinante de las dolencias de las personas. Mejor dicho, como “Analista en sistemas mentales”, busca cifrar o codificar el destino singular gracias a la escucha, las preguntas e indagaciones y devuelve al sujeto su destino reinterpretado desde el paradigma de la Destinología. No interviene sino para preguntar. No buscar cambiar síntomas sino el destino total de un sujeto. Mejor dicho, el destinólogo busca comprender cada destino individual para devolver al sujeto una construcción desde un lenguaje programático: “Su destino se corresponde con un guión existencial que posee los siguientes aspectos…”. El destinólogo busca relacionar el pasado, el presente y el futuro de cada sujeto. Brinda condiciones(preguntas, escucha, etc) para que el sujeto relacione su pasado con su presente y su futuro. De esta manera capta los escenarios pretéritos y el punto de vista o interpretación de las mismas de parte del sujeto(paradigma personal). Aunque por un proceso de “grabación” temprana e inconsciente, al sujeto le resulta difícil -o imposible-
encontrar la relación entre sus modelos de conductas actuales y sus orígenes. Solo percibe los efectos y las causas, los esquemas de conductas contenidas en su programa. Por ello, el destinólogo siempre posee “in mente” la idea de que todos seguimos un “guión existencial” que organiza nuestra vida. El destinólogo es activo en sus intervenciones. No solo escucha sino que pregunta, indaga, anima, cuenta anécdotas, historias, etc., es decir, dialoga en forma activa. La conversación es uno de sus instrumentos más poderoso. El destinólogo es el profesional del destino que podrá ayudar a esclarecer los oscuros recónditos de nuestro destino y facilitar informaciones para realizar cambios. Su objeto es el “destino” y no solo la mente, las emociones, la familia, la comunicación o los pensamientos. Ayudar a que las personas comprendan su destino para reordenar los términos de su historia de vida es crucial para la Destinología. Sus instrumentos técnicos son la entrevista, el estudio del “árbol destinológico” a través del destinogrma, la conversación franca, el desarrollo de la capacidad de escucha, la capacidad para interpretar las ideas y modelos de conducta del consultante, el uso del pensamiento racional para acceder a conclusiones sobre el destino de un sujeto, el cuestionario o “guía”, las técnicas de accesos como la introvisión, etc., la capacidad empática y una formación humanística general.
Técnicas de abordaje del Destino Los siguientes instrumentos técnicos para el abordaje del propio destino fueron concebidos para el análisis e interpretación de nuestro Destino según el modelo o marco teórico de la Destinología. El acceso a nuestro “guión” no es posible en forma “directa” como el acceso a un pensamiento consciente, sino que existen impedimentos debidos a los “mecanismos automáticos de control del destino”(negación, escotomización, etc), y por el otro, la resistencia de la conciencia a los contenidos peligrosos del propio destino. En otros términos, debido a la resistencia al cambio y los dispositivos de control automático del programa existencial, resulta difícil el acceso directo a los contenidos del programa de vida. Por lo tanto, la Destinología ha explicitado algunas técnicas de abordajes “indirectos” de nuestro destino simbólico oculto. A continuación, algunos ejemplos: La Introvisión o “mirada retrospectiva”: La “mirada retrospectiva” o “introvisión” del sujeto respecto de su vida nos puede brindar recuerdos y reflexiones cruciales. Se debe anotar las ideas más significativas que pueda recordar sobre su historia. Recuerde que el sujeto siempre puede “olvidar” (reprimir) porciones significativas de su historia y se deberá pensar en términos de hipótesis provisionales. En otras palabras, la Introvisión consiste en un replanteo y búsqueda de comprensión del propio destino a través de preguntas sobre los acontecimientos que marcaron nuestro destino. El nuevo “raconto histórico” y el análisis de los pasos por la vida, posibilitarán nuevos puntos de vistas, un distanciamiento del propio destino y la posibilidad para nuevas conclusiones. Entrevistas con familiares: La entrevista con parientes significativos para lograr más versiones sobre la vida del sujeto. Naturalmente que debe considerar la brecha entre fantasía y realidad y la exactitud se debe excluir como ideal. Luego, resulta útil comparar las distintas opiniones sobre su historia, su carácter, sus parecidos con este u otro familiar,
la secuencia de su vida, etc., para armar el rompecabezas de su vida. El análisis de la familia de origen: Consiste en analizar la familia de origen del sujeto, tanto por él mismo como desde el destinólogo. Es importante diferenciar las similitudes y diferencias para extraer lo nuevo y lo repetitivo de una generación a otra. Las sugerencias y críticas de la pareja pueden ayudar. El autoanálisis: El “autoanálisis” o la “auto observación” en diversos roles como el de padre, hijo, relación entre hermanos, etc, posibilitan informaciones claves para entender el destino. Tomarse como “objeto de observación” a través de los tiempos, y en los diversos roles y acontecimientos de la vida, le brindará una historia esclarecida respecto de su destino. Análisis del álbum familiar de fotos: El análisis del “Álbum familiar de fotos” por el destinólogo y el propio sujeto para reflexionar sobre su posición en la misma: si excluido a un costado, en el centro, del lado de quién, los porque, etc. En suma, alguna pista puede abstraer para completar su guión existencial. Otras formas de indagación: * Comparación de la familia con la familia de los tíos/tías, abuelos/abuelas, primos/primas, etc, * El análisis del argumento del sujeto sobre su propio destino(su punto de vista sobre su destino). * El análisis de su diario íntimo: ¿Qué aspectos cruciales de su destino reflejan? * Análisis de las reuniones familiares y las diferentes historias emocionales: ¿Cuántas verdades sobre el destino del sujeto? * Los “secretos familiares”: ¿Existe algún “secreto familiar” respecto de su destino? * El análisis de la resistencia al cambio y el deseo de saber sobre su destino para evaluar las posibilidades de logros.
Genealogía del Destino: El Destinograma
El destinograma o estudio del "mapa familiar multigeneracional" del destino, que constituye un instrumento regio para acceder al conocimiento del destino de un sujeto. Se funda en la idea de "árbol genealógico" que constituye un procedimiento muy conocido, que para la destinología se transforma en “árbol destinológico”. Por ello, el destinograma constituye algo más que la simple representación gráfica de las generaciones que precedieron al sujeto. Consiste en la indagación de los destinos de las generaciones que precedieron al sujeto. Esencialmente, constituye una construcción gráfica que se funda en el discurso del sujeto respecto de las dos líneas básicas de su destino: su "línea paterna y materna" a través de varias generaciones. Cada línea es rastreada gracias a la rememoración activa del sujeto a través de varias generaciones hacia atrás. Su objetivo: poder deducir los modelos fundamentales, los legados, mandatos, profecías, misiones, deseos, maldiciones, éxitos y fracasos, injusticias vividas, etc., o destinos de los antecesores del sujeto.
Como gráfico proyectivo, el destinograma consiste en una o varias hojas en blanco donde él sujeto representa a través de un triángulo (para los hombres) y un círculo (para las mujeres) las diferentes generaciones que lo precedieron. Puede partir de su situación actual hacia el pasado o desde el pasado hacia el presente realizando todas las anotaciones que desee, sintetizando los hechos trascendentes de cada momento, el destino singular de cada integrante de su linaje, los ideales de la familia, temores, dificultades, etc. En su construcción, el sujeto se puede valer entonces de un gráfico, además de dibujos, anécdotas, estilos de vidas, ideales, recurrencias, y hasta del "guión imaginada" de una película de sus antepasados. La creatividad del sujeto debe ser respetada en todo momento. En el destinograma, una vez descripto y analizado los distintos elementos conjuntamente con el sujeto, se podrá comparar las conclusiones con las demás informaciones respecto del destino del sujeto. De esta manera, el destinograma nos ubica en el "destino dominante" de la “línea”(materna o paterna) en el destino del sujeto. Como instrumento para esclarecer el destino de un sujeto, en el destinograma pueden aparecer temas como el divorcio, abandono de hijos, hijos ilegítimos, adopciones, alcoholismo, accidentes recurrentes, enfermedad es físicas, éxitos y fracasos, violencia familiar, etc, que indicaran los puntos simbólicos importantes. El objetivo básico del destinograma consiste en que el sujeto pueda proyectar su “destino” a través de sus expresiones gráficas y verbales sobre su vida actual y el destino de las generaciones que lo precedieron. El destino del padre, la madre, tíos y tías, abuelos, etc, según varias generaciones hacia atrás, pueden ayudar a las construcciones. Resulta interesante abstraer el destino comun a los personajes del linaje que más marco a nuestro sujeto. En pocas palabras, debemos construir en base al “árbol destinológico” el "programa de vida" de tal o cual sujeto. A diferencia de los genogramas familiares y árbol genealógico de la familia, el destinograma resulta proyectivo: en ella el sujeto proyecta símbolos e informaciones cruciales respecto de su vida y de las generaciones que lo precedieron. En los comentarios sobre el futuro del linaje familiar siempre surgen alusiones al desarrollo de las cosas desde la actualidad." Si esto sigue así..." "Por lo que veo...", etc. En definitiva, el árbol destinológico busca extraer la lógica del destino del sujeto, los modelos significativos, las profecías y oráculos familiares, las maldiciones proferidas, los mandatos, promesas, las tradiciones familiares, los valores de la familia, entre otros. A su vez, el destinograma puede ser acompañado por dibujos, anécdotas, álbum familiar, y todo aporte verbal o gráfico que el sujeto considere pertinente. Los puntos en blanco o lagunas, los secretos familiares, lo oculto, los miedos, "vergüenzas familiares", etc, también resultan capitales y deben ser indagados. Asimismo, lo que denominamos "destinograma alternativo" pensado o imaginado por el sujeto, debe ser solicitado debido a que el logograma no consiste simplemente en símbolos heredados sino también se compone de deseos potenciales, ideales, etc, que operan fuertemente motivando la marcha de cada destino. También se puede solicitar la "inversión de miradas" que consiste en solicitar al sujeto la explicación de su destinograma a través de otros integrantes de su familia o de su linaje, aunque siempre vinculado a su propio destino. "¿Que pensaría tal persona de tu destino?" En pocas palabras, como instrumento de la destinología cuyo objetivo principal consiste en conocer y cambiar el destino de las personas, el destinograma constituye un instrumento de recolección de los símbolos cruciales que marcan el destino de un sujeto y que éste vuelve a proyectar a través de los gráficos y comentarios respecto de las generaciones que lo determinaron y forjaron como sujeto.
Alternativas para el estudio del “Destino” Para solicitar al sujeto: * El dibujo familiar: ¿Donde su ubica? * Observación de padres y hermanos/as: “Buscando los parecidos” * Imaginando la película de su vida: ¿Cuál es el argumento? * Técnica del “Ensueño diurno”: “Imagine su futuro” * Imaginando a sus padres o figuras sustitutas como programadores de su mente. * Técnica de la conferencia existencial: “Mi vida es…” * Proyección de su proyecto de vida: “Mi destino es y será…” * La técnica del sustituto: “¿Qué opinan de mi?” * Técnica de la inversión de roles: “El destino de mi mujer es…”(de los referentes significativos y familiares) * Proyección en el futuro: “¿Cómo soy en el futuro?” En suma, las técnicas precedentes, por imaginarias que parezcan en algunos casos, pueden ayudar al sujeto a repensar su destino desde nuevos formatos para reprogramar su vida actual en función de los conocimientos sobre el contenido de su programa metal.
Procesos de cambios Los siguientes procesos(al mismo tiempo intelectuales y afectivos) que el destinólogo facilita y busca en forma activa en su intervención, posibilitarán la construcción de un nuevo destino para el sujeto y la posibilidad de una “libertad relativa” respecto del determinismo de su “guión” y las circunstancias. El proceso de refamiliarización: Consiste en lograr una reformulación integral del destino familiar a través de un nuevo enfoque sobre la propia historia de vida. Este proceso se cumple desde los primeros encuentros con el destinólogo porque el sujeto comienza a replantear sus modelos internos en búsqueda de una nueva definición de los sucesos que han perturbado su destino. El proceso de reparentalización: Como su nombre lo indica, éste proceso se caracteriza por la búsqueda de una redefinición activa del rol de los padres o personajes sustitutos que han influenciado el destino del sujeto. Para lo mismo, puede utilizar cuantos recursos posea: sugerencias, reflexión, un relato, citas, lecturas, películas, petición de opinión, una imaginación, dramatizaciones, filmación de una película breve (casera), sugestión, entre otros. Reformulación del proyecto de vida: La consulta al destinólogo, la indagación conjunta del programa existencial, el replanteo de los modelos internalizados, la reparentalización, la revisión de identificaciones destinantes y un análisis del propio “proyecto de vida” inscripta en el propio programa, tienen como resultados una necesaria reformulación del proyecto de vida. La reflexión activa del sujeto sobre su vida, sus planes, resultados y expectativas, cumplen el mismo efecto de replanteo del proyecto vital. El destinólogo
debe orientar hacia la misma dirección durante el proceso de consulta . Debe indagar a través de preguntas, cuestionarios, técnicas, deducciones y sistematizaciones progresivas los fundamentos del “Proyecto de vida contenida en el programa” y comparar con la deducciones del sujeto. El proceso de “re-destinación”: El proceso de “re-destinación” o “re-identificación” consiste en identificar en el relato del sujeto las imágenes identificatorias que lo mantienen cautivo en un destino de sufrimientos y repeticiones junto a la introducción del pensamiento crítico y la conciencia del sujeto respecto de tales imágenes. En otros términos, la simbolización de los contenidos del programa mental y la historización, conllevan como resultado un distanciamiento del sujeto de las imágenes que lo determinan en un destino de repeticiones. Cualquier destino adquiere un nuevo sentido y posibilidad de cambio al ser incluido en una “historia”. El pensamiento dirigido: Consiste en utilizar el “pensamiento comparativo” del sujeto para comparar los relatos actuales de su vida concreta con los acontecimientos de su pasado. Tomar el relato de su vínculo de pareja, familiar, laboral, etc., y buscar los patrones infantiles similares, los prototipos, los parecidos con otros personajes de su entorno familiar, las figuras de identificación, entre otros, posibilitan acceder al meollo del destino de todo sujeto. Dirigir el pensamiento del sujeto hacia su verdad, a lo sustancial de su destino, a lo mas importante de su historia, posibilita construir el guión existencial gracias a los indicios, indicaciones, pensamientos, reflexiones, secuencia de acontecimientos de su historia oficial, etc., que nos brindan los nudos mas importantes de su destino. La prescripción del destino: Consiste en prescribir la repetición del destino del sujeto luego de totalizar la secuencia de sucesos que determinan su comportamiento actual. Por supuesto, el mandato es paradójico y el sujeto cambia si obedece al destinólogo. También cambia si no obedece al destinólogo porque al no repetir su destino o los sucesos principales que lo aquejan, ya ha cambiado. Es decir, cambia al obedecer o al no obedecer Esta técnica es muy común en psicoterapia breve y puede posibilitar un manejo mejor de las secuencias de repeticiones de comportamientos penosos del sujeto. Desidealización: Ciertamente, la desidealización o desmitificación de las imágenes supervaloradas del propio linaje o línea familiar conduce hacia el esclarecimiento y toma de conciencia de la propia verdad. Acceder a la “verdadera historia”, a saber, el deseos de los padres, sus predicciones respecto de nuestro destino, y el acceso a la verdadera imagen que nos mantiene cautivo en un destino repetitivo, posibilita la asunción del destino y un nuevo posicionamiento respecto de la misma. En éste sentido, la idealización de los padres, abuelos, hermanos, etc., lleva a un punto de vista narcisista o de supervalorización de la propia vida, lo que impide el análisis del pasado y la verdad oculta en la memoria de cada uno.
Conclusión En base a las consideraciones precedentes, de naturaleza hipotética y provisional, podemos asegurar que la “Destinología”, constituye un nuevo “paradigma”, de índole teórico-práctico y multidisciplinar, tiene como objetivo primordial el conocimiento y búsqueda de modificación de nuestro destino. El estudio de nuestro destino como “programa existencial” constituye su objeto de estudio sinfular. Estudiar este programa
particular construido por cada sujeto, y configurado como un estilo de vida singular, como un “guión” compuesto por todo un sistema de símbolos significantes, y en pocas palabras, organizado como un “proyecto de vida inconsciente”, como un “software” o “programa” que marca y determina nuestro paso por la vida. El cerebro no se organiza en forma inconexa o dispersa. Por el contrario, organiza nuestra “mente” en forma de un “programa mental” que constituye el reservorio de los ejemplos o modelos de comportamientos construidos en el curso de la socialización y que ponemos en marcha según las situaciones. El origen de éste programa mental, son los deseos paternos, las “profecías familiares” respecto de cómo será nuestro destino. En la antigüedad clásica, esa función la cumplían los oráculos. Sin embargo, cientos de años de evolución y de progreso tanto filosófico como científico, no han llevado un mayor nivel de comprensión del destino humano. El destino se puede comprender y cambiar. La Destinología constituye la ciencia del destino y el destinólogo, el nuevo “especialista”(en vías de legitimización) introducido en la sociedad posmoderna, y cuya función consiste en estudiar, comprender y ayudar a cambiar los destino de sufrimientos. La creación del destinólogo constituye una novedad y una necesidad para comprender y estudiar el destino particular de cada individuo. Los seres humanos somos “adectos” a las historias, nuestra vida es la concreción de una historia, lo que aprendemos son relatos o narraciones sobre el funcionamiento de este u otro objeto, son historias los detalles de un proceso, los acontecimientos pasados o el funcionamiento de una máquina. Son “relatos” que nos enseñan las diversas funciones de los objetos y de la vida. El cerebro incorpora funciones. Múltiples roles organizados a través de escenas, de historias y acontecimientos que cada individuo reinterpreta para armar un reservorio de informaciones que utilizamos de acuerdo a las circunstancias. El destinólogo, aparece como un experto en escuchar historias y encontrar el sentido y los detalles de cada destino. El destino no es insoslayable o inevitable. Se pueden comprender los comienzos, el desarrolle la conclusión de cada destino. Los denominados trastornos de la personalidad, para la Destinología no tienen lógica. Poseer un destino de depresión, de angustia, de fobia, de persecución, de inestabilidad emocional o de alegría, no constituyen estados estáticos o “cuadros enfermizos” con naturaleza propia como lo pretende la psiquiatría o el psicoanálisis. Los cuadros mentales no existen. Los llamados síntomas o manifestaciones penosas para el sujeto, constituyen en verdad actuaciones o reactualizaciones de modelos de comportamientos incorporados en base a modelos reconstruidos en nuestro programa existencial. Así, una hija repetirá activamente los malestares corporales o mentales observadas en la madre. Los hijos por su parte incorporarán las del padre, el fumar, el deber, o la forma de tratar a la madre. Entre tales repeticiones, el destinólogo buscará lo nuevo, el pensamiento creativo, el protagonismo del sujeto para cambiar su destino. El destinólogo le devolverá una “historia”(de la que se infiere un “destino) reconstruida, cifrada según el marco teórico de la Destinología. Cambiar la totalidad de su destino o sólo en parte es y será decisión del sujeto. El trabajo del destinólogo culmina con el descubrimiento de la lógica de un destino singular. Descubrir, por ejemplo, las similitudes entre el destino materno y el destino de una hija, lleva un efecto de renovación y el sentimiento de que nuevos cambios se avecinan. Descubrir que el comportamiento de un hijo en un ámbito laboral, en la pareja, con los hijos, conllevan similitudes increíble con las del padre nos remiten a la comprensión de una historia y a los detalles que se deben cambiar. Aún así, el sujeto es quien decide cambiar. Por lógica propia los seres humanos nos oponemos al destino insoslayable. Somos rebeldes a las determinaciones y a las marcas que nos tienen aprisionados en un destino que no comprendemos. Por eso luchamos, creamos, enfrentamos los desafíos de la vida, por eso la búsqueda de sentido del propio destino y el deseo de cambiar(“voluntad
de cambioâ€?). Lograr un puente entre un destino de sufrimiento y de frustraciĂłn, hacia una vida de nuevas actividades y proyectos constituye uno de los objetivos fundamentales de la nueva ciencia denominada DestinologĂa. El presente trabajo intenta ser un aporte a la humanidad para cambiar el destino de muchas personas, modificar las frustraciones cotidianas del ser humano desde un enfoque destinolĂłgico novedoso.