Eucaristía te deum 2013

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Eucaristía de Acción de Gracias en nuestras Fiestas Patrias Domingo 15 de Septiembre de 2013 Parroquia San Ignacio de Loyola Padre Hurtado Una vez me tocó presenciar una mamá que gritaba y corría desesperada buscando a su hijo de tres años perdido entre la multitud de Estación Central. Al cabo de unos diez minutos que para ella debieron parecer horas, encontraron al niño mirando gozoso, casi encandilado, el carrusel con sus coloridos caballos subiendo y bajando… Hoy el Evangelio también nos habla de perdidos: una oveja, una moneda, un hijo…y quien sufre es el pastor, es la viuda, es el padre…El mayor drama, muchas veces, es que ni siquiera nos damos cuenta que estamos perdidos. Aprovechando este aniversario patrio, recordando nuestra historia con sus luces y sombras, los quiero invitar a mirar nuestra realidad como nación. Parece importante que nosotros, muchas veces perdidos, intentemos reconocer nuestra desorientación, nuestra orfandad para emprender el camino de vuelta. Como a la oveja y al hijo, encandilados por los verdes pastos o por la fiesta, pareciera que a nosotros también se nos olvida la necesidad de la comunidad, de la solidaridad, de la comunión… Cada uno de nosotros, individualmente, parece vivir bajo la seducción de miles de luces que activan nuestros sentidos, nuestros deseos de tener más cosas…..más seguridad, más dinero, más bienes, más poder …y de tenerlo todo más rápido, más grande, más moderno, más eficaz…LO MÁS POSIBLE y CUANTO ANTES parecen ser las consignas… Conmemorar 203 años de la república y 40 años del quiebre de la institucionalidad democrática junto con constatar lo insostenible que va resultando la construcción de una sociedad tan inequitativa y desproporcionada, pueden constituir el momento propicio para una profunda reflexión, para caer en la cuenta que estamos perdidos, que necesitamos reencontrarnos y preparar un banquete donde no falte nadie…


Los invito, entonces, a dar estos tres pasos: (1) reconocer que, en muchos aspectos, estamos perdidos; (2) tomar conciencia que debemos ponernos en camino para ser encontrados y (3) celebrar juntos los pasos que hemos dado y trabajar por los que se nos invita a dar… 1. Síntomas de que estamos perdidos En la primera lectura, escuchamos que Dios le dice a Moisés: “Anda, baja del monte, porque tu pueblo, el que sacaste de Egipto, se ha pervertido. No tardaron en desviarse del camino que Yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se han postrado ante él y le han ofrecido sacrificios y le han dicho: ‘Este es tu Dios, Israel; es el que te sacó de Egipto’”. Dios se queja de su pueblo de mala memoria que olvida Quién lo sacó de la esclavitud. Les dice y nos dice: “Ustedes se han fabricado ídolos de barro; han puesto el fin en los que son simplemente medios; creen que son los artífices de todos sus triunfos; ponen su seguridad en lo que ustedes mismos han construido…Y por eso, cuando las cosas no resultan como lo planificaron, sienten la orfandad. Orfandad. ¿No es ése, acaso, el sentimiento que se nos viene al corazón cuando, a pesar de todos nuestros afanes y luchas, en nuestros barrios la droga le gana al deporte; en nuestras familias la violencia le gana a la alegría; en nuestros colegios el bulling le gana a la fraternidad; en nuestro país la desigualdad e individualismo le ganan a la solidaridad? Tratamos de consolarnos sacando a luz estadísticas: tenemos el mejor ingreso per cápita de Latinoamérica; hay más empleo, más universidades, más entretención, más posibilidades, más cosas…Pero todo esto parece no ser suficiente. Son pies de barro. Competimos con uñas y dientes, pero obviamente no siempre ganamos; las cosas y personas van pasando en frente nuestro como las de una vitrina: tomamos las que nos gustan, desechamos las que ya no nos sirven…y seguimos comprando. Si no nos alcanza para comprar nos frustramos o nos endeudamos y, si nos sobran recursos nos convertimos en semidioses fatuos. Nos mueven más la comodidad que el verdadero bienestar; la aceptación


indiferente de todo lo que el otro hace o dice más que un profundo respeto e interés por lo distinto. Todo vale, nada vale…Son pies de barro. Nos vamos haciendo esclavos de los sentidos; vamos con las velas desplegadas al primer viento; probando todo lo que está a nuestro alcance sin reflexionar si es bueno o malo, buscando darnos un gusto en el corto plazo; ciegos a los que van caminando a nuestro lado y, de pronto, sin saber cómo llegamos hasta ahí, como el hijo pródigo, nos encontramos solos, con hambre, huérfanos. Constatamos que nuestros pies son de barro.

2. Conciencia de la necesidad de ser encontrados Hemos venido a agradecer a Dios por nuestra Patria y, hasta ahora, me he detenido sólo en nuestras miserias, en la crisis que parece vivir la humanidad. La palabra “crisis” se define como “momento decisivo…ya para mejorarse, ya para agravarse”. Reflexionamos sobre nuestra fragilidad, desorientación y pobreza para que el reconocimiento de la crisis sea efectivamente un momento decisivo…para mejorar. San Pablo, en la segunda lectura, hace ese camino: Puedes fiarte de lo que voy a decirte y aceptarlo sin reservas: que Cristo Jesús vino a este mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Y el hijo pródigo reflexiona: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Tal vez, si no hubiera llegado a pasar hambre, al reconocimiento de su extrema miseria, nunca hubiese vuelto a casa… Mirar la crisis, entonces, debe impulsarnos a ponernos en camino, a dejar de quejarnos pasivamente, a permitir que Dios nos encuentre, perdone y anime, a escuchar lo que quiere de nosotros… No nos podemos quedar lejos, afuera. Dejemos de hablar de “este país” consumista, desigual, egoísta. “Este país” en el que no se puede confiar en


ninguna de sus instituciones…Comencemos a hablar de “nuestro país”, “mi país” en busca de sentido, solidaridad y servicio; “mi país” con ansias de mayor comunión, de mirada integradora y acogedora; “mi país” que quiere caminar por sendas de mayor justicia y fraternidad; mi país que busca siempre la verdad, la reconciliación, el perdón; “mi país” que quiero construir con todos; escuchando a todos, participando con todos. Personalmente y como pueblo debemos ponernos en camino; tenemos que preguntarnos ¿qué queremos como sociedad, como familia?, ¿a qué punto de partida debemos volver?, ¿a qué fundamentos no podemos renunciar?, ¿qué medios requerimos?, ¿a dónde queremos llegar? No seamos espectadores, pongámonos en camino, dejémonos encontrar. Partamos reconociendo nuestra complicidad en las miserias y participemos activamente en la construcción de la sociedad que Dios ha soñado para nosotros. A nivel familiar, parroquial, comunal, eclesial y nacional cada uno, cada una, debe cumplir un rol activo que ningún otro puede sustituir.

3. Participación en la fiesta ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan un becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el banquete. En este aniversario de nuestra Patria, se nos invita a preparar una fiesta según el sueño de Dios ¿Qué debemos hacer para que todos nos sintamos a gusto, para que haya lugar para todos, para que todos nos sintamos realmente en casa, para que alcance el banquete, para que todos compartan, bailen, rían, gocen y vivan en plenitud? Personalmente, ¿de qué obstáculos y egoísmos me tengo que liberar para hacer espacio y poder celebrar de verdad?; ¿qué puedo aportar para que otros gocen de la fiesta? Y como sociedad, ¿cómo soñamos la fiesta?; ¿a dónde queremos llegar?; ¿qué hacemos para movilizarnos hacia allá?


No son preguntas fáciles; como en toda organización de un banquete, se requiere mucho trabajo, inversión de tiempo y recursos, planificación y, finalmente, confianza en que se superarán los infaltables imprevistos… Animémonos, pues, a dar pasos más decididos en la preparación de esta mesa soñada para todos: trabajemos duro por una verdadera reconciliación y una mayor inclusión y equidad; invirtamos tiempo y corazón para escuchar las justas demandas de los más marginados y empobrecidos; planifiquemos un futuro fraterno y solidario; antepongamos el bien común a egoístas intereses y, sobretodo, confiemos en que no vamos solos, pues el Señor es el anfitrión atento a cualquier imprevisto, su Palabra es la guía para no errar el camino y el modelo de fiesta es el cielo prometido. Tal vez las palabras del poeta León Felipe nos pueden servir de lema o consigna para que cada uno de nosotros vaya sumando a la construcción de nuestra Nación: Voy con las riendas tensas y refrenando el vuelo, porque no es lo que importa llegar solo ni pronto sino llegar con todos y a tiempo Que nuestro Chile sea, pues, la mejor de las fiestas, donde no falte nadie, donde todos sean bienvenidos, donde siempre haya un motivo común para celebrar y agradecer…


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