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NOVEDAD DE EDICIONES m
rbo
Mediante las herramientas y características de los textos de terror, del género negro y el realismo mágico, se desarrollan las historias de Miedo en la sangre, libro de Ornán Gómez (Chiapas, 1978) escrito con la soltura, la claridad y sencillez características de muchas de las mejores obras literarias de todos los tiempos. Por aquí transita un olor a sangre, a muerte y espíritus del más allá, a la par con las diversas manifestaciones del miedo.
SUMARIO 5 8 11 14 15 19 23 27 31 35 37 40 43
En defensa de la superstición, José Landa. 12 + 1 supersticiones: un diálogo, J.L. Justes Amador, Giselle Ruiz R. La creencia de una superstición, Alicia Rodríguez Luna. De brujas y hechicerías, Bercy Domínguez. Entrevista a Eusebio Ruvalcaba, Alexandro Roque. Dossier de artes visuales: Pintura tabasqueña. 30 años de poesía de R. Bolívar, José Landa. En una hora de junio eternamente, Ramón Bolívar. Carta de Agustín Lara a Mozart, Eusebio Ruvalcaba. Judas, cuento de Eduardo Sabugal. Luz, cuento de Yonnier Torres. La experiencia estética en la violencia, Maythé Loza. Miscelánea: Agustín Labrada, Tadeus Argüello, Candelaria Ramales, M.S. Yániz, Alberto Julián Pérez
En portada: Espiritistas (detalle) de Gerardo Hernández Díaz.
EDITORIAL
Qué bueno que hayan supersticiones, sin ellas nuestra cultura con todas las particularidades de cada región o ciudad no serían tan ricas. No tendríamos “realismo mágico” en la literatura, tampoco la poesía rica en imágenes al grado de la “imaginería” en algunas zonas; ni siquiera las artes visuales enriquecidas con elementos étnicos, sin olvidar el arte primitivista ni el surrealismo. Qué tediosa la vida si todos fuéramos enfermizamente realistas, o fanáticamente cientificistas.
Esta revista es producida gracias al Programa “Edmundo Valadés” de Apoyo a la Edición de Revistas Independientes 2014, del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Coordinado por Ivett García Sandoval, Marisa Pérez Domínguez y José Ronzón León, el libro Puertos y comercio en el Golfo de México (siglo XIX) realiza valiosas aportaciones al estudio de la historia del tráfico marítimo, fundamental en el desarrollo económico, cultural y político de México, así como su relación con el sur de Estados Unidos y el Caribe. Los estudios abarcan los puertos de Tampico, Cozumel, Isla Mujeres, Alvarado, Laguna-El Carmen, Campeche, Sisal y Progreso. “Tienen como una primera afinidad el hecho de que los grupos de poder situados en estos enclaves portuarios desplegaron esfuerzos continuos por constituirse en puertos de altura con capacidad económica y fuerza política”.
DIRECTORIO
revistamorbo@gmail.com
Dirección general, José Antonio Landa Rosas. Coordinación editorial, Bercy Domínguez Nárez. Editor adjunto, Miguel Avilés. Contabilidad, Rocío Landa. Asesoría legal, Mario Martínez Sánchez. Diseño editorial, Hermes Creativo, Comunicación y Ediciones.
REPRESENTANTES EN MÉXICO Y EL EXTRANJERO: MÉXICO: Ciudad de México, Josué Vega López. Guadalajara, Miguel Ángel Avilés, Luis Armenta Malpica. Colima, Juan Carlos Gómez Recinos. San Luis Potosí, Alexandro Roque, Luis Alberto Arellano. Yucatán, Fernando de la Cruz, Armando Pacheco. Sinaloa, Jesús Ramón Ibarra. Chiapas, Ornán Gómez. CENTROAMÉRICA: Costa Rica: Arabella Salaverry. SUDAMÉRICA: Valparaíso (Chile), Karina García Albadiz. Bogotá, Fernando Denis; Cartagena, Winston Morales; Pasto, Alexander España. (Colombia). Río de Janeiro (Brasil), Marcio André. Sao Paulo, Paulo Ferraz / Victor del Franco. Quito (Ecuador), Ernesto Carrión. ESPAÑA: Barcelona, Jordi Virallonga. Huelva, Santiago Aguaded. Sevilla, Iván Vergara. REVISTA MORBO, Año 5, No. 17, agosto - octubre 2015, es una publicación trimestral editada por José Antonio Landa Rosas. Av. Hidalgo No. 99, Col. El Huanal, C.P. 24070, Tel. 9811261448, revistamorbo@gmail.com. Editor responsable: José Antonio Landa Rosas. Reservas de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2012-092709455900-102, ISSN 2007-3224, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Licitud de Título y Contenido No. , ambos otorgados por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Impresa por Multi Impresos, Calle Veracruz No. 2 D, CP 24050, San Francisco de Campeche, Campeche, México, este número se terminó de imprimir el 27 de agosto de 2015 con un tiraje de 1,000 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización del editor.
EN DEFENSA DE LA
SUPERSTICION JOSÉ LANDA
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rgullosos de nuestra “latinoamericanidad”, solemos pensar que el nuestro es un continente lleno de magia y de misterio. Vaya, en México nos paramos el cuello cuando leemos o se habla acerca de los intelectuales y artistas europeos que destacaron nuestra riqueza cultural digna de contar con bellos y naturales antecedentes del surrealismo.
Cronotipias y atavistmos 6, foto de Manuel Velázquez.
«M A G I A Y M I S T E R I O
La realidad es que la magia y el misterio se encuentra en todo el mundo, muchas veces ligadas a las religiones pero, también, a la vida cotidiana, a las costumbres, a las creencias individuales o colectivas, tengan o no que ver con Dios.
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La realidad es que la magia y el misterio se encuentra en todo el mundo, muchas veces ligadas a las religiones pero, también, a la vida cotidiana, a las costumbres, a las creencias individuales o colectivas, tengan o no que ver con Dios. Aunque generalmente las “creencias” o “supersticiones” de las personas tienen mucho que ver con que crean o no en un ser supremo, también hay los casos de aquellos o aquellas quienes, siendo ateos, dejan abierta la posibilidad de que suceden “cosas raras”, con la esperanza de que la ciencia pueda explicarlo. Si nos atenemos al sentido estricto de las academias de la lengua, tenemos que se trata de una “creencia extraña a la fe religiosa y contraria a la razón” pero, también, de una “fe desmedida o valoración excesiva respecto de algo” que permite a los académicos de ese ramo citar la frase “superstición de la ciencia”.
Pero las supersticiones no necesariamente van ligadas al fanatismo. Hay la opción, también, de considerar acontecimientos “extraños”, cosas que la gente simplemente cree, sean o no verdad, algo parecido a la fe, pero que en este caso es aprendido, es un asunto puramente cultural, como las leyendas antiguas que tanto han enriquecido a la literatura de todos los tiempos, e incluso las actuales leyendas urbanas, historias o sucesos que “probablemente sucedieron”, o simplemente se comentan, se rumoran, se dicen sin más consideración que la frase mexicana: “Es tu problema”, si lo crees. Vaya, aunque suelen ser colectivas, terminan siendo un asunto individual, lo tomas o lo dejas. Así, podemos enlistar desde los más simples horóscopos, las lecturas de cartas, la lectura del café o de las líneas de la mano, hasta de piedras y un sinfín de
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Claro que, como bien recordaremos, este asunto de las creencias que muchos ligan a la religión, también encuentran en ésta el rechazo, de allí la existencia de la “Santa Inquisición” y la persecución a quienes fueran sospechosos de creer en lo que fuese más allá de los dogmas católicos.
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cosas que podemos encontrarnos dependiendo de la ciudad, su dimensión poblacional, nivel económico o educativo. Claro que, como bien recordaremos, este asunto de las creencias que muchos ligan a la religión, también encuentran en ésta el rechazo, de allí que la existencia de la “Santa Inquisición” y la persecución a quienes fueran sospechosos de creer en lo que fuese más allá de los dogmas católicos. Si tomamos como superstición la “fe desmedida o valoración excesiva respecto de algo” así en abstracto, podemos atribuirle a la superstición vínculos con infinidad de asuntos, incluida la ciencia como bien consigna la propia Academia de la Lengua. El fetichismo, entonces, viene a ser una forma de superstición. Las campañas políticas y sus correspondientes candidatos que despiertan a veces una fe ciega en sus seguidores que –a diferencia de quienes se hacen cargo mediante técnicas modernas de comunicación y generencia– no cuentan con parámetros pretendidamente objetivos para “creer” que tal o cual va a ganar una contienda. Y qué decir de los deportes, entre los más populares al menos en nuestro entorno, el box, el futbol, el beisbol, que cuenta con infinidad de supersticiosos que gastan su dinero en un boleto al lugar de la com-
petencia, o en un restaurante, un bar, con tal de atestiguar que su deportista predilecto, en quien confían y en quien se sienten inconscientemente reflejados, va a ganar. Evitar pasar debajo de una escalera para no tener mala suerte, o encontrarse una moneda en la calle como señal de buena suerte siempre y cuando se trace una cruz en el suelo con la misma pieza metálica, no pasar el salero a otra persona de mano en mano para evitar la “mala suerte”, o encontrar ¡un trébol de cuatro hojas como señal de buen augurio!, son simplemente asuntos culturales, aprendidos pero, también, relacionados directamente con la experiencia personal. La globalización, la inmensidad de formas de comunicación hoy en día permiten incluso el surgimiento de nuevos tópicos de la superstición. Encontramos que las cadenas de “San Judas Tadeo” o cualquier otro personaje religioso, ya no llegan a las puertas de nuestras casas en forma de carta con la orden de que repliques ese ejercicio de aparente ocio, sino que los recibimos en las bandejas de entrada de nuestros correos electrónicos, o en nuestra cuenta de Whatsapp, o nos “etiquetan” en el Facebook o nos “mencionan” en imágenes o videos del Twitter, por pensar en los más populares. Los gobiernos nos hacen creer en
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personajes del crimen organizado, crean seres de leyenda urbana como “El chupacabras” mexicano durante el sexenio de Carlos Salinas que se expandió hasta el sur de Estados Unidos, Centro y Sudamérica, mientras que algunos sectores sociales afirmaron que se trató de una mera estrategia de comunicación para distraernos de otros problemas más serios, tal como sucedió con, primero, la captura y luego la fuga del Chapo… En este sentido habría que ser supersticiosos para creer, por ejemplo, en las cotidianas apariciones de supuestos virus cibernéticos entremezclados con virus auténticos que se apoderan de nuestras computadoras o teléfonos móviles, cuando no nos consta, hasta que algo le pasa a nuestros aparatos y concluimos: fue un virus, entonces llamamos a un ingeniero en sistemas para que nos diga “puede ser,
Obra de Manuel Velázquez.
de todos modos vamos a ‘formatear’ y a ponerle un mejor antivirus”… Digo, si se trata de aplicar aquello de la “valoración excesiva respecto de algo” para considerarnos supersticiosos. Lo cierto es que, creyentes o ateos, cientificistas o pragmáticos, tarde o temprano nos topamos con rarezas de la vida cotidiana que nos hacen dudar de su veracidad, o como decimos en literatura, de su “verosimilitud”, de su cualidad de que “sea posible” o suene lógico en relación con nuestra propia lógica o la lógica general. Qué bueno que hayan supersticiones, sin ellas nuestra cultura latinoamericana, con todas las particularidades de cada región o ciudad, no serían tan ricas, como tan poco lo serían las de los pueblos nórdicos o la española. Sin ello no tendríamos “realismo mágico” o “real maravilloso” en la literatura, tampoco la poesía tan rica en imágenes al grado de la “imaginería” en algunas zonas mexicanas; ni siquiera las artes visuales tan “nuestras” enriquecidas con elementos étnicos, sin olvidar el arte de intencionalidad primitivista ni el propio afamado surrealismo. Qué tediosa la vida si todos fuéramos obsesiva y enfermizamente realistas, o fanáticamente cientificistas.
JOSÉ LANDA (Campeche, 1977) es autor de Navegar es un pájaro de bruma (de Ecrits Des Forges, Quebec, 2010) y Tribus de polvo nómada (Editorial Renacimiento, Sevilla 2011), entre otros. Ha obtenido premios José Gorostiza 1994 (Tabasco), Mesoamericano Cardoza y Aragón (Guatemala, 2010), Internacional Ciudad de Lepe (Huelva, España), entre otros; finalista en el Internacional Tardor (Castellón, España) y en el Internacional de Relato Vivendia (Ediciones Irreverentes, Madrid). Ex becario del FONCA. Revista Morbo No.17 PÁG. 7
SUPERSTICIONES: UN DIÁLOGO GISELLE RUIZ RODRÍGUEZ JOSÉ LUIS JUSTES AMADOR
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OSÉ LUIS JUSTES: Levantarse con el pie izquierdo es sólo una expresión. No creo, ni hay estudios fiables, de que hacer algo nada más levantarte de la cama (a no ser que sea prender un cigarrillo que conlleva cáncer) tenga que ver con el resto del día o de la vida. Hay todo tipo de rituales. Hay católicos que se levantan, apoyan su cabeza en el suelo y gritan “serviam” (serviré) para contrarrestar el grito demoniaco. Hay personas que buscan que el pie derecho sea lo primero que toque el suelo. Yo por mi parte, me conformo con pronunciar, apenas audible para mí, “otro día más” sin importar que la planta se pose primero en el suelo frío. GISELLE RUIZ RODRÍGUEZ: Levantarme con el pie izquierdo es una inevitable constante que ha llevado mi vida a ser un completo desastre traducido en dramas diarios, enfermedades de unas horas y apenas uno que otro rayo de sol perceptible para mi cuerpo sumergido en desagravios, temo tocar el suelo áspero con ese pie, sin embargo, dada mi condición de zurda no hay mucho que el razonamiento pueda hacer, me vuelvo un marinero de esos que tanto temen subir a los barcos por babor. Y mientras tanto la derecha se contempla como el camino directo al paraíso, el lugar exacto en el que están sentados los elegidos por Dios. Los “sinesters” parece que no tenemos mucho que esperar. J: El espejo de mi baño está roto. Hace apenas unas semanas vi unas fotografías eróticas de una muchacha desnudándose delante del espejo roto de un armario. Muchos amigos y amigas rompen el cristal de su celular por caí-
das absurdas. Ninguno de ellos, ni la chica ni yo somos los culpables de semejantes grietas, ¿por qué habríamos de aceptar que el destino (si es que existe) implacable nos hiciera pagar por esas líneas que cruzan de un lado a otro? G: Jamás he roto un espejo, tal vez porque no he tenido muchos y porque verme a los ojos me da terror y algo de vergüenza, he roto platos sobre la cabeza de hombres que he querido, he roto relaciones matrimoniales y todo tipo de porcelanas, cristales de cremas carísimas, cigarros y copas. He sido cuidadosa con los espejos, las imágenes al igual que ellos merecen especial cuidado, nadie merece un espejo roto, un reflejo quebrado, nadie merece no tener futuro. J: Salgo de casa y casi siempre hay obras. Casi siempre hay escaleras en la acera que me lleva hasta mi trabajo. Observo atentamente a los caminantes que van delante de mí. La mayoría pasan por un lado de la escalera. Los obreros observan con cara de incredulidad siempre. Mi reacción al llegar a esa escalera inclinada es la de pasar por debajo. Lo peor que puede pasar es que no llegue a mi trabajo. G: Estratégicamente al salir de casa mi cabeza parece detectar (sin sentido alguno) escaleras, no precisamente porque quiera cantar “Stairway to Heaven” y necesite inspiración, la verdad es que ver ese pedazo de manera lleno de peldaños contra la pared y observar la geometría del triángulo a lo lejos me recuerda mis años de espiritismo, ya no quiero pasar por debajo, no me siento lista para desafiar un espacio santificado.
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Cronotipias y atavistmos 6, foto de Manuel Velázquez.
12+1
J: Para llegar a la oficina tengo que pasar por un jardín con cuidado. Todos los días. Una de las intendentes antes de regarlo observa con cuidado el jardín. Yo pensaba que observaba los puntos más secos para dedicarles especial cariño en su labor diaria. Un día le pregunté. “Busco un trébol de cuatro hojas pa’ que me saque de pobre”. Hace apenas unos días le diagnosticaron un cáncer maligno. Nunca me atreví a preguntarle si lo había encontrado. G: Tréboles de cuatro hojas, representación de la cruz de Cristo, el más preciado regalo que Eva se llevó del Edén. Lejos de esto yo sólo pienso que son bellos, que encontrarlos no es de suerte, es la más pura coincidencia y eso alarga la vida. J: He tenido tres gatos en mi vida. Ninguno negro. No ha sido a propósito. Todos fueron regalos. G: Nunca he tenido gatos, no puedo comprobar la mala o buena suerte, al menos no por ese medio animal. J: No suelo derramar el vino. Es un bien escaso. Y aunque lo vertiera no haría la tontería de aplicarme unas gotas sobren la frente para conjurar la buena suerte. Los franceses más radicales lo hacen con el champán y proponen que si esas gotas se aplican sobre el lóbulo de la oreja se consigue la felicidad eterna. Por eso los barcos se botan con champán. Nunca he viajado en barco. Sólo en ferry. G: Hace dos días tiré aproximadamente 100 ml de “framboise” en el piso, pudo ser mi alto nivel previo de alcohol en la sangre lo que llevo a poner mi frente sobre él, algo me dice que después de eso viviré para siempre, que transmuté, que he de vivir de crucero en crucero. J: Siempre que alguien pide deseos al ver una estrella fugaz recuerdo a Billy Bragg. “I saw two shooting stars last night / I wished on them but they were only satellites /Is it wrong to wish on space hardware”. Maldita sea la cacharrería del
espacio que hace que confundamos la basura estelar con fenómenos naturales. ¿Funcionará mejor si el deseo se hace sobre un tornillo perdido eternamente en el espacio? G: Estrellas fugaces, vibraciones bellas moviéndose, ojos que nos permiten alzar deseos, sueños románticos, no me importa que sea, si la vida se desintegra y las estrellas también, qué más da que lo hagan con mi anhelo a cuestas. J: Nunca aprendí a barrer y tal vez por eso me libré de barrer los pies de una soltera o de una viuda. Mi amigo el fotógrafo erótico tiene un fetiche con los pies. Mañana debo preguntarle si conoce la superstición. Barrerle los pies a alguien no casado es condenarlo a no casarse. Algo debe tener que ver con la brujas, supongo.
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Sólo hay una superstición que seguiría, que sigo. Es una vieja tradición inglesa. No prender tres cigarros con la misma llama.
G: Me declaro una bruja desde que mi nana a los 4 años me enseñó a barrer y me dijo que yo misma podía quitarme con la escoba el polvo de mis zapatos, años después entiendo que hay productos especiales para hacerlo, que no debí limpiar mi suerte y que del mismo modo no debí sentarme en las esquinas de las mesas a comer, vaya destino, bruja y sin marido. J: Debo colgar los cuadros de mi casa, pero tengo miedo de lo torpe que soy, de lo torcidos que quedarían. No es cuestión de mala suerte sino de pereza. Algún día los colgaré. G: Entre cuadros y espejos mi habitación ya no tiene espacio para más siniestros, los limpio y los cuido, como reflejo de la rectitud, como sinónimo de que no dejaré a la suerte la hora de mi muerte. J: Jamás he escupido en la calle. Mis pocos amigos italianos escupen incluso en clase. Resultaba gracioso ver y escuchar a Antonio Mette, experto italiano en Shakespeare y actor aficionado, escupir en un aula de Cambridge cada vez que escuchaba al maestro pronunciar la palabra Macbeth. G: Escupo de todo, escupo palabras, escupo dolores, escupo pensamientos, escupo fluidos atroces, escupo todo para no dejar adentro ninguno de mis males, para que el destino tenga a bien llenar mi interior de flores. J: Sólo hay una superstición que seguiría, que sigo. Es una vieja tradición inglesa. No prender tres cigarros con la misma llama. Cuenta la leyenda que al ver el soldado alemán la llama del primer cigarro se dio cuenta de la presencia de los soldados ingleses, con el segundo apuntó y con el tercero disparó. Desde entonces cuando prendo dos cigarros suelo hacerlo en la misma bocanada. Por si hay que prender otro. G: Me encanta ver a la gente prender de a dos cigarrillos, eso me prepara para apuntar y
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saber a dónde debo disparar aunque no haya un tercero… J: Los japoneses, no sé la razón, son los que más parecen sufrir de una manía supersticiosa de hermosísimo nombre: triskaidecafobia. Sus hoteles, sus estaciones de metro, todo lo que implique tener que usar el número trece desaparecen prudentemente en el silencio. Un campeón motociclista español gano, según él, doce más uno campeonatos de motociclismo. No volvió a ganar nunca jamás. Siempre he querido pensar que fue la revancha de la no superstición. G: Doce más uno, la culpa fue de Jesucristo por creerse superior al resto de sus doce discípulos, lo superior y de buena fe puede ser exterminado por las masas comunes si se lo proponen. Mis trece años fueron los peores, quise matarme y es que temía la misma suerte en el trece más uno. J: Duermo con los pies hacia la puerta. Los muertos cruzan la puerta con los pies por delante. Da lo mismo. Tarde o temprano, moriré. G: Duermo con los pies hacia la puerta. Reto a la suerte, quiero morir, cruzo los dedos sobre mi pata de conejo y rezo para que así sea.
José Luis Justes Amador (Zaragoza, España, 1969) es autor de Poemas de viva voz (Diputación Provincial de Zaragoza, 1992), Panorama de la isla –Premio Salvador Gallardo Dávalos– (Instituto Cultural de Aguascalientes, 2000), Historias que pudieron ocurrir –cuento– (Instituto Cultural de Aguascalientes, 2002), De nadie (Letras de Pasto Verde, 2009). Ha sido colaborador de La Jornada. Licenciado en Filología Inglesa por la Universidad de Zaragoza, con postgrado en Poesía Inglesa en la Universidad de Cambridge. Vive en Aguascalientes, México. Giselle Ruíz Rodríguez (Aguascalientes, 1989) es ambientalista, escritora amateur y una supersticiosa profesional.
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La religión la excluye, pero los fervorosos la profesan
L A CREENCIA DE UNA SUPERSTICIÓN ALICIA RODRÍGUEZ LUNA
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ada cabeza es un mundo o al menos es lo que todos piensan. Algunos tenemos ideales, sueños, promesas y misiones por cumplir, pero también hay individuos que son creyentes de las supersticiones que involucran fantasmas, amuletos, animales, numerarías y hasta escaleras. Se dice que las supersticiones surgen en un intento por buscar una explicación a un hecho, aunque cabe destacar que en la actualidad mucha gente combina las creencias religiosas con las supersticiones, por lo que la ciencia considera que disciplinas como la astrología, el espiritualismo o el tarot son formas que recurren a una creencia aislada. Muchos juzgamos el fundamento de cada superstición, otros más ignoramos el paradero de la historia o creencia que detrás de ellas se concentra, pero, ¿es bueno profesarlas?, tal vez si, o quizá no, aunque cada superstición tiene un por qué, es decir, fueron creadas después de un acontecimiento, el cual se debe conocer para evidenciar lo que hay detrás de lo que se dice y de lo que puede suceder. La superstición es un abismo del enigma popular, basado en las tradiciones de una pequeña o gran comunidad, que razona los acontecimien-
tos desde los ancestros y por eso, algunos de ellos involucran a los gatos negros, el número 13 o el cruce de escaleras como un símbolo de mala suerte, pero, ¿qué pasa cuando estos “emblemas” se convierten en acciones favorecedoras de la “buena suerte” y el alejamiento de lo negativo? Algunas definiciones generalizan al término superstición como una “creencia que resulta contraria a la razón, y que es ajena a la fe religiosa”, aunque muchos de los supersticiosos ejercen algún culto divino y además creen en ciertos fenómenos que disponen de una explicación mágica o mística. Una de estas ha sido emanada por la Santa Inquisición la cual señalaba que un gato negro representaba la reencarnación del diablo en este animal, por ello se dice que cuando este felino camina o se cruza hacia donde se encuentra una persona significa mala suerte. Así como el pasar por debajo de la escalera que se
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Sueños de buena suerte, ilustración de Gerardo Hernández Díaz.
Instalación de Abel Zavala. Montaje de la serie “De pelo” en la Galería Celda Contemporánea, Claustro de Sor Juana, México, D.F., febrero de 2011. Foto: Jorge Rodrigo López
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La superstición es un abismo del enigma popular, basado en las tradiciones de una pequeña o gran comunidad, que razona los acontecimientos desde los ancestros...
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apoya en una pared o en un árbol dando forma a un triángulo, esta parábola se identifica con la Santísima Trinidad, y cuyo significado abona al profanamiento de lo sagrado que atraerá al demonio. Pero ¿cómo se puede probar eso?, en realidad no hay nada que lo juzgue, y tampoco nadie que lo deduzca puesto que el destino y la fortuna es creado por cada individuo. Porque las supersticiones pueden ser buenas o malas. Llegan solas o son usadas por
los creyentes que buscan a través de diferentes ritos durante los últimos minutos del año viejo generar riqueza, felicidad, trabajo, o que el amor les corresponda con un compromiso en el año que empieza. Algunos de estos vagos ejemplos evocan comer uvas durante las 12 campanadas de inicio en el nuevo año, esto con la finalidad de asumir la buena suerte, así como el uso de calzoncillos rojos para el amor, y los amarillos para la abundancia.
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Hasta los grandes escritores son supersticiosos, y es que una publicación realizada por el diario El Universal, el pasado 16 de julio de este año, demostró que el extinto escritor y premio Nobel de la Literatura Gabriel García Márquez creía ciegamente en todo tipo de supersticiones, puesto que después de su visita de 1967 a Buenos Aires y la presentación de su libro “Cien años de soledad”, el autor colombiano nunca regresó a esa ciudad por “supersticioso”. “A pesar de las numerosas invitaciones, no volvió a Buenos Aires porque temía romper esa cosa mágica que tuvo con esta ciudad. Creía ciegamente en todo tipo de supersticiones. Fue acá donde se lanzó al mundo en un momento en el
que estaba muerto de hambre y tuvo muchísimo éxito: lo reconocían por las calles y vendió un montón de libros”, señaló el diario en su versión digital, (http://www.eluniversal.com.mx/articulo/
cultura/letras/2015/07/16/gabo-creia-ciegamenteen-todo-tipo-de-supersticiones).
Alicia Rodríguez Luna (Guadalajara, Jalisco, 1991) estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Enrique Díaz de León. Se ha capacitado en temas como la prevención del delito, la libertad de expresión, desempeñándose como reportera en periódicos tapatíos y colaboradora de medios audiovisuales y la Fundación César Égido en Madrid.
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DE B R UJAS Y HECHICERIAS LECTURAS SUGERIDAS POR BERCY DOMÍNGUEZ
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echicerias e idolatrías del México antiguo (Conaculta). Antes de la llegada de los españoles a México, los pobladores de estas tierras tenían una relación estrecha con su cosmogonía y su cosmovisión, las cuales regían no sólo su arquitectura, su organización social sino tambien su vida diaria. Las creencias que estos pobladores tenían impactaron a los conquistadores, hombres católicos y conservadores que al ver los rituales sangrientos y primitivos, creyeron que sus conquistados debían ser evangelizados para salvar sus almas. Algunas de estas impresiones y sugerencias que los sacerdotes hiceron a la corona española están relatadas incialmente por don Pedro Ponce, sacerdote mexicano del siglo XVII, quien escribe su Breve Relación en siete folios dirigido a los sacerdotes que tenían la consigna de evangelizar y salvar las almas de los indigenas mexicanos. También se incluyen rituales médicos, idolatrías y supersticiones así como la postura de la iglesia escritos por Gonzalo de Balsalobre. Libro de magia y brujas. En el 2007, 451 editores, lanzó Libro de Magia y Brujas, una compilación de casi veinte autores de diferentes nacionalidades y de distintos momentos historicos, desde Alfonso X hasta Rubén Darío o Juana Manuela Gorriti. Y es que el tema de la brujería, hechicería y magia han sido temas recurentes en todos los géneros literarios. El Libro de magia y brujas fue ilustrado con cuadros de El Bosco, Diego Rivera, Goya, Delvaux sólo por mencionar algunos. La magia en la biblia, brujas, diablos y profecías, vistas desde diferentes puntos de vista literarios y visuales lo que hace una lectura de la que no querrá despegarse.
Entrevista con Eusebio Ruvalcaba
El escritor se hace en los golpes que da la vida Foto de Javier Narváez.
“La tragedia de Ayotzinapa fue tan dura, se trataba de mostrar nuestra ira, nuestro coraje, abordarlo desde la literatura sin caer en el panfleto”, es lo que motivó al escritor a realizar la antología Los 43, edición no venal que circula de manera “alternativa”. POR ALEXANDRO ROQUE
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Yo no soy un hombre político en el sentido convencional del término, no voy a manifestaciones ni a marchas, ni hago nada relacionado con eso, pero esto me afectó, me tocó el corazón. Me hizo estallar, y por eso convoqué a esta antología. Creo que uno no puede quedarse con los brazos cruzados”, confiesa Eusebio Ruvalcaba (Guadalajara, Jalisco, 1951) cuando se le pregunta acerca de la antología Los 43, de poesía y narrativa.
“Uno como hombre de su tiempo se siente afectado por esa cuestión”, añade antes de pasar a otros asuntos importantes en su vida como la literatura, la música, los talleres literarios, el erotismo, por citar algunos. Si hay un tema, explícito o delineado en toda obra de un escritor, si cada uno escribe un libro (“su” libro), el de Eusebio Ruvalcaba es una sinfonía de palabras, un entrecruzamiento orquestal del que dan cuenta sus tips para escribir o para conocer a Mozart, o los
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textos que aparecen en el libro recién editado, como: Carta de José Alfredo a Schumann, Carta de un violinista a Tchaikovsky, Carta de George Harrison a Johann Sebastian Bach, Carta de un organillero a Juventino Rosas, Carta a un compositor desconocido, Carta de John Lennon a Beethoven o Carta de Agustín Lara a Mozart. Eusebio Ruvalcaba es autor de novela, cuento, ensayo y poesía. Entre su obra destacan Banquete de gusanos, Un hilito de sangre, Pocos son los elegidos perros del mal, Una cerveza de nombre derrota, El frágil latido del corazón de un hombre, y en la ficha biográfica de su blog (https://eusebioruvalcaba.wordpress.com) admite que “pese a que se gana la vida coordinando talleres de creación literaria y escribiendo en diarios y revistas, él dice que vino al mundo a escuchar música Y a hablar sobre música. Y a escribir sobre música”. En cuanto puede, ofrece cursos de apreciación musical, en cuanto puede, lee la correspondencia amorosa de Schumann, los apuntes de Beethoven, las cartas de Mozart a su prima Tekla. En cuanto puede dice “con permiso”, levanta sus cosas y se retira a oír música. Siempre se está mejor junto a Bach que junto a un ser humano vivito y coleando, sea filósofo, escritor, cineasta o lo que sea, dice. ¿Y de dónde proviene tanto amor a la música? Pues su padre fue violinista y su madre pianista, de tal modo que cuando él, Eusebio, oye música, es como si regresara a la placenta. Tal vez por ello hay este ritmo en la charla, realista y enamorada, ese gusto por los sonidos y silencios de los sitios que visita, el escuchar los ritmos y añadirles su contrapunto. Aprovechando su reciente visita a San Luis Potosí, donde ofreció una charla sobre Silvestre Revueltas y presentó su libro más reciente, Embajadores de la música. Correspondencia apócrifa entre compositores, solicitamos una entrevista para Morbo con este estupendo contador de historias, de quien se podrían grabar tantas conversaciones. Quedamos de vernos en la plaza de armas y lo encuentro en el quiosco, como debe ser, pues en él están grabados los nombres de músicos mexicanos, como el propio Silvestre Revueltas y el potosino Julián Carrillo, cuyas obras quedarán, dice, “por los siglos de los si-
glos”. Conversamos en un restaurante, con un vodka con tehuacán y un chorrito de limón (él) y una victoria (yo), sobre talleres literarios, de plagios, de camarillas culturales, lecturas, música y amor. “El músico nace. El escritor se hace. En los golpes que da la vida”. ALEJANDRO ROQUE.- ¿Cuál es el panorama actual de la literatura en México? EUSEBIO RUVALCABA.- Bueno, yo creo que hay una persistencia en trabajar libros, en trabajar la literatura, por explorar temas muy diversos. Vamos, que la perspectiva de ahora es la misma de la mitad del siglo XX en México. Es una producción más o menos constante, hay libros que se salvan y otros que se van a la basura, creo que es lo que te podría decir. – ¿Pero hay menos lectura de parte de los aspirantes a autores, o actuales escritores? ¿Un olvido, una falta de curiosidad por conocer a los clásicos, a los antecesores? Hay estadísticas sobre el uso de redes o la comprensión lectora... y la posibilidad de publicar más, digamos, inmediata. – No sé, digamos que se van ramificando, se va modificando el interés de los lectores. Hay lectores que no pueden desapegarse del libro impreso, del libro físico, y ese es el tipo de lector que en lo particular a mí me interesa sobremanera, el lector que tiene en sus manos el libro, que gusta de sentir la “gravedad” del libro: su peso y su contenido. Eso yo lo valoro mucho, porque el Internet, el leer vía electrónica pues desgasta los ojos y nunca puede uno guardar el libro y llevárselo consigo y que sea un compañero funcional, realmente suyo. – La narrativa, como la conocimos, como la conocíamos, ¿goza de cabal salud? Se habla actualmente de la muerte, del fin del autor, como tal. Se habla también de la ruptura de los géneros, de la transtextualidad y la literatura electrónica. – El autor siempre ha estado atrás de lo que escribe y es quien permanece en la invisibilidad en la vida de un lector. Creo que el autor termina su aportación cuando un lector deposita ese libro, lo coloca en su librero. De alguna manera eso ha sido siempre, mano. Creo que es su destino, aportar en cierto momento; el
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autor no puede ambicionar otra cosa más que ser un cero a la izquierda. – Sobre las revistas literarias, ¿cómo ves el panorama? Aunque hay muchos fanzines, libros de autor, posibilidad de publicar, ¿qué pasa con lo que fue, aunque fuera pequeño, un mercado para las revistas de y para la literatura? – Las revistas en este momento están limitadas por la competencia del Internet precisamente. Creo que tienen mucho peso las revistas “en línea”, son las que jalan más gente. Estoy hablando de literatura, claro, porque en política hay revistas que tienen ya sus nichos preferenciales, las tiendas comerciales están saturadas de ese tipo de revistas, pero las literarias van quedando excluidas en el gusto de muchos sectores. Lo actual parece ser la revista en línea. – Incluso los blogs se dice que ya son cosa del pasado, ¿no? – No estaba al tanto de eso, pero yo tengo un blog y se me hace que lo voy a valorar doblemente, porque siempre me ha gustado vivir en el pasado. (Risas) – Me comentabas que tienes unas diecisiete horas a la semana como coordinador de talleres literarios en diversas instituciones y por tu cuenta. ¿Se deben adecuar a las nuevas herramientas? ¿Siguen trabajando igual? – Doy talleres en un centro penitenciario, en la Sogem, le tallereo su novela a un escritor. A veces cruzo de lado a lado la ciudad, en Metro, de la UNAM a Indios Verdes, a veces en Tlalpan. Mi trabajo consiste en presionar a la gente para que escriba, que de alguna manera valoren sus lecturas y el propio trabajo que están haciendo, que se percaten de las ventajas y deventajas de lo que están acometiendo y de los demás, de los errores que están cometiendo en términos literarios. Y surgen cosas bien interesantes. No tengo otra misión en ese sentido más que provocar en ellos una reflexión constante. Las cuestiones técnicas me parece que son relativas, secundarias, ¿no?, si las comparamos con el aspecto profundo, humano, que es la literatura.
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El autor siempre ha estado atrás de lo que escribe y es quien permanece en la invisibilidad en la vida de un lector.
Foto de Javier Narváez.
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– ¿Pero hay diferencias? ¿Los chavos cómo llegan a los talleres, por ejemplo? – Pues a mi me funciona el método más antiguo que es el de la voz que se corre, de que uno le recomienda a otro “ve a ese taller porque pasa esto, pasa lo otro”. Generar interés y respuesta. Eso no falla, la misma técnica de hace, pues no sé, ochenta años o más. – Acabas de coordinar un libro sobre los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa. ¿Cuál es el papel que debe tomar el escritor, el intelectual, en este México de tanta falta de certezas? – Ah, mira, este libro sobre los 43 fue de narrativa y poesía, en más o menos partes iguales. A lo que voy es que, ahí lo explico en la cuarta de forros, sustancialmente uno como
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hombre de su tiempo se siente afectado por esa cuestión. La tragedia de Ayotzinapa fue tan dura, se trataba de mostrar nuestra ira, nuestro coraje, abordarlo desde la literatura sin caer en el panfleto. Yo no soy un hombre político en el sentido convencional del término, no voy a manifestaciones ni a marchas, ni hago nada relacionado con eso, pero esto me afectó, me tocó el corazón, mano. Me hizo estallar, y por eso convoqué a esta antología. Creo que uno no puede quedarse con los brazos cruzados. – ¿Qué recepción ha tenido? ¿En qué lugares se ha presentado? – El libro Los 43 se acaba de editar y ha tenido una recepción aceptable, digna, ya hay ocho presentaciones de esa antología, ya se la hicimos llegar a los afectados, a las familias de los 43 desaparecidos, y tiene más y más y más exigencias. La antología no es de tipo lucrativo, el libro no persigue venderse y por lo mismo no tiene precio: hay quien da diez pesos por él, hay quien da cincuenta, tampoco se vende en librerías por esta cuestión precisamente. – En esta ocasión participaste como antólogo, pero eres autor de muchos libros. ¿Como cuántos libros has publicado? – Al ser antologista o antologador no lo considero dentro de mi obra de creación, de mi autoría, pero esa es otra faceta que hay que realizar, ya llevo un par de antologías más. Pero aparte de eso pues, no sé, no llevo en mente el número de libros que he publicado, más bien te puedo decir he publicado cinco novelas, ocho novelas, qué sé yo, a lo mejor por género me podría acercar, pero me cuesta un poco de trabajo. Siento que es soberbia de mi parte, mano. – Bueno, ya hablamos de lo político, pero ¿cuál es el rol de lo erótico dentro del proceso de la literatura, de tu obra? Como lo social, ¿qué tanto tienes temas digamos “fijos”? – En general hay un espíritu que se apropia de la temática, algo que tienes enfrente. Una mujer puede ser el elemento disparador y se habla entonces de erotismo, de amor. La miseria, el dolor pueden ser elemento que te lleve a redondear un cuento sobre un tema de la vida cotidiana.
Pintores
– ¿Cada escritor escribe un solo libro? ¿Qué tanto de autobiográfico y de cohesión hay en la obra de Eusebio Ruvalcaba? – Siempre hay un libro que se catapulta y se queda como en el corazón de la memoria que gusta de la lectura. Y ese libro puede generar ventajas y desventajas. De las ventajas, que un lector acuda a otro libro de ese mismo autor, y desventajas, que quede como un libro que aplasta la insurgencia de otros títulos.
del trópico DOSSIER PLÁSTICO
– ¿Pero es parte de un gran libro? Se comenta que hay un libro al que el autor va sumando textos, conversaciones, vivencias, sueños... ¿Será? – Algo hay de eso. Ese es un buen tema. Un libro de todo lo que significa la experiencia de la vida, finalmente. La autobiografía inicial de un autor es su lenguaje, su escritura, porque cada autor, como cada hombre, tiene un bagaje de palabras que lleva a cuestas y son esas palabras las que utiliza para darse a entender en el mundo. Lo mismo puede ser un político que un empresario, un soldado que un policía, un escritor que un cineasta. El lenguaje es el primer elemento autobiográfico, como yo lo veo. uchar los ritmos y añadirles su l de Eusebio es ms contrapuntos de los sitios que visita, el escuchar los ritmos y añadirles su Para Eusebio, la diferencia entre el músico y el escritor es que el talento del músico permanece aun si se aisla, mientras el escritor necesita salir a la calle, exponerse a los peligros y sorpresas de las vidas de otros. Y todo lo cuestiona, lo pasa por el tamiz de la incertidumbre. Lo musicaliza a su manera.
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Alexandro Roque es escritor, editor y artista visual. Autor, entre otros, de Jorge Ferretis, la literatura quema (Editorial Ponciano Arriaga, San Luis Potosí 2008), Olimpotosí. Ninis (ni cuentos ni poemas) (Ed. Debajo del Agua, San Luis Potosí 2011) y Vademécum (Ed. Debajo del Agua, San Luis Potosí 2012). Compilador del volumen Cuentos potosinos (Ayuntamiento de San Luis Potosí, 2010). Dirige Servicios Editoriales Debajo del Agua. Entre otros reconocimientos, ha ganado el Premio Manuel José Ottón. http:// alexandroroque.blogspot.com.
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1. Edén García, 2. Javier Pineda, 3. Silvia Alba Falcón, 4. Níger Madrigal, 5. Ricardo García Mora (detalle), 6. Guillermo Mollinedo (detalle)
Edén García, Desnudo con pájaro, acrílico / tela, 60 x 50 cm., 2000.
Guillermo Mollinedo, Autorretratos, óleo / lino, 27 x 35 cm., 2005. Níger Madrigal, El color de la pitajaya, mixta / madera, 110 x 100 cm., 2001.
Ricardo García Mora, S/T, S/F.
Fontanelly Vázquez, Pellicer, mixta / madera.
30 años
de la poesía de
Ramón Bolívar
Silvia Alba Falcón, Persona que explota en su emoción, 2009.
Javier Pineda, Esperando al colibrí en la banca del jardín 1, mixta, 50 x 70 cm., S/F.
Intimar con la palabra POR JOSÉ LANDA
Foto: Víctor Hernández.
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ntimista, llena de sensualidad, así es la poesía de Ramón Bolívar que, a lo largo de sus seis libros reunidos en la antología Summa de la noche, ha fraguado una voz muy suya, heredera –aunque particular, distinta– de obras como las de Pellicer, Bonifaz Nuño, Becerra y muchos otros de los cuales el autor ha aprendido, deconstruido para, muy a su modo, construir un amalgama de formas, técnicas, que le permiten, a estas a alturas hablar en un estilo propio, en un tono “bolivarino” (para no confundirnos con lo relativo a las ideas del prócer sudamericano). Revista Morbo No.17 PÁG. 23
NO, NO ES UN POEMÍNIMO DE HUERTA pero apunta que “para salir de la crisis hay que abrirse al extranjero”*
*La Jornada, julio 5 de 1985, pág. 13
O bien, en ese mismo volumen, encontramos otra forma de desarrollar el mismo tema: en la vida hay tantas cosas de las que no se escribe y tú lo sabes uno le echa la culpa al ron a la fatiga a la falta de transporte Revista Morbo No.17 PÁG. 24
...pero la realidad es otra: lo dijo un escritor guatemalteco las criadas y casi todos los poetas ignoran la vida política de méxico (más o menos fue lo que entendí)
Desde un principio Bolívar experimentó, probó algunos juegos de la forma, distribuciones tipográficas del poema, uso de la página como una hoja de dibujo donde el texto adquiere valor visual, plástico, más allá de la semántica. Paralelamente, ha incorporado figuras retóricas empleadas, explotadas, unos más otros menos, por autores de distintos momentos de la historia literaria, por poetas de distintas corrientes y tendencias. Se trata, en este sentido, de un poeta pragmático, al que no le preocupa exponer, como ya sugiriese Bonifaz Nuño, de otro modo lo mismo pues está consciente que la historia de la literatura contemporánea ha sido un frecuente ir y venir, descomponiendo y recomponiendo formas, asuntos. Lo importante, lo festejable, es que Ramón Bolívar es dueño de una voz, de una poesía que a sus 30 años de vida pública –o publicada– se distingue de otras. Ha sido el amor, el erotismo, aun cuando le enmarque la aparente búsqueda de una religiosidad como en Memorial de la noche, lo que oxigena la poesía bolivarina, y se convierten en vasos comunicantes entre uno y otro libro, aunque no siempre suceda uno y otro poema. Eventualmente, el intimismo roza con el ambiente exteriorista bajo un ánimo de sensualidad. Esto puede apreciarse en Al este de tus hombros: te levantas como ciudad después de un día intenso lleno de ansias voces y noticias entre simulaciones oscuras de una humareda que apenas ha comido la calle se hace extensa como boca y ojos y piel de lagarto Ricardo Garcia Mora, Hombre descalzo con cigarro, tinta sobre papel Grumbacher, 37.5 x 45.5 cm., Villahermosa, 1982 .
Con esto quiero decir que Bolívar (Villahermosa, Tabasco, 14 de junio de 1953) ha sabido explotar muy bien aquello que Luis Mario Schnneider llamó “tradición y ruptura” literarias. Y es que, si desde sus tres primeros volúmenes de poesía –Punto por punto, 1984; Cuaderno de notas, 1987 y Al este de tus hombros, 1988– Bolívar había mostrado un especial interés por experimentar con la coloquialidad eventualmente matizada por temas de contenido sociopolítico, ello no impidió que el amor y el erotismo prevalecieran como el hilo conductor que le permitió afianzarse y consolidarse como un poeta intimista en sus tres libros posteriores: Rumor como de labios, 1991; Con lágrimas de flores de tristeza, 1993 y Memorial de la noche, 1997. Cuando la obra publicada –aunque breve– de un autor se prolonga por 30 años –como el caso que nos ocupa– es justo y necesario destacar las características que le distinguen, que le dan vida propia, junto a otras paralelas en el tiempo y la geografía donde circula. En este sentido, podemos decir que son claves y constantes en la poesía bolivarina: el tema amoroso, el erotismo, la búsqueda de un yo emocional e intelectual, pero también del otro ser, del ser amado que permite al poema desarrollarse, escribirse. De igual modo, es menester señalar la insistente coloquialidad con que ha sido materializada la mayoría de los textos poéticos publicados por Bolívar en estos 30 años, si bien imbricados con elementos de otros tiempos estéticos, ora neobarroco, ora “vivencial” simulando autoreferencias, como en Yo soy mis pasos (Stammpa, México, 2009) o Nada es tumulto (Stammpa, México, 2010), otras veces intimista como en Memorial de la noche (E.A., México, 1996). Es decir, encontramos, variaciones estilísticas, herramientas verbales que el autor retoma lo mismo de la poesía hispanoamericana de los 70 y 80, que de clásicos barrocos o clásicos mexicanos del siglo XX como Pellicer, Gorostiza, Sabines, Bonifaz Nuño, incluso Becerra. De tal suerte, podemos leer en Al este de tus hombros un experimento donde el asunto político es evidente:
Pero inmediatamente el deseo sale en defensa de sí mismo, y leemos en otro poema del mismo libro: llegas tu cuerpo como recién bañado –adolescente la misma serie de dígitos el mismo aliento hago como que no te conozco (...) eres incorregiblemente analfabeta sonríes y me desnudas todo (bandeira es un tronco a la deriva y whitman una mariposa de colección)
Pero es en sus dos libros: Con lágrimas de flores de tristeza, ante el espejo de tus ojos y Memorial de la noche, donde se aprecia una poesía de estilo claro, definido; donde el autor ya ha elegido las formas con que manejará los temas de su interés; donde están a la vista los molRevista Morbo No.17 PÁG. 25
des, moldes propios en los cuales el autor vierte su poesía, aun recurriendo a experimentos, ludismos aprovechados de otras épocas literarias. Es entonces cuando se toman de la mano: un mesurado coloquialismo; un todo de voz antiguo y a la vez modernizado; un verso de largo aliento, encabalgado que, a veces, termina en prosa poética. Dentro de Nada es tumulto se nos muestra la noche simbólico mezclada con lo intimista:
EN UNA HORA DE JUNIO,
ETERNAMENTE:
PELLICER-REVUELTAS-CONTRERAS
Es de noche y vengo a revelar algo por dentro.
Pero también el trópico pelliceriano asoma insistente, con cierto acento de timbre realista: Un fonema varado en la ribera del Grijalva. Estructutra frugal con intenso olor a pachulí, donde una vez /un hombre enamorado te ofrendó una canción /que entonan hasta en la hamaca del solar /más pobre del más aislado ejido.
Si el tema del amor (sin dejar a un lado la soledad, la nostalgia) y el erotismo, –como hemos reiterado en párrafos anteriores– vivifican la poesía de Ramón Bolívar, también le dan unidad, considerando las reflexiones de Valery, quien afirmara que no se escriben varios sino un solo poema en la vida, segmentado, con diversos momentos internos. Tal como sucede en la mayoría de los poemas de Cavafis, en los de Bolívar predomina la contemplación de los seres jóvenes, apuestos; las anécdotas sentimentales o eróticas; la expiación al yo del ser amado o deseado, lo mismo que la introspección del personaje poético que habla en cada verso, en cada texto y, por que no, en toda la obra. Finalmente, vale la pena resaltar que, a más de 30 años de haber visto la luz su primer libro (Punto por punto, Universidad de Tabasco, Villahermosa, 1984), y aunque pausado en las publicaciones que le sucedieron, podemos decir que ha habido una constancia poética en Ramón Bolívar. Seguramente, la antología personal de nuestro autor tabasqueño, Summa de la noche, abrió una nueva etapa en su vida literaria, cuyos resultados vimos tiempo después ya que, como él mismo advierte desde Con lágrimas de flores de tristeza: No acabarán aquí mis cantos No acabarán aquí mis flores ante ti los elevo: soy un cantor.
RAMÓN BOLÍVAR
UNO Sobre el verdeoro Campus universitario –ámbito donde destaca lo más representativo de la arquitectura moderna del siglo XX–, caía la tarde. Reunidos en un aula magna, en pleno acto de apropiación del conocimiento –se impartía la clase de Matemáticas I–, conformábamos la novísima generación de reciente ingreso a la entonces Escuela Nacional de Arquitectura (ENA) de la UNAM. Una voz femenina irrumpió de pronto. Desde lo pequeño y esbelto de su figura, destacaba la fortaleza de la mirada. ¿El motivo?: invitarnos a la temporada de danza del Taller Coreográfico, que se realizaría en el anexo de la escuela, el teatro Arq. Carlos Lazo. Con voz pausada y tierna, aquella mujer nos habló del cuerpo y el arte dancístico, de su trayectoria artística y del propósito de la recién formada compañía: “que la danza sea para todos”, dijo. Y desapareció de pronto, como había llegado. Éste fue el principio de una relación que abarca un tiempo mayor, pues aún no termina. A mi mente acuden imágenes llenas de luz, esplendor y movimiento: Danza para mujeres, con música de Juan Bautista Pergolesi; Eioua, del compositor francés Guillaume de Machau; Concierto en Re, de Juan Sebastián Bach; posteriormente, Vitálitas, de Peter Dickinson. De no menor trascendencia, surgen del recuerdo Huapango y Planos, con la música de los creadores mexicanos José Pablo Moncayo y Silvestre Revueltas, respectivamente, así como Canticum Sacrum, de Igor Stravinsky. En el inicio de cada obra, irrumpía la voz de Claudio Obregón, quien nos introducía en el tema, en la época, en la obra y sus creadores, y al concluir la función, lo más esperado era la presencia de la Directora del Taller, por el diálogo sin igual que establecía con el público. Ámbito fructífero el del teatro de Arquitectura y el Taller Coreográfico, nos permitió alcanzar estadios diversos de apropiación del conocimiento, gracias a la diversidad de exposiciones, talleres, seminarios, impresos, nuevas formas de difusión y un amplísimo etcétera. Se fraguaba entonces el principio de un largo y renovado camino que pudo trascender espacio y tiempo, creación, recreación y conocimiento. Bien lo sé, el arte es continuidad y ruptura. Es también búsqueda de un todo donde lo estético se expande hacia los límites del infinito, y el TCUNAM –espacio experimental y abierto– se constituye entre los límites creativos de ese todo y para todos, ciertamente.
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DOS Asistía con el Poeta de América, Carlos Pellicer, al estreno mundial de la obra TRES, con música del compositor mexicano Mario Lavista y la coreografía de Gloria Contreras. ¿Junio acaso? Dos cuerpos entrelazados en tonos neutros –magistralmente iluminados por el escenógrafo y artista visual Kleómenes Stamatiades–, suspendidos cuales abstractas estructuras dentro de un prisma, a la manera de “espejos de mil reflejos”, complementaban el todo. Movimientos mínimos y continuos propiciaban que los alargados e infinitos silencios nos remontaran a espacios recónditos. Era, después lo supe, como el principio del fin. Al terminar la obra, el maestro Pellicer se dirigió estrepitosamente hacia la salida. Estupefacto, no supe qué hacer. Permanecí inmóvil por no sé cuánto tiempo. Me incorporé. Afuera, frente a un enorme espejo de agua, lo reencontré: sus ojos estaban humedecidos por el llanto. El tiempo se hizo ahora sí, eterno. Al regreso, un susurro: “hoy, he vuelto a tener fe en el hombre”. Este suceso fue el principio de una enorme y profunda amistad que ha quedado materializada en diversos hechos. Cito solamente dos: un soneto que tiene como tema la danza y una danza producto de tres sonetos extraídos del libro Hora de junio (1937). Conservaba desde hace muchos años –nos comenta la coreógrafa–, la partitura de tres sonetos que el maestro Silvestre Revueltas musicalizara del libro Hora de junio, al retorno de un viaje de solidaridad con la República y el pueblo español. La obra, de acuerdo con la idea del compositor, se debía ejecutar alternando la palabra y la música. Respetando esa estructura hice la danza (Gloria Contreras). Y continúan las remembranzas: sobre un oscuro total emerge el rostro del narrador iluminado tan solo por un haz de luz; permanece así hasta finiquitar la línea última del último terceto. Inicia la danza. Los desplazamientos mínimos dentro de una atmósfera donde subyace la contenida soledad del ejecutante. Si la música “pulverizó” –según las palabras del poeta– los textos, la danza los recobra y los reintegra. Juntos la proyectaron. Juntos fueron construyendo ese mundo lleno de oscuridad y espacioso silencio. Juntos la ejecutaron durante el proceso de creación. Ambos, desdoblando y expandiendo la oscura palabra. Y todo desde el pequeño estudio de la maestra, en la colonia Guadalupe Inn, al sur de la Ciudad de México. “Era algo único –cito nuevamente la coreógrafa– trabajar con el vate. La mayor parte del tiempo que dirigió, permaneció en cuclillas, a manera de un dios antiguo.” En 1976 se estrenó la obra, ejecutada por el entonces joven bailarín y actor Marco Antonio Silva. Sin embargo, en ambos creadores subyacía la idea de ejecutarla y llevarla al público juntos. La propuesta se fue postergando, ya que el poeta se resistía a vestir por completo de negro. ¿Premonición, acaso? O quizá, en su inconsciente subyacía la estrepitosa caída que sufriera como actor allá por 1933, durante el montaje de la obra de Moliere Jorge Dandín o el marido humillado, que dirigiera su paisano y amigo Celestino Gorostiza, y en la cual fue repentinamente sustituido por el entonces joven actor Carlos López Moctezuma. El esperado día nunca llegó, pues en la fecha programada para el estreno de la representación dancística, el poeta murió, víctima de una peritonitis aguda. ¿Qué día?: el miércoles 16 de febrero de 1977. Su lugar fue ocupado por otro poeta y alumno suyo: Hugo Gutiérrez Vega.
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TRES Evoco aquel tiempo sin tiempo. De aquellos instantes permanece el arribo de la coreógrafa mexicana Gloria Contreras a las tierras bajas de Tabasco, lugar donde destaca la red enorme de ríos y lagunas; y al borde de ello, los extraordinarios museos, el hoy Regional de Antropología y el de La Venta, creado por el poeta tabasqueño para albergar “el arte más antiguo del México antiguo”. Rememoro también la visita que cada año hiciéramos después de la Natividad, allá por las lomas de Chapultepec, para presenciar el maravilloso espectáculo de su “NACIMIENTO”. Fusión de las artes todas, bajo una inminente visión cargada desde la más límpida conciencia religiosa. Permanece también de esta luminosa relación, el soneto dedicado a “La danza” que el maestro le ofrendara a Gloria Contreras en una cena celebrada en su casa de las Lomas de Chapultepec, donde entre panes, tamalitos y chocolate, le leyera y le hiciera entrega del manuscrito original; no sin antes agradecer su amistad y besar ambas manos de la coreógrafa, en actitud de solemne respeto. Queda también como testimonio fehaciente de este encuentro la obra Requiem para un poeta (1977), que Gloria Contreras realizara posterior al deceso del poeta. Obra calificada por la crítica como “un inmenso paraje metafísico”. Y todo, bajo el periplo de la obra que hizo posible este encuentro: HORA DE JUNIO. Y que la maestra latinoamericana hiciera el honor de dedicar a mí.
Níger Madrigal. Detalle.
México, 2015.
Carta de Agustín Lara a Mozart* EUSEBIO RUVALCABA
Inimaginable e inigualable Wolfgang Amadeus Mozart: Como usted, yo también soy compositor. Como usted con la suya, yo provoco que las mujeres entornen los ojos cuando escuchan mi música. Como usted, mi fama trasciende fronteras. Soy conocido en todas partes. Donde voy, la gente se pelea por atenderme, por elogiarme, por ponderarme. Y como usted, yo me dejo. Cuidado con lo que estoy diciendo. No me estoy comparando con usted. Jamás me atrevería a semejante desacato. Simplemente quiero puntualizar algunas cosas. Quiero hacer hincapié en la inspiración. Usted la tuvo a raudales. Con teclado o sin teclado, o con el instrumento que usted guste, estoy seguro que le bastaba con cerrar los ojos para que la bendita música viniera hasta usted. Literalmente, en su caso, es como si la música bajara del cielo hasta sus manos. A mí me pasa exactamente igual. La música vive en el cielo. Está ahí. A la vista de todos. No hay que hacer ningún esfuerzo para bajarla. Es como si genios como usted y como yo fuéramos recipientes de la belleza. Como si viviéramos atentos de que la música nos haga suyos. Todo el tiempo. La melodía está ahí. Yace en los oídos. El único chiste es darle forma. La melodía se siente venir como una dulce y suave oleada. Cerramos los ojos y nos acaricia el corazón. Ésa es una prueba de fuego. Navega en nuestro interior. Como un barco extraviado que buscara tierra firme para atracar. La inspiración es cosa mágica. Siempre que me entrevistan, me preguntan lo mismo: ¿de dónde saca usted tanta y tan variada inspiración? Cuando la inspiración es la misma. Pero según nuestro estado de ánimo le damos la forma definitiva. No tengo sinfonías, no tengo óperas, no tengo conciertos como usted, pero tengo mis canciones. Usted es inmortal. Yo también. Gentes como usted y como yo nunca mueren. Aunque tengamos envidiosos que nos quisieran ver muertos. Salieri en el caso de usted, ¿no es cierto? La inspiración es como el combustible que echa a andar la maquinaria. Cuando una idea se mete en la cabeza ya no hay modo de detenerla. Hay que darle el acabado para que cante. Yo utilizo la música en mi beneficio. ¿Usted nunca lo hizo? Estoy seguro que sí. Le cuento. La música doblaba la voluntad de las mujeres de las que siempre viví rodeado. Porque a las mujeres les gusta vivir enmieladas. Ser fuente de inspiración. Que el varón las seduzca a través de su fuerza espiritual. Esto es, a través de la inspiración. Sin duda una canción es el mejor regalo con que obsequiar la vanidad femenina. Imagínese cuando esa mujer a quien usted desea hacer suya, imagínesela cuando escucha aquella canción, cae a sus pies. Se sabe en el colmo de la dicha. En primer lugar porque tiene algo que ninguna otra mujer en el planeta tiene. Algo hecho pensando en ella. Que si sus ojos, que si sus labios, que si su pelo, lo que usted guste y mande. Porque una canción consta de dos elementos: la música y la letra. Y ambos tienen que estar cortados con la misma tijera. Que la mujer sienta que es ella y ninguna otra la que ha inspirado esa canción. Si la mujer tiene ojos verdes, pues habrá de describir la belleza de esos ojos verdes. La mujer es muy astuta y se da cuenta si hay otra que compite con ella. Y de ahí viene un gran problema que deberá evitarse. En fin. Que cada quien en lo suyo, maestro Mozart. Pero si le escribo es porque lo admiro. Y porque su inspiración es divina. Agustín Lara, servidor *De Temporada de otoño, el libro más reciente de Eusebio Ruvalcaba.
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PREMIO MORBO 2015, 1ER. LUGAR EN LA CATEGORÍA CUENTO
JUDAS EDUARDO SABUGAL TORRES
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u vestido no era de terciopelo, como lo imaginé, era en todo caso parecido a una cortina de agua. Estoy cansado, mareado, como dentro de un sueño mitad evasión, mitad carrusel de luz neón, pienso que esto es justo la experiencia de un tiempo post-apocalíptico. Las líneas blancas en el asfalto dicen una intermitencia que no comunica nada. O quizá sí, esa intermitencia de las líneas es la de la droga, la de este deseo que siento aquí, ahora, cuando te veo pasar entre la gente, con ese vestido púrpura que se te pega como un manto de seda. Ignoro porqué me citaste aquí, vestidos así. Huimos del tumulto para poder hablar, drogarnos. Junto a la alberca un pequeño cuarto, lleno de vacío, pequeño como capilla, tumba minimalista llena de cajas de cartón. Nos miramos como animales mientras entran meseros con cara de cera a buscar botellas de vino. La gente platica allá afuera, chocan vasos, sonríen, conectan sus iPod a bocinas enormes como piedras estoicas, colorean sus cócteles con pintura hormonal, también respiran droga, cosas así, como si aún hubiera tiempo. Yo paseo por el jardín, pensando en lo que dijiste. Sé que amas el elemento sorpresa, te beso. Hablas del fin del mundo, aprietas la copa hasta cortarte. Pateo los vidrios lejos de nosotros. Dices que de no ser el volcán el que haga erupción y nos sepulte a todos bajo piedras y toneladas de ceniza, habrá otro cataclismo similar, espacial, galáctico, terrestre. Usas palabras así, que a mí me parecen esotéricas, absurdas, pero que dichas en tus labios y en tu voz me parecen anzuelos afrodisiacos. Adivino tus pezones bajo la tela delgada del vestido, los imagino erguidos, duros. En mis sueños ahogaba mis penas pero mis penas aprendieron a nadar. Veo ahora las gotas de sangre en tus dedos como una señal. Los vidrios, el vino, tu sangre, todo encaja en las premoniciones. La sangre que goteas también me parece inexplicablemente erótica y me llama a lamerla. Meto tus dedos cortados a mi boca, el sabor a hierro se mezcla con el del vino. Tú sacas violentamente tu mano herida de mi boca, te ríes. Mi cerebro torpe como un pulpo se extiende hacia un árbol, un pasado remoto, un futuro incierto, una mesa de madera con una botella de vino, el nudo en la cuerda y los vidrios en tu piel. Revista Morbo No.17 PÁG. 33
PREMIO MORBO 2015, MENCIÓN ESPECIAL CATEGORÍA CUENTO
II No hay vestidos de terciopelo y el rescate parece imposible. Hoy el cerebro extiende sus tentáculos lascivos hasta otro cuerpo. Hasta unos ojos de éxtasis que nunca sabremos ya si miran hacia el cielo o hacia abajo, donde tres soldados se reparten tu ropa de encajes púrpuras. La lluvia en el parabrisas es un libro en las manos de una mujer. Ella, desnuda, observa el cuerpo de Judas balanceándose como un péndulo de oro, la rama del árbol se tuerce, un día el cadáver del ahorcado también caerá, como una manzana madura, como mis labios en tus muslos, mi semen en tus nalgas. Tú lees mientras yo manejo y me alejo de esa fiesta. Ya no tienes coca, pero quieres leer ese libro en voz alta hasta el amanecer, hasta que se termine esta puta noche, hasta el asangrecer, dices. Yo manejo tu auto pero escucho atento las palabras que salen de tu boca. Miro de reojo tus senos, tu pelo que cae en bucles en tu mejilla izquierda. El asiento del auto se entinta con tu sangre que no para de emanar de tus dedos. Con la mano derecha acaricio tus muslos, tú te dejas subir el vestido, toco tu piel fría, siento tu vagina caliente detrás de la tela de tu calzón de encaje negro. Es como palpar un corazón, otra boca. Era mejor así, despedirnos bien vestidos, dices riéndote. Retiras mi mano violentamente, me besas, arreglas el cuello de la camisa. La rama cruje, el llavero tintinea como monedas en un bolso. Me abandono a las luces rojas que veo delante de una cortina de agua. Del otro lado está el fin del mundo, dices. Es aquí, gritas. Freno de golpe, me orillo en la carretera, aún siento el sabor de tu sangre en el paladar. Abres la portezuela. Yo me bajo del auto, este también será un acto de amor me dices casi susurrándolo. Después de tantos orgasmos, lo mejor estaba por venir.
LUZ
III Aquel día, incrédulos, los demás habían hecho su fiesta con vino tinto, habían reído y lucido sus mejores prendas. Tú me citaste ahí, después de mucho tiempo sin vernos, la última vez que habíamos hecho el amor había sido hace un año o dos, sin condón, con furia. Desde que te vi, tuve una pequeña erección, imaginando tus tatuajes, tus curvas, tu olor, tu sudor. Ahora aquí, aparcados a la orilla de la carretera, oliendo a vino y a pasto recién cortado, pones esa canción en el estéreo del auto y te alejas. En las manos llevas una soga, caminas hacia un árbol. Hermoso árbol torcido que ya habías escogido antes, cuando circulabas en tu auto deportivo a 180 km por hora hace meses, quizá con otro amante. Me llamas, dices que te adelantarás a todos, que es tu decisión, te atas la cuerda al cuello. Yo me aproximo, beso por última vez tus labios, obedezco, lamo la sangre en tu mano cortada, te cargo sosteniéndote por las nalgas, casi no pesas. Amarras la cuerda al árbol, dices, ya está. Poco a poco la luna esconde entre las sombras el resto del paisaje. Los faros del auto alumbran perpendicularmente el acotamiento y un polvo fino que cae, ceniciento. El auto sigue con las puertas abiertas, la canción termina, se repite, la programaste para que se repitiera. Pienso que me canso. Beso tu cuerpo y siento tus nalgas en mis manos, las aprieto furiosamente, creo romper el encaje. Tu mano cortada aún escurre gotas que caen en mi rostro y luego en mi hombro. Estúpidamente pienso que ese traje ya no podrá lavarse. Pienso en cuánto tiempo más podré cargarte así, soportarte así.
Ilustración de Gerardo Hernández Díaz, Mal de ojo.
YONNIER TORRES RODRÍGUEZ
a
1.
Eduardo Sabugal Torres (Puebla, Puebla 1977) es escritor de cuento, guión, y ensayo. Maestro en Lengua y Literatura Hispanoamericana por la UDLAP. Actualmente es Catedrático de Filosofía y Literatura en la Ibero Puebla y Productor de Radio. En 2010 la Secretaria de Cultura del Estado de Puebla publicó su primer libro de cuentos Involuciones. Su segundo libro Liquidaciones se publicó en el 2012 en el Fondo Editorial Tierra Adentro (CONACULTA). Ha sido ganador de la Beca Estatal FOESCAP, FONCA y PECDA. Y ganador en 2014 del 13vo Concurso Nacional de Cortometraje del IMCINE.
fuera solo hay montañas de arena. Desde que comenzó la guerra afuera solo hay idénticas montañas de arena. Antes podía ver el mar, un puente, la delgada línea del horizonte y de vez en cuando, solo de vez en cuando, alguna gaviota que atravesaba el aire y se perdía en los contornos de mi ventana. A los chicos parece no importarles, les da igual, siempre les ha dado igual, lo único que les ocupa es estar afuera, siempre afuera. Se suben a las montañas como antes subían al puente, corren por el desierto como antes corrían por la orilla del mar e insisten en los movimientos obscenos frente a mi ventana, en esas vagas incitaciones a que suba con ellos, corra con ellos y me agencie ronchas redondas y rosadas en los codos, las rodillas, las manos, los muslos, los tobillos y la espalda. Ronchas redondas y rosadas contra la piel rugosa de una montaña de arena. Me separo de la ventana y miro al suelo, a las frías baldosas del suelo. Mi madre camina hacia la cocina, revisa la alacena, los estantes vacíos, luego regresa al cuarto. Repaso mis brazos, mis piernas, aún me quedan las marcas y el dolor; el dolor que regresa de madrugada.
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Acá dentro estoy segura, acá dentro no me podrán hacer daño. He echado los pestillos, todos los pestillos. He claveteado puertas y he tapado las rendijas. Tengo la foto de la abuela, los dibujos en la pared, este rosario y esa mancha en el techo. Mi madre me enseñó a rezar en cuanto oímos el ruido de los aviones, me enseñó a decir: “Padre Nuestro que estás en los cielos...” cuando llegue la noche estaré a salvo, “santificado sea tu nombre...” cuando el cielo se tiña de violeta, “venga a nosotros tu reino...” los chicos, si insisten en su manía de estar afuera, deberán morir. 2. A mis espaldas solo hay agujeros negros. Desde que comenzó la guerra a mis espaldas solo hay montones de agujeros negros. Antes podía ver una mata de tamarindo, un columpio y una cerca de madera. Antes podía verlo todo, o al menos todo lo que necesitaba ver. A mis espaldas hay silencio, los agujeros callan para cazar, esperan con paciencia, con toda la paciencia del mundo a que algún animal se empeñe en la hierba de los bordes, resbale y caiga en una de esas bocas que no tienen fin. He perdido las gallinas, los perros y algunos conejos blancos. El resto de los animales salieron corriendo la noche en que los chicos cruzaron el patio y entraron por la puerta trasera dando palos, golpeando el suelo con sus botas, desordenándolo todo. La noche en que por primera vez se tiñó el cielo de violeta y fueron los gritos, los rezos, la angustia, las noticias por la radio, las ronchas redondas y rosadas, la vergüenza y la desolación. Yo estaba en el cuarto haciendo sombras con la linterna. Mi padre había comprado baterías nuevas en la capital, bolsas de azúcar, tela de distintos colores y rollos de hilo, montones de rollos de hilo para que mi madre no dejara nunca de coser mientras él saltaba de un tren a otro. Desde que mató a aquel hombre en la cantina no ha hecho otra cosa que saltar de un tren a otro. Huir de los que reclutan para la guerra. No dejarse caer en un agujero negro. Viene un par de veces a la semana, siempre de madrugada, me pregunta que quiero y yo le digo: -Baterías, baterías para mi linterna. La luz redonda sobre la pared me hace compañía, me obliga a mantener los ojos abiertos, los oídos tapados, a no pensar en ese violeta que cubre el cielo. Es una suerte que mi padre no viva conmigo, que no escuche el ruido de las bombas, que venga solo dos veces por semana, que no se tape los oídos ni vea la luz del cielo, que no diga en voz baja: “santificado sea tu nombre...”; de enterarse, de ver mis ronchas redondas y rosadas, podría matar a los chicos, clavarles la hoja de acero, una, dos, tres veces, como a los cerdos o a las cabras, como al tipo de la cantina y entonces, esta vez, no habría tren que lo salvara. Voy hacia el baño, abro la llave del grifo y me echo agua en la cara. Mi madre llama desde el cuarto, pide que ponga un litro de leche a hervir, le recuerdo que hace un mes no tenemos cabras, le recuerdo que hace un mes no tenemos leche y ella maldice en voz baja a los agujeros negros, a esa manía de tragar. 3. Las montañas de arena apuntan hacia arriba, despliegan sus sombras sobre el suelo y lo ocupan todo, por mucho que me cuelgue de la ventana no puedo ver más allá. No puedo hacer resistencia, nunca he sido así de fuerte. Nunca. El rojo sobre el blanco. Las botas contra el suelo y mi vestido azul en un rincón, hecho jirones, sollozando de modo incontenible. En el patio nadie oía, el silencio de los agujeros se tragó todo el ruido, se tragó los gritos como si se tratara de una gallina, un perro o un conejo blanco. Revista Morbo No.17 PÁG. 36
“Padre Nuestro que estás en los cielos...”. Mi madre estaba encerrada en su cuarto, “santificado sea tu nombre...” con los oídos tapados y su empeño de tejer una sábana bien grande, “venga a nosotros tu reino...” más grande que la propia cama, una sábana que pueda cubrir el patio, que pueda ocultarles la boca a los agujeros negros. Los chicos dijeron: “Ya está, deja de quejarte que no es para tanto”. Miré el vestido azul en el suelo, su llanto era más intenso que el mío. Se fueron despacio, riendo y dándose palmadas como quien regresa de una fiesta, como quien cree que todo ha terminado. Prendo la radio, en una emisora dan noticias sobre la guerra, dicen que son noticias alentadoras, pero no llego a oír para quién, muevo el dial de un lado al otro hasta que encuentro un tema de Edith Piaf, mi madre pide que lo deje ahí, dice que desde niña le ha gustado Edith Piaf, que en los actos públicos de la escuela siempre cantaba La vie en Rose. Al rato cortan la trasmisión y solo queda un sonido difuso, un vacío de muerte.
pero encontrarán una puerta cerrada, una ventana cerrada y media docena de pestillos. -Tu padre vendrá esta noche- dice mi madre y extiende su sábana de diferentes colores. Mi padre traerá pilas nuevas, bolsas de azúcar y rollos de hilo. Mi padre traerá una hoja de acero en la cintura y sé que estaré a salvo. Cubriré mis ronchas redondas y rosadas. Rezaré en voz baja: “Padre Nuestro que estás en los cielos...” Mi madre pone una caldera en el fogón. Vierte agua y me pide que le ayude a pelar las papas. Tomo el cuchillo, le saco destellos al metal con la luz de la linterna. Imagino a los chicos cruzando el patio, caminando despacio con sus zapatos de recluta, sus braguetas abiertas, sus ojos de vidrio. Imagino a los agujeros en silencio, ocultos bajo una sábana de colores. Imagino los gritos, los gritos de los que caen por unas bocas sin fin. Cierro los ojos, puedo ver unas pilas nuevas para mi linterna, a mi padre saltando desde el techo de un tren, y a un cielo, que quizás por última vez, se cubrirá todo de violeta.
4. La vergüenza es un perro que se echa a mis pies y se mantiene impasible, a ratos me mira con sus ojos de vidrio, a ratos no. Ya nadie toca a la puerta del frente, ya nadie vende jugo de tamarindo, o pasteles o desinfectantes para el baño. Ya no se ven las sombras en el portal. Las montañas de arena lo cubren todo y trato de espantar al perro con la luz de mi linterna, le ilumino el hocico, la cola, las patas, pero es un perro valiente, valiente como la vergüenza de mi madre, ese tigre de bengala que no le quita los ojos de encima y solo se está quieto cuando ella teje su sábana, su sábana laberíntica e interminable. Se reanudan las trasmisiones. Ya no está la voz de Edith Piaf, un comentarista dice que la guerra está a punto de terminar y que nuestros hombres regresarán del frente. Imagino un tren lleno de soldados, con sus cascos, sus fusiles y su mirada triste, tan triste como solo la puede tener un soldado que regresa del frente. Los chicos han dejado de hacer ruido pero sé que están ahí, a la sombra de las montañas, sé que intentarán cruzar el patio, bordear los agujeros,
Yonnier Torres Rodríguez (Placetas, Cuba, 1981) es sociólogo y narrador, egresado del Centro Nacional de Formación Literaria “Onelio Jorge Cardoso”. Es autor de los libros de cuentos: Delicados procesos (Extramuros, 2011), Esto funciona como una caja cerrada (Editora Abril, 2011), Elementos comunes (Editorial Unicornio, 2011), La oscura superficie (Editorial Ávila, 2012) y la novela Clavar los ojos al cielo (Editorial Mecenas, 2012). Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
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PREMIO MORBO 2015, 1ER. LUGAR CATEGORÍA PERIODISMO
LA EXPERIENCIA ESTÉTICA
EN LA VIOLENCIA CONTEMPORÁNEA:
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Hermann Nitsch, Spill Painting, 100 x 150 cm. 2009. Foto: Fundación Nitsch.
MAYTHÉ LOZA […] Y corren sollozantes, con gritos sofocados, borrascosos y ocultos, profundos y hormigueantes; Lesbos, donde los besos son como esas cascadas. Baudelaire
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uestro día a día está plagado de violencia. Nos apabullan noticias de muerte y tortura. La conciencia colectiva se ve manchada por el horror del riesgo que implica salir a la calle. Por desgracia somos presas de núcleos de poder que lucran con el miedo, causando que poco a poco nos acostumbremos a ver estos actos sangrientos como algo cotidiano. Los medios de comunicación nos bombardean con notas que abordan la agresión y el daño, con tintes de explotación para su propio enriquecimiento. En las redes sociales abundan publicaciones de crítica o exalta-
ción de actos brutales, que en ocasiones pasan a la comicidad para volverse virales y finalmente forman parte de nuestro lenguaje digital. Desgraciadamente la violencia conforma nuestra realidad actual. Con ella vivimos y posiblemente así moriremos. Mientras tanto en el mundo del arte —aparentemente “ajeno” a la cotidianidad—, se producen expresiones que intentan reflejar lo experimentado en nuestro entorno. Algunas expresiones que a pesar de no ser concebidas en un periodo relativamente reciente, son blanco de la crítica y la censu-
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ra, por que de alguna u otra manera plasman eso que respiramos en el aire de nuestra época. Bajo esta premisa me permito abordar un caso en concreto, que últimamente ha sido objeto del escrutinio de la presa: la suspendida exposición de Hermann Nitsch. La muestra que se llevaría a cabo a finales de febrero del 2015 fue aplazada por el Museo Jumex en la Ciudad de México, mediante un comunicado anunciando
Somos presas de núcleos de poder que lucran con el miedo causando que, poco a poco nos acostumbremos a ver los actos sangrientos como algo cotidiano.
la suspensión de la exposición y donde publicaba que en su lugar presentarían colección abierta 02, compuesta de obras propias de la colección del museo como piezas del Wilfredo Prieto, Dieter Roth, Hans-Peter Feldmann y Andreas Slominski, entre otros. (Noriega, 2015). Anterior a esto, mediante la organización Change.org que actúa como lugar de acogida de solicitudes de carácter cívico se creó la petición
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Se te subio el muerto, ilustración de Gerardo Hernández Díaz.
ENTRE EXPRESIONES ARTÍSTICAS Y ESPECTADORES TEMEROSOS
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miscelánea Miscelánea MISCELÁNEA Miscelánea
Alma Maythé Loza Barajas (Guadalajara, Jalisco, 1989) Estudio la Licenciatura en Restauración de Bienes Muebles en la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO). Es autora, entre otros textos, de “El trabajo con artistas para conocer la intencionalidad de los materiales con el fin garantizar la correcta conservación de sus obras” dentro de 15 Jornada de Conservación de Arte Contemporáneo, Museo Reina Sofía, España.
MISCELÁNEA miscelánea MISCELÁNEA
Edén García, Homenaje a Rufino Tamayo, ensamble.
MISCELÁNEA miscelánea MISCELÁNEA
El por qué los artistas buscan representar este tipo de imágenes se considera una necesidad o urgencia por trasladar al lenguaje artístico una tensión percibida y experimentada (Bernárdez Sanchís, 2005). Nuevamente a través del tiempo se han modificado, en este caso los códigos para la representación de actos violentos. Donde antiguamente se hacia uso de ideas como la Pasión, raptos, martirios, asedios, prisiones y ejecuciones fue transformándose hasta la conceptualización de la violencia, haciendo uso de la noción kantiana del “Mal Radical” (Rivero, 2015), pasando a la legitimización con la aplicación del Darwinismo social: El fuerte gana, el débil pierde. Que resulta un claro referente al mensaje que intenta expresar Hermann Nitsch sobre la violencia animal, que a través de su influencia nietzcheniana trata de demostrar su desacuerdo contra el trato a los animales destinados al consumo humano. Me gustaría ser capaz de resolver aquellas preguntas que plantee en párrafos anteriores, sin embargo creo que queda a consideración de cada lector, si las obras plagadas de elementos alusivos a la agresión, que hagan uso de fluidos orgánicos relacionados con la muerte de un ser y los mensajes colmados de brutalidad sea lo que el público buscamos y/o necesitamos. Por que negándolo o no, la violencia es parte de nuestra vida cotidiana, que aparentemente va incrementándose, por lo que en mi opinión debe formar parte del imaginario artístico actual, para que sea un fiel representante la conciencia colectiva.
miscelánea Miscelánea MISCELÁNEA Miscelánea
titulada: No se lleve acabo la exposición de la persona Hermann Nitsch por mutilar, degollar, asesinar y al final exhibir los cadáveres de animales sintientes (La Tempestad , 2015). Que finalmente recibió 5,000 firmas de apoyo. Como lo hizo el personal del museo no es posible afirmar que la suspensión de la exposición se relaciona con la recolección de firmas, ya que en el ambiente museístico existen diversas variables que pueden afectar el desarrollo o la presentación de una muestra. Sin embargo resultan fácilmente relacionables ambos sucesos, como lo hicieron algunas notas periodísticas. Ahora bien, después de todo lo mencionado es preciso hablar de la “polémica” obra del autor Hermann Nitsch. Artista de origen austriaco, claro representante del accionismo vienés donde desarrolló sus performance llamados Teatros de orgías y misterios, teniendo como conceptos la blasfemia y la crueldad animal. Dentro de los cuales es posible encontrar pinturas abstractas creadas salpicando y chorreando sangre de animales; animales cuya crianza y muerte se produce para el consumo de su carne, cosa que sucede posterior a las representaciones teatrales por parte de los asistentes a las muestras (Kole, 2003). Así es posible imaginar la composición plástica de su obra, sin embargo ¿es posible pensar en una experiencia estética? ¿por qué se producen este tipo de expresiones artísticas? ¿es del “agrado” de los consumidores? Y finalmente ¿representa la actualidad por medio de su mensaje o medio? La experiencia estética originalmente se asociaba a los objetos considerados bellos o agradables, aunque este carácter se ha modificado hasta el punto de que cualquier objeto o material tiene la capacidad de suscitarla. Se produce en un contexto concreto, generando emociones en el espectador con el objetivo de enriquecerlo siendo portadora de la noción crítica de valor, por lo que puede estar mediatizada por acontecimientos e ideas, valores y sentimientos (Bozal, 2005). Se dice que el objetivo de las obras de arte es cuestionarnos, generarnos preguntas, haciendo que por lo tanto la experiencia estética siempre quede abierta y sea la interpretación del espectador la que atribuya respuestas. Así, se podría afirmar que la obra de Nitsch es capaz de generar en el público una experiencia estética, un proceso de asimilación y respuesta generados en la psique del consumidor, que de ningún modo debe ser por fuerza grata o placentera.
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Saxofone ando AGUSTÍN LABRADA
TABLAS PODRIDAS Toco en el bar donde beben los tristes que sin paraguas, ante los sortilegios, los cercena el alcohol. Endeudados por tantas pesadillas, pueden minar toda la prosa con un leve sollozo. Tablas podridas hubo bajo sus huesos, luego volcán y ciegos alacranes y al final la derrota. Toco en el bar y alguno de ellos canta y se encadena en un hondo velorio, que a todos hipnotiza.
NOTICIA Con Saxofoneando, Agustín Labrada (Olguín, Cuba, 1964) obtuvo el I Premio Internacional de Poesía Municipalidad de La Arena 2015 (Perú), compitiendo con 94 libros procedentes de casi todos los países hispanoamericanos. Integraron el jurado los poetas Víctor Coral Cordero, Adolfo Venegas Jara y Jorge Castillo. Nuestro poeta es autor de La soledad se hizo relámpago (Dirección Municipal de Cultura, Holguín, 1987), Poemas (Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1991), Viajero del asombro (Gobierno de Quintana Roo, Chetumal, 1997) y La vasta lejanía (1ª ed. Mantis Editores, Guadalajara, 2000; 2ª ed. Ediciones Unión, La Habana, 2005), Más se perdió en la guerra (Universidad de Quintana Roo, Chetumal, 1999) y Un paseo por el paraíso. Doce entrevistas con escritores de México y Cuba –1995-2005– (Plaza y Valdez, México, 2006). Reside en Chetumal, Quintana Roo, desde 1992. Revista Morbo No.17 PÁG. 42
DESFILADEROS Tantas murallas, tantos desfiladeros, miles de insomnios y mudas callejuelas para acabar desnudo.
DEUDAS OXIDADAS Con un aullido se desgarran milenios, la inexistencia que entre mis semejantes nombran identidad.
Amargo late, desde esa desnudez, este instrumento en cuyas cicatrices se devela un umbral.
Al otear los inmensos ayeres, sus equinoccios, suben al corazón tres deudas oxidadas.
Transmigrarían por ese umbral saetas hacia el exilio de un tatuado rencor, donde enjaulado sueño.
Lamentaré, asilado en la náusea, que ya no ladren las penas tan suicidas por donde erró mi arpegio.
¿En cuál tonada torcería el sepulcro las osamentas con los torpes quejidos, que engarza esta vorágine?
Desde las tumbas, tocaré para todos: a los que amé y a quienes me atacaron, juntos en la ceniza.
en los tejados Madrugo hoy tocando en los tejados, los gatos vienen a maullar su tristeza mientras se va la luna.
ASPAS Ese molino –en el ojo del llano– tal vez no roce las parvadas que emigran en pos de algún consuelo.
En lila ascienden –con siluetas de humo– al rascacielos todas las serenatas con que me amordazaron.
Muy fantasmal, ardido de intemperie, entre sus claves ha escuchado cien lunas y ninguna esperanza.
Ahora diluvia, catorce agujas de agua zurcen el muelle, van lamiendo las notas, siegan mis estandartes.
Aunque sus aspas dibujen la armonía y dura vean a su faz contra el humo, lo sostienen las penas.
Silba el diluvio arrasando laureles. Contra su lengua punzo esta sinfonía y lento me reescribo.
Soy como él, pero sé disfrazar el pentagrama. Me creen un girasol, pero giro en penumbras. Revista Morbo No.17 PÁG. 43
r
Pensamiento eptando TADEUS ARGÜELLO
(El pensamiento reptando entre las cañas)
(La noche del perro)
El pensamiento reptando entre las cañas de este río que se apaga en las piedras, en el límite sordo de los astros en el agua. No lo sé todavía, pero me asombra esta arqueología que encuentro al fondo de mis palabras, como una feroz enredadera entre los brazos del árbol de Jesé. Ágata o turquesa, ojo que tiembla cuando serpentea, aire húmedo que va marcando el torpe sendero de las palabras a punto de desvanecerse en el golpe azul de la córnea. En la despiadada simetría del pensamiento, escojo la palabra que me arroja el azar, azar que afirma el vértigo, la euforia que combate a la rabiosa dialéctica ¿Es el temor lo que recorre a la ebriedad y a la inocencia en esta larga noche en que se arranca la esterilidad? La palabra interior se escribe dentro de la pluralidad de la grieta: derrame del sentido, concepto del concepto frente a la muda página del aire. Enciendo un cigarro. Pensar el vértigo, la marea de lo trágico, el poema nervioso que se aferra de las vísceras, de la membrana que en el texto es un roto impulso que forma la pregunta ¿tiene la existencia algún sentido? pregunta que se contrae, que sangra entre sus consonantes, pregunta que requerirá de siglos tan sólo para ser oída enteramente y en toda su profundidad. Oscurece. La luna entre los árboles, como esta pregunta reptando entre las cañas de este ciego río que se apaga en las piedras, como esta mancha que se va agrandado hasta borrarse en la memoria.
Después de vagar cinco días por el cerro conoció la tolvanera, el calor como un alambre por el hambriento pelaje de su cuerpo, el límite de la sed en la terca llanura de su boca. Pero la noche es una parábola, un sendero de preguntas por donde sube su rabia, su furia, una casa de cartón quemándose al fondo de sus ladridos. Nada de paseos, de juegos con pelotas de trapo, de comida enlatada y bolsas de alimento, sólo la indiferencia, la irrenunciable tenacidad de una patada y cubetazos con agua fría. Sólo un camino espeso por su garganta, una flecha de pavimento y señalamientos retorcidos, una autopista donde unas vacas circulan tímidas en el desfile sordo de la pobreza. Otra vez el sol, tráilers que vienen y van, autos como una raya luminosa en el cráneo, como una caída seca en la luz rota de los ojos, pero sube la luna desde su cuerpo, desde un manto de moscas, desde las estrellas que giran y se apagan en la música de los autos, desde el abandono de la luna de su cuerpo mojado y roto.
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(El arte de interpretar) El arte de interpretar es también un arte de atravesar máscaras, lo dijo un hombre obeso a las afueras de una pescadería. Así que limpiar pescado puede ser el registro de la escritura: pensamiento como membrana, como carne sangrante desde el pulso negro de la contusión. Pero no escamas, dialéctica espesa en la cavidad latente de la respiración. Dices: Este cuchillo en la boca resulta terriblemente apretado. Lo separa de la locura una hoja transparente. Navaja, pescado como este laberinto. Cuando crees que estás saliendo de él, te estás hundiendo ahí. No tienes ninguna provocación de salvarte. Te hace falta destruir el cuchillo. No puedes separar los huesos de tu carne. Advierto el lento pero seguro ascenso en tu laberinto. Muro tras muro. ¿Quién te espera al final? Nadie. Un hombre obeso recoge pescado a las afueras del pueblo. Tu cuerpo se ha extendido sobre sí mismo, como la mano sobre el cuchillo recién afilado.
Tadeus Argüello (Querétaro, 1983) es autor de los libros de poesía: Versus (Ediciones Sangremal, 2001) La Patria más Profunda (Ediciones Fuera de Comercio, 2006) Los Días de la Noche (Fondo Editorial de Querétaro, 2013) Black Arcadia (Calygramma/INBA 2013) Ha sido becario de la Escuela de Escritores SOGEM-QRO. (2002-2004) y del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes (2002-2003). En 2013 obtuvo el Premio Internacional Universitario Desiderio Macias Silva que otorga la Universidad Autónoma de Aguascalientes.
Níger Madrigal, La secreta unción de los ahogados, morteros-madera, 80 x 60 cm., 2006.
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El bar de las
viejas vedettes ALBERTO JULIÁN PÉREZ
A
este bar del centro donde vengo a ocultarme llegan, por la noche, unas viejas vedettes. Trabajan aquí cerca, en un teatro de mala muerte. Una vez, curioso, fui a verlas actuar. Estaban radiantes, sobre el escenario, vestidas de lentejuelas y de plumas. Sus carnes desbordaban sus trajes. El público, jocoso, se burlaba de sus cuerpos deformes. Ellas, diosas histéricas, sufrían las humillaciones y miraban con desprecio a la platea de adolescentes imberbes y hombres solos. No renunciaban a nada. Se aferraban a sus cuerpos, antes gloriosos, y seguían representando su papel inverosímil. Bailaron, cantaron, mostraron el culo, exhibieron sus tetas fofas. Luego del show vinieron al bar, esta extraña escuela de condenados. Aquí, las vedettes, que una vez lo tuvieron todo: amor, belleza, dinero, quedaron, indefensas, bebiendo su copa, fuera del escenario y de las luces. Esas pobres mujeres me hicieron pensar en la poesía desvalida de nuestro tiempo. En los poetas grotescos que cantan y celebran la fealdad del mundo, con expresión grosera, y son el hazmerreir de muchos. No tienen vergüenza de exhibirse. Otrora soñaron en un mundo perfecto, lírico, sin limitaciones. Pero pasó el tiempo y nunca llegó la palabra iluminada ni la inspiración salvadora. Ahora rinden culto a la vida Revista Morbo No.17 PÁG. 46
y se arrepienten de sus sueños reaccionarios. También pensé en los otros, sus enemigos, que, a diferencia de las viejas cocottes, no saben vivir en la cruel realidad y se refugian en un paraíso imaginado. Los poetas burgueses, que cantan en versos elevados el amor salvador y los sentimientos nobles. Esos que ignoran el infierno, que no conocen la caída ni sienten compasión por la fragilidad humana. El espíritu, finalmente, me dije, será el que nos guíe por este desierto, solos ante la duda. El espíritu poético, esa aura inmaterial que viaja por el tiempo, y llega en el lenguaje y nos eleva, y es el espíritu santo. Miré a mi alrededor, alcé mi copa y brindé por las vedettes. Ellas me devolvieron la cortesía. Luego nos quedamos bebiendo en silencio. La disciplina del alcohol me ayudó a ensimismarme. Recordé un sueño recurrente que tengo en el que me hundo en lo más hondo y emerjo en un espejo. Allí desesperado me contemplo y me arranco a pedazos la piel del rostro. Era sólo una máscara, descubro, y detrás encuentro otra y otra… Vivimos escapando de nosotros mismos y poco a poco, sin saberlo, nos acercamos a eso que somos. Bebimos la última ronda de alcohol suicida. Cerró el bar y salimos a la calle, ya bautizados. La oscuridad nos acogió, en su anonimato generoso. Nos alejamos sin despedirnos. Solos en nuestra ley los incorregibles. Héroes también de la soledad y del fracaso. Ya el mundo me dolía menos y estaban prontas a abrirse las puertas del sueño y del olvido.
Alberto Julián Pérez (Rosario, Santa Fe, Argentina) es investigador, profesor de español en Texas Tech University. Además de seis libros de crítica, ha publicado numerosos artículos en diversos medios de Norteamérica, Latinoamérica y Europa. Revista Morbo No.17 PÁG. 47
Salvar al buitre, de Armando Gonzalez Torres POR M.S.YÁNIZ
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a editorial cuadrivio recientemente publicó, en la sección ensayo, el libro Salvar al buitre de Armando González Torres. Lo que no por eso indique sea ensayo en su forma más esquemática, sino que denota su particularidad y la duda que surge al quererlo catalogar. Es posible que el lector de poesía esté acostumbrado a leer poemas con temas varios o uno de largo aliento, versos. Mientras que el de ensayo está más abierto: espera un discurrir, el de una o varias ideas. Desde ahí puede que sea más sencillo que se acerque a Salvar al Buitre. Friedrich Schlegel anotó en algún momento que: “Un fragmento, lo mismo que una breve obra de arte, puede estar aislado de todo el universo que lo rodea, perfecto en sí mismo como un erizo.” Tal es el caso de este libro. No es poesía pero es poético y apela al sentir de la literatura como parte indispensable de una voz, un individuo. Tampoco ensayo pero sigue y ensaya ideas: oscila entre estas. Son sentencias, aforismos preciso por sí mismos pero con un hilo temático. No hay narración, sino progresión de sentido, una idea que se expande, profundiza y acompleja. Con lo que uno se queda al finalizar el libro es con una reminiscencia, quizá nimia, pero permanece lo que en estos tiempos escasea: la infancia, la destreza literaria y el arte. El libro está estructurado en cinco apartados. El primero, “Salvar al buitre”, fragmento
preámbulo, González Torres escribe sobre el creador y su no fáctica incidencia en lo real. La necesidad del arte más allá, con y sobre la fatalidad de la vida: “la revelación estética es siembre benigna, pues aguza la percepción de plenitud, o de privación.” Pero con la conciencia de que algo se deja fuera, no todo puede cohabitar, algo se pierde o deja de lado, como puede ser un niño moribundo o la “humanidad caída”. Y en parte de eso trata libro. Del espacio donde el acto de escritura o la existencia de las letras en general devienen resistencia, revelación y forma de existencia. Ya sean recuerdos, anhelos o las ya nombradas reminiscencias. La crítica en las reseñas suelen clasificarlo como aforismos melancólicos. Cierto, pero es más que eso. Es tránsito, despliegue de una idea en el tiempo y su acto de escritura en un presente que voltea al tiempo anterior. Después, en “De la memoria y el olvido en la infancia”, entra la voz melancólica en una confesión al amigo imaginario que es el pretexto para que la escritura surja. Una voz anímica que perdió la vitalidad, la infancia y en cambio es seria y segura. Sin embargo, se permite “saber a detalle que hicimos de nosotros”, es decir, el transcurso de la vida. Un nosotros que bien puede ser el amigo imaginario y el narrador, la mujer que pidió que éste recordara o el niño de la voz y la voz ahora. El resultado es una disertación que olvi-
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La escritura de Armando González Torres es reconstructora, quizá de él mismo, de nuestro imaginario de la cultura libresca, del lector y de su libro, de recuerdos y quejas.
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dar, se alegra pero sabe que recuerda, se entristece y quiere saber cómo olvida, qué recuerda: “Los recuerdos más hermosos de mi vida son de ocasiones en que he perdido la memoria.” Aforismos que se contradicen a veces pero ahí en la multiplicidad de sentidos se halla lo renovador, que uno a uno va modificando la percepción en el lector de el acto involuntario de olvidar y el inevitable de recordar. Sigue con “Recuerdo de los barrios tristes”, son tristes y no bajos, que en concordancia la realidad sería lo mismo, porque al ser tristes se dotan de afecto y la enunciación de los aforismos es eso, un estado de anhelo que evoca memorias. Se enuncia con una mirada aguda desde dentro de los barrios, la voz creció ahí e inicia con un “En mi infancia”, progresa mostrando el desazón local, que bien pudieran ser cualquier colonia medio pobre de México. La voz comenta irónicamente: “En los barrios tristes el único vínculo que hay con el arte son las peluquerías.” Es chiste, es real y nuevamente triste. Es la desazón por la actualidad como estado de ánimo: “Cada individuo, viva donde viva, tiene dentro de sí su barrio triste.” La cuarta parte, “Cosquillas” es la infancia, la cosquilla inocente que estará a lo largo de la madurez. Pero la niñez como ímpetu de experimentar: “La buena literatura replica la sensación de una travesura infantil: el máximo goce dentro del máximo peligro. El escritor sabe restituir tres certezas de la mente infantil: i) todo es una hazaña; ii) existen las conspiraciones, iii) pero uno puede volar.” Finalmente, “Literatura y adolescencia”, además de enumerar posibles usos o incidencias de la literatura en la vida cotidiana, como formadora de imaginarios, es una guía para leer el libro mismo, un distanciamiento crítico de la
literatura en general que incluso es culpable de modificar la vida y percepción: “La ficción gobierna nuestros actos, pero cada vez es más difícil que un libro admita su culpa en nuestros desatinos y extravíos. Por culpa de la ficción, lectores crédulos andan por tabernas y zonas rojas, buscando borrachos sabios y muchachas de buenos sentimientos.” Luego diserta sobre el mercado de libros, su lectura, su lectores, la literatura como estructuración personal: “Uno tiende a superponer, en las tramas convencionales que lee, la historia inexpresable de su propio caos y devastaciones.” La escritura de Armando González Torres es reconstructora, quizá de él mismo, de nuestro imaginario de la cultura libresca, del lector y de su libro, de recuerdos y quejas. Ahí lo interesante: fragmento y memoria, los cimientos precisos de algo que sólo puede tener cabida en el arte, en el acto de escritura, que siguiendo a Benjamin no podría ser de otra manera, maliciosamente, en silencio y con nuestros amigos imaginarios, quizá.
M.S.Yaniz, nació en 1994, cursa las licenciaturas de letras hispánicas en la UAM, Arte y diseño en la UNAM y filosofía en la UACM. Sí, no cree en el tiempo libre y aún así lee poesía. Ha escrito sobre cine y cultura visual en revistas electrónicas como Gastv.
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El sonido de las hojas, una fotosíntesis humana POR CANDELARIA RAMALES
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l sonido de las hojas es un sonido fugaz casi imperceptible. Su efecto, sin embargo, es continuo. El sonido de las hojas (Cuadrivio, 2014), reúne ficciones que son llamadas microficciones por la brevedad de su enunciación; relatos de inmediatez, podría decirse. Sin embargo, ese efecto momentáneo no es reducible sino que se multiplica en infinidad de sentidos. El nombre de la obra es, entonces, no solo descriptivo sino que evoca y expresa. El libro está conformado por aforismos, relatos breves y prosa poética. Pero no hablemos ya de definiciones en serie, el contenido que aquí nos convoca es un ejemplo claro de que la literatura es singularidad. Cristina Rascón (Sonora, México, 1976) da cuenta de una escritura veloz que no termina en el punto final sino que continúa titilando, justamente, como un sonido. Escrito en primera persona, en la brevedad del relato se condensa una historia que lo contiene todo. El personaje de “Erotisch” no se come un sándwich, entra en comunión erótica con ese elemento comestible. De este modo, la narración lacónica ingresa en un mundo imaginario cuyo único motor es la necesidad de expresarse. No hay historia por fuera de ese lenguaje salvaje que compone un erotismo subversivo. Rascón crea universos precisos, bien delineados mediante escenas que se explican a sí mismas. Al yo que enuncia le pasa lo que a la literatura le pasa, no hay, en este sentido, la construcción previa de
una idea, sino que es el acontecer brutal de lo momentáneo. En “Diplomacia” el personaje femenino da cuenta de la concepción de lo mexicano en el extranjero: ¿somos los miserables que solamente hablamos con los muertos y nos comemos las calaveras de azúcar?, es la pregunta. La respuesta no es explícita, queda abierta una crítica para demostrar que como mexicanos, somos, en efecto, el repetir necio de una historia. El personaje lo muestra en la acción: le espolvorea azúcar a su víctima sexual para después comérsela, en el mejor de los casos. La autora construye verosimilitud a partir de personajes cínicos que mienten cuando es necesario y dicen la verdad a través de la imagen. Una de las tareas más difíciles para un escritor es burlar la realidad a través del lenguaje, tema que Rascón resuelve con facilidad. En “Kandinsky” el personaje llama “Sarta de historicismos” a la manera en cómo se describe el arte. De manera que para ello, la autora impone siempre la imagen que intercepta al sujeto. No habría en este libro la intermediación de las definiciones, es el sujeto en soledad enfrentado con una situación determinada. El sonido de las hojas es, en todo sentido, la invitación a la entrega inmediata. En “Academia” se concentra lo que bien podría funcionar como la definición de los textos de Rascón, la combinación de elementos dispares y entremezclados: una orgía.
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iratas, corsarios, bucaneros y filibusteros en San Francisco de Campeche, de Silvia Molina, es una publicación del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y la Secretaría de Cultura de Campeche, durante 2014. Una bella edición de pasta dura que aborda la piratería como “un capítulo de la historia de Campeche que no se olvidará nunca. “De ella quedaron como testigos indelebles las murallas que conservamos y las leyendas que nos hablan de las hazañas de nuestros antepasados frente a los ataques que sufrimos durante los siglos
XVI, XVII y principios del XVIII”, advierte la presentación del libro. “Nuestras costas fueron navegadas cientos de veces por embarcaciones de piratas que no desperdiciaban la oportunidad de situar las villas, apresar barcas y navíos o de asaltar las poblaciones y reducirlas a cenizas”. “Este libro nos cuenta de la historia de la piratería y de los ataques a Campeche, así como de los piratas más famosos que dejaron su huella en nuestro mar o en nuestra tierra”. Este es un libro para mirar, tocar y leer. Un material que no debe faltar en la biblioteca de los amantes de los temas de piratería y de Campeche.