Principios de Sociolingüística. LENGUAJE METODOLOGIA INVESTIGACION DIALECTO

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Francisco Moreno Fernández

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ArielLingüística


Diseño cubierta: Nacho Soriano 1." edición: enero 1998 O 1998: Francisco Moreno Fernández Derechos exclusivos de edición en español reservados para todo el mundo: O 1998: Editorial Ariel, S. A. Córcega, 270 - 08008 Barcelona ISBN: 84-344-8224-X Depósito legal: B. 254 - 1998 Impreso en España 1998. - Talleres LIBERDÚPLEX, S. L. Constitución, 19 - 08014 Barcelona Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.


Mi lengua muy tosca te pide perdón, cristiano lector amigo y hermano, si en lengua m aterna de mi castellano ofende tu oído mi rústico son. Recibe mi afecto, mi buena intención, pon tú la sal que falta en mi boca; emienda, trasmuda, deshaz, y revoca aquello que sale de regla y razón. B ernardo P ér ez

de

C h in c h ó n


INTRODUCCIÓN Principios de sociolingüística y sociología del lenguaje es una o bra destinada, p ri­ m ordialm ente, a todos los que se m ueven entre la enseñanza y el aprendizaje de las m aterias que se enuncian en el título, tanto si están vinculados al ám bito de la lin­ güística com o si habitan los pagos de la sociología o de otras disciplinas afines. O fre­ cem os una suerte de m anual introductorio que p retende ser am plio, claro y útil, y que, p o r ser general, exige la renuncia al tratam iento de ciertos asuntos con la p ro fu n d i­ dad y en el espacio que sin duda se m erecen. A la h o ra de elegir el título de este Principios se nos h a presen tad o una doble posibilidad: la de escribir sim plem ente «Principios de sociolingüística», confiriendo a «sociolingüística» un significado m uy am plio, en el que cupiera cualquier investiga­ ción que relacionara la lengua y la sociedad, o la de hacer explícitos los nom bres de dos m aterias, la sociolingüística y la sociología del lenguaje. O bviam ente, hem os to ­ m ad o p artid o y con ello descubrim os nu estra form a de pensar. E l estudio de la len ­ gua y la sociedad o del lenguaje en la sociedad, com o se quiera, no cuenta con un p lan team ien to epistem ológico unitario. Es verdad que se podría hacer un esfuerzo p a ra llegar a «una» teoría sociolingüística e incluso se podría pen sar que tal te o ría es deseab le p o r m uchas razones, p ero igualm ente verdad es que «la» teo ría no exis­ te. A l utilizar com o apelativo único el térm ino «sociolingüística» no haríam os m ás que encubrir un realidad h etero g én ea y, tal vez, alim entar la confusión de quienes m iran esta especialidad desde la distancia. P or eso la alusión a la sociolingüística y a la sociología del lenguaje avisa sobre la h eterogeneidad de este cam po y explicita la d iferencia que existe en tre lo em inentem ente lingüístico y lo p referen tem en te socio­ lógico. M as, si no trabajam os en esta obra con una sola teoría sociolingüística, tam poco lo hacem os desde unas posiciones lingüísticas o sociológicas exclusivas; en realidad, no existe un m odelo sociológico que satisfaga todas las necesidades teóricas y m e to ­ dológicas de los sociolingüistas porq u e ni son suficientes los m odelos funcionales de estratificación social ni las teorías del conflicto solucionan todos los problem as. E n todo caso, si se nos obligara a buscar una base conceptual, un hilo conductor de n a ­ turaleza teórica, con capacidad explicativa en terrenos «sociolingüísticos» m uy distin­ tos, com o la variación lingüística, la interacción com unicativa o el am plísim o ám bito del bilingüism o, probablem ente nos inclinaríam os p o r un planteam iento nacido, no en la sociología, sino en la psicología social de H ow ard Giles y que recibe el nom bre de «teoría de la acom odación del habla» o de la «adaptación». E sta teoría se preocupa


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po r los procesos cognoscitivos que se producen entre la percepción del contexto so­ cial y la conducta com unicativa; preten d e explicar las m otivaciones subyacentes a ciertas conductas, d urante los encuentros com unicativos, y sus consecuencias sociales. Los principios básicos de la teoría son los de convergencia y divergencia: la conver­ gencia es una estrategia com unicativa que los hablantes siguen para adaptarse a una situación y al habla de sus interlocutores; la divergencia es un procedim iento p o r el que los hablantes acentúan sus diferencias lingüísticas y com unicativas respecto de otros individuos. A lo largo de este m anual tendrem os oportunidad de com probar que la acom odación o adaptación ofrece explicaciones convincentes para fenóm enos tan diversos com o el cam bio de estilo, los m ecanism os de la conversación o la elección de lengua. L a organización interna de este Principios ofrece cuatro partes. Las tres p rim e­ ras responden a un recorrido lineal que va de lo particular a lo m ás general: com en­ zarem os p o r la explicación de elem entos tan concretos com o los sociofonéticos, para concluir en el vasto ám bito de la convivencia de lenguas y sociedades diferentes, si­ guiendo un itinerario que nos llevará p o r la variación estilística, la variación en gru­ pos sociales y los procesos de interacción com unicativa entre individuos. C am inare­ m os del «hablante» a la «nación», del «sonido» a la «cultura», presentando, en la p ri­ m era p arte, los principios fundam entales de la sociolingüística propiam ente dicha (la variación en la lengua), en la segunda p arte los conceptos básicos de la etnografía de la com unicación (la lengua en su uso social) y, en la tercera, los tem as m ás destaca­ dos de la sociología del lenguaje y de los estudios de lenguas en contacto (la coexis­ tencia de lenguas y sociedades). Los títulos de los capítulos nos dan una idea m ás p re ­ cisa de su contenido: la variación en los niveles de la lengua, las variables sociales, p a ­ trones de variación sociolingüística, variedades lingüísticas, el cam bio lingüístico vis­ to desde la sociolingüística, el concepto de variación, principios de sociolingüística, en la prim era parte; interacción com unicativa y cortesía, discurso y conversación, actitu­ des lingüísticas, lengua, cultura y pensam iento, en la segunda parte; bilingüism o, diglosia, elección, m antenim iento y sustitución de lenguas, lenguas en contacto, lenguas pidgin y lenguas criollas, en la tercera parte. Los asuntos lingüísticos que en este volum en se van a tra ta r abarcan el espectro com pleto de los niveles de la lengua, desde el fonem a — casi desde el rasgo distinti­ vo— a la m acroestructura del texto^ pasando p or el m orfem a, la oración y las se­ cuencias textuales más simples. Y todos ellos son vistos en su relación y correlación con los m últiples factores sociales que concurren en las com unidades de habla, desde la división en clases o estratos a la interacción com unicativa, pasando por diversos ti­ pos de organizaciones sociales. P o r o tro lado, es conveniente anunciar que la lingüística será la ciencia que nos sirva de n o rte en la presentación y valoración de los fenóm enos de la lengua y de la sociedad. P ero debe saberse, igualm ente, que no dudarem os en conceder espacio a una sociolingüística que vaya algo m ás allá de la lingüística o que nos obligue a dis­ currir p o r otras disciplinas, com o la sociología, la antropología, la psicología social, la etnom etodología, la etnografía, la pragm ática, el análisis del discurso, el análisis de la conversación, la lingüística del texto. A todas y cada una de estas parcelas se les re ­ conoce una relación, más o m enos estrecha, con la sociolingüística; por eso serán ob­ je to de nuestro com entario, pese a que los lingüistas puedan reprocharnos el ab an ­ dono del te rre n o de la sociolingüística estricta.


INTRODUCCIÓN

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Las tres prim eras p artes de este m anual darán prioridad a la presentación de los conceptos y principios básicos de la sociolingüística, procedan de la escuela que p ro ­ cedan, aunque el peso de la investigación norteam ericana se ha de hacer notar. P ro ­ curarem os no detenernos tanto en la sociolingüística com o en lo sociolingüístico, d a n ­ do protagonism o a la lengua y a la sociedad, esto es, a los hechos sociolingüísticos prop iam en te dichos. A dem ás, todos los capítulos van seguidos de unas propuestas de ejercicios y de reflexiones que los lectores p o drán utilizar según sus gustos o necesi­ dades: los profesores p ueden en contrar en ellas un apoyo m etodológico y unas pocas ideas, de valor desigual, p ara p ro p o n er actividades prácticas relacionadas con la so­ ciolingüística; los estudiantes ten d rán aquí una ayuda para afianzar los conocim ientos adquiridos y un acicate para investigar o para am pliar sus lecturas. E n total se p ro ­ p o n en unos 70 ejercicios y reflexiones, que se acom pañan de indicaciones y com en­ tarios bibliográficos a propósito de lo tratad o en cada capítulo. La cuarta p a rte de este libro (teorías, m étodos y aplicaciones) estará dedicada es­ pecíficam ente a la sociolingüística com o disciplina, podríam os decir a la m eta-sociolingüística, com o m etodología, com o corriente de estudio en desarrollo: dedicam os un capítulo a las relaciones en tre sociolingüística, sociología del lenguaje y etnografía de la com unicación, o tro a la teoría y a los m étodos de la sociolingüística variacionista, p o r ser especialm ente representativa de la investigación actual, otro a la aplicación de n u estra disciplina a la enseñanza de lenguas y un últim o capítulo a la planificación lin­ güística. Sabem os que son m uchas las ideas y los problem as que dejam os a un lado, p ero es el precio de la fidelidad a unos objetivos generales. D e este m odo nos hace­ m os cóm plices de otros m anuales de sociolingüística, com pañeros de viaje, cuya lec­ tu ra o consulta recom endam os encarecidam ente porque allí se explica m uy bien lo que aquí no hem os podido o no hem os sabido explicar. E n el capítulo de agradecim ientos — el m ás breve y el más sentido de todos los capítulos de esta obra que ahora em pieza— deseo recordar, en prim era y singular persona, a mis alum nos, a mis m aestros y a mi familia. Los alum nos de la U niversi­ dad de A lcalá y de los cursos y sem inarios que he dictado por m uchos lugares son en realidad los responsables de que esta obra se haya escrito de la form a en que ha sido escrita: sus preguntas y gestos son un libro más abierto que el que ahora, lector, tie­ nes en tus m anos. P o r otra parte, cada día que pasa siento un m ayor cariño y un m a­ yor resp eto p o r mis m aestros, y no quiero desaprovechar esta oportunidad p ara m a­ nifestárselo, especialm ente al m aestro A lvar, el más querido. E n cuanto a mi fam ilia — mi m ujer, mis hijos, mis padres, mis herm anos— sólo quiero constatar algo que sue­ le presum irse com o sentim iento universal: que están por encim a de todo y que son lo único que realm ente m erece la pena. Lo siento por la sociolingüística.


P rim e ra p a r te

LA VARIACIÓN EN LA LENGUA


C a p ít u l o 1

LA VARIACIÓN EN LOS NIVELES DE LA LENGUA Lengua y variabilidad Por la variedad que hay de usos y diferencias de hablar, no digo en todo un reino, no en toda una nación, pero aun en cualquier provincia y no sé si en cualquier ciudad. D a m a s io d e F r í a s , D iálogos de las lenguas, siglo x v i

La lengua es variable y se m anifiesta de m odo variable. Con esto se quiere decir que los hablantes recurren a elem entos lingüísticos distintos para expresar cosas dis­ tintas, naturalm en te, y que, a la vez, existe la posibilidad de usar elem entos lingüísti­ cos diferentes p ara decir unas mismas cosas. L a variabilidad lingüística, concebida en unos térm inos tan generales com o éstos, puede presentarse de m odo diverso: existen com unidades distintas que usan lenguas distintas, com unidades diferentes en las que se usa u na lengua o variantes de una m ism a lengua y com unidades en las que se usan dos lenguas distintas o dos variedades de una misma lengua, en tre otras posibilida­ des. D e todo ello se hablará en los capítulos correspondientes al bilingüism o, a la diglosia o a los dialectos. A h o ra bien, alejándonos del ám bito de la coexistencia y el uso de dos o m ás va­ riedades lingüísticas, com probam os que las posibilidades de la variabilidad (elem en­ tos distintos p ara expresar cosas distintas / elem entos distintos para decir las mismas cosas) tam bién se ofrecen den tro de una lengua natural cualquiera o de uno de sus dialectos. E n efecto, el uso de ciertas unidades lingüísticas — sean del nivel que sean— en lugar de otras puede d ar origen a significados diferentes o, de form a m ás am plia, a valores sem ánticos diferentes; piénsese, por ejem plo, en el uso de z y s (caza, casa), de -dor y -dero ( vestidor ‘que viste [a alguién]’, vestidero ‘que es vestido’), de ser y es­ tar (ser fuerte, estar fuerte), en la ausencia o presencia de determ inante en el sintag­ m a nom inal (he bebido cerveza, he bebido una cerveza), en el uso de la form a enclí­ tica de -se (tirar, tirarse) o de los tiem pos verbales en determ inados actos de habla (¿puede venir mañana?, ¿podría venir mañana?). P ero hay ocasiones en que el uso de un elem ento en lugar de o tro del m ism o nivel no supone ningún tipo de alteración semántica: tanto si se usa uno com o si se usa otro, se está diciendo lo m ism o. E sto es lo que los sociolingüistas denom inan variación lingüística. H e aquí algunas m uestras de variación en español: realizaciones [s, h, 0 ] del fonem a /s/ implosivo (casas, casah)\ realizaciones [r, 1] de los fonem as /r/


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o 11/ im plosivos (multa, m urta); realizaciones más o m enos africadas o fricativas de ch, el uso del seseo, el ceceo y la distinción de 5 y z\ la realización de Inl, en posición fi­ nal, com o nasal alveolar o com o nasal velarizada; el uso de los m orfem as -ra o -se para el im perfecto de subjuntivo; el leísmo, el laísmo o el loísmo; la presencia o a u ­ sencia de sujeto pronom inal; la preferencia p o r ciertas construcciones activas o pasi­ vas. A l elem ento, rasgo o unidad lingüística que puede m anifestarse de m odos diver­ sos — esto es, de form a variable— se le da el nom bre de variable lingüística. Así, una variable lingüística es un conjunto de expresiones de un mismo elem ento y cada una de las m anifestaciones o expresiones de una variable recibe el nom bre de variante lin­ güística. A l identificar u n fenóm eno de variación, las preguntas que surgen de m odo in­ m ediato, en cualquier nivel lingüístico, son ¿por qué?, ¿cóm o se ha originado? Y las respuestas suelen requ erir el auxilio de disciplinas com o la dialectología o de la his­ toria de la lengua porque es habitual que haya factores extralingüísticos im plicados en la variación: factores com o la geografía (variación geolingüística), la historia (va­ riación histórica) o la situación com unicativa, en su sentido m ás am plio (variación estilística). T odos estos factores pueden ser responsables o explicar m uchos casos de variación. P ero los especialistas en sociolingüística tam bién en tran a responder esas preguntas y otras com plem entarias o de m ayor detalle: ¿cóm o se m anifiesta esa va­ riación? ¿Q ué factores la determ inan? ¿Q ué capacidad de determ inación tiene cada uno de los factores concurrentes? ¿Q ué variantes lingüísticas caracterizan a unos gru­ pos sociales y a otros? Y la sociolingüística se preocupa de estos asuntos po rq u e los factores sociales tam bién pu ed en determ inar y explicar la variación. H e n rie tta C ederg ren 1 y H u m b erto L ópez M orales2 han señalado, desde la sociolingüística y con toda claridad, que los factores que determ inan la aparición de unas variantes lingüísticas en ciertas circunstancias y de otras variantes en circunstancias diferentes, den tro de una com unidad de habla, responden a estas cuatro posibilidades: a)

que las variantes vengan determ inadas exclusivam ente por factores lingüís­ ticos; b) que las variantes vengan determ inadas exclusivam ente por factores sociales; c)j que las variantes vengan determ inadas conjuntam ente p o r factores lingüísti­ cos y sociales; d) que las variantes no vengan determ inadas por factores lingüísticos ni p o r fac­ tores sociales. D e las cuatro posibilidades com entadas por C edergren y L ópez M orales, la so­ ciolingüística está especialm ente interesada en a y en c, sobre todo en esta últim a. C uando se com prueba que la variación lingüística está correlacionada con factores de n aturaleza social, hablam os de variación sociolingüística. La posibilidad b incluye principalm ente fenóm enos relacionados con el contacto o la coexistencia de v arieda­ des diferentes. E n lo que se refiere a la posibilidad d, que recoge los casos tradicio­ nalm en te llam ados de variación libre o de polim orfism o, podría ser reform ulada de la

1. «Sociolingüística», en H. López Morales (coord.), Introducción a la lingüística actual, Madrid, Playor, 1983, p. 150. 2. Sociolingüística, 2.a ed., Madrid, Gredos, 1993, pp. 84-85.


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siguiente form a: «que las variantes no vengan determ inadas por factores lingüísticos ni p o r factores extralingüísticos». E stos casos interesan a la sociolingüística en tanto en cuanto tam bién es necesario dem ostrar em píricam ente que un fenóm eno de v a­ riación no viene d eterm inado efectivam ente p o r tales o cuales factores. Term inam os este epígrafe insistiendo en el hecho de que la variación, definida com o el uso alterno de fo rm a s diferentes de decir lo m ism o, se puede encontrar prác­ ticam ente en todos los niveles de la lengua, desde el m ás concreto (fonético-fonológico) al m ás am plio (discurso, p o r ejem plo), pasando p o r la gram ática y el léxico. P ara explicar el funcionam iento de estos usos, vam os a prestar atención separadam ente a la form a en que ejercen su influencia los factores lingüísticos (variación interna) y a la form a en que lo hacen factores sociales com o la edad, el sexo o la profesión, entre otros. Pero, previam ente hem os de detenernos en un concepto fundam ental: «com u­ nidad de habla».

Comunidad de habla A l referirnos a los factores que d eterm inan la aparición de las variantes lingüís­ ticas, hem os hecho un com entario sobre los fenóm enos que aparecen den tro de una com unidad de habla. P ero ¿qué se entiende por com unidad de habla? Es evidente que al usar el térm ino com unidad se hace referencia al hecho de com partir algo. E se «algo» ha estado sujeto a las opiniones e intereses de num erosos especialistas que se han p reocupado p o r el uso de la lengua en su contexto social. C uando en sociolin­ güística se m aneja el concepto de «com unidad de habla», se está pensando en algo m ás concreto que el conjunto de hablantes de una lengua histórica — a lo que se ha llam ado com unidad idiomática— o de una lengua en un m om ento y en un territorio determ inados (com unidad lingüística). Los individuos que han utilizado, utilizan y uti­ lizarán una lengua, com o el español, en cualquiera de sus variedades geográficas, so­ ciales y estilísticas, form an una com unidad idiomática; los hablantes de lengua espa­ ñola form an en este m om ento una com unidad lingüística} U n a com unidad de habla está form ada por un conjunto de hablantes que com ­ p a rte n efectivam ente, al m enos, una lengua, p ero que, adem ás, com parten un con­ ju n to de norm as y valores de naturaleza sociolingüística: com parten unas mism as ac­ titudes lingüísticas, unas mism as reglas de uso, un mismo criterio a la h o ra de valorar socialm ente los hechos lingüísticos, unos mismos patrones sociolingüísticos. Los his­ p an ohablantes de M éxico y de E spaña p ertenecen a una m ism a com unidad idiom áti­ ca, p ero no a una m ism a com unidad de habla. Los m iem bros de una com unidad de habla son capaces de reconocerse cuando com parten opinión sobre lo que es vulgar, lo que es familiar, lo que es incorrecto, lo 3. Sobre el concepto de comunidad véase el epígrafe correspondiente en el libro de H. López Morales, Sociolingüística, ob. cit., pp. 47-52. Este concepto, que es el más generalmente aceptado, fue propuesto por \V. Labov (Sociolinguistic Patterns, Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 1972, p. 120. Trad. al esp. Modelos sociolingüísticos, Madrid, Cátedra, 1983). Véase también S. Romanie, «What is a speech community?», Belfast Working Papers in Language and Linguistics, 4 , 3 (1980), pp. 41-59. Para la distinción entre co­ munidades idiomáticas, comunidades lingüísticas y comunidades de habla, F. Gimeno, «A propósito de comunidad de habla: ‘The social dimensión of dialectology’ de J. P. Roña», en H. López Morales y M. Va­ quero (eds.), Actas del I Congreso Internacional sobre el español de América, San Juan, Academia Puertorri- , quena de la Lengua Española, 1987, pp. 689-698.


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que es arcaizante o anticuado} Por eso el cum plim iento de las norm as sociolingüísticas al que obliga la p ertenencia a una com unidad puede servir de m arca diferenciadora, de m arca de grupo, y p o r eso los m iem bros de una com unidad suelen acom o­ d ar su discurso a las norm as y valores com partidos. Tales norm as y valores pueden no respetarse en la com unicación entre m iem bros de distintas com unidades de habla, p ero aún en estos casos es frecuente que se in tente seguir los criterios característicos de la com unidad del interlocutor respectivo: si un hispanohablante se desplaza a un país hispánico que no es el suyo, p robablem ente evite el uso de form as lingüísticas que son tabú en el país de destino, p o r ejemplo. E l concepto de comunidad, de habla, así planteado, ofrece dos inconvenientes: uno es el de los límites de la com unidad misma, el otro es el de su heterogeneidad. E n cuanto a los límites, resulta com plicado determ inar dónde dejan de ten er validez unas norm as y valores sociales en beneficio de otros; sin em bargo, sí parece claro que esos límites p u ed en ir m ás allá del núcleo urbano, convirtiéndose en una realidad, al m enos, regional. ¿Puede considerarse que Salam anca es una com unidad de habla in­ depen d ien te de la com unidad de Á vila o perten ecen am bas a una m ism a com unidad? A pesar de la cercanía en tre el habla de estas dos ciudades españolas y de que com ­ p arte n m ucho m ás que el uso de una lengua, sólo un estudio sociolingüístico com ple­ to y riguroso, incluidas pruebas de actitudes lingüísticas, nos proporcionaría elem en­ tos de juicio suficientes para dar una respuesta absolutam ente precisa. Y el mismo m ecanism o cabría aplicar p ara d ar cuenta de la h eterogeneidad interna de las com u­ nidades: si una com unidad pu ed e ir m ás allá de un núcleo urbano, tam bién puede co­ rresp o n d erse con una realidad inferior al núcleo urbano; todo depende del m odo y el grado en que unos barrios — o zonas— com partan unas norm as y unos valores so­ ciales. C abe aún añadir un com entario sobre el concepto de com unidad de habla: tal y com o se concibe en la sociolingüística actual, una com unidad de habla es básicam en­ te una com unidad de consenso, de sintonía entre grupos e individuos diferentes, d o n ­ de el conflicto está m inim izado.4 N o está claro, sin em bargo que este m odelo con­ ceptual sea realm ente explicativo o el m ás adecuado para llegar a un buen conoci- í m iento de los hechos sociolingüísticos.

Variación fonético-fonológica De suerte que es innegable la variación y diversidad en la pro­ nunciación. Real Academia Española, Diccionario de A utoridades, 1726

L a variación fonética y fonológica es, sin duda, la más estudiada, la m ejor cono­ cida y la que p resen ta m enos problem as teóricos a la hora de ser ejem plificada e in ­ terpretad a: las variantes de un fonem a — variantes facultativas, en la term inología estructuralista— no suponen, al alternar, ningún cam bio de significado. V olviendo a al­ gunos de los ejem plos citados m ás arriba, la aparición en ciertas circunstancias de las 4. Desde este punto de vista, el tratamiento que se le está dando es coherente con el que recibe el con­ cepto de estratificación social en la sociología británica y norteamericana.


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variantes [s] o [0 ] del fonem a /s/ implosivo del español no implica cam bio sem ántico alguno (los aviones, lo avione)\ lo m ism o ocurre con las variantes [r] y [1] del fonem a Ir/ im plosivo (comer, com el) o con las variantes [d] y [0] del fonem a /d/ cuando ap a­ rece en posición final de palabra ( verdad, verdaz). Pero, ¿qué es lo que hace que la variación fonético-fonológica sea relativam ente fácil de estudiar? A n te todo, la com odidad y seguridad con que se puede dem ostrar que la alternancia de elem entos, la variación misma, no implica cam bios de significa­ do. P ero eso no es todo. E xisten ciertas características que convierten a los elem en­ tos lingüísticos en susceptibles de ser analizados desde una teoría y un m étodo típi­ cam ente sociolingüísticos; en la m edida en que se ajustan a esas características, más adecuado resulta el análisis porq u e m ás rigurosam ente se puede determ inar qué fac­ tores son los que hacen que aparezca una u otra variante y qué peso cuantitativo tie­ ne cada uno de ellos.5 Las características a las que nos referim os son las siguientes: a) L a frecuencia: cuanto m ás frecuente es una variable en la lengua hablada, ex­ p resada en sus distintas variantes, m ás posibilidades hay de conseguir un buen análi­ sis, especialm ente cuantitativo. E sta característica se halla a m enudo en las variables fonético-fonológicas, dado que se cuentan p o r docenas los casos de fonem as com o /s/ o com o /d/, p o r ejem plo, en unos pocos m inutos de habla, si bien es cierto que la fre­ cuencia es m ucho m enor en elem entos com o /p / o /tf/. b) L a integración en sistemas cerrados: cuanto m ás integrada está una variable en un sistem a cerrado, cuanto más depende su valor del valor de otros elem entos de un m ism o sistem a, m ás idónea resulta para el análisis sociolingüístico. D esde este p u n to de vista, las unidades fonológicas son perfectam ente adecuadas para un análi­ sis de la variación puesto que perten ecen a inventarios cerrados, form ados general­ m ente p o r un n úm ero bastante reducido de elem entos. E l español, p o r ejem plo, cuen­ ta con un n úm ero de fonem as consonánticos que oscila entre las 17 y las 19 unidades, según la variedad de que se trate (piénsese en los dialectos que no tienen /0/ ni /A/); el sistem a vocálico del español dispone solam ente de cinco elem entos, si bien algunas lenguas p u ed en llegar a ten er 12, 15 o m ás vocales, y otras m enos (en árabe son tres los fonem as vocálicos).6 c) D istribución estratificada social y estilísticamente: esta propiedad se refiere a la correlación que pu ed e existir en tre ciertas variantes lingüísticas y ciertos factores sociales y situacionales: unas variantes se encuentran principalm ente en hablantes de d eterm inadas características sociales y en determ inadas situaciones, y otras variantes en otros. Sem ejante circunstancia se da en lo que, algunas líneas m ás arriba, hem os llam ado posibilidad c: que las variantes vengan determ inadas conjuntam ente p o r fac­ tores lingüísticos y sociales. C uando esto ocurre —y es relativam ente frecuente en el nivel fonético-fonológico— , la identificación de los factores que determ inan la varia­ ción resulta m ás simple. T enem os, p o r tanto, que las tres características presentadas (frecuencia, in teg ra­ ción en un sistem a, estratificación social y estilística) se encuentran m uy a m enudo en

5. Véase W. Labov, The Social Srratification o f English in New York City, Washington, D.C., Center for Applied Linguistics, 1966, p. 32 6. Véase E. Martínez Celdrán, Fonología general y española, Barcelona, Teide, 1988.


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las variables fonético-fonológicas, convirtiéndolas en objeto de estudio predilecto p ara la sociolingüística. A h o ra bien, eso no quiere decir que este cam po de la sociolingüística esté exento de problem as; ni m ucho m enos. U na de las dificultades prácticas más com plicadas de salvar en todo estudio de la variación fonética es el establecim iento de las clases o tipos de sonidos que van a ser considerados com o variantes, porque es bien sabido que las posibilidades de realiza­ ción fonética de un fonem a cualquiera son prácticam ente infinitas y que dep en d en de factores m ás o m enos regulares (contextos, variantes dialectales, etc.), pero tam bién de factores absolutam ente aleatorios, com o las condiciones concretas de cada articu­ lación o la constitución del aparato fonador de cada hablante en particular. P ara el estudio de la variación es im prescindible m anejar una serie lim itada de variantes que van ser consideradas com o auténticas clases o tipos, puesto que han de incluir todos los sonidos que cum plan unos requisitos determ inados. A sí, cuando O rlando A lb a estudia, en el español de la R epública D om inicana, el com portam ien­ to variable del fonem a /l/ en posición implosiva, distingue las variantes lateral [1], vi­ b ran te [r], vocalizada [i] y elidida [0 ], y puntualiza:7 Como es lógico, la selección de estas variantes lleva consigo algunas simplificacio­ nes en el sentido de que cada una de ellas representa más bien un tipo de realiza­ ción. La lateral, por ejemplo, agrupa varias realizaciones alofónicas que se dife­ rencian no sólo en cuanto al lugar de articulación sino también en lo relativo al grado de contacto de la lengua con la zona donde se produce la articulación: los alvéolos, los dientes, el paladar, etc. De forma similar sucede con la variante vo­ calizada que, como han indicado algunos investigadores, presenta diversos grados de abertura y de localización. Se ha creído prudente trabajar con una variante tipo y no intentar discriminar diferencias fonéticas sutiles que a simple oído resultan muy difíciles de transcribir de manera consistente. Sólo un análisis instrumental po­ dría recoger determinadas variaciones alofónicas de forma precisa, constante, fi­ dedigna. Com o h an señalado num erosos especialistas, entre ellos L ópez M orales,8 los fac­ tores lingüísticos que p u ed en determ inar la variación fonético-fonológica p u ed en di­ vidirse en tres grupos: distribucionales, contextuales y funcionales. Los factores distribucionales tienen que ver con el lugar en que aparece el fonem a: posición inicial de sílaba, final de sñaba interior de palabra, final de sílaba y final de palabra, etc. Los factores contextuales están conform ados p o r los elem entos que anteceden y siguen a la variable: consonante an tepuesta o pospuesta, vocal antepuesta o pospuesta, pausa. Los factores funcionales se refieren a la n aturaleza de las categorías gram aticales en las que se incluye la variable: función gram atical, tipo de m orfem a, lugar en la curva de entonación, etc. U nos pocos ejem plos nos servirán para ilustrar cóm o se m anejan los tipos (las variantes) de diversas variables y cóm o se correlacionan esas variantes con otros factores.9

7. Variación fonética y diversidad social en el español dominicano de Santiago, Santiago, PUCMM, 1990, pp. 135-136. 8. Sociolingüística, ob. cit., pp. 85-91. 9. En este momento sólo nos interesa comentar cómo las variantes pueden venir determinadas por fac­ tores lingüísticos, lo que supondrá, de hecho, que los ejemplos propuestos no sean auténticas muestras de es­ tudios sociolingüísticos, sino de meros estudios lingüísticos: se intenta explicar cómo funciona la lengua en sí


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Los ejem plos de variación fonético-fonológica que ofrecem os a continuación p roced en de varios lugares hispanohablantes y se refieren a variables fonéticas dife­ rentes. Com enzam os con un ejem plo p rocedente del español de E spaña; m ás concre­ tam ente, de la ciudad castellana de Burgos. E n esta ciudad se ha encontrado que ta n ­ to el fonem a lateral /A/ com o el m edio-palatal lyl tienen un com portam iento fonético variable, incluidos los casos que revelan una pérdida de la oposición fonológica por desfonologización del fonem a /A/, esto es, de yeísmo. F. M artínez M artín, en su estudio sociolingüístico de la fonética burgalesa,10 ha distinguido h asta ocho variantes fonéticas para am bos fonem as palatales: lateral [A], vocalizada [j], m edio-palatal fricativa [y], m edio-palatal fricativa con tendencia al rehilam iento [3], fricativa rehilada [j], m edio-palatal fricativa con tendencia a la africación [jz], m edio-palatal africada [j.] y africada rehilada [cfc;]. E stos ocho tipos han sido reducidos a cuatro para el análisis: variantes fricativas, variantes africadas, va­ riantes rehiladas y variantes no rehiladas. A l m argen de los factores sociales y estilísticos que inciden en la aparición de unas u otras realizaciones fonéticas — la frecuencia de la variante lateral aum enta con­ form e a la edad de los hablantes, p o r ejem plo— , nos interesa saber qué factores lin­ güísticos coinciden con la aparición de las distintas variantes fonéticas. A este p ro p ó ­ sito, el análisis cuantitativo de M artínez M artín revela que las variantes africadas — ta n to cuando son realizaciones del fonem a /y/, como cuando lo son de /A/— se dan principalm ente d etrás de pausa ([.+áno] ‘llano’), de nasal ([un ¿áno]) y de lateral ([el ¿áno]). P o r su parte, el rehilam iento se encuentra predom inantem ente en un contex­ to: tras consonante /s/ ([la 3ámas] ‘las llam as’). Lo contrario ocurre cuando nuestros fonem as aparecen tras vocal: aquí se dan realizaciones no rehiladas con proporciones m uy elevadas ([la jám a] ‘la llam a’). Los casos de variación fonético-fonológica m enudean tam bién en las hablas am e­ ricanas. A ntes hacíam os referencia a las clases de variantes que distinguía O rlando A lba p ara estudiar la variación del fonem a l\l implosivo: lateral, vibrante, vocalizada y elidida. Los factores lingüísticos que se han considerado com o posibles agentes de esta variación son el segm ento fonológico siguiente, la vocal precedente y el lugar del acento en la palabra. E n Santiago de los C aballeros (R epública D om inicana), la p re ­ sencia de un elem ento fonético cualquiera (lateral, vibrante o vocal), com o realiza­ ción de -/l/, es m ás frecuente en posición final de palabra que en interior de palabra, d o n d e se en cu en tran m uchos casos de elisión. L a vocalización se encuentra m ás p ro ­ b ab lem en te cuando se halla en in terior de palabra o cuando va seguida de una con­ sonante, sea del tipo que sea. E n interior de palabra, la presencia de una vocal i p re ­ ced en te favorece la elisión (remi0gado ‘rem ilgado’). E n posición final de p alabra son insignificantes los casos de [r], m ientras que la vocalización es m ás probable, com o se ha dicho, cuando va seguida de una consonante, pero tam bién cuando va precedida de la vocal e y cuando aparece en una palabra tónica (veide ‘verd e’). E n lo que se re ­ fiere a la elisión en posición final, ésta se da cuando va seguida de una consonante fricativa u oclusiva y cuando la vocal p recedente es i (m a0 sueño ‘m al sueñ o ’, abrí0 misma, internamente. Con otras palabras, aunque en la realidad suele haber factores extralingüísticos impli­ cados en la variación lingüística, sobre todo en la fonético-fonológica, preferimos dejar su presentación para el capítulo siguiente, insistiendo en la idea de que la sociolingüística encuentra su sentido cuando los hechos lingüísticos se correlacionan con variables sociales y situacionales. 10. Fonética y sociolingüística en la ciudad de Burgos, Madrid, CSIC, 1983.


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‘abril’). Por últim o, tan to la vocalización com o la elisión son frecuentes cuando el acento recae en la sílaba siguiente al elem ento analizado. U n últim o ejem plo, en este caso recogido en el oeste de A rgelia, sobre todo en la ciudad de O ra n :11 la variable /s/ en posición implosiva, es decir, final de sílaba. E n el español hablad o en O rán, ya casi desaparecido, las realizaciones fonéticas m ás fre ­ cuentes del fonem a fricativo sordo son el sonido sibilante [s] y la pérdida absoluta [0 ]. P ara su estudio se h an tenido en cuenta diversos factores lingüísticos (variables ex­ plicativas): posición de /s/ den tro de la palabra (interior o final de palabra) y contex­ to siguiente (consonante sorda, consonante sonora, vocal tónica, vocal átona). Los re ­ sultados del análisis cuantitativo de la relación entre la variable -/s/ y las otras varia­ bles lingüísticas revelan que la pérdida de -5 se ve favorecida cuando va en posición final de p alabra y de grupo fónico; p o r otro lado, la pérdida se produce con m ás fre ­ cuencia cuando el contexto siguiente es una consonante sonora o una vocal tónica. E n otras palabras, en el español hablado en O rán es m ás probable que se pierda la 5, en prim er lugar, en posición final absoluta (las casa0) y, adem ás, en casos com o lo0 m i0m o 0 año0 (final de palab ra ante consonante sonora, interior de palabra ante con­ sonante sonora, ante vocal tónica, posición final absoluta).

Variación gramatical: morfología y sintaxis Oue se deve usar esta composición de la manera que digo y no andar por las ramas como algunos que, por no hablar como los otros, dizen por p o n e rlo s, los p o n e r y por traerlas, las traer. J uan

de

V a l d é s , Diálogo de la lengua, 1535

La variación gram atical, de igual form a que la fonético-fonológica, puede venir determ inada p o r factores lingüísticos o p o r la com binación de factores lingüísticos y sociales. Si distinguim os, d entro del plano m orfológico, entre los fenóm enos p e rte n e ­ cientes a la m orfología gram atical (m orfem as gram aticales o con significado gram ati­ cal) y los correspondientes a la m orfología léxica (m orfem as con significado léxico), encontram os que la variación que m ás se acerca a las propiedades de la variación fo­ nético-fonológica es la que p ertenece a la m orfología gram atical: son elem entos fre ­ cuentes, p ertenecientes a sistem as estructurados (género, núm ero, sistem a verbal) y a m enudo distribuidos social y estilísticam ente. Pero las ventajas de la m orfología gra­ m atical se vuelven inconvenientes en la m orfología léxica, donde nos topam os con di­ ficultades derivadas de una presencia m ás débil de esa triple característica. E sto tam ­ bién ocurre en la sintaxis o el léxico, aunque los problem as no son insuperables, ni m ucho menos. Según Silva-Corvalán,12 la naturaleza de la variación sintáctica no es análoga a la de la variación fonológica p o r varias razones:

11. Véase F. Moreno Fernández, «Debilitamiento de -s en el español de Orán: análisis de sus contextos fónicos», Boletín de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española, 2.a época, I (1994), pp. 91-111. 12. Sociolingüística. Teoría >’ análisis, Madrid, Alhambra, 1988, p. 98.


LA VARIACIÓN EN LA LENGUA

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1) E n una lengua hay m enos variación sintáctica que fonológica. 2) La variación sintáctica es más difícil de m edir y cuantificar, debido a la es­ casa frecuencia con que se d an los contextos de ocurrencia y a la dificultad de o b te ­ n er d irectam ente ejem plos del uso de una u otra variante. 3) Los contextos de ocurrencia de una variable sintáctica son en general m ás difíciles de identificar y definir. 4) La variación sintáctica plantea el problem a de las posibles diferencias de sig­ nificado en tre las variantes. A ello pu ed e añadirse que la variación sintáctica, m uy frecuentem ente, no está estratificada social ni estilísticam ente, sino que viene determ inada por factores n e ta ­ m ente lingüísticos. A l m argen de lo com plicado que pueda resultar el análisis de la variación de ele­ m entos poco frecuentes, de inventario abierto y no correlacionados social ni estilísti­ cam ente, el escollo que se ha considerado com o más difícil de evitar es el relaciona­ do con la dem ostración de que un conjunto de variantes son realm ente form as dife­ rentes de decir lo m ism o , esto es, de que son form as totalm ente equivalentes; estam os, pues, ante un obstáculo esencialm ente sem ántico. Tal escollo no elim ina, sin em b ar­ go, la posibilidad de identificar y analizar con éxito num erosos casos de variación gra­ m atical. A dvertidos de las dificultades que encierra el estudio de la variación gram atical, especialm ente la sintáctica, se hace necesario com entar qué clases de variables son las que qu ed an incluidas en este tipo de variación. P edro M artín B utragueño ha in te n ta­ do llegar a una tipología de la variación gram atical en la sociolingüística del español y ha p ro p u esto la siguiente clasificación de las variables: variables de tipo m orfológi­ co, de tipo categorial, de tipo funcional y de tipo posicional.13 Las variables de tipo m orfológico son aquellas que afectan, claro está, a elem en­ tos de la m orfología, sobre todo de la m orfología gram atical, cuya variación rara vez implica los niveles sintáctico y pragm ático y que suelen verse determ inadas p o r fac­ tores ta n to sociolingüísticos y estilísticos, com o históricos y geográficos. Serían varia­ bles de tipo m orfológico las que se expresan a continuación: a)

E l uso de -m os o de -nos com o term inación verbal. para que fuéram os a buscarlo I para que fueranos a buscarlo

b)

El uso de -ste o de -síes com o term inación verbal. no quisiste avisarme / no quisistes avisarme

c)

E l uso de -ra o de -se com o term inación verbal. si quisiera lo podría hacer / si quisiese lo podría hacer

d)

El uso de -ría o de -ra com o term inación verbal. si pudiera, lo haría / si pudiera, lo hiciera si vendrías todos los días, no te llamaría I si vinieras todos los días, no te llamaría

13. «Hacia una tipología de la variación gramatical en sociolingüística del español», Nueva Revista de Filología Hispánica, 42 (1994), pp. 29-75.


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e)

V alor funcional o referencial de le, la y lo. e .l) anduvieron buscándola todo el día / anduvieron buscándole todo el día (la casa) e .l) no le has dado las gracias I no la has dado las gracias (a esa m ujer) e.3) le dio una buena noticia a su herm ano i lo dio una buena noticia a su herm ano

E s evidente que esta relación puede ver aum entado su núm ero de variables, so­ b re todo si se piensa en variedades dialectales concretas, com o es claro que algunos de estos ejem plos rozan el límite de la sintaxis, aunque no p o r ello dejan de ser b u e ­ nas m uestras de fenóm enos morfológicos. Las variables de tipo categorial son aquellas que afectan, en algunos casos, a ele­ m entos de la m orfología y, en casi todos, a la sintaxis, cuya variación implica a veces los niveles sem ántico y pragm ático. E s im portante ten er en cuenta que este tipo de variables a m enudo no vienen determ inadas por factores sociolingüísticos, estilísticos, históricos y geográficos o se ven determ inadas p o r ellos de un m odo bastante irregu­ lar. Serían variables de tipo categorial las que se expresan a continuación:14 a)

U so de subjuntivo o de infinitivo con para. m e llaman para que yo redacte el inform e / m e llaman para redactar el in­ fo rm e

b)

U so de adjetivo o de adverbio. ella subió las escaleras m u y rápida / ella subió las escaleras m u y rápido

c)

U so de secuencias de preposiciones. voy p o r agua / voy a p o r agua

d)

T ipo de unidad sintáctica (oración cláusula, sintagma...): se refiere a la posi­ bilidad de form ar construcciones con diferente grado de com plejidad.

Las variables de tipo funcional son aquellas que afectan a la sintaxis, parcial­ m en te a la m orfología, y que no suelen estar correlacionadas con otros factores de n a ­ turaleza sem ántica. P o r o tro lado, com o ocurre con las variables de tipo m orfológico, a m enudo resultan determ inadas p o r factores históricos, geográficos, sociolingüísticos y estilísticos, aunque n o siem pre es así. A lgunos ejem plos de estas variables son los siguientes: a)

U so de que o de de que (queísm o y dequeísm o). fl.l) m e enteré de que María llamó / m e enteré 0 que María llamó a.2) yo digo que esto es cierto / yo digo de que esto es cierto

14. Martín Butragueño incluye más variables en la relación correspondiente al tipo categorial, pero su consideración nos obligaría a hacer justificaciones que nos alejarían mucho del interés principal de este capí­ tulo. Hemos prescindido también de las variables que no parecen responder a factores de índole sociolin­ güística.


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b)

Sujeto pronom inal presente o ausente. entonces yo decidí que s í / entonces decidí que sí

c)

P ersonalización de haber. ha habido m uchos problem as / han habido m uchos problem as

d)

Personalización de hacer. hace seis años que no nieva / hacen seis años que no nieva

e)

Presencia o ausencia de p ronom bre átono (clítico) no argum ental. la agenda contiene un calendario / la agenda le contiene un calendario

f)

U so de lo o los. se lo advertí a ustedes / se los advertí a ustedes

g)

Presencia o ausencia de pronom bre (clítico) pleonástico. se la estoy pasando / se la estoy pasándosela

h)

Presencia o ausencia de duplicación de pronom bre átono (clítico). m e alegré cuando lo conocí a L u is / m e alegré cuando conocí a Luis

E n lo que se refiere a las variables que M artín B utragueño llam a d e ^ p o posicional, se debe señalar, en prim er lugar, que en todas ellas suele verse envuelta la e n ­ tonación; el nivel fónico, p o r tanto, tiene aquí su im portancia. A l m ism o tiem po, es­ tam os an te variables que suelen im plicar valores pragm áticos de diversa naturaleza, no así m orfológicos ni sem ánticos (orden sujeto-verbo, orden verbo-com plem ento, o rd en adjetivo-nom bre, etc.). Las variantes de estas variables p u eden suponer usos estilísticos diferentes que, salvo excepciones, no están correlacionados con factores históricos, geográficos ni sociolingüísticos. U n ejem plo de variable posicional co rrela­ cionada con la geografía o la sociolingüística sería el de los m odificadores en un sin­ tagm a nom inal: la, esta, su casa / la casa suya / la su casa. P ara ilustrar el m odo en que ciertos factores lingüísticos pueden incidir en la va­ riación m orfológica y sintáctica nos servirem os de varios ejemplos: uno de ellos p ro ­ cede del español de E spaña y los dem ás del español de A m érica; dos son de n a tu ra ­ leza m orfológica y uno de naturaleza sintáctica.15 A p ropósito del español de la A ndalucía oriental, concretam ente en la A lp u jarra de G ran ad a, L ópez M orales ha analizado la presencia y ausencia de -/s/ com o m arca de plural en sintagm as nom inales unim em bres.16 P ara el estudio, se h an tenido en cuen ta variables lingüísticas, com o la posición de un m odificador respecto de un n o m ­ bre (m odificador an tepuesto al nom bre: las gachas, unos agujerillos; m odificador pos­ puesto al nom bre: pim ientos verdes, alambres fuertes) y la clase de palabra en la que aparece o no aparece la m arca de plural (nom bre: echar horas, cultivar tomates', p ro ­ n om bre n o clítico: estos com ían, unos no pagan; pronom bre clítico: nos vamos, los m e­ 15. Véase también V. Lamíquiz (dir.), El discurso sociolingiiístico. Sociolingüística andaluza 3, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1985. 16. «Desdoblamiento fonológico de las vocales en el andaluz oriental: reexamen de la cuestión», Revis­ ta Española de Lingüística, 14 (1984), pp. 85-97.


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tieron, no les pasa nada). E l análisis revela que, en la inm ensa m ayoría de los casos, el prim ero de los elem entos (sea m odificador, sea nom bre) conserva una m anifesta­ ción de -ísl (generalm ente en form a aspiración), m ientras que el segundo no lleva ningún tipo de m arca (lah gacha0)\ dicho con otras palabras, no llegan al 10 % los ca­ sos en que la m arca de plural no aparece en ninguno de los dos m iem bros del sin­ tagm a nom inal. D esde otra perspectiva, el m ayor núm ero de ausencias de m arca de plural se localiza en los nom bres, frente a la presencia generalizada de m arca en cual­ quier clase de pronom bres, clíticos o no clíticos. O tro ejem plo de variación m orfológica es la alternancia de las form as -ra y -se. E n un estudio sobre el habla de V alencia (V enezuela), M anuel N avarro descubre que, en consonancia con la tendencia general del español am ericano, el em pleo de las form as en -se es m uy poco significativo; tan sólo tienen un uso digno de m ención cuando aparece en tiem pos com puestos (hubiese venido) y en la prótasis de las o ra­ ciones condicionales (si hubiese cantado).17 P or últim o, un ejem plo de variación sintáctica, procedente del español de A m é­ rica, concretam ente de Caracas (V enezuela). La variable en cuestión es de tipo fun­ cional: la presencia o ausencia del pronom bre personal sujeto (canto / yo canto).18 P aola B entivoglio ha estudiado este elem ento teniendo en cuenta diversas variables lingüísticas explicativas: el referente de la oración, la posible am bigüedad de la form a verbal, el n úm ero y el tipo de verbo. El análisis descubre que el sujeto suele ap are ­ cer, con m ayor probabilidad, en los casos en que el referente de la oración no coin­ cide con e l referen te de la oración an terior (nunca quise salir a cenar y ella nunca m e lo reprochó), cuando el núm ero es singular y cuando el verbo es de percepción (ver, oler, etc.). E n esta variable, y así lo han com probado tanto Bentivoglio com o SilvaC orvalán,19 no suelen ten er incidencia alguna las variables de origen extralingüístico.

V ariación léxica Pero en esto podéis considerar la riqueza de la lengua castellana, que tenemos en ella vocablos en que escoger como entre peras. J uan

de

V a l d é s , Diálogo de la lengua, 1535

Yo comparo esta abundancia a la de los sinónimos, que, dado que los aya rigurosamente tales, solo sirven para la variedad, i har­ monía del decir. G r e g o r io M a y á n s , Orígenes de la lengua española, 1737

E l estudio de la variación léxica se en frenta a los mismos problem as que la va­ riación gram atical. E n tre esos problem as destaca, naturalm ente, el establecim iento de equivalencias en tre supuestas variantes, que tiene com o trasfondo, m uy especialm en­ te en este nivel léxico-sem ántico, la larga porfía sobre la existencia o la im posibilidad 17. «La alternancia -ra / -se y -ra / -ría en el habla de Valencia (Venezuela)», Lingüística Española A c ­ tual, XI (1989), pp. 117-124. 18. Why «canto» and not «yo canto»? The problem o f first-person subject pronoun in spoken Venezuelan Spanish (tesis de maestría inédita), Los Ángeles, Universidad de California, 1980. 19. Véase Sociolingüística. Teoría y análisis, ob. cit., p. U5 y ss.


LA VARIACIÓN EN LA LENGUA

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teórica de la sinonim ia .20 E s evidente que la sociolingüística no aspira a solucionar de m odo definitivo una cuestión que lleva m uchísim o tiem po ocupando y preocupando a los especialistas en sem ántica, pero n o es m enos cierto que, p o r eso mismo, la so­ ciolingüística se ve obligada a pro p o n er salidas y a tom ar decisiones prácticas. La sociolingüística se ha convertido, casi por necesidad epistem ológica, en d e ­ fensora acérrim a de la existencia de la sinonim ia, al m enos en el nivel del discurso: las unidades léxicas, com o ocurre con determ inadas construcciones sintácticas, p u e­ den verse neutralizadas sem ánticam ente en el discurso, en el uso com unicativo de la lengua. E sto no elude, sin em bargo, la dificultad que supone dem ostrar que existe realm en te una neutralización, es decir, que dos o m ás variantes son m anifiestam ente equivalentes. L a dem ostración se hace poco m enos que im posible cuando el uso de cierta form a viene acom pañado de valoraciones o connotaciones particulares o cuan­ do el h ab lan te m aneja en su selección léxica criterios que pueden pasar inadvertidos a los oyentes; hablam os de intenciones com unicativas, de consideraciones de estilo y de otros factores en cierto m odo imprevisibles. Escollos aparte, nada nos im pide plantearnos una pregunta elem ental: ¿qué se busca al estudiar la variación léxica? Y la respuesta no puede ser m uy diferente de la que se h a dado a propósito de la variación fonético-fonológica o de la gram atical. Se in ten ta explicar el uso altern an te de unas form as léxicas —norm alm ente sustantivos, verbos o adjetivos— en unas condiciones lingüísticas y extralingüísticas determ inadas: p u ed en ser unidades de distinto origen geolingüístico que han confluido en una co­ m unidad (gorrión, pardillo), form as adscritas a niveles cultos o a niveles populares, así com o a estilos m ás o m enos form ales (hijastro, entenado; encinta, preñada, em ba­ razada; rasguño, raspón, ro zó n ; burbuja, gorgorita, gargolito, farol) o form as tabúes o eufem ísticas (jorobado, chepita; axila, sobaco), entre otras posibilidades. A l m ism o tiem po, se busca identificar el léxico característico de los diferentes grupos sociales: léxico juvenil, léxico profesional, léxico m arginal, etc. P ara conseguir estos objetivos hay que dem ostrar la equivalencia de una serie de variantes léxicas y, lógicam ente, en contrar esas variantes en el discurso natural. Tal lab o r exige, a la vez, decidir qué características han de ten er las variantes, porque, com o ha señalado Julio B orrego, lo cierto es que pueden obedecer a m otivaciones m uy diversas, aparte, claro está, de la etimología: diferente pronunciación (rocío l ru­ cio ), diferente evolución fonética (laguna / llaguna), diferente género (el dote / la dote), diferente derivación (rapiña / rapiñoso ‘avaro’), diferente m odificación (cogu­ jada m oñuda / cogujada copetuda).21 E n un prim er m om ento, po d ría parecer evidente que form as como laguna y lla­ guna, o pescadero y pescatero, m ás que variantes léxicas, son elem entos que resp o n ­ den a una variación fonética; en m uchas ocasiones, sin em bargo, tal variación fo n éti­ ca es ficticia, p o r tratarse de rasgos que han dejado de funcionar com o variantes y que h a n qued ad o fosilizados en determ inadas unidades léxicas. Con otras palabras, los lí­ m ites en tre las variantes léxicas no siem pre son evidentes y, consecuentem ente, la d e ­ cisión sobre qué unidades m erecen ser consideradas com o variantes de una m ism a v a­ riable en treñ a un riesgo notable. A n te tan delicada circunstancia, cada investigador 20. G. Salvador, Semántica y lexicología del español, Madrid, Paraninfo, 1984. Para este autor sí hay si­ nónimos. 21. «Dificultades para el estudio sociolingüístico del léxico», II Encuentro de lingüistas y filólogos de Es­ paña y México, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1994, pp. 119-131.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

se dejará guiar p o r los intereses particulares de su estudio y p o r las características his­ tóricas y dialectales de las variantes analizadas. A sim ism o, la cuestión de localizar auténticas variantes léxicas no es baladí en ab­ soluto, dada la escasa frecuencia con que alternan en el discurso. D e ahí que algunos especialistas hayan o ptado p o r encontrar las variables fuera del discurso continuado y natural: p o r m edio de encuestas y cuestionarios. Si un hablante no usa form as léxi­ cas equivalentes en su habla espontánea, lo m ejor es p reg u n tar directam ente por ellas, aunque el lam ento de los sociolingüistas a la hora de utilizar los cuestionarios p a ra recoger unidades léxicas ha sido general: A pesar de los inconvenientes que desde el punto de vista sociológico y psicológi­ co puede tener la utilización de cuestionarios fijos, hemos procedido de este modo (M. Etxebarría).22 Aquí [el estudio sociolingüístico del léxico] más que en ningún otro campo resulta imprescindible el recurso de la encuesta, con lodos los problemas que tal instru­ mento conlleva (J. Borrego) 23 E ste lam ento nace, no del rechazo de la encuesta misma, m uy usada en o tro tipo de investigaciones (geolingüística, lingüística aplicada), sino de los inconvenientes que presen ta en relación con lo que W illiam L abov llam ó la paradoja del observador: la sociolingüística aspira a estudiar la lengua que se usa en una comunidad cuan­ do los hablantes no se sienten sistemáticamente observados, pero sólo se puede es­ tudiar esa lengua mediante la observación directa.24 L a encuesta con cuestionario implica necesariam ente que el hablante se sienta observado de u na form a directa y sistem ática; de ahí los recelos. Pese a todo, el cues­ tionario parece ser el m odo m ás eficaz de enfrentarse a la variación léxica y, para su aplicación, se cuenta con una sólida y am plísim a experiencia: la de la geografía lin­ güística. A todo ello volverem os en el capítulo 3. Los estudios de variación léxica que se han realizado hasta el m om ento, escasos en general si los com param os con los de otros niveles, dem uestran que en este tipo de variación participan principalm ente factores extralingüísticos —rasgos sociológi­ cos, situaciones, creencias y actitudes— , aunque tam bién pueden estar im plicados fac­ tores lingüísticos, factores com o el ritm o del habla, las repeticiones o la lengua de o ri­ gen de las unidades léxicas.

Variables lingüísticas y extralingüísticas A la vista de lo com entado a lo largo de todo este capítulo, es posible pro p o n er una diferenciación, al m enos com o hipótesis de trabajo, entre los niveles de la lengua según la n aturaleza de las variables explicativas que en ellos suelen incidir: m ientras

22. 23. 24.

Sociolingüística urbana. El habla de Bilbao, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1985, p. 73. Art. cit., p. 120. Véase Modelos sociolingüísticos, ob. cit., p. 266.


c

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la variación fonético-fonológica y la de tipo m orfológico y funcional se ven d eterm i­ nadas frecu en tem en te p o r factores lingüísticos y extralingüísticos, la variación cate­ gorial y posicional (sintáctica) se ve explicada m ayoritariam ente p o r factores lingüís­ ticos y la variación léxica p o r factores extralingüísticos.25 Es preciso llam ar la atención, no obstante, acerca de dos realidades. La prim era es que la variación sociolingüística, en la que intervienen tanto factores de lengua com o factores ajenos a ella, se puede hallar en todos los niveles: fonética, gram ática, léxico, discurso. L a segunda es la preem inencia de los factores lingüísticos sobre los extralingüísticos 26 C om o señala L ópez M orales D ebe advertirse, sin embargo, que todos los factores sociales, por importantes que sean, están supeditados a los imperativos del sistema lingüístico; hasta la fecha se ha comprobado en repetidas ocasiones que los factores sociales no son tan cate­ góricos como los gramaticales: actúan donde el sistema lo permite. A sí pues, las variables extralingüísticas, especialm ente las sociales, actúan allí d onde la lengua lo perm ite y no es casualidad que sea en el nivel léxico — el m ás p e ­ riférico o superficial, el m ás sujeto a los vaivenes históricos, el de m ayor carga sim ­ bólica— donde estas variables parecen revelarse com o m ás determ inantes.

R eflexiones y ejercicios 1. In tente descubrir las variantes de los fonem as /A/ y /y/ que existen en una co­ m unidad de h abla española. ¿C uántas «clases» de variantes se pu ed en identificar? ¿E n qué condiciones lingüísticas se da cada una de esas clases de sonidos? 2. T anto en el español de E spaña com o en el español de A m érica es posible en ­ c o n trar áreas en las que predom ina el m antenim iento de -s final de sílaba y áreas en las que p redom ina el debilitam iento o incluso la pérdida de ese elem ento. E labore una relación de los factores distribucionales, contextuales y funcionales que favore­ cen en unos lugares el m antenim iento y que favorecen en otros lugares el debilita­ m iento. A dem ás de la bibliografía específicam ente sociolingüística, puede consultar otras obras de carácter general, com o el libro en dos volúm enes dirigido p o r M anuel A lvar, M anual de dialectología hispánica. E l español de España y E l español de A m é ­ rica (B arcelona, A riel, 1996). 3. C onsidere el uso de los pronom bres interrogativos quién, qué y cuál en los siguientes ejem plos: ¿Q uién de tus hijos es el m ayor? ¿Cuál de tus hijos es el mayor? ¿Q ué hijo es el mayor?

25. 26.

También por variables de índole lingüística, pero más irregularmente. Ob. cit., p. 141.


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¿Suponen estos usos form as diferentes de decir lo m ism o o se observa entre ellos alguna diferencia sem ántica? C om ente si el uso de un pronom bre o de o tro puede ex­ plicarse p o r razones sociales, geográficas o estilísticas. 4. R eflexione sobre las razones que podrían explicar la alternancia de unidades léxicas com o las que com ponen las series siguientes: agarrado / roñoso / avaro urraca / marica / picaza / blanca deceso / m uerte rápido / raudo / ligero

Orientaciones bibliográficas A cerca de los fenóm enos variables más característicos del español y de los fac­ tores que los determ inan, adem ás de la bibliografía citada en el texto y a pie de p á ­ gina, es aconsejable la lectura de la obra dirigida p o r M anuel A lvar, tam bién citada, M anual de dialectología hispánica. Com o introducción clara y sencilla a las caracte­ rísticas del español de A m érica, es m uy recom endable la lectura de los dos volúm e­ nes de M aría V aquero: E l español de Am érica I. Pronunciación y E l español de A m é ­ rica II. M orfosintaxis y léxico (M adrid, A rco/Libros, 1996). N aturalm ente, tam bién es m uy útil, p o r tra ta r los asuntos lingüísticos en su historia y en su geografía, la con­ sulta de la conocidísim a Historia de la lengua española, de R afael Lapesa (8.a ed., M a­ drid, G redos, 1980), así com o de la M orfología histórica del español, de M anuel A l­ var y B ern ard P o ttier (M adrid, G redos, 1983).


C a p ít u l o 2

LA VARIACIÓN SOCIOLINGÜÍSTICA. LAS VARIABLES SOCIALES Variación sociolingüística A excepción de José Carlos, Don Servando e Hipólito todos ha­ blan con dejo y pronunciación andaluces: Estrella y Elvira, y aun Doña Lola, con el fino y gracioso acento sevillano; Pepa Juana, lo mismo, si bien con dicción más fuerte y recortada; Anita, R o­ cío, Silveria y Guadaira, con el suave ceceo de los pueblos de la comarca, más bien hacia Huelva que hacia Cádiz, y Paquito Rodó, con originalidad característica del andaluz cerrado. H erm anos Á i .v a r e z Q u in t e r o , L a risa, 1934

Q u ed a dicho que las variables extralingüísticas, específicam ente las sociales, son capaces de d eterm in ar la variación hasta donde lo perm ite el sistem a de la lengua, y queda ilustrado cóm o unas variables lingüísticas, internas, p u eden incidir en la apari­ ción de tales o cuales variantes de una variable determ inada. Es, p o r tanto, el m o­ m ento de centrarnos en las variables sociales que son capaces de determ inar la v a­ riación lingüística y en el m odo en que esas variables se com binan con las de índole n etam en te lingüística. Con otras palabras, a p artir de ahora afrontarem os en su to ta ­ lidad el fenóm eno de la variación sociolingüística, definido como la alternancia de dos o m ás expresiones de un m ismo elem ento, cuando ésta no supone ningún tipo de al­ teración o cam bio de naturaleza sem ántica y cuando se ve condicionada p o r factores lingüísticos y sociales. La investigación sociolingüística ha perm itido conocer que las variables sociales que influyen sobre la variación lingüística lo hacen de un m odo específico en cada co­ m unidad y respecto a fenóm enos lingüísticos concretos. A unque ya se ha explicado que hay ciertos niveles de lengua en los que cabe esperar con m ás probabilidad la in­ cidencia de factores extralingüísticos (fonética-fonología, m orfología) y aunque es in­ negable que existen hechos lingüísticos y sociales recurrentes, en realidad no es posi­ ble conocer de antem ano qué tipo de variables sociales van a actuar sobre unos ele­ m entos lingüísticos en una com unidad dada. Y esto p o r dos motivos: en prim er lugar, p o rq u e los factores sociales actúan sobre la lengua de una form a irregular, es decir, en dos com unidades de habla diferentes la variación sociolingüística de un m ism o fe­ nóm eno no tiene p o r qué m anifestarse de la misma m anera; en segundo lugar, p o r­


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q ue los factores sociales no están configurados de form a idéntica en todas las com u­ nidades, aunque en ellas se hablen m odalidades cercanas de una mism a lengua. E n efecto, los factores sociales no tienen por qué funcionar de igual m anera en todas las com unidades: puede que, en un lugar, la edad tenga m ayor p o d er de d e te r­ m inación sobre la lengua o sobre cualquier conducta social que el nivel cultural, que, en otro, el nivel económ ico provoque más diferencias lingüísticas y sociales que la edad o que, en otro, el sexo sea irrelevante. T odo esto es cierto, com o lo es que una m ayor com plejidad social en un com unidad puede dar lugar a una m ayor variación lingüística y a un uso social de la lengua m ás heterogéneo. Por eso las investigaciones sociolingüísticas deben ir precedidas de un análisis sociológico de la com unidad y de estudios exploratorios que perm itan com probar cuáles son las variables realm ente im ­ p o rtan tes en la estructura social y cuáles son las que previsiblem ente p u eden influir m ás en el uso social de la lengua. G en eralm en te, los factores sociales que m uestran una m ayor capacidad de in ­ fluencia sobre la variación lingüística son el sexo, la edad, el nivel de instrucción, el nivel sociocultural y la etnia, en tre otros que tam bién nos h an de interesar.

La variable social «sexo» El C se pronuncia pegando un poco la lengua sobre el paladar y sobre los dientes de arriba tirando la lengua hasta los mesmos dientes, porque cecear con gracia se permite a las Damas. A m b r o sio

de

S a l a z a r , Espejo general de la gramática, 1614

Marco Tulio dice que en Roma para enseñar bien a los niños no­ bles la pureza i la propriedad de su lengua latina natural a todos, en las cosas principales daban el cuidado de su crianza a alguna matrona parienta principal: p o rq u e en las m ugeres, dice, p e rse ve ­ ra sie m p re i se conserva m a s p ro p r io i m a s lim p io el lenguage. A m b r o sio

de

M o r a l e s , Discurso sobre la lengua

castellana, 1585

U na de las prim eras obras que la lingüística europea produjo en relación con la variable «sexo» fue publicada en 1952. Se trata del volum en que la revista Orbis p re ­ p aró p ara ofrecer un estado de la cuestión de alcance m undial sobre la lengua de las m ujeres (Le langage des fem m es: Enquete Hnguistique á l’échelle m ondiale). E n lo que se refiere a la R om ania, allí aparecieron estudios de Pu§cariu, C apidan, Pop, Récatas, M erlo, Piccitto, G riera, Badía y Salvador. E n líneas generales, los tem as discuti­ dos en aquella época fueron dos: la conveniencia de utilizar m ujeres com o inform an­ tes en dialectología y el carácter arcaizante o innovador de su form a de hablar. E n relación con el prim ero, la idea más generalizada era que la m ujer resultaba de m ayor utilidad en las encuestas que los hom bres,1 aunque tam bién se hicieron ju i­ cios contrarios a éste. A cerca del arcaísm o o la innovación en el habla de las m uje­ res, h ubo opiniones diversas. E l carácter conservador es destacado en la m ayor parte 1. pp. 12-13.

Véase C. Merlo, «Le langage des femmes: Enquéte linguistique á l’échelle mondiale», Orbis, I (1952),


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de los trabajos reunidos en Orbis\ tan sólo Piccitto señaló que no observaba diferen­ cias claras,2 m ientras que Pop, si en ese m om ento evitó d ar una opinión, en o tro lu ­ gar había señalado que tal vez el habla de las m ujeres era más conservadora.3 D e cualquier m o d o ,4 las afirm aciones hechas en casi todos esos trabajos p artían de datos b astan te im presionistas e irregulares, p o r lo que el conservadurism o lingüístico de la m ujer q u edaba p o r d em o strar.5 D e hecho, G auchat había com probado en C harm ey, m uchos años antes, que las m ujeres hacían un m ayor uso que los hom bres de form as lingüísticas innovadoras.6 A lgún tiem po m ás tarde, M anuel A lvar, partiendo de un estudio sobre el habla de P uebla de D o n F adrique, en A ndalucía,7 llega a la conclusión de que el arcaísm o o la innovación del habla de las m ujeres no depende tanto del sexo cuanto del tipo de vida que se lleva en cada lugar. E n la Puebla, los hom bres ofrecían un «estado m e­ dio» de lengua, m ás cercano al castellano norteño y norm ativo, p orque su m ovilidad les perm itía relacionarse con gentes del exterior; las m ujeres, en cam bio, acusaban un m ayor conservadurism o p o r ten er m enos contacto con hablantes de otras variedades. Sin em bargo, en el territorio conocido com o la «A ndalucía de la e» (en la confluen­ cia de las provincias de Sevilla, M álaga y C órdoba), las m ujeres hacían uso de rasgos m ás innovadores que los hom bres. D e ahí que A lvar acabe afirm ando: Decir que el habla femenina es conservadora, neologista o ni una cosa u otra es, en verdad, no decir demasiado, por cuanto en su contexto social puede ser cada una de esas cosas o todas ellas, y fuera del ámbito al que pertenece no es nada.8 E l sexo pu ed e m ostrarse, p o r tanto, m ás com o un factor de segundo orden, com o algo que suele subordinarse a dim ensiones sociales diferentes y con m ayor p o d er de d eterm inación.9 Boris Cazacu, p o r ejem plo, observó en el rum ano de M eria que las diferencias de edad son m ás im portantes que las que determ ina el sexo.10 La experiencia de la dialectología y de la geografía lingüística en el estudio de la variación lingüística, com o en otros campos, es m uy rica y sugerente, pero, sin duda alguna, la m ayor p a rte de lo que hoy sabem os acerca de la conducta lingüística de hom bres y m ujeres se lo debem os a la sociolingüística. E sta disciplina ha dado un gran protagonism o al factor «sexo» y lo ha convertido en objeto de atención perm anente, 2. «Osservazioni sul linguaggio delle donne», Orbis, 1 (1952), p. 14. 3. La Dialectologie, Lovaina, 1950, p. 725. 4. Véase M. Alvar, Estrucruralismo, geografía lingüística y dialectología actual, 2.a ed., Madrid, Gredos, 1973, p. 74. 5. El estudio más elaborado fue el de G. Salvador, «Fonética masculina y fonética femenina en el ha­ bla de Vertientes y Tarifa (Granada)», Orbis, I (1952), pp. 19-24. Algunos trabajos recientes han vuelto a ob­ servar un mayor conservadurismo en el habla femenina: véase A. Elizaincín, «Métodos en sociodialectología», Estudios Filológicos, 14 (1976), p. 51; B. Fontanella de Weinberg, «Comportamiento ante -s de hablantes fe­ meninos y masculinos del español bonaerense», Romance Philology, XXVII (1973), pp. 50-56. 6. «L’unité phonétique dans le patois d’une comune», Aus romanischen Sprachen und Literaturen. Festgabefíir Heinrich Morf, Halle, Saale, 1905, pp. 224-226. 7. «Diferencias en el habla de Puebla de Don Fadrique (Granada)», Revista de Filología Española, XI (1956), pp. 1-32. 8. Véase Estructuralismo, geografía lingüística y dialectología actual, ob. cit., p. 74. 9. A similares conclusiones llegó A. Badía, «Note sur le langage des femes et la méthode d’enquéte dialectologique (domaine aragonais)», Orbis, I (1952), p. 17. 10. «Desprel procesul de diferentiere in graiul unei comune (Meria-Reg. Hunedoara)», Studii si cercetari lingvistice, VII (1956), pp. 245-268.


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aunque en su seno se hayan hecho m uchas afirm aciones infundadas, com o las que en fren tan el habla de los hom bres y de las m ujeres calificando la de éstas com o con­ servadora, insegura, sensible, solidaria y expresiva, y la de aquéllos com o ind ep en ­ diente, com petitiva y jerárquica. A fortunadam ente, las investigaciones h an ido m a r­ ginando poco a poco lo im presionista, lo subjetivo, para dejar su lugar a los hechos prob ad o s y a las dem ostraciones solventes.11 P or o tra parte, coincidiendo con las o b ­ servaciones hechas en algunos trabajos dialectales (v.g. los de Cazacu), la sociolin­ güística tam bién ha com probado que, en un núm ero im portante de casos, son otros factores, com o el nivel sociocultural o el estilo, las principales bases de la variación, d ejando al sexo relegado a un segundo p lan o .12 E llo no im pide que haya estudios en los que se aprecia con claridad que el sexo tiene más capacidad de influencia sobre la lengua que otros factores, incluida la clase social: eso ocurre en el trabajo de H orvath sobre el inglés de Sydney (A ustralia), p o r ejem plo.13 E n tre los estudios sociolingüísticos preocupados por las diferencias en tre las h a ­ blas de hom bres y m ujeres destacan singularm ente los de corte etnográfico.14 E stos

11. Véase R. Wodak y G. Benke, «Gender as a Sociolinguistic Variable: New Perspectives on Variation Studies», en F. Coulmas (ed.), The Handbook o f Sociolinguistics, Oxford, Blackwell, 1997, pp. 127-150. 12. Véase R. Fasold, Sociolinguistics o f Language, Oxford, Blackwell, 1990, p. 223 y ss. 13. Véase Variation in Australian English: The Sociolects o f Sydney, Cambridge, Cambridge University Press, 1985, p. 65. Por otro lado, la sociolingüística ha puesto en relación el sexo con otros factores sociales para intentar explicar mejor las causas de la diferencia en el comportamiento lingüístico de hombres y muje­ res (véase M. A. Martín Zorraquino, «Observaciones sobre las propiedades atribuidas al habla femenina en el dominio hispánico», en R. Penny (ed.), Actas del Primer Congreso Anglohispano, tomo I, Lingüística, Ma­ drid, Castalia, 1993, pp. 115-126). La sociolingüística también ha contribuido a que la figura de la mujer como investigadora y entrevistadora adquiera una nueva dimensión, ya que la multiplicidad de contextos y situa­ ciones en que se recogen los datos hace que en muchas ocasiones sea preferible que la encuesta la haga una mujer a que la haga un hombre. El ejemplo más claro lo tenemos en la investigación de Lesley Milroy sobre el habla de tres redes sociales de Belfast. Milroy nos dice (Language and Social Networks, 2.a ed., Oxford, Blackwell, 1987, p. 44): «El investigador de campo tenía que ser una mujer. Generalmente las mujeres reci­ bían menos agresiones que los hombres. Los hombres extraños eran vistos con considerable sospecha en mu­ chos lugares de Belfast y a menudo podían correr algún peligro si visitaban un lugar durante un período de­ terminado.» Tal vez deban valorarse más de lo que se suele hacer las características personales de los inves­ tigadores, en función del tipo de materiales que se pretende buscar en cada momento (F. Moreno Fernández, Metodología sociolingüística, Madrid, Gredos, 1990, pp. 71-77). 14. Véase Variation in Australian English, Cambridge, Cambridge University Press, 1984. También de­ ben tenerse en cuenta los trabajos proyectados desde posiciones feministas (B. Thorne y N. Henley (eds.), Language and Sex. Difference and Dominance, Rowley, Mass., Newbury House, 1975; F. Moreno Fernández, Sociolingüística en Estados Unidos (1975-1985). Guía bibliográfica crítica, Málaga, Ágora, 1988, pp. 143-154; Ph. Smith, «Sex markers in speech», en K. R. Scherer y H. Giles (eds.), Social markers in Speech, Cambrid­ ge, Cambridge University Press, 1979, pp. 109-146). La corriente de estudio llamada «sociolingüística femi­ nista» ha desarrollado una buena parte de sus trabajos más representativos entre 1970 y 1990. Su principal ca­ racterística es el deseo, expreso, de provocar un cambio social que proporcione a las mujeres del mundo la igualdad y la liberación de la opresión masculina, poniendo de manifiesto el oculto e injusto sexismo del len­ guaje. En general, se parte de la idea de que las lenguas son sexistas y de que, si se elimina el sexismo de ellas, resultaría más fácil erradicar el sexismo de la sociedad. Sin negar la existencia de usos sexistas de la lengua (y sobre todo de la meialengua), pero negando la naturaleza sexista de la lengua en sí misma, hemos afirmado en otro lugar que la línea de estudio feminista, sobre todo la estadounidense (salvo honrosísimas excepcio­ nes), ha sido poco fructífera para la ciencia porque se han restringido los límites de la sociolingüística, se ha partido de presupuestos erróneos y se han manipulado criterios lingüísticos. Todo ello para dejar patente la necesidad de un cambio que, en sí mismo, no puede producirse solamente a través del lenguaje. Por otro lado, tienen un fondo razonable las críticas hechas a los estudios sociolingüísticos en los que la mujer es tratada siempre como persona dependiente de su padre o su marido o en los que la conducta sociolingüística femenina se interpreta como mera desviación o variante de la conducta masculina. La sociolin­ güística feminista critica los métodos de investigación basados en la figura del hombre. Véase D. Cameron y


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estudios, realizados en su m ayor p arte m ediante la observación directa de las inte­ racciones com unicativas que se producen en grupos o com unidades, han perm itido conocer detalles reveladores y m uy interesantes de la conducta com unicativa de h o m ­ bres y m ujeres en lugares m uy distintos. Saville-T roike, en su obra The E thnog raph \r o f C o m m u n ic a tio n s aduce una serie de ejem plos, de los que entresacam os éstos: las . m ujeres hablantes de algunos dialectos esquim ales usan nasales sonoras en posición 1 final [m, n, ng] m ientras los hom bres utilizan oclusivas sordas [p, t, k, q]; la partícula jap o n esa ne de final de oración es utilizada casi exclusivam ente p o r las m ujeres, así ¡ com o el uso de ciertas interjecciones al comienzo o al final de la frase. A estos ejem - ! píos se podrían añadir algunos de la lengua española: d uso m ayoritariam ente fem é- ■ nino en E spaña de ciertas formas. léxicas (lila, m onín, monada, divino, ¡corazón!), de ciertos prefijos (super-enamorado, super-simpática), de ciertas form as eufem ísticas en dim inutivo (braguita) o de truncam ientos léxicos con resultado generalm ente bisílabo (gordi ‘gordito, -ta’, chuli ‘chulo, -a; chulito, -ta’, pelu ‘p eluquería’, ilu ‘ilusión’, porfa ‘p o r fav o r’).16 Las anotaciones de los usos m ás frecuentes en hom bres o en m ujeres se h an hecho a propósito de todos los niveles de la lengua, desde el fonético al dis­ cursivo. Las investigaciones sociolingüísticas de centros urbanos han descubierto y des­ crito una serie de hechos de singular relevancia relativos al sexo com o variable social. Sin lugar a dudas, el más im portante de todos ellos es que la m u je r^ e n e ra lm e n te , es m ás sensible a las norm as prestigiosas que los hom bres; dicho de otra form a, las m u­ jeres m uestran una actitud m ás positiva que los hom bres hacia los usos que se ajus­ tan a la norm a, a la vez que los hom bres suelen ceñir sus usos a los llam ados «ver­ náculos» y a las variedades locales con m ás intensidad que las mujeres^ E ste hecho ha sido observado en un im portante núm ero de estudios sociolingüísticos y de actitudes, incluidos los de W illiam L abov,17 y ha dado lugar a lo que se conoce con el nom bre de «m odelo sociolingüístico de sexo».18 E n relación directa con esta diferencia en tre el h abla de hom bres y m ujeres, López M orales ha propuesto un principio general que introduce un m atiz esencial en la in terpretación del fenóm eno. E l principio quedó fo r­ m ulado en 1992 del siguiente modo: En un estratificación sociolingüística estable, los hombres usan formas que no son estándares con mayor frecuencia que las mujeres, siempre que la variación se pro­ duzca en un nivel de consciencia dentro de la comunidad de h a b la d Por tanto, cuando hablam os de fenóm enos lingüísticos de los que los m iem bros de una com unidad no son plenam ente conscientes (por ejem plo, el yeísm o en m uchas

J. Coates, «Some Problems in the Sociolinguistic Explanation of Sex Differences», en J. Coates y D. Garrie­ ron (eds.), Women in their Speech Communities, Londres, Routledge, 1988, pp. 13-26. 15. Oxford, Blackwell, 1982. 16. Véase A. López y R. Morant, Gramática femenina, Madrid, Cátedra, 1991. En la segunda parte, res­ ponsabilidad de Ricardo Morant, se proporcionan numerosos ejemplos procedentes de una observación di­ recta. 17. Sociolinguistics Parterns, Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 1972, pp. 301-304. También se puede consultar la versión en español, Modelos sociolingüísticos, Madrid, Cátedra, 1983. 18. Sociolinguistics o f Language, ob. cit., pp. 92-102. 19. «Style, sex and linguistic conciousness», en F. Moreno Fernández (ed.), Sociolinguistics and Stylistic Variation, Valencia, University of Minnesota - Universidad de Valencia, 1992, p. 52.


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com unidades), no tiene p o r qué seguirse ese «m odelo» de conducta en hom bres y m u ­ jeres. P o r o tro lado, la tendencia a seguir un m odelo prestigioso — a m enudo conside­ rad o com o norm ativo— no implica siem pre un seguim iento del «m odelo norm ativo». E l prestigio puede estar en las peculiaridades propias de una com unidad — lo que lle­ varía al conservadurism o— , p ero tam bién en rasgos ajenos a ella, y estaríam os en ­ tonces ante una actitud innovadora. D eb e valorarse, no obstante, que, en los últim os decenios, la aceptación y difusión de los m edios de com unicación social, especial­ m en te la televisión, está haciendo que el m odelo de referencia sea el m ism o para cual- / quier hab lan te de cualquier com unidad, sea hom bre o sea m ujer. La inclinación hacia un m odelo de prestigio se ve com plem entada p o r o tra re a ­ lidad: en la m ujer funciona con m en o r fuerza que en los hom bres el denom inado pres­ tigio encubierto. E l prestigio encubierto es el que está asociado a unos usos que no son cultos, unos usos que están alejados de lo que abiertam ente se reconoce com o norm ativo o adecuado y que a m enudo son m arcas de «masculinidad» entre los es­ trato s socioculturales m ás bajos.20 E l prestigio encubierto, que es un prestigio de gru­ po, se opo n e al prestigio abierto, que es prestigio de com unidad y que se asocia a lo correcto, lo adecuado, lo norm ativo. Pero, ¿de dónde nace esa tendencia fem enina a seguir los m odelos de prestigio? ¿P o r qué en m uchas culturas se espera que la m ujer ajuste su conducta sociolingüís­ tica a u n canon o unos referentes de prestigio? ¿Por qué los usos lingüísticos que se consideran característicos de las m ujeres o de los hom bres tienen que ver directa­ m en te con el seguim iento o el abandono de una norm a? L a m ayor parte de las res­ puestas que se h an dado a estas cuestiones tienen que ver con una in terpretación sociocultural del sexo, es decir, están relacionadas con lo que en la bibliografía anglo­ sajona se llam a gender ‘gén ero ’,21 que a su vez en nada coincide con el concepto de «género» com o categoría gram atical. E l género sociocultural se opone al sexo en ta n ­ to en cuanto el sexo es una característica biológica que viene dada prácticam ente des­ de el m om ento de la concepción del nuevo ser, m ientras el género es una dim ensión sociocultural que el individuo adquiere al ser socializado. Tales conceptos, sin em ­ bargo, tienen unos límites borrosísim os y plagados de problem as, dado que el sexo m ism o es p a rte insoslayable del género. C ham bers y Trudgill, con un criterio que parte del concepto sociocultural de gé­ nero , explican la tendencia de las m ujeres a seguir los m odelos de prestigio m edian­ te los razonam ientos siguientes:2^ la falta de un lugar destacado en la sociedad hace que las m ujeres necesiten m arcar su estatus social m ediante una conducta específica; p o r o tra p a r t e r a falta de cohesión de las m ujeres en las redes sociales las obliga a enfren tarse m ás a m enudo a situaciones de form alidad, esto es, el lugar del hom bre en los intercam bios sociales perm ite que consideren com o de escasa form alidad m u­ chas situaciones que las m ujeres in terp retan com o más form ales; fin alm en tefla edu-

20. Véase P. Trudgill, «Sex, covert prestige and linguistic change in the urban British English of Norwich», Language in Society, 1 (1972), pp. 179-195. Ahora bien, Trudgill observó en las mujeres jóvenes una conducta muy cercana a la de los hombres. 21. Véase E. Amezúa, «La sexología en el diálogo con la bio-psicosociología (a propósito del sexo, el género y sus derivados», Sexología: cuestiones de fondo y forma. La otra cara del sexo, Madrid, Instituto de Sexología, 1991, pp. 89-112 (Revista Española de Sexología, extra doble, n.° 49-50). 22. Dialectology, Cambridge, Cambridge University Press, 1980, pp. 97-98.


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catió n suele llevar a las m ujeres a desem peñar lo que se considera «su» función so­ cial siguiendo unas norm as de conducta socialm ente ^aceptadas. Se ha añadido a todo eso, que la adecuación a un m odelo de prestigio es^iina estrategia interpersonal cuya finalidad es el m antenim iento de la autoestim a en los intercam bios sociales.23 F ren te a este p unto de vista, el propio C ham bers defiende unos años m ás tarde (1995) una opinión sem i-ecléctica en la que se da gran im portancia al concepto b io­ lógico de sexo 24 Para C ham bers'flas diferencias entre el habla de hom bres y m ujeres p u ed en ser el resultado de una asignación de funciones socioculturales diferentes (gé­ neros diferentes), sobre todo cuando las variables son estables y cuando hom bres y m ujeres llevan vidas diferentes den tro de una com unidad 25 E sa situación recibe el n om bre de variabilidad basada en el género. Pero, según C ham bers. estas diferencias p u ed en persistir incluso cuando no se tienen en cuenta las diferencias de género: J 4 m ujer tiene unas habilidades verbales m ayores y m ejores que las de los hom bres y que van más allá de las diferencias socioculturales. Las m ujeres disponen de una ca­ pacidad neurofisiológica verbal que se puede m anifestar en form a de diferencias sociolingüísticas, com o el lis o de un rep erto rio de variantes más am plio o eí m anejo de unos recursos estilísticos m ás ricos que los hom bres de sus mismos grupos sociales, aun cuando los atributos «genéricos» sean similares o idénticos. A esta situación se le da el nom bre de variabilidad basada en el sexo.2b E n n uestra opinión, ni la interpretación sociocultural ni la biológica están exen­ tas de problem as. La prim era porque su validez sé'iim ita necesariam ente a com uni­ dades concretas, dado que las conductas y actitudes sociolingüísticas, com o ocurre con otras conductas sociales, cam bian de una com unidad a o tra y evolucionan de form a muy rápida; no son, pues, razones universales. La interpretación b io ló g ic á ^ re se n ta un grave p roblem a de base: conseguir una dem ostración objetiva, contundente y uni­ versal. P ero cabe p lan tear una interrogante más: ¿tan im portantes son las diferencias e n ­ tre el h abla de hom bres y m ujeres? ¿H asta dónde puede llegar la diferencia lingüís­ tica en tre sexos? Es evidente que no se puede ofrecer un explicación que sea igual­ m ente válida para todas las com unidades; de hecho podríam os encontrar m uestras de todo tipo de posibilidades: desde el conocido caso, parece que irreal, de la isla C ari­ be, en la que los hom bres hablaban una lengua (caribe) y las m ujeres otra diferente (arah u aco ) 27 hasta las com unidades en las que el sexo se revela com o una variable

23. M. Deuchar, «A pragmatic account of women’s use of standard speech», en J. Coates y D. Cameron (eds.), Wornen in Their Speech C.ommitniñes: New Perspectives on Language and Sex, Londres, Longman, 1988, pp. 27-32. Las diferencias socioculturales explican también el funcionamiento del tabú lingüístico. El tabú puede provocar diferencias entre las hablas masculinas y femeninas, pero, como señala López Morales, «parecería excesivo pensar que todas las diferencias lectales entre sexos, sobre todo las halladas en comuni­ dades urbanas modernas, sean debidas al sexo» {Sociolingüística, 2.'1 ed., Madrid, Gredos, 1993, p. 119). 24. Sociolinguistic Theory, Oxford, Blackwell, 1995, p. 102 y ss. 25. Chambers habla de movilidad para referirse al contacto con otros grupos dentro de la comunidad o procedentes de otras comunidades y afirma que en las sociedades modernas industrializadas la mujer tiene una mayor movilidad que el hombre: sale a trabajar fuera de su barrio, va a otras zonas de la ciudad a com­ prar, tiene contactos con grupos sociales diferentes, mientras el hombre centra su vida alrededor del trabajo y de su vecindario. 26. No tenemos en cuenta la variabilidad que es consecuencia de las diferencias fisiológicas entre hom­ bres y mujeres y que afectan al ámbito de la fonética. 27. El ejemplo lo da Peter Trudgill en su libro Sociolinguistics (3.a ed. rev., Harmondsworth, Penguin, 1983, pp. 79-80). Según un informe del siglo xvn, los nativos salvajes de Dominica explican que este circuns-


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absolutam ente secundaria, pasando por los m uchos estudios que descubren diferen­ cias cuantitativas, aunque tam bién cualitativas, en los niveles fonético y gram atical. L a experiencia nos confirm a que las disparidades son m ayores en aquellos rasgos lin­ güísticos de los que los hablantes tienen una m ayor conciencia, esto es, en las carac­ terísticas que p ueden convertirse con más facilidad en m arcas o sím bolos sociales. E sta circunstancia se da con claridad en el léxico y en la pragm ática; por eso suelen ap o rtar m uchos, variados y valiosos m ateriales las investigaciones léxicas, los análisis de la conversación o los estudios sobre tratam ientos y recursos coloquiales.28

La variable social «edad» Y assi conviene que los niños sean enseñados de maestros inteli­ gentes y curiosos al tiempo de la niñez, quando con facilidad, por estar las potencias tiernas y d e s e m b a la d a s , se les imprimen como en cera las buenas costumbres tan presto como las malas, que creciendo en edad vienen después a convertirse en natura­ leza. J u a n L ó p e z d e V e l a s c o , Orthographia, 1582

La ed ad de los hablantes, com o se ha señalado desde la dialecto lo g ía29 es uno de los factores sociales que con m ayor fuerza y claridad pueden d eterm inar los usos lingüísticos de una com unidad de habla. E n cierto m odo, p u ede afirm arse que la edad condiciona la variación lingüística con m ás intensidad que otros factores, tam bién im ­ p ortan tes, com o el sexo o la clase social. E n contraste con el factor «clase social» o con el «género», la ed ad es un factor constante, dado que su realidad no se ve alte­ rad a p o r cam bios socioeconóm icos, de actitudes o de organización. N o es constante en ta n to que el individuo ve cóm o cam bia de edad de form a continua y sin rem isión. La edad, conform e el tiem po transcurre, va determ inando y m odificando los ca­ racteres y los hábitos sociales de los individuos, incluidos los com unicativos y los p u ­ ram en te lingüísticos. P or eso es posible distinguir en la vida lingüística de un indivi­ duo distintas etapas, aunque no exista acuerdo unánim e sobre cuáles son y cóm o han de caracterizarse. T am bién puede ocurrir que la edad, com o factor social, covaríe o se solape con otros factores, com o el nivel de instrucción: en E spaña, p o r ejem plo, es habitual que las generaciones más jóvenes sean, en conjunto, las m ejor instruidas, lo que las convierte en usuarias de rasgos lingüísticos más cercanos al m odelo n o rm ati­ vo. E n cualquier caso, tanto las diferencias que se derivan de la edad, com o la re la­ ción que la edad establece con otros parám etros sociales, ofrecen im plicaciones sociolingüísticas m uy diversas, según la cultura o el tipo de com unidad de que se tra te .30

tanda se debió a que los caribes invadieron la isla arahuacohablante, mataron a todos los hombres y se unie­ ron a las mujeres para repoblarla. El mismo informe del xvu habla simplemente de expresiones que son pro­ pias de hombres y de frases o palabras que los hombres nunca dirían, pero no se hace referencia al uso de lenguas diferentes. 28. Podrían añadirse los interesantísimos estudios sobre el lenguaje no verbal. 29. Véanse las referencias a Rousselot, Gauchat o Millardet en La Dialectologie de S. Pop (ob. cit.) y en la Lingüística románica. Evolución, corrientes, métodos de I. Iordan, Madrid, Alcalá, 1967. 30. P. Eckert, «Age as a Sociolinguistic Variable», en F. Coulmas (ed.), The Handbook o f Sociolinguistics^ob. cit., pp. 151-167.


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E n tre las etapas del desarrollo lingüístico, tal vez la m ás im portante sea la que co rresponde a la adquisición del dialecto y del sociolecto, la lengua del grupo social al q ue p erten ece el hablante. W illiam L abov llegó a p roponer en 1964, con resultado polém ico, una división periódica de seis fases para la adquisición del inglés llam ado «estándar», incluidas todas sus variedades regionales, sociales y estilísticas.31 E se p ro ­ ceso de adquisición es in terp retad o por L abov com o un proceso de aculturación o de alejam iento de los usos adquiridos en la adolescencia y una adecuación al m odelo p re ­ dom inante en tre los m iem bros adultos de la com unidad. Las etapas del proceso de adquisición son las siguientes: r

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1) 2) 3) 4) 5) 6)

A dquisición de la gram ática básica, en la prim era infancia. A dquisición del vernáculo, entre los 5 y los 12 años. D esarrollo de la percepción social, entre los 14 y los 15 años. D esarrollo de la variación estilística, a partir de los 14 años aproxim ada­ m ente. M antenim iento de un uso «estándar» coherente, en la prim era etapa adulta. A dquisición de todos los recursos lingüísticos; se produce en las personas educadas y especialm ente preocupadas por el uso de la lengua.

La p rim era fase se cum ple bajo la influencia directa de los padres, especialm en­ te de la m adre, y de la fam ilia m ás cercana; la segunda acusa la influencia de los am i­ gos y com pañeros de estudios; la tercera supone la influencia de hablantes adultos; la cu arta requ iere contactos sociales de distinta naturaleza (familia, com pañeros, ve­ cinos). Si bien es cierto que L abov explica el proceso de adquisición a partir de datos recogidos en la ciudad de N ueva Y ork, tam bién lo es que pocas veces se h a ofrecido resistencia — e incluimos al pro p io Labov— a la tentación de unlversalizar las fam o­ sas seis etapas. E s aquí donde surgen las contraargum entaciones y los problem as, has­ ta tal p u n to que puede decirse que las propuestas de L abov h an servido principal y casi exclusivam ente com o m arco de referencia para un debate que aún no está ce­ rrado: R om aine critica la inconveniencia de oponer jóvenes a adultos sin valorar las diferencias sociales que pueda h ab er entre unos jóvenes y otro s;32 C ham bers llam a la atención sobre la im posibilidad de distinguir entre lo que Labov llam a «gram ática b á ­ sica» y «vernáculo»; la mism a R om aine33 y especialistas com o R e id ,34 W olfram 35 o 31. «Stages in the acquisition of standard English», en R. Shuy (ed.), Social Dialects and Language Learning, Champaign, 111., National Council of Teachers of English, 1964, pp. 77-103. 32. S. Romaine, The Language o f Children and Adolescents: The Acquisition o f Communicative Competence, Oxford, Blackwell, 1984, p. 85 y ss. 33. S. Romaine, The Language o f Children and Adolescent,. ob.cit. p. 99 y ss. Sobre la variación estilís­ tica en los niños, véanse E. S. Andersen, Speaking with Style: The Sociolinguistic Skills o f Children, Londres, Routledge, 1990; C. B. Cazden, «The situation: a neglected source of social class differences in language use», Journal o f Social Issues, 26 (1970), pp. 35-60; «Situational variation in children’s language revisited», en D. Biber y E. Finegan (eds.), Sociolinguistic Perspectives on Registe r, Oxford, Oxford University Press, 1994, pp. 277-293.. 34. «Social and stylistic variation in the speech of children: some evidence from Edinburgh», en P. Trud­ gill (ed.), Sociolinguistic Patterns o f British English, Londres, E. Arnold, 1978, pp. 158-171. 35. «Structural variability in -phonological development: final nasals in Vernacular Black English», en R. Fasold y D. Schiffrin (eds.), Language Change and Variation, Amsterdam, J. Benjamins, 1989, pp. 310332.


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R o b erts36 advierten, con datos en la m ano, que es posible encontrar diferencias dia­ lectales, estilísticas, de clase social o de sexo en niños de tres, seis, ocho, diez o doce años y que, p o r lo tanto, la adquisición de una variedad lingüística, si bien viene d e ­ term in ad a p o r factores biológicos, tam bién lo está, y en m odo notable, p o r factores sociales.37 Estos argum entos nos llevan al com entario de una cuestión im portante en el ám ­ bito de la sociolingüística: ¿qué edad m ínim a han de tener los hablantes para poder ser objeto de un estudio sociolingüístico? La cuestión, estrecham ente ligada al núm ero de generaciones que se m anejan en este tipo de trabajos, ha recibido soluciones diversas: P. B entivoglio y M. Sedaño, en Caracas, entrevistan a inform antes que tienen m ás de 14 años;38 M. E txebarría, en Bilbao, estudia hablantes m ayores de 15 años; O. A lba, en Santiago de los Caballeros, y G. Perissinotto, en México, m anejan inform antes que tienen 16 años o m ás;39 H. U eda, para su estudio del léxico del español, recoge datos de hablantes m ayores de 18 años;40 H. López M orales, en San Juan de P uerto Rico, J. A . Sam per, en Las Palm as de G ran Canaria, F. M artínez, en Burgos, y otros m uchos trabajan con personas m ayores de 20 años; en el «Proyecto para el estudio coordina­ do de la norm a lingüística culta» se utilizan inform antes m ayores de 25 años 41 Sea com o sea, la sociolingüística no suele considerar conveniente la recogida de datos de hablantes m enores de 14 o 15 años para el estudio de grandes núcleos u r­ banos, al m enos m ientras no esté suficientem ente claro cóm o y cuándo se llega a la m adurez en el uso social de la lengua 42 Si lo que se pretende es estudiar los cam bios lingüísticos en tiem po aparente, se recom ienda el estudio de hablantes desde los 8 años de edad (véase el capítulo 5).43 U n a vez advertidos los inconvenientes de la propuesta que hizo Labov en 1964, hay que llam ar la atención sobre otras explicaciones o interpretaciones. C o m en tare­ m os brevem ente dos: una del propio L abov;44 la otra de Cham bers. W illiam Labov,

36. P. A. Roberts y W. Labov lo han comprobado con niños de tres años. Véase P. Eckert, «Age as a Sociolinguistic Variable», art. cit. 37. P. Kerswill ha elaborado una escala de dificultad en la adquisición de características lingüísticas indicando a qué edad suele darse. Algunos de los estadios de esa escala, de mayor a menor dificultad de adquisición, serían los siguientes: reglas fonológicas léxicamente impredecibles (3 años; máxima dificultad); nuevas oposiciones fonológicas (3-13 años); cambios gramaticales (8 años); sistemas prosódicos (12-15 años), nuevas clases morfológicas (adolescencia); difusión léxica de cambios fonológicos; préstamos (mínima dificul­ tad). Véase P. Kerswill, «Children, adolescents, and language change», Language Variation and Change, 8 (1996), pp. 177-202. 38. «Investigación sociolingüística: sus métodos aplicados a una experiencia venezolana», Boletín de Lingüística, 8 (1993), pp. 3-36. 39. Esta es la edad mínima con la que se trabaja en las encuestas sociolingüísticas del Atlas lingüístico (y etnográfico) de Castilla - La Mancha. Véase P. García Mouton y F. Moreno Fernández, «Sociolingüística en el Atlas lingüístico (y etnográfico) de Castilla - La Mancha», en R. Penny (ed.), ob. cit., pp. 139-149. 40. No es un estudio propiamente sociolingüístico, pero tiene en cuenta las variables sexo y edad. Pro­ yecto Varilex (Variación léxica del español en el mundo). Tokio. 41. No se olvide que se trata de hablantes cultos de español. Véase J. Lope Blanch, El estudio del es­ pañol hablado culto. Historia de un proyecto, México, UNAM, 1986, p. 26 y ss. 42. Evidentemente, en los estudios en los que, además de lo sociolingüístico, preocupan aspectos psicosociales o psicológicos de maduración, desarrollo, etc., se trabaja con hablantes de edades menores. La dia­ lectología, por su parte, trabaja normalmente con la generación en la que teóricamente se da una mayor es­ tabilidad: entre 40 y 60 años. Véase S. Pop, La dialectologie, ob. cit., p. 1161. 43. Véase W. Labov, Principios del cambio lingüístico. I, Madrid, Gredos, 1996, p. 104. 44. «Hypercorrection as a Factor in Linguistic Change», en W. Bright, Sociolinguistics, La Haya, Mou­ ton, 1966. Incluido como capítulo en Modelos sociolingüísticos, ob. cit., pp. 167-188.


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esta vez en 1966, ofrece una explicación centrada en la adquisición de una «serie de norm as de habla» de la com unidad y no tanto en la adquisición de una variedad lin­ güística d eterm in ad a.45 Según Labov, la prim era experiencia lingüística de los niños, en tre los 2 y los 3 años, está dom inada p o r el ejem plo de los padres; entre los 4 y los 13 años, el m odelo de habla está dom inado y regulado p o r los grupos de preadolescentes en tre los que los individuos se m ueven: se supone que en este período se fijan los patro n es autom áticos de producción lingüística; durante la adolescencia, el h a­ blante com ienza a adquirir un conjunto de norm as evaluadoras, hasta que a los 17 o 18 años llega a ser consciente de la significación social de su propio m odo de hablar y del de los dem ás, así com o de los usos prestigiosos. La adquisición de las form as prestigiosas es tardía, m ucho m ás en los grupos sociales con m enor instrucción; de ahí que sea posible en co n trar hablantes de en tre 30 o 40 años de edad que aún intentan re o rie n ta r su estilo m ás cuidadoso — y su concepto de la norm a de prestigio— hacia m odelos cercanos a lo norm ativo. P o r su lado, J. K. C ham bers p a rte del hecho de que las variables lingüísticas y la alternancia de estilos se d esarrollan co njuntam ente con la fonología y la sintaxis desde el com ienzo del proceso adquisitivo y pro p o n e la existencia de tres períodos form ativos en la adquisición de los sociolectos: en prim er lugar, la infancia, d u ran te la cual se d esarrolla la lengua bajo la influencia de la familia y los am igos;46 en se­ gundo lugar, la adolescencia, en la que los usos lingüísticos se llevan m ás allá de los lím ites establecidos p o r la generación anterior, con gran influencia de los individuos que form an p a rte de la m ism a re d social: aquí se hace uso, por ejem plo, de un léxi­ co de jerg a o argot que ayuda a m arcar distancias con las generaciones adultas; en te rc e r lugar, la edad adulta jo v e n , que tiende a hacer un m ayor uso de la variedad no rm ativ a («estándar»), al m enos en aquellos contextos y ocupaciones en que el m a ­ n ejo de la lengua es especialm ente im portante, a la vez que se pro cu ra fijar una v a ­ ried ad sociolingüística de acuerd o con ciertas aspiraciones y preferencias sociales.47 D espués de esa tercera etap a, se supone que los hablantes estabilizan sus socio­ lectos. L a división de edades que propone C ham bers y los com entarios que hem os hecho sobre la edad m ínim a de los inform antes nos llevan a hablar de las divisiones generacionales que se suelen practicar en la investigación sociolingüística: co n creta­ m ente, ¿cuántos grupos generacionales pueden distinguirse en una com unidad y d ó n ­ de han de situarse los límites en tre ellos? A unque es evidente que el núm ero de ge­ neraciones y sus límites han de decidirse en función de los objetivos de cada estudio sociolingüístico, no es frecuente que se trabaje con m enos de tres grupos generacio­ nales ni con m ás de cuatro, p o r m ás que los sociólogos trabajen a m enudo con seis o

45. Art. cit., p. 138. 46. Los conflictos entre los usos habituales en la familia y que se suelen usar con los amigos surgen cuan­ do son hablantes de una comunidad que se han trasladado a otra. En estos casos, es frecuente que el habla del nuevo entorno predomine sobre la modalidad de origen de los padres. Esto ocurre en la localidad espa­ ñola de Alcalá de Henares, ciudad castellana que ha recibido una gran cantidad de inmigrantes procedentes de Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha. Véase A. Blanco Canales, Estudio sociolingüístico de una red social de Alcalá de Henares (tesis de licenciatura inédita), Universidad de Alcalá, 1995. 47. En estos casos, los usos de los adultos pueden ser discrepantes respecto de los usos de jóvenes y vie­ jos, que a su vez pueden coincidir entre sí. Véase W. Downes, Language and Society, Londres, Fontana, 1984, p. 190 y ss.


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m ás generaciones.48 C uando se tienen en consideración sólo dos grupos de ed ad es po rq u e los objetivos sociolingüísticos están subordinados a otros intereses: el objeti­ vo principal del proyecto Varilex, p o r ejem plo, para el que se m anejan dos genera­ ciones, es d ar cuenta de la variación léxica en toda la geografía del m undo hispánico. P o r o tra p arte, si se m anejaran más de cuatro generaciones seguram ente se encon­ trarían , entre dos o más de ellas, m uchas coincidencias y solapam ientos que no a p o r­ tarían n ad a significativo y que podrían com plicar innecesariam ente el análisis sociolingüístico. T enem os, pues, que los sociolingüistas m anejan tres o cuatro grupos generacio­ nales, cuyos lím ites d ependen de la edad que se fije com o m ínima: si se trabaja con m enores de 20 años, se suelen distinguir cuatro generaciones; si la edad m ínim a es de 20 o 25 años, se suelen distinguir tres grupos. U n a vez fijado el lím ite m ínim o, la di­ visión de grupos puede buscar, bien la agrupación de los inform antes en categorías de dim ensión equivalente, m arcando un límite más o m enos objetivo cada cierto n ú m e­ ro de años (p o r ejem plo, cada 15 años: de 20 a 35, de 36 a 50, de 51 a 65), bien la agrupación en una m ism a categoría de los inform antes que estén viviendo unas cir­ cunstancias vitales sim ilares, sabiendo que éstas pu ed en variar de una com unidad a otra. Así, es probable, si se trabaja con cuatro generaciones, que se quiera recoger, en un prim er grupo, la etap a correspondiente a la form ación individual (que en las com unidades occidentales industrializadas suele com pletarse entre los 20 y los 25 años), en un segundo grupo la etap a del inicio de la vida profesional, independiente de los padres (en tre los 20 y los 35 años aproxim adam ente), en un tercer grupo la e ta ­ p a de la m adurez y el m áxim o rendim iento profesional (de los 35 a los 50 o 55 años) y, en un cuarto grupo, la etap a correspondiente a la m adurez profesional y a la ju b i­ lación. L ógicam ente estos grupos de edad tienen un valor relativo, pues d ep enden de la sociedad a la que se pertenezca, del tipo de actividad profesional de que se trate (más física, m ás intelectual), de las condiciones socioeconóm icas de la com unidad, de la esperanza m edia de vida, de la organización social y de otros m uchos factores. Los grupos generacionales y las etapas de adquisición del sociolecto p u ed en de­ term in ar el uso de ciertas variables o rasgos lingüísticos que sirven para m arcar dis­ tancias entre niños y jóvenes, entre jóvenes y adultos. Son elem entos que funcionan com o indicadores de p ertenencia a un grupo generacional determ inado y que pueden pro ced er de cualquier nivel lingüístico. O curre aquí, sin em bargo, lo m ism o que com ­ probam os a propósito de otras variables: son los niveles m ás superficiales de la len­ gua — el léxico, la fraseología, el discurso— los que acusan m ás claram ente la d e te r­ m inación del factor edad, sin que m edien otras variables lingüísticas. D e igual m odo que ciertas p rendas de vestir, ciertos peinados, ciertos gustos y actitudes, ciertos m o­ dos de diversión se consideran característicos de tal o cual generación, existen usos lingüísticos que se consideran propios de ciertos grupos de edad, que se acaban con­ virtiendo en auténticos sím bolos generacionales y que se van renovando conform e lle­ gan las nuevas generaciones.49

48. Sobre las técnicas de investigación más propias de los sociólogos, véase M. García Ferrando, J. Ibáñez y F. Alvira (comp.), El análisis de la realidad social. Métodos y técnicas de investigación, 2.a ed., Madrid, Alianza, 1989. 49. Para García de Diego, en las generaciones jóvenes se dan usos más innovadores y en las viejas usos más conservadores. Véase Lingüística general y española, Madrid, Gredos, 1951, p. 303 y ss.


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N o podem os d ar por concluido este apartado sobre la variable «edad» sin aludir b revem ente a una de sus principales im plicaciones, el cam bio lingüístico, aunque este asunto será tra ta d o m ás d etenidam ente en otro capítulo. La sociolingüística ha cons­ tatad o , a p artir del com portam iento lingüístico de los grupos generacionales de una com unidad, cóm o se producen los cambios lingüísticos en curso: el cam bio lingüísti­ co, especialm ente el fonético, es un proceso regular que se puede observar entre ge­ neraciones sucesivas.50 E l desarrollo del cam bio, observado en un m om ento determ i­ n ad o y en hablantes de generaciones distintas, ofrece una im agen dinám ica en «tiem ­ po aparente» que perm ite proyectar cóm o será ese cam bio en el futuro, conform e vaya transcurriendo el «tiem po real».

La variable «clase social» Y la misma differencia y ventaja que lleva la habla del hombre de pro a la del villano y soez aunque ayan ambos nascido en una misma ciudad y barrio, aquella lleua la de la corte a la de las otras villas y ciudades de todo el reyno. G o n z a l o G a r c ía

de

S a n ta M a r ía , La vida de los santos

padres religiosos, 1490

L a clase social, com o concepto teórico, ha sido estudiada y debatida profusa­ m ente en tre los especialistas en sociología. Las prim eras propuestas teóricas de im ­ p ortancia, en relación con el análisis de clases, procedieron de K arl M arx y de M ax W eber, quienes se ocuparon de la estructura que el capitalism o industrial generó d u ­ ran te el siglo XIX. D esde esta posición, la clase queda definida en térm inos económ i­ cos. P ara M arx las clases se establecen en función de la propiedad del capital y de los m edios de producción, de m odo que la población queda dividida entre los que tienen capital (clase capitalista) y los que no lo tienen (proletariado); los grupos sociales que no se ajustan a esta división (agricultores, pequeños com erciantes y propietarios) son considerados com o residuos de la econom ía precapitalista destinados a desaparecer. P ara W eber, las clases responden a diferencias de capital, que, ju n to a la habilidad y la educación, d an lugar a diferentes posibilidades y oportunidades d en tro de un m e r­ cado; de ahí que se distingan cuatro clases: la clase propietaria, la clase adm inistrati­ va, la clase de los pequeños com erciantes y la clase trabajadora. Según el econom is­ ta alem án, la estratificación social es un fenóm eno m ultidim ensional en el que actúan tres factores: la clase, el estatus y el poder. M ás recientem ente, la sociología occidental, principalm ente la norteam ericana, ha rechazado las propuestas de M arx y m atizado de form a im portante las de W eber. H ans G erth y C harles W right Mills, p o r ejem plo, hablan de la form ación y p ersisten­ cia de los estratos sociales teniendo en cuenta cuatro claves, llam adas dim ensiones de. la estratificación: la ocupación, la clase, el estatus y el poder.51 La ocupación se define

50. Véase el importante trabajo de U. Weinreich, W. Labov y M. Herzog, «Empirical foundations for a theory of language change», en W. P. Lehmann e Y. Malkiel (eds.), Directions fo r Hisrorical Linguistícs, Austin, University of Texas Press, 1968, pp. 95-187. 51. En la bibliografía sociológica, se distingue entre los conceptos de «clase» y de «estrato»: el «estrato social» se aprecia de modo subjetivo, está configurado de forma pluridimensional y se basa en el prestigio so-


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com o el conjunto de actividades realizadas de form a más o m enos regular com o fuen­ te principal de ingresos económ icos; la clase es una dim ensión relacionada con los in ­ gresos, considerados com o un m edio de conseguir objetos; el estatus es una dim ensión social referida a la obtención de respeto; el p o der se define com o la capacidad de re ­ alizar la voluntad propia, aun p o r encim a de la voluntad de los demás. E n general, las propuestas que definen las clases haciendo concurrir varios fac­ tores o dim ensiones — enfoque m ultidim ensional— consideran que no hay lím ites cla­ ros en tre estratos y que éstos no son más que categorías ordenadas a lo largo de un contin u u m , de m odo que los conflictos entre clases quedan reducidos a su m ínim a ex­ presión teórica. Según A bercrom bie, H ill y T u m e r,52 la división de la población en tres clases — obrera, interm edia y alta— responde a un m odelo convencional socioló­ gico de la estructura británica de clases: los trabajadores m anufactureros se sitúan en la clase ob rera, los trabajadores de bajo nivel que no son m anufactureros (oficinistas, técnicos) se sitúan en la clase m edia y los gerentes adm inistradores y profesionales, en la clase alta .53 L a sociolingüística norteam ericana m oderna, fraguada alrededor de los años se­ senta, ha basado su visión de la sociedad en las teorías de la estratificación que su r­ gieron en N orteam érica y el R eino U nido después de la Segunda G u erra M undial. E stas teorías o peran con varios indicadores que se com binan para distinguir varias clases: los individuos q uedan clasificados a lo largo de una escala social graduada, atendiendo a atributos individuales com o la educación, los ingresos o la ocupación, en tre otros. D esde esta perspectiva, los conflictos sociales quedan m inim izados, al concebir la sociedad com o un ente unitario en el que los individuos com parten unos valores y unas mismas norm as de conducta y de prestigio.54 W illiam Labov, principal responsable de la difusión entre los sociolingüistas de este m odelo de estratificación social, utilizó en su estudio The Social Stratification o f English in N ew Y ork City la división de clases propuesta p o r J. M ichael en 1962.55 Se tra ta de una escala lineal de clasificación social — o más bien del estatus social— b a­ sada en un índice socioeconóm ico de 10 puntos que com bina tres elem entos: el nivel de instrucción, la ocupación y los ingresos familiares-, cada dim ensión queda dividida en cuatro grados o posibilidades (0 ,1 , 2 y 3). A los hablantes se les asigna una p u n ­ tuación p o r cada una de las tres dim ensiones, de m odo que pueden recibir un m áxi­ m o de 9 puntos (3 + 3 + 3) y un m ínim o de 0. P osteriorm ente los hablantes quedan agrupados en las siguientes categorías o clases: clase baja (0-1), clase trabajadora (2-5), clase media-baja (6-8) y clase media-alta (9). A ctu alm en te contam os con m ucha más experiencia en el uso de índices de es-

cial; la «clase social» se aprecia de modo objetivo y está configurada fundamentalmente por el factor econó­ mico. Véase J. F. Tezanos, La explicación sociológica: una introducción a la sociología, 2.'1ed., Madrid, UNED, 1996, pp. 194-222. 52. Diccionario de sociología, Madrid, Cátedra, 1986. 53. Una de las críticas que ha recibido este modelo es que está basado exclusivamente en los hombres e ignora por completo a las mujeres, cuya situación laboral no se ajusta al patrón expuesto. El androcentrismo es un rasgo común a muchas propuestas sociológicas. 54. Véase G. Guy, «Language and Social Class», en F. J. Newmeyer, Language: The Socio-cultural Context, Linguistics: The Cambridge Survey, IV, Cambridge, Cambridge University Press, 1988, p. 41 y ss. Sobre el concepto de prestigio, véase F. Moreno Fernández, Metodología sociolingüística, ob. cit., pp. 173-200. 55. «The construction of the social class index», Codebook fo r the Mobilization fo r Youth, Nueva York, Mobilization for Youth.


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tratificación social. P eter Trudgill trabajó en Norwich (R eino U nido) con un índice form ado por seis indicadores (ocupación, nivel de instrucción, ingresos, tipo de vi­ vienda, localidad, ocupación del p adre) que lo llevaron a distinguir cinco clases: clase trabajadora baja, clase trabajadora media, clase trabajadora alta, clase m edia baja y clase m edia m edia.56 P o r su p arte, Shuy, W olfram y Riley distinguieron cuatro clases sociales en D etro it (E stados U nidos): clase trabajadora baja, clase trabajadora alta, clase m edia baja y clase m edia a lta 51 E n algunos estudios tam bién se ha m anejado, com o expresión del nivel sociocultural, el barrio de residencia de los hablantes, p u es­ to que hay barrios o zonas urbanas en las que sólo pueden instalarse individuos con cierto estatus y nivel de vida.58 E n el m undo hispánico, H. L ópez M orales ha trabajado con la variable «nivel so ­ ciocultural» en su estudio de San Ju an de P uerto R ico.59 A quí, el nivel se considera com o una variable de post-estratificación, es decir, com o una variable que no se tie ­ ne en cuenta para p rep arar la m uestra, aunque sí a la hora de realizar los análisis so­ ciolingüísticos: se distinguen cuatro niveles (bajo, medio-bajo, m edio, m edio-alto) para los que se com binan tres p arám etros (escolaridad, profesión e ingresos). E n el estu ­ dio sociolingüístico del español de Caracas, Bentivoglio y Sedaño han m anejado sie­ te factores que perm iten distinguir cinco niveles socioeconóm icos. Los factores son éstos: ocupación del hablante, ocupación del padre, ocupación de la madre, grado de instrucción, condiciones de alojamiento, ingresos totales e ingreso prom edio fam iliar, los niveles distinguidos son los siguientes: bajo, m edio bajo, m edio, m edio alto y alto.60 C om o se p uede com probar, m uchas investigaciones sociolingüísticas utilizan los té r­ m inos nivel sociocultural o nivel socioeconóm ico para referirse a lo que en otras se llam a clase.61 Las razones de que la sociolingüística venga trabajando ininterrum pidam ente d esde los años sesenta con un m odelo m ultidim ensional de estratificación social son fáciles de com prender. Por un lado, el m odelo guió las prim eras y más influyentes m o­ nografías sociolingüísticas, especialm ente las de W. Labov; por otro, en m uchas co­ m unidades existe una clara conciencia de que existe «algo» que clasifica y distingue a los individuos p o r estratos: los hablantes se sienten m iem bros de una clase, no siem ­ p re satisfechos, y se consideran capaces de clasificar socialm ente a otros hablantes. La sociolingüística ha visto las propuestas m ultidim ensionales com o una form a suficientem ente válida de descubrir diferencias relativas entre individuos, po rq u e es una realidad evidente que ciertos usos lingüísticos son m ás característicos de unos grupos (clases, niveles) que de otros y que las diferencias sociolingüísticas aum entan conform e crece la distancia social en tre los m iem bros de una com unidad. A dem ás, es

56. The social differentiation o f English in Norwich, Cambridge, Cambridge University Press, 1974. 57. Field techniques in an urban language siudy, Washington, D.C., Center for Applied Linguistics, 1968. 58. En las encuestas sociolingüísticas de las capitales de provincia del Atlas lingüístico (y etnográfico) de Castilla - La Mancha se tiene en cuenta el barrio en que residen los informantes, si bien se hace así, no al pre­ parar la muestra, sino al seleccionar a los informantes. En muchas ciudades hispánicas, los barrios muestran importantes diferencias según la procedencia de sus habitantes (véase más adelante). 59. Estratificación social del español de San Juan de Puerto Rico, México, UNAM, 1983, pp. 27-29. 60. «Investigación sociolingüística: sus métodos aplicados a una experiencia venezolana», art. cit., pp. 8-12. 61. La obra pionera de la sociolingüística española se titula precisamente Niveles socioculturales en el habla de Las Palmas de Gran Canaria. El libro es de Manuel Alvar (Las Palmas, Excmo. Cabildo Insular, 1972).


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE Clase alta:

Variación regional F io . 2.1.

V ariación social y regional, según P. T rudgill (1974).

palm ario que la distribución social de los usos lingüísticos funciona com o factor deci­ sivo en el desarrollo y la expansión de los cam bios lingüísticos, coordinada frecuen­ tem en te con otras variables sociales, com o la «edad» o el «sexo».62 A l conjunto de ca­ racterísticas lingüísticas propias de un grupo, estrato o clase se le da en sociolingüís­ tica el nom bre de sociolecto. D en tro de la especialidad, los sociolectos han sido puestos en relación directa y estrecha con la variedades dialectales: dialecto y sociolecto son dim ensiones de la len ­ gua que sólo p ueden en tenderse cuando se conciben com o p arte de un todo indiso­ luble. T an to en E stados U nidos com o en el R eino U nido — tam bién en otros luga­ res— , la variación sociolingüística y variación geolingüística se im brican d entro de una m ism a com unidad de habla para dar form a al entram ado de la variación lingüís­ tica. La m an era de rep resen tar esta profunda interdependencia de lo geolingüístico y lo sociolingüístico en las com unidades anglosajonas ha sido la pirám ide que incluyó Trudgill, en 1974, en su conocida o bra Sociolinguistics: A n Introduction to Language and Society (figura 2.1).63 La pirám ide se in terpreta así: entre los hablantes de clase baja, donde se localiza un uso poco prestigioso del inglés, se recogen m uestras de las diferentes variedades regionales de un territorio, m ientras que en la clase alta está ge­ neralizado el em pleo de la variedad del inglés llam ada «estándar», que varía m uy poco en tre las com unidades de un m ism o país. Con otras palabras, cuanto más bajo es el estrato social de los hablantes, más posibilidades hay de reconocer claram ente su procedencia geolingüística; la identificación no se produce con facilidad cuando los h ablantes perten ecen a las clases más elevadas.64 Sin em bargo, la situación rep resentada en la pirám ide de la variación social y d ia­ lectal, si bien refleja lo que ocurre en la sociedad anglosajona, no responde a las

62. Véase W. Labov, «The ¡ntersection of sex and social class in the course of linguistic change», Lan­ guage Variation and Change, 2 (1990), pp. 205-254. 63. Ob. cit., p. 41. 64. Según Trudgill, en el caso del «acento» el extremo superior de la pirámide seria un vértice que re­ presentaría la «Received Pronunciaron», el acento más prestigioso del inglés británico, y que no ofrecería nin­ guna posibilidad de variación geolingüística.


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realidades geo-sociolingüísticas de otras lenguas o regiones del m undo. E n el caso del m undo hispánico, la ascensión en la escala social no tiene p o r qué suponer, aunque a veces lo suponga, el abandono total de ciertos rasgos característicos de la zona dia­ lectal de la que se procede: p o r m uy alto que sea el estatus de un hispanohablante, resulta relativam ente sencillo identificar si procede del n o rte de E spaña, de las islas C anarias, del C aribe o de C entroam érica. P ero dejem os a un lado, p o r el m om ento, las referencias a la geolingüística para volver al concepto de «clase social». E l em pleo de índices de estratificación y el m odelo estratificacional en su con­ ju n to p resen tan unos inconvenientes que no sólo no se pueden ocultar, sino que han sido destacados p o r num erosos especialistas. A l m argen de consideraciones de es­ cuela y de m aneras diferentes de in terp retar la realidad social,65 los m odelos m ultidim ensionales de estratificación p lantean el problem a de que no todos los indicadores (ocupación, ingresos, etc.) tienen la mism a im portancia. E sta circunstancia se puede resolver particularm ente, asignando a cada factor un peso o ponderación diferen te:66 en C aracas se concede m ás im portancia a los ingresos que a la ocupación; en San Juan de P u erto Rico se concede más valor a los ingresos, a continuación a la profesión y, finalm ente, al nivel de instrucción. Sin em bargo, este recurso no resuelve la dificultad de co m parar rigurosam ente estratos o clases de com unidades diferentes. O tro problem a de la variable «clase» es que el núm ero de personas susceptible de p erten ecer a los distintos estratos puede tam bién variar de una com unidad a otra, com o p u ed e v ariar la m ovilidad en tre clases. Asim ism o, el m anejo sim ultáneo de tres, cuatro o m ás indicadores para construir las clases podría ocultar o difum inar la im ­ portancia p articular de alguno de ellos (por ejem plo, el nivel de instrucción), a la vez que pod ría contribuir a entrem ezclar dim ensiones com o el p o der y el estatus.67 A ello se debe sum ar que m uchas com unidades tienen una organización social m uy alejada de los cánones occidentales de las sociedades m odernas e industrializadas: pensem os en las organizaciones tribales africanas o polinésicas y en la im portancia que h a n te ­ nido las castas en la In d ia.68 E stam os ante problem as teóricos que acarrean dificulta­ des de tipo m etodológico.69 Los inconvenientes o puntos débiles que se acaban de presentar, unidos a las ex­ pectativas suscitadas p o r otras propuestas teóricas, han ido dando lugar, incluso des­ 65. Véase J. A. Villena Ponsoda, Fundamentos del pensamiento social sobre el lenguaje (Constitución y crítica de la sociolingüística), Málaga, Agora, 1992. 66. Esta asignación se realiza mediante la multiplicación del índice o la puntuación que le corresponde a un hablante, en relación con un factor, por un número determinado, que será mayor cuanto más importan­ te se considere ese factor. 67. Por eso, en algunas investigaciones se prefiere trabajar con el nivel de instrucción, los ingresos o la profesión como variables autónomas, independientes, y no como componentes de una variable abstracta, como la clase. 68. Véase G. de Granda, «Observaciones metodológicas sobre la investigación sociolingüística en His­ panoamérica», Lexis, XVIII (1994), pp. 197-210, publicado también en Panorama de la investigado lingüísti­ ca a l'Estat espanyol. Actes del I Congrés de Lingüística General, Valencia, Universitat de Valencia, 1996, pp. 83-91. Los modelos de organización social, por otro lado, se ven sometidos a fuertes cambios a lo largo del tiempo. En la sociedad romana se distinguían unas clases que no han pervivido en los países románicos: senatorial, ecuestre, plebeya, la de los peregrinos y la de los esclavos (véase A. Alvar Ezquerra, «Para una sociolingüística del latín», Philologica hispaniensia in honorem Manuel Alvar, I, Madrid, Gredos, 1983, pp. 57-68). 69. Véase L. Milroy, Language and Social Networks, 2.a ed., Oxford, Blackwell, 1987; Observing and Analysing Natural Language, Oxford, Blackwell, 1987, pp. 29-35. También S. Romaine, «A critical overview of the methodology of urban British sociolinguistics», English World Wide, 1, 2 (1980), pp. 163-198.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

de den tro de la sociolingüística laboviana y m ás ortodoxa, a la aplicación de alte rn a­ tivas epistem ológicas, a la búsqueda de nuevos caminos explicativos, que no siem pre h a n superado los resultados obtenidos desde de la estratificación social. U n a de las alternativas consiste en el m anejo de los factores que constituyen las clases, no com o p arte de un todo, sino com o variables independientes: educación, ingresos y ocupa­ ción. E n tal caso, los análisis sociolingüísticos se encargan de desvelar hasta qué p u n ­ to es relevante o explicativo cada uno de ellos, hasta qué p unto tiene m ás peso la e d u ­ cación que los ingresos, p o r ejemplo. Sin em bargo, algunos investigadores han creído encontrar una alternativa al fun­ cionalism o, a la estratificación escalonada, en m odelos sociológicos en los que el con­ flicto en tre grupos tiene un notable protagonism o: son m odelos de corte m arxista que v aloran la posición de los individuos en los sistem as de producción, la ideología de los grupos y su capacidad de decisión sobre aspectos que afectan a la com unidad.70 D en tro de estos m odelos ocupan un lugar de singular realce los conceptos eje «m er­ cado lingüístico», «red social» y «m odo de vida». M ercado lingüístico E n el concepto de «m ercado lingüístico» subyace un principio m arxista según el cual la conducta lingüística viene determ inada p o r la relación de los hablantes con los m edios de producción. U n m ercado, tal y com o lo entienden D avid Sankoff y Suzanne L aberge — los investigadores que in trodujeron el concepto en nuestro cam po— ,71 refleja conductas dependientes de las actividades socioeconóm icas de los individuos. E n un m ercado lingüístico los hablantes que desem peñan ciertas profesiones tienden a hacer un uso norm ativo de la lengua, m ientras que los que desem peñan otras p ro ­ fesiones no lo hacen, o no necesitan hacerlo, aunque am bos com partan unos mismos rasgos socioeconóm icos. Piénsese, p o r ejem plo, en la necesidad que tiene un profesor o un locutor de un m edio de com unicación de ajustarse a un m odelo lingüístico p res­ tigioso. Los hablantes, consecuentem ente, ocupan diferentes lugares en el m ercado, dependiendo de la necesidad que tienen de hacer un uso prestigioso de la lengua. Sankoff y L aberge han visto en el m ercado lingüístico un m edio m ás adecuado que los estratos o clases sociales para estudiar la variación lingüística. E l procedi­ m iento p ara el análisis sociolingüístico consiste sim plem ente en p oner en relación unas variables lingüísticas con unos índices de integración en el m ercado lingüístico, que se consideran atributos de los hablantes. P ara la asignación de tales índices se p a rte del juicio em itido p o r varias personas (jueces) sobre la historia de la vida so­ cioeconóm ica de cada hablante. A l correlacionar el índice de integración en el m e r­ cado con las variables lingüísticas, se puede llegar a com probar que hay variantes que aparecen m ayoritariam ente en personas m uy integradas en el m ercado, m ientras otras variantes se dan en individuos situados profesionalm ente en la periferia del m ercado. A sí, en cuanto a la alternancia de avoir y étre, en el francés de M ontreal, los indivi­ duos integrados en el m ercado lingüístico hacen generalm ente un m ayor uso de étre, 70. Véase P. Bourdieu, ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos, Madrid, Akal, 1985; «Capital et marché linguistiques», Linguistische Berichte, 90 (1984), pp. 3-24. También L. Milroy, Lan­ guage and Social Networks, ob. cit. 71. Véase «The Linguistic market and the Statistical Explanation of Variability», en D. Sankoff (ed.), Linguistic Variation: Models and Methods, Nueva York, Academic Press, 1978, pp. 239-250.


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y lo m ism o ocurre con el uso del p ronom bre on para el sujeto de prim era persona del plural. A u nque es m ucho el interés de los estudios realizados a partir del concepto de «m ercado», esta alternativa presenta algunos inconvenientes m etodológicos que no se superan de form a sencilla: p o r ejem plo, resulta com plicado dem ostrar la objetividad de los procedim ientos seguidos para asignar a cada hablante un índice de integración en el m ercado lingüístico. La posible subjetividad en la redacción de las historias de la vida socioeconóm ica de los hablantes, en la selección de los jueces y en los juicios em i­ tidos p o r estos mism os aconsejan m anejar la variable «mercado» con sum a cautela. R ed social E l concepto de «red social» tam bién responde a un deseo de m anejar entidades m enos abstractas que la «clase social». Según Lesley M ilroy, prim era responsable de la difusión del concepto en tre los sociolingüistas, una red social es un entram ado de relaciones directas entre individuos, que actúa com o un m ecanism o p a ra in ter­ cam biar bienes y servicios, p ara im poner obligaciones y para otorgar los derechos que co rresponden a sus m iem bros. P arece claro que, si consideram os que una red está form ada p o r individuos que establecen relaciones, estam os ante un principio que podría considerarse de validez universal. E stas redes disfrutan de distintos grados de densidad y de m ultiplicidad, se­ gún la fuerza de los vínculos que relacionan a los individuos entre sí y el núm ero de individuos que las form an. E n los estudios de redes, cada hablante recibe un índice num érico que refleja la estructura de la red a la que pertenece, de acuerdo con los principios de la densidad y la m ultiplicidad. M ilroy lo explica así: La medida usada en [...] Belfast para examinar la relación entre la variación lin­ güística y la estructura de la red fue una escala de seis puntos que medía los índi­ ces de los hablantes sobre cinco indicadores de multiplicidad y densidad (vecindad, parentesco, trabajo en el mismo lugar que otros vecinos, trabajo en el mismo lugar que otros vecinos del mismo sexo y amistad). Estos indicadores fueron interpreta­ dos como requisitos que, si se cumplían, sugerían la existencia de una red personal relativamente densa y múltiple. A cada individuo se le asignaba un punto por cada requisito que cumplía, de tal forma que el grado de fuerza de la red era la suma de los índices de los indicadores individuales. La densidad de una red viene determ inada por el núm ero de m iem bros ,y, sobre todo, p o r las relaciones que se establecen entre-los m iem bros que la com ponen, de m odo que puede h ab er redes densas o de densidad alta, en las que todos los m iem ­ bros m antienen algún tipo de relación con los dem ás, y redes de densidad baja, en las que algunos m iem bros se relacionan con los dem ás y en las que otros no m antienen ninguna relación en tre sí (figura 2.2). C uando las relaciones entre los m iem bros de una red responden a vínculos de natu raleza diversa (am istad, vecindad, com pañerism o), se está antes redes m últiples; si esas relaciones se deben a un solo tipo de vínculo (por ejem plo, sólo la vecindad), se h abla de redes de m ultiplicidad baja. E n la investigación sociolingüística se ponen en relación las características de las redes (densidad, m ultiplicidad, fuerza) y de sus m iem bros con las variables lingüísti-

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& tfu


52

PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

A)

B)

Fuente. L. Milroy, 1980.

FlG. 2.2.

R ed es sociales (X : centro de la red). A : red de d en sid a d alta; B: red de d en sid a d baja.

cas correspondientes. P ara llevar esto a la práctica, se asigna a cada hablante un ín ­ dice, construido a p artir del tipo de red a la que pertenece y del núm ero y el tipo de vínculos que establece con los dem ás m iem bros de la red. E ste índice se correlaciona con las variables lingüísticas, de m odo sem ejante a com o se hace con la clase social o el m ercado lingüístico, y sirve p ara distribuir a los hablantes a lo largo de un escala de fu erza de la red: Ju an A. V illena ha com probado que la densidad, la m ultiplicidad y la fuerza de la red influyen especialm ente en los individuos m enos instruidos y ha podido observar, en una red social andaluza, en M álaga, que estos hablantes de es­ casa instrucción rechazan nítidam ente la distinción de los fonem as /s/ y /0/, caracte­ rística de las hablas castellanas y frecuente en algunos grupos sociales m alagüeños.72 P ero tam bién en este terren o se han encontrado dificultades, que se refieren principalm ente a la m edida y cuantificación de la red y al estudio de las redes débi­ les. Los individuos que form an una red están integrados en ella en grados diferentes, que son m edidos a través de los indicadores que hem os com entado (am istad, vecin­ dad, etc.); el problem a está en que los indicadores pueden variar de una com unidad a otra, es decir, la com paración de redes diferentes puede ser difícil si no se trabaja exactam ente con los mism os indicadores. P or otro lado, las redes sociales débiles no son fáciles de estudiar debido a la m ovilidad y heterogeneidad de los m iem bros que las com ponen, lo que im pide com parar satisfactoriam ente a los m iem bros entre sí y unas redes débiles con otras. Las investigaciones de redes sociales ofrecen, no la im agen de conjunto de una com unidad, sino la im agen de algunos de los grupos que la com ponen: M ilroy cen­ tró sus intereses en tres ám bitos de la clase trab ajad o ra de Belfast; V illena h a in­ cluido, en su proyectó de investigación del habla de M álaga, el estudio de ocho re ­ des sociales u rb an as;73 A n a Blanco estudió una red social de A lcalá de H en ares (E s­ 72. «Convergencia y divergencia dialectal en el continuo sociolingüístico andaluz: datos del vernáculo urbano malagueño», Lingüística Española Actual (en prensa). 73. «Perspectivas y límites de la investigación sociolingüística contemporánea (Reflexiones programáti­ cas a propósito del proyecto de investigación del sistema de variedades vernáculas malagueñas)», Estudios de Lingüística, 5 (1988/1989), pp. 237-274.


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p a ñ a ).74 E stas investigaciones p resen tan la ventaja de m anejar entidades sociales m uy pegadas a la realidad y de perm itir la conjugación del concepto de «red» con el de «m odo de vida». M odo de vida E l concepto de «m odo de vida», p resen tad o p o r T. H 0jrup y desarro llad o p o r J. M ilroy, p one en relación las red es sociales de pequeñas dim ensiones con o tras es­ tru ctu ras o grupos sociales de m ayor e n tid a d .75 Los m odos de vida re sp o n d en a un m o d elo en el que los grupos sociales son considerados com o en tidades in tern am en ­ te estru ctu rad as y relacionadas con otros grupos. E n este m odelo, la conducta lin­ güística o b ed ece m ás al p o d e r de determ inación de las redes y de las estru ctu ras en las q ue se m uev en los hab lan tes, que a los atributos percibidos com o característicos de ciertos grupos sociales. Se da p rio rid ad al tipo de actividad laboral y fam iliar y a las relaciones que los h ab lan tes m an tienen con otros m iem bros del grupo. A su vez, los grupos son considerados com o consecuencia de las estru ctu ras fu n d am en ­ tales de la sociedad, que dividen la población en m odos de vida sustancialm ente di­ ferentes. Los m odos de vida que p ro p o n en T. H 0jrup y J. M ilroy son básicam ente tres. Si bien están pensados para com unidades occidentales industrializadas, esto no significa que no se pu ed an te n e r en cuenta otros m odos de vida cuando realm ente se den d e n ­ tro de una com unidad. Los m odos propuestos son los siguientes:76 M odo de vida 1. U nidad prim aria de producción (agricultura, pesca, pequeños servicios). R elaciones cooperativas entre com pañeros de profesión. Fam ilia im plica­ da en la producción. A utoem pleo. Escaso tiem po libre: cuanto m ás se trabaja, m ás se gana. R edes sociales densas y m últiples. M odo de vida 2. E m pleo en un sistem a de producción que no es controlado p o r los trabajadores. Se trabaja p ara ganar un sueldo y p oder disfrutar de períodos de tiem po libre. R elaciones laborales separadas del ám bito familiar. C ierta m ovilidad la­ boral. R edes de solidaridad con los com pañeros y los vecinos. M odo de vida 3. Profesión cualificada, capaz de controlar la producción y de di­ rigir los trabajos de otras personas. Tiem po de vacaciones dedicado al trabajo. Se tra ­ baja p a ra ascender en la jerarq u ía y adquirir m ás poder. A ctitud com petitiva con los colegas. L os rasgos ideológicos que caracterizarían estos m odos de vida serían «la fam i­ lia» p ara el m odo 1, «el ocio» p ara el m odo 2 y «el trabajo» para el m odo 3. D ebe va­ lorarse, no obstante, que el concepto de «m odo de vida» es fundam entalm ente es­ tructural: los rasgos definidores de un grupo vienen dados por contraste con los de los dem ás m odos. D esde o tro p unto de vista, las relaciones entre los tres m odos de \ f 74. Estudio sociolingüístico de una red social de Alcalá de Henares, ob. cit. 75. Véanse T. H0jrup, «The concept of life-mode: a form-specifying mode of analysis applied to contemporary western Europe», Ethnologia Scandinavica, (1983), pp. 1-50; J. Milroy, Linguistic Variation and Change, Oxford, Blackwell, 1992, pp. 206-220. 76. Véase J. Milroy, ob. cit., pp. 206-220.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜISTICA Y SOCIOLOGIA DEL LENGUAJE Mantenimiento de código lingüístico no legitimizado

Predominio del código lingüístico legitimizado

Relaciones fuertes

Relaciones débiles

Modos de vida

í

í

Macronivel de la estructura social, política y económica

Fig. 2.3.

E structura sociolingüística, según J. M ilro y (1992).

vida y las prácticas culturales asociadas a cada uno de ellos no tienen p o r qué ser exactam ente iguales en todas las com unidades, p o r lo que, en un estudio contrastivo, sería im portante describirlas con todo detalle. A n tes se ha hecho referencia a la estrecha relación que existe entre los concep­ tos de «red» y de «m odo de vida». La form a en que am bos se articulan queda refle­ ja d a en el esquem a de la figura 2.3, elaborado p o r Jam es M ilroy.77 E l esquem a refleja una estructura de naturaleza sociolingüística que incluye un m acronivel, correspondiente a la estructura social, política y económ ica, un nivel in­ term edio, que correspondería a los m odos de vida, y un m icronivel, de redes sociales. C uando estas redes suponen relaciones fuertes, favorecen el m antenim iento de unos usos lingüísticos propios, aunque estén alejados del m odelo «legitimizado» o de p res­ tigio; cuando las redes ofrecen relaciones débiles, favorecen los usos lingüísticos n o r­ m ativos o de prestigio. H em os de señalar, finalm ente, que la utilidad del concepto de «m odo de vida» en sociolingüística aún debe ser dem ostrada, por m ás que esté llena de sugestivas p o ­ sibilidades. D en tro del m undo hispánico, se ha propuesto su utilización, de form a ex­ p erim en tal y algo m arginal, en el «Proyecto para el estudio sociolingüístico del espa­ ñol de E spaña y de A m érica» (P R E S E E A ) 78

77. 78.

Ob. cit., p. 215. Véase Lingüística (en prensa).


LA VARIACIÓN EN LA LENGUA

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La variable «nivel de instrucción» Lo hombres doctos hablan y escriven con más elegancia y pro­ piedad que el vulgo, y a vezes con tanta diferencia, que parecen lenguas diversas. S eb a st iá n

C o v a r r u b ia s , Tesoro de la lengua castellana o española, 1611, s.v. lengua de

E d ucación, nivel o grado de instrucción, estudios o escolaridad son algunas de las denom inaciones que ha recibido la variable que se refiere al tipo de form ación académ ica o de titulación conseguidos p o r los hablantes, lo que está íntim am ente r e ­ lacionado con la cantidad de años que se ha estado estudiando. La sociolingüística, com o otras disciplinas preo cu p ad as p o r la lengua hablada, ha com probado que el n i­ vel educativo de los hab lan tes determ in a de form a directa y clara la variación lin­ güística: es n o rm al que las personas más instruidas hagan m ayor uso de las v a rian ­ tes q ue son consideradas com o m ás prestigiosas o que m ás se ajustan a la norm a. E ste hecho p u ed e te n e r consecuencias im portantes en el ám bito del cam bio lingüís­ tico. L a variable «nivel de instrucción», p o r lo general, suele incluirse entre los facto­ res integrantes de la clase social o del nivel sociocultural y, consecuentem ente, en un gran nú m ero de investigaciones no ha tenido ningún protagonism o singularizado. E sto no quiere decir, sin em bargo, que no sea im portante o que su capacidad p ara d e­ term in ar la variación lingüística sea pequeña; al contrario, estam os ante un factor de p rim er o rden que m erecería ser considerado como una variable independiente más, ju n to a otras com o la edad o el nivel socioeconóm ico, y no com o un factor desdibu­ jad o d en tro de un com plejo y confuso concepto de «clase». T odo ello no es óbice para reconocer la relación directa que existe entre educación, profesión, clase, estatus y p o ­ der: cuanto m ás p rep arad o se está, cuanto m ejor form ado, más posibilidades hay de d esem peñar profesiones que rep o rten m ayores ingresos económ icos, un estatus más alto y m ás elevadas cotas de poder. L a variable «nivel de instrucción» presenta algunos problem as com partidos con otras variables: principalm ente, la determ inación de los límites entre niveles y la equi­ paración de los niveles de com unidades diferentes. Efectivam ente, existe la posibilidad de recoger en una investigación sociolingüística todos y cada uno de los grados o títu­ los que tienen un carácter oficial dentro de una com unidad, pero una clasificación tan m inuciosa o m uy oficialista no suele tener correspondencia exacta en la conducta lin­ güística, p o r lo que la m ayoría de las veces puede carecer de sentido. Com o conse­ cuencia de ello, es frecuente que los estudios sociolingüísticos trabajen solam ente con categorías generales: analfabetism o, enseñanza prim aria, enseñanza secundaria, ense­ ñanza universitaria. P ero no siem pre es así: López M orales distingue en P uerto Rico ocho grados de escolaridad (0-1 años de escolaridad; 2-6 años de escolaridad; 7-8 años de escolaridad; uno o más años de escuela secundaria; graduado de escuela universi­ taria; uno o m ás años de universidad; título universitario pregraduado; título univer­ sitario graduado);79 Sam per distingue en Las Palm as seis niveles de instrucción (anal­ fabetos / sin estudios; prim er grado; segundo grado, prim er ciclo; segundo grado, se­

79.

Estratificación social del español de San Juan de Puerto Rico, ob. cit., p. 27.


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gundo ciclo; tercer grado, nivel A; tercer grado, nivel B );80 Bentivoglio y Sedaño tra ­ bajan con nueve grados (analfabeto; p arte de la primaria; años de secundario / cursos de capacitación; educación secundaria com pleta / carreras técnicas; m edio pregrado / colegio técnico superior; pregrado universitario com pleto; m aestría; doctorado).81 A la vista de las distintas posibilidades que se ofrecen, extraem os com o prim era consecuencia que la división de niveles ha de reflejar la realidad de cada com unidad estudiada. A h o ra bien, si se m anejan niveles amplios y referencias educativas suscep­ tibles de generalización (indicando, por ejem plo, años de escolaridad) resulta m ucho m ás fácil la com paración y el encuentro de paralelism os entre com unidades diferentes. A propósito de la adecuación a la realidad de la com unidad estudiada y de las relaciones que la educación puede establecer con otros factores, Julio B orrego ha lle­ vado a la práctica una experiencia singular y digna de com entario. M ás arriba se ha hablad o de los profundos vínculos que existen entre nivel de instrucción, profesión, clase, estatus y poder; pues bien, todo ello refleja m odos de vida que tienen diferen­ tes m anifestaciones: m ayores o m enores posibilidades de viajar, m ayor o m enor con­ tacto con personas de com unidades diferentes, m ayor o m enor contacto con los m e­ dios de com unicación social. A la h ora de p rep arar la m uestra para el estudio de V illadepera de Sayago (Z am ora, E spaña), B orrego pensó que, en relación con los objetivos de su estudio, los factores «edad», «sexo», «grado de instrucción» y «viajes» (cantidad y duración de los viajes realizados) podrían funcionar com o rasgos diferenciadores. A h o ra bien, de hab er utilizado todas estas variables para su m uestreo, se h a ­ bría visto obligado a distinguir 32 tipos diferentes de sujetos en una com unidad em i­ n en tem en te rural, m uy poco com pleja sociológicam ente. E ra conveniente, por tanto, buscar la acumulación y los extremos y favorecer así un juego más nítido de contrastes. La solución propuesta es reunir los factores ins­ trucción y viajes en uno solo que puede llamarse algo así como contacto con la nor­ ma (se entiende, con la norma lingüística estándar) y que incluiría desde la in­ fluencia de los centros de enseñanza y las lecturas a los viajes, pasando por la de la radio, la televisión y las conversaciones con personas de uso lingüístico más o menos estándar. Al mismo tiempo se prescinde de los grados intermedios, de for­ ma que en cada grupo de edades se procurará encontrar dos tipos de informantes: aquellos cuyo contacto con la norma sea el menor posible y aquellos cuyo contac­ to sea de los más amplios entre sus coetáneos.82 A u n q u e no es habitual en sociolingüística el estudio de com unidades tan p eq u e ­ ñas com o V illadepera (400 habitantes), la experiencia de B orrego y la propuesta so ­ b re el contacto con la norm a m erecen tenerse en cuenta por su aplicabilidad en co ­ m unidades rurales o sem irrurales.83

80. Estudio sociolingüístico del español de Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, La Caja de Cana­ rias, 1990, pp. 33-35. 81. «Investigación sociolingüística: sus métodos aplicados a una experiencia venezolana», art. cit., p. 9. 82. Sociolingüística rural. Investigación en Villadepera de Sayago, Salamanca, Universidad de Salaman­ ca, 1981, pp. 50-51. 83. Véase J. C. González Ferrero, La estratificación sociolingüística de un comunidad semiurbana: Toro (Zamora), Salamanca, Universidad de Salamanca, 1991. González* sin embargo no tiene en cuenta la variable «contacto con la norma», sino que distingue ocupación, estudios y nivel socioeconómico, además del sexo y la edad.


LA VARIACIÓN EN LA LENGUA

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L a teoría del déficit de Bernstein „

ín tim am en te Usadas a las variables «nivel de instrucción» y «clase social» están las investigaciones del sociólogo británico Basil Bernstein. Este investigador, preo w p ado m uy especialm ente p o r el proceso de socialización de los individuos, ha p re stá ­ is do m ucha atención al lugar que ocupa el lenguaje en dicho proceso y lo ha puesto en c ^ ^ relación, desde principios básicam ente psicolingüísticos, con la clase, la escolaridad y ** J j¡ V* 7( el contexto en que se m ueven los hab lantes.84 E sto dio lugar a una teoría conocida jbffcomo «teoría del déficit», desarrollada por B ernstein entre 1958 y 1971 a p artir de sus f ^ X í' € estudios sobre la sociedad británica. S** tO ¡v* 0 La teoría del déficit distingue dos form as de expresión lingüística, de uso de la ^ I* c^ o ' 7 'ítylerlgua o de códigos, que en un principio recibieron los nom bres de lenguaje público J i y lenguaje fo rm a l y que después se han denom inado, respectivam ente, código restrin., ,pr cP* gido y código elaborado. E l código restringido predom ina en las clases o estratos traa ¿¡A ^ bajadores y el código elaborado en las clases medias. N o está nada claro, desde una ^ p e r s p e c t i v a lingüística, cuál es el referente de lo que B ernstein llam a «código», pues W ^ . no equivale ni a «sociolecto» ni a «estilo» ni, en un nivel m ás general, a «com petení{ ' & cia»; tan sólo se h abla de los códigos com o m odos o patrones de com unicación desa^ rrollados d u ran te el proceso de socialización. x^ ^ , E n un prim er m om ento, como ha quedado dicho, B ernstein se lim itó a asociar el .j/ y 1 ^ ^ código restringido — con sus características lingüísticas— a los niños de la clase trai/ ^ bajadora, y el elaborado a los niños de la clase m edia. Sin em bargo, posteriorm ente, (P* * ^ prefirió ofrecer una interpretación más amplia, asociando los códigos a estilos de in.1*^ cy" teracción, a procesos de cognición y a form as diferentes de in terp retar la estructura L‘ (P social, y recalcando el carácter predecible del código restringido y _el m enos predecif b l e del elaborado. Para B ernstein, todos los hablantes, de cualquier clase social, tien en acceso a un código restringido, p ero sólo algunos grupos tienen acceso al elabo(y rado; en estos últim os el código restringido se reserva para ciertas situaciones, n o r­ C’ m alm ente de com unicación familiar. É sta es la caracterización del código restringido que presenta: i

Si en virtud de sus relaciones de clase, es decir, com o resultado de su función en la com unidad y de su estatus social, un grupo social ha creado sólidos nexos co­ m unales; si sus relaciones de trabajo son poco variadas; si tom a pocas decisiones; si, para ten er buen éxito, la aserción ha de ser colectiva, más que individual; si el trabajo exige m anipulación y control físico, más que organización y control sim ­ bólicos; si la autoridad que el hom bre pierde en su trabajo se transform a en au to ­ ridad de p o d er en casa; si el hogar está sobrepoblado y lim ita la variedad de si­ tuaciones que puede ofrecer: si los niños se socializan en tre sí en un am biente que pocos estím ulos intelectuales ofrece; si se encuentran todos esos atributos en un am biente, entonces cabrá suponer que dicho ám bito social g enerará una form a es­ pecial de com unicación, que m odelará la orientación individual, social y afectiva

84. Como experimentos afines al de Bernstein, en los que se intenta poner en relación, desde la psicsociología, la clase social, la escolaridad y los usos lingüísticos, destacan los de Fries y los de Schatzman y Strauss (véanse C. C. Fries, American English Grammar, Appleton, Century-Crofts, 1940; L. Schatzman y A. Strauss, «Social class and modes of communication», American Journal o f Sociology, 60 (1955), pp. 329-338). Para una introducción general a estos estudios, véase W. P. Robinson, Lenguaje y conducta social., México, Trillas, 1978.


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de los niños. Tal código hará hincapié verbalm ente en lo com unitario, más que en lo individual; en lo concreto, más que en lo abstracto; en la sustancia, más que en la elaboración de procesos; en el aquí y ahora, más que en la exploración de motivos e intenciones, y en form as de control social por la posición, más que personali­ zadas.83

L a teo ría del déficit se preocupa por los niños de familias y de barrios económ i­ cam ente pobres, cuyo uso de la lengua es claram ente deficiente o «deficitario», com ­ parad o con el uso de las clases medias. T eóricam ente los niños de clases trabajadoras disponen de unos recursos lingüísticos y de unos instrum entos cognoscitivos lim ita­ dos, que pued en ser una b arrera en la escuela y producir fracaso escolar, dado que en ella se hace uso habitualm ente de un código elaborado. Com o ha señalado Fasold,86 este hecho sugirió a algunos educadores en E stados U nidos la necesidad de re ­ ducir el fracaso escolar m ediante la im plantación de program as de apoyo o com pen­ satorios destinados a niños de la clase trabajadora. A hora bien, adm itiendo que la escolarización contribuye a la adquisición o al dom inio del código elaborado, es justo ad vertir que esto puede suponer, adem ás de la erradicación total del código restrin ­ gido, la alienación del individuo respecto de su grupo de procedencia y de su trad i­ ción local. P o r su p arte, el código elaborado, m enos predecible que el restringido, abre la posibilidad de la individuación, p o r estar más o rientado hacia la persona com o tal que hacia la posición del individuo den tro de un grupo. B ernstein afirm a lo siguiente: El usuario del código elaborado hallará la lengua com o un juego de posibilidades teóricas disponible para la transm isión de experiencias únicas en su género. E l con­ cepto de la identidad m ism a — contra lo que ocurre con el código restringido— se diferencia verbalm ente, de m odo que m ediante unas regulaciones propias se co n ­ vierte en objeto de actividades especiales de percepción. E n el h ab lan te lim itado por el código restringido, el concepto de la identidad ten d erá a fraccionarse p o r las im plicaciones de los acuerdos de estatus. A q u í no hay pro b lem a de identidad, p o r­ que este problem a no es relevante.87

Los rasgos lingüísticos que se asocian a uno u otro código, con diferencias p ri­ m ordialm ente de orden cuantitativo, son los siguientes: Código restringido (lenguaje público) 1) L enguaje gram aticalm ente sencillo, a m enudo con oraciones inconclusas, p o ­ bres en su form a sintáctica. 2) U so sencillo y repetitivo de conjunciones; apenas se em plean las cláusulas subordinadas. 3) U so frecuente de interjecciones.

85. «A sociolinguistic approach to social-learning», en F. Williams (dir.), Language and Poverty, Chi­ cago, Markham, 1970, p. 28. Fragmento traducido al español en W. P. Robinson, Lenguaje y conducta social, ob. cit., p. 143. 86. The Sociolinguistics o f Language, ob. cit., pp. 269-270. 87. «Elaborated and restricted codes: their social origins and some consequences», en J. J. Gumperz y D. Hymes (eds.), «The Ethnography of Communication», American Anthropologist, 66 (1964), pp. 99-116. Trad. al español en B. Schlieben-Lange, Iniciación a la sociolingüística, Madrid, Gredos, 1977.


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D ificultad para m an ten er un tem a a lo largo del discurso. U so restringido y lim itado de adjetivos y adverbios. E m pleo poco frecuente de los pronom bres im personales com o sujetos de cláusulas condicionales. U so frecuente de enunciados categóricos. U so frecuente de enunciados/frases que indican petición de refuerzo de la se­ cuencia de habla anterior: ¿No es así?, ¿Ves?, Ya sabes, etc. N úm ero lim itado de vocablos; escasez de sinónimos. T ransm isión im plícita de significados. r\fCAQJ : %ocyt^<

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E sta relación de rasgos lingüísticos nos indica que los usuarios de un código res­ tringido tienen im portantes lim itaciones en el ám bito de la gram ática, el léxico y la pragm ática. Las características de cada código se reciben en un en torno cultural y lin­ güístico determ inado y se transm iten de una generación a otra, perp etu an d o unas pautas lingüísticas, cognoscitivas y sociales.88 P ero la teo ría del déficit, desarrollada poco a poco, perfilada experim ento a ex­ perim ento, ha recibido críticas desde frentes m uy diversos, incluida la propia sociolingüística. P ara en ten d er adecuadam ente esas críticas no hay que olvidar que la teo ­ ría n o está hecha por lingüistas, ni para lingüistas ni con fines lingüísticos. Los repro, ches po d rían resum irse en unos cuantos puntos. E n prim er lugar, algunos lingüistas jfSkJew*h an argüido que los usos deficitarios de la lengua no son tales sino, sim plem ente, forJ m as diferentes de usar esa lengua.89 Por otro lado, no han sido pocos los que h an liam ado la atención sobre las deficiencias e im precisiones de los conceptos y análisis de B ernstein, dejando al m argen la im posibilidad de vincular la teoría del déficit a te o ­ ría lingüística alguna.90 P ara colm o de males, la teoría del déficit se relacionó, c re e­ mos que injustam ente, con las ideas de A rth u r Jensen, para quien la capacidad in­ telectual de los niños negros era genéticam ente inferior a la de los niños blancos.91

iC # J 'í¿< 88. Es importante tener en cuenta que el uso de códigos restringidos y elaborados se ha llegado a po­ Uí&*íL * ner en relación con el uso de la variedad baja y la variedad alta en una situación de diglosia (véase el capítu­ igt / . ta r ' lo 13) y con el uso de las variedades más o menos prestigiosas de una lengua. Véase R. Fasold, La sociolin­

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güística de la sociedad, Madrid, Visor, 1996; P. Trudgill, Accent, dialect, and the School, Londres, E. Arnold, 1975, p. 93. 89. Véase S. Romaine, El lenguaje en la sociedad, Barcelona, Ariel, 1996, p. 233. \\^ 90. Véase H. López Morales, Sociolingüística, ob. cit., 1993. .,VJ 91. «How much can we boost IQ and scholastic achievement», Harvard Educational Review, 39 (1969), pp. 1-123.


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E stas ideas provocaron la reacción inm ediata de muchos intelectuales, en tre ellos al­ gunos sociolingüistas, que rep ercutieron negativam ente en la aceptación de las p ro ­ puestas de B ernstein.92

La variable social «profesión» De las voces proprias pertenecientes a Artes liberales y mechánicas ha discurrido la Academia haccr un Diccionario separado, quanto este se haya concluido: por cuya razón se ponen sólo las que han parecido mas comunes o precisas al uso, y que se podían echar menos. R eal A cadem ia Española, Diccionario de A utoridades, 1726

E n tre los m odelos sociológicos — y sociolingüísticos— basados en la estratifica­ ción social, la profesión u ocupación es uno de los factores capaces de indicar la p e r­ tenencia de los individuos a unas clases o a otras, a la vez que el p arám etro m ás níti­ d am ente ligado al concepto de estatus. La función social de una persona, la actividad que realiza en una com unidad, está en relación directa con el lugar que ocupa en la jerarq u ía social y la valoración que de ella hacen los dem ás m iem bros de la com u­ nidad. E n este caso, com o ocurre con otras variables sociales, la sociolingüística tam bién ha com probado que la profesión de los hablantes influye de form a directa sobre la variación lingüística. Para M anuel A lvar, el gremio es uno de los factores que d e te r­ m inan la estructura lingüística del individuo, ju n to a los grupos especiales, el hogar y la com unidad inm ediata.93 H abitualm ente las personas que desem peñan profesiones m ás prestigiosas hacen m ayor uso de las variantes más prestigiosas de una lengua y m ás ajustadas a la norm a. E n este p u n to ha de recordarse lo com entado más arriba acerca del m ercado lingüístico y el uso de las variedades de prestigio: profesión y m er­ cado son conceptos que inciden parcialm ente sobre una misma realidad. La variable «profesión» suele incluirse entre los factores integrantes de la clase social o del nivel sociocultural y, p o r lo tanto, en m uchos estudios no ha tenido n in­ gún protagonism o singularizado. P ero tam poco ahora estam os ante una variable poco im portante: la profesión influye sobre la variación lingüística, aunque sea innegable la estrecha vinculación que existe en tre educación, clase, estatus, poder y profesión. Los problem as que presen ta la variable «profesión» son parecidos a los de otras variables: el establecim iento de tipos o categorías profesionales dentro de una com u­ nidad y la equiparación de las categorías de com unidades diferentes. A q u í tam bién las profesiones estudiadas p o r los sociolingüistas han de reflejar la realidad de una co­ m unidad, aunque es evidente que, si se m anejan categorías am plias y susceptibles de generalización, saldrá beneficiada la com parabilidad de los estudios. Las categorías profesionales que m anejan los sociolingüistas son tom adas casi siem pre de las investigaciones sociológicas, que suelen pro p o n er siete grupos, tal y 92. Véase J. Baugh, «Language a n d race: s o m e im p licatio n s for lin g u istic Science», en F. J. Newmeyer (ed.), Language: The Socio-cultural Context, Linguistics: The Cambridge Survey, IV, Cambridge, Cambridge University Press, 1988, pp. 64-74. 93. Lengua y sociedad, Barcelona, Planeta, 1976, p. 114.


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com o h a distinguido Sam per en Las Palmas: 1, obreros sin calificar; 2, obreros con cualificación; 3, em pleados m edios; 4, pequeños em presarios autónom os; 5, m edianos em presarios; 6, profesionales liberales; 7, altos directivos y grandes em presarios.94 Bentivoglio y Sedaño, sin em bargo, han distinguido cinco categorías, contando tam bién con la opinión de especialistas en sociología: 1, buhoneros y vendedores am ­ bulantes, obreros no especializados urbanos, obreros cam pesinos, servicio dom éstico, servicios n o especializados; 2, pequeños com erciantes, secretarios y oficinistas, o b re ­ ros especializados, artesanos, m ecánicos, vendedores en tiendas, cobradores, ayudan­ tes técnicos, policías y guardias, soldados; 3, profesionales universitarios, personal d o ­ cente de educación m edia y prim aria, pequeños em presarios y productores, m andos interm edios, técnicos, supervisores; 4, profesionales universitarios de libre ejercicio, gerentes m edios del sector público y privado, m ilitares con graduación, m edianos em ­ presarios y productores, docentes universitarios; 5, altos funcionarios del p o d er eje­ cutivo, legislativo y judicial, altos oficiales del ejército, grandes em presarios privados, grandes hacendados, altos ejecutivos del sector público y privado.95 C uando las com unidades estudiadas no son grandes ciudades sino núcleos m ás reducidos, las categorías tam bién h an de ceñirse a la realidad social. E n el estudio so­ ciolingüístico de diversos actos de habla coloquiales realizado en Q uintanar de la O r­ den (T oledo), distinguim os com o variantes de la variable «profesión», para hom bres y m ujeres, las siguientes categorías: agricultores, com erciantes, albañiles, hosteleros, o breras (fábrica), am as de casa y estudiantes.96 A l correlacionar las profesiones con hechos de naturaleza lingüística, se ha p odi­ do ap reciar una preferencia p o r los usos m ás prestigiosos de las profesiones tam bién m ás prestigiosas. A sim ism o, M anuel A lvar ha tenido oportunidad de analizar el ca­ rácter arcaizante o innovador del habla de personas que desem peñan profesiones di­ ferentes en una p eq u eñ a com unidad, R oque de las Bodegas, en las islas C anarias, y h a llegado a conclusiones m uy interesantes. Las profesiones que se tienen en cuenta son «cam pesino» y «pescador» y se relacionan con el contraste que se produce en tre las hablas urbanas y las rurales: E l habla del cam pesino es aquí más innovadora que la del pescador, p ero no ta n ­ to po r el arcaísm o de ésta, sino por cierta resistencia a los neologism os rurales que en aquél se dan. D e este m odo se deduce que el habla del lab rad o r acepta — o crea— m odificaciones que podríam os llam ar no urbanas, que serán rechazadas en la capital po r su rusticidad, m ientras que el m arinero, no arcaizante p o r sí m is­ m o, viene a serlo en el cotejo: para él tiene un im perativo m ayor la n o rm a ciuda­ dana y ofrece, en las relaciones de su habla, un estado más concorde con la n o r­ m alidad general.97

94. Estudio sociolingüístico del español de Las Palmas de Gran Canaria, ob. cit., pp. 40-41. J. A. Moya y E. J. García Wiedemann tienen en cuenta la profesión como componente del nivel sociocultural. En su tra­ bajo reducen las siete categorías que maneja Samper a tres (El habla de Granada y sus barrios, Granada, Uni­ versidad de Granada, 1995, pp. 51-52). 95. «Investigación sociolingüística: sus métodos aplicados a una experiencia venezolana», art. cit., pp. 8-9. 96. Véase F. Moreno Fernández, «Análisis sociolingüístico de actos de habla coloquiales», Español A c­ tual, 51 (1989), pp. 5-51. 97. Lengua y sociedad, ob. cit., pp. 76-77.


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L a covariación de lengua y profesión tiene su reflejo en todos los niveles de la lengua — com o en otras variables sociolingüísticas— , pero es en el léxico donde e n ­ cuentra su expresión m ás evidente: los rasgos que caracterizan el habla de ciertos gru­ pos profesionales son rasgos m ayoritariam ente léxicos. E sta p u erta nos lleva directa­ m en te al ám bito de las jergas profesionales, que será tratad o en el capítulo sobre las variedades lingüísticas.

La procedencia y los barrios Concurriendo a estas partes mucha gente de diuersas partes i que habla vna misma lengua castellana, en poco tiempo, con alguna aduertencia, se conoce quál es de Castilla la Vieja, quál de la Nueva, quién de Estrem adura i quién del Andaluzía i el tiempo que a que reside en la Corte o vniversidad por sólo el modo de hablar. df, A l d r e t e , Del origen y principio de la lengua castellana o rom ance que oi se usa en España, 1606

B ernardo

La procedencia geográfica del hablante y el barrio de residencia son variables p ertin en tes p ara la correcta in terpretación de algunos fenóm enos sociolingüísticos. E sto ocurre con regularidad en los estudios sobre com unidades del m undo hispánico, en las que d u ran te los últim os 50 años se h an dado im portantísim os m ovim ientos m i­ gratorios del cam po a la ciudad. Y no es ésta cuestión de poca im portancia en sociolingüística p o rq ue la configuración últim a de m uchas hablas urbanas ha contado con el ap o rte de hablas rurales m uy diversas.98 A este respecto M anuel A lvar ha escrito lo siguiente: U na y otra vez, al comparar los niveles urbanos he señalado la vinculación de los grupos económicamente menos desarrollados con las motivaciones rurales. Es más, de una u otra manera, con correlación geográfica próxima o remota, según mis m a­ teriales y sin salimos de la geografía isleña [islas Canarias], hemos comprobado que las gentes sin instrucción van de acuerdo con las realizaciones campesinas y no con las clases instruidas de la capital. Se confirma —una vez más— la tesis de la proletarización urbana del campesinado y del acercamiento entre las gentes menos dotadas para acceder a los bienes materiales: esto es, se ha creado una nivelación en la base de la estructura porque las gentes se han acercado en la nueva realidad, y este acercamiento entre campesinos y obreros ha repercutido sobre la lingüística aproximando el habla de unos y otros.99 «Cam po» y «ciudad», en sociedades com o la española o las hispanoam ericanas, son conceptos herm anados y en contraste p ara el estudio de las hablas urbanas.100

98. Véase S. M. Bortoni, «A migragao rural-urbana no Brasil: urna análise sociolingüística», en F. Tarallo (org.), Fotografías sociolingüísticas, Campiñas, Pontes, 1989, pp. 167-179. 99. Niveles socioculturales en el habla de Las Palmas de Gran Canaria, ob. cit., p. 185. 100. Sobre la influencia de las ciudades en el habla de las comunidades rurales se viene escribiendo des­ de hace muchos años. Véase K. Jaberg, Die Sprachgeographie, Aarau, 1905, pp. 8-9; A. Dauzat, La géographie Unguistique, París, Flammarion, 1922, pp. 191-216.


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C om o m uestras de investigaciones en las que se ha tenido en cuenta la procedencia de los hablantes, se pueden tom ar los trabajos de H en rietta C edergren sobre P an a­ m á 101 y de H u m b erto L ópez M orales sobre San Juan de P uerto Rico. E n este últim o, se explica que hay usos lingüísticos en San Juan que tienen un claro origen rural (ve­ larización de la vibrante m últiple), com o hay usos típicam ente capitalinos (p ro n u n ­ ciación fricativa de ch).102 E n lo que se refiere al barrio, se debe advertir que son m uchos los sociolingüis­ tas que, p o r razones diversas, prefieren ab ordar el estudio de las grandes ciudades de form a parcial, m ediante el análisis de uno o varios de los barrios que las com ponen: en B elfast se h an estudiado redes sociales de barrios obreros; el estudio de C open­ hague se ha centrado en el barrio de N yboder, donde se concentra un núm ero signi­ ficativo de hablantes del dialecto danés de la ciudad;103 en Berlín se han analizado las repercusiones sociolingüísticas de la división política que vivió la ciudad.104 A p arte de ser un factor ligado al nivel socioeconóm ico de los individuos, el b a­ rrio es un elem ento m uy relacionado con la variable «procedencia geográfica» po rq u e es h abitual la concentración de individuos de un mismo origen en unas mismas zonas de las ciudades: hay barrios tradicionales, en los que viven personas cuya ascenden­ cia es originaria del lugar, y barrios receptores de inm igrantes. E sto, a su vez, tiene repercusiones lingüísticas m uy im portantes porque, en el caso de E spaña, por ejem ­ plo, al h ab lar de procedencia se está haciendo alusión im plícita a una dim ensión geolingüística: la gente de cierto origen, usuaria de cierta variedad lingüística (dialecto), p uede haberse asentado principalm ente en un barrio determ inado, y la de o tro ori­ gen — geográfico, lingüístico— , en una zona distinta. E n algunos barrios periféricos de M adrid, hay una im portante concentración de personas procedentes de E x trem a­ dura o de A ndalucía, lo que les confiere una peculiar im agen lingüística, sobre todo cuando se com para el habla de los inm igrantes con la de sus descendientes, de p ri­ m era y de segunda generación.105 La im portancia de los barrios en el desarrollo sociolingüístico de las ciudades p uede llegar a ser m uy grande. U na prueba de ello la proporcionan M oya y G arcía W iedem ann en su estudio del habla de G ranada: en esta ciudad del sur de E spaña, los dos barrios tradicionales (A lbaicín y R ealejo) siguen unas norm as de conducta lin­ güística que se oponen radicalm ente a las que se observan en otras zonas de la ciu­ dad. E n los barrios nuevos, la n orm a m ayoritaria en cuanto a la distinción de 5 y z, el seseo o el ceceo, es la distinción; en los barrios tradicionales, la norm a casi única es el seseo. E sto hace que la m ayor p arte de la ciudad andaluza de G ranada tenga ac­ tualm ente com o n orm a principal la distinción (entre el 60 y el 70 % ) y que el seseo quede relegado a un segundo plano (entre el 25 y el 33 % ). La im plantación de la dis­ tinción, p ara M oya y G arcía W iedem ann, corre paralela al crecim iento y transform a­ ción de la ciudad, propagándose con fuerza p or los barrios y las zonas m ás nuevos. E l 101. ¡nterplay o f social and linguistic factors in Panama (tesis doctoral inédita), Ithaca, Cornell Univer­ sity, 1973. 102. Estratificación social del español de San Juan de Puerto Rico, ob. cit., pp. 137-143 y 147-153. 103. Véase F. Gregersen e I. L. Pedersen (eds.), The Copenhagen Studv in Urban Sociolinguistics, Co­ penhague, Reitzels Forlag, 1991. 104. N. Dittmar y P. Schlobinski (eds.), The Sociolinguistics o f Urban Vernaculars. Case Studies and their Evahiation, Berlín, De Gruyter, 1988. 105. Véase el estudio de Pedro Martín Butragueño sobre el barrio madrileño de Gctafc (Desarrollos sociolingiiísticos en una comunidad de habla, tesis doctoral inédita, Madrid, Universidad Complutense, 1991).


CeC-eo 64

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seseo ha resistido en las zonas en que se ha m antenido una estructura sociológica tra ­ dicional. E l ceceo prácticam ente ha desaparecido, víctima de su desprestigio y de su vinculación a las hablas ru rales.106

Raza y etnia La cual pronunciación es propia de judíos y moros, de los cuales, cuanto io pienso, las recibió nuestra lengua. E . A n t o n io

de

N e b r ij a , Gramática de la lengua

castellana, 1492

Las diferencias lingüísticas entre personas de distinta raza o de etnia diferente en una com unidad son reflejo de la distancia que existe entre unos grupos y otros, así com o del grado de integración y convivencia social. A propósito de la raza, la afir­ m ación de L ópez M orales, sobre la situación del Caribe, es de una ro tu ndidad m an i­ fiesta: El caso del Caribe hispánico donde, en igualdad de condiciones sociales, no se en­ cuentran diferencias lingüísticas entre blancos y negros, es una prueba palpable, entre otras muchas, de que la raza per se no condiciona al hablante al uso de de­ term inada variedad. Tienen que estar presentes otros factores que son los verda­ deram ente determinantes: diferencias de nivel sociocultural, inmigrantes recientes, condiciones de substratum o diversa procedencia de los lectos manejados.107 A sí pues, la raza no es factor que condicione per se el habla de una com unidad. E stos argum entos contrastan con las tesis de Jensen, que sostenían que las diferen­ cias lingüísticas en tre blancos y negros están unidas a diferencias genéticas en la ca­ pacidad intelectual de unos y o tro s.108 Para López M orales, si existen diferencias de nivel sociocultural, éstas suelen ser de carácter cuantitativo, especialm ente cuando se d an en ciudades dinám icas, con posibilidades de m ovilidad social p ara todos sus m iem bros, sean de la raza o la etnia que sean. E n el caso de la inm igración, es habitual que los inm igrantes, al usar la lengua o variedad de la nueva com unidad, acusen la presencia de transferencias lingüísticas desde la lengua m aterna: cuando se producen m ovim ientos de población, se da lugar a la aparición de fenóm enos de sustrato, que consisten en la pervivencia de rasgos de la lengua de la etnia de origen. P o r lo general, los inm igrantes intentan hacer un uso adecuado, desde un prim er m om ento, de aquellos rasgos lingüísticos que son social­ m ente significativos en la nueva com unidad, m ientras que los rasgos que son irrele­ vantes desde un pun to de vista social se adquieren más tarde o incluso es posible que nunca lleguen a adquirirse. La variación en la lengua de este tipo de hablantes está 106.

Véase J. A. Moya y E. J. García Wiedemann, El habla de Granada y sus barrios, ob. cit., pp. 230-

232. 107. Sociolingüística, ob. cit., p. 134. 108. Otros autores prefieren hablar de diferencias de mentalidad: mentalidad oral (en negros) frente a mentalidad «albabetizada» (en blancos). Véase la alusión a las teorías de Thomas J. Farrell en J. Baugh, «Lan­ guage and race: some implications for linguistic science», en F. J. Newmeyer, Language: The Socio-cultural Context, Linguistics: The Cambridge Survev, IV, Cambridge, Cambridge University Press, 1988, pp. 67-71.


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fu ertem en te condicionada p o r su nivel sociocultural y por el tiem po de residencia en el lugar de destin o .109 Las diferencias de raza o de etnia en el m undo hispánico — ligadas a veces a di­ ferencias religiosas— h an originado algunos fenóm enos dignos, al m enos, de una rá ­ pida reseña. A u n q u e se trate m ás de situaciones de convivencia de lenguas que de va­ riación lingüística p ropiam ente dicha, no podem os dejar de com entar, en un epígrafe sobre «raza y etnia», algunos aspectos sociolingüísticos relativos al contacto del ro ­ m ance con la lengua árabe, al habla de los judíos y de los gitanos y a los criollos de los esclavos llevados a A m érica desde África. E l contacto en tre el árabe y el castellano durante la E dad M edia en la p enínsu­ la ibérica, ap arte de la incorporación de elem entos árabes a la lengua rom ance, tuvo repercusiones sociolingüísticas m uy diversas y de gran im portancia. U na de ellas fue la aparición de una variedad rom ánica llam ada m ozárabe, definida com o la lengua h a ­ blada p o r los cristianos de la E spaña m usulm ana entre los siglos vm y x m aproxim a­ dam ente. Los m ozárabes eran grupos cristianos, bilingües en buena parte, que convi­ vieron con los árabes m anteniendo peculiaridades lingüísticas y religiosas; la diferen­ ciación etnolingüística fue evidente hasta que la península quedó reconquistada por los pueblos cristianos, m om ento en que el m ozárabe fue absorbido p o r las variedades rom ánicas venidas del n o rte .110 P ero si la E d ad M edia resultó interesante desde el punto de vista sociolingüísti­ co, no lo fue m enos la época subsiguiente. E n los territorios peninsulares reconquis­ tados tem p ran am en te existió una m inoría m orisca hispanófona, que había olvidado el árabe, p ero que quiso m an ten er viva su identidad poniendo la cultura islámica en len ­ gua española m ediante un procedim iento aljamiado: utilizaban los signos árabes com o sustitutos de los signos latinos (aljam ía).111 M ientras, en tierras más m eridionales (V a­ lencia, A ndalucía), los m oriscos eran hablantes de árabe, aunque tam bién conocían el castellano, y m antuvieron su árabe com o m arca de grupo hasta que fueron expulsa­ dos a principios del siglo xvn. La lengua, pues, se convierte en signo identificador cuando una m inoría étnica se encuentra inm ersa en un am biente lingüístico-cultural ajeno a su origen, y m ás si la situación tiene implicaciones religiosas, com o en el caso de los judíos. E l habla de los judíos peninsulares incluía, probablem ente, algunos rasgos lin­ güísticos que perm itían identificar al grupo frente al resto de la com unidad: pensem os en la posibilidad de in terp retar el seseo de los judíos del siglo x v com o una m arca distintiva.112 Es conocido, no obstante, que los judíos participaron de los rasgos de su e n to rn o regional, rasgos que llevaron consigo cuando fueron expulsados de E spaña, en 1492. P ero es precisam ente a p artir de esa fecha cuando se crean las situaciones sociolingüísticas que más nos interesan, porque los judíos españoles llevaron y m an ­ tuvieron su habla, el judeo-español, allá donde fueron, sobre todo en los Balcanes y 109. Véase G. Barrios, «Marcadores lingüísticos de etnicidad», International Journal o f the Sociology o f Language, 117 (1996), pp. 81-98. Este estudio presenta las características lingüísticas de los inmigrantes italia­ nos en Montevideo (Uruguay). 110. Véase A. Galmés de Fuentes, «Mozárabe», en M. Alvar (dir.), Manual de dialectología hispánica. El español de España, Barcelona, Ariel, 1996, pp. 97-110. 111. Véase A. Galmés de Fuentes, «La lengua de los moriscos», en M. Alvar (dir.), Manual de dialec­ tología hispánica. El español de España, ob. cit., pp. 111-118. 112. Véase M. Alvar, «A vueltas con el seseo y el ceceo», Norma lingüística sevillana y español de A m é­ rica, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1990, p. 56.


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en el n o rte de Á frica. Su habla, aún viva, ha sido y sigue siendo después de cinco si­ glos elem ento caracterizador de este grupo, tanto si ha convivido con cristianos com o si ha pervivido en tre m usulm anes.113 Los gitanos, por su parte, form an un pueblo disem inado por m uchos países del m undo — u na com unidad «no te rrito rial»— 114 que ha conservado d u ran te siglos su propia estructura social y unos m odos de expresión característicos. E l habla gitana, en su conjunto, recibe el nom bre de r o m a n ó y es una variedad lingüística in d o eu ro ­ pea, convertida en seña de identidad, cuyas características y usos son m uy irregulares en tre los diferentes grupos de gitanos. Por lo general, los gitanos se desenvuelven en la lengua de su entorno, de la sociedad en la que viven, e incorporan, en m ayor o en m en o r m edida, elem entos léxicos, fraseológicos y textuales recibidos de su propia tradición, una tradición cuyos hilos más largos llegan al sánscrito. T am bién hay g ru ­ pos gitanos, no obstante, en los que se conserva el r o m a n ó com o vehículo de com u­ nicación interna. E l habla gitana de E spaña, llam ada c a ló , se ha perdido en la práctica: tan sólo se conservan, de form a desigual, algunas voces y giros, a m enudo deform ados, que sal­ pican el español hablado p o r los gitanos: c a m e la r ‘seducir, engañar’, c h o r o ‘lad ró n ’, g a c h í ‘m u jer’, p iltr a ‘cam a’, c h a m u y a r ‘h ab lar’. E l gran núm ero de gitanos residentes en la región m eridional de la península ibérica, la im portancia de lo gitano en el fla­ m enco y el m ás extendido de los tópicos han hecho que se asocie estrecham ente el habla gitana a las hablas andaluzas más particulares, pero debe tenerse en cuenta que, aunque esta asociación exista, no es la única realidad posible: hay gitanos andaluces, de habla andaluza, que utilizan pocos térm inos del caló, y otros que utilizan m uchos — a veces se producen diferencias sociolingüísticas notables— , com o hay gitanos cas­ tellanos o de otras regiones que no son hablantes de m odalidades andaluzas y que echan m ano de elem entos del caló con distinto grado de intensidad. H ay que valorar tam bién que el caló ha sido el m odo de expresión de una etnia históricam ente ap a r­ tad a y perseguida, y que ha estado en contacto con jergas m arginales — la de los d e ­ lincuentes, p o r ejem plo— con las que ha intercam biado num erosos elem entos léxicos que, en algunos casos, h an llegado a pasar a la lengua general. P o r últim o, la m arginación y la discrim inación racial han provocado la aparición de unas m odalidades lingüísticas, de origen discutido, que han caracterizado a la p o ­ blación negra llevada a A m érica en esclavitud desde Á frica, m ayoritariam ente por portugueses y holandeses. Las m odalidades lingüísticas a las que nos referim os son los llam ados criollos-, puede servir com o ejem plo el p a l e n q u e r o , el habla del Palenque de San Basilio, en Colom bia. Los palenques am ericanos eran lugares creados p o r es­ clavos negros que conseguían em anciparse y que decidían ocultarse en lugares donde p odían m an ten er algunas características de su cultura original. E l p alenquero de Colom bia, si bien tiene una fonética hispánica, en la que se dan los m ism os fenóm enos que en otros lugares hispánicos, posee rasgos gram aticales

113. Véase M. Sala, «El judeo-español balcánico», en M. Alvar (dir.), Manual de dialectología hispáni­ ca. El español de España, ob. cit., pp. 360-367; M. Alvar. «El judeo-español de Marruecos», en M. Alvar (dir.), Manual de dialectología hispánica. El español de España, ob. cit., pp. 368-377. 114. Véase C. de Azevedo Maia, «Minorías lingüísticas e sociolingüística», Revista Portuguesa de Filologia, XX (1992-1995), pp. 9-35. Sobre los gitanos específicamente, véase M. Courthiade, «La langue romani (tsigane): évolution, standardisation, unification, réforme», en I. Fodor y C. Hagége (dir.), La réforme des langues. Histoire et avenir, vol. IV, Hamburgo, Helmut Buske, 1989, pp. 107-109.


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peculiares y voces de origen africano o que m anifiestan una influencia lingüística africana. C om o señala M ontes G iraldo, el palenquero es y ha sido un idiom a de uso p u ram en te intragrupal que ha convivido con el español en situación de bilingüism o desde el siglo x v m y que recientem ente está dando síntom as de debilidad, de una asi­ m ilación con el español que puede llevarlo a desaparecer, com o es frecuente en los criollos.115 E n los capítulos dedicados a las consecuencias del contacto lingüístico h a ­ b rá o p o rtu n id ad de com entar éste y otros ejem plos de criollos.

Estructura social y estructura lingüística

Los diferentes m odos de en ten d er la organización y el funcionam iento de la so­ ciedad, así com o las diversas form as de in terp retar la lengua, llevan, lógicam ente, a form as distintas de concebir las relaciones entre estructura social y estructura lin­ güística. Los sociolingüistas no suelen m anifestar su predilección p o r unos m odos so­ ciológicos o p o r otros, y la indefinición provoca, en m uchas ocasiones, interp retacio ­ nes pobres o sim plem ente descam inadas. Con esto se quiere decir que es necesario que el sociolingüista se decante p o r alguna de las alternativas teóricas existentes y tom e conciencia real de que está trabajando desde una concepción estratificada de la sociedad o desdé una concepción reticular, desde un m odelo estático o un m odelo di­ nám ico; h a de decidir si los hablantes van a ser vistos com o elem entos de un concep­ to m ás g eneral llam ado «clase» o «estrato» o como individuos que interactúan con los ^ , dem ás m iem bros de su com unidad. N' Si adm itim os la posibilidad de dividir la estructura social en niveles con distintosQ) grados de abstracción, se p odría distinguir un prim er nivel, abstracto y general, co-jibífí^la rresp o n d ien te a la m acroestructura de la organización social y a las estructuras de po* der, u n segundo nivel en el que se establecerían las relaciones entre organizaciones, grupos o clases sociales, y un tercer nivel, el m ás concreto, correspondiente a las re- ^ ¿u laciones en tre los individuos que form an la sociedad. <- r u Sobre esta división trip artita se puede afirm ar que la sociolingüística m oderna h a ^ £ ,, d em o strad o alguna preocupación y alguna capacidad explicativa, en m ayor o m enor $L. ■;<.grado, a propósito de los niveles m ás concretos: la sociolingüística m ás sociológica h a ^ tom ad o com o base una visión estratificada de la sociedad y ha in tentado caracterizar (¿9 ^ cada uno de los estratos y grupos respecto de los dem ás; la etnografía de la com unisf y< cación ha reflejado en sus estudios los mil aspectos lingüísticos que tiñen las rela ­ ciones interindividuales; desde una perspectiva diferente, la sociolingüística que h a /. p referid o trab ajar con otro tipo de articulación social, com o las redes sociales o el fV m ercado, tam bién ha puesto su interés en el conocim iento de las relaciones en tre i n - 1;^ I n ­ dividuos. E n cuanto al nivel m ás abstracto, el de la m acroestructura, ha recibido aten- & ' ’ ción m ás desde la sociología del lenguaje que desde la sociolingüística propiam ente H’' dicha, p o r cuanto la sociología del lenguaje se ha preocupado de asuntos com o el m ultilingüism o, su im plantación y función, d entro de la sociedad, la política lingüística o la relación en tre la lengua y la ideología (véase el capítulo 17). D esd e un p u n to de vista m eram en te lingüístico, tam bién es posible dividir la len­

115. «El palenquero», en M. Alvar (dir.), Manual de dialectología hispánica. El español de España, ob. cit., pp. 146-151.


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gua en niveles con diferente grado de abstracción, aunque el resultado de la división d ep en d erá en gran m an era de la concepción que se tenga de la lengua. E n cualquier caso, se puede distinguir, com o m ínim o, un nivel abstracto de organización, que reci­ be denom inaciones com o s is te m a , c ó d ig o o c o m p e t e n c i a , y un nivel de m ayor concre­ ción que se ha llam ado a c tu a c ió n o h a b l a , entre otras formas. A l relacionar directam ente la organización de niveles de la sociedad y de la len ­ gua, se observa que la sociolingüística ha proporcionado fundam entos em píricos de la conexión que existe en tre los niveles más concretos de am bas estructuras (se ha ex­ plicado qué usos lingüísticos se dan en las relaciones entre individuos), entre estos n i­ veles y los de abstracción m edia (se ha explicado qué usos lingüísticos distinguen a unas clases o grupos de otros) e incluso se ha intentado incorporar los factores socia­ les com o elem entos de una com petencia sociolingüística. D esde o tro p u n to de vista, las relaciones entre lengua y sociedad, entre estruc­ tura social y estructura lingüística, no son fáciles de in te rp reta r p o rque hay que ten er en cuenta m uy diversos factores. U no de ellos es el funcionam iento de dos tipos de com ponentes, que Jo h n Searle presentó en 1969:116 un c o m p o n e n t e r e g u l a d o r y un c o m p o n e n t e c o n s t it u t iv o . El c o m p o n e n t e r e g u la d o r existe independientem ente de las form as de conducta y, p o r tanto, es anterior a cualquier actividad. E l c o m p o n e n t e c o n s t it u t iv o «constituye» y crea una actividad, que depende lógicam ente de él. E l c o m p o n e n t e r e g u la d o r se crea a p artir de la actividad pero, una vez creado, influye so­ bre esa actividad, según se aprecia en el esquem a de la figura 2.4. Los sistem as lingüísticos - las gram áticas, si se quiere— y la organización social son com ponentes reguladores; la conducta social y la com unicación lingüística son ac­ tividades constitutivas. E l elem ento constitutivo puede ser m ás o m enos m anipulado p o r el individuo, dependiendo de sus características; el com ponente regulador no p u e­ de ser o bjeto de m anipulación individual. Si se concibe la conducta lingüística com o el resultado de la acción de una fonética, una sem ántica, una sintaxis y una pragm á­ tica, es fácil llegar a la conclusión de que el nivel fonético es el nivel que más se indentifica con el com ponente regulador y, consecuentem ente, el m enos susceptible de m anipulación individual, seguido de la sem ántica, la sintaxis y la pragm ática, donde la v oluntad del individuo com o hablante se deja ver con m ayor claridad. E sta o rd e ­ nación de la regulación a la constitución, de lo nada m anipulable p o r el individuo a lo m anipulable p o r el individuo, tiene su paralelo en la estructura social, donde las instituciones sociales son com ponentes reguladores que escapan a la acción del indi­ viduo y donde la conducta individual, que depende, claro está, del individuo, es pura actividad constitutiva. P ete V an de C raen ha señalado, a p artir de los argum entos que se acaban de p re ­ sentar, que la sociolingüística ha trabajado, por lo general, con elem entos lingüísticos Componente regulador

------------ ► Regulación

Componente constitutivo -------------- ► Creación

F ig . 2.4. 116.

Véase Actos de habla, Madrid, Cátedra, 1980.


LA VARIACIÓN EN LA LENGUA

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poco susceptibles de m anipulación (sobre todo fonéticos) y con elem entos sociales m uy susceptibles de m anipulación individual (la conducta social), lo que en ciertos m om entos pu ed e h a b e r com plicado el análisis y la interpretación de la realidad so­ ciolingüística.117 P o r nuestra p arte, aunque creem os que la sociolingüística tam bién h a utilizado conceptos sociales que escapan de la capacidad de m anipulación del indivi­ duo (p o r ejem plo, la noción de clase), estam os de acuerdo con V an de C raen cuando afirm a que las relaciones en tre la estructura social y la estructura lingüística p u eden ser vistas com o un intercam bio de influencias entre los factores reguladores y los fac­ tores constitutivos de ambas. É sta sería, precisam ente, una de las preocupaciones fun­ dam entales de la sociolingüística.

R eflexiones y ejercicios 1. C om ente las hipótesis que se han planteado a propósito de las diferencias lin­ güísticas en tre hom bres y m ujeres: v a r ia b ilid a d b a s a d a e n e l g é n e r o y v a r ia b ilid a d b a ­ s a d a e n e l s e x o . ¿C onsidera que el habla de las m ujeres de su com unidad se ajusta más que la de los hom bres al m odelo de prestigio? 2. E lab o re y com ente una relación de rasgos lingüísticos (fonéticos, gram atica­ les y léxicos) que respondan a un p r e s tig io e n c u b ie r to dentro de su com unidad de habla. 3. La sociolingüística ha encontrado en el m anejo del factor «clase social» uno de los aspectos teóricos y m etodológicos más com plejos y polém icos. ¿C onsidera que la sociolingüística debe buscar p o r sí m ism a una salida al problem a o piensa que se h an de seguir las pautas de la sociología? ¿D ebe la sociolingüística hacer suyos los problem as e intereses que tiene la sociología en cada m om ento o debe sintonizar ex­ clusivam ente con las preocupaciones de la lingüística? 4. O bserve, d u ran te un tiem po predeterm inado, los discursos que aparecen en los program as inform ativos de televisión (noticiarios, reportajes, etc.), prestando es­ pecial atención al habla de las personas que son entrevistadas o que hacen d eclara­ ciones públicas. A n o te sus características sociales (sexo, edad aproxim ada, cargo o profesión) y los principales rasgos geolingüísticos y sociolingüísticos que pueda reco ­ nocer. C om ente el resultado de sus observaciones.

Orientaciones bibliográficas Es especialm ente recom endable la lectura de los capítulos correspondientes de los m anuales de H u m b erto L ópez M orales { S o c io lin g ü ís tic a , 2.a ed., M adrid, G redos,

117. «Networks, language variation, and the relevance of sociolinguistic research», en M. Blanc y J. F. Hamers (eds.), Problemas théoriques et méthodologiques dans l’étude des langues/dialectes en contact aiix niveaux macrologique et micrologique, Québec, Centre Internationale de Recherche sur le Bilinguisme, 1987, pp. 76-96.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

1993), C arm en Silva-Corvalán ( S o c io lin g ü ís tic a . T e o r ía y a n á lis is , M adrid, A lham bra, 1989) y R. H udson { S o c io lin g ü ís tic a , B arcelona, A nagram a, 1981). A m en o e instruc­ tivo es el libro de A . L ópez y R. M o ran t sobre el habla de hom bres y m ujeres { G r a ­ m á tic a f e m e n i n a , M adrid, C átedra, 1991). Com o ejem plo de investigación sociolin­ güística de una com unidad hispánica (concretam ente de algunos de sus aspectos fonético-fonológicos), véase la obra de H u m berto L ópez M orales, E s t r a t if i c a c i ó n s o c i a l d e l e s p a ñ o l d e S a n J u a n d e P u e r to R ic o (M éxico, U N A M , 1983).


C a p ít u l o 3

PATRONES DE ESTRATIFICACIÓN SOCIOLINGÜÍSTICA De aldeanos es decir p o y a l por vancal, creo que porque usan más poyos que vancos. Entre gente vulgar dizen ya n ta r, en corte se dize com er. J uan

de

V a l d é s , Diálogo de la lengua, 1535

Los contenidos del capítulo anterio r exigen una ejem plifícación que ilustre las ex­ plicaciones teóricas y dem uestre cóm o unas variables lingüísticas y unas variables so­ ciales, p o r u n lado, o diversas variables sociales, p o r otro, son capaces de determ inar la variación lingüística. Los ejem plos que vam os a m anejar proceden de los niveles fonético-fonológico, gram atical y léxico, y han de servir, asimismo, p ara p resen tar otros principios, hipótesis y unidades de gran im portancia en el ám bito de la sociolingüística, en tre los que destacan los llam ados patrones de estratificación sociolin­ güística.

Variación sociofonética L a variación sociofonética supone la influencia de factores lingüísticos y sociales en la m anifestación de las variables fonético-fonológicas dentro del discurso. A la h o ra de ofrecer un ejem plo de este tipo de variación, casi es obligado p a rtir de uno de los estudios pioneros y m ás relevantes de la sociolingüística hispánica: nos referi­ m os a la investigación realizada p o r H u m b erto L ópez M orales sobre la ciudad de San Ju a n de P u erto R ico.1 E n ese estudio se incluye un análisis de la velarización de la vi­ b ran te m últiple, rep resen tad a gráficam ente com o r- o -rr- (la vibrante velarizada tie­ ne u n sonido cercano a la j castellana), en el que se observa perfectam ente cóm o interactú an las variables lingüísticas y las sociales. L ópez M orales constata en San Juan que la posición inicial de p alabra favorece m ás la velarización que la posición interior, p ero no cuando es inicial absoluta, sino cuando va p recedida de consonante o vocal {la rosa, el ron). E n cuanto a los factores sociales (sexo, edad, nivel sociocultural y procedencia), se dem uestra que todos ellos determ in an de algún m odo la aparición de la variante velarizada. E l cuadro 3.1 indi1.

Estratificación social del español de San Juan de Puerto Rico, México, UNAM, 1983.


72

PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE C uadro

3.1.

P robabilidades d e velarización de ¡a vibrante m ú ltip le p o r fa cto re s sociales en S a n Ju a n de P uerto R ico

Masculino Femenino

Nivel sociocultural

Edad

Sexo

0,52 0,47

20-34 35-54 55 o más

0,35 0,56 0,58

1) 2) 3) 4)

medio-alto medio medio-bajo bajo

0,30 0,46 0,64 0,59

Procedencia

A B C D

0,31 0,39 0,56 0,71

Procedencia: A, nacidos en la capital o llegados a ella con menos de 6 años; B, llegados entre los 6 y los 12 años; C, llegados entre los 13 y los 20 años; D, llegados con 21 años o más. Fuente: H. López Morales, 1983.

ca, con valores que van de 0 a 1, la probabilidad de aparición de la variante velariza­ da en distintas condiciones sociales. Los datos dem uestran que en San Juan es m ás probable encontrar la articulación velarizada en los hom bres que en las m ujeres, dato que no sorprende puesto que es un fenóm eno muy estigm atizado en toda la isla de P uerto Rico. E l factor «edad» p e r­ m ite deducir que es un fenóm eno antiguo en el país, pues son las generaciones m ayores las que hacen uso de él de una form a más intensa: com párese el 0,35 de la generación m ás joven, con las probabilidades superiores a 0,5 que se dan en las ge­ n eraciones m ayores de 35 años. T am bién el nivel sociocultural se revela com o una v a­ riable p ertin en te porque en los niveles bajos es m ás probable encontrar la variante velarizada que en los niveles altos. Y, en cuanto a la variable «procedencia», se o b ­ serva u n a alta probabilidad de velarización en los hablantes de origen rural que lle­ garon a la ciudad siendo ya adultos, hecho que evidencia la naturaleza em inente­ m en te ru ral del fenóm eno, que com o tal es sentido por los puertorriqueños. Los análisis cuantitativos realizados en P uerto Rico y en otros m uchos lugares, nos dan pie para llam ar ahora la atención sobre los patrones de estratificación sociolingiiística. U n patrón es la representación del m odo en que se distribuyen o estrati­ fican unas variables lingüísticas al ser correlacionadas con unas variables sociales, so­ bre todo con la «clase social» o el «nivel sociocultural». Así, si trasladam os a un g rá­ fico las probabilidades de aspiración de /s/ implosiva calculadas por López M orales p a ra el español de San Ju an p o r niveles socioculturales, apreciam os que la línea re ­ su ltante es una curva que se eleva paulatinam ente, del prim er nivel al segundo, del segundo al tercero y del tercero al cuarto, sin que las distancias entre niveles conti­ guos sean desproporcionadas. E ste tipo de com portam iento sociolingüístico form a lo que se denom ina un patrón de estratificación continua, que a m enudo se encuentra en fenóm enos del nivel fonético-fonológico y que suele darse cuando las variables están bien estratificadas o son socialm ente significativas. E n la figura 3.1 se observa que, conform e se desciende en el espectro social, cuanto m ás bajo es el nivel sociocultural de los puertorriqueños, m ayor es la p ro b a­ bilidad de enco n trar aspiración de Isl implosiva. E ste fenóm eno, adem ás, se ve favo­ recido en los hom bres y en las generaciones más jóvenes. O tro ejem plo de variación_sociofonética puede ser el com portam iento del fone­ m a p rep alatal africado sordo /tf/, correspondiente a la grafía ch, en la ciudad de G ra ­ n ada, donde se han recogido dos tipos de realizaciones: una propiam ente africada y o tra fricativa. Los análisis cuantitativos realizados por M oya y G arcía W iedem ann re-


LA VARIACIÓN EN LA LENGUA

73

Niveles: 1, medio alto; 2, medio; 3, medio bajo; 4, bajo. Fuente: H. López Morales, 1983.

Fie. 3.1.

P robabilidades d e aspiración de -/s/ p o r niveles socioculturales en S a n Ju a n de P uerto Rico.

velan que, en la aparición de la variante fricativa, el sexo es el factor m ás influyente: son los hom bres los que propician la articulación fricativa, la que tiene m enos p resti­ gio. P ero los factores «barrio», «edad» y «nivel sociocultural» tam bién tienen algún p o d er de determ inación sobre la variable: la variante fricativa se encuentra bien a rrai­ gada en los barrios más tradicionales de la localidad, en las personas de edad más avanzada, en los hablantes de m en o r nivel cultural. E stas variables sociales interactúan con las variables explicativas de naturaleza lingüística, que indican con claridad que el contexto que favorece el sonido fricativo es el intervocálico. E n este caso, el estilo n o se m uestra com o factor influyente; esto es, la variable lingüística no parece estar estratificada estilísticam ente. Si, a p ropósito de la ch granadina, nos centram os específicam ente en la variable social «nivel sociocultural», apreciam os que el p atrón de estratificación que se ob tie­ ne es diferente del que hem os visto para la velarización de la vibrante en San Juan: ahora la distancia que existe en tre el nivel bajo y el m edio es m uy grande, cosa que no ocurre en tre los niveles m edio y alto (figura 3.2). E ste patró n , en el que se produce un salto cuantitativo im portante en tre varian­ tes, se conoce com o patrón de estratificación abrupta o discontinua: aparece general­ m ente en las situaciones en las que la clase baja queda distanciada de form a nítida de las dem ás, sin que apenas haya posiciones interm edias. A este respecto, es preciso ap u n tar que, aunque se pueden en contrar estratificaciones abruptas en fonética, sue­ le ser m ás frecuente hallarlas en el nivel gram atical. A dem ás de los patrones de estratificación continua y discontinua que hem os te­ nido la oportu n id ad de com entar, existen en sociolingüística otros dos tipos gen era­ les de p atrones, sin te n e r en cuenta la infinidad de posibilidades interm edias que ofre-


PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

74

Fuente: J. A. Moya y E. García Wiedemann, 1995.

Fío. 3.2.

F recuencia relativa (% ) d e frica tiza c ió n de

ch p o r niveles culturales en G ranada.

ce la realidad específica de cada com unidad de habla. Los dos tipos de p atrones a los que nos referim os son el p a t r ó n c u r v ilín e o y el p a t r ó n d e h ip e r c o r r e c c ió n . E l p a t r ó n c u r v il í n e o surge cuando los grupos sociales interm edios m uestran unos valores cuantitativos p o r encim a o por debajo de los grupos extrem os. U na m uestra de ello la tenem os en la realización asim ilada a la consonante siguiente del fonem a /s/ im plosivo en Las Palm as de G ran Canaria: casos com o [lab:ókas] o [lafókas] ‘las bocas’. José A n to n io Sam per ha recogido, para las asimilaciones fonéticas, las si­ guientes proporciones p o r nivel sociocultural: m edio-alto, 50,52 %; m edio, 59,33 %; m edio-bajo, 61,73 %; bajo, 55,36 %. Llevadas esas frecuencias a un gráfico, o b ten e­ m os una representación curvilínea (figura 3.3). E ste tipo de p atrones es característico de las fases iniciales de los cam bios lin­ güísticos, si bien no los suponen necesariam ente, a m enos que el p atró n curvilíneo coincida con una distribución lineal de los grupos generacionales ( p a t r ó n c o n t i n u o ) , cosa q ue no ocurre con la asim ilación de /s/ en Las Palmas. E n cuanto al p a t r ó n d e h ip e r c o r r e c c ió n , se produce norm alm ente cuando los usos del grupo o nivel social inm ediatam ente inferior al m ás alto de una com unidad supe­ ran en frecuencia los usos propios de este grupo alto, sobre todo cuando las varian­ tes lingüísticas son las m ás prestigiosas o norm ativas. E l ejem plo m ás conocido de este tipo de p atró n de estratificación es el que presentó W illiam Labov en su trabajo « H ypercorrection by the L ow er M iddle Class as a F actor in Linguistic Change»: la es­ tratificación p o r clases de la variable lingüística r, en form as del inglés com o g u a r á , ca r, b e e r , b e a r d o b o a r d . E sta variable, com o la s implosiva en español, está experi­ m en tan d o un proceso de debilitam iento que hace que la pérdida se extienda en los e s tilo s m e n o s cuidados y en las clases sociales m ás bajas. E l ejem plo de p a t r ó n d e h i p e r c o r r e c c ió n lo encontram os en los estilos más cuidados de los hablantes de Nue­ va Y ork.


LA VARIACIÓN EN LA LENGUA

75

Fuente: J. A. Samper, 1990.

FlG. 3.3.

F recuencia relativa (% ) de asim ilación d e -/s/ p o r niveles socioculturales en L a s P alm as d e G ran Canaria.

E n la figura 3.4 se aprecia claram ente que la clase m edia baja (6-8) supera la fre­ cuencia de conservación de r de la clase m ás elevada (9) en los estilos de lectura, es­ pecialm ente en la lectura de palabras ordenadas en pares mínimos: no se olvide que la conservación de r es un rasgo que se ajusta a la norm a del inglés y que goza de un

Escala: 0-1, clase baja; 2-4, clase trabajadora; 5-6, 7-8, clase media baja; 9, clase media alta. Fuente: W. Labov, 1990.

FlG. 3.4.

F recuencia relativa (% ) d e p ro n u n c ia ció n de r en estilos fo rm a le s (lectura) p o r clases so cio eco n ó m ica s en N u eva Y o rk.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

B a jo -s u p e rio r--------- -- Medio-bajo Bajo-inferior

------------ Medio-alto

Fuente: L. Williams, 1988.

Fig. 3.5.

Frecuencia relativa (% ) d e realización interdental de - /k J p o r estratos sociales y estilos en V alladolid.

n otable prestigio. D eb e aclararse, p o r cierto, que al hablar de hipercorrección se hace referencia específica a la hipercorrección sociolingüística, que no debe confundirse con la «ultracorrección» com o fenóm eno puram ente lingüístico (expléndido ‘esplén­ d id o ’). Los distintos tipos de p atrones de estratificación sociolingüística, que hem os p resen tad o sobre ejem plos de variación sociofonética, proporcionan el pie o p ortuno p a ra com entar las diferencias que p ueden existir, desde un p unto de vista sociolin­ güístico, en tre unas variables y otras. C oncretam ente, W illiam L abov ha puesto un in ­ terés especial a la h o ra de distinguir tres clases de variables: indicadores, marcadores y estereotipos. U n indicador es una variable lingüística distribuida en tre los grupos sociales de u na com unidad, que la usan sin som eterla a variación estilística. Las variantes de esa variable son utilizadas de form a inconsciente, la m ayor parte de las veces, y siem pre en unos mism os contextos.2 N orm alm ente, los indicadores son variables que no están en proceso de cam bio den tro de una com unidad y cuyo uso no tiene una especial sig­ nificación social. U n ejem plo de la variable llam ada indicador podría ser la realización in terd en ­ tal ([0]) del fonem a /k/ cuando va en posición implosiva (azto ‘acto’), en la ciudad de V alladolid. Lynn W illiams proporciona el p atró n socioestilístico represen tad o en la fi­ gura 3.5, construido sobre m ateriales procedentes de hablantes jóvenes. 2. También hay casos de variables que no están estratificadas socialmente, pero sí estilísticamente: por ejemplo, la pérdida de -d- en la terminación -ado- en Valladolid. L. Williams, Aspectos sociolingüísticos del habla de la ciudad de Valladolid, Valladolid, Universidad de Valladolid, 1988, pp. 65 y ss.


LA VARIACIÓN EN LA LENGUA

77

C om o se p u ed e apreciar en la figura 3.5, los estilos que se han tenido en cuenta en V alladolid (conversación, lectura rápida de una lista de palabras, lectura atenta) no dan lugar a im portantes diferencias lingüísticas (las líneas tienden a ser horizon­ tales), salvo en un caso; pero sí se producen diferencias entre estratos sociales porque las frecuencias relativas de los estratos m edio-alto y m edio-bajo y de los estratos b a­ jos se m an tien en claram ente distanciadas. P o r o tro lado, un m a r c a d o r es una variable lingüística que caracteriza a una co­ m unidad de h abla y que, por lo tanto, se puede encontrar en todos sus m iem bros. El m arcad o r se m anifiesta de una form a regular y estratificada, tan to social com o esti­ lísticam ente, y los hablantes suelen tener ante él unas actitudes similares; al m ism o tiem po, los m arcadores p ueden ser reflejo de situaciones de proceso de cam bio, aun­ que no necesariam ente. U n ejem plo de m arcador puede ser la aspiración de /s/ im ­ plosiva en com unidades com o Santiago de los C aballeros o San Ju an de P uerto Rico. P o r últim o, un e s te r e o tip o es una variable muy m arcada socialm ente, de form a consciente, que suele caracterizar a ciertos grupos sociales, generalm ente los m ás b a­ jos, y que, p o r estar estigm atizada, corre peligro de desaparición d en tro de una co­ m u nidad de habla. Com o m odelo de estereotipo podem os presen tar la velarización de la vibrante m últiple en San Ju an de P uerto Rico, cuya distribución sociolingüísti­ ca ha sido presen tad a al com ienzo de este epígrafe.

V ariación sociogram atical E l concepto de variación gram atical incluye, com o se ha explicado, fenóm enos de natu raleza m uy diversa, tanto desde un p unto de vista lingüístico com o desde una perspectiva sociolingüística. H ay variables que tienen un com portam iento cercano al de los elem entos fonológicos, variables que sólo se ven determ inadas p o r factores lin­ güísticos y variables en las que resulta difícil dem ostrar la cabal equivalencia de sus variantes. E n líneas generales, no es habitual que ofrezcan dificultades de análisis las va­ riables del ám bito de la m orfología gram atical, com o el género o el núm ero. E n un estudio realizado en la com arca de La Jara, zona rural del centro de la península ib é­ rica (T oledo, C áceres), F. Paredes ha observado la alternancia la m é d i c a I la m é d i c o para h acer referencia a la m ujer que desem peña tal profesión y ha com probado que la variante m ás em pleada para el fem enino es la que contiene el m orfem a -a (71 % para la m é d i c a ; 29 % para e l m é d i c o ) . 3 Los recuentos de los datos indican que la m é ­ d ic a es la variante preferida por los hom bres, aunque m uy levem ente. A dem ás, el análisis cuantitativo tam bién revela que se establece una relación directa entre los di­ ferentes grupos generacionales y las variables lingüísticas: com o se aprecia en la figu­ ra 3.6, la probabilidad de enco n trar la variante la m é d i c a aum enta conform e lo hace la ed ad de los hablantes. E l uso del m orfem a -a en el sustantivo de la profesión desem peñada p o r m uje­ res se da de form a m ayoritaria entre los hablantes de edad m ás avanzada, hasta el p u n to de que es m uy poco probable que una persona m ayor de 60 años de L a Jara

3. «¿La médica o la médico? Una aproximación sociolingüística a la elección del género», Verba His­ pánico, V (1995), pp. 79-87.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE 0,9

Fuente: F. Paredes, 1995.

Fig. 3.6.

P ro babilidades de u so d e la médica (frente a la médico) p o r edades en L a Jara (T oledo, Cáceres).

use e l m é d i c o ; p o r el contrario, la probabilidad de que diga la m é d i c o un hablante m e ­ n o r de 25 años es francam ente baja. Com o antes se ha señalado, en el ám bito de la gram ática es relativam ente fre ­ cuente la aparición de p a t r o n e s d e e s tr a tific a c ió n a b r u p ta o d i s c o n t i n u a , aquellos en los que existen im portantes diferencias en tre grupos o niveles sociales. Julio B orrego señala, p o r ejem plo, que el cam bio de orden de los pronom bres personales átonos ( m e s e c a y ó p o r s e m e c a y ó ) o ciertas form as verbales (s e r n o s , h a ig a , íb a n o s p o r s o ­ m o s , h a y a , í b a m o s ) son fenóm enos radicalm ente ausentes en ciertos grupos sociales, n orm alm en te de nivel elevado. E n estos casos las diferencias serían m ás de carácter privativo que g radual.4 M uestras de patrones de estratificación abrupta o discontinua se encuentran en el estudio de las form as verbales del período hipotético de las condicionales que h a re a ­ lizado M aría José S errano.5 E n su trabajo sobre La Laguna (Tenerife) se apunta que la variante denom inada «indicativo-indicativo», esto es, cuando los verbos de la prótasis y de la apódosis van en indicativo — s i n o llo v ía , e l c a m p o s e s e c a b a — arroja, en función del nivel sociocultural, las siguientes probabilidades: nivel bajo, 0,70; m ediobajo, 0,66; m edio-alto, 0,38; alto, 0,27. Si llevamos a un gráfico esas probabilidades (fi­ gura 3.7), encontram os que existe una gran distancia entre los dos niveles m edios, dis­ tancia que deja a un lado los niveles socioculturales bajos y a otro, los altos. A l m argen de la estratificación abrupta en sí misma, interesa saber que, en La Laguna, el uso del indicativo en la prótasis y en la apódosis de las condicionales se da sobre to d o en la tercera generación y en las m ujeres. A l cruzar la variable sexo con el nivel sociocultural, se descubre que son los hom bres del nivel sociocultural bajo y 4. 5.

Véase S. Romaine, El lenguaje en la sociedad, Barcelona, Ariel, 1996, p. 94. La variación sintáctica: formas verbales del periodo hipotético en español, Madrid, Entimema, 1994.


LA VARIACIÓN EN LA LENGUA

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Fuente. M. J. Serrano, 1994.

Fig. 3.7.

P ro b a b ilid a d es de las fo r m a s verbales en indicativo en la p ró ta sis y la a p ó d o sis d e las c o ndicionales p o r niveles socioculturales en L a Laguna.

las m ujeres del alto los que m ás decididam ente im pulsan la variante «indicativo-indicativo» y, al cruzar la variable de la edad con el nivel sociolingüístico, se aprecia que los individuos de la tercera generación del nivel alto y los de la segunda del nivel bajo son los que m ás uso hacen de la variante. E n lo que se refiere a las variables lingüís­ ticas, el análisis perm ite concluir que las form as en indicativo predom inan cuando la prótasis es una oración negativa y la apódosis afirm ativa, y cuando los sujetos de am ­ bas tien en el m ism o referente.

Variación socioléxica Las dificultades que supone recoger y analizar la variación léxica son m uchas. E n el m om ento de descubrir qué variables sociales o estilísticas explican el uso de cier­ tas variables léxicas, hallam os la dificultad, por un lado, de entresacar datos válidos y suficientes del discurso hablado y, p o r otro, de dem ostrar que ciertas variantes léxi­ cas son realm en te variantes de una mism a variable. Nos apresuram os a aclarar que se p u ed en adm itir com o variantes léxicas algunas unidades que van algo m ás allá de la p alab ra gráfica; hablam os de lo que B. P o ttier denom inó le x ía s , unidades de com por­ tam iento léxico que pu ed en ser palabras, palabras com puestas o sintagm as estereo ti­ pados ( c a r m ín , p i n ta l a b i o s , l á p iz d e la b io s ; n o r ia , r u e d a d e C h ic a g o , v u e lta a l m u n d o ; p r i s m á ti c o s , m ir a le jo s , a n t e o j o s la r g a v is ta s ) .6

6. Véanse estos ejemplos y otros muchos en Equipo Varilex, Varilex 4. Variación léxica del español del mundo, Tokio, 1996. En muchas ocasiones, las conclusiones sobre el comportamiento sociolingüístico del lé­ xico también son aplicables al ámbito de la fraseología.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

P ara descubrir qué tipo de léxico caracteriza a los grupos sociales que form an una com unidad, existen varios itinerarios m etodológicos. U no de ellos es el estudio de corte etnográfico: m ediante la convivencia continuada d entro de un grupo social o la observación directa de los discursos. E ste procedim iento tiene un enorm e interés, especialm ente si lo que se quiere es presentar un análisis cualitativo, esto es, d e te r­ m inar qué lexías aparecen de form a característica en cada grupo social. C asado V elarde señala com o rasgos característicos del lenguaje juvenil en E spaña el em pleo del sufijo -a ta ( b o c a ta ‘bocadillo’, b u g a ta — b u g a ‘coche’, del inglés b u g g y — , c h a b o la ta ‘ch abolista’, d r o g a ta ‘drogadicto’, s o c ia ta ‘socialista’, to c a ta ‘tocadiscos’), el tru n ca­ m iento léxico ( a n a r c o ‘an arq u ista’, a n fe ta ‘anfetam ina’, d e p r e ‘depresión’, n e u r a ‘n e u ­ rastén ico ’) y el em pleo de ciertas unidades léxicas, algunas de ellas procedentes del lenguaje del h am pa ( b a s c a ‘g e n te ’, c a lc o s ‘zapatos’, c h u p a ‘ch aq u eta’, d a b u t e n ‘b u e ­ n o ’, p e l u c o ‘reloj de p u lsera’, j a l a r ‘com er’).7 M anuel A lvar, a partir del diario de se­ siones del C ongreso de los D iputados de E spaña, ha estudiado el lenguaje em pleado por los políticos españoles en el debate sobre el estado de la nación de 1989, y ha co m probado la abundancia de esdrújulos y palabras largas (c o r r e s p o n s a b il i z a c ió n , c o n fid e n c ia l? ilid a d , s o r p r e s iv a m e n te , s i m p l i s t a m e n te ) , la vitalidad de algunas form as prefijadas y sufijadas (a n t ic o m p e t it i v o s , i m p r o d u c t iv a , m a c r o m a g n it u d e s , i n f l a d o n i s t a , m i n o r i z a c i ó n ) , la aparición de palabras-clave (derivados de g l o b o : g lo b a l, g lo b a lid a d , g l o b a l i z a c i ó n ), de deslizam ientos y m etáforas (<c o y u n tu r a in te r n a c io n a l, a g e n te s e c o ­ n ó m i c o s y s o c i a le s , p a q u e te s d e m e d i d a s , d i n á m i c a n u e v a ) e incluso de usos populares o vulgares ( te la ‘d in ero ’).8 O tra posibilidad m etodológica, para el estudio sociolingüístico del léxico, es la e n tr e v is ta , procedim iento que perm ite adem ás el análisis cuantitativo de la variación. Pero, sin duda, es aquí donde m ás inconvenientes se presentan porque no es habitual que en un período de tiem po determ inado, generalm ente corto, salgan no sólo todas las variantes de la variable léxica que pueda interesar, y en cantidades suficientes, sino la variable misma: por m uy dirigida que esté una entrevista, nunca se tiene la abso­ luta seguridad de que se van a conseguir m uestras de la variable léxica oportuna, a m enos que el investigador induzca o provoque su aparición m encionándola expresa­ m ente, lo que iría en detrim ento del interés de la entrevista sociolingüística com o tal p a ra la recogida de la variación léxica. Si un sociolingüista decidiera, partien do de un conjunto de entrevistas realizadas sobre una m uestra de una com unidad de habla, hacer una caracterización léxica de los grupos sociales de una com unidad (jóvenes o adultos, cultos o incultos), se h alla­ ría ante el problem a de d ar respuesta a estas preguntas: ¿habrán quedado recogidas en las entrevistas las form as léxicas realm ente caracterizadoras de cada grupo? ¿Se en co n trarán ahí las variables léxicas m ás destacadas con todas sus posibles variantes? T ales preguntas pu ed en qu ed ar sin una respuesta convincente si no se utilizan m eca­ nism os de ratificación o control (por ejem plo, los resultados de análisis exploratorios o com plem entarios), p orque las diferencias léxicas entre grupos sociales son m uchas veces cuantitativas y no cualitativas, com o ocurre en los dem ás niveles de la lengua.

7. «Léxico e ideología en la lengua juvenil», en F. Rodríguez (ed.), Comunicación y lenguaje juvenil, M a­ drid, Fundamentos, 1989, pp. 167-178. 8. «Lenguaje político: el debate sobre el estado de la nación (1989)», La lengua de..., Alcalá de Hena­ res, Universidad de Alcalá, 1993, pp. 69-116.


LA VARIACIÓN EN LA LENGUA

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Con to d o esto no se quiere decir que sea im posible el estudio cuantitativo del léxico a p artir de m ateriales recogidos en entrevistas: es posible, m as dificultoso. La tercera técnica que perm ite ab o rd ar la investigación sociolingüística del léxi­ co es el c u e s ti o n a r i o , o la e n c u e s ta c o n c u e s tio n a r io , a la que hem os hecho referencia en el capítulo 1. E ste sistem a de recogida de datos garantiza la aparición de ciertas unidades léxicas en una cantidad determ inada y, por lo tanto, se revela com o el m ás satisfactorio p ara los estudios de índole cuantitativa. Los posibles objetos de estudio socioléxicos son ilimitados: se pu ed e analizar la preferencia de uno o m ás grupos de una com unidad p o r ciertas form as léxicas según el tipo de interlocutor, según la si­ tuación (estilo form al-inform al); se puede analizar la m ayor o m enor presencia en ciertos grupos sociales de form as anticuadas o m odernas, vernáculas o foráneas, eufem ísticas o disfem ísticas, de un origen o de otro, dialectales o generales.9 U n b u en ejem plo de estudio léxico basado en datos recogidos m ediante cuestio­ nario es el realizado p o r M aitena E txeb arría en la ciudad de Bilbao. E sta investiga­ d o ra ha estudiado el léxico del español de Bilbao cruzando diversas variables socia­ les («sexo», «edad», «origen de los inform antes», «nivel socioeconóm ico», «nivel de estudios», en tre otras) con la variable «origen de los térm inos» y las conclusiones o b ­ tenidas h an sido de un gran interés a propósito de prácticam ente todas las variables extralingüísticas. A l analizar la relación existente entre el origen de los térm inos y el hecho de que los inform antes sean hablantes o no de vasco, se h a podido dem ostrar que esta variable provoca un com portam iento lingüístico bien diferenciado: la m edia de térm inos de origen vasco y de térm inos dialectales utilizados p o r los inform antes hablantes de vasco es m ucho m ayor que la m edia correspondiente a los inform antes que no h ablan vasco; del m ism o m odo, la m edia de térm inos castellanos utilizados p o r los inform antes que no hablan vasco es superior a la m edia de los inform antes que hablan vasco. E tx eb arría ofrece conclusiones significativas y detalladas a propósito de todas las variables sociales analizadas.10 H aciendo uso de los cuestionarios, y con inform antes seleccionados según crite­ rios sociolingüísticos, tam bién se puede analizar el lé x ic o b á s ic o , el l é x ic o d i s p o n i b le o el lé x ic o f u n d a m e n t a l de un grupo social o de una com unidad; de hecho, n u m ero ­ sos estudios de lingüística aplicada echan m ano de las variables sociales para conse­ guir conclusiones válidas y representativas de las com unidades de habla. E n lo que se refiere a la d i s p o n i b i l i d a d lé x ic a , entendida com o el caudal léxico utilizable en una si­ tuación com unicativa dada, L ópez M orales ha señalado que los análisis dejan ver re­ gularm ente u n a m en o r disponibilidad en los hablantes de los niveles socioculturales bajos, coincidiendo en cierto m odo con algunas de las conclusiones de la teoría del déficit de B ernstein. E n una investigación realizada en San Ju an de P u erto R ico e n ­ tre niños de tres niveles socioculturales (bajo, obrero y m edio), se h a com probado que, en todos los ám bitos léxicos que se tienen en cuenta (alim entos, juegos y diver­ siones, profesiones y oficios, cuerpo hum ano, etc.),11 el sociolecto m edio m uestra ín ­

9. J. Borrego observó en Villadepera de Sayago que los grupos sociales que tenían un mayor contacto con la norma hacían un mayor uso del léxico llamado «estándar» (Sociolingüística rural, Salamanca, Univer­ sidad de Salamanca, 1981, especialmente pp. 280 y ss.). Como referencia para clasificar las formas dialectales y las generales se pueden utilizar los diccionarios o las respuestas obtenidas en grupos de control (por ejem­ plo, de informantes con formación universitaria). 10. Sociolingüística urbana. El habla de Bilbao, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1985, pp. 256-257. 11. Esos ámbitos léxicos reciben el nombre de «centros de interés».


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dices superiores de disponibilidad léxica. T am bién se ha podido observar que todas las p alabras que aparecen en los sociolectos bajos lo hacen tam bién en el nivel m e­ dio; sin em bargo, en todos los ám bitos léxicos aparecen lexem as usados p o r el socio­ lecto m edio que no tienen paralelo en los sociolectos bajos: en niños de unos 10 años de nivel m edio se en cuentran palabras com o parietal, ovarios, occipital, glándulas sa­ livares o epidermis. E n las listas de disponibilidad léxica recogidas se encuentran al­ gunos casos de variación, en los que se hace p aten te el juego tabú-eufem ism o: axila / sobaco, pene / bicho, cuello / p escuezo, piel / pellejo, senos / tetas. A propósito del es­ tudio sociolingüístico de la disponibilidad, López M orales afirma: L a sociolingüística ve en la disponibilidad un instrum ento que le p erm ite estab le­ cer estratificaciones de com unidades de habla. Som ete a análisis de covariación a la disponibilidad con los factores sociales que le interesa m anejar y d eterm ina la caracterización léxica de los sociolectos que integran la com unidad. Com o se tra ­ baja aquí a base de cuantificación y no (siem pre) de variación cualitativa, no exis­ ten los problem as teóricos de envergadura que se d an a la h ora de estudiar la a u ­ téntica variación léxica.12

E l m ism o L ópez M orales tam bién llama la atención sobre el interés de los estu­ dios de disponibilidad léxica en el terreno de la etnolingüística: W. F. M ackey ha des­ cubierto, p o r ejem plo, que m ientras la disponibilidad de la lexía vino es m uy alta en Francia, en la A cadia canadiense es m uy baja, en claro contraste con lo que ocurre con la palabra agua. A lo ya com entado sobre la variación lingüística, se ha de añadir que existe una larga serie de fenóm enos relacionados con el discurso y con la conversación que tam ­ bién han sido objeto de análisis sociolingüísticos, si bien la nóm ina no ha sido aún agotada, ni m ucho m enos. Los estudios sociopragm áticos a los que aludim os han uti­ lizado diversos procedim ientos de recogida de datos (técnicas etnográficas, técnicas de conversación y cuestionarios) y en general han buscado no tanto un análisis de la variación pragm ática p ropiam ente dicha — aunque existan m uestras de ello— com o la caracterización pragm ática de ciertos grupos sociales. El paralelism o en tre el com ­ p o rtam ien to del léxico y el de m uchos aspectos pragm áticos se hace paten te en la teo ría y en la práctica: estam os ante elem entos poco repetitivos o, al m enos, d isper­ sos en el discurso, que no p ertenecen a sistem as (cerrados) y que a m enudo funcio­ n an respondiendo a factores pragm alingüísticos y no sociolingüísticos o estilísticos.

R eflexiones y ejercicios 1. C om ente d etenidam ente el contenido del cuadro 3.1 en el que se ofrecen las probabilidades de velarización de r-, -rr- en San Juan de P u erto Rico, teniendo en cuenta los factores «edad», «sexo», «nivel sociocultural» y «procedencia». 2. C om ente detenidam ente la figura 3.5, en la que se recoge la frecuencia de la realización interdental de -/k/ (azto) en los jóvenes de la ciudad española de Valladolid.

12. «Ixts estudios de disponibilidad léxica: pasado y presente», Revista de Estudios de Adquisición de la Lengua Española (en prensa).


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3. E lab o re una relación de diez rasgos, com o m ínim o, en cuyo uso se pueda dar un p a tró n de estratificación discontinua d entro de su com unidad de habla. 4. E lab o re y com ente una relación de elem entos fonéticos, gram aticales y léxi­ cos que se consideren característicos de los hablantes jóvenes de su com unidad de habla.

O rientaciones bibliográficas Es conveniente la lectura del capítulo 2 del libro de W illiam Labov, M odelos so ­ ciolingüísticos (M adrid, C átedra, 1983), por tratarse de un texto clásico: «La estratifi­ cación social de (r) en los grandes alm acenes de N ueva York». Son m uy acertados, en líneas generales, los com entarios que ofrece R. H udson en su libro Sociolingüísti­ ca (B arcelona, A nagram a, 1981), especialm ente en el capítulo 5. T am bién es reco ­ m endable la lectura del capítulo 3 («Patrones sociolingüísticos») del libro de S. Rom anie, E l lenguaje en la sociedad (B arcelona, A riel, 1996).


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C a p ítu lo 4

VARIEDADES LINGÜÍSTICAS El concepto de variedad El idioma latino conoce el idioma vulgar en cuanto al género, pero no en cuanto a la especie, pues si lo conociese específica­ mente, conocería todos los idiomas vulgares, porque no hay ra­ zón para que conozca uno más que otro; y así, todo hombre que conociese el latín podría conocer todas las lenguas vulgares. Pero no sucede así. D a n t e A l ig h ie r i , E l convite,

1304-1307

L a sociolingüística centra una p arte im portante de sus preocupaciones en el es­ tudio de la variación y de las variedades lingüísticas. E n otros capítulos hem os tra ta ­ do la form a en que se m anifiesta la variación lingüística y el m odo en que factores so­ ciales y lingüísticos interactúan y determ inan esa variación. A h o ra nos va a interesar la definición y caracterización de las variedades que se encuentran dentro de las len ­ guas n aturales y que tienen que v er con su uso social. L a prim era dificultad que surge a la h ora de estudiar las variedades lingüísticas es la de fijar el propio concepto de «variedad». Para R. A. H udson, una variedad lin­ güística es u n a m anifestación d e l fenóm eno llam ad o len g u aje que se define com o un conjunto de elem entos lingüísticos de sim ilar distribución social.1 D en tro de esta d e­ finición, am plia donde las haya, quedan incluidas las lenguas de un hablante o de una com unidad de habla, los dialectos, los estilos, los registros, las jergas y cualquier o tra m anifestación lingüística en la que se pueda observar un determ inado uso o valor so­ cial. L as variedades lingüísticas, así definidas, revelan problem as considerables, según H udson, a la h o ra de distinguir variedades de la mism a clase (una lengua de otra, un dialecto de o tro ,2 un estilo de o tro )3 y p a ra la delim itación de diferentes tipos de variedades (lengua de dialecto, dialecto de jerga). Tal vez p o r ello se intercam bian a m enudo las denom inaciones: se habla de «dialectos sociales», las jergas tam bién se lla­ m an «lenguas de grupo» o «registros», variedades m uy cercanas p u eden ser conside­ radas com o «lenguas», m ientras otras, lingüísticam ente alejadas, se consideran «dia­ 1. La sociolingüística, Barcelona, Anagrama, 1981, p. 31 y ss. 2. Téngase en cuenta las aportaciones de la dialectología. 3. Véase F. Moreno Fernández, «Theoretical and Methodological Approach to Stylistic Variation», en F. M oreno Fernández (ed.), «Sociolinguistics and Stylistic Variation», Lynx, 3 (1992), pp. 64-68.


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lectos» de la m isma lengua.4 P or o tro lado, una particular distribución social puede h acer que una lengua funcione solam ente en un grupo social o en un estilo determ i­ nados. C harles A. Ferguson propuso en 1971 una definición de «variedad» con un ca­ rácter b astante m ás concreto que la de H udson: una variedad es un conjunto de p a ­ trones lingüísticos lo suficientem ente hom ogéneo com o para ser analizado m ediante técnicas lingüísticas de descripción sincrónica; tal conjunto estaría form ado p o r un r e ­ p erto rio de elem entos suficientem ente extenso y podría o p erar en todos los contex­ tos norm ales de com unicación. Siguiendo al pie de la letra esta definición, serían va­ riedades las lenguas, los dialectos, incluso los sociolectos, p ero tal vez no lo serían los estilos, que p odrían interpretarse, en todo caso, com o m anifestaciones de una d e te r­ m inada v aried ad .5 A h o ra bien, tanto si se trabaja con definiciones am plias com o si se hace con definiciones m ás estrictas, lo habitual es tra ta r las variedades com o conjun­ tos de elem entos o de patrones lingüísticos asociados a factores externos, sean con­ textos situacionales, sean ám bitos profesionales, sean grupos sociales, sean áreas g eo­ gráficas. E n el m anejo del térm ino variedad, los inconvenientes que acarrea la inconcreción conceptual p u ed en verse com pensados p o r la com odidad que supone evitar el uso de otras denom inaciones que, en determ inados casos, pueden ser conflictivas, com o ocurre con los térm inos lengua y dialecto, cargados, a veces, de valores connotativos m uy com plejos. Ju n to al térm ino variedad, buscando la m ism a inconcreción o neutralidad, tam bién se ha utilizado el térm ino lecto. Los tipos de variedades con los que trabaja la sociolingüística son relativam ente heterogéneos; los principales son las lenguas, los dialectos, las hablas, los sociolectos y los estilos o registros.

L engua y dialecto Las definiciones que se h an p ropuesto para los conceptos de «lengua» y «dialec­ to» h an sido m uchas y diversas. D esde un punto de vista rigurosam ente lingüístico, n o existen evidencias que justifiquen la distinción entre lengua y dialecto, p o r lo que resulta obligado recu rrir a criterios extralingüísticos, si se quiere m an ten er.6 A lgunos autores, sin em bargo, h an evitado la diferenciación negando sim plem ente la existen­ cia de los dialectos. A finales del siglo xix, G astón Paris y Paul M eyer llegan a la con­ clusión de q ue los dialectos no existen com o entes autónom os, aunque se pueda h a ­ blar de la m anifestación de la lengua com o un continuum dialectal: sólo existen con­ ju n to s de rasgos lingüísticos que se com binan de form a diversa coincidiendo algunos de ellos en un territorio y com binándose de m odo distinto en las áreas vecinas. F ren4. Por ejemplo, lo que se conoce como «chino» es un conjunto de variedades llamadas dialectos {man­ darín, cantonés, quejiá, hunanés, min, etc.), en general mutuamente ininteligibles y para los que se puede uti­ lizar una sola modalidad escrita (tradicionalmente el wén-yán\ modernamente el pu rong hua). 5. Language Structure and Language Use, Stanford, Stanford University Press, 1971, p. 30. 6. En cada lengua, los conceptos de «lengua» y «dialecto» pueden tener unos valores particulares: en in­ glés la forma dialect a menudo se hace equivalente a sub-standard o a non-standard-, en francés, dialecte es una variedad regional de una lengua, variedad asociada normalmente a una tradición literaria, mientras que patois es la variedad regional, normalmente de carácter local, que carece de tal tradición y en la que no se re­ conoce prestigio alguno.


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te a esta concepción, G raziadio Isaia Ascoli defiende vehem entem ente la existencia de los dialectos, adop tan d o un criterio en el que predom ina la síntesis sobre el análi­ sis fragm entario. E s cierto que quedan ya m uy lejos los trabajos de G astón Paris — o de W enker— en los que se afirm a que los dialectos no existen,7 pero sus argum entos siguen siendo esgrim idos p o r m uchos investigadores. L a legitim idad del concepto de «dialecto» se niega sobre el hecho, bien cierto, de que es m uy difícil m arcar sus fronteras. P ero si esto es verdad, tam bién lo es que la historia y la hom ogeneidad lingüísticas hacen que existan diversas clases de variedades y, adem ás, que en las hablas de todo territorio confluyen ciertos factores extra o paralingüísticos que perm iten que esas hablas, con unos caracteres determ inados, p uedan ser consideradas com o dialectos. E n tre esos a factores se en cuentra el prestigio, aparte de la vinculación a una geografía.8 í- OOiOMC Los hablantes suelen ten er una clara conciencia del prestigio de su variedad y de la distancia que la separa, en el uso y en la interpretación de la variación sociolin- Jj^. güística, de otras variedades. E n este punto el concepto de «com unidad de habla» re- 1 sulta de gran utilidad: los m iem bros de una com unidad de habla no sólo com parten un código o una variedad lingüística, sino que juzgan, valoran e in terp retan de form a sem ejante las variables que perm iten diferenciar sociolingüísticam ente a sus hab lan ­ tes.9 Los individuos, al h ablar en tre sí, son capaces de distinguir los que perten ecen a su m ism a com unidad de los que son ajenos a ella: los lím ites de una com unidad p u e­ den ser locales, regionales, nacionales o incluso supranacionales y sus m iem bros ge­ n eralm en te conocen el perfil de la conducta lingüística que los caracteriza. P o r este cam ino p odría llegarse a aceptar la existencia de los dialectos o geolectos: los h a ­ blantes pu ed en sentirse m iem bros de una com unidad dialectal, desgajada de otras co­ m unidades que usan la m ism a lengua, pero sin una fuerte diferenciación.10 P o r o tra p arte, es evidente que, aunque una persona tenga conciencia de su p e r­ tenencia a una com unidad, tam bién es capaz de identificar dentro de ella variantes in ­ ternas de carácter geolingüístico o sociolingüístico, así com o de reconocer cuáles son los usos m ás prestigiosos de su variedad y de apreciar las relaciones históricas de su habla con otras hablas. D el m ism o m odo, los m iem bros de una com unidad tienen una idea de la hom ogeneidad de sus caracteres lingüísticos y distinguen qué rasgos los acercan y cuáles los separan. E n otras palabras, los hablantes saben si su instrum en­ to de com unicación es un habla local o si coincide, en m ayor o m en o r grado, con las hablas de otros lugares, si tiene prestigio o no lo tiene. Com o consecuencia de lo an ­ terior, se puede afirm ar que un dialecto existe cuando los hablantes se consideran m iem bros de una com unidad de habla dialectal circunscrita a un determ inado te rri­ torio, es decir, cuando consideran que su variedad está suficientem ente diferenciada de otras y cuando in terp retan y valoran de form a sem ejante la variación sociolin­ güística. 7.

Véase I. Iordan, Lingüística románica, reel. parcial y notas de M. Alvar, Madrid, Alcalá, 1969, pp. 255,

352. 8. Véase M. Alvar, «La lengua, los dialectos y la cuestión del prestigio», en F. Moreno Fernández (rec.), Estudios sobre variación lingüística, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 1990, pp. 13-26. Véase tam ­ bién M. Alvar, «Dialectología y cuestión de prestigio», en M. Alvar (dir.), Manual de dialectología hispánica. E l español de España, Barcelona, Ariel, 1996, pp. 15-21. 9. Véase W. Labov, Modelos sociolingüísticos, Madrid, Cátedra, 1983, pp. 175 y ss.; 353 y ss. 10. La idea de comunidad que aquí barajamos no está necesariamente asociada a la de núcleo de po­ blación, sino que puede extenderse a un territorio más amplio. Véase el capítulo 1.


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A h o ra bien, adm itiendo la existencia teórica y práctica de los dialectos, es obli­ gado p reguntarse p o r su definición y por la definición de los conceptos colindantes: «lengua», «habla regional», «habla local». E n este punto, y recordando la naturaleza extralingüística de los argum entos que nos van a perm itir distinguir todos esos con­ ceptos, som os p artidarios de seguir las definiciones propuestas p o r M anuel A lvar, e n ­ tre otras razones p o rq u e p ueden aplicarse a las situaciones de las grandes lenguas de cultura, incluido el español. Para A lvar una lengua es el sistema lingüístico del que se vale una comunidad hablante y que se caracteriza por estar fuertemente diferenciado, por poseer un alto grado de nivelación, por ser vehículo de una im portante tradición literaria y, en ocasiones, por haberse im­ puesto a sistemas lingüísticos de su mismo origen. E l dialecto, sin duda el concepto más controvertido, es definido p o r A lvar de la siguiente form a: Sistema de signos desgajado de una lengua común, viva o desaparecida, normal­ m ente con una concreta delimitación geográfica, pero sin una fuerte diferenciación frente a otros de origen común. De modo secundario, pueden llamarse dialectos las estructuras lingüísticas, simultáneas a otras, que no alcanzan la categoría de lengua. E n un nivel inferior al del dialecto, referidos a realidades m ás concretas, estarían dos tipos de variedades que A lvar denom ina habla regional y habla local y que se d e ­ finen así: Habla regional son las peculiaridades expresivas propias de una región determ ina­ da, cuando carezcan de la coherencia que tiene el dialecto. [...] Habla local es la estructura lingüística de rasgos poco diferenciados, pero con matices característi­ cos dentro de la estructura regional a la que pertenece y cuyos usos están delimi­ tados a pequeñas circunscripciones geográficas.11 E n lingüística — la lingüística que se ocupa de los usos y los hablantes— siem pre se ha coincidido acerca de la dificultad que supone dictam inar si una variedad debe ser considerada com o lengua, com o dialecto o com o habla. Para ello hay que realizar investigaciones que se ocupen de diversos aspectos: en prim er lugar, es im prescindi­ ble la caracterización lingüística del territorio y el descubrim iento de las isoglosas que allí se dan cita; tam bién es necesario averiguar su filiación histórica y llevar a la prác­ tica un análisis sociolingüístico, acom pañándolo de estudios de actitudes lingüísticas. D eterm in ar si una variedad es dialecto o no lo es resulta difícil, p ero se com plica m ás cuando se carece de datos básicos sobre las isoglosas, sobre la historia, sobre la dis­ tribución sociolingüística de los fenóm enos y las actitudes de los h ablantes.12

11. «Hacia los conceptos de lengua, dialecto y hablas», Nueva Revista de Filología Hispánica, 15 (1961), pp. 54-59; «Lengua, dialecto y otras cuestiones conexas», Lingüística Española Actual, 1 (1979), pp. 5-29 (am­ bos recogidos en La lengua como libertad, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1983, pp. 56-65 y 66-88, resp.). 12. Una buena parte de la sociolingüística italiana ha girado entorno a los problemas que supone la de­ limitación de los conceptos de «lengua» y «dialecto». La situación italiana pone a disposición de los miembros


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Clases de lenguas B ajo el rótulo de l e n g u a se reú n en diferentes tipos de variedades lingüísticas que m erecen una caracterización y un com entario porm enorizados. W illiam Stew art llegó a p ro p o n er en 1962 cuatro criterios o atributos que perm itirían establecer una tip o ­ logía lingüística suficientem ente clara y sencilla, aunque no exenta de problem as: e s ­ t a n d a r i z a c i ó n , a u t o n o m í a , h is t o r i c i d a d y v ita lid a d .13 a ) La e s ta n d a r i z a c ió n consiste en la codificación y aceptación, d entro de una com unidad de hablantes, de un conjunto de norm as que definen los usos correctos: ortografía, gram ática y diccionario. C uando una lengua determ inada es hablada en varios países, surge la posibilidad de distinguir dos tipos de estandarización: la e s t a n ­ d a r i z a c i ó n m o n o c é n t r ic a , que supone la aceptación universal de unas mism as norm as, y la e s t a n d a r i z a c ió n p o lic é n tr ic a , que se da cuando conviven sim ultáneam ente varias norm as. P o r otra p arte, la estandarización pu ede ser e n d o n o r m a t i v a , si las norm as es­ tán basadas en un m odelo lingüístico del propio país, o e x o n o r m a t iv a , si las norm as están basadas en m odelos de uso de otro u otros países. b) La a u t o n o m í a es atributo de los sistem as lingüísticos únicos e independien­ tes. E ste criterio es el que perm ite distinguir, según Stew art, entre lenguas y dialec­ tos, lo que en sí m ism o revela una dificultad no tanto a la hora de ofrecer una expli­ cación teórica, com o a la h ora de d eterm inar el grado de autonom ía de que disfruta un variedad concreta: las variedades no sólo pueden ser autónom as o independientes; tam bién p ueden ser relativam ente autónom as o relativam ente independientes. c) L a h is t o r i c i d a d se aprecia en los sistem as üngüísticos que son o se conside­ ran resu ltad o de un desarrollo regular a lo largo del tiem po. G eneralm ente, la noción de historicidad viene íntim am ente ligada a la de tradición nacional o étnica; con otras palabras, la historicidad se relaciona estrecham ente con factores extralingüísticos y, en p arte, depende de las creencias que los hablantes tengan sobre los orígenes de su propia lengua. d) P o r últim o, la v ita lid a d tiene que ver con el uso real de la variedad por p a r­ te de una com unidad de hablantes nativos. L a existencia de una com unidad supone la distribución de tales hablantes en un espacio geográfico m ás o m enos am plio y la aparición de m odelos de uso diferentes.

Si se m anejan estos atributos en térm inos de «presencia» o «ausencia», podem os com binarlos para caracterizar diversos tipos de variedades lingüísticas, en su m ayoría llam adas «lenguas» (cuadro 4.1).

de las comunidades de habla un código de uso local, hablado e informal (al que se suele denominar «dialec­ to») y la lengua nacional como código de uso «estándar», escrito y formal, con posibilidad de gradaciones y combinaciones intermedias (registros y variedades dentro del dialecto y dentro de la lengua). Véase G. Berutto, La sociolingüística, Madrid, Nueva Imagen, 1974. 13. «A Sociolinguistic Typology for Describing National Multilingualism», en J. Fishman (ed.), Readings in the Sociology o f Language, La Haya, Mouton, 1968, pp. 531-544. Ésta es una versión revisada del trabajo «Outline of Linguistic Typology for Describing Multilingualism», en F. A. Rice (ed.), Study o f the Role o fS econd Languages in Asia, Africa, and Latín America, Washington, D.C., Center for Applied Linguistics, 1962, pp. 15-25. La traducción al español se publicó en 1974 («Un bosquejo de tipología lingüística para describir el multilingüismo», en P. L. Garvin e Y. Lastra, Antología de estudios de etnolingüística y sociolingüística, Méxi­ co, UNAM, pp. 224-233).


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE C u a d r o 4.1.

Tipos de variedades, según W. Stewart (1968)

Atributos 1

2

3

4

+ + + -

+ + + +

+ + + + -

+

-

-

-

-

-

+ + + -

Tipo

Lengua estándar Lengua clásica Lengua artificial Lengua vernácula Dialecto Lengua criolla Lengua pidgin

1 = estandarización; 2 = autonomía; 3 = historicidad; 4 = vitalidad.

E jem plos de lenguas estándares — estandarizadas, autónom as, históricas y con vi­ talidad— p u eden encontrase fácilm ente p o r todo el m undo: pensem os en el inglés, el francés, el alem án, el español.14 Las lenguas clásicas, que ya no son habladas p o r una com unidad, han cum plido y siguen cum pliendo funciones culturales de prim er orden: baste pen sar en la im portancia que h an tenido para la cultura m undial el sánscrito, el griego, el latín o el árabe clásico. Las lenguas artificiales —sin historicidad, sin vitali­ dad— p u ed en crearse con fines m uy diversos: uno de ellos puede ser el deseo de prom over un código único p ara la com unicación internacional, que subyace a la p ro ­ pu esta del esperanto, p o r ejem plo. Las lenguas vernáculas son variedades aprendidas norm alm en te en la infancia com o lengua m aterna, pero que carecen de una norm a prescriptiva, tan to en la ortografía, com o en el léxico o en la gram ática: ejem plos de ello p u ed en ser num erosísim as lenguas indígenas de Á frica o de A m érica. C uando, adem ás de n o co n tar con una norm a establecida, no se da una autonom ía suficiente respecto a variedades de un mism o origen o a la lengua de procedencia, estam os ante el tipo llam ado d ia le c to (pensem os en los dialectos de lenguas com o el español o el alem án). Las le n g u a s c r io lla s y las le n g u a s p i d g i n se deben am bas a un desarrollo ca­ racterístico de ciertos tipos de contactos lingüísticos y sociales, que dan lugar a solu­ ciones en las que se com binan el vocabulario de una lengua con la gram ática de o tra (véase el capítulo 16). E n los prim eros estadios de esos contactos, cuando aún no h an aparecido hablantes nativos de la variedad, surgen las le n g u a s p i d g i n (pidgin ingleses de A sia y A frica; p i d g i n f u l a y p i d g in s a n g o de A frica occidental); cuando el contac­ to se prolonga y estabiliza, dando lugar a una com unidad de habla, nacen las le n g u a s c r io lla s ( p a p i a m e n to de Curazao, c h a b a c a n o de Filipinas, c r io llo f r a n c é s de H aití). E n tre los inconvenientes de una tipología como la que se acaba de ofrecer d esta­ ca el hecho de que se tratan en térm inos absolutos (presencia - ausencia) algunos atri­ butos que, p o r definición, pueden relativizarse, com o la historicidad o la autonom ía.15 14. El uso que se hace de la palabra «estándar» no nos parece el más adecuado aplicado a la situación del español, salvo si se hace referencia al simple hecho de contar con una gramática, una ortografía y un dic­ cionario. Preferimos el uso de las fórmulas «español normativo» y «español general». 15. Posteriormente R. T. Bell propuso la consideración de tres atributos más para una caracterización adecuada del concepto de «lengua»: reducción, mezcla y normas de facto. La reducción se refiere al hecho de que una variedad particular sea considerada por los hablantes como una subvariedad de otras (por ejemplo, las jergas). La mezcla se refiere al sentimiento de los hablantes sobre la «pureza» de la variedad que hablan. Las normas de fació se refieren a la conciencia de los hablantes sobre el buen y el mal hablar. Véase R. T. Bell, Sociolinguistics: Goals, Approaches and Problems, Londres, Batsford, 1976, pp. 147-154.


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D ialecto, sociolecto y nivel Si concebim os los dialectos com o sistem as de signos, norm alm ente con una con­ creta delim itación geográfica y sin una fuerte diferenciación frente a otros de origen com ún, existe la posibilidad de identificar dentro de ellos otro tipo de variedades lin­ güísticas, circunscritas a grupos de hablantes de com unidades dialectales. Para e n te n ­ d er ad ecuadam ente esta realidad es im portante tener en cuenta dos circunstancias: en prim er lugar, que cuando se habla de d ia le c to se está haciendo referencia a una m o­ dalidad concreta de una lengua y que esa m odalidad no tiene por qué estar despres­ tigiada (es el caso, p o r ejem plo, en la m odalidad castellana dentro de la lengua espa­ ñola); en segundo lugar, que este concepto de «dialecto» está vinculando un sistem a a una geografía, p o r lo que tam bién se habla de g e o le c to . C uando E ugenio C oseriu declara la existencia de variedades d entro de las len­ guas históricas, distingue tres tipos fundam entales de diferencias internas: d ife r e n c ia s d i a tó p i c a s ,16 d i fe r e n c i a s d ia s tr á tic a s y d ife r e n c ia s d ia fá s ic a s ,17 A cada una de estas cla­ ses de diferencias les corresponden tres tipos de sistem as, m ás o m enos unitarios: las unidades sintópicas, a las que denom ina d i a le c to s , las unidades sinstráticas o n iv e le s d e le n g u a ( n i v e l c u lt o , n i v e l m e d i o , n i v e l p o p u l a r ) y las unidades sinfásicas o e s tilo s d e le n g u a (lenguaje solem ne, lenguaje fam iliar, etc).18 Según Coseriu, d en tro de cada dialecto es posible enco n trar diferencias de nivel y de estilo; a su vez, en tre estas uni­ dades tam bién es posible enco n trar fronteras diferenciadoras: entre distintos dialec­ tos existen isoglosas diatópicas; en tre diferentes niveles, num erosas isoglosas diastrá­ ticas; en tre estilos distintos, m uchas isoglosas diafásicas.19 P o r lo general, p ara lo que C oseriu llam a «niveles», la sociolingüística suele h a ­ blar de s o c i o le c t o s o de d ia le c to s s o c ia le s , que se pueden definir com o m anifestacio­ nes de un dialecto, vam os a decir «geográfico», en un grupo social, especialm ente cuando el grupo social se caracteriza por adscribirse a un nivel socioeconóm ico o so­ ciocultural determ inado. P artiendo de esta definición sería posible encontrar, dentro de una com unidad en la que se utiliza ,un dialecto dado, un s o c io le c to a lto (para el n i­ vel sociocultural alto; tam bién n i v e l c u lt o ) , un s o c io le c to m e d i o (para el nivel sociocultural m edio) y un s o c io le c to b a jo (para el nivel sociocultural bajo; tam bién n i v e l p o p u l a r ) , aunque, del mismo m odo, sería posible hablar del s o c io le c to d e lo s h o m b r e s o del s o c i o le c t o d e ¡o s j ó v e n e s , para los grupos sociales form ados por hom bres y p o r jóvenes, puesto que no dejan de ser m anifestaciones lingüísticas adscritas a unos gru­ pos sociales determ in ad o s.20

16. Cuando se presta atención solamente a las diferencias del nivel fonético se habla de diferencias de acento. 17. «Los conceptos de “dialecto”, “nivel” y “estilo de lengua” y el sentido propio de la dialectología», Lingüística Española Actual, III (1981), pp. 1-32. 18. Véase E. Lorenzo, «Niveles y registros en el español actual», Lecciones de lingüística y didáctica del español, Logroño, Gobierno de La Rioja, 1991. 19. La unidad sintópica, sinstrática y sinfásica recibe el nombre de lengua funcional. 20. Eugenio Coseriu incluye entre los estilos de lengua los llamados «lenguajes de grupos», que pueden distinguirse en unos mismos niveles socioculturales o independientemente de ellos. Así, los lenguajes de los hombres, de las mujeres, de los adultos, de los niños o de ciertos grupos profesionales serían, para Coseriu, estilos de lengua diferentes. En nuestra opinión, sin embargo, los grupos formados por hombres, por jóvenes o por ciertos profesionales no hacen uso de estilos distintos sino de niveles o sociolectos diferentes, puesto que dentro de cada uno de ellos se pueden descubrir diferencias diafásicas, a veces notables, motivadas por con-


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R especto a las cuestiones tratadas en el párrafo anterior, E ugenio C oseriu ha d e­ jad o m uy clara su opinión. E n p rim er lugar, con referencia al uso de la denom inación «dialecto social», C oseriu ha señalado que es cierto que todas las unidades m enores que se distinguen den tro de una lengua histórica podrían llam arse d ia le c to s , incluidos los niveles y los estilos, sin em bargo, cree conveniente m an ten er diferenciados los d ia­ lectos espaciales de los dem ás m odos de hablar, dado que estos dialectos — para q u ie­ nes h abría que reservar en exclusiva el térm ino d ia le c to — suelen ser sistem as com ­ pletos desde el p u n to de vista fónico, gram atical y léxico, m ientras que los niveles y estilos de lengua son, generalm ente, sistem as incom pletos, que conciernen sólo a as­ pectos parciales, aunque a veces sean m uy im portantes. P or o tro lado, siendo posible el funcionam iento de un dialecto espacial com o nivel o com o estilo de lengua — por ejem plo, el alem án y el ruso en los Países Bálticos hasta la P rim era G u erra M undial o el francés en Prusia y en Rusia a finales del siglo x v m — , es im pensable que un es­ tilo pu ed a llegar a funcionar com o nivel o que un nivel lo haga com o dialecto. C ose­ riu prefiere, p o r tanto, n o h ablar de d ia le c to s s o c ia le s , y com partim os su opinión, dado, adem ás, que no es apropiado m an ten er un paralelism o entre d ia le c to s e s p a c ia ­ le s u h o r i z o n t a l e s y d ia le c to s s o c ia le s o v e r tic a le s : son entidades ubicadas en planos di­ ferentes.

Estilo y^registro ) Es menester, pues, hablar de un modo apropiado a las circuns­ tancias. Los retóricos incluyen todas las circunstancias de una ac­ ción en este verso: quis, qui, ubi, q u ib u s auxiliis, cur, q u o m o d o , quando. I g n a c io L u z á n , A rte de hablar,

1723-1736

A u n q u e los térm inos e s tilo y r e g is tr o son utilizados m uchas veces com o sinóni­ m os, parece adecuado y conveniente hacer un uso diferenciado de am bos y evitar la confusión en las exposiciones teóricas. E n este epígrafe hablarem os de e s tilo y de v a ­ r ia c ió n e s tilís tic a para hacer referencia a los usos lingüísticos que se definen en fun­ ción de la situación y el contexto com unicativos. C uando hablem os de r e g is tr o s lo h a ­ rem os siguiendo a los autores que así lo prefieren y haciendo las aclaraciones p e rti­ nentes. N o es posible en ten d er bien la variación estilística si se prescinde de la variación sociolingüística, com o no se puede dejar a un lado la variación estilística si se quiere llegar a una correcta interpretación de la variación sociolingüística. L a estilística de la lengua contribuye a una correcta valoración de la diversidad sociolingüística que en ­ cierran las com unidades de h ab la.21

diciones situacionales o contextuales distintas. Es cierto, sin embargo, que estas diferencias diafásicas no se manifiestan de la misma forma en todos los grupos sociales. 21. Se ofrecen revisiones de los estudios realizados hasta el momento en C. Lefebvre, «Les notions de style», en E. Bédard y J. Maurais (eds.), La norme linguistique. Québec, Conseil de la Langue Frangaise, 1983, pp. 305-333; S. Romaine y E. C. Traugott, «Some Questions for the Definition of «style» in Socio-historical Linguistics», Folia Lingüistica Historiaca, VI (1985), pp. 7-39; B. Spillner, «Style and Register», en U. Ammon, N. Dittmar y K. J. Mattheier (eds.), Sociolinguistics, Berlín, Walter de Gruyter, 1988, pp. 273-285; I. Mo-


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C. L efebvre agrupa las nociones de estilo que han m anejado los especialistas en dos tipos de teorías: las que consideran los estilos com o códigos diferenciados y aq u e­ llas que los definen partien d o de un estilo básico, el llam ado «vernáculo». L a teoría que m ejor rep resen ta la prim era tendencia (estilos com o códigos) es la «teoría de la acom odación del habla» o de la «adaptación», propuesta por H. Giles y sus colabo­ radores, a la que m ás adelante prestarem os una m ayor atención: cada estilo es un có­ digo del que se dispone p ara transm itir inform ación sobre los propios hablantes, so­ bre la relación que establecen con sus interlocutores y sobre la situación com unicati­ v a.22 Según L efeb v re:23 E l m odelo de selección de códigos está constituido p o r dos conjuntos: las variables independientes — es decir, los factores que entran en juego en la selección de un código— y las variables dependientes — las m anifestaciones posibles, es decir los códigos disponibles.

E n líneas generales, com parten este p unto de vista la etnolingüística preocupada p o r los cam bios de código — a la que harem os referencia en el capítulo 15— ,24 la lin­ güística praguense25 o la «teoría del registro» de la sistém ica,26 form ulada por M. A. K. H alliday. E n tre todas ellas destacam os la últim a, la«teoría del registro» de H alliday.27 H alliday asocia los conceptos de «dialecto» y de «registro» —no habla de estilo—

lina Martos, «Style in Sociolinguistics: a Review», en F. Moreno Fernández (ed.), Sociolinguistics and Stylistic Variation, Lynx, 3 (1992), pp. 39-42. 22. Para un desarrollo práctico de esta teoría, véase N. Coupland, «Style-Shifting in a Cardiff WorkSetting», Language in Society, 9 (1980), pp. 1-12. 23. 1983, p. 326. 24. J. J. Gumperz, «Linguistic and Social Interaction in Two Communities», American Anthropologist, 66 (1964), pp. 137-153; G. Sankoff, «Language Use in Multilingual Societies: Some Alternative Approaches», en J. B. Pride y J. Holmes, Sociolinguistics, Harmondsworth, Penguin, 1972, pp. 33-51. 25. B. Havránek, por ejemplo, vincula la variación lingüística a las funciones comunicativas del lengua­ je. A cada estilo funcional le corresponde un «lenguaje funcional»: coloquial-familiar, ténico-especializado, científico, poético. Dentro de estos estilos, se pueden distinguir los que dependen de las función lingüística predominante (exhortativo, expresivo, informativo) y los que dependen de las situaciones comunicativas (pri­ vado-informal, público-formal). Véase B. Havránek, «The Functional Differentiation of the Standard Lan­ guage», en P. L. Garvin (ed.), A Prague School Reader on Esthetics, Literary Structure, and Style, Washing­ ton, D.C., Georgetown University Press, 1964, pp. 3-16. 26. Véase M. A. K. Halliday, A. Macintosh y P. Strevens, The Linguistic Sciences and Language Teaching, Londres, Longman, 1964. Reimpr. en 1968, «The Users and Uses of Language», en J. A. Fishman (ed.), Readings in the Sociology o f Language, La Haya, Mouton, pp. 139-169; M. Gregory y S. Carroll, Language and Situation. Varieties and their Social Contexts, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1978. 27. A esta relación puede añadirse el modelo de J. Ure y J. Ellis. Ure y Ellis hablan de registros y pre­ tenden ofrecer un análisis y una clasificación de los hechos que son relevantes en determinados contextos. Los registros vienen definidos por el modo en que se relacionan unos usos lingüísticos y unas dimensiones situacionales. La dimensiones que tienen en cuenta son el medio y la circunstancias físicas (que dan lugar a m o­ dos lingüísticos diferentes), las relaciones personales y sociales (que dan lugar a diferentes grados de form a­ lidad), el tema o la materia tratada (pueden ser campos diferentes) y la función social del intercambio lin­ güístico. Estas dimensiones permiten crear una serie de pares conceptuales que caracterizarían los discursos desde el punto de vista de los registros: preparado/no preparado, íntimo/distante, especializado/no especiali­ zado, literario/no literario, conversación/no conversación, etc. Para Ure y Ellis un registro es una variación s¡tuacional constituida por una selección de preferencias de entre el total de opciones lingüísticas que ofrece una lengua específica. Véase J. Ure y J. Ellis, «El registro en la lingüística descriptiva y en la sociología lin­ güística», en Ó. Uribe-Villegas (ed.), La sociolingüística actual: algunos de sus problemas, planteamientos y so­ luciones, México, UNAM, 1974, pp. 115-164.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

y los considera com o m anifestaciones lingüísticas dependientes, la prim era, de los usuarios, de los hablantes, y la segunda, de los usos que se dan a la lengua.28 Los re ­ gistros, p o r tanto, d ependen del u s o que se haga de la lengua en situaciones concre­ tas, m ientras que los dialectos se identifican en función de los usuarios. Las variacio­ nes de registro dependen, p ara la sistémica, de las siguientes dim ensiones: a ) E l c a m p o d e l d i s c u r s o : se refiere al contexto en que se hace uso de la lengua y d ep en d e del tem a tratad o (discusión científica, vida cotidiana) y de la actividad que d esarrollan el hablante y sus interlocutores (por ejem plo, labores dom ésticas, sem i­ nario académ ico). b) E l m o d o d e l d is c u r s o : se refiere al canal de com unicación, al m edio o «m odo» en que se produce la actividad lingüística, incluyendo la distinción prim aria en tre lengua hab lad a y lengua escrita.29 c) E l t e n o r o e s tilo d e l d is c u r s o : se refiere al tipo de relación que existe entre los participantes en un proceso com unicativo; a este respecto, la distinción prim aria y fundam ental es la de e s tilo e d u c a d o y e s tilo c o lo q u ia l. '

P o r lo que respecta a la dim ensión del te n o r , es bastante im probable que p u edan aislarse registros discretos y bien definidos. E sta dim ensión funciona com o un conti­ n u ó en el qué es com plicado identificar un núm ero preciso de registros. E n general, d ep en d e de cada lengua qué tipo de relación en tre participantes son relevantes lin­ güísticam ente y en qué m edida se reflejan estas relaciones en la gram ática y el léxi­ co: cada hablante tiene a su disposición una escala continua de m odelos y de unida­ des, de la cual selecciona, para cada situación, el m odelo apropiado. Las ideas de A lian B ell tam bién participan de la corriente o tendencia que h e ­ m os llam ado «estilos com o códigos» al aceptar com o fundam ento la «teoría de la aco­ m odación», p ero se ap artan de ella en puntos concretos, para otorgar una im p o rtan ­ cia notab le a lo sociolingüístico. Bell, en su «teoría de la audiencia»,30 define la va­ riación sociolingüística com o un fenóm eno interindividual y la variación estilística com o una fenóm eno intraindividual, de tal form a que la selección de un estilo por p a rte de un hab lan te supone la adaptación de sus usos lingüísticos a alguna de las p o ­ sibilidades sociolingüísticas que ofrece su com unidad. A l analizar cuantitativam ente las frecuencias de uso de ciertos rasgos lingüísticos en un estilo, se observa a m enu­ do que coinciden con las habituales en un determ inado grupo social para esos m is­ m os rasgos. E sto significa que, en cierto m odo, los sociolectos pu ed en funcionar com o variables estilísticas, p ero no en el plano sociolingüístico (interindividual), sino en el

28. Es muy importante distinguir las diferentes acepciones que el término registro tiene dentro de la so­ ciolingüística: primero, como estilo de lengua (variedad diafásica); segundo, como lengua de grupo profesio­ nal (equivalente a jerga o a tecnolecto). Coseriu llama registros idiomáticos a las manifestaciones de la lengua que obedecen a factores culturales, o de otro tipo, y a conexiones muy diversas: lengua hablada, lengua es­ crita. 29. Distinción que no tiene por qué ser privativa. Podría hablarse de la existencia de un continuum «len­ gua hablada-lengua escrita» a lo largo del cual se disponen muy diferentes manifestaciones lingüísticas. Véa­ se J. J. Bustos Tovar, «De la oralidad a la escritura», en L. Cortés (ed.), Actas del I Simposio sobre análisis del discurso oral, Almería, Universidad de Almería, 1995, pp. 11-28; Ll. Payrató, «Variación lingüística y mo­ dalidades de la lengua oral», en A. Briz, J. R. Gómez Molina, M. J. Martínez y Grupo Val.Es.Co., Pragmáti­ ca y gramática del español hablado, Valencia, Universidad de Valencia / Pórtico, 1997, pp. 177-192. 30. «Language style as audience design», Language in Society, 13 (1984), pp. 145-204.


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plano intraindividual. E l estilo sería, pues, una proyección de la dim ensión sociolin­ güística. E n lo que se refiere a la segunda corriente de estudio del estilo, la que da im ­ portan cia a un estilo básico, el v e r n á c u lo , hay que com enzar diciendo que W illiam L a­ bov ha sido su m ás n otable representante. Para Labov, los estilos se o rdenan en un solo p arám etro —el grado de atención prestado p o r el hablante a su propio discur­ so— que form aría una escala con diversas posibilidades interm edias, con un grado m ayor o m en o r de form alidad.31 Las teorías de Labov form ulan los siguientes estilos: habla inform al o v e r n á c u l o 32 ( c a s u a l s p e e c h ) , habla cuidada o form al ( f o r m a l s p e e c h ) — que se o btiene principalm ente de la lectura de textos y listas de palabras— y habla espontánea (s p o n t a n e u s s p e e c h ) . E sta últim a surge cuando, en una situación form al, com o la de una entrevista, aparece un discurso originado por una interrupción, un in ­ ciso o una digresión.33 E s im p o rtan te resaltar que la concepción de Labov, pese a la im portancia que concede a la figura del hablante, no ignora el peso que tienen otros factores en la va­ riación estilística. P ru eb a de ello es que el tem a tratado en las entrevistas se tiene en cuenta, p o r ejem plo, p a ra conseguir un discurso cercano al vernáculo. D e la m ism a form a, en los trabajos reunidos en L a n g u a g e in th e I n n e r C ity sobre el inglés de las personas de raza n eg ra,34 se deja ver con claridad la necesidad de aten d er a aspectos com o las características del investigador, los tipos de interlocutor, la relación que és­ tos m an tien en con los hablantes y el contexto com unicativo, para conseguir m ateria­ les p ertenecientes a unos estilos y no a otros. T odos esos elem entos son conjugados p o r L abov p ara evitar la p a r a d o j a d e l o b s e r v a d o r . M ás arriba hem os presen tad o dos notas caracterizadoras del estilo: es una di­ m ensión organizada longitudinalm ente en una escala de m últiples grados interm edios; adem ás, esa escala es un reflejo, una proyección, de la dim ensión sociolingüística. E sto supone que no todos los hablantes de un sociolecto tienen el m ism o grado de conocim iento de las características de los dem ás sociolectos de su com unidad y que, cuanto m ás lim itado es el acceso a los sociolectos com unitarios, más pobres resultan las posibilidades estilísticas de un hablante. E l cam bio de estilo supone una coinci­ dencia con los usos lingüísticos de otros sociolectos, pero en un plano diferente. Las variedades estilísticas son una proyección de las variedades sociolingüísticas, pero n o s o n las variedades sociolingüísticas. E n los estilos s e r e fle ja n los sociolectos,35 aunque

31. The Social Stratification o f English in New York City, Washington, Center for Applied Linguistics, 1966, pp. 60-88. 32. Aquí el vernáculo se identifica como la variedad que aparece en el habla informal, pero también se ha utilizado este término para hacer referencia al habla adquirida hasta la adolescencia (véase lo comentado a propósito del factor «edad») y para hacer referencia a variedades que no tienen fijadas sus normas, gene­ ralmente desprestigiadas o estigmatizadas. Estamos, pues, ante un término polisémico que puede provocar al­ gunas confusiones. 33. Recientemente se ha desarrollado una teoría, a partir de las ideas de Labov, que intenta abarcar no sólo aspectos lingüísticos, sino también psicológicos, psicosociológicos y comunicativos: es la «teoría del mo­ nitor», propuesta por Krashen. La interpretación que hace esta teoría de la noción de estilo se basa en la aten­ ción que el hablante presta a su propio dicurso. Véase C. Lefebvre, art. cit., pp. 323-324; S. Krashen, Second Language Acquisition and Second Language Learning, Oxford, Pergamon Institute of English, 1981. 34. Language in the Inner Ciiy: Studies in the Black English Vernacular, Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 1972. 35. Sobre el modo en que se produce esa proyección y sobre la importancia que, en ese proceso, tiene la «evaluación», véase A. Bell, art. cit., pp. 150-158.


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Dimensión del estilo

Nivel social alto

FlG. 4.1.

Nivel social medio

Nivel social bajo

D im e n sió n social y d im e n sió n d e l estilo.

la variabilidad estilística es m ás com pleja, debido a que se valoran factores que no aparecen en la dim ensión social y debido tam bién a que los estilos, a la vez que sir­ ven p ara decir lo m ism o de m anera diferente (nivel form al), tam bién se m anejan para decir cosas distintas de m aneras diversas (nivel sem ántico).36 P o r o tra parte, com partim os con L abov la idea de que el estilo, entendido com o u na serie de alternativas lingüísticas, no adm ite una fácil identificación y m edición,37 puesto que los lím ites en tre unos estilos y otros son inexistentes o, al m enos, im per­ ceptibles. H ablam os de un parám etro gradual que representa el nivel de form alidad del discurso, considerando la form alidad com o la conducta guiada p o r unos criterios de m áxim o resp eto hacia las norm as sociolingüísticas y hacia lo prestigioso. A h o ra bien, al relacionar la form alidad con la dim ensión social, no es posible sos­ te n e r que necesariam ente se produzca una ecuación del tipo _______Formalidad______ _______ Informalidad______ Rasgos de sociolectos altos Rasgos de sociolectos bajos

C ada hablante y cada grupo social se m ueve en unos m árgenes estilísticos p ro ­ pios, cuyos lím ites inicial y final son siem pre dos puntos cualesquiera pertenecientes a la dim ensión proyectada desde el plano sociolingüístico. A sí, en un h ablante de nivel sociocultural bajo (véase la figura 4.1), los rasgos de su estilo m ás cuidado o form al pued en corresponderse con los de los niveles m edios o altos de la dim ensión social (b2, b3), pero, en ocasiones, no se alejarán dem asiado de los lím ites reflejados p o r su propio sociolecto (b l). E n un hablante de nivel sociocultural alto, los rasgos de su estilo m enos cuidado pueden coincidir con los de los ni­ veles m edios o bajos (a2, a3), aunque puede ocurrir que sus usos inform ales no se ale­ je n m ucho de lo que es característico del nivel alto de la dim ensión social (a l). U n hab lan te del nivel m edio pued e hacer uso de elem entos lingüísticos atribuidos a las 36. M. A. K. Halliday, A. Macintosh y P. Strevens, The Linguistic Sciences and Language Teaching, ob. cit.\ N. Coupland, art. cit.; J. Ure y J. Ellis, art. cit. 37. W. Labov, The Social Stratification o f English in New York City, ob. cit., pp. 84-85.


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clases altas p ara su estilo m ás form al y de elem entos atribuidos a las clases bajas para el m enos form al (m3), p ero su dim ensión estilística (form alidad-inform alidad) puede ten er en los extrem os características que reflejan las de los niveles m edios y altos (m 2 .1), las de los m edios y bajos (m 2 .2) o lim itarse a los usos de su propio grupo ( m i).38 Sin em bargo, la m ayor com plejidad de la variación estilística, respecto de la so­ ciolingüística, se dem uestra en o tro hecho. Los cam bios de estilo tienen dos form as de m anifestarse. La prim era de ellas es de naturaleza form al (fonología, m orfología) y se m anifiesta cuantitativam ente: determ inados rasgos aparecen m ás frecuentem en­ te en los estilos form ales que en los inform ales o viceversa (e.g. en inglés, la conser­ vación del elem ento velar de -ing\ en español, conservación de la -s final implosiva). A q u í es donde m ás fácilm ente se confunden las variedades sociolingüísticas y las es­ tilísticas y donde se aprecia con nitidez cóm o lo sociológico se proyecta en lo situacional:39 son form as diferentes de decir lo mismo. La segunda es de naturaleza se­ m ántica y se m anifiesta cualitativam ente: ciertos elem entos se utilizan en unos estilos y no en otros, según el asunto tratad o en la conversación o, en general, según las si­ tuaciones com unicativas en que se desenvuelven los hablantes (e.g. fórm ulas de cor­ tesía, léxico culto, técnico o estigm atizado, ciertas curvas de entonación, etc.). D icho con otras palabras, hay form as diferentes de decir cosas distintas; por eso es posible reconocer varios estilos cuando los m árgenes estilísticos no van más allá de lo co­ rresp o n d ien te a un solo grupo social ( a l, m i, b l). E n tales circunstancias, son más re­ levantes los cam bios de tipo cualitativo que los de naturaleza cuantitativa.40 A dem ás, hay expresiones que rep resen tan un cam bio de estilo para los hablantes de un nivel, m ientras que no ocurre lo m ism o para los de otro. Así, para alguien de nivel bajo, la sim ple utilización de fórm ulas de cortesía com o p o r fa v o r o gracias puede suponer el paso de un estilo inform al a o tro m ás formal. E n conclusión, los cam bios de estilo pued en m anifestarse a través de rasgos diferenciados cuantitativam ente, cualitativa­ m ente o de am bas m aneras. Las posibilidades estilísticas de una com unidad son tantas com o puntos existen en la escala de la dim ensión situacional. D e ahí que sea tan com plicado afirm ar que hay dos, tres, cuatro, cinco o m ás estilos y que sea prácticam ente im posible determ i­ n a r dónde está el lím ite entre ellos.41 E l grado de form alidad de un discurso d e p en ­ de del m odo en que se p resen ten los factores implicados en la com unicación; no se trata solam ente de que el hablante preste m ucha atención a su discurso o de que la situación com unicativa sea formal. R. C aravedo afirm a que la unidad situacional no garantiza la unidad estilística, porq u e los individuos y los grupos se com portan de m a­ nera diferente ante una m ism a situación 42 La form alidad se desprende de la relación que se da en tre los factores comunicativos. Esos, factores, según nos dice la lingüísti­ ca general (Jakobson, B ühler) son el hablante, el oyente, el m ensaje, el canal y el có­

38. No obstante, son poco frecuentes los casos a3, m3 y b3. 39. A. Bell, art. cit, pp. 152-156. 40. «Sociolinguistics», Advances in Experimental Social Psychology, 4 (1969), pp. 91-165; en J. A. Fishman (ed.), Advances in the Sociology o f Language, La Haya, Mouton, 1971, pp. 9-91; H. López Morales, «So­ ciolingüística», en Lengua Española II (Para Filosofía y C. de la Educación), Madrid, UNED, 1977, pp. 54-56. 41. Véase M. Joos, «The Isolation of Styles». Monograph Series on Languages and Linguistics (Georgetown University), 12 (1959), pp. 197-113. 42. Sociolingüística del español de Lima, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1990, p. 61.


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d ig o . A eso hay que añadir el c o n te x t o s i t u a c i o n a l , la i n te n c ió n del hablante y la rela ­ ción que m an tien en los in te r lo c u to r e s . E n la variación estilística, cada factor com unicativo contribuye a reforzar de m a­ n era d iferente la form alidad o la inform alidad del discurso. A su vez, esos factores tien en m ayor o m en o r capacidad para d eterm inar la form alidad dependiendo de la si­ tuación com unicativa general y del tipo de hablante o de grupo social de que se tra ­ te: en ciertas ocasiones será m ás determ inante el contexto que la relación personal e n tre los interlocutores; en otras ten d rá m ás peso el tem a tratado que el contexto; en otras p u ed e ser más im portante la relación que une a los interlocutores que el tem a tratado. E sto p odría llevarnos a una casuística inabarcable, pero lo cierto es que en la com unicación suelen darse p autas regulares de com portam iento y parece que la m ejor form a de o rd en ar las relaciones en tre los factores com unicativos es tratarlos p o r separado. A lian Bell ha distinguido entre factores personales y no personales. A sí lo hacem os nosotros tam bién.

I.

F a c to r e s p e r s o n a l e s

a) E l h a b la n te . E l hablante ejerce un control sobre su producción lingüística y p o r lo ta n to es responsable de ella, aunque está sujeto a num erosas constricciones histórico-geográficas y sociolingüísticas.43 E n lo que se refiere a la atención p restada po r el h ablante a su discurso, no parece que deba ser la base exclusiva del concepto de estilo,44 sino un aspecto m ás del proceso psicológico de producción lingüística: es un efecto psicolingüístico d ependiente de la form a en que se m anifiestan los factores que concurren en una interacción. Si partim os de esta concepción, quedan justifica­ dos — y casi serían im prescindibles— la recogida y el estudio de rasgos de los que los hablantes son p lenam ente conscientes, a los que se atribuye una especial significación social. Pensam os en rasgos lingüísticos com o la presencia o la pérdida de la -d - in te r­ vocálica de los participios, el ceceo y el seseo o la conservación o pérdida de -s en los plurales de la lengua española. P o r o tro lado, siem pre existe la posibilidad de que la conducta lingüística del h a ­ blante no sea idéntica ante unas mismas circunstancias com unicativas. E llo puede d e­ berse a la presencia de otros factores que m ás adelante com entarem os, aunque siem ­ pre q u ed a una parcela de la variación reservada a factores psicológicos y a la e stra­ tegia com unicativa de cada individuo en cada m om ento. P or esta razón, si se quieren conocer las im plicaciones sociolingüísticas del estilo, es necesario trabajar con un n ú ­ m ero suficientem ente am plio de hablantes. 43. A propósito de este factor, hay que recordar la importancia que Labov otorga a la consecución de la variedad vernacular por parte de los investigadores. Dejando a un lado caracterizaciones, parece conve­ niente puntualizar que, si bien el vernáculo es el objetivo principal de la investigación sociolingüística (y hay razones suficientes para que lo sea), no puede tener tanta importancia en los estudios del estilo. La localiza­ ción del vernacular de un grupo sirve para fijar una referencia en su escala estilística, pero ahí no acaba el tra­ bajo: además hay que explicar el mecanismo del cambio, delimitar las fronteras de estilo en cada grupo social e identificar unidades dentro de la dimensión. Véase W. Labov, «Field methods of the project on linguistic change and variation», Sociolinguistic Working Paper, 81, Southwest Educational Development Laboratory, Austin, Texas, 1981, p. 5; L. Milroy, Observing and Analysing Natural Language, Oxford, Blackwell, 1987, pp. 57-60; F. Moreno Fernández, Metodología sociolingüística, Madrid, Gredos, 1990, p. 66. 44. Tampoco lo cree W. U. Dressler (W. U. Dressler y R. Wodak, «Sociophonological Methods in the Study of Sociolinguistic Variation in Viennese Germán», Language in Society, 11 (1982), pp. 339-370); Véase S. Romaine y E. C. Traugott, art. cit., pp. 7-39.


99

LA VARIACIÓN EN LA LENGUA C u a d r o 4.2.

T ipos de oyentes, según B e ll (1984)

Conocido

Ratificado

Interpelado

+ + + -

+ + -

+ —

Interlocutor Oyente formal Oyente casual Curioso

b) L a audiencia. N o cabe duda de que la «teoría de la audiencia» de Bell es la que m ás interés ha puesto en la figura del interlocutor y la que le ha concedido, ju n to a la «teoría de la acom odación», una m ayor relevancia teórica.45 Bell distingue claram ente cuatro tipos de oyentes en los intercam bios com unicativos, cuyos a trib u ­ tos y funciones aparecen recogidos en el cuadro 4.2. Según esto, el interlocutor prop iam en te dicho es el único interactuante, conoci­ do, ratificado e interpelado p o r el hablante. E l lugar en que está situado cada m iem ­ bro de la audiencia pred eterm in a, en buena m anera, su capacidad de respuesta a los m ensajes del h a b la n te :46 lógicam ente la respuesta de una persona interpelada es m ás esperada que la de un oyente form al, y la de éste más que la de un oyente casual.47 H ay situaciones, n o obstante, en las que un oyente form al o incluso un interlocutor tien en una capacidad de respuesta nula o m ínim a ante el discurso del hablante; son situaciones dadas, p o r n orm a general, en actos públicos: discursos políticos, confe­ rencias o em isiones de radio y televisión. E ste aspecto está relacionado con o tro que afecta directam ente a las características del estilo: la naturaleza pública o privada de la conversación, aunque parece razonable incluir este rasgo entre las propiedades del contexto y no de la audiencia. Los tipos de audiencia que prop o n e Bell ocupan posiciones diferentes d entro de un diseño de audiencia (véase la figura 4.2). P o r o tra p arte, en las interacciones com unicativas, la «cantidad» de la a u d ien ­ cia — el n ú m ero de p ersonas que la com ponen— puede ser tan im p o rtan te com o su «calidad». D esd e este p u n to de vista, las interacciones p u ed en ser bilaterales (dos in ­

Audiencia

Segunda persona

Tercera persona

Oyente formal

Fig. 4.2.

Oyente casual

Curioso

T ip o s de audiencia (oyentes), según B e ll (1984).

45. En algunos estudios de Labov se maneja muy cuidadosamente el tipo de relación que mantienen los hablantes entre sí y éstos con el explorador. Por esa razón, utiliza investigadores de raza blanca y de raza ne­ gra, externos al grupo social estudiado o pertenecientes a él, según las necesidades de la investigación (Lan­ guage in the Inner City: Studies in the Black English Vernacular, ob. cit., p. xiv). 46. Romaine y Traugott (art. cit., p. 15) distinguen entre hablante activo y hablante pasivo. 47. La categoría «curioso» se refiere a una persona que presencia (escucha) una interacción sin que los interlocutores lo sepan.


PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

100

terlo cu to res) o multilaterales (m ás de dos interlocutores). T am bién existen discursos m onologados, que pu ed en darse in praesentia (se sabe que hay un perso n a — o m ás— que p u ed e cum plir la función de au d ito r48 o de oyente casual) o in absentia (no existe in terlo cu to r o bien existe p ero funciona com o oyente casual o com o «curioso»). A h o ra bien, reconociendo el interés de las ideas de Bell, es lógico pensar que tan im po rtan te com o la función que cum ple cada oyente en una interacción concreta es el tipo de relaciones personales que m antiene el hablante: la im portancia de las ca­ racterísticas sociolingüísticas del oyente p ueden pasar a un segundo plano si el vínculo en tre el h ablante y su in terlocutor es estrecho.49 E l m ayor problem a que presen tan estas relaciones personales para el análisis del estilo reside en que ofrecen infinitas posibilidades: n o se m antiene el mism o grado de intim idad con todos los amigos, ni con todos los herm anos, ni siquiera con el padre o la m adre. Si tuviéram os en cu en ­ ta las m últiples posibilidades de las relaciones interpersonales, nos enfrentaríam os a una casuística inagotable. P ara calibrar el peso del tipo de relación interpersonal sobre el estilo, es im pres­ cindible trab ajar sobre una tipología básica,50 que debería ser tan sim ple y general com o p ara incluir, en la m edida de lo posible, toda clase de relación. E n la construc­ ción de tal tipología, los conceptos de «poder» y «solidaridad», propuestos p o r R oger B row n desde 1960, se revelan com o unos instrum entos de gran utilidad (véase el ca­ pítulo 8 ) 51 E n principio, esos conceptos han sido utilizados principalm ente para el estudio de las form as de tratam iento, p ero su aplicabilidad es m ucho m ayor. P artiendo de la idea de que tanto el p oder com o la solidaridad pueden darse o no darse en una m is­ m a relación in terp erso n al,52 llegamos a la conclusión de que el interlocutor, cualquier m iem bro de la audiencia, puede m antener con el hablante uno de estos cuatro tipos de relaciones: A B C D

= = = =

+ P oder + Poder -P o d e r - P oder

- Solidaridad + Solidaridad - Solidaridad + Solidaridad

La tipología obtenida es sencilla, abarcadora y, por lo tanto, útil, especialm ente p ara el estudio de la variación estilística. A todo ello volverem os a hacer referencia en el capítulo 9.

48. Por ejemplo, el discurso de un locutor de televisión o de radio. 49. D. Bickerton, «What happens when we switch?», York Papers in Linguistics, 9 (1980), pp. 41-56. 50. Esta relación es la que constituye el concepto de «tenor» manejado por Halliday (Language as so­ cial semiotic. The social interpretation o f language and meaning, Londres, Edward Arnold, 1978, cap. III). 51. Véase R. Brown y A. Gilman, «The Pronouns of Power and Solidarity», en J. Fishman (ed.), Readings in the Sociology o f Language, La Haya, Mouton, 1968, pp. 252-275. 52. H. Ueda, «Comparación de las formas vocativas españolas y japonesas. Atributos del hablante, del interlocutor y sus relaciones», Area and Culture Studies, XXXII (1982), pp. 71-86.; F. Moreno-Fernández, «Análisis sociolingüístico de actos de habla coloquiales», Español Actual, I, 51 (1989), pp. 5-51; II, 52 (1989), pp. 5-57.


LA VARIACIÓN EN LA LENGUA

II.

101

F a c to r e s n o p e r s o n a l e s

Los factores com unicativos no personales son, básicam ente, el d i s c u r s o y el c o n ­ te x to . a) D i s c u r s o . E n el habla se expresan m arcas cualitativas y cuantitativas que perm iten distinguir unos estilos de otros. D en tro del discurso de un hablante, con­ viene p re sta r atención a los elem entos capaces de originar variación estilística, que, desde n u estro p u n to de vista, son dos: el te m a y el tip o d e c o m u n i c a c ió n . E l te m a de un discurso está estrecham ente ligado al contexto en que se produce (sólo se habla de ciertas cosas en ciertos contextos), a las características psicolingüísticas de los interlocutores y a la relación que une a los que conversan (sólo se habla de ciertos tem as con ciertas personas).53 La im portancia de los te m a s ha sido bien ex­ plicada p o r L abov:54 su m etodología incluye este factor com o especialm ente signifi­ cativo en la recogida de m ateriales lingüísticos, tanto en los estudios de corte socio­ lógico, com o en los etnográficos. Los investigadores que recogen m ateriales de la len­ gua h ablada h an de ten er p resente la im portancia del tem a que se va a tratar: gracias a las dem ostraciones em píricas de Labov, sabem os que hay tem as que favorecen la form alidad (por ejem plo, la corrección y la incorrección en el uso de la lengua) y otros que favorecen una aproxim ación a las variedades m enos form ales (peligro de m u erte, relatos infantiles, etc.). D e todas m aneras, esto no quiere decir que tales te ­ m as pro v o q u en las mismas reacciones en cualquier com unidad. L. M ilroy ha explica­ do q ue el tem a del «peligro de m uerte» no dism inuye el control em ocional en los h a ­ blantes de B elfast. E n cada cultura, en cada com unidad, hay tem as que provocan m ás fácilm ente la aparición de estilos inform ales. D ebe tenerse presente, no obstante, que, en situaciones de entrevista, el inform ante sólo habla de lo que está dispuesto a h a ­ blar, aunque a veces sorprenda, p o r ejem plo, la facilidad con que se cuentan detalles de la vida íntim a. E l tip o d e c o m u n i c a c i ó n se acerca al concepto de «modo» de Halliday: la m an e­ ra en que el discurso se m anifiesta. Las m odalidades básicas capaces de reflejar v a­ riación estilística en la lengua hablada son el d is c u r s o m o n o l o g a d o y la c o n v e r s a c i ó n . Las conversaciones pu ed en ser r á p id a s (duración breve) o n o r á p id a s , d ir ig id a s (cuan­ do un h ablante distribuye los turnos y controla el tem a), lib r e s (si no hay control de turnos ni de tem as) o s e m id ir ig id a s . C uando las conversaciones son m u ltila te r a le s el control pu ed e ser ejercido p o r uno solo de los participantes ( d ir e c c ió n ú n ic a ) o por varios de ellos ( d ir e c c ió n m ú l t ip l e o a lte r n a ). Por su parte, los d is c u r s o s m o n o l o g a d o s a m enudo cum plen una función expresiva o una función referencial: en el prim er caso se tra ta frecuentem ente de m onólogos in a b s e n tia (con oyente casual o con «curio­ so»), en el segundo, de m onólogos in p r a e s e n tia . Los investigadores de la lengua hablada han hecho uso de m uchas de estas m o­ dalidades para estudiar diferentes estilos. Labov, por ejem plo, ha conseguido estilos poco form ales a través de las siguientes m odalidades: c o n v e r s a c i ó n r á p i d a , d i s c u r s o m o n o l o g a d o , c o n v e r s a c i ó n m u ltila te r a l lib r e o s e m id ir ig id a , c o n v e r s a c i ó n b ila te r a l li­ bre.

Los discursos m ás form ales se obtienen fácilm ente por m edio de c o n v e r s a c i o n e s

b ila te r a le s d ir ig id a s o s e m id ir ig id a s . 53. 54.

En la lengua escrita literaria no funcionan de manera tan intensa estos factores. Halliday habla del tema como «field of discourse».


102

PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

C u a d r o 4.3.

I.

F actores perso n a les a)

b)

II.

Factores implicados en la variación estilística

Hablante Características sociolingüísticas y psicolingüísticas Variación consciente - variación inconsciente Audiencia Audiencia (interlocutor, oyente formal, oyente casual, curioso) Capacidad de respuesta (positiva - negativa) Cantidad de oyentes (bilateral - multilateral) Relación entre interlocutores (A - B - C - D)

F actores n o personales a)

b)

Discurso Tema (formal - informal) Tipo de comunicación (monólogo - conversación) Contexto (natural - no natural) Lugar (familiar - no familiar) Momento (adecuado - no adecuado) Tipo de actividad (pública - privada)

b) Contexto. E l contexto es el factor no personal m ás com plejo en su funcio­ nam ien to in tern o y el m ás difícil de valorar en cuanto a su incidencia sobre el estilo. L a relación en tre el contexto y el tem a es m uy estrecha. E l contexto tiene tres com ponentes principales: el lugar (especialm ente el e n to r­ no inm ediato), el m om ento y el tipo de actividad desarrollada.55 D ado que estos ele ­ m entos son capaces de provocar cam bios de estilo, si se quiere observar cóm o se p ro ­ ducen tales cam bios p o r influencia de otros factores (personales o no personales), es necesario que las condiciones contextuales perm anezcan invariables. D e lo expuesto hasta aquí se desprende que son m uy num erosos los factores que p u ed en ten er incidencia sobre la variación estilística.56 T odos ellos quedan resum idos en el cuadro 4.3. L a investigación del estilo n o puede infravalorar la im portancia de ninguno de los factores im plicados en la com unicación y, p o r lo tanto, en la variación estilística. Sin em bargo, es cierto que todos ellos no tienen la misma incidencia sobre el fen ó ­ m eno del estilo. L am entablem ente es m ucho lo que queda p o r conocer sobre la im ­ po rtan cia relativa de cada elem ento, p ero ya se h a trabajado lo suficiente com o p ara em pezar a p lan tear hipótesis con cierta seriedad. A lian Bell propone, com o hipótesis general, que el cam bio de estilo obedece principalm ente al tipo de audiencia, lo que supone conceder prim acía a los factores personales sobre los no personales. A p artir de aquí se descubren otros hechos:57 55. Este último presenta una estrecha relación con el carácter público o privado de la interacción. 56. Dell Hymes afirma que los componentes asociados a las variaciones del habla pueden quedar resu­ midos mediante la palabra mnemotécnica SPEAKING: S (setting), P (participants), E (ends), A (art characteristics), K (Icey), I (instrumentalities, canal, código), N (norms o f interaction and interpretation), G (gender, tipo de acto de habla). Véase «Models of the Interaction of Language and Social Life», Journal o f Social Issues, 23 (1967), pp. 8-28. 57. N. Coupland, «Style-shifting in a Cardiff work-setting», Language in Society, 9 (1980), pp. 1-12; E. Douglas-Cowie, «Linguistic code-switching in a Northern Irish village: Social interaction and social ambition», en P. Trudgill (ed.), Sociolinguistic Patterns in British English, Londres, Edward Arnold, 1978, pp. 37-51.


103

LA VARIACIÓN EN LA LENGUA

1) 2)

U n a variación estilística determ inada p o r factores que no tienen relación con la audiencia presupone una variación de acuerdo con el interlocutor. U n cam bio de estilo m otivado en la audiencia se puede catalogar o clasificar m ás fácilm ente que un cam bio debido a los tem as tratados.

Variedades especiales: las jergas

j. !

G erigonza. Un cierto lenguaje particular de que usan los ciegos con que se entienden entre sí. Lo mesmo tienen los gitanos, y también forman lengua los rufianes y los ladrones, que llaman germanía. S e b a s t iá n

de

C o v a r r u b ia s , Tesoro de la lengua

castellana o española, 1611

Ju n to a las variedades com entadas hasta el m om ento, la investigación lingüística se h a ocupado, en algún caso desde hace m ucho tiem po, de otras variedades que p u e ­ d en recibir el calificativo de especiales. E n tre ellas las que m ás atención han m ereci­ do h a n sido las llam adas «jergas», entendiendo por «jerga» un conjunto de caracteres lingüísticos específicos de un grupo de hablantes dedicado a una actividad determ i­ nada: el uso de una jerga siem pre es un m odo de m arcar una identidad sociolingüís­ tica o la p erten en cia a un grupo. A h o ra bien, tal denom inación incluye situaciones y realidades bien diferenciadas, com o ha advertido Julio Casares: la jerga constituye una zona restringida de la lengua fam iliar, que lim ita al sur con la germ anía y el caló, al este y oeste con la term inología artesan a y al n o rte con el tecnicism o científico.58

E fectivam ente, podem os h ablar de jerga —argot— para hacer referencia a los usos característicos de grupos grem iales, cuya com unicación p u ram ente profesional no h a de ten er una intención o un carácter críptico, por m ás que su dom inio corres­ p o n d a n orm alm ente a individuos iniciados. Estam os ante variedades sectoriales o es­ pecializadas59 o lenguas de grupo — tam bién se utiliza el nom bre de tecnolecto— con d iferente grado de herm etism o, que p ueden ser de m uchos tipos:60 aquí se incluiría la jerga m édica, la econom ista y em presarial, la jurídica, la m ilitar, la periodística, la in ­ form ática y m ultitud de jergas de oficios, que en ocasiones han gozado de una larga trad ició n .61 Lógicam ente, en la m edida en que desaparecen oficios, van desap are­ 58. Introducción a la lexicografía moderna, 3." ed., Madrid, CSIC, 1992, p. 279. 59. Denominación dada por B. Rodríguez en Las lenguas especiales. El léxico del ciclismo, León, Cole­ gio Universitario de León, 1981, pp. 9-153. Véase también B. Rodríguez, «Argot y lenguaje coloquial», en A. Briz, J. R. Gómez Molina, M. J. Martínez y Grupo Val.Es.Co. (eds.), Pragmática y gramática del español hablado, Valencia, Universidad de Valencia / Pórtico, 1997, pp. 225-239. 60. En conexión con las variedades sectoriales, estarían los «lenguajes científico-técnicos», formados principalmente por nomenclaturas específicas en las que el significante y el significado de los signos estable­ cen una relación biunívoca que impide la polisemia o la connotación. Véase B. Rodríguez, «Lo específico de los lenguajes científico-técnicos», Archivum, XXVII-XXVIII (1977-1978), pp. 485-521. También M. T. Cabré, La terminología. Teoría, metodología, aplicaciones, Barcelona, Antártida, 1993. 61. H e aquí algunos ejemplos tradicionales españoles: el barallete o parafusa de los afiladores de O ren­ se, la jalleira de los tejeros y alfareros de Tomiño, también en Galicia, la tixileira de los fabricantes de cuen­ cos de madera del sudoeste de Asturias o la gacería de los canteros de Cantalejo, en Segovia.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

ciendo las respectivas jergas grem iales, de igual m odo que las nuevas actividades tra e n de la m ano nuevos usos com unicativos. A este tipo de jerga se añadirían las que perm iten caracterizar a prácticam ente cualquier grupo social según la actividad que realice: estudiantes, deportistas, funcio­ narios, pescadores, etc. E stam os ante variedades más o m enos accesibles para los aje­ nos al grupo, que n o tienen u na intención críptica y que no se suelen utilizar fuera de la com unicación interna, aunque algunas de ellas tienen m ás facilidad que otras para transferir elem entos a la lengua general: en E spaña, p o r ejem plo, el uso general va incorp o ran d o m uchas voces propias de la jerga estudiantil, de la taurina o de la polí­ tica y la econom ía, debido, en gran parte, a la influencia de los m edios de com unica­ ción social.62 E n este caso tam bién se habla de a r g o t y de s la n g . P ero una je r g a , adem ás, pu ed e en tenderse com o un conjunto de rasgos lingüísti­ cos, generalm ente artificiosos, utilizados con una intención críptica o esotérica. E n este caso, el térm ino ha alternado con otros m uchos com o j e r ig o n z a , g e r m a n ía , j á c a ­ ra o j a c a r a n d in a . Se trata de «lenguas secretas» m anejadas por grupos sociales cuya actividad está o p uede estar fuera de una norm a o incluso fuera de la ley — es la len ­ gua de los bajos fondos, del ham pa, de la delincuencia— ,63 aunque tam bién se han utilizado en o tras actividades, com o las com erciales o las trashum antes. Estos usos, en general, se caracterizan por una gran capacidad de cam bio dado que, conform e se h a­ cen transparentes, aparecen nuevas voces que sustituyen a las que em piezan a ser re ­ veladas. Los recursos lingüísticos de las jergas crípticas, adem ás de ser artificiosos, su p o ­ n e n una actitud activa por p a rte del grupo y afectan sobre todo al léxico y a la fra­ seología: se m odifican form al o sem ánticam ente térm inos ya existentes (por ejem plo, cam biando el ord en de las sílabas),64 se tom an form as prestadas de otras lenguas (en el caso del español de E spaña, se han tom ado del gallego, del catalán, del vasco, del francés, del árabe, del caló; en el l u n f a r d o , se han tom ado del italiano),65 se usan p a ­ labras onom atopéyicas y se incorporan nuevas series de num erales. E jem plos de es­ tos usos p u ed en ser la g e r m a n í a española del Siglo de O ro, el prim er l u n fa r d o argen­ tino o la m ás reciente jerga de la drogadicción.66 P ero hay otros m uchos, com o el c a ló de los arrieros de Q u in tan ar de la O rd en (T oledo), utilizado por los com erciantes am ­ bulantes duran te el siglo xix, hasta la desaparición de la arriería. E n esta jerga de arrieros se suelen d ar significados nuevos asociados a form as ya existentes, se crean m etáforas y se utilizan m ultitud de nom bres propios con referentes locales o regio­ nales. Sirvan com o m uestras estas pocas frases: la d e a r ie p a d e h o y m e in v ita a j a l a r c h ip ó l a c o n a n d ú j a r y p e d r o ñ e r a s ‘en la carta de hoy m e invitan a com er cordero con

62. Véase M. Alvar, La lengua de..., Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 1993. 63. Véase R. Salillas, «Teoría y caracteres de las jergas», en El delincuente español, Madrid, Victoriano Suárez, 1896. 64. Este recurso lo utiliza el lunfardo. Sobre alteraciones formales con fines comunicativos o lúdicros, son ilustrativos los ejemplos recogidos en la obra de D. Crystal, Enciclopedia del lenguaje de la Universidad de Cambridge, Madrid, Taurus, 1994, pp. 53-59. 65. El lunfardo es un argot porteño, restringido a iniciados y llamado policialmente lenguaje cañero. Como ocurre en muchos lugares, algunas palabras del lunfardo han pasado a formar parte del léxico general, en este caso de Buenos Aires: mina, gil, chamuyo, papusa. Véase J. L Borges y J. E. Clemente, El lenguaje de Buenos Aires, 4." ed., Buenos Aires, Emecé, 1968; E. Teruggi, Panorama del lunfardo, 2.n ed., Buenos Aires, Sudamericana, 1978. 66. Véase V. León, Diccionario de argot español, Madrid, Alianza, 1980.


LA VARIACIÓN EN LA LENGUA

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aceite y ajos’; e l t o li m o d e la m e s a d a p e o r q u e u n s e n a d o r ‘el hom bre tiene la cabeza p e o r que un b u rro ’; a c id ia b ir r is y n o c o n o c e a la tía j a c in ta ‘está borracho y no co­ noce la vergüenza’.67

R eflexiones y ejercicios 1. R eflexione sobre la dificultad que supone delim itar y caracterizar específica­ m en te un dialecto o geolecto; p ara ello p uede consultar los m apas de los atlas lin­ güísticos. E xplique los criterios que perm itirían hablar de dialecto en un caso com o el del andaluz, p o r ejem plo. 2. A lgunos autores piensan que la sociolingüística ha supuesto un gran avance respecto de los estudios dialectológicos. ¿C onsidera que la dialectología ha perdido su sentido en la lingüística actual o piensa que tiene unos m étodos y unos objetos de estudio que se com plem entan con los sociolingüísticos? 3. D escubra en su p ropia habla qué características fónicas, gram aticales, léxicas y pragm áticas p redom inan cuando hace uso de un estilo form al y cuáles lo hacen cuando usa un estilo inform al. D escriba los principales rasgos lingüísticos que ap a re ­ cen en el estilo form al de los niveles socioculturales m ás bajos de su com unidad. ( j¡ ) Señale cuáles son las principales características de la jerga estudiantil de su com unidad de habla. P reste atención a todos los niveles de la lengua, incluidos los as­ pectos relacionados con el discurso.

Orientaciones bibliográficas Sobre el concepto de dialecto y todos los problem as teóricos y prácticos que gi­ ran en su entorno, conviene consultar los capítulos introductorios del libro dirigido p o r M anuel A lvar, M a n u a l d e d ia le c to lo g ía h is p á n ic a . E l e s p a ñ o l d e E s p a ñ a (B arce­ lona, A riel, 1996). Para una caracterización del español coloquial, puede consultarse el trab ajo de A n to n io Briz, E l e s p a ñ o l c o lo q u ia l. S itu a c ió n y u s o (M adrid, A rco/L i­ bros, 1996). C om o introducción general a las teorías de M. A . K. H alliday, véase su o b ra E l le n g u a je c o m o s e m i ó t ic a s o c ia l (M éxico, F ondo de C ultura Económ ica, 1982).

67. Véase Diccionario del dialecto caló o jerga que usaban los arrieros de Quintanar de la Orden, Quintanar de la Orden, Excmo. Ayuntamiento, 1968. Con prólogo de J. Martín de Nicolás.


C a p ít u l o 5

EL CAMBIO LINGÜÍSTICO VISTO DESDE LA SOCIOLINGÜÍSTICA Variación y cambio lingüístico Por eso digo que si los que murieron hace mil años volvieren a sus ciudades, las creerían ocupadas por gente extranjera debido a que su lengua es distinta de la de éstos. D a n t e A l i g h i e r i , E l convite, 1304-1307

L a sociolingüística h a contribuido enorm em ente a revitalizar el interés p o r el cam bio lingüístico, después de m uchos años de hegem onía de los estudios sincróni­ cos, desarrollados, en su m ayor parte, desde posiciones estructuralistas o generativistas. L a reanim ación — al m enos teórica— de este tipo de estudios p o r p arte de la so­ ciolingüística ha supuesto, entre otras cosas, la ru p tu ra de la dicotom ía saussuriana «diacronía - sincronía» porque se ha dem ostrado que lo sincrónico puede ser tan va­ lioso p a ra el estudio del cam bio com o lo diacrónico. E n 1982, W illiam L abov presentó los aspectos m ás destacados del estudio de la variación y del cam bio lingüístico, señalando la im portancia que tienen unos fun­ d am entos em píricos p ara el conocim iento de la realidad.1 D e los trabajos sociolin­ güísticos que hasta ese m om ento se habían dedicado al estudio de la variación y del cam bio, L abov extrajo los siguientes denom inadores comunes: en prim er lugar, los h ablantes cuya lengua se estudiaba eran localizados en el contexto social de una co­ m unidad de habla; en segundo lugar, los datos de habla analizados procedían de grabaciones de interacciones lingüísticas; adem ás, los m ateriales eran som etidos a m i­ nuciosos análisis cuantitativos. T odo ello dem ostraba que la variación y el cam bio p o ­ dían ser investigados sobre bases em píricas m uy sólidas y a p artir de m ateriales de las hablas vivas. Las propuestas m ás recientes de explicación del cam bio son deudoras en gran p a rte de los estudios sobre variación lingüística. V ariación y cam bio, sin em bargo, no deb en ser in terp retad o s com o fenóm enos absolutam ente dependientes o vinculados p o r una relación causal. Según Labov, el cam bio es variación y todo cam bio implica la existencia de variación, p ero no toda variación ha de desem bocar necesariam ente en un cam bio. 1. «Building on Empirical Foundations», en W. P. Lehmann e Y. Malkiel (eds.), Perspectives on Hisrorical JLinguistics, Amsterdam, John Benjamins, 1982, pp. 17-92.


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C om o es bien sabido, el cam bio lingüístico es un com plejísim o proceso que im ­ plica factores de m uy d iferente signo: sociales, geográficos, psicológicos, pragm áticos. Los cinco problem as principales con los que se enfrenta el estudio del cam bio ya fue­ ro n señalados en 1968 p o r W einreich, L abov y H erzog.2 Esos problem as son los si­ guientes: a) b)

c) d)

e)

Las r e s tr ic c io n e s . D eterm in ar los factores que hacen posibles unos cam bios e im posibles otros, y que m arcan su dirección, cuando se producen. La tr a n s ic ió n . Explicar cóm o se desarrolla el cam bio lingüístico; afrontar este p roblem a supone d ar cuenta de cóm o es y cóm o se produce la variabilidad de la lengua en una com unidad concreta. La a d a p ta c ió n o i n s e r c ió n . D eterm inar cóm o un cam bio en curso se adapta al sistem a lingüístico y social que lo rodea. La a c titu d . D escubrir qué actitudes despierta entre los hablantes el cam bio lingüístico y de qué m anera influye tal actitud en el desarrollo ulterior del cambio. La c o n s u m a c i ó n o a c tu a liz a c ió n . Explicar p o r qué un cam bio lingüístico se ha producido en unas coordenadas espacio-tem porales concretas.

D e todos estos problem as, el de m ás difícil resolución es, sin duda alguna, el re ­ lativo a la c o n s u m a c i ó n ; los dos prim eros ( r e s tr ic c io n e s , tr a n s ic ió n ) se p u eden resol­ ver cuando los cam bios ya se han cum plido; los tres últim os (a d a p ta c ió n , a c titu d , c o n ­ s u m a c i ó n ) req u ieren análisis em píricos en el m om ento en que los cam bios se están produciendo. C om o es natural, en tre todos los factores que con distinta intensidad condicio­ n an o m otivan los cam bios lingüísticos, la sociolingüística ha puesto un interés m uy especial en los aspectos que tienen que ver con las condiciones sociales de los usos lingüísticos.3 E sta disciplina ha podido plan tear hipótesis y p ro p o n er conclusiones, ra ­ tificadas em píricam ente, que son singularm ente valiosas para el conocim iento de los cam bios.4 A lgunas de las m ás interesantes han surgido en las investigaciones sobre redes sociales; otras, com o verem os, proceden de los estudios que trabajan sobre m o­ delos de estratificación social. L os estudios de r e d e s s o c ia le s h an pod ido d em o strar que la difusión de una in ­ novación lingüística de un grupo social a o tro se produce a través de los individuos

2. «Empirical Foundations for a Theory of Language Change», en W. P. Lehmann e Y. Malkiel (eds.), Directions fo r Historical linguistics, Austin, University of Texas Press, 1968, pp. 95-195. 3. Es bien conocida la relación descubierta entre adquisición individual y cambio lingüístico. La hipóte­ sis de Halle, que sostenía que la simplificación de las gramáticas que hacen los niños es un mecanismo de cam­ bio elemental, fue rechazada por Weinreich, Labov y Herzog argumentando que la lengua de los niños es ad­ quirida en principio de los padres y posteriormente re-formada bajo la influencia de compañeros del mismo grupo. P. Kerswill ha establecido una comparación entre el proceso de adquisición lingüística y el proceso del cambio y ha llegado a la conclusión de que los factores que influyen en ambos procesos son el nivel lingüísti­ co, la edad y la complejidad de las condiciones. Véase P. Kerswill, «Children, adolescents, and language chan­ ge», Language Variation and Change, 8 (1996), pp. 177-202. 4. Una de ellas, por ejemplo, sostiene que los grupos étnicos que entran a formar parte de una comu­ nidad de habla participan de los cambios lingüísticos en curso solamente cuando comienzan a adquirir dere­ chos tales como puestos de trabajo dignos, viviendas estables o el acceso a la estructura social de la nueva co­ munidad.


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q u e están unidos a la re d m ediante lazos débiles.5 Los hablantes de m ayor m ovili­ d a d suelen estab lecer lazos m ás débiles que los individuos sedentarios y socialm en­ te m ás estables y, p o r tan to , suelen ser elem entos periféricos de los grupos; de ahí su capacidad p a ra difundir innovaciones: el grado de integración de un individuo en u n a red social afecta a su capacidad de innovación desde el p u n to de vista lingüís­ tico. D e form a com plem entaria, se ha com probado que las innovaciones lingüísticas son m ás frecuentes en los grupos y com unidades cuyos individuos m antienen víncu­ los débiles entre sí. Esos lazos débiles suelen llevar, en general, a procesos de n i v e l a ­ c ió n y de s i m p l i fi c a c i ó n lingüísticas, sobre todo en las situaciones en que dos o más variedades en tran en contacto. La n iv e la c ió n supone la elim inación de los elem entos lingüísticos m arcados o m enos frecuentes; la s i m p l i fi c a c i ó n asegura el m antenim iento de las form as lingüísticas m ás simples y m ás rentables funcionalm ente, aunque se tra ­ te de elem entos m inoritarios. R alp h Penny ha estudiado la posibilidad de aplicar estas conclusiones a algunas regiones, variedades y episodios de la historia de la lengua española, con resultados interesantes. E l n o rte de E spaña, área que ha recibido tradicionalm ente poca inm i­ gración y en la que se ha producido una escasa m ezcla de población, revela una m e ­ n o r presencia de los efectos de la m ezcla de dialectos (n iv e l a c i ó n , s i m p l i f i c a c i ó n ) que otras regiones de la península: las áreas rurales de A sturias o de C antabria, por ejem ­ plo, poseen un sistem a de cuatro o cinco vocales finales, frente al sistem a de sola­ m ente tres vocales finales del español o del portugués. O tro ejemplo: el carácter ce­ rrad o de las com unidades m ozárabes, form adas p o r individuos unidos p o r lazos m úl­ tiples y estrechos, explica el m antenim iento de hábitos tradicionales y la resistencia a la innovación, incluida la innovación lingüística en las hablas m ozárabes. Ju n to a este caso, es in teresan te observar lo que ha ocurrido en las com unidades judeo-españolas, en las que el contacto con otras variedades ha llevado a la aparición de fenóm enos innovadores de nivelación (por ejem plo, el s e s e o y el y e í s m o ), si bien se h an m a n te­ nido unas fuertes relaciones sociales internas que podrían explicar el conservaduris­ m o judeo-español, su resistencia a la innovación lingüística. P or otro lado, las situa­ ciones de colonización (reconquista del sur de la península, colonización am ericana) han favorecido la existencia de vínculos débiles entre individuos y se han convertido, p o r tanto, en caldo favorable, en térm inos generales, para todo tipo de innovaciones lingüísticas ( s e s e o , c e c e o , neutralización de consonantes im plosivas).6

El mecanismo del cambio lingüístico E n 1968 W einreich, Labov y H erzog y, m ás adelante, Labov en solitario hicieron una descripción del m ecanism o del cam bio lingüístico que ha tenido una enorm e re ­ percusión den tro y fuera del ám bito de la sociolingüística. L a propuesta de Labov se hizo tom ando com o fundam ento las experiencias de los estudios realizados en M ar5. Véase J. Milroy y L. Milroy, «Linguistic Change, Social NetWork and Speaker Innovation», Journal o f Linguistics, 21 (1985), pp. 339-384. 6. Véase Patterns o f Language-Change in Spain, Londres, Westfield College, 1987. También de Ralph Penny, «Dialect Contact and Social Networks in Judeo-Spanish», Romance Philology, XLVI (1992), pp. 125140.


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th a ’s V ineyard (M assachusetts)7 y en N ueva Y o rk .8 A llí se habla de que el inicio del cam bio suele darse en un subgrupo de una com unidad, sobre todo cuando se acusa algún tipo de presión social. E n un prim er m om ento, la difusión del cam bio se p u e­ de realizar, incluso de form a inconsciente, dentro de un subgrupo de nivel social bajo (ic a m b i o d e s d e a b a jo ) y la variable lingüística se puede transform ar en un i n d ic a d o r , característica que no está som etida a variación estilística. C uando esa variable pasa a otras generaciones, se habla de h ip e r c o r r e c c ió n d e s d e a b a jo , entendiendo «hiperco­ rrección» com o el uso de una variante más allá de lo fijado p o r un p a tró n o de lo e s­ p erad o p ara un grupo concreto. Si la difusión del cam bio llega a ser tan am plia que llega a afectar a to d a la com unidad de habla, el rasgo se transform a en un m a r c a d o r que pasa a ser incorporado a la variación estilística y que produce reajustes estru ctu ­ rales, que a su vez p u ed en d ar origen a nuevos cambios. Las consecuencias últim as de este proceso de cam bio varían dependiendo del es­ tatus del subgrupo que lo inició. Según Labov, si el subgrupo que inicia el cam bio es el de m ayor estatus de la com unidad, el cam bio puede llegar a ser un m odelo de p res­ tigio del q ue la com unidad es plenam ente consciente ( c a m b i o d e s d e a r r ib a ) . E s en este m om ento cuando puede surgir la h ip e r c o r r e c c ió n d e s d e a r r ib a : los estatus infe­ riores, principalm ente las clases m edias, en un intento de ajustarse al m odelo de p re s­ tigio, sobrepasan la frecuencia de los usos del grupo m ás prestigiado. Si, por el contrario, el subgrupo que inicia el cam bio es de bajo estatus, los individuos de los estratos superiores p u ed en rechazarlo e in tentar corregirlo. E n tales casos, las in n o ­ vaciones pu ed en convertirse en un rasgo lim itado y estigm atizado, esto es, en un e s ­ te r e o t i p o .9

E l estudio del cam bio lingüístico está poniendo de m anifiesto que la dinám ica de las relaciones en tre los grupos de una com unidad es una fuerza determ inante de los cam bios en progresión. W illiam L abov da gran im portancia a los c a m b i o s d e s d e a b a ­ j o , los que se pro d u cen p o r debajo del nivel de consciencia de los hablantes y se o ri­ ginan en los niveles sociales bajos o medios; en estos casos, se suelen dar patrones curvilíneos de distribución social, en los que los usos m ás innovadores aparecen so ­

7. M artha’s Vineyard es un isla de la costa de Massachusetts con una población estable de unos 6.000 habitantes; esta población aumenta hasta los 40.000 habitantes en verano. En M artha’s Vineyard, los dipton­ gos [ai] y [au] se pronuncian mayoritariamente con el primer elemento abierto, con una [a] semejante a la de car. Sin embargo, en época más reciente se ha observado un progresivo aumento del cierre o centralización de ese sonido vocálico, que ha dado lugar a una realización [9¡] y [su]: tal centralización predomina entre los pescadores, sobre todo los que habitan en la zona más tradicional de la isla, y en personas que tienen entre 30 y 45 años. Labov opina que el cambio se ha irradiado desde una pequeño grupo de pescadores {cambio desde abajo) y se ha convertido, inconscientemente, en atributo de la personalidad de los isleños, frente a la de los veraneantes, poco identificados con los valores tradicionales de la isla (véase W. Labov, Modelos so­ ciolingüísticos, ob. cit., pp. 29-74; la primera versión de este estudio se hizo pública en 1962). 8. Labov estudió la realización de r en palabras como four, floor, car, beard o bear en la ciudad de Nue­ va York. Buena parte de los materiales fueron recogidos en tres grandes almacenes neoyorquinos, a los que acuden personas de diversos niveles socioeconómicos: Sacks, en la Quinta Avenida, Macy’s, de clase media, y Klein’s, de precios populares. Labov observó que el mantenimiento, o reposición, de r era más frecuente en­ tre los hablantes de mayor nivel socioeconómico, los que acudían a Sacks, y mucho menor entre las personas que acudían a Klein’s. Los estudios realizados por Labov demuestran que la pronunciación de r es un rasgo prestigioso, más frecuente en los estilos cuidados y en los hablantes de mejor posición social, que se está ex­ tendiendo a otros grupos sociales, especialmente a los de nivel medio {cambio desde arriba) (véase W. Labov, Modelos sociolingüísticos, Madrid, Cátedra, 1983, pp. 75-104). 9. Sobre la incidencia del factor «sexo» en la innovación lingüística, véase el epígrafe dedicado a esta variable social, donde se comenta el carácter conservador o innovador del habla de las mujeres.


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b re todo en los niveles sociales interm edios (clases trabajadora y m edia).10 Estas cla­ ses m edias tienen una m otivación social para innovar: buscar las identidad de la co­ m unidad, la solidaridad del grupo; p o r eso suelen valorar positiva y favorablem ente las características jdentificadoras de su com unidad, especialm ente las de su clase, y eso las lleva a difundirlas y a conferirles un valor de símbolo social. E n esta línea, los cam bios lingüísticos pu ed en in terp retarse com o procedim ientos de autoidentificación, que caracterizan con su presencia a los m iem bros de la com unidad y, p o r su ausen­ cia, a los que no p erten ecen a ella. Ju n to a los planteam ientos de Labov, y coincidiendo con ellos al reconocer la im ­ p ortancia de las clases sociales en la innovación lingüística, A nthony K roch p ropone u n a explicación del cam bio que tiene que ver principalm ente con la resistencia a la innovación p o r p a rte de ciertos grupos: Labov se preocupa p o r la m otivación de la in ­ novación; K roch m ás bien p o r las razones de la resistencia al cam bio.11 Según K roch, los grupos lingüísticam ente conservadores p ueden o p tar p o r im pedir ciertos cambios; esos grupos tam bién suelen ser conservadores desde un punto de vista sociopolítico y ocupan una posición favorable en la organización social. P or su p arte, G regory G uy sugiere la posibilidad de sintetizar las ideas de Labov y de K roch entendiendo los conflictos sobre la significación sociosim bólica de las in ­ novaciones lingüísticas com o consecuencia de un conflicto de intereses entre clases sociales.12 L a clase trabajadora, los niveles de estatus más bajos dentro de las clases m edias, son un foco de innovaciones que p ueden adquirir un valor sim bólico positi­ vo com o m arca de grupo. Las clases de estatus m ás elevado, sin em bargo, rechazan tales innovaciones y se resisten a ellas, com o un procedim iento para defender sus p o ­ siciones y m arcar distancias respecto a grupos inferiores. D e ahí que el equilibrio en ­ tre las dos fuerzas sociales, la coincidencia de intereses, sea la única posibilidad de éxito en una innovación lingüística. Para Guy, el cam bio lingüístico no es más que el reflejo de una dialéctica elem ental de las sociedades hum anas.

La teoría de la onda U n a visión diferente de cóm o se produce el cam bio lingüístico ha sido aportada p o r los especialistas en lenguas criollas. D esde esta especialidad, un cam bio se define com o el paso de un uso categórico de un elem ento X a un uso categórico de un ele­ m ento Y, a través de una fase de alternancia o variación de X e Y. El paso de un ex­ trem o a o tro —p o r ejem plo, la elim inación de una variante o la generalización de otra— se produce de un m odo gradual, sem ejante a la form a en que se va despla­ zando una onda. E sta explicación de la onda responde a un m odelo dinám ico, en el cual los cam bios lingüísticos se difunden sistem ática y progresivam ente a través de contextos diferentes y a través de hablantes diferentes, de m anera sim ilar a com o se p resen ta en la figura 5.1. 10. Véase W. Labov, «Linguistic change as a form of communication», en M. Silverstein (ed.), Human commanication: theoretical explanarions, Hillsdale, Erlbaum, 1974; Locating language in time and space, Nue­ va York, Academic Press, 1980. 11. A. Kroch, «Towards a theory of social dialect variation», Language in Society, 7 (1978), pp. 17-36. 12. «Language and Social Class», en F. J. Newmeyer (ed.), Linguistics: The Cambridge Survey. IV. Lan­ guage: The Socio-cultural Context, Cambridge, Cambridge University Press, 1988, pp. 57-60.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE Tiempo Contextos lingüísticos A

B

C

D

X

o 2

Fig. 5.1.

X

X

X

X

X

X

X

X

X

E scala d e im plicación de un ca m b io lingüístico.

Los hechos variables se m anifiestan en cada hablante o en cada lecto de un m odo d iferente y existe la posibilidad de o rdenar esos individuos de form a escalonada, p o ­ niendo en un extrem o el h ablante (el lecto) en el que la variación se m anifiesta siem ­ pre o casi siem pre a través de unas variantes y, en el extrem o opuesto, el hablante (el lecto) en el que la variación se m anifiesta siem pre o casi siem pre a través de otras va­ riantes. A su vez, los contextos lingüísticos en los que aparecen unas variantes u otras tam bién pued en disponerse de form a ordenada, dando com o resultado unas escalas de implicación en las que se refleja el proceso de difusión de un cam bio en form a de onda. L os estudios elaborados desde el m odelo dinám ico de los criollistas han dem os­ trad o que la velocidad de difusión de un cam bio lingüístico, teniendo en cuenta los hablantes y los contextos en tre los que se va generalizando, o su proporción de uso, n o es constante a lo largo de todo el proceso de difusión: el cam bio se difunde m uy

Fig. 5.2.

C urva en fo r m a de «S».


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LA VARIACIÓN EN LA LENGUA % final de palabra u(n) ¡(n) ¡e(n) oi(n) o(n) e(n) a(n)

IX

X

XI

XII

XIII

XIV

Siglos

FlG. 5.3.

D ifu sió n d e la p é rd id a de la nasal en fra n c é s (solapam ientos de curvas en fo r m a de «S»).

lentam ente en un p rim er m om ento, tiene un ritm o m uy rápido en una fase interm e­ dia y se ralentiza en la etap a final, hasta que m uy poco o poco se generaliza com ple­ tam ente. E ste proceso form a una curva en form a de «S» com o la que se rep resen ta en la figura 5.2. Es frecuente, sin em bargo, que los cam bios se difundan dando lugar a una curva en form a de «S» sem ejante a la de la figura 5.2, pero form ada p o r varias curvas m e­ nores, tam bién con form a de «S» (figura 5.3). E n la figura se observa que cada pequeña curva en form a de «S» corresponde a un p articular contexto lingüístico. La pérdida de la -n final en francés y la progresiva nasalización de la vocal obedeció a un proceso desarrollado a lo largo de cinco siglos aproxim adam ente. L a nasalización fue am pliando sus contextos paso a paso, encade­ n ando fases en las que se reconoce el m ismo tipo de evolución: inicio lento, desarrollo interm edio rápido, final lento (curva en form a de «S»). Según el gráfico, la pérdida de -n se dio p rim eram ente con vocales com o a y e , entre los siglox ix y xi; el pro ce­ so de pérdida de la nasal concluyó con las vocales altas i y u, entre los siglos x m y x iv .13 P or últim o, cabe destacar que, para la sociolingüística m oderna, la difusión en form a de onda puede producirse tan to en un espacio geográfico com o en un espacio social, lo que supone establecer un punto de contacto entre la lingüística de finales del siglo x x y la de finales del siglo xix, especialm ente con la llam ada «teoría de la onda» de Schmidt.

13. Véase J. Aitchison, Language change: progress or decay?, 2.a ed., Cambridge, Cambridge University Press, 1991. Trad. al esp. El cambio en las lenguas: ¿progreso o decadencia?, Barcelona, Ariel, 1993.


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C am bio fónico regular y difusión léxica A propósito del m ecanism o puram en te lingüístico de los cam bios, Labov ha p lan ­ tead o una cuestión que, según este autor, ha venido preocupando a la lingüística his­ tórica desde hace m ás de un siglo: ¿cuál es el m ecanism o fundam ental del cam bio fó­ nico? ¿Es éste un m ecanism o de naturaleza puram ente fónica, que afecta sólo a los elem entos fónicos im plicados, o tal vez esos elem entos se difunden com o parte de una unida léxica, de m an era que la difusión léxica se convierte en el m ecanism o fu n d a­ m en tal de difusión del cam bio fónico? E sta doble interpretación — fónica y léxica— está reflejando, según Labov, las posiciones defendidas p o r neogram áticos y dialectólogos en el siglo xix: p ara los prim eros, los cambios fónicos se producen en cum ­ plim iento de unas reglas de índole fónica y de aplicación autom ática; para los segun­ dos, la explicación del cam bio descansa en el principio de G illiéron según el cual «cada p alab ra tiene su historia» y, p o r tanto, los cam bios hay que estudiarlos caso p o r caso en las palabras, com o p ortadoras de elem entos fónicos. A n te la evidencia de que los fonem as cam bian y de que las palabras tam bién lo hacen, W illiam L abov ha caracterizado los dos tipos de cam bio y los ha presentado así: El cambio fónico regular es el resultado de una transformación gradual de un solo rasgo fonético de un fonema en un espacio fonético continuo. Es característi­ co de las etapas iniciales de un cambio que se desarrolla dentro de un sistema lin­ güístico, sin condicionamiento léxico o gramatical ni ningún grado de conciencia social («cambio desde abajo»). La difusión léxica es el resultado de la abrupta sustitución de un fonema por otro en palabras que contienen ese fonema. Las formas más antiguas y más nue­ vas de la palabra diferirán normalmente por varios rasgos fonéticos. Este proceso es más característico de las etapas tardías de un cambio interno que ha quedado diferenciado por condicionamiento léxico y gramatical, o ha desarrollado un alto grado de conciencia social o de préstamos de otros sistemas («cambio desde arri­ ba»).” Según Labov, sería posible pensar que el cam bio fónico regular y la difusión lé­ xica m uestran una distribución com plem entaria: en el prim ero en trarían fenóm enos com o el cam bio de lugar de articulación de las vocales, la vocalización de las líquidas o los cam bios en el m odo de articulación de las consonantes; en el segundo, se in­ cluirían el acortam iento y el alargam iento de unidades, la diptongación de vocales m edias o bajas, los cam bios en el lugar de articulación de las consonantes o las m e­ tátesis de líquidas y oclusivas. D esde este p u nto de vista, el rum bo para el estudio del cam bio no d ebería estar tanto en preguntarse si son los fonem as o las palabras los que cam bian, com o en p lantearse cuáles serían las propiedades que determ inan el paso de un estado fónico a o tro .15

14. Principios del cambio lingüístico. I, Madrid, Gredos, 1996, pp. 829-830. La traducción es de Pedro Martín Butragueño. 15. Véase F. Moreno Fernández, «Dialectología y neogramática, cara a cara», Alatorre (en prensa).


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El estudio del cambio en tiempo real y en tiempo aparente C om o se d esprende de las hipótesis y explicaciones de la sociolingüística y de la experiencia acum ulada p o r la lingüística histórica, el cam bio lingüístico puede ser es­ tudiado básicam ente de dos form as diferentes. U na de ellas consiste en observar los usos sociolingüísticos de grupos de hablantes en épocas diferentes o a lo largo de un p eríodo de tiem po determ inado: el cam bio se estudia en tiem po real. La otra consis­ te en observar los usos sociolingüísticos en un m om ento concreto para, desde aquí, deducir cóm o pued en evolucionar los cam bios que están en curso: el cam bio se estu ­ dia en tiem po aparente. E l estudio de los cam bios en tiem po real puede hacerse utilizando datos de la len­ gua hablad a o de la lengua escrita. C uando se trabaja con la lengua hablada, los p e ­ ríodos de referencia suelen ser b astante cortos, entre otras razones po rq u e la lingüís­ tica ocupada en este tipo de m anifestación no ha dispuesto de los m edios adecuados p ara su estudio — m agnetófonos— hasta hace relativam ente poco tiem po. La com pa­ ración de los m ateriales recogidos en los atlas lingüísticos, por ejem plo, proporciona inform aciones m uy valiosas sobre algunos cam bios en curso: así, los m ateriales del A tlas lingüístico de la Península Ibérica, recogidos en la prim era m itad del siglo XX,16 y los m ateriales de los atlas regionales españoles, de la segunda m itad, perm iten o b ­ servar cóm o se está difundiendo el fenóm eno del yeísm o.11 Com o alternativa al estu­ dio de los cam bios lingüísticos en la lengua hablada y en tiem po real, tam bién existe la posibilidad de recoger datos de unos mismos hablantes en etapas diferentes de su vida.18 A h o ra bien, la m ayor p arte de los estudios sobre cam bios lingüísticos en tiem po real se han hecho p artien d o de la lengua escrita y ello obliga a hacer otras conside­ raciones m etodológicas. La disciplina que tradicionalm ente se ha encargado de estas labores ha sido la lingüística histórica y los especialistas en este cam po h an puesto su atención en el desarrollo de m uchos cam bios a lo largo de grandes períodos de tiem ­ po. La dificultad de su tarea es tal y la cantidad de conocim ientos específicos que se acum ulan es tan grande que la lingüística histórica ha llegado a convertirse en una disciplina bien diferenciada de la lingüística sincrónica. U n a de las principales diferencias en tre las lingüísticas histórica y sincrónica ra ­ dica en la naturaleza de los datos que se m anejan. W illiam Labov señala en su obra Principios del cam bio lingüístico que la lingüística histórica se apoya firm em ente en conjuntos m uy am plios de datos objetivos, procedentes de m uy diversas épocas.19 N o obstante, esta riqueza de datos es, a la vez, débil desde m uchos puntos de vista: los docum entos históricos que se conservan h an sobrevivido por azar — el corpus de m a­ teriales de que se dispone ha venido condicionado p o r una serie de accidentes h istó ­ ricos im predecibles— y adem ás son m ateriales escritos, sujetos m uchas veces a reglas

16. T. Navarro Tomás, Madrid, CSIC, 1962. 17. Véase I. Molina Martos, «Dos cambios fonético-fonológicos en el español peninsular: aspectos geo­ gráficos y sociales», en F. Moreno Fernández (ed.), Trabajos de sociolingüística hispánica, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 1997. 18. Véase el proyecto para el estudio del habla de Montreal (Canadá): P. Thibault y D. Vincent, Un corpus de franqais parlé, Québec, Bibliotheque National du Québec, 1990. 19. Ob. cit., p. 58 y ss.


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o norm as diferenciadas de la lengua hablada, que sólo proporcionan evidencias posi­ tivas y que han sido producidos p o r personas de las que desconocem os su perfil so­ ciolingüístico, así com o el perfil sociolingüístico de su entorno. D e ahí que L abov d e­ fina la lingüística histórica com o «el arte de hacer el m ejor uso de los peores datos». Y precisam ente la precariedad de los datos históricos es lo que hace surgir la llam a­ da «paradoja histórica», que tiene su correspondencia en la p a r a d o j a d e l o b s e r v a d o r de la investigación sincrónica. La p a r a d o j a h is tó r ic a se form ula así: El fin de la lingüística histórica es explicar las diferencias que existen entre el pa­ sado y el presente; pero, al determinar hasta qué punto el pasado fue distinto del presente, no hay forma de saber cómo fue de diferente. La conclusión que obtiene Labov acerca de las lim itaciones de los datos históri­ cos es que se hace necesario in ten tar una explicación a partir de técnicas que p erm i­ tan descubrir cóm o se desarrolla el cam bio; se hace necesario trab ajar sobre cam bios en m archa y utilizar m étodos y técnicas em píricos, que ofrezcan unos resultados sig­ nificativos y realm ente representativos de una com unidad. D e este m odo, sería posi­ ble descubrir la intensidad, la variación y la orientación de un buen núm ero de cam ­ bios lingüísticos. Según se desprende de lo que acabam os de com entar, la sociolingüística p ro p o ­ ne com o com plem ento, no com o alternativa, de la investigación de los cam bios en tiem po real, el estudio de la innovación lingüística en desarrollo, del cam bio lingüís­ tico en curso; con otras palabras, el estudio del cam bio e n t ie m p o a p a r e n te . E ste es­ tudio se realiza m anejando sim ultáneam ente inform antes de diversas edades p e rte ­ necientes a una mism a com unidad. C uando los m ateriales recogidos de los diversos grupos de ed ad se extrapolan en un eje tem poral, se m aneja el concepto de «tiem po aparente», en el que los usos lingüísticos de las generaciones de m ayor edad son más antiguos y los usos de las generaciones jóvenes son m ás recientes y se consideran in ­ novadores. La validez del t ie m p o a p a r e n te para la investigación del cam bio está fu n ­ d am en tad a en una hipótesis ( h ip ó te s is d e l tie m p o a p a r e n te ), según la cual los usos lin­ güísticos de una generación no se ven apenas afectados p o r el paso del tiem po, esto es, se m antien en prácticam ente inalterados y pueden ser confrontados con los usos de otras generaciones, siem pre que se trate de com unidades estables. U n buen ejem plo de cam bio lingüístico en curso es el que ofrece M .a del M ar R uiz D om ínguez con datos referidos al s e s e o en la ciudad de M elilla (E spaña). E l grá­ fico que se o btiene sobre el m atenim iento del s e s e o , según la ed ad de los hablantes, es el m ostrado en la figura 5.4. E n la figura 5.4 se observa que las generaciones de m ayor edad, especialm ente la últim a, m antienen con bastante firm eza el seseo, firm eza que se va debilitando, en favor de las soluciones distinguidoras, conform e disminuye la edad de los hablantes. E sta distribución lineal hace pensar que la distinción de ¡s! y /0/ es un fenóm eno in­ novador que acabará generalizándose en la com unidad de Melilla: el t i e m p o a p a r e n ­ te nos perm ite llegar a una in terpretación de un cam bio en curso que p o d rá ser ra ti­ ficada o desechada p o r el tie m p o real. D el m ism o m odo, si un rasgo lingüístico n o covaría con la edad de los hablantes de una com unidad, se p uede in terp retar que su distribución es estable y que, por lo tanto, n o cabe esperar un cam bio im portante en el tiem po ap arente del que dan cuen-


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LA VARIACIÓN EN LA LENGUA

FlG. 5.4.

P ro p o rc ió n d e uso del seseo según e dad en M elilla.

ta los datos considerados. Así, en la ciudad de Melilla se h a podido observar que las variantes fonéticas correspondientes al fonem a /s/, cuando aparece en posición im ­ plosiva, no experim entan una variación n otable en relación con la edad de los h a ­ blantes. L a disposición horizontal de las líneas de la figura 5.5 denota cierta estabilidad 90

70 60 50 40 30

20

_ 1 0 -------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

1.a generación

Fig. 5.5.

2.a generación

3.a generación

------------ Sibilante

----- --- - Asimilación

............... Aspiración

------------ Elisión

4.a generación

P ro p o rc ió n de sibilancia, aspiración, asim ilación y elisión c o rrespondientes al fo n e m a / s / en p o sic ió n im p lo siva según ed a d en M elilla.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

en la distribución de las variantes de -/s/ por edades: en todas las generaciones p re ­ dom ina, de form a destacada, la elisión de la sibilante; las asimilaciones y el m anteni­ m iento de la sibilancia son las soluciones m inoritarias, m ientras que la aspiración re ­ vela unas frecuencias m uy discretas. Los m uchos'estudios que se h an realizado a partir de la hipótesis del tiem po apa­ ren te han perm itido com probar que los cam bios lingüísticos suelen te n er su origen en grupos sociales interm edios, generalm ente en los segm entos superiores de la clase tra ­ bajad o ra o en los inferiores de la clase m edia. E ste caso lo hem os visto ejem plificado anterio rm en te, en la figura 3.3, a propósito de la asimilación de -/s/ im plosiva en la ciudad de Las Palm as de G ran C anaria (patrón curvilíneo): allí se aprecia que los n i­ veles socioculturales m edio y m edio-bajo tienen unas frecuencias de asim ilación su ­ periores a las de los grupos m ás alto y m ás bajo. D en tro de los niveles sociocultura­ les m edios, los individuos m ás innovadores suelen ser los de estatus m ás alto, los que cum plen funciones de cierta im portancia en el conjunto de la com unidad. Las evidencias de un cam bio en curso son m ayores cuando en la m ism a com uni­ dad se recogen p a t r o n e s c u r v il í n e o s para los niveles socioculturales y p a t r o n e s d e e s ­ tr a tific a c ió n c o n ti n u a (distribución gradual) en relación con el factor «edad», cuando un uso lingüístico aum enta o dism inuye su frecuencia en correlación con las distintas generaciones. Si un cam bio lingüístico en curso está en sus etapas iniciales o in ter­ m edias, es frecuente que exista correlación con el factor «sexo»20 —ya hem os hecho referencia al carácter innovador o conservador de hom bres y m ujeres— , con el fac­ tor «clase o nivel sociocultural» — el cam bio surge en un grupo derm inado— y con el factor «edad», p ero no con el estilo. Si un cam bio se encuentra en una etap a muy avanzada del proceso, los distintos niveles sociolingüísticos aparecen estratificados, form ando un p atró n de distribución lineal, y lo m ism o ocurre con los estilos: gene­ ralm en te coinciden las variantes correspondientes a las clases altas y los estilos m ás form ales, p o r un lado, y las variantes correspondientes a las clases bajas (usos estig­ m atizados) y los estilos m ás inform ales, p o r o tro .21 E l análisis de los m ecanism os y las condiciones sociales del cam bio sirve para la in terp retació n de situaciones del pasado sólo si se considera válido el lam ado p r i n c i ­ p i o d e u n i f o r m i d a d . E ste principio se form ula así: El conocimiento de los procesos que se dieron en el pasado puede ser inferido de la observación de los procesos que se están produciendo en el presente.22

20. Véase M. Almeida,, «El factor ‘sexo’ en los procesos de variación y cambio», Anuario de Letras, XXXI11 (1995), pp. 97-109. Almeida estudia el cambio de articulación de ch, en Santa Cruz de Tenerife (is­ las Canarias). 21. B. Fontanella de Weinberg, en un importante estudio sobre el español de Bahía Blanca (Argenti­ na), comprobó el funcionamiento del mecanismo del cambio a propósito de las palatales sorda (en chalet, champán, flash, cliché) y sonora (en arroyo, valle, villa, yema, lluvia). Fontanella demostró que los hablantes más jóvenes ensordecían la sonora y sonorizaban la sorda, de modo que se podía hablar de la existencia de un solo fonema (prepalatal sordo) en el que alternaban las realizaciones sordas y las sonoras: la sonorización de la sorda, que había empezado en los grupos sociales altos, predomina en los hablantes de alto nivel edu­ cativo; en los hablantes de bajo nivel educativo es mayor el ensordecimiento. Véase Dinámica social de un cambio lingüístico, México, UNAM, 1979. 22. Ob. cit., p. 60 y ss. Este principio es el que guía algunas investigaciones que se realizan bajo el ró­ tulo de «sociolingüística histórica». Las dificultades que encuentran estos estudios son básicamente las mismas que se han presentado a la lingüística histórica tradicional, agravadas por la dificultad que supone aplicar cier­ tas técnicas de análisis cuantitativo sobre unos materiales escasos, parciales o de un alcance sociolingüístico li-


« LA VARIACIÓN EN LA LENGUA

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R eflexiones y ejercicios 1. ¿H asta qué p u n to cree que es posible prever la dirección de los cam bios lin­ güísticos en m archa a p artir de unos m ateriales sincrónicos? ¿H a tenido oportunidad de observar, aunque sea superficialm ente, un cam bio en curso o lo largo de un p e ­ ríodo d eterm inado? 2. E lab o re y com ente una relación de cam bios lingüísticos desde arriba y des­ de abajo que se pu ed an estar produciendo en su com unidad de habla. 3. C om ente cóm o p odrían contribuir conjuntam ente los factores «sexo», «edad» y «nivel sociocultural» al desarrollo de los cam bios lingüísticos. E n cu en tre al­ gún caso de hipercorrección desde arriba en su com unidad de habla. 4. ¿C onsidera posible una sociolingüística histórica —sobre m ateriales de una época p asada— equiparable en m étodos y técnicas a la sociolingüística que se hace a partir de m ateriales de lenguas vivas? ¿Piensa que se pueden hacer estudios sociolin­ güísticos sobre la E d ad M edia teniendo en cuenta que los docum entos eran red acta­ dos p o r un grupo m inoritario d en tro de las com unidades de la época: las personas que sabían leer y escribir?

O rientaciones bibliográficas Sobre el concepto de cam bio lingüístico a lo largo del últim o siglo, conviene con­ sultar el libro de T h eo d o ra B ynon, Lingüística histórica (M adrid, G redos, 1981). So­ bre el concepto de cam bio en la sociolingüística actual, resulta casi obligada la lectu­ ra, al m enos, de los cuatro prim eros capítulos del libro de W illiam Labov, Principios del cam bio lingüístico (M adrid, G redos, 1996). Com o lectura com plem entaria, se re ­ com ienda el capítulo 5 («El cam bio desde una perspectiva social») de la obra de S. R om aine, E l lenguaje en la sociedad (B arcelona, A riel, 1996).

mitado. Sobre la sociolingüística histórica, véase S. Romaine, Socio-Historical Linguistics. Its Status and Methodology, Cambridge, Cambridge University Press, 1982; F. Gimeno, Dialectología y sociolingüística españo­ las, Alicante, Universidad de Alicante, 1990, pp. 159-166; Sociolingüística histórica (siglos X-XI1), Madrid, Vi­ sor, 1995.


C a p ítu lo 6

EL CONCEPTO DE VARIACIÓN Variación y significado Dice que la variación hace a la naturaleza colma de gusto y belleza y está muy puesto en razón. M i g u e l d e C e r v a n t e s , Trabajos de

Persiles y Segism unda, 1616

C om enzam os el capítulo 1 haciendo una descripción m uy general del fenóm eno conocido com o variación lingüística y, conform e hem os ido avanzando, hem os tenido opo rtu n id ad de apu n tar algunas de las dificultades a las que se enfrenta su caracteri­ zación y su estudio. Las páginas siguientes se dedicarán a tra ta r con m ás detalle esas dificultades, en tre las que destacam os las relacionadas con la variación y el significa­ do, con la variación y el concepto de «polim orfismo», así com o la noción m ism a de variación y con los conceptos de gramática individual y gramática comunitaria. L a dificultad de d em ostrar la equivalencia sem ántica de dos variantes, com enta­ da a propósito de la variación gram atical y léxica, no tiene su origen en la sociolin­ güística, sino que es corolario de las num erosísim as carencias que sufren los estudios de sem ántica en su conjunto. T ales carencias, sin em bargo, deberían servir de estí­ m ulo p ara utilizar todos los recursos que la investigación pone a nuestra disposición y afro n tar los escollos conceptuales m ás complejos, com o la definición del propio con­ cepto de «equivalencia sem ántica». E n el estudio de las equivalencias en tre dos variantes es im portante distinguir va­ rias clases de igualdad o, si se quiere, de sinonim ia. A unque podría hacerse una cla­ sificación m ás detallada, existen dos tipos básicos de equivalencia: la equivalencia ló­ gica y la equivalencia pragmática. L a equivalencia lógica — de verdad o referencial— , que no existe en fonología, se produce cuando dos variantes son verdad, es decir, cuando tienen la m ism a referencia, aunque entre ellas existan otras disparidades (por ejem plo, u na topicalización diferente). E ste tipo de equivalencia se encuentra en los ejem plos que se presen tan a continuación: a) b) c)

Irene estudia A ntropología / Antropología estudia Irene N icolás construye una casa / Una casa es construida p o r Nicolás Se prem ió a los mejores / Premiaron a los mejores


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P o r otra p arte, la equivalencia pragmática supone que la intención comunicativa (fu erza ilocutiva) es la m ism a en todas las variantes, aunque las diferencias léxicas y sintácticas sean m uy im portantes: esas diferencias quedan neutralizadas en el dis­ curso. d)

Está oscuro ya / ¿Puedes leer con tan poca luz?/ ¡Enciende la luz, p o r fa vo r! / ¿Podrías encender la luz?

E n general, la sociolingüística sostiene que para el estudio de la variación sintác­ tica es suficiente dem ostrar la equivalencia de las variantes en el nivel referencial (va­ lores de verdad). Sin em bargo, ante esta opinión ha reaccionado B eatriz L avandera negando la posibilidad de extender el estudio de la variación sociolingüística m ás allá de los límites de la fonología, al m enos con las características com entadas hasta ah o ­ ra. P ara L avandera, las variantes morfológicas, sintácticas o léxicas tienen, p o r defi­ nición, un significado diferente y consecuentem ente no son form as equivalentes de decir lo m ism o. Para L avandera, la variación sintáctica debería ser in terp retad a de una m anera especial: por ejem plo, en térm inos de estilos de com unicación (dis­ curso m ás asertivo, m ás abstracto, más o m enos cortés), p ero no en térm inos de va­ riación socioestilística.1 Para Labov, los casos de equivalencia pragm ática no serían variantes de una m ism a variable puesto que no tienen el mismo significado lógico o referencial. A la vista de los argum entos de L avandera y de Labov, C. Silva-Corvalán ha ad o p tad o una postu ra conciliadora. P ara esta autora, se puede partir de variantes sin­ tácticas cuya sinonim ia lógica sea incuestionable;2 una vez com probado este extrem o, se pu ed e hacer un estudio p ara rastrear las principales diferencias de significado (sin­ táctico, sem ántico y pragm ático) que pudiera haber en tre ellas; si se com prueba que las variantes n o conllevan diferencias en ninguno de estos niveles, podrían ser tra ta ­ das com o si fueran variantes fonológicas y podría analizarse su distribución socioesti­ lística. P ara enco n trar fenóm enos de auténtica variación sintáctica, el lingüista debe conocerlos m uy bien, así com o su uso d entro de una com unidad, con la rém ora de que, aun así, a veces le puede resultar m uy com plicado descubrir si hay equivalencia o n o en tre dos variantes, dado que no se puede conocer la intención com unicativa de cada h ablante cuando usa una variante u o tra .3 D e todo ello se desprende que, pese a las lim itaciones que p resen tan la teoría se­ m ántica y la propia sociolingüística, es posible adm itir, analizar y explicar la variación de unidades p o rtad o ras de significado, bien cuando son equivalentes de form a abso­

1. B. Lavandera, Variación y significado, Buenos Aires, Hachette, 1984, pp. 37-46. 2. En este punto está de acuerdo con Labov («Where does the linguistic variable stop? A response to Beatriz Lavandera», Sociolinguistic Working Paper Number 44, Austin, Texas, Southwest Educational Development Laboratory, 1978). 3. Sociolingüística. Teoría y análisis, Madrid, Alhambra, 1989, pp. 97-100. Junto a Labov y Silva-Corvalán son muchos los autores que piensan que es posible —y necesario— el estudio de la variación en los nive­ les de significado. Véase D. Sankoff, «Sociolinguistics and syntactic variation», en F. J. Newmeyer (ed.), Linguistics: The Cambridge Survey. IV. Language: The Socio-cultural Context, Cambridge, Cambridge University Press, 1988, pp. 140-161. Menos optimista es S. Romaine, para quien la variación sintáctica podría ser anali­ zada por la sociolingüística considerándola como parte de los recursos pragmáticos del uso lingüístico («On the problem of syntactic variation: A reply to Beatriz Lavandera and William Labov», Sociolinguistic Working Paper Numer 82, Austin, Texas, Southwest Educational Development Laboratory, 1981).


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luta, bien cuando en cu en tran la equivalencia en el discurso, en el uso real de la len ­ gua, en su contexto. P orque, com o señala Rocío Caravedo, para la sociolingüística no sólo resulta de interés el estudio de la equivalencia sem ántica, entendida com o una relación relativam ente estática entre variantes, sino que igualm ente interesante es el estudio de los cam bios funcionales que se producen en la lengua. E stos cam bios p u e­ d en supo n er que las variantes de una m ism a unidad se independicen sem ánticam en­ te hasta convertirse en variables distintas (c r e a c ió n f u n c i o n a l ) o que variables dife­ ren tes se hagan sustituibles en ciertos contextos, convirtiéndose en variantes de una sola variable ( r e d u c c ió n f u n c i o n a l ) . 4 P o r su p arte, R am ón Trujillo, uno de los representantes más destacados de la se­ m ántica hispánica, ha tratad o todas estas cuestiones en su obra P r in c i p i o s d e s e m á n ­ tic a te x tu a l5 haciendo precisiones — desde la sem ántica, claro está— dignas de co­ m entario. A sí, p ara T rujillo es de singular im portancia distinguir entre el ám bito de la lengua, el ám bito de las referencias, o lógico, y el ám bito de la visión del m undo o del u s o s i m b ó l i c o de la lengua: gran p arte de los problem as y las confusiones que se d etectan en la investigación sociolingüística se derivan precisam ente de la indistinción de estos conceptos. Trujillo p a rte en sus argum entaciones de una serie de nociones y principios que llevan a conclusiones valiosas p ara la sem ántica y para la sociolingüística. E xiste, por ejem plo, un p r i n c ip i o d e la i d e n t i d a d s e m á n tic a p o r el cual un texto o una palabra sólo p u ed en ser iguales a sí m ism os, de ahí que las equivalencias, com o las sem ejanzas, no se p u ed an d ar en el plano del significado; adem ás la identidad sem ántica de los sig­ nos o de las construcciones no varía en función del contexto, sino que d e te r m in a su sentido contextual. O tro principio, el p r i n c ip i o d e la a n t e r io r id a d s e m á n t i c a , estable­ ce que la palabra es anterio r a la cosa; p o r lo tan to la palabra no es seleccionada n e ­ cesariam ente p o r factores externos, sino que es ella la que establece el m odo en que esos factores h an de entenderse. E ste aspecto alude directam ente a la relación entre palabra, signo o texto y referencia: la palabra o el texto no representan ni sustituyen al referen te, sino que s ig n ific a n , en contraste con las cosas o con los conceptos. F i­ nalm ente, T rujillo distingue el u s o s e m á n t i c o , que em ana de la naturaleza propia de las palabras o de los textos, del u s o s i m b ó l i c o , que depende de convenciones sociales ajenas a la esencia m ism a del idiom a. T om ando com o fundam ento todos estos conceptos, Trujillo critica el uso que la sociolingüística ha hecho de la noción de significado: com o es de esperar, las m ayo­ res dificultades se alzan en el terren o de las equivalencias sem ánticas de las supues­ tas variantes. Según Trujillo, cuando se habla de s i n o n i m i a o e q u iv a le n c ia ló g ic a se alude a la igualdad en el referente, p ero no a una igualdad en la estructura lingüísti­ ca; es decir, se está reduciendo lo sem ántico a lo referencial, actitud que no es m ala p e r s e , p ero que queda al m argen de la lingüística misma. E l análisis sem ántico de la variación no es el análisis de ningún tipo de significado, sino de la i n te r p r e ta c ió n de expresiones o de textos, de tal m odo que lo sem ántico, en sociolingüística, se viene a enten d er, n o com o un m odo de estudiar lo q u e s e d ic e , sino com o una form a de es­ tu d iar lo q u e s e q u ie r e d e c ir , la intención com unicativa de los hablantes. E l problem a reside, p o r un lado, en la dificultad — o im posibilidad— de conocer las intenciones co­ 4. 5.

«La investigación sociolingüística del español», Lexis, XVII, 1 (1993), pp. 1-32. Madrid, Arco/Libros, 1996.


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m unicativas de los hablantes y, p o r otro, en que el estudio de la intención com unica­ tiva n o com pete a la lingüística. A sí pues, las equivalencias no corresponden al plano de la lengua, sino al plano de la visión del m undo. E n definitiva, R am ón Trujillo sostiene la im posibilidad de hablar de equivalen­ cia sem ántica desde den tro de la lingüística y acusa a la sociolingüística —y a otras disciplinas— de h ab er hecho un uso interesado de la noción de significado: cuando se considera la equivalencia lógica no se está trabajando con significados lingüísticos, sino con referentes; cuando se considera la equivalencia pragm ática se com prueba que un observador de hechos no ve ni puede ver las intenciones que podría h a b er tras ellos. P ara Trujillo, las equivalencias de los sociolingüistas no corresponden al plano de la lengua, de lo q u e s e d i c e , sino al de la visión del m undo, de la interpretación, de lo q u e s e q u ie r e d e c i r , teniendo siem pre en m ente que variación no es cam bio, sino elección y valoración social. La sociolingüística, pues, quedaría situada en el cam po de la lingüística del h abla y no en el de la lingüística de la lengua.

V ariación y polim orfism o A propósito de los conceptos de v a r ia c ió n y de p o l i m o r f i s m o , conviene hacer al­ gunos com entarios que relacionen los estudios hechos desde la disciplina denom ina­ da g e o g r a fía lin g ü ís tic a con investigaciones m ás netam ente sociolingüísticas. N o hay duda de que la geografía lingüística — o geolingüística— es una discipli­ na que lleva m ucho tiem po enfrentándose al fenóm eno de la variación com o rasgo esencial del lenguaje. E sa variación se ha observado y com entado de form a continua desde el fam oso estudio del abate R ousselot sobre el p a t o is de C ellefrouin.6 Con el paso del tiem po, conform e se recogían m ateriales de la lengua hablada — para hacer atlas lingüísticos, p o r ejem plo— , se iba observando que la heterogeneidad en la len­ gua h ablada era tan constante que no podía interpretarse com o un hecho secundario, antes bien exigía un lugar den tro de la lingüística general.7 E ntonces se habló de p o ­ lim o r fis m o .

A m enudo se ha utilizado ese térm ino para denom inar sim plem ente las form as altern an tes de un determ inado rasgo, cuando la alternancia no está justificada.8 P ero el concepto de p o l i m o r f i s m o , así entendido, resulta dem asiado vago. Por ello, en 1954, Jacques A lliéres in ten ta p o n er o rd en en este cam po y define el concepto com o la coexistencia, en la lengua de un hablante, de dos o más variantes fonéticas o m orfo­ lógicas de una m isma palabra, utilizadas para expresar el mism o concepto, cuando la elección de uno u o tro elem ento es independiente del condicionam iento articulatorio o de cualquier intención expresiva.9 L a sociolingüística actual n o habla de polim orfism o, sino de variación, que con­ siste sim plem ente en la coexistencia de form as diferentes de decir lo m i s m o . P uede

6. Les modifications phonétiques du langage, étudiées dan le patois d ’ne famille de Cellefrouin (Chóren­ te), París, Welter, 1891. 7. Así lo reclamaron, por ejemplo, Trubetzkoy y Ronjat. Véase J. Alliéres, «Un exemple de polymorphisme phonetique: le polymorphisme de l’s implosif en gascón garonnais», Via Domitia T (1954), pp. 70-103. 8. N. Trubetzkoy (Principes de phonologie, Paris, Klincksieck, 1976, p. 49) habló de variantes faculta­ tivas. 9. Art. cit., p. 70.


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afirm arse, p o r tanto, que cualquier caso de polim orfism o es tam bién un caso de va­ riación. A h o ra bien, es posible advertir ciertos aspectos que m arcan diferencias entre am bos conceptos; serían los siguientes: 1) La definición de polim orfism o que da A lliéres habla de alternancia de for­ m as d en tro de un m ism o hablante (fenóm eno intraindividual), lo que no ha sido obs­ táculo para que algunos autores, com o A lv ar10 o Lope B lanch,11 una vez descubierto el polim orfism o, hayan analizado su proyección social o geográfica. La variación se concibe com o un fenóm eno de carácter intraindividual e interindividual. 2) E l polim orfism o más p uro es aquel que escapa a cualquier justificación in ­ terna. La variación casi siem pre está m otivada por factores internos (lingüísticos) o externos (p o r ejem plo, sociales), aunque en m uchos casos no es posible hallar d e te r­ m inación alguna, bien porque no existe, bien porque los instrum entos de observación o análisis no son capaces de descubrir ningún de tipo de recurrencia. A dem ás, hay que ten er en cuenta que A lliéres no se conform ó con hacer una ca­ racterización del polim orfism o, sino que propuso la utilización de una técnica que ayudara al investigador a dom inar los cam biantes rasgos del lenguaje: la estadística. E l m anejo de datos cuantificados perm ite p roporcionar una im agen real del habla de un territo rio y observar los cam bios lingüísticos que están en m archa. La cuantificación se m uestra, entonces, com o una h erram ienta im portante para el estudio de la fo­ nética histórica y p ara las tareas de la geografía lingüística. C uriosam ente la sociolin­ güística anglo-norteam ericana, que viene haciendo desde hace años una fuerte crítica de los p lanteam ientos de la geolingüística, está haciendo algo m uy parecido a lo que A lliéres ap u n tó a m ediados de siglo: incorporar la estadística com o instrum ento des­ criptivo de la variación. Q ueda fuera de lugar una discusión que lleve a com parar los recursos técnicos de m ediados del siglo x x con los actuales.

Hacia una teoría de la variación U n a lingüística de la variación debería explicar el origen y el uso de las unidades que varían, cam bian y alternan. D ejando a un lado la variación m otivada en factores internos, las fuentes de variación que generalm ente se han considerado en lingüística son la historia, la geografía y la sociología, así com o la situación com unicativa y la psi­ cología. D e esta form a, se habla de variación histórica, geolingüística, sociolingüística y estilística o funcional. Son bien conocidas las teorías form uladas para explicar cóm o se produce la va­ riación en alguno de estos ám bitos,12 p ero las relaciones que se establecen entre to­ 10. «Polimorfismo y otros aspectos fonéticos en el habla de Santo Tomás de Ajusco», Anuario de Le­ tras, VI (1965-1966), pp. 353-377; «Muestras de polimorfismo en el español de la Argentina», en La lengua es­ pañola y su expansión en la época del Tratado de Tordesillas, Junta de Castilla y León, pp. 125-145. 11. «En torno al polimorfismo», Investigaciones sobre dialectología mexicana, México, UNAM, 1990, pp. 7-16. 12. Pensamos, por ejemplo, en la «sociolingüística variacionista» (variación sociolingüística, cronológica y estilística), en la «teoría de la onda» de los criollistas (variación sociolingüística y cronológica), en la «neolingüística» (variación geográfica y cronológica), en la Wellentheorie (variación geolingüística y cronológica). Véase la cuarta parte de este libro.


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das las clases de variación no han preocupado suficientem ente a los lingüistas. Por ello apenas p u ed e hablarse de una «teoría de la variación lingüística», concebida com o un to d o ,13 aunque tal insuficiencia no significa que haya falta de interés p o r el asunto. E n 1972, J. P. R o ñ a ,14 partien d o de unos planteam ientos cercanos a los de Flyd al,15 in ten ta explicar el concepto de diasistema distinguiendo tres ejes que conform an una estructura cúbica: eje diacrónico, eje diatópico y eje diastrático. Los problem as que encierra esta idea p ueden resum irse en una sola nota: la estructura de tres ejes es algo lim itada, porque la intersección ha de darse necesariam ente en un punto, esto es, en un solo nivel.16 P or otro lado, la variación que surge en situaciones com unica­ tivas diferentes (estilo) queda excluida del m odelo de form a expresa. La posición de E. C oseriu es diferente. E n 1966, recoge algunas ideas de Flydal, las com p leta17 y distingue en la lengua tres tipos de diferencias internas: diferencias diatópicas (dialectos o geolectos, hablas locales), diastráticas (niveles sociolingüísti­ cos) y diafásicas (estilos, registros). La relación que establecen estas diferencias se describe de la siguiente forma: D entro de una lengua histórica (o de una comunidad idiomática), la relación entre dialectos, niveles y estilos es una relación «orientada», precisamente en este senti­ do: dialecto -» nivel estilo de lengua.18 A sí pues, Coseriu reconoce una relación jerarquizada que tiene en la variación diatópica (dialecto) su térm ino más general y en la variación de estilo su térm ino más restringido. C oseriu habla de lengua histórica para referirse a las lenguas reconocidas históricam ente com o tales p o r sus propios hablantes y p o r los hablantes de otras len­ guas (véase el capítulo 4). A ñ ad ien d o la variación histórica a lo que se acaba de exponer, M artín B utragueño ha p resen tad o una jerarquía, a p artir del m odelo de Coseriu, según la cual los tipos de variación se p odrían ord en ar del siguiente m odo: variación histórica > varia­ ción geográfica > variación social > variación estilística .19 A un q u e esta visión es acep­ table en térm inos generales, entraña dificultad en la prim acía dada a la variación en el tiem po sobre la variación en el espacio. Si concebim os el tiem po com o una microhistoria, es decir, com o un discurrir día a día, no es fácil situar la variación histó­ rica en un grado inm ediatam ente superior a la geográfica. E llo nos rem ite a un viejo

13. La sociolingüística variacionista de Labov y la sistémica de Halliday son las corrientes de estudio que más interés han puesto en una teoría de la variación de la lengua en su contexto social. Parten de plan­ teamientos muy diferentes y de unos objetivos específicos que les impiden convertirse en teorías de «todos los tipos de variación». 14. «Una visión estructural de la sociolingüística», Santiago, 7 (1972), pp. 22-36. 15. «Remarques sur certains rapports entre le style et l’état de langue», Norsk Tidsskrift fo r Sprogvidenskap, XVI (1951), pp. 240-257. 16. Hombre, etnia, Estado, Madrid, Gredos, 1986, p. 30. 17. «Structure lexicale et enseignement du vocabulaire», en Acres du premier colloque International de linguistique appliqtiée, Nancy, 1966, pp. 175-217. Trad. al esp. «Introducción al estudio estructural del léxico», en Principios de semántica estructural, Madrid, Gredos, 1977, pp. 87-142. 18. «Los conceptos de “dialecto”, “nivel” y “estilo de lengua” y el sentido propio de la dialectología», Lingüística Española Actual, III (1981), pp. 1-32. 19. P. Martín Butragueño recoge las ideas principales de Coseriu. Desarrollos sociolingüísticos de una comunidad de habla (tesis doctoral inédita), Madrid, Universidad Complutense, 1991.


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problem a físico y filosófico: ¿debe anteponerse el espacio al tiem po, o viceversa? L a respuesta no sólo no está clara, sino que la física del siglo x x (M inkow ski, Schródinger, E instein) p refiere hablar del concepto «tiem po-espacio» considerado com o un continuo. O bservam os, pues, que la variación estilística, relacionada con las dem ás clases de variación, se subordina a la sociolingüística, que, a su vez, se subordina a la dia­ lectal. E stos argum entos se utilizan al tra ta r de la com unidad, no del individuo. E n otros casos, el estilo se concibe al m argen del sistem a y, p o r lo tanto, no recibe aten ­ ción alguna. T eniendo en cuen ta todo lo anterior, se puede pro p o n er un concepto de varia­ ción lingüística que distinga claram ente dos niveles: un nivel espacio-temporal o m a-


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cronivel de variación y un nivel socio-situacional o m icronivel de variación. C ada uno de ellos está form ado por dos dim ensiones diferentes (véase la figura 6.1). E n el p ri­ m er nivel concurren una dim ensión espacial y otra temporal, que se sitúan en planos distintos. L a dim ensión tem poral está form ada por una escala de infinitos grados in­ term edios, cuyos extrem os coinciden con los límites cronológicos de una variedad lin­ güística, desde que surge com o tal, hasta que desaparece. L a dim ensión espacial es, igualm ente, una escala con m ultiplicidad de puntos interm edios, cuyos extrem os coin­ ciden con los lím ites del dom inio geográfico de una variedad lingüística (geolecto). Los lím ites de am bas dim ensiones configuran las fronteras espacio-tem porales de una com unidad idiom ática.20 Los posibles lugares de intersección de estos dos planos son el producto de m ultiplicar los puntos posibles en el espacio geográfico de una lengua por cada uno de los m om entos de la historia de esa misma lengua. E n cada intersec­ ción q u edan delim itadas las posibilidades lingüísticas de una com unidad: la lengua susceptible de ser utilizada en un lugar concreto y en un m om ento determ inado. A h o ra bien, la zona de encuentro de las dim ensiones del espacio y el tiem po no es hom ogénea: incluye elem entos de diversa naturaleza. Tales elem entos son los que conform an un m icronivel socio-situacional, que está form ado p o r dos dim ensiones: una social y o tra situacional. La dim ensión social se puede represen tar com o una es­ cala de innum erables puntos interm edios que se corresponden con las posibilidades sociolingüísticas de una com unidad; los límites de esa escala nunca p odrán sob rep a­ sar el área m arcada p o r la intersección del espacio y el tiem po.21 La dim ensión social se proyecta en un plano diferente, que da lugar a la dim ensión situacional, en la que encontram os tam bién una escala que refleja m últiples variedades, determ inadas por las situaciones com unicativas que se producen. Las variedades aparecen ordenadas longitudinalm ente y conform an el repertorio estilístico de una com unidad. L a dim en­ sión social y la situacional son planos diferentes dispuestos de form a perpendicular. E n el p u n to de intersección encontram os la variedad lingüística utilizada p o r un gru­ po social en unos actos com unicativos concretos. D ad o que la dim ensión situacional de una variedad es una proyección de la di­ m ensión social, aquélla nunca puede sobrepasar los límites de ésta, com o tam poco pued e ir m ás allá, consecuentem ente, de las fronteras espacio-tem porales de la len ­ gua de una com unidad. Las circunstancias m ás com plejas se dan cuando los hablantes pertenecientes a una intersección espacio-tem poral se trasladan a otro punto geográfico (em igración, urbanización). E ntonces se produce una com plicación socioestilística de la nueva in ­ tersección, que a m enudo se ve afectada p o r los hablantes recién incorporados y que pued e am pliar los límites del nivel espacio-tem poral de la com unidad.22 D e este m odo, es posible que un dialecto pueda funcionar com o variedad diastrática en una 20. Sobre los conceptos de «comunidad idiomática», «comunidad lingüística» y «comunidad de habla», véase H. López Morales, Sociolingüística, 2.a ed., Madrid, Gredos, 1993, pp. 47-52; F. Gimeno, «A propósito de una comunidad de habla: The social dimensión o f dialectology de J. B. Roña», en H. López Morales y M. Vaquero (eds.), Actas del I Congreso Internacional sobre et español de América, San Juan, Academia Puer­ torriqueña de la Lengua Española, 1987, pp. 689-98. 21. M. Alvar ofrece un esquema de la división sociolingüística de una comunidad al que se adapta nues­ tro modelo. Véase M. Alvar, Niveles socioculturales en el habla de Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, 1972, p. 206. 22. Véase J. P. Blom y J. J. Gumperz, «Social meaning in linguistic structure: Code-switching in Norway», en J. J. Gumperz y D. Hymes (eds.), Directions in Sociolinguistics, Nueva York, Holt, Rinehart & Wins-


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com unidad diferente, com o tam bién es posible que una lengua se vea reducida, en su pro p ia com unidad, a un solo nivel o a un solo estilo. R ecogiendo lo anterior, es conveniente insistir en dos aspectos: 1) el espacio y el tiem po (variación geográfica y variación histórica) son dim ensiones situadas en un m ism o nivel, p ero en distinto plano; 2) la dim ensión situacional (variación estilística), au nque funciona de m anera bien diferenciada de la social (variación sociolingüística) es u na proyección de ésta. E l lugar de encuentro de las dim ensiones del prim er y del segundo nivel configura los caracteres de la variedad lingüística que puede em plear u n grupo social dado, en una situación com unicativa dada, d entro de una com unidad. La longitud de cada una de las dim ensiones viene determ inada p o r la extensión geo­ gráfica e histórica de cada lengua y p o r su com plejidad sociolingüística.

El lugar de la variación sociolingüística dentro de la lengua Explicado en sus líneas m ás elem entales el concepto de «variación lingüística», cabe p reguntarse por el lugar que ocupa la variación sociolingüística d en tro de ese com plejo d enom inado lengua, concebido e interpretado de form as m uy diversas a lo largo de la historia de la lingüística. ¿Q ué lugar ocuparía la variación en un m odelo estructuralista? ¿D ónde se ubica la variación para la sociolingüística norteam ericana? E l estructuralism o eu ro p eo concibe la lengua dividida en tres niveles: sistema, no rm a y h ab la.23 Para explicar los fenóm enos variables, los estructuralistas se refie­ ren principalm ente a los dos niveles m ás superficiales, aunque tam bién el sistem a, el nivel m ás abstracto, es variable e inestable, en la m edida que esa inestabilidad es im ­ prescindible para que se produzca el cam bio lingüístico. D esde este p u n to de vista, las variantes que se dan en el nivel de la norm a se d e ­ nom inan variantes combinatorias o unidades alo- (alófonos, alom orfos). E n el plano fonológico, p o r ejem plo, los alófonos se producen, en el proceso de actualización de un fonem a, cuando toda la com unidad realiza en una posición determ inada un soni­ do determ in ad o y no o tro cualquiera; estas variantes están en distribución com ple­ m entaria (por ejem plo, [b] y [p] en español) y, por lo tanto, nunca aparecen en un m ism o contexto. Para el estructuralism o, las variantes que se dan en el nivel de la n o r­ m a son de n aturaleza abstracta (vinculadas al ám bito de la langue\ realizaciones acep­ tadas p o r una norm a sociocultural), frente a las del habla, que son de naturaleza con­ creta e individual. Las variantes que se dan en el nivel del habla se denom inan variantes facultati­ vas: son variantes libres que pu ed en aparecer en un m ism o contexto y que se sustitu­ yen m u tuam ente sin que p o r ello se produzcan diferencias de significado (por ejem ­ plo, [s], [h] y [0 ], com o variantes del fonem a Isl en posición implosiva, en español). Las variantes facultativas pued en ser individuales (alternancias en la pronunciación de un hab lan te) o generales (variantes de uso general): puede servir com o ilustra­ ción el uso de la variante [s] predorsal en A ndalucía, en C anarias o en A m érica. ton, 1972, pp. mado gracias 23. drid, Gredos,

407-434. También P. Martín Butragueño, ob. cit. Por lo general, las grandes ciudades se han for­ a importantes movimientos de población procedentes de otros puntos geográficos. Véase E. Coseriu, «Sistema, norma y habla», en Teoría del lenguaje y lingüística general, 3." ed., M a­ 1973, pp. 11-113. A partir de los sistemas con semejanzas parciales surgen los diasistemas.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

SISTEMA

Escala de variabilidad

Escala de variabilidad

NORMA SOCIOLINGÜISTICA

+

+ HABLA

Fig. 6.2.

N orm a sociolingüística.

A pesar de la claridad de estos conceptos, debe ponerse cuidado al valorar cier­ tos aspectos que tienen que ver con la variación geolingüística y sociolingüística: 1) Las variantes com binatorias lo son dentro de una com unidad de habla. H ay que te n e r en cuenta, p o r lo tanto, que no funcionan las mism as variantes en todas las com unidades de una lengua, en todos los dialectos: por ejem plo, la distribución de oclusivas y fricativas para las bilabiales, dentales y velares sonoras no es exactam en­ te igual en todos los territorios hispánicos. 2) Las variantes facultativas que los estructuralistas llam an «generales», cuan­ do lo son, podrían ser interpretadas com o com ponentes de un sistem a (por ejem plo, [s] predorsal en el español de unos territorios, frente a la apical de otros). E n un caso así, no estaríam os ni ante una variante esporádica ni ante una variante en distribu­ ción com plem entaria, sino ante un elem ento constante. 3) Las variantes facultativas individuales no pueden ser ignoradas p o r el sim ple hecho de ser individuales: den tro de un individuo es posible encontrar cierta regula­ ridad en la alternancia de algunas de estas variantes. V alorando estos hechos, podríam os preguntarnos: ¿en qué lugar de la lengua p o ­ dría situarse la variación sociolingüística para un estructuralista? C abría la posibilidad de localizar esta variación en un plano interm edio, entre el nivel m ás abstracto de la lengua (el sistem a) y el m ás concreto (el habla individual). E ste nivel interm edio e n ­ tre el sistem a y el habla incluiría cualquier variación que encerrara algún tipo de re ­ gularidad y vendría a corresponderse con lo que Coseriu llam a «norm a».24 Con este concepto coincidiría en el hecho de que los factores sociales tienen algún p o d er de determ inación sobre los fenóm enos variables, lo que perm itiría hablar de norm a so ­ ciolingüística (figura 6.2). Los com ponentes de esa norm a sociolingüística estarían ordenados a lo largo de un continuum , según su grado de regularidad o variabilidad: los fenóm enos variables m ás regulares estarían m ás cercanos a la lengua; los más irregulares estarían m ás cer­ canos al habla. La norm a de cada com unidad localizaría cada fenóm eno en un nivel d e regularidad particular. C om o hipótesis de trabajo, podría plantearse que los fen ó ­ 24. Sobre el concepto de norma y otras cuestiones relacionadas con la variación lingüística, véase el in­ teresante libro de J. J. Montes Giraldo, Dialectología general e hispanoamericana, 3.a ed., Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1995.


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m enos d eterm inados p o r factores sociales y p o r factores lingüísticos se inscribirían en la p arte de la n orm a sociolingüística m ás cercana al habla, m ientras que los fenóm e­ nos d eterm inados solam ente p o r factores lingüísticos estarían localizados en la parte de la norm a m ás cercana a la lengua. D e esta m anera, sería m ás fácil explicar cóm o se p roduce el avance de los cam bios lingüísticos: em pezarían en la esfera m ás su p er­ ficial de la norm a, para culm inar en la m ás abstracta y, finalm ente, en el sistem a; a la vez, las características y tendencias del sistem a podrían favorecer el desarrollo de cier­ tas variaciones y cam bios lingüísticos e im pedir la aparición de otros. Si todos los fe­ nóm enos incluidos en el nivel de la norm a sociolingüística fueran considerados com o elem entos abstractos, estaríam os hablando de la variación com o rasgo esencial de la lengua. E l p u n to de vista de la sociolingüística norteam ericana es m uy diferente. D esde esta posición se distinguen dos clases de variantes: las variantes que m anifiestan al­ gún tipo de regularidad y las que n o son regulares en absoluto. E stas últim as p e rte ­ necen al nivel de la actuación, son de naturaleza individual y, p o r lo tanto, no tienen ningún interés p ara la teoría. A su vez, las variantes que m uestran algún tipo de re ­ gularidad estarían vinculadas al nivel de la competencia. Para la sociolingüística de los años seten ta y ochenta, la com petencia incorpora reglas variables que incluyen infor­ m ación cuantitativa sobre esa regularidad: una variante tiene unas probabilidades d e­ term inadas de darse en ciertos contextos, con ciertas funciones, en ciertos estilos y en hablantes de tales o cuales características sociológicas.

Gramática individual, gramática comunitaria y complejo polilectal La sociolingüística de L abov ha explicado que la variación es una realidad psi­ cológica que form a p arte de la com petencia lingüística de los hablantes. La variación adquiere en la com petencia form a de reglas variables, reglas que incluyen inform a­ ción lingüística y social, cualitativa y cuantitativa, relativa a las probabilidades de que esa variación se m anifieste con unas variantes determ inadas en unas condiciones d e­ term inadas (véanse los capítulos 2 y 19). C uando la competencia ha incorporado esa inform ación sociolingüística y cuantitativa, se habla de competencia sociolingüística, una com petencia que representaría la gram ática de una com unidad (gramática co m u ­ nitaria), p ero que tam bién form aría parte del conocim iento intrínseco que un indivi­ duo cualquiera tiene de su lengua (gramática individual). La com petencia sociolin­ güística sería comunitaria desde el m om ento en que las probabilidades que en ella aparecen se han calculado a p a rtir de los usos lingüísticos de toda una com unidad y desde el m om ento en que la com petencia garantiza la com unicación en tre los m iem ­ bros de una com unidad. A l m ismo tiem po, la com petencia, p o r ser psicológica, es in­ dividual y perm ite suponer que el hablante conoce las condiciones en que se p ro d u ­ ce la variación lingüística. A h o ra bien, p ara investigadores com o D erek B ickerton o Charles-J. Bailey, p ro ­ cedentes del cam po de las lenguas criollas, es difícil adm itir una interpretación psico­ lógica de la variación sociolingüística: cuesta trabajo creer que una variación form u­ lada en form a de reglas variables, con elem entos extralingüísticos y cuantitativos, for­ ma p a rte de la com petencia lingüística de una com unidad, es decir, de una gram ática


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com u n itaria.25 B ickerton argum enta que un hablante no puede reten er en su com pe­ tencia datos sobre frecuencias y probabilidades correspondientes a los usos de todos los m iem bros de una com unidad, en tre los que se incluirían individuos con los que no ha tenido ningún tipo de contacto. P ara los criollistas es im posible p ensar que un individuo dispone de tal tipo de conocim ientos y no adm iten, por tanto, que un indi­ viduo, com o individuo, pueda conocer la gramática com unitaria, de toda su com uni­ dad. E l concepto tradicional de com petencia perm ite pensar en una com petencia u ni­ versal e individual, p ero no en una com petencia de grupo. Tal escollo sólo se podría salvar de una m anera: disponiendo de un «m ecanismo colectivo de coordinación» que fuera capaz de transm itir al individuo la inform ación com unitaria que necesita. F ren te al concepto de gramática comunitaria, los criollistas han propuesto el de com plejo polilectal, que fundam entalm ente consiste en una interpretación dinám ica de la variación lingüística, una interpretación que puede ser com parada con el m ovim ien­ to en form a de onda de un cam bio lingüístico 26 La «teoría de la onda» nos dice que los cam bios lingüísticos se difunden sistem ática y gradualm ente a través de contextos diferentes y a través de variedades diferentes. Pues bien, la variación lingüística se m a­ nifiesta precisam ente en los estadios interm edios de difusión de un cam bio, antes de que la innovación se convierta en un hecho categórico y totalm ente generalizado. P ara los criollistas, la variación sólo puede ser interpretada, lógicamente, com o consecuen­ cia de los cam bios en curso, lo que no coincide con las ideas de Labov, para quien, si bien todo cam bio implica variación, no toda variación ha de suponer un cambio. L a interp retació n dinám ica de la variación abre la posibilidad de trab ajar con d a ­ tos p rocedentes de individuos considerados com o tales y no com o elem entos de una clase o un grupo social determ inado. Los datos recogidos de un hablante form an p a r­ te de su gramática individual y en tre ellos se incluyen elem entos variables. U na vez descrita la form a en que se m anifiestan los hechos variables en cada individuo, exis­ te la posibilidad de o rd en ar esos individuos, sus gram áticas individuales, de form a es­ calonada, disponiendo en un extrem o el h ablante (el lecto, la gram ática) en el que la variación se m anifiesta siem pre o casi siem pre por m edio de unas variantes y, en el extrem o opuesto, el hablante (el lecto, la gram ática) en el que la variación se m ani­ fiesta siem pre o casi siem pre p o r m edio de otras variantes. E sta ordenación da com o resultado las escalas de im plicación (figura 6.3; véase tam bién la figura 5.1): tom ando un p unto cualquiera de la escala, los niveles anterior o po sterio r im plican siem pre valores más altos o m ás bajos. Si consideram os cada g ra­ do de la escala, cada gram ática individual, com o un lecto — definido sim plem ente com o un conjunto de rasgos lingüísticos— , podem os deducir que la gram ática de una com unidad es una sum a o un conjunto de gram áticas individuales o lectos (lecto 1 + lecto 2 + lecto n) que form an un com plejo polilectal. E n este caso, frente a lo que ocu­ rre en la gramática comunitaria, los factores sociales y estilísticos quedan excluidos del m odelo, dado que se trabaja con individuos. E n un com plejo polilectal, de un lu ­ gar determ in ad o y en un m om ento determ inado, encontram os un sistem a de gram á25. Véase D. Bickerton, «Inherent variability and variable rules», Foiindations o f Language, 7 (1971), pp. 457-492; «The nature of a creóle continuum», Language, 49 (973), pp. 640-669. Ch.-J. Bailey, Variation and Linguistic Theroy, Arlington, Center for Applied Linguistics, 1973. 26. Véase D. Bickerton, «The structure of polylectal grammars», en R. Shuy (ed.), Sociolinguistics: Currents Trends and Prospects. Georgetown University Round Table on Languages and Linguistics, Washington, D.C., Georgetown University Press, 1972, pp. 17-42.


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Contextos - unidades Lectos

1

2

3

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5

6

7

Lecto 1

a

a

a

a

a

a

a

Lecto 2

b

a

a

a

a

a

a

Lecto 3

b

b : a

a

a

a

a

Lecto 4

b

b

b i a

a

a

a

Lecto 5

b

b

b

b i

a

a

a

Lecto 6

b

b

b

b

b I

a

a

Lecto 7

b

b

b

b

b

b i

a

b

b

b

b

b

Lecto 8

Fig. 6.3.

b

b

E squem a de escala de implicación, con siete contextos (o unidades), que se manifiestan bien com o a, bien com o b, y ocho lectos (gramáticas, hablantes) diferentes.

ticas relacionadas, cada una de ellas algo diferente de las demás: la frecuencia con que un individuo produce una variante determ inada es in terpretada com o consecuencia del lugar que ocupa su lecto en la escala. A quí, el individuo no conoce cóm o es la gra­ m ática de toda la com unidad porq u e no necesita conocerla.27 Los puntos débiles de esta form a de in terpretar la variación han sido señalados op o rtu n am en te p o r R. A . H udson: en prim er lugar, aquí no cabe la posibilidad de in­ cluir diferencias probabilísticas en tre lectos (para cualquier regla, B ickerton sólo ad ­ m ite tres posibles relaciones con un lecto: que sea obligatoria, que sea optativa o que no exista); en segundo lugar, el m odelo de im plicación puede incluir lectos que no se ajusten a la jerarq u ía im plicacional, aunque suelen ser m inoría y no desfiguran las tendencias lingüísticas generales del g ru p o 28 Es precisam ente en este te rren o de la irregularidad, de lo m ás o m enos probable, donde la sociolingüística de Labov exhi­ be sus m ejores virtudes. A d m itiendo la gravedad de las diferencias que separan a sociolingüistas de la va­ riación y criollistas, a los partidarios de las gram áticas com unitarias y los partidarios de los com plejos polilectales, lo cierto es que se han hecho esfuerzos p ara acortar las distancias entre am bas perspectivas: existen program as inform áticos, elaborados des­ de la sociolingüística, que construyen escalas de im plicación ofreciendo las probabili­ dades de aparición de un rasgo en los distintos hablantes o le c to s29 O tra cosa es el m undo de los conceptos.

R eflexiones y ejercicios 1. C om ente el siguiente texto de B eatriz L avandera («Los lím ites de la variable sociolingüística», en Variación y significado, B uenos A ires, H achette, 1984, pp. 45-46):

27. W. Downes, Language and Society, Londres, Fontana, 1984. 28. La sociolingiiísrica, Barcelona, Anagrama, 1981, pp. 199-200. 29. Véase F. Moreno Fernández, «Sociolingüística, estadística e informática», Lingüística, 6 (1994), pp. 95-154.


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Preferiría no analizar como «variables sociolingüísticas» formas sintácticas alter­ nantes al menos que se den otras dos condiciones: (1) que pueda probarse que son las portadoras de significación social y estilística, como parece ser el análisis de étre y avoir, pero no en el análisis de la pasiva del inglés; y (2) que pueda probarse que son un tipo de instrumento del lenguaje semejante a las variables fonológicas, es decir, elementos cuya propiedad definitoria es una covariación cuantificable y con respecto a los cuales las relaciones de frecuencia misma son las que señalan dife­ rencias. 2. C om ente el siguiente texto de M anuel A lvar («M uestras de polim orfism o en el español de la A rgentina», en L a lengua española y su expansión en la época del Tra­ tado de Tordesillas, Ju n ta de Castilla y León, p. 127): [El] polimorfismo ideal (coexistencia de variantes en un solo sujeto) se ha atem ­ perado en otras ocasiones y se estudia su realización en hablantes de una misma localidad. En justificación de estos hechos digamos que el hablante es en sí mismo un mundo complejo y que en él proyecta también una heterogénea realidad. Para mí no es más espontáneo cuando habla con su mujer que cuando habla con su hijo, cuando me nombra las piezas del arado que cuando me habla de la mala cosecha, cuando cuenta la marcha de su equipo de fútbol que cuando discurre sobre el por­ venir político. Pretender que todo es igual o diferente es tanto como volver al idealismo lingüístico: no hay ningún hecho de habla que no esté condicionado por la afectividad, y acabaremos por no estudiar nada. Pero si tenemos en cuenta que cada realización está integrada en un suprasistema coercitivo podremos pensar que un hablante bien seleccionado [...] representa, como se ha dicho, a todos los hablantes de su condición en aquella localidad. El resto, pertenece a la sociología lingüística, que también nos debe interesar. 3. C om ente el siguiente texto de E ugenio Coseriu («Sistema, norm a y habla», en Teoría del lenguaje y lingüística general, 3.a ed., M adrid, G redos, 1973, pp. 89-90): La norma puede coincidir aparentemente con el sistema (cuando el sistema ofrece una única posibilidad), así como la realización individual puede coincidir con la norma, pero esto no significa que pueda dejarse de distinguir los dos conceptos, que se refieren a distintos planos de abstracción. Sin embargo, la distinción ad­ quiere evidencia sobre todo ahí donde el sistema admite una serie de variantes de realización, aparentem ente facultativas [...]. Aclaramos, además, que no se trata de la norma en el sentido corriente, establecida o impuesta según criterios de co­ rrección y de valoración subjetiva de lo expresado, sino de la norma objetivamen­ te comprobable en una lengua, la norma que seguimos necesariamente por ser miembros de una comunidad lingüística, y no aquella según la cual se reconoce que «hablamos bien» o de manera ejemplar, en la misma comunidad.

Orientaciones bibliográficas Se recom ienda la lectura com pleta de los trabajos de los que se han extraído los fragm entos p resentados en las observaciones anteriores. Tam bién es aconsejable la lectura del capítulo V I de la Sociolingüística de H um berto López M orales (2.a ed., M adrid, G redos, 1993).


C a p ít u l o 7

PRINCIPIOS GENERALES DE SOCIOLINGÜÍSTICA E n este capítulo se van a recoger y resum ir algunas cuestiones teóricas im por­ tantes, en tre las m uchas que se han tratad o en las páginas anteriores, y se van a p re ­ sen tar unos principios capaces de caracterizar, en líneas generales, una buena p a rte de la investigación sociolingüística actual. Las cuestiones teóricas que aquí se com en- * tan n o son reflejo de un m odelo teórico ajustado al particular credo de una escuela determ inada, aunque es im posible renunciar a las ideas y principios defendidos p o r los autores m ás influyentes. P o r otro lado, esas cuestiones tam poco recogen todos los aspectos que se derivan de la relación en tre la lengua y la sociedad, entre otras razo ­ nes p o rq u e n o buscan dar cuenta de lo particular y porque no p reten d en constituir en sí m ism as ni una teo ría de la lengua ni una teoría de la sociedad. A m odo de resum en o com pilación, se propone un conjunto de principios que q u ed an divididos en dos grupos: aquellos que están referidos a la esfera sociolingüís­ tica y aquellos que afectan a la esfera m ás p uram ente sociológica. D en tro de cada uno de estos grupos, se presen tan principios que se refieren prim ordialm ente a las reali­ dades lingüísticas o sociales mism as (principia essendi) y principios que aluden al m odo en que se pu ed en conocer o llegar a conocer esas realidades (principia cognoscendi). C on ello, insistimos, sólo se pretende p resen tar un panoram a m uy general de las guías que están orientando la labor de un buen núm ero de sociolingüistas en todo el m undo. A.

Principios sociolingüísticos

E n tre los principios que hem os denom inado «sociolingüísticos», distinguim os los siguientes principia essendi: P.I.

Principio del dialecto

E l dialecto se manifiesta en una comunidad. D e este principio se desprende que cada hablante nativo tiene el m ism o tipo de acceso al dialecto — a la variedad, la lengua— de su com unidad y el m ism o conoci­ m iento sobre él que los dem ás hablantes nativos de la misma com unidad. Las difi­ cultades p ara la identificación y el estudio de los dialectos surgen cuando se dan cita en un m ism o lugar, en un m ism o núcleo urbano, hablantes nativos de variedades di-


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

ferentes. com o es el caso de m uchas capitales hispanoam ericanas que reciben p o b la­ ción de origen rural. La sociolingüística podría estar interesada tanto en el estudio del dialecto que se considera característico de una com unidad (el español de X ) com o en el estudio del encuentro de dialectos que se pueda estar produciendo en un lugar d e ­ term inado (el español en X ).1 E l estudio de un dialecto o geolecto siem pre requiere el análisis de una com uni­ dad, p uesto que es ahí donde se m anifiesta. E ste razonam iento exige la form ulación de un principio que perfile el concepto de «com unidad de habla». P.II.

Principio de la com unidad de habla

Una com unidad de habla está form ada p o r un conjunto de hablantes que com ­ parten al m enos una variedad lingüística, unas reglas de uso, una interpretación de ese uso, unas actitudes y una m ism a valoración de las form as lingüísticas. E sta caracterización no es incom patible con el hecho de que, den tro de una co­ m unidad, p u ed an surgir conflictos o disparidades de muy diversa naturaleza. C om o es bien sabido, la com unidad de habla suele ser objeto de estudio de una p arte im por­ tan te de las investigaciones sociolingüísticas. A h o ra bien, aunque se adm ite de m odo general la validez de este concepto, es cierto que plantea algunos problem as, en tre los que destaca el de la delim itación objetiva de las com unidades — especialm ente para realizarla a priori— , porq u e no existe correspondencia unívoca entre los conceptos de com unidad de habla y de ciudad.2 E n el terren o de la actuación lingüística proponem os tres principios, que se re ­ fieren al uso de la lengua en sociedad, a la variación sociolingüística y a la variación estilística. P.III.

Principio del uso lingüístico

E l uso lingüístico (natural) sólo puede tener lugar en contextos sociales y situacionales. N aturalm ente, esto supone que el uso lingüístico, cuando es observado, siem pre es observado en situaciones y contextos concretos. Y en relación estrechísim a con tal principio se form ula este otro: P.IV.

Principio de la variación sociolingüística

L o s usos lingüísticos variables —fonéticos, gramaticales o léxico-semánticos— pueden covariar con otros elementos lingüísticos o extralingüísticos.

1. Véase R. Caravedo, Sociolingüística del español de Lima, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1990, pp. 17-32. 2. La seguridad de que realmente se está trabajando sobre una comunidad de habla sólo se tiene a pos­ teriori, una vez realizada la investigación. No obstante, el conocimiento previo que tengan los investigadores de una comunidad puede facilitar su delimitación. Sobre el concepto de «comunidad de habla» y los proble­ mas que plantea, véase el capítulo 1.


LA VARIACIÓN EN LA LENGUA

137

E ste principio, esencial en la investigación variacionista, ha estado presente en la m ayor p arte de la investigación geo y sociolingüística de las últim as décadas.3 P.V.

Principio de la variación estilística

Un estilo de habla — variante estilística— es una posibilidad de actuación co m u ­ nicativa, capaz de expresar un determinado grado de form alidad, que el hablante selecciona según la fo rm a en que se presentan diversos factores personales y no personales. C on la inclusión de este principio se está llam ando la atención sobre la im por­ tancia de los estilos, no sólo en la actuación lingüística natural, sino tam bién en la ac­ tuación lingüística producida en contextos de investigación de la lengua h ab lad a.4 D en tro aún del ám bito sociolingüístico, los principia cognoscendi cuya conside­ ración estim am os im prescindible son los siguientes: a

P.VI.

Principio del estudio del uso lingüístico

Un análisis del uso lingüístico, para ser adecuado, debe tener en cuenta la socie­ dad, la situación y la relación entre el hablante y el oyente. E ste principio se deduce claram ente de los principios III, IV y V: si el uso de la lengua es siem pre social y está circunscrito a un contexto, y si es variable en correla­ ción con factores lingüísticos y extralingüísticos, es evidente que todo ello debe te ­ nerse en cuenta a la h o ra de realizar una investigación sociolingüística. P.V II.

Principio de la cuantificación

Para establecer relaciones entre variables lingüísticas y variables sociales se re­ quieren m étodos cuantitativos. Tal y com o está form ulado, este principio no niega en absoluto la posibilidad de establecer relaciones en tre variables con m edios cualitativos, antes bien la com ple­ m enta, hasta el p u n to de que sin éstos no sería posible la aplicación de ningún p ro ­ cedim iento cuantitativo. B.

Principios sociológicos

Partim os de la consideración de dos principios m uy generales de naturaleza so ­ ciológica, que p odrían clasificarse en tre los principia cognoscendi. La naturaleza cuan­ titativa de los análisis, a la que se ha aludido en P.V II, sostiene parcialm ente el si­ guiente principio: 3. Véase D. R. Preston, «Fifty some-odd categories of language variation», International Journal o fth e Sociology o f Language, 57 (1986), pp. 9-47. 4. Véase F. Moreno-Fernández (ed.), Sociolinguistics and Stylistic Variation, Lynx (1992); A. Bell, «Language Style as Audience Design», Language in Society, 13 (1984), pp. 145-204; H. J. Ladegaard, «Audience Design Revisited: Persons, Roles and Power Relations in Speech Interaction», Language & Communication, 15 (1995), pp. 89-101.


138

PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

P.V III.

Principio de la representatividad

E l habla de una muestra debe ser representativa de un grupo social o de una co­ m unidad. Si no se adm ite una capacidad de representación para las m uestras de habla y de h ablantes que se m anejan en los estudios sociolingüísticos, carece de sentido cultivar esta línea de trabajo. N aturalm ente, la representatividad siem pre debe quedar d e ­ m ostrada y garantizada p o r los procedim ientos adecuados.5 P.IX.

Principio de la vinculación de los niveles sociales

E l estudio de las relaciones sociales en un m icronivel debe estar vinculado al es­ tudio de estructuras sociales más amplias, dentro de las cuales se insertan las rela­ ciones del micronivel. La aplicación de este principio supone dejar un lugar im portante, en las p ro ­ puestas teórico-m etodológicas, a conceptos y realidades sociales de alcance lim itado, de un nivel cercano al en to rn o del grupo y del individuo.6 E sto no dem anda ren u n ­ ciar al m anejo de conceptos sociológicos de m ayor am plitud, sino sim plem ente d ar la relevancia que se m erece a lo concreto, a lo cercano, a partir de lo cual se pueden realizar com paraciones y análisis m ás realistas y precisos.

5. Véanse A. Woods, P. Fletcher y A. Hughes, Sratistics in Language Studies, Cambridge, CUP, 1986; H. López Morales, Métodos de investigación lingüística, Salamanca, Ediciones Colegio de España, 1994; F. Moreno Fernández, Metodología sociolingüística, Madrid Gredos, 1990. 6. Véase J. Milroy, Linguistic Variation and Change, Oxford, Blackwell, 1992, pp. 206-222.


Segunda p arte

LA LENGUA EN SU USO SOCIAL


C a p ítu lo 8

INTERACCIÓN COMUNICATIVA Y CORTESÍA L a sociolingüística y el estudio de la interacción com unicativa

-

Las ceremonias [...], a mi parecer, no son otro que sentimientos u palabras con que declaramos nuestro agradecimiento, nuestro respeto, obsequio y afecto hacia otra persona, u bien ensalzamos el mérito ajeno y humillamos el nuestro. I g n a c i o L u z á n , Arte de hablar, 1723-1736

La sociolingüística, ju n to a la geolingüística, es tal vez la disciplina que m ayor cantidad de m ateriales de la lengua hablada h a podido acopiar. Su interés p o r allegar datos p rocedentes de inform antes variados y representativos, la atención prestad a a los principales factores de la com unicación y la experim entación con técnicas de re ­ cogida de m ateriales m uy diversas han convertido a nuestra disciplina en p u nto de referencia obligado p ara cualquier estudio que tenga relación con la lengua hablada. N atu ralm en te, la recolección y o rdenación de m ateriales lingüísticos conducen y co m p ro m eten a su análisis, cuando no form an p arte del análisis mismo. A lo largo de la p rim era p a rte de este libro hem os tenido ocasión de explicar en qué m odo p ro ­ cede la sociolingüística p a ra el estudio de los niveles fonético-fonológico, gram atical y léxico. P e ro ¿qué ocurre con los niveles, unidades y fenóm enos que reciben la eti­ q u eta de supraoracionales? P orque la utilidad de los m ateriales recopilados tam bién alcanza, sin duda, al nivel de los actos de h abla y de los textos, com o unidades co­ m unicativas fundam entales. E l estudio de la unidad llam ada texto — de su carácter de actividad com unicativa, de su n aturaleza pragm ática y su estructura— está al al­ cance de los investigadores que conocen la form a de reu n ir m uestras útiles de len ­ gua hablada. E n este sentido, los sociolingüistas están en las m ejores condiciones p a ra a b o rd a r el análisis de la interacción com unicativa y de los productos de esas in­ teracciones, es decir, de los enunciados, de los textos, del discurso, en cualquiera de sus m últiples m anifestaciones.!/L a interacción se define com o una serie de acciones 1. Más adelante tendremos oportunidad de tratar los conceptos de «discurso» y de «texto» (véase E. Bernárdez, Introducción a la lingüística del texto, Madrid, Espasa-Calpe, 1982; también, del mismo autor, Teoría y epistemología del texto, Madrid, Cátedra, 1995). En lo que se refiere al concepto de «enunciado», es importante el trabajo de E. Benveniste publicado en 1970 («L’appareil formel de l’enonciation», Langages, 17, pp. 12-18). Según Benveniste, hay que distinguir entre la enunciación Como proceso, y el enunciado, como


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

en las que varios individuos se ven im plicados alternativa o sim ultáneam ente com o ag en tes.2 J L a atención que la sociolingüística presta a todo el ám bito que va m ás allá de la oración supone, para esta disciplina, una gran ventaja y un claro riesgo/jLa ventaja es que alcanza los límites de otras m uchas disciplinas que, sin ser sociolingüística — a ve­ ces, sin ser siquiera lingüística— , m anifiestan algún tipo de interés por la interacción com unicativa y sus resultados JL a coincidencia de intereses entre escuelas, disciplinas o grupos fronterizos suele serT5generalm ente, enriquecedora para todos; en este caso, tam bién saldría ganando la lingüística general, que ensancharía su ám bito de acción sin dejar lagunas ni m ateria sin tratar. E l riesgo se derivaría, precisam ente, de esto mismo^'el contacto con m aterias lim ítrofes puede suponer el abandono del cam po de la sociolingüística y la incursión en terrenos ajenos, sugerentes, no hay duda, pero ajenos al fin y al cabo; incluso podría darse el caso de que esos otros ám bitos satisfi­ cieran inquietudes o necesidades que la sociolingüística no ha satisfecho ad ecuada­ m ente, p o r no estar d entro de sus posibilidades o de sus preferencias. D os de las dis­ ciplinas con las que la sociolingüística com parte parcialm ente intereses y objetos de estudio — situaciones, procedim ientos y productos de la interacción— son la pragm á­ tica y la psicología social.

Sociolingüística y pragm ática La necesidad de un entendim iento entre pragm ática y sociolingüística h a sido destacada m uy oportu n am en te por G raciela Reyes. Según esta investigadora, las re ­ laciones entre las dos m aterias son m uy im portantes para el futuro de la pragm ática porque, aunque esta disciplina no estudia estrictam ente la relación entre fenóm enos lingüísticos y factores sociales, todos sus tem as tocan el lado social del lenguaje: la pragm ática tiende a trab ajar con m ateriales procedentes de situaciones reales y quien m ás experiencia h a reunido en ese terren o es la sociolingüística. E n la m ism a línea de argum entación, Reyes afirma: El campo de trabajo que más naturalmente comparten ambas disciplinas es la con­ versación, objeto predilecto de estudios sociolingüísticos en los últimos años. Todos los fenómenos que estudia la pragmática (actos de habla, presuposición, implicatura, deixis, etc.) se realizan en la conversación y están regulados por los principios según los cuales empleamos el lenguaje cuando conversamos: la conver­ sación es el tipo más elemental de uso del lenguaje.3 M ás adelante darem os cuenta del m odo en que la sociolingüística se ocupa del análisis de la conversación. A h o ra es im portante señalar, sin em bargo, que la con­ versación, com o fenóm eno com unicativo, no es el único punto de interés com partido p o r sociolingüística y pragm ática: tam bién los actos de habla han llam ado la atención de los sociolingüistas.

producto de la enunciación. La enunciación es el acto por el que el hombre se hace dueño de su lengua y es precisamente la relación entre el hablante y su lengua la que determina sus características. 2. Véase T. van Dijk, La ciencia del texto, Barcelona, Paidós, 1983, p. 89. 3. La pragmática lingüística. El estudio del uso del lenguaje, Barcelona, Montesinos, 1990, pp. 55-57.


LA LENGUA EN SU USO SOCIAL

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La pragm ática — o, al m enos, una p arte im portante de ella— es la disciplina que estudia los actos de habla y, m ás en general, las funciones de los enunciados lingüís­ ticos y sus caracteres en la interacción com unicativa. P ara T eun A. van D ijk,4 la prag­ m ática se ocupa concretam ente de estudiar las condiciones bajo las cuales las m ani­ festaciones lingüísticas son aceptables, apropiadas y oportunas; dicho con otras pala­ bras, las condiciones y reglas que h an de darse para que un enunciado o un acto de habla seari) idóneos en un contexto determ inado. Se estudian, en definitiva, las re la­ ciones en tre texto y contexto, en tre la estructura textual y los elem entos de la situa­ ción com unicativa que están sistem áticam ente ligados a ella. Las categorías que p e r­ tenecen al contexto son, en tre otras, el hablante y el oyente, la acción que realizan al producir un enunciado o al recibirlo, el sistem a lingüístico em pleado, el conocim ien­ to de la finalidad del acto de habla, las actitudes de los interlocutores y los sistem as de norm as, obligaciones y costum bres sociales. Según estableció John L. A ustin, el más destacado representante de la «teoría de los actos de habla», las expresiones o enunciados lingüísticos pueden servir para fines m uy distintos. A lgunos enunciados p erm iten hacer proposiciones relacionadas con co­ sas o hechos del m undo, real o im aginario, de los cuales se puede decir que son cier­ tos o falsos, precisam ente por darse tal relación; estos enunciados reciben el nom bre de enunciados constatativos (he llegado m uy temprano; ayer cobram os nuestro prim er sueldo; hace un calor insoportable). E n otros casos, los enunciados no se utilizan p a ra decir algo de algo o de alguien sino para hacer algo en el contexto adecuado: decla­ rar, jurar, prom eter (este tribunal declara culpable al reo; juro p o r m i honor que no volverás a entrar en m i casa; prom eto serte fiel en las alegrías y en las penas): son los enunciados realizativos. T am bién existen enunciados form ados por proposiciones éti­ cas, que p reten d en servir de guía p ara ciertas conductas (no matarás; divide y vencerás), y enunciados que sólo p reten d en confirm ar el funcionam iento del canal com u­ nicativo en tre dos interlocutores: enunciados fáticos (¿me oyes bien?; ¿estás ahí?; ¡hola!).5 U n a de las corrientes de estudio más representativas de la pragm ática actual se ocupa de la caracterización de los enunciados llam ados realizativos, frente a los cons­ tatativos. Se ha podido com probar que las expresiones realizativas, denom inadas ac­ tos de_ habla, han de cum plir ciertos requisitos: no deben describir ni registrar nada, no h an de ser «verdaderas» o «falsas», sino sim plem ente «adecuadas» o «no adecua­ das», han de suponer la realización de una acción o de p arte de ella y suelen incluir un verbo en prim era persona. Para que esos actos de habla tengan éxito, desde un pun to de vista com unicativo, h a de existir un procedim iento convencionalm ente aceptado, que debe cum plirse de form a correcta, en todos sus pasos, y en el que los participantes han de ser los apropiados. E n 1962, A ustin distinguió cinco clases de enunciados realizativos: judicativos (declaro culpable al reo), ejercitativos (te designo m i sucesor), com prom isorios (prom eto ser imparcial), de com portam iento (te felicito) y expositivos (supongo que es cierto lo que se cuenta en este libro). P o r o tro lado, teniendo en cuenta que todos los enunciados suponen, de un m odo u otro, la realización de una acción y dado que las fronteras entre enunciados cons-

4. La ciencia del texto, Barcelona, Paidós, 1983. 5. Véase J. L. Austin, Cómo hacer cosas con palabras, Barcelona, Paidós, 1982; J. Searle, Actos de ha­ bla, Madrid, Cátedra, 1980; S. Levinson, Pragmática, Barcelona, Teide, 1989.

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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGIA DEL LENGUAJE

tatativos y realizativos no siem pre están suficientem ente claras, se ha distinguido e n ­ tre tres tipos de actos, que se han convertido en unidades básicas de la pragm ática: actos locativos, ilocutivos y perlocutivos. Los actos locativos surgen en el m om ento en que se dice algo, esto es, cuando se em ite un enunciado; los actos ilocutivos se reali­ zan cuando se dice algo con una cierta intención o fuerza p o r parte del hablante (in­ fo rm a r, advertir, comprometerse)', los actos perlocutivos aparecen com o consecuencia del acto ilocutivo y logran un efecto o una reacción en el oyente (convencer, disua­ dir). A este respecto, M .a V ictoria E scandell insiste oportunam ente sobre la dificul­ tad de distinguir tam bién tales tipos de actos: La distinción entre estos tipos de actos es sobre todo teórica, ya que los tres se realizan a la vez y simultáneamente: en cuanto decimos algo, lo estamos haciendo en un determinado sentido y estamos produciendo unos determinados efectos. Pero es interesante distinguirlos porque sus propiedades son diferentes: el acto locutivo posee significado; el acto ilocutivo posee fuerza; y el acto perlocutivo logra efectos.6 H en k H averk ate, por su parte, distingue en tre actos de habla corteses y actos no corteses.1 D en tro de la categoría de los actos corteses se incluyen los actos expresivos (agradecimiento, felicitación, pésam e, disculpa, cum plido, saludo) y los actos comisivos (prom esa, invitación). La categoría de los actos no corteses recoge los actos aser­ tivos y los exhortativos (ruego, súplica, m andato, consejo, recomendación, instrucción). A sim ism o, es posible identificar varios niveles de cortesía. E n el prim er nivel se dis­ tingue una cortesía com unicativa de una cortesía no comunicativa. D en tro de la cor­ tesía com unicativa se distingue, a su vez, entre la cortesía lingüística y la cortesía no lingüística; esta últim a incluye la cortesía no paralingüística (los gestos) y la paralingüística (ruidos y signos verbales). La cortesía lingüística puede ser de dos tipos: metalingüística y no metalingüística. A la prim era se le atribuyen las funciones de m an­ ten e r un contacto social apreciable en tre los interlocutores (función fótica) y de res­ p e ta r las reglas o m áxim as de la conversación (etiqueta conversacional); la’cortesía no metalingüística se m anifiesta tan to en los m acroactos de habla o actos 'de habla glo­ bales, com o en los m icroactos o actos de habla locales.8 A l servicio de intereses principal aunque no exclusivam ente sociolingüísticos y ayudándonos de cuestionarios, hem os tenido la oportunidad de recoger testim onios del uso de varios tipos de actos de habla, correlacionados con las características so­ ciales de los hablantes y con el tipo de vínculo que éstos establecen con sus interlo ­ cutores. Los actos de habla que hem os analizado han sido, en tre otros, saludos, des­ pedidas, excusas, disculpas, preguntas p o r la salud, peticiones de favor, peticiones de inform ación, agradecim ientos, respuestas a agradecim ientos, ofrecim ientos y fórm u­ las de presentación; los m ateriales se han recogido en la localidad de Q u intanar de la O rd en (T oledo, E spaña).

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6. Introducción a la pragmática, Barcelona, Anthropos/UNED, 1993, p. 69. 7. La cortesía verbal. Estudio pragmalingüístico, Madrid, Gredos, 1994. 8. Haverkate distingue, también entre los actos de habla, cuatro tipos de subactos: articulatorio, ilocutivo, predicativo y referencial. Esta distinción le permite tratar ordenadamente algunas estrategias de cortesía importantes: la prosodia resulta de singular importancia en el acto articulatorio, la interjección en relación con los actos ilocutivos, el eufemismo, la litotes,- la ironía y la repetición léxica en los actos predicativos y las for­ mas de tratamiento en los actos referenciales.

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145 ' Esos actos de habla, a los que se acaba de hacer referencia (por ejem plo, de p e ­ tición de espera), se h an podido o rd en ar en un eje o continuum llam ado de cortesía, de tal form a que en un extrem o se han agrupado los actos de petición de espera más corteses (por favor, espere un m om ento; espere; perdone, que no puedo salir) y en el otro extrem o, las variantes con m enor grado de cortesía (espera que ya voy; ya voy; ya va).9 E l criterio seguido para determ inar el grado de cortesía consiste sim plem en­ te en observar el uso de los actos de habla en correlación con el uso de los p ronom ­ bres personales tú y usted: el grado de cortesía que pueda ten er un acto de habla está relacionado con el tipo de tratam ien to que recibe el interlocutor hacia el que am bos van dirigidos. Se consideran com o m ás corteses aquellos actos de habla que m uestran una tend en cia a aparecer cuando el interlocutor recibe un tratam iento de usted; fór­ m ulas m enos corteses serían aquellas que aparecen con frecuencia cuando el interlo­ cutor es tratad o de tú. A l buscar las causas últim as del uso de un tratam iento u o tro se ha de h acer referencia a factores psicosociológicos com o el poder o la solidaridad, que m ás adelante q u ed arán explicados. E l estudio sociolingüístico y pragm ático realizado sobre actos de habla coloquia­ les recogidos en Q u in tan ar de la O rd en ha revelado que los atributos sociológicos de los inform antes están correlacionados con determ inados actos de habla, aunque no siem pre es así. Las variables sociales con m ayor capacidad de influencia sobre el uso de los actos coloquiales analizados son la edad y el nivel sociocultural, ju n to a la fi­ gura del interlocutor hacia el que va destinado el acto de habla. E n el estudio se han distinguido cuatro tipos básicos de interlocutor, que ya fueron presentados a p ro p ó ­ sito de las variedades estilísticas (véase el capítulo 4): A , con p oder sobre el hab lan ­ te y no solidario con él (por ejem plo, una persona con autoridad y desconocida); B, con p o d er y solidario (por ejem plo, una persona con autoridad, p ero conocida); C, sin poder y no solidario (por ejemplo, un desconocido más joven que el hablante); D, sin po­ d er y solidario con el hablante (por ejem plo, un amigo o fam iliar joven). Com o se ha dicho, el tipo de interlocutor determ ina en m uchas ocasiones la elección de d e te r­ m inadas fórm ulas lingüísticas y no de otras por parte de un hablante. N orm alm ente, si una fórm ula está generalizada en una com unidad, es el tipo de interlocutor el fac­ to r que determ ina su em pleo en una interacción; en tal caso, los atributos sociales del h ablante apenas tienen valor explicativo. Las fórm ulas consideradas com o m enos cor­ teses nunca van dirigidas a interlocutores del tipo A , tres de cada diez se dirigen a in­ terlocutores del tipo B (30 % ), una de cada cinco a interlocutores del tipo C (23 % ) y casi una de cada dos a interlocutores D (47 % ). Las fórm ulas corteses se dirigen a cualquiera de los cu atro tipos de interlocutores establecidos, con las siguientes p ro ­ porciones aproxim adas: interlocutor A , 60 %; interlocutor B, 10 %; interlocutor C, 29 %; interlo cu to r D , 1 % .10

La cortesía L a alusión al concepto de «cortesía» obliga a presentar, siquiera brevem ente, un conjunto de teorizaciones en las que se in terp reta com o un m ecanism o o criterio re ­ 9. «Análisis sociolingüístico de actos de habla coloquiales», I y II, Español actual, 51-52 (1989), pp. 5-51 y 5-57. 10. Véase «Análisis sociolingüístico de actos de habla coloquiales», II, Español actual, 52 (1989), pp. 54-56.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

gidor de la interacción social y, m ás en concreto, de la interacción com unicativa. A l fondo de estas teorías se encuentra siem pre una propuesta de singular relevancia en el m undo de la pragm ática: el principio de cooperación de H. P. G rice.11 E l principio de cooperación p ropuesto por G rice no debe entenderse com o una norm a o una regla explícita, sino com o una guía que aceptan los participantes en cual­ quier interacción com unicativa para facilitar su desarrollo y hacer posible su éxito res­ pecto a unas expectativas e intereses. E l principio requiere de los interlocutores que contribuyan a la conversación adecuándola a un propósito y en una dirección d eter­ m inados. G rice com plem enta su principio general con una serie de orientaciones secunda­ rias denom inadas «categorías» o «máximas» de cantidad, cualidad, relación o rele­ vancia y m odalidad: la categoría de la cantidad se refiere a la cantidad de inform ación ap o rtad a p o r los interlocutores en sus enunciados; la cualidad tiene que ver con la ve­ racidad y la dem ostrabilidad de la inform ación ap ortada en la interacción; la relevan­ cia supone que los hablantes h an de p roporcionar inform ación relevante en cuanto al asunto tratad o en cada m om ento; finalm ente, la categoría de la m odalidad tiene que ver con la claridad y el ord en de la inform ación de las interacciones. E stas categorías generales de com portam iento se p ueden expresar por m edio de máximas: M áxim a de la cantidad: que su contribución no sea ni m ás ni m enos inform ativa de lo que se requiere. M áxim a de la cualidad: que su contribución sea verdad. M áxim a de la relación: diga cosas relevantes. M áxim a de la m odalidad: sea claro. Ju n to a estas categorías y m áxim as, la pragm ática m aneja los conceptos de implicatura y de presuposición. La implicatura se entiende com o un conjunto de ele­ m entos que se transm iten con el enunciado y que no corresponden a su contenido proposicional; se tra ta de contenidos implícitos, lo que se com unica en un enunciado ju n to a lo que se dice. Las im plicaturas que afectan al principio de cooperación y a las m áxim as reciben el nom bre de implicaturas conversacionales y han de definirse y explicarse de acuerdo con los principios que organizan la conversación.12 C uando en una conversación se violan el principio o las m áxim as de G rice, las im plicaturas pu ed en ayudar a reconstruir el contenido que se ha querido com unicar. P ara ello debe tenerse en cuenta, como ha señalado Escandell, que las m áxim as y las im plicaturas pu ed en m an ten er diversos tipos de relaciones, a saber: i) hay im plicatu­ ra, p ero no hay violación aparente de una máxima; ii) hay im plicatura y debe inferir­ se que se viola una m áxim a p ara evitar un conflicto con otra máxima; iii) hay im pli­ catura precisam ente porque se viola ab iertam ente una m áxim a.13 U n a m uestra de i la tenem os en el enunciado Entré en una casa, en el que se im ­ plica que ‘la casa no era m i casa’. E jem plo de ii sería el siguiente intercam bio de enunciados: A . ¿A qué hora llegarás? B. A media mañana', en este caso B está vio­ lando la m áxim a de la cantidad, puesto que no aporta la inform ación que se le pide

11. 12. 13.

Studies in the Way ofW ords, Cambridge, Harvard University Press, 1989. Véase M.* V. Escandell, Introducción a la pragmática, ob. cit., p. 94 y ss. Ob. cit., p. 98.


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en el grado que se le pide, pero se implica que B desea cooperar en la interacción y ap o rta la única inform ación de que dispone dentro de un respeto a la m áxim a de la cualidad. E l ejem plo m ás conocido de iii es el caso del inform e en el que no se dice nad a en absoluto sobre el asunto que se solicita o que realm ente interesa, violando las m áxim as de la cantidad y la relevancia; en este caso se puede dar p o r satisfecho el principio de cooperación porq u e un inform e así implica que no se ha querido d ar una opinión favorable. E n lo que respecta a la presuposición, hay que señalar su paralelism o con la im ­ plicatura en tanto en cuanto am bos conceptos se refieren a las inferencias pragm áti­ cas que acom pañan a los enunciados. Las implicaturas son inferencias basadas p ri­ m ordialm ente en el contenido de los enunciados y en los elem entos contextuales re ­ lacionados con el principio de cooperación-, las presuposiciones, en cam bio, se derivan principalm ente de la estructura lingüística de los enunciados y de la aparición de cier­ tas palabras, si bien no se puede decir que se trate de fenóm enos pu ram en te sem án­ ticos puesto que pu ed en verse afectados p o r factores contextuales. E n principio, las presuposiciones se p u ed en m an ten er al m argen de la veracidad o falsedad de los enunciados: un enunciado afirm ativo y el correspondiente negativo com parten el m is­ m o conjunto de presuposiciones (tanto si decimos el prim o de A lberto es alto com o si se dice el p rim o de A lberto no es alto, se presupone que A lb erto tiene un prim o); al m ism o tiem po, p ara que un enunciado pueda ser verdadero o falso, sus presuposiones d eben ser verdad. Pero dejem os a un lado estas cuestiones sem ánticas para si­ tuarnos en un terren o más próxim o a la sociolingüística.14 V olviendo a la cortesía, hay que an o tar que las teorías m ás recientes se han cons­ truido, com o se señaló algo m ás arriba, sobre las propuestas de G rice. B eatriz L a­ v andera ha destacado, p o r su im portancia, tres m odelos de interpretación de la cor­ tesía: los de R obin Lakoff, G eoffrey L eech y Penelope Brow n y Stephen L evinson.15 E l m odelo de L akoff es un intento de integrar las categorías de G rice en una sola m á­ xim a general («sé claro»), a la que se añaden tres m áximas de cortesía («no im pon­ gas»; «da opciones»; «haz que el interlocutor se sienta bien»), que pueden ser re d u ­ cidas a una sola m áxim a: «sé cortés»; en caso de que estas m áxim as en traran en con­ flicto, la situación social d eterm inaría las prioridades de la aplicación.16 P or su parte, G eoffrey Leech trata de hacer una teoría general de la relación entre la sem ántica y la pragm ática. E n su aportación añade a las categorías de G rice una más, el tacto, que se definiría com o una estrategia p ara evitar conflictos y que podría m edirse por el esfuerzo realizado p o r el hablante p ara conseguirlo. E n su interpretación de una pragm ática general, L eech pone en un m ism o nivel el principio de cooperación y el principio de la cortesía. E ste últim o se m anifiesta tanto en el contenido de las con­ versaciones com o en la form a en que son organizadas y estructuradas p o r los in te r­ locutores. B row n y Levinson ofrecen un elaborado m odelo pragm ático de estrategias de cortesía, estrategias que sirven p ara satisfacer unos fines com unicativos y de o rien ta­ 14. Acerca del concepto de presuposición, véase C. K. Oh y D. A. Dinneen (eds.), Syntax and semantics, vol. 11: Presupposition, Nueva York, Academic Press, 1979. 15. Véase B. Lavandera, «The Social Pragmatics of Politeness Forms», en U. Ammon, N. Dittmar y K. J. Mattheier (eds.), Sociolinguistics, vol. 2, Berlín, De Gruyter, 1988, 1196- 1205. 16. Véase «The Logic of Politeness, or Minding P’s and Q ’s», Proceedings o f the Ninth Regional Meeting o f the Chicago Linguistic Society, 1973, pp. 345-356.


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ción de la im agen del h ab lan te.17 Se p arte de la idea de que los individuos tienen una doble fa z o im agen, una positiva y o tra negativa o am enazadora: en el transcurso de una interacción verbal los individuos utilizan estrategias que m inim izan la fuerza de los actos que corresponden a la im agen negativa. D e acuerdo con estas dos im á­ genes del hablante, Brow n y Levinson p roponen la existencia de dos tipos de co rte­ sía: la cortesía positiva y la cortesía negativa. C ada una de ellas puede buscar unos fines específicos y para ello se despliegan diversas estrategias. A sí, por ejem plo, d e n ­ tro de la cortesía positiva se incluirían estrategias com o atender a los intereses, deseos o necesidades del oyente, exagerar el interés y la sim patía p o r el oyente o utilizar m arcadores de grupo (uso de la mism a variedad dialectal, jerga, etc.). Tales estrate ­ gias apelan a la experiencia com ún en tre los interlocutores para conseguir unas acti­ tudes favorables. F inalm ente, L avandera p ropone un concepto de cortesía que la sitúa en el m is­ m o nivel que la fu erza ilocutiva en los actos de habla; de hecho, la noción de fuerza ilocutiva, según L avandera, debe com plem entarse con la noción de fu erza de cortesía. L a cortesía se m anifiesta, habitualm ente, a través de m ecanism os lingüísticos que p e r­ m iten disponer los actos de habla y las conversaciones en un continuum de fuerza de cortesía. La cortesía no es una p ropiedad inherente de las oraciones, antes bien es un valor que adquieren las expresiones en determ inadas condiciones contextuales. Ju n ­ to a la p ropuesta de L avandera, las dem ás teorías de la cortesía han buscado una ex­ plicación satisfactoria del funcionam iento de los m ecanism os de interacción; en ellas la cortesía no es un significado de las form as lingüísticas, sino una propiedad de los actos de habla. U nas veces al m argen de las teorías de la cortesía y otras en estrecha relación con ellas, los sociolingüistas, sobre todo los m ás preocupados p o r los aspectos e tn o ­ gráficos de la com unicación, han acum ulado num erosas experiencias e inform aciones sobre los m ecanism os de cortesía utilizados en diversas lenguas y culturas del m undo. Así, C. G eertz ha com probado que la lengua javanesa dispone de un sistem a de ex­ presión de cortesía en el que prácticam ente es im posible decir nada sin incluir algún elem ento que indique el tipo de relación social, estatus y fam iliaridad de los interlo ­ cutores. Los hablantes de javanés han de elegir entre tres estilos diferentes (alto, m e­ dio y bajo) y p osteriorm ente seleccionar y construir sus enunciados de acuerdo con las exigencias de cada estilo: si se quiere usar una form a equivalente a ahora, el h a­ blante de javanés sabe que tiene que utilizar la form a sam enika p ara el estilo alto, san iki p ara el estilo m edio y saiki para el estilo bajo; si se quiere usar la form a jav an e ­ sa equivalente a ir, hay que ten er en cuenta que, en el estilo bajo (con saiki), se debe utilizar arep, que con saniki (estilo m edio) se ha de usar adjeng y que con sam enika (estilo alto) se debe elegir bade. E l japonés es otra lengua en la que la expresión de la cortesía determ ina de for­ m a cardinal el uso social de los actos de habla. Las form as indicadoras de cortesía se usan y distribuyen dependiendo del tipo de interlocutor. Según explica M uriel Saville-Troike, a p a rtir de datos de H arum i W illiams, en el japonés de los niveles socia­ les acom odados, el ofrecim iento de un taza de té ha de hacerse m ediante fórm ulas de cortesía bien diferenciadas y adecuadas a los interlocutores. Esas fórm ulas p u eden o r­ denarse en una jerarq u ía de siete grados: 1, ¿Ocha? ‘¿ té ? ’ (hacia los propios hijos); 17.

Politeness. Some Universals in Language Use, Cambridge, Cambridge University Press, 1987.


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2 ¿Ocha do? (hacia los propios hijos, los herm anos y los amigos m ás jóvenes); 3, ¿Ocha ikaga? (hacia los amigos de la m ism a edad y los herm anos m ayores); 4, ¿Ocha ikaga desu ka? (hacia el m arido, los padres, los tíos y los cuñados m ás jó ­ venes); 5, ¿Ocha wa ikaga desu ka? (hacia los abuelos); 6, ¿Ocha ikaga deshoka? (ha­ cia los cuñados m ayores); 7, ¿Ocha wa ikaga deshd ka? (hacia los suegros, los ab u e­ los del m arido, el jefe del m arido y los profesores).18 F ren te a las lenguas com o el japonés o el javanés, otras m uchas no disponen de unos sistem as tan rígidos y com plejos de expresión de la cortesía, lo que no quiere decir que carezcan de elem entos o recursos form ales para adecuar el discurso a la fo r­ m alidad de las m ás diversas situaciones. E n el español de E spaña, las fórm ulas bue­ nos días (saludo), tanto gusto en conocerlo (saludo en presentación), aquí tiene su casa para lo que desee (ofrecim iento de casa), ¿quieres tom ar algo? (invitación) o ¿me p o ­ día indicar dónde está la iglesia? (petición de inform ación), disfrutan de un grado de cortesía m ás alto que fórm ulas com o hola (saludo), hola, ¿qué tal? (saludo en p re ­ sentación), cuando quieras, puedes venir a m i casa (ofrecim iento de casa), toma algo (invitación) o ¿dónde está la iglesia? (petición de inform ación).19 N uestros ejem plos y com entarios dem uestran que la cortesía es uno de los p rin ­ cipios de m ayor trascendencia en el uso social de la lengua, en la interacción com u­ nicativa. P ero no debe olvidarse que la cortesía tiene en las form as de tratam iento u na de sus m ás significativas expresiones lingüísticas.

El poder, la solidaridad y las formas de tratamiento Form as de tratam ien to y cortesía son nociones que se exigen m utuam ente y que, p o r lo tanto, n o p u ed en explicarse de form a independiente. A su vez, el sentido, la función y el em pleo de unas y de o tra necesita el auxilio de principios y conceptos ajenos a la lingüística y a la sociolingüística, aunque sean com plem entarios de ellas. Los conceptos a los que nos referim os proceden de la psicología social y fundam en18. The Ethnography o f Communication. A n introduction, Oxford, Blackwell, 1982, pp. 54-55. 19. Así se comprobó cualitativa y cuantitativamente en el estudio de F. Moreno Fernández sobre Quintanar de la Orden (Toledo, España). Los libros de etiqueta o mamulles de urbanidad elaborados para lenguas como el inglés, el francés o el español incluyen recomendaciones sobre los usos más adecuados a la hora de las presentaciones o de mantener conversaciones en fiestas o por teléfono. En la obra Book o f Etiquette, de Lillian Eichler (1923), se pueden leer recomendaciones como éstas: No No No No No No

aburras a tus interlocutores. mires al techo durante la conversación. cuentes historias demasiado largas, vagas o inapropiadas. hagas digresiones. insistas en que es real la historia que has contado. cuentes historias sobre suegras o tartamudos.

En muchos casos, las recomendaciones de los libros de urbanidad parecen constituir un patrón del cual han extraído sus máximas las modernas teorías de la cortesía. En El libro del saber estar, de Camilo López (La urbanidad y los usos sociales, Oviedo, Nobel, 1990), se leen consejos clásicos como éstos: «La gente quie­ re que le hable de sus problemas. [...] Hable siempre de lo que interesa a sus interlocutores. [...] El nombre de una persona es para ella el sonido más dulce e importante que pueda escuchar. No tema abusar de él. Deje que sea su interlocutor quien hable más. [...] Saber escuchar es una auténtica virtud. [...] Muestre respeto a las opiniones del prójimo. [...] Cuando hable con alguien, no empiece discutiendo los puntos en que exista diver­ gencia de criterios» (pp. 60-62).


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talm en te son dos: el p oder y la solidaridad. A m bos tienen que ver con las relaciones que se establecen en tre los interlocutores y, com o ya hem os visto, fueron introduci­ dos en la sociolingüística p o r el psicólogo social R oger B row n.20 E l concepto de «poder» a m enudo se ha confundido con otros, im portantes tam ­ bién para la sociología, com o son el estatus y el papel social. E l poder y el estatus son valores que se derivan de unos papeles sociales determ inados; éstos, p o r su parte, son sim plem ente un producto de la división del trabajo dentro de una com unidad: el fun­ cionam iento adecuado de un grupo o una sociedad depende del adecuado cum pli­ m iento de unas tareas que se rep arten entre los individuos que los com ponen. A h o ­ ra bien, en la práctica, los papeles no se distinguen solam ente p o r la naturaleza de las tareas que se realizan, sino tam bién p o r la form a en que son considerados social­ m ente. D icho de una form a simple, el estatus refleja el valor inherente de un papel, m ientras que el p oder refleja la dim ensión de la influencia que un papel ejerce sobre el individuo que cum ple otro p apel, o tra función. E l estatus, que implica una ex p ec-1 tativa de com portam iento entre dos o m ás individuos, rep resen ta tal vez el aspecto m ás estático de la relaciones sociales.21 G eneralm ente, se em plea el térm ino p o d er para describir situaciones en las que la conducta de un individuo viene determ inada, al m enos parcialm ente, p o r las ac­ ciones de otro. Podem os decir que, en psicología social, el p oder tiene tres caracte­ rísticas básicas: a) E s el atrib u to de las relaciones entre dos o m ás personas y no sim plem ente el atrib u to de una sola; el poder es siem pre el p oder de A sobre B. b ) La naturaleza de estas relaciones es causal: el individuo poderoso A es, de algún m odo, responsable de las acciones del m enos poderoso B. c) A u n q u e A pu ed e ser responsable de las acciones de B, no determ ina to ta l­ m en te estas acciones; la intervención de A aum enta la probabilidad de que B actúe de una m anera determ inada y no de otra. D en tro de la sociolingüística, los térm inos poder y solidaridad se em plean para hacer referencia a la distancia social que existe entre dos interlocutores: cuántas ex­ periencias y características sociales com parten, entre otros factores. E l po d er supone una relación no recíproca entre dos personas, al m enos, y la no reciprocidad puede estar basada en m uchas y m uy diferentes realidades: la riqueza, la edad, la posición social, la fuerza física, la p ertenencia o no a instituciones com o la Iglesia, el E stado o el ejército, el tipo de parentesco, en tre otras. C uando dos personas establecen una re ­ lación, una será considerada com o superior y la otra com o inferior, dicho con otras palabras y refiriéndonos de form a específica a las form as de tratam iento, el superior es aquel que em plea el tratam ien to de tú (T) hacia el inferior y recibe el tratam iento de usted ( V ) (sistema asimétrico). A l hablar de tú y usted estam os m anejando las for­ m as pronom inales de tratam ien to más frecuentes en el español, p ero lo que se ha di­ cho pu ed e aplicarse a las form as correspondientes de otras lenguas o variedades; de 20. Son importantes estos trabajos: R. Brown y M. Ford, «Address in American English», en D. Hymes (ed.), Language, culture and society, II, Nueva York, Harper & Row, 1964, pp. 234-244; R. Brown y A. Gilman, «The pronouns of Power and Solidarity», en J. Fishman (ed.), Readings in the Sociology o f Language, La Haya, Mouton, 1968, pp. 252-275. 21. Véase S. Giner, Sociología, 14.a ed., Barcelona, Península, 1981.


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ahí que suela usarse T y V com o categorías que incluyen todas las form as pronom i­ nales y cuyos valores coinciden con lo que se ha com entado a propósito del tú y el us- -c . ^ ted del español (T: esp. tú, fr. tu, al. du\ V: esp. usted, fr. vous, al. Sie). La solidaridad, p o r su parte, hace referencia a una relación sim étrica en tre dos \u personas, al m enos. C uando aparece esa clase de relación, las form as de tratam iento tam bién pued en ser sim étricas o recíprocas: es frecuente que dos personas que se con- ^ sideran solidarias usen entre sí el tratam iento de tú (T) (sistema simétrico). L a di- ' . . : * m ensión de solidaridad es potencialm ente aplicable al tratam iento de todas las per- ‘ * sonas. , Si bien es posible hacer una presentación y un estudio independiente de los con- f ceptos de «poder» y «solidaridad», lo cierto es que no tienen p o r qué darse, ni anali>|/ zarse, siem pre p o r separado. Es verdad que podem os encontrar sistem as de trata- ¡ m iento que se rigen escrupulosam ente p o r el poder, sistemas asimétricos en los que e l , | podero so es tratad o de usted y tiene derecho a utilizar el tratam iento de tú hacia el poco poderoso, com o es posible encontrar sistem as de tratam iento basados en el con­ cepto de solidaridad, sistemas simétricos en los que los hablantes usan recíprocam en­ te el tú y en los que cualquier característica (ten er la misma edad, la m ism a profesión, vivir en la m ism a com unidad) puede hacer surgir la sim etría, la reciprocidad, en la conducta de los interlocutores. A h o ra bien, p oder y solidaridad no son conceptos excluyentes, ya que podem os en co n trar que un superior, con poder, puede ser solidario con su interlocutor (por ejem plo, con un p arien te) o no solidario; a la vez, un inferior, sin poder, p u ede ser so­ lidario con su interlocutor (por ejem plo, con un viejo em pleado de la familia) o pue- ‘ [*<. *- ¿ de no serlo (por ejem plo, el cam arero de un restaurante con un cliente). E sto quiere . decir, com o ya hem os señalado en otros apartados, que las relaciones en tre interlo ­ cutores pu ed en clasificarse en cuatro grandes grupos: con p o der y sin solidaridad, con p o d er y con solidaridad, sin p o d er y sin solidaridad y, finalm ente, sin p o d er y ^ ia -so ­ lidaridad. P ero tam bién quiere decir que las form as de tratam iento se usan de acuer­ do con sistem as que a veces encierran una gran com plejidad, derivada, en prim er lu­ gar, de las diversas clases de vínculos personales que se pueden establecer, en segun­ do lugar de la posibilidad de que las form as de tratam iento no sean recíprocas y, por últim o, de la convivencia de sistem as de tratam iento diferentes den tro de una m ism a com unidad. E l uso de las form as de tratam iento de las personas de edad m ás avan­ zada y de los m ás jóvenes, aparte de no ser recíproco, no responde a un m ism o cri­ terio en m uchas ocasiones, com o pu ed en n o coincidir los usos si se com para una co­ m unidad rural con una com unidad urbana o un grupo de estatus alto con un grupo de estatus bajo. D en tro de una com unidad, es perfectam ente posible la convivencia de un sistema asimétrico, utilizado p o r las individuos de m ayor edad, con un sistema simétrico utilizado p o r los m enores de 30 años, por ejemplo. H aciendo abstracción de los sistem as de tratam iento propios de unas com unida­ des o de otras, los estudios de R. Brow n y de sus colaboradores han podido dem os­ tra r que la solidaridad hace e n tra r en conflicto el tratam iento entre superiores e in­ feriores, com o se d esprende de la figura 8.1. Las letras que ro d ean el cuadro revelan que el tratam iento natural o norm al h a ­ cia los superiores es V y hacia los inferiores T. Sin em bargo, entre los superiores y los inferiores se p u ed en producir conflictos: se em plea T cuando existe solidaridad con el superior y V cuando no existe solidaridad con el inferior.

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Fuente: R. Brown y A. Gilman.

F ig . 8.1.

Uso de fo rm a s pronom inales de tratamiento según las relaciones de po d er y solidaridad.

La distancia que se establece sociolingüísticam entp^ntre poder y solidaridad ha perm itido fijar, al m enos, dos universales: prim ero, que4ódas las lenguas tienen algún m odo de indicar las diferencias de p o d er, de solidaridad o de am bos tipos,, pues todo Individuo tiene la necesidad de fijar sus relaciones con los dem ás y de m ostrar qué lugárÜ cupa en su contexto social; s e g u n d o ^ u e cuando el p oder y la solidaridad vienen reflejados p o r el m ism o tipo y rango de elem entos, la form a que expresa m ayor soli­ daridad tam bién expresa m ayor p o d er p o r p arte del hablante y viceversa. Brow n y F o rd señalan que, por lo general, es el superior el que decide en qué m om ento la so ­ lidaridad es suficiente p ara em plear T. Asim ism o, Brow n y G ilm an afirm an que exis­ te una tendencia general a adop tar un sistem a de relaciones sim étricas. Las señales lingüísticas que m arcan las relaciones de poder-solidaridad en tre dos hab lan tes varían según las lenguas. Son las com binaciones de conceptos com o poder y solidaridad, simetría y asimetría, reciprocidad y no reciprocidad las que com plican el análisis de las form as de tratam iento, dándole interés, y las que dificultan su ex­ plicación y com prensión en la enseñanza de una lengua extranjera. A ello hay que añ ad ir que las form as de tratam ien to p u ed en ser pronom inales, p ero tam bién p u e­ d en ser nom inales y afectar a otras clases de palabras. A l dirigirse a un interlocutor, un h ab lan te de inglés pu ed e utilizar un tratam iento determ inado (Doctor, Sir), un tratam ien to seguido del apellido (Mr. Sm itti), el nom bre propio (John), el apellido (Sm ith), un dim inutivo o un hipocorístico (Johnnie), el nom bre y el apellido (John S m ith), ap arte del térm ino del p arentesco (D ad ‘p a p á ’) y todo tipo de apelativos (D ear ‘q u e rid o ’). Los nuer, p ueblo sudanés que vive en la confluencia del Nilo y el Sobat, están organizados en linajes y form an grupos de edad bien estratificados. Cada n uer tiene un nom b re propio que coincide con el de su linaje y que se utiliza en las cerem onias im portantes. Sin em bargo, los nuer, en el m om ento de nacer, reciben un nom bre que utilizan d u ran te el resto de su vida y que p uede ser un nom bre com ún, un verbo o cualquier otra forma: N hial ‘lluvia’, Pun ‘arroz silvestre’, M un ‘tie rra ’, C uol ‘com ­ p e n sa r’. E n ocasiones, los abuelos m aternos dan a los niños un segundo nom bre, p ro ­ duciéndose la circunstancia de que la m ism a persona puede ser llam ada de una for­ m a p o r los parientes de la línea p atern a y de otra p o r los parientes de la línea m a­


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terna. A ello se sum an los nom bres elegidos por cada hom bre para ser usados en el d ep o rte, la caza o la guerra entre com pañeros o amigos; estos apelativos se tom an de los nom bres de los bueyes y se denom inan precisam ente nom bres de buey. Las m uje­ res tom an sus apelativos de los nom bres de las crías de las vacas que ellas mism as or­ deñan. Finalm ente, debido a la fuerte estratificación de los grupos de edad, los h o m ­ bres nuer, cuando llegan a cierta edad, pueden usar y recibir de otros hom bres adul­ tos m ás jóvenes el tratam iento Gwa ‘P ad re’.22 E n lo que se refiere a la lengua española, disponem os de num erosos trabajos en los que se h a investigado el uso social de las form as de tratam iento. D estacam os, m uy breve y escuetam ente, los de J. Fox, V. A lba de D iego y J. Sánchez L obato, C. W einerm an, F. M oreno F ernández y J. M edina. U no de los prim eros trabajos dedicados a los tratam ientos en el español peninsular ha sido el de J. F ox.23 E n su estudio, Fox se p ro p o n e confirm ar la hipótesis de Brow n y G ilm an acerca de que los hablantes ex­ presan la solidaridad m ediante el uso recíproco de T y la no solidaridad m ediante el uso recíproco de V, así com o confirm ar la hipótesis de W. F. L am bert, según la cual el em pleo de la fórm ula de respeto es m uy frecuente entre los jóvenes de las clases trabajadoras, m ientras que los jóvenes de las clases m edias tienden al uso de 7 24 Fox hizo su investigación en nueve colegios m adrileños y llegó a las siguientes conclu­ siones: 1) Los escolares de M adrid cada vez hacen m enos uso del usted para dirigirse a personas de m ayor edad, en beneficio del pronom bre tú. E l sistema asimétrico, p o r el que el tra to hacia un superior debe ser de usted y hacia un inferior de tú, h a sido reem plazado p o r un sistema simétrico que expresa la solidaridad m ediante tú y la no solidaridad m ediante usted. L a hipótesis de Brow n y G ilm an queda, pues, confirm a­ da en M adrid. 2) E l uso de usted, dirigido hacia personas m ayores, está generalizado entre las clases trabajadoras, que, p o r lo tanto, p ueden ser consideradas com o más conserva­ doras. La hipótesis de L am bert tam bién queda confirm ada. V idal A lb a de D iego y Jesús Sánchez L obato han llegado a unas conclusiones si­ m ilares en un estudio m ás reciente hecho entre jóvenes de nivel m edio-bajo de M a­ d rid .25 Las relaciones jerárquicas en tre los interlocutores han sufrido en las últim as décadas una im portante redefinición: en la actualidad es posible pensar en un cierto grado de solidaridad, m ayor o m enor según los casos, con un superior, la tendencia g eneral es a ad o p tar un sistema simétrico de tratam iento en el que predom ina la soli­ daridad.

22. Véase E. E. Evans-Pritchard, «Nuer Modes of Address», The Uganda Journal, 12 (1948), pp. 166171; citado en R. Wardhaugh, A n Introduction to Sociolinguistics, 2.a ed., Oxford, Blackwell, 1992, pp. 265266. 23. «The pronouns of address in Spanish», Actes du Xe. Congrés International des Linguistes. Bucarest 28 Aoñt-2 Septembre 1967, I, Bucarest, Éditions de L’Academie de la République Socialiste de Roumanie, 1969, pp. 685-693. 24. Véase «The use of tu and vous as forms of address in French Cañada: a pilot study», Journal o f Ver­ bal Learning and Verbal Behavior, 6 (1967), pp. 614-617. 25. «Tratamiento y juventud en la lengua hablada. Aspectos sociolingüísticos», Boletín de la Real A ca­ demia Española, LX (1980), pp. 95-129.


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U n o de los trabajos m ás rigurosos, amplios y detallados que se han realizado so­ bre el tratam ien to en el m undo hispánico es el de C atalina W einerm an, centrado en las ciudades de B uenos A ires y de C atam arca (A rgentina).26 Los objetivos de la in­ vestigación, en tre otros, eran co ntrastar las hipótesis de Brow n en el habla de B ue­ nos A ires y la correlación que existe entre el tipo de interlocutor y el uso del p ro ­ nom bre de segunda persona del singular. Los usos pronom inales analizados h an sido los asim étricos usted-vos, vos-usted y el sim étrico inform al vos-vos, y algunas de las conclusiones que se h an podido extraer han sido las siguientes: 1) E n la m ayoría de los centros urbanos de A rgentina, el pronom bre vos ha reem plazado prácticam ente al tú, si bien persiste una creencia en el m ayor refina­ m iento lingüístico de esta últim a forma. 2) Existe un predom inio significativam ente m ayor de la pauta sim étrica infor­ m al de los tratam ientos pronom inales (vos-vos) en las com unidades m ás m odernas (B uenos A ires); la asim etría (asted-vos, vos-usted) está más extendida en tre las co­ m unidades m ás tradicionales o conservadoras. 3) E n tre las clases bajas se observa una m ayor frecuencia de la pau ta asim étri­ ca y una m en o r frecuencia de la inform al; las diferencias entre clases suelen ser m a­ yores en la com unidades tradicionales. 4) L a fam ilia es una institución social que cum ple una función retard ato ria en el proceso de innovación que afecta a las form as de tratam iento. P o r su lado, M oreno F ernández ha analizado el uso de las form as pronom inales tú y usted en una com unidad rural española (Q uin tanar de la O rden, Toledo) y ha lle­ gado a la conclusión de que los rasgos sociales que inciden más intensam ente en la elección del p ronom bre tú son la edad (más los jóvenes) y el sexo (más las m ujeres). A sim ism o, pu ed e hablarse de conservadurism o lingüístico, dado el uso de un sistem a asim étrico y el predom inio del concepto de «poder», en los hablantes con una edad superior a 50 años y pertenecientes a los niveles socioculturales más bajos. E n cual­ quier caso, el sistem a de tratam ien to m ás generalizado en esta com unidad es el que se fundam enta en el eje sem ántico de la solidaridad.27 F inalm ente, Javier M edina ha realizado un interesante estudio sobre las form as de tratam ien to en el habla juvenil de las islas Canarias. M edina señala que el uso del tu teo con los padres está m uy generalizado en Canarias, lo que indica un predom inio de las relaciones de solidaridad sobre las de poder. N o es así en el caso del tra ta ­ m iento hacia los abuelos: un am biente fam iliar tradicional y un bajo nivel cultural son factores que favorecen la aparición de usted; por otro lado, el uso de usted hacia los profesores está m uy generalizado. La investigación de M edina incluye valiosas con­ clusiones sobre el uso de los térm inos de parentesco, los nom bres propios y otras for­ m as nom inales.28

26. Sociolingüística de la form a pronominal, México, Trillas, 1976. 27. «Sociolingüística de los tratamientos. Estudio sobre una comunidad rural», Anuario de Letras, XXIV (1986), pp. 87-120. 28. Véase J. Medina López, Formas de tratamiento en Canarias: habla juvenil, Santa Cruz de Tenerife,


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La acomodación o adaptación del habla E n el ám bito de las relaciones en tre la sociolingüística y la psicología social, ad e­ m ás de la incorporación de los conceptos de «poder» y de «solidaridad» y del análi­ sis de las form as de tratam iento, p ueden destacarse otras aportaciones, algunas de ellas tan im portantes com o el análisis de las actitudes lingüísticas, a las que dedica­ m os el capítulo 10. E n esta m ism a línea, es m uy posible que el futuro lleve a una co­ laboración m ás estrecha en tre sociolingüistas y psicosociólogos, colaboración que p o ­ dría desarrollarse en el m arco de la llam ada «teoría de la acom odación del habla». E sta teoría, elaborada, entre otros, p o r R ichard B ourhis y H ow ard Giles, nació en el seno de la psicología social y, desde nuestro p unto de vista, podría ser idónea para sa­ tisfacer algunas de las necesidades teóricas de la sociolingüística.29 R ecordem os, por ejem plo, que se ha em pleado com o fundam ento de una de las interpretaciones de la noción de estilo. La «teoría de la acom odación del habla» se preocupa por los procesos cognosci­ tivos que se producen en tre la percepción del contexto social y la conducta com uni­ cativa. P reten d e explicar algunas de las m otivaciones subyacentes a ciertas conductas y a ciertos cam bios en los estilos de habla, durante los encuentros com unicativos, y algunas de las consecuencias sociales que de ellos se derivan. Los principios básicos de la teo ría son los de convergencia y divergencia. La convergencia es una estrategia com unicativa que los hablantes siguen p ara adaptarse a una situación y al habla de sus interlocutores; para ello se m aneja una larga serie de elem entos lingüísticos. La divergencia, a su vez, es un procedim iento por el que los hablantes acentúan sus di­ ferencias lingüísticas y com unicativas respecto de otros individuos. E stos procesos se dan d u ran te la interacción social. Los objetivos que determ inan la conducta convergente de los hablantes son la aprobación social por p arte del oyente, la m ejora de la eficacia com unicativa y el m antenim iento de las identidades sociales positivas. E l deseo de ver cum plidos estos fines lleva a los hablantes a acom odar o ad aptar su habla en las más diversas condi­ ciones: ahí están los esfuerzos de adaptación que se realizan cuando se habla con n i­ ños, con extranjeros que no dom inan nuestra lengua, con hablantes de otras varieda­ des dialectales; pensem os en cóm o los individuos m oderan su discurso con los desco­ nocidos, acom odándose a las características que van descubriendo en su interlocutor p ara facilitar la com unicación. F ren te a estas conductas, la divergencia es buscada por aquellos que q uieren m an ten er la distancia social y lingüística respecto de individuos q ue p erten ecen a grupos sociales diferentes. Es im po rtan te recalcar el peso que la «teoría de la acom odación» reconoce no tan to en el oyente en sí, com o en la interacción com unicativa entre un hablante y su interlocutor. N o estam os ante una teoría de la variación estilística, aunque sirva para explicarla, sino ante una teoría de la interacción. Es evidente que su com etido no coincide estrictam ente con el de la sociolingüística, pero tam bién es claro que m uchas de sus prop u estas son válidas para n uestra disciplina: el análisis y la interpretación de la variación, del estilo, de la cortesía, de las actitudes lingüísticas.

29. Véase H. Giles (ed.), The Dynamics o f Speech Accomodation, International Journal o f the Sociology o f Language, 46 (1984).


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Reflexiones y ejercicios 1. P artien d o de su experiencia lingüística y de sus lecturas, com ente las dife­ rencias de uso que se observan entre el sistem a pronom inal castellano (tú, usted; vo­ sotros, ustedes), el sistem a que p odría denom inarse «atlántico» (tú, usted; ustedes) y algún sistem a hispanoam ericano en el que se dé voseo (por ejem plo, R ío de la P la­ ta). C onsulte la M orfología histórica del español, de M. A lvar y B. P o ttier (M adrid, G redos, 1983). 2. E lab o re un inventario de las form as de tratam iento (nom inales y pronom i­ nales) que usted utiliza con todos los interlocutores con los que se com unica cotidia­ n am ente. C aracterice su propio sistem a de tratam iento utilizando com o base los con­ ceptos de «poder» y de «solidaridad». ¿H a optado alguna vez por evitar el uso de una form a de tratam ien to debido a algún problem a o a alguna dificultad en sus relacio­ nes personales? ¿Cóm o explicaría el uso de los tratam ientos de su com unidad a un estudiante de español com o lengua extranjera? 3. G rabe una conversación m antenida entre tres personas, si es posible de dis­ tin ta edad y sexo. A n o te y analice todas las m arcas de cortesía que pueda identificar. ¿C ree que las expresiones m ás corteses suelen ser más largas que las m enos corteses? 4. C om ente el siguiente texto de J. L. A ustin acerca del funcionam iento «in­ fortunado» o «no feliz» de los enunciados realizativos ( Cóm o hacer cosas con pala­ bras, B arcelona, Paidós, 1982, pp. 56-57): M e tem o, p ero al m ism o tiem po espero, que las siguientes condiciones necesarias resultarán obvias. A .l) T iene que h aber un procedim iento convencional aceptado, que posea cierto efecto convencional; dicho procedim iento debe incluir la em isión de ciertas palabras p o r p arte de ciertas personas en ciertas circunstancias. A dem ás, A.2) en un caso dado, las personas y circunstancias particulares deben ser apropiadas para recurrir al procedim iento particular que se em plea. B .l) E l procedim iento debe llevarse a cabo por todos los participantes en form a correcta, y B.2) en todos sus pasos.

r.l) E n aquellos casos en que, com o sucede a m enudo, el procedim iento re ­ quiere que quienes lo usan tengan ciertos pensam ientos o sentim ientos, o está di­ rigido a que sobrevenga cierta conducta correspondiente de algún participante, e n ­ tonces quien participa en él y recurre así al procedim iento debe ten er en los h e­ chos tales pensam ientos o sentim ientos, o los participantes deben estar anim ados p o r el propósito de conducirse de la m anera adecuada, y, adem ás, T.2) los participantes tienen que com portarse efectivam ente así en su o p o r­ tunidad. A h o ra bien, si violamos una (o más) de estas seis reglas, n u estra expresión realizativa será (de un m odo u otro) infortunada. D e más está decir que hay dife-


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rendas considerables entre estas «formas» de ser infortunadas. Las letras y núm e­ ros elegidos para identificar cada uno de los apartados precedentes se proponen poner de manifiesto estas formas diversas. La prim era distinción importante se da entre las primeras cuatro reglas A y B, tomadas conjuntamente, en oposición a las dos reglas T (de ahí el uso de letras ro­ manas y griegas). Si transgredimos algunas de las primeras (las reglas del tipo A o B), esto es si —por ejemplo— emitimos la fórmula incorrectamente, o si —por ejemplo— no estamos en situación de asumir el cargo porque ocupamos ya un car­ go incompatible con aquél, o porque quien nos recibe el juram ento es el ordenan­ za y no el ministro, entonces el acto en cuestión, esto es, asumir un cargo, no es realizado satisfactoriamente, no tiene lugar, no se lleva a cabo. Por oposición, en los dos casos Y el acto es llevado a cabo, aunque llevarlo a cabo en esas circuns­ tancias, por ejemplo, cuando somos insinceros, constituye un abuso del procedi­ miento. Así, cuando digo «prometo» sin intención de cumplir, he prometido pero... Necesitamos nombres para referirnos a esta distinción general. Por ello llamare­ mos desaciertos a los infortunios del tipo A .l a B.2, en los que no se consigue lle­ var a cabo el acto para cuya realización, o en cuya realización, sirve la fórmula ver­ bal correspondiente. Y, por otra parte, llamaremos abusos a aquellos infortunios (los del tipo T) en los que el acto es llevado a cabo.

Orientaciones bibliográficas P ara el conocim iento de las teorías de R oger Brow n y su aplicación al estudio de las form as de tratam iento, pu ed e consultarse el trabajo de B row n y M arguerite Ford, «T ratam iento personal en inglés norteam ericano», en P. G arvin y Y. L astra (eds.), A ntología de estudios de etnolingüística y sociolingüística (2.a ed., M éxico, U N A M , 1984, pp. 314-335). A cerca de los tratam ientos en español, m erece la p en a leer el li­ bro de C atalina W einerm an (Sociolingüística de la fo rm a pronom inal, M éxico, Trillas, 1978). T odos los aspectos de la psicología social que tienen cierta relevancia en el ám ­ bito de la sociolingüística son tratad o s en el libro de W. P. R obinson, Lenguaje y con­ ducta social (M éxico, Trillas, 1978). Com o introducción a la pragm ática, es recom en­ dable el libro de M .a V ictoria Escandell, Introducción a la pragmática (B arcelona, A n th ro p o s/U N E D , 1993; reeditado en Barcelona, A riel, 1996) y el m anual clásico de S tephen Levinson, Pragmática (B arcelona, Teide, 1989). Asim ism o, la obra de G ra ­ ciela R eyes, L a pragmática. E l estudio del uso del lenguaje (B arcelona, M ontesinos, 1990) está llena de sugerencias y de opiniones agudas y clarividentes.


C a p ítu lo 9

DISCURSO Y CONVERSACIÓN Análisis del discurso y análisis de la conversación El hablar con reflexión y conexión es el indicio más claro de la racionalidad que nos distingue de los brutos. I g n a c io L u z á n , A rte de hablar, 1723-1736

La sociolingüística, ya se ha com entado, ha tenido la oportunidad de conocer m uy de cerca los procesos y m ecanism os de la interacción com unicativa, transitando p o r un territo rio lindero con disciplinas com o la psicología social o la pragm ática, so­ bre todo con las teorías de los actos de habla y de la cortesía. Esos procesos de in te ­ racción proporcionan un resultado tangible, un producto de lengua h ablada del que la sociolingüística ha reunido m uestras m uy bien nutridas y que suele ten e r la form a de conversaciones o diálogos, m antenidos, la m ayor parte de las veces, en tre los in ­ vestigadores y sus inform antes. Tal vez por eso, el estudio de la conversación h a atraí­ do tam bién a los sociolingüistas, p o rq u e se trata de un proceso social en el que está im plicado el uso de la lengua.1 E n líneas generales y sim plificando un panoram a de investigación bastante com ­ plejo, la conversación ha sido analizada, principalm ente, desde dos perspectivas: el análisis del discurso y el análisis de la conversación. Siguiendo las explicaciones que ofrece S tephen C. Levinson, entre una perspectiva y otra hay diferencias notables,2 aunque forzosam ente tien en que surgir traslapos y coincidencias, si el objeto de estu ­ dio es uno o prácticam ente coincidente. E l análisis del discurso, corriente aparecida en los años sesenta y m uy cultivada en el R ein o U nido — p o r autores com o M alcolm C oulthard o M ichael Stubbs— ,3 se caracteriza p o r el em pleo de principios y conceptos propios de la lingüística: el p a ra ­ lelism o en tre el estudio del discurso y el estudio gram atical es evidente. E l análisis del discurso procede aislando las unidades del discurso o categorías básicas y estudiando su com binación y funcionam iento en secuencias bien form adas que dan lugar a dis­ cursos coherentes. E ste tipo de estudios busca la integración de todas las unidades lin­ 1. Véanse, por ejemplo, los trabajos sobre el portugués de Brasil reunidos por A. Tavares de Macedo, C. Roncarati y M. C. Mollica (org.), Variaqáo e discurso, Río de Janeiro, Tempo Brasileiro, 1996. 2. Pragmatics, Cambridge, Cambridge University Press, 1983, p. 286 y ss. 3. Véase M. Coulthard, A n Introduction to Discoruse Analysis, Londres, Longman, 1977; M. Stubbs, Análisis del discurso. Análisis sociolingüístico del lenguaje natural, Madrid, Alianza, 1982.


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güísticas en la estructura del discurso m ediante un procedim iento elem ental que con­ siste en p ro p o n er una form alización previa p ara ir com probando, posteriorm ente, cóm o se ajustan a ella los datos concretos. E l análisis del discurso m aneja una serie de unidades entre las que destacan el intercambio, el m ovim iento y el acto. Los intercambios son las unidades que form an las transacciones com unicativas y pu ed en tener un carácter inform ativo (inform ing), directivo (directing) o desencadenante (eliciting). Los intercambios inform ativos esta­ rían en correspondencia con lo que com únm ente se conoce com o exposición o des­ cripción, los intercambios directivos se corresponderían con la transm isión de órdenes y los desencadenantes con las secuencias de preguntas y respuestas. La estructura de los intercam bios está form ada por m ovim ientos, del tipo pregunta-respuesta: así, exis­ ten intercam bios con una estructura de tres m ovim ientos (pregunta — o inicio— , res­ puesta y continuación), m uy frecuente en la com unicación que se establece en tre p ro ­ fesor y alum no d entro de un aula. P or últim o, un m ovim iento está com puesto de uno o más actos, que constituyen la unidad m ínim a del discurso y cuyas características no coinciden estrictam ente con las de los actos de habla. Los analistas del discurso, adem ás de preocuparse por la caracterización de sus unidades m ínim as, h an m ostrado un gran interés, casi podría hablarse de predilección, p o r el estudio de un aspecto esencial del discurso: la coherencia y la cohesión. Sin em ­ bargo, en este caso hollam os el ám bito de la lingüística textual o lingüística del texto, aunque, p ara algunos autores, podría ser considerada com o una m anifestación más del análisis del discurso: de hecho varios de las m ás conocidos representantes de la lingüística del texto — com o T eun van D ijk—4 son citados entre los cultivadores del análisis del discurso. D e esta afirm ación no se debe colegir que las investigaciones de especialistas com o C oulthard o Stubbs (análisis del discurso, propiam ente dicho) coin­ ciden en fondo y form a con las de T eun van D ijk (lingüística del texto) po rq u e no es cierto, pero es innegable que existe una com unidad de intereses, capaz de aglutinar en to rn o a los conceptos de «texto» y de «discurso» — usados m uchas veces com o si­ nónim os— estudiosos de m uy diversa procedencia: por ejem plo, los estudios sobre la dicotom ía tema/rema de la escuela de Praga. P o r eso se decía m ás arriba que al dis­ tinguir solam ente análisis del discurso y análisis de la conversación se sim plificaba un pano ram a bastan te com plejo. E n cualquier caso, los especialistas en lingüística textual suelen ver el discurso com o algo m ás concreto que el texto y lo definen com o cada una de las m anifesta­ ciones concretas en que puede m anifestarse un texto o com o un texto en sentido ex­ clusivam ente sintáctico-sem ántico, esto es, sin ten er en cuenta sus características prag ­ m áticas. La lingüística textual es definida por E nrique B ernárdez com o el estudio científico de los procesos de constitución y com prensión del texto, de la estructura in ­ tern a de éste y de sus relaciones con la situación en que se produce. E l texto se defi­ ne, a su vez, com o la unidad fundam ental de la com unicación verbal h u m an a.5 E n lo que se refiere al estudio de la coherencia y la cohesión, señalarem os que la coherencia se in terp reta com o una propiedad p o r la cual los hablantes com prenden los textos y los perciben com o una unidad, com puesta por una serie de partes ligadas entre sí y con el contexto en que el texto se produce. La cohesión se refiere a la re ­

4. 5.

Véase La ciencia del texto, Barcelona, Paidós, 1983; Texto y contexto, Madrid, Cátedra, 1988. Introducción a la lingüística del texto, Madrid, Espasa-Calpe, 1982.


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lación específica en tre las partes de un texto, relación que perm ite su identificación com o elem entos de la unidad superior llam ada texto. Para W olfgang D ressler los ele­ m entos que hacen posible la coherencia son la sustitución diafórica (anáfora y catáfora), la conjunción, las partículas, la estructura de m odo, de tiem po y de aspecto de los predicados y el ord en de p alabras.6 M. A. K. H alliday y R. H asan, por su lado, h a ­ blan de la cohesión que se consigue p o r m edio de la correferencia (uso de p ronom ­ bres personales, posesivos, dem ostrativos, etc.: Ha venido Angelito. L e he dado tu re­ cado), la sustitución (uso de sustitutos nom inales, verbales, oracionales: Jugarem os con la pelota verde. E llos quieren utilizar la misma), la elipsis («¿Q uieres agua?» «No» [quiero agua]), la conjunción (uso de conjunciones copulativas, adversativas, causales, aposiciones, etc.: Yo estoy gordo, pero tú estás flaco) y el léxico (repetición de unidades, uso de sinónim os, hiperónim os, etc.: La calle está sola. La calle está fría. La calle está triste).1 F ren te a los autores que lim itan las m arcas de coherencia a determ inados aspec­ tos form ales del texto, aspectos que p odrían ser considerados com o superficiales, V an D ijk habla de la existencia de una estructura abstracta subyacente o fo rm a lógica que hace posible la coherencia en un nivel m acroestructural; esa m acroestructura se in­ terp reta com o el desarrollo coherente del tema o asunto del discurso. P or otra parte, V an D ijk se refiere tam bién a una coherencia global o pragmática que depende de la com prensión y la in terpretación que haga el oyente o el lector de un tex to .8 A p a rte del análisis de la coherencia textual, la lingüística del texto — el análisis del discurso, si se quiere— ha dedicado grandes esfuerzos a la identificación y des­ cripción de tipos de textos, esto es, a la tipología textual. Señala E n rique B ernárdez que el establecim iento de una tipología textual ofrecería básicam ente dos posibilida­ des: bien p restar atención a las características internas de los textos, bien tom ar com o base la situación externa del texto, sobre todo la situación social y todos sus com po­ nentes. Siguiendo este últim o criterio y teniendo tam bién en cuenta la base textual o tema del texto, E gon W erlich ha propuesto una tipología de cinco clases de textos: des­ criptivos, narrativos, expositivos (sintéticos o analíticos), argumentativos e instruc­ tivos.9 T eun van D ijk, p o r su parte, ofrece una relación provisional de tipos de texto que alcanza las veinte clases: conferencia académica, serm ón, inform e de un defensor, acu­ sación, atestado, dem ostración, orden de pago, orden penal, acta de declaración, ley, disposición, conferencia, inform e, petición, noticias, comentario, discurso político, ar­ tículo, clase universitaria, instrucciones .10 A ñ ad e V an Dijk, no obstante, que acaso las estructuras globales m ás frecuentes y m ás im portantes sean las estructuras de la con­ versación, si bien en este caso no se trata de textos propiam ente dichos sino de la o r­ ganización de series textuales de varios hablantes en el m arco de la interacción co­ m unicativa. A su vez, algunos de los tipos de textos apuntados podrían ser agrupados

6. Véase R. de Beaugrande y W. Dressler, Introduction to Text Linguistics, Londres, Longman, 1981. 7. Cohesion in English, Londres, Longman, 1976. 8. Véase J. Lozano, C. Peña-Marín y G. Abril, Análisis del discurso. Hacia una semiótica de la interac­ ción textual, 3." ed., Madrid, Cátedra, 1989. 9. Véase A Text Crammar o f English, Heildelberg, Quelle & Meyer, 1976. Véase Enrique Bernárdez, Introducción a la lingüística del texto, ob. cit., pp. 219-220. 10. Las propuestas de tipologías no terminan aquí, evidentemente. Véase E. Bernárdez, Introducción a la lingüística del texto, ob. cit., pp. 211-230.


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en estructuras textuales m ás generales, com o la descripción, la narración y la argu­ m entación.11 A estas tres clases generales de textos (descriptivos, narrativos, argu­ m entativos) se po d rían sum ar los literarios (que incluyen los poéticos), los científicos y los didácticos .n E n tre todo eso, resulta de un especial interés y provecho p a ra la so­ ciolingüística lo que se refiere a la conversación y a la narración, especialm ente a la narración oral que surge en la com unicación cotidiana, m uy a m enudo d entro de la conversación. F ren te al análisis del discurso, el análisis de la conversación es una corriente de investigación que incorpora los principios de la etnom etodología norteam ericana y que se caracteriza p o r el m anejo de una serie de técnicas de análisis em pírico de apli­ cación previa a la construcción de cualquier teoría. E l m étodo de trabajo es de n a tu ­ raleza inductiva y está basado en el estudio de grabaciones de lengua hablada rec o ­ gidas en contextos naturales. Las conversaciones grabadas se transcriben y se anali­ zan p ara descubrir sus propiedades. Los analistas de la conversación pon en un énfasis especial en el estudio de la in­ teracción com o proceso, sobre todo de lo que tiene que ver con la organización y las características de los turnos, y en el análisis de las inferencias que supone la elección de ciertas expresiones y no de otras. La etnom etodología, escuela sociológica re p re ­ sentada, en tre otros, p o r A. Cicourel y H. G arfinkel,13 sostiene que la realidad social no es un hecho consum ado, sino una realización continuada que surge de unas acti­ vidades rutinarias y de un conocim iento tácito de las mismas realidades sociales. H a ­ blar de actividades sociales rutinarias com porta una alusión im plícita o explícita a la com unicación lingüística, pero, a la vez, no se p ued e en ten d er la com unicación lin­ güística si no es den tro de unos procesos de interacción social. P or eso el estudio de las conversaciones requiere que éstas se enm arquen en situaciones.

La conversación: caracterización general De todo lo dicho se sigue primero, que en dos cosas principal­ mente consiste el hablar bien: esto es, en pensar bien, y repre­ sentar bien lo que se ha pensado. I g n a c io L u z á n , A rte de hablar, 1723-1736

Las estructuras textuales más frecuentes e im portantes en la lengua hablada son las conversaciones. E n este caso, según T eun van D ijk, no se trata de textos p ro p ia­ m ente dichos, sino de series de textos producidos por varios hablantes y organizados d en tro de interacciones. La conversación, p o r tanto, es una m odalidad de la in terac­ ción com unicativa. Para co m prender el funcionam iento de las conversaciones, es preciso ten er p re ­ sente un conjunto de conceptos, propuestos y definidos desde la corriente de estudio llam ada etnografía de la com unicación y que afectan a la producción de todo tipo de 11. La ciencia del texto, ob. cit., pp, 153-154 y 165-167. 12. Véase R. de Beaugrande y W. Dressler, Introduction to Text Linguistics, ob. cit., pp. 182-186. 13. Véase A. Cicourel, Cognitive sociology, Harmondsworth, Penguin, 1973; H. Garfinkel, «Studies of Routine Grounds of Everyday Activities», en D. Sudnow (comp.), Studies in Social Interaction, Nueva York, Free Press, 1972, pp. 1-30.

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interacciones com unicativas. Nos referim os a los conceptos de situación com unicati­ va, acontecim iento com unicativo y acto comunicativo. Se llam a situación com unicati­ va al contexto en que se produce una com unicación, al lugar y el m om ento en que interactú an dos o m ás individuos o participantes. Acontecim iento com unicativo — tam ­ bién llam ado acontecimiento del hablar—14 es una unidad de descripción que se defi­ ne com o el conjunto hom ogéneo de elem entos com unicativos que se utilizan con un m ism o propósito, hacia unos mismos interlocutores, usando una m ism a variedad lin­ güística y p ara tra ta r unos tem as o asuntos determ inados. C uando un elem ento del acontecim iento com unicativo se corresponde con una función com unicativa (afirm ar, ord en ar, p reguntar, responder, saludar, etc.), estam os ante un m icroacontecimiento o acto com unicativo, tam bién llam ado acto del hablar .14 U n ejem plo de situación co­ m unicativa p odría ser una actividad docente universitaria, una clase, den tro de la cual se p roduce un acontecim iento com unicativo, caracterizado p o r el tem a tratado, el fin general de la actividad, unas norm as generales de interacción y unos participantes (profesores, alum nos). E l acontecim iento está form ado, a su vez, por una serie de microacontecim ientos com unicativos: afirm aciones de los profesores, preguntas de los profesores, preguntas de los alum nos. E n ocasiones, el concepto de situación comunicativa puede coincidir con el de ám bito o dom inio, m uy utilizado en el terreno de la sociología del lenguaje. E fecti­ vam ente, uno y o tro se utilizan a veces com o sinónim os, p ero debe valorarse que d o ­ m inio es un concepto algo m ás am plio porque suele incluir no sólo un lugar y un m o­ m ento, sino tam bién unos participantes, unos tem as y unas condiciones pragm áticas: el dom inio se define com o un ám bito de uso lingüístico que es significativo social y funcionalm ente y que, a m enudo, está institucionalizado. E n sociología del lenguaje se suele h ablar de ám bitos o dom inios públicos o form ales (el parlam ento, los m edios de com unicación social, la adm inistración, la enseñanza) y de ám bitos o dom inios p ri­ vados o inform ales (p o r ejem plo, la familia). P artien d o de estos conceptos, las conversaciones constituyen acontecim ientos co­ m unicativos form ados p o r m icroacontecim ientos que se producen d entro de unas si­ tuaciones com unicativas. A h o ra bien, ¿cuáles son las características que las identifi­ can frente a o tro tipo de acontecim ientos com unicativos? La caracterización de la conversación com o proceso com unicativo no resulta nada fácil p o r el hecho de que se puede dar en situaciones m uy diversas, puede v er­ sar sobre una gran variedad de tem as y contar con un núm ero de participantes m uy distinto. T o d o ello com plica la descripción de los m ecanism os conversacionales, p ero la lab o r se consideraría im posible si se valorara que la com unicación — tam bién la conversación— es un fenóm eno condicionado socialm ente y que depende, por tanto, de ciertas convenciones y patro n es socioculturales. C ada pueblo, cada cultura p u ede conferir a la conversación un valor diferente y darle una form a particular; su presen ­ cia o su ausencia, p o r ejem plo, pu ed en ser m ás significativas que la organización in­ tern a de los turnos: los m iem bros de la tribu piluya, en la India, dejan de m an ten er conversaciones cuando cum plen 40 años; en la isla de R oti, en Indonesia, la falta de conversación es síntom a de desgracia; los norteam ericanos, en general, se sienten m uy

14. Véase J. M. Biecua, Qué es hablar, Barcelona, Salvat, 1982, p. 10. 15. Véase M.° J. Gelabert, E. Martinell, M. Herrera y F. Martinell, Repertorio de funciones comunicati­ vas del español, Madrid, SGEL, 1996.


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incóm odos cuando se producen silencios durante la conversación, por eso dan la im ­ presión de h ablar m ás que los escandinavos, por ejemplo; los pueblos m editerráneos in terp retan la falta de interés o tensión durante la conversación com o una m uestra de antipatía o de rareza. D en tro del territo rio de una misma lengua tam bién es posible en co n trar diferencias en el m odo de organizar las conversaciones: ap arentem ente los hablantes de la islas C anarias o de las A ntillas hispanohablantes suelen hacer un uso m ás profuso de vocativos d u ran te la conversación que los originarios de Castilla. E l estudio y la descripción de las conversaciones p arte de dos prem isas generales: 1) L a conversación no se concibe com o una simple sum a de productos lingüís­ ticos; esencialm ente es un proceso, una interacción social, psicológica y lingüística, con una estructura interna que debe ser analizada. 2) E l estudio de la conversación requiere una labor previa de recopilación de datos reales, tan to verbales com o no verbales. E l cam ino más serio y seguro para el conocim iento de la conversación es el análisis de m ateriales naturales. E n las caracterizaciones ofrecidas por diversos autores (Em ilio L orenzo, A n to ­ nio Briz), se señala que la conversación, frente a o tro tipo de discursos, se distingue p o r tratarse de una interlocución en presencia (cara a cara), para la que se cuenta con la atención, la iniciativa y la reacción del interlocutor, una interacción inm ediata, puesto que se produce en un m arco espacial y tem poral que sirve de referencia a toda la com unicación, con tom a de tum os no p redeterm inada, de linealidad im perfecta, di­ nám ica y cooperativa en relación con el tem a de conversación y la participación de los interlo cu to res.16 E n tre las conversaciones encontram os diversas clases de interacciones, com o los debates, las entrevistas (por ejem plo, las que se m antienen para recoger m ateriales lingüísticos) o las conversaciones coloquiales. Estas últimas, según Payrató y Briz, se caracterizan p o r ser cotidianas, espontáneas e inform ales;17 en ellas la experiencia com ún de los interlocutores viene a ser decisiva, suele contarse con una presencia n otable de elem entos paralingüísticos (ruidos, carraspeo) y kinésicos (gestos, m ovi­ m ientos del cuerpo), en unas culturas m ás que en otras, y'es frecuente que p redom i­ n e la función expresiva en los elem entos suprasegm entales. A su vez, en las conver­ saciones coloquiales tam bién se distinguen varios tipos o subtipos, en tre los que des­ tacan las disputas, las presentaciones y las charlas. E n cada tipo de conversación se sabe quién p u ed e hablar, cuándo, cuánto, qué y cóm o, aunque en la conversación co­ loquial y cotidiana estos factores ofrecen una m ayor libertad. D esde la perspectiva de la lingüística textual, la conversación es una interacción en la que aparecen actos de diferentes interlocutores ordenados según unas reglas convencionales. Las interacciones han de cum plir una serie de requisitos correspon­ dientes a las acciones simples; entre ellos está el de m odificar un estado inicial con una intención y una función determ inadas, con el fin de que la interacción tenga éxi­ to, esto es, tenga un resultado adecuado. Se dice que una interacción es adecuada 16. Véase E. Lorenzo, «Consideraciones sobre la lengua coloquial (constantes y variables)», en El es­ pañol de hoy, lengua en ebullición, 3.a ed., Madrid, Gredos, 1980, pp. 29-49; A. Briz, El español coloquial: si­ tuación y uso, Madrid, Arco/Libros, 1996, pp. 32-33. 17. Ll. Payrató, «Pragmática y lenguaje cotidiano. Apuntes sobre el catalán coloquial», Revista de Filo­ logía Románica, 9 (1992), pp. 143-153.


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Preparación

Saludo Apertura Preliminares

Orientación

Objeto de la conversación

Conclusión

Preparación Terminación Despedida

FlG. 9.1.

M acroestructura de la conversación, a p a rtir de la p ro p u e sta de T. van D ijk (1983).

cuando el resultado es acorde con las intenciones de los interlocutores, p ero p ara ello los interlocutores deb en ten er un acceso, al m enos parcial, y recíproco a sus conoci­ m ientos, sus deseos y sus propósitos. L a conversación responde a una estrategia para o b te n e r éxito en la consecución de unos objetivos y el éxito depende de la adecua­ ción en tre lo que se dice, para qué se dice, a quién se dice, cóm o se dice y en qué si­ tuación se dice. Los objetivos de las conversaciones se los m arcan los hablantes en cada situación y pued en ser m uy variados: m antener una relaciones sociales, conse­ guir una reacción en el interlocutor, reforzar la identidad social, transm itir inform a­ ción y otros m uchos.18 D esde un pun to de vista form al, una conversación es una sucesión de turnos im ­ plicados (A -B -A -B ) que constituyen una secuencia coherente de acciones. A h o ra bien, esa secuencia está organizada de acuerdo con estrategias en las que se ven im ­ plicados todos los niveles del lenguaje, desde el fonético al proxém ico. P ara T eun van Dijk, to d a conversación tiene una macroestructura y una microestructura. L a m acro­ estructura es una estructura global, correspondiente a un m acronivel, en el que la con­ versación queda organizada com o un todo. L a microestructura corresponde a un m i­ cronivel en el que aparecen los enunciados individuales y sus relaciones (turnos con­ versacionales, secuencias de turnos). E n la estructura global o macroestructura de la conversación se identifican c ate­ gorías que se corresponden con unas funciones que son cum plidas tanto por unidades lingüísticas, com o p o r unidades paralingüísticas o kinésicas. Las categorías que for­ m an la m acroestructura de la conversación quedan representadas en la figura 9.1 y son las siguientes: preparación, apertura, orientación, objeto de la conversación, con­ 18.

Véase J. J. Gumperz, Discourse strategies, Cambridge, Cambridge University Press, 1982.


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clusión y terminación. E n tre unas categorías y otras pueden utilizarse elem entos de transición del tipo ¡Bueno!, ¡A sí andamos!, ¡Ea!, ¡En fin ! La preparación es una categoría que p reten d e sim plem ente llam ar la atención de los interlocutores, es decir, establecer la comunicación. E sta categoría puede m ani­ festarse lingüísticam ente (m ediante el uso de vocativos:19 ¡Oye!, ¡A ntonio!), paralingüísticam ente (¡Eh!, H ey) o kinésicam ente (por ejem plo, levantando y m oviendo el brazo de un lado a otro p ara ser visto o arqueando las cejas), aunque en ocasiones no es necesaria su aparición formal: cuando dos personas se encuentran de frente o cuan­ do una p ersona encuentra a otra al en trar en una habitación. L a apertura es una categoría que m arca el inicio form al de una conversación y que pu ed e dividirse en dos subcategorías: saludo (Hola, B uenos días) y preliminares. E sta últim a subcategoría está form ada por uno o m ás turnos de preparación de las fa­ ses centrales de la conversación que, generalm ente, se m anifiestan en form a de p re ­ guntas p o r la salud, por la fam ilia o p o r las actividades realizadas m ás recientem ente (¿C óm o estás?, ¿Q ué tal te ha ido?). La com posición de la apertura en su conjunto, y m ás concretam ente del saludo, que sería la ap ertu ra propiam ente dicha, depende de la form alidad de la situación, del grado de intim idad de los interlocutores y del tiem ­ po transcurrido desde el últim o encuentro: cuanto m ás tiem po h a pasado, m ás larga y com pleja es la apertura. A dem ás de m arcar el inicio de la interacción, la apertura cum ple una función m uy significativa en las relaciones hum anas: fijar o reco rd ar las relaciones de p o d er y solidaridad que existen entre los interlocutores. L a orientación, el objeto de la conversación y la conclusión son las categorías cen­ trales de la conversación y p u ed en ser recursivas: orentación-objeto-conclusión-orientación... O curre m uchas veces, sin em bargo, sobre todo en las conversaciones largas y en tre m uchos interlocutores, que se orien tan tem as que finalm ente no son tratados. La orientación está form ada p o r una serie de turnos que cum plen la función de p re p a ra r el desarrollo de un tem a de conversación. Los procedim ientos m ás usados com o orientación son la pregunta (directa o indirecta), la petición o el comentario (ge­ nérico o específico): ¿Quieres que hablem os de las próxim as vacaciones?; D im e qué opinas de lo ocurrido; Hace tiem po que quiero hablar contigo de nuestra relación. E n el objeto de la conversación, la categoría más variable de la m icroestructura, se desa­ rrollan uno o m ás tem as, así com o la función pragm ática de los enunciados. Seguida­ m ente, la categoría de la conclusión está form ada p o r una serie de turnos que tienen la función de cerrar o concluir un tem a de conversación. La terminación es una categoría paralela a la apertura, con la que com parte al­ guna de sus funciones: p o r ejem plo, fijar o recordar las relaciones de po d er y solida­ ridad en tre los interlocutores. D en tro de la terminación es posible distinguir dos sub­ categorías: preparación de la despedida y despedida. La preparación de la despedida suele servir p ara planificar el siguiente encuentro (N os vemos esta tarde; H em os que­ dado mañana, ¿verdad?), m ientras que la despedida m arca el cierre form al de la in­ teracción (A diós). La form a de toda la terminación dependerá, com o la apertura, de la form alidad de la situación, del grado de intim idad de los interlocutores y, adem ás, del tiem po que se prevea que va a transcurrir hasta el siguiente encuentro: cuanto m ás tiem po vaya a m ediar, más larga y com pleja será la terminación.

19. Véase A. M. Bañón, El vocativo en español. Propuestas para su análisis lingüístico, Barcelona, Oc­ taedro, 1993.


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Sociolingüística de los rituales de acceso [El cortesano] no hará lo que hacen muchos, que en topando con cualquier gran señor, por solo haberle hablado una vez, luego se van para él muy familiarmente, con unas risas simples, con un gesto muy conversable o muy necio, y hablan y burlan con él tan sin respeto como si fuese un igual dellos. B a l t a s a r C a s t ig l io n e , E l cortesano, 1528

E n el cam po de la psicología social, los saludos y las despedidas — m anifestacio­ nes form ales de dos categorías de la m acroestructura conversacional— reciben la d e­ nom inación general de rituales de acceso. E ste nom bre tiene su origen en unos estu­ dios que conciben la conversación com o una proceso esencialm ente «teatral» en el que adquiere especial relieve la figura del hablante y sus relaciones interpersonales. Los estudios a los que nos referim os son los realizados por Erving G offm an.20 E n tre las valiosas aportaciones que G offm an ha hecho para un m ejor conoci­ m ien to del uso social de la lengua, m erece la pena destacar algunos conceptos que se sitúan en la base de todos sus p lanteam ientos e hipótesis. G offm an habla de p ro ­ cesos de ritualización para referirse a todos aquellos elem entos (m ovim ientos, m ira­ das, sonidos) que se utilizan en la vida cotidiana y que van adquiriendo progresiva­ m en te una función com unicativa especializada en el desarrollo de la conducta indi­ vidual. La conversación, p ara G offm an, se convierte casi en un p u ro juego ritual, en el que cada in terlo cu to r desem peña una función preestablecida; cada conversación, consecu en tem en te, posee una estructura participativa en la que la conducta de los in­ terlo cu to res q u ed a codificada y regulada. La conversación está llena de elem entos que no resp o n d en a un proceso creativo, sino a una repetición de elem entos fijados p o r norm as. E n una línea de pensam iento m uy cercana a la psicología social, la etnografía de la com unicación ha distinguido en tre las rutinas, que son expresiones fijas que form an una sola unidad y que p ueden aparecer en casi todas las fases de la conversación co­ tidiana, y los rituales, definidos com o conjuntos de rutinas, generalm ente de gran sig­ nificación social, que no suelen aparecer en la com unicación diaria (por ejem plo, los rituales religiosos). Sin em bargo, la psicología social llam a tam bién rituales a lo que los etnógrafos llam an rutinas, es decir, a las expresiones que form an p a rte de la con­ versación diaria y que suelen repetirse de acuerdo con unas convenciones sociales y com unicativas. A q u í q u edarían incluidos los rituales de acceso: saludos y despedidas. L a aportación de la psicología social, especialm ente de G offm an, al estudio de los rituales de acceso, ha sido m uy valiosa. G offm an, basándose en m ateriales p ro ce­ dentes de la clase m edia estadounidense, distingue varios tipos de saludo: 1) Saludos de paso. Son producto de la intersección rutinaria de las activida­ des de dos individuos; lo habitual es que estos individuos se conozcan entre sí, p ero no es absolutam ente necesario. Estos saludos están basados en el supuesto de que la p robabilidad de contacto de los participantes está ya fijada, al m enos parcialm ente. 20. Véase Relaciones en público. Microestudios de orden público, Madrid, Alianza, 1979; Forms o fT a lk, Filadelfia, University of Pennsylvania, 1981; La presentación de la persona en la vida cotidiana, Buenos Aires, Amorrortu/M urguía, 1987.


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2) Saludos de sorpresa. Suelen aparecer cuando la frecuencia de contacto y el lugar de desarrollo de la actividad de los individuos no son los habituales. Son salu­ dos del tipo Pero, ¿qué haces tú aquí? Tales saludos sólo se dan entre conocidos y, ju n to a los saludos de paso, reciben el nom bre de rituales de m antenim iento. 3) Saludos de apertura. Se dan cuando dos individuos se encuentran con la fi­ nalidad de m an ten er una interacción conversacional, por breve que sea. E stos salu­ dos m arcan el inicio form al de un diálogo. E n el polo opuesto de los saludos, d entro de la conversación, se encu en tran las despedidas. U nos y otras son enunciados que funcionan com o actos perlocutivos. C om o señala R am ó n A lm ela, decir Hola o ¿Q ué hay? o Buenas es hacer un saludo, de igual m odo que decir A diós, Hasta m añana o Ya nos veremos es hacer una d espe­ dida; usar Te saludo o M e despido es decir un saludo o una despedida.21 M ediante los saludos y las despedidas se realizan acciones cuya finalidad es m antener una relación, iniciar un diálogo o darle fin; se trata, pues, de funciones pragm áticas. Las unidades lingüísticas que ejecutan tales acciones son locuciones o m odism os de naturaleza re ­ petitiva y descargados de su significación prim itiva, de ahí que una fórm ula com o ¿Q ué tal estás?, cuando funciona com o saludo, no requiera una respuesta que aporte la inform ación que literalm ente se solicita, sino sim plem ente o tro saludo, que tam ­ bién pu ed e ten er form a interrogativa (¿C óm o estás?) y que no precisa, nuevam ente, un a respuesta literal. E l m antenim iento de una relación social estable requiere el uso de las fórm ulas de saludo y de despedida en los m om entos oportunos; todas ellas cum plen una fun­ ción com ún, aunque sus características form ales sean m uy diferentes y respondan a m otivaciones dispares. D e igual form a, es necesario que tales fórm ulas sean in ter­ cam biadas p o r los interlocutores: cuando A saluda, B está obligado a saludar, for­ m and o en tre am bos una pareja de turnos de conversación. A l em plear esas fórm ulas, cada h ablante-oyente hace saber que, por su parte, el canal está abierto y listo para la com unicación; es im portante que las señales de apertura y de cierre provengan de am bos interlocutores para asegurar la predisposición a dialogar o a dar fin al diálogo. E l estudio sociolingüístico realizado sobre la com unidad de Q u in tan ar de la O r­ d en (T oledo) incluye un análisis de saludos y despedidas que, al correlacionarse con diversos factores sociales, ofrece algunas conclusiones interesantes. Así, los saludos de ap ertu ra m ayoritarios son B uenos días (tardes, noches) y Hola. E l prim ero es m ás frecuente en tre los hom bres y el segundo en tre las m ujeres. D e n tro de este últim o grupo, el uso de Hola es m ás frecuente en tre las m ujeres más jóvenes; en tre los hom ­ bres, el uso de B uenos días predom ina en los de edad más avanzada. P or o tro lado, el em pleo de la interjección ¡Eh!, com o expresión de saludo, está m arcado genera­ cionalm ente: se adscribe sobre todo a los m enores de veinte años de am bos sexos, si bien es algo m ás frecuente en tre los hom bres que entre las m ujeres. Las fórm ulas de despedida m ás frecuentes son A d ió s y Hasta luego y tam bién aquí se aprecian diferencias relacionadas con el sexo de los hablantes: m ientras que A d ió s es una fórm ula m ás de saludo en tre los hom bres (eso sí, con una frecuencia m uy discreta), cuando es em pleada por las m ujeres se convierte en la fórm ula de des­ pedida m ás frecuente. Con la despedida Hasta luego ocurre algo similar, p ero invir21.

Véase Apuntes gramaticales sobre la interjección, Murcia, Universidad de Murcia, 1982, p. 116.


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tiendo los térm inos: en tre las m ujeres alcanza una proporción notable, que se con­ vierte en sobresaliente en los hom bres. E n nuestra opinión, A d ió s y Hasta luego son las despedidas m ás estereotipadas; esa fosilización les confiere un carácter de n e u tra ­ lidad que las hace susceptibles de ser utilizadas en cualquier contexto y ante cualquier tipo de interlocutor. E n resum en, los saludos y despedidas en el español de Q uintanar de la O rden vienen determ inados sociolingüísticam ente por los factores «sexo» y «edad»; los d e­ m ás factores sociales covarían con éstos. E l tipo de interlocutor, en relación con el uso de los saludos y despedidas m ás frecuentes, queda relegado a un plano secun­ dario .22

El turno de habla —¿Cómo se llama este caballero? —preguntó la asturiana Maritornes. —Don Quijote de la Mancha —respondió Sancho Panza—; y es caballero aventurero [...] —¿Qué es caballero aventurero? —replicó la moza. —¿Tan nueva sois en el mundo que no lo sabéis vos? —res­ pondió Sancho Panza. M ig u e l

de

C e r v a n t e s , D on Quijote de la M ancha,

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L a unidad m ínim a de la com unicación es el micro acontecimiento o acto com uni­ cativo. E se acto se caracteriza p o r corresponderse con una función com unicativa y p o r coincidir, en buena m edida, con lo que la pragm ática llam a acto de habla, tan to di­ recto com o indirecto. D en tro de la conversación existen actos que sirven para m an ­ te n e r relaciones sociales (saludos, ofrecim ientos, invitaciones), actos que afectan a los m ism os procesos de interacción com unicativa (relativos a la conversación, a la tran s­ m isión de inform ación, incluida la m etalingüística), actos referidos a acciones (obli­ gaciones, consejos, perm isos) y actos relacionados con la expresión de sentim ientos, gustos, aficiones u opiniones 23 L os actos o m icroacontecim ientos se organizan en la conversación form ando tur­ nos de habla que, a su vez, form an la microestructura de la conversación', se entiende la m icroestructura de cada una de las categorías de la m acroestructura de la conver­ sación. D e este m odo, el turno de palabra es una unidad elem ental p o r la cual se p ro ­ duce un rep arto alternativo del discurso: tu rno de A - tu m o de B - tu m o de A - tu r­ no de B. Los turnos se construyen sobre unidades de com plejidad diversa (oraciones, cláusulas, sintagm as) que se identifican p o r m edios prosódicos. La distribución de los tu m o s en la conversación suele producir una secuencia de alternativas (A -B -A -B ). Sin em bargo, no siem pre se produce una distribución regu­ 22. Véase F. Moreno Fernández, «Sociolingüística de los rituales de acceso en una comunidad rural», Lingüística Española Actual, VIII (1986), pp. 245-267. 23. Un inventario muy completo y bien trabajado de funciones comunicativas puede consultarse en la obra de M.n J. Gelabert, E. Martinell, M. H errera y F. Martinell, Repertorio de funciones comunicativas del espariol, ob. cit. El repertorio incluye 180 unidades correspondientes a otras tantas funciones comunicativas frecuentes. Puede servir de repertorio de actos de habla coloquiales del español el libro de W. Beinhauer, El español coloquial (3.a ed., Madrid, Gredos, 1978).


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lar de los tu m o s porque a m enudo se solapan, se superponen parcialm ente. T al vez por ello existe, d en tro de cada turno, u na zona de transición, en la que el interlocu­ tor puede iniciar su turno, aunque no sea obligatorio. Las zonas de transición son el final reconocible de las unidades de turn o y sobre ellas se aplica una serie de norm as cuya m isión es regular el m ecanism o del intercam bio de turnos en tre interlocutores. E ste m ecanism o se pone en funcionam iento durante la interacción gracias a una se­ rie de m ovim ientos coordinados y negociados p o r los interlocutores. A n a M .a C estero, en un estudio realizado sobre el español de A lcalá de H enares (M adrid), que utiliza com o fundam ento los trabajos, por un lado, de H. Sacks, E. Schegloff y G. Jefferson24 y, p o r otro, de T. P. W ilson, J. M. W iem ann y D . H. Zim m erm an ,25 ha p ropuesto un m ecanism o de alternancia de turnos de habla que es in­ depen d ien te de las características sociales de los interlocutores y que consta de dos tiem pos:26 1) El hablante señala, mediante la utilización de ciertos elementos lingüísticos, cuál es el lugar apropiado para la toma de turno de su interlocutor, es decir, el fi­ nal de su mensaje. Los elementos lingüísticos que pueden ser usados como recur­ sos de proyección, indicación y finalización de turno se dividen en dos grupos: a) Elementos básicos o primarios, que proyectan, indican o señalan de forma directa el lugar apropiado para la transición (movimiento tonal descendente, tonema descendente o ascendente, conclusión gramatical). b) Elementos secundarios, que operan reforzando, neutralizando o cambiando la proyección, indicación o señalización de la existencia o no de un momento apro­ piado para la transición (rapidez en la velocidad de emisión, curva melódica inte­ rrogativa, alargamiento de sonidos finales, marcas de distribución de turnos, pau­ sas). 2.a) Si el hablante asigna el turno a su interlocutor, éste debe tom ar la pala­ bra en el lugar apropiado para la transición. b) Si el hablante no asigna el turno a su interlocutor, éste puede tom ar la pa­ labra, aunque no esté obligado a ello, en un lugar apropiado para la transición. c) Si el hablante no asigna el turno a su interlocutor y éste no toma la palabra en el lugar apropiado para la transición, el hablante puede retom ar la palabra y emitir una nueva unidad de turno. E n la aplicación de estas reglas es relativam ente frecuente que pu ed an aparecer silencios, que podrían ser de tres tipos: el vacío (gap) surge cuando no se aplica 2.a; el lapsus aparece cuando no se aplica 2.a, b o c; el silencio significativo es una opción consciente del interlocutor. E n o tro ord en de cosas, d entro de la m icroestructura conversacional es frecuen­ te que los turnos no se dispongan en una simple sucesión lineal, sino que se organi­ cen en pares llam ados pares de adyacencia: turnos em parejados, turnos que se exigen m utuam en te p o r razones lógicas, lingüísticas o sociales. Los pares más frecuentes son pregunta-respuesta, agradecim iento-m inim izadon de la acción que ha m erecido el 24. Véase «The Simplest Systematics for the Organization of Turn-Taking in Conversaron», Language, 50 (1974), pp. 696-731. 25. «Models of Turn Taking ¡n Conversational Interaction», Journal o f Language and Social Psychotogy, 3 (1984), pp. 159-183. 26. «Intercambio de turnos de habla en la conversación en lengua española», Lingüística, 24 (1994), pp. 77-99.


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agradecimiento, llamada-respuesta, ofrecimiento-aceptación o rechazo, etc. Los pares de adyacencia son secuencias form adas p o r dos turnos adyacentes, producidos p o r h a ­ blantes diferentes, ordenados en una prim era y una segunda parte y, en general, tipi­ ficados. E n tre ellos el p a r prototípico es pregunta-respuesta. P ese a la im portancia concedida a la disposición de los turnos en pares, no faltan tam poco los estudios que llam an la atención sobre la frecuencia de las m icroestructuras de tres turnos (v.g. pregunta-respuesta-réplica). Y, adem ás, los pares no siem pre resp o n d en a una disposición A -B, pues se dan alteraciones que afectan bien al tipo de adyacencia, bien al tipo de segunda p arte esperada. Se rom pe la adyacencia cuan­ do se produce un caso de inserción o incrustam iento de secuencias, com o en A . ¿Quién ha venido? B. ¿Quién crees? A. José Enrique. B. José Enrique. E n este ejem plo la disposición de los pares es la siguiente: (P regunta 1 (Pregun­ ta 2 - R espuesta 2) R espuesta 1). A dem ás, se altera el tipo de segunda p a rte esp era­ da cuando no se cum ple lo que Levinson denom ina la organización de preferencia o, dicho en otros térm inos, cuando no aparece el elem ento no marcado o esperado, sino uno marcado o no esperado. E stam os ante un p ar esperado en el ejem plo A. B.

Gracias. D e nada.

p o rq u e B utiliza una segunda p arte no m arcada. U na segunda parte m arcada podría ser el silencio; por eso, si se produce, B tiende a com enzar su turno explicando el p o r­ qué de la ausencia de una segunda p arte no m arcada (Perdón, se m e ha ido el santo al cielo). N o faltan ejem plos de investigaciones de interés sociopragm ático centradas en el estudio de la conversación. Las pesquisas de varios sociolingüistas-etnógrafos han coincidido al descubrir que en tre las m ujeres suelen darse conversaciones en las que hablan al m ism o tiem po varias interlocutoras. E ste hecho llam a la atención si se tie ­ ne en cuenta que en las conversaciones entre hom bres y m ujeres, según se ha podido concluir, son los hom bres los que m ás interrum pen. La superposición del discurso, de hecho, es m ás frecuente en tre m ujeres solas que entre hom bres solos. T am bién se ha com probado que, en las conversaciones entre hom bres y m ujeres, cuando existen solapam ientos de tum os, las m ujeres participan tanto com o los hom bres. R elacionado con esto, se ha descubierto que, cuando la conversación tiene un carácter fundam en­ talm ente inform ativo, las m ujeres participan m enos que cuando predom ina el habla afectiva, y es aquí donde se dan más superposiciones.27 C onclusiones de esta n a tu ra ­ leza se h an conseguido en estudios hechos m ediante la observación directa de la re a ­ lidad. D esde una perspectiva cercana al análisis de la conversación, se h an realizado in­

27. Véase D. Tannen, Tú no me entiendes. Por qué es tan difícil el diálogo hombre-mujer, Madrid, Cír­ culo de Lectores, 1992, p. 212 y ss.


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vestigaciones sobre la dim ensión sociolingüística de diversos usos y m ecanism os del discurso (nexos, m arcadores) o sobre la form a de organizar los turnos de habla, en ­ tre o tra s.28 A n a M.a C estero, en su análisis de la alternancia de turnos de habla en el español de A lcalá de H enares (M adrid), ha podido averiguar que el funcionam iento del m ecanism o de alternancia de turnos, si bien no es estrictam ente dependiente de las características sociales de los interlocutores, puede verse parcialm ente influido por factores sociales com o el sexo o la ed ad .29 E n tre las conclusiones del estudio destaca que en las conversaciones entre m ujeres se produce un m ayor núm ero de altern an ­ cias de tu m o s que en las conversaciones en tre hom bres. C estero sugiere que las dife­ rencias en la producción de alternancias y la superposición de habla están vinculadas a las relaciones de p oder y solidaridad entre los hablantes y que la diferencia entre el com portam iento de hom bres y m ujeres revela una m ayor tendencia de las m ujeres a cum plir las norm as de interacción.30

La narración oral V a l d é s . También sabéis que ay ciertos pescados de mar que se llaman ostias. M a r c io .

Y esso ta m b ié n .

Pues mirad agora quán gentilemente jugó deste vocablo en una copla don Antonio de Velasco; y fue assí: Passava un día de ayuno por un lugar suyo... V aldés.

J uan

de

V a l d é s , Diálogo de la lengua, 1535

L a n arración oral es una de las estructuras — o subestructuras— textuales m ás com plejas e interesantes que las que p u eden aparecer dentro de las conversaciones: los hablantes — incluidos los inform antes de los sociolingüistas— a m enudo echan m ano de la n arración de anécdotas o chistes que ilustran y aclaran su discurso. E stas narraciones se producen en la categoría de la m acroestructura que se denom ina o b ­ jeto de la conversación. E l análisis de narraciones que suele practicarse dentro de la lingüística textual está basado, en gran p arte, en las propuestas que W. Labov ha hecho con otros cola­ boradores, m uy especialm ente a p artir del m eticuloso estudio, realizado con D. Fanshel,31 del discurso producido p o r una joven anoréxica. Sabido es que en el cam po de la psicología y de la psiquiatría las conversaciones entre m édico y paciente tienen una trascendencia singular; p o r ello, cuanto m ejor se conozca la organización del discur­

28. Véase L. Cortés Rodríguez, Español hablado. Bibliografía sobre aspectos teóricos y empíricos (morfosintácticos y sintáctico-pragmáticos), C-áceres, Universidad de Extremadura, 1996. 29. Véase también T. Bul! y T. Swan (eds.), Language, Sex and Society, International Journal o f the Sociology o f Language, 94,1992. 30. «Alternancia de turnos de habla en lengua española: la influencia del sexo y la edad de los interlo­ cutores», Pragma, 2 (1995), pp. 123-149. 31. Therapeutic Discourse, Nueva York, Academic Press, 1977. Véanse especialmente las páginas 104110. Véase también W. Labov, Language in the Inner City, Filadelfia, University of Pennsylvania Press, 1972 («The transformation of experience in narrative syntax») y W. Labov y J. Waletzky, «Narrative analysis: Oral versions of personal experience», Essays on the verbal and visual arts, Seattle, University of Washington Press, 1967, pp. 12-44.


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so y sus características internas, en m ejores condiciones se estará de llegar a un buen diagnóstico y a la terap ia adecuada. L abov y F anshel definen la narración com o la representación de experiencias p a ­ sadas m edian te una serie orden ad a de oraciones que p resen tan la secuencia tem poral de esas experiencias o de unos acontecim ientos. U na vez que el oyente reconoce una narración, com ienzan a funcionar una estructura y unos m ecanism os que conform an sus rasgos distintivos. La estru ctu ra de la narración cuenta con los siguientes elem entos: resum en, orientación, secuencia narrativa, evaluación y coda. Las p artes que la com ponen no tienen p o r qué ser lineales; suele com enzarse con una orientación y siem pre se acaba con una coda, p ero en el in terior del texto p u eden aparecer secuencias narrativas, evaluaciones y orientaciones en cualquier orden. a) Resum en. L a narraciones se introducen, aunque no siem pre, p o r m edio de un m ecanism o estructural llam ado resum en, que a m enudo es una proposición g en e­ ral que la n arración va a ejemplificar. L o que nos ocurrió fu e tremendo, terrible. Quiero contarte una cosa que m e pasó y que m e da m ucha vergüenza. Es éste el m ecanism o que advierte al interlocutor de que una narración va a dar com ienzo y que hace posible que, al em pezar a n arrar, ya se conozca en parte el re­ sultado de los acontecim ientos. Los verbos de las oraciones que form an el resumen suelen ir en p retérito indefinido. L abov form ula a este respecto una regla que recibe el nom bre de «regla de re ­ ferencia de la narración» y que dice así: Si A usa una proposición general acerca de sucesos particulares mediante una pro­ forma inespecífica, B interpretará cualquier referencia a un suceso pasado como el tema de la proposición general. b ) Orientación. La n arración prototípica com ienza con una referencia a un m om ento, un lugar, unas personas y una conducta esperadas en una situación. T odo eso com pone la orientación de la narración. E n ella suelen utilizarse adverbios de tiem po — u otros elem entos tem porales— que m arcan claram ente la distancia tem ­ po ral en tre el suceso y el m om ento de la conversación: Bueno, pues estábamos estudiando para el exam en de historia, porque m e acuer­ do que estaba estudiando viendo la tele. Pues íbam os la otra mañana m i herm ano y yo p o r la calle, íbam os de la m ano. Com o se pued e apreciar, el tiem po verbal m ás ab undante en esta fase de la con­ versación es el im perfecto: según el estudio que C arm en Silva-Corvalán ha hecho so­ bre una trein ten a de narraciones en español, el im perfecto aparece en un 70 % de los casos.32 L a orientación en sí m ism a no inform a de nada en relación con el conjunto de una conversación, p ero se suele ajustar a una «regla de orientación»: 32. «La narración oral española: estructura y significado», en E. Bernárdez (comp.), Lingüística del tex­ to, Madrid, Arco/Libros, 1987, pp. 265-292.


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Si A hace referencia a un acontecimiento que ocurrió antes del momento del dis­ curso y que no puede ser interpretado por ninguna regla del discurso como un acto de habla, entonces B interpretará esta referencia como una orientación de la na­ rración subsiguiente. c) Secuencia narrativa. A h o ra bien, la estructura fundam ental de la narración depende del uso de las secuencias o cláusulas narrativas, que contienen com o verbos principales form as de p resente y de pasado; son verbos que se refieren a acciones que p u ed en estar separadas en el tiem po p o r otras acciones. La estructura central de la narración viene establecida p o r una serie de secuencias narrativas y la «regla de la se­ cuencia narrativa» se expresa en los térm inos siguientes: En una narración, si A se refiere a un acontecimiento con una oración 0 1 que tie­ ne un verbo principal no-estativo en tiempo pasado o presente, y luego se refiere a otro acontecimiento con una oración 0 2 de la misma estructura, entonces B in­ terpretará que A ha afirmado que el acontecimiento referido en 0 1 tuvo lugar an­ tes que el acontecimiento referido en 0 2 . La constitución de las secuencias narrativas puede ser m uy variada. V algan com o ejem plos estas breves m uestras (el estilo directo es un recurso m uy utilizado en esta clase de secuencia): Y, eh..., pues empecé efectivamente en Estados Unidos. M e fu i a Miami, y en Miam i pues ya em pezaron, digamos, com o esas sensaciones, ese m undo de sensaciones. L e pregunto al tío: «Bueno y ¿dónde tocáis?» Y m e dice: «No, es que todavía no tocamos.» d) Evaluación. La evaluación sirve para m arcar la p arte central o inform ativa de un relato, aunque puede aparecer cada vez que el hablante lo considere o portuno o necesario. Los m ecanism os de evaluación no siguen ninguna regla obligatoria y p u e ­ d en ser, en tre otros, m odificadores de intensidad, cláusulas m odales o negaciones p ara referirse a otros acontecim ientos que pudieron h aber ocurrido p ero no ocurrie­ ron. La evaluación retard a el avance de la narración m ediante cláusulas no narrativas que m antien en la acción suspendida en un pun to tem poral. Imagínate cóm o se puso m i m adre cuando se enteró de lo que había ocurrido. E so s í que tuvo gracia. A h í lo quería ver yo. Los tiem pos verbales que aparecen en las evaluaciones suelen ser im perfectos (con una frecuencia del 38 % ), indefinidos y presentes. E s posible, de todos m odos, contar una historia en la que el p unto central o m ás relev an te no esté claro o no sea evidente, en la que no queden bien m arcadas las eva­ luaciones. E n estos casos, el oyente tiene que realizar p o r sí m ism o el esfuerzo de lo ­ calizar los acontecim ientos centrales o inform ativos. Si no lo consigue, puede hacerlo saber m ed ian te expresiones com o N o lo entiendo; ¿y qué?; ¿Q ué quieres decir? L a h a ­ bilidad para m arcar y reconocer el p u n to evaluativo de una narración es crucial para


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los interlocutores en una conversación. E n relación con esto existe una «regla de la respuesta narrativa», p o r la cual Si A hace una petición de información a B y B comienza inmediatamente una na­ rración, entonces se interpreta que B establece que la evaluación proporcionará la información deseada. e) Coda. A u n q u e el juego de secuencias narrativas y evaluaciones es com pli­ cado, uno de los problem as m ás im portantes de las narraciones es cóm o term inarlas. N orm alm ente, cada cláusula narrativa contiene implícita la pregunta «¿Y entonces qué ocurrió?». C uando las preguntas que van surgiendo quedan respondidas, puede ap arecer la coda, con la que el n a rrad o r lleva al oyente hasta el presente de nuevo, haciéndole sab er que la narración ha concluido: D espués de eso jam ás volvió a pedir un favor. N unca pensé que fuera tan difícil tener un amigo de verdad. Los tiem pos predom inantes en la coda, o en lo que Silva-Corvalán llam a codaresolución,, son, en las conversaciones en español, el indefinido (76 % ) y el presente histórico (24 % ). T erm inada la narración, el oyente no está obligado a m ostrar su acuerdo o desacuerdo con lo que se acaba de narrar, pero sí debe indicar cóm o lo ha interp retad o .

R eflexiones y ejercicios 1. G rab e una conversación entre dos amigos o dos fam iliares suyos (no im por­ ta, en este caso, que la conversación esté p reparada ni que los interlocutores sepan que están siendo grabados). Identifique todas las características que aquí se han a tri­ buido a ese tipo de interacciones. 2. Identifique las p artes que com ponen la m acroestructura de la conversación que se ofrece a continuación: Hablante A. Buenos días, hijo. ¿Qué tal estás? Hablante B. Buenos días, mamá. Y tú ¿qué tal estás? A. Yo estoy cansadísima. Estoy dormida, dormida. B. Pero, ¿por qué os habéis levan... acostado a las cuatro de la mañana? A. ¡Oye! Vamos a darnos prisa que tenemos que empezar a preparar lo del cumpleaños. B. ¿Van [s/c] a venir mucha gente? A. Sí, todos los tíos, todos. B. ¡Ah! A. ¡Oye! Teníamos que llamar a C., a ver si... encargamos la tarta. B. ¿Y de qué la vamos a encargar? A. De arándanos, de kiwis... B. Pero tiene que ser una grande porque si va a venir mucha gente.. A. Sí, una de veinte raciones, por lo menos.


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B. ¡Ah! (ruidos) Mamá, ¿qué vamos a preparar? A. Pues casi todo... como una merienda-cena, por lo menos ya los tíos y los crios van... ya cenados. B. ¿Tú crees que van a venir los tíos por parte de papá? A. Supongo que no porque se iban de boda y luego tenían que venir los pri­ mos del pueblo y (ruidos). ¡Oye! Y P., ¿dónde está? B. Está aquí detrás. A. Es que como no hace ruido... B. Le está gustando. A . A hora mírala, ni se la oye. ¡Es de buena! B. ¡Ya! No hace ni... nada claramente, o sea que los de abajo... A. Bueno, te dejo ya ¿eh, cariño? B. Vale. Yo me voy a ir a comprar. Te veo después. A. Vale. B. Adiós. 3. L ea aten tam en te el siguiente texto. S epare en líneas diferentes cada una de las cláusulas que lo com ponen e identifique a qué fase de la narración corresponde cada una de ellas (resumen, orientación, secuencia narrativa, evaluación, resolucióncoda). Hablante A. No sé. Yo cuando me emociono es cuando veo una película. Hablante B. ¿Ah, sí? Bueno, pues cuéntame. A . Bueno, es que una vez salimos de ver... Indiana Jones y la última Cruza­ da ¿no? Bueno y tuvimos allí un accidente ¿no? Estaba yo contándole a mis pa­ dres la película, y íbamos por... por [Madrid] ¿no? Y de repente se nos cruza un coche. El freno... estaba el... el éste, el asfalto un poco... húmedo, así escurridizo... B. ¡Hm! A. ...frenó mi padre, frenó el hombre, nos dimos... B. ¡No me digas! A. ...y entonces ya... (risas) es que fue emocionante. Yo iba emocionada con la película y encima nos dimos un golpe. Superemocionada. B. J a ,ja ,ja . 4. G rab e una entrevista m antenida en un m edio de com unicación social y de una duración de en tre 5 y 10 m inutos. Identifique y caracterice todos los pares de ad ­ yacencia (tríos, etc.) que aparezcan en ella.

Orientaciones bibliográficas C om o texto fundam ental, se recom ienda la lectura del capítulo dedicado al an á­ lisis de la conversación de la obra de S. Levinson, Pragmática (B arcelona, T eide, 1989). Para una caracterización general de las conversaciones com o interacciones y com o estructuras textuales, véase la obra de T eun van D ijk, L a ciencia del texto (B ar­ celona, Paidós, 1983). E n relación con los m ecanism os de cohesión en la lengua es­ pañola, m erece la pena consultar el libro de H. M ederos, Procedimientos de cohesión en el español actual (Santa Cruz de T enerife, A ula de C ultura de Tenerife, 1988). C om o prim er paso en el terren o de la lingüística textual, es m uy recom endable la lee-


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tura del libro de E n riq u e B ernárdez, Introducción a la lingüística del texto (M adrid, E spasa-C alpe, 1982). La lectura de la obra de E. G offm an L a presentación de la per­ sona en la vida cotidiana (B uenos A ires, A m orrortu/M urguía, 1987) es tan am ena com o interesan te e instructiva. E lab o rad o con una intención em inentem ente práctica, resulta de gran utilidad para la enseñanza del español el Repertorio de funciones comunicativas del español, de M .a J. G elabert, E. M artinell, M. H errera y F. M artinell (M adrid, SG EL, 1996). A cerca de la narración oral en lengua española, es obligada la lectura del artículo de C. Silva-Corvalán, «La narración oral española: estructura y significado», en E. B er­ nárdez (com p.), Lingüística del texto (M adrid, A rco/L ibros, 1987, pp. 265-292).


C a p í t u l o 10

ACTITUDES LINGÜÍSTICAS Actitud, identidad y conciencia lingüísticas Movióme a ello, además, el deseo de defender la lengua vulgar de muchos acusadores, los cuales la menosprecian y encomian las demás, principalmente la lengua de oc, diciendo que es más her­ mosa y mejor ésta que aquélla, en lo cual se apartan de la verdad. D a n t e A l ig h ie r i , E l convite, 1304-1307

E n 1970, R ebecca A gueyisi y Joshua Fishm an hacían una llam ada de atención so­ bre la im portancia que los estudios de las actitudes tienen, en el cam po de la sociolingüística, p ara conocer más p rofundam ente asuntos com o la elección de una lengua en sociedades m ultilingües, la inteligibilidad, la planificación lingüística o la enseñan­ za de lenguas;1 adem ás las actitudes influyen decisivam ente en los procesos de varia­ ción y cam bio lingüísticos que se producen en las com unidades de habla. U na actitud favorable o positiva pu ed e hacer que un cam bio lingüístico se cum pla m ás Tapida­ m ente, q ue en ciertos contextos predom ine el uso de una lengua en detrim ento de otra, que la enseñanza-aprendizaje de una lengua extranjera sea m ás eficaz, que cier­ tas variantes lingüísticas se confinen a los contextos m enos form ales y otras p re d o ­ m inen en los estilos cuidados. U na actitud desfavorable o negativa p u ede llevar al ab andono y el olvido de una lengua o im pedir la difusión de una variante o un cam ­ bio lingüístico. E l peso de las actitudes sobre la realidad social ha sido suficientem ente valora­ do p o r disciplinas com o la sociología o la psicología desde hace m uchas décadas; el peso de las actitudes sobre la realidad lingüística ya ha com enzado a recibir la a te n ­ ción que m erece, p ero aún son m uchos los aspectos que se desconocen acerca de su naturaleza y sus repercusiones sociolingüísticas.2 La actitud lingüística es una m anifestación de la actitud social de los individuos, distinguida p o r centrarse y referirse específicam ente tan to a la lengua com o al uso que de ella se hace en sociedad, y al hablar de «lengua» incluimos cualquier tipo de variedad lingüística: actitudes hacia estilos diferentes, sociolectos diferentes, dialectos 1. «Language Attitudes Studies. A Brief Survey of Methodological Approaches», Anthropological Lin­ guistics, 12 (1970), pp. 137-157. 2. Son muy interesantes los estudios realizados desde la llamada dialectología perceptiva. Véase D. R. Preston, Perceptual dialectology, Dordrecht, Foris, 1989.


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diferentes o lenguas naturales diferentes. La actitud ante la lengua y su uso se con­ vierte en especialm ente atractiva cuando se aprecia en su justa m agnitud el hecho de que las lenguas no sólo son p o rtadoras de unas form as y unos atributos lingüísticos determ inados, sino que tam bién son capaces de transm itir significados o connotacio­ nes sociales, adem ás de valores sentim entales. Las norm as y m arcas culturales de un grupo se transm iten o enfatizan p o r m edio de la lengua. Se puede decir que las actitudes lingüísticas tienen que ver con las lenguas m is­ m as y con la identidad de los grupos que las m anejan. C onsecuentem ente es lógico p ensar que, puesto que existe una relación entre lengua e identidad, ésta ha de m a­ nifestarse en las actitudes de los individuos hacia esas lenguas y sus usuarios. N o hay q ue p erd er de vista, sin em bargo, que la relación entre lengua e identidad, sobre todo cuando se trata de una identidad étnica, no obliga a tratarlas com o realidades con­ substanciales, dado que la existencia de una entidad étnica m uy diferenciada de otras n o siem pre supone el uso de u na lengua m uy diferenciada de otras. La identidad es aquello que perm ite diferenciar un grupo de otro, una etnia de otra, un pueblo de otro. H ay dos m aneras elem entales de definir una identidad: bien de form a objetiva, caracterizándola p o r las instituciones que la com ponen y las p a u ­ tas culturales que le d an personalidad, bien de form a subjetiva, anteponiendo el sentim iento de com unidad com partido p o r todos sus m iem bros y la idea de diferen­ ciación respecto de los dem ás. D en tro del concepto de «identidad», definido de cual­ q uiera de las dos m aneras, hay un lugar para la lengua, porque una com unidad tam ­ bién se caracteriza p o r la variedad o las variedades lingüísticas usadas en su seno y, adem ás, p o rq u e la percepción de lo com unitario y lo diferencial se hace especial­ m ente evidente p o r m edio de los usos lingüísticos. U na variedad lingüística puede ser interp retad a, p o r tanto, com o un rasgo definidor de la identidad, de ahí que las acti­ tudes hacia los grupos con una identidad d eterm inada sean en p arte actitudes hacia las variedades lingüísticas usadas en esos grupos y hacia los usuarios de tales varie­ dades. Las actitudes lingüísticas son reflejo de unas actitudes psicosociales; de hecho son actitudes psicosociales. Si, com o hem os com entado, las lenguas tienen un significado o unas connotaciones sociales, es n atu ral que sean apreciadas y evaluadas de acuer­ do con los estatus o las características sociales de sus usuarios. P o r eso no resulta fácil d elim itar dónde com ienza la actitud hacia una variedad lingüística y dónde term ina la actitud hacia el grupo social o el usuario de esa variedad. Los resultados de nu m ero ­ sos estudios de actitudes revelan que, si bien las lenguas son entidades objetivam en­ te com parables, lo que a m enudo provoca diferencias de actitud es la posición de los grupos sociales o etnolingüísticos. A propósito de esta situación, H. Giles y sus colaboradores han pro p u esto dos hipótesis generales: una prim era hipótesis, la hipótesis del valor inherente, p lantea la posibilidad de com parar dos variedades y de que alguna de ellas sea considerada com o m ejor o m ás atractiva que la otra; una segunda hipótesis, la hipótesis de la nor­ m a impuesta, sostiene que una variedad puede ser valorada, p o r sí misma, com o m e­ jo r o m ás atractiva que o tra si es hablada p o r un grupo con m ayor prestigio.3 Las in ­ vestigaciones de Giles, y de otros estudiosos, confirm an la segunda de las hipótesis,

3. «Prestige speech styles: The imposed norm and inherent valué hypothesis», en W. C. McCormack y S. A. Wurm (eds.), Language and society. Anthropological Issues, La Haya, Mouton, 1979.


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dem o stran d o que una misma variedad puede ser objeto de actitudes positivas o n e­ gativas d ep endiendo de la valoración que se haga del grupo en que se hab la:4 las ac­ titudes suelen ser m anifestación de unas preferencias y unas convenciones sociales acerca del estatus y el prestigio de los hablantes. Tam bién debe destacarse que lo h a­ bitual es q ue sean los grupos sociales m ás prestigiosos, m ás poderosos socioeconóm i­ cam ente, los que dicten la p au ta de las actitudes lingüísticas de las com unidades de habla; p o r eso las actitudes suelen ser positivas hacia la lengua, los usos y las carac­ terísticas de los hablantes con m ayor prestigio y de posición social m ás alta. Por o tro lado, la actitud lingüística se m anifiesta tan to hacia las variedades y los usos lingüísticos propios com o hacia los ajenos; asimismo, a la hora de form arse esa actitud, suelen ser factores decisivos el nivel de estandarización de la lengua (codifi­ cación y aceptación) y su vitalidad: a m enudo son objeto de actitudes favorables las variedades propias, especialm ente cuando disfrutan de un alto grado de estandariza­ ción. Se da la circunstancia, sin em bargo, de que no siem pre se m ira lo propio con los m ejores ojos p orque es posible encontrar, p o r ejem plo, que algunos hablantes de va­ riedades m inoritarias tienen una actitud negativa hacia su propia lengua, general­ m ente cuando esas variedades no les p erm iten un ascenso social, una m ejora econó­ m ica o cuando les im posibilita el m ovim iento por lugares o círculos diferentes de los suyos. E sto no significa que no se valore en absoluto la lengua propia o que no se le conceda el m ás m ínim o aprecio. P ara co m prender la posibilidad de que se tenga una actitud negativa hacia una variedad y de que esa variedad sea objeto al mism o tiem po de cierta consideración, se debe establecer una distinción en tre varias características: de igual m odo que a un individuo se le puede apreciar de m odo diferente com o profesional, com o amigo, com o p ad re o com o vecino, las lenguas pueden ser estim adas por razones diferentes, razones que n orm alm ente son sociales, subjetivas o afectivas. E sta m ultiplicidad de valoraciones com plica enorm em ente las actitudes y explica su capacidad de influen­ cia en situaciones m uy diversas: la form a en que los profesores tratan a los alum nos, en que los profesionales entrevistan a los candidatos a un puesto de trabajo y en que los em pleados de una em presa tratan a sus clientes. U n a de las bases sobre las que se asienta la actitud lingüística es la conciencia so­ ciolingüística: los individuos forjan actitudes, del tipo que sea, porque tienen co n ­ ciencia de una serie de hechos lingüísticos y sociolingüísticos que les conciernen o les afectan.5 T ales hechos p ueden perten ecer a su propia variedad, a la de su grupo o a la de su com unidad, p ero tam bién a las variedades de otros hablantes, otros grupos, otras com unidades. Las hablantes saben que su com unidad prefiere unos usos lin­ güísticos a otros, que ciertos usos son propios de unos grupos y no de otros y, p o r lo tanto, tienen la posibilidad de elegir lo que consideran más adecuado a las circuns­ tancias o a sus intereses. E sta capacidad de elección, derivada de la conciencia lin­ güística, es extraordinariam ente decisiva a la h ora de producirse — y explicarse— los fenóm enos de variación y de cam bio lingüísticos, así com o la elección de una lengua en com unidades multilingües. 4. Véase J. R. Edwards, «Language attitudes and their implications among English speakers», en E. B. Ryan y H. Giles (eds.), Attitudes towards language variation. Social and applied contexts, Londres, E. Arnold, 1982, pp. 2-33. 5. No puede decirse, sin embargo, que todos los hablantes de todas la comunidades sean conscientes de todas las características lingüísticas y sociolingüísticas de su variedad.


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La conciencia lingüística es un fenóm eno estrecham ente ligado a la variedad lin­ güística —sobre todo en las com unidades bilingües o en territorios donde se habla m ás de un dialecto— y al estrato social. A propósito de la estratificación social, H u m ­ b erto L ópez M orales explica lo siguiente:6 Parece cierto que la relación entre estrato sociocultural y conciencia lingüística es muy estrecha y que, a medida que se baja en el espectro social, disminuye el gra­ do de capacidad distintiva de los sociolectos de la comunidad. Si, efectivamente, conciencia lingüística y estratificación social son de alguna forma paralelas, habrá que saber cuál es la fenomenología sintomática que da pie a las distinciones. Con el fin de averiguar hasta qué punto es cierta tal asociación, L ópez M orales ha realizado un estudio sobre el español de San Ju an de P uerto R ico y h a llegado a la conclusión de que m ayoritariam ente existe conciencia sobre la variación sociolectal y de que los individuos de nivel socioeconóm ico más alto son, con las m ujeres en general, los de m ayor conciencia sociolingüística. P or lo dem ás, es obligado pensar que, si esta conciencia es algo m uy arraigado en com unidades fundam entalm ente m onolingües, lo m ism o puede decirse, con m ayor énfasis, en relación con las com unida­ des bilingües o multilingües. A p a rte de la actitud, una de las consecuencias directas de la conciencia sociolin­ güística de los hablantes es su seguridad o su inseguridad lingüística, esto es, la rela­ ción que existe en tre lo que un hablante considera correcto, adecuado o prestigioso y su propio uso lingüístico: se habla de seguridad lingüística cuando lo que el hablante considera com o correcto o adecuado coincide con los usos espontáneos del m ism o h a ­ blante; la inseguridad lingüística surge cuando tal coincidencia dism inuye o desap are­ ce. E l p ro to tip o de h ablante inseguro sería aquel capaz de hacer afirm aciones com o éstas: A m í nunca m e se ocurriría decir m e se ha caído o Yo jam ás diríe cosas com o iríe o vendríe. Pero, com entado cuál es el interés de las actitudes para la sociolingüística gene­ ral, es im p o rtan te saber cóm o se definiría la actitud desde la disciplina que m ás la ha estudiado, la psicología social, y cuáles serían sus com ponentes, si se adm ite que los tiene.

In terp retació n y com ponentes de las actitudes lingüísticas C om o h an indicado diversos autores — R alph Fasold, por ejem plo— ,7 las actitu­ des lingüísticas han sido estudiadas desde dos puntos de vista: uno mentalista, de n a ­ turaleza, psicosociológica, y o tro conductista. La concepción conductista in te rp reta la actitud com o u na conducta, com o una reacción o respuesta a un estím ulo, esto es, a una lengua, una situación o unas características sociolingüísticas determ inadas. D e s­ de un p u n to de vista mentalista, la actitud se entiende com o un estado interno del individuo, una disposición m ental hacia unas condiciones o unos hechos sociolingüís­ ticos concretos; en este sentido, la actitud sería una categoría interm edia en tre un estím ulo y el com portam iento o la acción individual. A unque m ás adelante se hará 6. 7.

Sociolingüística, 2.a ed., Madrid, Gredos, 1993, p. 205 y ss. Véase La sociolingüística de la sociedad, Madrid, Visor, 1996, p. 229 y ss.


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referencia al m odo de analizar las actitudes, conviene adelantar que m ientras los conductistas utilizan com o procedim iento de estudio la observación directa de las conductas objetivas, los m entalistas deben recurrir a otras técnicas, m ás com plejas, que perm itan desvelar algo tan intangible com o un estado mental. E n térm inos generales, se acepta que las actitudes im plican directam ente la p re ­ sencia de varios elem entos o subcom ponentes que no conviene confundir: una valo­ ración (com ponente afectivo), un saber o creencia (com ponente cognoscitivo)8 y una conducta (com ponente conativo). É ste es el criterio de los defensores de una in te r­ pretación m entalista de la actitud, aunque los psicólogos conductistas suelen ver en la actitud un elem ento único, a m enudo afectivo o de valoración.9 E n tre los partidarios de in te rp re ta r la actitud com o un entidad com pleja, que son la m ayoría, existen dis­ crepancias p ara d eterm in ar cóm o se relacionan entre sí estos conceptos, y todos ellos con la actitud, lo que equivale a plan tear el problem a de describir la estructura componencial de las actitudes lingüísticas. Las p ropuestas psicosociológicas más conocidas sobre los com ponentes de la ac­ titud y sus relaciones son las de W. L am b ert,10 M. R o keach11 y M. Fishbein.12 P ara el prim ero, la actitud está form ada p o r tres elem entos —la creencia, la valoración y la conducta— y todos ellos se sitúan en un m ismo nivel: la actitud lingüística de un in­ dividuo es la resultante de sum ar sus creencias y conocim ientos, sus afectos y, final­ m ente, su tendencia a com portarse de una form a determ inada ante una lengua o una situación sociolingüística. Para M ilton R okeach, la actitud se in terpreta básicam ente com o un sistem a o conjunto de creencias (creencia 1, creencia, 2, creencia n): la actitud depende fu n d a­ m entalm en te de lo que se cree acerca de un objeto sociolingüístico. A h o ra bien, cada una de estas creencias está form ada p o r la sum a de los tres com ponentes: el cognos­ citivo, el afectivo y el conativo. A sí pues, unos conocim ientos, unas valoraciones y unas conductas p u ed en dar lugar a un sistem a de creencias del que se ha de des­ p ren d er una actitud lingüística concreta. Fishbein, p o r su p arte, opina que las lenguas, las situaciones o los hechos lin­ güísticos dan lugar, p o r separado, a actitudes y a creencias. Las actitudes están form adas p o r un solo com ponente de naturaleza afectiva: se fundam entan en la valo­ ración subjetiva y sentim ental que se hace de un objeto. Ju n to a esto, p e ro en un pla­ no d iferente, la creencia está form ada por un com ponente cognoscitivo y un com po­ nen te de acción o conducta. O tros autores, com o R ichard L. Street y R o b ert H ooper, h an preferido ofrecer explicaciones en las que se da m ás im portancia al dinam ism o del m odelo que a la re ­ lación estructural de sus com ponentes.13 Street y H ooper p roponen un m odelo de va-

8. Este componente forma parte de la conciencia sociolingüística. 9. Véase Ch. Osgood y M. Fishbein, en col. con G. J. Suci y P. H. Tannenbaum, The Measurement o f Learning, Urbana, University of Illinois, 1957; M. Fishbein, «A Consideration of Beliefs, Attitudes and Their Relationship», en R. Steiner y M. Fishbein (eds.), Current Studies in Social Psychology, Nueva York, Holt, Reinhart and Winston, 1965, pp. 107-120. 10. Social Psychology, Englewood Cliffs, N.J., Prentice-Hall, 1964, pp. 49-69 (capítulo 4). 11. Beliefs, Attitudes and Valúes, San Francisco, Jossey-Bass, 1968. 12. «A Consideration of Beliefs, Attitudes and Their Relationship», en R. Steiner y M. Fishbein (eds.), Current Studies in Social Psychology, Nueva York, Holt, Reinhart and Winston, 1965, pp. 107-120. 13. «A model of speech style evaluation», en H. Giles y E. B. Ryan (eds.), Attitudes towrads Language Variation, Londres, Arnold, 1982, pp. 175-188.


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* Componentes del mensaje que ¡nduyen elementos convergentes y divergentes (acomodación del habla).

Fig. 10.1.

M o d e lo de valoración d e l estilo de habla, según Street y C o o p e r (1982).

loración del habla basado en los juicios de valor y en los usos lingüísticos de los in ­ terlocutores. Los procesos cognoscitivos y de conducta vienen determ inados por tres variables: a) los conocim ientos recibidos y los prejuicios de los hablantes (estereo ti­ pos, procesam iento de la inform ación, características de la personalidad, expectativas sociológicas); b) las características del habla, del m ensaje (acento, dialecto, elem entos paralingüísticos); c) las intenciones de los interlocutores. C on estos elem entos S treet y H o o p e r construyen el m odelo de la figura 10.1. E l proceso com ienza con la transform ación de un m ensaje, que incluye elem en­ tos de acom odación del habla, en un mensaje percibido. La percepción, a su vez, pone en m archa una respuesta valorativa. E ste paso se produce den tro de un en to rn o de conocim ientos o saberes sociales, en el que influyen factores com o las características sociales de los interlocutores (edad, sexo, etc.) o los juicios personales sobre unos h e ­ chos lingüísticos y paralingüísticos, en tre otros muchos. S treet y H o o p er señalan que, en la interacción com unicativa, se produce una adaptación o igualación del habla a las características del m ensaje recibido, siguiendo la línea trazada por la «teoría de la acom odación del habla». Las opiniones que se acaban de exponer proceden del cam po de la psicosociología. Sin em bargo no debe desdeñarse la posibilidad de ofrecer una interpretación más netam en te sociolingüística, puesto que, al fin y al cabo, las actitudes se dirigen hacia un o bjeto sociolingüístico y se desprenden de lo que las personas hablan, de cóm o h a ­ blan, de cuándo lo hacen y hacia quién se dirigen. P o r eso precisam ente m erece des­ tacarse la opinión del sociolingüista H u m b erto López M orales.14 Para L ópez M orales, la actitud está dom inada solam ente por un rasgo y, por lo tanto, en ella se identifica tan sólo un com ponente: el conativo. A diferencia de los m odelos de L am b ert y R okeach y a sem ejanza del m odelo de Fishbein, L ópez M o­ rales separa el concepto de «creencia» del concepto de «actitud» y los sitúa en un n i­ vel diferente: las creencias dan lugar a actitudes diferentes; éstas, a su vez, ayudan a conform ar las creencias, ju n to a los elem entos cognoscitivos y afectivos, teniendo en cu enta que las creencias pu ed en estar basadas en hechos reales o pueden no estar m o ­ tivadas em píricam ente. 14.

Véase Sociolingüística, ob. cit., pp. 231-242.


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Creencia

Afectiva

«Cognitiva» Actitud

Conativa

Positiva

Fig. 10.2.

Negativa

R elación entre creencia y actitud, según L ó p e z M orales.

L ópez M orales rep resen ta la relación en tre creencia y actitud com o se m uestra en la figura 10.2. Según se desprende de la ilustración, las actitudes están form adas p o r com porta­ m ientos (com ponente conativo), p o r conductas que pueden ser positivas, de acep­ tación, o negativas, de rechazo. La actitud neu tra se concibe com o una ausencia de actitud y n o com o una clase m ás de ella. A firm a López M orales que no todas las creencias llevan a la aparición de actitudes, pero que la m ayoría de ellas sí las p ro ­ ducen. D e este m odo, los fenóm enos considerados com o rurales o vulgares producen una actitud negativa que lleva a su rechazo (por ejem plo, la realización velarizada del fonem a vibrante m últiple en San Ju an de P uerto Rico; la secuencia pronom inal m e s e , por s e m e en E spaña); ese rechazo, com o la buena aceptación cuando se produce, suele ten er consecuencias en la conducta lingüística de los hablantes de una com uni­ dad: se tiende a usar lo que se considera m ás aceptable y a no usar lo rechazable, so­ b re todo en los estilos cuidados, en los que la conciencia lingüística participa m ás ac­ tivam ente. C uando el uso no concuerda con la actitud de aceptación o de rechazo, aparece el fenóm eno denom inado in s e g u r id a d lin g ü ís tic a . C om o se deduce de todas estas propuestas, las actitudes tienen form as m uy di­ versas de m anifestarse: L ópez M orales habla de actitudes positivas y negativas, acti­ tudes que se expresan de m aneras m uy diferentes ante distintos tipos de realidades sociolingüísticas. U n a de estas realidades sería la situación, ya que cada situación p u e ­ de provocar una actitud diferente en los hablantes. H ow ard Giles y E llen B ouchard R yan h an creado un m odelo bidim ensional capaz de recoger las actitudes que surgen en situaciones sociolingüísticas p articulares.15 Tales situaciones vienen caracterizadas p o r el contexto, el propósito y los participantes, así com o p o r su form alidad. Las di­ m ensiones del m odelo son, p o r un lado, el c o n t i n u u m e s ta tu s ( p o d e r ) - s o l i d a r i d a d y, p o r otro, el c o n t i n u u m g r u p o - p e r s o n a . A m bas dim ensiones pueden identificarse p o r la presencia de una serie de atributos o índices que las caracterizan y que quedan re ­ cogidos en la figura 10.3.

15. «Prolegomena for developing a social psychological theory», en Attitudes towards Language Varia­ tion, Londres, Arnold, 1982, pp. 208-223.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE Estatus (poder) índices

índices

Competencia Experiencia Fiabilidad

Estatus Poder Prestigio Clase social Superioridad Grupo

Persona índices

índices

Benevolencia Atractivo Similaridad de atributos

Solidaridad interna Lealtad lingüística Similaridad de creencias Orgullo étnico Orgullo familiar Solidaridad

Fio. 10.3. Situ a cio n es percibidas en relación co n la actitud lingüística e índices de evalu a ció n d e d o s d im e n sio n es (adaptación d el m o d e lo d e G iles y R yan, 1982).

Según este m odelo, las situaciones públicas, form ales, de relaciones en tre m iem ­ bros de grupos diferentes llevan al uso de elem entos sociolingüísticos adecuados al es­ tatus y al p o d er de los hablantes en m ayor proporción que las situaciones inform ales, privadas y de relaciones entre los m iem bros de un m ism o grupo. Los ám bitos de la escuela, la adm inistración y el trabajo suelen responder a un p atró n sociolingüístico en el que se da gran im portancia al estatus social, m ientras que en los ám bitos o do­ m inios de la fam ilia y el vecindario destacan unos usos sociolingüísticos en los que prim a el concepto de solidaridad. Por otra parte, en las situaciones de contacto entre dos personas suele p redom inar m ás claram ente el concepto de individuo o persona cuando no hay oyentes que cuando los hay. D el m ism o m odo, el uso de una variedad prestigiosa predispone a los hablantes a in terp retar que una situación está dom inada p o r los conceptos de estatus y de grupo.

Medida de la actitud E n la descripción de las posiciones conductista y m entalista, se señalaba más arriba que los conductistas suelen utilizar com o procedim iento de estudio la observa­ ción directa de las conductas objetivas, m ientras que los m entalistas recurren a otras técnicas que perm iten descubrir el estado interno y m ental de los hablantes. E n el p ri­ m er caso, estam os ante un m étodo de aplicación segura cuyo interés reside en el que pu ed an ten er las conductas observadas. E l segundo caso, sin em bargo, no goza de las seguridades que ofrece el prim ero: un estado m ental, al contrario que una conducta, no es observable directam ente y debe ser inferido a p artir de la conducta lingüística o de o tro tipo de datos que aporte el individuo de form a voluntaria o involuntaria. C uando las técnicas de investigación se aplican sobre realidades que no son directa­ m ente observables, su validez puede ponerse en tela de juicio y obligar a los especia­


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listas a h acer propuestas nuevas o buscar cam inos que proporcionen resultados fia­ bles. Situados de lleno en una perspectiva m entalista, la m ás valorada y cultivada, se distinguen dos grupos de m étodos de estudio de las actitudes hacia la lengua: los m é­ todos directos y los m étodos indirectos. Las m ediciones directas suelen practicarse sobre m ateriales recogidos por m edio de cuestionarios o de entrevistas. Los cuestionarios em pleados poseen bien una es­ tru ctu ra ab ierta (el inform ante em ite la respuesta que cree más adecuada), bien una estru ctu ra cerrada (al inform ante se le ofrecen unas posibilidades lim itadas de res­ puesta). Las entrevistas y los cuestionarios abiertos suelen incluir preguntas del tipo ¿Q ué piensa usted...? o ¿Cóm o reaccionaría usted...?: ¿Q ué piensa usted de la fo rm a de hablar de la persona que acaba de oír en la gra­ bación? (en estos estudios es frecuente el uso de grabaciones llam adas grabaciones o cintas estím ulo)’, ¿Q ué piensa acerca de que las clases de matemáticas en la enseñanza prim aria se den en la lengua x? ¿C óm o reaccionaría usted si una persona desconocida y más joven lo trata de tú? ¿C óm o reaccionaría usted si un funcionario público al que se ha dirigido en la len­ gua x no le contesta en la m ism a lengua? Las m ediciones indirectas se aplican sin que el hablante tenga conciencia de cuál es el objeto de interés (la actitud); son aquellas cuyo propósito es desconocido p o r los individuos que sirven de inform adores. E n tre las m ediciones indirectas la m ás utili­ zada ha sido la m atched guise, p ropuesta p o r W allace L am bert en los años sesenta16 y d enom inada en español técnica de pares ocultos, de las máscaras o de los pares fa l­ sos. E n su origen, la técnica consiste en utilizar hablantes bilingües dom inadores de las lenguas que se desea investigar. E stos bilingües leen un mismo texto en cada una de las lenguas estudiadas y las lecturas se graban en una cinta, intercalándolas de tal form a que parezca que cada texto ha sido em itido por un hablante distinto: los oyen­ tes p u e d e n llegar a pensar que han oído el doble de voces, de personas, de las que realm en te h an participado en el experim ento. Los oyentes, tam bién bilingües, tras oír cada texto, han de pu n tu ar varias carac­ terísticas de los hablantes —no de la lengua— , rasgos com o la sim patía, la inteligen­ cia, la decisión, el atractivo o el origen social. Para recoger estas puntuaciones se sue­ len utilizar unas escalas, llam adas escalas de diferencial semántico, en cuyos extrem os se sitúan los polos opuestos de una determ inada característica (sim pático-antipático; inteligente-nada inteligente; con éxito-sin éxito, etc.) y que ofrecen, en tre am bos ex­ trem os, varios espacios o puntos interm edios.17 E n caso de que un m ism o hablante sea valorado de form a diferente, se puede deducir que es la lengua utilizada en cada texto la que h a originado un actitud diferenciada en el oyente.

16. «A social psychology of bilingualism», Journal o f Social Issues, 23 (1967), pp. 91-109. 17. Estas escalas suelen ofrecer siete grados para cada atributo, aunque también se manejan cinco. Véase H. López Morales, Métodos de investigación lingüística, Salamanca, Ediciones Colegio de España, 1994, p. 105 y ss. Sobre las escalas de diferencial semántico, véase F. Williams, Explorations o f the Linguistic A tti­ tudes o f Teachers, Rowley, Mass., Newbury House, 1976.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

E n uno de los estudios pioneros de la especialidad, W allace L am bert analizó, m e ­ d iante la técnica m atched guise, las actitudes lingüísticas de estudiantes universitarios anglófonos y francófonos de C anadá. E n la investigación, los sujetos debían clasificar la personalidad de una serie de hablantes de inglés y francés. Los sujetos anglohablantes m o straro n una actitud claram ente favorable hacia los anglohablantes y una actitud negativa hacia los francófonos: los bilingües que hicieron las lecturas resu lta­ ron ser m ás altos, más inteligentes, más sim páticos y am ables que los francófonos cuando hablaban inglés que cuando hablaban francés. Lo significativo de este estudio fue co m probar que los francófonos tam bién valoraban m ás positivam ente a los que leyeron los textos en inglés, en todas las características personales excepto en las que se referían a la religiosidad y a la am abilidad. Los textos en francés — esto es, sus h ablantes— resultaro n valorados m ás negativam ente por los propios francófonos que p or los anglófonos. La conclusión general que extraía L am bert aludía al prestigio de que gozaba el inglés y sus hablantes en C anadá y a la existencia de un estigm a en la población canadiense que hablaba francés, un estigm a adm itido y asum ido por m u­ chos grupos francófonos. L a técnica matched guise o de los pares ocultos ofrece m ultitud de variantes con las que se ad ap ta a la naturaleza de las actitudes, de las com unidades y de los hechos lingüísticos que en cada m om ento se p reten d e estudiar. Para el estudio de las actitu­ des hacia diversos usos fonéticos innovadores del español (aspiración de s en posición im plosiva, yeísm o, caída de -d- intervocálica en las form as de participio) en cinco co­ m unidades del centro de E spaña, se ha trabajado con textos leídos p o r hom bres y m u ­ jeres de la m ism a com unidad: se trata de hablantes que, al leer, van haciendo uso de esos rasgos fonéticos, uno de ellos en cada texto. A los inform adores se les pide, una vez oído cada texto, que den su opinión sobre el origen geográfico del h ablante (de la com unidad o de fuera de la com unidad), sobre su hipotética actividad profesional y sobre las razones que lo llevan a opinar de esa m anera. La investigación se h a re a ­ lizado en las ciudades de A lbacete, C iudad R eal, Cuenca, G uadalajara y T oledo. E n ­ tre las conclusiones que se extraen, destaca la actitud desfavorable que, en general, d espierta la caída de la -d- en posición intervocálica o la actitud favorable hacia las soluciones yeístas, que, p o r otra parte, a m enudo no aparecen en el nivel de concien­ cia de los h ab lan tes.18 L a técnica m atched guise se em plea con bastante frecuencia, m uchas veces con buenos resultados, pero presen ta algunas dificultades. U na de ellas es la de la artificialidad: los oyentes dan su opinión sobre voces salidas de una cinta y en un situación de entrevista; en ocasiones es com plicado determ inar dónde ha term inado la valora­ ción de la p ersona cuya voz ha sido grabada y dónde ha em pezado la valoración de la lengua usada en cada caso. Por otro lado, com o los textos grabados suelen ser leí­ dos, se corre el riesgo de que los sujetos juzguen la calidad de la lectura y no las cua­ lidades personales de los lectores o las de la variedad em pleada, a lo que se debe añ a ­ dir la im portancia que tiene la relación en tre el tem a tratad o en la grabación y la len­ gua em pleada en cada texto: el tem a influye sobre la actitud porque hay tem as de los que nunca se habla en una variedad o lengua determ inada.

18. Véase P. García Mouton y F. Moreno Fernández, «Sociolingüística en el Atlas lingüístico (y etno­ gráfico) de Castilla - La Mancha», en R. Penny (ed.), Actas de! I Congreso Anglo-hispano, I, Madrid, Casta­ lia, 1993, pp. 139-149.


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C on el fin de sup erar las lim itaciones de las técnicas indirectas, Joshua Fishm an ha pro p u esto contar con una m edida de referencia, denom inada m edida de la im pli­ cación, que consiste en com parar los resultados obtenidos m ediante cuestionarios con los resultados que p resenta la observación de la conducta re al.19

El concepto de prestigio E n repetidas ocasiones hem os aludido al prestigio porque lo prestigioso suele ser acreed o r de actitudes positivas p o r p arte de los hablantes. P ero ¿cóm o se define el prestigio desde la sociolingüística? ¿Cóm o se descubre y se m ide? E l prestigio puede ser considerado bien com o una conducta, bien com o una ac­ titud. E sto quiere decir que el prestigio es algo que se tiene y se dem uestra, p ero tam ­ bién es algo que se concede. Se podría definir el prestigio com o un proceso de concesión de estim a y respeto hacia individuos o grupos que reúnen ciertas caracte­ rísticas y que lleva a la im itación de las conductas y creencias de esos individuos o grupos. A la h o ra de m edir el prestigio, es im portante elegir la perspectiva desde la que se va a trabajar: el prestigio com o algo que se tiene (conducta) o com o algo que se concede (actitud). La m ayor p arte de los sociólogos han analizado el prestigio com o actitud, m ientras que los antropólogos lo han estudiado com o conducta. Los sociolingüistas, p o r su parte, tam bién han preferido profundizar en la perspectiva de la ac­ titu d (algo que se concede); con otras palabras, han preferido detenerse en averiguar lo que es considerado com o prestigioso y no en descubrir, sobre los individuos y gru­ pos prestigiosos, cuáles son las características que los hacen así. E n el caso de la so­ ciolingüística de Labov, se ha atendido más a los usos sociolingüísticos prestigiosos que a las norm as de prestigio en su conjunto. Las técnicas que se h an m ostrado m ás útiles para el descubrim iento de usos lin­ güísticos prestigiosos h a n sido las indirectas, descritas para el estudio de la actitud y de la inseguridad lingüística. E n la interpretación de sus resultados, hay que suponer que lo que el h ablante cree correcto es, a su vez, lo que tam bién considera más p res­ tigioso, aunque debe recordarse que lo que se considera com o correcto no tiene por qué ceñirse a lo que, desde un criterio norm ativo, se valora com o correcto.20 A h o ra bien, el p o d er de las p ruebas indirectas no m itiga la utilidad de las pruebas directas, que se p u ed en revelar com o auténticam ente decisivas para la explicación de ciertos hechos. E jem plo de ello es el estudio que, en una situación de m onolingüism o, hem os realizado en el centro de E spaña con la idea de profundizar en el conocim iento del prestigio a p artir de unos m ateriales conseguidos con un m étodo directo: el cuestio­ nario.2I E l cuestionario redactado, m uy breve, incluía las siguientes preguntas: 19. «Sociolinguistics and the language problems of developing countries», en J. Fishman, Ch. Ferguson y J. Das G upta (eds.), Language Problems o f Developing Narions, Nueva York, John Wiley and Sons, 1968, pp. 3-16. 20. En el mundo hispánico, destacan los trabajos realizados por Manuel Alvar, Antonio Quilis y Hum­ berto López Morales sobres diversos territorios hispanohablantes. Véase también Y. Solano Rojas y J. Umaña Aguiar, «Actitudes lingüísticas del universitario costarricense», en M. Arjona et al. (eds.), Actas del X Con­ greso Internacional de la Asociación de Lingüística y Filología de la América Latina, México, UNAM, 1996, pp. 707-712. 21. Véase Metodología sociolingüística, Madrid, Gredos, 1990, p. 189 y ss.


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1. 2. 3. 4. 5.

E n la sociedad española actual, ¿quién cree usted que se expresa mejor, es de­ cir, qué personas o tipos de personas hablan m ejor; según su criterio? ¿En qué nota usted que habla m ejor el tipo de personas que ha señalado en la pregunta anterior? ¿Le gustaría hablar com o ese tipo de personas? ¿Q ué es para usted el prestigio? ¿Q ué tipo de personas tiene para usted más prestigio?

A l red actar el cuestionario partim os de la idea de que los resultados deberían proporcionarnos unas im presiones generales sobre las norm as de prestigio que actúan en grupos sociales diferentes y, p o r ello, decidim os trabajar sobre tres m uestras dife­ rentes: una m uestra de 30 personas procedentes de un grupo social m uy concreto, fo r­ m ado p o r estudiantes universitarios de filología, de am bos sexos y con edades com ­ prendidas en tre los 20 y los 27 años; una m uestra estratificada de 40 inform antes de una com unidad rural, teniendo en cuenta las variables «sexo» y «edad» (m enores de 20 años, de 21 a 35, de 36 a 50 y m ayores de 51 años); finalm ente, una m uestra que, d en tro de una com unidad urbana, no representaba a ningún grupo en especial, p ara la que se utilizaron 42 inform antes escogidos aleatoriam ente en el centro de la ciudad de M adrid, teniendo en cuenta las variables «sexo» y «edad». D escritas som e­ ram en te las m uestras, ¿cuáles son las variables que conform an las norm as de p resti­ gio en cada uno de estos grupos? Se trata de un simple estudio exploratorio en el que se ha aplicado una m ínim a cuantificación. C on los datos y las cuantificaciones se ha podido llegar a las siguientes conclu­ siones generales. E n prim er lugar, los jóvenes universitarios, en su concepción del prestigio, se m uestran especialm ente sensibles a la variable «cultura», con todos los m atices que encierra; en ellos tam bién se observa una conciencia notable de los usos lingüísticos y u na especial preocupación p o r la corrección. E n segundo lugar, los in ­ form adores urbanos poseen nociones conscientes poco claras acerca del prestigio; en ellos la cultura ocupa un lugar secundario y adquiere m ayor im portancia la categoría social y el éxito profesional: el prestigio para los individuos de esta m uestra depende en gran p arte del reconocim iento ajeno y, p ara los hom bres, no siem pre son adecua­ dos los usos lingüísticos considerados com o más prestigiosos o correctos. Finalm ente, en la com unidad ru ral se observa un grado m enor de reflexión sobre el concepto de prestigio y una m en o r conciencia de él, tal y com o se entiende convencionalm ente: en tre los inform antes rurales parece no ten er tan ta im portancia la calidad form al de los usos lingüísticos com o la efectividad en la com unicación y en la ordenación de los contenidos; las cualidades m orales y éticas son consideradas com o prestigiosas, espe­ cialm ente p o r p arte de las mujeres. A la vista de los resultados de este estudio, se puede afirm ar que las norm as de prestigio varían de un grupo social a otro y que sólo después de descubrir lo que ca­ racteriza a cada grupo se p o d rán buscar los intereses com unes a varios grupos, hasta llegar a una form ulación general de las norm as que rigen el prestigio en una com uni­ d ad determ inada. D esde o tra perspectiva, el análisis del prestigio conduce al establecim iento de cuatro dicotom ías: prestigio del individuo / prestigio de la ocupación; prestigio com o actitud / prestigio com o conducta; prestigio vertical / prestigio horizontal', prestigio so ­ ciológico / prestigio lingüístico. T ratem os estos pares conceptuales uno a uno.


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Clase A

Clase B

Prestigio interno

Fig. 10.4.

P restigio externo y prestigio interno.

1) Prestigio del individuo / prestigio de la ocupación. Existe un prestigio com o a trib u to de la reputación de las personas y un prestigio com o atributo form al de d e ­ term inados puestos sociales. E l prim ero es fruto de la interacción social entre indivi­ duos; el segundo es fruto de la interacción entre grupos sociales diferentes. E n n u es­ tra opinión, am bos tipos de prestigio p u eden ser capaces de determ inar la dirección de u na cam bio lingüístico, p o r ejem plo. La psicología social y la sociolingüística que se está p reo cu p an d o del estudio de la conversación en grupos reducidos tiene m ucho que decir a propósito del prestigio individual. 2) Prestigio com o actitud / prestigio com o conducta. Son las dos caras de una m ism a m oneda, p ero sólo una de ellas, la de la actitud, perm ite conocer nuevas fo r­ m as de prestigio; una vez descubiertas, se hace im prescindible detenerse en la otra cara. P o r ahora, los m ejores resultados, desde un punto de vista sociolingüístico, los ha propo rcio n ad o el estudio de la actitud, sobre todo con técnicas indirectas. • 3) Prestigio vertical / prestigio horizontal. E l prestigio es un fenóm eno que funciona, con un grado m ayor o m enor de conciencia, en tre clases sociales diferentes, en tre los individuos que tienen p o d er y los que no lo tienen, entre la gente que p e r­ tenece a ciertos estratos y la que no participa de ellos; p ero tam bién funciona entre individuos que p erten ecen a una m ism a clase, que participan del m ism o grado de p o ­


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d er o de com petencia o que disfrutan de un m ism o estatus, sea éste elevado o no lo sea. P o r eso es necesario distinguir en tre un prestigio vertical o externo y un p resti­ gio vertical o interno, representados en la figura 10.4. E l prestigio externo funciona en tre clase y clase, entre grupo social y grupo so ­ cial: es lo que justifica la im itación de las conductas de las clases altas p o r parte de las clases m edias y la actitud favorable hacia ellas. E l prestigio interno funciona en el interio r de cada clase y de cada grupo: puede decirse que, para la difusión o p ro p a ­ gación en tre los hablantes de un cam bio lingüístico, posee una función tan im p o rtan ­ te com o el prestigio externo. 4) Prestigio sociológico / prestigio lingüístico. Las dificultades que presenta la definición, la interpretación y la m edición del prestigio nacen de las interferencias que se p roducen en tre el prestigio sociológico y el prestigio lingüístico. Sólo aislándolos se llega a sab er qué peso ejercen p o r separado y conjuntam ente en los fenóm enos so­ ciolingüísticos. E l desarrollo de estos rudim entos relacionados con el prestigio ayudará a p ro ­ fundizar en el conocim iento de num erosos aspectos sociolingüísticos, incluidos la va­ riación y el cam bio. Y a ello hay que sum ar la que probablem ente es la distinción m ás conocida y estudiada en relación con el prestigio, la que opone un prestigio abierto a un prestigio encubierto; recordem os: el prestigio encubierto está asociado a unos usos lingüísticos alejados de lo que abiertam ente se reconoce com o norm ativo y se opone al prestigio abierto, que es prestigio de com unidad y que se asocia a lo correcto o n o r­ m ativo (véase el capítulo 2).

Reflexiones y ejercicios 1. R ed acte un breve cuestionario, siguiendo un m étodo directo, destinado a descubrir las actitudes lingüísticas de un grupo de hablantes hacia su propia variedad. 2. R ed acte tres textos y haga que sean leídos p o r cuatro hablantes bilingües de una com unidad determ inada; grabe las lecturas de sus colaboradores y som étalas al juicio de varias personas residentes en esa misma com unidad: pregúnteles sobre la profesión de los hablantes, su nivel social, su capacidad intelectual y su sim patía. A n o ­ te todas las dificultades técnicas que haya encontrado al p rep arar la p rueba y p ro ­ ponga soluciones. C om ente los resultados de la prueba. Si vive en un com unidad monolingüe, p rocure recoger m uestras de habla de dos dialectos de la m ism a lengua y realice las m ism as tareas. 3. R ed acte un com entario sobre la im portancia que tiene el uso de la variedad m ás prestigiosa de su lengua en las siguientes situaciones: en familia, en la consulta de un m édico, en un banco, en una entrevista laboral, en el m om ento de hacer un n e ­ gocio, en el ejército. 4. A plique el cuestionario sobre el prestigio que se ha presentado en este capí­ tulo a diez personas de su grupo social. C om pare los resultados con los nuestros.


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Orientaciones bibliográficas Las actitudes lingüísticas no han sido un asunto profusam ente tratad o en los m a­ nuales de sociolingüística redactados en español, por ello es obligada la lectura de los capítulos 7 y 8 del libro de H u m b erto L ópez M orales, Sociolingüística (2.a ed., M a­ drid, G redos, 1993) y del capítulo 6 del m anual de R alph Fasold, La sociolingüística de la sociedad. Introducción a la sociolingüística (M adrid, Visor, 1996). E n tre la bi­ bliografía en inglés y escrita desde la psicología social, es lectura inexcusable la obra de H ow ard Giles y E llen B ouchard R yan, A ttitudes towards Language Variation (L ondres, A rnold, 1982). U n a m uestra excelente de los estudios hispánicos dedicados a las actitudes lin­ güísticas p u ed e verse en el libro de M anuel A lvar, Hombre, etnia, estado. A ctitudes lingüísticas en Hispanoamérica (M adrid, G redos, 1986).


C a p ít u l o 11

LENGUA, CULTURA Y PENSAMIENTO Las lenguas y la visión del m undo Parece que todos piensan que nomen viene del griego ónoma, yo creo, en cambio, que viene de nosco, noui, notum, nouimen «conocer», de la misma manera que momen «impulso, movi­ miento» de moueo, moui, motum, mouimen «mover». El nombre es cierta imagen por la que algo es conocido, dice Escalígero. F r a n c is c o S á n c h e z d e l a s B r o z a s , Minerva,

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E n tre los intereses de la sociolingüística, entendida de una form a am plia, figura la relación e n tre la lengua, la organización social y la visión del m undo o, dicho de o tro m odo, en tre lengua, cultura y pensam iento.1 A l hablar de cultura, nos referim os, siguiendo la definición de G oodenough, a todo aquello que una persona debe saber o creer p ara desenvolverse de form a adecuada entre los m iem bros de un grupo h u ­ m ano concreto y p a ra cum plir una función aceptada por todos ellos. E ste conoci­ m iento se adquiere y ap rende en un proceso de socialización.2 E l interés p o r la relación en tre lengua, cultura y pensam iento no es algo recien­ te, sino m uy an terio r a la génesis de la sociolingüística actual. A unque éste ha sido un asunto tratad o desde la A ntigüedad, lo cierto es que sus orígenes m odernos, los que siguen influyendo sobre la lingüística contem poránea, pueden llevarse al prim er te r­ ció del siglo xix, fechas en las que W ilhelm von H um boldt form uló sus ideas sobre la fo rm a interior del lenguaje. P ara H um boldt, la lengua conform a el pensam iento y ex­ presa p erfectam ente el espíritu nacional de un pueblo, su ideología, su form a de ser y su visión del m undo. C ada lengua posee una fo rm a interior, previa a toda articula­ ción y que siem pre la determ ina, de ahí que se sostenga que a diferentes lenguas, dis­ tintas m entalidades. H um boldt afirm a C a d a le n g u a , c u a lq u ie r a q u e sea , lle v a e n s u s e n o e n c a d a m o m e n t o d e s u e x is t e n ­ c ia la e x p r e s ió n d e to d o s lo s c o n c e p to s q u e se p u e d a n d e s a r r o lla r a lg u n a v e z e n la n a c ió n . C a d a u n a , in c lu s o , e n c a d a m o m e n t o d e s u v id a , e q u iv a le e x a c ta m e n te a l i

1. Véase M. Casado Velarde, Lenguaje y cultura, Madrid, Síntesis, 1988. 2. W. H. Goodenough, «Cultural Anthropology and Linguistics», en P. L. Garvin (ed.), Report o f the Seventh Round Table Meeting on Linguistics and Language Study, Washington, D.C., Georgetown University Press, 1957, p. 167.


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alcance de pensamientos de la nación en ese momento. Cada cual, finalmente, en cada una de sus situaciones, forma la totalidad de una visión del mundo, al conte­ ner expresión para todas las representaciones que la nación se haga del mundo, y para todos los sentimientos que produzca el mundo en ella.3 . E n su filosofía del lenguaje, W ilhelm von H um boldt reform ula algunas de las principales ideas de H erd er, K ant y Hegel; de H erd er tom a el principio de que cada lengua es una form a diferente de ver el m undo, tesis netam ente rom ántica, en el sen­ tido peyorativo del térm ino; de K ant asum e el apriorism o del individuo y de la len ­ gua: el individuo es anterio r al proceso cognoscitivo, del m ism o m odo que el lengua­ je articula el conocim iento y, por lo tanto, es an terior a él; el pensam iento es el len ­ guaje m ism o y no es posible pensar sin que haya antes lenguaje; de H egel tom a la idea de que las estructuras sem ánticas y sintácticas varían y hacen posible que unas lenguas sean m ás aptas que otras p ara la transm isión de determ inadas ideas o cono­ cim ientos.P ero, m ucha de la im portancia de las ideas de H um boldt, durante largo tiem po ignoradas o arrinconadas, radica en que supusieron la apertura de un cam ino dentro de la lingüística, un cam ino que más tarde fue continuado p o r pensadores tan desta­ cados com o E dw ard Sapir y Benjam in Lee W horf. Las teorías de Sapir y de W horf, ju n to a las de otros notables investigadores com o Franz Boas, constituyen el funda­ m ento de la disciplina denom inada antropología lingüística. E l pensam iento antropolingüístico de Sapir y W horf tiene su expresión m ás re ­ levante en la llam ada, precisam ente, hipótesis Sapir-W horf, cuyos principios m ejor conocidos son dos: el principio del determ inism o lingüístico y el principio de la relati­ vidad lingüística. E l principio del determ inism o establece que la lengua tiene la capa­ cidad de d eterm in ar el pensam iento, lo que viene dem ostrado por la relatividad lin­ güística: el m undo ofrece un conjunto com plicado de im ágenes que las m entes de los individuos p erciben y organizan a través de un p atró n útil p a ra toda una com unidad de hab lan tes y que está codificado en las estructuras de su lengua. A sí pues, la o rga­ nización del conocim iento viene determ inada directam ente p o r la estructura lingüís­ tica. Las lenguas m uestran entre sí diferencias estructurales m uy llamativas: no todas tienen unas m ism as categorías gram aticales ni las expresan form alm ente de la misma m anera; algunas lenguas disponen de m uchos vocablos para referirse a realidades que en otras lenguas reciben un solo nom bre. Todas esas diferencias contribuyen a que la visión del m undo y la organización del conocim iento sea muy diferente de una cultu­ ra a otra, aunque las disim ilitudes no excluyen la posibilidad de que existan univer­ sales. E l principio de la relatividad, tal y com o se plantea desde la antropolingüística o la etnolingüística no rteam ericana de la prim era m itad del siglo xx, supone que la es­ tructu ra lingüística es una form a de experiencia por la que se conoce el m undo. La form ulación lingüística de los objetos es la que nos hace en ten d er el m undo de una m an era determ inada. A q u í está el núcleo de la llam ada hipótesis Sapir-W horf, según la cual el lenguaje crea la realidad del pensam iento.

3. Citado por J. M.® Valverde en W. von Humboldt, Escritos sobre el lenguaje, Barcelona, Península, 1991, p. 17.


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Dos lenguas nunca son suficientemente parecidas para poder considerarlas como exposiciones de la misma realidad social. Los mundos en los que viven sociedades distintas son mundos separados y no se trata simplemente del mismo mundo con diferentes etiquetas.4 Para B enjam ín Lee W horf, p o r ejem plo, es inexacto considerar que un hopí, co­ nociendo solam ente la lengua hopí y la cultura de su com unidad, tenga las mismas n o ­ ciones de tiem po y de espacio que los hablantes de inglés, por m ucho que se consi­ d ere que estas nociones pued an ten er un origen intuitivo o puedan ser universales.5 La hipótesis Sapir-W horf, p lanteada en sus térm inos extrem os, no cuenta en la actualidad con seguidores incondicionales. Es difícil adm itir que una lengua, si no dis­ p one de una p alabra determ inada, es incapaz de expresar un concepto — puede h a ­ b er recursos gram aticales que lo perm itan— o que sus hablantes son incapaces de ad ­ quirirlo. P o r otra p arte, las diferencias entre dos lenguas com o el hopí y el español no im posibilitan la com presión de una form a absoluta. A hora bien, siem pre queda la p o ­ sibilidad de adm itir unos planteam ientos m enos radicales: la psicolingüística está com ­ p ro b an d o que la lengua ejerce alguna influencia a la hora de percibir o de recordar; siem pre es m ás fácil distinguir dos conceptos si éstos van asociados a palabras dife­ rentes, de igual form a que a m enudo se recuerda algo con m ayor facilidad si va liga­ do a algún elem ento lingüístico concreto. Explicada así, a la hipótesis Sapir-W horf aún se le adm itiría cierta validez. D esde un p u n to de vista diferente del de Sapir y W horf, pero preocupado p o r las m ism as cuestiones, A d am Schaff ha expuesto su opinión acerca de las concom itancias entre lengua, pensam iento y realidad. Para Schaff la lengua se concibe com o pro d u c­ to de una praxis social que determ ina la visión que una sociedad tiene del m undo: la lengua refleja una realidad a la vez que crea una im agen de esa realidad. E sta p ro ­ p uesta se conoce com o «teoría del reflejo». D esde esa perspectiva, es cierto, com o se­ ñ alaba H um boldt, que el hom bre piensa tal com o habla y habla com o piensa. Según Schaff, el hom bre piensa en algún lenguaje, por lo que su pensam iento siem pre es h a ­ blado, y la form a en que piensa depende de la experiencia social expresada en la len ­ gua que le ha transm itido la sociedad m ediante un proceso de educación h ab lad a.6 D u ran te los últim os años, la «psicología cognitiva» ha desarrollado o tra p ro ­ p uesta teórica, preocupada tam bién por la relación en tre lengua, pensam iento y re a ­ lidad, que in terp reta las cosas de una form a diferente: la «teoría de los prototipos». E sta teoría, que está siendo aplicada en los más diversos ám bitos de la lingüística, tam bién ha recalado en las aguas de la sociolingüística, gracias al interés R. A. H u d ­ son.7 F re n te a los que utilizan series de rasgos mínimos para caracterizar d eterm i­ nadas unidades — la sem ántica estructural, por ejem plo, habla de sem as (rasgos se­ m ánticos p ertinentes) y sem em as (conjuntos de rasgos sem ánticos p ertin en tes)— la «teoría de los prototipos» p ropone que un concepto concreto se defina com o un p ro ­ totipo o caso típico de ese concepto: un prototipo sería el ejem plar idóneo, el m ejor rep resen tan te o el caso central de una categoría o, al m enos, el m ás frecuentem ente considerado com o tal. E ste concepto supone la existencia de ejem plares, casos o 4. 5. 6. 7.

K. Rotaetxe, Sociolingüística, Madrid, Síntesis, 1988, p. 83. B. L. Whorf, Language, Thought and Reality, Cambridge, Mass., The MIT Press, 1969, p. 5. Véase A. Schaff, Lenguaje y conocimiento, 2.a ed., México, Grijalbo, 1975, pp. 209-242. La sociolingüística, Barcelona, Anagrama, 1981, p. 88 y ss.


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m uestras de una categoría que se ajustan más o m ejor al p ro totipo correspondiente que otros: ‘p á ja ro ’ sería un prototipo, aunque p robablem ente un gorrión guardaría m ás sem ejanza con el p ro to tip o que un pingüino.8 Los prototipos alrededor de los cuales se organizan las palabras en las diferentes lenguas a m enudo están m enos ale­ jados que los significados de esas mismas palabras. Con esto se quiere decir que es relativam ente fácil que las lenguas com partan p rototipos y no tanto que com partan significados lingüísticos: las lenguas y las culturas pueden ser m enos diferentes de lo que parecen, así condideradas. P artien d o de estas ideas, H udson ha descubierto que la «teoría de los prototipos» ofrece al sociolingüista y al antropólogo varios atractivos. U no de ellos es que p e r­ m ite co m prender más fácilm ente cóm o la gente aprende unos conceptos a p artir de otros en relación con unos p rototipos determ inados: un concepto basado en un p ro ­ totipo se pu ed e ap ren d er a p artir del conocim iento de un núm ero de casos m uy re ­ ducido y sin ningún tipo de definición m ental previa del concepto. O tro atractivo de los prototipos es que dejan un lugar para las interpretaciones particulares de la reali­ dad, dado que los límites en tre unos conceptos u objetos de la vida real y otros son difusos: los individuos o los grupos sociales disfrutan de cierta libertad p ara aplicar e in terp re ta r los conceptos de una form a particular. A dem ás, el m odelo del prototipo ofrece a los sociolingüistas la posibilidad de explicar cóm o la gente categoriza de m odo distinto los factores sociales con los que se relaciona la lengua, factores com o el tipo de interlocutor o la situación en que se desarrolla una interacción com unica­ tiva.

D iversidad lingüística y diversidad cultural No ay lengua en el mundo, que en todo se conforme con los vo­ cablos y maneras de hablar que ay en otra. A l e j o V e n e g a s d e l B u s t o , A gonía del tránsito

de la m uerte, 1553

La form a in terior de una lengua, para W ilhelm von H um boldt, supone una o r­ denación del m undo m ental y físico por p arte de sus hablantes, que se diferenciarán de los hablantes de otras lenguas p o r p roceder a esa ordenación de una m an era p a r­ ticular y suficientem ente diferenciada. E ste concepto se h a puesto en relación con el de «form a del contenido» de la gram ática estructural, que se define com o la estruc­ turación que cada lengua da a la realidad física o m ental, esto es, a los conceptos in­ finitos de la m ente hum ana. A su vez, el concepto de «forma del contenido» supone una interp retació n del léxico que lo p resenta com o un conjunto de unidades suscep­ tibles, en gran parte, de ser estructuras den tro de unidades m ás am plias denom inadas «cam pos léxicos». Los estudios de los cam pos léxicos realizados hasta el m om ento revelan cóm o cada lengua organiza el contenido de una form a distinta y dem uestran el alcance de la relatividad lingüística. U n o de los ejem plos contrastivos más conocidos y rep resen ­

8. 1978.

Véase E. Rosch y B. Lloyd (eds.), Cognition and Caregorizarion, Hillsdale, Lawrence Erlbaum Ass.,


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tativos es el de los térm inos de parentesco: en húngaro se distinguen, m ediante uni­ dades léxicas diferenciadas, las figuras del herm ano m ayor (bátya), el herm ano p e ­ queño (¿>cs), la h erm ana m ayor (néné) y la herm ana pequeña (hug); frente a esta or­ ganización, el inglés «sólo» dispone de dos unidades léxicas — una para herm ano (brother) y o tra p ara herm ana (sister)— y el m alayo, de una (saudara). E n este caso, el español dispone tam bién de dos unidades, com o el inglés, pero diferenciadas con procedim ientos gram aticales (m orfem a de género) y no léxicos. O tros ejem plos de cóm o la lengua y la visión del m undo se interrelacionan se­ rían los correspondientes a los nom bres del arroz, de la nieve o del color verde: en los dialectos de V ietnam no existe una palabra para designar el arroz de form a gené­ rica, sino que se cuenta con form as léxicas diferentes para cada clase de arroz; los es­ quim ales, p o r su p arte, disponen de palabras diferentes para llam ar a la nieve en sus diferentes estados (en polvo, helada, que cae, etc.), m ientras algunos pueblos del A m azonas usan form as léxicas distintas para los más variados tipos de v erd e.9 D eb e tenerse en cuenta, sin em bargo, que no es necesario com parar dos o más lenguas p a ra en co n trar m odos diferentes de organizar un cam po léxico; d entro de una m ism a lengua tam bién se pu ed en hallar, y el cam po de los vegetales es un ejem plo interesante. R am ón Trujillo ha dem ostrado que en M asca (Tenerife) funcionan los si­ guientes térm inos generales: árbol ‘vegetal, frutal o no frutal, resistente’, ramo ‘no frutal, resisten te’, mata ‘vegetal no resistente’, hierba y pasto ‘vegetal no resistente, peq u eñ o y no com estible (p ersonas)’, verdura ‘vegetal no resistente, pequeño y co­ m estible (p ersonas) ’.10 E sto quiere decir que en M asca son llam ados «ramos» el lau­ rel, la retam a o el brezo, designación que no reciben en el centro de la península ibé­ rica, p o r ejem plo. T am bién es posible en contrar diferencias estructurales del léxico en la diacronía: las distinciones que el español expresa por m edio de las form as viejo, joven y n u evo , se expresaban en latín con senex (aplicado a personas), vetulus (aplicado a anim ales) y vetus (aplicado a cosas), para viejo, y con invenís (aplicado a personas) y novellus (aplicado a anim ales), para jo v e n , m ientras que la form a latina novus equivalía a nuestro nuevo (aplicado a lo que no son personas ni anim ales).11 Com o se ha co­ m entado, en tre esta m anera de concebir la organización del léxico (rasgos y cam pos sem ánticos) y la que p ropone la teoría de los prototipos existen diferencias im por­ tantes. P ero, en ocasiones, las diferencias entre dos lenguas no se aprecian sólo en el m odo de organizar los cam pos léxicos. D avid Crystal ha recogido una curiosa m ues­ tra de las designaciones correspondientes a agujero en pintupí, una lengua aborigen de A ustralia. E sta lengua usa hasta diez form as léxicas diferentes: yarla ‘agujero en un o b je to ’, pirti ‘agujero en el suelo; hoyo’, kartalpa ‘agujero pequeño en el suelo’, p irn ki ‘agujero form ado p o r un saliente en una roca’, yulpilpa ‘agujero estrecho en el que viven horm igas; horm iguero’, mutara ‘agujero en una lanza’, nyarrkalpa ‘m adri­ guera de un anim al p e q u eñ o ’, pulpa ‘m adriguera de conejo’, m akarnpa ‘m adriguera de iguana’, katarta ‘el agujero que deja una iguana cuando rom pe la superficie des­ pués de la hib ern ació n ’. E n español, p ara expresar esos mismos contenidos, se p u e ­

9. 10. 11.

Véase W. Foley, Anthropological Linguistics. A n introduction, Oxford, Blackwell, 1997. Lenguaje y cultura en Masca, Santa Cruz de Tenerife, Interinsular Canaria, 1980, pp. 180-188. Véase E. Coseriu, Principios de semántica estructural, Madrid, Gredos, 1977, p. 28.


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den necesitar, com o se ve en las definiciones, desde una sola hasta una quincena de palabras, p ero lo im portante es que, sea de la form a que sea, tam bién es posible expresar todos esos conceptos en esta lengua;12 no resulta apropiado, por tanto, in­ te rp re ta r que algunos conceptos son totalm ente inexpresables en otras lenguas. E l es­ pañol puede echar m ano de la gram ática (sintaxis, m orfología) para expresar unos m atices de los que no da cuenta el léxico: para designar clases distintas de verde se usan las form as verde botella, verde limón, verde claro... E stam os sim plem ente ante form as diferentes de fijar las relaciones entre la lengua y la realidad. P o r o tro lado, la com plejidad y la m ultiplicidad de las lenguas y las culturas del m undo se refleja no sólo en el uso y la ordenación de las unidades lingüísticas, sino tam bién en la form a de organizar los procesos com unicativos, desde los m ás simples a los m ás com plejos. E ste hecho se ha puesto de m anifiesto en los estudios de carác­ te r etnográfico realizados en las m ás diferentes y alejadas com unidades.13 B aste un ejem plo p ara d em ostrar el interés de este tipo de descripciones: se trata de un estu­ dio realizado p o r Charles F rak e en el que intenta descubrir las form as en que los m iem bros de una com unidad categorizan su conducta.14 Con este objetivo, Frake hace un análisis de situaciones de litigio tal y com o se presentan y resuelven en tre la población yakan. Los yakan constituyen un grupo m usulm án del sur de la península de Z am boanga, en la isla de M indanao, en Filipinas. P ara solventar sus litigios, antes de que intervenga la justicia ordinaria del país, los yakan construyen una situación com unicativa específica en la que aparecen unos actos y unidades com unicativas que form an p arte de la term inología legal de su va­ riedad lingüística. E l análisis etnográfico de F rak e se realiza a p a rtir de unas unida­ des que se identifican respondiendo a la pregunta ¿qué está haciendo cada interlocu­ tor? L a categoría prim aria en una situación com unicativa de litigio es «hablar los unos con los otros». E l sistem a legal de los yakan es básicam ente un sistem a de sím bolos o un códi­ go para hablar, organizado en actos com unicativos y en una serie de sanciones. Los interlocutores principales son la corte o el ju rad o yakan, el acusador y el acusado. T odo el proceso interactivo se o rienta a restablecer la com unicación y el trato social en tre las partes, p o r eso — a diferencia de lo que ocurre en procesos jurídicos sim ila­ res de otros grupos— los litigantes no son siem pre partes radicalm ente enfrentadas o enem igas: son partes que sim plem ente no se tratan o no se hablan. E l proceso com unicativo de la justicia yakan recurre a am enazas, en cuyo cum ­ plim iento pu ed en verse im plicados desde la divinidad y los ancestros, hasta la justicia o rdinaria del país, pasando p o r la familia del acusado. T odo con la intención de que d em an d an te y acusado norm alicen su relación social (figura 11.1). Según se desprende de la figura 11.1, d u ran te la causa se m anejan argum entos m uy variados p ara conseguir que el acusado se retracte o arrepienta: se le am enaza con el abandono p o r p arte de su familia o del grupo, con agresiones del oponente contra la fam ilia o el acusado, con enferm edades enviadas p o r D ios o por los ances12. Enciclopedia del lenguaje, Madrid, Taurus, 1994, p. 15. 13. Véase M. Saville-Troike, The Erhnography o f Communication. A n introduction, Oxford, Blackwell, 1982; J. J. Gumperz y D. Hymes (eds.), Directions in Sociolinguistics: The Ethnography o f Communication, Nueva York, Holt, Rinehart & Winston, 1972. 14. «Struck by Speech: The Yakan Concept of Litigation», en J. J. Gumperz y D. Hymes (eds.), ob. cit., pp. 106-129.

t


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LA LENGUA EN SU USO SOCIAL Ancestros

Dios

Q) E O 'c 0) Familia

abandono

Acusado

multa, cárcel

Jueces del gobierno

O

C :o O ) 05

<0

Oponente (acusación)

Corte yakan

F u e n te : Ch. R. Frake, 1972.

F ig .

11.1.

San cio n es y sa ncionadores en el sistem a ju ríd ic o y a ka n .

tros y que pu ed en afectar al acusado o a su familia o, sencillam ente, con la rem isión del asunto a u na instancia exterior (en este caso, la justicia ordinaria). C om o conclusión general, debe destacarse que la lengua form a p arte de un com ­ plejo sistem a cultural y que m antiene una estrecha relación con la organización so­ cial, las relaciones sociales funcionales, los valores, las creencias y las pautas de con­ ducta y conocim iento que se transm iten de generación en generación, m ediante p ro ­ cesos de socialización y de culturización.

Tabú y eufemismo La muerte también come cordero como carnero [...] Tiene esta señora más de poder que de melindre. M i g u e l d e C e r v a n t e s , D on Quijote de la M ancha, 1615

M ención aparte, aunque profundam ente relacionados con las nociones a n terio ­ res y, al fin y al cabo, con la lengua y la cultura, m erecen los conceptos de «tabú» y de «eufemism o». Son éstos, sin duda alguna, objetos ideales de estudio para la sociolingüística, si bien es m ucho lo que aún falta p o r saber de su dim ensión social. E l tabú es una prohibición de ciertas acciones u objetos basada bien en razones religiosas, bien en otros prejuicios, conveniencias o actitudes sociales. Tabú es una p a ­ labra m alayo-polinésica que significa ‘sagrado’; entre los polinesios se considera tab ú aquello que, si se realiza o se toca, puede acarrear grandes desgracias para el que lo hace o p ara su gente. P or lo general, son tabú los objetos religiosos (ídolos, am uletos, tem plos) o las personas relacionadas con ellos (sacerdotes), pero, com o se h a dicho, el tab ú no se ciñe al terren o de la religión o de la superstición, sino que frecuente­ m en te obedece a convenciones y actitudes sociales. D esde un p u n to de vista lingüístico, se habla de tabú para hacer referencia a una p alab ra cuyo uso debe evitarse, generalm ente por m otivos sociales, políticos, sexua­ les, supersticiosos o religiosos: la p alabra existe, p ero su em pleo provoca el rechazo o


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la recrim inación de la com unidad o de un grupo social. Son tabú los nom bres de los genitales y de los actos sexuales, los nom bres de actividades y objetos escatológicos; en algunas culturas es tabú el nom bre de Dios, com o en otras lo son la m u erte o cier­ tos anim ales. S tephen U llm ann agrupa los tabúes en tres categorías distintas, según la m otiva­ ción psicológica que hay tras ellos:15 a) Tabú del m iedo. Suelen ser los nom bres de seres sobrenaturales: ya hem os hecho referencia al nom bre de Dios, pero tam bién puede ser tabú el nom bre del d e­ m onio, de los espíritus diabólicos o de lo que da m ala suerte, com o la m ano izquier­ da. Los nom bres de los anim ales peligrosos o dañinos tam bién responden a un tabú del miedo: la culebra, la com adreja, el lobo. b) Tabú de la delicadeza. Suelen ser los nom bres de lo desagradable, de lo que no resulta cóm odo. T am bién lo son los defectos físicos o psíquicos o los nom bres de acciones crim inales. c) Tabú de la decencia. A q u í se incluye lo que tiene que ver con el sexo, con ciertas partes y funciones del cuerpo hum ano y con los juram entos. E l recurso que la lengua p one a disposición de los hablantes para evitar el tabú recibe el nom bre genérico de eufem ism o .16 E l eufem ism o perm ite esquivar lo p ro h i­ bido, p ero tam bién lo m olesto, lo desagradable, lo ofensivo o lo sucio. C uando un h a ­ blante sustituye un térm ino agradable, o sim plem ente adecuado, p o r o tro ofensivo o peyorativo, se produce el fenóm eno del disfem ism o, claram ente opuesto al eufem is­ m o, aunque bien diferenciado del tabú: el disfemismo suele nutrirse de térm inos ca­ racterísticos de los estilos m ás vulgares o fam iliares y utiliza com o recursos h ab itu a ­ les la m etáfora y la perífrasis (dátil p o r dedo, queso por pie, viejo p o r padre).11 Los procedim ientos eufem ísticos que la lengua ofrece son m uchos y variados (m etáforas, perífrasis, litotes, antífrasis, deform ación de palabras) y las causas que lle­ van a su aparición están directam ente relacionadas con el tipo de tabú: en unos casos se in ten ta usar la form a más adecuada a un estilo y una circunstancia (axila p o r so ­ baco, servicio por váter, pecho o seno p o r teta); otras veces se trata de ser delicado o respetuoso con otras personas (invidente p o r ciego, m inusválido p o r cojo, paralítico, etc., sin techo p o r m endigo, em pleado de fincas urbanas p o r portero, amigo p o r am an­ te); m uy a m enudo se intenta evitar el nom bre de lo que produce m iedo, adm iración o respeto (bicha p o r culebra, señorita por comadreja, aunque comadreja deriva de co­ m adre que ya es un eufem ism o) o de lo que se considera sucio (pipí p o r orina; trase­ ro p o r culo); y a veces se intenta suavizar los juram entos, sobre todo m ediante la d e­ form ación de palabras (/caracoles! p o r ¡carajo!, ¡miércoles! por ¡mierda!, ¡jorobar! o ¡jolín! p o r ¡joder!, ¡mecachis! p o r ¡me cago en!). T am bién ocurre, y con b astante fre­ cuencia, que los eufem ism os, a fuerza de sustituir a los tabúes y de designar objetos o acciones m al vistos o prohibidos, acaban cargándose de valores negativos y pasan a

15. Semántica, 2.a ed., Madrid, Aguilar, 1967, pp. 230-236. 16. Véase E. Montero Cartelle, El eufemismo en Galicia (su comparación con otras áreas romances), Santiago de Compostela, Universidad de Santiago, 1981 (Verba, anexo 17). 17. Véase el capítulo dedicado al disfemismo en M. Casas, La interdicción lingüística. Mecanismos del eufemismo y disfemismo, Cádiz, Universidad de Cádiz, 1986.


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convertirse en form as tabuizadas: es lo que ha ocurrido con la palabra váter, que, en su m om ento, vino a sustituir a la form a retrete. A p esar de que el tabú suele explicarse com o un fenóm eno propio de com uni­ dades enteras y com o reflejo de convenciones generalm ente aceptadas, la sociolin­ güística actual está dem ostrando que el uso del tabú y el eufem ism o se correlaciona estrecham ente con los factores sociales que determ inan la variación lingüística: sexo, edad, nivel sociocultural, etc. E n este sentido, se pueden distinguir dos niveles en el ám bito del tabú: el m acrocontexto del tabú, en el que se identifican categorías com o la estru ctu ra social, la herencia cultural, las creencias religiosas, las instituciones polí­ ticas o las valores tradicionales, y el m icrocontexto, que incluye categorías com o los participantes y sus características sociales, el propósito de la interacción, el tem a tra ­ tad o o la situación. E n el ám bito del m icrocontexto, se puede llegar a saber si una form a tabú o un eufem ism o es m ás frecuente en tre hom bres o m ujeres, entre jóvenes o viejos, en con­ textos form ales o pocos formales. A este respecto, L ópez M orales, en un estudio realizado sobre San Ju an de P u erto Rico, concluye que el com portam iento del eufe­ mism o y del tabú está controlado, al m enos, p o r el nivel sociocultural de los sujetos y p o r el estilo del h ab la.18 A sí, la frecuencia de los eufem ism os de la palabra tabuizada culo (trasero, fo n d illo , nalgas) disminuye conform e desciende el nivel sociocul­ tural de los hablantes de San Juan: nivel m edio alto, 35,6 %; nivel m edio, 33,9 %; n i­ vel m edio bajo, 20,3 %; nivel bajo, 10,2 %. T am bién se ha com probado que, si el e u ­ fem ism o es un cultism o o un tecnicismo {coito, eyacular, recto), no se da en el nivel más bajo del espectro sociocultural. E n lo que se refiere a la variación estilística, los datos de L ópez M orales indican que hay un aum ento paulatino de los eufem ism os a m edida que los hablantes pasan de estilos m ás espontáneos a otros m ás cuidados, au nque las m ayores diferencias se observan entre el estilo espontáneo y los dem ás, com o d em uestran las frecuencias de los eufem ism os de culo: estilo espontáneo, 23,1 %; estilo neu tro , 36,4 %; estilo cuidadoso, 40,3 %.

Competencia lingüística, competencia comunicativa y competencia cultural Los etnógrafos de la com unicación llevan muchos años insistiendo en las lim ita­ ciones, que para ellos son evidentes, del concepto generativista de competencia lin­ güística. H ym es, en este aspecto, es contundente: el térm ino competencia prom ete m ás de lo que contiene en realidad porque se restringe a lo puram ente gram atical y deja en la p enum bra otros aspectos del conocim iento tácito de los hablantes y de su habilidad com unicativa. E n esta línea de pensam iento, la etnografía de la com unica­ ción com parte con el generativism o chom skyano una preocupación por la creatividad y la libertad del hablante, p ero añade un m atiz que afecta a la esencia m ism a de esa libertad: la situación. Los m ecanism os gram aticales deben ser adecuados a las situ a­ ciones en las que se utilizan; con otras palabras, para H ym es la relación entre los m e­ canism os gram aticales y las situaciones debe ser una relación positiva. Así, cuando

18. «Papel del nivel sociocultural y del estilo lingüístico en el uso del eufemismo», en F. Moreno Fer­ nández (ed.), Trabajos de sociolingüística hispánica, Alcalá, Universidad de Alcalá, 1997.


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H ym es se refiere al concepto de creatividad, tam bién pone en lugar destacado la n e ­ cesidad de que exista una adecuación y afirma: Las reglas de adecuación más allá de la gramática gobiernan el habla y son adqui­ ridas como parte de las concepciones del yo, y sus sentidos están asociados a la vez con las formas particulares del habla y con el acto del habla misma.19 A n te las lim itaciones denunciadas por H ym es, se ha propuesto, m anejado y di­ fundido el concepto de «com petencia com unicativa». E ste concepto incluye el cono­ cim iento, p o r p arte de un hablante, no sólo de un código lingüístico, sino tam bién de qué decir, a quién y cóm o decirlo en una situación determ inada. D esde este p unto de vista, el estudio de la lengua y de otras form as de com unicación debería dar cuen­ ta de los aspectos siguientes: 1) 2) 3) 4)

si algo es form alm ente posible y en qué grado; si algo es factible en relación con los medios de que se dispone, y en qué grado; si algo es apropiado en relación con el contexto en que se usa, y en qué grado; si algo es un hecho real, producto de una actuación, y en qué grado.

E l prim ero de estos cuatro puntos se corresponde con lo que el C hom sky de A s ­ llam a c o m p e t e n c i a ;20 en teoría, los tres puntos restantes deberían estar vincu­ lados a la actuación. Para la sociolingüística todo ello es parte de la c o m p e t e n c i a c o ­ m u n i c a ti v a del hablante-oyente, con lo que sus límites van m ás allá de los dom inios de la c o m p e t e n c i a lin g ü ís tic a . Incluso se p uede hablar de un tipo de com petencia, más am plio, en el que q u edarían recogidos todos los aspectos que tienen que ver con la com unicación, tanto lingüística com o no lingüística. A esta clase am plia se le da el n om bre de c o m p e t e n c i a c u ltu r a l. E n tre los tres conceptos de com petencia se estable­ ce una relación de inclusión, de tal form a que la com petencia cultural incluye a la co­ m unicativa y a la lingüística, y la com unicativa, a la lingüística: c o m p e t e n c i a c u lt u r a l

p e c to s

> c o m p e t e n c i a c o m u n i c a t i v a > c o m p e t e n c i a lin g ü ís tic a .

T eóricam ente, un hablante puede dom inar en su com petencia todos los elem en­ tos que com ponen la com unicación, que serían los siguientes: 1.

C onocim iento lingüístico a ) E lem entos verbales b ) E lem entos no verbales c) Clases de elem entos en acontecim ientos com unicativos concretos d) R elación de posible variantes e) Significado de las variantes en situaciones concretas

2.

C onocim iento del proceso de interacción a ) Percepción de los hechos destacados en situaciones com unicativas b) N orm as de interacción e interpretación c) E strategias para consecución de objetivos

19. Foundations in Sociolinguistics. A n Ethnographic Approach, Cinnaminson, University of Pennsylvania Press, 1974, p. 125. 20. Aspectos de la teoría de la sintaxis, Madrid, Aguilar, 1970.


LA LENGUA EN SU USO SOCIAL

205

Capacidad general de expresión Capacidad para las actividades que acompañan a la lengua (mímica, gestos, etc.)

Competencia lingüística en su totalidad Competencia lingüística psicofísica

Competencia lingüística cultural Competencia lingüística general Competencia lingüística particular Competencia textual o discursiva

FlG. 11.2.

3.

E sq u e m a general de los p la n o s y nieveles d e l h ablar según E. C oseriu (1994).

C onocim iento cultural a) E stru ctu ra social b) V aloraciones y actitudes generales c) E squem as cognoscitivos d ) Procesos de culturización (transm isión de conocim ientos)

E sta visión de la lengua, que sobrepasa con m ucho los límites de lo puram ente lingüístico o, digam os, de lo convencional, no sólo ha preocupado a los etnógrafos sino que tam bién ocupa un lugar de relieve en la obra de algunos estudiosos cuya fi­ liación lingüística n o se pone en duda. La p ru eb a m ás evidente de ello se encuentra en los trabajos de E ugenio Coseriu, quien se ha preocupado de hilvanar y d ar cu er­ po a u na «teoría general del hablar», cuyo esbozo se encuentra en el volum en titu la­ do C om petencia lingüística. Elem entos de la teoría del hablar, que ha elaborado y edi­ tado su alum no H einrich W eber, a p artir de las notas de clase de algunos cursos y, p o r supuesto, de la o bra del m ism o C oseriu.21 E l esquem a de esa «teoría general del hablar» presenta para el hablante una ca­ pacidad general de expresión que incluye una capacidad y una com petencia bien di­ ferenciadas: la capacidad p ara las actividades que acom pañan a la lengua (mímica, gestos) y la com petencia lingüística en su totalidad. E sta com petencia lingüística, in ­ cluye, a su vez, dos com petencias diferentes: la competencia lingüística psicofísica y la com petencia lingüística cultural. D en tro de la com petencia lingüística cultural se dis­ 21.

Madrid, Gredos, 1994.


PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

206

tingue una com petencia lingüística general (saber elocutivo), una competencia lingüís­ tica particular (saber idiom ático) y una com petencia textual o discursiva (saber expre­ sivo). L a disposición de todas ellas queda recogida en la figura 11.2. N o sería adecuado deducir una relación de equivalencia entre el concepto de «com petencia cultural y com unicativa» de los etnógrafos y el concepto de «com pe­ tencia» de C oseriu — los puntos de p artid a e incluso las intenciones de los autores son m uy distintos— , p ero la coincidencia de algunos planteam ientos es evidente. E n la configuración de esas com petencias tienen m ucho que ver los contextos extraverbales o las circunstancias no lingüísticas que conocen o perciben los hablantes. Según el m ism o Coseriu, esos contextos extraverbales son de varios tipos: el contex­ to físico, que incluye la cosas que están a la vista de los interlocutores; el contexto em ­ pírico, que está form ado p o r los estados objetivos de las cosas, conocidos p o r los h a ­ blantes, aunque no estén a la vista; el contexto natural, que incluye todos los contex­ tos em píricos posibles; el contexto práctico u ocasional, que abarca la circunstancia objetiva y subjetiva en que se produce el discurso (situación, interlocutores, in ten ­ ción); el contexto histórico, que está form ado por las circunstancias históricas (perso­ nales y generales) conocidas p o r los interlocutores; y el contexto cultural, que incluye todo aquello que pertenece a la tradición cultural de un grupo o una com unidad.22

Traducción de lenguas / traducción de culturas V aldés.

P o r e s to es g ra n d e la te m e rid a d d e lo s q u e se p o ­

n e n a tr a d u z ir d e u n a le n g u a en o tr a s in s e r m u y d ie s tr o e n la u n a y e n la o tra . M a r c io .

D e s ta m a n e ra p o ca s cosas se tr a d u z ir ía n . J u a n d e V a l d é s , Diálogo de la lengua,

1535

C uando se aplica el principio de la relatividad lingüística, en su versión m ás ra ­ dical, al cam po de la traducción, se llega a la conclusión de que, si una lengua m a­ tern a im pone una visión del m undo, es prácticam ente im posible conocer otras lenguas y, consecuentem ente, es im posible culm inar con éxito su traducción. Las teorías sobre el lenguaje y la visión del m undo ponen a la traducción en una encrucijada teórica difícil de afrontar en un plano abstracto. Sin em bargo, es posible zafarse de la opresión de estas form ulaciones recurriendo a argum entos de diferente naturaleza. U n a posible salida a esta aporía estaría en relativizar el concepto de lo in­ traducibie: de hecho en n uestro m undo son m uy frecuentes las situaciones de lenguas en contacto y son m uchos los hablantes que poseen un bilingüismo natural. La posi­ bilidad de realizar intercam bios com unicativos interlingüísticos y de traducir es, sim ­ plem ente, una realidad m anifiesta. Pero, cuando se dice que la traducción es posible, nadie supone que p o r ello sea una tarea fácil: no fue fácil hace 4.000 años, ni lo ha sido en los últim os siglos.23 B as­ te un solo ejem plo. U n buen núm ero de m isioneros españoles, dom inadores de len­ guas indígenas, se pusieron a la labor, d urante los siglos xvi y x v n , de redactar lexi­ 22.

Véase E. Coseriu, Teoría del lenguaje y lingüística general, 3." ed., Madrid, Gredos, 1982, pp. 315-

23.

Véase V. García Yebra, Traducción: historia y teoría, Madrid, Gredos, 1994.

317.


LA LENGUA EN SU USO SOCIAL

207

cones o vocabularios bilingües y estos hom bres se vieron m aniatados p o r m uchos de los aspectos que hoy interesan a la etnografía de la com unicación. Así, fray D o m in ­ go de Santo Tom ás, au to r del Vocabulario de la lengua general del Perú (1560), que utilizó com o m odelo el Vocabulario español-latino de N ebrija, sólo pudo incluir en su o b ra alred ed o r de 11.000 entradas (español-quechua y quechua-español), frente a las casi 23.000 de la obra nebrisense (español-latín): el m otivo de esta reducción de en ­ tradas estuvo en las diferencias culturales en tre lo quechua y lo español. F ray D o ­ m ingo de S anto T om ás prescindió en la p arte español-quechua de las form as referi­ das a realidades totalm ente desconocidas en A m érica: árboles, semillas, frutas, aves, peces, oficios, instrum entos, arm as, vestidos, m anjares, atavíos de casa o recipientes. Las traducciones que se hacen en la p arte quechua-español recurren constantem ente a los símiles, las m etáforas y las expresiones perifrásticas. La em presa de fray D o ­ m ingo y de otros intelectuales estuvo llena de obstáculos y sólo su conocim iento de la etnografía indígena pudo garantizar parcialm ente unos resultados satisfactorios. C om o consecuencia de lo anterio r se deduce que todo lo que provenga de la e t­ nografía de la com unicación p u ed e ser beneficioso p ara la traducción. A h o ra bien, no se facilita la traducción, sobre todo la m ás profesional y m ás frecuente, acum ulando datos parciales sobre las form as de resolver pleitos en una pequeña península de F i­ lipinas o de conseguir la jefatu ra de una tribu del Pacífico m ediante la exhibición de habilidades lingüísticas: es necesario describir etnográficam ente situaciones m ás cer­ canas al m undo de la traducción real. E n esta línea, las investigaciones sobre el lenguaje político, la com unicación entre m édicos y pacientes, la com unicación en si­ tuaciones de juicios y de entrevistas laborales o sobre la com unicación en grupos u r­ banos m arginados suponen un avance, poco espectacular todavía, p ero que acabará resultan d o útil y efectivo.

Reflexiones y ejercicios 1. C om ente el siguiente texto de B enjam in Lee W horf («La relación en tre len ­ guaje y pensam iento y conductas habituales», en P. G arvin y Y. L astra, A ntología de textos de etnolingüística y sociolingüística, 2.a ed., M adrid, U N A M , 1984, pp. 125-128): Conocí un aspecto de este problema antes de haber estudiado con el doctor Sapir y en un campo comúnmente considerado ajeno a la lingüística. Fue en el transcur­ so de mi trabajo profesional con una compañía de seguros contra incendio, cuan­ do me tocó el oficio de analizar muchos cientos de informes sobre las circunstan­ cias que rodean la iniciación de los incendios y en algunos casos las explosiones. Mi análisis me dirigía hacia las- condiciones puramente físicas, instalaciones eléc­ tricas defectuosas, presencia o ausencia de espacios de aire entre conductores m e­ tálicos y madera, etcétera, y los resultados se presentaban en estos términos. Cier­ tamente el trabajo se emprendió sin sospechar que se revelarían o podrían reve­ larse otros factores cualesquiera. Pero a su debido tiempo se hizo evidente que no sólo una situación física: qua física, sino el significado de tal situación para la gen­ te era a veces un factor a través del comportamiento de las personas se traducía en incendio. Y el «significado» era un factor clarísimo cuando era una significado lin­ güístico que residía en el nombre o en la descripción lingüística comúnmente apli­ cada a la situación. Así, el comportamiento alrededor de «tanques de gasolina»


208

PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

tenderá a cierto tipo, esto es, se tendrá gran cuidado; mientras que alrededor de un depósito de lo que se llama «tanques vacíos de gasolina» el comportamiento tenderá a ser diferente —descuidado, con poca restricción de fumar o arrojar coli­ llas a su alrededor. Sin embargo los tanques vacíos son quizá los más peligrosos puesto que contienen vapores explosivos. Físicamente la situación es peligrosa, pero el análisis lingüístico de acuerdo con la analogía regular ha de emplear la pa­ labra «vacío», lo que inevitablemente sugiere ausencia de riesgo. La palabra «va­ cío» se emplea en dos esquemas lingüísticos: 1. como virtual sinónimo de «nulo y vacuo, negativo, inerte»; 2. aplicada al análisis de situaciones físicas sin tener en cuenta, por ejemplo, vapores, vestigios líquidos o desechos diseminados en el reci­ piente. La situación queda definida de acuerdo a la pauta 2 y luego la actividad real en torno a lo que sí ha sido definido se basa en la pauta 1; esto es una fórmula general para el condicionamiento lingüístico de la conducta que se torna peligro­ sa. [...] Tales ejemplos, que podrían multiplicarse, son suficientes para mostrar cómo la sugestión de una cierta línea de conducta se ha debido a las analogías de la fórmula lingüística con una situación dada, y por ella se analiza, se clasifica y se le asigna su lugar en ese mundo que está en gran medida inconscientemente cons­ truido sobre los hábitos lingüísticos del grupo. Y siempre suponemos que el análi­ sis lingüístico hecho por nuestro grupo refleja la realidad mejor de lo que lo hace. 2. H aga una relación com pleta de todos los térm inos de parentesco que se u ti­ licen en su lengua (por ejem plo, en español) y en una lengua extranjera. C om párelos y com ente las diferencias que encuentre. 3. O rd en e las siguientes palabras por su adecuación al p ro totipo de ‘fru ta ’: p lá­ tano, m anzana, pera, limón, tomate, melón, coco, fresa, mora, cereza, quivi. Pida a va­ rias personas — a ser posible que pertenezcan a grupos sociales o com unidades de h a ­ bla diferentes— que realicen la misma p rueba y com pare los resultados. 4. H aga una relación de todos los eufem ism os relacionados con la m u erte que se usen en su com unidad (nom bres de la m uerte, de m orir, del entierro, del féretro, etc.) y com ente qué procedim ientos lingüísticos se han usado para su creación.

Orientaciones bibliográficas P ara conocer con m ás detalle la hipótesis S a pir-W horf lo m ás adecuado es acu­ dir a las fuentes. V éase E. Sapir, E l lenguaje (M éxico, FC E , 1954; con m últiples reim ­ presiones). T am bién, de B. L. W horf, «La relación en tre lenguaje y pensam iento y conductas habituales», en P. G arvin y Y. L astra, A ntología de textos de etnolingüística y sociolingüística (2.a ed., M adrid, U N A M , 1984, pp. 125-152). A sim ism o, pu ed e resultar interesante la lectura de los capítulos 3 al 6 del libro de M. C asado V elarde, Lenguaje y cultura (M adrid, Síntesis, 1988) y del capítulo 3 del libro de R. A . H udson, L a sociolingüística (B arcelona, Síntesis, 1981). Sobre la form a en que el léxico puede recoger y reflejar creencias y los m ás diversos aspectos socioculturales, es recom endable la lectura del libro de G erhard Rohlfs, Estudios so ­ bre el léxico rom ánico (reed. parcial y notas de M. A lvar, M adrid, G redos, 1979), es­ pecialm ente de los capítulos 3 al 9.


T ercera

pa rte

LA COEXISTENCIA DE LENGUAS Y SOCIEDADES


C a p ít u l o 12

BILINGÜISMO La definición de bilingüismo Considerando en quanta estima sean en este tiempo los que ha­ blan diuersos lenguages... A n t o n io d e l C o r r o , Reglas gram aticales, 1586

E l estudio del bilingüism o m erece un lugar destacado entre las investigaciones sociolingüísticas porque, si alguna situación pudiera considerarse norm al sociolingüísticam ente, sería aquella en la que coexisten dos o más lenguas: la m ayor parte de las com unidades del m undo viven en una situación en la que conviven varias lenguas. C om o tendrem os ocasión de com probar, esa convivencia afecta tan to a las lenguas com o a los hom bres y lo puede h acer de form a positiva o de form a negativa. E l fenóm eno del bilingüism o es de una enorm e com plejidad y se m anifiesta en las com unidades y en los individuos; tal vez por ello los problem as que se p lan tean son m uy dispares y p u ed en ser abordados desde m uy diversas perspectivas. H oy día el bilingüism o es o bjeto de estudio de la lingüística general, la sociolingüística, la psicolingüística, la neurolingüística, la pedagogía y la política lingüística, en tre otras dis­ ciplinas. L os problem as a la h o ra de estudiar el bilingüism o em piezan p o r la definición del concepto y la organización de su tipología. Para bien o p ara mal, contam os con defi­ niciones del concepto de «bilingüismo» m uy variadas y realizadas desde posiciones m uy diferentes. Todas ellas po d rían alinearse a lo largo de una escala que situaría en un extrem o las definiciones que ofrecen una concepción estricta del fenóm eno, defi­ niciones del tipo «el bilingüism o consiste en el dom inio pleno, sim ultáneo y altern an ­ te de dos lenguas»; en el o tro extrem o se encontrarían las definiciones de límites m e­ nos angostos, las que hablan de bilingüismo para referirse sim plem ente al conoci­ m iento de una segunda lengua, sea en el grado que sea. Las definiciones m ás conocidas de bilingüism o son las que propusieron, m ucho tiem po atrás, L eonard Bloom field (1933), E inar H augen (1953) y U riel W einreich (1953). P ara el prim ero, bilingüism o es «el dom inio nativo de dos lenguas»; H augen dice del bilingüe que «utiliza expresiones com pletas y con significado en otras len ­ guas»; p a ra W einreich, bilingüism o sería «la práctica de dos lenguas usadas altern ati­ vam ente». Si analizam os estas propuestas detenidam ente, com probam os que la de B loom field p odría localizarse cerca del extrem o más estricto de la escala de las defi­


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

niciones, la de H augen quedaría situada en el extrem o m enos exigente — en esas con­ diciones casi cualquiera podría ser bilingüe— y la de W einreich, tal vez en un p u nto in term ed io .1 M ás allá de las definiciones, y desde una perspectiva m uy general, puede h a ­ blarse de dos clases de bilingüismo: el bilingüismo individual, que afecta a los indivi­ duos com o tales, y el bilingüism o colectivo o social, que afecta a las com unidades y a los individuos com o m iem bros de esas com unidades. A pesar de los inconvenientes q ue supone la disociación de una realidad unitaria, m antenem os esa dicotom ía bási­ ca para facilitar la delim itación teórica del concepto.

£1 bilingüismo individual. Clases de bilingüismo E l bilingüism o individual se concibe y explica, naturalm ente, com o un fenóm eno característico del individuo. M iguel Siguán y W illiam M ackey llam an bilingüe a la perso n a que, adem ás de su prim era lengua, tiene una com petencia parecida en otra lengua y que es capaz de usar una u otra en cualquier circunstancia con parecida efi­ cacia;2 a su vez, se llam a lengua primera, lengua materna o lengua nativa a la que se ap rende en prim er lugar d u ran te la infancia, generalm ente antes de los tres años.3 Siguán y M ackey apuntan, sin em bargo, que el bilingüismo así definido se puede considerar com o perfecto o ideal, ya que lo que encontram os en la realidad son indi­ viduos que se aproxim an m ás o m enos a este ideal.4 Las características básicas del bi­ lingüismo individual, según se desprende de la definición ofrecida, serían las siguientes: a) Independencia de los dos códigos: cuando el individuo m aneja la lengua A está utilizando esp o ntáneam ente todas las reglas que llevan a construir m ensajes en esa lengua; antes de em itir cada frase, el hablante bilingüe no se plantea la elección de una lengua porque norm alm ente los bilingües, desde niños, tienen una separación casi autom ática de las dos lenguas. b) Alternancia: el bilingüism o supone el paso rápido y sin esfuerzo de un siste­ m a lingüístico a otro, en función de los interlocutores, las situaciones com unicativas y las circunstancias am bientales. c) Traducción: el bilingüe es capaz de expresar unos m ism os significados a tra ­ vés de dos sistem as porq u e puede traducir un texto de una lengua a otra, esto es, p u e ­ de trasp asar un mism o significado de una lengua a otra. Según Siguán y M ackey, la capacidad de traducir del bilingüe podría utilizarse com o un buen argum ento en con­ tra de la identificación form al en tre lenguaje y pensam iento y en favor de la existen­ cia de un nivel de significación distinto del nivel estrictam ente verbal.5 1. Véase L. Bloomfield, Lenguaje, Lima, Universidad Mayor de San Marcos, 1964; E. Haugen, The Norwegian language in America: A study in bilingual behavior, Filadelfia, University of Pennsylvania Press, 1953; U. Weinreich, Lenguas en contacto, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1974. 2. Educación y bilingüismo, Madrid, Santillana/Unesco, 1986, pp. 17-18. 3. En algunos estudios de sociología del lenguaje, también se usa la denominación primera lengua para hacer referencia a la lengua preferida en una situación multiiingüe. 4. Badía Margarit, para referirse al bilingüismo de los niños cuyos padres hablan lenguas diferentes, uti­ liza la denominación bilingüismo natural. Véase Llengua i cultura ais Pa'isos Catalans, Barcelona, Edicions 62, 1964, p. 136. 5. Esto no supone que los bilingües deban ser mejores traductores.


213

LA COEXISTENCIA DE LENGUAS Y SOCIEDADES «book»

«book» \

«kníga» «book» s «kníga>’

/búk/

/’kníga/

A) Bilingüismo coordinado

/búk/

/’kníga/

B) Bilingüismo compuesto

/buk/ I

/’kníga/

C) Bilingüismo subordinado

F ig . 12.1.

A dem ás de estas características, hay que ten er en cuenta que la definición de Si­ guán y M ackey es tam bién útil para los casos en que se dom inan m ás de dos sistem as lingüísticos y que el concepto de bilingüismo exige la existencia de dos lenguas, es d e­ cir, de dos códigos que sean ininteligibles entre sí y que sean considerados com o len­ guas diferentes p o r los individuos de las com unidades que los utilizan y de las com u­ nidades que n o los utilizan. A h o ra bien, la traducibilidad que se exige en el individuo bilingüe — la tercera de las características apuntadas— nos conduce a plantear un asunto de especial im ­ portancia: la relación entre los sistem as lingüísticos del bilingüe; dicho de o tra form a, la representación m ental de las lenguas en el individuo bilingüe. U riel W einreich, en uno de los trabajos clásicos de la especialidad, distinguió tres tipos de bilingüismo, se­ gún la relación que establecen en tre sí las lenguas que han entrado en contacto, en este caso en el individuo bilingüe (véase la figura 12.1):6 A . Bilingüism o coordinado: consiste en la separación de los significados de las palabras equivalentes de las dos lenguas; los significados estarían rem itiendo a con­ ceptos o referen tes distintos, o ligeram ente diferentes. E n el ejem plo que utiliza W einreich, se m uestra p o r m edio de un diagram a cóm o la form a /búk/ (b o o k ‘libro’) del inglés y la form a /’kníga/ (Kníga ‘libro’) del ruso se vinculan a significados dife­ rentes, que p o d rían rem itir a conceptos diferentes (en el caso del inglés, a la idea del libro británico m ás típico; en el caso del ruso, a la idea del libro ruso m ás típico). B. Bilingüism o com puesto: consiste en la coincidencia en el significado de las palabras equivalentes de las dos lenguas: el significado estaría rem itiendo a un m is­ m o concepto o referen te, o a conceptos totalm ente equivalentes. Para representarlo, W einreich usa un diagram a en el que la form a /búk/ y la form a /’kníga/ se vinculan a un m ism o significado que p odría rem itir a un solo concepto (la idea general de libro). C. B ilingüism o subordinado: consiste en la coexistencia de una lengua dom i­ n an te y una lengua dom inada: las palabras de la lengua dom inada se in te rp reta n des­ de las p alabras equivalentes de la lengua dom inante. E n el caso del bilingüismo coordinado, el hablante bilingüe opera com o dos h a ­ blantes m onolingües yuxtapuestos; en el bilingüism o com puesto habría una base con­ ceptual com ún p ara las dos lenguas (algunos autores hablan en este caso de bilin­ güism o puro)\ en el subordinado, la lengua dom inada se aprende y utiliza a través de la lengua dom inante: de hecho se ha llegado a explicar que este tipo de bilingüism o

6.

Véase Lenguas en contacto, ob. cit., pp. 34-37.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

es el que producen algunas técnicas de enseñanza-aprendizaje de segundas lenguas en sus prim eras etapas. L a tipología del bilingüism o establecida p o r W einreich h a sido objeto de críticas y revisiones a lo largo de los años, revisiones que, en algunos casos, h an llegado a con­ cluir, después de n o pocos rodeos, que se trata de una propuesta adecuada. A esa cla­ sificación de los bilingües se le ha objetado, p o r ejem plo, que los subordinados sen­ cillam ente no son bilingües, y esto lleva a m odificar algo los conceptos y a hablar de un bilingüism o en el que existe un solo sistem a de significaciones (bilingüism o com ­ puesto) y de o tro en el que existen dos sistem as de significaciones (bilingüism o coor­ dinado)i, sin que en tre ellos sea posible descubrir límites precisos. Los tres tipos de W einreich, p o r tanto, q u edarían reducidos a dos. P ara O sgood, las diferencias en tre estas dos clases de bilingües (coordinados y com puestos) nacen en el m om ento de la adquisición de los sistemas: parece que el b i­ lingüism o coordinado surge m ás fácilm ente cuando las lenguas se adquieren en con­ textos independientes, y el com puesto cuando la adquisición se produce en un mismo contex to .7 A h o ra bien, según los experim entos realizados p o r W allace L am bert y otros investigadores, el contexto no resulta tan im portante com o la experiencia m o­ nocultura! o bicultural de los individuos, que se considera decisiva a la h o ra de ad ­ q uirir las lenguas de una form a coordinada o de una form a com puesta.8 P o r eso con­ viene distinguir con claridad entre el concepto de bilingüism o y el de biculturalismo:9 aunq u e frecuentem ente van em parejados — cada lengua puede ser vehículo de ex­ presión de una cultura diferente: p o r ejem plo, el español y el n áhuatl en M éxico— no siem pre han de coincidir en una mism a situación o en un m ism o sujeto p orque p u e­ den existir situaciones de m onolingüism o bicultural y situaciones de bilingüism o prác­ ticam ente m onocultural. P or otra parte, m uchos investigadores han decidido dejar a un lado la dicotom ía coordinado-compuesto y han centrado su atención en un objeto no muy lejano, pero di­ ferente: el funcionam iento del léxico mental. É ste consiste en un conjunto de unidades o entradas en las que se recoge toda la inform ación lingüística (semántica, gramatical, fonológica) de cada elem ento léxico, así como la representación m ental y conceptual correspondiente. Las hipótesis planteadas hasta el m om ento se refieren a la posibilidad de considerar la presencia de un solo léxico o conjunto de entradas para las dos len­ guas (almacenado único) o de dos léxicos m entales diferenciados e independientes (al­ macenado doble). A nte la dem ostración, parcial, de la validez de am bas posibilidades, M. Paradis ha propuesto una solución interm edia que separa la m emoria semántica del léxico mental: los hablantes bilingües poseen una m em oria semántica, concebida como un sistem a conceptual único, que está conectada a dos almacenes léxicos y que se p u e ­ de activar a voluntad del hablante; existe, pues, una sola representación m ental, pero organizada de m odo diferente, según si se verbaliza una lengua u o tra .10 7. E. Osgood y T. Sebeok, Psycholinguistics. A Survey o f Theory and Research Problems, Baltimore, Waverley Press, 1954. 8. «The influence of language acquisition context on bilingualism», Journal ofA bnorm al and Social Psy­ chology, 56 (1958), pp. 239-244. 9. E. Haugen, Bilingualism in the Americas: a Bibliography and Research Guide, Alabama, University of Alabama Press, 1956. 10. M. Paradis, «Language and thought in bilinguals», The Sixth LAC U S Forum 1979,1980, pp. 480-494. Para todo ello, véase R. Appel y P. Muysken, Bilingüismo y contacto de lenguas, Barcelona, Ariel, 1986, pp. 112-121.


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L a doble interpretación del alm acenado del léxico m ental nos orienta al plan ­ team iento y la discusión de otro interesante asunto: ¿cómo funciona el bilingüismo en el individuo? ¿Las lenguas están totalm ente separadas a la h ora de la recepción y la producción de los m ensajes, o estos procesos funcionan sim ultáneam ente en cada len ­ gua? La recepción y producción lingüística de los bilingües se han explicado com pa­ rándolas con el funcionam iento de un interruptor eléctrico: la «teoría del interruptor único» defiende la existencia de un m ecanism o único que activa la recepción y p ro ­ ducción de una lengua, desactivando la otra. Pero esta teoría ha sido refutada en di­ versos m om entos y p o r num erosos especialistas que proponen el funcionam iento de un doble interruptor, uno para cada lengua, y que incluso han llegado a m edir el tiem ­ po que tarda un hablante bilingüe en accionar el «interruptor» correspondiente a la en trad a y salida de cada una de sus lenguas (m enos de 0,5 segundos).11 L a dem ostra­ ción de que no puede existir un solo interruptor se obtiene con la evidencia de que un bilingüe es capaz de en ten d er a una persona que habla en una de las lenguas m ientras em ite en la otra. N o obstante, todo lo relacionado con las teorías de los interruptores debe reconsiderarse dándole la im portancia que tiene, por su frecuencia y su d esarro­ llo, al fenóm eno denom inado cambio de código o alternancia de lenguas, en el que un hablante hace un uso alterno de las dos lenguas dentro del mism o discurso, de la m is­ m a oración e incluso de un mismo sintagm a, sin llegar a m ezclarlas (capítulo 15). C om o conclusión parcial de lo expuesto acerca de los tipos de bilingüismo, se debe destacar, en prim er térm ino, la dificultad de su establecim iento, sobre todo por lo que cuesta dem o strar em píricam ente cuándo se está ante una clase de bilingüism o y cuándo an te otra, y, en segundo térm ino, la utilidad de la tipología p ropuesta por W einreich. E n relación con este punto, cabe la posibilidad, sin em bargo, de fijar tipos m ás concretos de bilingüism o, que vendrían caracterizados p o r factores m uy diversos, com o la fam iliaridad que el h ablante tenga con cada una de las lenguas, las funciones y usos de las lenguas, tan to para el individuo com o para la com unidad en que se d e­ senvuelve, y la form a y el m om ento en que se ha adquirido el bilingüismo: las dos len ­ guas en la prim era infancia; u na en la familia, otra en la escuela; p o r cam bio de resi­ dencia; aprendizaje de una lengua extranjera. T odos estos factores p u eden dar lugar, p o r ejem plo, a un bilingüism o activo o a un bilingüismo pasivo, según la capacidad del h ab lan te para utilizar activam ente las destrezas lingüísticas en am bas lenguas (e n ­ tender, hablar, leer, escribir), en el prim er caso, o para en ten d er una de las lenguas (prim era destreza), en el caso del bilingüismo pasivo. A tendiendo a la definición de bilingüism o individual, según la cual el bilingüe ha de poseer una alta com petencia en dos lenguas que m aneja con sim ilar facilidad y eficacia, el bilingüismo, en su grado m ás desarrollado, sería un bilingüism o equilibrado, aunque resulta enorm em ente di­ fícil hallar un caso real en el que el equilibrio se m anifieste de form a perfecta.

El bilingüismo social E l bilingüism o es un fenóm eno que, adem ás de afectar al individuo, afecta a las sociedades, a las com unidades de hablantes. D esde este p u nto de vista, una com uni­ d ad bilingüe se pod ría definir com o aquella en la que se hablan dos lenguas o en la 11.

Véase R. Appel y P. Muysken, Bilingüismo y contacto de lenguas, ob. cit., pp. 118-120.


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II

III

Tono claro: lengua A o lengua B; tono oscuro: lengua A + lengua B.

Fig. 12.2.

Formas de bilingüismo social representadas esquemáticamente.

que todos sus com ponentes o una p arte de ellos son bilingües. Tal definición in ter­ preta el bilingüism o colectivo com o subsidiario del bilingüism o individual, aunque tam bién es posible pensar que un individuo es bilingüe porque así se lo im pone la co ­ m unidad en la que vive, con lo que se entraría en un círculo sin salida. E n cualquier caso, parece claro que el bilingüism o — el individual y el colectivo— es una realidad en la que se implican estrecham ente factores psicológicos y factores sociales. Las form as de bilingüism o social más am pliam ente aceptadas son las que p re ­ sentan A p p el y M uysken y que se recogen en la figura 12.2.12 E stos especialistas se refieren a tres situaciones de bilingüism o social. E n la si­ tuación I, cada una de las lenguas es hablada p o r un grupo diferente; se trata de gru­ pos m onolingües que, al yuxtaponerse, constituyen una com unidad bilingüe y que re ­ q uieren la intervención de algunos individuos bilingües para com unicarse en tre sí: en las colonias europeas, p o r ejem plo, era frecuente que el grupo colonizador y el colo­ nizado llevaran una vida independiente en la que cada uno hacía uso de un vehículo de com unicación diferente. E n la situación II, todos o prácticam ente todos los h a ­ blantes serían bilingües; estas com unidades se p ueden encontrar hoy en la India o en num erosos países de Á frica. Finalm ente, la situación III recoge la coexistencia de un grupo m onolingüe, p o r lo general dom inante desde una perspectiva sociológica, y otro bilingüe, a m enudo m inoritario. E sta tipología, no obstante, tiene un carácter teórico, ya que rara vez se encuen­ tra una com unidad que se ajuste p o r en tero a uno de los esquem as: en la historia de los pueblos concurren circunstancias que hacen que cada situación sea un caso único e irrepetible, en el que se com binan de m anera m uy diversa factores históricos, cul­ turales, políticos y lingüísticos diferentes. Fijar unos tipos elem entales resulta, pues, relativam ente fácil, p ero descubrir esos m odelos teóricos en com unidades de habla reales resulta poco m enos que imposible. Según Siguán y M ackey, los factores históricos que suelen desem bocar en situa­ ciones de bilingüism o son los siguientes:13 a) Expansión. Procesos de expansión de unos pueblos p o r territorios en los que se habla o tra lengua. E n el m undo hispánico se han conocido num erosos casos: la expansión m usulm ana p o r la península ibérica, la colonización am ericana, filipina o africana. b) Unificación. Procesos de unificación política para la creación de grandes E stados. E sas unificaciones suelen estar guiadas p o r un grupo de p oder que tiende a 12. 13.

Véase R. Appel y P. Muysken, Bilingüismo y contacto de lenguas, ob. cit., pp. 10-11. Educación y bilingüismo, ob. cit., cap. 2.


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im poner o difundir sus hábitos lingüísticos y que es seguido social y lingüísticam ente p o r otros grupos. C uando en ese proceso se ofrece resistencia, sobre todo por parte de algún grupo m inoritario, p uede surgir un conflicto lingüístico, si bien en tales si­ tuaciones, en las que se crean dilem as sociales e individuales, es posible en co n trar ca­ sos de identificación con la lengua dom inante que pueden suponer la sustitución o el ab andono de la lengua m in o ritaria.14 B adía M argarit habla de bilingüism o am biental p ara referirse al bilingüism o que es consecuencia del contacto de dos lenguas, cuan­ do una de ellas, generalm ente la del E stado, tiene un carácter expansivo por su m a­ yor peso dem ográfico y cultural.15 c) Situaciones poseoloniales. Países o territorios independizados con p o bla­ ción lingüísticam ente diversa. M uchas colonias — en A frica, por ejem plo— se han construido sobre territorios que no tenían una unidad cultural ni una estructuración social com ún; m uchas fronteras nuevas se han trazado siguiendo criterios arbitrarios, sin te n e r en cuenta factores étnicos o culturales m uy relevantes. E n estos casos, la len­ gua colonizadora se ha llegado a transform ar en el instrum ento más apropiado para las relaciones internas, p ara las relaciones internacionales y p a ra la com unicación for­ m al y culta. E n las situaciones poscoloniales sigue siendo necesario el uso de la len­ gua colonial p ara m uy distintas funciones comunicativas. d) Inmigración. Países o ciudades que reciben grandes contingentes de inm i­ grantes que hablan una lengua distinta. E n estas circunstancias, los em igrantes p u e ­ den ocupar lugares m uy diferentes dentro de la com unidad receptora. A sí, en prim er lugar, es posible que se produzca una integración plena, provocando que las gen era­ ciones segunda o tercera ya no aprendan la lengua prim era de sus padres (valgan com o ejem plo los italianos o los polacos en E stados U nidos). E n segundo lugar, los inm igrantes p u ed en vivir en una situación de aislam iento geosocial, esto es, en barrios separados que dificultan la integración social (m uchas com unidades chinas en E sta ­ dos U nidos o en E uropa): aquí suele ser habitual el m antenim iento de la lengua prim era y su enseñanza de padres a hijos, así com o la aparición de bilingüism o para ciertas funciones. E n un tercer tipo de situación, los inm igrantes, aun pudiendo in te­ grarse, en cu en tran todo tipo de dificultades para hacerlo: diferencias de nivel cultu­ ral, dificultades económ icas; es el caso de m uchos hispanos en E stados U nidos. e) Cosm opolitism o. L ugares de contactos internacionales, p o r lo general co­ m erciales y económ icos. A lo largo de la historia, estos lugares bilingües han sido los p uerto s francos y, a m enudo, han favorecido el nacim iento de variedades mixtas. E n la actualidad, tam bién se incluyen aquí los centros de política internacional, las g ran­ des áreas turísticas o los puntos de paso obligado en las com unicaciones internacio­ nales. P ara concluir este epígrafe sobre bilingüismo social, es necesario añadir dos p re ­ cisiones de sum a im portancia. Prim eram ente, ha de valorarse que en las com unida­ des bilingües suele producirse un rep arto de los usos y funciones sociales de las len­ 14. Véase L. V. Aracil, Conflict Unguistique et normalisation linguistique dans l'Europe nouvelle, Perpignan, IRSCE, 1965; R. Ninyoles, Idioma y poder social, Madrid, Tecnos, 1972, pp. 140-155. Los dilemas lle­ van, según los planteamientos de estos autores, bien a una situación de auto-odio o alienación por parte de los individuos que se asimilan e identifican con la lengua y la cultura dominantes, bien al apoyo de un proce­ so de regulación y extensión social de la lengua minoritaria. 15. Mengua i cultura ais Paisos Catalans, ob. cit., p. 136.


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guas, lo q ue ha conducido a distinguir entre situaciones de bilingüismo y de diglosia, en ten d id a esta últim a com o una desigualdad funcional de las lenguas. E n esa desi­ gualdad están im plicados num erosos factores culturales (cultura predom inante - cul­ tu ra lim itada), sociopolíticos (grupo de pod er - grupo dom inado) y lingüísticos (dis­ tancia en tre las lenguas, inteligibilidad; difusión de la lengua, núm ero de hablantes en el m undo), así com o factores afectivos. A todo ello le prestarem os la atención que m erece en el capítulo dedicado específicam ente al fenóm eno de la diglosia. P or o tra p arte, no hay que perd er de vista que el uso social de dos o m ás lenguas viene d eterm inado m uy frecuentem ente por los ámbitos o dom inios en los que se m a­ neje cada una de ellas. A l referim os a la interacción com unicativa y a la conversa­ ción, tuvim os ocasión de p resen tar las afinidades y discrepancias que p resentan los conceptos de situación com unicativa y de ám bito o dom inio. Se decía allí que do m i­ nio (o ám bito) es un concepto algo más am plio que el de situación p orque suele in ­ cluir no sólo el lugar y el m om ento de la com unicación, sino tam bién los participan­ tes, los tem as y las condiciones pragm áticas; el dom inio se define com o un ám bito de uso lingüístico que es significativo social y funcionalm ente y que, a m enudo, está ins­ titucionalizado. Pues bien, en los estudios del bilingüism o suele ser de gran utilidad distinguir en tre ám bitos o dom inios públicos o form ales y ámbitos o dom inios priva­ dos o inform ales, pero tam bién es habitual el m anejo de una tipología m ás concreta; de hecho, existen investigaciones en las que se ha analizado el uso de dos lenguas te ­ niend o en cuenta los ám bitos siguientes: la familia, las am istades, la religión, la ed u ­ cación y el tra b a jo .16 E l uso de una lengua u otra en cada uno de los ám bitos suele venir determ in ad o por factores económ icos, culturales, sociales, políticos, religiosos o incluso afectivos.

E fectos y consecuencias del bilingüismo Señalábam os, al com enzar esta capítulo, que la convivencia o coexistencia de len­ guas afecta ta n to a las lenguas com o a los hom bres y que lo puede hacer de form a positiva o de form a negativa. D esde hace años se vienen discutiendo los efectos que el bilingüism o puede ten er o que de hecho tiene en individuos y sociedades, sus ven­ tajas e inconvenientes. P ara descubrir o dem ostrar sus efectos se han hecho n u m ero ­ sos estudios que no han im pedido, sin em bargo, que nuestros saberes sigan siendo en gran p arte inseguros y aún escasos. Para tratar este asunto, dividirem os los efectos del bilingüism o en sociales e individuales, y distinguirem os los que son ventajosos de aquellos que se pued en considerar com o desventajas. D esde un pun to de vista social, el bilingüismo puede acarrear algunas dificulta­ des: en ocasiones se entorpece o retrasa la integración en una cultura, en una com u­ nidad o en un grupo social, debido al dom inio de instrum entos lingüísticos que se in ­ terp re ta n com o ajenos y distantes. E n algunas sociedades, el bilingüism o es valorado com o una realidad transitoria, com o un estado hasta cierto p unto «anorm al» cuya n a ­ turaleza debe desem bocar en un definitivo m onolingüism o. E n tal circunstancia, los bilingües p ueden ten er algunos problem as de integración, que serán m ás agudos en

16. Así se hizo, por ejemplo, en el conocido estudio de Fishman, Cooper y Ma sobre la comunidad puer­ torriqueña de Nueva York (Bilingualism in the Barrio, Bloomington, Indiana University Press, 1971).


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situaciones de m inoría, donde el bilingüismo se considere un fenóm eno atípico. A h o ­ ra bien, esto no tiene p o r qué suponer siem pre una dificultad, dado que, con m ucha frecuencia y cada vez más, los límites que revelan la pertenencia a culturas, com uni­ dades o grupos distintos resultan bastante difusos. P or o tra p arte, las ventajas sociales que el bilingüismo rep o rta son evidentes, co­ m enzando p o r la facilidad p ara establecer las relaciones más diversas y, en general, p ara la com prensión y el conocim iento entre pueblos e individuos. C uando el bilin­ güism o supone h ab er adquirido una segunda lengua socialm ente reconocida o p resti­ giosa y esta adquisición es vista com o un enriquecim iento personal, se habla de bi­ lingüism o aditivo. Si, p o r el contrario, la adquisición de una segunda len g ua.respon­ de a una necesidad socioeconóm ica y com porta el alejam iento o el abandono de la prim era lengua y su sustitución p o r la nueva, estam os ante un bilingüism o sustractivo. E l prim ero recibe el aliento y el apoyo m aterial y afectivo de la com unidad: es el caso del francés que quiere ap ren d er alem án, del canadiense anglohablante que ap ren d e francés o del n orteam ericano anglohablante que aprende español com o se­ gunda lengua. Los hablantes en los que se da un bilingüismo sustractivo, en cam bio, ven cóm o se pierd en sus habilidades en la prim era lengua en beneficio de la segun­ da: es el caso de los inm igrantes turcos que trabajan en A lem ania, de los hispanos que em igran y se instalan en E stados U nidos o Canadá. D esde la perspectiva del individuo — desde un p u n to de vista psicológico— el bilingüism o pu ed e supo n er alguna desventaja. L a principal de ellas, en tre las d e­ m ostrables, es la de p o d e r afectar negativam ente a la personalidad de los hablantes cuando las condiciones sociales n o son favorables ni al m ism o bilingüism o ni a los individuos bilingües: si ser bilingüe es un rasgo estigm atizado en una com unidad, son com prensibles unos efectos psicológicos perniciosos, com o la anom ía: un sentim ien­ to de d esorientación personal, una sensación de aislam iento social que provoca an­ sied ad .17 A sim ism o, el uso p recario de, al m enos, una de las lenguas, denom inado sem ilingüism o, tam bién p u ed e ten er consecuencias negativas para el norm al desa­ rrollo de las actividades sociales del individuo sem ilingüe, si bien esas consecuencias negativas se derivan, en p arte, de considerar tal uso com o deficiente y no com o di­ ferente. Ju n to a estos efectos negativos dem ostrables en determ inadas circunstancias, hay otros de com probación m ás com plicada. Así, a principios de siglo se pensaba que el bilingüism o provocaba fracaso escolar y aum entaba los m alos resultados en los tests de inteligencia, pero los trabajos de L am bert dem ostraron lo contrario en cuanto a las pru eb as de inteligencia.18 T am bién se ha llegado a defender la hipótesis del equi­ librio, según la cual los individuos tienen una capacidad determ inada — lim itada— p ara el aprendizaje de lenguas: todo lo que se aprenda en una lengua puede lim itar la com petencia en la o tra lengua. Sin em bargo, frente a esta hipótesis, se ha podido dem ostrar que la enseñanza-aprendizaje de dos lenguas puede beneficiar a ambas. A la h o ra de reconocer las ventajas o efectos positivos del bilingüism o sobre el individuo, son num erosas las investigaciones que aportan pruebas válidas y rigurosas. Se ha dem ostrado, p o r ejem plo, que los bilingües pueden llegar a ten er una m ayor

17. H. Baetens Beardsmore, Bilingualism: Basic Principies, Clevedon, Multilingual Matters, 1982, p. 153. 18. W. F. Lambert y G. R. Tucker, Bilingual education o f children. The Sr. Lambert Experiment, Rowly, Mass., Newbury House, 1972.


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flexibilidad cognoscitiva y una gran capacidad de abstracción, que los beneficios se h acen p aten tes cuando se alcanza cierto nivel de dom inio de las lenguas19 y que, en general, es el bilingüism o el que incide sobre las habilidades cognoscitivas del indivi­ duo y no al contrario. D eb e tenerse presente, sin em bargo, que los perjuicios o b e­ neficios suelen subordinarse al poder de determ inación de factores sociales com o el nivel socioeconóm ico o del prestigio o el desprestigio de las lenguas.

Aspectos educativos del bilingüismo E l bilingüism o, ya se ha dicho, es un fenóm eno com plejo en el que se im plican factores lingüísticos, sociológicos y psicológicos, p ero que tam bién envuelve factores políticos y educativos. E n tre estos últim os reviste un especial interés to d o lo relacio­ nado con la educación bilingüe. Siguán y M ackey llam an educación bilingüe al siste­ m a educativo en el que se utilizan dos lenguas com o m edio de instrucción, de las cu a­ les, norm alm ente, una es la prim era lengua de los alumnos. Las características de la educación bilingüe varían según se m anifiesten distintos factores: los objetivos lin­ güísticos del sistem a educativo, el lugar de las lenguas en el currículum , la relación en tre la lengua del alum no y la utilizada en la enseñanza o la hom ogeneidad lingüís­ tica del alum nado. A ten d ien d o a los objetivos lingüísticos, un sistem a educativo puede buscar una com petencia plena del alum no en las dos lenguas o una com petencia plena en una lengua y lim itada en la otra; en este últim o caso, es frecuente que se utilice una de las lenguas com o m edio de introducción en la otra (lengua de la enseñanza). V eltm an ha distinguido dos m odelos de m antenim iento de lenguas que tienen su reflejo en los m odelos de enseñanza: en el prim ero de ellos, llam ado m odelo retentivo, se aprende una lengua p ara p o d er participar en ciertas actividades com unitarias, sobre todo la­ borales (p o r ejem plo, el aprendizaje del inglés en Q uebec, C anadá); en el segundo, m odelo subordinado, la lengua m inoritaria se elimina de la educación y ve cóm o su uso se restringe a ám bitos lim itados, generalm ente fam iliares y personales (por ejem ­ plo, el español de los hispanos en E stados U nidos).20 E n lo que se refiere al lugar que ocupan las lenguas en el currículum , cabe la p o ­ sibilidad de un rep arto equilibrado de las m aterias o bien de que una de las lenguas reciba una atención p referente, m ientras la otra ocupa un lugar secundario, q u ed án ­ dose lim itada, en una prim era etapa, a m aterias secundarias o sim plem ente com o len­ gua enseñada. D esde este p u n to de vista, Fishm an y Lovas han p ropuesto una clasi­ ficación de la educación bilingüe de cuatro categorías:21 en prim er lugar, una educa­ ción bilingüe transitoria, que consiste en utilizar la lengua m aterna para introducir al alum no en la segunda lengua (bilingüism o transitorio)-, en segundo lugar, una educa­ ción de m onoalfabetización, en la que la lengua m aterna solam ente se utiliza en las conversaciones y para enseñar ciertas asignaturas; en tercer lugar, una educación bi­ lingüe para en señ ar a leer y escribir en dos lenguas, pero utilizando la lengua m a te r­ 19. Véase J. Cummins, «The influence of bilingualism on cognitive growth: A synthesis of research findings and explanatory hypothesis», Working Papers on Bilingualism, 9 (1976), pp. 1-43. 20. Véase C. Veltman, The Retention o f Minority Languages in [he United States, Washington, D.C., Na­ tional Center for Education Statistics, 1980. 21. «Bilingual Education in Sociolinguistic Perspective», TESO L Quarterly, 4 (1970), pp. 215-222.


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na p ara la enseñanza de contenidos particulares (generalm ente relacionados con la vida del grupo m inoritario del que procede el alum no) y la segunda lengua para la enseñanza de asignaturas científicas (bilingüismo parcial); p o r últim o, una educación bilingüe en la que los contenidos se transm iten sin restricciones funcionales en n in­ guna de las dos lenguas (bilingüism o completo). A estos cuatro tipos podrían añadirse dos más, utilizados am bos p ara el m an te­ nim iento o la protección de lenguas m inoritarias. U no de ellos es la educación plura­ lista o de m antenim iento, que utiliza la lengua m aterna y m inoritaria com o m edio de instrucción general, m ientras la segunda lengua se aprende com o asignatura; este m o­ delo se da en aquellas circunstancias en que la lengua m aterna, aun siendo m inorita­ ria en un en to rn o m ás am plio, goza de prestigio y significación social en el en torno inm ediato, así com o de actitudes favorables d entro de la com unidad. E l o tro m odelo es el de la inmersión lingüística, que puede ad o p tar form as m uy diversas.22 E n térm inos generales, consiste en realizar toda la instrucción infantil y prim aria en una segunda lengua, aunque tam bién hay program as de inm ersión que se aplican a p a rtir de los últim os años de la enseñanza prim aria (inmersión tardía) y p ro ­ gram as de inm ersión parcial, que perm iten el uso de las dos lenguas en el aula o de la prim era lengua en unos períodos determ inados. Los program as de inm ersión to tal y tem prana escolarizan a los niños en la segunda lengua desde un prim er m om ento y exigen de los profesores que sólo usen esa segunda lengua; adem ás suelen aplicarse cuando los niños tienen com o p rim era lengua una lengua de prestigio o m ayoritaria: niños anglófonos p ara ap ren d er francés en Canadá. C uando los niños de una lengua m inoritaria son escolarizados en una lengua m ayoritaria sin ten er en cuenta para nada la lengua m aterna, se habla de enseñanza por sumersión. Los factores educativos m encionados hasta ahora se com plican cuando se atien ­ de a la relación en tre la lengua del alum no y la lengua principal de la enseñanza, p o r­ que p u ed e darse el caso de que una y otra coincidan, de que no coincidan y el siste­ m a p revea tal situación o bien de que no coincidan y el sistem a no se ocupe para nada de esa situación. A ello se agrega que el alum nado no siem pre es hom ogéneo lin­ güísticam ente: p u ed e h ab er centros bilingües con alum nos de una m ism a procedencia lingüística, p ero tam bién existen centros con alum nos de orígenes lingüísticos diver­ sos o de procedencia m uy heterogénea. E n todos estos casos es im portante valorar la distancia lingüística y cultural que existe entre los diversos grupos. L a existencia de factores tan num erosos y diversos hace que la educación bilin­ güe sea siem pre una tarea difícil de realizar y de aplicar, adem ás de m uy cara, tanto desde el p u n to de vista hum ano — es necesario contar con un profesorado bilingüe en su m ayor p arte y especializado en este tipo de educación— com o desde el p u n to de vista m aterial. P or eso la educación bilingüe está som etida a unas condiciones m uy di­ ferentes en cada país y en cada época, y por eso se aplica de form as m uy dispares, se­ gún los intereses políticos y las posibilidades de cada m om ento. P or otra parte, Glyn Lewis ha señalado com o dim ensiones internacionales de la educación bilingüe las siguientes:

22. Véase W. Lambert y G. R. Tucker, Bilingual education o f children. The St. Lambert Experiment, ob. cit. Véase también A. D. Cohén, A sociolinguistic approach to bilingual education: Experiments in the Am eri­ can South-West, Rowley, Mass., Newbury House, 1975.


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a) D im ensión demográfico-lingüística', distribución e incidencia del bilingüism o en las áreas urbanas y rurales; estatus sociológico de cada lengua en los países m ultilingües. b ) D im ensión de la actitud: las actitudes lingüísticas se pueden ver influidas po r factores geográficos, por las m igraciones y p o r la situación política y socioeconó­ m ica del país. c) D im ensión de los objetivos educativos: objetivos para las lenguas m ayoritarias y m inoritarias de cada territorio. d) D im ensión cultural: nivel de alfabetización y de urbanización de la p o b la­ ción; m ovilidad y contacto en tre grupos diferentes dentro de un territorio. Todas estas dimensiones, com o los factores antes com entados, hacen que en cada lugar la educación bilingüe adquiera una personalidad propia y que no sea com parable la educación bilingüe de Bruselas con la de Q uebec, ni la de A rgelia con la de la India. P ero aún m erecen destacarse dos problem as m ás ligados a la educación bilingüe; uno es p articular y el o tro general: se trata del problem a de la educación de los in­ migrantes y de la dificultad que supone la m edición del bilingüismo. Los problem as educativos que p resentan los inmigrantes, en cualquier país, son de una especial gravedad. A n te una situación de tales características, los gobiernos p u ed en seguir criterios que lleven a cum plir objetivos m uy diferentes, com o son faci­ litar el aprendizaje de la nueva lengua m ediante program as especiales (inm ersión lin­ güística, m odelo transitorio) o p erm itir la conservación de la lengua propia incluyen­ do su enseñanza en el currículum educativo, p o rque la consecución de un auténtico bilingüism o y biculturalism o, que potencie el dom inio equilibrado de las dos lenguas (la de los inm igrantes y la de la com unidad receptora) y la arm onía entre las dos cul­ turas, es m ás una utopía que un fin razonable. Los dos objetivos señalados requieren program as de enseñanza bilingüe y suelen resultar m uy costosos, sobre todo en los lu­ gares en los que el origen de los inm igrantes es m uy diverso o en los que ya existen situaciones, m ás o m enos com plejas, de m ultilingüismo: piénsese en los problem as que supone la form ación de nuevo profesorado o la adquisición del m aterial escolar adecuado. T al vez po r ello mismo, m uchos gobiernos deciden sim plem ente ignorar a esta población desde un pun to de vista educativo, ignorancia que sólo se transform a en preocupación, apresurada, cuando los grupos de inm igrantes adquieren unas p ro ­ porciones política y electoralm ente significativas. E n cuanto a la m edición del bilingüismo, es innegable que el éxito de un p ro g ra ­ m a de educación bilingüe depende, en gran p arte, del diagnóstico lingüístico que se haya hecho de los alum nos que a él se incorporan. Para hacer ese diagnóstico, para d eterm in ar el nivel de conocim ientos de una o más lenguas, es necesaria la aplicación de técnicas de m edición, en tre las cuales es el test la m ás utilizada. Son innum erables los tipos de tests existentes, pero, en líneas generales, p u eden clasificarse de la si­ guiente form a: a) Tests sobre la destreza del bilingüe en cada una de sus lenguas; se trata de establecer si los individuos son bilingües pasivos o bilingües activos y cultos. b) Tests sobre la com petencia lingüística, que buscan m edir la am plitud del vo­ cabulario, la capacidad de distinción fonológica o la com plejidad de las estructuras sintácticas construidas.


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c) Tests sobre la com petencia com unicativa, que se dividen en tres clases, según el aspecto que interese: sobre la com petencia com unicativa activa, sobre la com pe­ tencia com unicativa receptiva y sobre la com petencia sociolingüística.23 La aplicación de estos tests lingüísticos y de otros es im prescindible para una co­ rrecta organización de los program as bilingües.

R eflexiones y ejercicios 1. E n 1951, la U nesco convocó a un C om ité de E xpertos para estudiar el uso de las lenguas en la educación m undial y concluyó que hay que dar p rio rid ad a la len ­ gua que los niños utilizan m ás eficazm ente, p o r lo general su lengua m aterna, a la hora de organizar la enseñanza, especialm ente la prim aria: la lengua m aterna es el m ejor m edio p ara enseñar a un niño. ¿C ree usted que esta afirm ación tiene el m ism o valor cuando la lengua m aterna es m ayoritaria que cuando se trata de una lengua m i­ noritaria? ¿C ree usted que hay que anteponer los intereses del sistem a educativo de una com unidad a la conveniencia de que los niños reciban la instrucción prim aria en su lengua m atern a? ¿C ree usted que al relegar o al posponer la enseñanza-aprendi­ zaje de la segunda lengua se p uede perjudicar el proceso de adquisición de esta se­ gunda lengua y, p o r lo tanto, causar un posible perjuicio al niño? Lea y com ente los epígrafes 11.1 y 11.2 del libro de R. Fasold, L a sociolingüística de la lengua (M adrid, V isor, 1996, pp. 434-455). 2. D escriba, desde un pun to de vista sociológico, el bilingüism o social que se en cuentra en los siguientes países: C anadá, E stados U nidos, España, M arruecos. B us­ que inform ación sobre la situación de estos países en la bibliografía especializada (por ejem plo, R. W ardhaugh, Languages in competition, O xford, Blackwell, 1987). 3. A n o te y com ente qué factores sociales y lingüísticos valoraría a la h ora de elegir un colegio p ara sus hijos. ¿Preferiría un colegio bilingüe o m onolingüe? ¿Q ué tipo de form ación lingüística cree que sería la ideal para ellos? 4. Si ha realizado alguna vez una prueba de nivel o de conocim iento de un idio­ m a extranjero, ¿qué inconvenientes h a encontrado en este tipo de pruebas? ¿C ree que son suficientem ente fiables?

Orientaciones bibliográficas R ecom endam os, com o introducción y fuente de inform ación general sobre todos los asuntos relacionados con el bilingüismo, los libros de M. Siguán y W. F. M ackey, E ducación y bilingüism o (M adrid, Santillana/U nesco, 1986) y de R. A ppel y P. M uys­ ken, Bilingüism o y contacto de lenguas (B arcelona, A riel, 1986). T am bién es m uy útil 23. Véase F. Moreno Fernández, Sociolingüística en Estados Unidos. Guía bibliográfica-crítica, Málaga, Ágora, 1988, pp. 63-90.


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la lectura de la obra de R alph Fasold, L a sociolingüística de la sociedad (M adrid, V i­ sor, 1996). A sim ism o, son de consulta obligada la obra de W. F. M ackey, Bilingualisme et c o n ta d des langues (París, Klincksieck, 1976), la de F. G rosjean, L ife with two languages (C am bridge, H arv ard U niversity Press, 1982) y la de H. B aetens B eardsm ore, Bilingualism: Basic principies (Clevedon, M ultilingual M atters, 1982).

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C a p ít u l o 13

DIGLOSIA Entre muchas lenguas maternas que tienen estos indios, avía y ay treze lenguas diferentes unas de otras, aunque la mexicana es ge­ neral en todas ellas, por la introducción que hizieron los Reyes Mexicanos. A n t o n io V á z q u e z d e E s p in o s a , Com pendio y descripción

de las Indias Occidentales, 1630

La diglosia del griego y del árabe D u ran te p arte de los siglos xix y xx, el térm ino diglosia se utilizó p a ra hacer re ­ ferencia a la situación lingüística de G recia y al conjunto de situaciones que se viven en los países del m undo árab e.1 E n am bos casos, se trata de un uso funcional y so­ cialm ente diferenciado de dos variantes de una misma lengua. La lengua griega, tras el esplendor de la A ntigüedad clásica, siguió una evolución n atu ral que la llevó, com o a cualquier otra, al desarrollo y el cam bio de algunas de sus características lingüísticas. U na vez caído el Im perio bizantino, el griego pasó a ser la lengua de una cultura, la expresión de una civilización —la helenística— , que sobrevi­ vió a la dom inación otom ana, aun recibiendo una fuerte influencia del turco, hasta que en el siglo xrx volvió a convertirse en la lengua de una nación independiente. La situación m oderna del griego se ha caracterizado por la existencia de un con­ flicto lingüístico, agudo y difícil, en el que se han enfrentado, o yuxtapuesto, dos va­ riedades: p o r un lado, el griego vivo y m oderno, el que ha sufrido los mil avatares, cam bios e influjos que el tiem po le ha d eparado con su paso, el que habla la gente en la calle, el que conoce una división dialectal con rasgos que trazan fronteras en tre el n o rte y el sur, el este y el oeste de Grecia: el griego dem ótico (griego popular); por o tro, el griego culto y arcaizante, el de los usos form ales y solem nes, la variedad de la adm inistración, de la religión y de la prensa oficial, de la ciencia y la tecnología: el cazaréviisa (griego purificado, p u rista).2 Existen, pues, dos variedades a las que se les han asignado funciones distintas y cuyos usos sociales han llegado a ser considerados com o excluyentes. D esde finales del siglo xix, sin em bargo, esa dualidad lingüístico-funcional com enzó a rom perse form alm ente al producirse algunos hechos de singular im por1. Sobre los primeros usos de la palabra diglosia, véase M. Fernández, «Los orígenes del término di­ glosia. Historia de una historia mal contada», Historiographia Lingüistica, XXII (1995), pp. 163-195. 2. Suele transliterarse el nombre de esta variedad como katharévusa, katharevousa o katharevsa. Tiene relación con el griego clásico xaGagevo) ‘estar limpio, estar puro’.


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ta n d a : en esa época em pezaron a escribir en dem ótico algunas de las personalidades literarias m ás representativas, que abandonaron de form a expresa el uso del cazarévasa, adem ás, el dem ótico se introdujo en la escuela com o m edio de enseñanza, arrai­ gando, al p arecer, de una form a sólida puesto que, cuando en 1967 se introdujo de nuevo en la escuela el cazarévusa, el dem ótico ya era la única variedad utilizada en la enseñanza secundaria.3 E sta situación, consolidada a lo largo del siglo xx, ha favorecido enorm em ente la filtración de elem entos lingüísticos de una variedad a otra, así com o la confusión de algunas funciones sociocom unicativas. T an sólo parece claro, y no es que sea poco, que el cazarévusa es la variedad de los tribunales de justicia, de la legislación, del ejér­ cito y del m undo de la oficialidad escrita, m ientras que el dem ótico es la lengua de la com unicación cotidiana, pero tam bién de la literatura y de la cultura en general. E l uso del dem ótico ha estado asociado a los niveles sociales populares, más populistas, e incluso a los grupos políticos extrem istas, p ero esta creencia se ha ido debilitando conform e la variedad se ha ido extendiendo en la sociedad y a m edida que se ha ido im pregnando del prestigio de la cultura. La lengua hablada h a acusado intensam ente el intercam bio y la m ezcla de elem entos de las dos variedades — no tan to la lengua escrita— y p o r ello se pu ed e decir que entre una y otra actualm ente no hay unos lí­ m ites evidentes, ni lingüísticos ni funcionales.4 La situación lingüística de los países del m undo árabe tiene algunos puntos en com ún con la del griego. E l árabe p rocedente de los dialectos de A rab ia fue la ex­ presión de un pueblo y de una cultura de prim er orden, que floreció y se extendió con el Islam de u n a form a poderosa, de Irak a M arruecos. E n el siglo xm , B agdad pasó a m anos de los turcos p o r prim era vez y a ellos estuvo tam bién som etida desde el si­ glo x v hasta la invasión del n o rte de Á frica p o r p arte de N apoleón. D u ra n te esos lar­ guísim os períodos, el árabe, sus variedades habladas, siguieron su evolución natu ral en un proceso de fuerte dialectalización y de incorporación de elem entos y usos de lenguas m uy diversas, em pezando lógicam ente p o r el turco y continuando, p o r ejem ­ plo, con el español, en las hablas m ás occidentales. Esas variedades constituyen el árabe dialectal correspondiente a cada una de las regiones de A sia y Á frica en que se habla. A l m ism o tiem po, el carácter religioso de la lengua del C orán garantizó la su­ pervivencia de una variedad form al, reservada para la religión y la literatura, en d e­ finitiva p a ra la lengua escrita, y que se conoce con el nom bre de árabe clásico. U n a vez expulsado N apoleón del n o rte de África, M ehm et Alí, bajá de Egipto, y sus sucesores iniciaron un am bicioso plan de m odernización que quisieron com patibilizar con el resurgim iento de la lengua árabe, p ero fueron las lenguas europeas, sobre todo el inglés y el francés, las que sirvieron de m edio de com unicación de las relaciones internacionales, de la enseñanza superior y, sobre todo en la época de los pro tecto rad o s, de la política, la econom ía y la adm inistración. M uchos países arabófonos han vivido desde esta época una situación en la que el árabe dialectal se utili­ za p ara la com unicación fam iliar y cotidiana, el árabe clásico para la religión y el fran­ cés o el inglés p a ra la vida oficial y la com unicación escrita.

3. Véase R. Fasold, La Sociolingüística de la sociedad, Madrid, Visor, 1996, pp. 102-104. La traducción es de M. España y J. Mejía. 4. Véase R. Browning, «Greek diglossia yesterday and today», Internationa! Journal o f the Sociology od Language, 35 (1982), pp. 49-68.


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E n el proceso de p aulatina m odernización del árabe fueron decisivas la aparición del p rim er periódico publicado en esa lengua ( W adi-el-Nil) — que ejerció una notable influencia social— , la introducción del árabe en la enseñanza secundaria y la creación de la A cadem ia F u ’ad I de la L engua Á rabe, m uy im portante, ju n to a la universidad egipcia, en el proceso de actualización científica y técnica de la lengua. T odo ello ha favorecido la difusión social de ese árabe actualizado y su progresiva inclusión en los planes de enseñanza superior. P aralelam ente, esa variedad escrita y culta de árabe norm ativo y m o d ern o se ha ido oficializando en los distintos países árabes, apoyada en un sentim iento de unificación político-religiosa y de afirm ación de la personalidad islám ica frente a la influencia europea. T odo esto ha llevado a una situación que varía de un país a otro, pero que, en lí­ neas generales, se caracteriza p o r el uso familiar del árabe dialectal o coloquial de cada área (aljamía), el uso de una lengua europea (inglés o francés) como instrum ento de la com unicación form al, de la form ación superior y de diferentes tipos de contactos in ter­ nacionales, y el uso de un árabe norm ativo — tam bién llam ado clásico ( ‘al-fusha)— que se va im plantando en la enseñanza y en la vida pública y oficial, adem ás del uso reli­ gioso del árabe coránico, y de otras lenguas, como el bereber, en ciertos territorios. T an to en el caso de G recia com o en el de los países árabes, apreciam os la exis­ tencia de situaciones sociolingüísticas en las que una variedad de una lengua se m a­ neja principalm ente para la com unicación fam iliar y cotidiana y o tra variedad de la m ism a lengua se usa p ara la com unicación form al, escrita y culta: en el caso de G re ­ cia, el dem ótico y el cazarévusa; en el caso del m undo árabe, el árabe dialectal o co­ loquial (aljamía) y el árab e norm ativo o clásico ( ‘al-fusha). A estas situaciones se les ha d ado el n om bre de diglosia. C om o ha dem ostrado M auro Fernández, la form a diglosia, en francés y en grie­ go a finales del siglo xix, se utilizaba para hacer referencia a dos variantes de una m is­ m a lengua y no tenía el significado de ‘bilingüism o’, acepción desarrollada m ucho des­ pués. L a form a griega ói^XoooLa rem itía antes que nada a la propia situación griega, de m odo que en las postrim erías del xix no se usaba para designar el bilingüism o en general, sino que se aplicaba a algo que les ocurría a los mism os griegos: disponer de una lengua escrita con una form a m uy distinta de la lengua hablada n o rm alm ente.5

D elim itación teórica del concepto de diglosia Q uando [los nobles] ¡van a governar a Asia, o en Grecia, por lei se les vedava que en publico no hablassen sino en latín: mandándosles que en juicio no consintiessen usarse otra lengua, aunque uviessen de ayudarse de interprete, los que no lo sabían. A m b r o s io d e M o r a l e s , Discurso sobre la lengua

castellana, C órdoba, 1585

C harles Ferguson publicó en 1959 uno de los artículos más im portantes de la so­ ciología del lenguaje: «Diglossia».6 D esde esta fecha, han visto la luz centenares de 5. M. Fernández, «Los orígenes del término diglosia. Historia de una historia mal contada», art. cit., p. 165. 6. Word, 15 (1959), pp. 325-340. Trad. al esp. «Diglosia», en P. Garvin y Y. Lastra, Antología de etnolingiiística y sociolingüística, México, UNAM, 1984, pp. 247-265.


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trabajos que recogen, com entan, ejem plifican, am plían, discuten o aplican el concep­ to definido p o r Ferguson, creando en m uchas ocasiones una im agen algo confusa de sus lím ites teóricos.7 E n ese artículo, Ferguson se preocupa p o r las com unidades lingüísticas en las que los hablantes usan dos o más variedades de la mism a lengua para fines o con funcio­ nes diferentes. Ferguson intenta exam inar cuidadosam ente una situación sociolin­ güística en la que dos variedades de una lengua coexisten en todo el ám bito de la com unidad, teniendo que cum plir cada una de ellas una función definida. A esta p a r­ ticular situación la denom ina diglosia, aunque el propio autor reconoce que en algu­ nas lenguas se utiliza el térm ino bilingüismo en ese mism o sentido. La definición de F erguson es la siguiente: ig l o s ia es una situación lingüística relativamente estable en la cual, además de los dialectos primarios de la lengua (que puede incluir una lengua estándar o es­ tándares regionales), hay una variedad superpuesta, muy divergente, altamente co­ dificada (a menudo gramaticalmente más compleja), vehículo de una considerable parte de la literatura escrita ya sea de un período anterior o perteneciente a otra comunidad lingüística, que se aprende en su mayor parte a través de una enseñanza formal y se usa en forma oral o escrita para muchos fines formales, pero que no es empleada por ningún sector de la comunidad para la conversación ordinaria.8

D

La variedad superpuesta, escrita y form al, recibe el nom bre de «variedad alta» (A ) y la variedad em pleada p ara la conversación ordinaria, el de «variedad baja» (B). Ferguson p one un interés especial en n o confundir estas situaciones con aquellas en las que conviven una lengua o variedad norm ativa (estándar) con sus dialectos regio­ nales o sociales. A u n q u e es cierto que el uso de una variedad norm ativa y una dia­ lectal puede aproxim arse en algunas com unidades a la típica situación de diglosia, lo norm al es que la distancia entre am bas variedades sea m ucho m enor y que A no q u e­ de excluida com o m edio de conversación ordinaria. La definición de Ferguson fija una serie de condiciones para la existencia de la diglosia, condiciones que aluden a la codificación, al uso y a la función de las varie­ dades A y B. Tales condiciones afectan a un total de nueve aspectos y h an sido ex­ plicadas con detalle en el estudio de 1959 al que nos estam os refiriendo. Los aspec­ tos im plicados son los siguientes: la función, el prestigio, la herencia literaria, la ad­ quisición, la estandarización, la estabilidad, la gramática, el diccionario y la fonología. Para ejem plificar el m odo en que esos factores distinguen una variedad A y una variedad B, Ferguson recurre a cuatro situaciones lingüísticas. U n a de ellas es la si­ tuación del árabe en E gipto, en la que el árabe norm ativo o clásico sería la variedad superpuesta (llam ado ‘al-fusha,’il-fasih o in-nahawi) y el árabe egipcio popular, la va­ riedad baja (al-’am m iyyah o ’ad-darij). La segunda es la situación del germ ano suizo, fru to del aislam iento político y religioso de Suiza respecto de los grandes centros de difusión y norm ativización de A lem ania: en esta situación se encuentran, com o va­

7. Véase A. Hudson, «Diglossia: a bibliographic review», Language in Society, 21 (1992), pp. 611-674. También M. Fernández, Diglossia: A comprehensive bibliography 1960-1990 (and supplements), Amsterdam, John Benjamins, 1993. 8. Ofrecemos la traducción de Joaquín Herrero, que aparece en la versión en español recogida en la an­ tología de Garvin y Lastra (p. 260).

i


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ried ad A , el alem án culto y norm ativo (Schriftsprache, H ochdeutsch o H oochtüiitsch) y, com o variedad B, el alem án suizo (Schwizerdeutsch o Schwyzertüiltsch). E n tercer lugar, Ferguson com enta la situación del criollo haitiano, en la que el francés se usa com o variedad form al A y el criollo (creóle), com o variedad B. E n cuarto lugar se m aneja la situación griega que enfrenta el cazarévusa al demótico. D e estas cuatro situaciones, las que m ás se ciñen a la definición del propio F e r­ guson son la árabe y la griega, p ero no tanto la haitiana y la suiza: en el prim er caso, p o rq u e n o está tan claro que francés y créole sean variedades de una m ism a lengua (el créole es una lengua criolla, com o su propio nom bre indica, producto de un p ro ­ ceso de m ezcla, de pidginización); en el segundo caso, porque el H ochdeutsch y el Schwizerdeutsch establecen una relación prácticam ente de «lengua norm ativa - dia­ lecto», que el pro p io Ferguson quiso desm arcar de las situaciones diglósicas. Pero, por m ás obvios que sean estos inconvenientes teóricos, lo cierto es que Ferguson ha m a­ nejado las cuatro situaciones p ara ilustrar el m odo en que se m anifiestan las v arieda­ des A y B. V eam os en qué consisten los requisitos o factores que aparecen en las si­ tuaciones diglósicas. 1. Función. E n tre A y B se da un rep arto de funciones, de m odo que en unas situaciones, en ciertos ám bitos o dom inios, sólo A es apropiada y en otras sólo B lo es, produciéndose una superposición m uy leve de estos grupos.9 E l uso de A es a p ro ­ piado en los serm ones de la iglesia o la m ezquita, en las cartas, en los discursos polí­ ticos, en los debates parlam entarios, en las conferencias universitarias, en los m edios de com unicación escritos y hablados o en la poesía. E l uso de B es apropiado en la transm isión de órdenes a em pleados, obreros o subalternos, en las conversaciones fa­ m iliares o am istosas, en las com edias, en las caricaturas o en la literatu ra folclórica. E ste re p a rto puede llegar a estar tan arraigado en una com unidad, que el uso de A o B en ám bitos y con funciones im propios puede resultar absolutam ente ridículo y, des­ de luego, perjudicial p ara los protagonistas de la transgresión. 2. Prestigio. Los m iem bros de la com unidad diglósica están de acuerdo en que la variedad A es superior o m ás prestigiosa que la variedad B. E l desprestigio de B fren te a A hace que m uchos hablantes nieguen incluso la existencia de B d en tro de su com unidad o que afirm en no saber hablar su lengua, por B. La variedad su p er­ pu esta es considerada a m enudo com o más bella, lógica, profunda e im portante; no en vano se leen en A el C orán o la Biblia. 3. Herencia literaria. E n las cuatro situaciones que sirven de referencia a F e r­ guson existe un corpus literario im portante escrito en A , a veces de una notable a n ­ tigüedad. E n esa circunstancia, com o ocurre sobre todo en griego o en árabe, los es­ critores m odernos p ueden recoger y usar form as y giros lingüísticos propios de otras épocas. U n signo claro de debilitam iento de las situaciones diglósicas puede ser el uso de B com o lengua de la literatu ra y de la cultura en general, com o ha ocurrido en G recia d urante el últim o siglo. 4. A dquisición. L a variedad B, utilizada para la com unicación en tre adultos y niños y en tre los mism os niños, se adquiere com o lengua m aterna. Los niños tienen un acceso bastan te parcial a A , variedad que sólo se adquiere m ediante un proceso de enseñanza-aprendizaje en la educación form al, ya sea en las escuelas estatales o 9.

La situación actual del griego está conociendo un aumento de estos solapamientos.


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religiosas, ya sea de m odo privado. E sta diferencia en el m odo de adquisición o aprendizaje de las lenguas hace que el hablante se sienta m ás seguro y dom inador de la variedad B y que la gram ática de A sea aprendida y entendida com o un conjunto de norm as o reglas que hay que acatar. 5. Estandarización. U n proceso de estandarización supone la elaboración de gram áticas, diccionarios, prosodias, ortografías y libros de estilo, entre otras obras que facilitan el estudio y el conocim iento de la variedad A. E stos trabajos contribuyen de m o d o im po rtan te a que A se m antenga den tro de unos límites de variación pequeños. T ales obras, en cam bio, o no existen p ara B o han sido redactadas m uy recientem en­ te, a veces en otras lenguas y p o r autores ajenos a la com unidad. P o r ello es relativa­ m en te frecuente que B ofrezca subvariedades internas de naturaleza geolingüística y sociolingüística y que los hablantes de B se vean obligados a utilizar la subvariedad m ás hablada o la utilizada en los centros de m ayor prestigio: el árabe de la ciudad de E l Cairo, p o r ejem plo, es punto de referencia obligado para los hablantes de todo E gipto, lo que supone de hecho la necesidad de aprender A (árabe norm ativo) y el B m ás h ab lad o (árabe de E l Cairo); el dem ótico de A tenas sirve de referencia en la difusión de una variedad B general en G recia. 6 . Estabilidad. Según Ferguson, la diglosia ni es sum am ente inestable ni tien­ de a cam biar hacia una situación lingüística m ás estable: en m uchos casos h a p e r­ sistido d u ran te una im portante cantidad de siglos. L a tensión originada p o r una si­ tuación diglósica a lo largo del tiem po se ve parcialm ente paliada p o r la aparición de subvariedades mixtas (form al-coloquial) o en las que B incorpora elem entos p roce­ den tes de A. Las subvariedades m ixtas y las filtraciones de A en B, ju n to a la indiscrim inación p aulatina de funciones, constituyen un paso decisivo p a ra la elim inación de una diglosia: el ejem plo de la G recia actual p uede ser suficientem ente ilustrativo.10 7. Gramática. La gram ática perm ite m arcar unas diferencias ostensibles entre la v ariedad baja y la superpuesta. Señala Ferguson que A posee unas categorías g ra­ m aticales ausentes en B y que suele ten er un sistem a de flexión de nom bres y verbos que se reduce o desaparece com pletam ente en B. 8. Diccionario. A u nque A y B com parten una porción m uy im portante del vo­ cabulario — con variaciones form ales o sem ánticas— , en las situaciones de diglosia es frecuente que A cuente con un léxico técnico, culto, especializado del que no dispo­ ne B, dado que no se m aneja p ara la expresión de ciertos contenidos. D el m ism o m odo, la v ariedad B dispone de una serie de elem entos léxicos y fraseológicos, refe­ ridos a aspectos populares, íntim os o fam iliares, que no se dan en A . Pero, ju n to a es­ tas tres posibilidades (léxico com partido, léxico específico de A , léxico específico de B) existe otra, no m enos interesante. Ferguson la explica así: U n hecho sorprendente de la diglosia es la existencia de muchos pares de vocablos, uno de A y otro de B, referidos a conceptos claramente comunes en A y B, don­ de el rango de significado de los dos vocablos es aproximadamente el mismo, y el uso de uno u otro marca inmediatamente la expresión oral o escrita como A o B. Por ejemplo, en el árabe la palabra A para ‘ver’ es ra’a, la palabra B es saf. La pa­ labra ra’a nunca aparece en la conversación ordinaria, y sa f no se usa en la escri­ tura normal arábiga. Si por alguna razón se cita en la prensa una noticia en la que

10.

Véase R. Fasold, La sociolingüística de la sociedad, ob. cit., pp. 102-104.


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se usa saf, es reemplazada por ra’a en la cita escrita. En griego la palabra A para ‘vino’ es [oinos], la palabra B es krasí. En el menú estará escrito [oinos], pero el cliente pedirá krasí al cam arero.11 9. Fonología. Las fonologías de A y de B pueden ser m uy cercanas, com o ocu­ rre en griego, m o d erad am en te diferentes, com o en árabe o en criollo haitiano, o m uy divergentes, com o en el caso del alem án de Suiza. Sin em bargo, F erguson considera que es posible h acer dos afirm aciones. La prim era de ellas sostiene que los sistem as de sonidos de A y B constituyen una estructura fonológica simple cuyo sistem a bási­ co es la fonología de B, m ientras los hechos divergentes de A form an un subsistem a. La segunda m atiza que, si A incluye fonem as que no se encuentran en B, los fone­ m as de B suelen sustituirlos en el uso oral de A. F erguson concluye su artículo ofreciendo un pronóstico sobre las cuatro situa­ ciones m anejadas com o ejem plos y para los dos siglos siguientes: prevé una estabili­ dad relativa en el caso del germ ano suizo, un lento desarrollo hacia varias lenguas es­ tándares, cada una basada en una variedad B, para el árabe, un lento desarrollo h a­ cia un variedad unificada de B, basada en el habla de P uerto Príncipe, p a ra H aití, y un com pleto desarrollo hacia una variedad unificada y basada en la variedad B de A ten as, con elem entos léxicos de A , en el caso del griego. D e estas situaciones, la de m ás difícil pronóstico es, sin duda, la del árabe.

Lenguas y dialectos como variedades A y B en situaciones diglósicas Los trabajos de Jo h n J. G um perz y de Joshua Fishm an, especialm ente del se­ gundo, h an am pliado el concepto de diglosia propuesto por Ferguson. D ebe tenerse en cuenta, sin em bargo, que el propio Ferguson, al adm itir sin apenas reservas com o m uestras válidas de diglosia los casos de H aití y de Suiza, ya dejó e n treab ierta la p o ­ sibilidad de esa am pliación conceptual.12 Los estudios de G um perz no m uestran una preocupación especial por el con­ cepto m ism o de «diglosia», sino que sim plem ente describen situaciones sociolingüís­ ticas en las que hay una variedad estandarizada o de prestigio y otra popular, ya sean lenguas diferentes, dialectos de una misma lengua o variedades de una lengua fun­ cionalm ente diferenciadas. A Fishm an hay que atribuirle, principalm ente, la resp o n ­ sabilidad de h ab er divulgado el concepto de diglosia que hoy m aneja la sociología del lenguaje; según esta interpretación, h ab rá diglosia siem pre que existan dos v arieda­ des lingüísticas — ya sean dialectos, registros o variedades de la m ism a lengua, ya sean lenguas d ife re n te s- - a las que se les asignan funciones distintas dentro de una com u­ nidad de habla. R ecuérdese que Ferguson habla de diglosia cuando se trata de dos v ariedades de la m ism a lengua. R alp h Fasold, después de analizar los problem as que plantean las situaciones en 11. «Diglosia», en P. Garvin y Y. Lastra, Antología de estudios de etnolingiiística y sociolingüística, 2.a ed., México, UNAM, 1984, p. 257. El texto en inglés de Ferguson usa inos [í/c] para ‘vino’. 12. Véase J. J. Gumperz, «Types of Speech Community», Anthropological Linguistics, 4 (1962), pp. 2840; J. Fishman, Sociología del lenguaje, Madrid, Cátedra, 1979, pp. 120-133.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE Cuadro

13.1.

Relación lingüística

Lenguas diferentes Dialectos divergentes Diferencias estilísticas

S u b tip o s de diglosia am plia, seg ú n R. F asold Subtipo de diglosia amplia

Bilingüismo compuesto Diglosia clásica Cambio estilístico

las que conviven una variedad norm ativa y varios dialectos y las situaciones en las que son m ás de dos las variedades implicadas, tam bién se m uestra partidario de elim inar las restricciones propuestas p o r Ferguson y de m anejar una definición am plia de di­ glosia, que debería en tenderse en los siguientes térm inos: La d ig l o s ia a m p l ia consiste en reservar los segmentos más estimados del reper­ torio lingüístico de una comunidad (que no son los primeros que se aprenden, sino que se aprenden más tarde y más conscientemente, normalmente en la educación formal) para las situaciones que se sienten como más formales y distantes, y re ­ servar los segmentos menos valorados (que son los primeros que se aprenden, con poco o ningún esfuerzo consciente), los cuales pueden tener cualquier grado de re ­ lación lingüística con los segmentos más valorados (desde diferencias lingüísticas hasta ser diferentes lenguas), para las situaciones percibidas como más informales e íntimas.13 La definición de Fasold es válida incluso para aquellas situaciones en que se uti­ lizan m ás de dos lenguas o variedades, p ero aun así el au tor prefiere seguir hablando de diglosia, p o r la tradición del térm ino y por in terp retar el prefijo di- com o referido a dos extrem os de una línea continua que va de la form alidad a la intim idad del uso lingüístico, y no referido a dos variedades lingüísticas. N o obstante, Fasold no es p artid ario de arrinconar el concepto de «diglosia clásica» de F erguson y propone in terp retarlo com o p unto m edio de una escala de diglosia amplia que iría desde las situaciones en que se usan lenguas diferentes (bilingüismo superpuesto) hasta las si­ tuaciones en que las diferencias en tre variedades son solam ente estilísticas ( variación o cam bio estilístico) (cuadro 13.1). P artiendo de una in terpretación am plia de la diglosia, G uillerm o R ojo ha p ro ­ puesto el concepto de «diglosia de adscripción». La propuesta se refiere a las situ a­ ciones en que las lenguas no coexisten en todo el ám bito de una com unidad, esto es, cuando ciertos estratos de la com unidad em plean fundam entalm ente un sistem a lin­ güístico y otros estratos utilizan un sistem a diferente: cada grupo utiliza el sistem a que le es pro p io en todos los ám bitos y para todas las funciones.14 E n estos casos, la len ­ gua utilizada en los ám bitos m ás form ales y prestigiosos suele ser la de los estratos superiores, dadas las lim itadas posibilidades sociales de los estratos inferiores; p o r esta razón, m ientras la variedad A sirve para cualquier ám bito, la variedad B sólo se utiliza, de hecho, en las situaciones y contextos m enos formales.

13. La sociolingüística de la sociedad, ob. cit., p. 100. 14. Véase «Conductas y actitudes lingüísticas en Galicia», Revista Española de Lingüística, 11 (1981), pp. 269-310. Del mismo autor, «Diglosia y tipos de diglosia», Philologica Hispaniensia in honorem Manuel A l­ var, vol. 2, Madrid, Gredos, 1985, pp 603-617.


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P ara G uillerm o Rojo, la distinción entre una diglosia de adscripción y una diglo­ sia fu n cio n a l pu ed e ser m uy útil p ara en ten d er la relación entre los conceptos de «di­ glosia» y de «conflicto». Según R ojo, los autores que tienden a considerar la diglosia com o u na situación estable y desvinculada del conflicto se centran en casos de diglo­ sia funcional; p o r el contrario, los autores que tratan de m ostrar la inestabilidad cons­ titutiva de la diglosia y su vinculación al conflicto lingüístico se centran en casos de diglosia de adscripción, en los que se cuestionan las norm as de em pleo de las lenguas. La diglosia funcional n o tendría un carácter conflictivo porque supone la aceptación de unas norm as reguladoras del uso de las lenguas; el conflicto surgiría precisam ente con el ab andono de tales norm as. La diglosia, concebida de una form a am plia, deja m ás lugar a los cam bios, a la inestabilidad, que la diglosia de Ferguson, y los cam bios se detectan p o r las filtracio­ nes en tre las funciones de las variedades, por la mezcla o el trasvase de elem entos de una variedad a otra o p o r la alternancia de lenguas en el discurso de un m ism o h a ­ blante. A dem ás, com o ha señalado López M orales, la variación inherente a toda len­ gua n atu ral tam bién puede suponer una ru p tu ra del binarism o de la diglosia: prim e­ ro p o r la variación diastrática (sociolectos de B), después por la variación diafásica.15 L ópez M orales ha p ropuesto distinguir tres niveles de estratificación sociocultural: la estratificación social débil, m ucho m ás com pleja en la sociedades m ultilingües que en las m onolingües, se produce cuando existen diferencias cuantitativas, p ero no de in­ ventario, en tre los sociolectos de una lengua o de un dialecto dados; la estratificación intermedia perm ite opo n er los códigos restringidos y los códigos elaborados; la estra­ tificación extrema correspondería a las situaciones de diglosia.16 A lgunos lingüistas h an criticado la am pliación del concepto a los casos en que concurren una lengua norm ativa y sus variedades dialectales: tal am pliación ha sido calificada de lam entable p o r H udson, dado que en esas condiciones todas las com u­ nidades, salvo m uy raras excepciones, serían diglósicas;17 en esta m ism a línea de p en ­ sam iento, L ópez M orales, que adm itiría la validez de la am pliación del concepto des­ de un p u n to de vista pu ram en te sociológico, considera inaceptable que se am algam en fenóm enos diferentes en su naturaleza lingüística y se em pobrezca y trivialice el co n ­ cepto de diglosia.18

Bilingüismo y diglosia E l concepto de diglosia divulgado por Fishm an — uso de dos variedades lingüís­ ticas, de cualquier tipo, con funciones diferentes— parte de la base de que el bilin­ güism o es una caracterización de la versatilidad lingüística del individuo, m ientras la diglosia es una caracterización de la ubicación social de las funciones p ara diferentes lenguas o v ariedades;19 dicho de otra form a, si el bilingüismo puede ser considerado com o un atrib u to del individuo, la diglosia se define com o una característica de las sociedades, de las com unidades de habla. A h o ra bien, en el m om ento de establecer 15. 16. 17. 18. 19.

Estas rupturas son la norma general en el caso de las hablas criollas. Sociolingüística, 2.a ed., Madrid, Gredos, 1993, pp. 52-83. La sociolingüística, Barcelona, Anagrama, 1981, p. 65. Sociolingüística, ob. cit., p. 76. Sociología del lenguaje, ob. cit., p. 129.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE Diglosia

+

(5

Fig. 13.1.

1

2

Diglosia y bilingüismo

Bilingüismo sin diglosia

3

4

Diglosia sin bilingüismo

Ni bilingüismo ni diglosia

R elaciones entre b ilin g ü ism o y diglosia según J. F ishm an.

los tipos de relación que podrían m an ten er bilingüismo y diglosia, Joshua Fishm an transform a el concepto de bilingüism o en un atributo social, tan social com o la di­ glosia, y lo define com o el dom inio, p o r p arte de una sociedad, tanto de (una lengua) A com o de (una lengua) B; cuando se produce una distribución funcional de A y B se estaría ante un caso de diglosia. P artien d o de estas definiciones, Fishm an distingue cuatro tipos de relaciones en ­ tre el bilingüism o y la diglosia, tipos que se recogen en la figura 13.1. C om o ejem plo de la situación 1 (diglosia y bilingüism o), se suele p resen tar el caso del español y el guaraní en Paraguay, país en el que una gran parte de la po b la­ ción sabe h ablar A y B, y en el que A es el español y B el guaraní.20 La situación 2 (bilingüism o sin diglosia) tiende a ser transitoria, pues caracteriza a las sociedades que viven cam bios sociales rápidos o un im portante desarrollo social: son las com unida­ des industrializadas occidentales que reciben una gran cantidad de inm igrantes; son las sociedades que incorporan m ano de obra barata de otros lugares para im pulsarse socioeconóm icam ente. C onform e van naciendo las nuevas generaciones de la po b la­ ción trasplantada, la lengua de la com unidad receptora se va expandiendo y ad en ­ tran d o en los hogares de los inm igrantes. L a situación que recibe el núm ero 3 (diglosia sin bilingüismo) exige traducciones que hagan posible la com unicación en tre dos grupos sociales im perm eables, de acce­ so m u tu o m uy restringido: es el uso de una lengua A por parte de un grupo selecto, elevado, y de la lengua B p o r p arte de los grupos populares. E sta situación es propia de sociedades económ icam ente subdesarrolladas y socialm ente estáticas: supuesta­ m ente, fue el caso de la R usia de los zares, con una clase alta usuaria del francés y un p ueblo h ablante de ruso, o de todas aquellas com unidades cuyos dirigentes m an e­ ja n una lengua internacional para la com unicación exterior e interna, m ientras los grupos poco poderosos utilizan lenguas indígenas, carentes m uchas veces de tradición escrita. Las situaciones sin diglosia ni bilingüismo son definidas por Fishm an com o m ás teóricas que reales, pues corresponden a com unidades aisladas, m uy pequeñas, que antes o después o bien desaparecen o bien se ven afectadas p o r la exogam ia o p o r la diversificación interna. 20. Véase J. Rubín, National Bilingualism in Paraguay, La Haya, Mouton, 1968. También los capítulos correspondientes del libro de G. de Granda, Español de América, español de África y hablas criollas, Madrid, Gredos, 1994, especialmente 10, 11 y 12. G. Corvalán y G. de Granda (eds.), Sociedad y lengua. Bilingüismo en el Paraguay, Asunción, CPES, 1982, 2 vols.


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A h o ra bien, la tipología establecida p o r Fishm an para el bilingüism o y la diglo­ sia, ap aren tem en te clara y sencilla, plantea algunas dudas de difícil resolución. E n p ri­ m er lugar, no se com prende bien ni se acepta fácilm ente que un concepto de base psi­ cológica, com o el que m aneja Fishm an para el bilingüismo, pase a utilizarse desde una perspectiva social, com o si sociológicam ente estuviera bien definido o su existencia estuviera lo suficientem ente dem ostrada com o para oponerlo al concepto de diglosia. La definición de bilingüism o com o «el uso por parte de una sociedad de A y de B» no es rigurosa p uesto que esa idea tam bién form a parte de la definición de diglosia. P odría decirse que en la diglosia existe una distribución funcional que no se produce en el caso del bilingüism o, p ero ¿qué com unidad o grupo no distribuye funcional o socialm ente, de algún m odo, las variedades de su repertorio lingüístico? D e hecho tan im probable es la existencia del bilingüismo equilibrado puro, com o la de una com u­ nidad en la que se m anejen dos lenguas de form a absolutam ente indistinta. P or ello algunos autores h an m ostrado su rechazo al térm ino y a la noción específica de di­ glosia: p ara M artin et existen tantas posibilidades de simbiosis en tre las lenguas que es p referible usar el térm ino bilingüism o para referirse a todas ellas, en lugar de es­ tablecer una dicotom ía sim plista.21 L a tipología de Fishm an, de interés em inentem ente sociológico, deja en el aire asuntos y preguntas com o éstos: cuando hay bilingüismo y no diglosia, no hay dom i­ nio de A y B p o r p a rte de to d a la sociedad, sino de A por una p arte y de B p o r otra; sólo las nuevas generaciones son bilingües, aunque estén destinadas al m onolingüismo; p o r o tro lado, una situación de diglosia sin bilingüismo, suponiendo que exista, implica que alguien debe ser bilingüe, un grupo social m ás o m enos grande: ¿cuántos individuos bilingües tiene que h ab er p ara que se considere que una com unidad es bi­ lingüe? N o son preguntas fáciles ni tienen respuestas fáciles.

Poliglosia Las dudas y dificultades que se han expuesto en el epígrafe an terio r no hacen más que revelar que las situaciones sociolingüísticas reales no son nada sim ples y que se resisten a som eterse a los m oldes estrictos de las clasificaciones teóricas. E n los países árabes, así lo hem os explicado, se da una diglosia en la que están im plicadas una v ariedad alta (árabe clásico) y un variedad baja (árabe dialectal), p ero no hay que olvidar que en esas mism as situaciones lingüísticas están implicadas otras lenguas: en A rgelia, p o r ejem plo, sigue dándose un uso formal, escrito y culto del francés y un uso coloquial y fam iliar del árabe de cada zona, lo que tam bién podría ser conside­ rado com o una situación diglósica. A l revisar las situaciones lingüísticas de varios lugares del m undo, es posible co m probar que m uy a m enudo son m ás de dos las variedades que e n tran en el juego de la distribución funcional. A estos casos se les da el nom bre de poliglosia, aceptan­ do que en tre tales variedades puede h ab er lenguas diferentes y dialectos o estilos de una m ism a lengua. A l adm itir la posibilidad de hablar de diglosia y de poliglosia siem ­

21. «Bilingüisme et Diglossie. Appel a une visión dynamique des faits», La Linguistique, 18 (1982), pp. 5-16. Véase la presentación y el análisis que hace de la cuestión K. Rotaetxe, Sociolingüística, Madrid, Sín­ tesis, 1988, pp. 60-76.


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p re que existan al m enos dos variedades lingüísticas cualesquiera — dialectos, socio­ lectos o estilos— diferenciadas funcionalm ente, R alph Fasold ha podido identificar tres tipos de poliglosia: la diglosia con doble superposición de lenguas, la diglosia de esquem a doble y la poliglosia lineal o continua. La diglosia con doble superposición de lenguas se produce, p o r ejem plo, en T a n ­ zania o en otros países en los que es habitual el uso de tres lenguas al m enos. Se tra ­ ta de una situación que podría ser calificada com o triglósica, p ero que en realidad res­ po nde a la superposición de dos diglosias en las que están im plicadas tres lenguas. E n Tanzania existe, p o r un lado, una diglosia en la que la variedad vernácula o dialectal es la variedad B y el suahelí o swahili, lengua que está cum pliendo las funciones de lengua nacional y de lengua franca y que goza de notable prestigio en una parte im ­ p o rta n te de Á frica, es la variedad A ; p ero jun to a esta diglosia, o m ejor sobre ella, se produce o tra diglosia en la que la variedad B es el suahelí y la variedad A es una len­ gua colonial, el inglés. E l inglés es la lengua de los asuntos oficiales del gobierno, de la ley, del com ercio, de la universidad, de la tecnología; el suahelí es la lengua que perm ite la com unicación en tre unos grupos y otros del país, la lengua de la escuela, de la cultura y de la com unicación nacional; las lenguas vernáculas se usan en la co ­ m unicación local y fam iliar, aunque es frecuente m ezclarlas con el suahelí cuando los interlocutores hablan la m ism a variedad dialectal. La diglosia de esquem a doble es una variante de la diglosia clásica y consiste en distinguir una distribución sutil de A y de B, dando lugar a que, en A , existan una subvariedad «a» y una subvariedad «b» y, en B, existan a su vez una subvariedad «a» y u na subvariedad «b». E ste tipo de diglosia com pleja es el que se produce en la ciu­ dad de Jalapur, al n o rte de D elhi, en India. A quí, la variedad alta general es el hindí o hindi y la variedad baja general es el dialecto local, que recibe el nom bre de «jala­ pur»; estam os, pues, ante una situación canónica de diglosia. Sin em bargo, d entro de B es posible distinguir dos subvariedades, que han llegado incluso a recibir nom bres locales: el m oti boli y el s a f boli. La prim era se usa para la com unicación oral fam i­ liar, en tre niños, hacia los anim ales y los sirvientes intocables, esto es, los m iem bros de los grupos inferiores de la com unidad; la segunda se usa cuando la relación entre los in terlocutores es algo distante o cuando se quiere expresar m ayor respeto y c o r­ tesía, p o r ejem plo hacia las personas de m ayor edad. D entro del hindí tam bién es p o ­ sible distinguir dos subvariedades o estilos: el estilo oratorio, m ás elevado, con p re ­ sencia n o tab le de préstam os del sánscrito, y el estilo conversacional, que no es m ás que el hindí de la región. Téngase en cuenta, a propósito de éste y otros tipos de p o ­ liglosia, que los sociólogos del lenguaje adm iten com o variedades diferentes lo que son m eros recursos estilísticos de una lengua; los lingüistas ven las cosas de form a d i­ ferente. M ucho m ás com pleja que las anteriores es la tercera de las situaciones poliglósicas, la q ue se denom ina poliglosia lineal o continua. Sem ejante poliglosia se construye sobre reperto rio s lingüísticos m uy ricos, en los que se dan cita seis u ocho variedades lingüísticas que pu ed en ordenarse en una larga y com plicada escala de form alidad, sin que las variedades de la mism a lengua tengan p o r qué ocupar grados contiguos: es el caso de las com unidades chinas, educadas en inglés, de Singapur y de M alaysia. E n la com unidad m alaya se utilizan varias lenguas chinas, con predom inio del chino co rrespondiente a la región, dos variedades de inglés característico de la zona (inglés m alayo form al e inglés m alayo coloquial) y dos variedades de m alayo, el


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m alayo bahasa, m ás form al y lengua nacional, y el m alayo llam ado de bazar, que fun­ ciona com o lingua franca de poco prestigio. Todas esas variedades pueden orden arse en un continuum poliglósico que tiene com o variedades A al inglés m alayo form al, al m alayo bahasa y al m andarín, p o r este orden, aunque la difusión del m alayo lo está llevando a ocupar el lugar m ás alto de la escala; en un nivel m edio se disponen un in ­ glés local m ás coloquial y el chino p redom inante en la región y, com o variedades B, funcionan, p o r este orden, el chino local, otras lenguas chinas y el m alayo de bazar, que parece ser la variedad m ás fam iliar y coloquial, así com o la m enos prestigiosa. Las clases de poliglosia com entadas por Fasold no agotan las posibilidades que ofrece la realidad social y lingüística de las com unidades de habla repartidas p o r el m undo. La situación argelina, com entada sucintam ente m ás arriba, podría caracteri­ zarse com o diglosia doble porque, si para los hablantes de cierta edad se produce una diglosia «francés (A ) - árabe dialectal (B)», para los más jóvenes, los que han sido al­ fabetizados tam bién en árabe norm ativo, se añadiría a esa diglosia una segunda di­ glosia: «árabe norm ativo (A ) - árabe dialectal (B)»; a esto habría que añadir la si­ tuación de los grupos bereberes, que hacen uso de su lengua en contextos fam iliares e inform ales.

Las lenguas y sus funciones La sociología del lenguaje ha tenido en tre sus preocupaciones la de fijar una se­ rie de principios p a ra describir y com parar la situación lingüística de todos los países del m undo. E n tre los criterios y principios m anejados con este fin está la categoría de la lengua, íntim am ente ligada a la fu n ción social que cum ple. Ferguson consideró la fu n ció n com o la prim era y m ás im portante condición que debía tenerse en cuenta para h ab lar de diglosia y distinguió dos funciones básicas: A y B. E n otros estudios, y con otros fines, esas funciones h an sido tratadas con un m ayor detalle. E n los años sesenta, Charles Ferguson estableció tres categorías de lenguas, se­ gún concurrían en ellas ciertas características: lengua principal, lengua minoritaria y lengua especial. U na lengua principal es aquella que es lengua m aterna de m ás del 25 % de una población (o de m ás de un m illón de personas), que es lengua oficial de un país y que es enseñada en la instrucción secundaria, al m enos a la m itad del alum ­ nado. U n a lengua es m inoritaria cuando es lengua m aterna de m ás del 5 % de una población (o de m ás de 100.000 personas) y cuando se usa com o lengua de instruc­ ción m ás allá de los estudios prim arios. Las lenguas especiales no reúnen, claro está, las características de las anteriores y pu eden servir para fines m uy diversos: religión, literatura, lengua franca.22 E sta clasificación afecta a la función que han de cum plir las diversas categorías o clases de lenguas: se habla entonces del uso oficial de la lengua, del uso en la en ­ señanza o en la religión y de su utilidad com o lengua de com unicación de un grupo o de una com unidad de habla, com o lingua franca o com o lengua internacional. La lingua franca y la lengua internacional se distinguen por el hecho de que la prim era sirve com o vehículo de com unicación en tre hablantes de lugares y lenguas diferentes

22. Véase «National sociolinguistic profile formulas», en W. Bright, SoáoÜnguisñcs, La Haya, Mouton, 1966, pp. 309-324.


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que no la tien en com o lengua m aterna, m ientras que la lengua internacional es h a ­ blada en distintos países cuyos hablantes disponen de ella com o lengua m aterna, aun­ que tam bién puede ser utilizada com o lingua franca (véase el capítulo 17).23 E n una propuesta m ás reciente, R alph Fasold ha p resentado una relación de p o ­ sibles funciones de las lenguas y de los atributos que teóricam ente les perm itirían cum plir tales funciones. Según Fasold, serían los siguientes:24 Función oficial: la lengua requiere estar estandarizada, esto es, disponer de g ra­ m ática, diccionario, ortografía, etc., y ser conocida por un conjunto de ciudadanos con estudios. Función nacionalista: la lengua es sím bolo de identidad nacional para una parte significativa de la población, es utilizada en la com unicación diaria y es hablada con fluidez en to d o el territorio. Función de grupo: la lengua ha de ser usada por todos los m iem bros de una co­ m unidad en la conversación ordinaria. Función educativa: la lengua ha de ser com prendida p o r los estudiantes y debe disponer de los suficientes recursos didácticos, así com o de una estandarización sufi­ ciente. Función de lingua franca: la lengua puede ser aprendida com o segunda lengua. Función de lengua internacional: la lengua ha de ser reconocida com o tal. Función de asignatura en la escuela: la lengua requiere una estandarización m a­ yor o igual que la de la lengua de los estudiantes. Función religiosa: la lengua se usa en los actos religiosos. P ara Fasold, estos conceptos y atributos, expresados en térm inos de presencia o ausencia, p erm itirían una caracterización porm enorizada y objetiva de las condicio­ nes sociolingüísticas de cualquier lengua del m undo.

R eflexiones y ejercicios 1. E studie las situaciones bilingües del m undo hispánico, en E uropa, Á frica, F i­ lipinas y A m érica. P artiendo de las condiciones fijadas por C harles Ferguson, ¿cree que se pu ed e h ablar de diglosia a propósito de alguna de ellas? 2. C om pare las características de la variación diastrática y diafásica con las de la diglosia. ¿Q ué elem entos com unes se p u eden reconocer? ¿C ree que se trata de for­ m as afines de estratificación o de conceptos sociolingüísticam ente m uy alejados? C on­ sulte el capítulo II del libro Sociolingüística de H um berto L ópez M orales (2.a ed., M a­ drid, G redos, 1993). 3. E stu d ie y com pare la situación lingüística de C ataluña y de G alicia, en E s­ paña. ¿Q ué diferencias sociales y lingüísticas aprecia entre ellas?

23. Véase Marqués de Tamarón, «El español, ¿lengua internacional o lingua franca?», en Actas del Con­ greso de la Lengua Española. Sevilla, 1992, Madrid, Instituto Cervantes, 1994, pp. 189-211. 24. La sociolingüística de la sociedad, ob. cit., pp. 123-133.


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4. E lija tres lenguas del m undo y describa sus funciones y atributos según los criterios fijados p o r Fasold (L a sociolingüística de la sociedad, M adrid, V isor, 1996, pp. 123-133).

Orientaciones bibliográficas P ara la com prensión del concepto de diglosia, es obligada la lectura del trabajo de C harles F erguson «Diglosia», recogido en P. G arvin y Y. L astra (eds.), A ntología de etnolingüística y sociolingüística (M éxico, U N A M , 1984, pp. 247-265). Asim ism o, para lo que se refiere a la relación en tre bilingüismo y diglosia, se debe leer el capí­ tulo V I del libro de Joshua Fishm an, Sociología del lenguaje (M adrid, C átedra, 1979). Se recom ienda, igualm ente, la lectura de los capítulos dedicados a la diglosia en los m anuales de H. L ópez M orales (Sociolingüística, 2.a ed., M adrid, G redos, 1993, pp. 64-83), de R. Fasold (L a sociolingüística de la sociedad, M adrid, Visor, 1996, pp. 71-108) y de K. R otaetx e (Sociolingüística, M adrid, Síntesis, 1988, pp. 53-78). P ara o b ten er inform ación sobre diversas situaciones lingüísticas del m undo, se p u ed en consultar las obras de O. U ribe (Situaciones de m ultilingüism o en el m u n d o , M éxico, U N A M , 1972) y de R. W ardhaugh (Languages in com petition, O xford, Blackwell, 1987); tam bién puede ser útil la Enciclopedia del lenguaje de D avid Crystal (M adrid, T aurus, 1994). E l trabajo de M anuel A lvar «Cuestiones de bilingüism o y diglosia en el español» (E l castellano actual en las com unidades bilingües de España, Salam anca, Ju n ta de Castilla y León, 1986, pp. 11-48) aporta inform ación m uy útil so­ b re diversas situaciones del m undo hispánico. V éanse tam bién las orientaciones bi­ bliográficas del capítulo 20.


C a p ít u l o 14

ELECCIÓN, MANTENIMIENTO Y SUSTITUCIÓN DE LENGUAS Elección de lengua Y esta elección queda justificada brevemente por tres razones que me movieron a preferir la lengua vulgar a la latina. D a n t e A l i g h i e r i , E l convite,

1304-1307

E n el m undo existen cientos de lugares que conocen situaciones lingüísticas de una com plejidad extraordinaria. E n otro capítulo, a propósito de la poliglosia, alu­ díam os a las com unidades chinas de M alaysia o de Singapur educadas en lengua in­ glesa: Singapur tiene cuatro lenguas oficiales, inglés, chino m andarín, tam il y m alayo, p ero la m ayoría de los h abitantes tiene el chino hokkien com o lengua m atern a y, ad e­ m ás, en algunas zonas de la isla se habla un criollo portugués. E n G uinea E cuatorial se h abla el español com o lengua general o de koiné y, repartidos p o r la geografía guin eana, un pidgin inglés (pichinglis o pichi) un criollo portugués (annobonés) y siete lenguas autóctonas de la familia bantú: bubi, benga, kom be, baseke, balengue, bujeba y fang o pam ue. E n Filipinas funcionan com o lenguas oficiales el filipino (o pilipino), de base tagala, y el inglés; adem ás, los censos dan un total de 75 lenguas principales, de las cuales las m ás im portantes son ocho, todas ellas de la familia lingüística m alayo-polinésica: tagalo, cebuano, ilocano, hiligaynón, bicolano, waray, kapam pangán y pangasinán; deb en añadirse a esta larga relación el español, el árabe — utilizado so­ bre todo p o r las com unidades m usulm anas del sur del país— y el criollo hispano-filipino llam ado chabacano.1 Si se tiene en cuenta que en el m undo existen entre 4.000 y 5.000 lenguas re p a r­ tidas en tre unos 200 países, se llega a la fácil conclusión de que el estado natu ral de la m ayoría de las situaciones lingüísticas del m undo es el multilingüismo. Siendo así, tam bién es n atu ral que a m enudo los hablantes o las com unidades se vean ante la n e­ cesidad o, al m enos, la posibilidad de elegir entre el uso de una lengua o el uso de o tra según las circunstancias, el ento rn o y su propia actitud, entre otros m uchos fac­ tores. E n ocasiones la elección se hace con la intención de satisfacer unas necesida­ des inm ediatas, p ero a veces la elección de una lengua supone el abandono de otra, que la pued e llevar, a esta últim a, a su d eterioro, a su olvido por p arte de un hablante o, incluso, a su desaparición de un territorio. 1.

Vcase A. Quilis, La lengua española en cuatro m m dos, Madrid, Mapire, 1992.


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A l h ab lar de elección de lenguas, estam os haciendo referencia a las lenguas con­ sideradas com o un todo, esto es, al hecho de m anejar códigos diferenciados, de usar una lengua o de usar otra. Sin em bargo, existe la posibilidad de tra ta r la elección de lenguas com o una m anifestación m ás de un proceso general de elección lingüística, puesto que buena p arte de los usos sociales de las lenguas consisten sencillam ente en elegir en tre varias opciones. U no de los tipos m ás frecuentes de elección lingüística sería el fenóm eno denom inado cambio de código (code-switching), que consiste en la alternancia de dos lenguas den tro del discurso de un hablante; si la alternancia afec­ ta a unidades de n aturaleza léxica, se p uede hablar de préstamo. E ste proceso de cam ­ bio es diferente de la m ezcla de códigos (code-m ixing), en la que aparecen elem entos de u na lengua m ientras se está usando básicam ente una lengua diferente. P or o tra parte, tam bién los cambios de estilo, los que se producen en la com unicación diaria, p o d rían ser considerados com o una form a de elección lingüística. Si resulta relativam ente fácil definir y caracterizar cada uno de esos tipos de elec­ ción lingüística (elección de lengua, cam bio de código, m ezcla de código, cam bio es­ tilístico), no resulta tan sencillo m arcar límites entre ellos cuando se trabaja con m ues­ tras de habla reales: hasta cierto p u n to un cam bio de código supone la elección de una lengua, y una m ezcla com porta, en cierto grado, el cam bio o el paso de una len­ gua a otra. P o r esa razón, R alph Fasold ha pensado en un continuo que sirva para o r­ d enar todos los tipos de elección lingüística, que no serían m ás que puntos diferentes en una línea que va desde las elecciones a gran escala (elección de lengua propiam ente dicha) a las de m enor escala ( variación estilística d entro de una m ism a lengua).2 La elección de lengua, p o r p arte de un hablante que tiene a su disposición m ás de un código lingüístico, es un proceso que tiene unas consecuencias lingüísticas, evi­ dentem en te, p ero que requiere una explicación en la que han de m anejarse factores de n aturaleza sociológica y psicosociológica, así com o factores antropológicos: al fin y al cabo se trata de un proceso de «elección» en el que, com o en cualquier otro, se im brican causas y circunstancias diversas, que generalm ente no actúan de form a in­ dependiente. D esde este p u n to de vista psicosociológico, podría estar justificada una pro p u esta com o la de Fasold, que o rdena los procesos de elección de lengua, cam bio y mezcla de códigos y variación estilística en una m ism a escala. Sin em bargo, cuando nos centram os en los rasgos lingüísticos, sociolingüísticos y psicolingüísticos de esos fenóm enos, apreciam os que se trata de conceptos suficientem ente bién diferenciados: para la lingüística no es lo m ism o cam biar de estilo que cam biar de lengua. V am os a dedicar este capítulo específicam ente a la elección de lengua, digam os, propiam ente dicha, y dejam os para otros capítulos el estudio de los cam bios de código — o alter­ nancia de lenguas— , de la m ezcla de códigos y de los cam bios de estilo.

Aspectos sociológicos de la elección de lenguas E l prim er y principal desarrollo del concepto de «elección de lenguas» se ha d e­ bido a la sociología del lenguaje, especialm ente a la figura de Joshua Fishm an.3 Se­ gún este autor, existen ciertos contextos institucionales, llam ados ám bitos o dom inios,

2. 3.

Sociolingüística de la sociedad, Madrid, Visor, 1996, pp. 276-277. Sociología del lenguaje, Madrid, Cátedra, 1979, pp. 135-180.


LA COEXISTENCIA DE LENGUAS Y SOCIEDADES

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Ámbito

Casa Barrio Iglesia Escuela Trabajo Recreo Gobierno Medios de comunicación

Fig. 14.1.

D istrib u c ió n d e l e sp a ñ o l y d el inglés p o r á m b ito s sociolingüísticos, según A . R a m íre z (1992).

en los cuales el uso de una variedad lingüística es m ucho m ás apropiado que el uso de o tra variedad. Los ám bitos se conciben com o conjuntos o constelaciones de facto­ res, tales com o el lugar, el tem a y los participantes, capaces de determ inar la actua­ ción lingüística. L a sociología del lenguaje ha aportado num erosos estudios en los que se descri­ be el fenóm eno de la elección de lenguas a propósito de com unidades concretas. E n ellos se aprecia que cada lengua, cada com unidad, vive una circunstancia particular que hace difícil la com paración de unas con otras en térm inos absolutos, aunque ello no ha im pedido la constatación, en prim er lugar, de la im portancia que tienen los ám ­ bitos sociolingüísticos en una elección, m uy especialm ente el ám bito de la com unica­ ción fam iliar, y, en segundo lugar, la incidencia que asimismo tienen factores sociales com o la ed ad o el nivel de instrucción. C om probém oslo p o r m edio de algunos ejem ­ plos en los que está im plicada la lengua española. U n o de los casos m ás conocidos en los que se presenta la posibilidad de elección de lengua es el de los hispanos bilingües de E stados U nidos. Sobre los hispanos se h an realizado num erosísim os estudios, entre los que destacan aquellos que se p re o ­ cupan p o r la elección del español y el inglés en diversos ám bitos o dom inios sociolingüísticos y cuando concurren diferentes factores sociales. A rnulfo R am írez ha rep resen tad o la distribución de am bas lenguas dentro de una com unidad hispana de E stados U nidos com o aparece en la figura 14.1.4 A quí se aprecia la proporción rela­ tivam ente m ayor de uso del español en la casa, en el barrio y en la iglesia, y la m a­ yor presencia del inglés en la escuela, en el trabajo o en los m edios de com unicación social. E n u n estudio que R. Sánchez ha realizado sobre los hispanos del sudoeste de E stad o s U n id o s,5 en el que se ha prestado atención a los ám bitos sociolingüísticos, a las distintas generaciones de hispanos y a las clases sociales, se ha com probado, en consonancia con los inform es de A. R am írez, que los hispanos de clase m edia em ­ plean el inglés m ayoritariam ente en la segunda y en la tercera generación y que esto lleva, en la práctica, a la desaparición del español en la tercera generación, cosa que

4. El español de los Estados Unidos, Madrid, Mapfre, 1992, p. 53. 5. R. Sánchez, «Our linguistic and social context», en J. Amastae y L. Elías-Livares (eds.), Spanish in the United States: Sociolinguistic Aspects, Cambridge, Cambridge University Press, 1982, pp. 14-16.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

C ua d r o 14.1.

Uso d el inglés y del e sp a ñ o l entre h isp a n o s del su d o e ste de E sta d o s U nidos,

según R. Sánchez Clase obrera Rural

Clase media Ámbito

Casa Barrio Recreo Trabajo Medios de comunicación Gobierno

Urbana

1.a

2.a

3.a

1.a

2.a

3.a

1.a

2.a

3.a

E I A I A I

A I I I I I

I I I I I I

E E A A A I

A A A A A I

A A A A A I

E A A A A I

A A A I A I

I A 1 I I I

E = español; A = ambos idiomas; I = inglés. Fuente1. A. Ramírez, 1992.

no ocurre en las com unidades rurales, donde el español, o al m enos el uso de am bas lenguas, se m antiene. E n lo que se refiere a los ám bitos sociolingüísticos, el cua­ dro 14.1 revela que el inglés es la única lengua usada en actividades que tienen que ver con el gobierno y que el español es utilizado en la casa, p ero no por los hispanos que p erten ecen a la tercera generación.6 El uso de am bas lenguas es frecuente en los m edios de com unicación, en las actividades de recreo, en el barrio y tam bién en el trabajo. E stos m odelos de elección de lenguas son reflejo de situaciones diglósicas, en sentido am plio, en las que la variedad A se usa en situaciones m ás form ales que la variedad B. Pasem os ahora a un ejem plo p ro cedente de E sp añ a.7 L a F ranja O riental de A ragón ofrece, en algunas localidades, la posibilidad de utilizar el español (o castellano), el catalán o un habla local (llam ada generalm ente chapurreao). A llí se ha podido com probar que el español es entendido, hablado, leí­ do y escrito prácticam ente p o r el 100 % de la población; adem ás, el 65 % de la p o ­ blación piensa que se m an ten d rá igual durante los próxim os años y el 27 % opina que su uso aum entará. Las hablas locales, p o r su parte, son utilizadas en casa, en la calle, en las tiendas y en los centro de recreo, es decir, en los ám bitos caracterizados p o r un m en o r grado de form alidad. Según se an o ta en el estudio realizado p o r M .a A. M ar­ tín Z o rraq u in o y sus colaboradores, el m ayor uso de las variedades locales se p ro d u ­ ce en casa, donde lo em plea el 85 % de la población, m ientras que sólo un 4 % de h ablantes usa el español en casa de form a exclusiva, si bien se detecta un aum ento del español a m edida que desciende la edad de los individuos y conform e se eleva su nivel de instrucción.8 Las hablas locales de la F ranja O riental de A ragón son utilizadas p o r el 75 % de la población en la calle, en las tiendas y en los lugares de recreo. A q u í tam bién se ob6. Cuadro tomado de A. Ramírez, El español de los Estados Unidos, ob. cit., p. 55. 7. Existen muchos estudios, de diversas regiones, en los que se manifiesta una preocupación por este asunto; algunos son modestos en cuanto a su objeto de estudio (A. Uruburu Bidaurrázaga, «Sociolingüística en Viana do Bolo (Ourense)», Verba, 19 (1992), pp. 379-395), otros son investigaciones de gran envergadura ( Mapa sociolingüístico de Galicia, 3 vols., Vigo, Seminario de Sociolingüística, Real Academia Galega, 19941996). 8. M.a A. Martín Zorraquino, M a R. Fort, M.'1 L. Arnal y J. Giralt, Estudio sociolingüístico de la Fran­ ja oriental de Aragón, Zaragoza, Departamento de Lingüística General e Hispánica, 1995, p. 68 y ss.


LA COEXISTENCIA DE LENGUAS Y SOCIEDADES

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............ Habla local ---------- Español

Fig. 14.2.

Uso de e sp a ñ o l y d e h abla local (100 % ) p o r á m b ito s en la fra n ja o riental de A ra g ó n , según M .a A . M artín Z o rra q u in o et al. (1995).

servan diferencias significativas si se tiene en cuenta la incidencia de diversos facto­ res sociológicos: en los hablantes de m ayor edad, el uso exclusivo de la variedad lo­ cal supera el 80 % , p ero en tre los jóvenes el uso exclusivo de esta habla ronda el 50 %; asim ism o, m ás del 82 % de las personas con instrucción prim aria utiliza siem ­ p re el h abla local, proporción que se queda en el 60 % de los hablantes de instruc­ ción m edia, que en esos ám bitos hacen un m ayor uso del español. E n los ám bitos considerados com o m ás form ales (trabajo, adm inistración, enti­ dades bancarias, asistencia sanitaria, iglesia, reuniones públicas), se aprecia un au ­ m en to del em pleo del español en toda la Franja. El español es usado siem pre o casi siem pre en el ám bito laboral p o r el 11 % de las personas que trabajan, frente a las hablas locales, que son utilizadas por el 58 % de las personas de form a exclusiva y p o r el 15 % en la m ayoría de las ocasiones.9 E n este caso, los factores sociales p e r­ m iten establecer algunas diferencias significativas: así, p o r ejem plo, los hom bres uti­ lizan m ás la variedad local en el trabajo que las m ujeres, que superan en un 5 % a los h om bres en el uso del español; el em pleo del habla local desciende conform e lo hace la ed ad de los hablantes; tam bién hay un claro descenso del uso del habla local y un aum ento del español a m edida que es m ás alto el nivel de instrucción de los hab lan ­ tes. E l uso del español es m ayor en los puestos de trabajo m ejor cualificados (véase la figura 14.2). E n lo que se refiere al uso del catalán, debe señalarse que es com prendido y h a ­ blado p o r una p roporción de individuos muy alta (94-100 % ), aunque sólo un 10 %

9. laboral.

Alrededor del 20 % de la población encuestada no se incluye en estos datos por no tener ocupación


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

pued e escribirlo. T am bién es im portante apreciar que el propio térm ino catalán se asocia en la F ran ja a valores connotativos supralocales con los que no se identifican necesariam ente los aragoneses; con otras palabras, se valora positivam ente el conoci­ m iento y uso del catalán m ás característico de la F ranja de A ragón — la variedad p ro ­ pia— , p ero no tan to su vinculación al catalán de C ataluña, entendiendo que la acti­ tud lingüística en este caso, com o en otros m uchos, responde más a una actitud hacia una com unidad «vecina» que hacia una lengua en sí misma. Las hablas locales de la F ranja, si bien son consideradas com o «norm ales» p o r el 75 % de la población y son vistas com o una seña de identidad im portante, tam bién son objeto de una actitud poco positiva, pues se piensa en ellas com o un «mal cata­ lán» o com o unas variedades «incorrectas». M uy ligados a presupuestos sociológicos, están aquellos estudios en los que se analizan los valores socioculturales de un grupo y las conductas que los revelan. La elección de lengua, de esta m anera, se considera tam bién una elección de valores cul­ turales. E n tre los trabajos m ás im portantes realizados desde esta perspectiva está el que Susan G al elaboró en la ciudad austríaca de O berw art, cerca de la fro ntera con H u n g ría.10 E n la com unidad de O berw art hay una proporción elevada de h ablantes bilin­ gües de húng aro y alem án. Podría decirse que estas lenguas m antienen una relación de diglosia, en sentido am plio, en la que el húngaro es la variedad B, la lengua tra ­ dicional de los cam pesinos, y el alem án es la v ariedad A , la de la educación, la de las clases profesionales. Ju n to a la población bilingüe, en O berw art hay hablantes m onolingües de alem án, form ando p a rte de una situación que puede calificarse de relativ am en te nueva, d ado que cien años atrás los cam pesinos casi no h ablaban ale­ m án. E n tales condiciones se p lan tean unos in teresantes problem as de elección de lengua. E n los hom bres, generalm ente, funciona un sentim iento de patriotism o austríaco que los lleva a prim ar el alem án. Las m ujeres germ anohablantes, p o r su parte, si se m ueven en am bientes de habla alem ana, no en cuentran especiales dificultades; ah o ­ ra bien, las que se han vinculado a familias cam pesinas, tradicionalm ente hablantes de húngaro, se han visto inm ersas en situaciones complejas: m uchas han tenido que ap ren d er húngaro al negarse la fam ilia del m arido a hablar con ellas en alem án. E l húngaro ha sim bolizado duran te m ucho tiem po un m odo de vida, una perso ­ nalidad pro p ia den tro de un territorio austríaco, una tradición am enazada de m uerte; el alem án ha sido la lengua del prestigio, de la m odernidad, de la integración políti­ ca, del patriotism o austríaco. La elección de una lengua u otra — alem án, húngaro— ha supuesto m ucho m ás que una sim ple elección lingüística. A ctualm ente, el ideal de la com unidad n o sólo es h ablar alem án, sino que se intenta hablarlo sin acento; in ­ cluso p ara las familias m ás tradicionales ya no es tan im portante no hablar húngaro: de hecho, en las m ujeres cam pesinas jóvenes hay un gran deseo de dom inar el ale­ m án p ara m overse en ám bitos y con personas profesionales y prestigiosas.

10. Language Shift: Social Determinants o f Linguistic Change in Bilingual Austria, Nueva York, Academic Press, 1979.


LA COEXISTENCIA DE LENGUAS Y SOCIEDADES

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A spectos psicolingüísticos y psicosociológicos de la elección de lenguas Los psicosociólogos definen la elección de lengua com o un fenóm eno propio del hab lan te bilingüe. Según Sim ón H erm án, la elección de lengua depende de los tipos de situaciones psicológicas en que el hablante se ve envuelto y, en tre ellas, distingue tres clases principales: la prim era está relacionada con las necesidades personales del h ablante, la segunda con la gente con la que se desarrolla una actividad o una in te ­ racción com unicativa en un m om ento determ inado (situación inm ediata) y la tercera con las características del grupo social del que procede el individuo: un hablante p u e ­ de q u e rer dem o strar que p ertenece a un grupo, aunque no esté hablando con gente de ese grupo, o pu ed e qu erer dem ostrar que no pertenece a un grupo determ inado, aunque esté con personas que pertenezcan a él.11 Estas situaciones psicológicas sue­ len superponerse, aunque cuando coinciden es norm al que predom ine alguna de ellas. E n relación con tales situaciones psicológicas, el hablante puede elegir una len­ gua dep en d ien d o del tipo de actividad que realice en cada m om ento. E n un estudio sobre las tendencias del habla de la com unidad hispana de A lbany (N ueva Y ork, E s­ tados U nidos), Pedro B enítez ha encontrado que la lengua que se utiliza para una ac­ tividad determ in ad a es la m ism a que el individuo ha utilizado para esa actividad en su etap a form ativa. A sí, n arrar leyendas y cuentos, rezar, escribir, decir palabras gro­ seras y leer el periódico son actividades que en la época adulta son realizadas en una lengua d eterm inada de form a casi autom ática, según la lengua en que fueron realiza­ das en un prim er m om ento. E l español es elegido por los hispanos de A lbany, ante todo, p ara h ablar con los padres, para rezar, para enfadarse, para decir frases cariño­ sas o expresar em ociones, y b astante m enos para escribir cartas, p o r ejem plo; el uso indistinto de am bos se da sobre todo p ara n arrar historias y para hablar con los am i­ gos íntim os. E ste tipo de distribución en la elección del inglés y el español revela que el español se pierde y que los hispanos de A lbany están experim entando una asim i­ lación lingüístico-cultural que culm inará en el m om ento en que los m iem bros de una generación dejen de rezar y de hablar con sus padres en español.12 A l tra ta r el fenóm eno de la elección de lenguas desde una perspectiva psicosociológica, es obligada la referencia a los trabajos elaborados desde la «teoría de la acom odación del habla», rep resen tad a principalm ente p o r H ow ard G iles y sus cola­ boradores. U na de las preguntas más interesantes que han recibido respuesta desde esta teoría es la siguiente: ¿cuándo un hablante tiende a ser convergente con sus in­ terlocutores (a utilizar su m ism a lengua) y cuándo tiende a ser divergente? Para G i­ les, B ourhis y T aylor, depende de si el hablante pertenece a un grupo sociocultural dom inante o subordinado y de si existe la posibilidad de que un cam bio social p ro ­ voque realm ente una m ejora de la posición del grupo subordinado.13 E l m odo en que se com binan estos factores e inciden sobre la elección de lenguas queda re p re sen ta ­ do en el cuadro 14.2. 11. «Explorations in the social psychology of language choice», en J. Fishman, Readings in the Sociology o f Language, La Haya, Mouton, 1968, pp. 492-511. 12. «Tendencias del habla de la comunidad hispana de Albany (Nueva York)», Lingüística Española A c ­ tual, VII (1985), pp. 251-276. 13. «Toward a theory of language ¡n ethnic group relations», en H. Giles, Language, ethnicity and Intergroup Relations, Londres, Academic Press, 1977, pp. 307-349.


PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

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C u a d r o 14.2. A d a p ta c ió n de la c onducta lingüística de los g ru p o s d o m in a n tes y su b o rd in a d o s d e p e n d ie n d o de la p erc ep c ió n d e la p o sib ilid a d d e u n ca m b io social, se g ú n Giles, B o u rh is y T a ylo r (1977) Respuesta Percepción de cambio

Grupo dominante

Grupo subordinado

No se percibe posibilidad de cambio Se percibe favorablemente Se percibe desfavorablemente

No convergencia Convergencia Divergencia

Convergencia Divergencia

Según las circunstancias representadas en el cuadro, cuando no se percibe la p o ­ sibilidad de un cam bio social d en tro de una com unidad, el grupo dom inante tiende a reafirm arse en sus m arcas sociolingüísticas, no siente la necesidad de aproxim arse al grupo su bordinado (hacer uso de su lengua, su variedad o sus características) e in­ cluso adm ite la posibilidad de la convergencia p or parte de éste, convergencia que, p o r o tro lado, es natural, dado que los usos m ás correctos y prestigiosos reciben h a­ bitualm ente las actitudes favorables de toda la com unidad. Si se percibe la posibilidad de un cam bio social y éste se valora favorablem ente, es posible pensar en una convergencia hacia la lengua o los usos del grupo subordi­ n ad o p o r p a rte del dom inante, en un deseo de favorecer el propio cam bio o de reacom odarse en posiciones m ás propicias; en tal caso, tam bién es posible que el grupo subordinado se reafirm e en sus caracteres lingüísticos, procurando m uchas veces ap artarse de los rasgos que se consideran propios del grupo dom inante (divergencia). C om o ejem plo de esta circunstancia, G iles y sus colaboradores hablan del abandono, p o r p a rte de los estudiantes de la clase m edia alta del R eino U nido en los prim eros años setenta, de la form a de h ab lar (tam bién la form a de vestir y de actuar) de su gru­ p o social y de la adopción de usos considerados m ás liberales. Fasold com enta que, si la variedad lingüística subordinada se valorara com o lengua, el grupo subordinado podría aceptar o exigir su uso p o r p arte del grupo dom inante d u ran te el proceso de cam bio social: esto ocurre en los m om entos en que los m ovim ientos nacionalistas son m ás activos, p o r ejem plo, en Q uebec, C an ad á.14 C uando se percibe la posibilidad de un cam bio p ero éste no se valora positiva­ m ente, la actitud del grupo dom inante puede ser de resistencia y, p o r tanto, de aleja­ m iento o divergencia de los usos del grupo subordinado. E n esa circunstancia no se­ ría probable que el grupo subordinado viera desfavorablem ente la posibilidad de un cam bio social que podría suponer u na m ejora de su posición. P o r últim o, en lo que se refiere a los aspectos psicosociológicos de la elección de lengua, m erece la pena destacar que los diversos factores presentados — elección se­ gún la situación psicológica, según la actividad com unicativa, según la posibilidad de percepción de cam bios sociales— ni son los únicos que actúan ni tienen p o r qué ser los m ás im portantes en todos los casos: el lugar en que se produce la com unicación, el tem a tratad o y los interlocutores tam bién p ueden ser decisivos. Frangois G rosjean ha p rep arad o una lista de los factores que tienen alguna capacidad de influencia so-

14.

Sociolingüística de la Sociedad, ob. cit., pp. 289-290.


LA COEXISTENCIA DE LENGUAS Y SOCIEDADES C u a d r o 14.3.

249

F actores q u e in flu y e n en la elección d e lengua, seg ú n F. G rosjean (1982) Situación

P articipantes

Dominio de la lengua Preferencias lingüísticas Estatus socioeconómico Edad Sexo Ocupación Educación Origen étnico Historia Tipo de relación Intimidad Relación de poder Actitud lingüística Influencias externas

Localización/contexto Presencia de monolingües Grado de formalidad Grado de intimidad C on ten id o d e l discurso

Tema, asunto Tipo de vocabulario F unción de la interacción

Mejorar estatus Crear distancia social Excluir a alguien Pedir u ordenar

bre la elección de lengua (cuadro 14.3).15 Esa relación, que no es exhaustiva, incluye características de los participantes, de la situación, del contenido del discurso y de la función de la interacción. T odos estos factores influyen sobre la capacidad y las posibilidades de elección de los individuos y construyen ante ellos unas rutas de decisión que norm alm ente se rep resen tan en form a de árboles, llam ados árboles de decisiones. E ste recurso gráfico ofrece una im agen clara de las posibilidades de elección y decisión que tienen ciertos individuos, grupos o com unidades. R. A ppel y P. M uysken, por ejem plo, han elabo­ rado un árbol de decisiones para la elección de lengua de los m arroquíes residentes en H olanda; en él se revelan com o factores determ inantes de las decisiones el origen

Hablante

Interlocutor no marroquí

Interlocutor marroquí

Interlocutor bereber

Neerlandés

FlG. 14.3.

15.

Interlocutor no bereber

Formal

Informal

Formal

Informal

Bereber (árabe)

Bereber

Árabe (francés)

Árabe (marroquí)

M o d e lo d e á rb o l de decisiones pa ra la elección lingüística d e los m a rro q u íes residentes en H olanda, según R. A p p e l y P. M u y sk e n (1987).

Life with Two Languages, Cambridge, Harvard University Press, 1982, p. 136.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

del interlocutor y la form alidad de las situaciones.16 Así, cuando el interlocutor no es m arroquí, se elige el neerlandés, pero si es m arroquí se tiene en cuenta si es de ori­ gen b e re b e r o no; si el interlocutor es bereber, se elige el bereber, aunque en una si­ tuación form al tam bién existe la posibilidad de elegir el árabe; si el interlocutor no es bereb er, se elige el árabe o el francés, en una situación formal, y, cuando la situación no es form al, el árabe o la variedad m arroquí (figura 14.3). E n otras situaciones sociolingüísticas son m enos las lenguas disponibles y dife­ rentes los factores determ inantes. E n Paraguay, donde son el español y el guaraní las lenguas elegidas, influye el hecho de que la com unicación se desarrolle en una co­ m unidad ru ral o en una com unidad urbana, según el estudio realizado p o r Jo an Rubin, aunque tam bién es im portante el grado de form alidad e intim idad de las in te ­ racciones:17 en un lugar ru ral se elige el guaraní; si no es rural, se elige el español, cuando se tra ta de una situación de form alidad, m ientras que en una situación infor­ m al e íntim a, se elige el guaraní o la prim era lengua aprendida.

Sustitución y mantenimiento de lenguas [los romanos] a muchas naciones trocaron sus antiguos lenguajes en la suya latina. B e n it o A r ia s M o n t a n o , Carta al D uque de A lb a ,

1570

La sustitución o el m antenim iento de una lengua son consecuencia de la elección que practican los hablantes. E l mantenim iento de una lengua supone que una com u­ nidad ha decidido colectivam ente utilizar la lengua o las lenguas que ha usado tra d i­ cionalm ente, especialm ente en una situación en la que se ha podido producir un des­ plazam iento o sustitución: considerem os lo ocurrido en algunas etapas de la historia del catalán en E spaña o del francés en Q uebec (C anadá). E l m antenim iento se ve fa­ vorecido p o r factores y realidades sociales de muy diversa clase, que se p u ed en agru­ p ar en torn o a tres conceptos: estatus, dem ografía y apoyo de las instituciones; cuan­ to m ejor sea el estatus de una lengua, cuantos m ás hablantes tenga y cuanto m ayor sea el apoyo institucional recibido, m ás posibilidades habrá de que se m antenga. E n el m om ento en que una com unidad com ienza a elegir una lengua en ám bitos o d o ­ m inios en los que tradicionalm ente se ha utilizado otra, com ienza el desplazam iento y la sustitución de lengua está en curso. L a sustitución de una lengua supone un ab andono com pleto por p a rte de una com unidad, en beneficio de o tra lengua: cuando ha tenido lugar un cam bio o una sustitución, los m iem bros de la com unidad han elegido colectivam ente una lengua para las situaciones y los ám bitos en los que antes utilizaban otra. A l proceso que pued e culm inar en una sustitución se le da el nom bre de desplazam iento. Ese p ro ­ ceso supone una redistribución de las variedades de un re p erto rio lingüístico.18 Por o tro lado, p a ra que p ueda darse un proceso de cam bio, se necesita que la com uni­

16. 17. Mouton, 18.

Bilingüismo y contacto de lenguas, Barcelona, Ariel, 1996, p. 44. «Bilingual usage in Paraguay», en J. Fishman (ed.), Readings in the Sociology o f Language, La Haya, 1968, pp. 512-530. Véase L. V. Aracil, Papers de sociolingüística, Barcelona, La Magrana, 1982, pp. 115 y ss.


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dad de h abla sea bilingüe, siquiera de una form a parcial; con esto se quiere decir que la com unidad deb e incluir al m enos una generación bilingüe, que hará posible que el cam bio se com plete en la siguiente generación. A lgo sim ilar ocurre con el m a n ten i­ m ien to de una lengua, si bien este fenóm eno suele producirse cuando la com unidad es diglósica — en sentido am plio— , es decir, cuando reserva una lengua para unos ám bitos o funciones m ás form ales y una segunda lengua para ám bitos o funciones m enos form ales. Las causas que favorecen los desplazam ientos y sustituciones de lenguas pu ed en ser m uy diversas, pero m erecen destacarse la emigración y la industrialización. E n el caso de los grupos em igrantes, es m uy frecuente que, si llegan a lugares en los que no es útil su lengua o donde existen grandes grupos hablantes de otra lengua, sustituyan su lengua p o r la del lugar que los acoge y se asim ilen a la nueva circunstancia: la si­ tuación de los hispanos en E stados U nidos es un buen ejem plo de ello. E n ocasiones, los grupos que acogen inm igrantes no son cuantitativam ente m uy im portantes o lo son m ucho m enos que la población recién llegada, pero, aun así, los inm igrantes p u e­ den acabar asim ilándose lingüísticam ente a la lengua del grupo receptor, sobre todo cuando éste ejerce el control político de la com unidad. Tal fue el caso de los italianos en A rgentina: en los prim eros años del siglo xx, hubo un gran debate en A rgentina sobre la posible declaración del italiano com o lengua oficial, pero, a p esar de la im ­ p ortancia del contingente hum ano de origen italiano, el cam bio hacia el español se unlversalizó.19 E n o tro plano, la industrialización y los cambios económ icos llevan ligada una se­ rie de nuevas situaciones que tam bién favorecen las sustituciones de lengua: los p ro ­ cesos de urbanización favorecen el desplazam iento hacia una lengua más prestigiosa, la lengua de las nuevas realidades, de los nuevos tiempos; sirva com o ejem plo el cam ­ bio hacia el alem án conocido en la localidad austríaca de O berw art, de tradición hungarohablante.

Lealtad y deslealtad lingüísticas H arto es enemigo de sí quien estima más la lengua del otro que la suya propia. C r is t ó b a l

de

V il l a l ó n , E l Scholastico, siglo x v i

C uando los contactos entre grupos y lenguas diferentes —generalm ente en si­ tuaciones de bilingüism o o de diglosia— están en condiciones de provocar la sustitu­ ción de una lengua, pued e aparecer el fenóm eno denom inado lealtad lingüística, m o­ tor en m uchas ocasiones del m antenim iento de las lenguas.20 E n realidad, la lealtad, que tiene com o fondo un sentim iento de afecto o de em oción hacia lo que se ha aprendido en la prim era etap a de la vida, se puede detectar prácticam ente en cual­ quier h ablante de cualquier lengua; la sociología*del lenguaje, sin em bargo, reserva el térm ino p ara aquellas situaciones en las que, dándose la posibilidad de un cam bio, se opta p o r el m antenim iento. 19. 20.

Mutatis mutandis tam bién fue el caso de los normandos en Inglaterra. Véase J. Fishman, Language loyalty in the United States, La Haya, Mouton, 1966.


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Según U riel W einreich, la lealtad lingüística es un fenóm eno que corresponde en el cam po del lenguaje a lo que corresponde el nacionalism o en el terren o de la n a ­ cionalidad, y la define así: T oda lengua, com o toda nacionalidad, puede ser considerada com o un conjunto de norm as de com portam iento; la lealtad lingüística, com o el nacionalism o, designa el estado m ental en que la lengua (com o la nacionalidad), en su calidad de entidad intacta y en contraposición a otras lenguas, ocupa una posición elevada en la es­ cala de valores, posición que necesita ser «defendida».21

La lealtad lingüística surge com o reacción ante una posible sustitución de lengua; esa reacción lleva a los individuos a conservar la lengua am enazada y a convertirla en un sím bolo social, en una auténtica «causa». P o r eso W einreich piensa en este fenó­ m eno com o un principio, de contenido variable según la com unidad, que hace que los individuos se resistan de m odo consciente y activo a los cam bios de funciones de su lengua y a las m odificaciones de sus caracteres lingüísticos p o r influencia de otra len ­ gua. P o r eso los «leales» a m enudo son excepcionalm ente puristas en sus actitudes lin­ güísticas y conceden una especial trascendencia a todo lo relacionado con la e stan d a­ rización y regulación de su lengua. Es preciso añadir, no obstante, que, pese al paralelism o que puede establecerse en tre lealtad y nacionalism o, estam os ante factores que no siem pre corren parejos, ni tienen p o r qué orientarse hacia unos mism os objetivos, ni sociales ni lingüísticos. E n h ablantes de m uchas lenguas m inoritarias es posible encontrar un profundo senti­ m ien to de lealtad lingüística, una reacción vehem ente contra las am enazas que p u e ­ den afectar a su lengua, sin que ello vaya acom pañado de ningún deseo de reco n o ­ cim iento político, de independencia, de articulación de organizaciones propias o de extensión de sus peculiaridades a territorios vecinos, objetivos éstos de m uchos m o­ vim ientos nacionalistas. W einreich p one com o ejem plo de ello el caso de los re to rro ­ m anos y los suizos italianos, en los que no se alberga un aspiración de independencia política, y del m ovim iento «yidista» del este de E u ro p a después de la P rim era G u e ­ rra M undial, que concentró sus actividades en un program a lingüístico sobre el yidis (judeo-alem án). D esde otra perspectiva, las situaciones de bilingüismo, o de diglosia, en las que aparece la lealtad lingüística, a m enudo no se caracterizan por la presencia de tan sólo dos grupos sociolingüísticos (hablantes de lengua m ayoritaria y hablantes de lengua m inoritaria o am enazada), sino que incluyen tam bién subgrupos que com plican el p a­ noram a, convirtiéndolo en una situación de conflicto lingüístico. U n o de los grupos que p uede en contrarse es el de los hablantes que tienen com o lengua m aterna la len ­ gua m inoritaria y que op tan p o r cam biar y utilizar en todo ám bito y para toda fun­ ción la lengua m ayoritaria; en este caso podría hablarse, según ha apuntado G reg o ­ rio Salvador, de deslealtad lingüística, si bien la bibliografía sociológica se refiere a ello sim plem ente com o sustitución o cam bio de lengua, tal vez p orque un cam bio así, p o r sí m ism o y de form a objetiva, no tiene por qué ser valorado negativam ente. O tro posible subgrupo es el de los hablantes que tienen la lengua m ayoritaria com o lengua m aterna, que incluso pu ed en desconocer la lengua m inoritaria y que re ­

21.

Lenguas en contacto, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1974, pp. 209-210.


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niegan de su propia lengua o de su uso en un deseo de aproxim arse a los sentim ien­ tos y actitudes de los que son leales a su lengua (la m inoritaria) y hacen ostentación de ello: estaríam os, p ara G regorio Salvador, ante otro tipo de deslealtad lingüística, la del m onolingüe que obedece m ás a una presión externa que a un sentim iento indivi­ dual y n a tu ra l.22

Consecuencias de la sustitución de lenguas: deterioro y mortandad La sustitución de una lengua p o r o tra supone, de m odo indefectible, que la len­ gua ab an donada — n o m antenida— se d eteriore, se olvide o se extinga. C uando una lengua se d eterio ra se produce un em pobrecim iento de sus com ponentes y una p a u ­ latina restricción de sus funciones sociolingüísticas.23 C arm en Silva-Corvalán ha señalado, a propósito del d eterio ro en el uso de una lengua, que existen algunos fe­ nóm enos y situaciones — la adquisición de segundas lenguas, la pidginización o la criollización, el aprendizaje de lenguas extranjeras o el cam bio de lengua— que dan lugar a que en esa lengua aparezcan rasgos que responden a un proceso de sim plifi­ cación y que provocan que otros rasgos se p ierd an :24 habitualm ente la simplificación y la pérdida de ciertas unidades suponen un aum ento de la com plejidad sem ántica de las unidades que no se ven afectadas. E l deterioro tam bién lleva a la pérdida de re ­ cursos en el uso del léxico y a la intensificación del proceso de relexificación o ree m ­ plazo de palabras de la lengua debilitada p o r palabras de la lengua hacia la que se está produciendo el desplazam iento. La m uerte o la extinción de una lengua se produce cuando una com unidad susti­ tuye to talm en te una lengua p o r o tra diferente, generalm ente después de h aber sufri­ do un proceso de d eterioro (simplificación, em pobrecim iento, restricción) 25 H ay que distinguir, sin em bargo, en tre la m uerte de una lengua en una com unidad cuando no se usa en otros lugares y la m uerte, en una com unidad, de una lengua que sigue h a ­ blándose en otros sitios: la desaparición del húngaro en ciertas com unidades no ha su­ p uesto la desaparición com pleta de la lengua puesto que sigue siendo la lengua de H ungría; el cam bio del español p o r el inglés en Filipinas no está suponiendo un a b an ­ dono total del español puesto que son m uchos los m illones de hablantes de varios continentes que lo siguen teniendo com o prim era lengua. F ren te a estos casos, estarían las lenguas que prácticam ente cuentan con certifi­ cado de defunción. E so está ocurriendo con m uchas lenguas indígenas de M éxico, que se van extinguiendo conform e van m uriendo sus escasos h ablantes,26 y eso le ha ocu­ rrido a lenguas com o el dálm ata, desaparecida en 1898 con su últim o hablante (Tuone U d ain a B urbur), o com o el cóm ico (en Inglaterra), cuya últim a h ab lante m urió en 1777; se llam aba D o ro th y P entreath.

22. 23. 24. 25. 26. munities, ge death:

«Sobre la deslealtad lingüística», Lingüística Española Actual, V (1983), pp. 173-178. El uso de una variedad empobrecida también recibe el nombre de semilingiiisnio. Language contad and change. Spanish in Los Angeles, Oxford, Clarendon Press, 1994. Véase W. Dressler y R. Wodak Leodotter (eds.), Language death, Linguistics, 19, 1, 1977. Véase A. R. Taylor (ed.), Language Obsolescence, Shift, and Death in Several Native American ComInternational Journal o fth e Sociology o f Language, 93, 1992. Véase también N. C. Dorian, Langua­ the Ufe cycle o f a Scottish Gaelic dialect, Filadelfia, University of Pennsylvania Press, 1981.


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D e todos m odos, el deterio ro lingüístico y sociolingüístico de una lengua es un p roceso largo y penoso que no culm ina en m uerte con facilidad p orque no es senci­ llo hacer desaparecer una lengua cuando hay alguien que la quiere hablar: los es­ fuerzos del gobierno de la F rancia del siglo x vm por hacer desaparecer los dialectos no vieron satisfechos todos sus objetivos. A u n así, las m uertes se dan; com o se dan las «resurrecciones». E n este siglo h an surgido m ovim ientos de personas deseosas de revivir el uso del cóm ico, aunque el caso m ás notorio de revitalización es, p ro b ab le­ m ente, el de la lengua hebrea, que goza del privilegio de la oficialidad en Israel. E s­ tas «resurrecciones» sólo son posibles si se llevan a la práctica proyectos serios de p la­ nificación y de política lingüísticas.

R eflexiones y ejercicios 1. D escriba y com ente la situación lingüística de los grupos de inm igrantes, de lengua diferente de la suya, m ás próxim os a su com unidad. ¿Q ué lenguas usan? ¿E n qué circunstancias? ¿E stán experim entando un desplazam iento o una sustitución de lengua? ¿M antienen su lengua en algunos ám bitos? 2. R ecoja inform ación sobre algunas com unidades bilingües y elabore los á rb o ­ les de decisión lingüística correspondientes a algunos grupos sociales. P ara la situ a­ ción de los hispanos en E stados U nidos puede consultar el libro de A rnulfo R am írez, E l español de los Estados Unidos. E l lenguaje de los hispanos (M adrid, M apfre, 1992). 3. ¿C ree usted que la introducción de préstam os adm ite ser in terp retad a com o una señal de que la lengua receptora puede llegar a desaparecer? ¿C onsidera que las posiciones puristas tienen un efecto beneficioso para las lenguas? 4. L ea el trabajo de M anuel A lvar titulado «Lengua, dialecto y otras cuestiones conexas» (se pued e leer en Lingüística española actual, I (1979), pp. 5-29 y en L a len­ gua com o libertad, M adrid, Ediciones C ultura H ispánica, 1983, pp. 66-88). ¿C onside­ ra que la elim inación de los dialectos de cualquier lengua contribuye a reforzar la u n i­ dad de esa lengua y del pueblo que la habla? ¿Piensa que determ inadas decisiones políticas pu ed en llevar al abandono absoluto de una lengua o de un dialecto?

O rientaciones bibliográficas Se pu ed e enco n trar una com pleta y adecuada introducción a los fenóm enos de elección, sustitución y m antenim iento de lenguas en los m anuales de R. A p p el y P. M uysken (Bilingüism o y lenguas en contacto, Barcelona, A riel, 1996, capítulos 3 y 4) y de R. Fasold (L a sociolingüística de la sociedad, M adrid, Visor, 1996, capítulos 7 y 8). La situación del español en el m undo, especialm ente en aquellas áreas en las que coexiste con otra u otras lenguas, pu ed e conocerse a través del libro de A ntonio Quilis, L a lengua española en cuatro m undos (M adrid, M apfre, 1992). P ara el concepto de lealtad lingüística, véase el capítulo 4 de la obra de U. W ein­ reich, Lenguas en contacto (C aracas, U niversidad C entral de V enezuela, 1974). A ce r­


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ca del d eterio ro y la m u erte de las lenguas, se recom ienda la lectura del epígrafe que se dedica a la m o rtan d ad lingüística en el libro de H. L ópez M orales, Sociolingüísti­ ca (2.a ed., M adrid, G redos, 1993, pp. 175 y 181) y en el m anual de Y. L astra, Sociolingüística para hispanoam ericanos (M éxico, E l Colegio de México, 1992, pp. 363370).


C a p ít u l o

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LENGUAS EN CONTACTO Consecuencias lingüísticas del contacto de lenguas Muchas veces he pensado la excellencia que tiene la lengua cas­ tellana, entre otras lenguas, tanto que en toda parte es entendi­ da, y aun hablada; y es por ser graciosa, y autorizada de syllabas en las dicciones, y por tener mezcla de muchas lenguas. Y hanse descuidado los castellanos dexando perder los propios, y natura­ les vocablos, tomando los estraños. R a f a e l M a r t ín d e V ic ia n a , L ibro de alabanzas de las lenguas hebrea, griega, latina, castellana y valenciana, 1765

L a coexistencia de sociedades y de lenguas da lugar a fenóm enos que afectan a todos los niveles lingüísticos, desde los m ás superficiales a los más profundos. E ste hecho, p o r tanto, viene a constituirse en fuente de variación y de cam bio, ju n to a los factores lingüísticos internos (la p ropia dinám ica de la lengua) y a los factores extralingüísticos (sociedad, contexto). La historia es testigo de las influencias ejercidas p o r unas lenguas sobre otras, influencias que contribuyen de m odo decisivo a darle a cada una su p articular fisonomía: toda lengua puede exhibir la huella dejada por la coexis­ tencia con otras variedades; las lenguas «puras» sencillam ente no existen.1 Se h ab la de situaciones de lenguas en contacto cuando lo establecen dos o m ás lenguas cualesquiera en una situación cualquiera. Estam os, pues, ante un concepto am plio, tal vez dem asiado am plio, en el que caben situaciones m uy diversas*, desde las com unidades bilingües hasta los contextos de enseñanza-aprendizaje de lenguas ex­ tranjeras, p asando p o r las fronteras territoriales. E n esas situaciones surgen, ya se ha dicho, fenóm enos lingüísticos que afectan a todos los niveles de la lengua y que p u e ­ den o rdenarse com o se m uestra en el cuadro 15.1. L a clasificación de estos fenóm enos en tres grupos no significa que estem os ante categorías excluyentes: en un situación de cam bio de códigos tam bién p u ed en darse calcos, com o existen convergencias en las variedades fronterizas; esos tipos sencilla­ m ente distinguen unas causas de sus consecuencias o efectos específicos. Los fenó1. Sobre los cambios lingüísticos que tienen su origen en situaciones de lenguas en contacto, tanto cuan­ do se da el mantenimiento de una lengua como cuando se da desplazamiento de lengua, véase S. G. Thomason y T. Kaufman, Language Contact, Creolization, and Genetic Linguistics, Berkeley, University of Califor­ nia Press, 1988, pp. 35-64.


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C u a d r o 15.1.

F en ó m en o s d eriva d o s d e l contacto d e lenguas

a)

Fenómenos derivados del contacto de sistemas: — Interferencia — Convergencia — Préstamo — Calco

b)

Fenómenos derivados del uso de varias lenguas: — Elección de lengua — Sustitución de lengua — Cambio de código (alternancia de lenguas) — Mezcla de códigos (amalgama)

c)

Variedades derivadas del contacto de lenguas: — Lenguas pidgin o sabires — Lenguas criollas — Variedades de frontera o de transición

m enos aq u í recogidos constituyen el objeto de m ayor interés para la lingüística, entre aquellos que se producen en una situación de bilingüismo o de lenguas en contacto; dicho de o tra form a, si el m antenim iento o la sustitución de lenguas, si la diglosia o la planificación, incum ben directam ente a la sociología del lenguaje —y a otras disci­ plinas, com o la política o la psicología— , el estudio de las lenguas criollas, la form a en que se producen los calcos o en que se integran los préstam os afecta directam en­ te a la lingüística. P or esta razón, algunos m anuales de sociolingüística, elaborados desde p lanteam ientos lingüísticos, que optan por dejar a un lado la faceta m ás p u ra ­ m en te sociológica del contacto de lenguas, no renuncian a tra ta r de form a m inuciosa las consecuencias lingüísticas de ese contacto, del bilingüismo. Los fenóm enos lingüísticos que nos van a interesar en este capítulo (tipos a y b: interferencia, convergencia, préstam o, calco, alternancia y m ezcla de lenguas) se dis­ tinguen p o r la concurrencia de los siguientes rasgos: 1) Son fenóm enos derivados de situaciones de lenguas en contacto, es decir, de situaciones en las que existe bilingüism o o m ultilingüism o, en cualquiera de sus m a ­ nifestaciones. 2) Son fenóm enos que, exceptuando algunos casos, suelen darse en individuos bilingües; en otras palabras, aunque el contacto en tre lenguas se dé en una com uni­ dad o en tre dos com unidades, nos van a interesar especialm ente los fenóm enos que tienen su lugar de contacto en los individuos bilingües. 3) Son fenóm enos que suelen provocar cambios lingüísticos, a veces m uy im ­ portantes. 4) N o son fenóm enos lingüísticos de origen endógeno, sino exógeno; es decir, no nacen de causas internas del sistem a, sino del contacto de unos sistem as con otros. La aproxim ación de dos sistem as diferentes, la difusión de los cam bios, etc., d ep en ­ d en de factores sociales (constricciones sociales): actitudes de los hablantes, actitudes de la com unidad, prestigio y estigma, dom inios de cada lengua, características de las situaciones com unicativas; ahora bien, las consecuencias lingüísticas de los contactos tien en que ver con hechos estrictam ente lingüísticos.


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5) Las consecuencias lingüísticas del contacto pueden observarse en todos los niveles lingüísticos, incluidos los supraoracionales. 6) Las consecuencias del contacto lingüístico pueden ser transitorias o p erm a­ nentes. A lgunos fenóm enos pasan a form ar parte de un sistem a, de m odo que, a p a r­ tir de cierto m om ento, es posible encontrarlos en hablantes m onolingües.2

Los conceptos de sustrato, superestrato y adstrato E l estudio de las consecuencias del contacto lingüístico ocupa a un buen n ú m e­ ro de investigadores procedentes, en una p a rte notable, de la sociolingüística y de la dialectología. A u n q u e los últim os cuarenta años han sido decisivos p ara el en ten d i­ m iento de los fenóm enos im plicados en esas situaciones, existe una larga tradición lin­ güística que ha servido de base sólida a las aportaciones m ás innovadoras y que m e ­ rece la p en a conocer. A lo largo del siglo x ix y de la prim era m itad del xx, se elaboró una serie de con­ ceptos que siguen siendo útiles p ara num erosas especialidades, com o la lingüística his­ tórica o la dialectología general. N os referim os a las nociones de sustrato, superestra­ to y adstrato. A ugust Schleicher y G raziadio I. A scoli usaron el térm ino substratum p a ra designar el influjo de una lengua p erdida sobre o tra que se ha im puesto; se tra ­ ta de situaciones en las que la posibilidad o la obligatoriedad de elección llevan al ab andono de la lengua p ropia y a su sustitución por otra lengua: en el proceso de sus­ titución, la antigua lengua influye o deja su huella sobre la nueva. E jem plos de este fenóm eno serían las hablas celtas e ibéricas de la península ibérica, sustratos de la len ­ gua española, y las hablas celtas del territo rio correspondiente a la actual Francia, sus­ trato del galorrom ánico. E l influjo del sustrato h a servido para explicar la pérdida de la f - inicial en español o la palatalización del grupo latino - c t -. E l concepto ha dado lugar a num erosas polém icas, p ero lo cierto es que durante m ucho tiem po se h a te ­ nido com o elem ento clave en el estudio de la historia de la lengua.3 Ju n to al concepto de sustrato, W alter von W artburg propuso en 1933 el de supe­ restrato, referido a u n acción inversa: una lengua conquistadora no llega a sustituir a la conquistada p ero influye sobre ella y la traspasa de rasgos lingüísticos. A sí, las inva­ siones germ ánicas no supusieron el abandono de las variedades rom ances de la penín­ sula ibérica, pero hicieron posible que su lengua influyera, en distintos niveles, sobre la lengua de los invadidos: a este origen responde el sufijo -engo (abolengo, realengo) en español o la incorporación de form as léxicas com o álamo, guisa o guerra. L a m ism a ac­ ción de superestrato explicaría las características «arabizadas» del m ozárabe.4 P ara com pletar la term inología, se acuñó el térm ino adstrato, que hace referen ­ cia al influjo recíproco en tre dos lenguas vecinas o a la influencia que ejercen entre sí dos lenguas que, habiendo convivido en un mismo territorio, luego viven en te rri­

2. El español vive numerosas situaciones de contacto con otras lenguas en todo el mundo: son muy in­ teresantes los contactos con las demás lenguas de la península ibérica (catalán, gallego, vasco y portugués), con el inglés en los Estados Unidos y con las lenguas indígenas americanas o africanas (Guinea). 3. Véase de G. I. Ascoli, «Saggi Iadini», Archivo Glottologico italiano, I (1873), pp. 1-556. Sobre el sus­ trato en la península ibérica, véase F. H. Jungemann, La teoría del substrato y los dialectos hispano-romances y gascones, Madrid, Gredos, 1955. 4. Véase Problemas y métodos de la lingüística, Madrid, CSIC, 1949 (facs. 1991), p. 69 y ss.


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torios distintos.5 L a in terpenetración de español (castellano), catalán, gallego y vasco a lo largo de la historia p uede servir de ejem plo, así com o la m utua influencia del es­ pañol y algunas lenguas indígenas (náhuatl, guaraní, quechua) en el continente am e­ ricano. E n todos estos casos, no obstante, ha sido m ayor el influjo ejercido por el es­ pañ o l sobre las otras lenguas que p o r las otras lenguas sobre el español. Los conceptos de sustrato, superestrato y adstrato constituyen una tipología bási­ ca de situaciones de lenguas en contacto de las que se derivan todo tipo de interfe­ rencias, préstam os o calcos.

Las aportaciones de Uriel Weinreich Los estudios del contacto de lenguas experim entaron un desarrollo m uy notable a p artir de la publicación, en 1953, del libro Lenguas en contacto de U riel W einreich.6 Las ideas de W einreich sobre el contacto lingüístico giran alrededor del concepto de interferencia, los fenóm enos de interferencia surgen en situaciones de bilingüism o — situaciones de uso alternativo de dos lenguas— y se definen com o desviaciones re s­ pecto de las norm as de cualquiera de las dos lenguas que ocurren en el habla de los individuos bilingües com o resultado de la fam iliaridad con m ás de una lengua. Las in­ terferencias son fenóm enos del habla que afectan a las norm as de cualquiera de las dos lenguas en contacto. E l térm ino interferencia implica un reajuste de patrones que resulta de la in tro ­ ducción de elem entos extranjeros en los cam pos más estructurados de la lengua: la m ayor p a rte del sistem a fonológico, una gran parte de la m orfología y la sintaxis y ciertas áreas del vocabulario. E n los niveles m enos estrictam ente estructurados de una lengua — partes de la sintaxis o el vocabulario de naturaleza incidental— , se podría hab lar m ás correctam ente, según W einreich, de préstamos. E n su libro Lenguas en contacto, W einreich presta atención a los niveles fónico, gram atical y léxico. E n lo que se refiere al nivel fónico, cabe destacar la p ropuesta de cu atro tipos básicos de interferencias, a las que W einreich denom inó subdiferenciación de fo n e m a s, superdiferenciación de fo n em a s, reinterpretación de las distinciones y sus­ titución de sonidos. V eam os brevem ente en qué consiste cada una de estas in terfe­ rencias. — Subdiferenciación de fonem as. Consiste en confundir dos sonidos de la len ­ gua B (lengua influida) cuyos equivalentes no se distinguen en la lengua A (lengua influyente). Los ejem plos se m ultiplican en cualquier situación de contacto lingüísti­ co: confusión de vocales /e/-/i/ y lo/-/ul, p o r influencia del sistem a árabe — de sólo tres elem entos, /i/-/a/-/u/— , en el español hablado en el n o rte de Á frica (tinía ‘te n ía ’, hirvir ‘h erv ir’, bechuela ‘h abichuela’, burrego ‘b o rreg o ’);7 confusión de /p/ y /f/ en el es­ pañ o l de Filipinas (pilipino).8 5. Véase A. Alonso, «Substratum y superstratum», em Estudios lingüísticos. Temas españoles, 3.a ed., Madrid, Gredos, 1974, pp. 259-271. 6. La Haya, Mouton. Trad. al español, Lenguas en contacto, Caracas, Universidad Central de Venezue­ la, 1974. 7. Véase «El español en Orán: notas históricas, dialectales y sociolingüísticas», Revista de Filología Es­ pañola, LXXII (1992), pp. 5-35. 8. Véase A. Quilis, La lengua española en cuatro mundos, Madrid, Mapfre, 1992.


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— S u p e r d i fe r e n c i a c ió n d e f o n e m a s . Se trata de la im posición de distinciones fo­ nológicas del sistem a A sobre los sonidos del sistem a B, en el que no son necesarias: sirva com o ejem plo la distinción de s sonora y sorda por influencia del catalán o del francés ([dóz-o trés] [bezúyo]). — R e i n t e r p r e t a c ió n d e f o n e m a s . Consiste en distinguir fonem as en la lengua B m ediante rasgos que, en su sistem a, sólo son redundantes, p ero que en A son rele­ vantes. W einreich m aneja un ejem plo del suizo alemán: en esta lengua se distinguen p o r su longitud /i:/ e /i/, m ientras que en retorrom ánico el mismo rasgo distingue /l:/ y lll. Se pued e d ar la circunstancia de que la longitud de la /l/ en la palabra suizoalem ana /fíl:i/ ‘m uchos’ — fenóm eno contextual, no fonológico, debido sim plem ente a su aparición tras una vocal breve— sea rein terp retad a por un rético com o un rasgo dis­ tintivo, dado que en su lengua lo es; tam bién es posible que no se dé ningún valor a la longitud de la vocal alem ana, dado que no es significativa en retorrom ánico. D el m ism o m odo, podría ser considerado com o r e in te r p r e ta c ió n un fenóm eno que surge en el contacto en tre el finés y el español, en hablantes bilingües: en español se dis­ tingue una r vibrante sim ple y una vibrante m últiple (si hay dos o m ás vibraciones ya es m últiple), frente al finés, que sólo dispone de uno de estos fonem as (vibrante m úl­ tiple), aunque con dos variantes (una simple, con unas tres oclusiones, y otra larga o gem inada, con h asta siete oclusiones, que aparece en posición final); a m enudo, cu an ­ do un finlandés habla español, interp reta toda r inicial com o /r/ vibrante sim ple (para él una vibrante con tres oclusiones es corta) y toda r final com o vibrante m últiple, d ado que en finés siem pre aparece una vibrante larga en posición final. — S u s t i tu c i ó n d e f o n e m a s . Se produce entre fonem as sem ejantes de A y B, p ero pronunciados de form a diferente. E xiste sustitución, por ejem plo, al utilizar en español [R] uvular en vez de la vibrante m últiple, p o r interferencia del francés. L a claridad y sencillez de esta clasificación no im piden que a veces pued a resul­ tar insuficiente porq u e hay situaciones en que las interferencias deben valorarse e in ­ terp retarse en térm inos de frecuencia: los casos de s u b d i f e r e n c i a c i ó n , s u p e r d i f e r e n c ia ­ c i ó n , r e in te r p r e ta c ió n o s u s ti t u c i ó n no tienen por qué darse siem pre, ni siquiera en un m ism o hablante; si un h ablante de árabe confunde dos vocales al hablar español, eso no q uiere decir que lo haga siem pre, en todo contexto lingüístico o extralingüístico. C uando, en estas circunstancias de variabilidad, la frecuencia de un fenóm eno en la lengua influida es m ayor que en la lengua influyente, se habla de u ltr a c o r r e c c ió n . E n el ám bito de la in te r fe r e n c ia g r a m a tic a l , W einreich considera que las unidades gram aticales están distribuidas a lo largo de dos ejes: uno representa los grados de o b l ig a t o r i e d a d de su aparición en la construcción lingüística y otro representa los g ra­ dos de in te g r a c ió n e s tr u c tu r a l y s in ta g m á tic a de unas form as en otras, es decir, la ca­ pacidad de las unidades gram aticales para aparecer libres o unidas form alm ente a otras categorías. Partiendo de esta distinción elem ental, las lenguas pueden interferirse en los dos niveles de form a prácticam ente ilimitada, tal vez porque las relaciones gram a­ ticales pasan más inadvertidas p ara los hablantes nativos que otros fenóm enos lingüís­ ticos. Es preciso señalar, sin em bargo, que, frente a esta opinión, otros investigadores sostienen que las unidades fónicas pasan m ás inadvertidas que las gram aticales.9

9. A. Elizaincín, Dialectos en contacto. Español v portugués en España y América, Montevideo, Arca, 1992, p. 44.


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E n cuanto a las interferencias léxicas, W einreich es partidario de distinguir entre los procesos que afectan a las palabras simples y los que se dan en las palabras com ­ puestas. E n lo que se refiere a las palabras simples, el contacto puede producir la transferencia cabal de una secuencia fonológica (las form as light, com er, bate, proce­ dentes del inglés) o bien la extensión del uso de una palabra de la lengua influida en conform idad con el m odelo de la lengua influyente (doméstico ‘nacional’, librería ‘b i­ blioteca’, p o r influencia del inglés dom estic y library);10 en este caso, el préstam o alo­ ja su carga sem ántica en un significante que ya existe en la lengua receptora. E n las palabras com puestas (y tam bién en las oraciones) se identifican tres cla­ ses de interferencia. E n un prim er tipo, todos los elem entos se transfieren, no com o una unidad, sino com o un conjunto cuyas partes pueden ser analizadas e identifica­ das: por ejem plo, objetores conscientes se usa en el español de T am pa (Florida, E sta ­ dos U nidos) p o r transferencia del inglés conscientious objectors. E n segundo lugar, p u ed e ocurrir que los elem entos se reproduzcan dando lugar a extensiones sem ánti­ cas, en lo que se conoce com o calcos (reproducción de una form a determ inada con unas palabras nativas equivalentes): el inglés skycraper ha servido de m odelo para su reproducción en la p alabra alem ana W olkenkratzer, en la francesa gratte-ciel o en la española rascacielos. E n tercer lugar, es posible encontrar interferencias léxicas en las que se produce la transferencia de unos elem entos y la reproducción de otros: esto ocurre, p o r ejem plo, con la form a del español de T am pa pelota de fly , térm ino del béisbol pro ced en te del inglés fly ball, en el que pelota de sería el elem ento transferi­ do y fly sería el elem ento reproducido. E n tre las form as de interferencia llam adas calcos, W einreich hace tam bién una subdivisión, en la que aparecen, com o prim er tipo, los calcos propiam ente dichos, donde el m odelo se reproduce exactam ente, elem ento por elem ento: en el portugués usado en N o rteam érica p ueden encontrarse usos com o estar dreito, con el significado de ‘ten er razó n ’, p o r influencia del inglés to be right. E l segundo tipo, correspondien­ te a las transposiciones, consiste en que el com puesto que sirve de m odelo es sola­ m ente una base p ara la reproducción: la form a alem ana Halb-insel se ha creado sobre el m odelo latino p a e n - in s u l a ‘casi-isla’ y el español rascacielos sobre la base inglesa skycraper. E l tercer y últim o tipo corresponde a las creaciones: se trata de neologis­ m os nacidos de la necesidad de igualar las designaciones que existen en la lengua con la que se está en contacto. E stos neologism os suelen darse en el ám bito de las term i­ nologías, de la clase que sea: Escuela Alta, com o equivalente en español del inglés H igh School. E sta clasificación de las interferencias léxicas, basada en una doble distinción (palab ra sim ple - palabra com puesta; transferencia - reproducción), presenta algunos problem as que deben tenerse m uy en cuenta: uno de ellos es la dificultad p a ra fijar el lím ite que separa la palabra simple de la com puesta; o tro es la dificultad de distin­ guir dónde acaba la transferencia de unos elem entos y dónde la reproducción.11 P ara concluir esta sucinta presentación de las ideas de W einreich, es preciso su­ 10. Weinreich habla de un tercer tipo de interferencia, más superficial: cambio en la forma de una pa­ labra por influencia de un cognado de la lengua influyente. Utiliza como ejemplo, poco convincente, el paso a Uropa de la palabra española Europa, en Tampa (Florida, Estados Unidos). 11. Véase W. Mackey, «Interference, integration and the synchronic fallacy», Georgetown University Round Table on Languages and Linguistics 23, Washington, D.C., Georgetown University Press, 1970, pp. 195-


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brayar la insistencia de este au to r en que la m ejor m anera de estudiar las com plica­ das relaciones de las interferencias, sean del tipo que sean, consiste en describirlas desde un p unto de vista cualitativo y cuantitativo, explicando sus características y ta ­ bulando sus frecuencias.

Interferen cia y convergencia D esde el últim o tercio del siglo xx, los estudios sobre lenguas en contacto se han intensificado de una form a notable, a la vez que han reo rien tad o el tratam iento de los fenóm enos conocidos com o interferencias. Para W einreich, recordem os, las interfe­ rencias son desviaciones respecto de las norm as de cualquiera de las dos lenguas que e n tran en contacto, que suponen, p o r tanto, la influencia de una lengua sobre otra, u na influencia que viene a alterar el n atu ral ser de las lenguas que coexisten. Las interferencias, actualm ente, son valoradas com o algo elaborado y com plejo desde un pun to de vista social y lingüístico, algo que convierte en poco apropiada la concepción de W einreich, dado que en ella hay una connotación negativa de «desvío de la norm a» que no se corresponde ni con la extensión ni con la intensidad del fe­ nóm eno. P or eso, la sociolingüística actual está divulgando un concepto de interfe­ rencia que lleva im plícita una nueva visión del com portam iento lingüístico de las co­ m unidades bilingües, en las que los fenóm enos derivados del contacto form an p arte de lo «habitual», de lo «natural», den tro de la com plejidad sociolingüística.12 U n a form a de evitar las connotaciones negativas que acarrea el térm ino «inter­ ferencia», en su uso tradicional, es sustituirlo por otro, digamos, m ás neutro. E n esta línea y p ara el ám bito de la gram ática, M. Clyne ha propuesto generalizar el térm ino y el concepto de «transferencia», que evitaría la connotación de agram aticalidad que im plica la noción de in terferencia.13 E sta propuesta no es absolutam ente novedosa pues el m ism o W einreich ya hacía uso de tal denom inación; sí es m ás novedoso, en cam bio, que p reten d a sustituir al tradicional y profundam ente arraigado concepto de interferencia. T r a n s fe r e n c ia se definiría, p or tanto, com o la influencia que una lengua ejerce sobre otra y, concretam ente, com o el uso, en una lengua B, de una rasgo ca­ racterístico de la lengua A. E n el terren o de la gram ática, las transferencias son, ló­ gicam ente, de natu raleza gram atical y dan lugar a resultados agram aticales en la len ­ gua B y a reestructuraciones de su sistema. A h o ra bien, el hecho de que los resulta­ dos sean agram aticales no quiere decir que sean poco frecuentes o antinaturales: en una situación de contacto las transferencias (interferencias) son tan esperables com o habituales. V alga com o ejem plo el uso de una construcción partitiva habitual en ca­ talán e im portada en el español de C ataluña: e sta ta rta e s b u e n a , p e r o h e p r o b a d o d e m e jo r e s ; lo s h a y d e m á s r á p id o s , d e c o c h e s .14

P o r lo general, las transferencias afectan al orden de palabras, a las funciones sintáctico-sem ánticas, a la desaparición de categorías obligatorias y a la frecuencia de las 12. Véase S. Poplack, «Consequences linguistiques du contact de langues: un modéle d’analyse variationniste», Language et Société, 43 (1988), pp. 23-48. 13. Transference and triggering, La Haya, Nijhoff, 1967. 14. Este calco sintáctico es comentado por M. Casanovas Catalá, «Consecuencias de la interferencia lin­ güística en la morfosintaxis del español hablado en Lleida», Verba, 23 (1996), pp. 405-415. Véase también Ll. Payrató, La interferencia lingüistica. Comentaris y exemples catalá-castellá, Barcelona, Curial, 1985.


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categorías que se m anifiestan de un m odo variable. Asim ism o, el contacto entre len­ guas diferentes favorece que se produzcan simplificaciones de categorías gram atica­ les y de oposiciones léxicas (habituales en las situaciones de d e s p l a z a m i e n t o d e l e n ­ g u a ) , que se generalicen m odelos simplificados y que se desarrollen soluciones p eri­ frásticas de m uy diversos tipos. C arm en Silva-Corvalán propone hablar de tr a n s fe r e n c ia cuando se den uno o m ás de los fenóm enos que se señalan a continuación: 1) La sustitución de una form a de la lengua B por una form a de la lengua A o la incorporación de una form a de A inexistente en B. E ste fenóm eno corresponde a lo que tradicionalm ente se ha llam ado p r é s t a m o ; Silva-Corvalán habla de t r a n s f e r e n ­ c ia d ir e c ta .

2) La incorporación del significado de una form a de la lengua A al de una for­ m a existente en la lengua B. E staríam os tam bién ante una tr a n s fe r e n c ia d ir e c ta . 3) E l aum ento de la frecuencia de una form a de B p o r corresponderse con una form a categórica o m ayoritaria en la lengua A . Se trataría de una tr a n s fe r e n c ia i n d i ­ re c ta .

4) P érdida de una categoría o una form a de la lengua B que no existe en la len ­ gua A. T am bién estaríam os ante una tr a n s fe r e n c ia in d ir e c ta (por ejem plo, la pérdida de la m arca de género en adjetivos del español hablado en Los Á ngeles).15 A p esar de las críticas y reproches que ha recibido la tradicional noción de i n ­ ello no ha supuesto el abandono de tal denom inación, m uy arraigada e n ­ tre especialistas y profanos, com o ya se ha com entado. Sin em bargo, la investigación actual se reserva el térm ino para describir fenóm enos aislados, superficiales, que p u e ­ den ser im predecibles, involuntarios y, efectivam ente, desviados de las norm as de una com unidad: es la situación de los estudiantes de una lengua extranjera, en los que afloran las interferencias com o consecuencia de su im pericia, probablem ente transi­ toria, en el uso de una nueva lengua. P ero, actualm ente, ju n to a los conceptos de «transferencia» y de «interferencia» (este últim o redefinido), se habla tam bién del fenóm eno de la c o n v e r g e n c i a . E l con­ cepto de «convergencia» se ha convertido en objeto preferente de los estudios sobre las lenguas en contacto y se refiere principalm ente a las transferencias de estructuras gram aticales de una lengua a otra cuando el resultado de tal proceso no es agram atical: consiste en una aproxim ación de determ inados elem entos de la gram ática de la lengua B a la gram ática de la lengua A .16 La c o n v e r g e n c ia se diferencia del préstam o en que aquí no se da una adaptación de los rasgos de la otra lengua, sino la genera­ lización o la intensificación de unos esquem as que ya existen en el sistem a de la len ­ gua rec e p to ra .17 A dem ás, en el caso de la convergencia no es necesario que se trans­ fieran unidades form ales, ni tam poco que se transfiera ningún elem ento extraño: una convergencia puede afectar, p o r ejem plo, al orden de palabras, aum entando la fre­ cuencia de un orden determ inado, o puede consistir en seleccionar y favorecer una t e r fe r e n c ia ,

15. Language Contact and Change. Spanish in Los Angeles, Oxford, Clarendon Press, 1994, pp. 4-5. 16. No obstante, también se puede hablar de convergencia para el nivel fonológico. 17. Véase A. Morales, Gramáticas en contacto: análisis sintácticos sobre el español de Puerto Rico, Ma­ drid, Playor, 1986.


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serie de form as autóctonas que coincidan con las de la lengua influyente (por ejem ­ plo, el uso de la pasiva en detrim ento de la pasiva refleja, en español por influencia del inglés). E n tre los casos de convergencia que se m anejan para su ejem plificación destacan los siguientes: la fusión producida entre dialectos indoeuropeos y drávidas del sur de la India (urdu, m arathi, telegú y canarés), dando lugar prácticam ente a una sola g ra­ m ática y a un léxico com ún;18 la generalización del sujeto expreso en árabe p o r in­ fluencia del inglés; la desaparición de una categoría obligatoria,19 com o el pronom bre p ersonal enclítico que concuerda con un com plem ento en español (y q u e q u e r í a n p e g a r 0 a lo s p o l i c í a s ) p o r influencia del inglés; la universalización del uso de e s ta r en d etrim en to de s e r p o r influencia del inglés en Los A ngeles, E stados U nidos ( e stá g r a n d e m i c a s a ) 20 o la sustitución del infinitivo por una construcción de subjuntivo en cuatro lenguas que en tran en contacto en la península de los Balcanes, donde, para expresar ‘quiero irm e’, el albanés ( d u e te s h k u e ) , el búlgaro ( i s k a m da o t i d a ), el ru ­ m ano ( v e a n sa p l e c ) y el griego ( t h e lo n a p a o ) utilizan expresiones equivalentes a «quiero que yo m e vaya».21 E l estudio y la descripción de las convergencias gram aticales ofrece algunos p ro ­ blem as difíciles de solventar, com o son las escasas y parciales descripciones gram ati­ cales con las que contam os hasta ahora o la naturaleza variable y cam biante de todas las lenguas; en estas condiciones es m uy com plicado determ inar hasta qué p u n to dos lenguas en contacto se están aproxim ando o están confundiendo ciertos elem entos gram aticales. C uando los hablantes de una lengua B sustituyen ciertas estructuras de su lengua p o r otras estructuras igualm ente propias pero que coinciden con las de la lengua A , a m enudo no son conscientes de ello, dado, adem ás, que el resultado no es agram atical. D e te c ta r la convergencia en tales casos y describir su nivel de desarrollo es tarea h arto dificultosa, cuando no imposible.

El préstamo léxico M a r c io .

E s to es v e rd a d , q u e n in g u n a le n g u a a y e n e l m u n ­

d o a la q u a l n o e s tu vie sse b ie n q u e le fu e s e n a ñ a d id o s a lg u n o s v o ­ c a b lo s , p e ro e l n e g o c io e stá e n s a b e r si q u e rría d e s in t r o d u z ir es­ to s p o r o r n a m e n to d e la le n g u a o p o r n e ce ssid a d q u e te n g a d e llo s . V aldés.

P o r lo u n o y p o r lo o tr o .

J uan

de

V a l d é s , D iálogo de la lengua, 1535

E l préstam o léxico es uno de los aspectos más interesantes, y m ejor conocidos, de todos los que tienen relación con la transferencia de elem entos de una lengua a otra. La com plejidad en el estudio del préstam o es pequeña cuando una palabra de

18. Véase D. Hymes (ed.), Pidginization and creolization o f languages, Cambridge, Cambridge Univer­ sity Press, 1971, pp. 151-167. 19. Ejemplos manejados por H. López Morales, Sociolingüística, 2.a ed., Madrid, Gredos, 1993, p. 165 ss. 20. Véase C. Silva-Corvalán, Sociolingüística. Teoría y análisis, Madrid, Alhambra, 1988, pp. 175-176 y 186-187. 21. Véase R. Appel y P. Muysken, Bilingüismo y contacto de lenguas, Barcelona, Ariel 1996, pp. 232-233.


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una lengua A se incorpora plenam ente, con su form a y su significado, a una lengua B, sobre todo si designa un objeto o una realidad nuevos ( i m p o r t a c i ó n ): nueva cosa, nuevo nom bre. N o resulta tan fácil de describir, sin em bargo, cuando no se tom a pres­ tado el signo com o tal, sino sólo una de sus p artes (por ejem plo, el significado), cuan­ do el p réstam o ha com enzado a integrarse en la lengua receptora, cuando viene a designar una realidad que ya cuenta con un térm ino que la denom ine o cuando se trata de un p réstam o que no es de uso com ún en toda la com unidad.22 Si la nueva p a ­ labra reem plaza a o tra de la lengua receptora, se habla de s u s ti t u c i ó n y las causas que la provocan p u eden ser m uy variadas: en tre otras, el m ayor prestigio de la form a de la lengua A , u na m ayor capacidad p ara llam ar la atención o una m ayor expresividad, desde el p u n to de vista del hablante. C uando el préstam o es utilizado p o r toda una com unidad — o una p a rte de ella— se habla de p r é s t a m o e s ta b le ; si es fruto de un uso individual, se denom ina p r é s t a m o e s p o n tá n e o . E in ar H augen ha p ropuesto una tipología del préstam o léxico que conviene co­ n o c e r.23 D istingue, en prim er lugar, los p r é s t a m o s p u r o s o propiam ente dichos ( l o a n w o r d s ), que consisten en la incorporación o im portación de una form a de o tra lengua sin que ello suponga el desplazam iento de ningún elem ento léxico de la lengua re ­ cepto ra (p o r ejem plo, h a r d w a r e , desde el inglés). A dem ás de los p r é s t a m o s p u r o s , H augen identifica un segundo tipo: los p r é s t a m o s h í b r i d o s o m ezclados ( l o a n b l e n d ), en los cuales, adem ás de im portarse un elem ento léxico nuevo, se produce una susti­ tución m orfém ica parcial: p o r ejem plo, en español se utiliza la form a p a t e a r ‘golpear p a ra em bocar la p elo ta’ en la term inología del deporte del golf; se tra ta de una for­ m a derivada del inglés to p a t m ediante un procedim iento gram atical del español. E n tercer lugar, H augen habla de c a lc o s ( l o a n s h i ft s ) que im plican la incorporación desde la lengua A de un significado que se asocia a una form a ya existente en la lengua B. Los calcos pu ed en dividirse en c r e a c io n e s y e x te n s io n e s : las e x t e n s io n e s , que serían los préstam os sem ánticos, am plían el significado de una unidad léxica que ya existe en la lengua B ( ju g a r la g u ita r r a < fr. j o u e r ‘to car’; a p lic a c ió n < ing. a p p l ic a t io n ‘solicitud’; a s is te n te < a s s is ta n t ‘ayudante’); las c r e a c io n e s corresponden a translaciones nuevas en la lengua ( s k y c r a p e r > r a s c a c ie lo s ). C uando un p réstam o se integra en una lengua, lo puede hacer de m aneras d i­ versas: m anteniendo la fonética y la m orfología de la lengua influyente, p o r norm a, lealtad, costum bre o descuido (por ejem plo, r iz ‘arroz’, m a r c h é ‘m ercado’ en el espa­ ñol del n o rte de Á frica; c o m p a c t d is c , en el español general); m anteniendo la m orfo­ logía de la lengua influyente, pero adaptando su fonética a la de la recep to ra (por ejem plo, lir ‘le e r’, v a c a n c e s ‘vacaciones’ en el español del n o rte de Á frica; p o r c e n t a ­ j e , en el español general); o adaptando la m orfología y la fonética a m ecanism os de expresión propios de la lengua receptora (por ejem plo, fic h a r < to te a c h ‘en señ ar’; c h a in e a r < to shine ‘b rillar’, r u f o < ro o f ‘techo’, en el español de los hispanos de E s­ tados U nidos; v a g ó n , en el español g eneral).24

22. Algunos estudios clasifican los préstamos según su proporción de uso en una comunidad. Es lo que hace J. M. García a propósito de los anglicismos del español hablado en Gibraltar y, de forma secundaria, en La Línea (Cádiz). Véase Materiales para el estudio de! español en Gibraltar, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1996. 23. The Norwegian Language in America, Filadelfia, The University of Pennsylvania Press, 1953. 24. Algunos estudios se han preocupado de analizar cómo se produce la asignación de género en las adaptaciones de préstamos del inglés en el español (la troca < ing. truck ‘camión’; el chain < ing. chain ‘cade-


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A la vez, en el estudio de la integración de los préstam os, son m uy útiles los a n á­ lisis cuantitativos sobre su uso y aceptación dentro de las com unidades de habla. Shana Poplack distingue en tre préstam os consolidados (loanwords) y préstam os en tran­ sición: los prim eros están p lenam ente integrados y son difíciles de distinguir de las unidades patrim oniales; los segundos están en proceso de difusión y m uchas veces exi­ gen recurrir al diccionario de la lengua A para com prenderlos, haciendo uso de un m ecanism o sim ilar al de la alternancia de lenguas o cam bio de código.25 A p ropósito de los préstam os léxicos, tam bién es im portante atender a otros dos aspectos de singular relevancia: uno tiene que ver con las condiciones en que se p ro ­ ducen los préstam os; el otro, con su interpretación teórica. Es evidente que las uni­ dades léxicas son elem entos gram aticalm ente independientes y que nada im pide que una de ellas pase a o tra lengua cuando surge la necesidad o se dan las condiciones oportunas. Sin em bargo, no es m enos cierto que las palabras están organizadas en sis­ tem as y que su elección puede estar condicionada p o r factores contextuales y cultu­ rales; de hecho, se viene observando desde hace más de un siglo que los sustantivos son las palabras que m ás frecuentem ente se tom an prestadas, m ientras que el p résta­ m o de partículas es m uy escaso. P eter M uysken, sobre datos de los préstam os del es­ pañol en el quechua, ha establecido una jerarquía de frecuencias en el préstam o e n ­ cabezada p o r los sustantivos, que van seguidos, en este orden, por adjetivos, verbos, preposiciones, conjunciones coordinantes, cuantificadores, determ inantes, p ro n o m ­ bres libres, p ronom bres enclíticos y conjunciones subordinantes.26 U na jerarq u ía así no q uiere decir, sin em bargo, que los sustantivos se presten con m ás facilidad en to d a circunstancia: es v erdad que su valor referencial los convierte en objetos idóneos para el préstam o, p ero tam bién es verdad que ciertos elem entos discursivos (interjeccio­ nes, elem entos cohesivos) p ueden pasar a otras lenguas con sum a facilidad. P or o tro lado, la interpretación teórica del préstam o obliga a relacionarlo con el fenóm eno de la alternancia de lenguas y a plantear preguntas com o ésta: ¿hasta qué p u n to es posible considerar el préstam o, no com o una simple elección léxica, sino com o un auténtico cam bio de código, p o r breve que sea? ¿Cam bia el hablante de len­ gua en el m om ento preciso de incorporar el préstam o para volver inm ediatam ente después a la prim era, o n o se cam bia de lengua? E l problem a que encierran estas p reguntas no es tal si se trata de elem entos léxicos adaptados o sem iadaptados a la lengua receptora: si ha habido una adaptación, parcial o total, difícilm ente se p o d rá so stener que se están alternando dos lenguas. Pero, ¿qué ocurre cuando no se ha p ro ­ ducido ningún tipo de adaptación, ni fonética ni m orfológica? Lógicam ente, si el h a ­ b lante echa m ano de dos sistem as, estam os ante una alternancia y, si m aneja un solo sistem a, se tra ta de u n préstam o. La aporía queda, pues, sin salida.

na’). En ese proceso influye principalmente el sexo del referente, cuando lo tiene, y, en menor medida, la ana­ logía con palabras equivalentes de la lengua receptora. Véase S. Poplack y D. Sankoff, Borrowing: the synchrony o f integration, Montreal, Centre de Recherches de Mathémathiques Appliquées, 1980. 25. «Variation theory and language contact: concepts, methods and data», en D. Preston (ed.), Am eri­ can dialect research: A n anthoiogy celebrating the lOOth anniversary o f American Dialect, Society, Amsterdam, John Benjamins, 1993, pp. 251-286. 26. «Halfway between Quechua and Spanish: the case for relexification», en A. Highfield y A. Valdman (eds.), Historicity and variation in creóle studies, Ann Arbor, Karoma, 1981.


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Alternancia y mezcla de lenguas Psalmus D o m in e , in f u r o r e tu o r u é g o te q u e m e c o n d e n e s , q u e e n u n a c a rn e n u n c d ú o , s e g ú n las p e n a s, ja m lu o . J u a n d e l E n c i n a , Égloga de

Plácida y Vitoriano

L a a lte r n a n c ia d e le n g u a s o c a m b i o d e c ó d ig o es un fenóm eno m uy extendido y frecu en te en tre los hablan tes y las com unidades bilingües.27 La alternancia consiste en la yuxtaposición de oraciones o fragm entos de oraciones de lenguas diferentes en el discurso de un m ism o hablante; en este fenóm eno, cada oración está regida p o r las reglas m orfológicas y sintácticas de la lengua correspondiente. E n el m om ento en que se pro d u ce un cam bio de código estam os ante un fenóm eno condicionado p o r factores funcionales y pragm áticos (entorno, participantes, tem a de conversación) y p ara que se produzca tien en que cum plirse generalm ente dos condiciones: en prim er lugar, que n o se altern en o cam bien unidades dependientes (esto es, m orfem as d e­ p en d ien tes) y, en segundo lugar, que se dé en una situación de equivalencia, de tal form a que el o rden de los elem entos que p receden y suceden al cam bio ha de ser gram atical en am bas lenguas. C uando no se cum plen estos requisitos, estam os m ás cerca de la m e z c l a d e l e n g u a s o c ó d ig o s que de una alternancia pro p iam en te dicha (a m a lg a m a ).

U n o de los textos con alternancia de lenguas m ás conocidos en la especialidad es el que tra ta sobre el b o f e , recogido p o r Shana P oplack:28 But I used to eat the b o fe , the brain. And then they stopped selling it because te ­ n ía , este, le e n c o n tr a r o n q u e ten ía worms. I used to make some b o fe ! D e s p u é s y o h a c ía u n o d ’e so s concoctions: the garlic c o n c eb o lla , y h a c ía u n m o jo , y y o d e ja b a q u e se c u ra ra e so for a couple of hours. Then you be drinking and eating that shit. Wooh! It’s like eating anchovies when you’re drinking. Delicious! (Pero solía comer el bofe, los sesos. Y entonces dejaron de venderlo porque tenían, este, le encontraron que tenía gusanos. ¡Qué bofe hacía yo! Después yo hacía una de esas mezcolanzas: el ajo con cebolla, y hacía un mojo, y yo dejaba que se cura­ ra eso por un par de horas. Entonces uno come todo aquello. ¡Ay! Es como estar comiendo anchoas mientras bebes. ¡Delicioso!) O tro ejem plo, de sim ilares características, es el que recogió W. L abov de una h a ­ blan te p u erto rriq u eñ a de N ueva Y o rk :29

27. Véase L. Milroy y P. Muysken (eds.), One speaker, two languages, Cambridge, Cambridge Univer­ sity Press, 1995. También S. Romaine, Bilingualism, Oxford, Blackwell, 1989. 28. Véase, por ejemplo, «Lenguas en contacto», en H. López Morales (coord.), Introducción a la lin­ güística actual, Madrid, Playor, 1983, p. 192. 29. «The notion of ‘system’ in Creóle Studies», en D. Hymes (ed.), Pidginization and creolization o f lan­ guages, Cambridge, Cambridge University Press, 1971, p. 457.


LA COEXISTENCIA DE LENGUAS Y SOCIEDADES

269

P o r e so c a d a , you know, it’s nothing to be proud of, p o r q u e y o n o e s to y p ro u d of it, as a m atter of fact I hate it, p e r o v ie n e v ie rn e s y s á b a d o , y o e sto y, tu m e ves a s í a m í, s o la w ith a, a q u í sólita, a veces q u e F ra n k ie m e d e ja , you konw , a stick or som ething, q u iz á s J u d y n o s a b e y y o e sto y así, v ie n d o te le v isió n , b u t I rath e r, y c u a n ­ d o e s to y c o n g e n te y o m e ... b o rr a c h a p o r q u e m e s ie n to m á s , happy, m á s free, you know, p e r o s i y o e sto y c o n m u c h a gen te, y o n o e s to y , you know, high, m o re or less, I couldn’t get along with anybody.

(P or eso cada, ya sabes, no hay por qué estar orgulloso, porque yo no estoy orgullosa de eso, en realidad lo odio, p ero viene viernes y sábado, yo estoy, tú m e ves así a mí, sola con un, aquí sólita, a veces que F ran k ie m e deja, ya sabes, un palo o algo, quizás Judy no sabe y yo estoy así, viendo televisión, p ero yo, y cuando es­ toy con gente yo me... borracha po rq u e m e siento más, feliz, libre, ya sabes, p ero si yo estoy con m ucha gente, yo no estoy, ya sabes colocada más o m enos, yo no p odría ir con nadie.)

D e las investigaciones realizadas sobre el contacto de lenguas se desprende que existen varias clases de cambios de código. J. P. Blom y J. J. G um perz, en un estudio sobre dos variedades noruegas — el ranamál, variedad local, y el bokm ál, noruego es­ tándar— , distinguieron dos clases de cam bio de código: el cambio situacional, por el cual una variedad se usa para tratar tem as locales y la otra para hablar de tem as ajenos a lo local, y el cambio metafórico, que implica el uso de la variedad local para tratar te ­ m as personales y el de la lengua «estándar» para el tratam iento de tem as oficiales.30 E sta clasificación, basada com o vem os en el asunto tratad o en el discurso, resul­ ta excesivam ente sim ple, p o r lo que tam bién se han m anejado otros criterios. U n o de ellos consiste en aten d er al nivel lingüístico en que se produce la alternancia de len­ guas. D esde esta perspectiva se distingue entre cambios de «etiqueta», cam bios ora­ cionales (o inter o racionales) y cam bios intrao racionales. Los cam bios de «etiqueta» (o muletillas) suelen ser interjecciones o elem entos discursivos o expresivos que p u e­ d en ap arecer en cualquier lugar (ejem plo de alternancia español-inglés en hispanos de E stad o s U nidos): ¡A v e M a ría , which English!

(¡A ve M aría! ¡qué inglés!)

E l cam bio oracional alterna oraciones com pletas en una y o tra lengua (ejem plo de alternancia español-inglés en hispanos de E stados Unidos): I t’s on the radio. A m í se m e o lv id a la señ a l. F m gonna serve you an o th er one, right? (E stá en la radio. A m í se me olvida la estación. V oy a p o n erte o tra ¿vale?)

E l cam bio intrao racional consiste en cam biar de lengua dentro de una m ism a cláu­ sula u oración gram atical (ejem plo de alternancia español-inglés en hispanos de E sta ­ dos U nidos y de alternancia portugués-japonés en japoneses residentes en Brasil):

30. «Social meaning in linguistic structure: code-switching in Norway», en J. J. Gumperz y D. Hymes (eds.), Directions in Sociolinguistics, Nueva York, Holt, Rinehart and Winston, 1972, pp. 407-434.


270

PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE S i tú eres p u e r to r r iq u e ñ o , your fath er’s a P uerto Rican, you should a t least, d e v e z e n c u a n d o , you Know, h a b la r e sp a ñ o l.21

(Si tú eres p uertorriqueño, tu p adre es puerto rriq u eñ o , deberías al m enos de vez en cuando, sabes, hablar español.) N a o , esse n a o . E s s e te m q u e v e n d e r m a is caro. K ono c a ix a nom o oishiyo.32

(N o, ése no. É se se tiene que vender más caro. D e esta caja tam bién es bonita.)

A p artir de esta tipología, Shana Poplack ofrece otra, com plem entaria de la p ri­ m era, que atiende al m odo en que se producen los cambios. D esde este p u n to de vis­ ta, se distinguen los c a m b i o s f l u i d o s ( s m o o t h ) , los c a m b i o s s e ñ a l iz a d o s y la i n s e r c ió n d e c o n s titu y e n te s . Los c a m b i o s f l u i d o s son cambios intraoracionales que se dan en si­ tuaciones de equivalencia respetando siem pre las fronteras sintácticas de am bas len­ guas; si las lenguas en contacto son S (ujeto) O (objeto) V (erbo) y SVO , el cam bio no se daría en tre O y V, sino después de S. Los c a m b i o s s e ñ a l iz a d o s ( f la g g e d ), p o r su p arte, no están som etidos a constricciones sintácticas y suelen aparecer m arcados en el discurso p o r pausas, dudas, com entarios m arginales, repeticiones y otros elem en­ tos: se pu ed en considerar auténticas interrupciones en el discurso.33 M a is j e te g a g e p a r e x a m p le q u e... e x c u s e m o n ang la is, m a is les odds s o n t la.

(Pero apuesto a que, po r ejem plo... perdona mi inglés, p ero la o p o rtu n id ad está ahí.)

P o r últim o, el cam bio llam ado in s e r c ió n d e c o n s t it u y e n t e s no se ajusta a constric­ ciones del o rd en de palabras: sim plem ente se inserta un elem ento de una lengua en o tra en un m om ento adecuado. E n este caso, com o en el de los cam bios señalizados, no se resp eta la condición de equivalencia. T om ando com o base la clasificación de Poplack, L. D abéne y D. M oore p ro p o ­ n en una tipificación m ás m inuciosa, a p a rtir de su experiencia con diversos grupos in ­ m igrantes de G renoble (Francia). D en tro de los cam bios intraoracionales, distinguen cam bios en tre actos de habla y cam bios en el in terior de un acto de habla, dando una im portancia al concepto de «acto» que no tiene en otras tip o lo g ías34 D en tro de los actos de habla, se p ueden dar cam bios de segm entos o de unidades; cuando se trata de unidades, se pu ed en p resen tar dos clases de inserción: la inserción en que el ele­ m en to de A es tratad o sintácticam ente com o un elem ento de B y la inserción de una 31. Véase S. Poplack, «Sometimes l ’U start a sentence in Spanish Y TERM INO EN ESPAÑOL: toward a typology of code-switching», Linguistics, 18 (1980), pp. 581-618. También S. Poplack y D. Sankoff, «CodeSwitching», en U. Ammon, N. Dittm ar y K. Mattheier, Sociolinguistics, 2, Berlín, de Gruyter, 1988, pp. 1.1741.180. 32. T. Nawa, «Bilingüismo e mudanza de código: urna proposta de análise com os nipo-brasileiros resi­ dentes em Brasilia», en F. Tarallo (org.), Fotografías sociolingüísticas, Campiñas, Pontes, 1989, pp. 199-215. 33. «Consequences linguistiques du contact de langues: un modéle d’analyse variationniste», art. cit., pp. 24-26. 34. Hay que tener en cuenta que, en la lengua hablada —donde tan frecuentes son las oraciones que quedan incompletas— , puede ser complicado distinguir un cambio interoracional de un cambio intraoracional. Esto podría llevar a proponer una clasificación que prescindiera de los conceptos de «cláusula» o de «ora­ ción» y que partiera de una distinción básica entre los cambios que se producen dentro de un acto y entre ac­ tos de habla diferentes.


LA COEXISTENCIA DE LENGUAS Y SOCIEDADES

271

Tipo de cambio de código

Interoracional

Intraoracional

Entre actos de habla

Dentro de acto de habla

Inserción 1

Unidad léxica

F ig . 15.1.

Conector pragmático

Modificador Adverbio

Inserción 2

Exclamación fática

T ipo d e ca m b io de código, según L . D a b é n e y D . M o o re (1995).

unidad de A sin te n e r en cuenta una función sintáctica determ inada (generalm ente exclam aciones o interjecciones).35 C om o se aprecia en la figura 15.1, las unidades del prim er tipo de inserción p u ed en ser elem entos léxicos, conectores pragm áticos, m o­ dificadores, segm entos adverbiales; las unidades del segundo tipo de inserción son elem entos fáticos o expresivos. V eam os algunos ejem plos de los tipos fijados p o r D abéne y M o o re:36 — A ltern an cia en tre actos de habla: (Diálogo madre-hijo) Hijo. ¿ Q u é h ic iste la c o m id a ? Madre. C a rn e d e c o c id o . Hijo. P e r o está r o jo e l c a ld o comment ga se fait? E n el segundo tu rn o del hijo se produce un cam bio de orientación en el discur­ so; afirm ación ( P e r o e s tá r o jo e l c a ld o ) - pregunta (com m ent ga se fait?). — A lternancia de segm entos den tro de acto de habla: L a s e m a n a p r ó x im a te n g o c a d a v e z d e las d o c e a las d o s y lu e g o te n g o q u e v e n ir o tra v ez, pendant au moins trois jours je fais qa. Avant, bien c’est vrai, avant non, n o e x istía e so e n E sp a ñ a .

(La semana próxima tengo cada vez de las doce a las dos y luego tengo que venir otra vez, durante al menos tres días hago eso. Antes, es verdad, antes no, no exis­ tía eso en España.)

35. «Bilingual speech of migrant people», en L. Milroy y P. Muysken (eds.), One speaker, two languages, ob. cit., p. 35. 36. Ejemplos de emigrantes españoles en Grenoble, véase L. Dabéne y D. Moore, art. cit., p. 33.


272

PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

— A lternancia de unidades, inserción 1: E r a b u e n o a q u e l gáteau.

(E ra bueno aquel pastel.)

— A lternancia de unidades, inserción 2: L e s s o e u r s m u s u lm a n e s se b a lla d e n t a v e c u n e c h e m ise , w allah, c 'e s t v ra i!

(Las herm anas m usulm anas van con una camisa, lo juro, es verdad.)

V olviendo a la com paración del préstam o y la alternancia de lenguas, Shana P o ­ plack ha establecido un paralelism o en tre am bos fenóm enos que se rep resen ta en la figura 15.2. L a figura 15.2 deja v er que, frente a lo que ocurre en la alternancia o cam bio de código, el p réstam o adm ite la posibilidad de una gradación en lo que se refiere a su espontaneidad y estabilidad. Por lo dem ás, el paralelism o en tre c a m b i o f l u i d o (n atu ­ ral, adecuado) y p r é s t a m o e s ta b le se basa en su aceptabilidad e integración d entro de los usos de la com unidad: un c a m b i o f l u i d o se acepta de form a legítim a incluso d e n ­ tro de una m ism a oración; un p r é s t a m o e s ta b le está difundido y aceptado d entro de una com unidad, p uede ser usado repetidam ente por cualquier hablante y afecta, p o r lo general, a un nú m ero lim itado de unidades léxicas. E n cuanto al c a m b i o s e ñ a l i z a ­ d o y el p r é s t a m o e s p o n t á n e o , p u ed en aparecer en cualquier m om ento del discurso, su­ ficientem ente m arcados, y p ueden darse en lugar de cualquier unidad lingüística, si bien el c a m b i o s e ñ a l iz a d o aparece a m enudo p ara expresiones especializadas.

Condiciones del cambio de código Fijadas las características prim arias de la alternancia de lenguas o de códigos es obligado p reguntarse p o r la razón de sem ejante fenóm eno: ¿qué causas llevan a un hablan te y una com unidad a altern ar las lenguas? A n te todo, hay que saber que la al-

Cambio fluido

Cambio señalizado

Cambio de código (no continuum) Préstamo

(continuum)

Préstamo estable Morfológicamente integrado Sintácticamente integrado Fonológicamente integrado

F ig . 15.2.

continuum

Préstamo espontáneo Morfológicamente integrado Sintácticamente Integrado (Fonológicamente integrado)

C aracterización d e la alternancia d e códigos fre n te al présta m o , según S. P o p la c k (1988).


273

LA COEXISTENCIA DE LENGUAS Y SOCIEDADES Bilingüe hablando con

Monolingüe

Bilingüe

Usará

Usará

Lengua 1

Lengua 2

Lengua 1

Con cambio de código

F ig . 15.3.

Sin cambio de código

Elección de lengua

Lengua 2

Con cambio de código

Sin cambio de código

Cambio de código

E lección de lengua y ca m b io d e código en u n habla n te bilingüe, seg ú n F. G rosjean (1982).

ternancia se da, no en los hablantes o grupos sociales que tienen problem as p ara d o ­ m inar alguna lengua, sino todo lo contrario, en aquellos que han adquirido un dom i­ nio suficiente de dos códigos, en los bilingües: en el prim er caso, es m ás fácil que se produzca una m ezcla de códigos que una alternancia. Frangois G rosjean ha p ro p u es­ to un esquem a que refleja cóm o se puede producir la elección de lengua y el cam bio de código en el hab lan te bilingüe (figura 15.3).37 E ste árbol de decisiones explica con claridad que la e le c c ió n d e le n g u a y el c a m ­ b io d e c ó d ig o ( a lte r n a n c ia d e le n g u a s ) son m anifestaciones, si bien en niveles diferen­ tes, de un m ism o proceso al que se le puede d ar el nom bre de e le c c ió n lin g ü ís tic a . P artien d o de una realidad de bilingüism o, las causas de la alternancia están re ­ lacionadas con las particulares condiciones y circunstancias de los bilingües. A p p el y M uysken usan com o fun d am en to p a ra explicar los m otivos del cam bio de código las funciones del lenguaje establecidas p o r Jak o b so n :38 la alternancia se puede d a r p a ra favorecer la función referencial (de determ inados tem as sólo se habla en u n a lengua y n o en otra; ciertos objetos se designan con vocablos de una lengua y no de o tra ), p ara fav o recer la función conativa, im plicando m ás directam ente al oyente (en este sentido, p u ed e te n e r fines convergentes o divergentes, según la «teoría de la acom odación del habla»); tam bién se p u ed en alternar dos lenguas p ara favorecer la función expresiva (m odo de expresión de un grupo social determ in ad o ), la fu n ­ ción fática (al cam biar el tu rn o se cam bia la lengua), la m etalingüística (por ejem ­ plo, p a ra resaltar las habilidades lingüísticas propias) o incluso la poética (hacer ju e ­ gos de palabras). A dem ás de estas causas, los sociolingüistas tam bién dan una gran im portancia al peso que p ueden te n e r las características sociales de los hablantes, desde la edad has­ ta su nivel sociocultural, los contextos en que se establecen las interacciones y los ras­

37. Life with Two Languages, Cambridge, Harvard University Press, 1982. 38. Véase también H. Baetens Beardsmore, Bilingualism: basic principies, Clevedon, Multilingual Matters, 1986. En esta obra se habla de las siguientes funciones: de cita (estilo directo o indirecto), apelativa (para dirigirse a un interlocutor entre varios posibles) de interjección, de reiteración, de énfasis y pragmática.


PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

274

gos sociales e individuales de los interlocutores:39 en algunas com unidades la alter­ nancia se da sobre todo en las generaciones jóvenes para la com unicación entre jó ­ venes o en tre los inm igrantes de segunda generación.40

R eflexiones y ejercicios 1. G rab e una conversación en la que participen una o m ás personas que no d o ­ m inen bien la lengua utilizada. E lab o re una lista de las interferencias que encuentre en esa conversación y descríbalas según los tipos explicados en este capítulo. 2. C onsidere las siguientes oraciones del español usado por hispanos en E sta­ dos U nidos (tom adas de C. Silva-Corvalán, Language C o n ta d and Change: Spanish in L o s A ngeles, O xford, C larendon Press, 1994; Sociolingüística. Teoría y análisis, M a­ drid, A lham bra, 1988): a) b) c)

P epe m e viene m olestando p o r años. Te cortaste tu dedo con el cuchillo que tenías en tu m ano. Y estaba cam inando p a ’ la casa y unos m uchachos estaban atrás de mí.

D istinga y analice los posibles casos de transferencia o de convergencia de espa­ ñol e inglés. 3. ¿Q ué opina de la interpretación del préstam o com o una alternancia de len­ guas o cam bio de código? ¿Piensa que realm ente son dos los sistem as que alternan o cree que sólo funciona un sistem a al que se incorporan elem entos léxicos? B usque al­ gunos ejem plos que ayuden a sostener cada una de estas hipótesis. 4. R elea el texto sobre el «bofe» incluido en este capítulo e identifique los ti­ pos de alternancia o cam bio de lenguas que allí aparecen.

Orientaciones bibliográficas E n el terren o del contacto de lenguas es inexcusable la lectura del libro de U. W einreich, Lenguas en contacto (Caracas, U niversidad C entral de V enezuela, 1974) y de su estudio «Unilingüism o y multilingüismo», en E l lenguaje y los grupos hum anos, B uenos A ires, N ueva Visión, 1976, pp. 81-115. T am bién es recom endable

39. Véase M. Turell, «L’alternanga de llengües i el préstec en una comunitat interétnica», en M. Turell (ed.), La sociolingüística de la variado, Barcelona, PPU, 1995, pp. 259-293. 40. Al lado de los avances experimentados en el ámbito conceptual o teórico de las lenguas en contac­ to, hay que resaltar finalmente aquellos que tienen que ver con el método de estudio, porque la cuantificación, sobre la que Weinreich tanto insistía, ha pasado a ocupar un lugar relevante, gracias, sobre todo, a la aplicación de la estadística por parte de la sociolingüística. Hoy día es posible calcular las probabilidades de aparición de una transferencia, de un préstamo o de una alternancia de lenguas, valorando conjuntamente la incidencia que sobre ellas tienen todos y cada uno de los factores lingüísticos y sociales implicados en el pro­ ceso. Véase S. Poplack, «Variation theory and language contact: concepts, methods and data», en D. Preston (ed.), American dialect research: A n anthology celebrating the JOOth anniversary o f American Dialect, Society, art. cit.


LA COEXISTENCIA DE LENGUAS Y SOCIEDADES

275

la lectura del capítulo que S. Poplack p rep aró para la obra coordinada p o r H. L ópez M orales, Introducción a la lingüística actual (M adrid, Playor, 1983, pp. 183-207); el ca­ pítulo lleva com o título «Lenguas en contacto». Y a esta relación se puede añadir la parte cuarta del libro de J. V endryes, E l lenguaje (México, U T H E A , 1979), con m u­ chos ejem plos y de fácil lectura. A cerca de las interferencias y préstam os del francés y el inglés en el español, véase el libro de A. Quilis et a i , Interferencias lingüísticas en el habla de los niños es­ pañoles emigrantes en Francia (M adrid, M EC , 1982) y el de A. R am írez, E l español de los Estados Unidos. E l lenguaje de los hispanos (M adrid, M apfre, 1992); este últi­ m o p resen ta algunos m ateriales de interés.


C a p ít u l o

16

LENGUAS PIDGIN Y LENGUAS CRIOLLAS Lenguas francas, lenguas pidgin, lenguas criollas Pero bien deueis sauer que la menos buena lengua es la mas mez­ clada. d e H e r r e r a , controversia sobre sus anotaciones a las Obras de Garcilaso de la Vega, Sevilla, siglo xvi

F ernando

E n tre la clases de lenguas caracterizadas p o r Stew art, se incluyen dos que care­ cen de e s t a n d a r i z a c ió n , a u t o n o m í a e h is t o r i c i d a d : las le n g u a s p i d g i n y las c r io lla s ; en las p rim eras tam poco se aprecia v ita lid a d , p ero en las segundas sí. Com o apuntam os en el capítulo dedicado a las variedades lingüísticas, las le n g u a s c r io lla s y las l e n g u a s p i d g i n se d eben a un desarrollo característico de ciertos tipos de contactos lingüísti­ cos y sociales, que dan lugar a soluciones lingüísticas en las que se com binan el vo­ cabulario de u na lengua con la gram ática de otra. Esos contactos obligan a en contrar un sistem a de com unicación com ún a personas que hablan lenguas diferentes e inin­ teligibles. C uando no existen hablantes nativos de esa variedad m ixta, estam os ante le n g u a s p i d g i n o s a b i r e s ; cuando el contacto se prolonga y estabiliza, expandiéndose funcionalm ente y dando lugar a una com unidad de habla, nacen las l e n g u a s c r io lla s . A u n q u e algunos autores distinguen los p i d g i n de los s a b i r e s , sobre la base de que los prim eros son sistem as com pletos y los segundos sistemas con el léxico lim itado a un ám bito determ inado, nosotros harem os un uso indistinto de am bos térm inos. E sta sucinta presentación nos va a servir de punto de p artida para caracterizar m ás porm enorizadam ente las variedades pidgin y criollas y p ara diferenciarlas de las lenguas francas. Se define le n g u a f r a n c a (o l in g u a fr a n c a ) , en un sentido am plio, com o la variedad lingüística utilizada p ara la com unicación en tre personas cuyas lenguas m atern as son diferentes. W. J. Sam arin distingue cuatro tipos de variedades que se ajustan a esta definición: las le n g u a s d e c o m e r c i o , usadas p a ra todo tipo de transac­ ciones en determ inados territorios (por ejem plo, el suahelí o s w a h i l i en Á frica o rien ­ tal), las l e n g u a s d e c o n ta c t o , que p ueden encontrarse en num erosísim os lugares del m u n d o ,1 las l e n g u a s in te r n a c io n a le s y las le n g u a s a u x ilia r e s o a r tific ia le s , com o el es-

1. A propósito de los contactos, hay que distinguir los que se producen en situaciones de frontera lin­ güística de los contactos que se derivan de la convivencia de dos lenguas en una comunidad o en un grupo de hablantes. Ejemplos de variedades de contacto del primer tipo (variedades de frontera) son el barranqueño,


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

p e ra n to .2 Las lenguas internacionales se diferenciarían de otras lenguas francas p o r el hecho de ser lenguas de cultura habladas en varios países cuyos habitantes disponen de ella com o lengua m aterna. E n este sentido el concepto de lengua o lin g u a franca está m ás relacionado con las funciones com unicativas que con las categorías de len ­ guas:- el inglés es u na lengua internacional que puede servir de lengua franca entre personas que no lo tienen com o lengua m aterna; el español, siendo una lengua in te r­ nacional, no suele funcionar com o lengua franca o, al m enos, no lo hace con la m is­ m a intensidad que el inglés, en A sia o Á frica, o el francés, en Á frica u O ceanía. E jem ­ plos notorios de lenguas francas ha habido m uchos a lo largo de la historia: pensem os en el la tí n , d u ran te el Im perio rom ano y en épocas posteriores d en tro de E u ropa, en el s a b i r del M editerráneo, desde la E d ad M edia hasta principios del siglo xx, o en el á r a b e , d u ran te la expansión del Islam. Las lenguas pidgin podrían ser consideradas com o le n g u a s f r a n c a s d e c o m e r c i o , desarrolladas, aunque de form a m uy simple, con fines prácticos e inm ediatos, n o r­ m alm ente en relaciones com erciales o de esclavitud, por hablantes que no las tienen com o lenguas m aternas ni disponen de otro tipo de lengua franca. Estas lenguas su r­ gen del contacto entre dos variedades de desigual prestigio o consideración social: la lengua de m ayor prestigio, llam ada tam bién s u p e r e s tr a to (por ejem plo, las lenguas e u ­ ropeas coloniales: inglés, francés, español, portugués, holandés) aporta norm alm ente su vocabulario, m ientras la lengua p eo r considerada socialm ente, llam ada tam bién lengua de s u s tr a to (por ejem plo, lenguas indígenas), aporta su fonología y su gram á­ tica, aunque simplificadas. Sirvan com o ejem plos de estas lenguas el pidgin inglés de A sia y Á frica o el pidgin sango de Á frica occidental.3 C uando el uso del pidgin se p ro ­ longa y estabiliza, dando lugar a una com unidad de habla y a hablantes que adquie­ ren la variedad com o lengua m aterna, se convierte en una le n g u a c r io lla . Ejem plos de criollo serían el papiam ento de C urazao y el chabacano de Filipinas (derivados del es­ pañol), el criollo de C abo V erde y el de Santo Tom é, en el golfo de G uinea (deriva-

en la frontera entre España y Portugal, el mirandés, en los límites de las hablas leonesas y portuguesas, el aguavivano, variedad de probable origen mozárabe con elementos catalanes y aragoneses, el chapurreao, en la frontera entre Aragón y Cataluña, en el nordeste de Teruel, o el fronterizo, en la frontera entre Uruguay y Brasil. Estas variedades pueden ser aprendidas desde la infancia en sus respectivas comunidades (no esta­ ríamos, por tanto, ante lenguas francas) si bien todas ellas se encuentran inmersas en un acusado retroceso (véase M. Alvar, «Cuestiones de bilingüismo y diglosia en el español», en El castellano actual en las comuni­ dades bilingües de España, Salamanca, Junta de Castilla y León, 1986, pp. 11-48; J. P. Roña, El dialecto «fron­ terizo» del Norte de Uruguay, Montevideo, Universidad de la República, 1965; A. Elizaincín, Dialectos en con­ tacto. Español y portugués en España y América, Montevideo, Arca, 1992; C. de Azevedo Maia, «El miran­ dés» y M. A. Martín Zorraquino y M. R. Fort, «La frontera catalano-aragonesa», ambos en M. Alvar (dir.), Manual de dialectología hispánica. El español de España, Barcelona, Ariel, 1996, pp. 159-170 y 293-304, res­ pectivamente; M. Alvar (dir.), Manual de dialectología hispánica. El español de América, Barcelona, Ariel, 1996). Por otro lado, pueden servir como ejemplos del resultado de la convivencia de lenguas en una co­ munidad o en un grupo de hablantes de una comunidad los usos de lo que se conoce como fragnol (francésespañol), frangíais (francés-inglés, en Canadá), espanglish (español-inglés, en Estados Unidos), cocoliche (es­ pañol-italiano, en Buenos Aires, Argentina), el pocho (español-inglés, en el sudoeste de Estados Unidos), el portuñol (portugués-español, en la frontera con Brasil), el tex-mex (español mejicano-inglés), la media lengua (español-lengua indígena americana). Estos usos lingüísticos son muy irregulares e inestables, pero no deben ser tratados como lenguas pidgin o criollas. Podría decirse que en tales casos estamos simplemente ante ma­ nifestaciones de mezclas lingüísticas. 2. «Lingua Francas of the World», en J. Fishman (ed.), Readings in the Sociology o f Language, La Haya, Mouton, 1968, p. 661. 3. Véase E. Ardener et al., Multilingüismo y categoría social, Buenos Aires, Paidós, 1976.


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dos del portugués), el criollo de H aití y de la G uyana Francesa (derivados del fran ­ cés) o el criollo jam aicano o el tok pisin, de N ueva G uinea (derivados del inglés). Los rasgos que d an personalidad a las lenguas criollas, al m argen de su origen, son la coincidencia en tre ellas de ciertos elem entos lingüísticos, la relativa sim plicidad de su gram ática y su fonología, frente a las de otras lenguas naturales, y la presencia de elem entos que son fruto de la m ezcla lingüística. N o obstante, estos caracteres d e ­ ben ser relativizados, dado que no se presentan con la mism a intensidad en todos los criollos y dado que hay lenguas, de las que no son consideradas com o criollas, que exhiben un m ayor grado de sim plicidad y m ezcolanza que m uchos auténticos criollos; al fin y al cabo, todas las lenguas naturales han experim entado procesos de m ezcla y de simplificación a lo largo de su historia, aunque no se puede afirm ar por ello que todas las lenguas sean criollas, ni m ucho m enos. D esde un p u n to de vista social, R. H udson ha señalado que las lenguas criollas son m ás in teresantes que las pidgin p o r tres razones. E n prim er lugar, p orque hay m ás hablantes de lenguas criollas que de pidgin (entre 10 y 17 m illones de hablantes de criollo; en tre 6 y 12 m illones de hablantes de algún pidgin); en segundo lugar, p orque la m ayoría de las lenguas criollas son habladas por descendientes de esclavos africa­ nos, p a ra quienes el instrum ento lingüístico es tam bién una seña de identidad; en te r­ cer lugar, p o rq u e hay m inorías inm igrantes, en países en los que se habla la lengua que ha servido de superestrato al criollo, que tienen graves problem as sociales y edu­ cativos puesto que su variedad es considerada como un m al uso de la lengua dom i­ n an te y puesto que m uchas veces no cuenta ni con los más elem entales instrum entos de «estandarización» ni, p o r supuesto, con ningún tipo de prestigio d en tro de la co­ m unidad re c e p to ra .4

Los procesos de pidginización y de criollización C uando dos lenguas en tran en contacto, es posible que una de ellas —la m ás prestigiosa, la de m ayor peso— se im ponga sobre la de m enor peso, dando lugar a un desplazam iento y una sustitución de lengua, com o se ha com entado en o tro capítulo: d u ran te un tiem po hab rá individuos bilingües que harán posible el cam bio. Sin em ­ bargo, cuando estas lenguas en tran en contacto con fines com erciales — a m enudo un com ercio desigual y generalm ente en lugares idóneos para estas transacciones (las costas de A sia, Á frica y A m érica)— o en o tro tipo de situaciones típicam ente colo­ niales (traslados de población p ara su explotación laboral; esclavitud), cuando los h a ­ blantes no p u ed en acceder a un m odelo de la lengua dom inante p o r no ten e r sufi­ ciente tra to con el grupo m ás p oderoso,5 puede surgir una solución de com prom iso, una lengua pidgin, m uy especialm ente si las lenguas que se ponen en contacto son tres, y no dos, p o rq u e en tal caso la nueva variedad se hace necesaria ta n to para la com unicación con los hablantes de la lengua dom inante com o para la com unicación con los hablantes de la tercera lengua; la simplificación de la lengua dom inante se hace inevitable.

4. R. Hudson, La sociolingüística, Barcelona, Anagrama, 1981, pp. 76-77. 5. Véase G. Sankoff, «Variation, pidgins and creóles», en A. Valdman y A. Highfield (eds.), Theoretical issites in pidgin and creóle studies, Nueva York, Academic Press, 1981, pp. 139-164.


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Los procesos de pidginización y de criollización siguen d erroteros opuestos des­ de un p u n to de vista lingüístico porque, m ientras la creación de un pidgin conduce una simplificación lingüística y funcional, el desarrollo de un criollo requiere una regularización y un enriquecim iento, dado que va a ser utilizado en situaciones y con objetivos que no aparecen en la com unicación en pidgin o sabir. Las lenguas pidgin com ienzan de una form a sum am ente inestable, con solucio­ nes q ue p o d rían ser consideradas com o semilingües, idiolectales o jergales, para ir es­ tabilizándose p au latin am en te sobre la base de una gram ática y una fonología de la lengua de m en o r consideración social y el léxico de la lengua dom inante. P o sterio r­ m en te, ese pidgin pu ed e ir consolidándose lingüística y socialm ente, hasta dar lugar, prim ero , a un pidgin expandido y, cuando los hablantes lo adquieren com o lengua m atern a, a un criollo. E ste proceso «criollizador» puede ser m uy largo y dar lugar a la identificación de diversas fases interm edias o puede ser m uy corto y no d ar tiem ­ po a la constitución de un pidgin elaborado o expandido: un criollo pued e surgir com o tal en cualquier fase del proceso de criollización, desde la inicial y m ás in esta­ ble hasta la m ás avanzada; tan sólo se req uiere que alguien lo aprenda com o lengua m aterna. Sin em bargo, aunque los criollos son variedades que pueden nacer con la conso­ lidación y estabilización de un pidgin y con la form ación de una com unidad de habla, lo cierto es que no todos los pidgin tienen p or qué desem bocar en un proceso de crio­ llización, en la aparición de un nuevo criollo: existen pidgin que nunca llegan a con­ tar con una com unidad de habla, con hablantes nativos, y que, consecuentem ente, no pasan de la fase de pidgin elaborado. M as tam poco tiene por qué q u edar aquí el d e ­ sarrollo de estas variedades; dicho de otra form a, el destino de todo pidgin no es lle­ gar a ser un pidgin elaborado o convertirse en un criollo. U n pidgin elaborado p u e­ de experim entar un proceso de des pidginización que lo lleve al abandono paulatino y al acercam iento a la lengua dom inante, tam bién llam ada acrolecto o lengua lexificadora, a través de un proceso continuo: continuum pospidgin. Los criollos, p o r su parte, suelen sufrir procesos de repidginización, si la com u­ nidad deja de enseñarlo a los nuevos hablantes com o lengua m aterna y lim ita su uso a la com unicación con otros grupos lingüísticos, com o ha ocurrido en Senegal o G u i­ nea Bisau, o procesos de descriollización, norm alm ente cuando el criollo convive con la lengua dom inante: la descriollización supone el abandono gradual y el acerca­ m iento a la lengua dom inante a través de un proceso continuo: continuum poscriollo. E n la term inología de la especialidad, la descriollización p a rte de una variedad crio­ lla (basilecto) que se aproxim a a la lengua dom inante (acrolecto) a través de una se­ rie de fases o pasos interm edios (mesolecto). Suzanne R om aine ap o rta una m uestra m uy ilustrativa de cóm o opera un p ro ce­ so descriollizador, desde una basilecto (criollo de G uyana) a un acrolecto (inglés):6 B a s il e c t o (criollo de Guyana) m i gii am ‘yo le di’ > m i bin gii am > ni bin gii ii > m i bin gi ii > m i di gii ii > m i di gi ii > a di gii ii > a di gi oo > a did gi ii > a did giv ii > a did giv hii > a giv ii > a giv im > a giv him > a geev ii > a geev im > a geev him > I gave him ‘yo le di’ a c r o l e c t o (inglés).

6.

El lenguaje en la sociedad, Barcelona, Ariel, 1996, p. 205.


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Continuo desarrollador Jerga Pidgin estable Pidgin elaborado

Continuo pospidgin

Criollo

Continuo poscrlollo

Lengua lexificadora

Continuo reestructurador

Fig. 16.1.

C o n tin u o desarrollador y c o n tin u o reestructurador de p id g in y criollos, según M iihlhausler (1986).

Los distintos cam inos que puede seguir el contacto de lenguas han despertado el interés de num erosos especialistas, com enzando por H ugo Schuchardt, el m ás b ri­ llante de los precursores. Para Schuchardt no existe ninguna lengua en el m undo que no haya sufrido, en algún m om ento de su historia, algún proceso, leve o intenso, de m ezcla o de contam inación; sobre esta base, dedica una gran parte de su atención a las com unidades de habla criolla de base rom ánica. E ste lingüista llega a p ro p o n er una tipología de las situaciones de contacto en las que surgen habitualm ente los crio­ llos, a los que llam a «lenguas de necesidad»: en prim er lugar estarían las situaciones en las q ue se produce una aparición y un rápida extinción del criollo; en segundo lu­ gar, las situaciones de aparición del criollo en las que tiene un existencia precaria, con poco desarrollo, y finalm ente las situaciones en que se produce la aparición y desa­ rrollo del criollo.7 M ás recientem ente, P. M ühlháusler ha presentado un esquem a que recoge los procesos de pidginización, des pidginización, criollización y descriollización ordenados en to rn o a dos continuos generales: un continuo desarrollador y un continuo reestruc­ turador (figura 16.1).8 El continuo desarrollador explica el proceso que lleva a la aparición del pidgin y del criollo; el continuo reestructurador explica el paso del pidgin o del criollo a la len ­ gua dom inante o lexificadora, a través de unos continuos, de m últiples grados in ter­ m edios. E n cualquier caso, la convivencia con la lengua dom inante tam bién puede dar lugar a la creación de una situación de diglosia, com o ocurre en H aití con el criollo y el francés. E n o tro o rden de cosas, a la h o ra de explicar los procesos de criollización, deben tenerse m uy en cuenta los estudios que proponen que las lenguas criollas han tenido su origen en procesos sim ilares a los que se producen en el habla infantil o en el aprendizaje de segundas lenguas: los criollos serían m anifestaciones del aprendizaje im perfecto de segundas lenguas o de las fosilizaciones y simplificaciones habituales en un proceso de adquisición.9 E n tal caso no estaríam os ante teorías de naturaleza sociohistórica, sino ante una tercera vía explicativa, en la que han destacado las ideas de D erek B ickerton, p ro m o to r de la «teoría del bioprogram a». Para B ickerton existe

7. 1909, Pidgins and Creóle Languages, ed. por G. Gilbert, Londres, Cambridge University Press, 1980. 8. Pidgin and Creóle Studies, Oxford, Blackwell, 1986. Véase también Pidginization and simplification o f language, Canberra, Australian National University, 1974. 9. Véase J. Schumann, The pidginization process: a model fo r a second language acquisition, Rowley, Mass., Newbury House, 1978.


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un bioprogram a de los rasgos que han de p resentarse en toda variedad criolla. Ese bioprogram a ofrece unos elem entos que son com unes al nacim iento de los criollos, a la adquisición de la lengua m atern a y a la evolución general de las lenguas; de hecho se puede establecer un paralelism o en tre la form a en que los niños adquieren su len ­ gua m atern a y la m anera en que se van form ando las variedades pidgin y criollas, p o r­ que lo que un niño apren d e con facilidad suele coincidir con las características p rin ­ cipales de los criollos.10 L a form ación de los criollos n o responde a procesos m uy distintos de los que h an experim entado otras lenguas. Para B ickerton, el criollo prototípico es el que procede de un pidgin que no tiene m ás de una generación de existencia en una población for­ m ada, en un 20 % aproxim adam ente, p o r personas que tienen la lengua dom inante com o lengua m atern a y, en un 80 % aproxim adam ente, p o r personas que tienen otras lenguas m aternas.

C aracterísticas lingüísticas de los sabires y los criollos D esde un pun to de vista estrictam ente lingüístico no se puede hablar de unos ca­ racteres lingüísticos propios de los pidgin o sabires y otros de los criollos: lingüística­ m en te n o es posible distinguir un pidgin de un criollo. P or ello la som era caracteri­ zación lingüística que aquí se va a p resen tar concierne prácticam ente por igual a los dos tipos de variedades que nos ocupan. La fonología de los pidgin y los criollos a m enudo — no siem pre— tiene una n ó ­ m ina m ás reducida que la fonología de la lengua dom inante, dado que en ella dejan de ten er carácter distintivo algunos elem entos: en el caso de criollos españoles se p u e­ den dejar de distinguir los fonem as vibrante sim ple y m últiple o los fonem as /p/ y /f/, com o ocurre en el chabacano (Filipinas). D ebe destacarse que, en el nivel fonéticofonológico, es norm al la influencia de elem entos suprasegm entales propios de las len­ guas indígenas: en el papiam ento es característico el acento tonal, h ered ad o de las lenguas africanas, que opone form as com o tapa (con tono final bajo o grave) ‘tap a r(se )’ y tapa (con tono final alto o agudo) ‘ta p a ’.11 P or lo dem ás, la fonología crio­ lla, aparte de reflejar tendencias naturales que afectan a prácticam ente todas las len ­ guas del m undo (tendencia a elim inar distinciones en las líquidas o a reducir las fri­ cativas y las africadas), tiene en la variabilidad una de sus principales características, una variabilidad que es m ayor aún que la de o tro tipo de lenguas, debido a la com ­ plejidad de la situación sociolingüística en la que se desarrollan. E n el nivel gram atical, los pidgin y los criollos suelen carecer de flexión nom inal, pronom inal y verbal: quedan elim inadas las m arcas de distinción de género o de n ú ­ m ero, así com o de tiem pos verbales; p o r otro lado, los límites form ales en tre la transitividad y la intransitividad se desdibujan. D esde una perspectiva más pu ram en te sin­ táctica, los fenóm enos de concordancia y de rección son escasos y es norm al que las lenguas pidgin y los criollos tengan una organización bastante simple: predom ina la

10. Véase Roots o f Language, Ann Arbor, Karoma Pub., 1981. 11. Sobre el papiamento, véase D. Monteanu, El papiamento, lengua criolla hispánica, Madrid, Gredos, 1996. Del mismo autor, véase un resumen de las características más destacadas en M. Alvar (dir.), Manual de dialectología hispánica. El español de América, Barcelona, Ariel, 1996, pp. 68-78.


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parataxis, no aparecen, p o r ejem plo, oraciones de relativo, se hace un uso abundante de las partículas gram aticales con valores muy diversos (negación, aspecto), existe un o rd en de palabras fijo y son frecuentes las construcciones perifrásticas. A este respecto, Suzanne R om aine ha presentado una relación de rasgos gram a­ ticales com partidos p o r variedades criollas del A tlántico y del Pacífico:12 á) A usencia de las form as del verbo ser o uso de la llam ada «cópula cero»: de p ik n i sik ‘el niño [está] enferm o’ (criollo inglés de Jam aica). b ) U so de una m ism a palab ra para indicar posesión o existencia: get wan um an we get gyal p ik n i ‘hay un hom bre que tiene una h erm an a’ (criollo inglés de G uyana). c) U so de negación preverbal: m elabat no kaan go garram yu m o b ‘no podem os ir contigo» (kriol de A ustralia). E n lo que se refiere al léxico, la relación que une al pidgin o al criollo con la len­ gua dom inante de la que se deriva suele m anifestarse de m anera b astante clara. La m ayor p a rte del léxico, alrededor del 80 % , procede de la lengua dom inante, aunque la p roporción p uede ser mayor: según los recuentos de A ntonio Quilis, el léxico es­ pañol en chabacano puede sup erar el 90 % .13 A pesar de todo, no son extraños, ni m ucho m enos, los elem entos léxicos procedentes de la o tra o las otras lenguas en con­ tacto; estos elem entos suelen ten er un carácter designador y a m enudo están referi­ dos a plantas, anim ales o a las relaciones familiares: en el chabacano de Z am boanga se en cu en tran vocablos tagalos com o saging ‘b a n an a’, palay ‘arroz con cáscara’, bagon ‘gam bas’, inay o nana ‘m a d re ’. E l léxico de los pidgin y criollos suele ser lim itado, ya que lo com pone un n ú ­ m ero variable de unidades que oscila en tre las 300 o 400 y las 1.500, lo que tal vez explica la n aturaleza polisém ica de m uchos de los elem entos léxicos, así com o la abundancia de construcciones perifrásticas y de com puestos. P o r otra parte, en los vo­ cablos tom ados de la lengua dom inante, es frecuente que se den procesos de sim pli­ ficación y de reducción de oposiciones fonológicas y morfológicas. E n ocasiones, esa simplificación puede llevar a una colisión hom oním ica, que obliga a recu rrir a diver­ sos procedim ientos p ara evitarla; uno de esos procedim ientos es la repetición: en tok pisin la repetición perm ite distinguir la form a sip ‘barco’ (< ing. ship) de sipsip ‘ove­ j a ’ (< ing. sheep), la form a p is ‘p az’ (< ing. peace) de pispis ‘o rin ar’ (< ing. to piss) o san ‘sol’ (< ing. sun) de sansan ‘a re n a ’ (< ing. sand). La repetición tam bién es el m e­ canism o que perm ite expresar valores enfáticos o intensificados: cry ‘llo rar’ (< ing. to cry) y crycry ‘llorar de form a co n tin u ad a’; talk ‘h a b lar’ (< inf. to talk) y talktalk ‘h a­ blar g ritan d o ’. P o r últim o, es im p o rtan te llam ar de nuevo la atención sobre la gran variabilidad lingüística que p resen tan los pidgin y los criollos, una variabilidad y una inestabilidad que ha llevado a algunos sociolingüistas a pensar que estas variedades no son sus­ ceptibles de análisis análogos a los que se practican en otro tipo de com unidades,14 y que ha servido de fundam ento para que m uchos criollistas defiendan una in te rp re ta ­

12. El lenguaje en la sociedad, ob. cit., pp. 207-208. 13. Véase La lengua española en cuatro mundos, Madrid, Mapfre, 1992, p. 180. 14. Véase W. Labov, «Is there a creóle speech community?», en A. Valdman y A. Highfield (eds.), Theoretical issues in pidgin and creóle studies, Nueva York, Academic Press, 1981, pp. 369-388.


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ción polilectal de los usos pidgin y criollos, com o señalam os en el capítulo dedicado al concepto de variación lingüística: frente al concepto de gram ática com unitaria, los criollistas h an p ropuesto el de com plejo polilectal que in terp reta la variación lingüís­ tica de una form a dinámica; la variación se m anifiesta precisam ente en los estadios interm edios de difusión de un cam bio lingüístico.

El origen de las lenguas pidgin y criollas A l estudiar y com parar las lenguas pidgin y criollas, se descubre inm ediatam en­ te la coincidencia de algunos de sus rasgos, la aparición de caracteres que se repiten tan to en las lenguas del área del Pacífico com o en las lenguas del A tlántico. ¿A qué se deb en esas coincidencias? ¿Por qué lenguas geográfica e históricam ente distantes m uestran unos -rasgos sim ilares o coincidentes? Con otras palabras, ¿cuál es el origen de los sabires y los criollos? A u n q u e h an sido m uchas las explicaciones, m ás parciales o m ás generales, que se h a n dado a propósito del origen de los pidgin y los criollos,15 lo cierto es que p u e ­ den agruparse en torn o a dos hipótesis o líneas de pensam iento: la que defiende la poligénesis y la que cree en la monogénesis. L a «teoría de la poligénesis», represen tad a por los trabajos de R o b ert A . H all y ya adelantada en los estudios de H ugo Schuchardt, sostiene que estas lenguas se han originado allí donde una lengua dom inante, pongam os las lenguas europeas colonia­ les, han e n trad o en contacto con otra u otras lenguas no europeas. D e esta form a se pu ed e d efender una relación histórica y particular entre cada lengua criolla y la len­ gua dom inante de la que deriva, ya sea el español, el portugués o el francés, ya sea el inglés o el n eerlan d és.16 L a «teoría de la m onogénesis», representada, por ejem plo, p o r los trabajos de K eith W hinnom ,17 sostiene que los rasgos com unes que se descubren en los pidgin y criollos de latitudes diferentes sólo pu ed en explicarse recurriendo a una base com ún, a un m ism o origen para todos ellos. La estructura lingüística com ún ha sido localiza­ da, p o r unos, en un protocriollo afroportugués, desarrollado a raíz de las colonizacio­ nes y el com ercio de los negreros d u ran te los siglos xvi y x v i i , sobre to d o p o r parte de los portugueses; otros la localizan en una variante atlántica del sabir o lingua fra n ­ ca de los m arineros, desarrollada en el M editerráneo desde la E d ad M edia, p ro b a­ blem ente com o lengua de contacto d u ran te las Cruzadas, y constituida por un léxico principalm ente español e italiano, con elem entos árabes, turcos y griegos.18 Sea com o fuere, la hipótesis de la m onogénesis rechaza la existencia de una relación histórica entre cada lengua criolla y la lengua eu ropea correspondiente.

15. Se habla de los pidgin y criollos como simplificaciones que los señores, patronos y comerciantes ha­ cían para hablar con sus esclavos o empleados, como si de un baby-talk se tratara; también se ha pensado que fueron los esclavos los responsables de tales simplificaciones, en el proceso de adquisición de las lenguas eu­ ropeas. Para todo ello, véase F. Tarallo y T. Alkmin, Fulares crioulos. Línguas em contato, San Pablo, Atica, 1987. 16. Pidgin and Creóle Languages, Ithaca, Nueva York, Cornell University Press, 1966. 17. Véase «The Origin of European-based Creóles and Pidgins», Orbis, 14 (1965), pp. 509-527. 18. Véase «Die Lingua Franca», Zeitschrift fiir Romanische Philologie, 33 (1909), pp. 441-461. También Pidgins and Creóle Languages, ob. cit.


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Según los que defienden la m onogénesis afroportuguesa, los esclavos africanos, hablantes de lenguas indígenas, ap rendieron una variedad de base portuguesa, com o si de una jerga se tratara, en los cam pos de esclavos, en los barcos y en los recintos a los que eran enviados; una vez en sus respectivos destinos, esta población fue susti­ tuyendo poco a poco las palabras portuguesas p o r palabras de la lengua dom inante con la que en trab an en contacto (español, portugués, francés). Para los que defien­ den la m onogénesis a p artir del sabir, esta variedad o jerga, utilizada com o variedad de com ercio e intercam bio en los principales puertos del M editerráneo, sobre todo del n o rte de Á frica, resultó relexificada p o r los portugueses durante los siglos xvi y x v n y m ás tarde sufrió una nueva relexificación, esta vez desde las lenguas dom inan­ tes eu ropeas con las que fueron en tran d o en contacto. C ualquiera de estas hipótesis (o teorías) generales ofrece dudas y puntos oscu­ ros: la poligénesis deja sin aclarar coincidencias obvias, coincidencias com o la expre­ sión de la negación, el uso de una misma p alabra para indicar posesión y existencia o el uso de form as, com o pikin in i o piknin ‘n iño’, con todas sus variantes, encontradas en num erosísim os criollos; la m onogénesis no es adecuada para explicar los m uchos usos discrepantes que existen, sobre todo cuando se com paran los criollos del A tlá n ­ tico con los del Pacífico. P recisam ente por esto se han hecho propuestas parciales que p reten d en explicar sólo una de las principales ram as criollas: el criollo afroportugués podría estar en el origen de los criollos de base española y portuguesa de A sia, Á fri­ ca y las A ntillas, p ero no en el de otras variedades;19 para otros, com o D . B ickerton y A. E scalante, los criollos caribeños tendrían su origen en un protocriollo, p ero no de base portuguesa, sino de base española;20 otros, en fin, hablan de sustratos com u­ nes que pu d iero n influir en la gestación de las lenguas pidgin y criollas, sustratos com o el de las lenguas de Á frica occidental, para las variedades atlánticas, o el de las lenguas oceánicas, p ara las variedades del Pacífico. E l argum ento m ás am pliam ente aceptado contra la m onogénesis, a propósito de los criollos hispánicos, sostiene que los rasgos supuestam ente procedentes del p o rtu ­ gués tam bién han podido desarrollarse den tro la lengua española21 y, en general, que hay rasgos lingüísticos en los pidgin y criollos que sólo se explican por la m ezcla de lenguas de origen diferente. Los defensores de la poligénesis añaden que las sim ilitu­ des en tre lenguas se pued en explicar por la coincidencia de las condiciones sociohistóricas y lingüísticas de estas situaciones.

Los criollos hispánicos: p apiam ento, palen q u ero , chabacano E l m undo hispánico, en contraste con lo que ocurre en la francofonía o en el ám ­ bito de la colonización británica, se caracteriza p o r presentar una evidente escasez de criollos. Las razones de esta circunstancia no son fáciles de entram ar, pero tienen que ver con el m odo en que se llevaron a la práctica los procesos colonizadores. Com o ha

19. lladolid, 20. 21.

Véase G. de Granda, Lingüística e historia: temas afro-hispánicos, Valladolid, Universidad de Va­ 1988. «Palenquero: A Spanish-Based Creóle of Northern Colombia», Lingua, XXIV (1970), pp. 254-267. Véase D. Montcanu, El papiamento, lengua criolla hispánica, ob. cit., p. 19 y ss.


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señalado H u m b erto L ópez M orales, en principio m uchos lingüistas avalan la idea de que la m ezcla cultural y racial favorece e im pulsa la aparición de sabires o criollos; sin em bargo, los estudios sociolingüísticos están dem ostrando que la mezcla favorece el cam bio hacia el su p erestrato y que son las barreras y la estratificación social ex­ trem a las que hacen posible que las distancias entre las variedades criollas y las len ­ guas dom inantes se m antengan. E l m odo de proceder de E spaña en sus colonias pudo favorecer la asim ilación y el cam bio hacia la lengua española p o r parte de las p o bla­ ciones colonizadas, m ientras que la colonización británica, francesa u holandesa llevó a la form ación de criollos y a su posterior m antenim iento. M uchos de esos criollos, no obstante, criollos que incluso han podido funcionar com o variedad B en situacio­ nes de diglosia, ya han iniciado un proceso de reestructuración que con el tiem po p u e ­ de concluir en la confluencia con el su perestrato o, sim plem ente, en la sustitución por la lengua dom inante. Los criollos hispánicos que han logrado pervivir, y que son reconocidos com o ta ­ les, son el papiam ento (A ntillas m enores), el palenquero (C olom bia) y el chabacano (Filipinas). A esta breve relación se podría añadir el chamorro de la isla de G uam , en el Pacífico, com o criollo con presencia im portante de elem entos españoles.22 a) Papiamento. E sta lengua criolla hispánica se form ó a lo largo del siglo x v i i en la isla de C urazao y hoy se utiliza en esa isla y en las islas de A ru b a y de Bonaire, que form an p arte de las A ntillas H olandesas. Se trata de una variedad que es re ­ sultado de la m ezcla de varias lenguas: el español, el portugués, el holandés y lenguas africanas. L a lengua oficial de las A ntillas H olandesas es el holandés, sin em bargo casi el 80 % de una población de unos 250.000 habitantes habla el papiam ento. Las condiciones y vicisitudes sociohistóricas de un territorio acaban determ in an ­ do el peso que finalm ente ha de ten er cada una de las lenguas m ezcladas. Según ha dem ostrad o D. M onteanu, el español, presente desde los prim eros m om entos hasta nuestros días y lengua de los grupos sociales más prestigiados, ha sido el principal foco de influencias lingüísticas convirtiéndose en la lengua base o m adre del pap ia­ m en to .23

22. A esta lista se ha añadido, en medio de una interesante controversia, el bozal caribeño. El carácter criollo de esta variedad ha sido puesto en tela de juicio por algunos especialistas, que consideran que en el Caribe hispánico no existieron lenguas de esta naturaleza (véase H. López Morales, Sociolingüística, 2.a ed., Madrid,*Gredos, 1993, p. 148). Para Germán de Granda el bozal de Cuba sería una variedad derivada del protocriollo afroportugués; y lo mismo opina Megenney de la variedad afroespañola de la República Dominica­ na, si bien Lipski prefiere pensar en un protocriollo afrohispánico. Véase un análisis de la cuestión y la bi­ bliografía pertinente en la obra de D. Monteanu, El papiamento, lengua criolla hispánica, ob. cit., pp. 27-30. Por otro lado, Germán de Granda incluye en la lista el criollo de Uré, el criollo del departam ento de Chocó (Bolivia) y el habla del palenque de Ecuador, todos ellos ya desaparecidos. Al mismo tiempo habla de una variedad de español de los bilingües de Guinea que no ha sido reconocida por A. Quilis. Véanse G. de G ran­ da, Estudios lingüísticos hispánicos, afrohispánicos y criollos, Madrid, Gredos, 1978; A. Quilis, La lengua es­ pañola en cuatro mundos, ob. cit. Tenemos muy pocas noticias de otras hablas mencionadas, por ejemplo, por Roña: el criollo de Trinidad, el de Portobelo (Panamá) y algunos criollos que sobreviven aisladamente en Ve­ nezuela, Cuba y la República Dominicana. Véase D. Monteanu, ob. cit., p. 26. Del criollo de Panamá no se habla en E. Alvarado, El español de Panamá, Panamá, Editorial Universitaria, 1971; véase, sin embargo, J. M. Lipski, «El lenguaje de los congos panameños: ¿vestigios de un criollo afrohispánico?», en Actas del V II Con­ greso de la A L F A L , II, Santo Domingo, ALFAL, 1989, pp. 63-79. 23. No existe unanimidad, sin embargo, acerca de la procedencia española: en general, los defensores de la hipótesis de la monogénesis propugnan un origen afroportugués, para esta y para las demás variedades. Véase el análisis de las teorías sobre el origen del papiamento que ofrece D. Monteanu, ob. cit., pp. 84-116.


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E n tre las características lingüísticas de este criollo, destacan, en el nivel fónico, la capacidad distintiva del acento tonal, que convive con el acento dinám ico, y que se da en form as com o sinta ‘sentarse’ y sintá ‘sentado’ o kura ‘c u rar’ y kurá ‘corral; ja r­ d ín ’. Su sistem a vocálico está form ado p o r diez fonem as con cinco grados de ab ertu ­ ra: a los fonem as del español se h an añadido algunos procedentes del holandés o de otras lenguas de superestrato posterio r al español (Ib, ó, ü, ü/). E n el vocalism o á to ­ no son frecuentes los casos de cierres vocálicos, asimilaciones, disimilaciones, aféresis y síncopas de todo tipo: p iká ‘p ecad o ’, kustía ‘costilla’, turtuka ‘to rtu g a’, konform á ‘confirm ar’, kam ná ‘cam inar’. E n estos ejem plos se aprecia la tendencia del papia­ m ento a reducir el léxico a unidades de dos sílabas. Por o tro lado, tam bién el conso­ nantism o resulta m ás rico que el español, puesto que se incluyen, entre otros, dos fo­ nem as p repalatales fricativos, sordo y sonoro, el labiodental sonoro N t o un fonem a p alatal africado sonoro. E n lo que se refiere a la gram ática, cabe señalar la ausencia de la categoría del género, rasgo frecuente en las lenguas criollas, la distinción genérica m ediante recu r­ sos propios del español (h óm ber/m uhé, amiga/amigó), el uso de la m arca de plural -nan (kas ‘casa’ / kasnan ‘casas’) y el uso de unas partículas y unos paradigm as v er­ bales que acusan una notable influencia de las lenguas africanas. E n el nivel léxico, es interesante destacar el uso de form as de origen lingüístico diferente para designar unas mismas realidades en unas islas y en otras; así, para ‘ce­ rilla’ se usa lusafé (< hol. lucifer) en C urazao y fo fo (< esp. fó sforo) en Bonaire; para ‘tijeras’ se usa tiera (< esp. tijeras) en A ru b a y skér (< hol. schaar) en C urazao. La proporción de palabras ibéricas o hispanoam ericanas en el papiam ento es del 66 % y la de p alabras holandesas, del 28 %. E l texto siguiente es una m uestra de esta va­ rie d a d .24 Shon Arey tabatin un tereno grandi, cu tabata yen di brigamosa. Nada e no por a haci cu e tera ey, p ’esey el a bai busca hende, cu quier roza e lugar. Esun, cu por rosa e tera, sin grawata su curpa, lo hanja un baca grandi y gorda. Ma esun cu grawata, lo mester caba su bida na palu di horca. (Su Majestad el Rey tenía un terreno extenso, que estaba lleno de pringamozas. No podía hacer nada con esa tierra y por eso se puso a buscar gentes que quisie­ ran rozar el campo. Quien pudiera hacerlo sin rascarse, recibiría una vaca grande y gorda. Pero el que se rascara, perdería la vida en la horca.) b) Palenquero. E sta variedad se ha desarrollado desde finales del siglo x v m en P alenque de San Basilio (dep artam en to de Bolívar) cerca de C artagena, en C o­ lom bia. Los palenques fueron grupos de negros cim arrones que huyeron a lugares ap artad o s p ara p o d er m an ten er su independencia y su cultura. E n este am biente se fu ero n fraguando unas variedades que incluían num erosos elem entos de origen africano. A propósito del origen del p alenquero hay discrepancias entre los especialistas, p orq u e, si p ara B ickerton y E scalante25 se trata de un criollo de base hispánica, p ara

24. Presentado por D. Monteanu en su libro El papiamento, lengua criolla hispánica, Madrid, Gredos, 1996, pp. 432-434. 25. «Palenquero: A Spanish-Based Creóle of Northern Colombia», art. cit.


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W. M egenney, G. de G randa y otros, se trata de un ejem plo m ás de criollo derivado de un prim itivo criollo afroportugués y relexificado hacia el español.26 A lo largo de las últim as décadas, una vez ro to el aislam iento del palenque, esta habla, a la que se p odría calificar ya de poscriolla, ha ido sustituyendo p arte de su léxico m ás caracte­ rístico p o r nuevas form as españolas. L as características lingüísticas m ás destacadas del palenquero son, en el nivel fo­ nético, la coincidencia con rasgos y variantes que tam bién se localizan en otros m u­ chos lugares del m undo hispánico, com o los cambios en el vocalismo átono (ku m é ‘co­ m e r’, vistido ‘vestido’) y la presencia de u n elem ento diferenciador: un elem ento n a ­ sal al inicio de la palabra, tal vez de origen africano (ndejá ‘dejar’, nganá ‘g anar’). E n el nivel gram atical, destaca la ausencia de variantes de género y de núm ero, la re ­ ducción de procedim ientos m orfológicos en los verbos, que se sustituyen p o r m eca­ nism os sintácticos y la organización de los paradigm as verbales en torno a la com bi­ nación de dos elem entos: uno o dos m arcadores de tiem po y aspecto m ás el infinitivo (tá pelé ‘pierde, está p erd ien d o ’; tan asé ‘h a ré ’; á semblá ‘sem bré’). E l léxico ofrece m uchas voces de origen africano (agüé ‘hoy’, bololó ‘chisme, cu en to ’, caddum e ‘m ozo’, bem ba ‘labio g rueso’). C om o m uestra de habla palenquera, reproducim os un canto funerario grabado p o r W illiam M egenney y p resen tad o p o r este especialista en notación fonética:27 lwárjgo ci ma lwárjgo ci mari lwárjgo de arjgóle hwáh gü gü me ñamo yo kwárj di soto salí ma muhé o le le o le le le le ci ma lwárjgo ci man korjgo ci mari lwárjgo de arjgóle hwárj gü gü me ñamo yo kwár) di soto salí ma muhé o le le o le le le le ci man koqgo ci man korjgo ci mari Iwággo de arjgóle hwarj gü gQ me ñamo yo kwarj di kambambá kambé o le le E l texto p resen ta im portantes dificultades para su análisis lingüístico: m uchas for­ m as carecen de una base segura para una correcta interpretación. Sin em bargo, es p o ­ sible identificar algunos topónim os africanos (A ngola, Congo); luango podría ser una lengua de una tribu de A ngola. 26. Véase W. Megenney, El palenquero. Un lenguaje post-criollo de Colombia, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1986; La influencia del portugués en el palenquero colombiano, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1983. G. de Granda, Estudios lingüísticos hispánicos, afrohispánicos y criollos, Madrid, Gredos, 1978. 27. El palenquero, ob. cit., pp. 78-79.


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c) Chabacano. E l criollo llam ado hispano-filipino o chabacano es utilizado en diversas áreas de las islas Filipinas p o r unos 600.000 hablantes, según los recuentos de A . Q uilis.28 Igual que ocurre con los dem ás criollos, tam bién en este caso se en fren ­ tan los defensores de un origen portugués (m onogénesis), representados p o r K. W hinnom , y los defensores del chabacano com o variedad autónom a de base española, re ­ presen tad o s p o r Ch. O. F ra k e .29 H ay que ten er en cuenta, sin em bargo, que, aunque p a rte de los territorios filipinos estuvieron ocupados en ciertos m om entos p o r h o lan ­ deses y portugueses, la presencia española ha sido constante en ellos desde los siglos x v i i y xv m . Com o consecuencia de una conquista y una colonización irregular y de los conflictos com erciales con portugueses y holandeses, fueron naciendo en Filipinas distintas variantes del chabacano. Las principales son el chabacano caviteño y el ternateño, hablados en la bahía de M anila, el chabacano zam boangueño, hablado en Z am boanga, y el chabacano cotabateño hablado en el sur de la isla de M indanao. E n tre las características lingüísticas de este criollo hay que señalar el paso a [p] del fonem a líl, inexistente en las lenguas filipinas, el seseo, la aspiración de /x/, el d e ­ b ilitam iento articulatorio de /y/, la conservación de las palatales nasal y lateral y la p érd id a de la vibrante m últiple, que pasa a realizarse com o [r].30 D esde el punto de vista gram atical, m erece la p en a com entar el uso del artículo tagalo si, la form ación del plural m ediante la partícula mga (el mga casa ‘las casas’) que alterna con el uso de los m orfem as de plural del español, la invariabilidad del adjetivo, la introducción de form as indígenas en los pronom bres personales (kamé, kitá ‘nosotros, n o sotras’) y la sim plicidad del paradigm a verbal, con pérdida de la -r en el infinitivo (com e ‘co­ m e r’, quitá ‘q u itar’, com prá ‘co m p rar’). E l léxico chabacano, que no es uniform e en todas las variantes, incluye cerca de un 90 % de elem entos de origen español, a los que hay que unir voces indígenas y algunos am ericanism os, arcaísm os y anglicismos, estos últim os cada vez más frecuentes. V alga com o m uestra del chabacano el texto si­ g uien te:31 un día el nana di huan ya manda konele kompra sal na tyangge. kuando ta bolbe ya si huan ya pasa le na un río. Byen bonito gayót el agua y ya pensa le baña an­ tes de bolber na kasa. para hende no roba su sal el mana hente ya pone ele sal na río ya saka le un grande pyedra ka ya pone ele ensima del sal para tapa. Al akabar ya ele de baña y nada ya empesa le buska ke buska kon el sal pero no hay mas ele enkontra kay ya diriti ya el salina agua. (Un día la m adre de Juan le envió a comprar sal al mercado. Al regresar Juan, pasó junto a un río. El agua era muy hermosa y decidió bañarse antes de volver a casa. Para que no pudieran robar la sal, la colocó en el río y la cubrió con una gran pie­ dra. Cuando terminó de bañarse y de nadar, empezó a buscar y buscar la sal, pero no pudo encontrarla, ya que se había disuelto en el agua.)

28. El español en cuatro mundos, ob. cit., p. 82. 29. Véase K. Whinnom, Spanish contact vernaculars in the Plülippine Islands, Hong-Kong, Hong-Kong University Press, 1956; «Lexical origins and semantic structure in Philippine creóle Spanish», en D. Hymes (ed.), Pidginization and Creolization Languages, Cambridge, Cambridge University Press, 1971, pp. 223-242. 30. Véase A. Quilis, La lengua española en cuatro mundos, ob. cit., pp. 162-185. 31. Tomado de R. A. Hall, Pidgin and Creóle Languages, ob. cit. La traducción al español aparece en la Enclopedia del lenguaje, de D. Crystal, Madrid, Taurus, 1994, p. 335.


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d) Chamorro. E sta variedad se utiliza en la isla de G uam y en las M arianas del N orte, islas M arianas, y tiene alrededor de 60.000 hablantes. Según R. R odríguezPonga, el cham orro actual es el resultado de la fusión histórica de elem entos austronésicos y españoles, a los que se h an añadido, a lo largo del siglo xx, préstam os del inglés (se tra ta de la lengua oficial de las islas M arianas) y del jap o n és.32 La duda, a propósito de esta variedad, se h a centrado en su posible clasificación com o lengua m alayo-polinésica o com o criollo con fuerte presencia de elem entos españoles. Para R odríguez-Ponga esta últim a parece ser la hipótesis m ás plausible, dado que el léxi­ co de origen español ronda el 50 o el 60 % y que consta la presencia de otros ele­ m entos lingüísticos hispanos: distinción de género y núm ero, preposiciones, serie de num erales y pronom bres, entre otros. Las voces de origen am ericano y algunos ras­ gos fonéticos (seseo, yeísm o) hacen pensar que el español que llegó a las islas M a­ rianas procedía principalm ente de A m érica.

R eflexiones y ejercicios 1. C onsidere los aspectos históricos y sociales de las colonizaciones de las n a ­ ciones europeas. ¿Piensa que la razón de la existencia de tan pocos criollos hispáni­ cos está exclusivam ente en los m odos colonizadores de E spaña o han podido concu­ rrir otras circunstancias? Para M anuel A lvar, la libertad y la igualdad traen la desa­ parición de las lenguas criollas. 2. E stu d ie y com ente algunos procesos que se hayan dado a lo largo de la his­ toria del español y que p udieran ten er algún paralelism o con los que experim entan las lenguas criollas. 3. ¿Piensa que las lenguas pidgin o criollas son variedades deform adas, que h an de ser sustituidas p o r lenguas de cultura y cuyos hablantes no disfrutan del prestigio social? ¿Q ué argum entos esgrim iría para d efender su opinión? ¿C onsidera que toda persona d ebería conocer, al m enos, una lengua de prestigio? 4. Identifique y describa las form as procedentes del español que aparecen en este texto en papiam ento (tom ado de D. M onteanu, E l papiamento, lengua criolla his­ pánica, M adrid, G redos, 1996, p. 434): Nanzi a cuminza traha, ma e bringamosanan a dun ‘é mashá gana di grawata su curpa. El a hiza su cara p ’e wak e coprá. Esaqui tabata wak e bon. Poco mas aleuw el a mira su baca.

Orientaciones bibliográficas Com o introducción general, p ueden servir los capítulos correspondientes de los m anuales de R. H udson (L a sociolingüística, Barcelona, A nagram a, 1981, pp. 71-80) 32. «Islas Marianas», en M. Alvar (dir.), Manual de dialectología hispánica. El español de América, ob. cit., pp. 244-248. Véase también C.-P. Albalá y R. Rodríguez-Ponga, Relaciones de EspaFia con las islas Marianas. La lengua Chamorra, Madrid, Fundación Juan March, 1986.


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y de H. L ópez M orales (Sociolingüística, 2.a ed., M adrid, G redos, 1993, pp. 143-153), así com o el in teresan te e instructivo libro de F. Tarallo y T. A lkm in, Falares crioulos. Línguas em contato (San Pablo, A tica, 1987). Tam bién puede resultar m uy útil la lectura d e l capítulo 1 d e Ja obra d e D. M onteanu, papia/ne/?/#, ¿e/zgcta cri& iia h isp á n i­ ca (M adrid, G redos, 1996). E n relación con la interpretación paralela de la form ación de los criollos y de la adquisición de segundas lenguas, véase el libro de D. L arsenF reem an y M. H. Long, Introducción al estudio de la adquisición de segundas lenguas (M adrid, G redos, 1994, pp. 233-247.). A cerca de los criollos hispánicos y las variedades hispánicas de contacto, m erece la pena consultar los siguientes trabajos: A. Quilis, L a lengua española en cuatro m undos (M adrid, M apfre, 1992); G. de G randa, Estudios lingüísticos hispánicos, afrohispúnicos y criollos (M adrid, G redos, 1978); M. A lvar, «Cuestiones de bilingüis­ m o y diglosia en el español», en E l castellano actual en las com unidades bilingües de España (Salam anca, Ju n ta de Castilla y León, 1986, pp. 11-48); y M. A lvar (dir.), M a­ nual de dialectología hispánica. E l español de España y E l español de Am érica (B ar­ celona, A riel, 1996).


C u a rta p a rte

TEORÍAS, MÉTODOS Y APLICACIONES


C a p ít u l o

17

SOCIOLINGÜÍSTICA, SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE Y ETNOGRAFÍA DE LA COMUNICACIÓN El desarrollo de la sociolingüística moderna De aquí han venido esos vocablos de mío y tuyo, peor y mejor, señor y criado, reyes y súbditos, hidalgos y labradores, nobles y ceviles, ricos y pobres; de que cada uno tira para sí, cada uno ha­ bla su lenguaje, no queriendo concertar con el otro. prólogo a la traducción de La lengua, de Erasmo de Rotterdam, 1533

B e r n a r d o P é r e z d e C h in c h ó n ,

«Cogitationes mortalium tinidae, e incertae providentiae nostrae». Y el que ha de tener verdadera ciencia de las cosas ha de estar firme y quieto, sin temor ni recelo de que se podría enga­ ñar; y el filósofo que no está de esta manera con mucha razón po­ drá decir y afirmar que no sabe nada. J u a n H u a r t e d e S a n J u a n , E xam en de ingenios

para las ciencias, 1575

La m ayoría de los lingüistas están de acuerdo en aceptar que 1964 fue una fecha especial p ara el desarrollo de la sociolingüística m oderna. E n efecto, aquel año tuvo una singular significación porque n uestra disciplina recibió un im pulso que facilitó su desarrollo y despertó el interés de un buen núm ero de especialistas. La im portancia de la fecha estuvo en que p o r aquel año se celebraron en E stados U nidos varias re u ­ niones de interés. A m ediados de m ayo se celebró una C onferencia sobre Sociolin­ güística en Los Á ngeles (U C L A ); los trabajos sobre los que se p lan tearo n los colo­ quios y discusiones fueron publicados p or W illiam B right.1 U nos m eses m ás tarde, la U niversidad de Indiana albergó o tro encuentro sobre sociolingüística; la m ayor p a rte de los estudios allí presentados h an sido recogidos por Stanley L ieberson.2 E n tre estos congresos y sim posios hubo algunas diferencias, notables, que ence­ rrab an cierto valor simbólico. La reunión de la U C L A fue convocada por el C enter for R esearch in Languages and Linguistics, es decir, por un centro dedicado específi­ cam ente al estudio del lenguaje, y fueron lingüistas y antropólogos, principalm ente, 1. 2.

Sociolinguistics, La Haya, Mouton, 1966. Explorations in Sociolinguistics, La Haya, Mouton, 1966.


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los encargados de p resen tar las ponencias. La reunión de Indiana, celebrada en B loom ington, fue convocada p o r el Social Science R esearch Council, esto es, p o r un organism o de investigación en ciencias sociales, por lo que un núm ero im p ortante de los pon en tes procedía del m undo de la sociología. U n año antes se había celebrado en San Francisco la reunión anual de la A m erican A nthropological A ssociation, en la que se d ieron cita im portantes lingüistas, psicosociólogos y antropólogos y que tuvo com o fruto u n a publicación coordinada p o r Jo h n G um perz y D ell H ym es titulada The ethnography o f com m unication? Q ueda claro, pues, que el nacim iento de la sociolin­ güística estuvo revestido de un carácter m ultidisciplinario, puesto que confluyeron los intereses de disciplinas com o la lingüística, la antropología o la sociología. A h o ra bien, en el m undo de la ciencia es poco frecuente que algo nazca desde la nada, sin contar con unas experiencias y conocim ientos previos. E l año 1964 es un p u n to de referencia de valor relativo que nos llam a la atención sobre una actividad científica que ha sido m ás intensa en los años posteriores que en las décadas que lo p recedieron. A p a rte de esto, poco m ás supone esa fecha para la sociolingüística: de hecho sólo algunos de los trabajos presentados en los congresos norteam ericanos, considerados independientem ente, h an tenido un valor decisivo p a ra las investigacio­ nes posteriores, aunque reflejan de dónde se venía, hacia dónde se pensaba ir y cóm o eran los instrum entos teóricos y m etodológicos de los que se disponía por aquella é p o ca.4 T hom as K uhn describe el devenir la ciencia com o una serie de pacíficos in terlu ­ dios salpicados de revoluciones intelectualm ente violentas: en cada una de ellas, una visión conceptual del m undo es reem plazada p o r otra. R esulta difícil sostener que el desarrollo de la sociolingüística ha supuesto una revolución dentro del p an o ram a ge­ n eral de la lingüística: no ha significado, p o r el m om ento, la creación de un paradig­ m a com pletam ente nuevo. Sin em bargo, sí puede pensarse que el interés que h a des­ p e rta d o es, parcialm ente, la respuesta a una crisis tanto de la lingüística teórica com o de otras disciplinas lingüísticas: las insuficiencias obligan a buscar nuevos caminos. D el m ism o m odo, es cierto que las iniciativas surgidas desde la sociolingüística cu en ­ tan con unos antecedentes, en ocasiones de larga tradición. C on todo ello se quiere p o n e r de m anifiesto una sencilla realidad: la sociolin­ güística no surgió de la nad a p ara explicar lo que nadie podía explicar, au nque h i­ ciera suyos problem as presentados desde puntos de vista m uy diferentes y quisiera darles u n a salida con unos m odelos abiertos y coherentes y, sobre todo, con unas b a­ ses m etodológicas sólidas. P artien d o de esta prem isa, cabe preguntarse p o r los a n te ­ cedentes de la sociolingüística, así com o p o r las preocupaciones e ideas que hizo su­

3. American Anthropologist, 66 - 6, parte 2, 1964. 4. El término «sociolingüística» (sust. y adj.) comenzó a difundirse en España a finales de los años se­ senta. Véase L. V. Aracil, Sociolingüística; un nou enfocament, Valencia, 1967; M. Alvar, Estructuralismo, geografía lingüística y dialectología actual, Madrid, Gredos, 1968 («El concepto de sociolingüística no está exento de valoraciones polémicas»); E. Lorenzo, «Dimensión social del lenguaje», en El lenguaje y los medios de comunicación, Madrid, Escuela Oficial de Periodismo, 1969 («la interpretación sociolingüística de una in­ dividualidad semejante ofrecería serias dificultades»). Anteriormente la disciplina era conocida como «socio­ logía lingüística», dentro de la tradición de la lingüística francesa y en paralelismo claro con la disciplina lla­ mada «geografía lingüística». La introducción de la sociolingüística de Labov en España y en Francia ha te­ nido aspectos comunes: ha sido algo tardía, con pocas y malas traducciones (no siempre de los trabajos más importantes) y, además, se ha dejado notar el peso de la tradición dialectológica. Véase F. Gadet, «Hétérogénéité et variation: Labov, un bilan», Languages, 108 (1992).


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yas en el m om en to de su difusión y p o r las circunstancias que favorecieron su desa­ rrollo. A lo largo del últim o siglo, ta n to en E u ro p a com o en E stados U nidos, h an exis­ tido escuelas, corrientes o grupos preocupados por unos problem as m ás o m enos cer­ canos a los que ocupan a la sociolingüística actual. E l antecedente m oderno más relevante de un interés p o r lo social se encuentra en el nacim iento m ism o de la lin­ güística general. E l Curso de lingüística general de F erdinand de Saussure define la «lengua» com o un producto social de la facultad del lenguaje y un conjunto de convenciones ne­ cesarias adoptadas por el cuerpo social para permitir el ejercicio de esa facultad en los individuos.5 L a lingüística se considera p a rte de una disciplina m ás general, la sem iología, que tiene com o fin el estudio de los signos en el seno de la vida social. A p a rtir de aquí, a lred ed o r de las ideas de Saussure, surgió una escuela que recibió el nom bre de «es­ cuela lingüística sociológica», basada en una concepción sociológica del lenguaje, se­ gún la cual el h ab la es un hecho social que debe ser estudiado com o tal en relación con otros hechos sociales, puesto que sólo se m anifiesta en sociedad.6 L a sociolingüística actual p a rte del m ismo principio — el lenguaje es una form a de co m portam iento social— y p o r eso no es de extrañar que W illiam L abov haya se­ ñ alado que el térm ino «sociolingüística» es algo equívoco y redundante: Los niños que crecen aislados no lo utilizan [el lenguaje]; es usado por los seres hu­ manos en un contexto social, para comunicarse sus necesidades, ideas y emociones unos a otros. Los monólogos egocéntricos de los niños resultan ser desarrollos se­ cundarios derivados del uso social del lenguaje y muy poca gente emplea mucho tiempo en hablar a solas. Es cuestionable que las frases que no comunican nada a nadie formen parte del lenguaje. ¿En qué sentido puede la «sociolingüística» ser considerada como algo aparte de la «lingüística»?7 E n tre los lingüistas que prestaro n una m ayor atención a los principios enuncia­ dos p o r Saussure, hay que destacar a A n d ré M eillet y a C harles Bally, insignes re ­ p resen tan tes de la «escuela lingüística sociológica». L a aplicación de estas ideas se hizo sobre m ateriales tan to sincrónicos com o diacrónicos, procurando explicar en to d o lo posible la llam ada historia externa de los cam bios lingüísticos. P o r su p arte, la lingüística n orteam ericana de principios del siglo x x tuvo, ad e­ m ás de L eo n ard Bloom field, dos figuras relevantes: E dw ard Sapir y Franz Boas. A m ­ bos m o straro n un gran interés p o r la antropología y potenciaron la colaboración en ­ tre lingüistas y antropólogos p a ra d ar cuenta de un objeto de estudio: las lenguas am erindias. L a recogida y descripción de esas lenguas obligó a un trabajo sobre el te ­ rren o que perm itió acum ular experiencias reales acerca del funcionam iento de la len­ gua en los grupos sociales. 5. Buenos Aires, Losada, 1945, p. 51. 6. Véase I. Iordan, Lingüística Románica. Evolución, corrientes, métodos, reel. parcial y notas de M. Al­ var, Madrid, Alcalá, 1967, pp. 507-672. También Y. Malkiel, «From Romance Philology Trough Dialect Geography to Sociolinguistics», International Journal o f the Sociology o f Language, 9 (1976), pp. 73-78. 7. Modelos sociolingüísticos, Madrid, Cátedra, 1983, p. 235.


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A lgo parecido ocurrió con los estudios lingüísticos del R eino U nido. John R. F irth realizó gran p arte de su trabajo sobre los m ateriales aportados p o r antro p ó lo ­ gos com o M alinow ski:8 la transcripción y traducción de textos etnográficos exigía te ­ n e r p resen te el contexto situacional en que fueron em itidos. F irth llegó a p ro p o n er una teoría contextual del lenguaje (sistém ica) que partía de la idea de que el signifi­ cado de un elem ento lingüístico es una función en su contexto. E ste principio fue u ti­ lizado algo m ás adelante p o r M. A. K. H alliday para desarrollar una interpretación de la lengua com o una sem iótica social, una interpretación social del lenguaje y del significado.9 E n el o tro extrem o de E uropa, en el segundo tercio del siglo xx, se desarrolló una escuela de gran im portancia para la historia de la lingüística: el Círculo de P ra­ ga. La p rim era tesis de este círculo, presentada en el I C ongreso de Filólogos Eslavos en 1929, pro p o n ía una concepción funcional de la lengua y en otra tesis se hablaba de la im portancia de las relaciones en tre los sujetos hablantes que se en cuentran en con­ tacto lingüístico, de su grado de cohesión social, profesional, territorial y fam iliar, y de su p ertenencia a diversas colectividades.10 Siguiendo esta línea funcionalista, R o ­ m án Jak o b so n trabajó p ara fijar los factores y las funciones de la com unicación y p ro ­ puso un estudio del lenguaje centrado en analizar todas y cada una de esas funciones. Los estudios de D ell H ym es, rep resen tan te de la tendencia llam ada etnografía de la com unicación, tienen en cuenta el m odelo funcional de Jakobson y lo introducen en el cam po de la etnografía. E n o tros d erroteros, desde finales del siglo xix, tan to la dialectología11 com o la geografía lingüística han p restado atención al lenguaje desde un p unto de vista social: Schuchardt, p o r ejem plo, fue uno de los pioneros en el estudio de las lenguas crio­ llas.12 La idea de que las com unidades lingüísticas no son hom ogéneas fue dem ostrada p o r el ab ate R ousselot en 1891 y, algo más adelante, Louis G auchat pro b ó la exis­ tencia de variación lingüística entre los habitantes de la localidad de C harm ey y con­ cluyó que esa variación venía d eterm inada por factores com o el sexo, la edad o la p ro ­ fesión de los h ab lan tes.13 La geografía lingüística, p o r su p arte, tam bién h a conocido proyectos, encabeza­ dos p o r el A tlas italo-suizo de Ju d y Jab erg ,14 en los que diversos factores sociales han 8. Véase Coral Gardens and their Magic, 2.a ed., Londres, Alien & Unwin, 1966. También E. Ardener et al., Antropología social y lenguaje, Buenos Aires, Paidós, 1976. 9. Véanse J. R. Firth, Papers in linguistics 1934-1951, Londres, Oxford University Press, 1957; «A synopsis of linguistic theory», Studies in Linguistics Analysis, Oxford, 1957; M. A. K. Halliday, Towards a Sociological Semantics, Urbino, Universitá di Urbino, 1972; Explorations in the Functions o f Language, Londres, Edward Arnold, 1973; Learning How to Mean: Explorations in the development o f language, Londres, Edward Arnold, 1974; Language as social semiotic. The social interpretation o f language and meaning, Londres, E d­ ward Arnold, 1978 (trad. al esp. El lenguaje como semiótica social, México, Fondo de Cultura Económica, 1982). 10. Véase B. Trnka et al., El Círculo de Praga, Barcelona, Anagrama, 1972, p. 30 y ss. 11. Véanse M. Cortelazzo, Avviamento critico alto studio della dialettologia italiana, I, Pisa, Pacini ed., 1969; B. Terracini, «II concetto di lingua comune e il problema dell’unitá di un punto linguistico minimo», Bolletino deli’Atlante Linguistic Italiano, 5-6 (1960), pp. 14-24; J. Séguy, Lefranqais parlé a Toulouse, Toulouse, 1950. 12. Véase Slawo-deutsches und Slawo-italienisches, Graz, 1884. S. G. Thomason y T. Kaufman, Lan­ guage Contact, Creolization, and Genetic Linguistics, Berkeley, 1988. 13. «L’unité phonétique dans le patois d’une commune», Festschrift Heinrich Morf: A is romanischen Sprachen und Literaturen, Halle, 1905. 14. Sprach und Sachadas Italiens und der Siidschweiz, Zófingen, Ringier, 1928-1940.


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tenido u n lugar destacado.15 Pensam os, p or ejem plo, en los atlas lingüísticos n o rte ­ am ericanos, encabezados p o r los trabajos de K u ra th ,16 en el A tlas lingüístico diatópico y diastrático del Uruguay, proyectado p o r Thun, F orte y Elizaincín,17 en eí A tlas lingüístico de M éxico, dirigido p o r J. M. L ope B lanch,18 en el A tlante lingüístico de la Sicilia, dirigido p o r R uffino,19 o en el A tlas lingüístico (y etnográfico) de Castilla L a M ancha, de G arcía M outon y M oreno F ernández.20 T odos estos proyectos han conform ado unas experiencias dignas del desarrollo que posterior o paralelam ente se h a conocido en el cam po de la sociolingüística.21 U n a vez que la sociolingüística fue reconocida no sólo com o una form a de hacer investigación, sino com o una corriente de estudio capaz de explicar m ultitud de as­ pectos an terio rm en te m al tratad o s y de ap o rtar nuevos principios teóricos y nuevas posibilidades m etodológicas, la disciplina se ha ido consolidando, a la vez que ha au ­ m en tad o el nú m ero de investigadores que le dedican toda su atención. La sociolingüística actual desarrolla su actividad investigadora en tres cam pos principalm ente: la sociolingüística cuantitativa urbana o variacíonismo, la sociología del lenguaje22 y la etnografía de la comunicación. E n tre estas corrientes hay diferen­ cias teóricas y m etodológicas im p o rtan tes,23 que quedan reflejadas en las cuatro re­ vistas m ás difundidas de la especialidad: International Journal o fth e Sociology o f L a n ­ guage, dirigida p o r Joshua Fishm an, es de tendencia claram ente sociológica (socioló­ gica lingüística, se entiende); Language in Society, dirigida p o r D ell H ym es, tiene un aire ecléctico, au nque hay lugar, y m uy m arcado, para la etnografía de la com unica­ ción; Language Variation and Change, dirigida por D avid Sankoff, W illiam Labov y A n th o n y K roch, es de n aturaleza rigurosam ente variacionista y responde a un deseo expreso de desm arcar la sociolingüística de Labov de otras corrientes m ás o m enos cercanas; Journal o f Sociolinguistics, dirigida por N. C oupland y A. Bell, tiene una in ­ tención interdisciplinaria, si bien deja un lugar im portante al análisis de la conversa­ ción y del discurso, a la lingüística textual y a todos los aspectos com unicativos de la vida social. A u n q u e éstas son las líneas de trabajo más cultivadas dentro de la sociolingüís-

15. Véase F. Moreno Fernández, «Método geolingüístico y método sociolingüístico. El factor “sexo” en los atlas», en E. Radtke y H. Thun (coord.), Neue Wege der Romanischen Geolinguistik, Kiel, Westensee, 1996, pp. 92-112. 16. Handbook o fth e Linguistic Geography of New England, 2.a ed., Providence, Brown University, 1973. 17. «El Atlas Lingüístico Diatópico y Diastrático del Uruguay (AD DU). Presentación de un proyecto», Iberoromania, 30 (1989), pp. 26-62. 18. Lope Blanch, J. M., «El Atlas Lingüístico de México», Lingüística Española Actual, XIII (1991), pp. 153-171. 19. Véase Dialettologia urbana e analisi geolingüístico, Palermo, Centro di Studi Filologici e Linguistici Siciliani, 1991. 20. «Sociolingüística en el Atlas lingüístico (y etnográfico) de Castilla - La Mancha», en R. Penny (ed.), Actas del Primer Congreso Anglo-Hispano, Madrid, Castalia, 1993, pp. 139-149. 21. Los atlas regionales dirigidos por M. Alvar atienden a factores sociales en las ciudades más desta­ cadas. Véase, por ejemplo, el Atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía (con la col. de A. Llórente y G. Sal­ vador), Granada, CSIC, 1961-1973. 22. Véase de J. Fishman, The Sociology o f Language, Rowley, Mass., Newbury House, 1972 (trad. al esp. Sociología del lenguaje, Madrid, Cátedra, 1979); J. Fishman (ed.), Readings in the Sociology o f Langua­ ge, La Haya, Mouton, 1968; J. Fishman, R. L. Cooper y R. Ma (eds.), Bilingualism in the Barrio, Bloomington, In., University of Indiana Press, 1971. 23. Véase F. Moreno Fernández, Sociolingüística en Estados Unidos (1975-1985). Guía bibliográfica crí­ tica, Málaga, Agora, 1988; Metodología sociolingüística, Madrid, Gredos, 1990.


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tica, en sentido am plio, debe tenerse en cuenta que en cada país hay unas tradicio­ nes, unas escuelas, unos usos investigadores, unas convenciones de estudio y unas p e ­ culiares situaciones sociolingüísticas que determ inan, de form a concreta, el m odo en que una tendencia se cultiva y la procedencia de los estudiosos que le dedican sus afa­ nes. E n cualquier caso, al m argen de tradiciones particulares, la sociolingüística anglo-norteam ericana, especialm ente la estadounidense, ha m arcado el ritm o de la m a ­ yor p a rte de las investigaciones recientes.24

Sociolingüística y sociología del lenguaje L a relación entre la lengua y la sociedad nos lleva a dos puertos: el de la sociolingüística p ropiam ente dicha y el de la sociología del lenguaje. E n am bos caben aspectos lingüísticos y aspectos sociales, p ero en cada una de las disciplinas se hace hincapié sobre una clase de esos factores: la sociolingüística sobre los factores lin­ güísticos y la sociología del lenguaje sobre los factores sociales. H ay que entender, po r tanto, que la sociolingüística es, antes que nada, lingüística y que la sociología del lenguaje es, an te todo, sociología, con todas las implicaciones teóricas y m etodológi­ cas que de ello se derivan. E l objeto de estudio de la sociolingüística es la lengua com o sistem a de signos, p ero considerada den tro de un contexto social. A l sociolingüista le interesan las rela­ ciones en tre los estratos sociales y la estructura lingüística; al sociólogo del lenguaje le preocu p an aspectos com o el plurilingüism o, la diglosia, la planificación lingüística, las lealtades lingüísticas.25 Sirva el nom bre de Joshua Fishm an com o ejem plo de in ­ vestigador p reocupado especialm ente p o r la sociología del lenguaje: este au tor llega a p o n e r en tela de juicio la corriente sociolingüística, p o r considerar la sociedad com o un estam ento conceptualm ente superior al lenguaje. E l nom bre de W illiam L abov es el m ás indicado com o rep resen tan te de una sociolingüística estricta. E n sintonía con la división que se acaba de p resen tar, José P. R o ñ a distingue dos tipos de sociolingüística: una prop iam en te lingüística, que estudiaría la estratifi­ cación in tern a de los diasistem as, y o tra alingüística, que estudiaría la relación en tre el diasistem a y la sociedad. La incidencia del diasistem a sobre la sociedad sería algo de lo que d eb erían ocuparse los sociólogos; del m ism o m odo, la incidencia de la so­ ciedad sobre el diasistem a — así com o sus consecuencias: actitudes lingüísticas— tam b ién sería algo q ue afectaría sobre todo a la sociología del lenguaje. D esde un p u n to de vista sociológico, se ha criticado a la sociolingüística la falta de una teoría pro p ia y, a la vez, el hecho de h ab er aceptado, sin m ás, un m odelo social y socioló­ gico basado en el concepto de «clase social» y de diferencias de poder, m odelo que ha d ado unos frutos de dudosa valía 26 D esde un p u n to de vista lingüístico, se ha va­ lo rad o negativam ente la falta de sensibilidad de los sociólogos en el m anejo de con­ ceptos tan bien diferenciados teóricam ente com o los de «estilo», «dialecto», «socio­ lecto» y «lengua». 24. Véase E. Figueroa, Sociolinguistic Metatheory, Oxford, Elsevier, 1994. 25. A pesar de la relativa claridad de esta división, ante un objeto de estudio concreto —por ejemplo, el bilingüismo— puede estar en la mano del investigador, en sus intereses e inquietudes, acabar haciendo so­ ciolingüística o sociología del lenguaje. 26. Véase G. Williams, Sociolinguistics.: A sociological critique, Londres, Routledge, 1992.


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A la hora de ofrecer una delim itación teórica de la sociolingüística y del conjun­ to de escuelas o tendencias que form an la disciplina, podrían ser de cierta utilidad las p ropuestas de Jo shua F ishm an,27 según las cuales se deberían distinguir dos tipos de problem as: a) M acroproblemas. La diversidad lingüística y el m odo en que ésta se refleja en la diversidad social: la adquisición del lenguaje, los dom inios de uso, las actitudes lingüísticas, el plurilingüism o, la diglosia, la planificación lingüística (nivel m acrosociológico). b) M icroproblemas. L a interacción lingüística dentro de pequeños grupos; el análisis de la conversación (nivel m icrosociológico). A h o ra bien, existe la posibilidad de encontrar un nivel de análisis aún m ás con­ creto que el «micronivel» que propone Fishman: pensam os en un nivel em inente­ m en te lingüístico que tenga que ver con el estudio de la variación sociolingüística. Si se tiene en cuenta esta tercera posibilidad, se puede concluir que el llam ado «nivel m acrosociológico» sería el objeto p rioritario de una sociología del lenguaje, que el «ni­ vel m icrosociológico» sería el objeto de lo que se conoce com o etnografía de la co­ m unicación, aunque no se excluyen los estudios hechos desde la sociología o desde la psicología social, y que en un tercer nivel encontraríam os el objeto de una sociolin­ güística estricta. A sí pues, si en vez de trab ajar desde una perspectiva sociológica, com o Fishm an, lo hiciéram os con una perspectiva epistem ológicam ente m ás am plia, podríam os dis­ tinguir varios niveles de análisis, que denom inaríam os niveles sociolingüísticos: un n i­ vel sociológico, en el que se abordaría el estudio sociológico de las lenguas y de los fenóm enos lingüísticos en las com unidades de habla, un nivel etnográfico, en el que se practicaría el estudio etnográfico de las lenguas en las com unidades de habla y en los grupos sociales, y un nivel lingüístico, en el que se analizaría la variación en su contexto social.

La etnografía de la comunicación L a etnografía de la com unicación, en el sentido m ás actual, nació a la p ar que la sociolingüística, confundida bajo el m ismo rótulo con otras corrientes de estudio. Si fuera necesario determ in ar el m om ento en que quedaron sentados los fundam entos m odernos de esta tendencia, habría que ten er en cuenta unas reuniones celebradas en 1962 y 1963 bajo los auspicios de la K roeber A nthropological Society y de la Southw estern A nthropological A ssociation, la prim era, y de la A m erican A nthropological A ssociation, la segunda, que tuvieron com o resultado la publicación de un núm ero es­ pecial de la revista A m erican Anthropologist.28 Los rep resen tan tes m ás señalados de esta corriente son D ell H ym es y Jo h n G u m ­ perz, que h an ap o rtad o obras m onográficas y de conjunto de gran valor. E n tre las p ri­ m eras, destacan el libro de D. Hymes, Foundations in Sociolinguistics. A n E thno-

27. 28.

Véase «Basic Issues in the Sociology of Language», Language, 43 (1968), pp. 586-640. Se ha hecho alusión a ella en el primer apartado de este capítulo.


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graphic A pproach,29 y la obra de J. J. G um perz y D. H ym es, Directions in Sociolinguistics: The Ethnography o f C om m unication?0 La m ejor introducción general que se ha hecho hasta el m om ento fue publicada en 1982 p o r M uriel Saville-Troike.31 A pesar de la relación más o m enos estrecha que esta clase de estudios ha teni­ do con la sociolingüística y la sociología del lenguaje a lo largo de los últim os años, su origen y tradición hay que llevarlos m ucho m ás atrás en el tiem po, hasta llegar, p o r ejem plo, a los trabajos antropolingüísticos de Boas y Sapir. Pero, a la vez, debe te ­ nerse en cuenta el influjo que el estudio etnolingüístico ha recibido de algunas corrientes sociológicas, caracterizadas p o r estudiar la acción social d entro de un e n ­ torno sujeto a una red de interpretaciones que se desarrollan a través de procedi­ m ientos lingüísticos. Las corrientes sociológicas a las que se hace referencia son la etnom etodología y el interaccionismo sim bólico: la prim era fue creada p o r H arold G arfinkel y A a ro n V. Cicourel, a p artir de los planteam ientos de Schutz; la segunda ha sido cultivada p o r G eorge H e rb e rt M ead, en la p rim era m itad de siglo, y m ás re ­ cientem ente p o r B lum er, C oser y Strauss.32 L a etnografía de la com unicación se basa en la idea de que la estru ctu ra lin­ güística y los factores de la estru ctu ra social se d eterm inan m utuam ente; adem ás D ell H ym es y otros etnógrafos han trab ajad o sobre los factores de la com unicación y las funciones del lenguaje que h abían distinguido previam ente autores com o B ühler y Jakobson. Los objetivos iniciales de la m oderna etnografía de la com unicación han sido crear un m éto d o válido p ara la descripción y análisis de los acontecim ientos del h ab lar en las com unidades de habla y descubrir los recursos com unicativos de la co­ m unidad y la distribución de tales recursos en tre los hablantes y los llam ados acon­ tecim ientos del hablar. E l m odelo de estudio p ro p uesto p o r los etnógrafos incluye ta n to elem entos estructurales com o elem entos funcionales. Su interés p rim ero se cen tra en el estudio de los acontecim ientos del h ablar y de las funciones que cum ­ plen. D e esta m an era la interacción sociolingüística pasa a ocupar un lugar de privi­ legio en el conocim iento de la com unicación tal y com o se produce en las com uni­ dades de habla. P artien d o de estas bases, las características generales y m etodológicas de la e t­ nografía de la com unicación, pu ed en resum irse en unos pocos puntos: 1) Concibe la lengua desde una perspectiva etnográfica, es decir, com o un sis­ tem a de com unicación social que sólo puede interp retarse dentro de un contexto es­ pecífico. 2) T rab aja principalm ente con grupos sociales o con com unidades de pequeñas dim ensiones. 3) U tiliza una m etodología típicam ente etnográfica (observación participativa, observación y anotación de la realidad), frente a la m etodología de corte m ás socio­ lógico que m anejan los estudios estrictam ente sociolingüísticos. 4) U tiliza técnicas cualitativas de análisis e in terpretación y sólo de form a m a r­ ginal deja un lugar p ara los análisis cuantitativos detallados.

29. 30. 31. 32.

Cinnaminson, University of Pennsylvania Press, 1974. Nueva York, Holt, Rinehart & Winston, 1972. The Ethnography o f Communication. A n Introduction, Oxford, Blackwell. Véase F. Moreno Fernández, Sociolingüística en Estados Unidos. Guía bibliográfica crítica, ob. cit.


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U n m edio interesan te de com prender cuáles son los límites de esta corriente in­ terdisciplinaria puede ser pasar revista a los fenóm enos que han constituido su obje­ to de estudio. A lgunos de ellos son los siguientes: pautas de com unicación (saludos, despedidas, felicitaciones, etc.), funciones com unicativas (relacionadas con los princi­ pios de la pragm ática), naturaleza y definición de la com unidad de habla, instrum en­ tos de com unicación, com ponentes de la com petencia com unicativa, relación en tre la lengua y la visión del m undo, la lengua y la organización social, universales lingüísti­ cos y sociales (lengua y cultura).

Aportaciones y problemas de la etnografía de la comunicación U n o de los m éritos más notables de la etnografía de la com unicación es el de h a­ b er introducido y divulgado una serie de conceptos, am pliam ente m anejados en la ac­ tualidad, que han resultado de gran utilidad tanto para la sociolingüística com o para la lingüística general. Esos conceptos son los de com unidad de habla y competencia com unicativa. A dem ás, las unidades de análisis que utiliza han sido m uy valiosas en el ám bito de la descripción lingüística: situación com unicativa, repertorio com unicati­ vo, m acro acontecimiento del hablar, micro acontecimiento del hablar, rutinas y rituales lingüísticos. D e todo ello hem os dado cuenta en otros capítulos. La im portancia de la etnografía de la com unicación para las investigaciones so­ ciolingüísticas es algo que los etnógrafos destacan con insistencia. Según estos espe­ cialistas, las significación social del m aterial lingüístico que se recoge en las grabacio­ nes sólo p uede valorarse adecuadam ente teniendo en cuenta las norm as sociales que h an determ in ad o la elección de ciertos usos y no otros por parte del hablante en el m om ento de las entrevistas. A dem ás, por muchos análisis cuantitativos que se reali­ cen desde la sociolingüística estricta, éstos pueden tener una significación nula si la recogida de los m ateriales, la p reparación de la m uestra y la interpretación de los re ­ sultados n o tienen en cuenta las descripciones cualitativas que practican los etn ó g ra­ fos o que se hacen desde una perspectiva etnográfica. A propósito de la relación entre sociolingüística y etnografía de la comunicación, es preciso detenerse p o r un instante en un asunto que afecta a los entresijos de la m a­ teria. E l asunto puede plantearse de este modo: ¿la etnografía de la com unicación es una ram a de la sociolingüística o es una disciplina independiente, con sus propios m é­ todos, principios y problem as? Es bien conocido que en los volúm enes considerados com o fundacionales de la sociolingüística — el de Bright y el de Lieberson— quedaban recogidos trabajos de investigadores expresam ente vinculados a la etnografía de la co ­ m unicación, si bien no ponían reparos, ni m ucho m enos, al uso del m arbete «sociolin­ güística». Pero, aunque que en los inicios de esta corriente se dio un afán integrador, p o r el que la sociolingüística quedaba convertida en disciplina centrípeta, el tiem po ha dem ostrado que la sociolingüística más lingüística, la estricta, la que tam bién se d eno­ m ina «variacionismo», ha ido m arcando lindes cada vez más pronunciadas. E n esta m ism a línea de pensam iento, H um berto López M orales sostiene que [la sociolingüística] se ocupa sólo de la com unicación verbal en sus aspectos lin­ güísticos exclusivam ente; otros canales com unicativos (tam bores, señales de hum o,


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etc.) no son de su incum bencia, y tam poco lo son otras características físicas de la com unicación com o el tono de la voz, la distancia en tre interlocutores, la gesticu­ lación, etc. El estudio de las funciones com unicativas p e r se no es esencial a la so­ ciolingüística, pero es básico para la etnografía de la com unicación, lo que la acer­ ca m ucho en ocasiones a la teoría de los actos de habla o pragm ática.33

Pese a todo, no hay que p erd er de vista que los factores etnográficos p u eden ser im portantes en cualquier investigación sociolingüística, antes y después de ponerla en práctica: antes, p ara que la recogida de los m ateriales lingüísticos se realice de una form a adecuada a las características com unicativas de la com unidad de habla; des­ pués, p ara hilvanar las conclusiones p uram ente sociolingüísticas con otros procesos com unicativos que se producen en la sociedad. Si se quieren salvar las dem ás distan­ cias, basta con señalar o p o rtu n am en te si se está hablando de sociolingüística en sen­ tido estricto o de sociolingüística en sentido amplio. Por lo dem ás, aunque a sim ple vista este problem a se plantee en el seno de una sociolingüística am plia, lo cierto es que p uede ten er su proyección en un cam po más general, porque si hay dificultades p a ra in te rp re ta r la etnografía de la com unicación com o sociolingüística, tam bién las hay p ara considerarla sim plem ente com o lingüística. A l m argen de las aportaciones que la etnografía de la com unicación ha hecho al cam po de la sociolingüística propiam ente dicha o de la antropología, han de valorar­ se los aportes realizados a otros cam pos, com o la psicolingüística, la lingüística apli­ cada y la lingüística teórica. E n el cam po de la psicolingüística, la etnografía de la co­ m unicación ha significado un aum ento del interés por los procesos de adquisición de las form as de h ab lar utilizadas en interacciones de sociedades particulares. P o r otro lado, el análisis de las patologías del lenguaje debe atender a datos culturales especí­ ficos sobre lo que se considera norm al o patológico dentro de cada com unidad. A d e ­ m ás, cualquier estudio que p reten d a dar cuenta de procesos o estrategias com unica­ tivas universales debe m anejar inform es y descripciones de culturas m uy diferentes, p a ra lo cual el relativism o de los m étodos etnográficos puede ser de gran utilidad. E n el cam po de la lingüística aplicada, la etnografía de la com unicación ha con­ tribuido a identificar lo que un estudiante de una segunda lengua debe saber para co­ m unicarse en esa lengua de form a apropiada en contextos diferentes. A la vez, esta disciplina contribuye a com parar de form a satisfactoria los sistem as com unicativos de culturas diferentes: de esta m anera se pu ed en com prender m ejor tan to los problem as y las características que p resenta la interacción com unicativa, com o los problem as y características que p resentaría la traducción entre lenguas de culturas m uy diferentes. E n cuanto a la lingüística teórica, se beneficia de la contribución de la e tn o g ra­ fía en el estudio de las form as y usos lingüísticos universales, así com o en la descrip­ ción y análisis de lenguas com paradas. Los etnógrafos pueden ayudar a form ular ad e­ cuadam ente una teoría de la lengua y de la com petencia lingüística. Sin n egar el interés y el valor de los estudios de etnografía de la com unicación, en 1977 Joel Scherzer hacía una serie de denuncias que, en parte, han m antenido su vigencia h asta la actualidad.34 Scherzer reconoce los valores de la etnografía creada 33. Sociolingüística, 2." ed., Madrid, Gredos, 1993, p. 33. 34. «The Ethnography of Speaking: a Critical Appraisal», en M. Saville-Troike (ed.), Georgetown Uni­ versity Round Table on Languages and Linguistics 1977, Washington, D.C., Georgetown University Press, 1977, pp. 43-57.


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p o r H ym es y destaca el gran núm ero de especialistas dedicados a ella, la celebración de num erosísim as reuniones y la cantidad de estudios publicados en los que se anali­ zan los factores que concurren en la com unicación. Sin em bargo, los esfuerzos reali­ zados p o r G um perz e H ym es para d ar a la disciplina un fuerte im pulso teórico y m e­ todológico no h an conseguido que la m ayor parte de los etnógrafos dejen de lim itar sus proyectos a la recogida de datos en com unidades concretas, trabajo im prescindi­ ble, p e ro que n o constituye un fin en sí mismo. Precisam ente la cantidad de datos p ro ­ porcionados p o r investigadores, que en m uchos casos son de procedencia diversa, p lan tea un conjunto im portante de inconvenientes teóricos y m etodológicos. E n prim er lugar, las culturas, sociedades o instituciones son analizadas desde el p u n to de vista de cada investigador y descritas sin establecer un sistem a com ún de re ­ ferencias, lo que im pide llevar a la práctica una com paración válida entre los estudios de com unidades diferentes. L a etnografía de la com unicación no ha sabido ir m ucho m ás allá de la m era acum ulación de datos, por lo que los investigadores se d eberían com p ro m eter a seguir unos conceptos, definiciones y m odelos que pudieran ser apli­ cados en todas las investigaciones. O tro problem a es el que plantea la relación entre los datos lingüísticos y socioculturales de las com unidades estudiadas: m uchos investigadores procedentes de la etnografía o de la sociología no aprecian en sus justos térm inos el valor de los datos lingüísticos y los consideran com o secundarios. E sto es así p orque no se m aneja un m éto d o que perm ita interrelacionar adecuadam ente todos los factores sociales, lin­ güísticos y culturales. Tal vez el interés inicial de la etnografía p o r vincularse a la so ­ ciolingüística se p u ed a in terp retar com o una llam ada de socorro en este sentido: se buscaba en esa nueva tendencia algo que ni los antropólogos tradicionales ni los so­ ciólogos h ab ían podido p roporcionar p o r su desconocim iento de la lengua. D esde otro p u n to de vista, la etnografía de la com unicación no ha conseguido lle­ gar a universales sustanciales sobre la organización de la com unicación, las caracte­ rísticas de los actos de habla, el uso de los elem entos de la interacción social (co rte­ sía, agradecim ientos, peticiones) o la adquisición de la com petencia com unicativa. Scherzer critica a la etnografía su preocupación excesiva por conductas e interaccio­ nes específicas (rituales, cerem onias) y la escasa atención prestada a los hechos de h a ­ bla ap aren tem en te intrascendentes, es decir, los de la vida cotidiana. A estos problem as de orden teórico hay que añadir otros de naturaleza em inen­ tem en te m etodológica com o la ausencia de análisis cuantitativos de la interacción co­ m unicativa, sobre todo de la com unicación que no se produce en rituales, tal vez p o r la dificultad que com porta recoger y cuantificar ese tipo de d atos.35

Orientaciones bibliográficas A p a rte de las obras citadas en el capítulo y de los m anuales generales, co m enta­ dos reiterad am en te, aconsejam os la lectura del trabajo de M. F ernández, «Los o rí­ genes de la sociolingüística», en I I Jornadas de Lingüística (Cádiz, U niversidad de

35. Además estaría, por ejemplo, la dificultad de analizar los procesos tácitos de la interacción social, lo que Goffman ha denominado «laconismo de la conversación», muy complicados de valorar para un investi­ gador ajeno a la comunidad estudiada.


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Cádiz, 1997) y del artículo de E. F. K. K oerner, «Toward a H istory of M odern Sociolinguistics» (en Am erican Speech, 66, 1991, pp. 57-70). Sobre la aparición de la sociolingüística en E spaña, véase el trabajo de Y ael van E verbroeck, Lengua y socie­ dad en la lingüística española del siglo X X (Lovaina, K atholieke U niversiteit Leuven, 1993). A cerca de la relación en tre la sociolingüística (m odelo sociológico glotocéntrico), la sociología del lenguaje (m odelo sociológico sem iocéntrico) y la etnografía de la co­ m unicación (m odelo antropológico), puede consultarse el libro de J. A . V illena Ponsoda, Fundam entos del pensam iento social sobre el lenguaje (constitución y crítica de la sociolingüística) (M álaga, A gora, 1992).


C a p ít u l o

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TEORÍA Y MÉTODOS DE LA SOCIOLINGÜÍSTICA VARIACIONISTA Variacionismo y cuantificación Todo lo medible se debe medir; lo que no es medible debe ha­ cerse medible. G a l il e o G a l il e i

La sociolingüística variacionista, llam ada tam bién variacionismo, nació en los años sesenta alred ed o r de la figura de W. Labov,1 aunque su desarrollo posterior se ha debido a los trabajos de las escuelas de Filadelfia y de C anadá.2 E sta sociolingüís­ tica tiene en tre sus objetivos el de descubrir el orden que pueda h ab er en la variación y en el cam bio lingüístico. Para cum plir tal objetivo, cuando los datos se cuentan p o r centenares, se recurre a la cuantificación, porque la im portancia de los análisis cuali­ tativos, que n adie niega, es paralela al interés de los estudios cuantitativos: no se p u e ­ de co n tar lo que no se ha identificado.3 E fectivam ente, el variacionism o ha tenido desde sus inicios dos preocupaciones principales: el estudio de la lengua en su contexto social y el cam bio lingüístico. E l prim ero ha sido especialm ente significativo porque ha cubierto una necesidad que las investigaciones geolingüísticas llevaban poniendo de m anifiesto y satisfaciendo p a r­ cialm ente desde hacía m ucho tiempo: el análisis del habla de los grandes núcleos u r­ banos. E n la actualidad es posible describir con rigor hasta qué p u n to una variación viene d eterm inada tan to p o r factores lingüísticos, com o por factores extralingüísticos (sociales y contextuales) en una com unidad determ inada. Por o tra parte, la sociolin­ güística ha contribuido a difundir una visión de la lengua en la que lo variable es el

1. Véase The social stratification o f English in New York City, Washington, D.C., Center for Applied Linguistics, 1972. Sociolinguistic patterns, Filadelfia, University of Pennsylvania Press, 1972. Language in the inner city. Studies in the Black English vernacular, Filadelfia, University of Pennsylvania Press. 2. La sociolingüística canadiense, al menos en su corriente variacionista, es continuadora de los plan­ teamientos de Labov. Véase D. Sankoff (ed.), Linguistic Variation. Models and methods, Nueva York, Academic Press, 1978; H. Cedergren y D. Sankoff, «Variables rules: performance as a statistical reflection of competence» Language, 50 (1974), pp. 333-355. 3. Véase U. Weinreich, W. Labov y M. Herzog, «Empirical Foundations for a Theory of Language Change», en W. P. Lehmann e Y. Malkiel (eds.), Directions fo r Historical Linguistics. A symposium. Austin, University of Texas Press, 1968, pp. 189-195.


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centro de atención, frente a la postura de las corrientes m ás influyentes de la lingüís­ tica general, a la vez que ha convencido a m uchos sobre la conveniencia de trab ajar con m ateriales de la lengua viva, obtenidos en cantidades representativas de boca de unos hablantes representativos. E l fracaso de algunos m odelos teóricos está precisa­ m ente en su falta de conform idad con los usos reales. E n cuanto al estudio del cam bio, hay que destacar la atención prestada al te rre ­ no específico del cam bio lingüístico en curso, donde se ha conseguido un nivel des­ criptivo m uy satisfactorio. M uchas lenguas, com o el español, aún no se han visto su­ ficientem ente beneficiadas p o r estos avances, pero todo se andará. P or el m om ento, la sociolingüística es parcialm ente responsable del auge que en los últim os años ha cobrado el estudio del cam bio lingüístico desde una perspectiva teórica y general. Las obras de L ehm ann y M alkiel, Bynon, A n ttila o M ilroy son p ru eb a de ello. E n todo lo que acabam os de com entar h an estado y están presentes los análisis cuantitativos: la sociolingüística variacionista ha tratad o con un m im o especial el de­ sarrollo y perfeccionam iento de los m edios técnicos necesarios p ara ello. H asta tal p u n to es así que algunos especialistas h an reprochado a esta disciplina un interés por el ám bito m etodológico y técnico de la investigación, que podría h ab e r ido en d e tri­ m en to de algún que o tro logro teórico.4 P ero la preocupación p o r el m étodo es co n ­ veniente y necesaria, especialm ente cuando se trabaja con datos de lengua hablada, y no es incom patible con una reflexión teórica seria. E l variacionism o ha in tentado co n ­ ju gar los dos intereses, que en el fondo son uno solo, y ha creado una m etodología q ue sorprende por su refinam iento y p o r su eficacia, aunque no sea la panacea u n i­ versal.

Variación y teoría lingüística E l análisis em blem ático de la sociolingüística variacionista es, sin duda, el que se conoce con el n om bre de análisis de regla variable. E se nom bre recoge la esencia de su origen, p ero no se ajusta estrictam ente al sentido que tiene el análisis en la actua­ lidad. E l variacionism o ha dedicado p arte de sus energías a perfeccionar una prueba estadística capaz de m edir hasta qué punto una serie de factores lingüísticos (contex­ tuales y funcionales) y extralingüísticos (sociales y situacionales) determina la aparición de cada una de las variantes de un fen ó m en o lingüístico variable. C onviene dejar claro, antes de seguir adelante, que una estadística de corte va­ riacionista no tiene p o r qué vincularse de form a absoluta y necesaria a una corriente teórica determ inada; sin em bargo, es evidente que los variacionistas norteam ericanos han estado condicionados p o r un en to rn o de naturaleza generativo-transform acional. F ren te a la p ro p u esta de regla opcional, concepto teóricam ente endeble, la sociolin­ güística p resen tó una alternativa destinada a enriquecer el m odelo generativista: la re­ gla variable.5 E stas reglas tenían una form a sem ejante a la que se presenta en la fi­ gura 18.1, que debe leerse así: el segm ento /d/, ya debilitado en [5], se elide variable-

4. Véase A. Pisani, La variazione lingüistica. Causalismo e probabilismo in sociolinguistica, Milán, Fran­ co Angeli, 1987. 5. Véase W. Labov, «Contraction, Deletion, and Inherent Variability of the English Copula», Langua­ ge, 45 (1969), pp. 715-762.


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8 - » < 0> /

Fuente: H. López Morales, «La sociolingüística actual», en F. Moreno Fernández (comp.), Estudios sobre variación lin­ güística, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 1990.

F ig . 18.1.

R egla variable de elisión d e d en S a n J u a n de P u erto Rico.

m ente; esto ocurre con las m ás altas probabilidades cuando la vocal anterior es /o/ y en segundo lugar /a/, si la /d/ p ertenece al m orfem a -d- de participio y si las vocales q ue le siguen son /o/ y después /a/. A la inform ación lingüística se añadiría la corres­ p o n d ien te a las probabilidades y las condiciones de aplicación social y estilística. L a regla variable sería capaz de explicar en qué m edida se cum ple un fenóm eno y en qué condiciones lingüísticas y sociales. F rente a las propuestas de «hablante oyente ideal» y de «com unidad hom ogénea», conceptos incom patibles con cualquier tipo de em pirism o, la sociolingüística pro p o ne la experiencia de unos usos reales y re ­ presentativos. D esde el m om ento en que el variacionism o convierte estas propuestas en axiomas, aparece el choque dialéctico con el generativism o.6 Sin em bargo, el contraste de opiniones no ha hecho que los variacionistas n o r­ team ericanos p ierd an de vista el devenir del generativism o; es más, algunos h an in ­ ten tad o trab ajar desde la «teoría de la rección y el ligam iento» y otros han visto en el «m odelo de principios y parám etros» la posibilidad de un acercam iento form al.7 U n a dem ostración de la im portancia que tiene el generativism o p ara los variacionis­ tas n o rteam ericanos está, p o r un lado, en la propuesta del concepto de «regla varia­ ble», p ero tam bién en el abandono silencioso que se ha ido haciendo, aproxim ada­ m en te desde 1978, de esa m ism a regla variable en las publicaciones. E ntiéndase bien: n o se h a n ab an d o n ad o las técnicas estadísticas, sino el uso form al de las reglas: se cal­ culan y p resen tan los factores estudiados y su peso cuantitativo, p ero no se redactan las reglas derivadas de ellos. Las causas de este cam bio de orientación son varias: p o r una p a rte está la dificultad de aplicar la regla variable en el cam po de la sintaxis transform acional; p o r otra, una regla variable no explica los fenóm enos, sino que sim ple­ m en te los describe; finalm ente, los sucesivos cambios en el seno del generativism o h an hecho que la elaboración de reglas no se ajuste a las necesidades teóricas m ás re ­ cientes. E n resum en, la renuncia a form ular reglas variables está íntim am ente ligada a la relación en tre variacionism o y generativism o. M uy unido a este problem a encontram os el del em plazam iento de la variación sociolingüística en el conjunto de la lengua; dicho de otra form a, la localización de la

6. F. Moreno Fernández, Sociolingüística en Estados Unidos (1975-1985). Guía bibliográfica crítica, Má­ laga, Ágora, 1988, pp. 128-130. 7. F. D ’Introno, «Teoría lingüística, variación paramétrica y español de América», en H. López Mora­ les y M. Vaquero (eds.), Actas del I Congreso Internacional sobre el español de América. San Juan. Puerto Rico. Del 4 al 9 de octubre de 1982, San Juan, Puerto Rico, Academia Puertorriqueña de la Lengua Españo­ la, 1987, pp. 373-382


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regla variable en el sistem a. La sociolingüística variacionista parte de la idea de que la regla variable está vinculada a la com petencia lingüística, pero en las explicaciones que se h an hecho de esta hipótesis p ueden observarse distintos m atices de intensidad: p ara Labov, las reglas variables son reglas de producción que en una gran m ayoría p u ed en ser caracterizadas tam bién com o reglas de actuación, aunque constituyen cla­ ram ente un aspecto de la com petencia. Para C edergren y Sankoff, la actuación es un reflejo estadístico — si bien aproxim ado— de la com petencia y las reglas variables in ­ cluyen un com ponente probabilístico de lo lingüístico y de lo social. Podríam os decir que unos autores han defendido más radicalm ente un concepto de regla variable com o patrim onio exclusivo de la com petencia, m ientras otros no han descuidado los niveles de la lengua m enos abstractos. E l debate sobre esta cuestión h a ido p e rd ie n ­ do fuerza al m ism o ritm o que se abandonaba el uso form al de las reglas, p ero no ha dejado de d esp ertar interés y es probable que en el futuro se reavive. Las dificultades y controversias teóricas no han im pedido que se sigan haciendo análisis estadísticos, con m ás fuerza y calidad que nunca, p ero considerados com o sim ple herram ien ta descriptiva de la variación. E sto p rueba que se puede hacer v a­ riacionism o desde un m odelo teórico no generativista. L a sociolingüística exige de la teoría, sea la que sea, capacidad para adm itir la presencia ordenada de fenóm enos v a­ riables.

Desarrollo de las técnicas cuantitativas en la sociolingüística variacionista La cuantificación en el ám bito de la lingüística se ha aprovechado de los recu r­ sos de la estadística, entendida com o ciencia del tratam iento de la información que contiene las series de datos proce­ dentes de observaciones de fenómenos colectivos (Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales). La sociolingüística trabaja habitualm ente con dos tipos de estadística: una esta­ dística descriptiva y una estadística de inferencias (inferencia estadística). L a prim era consiste sim plem ente en contar y ord en ar cuantitativam ente un conjunto de datos; la segunda nos perm ite aplicar de form a válida las conclusiones de esos análisis a e n ti­ dades m ayores que en realidad no han sido investigadas en su totalidad: resulta im ­ p ensable que se puedan recoger m uestras de habla de todos los habitantes de M adrid, p o r ejem plo; de ahí la necesidad de hacer inferencias a partir de los m ateriales de una m uestra. La estadística descriptiva incluye pruebas simples de cuantificación, por o tra p a r­ te m uy conocidas, com o el recuento de frecuencias absolutas, su conversión en fre ­ cuencias relativas y el cálculo de m edias, m edianas, m odas, varianzas y desviaciones típicas.8 E ste tipo de pruebas se aplican en lingüística desde hace m uchos decenios. Con el paso del tiem po hem os ido ganando en rapidez y fiabilidad en el m anejo de los datos, así com o en calidad a la hora de presentarlos gráficam ente. E n este punto,

8.

F. Moreno Fernández, Metodología sociolingüística, Madrid, Gredos, 1990.


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el desarrollo de la inform ática ha ap ortado enorm es ventajas. A ctualm ente es posible aplicar la estadística descriptiva por m edio de program as llam ados hojas de cálculo que están al alcance de cualquier m ano. T am bién existen program as estadísticos más com pletos de los que se obtienen cálculos rápidos y gráficos de gran calidad (SPSS, Statview). Com o se deduce de lo apuntado, la estadística descriptiva se h a utilizado desde los inicios mism os de la sociolingüística m oderna: ejem plo de ello es el trabajo de W. L abov sobre la isla de M a rth a ’s V ineyard.9 Sin em bargo, su aplicación sigue sien­ do inexcusable en cualquier análisis de la variación y los problem as que presenta son m ínim os desde un pun to de vista técnico. E l éxito está garantizado cuando el inves­ tigador cuantifica las categorías pertinentes, cuando están bien delim itadas y cuando se aprovechan al m áxim o sus posibilidades. N o obstante, con cierta frecuencia se e n ­ cu en tran publicaciones en las que no se pasa del cálculo de los tantos p o r ciento. E ste cálculo es tan necesario com o básico, pero a m enudo necesita ser com plem entado con análisis que com prueben, p o r ejem plo, las desviaciones de los datos respecto de las m edias (varianza, desviación típica), para no llegar a conclusiones lim itadas o eq u i­ vocadas. C om o se desprende de lo anterior, el valor de la estadística descriptiva no la con­ vierte en el único procedim iento susceptible de aplicación. E stam os ante una fase n e ­ cesaria, p ero no suficiente: p o r eso se la denom ina pre-cuanlificación. E l variacionis­ m o ha puesto en m anos de los investigadores unos recursos que conviene utilizar para que los análisis no resulten pobres. Tales recursos pertenecen al cam po de la inferen­ cia estadística y, concretam ente, de los análisis m ultivariables.10 La inferencia estadís­ tica perm ite llegar a conclusiones sobre la variación lingüística en una com unidad, p artien d o del análisis de los datos recogidos en unos pocos hablantes que se conside­ ran rep resentativos de esa com unidad, y den tro de este cam po destaca el análisis co­ nocido com o análisis de regla variable. L os análisis de regla variable — análisis de regresión o análisis probabilísticos— estudian la relación en tre m ás de dos variables y calculan las probabilidades de que aparezcan o n o aparezcan las distintas variantes en determ inadas condiciones lingüís­ ticas y sociales. P ara hacer un análisis estadístico de esta naturaleza se necesita a) b)

c)

que el fenóm eno analizado sea variable, que la alternativas de la variación sean form as diferentes de decir lo m ism o, esto es, que el uso de una alternativa u otra (variantes) p o r parte de un h a ­ b lante no suponga un cam bio sem ántico o pragm ático, que la variación analizada tenga relación con las condiciones lingüísticas y extralingüísticas en que se produce.

C om o se explicó en el capítulo 1, el fenóm eno estudiado puede perten ecer a cualquier nivel lingüístico. E l objeto principal del estudio se considera una variable dependiente; los elem entos lingüísticos y sociosituacionales que se tienen en cuenta p ara estudiar ese objeto se denom inan variables independientes o explicativas. L a for-

9. W. Labov, «The Social Motivation of Sound Change», Word, 19 (1963), pp. 273-309. 10. Sobre los análisis multivariables, véase M. García Ferrando, Socioestadística. Introducción a la esta­ dística en sociología, 2.a ed., Madrid, Alianza, 1994.


PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

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C u a d r o 18.1. F recuencias (absolutas y relativas) d e presencia de una m arca de p lu ra l seg ú n la clase de palabras y la fu n c ió n gram atical. Totales válidos Sujetos

Total

6/10 = 60 % 3/10 = 30 % 0/10= 0 %

10/10 = 100 % 7/10 = 70 % 4/10= 4 0 %

16/20 = 80 % 10/20 = 50 % 4/20 = 20 %

9/30 = 30 %

21/30 =

Objetos

Adjetivos Determinantes Nombres T otal

70 %

Fuente: D. Sankoff, 1988.

m a de p rep arar los m ateriales p ara el análisis probabilístico es prácticam ente la m is­ m a que hem os señalado p ara la estadística descriptiva; en otras palabras: se p arte del recuento de las frecuencias absolutas del rasgo en cada una de las condiciones p re ­ vistas y en los discursos recogidos de una m uestra de hablantes. Llegados a este punto, es necesario insistir en la idea de que la finalidad de este tipo de análisis es em inentem ente lingüística, p o r lo que los rasgos analizados deben ser elem entos variables de la lengua. E n el m om ento de valorar el com portam iento de las variables explicativas y de organizarías en grupos coherentes es aconsejable a n ­ te p o n e r u n criterio lingüístico a o tro tipo de consideraciones. E l sociolingüista no es un sociólogo, ni un m atem ático: debe pensar com o lingüista y actuar con los p atrones derivados de su form ación. D e igual m odo, los resultados que ap o rten los análisis tam bién h an de ser interp retad o s desde y p ara la lingüística. L a im portancia del análisis de regresión descansa en varios hechos. E n p rim er lu ­ gar, esta p ru eb a perm ite averiguar cuál es el grado en que los grupos de factores ex­ plicativos determ in an la variación de un elem ento cuando todos ellos actúan conjun­ tam ente; dicho de o tro m odo, el cálculo perm ite conocer la probabilidad general de que aparezca una variante lingüística cuando actúan sim ultáneam ente diversas varia­ bles lingüísticas y extralingüísticas. AI m ism o tiem po, las probabilidades rep resen tan el com portam iento general de una com unidad a propósito de ciertos fenóm enos, au n ­ que sólo se hayan recogido los usos lingüísticos de algunos hablantes. E l uso exclusivo de las frecuencias relativas (% ) en la descripción sociolingüísti­ ca lim ita enorm em ente las posibilidades del análisis e incluso puede conducir a in te r­ p retaciones erróneas, com o se puede com probar en un ejem plo creado p o r D avid Sankoff.11 Supongam os que estam os analizando la presencia o la ausencia de un a m arca de plural teniendo en cuenta la clase de palabras en la que aparece o no ap a ­ rece (adjetivos, determ inantes, nom bres) y las funciones gram aticales de los sintag­ m as en los que se dan esas palabras (objeto, sujeto). E l cuadro 18.1 recoge los casos de uso de la m arca de plural en las condiciones previstas. E n esta cuadro se indican los casos de presencia de la m arca sobre un to tal de apariciones posibles. Así, encontram os la m arca de plural en seis de los diez casos de adjetivos en sintagm as con función de objeto recogidos en los m ateriales; en tres de los diez casos de determ inantes en sintagm as con función de objeto, y no la en ­ contram os en ninguno de los diez casos de nom bres con esta m ism a función. L a sum a 11. «Variable Rules», en U. Ammon, N. Dittm ar y K. J. Mattheier (eds.), Sociolinguistics. A n Interna­ tional Handbook o fth e Science o f Language and Society, Berlín, Walter de Gruyter, 1988, vol. 2, pp. 984-997.


313

TEORÍAS, MÉTODOS Y APLICACIONES

C ua dro 18.2.

F recuencias (absolutas y relativas) de presencia de una m arca de p lu ra l se g ú n la clase d e pa la b ra s y la fu n c ió n gram atical. T otales in adecuados p a ra el análisis

Adjetivos Determinantes Nombres T otal

Objetos

Sujetos

Total

42/70 = 60 % 3/10 = 30 % 0/10 = 0 %

10/10 = 100 % 49/70 = 70 % 76/190 = 40 %

52/80 = 65 % 52/80 = 65 % 76/200 = 38 %

45/90 = 50 %

135/270 =

50 %

Fuente: D. Sankoff, 1988.

de los totales m arginales, en unos datos com o éstos, nos da una im agen real de cóm o funciona la variación de plural: la aparición de la m arca está claram ente relacionada con la función de sujeto y con la clase de los adjetivos. A h o ra bien, hay que ten er en cuenta que en las intersecciones de «clase de p a ­ labras» y «función» encontram os un m ism o núm ero de apariciones posibles del m o r­ fem a (diez en cada caso), hecho que casi nunca se da en los m ateriales sociolingüísti­ cos reales: lo norm al es que ese núm ero varíe de form a notable y que la distribución de los datos no sea tan uniform e. E l cuadro 18.2 representa un ejem plo paralelo al anterio r, en el que no coincide el núm ero de posibles aplicaciones p o r categoría y fun­ ción, aunque las frecuencias relativas parciales sean las mismas. E n este caso, las frecuencias relativas totales no dan una im agen adecuada del co m portam iento variable del fenóm eno, porque podríam os in terp retar que el hecho de que el m orfem a se utilice en una secuencia con función de sujeto o de objeto es absolutam ente indiferente (50 % en cada caso). Pero, aun cuando los datos estén h o ­ m o g éneam ente distribuidos, podem os d ar con situaciones en las que los totales no son válidos p ara el análisis. E sto ocurre en el cuadro 18.3. A q u í com probam os que los totales m arginales coinciden con los del cuadro 18.1. P ero tam poco haríam os una in terpretación adecuada si no prestáram os atención a la form a en que están distribuidas las frecuencias parciales. O bservam os, efectivam en­ te, que la clase de los adjetivos y la función de sujeto favorecen la aparición de la m ar­ ca; sin em bargo, tam bién se aprecia que las dos variables (clase y función) están interactuando, es decir, ofrecen una inform ación solapada, porque la función objeto adm ite la m arca en los adjetivos (90 % ), p ero no en determ inantes y nom bres (0 % ), m ientras que los d eterm inantes y los nom bres sólo favorecen la aplicación de la m a r­ ca cuando p erten ecen a un sujeto (100 y 40 % , respectivam ente). E n un caso así, los

C u a d r o 18.3. F recuencias (absolutas y relativas) de p resencia de una m arca d e p lu ra l seg ú n la clase de palabras y la fu n c ió n gram atical. Interacción de fa cto re s in d ep en d ien tes Objetos

Adjetivos Determinantes Nombres T o ta l Fuente: D. Sankoff, 1988.

Sujetos

Total

9/10 = 90 % 0/10= 0 % 0/10= 0 %

7/10 = 70 % 1 0 /1 0 = 1 0 0 % 4/10= 4 0 %

9/30 = 30 %

21/30 =

70 %

16/20 = 80 % 10/20 = 50 % 4/20= 20 %


314

PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

factores no tien en efectos independientes. D e todo ello se desprende que, p a ra con­ seguir unos valores generales capaces de indicar hasta qué p u n to unas variables u otras favorecen la aplicación de un elem ento, hay que recurrir a procedim ientos m a ­ tem áticos m ás seguros y complejos. Los avances técnicos de la sociolingüística h an respondido básicam ente a una búsqueda del m odelo estadístico más adecuado para analizar un rasgo cuya variación d epende de unos factores lingüísticos y extralingüísticos. Estos avances se h an dado principalm ente en tre 1969 y 1978. Los progresos m atem áticos h an ido acom pañados de la creación de program as inform áticos que han aplicado los cálculos estadísticos. E l nom bre genérico con que se conocen tales program as es V A R B R U L .12

El m odelo estadístico E l m odelo estadístico con el que trabaja el variacionism o desde 1975 es el m o ­ delo logístico de regresión, cuya segunda versión fue presentada en 1978 p o r Pascale R ousseau y D avid Sankoff. P ero antes de com entar cuáles son sus características ge­ nerales, creem os necesario hacer algunas advertencias. H asta el m om ento, las explicaciones más detalladas que se han dado de este m o­ delo proceden, com o es lógico, de sus creadores. Sankoff y R ousseau son investiga­ dores de form ación m atem ática que han dedicado una parte m uy im portante de su trabajo a las aplicaciones con fines lingüísticos. A h ora bien, estos autores no h an dado las explicaciones con la intención de que los sociolingüistas aprendan m atem áticas o pu ed an calcular p o r ellos mismos unas probabilidades de significación sociolingüísti­ ca: han buscado la com prensión general del m odelo. Ni siquiera la publicación m ás «pedagógica» de este cam po (la que hizo Sankoff en 1988) perm ite al lingüista seguir con facilidad los argum entos m atem áticos. E l m odelo se h a descrito p a ra su com ­ prensión y la de los resultados que proporcionan los program as inform áticos corres­ pondientes, p ero poco más: se ha dado prioridad al qué y al p ara qué sobre el cóm o.13 E l m odelo logístico estim a la probabilidad de que un fenóm eno variable se m a­ nifieste en una de sus form as cuando concurren sim ultáneam ente unas determ inadas condiciones. P ara llegar a aplicar esto, es necesario ten er en cuenta diversas infor­ m aciones. E n p rim er lugar, se necesita saber, a propósito de cada variante, cuántas veces se ha m anifestado en relación con los casos posibles. E ste dato se consigue m e­ diante el sim ple recuento de las frecuencias absolutas y el cálculo de las relativas. E n 12. La bibliografía sociolingüística cuenta con varios estudios en los que se da cuenta de los modelos es­ tadísticos y los programas informáticos que se han manejado. Los modelos han sido, por este orden, el m o­ delo aditivo (Labov, 1969), el modelo multiplicativo (Cedergren y Sankoff, 1974) y los modelos logísticos (San­ koff, 1975; Rousseau y Sankoff, 1978). Los programas utilizados han sido V A RBRU L (Cedergren, 1973), VA RBRU L 2 (Sankoff, 1975; Sankoff y Thibault, 1977; Labov y Labov, 1978), VARBRUL 2S (Poplack, 1979), VA RBRUL 2S para PC (Pintzuk, 1986) y VARBRUL 3 (Rousseau y Sankoff, 1978; Rousseau, 1989). Para Macintosh, GOLDVARB 1.6 (Rand y Sankoff, 1989) y GOLDVARB 2.0 (Rand y Sankoff, 1990). 13. Esta decisión, no obstante, tienen algunos inconvenientes serios. Para un buen número de lingüistas es muy difícil comprender para qué se hace cada una de las operaciones matemáticas, porque no se han ex­ plicado convenientemente. Lo mismo ocurre en el terreno de la informática. Ni las instrucciones de los pro­ gramas ni los trabajos teóricos explican con detalle cada uno de los datos que aparecen en los archivos de resultados. Esto puede ser muy peligroso con vistas a la interpretación de los fenómenos sociolingüísticos. Re­ conocemos, no obstante, que cuando se quiere trabajar entre la lingüística y las matemáticas o la informática, es muy difícil encontrar el punto medio más adecuado a los intereses de todos.


TEORÍAS, MÉTODOS Y APLICACIONES C u a d r o 18.4.

315

F recuencias d e aspiración de / s / im plosiva, seg ú n co n texto fó n ic o siguiente*

Variable

Asp.

%

No asp.

%

Total

%

s n

597 358 56 59

41 51 9 8

872 349 567 657

59 49 91 92

14.69 707 623 716

42 20 18 20

1.070

30

2.445

70

3.515

V

P T o ta l

* Estos datos y los que aparecen referidos a /s/ implosiva proceden de un estudio cuantitativo realiza­ do sobre seis localidades españolas, en el límite de las provincias de Toledo y de Cuenca. Los datos son uti­ lizados exclusivamente a título de ejemplo. Véase F. Moreno Fernández, «Geolingüística y variacionismo», en M. Almeida y J. Dortas (eds.), Contribuciones al estudio de la lingüística hispánica. Homenaje al profesor Ra­ món Trujillo, Barcelona, Montesinos / Cabildo de Tenerife, 1997, pp. 347-356.

el cuadro 18.4 se m uestran unos datos de aspiración de Isl implosiva en lengua espa­ ñola cuando en el contexto fónico siguiente aparece una consonante sorda (s), una consonante sonora (n), una vocal (v) o p au sa.14 E n el cuadro 18.5 se m uestran unos datos de aspiración de Isl im plosiva recogi­ dos en seis hablantes diferentes. U na vez contados los casos particulares en que se m anifiesta una variable, hay que averiguar, de nuevo m ediante un recuento, con qué frecuencia se da ese fenó­ m en o cuando coinciden distintas variables explicativas. E n nuestro ejem plo sobre la aspiración de Isl según el contexto siguiente y el hablante, se trata de averiguar cuán­ tos casos de aspiración se dan en el hablante 1 cuando el contexto siguiente es una consonante sorda, cuando es una consonante sonora..., y así sucesivam ente con cada h ab lan te y tipo de contexto. E l cuadro 18.6 recoge la frecuencia de aspiración y de no aspiración (conserva­ ción, p érdida) de ¡si según el contexto fónico y según el hablante. Los datos de aspiración de Isl implosiva así presentados parecen suficientes para h acer un buen análisis, sin em bargo no nos dicen qué im portancia, qué peso, tiene cada una de las variantes explicativas. E n la prim era cuadrícula tenem os 62 casos de aspiración de Isl implosiva recogidos en el hablante 1 y ante consonante sorda; pero

C u a d r o 18.5.

F recuencias de aspiración de / s / im plosiva, según hablantes

Variable

Asp.

%

No asp.

%

1 2 3 4 5 6

140 246 266 86 149 183

20 45 51 15 23 36

564 306 253 503 498 321

80 55 49 85 77 64

704 552 519 589 647 504

1.070

30

2.445

70

3.515

T otal

Total

% 20 16 15 17 18 14

14. En el ejemplo que estamos proponiendo, los casos de no aspiración serían los de conservación de la sibilante más los de pérdida total.


PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

316

C u a d r o 18.6. F recuencias absolutas y relativas de aspiración de / s / im p lo siva (A P .), según contexto fó n ic o siguiente (s, n, v, p ) y h ablante (1, 2, 3, 4, 5, 6)

7 s

z

%

4

%

5

%

6

%

X

%

164 75 54 25 218

21 9 201 91 222

82 30 189 70 271

134 57 102 43 236

597 41 872 59 1.469

AP.

63 43 82 57 145

76 54 64 46 140

66 58 48 42 114

55 49 58 51 113

59 45 71 55 130

39 60 26 40 65

358 51 349 49 707

AP.

5 4 129 96 134

31 32 67 68 98

12 15 68 85 80

4 4 107 96 111

2 2 109 98 111

2 2 87 98 89

56 9 567 91 623

AP.

10 8 115 92 125

5 5 87 95 92

24 22 83 78 107

6 4 137 96 143

6 4 129 96 135

8 7 106 93 114

59 8 657 92 716

AP.

140 20 564 80 704

246 45 306 55 552

266 51 253 49 519

86 15 503 85 589

149 23 498 77 647

183 36 321 64 504

1.070 30 2.445 70 3.515

Z Z

3

134 60 88 40 222

I P

%

62 21 238 79 300

I V

2

AP.

I n

%

con los datos de que disponem os no podem os saber cuántos de esos casos se deben principalm ente al hecho de p erten ecer a tal inform ante y cuántos se deben principal­ m ente al hecho de que el fonem a vaya ante consonante sorda. P ara conocer este ex­ trem o hay que crear un «m odelo teórico» que nos indique la probabilidad de que ap a­ rezca la aspiración en cada una de las circunstancias previstas, teniendo en cuenta sus posibles com binaciones o cruces. E l «m odelo teórico» de la sociolingüística de un fenóm eno está form ado p o r un conjunto de probabilidades, no de frecuencias. C om o se refleja en la figura 18.2 (m o ­ delo logístico), la probabilidad de que aparezca un rasgo lingüístico determ inado se consigue m ediante un cálculo de regresión, que com bina las probabilidades de que una variante se dé en cada circunstancia específica (factores / , . . . ) con un valor cons-

_ p __ft_ p¡ Pj T -p ~ 1 - f t ' 1 - p / 1 - p / '"

Esta fórmula es el fruto del perfeccionamiento que ha conocido el análisis de la variación a lo largo del tiempo. Por un lado, permite obtener unos valores «teóricos» o «esperados» que no sobrepasan nunca los límites del 0 % y del 100 % (0 y 1 en términos de probabilidades). Por otro lado, la relación que se establece, dentro del «modelo teórico», entre los casos de aplicación (variante estudiada dependiente) y los de no aplicación (resto de variantes de variable dependiente) es siempre simétrica: la probabilidad de que aparezca un rasgo lingüístico variable (p = aplicación) siempre es complementaria de la pro­ babilidad de que no aparezca (1 - p = no aplicación). Finalmente, tiene la virtud de reunir todos los aspectos positivos de los diferentes modelos usados por la sociolingüística (aditivo, multiplicativo). Cuando la probabilidad de aplicación de un ras­ go en una circunstancia determinada supera el 0,5, se interpreta que lo favorece. Véase P. Rousseau y D. Sankoff, «Ad­ vances in Variable Rule Methodology», en D. Sankoff (ed.), Linguistic Variation. Models and Methods, Nueva York, Academic Press, 1978, p. 62.

Fig. 18.2.

M o d e lo logístico, según R ousseau y S a n k o ff (1978).


TEORÍAS, MÉTODOS Y APLICACIONES

317

tan te (pQ). Las probabilidades específicas se calculan a partir de las frecuencias reco ­ gidas en una com unidad.15 E n estadística es m uy frecuente la utilización de ciertas técnicas p a ra contrastar hipótesis y p ara conocer si la distribución interna de unos datos se debe a factores ac­ cidentales o a errores. La hipótesis de partida en esta clase de análisis se denom ina «hipótesis nula», según la cual ninguno de los factores estudiados ten d ría un efecto sistem ático sobre la aparición de un fenóm eno. La creación de un m odelo teórico sir­ ve p a ra p ro b ar si la disposición de unos datos se debe al azar o si se explica realm ente p o r la influencia de ciertos factores. Se trata, p o r lo tanto, de dem ostrar que la hip ó ­ tesis nula es falsa y que los factores analizados tienen algún p oder de determ inación, m ayor o m enor, según los casos. L a sociolingüística variacionista utiliza una prueba para conocer hasta qué p u n ­ to son significativos los p arám etros del «m odelo teórico», esto es, la b ondad del ajus­ te e n tre el m odelo y los datos: la función de la verosimilitud (likelihood). Según San­ koff, el principio de la m áxim a verosimilitud proporciona una estim ación de los efec­ tos de las variables explicativas, que consiste en elegir el conjunto de valores que m ás p rob ab lem en te ha generado los datos. E ste principio puede ten er aplicación en m uy diversos campos. E n m edicina, p o r ejem plo, perm itiría seleccionar, entre todas las p o ­ sibles causas del cáncer de pulm ón, cuál es la com binación de factores que debe ser considerada com o la que m ás favorece la enferm edad; en econom ía, ayudaría a co­ nocer la probabilidad de ser o no ser un desem pleado en función de una serie de ca­ racterísticas individuales o sociales. La verosimilitud está relacionada con las p ro b a ­ bilidades calculadas para cada variable y sirve tanto para indicar cuáles son las p ro ­ babilidades m ás adecuadas p ara las variantes de una variable, com o p ara determ inar cuál es la com binación de variables que m ejor se corresponde con los datos. E l análisis de regresión de los m ateriales de Isl implosiva que nos están sirvien­ do de ejem plo ap o rtaría unos resultados com o los que se m uestran en el cuadro 18.7. Según se nos inform a en el cuadro 18.7, el input o probabilidad m edia de que se produzca la aspiración de Isl es de 0,224 (las probabilidades se expresan con valores que van de 0 a 1), es decir, se tra ta de un fenóm eno de probabilidad baja. C uando C u a d r o 18.7.

P ro b a b ilid a d es d e aspiración de / s / p o r contexto fó n ic o siguiente e in fo rm a n te

Input: 0,224 Log de verosimilitud: -1.609,472 Signif.: 0,000 H ablante

1: 2: 3: 4: 5: 6:

0,386 0,678 0,741 0,253 0,387 0,646

C ontexto fó n ic o

ante ante ante ante

sorda: sonora: vocal: pausa:

0,677 0,784 0,181 0,186

15. El valor constante se denomina p0 y también input, probabilidad de input, efecto medio o media co­ rregida: se consigue a partir de una media del peso de las diferentes variables, que, a su vez, es proporcional al número de datos asociado a cada variante. Este valor compensa las diferencias que pueda haber en las pro­ babilidades de dos o más variables explicativas diferentes y sirve como punto de referencia.


318

PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

aparece, lo hace con una m ayor probabilidad en los hablantes 2, 3 y 6 que en los d e ­ m ás y, sobre todo, cuando el contexto siguiente es ocupado p o r una consonante, sea sorda o sonora: las probabilidades que están por encim a de 0,5 favorecen el fenóm e­ no y las que están p o r debajo lo desfavorecen. E n lo que se refiere al nivel de signi­ ficación de n u estro análisis, observam os que la probabilidad de erro r (Signif.: 0,000) está m uy p o r debajo del límite fijado convencionalm ente para las ciencias sociales (0,05). El valor del logaritm o de verosim ilitud nos indica que los datos aquí p resen ­ tados corresponden a la fase m ás verosím il de todo el análisis. E n resum en, la sociolingüística variacionista ha dedicado una parte im portante de sus esfuerzos al perfeccionam iento de unas técnicas cuantitativas de análisis, e n ­ cam inadas a d eterm in ar la incidencia de los contextos lingüísticos y sociosituacionales sobre la variación lingüística. A u nque el variacionism o norteam ericano siem pre ha hecho sus consideraciones teóricas y m etodológicas desde posiciones cercanas al ge­ nerativism o, lo cierto es que algunos de sus conceptos fundam entales son difíciles de conciliar. Por o tra parte, el análisis probabilístico se ha convertido en una h e rra ­ m ienta de estudio susceptible de ser utilizada desde diversos m arcos teóricos. E l m étodo variacionista busca el cálculo de la probabilidad de que aparezca un rasgo lingüístico d eterm inado en unas circunstancias lingüísticas, sociológicas y con­ textuales determ inadas. A p artir de los datos de frecuencia recogidos en un grupo de hablantes, se crea un m odelo teórico form ado por las probabilidades de que se dé un fenóm eno cuando concurren diversas circunstancias. La estadística se encarga de p re ­ cisar hasta qué p u n to las probabilidades calculadas son verosím iles y cuáles son las circunstancias que, al darse sim ultáneam ente, p u eden explicar m ejor un hecho lin­ güístico.

Orientaciones bibliográficas Las líneas m aestras del variacionism o han sido presentadas p o r H. López M o ra­ les en su m anual Sociolingüística (2.a ed., M adrid, G redos, 1993) y más brevem ente en el estudio «La sociolingüística actual» (en F. M oreno F ernández (ed.), E studios so ­ bre variación lingüística, A lcalá de H enares, U niversidad de A lcalá, 1990, pp. 79-87). Para cuestiones m etodológicas, se recom ienda la lectura del libro de F. M oreno Fernández, M etodología sociolingüística (M adrid, G redos, 1990) y del artículo «So­ ciolingüística, estadística e inform ática» (Lingüística, 6, 1994, pp. 95-154), donde se am plía lo que aquí hem os tratado. Tam bién es enorm em ente útil la obra de H. L ó­ pez M orales, M étodos de investigación lingüística, Salam anca, Colegio de E spaña, 1994.


C a p ít u l o

19

SOCIOLINGÜÍSTICA APLICADA A LA ENSEÑANZA DE LENGUAS Enseñanza de lenguas y sociolingüística Cuán impertinente sea la imaginativa, y el entendimiento, para aprender las lenguas y maneras de hablar, pruébalo claramente la niñez, que, con ser la edad en la cual el hombre está más falto de estas dos potencias, con todo eso dice Aristóteles que los niños aprenden mejor cualquier lengua que los hombres mayores, aun­ que son más racionales. J u a n H u a r t e d e S a n J u a n , E xam en de ingenios

para las ciencias, 1575

E n 1989, la U nesco pidió a la A sociación Internacional de Lingüística A plicada (A IL A ) u n inform e sobre las necesidades de la enseñanza de lenguas en el siglo xxi. P ara su elaboración, S. E fstathiadis redactó un cuestionario que se envió a especia­ listas en lingüística aplicada de diferentes partes del m undo. Los m ateriales recogidos fueron com entados y discutidos en diversos foros, incluidos A IL A y la U nesco. Para d ar u na m ayor difusión a las conclusiones del inform e, éstas fueron publicadas en el volum en de 1992 de la A IL A -R e v ie w , editado por Johan F. M atter con el título de L anguage Teaching in the Twenty-first Century. Problems and Prospects. E l encarga­ do de p re p a ra r el estudio p a ra la revista fue John L. M. Trim y el título de su trab a­ jo, «Language Teaching in the Perspective of the Predictable R equirem ents of the T w enty-first C entury».1 L os com entarios de T rim aluden directa o indirectam ente a los intereses de este capítulo: las relaciones entre la enseñanza de lenguas y los factores sociales. Se dice, p o r ejem plo, que en el siglo xxi las personas que salgan de la escuela secundaria d e ­ b erían ser capaces de entenderse en una lengua internacional con hablantes nativos o no nativos, así com o de solucionar los asuntos de la vida cotidiana y desarrollar una com prensión de otras form as de vida, actitudes, valores y creencias. T am bién se a p u n ­ ta la necesidad de fom entar el cuidado de la lengua atendiendo a las situaciones lo­ cales y a la edad, las habilidades y los m odos de aprendizaje de preferencia de los n i­ ños, pro cu ran d o la diferenciación de registros y variedades de la lengua materna y de 1. Pp. 7-20. El artículo de Trim está redactado siguiendo fielmente el orden de las preguntas del cues­ tionario de Efstathiadis.


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la lengua nacional y dejando lugar para la consideración de los aspectos culturales y pragm áticos de la lengua. P or otra p arte, se habla de lograr en la enseñanza secunda­ ria un conocim iento explícito y sistem ático, no sólo de la estructura form al de la len­ gua y de sus variedades regionales y sociales, sino tam bién de las unidades básicas del discurso, com o los actos de habla, la organización nocional/funcional, las estrategias de interacción que siguen el principio de cooperación, la adecuación del habla a las si­ tuaciones y los interlocutores, etc. Las nuevas m etodologías deberían ten er en cuenta la diversidad cultural de los alum nos, adaptando los m ateriales y los cursos a las ca­ racterísticas lingüísticas y culturales de cada lugar y valorando factores interculturales. Si todo esto llega a ser así, no cabe duda de que, en el futuro, la sociolingüística ten d rá m uchas cosas que decir en relación con la enseñanza de lenguas. H ab lar de ac­ titudes, registros, variedades sociales y caracteres culturales y pragm áticos de las len­ guas es h acer referencia a unos conceptos en los que la sociolingüística h a puesto su interés desde hace bastantes años. La aportación más interesante que la sociolingüística ha hecho, no sólo a la lin­ güística aplicada a la enseñanza, sino al conjunto de las disciplinas del lenguaje, es la concepción mism a de la lengua. No se trata de nada nuevo o exclusivo de la sociolingüística,2 p ero es innegable que esta disciplina, con sus m últiples m anifestaciones, ha contribuido a la difusión y a la valoración de una determ inada form a de ver la len­ gua. A dem ás, la sociolingüística ha venido a reforzar la prioridad que se concede a la lengua oral sobre la escrita en los m étodos de enseñanza de lenguas m ás recientes y ha hecho ver la necesidad de incorporar variables sociales a las investigaciones apli­ cadas que m anejan inform antes com o fuentes proveedoras de datos.3 A l estudiar la influencia de la sociolingüística sobre la lingüística aplicada, es im ­ prescindible distinguir entre prim eras y segundas lenguas (extranjeras o no), sin em ­ bargo no es difícil en contrar puntos com unes. La enseñanza, en general, no puede prescindir de la variación intrínseca de las lenguas, de ahí la im portancia que se está dando tan to a la contextualización sociosituacional, com o a las variedades mismas. S. Pit C order dedica todo un capítulo de su Introducing A pplied Linguistics4 al fen ó ­ m eno de la variabilidad y o tro a la com paración de variedades e insiste en la idea de que los m ejores resultados en la enseñanza de lenguas se obtienen cuando el co n te­ nido lingüístico de los cursos está cerca de las necesidades funcionales de los estu ­ diantes. E l cum plim iento de esa afirm ación exige valorar las figuras teóricas de la variación, de la función com unicativa y del contexto sociosituacional; dicho de otra form a, requiere una atención a la lengua en su contexto social. La existencia de va­ riedades (sociales, dialectales) no puede ser soslayada en la enseñanza de prim eras lenguas, ni arrinconada a priori en la enseñanza de lenguas extranjeras. A propósito de este últim o aspecto, la p ostura de C order nos parece significativa. P artien d o de que es im posible enseñarle a nadie toda una lengua y de que la en ­ señanza de lenguas viene lim itada por los intereses, necesidades y actitudes de los es­

2. Véase F. Moreno Fernández, Sociolingüística en Estados Unidos (1975-1985). Guía bibliográfica crí­ tica, Málaga, Agora, 1988, pp. 15-17; Metodología sociolingüística, Madrid, Gredos, 1990, pp. 41-45; 200-204. 3. Un ejemplo de ello lo tenemos en los estudios de disponibilidad léxica. Véase H. López Morales, En­ señanza de la lengua materna. Lingüística para maestros de español, Madrid, Playor, 1985; M. Echevarría, O. H errera, P. Moreno y F. Pradeñas, «Disponibilidad léxica en Educación Media», Revista de Lingüística Teórica y Aplicada, 25 (1987), pp. 55-115. 4. Harmondsworth, Penguin, 1973.


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tudiantes, C o rd er se plantea el problem a de la selección del m odelo lingüístico que se h a de enseñar: habla de llevar a la enseñanza el ám bito com partido p o r la m ayor p a rte de las variedades de una lengua y de com plem entarla con el conocim iento de las partes adecuadas a determ inadas situaciones. E n relación con esto, p ropone una in teresan te distinción en tre ám bito com partido, frecuencia de ocurrencias y lengua neutra: al prim ero se llega a través del análisis de los sistem as y es consecuencia de un estudio com parativo; la frecuencia de las ocurrencias se consigue m ediante el es­ tudio sociolingüístico de los usos de la lengua; la lengua neu tra es lo que en co n tra­ m os cuando no se p resta atención a las diferentes situaciones en las que se da la p ro ­ ducción lingüística. N o tiene que h ab er una coincidencia necesaria en tre lo com ún y lo frecuente, p ero sí suele haberla en tre lo frecuente y lo neutro. Com o vem os, el p e n ­ sam iento de C o rd er tiene m uy presente la relevancia de los aspectos sociolingüísticos de las lenguas en el nivel teórico de la enseñanza.5 H asta ahora, p o r p arte de la sociolingüística propiam ente dicha, no se h a dado una inclinación seria y constante a incluir en su teoría asuntos relacionados con la ad ­ quisición de la lengua. Cosa distinta es la preocupación p o r la com unicación en con­ textos de enseñanza o p o r la organización de los sistem as educativos, que sí h an lla­ m ado la atención en algunas ram as de la sociolingüística. N uestra disciplina, cuando ha hecho alguna incursión en el terren o de la adquisición y el desarrollo lingüísticos, se ha ceñido, p o r lo general, al ám bito de las prim eras lenguas. Las diversas corrien­ tes sociolingüísticas (la etnografía de la com unicación, la sem iótica social de H alliday, el m odelo variacionista) coinciden en anteponer la capacidad de determinación de los factores sociales a otras consideraciones de tipo cognoscitivo o biológico.

Etnografía de la comunicación y enseñanza de lenguas E l interés p o r los grupos o com unidades reducidos hace de la etnografía de la co­ m unicación un instrum ento eficaz p ara el estudio de las interacciones que se p ro d u ­ cen en contextos de enseñanza.6 D e hecho, los etnógrafos llevan bastantes años p reocupándose p o r lo que ocurre en las aulas donde se enseñan lenguas prim eras, segundas o ex tran jeras.7 C on esto querem os decir que, a diferencia de otras ram as de la sociolingüística, la etnografía de la com unicación ha convertido la enseñanza de lenguas en uno de sus objetos de estudio, incluida la adquisición de cierta p arte de la com petencia. A su vez, m uchos de los principios y conceptos básicos de estos e tn ó ­ grafos son m oneda corriente en tre los especialistas en lingüística aplicada. T ra ta re ­ m os am bos aspectos por separado: los aportes que han asum ido los especialistas en

5. No obstante, las ideas de Corder sobre la aplicación de la estadística al estudio de la lengua están bas­ tante alejadas de los conocimientos más recientes (pp. 218-222). 6. J. Green y C. Wallat (eds.), Ethnography and Language in Educational Settings, Norwood, N.J., Ablex Publishing Corporation, 1981. 7. En este campo también han sido importantes las aportaciones procedentes de la corriente etnometodológica, preocupada por las interacciones lingüísticas cara a cara, y de la psicología social de E. Goffman. Véanse H. Sacks, «On Sociological Description», Berkeley Journal o f Sociology 8 (1983), pp. 1-16; J. Schenkein (ed.), Studies in the Organization o f Conversational Interaction, Nueva York, Academic Press, 1978; E. Goffman, Fornis o fT a lk, Filadelfia, University of Pennsylvania Press, 1981. La teoría tipológico-funcional de Givon se mueve entre la pragmática y el estudio de las interacciones cara a cara. Véase T. Givon, On understanding grammar, Nueva York, Academic Press, 1979.


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lingüística aplicada y las propuestas hechas desde la propia etnografía de la com uni­ cación. D esde u na perspectiva am plia, el pensam iento de los etnógrafos ha estado guiado p o r las situaciones de prim eras lenguas,8 pero su aplicación a los ám bitos de las segundas lenguas y de las lenguas extranjeras salta a la vista. Es frecuente descubrir entre los estudios de lingüística aplicada algunos de los m ás elem entales principios y unidades de la etnografía de la com unicación. Tal vez los m ás destacados sean los de «com unidad de habla», «com petencia com unicativa», « repertorio» y «situación com unicativa». O tros conceptos, com o el de «función co­ m unicativa», son tam bién habituales, tan to en la etnografía com o en la lingüística aplicada, p ero su origen prim ero no está en la propia etnografía, sino en la lingüísti­ ca general, la filosofía del lenguaje, la sem iótica o la pragm ática. E l concepto de «comunidad de habla» es de singular im portancia p ara la etn o ­ grafía de la com unicación, porque perm ite precisar los límites externos de los usos que se desean estudiar. Sin em bargo, el concepto se m aneja m uchas veces de form a im precisa. Pese a la claridad de los enunciados de la sociolingüística, m uy pocos es­ pecialistas en lingüística aplicada hablan de com unidad de un m odo apropiado: a m e­ nud o se confunde com unidad de habla con com unidad idiomática y frecuentem ente se asocia la idea de com unidad con la de un determ inado núcleo urbano. E l p ro b le­ m a está en que n o se utiliza la form a com unidad con su valor técnico, sino en una acepción m ás general. Siendo así, podría incluso dudarse de que el concepto que ap a­ rece en la lingüística aplicada tenga su origen en la sociolingüística, porque, adem ás, tam bién h an hablado de com unidad algunos lingüistas generales de ren o m b re (B lo­ om field,9 p o r ejem plo), aunque sus definiciones sean bastante laxas. M ucho m ás com plicado se presen ta el uso de la noción de «com petencia com u­ nicativa». E ste concepto incluye el conocim iento, p o r parte de un hablante, no sólo de un código lingüístico, sino tam bién de qué decir, a quién y cóm o decirlo en una si­ tuación apropiada. E n estas líneas puede qu ed ar resum ido el fin últim o de una parte am plia de la enseñanza de lenguas actual.10 C ualquier lector de lingüística aplicada pued e com probar la profusión de estos térm inos y encontrar que las fuentes biblio­ gráficas de las que lo han tom ado los autores son m uy diversas: existen incluso fuen­ tes espurias que hacen que el concepto sea entendido de form as dispares y n o rm al­ m en te m uy pobres y lim itadas. C onviene dejar sentado, sin em bargo, que el estudio de la com petencia com unicativa se inició en la etnografía de la com unicación con unas ideas m uy claras, fundam entadas en los trabajos de D ell H ym es, sobre to d o a partir de O n Com m unicative C om petencel1 H ym es redactó este trabajo com o una contri­ bución al estudio de los problem as lingüísticos de los niños m enos aventajados; en otras palabras, el desarrollo del concepto ha estado íntim am ente ligado al cam po de la adquisición y el desarrollo de las lenguas.

8. La etnografía de la comunicación, no obstante, se ha preocupado poco por las fases iniciales de ad­ quisición de las primeras lenguas. 9. Language, Nueva York, H. Holt & Co., 1933. 10. M. Canale, «From communicative competence to communicative language pedagogy», en J. C. Ri­ chards y R. W. Schmidt (eds.), Language and Communication, Londres, Longman, 1983, pp. 2-27. 11. Filadelfia, University of Pennsylvania Press, 1971. Puede encontrarse más fácilmente en J. B. Pride y J. Holmes (eds.), Sociolinguistics, Harmondsworth, Penguin, 1972, pp. 269-293. La primera versión de este trabajo se presentó en la Research Planning Conference on Language Development Among Disadvantaged Children, celebrada en la Universidad de Yeshiva en 1966.


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E l concepto de «repertorio com unicativo» tam bién ha sido difundido desde la e t­ nografía de la com unicación. U na de las definiciones m ás aceptadas y útiles ha sido la de Jo h n J. G um perz: conjunto de variedades, dialectos o estilos utilizados p o r una población socialm ente definida y las norm as que rigen su selección.12 Se habla pues de rep erto rio a propósito de una com unidad determ inada y la lingüística aplicada ha tenido que acudir a este concepto en tan to en cuanto es una base para la selección de sus m odelos de enseñanza, de sus norm as de uso, de sus patrones de conducta com u­ nicativa. La dificultad principal está en que aún no se conocen suficientem ente los re ­ perto rio s com unicativos reales de la m ayoría de las lenguas y com unidades y en que lo que se conoce es aprovechado de m anera m uy deficiente p o r los especialistas en lingüística aplicada. N o es frecuente, p o r ejem plo, que los encargados de elaborar m a­ teriales para la enseñanza de lenguas estén bien asesorados en m ateria dialectal, so­ ciolingüística o estilística. A veces, estos autores crean su propio rep erto rio de una co­ m unidad siguiendo los dictám enes de la introspección o de la observación inm ediata, con resultados desgraciados. É sta podría ser una m uestra de cóm o el m anejo de un concepto no garantiza su aplicación hasta las últim as consecuencias. Los repertorios deb en construirse sobre variedades reales utilizadas en situaciones y en contextos reales: cuanto m ás alejados estén de la realidad, m enos probabilidades hay de que su aplicación en la enseñanza sea eficaz. A propósito de las nociones de «situación», «acontecim iento» y «acto com unica­ tivo» (capítulo 9), y a pesar de que en lingüística aplicada no suele recurrirse direc­ tam en te a la etnografía com o p u n to de referencia, lo cierto es que todo el m odelo lla­ m ad o com unicativo para la enseñanza de lenguas extranjeras, de base nocional/fun­ cional,13 tiene aquí un respaldo teórico y un abanico de estudios prácticos dignos de consideración. L a form a de llevar este m odelo a la práctica o la im portancia que quie­ ra dársele en el proceso educativo es asunto que com pete a los responsables de «apli­ car» los conocim ientos lingüísticos. Por o tro lado, la m ism a etnografía de la com uni­ cación ha dem ostrado la eficacia de su epistem ología m ediante el estudio de las in te ­ racciones com unicativas que se producen d entro de las aulas.14 H asta aquí, las ideas, principios básicos y conceptos elem entales que han sido de alguna utilidad p ara la lingüística aplicada a la enseñanza de lenguas, aunque m uchos especialistas n o los hayan conocido o m anejado desde la etnografía de la com unica­ ción. P ero esta ram a de la sociolingüística, com o ya se ha advertido, ha hecho sus p ro ­ pias incursiones en el cam po de la adquisición y especialm ente en el de la adquisición de la prim era com petencia com unicativa.15 E l punto de partida, p o r ser sociolingüís­ tico, an tep o n e los factores sociocontextuales a los criterios biológicos o innatistas: im ­ p o rta conocer cóm o se aprende la lengua en su contexto social y cultural inm ediato, p a ra qué se ap ren d en determ inadas estrategias com unicativas, cóm o reflejan estas es­ 12. «Sociocultural Knowledge in conversational inference», en M. Saville-Troike (ed.), Linguistics and Anthropology, Washington, D.C., Georgetown University Press, 1977, pp. 191-212. 13. Véase H. G. Widdowson, Teaching Language as Communication, Oxford, Oxford University Press, 1978; J. P. Nauta, «Saber hablar. Reflexiones en torno a la enseñanza comunicativa del español», en F. Fer­ nández (ed.), Pasado, presente y futuro de la lingüística aplicada en España. Actas del III Congreso Nacional de Lingüística Aplicada, Valencia, AESLA, 1986, pp. 47-62. 14. Véase F. Moreno Fernández, «Sociolingüística y educación», Revista Española de Lingüística A pli­ cada, 5 (1989), pp. 9-21. 15. Véase S. Romaine, The Language o f Children and Adolescents. The Acquisition o f Communicative Competence, Oxford, Blackwell, 1984.


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trategias las relaciones en tre las funciones sociales de los individuos y en qué m edida influyen, en el proceso de adquisición, la familia, los com pañeros, la organización del sistem a educativo y las creencias de la com unidad. L a adquisición de la com petencia com unicativa se realiza principalm ente a través de la interacción com unicativa, que a su vez contribuye a la construcción progresiva de la identidad social de los hablantes y del significado social de los usos lingüísticos.16

Sociología del lenguaje y enseñanza de lenguas L a sociología del lenguaje ha dedicado una p arte considerable de su esfuerzo in ­ vestigador a los problem as sociales relacionados con la enseñanza de prim eras y se­ gundas lenguas; n o tanto de las lenguas extranjeras. Com o ocurre con la etnografía de la com unicación, la sociología del lenguaje ha creado y divulgado ideas y princi­ pios que son m anejados asiduam ente p o r los estudiosos de la lingüística aplicada a la enseñanza. A la vez, algunas de sus ram as h an tenido com o objeto situaciones —por ejem plo, las m ultilingües— en las que la enseñanza de lenguas ocupa un lugar d esta­ cado. N o encontram os, pues, un interés por la adquisición, sino p o r los usuarios y la enseñanza de las lenguas, prim eras o segundas, en situaciones y com unidades con­ cretas. P robablem ente, los conceptos sociológicos que m ás uso h an tenido den tro de la lingüística aplicada h an sido el de dom inio (o ám bito) y el de diglosia}1 si bien d en ­ tro de la sociología del lenguaje, entendida de m odo am plio, la teoría m ás relaciona­ da con el m undo de la adquisición y el desarrollo de las lenguas h a sido la denom i­ n ad a «teoría del déficit», propuesta p o r Basil B ernstein, a quien no se pued e consi­ d erar realm ente com o sociolingüista, sino com o sociólogo especializado en educación (capítulo 2). P o r otra p arte, hay dos cam pos en los que la sociología del lenguaje h a dado frutos m uy significativos: el estudio de las actitudes y la planificación lingüística. Paulatinam ente, las investigaciones de la actitud se h an ido abriendo cam ino en la so­ ciolingüística y h an encontrado en la enseñanza de lenguas segundas y extranjeras un objeto de estudio de singular provecho. E l éxito de este m odo de trabajo está en los beneficios que se obtienen p ara valorar el funcionam iento de un m odelo educativo y sus probabilidades de éxito: las conclusiones que p roporcionan los análisis p erm iten reto car los planes de estudio de los centros educativos, los contenidos de las asigna­ turas, el tiem po dedicado a la enseñanza de cada lengua y las técnicas pedagógicas em pleadas en el aula, entre otros aspectos. La planificación lingüística es una especialidad de la sociología del lenguaje des­ tinada al estudio de los planes o proyectos que los gobernantes disponen y ejecutan en relación con las variedades lingüísticas de una com unidad. Com o tendrem os o p o r­ tunidad de explicar (capítulo 20), cualquier planificación y política lingüísticas es su­ m am ente im p o rtan te porq u e p uede afectar a la vida cotidiana de todos los m iem bros

16. M. A. K. Halliday, Learning How to Mean: Explorations in the Development o f Language, Londres, Edward Arnold, 1975. 17. Joshua Fishman propuso el concepto de «dominio» para explicar el fenómeno de la elección de len­ gua en contextos bilingües, principalmente.


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de una com unidad, pero su incidencia es particularm ente significativa en el ám bito de la enseñanza de lenguas, de la escuela.18 Los planificadores p u ed en decidir qué len­ gua o lenguas hay que enseñar en las escuelas y cuántas horas, en qué lengua, p o r m e­ dio de qué asignaturas; en otras palabras, tienen capacidad para decidir qué tipo de educación lingüística quieren p ara su com unidad.19 E n la línea de lo aconsejado por la U nesco hace pocas fechas, M. Saravia-Shore escribió ya en 1979 que la planifica­ ción de un program a bilingüe requiere prestar atención al contexto cultural en que se tiene que desarrollar, a la estructura social de la com unidad y, p o r último, a las te o ­ rías del aprendizaje en las que ha de b asarse.20

Variacionismo y enseñanza de lenguas La p rim era consecuencia de las aportaciones hechas por la sociolingüística de la variación está en el conocim iento, más preciso, que hoy puede alcanzarse de una len­ gua en cualquiera de sus niveles, particularm ente de los niveles fonético-fonológico21 y m orfosintáctico. L ógicam ente, cuanto m ejor se conozca el funcionam iento de una lengua y el uso de esa lengua en su contexto social, en m ejores condiciones estarem os para afro n tar su enseñanza. Los resultados de las investigaciones sociolingüísticas perm iten saber qué usos lingüísticos son m ás prestigiosos y cuáles están estigm atiza­ dos, cuáles se producen con m ás frecuencia entre determ inados grupos sociales, qué rasgos responden a cam bios consolidados; en pocas palabras, perm iten acercar los p a ­ trones de uso real en la sociedad a los m odelos lingüísticos que se m anejan en la e n ­ señanza. A ello po d ría añadirse que la sociolingüística y la dialectología son las disci­ plinas que están en m ejores condiciones de descubrir y analizar la norm a o las n o r­ m as que funcionan en el dom inio territorial de una lengua. E sta mism a inform ación puede ser de una enorm e utilidad en el cam po de los tests p a ra m edir las habilidades lingüísticas de las personas que están adquiriendo una lengua o que la están olvidando. Si los especialistas saben cuáles son los fenóm enos más p robables de una lengua, esto es, cóm o es la conducta lingüística norm al o co­ rrecta en una com unidad lingüística o en un grupo social, la elaboración y aplicación de los tests h an de ganar forzosam ente en realism o y, por tanto, en adecuación, p o r­ que en m uchos casos se p rep aran cuestionarios que asum en prejuicios infundados en cuanto al m odelo sociodialectal que buscan o reflejan. E sto tiene un valor singular cuando se trata de m edir los conocim ientos y los usos lingüísticos de las generaciones m ás jóvenes y de los grupos socioculturales m inoritarios. A esta dificultad, Fasold

18. M. Siguán y W. F. Mackey, Educación y bilingüismo, Madrid, Santillana/Unesco, 1986. 19. Véase J. Milroy y L. Milroy, Authority in Language. ¡nvestigating Language Prescription and Stan­ dardización, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1985. 20. «An Ethnographic Evaluation/Research Model for Bilingual Programs», en R. V. Padilla (de.), Bi­ lingual Education and Public Policy in the United States, Ypsilanti, M., Eastern Michigan University, 1979, pp. 328-348. Todo lo que se ha comentado a propósito de la aplicación a la enseñanza de la sociología del len­ guaje, puede ampliarse en el trabajo de A. G. H. Walker titulado «Applied sociology of language: vernacular languages and education», en P. Trudgill (ed.), Applied Sociolinguistics, Londres, Academic Press, 1984, pp. 159-202. 21. P. Benítez, «Fundamentos fonológicos de ejercicios de pronunciación: dos perspectivas diferentes», en R. Fente, J. A. de Molina y A. Martínez (eds.), Actas del Primer Congreso Nacional de A S E L E , Granada, Universidad de Granada, 1990, pp. 61-66.


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— siguiendo a W olfram —22 añade otras dos: la lengua de los tests no suele ser la len ­ gua de los niños o de los estudiantes; adem ás, las situaciones com unicativas que a p a ­ recen en los tests n o son interp retad as de la mism a m anera p o r la persona que ha p re ­ p arad o la p ru eb a y p o r la que tiene que superarla, sobre todo si perten ecen a grupos sociales bien diferenciados. E n o tro o rd en de cosas, de la m ism a sociolingüística h an nacido algunos in te n ­ tos de utilizar los conceptos de variación y de regla variable con el fin de facilitar la enseñanza de las segundas lenguas y de las lenguas ex tran jeras.23 G atbonton-S egalowitz piensa q ue el estu d ian te de una segunda lengua adquiere los rasgos lingüísti­ cos de la m ism a m an era en que se produce el cam bio de ese m ism o rasgo a lo la r­ go del tiem po d e n tro de la len g u a.24 U n fenóm eno lingüístico, al ser adquirido, se incorpora, p rim ero , a los contextos en los que encu entra unas condiciones m ás fa ­ vorables y p o sterio rm en te, a través de contextos interm edios, se va generalizando h asta que se ad q u iere en los contextos m enos favorecedores. P a ra analizar este fe ­ nóm eno, G atbonton-S egalow itz m aneja la técnica de las escalas de im plicación, h a ­ b itual en tre los criollistas, p ero tam bién es posible el análisis con las técnicas variacionistas. R alp h F asold cree ver en esta m anera de trab ajar la posibilidad de un m ayor re ­ finam iento en la enseñanza de la fonética de las lenguas segundas o extranjeras. Si, com o es hab itu al, los sonidos difíciles de la segunda lengua son m ás fáciles de p ro ­ nu nciar en unos contextos fonéticos que en otros, es conveniente estru ctu rar los program as de tal form a que los sonidos nuevos que p resen tan una dificultad m ayor sean introducidos y practicados, en prim er lugar, den tro de los contextos que facili­ tan la articulación de ese sonido. U n a vez que los estudiantes dom inan la realización del sonido en esos contextos, se pasa a los contextos que lo favorecen en m en o r m e­ d id a.25 E sta perspectiva de la enseñanza de lenguas viene en apoyo del carácter con­ tinuo del aprendizaje: las pronunciaciones aceptables van aum entado su frecuencia y su calidad de form a continua a lo largo de los diferentes contextos y, con el tiem ­ po, de los distintos estilos. E n una dirección sim ilar, A dam son ha dem ostrado que los principios utilizados p ara el nivel fonético tam bién p u ed en ser aplicados a la sin­ taxis.26 L a teo ría de la variación está sirviendo para que la enseñanza de lenguas y el es­ tudio de la adquisición no encuen tren en la variabilidad un obstáculo, sino una base firm e sobre la que construir sus estrategias. D e hecho, ya se han p resentado m odelos de adquisición de segundas lenguas creados a p artir de las nociones de variación y de regla variable, aunque no sólo de ellas. Esos m odelos, explicados p o r P reston en su obra Sociolinguistics and Second Language A cquisition ,27 in tentan trabajar sobre el

22. «Test interpretaron and sociolinguistic differences», Topics in Language Disorders, 3-3 (1983), pp. 21-34. 23. R. Fasold, «Variation theory and language learning», en P. Trudgill (ed.), Applied Sociolinguistics, Londres, Academic Press, 1984, pp. 245-261. 24. «Patterned phonetic variability in second language speech: a gradual difusión model», Canadian Modern Language Review/La Revue Canadienne des Langues Vivantes, 34 (1978), pp. 335-347. 25. «Variation theory and language learning», en P. Trudgill (ed.), Applied Sociolinguistics, Londres, Academic Press, 1984, p. 251. 26. Variation Theory and Second Language Acquisition, Washington, D.C., Georgetown University Press, 1988. 27. Oxford, Blackwell, 1989; especialmente pp. 239-272.


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concepto de interlengua de Selinker.28 La interlengua es un estado interm edio, carac­ terizado p o r la inestabilidad, en tre el código de la lengua m aterna y el de una segun­ da lengua. Sem ejante estado nunca ha preocupado de form a especial a la sociolin­ güística p o r las dificultades que hay para considerarlo com o un auténtico sistem a lin­ güístico. Sin em bargo, algunos especialistas en adquisición han com enzado a trabajar con él com o si de un sistem a se tratara y a m anejar para su estudio un m odelo varia­ cionista. Las propuestas de D ickerson,29 T aro n e,30 K rashen,31 Ellis32 o del m ism o P resto n van en esa dirección, aunque sigan senderos diferentes.

La enseñanza y el contacto de lenguas C ualquier situación de enseñanza de segundas lenguas o de lenguas extranjeras es, en realidad, una situación de lenguas en contacto. E sto contribuye a que los an á­ lisis sociolingüísticos sean potencialm ente útiles en el cam po de la adquisición y la en ­ señanza de lenguas: la colaboración entre los expertos en lenguas en contacto y en lingüística aplicada p uede dar unos frutos beneficiosos para am bas especialidades. E n tre los estudios sobre la adquisición de segundas lenguas, ocupan un lugar im por­ tan te las llam adas «teorías contextualistas», centradas en la idea de que en el ap ren­ dizaje tiene m ás im portancia la experiencia que las cualidades innatas o n atu rales.33 A u n q u e estas teorías no h an nacido de la sociolingüística, dado que en cierto m odo son una proyección sociológica de los fundam entos de Skinner, dentro de ellas exis­ ten p ropuestas que ponen su atención en las variables externas que concurren alre­ d ed o r del estudiante, en d etrim ento del estudio de los procesos cognoscitivos. Insisti­ m os en que estas últim as no han sido form uladas, en su m ayor parte, p o r sociolingüistas o desde la sociolingüística estricta; sin em bargo, acusan n o tablem ente la influencia del m éto d o etnográfico y están vinculadas de form a m uy estrecha a las in­ vestigaciones sobre lenguas pidgin y criollas. E n esta línea destaca la «hipótesis de la pidginización» de J. Schum ann.34 J. Schum ann piensa que las diferencias psicológicas y sociales en tre el grupo al que p erten ece el estudiante y el grupo cuya lengua está siendo adquirida pu ed en d e­ term in ar el proceso de adquisición de una segunda lengua. Las diferencias sociales dan lugar a una distancia social que se expresa a través de ocho factores: dom inio so­ cial (relación de dom inio-subordinación entre el grupo social del estudiante y el gru­ 28. Véase «Interlanguage», International Review o f Applied Linguistics, 10 (1972), pp. 201-231. También L. Selinker y D. Douglas, «Wrestling with ‘context’ in interlanguage theory», Applied Linguistics, 6 (1985), pp. 190-204; L. Selinker, Reconsidering interlanguage, Londres, Longman, 1992. 29. «The learner’s interlanguage as a system of variable rules», TESO L Quarterly, 9 (1975), pp. 401-407. 30. «On the variability of interlanguage systems», Applied Linguistics, 4 (1983), pp. 142-163. 31. Second Language Acquisition and Second Language Learning, Oxford, Pergamon, 1981. 32. «Sources of variability in interlanguage», Applied Linguistics, 6 (1985), pp. 118-131. 33. Véase D. Larsen-Freeman y M. H. Long, Theories in second language acquisition, Londres-Nueva York, Longman, 1991 (trad. al esp. Introducción al estudio de la adquisición de segundas lenguas, ob. cit., 1994). 34. Véase The pidginization process: a model fo r second language acquisition, Rowley, Mass., Newbury House, 1978; «The acculturation model for second language acquisition», en R. Gringas (ed.), Secondlanguage acquisition and foreign language teaching, Arlington, Va., Center for Applied Linguistics, 1978, pp. 27-50; «Social and psychological factors in second language acquisition», en J. Richards (ed.), Understanding Second and Foreign Language Learning, Rowley, Mass., Newbury House, 1978, pp. 163-178.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

po cuya lengua está siendo adquirida); m odelo de integración (grado de asim ilación del grupo al que p ertenece el estudiante al grupo cuya lengua está siendo adquirida); autonom ía del grupo del estudiante; cohesión del grupo; tam año del grupo; afinidad cultural de am bos grupos; actitud hacia los m iem bros del otro grupo; duración e in­ tensidad de la convivencia den tro del grupo de la lengua adquirida. E n u na etap a de florecim iento de los estudios sobre las lenguas pidgin y criollas, vinculados en buen a m edida a la sociolingüística, todo esto ha llevado a Schum ann a establecer una analogía en tre los procesos que subyacen a la pidginización y las p ri­ m eras etapas de adquisición de una segunda lengua. U nos y otras dan lugar a p ro ce­ sos de sim plificación y de reducción similares, consecuencia de las fuertes restriccio­ nes funcionales que los caracterizan. E n esencia, la adquisición de una segunda len­ gua es un m odo de aculturación o de adaptación a una nueva cultura, hasta el punto de que el grado de aculturación es capaz de indicar el nivel de adquisición de la se­ gunda lengua.35 L a «hipótesis de la pidginización» ha recibido num erosos com entarios críticos, no sólo de los que trab ajan con m odelos cognoscitivos e innatistas, sino tam bién de es­ pecialistas vinculados a la investigación de las lenguas pidgin, algunos tan en contac­ to con la sociolingüística com o D erek B ickerton.36 M uchos de los reproches h an sido sólidam ente refutados po r Schum ann, otros no tanto, pero resulta m anifiesto el in te ­ rés de las «teorías sociales» de la adquisición y el peso que el pensam iento sociolingüístico h a tenido sobre ellas. Las investigaciones de lenguas en contacto tam bién h an incluido entre sus in te­ reses los procesos de deterioro y olvido de las lenguas, tratados desde planteam ientos sociolingüísticos. A ndersen y P reston han p ropuesto in terp retar el d eterio ro y el ol­ vido de las lenguas com o un tipo especial de adquisición.37

N iveles de la enseñanza de lenguas E n el desarrollo de la lingüística aplicada a la enseñanza, la sociolingüística (apli­ cada) ha ocupado y debe ocupar un lugar relevante. S. Pit C order señala que las d e ­ cisiones y planes que afectan a la enseñanza de lenguas están distribuidos en varios niveles. E l prim ero es un nivel político, del que se ocupan los gobiernos y sus aseso­ res, y tiene que ver con los planes sobre la conveniencia de enseñar determ inadas len­ guas, qué lenguas en señar y a quién enseñárselas. E l segundo nivel es lingüístico y so­ ciolingüístico; de él se ocupan la lingüística y la sociolingüística aplicadas y tiene que ver con las decisiones sobre qué enseñar, cuánto y cuándo hacerlo. E l tercero es el n i­ vel de la psicolingüística y la pedagogía; afecta a la actividad del profesor en el aula 35. Véase R. Andersen (ed.), Pidginization and creolization as language acquisition, Rowley, Mass., Newbury House, 1983. 36. Véase D. Larsen-Freeman y M. H. Long, Introducción al estudio de la adquisición de segundas len­ guas, Madrid, Gredos, 1994, pp. 258-266. 37. R. W. Andersen, «Determining the Linguistic Attributes of Language Attrition», en R. D. Lambert y B. F. Freed (eds.), The Loss o f Language Skills, Rowley, Mass., Newbury House, 1982, pp. 83-118.; D. R. Preston, «How to Lose a Language», Interlanguage Studies Bulletin, 6 (1982), pp. 64-87. También C. SilvaCorvalán, «Cross-generational bilingualism: theoreticai implications of language attrition», en T. H uebner y Ch. Ferguson (eds.), Crosscurrents in Second Language Acquisition and Linguistic Theories, Amsterdam, John Benjamins, 1991, pp. 325-345.


TEORÍAS, MÉTODOS Y APLICACIONES

329

y a cóm o en señar las lenguas. L a sociolingüística, en el sentido m ás am plio, se p re o ­ cupa p o r asuntos relacionados con los niveles m ás teóricos: la sociología del lenguaje del prim ero; la etnografía de la com unicación, el variacionism o, las investigaciones de lenguas en contacto y otras corrientes sociolingüísticas, del segundo. L a enseñanza de las lenguas no puede hacerse de espaldas a los usos lingüísticos que se producen en com unidades y entornos socioculturales concretos. E n la búsque­ da de ese realism o, el p u n to de p artid a ha de estar necesariam ente en una buena des­ cripción, tanto lingüística com o sociolingüística. Por esa razón no estaría de m ás que los especialistas en lingüística aplicada recurrieran a los expertos en lengua y socie­ dad p a ra conseguir un asesoram iento adecuado. Sus opiniones pueden ser m uy valio­ sas con fines teóricos y prácticos. E n el nivel teórico, la interpretación de los fenó­ m enos pidgin y criollos, la teo ría de la variación y la consideración del lenguaje com o proceso com unicativo en su en to rn o social ya han tenido su repercusión. E n el nivel práctico, la voz de la sociolingüística sería de utilidad para innum erables tareas: la descripción previa de los rasgos sociolingüísticos y socioculturales de las com unida­ des, auxilio en la p reparación de tests, redacción de m anuales, el asesoram iento so­ bre norm as y usos sociodialectales.38

Orientaciones bibliográficas E ste capítulo es una adaptación de n uestro trabajo «A portes de la sociolingüísti­ ca a la enseñanza de lenguas» (Revista de Estudios de A dquisición de la Lengua E s­ pañola,, 1, 1994, pp. 107-136). Sobre diversos aspectos sociales de la educación, véase Educación y bilingüism o, de M. Siguán y W. F. M ackey (M adrid, Santillana / U nesco, 1986). Se recom ienda la consulta del libro de D. L arsen-F reem an y M. H. Long, Introducción al estudio de la adquisición de segundas lenguas (M adrid, G redos, 1994), sobre todo p ara el estudio del contacto de lenguas en contextos de enseñanza.

38. M. Stubbs, «Applied Discourse Analysis and Educational Linguistics», en P. Trudgill (ed.), Applied Sociolinguistics, ob. cit., pp. 203-244; J. Edwards y H. Giles, «Applications of the Social Psychology of Lan­ guage: Sociolinguistics and Education», en P. Trudgill (ed.), Applied Sociolinguistics, ob. cit., pp. 119-158.


C a p í t u l o 20

PLANIFICACIÓN LINGÜÍSTICA L a planificación lingüística y sus com ponentes Hablaban la lengua general del Cuzco, conforme a la ley y edic­ tos de los reyes, que mandaban que todos sus súbditos la supie­ sen y hablasen. P e d r o C ie z a

de

L e ó n , L a crónica del Perú, 1540-1550

La lengua griega y latina [...], por aver estado debaxo de arte, aun que sobre ellas an pasado muchos siglos, toda vía quedan en una uniformidad. Por que si otro tanto en nuestra lengua no se haze como en aquéllas, en vano vuestros cronistas y estoriadores escriven y encomiendan a inmortalidad la memoria de vuestros loables hechos, y nosotros tentamos de passar en castellano las cosas peregrinas y estrañas, pues que aqueste no puede ser sino negocio de pocos años. A n t o n io d e N e b r i j a , Gramática de la lengua castellana, 1492

E l estudio de la planificación lingüística ha interesado principalm ente a los so­ ciólogos del lenguaje. Q uiere esto decir que, desde su nacim iento com o corriente de investigación, se ha sum ado al conjunto de disciplinas que conform an la sociología del lenguaje, puesto que son sociológicos, m ás que lingüísticos, los criterios que m aneja. N o o b stan te conviene distinguir entre el estudio de la planificación y la planificación misma: si el prim ero se ha desarrollado desde fechas m uy recientes, sobre todo en sus aspectos teóricos, la segunda se ha practicado, de form a abierta unas veces, velada otras, en todo lugar y época en que una persona o un grupo de ellas han tom ado una decisión que haya afectado al vehículo de com unicación de una com unidad. Planifi­ car es p re p a ra r un plan destinado a o rientar o determ inar el uso de una o m ás len­ guas en una com unidad. D en tro de este com plejo cam po, la lengua y, p o r tanto, la lingüística tienen una relevancia singular. N o contraviene esto a lo dicho sobre la prim acía de los intereses sociológicos. L a lengua es un fenóm eno social y por ello tiene aspectos que han de p reo cu p ar a los sociólogos; p ero los sociólogos la atienden, no por ella m ism a, sino en ta n to en cuanto es p arte capital de la organización social. C om enzó a hablarse de planificación lingüística, con el sentido m ás reciente de la denom inación, en el año 1959, fecha del trabajo de E inar H augen titulado «Plani-


332

PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE C u a d r o 20.1.

Fases de la planifica ció n lingüística, seg ú n H a u g en Norma

Sociedad Lengua

(1) Selección (2) Codificación

Función

(3) Implantación (4) Elaboración

ficación para una lengua estándar en la N oruega actual».1 D esde esa época se han d e ­ sarrollado dos concepciones de la planificación: una instrum ental2 y otra sociolin­ güística.3 E n la prim era, la lengua es vista com o un m ero instrum ento de com unica­ ción al que hay que darle la form a objetivam ente m ás sencilla, rentable y práctica para que esa com unicación sea m ás eficaz. D esde la concepción sociolingüística se atiende adem ás a factores com o la actitud de los hablantes ante las lenguas o el va­ lor sim bólico de éstas, aunque se entre en conflicto eventualm ente con la estética y la funcionalidad. A pesar de todo, la evolución de esta corriente no ha conocido im ­ p o rtan tes enfrentam ientos en tre tendencias opuestas, antes bien su desarrollo se ha producido con la sum a de nuevos elem entos, perfeccionando los precedentes. L a base a la que se han incorporado sum andos y sobre la que se han hecho las m atizaciones está constituida principalm ente p o r los trabajos que E in ar H au g en .4 E n térm inos generales, se distinguen dos form as de planificar, según los objeti­ vos que se m arquen. La p rim era se denom ina determinación lingüística y se aplica a las situaciones que requ ieren crear o recrear una variedad lingüística (por ejem plo, la revitalización del h eb reo en el E stad o de Israel).5 La segunda se conoce con el no m ­ bre de desarrollo lingüístico y se aplica en aquellos casos en los que ya se cuenta con una variedad que funciona com o lengua nacional.6 P ara la labor de crear una variedad nueva, se parte de una selección en tre fo r­ m as lingüísticas disponibles. Planificar es p red eterm inar las selecciones lingüísticas de los hablantes de una com unidad cuando ésta ofrece la posibilidad de utilizar varias m odalidades y se aplica sobre los niveles más form ales de las lenguas, especialm ente sobre el uso escrito, la lectura y los registros m ás cuidados.7 Los objetivos concretos de este tipo de planificación tienen que ver, p o r un lado, con la lengua y la lingüística y, p o r otro, con la sociedad y la sociología. U nos y otros invocan el concurso de la política lingüística. T eniendo en cuenta esta doble faz (lin­

1. «Planning for a Standard Language in Modern Norway», Anthropological Linguistics, 1 (1959), pp. 8-21. 2. La concepción instrumental está representada por Valter Tauli, «El planeamiento del lenguaje», en Ó. Uribe Villegas (ed.), La sociolingüística actual, México, UNAM, 1974, pp. 246-267. Trad. al inglés en «The theory of language planning», en Ó. Uribe Villegas (ed.), Issues in Sociolinguistics, La Haya, Mouton, 1977, pp. 245-265. Recogido en J. Fishman (ed.), Advances in Language Planning, La Haya, Mouton, 1974. Tam­ bién se adscribe a esta concepción Punya Sloka Ray, Language Standardizartion, La Haya, Mouton, 1963. 3. Véase, por ejemplo, J. Rubin y B. Jernudd (eds.), Can Language Be Planned?, Honolulu, East-West Center and University of Hawaii Press, 1971. 4. Language conflict and Language Planning; The Case o f Modern Norwegian, Cambridge, Harvard Uni­ versity Press, 1966. 5. Véase Ó. Uribe Villegas, Situaciones de multilingüismo en el mundo, México, UNAM, 1972, pp. 59-63. 6. Véase Ch. Ferguson, «Language Development», en J. Fishman, Ch. Ferguson y J. Das Gupta, (eds.), Language Problems o f Developing Nations, Nueva York, John Wiley and Sons, 1968, pp. 27-36. 7. Véase E. Haugen, Language conflict and Language Planning; The Case o f Modern Norwegian, ob. cit., pp. 282-283.


TEORÍAS, MÉTODOS Y APLICACIONES

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güística y social), H au g en p ropuso un m odelo de planificación con cuatro estadios, dos referidos a lo social y dos referidos a lo lingüístico. C uando es necesario d o ta r a una com unidad de una variedad nueva o reform ada hay que llevar a la práctica la selección, la codificación, la im plantación y la elaboración de una lengua (cua­ dro 20.1). E n la p rim era fase se selecciona una de las variedades preexistentes en la com u­ nidad p a ra convertirla en el objeto de la planificación. E n N oruega, p o r ejem plo, d o n ­ de la lengua escrita desde el siglo x v había sido el danés y m ás tarde una variedad noruega de esta lengua (danonoruego o bokm ál ‘lengua de los libros’), se quiso crear y oficializar una lengua p u ram ente noruega y se construyó sobre la base de los dia­ lectos del oeste del país: así, el landm al ‘lengua del país’ se convirtió en nynorsk ‘neon o ru eg o ’. E n la segunda fase de la planificación se procede a la codificación lingüística de la v ariedad seleccionada, esto es, a la preparación de una gram ática, una ortografía y un diccionario. E n la tercera fase, se ponen los m edios para difundir la nueva norm a p o r la com unidad y conferirle el estatus deseado. Finalm ente, la variedad se elabora progresivam ente para m odernizarla y adecuarla a las necesidades de com unicación, com probando si se obtien en los resultados previstos en el proyecto. P osteriorm ente, a las dim ensiones de la planificación presentadas por H augen se h an añadido otras de distinta procedencia que han servido para m ejorar el m odelo: el cultivo (propuesta p o r N eustupny),8 la evaluación (propuesta p o r R ubin en 1971)9 y la orientación (propuesta p o r F ishm an).10 E n cuanto a la evaluación, debe tenerse en cuenta que la planificación requiere una instrumentación adecuada, así com o una revisión, si se p reten d e que sea efectiva. A l hablar de instrum entación se hace refe­ rencia a la dotación de fondos por p arte de organism os oficiales; la evaluación puede hacerse com parando y valorando distintos proyectos; la revisión consiste en la crea­ ción de leyes que ratifiquen lo conseguido, si es óptim o, o que creen nuevos m odelos que perm itan o b ten er m ejores resultados. P or su parte, la orientación, la finalidad de la planificación, p odría ser la institucionalización (crear una lengua donde no la hay), la am pliación (difundir una lengua preexistente) o la sustitución de u na lengua por otra. R econociendo el valor de estas dim ensiones, hay que adm itir que una de las aportaciones m ás significativas al m odelo general de la planificación ha sido la reali­ zada p o r H einz K loss.11 E ste especialista propone llevar la separación entre los as­ pectos sociales y lingüísticos hasta el extrem o de reconocer dos tipos de planificación: la planificación del corpus y la planificación del estatus. L a prim era, de larga tradición, trab aja con cam bios en la gram ática, la ortografía o el vocabulario de una lengua. L a segunda determ in a la posición social que una lengua ocupa respecto de otras o con relación a los criterios políticos, sociales o ideológicos de los gobiernos. E l m odelo de

8. «Basic types of treatm ent of language pr«blems», Linguistic Communication, 1 (1970), 79-98. Reco­ gido en J. Fishman, Advances in Language Planning, ob. cit., pp. 37-48. 9. «Evaluation and language planning», en J. Rubin y B. Jernudd (eds.), Can Languages be Ptanned?, ob. cit. Recogido en J. Fishman (ed.), Advances in the Sociology o f Language II, La Haya, Mouton, 1972, pp. 476-510. 10. Véase J. Fishman (ed.), Advances in Language Planning, ob. cit. 11. Research Possibilities on Group Bilingualism: A Report, Quebec, International Center for Research on Bilingualism, 1969.


PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

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C u a d r o 20.2.

M o d e lo d e p la n ifica ció n revisado p o r H augen* Función (cultivo de la lengua)

Forma (política lingüística) S o c ie d a d

(planificación del estatus) Lengua

(planificación del c o rp u s )

1. Selección (proceso de decisión) a) identificación del problema b ) localización de la norma

3. Im p la n ta ció n (difusión educativa) á) procedimientos correctores b) evaluación

2. C odificación (proceso de estandarización) íj) ortografía b) gramática c) léxico

4.

E la b o ra ció n (desarrollo funcional) a) modernización de terminología b ) desarrollo estilístico

* «The Implementation of Corpus Planning: Theory and Practice», en J. Cobarrubias y J. Fishman (eds.), Progress in Language Planning, La Haya, Mouton, 1983, pp. 269-290.

planificación, enriquecido con estas nuevas dim ensiones y conceptos, se resum e en el cuadro 20.2 . H asta aq u í lo que se refiere a la creación e im plantación de variedades lingüísti­ cas nuevas. Los fines de la planificación encam inada al desarrollo lingüístico son m uy variados y, en ciertos aspectos, coinciden con los de la determinación. A lgunos de es­ tos fines son de n aturaleza lingüística: conservar la pureza de una lengua, regular usos variables, favorecer la m ezcla de variedades, desarrollar o elaborar term inologías,12 crear códigos con fines específicos; en general, au m entar o restringir los recursos lin­ güísticos. P ero, al lado de estas m etas, hay otras que tienen que ver con la función que la lengua desem peña d en tro de una com unidad: favorecer el aum ento o la dis­ m inución del n úm ero de hablantes; prestigiar o desprestigiar determ inadas varieda­ des lingüísticas. Si bien los m odelos de planificación actuales son bastante com pletos y se están aplicando, con distinta suerte, en num erosos países (C anadá, Bélgica, N oruega, Fili­ pinas, M éxico, E spaña, países árabes) hay una dificultad que no se puede evitar, por m inucioso que sea el p royecto planificador: las lenguas cam bian; y las sociedades tam ­ bién, y lo pu ed en hacer a velocidades de vértigo. N ingún m odelo de planificación es lo suficientem ente sólido y ágil p ara sopo rtar una sucesión de cam bios sociales com o los que se están conociendo en m uchos rincones de E uropa, A sia o Á frica. C ada co­ m unidad exige de la teoría una capacidad de adaptación y de flexibilidad que cons­ tan tem en te la pon en a p rueba y una dem ostración cotidiana de que se tra ta de algo eficaz, adecuado y aceptable. D e no ser así, el fracaso del proyecto de planificación está garantizado. La planificación lingüística llam ada de determinación se ha concebido y practica­ do en situaciones problem áticas en las que dos o m ás variedades lingüísticas están en contacto. G eneralm ente esas variedades tienen la categoría de lengua. Los fenóm e­ nos y problem as propios de las com unidades m onolingües tienen m ás que ver con el desarrollo lingüístico. E n este tipo de com unidades es frecuente encontrar hablas dia­ lectales, regionales o locales al lado de un habla de m ayor prestigio a la que podem os

12.

Véase M. T. Cabré, La terminología. Teoría, metodología, aplicaciones, Barcelona, A ntártida, 1993.


TEORÍAS, MÉTODOS Y APLICACIONES

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d enom inar norm ativa, vinculadas a una m ism a lengua. E n la A m érica hispana, p o r ejem plo, encontram os situaciones lingüísticas en las que conviven varias lenguas y si­ tuaciones m onolingües, en las que se encuentran un habla dialectal y una variedad prestigiosa. E in ar H augen, en uno de sus prim eros trabajos, habló de tres tipos de com uni­ dades, según las situaciones de com unicación que en ellas fueran m ás usuales: una co­ m unidad lingüística prim aria existe cuando las diferencias en tre los individuos son p u ­ ram en te idiolectales; en u na com unidad lingüística secundaria se utilizan dos lenguas diferentes, p ero hay inteligibilidad parcial, m ientras que en una com unidad lingüísti­ ca terciaria los hablantes de lenguas distintas no se entienden en tre sí, por lo que se hace necesaria la presencia de intérpretes. U n ejem plo de com unidad prim aria sería Islandia; de secundaria, el R eino U nido; de terciaria, Suiza. Según H augen, en las co­ m unidades — o situaciones com unicativas— prim arias la planificación es superflua, puesto que no suele h ab er fallas de com unicación, aunque habría que saber que son un caldo de cultivo apropiado para el llam ado desarrollo lingüístico. Si n o perdem os de vista la distinción entre corpus y estatus que planteam os m ás arriba, parece claro que los planificadores del corpus deben ser los que siem pre han sido, desde D ionisio de Tracia y Prisciano, hasta Johnson, W ebster y Bello, pasando p o r N ebrija y P etrus R am us, esto es, los expertos en la lengua. Pero, adem ás de las iniciativas personales, tam bién han tenido peso — a veces m ucho— las propuestas ins­ titucionales. N o es necesario recordar con detalles la im portancia que han tenido para sus respectivas lenguas las A cadem ias de la Crusca, la Francesa o la Española, en los cuatro últim os siglos. M ás recientem ente, están cum pliendo una función planificado­ ra (del corpus y algo sui generis) los servicios lingüísticos de las grandes em presas de inform ación, cuyos trabajos se dan a conocer en form a de libros de estilo. E n cuanto a la planificación del estatus, existen estructuras de gobierno que d e ­ ja n un lugar p a ra la planificación en los servicios o direcciones generales de política lingüística, que son regidos p o r personas que no tienen necesariam ente una form ación lingüística. E n el m om ento de fijar los objetivos concretos de una planificación del es­ tatus, los responsables saben que sus decisiones van a repercutir directam ente sobre los usos sociales de una com unidad y que, en consecuencia, pueden enfrentarse con problem as éticos que afectan a la lengua y a los h ablantes.13 E n m uchos planes polí­ ticos es tan ta la im portancia que se concede a los intereses de la com unidad, de la n a ­ ción o de determ inados grupos de esa com unidad o nación que se ignoran, injusta­ m ente, los intereses de los individuos que las form an o de otros grupos, por am plios que sean, p lan tean d o una equivalencia absoluta y falaz entre el bien de los políticos gobernantes, de la com unidad y de los m iem bros de esa com unidad. La planificación del estatus de u na lengua supone una decisión de naturaleza política, que general­ m ente sintoniza con las dem ás acciones políticas de un gobierno. D esde este p unto de vista, se suele esp erar de los gobernantes una conducta respaldada en la ética o la m o ­ ral que los identifica. P or últim o, es interesante ten er en cuenta que existe una clara alternativa, casi teórica, a los m odelos de planificación que aquí hem os tratado: la ausencia de plani­ ficación. E n 1950 R. H all, Jr., daba un título sem ipublicitario a un libro suyo: Leave

13. Véase J. Cobarrubias, «Ethical Issues in Status Planning», en J. Cobarrubias y J. Fishman (eds.), Progress in Language Planning, La Haya, Mouton, 1983, pp. 41-85.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

Y o u r Language A lo n e («D eja tu lengua sola; deja tu lengua en paz»).14 A llí se ad­ vierte de los peligros de las intervenciones lingüístico-sociales que hacen los políticos: crean inseguridad en los hablantes, producen un alejam iento de la lengua hablada y alteran el sentido de los cam bios lingüísticos. A lgunos autores consideran que esta ac­ titud es razonable en determ inadas situaciones; otros, com o R osenblat, piensan que «la sociedad no pu ed e dejar la lengua en paz, ni nada en paz».15

Planificación de lenguas y dialectos: a propósito del español en el mundo C on frecuencia se habla de lengua o variedad estándar cuando se hace referencia a la enseñanza de lenguas o a cualquier tipo de planificación lingüística. Sin e m b ar­ go, desde n u estro p u n to de vista, sobre todo en lo que atañe al llam ado español es­ tándar, no se trata de un principio bien definido: en todo caso, u na variedad estándar sería aquella q ue está desprovista de cualquier m arca — diacrónica, diatópica, diafásica, diastrática— alejada de una norm a general. P ero una realidad así no es utiliza­ da p o r nadie. Según M anuel Alvar: «Lengua standard» es el resultado de un consenso basado, precisam ente, en los usos literarios. Y esa lengua, digám oslo técnicam ente, es la langue de Saussure: existe en todas partes, está aceptada por todos los hablantes (no sólo los escri­ bientes), pero nadie la utiliza.16

A l h ab lar del español, preferim os evitar el nom bre de lengua estándar y distin­ guir, p o rq u e así es tradición en la lingüística española, entre el español com o diasis­ tem a (al que se denom ina español general) y el castellano com o variedad prestigiosa sobre la que se ha elaborado una gran p arte de los dictám enes académ icos. P artien d o de los tipos de com unidades identificados y definidos p o r H augen (pri­ m arias, secundarias, terciarias), las com unidades lingüísticas de E spaña serían, en su m ayor p arte, de tipo prim ario .17 T am bién existen com unidades secundarias (por ejem plo, den tro de G alicia), si bien, en las com unidades que m anejan m ás de una len­ gua, los hablantes o son m onolingües en español o son bilingües (español-catalán, es­ pañol-gallego, español-vasco), p o r lo que no se p resentan problem as graves de inco­ municación. E n las situaciones lingüísticas prim arias se producen distintos tipos de relación en tre hablas diferentes o en tre unas hablas y unas norm as cultas y pretigiosas. D e n ­ tro del m undo hispánico encontram os situaciones que m uestran claram ente cóm o las hablas (dialectales, regionales y locales) y las variedades m ás prestigiosas se están dis­ pu tan d o m uchos contextos de uso. Los tipos de relación que se establecen en tre ha-

14. Nueva York, Ithaca, 1950. 15. «El criterio de corrección lingüística: unidad o pluralidad de normas en el castellano de España y América», en Estudios sobre el español de América, Caracas, Monte Ávila Editores, 1984, pp. 311-337. 16. «La lengua, los dialectos y la cuestión del prestigio», en F. Moreno Fernández (recop.), Estudios so­ bre variación lingüística, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 1990, pp. 13-26. 17. Véase Vicente García de Diego, Manual de dialectología española, 3* ed. corr. y aum., Madrid, Edi­ ciones Cultura Hispánica, 1978.


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TEORÍAS, MÉTODOS Y APLICACIONES

O Situación 1

Situación 2

Situación 3

o- *()♦-o / \ Situación 4 Nota: Véase F. Moreno Fernández, «Planificación de la lengua española», en T. Kirschner (ed.), Los dos nuevos mun­ dos hoy: constnicciones de la realidad en España y Latinoamérica, Vancouver, 1994 (número monográfico de Revista Ca­ nadiense de Estudios Hispánicos, XVIII, 1994, pp. 515-526); «Planificación lingüística y dialectología», Lingüistica Española Actual, XIII (1991), pp. 251-268; «Norma y prestigio en el español de América. Apuntes para una planificación de la lengua española», Revista de Filología Española, LXXII (1992), pp. 345-359.

FlG. 20.1.

T ip o s d e relación entre u n m o d e lo n o rm a tiv o (c uadrado grande), u n a n o rm a prestigiosa (cuadrado p e q u e ñ o ) y u n habla local (círculo).

blas diferentes o en tre unas hablas y las norm as m ás prestigiosas se rep resen tan en la figura 20.1. Los esquem as rep resen tan situaciones en las que existen hablas locales, m arca­ das o n o ,18 vinculadas a norm as prestigiosas19 que, a su vez, se hallan d en tro del d o ­ m inio de un m odelo de lengua regulada al que llam am os m odelo norm ativo.20 E n el esquem a de la situación 1 se refleja la existencia de un habla local, inserta en una n orm a prestigiosa, que, a su vez, se inscribe en un m odelo norm ativo. Ju n to a ella p u ed e encontrarse o tra habla, p rocedente de una variedad diferente, que no cu enta con una referencia prestigiosa ni con un sistem a regulado. E n esa circunstan­ cia es fácil hallar en la prim era elem entos de la segunda,21 aunque la norm a ejerce so­ b re ellos una influencia tal que los hace desaparecer progresivam ente. Las hablas que no conviven con otras variedades, externas o internas, podrían representarse de la

18. Aquí no entendemos «habla» en el sentido de estructura de rasgos poco diferenciados limitada a una pequeña circunscripción geográfica (M. Alvar, «Hacia los conceptos de lengua, dialecto y hablas», La lengua como libertad, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, 1982, p. 65), sino como parole, lengua actualizada tal y como aparece en un lugar determinado. 19. Este concepto viene a coincidir con el de «norma culta», que se correponde con el uso de los ha­ blantes más prestigiosos de una comunidad y, por lo general, en registros cuidados. Puede darse el caso de que exista una norma de prestigio en una lengua que no cuenta con una tradición escrita. 20. El concepto de «lengua normativa» hace referencia a la lengua regulada en las gramáticas, espe­ cialmente la de la Academia, y a las normas seguidas en la lengua escrita. 21. Normalmente se trata de elementos que han sobrevivido dentro de hablas locales (seguimos ahora la definición de Alvar) que pertenecieron a una lengua desaparecida como tal. En muchos casos esas unida­ des son vestigios que sólo se encuentran dentro de otra lengua.


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PRINCIPIOS DE SOCIOLINGÜÍSTICA Y SOCIOLOGÍA DEL LENGUAJE

mism a form a, p ero suprim iendo sim plem ente el círculo anejo.22 Tam bién tendrían in­ terés aquellas hablas locales desm em bradas de su variedad de origen que carecen, en sí m ismas, de un p u n to de referencia prestigioso y norm ativo (círculo solam ente).23 E n el español de E spaña y en el de A m érica se hallan situaciones lingüísticas com o la nú m ero 1: ahí está el contacto del español con hablas indígenas «m enores» (círculo anejo)24 o en la presencia de elem entos indígenas dentro de las hablas espa­ ñolas, elem entos que ya no tienen un pun to de referencia prestigioso, que son vesti­ gios de un sistem a que en num erosas ocasiones ha dejado de existir (por ejem plo, las lenguas del C aribe) y que están som etidos a un proceso secular de sustitución p o r u ni­ dades de procedencia hispánica.25 Pensem os tam bién, para el español de E spaña, en la presencia de elem entos léxicos de origen leonés d entro de las hablas castellanas del no ro este peninsular: las form as léxicas leonesas form arían parte del círculo anejo; las hablas castellanas (círculo interior) estarían incluidas en la norm a prestigiosa caste­ llana (cuadrado pequeño), que, a su vez, participaría del m odelo norm ativo del espa­ ñol (cuadrado gran d e) 26 E l esquem a de la situación 2 rep resen ta la relación entre dos hablas locales vin­ culadas a una m ism a norm a de prestigio y a una misma lengua. E n este caso se p ro ­ ducen influencias de la n orm a sobre am bas hablas y, a m enudo, de una variedad (ge­ n eralm en te la m ás cercana a la norm a) sobre la otra. E sto puede observarse al estu­ diar el h abla actual de T oledo (uno de los círculos),27 que, en determ inados registros, acusa el influjo del m odelo de las hablas castellanas del n o rte (el o tro círculo) y de la norm a culta (cuadrado p eq u eñ o ).28 Igualm ente, la penetración de un habla (más pres22. El ejemplo más claro, dentro del ámbito hispánico, sería el de las hablas castellanas, que poseen una norma prestigiosa (el castellano) y que han servido de base para gran parte de las normas académicas. 23. Esto ocurre, dentro de la península ibérica, con los bables de Asturias o con las fablas del Pirineo aragonés. Un caso de características semejantes sería el de las hablas canarias trasplantadas a algunos territo­ rios norteamericanos (por ejemplo, los habitantes de los brulis en Luisiana): durante decenios han vivido ais­ ladas y sin contacto con su norma de origen, con otras normas hispánicas o con la lengua normativa (véase S. Armistead, «Tres dialectos españoles de Luisiana», Lingüística Española Actual, XIII (1991), pp. 279-301). 24. Los ejemplos se multiplican, por ejemplo, en México. Véase L. Manrique Castañeda, «Pasado y pre­ sente de las lenguas indígenas de México», en V. Demonte y B. Garza (eds.), Estudios de lingüística de Es­ paña y México, México, UNAM / El Colegio de México, 1990, pp. 387-420. 25. La sustitución de elementos indígenas por españoles ya fue comentada por Armas y Céspedes en el siglo pasado (véase Oríjenes del lenguaje criollo, 2.a ed., La Habana, 1882). Más recientemente J. M. Lope Blanch ha señalado que el número de voces indígenas vivas en las provincias, en el habla campesina, es su­ perior al de indigenismos usuales en las ciudades (Léxico indígena en el español de México, 2* ed., México, El Colegio de México, 1979). Las generaciones jóvenes, sobre todo urbanas, muestran claramente un abandono de las unidades léxicas pertenecientes al mundo rural y a un modo de vida que está siendo sustituido por otro más industrial y moderno (véase H. López Morales, «Desgaste léxico en el español de Puerto Rico. El pro­ yecto Malaret», Investigaciones léxicas sobre el español antillano, Santiago, PUCMM, 1.991, pp. 169-196; J. M. Lope Blanch, «Indigenismos americanos en la norma lingüística culta de México», Investigaciones sobre dia­ lectología mexicana, 2.a ed., México, UNAM, 1990, pp. 147-160). Por otro lado, se ha comprobado que la ma­ yor parte de los indigenismos que tienen vitalidad en determinadas zonas americanas son los que han pasado ya a la lengua general. 26. Véase J. Borrego, Sociolingüística rural. Investigación en Villadepera de Sayago, Salamanca, Uni­ versidad de Salamanca, 1981; J. C. González Ferrero, Estratificación sociolingüística de una comunidad semiurbana: Toro (Zamora), Salamanca, Universidad de Salamanca, 1991. 27. Véase M. A. Calero, Estudio sociolingüístico del habla de Toledo, Lérida, Pagés, 1993; I. Molina Martos, Estudio sociolingüístico de la ciudad de Toledo, Madrid, 1991 (tesis doctoral inédita). 28. Véase P. García Mouton y F. Moreno Fernández, «Atlas lingüístico (y etnográfico) de Castilla - La Mancha. Materiales de Ciudad Real y Toledo», en P. García Mouton (ed.), Geolingüística. Trabajos europeos, Madrid, CSIC, 1994, pp. 111-154; I. Molina Martos, Estudio sociolingüístico de la ciudad de Toledo, Madrid, 1991 (tesis doctoral inédita).


TEORÍAS, MÉTODOS Y APLICACIONES

F ig . 20.2.

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C ontactos lingüísticos en c o m u n id a d es bilingües.

tigiosa) en otra se observa en los hablantes que em igran desde las zonas rurales a la ciudad.29 E n A m érica encontram os situaciones sem ejantes: por ejem plo, la relación existente en tre el habla rural y el habla urbana en P u erto R ico,30 p o r la cual la p ri­ m era se deja influir en ciertos contextos p o r la segunda.31 E n la situación núm ero 3 se da cuenta de la existencia de dos hablas locales, cada una de ellas con su propia norm a culta, aunque pertenecientes a una m ism a lengua. Es lógico, en tales circunstancias, que una de estas hablas acuse la presión de la otra no rm a culta, presión que se ve favorecida p o r el hecho de tener detrás una m ism a re ­ ferencia prescriptiva. E s el caso de la relación del habla y la norm a de algunas co ­ m unidades am ericanas o de las hablas andaluzas, respecto del habla y la norm a cas­ tellanas.32 F inalm ente, el esquem a de la cuarta situación es similar al de la tercera, pero en este caso cada n orm a perten ece a una lengua diferente (cuadrados grandes). Las interrelaciones en tre dos sistem as distintos se dan frecuentem ente en los lugares donde e n tra n en contacto: las zonas fronterizas. A q u í puede observarse la influencia sobre un h ab la de o tra habla, o tra norm a y otra lengua diferentes. E n tales situaciones sue­ len ap arecer variedades lingüísticas m ezcladas (círculo interm edio) que tienen com o

29. Véanse R. Caravedo, Sociolingüística del español de Lima, Lima, Fondo editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1990, pp. 17-37; P. Martín Butragueño, Desarrollos sociolingüísticos en una co­ munidad de habla, Madrid, 1991 (tesis doctoral inédita). 30. Véase T. Navarro Tomás, El español en Puerto Rico, Río Piedras, Universidad de Puerto Rico, 1948, pp. 229 y ss. 31. Por otra parte, el habla rural suele compartir muchos rasgos con el habla de los niveles sociocultu­ rales más bajos de las ciudades. En estos casos, el abandono de los rasgos poco prestigiosos por parte de las generaciones más jóvenes está bastante generalizado. Véase O. Alba, Variación fonética y diversidad social en el español dominicano de Santiago, Santiago, PUCMM, 1990, pp. 218-224; H. López Morales, «Velarización de /RR/ en el español de Puerto Rico: índices de actitud y de creencias», Dialectología y sociolingüística. Te­ mas puenorriqueños, Madrid, Hispanova de Ediciones, 1979, pp. 107-130. 32. En Sevilla, por ejemplo, el seseo (rasgo que separa claramente la norma sevillana y la castellana) tiene un índice de aceptación, entre los hablantes cultos, más bajo que el de otros fenómenos teóricamente menos diferenciadores, como la aspiración de s. Esto se debe, entre otras razones, a la presión y el prestigio de la norma castellana. Véase V. Lamíquiz y P. Carbonero, Perfil sociolingüístico del sevillano culto, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1987, pp. 29-48. Todo ello está también ligado a la actitud positiva que muchos ha­ blantes hispanoamericanos demuestran hacia las variedades lingüísticas de España. Véase M. Alvar, Hombre, etnia, estado. Actitudes lingüísticas en Hispanoamérica, Madrid, Gredos, 1986, pp. 158-162, 189-191. También J. M. Lope Blanch, «El concepto de prestigio y la norma lingüística del español», Anuario de Letras, X (1972), pp. 29-46.


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base una u otra lengua: es lo que ocurre en la frontera catalano-aragonesa (chapurrea o y 3 o en los límites de U ruguay y Brasil (fronterizo).34 E n las com unidades bilingües (figura 20.2), las circunstancias socioespaciales son diferentes; en ellas se da la superposición de dos lenguas. A lgunas veces, cada una p o ­ see una n orm a prestigiosa y disfruta de una referencia norm ativa diferente (cuadra­ do grande) (situación 5); otras, una de las hablas posee su norm a prestigiosa vincula­ da a una lengua norm ativa, p ero la otra puede carecer de esta últim a (situación 6). U na situación sim ilar a la descrita con el núm ero 5 es la que se da en com unidades hispanas de E stados U nidos.35 La n úm ero 6 se da en las com unidades en que el es­ pañol convive con alguna lengua indígena de cierta im portancia.36 E n am bas es usual la aparición de variedades de com prom iso (círculo interm edio) consecuencia del con­ tacto lingüístico (por ejem plo, el llam ado espanglish de las com unidades p u erto rri­ queñas de N ueva Y ork o la m edia lengua en el E cuador, mezcla de quechua y espa­ ñ o l).37 Las situaciones aquí descritas hacen ver que cualquier planificación de la lengua española ten d ría que tra ta r los siguientes aspectos: 1) 2) 3) 4)

El El El El

español español español español

ante sus variedades dialectales internas. en territorios bilingües. ante las variedades mixtas. en países de lengua oficial diferente.

La finalidad de una planificación de la lengua española E l español m erece un planificación lingüística que aporte soluciones a los m uchos problem as que se presentan a sus hablantes (y a la propia lengua) en to d o el m undo. A u n q u e son necesarias unas líneas de conducta com unes para el conjunto del te rri­ to rio hispánico, cada país requ iere una planificación adecuada a sus características y a las de sus ciudadanos.38

33. Véase M. Alvar, «Un problema de lenguas en contacto: la frontera catalano-aragonesa», Teoría lin­ güística de las regiones, Barcelona, Planeta. 1975, pp. 47-62. 34. Véase H. López Morales, Sociolingüística, 2.* ed., Madrid, Gredos, 1993, pp. 153-162. También J. P. Roña, El dialecto «fronterizo» del norte de Uruguay, Montevideo, Adolfo Linardi, 1965; A. Elizaincín, Dia­ lectos en contacto. Español y portugués en España y América, Montevideo, Arca, 1992. 35. Véase J. Amastae y L. Elías-OIivares, Spanish in the United States, Nueva York, Cambridge Uni­ versity Press, 1982; S. Poplack, «Lenguas en contacto», en H. López Morales (coord.), Introducción a la lin­ güística actual, Madrid, Playor, 1983, pp. 183-207. 36. Pensamos en lenguas como el quechua, el guaraní o el náhuatl. Véase G. de Granda, «Actitudes so­ ciolingüísticas en el Paraguay», Boletín de Filología de la Universidad de Chile, XXXI (1980-1981), pp. 787805. 37. P. Muysken, «La mezcla de quechua y castellano: el caso de la media lengua en el Ecuador», Lexis, III (1979), pp. 41-56. 38. Existen numerosos trabajos sobre la planificación lingüística en diversos lugares de Hispanoaméri­ ca. Véanse A. Herranz, Estado, sociedad y lenguaje. La política lingüística en Honduras, Tegucigalpa, Guaymuras, 1996; E. Chang-Rodríguez, «Problems for Language Planning in Perú», Word, XXXIII (1982), pp. 173192; H. Obregón Muñoz, Hacia la planificación del español de Venezuela y la determinación de una política lingüística, Caracas, Instituto Universitario Pedagógico de Caracas, 1983; S. Brice Heath, La política del len­ guaje en México, México, Instituto Nacional Indigenista, 1972; E. Fernández Arévalos, «Presupuestos para una política lingüística en el Paraguay», Caravelle, XIV (1970), pp. 23-29; P. A. Cebollero, La política lingüístico-


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Y a hem os com entado que cualquier proceso de planificación debe afrontar una doble tarea: la planificación del corpus lingüístico y la planificación de su estatus so­ cial. D esde el p u n to de vista del corpus, el criterio de la «corrección» suele o rientar el uso lingüístico, p o rq u e las com unidades necesitan y exigen una norm a «correcta» q ue seguir.39 Las A cadem ias p reten d en satisfacer esta necesidad en los países de h a ­ bla hispana, aunque si u na com unidad no dispone de una institución capaz de o rien ­ tar, busca el n o rte en el juicio personal de algunos gram áticos y lexicógrafos o en los m edios de com unicación social: pensam os en la im portancia del W ebster’s para el in ­ glés am ericano, en el influjo de la gram ática de Johnson (1755) y de la BBC en el inglés del R eino U nido o en la función de la R A I 1 en Italia. Los países am ericanos de habla española h an conocido intentos de planificación del corpus y decisiones de defender la pureza del español frente al em puje de otras lenguas de cultura; en m uchos casos, m ediante determ inadas acciones de política lin­ güística, se h a reconocido la oficialidad de unas lenguas o de otras, aunque a m en u ­ do no se ha ido m ucho m ás allá; en otras ocasiones se han puesto sobre la m esa los problem as que p lantean las variedades internas del español, especialm ente en lo que concierne a la unidad de la lengua o a la defensa de un nacionalism o lingüístico,40 aunque ra ra vez h a tenido todo ello un reflejo en la práctica.41 Las situaciones lingüísticas del m undo hispánico, esquem atizadas m ás arriba, en ­ cierran unos problem as com plicados e interesantes: cóm o tra ta r los préstam os ap o r­ tados p o r otras hablas o lenguas, qué variedad del español enseñar y en qué variedad e n señ arla,42 qué variedades deben usarse en los m edios de com unicación social, cóm o solucionar las dificultades que surgen en la actualización de las term inologías, qué estatus deberían te n e r las lenguas m inoritarias y las variedades mixtas. A l m argen de aspectos tan concretos, los objetivos generales de una planificación del español po d rían buscar lo siguiente: a) b) c)

favorecer la unidad y el enriquecim iento de la lengua; garantizar el derecho a com unicarse en esa lengua en situaciones públicas; p ro teg er el derecho a h acer un uso correcto y prestigioso de la lengua.

social en Puerto Rico, San Juan, Consejo Nacional de Enseñanza, 1945; E. Pulcinelli Orlandi (org.), Política Lingüística na América Latina, Campiñas, Pontes, 1988. Los estudios sobre uno de los aspectos básicos de la planificación, la enseñanza, son numerosísismos: M. Catrileo, «Necesidad de un programa de español como segunda lengua para estudiantes mapuches», Revista de Educación, 99 (1982), pp. 55-58; A. Najarro Arrióla, «Un nuevo enfoque para la educación bilingüe en Guatemala», Boletín de Lingüística. Universidad Rafael Landívar, 21-23, mayo-octubre (1990), pp. 2-8; J. Valle-Castillo, «Tareas lingüísticas urgentes en Nicaragua», en J. E. Arellano (ed.), El español de Nicaragua, Managua, Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica, 1992, pp. 39-46. 39. En este sentido, una de las iniciativas más importantes en Hispanoamérica fue la Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos de A. Bello (Santiago de Chile, 1847). 40. Véase, por ejemplo, M. I. Blanco de Margo, «El nacionalismo y las actitudes hacia la lengua en la Argentina», Anuario de Lingüística Hispánica, VI (1990), pp. 65-86. También R. C. Troike, «Problems of Lan­ guage Planning for Spanish in the United States», Word, XXXIII (1982), pp. 69-80. 41. La preocupación por el español en comunidades no hispánicas apenas ha ido más allá de la des­ cripción sociolingüística. Véase E. Alvarado, «Condiciones sociales del español estadounidense», Boletín de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, II-III (1977-1978), pp. 41-48. 42. Asunto siempre importante, pero que a menudo se plantea a propósito de América y de regiones españolas como Extremadura, Murcia, Andalucía o Canarias.


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E stos fines afectarían tan to a los territorios m onolingües com o a los bilingües. Los objetivos específicos serían asunto de cada nación hispanohablante. U n a planificación de la lengua española en los territorios bilingües debería a ten ­ d er al estatus que habría de ocupar respecto de las otras lenguas y a su uso en la en ­ señanza, la adm inistración, las instituciones jurídicas o los m edios de com unicación social; en otras palabras, tendría que garantizar el derecho de los ciudadanos a co­ m unicarse en esa lengua y a hacerlo de una form a correcta y adecuada. Se entiende que la política lingüística tendría que ir en consonancia con los fines planificados y pro cu rar el beneficio de los hablantes com o individuos. E n cuanto a las situaciones m onolingües, una planificación tendría que ser capaz de pro p o rcio n ar una respuesta a la siguiente pregunta, entre otras: ¿qué variedad del español hay que enseñar y cóm o hacerlo? La falta de una guía clara obliga a m uchos m aestros y profesores a buscar sus propias respuestas;43 la falta de orientaciones ge­ nerales y el desconocim iento de la realidad lingüística del español (dialectal y sociolingüística) hacen que esas respuestas no sean siem pre las m ás acertadas. E l trabajo de la escuela ha de recibir atención, porque allí se reflejan las características de la so­ ciedad, los deseos y las necesidades sociales.44 E n cualquier proceso de planificación lingüística, sobre todo cuando se tra ta de p ro p o n e r y difundir unos m odelos de lengua, es im portantísim a la función que cum ­ plen las escuelas y centros de enseñanza m edia. O curre, sin em bargo, que la escue­ la no es el m edio m ás eficaz de divulgar una no rm a y conferirle un estatus, dado que una p a rte im portantísim a de la población no p u ed e ser escolarizada o lo es insufi­ cientem ente. A h o ra bien, donde no alcanza la escuela p u ed en llegar los m edios de com unicación social. P o r eso es im p o rtan te que la variedad lingüística que allí se uti­ liza haya sido, com o m ínim o, objeto de reflexión p o r p a rte de los com unicadores. Los m edios de com unicación social p u ed en ser un instrum ento eficaz p a ra la plani­ ficación lingüística. D e m om ento, están consiguiendo que los hablantes de unas va­ riedad es conozcan o tras m uy lejanas y diferentes, lo que afecta a sus actitudes lin­ güísticas, y se están convirtiendo en paradigm a indiscutible de buen hablar, de p res­ tigio. A dem ás, si se conociera bien la lengua de la radio y la televisión, se sabría qué dirección p u e d e n tom ar, en plazos m uy breves, algunos cam bios lingüísticos, y se p o ­ drían orientar. La planificación del corpus del español se ha venido haciendo prácticam ente des­ de que se iniciaron las tareas del scriptorium supervisado por A lfonso X. E l proceso h a conocido im pulsores tan decisivos com o N ebrija, V aldés o la R eal A cadem ia E s­ pañola y siem pre ha contado con la escuela para su difusión, p ero hoy día la divul­ gación de cualquier n orm a no puede prescindir del apoyo de todos los m edios de co­ m unicación social.

43. No han sido frecuentes esfuerzos como el que hizo B. E. Vidal de Battini para apoyar a los maes­ tros de las escuelas primarias (El español de la Argentina, Buenos Aires, Consejo Nacional de Educación, 1964) o como el de A. Bello para orientar a padres y profesores («Advertencias sobre el uso de la lengua cas­ tellana», El Araucano, 1833 y 1834). 44. J. Fishman, «The Social Science Perspective», Bilingual Education: Current Perspectives, vol. 1, Arlington, Center for Applied Linguistics, 1977, p. 4.


TEORÍAS, MÉTODOS Y APLICACIONES

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Reflexiones y ejercicios 1. R ecoja y com ente artículos de prensa en que se tra ten algunos aspectos re ­ lacionados con la política lingüística. 2. D escriba el uso que se hace de cada lengua en la televisión pública de algún territo rio bilingüe, anotando la cantidad de tiem po y los tipos de program as em itidos en cada lengua. 3. ¿Q u é opina de la posición «deja tu lengua en paz»? ¿Piensa que hay que cum plirla siem pre o sólo en lo que se refiere a su uso social? ¿C onsidera im prescin­ dible la planificación del corpus? 4. R eflexione sobre la posibilidad de contribuir política o económ icam ente al m antenim iento de una docena de lenguas indígenas, habladas por unos pocos miles de personas en un país, o de facilitar su desplazam iento y asim ilación a una lengua m ayoritaria.

Orientaciones bibliográficas Es im prescindible la lectura de una trabajo clásico del ám bito de la planificación: se trata del artículo de E. H augen, «Lingüística y planificación idiom ática», en P. G arvin y Y. L astra (eds.), A ntología de estudios de etnolingüística y sociolingüística (2.a ed., M éxico, U N A M , 1974, pp. 278-302). E l m anual de Y. L astra, Sociolingüística para hispanoam ericanos (M éxico, E l C o­ legio de M éxico, 1992) ap o rta inform ación m uy útil sobre la situación lingüística de m uchos países y territorios am ericanos. Sobre la situación lingüística de E spaña, véa­ se el libro de M. E txebarría, E l bilingüismo en el Estado español (B ilbao, E diciones FB V , 1995) y el inform e del C entro de Investigaciones Sociológicas, Conocim iento y uso de las lenguas en España (M adrid, CIS, 1994); sobre la situación lingüística de otros m uchos países del m undo, véase O. U ribe Villegas, Situaciones de. multilingüism o en el m u n d o (M éxico, U N A M , 1972). C om o h a sugerido J. B orrego (trad. de S. R om aine, E l lenguaje en la sociedad, B arcelona, A riel, 1996, pp. 83-84), es interesante la com paración de los trabajos con­ tenidos en el libro de A. B astardas y E. Boix (eds.), ¿Un Estado una lengua? L a or­ ganización política de la diversidad lingüística (B arcelona, O ctaedro, 1994) y del libro de G. Salvador, Lengua española y lenguas de España (B arcelona, A riel, 1987), a lo que se p odría añadir la obra del m ism o autor, Política lingüística y sentido com ún (M adrid, Itsm o, 1992). T am bién es recom endable la lectura del capítulo III de la obra de F. M arcos M arín, R eform a y m odernización del español (M adrid, C átedra, 1979).


GLOSARIO SOCIOLINGÜÍSTICO* acontecimiento comunicativo: conjunto homogéneo de elementos comunicativos que se utilizan con un mismo propósito, hacia unos mismos interlocutores, usando una misma variedad lingüística y para tratar unos temas o asuntos determinados; macrounidad bá­ sica de la comunicación, acontecimiento del hablar: véase acontecimiento comunicativo. acrolecto: lengua dominante o lexificadora en una situación de lenguas en contacto; varie­ dad más prestigiosa. actitud lingüística: manifestación de la actitud social del individuo centrada y referida es­ pecíficamente tanto a la lengua como al uso que de ella se hace en sociedad, acto comunicativo: microunidad básica de la comunicación. acto de habla: enunciado emitido por un hablante determinado con una intención y una función determinadas, en un situación determinada y que tiene un efecto determinado; unidad básica de descripción pragmática, acto del hablar: véase acto comunicativo. acto ilocutivo: acto de habla que se realiza cuando «se dice algo» con una cierta intención o fuerza por parte del hablante, acto locutivo: acto de habla que surge en el momento en que «se dice algo», esto es, cuan­ do se emite un enunciado, acto perlocutivo: acto de habla que aparece como consecuencia del acto ilocutivo y que lo­ gra un efecto o una reacción en el oyente, alternancia de lenguas: yuxtaposición de oraciones o fragmentos de oraciones de lenguas diferentes en el discurso de un mismo hablante bilingüe, cuando cada oración está regi­ da por las reglas morfológicas y sintácticas de la lengua correspondiente. Véase cambio de código. ámbito: véase dominio. análisis de la conversación: corriente de investigación que incorpora los principios de la et­ nometodología norteam ericana y que se caracteriza por el manejo de una serie de téc­ nicas de análisis empírico de aplicación previa a la construcción de cualquier formula­ ción teórica. El método de trabajo es de naturaleza inductiva y está basado en el estu­ dio de grabaciones de lengua hablada recogidas en contextos naturales, análisis del discurso: corriente de investigación aparecida en los años sesenta y muy culti­ vada en el Reino Unido que se caracteriza por el empleo de principios y conceptos pro­ pios de la lingüística y que procede aislando las unidades del discurso o categorías bási­

* Este glosario no busca la exhaustividad, sino la fácil localización de algunos de los conceptos más im­ portantes de la sociolingüística y la sociología del lenguaje. El índice de materias permite acceder a otros mu­ chos términos y definiciones.


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cas y estudiando su combinación y funcionamiento en secuencias bien formadas que dan lugar a discursos coherentes. Este tipo de estudios busca la integración de todas las uni­ dades lingüísticas en la estructura del discurso mediante un procedimiento elemental que consiste en proponer una formalización previa para ir comprobando, posteriormente, cómo se ajustan a ella los datos concretos, argot: véase jerga. autonomía: atributo de los sistemas lingüísticos únicos e independientes (W. Stewart). basilecto: lengua pidgin o criolla que constituye el inicio de un proceso de aproximación a la lengua dominante o acrolecto; variedad más alejada del acrolecto. bilingüe: persona que, además de su primera lengua, tiene una competencia parecida en otra lengua y que es capaz de usar una u otra en cualquier circunstancia con parecida eficacia (M. Siguán y W. F. Mackey). bilingüismo: dominio pleno, simultáneo y alternante de dos lenguas. Dominio nativo de dos lenguas (L. Bloomfield). Uso de expresiones completas y con significado en otras lenguas (E. Haugen). Práctica de dos lenguas usadas alternativamente (U. Weinreich). bilingüismo activo: capacidad del hablante para utilizar activamente al menos las destrezas básicas en dos lenguas (entender, hablar), bilingüismo ambiental: bilingüismo que es consecuencia del contacto de dos lenguas, cuan­ do una de ellas, generalmente la del Estado, tiene un carácter expansivo por su mayor peso demográfico y cultural (A. Badía). bilingüismo compuesto: bilingüismo que consiste en la coincidencia en el significado de las palabras equivalentes de dos lenguas, bilingüismo coordinado: bilingüismo que consiste en la separación de los significados de las palabras equivalentes de dos lenguas, bilingüismo equilibrado: bilingüismo que consiste en poseer una alta competencia en dos lenguas que se manejan con similar facilidad y eficacia. Bilingüismo en su grado más de­ sarrollado. bilingüismo natural: bilingüismo de los niños cuyos padres hablan lenguas diferentes (A. Badía). bilingüismo pasivo: capacidad del hablante para entender una lengua (primera destreza) dominando las destrezas básicas en otra, bilingüismo subordinado: bilingüismo que consiste en la coexistencia de una lengua domi­ nante y una lengua dominada: las palabras de la lengua dominada se interpretan desde las palabras equivalentes de la lengua dominante. cambio de código: véase alternancia de lenguas. cambio de lengua: proceso por el cual una comunidad ha decidido colectivamente dejar de utilizar la lengua o las lenguas que ha usado tradicionalmente y ha pasado a utilizar una nueva lengua. Véase sustitución de lenguas. cambio desde abajo: difusión de un cambio que se realiza, incluso de forma inconsciente, dentro de un subgrupo de nivel social bajo, cuando la variable lingüística se puede trans­ formar en un indicador, una característica de grupo que no está sometida a variación es­ tilística. cambio desde arriba: difusión de un cambio cuando el subgrupo que inicia el cambio es el de mayor estatus de la comunidad; en este caso, el cambio puede llegar a ser un mode­ lo de prestigio del que la comunidad es plenamente consciente, cambio fónico regular: resultado de una transformación gradual de un solo rasgo fonético de un fonema en un espacio fonético continuo; es característico de las etapas iniciales de un cambio que se desarrolla dentro de un sistema lingüístico, sin condicionamiento lé­ xico o gramatical ni ningún grado de conciencia social (W. Labov).


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cambio lingüístico: proceso de modificación de una característica lingüística, código elaborado: en la «teoría del déficit», conjunto de características psico-sociolingüísticas que están más orientadas hacia la persona como tal que hacia la posición del indi­ viduo dentro de un grupo, y que son pocos predecibles. Este código es lingüísticamente más complejo, variado, culto y prestigioso que el código restringido, código restringido: en la «teoría del déficit», conjunto de características psico-sociolingüísticas que están orientadas hacia la posición del individuo dentro de un grupo, y que son bastante predecibles. Este código es lingüísticamente menos complejo, variado, culto y prestigioso que el código elaborado, coherencia: propiedad por la cual los hablantes comprenden los textos y los perciben como una unidad compuesta por una serie de partes relacionadas entre sí y con el contexto en que se producen. cohesión: relación específica entre las partes de un texto, que permite su identificación como elementos de una unidad superior llamada texto, complejo polilectal: conjunto de lectos. Interpretación dinámica de la variación lingüística en la que ésta se manifiesta en los estadios intermedios de la difusión de un cambio, an­ tes de que la innovación se convierta en un hecho categórico y totalmente generalizado, comunidad de habla: conjunto de hablantes que comparten al menos una variedad lin­ güística, unas reglas de uso, una interpretación de ese uso, unas actitudes y una misma valoración de las formas lingüísticas, comunidad idiomática: conjunto de hablantes de una lengua histórica, comunidad lingüística: conjunto de hablantes de una lengua en un momento y en un terri­ torio determinados. continuum poscriollo: proceso de descriollización que se da cuando el criollo convive con la lengua dominante y que lleva al abandono paulatino del criollo y al acercamiento a la lengua dominante. convergencia: transferencia de estructuras gramaticales de una lengua a otra cuando el re ­ sultado de tal proceso no es agramatical. Aproximación de determinados elementos de la gramática de la lengua B a la gramática de la lengua A. En la «teoría de la acomo­ dación del habla», proceso de aproximación a una variedad o unos usos lingüísticos de­ terminados. corpus: véase muestra. deslealtad lingüística: estado o sentimiento del monolingüe que reniega de su propia len­ gua o de su uso, en un deseo de aproximarse a los sentimientos y actitudes de los que son leales a su lengua, especialmente cuando ésta es minoritaria, desplazamiento de una lengua: proceso que puede culminar en la sustitución de una len­ gua; abandono del uso de una lengua en ciertos contextos en beneficio de otra. Véase sustitución de lenguas. determinismo lingüístico: véase hipótesis Sapir-Whorf. dialecto: sistema de signos desgajado de una lengua común, viva o desaparecida, norm al­ m ente con una concreta delimitación geográfica, pero sin una fuerte diferenciación fren­ te a otros de origen común; de modo secundario, pueden llamarse dialectos las estruc­ turas lingüísticas, simultáneas a otras, que no alcanzan la categoría de lengua (M. A l­ var). Sistema lingüístico tal y como se manifiesta en un territorio determinado, dialecto social: véase sociolecto. difusión léxica: resultado de la abrupta sustitución de un fonema por otro en palabras que contienen ese fonema; es más característico de las etapas tardías de un cambio interno que ha quedado diferenciado por condicionamiento léxico y gramatical, o ha desarrollado un alto grado de conciencia social o de préstamos de otros sistemas (W. Labov).


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diglosia: situación lingüística relativamente estable en la cual, además de los dialectos pri­ marios de la lengua (que puede incluir una lengua estándar o estándares regionales), hay una variedad superpuesta, muy divergente, altamente codificada (a menudo gramatical­ m ente más compleja), vehículo de una considerable parte de la literatura escrita ya sea de un período anterior o perteneciente a otra comunidad lingüística, que se aprende en su mayor parte a través de una enseñanza formal y se usa en forma oral o escrita para muchos fines formales, pero que no es empleada por ningún sector de la comunidad para la conversación ordinaria (Ch. Ferguson). diglosia amplia: situación en la que se reservan los segmentos más estimados del reperto­ rio lingüístico de una comunidad (que no son los primeros que se aprenden, sino que se aprenden más tarde y más conscientemente, normalmente en la educación formal) para las situaciones que se sienten como más formales y distantes, y se reservan los segmen­ tos menos valorados (que son los primeros que se aprenden, con poco o ningún esfuer­ zo consciente), lo cuales pueden tener cualquier grado de relación lingüística con los seg­ mentos más valorados (desde diferencias lingüísticas hasta ser diferentes lenguas), para las situaciones percibidas como más informales e íntimas (R. Fasold). discurso: manifestación de un texto; texto en sentido exclusivamente sintáctico-semántico, esto es, sin tener en cuenta sus características pragmáticas, dominio: ámbito de uso lingüístico que es significativo social y funcionalmente y que, a me­ nudo, está institucionalizado. elección de lengua: fenómeno por el cual una comunidad puede decidir colectivamente m antener la lengua o las lenguas que ha usado tradicionalmente o abandonarlas, espe­ cialmente en una situación en la que se puede producir un cambio, enunciación: acción de usar la lengua para la comunicación. enunciado: acto individual de comunicación; realización en el habla de la enunciación, estandarización: proceso que consiste en dotar a una lengua de una ortografía, una gra­ mática y un diccionario. Codificación y aceptación de un conjunto de normas que defi­ nen los usos correctos dentro de una comunidad, estereotipo: variable muy marcada socialmente de forma consciente, que suele caracteri­ zar a ciertos grupos sociales, generalmente los más bajos, y que, por estar estigmatiza­ da, corre peligro de desaparición dentro de una comunidad de habla, estilo: variedad o conjunto de rasgos lingüísticos que se ajusta a una situación o a unas cir­ cunstancias contextuales determinadas, tanto personales como no personales, etnometodología: escuela sociológica representada, entre otros, por A. Cicourel y H. G ar­ finkel, que sostiene que la realidad social no es un hecho consumado, sino una realiza­ ción continuada que surge de unas actividades rutinarias y de un conocimiento tácito de las mismas realidades sociales, eufemismo: palabra o expresión que evita el uso de una forma tabú. forma interior del lenguaje: característica profunda e intrínseca de la lengua, por la cual ésta conforma el pensamiento y expresa el espíritu nacional de un pueblo, su ideología, su forma de ser y su visión del mundo. Cada lengua posee una forma interior, previa a toda articulación, que siempre la determina, de ahí que se pueda sostener que a dife­ rentes lenguas, distintas mentalidades, formalidad: conducta guiada por unos criterios de máximo respeto hacia las normas so­ ciolingüísticas y hacia lo prestigioso. geolecto: sistema lingüístico tal y como se manifiesta en un territorio determinado. Véase dialecto. gramática comunitaria: competencia sociolingüística de una comunidad de habla.


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gramática individual: competencia sociolingüística de un hablante que le permite conocer las condiciones en que se produce la variación lingüística dentro de su comunidad de habla. habla local: estructura lingüística de rasgos poco diferenciados, pero con matices caracte­ rísticos dentro de la estructura regional a la que pertenece y cuyos usos están delimita­ dos a pequeñas circunscripciones geográficas (M. Alvar), habla regional: conjunto de peculiaridades expresivas propias de una región determinada, cuando carecen de la coherencia que tiene el dialecto (M. Alvar), hipercorrección desde abajo: uso de una variable más allá de lo esperado para un grupo de nivel social bajo, especialmente cuando esa variable pasa a otras generaciones, hipercorrección desde arriba: uso de una variable por parte de los estatus inferiores, prin­ cipalmente las clases medias, cuando, en un intento de ajustarse al modelo de prestigio, sobrepasan la frecuencia de los usos del grupo más prestigiado o de estatus más alto, hipótesis de la norma impuesta: una variedad puede ser valorada por sí misma como m e­ jor o más atractiva que otra si es hablada por un grupo con mayor prestigio, hipótesis de la pidginización: existe una analogía entre los procesos que subyacen a la pid­ ginización y las primeras etapas de adquisición de una segunda lengua. J. Schumann piensa que las diferencias psicológicas y sociales entre el grupo al que pertenece el es­ tudiante y el grupo cuya lengua está siendo adquirida pueden determinar el proceso de adquisición de una segunda lengua, hipótesis del tiempo aparente: los usos lingüísticos de una generación no se ven apenas afectados por el paso del tiempo, esto es, se mantienen prácticamente inalterados y pue­ den ser confrontados con los usos de otras generaciones, siempre que se trate de comu­ nidades estables. hipótesis del valor inherente: existe la posibilidad de comparar dos variedades y de que al­ guna de ellas sea considerada como mejor o más atractiva que la otra per se. hipótesis Sapir-Whorf: propuesta basada en dos principios: el determinismo lingüístico y la relatividad lingüística. El principio del determinismo establece que la lengua tiene la ca­ pacidad de determ inar el pensamiento, lo que viene condicionado por la relatividad lin­ güística: el mundo ofrece un conjunto complicado de imágenes que las mentes de los in­ dividuos perciben y organizan a través de un patrón útil para toda una comunidad de hablantes y que está codificado en las estructuras de su lengua. Así pues, la organización del conocimiento viene determ inada directamente por la estructura lingüística. Las len­ guas m uestran entre sí diferencias estructurales muy llamativas: no todas tienen unas mismas categorías gramaticales ni las expresan formalmente de la misma manera; algu­ nas lenguas disponen de muchos vocablos para referirse a realidades que en otras len­ guas reciben un solo nombre. Todas esas diferencias contribuyen a que la visión del m undo y la organización del conocimiento sea muy diferente de una cultura a otra, aun­ que las disimilitudes no excluyen la posibilidad de que existan universales, historicidad: característica de los sistemas lingüísticos que son o se consideran resultado de un desarrollo regular a lo largo del tiempo. identidad: característica o conjunto de características que permiten diferenciar un grupo de otro, una etnia de otra, un pueblo de otro, implicatura: conjunto de elementos que se transmiten con el enunciado y que no corres­ ponden a su contenido proposicional; son los contenidos implícitos, lo que se comunica en un enunciado junto a lo que se dice, indicador: variable lingüística cuyo uso se distribuye entre los grupos sociales de una co­ munidad, que hacen un uso regular de ella sin someterla a variación estilística, informante: hablante que forma parte de una muestra. H ablante analizado.


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inmersión lingüística: modelo de enseñanza que consiste en realizar toda la enseñanza in­ fantil y primaria en una segunda lengua, cuando los niños tienen como prim era lengua una lengua de prestigio o mayoritaria. inseguridad lingüística: característica que surge cuando lo que el hablante considera como correcto o adecuado no coincide con los usos espontáneos del mismo hablante, interacción comunicativa: serie de acciones comunicativas en la que varios individuos se ven implicados alternativa o simultáneamente como agentes, interferencia: desviación respecto de las normas de una lengua que ocurre en el habla de los individuos bilingües como resultado de la familiaridad con más de una lengua, interlengua: estado intermedio entre el código de la lengua m aterna y el de una segunda lengua que se caracteriza por su inestabilidad. jerga: conjunto de rasgos lingüísticos, generalmente artificiosos, utilizados con una inten­ ción críptica o esotérica. Conjunto de rasgos lingüísticos que caracterizan a un grupo so­ cial determinado: estudiantes, deportistas, funcionarios, pescadores, etc. (argot). Con­ junto de'usos característicos de un grupo profesional, cuya comunicación puram ente profesional no tiene una intención o un carácter crípticos, a pesar de que su dominio co­ rresponde normalmente a individuos iniciados (tecnolecto). lealtad lingüística: toda lengua, como toda nacionalidad, puede ser considerada como un conjunto de normas de comportamiento; la lealtad lingüística, como el nacionalismo, de­ signa el estado mental en que la lengua (como la nacionalidad), en su calidad de enti­ dad intacta y en contraposición a otras lenguas, ocupa una posición elevada en la esca­ la de valores, posición que necesita ser «defendida» (U. Weinreich). lecto: véase variedad. lengua: sistema lingüístico del que se vale una comunidad hablante y que se caracteriza por estar fuertem ente diferenciado, por poseer un alto grado de nivelación, por ser vehícu­ lo de una im portante tradición literaria y, en ocasiones, por haberse impuesto a sistemas lingüísticos de su mismo origen (M. Alvar), lengua criolla: variedad creada a partir de una lengua pidgin, cuando el contacto se pro­ longa y estabiliza, dando lugar a una comunidad de habla, lengua especial: lengua que no reúne las características de la lengua principal ni de la minoritaria y que puede servir para fines muy diversos: religión, literatura, lengua franca. lengua estándar: variedad lingüística de una comunidad que no está marcada ni dialectal, ni sociolingüística ni estilísticamente, lengua franca o lingua franca: variedad lingüística utilizada para la comunicación entre personas cuyas lenguas maternas son diferentes, lengua internacional: variedad lingüística utilizada en diversos países cuyos habitantes dis­ ponen de ella como lengua materna, lengua minoritaria: lengua m aterna de más del 5 % de una población (o de más de 100.000 personas) y que se usa como lengua de instrucción más allá de los estudios primarios, lengua pidgin: variedad aparecida como desarrollo característico de ciertos tipos de con­ tactos lingüísticos y sociales, que dan lugar a soluciones en las que se combina el voca­ bulario de una lengua con la gramática de otra, lengua principal: lengua m aterna de más del 25 % de una población (o de más de un mi­ llón de personas), que es lengua oficial de un país y que es enseñada en la instrucción secundaria, al menos a la mitad del alumnado, léxico mental: conjunto de unidades o entradas en las que se recoge toda la información lingüística (semántica, gramatical, fonológica) de cada elemento léxico, así como la re­ presentación mental y conceptual correspondiente.


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lingüística textual: estudio científico de los procesos de constitución y comprensión del tex­ to, de la estructura interna de éste y de sus relaciones con la situación en que se produ­ ce (E. Bernárdez). mantenimiento de lengua: proceso por el cual una comunidad ha decidido colectivamente utilizar la lengua o las lenguas que ha usado tradicionalmente, especialmente en una si­ tuación en la que se ha podido producir un cambio, marcador: variable lingüística que caracteriza a una comunidad de habla y que se mani­ fiesta de una forma regular y estratificada, tanto social como estilísticamente. matched guise (técnica): método para la medición de las actitudes lingüísticas, propuesto por Wallace Lambert. En español se denomina técnica de pares ocultos, de las másca­ ras o de los pares falsos, memoria semántica: sistema conceptual único, conectado a dos almacenes léxicos, que se puede activar a voluntad del hablante, mercado lingüístico: ámbito de conductas dependientes de las actitudes socioeconómicas de los individuos, en el que los hablantes que desempeñan ciertas profesiones tienden a hacer un uso normativo de la lengua, mientras que otros no lo hacen o no necesitan ha­ cerlo. microacontecimiento o acto comunicativo: elemento de un acontecimiento comunicativo que se corresponde con una función comunicativa (afirmar, ordenar, preguntar, respon­ der, saludar). muestra: conjunto de datos, individuos o elementos seleccionados para el análisis. narración: representación de experiencias pasadas mediante una serie ordenada de ora­ ciones que presentan la secuencia temporal de esas experiencias o de unos aconteci­ mientos determinados, nivel de lengua: manifestación de la lengua tal y como se produce en un nivel social de­ term inado (nivel culto, nivel medio, nivel popular). par de adyacencia: secuencia formada por dos turnos adyacentes, producidos por hablan­ tes diferentes, ordenados en una primera y una segunda parte y, en general, tipificados. El par prototípico es pregunta-respuesta, paradoja del observador: la sociolingüística aspira a estudiar la lengua que se usa en una comunidad cuando los hablantes no se sienten sistemáticamente observados, pero sólo se puede estudiar esa lengua mediante la observación directa, paradoja histórica: el fin de la lingüística histórica es explicar las diferencias que existen entre el pasado y el presente; pero, al determinar hasta qué punto el pasado fue distin­ to del presente, no hay forma de saber cómo fue de diferente (W. Labov). patrón de estratificación sociolingüística: representación del modo en que se distribuye o estratifica una variable lingüística al ser correlacionada con una variable social, sobre todo con la «clase social» y el «nivel sociocultural». planificación lingüística: preparación y puesta en práctica de un plan destinado a orientar, desarrollar o determ inar el uso de una o más lenguas en una comunidad, poder: valor derivado de las las funciones, las estrategias y los contactos sociales, que su­ pone una relación no recíproca entre dos personas, al menos; la no reciprocidad puede estar basada en muchas y muy diferentes realidades: la riqueza, la edad, la posición so­ cial, la fuerza física, entre otras; de las dos personas, como mínimo, que entran en rela­ ción, una será considerada como «superior» y la otra como «inferior», poliglosia: situación semejante a la diglosia, en la que son más de dos las variedades que entran en el juego de la distribución funcional y social.


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polimorfismo: coexistencia, en la lengua de un hablante, de dos o más variantes fonéticas o morfológicas de una misma palabra, utilizadas para expresar el mismo concepto, cuan­ do la elección de uno u otro elemento es independiente del condicionamiento articula­ torio o de cualquier intención expresiva (J. Alliéres). prestigio: proceso de concesión de estima y respeto hacia individuos o grupos que reúnen ciertas características y que lleva a la imitación de las conductas y creencias de esos in­ dividuos o grupos. principio de cooperación: norma que aceptan los participantes en cualquier interacción co­ municativa para facilitar su desarrollo y hacer posible su éxito respecto a unas expecta­ tivas e intereses. El principio requiere de los interlocutores que contribuyan a la con­ versación adecuándola a un propósito y en una dirección, principio de uniformidad: el conocimiento de los procesos lingüísticos que se dieron en el pasado puede ser inferido de la observación de los procesos que se están produciendo en el presente. principio de la anterioridad semántica: la palabra es anterior a la cosa; por tanto la pala­ bra no es seleccionada necesariamente por factores externos, sino que es ella la que es­ tablece el modo en que esos factores han de entenderse (R. Trujillo). principio de la comunidad de habla: véase comunidad de habla. principio de la cuantificación: para establecer relaciones entre variables lingüísticas y va­ riables sociales se requieren métodos cuantitativos, principio de la identidad semántica: un texto o una palabra sólo pueden ser iguales a sí mismos, de ahí que las equivalencias, como las semejanzas, no existan en el plano del significado; además la identidad sem ántica de los signos o de las construc­ ciones no varía en función del contexto, sino que determ ina su sentido contextual (R. Trujillo). principio de la representatividad: el habla de una muestra debe ser representativa de un grupo social o de una comunidad, principio de la variación diafásica: una variante diafásica o estilo de habla es una posibili­ dad de actuación comunicativa, capaz de expresar un determinado grado de formalidad, que el hablante selecciona según la forma en que se presentan diversos factores perso­ nales y no personales. principio de la variación sociolingüística: los usos lingüísticos variables —fonéticos, gra­ maticales o léxico-semánticos— pueden covariar con otros elementos lingüísticos o ex­ tralingüísticos. principio de la vinculación de los niveles sociales: el estudio de las relaciones sociales en un micronivel deb» estar vinculado al estudio de estructuras sociales más amplias, den­ tro de las cuales se insertan las relaciones del micronivel. principio del dialecto: el dialecto es una propiedad de una comunidad, principio del estudio del uso lingüístico: un análisis del uso lingüístico, para ser adecuado, debe tener en cuenta la sociedad, la situación y la relación hablante-oyente, principio del uso lingüístico: el uso lingüístico (natural) sólo puede tener lugar en contex­ tos sociales y situacionales. red social: sistema de relaciones directas entre individuos que actúa como un mecanismo para intercambiar bienes y servicios. Las redes poseen diversos grados de densidad y de multiplicidad. registro: variedad lingüística según el uso que de ella se hace en situaciones concretas (M. A. K. Halliday). Véase estilo. regla variable: regla que incluye información lingüística y sociolingüística sobre un fenó­ meno de variación, indicando las probabilidades de que el fenómeno se manifieste de una forma determinada en unas condiciones sociolingüísticas y estilísticas determinadas.


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relatividad lingüística: véase hipótesis Sapir-Whorf. ritual: conjunto de rutinas, generalmente de gran significación social, que no suelen apa­ recer en la comunicación diaria (por ejemplo, los rituales religiosos). En psicología so­ cial, expresión que forma parte de la conversación diaria y que suele repetirse de acuer­ do con unas convenciones sociales y comunicativas, rutinas: expresión que forma parte de la conversación diaria y que suele repetirse de acuer­ do con unas convenciones sociales y comunicativas. sabir: variedad cuyo léxico se limita a un ámbito concreto. Véase lengua pidgin. semilingüismo: uso precario de al menos una de dos lenguas que entran en contacto, ge­ neralmente en un contexto de enseñanza-aprendizaje de lenguas, situación comunicativa: contexto en que se produce una comunicación; lugar y momento en que interactúan dos o más individuos o participantes, sociolecto: variedad o conjunto de rasgos lingüísticos que caracterizan a un grupo social, especialmente a un estrato social, solidaridad: valor derivado de la relaciones y las funciones sociales que supone una rela­ ción simétrica entre dos personas, al menos, sumersión lingüística: modelo de enseñanza que consiste en escolarizar en una lengua ma­ yoritaria, sin tener en cuenta la lengua materna, cuando se tiene como primera lengua una lengua de poco prestigio o minoritaria, sustitución de lenguas: proceso por el cual una comunidad ha decidido colectivamente de­ jar de utilizar la lengua o las lenguas que ha usado tradicionalmente y ha pasado a uti­ lizar una nueva lengua. Abandono de una lengua en beneficio de otra. tabú: palabra o expresión cuyo uso social se evita por estar mal vista o por ser ofensiva, tecnolecto: véase jerga. transferencia: influencia que una lengua ejerce sobre otra. Uso, en una lengua B, de una rasgo característico de la lengua A. En el terreno de la gramática, las transferen­ cias dan lugar a resultados agramaticales en la lengua B y a reestructuraciones de su sistema. turno de palabra: discurso de un hablante en conversación que es consecuencia de un re­ parto alternativo entre dos interlocutores: turno de A - turno de B - turno de A - turno de B. Los turnos se construyen sobre unidades de complejidad diversa (oraciones, cláu­ sulas, sintagmas) que se identifican por medios prosódicos. VA RBRU L: familia de programas informáticos destinados al análisis probabilístico de la variación lingüística. variable dependiente: variable lingüística tratada como objeto de estudio, en relación con otras variables, lingüísticas o extralingüísticas, capaces de explicarla, variable explicativa o independiente: variable lingüística o social que, puesta en relación con una variable dependiente, contribuye a explicarla, variable lingüística: conjunto de equivalencia de realizaciones o expresiones patentes de un mismo elemento o principio subyacente (H. Cedergren; H. López Morales), variable social: rasgo o factor de naturaleza social que se manifiesta de modos diversos (sexo, edad, profesión, etc.), variable sociolingüística: conjunto de equivalencia de realizaciones o expresiones de un mismo elemento cuyo uso está condicionado por factores lingüísticos y sociales, variación estilística: alternancia de dos o más expresiones de un mismo elemento que n r supone ningún tipo de alteración o de cambio de naturaleza semántica y que se explica por la incidencia de los elementos personales y no personales que concurren en la co­ municación.


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variación geolingüística: alternancia de dos o más expresiones de un mismo elemento que no supone ningún tipo de alteración o de cambio de naturaleza semántica y que se ex­ plica por razones geográficas, variación histórica: alternancia de dos o más expresiones de un mismo elemento que no supone ningún tipo de alteración o de cambio de naturaleza semántica y que se explica por razones históricas. variación lingüística: alternancia de dos o más expresiones de un mismo elemento que no supone ningún tipo de alteración o de cambio de naturaleza semántica, variación sociolingüística: alternancia de dos o más expresiones de un mismo elemento que no supone ningún tipo de alteración o de cambio de naturaleza semántica y que está condicionada por factores lingüísticos y sociales, variante lingüística: realización o expresión de una variable o un elemento lingüístico, variante social: manifestación de una variable social. variedad lingüística: manifestación del fenómeno llamado lenguaje que se define como un conjunto de elementos lingüísticos de similar distribución social (R. Hudson). Conjunto de patrones lingüísticos lo suficientemente homogéneo como para ser analizado me­ diante técnicas lingüísticas de descripción sincrónica; tal conjunto está formado por un repertorio de elementos suficientemente extenso y puede operar en todos los contextos normales de comunicación (Ch. Ferguson). vernáculo: variedad adquirida normalmente durante la infancia como lengua m aterna, es­ pecialmente cuando carece de una norma prescriptiva, tanto en la ortografía, como en el léxico o en la gramática. Lengua hablada en un lugar determinado, vitalidad: uso real de una variedad por parte de una comunidad de hablantes nativos (W. Stewart). zona de transición: parte del turno de un hablante en la que el interlocutor puede iniciar su turno, aunque no sea obligatorio; final reconocible de las unidades de turno sobre la que se aplica una serie de normas cuya misión es regular el mecanismo del intercambio de turnos entre interlocutores.


ÍNDICE Introducción

.................................................................................................................................... .......11

P rimera

parte

LA VARIACIÓN EN LA LENGUA 1.

La variación en los niveles de la lengua ......................................................................... .......17 Lengua y variabilidad .......................................................................................................... .......17 Comunidad de habla ....................................................................................................................19 Variación fonético-fonológica ............................................................................................ .......20 Variación gramatical: morfología y sintaxis ............................................................................24 Variación léxica ...........................................................................................................................28 Variables lingüísticas y extralingüísticas ......................................................................... .......30 Reflexiones y ejercicios .............................................................................................................31 Orientaciones bibliográficas .............................................................................................. .......32

2.

La variación sociolingüística. Las variables sociales ...................................................... .......33 Variación sociolingüística ................................................................................................... .......33 La variable social «sexo» ................................................................................................... .......34 La variable social «edad» ..................... ............................................................................. .......40 La variable «clase social» ................................................................................................... .......45 La variable «nivel de instrucción» ..................................................................................... .......55 La variable social «profesión» ............................................................................................ .......60 La procedencia y los barrios .............................................................................................. .......62 Raza y etnia ..................................................................................................................................64 Estructura social y estructura lingüística ......................................................................... .......67 Reflexiones y ejercicios .............................................................................................................69 Orientaciones bibliográficas .............................................................................................. .......69

3.

Patrones de estratificación sociolingüística ............................................................................71 Variación sociofonética ...............................................................................................................71 Variación sociogramatical ............................ ...................................................................... .......77 Variación socioléxica .......................................................................................................... .......79

i


ÍNDICE

Reflexiones y ejercicios ....................................................................... Orientaciones bibliográficas ................................................................

82 83

Variedades lingüísticas ......................................................................... El concepto de variedad ....................................................................... Lengua y dialecto .................................................................................. Clases de lenguas ................................................................................... Dialecto, sociolecto y nivel .................................................................. Estilo y registro ..................................................................................... Variedades especiales: las jergas ......................................................... Reflexiones y ejercicios ....................................................................... Orientaciones bibliográficas ................................................................

85 85

86 89 91 92 103 105 105

El cambio lingüístico visto desde la sociolingüística ..................... Variación y cambio lingüístico ........................................................... El mecanismo del cambio lingüístico ............................................... La teoría de la onda .............................................................................. Cambio fónico regular y difusión léxica ........................................... El estudio del cambio en tiempo real y en tiempo aparente Reflexiones y ejercicios ....................................................................... Orientaciones bibliográficas ................................................................

107 107 109

El concepto de variación .................................................................... Variación y significado ......................................................................... Variación y polimorfismo .................................................................... Hacia una teoría de la variación ......................................................... El lugar de la variación sociolingüística dentro de la lengua Gramática individual, gramática comunitaria y complejo polilectal

121 121

111 114 115 119 119

Reflexiones y ejercicios ....................................................................... Orientaciones bibliográficas ................................................................

124 125 129 131 133 134

Principios generales de sociolingüística

135

.............................................

S egunda

parte

LA LENGUA EN SU USO SOCIAL Interacción comunicativa y cortesía .................................................. La sociolingüística y el estudio de la interacción comunicativa . . Sociolingüística y pragmática ............................................................. La cortesía .............................................................................................. El poder, la solidaridad y las formas de tratamiento ..................... La acomodación o adaptación del habla .......................................... Reflexiones y ejercicios ....................................................................... Orientaciones bibliográficas ................................................................

141 141 142 145 149 155 156 157


ÍNDICE

397

9.

Discurso y conversación ................................................................................ ' ................... .....159 Análisis del discurso y análisis de conversación ........................................................... .....159 La conversación: caracterización general ......................................................................... .....162 Sociolingüística de los rituales de acceso ......................................................................... .....167 El turno de habla ................................................................................................................. .....169 La narración oral ................................................................................................................. .....172 Reflexiones y ejercicios ...........................................................................................................175 Orientaciones bibliográficas ....................................................................................................176

10.

Actitudes lingüísticas .......................................................................................................... .....179 Actitud, identidad y conciencia lingüísticas ..........................................................................179 Interpretación y componentes de las actitudes lingüísticas ........................................ .....182 Medida de la actitud ..................................................................................................................186 El concepto de prestigio ...........................................................................................................189 Reflexiones y ejercicios ...........................................................................................................192 Orientaciones bibliográficas .............................................................................................. .....193

11.

Lengua, cultura y pensamiento ...............................................................................................195 Las lenguas y la visión del mundo ........................................................................................195 Diversidad lingüística y diversidad cultural ..........................................................................198 Tabú y eufemismo .................................................................................................'..................201 Competencia lingüística, competencia comunicativa y competencia cultural ...............203 Traducción de lenguas / traducción de culturas ...................................................................206 Reflexiones y ejercicios ...........................................................................................................207 Orientaciones bibliográficas .............................................................................................. .....208

T ercera

parte

LA COEXISTENCIA DE LENGUAS Y SOCIEDADES 12.

Bilingüismo ............................................................................................................................... 211 La definición de bilingüismo .............................................................................................. .... 211 El bilingüismo individual. Clases de bilingüismo ........................................................... .....212 El bilingüismo social ..................................................................................................................215 Efectos y consecuencias del bilingüismo ...............................................................................218 Aspectos educativos del bilingüismo ................................................................................ .....220 Reflexiones y ejercicios .......................................................................................................... 223 Orientaciones bibliográficas .............................................................................................. .....223

13.

Diglosia .................................................................................................................................. .....225 La diglosia del griego y del árabe ..................................................................................... .....225 Delimitación teórica del concepto de diglosia .....................................................................227 Lenguas y dialectos como variedades A y B en situaciones diglósicas ..................... .....231 Bilingüismo y diglosia .......................................................................................................... .....233 Poliglosia .....................................................................................................................................235 Las lenguas y sus funciones .............................................................................................. .....237


*

398

ÍNDICE

Reflexiones y ejercicios ..........................................................................................................238 Orientaciones bibliográficas ...................................................................................................239 14.

Elección, mantenimiento y sustitución de lenguas .............................................................241 Elección de lengua ............................................................................................................... .... 241 Aspectos sociológicos de la elección de lengua .................................................................. 242 Aspectos psicolingüísticos y psicosociológicos de la elección de lenguas ..................... 247 Sustitución y mantenimiento de lenguas ......................................................................... ....250 Lealtad y deslealtad lingüísticas ....................................................................................... .... 251 Consecuencias de la sustitución de lenguas: deterioro y mortandad ............................253 Reflexiones y ejercicios ..........................................................................................................254 Orientaciones bibliográficas .............................................................................................. ....254

15.

Lenguas en contacto .................................................................................................................257 Consecuencias lingüísticas del contacto de lenguas ...........................................................257 Los conceptos de sustrato, superestrato y adstrato ...................................................... ....259 Las aportaciones de Uriel Weinreich .............................................................................. ....260 Interferencia y convergencia .............................................................................................. ....263 El préstamo léxico ............................................................................................................... ....265 Alternancia y mezcla de lenguas ....................................................................................... ....268 Condiciones del cambio de código .......................................................................................272 Reflexiones y ejercicios ..........................................................................................................274 Orientaciones bibliográficas .............................................................................................. ....274

16.

Lenguas pidgin y lenguas criollas ..................................................................................... ....277 Lenguas francas, lenguas pidgin, lenguas criollas ......................................................... ....277 Los procesos de pidginización y de criollización ........................................................... ....279 Características lingüísticas de los sabires y los criollos ....................................................282 El origen de las lenguas pidgin y criollas ....................................................................... ....284 Los criollos hispánicos: papiamento, palenquero, chabacano ...................................... ....285 Reflexiones y ejercicios ..........................................................................................................290 Orientaciones bibliográficas ...................................................................................................290

C uarta

parte

TEO RÍA S, M ÉTODOS Y APLICACIONES 17.

Sociolingüística, sociología del lenguaje y etnografía de la comunicación ...................295 El desarrollo de la sociolingüística moderna .................................................................. ....295 Sociolingüística y sociología del lenguaje ....................................................................... ....300 La etnografía de la comunicación ..................................................................................... ....301 Aportaciones y problemas de la etnografía de la comunicación ............................... ....303 Orientaciones bibliográficas ...................................................................................................305

18.

Teoría y métodos de la sociolingüística variacionista V a ria c io n ism o y cu an tificació n

......................................

307 307


ÍNDICE

399

Variación y teoría lingüística ............................................................................................ Desarrollo de las técnicas cuantitativas en la sociolingüística variacionista ............ El modelo estadístico .......................................................................................................... Orientaciones bibliográficas ..............................................................................................

308 310 314 318

19.

Sociolingüística aplicada a la enseñanza de lenguas .................................................... Enseñanza de lenguas y sociolingüística ......................................................................... Etnografía de la comunicación y enseñanza de lenguas ............................................... Sociología del lenguaje y enseñanza de lenguas ........................................................... Variacionismo y enseñanza de lenguas ............................................................................ La enseñanza y el contacto de lenguas ' ............................................................................ Niveles de la enseñanza de lenguas ................................................................................... Orientaciones bibliográficas ..............................................................................................

319 319 321 324 325 327 328 329

20.

Planificación lingüística ..................................................................................................... La planificación lingüística y sus componentes ............................................................. Planificación de lenguas y dialectos: a propósito del español en el mundo ............ La finalidad de una planificación de la lengua española ............................................. Reflexiones y ejercicios ...................................................................................................... Orientaciones bibliográficas ..............................................................................................

331 331 336 340 343 343

Glosario sociolingüístico ............................................................................................................... Bibliografía ....................................................................................................................................... índice analítico ................................................................................................................................

345 355 375


Principios de sociolingüística y sociología dei lenguaje es una obra destinada, pri­ mordialmente, a todos los que se mueven entre la enseñanza y el estudio de la lin­ güística, la sociología, la antropología y otras disciplinas afines. Ofrecemos una suerte de manual introductorio que pretende ser amplio, claro y útil. La organización interna de este Principios incluye cuatro partes. Las tres primeras responden a un recorrido lineal que va de lo particular a lo más general: se comien­ za por el estudio de elementos fonéticos, para concluir en el vasto ámbito de la convivencia de lenguas y sociedades diferentes, siguiendo un itinerario que llevará al lector por la variación estilística, la variación en grupos sociales y los procesos de interacción comunicativa entre individuos. Los títulos de algunos capítulos dan una idea de su contenido: la variación en los niveles de la lengua, las variables sociales, el cambio lingüístico, interacción comunicativa y cortesía, discurso y conversación, actitudes lingüísticas, lengua, cultura y pensamiento, bilingüismo, diglosia, lenguas en contacto, lenguas pidgin y lenguas criollas. Todos los capítulos van seguidos de unas propuestas de ejercicios y de reflexiones que los lectores podrán utilizar según sus gustos o necesidades. En la Parte IV de este libro se dedica un capítulo a las relaciones entre sociolingüística, sociología del lenguaje y etnografía de la comunicación, otro a la teoría y a los méto­ dos de la sociolingüística variacionista, otro a la aplicación de nuestra disciplina a la enseñanza de lenguas y un último capítulo a la planificación lingüística.

ArielLinmístka


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