AMADO ALONSO
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ESTUDIOS LINGUISTICOS TEMAS ESPANOLES SF:GUNDA EDICION
BIBLIOTECA ROMANICA HISPANICA EDITORIAL GREDOS MADRID
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Editorial Gredos. Madrid, 1961
N.0 Rgtr.• 1681-51 Dep6slto Legal. M·2098-1961
Grificas C6ndor, S. A. - Aviadar Lindbergh, 5.- Madrid-2
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PAGINA PREVIA
Mi fraternal amigo y casi hom6nimo colega Ddmaso Alonso * ha querido dar, en esta nueva Colecci6n que el inspira y dirige, algunos de mis estudios de lingilistica. En la selecci6n me ha parecido mejor prescindir de los que, par su tema o par su tratamiento, estdn destinados al publico reducido de los especialistas, y reunir aqui algunos que puedan interesar a mayor numero de lectores. He excluido tambien los que tratan temas del espafiol de America, con la idea de hacer con ellos una selecci6n aparte gemela de la presente 1. En la primera parte, De Geografia lingliistica, el tercer articulo, Partici6n de las lenguas romanicas de Occidente, encierra todo mi pensamiento sabre el tema: los conceptos lingilisticos de lo «galo-romdnico» y lo «ibero-romdnico» no deben ser punta tranquilo de partida para el estudio de la agrupaci6n de las lenguas, sino que ellos mismos tienen que ser objeto de critica; mi examen me ha llevado a la convicci6n de que tal pie * [La mano que escribi6 esas lineas era la de un hombre ya enfermo, pero que at1n miraba valerosamente a la vida. Tambien nosotros nos queriamos hacer ilusiones: deseabamos, pedfamos, a:iios para que Amado pudiera completar su obra. Hoy lloramos la desaparici6n del amigo que fue como un hermano, la perdida de uno de los grandes valores de la cultura hispanica contemporanea. D. A.] 1 Publicados en esta misma colecci6n con el titulo de Estudios lingUisticos. Temas hispanoamericanos, 1953.
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forzado ha impedido hasta ahara ver la verdadera agrupaci6n. Con todo, he creido conveniente incluir tambien mis dos articulos sabre La Subagrupaci6n ramanica del catalan, a pesar de tener en gran parte el cardcter de especialismo cerrado que he querido en general excluir, primero porque el tercer estudio naci6 como un tardio complemento de ellos, y segundo porque asi day a mis lectores una muestra de otros modos de considerar la cuesti6n. Que no se me tome en ellos como ensanamiento polemico lo que pudiera parecer persecuci6n del detalle: fue una necesidad impuesta par la inmensa autoridad del ilustre maestro Wilhelm Meyer-Lilbke, que solamente con tan minuciosa atenci6n podia ser contrarrestada. Entonces como ahara creia y creo que el error de Meyer-Lilbke fue de metoda y de principia; mi critica de pormenor es vdlida en cuanto que muestra c6mo el error bdsico deforma la realidad hist6rico-geogrdfica en cada uno de los materiales escogidos par representantes. La segunda parte, Diacronia y adstrato, no lleva mds que un articulo con la historia fonetica de las palabras con -st- pasadas del drabe ( o del vas co) al espanol y del espanol al drabe. Des de Ascoli se ha llamado substrata al influjo que una lengua invadida y vencida ejerce o ha ejercido sabre la invasora y vencedora; par ejemplo, el celta o el ibero sabre el latin de las Galias o de Iberia,¡ W. v. Wartburg, hace pocos anos llam6 la atenci6n sabre la importancia del fen6meno inverso y lo llam6 superstrata; par ejemplo, el influjo del espanol sabre las lenguas indigenas americanas; par ultimo, el profesor de Amsterdam Marius Valkoff quiso completar la terminologia proponiendo el termino adstrato para el influjo entre dos lenguas que, habiendo convivido urt tiempo en un mismo territorio, luego viven en territorios vecinos, o, como otros simplifican, el influjo entre dos lenguas vecinas. Este termino tercero, a pesar de la buena correlaci6n espacial (substrata 'influjo de abajo arriba', superstrata 'influjo de arriba abajo', adstrato 'influjo horizontal, de costado' ), no es en verdad homogeneo con los otros dos, porque falta en su cumplimiento hist6rico la condici6n esencial de convivencia de las poblaciones en bilingilismo, presente en toda acci6n de substrata y de superstrata; pero me ha parecido aprovechable aqui para
Pdgina previa
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designar en la evoluci6n fonetica del grupo -st- la condici6n de que las palabras evolucionadas procedan de la lengua vecina y no de la propia. Una aclaraci6n sabre el titulo de la tercera parte De semiologia y estilistica de la lengua: elijo, de entre los circulantes, el nombre de semiologia para la doctrina de las significaciones; la significaci6n tiene siempre cardcter l6gico, pero en el contenido de una expresi6n hay siempre otras sustancias que no pertenecen a la esfera de lo l6gico. Se emplea generalmente el nombre de estilistica para el estudio de esas sustancias extra-intelectuales ( ver mi librito lntroducci6n a la estilistica romance). He querido precisar «de la lengua», teniendo in mente la division saussureana de «lengua y habla» («langue et parole>>). La estilistica del habla se ocupa de los estilos individuales, prdcticamente de los literarios; la estilistica de la lengua se ocupa de las sustancias afectivas, imaginativas, activas y asociativas que integran con la referencia 16gica ( significaci6n) el contenido total de una ex presion, no en cuanto usa individual de la lengua ( estilo), sino como contenido comunmente compartido y vivido par todos los que hablan la lengua correspondiente. Mi gusto particular me ha llevado siempre, en la medida de mis fuerzas, a estudiar en las expresiones y en las categorias gramaticales la totalidad de sus contenidos, tratando de percibir y analizar su valor lingUistico entero. El titulo de mi primer estudio, «Estilistica y gramatica» (del articulo), es en sus dos partes vdlido para todos mis estudios de categorias gramaticales. Mis dos articulos publicados en la revista de Hamburgo Volkstum und Kultur der Romanen, 1933 y 1935, llevan ahara en espanol las citas alemanas que entonces deje en aleman; he retocado levemente la redacci6n y he afzadido unas cuantas observaciones y noticias en notas al pie de pdgina. Par ultimo, tras el capitulo sabre el articulo el, incluyo un breve estudio complementario sabre el valor lingilistico de un, que he redactado ahara con la brevedad y claridad que he podido. La cuarta secci6n reune tres breves notas espafzolas de fonemdtica. Los fon6logos del «Cercle linguistique de Prague», TrulJetzkoy, Jakobson, etc., iniciadores de esta disciplina, y en
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general los europeos, han llamado a esta especialidad ÂŤFonologiaÂť, tomando uno de los dos nombres ya circulantes para la nueva ciencia (que estudia los sonidos en su composici6n intencional de signos) y dejando el de Fonetica para su estudio jisico-fisiol6gico, hasta entonces y siempre practicado. Yo mismo lo he hecho asi hasta ahara. Pero como ya se han usado estos dos nombres dentro del estudio de los sonidos materiales, el uno para indicar la historia de un sistema (Fonetica) y el otro para su constituci6n material en la actualidad ( Fonologia), y tambien al reves, los lingilistas norteamericanos han inventado uno tercero, el de Phonemics, y alguna vez Phonematics, que deshace la ambigiledad. Creo muy conveniente adoptar esta nueva nomenclatura, y el mismo Roman Jakobson asi lo ha hecho ya. Solo me aparto un poco del usa mds general, phonemics, adoptando la otra forma, fonematica, porque es la que obedece tanto a las leyes griegas de derivaci6n como a las de analogia del espanol (problema, esquema, etc., problematico, etc.). En el texto de mis notas deja los terminos antiguos.
SIGNOS FONETICOS USADOS Son los de la Revista de Filologia Espanola y de la Revista de Filologia Hispdnica. A los no habituados, bastara advertir que l vale por ll espanola, V por fi, t por ch, X por j y S por sh inglesa 0 ch francesa; 0, a, g representan articulaciones fricativas, de contacto incompleto, como en espaiiol hada, haba, haga; (!', p vocales abiertas; !", p, vocales cerradas; ;{, JJ, en diptongo.
ESTUDIOS DE GEOGRAFIA LINGUISTICA
I LA SUBAGRUPACION ROMANICA DEL CATALAN
a)
LOS METODOS
Iniciamos aqui una serie de trabajos sobre el tema del titulo. Nuestro primer intento fue tan solo resefiar el ultimo libro de Meyer-Ltibke, Das Katalanische. Pero nuestras notas se multiplicaron de tal modo, que pronto rebasaron las posibilidades de una resefia. Por otro lado, las constantes sugestiones del sabio profesor aleman nos llevaron a intentar la investigaci6n, o, si se quiere, el esclarecimiento de varias relaciones lingtiisticas entre los idiomas en cuesti6n, a base de materiales que parecen haberse escapado a las pesquisas de M.-L. La distancia a que el eminente fil6logo trabaja sabre nuestros problemas lo hace comprensible. Pero antes de comenzar estos estudios hemos creido necesario hacer un examen minucioso, tanto del libro de M.-L. como del articulo Castella-catala-Proven{:al que A. Griera publica como resefia del libro de M.-L., en la ZRPh, XLV, 198-254 1. W. MEYER-LUBKE, Das Katalanische. Seine Stellung zum Spanischen und Provenzalischen, Heidelberg, 1925, 8.0 , XII-191 1 Como nuestro prop6sito es limitarnos al estudio fonetico del problema, no cabe aqui otro articulo del Sr. Griera sabre el mismo asunto, Afro-romanic o Jbero-romanic?, BDC, 1922, X, 34-53, porque s6lo se refiere al vocabulario. Pero prometemos estudiarlo en una reseiia aparte.
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paginas. Precede a la obra un breve Prologo, en el cual se dice (pag. VIII) que, de separar el catalan del sur-frances, por carecer de il, habria que suponer igualmente el vasco suletino mas. proximo al frances que a los restantes dialectos vascos, porque tiene il 2 • Todavia hay una Introduccion en la que se resume la opinion de algunos filologos sobre la filiacion del catalan. Y ya en el cuerpo del libro p r o cu r a M.-L. demostrar, expo· niendo cada uno de los fenomenos estudiados en triple columna (espafiol, catalan y provenzal), que «e 1 sistema f 0 netic 0· d e 1 c a t a 1 a n es c o m p 1 e t a m e n t e g a 1 o r r o m a n i c o no i b e r o r r o m a n i c o. Esto vale ante todo para el vocalism<> tonico y para el ritmo, como se ve en el desarrollo de las vocales postonicas» (§ 142. Resumen). Afirma el autor en la misma pagina que, aunque el asunto no queda agotado, las adiciones aisladas que se le hagan nunca mas podran variar su juici<> sobre la cuestion. Hemos leido el libro con la avidez y devocion con que leemos siempre los trabajos de tan eminente filologo. Sus vastos conocimientos, sus raras dotes comparativas y su fecunda imaginacion nos prometfan un gran avance en el esclarecimiento de uno de nuestros mas importantes y complejos problemas lingiiisticos. Par esta razon, nuestra sorpresa ha sid<> grande y dolorosa. A pesar de las valientes palabras del autor arriba transcritas, y casi sin acudir para las objeciones a mas testimonio cientifico que al del mismo M.-L., no nos es posible admitir esas conclusiones como definitivas. Pocos como el sabio profesor de Bonn, de quien tanto hemos aprendido, merecen en tan alto grado nuestro respeto y nuestra veneracion. Pero la importancia que en la filologia romanica tiene este problema nos impone el desagradable deber de contradecir al maestro. Alguna conformidad catalano.provenzal enfrente del espafiol se debio levantar en el animo del autor en los primeros momentos de meditacion sobre la materia, convenciendole prematuramente del divorcio espafiol-catalan, y esa poderosa impresion primera 1 Pero en el § 3 dice Meyer-Liibke que en provenzal la i1 es prehist6rica; en gasc6n, tardia, como en vascofrances (GAVEL, RIEV, XII, 46 y siguientes).
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parece haber presidido obsesionante el curso de todo el trabajo. Solo asi nos explicamos la obligacion en que el autor se cree de rebatir toda interdependencia espafiol-catalana cada vez que se la encuentra en su camino, como si fuera posible que no existieran interdependencias lingiiisticas entre dos regiones de estrecho contacto historico y geognifico. He aqui algunos casos: Prologo (pag. VIII) y §§ 3 y 143: prov. ii., esp. y cat. u. §§ 4 y 143: cat. y esp. au > o, ai > e; provenzal no manoptonga. § 6: o > esp. y cat. o, prov. u. §§ 9 y 144: cat. y esp. pierden -e. § 18: Ph k!- en Aragon y Catalufia. § 20: -d- primaria se pier de en catalim y en espafiol; se hace -z- en provenzal. §§ 21 y 148: -t- > esp. y cat. d, prov. d. §§ 22 y 149: -g- primaria y secundaria > esp. y cat. d, prov. g 3 • §§ 29 y 149: nasal + cons. en provenzal se reduce, nasalizando la vocal precedente; en espafiol y en catalim es plena, manteniendose la vocal oral: vender, vender, vendre 4 • § 39: lat. -mb- > esp. y catalan m, prov. -mb-. §§ 47 y 147: latin -11- > esp. y cat. [, prov. I. § 48: lat. -nn- > esp. y cat. v, prov. n. § 49: lat. -t se pierde en los tres. § 142: lat. 6 > cat. y port. p. § 57 (influencias varias en la Fonetica): esp. clavija, cat. clavi( ll )a, prov. cavilha. Idem: esp. cevilla, cat. sivella, prov. fivella. Idem: esp. marta, cat. marta, prov. martre. 3 Esta y la anterior son diferencias mal establecidas. • Alcga que el fen6meno galorromanico tiene sus manifestaciones en catalan; el ALC no lo registra, pero Schadel lo denuncia en Ripoll y €amprod6n (que M.-L. ultracorrige Camprod6). GRIERA, ZRPh, XLV, 201, niega exactitud a la noticia de Schadel para el catalan continental; se registra, en cambio, «muy debil» (pag. 214), en mallorquin, y muy intensamente -aiiade- en los dialectos espaiioles meridionales. Creo que Ia nasalizaci6n andaluza, a que se refiere Griera, se da en condiciones distintas y no es, por tanto, equiparable.
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Estos fenomenos y formas, espigados en la parte de Fonetica, ya elocuentes por su numero y muchos de ellos por su calidad, son, unicamente, casos en que el autor ve coincidencia del catalan con el espaiiol o con otras hablas peninsulares, y en los cuales trata de anular (a veces solo de rebajar) la interdependencia lingiiistica. Falta en el libro un parrafo que se refiera a la fuerza colectiva de todas estas <<CoincidenciasÂť, a las cuales sera preciso sumar muchas mas en cuanto nos sometamos a normas constantes y generales que pongan ambos campos, iberorromanico y galorromanico, en pie de rigurosa igualdad de examen. Para determinar si el catalan esta o no mas cerca del provenzal que del espaiiol, basta enfrentar sucesivamente sus fenomenos foneticos, morfologicos, sintacticos y Iexicos con los correspondientes de los otros dos idiomas. Pero si queremos decidir sobre el iberorromanismo o el galorromanismo del catalan o del provenzal, nos sera ineludible prefijar los conceptos de lo galorromanico y de lo iberorromanico. Dar por iberorromanico el resultado c < -ct-, comun al castellano y al provenzal, o Ia perdida de f-, que se cumple simetricamente a ambos !ados del Pirineo vas co, o la diptongacion de e, 6 ( !), y no con tar por galorromanico el cambio ka > s, ni la r uvular, ni las vocales il y o, ni la nasalizacion y cambio de timbre de la vocal que precede a una nasal apoyante, etcetera, tiene que llevarnos a resultados necesariamente revisables. EI Sr. M.-L. se ha limitado a comparar el catalan con su vecino el provenzal, de una parte, y de la otra, con el Castellano, separado de el por el navarroaragones. EI resultado obtenido es, pues, desproporcionado. No mas aceptable que el de quien, comparando el provenzal con el frances y el catalan, decidiera el iberorromanismo del provenzal, porque esta mas proximo al catalan que al frances. Ni se pueden aceptar como representaciones galorromanicas todos los fenomenos provenzales S, 5 Es histima que nunca haya asaltado al autor esta duda. Una de \as rarisimas veces que habla del frances norteiio, a prop6sito de la
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ni se podrian tener por iberorromanicos todos los fenomenos catalanes. La primera consideracion que salta de la lectura del libro cs que tampoco aqui se ha intentado la comprobacion o negacion del galorromanismo del catalan. Para ello sera necesario, en la comparacion de cada fenomeno, obtener una vista panoramica del mismo en toda la extension de Galia y de Iberia. El considerar al catalan bajo el denominador provenzal ha sido un comodo lugar comun de muchos comparatistas que encontraban en ello una economia de esfuerzo: el catalan quedaba eliminado de sus cuadros por no constituir serie. El libro del Sr. M.-L., que concede con minimo reparo un solo caso de union del catalan y el espafiol frente al provenzal (-nn- > cat. y esp. tz, prov. n, § 48), daria a este proceder plena justificacion; pero el metodo seguido para llegar a tal resultado no se sujeta, por desgracia, a aquellas normas constantes y generales de que arriba hablabamos, necesarias para poner ambos campos en pie de rigurosa igualdad. Veamoslas : Primera norma.-En el § 143 leemos que cat. y esp. u frente a prov. ii no puede considerarse interdependencia «porque se trata de la conservacion del sonido latino, no de una transformacion». Se sienta con saludable claridad la ley de que en la Comparatistica solo une la comun transformacion, no la conservaci6n de un estado latino. Esta ley tan rigurosa, invocada en .la fundamental diferencia u-u, no se tiene en cuenta en ei § 1 p, ~ latinas conservadas en provenzal y catahin y diptongadas en espafiol; § 142, el mismo tema; § 11, grupo latino -men, cuya vocal se pierde en espafiol y se conserva en catalan (vease mas adelante Segunda norma, 13) yen provenzal; § 144, el misdiptongaci6n de {!, p ante i (§ 142), lo hace para negarle interdependencia con el provenzal, porque la diptongaci6n obedece en uno y otro idioma a diferentes condiciones. Como en provenzal halla la diptongaci6n condicionada por l, v siguientes, dice: « Ist der Grund dafiir auch in einer Verschiedenheit der Bildung des l, v zu sehen, so zeigt sich doch eben eine andere Einstellung der nordfranz. Sprechorgane.» No pudiendo, claro esta, excluir el frances del Norte del concepto 'galorromanico', (no deberia ser este ejemplo suficiente para ponernos en guardia y para no aceptar cada fen6meno provenzal como exponente del galorromanismo?
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mo tema; § 16 f- perdida en espafiol, conservada en catahin y en provenzal; § 146, el mismo tema; § 18, cons. + I, llamar, clamar, clamar; § 146, el mismo tema; § 37, grupo -rs- Iatino, reducido a s en espafiol prehist6rico, y conservado, segun M.-L., en catalim y provenzal hasta el siglo XIII. En cada uno de estos estados latinos, conservados en provenzal y catalim y evolucionados en espafiol, ve el autor una interdependencia catalano-provenzal y sobre cada uno de ellos, como poderoso argumento en favor de su tesis, insiste en el Resumen (§§ 142-146), con excepci6n del grupo -rs-. En cambio parece que vuelve la rigurosa ley a entrar en vigor en el § 19a, cual, cual, cal y guardar, guardar, gardar, pues solo dice el autor que espafiol y catalan «Conservan>>, sin sacar ensefianza alguna y sin que esta conformidad hispano-catalana aparezca ya en el Resumen (§§ 142-149) 6. En la intermitente aplicaci6n de esta primera norma, todas las desventajas han caido del Iado iberorromanico. Segunda norma.-Tenemos por excelente principia cientifico el que M.-L. enuncia en el § 163, pag. 179, a prop6sito de los nombres de lugar derivados de formas en -anum: «Y algunos otros en -en, pero cuya raiz es dudosa, de manera que no se los puede aducir como pruebas>>. Esto es, no se pueden aducir como pruebas hechos dudosos. En oposici6n a este criterio han sido acumulados como pruebas numerosos hechos que necesitan todavia una dificil investigaci6n y aun otros previamente resueltos en el Iibro con soluciones que no nos es posible compartir. Lo cual cobra significaci6n de gravedad al comprobar que todos estos casos, o casi todos 7 , se resuelven en el sentido de divergencia hispano-catalana. • El mismo criterio en el § 29 en el trato nasal ante f, s que, por error, dice M.-L. se conserva en catal<in y en espaiiol, con cita de infierno y pensar, y con omisi6n de ifierno, ifante, pesar, mesa, etc. 7 Es excepci6n en este sentido el § 35, en el cual el autor niega interdependencia directa catalano-provenzal en el comun fen6meno -br- > ur. laborare > llaurar, laurar, porque las condiciones en ambos dominios no son iguales.
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1. § 14, grupo latino sc-. Aduce dos (micos ejemplos catalanes, scintilla > centella y scisare > escisar, el primero sin e- y cl segundo con e- desarrollada; recoge cuatro formas espafiolas, centella, sisar, ceno < scynium y Cipiona < Scipione, todas sin c-, y un solo caso provenzal, escirpa, con e-. M.-L. resuelve que cs patrimonial el vocablo catalim que se acomoda al provenzal, escisar, y que es prestamo castellano el que se ajusta al tipo espafiol, centella 8 , apuntandose asi una interdependencia catalano-provenzal mas, y otro caso de divorcio espafiol-catalan. Recordemos estas palabras del mismo M.-L., Gramm. des Lang. rom., I, § 91: «Mais il est difficile d'accorder a un scul cxemple une telle puissance demonstrative.» AI decidir la patrimonialidad de uno de los dos casos catalanes, unicos y divergentes, se apoya evidentemente en el presupuesto estrecho parentesco provenzal-catalan y en el presupuesto divorcio constante catahinespafiol, postulando lo que se quiere demostrar. Esta raz6n se halla expresa en el § 8, donde hace suya (pag. 17) la suposici6n de Brekke (transcrita en el § 7, pag. 15), acerca de una anterior existencia general de a tonica en catalan, pues se registra en algunos dialectos franceses y «tant qu'on ne depasse pas les limites du galloroman, je crois un tel rapprochement justifib. 2. § 27, grupo latino -ps-. Lo normal -dice- parece ser esp. s, cat. y prov. is. Esto le obliga a resolver ingeniosamente los esp. caja, quijal, quijera, quijada y el port. queixo. Pero si tenemos en cuenta que el grupo lat. -ps- se conserv6 en unas regiones de I talia, se hizo -ks- en otras ( comp. esp. pop. akso8 En el REWb, num. 7720, da M.-L. como patrimonial, sin sospecha de castellanismo, este mismo centella catalan. El caso prov. escirpa tiene igualmente e- en astur. esquirpia y escripia (REWb, num. 7723), que supone una temprana metatesis de r. Ver GARCiA DE DIEGO, RFE, IX, 147. No es posible aumentar los ejemplos catalanes ni provenzales de origen Iatino vali~ndose del REWb. Pero en los de otros origenes se ve la normalidad de e- en provenzal, quedando el catalan siempre con sus dos unicos ejemplos. Del REWb, y limitandonos a fuentes latinas, obtenemos 4 casos espafioles (3 sin e-, 1 con e-, que no entra en cuenta por la metatesis de r), I provenzal tcon e-) y 2 catalanes (1 con e- y otro sin e-), de los cuales hay que borrar el de e-, segun Griera (pag. 201): «escisar ni es catala modern ni tampoc catala antic».
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luto por absoluto) y -ss- en otras 9 , no nos sorprendeni encontrar en un mismo territorio romance derivados de unas y otras formas basicas, ya que estas, al trasplantarse, lucharian por imponerse unas a otras. Los esp. yeso, ese, suponen las bases con asimilacion cumplida; los esp. caja, quijada, etc.; arag. ixe, ixa, ixo, <ipse, ipsa, ipsud; port. queixo, y las formas catalanas aducidas, requieren bases con el cambio -ks- de -ps-. El parentesco catalan-espafiol resulta ahora doble: primero, por no haber heredado ningun derivado de formas con -ps- mantenida (>us), cuya reparticion geografica hace aqui M.-L. para el sur de Francia (en cambio, parecen faltar en catalan y en provenzal formas asimiladas), y segundo, por haber palatalizado la s, en contra del provenzal, en las formas procedentes de ba· ses latinas con -ks-: esp. quiSal, quijal; cat. queixazto, port. queixal, prov. caisal, fr. chasse. 3. § 39, mb > m en catalan y espafiol. En Navarra y gran parte del territorio leones se prefiere mb. Portugal ofrece confusion: junto a las formas en que la nasalizacion del grupo se ha cumplido, hay otras en que el grupo mb perdura y aun otras, tambo <thalamus, tarimba, junto a esp. tarima, del ar. tarima, con ultracorreccion. Igual en esp. dombo, del fr. dome, santand. quimba, frente a esp. quima. Conclusion: el cambio mb > m es especial al catahin, desde donde se expandio hacia el Oeste.-En nota (pag. 50), combatiendo a Spitzer, trae las mismas vacilaciones en el catalan, incluso con ultracorrecciones: gombolar < cumulare, concedido, y cimbelli, gomboldar, combuldar, rechazados. Si fuera un fenomeno de invasion en Castilla, (Como explicar el salto por encima de Navarra, que queda libre? Por otro lado, ya cita el mismo M.-L. el hecho de que en Castilla se habia cumplido la reduccion ya en el siglo IX, Vease C. H. GRANDGENT, An Introduction to Vulgar Latin, Boston, 1908, § 313. 10 Griera (pag. 201) supone queix y queixal derivados de quitiu, comparandolos con puix <postea y uix < ostiu; pero facilmente se ve que stj- no es equiparable a -tj. 11 Griera (pag. 202): «Els mots catalans cimbel i escambell tenen la b, al nostre entendre, per falsa regressi6.» 9
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amos, atamor, etc. 12. c::Vamos a negar patrimonialidad castellana a un fenomeno que se cumple y generaliza en Castilla en epoca prehistorica? 4. § 43, grupo romance t'm. <<En total, sm es la regia para el espaiiol; para el provenzal y catalim, asimilacion.» Regla deducida en presencia de esp., cat. y prov. semana, de un lado, y de otro, esp. bizma, marisma (de epithema, maritima), prov. leime, leimo (de legitimu a traves de lees me) y cat. lledesme (de legitimu). Prov. y cat. semana es lo que se esperaria. Esp. semana, en cambio disimilacion de *sesmana, y esp. marisma, bizma, voces recientes.-Hay alguna incongruencia entre las ultimas palabras y la enunciacion de la regia que opone el espaiiol a los otros dos dominios. A nuestro juicio, y sin salirnos de los materiales que el autor nos presenta, las tres lenguas marchan en este caso al mismo exacto compas: al esp. bizma de *bidma (comp. esp. vulg. azmirable, azvertir) corresponde el valenc. pilma, pirma ( REWb ), con l de d apoyante (comp. esp. mielga < medica y vulg. almirable, alvertir) y cambio de r por l, tan frecuente en nuestra Peninsula ( armirable, arvertir ), A esp. marisma corresponde el cat. maresma ( REWb ). Creemos que no es preciso recurrir a una disimilacion de *sesmana para explicar el esp. semana. En los tres dominios el grupo t'm da sm (de donde mas tarde en proy. im), siva tras el acento: esp. marisma, bizma; cat. maresma, lledesme; prov. leime, leimo; y da m cuando es protonico; cat., prov. y esp.' semana. Igual hace el fr. maresme (ant.), semaine. Quedan rastros de la t en el ant. prov. setmana, leon. selmana, ant. cast. sedmana, que excluyen el *sesmana de M.-L. 5. § 46, grupo romance n'r, se metatiza en espaiiol, queda nr en provenzal y da ndr en catalan, alternando con la conservacion nr: esp. yerno, cat. gendre, prov. genre. Se equipara justamente esta epentesis de d con la que ocurre en el grupo catalan l'r: moldre < molere.-El catalan y el espaiiol aparecenin mas en contacto en cuanto presentemos las soluciones es12 R. MENENDEZ PIDAL, Cid, pag. 183. Ver ahora Origenes, § 52, donde se fija el foco de la reducci6n mb > m entre el Duero y el Ebro.
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pafiolas mas justamente; estas son las tres repartidas por M.-L. en los tres dominios: rn ( yerno ), nr ( honrar, ast. xenru, tienru} y ndr. La ultima es la mas copiosa: cendra < cinere, engendrar < ingenerare, ant. y vulg. hondrar, futuros pondre, vendre, tendre, como valdre, saldre, exactamente igual que el catalan, etc. t3. Alguero tiene cenra, genre (Griera, ZRPh, XLV, 203) como el Rosellon (P. Fouche, Phonetique historique du Roussillonnais, pagina 212), esto es, la solucion preferida por el provenzal. La misma grave deficiencia en la exposicion del fenomeno espafiol se nota en la Gramm. des Lang. rom., § 527. 6. § 144, en el trato de la vocal final, el divorcio catalanespafiol es completo, no solo en cuanto a -o mantenida en espafiol y perdida en catalan y en provenzal, sino tambien en cuanto a -e, cuya perdida, aunque comun a los tres idiomas, obedece en espafiol a razones mecanico-fisiologicas, y en cataIan y en provenzal a !eyes ritmicas. Se basa (§ 9) en que el espafiol pierde -e «tras fricativa dental>>, denominacion en que incluye las fricativas den tales d, e; las fricativas alveolares l, s; las oclusivas alveolares n, r, y la fricativa dorsopalatal y. No po. demos adherirnos a esta teo ria; el espafiol pier de o no Ia -o (o la -e) de una misma palabra si variamos sus condiciones ritmicas: primero, primer, reciente, recien, etc. 14 • El provenzal, el catalan, el aragones y el leones pierden o conservan la -o segun la naturaleza del fonema precedente. Se ve, pues, como las razones mecanico-fisiologicas actuan tambien sobre el provenzal y el catalan, y como la ley del ritmo alcanza al espafiol. Nos proponemos volver en breve sobre este tema. 7. § 18, grupos lat. pi-, kl-, fl- mantenidos en provenzal y en catalan, hechos l- en espafiol. La divergencia es manifiesta. Pero 13 Cfr. R. MENENDEZ PIDAL, Manual, § 59,. El provenzal acusa una tendencia caracteristica a la conservaci6n, pero junto a divenres, engenrar, onrar, etc., muestra formas dialectales con -ndr-. Cfr. APPEL, Provenzalische Lautlehre, § 47. La tendencia a intercalar la d va ganando terreno modernamente, GRANDGENT, Old Provent;al, § 20. 14 La apocope de estas palabras no exige perdida de acento; vease T. NAvARRO ToMAs, RFE, 1925, XII, 374. Navarro Tomas la cree tambien ligada al ritmo.
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nos parece desproporcionada la deducci6n de M.-L., que preten· de levantar, a base de esta diferencia, una muralla china entre Catalufia y el dominio espafiol. En ello insiste mas tarde, § 146.
M.-L. ha olvidado aqui que «conservaci6n de un estado latino no une», y, sobre todo, que pl-, kl-, fl- son las formas normales de las hablas del Ebro hasta Cantabria. Esa actitud obliga a M.-L. a negar la patrimonialidad de las pronunciaciones Ph kl-, fh limitrofes del catalan y del aragones, que, como un estado aglutinante de ambos extremos, asegurarian la continuidad lingtiistica, y a interpretarlas como cat. pl. + cast. ps. Y esto, a su vez, al enfrentarse con un supuesto 16 fen6meno de -pllatino, que supond~ia, claro es, el grado *-bl- (duplare > *doblar >dollar), le forzara luego, en el § 32, a rechazar el grado dob[ar, que tendria su apoyo en las formas con kl-, p{-: hubiera sido incongruente aceptar dob[ar como patrimonial y rechazar k[-, pl-, fl-. El Sr. M.-L. resuelve su problema mediante el proceso -bl- > *-11- (asimilaci6n) > -[-: duplare > *doblar > *dol·lar > do[ar. Aunque existiera un cat. *dollar del lat. duplare, le seria a M.-L. muy dificil encontrar quien le aceptara esta explicaci6n. 8. § 33, grupo -bl- prot6nico. Halla M.-L. oposici6n entre el espafiol que metatiza el grupo y el catalan y el provenzal que lo mantienen: olvidar, oblidar, oblidar.-Pero este caso no constituye ley. Cfr. prov. y esp. oblada, alav. olada oblata; prov., cat., esp. y port. obligar <obligare ( REWb, 6012). 9. § 40, grupos vi, bj. Tambien opone el espafiol a los otros dos dominios, aquel por mantener la labial, estos por preferir la palatal: rabia, raja, rauja.-En primer lugar, «cat. raja, rabie. no existeis, i el prov. rauja, cat. rauxa tenen un altre origen• (Griera, ZRPh, 202). En segundo lugar, «rabia da en fr. rage, en prov., cat. y esp. rabia, en port. raiva» ( REWb, 6980); rabiosus > prov. rabios, esp. rabioso, port. raivoso ( REWb, 6981). Por ttltimo, el resultado espafiol -y- < -bi- esta satisfactoriamente de-
+
<
15 El fen6meno se da tambien en el interior de Francia, en donde no es sospechable un cruce con el cast. l-. 16 GRIERA, ZRPh, XLV, 202, niega la existencia del cat. dollar y la de csta ley fonetica -pl- > l· El mismo M.-L. no la habia querido admitir en ~u REWb, 2800.
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mostrado en los siguientes textos : Menendez Pidal, Cid, paginas 892 y 903, Manual 5 , §§ 13 3 y 531, y Origenes del Espaiiol. § 48 1 ; Hanssen, Gram. hist., § 55; Garcia de Diego, Elementos de Gram. hist. cast., pag. 50, y RFE, III, 317; A. Castro, RFE, II, 180, y V, 38; A. Steiger, RFE, VII, 76, etc.: fovea> hoya; rubeu > ruyo, royo; obviare > huyar; caveola > Cayuela, cayola; rubia > roya; etc. La denominacion de «palabra libresca>> que M.-L. da al cat. rabia es excesiva, sin duda. El resultado -y- lucho en ambos dominios con la tendencia conservadora, por lo cual se hace preciso considerar con el mismo criterio las conservaciones en las dos lenguas. Menendez Pidal, Manual, § 53 1, llama a estas voces con b mantenida semicultas, denominaci6n que. a nuestro entender, indica en este caso tan solo el influjo conservador que sobre esas voces ha actuado. 10. § 49. Todas las lenguas romances pierden la -t de la tercera persona. Pero tambien aqui el espafiol va por un lado, el catalan y el provenzal por otro, no en cuanto al resultado, sino en cuanto a su fecha mucho mas tardia en espafiol que en provenzal y en catalan, segun se ve al comparar el imperfecto espafiol Yo avia, El avie, con el catalan Yo -ava, El -ava. Esto prueba que cuando la a final se hizo e en silaba trabada, todavia perduraba la -t en espafiol, mientras que habia desaparecido ya en catalan.-El argumento queda sin eficacia, porque no es aceptable que el imperfecto espafiol deba su -ie a la presencia tardia de la consonante final; comp. Marie, mie, die, de Maria, mia, dia. El fenomeno se explica por acercamiento de la a a la i en el hiato, librandose la primera persona por enfasis, aunque se registran muchos casos de Yo -ie 17 • Por otro lado, M.-L. supone (§ 10) el cambio -a> -e en silaba trabada, las casas> les cases, como especifico del catalan, con exclusion del espafiol y del provenzal; resulta asi que el espafiol esta aislado del catah'm 17 Cfr. MENENDEZ PIDAL, Manual 5 , § 117 ,_ La explicaci6n de M.-L. es la de F. HANSSEN, Das Possesivpronomen in den altspanischen Dialekten, pagina 22. Hanssen, esforzandose en explicar la discrepancia Yo -ia, El -ie, acudi6 a la ley del cambio a> e en silaba final trabada, normal en algunas regiones occidentales. Pero M.-L., que neg6 este cambio al espaiiol (§ 10), no deblera ahora acudir a el.
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pur no participar del fen6meno (§ 10) y ahora otra vez aislado pur participar. 11. § 57, oposici6n del esp. izquierdo, port. esquerdo, al cat. <'squerre, prov. esquer, arag. esquero ( -rd- y -rr- o -r- ).-Pero si, como dice M.-L., en provenzal suena el fern. esquerdo, y el aragones dice esquero y el espafiol izquierdo, claramente se ve que las formas estan entremezcladas. Por otro lado, el cat. marrd convive con el valenc. y mallorq. mardd (arag. mardano) sin coincidir la distribuci6n geografica de -rd- y -rr- ( mard-, marr-) con la de izquierd-, -r-, -rr-. Del mismo modo, barr-, que es base del esp. barro, muestra en el Mediodia de Francia formas como bart (Haute-Garonne, Aveyron, Lozere; ALF, 1940) y bardo (Hautes-Pyrenees; ALF, 761). En este mismo § 57 hallamos los siguientes casos de oposici6n entre el espafiol, de un lado, y el catalan y el provenzal, de otro: ayunque, enclusa, encluge, «provenzal y catalan tienen de comun la z,; ceniza, cendre, cenre; conocer, coneixer, coneiser;
dehesa, devesa, devesa; enano, nan, nan,· espuma, escuma, escuma; tenaza, tenalla, tenalha; trabaj ar, treballar, trebalhar; hincar, ficar, ficar, hinojo, fonoll, fonolh; simiente, semenza, semensa. Ahora bien: si se hubieran tenido en cuenta los espafioles enclume ts, cendra, conescer, devesa, nano, tenalla, trebajar, trebajo, trebajaor;jicar y simienza (arcaicos vulgares o dialcctales), o se habria prescindido de esta lista o habria sido interpretada de otro modo. En cuanto a la consideraci6n del {trea de cada' forma, fijemonos en el agrupamiento catalan y provenzal frente al espafiol, a base de la vocal inicial, en hinojo, fonoll, fonolh. La forma no asimilada es tambien catalana y provenzal, como reconoce M.-L. Segun el ALF, 1565, la forma no asimilada no solo es tambien provenzal, sino que es unica. 18
Si el ilustre comparatista Sr. M.-L. hubiese tenido presentes todas
las formas peninsulares de esta palabra, de seguro que no hubiera in-
tcrpretado la l como signo de galorromanismo: arag. enclusa (COLL, A pendice al Dice. de Arag., de Borao, pag. LIV), ast. yuncla, ant. cast. enclume (Saber de Astronomia, I, 134, y V, 224). No parece, pues, necesario supo"cr provenzalismo el cat. enclusa, como hace el autor en su Gramm. des l.ang. rom., § 437.
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Solo en Ariege hay un lugar con la forma funul, y no en la frontera catalana, de la que esta separado por una linea de fenut, sino en continuidad con los hunul y hul gascones 19 • El Rosell6n, en cambia, tiene funu[ como general. (V. mas adelante, 13). En cuanto a la oposici6n del espafiol con los otros dos dominios a base de espuma, escuma, escuma, veanse los prov. espumas, espumos en M. Raynouard (Apendice) y los galL-port. escuma, escumadeira, escumalho, escumar. Lo que mas resalta de este· § 57 es la insistencia con que se rebusca, basta en los mas pequefios detalles, motivos de discrepancia entre el espafiol y el catalan. No seria dificil oponer otra Iista contraria: ar. scha.baka > esp. jdbega, cat. xabego, prov. savego ( REWb, 2667); deuda, deuda, dauta ( REWb, 2492); nispola, nespla, mespulo ( REWb, 5540), etc. 12. § 149: «Pero de nuevo es completamente distinta dct espafiol ante todo la vocalizaci6n de la v en posicion final de silaba y de palabra: beure, bibere; viu, vivus, ver §§ 35 y 56.» El tema ha sido insistentemente tratado en el libra. En el § 35 se habla del grupo -br- >cat. y prov. -y.r-. El § 56 estudia -b, -c, -d. Todavia podemos afiadir dos mas: el § 33, grupo -bl- post6nico que da y.l en catalan y provenzal, taula frente a esp. tabla, equiparable articulatoriamente a y.r- < -br- ( llaurar, laborare), y el § 45, b, c, d finales de silaba en los proparoxitonos, igualadas por el autor a las b, c, d finales de palabra (§ 56). En total cinco parrafos, en los cuales solo hemos podido recoger una alusion, de pasada, al resultado espafiol a prop6sito de la oposici6n entre el cat. llauna y el ast. labana, murc. laguena (§ 45). En el transcurso de cinco parrafos no se presenta el resultado normal espafiol y se afirma una discrepancia catalano-espafiola en el trato de v final de silaba, a base exclusivamente de casas espafioles en que v no ha quedado final de silaba: vi vir, vivo, beber, labrar, tabla, ast. labana, murc. laguena zo. Sin embargo, la ley que convierte en y. la v esp. final de silaba esta enundada 19 Naturalmente, a este nucleo de asimilaci6n pertenecen tambien las formas vascas con vocal prot6nica asimilada a que M.-L. alude. "' El ast. ldbana mantiene su b como el cat. Isdbena.
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asi por M.-L., en su Gramm. des Lang. rom., § 538: « V precedant la posttonique (de b du latin classique) devient y. en espagnol: deuda, beudo [hoy beodo], lauda, coda, dudo» 21 • Los ejemplos viu y llauna y la referenda al § 56, nos aseguran de que M.-L. no piensa tan solo en los grupos -br-, -bl-, sino en el destino de toda b, v que por una u otra causa haya que dado final de silaba. 13. § 144, el trato del grupo -men- marca un fuerte divorcio entre el espanol y los otros dos dominios, segun prob6 en el § 9: sembrar, semenar, semenar.-No niega M.-L. (§ 11) que hoy es sembrar general a toda Cataluna, incluso en las islas, incluso tambien mas alia de la frontera franco-espanola; pero -ana depara que el superficial observador de las correspondientes hojas de los Atlas lingiiisticos no pueda recibir la impresi6n de una gran diferencia entre el catalan y el provenzal, hay que advertir que semenar n o e s a b s o I u t a m e n t e d e s c o n o c i d o de I o s d icc ion a rio s cat a Ian e s. Es decir, que basta que una forma catalana discrepante de la espanola no sea absolutamente desconocida de los diccionarios para aceptarla como representativa en contra de la coincidente, aunque esta sea general. Es lo que acabamos de ver (11) con hinojo, fonoll, fonolh. Este metodo nos podria llevar a colocar en diferentes grupos lingiiisticos los varios dialectos de una misma lengua. M.-L. anade llumenar, llumener, llumenayre, nomenar, evidentes cultismos o semicultismos equivalentes a los esp. iluminar, luminaria, nominal, etc. En esto se apoya para dar al cat. fembra por castellanismo. Pero el resultado cat. -mbr-, conforme con el espanol, esta asegurado: Griera, ZRPh, pag. 200, dice que semenar es un provenzalismo (hay cat. sembrar, sembrador, sembrats); que llumenar y llumenaire son invenciones modernas; que el catalan tiene nombrar junto a nomenar y que el cat. fembra no es castellanismo, remitiendo para los ejemplos antiguos al Diccionario de Aguil6, s. v. fembra. M. Raynouard 22 trae tambien fembra como catalan antiguo, junto al grado pre21 Vease MENENDEZ PIDAL, Manual', § 60,, donde la ley espanola esta enunciada mas exactamentc. 22 Lexique roman, s. v. feme,.
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Estudios lingiHsticos
cedente femna comun al catahin, aragones, castellano y leones. El provenzal conoce fembra junto a feme (Raynouard), con bastantes casos documentados de atraccion de la r a la silaba anterior frema 23 , como debil manifestaci6n de una tendencia que tan fuertemente se cumple en nuestra Peninsula. 14. § 20, catahin y espafiol pierden -d- primaria, provenzal la hace -z-: air, ohir, auzir.-Esta conformidad espafiol-catalana no sera recordada en el recuento de los §§ 142-148. He aqui la raz6n de ello: «La concordancia espafiol-catalana no es plena; la discrepancia con el provenzal menor de lo que la apariencia dice.>> Porque el provenzal solo tiene el cambio -d- > -z- tras vocal anterior; tras vocal posterior el provenzal pierde la -d- com.J el catalan.-Esta ley esta enunciada ante un ejemplo unico: kua, kuga, ant. coa < coda, en donde M.-L. ve un imposible prestamo (?). Porque «es altamente notable que no se halle ninguna forma provenzal con -z- procedente de coda, ni en la actualidad ni en el tiempo antiguo» (pag. 29). Y de aqui: El destino provenzal de la -d- «depende de la naturaleza de la vocal precedente: si es palatal se produce -z-; si es velar, desaparece la -d-. Son palatales no solo e, i, u, sino a, naturalmente, y lo que es mas chocante, el diptongo au: auzire» (pag. 30). Tan chocante, ,que no noses posible admitirlo, como tampoco lo admite Griera ( ZRPh, pag. 20). Toda esta complicada explicaci6n es superflua, porque si que se dan formas provenzales con -z- de coda: Raynouard junto a coa trae coda y coza. Otros casos provenzales de -d- tras vocal velar recogidos en Raynouard : rodere > rozer, roder, roer 24 ; sudore > suzor, suor; sudare > suzar, suar; sudarium > suzari, suari, adj. suzolent; crudelis > cruzel y cruel; cruzelmente, cruzeltal y crueltal; cruzeleza, cruzeza. Bastan estas muestras. Lo mas frecuente es encontrar en los Diccionarios las formas con -z- como las mas usadas y como «otras formas», las de -d- mantenida o perdida, pero hay casos, asi coa, en que la forma con -z- no es la mas general. Esa -d- perdida en algunas formas no implica vocal posterior ante si: de coda halla· 23 24
E. LEVY, Provenzalisches Supplement-Worterbuch, III, s, v. Femna. En la forma fuerte roire.
La subagrupacion romdnica del cataldn
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mos coa; de crudus, cru; de sudore, suor, etc., mezcladas con las correspondientes formas con -z-; pero ha11amos igualmente: de nidus, niu, nieu (adj. nizaic, niaic); de credo y sus derivados, creansa, mescreant, credo, credensa, crezensa, credeire y crezedor 'creyente', descrezer y descreire, descrezensa y mescrezensa; de invadere envazir, envair, envaziment, envaiment. Esto nos parece suficiente para interpretar los casas de elision de -d- primaria en provenzal como propios de una tendencia mas debil que la especifica (-d- > -z-), tendencia que impera en los dominios vecinos. A la inversa, la tendencia provenzal da algunos brotes en catalan: Griera a punta ( ZRPh, pag. 201) nuzd ((no se tratara de un provenzalismo?) junto a nud y nugd, nudare. En Rosas, el antiguo Rodas, no podemos ver mas que una sustitucion de palabra. En cuanto a determinar si en los tres dominios se rompi6 la oclusion de la -d-, esto es, se produjo la fricacion de diferente manera, es cosa que precisaria una investigaci6n historica y experimental. De todos modos, despues de leer que el resultado provenzal se opone al de los otros dos dominios, nada hubieramos podido leer con mas sorpresa que 1a afirmacion de M.-L., al final de este § 20, de que con esto el catalan y el provenzal se unen en contra del espafiol. 15. § 147, exactamente emparejable con el § 20: -11- latina se hace l en catalan y en espafiol (§47), a pesar de lo cual M.-L. dice que no hay entre los dos dominios conformidad. He aqui la razon: las pronunciaciones latinas de las grafias -11- y -I- se diferenciaban cualitativamente, siendo aque11a «exilis», «y pudiendo muy bien haberse hecho palatal a medida que -I- se iba velarizando. Esto es lo que ocurrio de hecho en provenzal y en catalan». Lo mismo debio ocurrir en el portugues, sigue M.-L., pero nada lo prueba para el espafiol, «aunque su posicion entre el portugues y el catalan lo hace verosimil».-(No resultan demasiado violentos estos esfuerzos por separar los dos dominios peninsulares, dividiendo el area continua de un mismo fen6meno y explicandolo luego, sin exito, en las dos partes de la diYision como producto de causas diferentes? 16. § 12, o protonica se conserva en espafiol, se hace u en provenzal, y aunque no en la escritura, si en la pronunciacion
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Estudios linguisticos
del catahin: morir, murir, murir. El fenomeno es tardio, por lo· cual, mas que como coincidencia en una epoca remota hay que considerarlo como un comun desarrollo catalan y provenzal, «y en todo caso como una contraposicion con el espafiol».-Dos objeciones graves se oponen a las deducciones de M.-L.: la primera, del mismo M.-L., es que el provenzal, por tener u, trata toda o como vocal extrema labial, razon que concede, como posible, en el § 145; la segunda, de Barnils ( BDC, VIII, 69), aludida por Griera en la pagina 201, dice: <<aquest canvi fonetic de o > u l' atribuim, com a causa propulsora inicial, a la influencia d'una i tonica». Vease, ademas, mas adelante, Tercera norma, final. Tercera norma.-Es una lastimosa y grave deficiencia el que, tratandose de dictaminar sobre la inclusion o exclusion del catalan en el grupo de hablas peninsulares, no se haya tenido en cuenta el aragones, lo cual es capital para la trabazon de la serie; ni hayan sido atendidos el gallego-portugues y el leones, que son el otro termino necesario para comprender la totalidad de lo iberico; ni los dialectos mozarabes de la mitad meridional de la Peninsula, indispensables para sentar o negar la continuidad lingiifstica. Expresamente escribe M.-L. en la pagina 58, nota al pie, a proposito de los nombres en -men, que la forma quexume del Alexandre, conforme con la catalana, en nada cambia el preconizado alejamiento espafiol-catalan, porque «es ist eine dialektische Form». Es decir, lo dialectal no une. Pero el autor no ha mostrado en cada caso una firme seguridad sobre la legitimidad de esta norma. Como si persiguiera incesantemente nuevas pruebas del parentesco catalan-provenzal, M.-L. acude a cada paso a los dialectos coincidentes. Los parrafos 3, 9, 15, 20, 21, 26, 28, 29 y 47 contienen afirmaciones del galorromanismo del catalan a base de aproximaciones o coincidencias con formas dialectales del provenzal. En los parrafos 3, 6, 7, 8,. 10, 17, 29, 52 y 55 se confirma el mismo hecho con limitaciones dialectales del catalan. En los parrafos 7, 8 y 24 encontramos anotadas coincidencias del catalan o de alguno de sus dialectos con tal o cual dialecto frances. Siendo Catalufia y Provenza terrenos de variedad dialectal, hubiera sido, naturalmente, una falta gravfsima prescindir de sus dialectos. Pero esto mismo
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hace lamentable la desventaja de trato con que los dialectos espafioles intervienen en la comparacion. Estos no faltan enteramente, pero su comparecencia, casi sin excepcion, es para coadyuvar a la tesis del libro. 1. Espaiiol vulgar.-Cuatro veces es mencionada la pronunciacion vulgar o familiar del espafiol, con autorizada cita del sefior Navarro Tomas; las cuatro para sentar que existe alguna diferencia de grado entre las pronunciacioncs espanola y catalana, §§ 21, 22, 51 y nota 1 a la pagina 12. 2. Aragones.-§ 2, diptongaci6n de o ante yod. Puede ser expansion del catalan. § 9, el aragones pierde -e, como el catalan, aun en casos en que el espafiol no la pierde [esto es, la repone]. Pero no hay que deducir de esto -prosigue- conformidad catalano-aragonesa, porque el aragones pierde solo -e, mientras que el catalan pierde -e y-o 25 • El fenomeno aragones es una prolongacion del castellano. § 10, a> e en silaba trabada final. Invasion del catalan. § 18, los grupos p[-, kl-, fl-, g[-, b[- palatalizan por castellanismo: pl- > [-. [ Ninguna otra cita de la conformidad catalanonavarro-aragonesa ocasionada por la conservacion de los grupos pl-, kl-, fl-.] § 19, 1- > [-. Invasion del catalan. § 26, -kt- >-it, frente al leones y al castellano que hacen ~ [No lo apunta como indicia de parentesco con el catalan, ni lo vuelve a citar en el lugar correspondiente del Resumen (§ 142). Tampoco alude al gallego-portugues ni a las regiones leonesas que mantienen -it. Cfr. R. Menendez Pidal, Dial. leon., en Rev. Arch., 1906, § 123, pag. 166, y Orig., § 51.] "" Hay incon~;;_-uencia entre este reparo y la union que establece, § 2, entre el provenzal y el catalan a base de la diptongacion ante palatal; a csta discrepancia catalano-aragonesa, a base de perder -o y -e (cat.) o solo -e (arag.), corresponderia alii: «No hay que ver interdependencia entre el provenzal y el cataUm, porque el catalan diptonga solo ante palatal, mrentras que el provenzal diptonga ante palatal y ante velar.,. Lo cual seria anticientifico.
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£studios linguisticos:
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§ 52, -r se pier de en parte de Aragon. Invasion del catahin 26 _ § 57, cat. esquerre, prov. esquer, arag. esquero, se oponen a
esp. izquierdo, port. esquerdo. § 143, monoptongacion de au, a i en catahin, aragones y castellano: «0 la monoptongacion se asento en Aragon o en Cantabria, expandiendose lentamente bacia el Oeste, o partio. directamente de Cataluiia.» En total, ocho fenomenos aragoneses, de los cuales, segun M.-L., solo uno es patrimonial del aragones (kt > jt) y otro posiblemente (au> o, a i >e). 3. Leones.-§ 2, diptonga 6 ante yod, como el catahin. Pero. no puede alegarse conformidad, porque en catahin la diptongacion esta condicionada por la palatal y en leones no. § 9, Sahagun< San c t i Fa c u n d i nos dice que tambien en leones la perdida de -e ocurre en circunstancias ajenas al castellano 27 • § 39, -m b- >m es especial del catalan, «speziell katalanisch», como se ve por los numerosos casos de conservacion de -m ben leones, portugues y navarro. § 57, cueva, cava, cava, suponen las bases co v a para catalan y espaiiol, c a v a para provenzal; pero no faltan en la Peninsula derivados de c a v a: cfr. kaoila en San Ciprian de Sanabria. § 142, 6, e ante yod. En vista de las formas cuoiro, despueis~ nueite del leones (KRUGER, El dialecto de San Ciprian), hay que contar con la posibilidad de que el estado actual del espaiiol tenga por base uoi. 26 Esta -r se conserva en valenciano, lo cual explica M.-L. por castellanismo. Griera niega el castellanismo de este hecho, pag. 203. El procedimiento continuado de explicar como invasion del uno al otro campo' siempre que hay coincidencia del catalan con las otras hablas peninsulares, soluciona de un golpe el problema de las areas no coincidentes de los distintos fenomenos lingiiisticos, pero en cambia pierde eficacia por su misma invariabilidad. A los casas recogidos en el texto podemos afiadir dos mas: -s- sorda valenciana es castellanismo (§ 28); la confusion de b y v en catalan es un caso de influjo espafiol (§ 17). " Pero San Fagunt es tambh~n la forma castellana. Vease R. MENENDEZ PIDAL, Cantar de Mia Cid, I, § 40, y II, s. v. San Fagunt, y Origenes, § 36,.
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§ 143, monoptongaci6n de au, a i en catahin y en espafiol.. J·:J fen6meno cuadra mejor al catahin que al espafiol, pues no· ~(J[o falta en portugues, sino tambien en leones. Debe haberse ('Xpandido desde Catalufia 28. Destaquemos dos de estos argumentos: 1.0 , las abstenciones. dialectales iberorromanicas notadas en los §§ 39 (-m b- > m) y 143 (au, a i > o, e) para negar la resultante conformidad hispaIIO-catalana; 2. 0 , la forma dialectal ka'Oild (§ 57) aducida para que no aparezcan unidos el espafiol y el catalan enfrente del provenzal. Ahora confrontemos esta fuerza argumental de las coincidencias o discrepancias dialectales con las palabras de· Ia nota 1 de la pagina 58: quexume [que tiene un desarrollo de la terminacion -men conforme con el catalan] en nada varia Ia cuestion, <<andert nichts», por ser dialectal. 4. Portugues.-§ 39, casos de-m-y -mb- < -m b-; los de -mbson legitimos; los de -m-, invasion. § 57, muiiir, munyr, mulzer. Falta la palabra en castellano .. pero cfr. ast. muiiir, port. monger 29 • § 142, p latina se conserva en portugues como en catalan. La igualdad es solo aparente, porque en portugues la pronunciacion de p esta restringida por la ley de la metafonia: ngva, lz9vo, que en parte alcanza tambien al espafiol, mientras que en catalan es completamente desconocida 3o. § 143, au> o, a i > e en catalan y en espafiol. El portugues: y el leones no monoptongan, lo cual prueba a M.-L. que el fenomeno es mas bien catalan que espafiol. § 147, -1- latina fue en portugues, como en catalan, velar. 28 Se apoya en la fecha prehist6rica del fen6meno y en su imposici6n general en catahin, incluido ait- de act-. Griera niega, con citas, que sea prehist6rico y que sea general, pag. 200. 29 En Navarra muir< *muyir < mufiir. "' Griera, pag. 214, destruye esta argumentaci6n solo con citar las divcrsas regiones catalanas donde se cumple esta misma ley de la metafonia vocalica. M.-L. mismo trata en su Hist. franz. Gram., § 51, de los efectos 111ctaf6nicos de una -i sobre la ¢ y la 9 precedentes, efectos que se dejan sentir en provenzal, espafiol, portugues y norteitaliano. Y en su Gram . •tcs Lang. rom., § 79, dice que la metafonia sobre ¢ esta comprobada en loda la Italia del Norte y del Sur, en Francia, en Espafia y en Portugal.
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La cita del § 57, conducente a presentar el cat. munyir dentro del concierto peninsular, es sorprendente por (mica con tal prop6sito. 5. Otros dialectos.-§ 4, la monoptongaci6n ai > e es chocante en espafiol y cuadra mejor en el catahin; asi el mozarabe conserva ai 3 1 • § 39, en el trato de -m b- el navarro prefiere la conservaci6n 32• § 45, la v final de silaba vocaliza en catalan y provenzal, y no en espafiol; asi tenemos la oposici6n del cat. llauna frente al ast. ldbana, murc. ldguena. § 57, el esp. clavija sorprende por su cl-, conforme con el catalan; pero no faltan formas dialectales que los diferencien: montafi. llavija, alav. savija, murc. lavija. § 57, cevilla, sivella, fivella. Las formas espafiolas con c- son asturianas y montafiesas, es decir, nortefias, y por razones serminticas es imposible suponer relaci6n entre elias y la catalana. He procurado con el mayor escrupulo no omitir ninguna de las citas dialectales, aparte alguna que otra de la que el autor no saque deducciones. AI repasar la lista de estas citas dialectales y portuguesas comprobamos que con la unica 33 excepci6n de la del § 57, ast. muiiir, port. monger, todas elias han perseguido obstinadamente dos fines: 1. sen tar diferencias con el catalan; 2. combatir interdependencias espafiol-catalanas. En cambio ha omitido la cita dialectal cuando pudiera servir para la inclusion del catalan dentro del sistema lingiiistico peninsular o cuando pudiera limitar geograficamente la coincidencia del catalan con el provenzal. Por ejemplo: § 10, cat. 0
,
0
,
Vease mas arriba, Tercera norma, 3 al § 143. Vease Tercera norma, 3 al § 39 y 4 al § 39. 33 En el § 142 cita los leon. nueite, cuoiro, despueis, y dice que en vista de ellos quiza la base de esp. noche sea tambien nuoite; pero en sus conclusiones para el agrupamiento no cuenta con esta posibilidad. Tercera norma, c), al § 142. Cosa semejante ocurre con Ia pronunciaci6n de -1- lat. en Portugal, § 147. Vease Segunda norma, 15. 31
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l.u
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as, -an> -es, -en [omision del leones]; § 12, o protonica se hace u en catalfm y provenzal [omision del portugues; cfr. Leite de Vasconcellos, Li96es de Philologia Portuguesa, pag. 145; y, sobre todo, omision del catalan occidental y del valenciano, que conservan o; el balear tiene este cambia solo en muy escasa proporcion; vease el ALC, nums. 10, 15, 17, 18, 20, 57, 89, 157, 166, 494, 500, 501, etc. 34 ]; § 14, c e-, c i- dan s- en provenzal y catalan, e en espafiol [olvido del portugues, del andaluz y del judeo-espafiol, que tiene seseo; cfr. Subak, ZRPh, XXX, §§ 3639]; §§ 16 y 146, f- se conserva en provenzal y catal{m, desaparece en espafiol [ olvido de nuestras hablas occidentales y del judeo-espafioP 5 ; olvido del gascon]; § 19, I-> l- en catalan [olvido de Aragon, del sur y oeste de la Peninsula 36 ]; § 51, -l secundaria se hace velar en catalan [ olvido del portugucs y del judeo-espafiol, cfr. Wagner, que en los textos transcribe l la 1 final de silaba]; § 55, -t final tras consonante ( -ment ), «no entran en cuenta mas que provenzal y catalan» [ olvido de los antiguos castellano, navarro-aragones y mozarabe] ; § 42, -nnprocedente de -t'n en catalan [olvido del castellano 37 ]; § 39, -n d- > -n- en cat. andare > anar [ olvido de los casas leoneses, aragoneses y castellanos, en que la ley se cumple 38 ]; § 57, asimilacion de la vocal prot6nica a la tonica en el cat. fonoll [olvido del port. funclzo, REWb, 3246]. Cuarta norma.-Las fechas de un cambia comun a dos dominios robustecen su fuerza agrupadora si son relativamente coincidentes; la debilitan si estan muy alejadas. Tam bien aqui el campo iberorrom{mico ha padecido por parte del Sr. M.-L. un trato invariable de disfavor. 34 ,:C6mo ha podido escribir M.-L. en el § 12, que scg(m el ALC. la pronunciaci6n u es la usual en todas partes, «isl- iibemll u iih/ich•? " M. L. WAGNER, Beitriige zur kenntnis des Judcn-spanisclzen van Kanstantinapel, §§ 25-27. 36 R. MENENDEZ PIDAL, Origenes del espaizal, § 44. 37 Cfr. R. MENENDEZ PIDAL, Cantar de Mia Cid, § 37, que trae tres casos castellanos: cat (e) nat us> canada, junto a candada y calnada ant{c) nat us> annada, junto a andada y alnado, y s e rot (i) nus> serafw, junto a serondo. 38 R. MENENDEZ PIDAL, Origenes, § 53.
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1. § 37, -rs- > s en espafiol, -rs- en provenzal y catalan. Verdad que desde el siglo XIII la reducci6n se cumple tambien en catalan y provenzal, pero la fecha relativa del fen6meno separa al espafiol de los otros dos idiomas 39. § 40, -t de la persona El se pierde en las tres lenguas, pero el espafiol se separa de los otros dos por haber mantenido la -t mucho mas tiempo que el provenzal y que el Catalan. [Queda contestada mas arriba, Segunda norma, 10, esta suposici6n.] § 148, en el desarrollo de las oclusivas sonoras secundarias el catalan «esta cerca del espafiol». La coincidencia no se cumpie porque el paso a fricativas es mas reciente en catalan que en espafiol.-Esta supuesta mayor antigiiedad del fen6meno en espafiol se basa en la creencia de que -e no se pierde mas que tras fricativa dental, lo cual requiere, segtin el, una pronunciaci6n -l1 para el antiguo ciudad40 , y en un mayor grado de abertura de la fricci6n en espafiol. Esto ultimo lo deduce de las noticias que en su Manual da Navarro Tomas sabre la pronunciaci6n vulgar o familiar de esos fonemas en determinadas posiciones. Aunque junto a las investigaciones del Sr. Navarro Tomas, tan finas y tan exactas, no siempre estan las correspondientes del dominio catalan, y aunque tampoco parece que el sefior M.-L. ha conseguido tener a mano todas las existentes, no par eso vamos a negar al catalan esos matices denunciados por Navarro Tomas en el espafiol vulgar. Par mi parte he procurado, sin exito, comprobar esa diferencia de grado con el espafiol en la pronunciaci6ri de catalanes venidos a Madrid que hablaban el espafiol incorrectamente y con un muy marcado acento catalan. 2. Con criteria contrario: § 55, provenzal y catalan van unidos en el trato de la final del grupo romance -nt, perdida en provenzal antiguo y «en parte del catalan moderno». 39 Este supuesto tardio cumplimiento de Ia reducci6n en catalan se basa exclusivamente en el ant. ors, ursu, que Griera, pag. 202, rechaza par Iatinismo. '" Aunque le admitamos por ese solo indicia que el espafiol ya tenia en la Edad Media el sonido d, todavia tendria que probar que no Io tenia el catalan.
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3. Par pertenecer a la fuerza argumental del factor tiempo, tienen su puesto en esta cuarta norma las palabras del § 132 destinadas a neutralizar la diferencia del prov. printemps con el esp. y cat. primavera, y que, _refiriendose a la forma ant. prov. primver, dicen: «Asi, pues, la diferencia entre el catahin y eJ pmvenzal descansa en una posterior transformacion del provenzal» (pag. 133 ). Este criteria no ha sido tenido en cuenta en los casos en que la diferencia entre el catal{m y el espafiol des-cansa en la posterior transformacion de una u otra lengua; cfr. § 15 (j < < en espafiol); § 52 (-r perdida en catalan); §§ 12 y 145 (o protonica); § 55 (-t secundaria); §§ 9 y 144 (-e). Esta cuarta norma ha sido aplicada con la misma intermitencia que las anteriores, y en sus alternativas ha resultado invariablemente perjudicado en la comparacion el campo iberorrom{mico. Quinta norma.-El area de extension de un fen6meno interviene varias veces como factor comparativo: en el § 3 se argumenta contra una posible interpretacion de divergencia catalano-provenzal a base de las pronunciaciones u- u, diciendo que «la u no alcanza absolutamente a todo el territorio provenzal». En el § 143 se insiste en ello. Criteria opuesto: 1. En los §§ 39 y 143 se argumenta contra una posible interpretacion de interdependencia hispano-catalana a base de las tres reducciones m b > m, au > o, ai > e, alegando que los resultados m, o, e no alcanzan absolutamente a toda Ja Peninsula. 2. Ya vimos en Segunda norma, 11, como a prop6sito de los derivados de fen u cuI u m presenta (§ 57) la significativa columna hinojo, fonoll, fonolh, siendo asi que la forma con vocal protonica asimilada se da en un solo punto provenzal, seg(m el ALP. Basta, pues, en este libra un rinconcillo provenzal coinc~den te con el catalan para asegurar su interdependencia, como basta tambien una parte peninsular divergente del catalan para asegurar su divorcio. Creemos haber demostrado c6mo en Das Katalanische cada hecho cobra diferente significacion seg(m caiga dentro del cam-
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po galorromanico o del iberorromanico. Con la misma transparencia se ve este doble criteria en un mismo parrafo, el 53, que estudia la -II final secundaria: el espafiol pierde su palatalizaci6n, -1; el catalan, la conserva, -ll; el provenzal tiene en parte -u, en parte, -l: piel, pell, peuj pel. La -l de parte del provenzal «Se ajusta a la l del catalan». [Es la -1 de parte del provenzal, no l despalatalizada del espafiol, la que se ajusta a la -l catalana. Los numeros 252, chateau, y 986, peau, del ALP, nos dan -l en el Rosell6n, como en catalan. En Aude, y, continuando hacia el Norte, en Tarn, Herault, Lozere, Tarn-et-Garonne, Lot, como en parte de Gard, Ariege, Correge y Cantal, esto es, en un tercio aproximado del Mediodia frances, tenemos -l; esta -l en el Este se resuelve en -u, pasando por *l y en gasc6n en -t o variantes africadas. La -l del Centro esta evidentemente unida con la -l del Rosell6n y de Catalufia a traves de Aude. Pero (por que no la -1 del aragones y del espafiol?] Por ultimo, aparte la ya citada contradicci6n de los §§ 10 y 19 ( el cambia -a > -e en silaba final trabada es especifico del catalan, § 10; el espafiol cambi6 en -e la -a final trabada, § 19), no encontramos del todo congruentes los siguientes puntas: a) § 1, <<el provenzal no conoce ninguna clase de diptongaci6n espontanea». El provenzal moderno conoce la diptongaci6n espontt'mea en una region no pequefia estudiada por M.-L. en Die Diphthongierung im Provenzalischen (Sitzungs. Akad., Berlin, 1916, tercera parte, apud P. Fouche, BDC, 1925, pag. 46). b) § 4, los cambios au> o, ai > e en catalan y espafiol, son prehist6ricos; § 143, los cambios au> o, ai > e en espafiol y catalan, son relativamente recientes. c) § 23, -c- desaparece en catalan, como -d-; un comun grado puede haber existido, pero no es necesario; § 145, la argumentaci6n de M.-L. supone ese grado como indudable. d) § 29, en el trato de vocal + nasal apoyante (vender, vendre, vender) el catalan va con el espafiol, contra el provenzal; § 149, en el trato de vocal + nasal apoyante el catalan va con el provenzal en contra del espafiol 41 •
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En contra Griera, ZRPh, pag. 204.
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e) ยง 57, esp. manir, cat. manir, prov. amarvir, apuntados como catalan-provenzal contra espafiol. f) ยง 148, el provenzal conserva oclusivas las b, d, g secundarias intervocalicas en contra del catalan y del espafiol, que las hacen fricativas. Esta discrepancia provenzal la explica M.-L. por la influencia de formas provenzales como prat, -ut, -it, fuec, etcetera, con final ensordecida, sabre prada, pradell, :uda, -ida, fogar, etc, influencia que impidi6 llegara a pronunciarse praaa, -uaa, etc. En espafiol no hay tales consonantes finales -sigue M.-L.- que sirvieran de frena. De donde resulta que el fen6meno catalan es un caso de influjo espafiol.-Esto esta en contradicci6n con el ยง 17, que acusa en el provenzal una pronunciaci6n o en la que han coincidido v y b primaria y secundaria. Tambien esta en contradicci6n con el ยง 9, en donde se habla de las finales oclusivas sordas del antiguo espafiol (Zeit( e), etc.; todas las consonantes podian ser finales en antiguo espafiol), en una epoca en la cual, segun cree M.-L., ya se habia cumplido el paso a fricativa, por lo menos para d. Pero nada de esto era necesario; Griera, pag. 214, le recuerda que el provenzal tiene igualmente o, a, g. Quiza parezca a alguien este nuestro analisis excesivamente meticuloso. Quiza alguna de las notas precedentes, aisladamente considerada, pueda interpretarse como un exceso de suspicacia de nuestra parte; pero encajadas en las series estudiadas sirven para patentizar que Das Katalanische deja en el lector una impresi6n un pocd extrafia: como si las paginas lcidas, mas bien que la obra de un investigador, fueran el habil trabajo del abogado de una causa. En este sentido es preciosamcnte significativo ese ยง 148 (o, a, g), en el cual se combate dcnodadamente contra un enemigo que no existe. Morfologia, sintaxis y vocabulario Este intento demostrativo del galorromanismo del catahin no se ha limitado a la fom!tica, sino que recoge tambit!n varias notas de morfologia, sintaxis y vocabulario. Sin que tengamos que continuar un analisis tan minucioso, esperamos que basten
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ahara algunos ejemplos espigados para comprobar Ia misma ineficacia en estos otros capitulos. Se suponen (§ 58 a) desconocidos en el resto de Ia Peninsula los plurales en que la s se une a la consonante final sin Ia vocal epentetica e, -ls, -rs, -ns [los tiene el aragones occidental]. Se dice (§ 63) que faltan totalmente en espafiol derivados de iII orum [no faltan en castellano, ni en aragones y leones], y que en esto el catalan va con el espafiol, quiza par errata, puesto que en el § 64 habla de los derivados catalanes de i I I o r u m. Se barajan, sin deslindarlas, las formas arcaicas con las modernas, de modo que resulta confusion: el presente del verba sustantivo -dice en el § 76- «suena» en espafiol so 42, yes eres, es; somas, sodes, son; conjuga (§ 77) nuestro ir asi: voy, vas, va, imos, ides, van; dice (§ 78) que el espafiol ha conservado en el plural de f a c e r e las formas de raiz tonica femos, feches (clara que no estan citadas las formas vamos, vais, hacemos, haceis). Otras veces, cuando el catalan y el espafiol tienen formas dobles, doblemente coincidentes, se eligen cambiadas para la comparacion: § 76, sido, estat, estat, omitiendo esp. est ado, cat. sigut. Otras muchas veces la forma espanola correspondiente falta en la columna del libra, pero no en nuestra Iengua: sufijo -amen, corambre, pelambre, § 81; sufijo -or, amargor, dulzor, § 85; iguales deficiencias en los parrafos dedicados a los demas sufijos. AI tratar de los demostrativos, niega el senor 42 "En provenzal so se ha alargado mediante ·i•, dice M.-L. a continua cion. El no citar el mismo fen6meno en espafi.ol y el decir que eJ presente «Suena» so, yes, sodes, nos aseguran una vez mas de que el autor no depur6 ni precis6 lo bastante sus materiales. Este parrafo es ejemplar todo el: la base del verba sustantivo en espafi.ol es sedere, en catalan y provenzal essere. En triple columna el presente; las divergencias entran en el plural: somas, sam, em; sodes, sou, etz. [Las formas discrepantes em, etz son las provenzales ( !).] Pero <<el cat. sam no debe considerarse como conformidad con el espafi.ol, sino como conservaci6n de la forma latina, y !a especial posicion del provenzal como cosa algo mas reciente». Encontramos aqui juntas y en colaboraci6n aquellas dos normas de apli,caci6n intermitente: primera, conservaci6n comun no une; cuarta, 3. kansformaci6n discrepante tardia no separa.
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M.-L., § 97, que el espanol tenga neutros en -o: «Ein Neutrum auf -o fehlt dem Span.» [ esto, eso, aquello, aquesto, aqueso]. En la Sintaxis, tan breve, hay equivocaciones (§ 103, Miranda del Ebro; § 111, por amor de Dios que nose le escape a V. de lo que Carlos.estd enamorado de mi amiga), y omisiones peninsulares junto a los correspondientes giros catalanes (§ 104, esp. Casa Juan< Casa de Juan; § 107, port. andar a + infinitivo, esp. andar + gerundio; § 108, esp. es a saber). Del examen del Vocabulario tambh!n resulta en el libra que el catal<in es galorrom{mico, no iberorromanico. Jm-ito a las formas catalana y provenzal de base comun, falta a menudo, en efecto, la correspondiente espanola. Pero con gran frecuencia Ia forma que M.-L. ignora esta registrada no s6lo en los diccionarios regionales y vocabularios arcaicos, sino en el Diccionario de la Real Academia Espanola, material de minima exigencia. En el § 121, a prop6sito de las voces galas existentes en el norte y sur de Francia, dice que <<faltan totalmente en espana!», mientras que de elias participa el catalan en numero considerable. Es clara que las voces galas que hayan pasado los Pirineos se encontraran mas facilmente en las hablas pirenaicas que en otras mas alejadas; pero aun asi, y aunque M.-L. cita poco mas de una docena, facil es hacer ver lo temerario de su frecuente afirmaci6n <<faltan totalmente en espanol»: aran6n es corriente en Arag6n y en Navarra; esp. calma «terrcno o tierra erial, sin arboles ni matas», significado bastante pr6ximo al «steiniges Bergplateau» que da a calmis; dog a da en esp. dovela, duela; grava>grava; garra>garra; pariolu > perol; para las formas peninsulares enlazadas con el cat. molt6 (moch6n, etc.), cfr. RFE, VI, 122; no parcce aceptable argumentar con cat. garriga frente a esp. carrasca mientras no se aclare el origen de este; trae la voz gala cum b a ( REWb, 2386) de que no conoce derivado en espanol, pero amite el gala cum b u s, cuyos representantes esp. combo, combar recoge en el REWb, 2387; sin embargo, el espanol tiene comba, y aunque no como accidente geografico 'valle', con evidente dependencia semantica. De estos, aran6n es realmente desconocido de M.-L., cfr. RFE, VIII, 233, asi como grava, moch6n y comba;
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conoce duela como galicismo, REWb, 2714 y perol como catalanismo, REWb, 6245 a 43. Y sobre todo conoce el esp. garra por haber tratado de el en Das Katalanische, § 127. En REWb, 3690, y en ZRPh, XL, 210-212: «katal., span., port. garra 'Klaue'. En el § 127 le da origen vascoiberico, en el REWb gala ? y en la ZRPh hace distinci6n entre la serie galorromfmica, de origen galo -fr. jarret, prov. gar 'Kniekehle', prov. tambien 'Oberschenkel, Bein', en correspondencia con el kfmr. garr 'Schinken', bret. gar 'Bein'- y la serie peninsular, con el significado de 'Klaue', de origen iberica, con una significaci6n basica de 'Hinger' o 'Hacken'. Ya Schuchardt, REF, VIII, 412, se resistfa a admitir este doble origen. La doble agrupaci6n que M.-L. establece a base de los significados que el supone muy alejados, carece de fundamento: en Navarra, junto a los significados del grupo iberorromanico, hallo garra 'pierna' y garr6n 'jam6n'. Los §§ 126-141 recogen listas de vocablos agrupados por materias. En la pluralidad de sin6nimos o de regionalismos, el espafiol, con la mayor frecuencia, esta representado por aquel que no encaje con la forma catalana elegida: § 126 ama nodrisa noirisa § 127 Kinnbacken cat. bara 44
sien pols pols meollo cervell cervell cadera anca anca calcaiiar tal6 tal6 § 128 quinta finca choza borda borda tabla post post ahogar (sic) fogar foguier llares clamastes cremascle cat. mexa cribo crivell crivell segur destral destral
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§ 129 § 132
§ 133
§ 134
§ 135
cencerro esquella esquelha aro cereal cercle polaina calser calsier verano estiu estiu cincoesma pascua granada pentecosta enfermo malalt malaut bisco guerxo guers mentira mensonega mesorga cerro call col paul pantd palu fane fane niebla broma bruma rocio rohada rosada
Tambien figura el esp. perol en Das Katalanische, § 128. <<Barra cs, fuera del catalan, solamente sardo.» Barra <<quijada>> esta en Ia Mancha, en Navarra las barillas, y probab!emente en otras partes. 44
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polli polli gardufia gat fagi gat fouc eomadreja mostela mostela buho due due abubilla puput puput ehorlito eorriol eoriola
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galdpago tortuga tartuga sapo gripau grapaud 45 limaza llimac limasa §137 manzana poma poma § 139 empeltar empeutar, etc., etc.
Parece superfluo decir que en espafiol existen, con la nece· saria coincidencia o parentesco semantico, las palabras nodriza, barra, pulsos, cerebra, anca, talon, finca, borda 46 , paste, hagar, clamijera, cramillera 47 , mecha, destra[4B, esquila, cerco, cerquillo, garbillo ( REWb, 2321), calza, estio, Pascua Florida, malo, guirlio, guilrio, guirrio 49 , monserga, colina, collado, cuello, carrihuela (Navarra), pantano, fango, bruma, rosada (Aragon y Navarra), pollino, fuina, mustelilla (M.-P., Origenes, § 843), pequefio, duque (Navarra), babuta (Navarra), tortuga, limago, pomar, embutar (Navarra), etc. Esta lista se podria prolongar todavia mucho.
Las conclusiones Creemos haber puesto de manifiesto que las normas comparativas, aplicadas par el sefwr M.-L. sabre terminos de comparaci6n entre los que se notan ausencias fundamentales, han perdido en este libra su virtud por su condici6n de intcrmiten" «Ademas el cat. conoce galiipe, ealiipet, que se correspondc con el csp. galdpago.» Todavia est:i mas cerca el nav. galapato. 46 Asi en Navarra, en vasco y en espafiol. 47 En RFE, 1921, pags. 338-339, y 1924, pag. 44, se pucdc halbr hasta una docena de formas hispanicas de Ia misma base que no figuran en el articulo 2310 del REWb. 48 Esp. destral es conocido de M.-L.: REWb, 2620, y en el § 79 de este mismo libra que comentamos. 49 Igualmente presenta M.-L. la discrepancia tuerto, borni, born. Garcia de Diego ha probado en Ia RFE, XI, 350, que las denominaciones peninsulares y provenzales de los conceptos tuerto y !Jizeo parten de palabras qne significan volver o torcer: *v e r sic are (<versa r e)> bizear, •v e r sic u > bizco; los cast. guirlio, guirrio, guilrio, hermanos del prov. 1:11erle 'tuerto', tienen por origen una base germanica d we r h 'oblicuo', ("'P· y cat. guerxo 'bizco' y guersar 'torcer'.
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tes. Si en alga han sido constantes, ha sido sin duda en servir, -con su alternativa aparici6n y desaparici6n, a las conclusiones del libra para las que se reclama resueltamente intangibilidad .en el § 142. Un sabio tan eminente como A. Meillet, que ha dedicado los esfuerzos de su clara inteligencia a campos mas extensos de la lingliistica, ha aceptado 50 las conclusiones de M.-L., quiza impresionado por el tono categ6rico con que estan enun·ciadas. Pero dudamos de que el Sr. Meillet siga otorgando la misma conformidad despues de la severa resefia de A. Griera en la ZRPh, XLV, y de las presentes paginas. Desde luego, se desprende de estas dos resefias que el catalan y el espafiol puestos en juego par el Sr. M.-L., no se ajustan satisfactoriamente al -catalan y al espafiol reales. Pero aunque nos limitemos, puesto que hablamos de metodos, al Catalan y al espafiol de M.-L., las conclusiones son notoriamente desproporcionadas. La enumera.ci6n de criterios diferenciales que M.-L. hace en el Resumen no satisface. Sirven tan s61o para asegurarnos de que el catahin y el espafiol son lenguas distintas, nunca para demostrarnos que pertenecen a grupos lingiiisticos diferentes. Lo prueba el que podamos decir portugw!s alla don de M.-L. dice cataldn; la diferencia de ritmo (§§ 9 y 142) y de trato en el vocalismo t6nico, especialmente de e, 0 (§ 142); u prot6nica par 0 en portugues (§§ 12 y 145; «el cambia de f- en h, el distinto desarrollo de j-, seglin el punta de articulaci6n de la vocal siguiente, y la evoluci6n [distinta] de los grupos iniciales de cons.+ l separan profundamente al espafiol del» portugues (§ 146). En el Resumen (§§ 142-149), M.-L. ha recogido como significativos estos fen6menos, afiadiendo el distinto trato de la vocal final (§ 144) 51 y de 50 Restringiendo Ia inclusi6n que M.-L. hace del catal<in en el grupo galorromanico a una mas atendible « aproximacion al provenzah> ( BSLP, XXVI, 1925, 3.•, pags. 120-121), W. J. E., en MLR, 1926, XXI, 113-114, da noticias sin examen. H. F. MULLER, en RRQ, 1926, XVII, 73-76, hace un resumen fiel del libra, aceptando como buena todo cuanto M.-L. dice, induso los errores mas conocidos: << p e n s a r e > pesar peculiar to Prov .» 51 Enunciado asi, se da al hecho mayor extension que la que tiene. En realidad, la diferencia se reduce al trato de -o. Ya reconoce aqui M.-L. que el antiguo espaiiol perdia toda -e, y cita muert, pero dice que la conformidad (;atalano-espaiiola de aqui resultante es solo externa, por-
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la v final de silaba, diferencia esta ultima. como hemos visto antes, totalmente inexacta. Prescindamos de la diptongaci6n ante yod, cuya distribuci6n peninsular es mucho mas extensa de lo que los filologos extranjeros suelen suponer en sus comparaciones, y veremos como, de aceptar al Sr. M.-L. su tesis de que el catalan no es iberorromanico, se haria necesario afirmar lo mismo acerca del portugues, con lo cual no tendriamos ya grupo iberorromanico. Basta respecto del navarro-aragones s2 nacerian las dudas, pues todas las diferencias en el consonantismo aducidas como capitales en las conclusiones se prolongan frente al castellano por el navarro-aragones, y en el vocalismo, si bien el aragones tiene la diptongaci6n <<espontanea -de e, 6 y conserva la -o, en lo cual va con el castellano en contra del catalan, en cambia tiene con el catalan, en contra del castellano, la diptongacion ante yod. Cabria entonces el riesgo de llegar a la conclusion de que las hablas romances desarrolladas .a lo largo del rio Ebro no son iberorromanicas. Estas extremas suposiciones nos hacen ver lo inaceptable del sistema comparativo del Sr. M.-L., que intenta averiguar si el catalan encaja mejor en el grupo galorromanico o en el iberorromanico, sin prestar atencion al grupo iberorromanico, ni al .galorromanico, ya que compara el catalan, de un lado, con la lengua galorromanica mas proxima geografica y lingiiisticamente, y del otro con el castellano, alejado geograficamente, y que .es ademas el habla iberorromanica que mas diferencias especique Ia perdida de -e obedece a distintas causas en uno y otro dominio, como ya prob6 en el § 9. Nos sorprende que M.-L., para cxplicar cl ant. esp. muert, remita a! § 9, donde se dice que el espana! solo picnic -e tras fricativa dental 1, n, r, s, z, y, d, mientras que Ia conscrva tras labial y tras oclusiva, sin explicaci6n para los casas como nuef, pucnt, citados a! final del parrafo. " Sabre este importantisimo dialecto parece pcsar una conjuraci6n dd silencio, bastante general entre los comparatistas, a pesar de las sucintas pero precisas informaciones del Sr. Sarolhandy. En los cuadros comparativos suele saltarse del catalan a! castellano par encima del navarro-aragones, como si este no existiera, cuando no se considera esta vasta zona peninsular como un desierto !ingiiistico en el que hacen incursiones mas o menos profundas los fen6menos de los dominios vecinos.
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ficas ha desarrollado. El Sr. M.-L. seguramente no considerarfa seria una investigacion acerca del galorromanismo o iberorromanismo del catalan a base de una comparacion aragones-¡ catalan-frances. Si en el presente estudio del libra del Sr. M.-L. hemos acumulado las notas y observaciones desfavorables, ha sido (mica-mente por la necesidad de demostrar que no solo se le puedcn rectificar pormenores, sino que el problema planteado sigue en pie como antes, porque la solucion ofrecida se ha perseguido por caminos que no satisfacen. Por fortuna, la seguridad de que la inaceptacion de este librito en nada puede rebajar el general prestigio que rodea al autor de tantas obras magistrales, nos ha permitido cumplir con menor disgusto este desagradable deber. Huelga decir, empero, que tratandose de un libra de tan eminente maestro, a cada paso encontramos huellas de su alta mentalidad. Y, concretandonos al metoda, creemos dignas de tenerse presentes muchas de las ideas y sugerencias sembradas en Das Katalanische, aunque convenientemente aplicadas, para darles, con la reguIaridad, una mayor eficacia investigadora. Si al pasar nuestra mirada sucesivamente por las fisonomfas de las hablas occidentales sentimos el deseo de subagruparlas, necesitaremos atender a todas las posibilidades que ofrece la serie frances-gasconprovenzal-catalan-aragones-castellano-portugues 53 â&#x20AC;˘ Y puesto que cl interes actual se constrifie a determinar si un idioma fronterizo, el catalan, encaja mejor en el grupo de su derecha o en el de su izquierda, sea este idioma nuestro constante punta de partida. Tomemos cada uno de sus fenomenos y obtengamos de el una vista panoramica. Solo asi podremos fijar cuales han sido las tierras propicias a su germinacion: si es especffico del 53 EI Sr. M.-L. no ha oodido aducir en Das Katalanische en favor de su tesis una diferencia espafiol-catalana tan fundamental como Ia francesprovenzal sefialada en el § 47 de su Historische franzosische Grammatik, diferencia que alcanza a todo el vocalismo tonica, exceptuadas las vocaJeo: extremas 1, u. La diptongaci6n limitada par Ia traba sil:ibica en frances y no en provenzal supone entre ambos una discrepancia cuya importancia es inutil querer dejar de !ado.
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catahin; si es general a los dos dominios, el iberorromanico y el galorromanico 54 ; si es especiflco de Galia o de Iberia, con desbordamiento o no sabre las tierras fronterizas del otro; si se manifiesta con focos esporadicos en un dominio o en ambos, etcetera. Las tierras propicias a la germinacion de un mismo fenomeno estanin en evidente interdependencia, por lo menos en cuanto a ese punta, cuando la continuidad geognifica nos garantice la lingiiistica. Y si hallamos que estas unidades de conformidad se amontonan entre determinados dominios, en especial cuando esos fenomenos coincidentes tienen entre si cierta trabazon, podremos entonces sentar que existe una subagrupacion formada por tales lenguas. Esto nos permitini averiguar los puntas de union entre el catahin y Galia o parte de Galia, o entre el catahin e Iberia o parte de Iberia. Pero igualmente sera provechoso, para excluir el catalan del grupo iberorromanico o del galorromanico, determinar que fenomenos especificos de cada grupo (y no especificos, por ejemplo, del espafiol o del frances) faltan en catalan. De este modo daremos al comun desarrollo un valor agrupador, y a la conservacion de un estado latina, frente a la transformacion en los otros dominios, un valor aislador. Para precisar donde se rvmpe la continuidad, necesitamos conocer la forma patrimonial de cada region 55 , sin limitarnos, en Galia ni en Iberia, a la forma literaria del frances o del espafiol y sin establecer Iagunas que nos desfiguren la realidad. La coincidencia o diferencia de fechas con que un fen6mcno se cumpla en dos o mas dominios, asi como el area de cacla fenomeno, deben entrar en la comparacion como factores circunstanciales. Con estas normas siempre presentes, vamos nosotros a intenlar un nuevo estudio del problema, limitando nuestro trabajo "
Por de pronto no podemos dar a estos terminos, asi como a los
tic· Iberia y Galia, mas significado que el geografico.
·.; Modelo de esta clase de estudios es la monografia pub!icada por \. Gru GAYA en el Homenaje a Menendez Pidal, II, 99-119, en Ia cual
···.cbrece la patrimonialidad aragonesa de algunos fen6menos que se teulun por catalanismos.
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Estudios lingUisticos
a las leyes foneticas. Excusado es decir que lo hacemos atraidos (micamente por el esclarecimiento de la verdad viva, de existencia permanen~e, bien convencidos de la ineficacia de los resultados acomodaticios. Sabemos muy bien que nuestras conclusiones s6lo podran ser provisionales, con mas o menos probabilidades de definitivas; primero, porque estamos lejos de tener en los otros dominios la confianza y soltura que en el espafiol, y segundo, parque quedan todavia en cada dominio, sabre todo en los peninsulares, muchos extremos por esclarecer. Con nuestras obligadas limitaciones, la (mica esperanza de que nuestro trabajo sea realmente util la tenemos en la colaboraci6n que con sus enmiendas y observaciones le quieran prestar los especialistas de los demas dominios, y muy en especial los fi16logos catalanes con el amor que necesariamente han de poner en una cuesti6n que tan en lo vivo afecta a la historia intima de su pueblo. A. Griera, Castella-Catald-Proven{:al (ZPRh, XLV, 198-254). Afortunadamente no es preciso repetir con el articulo adel sefior Griera el abrumador trabajo de desenredar tantos hilos revueltos como en Das Katalanische han aparecido atados por sus dos cabos a un mismo lado de la cuesti6n. De. las 57 paginas de que consta, las primeras 19 contienen enmiendas catalanas de detalle al libra de M.-L. En el resto, Griera opone al metoda de M.-L. otro a base exclusivamente de geografia lingtiistica, disciplina que tiene en el autor a uno de sus mas infatigables trabajadores. El articulo tiene dos partes: I, A: Criteris fonetics, morfologics i lexics que separen les localitats de Tamarit (catala) de Binefar (aragones). B: Id. entre Peralta i Fonz. II: /d. entre Catllar (catala) i Montalba (llenguadocia). Griera expone estos criterios diferenciales en serie numerada y en doble columna, sin proponerse mas que yuxtaponer al epigrafe enunciador uno, dos o tres casas ejemplares: e+ palatal: me diu> T. mie, B. m¢l1io, dejando hablar a las cifras sin afiadir un comentario. Estas cifras son: frontera catalanoaragonesa, entre Tamarite y Binefar, 32; entre Peralta y Fonz, 27; en la otra frontera, 72. (Nosotros nos limitamos a la parte
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fom!tica, que es la numeratla; en las demas, los resultados noson sensiblemente diferentes de este). Con el sefialamiento de estos puntas resulta delineado el perfil del dominio catalan, y,_ a la verdad, con trazo mas grueso en la frontera provenzal que en la aragonesa; pero a natlie chocara, sin duda, que, no contentos con tener el perfil aclual del dominio catalan, procuremos seguir estudiando basta obtener, con relaci6n a los dos grupos occidentales, la representaci6n de su fisonomia mas completa y exacta que nos sea posible. A nuestro parecer, todavia convendria someter esos mismos materiales, que Griera presenta desnudos, a un cribado hist6rico que nos aclarase satisfactoriamente cuales son producto legitimo de la tierra en que han sido recogidos y cuales en cambia han sido traidos por el viento de las relaciones interregionales posteriores a Ia formaci6n de cada lengua. Un poco extrafio resulta que el Sr. Griera, remitiendo al lector (pag. 216) a su articulo Afro-romiinic o lbero-romimic?, mantenga unas conclusiones lingliisticas contrarias a Io verda-deramente expresivo de los cuadros que ahara prescnta.
b)
LA GEOGRAF{A LEXICA
Nos proponemos en este segundo articulo fijar cl grado de intervenci6n que en una subagrupaci6n lingiiistica debe concederse a la distribuci6n originaria del vocabulario Iatino y exponer el minimum de garantias que los lectores de un trabajo tal exigirian para aceptar sus conclusiones. Antonio Griera es autor del articulo Afro-romi:mic o Iberoromimic?, publicado en el BDC, 1922, X, 34-53, con el prop6sito de demostrar, a base de Ia distribuci6n del Iexico Iatino ya en d siglo v, la naturaleza galorromanica del catalan 56 • Fue nues"' Muy avanzado ya el presente estudio, llega a mis manos el de W. MEYER-LUKBE, Afro-romanisch und Ibero-romanisch, ZRPh, XLVI, l1612R, cuya primera parte es una reseiia del trabajo dl.! Griera. De haberlo l•·fdo antes hubiera abreviado mi labor en tiempo y en extension; pero· 11hora creo quiza preferible no modificar mi articulo, aiiadiendo en nota
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Estudios lingUisticos
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tra primera intenci6n ( RFE, 1926, pag. 1) ocuparnos de este trabajo fuera de la serie de articulos que sabre la subagrupaci6n romanica del Catalan hemos iniciado, por haber limitado previamente nuestra atenci6n a las leyes foneticas. Pero, al desechar ahara toda limitaci6n previa, no existe ya raz6n alguna para excluirlo. He aqui la tesis de Griera: La cultura latina irrumpe en la Peninsula Iberica encauzada en dos corrientes opuestas, procedente la una del norte de Africa y la otra del sur de Galia. Estas dos corrientes -presentadas por G. eruditamente respecto a politica, arte, liturgia y vida religiosa, escritura, etc.- originan, a su tiempo, sendos estados lingiiisticos: la corriente africana produce el espafiol y el portugues con sus respectivas variedades dialectales; la corriente gala crea el catalan. Las lenguas afrorromanicas peninsulares -espafiol y portugues- forman grupo con las hablas suritalianas y con las rumanas; el catalan, por el contrario, con las lenguas romances que se formaron en ambas Galias -provenzal, frances y hablas alpinas-. (G. se refiere con esto a una partici6n de las lenguas romanicas no en orientales y occidentales, sino en meridionales y septentrionales. Ambas agrupaciones son bastante corrientes y obedecen mas bien a la comodidad para el trabajo que a un imperativo cientifico: la Romania, mej or que una larga franja orientada de Norte a Sur o de Oeste a Este, tendria su representaci6n grafica en los cuatro brazos de una cruz). ÂŤLa confirmaci6 d'aquest fet [que el espafiol y el portugues son un producto de la corriente africana] la tenim en una serie de manifestacions de caracter lexicologic que distribueix el vocabulari en un agrupament romanic meridional i en un altre agrupament romanic septentrionalÂť (pagina 38) s1. Las Etymologiae de San Isidoro dan ya algunos ejemplos de esta distribuci6n: form a c i u m (form at i cum es errata), n em at i e, do 1 ones, pose a, algunos de los reparos de Meyer-Liibke, con Ia anotaci6n M.-L. y el numero de Ia pagina . .n Dejaremos en Catalan las citas de G. Para dar aquf mismo una muestra de este idioma que G. supone mas distanciado del espafiol que el rumano.
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c a m a, m a n t u m, a n a b o I a r i u m, c i co n i a 'una parte del arado', sa rna. <<Schuchardt -prosigue G.-, en l'estudi Die romanischen Lehnworter im Berberischen (1918), ofereix materials abundosos que comproven aquest corrent africa.» G. elige 12 voces: 1. « c i c e r ciur6 > bereb. akiker, esp. i port. chicharo.» 2. « rub i a arrel per a tenyir > bereb. tarubia, csp. roya parasit de cereals i plantes, rom. roiba.» 3. « agaric u m o agaric e 11 u m > esp. garzo, bcrcb. arsel.» 4. « 1 i 1 i u m passa del significat de 'flor' al significat de 'oleandre'. Per influencia del Cristianisme, el lliri significava 'flor" (camp. base. lili flor, vell romanes lilice flor, castella arabic lulu).» 5. « c o s sus insecte que es menja els grans bereb. akuz, takuz, [i. e. takuz], esp. gusano.» 6. «mag u 1 u m > bereb. magg, esp. mallar.» 7. « cubit a 1 e colze esp. cobdal, codal, bercb. qobtal.» 8. « co 1 u me 11 us ullal > esp. colmillo, bereb. ticulmut.» 9. « mag a 1 i a (pun.) bereb. nauala, arabic nuuala, que reapareix en els noms de Hoc en nava i en Anual, etc.>> 10. «Case u formatge > esp. queso, bereb. agisi.» 11. « nov i a nuvia bereb. tenunbia, esp. novia.» 12. « or c u infern bereb. ogur, esp. huergo, huerco, huero.-.
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«Aquesta serie de paraules, que trobem solament en cl nord d'Africa, ltalia meridional, Sicilia i Espanya [ ?] , dcmostren Ia influencia dels dos corrents culturals oposats que han operat en Ia peninsula: el corrent del nord-est i el corrent del sud-oest, els quais, amb llur influencia i orientaci6, han marcat el caracter dels diversos pobles i de les diverses llengiies» (pag. 40). Nosotros seguimos con gusto al Sr. G. cuando da a estas Iistas un prop6sito confirmativo de las conocidas rclaciones del sur de Espana con el norte de Africa. Pero de vez en vez asoma impaciente entre estos parrafos, como tejido con el otro, cl prop6sito de demostrar que el catalan pertenece al grupo romanico nortefio y el espafiol al meridional. Y ya entonces tenemos que tachar de Ia Iistilla de voces tomadas de San lsidora: 1. aquellas que viven tanto en catalan como en espai"iol; 2. las que no viven en ninguna de las dos lenguas: se sal0
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van dos, cama y form a c i u m 58• Por otra parte, las palabras entresacadas del libro de Schuchardt, y muchas mas que se podrian afiadir, acusan mas bien una corriente hisp{mica en el norte de Africa 59 que a la inversa. Y de elias tan solo una, colmillo, he dejado de comprobar en catalan o en galorromanico; pero esta voz (como cama y hormazo) tampoco tiene el valor agrupador que G. le da, porque segun el REWb, se constrine al espafiol y portugues. Para c a s e u , veanse las formas romanicas nortefias en el REWb, 1738, y las galorromanicas en J. Jud, Probleme der altromanischen Wortgeographie, ZRPh, XXXVIII, 19-20 y 65. C ice r ha dejado formas en italiano, bolofies, antiguo frances, provenzal y gasc6n ( REWb, 1900) 60 • Rubia tiene en catalan la misma forma, foneticamente normal ( cfr. Pompeyo Fabra, BDC, I, 60) que el esp. roya 61 con el mismo significado; port. ruiva ( REWb, 7409). El bercb. arsel es un hispanismo reciente (Meyer-Llibke, pag. 118). L i 1 i u m no establece diferencia ninguna entre el catalan y el espafiol 62• Cos sus, que da el esp. gusano, pariente del bereb. akuz, da igualmente el prov. cos6 y el fr. cosson ( REWb, 2278) 63 • Si G. apunta el esp. mallar en la cuenta de mag u 1 u m, del cual tendria que ser derivaci6n, habra que apuntar tambien el cat. ciur6 en la cuenta de c ice r, con lo cual no se puede ya aducir chicharo como divergente ; 58 lgual M.-L., 117. Day testimonio catalan de la unica que podria admitir duda: ciconia >cat. cigonya, «en el teler medmic, colzet de l'arbre superior i principal...» (R. PoNs, Vocabulari de les industries textils, en BDC, IV, 83.) Los Diccionarios traen otros significados equivalentes. Vease tambien KRUGER, WS, X, 100. 59 M.-L., 117, equivalentemente, hace la justa observaci6n de que Schuchardt titula su libra Die romanische y no Die lateinische Lehnworter. 60 M.-L., 118: «Esp. chicharo es voz introducida par los arabes.» Cfr. RLR, I, 20. 61 M.-L., 118: «En cat. roja; el esp. roy a no puede ser de ninglin modo patrimopial par su fonetica.» Si M.-L. se refiere a Ia vocal tonica, le recordaremos como en espaiiol conviven ruyo, royo < rubeu. 62 lgual, con razones, M.-L., 118. 63 M.-L., 118: aiiade que respecto a la u hay que citar el mil. kus, que falta en la ltalia meridional y central, par lo cual no se puede aducir esta voz como sur-romanica.
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pero la etimologia de mallar es m a c u 1 a r e (Garcia de Diego, Contr. Dice. Hisp. Etim., num. 378), voz que existe en catalan como termino de navegaci6n fluvial (H. Costa, BDC, IX, 66). Pero G. se refiere aqui al tecnicismo malar formado sabre el lat. m a 1 a< maxi 1 a 64 • El esp. cobdal, codal es adjetivo. Ese colze catalan es en espafiol codo y ambos remontan a c u b i t u; por otro lado, el referir una forma derivada romance a una base latina mas alta, es frecuente en G. (camp. lat. mag u I u m > esp. mallar, y, mas adelante, num. 9, donde une el maced. piculu con el esp. pegujal), por lo cual, dentro del sistema de G., corresponderia citar aqui c u b i t u m , que es general. Ademas, vease E. Gamillscheg, Arch. Rom., VI, 62-66, para formas de cubit u con sufijo -a I e en Galorromania. Esp. nava no puede relacionarse con el pun. mag a 1 i a. Para nava, cfr. REWb, 5858, y Schuchardt, ZRPh, XXXIII, 462 y sigs. A esta m a g a 1 i a ·se han solido referir ( REWb, 5223) los port. malha y malhada, esp. majada, leon. mayada, arag. y cat. mallada y sus derivados; pero Garcia de Diego prueba satisfactoriamente en su Contr., numero 376, que estas voces deben referirse a *mac u I at a, de m a c u 1 a 'red'; comp. redil con el mismo significado. Estas voces estan limitadas a nuestra Peninsula. Novia, segtin el REWb, es especifico de los cuatro idiomas extremos del Occidente: «5971: *nov ius> prov. novi, cat. nuvi, esp. novio, port. noivo «Brautigam>>. Fern. iiberall entsprechend mit -a.» Para nov ius >cat. noi, BDC, IX, 99. 0 r c us tiene las correspondientes manifestaciones en dialectos suizos y otros nortefios (REWb, 6088) 65 • En catalan ha sido abundantemcntc documentado: ors, adj. m., <<taboll», F. Mestre, Vocabulari tortosi, BDC, III, 104; ore, orca «Persona enfadosa i carregosa», R. Volart, Cat. de Cerdanya, BDC, II, 53. L. Spitzer, en Lexikalisches aus dem M.-L., 118, rechaza igualmente esta voz. M.-L., 119, no halla en Schuchardt el bereb. ogur, del que estaria ccrca el esp. huergo,· <<pero mas cerca "-dice- el fr. ogre». M.-1:. remonta precisamente el fr. ogre (> esp. ogro) a o g u r, REWb, 6048, rechazando Ia base arcus, propuesta par Diez, par dificultades foneticas. Pero en vista de las formas cat. y gall. que damos aqui, creo necesario volver a urcus para el fr. ogre. 64
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Katalanischen und den ubrigen iberoromanischen Sprachen, pagina 45, deriva el cat. eixorc «unfruchtbar» del lat. or c us ; pero W. v. Wartburg, ZRPh, XLI, 620, cree mejor del galo *j o r c o s . Creo con Spitzer, BDC, XI, 133, que el gallego urco debe remontar a or c us mejor que a 1 u r cone (Garcia de Diego, Contr., num. 369). Basta aqui hemos tenido que rechazar, por carecer de la fuerza agrupadora que se les atribuye, todas las voces aducidas por G., menos tres: hormazo, cama y colmillo. Pero estas tres, cuya correspondencia en catahin, frances o provenzal no hemos encontrado, c:existen en italiano, siciliano y rumano? Mas sigue el articulista: La invasion arabe no tuerce los caminos a las lenguas peninsulares; lo mismo que antes de esa invasion, la cultura romana de la Espana meridional aparece en estrecha union con la Italia del Sur y con la peninsula balcanica. «Aquest fet, demostrat per les paraules llatines introdu'ides en el bereber, es comprova per un important nucli de paraules d'origen llati que solament apareixen en els dominis romanics meridionals, en part en el romanes i en els dialectes retis>> (pag. 41). Como muestra, expone G. una lista de 46 palabras latinas, consignando las formas que han dado en los diversos idiomas del llamado grupo meridional. Aunque no son muchas, se sobreentiende que G. hubiera podido continuar. Pero esta lista no resiste un examen atento. Fijemonos en el prop6sito de G. de establecer, a base de la distribuci6n de esas palabras latinas, dos grupos en la familia romanica (excluyendo del meridional, que se supone ser el continuador unico de estas bases latinas, al catahin, de una parte, y a los dialectos norteitalianos, de otra). Sabre todo, tengamos en cuenta el proposito del articulo entero, encaminado a demostrar la separacion del espafiol y el catahin y a unir este con las hablas galorromanicas, y veamos ahara si efectivamente esas bases latinas separan o no al espafiol del catalan y del provenzal. 1. «L'esp. nadie te son afi en el rom. nat, noi.» [REWb, 5851: prov. nat, esp. nadie, <<niemand». ALF, mapa 1165: los Departamentos de Daubs, Savoie, H.-Savoie, Ain, Saonne-et-L. y Jura, conservan formas procedentes de natus para el concepto «personne»; «per-
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sonne ne me croit», son formas extrafiamente cercanas a Ia espanola ncedye y nedyce (Saonne-et-L.); vease tambien M. Pidal, Mio Cid, II, § 64] 66 • 2. « Cognatus (parent) ha passat a significar 'cunyat'; >rom. cunnat, esp. cuiiado, port. cunhado.» [REWb, 2029: engad. quino, friul. kuiiat, prov. cunhat, port. cunhado, cat. cunyat, esp. cuftado, rum. cumnat. ALF, mapa 634, <<gendre»: kuvatre (Herault). La voz ha sufrido cruce con fiyatre (Puy-de-D.). Falta en cl ALF el concepto «beau frere», lo cual es lastima, porque no podcmos saber si c o g n a t u s que do con tal significado hast a hoy. M. Raynouard, Lexique Roman, trae el prov. co gnat, conhat, coignat • beau frere». Kruger, RDR, V, 248, recoge kuvade <<Schwester» en Languedoc, pero tampoco fue objeto de su estudio el concepto «beau frere». Barnils, BDC, I, 52, estudia el aranes kuvas cog n a t u como normal; J. Condo, en BDC, III, 17, kilttat; el mismo Griera en BDC, VIII, 24, y IX, 8 y 14, y Barnils en Die Mundart von Alacant, pagina 44.] 3. <<Cons o c e r (consogre) >rom. cuscru, cuscra, dalm. consegro, ital. consuocero, esp. consuegro.» [REWb, 2166, prosigue: engad. konsor, port. consogro, lomb. skozer, cat. consogre.] 4. <<Gem in us, besso, te els seus representants en el rom. geaman, sicil. gemula, esp. gemelo, port. gemeo.» [Esp. gemelo no es representante de gem in us , sino de gem~ II us , como el ital. giumella, fr. jumeau, prov. gemel, esp. mellizo. UEWb, 3721. El esp. gemelo es un cultismo, como el cat. y esp. gemela, «Fraixes paraleles qui hi ha a alguns escuts» (Dice. de Ia Ueng. cat., de Salva). Para la hermandad semantica y de origen del prov. gemel, alav. gimel y esp. gimelga, vease Garcia de Diego. Contr., nt:1m. 278. El problema de Ia reparticion de g e m i n u s y g c m c llu s ha sido estudiado por K. Jaberg y J. Jud en Ein ne11e Sprachatlas (lndogermanisches Jahrbuch, IX, 5-6): gemini, con significado de 'mellizo', ha quedado solo en Ia periferia de Ia Romania, Portugal y Rumania. La forma popular espanola cs mellizo g emel Ius , y es util compararla, incluso para Ia pcrdida de la sflaba inicial, con el mapa 1604 del ALF, dondc, por ejemplo, los departamentos de B. Pyrenees y Landes nos dan myeyos, -us, -es junto a jumos, -eles. El mismo fenomeno en sardo: G. Campus, ASSard, VII, 164, apud RDR, VI, 360.]
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66 M.-L., 119, nadie esta mas cerca del ant. fr. ne, nee, prov. nada, que del maced. nat.
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«Alguns noms de les parts del cos est{m limitats al Sud» (pagina 41) : 5. « Humerus, espatlla >rom. umar, gallur. ummaru, esp., port. hombro.» [REWb, 4232 afiade beam. umi, que quiza sea errata; el ALF mapa 472 «epaule», trae ilmbe (Landes), igual que el mapa 164 del Petit Atlas, de Millardet.] 6. «Rostrum, bee> rom. rost, boca; esp. rostra, cara.» (Afiadase cat. rostra (Labernia, Dice. de Ia Lleng. cat., Barcelona, 1864), que en el de Salva se lee: «Rostre. La cara de les persones. II El bech dels aucels, y tambe la cara de les besties.»] 7. «Demanar una donzella es en rom. pefi i en esp. pedir.,. [REWb, 6444: peter e «verlangen», rum. pefi «urn ein Madchen werben». Esta acepci6n concreta es especifica del rumano. El esp. pedir no significa «demanar una donzella», aunque entre lo que se puede pedir, naturalmente, estan tambien las doncellas. El antiguo provenzal dice apedir, Jud, ZRPh, XXXVIII, 35. Tambien lo trae Levy.] 8. « Ute r, bot> maced.-rom. utri, campid. urdi, esp. i port. odre.» [REWb, 9102, afiade: prov. oire", engad. uder; +lura: bolofi. ludri, venec. ludro, friul. ludri. Pero, sobre todo, cfr. Dice. de Salva: «Odre, m. Bot de posar vi, oli, etc.» Adjetivo odrer. Y Labernia, odre y «Odrina, pell de bou cusida en forma de bot. = esp. odrina.» Ya el Lexicon totius Latinitatis, de Facciolati-Forcellini, trae: « Ute r , ital. otre, fr. outre, hisp. odre.»] 9. « P e cuI i u m, fortuna> rom. picu[u, diner estalviat per a la vellesa, esp. pegujal.» [REWb, 6337: p e cuI i u m >maced. picu[u.-6336: p e cuI i a r is> ant. log. pecuiare, esp. pegujal. No incluye las formas provenzales, descuidadas tambien por G.: pegulhada «Stiick Vich» y pegulhiera «Mitgift»; en lemosin, seglin Mistral, pegulhero «dot» (E. Levy). La existencia de peculium en Galia esta asegurada por la frase de Ulpiano, citada por Du Cange (s. v.): «Peculium, bona quae sunt extra dotem Galli appellarunt».] 10. « C a I cane u s , [i. e. c a I cane u m , segun Forcellini], tal6 del peu > esp. calcaiio, port. calcanhar, log. karkandzu, rom. cltlciiu.» [REWb, 1490, afiade los galorromanicos engad. k'alk'ofi y ant. fr. caucain. E. Levy registra, con un mismo significado, el prov. calcanh.] 67 Raynouard dice: «Dire, lat. u t rem, outre; cat. ant., esp. y port., odre; ital. otre.» E. Levy trae, ademas, odre como variante provenzal.
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11. « C rue n t us, sagnant >rom. crunt, esp. cruento.» [REWb, 2343, afiade engad. criaint. No trae formas de nuestra Peninsula. AI esp. cruento corresponde el cat. «cruent, -a, sagnant» (Salva), tan Iatinismo en un idioma como en otro.] 12. << Form o sus , bell, esta Iimitat a Ics tcrrcs meridionals: rom. frum6s, esp. hermosa, port. formoso.» [M. Raynouard registra prov. formos, cat. ant. fermos. Salva, fermos, fermosa y fermosura, con el mismo cambio vocalico que el espafiol en Ia inicial.] 13. « Cap tare , pendre una cosa >rom. catl1, mirar alguna cosa; ital. cattare, adquirir; esp. i port. catar, veurc, obscrvar, investigar.» [El REWb, 1661, trae, ademas, formas en Iombardo, emiliano, engadino y friulano. M. Raynouard trae el prov. catar «Voir», esto es, con la misma forma y significado que en espafiol; el Dice. de Labernia, cat. ant. catar, mirar, examinar.] 14. « A f fum are, perfumar >rom. afuma, esp. ahumar, port. afumar.» [REWb, 268: prov., cat. y port., afumar. Vcansc tambien M. Raynouard y Labemia.] 15. « Foe t ere , fer pudor > sicil. fetiri, esp. heder, port. feder.» {REWb, 3407, afiade, entre otras formas, beam. hede, que G. reconoce en este mismo articulo, pag. 39, nota 2.] 16. « 0 b vi a r e , sortir a I'encontre > ital. obviare, campid. obiai, esp. ant. uviar.» [REWb, 6027, trae esas mismas formas. Pero el estudio de esta palabra exige tener presente el articulo 6026, o b v i a m , entre cuyos derivados interesan para la cuesti6n los catalanes de primer antuvi «plotzlich», «anfanglich», a son antuvi «nach seinen Wunsch», y los espafioles de antuvi6n «plotzlich», de primer antuvi6n «anfanglich». Los derivados catalancs estan en el Labemia y en el Salva.] 17. «Foe d us, Ileig > cors. feu, esp. feo, hedo; port. feio.» 18. « C o t u r n i c e , guatlla >rom. potirniche, ital. cotornice, esp. codorniz.» [REWb, 2289, afiade venec. y triest. kotorno, prov. codornitz. Vease M. Raynouard.] 19. « P a I u m b u s , colom >rom. porumb, esp. paloma, port. pombo.» [REWb, 6181, afiade: prov. palomba, cat. paloma, friul. palom. «Crauschewarz» oder «dunkelgelb», prov. mod. parun «Meerweihe», cat. paloma «an der Mitte der Rahe befestigtes Tau». Y mas derivados en italiano, tiroles, portugues, calabres, friuliano, veneciano, catalan, provenzal modemo, frances, rumano y espafiol. Para pal u m bus en el latin de Galia cfr. Du Cange, s. v. p a I u m b aria, y en el Rosell6n, s. v. p alum barium. Para
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Estudios lingii.isticos las continuaciones provenzales vease E. Levy, s. v. palomba y palombiera, y P. Barbier, hijo, RDR, II, 170, y RLR, LII, 118. Para las continuaciones catalanas y aranesas consultese: Salva, s. v. palomer, palomera, palomi, palomida; J. Cond6, Vocabulari aranes, BDC, III, 21, s. v. paluma «tud6»; el mismo Sr. G., BDC, VII, 36, «paluma «torcaz,. (Viella)», y en el tomo XI, 44 y 62; Bamils, BDC, IV, 44, Montoliu, BDC, III, 68: « Pal u m bus, forma que ha viscut en cat. al costat de c o l u m b u S»; y sobre todo vease el estudio de Alcover, BDLlC, XIV, 33, con abundantes ejemplos toponimicos; en la pagina 183 del mismo tomo, muestra Alcover c6mo un antiguo toponimico cat. Palumber ha sido desalojado por un tardio Columbar. Meyer-Liibke, BDC, XI, 17, recoge tambicn p a 1 u m b us en la toponimia de Urgel.] 20. « C a t u I u s , cadell > ital. caccio, esp. cacho, cachorro.» [A. Castro, RFE, Ill, 69: «Hay que excluir [de los derivados de *cat t u1 us] cacho.» Vicente Garcia de Diego, RFE, VI, 122: «La etimologia *cat t u 1 us para cachorro es incierta; para cacho, falsa.» Mas tarde, en su Contr., num. 111, no se decide a rechazarla del todo. AI cat. cadell <cat e I l u s corresponde el cast. ant. cadiello, arag. cadillo (Cfr. REWb, 1763). Garcia de Diego, Contr., num. 109, cat t ~ l Ius, cita el cast. cadillo, equivalente semantico del cat. cadell 'espiguilla, madeja pequefia', y arag. y cast. cadillo con significados vecinos del cat. cad ell 'flo res de algunos arboles'. Por otro Iado, catulus ha dado formas en las hablas galorromanicas: REWb, 1771.] 21. «Vena t us, ca<;a >rom. vinat, esp. venado, port. veado.,. [Veanse las siguientes formas provenzales en M. Raynouard: venar (chasser), venaire, venador (chasseur), venaizo, venatio (venaison, chasse), yen E. Levy: venador «Jager», venaire «veneur», «chasseur» (Mistral). Para las formas catalanas el Salva: venar <<Ca<;ar», y sobre todo, venat «mena de cabra ferestiga = esp. venado.»] 22. << C o l o s t r u m , primera llet > rom. corastra, port. costra, ast. culiestru.» [REWb, 2058, afiade ital. colostro, abruzz. kelostra, frlul. kayoste. Faltan en el REWb y en G. esp. calostro y cat. calostre, m., «Primera llet» y calostraci6 f., <<malaltia a qu'estan subgectes les criatures acavades de neixer» (Salva). C. Salvioni trae mas formas pertenecientes a los dialectos alpinos en RDR, V, 191. En el catalan de Cerdafia tenemos colistre (D. Volart, BDC, II, 52), que sup one una base *c u I~ s t r u comun, ast. culiestru, seglin apunta Jud en Rom., XLIV, 292.]
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« Un nombre considerable de noms d'arbres i de plantes especific de les terres romi:miques del sud>> (pag. 42):
~s
23. « Ficus , figuera >rom. hie, ital. fico, esp. higo.» [REWb, 3281, afiade: ant. fr. fi, prov. figa (> fr. figue), fr. suroccid. fi, gasc. hik. Gasc. hik y cat. prov. fie significan 'tumor'; pero el maced. h!c, significa higuera; el fruto es hicl1, conforme con el catalan. La oposicion catalano-espafiola esta mas claramente planteada por Griera en La frontera cat.-arag., pag. 35, y precisamente no muy en armonia con el intento actual, puesto que alii aparece como meridional, mas bien mediterraneo, figa y no ficus: «El tipus cat. figa, que s'ha format, potser d'un plural neutre, com el prov., l'ital.; el sicilia [en italiano es fico; en Napoles, Apulia y Sicilia, fica], fa cara al representant del llati ficu, que surt en una serie de pobles de la frontera.» Luego, refiriendose al cat. prov. fie 'tumor', dice que «convendria saber si l'extensio del mot fie (malaltfa) coincideix al mig-dia de Fran~a amb l'extensio de figa (fruit), com en catala.» Pero observe el Sr. G. que ficus 'tumor' no solo ha dejado representacion en catalan, provenzal y gascon, sino tambien en espafiol: «Del figo que se faze en el sieso. Figo es un crecimiento a manera de figo que tiene unos granos menudos de dentro» (Bernaldo Gordonio, Lilia de Medicina, Toledo, 1513, cap. CLII. Cfr. tambien el Glosario de J. Alemany al Calila y Dimna, pag. 201). Observe asimismo que figa 'fruto' es tambien aragoncs ( BAE, IV, 344) y que el provenzal tiene fie no solo con el significado de 'tumor', sino con el de fruto, segun Mistral (ap. E. Levy, s. v. fie, 2, que afiade otro ejemplo dudoso). Recuerde, ademas, que, aunque hoy solamente en frases hechas, el espafiol y el portugues tambicn tienen higa, figa, y que *fica bifera ha dado en esp. !Jreva, port. bebera. Vease Leite de Vasconcellos, A figa, Porto, 1925. Por ultimo, no debemos olvidar que el espafiol haec higo (fruto) masculino, e higuera (arbol) femenino en doble oposici(m con el fr. Ia figue, le figuier y con el macedorrumano. El provenzal se ajusta en todo al frances. El catalan se reparte dicicndo la figa, como en Francia, y la figuera, como en Espana. El Rosellon no varia; vease el ALF, 1567.] 24. « C err us, clase d'alzina >rom. cer, esp. cerro.» [El Sr. G. ha sufrido un yerro de lectura en el articulo 1838 del REWb, que
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trae el rum. cer y el ital. cerro, y que rechaza esta base etimol6gica para el cat., esp. y port. carrasca.] 25. « Cornu s cirerer bord >rom. corn, esp. cornizo, port. corniso, cornisola.» [Falta, asi como en el REWb, 2241, el cat. corn, m., «mata de la fam. de les cornacees» (Salva), y cat. corner, 'sanguinyol' = esp. cornizo (Salva).] 26. « M a I u m i M e I u m , poma i pomera > rom. mllr, ital. melo, esp. melocot6n pressec.» [REWb, 5272, afiade engad. mail, val6n mali. No trae el esp. melocot6n ni los cat. melacot6, melacotoner (Labernia y Salva), ni los prov. mela «Mandel», melha, mella, amelo, melho, melo, mello, figa melada <<getrocknete Feiger» y razin melat <<Rosine» (E. Levy). La forma espanola parece ser un cultismo medieval importado con la significaci6n de 'membrillo' = cat. codony (Garcia de Diego, Cont., 384). No es, pues, licito sacar de ella <:onsecuencias para los siglos v y vi. Para me I u m en galorromanico, cfr. Jud, ZRPh, XXXVIII, 50. Vease tambien el ALF, mapa 1058 «pommier», que en los puntos 78 y 86 es le mali.] 27. « N u c e tum, bosch de nogueres > ital. nuceto, esp. nocedo i nocedal.» [Meyer-Liibke, ZRPh, XLVII, 120, dice: « N u c e tum ha existido en Francia, como lo prueba Noisy.» Tampoco es cosa segura que el toponimico cat. Noedes, Nohedes, no sea un resultado de n u c e t u , con cambio de genera en el plural, cosa facilmente explicable, puesto que los dos sufijos -edo ( et), -eda son frecuentes en nuestra Peninsula para la designaci6n de colectivos de arboles. Cfr. M. Montoliu, BDC, V, 34-37.] 28. « Viti s, cep >log. bide, esp. vid, port. vide.» [REWb, 9395, afiade, a mas de otras formas septentrionales, gasc. avit, jud.-fr. vidis, prov. mod. avita, prov. vidaubo, rouerg. biraulo, lemos. gizaubo, suizo vualla, franc.-cond. vey, vald. vizabre, prov. mod. aubovito, cat. vidalba, bidaula y vidarsa. Para las formas provenzales vidis, plural vidisses, bedis, bedisses, cfr. E. Levy. Bastaria al Sr. G. echar un vistazo al mapa 1505 del ALF, «clematite», para convencerse de la gran vitalidad de viti s en Galia; la extraordinaria variedad de formas foneticas en que v i t i s entra como primero o segundo elemento de un compuesto, bidalbo, bidaule, vyorn, vioba, vigwen, obvi, etc., prueba que v i t i s es patrimonial, y no voz importada, en cada regi6n. Para viti s en Galia, cfr. Gamillscheg, Arch. Rom., VI, 9 y 27; para Catalufia, F. Mestre, Vocab. tortosi, BDC, III, 88, y A. Griera, BDC, VI, 37, y VII, 73. Y atin con el mismo exacto significado que en espafiol existe hoy en Francia bit,
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bits, bie, «Ia vigne, le pied de vigne», segtin G. Millardet, Petit Atlas Linguistique d'une region des Landes, mapa 541.]
29. « Fraga, maduixa, es troba en l'italia i en l'espanyol.» [Se encuentra tambien, segtin el REWb, 3480, en veneciano, engadino, valon, suizo y gascon.-Ni el REWb ni G. traen el cat. fraga «maduixa», que Salva da como poco usado y Labernia como antiguo. Aunque G. aduce f rag a como vocablo que solo existe en las tierras romanicas del Sur, y no en Galorromania ni en Catalufia, Ia verdad es que f r a g a tiene muchos mas testimonios supervivientes en Francia que en nuestra Peninsula. Gascufia arage, rage, frage, «fraise» (Millardet, Petit Atlas, mapa 210) y ragcy, fragey, rage, arage, «le fraisier» (Ibid., mapa 211); arancs a raga «maduixa» {J. Condo, BDC, III, 3), iraga (Ibid., pag. 13); en el Valle de Barraves, frages; en Viella, arages, segtin el mismo G., BDC, VI, 29. En vasco arraga, arraba. En valon freve < f rag a (E. Gamillscheg, ZRPh, XLI, 637). Pero basta para el caso el ALF, mapa 608 «fraise»: los resultados galorromanicos de fraga son abundantfsimos no solo ,en Bearne, Gascufia, Perigord y Lemosin (B. y H. Pyrcn., Gironde, Landes, Lot-et-Gar., Gers, H. Gar., Dordogne, Lot, Corrcze), sino en el extrema Norte, frij, frej y variantes; Meuse, fres, fraget; H. Marne, fraj; Aube, freyjot; H. Saone, fraj; en Suiza, fraya, frey, tria, fri; H. Savoie, fre, frey; en el Piamonte, freya; Jura, fre; Ain, frojo, fre. Por otro !ado, el fr. fraise, esp. fresa, proviene de f rag a+ framboise, frambuesa ( REWb, 3480), y framboise es fraga am b r o s ia (E. Gamillscheg, ZRPh, XLI, 637).] 30. « Vir d i a , col> rom. varc;:i:i, esp. berza, port. verra.» [El REWb, 9367, afiade formas septentrionales; veneciano, Iombardo, friulano, engadino, milanes, etc.] 31. « T run cuI us, tronc petit> rom. trunchiu, esp. troncho.» [El REWb, 8955, como tampoco G., no recoge el pruv. troncho (Levy y Raynouard), que, con su significado de 'asia de Ianza', habra que incluir aqui, ni los catalanes tronxo, tronxds, tronxut, -uda, adj. «Se diu de Ia verdura que te gros o llarch lo tronxo, como Ia col, etcetera.» (Labernia); tronx, tronxo, tronxac;:, tronxut (Salva). El mismo G. ha estudiado esta palabra en el dominio catalan: trunset (Ibiza «tronxo petit» BDC, I, 28). El ALF, mapa 1334, registra tronso en Lemosin y tronso, tronsu en Perigord.] 32. « U v a, ralm >maced.-rom. auo, en gad. uya, log. ua, esp. i port. uva.» [REWb, 9104, ademas de Ia forma cngadina, ya reconodda por G., afiade friul. uve, vald. lieua, engad. ui «Weinbeere».
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U v a ha dado resultados en Galorromania: cfr. a), ALF, mapa 67() «groseille» uo pasro, ueta (Piamorite), y mapa 671 «Groseiller» ua pasra, ueta (Piamonte); b), A. Chr. Thorn, Racemus et uva en Gaule, RDR, V, 406-418, con ejemplos en antiguo provenzal y en antiguo frances; c), M. Raynouard, Lexique Roman, s. v. uva que el provenzal distingufa de razim; adj. uvenc.] 33. « Fungus, bolet > ital. fungo, esp. hongo.» [REWb, 3588, afiade: engad. funsch, friul. fang, ital. funga «Schimmel». Fungus ha perdurado en Catalufia y en el Mediodia frances con el significado, tambien Iatino, de 'tumor', objeci6n que s6lo tiene importancia dentro del metodo de G., cfr. el numero siguiente.] 34. « C at in u s , plat> veil rom. kat ina, log. kadinu, port. cadinho.» [REWb, 1769, afiade a las formas citadas por G. las septentrionales lomb. kadin, venec. kain, engad. y friul. k'adin. Para cat in u en galorromanico, cfr. Jud, ZRPh, XXXVIII, 31. El haber heredado el ant. rum. cl1tini1 el significado Iatino de 'vasija' y el portugues el significado mas concreto, tambien Iatino, de 'crisol' no ha estorbado a G. para agruparlos. Fungus , por ejemplo, esta en el mismo caso.] 35. « C u n a, bres >rom. cunl1, esp. cuna.» [REWb, 2391, roman. kana, lomb., sav. y piam. kii.na, engad. k'ii.na, friul. skune, gasc. kii.ere «Wiege». Cuna es tambien catalan antiguo; veanse Labemia y Salva. El ALF, mapa 126, registra kuvero (Gers y L.-et-Garonne) y el Petit Atlas de Millardet, mapa 50, kii.vero, kuere, kueyre, que suponen c u n a.] 36. << Vomer, rella de I'arada >rom. vomera, ital. vomero, veil. arag. uembre, beam. brume.» [G. ha afiadido a las formas del REWb, 9448 y 9450, el arag. ant. uembre, que hoy es gii.embre. Faltan en ambos estudios las formas provenzales que trae Levy: vomier, vomer <<Pfluch. schan>, verbos vomir, vomer <<brechen, ausbrechen». Vomier, soc, «fer de charrue» lat. vomer, y vomir, lat. vomer e, fr. vomir, se leen tambien en Raynouard. Millardet, Petit Atlas, mapa 471 «le soc»: borne, bume, game.] 37. <<Line a, camisa de dona> rom. iie, esp. liiia, linjavera drap per a embolicar el menjar dels falcons.» [El REWb trae estas formas (menos esp. liiia) en el articulo I in e us , Ia espanola entre parentesis. sefial de duda, afiadiendo, en cambio, fr. linge que G. omite. La base I in e us para ant. esp. linjavera fue propuesta por C. Michaelis en RLu, XIII, 337-339. A Castro ( RFE, IX, 274) y Garcia de Diego (Contribuci6n, num. 363) aceptan esta base como segura.
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Griera, ahora, propane Ia base 1 i n e a , que el supone exclusiva del latin meridional, con el significado de 'camisa de mujer'. Procedamos con claridad: l i n e a , -ae significo: 1.0 , hebra de lino hila do, hebra; 2.0 , las cuerdas mas gruesas de la red, de donde vino a significar 'la red' (Forcellini); 3. el adjetivo 1 in e us se sustantiva; Forcellini trae 1 in e a, -or u m proccdcnte de «vestimenta linea»; cfr. (peso) duro, medias (calzas). Siglos mas tarde este sentido se concreto: «Vestis interior, stricta, ex Iino confccta, u n d e nomen. Willelmus Brito in Vocab. MS: Linea diccbatur camisia.• (Du Cange, s. v.) Ahora veamos si 1 in e a o 1 in e us han dado resultados solamente en las tierras meridionales con exclusion del catalan. Con el significado primitivo de 'hebra' existe en cataliin: liva, «el fil de pescar» (Griera, BDC, VII, 73); Nyinya «sinonim de fil de cuc» (R. Pons, Vocabulari de les industries texti/s, BDC, IV, 126); Nyinyola «cordill de canem ... » (J. Amades i E. Roig, Vocabulari de l'art de la navegaci6, BDC, XII, 51). Para Ia inicial v- por l cfr. veva por [eva en Murvedre, seg(m Alcocer eitado pur G., BDC, IX, 11 y viga = lligar en Monovar, seg(tn G., BDC, XI, 16. Todavia el mallorquin tiene otra variante, ginya, que remonta igualmente a 1 in e a (Tallgren, NM, 1914, pag. 98), y que ha dado cl verbo jiva, «odiar» (cfr. esp. vulg. tener, tamar fila). Esta etimologfa est! aceptada por Spitzer en LGRPh, 1914, pag. 399. Para m{ts ejcmplos de cambios semejantes en posicion inicial, cfr. Sarolhandy, GrGr, 1', 859, nota, y P. Barnils, Die Mundart von Alacant, 38-39. El portugues tiene linha, con el mismo significado que el cata!an. En cspafiol tenemos: «lifza, la linea, cuerda de albafiiles y mampostcros». (Rato, Vocab. bable, edic. 1892, pag. 76); lifza, hebra, scgt:m cl ref dm: «La mala vecina da la aguja sin lifia» (Correas, Voca!J. c/e refranes, letra L, pag. 183, col. 2.•); lifzo, hilera de arboles o plantas, como fr. ant. lin, prov. linh; lifzuelo, ramal (vease P. Juan Mir, Rebusco de voces castizas, pag. 470), voz que hay que afiadir al articulo 5062 del REWb, line o l a, junto a las formas italian a, francesa, provenzal, catalana, etc. El provenzal tiene linlza, lir;Ha, << ligne, cordeau, direction» y tambh~n «hilo de pescar» (Raynouard). El fr. ligne tiene los mismos significados. Veamos ahora cl antiguo espafiol linjavera. G. no ha hecho mas que traducir Ia definicion del REWb, 5064: «Das Tuch, in welchem die Lockspeisc fi.ir die Falken eingewickelt war.» Pero esta definicion parece obcdecer a incompleta lectura de un pasaje de Aves de car;a, de L6pez de Ayala (edic. Bibliofilos Esp., pag. 164), en donde se habla de que el 0
,
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Estudios lingiiisticos falconero debe llevar unas linjaveras pequenas donde esconder la caza que el falc6n trae, y de «Otra linjavera grande do traya sus gallinas muertas, et plumas et roederos, et sus viandas para quando han de dar de comer a sus falcones». La linjavera ( = liiiavera) era bolsa, saco, quiza alforja, y era de Iienzo (C. Michaelis, Loc. cit.). La palabra vive hoy en Alava: linabera, canamo, planta (Baraibar, Vocab. de Alava, pag. 156), si es que no aceptamos la explicaci6n del autor, como un compuesto de lina «lino>> y vase. guera «planta». En vasco, liiiabera, «algodonero» (Ibid.). C. Michaelis queria ver en el esp. linjavera «bolsa de lienzo portugues», puesto que el portugues tiene linha «hebra de lino». Pero ahora vemos que teniendo el esp. liiia con el mismo significado, tal suposici6n es infundada. El segundo elemento debe proceder de v a r i a , no de v e r a , como suponia C. Michaelis, y la palabra significaria asi «hebra varia, mezclilla>>, lo cual exige la base line a , no 1 i n e us. Por otro lado, sustantivado el adj. 1 in e us, di6 el fr. linge, ropa blanca, de cuya vitalidad da perfecta cuenta el ALF, mapa 773. Kruger ha recogido formas en el Rosel16n y Languedoc, RDR, V, 14. Y este 1 in e us , con su mas concreta y tardia acepci6n de 'camisa', ha perdurado en rumano con significado a(m mas restringido, puesto que en rum. iie significa 'camisa de mujer'. Este «Frauenhemd>> que Meyer-Liibke atribuye tan s6lo al rum. iie, es el que, sin duda por rapidez de lectura, ha convertido el Sr. G. en significado del lat. 1 i n e a . Hay que poner aparte las camisas lineas con que el latin eclesiastico medieval designaba ciertas vestiduras y panos sagrados (Du Cange), denominaci6n que no faltaba en Espana (G6mez Moreno, Iglesias Mozdrabes, pag. 243, nota). G6mez Moreno (Ibid., pag. 345), registra en el latin eclesiastico de Espana, como poco usado, 1 in e a s y I in u l a s 'sabanas de cama', aunque no recoge la forma romance, que seria tambien *liiia, caso de que no se trate de un mero latinismo. Resulta ahora clara la siguiente agrupaci6n: primer grupo, fr. ligne, prov. linha, cat. llinya, nyinya, mall. ginya, esp. liiia, linjavera, port. linha <line a «hebra»; segundo grupo, fr. linge, rum. iie (ant. esp. *liiia?) <I in e us sustantivado.]
38. «Gran it i u m, calamarsa >rom. gl1rits, esp. granizo.» [No he logrado hallar Ia forma rumana gl1rits, aunque mi bibliografia para este objeto es escasa: se reduce al REWb, al Nouveau Dictionnaire fran(;ais-rouman, de Frederic Dame (Bucarest, 1900, s. v. grele), y al Dictionnaire d'etymologie daco-romance. IZlements
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latins compares avec les autres langues romanes, de A. de Cihar. 'Granizo' es en rum. grindini1 ( REWb, 3843), p'latri1 y quiza alguna forma mas. El esp. granizo tiene su correspondencia en el prov. granissa, s. f., grele; «Granissa es gota de ploia... en el aire congelada»; cat. granis (M. Raynouard). Salva trae las formas catalanas granit;: «calamarsa», granit;:ada y granil;ar, «Caure granic;. Fer granic;ats.» Garda de Diego, Cont., num. 288, refiere los esp. granizo y granizar a la base grand on is , apoyandose en los santand grandonizo y grandonizar. El ALF trae tambien testimonios: mapa 1741, «verglas», granisa, graniso {Languedoc); glasino, graniza (Gascufia). Glasino parece cruce de graniso + glanzere, forma csta que se halla en Bearne. El mapa 667, «il grele», greniso (Auvernia). En Gascufia a los esp. granizo, granizar, correspondcn granis, graneja (en Ad.n, J. Condo, BDC, Ill, 11) y graniso, agranisa (en Barraves, A. Griera, BDC, VI, 21).] 39. «Lucifer us, estel del dia >rom. luceafi1r, csp. lucero.» [REWb, 5141. Lucifer «Morgenstern»: rum. luceafer, esp. lucero. Pero los materiales de M.-L., a que en este caso se reduce G., son facilmente ampliables: prov. Lucifer «planete de Venus» (M. Raynouard), ant. cat. llucer, m., «Estrella del dia» (Labernia), «Estel molt brillant» (Salva). No parece probable, por otro lado, que el esp. lucero, cat. llucer sean formaciones directas de lucifer us.] 40. « Callis , carrer > ital. calle, cami i calla reclosa; esp. calle, carrer.» [REWb, 1520, trae varias formas septentrionales: lorn. kala, bolofi. kaldziila, lyon. sal6, lorenes solai, dial. de Montbeliard (Doubs) talai, piam. ankalese, emil. inskala-se. C. Salvioni afiade al REWb, 1520, otras formas de los dialcctos alpinos en RDR, IV, 228.] 41. « F o d i a, fosso > ital. foggia, esp. hoya, hoyo.» [G. ha seguido en esta etimologia al REWb, contra cuyo parecer remontan hoya a fovea: Diez, REW, 372; Korting, WIJ, 3940; Menendez Pidal, Manual5 , §§ 13,, y 53,; Hanssen, Gram. Hist., § 54; Garcia de Diego, Elem. Gram. hist. cast., pag. 50 y RFE, III, 317; A. Castro, RFE, II, 180 68 , y V, 38; A. Steiger, RFE, VII, 76, etc. Para la bibliografia sobre el desarrollo espafiol bj > y, cfr. RFE, XIII, 12. La base etimol6gica f o d i a, a que acuden M.-L., REWb, 3402, y Guarnerio, Fonologia romanza, pag. 408, no es, pues, necesaria. Sin 68 M.-L., en la replica a G., pag. 120, se refiere a este Iugar para aceptar fovea como base del esp. hoya.
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Estudios lingUisticos embargo, no faltan en la Peninsula formas contaminadas con la d de f o d e r e , lo que equivale a volver a f o d i a , pero esto sucede en el Oriente y en el Occidente; para las occidentales vease Garcia de Diego, RFE, IX, 144; para el Oriente, Labernia y Salva traen fotja, y Salva, fotjar. Las formas que remontan a f o d i a se extienden tambit~n por el sur de Francia: prov. fotjador «Gdiber, Erdarbeiter», fotjar <<aufgraben, umgraben»; en Mistral, foujaire, foutjaire, fouja, foutja (E. Levy). Naturalmente, no nos referimos aqui al cat. fotja = esp. foja, gall. focha << u n ave» , cuya etimologia f u l i c a esta fijada por Tallgren en NM, XIV, 26, con observaciones atinadas al REWb, 3557 (ap. P. Barbier, hijo, RDR, V, 248), sino al cat. fotja <<hoya» que Barnils, a mi juicio equivocadamente, retrotrae a fovea, en BDC, Ill, 34.] 42. «G i r us, cercle >rom. furr, esp. i port. giro.» [REWb. «3938. Gyros «Kreis». 2. *g i u r us. 1. !tal. giro, prov. gir, esp. y port. giro. 2. Rum. giur.» M. Raynouard trae prov. gir «tournoiement», verbos girar y regirar y sust. postverb. girada. Labernia, para el catalan: gir (ant.), girada, giragonsa, girament (ant.), girant, girar, girarse, etc.] 43. << Stercus, fern> rom. !jterc, ital. stereo, esp. estiercol.» [El REWb refiere el esp. estiercol, no a stercus , donde se incluye el ast. istiercu, sino a s t e r c o r a r e , como derivado: «8244 a. Aital. stercorare, span. stercolar.-Ableit.: alomb. stercora, nlomb. sterkol, span. estiercol.» Garcia de Diego, Contr., num. 564, da con *stercore (comp. arbore>drbol) la base mas probable; pero aqui lo importante es la existencia del vocablo en hablas septentrionales.] 44. <<Aerugo, rovell >rom. rugina, ital. rugine, esp. orin.» [El REWb, 243, supone la base *a e rig o para el roman. redzna y para el esp. or£n; en el articulo aerugo se apunta la formaci6n verbal ital. arrugginirse, «rosten»; a la que hay que aiiadir el verbo prov. eruginar <<s'enrouiller, jaunir, verdir» y el adjetivo prov. eruginos <<vert, verdatre, couleur de vert-degris» (Raynouard). Pero hay mas: Garcia de Diego, Contr., num. 25, ha probado de una manera brillantisima que el esp. rona, fr. ronge, cat. ronya, remontan a a e rug in e. Y de ello encontramos satisfactoria comprobaci6n en el mapa 1173 del ALF, «Rouille» rove, ruve, aruvo (Gascufia): ruvo (Bearne); arune, eruni, runi, rone, aruni, aruve, etcetera. (Valonia). La etimologia a e rug in e >cat. ronya que da Garcia de Diego esta ya aceptada por L. Spitzer en BDC, XI, 128,
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nota. En Navarra, roiioso tiene el significado del prov. eruginos, y el concepto de «orin» se expresa por rona. En cuanto al esp. orin, Garcia de Diego coincide con Meyer-Liibke en darle una base anal6gica *a e r i g in e.] 45. « Cum , amb > rom. cu, ital. con, log. kun, esp. con, port. com.» REWb, 2385, afiade engad. kun, lomb. koiU <<mit».] 46. « Qui a , perque es continua en el rom. ca, csp., port. antics ca.» [El art. 6954 del REWb no trae el rum. ca < q u ( i) a, pero G. lo ha podido leer en otro libro del propio Mcyer-Liibke, Introducci6n a la Lingiiistica romance, § 110, con quien coincide en aislar para el rumano la misma forma ca de los otros idiomas («qua -de quia- > rum. ca, ant. ital., esp. y port. ca), o quiza dircctamente en J. Jeanjaquet, Recherches sur l'origine de la conjonction 'que' et des formes romanes equivalentes (1894), pag. 24. Pcro si este result ado de qui a sefiala una evidente uni6n o coincidencia del rumano, antiguo italiano, antiguo espafiol y antiguo portugues, tambien es evidente que qui a vivi6 en todo el rcsto de la Romania, ya que ha dado ital. che, log. ki, fr., prov., cat., csp. y port. que (REWb, 6954). La diferencia en este caso de qui a, existe efectivamente en cuanto a la ausencia de uno de los resultados foneticos romances -qu(i)a- en las Galias y Catalufia, pero no como discrepancia lexica ya existente en los siglos v, VI, y vn.]
«Aquest nucli important de vocabulari es caracterfstic de les terres romaniques del sud, i assenyala, en els sigles V, VI i VII, una gran diferenciaci6 lexica entre Romania, Italia del sud, Africa del nord i Espanya, d'una banda, i les dues Gal·lies i l'Espanya oriental, de l'altra» (pags. 42-43 ). No es en verdad excesivo material 46 palabras para escindir toda Ia Romania en dos partes. Aun asf, Meyer-Ltibke, en una replica rapida, le rechaza de esta lista 23 formas. Nosotros creemos haber demostrado que hay que tachar 45, por existir en catalan o en una u otra Galia. La unica que qucda, f o e d u s , tampoco sirve para el prop6sito del Sr. G., porque, segun sus datos, solo vive en espaiiol, portugues y corso. Podrfamos aiiadir o b vi are (num. 16), que, por lo menos como verbo, no ha perdurado en Cataluiia ni en Francia. Pero siempre queda firme que de las 46 voces aducidas por G. para aislar al espaiiol del catalan, 27 existen en ambos idios
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mas y 3 ( c a t i n u s , c e r r u s , g e m i n u s ) en ninguno de los dos. Y puesto que el prop6sito del articulista fue el de incluir (por estas 46 coincidentes ausencias en el siglo v) el catahin en el grupo de las hablas romanicas de las Galias trasalpina y cisalpina, su intento queda fallido al comprobar que esas voces, casi en su totalidad, viven o han vivido en Cataluiia, o en Francia, o en ambos paises a Ia vez. Las excepciones son (a mas de las citadas f o e d u s y o b vi are ) v i r i d i a , s t e rc us y cum, que tam poco son utiles a Ia tesis del Sr. G. por tener vida documentada en las hablas alpinas. Ciertamente, si nosotros emprendieramos un estudio de esta indole no nos satisfarian algunas otras voces de esa lista como testimonios de union entre el espaiiol y el catalan; por ejemplo, fungus. Pero tampoco G. puede aducirlas como aisladoras, y precisamente por el sistema empleado en Ia rebusca. Hagamos un rapido analisis del metodo de G.: a) Cuando el Sr. G. ha tratado de probar la relaci6n de dos lenguas por coincidencias Iexicas, no ha visto obstaculo en que Ia base comun suponga sendas variantes foneticas. Asf, K a g a r i c u m o a g a r i c e II u m > esp. garzo, bereb. arsel (num. 3 de Ia listilla de Schuchardt); esp. codorniz y rum. pot'irniche <cot urn ice (num. 18); rum. corastra <co I o st rum y ast. culiestru <*cuI e s t r u (num. 22); esp. giro< gyros y rum. giur < *g i u r us 69 (num. 42); rum. mar< m a I u m y esp. melocot6n < me I u m (num. 26); rum. rugina, ital. ruggine <a e rug in e y esp. orin *a e rig in e (num. 44); rum. §terc, ital. stereo < s t e r c u s y esp. estiercol < s t e rc ore (num. 43). Pero cuando los idiomas cuya separaci6n busca el Sr. G. suponen esas mismas variantes foneticas en la base comun, entonces esas variantes aislan: esp. y port. chicharo < c ice r e y cat. cigr6, ciur6 < cicerone (num. 1 de la listilla de Schuchardt); rum., esp. y port. ca < q u ( i) a y fr., prov., cat., esp. y port. que< qui (a) (num. 46). Aiiadese la oposici6n esp. higo, cat. figa (num. 23), mientras une ant. rum. ~~> Esta variante no la consigna G., pero no pudo pasarle in,,dvertlda en el REWb, que evidentemente le sirve de guia.
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cii!inii con port. cadinho (num. 34); rum. vomerii con ital. vomero, etc. (num. 36); rum. ruginii con esp. orin (num. 44). b) Cuando el Sr. G. obra bajo su preocupaci6n agrupadora, atribuye a las formas sufijadas o a los resultados de un cruce Ia misma fuerza de significaci6n que a Ia base primitiva. Asi, c o s s u s > esp. gusano, bereb. akuz, y en la supuesta etimologia m a g u I u m > bereb. magg, esp. mallar (nums. 5 y 6 de Ia listilla de Schuchardt); rum. nat< nat us y esp. nadie (numero 1); rum. piculu < p e cuI i u m y esp. pegujal (num. 9); esp. calcano < c a I cane u m y port. calcanhar (num. 10); rum. corn< cornu s y esp. cornizo, port. corniso, cornisola (numero 25). Pero esta diferencia ya no une, sino que aisla cuando se da en los idiomas que se pro pone separar: cat. colze < cub it u frente a esp. codal, bereb. qobtal <cub it a I e. Y puesto que en realidad se trata de «familias de palabras», hay que tener en cuenta tambien los cat. de antuvi, a son antuvi, esp. de antuvi6n al aducir o b vi are (num. 16). c) El Sr. G. no ha considerado obstaculo para relacionar dos idiomas el que los resultados de Ia base comun tengan en ellos significados diferentes: esp. nadie y rum. nat «muchacho»< nat us (num. 1); esp. rostra «Cara» y rum. rost «boca» < r o s t rum (num. 6); rum. pe!i «pedir una doncella» y esp. pedir <peter e (num. 7); rum. picu[u «ahorro» y esp. pegujal < p e cuI i u m [y p e cuI i are] (num. 9); rum. catii «miran>, ital. cattare <<adquirir» y esp. y port. catar <<ver, observar, investigar» < c a p t are ( num. 13); f i c u s > rum. hie <<arbol» y esp. higo <<fruto» (num. 23); esp. melocot6n «pressec» y rum. mar <<poma» < m a I u m y me I u m (ntnn. 26); rum. ca~ina <<alia» y port. cadinho <<Crisol» (num. 34); rum. iie <<camisa de mujer» y esp. linjavera «bolsa» < 1 in e a (num. 37); esp. calle «carrer» e ital. calle <<Cami» y calla «rcclosa» < c allis (num. 40). Pero la diferencia semantica tiene una decisiva eficacia aisladora cuando aparece entre el catalan y el espaiiol: palumbus (num. 19); ficus (num. 23) y fungus (numero 33 ). Por est a misma raz6n me ha parecido lfcito aiiadir a los nt1meros 28 (viti s ), 32 ( u v a ) y 38 (*gran it i u m) algu-
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nos resultados catalanes y provenzales con desviaci6n semantica, aunque en realidad no eran necesarios. d) El hecho de aparecer una base latina, bien libre, bien en com posicion, no le merma eficacia agrupadora: esp. melocot6n y rum. mar (num. 26); esp. linjavera y rum. iie (num. 37). Asi, es licito anularle el numero 28, viti s, con los resultados de v i t i s a I b a , aunque, como vimos en su lugar, vi t i s ha dado resultados tambien sin composici6n. El Sr. G. ha espigado demasiado confiadamente esas 46 supuestas abstenciones especificas de las hablas galorromanicas. Ante esta tan facil distribucion del vocabulario Iatino, que G. se forja en 1922, cobra aun mayor merito el magistral trabajo que J. Jud public6 en 1914 como iniciacion de un metodo que ayudaria a resolver esta misma cuestion: Probleme der altromanischen Wortgeographie (ZRPh, XXXVIII, 1-75). El perspicaz filologo suizo, seguro de una tecnica tan diffcil como eficaz, de Ia que el mismo es inventor, estudia el destino logrado de las palabras latinas o romanicas supervivientes en regiones en que se frustr6 Ia romanizacion: Britania, Renania, Vasconia, etcetera. La Geografia y la Historia lingtiisticas, Ia Fonetica y Ia Semantica son a Ia vez auxiliares y severos vigias de las complicadas operaciones del autor. Con admirable finura y precision de histologo va Jud desnudando cada palabra hasta llegar a su nucleo germinal. Y como el Iexico Iatino no solo ha arraigado en esas regiones por importacion de los colonos romanos, sino tambien por la incesante infiltracion .desde las nacientes lenguas romanicas vecinas, Jud se propone y logra antes que nada diferenciar cuales palabras existen en esos territorios des. de Ia epoca de Ia colonizacion romana (Wortrelikte) y cuales han ingresado por inmigraciones posteriores, ya marcadas con el sello de alglin habla romanica fronteriza (Lehnworter). Y ya en Ia pagina 25 leemos: Desde las fundamentales investigaciones de Pu§cariu ( Jahresbericht des rum. Instituts, XI, 3 y sigs.) y Bartoli ( Das Dalmatische, I, 294, y Alle fonti del neolatino, en Miscellanea di studi in onore di Attilio Hartis, pags. 890 y sigs.), cada vez debemos mas oponer el balcan-romanico al resto de la
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Romania: el balcan-romanico se caracteriza en general por la retencion, fuertemente conservadora, del mas antiguo caudal Iatino de palabras que en el resto de Ia Romania han sido desalojadas, en parte por neologismos y en parte por prestamos de otros idiomas» 70 • Y cuando Jud halla coincidencias Iexicas entre el norte de Francia, Retia y Rumania, las explica por Ia gran importancia militar y comercial de Ia via fluvial del Danubio (pagina 27, nota 3). Pero esto no le impide sentar, ante los grandes materiales acumulados por las obras citadas y por el mismo, que «para el balcan-romanico no ha sido el regulador el latin de Iberia o el de Galia, sino ante todo el del centro y sur de Italia>> (pags. 27-28). G. coincide con Jud (pag. 58) en seiialar el siglo V como epoca en que Ia Romania, lexicalmente (y morfol6gicamente, aiiade Jud), estaba ya bien diferenciada. Pero la diferenciacion que encuentra Jud discrepa en mucho de Ia de G.: «Con Morf y Dragendorff la investigacion lexica ha de venir cada vez mas a acentuar Ia unidad cultural y lingiiistica formada por Ia Francia septentrional (provincia Belgica) y la Germania inferior y superior en frente de las influencias mediterr{mcas de la Galia meridional, mas fuertemente colonizada y m{ts antiguamente romanizada>> (pags. 61-62). En las paginas 65-67 prueba con abundante material como <<el centro de irradiaci6n de la cultura romana y de las ondas verbales para Britania y para Germania estaba en el norte de Galia». Y, por 1rlt imo, en la pagina 70 insiste una vez mas: <<La geograffa lexica romanica nos lleva a la creencia de que no solo los prcstamos Iatinos en aleman, sino tambien los que hallamos en Britania, han venido de Galia y nos permite echar una ojeada sohre la existencia de un cfrculo lingiiistico, «hOrdgallisch-britannisch-rheinIandisch», que no solo acusa una especial vida artfstica, sino que aun en Ia lengua lleva su propio camino». 70 De la lista de palabras que le confirman en esta idea hay que tachar dos: rum. rus, rrente a blond, y ant. rum. area, por conservarse en espafiol rojo, area, aunque esto no debilita, con su escasez, la fortaleza de los trabajos citados.
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Con comun atencion a la reparticion lexica en Ia Romania del siglo v, G. y Jud llegan a conclusiones bien distintas 71 ; Griera considera al espaiiol mas emparentado ctm el rumano que con el catalan, y Jud, siguiendo a ilustres especialistas, reclama para el rumano una calidad inagrupable dentro de Ia Romania 72 ; G. hacina el catalan con las hablas de ambas Galias, y Jud halla, para ese siglo v, en que coloca Ia cuestion G., un nucleo lingtiistico nortgalico-britanico-renano bien diferenciado del grupo mediterraneo. Se me podra oponer que Jud no da a sus deducciones caracter de definitivas y que su estudio es mas bien una magistral iniciacion. Verdad es. Pero aunque G. da como seguro el galorromanismo del catalan, no creo Iogre convencer de ello a filologo alguno, no solo a causa de las palabras escogidas-rechazables, como hemos visto, casi en su totalidad-, sino principalmente a causa del metodo empleado: primero, con abundantes citas, deduce G. que la cultura general de Cataluiia es galorromanica enfrente de la afrorromanica del resto peninsular: Ia cultura galorromanica hizo el catalan, la afrorromanica hizo el espaiiol y el portugues. ÂŤLa confirmacio d'aquest fet Ia tenim en una serie de manifestacions de cadtcter Iexicologic ... Âť (pag. 38). Esta es precisamente la flaqueza congenita del trabajo de G.: los testimonios lingtiisticos han sido aducidos para confirmar una sentencia que ya habia sido dictada antes de su compareccncia. De ahf esa extrafia circunstancia de que en el juicio solo hayan sido convocados los testigos que se suponfan favorables a la tesis. Si hemos de reconocer en una lista de coincidencias o discrepancias Iexicas una indudable fuerza agrupadora o disociadora, sera preciso que veamos imperar en la formacion de esa lista un riguroso y puro criterio cientifico. El metodo que lo garantice tendra que distar bastante del de G. 71 Ambos coinciden en la idea tan generalizada de considerar cercanos el latin de Iberia y el de Mrica, Cfr. Jud, Ro, XLV, 273. 72 Naturalmente que se pueden encontrar interdependencias entre el rumano y algunos dialectos retorromanos o italianos, pero la cantidad y calidad de los vocablos especificos lo aislan, dice Jud, del resto de la Romania.
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No todas las coincidencias son de igual eficacia agrupadora 73 , por lo cual se hace necesario establecer diferentes categorias. Una de elias -Ia mas facil de verificar- seria Ia coincidencia de palabras que, incontaminadas y como dormidas en su regularidad fonetica dentro de cada idioma, han permanecido fieles al originario significado comun 0 lo han transformado de un modo acorde. Son palabras de trayectoria rectilinea desde el latin hasta su estado actual: I in e a <<hebra > ¡ port. linha, esp. lifia, cat. llinya, prov. linha, fr. ligne. Despues vendrian otras: palabras sufijadas o ampliadas, palabras que han sufrido cruce fonetico o semantico, o en composici6n, familias de palabras, etc., es decir, todos esos resultados del dinamismo y vitalidad de las lenguas que nunca se limitan a guardar fielmente la parte de Ia herencia latina que les correspondi6, sino que Ia trabajan y la transforman segun el genio peculiar de cada una. Claro que si coloco en primer Iugar Ia coincidencia de palabras que han seguido en cada lengua sus leyes foneticas normales (aseguradas asi contra toda sospecha de prestamo o cultismo) y sin divergencia sem{mtica, no es, ni mucho menos, porque les atribuyamos una mayor virtud asociadora, sino una mayor eficacia de convicci6n por la claridad de su historial. Por el contrario, tenemos por mas significativamente agrupadoras esas otras voces que en estc y en aquel dominio han visto su trayectoria desviada por fucrzas de atracci6n iguales o equivalentes, influidas por un mismo termino, contagiadas del mismo cruce semantico, prolongadas por los mismos sufijos o prefijos, desviadas parejamentc en significado, etc. En Ia fisonomia de las lenguas estas mucstras de actividad ponen los rasgos mas caracterizadores. Unicamente habremos de tener buena cuenta de no alegar coincidencias o 73 Jud, que hizo reseiia del articulo de G., en Ro, LI, 291-293, tambien pide (pag. 292, nota 2) que se distinga: 1.0 , palabras que dcsignan animales, plantas u objetos propios de las regiones mcditcrraneas y raros en el Norte de Italia, en los Alpes y en las Galias lugdunense y belga; 2. palabras desalojadas por terminos indfgenas prerromanos, y 3. palabras desaparecidas porque su forma posterior en romance les result6 fatal (homonimia). 0
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discrepancias que, por su aventurada interpretacion personal y mas si media un fin polemico, puedan ser acogidas con algun recelo 74 â&#x20AC;˘ Segt1n apunta Jud (loc. cit.), la Semantica exigiria por su parte nuevas categorias. (. Y como puede faltar en un estudio ambicioso de esta naturaleza Ia representacion de Ia lengua literaria? Como se atiende a las diferencias regionales, atendamos a las sociales. La variedad literaria en cada lengua, con su tenaz instinto de seleccion, acaba por tener un cierto numero de voces y giros ajenos a las otras variedades, cuya comparacion de ninglin modo podemos desdeiiar. Hasta los semicultismos, cultismos y prestamos, puestos en un plano conveniente, deben entrar en este estudio comparativo. Naturalmente, no se trata de agotar Ia mar. Pero esta misma necesidad de limitacion, por lo mismo que deja fuera un gran caudal de voces, nos obligara a elegir el material por un criteria externo a nosotros. Si los estudios etimologicos de Tallgren y Spitzer 75 , por ejemplo, encuentran preferentemente en los tres idiomas peninsulares mutuo apoyo para el esclarecimiento de cada problema, G. nos podria objetar que tales resultados no nos deben obligar a dar por descontado el iberorromanismo del catalan, porque Ia atencion de esos autores se concentro en los casos inclufbles en los respectivos tftulos. (.Como, pues, no le rechazaremos al Sr. G. el que de Ia inmensidad de los vocabularios extraiga medio centenar de voces favorables a su tesis y pretenda con ello haber llegado a un resultado definitivo? 76 â&#x20AC;˘ Unicamente tendra el lector una segura 74 Han hablado recientemente del complicado metodo etimologista L. SPITZER, Jahrbuch fiir Phil., I, 129-159; I. loRDAN, RLiR, I, 162-170 (comentarios al trabajo de Spitzer); V. GARCIA DE DIEGO, en su Discurso de recepci6n en la Real Ac~demia de la Lengua Espanola, Avila, 1926, y W. v. WARTBURG, Zur Frage der Volksetymologie, en Homenaje a Menendez Pidal, I, 17-27. 75 Especialmente 0. J. TALLGREN, Glanures catalanes et hisoano-romanes, en NM, 1911-1914, y L SPITZER, Lexicalisches aus dem Katalanischen und den iibrigen iberoromanischen Sprachen, Ginebra, 1921. 76 ZRPh, XLV, 199.
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garantia de encontrarse ante materiales cuya selecci6n esta libre de prejuicios y de preferencias, cuando estos hayan sido recogidos con otro fin muy alejado de la cuesti6n 77. El ALF o el REWb nos ofrecen un material agotable. Claro es que en
77 J. Jud ha publicado en RLiR, I, 181-236, un sustancioso articulo titulado Problemes de geographie linguistique, en dos partes. La primera plantea Problemes lexicologiques de l'hispano-roman, sobre un par de docenas de discrepancias peninsulares frente a coincidcncias italo-francesas: «He aqui uno de los problemas que atafien a Ia form<.1ci6n misma del lexico del hispano-latin, base tan mal conocida del cspaiiol, del ponugues y del catal:in» (pag. 182). Hace alusi6n a las concordancbs lexicas del romance de Languedoc o de Gascufia con el ibcrorromance, problema que ya trat6 BoURCIEZ en Bull. Hisp., III, 159 y siguicntcs, y <.1! curiosa acuerdo que existe entre los lexicos del italiano meridional, del sardo, del catalan, del espafiol y del portugues, «un gros problcme qu'ont cffleure tour a tour M. Leopold Wagner, Salvioni et moi-mcme.• Y esta vision del problema que Jud ofrece, tan opuesta a la de G., no sc llchc a ignorancia u olvido de Afro-romimic... , puesto que, adcm:'ts de Ia antes citada rcsefia en Romania, lo alude a continuaci6n de las p<.1!<.1bras tmnscritas. Y en seguida explica los lejanos orfgenes de ciertas divcrgencbs entre el Iexico italogalo-latino, de una parte, y el ibero-latino, de otra, con nuevas subdivisiones. Ejemplo: rum., ita!., ret. y san!. de-e x c i t <.1 r c > tipo ita!. destare, frente a cat., esp. y port. despertar. La Pranci<.1 del Norte tiene: ant. s'esperit, luego eveiller (activo), y por fin s'h•eil/er (neutro). «El Mediodia de Francia oscila -y bien se cxplica esto por su situaci6n- entre Ia soluci6n romance iberolatina y Ia del Norte de Francia» (pag. 186). Otro ejemulo (pag. 187): «Para expresar !a idea de «l'tcindre le feu, eteindre Ia flamme», en esp. apagar, Ia Romania ofrccc grosso 111orlo trc~ tipos (dejando a un !ado por el momento Francia): a), ex s t in g u c r e (Rumania y un pequefio territorio de Italia); b), stzztare (lt:Jiia, Retia, Cerdefia); c), apagar (Portugal, Espana y Catalufia).>> PrL·cisalllente estc problema es el que luego llena !a segunda parte del articulo de Jml: ETEINDRE dans les langues romanes, pags. 192-236, en cuyo cpfgrafc VI, p:igina 221, leemos: APAGAR dans l'ibero-roman. Ve<.1se, adcm{ls, cl m<.1pa II. En !a p:igina 190 encontramos mas ejemplos de lcxico cspecfficnmente iberorromanico, con inclusion del dominio catal:'tn. En Ia misma revista y tomo, p:ig. 242, V. Bertoldi nos da un cuadro en el que para el mismo concepto tienen resultados de c o r y l u s el engadino, valtellino, bolones y frances, en oposici6n con cl provenzal, catal<in, espafiol y portugues que los tienen en Abe II an a. Vease tambien en Ia misma revista Ia p:igina 121 del articulo de Jaberg.
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la verificaci6n de tal trabajo seria indispensable utilizar cuantos diccionarios de arcaismos y dialectalismos se han publicado y cuantas notas y monografias etimol6gicas han seguido al REWb, para colocar cada coincidencia y cada discrepancia en su justo lugar. El Sr. Menendez Pidal hizo por primera vez en su Discurso de contestaci6n a D. F. Codera 78 su reconstrucci6n del estado dialectal de nuestra Peninsula en el siglo x. En este discurso apuntaba ya Menendez Pidal c6mo las hablas peninsulares extendidas al Oriente y al Occidente de Castilla tenian de comun un cierto numero de fen6menos importantes que no eran castellanos, y, a la inversa, se abstenian en comun de algunos fen6menos que Castilla habia desarrollado. Y buceando en la toponimia y en los documentos del pasado, descubri6 que las tierras que corren desde las fronteras meridionales de Catalufia y Arag6n hasta las de Le6n y Portugal, participaban tanto de esos fen6menos como de esas abstenciones orientales-occidentales. Bran estos los dialectos mozarabes, la lengua familiar de los cristianos que quedaron en tierras de arabes. Asi resulta que las coincidencias lingtiisticas que hoy notamos entre el Oriente y el Occidente de la Peninsula no son fortuitas y desemparentadas, sino que tuvieron una continuidad geografica desde Catalufia y Arag6n, por las actuales Castilla la Nueva, La Mancha y Andalucia, hasta Le6n, Galicia, Portugal. Mientras tanto, en un reducido rinc6n de Espana, en Cantabria, fermentaba una levadura lingtiistica de gran potencia. Cantabria permanecia, por un lado, refractaria a fen6menos comunes a las tierras circunvecinas ; por otro desarrollaba innovaciones que sonaban dentro de los modos peninsulares como extrafias disonancias. Mas adelante, gracias a la fortuna y el empuje guerrero y politico de los Castellanos, este dialecto discordante Podrfa proseguir Ia enumeraci6n, pero espero que lo apuntado bastara para hacer ver que los nuevos metodos lexicocomparativos, especialmente debidos a Ia escuela de fil6logos suizos, se oponen a los procedimientos empleados en Afro-romanic. 78 Discurso leido ante la Real Academia de la Historia en la recepcion publica del Excmo. Sr. D. Francisco Codera, Madrid, 1910.
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lleg6 a ser la lengua oficial de Espana, alimentada y crecida a expensas de las hablas vecinas. En cambio, los dialectos mozarabes, reducidos al uso intimo de la familia, como el actual judeo-espafiol en los Balcanes, vivian vida raquitica medio ocultos bajo el idioma de los invasores arabes. Por estas circunstancias, cuando los cristianos nortefios, y en especial los castellanos, reconquistaron de los musulmanes estas tierras, los mozarabes no permanecieron fieles a sus dialectos, sino que los abandonaron de buen grado para adoptar el Castellano, mas apto para los fines culturales, politicos y comcrcialcs, y que tenia para ellos el alto prestigio de los libertadores. De modo semejante alargaron hacia el Sur sus peculiaridades linguisticas, los gallegos al Oeste y los catalanes al Este, con muerte de las diferencias que encontraron en las tierras rcconquistadas. Menendez Pidal compara, certeramente, a Castilla con una cuiia que, con la Reconquista, escinde la Espafia linguistica en dos partes, hoy por eso muy alejadas. Por otro lado, su condici6n de lengua oficial ha permitido al castellano ir meticndose por dominios ajenos, desalojando a los dialectos leones y aragones de sus tierras patrimoniales. En resumen: el castellano germina en una pequefia regi6n nortefia; luego es trasplantado al Centro y Sur por conquista, y, por ultimo, va abricndose con movimiento de abanico por tierras del leones y del aragones, hasta alcanzar su actual area peninsular. El Sr. G., pag. 43 y sigs., no admite esta reconstrucci6n: ÂŤLes caracteristiques mes importants que assenyala [Menendez Pidal], son: conservaci6 de j inicial i de g devant e, i (Jan u ar ius, genes t a); la presencia del so mediopalatal ! < -li-, -cl- i -gl- ( xarrayla, conelya); l'absensia del ch actual provinent de -ct- y -lt- ( feito, leite) en front del castella modern (lzecho, leche, noche); el diftong ai <-a r i u en front del actual e .. (pag. 43). Sin duda por creerlas menos importantes, G. ha caJiado otras caracteristicas aducidas por Mencmlez Pidal: diptongaci6n de l!, 6 ante yod, palatalizaci6n de 1-, persona Ellos del preterito en -oron. ÂŤLes caracteristiques del mosadtbic donades per Menendez Pidal corresponen no solament al lleones occidental i al catala en el periodi preliterari: son tambe pe-
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culiars del castella preliterari i generals de tot el domini romanic» (pag. 44 ). Pero es el caso que no son generales a tod() el dominio romanico ni la diptongacion de o, e ante yod, ni el resultado -it-<-ct- (dos fenomenos caracteristicos del Occidente de la Romania, con mayor extension geografica el segundo), ni mucho menos la palatalizacion de I- ni el preterito en -oron. G. ha escogido las abstenciones de esos dialectos frente al castellano, y no las abstenciones del castellano frente a los demas dialectos 79 • Es verdad que esas caracteristicas del mozarabe (-l- < -cl-, -Ii-; it < -ct-; ai <-a r i u; conservacion de g- j-) son tambien peculiares del castellano preliterario; pero lo significativo es que en una epoca determinada, siglo X, Castilla, solo Castilla enfrente de Leon, Aragon, Galicia, Catalufia y Mozarabia, habia hecho avanzar la evolucion de esos fenomenos 80 • Es decir, que en el siglo x estas regiones se mantenian respecto a esos fenomenos en un estado homogeneo de menor evolucion frente a Cantabria. Para el folklore actual, KrUger, WS, X, 45-137, passim. G. opone a la reconstruccion de Menendez Pidal una lista de mas de 200 palabras «desconocidas en catalan», que ha espigado del Glosario de voces usadas entre los mozdrabes, de F. J. SimGnet. De elias, un centenar se refieren a plantas o frutos silvestres o a peces menores, esto es, a denominaciones que suelen cambiar de lugar en Iugar, a veces hasta en un mismo dialecto; otras son arabismos faciles de comprender en un pais bilinglie. Siguiendo G. su intento de unir en un grupo el portugues, el espafiol, el italiano y el rumano frente al catalan, frances, provenzal y dialectos alpinos, no pierde ocasion de anotar la correspondencia Castellana o rumana que Simonet consigna. Por ejemplo: «expleni (rom. splina)», «fochlaira (esp. fruslera)», «haraux (esp. harapo)», <<jarafan (esp. 79 J. Jud, en Ia citada resefia del articulo de G. ( Ro, Ll, 293), con delicada cortesia no quiere destacar esta actitud de G., y solo Ia contesta, como sin aludirla, aceptando Ia reconstrucci6n de Menendez Pidal. 80 La monoptongaci6n de ai en e no encaja en Ia misma distribuci6n geografica, pero es precisamente uno de los fen6menos coincidentes de castellano y de catalan.
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«ladan (esp. ldudano)», «mathell (esp. badila)», etc., etc. Al Sr. G. le hubiera sido facilisimo aiiadir a la correspondencia rumana, espanola, etc., la catalana, provenzal y I rancesa que Simonet consigna siempre (apenas con una docena de excepciones) en el mismo parrafo. Naturalmente, para aceptar como buenas las correspondencias catalana, provenzal o francesa que anota Simonet a cada palabra mozarabe, seria preciso aplicar a sus datos, no siempre de valor cientilico, una scvera critica filol6gica; pero exactamente lo mismo ocurre con las correspondencias rumanas y espaiiolas que G. sin empacho aprovecha. La lista de mozarabismos que G. toma del Glosario de Simonet, pierde en absoluto toda su fuerza argumental s6lo con leer los parrafos de ese mismo Glosario 82, que registran casi sin excepci6n la respectiva correspondencia 'lrancesa, la provenzal y sobre todo la catalana. Y, sin embargo, G., que las ha leido, dice: «Aquests elements del lcxic, caractcristics de la llengua dels mozarabs, desconeguts en catala, ens indueixen a creure que les coincidencies fonetiqucs de la llengua vulgar dels mozarabs amb el catala i amb l'aragones no tenen cap de for~a. Hom es inclinat a creure el contrari: I'origen del castella i del lleones s'ha de cercar en la Ilengua d'aquells cristians que emigraren d'Andalusia i de Toledo cap al nord» (pag. 48). i Que dificil sera al Sr. G. hallar un solo secuaz sol vente para esta su peregrina idea de la formaci6n del castellano! Reciente esta la aparici6n del ultimo libro de Ramon Menendez Pidal, Origenes del espaiiol (anejo I de la RFE, Madrid, girafante)»
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lNo sera errata este esp. girafante? Simonet no Io trae.
No cansare contestando a cada palabra. En esta !isla aducida como fondo Iexico hispanico que se opone a Cataluiia y las Galias, figuran voces como canthabar, que Simonet anota por habcrlo enconlrado una \l'Z en un verso con significado dudoso, r;orba, 'calzado de mujcr', didi 'lltorado, azul obscuro', con dos citas de escritos arabes, fuxtul 'vclo o toea de mujer', tharbuca 'polaina'; por otro !ado, camill 'chimenea', d1cmetherio 'cementerio', escoba, otra vez fraga, guinda, maixon 'ca·.;t', etc., etc. Hasta llegar a aducir como testimonio anticatalan una palal>ra que, seglin Simonet, era exclusiva de los moz{lrabcs catalanes: xuri, 'nombre de un pez que se pescaba en el rio de Tortosa'. 112
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1926). Merced a esta obra, los que trabajamos en filologia peninsular estamos en situacion de privilegio, ya que ningun otro dominio romfmico cuenta con un libro de tan decisiva eficacia, ni por la cantidad y naturaleza de los materiales acarreados, ni por la clarividencia historica que acompafia a su elaboracion. Para que G. se apresure a desechar su antihistorica explicacion sobre la formacion del castellano y del leones, no precisa siquiera leer las 579 paginas del libro. Le bastara con los §§ 100102 y los esquemas geograficos que los acompafian. Menendez Pidal reconstruye el area originaria de cada innovacion, Castellana y no castellana, junto a la de expansion posterior en los fenomenos triunfantes, y junto a la de reduccion en los fen6menos (no Castellanos) desalojados, distinguiendolas siempre de las areas conservadoras en donde el neologismo nunca existio. En el esquema 1 vemos como h- por f- inicial surge en epoca prehistorica en Cantabria y en Aquitania, a ambos lados de los Pirineos vascos, y como es expandido y trasplantado mas tarde hasta alcanzar su gran area actual (el mismo esquema para - i 11 o < -iello en la Peninsula). Seg1ln el esquema 2, del lat. lj, -cl- ( muzer < m u 1 i ere), tiene su area originaria en Cantabria h.ftsta poco mas abajo del Duero, y su gran extension actual ha sido conseguida por trasplantacion y en parte por invasion ( el mismo esquema para la perdida de g'- en enero, ermano, etc.); el primitivo terreno de c = ch procedente de c t y u 1 t en fecho, mucho, fenomeno mas antiguo que los anteriores, llegaba solo desde Cantabria hasta mas abajo del Duero (esquema 3, que sirve para las areas primitiva y posterior del fenomeno cast. sci > 9, frente al general resultado peninsular scj > s = x). Observe el Sr. G. esos mapas y vera como Castilla no necesito que los mozarabes inmigrados le dieran hecho su propio idioma, sino que fue ella, o alguna de las regiones vecinas, la que en todos esos fenomenos llevo la iniciativa. Y Castilla es la que impuso su forma fijada we< o frente a las vacilaciones wd, w6, we de las otras regiones ( esquema 4; el primitivo terreno de la diptongacion es de mucha mayor extension que el de los fenomenos anteriores). Y si pasa-
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mos de los casas en que Castilla representa una innovaci6n frente a la tendencia mas conservadora de las otras regiones, a los otros casas en que Castilla se ha abstenido de fen6menos que hoy tiene el Oriente y el Occidente, se evidencia c6mo la diptongaci6n ante yod, reducida hoy al catalan y en parte al leones y al aragones, comprendi6 en area continua gran parte del Centro y Sur de la Peninsula (esquema 5); c6mo la palatalizaci6n de la 1-, llengua, no se interrumpia desde Cataluiia y Arag6n, por el Centro y parte del Sur, hasta la frontera galaico-leonesa (esquema 6), y en menor extensi6n la persona Ellos del perfecto acabada en -oron, -ioron, o la diptongaci6n del verbo ÂŤsen> en Tu yes, El ye (esquema 7). En estos casas, si hoy vemos que el fen6meno falta en toda la Peninsula menos en Catalufia o en los mas alejados rincones del aragoncs y del leones, es porque Castilla impuso con la Reconquista sus peculiares abstenciones, hacienda cambiar de modo de hablar a los habitantes cristianos de las tierras reconquistadas. No siempre Castilla fue apartadiza e individual, bien en la innovaci6n, bien en la conservaci6n: a veces el area primitiva de un fen6meno alcanza desde Castilla, a lo largo del Ebro, hasta el Mediternineo (esquema 8: m de mb latina, cuyo foco principal esta en los Pirineos, comprendidas la Aquitania y la parte Sur de la Narbonense; esquema 9: reducci6n e de ai, ei en el sufijo -a r i u, etc.). Otras veces el area primitiva alcanza desdc Castilla, por la cuenca del Duero, hasta las costas atlanticas: tal la transformaci6n, diversa, de los grupos iniciales pl-, d-, fl-, conservados en las demas regiones (esquema 10). Claro es que aqui los catalanes y aragoneses por un lado, y los gallcgos y lconeses por otro, han contribuido, como los Castellanos, a imponer las modalidades nortefias en los paises reconquistados. Enfrente de esta reconstrucci6n de Menendez Pidal, admirablemente documentada, G. lanza su teoria de que cl leones y el Castellano deben SU formaci6n a los mozarabes inmigrados de tierras andaluzas y toledanas 83 â&#x20AC;˘ 83 El Sr. G. ha forjado su teoria principalmente con noticias, ideas v hasta frases de una obra maestra: Las iglesias mozdrabes, de Manuel
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Vamos a suponer que el Sr. G., en vez de escoger para su division de las lenguas romances esas 46 voces rechazables, hubiera atinado a presentar un centenar sin posible objeci6n. (Tendriamos derecho a suponer resuelto el problema, seg{m reprocha G. a Meyer-Li.ibke en ZRPh, XLV, 199? Gomez Moreno. Pero permitasenos mostrar que el ilustre profesor de Madrid no ha sido justamente interpretado. Dice G., apoyandose en GOmez Moreno, que en arte, en liturgia, etc., Cataluna nada tiene que ver con el resto de Espana; que mientras Cataluna recibia una corriente de vida cultural procedente de Francia, Espana y Portugal la recibian del Sur. Y esto, que sucedio desde los tiempos mas antiguos, no se modifico con Ia Reconquista. Pero lo que Gomez Moreno dice es: «Despues [de Ia dispersion de los godos, a Ia entrada de los arabes], las pric meras guerras fueron para aislarse, dejando [los godos refugiados en Asturias y los refugiados en Cataluna] yermas sus respectivas fronteras meridionales; y en compensacion el inf!ujo carolingio hizo que instituciones barbaras tomasen arraigo, y que un arte de tipo europeo gallardease en Oviedo y Barcelona, sin acordarse casi para nada de Toledo ni de Cordoba» (pag. xu del Prologo). En !a pagina xv, Gomez Moreno nos hace una sugestiva pintura de Ia Espana del siglo XI, empeiiada en «Ia gran lucha entre influjos traspirenaicos y sugestiones andaluzas». Bastaria a este efecto citar los cluniacenses. G. parece haber sacado directamente su teoria sobre Ia formacion del castellano y del leones, de este parrafo de Gomez Moreno: «Sin embargo, Ia Espana cristiana del siglo x se nos ofrece pobre y modesta. Ofuscabala el Imperio cordobes, tan espJendido y rico en su apogeo, imponiendola cuanto era transmisible en instituciones, administracion, mercaderias, etc. Recibio tal vez su habla como lengua culta entre ciertas clases sociales, produciendo el gran caudal de voces arabes que la documentacion de entonces arroja, y explicandose asi !a misera latinidad de los poquisimos escritos conservados» (pag. XIII). Mas adelante, pag. 130, dice textualmente: «Notese, ademas, que tal desarrollo [el debido a la corriente cultural del Sur en Castilla y Leon] no fue progresivo ni duradero, sino que mas bien tiende a extinguirse pasado el siglo x ... La conquista ulterior de Toledo abrio nuevos cauces a! influjo meridional, mas este quedo loca!izado, habiendo de ceder en general bajo Ia presion de otra corriente, Ia galicana o europea, mas congenere y de arraigo definitivo.» Asi, resulta que lo que Gomez Moreno da como moda pasajera entre ciertas clases sociales (gentes administrativas y monjes, pags. 115 y 121), G. lo convierte para provecho de su tesis en cosa basica, y, al efecto, en la pagina 48 inserta medio centenar de arabismos que Gomez Moreno recoge (pags. 122-129) de documentos castellanos y leoneses de esa epoca. Que la razon esta con Gomez Moreno y no con la dislocacion de G., lo prueba el que esos ara-
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Entre las hablas espafiolas de las diferentes regiones americanas podemos comprobar una diferencia lexica que con facilidad sobrepasaria este numero, sin que por eso debamos caer en la tentaci6n de dividir en familias lingi.iisticas los dialectos de un mismo idioma 84• Ahara podemos muy bien trasladar la cuesti6n a la repartici6n del lexica latina en el siglo v, epoca en que sin duda las diferencias regionales no habfan pasado del grado dialectal. Pero cuando, al cortarse las comunicaciones de Roma con las provincias, estas dejaron de rccibir mas elementos lingi.iisticos de la metr6poli (o los recibicron en grabismos son siempre sustantivos, no verbos ni partfculas, que expresan conceptos de tipo culto, con raras excepciones, y que, siemlo casos de imitaci6n de las organizaciones musulmanas, desaparecieron en su mayoria nipidamente (cfr. pag. 125 de Gomez Moreno). De /,a5 iglesias mozarabes, G. se ha saltado el capitulo IV, que trata del mozarabismo en Cataluna: « ... un estado ana!ogo [de influjos andaluces en el dominio franco de Cataluna] al del. reino de Asturias, aunquc muchfsirno menos pujante» (pag. 41). Esta diferencia de grado para un momcnto es Ia que G. recoge de pasada para convertir ya el influjo moz{lrahc en Cataluna en ausencia de influjo mozarabe. Pero Cataluna recibe gmn masa de colonos o pobladores de Ia tierra musulmana (pags. 42-44). Desarrollo del comercio muy vivo entre Ia Espana arabe y Catalm1a (pags. 44-46). Gran influjo cientifico andaluz en Cataluna (pags. 44-45). Rclacioncs politicas (pags. 45-46). Tampoco ha tenido en cuenta G. cl signicnte juicio de G6mez Moreno: «Su desgarramiento de Francia se confinna por dos intentos de emancipaci6n eclesiastica, respecto de N<1rbona, rcstableciendo Ia metr6poli tarraconense», anos 958 y 971 (pugs. 46-47). El Sr. GOmez Moreno apunta para el siglo x dos corrientes simult{u,cas en Cataluna: Ia una, de Francia; la otra, de Espana, ambas cl<.'biles (pags. 51-52). No es, pues·, justo ni cientifico que G. suponga a Ia corrientc dl'bil de Francia un valor decisivo, y a Ia corriente debil de Espalia trn valor nulo. Por ultimo, las noticias de G. sobre Ia Jiturgia peninsular y en Francia estan en fundamental contradicci6n con el mas rcciente libro sobre Ia materia, Textos ineditos de Ia liturgia mozarabe, Madrid, 1926, del P. German Prado. 84 Para su argumentaci6n con los arabismos, mas almndantcs en espafiol que en cata\an, observaremos que los miles le latinismos y romanismos introducidos en ing!es no nos pcrmitcn inclnir cstc idioma entre los romanicos; ni los castellanismos del vasco-cspaiwl autorizan a colocar esta lengua en familia disth1ta del vasco-franccs, tan abundante en galicismos; ni los eslavismos y magyarismos del rumano excluyen este idioma de Ia familia romanica; ni el espafiol de los judios balcanicos, a pesar 6
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do tan escaso que bien podemos razonar sobre una repartici6n ya acabada), esas diferencias dialectales fueron perfilfmdose, ahondfmdose cada vez mas, hasta que los habitantes de una regi6n no pudieron entenderse con los de otra. Y luego mas aun, germinando en cada regi6n determinados tipos de innovaciones en sonidos, en morfologia, en giros, en deformaciones de vocabulario. l C6mo prescindir del parentesco de est as innovaciones si queremos incluir una lengua en este o en otro grupo? Para G. el unico elemento de eficacia agrupadora es la semilla lexica recibida; para nosotros no es unico, ni siquiera el primero, sino la potencia fermentadora y transformadora del suelo en que la semilla latina cay6. Aun al estudiar las relaciones lexicales, como uno de los factores que es necesario tener en cuenta, concederemos mayor eficacia a las comunes transformaciones (por sufijaci6n, cruce, etcetera) que a las meras conservaciones. G. insiste varias veces, tanto en Afro-romimic ... como en su articulo de la ZRPh, XLV, en el papel decisivo que las corrientes culturales de Galia y de Africa tuvieron, respectivamente, en Ia formaci6n del catalfm y del espafiol y portugues. Pero l es que esa corriente galorromfmica ha podido irrumpir en nuestra Peninsula unicamente por el Pirineo catalan? Arag6n y Navarra han tenido intervenci6n equivalente. Navarra fue la que trajo a Espana los cluniacenses. Pero, esto aparte, hay que repetir Ia objeci6n puesta a Ia sobreestima del lexico recibido: Catalufia no recibi6 to do de la corriente terrestre; tam bien estaba unida al Lacio por los innumerables caminos del mar. Y sobre todo, pongamos en primer Iugar lo propio de Catalufia, no lo recibido. Continuando el simil de G., diriamos que ademas de las corrientes de lexico, y mas aun que a ellas, hay que de haber admitido en su vocabulario tantos extranjerismos, pertenece a otro grupo lingiiistico que el peninsular; ni tampoco el espaiiol de America, enriquecido con los americanismos que sus parlantes iban necesitando. Desde luego, hay en espafiol mas arabismos que en catalan, pero tambien mas que en gallego. Y si los arabismos en espafiol hacen a G. separar este idioma del catalan, lc6mo es que no le estorban para unirlo con el rumano?
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atender a la naturaleza misma de la tierra inundada por esas aguas extraiias que van modificando sus cualidades, ya que no su permanente sustancia latina, a medida que se van enriqueciendo con las propiedades quimicas del suelo que las ha acogido. ¡ Me duele que el estilo profesional haga que algunas de mis cxpresiones sean tan duras, y quiero salvar mi respeto y mi simpatia personal por Mosen Antonio Griera. Primordialmente he pretendido dos casas: 1.â&#x20AC;˘, exponer el grado de intervenci6n que la geografia lexica debe tener en la comparatfstica, junto con las garantias que en tales trabajos debemos exigir, y 2.â&#x20AC;˘, convencer absolutamente al lector (mi ambici6n incluyc al Sr. G.) de que el problema del galorromanismo o ihcrorromanismo del catahin nos ofrece un campo de actividadcs virtualmente virgen, puesto que tanto Das katalanische, de MeyerLlibke, por las razones expuestas en mi articulo anterior, como Afro-romimic ... , lo dejan casi intacto. Quedan m{ls o menos aclaradas ciertas diferencias basicas entre Catalufia y el Centro peninsular, entre el norte y el sur de Francia (Jud), que son faciles de suponer entre el Centro y el Occidente pcninsulares y entre Cataluiia y Provenza. Que existieron difercncias b{lsicas es indudable, puesto que en cada una de esas rcgioncs ha plasmado una lengua diferente. Pen) si queremos seguir adclante hasta determinar si algunas de estas comarcas son lingliisticamente agrupables, y cuales frente a cuales, ya no nos queda otro camino que examinar el numero y la calidad de las dif crencias que cada region presenta a sus vecinas, o que dos o mas regiones oponen a las demas, procurando avcriguar cuat es, de entre todas las fronteras vigiladas, la que amontona mayor numero de diferencias. Pero esto ya s6lo es posiblc haccrlo trabajando sabre las mismas lenguas que en los campos y en los documentos se nos brindan. Entonces podrcmos llegar a saber el contenido cientifico de las palabras iberorromanico y
galorromanico.
II PARTICI6N DE LAS LENGUAS ROMANICAS DE OCCIDENTE
Han sido varios, mi querido amigo Corominas, los colegas catalanes que me han pedido les concrete cwil era en definitiva mi opinion sobre aquella debatida cuesti6n de la subagxupaci6n rom{mica del catal{m, y a todos he ido respondiendo por carta lo mas inequivocamente que he podido. La afectuosa insistencia de usted y la ocasi6n de honrar con un tomo de estudios filol6gicos al venerable maestro don Pompeu Fabra, me hacen volver una vez mas. sobre el tema en esta carta que, por estar destinada a la publicaci6n, tendni que acomodar su estilo a un multiple lector. En la primavera espanola de 1927 me hallaba yo enfrascado en un tercer articulo sobre la subagrupaci6n romanica del catal~m (que no iba a ser el ultimo), cuando mi contrataci6n por la Facultad de Filosofia y Letras de Buenos Aires para dirigir su Instituto de Filologia, hizo cambiar mis planes de trabajo. Si ahora todavia vive en mf el interes de aquella vieja polemica, no es para agregar algunas cuestiones mas, sino para plantear la cuesti6n fundamental. i. Que es eso de iberorromanico o galorromanico? Iberorromanico, como concepto auxiliar de la romanfstit~, no puede ser mas que una de dos: lengua romance enclavada en Iberia o lengua romance de sustrato iberico. En ambos casos, el catalan es iberorromanico sin necesidad de polemicas.
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Iberorromance no puede ser mas que una de dos : la forma que el romance tenia en Iberia durante el imperio visigodo y primeros tiempos cristiano-arabes o quiza el conjunto de caracteres comunes de las lenguas romanicas peninsulares. En ambos casos, y sin necesidad de polemicas, el catalan se incluye en el iberorromance o no hay tal iberorromance. Las mismas distinciones valen para el galorromanico con relaci6n a las Galias, de modo que el provenzal, sin mas tramites, resulta galorromanico o no tiene existencia tal entidad como Galorromania 1 • Una sola posibilidad -l6gica- queda para que cl catalan de hoy no sea iberorromanico: que el primitivo romance de esa porci6n de la Tarraconense se haya extinguido, dcsalojado por un dialecto galorromanico importado. :Esa es, prccisamente, la posicion de Meyer-Llibke ( Introducci6n a la Ungiiistica romance, § 24; Das Katalanische, Einleitung): cl catalan es provenzal trasplantado a Catalufia en el siglo VIll a medida que retrocedian los arabes. Pero esa posibilidad l6gica no es hist6rica. Las poblaciones nativas no fueron expulsadas ni aniquiladas, y las constituciones francas de Hispanis, de los afios 781, 815 y 844 lo testimonian ampliamente. El habla patrimonial de esas poblaciones tampoco fue suplantada por otra en el centenar de afios que dur6 la dominaci6n franca, una dominaci6n lejana y de tipo militar-fronterizo que no afcct6 a los fundamentos de lo social aut6ctono. Me complacc mucho, amigo Corominas, que sea usted, con sus investigaciones toponimicas en curso, quien venga dando a estos hcchos hist(>ricos una rigurosa comprobaci6n lingliistica. Los antiquisimos top6nimos del territorio catalan primitivo prueban con su fonetica que el sistema Iingliistico del catalan es aut6ctono y no impor1 Por el sustrato, el gasc6n es iberorromanico: primero por los ibericos aquitanos, y segundo por la invasi6n de vasconcs a fines del siglo VI (VASCONIA > Gascuiia). Como tal ha sido consideraclo rcpetidas veces, especialmente en el vocabulario; Rohlfs, Le gascon, ha cmprendido la tarea sistematica de aclarar Ia posici6n lingiiistica del gasc6n como intermediario entre el frances y el espaflol. Uso el termino «iberico» en sentido lato, sin atenci6n a cuestiones etnol6gicas internas.
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tado; y, como contraprueba definitiva, usted sefiala dos zonas donde la toponimia rom{mica originaria tiene una fonetica divergente de la catalana: una el extremo norte del Pallars (punta noroeste de Lerida); otra, las Baleares, Valencia y sur de Catalufia. La historia explica bien esta discrepancia: el Pallars, por haber sido romanizado tardiamente desde la vieja Catalufia, y las islas y zona meridional por haber sido catalanizadas por los catalanes reconquistadores. Si el catal{m hubiera sido importado en el siglo VIII por los francos, la toponimia antigua de la parte nuclear de su dominio actual lo denunciaria con sus discrepancias foneticas, como lo denuncia en aquellos territorios donde el cataUm fue realmente importado. Asi, pues, siendo aut6ctono, el catalan es iberorromanico, por muchos puntos de contacto que tenga con el provenzal. Es mas, aunque llegara a la identidad con el provenzal, lo (mico que eso probaria es que los Pirineos, frontera politica, no serian frontera lingliistica; pero, aun identicos, el catalan seria tan poco galorromanico como el provenzal iberorromanico. Los anulados serian los conceptus auxiliares de galorromanismo y de iberorromanismo. Usted recordara que otra justificaci6n de galorromanismo fue lanzada una vez como la bola en la ruleta. La ocurrencia consisti6 en imaginar que Catalufia habia sido romanizada por una corriente procedente de Galia (por eso, galorromanico), y que el resto de Iberia habia sido romanizado por otra corriente procedente de Africa (por eso, afrorromanico ). Meyer-Llibke por un lado y yo por otro empleamos tiempo y trabajo en probar la falsedad de todos y cada uno de los testimonios Iexicos aducidos; pero hubiera debido bastar este recibo: <<La idea tropieza con la imposibilidad cronol6gicaÂť. La intensa romanizaci6n de Catalufia y de la cuenca del Ebro comenz6 un siglo antes que la del sur de Galia, tambien muy intensa, y siglo y medio antes de que Cesar emprendiera la conquista de la Galia del Norte, nunca tan bien romanizada. Andalucia y la zona levantina (es decir, la Iberia frontera del Africa) fueron intensamente romanizadas, con perdurables colonias patricias, de
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romanos y de italiotas, doscientos afios antes de la conquista de la Tingitania y de la Mauritania. En suma: ni geografica ni hist6ricamente se puede hablar de un galorromanismo del cataUm. Pero -podni argtiir la obstinaci6n-, diga lo que diga la historia y la geografia, es lo cierto que el catal{m tiene un evidente parentesco especial con el provenzal, al que se parece mas que a ninguna de las otras lenguas romanicas. Por de pronto lo vamos a conceder. Pero deducir de ello el galorromanismo del catalan cs un triste testimonio de lo mediociencia que es todavfa la lingiiistica en su cultivo particular. Entre estas dos lenguas, aut6ctonas de sus respectivos territorios, el catalan se parece al provenzal exactamente en la medida en que el provenzal se parcce al catalan; y deducir de la semejanza el galorromanismo del catalan es exactamente el mismo desatino que deducir cl. iberorromanismo del provenzal. Si se ha hablado de galorromanismo del catalan, y no al reves, es por motivos psicol6gicos, no 16gicos: el provenzal aparece como el i_dioma mayor, el catalan como cl idioma roenor; el provenzal tuvo una poesia trovadoresca de importancia hist6rica mundial; en la Iiteratura catalana, mas modest a, se advierte un fuerte influjo provenzal; el provenzal ha sido tema central de estudio Iingtiistico desde que se constituy6 la romanistica; las lenguas peninsulares eran estudiadas no mas que incidentalmente hasta hace cuarenta afios; por pcreza, se despachaba el catalan entero como una variante del provcnzal; el provenzal esta enclavado en una de las grandcs polencias que mantienen el equilibrio europeo; el catalan, en una de las del coro. En consecuencia, caso de que la scmcjanza de ambas lenguas invite a la reagrupaci6n de los romances occidentales, no se nos pasara por las mientes la idea de poncr en crisis el galorromanismo del provenzal, una lcngua tan ilustrc en la historia europea de la literatura, cnclavada en Ia Calia y que venimos estudiando desde hace mas de un siglo; en cambio, sera problematico el iberorromanismo del Catalan, una lengua no tan ilustre literariamente, enclavada no mas que en Iberia y que hasta hace pocos afios ni sabiamos que era realmente
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una lengua. El impulso lo ha dado, pues, el peso psicol6gico de «lengua mas importante y lengua menos importante»; la justificacion historica se ha buscado a posteriori, como lo prueba su falsedad. De la subagrupaci6n de las lenguas romanicas puede la lingliistica sacar ensefianzas ; pero a condicion de proceder sin tales prejuicios de arden extralingliistico. La vieja division en lenguas de Occidente (Galia e Iberia) y de Oriente (Sicilia, Italia, Rumania) no ha perdido hasta hoy nada de su justificacion ni de su conveniencia. Del estudio de los caracteres aislados, a la geografia lingliistica le han resultado nuevas zonas coherentes, como la alpina, la pirenaica, y, con otra reagrupacion, la zona mediterranea (regiones costeras de Espafia, Francia e Italia) en oposicion a la atlantica, etc. Me refiero, sabre todo, a trabajos como los de Bartoli y Rohlfs y los de la escuela suiza de Jud y Jaberg, con sus originales estudios de paleontologia lexica. Pero (a que recordar otros, si usted mismo, amigo Corominas, ha dado mas de una vez con la zona pirenaica o la zona mediterranea en sus agudas pesquisas de · geografia lexica? 2 • Aparte esas zonas lingliisticas halladas por la geografia lin~ gliistica, es tambien legitima y promete ser provechosa otra particion propuesta como tema, una real subdivision. Por ejemplo: en la gran porcion occidental de la Romania, desde la Galia belga hasta la Lusitania, l como se subagrupan las lenguas segU.n el desarrollo cumplido y segun el material latina conservado por cada una? Hasta ahara se han dividido en lenguas galorromanicas e iberorromanicas. Esta division estaba impuesta por ideas extralingliisticas (las entidades geograficas Galia e Iberia y su respectiva homogeneidad historica), y ha sido justificada lingliisticamente con la abundancia de rasgos comunes a las Galias (cisalpina, belga y lugdunense). y de otros comunes a Iberia. Los trabajos Iexicos de Jud estan demostrando precisamente que la idea ortodoxa de una nive2 «Dis Aup i Pireneu». A propos du <<Riitisches Namenbuch» (Festschrift Jud, Zurich, 1942) Les Relacions amb Grecia reflectides en el nostre Vocabulari (en Homenatge a RubiO i Lluch, III, 283-316).
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laci6n idiomatica en todo el imperio romano era excesiva, y que la Peninsula Iberica tenia ya en aquellos tiempos una personalidad peculiar opuesta a la de Galia e I talia y manifestada sobre todo en su vocabulario 3 • Galia tambicn ostenta su temprana personalidad, mas como terreno de cruzamientos que como homogeneidad. Mi propuesta no implica, pues, una desaprobaci6n de la division tradicional; pero supone la posibilidad de otra agrupaci6n de las lenguas occidentales por otra linea que la de los Pirineos : la linea que resulte del examen exclusivamente lingiiistico de la cuesti6n. Todas las lenguas contiguas tienen rasgos comuncs, por supuesto; de modo que problema Iingliistico seria buscar una agrupaci6n mayor que la de dos lenguas contiguas. Las lenguas a ambos lados de los Pirineos, gasc6n, provcnzal, aragones y catalan, muestran un parentesco especial, como usted sabe muy bien por sus propias investigaciones, en la fonetica, en la gramatica, en el texico 4 • En sus Origenes del espafiol, 3 Principalmente en Problemes de geographie linguistique, I. Problemes lexicologiques de l'hispano-roman, II. :Eteindre dans les lallgues romanes, III. S'eveiller dans les langues romanes ( RLiR, I, pi\gs. 181-236; II, pags. 163-207). Probleme der altromanischen Wortgeograplzic, ZRPh,. XXXVIII, pags. 1-88). Los estudios de M. BARTOLI, p. e. Caratteri fondamentali delle lingue neolatine (Arch. glatt. it., 1936, XXVIII) mucstran tambien con muchos rasgos la peculiar fisonomia del lenguajc de Jbcria, del de Galia, del de Italia y del de Dacia, en las fases latina, romana y romanica. • El libro de GERRARD ROHLFS, Le gascon (Halls, Niemeyer, 193~, Anejo 85 de la ZRPh.) se subtitula <<Etudes de Philologic Pyrc"·m'cnnc» y su idea basica es la gran semejanza (parentesco) del gasc6n eon cl aragones y con el catalan. Rohlfs forma el grupo pirenaico con cstos trcs romances (parentesco Iexico, fonetico, morfol6gico y sin t:lct ico) y los opone a! provenzal, destacando las peculiaridadcs del gasc6n frcntc a! provenzal segun Ia vieja tradici6n, que modernamcntc han scguido Bourciez y Ronjat. Tiene usted raz6n, amigo Corominas, a! sub1·ayar (Vox Romanica, 1937, II, pags. 154-155), que !a origina1idad del catalan cs m1n mayor; no se ya si la tiene tanto en su sugcrcncia de que la origin a. lidad del gasc6n frente al provenzal no es tan autentica como Rohlfs enfatiza, ya que -arguye usted- en el vocalismo siguen ambos una misma linea; me parece que esa concordancia en cl vocalismo, principalmente de tipo tradicionalista y fie! al sistema Iatino vulgar, aunque·
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Menendez Pidal ha probado inequivocamente que sorprendente homogeneidad habia en el mapa lingliistico de la Peninsula antes de que lo transformara la reconquista de los castellanos : rasgos caracteristicos del catalan y del aragones frente al castellano ( f- conservada en Iugar de h-; 11 o y en Iugar de j; it en Iugar de ch; diptongaci6n de e, 6 ante yod; 1- inicial paes uno de los importantes rasgos de parentesco provenzal-gascon, no menoscaba la autenticidad de los otros rasgos peculiares del gascon, no ·solo en el consonantismo, sino en la morfologia, en la sintaxis y en el lexico. De cualquier modo, esto no afecta a nuestra idea: en vez de los tres romances de Rohlfs, bien se podria incluir tambien el provenzal en el grupo pirenaico. El numero y quiza Ia importancia de los rasgos parientes estara siempre en razon inversa del numero de los romances: mayor entre dos que entre tres, y mayor entre tres que entre cuatro; pero un estudio comparativo de los cuatro -gascon, provenzal, aragones y catalan- revela todavia suficientes caracteres comunes y exclusivos para que la lingiiistica forme con ellos un grupo. Han contribuido recientemente al estudio de esta area pirenaica: A. KUHN, Der Hocharagonesische Dialekt ( RLiR, 1935, XI, pp. 1-312); F. KRUGER, Die Hochpyrenlien, Hamburgo, 1935 (y varios otros titulos); W.-D. ELCOcK, De quelques affinites phonetiques entre l'aragonais et le bearnais, Paris, 1938; R. MENENDEZ PIDAL, Origenes del espafzol, §§ 52-55, especialmente el mapa de la pagina 304: mb>mm>m; nd>nn>n; ld>ll>l; nt>nd; It>ld, -etcetera. Estos fenomenos son de varia extension en una zona contigua que abarca el sur de Francia y el norte de Espana (incluso el castellano), y como la varia extension de cada asimilaci6n es proporcionalmente semejante en otra area romanica, al sur de Italia, Menendez Pidal deduce de aqui un predominio de oscos en la colonizaci6n romana. Y a se que usted, amigo Corominas, es esceptico respecto a esta relacion y que prefiere (l. cit.) ver aqui una vez mas la extension de una onda fonetica del vasco, en lo cual sigue usted la tradici6n formada por Ia linea Luchaire-Saroibandy-Rohlfs: ambas ideas son igualmente 16gicas, y solo la investigaci6n hist6rica puede decidir; Ia proporcionalidad de las areas de cada asimilaci6n, aunque aproximadamente igual en la zona pirenaica y en la italica meridional, no puede ser aducida como convincente, porque son hechos de fonetica general. (Ver mi estudio Nasales, en Problemas de dialectologia hispanoamericana, Buenos Aires, 1930, pags. 63-86.) En cualquier caso, ya se deba a sustrato o adstrato, ya a Ia procedencia de los colonos, Ia zona de estas asimilaciones se revela como una bisagra que une el sur de Francia y el norte de Espana y cuyo pasador son los Pirineos. Aunque referidos solo a tres de estos cuatro romances, no me resisto :a transcribir los «tres importantes resultados» del libro de Rohlfs (pagi-
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latalizada) se extendfan por el centro y sur de Espana, a traves de los dialectos mozarabes, hasta alcanzar el leones y, en parte, el gallego-portugues. En Francia, Suiza y norte de Italia, los dialectos franceses, los provenzales y los francoprovenzales y piamonteses forman un entretejido de caractcres, de modo que las transiciones geognifico-Iingliisticas son muy graduales. Asi, pues, entre lengua y lengu~ contiguas hay a la vez frontera y concordancia, y una frontera capaz de tener valor rcagrupador sera solamente aquella que, por el excepcional numcro y gravedad de sus elementos diferenciales, pueda ostcntar una significaci6n mayor que la sola de separar dos lenguas. Contcmplando la continuidad geografico-Iingliistica desdc Bclgica hasta Portugal, una sola frontera lingliistica tienc tales caracteres: la franja de limites lingliisticos flotantes que separa en Francia los dialectos del norte de los del sur. ( Ha observado usted, por ejemplo, los cinco rasgos que aduce Carl Appel en su Provenzalische Lautlehre, § 3, como muestra de los lfmites ·de «algunas diferencias»?
1. Desarrollo de A lat. en la palabra chercher (Atlas ling. mapa 22): en el sur d, en el norte e. 2. -ABAT,
Forma del imperfecto de la l,a conjugaci6n: en cl sur en el norte -EAT y otras formas (mapa 1223).
3. Forma del imperfecto del verbo sustantivo: en cl sur en el norte etait (mapa 510).
-ERAT,
nas 1-2): «1." El latin introducido en la antigua Aquitania ~urr;,·, una evoluci6n completamente original. Desde este punto de vista, el Garona ha formado un limite natural entre Ia Galia propiamcnte diL·ha y cl territorio aquitanico; 2.• En muchos hechos lingiiisticos (fond ica, morfologia, sintaxis, vocabulario) se puede comprobar una corrclaci(Jn sorprendente entre el gasc6n y los idiomas de Ia Espa!Ia scpll'ntrioual (aragones, catalan). Sobre todo entre el gasc6n y cl catal:'m, d acucrclo cs mucho mas estrecho de lo que se pudiera crccr hasta cl prescntc; 3.• El influjo de Ia antigua lengua iberica se manifiesta no s61o en llll numero considerable de supervivencias lexicas, sino tambicn, y muy claramcnte, en las tendencias de pronunciaci6n.» Elcock es quicn sc ha ocupado en aprovcchar a los historiadores para sentar el parentesco lingiiistico sobre la ,ccular comunidad de vida.
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4. Expresi6n del concepto 'andar': en el sur anar, en el norte alter. 5. Partici6n de la presiOn espiratoria en la palabra petit:· en el sur peti, en el norte pti (mapa 623 ). Pues bien: esos cinco rasgos de muestra (elegidos por Appel, no por mi) marcan la separaci6n no solo entre el frances y provenzal, sino entre el norte de Fra"ncia y el resto de la Romania occidental: con el provenzal y el gasc6n estan el catalan, el aragones, los antiguos dialectos mozarabes, el castellano, el leones y el gallego-portugues. Pero min hay diferencias mas. graves, algunas no aducidas por Appel porque se internan mas o menos en territorio meridional. Ningun otro hecho lingiiistico tiene en la evoluci6n fonetica de las lenguas romances la importancia y el alcance que el siguiente: en el norte de Francia las vocales tienen distinta historia si estan en sflaba libre o trabada; en el sur de Francia y en Iberia, no 5• Este hechoafecta a un elemento tan basico como la constituci6n misma de la silaba 6 • No hay fen6meno equivalente que separe al provenzal no digo del catalan, pero ni siquiera del castellano. Todas las vocales acentuadas del latin vulgar (aparte ahora las. extremas I, u) se han alterado en frances en silaba libre y se 5 Esta oposicion del frances a todas las otras lenguas de occidentc en el trato de las vocales ya ha sido subrayada por W. v. WARTBURG, Di.:t Ausgliederung der rom. Sprachraume, Halle, 1936, pag. 29. Todas las vocales del latin vulgar, menos las extremas, I, u (clasicas 'i, il), «se diptongaron» en frances, segun interpreta Von Wartburg; la u tambien se altero, pero lo mismo en silaba libre que en trabada (il), de modo que se debic> a proceso diferente: palatalizacion. 6 Von Wartburg retrae la diptongacion francesa de las vocales en silaba libre al fenomeno del alargamiento de las vocales en latin vulgar (siglos v y vi), que se cumple en el galorromanico septentrional con caracteres divergentes del resto de Occidente. AI hablar de la diferente constitucion de la silaba, pienso en diferencias en el modo de gobernar los hablantes la intensidad silabica. La silaba es un impulso articulatorioespiratorio, y como tal impulso, se compone de una tension seguida de una distension (parte creciente y parte decreciente): los galorromanicos. del norte muestran en su historia vocalica haber tenido una conducta aparte en el gobierno de la distension silabica y en la relacion articulatO>· ria entre Ia vocal y la consonante en esa parte descendente.
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han conservado en silaba trabada. Esta distinci6n es desconocida en gasc6n y en provenzal, lo mismo que en catalan, castellano y portugues. En provenzal, que ha conservado todas las vocales acentuadas sin diptongarse (excepto e, 6 ante yod), se ha iniciado en epoca moderna una diptongaci6n que no reconoce diferencia entre silaba trabada y libre. Otra de las barreras que separan al frances del resto de la Romania occidental es el tratamiento sistematico de las vocalcs scguidas de nasal trabante: en frances, la vocal se nasaliza y Ia nasal desaparece; .en gasc6n, provenzal, catalan, castellano, leones y clialcctos (el portugues tiene en esto historia aparte, en algunos puntas coincidente con el gasc6n), la nasal se conserva y Ia vocal no se nasaliza. Afiadase la alteraci6n de timbre (apartc Ia nasalizaci6n) sufrida especificamente por las vocales franccsas en esa posicion. Semejante revoluci6n en el vocalismo no ticnc parang6n con la historia de las otras lenguas occidentalcs. Otro punto en que el frances se separa notablemente de las otras lenguas occidentales -y no occidentales- es la cxtraordinaria riqueza del vocalismo: e, a, o abiertas y cerradas; vocales llamadas «mixtas» o «compuestas»: o, ii., e muda o <<caduca• (Grammont) y aun la o con variedad abierta y ccrrada ( chaleur, feu); variedades de cantidad; vocales nasalcs. En cl consonantismo, el frances ha cumplido, concordemcntc (con Ia particularidad de seguir cumpliendola basta la cpoca moclcrna) una transformaci6n mucho mas profunda y extcnsa que las otras lenguas: perdida de las sonoras (menos Ia labial) procedentes de sordas (sur< SECURUM; vie< VITA 7); pa\ata\izaci6n 7 <<Segun ya resulta de los hechos expuestos para cl pcriodo romanico primitivo (§ 171 y sigs.), el trato de las consonantcs intcrvocalicas ha conducido a una escisi6n profunda entre el norte de Galia, que llev'\ muy lejos el debilitamiento, y el sur, que se comporta en gcm-ral como las lenguas ibericas.» E. BoURCIEZ, Elements de ling. rom., 1923, § 270. En el trato de las sonoras procedentes de sordas (pcrdidas luego en frances), el territorio provenzal, mas proximo al frances, las conserva oclusivas; el catalan y el espafiol las han hecho fricativas. EI provenzal se ha mantenido en esto mas alejado de su vecino el frances que esos dos idiomas ibericos. No lo deben desatender quienes tan facilmente confunden semejanza con J)arentesco en los hechos linguisticos.
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de las velares c, G, inicial y tras cons. + A (champ, jambe,. vache, verge) y complejisima historia de estas consonantes en cualquier posicion; perdida temprana de la s ante consonante¡ (s. XI, ante sonora; s. xn, ante sorda) 8 , con alteracion del timbre de la vocal precedente; en el tratamiento de las consonantes finales, el especifico fenomeno de la liaison>>; r uvular e igualacion fonetica de r y rr. El frances ha desarrollado en su historia tantos y tan extrafios caracteres especificos, que se opone por si solo a las otras lenguas occidentales (y aun a todas las romanicas ). Y la historia justifica esta reparticion: la Galia narbonense y la mayor parte de Espana fueron romanizadas intensamente y tempranamente. La Galia del norte, conquistada mas tarde, fue¡ latinizada con mucha menor intensidad, como la prueba el mayor numero de palabras"'iflJigefia.s' sobrevividas y el fuerte sustrato que impregna el sistema fonetico del frances. Ha sido habitual considerar todas las Galias una unidad romanica por el comun sustrato celtico de su romance 9 , tanto como por la unidad territorial y administrativa en tiempos romanos; pero tomar la clase de sustrato como criteria agrupador es un pie forzado, anterior al examen del romance estudiado. Una division a posteriori del examen, a base de lenguas de fuerte sustrato y lenguas de escaso sustrato etnico, me pareceria siempre mucho mas cientifica, por ajustada a la realidad. El grado de romanizacion y el grado de sustrato estan en raz6n inversa. El provenzal podra juntarse con el frances en que el sustrato¡ del uno es galo y el del otro tam bien; pero (.de que vale tal 8 Un proceso anilogo de relajaci6n, aunque con diferentes condiciones foneticas, se esti operando actualmente en los dialectos Castellanos del sur de Espana, Canarias y algunas zonas americanas. Por supuesto, sin parentesco hist6rico, solo en fonetica general. Tampoco hay parenteSC() hist6rico (interdependencia) en el coincidente resultado de ch < -CT- en provenzal y Castellano: nuech, fach, noche, hecho. 9 No me propongo, amigo Corominas, examinar todas las derivaciones de la cuesti6n, y asi tengo que dejar de !ado intentos, como el de Heinrich Morf, de explicar la partici6n lingtiistica de Ia Galia por el triple sustrato de belgas, celtas y aquitanos, los tres pueblos que Cesar encontr6: Zur sprachl. Glied. Frankreichs, Berlin, 1911.
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igualdad si ese sustrato galo ha fermentado activamente en el norte y se ha amortecido en el sur? 10 â&#x20AC;˘ 0 dicho positivamente: la igualdad nominal (galo-galo) queda menoscabada porque la: profunda y temprana latinizaci6n del sur fue eliminando loselementos de sustrato (en eso consiste la latinizaci6n progresiva de un territorio), y la imperfecta y mas tardia latinizaci6n del norte permiti6 a sus elementos de sustrato perduraci6n activa. La Galia narbonense y la Hispania del Mediterr{meo seigualan en lo profunda de su latinizaci6n. El grado de acomodaci6n y fidelidad al tipo latina no ha sido incluido en Ia lista ortodoxa de factores que determinan el parcntesco y el distanciamiento entre las lenguas romances (cronologia, sustrato, procedencia de los colonos, divisiones administrativas); pero es factor mas importante que cualquiera de ellos, porque da sentido a todos. Luego viene la epoca tradiciona\mente reconocida como decisiva para la partici6n lingiiistica de Ia Romania: la de las invasiones y reinos de los germanos. Y otra vez nos encontramos con el mismo fen6meno, y aun mucho mas agravado: el sur de Galia e Hispania no son dcsviatlos del tipo latina; en la Galia del norte, los francos -y en men or grados los borgofiones- impregnan de sustancia germ{mica todos los aspectos de la vida y de la cultura. La Gotia romanica, cuya capital estuvo sucesivamente en Toulouse, Barcelona y Toledo, se ofrece otra vez como unidad lingiiistica, enfrente de la Franconia romanica. Pero esta unidad no es el resultado de la acci6n lingiiistica de los visigodos sabre los territorios de su imperio, sino, al reves, por su casi nul a intervenci6n en la marcha del romance: los visigodos eran escasos y estaban ya muy impregnados de romanismo. La parte activa se reduce a que, con la unidad politica, se fomenta la coherencia de todo el territorio en el uso y desarrollo de la lengua, porque las acomodaciones del hablante con su sociedad, base tanto del funcionamiento como de la continua evo10
Se suele achacar tambien a sustrato galo el cambio fonetico -cr- >it,
Ia sonorizaci6n de -P-, -T-, -K-, y la conservaci6n de -s, comunes a! norte y
a! sur. Pero ,:como de influjo galo si tambien son comunes a Iberia?
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lucion de cada lengua, tienden a nivelarse por todo el reino. La unidad politica de Hispania y del sur de Francia nunca estuvo duraderamente consolidada, pero la vinculacion fue estrecha durante mas de tres siglos y media, y despues siempre lo sigui6 siendo entre ambas vertientes de los Pirineos. Los visigodos se asientan en esta parte de la Romania a principios del siglo v. Cierto que ya en el primer tercio del siglo VI los francos les quitaron gran parte de las Galias, pero, ademas de que el dominio franco del sur fue de un tipo muy distinto del del norte, por un lado los visigodos retuvieron la Septimania hasta su desastroso fin (711), y por otro la Aquitania sufrio a fines del siglo VI y principios del VII una re-iberizaci6n (sensu lata) por la invasion de los vascones. Todavia en el siglo VIII estuvo el sur de la Galia estrechamente ligado a la suerte de Espafia por la invasion arabe; la batalla de Poi tiers (732) fue decisiva para detener el avance musulman, pero no puso fin a su dominacion en las Galias (F. Codera, Est. crit. de hist. drabe esp., Zaragoza, 1903). Los visigodos eran un pueblo de senores a quienes las leyes prohibian mezclarse con los ÂŤromanosÂť; cuando despues se abolieron esas leyes y se igual6 la religion, los visigodos ya estaban en un rapido proceso de desnacionalizaci6n y fueron ellos los romanizados; sus huellas en el romance son pocas y solamente lexicas 11 â&#x20AC;˘ Los visigodos, pues, no -eonstituyeron un factor de desviaci6n lingiiistica para el romance de su imperio. Por consiguiente, el estrecho parentesco de las lenguas resultantes es la consecuencia de taberles dejado desarrollar libremente sus tendencias romanicas, y, sabre todo, la de no haber perturbado su canicter tradicionalista y conservador (con una debil excepci6n de que luego hablaremos). En oposici6n a los visigodos, los francos conservaron secularmente su caracter nacional, su organizaci6n y sus leyes y costumbres germanicas. En el norte de las Galias, los francos se instalaron como pueblo y se mezclaron en grandes masas con los galorromanos en la vida rural y agricola, en los oficios, 11 Cfr. E. GAMillSCHEG, Historia ling. de los visigodos, RFE, XIX, paginas 117-150 y 229-260, y Romania Germanica, I, pags. 297-398.
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en la administraci6n publica y en la familia. Los francos (tambien en oposici6n a los visigodos) practicaron una consciente politica de nivelaci6n franco-galorromanica en las instituciones publicas y en la vida privada. La coexistencia de la lengua de los dominadores (corte, senores, guerreros y pueblo) con la de los dominados, trajo como consecuencia forzosa su interpenetraci6n: la germanizaci6n del romance y la romanizaci6n del franco. Durante tres siglos, del VI al VIII (y aun mas, pues los francos operaban entre el Soma y el Loira mucho antes de su ruptura con Roma), las tierras entre el Rin y cl Loira eran bilingiies. En las zonas mas septentrionales el romance acab6 por ceder a la germanizacion; mas al sur, al revcs. Los francos, aunque numerosos y asentados como pueblo, eran muchos menos que los galorromanos. Ademas, los merovingios, y mucho mas abiertamente los carolingios, se consideraban como los herederos de Roma, y ese ideal politico no fuc de lo que menos influy6 en su final romanizaci6n. No hay modo de disentir deW. v. Wartburg cuando, refiriendose a este largo proceso de romanizaci6n, dice que los francos aprendfan y usaban el romance ore germanico 12 â&#x20AC;˘ Y no solo lo hacian los francos, sino tambien los galorromanos mismos mezclados con cl\os e influidos en todos los 6rdenes de la vida por los conquistadores. Entonces se infiltraron duraderos fermentos germ{micos, de modo que el romance se contamin6 de germanismo en su mismo sistema. Ademas de los elementos francos numerablcs (foneticos, morfol6gicos, sintacticos, Iexicos) y de las tendencias germanicas que desde entonces se infiltran en la constituci6n misma del frances, tal situaci6n hist6rico-cultural tuvo otra consecuencia indirect a: la de detener en el romance Ia progresiva eliminaci6n de los elementos de sustrato ccltico, puesto que estorbaba Ia progresiva acomodaci6n del galorromanico al 12 Para toda esta representaci6n de la historia de los francos en las Galias, cfr. E. GAMILLSCHEG, Romania Germanica. Spraclz- und Siedlungsgf'schichte der Germanen auf dem Boden des a/ten Rumerreiches, Berlin¡ Leipzig, 1934-1936 (3 tomos); FRANZ PETRI, Germanisches Volkserbe in Wallonien und Nordfrankreich, Bonn, 1927 (2 tomos); W. v. WARTBURG, Die Fntstehung der romanischen VOlker, Halle, 1939.
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tipo ideal latina 13 â&#x20AC;˘ En suma: germanizacion, como proceso y estado cultural, implicaba en el mismo grado desatadura del modelo romano de cultura que las gentes estaban viviendo, una desviacion o alteracion del ideal a que hasta entonces se atenian las acomodaciones sociales que iban tejiendo la lengua. El frances actual, con su caracter tan apartadizo de los otros idiomas romanicos, es, pues, el resultado de una doble hibridacion eficaz: la una, la accion del sustrato celtico, mas triunfante que en ninguna otra region romanica; la otra, la accion del superstrata franco, incomparablemente mas persistente que la de ningU.n otro superstrata germanico. Ambas han convergido en apartar al frances del tipo latina, si lo comparamos con el italiano, el provenzal, el catalan, el castellano y el portugues. Asi como el rumano, por su aislamiento geografico desde el siglo III, por su existencia puramente dialectal hasta hace bien poco, y por la invasora vecindad de lenguas extrafias, se ha formado con una complexion mestiza, y entre las lenguas derivadas del latin es un idioma aparte, asi tambien, en el resto mas coherente de la Romania, el frances, nacido en territorio gala nunca bien latinizado y luego germanizado mas intensamente que ninguna otra region del imperio, es un idioma de mestizaje; y si se me quiere recordar que todos los idiomas: lo son, digamos que el frances lo es en tal grado mayor que¡ el italiano, el provenzal, el gascon, el catahin, el castellano y el portugues, que constituye un tipo aparte. El frances se ha desarrollado con un caracter especialisimo, y en una autentica particion lingiiistica de la Romania debe tener un sitio no compartido. Ningun otro idioma romanico tiene personalidad tan innovadora como el, ninguno ha llevado tan lejos las lineas de la evolucion propia. Los francos, es verdad, no tuvieron en el Loira el limite de su reino: des de el siglo VI poseyeron casi todo el sur, y durante cerca de un siglo tuvieron en Catalufia su Marca hispanica. Pero mas abajo del Loira solo tuvicron un dominio politico13 Cfr. mi articulo Substratum y Superstratum, en este mismo volumen.
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militar, no de colonizaci6n. Donde el pueblo franco estuvo asentado fue en el norte, y alli cumplio en la cultura galorromanica una obra de germanizacion que unos cuantos nobles terratenientes, los funcionarios y los mihtares destacaclos en las regiones del sur no podian cumplir. Est a es tambien idea importante en W. von Wartburg, Die Ausgliederung der romanischen Sprachriiume, Halle, 1936 14 , y no me parece que sea forzar su interpretacion si, de sus dos expresiones alternantes, «Oposicion entre el norte y el sur de la Ga\ia» y «Oposici6n entre el norte de Ia Galia y el resto del Occidcnte romanico», hago yo hincapie en la segunda. El grado de romanizacion inicial y el grado de fidclidad posterior a la tradicion latina, me parece un doble criteria de agrupacion de las lenguas perfectamente legitimo. Con este criteria el provenzal, sin dejar por eso de ser galorromanico, forma grupo con el catalan, que no deja por eso de ser iberorromanico, y con el castellano y con el portugues. Todos elias forman con el italiano el grupo de lenguas fieles (comparativamente con el frances) al tipo Iatino. Dentro de este grupo esencialmente conservador, el castellano es el que se aparta otra vez (aunque muchfsimo menos que el frances), por el numero y la gravedad de sus innovaciones peculiares. Esta idea es basica en el libro magistral de Menendez Pidal, Origenes del espafwl: el romance del este, sur, centro y oeste de Espafia, presentaba en los sig\os x y xr una sorprendente homogeneidad, envolviendo a un islote de cxccpcion, que era la primitiva y diminuta Castilla. Esta pcquefia Castilla (que todavia era mas pequefia antes del siglo x) comprendia desde el alto Ebro hasta el Duero; pero aun en esta reducida region hay que hacer capitales distincioncs hisloricolingiiisticas: «AI norte se destaca la primitiva Cantahria, que abarcaba lo que originalmente se llam6 Castilla Vicja, con Amaya, la Bureba, Campo y la Montana» (§ 99,). Region tendiente al arcaismo lingiiistico (luneiro; cnnos 'en los'; canna 14
Su traducci6n espanola, La fragmentaci6n lingiiistica de Ia Roma-
tria, en esta Biblioteca Rominica Hispanica.
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'con la'; peda<;u; articulo lo en vez de el). Dejando ahora otra zona al sudeste, de influencia riojana (Alfoz de Lara, Clunia, etc.), la region que tiene un papel capital en la constituci6n de la que llegani a ser lengua espanola es la central: ciudad de Burgos, Cardefia, Covarrubias. Es <<la region que, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo x, fue centro politico y social del gran condado constituido por obra de Fermin Gonzalez, y foco de creacion, o al menos de irradiacion, de las principales modalidades lingi.iisticas>> (§ 994). Al hablado en esta zona central llama Menendez Pidal «Castellano comun». Se puedc, ciertamente, ha:cer un estudio comparative de las lenguas literarias, sin atencion a la geografia o con referenda a una vaga geografia de mera orientacion. Entonces se podra comparar, sin mas, el catalan con el espafiol, con el italiano o con el frances. Pero si la comparacion tiene pretensiones de geografia lingiiistica, todas las reflexiones han de estar condicionadas por este hecho fundamental: el castellano es aut6ctonamente el hablar peculiar de un pequefio islote lingiiistico, y las discordancias o concordancias que se le hallen con el catalan o con el provenzal, por ejemplo, s6lo seran valederas para ese islote, y no para el resto del territorio peninsular. El que la fortuna politica y militar de los castellanos haya extendido luego su propio hablar suplantando a los dialectos mozarabes del centro y del sur, al riojano, al navarro-aragones y en parte al leones, no borra quince siglos de historia lingiiistica anterior. Pues bien: teniendo en cuenta la extremada limitaci6n geogratica del castellano primitivo, se puede entender mejor su papel de excepcion: «El dialecto castellano representa en todas esas caracteristicas 15 una nota diferencial frente a los demas
z
15 Son h- por f-; por II en muger, paja; G- perdida en enero, ermano; ch por it en noche, pecho; 9 por x < -scr-: a(:ada, pez; no diptongaci6n de i5, I! ante yod. Afhidase que otras veces en que Castilla sigue el mismo rumbo Jingiiistico que extensas regiones peninsula.res, el castel!ano se adelanta mucho en el resultado: fijaci6n de los diptongos ue, ie, mientras las otras regiones vacilaban entre uo, ua, ue, ie, ia; monoptongaci6n de ei, ou; fijaci6n del articulo; reducci6n del diptongo ie en -iello.
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dialectos de Espana, como una fuerza rebelde y discordante que surge en la Cantabria y regiones circunvecinas». Cantabria y Burgos aparecen <<en su evoluci6n lingiiistica como region mas ind6cil a la comun evoluci6n de las otras regiones, mas revolucionaria, mas inventiva, original y dada al neologismo» (§ 994). Dentro de una geografia lingiiistica tan conservadora como es la de la Romania visig6tica, estas disonancias dan al castellano una fisonomia singular, aunque las notas diferenciales son escasas y de minima profundidad en comparaci6n con las notas diferenciales del frances. Esas notas apartadizas, compensadas en cierto modo por otras, como la conservaci6n de las silabas finales ( -o, -a, -as, -as), no impid.ieron a los humanistas espafioles desarrollar ingeniosamente la tesis de que su lengua era la mas noble de las neolatinas por su mayor fidelidad a la madre comun 16 • La historia justifica tambien la disonancia castellana. Cantabria, Autrigonia y Vardulia (desde las actuales pmvincias vascas basta Asturias) fueron siempre apartadizas. Doscientos afios tardaron los romanos en conquistarlas. Aque\los rudos montafieses no s6lo no admitieron para su suclo cl dominio romano, sino que varias veces salieron de casa para luchar contra las legiones. Ellos ayudaron a Numancia, y en cl afio 56 a. J. C. fueron en socorro de los vascos aquitanos que Juchaban contra Roma. Famosa en la historia de Roma es Ia sublevaci6n de los cantabros, astures y vacceos en el afio 29. Augusto en persona dirigi6 la guerra (afios 26-25), que no pudo ::tcabar, ni el ni sus generales. Por fin Agripa le di6 fin favorable el afio 19, tras diez afios de lucha, con increible crucldad de un lado e increible desprecio de la vida del otro. Diezmados, disperses, vendidos como esclavos, todavia intentaron dos sublevaciones, una el afio 16, otra tan tarde como en tiempos de 16 Cfr. ERAsMo BucETA, La tendencia a identificar el espafiol con el latin, en Homenaje a Menendez Pidal, I, pags. 85-108, y De algunas composiciones hispanolatinas en el siglo XVII (REF, 1932, XIX, paginas 388414). «Hispanolatinas» quiere decir que los tales productos rcsultaban escritos a la vez en espafiol y en latin, como alarde de scmejanza.
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Ner6n. El imperio crey6 entonces necesario vigilar el pais con una guarnici6n permanente. Tras las invasiones germanas, esa parte de Espafia, desde Vasconia basta Asturias, vivi6 mas de 150 afios a su albedrfo, fuera del dominio visig6tico, basta que Leovigildo la incorpor6 en 574; pero aun en el siglo final del imperio visig6tico, vivi6 al acecho de su independencia 11. La Castilla Vieja estaba en el coraz6n geognifico de la antigua Cantabria. Sus tierras, tan tarde y tan mal romanizadas, quedaron luego, en los primeros siglos de la Reconquista, aisladas lingiiisticamente, entre los vascos corraciales del este, los1 Picas de Europa al oeste, y por el sur el desierto-frontera de los arabes. Ahara se Haman Castella, los Castillos, y sus habitantes renuevan la antigua vida de rudeza y de belicidad permanente, como avanzada del reino cristiano contra los musulmanes. Todavia en el siglo rx, cuando los castellanos salen par primera vez de los limites montafiosos de la antigua Cantabria para instalarse en la meseta, en lo que habia sido durante mas de 150 afios un desierto estrategico 18 , los castellanos refuerzan su ya importante sustrato lingiiistico ( = deficiente roma-
17 Asi resume R. MENENDEZ PIDAL, Historia de Espana, III, pag. XLVII: Perpetua pesadilla para los reyes godos fueron los pueblos de las montaftas cantabropirenaicas. Toda conmoci6n o descontento lo acompafiaban e!los con una sublevaci6n. El primer rey se propuso afirmar la r<r bustez del Estado; Leovigildo tropez6 con los Cantabros y los Vascones; Recaredo sufri6 irrupciones de este ultimo pueblo; Gundemaro hubo de devastar Ia Vasconia; Sisebuto tuvo que someter a los Astures y a los Vascos Rucones; Suintila, una vez mas, somete a los Rucones y contiene el desbordamiento de los Vascones; Recesvinto tiene que acudir de nuevo a la irrupci6n de los Vascones; Wamba ahara, Rodrigo despues; siempre estos pueblos mas tardiamente romanizados se sentian ajenos a las ideas estatales romanas, rudos para comprender la sociedad politica, como Estrab6n habia descrito a todos los Iberos. Los Astures y los Cantabros pronto, constrefiidos por los peligros que sobrevinieron, se levantaron a ideas superiores: los Vascones, pear romanizados, tardaron en .irlas adquiriendo.Âť 1' Afio 884, repueblan Burbos y Ubierna; 899, Cardefia; 912, llegan basta .el Duero: Roa, Osma, Clunia, San Esteban de Gormaz.
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nizaci6n) con una abundante inmigraci6n de vascones sin romanizar o apenas iniciados en la romanizaci6n 19. Pues bien:¡ el castellano comun ha salida, no directamente de la Castilla Vieja (antigua Cantabria), sino de esta primera regi6n castellanizada entre el alto Ebro y cl Duero, de esta regi6n tarde y mal romanizada y luego revasconizada en parte en la repoblaci6n de los afios 900. Asf es c6mo en geograffa lingiifstica resulta cl castellano el menos representativo de los idiomas iberorromanicos, parque su solar no fue mas que un islote disidentc, en medio de dialectos homogeneos que cubrian toda la peninsula y cuyo caracter comun y basico (conservadurismo, fidelidad al tipo latina) se prolongaba por el sur de Francia. Asf es como, por paradoja, en una fisiogn6mica lingiiistica resulta el castellano el mas iberica de los romances pcninsulares, porque sus rasgos caracteristicos o son exclusivos o forman un conjunto exclusivo y propio de lberorromania, y parque, aparte la explicaci6n sustratista de algun cambia aislado como el de f > h, es evidente que, en bloque, Ia separatista evoluci6n del castellano esta en intima relaci6n hist6rica con la indole menos desiberizada ( = menos romanizada) de los cantabros y sus sucesores. Una <<mens ibericaÂť ha prcsidido cl desarrollo del castellano. Asi es tambien c6mo en la historia externa (no linglifstica) de estas lenguas, el castellano resulta el principal de los idiomas iberorromanicos, porque, por su fortuna y sus dotes politicas y guerreras, los castellanos tomaron en el siglo XI Ia hegemonia peninsular, transplantaron su propio dialccto por reconquista a las tierras del centro y del sur, y lo contagiaron por ventajas generales a los leoneses y aragoneses, de modo que, por la epoca de los descubrimientos, el Castellano sc habia convertido en el espafiol; es mas, en el siglo XVI llcg6 a ser la lcngua del Imperio mundial de Carlos V 20 â&#x20AC;˘ " Ver MENENDEZ PIDAL, Origenes, pag. 499. Cfr. mi Castellano, espaiiol, idioma nacional, Buenos Aires, 193& ( 1943, 1949) y el estudio, ya sugestivo por el titulo, de A. MOREL-FATIO, 20
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Son tres criterios heterogeneos ( el geografico-lingiiistico, el fisiogn6mico y el de historia externa), cuyo necesario discemimiento rara vez acatan los comparatistas, y que falt6 del todo a W. Meyer-Liibke en aquel su intento de galorromanizar el catalan. Aqui llego, amigo Corominas, al fin de mi jomada. Y como es de uso, resumo: se han hecho particiones de las lenguas romances atendiendo a muy tempranas discrepancias (en tiempos romanos) en unos pocos rasgos: asi la partici6n en Romania Oriental y Romania Occidental; otras, atendiendo al origen comun del posible sustrato lingiiistico (Galorromania, lbf;}rorromania); otras se intentan por el sello que les hayan dado los germanos destructores del Imperio romano. Un interes especial puede legitimar estas limitaciones, con tal que nunca se pierda de vista la limitaci6n. Pero cuando se emprende el estudio comparativo de unas lenguas en su totalidad, como en la polemica con Meyer-Liibke, la unica manera legitima es hacer entrar en la cuenta a la historia entera, desde la romanizaci6n hasta hoy. Por la partici6n de la Romania en Oriente y Occidente, el italiano resulta agrupado con el rumano enfrente del castellano; pero por la suma y resultado de toda su historia y por la totalidad de su incesante crecimiento respectivo, el italiano y el castellano estan juntos, estrechamente emparentados entre si y con el provenzal, cataUm y portugues, mientras que el rumano es idioma inagrupable. Por el origen comlin del sustrato, el provenzal se junta con el frances en oposici6n (con distingos) a las otras lenguas romances; pero por la totalidad de su historia y por el conjunto de su constituci6n, el provenzal forma familia con el italiano, el catahin, el castellano y el portugues enfrente del frances. Hasta el siglo III, el latin de Dacia y el de I talia se oponfa con ciertos caracteres (perdida de la -s) al res to de la Romania; des de el siglo III el dacorrumano qued6 aislado, e ltalia forma grupo coherente con Galia e Iberia enfrente de Dacia. Dentro de lo que podremos llamar L' espagnol, langue universelle, en Etudes sur l'Espagne, 4! Serie, Paris, 1925.
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la ÂŤRomania continua>>, la provincia romana de las Galias mostraba hasta el siglo VI una coherencia lingiiistica cuyos variados residuos permiten hablar hoy de galorromanico; pero desde el asentamiento de los francos, el norte se desromanizo gravemente, y aunque por fin se volvio a romanizar, la lengua resultante tiene una constitucion tan original, tan apartadiza del tipo comun al resto, que dentro de la Romania continua el frances resulta inagrupable. Queda todavia el castellano, romance autoctono de un pequefio rincon mal romanizado, afortunado luego hasta ser una lengua mundial: comparaclo con los tan conservadores provenzal, catalan y portugul-s, presenta unos cuantos rasgos apartadizos. La tendencia cstct ica a Ia simetria podria tentarnos a repetir para el castdlano, en este grupo dos veces reducido, la conclusion del aisla111icnto que hemos hecho para el rumano y para el frances ; pcro Ia proporcion de lo apartadizo y de lo acorde cambia ahora fundamentalmente. El castellano tiene ahora como fundamentalcs algunos rasgos aislados, ninguno que corra, como en el frances, por series de fenomenos. De manera que, aunque con algunos elementos extrafios al caracter tradicionalista de las otras lcnguas, cl castellano, sobre todo si lo comparamos con cl frances, entra en general en el grupo del portugues, leones, aragou0s, catalan, provenzal y gascon, una familia estrechamente unida. Si al correr de estas paginas les he agregado a vcccs cl italiano, no es desde luego porque lo crea participante con igual caracter que los otros, sino que solo lo equiparo a ellos en lo de la fidelidad al tipo latino, en oposicion al frances disidcntc, sin desconocer por eso su fuerte y peculiar personalidad.
DIACRONIA Y ADSTRATO
III ARABE ST >ESP. €;.-ESP. ST > ARABE CH
Extrafia condici6n. Ni el arabe ni el espafiol reducen el grupo consonantico st dentro de su propio material, pero lo hace cada uno si la palabra procede del otro idioma. La reducci6n espanola ya ha sido observada por -~arios fil6logos, y orientada la explicaci6n hacia el influjo arabe 1• Yo he conseguido reunir unos cuantos ejemplos mas de los repetidamente citados por mis predecesores y en las siguientes paginas procurare establecer el proceso fonetico y las condiciones cronol6gicas y culturales. Ademas, la lectura del Vocabulista arcivigo en letra Castellana, de Pedro de Alcala, 1505, me ha revelado la contraparte de este fen6meno de bilingiiismo, y tan precioso complemento da al tema la novedad necesaria para renovar su planteo. El material que he logrado reunir en el lado Castellano es:
1 F. DIEZ, Gram. lang. rom. (trad. franc.), I, 214; C. M. de Vasconcc:> llos, Studien zur rom. Wortschopfung, pag. 258; Dozy et Engelmann, Glossaire des mots espagnols ... derives de l'arabe (Leyden, 1869), pag. 23; Paul Foerster, Sprachlehre, pag. 152; Baist, ZRPh, IX, pag. 146 y sigs.; J. D. M. Ford, The old Spanish sibilants, en Studies and Notes in Philology and Literature (Harvard University, 1900), VII, 74-75; Menendez Pidal, Cid, I, 181, y Gram. hist., § 4,; R. J. Cuervo, Bull. Hisp., II, 20, que remite a Baist; M. L. Wagner, ZRPh, XI, (1920), 541-549; A. Steiger, Contribuci6n a la fonetica del hispanoarabe (Madrid, 1932), pags. 141-142.
.Arabe st > Esp. r;.-Esp. st > Arabe ch
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zaguan, ant. a(:agudn < ar. os{awan, us{uwan. mozarabe < ar. mosta'rab; Mozarbes, un pueblo en Salamanca: Almizarabes, un Iugar junto a Cazorla, Jaen. Mozaravi (apellido aragones) < ar. esp. mostaarabi (en Alcala), ar. mosta'rib (Dozy). alf6cigo, alh6cigo, alf6ncigo (y alf6stigo, port. fistico) < ar. fostaq, almaciga (y almastiga), arag. almazaque, port. almc!cega < ar. mCl$fika, md$(aka, <gr. 11aa-cix71 (lat. mastic u m). biznaga < ar. bastina:9 (ar. gran. biznach, P. Alcala, s. v. zanahoria silvestre). lat. past in a c a>. En los toponimios: Zaragoza< ar. Saraqusta (Cacsara(u)gusta). £cija < ar. Esti5)a, tsti:9:9a (iberica Astigis, Astigi). Baza < ar. Basta (iber. Basti). Cie(:a (Murcia)< Ciasta. Cazlona < iber. Castulona, Castlona. Cazalla (Sevilla, Murcia) y Cacella, ant. Cazalla (Algarbc), Cazalilla (Jaen) < ar. Cas{alla < iberorrom. Castella. Caceres< ar. Cac;res (< iberorrom. Castra (Caecilia)). Cazorla < ar. gran. Ca(:torla (P. Alcala, s. v. Ca(:orla), ar. Qas(urra. Almonacid (Cuenca, Guadalajara, Soria, Toledo, Valencia, Zaragoza), Almonaster (Huelva), Almonastir (N. de Africa)< ar. Almonastir <monaster i u m 3 • Cocentaina (mas usual Concentaina, Alicante), < *Costcntaina, por Contestania. 2 Boste(:ar-boce(:ar, bostet;o-boce(:o dados como variantcs foncticas y derivadas de o sci tare por los lexic6grafos clasicos dcsdc Ncbrija (S. Gili Gaya, Tesoro, s. v.), son palabras desconectadas. Las formas voace, vuace (Cervantes, 1598), vuece, vuce, uce( d) son antcriorcs a mted (1631), por tanto no hay en elias st > (:; unas y otras figuran cnl rc las muchas soluciones de abreviaci6n que los espafioles dicron simultaneamente al tratamiento vuestra merced: vuessa merced, vucsamced, vuesanced, vosance; vuesarced, vuerced, voarced; vucsanstcd, vucssatc( d), vosasted, vuasted, vuested, vosted, vusted. Ver Jose Pia C{trcclcs, La evoluci6n del twtamiento <<Vuestra merced», en RFE, X, 1923, p{tgs. 245-280. 3 Cfr. Miguel Asin Palacios, Contribuci6n a Ia toponimia drabe de Espana (Madrid, 1944), pag. 69, que comenta: <<El Almonacid de Guadalajara perteneci6 a !a Orden de Calatrava, por clonaci6n del at'io 1176, despues de !a conquista de Toledo. Ello hace suponer que tanto este pueblo como Zorita de los Canes (cabeza del territorio de !a Orden a cuyo distrito pertenecia) habian sido lugarcs fronterizos, es decir, rdbitas,
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El Dice. Espasa dice, s. v., que a sus habitantes se les llama. contestdneos, y que es la antigua Contesta. La Contestania era una region de la Tarraconense, en el Mediterraneo, entre los edetanos y los bastetanos, segU.n Tolomeo y Plinio. Afiadire Huecija, aunque no he podido resolver del todo su etimologia. El Edrisi, Description de l'Afrique et de l'Espagne (Edic. R. Dozy et M. J. de Goeje, Leyden, 1866), llama wastan o westan a los "banos huecijanos", segU.n identifica Saavedra, ob. cit., pagina 30; Saavedra ley6 wesitan ( concediendo que se puede leer westan) sin duda por pensar que asi se parecian mas las dos palabras, y sin duda tambi<:~n por eso los llam6 "banos huedjanos" en lugar de "Huecija", nombre de unos banos junto a Marchena. Verdad que la silaba final presenta un enigma y que la base esperada tendria que ser wastan, con sin y no con sin, segun los demas ejemplos. Pero la idea de relacionar ambas palabras es tan tentadora, por la identidad de lo nombrado y por la serie de formas con 9 < st, que no me resisto a proponer una pronunciaci6n wasta, con sin, de donde habria salido Huec( ija ). Tal dualidad st-st existia en efecto: junto a Monas til, tam bien Almonester, de don de Almonacid; Castalia y Castalla (> Cat;:alla) Castelli (Castellon o el Castillo de Chivert, Alicante, en El Edrisi, pag. 232) y "Abu'l-Hasan al-Kastalli", 'ei castellano', un cadi de Murcia, Valencia y Jativa, muerto en 1229 (en Al-Himyari, pag. 145, obra citada mas abajo); bastinac y bastinac (> biznaga); fustal y fustal (fustdn); etcetera. Anadase el apellido Zuniga, de origen geografico (Navarra), variantes Stufiiga, Estufiiga, Astufiiga (Nebrija trae la forma que es lo que signific6 !a voz monastir entre los andaluces y africanos. Variantes de transcripci6n del Almonacid de Guadalajara son: Almonezir (1176) y Almonascir (1410).Âť El -cid final denuncia contaminaci6n con el bien conocido arabismo Cid (Villacid en Coruiia y Valladolid), pero ei Almonezir de 1176 nos permite no atribuir a tal contaminaci6n el paso -st- > c, y alistar este top6nimo con los hasta ahora aducidos. En cambio el Monachil de Granada, que Asin atribuye a! mismo origen, parece injustificado, ya que en el Edrisi se llama Mont Ndyid( a) y Rasis Nayin, ap. A. Saavedra. La geografia de Espana del Edrisi (Madrid, 1881), paginas 34 y 35.
Arabe st > Esp.
~.-Esp.
st > Arabe ch
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latinizada Stunica) 4, y el onomastico Ba9dn < Baztdn (valle navarro) segun Juan Lopez de Velasco, Orthographia y pronunciaci6n castellana, Burgos, 1582, pag. 57. Primera circunstancia importante: no fue el arabe espafiol el que cumpli6 el cambia st > 9 ( o s) en estas palabras, salvo en tres de condici6n fonetica especial. Pedro de Alcala, 1505, registra asf, tras la forma Castellana, la del arabe granadino (con 9 representa tanto el sin como el sad; ante consonante, z tiene el mismo valor) ; almaciba, goma, mazteque antepuerta de casa, iztiguan arabigo, muztaarabi Bac;a, ciudad, Bazta 'Caceres, villa, Ca(:re(:
Cac;orla, villa, Ca(:torla Cazlona, Iugar, Cazlona c;anahoria silvestre, biznach Caragoc;a, cibdad de Arag6n, (:aracozta Ecija, ciudad del Andalucia, Fcija
EI hispanismo monastir (no lo encuentro en Alcala) guarda siempre en arabe su grupo st ( o st): Simonet, Glosario, registra Almonester en el Repartimiento de Sevilla hecho por AIâ&#x20AC;˘ No cuenta ni almucio > ar. mustaka (< persa musta), porque vicne a traves del latin medieval almutium (>ant. fr. aumuse, aumucelle, esp. almucella, muceta, port. mur(:a de pelles, alem. Mutze), ni almagest a ( fr. almagest, ita!. almagesto, aim. Almagest), a traves del latin medieval ,almagestum. Ver Lokotsch, Etym. Worterbuch der europ. Wurter orient. Ursprung, y Dozy et Engelmann, ob. cit., s. v. Lokotsch trae tambicn :lrabe justan > esp. jus tan, port. jus tao, ant. fr. fustaigne, prov. fustani, ita!. fustagno; pero Pedro de Alcala documenta fustal como forma del {trabe espaiiol (ÂŤfustan, fuxtalÂť), con sin palatal, no con sin apicodental. Fustal alternaba con fustan en antiguo espaiiol. No estoy en condiciones de dccir si el arabe granadino lo habia tornado del espaiiol, a\ que pmlo llegar del frances. Tampoco se ha cumplido el cambio st > 9 en todos los top6nimos. Steiger, ob. cit., pag. 142, trae una excepci6n: Mis(asa > Mestanza (Ciudad Real). Aiiadamos: Estepa (Sevilla), el Ostippo del ltincrario de Antonino, que se llamaba entre los arabes Estepa (p. c. en El Edrisi, ob. cit., pag. 250) o !${abba (La peninsule lberique au Moyen-Age d'apres le kitab ar-Rawd al-Mi(ar Fi Habar al-Al;c(ar d'Ibn abd al-Munim alHimyari. Texte arabe ... publie ... par E. Levi-Provcnc;al [Leyden, 1938]); Constantina, Sevilla (M. AsfN PALACIOS, Glosario de voces romances registradas por un botdnico an6nimo hispanomusulman (siglos XI-xn) [Madrid, 1943], num. 549). Sin duda habra bastantes mas. Estos nombres se <!.lebieron fijar en castellano con st y no con (:t, aunque fueran de tierras
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fonso X a raiz de la reconquista de esa region (siglo XIII). Las. tres formas arabes reducidas son Cazlona, biznach y Ca{:ref .. Esta representa inequivocamente un desarrollo interno del arabe ( cfr. al-cd{:ar < c a s t rum), pero lo reducido no es st sino. str, de contextura especial 5• Creo que la causa fonetica debi6· estar en la division silabica arabe: cast-ra en vez de la latina cas-tra. Tambien en Cazlona y biznach el cambio arabe ocurre· en posicion final de silaba; an:ilogamente, del persa tast hizo el arabe tiis (de donde el esp. taza, fr. tasse, etc.). Para los derivados de past in a c a veanse en Simonet, s. v. paxtinac, las. formas registradas (en Simonet, x=s, ch=yim): baxtinac,.
paxtinaca, bastinach, baxtinach, bixnac, bixnaca, baxnaca, biznach (este en Alcala), arabe afr. bexnij, bexnija ( j=z); ningu-· na forma reducida si se ha mantenido la vocal interior. Excepcion (mica htlce Ecija, que Alcala reproduce en arabe como· Ecija; este Ecija de Alcala parece una de las tantas recastellanizaciones que admiti6 en sus postrimerias el arabe granadino .. Por coincidir con la unica forma con sin que Pedro de Alcala registra ( Ecija), una solitaria forma Isiya, junto a la normal arabe Jstiya, que Steiger, pag. 142, atribuye ambiguamente no se si a Abulfida o a El Edrisi, me hizo conceder prudentemente arabes: San Esteban, Constantina, Estepa, por identificarlas con los nombres correspondientes del castellano; Mestanza por disimilaci6n, como en mescolanza frente a mezclar. No cuento formas como Barbastro (Huesca),.. Bobastro, un castillo a ochenta millas de Cordoba; San Esteban, un castillo en Sierra Elvira, porque los arabes escribian esos nombres con st y· no con st: Bobastero (Dozy), Bubastro (AI Himyari), Astabin (Al-Himyari) .. 5 El unico ejemplo que Steiger, pag. 141, n., aduce para apoyar !a idea de que !a reducci6n ocurre tambien dentro del arabe tiene asimismo el grupo str: sirat (con sin o sad inicial) < s t rat a. Afiade que «en las. formas verbales con la preformativa -st- este proceso remonta bastante mas lejos, pues ha dejado huellas en asirio; cfr. astakan > asakan 'hice' (vease Fridr. Delitzsch, Assyrische Grammatik [Berlin, 1889], pag. 118 y sigs.). Pero eso es peculiar del asirio, no del arabe, y ademas no es un proceso equiparable, puesto que esta morfol6gicamente condicionado. El comportamiento (esporadico) particular del grupo str se comprueba tambien en espafiol clasico co11 los mossar, maesse, nuesso, vu.esso (cfr. A MOREL-· FATIO, Ro, XXXIII, 272); des de luego, no hay entre ambos fen6menos cone·· 4i6n hist6rica, pero si foneticogeneral.
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en la primera redacci6n de este articulo, hecha en Buenos Aires, la posibilidad de que el arabe hubiera cumplido por al. guna raz6n el cambia st > f (sin) en esta unica palabra. Pero cuando al trasladarme a Harvard me ha sido posible consultar los libros aludidos, ese unico tsiya resulta no ser mas que un error de mano en la transcripci6n moderna. Recorro la Geographie d'Aboulfeda, texte arabe par Reinaud et Mac Guckin de Slane, Paris, 1840: solo dos veces nombra a Ecija, pags. 47 y 175 (no 174, Steiger), yen las dos escribe Astiya. Rcpaso tambien El Edrisi: ocho veces nombra a :Ecija, p;.1ginas 174, 205 y 206, las ocho con el grupo st conservado ( Astiya). Y con st lo escribe tambien siempre Al-Himyarf. Asf pues hay que descartar esta debil posibilidad de que la reducci6n st > 9 fucra cumplida por los arabes por lo menos en un caso. El cambia se cumpli6 en castellano, pero solamcntc en las palabras tomadas de boca de los arabes 6 , lo cual haec que ya no tengamos un cambia st > 9, sino otro 9t > 9, porque los Castellanos reproducian normalmente el sin y el sad con su 9 7 (entonces quasi ts ). La influencia fonetica del arabe, generalmente aducida, tiene que ser negada; solo hay del arabc el prestamo lexica; todo el tratamiento fonetico es castcllano, desde la equivalencia inicial 9 por sin (o sad) hasta cl cumplimiento final. De los dos onomasticos f;ufiiga y Ba9dn, dcrivados de los top6nimos vascos Stufiiga, Baztdn, estc es con su -zt- del todo equivalente a los arabismos; en el otro, quidt cl extrafio silabeo st- provoc6 el mismo trato que el grupo interâ&#x20AC;˘ Ni fiesta, ni esto, ni pastor, etc., etc., lo sufrieron. Las etimologias g u s t u s y m u s t u s que Diez propuso para gozo y mo(¡o no son accptzbles ni aceptadas: gozo remonta a gaud i u m; mo~;o, a mu s t c us. Los top6nimos con 9 por st corresponden a tierras mustiintauas, y los nombres comunes o son arabcs o, si Iatinos o gricgos, ticncn Ia huclla a1abe; en biznaga, lq b-; en alnuiciga, al-. 7 Esta transformaci6n inicial st > 9t fuc ya advert ida por Ford, 1. c., y la observaci6n representa un gran adelanto para Ia comprcn:,i6n del proceso fonetico. Para !a corrcspondcncia del sin y cl sat! con Ia t; en los arabismos del espafiol, vease mi articulo Las corrcspondencias ardbigoespafiolas en los sistemas de sibilantes, en Rev. Fil. Hisp., VIII (1946}, 12 y sigs.
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vocalico -zt-. Estos casos de r;t < ar. st vinieron en su momento a engrosar un corto numero de casos r;'t, z' d de origen roma-
nico, y siguieron su misma suerte 8 : pI a cit u m > ant. plaz'do > plaza, r e cit are > rez'dar > rezar, acceptor em > ar;'tor > ar;'or, amici tate> ant. amizdad > amizad, G6mez Tello > Gomecello (Salamanca). La epoca de unos y otros cambios coincide y es reveladora. Por supuesto, no podemos adivinar cuando comenzaria a ocurrir la reducci6n en actos individuales de habla; la documentaci6n revela siempre cierto afianzamiento en la lengua, como estado mas o menos extenso de socializaci6n. Y creemos que el mfnimo estado de socializaci6n necesario para que consideremos este cambio como un fen6meno de lengua debi6 cumplirse en fecha muy cercana a nuestras primeras documentaciones, en el siglo XI, y que la lucha por el predominio y por la victoria final entre la forma nueva y la tradicional duro hasta el siglo XIII inclusive, y aun mas 9. Es foneticamente razonable que el grupo sonoro zd de \
â&#x20AC;˘ Recuerdese la amiloga explicaci6n de Menendez Pidal, Origenes del esp., pag. 129, para quomo y el nombre vasco Zalduondo, arrastrados a cuemo y Zalduendo cuando !a forma uo del diptongo (de (J latina) fue vencida por la forma ~e. 9 Plazum registrado en 1027 (doc. leones); plazdo y plaza, hacia 1120; plazto y prazdo h. 1125, en el Fuero de Medinaceli, y tambien plazto en el de Navarra (ms. del s. XIV (M. PIDAL, Orig., 96, 320; Cid, 190); azttore, aiio 940, en Escalona; adtor en el Cantar de Mia Cid (ms. s. XIV), aztor en los Fueros de Burgos (ms. XIII-XIV), de Medinaceli y de Navarra y en la Biblia escurialense del s. XIII; astor en el Arcipreste de Hita, 801 b; a~;or en el Fermin Gon~;alez, en el Alexandre y en Don Juan Manuel (ap. M. PIDAL, Cid, 429-430). El cambio se habia cumplido mucho antes en Asturias, segun Jules Tailhan, Romania, XIII, 1876, p. 610, que registra azorera en documentos asturianos desde el aiio 820 hasta el 976; desde este aiio hasta el de 1126 azorera desaparece sustituido por aztorera; sin duda esta forma es un leonesismo en los documentos asturianos: La corte se habia trasladado de Oviedo a Leon en 914. (En los Doc. espaiioles se usaba tambien la forma accipitre, conforme a! lat. accipiter, pero en las Glosas Silenses leemos: ÂŤaccipiter, ace toreÂť, lo que indica que en el siglo x ya era acetore !a forma mas general.) Amizat en el Alexandre, amiztad (cfr. pazto) en carta de 1248, San Millan, Apolonio, Bib!. Escur., fijado luego literariamente en amistad por analogia con honestad, majestad, podestad (ap. M. PIDAL, Cid, 190).
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plazdo y rezda se redujera algo antes que el sordo t;t de at;tor, porque las articulaciones sordas, mas energicas 0 duras, presentan mayor resistencia ala fusion que las sonoras, mas blandas o dukes. Y asi vemos que los arabismos con t;t se reducen tardiamente: con art or > at;or, mas bien que con plazdo > plaza. Para la cronologia del cambio es muy provechosa la lista de formas de la palabra mozarabe que Simonet trae en su Historia de los mozarabes de Espana, Madrid, 1903, paginas xnr-xv. Recien reconquistada Toledo, Alfonso VI llama a los cristianos liberados muztarabes (1101), primera vez que tal palabra se registra; todas las citas castellanas subsiguientes, desde una de Alfonso VII (1118), dicen muzarabes o mozarabes; Simonet trae documentaci6n de 1126, 1132, 1133, 1137, 1146, 1156, 1176, etcetera, basta el mozarabia de Berceo. Se ve que la evoluci6n castellana t;t > 9 ( at;tor > at;or) estaba entonces muy avanzada, pero no conclusa, y que el arabismo nuevo fuc nipidamente incorporado al movimiento general. Y asi como es importante esta lista de formas para la cronologfa del cambio, no menos lo es para dilucidar quienes lo cumplieron. Pues junto al mozarabe de los Castellanos, al Mozaravi (apellido) de los aragoneses y al Mozarbes (un pueblo) de los lconcscs, los arabes persisten en mantener el grupo consonantico st: ya hemos citado la forma arabe mostarabi del Vocabulista del siglo XIII, que Simonet vi6 con acierto como antecedente directo del (Miguel) Mozaravi aragones, y todavia en 1501 documenta Pedro de Alcala: «arabigo, muztaarabi» (z es su transcripci6n del sin ante consonante ). Y no solamente los arabes: tam bien los mozarabes toledanos, que se mantuvieron mucho tiempo apegados a su bilingiiismo, resistieron tenazmentc en su romance la asimilaci6n del grupo. Simonet documenta en sus escrituras aljamiadas mostarab varias veces, mostarabcs, 1125, Don Juan Mosttirab, 1171, Don Pedro, hijo de Martin Mostarab, 1187, Dominica Mostarabi, 1210; Don Lupo (o Lope), hijo de Pedro Mostarab, 1225; Val de Mostarabe5, una alqueria, 1252, y por fin Val de Mosarabes (con sin equivalente a t;) en 1274; hoy se llama Valdemuzarabcs. Tambien en sus documentos latinos: «Ego Dominicus Mistarabs textis», 1178, y Dominica, hijo 8
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de Pedro Mostarab, en 1192 10• En Alf6stigo ('arbol' y 'fruto') y alf6stiga ('fruto') el grupo st se mantuvo hasta el siglo xv (citas de Don Juan Manuel, Enrique de Villena y otros en el Dice. hist. de la lengua esp., s. v.); almdstiga, almdstigo se perpetuo altemando con almdciga, almdcigo. Estas formas dobles denuncian que los cristianos tomaron ambos arabismos con doble pronunciaci6n: {:t, que ·di6 9, y st, que se mantuvo en lucha con la otra soluci6n. Los top6nimos confirman esta cronologia. Ya escribe Saragora el Cantar .de Mio Cid (ca. 1140, si no es atribuible la forma al manuscrito de Per Abat, principios del siglo XIv), pero todavia Zaragusta el Fuero de Navarra, 142 b (ms. del s. XIv); Cazalla se escribe Castalia y Casralla en la Primera Cr6nica General (finales del s. XIII; ap. Menendez Pidal, Orig., 167). Para una cronologia mas precisa se requeriria una documentaci6n abundante espigada directamente en los documentos antiguos; pero no creo se alteraria lo esencial: que habiendo tenido los espaiioles arabismos con rt (< st), solo transformaron este grupo en 9 cuando lo hicieron con los grupos romanicos secundarios r't y z't. Por lo tanto, hay aqui un solo suceso f~ netico, cumplido coherentemente en voces de procedencia latina y arabiga. El paso previo ha sido la acomodaci6n fonol6gica del sin arabe 11 al sistema castellano de sibilantes, que constaba de cuatro africadas, 9, z, ch, j 12 y tres fricativas ss, s, x. El so1 ° Como mosta'rab significaba 'arabigo' 'arabizado' y no 'arabe', ei Arzobispo Don Rodrigo le invent6 una etimologia a la medida ( «Mixti Arabes, eo quod mixti Arabibus convivebant»), que se hizo general entre los historiadores espaiioles hasta que los arabistas del siglo XIX (Luis Dubeux, por ejemplo, 1846) y sobre todo la autoridad de Dozy la rectific6 (Glossaire de mots espagnols et portugais derives de l'arabe, par R. Dozy et W. H. Engelmann [Leyden, 1869], pag. 321). Simonet, con acierto, tiene este «Dominicus Mistarabs» por una variante de Mostarab, sin nada que ver con el Mixti Arabes de Don Rodrigo. 11 Apicodental ( o coronal) fricativo, de fricaci6n redondeada, articulaci6n muy tensa. 12 9 y z, apicodentales sorda y sonora, $ y t.; ch, prepalatal sorda, 6; j, ge, gi, palatal sonora como el gi italiano, y; ss, s apicoalveolares sorda y sonora, de timbre algo palatal, s y fl.; x, prepalatal sorda, s.
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nido castellano mas pr6ximo al sin no era la s (que los arabes reproducian con su sin), sino la apicodental {:, aunque no era identica. El proceso fonetico se ha explicado por metatesis (st > ts). para los arabismos, por Foerster, Sprachlehre, pag. 152, y para los romanismos por Menendez Pidal, Gram. hist., § 612: plazdo (= pladz-do, puesto que la z era cuasi dz) > *pladzo ( = pladdzo) > *plazzo (con paso de la d anteconsonantica a z, como en judgar > juzgar) > plazo 13 • La representaci6n de Men~ndez Pidal, por ser tan minuciosa, permite examinar y contrastar tal metatesis como si dijeramos paso a paso; y creo que, dcspues del contraste, la explicaci6n de metatesis ya no es buena. La etapa clave, pldd-dzo, no es aceptable como pronunciaci6n real; basta es fonol6gicamente imposible, pues la supuesta -d ( plad) no habrfa podido funcionar como unidad fonol6gica ante la oclusi6n homorganica de la z- ni siquiera en el instantc inicial de Ia metatesis, porque no serfa mas que un contacto apic~ dental implosivo, proseguido luego con movimiento cxplosivo en la oclusi6n apicodental de la z. 0 sea, con los signos de Saussure, lo que se obtendria realmente es p 1 a~ o ( z = tJ con una articulaci6n implosiva-explosiva de la z, que cs la propia de las llamadas consonantes dobles, tan caracterfsticas del u Aunque sin dar otra explicaci6n, Baist rechaz6 la metatcsis supuesta por Foerster porque en los arabismos no habfa prccisamcntc st, sino 9t (con la replica normal 9 < sin) = tst, pues que la 9 era cuasi ts; Ford, pag. 75, que rechaza con Baist la metatesis, ve en tst > ts un resultado normal (a9tor > a9or), «the second t having disappeared by dissimilation or by absorption». Ford, el primer fil6logo que vi6 resueltamente el valor africado de la antigua 9 castellana, la represent6 con ts, licito si se hace por deficiencia de la imprenta o con las salvedadcs nccesarias. Parece que Ford crey6 en una efectiva sucesi6n t + s, y ya con un grupo tst ( Batsta) hizo desaparecer la segunda t por disimilaci6n con Ia primera. Pero las africadas son unidades, no dualidades fonoJ6gicas (aunquc en su composici6n material el analisis les halle dos momentos), y la prctendida t ni existe fonologicamente (para la conciencia en la ch o en la z, zz ital., p. ej., ni siquiera materialmente), ya que lo fison6mico de la ten comienzo de silaba es su explosion. Por tanto, no existian en 9t dos t-t que se pudieran disimilar. La idea de absorci6n de la t en la sibilante precedente se concilia bien con nuestra explicaci6n.
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italiano, por ejemplo, pero totalmente ajenas al sistema espaiiol en toda su historia 14. El cambio st > 9 ( zd >z) es un caso de asimilacion, en el senti do de Grammont : la extension de uno o varios movirriientos articulatorios mas alla de sus limites originarios. Para la representacion fonetica concreta, sera bueno acordarse de pronunciaciones como la inglesa de listen, castle, en que la fricaci6n de la s se ha extendido por la t asimilandola. El grupo 9t ( o zd) exigia: 1.0 , un contacto oclusivo apicodental; 2. 0 , deshaceria con una fricaci6n homorganica, ambos actos en la distensi6n silabica ( «implosivos», para Saussure), y 3.0 , una reincidente oclusion homorganica, esta vez en la tension silabica («explosiva» para Saussure): f¢. El privilegio fonol6gico de los fonemas explosivos sobre los implosivos 15 es Io que ofrece la dificultad mayor para comprender esta asimilaci6n, que yo me represento asi: la fricaci6n implosiva de la 9 ( z), que viene de una oclusi6n implosiva homorganica y va a otra explosiva tambien homorganica, se hace especialmente tensa y apretada, sin seguir abriendose progresivamente, porque en ella esta ya la espera de la t (d) siguiente, segun la labor norll1al de acomodaciones reciprocas entre fonemas contiguos. Hay, pues, aquf, como primer paso, una acci6n asimiladora de la t (d) sobre la 9 ( Z) precedente (asimilaci6n parcial regresiva). El apice pasa, pues, de uno a otro fonema sin variar de posicion, y sin mas que pasar de una fricaci6n apretada a su oclusi6n, al mismo tiempo que de la distension silabica precedente pasa a la ten-sion siguiente. En la mutua acomodacion, tambien la t (d) -se amolda parcialmente a la articulaci6n anterior, ablandando un poco su apretado contacto peculiar (su oclusion) y como contentandose con el precedente; esta cesi6n de la t fue posible gracias a la compensaci6n ofrecida por el movimiento silabico 14 Es claro que, llevada asi al terreno fom!tico la representaci6n de la metatesis, el paso inmediato posterior supuesto *plazzo (es decir, plaz-dzo con ;: fricativa como la de juzgar) resulta foneticamente imposible. 15 Ver mi articulo Una ley fonologica del espafiol. Variabilidad de las consonantes en la tension y distension de la silaba, inclufdo en este tomo.
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de tensiones y distensiones 16 , porque la apretada fricaci6n implosiva de la 9 ( z) se puede prolongar con equivalencia energetica de oclusi6n si abandonando la distensi6n continua haciendose con reiniciada tension sihibica: aceptando la ahora c6moda representaci6n de la z africada como dz, tcndriamos primero p 1a o, luego p 1 a o, y por fin p 1 a0 17 â&#x20AC;˘
az- a
az- z
az
Esp. st > ar. ch En el arabe espafiol, algunos hispanismos prescntan ch < st: Del Vocabulista arabigo en 1etra Castellana, de Pedro de Alcahi, 1505, anoto los siguientes en el arabe granadino del siglo xv: Agosto agoch. aldaba o pestillo, pilche, aplach. Canasta, como cuevano, canacha, plural canachit. Capacete, armadura de Ia cabe<;a, tichain, pl. tichaynit (test ani a). castellano, cosa de Castilla, cachilli, pl. cachilliin. Castilla, Cachilla. ~ El hablar se hace fisiol6gicamente no en emision continua del aliento, sino en pequefios impulsos espiratorios y en pequeftas descar. gas de energia muscular articulatoria, con doble movimiento coincidente. Silaba es la menor unidad de impulso (espiratorio y muscular) en que se divide el habla real. Este impulso consta de tension + distension, y la frontera silabica esta en el punto en que los organos en distension (implosion, diria Saussure) la abandonan y entran en una nueva tension creciente. Ver A. Alonso y P. Henriquez Urena, Gram. cast., I, parrafos 155-157. 17 M. L. Wagner, Judenspanisch Arabisches, en ZRPh, 1920, XL, paginas 541-549: ÂŤEsta asimilacion ya es del antiguo :irahe (Brockc:Jmann, Grundriss, I, 56)>>. Es correcto llamar asimilacion a estc proccso, aunque no sea esta precisamente la del antiguo arabe. Wagner afwde que en .}udeo-espafiol corren igual suerte palabras de origen Iatino (no solo :irabe): enfasiar =ant. esp. enfastiar; esiercol < estiercol, sarnudar < estornuaar, siedro = istiedro = izquierdo (p:ig. 544). Sin embargo, estos casos pertenecen a otra epoca varios siglos posterior y a otra geografia, y tienen condiciones foneticas iniciales muy discrepantes. El resultado, c o s, tambien es diferente. Sin duda ~;t > 9 y st > s tienen cierto paralelismo que in teresa a la fonetica general; solo que historicamente no se pueden c'Tiglobar.
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Estudios lingiiisticos Celada, armadura de la cabe~a. tichain, tichainit. cerradura de pestillo, pilch, pl. aplach. cresta de ave, quiricha, pl. quirichit. encrestado, bicricha. estopa, uchup. estofa o estopa, uchup. estopefia, cosa de estopa, xeimin uchup. estopa, mondadura de lino, uchup . .cafiamazo, uchup alquinnan. gallocresta, yerva, gallicricha. encrestado, con gran cresta, muquerrech, muquerrechin. encrestado assi, bicricha. pestafia del ojo, pecheina, pachachin. pestafiear, pachdn (ar. afric. fachchtin). pestafieador, mupachin, mupachinin. pestillo, cerradura de madera, pilch 18 , aplich. sedefia, cosa de lino, ochup ataxit.
El moderno Rochuelos de Almeria se nombra Ruchulox en la bula de erecci6n del arzobispado de Granada y Rustulos en escrituras arabes de Almeria (Simonet, s. v.). Todos los casos de esp. st > ar. ch pertenecen' al arabe granadino de las postrimerfas (documentaciones de bacia 1500) 19• En documentaciones anteriores y de otras regiones se mantiene en estas palabras el grupo romance st como st, alguna vez st. (Casi todos mis datos son del Glosario de Simonet.) agosto, (C6dice Canonico Escurialense, s. XII; Ben Alawan, de Se-
villa, s. xn; Ben Loy6n, de Almeria, s. XII; escrituras arabes granadinas, sin declaraci6n de fecha, en Simonet; agost, en el 11 Creo ver en pilch el mismo pestillo romance (< *pestellum), sin ese sufijo diminutivo y con una 1 anorganica comparable a la afiadida en calc has por cachas y a la r de morchila por moe hila. En Alcala: «cabo de cuchillo, calchas», «empufiadura o cabo, calcha», «hasta la empufiadura, hatti al catch», «mango de cuchillo, calcha», «mochila, talega, morchila»; pero me hace dudar el que esta palabra es una de las de mi lista que no tienen otras documentaciones anteriores con st conservado. (En efecto, hay que eliminarlo; ver nota final.) " Alcala trae tam bien fexta (tres veces; «fiesta de Baco», «fiestas de idolos» y «fiestas de los dioses»), que sin duda es un valencianismo de Ultima hora.
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Vocabulista in arabico del s. XIII; hoy mismo es gas{, gost, en Africa). canasta, en escrituras arabes granadinas, sin fecha en Simonet; hoy en arabe africano canis( a, con i <a por imela 20 • festany «galea, capel de fer» en el Vocabulista del s. XIII; tes{ania, 'especie de casco', en el cordobes Ben Hayyan, s. xi; en arabe africano tes{iya, 'diadema que usaban las judfas'. Castell, Cast AI Habib (por «Castell Habib») escribe El Edrisi. El Cas{el, nombre de un castillo, en escrituras arabes de Almeria. Con sin, no sin; con sin tambien, castel, alcastel, castelo, castella, cas{el, castill, junto a castil, y ca5tillo, Castellion, Castellon, Castilian, Castilli6n, junto a Castilyon (Castell6n y Castcj6n, pueblos). quiriSta, icriSta 'crista' en el Vocabulista del s. xm, gallocre5ta 'una hierba', en el africano Ben Aljazzar, s. x, y en cl cordobes Ben Joljol, s. x, en el zaragozano Ben Buclarix, 1106, y en su coetaneo el Anonimo de Sevilla editado por Asln Palacios. ustup 'stupa' en el Vocab. s. XIII, y en escrituras :irabes de Almeria (sin fecha en Simonet); u9tup (con sad) en Ben Aljazzar y Ben Loy6n. Hoy en Africa uStupa y otras formas con el grupo conservado; arabe oriental usthubba (con sin) y urtubba (con sad). En el An6nimo de Sevilla, estopa.
Ya he apuntado Rustulos junto a Ruchulox. De pecheina 'pestafia' y de pilch 'pest(illo )' no encuentro ejemplos anteriores a Pedro de Alcala, ni con ch ni con st. (Sobre pilch, ver nota final.) Fueron sin duda los arabes granadinos y no los cristianos los que cumplieron este desarrollo st > t. Los mozarabes tuvieron importancia en la Espafia musulmana basta el siglo XII; pero entonces, despues de persecuciones y sublcvaciones va20 Unica excepci6n para aquellos siglos: Simonet registra cana-J en el famoso poeta cordobes Ben Quzman, s. xn. El cambio era insolito en tal fecha. E. Levi-Provenc;al, Al-Andalus, IX, 1944, pags. 347-351, previene sobre la mala lectura que hasta el presente ha tenido el ms. tmico de San Petersburgo; tendremos que esperar hasta la pr6xima aparicion de Ia edicion prometida por el y Collins. Mientras tanto, y basandome en las fechas, sospecho que, sea por errata del ms., sea por mala Jectura, ese
~l:; cana-J esta por ~\..:_,., $anay, palabra arabe, pasada al espafiol como cenacho.
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rias y de grandes emigraciones a la Espana libre, fueron casi exterminados o deportados en masa al Africa por las dos terrihies invasiones africanas, la de los almonivides, sobre todo a partir de 1090, y la de los almobades desde 1146 21 â&#x20AC;˘ En el siglo XI se reconquista el Centro de Espana (Toledo, en 1085). En la primera mitad del XIII, el Sur (Cordoba, 1236; Murcia, 1241; Jaen, 1246; Sevilla, 1248, y como inmediata consecuencia, Jerez, Sanlucar, etc., basta Cadiz), dejando a los arabes reducidos al reino de Granada, que comprendia tambien Malaga con toda Ia region de Sierra Nevada y la costa de Almeria basta Gibraltar. Seglin nuestras documentaciones, el cambio st > ch tuvo lugar despues de la extincion de los mozarabes, lo cual los elimina como posibles realizadores, y tambien despues de cumplida toda la Reconquista cristiana del Centro y del Sur, excepto el reino de Granada. Por consiguiente, es un cambio arabe granadino, posterior al siglo XIII. Se sabe tan poco del arabe bablado de las regiones peninsulares, que esta circunscripcion a Granada se debe entender en el sentido de que positivamente lo sabemos de esa region y no de las otras. Un indicio ballo para el babla de Sevilla, pero es demasiado sospecboso: Ben Ala wan, s. xn, trae en un pasaje corrupto una forma dWI (algalah), que Simonet, s. v. gachto, barrunta se podria leer ~WI ( algalacho ), donde reconocia el glastum latino. No se puede construir nada sobre base tan endeble. Foneticamente, el proceso que termino en c partio de st. Los arabes, al acomodar los sonidos romances al casillero de su propio sistema, reproducian la s romance con su sin, sin exceptuar el grupo st 22 â&#x20AC;˘ El proceso fonetico es pariente del que 21 Cf. F. J. Simonet, Historia de los nwzarabes de Espana, Madrid, 1897-1903, Quinta Parte, pags. 733 y siguientes. 22 El Anonimo de Sevilla casi con regularidad: st en acreste, bistinaca, ca.S{aniya, cas{anyuelo, cas{anyuola, e5terniye (aunque Asin retranscribio una vez cast-, est-, con sin, por errata), e!itirca, e!itopa, gallocre!ita, laster, lavaster, mentarastro, rustica (varias veces), piSt, pisto, ristra. Y con sin mosto, istip (en Ben Aljazzar, estip, iStip; mozto, moztar, con z =sin en P. de Alcala, que escribe tambien iztipa). La misma regularidad en los
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en caste llano hizo it> c (nocte > noite > noche ), segun las reconstrucciones corrientes, en las que se supone un grado xt o, yt (prepalatal fricativa sorda) 23 , no muy alejado de st. Solo que en el proceso arabe no necesitamos tantas etapas hipoteticas: junto a los muchos testimonios de st encontramos algunos de yt, con la letra yim 24 , preciosos porque denuncian convincentemente el camino seguido por el cambio 25 • La uvella rustica es en el zaragozano Ben Buclarix uvilla ruytica, variante ruStica (Simonet, sin declarar en cual de los c6dices: la fecha puede ser del c6dice); gayto en Ben Joljol, nombre de la isatis tinctoria, latin glastum y guastum. La labor de acomodacioncs rcciprocas (entre articulaciones en contacto) empez6 por hacer que la t se hiciera t asimilando su postura lingual a la de Ia c precedente, y terminando par identificarse con ella. Los arabes granadinos que cumplieron el cambio st > ch en palabras romances no lo hicieron en las patrimoniales 26 • Asf,. pues, el punto de partida para el resultado palatal arabe ch ( agoch) es la acomodaci6n arabe st del romance st (la s espaautores espigados por Simonet, y sobre todo en las palabras mismas qu<! han sufrido Ia evolucion, como arriba hemos consignado. n H. Schuchardt, en ZRPh, IV, pags. 146-147; W. Meyer-Liihlw, Rom. Gram., I, § 462; G. Baist, Gr. Gr., /' 902; Zauner, Altspan. Eleml'lztarlmch, § 69; J. Leite de Vasconcellos, Estudios de philologia mirmulcStl, I, 229; F. Kruger, Studien zur Lautgeschichte westspanischen Mundartctl (1914), 237-239; R. Menendez Pidal, Gram. hist. (1941), § 50. 24 Esta letra yim tenia en el arabe espafiol dos valorcs: uno, patrimonial, como africado palatal sonoro, y, y otro, adquirido del ~;nstrato espaiiol, como africado prepalatal sordo, 6 ( ch espanola). En nucst ro grupo yt, el yim vale por ch. A veces Ia ch espanola se tran~;cribia con .\in. 25 Tambien los escritores arabes, con su ht, nos han convert ido en documentada Ia primera etapa hipotetica del cambia ct >.it ( lz --, j e,,pailola): lel;ztayra, lal;ztuca, lal;ztayrola, le.~to, en el Anonimo de Sevilla; en otros tru!;zta, lal;ztayra, la!;ztayruela, nol;zte. Y en alguna ocasilm tambicn aqui yt: truyta o turuyta en Alcazwini, ap. Simonet, s. v. 26 En el Vocabulista de Pedro de Alcala, ademas de Ia cornbinacion xt resultante de Ia flexion de los verbos en -s o en -y ( nirayex, rayext; netreyex, atreyext; naharrach, naharraxt, etc.) hallo «Consejo, muxtamda», c cons uno, biixtimti», «denunciacion, ixtihar», «cncendersc, naxtdal», «encendimiento, ixtiaal», «encorporadura de colegio, ixtimda», «fustan, fw:-· tal» (x vale s). No segui mirando.
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-----------------------------------nola es de timbre palatal), luego tt > tt > t ( t); y a su vez,
.otra acomodaci6n arabe mas antigua st (con sin) del mismo grupo romance (ar. Basta, Saraqusta), luego reacomodada por los espafioles en rt (Barta) al tomarla de los arabes, es el punta de partida para el resultado castellano st > r ( Bara) 27. La toponimia peninsular de los arabes atestigua, por un lado, que en los primeros siglos acomodaban a su sin la s romance delante de t, y asi se afianz6 hasta las postrimerias (Barta, Cartorla, Sarasqurta, etc., en P. de Alcala), y los botanicos y demas autores arriba citados atestiguan, por otro lado, con la misma seguridad, que el grupo rom. st les sonaba st. Como el sonido palatal de la s castellana es comun a toda la peninsula (lo era tambien al mozarabe de Sevilla en 1100, seglin un pasaje del An6nimo ), y to do hace pensar que es una supervivencia prerromana, no podemos interpretarlo como que los arabes acomodaran el grupo romance st primero de un modo y luego de otro porque en ese tiempo, del siglo VIII al x, la s romance hubiera cambiado. La s espanola es de tiembre palatal s, y a los arabes les sonaba como su sin palatal, heterogenea con sus dentales sin o sad; pero en el grupo st el castellano asimila parcialmente la s a la dental siguiente, lo que la hace algo menos palatal, aunque sin perder del todo su timbre grueso. Asi se explica su doble acomodaci6n entre los arabes. Teniendo esto en cuenta, podemos explicar por que fueron las acomodaciones con st (sin) las primeras (las reflejadas en la toponimia): en la epoca inicial, todavia no familiarizados con el sistema fonol6gico extrafio, los arabes podian oir los sonidos en cada palabra aislada y reclasificarlos para hacerlos entrar en el sistema propio se-gun la materia fonetica que cada palabra ofrecia; y como el romance Basta ofrecia una s dental (aunque de timbre grueso), la reprodujeron con su apretado y delgado sin, mientras que 27 Los arabes reprodujeron al principio unicamente con st (sin o sad) el grupo romance st en los top6nimos ( Saraqusta, Basta, etc.). En cam-bio, en las transcripciones de nombres mozarabes, en los hispanismos del arabe y en los toponimos fijados tardfamente, st es caso general, st la excepci6n. Ver documentaci6n e interpretacion en mi citado articulo
Las correspondencias arabigo-espaiiolas.
.Arabe st > Esp. r;.-Esp. st > Arabe ch
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reproducian con el sin palatal la s de Osuna, como si fueran consonantes diferentes. Pero a medida que la convivencia de arabes y cristianos va afianzando el bilingiiismo, en los arabes se va afirmando el sentimiento de una s tipica aljamiada (romance), una idea de s aljamiada cuya identidad reconocen ya a traves de variantes mecanicas de realizaci6n; y des de entonces no varian la acomodaci6n unas veces a su sin y otras a su sin, sino que siempre la acomoqan a la palatal, lo mismo en ¡Osuna que en Castel. Cuando los arabes repetian como canasta el canasta de los cristianos, hacian una super-s romance; tambien lo hacian en Osuna, pero mas en el grupo st, porque los cristianos aminoraban mucho en esa posicion su timbre palatal articulandola en los dientes ; y cuando los cristianos reproducian con su africada {: el sin fricativo de los arabcs en istwan o Basta, hacian tambien un super-sin. Y esto no s6lo por los inevitables desajustes entre los dos sistemas: es que el bilingilismo, mientras se practica en convivencia, parece desarrollar ~n las gentes un especial ideal de acomodaci6n del sistema fonol6gico de la otra lengua al de la propia, que consiste en dar a los prestamos alglin dejo ex6tico de pronunciaci6n, un resto "<ie imitaci6n en la acomodaci6n, como si los arabes gustaran de pronunciar los prestamos espafioles un poco a lo aljamiado ,(Agosto), los cristianos los prestamos arabes un poco a lo ara be ( Ba{:ta). Aqui la equivalencia acustica no se conforma con trodlr, sino que innova y aun prosigue con imprevistas variantes: asf los arabes, que dejaban intacto el grupo st cuando era propio, lo superaljamiaban a veces en cht cuando era romance. Pero la naturalizaci6n (acomodaci6n) completa se impone a la 1arga, y como el punto de partida contenia cierta materia extrafia, el grupo entero se ve precipitado hacia una adecuada .evoluci6n como procedimiento de naturalizarse del todo. La evoluci6n de ese material de prestamo puede precipitarse a favor de otra de material patrimonial en marcha ( artor > .a{:or ), o puede desarrollarse solitariamente ( agosto > agoch). En correo posterior.-Mi emparejamiento del resultado romance {:<sty del arabe espafiol ch < st, no es tan nuevo como :yo creia. Ya lo hizo Juan Corominas, Butlleti de Dialectologla
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catalana, 1936, xxiV, pag. 71, resefiando la Contribuci6n a la Fo-¡ netica del hispano-drabe, de A. Steiger. Del resultado ch < st cita uchup, agoch, pecheina, canacha, pilche, tichain, Monachil,. que estan en mi lista ( Monachil ahora rechazado por remontar a Mont Nayid, no a Monastir ), y ademas tich 'alguilnalda'' (P. Alcala)< text u m (etimologia luego abandonada: es palabra arabe) y el andaluz moderno rechichero (Alcala Venceslada) < cast. resistero. Este ultimo nombre se debe agregar a mis listas. En cambio, y a pesar de haber coincidido con Corominas en admitirlo, creo debo descontar pilche < *pistulum (pessulum + *pistellum), porque ya daria normalmente en Castellano picho, como martulum >macho, sarculum > sacho, circu-lum > cercha, calculum > cacho, etc. Y en efecto, Castro,. Glosarios, s. v. ames, recoge picho 'cerrojo' en Sanabria (Zamora), y Kriiger, Die Gegenstandskultur Sanabrias, pag. 76, pecho .. La l de pilche me sigue pareciendo anorganica y no metatesis de un *pichle inesperable (Corominas, l. c.). En cuanto a Cocentaina (Alicante), desarrollado en region ca~alanizada (el catalan no cumple el desarrollo castellano 9 < ar. st), necesita explicacion particular, que quiza se encuentre en la historia de su reconquista y primeros tiempos siguientes; pero, aunque se sale de mi cerco castellano, no estimo que por si sola pueda dcsvirtuar mi explicacion de evolucion netamente castellana (o mejor dicho, de los cristianos libres: asturian~s, leoneses,. Castellanos y aragoneses), con exclusion de arabes y mozarabes.
ESTUDIOS DE SEMIOLOGIA Y ESTIUSTICA
IV 1.
ESTILISTICA Y GRAMATICA DEL ARTICULO EN ESPAN:OL I
La categoria lingi.iistica del articulo, tal como sc vicne entendiendo, responde a una arraigada concepci6n logicista del lenguaje, y aparece por inercia hasta en autorcs que explicitamente niegan la identidad entre el pensar idiomatico y cl 16gico. En primer lugar, se supone ya hecha en las mentes de los hombres una entidad 16gica, el concepto concomitantc de la determinaci6n, que unas comunidades lingi.iisticas desaticnden. como la latina, y otras atienden, como la griega. Y se dice, por ejemplo, que cuando la latina o rom{mica sinti6 Ia necesidad mental de consignar la determinaci6n, se hizo un articulo clcsgastando un pronombre. Esto es: el lenguaje como mero instrumento. El valor del articulo es, segun eso, previo a lit cxistencia e indiferente a la historia del articulo mismo. El valor 16gico de la determinaci6n, como concepto concomilante del sustantivo, esta o no esta expresado en una lcngua meuiantc el articulo: eso es todo. 1 Las presentes paginas fueron avance de un libra sobrc cJ mismo tema destinado a publicarse como tomo III de Ia Colccci6n de Estudios Estilisticos del Instituto de Filologia de la Universidad de lluenos Aires. Esta es Ia raz6n de que muchas de las ideas no cstcn m<\s que enunciadas y no discutidas. Quedaron eliminadas las rcfcrencias bibliogr:ificas y todo detalle polemico, excepto lo referente al valor dctcrminante del articulo. El proyecto fue luego abandonado.
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Pero es evidente que en el correr hist6rico de una lengua. cambian las posibilidades de uso del articulo, y por tanto que su. valor no es inmutable. Y por otro lado, se puede comparar esp. el hombre es mortal con ing. man is mortal, y esp. casa tan barata no la encuentras fdcilmente con alem. ein so billiges Haus, etcetera, y se ve que ni el uso ni el valor del articulo son identicos en todas las lenguas. Otra prueba de la inacomodaci6n general del valor determinante del articulo es que, basandose este en un juego bilateral determinaci6n-indeterminaci6n (esp. el, un, fr. le, un, alem. der, ein, etc.), hay muchas lenguas que no tienen articulo indeterminante, y en todas partes el indeterminante es de aparici6n mucho mas tardia que el otro. Y si, para decirlo con F. de Saussure, una lengua es un sistema de valores, cada uno de los cuales esta determinado por los otros del sistema, (. c6mo es posible equiparar el articulo <<determinanteÂť de una lengua que tiene el contrajuego del cdndeterminanteÂť con el de otro idioma donde ese contrajuego no existe? No hay, pues, una categoria gramatico-general del articulo. Cierto que la categoria idiomatica del articulo sirve m u c h a s v e c e s a la intenci6n l6gica de determinar el concepto a que acompafia ; pero este servicio eventual, que es realmente lo que tienen de comun los articulos de las diversas lenguas, no es su esencia idiomatica. Esta se ha de buscar por investigaciones particulares. En espaiiol.-Entienden los gramaticos poi\ determinar un objeto precisarlo entre sus congeneres, o bien, darlo por consabido de la persona a quien hablamos. Es facil acumular pruebas de que esta misi6n no es esencial y constante en el articulo espafiol. Aqui llevan articulo los abstractos y los nombres individuates (la virtud, el sol). Decimos que se quit6 el sombrero un hombre que puede contar con docenas en su guardarropa (y no se puede decir que el es determinante, porque se refiere de entre todos sus sombreros al que tenia entonces puesto, pues eso no lo expresa el, sino que aparece a la reflexi6n, y ademas, interpretado asi resultaria tambien un, ein, etc. determinante: cuando nos dicen que se comi6 una manzana, ya entendemos que fue precisamente la que se comi6 ). Indistintamente deci-
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mos extendio la mana o una mano en ademan implorante. Asi. comienza una cancion mejicana: La tarde era triste, la nieve cafa, de blanco¡ sudario la tierra cubrfa.
lDe que tarde determinada ni consabida, de que nieve, de que tierra se trata? La idea de determinacion falla, pues, como esencial, porque no es un valor idiomatico, sino uno logico al que a veces sirven los valores idiomaticos del articulo. ~stos los tendrcmos que investigar empiricamente, a base de sentimiento de la propia lengua, y del analisis puramente descriptivo de sus variados. usos. Valores formales.-La historia del espafiol (y de las demas lenguas romanicas) nos dice que el articulo empezo a usarse solo con el sujeto de la frase no con el objeto ni con los complementos. Mas tarde se acoplo al objeto, y por ultimo cmpezo a usarse con complementos preposicionales, aunque tfmidamente y de modo hoy mismo muy imperfecto. -Lo que implica que: en la formulacion idiomatica del pensamiento, el articulo comcnz6 por destacar la articulacion de la frase en sujeto y prcdicado; mas tarde destaco del predicado el objeto directo, y por ultimo, aunque solo esporadicamente, destaca algun complemcnto circunstancial. La extension gradual del uso del artfculq cs manifestacion de la extension paralela del h a b i t o de a c c n t u a r y recalcar las representaciones autosemantic a s . Esta virtud enmarcadora y realzadora de unidadcs de representacion que tiene el articulo obra en todo nombre que lo lleva 2 â&#x20AC;˘ 2 La apancwn del articulo esta intimamente unida a Ia ruina de la flexion nominal. En latin, como advierte A . M e i II e t , no habia una palabra que significara 'padre', 'caballo', etc., sino s6lo pater (sujeto de frase), patris, patrem, etc. La significad6n estaba fundida con la funci6n ~intactica. La ruina 1de la declinaci6n latina no es en realidad una ruina
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F e i j 6 o ha escrito acerca de los rabinos epafioles: ÂŤEl [que errasen en la creencia] no es culpa del clima, pues el acertar en esta parte depende enteramente de la gracia divina, El [que fuesen dotados de un talento singularisimo para explicar a su modo la Sagrada Escritura] redunda en aplauso de la patria.>> (Edic. Chis. Cast., 53, 265). El pone aqui un marco todo alrededor de la frase entre corchetes (afiadidos por mi al texto), haciendo asf resaltar la intima conexi6n con que sus ,elementos forman una unidad mental superior, una representaci6n multimembre independiente, con la independencia y soltura de movimientos propia de su funci6n sustantiva en la articulaci6n idiomatica del pensamiento. No se trata de sustantivar la frase, pues sin esos el ambas frases serian sustantivas, como que son sujetos de <<no es culpa del climaÂť y de ÂŤred\lnda en aplauso de la patriaÂť, respectivamente; pero sin el articulo, la unidad superior formada por la interdependencia de sus significaciones en sucesi6n no resulta para nuestro scntido idiomatico tan formalmente acusada. El articulo es aqui un elemento preformador y configurador de sentido, es el hilo que ,enhebra en un solo coll.lr todas las significaciones en que se descomponen (mejor que componen) las frases respectivas. Del mismo modo, cuando digo el dia nace, las tierras estan sembradas, lo cortes no quita lo valiente, indudablemente el, las, , lo son anticipaciones formales de las representaciones con contenido que van a seguir. El que escucha o lee todavia no conoce la representaci6n de que se trata y ya tiene a la vista la forma lingi.iisticamente configurada que esa representaci6n tendra. Hay un anticipo de la forma antes de percibir el contenido. Tambien el que habla se demora un instante en ese elemento formal, de manera que en la obligada sucesi6n temporal de 1 nuestro pensar idiomatico, una instantanea contemplaci6n de Ia forma que va a tener el contenido representacional precede ni un derrumbe, sino un esfuerzo constructivo por !legar a la constituci6n de Ia palabra indeoendiente: las relaciones se encomiendan a elementos adjuntos. El articulo tambien viene a separar los valores ,;int:icticos y formales de los significativos. Y sabre todo realza y destaca esa buscada independenCia de la palabra.
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a la contemplaci6n del contenido ya conformado. l Que sucede cuando un hablante indeciso vacila un momenta como bailando un el ... el ... o bien el ... las ... ? El hablante no tiene todavia seguridad ninguna respecto del objeto intencional de su proxima representaci6n y sin embargo esta cierto del papel que esa representaci6n tendra en el desarrollo lineal de su pensamiento. Esta cierto de su forma. Dicho con otras palabras: entreve un complejo de categorias lingtiisticas en el cual la vacilante representacion proxima (por vacilacion de la referenda al objeto, por perplejidad del pensar, etc.) va a corporizarse. Concretamente me refiero a las categorias de g e n e r o y de n u m e r o que pueden corregirse en tales momentos de vacilaci6n. Pero ademas el hablante ve con firmeza otras categorias lingi.ifsticas: las de sujeto, objeto o complemento (segun los casos) y siempre la categoria de susta,!ltivo, la de independcncia mental de la representacion que va a seguir (independencia en el sentido de P fan de r, L6gica). En el dia nace, ÂŤdfaÂť es seguramente de por si una representacion con la forma mental de la independencia; no es, pues, que el articulo la haga independiente, que la sustantive; pero el anticipar que se trata de una representaci6n independiente, realza y destaca esa independencia de forma. Valores expresivos.-Con esta funcion meramente realzadora de la independencia formal de la representacion correspondicnte, se relaciona directamente la libertad estilistica ( diferente en las distintas epocas) por la que en enumeracioncs de sustantivos solo se emplea el articulo con el primero o se rcpite con cada uno: Tal embarazo le causaban la Ianza, adarga, espuelas y celada con el peso de las antiguas armas (Quijote, I, 4). Las cuchilladas, estocadas, altibajos, reveses y mmulo!Jles que tiraba Corchuelo eran sin numero (id., VI, 22). Con un solo articulo para toda la enumeraci6n, las succsivas rcprescntaciones resultaban mas eslabonadas que yuxtapuestas: un senti do unitario guia la serie. El pensamiento procede en estas enumeraciones, no avanzando un paso con cada nuevo miembro, sino insistiendo o definiendo o glosando la idea ya mentada con el primero de la enumeraci6n. En cambio, cuando una especial 9
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intenci6n valorativa u otra peculiaridad estilistica cualquiera destaca y deslinda las representaciones entre si, C e r v a n t e s dice (Quijote, I, 13): «El buen paso, el regalo y el reposo, alld se invent6 para los blandos cortesanos, mas el trabajo, la inquietud, y las armas s6lo se inventaron e hicieron para aquellos que el mundo llama caballeros andantes, de los cuales yo. aunque indigno, soy el menor de todos.» Hay que insistir en que la varia conducta del articulo en las enumeraciones obedece enteramente a motivos estilisticos y no 16gicos u objetivos, como hasta ahora se ha dicho (los fil6logos; los gramaticos no se ocupan de esto ), de modo que es indiferente en si que los conceptos enumerados se interpreten o no parcialmente unos en otros, como pretenden las gramaticas hist6ricas. Lo decisivo es que motivos de expresividad inciten al hablante o escritor a deslindar o englobar las representaciones enumeradas. Vease la prueba en el mismo Cervantes: ... aunque bien se que si el cielo, el caso y la fortuna no me ayudaran, el mundo quedara falto y sin el pasatiempo y gusto que, bien casi dos horas, podrd tener el que con atenci6n leyere ( Quijote, I, 9). Han sido deslindados aqui el cielo, el caso y la fortuna, con evidente sabor enfatico, y no el pasatiempo y gusto, a pesar de que los tres miembros de la primera enumeraci6n son entre si tan parientes como los dos de la segunda 3.
1 Los tres terminos de la primera serie no son identicos. Para Cervantes, que continua Ia tradici6n clasico-renacentista, sabre todo a traves de Pero Mexia y Antonio de Torquemada, son tres entidades (poeticas) concurrentes en la suerte del hombre; el Hado (otras veces el cielo, o las estrellas) es el inconmovible destino astrol6gico; la Fortuna ayuda o no ayuda a nuestros esfuerzos; el Caso es el azar inmotivado. Son, pues, objetos (poeticos) de esos que Meyer-Liibke dice que se enumeran sin repetici6n del articulo por formar estrecha familia de casas. Otro ejemplo: «Caballero soy de la profesi6n que deds; y aunque en mi alma tienen su propio asiento las tristezas, las desgracias y las desventuras, no por eso se ha ahuyentado de ella la compasi6n que tengo de las ajenas desdichas», II, 12. Y como contraprueba este verso de Ercilla, Araucana, II, Ed. J. J. Medina, p. 33:
El puente, muro y puerta atravesando.
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En terminos generales, podemos comprobar que, basta la epoca clasica inclusive, la repetition del articulo en las enumeraciones supone la intromisi6n de un elemento de realce expresivo: encarecimiento, valorizaci6n, enfasis. Como el articulo destacaba en un principia la ar.ticulaci6n de la frase en sujeto y predicado y luego en sujeto, verbo y objeto, un nuevo deslinde dentro de estos elementos ya deslindados supuso un acto de estilo. Tambien aqui se comprueba c6mo la regulaci6n tiene su origen en la libertad, la gramatica en el estilo, lo racional en lo afectivo y fantastico, el uso convencional en la invenci6n. Aquella libertad se fue hacienda sujeci6n, y el valor expresivo de la repetici6n se fue esfumando a medida que se trivializaba y se generalizaba su uso. Y hoy, en cuanto al valor expresivo, Ia repetici6n o no del articulo en las enumeracioncs representan papeles trocados. La no repetici6n es lo que ahora se interpreta como un acto particularmente expresivo (giros de la lengua literaria) o bien como un gesto aceptable de economfa, tambien literario.
Valores significativos.-Los pronombres demostrativos son ademanes verbales que hacemos bacia una zona de nuestra esfera presente de atenci6n, ademanes con los que enderezamos Ia vista o la atenci6n del oyente o lector bacia el objeto mismo que mentamos. En esa casa, <<esaÂť significa que la casa esta ahi, porque a eso es a lo que se refiere objetivamentc; como Ia referenda objetiva de <<aquellaÂť en aquella casa es que la casa esta alli; y del mismo modo <<estaÂť significarfa que la casa esta aqui. La significaci6n de cada forma excluye implicitamente las dos restantes, dejandolas como entre parentesis. (Aludo a la teoria de los val ores de F. de Saussure: la significaci6n de un elemento idiomatico esta condicionada y determinada, limitada y precisada por la de los otros elementos con los que forma sistema.) Pues bien: El articulo, en cada lengua, es un antiguo pronombre demostrativo reducido en su cuerpo fonetico, despojado de su originario acento de intensidad y de cuyo funcionamiento se ha borrado y desvanecido toda asociaci6n implicita
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con sus antiguos compafieros de sistema (un proceso de gramaticalizacion). Ya no determina, pues, en que zona de nuestra actual esfera de interes se halla el objeto mentado, porque ya no tiene el poder de poner entre parentesis las zonas restantes. Pero de su abolengo pronominal le queda un residua de ademan verbal, de indicacion que hacemos hacia nuestra esfera intuicional o mental. Esto es lo que, solo en casos especiales, le da el valor determinante de que hablan las gramaticas. Pero para que este valor fuera el basico, necesitariamos, en1re otras cosas, que el articulo, desorbitado y evadido de su antiguo sistema pronominal, hubiera ingresado en un sistema nuevo, que esta vez seria bilateral, siendo su pareja el articulo indeterminante. Sin embargo, ya hemos visto que en muchas lenguas solo existe el llamado determinante y que donde se registra el otro es siempre mucho mas tardio. En espafiol, no solian hablar las gramaticas de articulo indeterminante ( o indefinido o indeterminado) hasta el siglo XIX, y entonces lo hicieron por imitaci6n de las extranjeras 4 • En efecto: ..en espafiol, un conserva su antiguo valor pronominal, cuando no el numeral, con todas sus referencias al sistema pronominal; y, en contra de lo que es esencial al articulo, no ha perdido su acento de inten• La Grammaire de Port-Royal, 1660, mas 16gica que gramatica, es Ia primera (creo) que Ianza Ia idea, pero los gramaticos franceses Ia rechazaron en general durante siglo y media; cuando por fin Ia aceptan en el siglo xrx, lo hacen regimentalmente. Los espafioles Ia adoptaron !'6lo cuando en Ia ensefianza francesa se habia hecho verdad oficial. . >:t Academia Espanola no habla en sus primeras ediciones de su Gramdticu mas que de un articulo, el, Ia, lo, qne sirve «para distinguir los generos de los nombres» (3.• edici6n, 1781, p. SO); en el cuerpo del capitulo habla ya de un valor «definido o determinado» en casas como Los hombres son mortales, por serlo todos, en oposici6n a Hombres hay ambiciasos y hombres moderados, cnya indeterminaci6n se expresa con Ia ausencia de articulo. En Ia 4.• edici6n, 1796, ya directamente se dice que el articulo sirv~ '<para sefialar y determinar Ia perscna, cosa o acci6n de que se habla», p. 9, y en Ia p. 12 se vuelve a oponer Ia determinacion de dame los Iibras a Ia indeterminaci6n, de dame Iibras. Nada de un como acticulo. Bello, 18'17, cap. XIV, pp. 66-75, solo trata del articulo que llama <<definido», aunque, sin formular Ia doctrina, le opone el <<indefinido» un con un ejemplo de Ia p. 68. Salva, 1830, ya opone doctrina!mcntc el-zm, aunque no tengo a mana edici6n anterior a Ia de 1847.
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sidad. Recuerdese el doble ejemplo extendi6 la mana y extendi6 una mana en actitud suplicante y se comprobara que en espaiiol no existe este nuevo sistema bilateral de determinaci6n-indeterminaci6n, en el que el doble juego se refiere a si el sujeto es o no consabido del oyente o a si es o no individualizable y reconocible para oyente y hablante de entre los innumeros objetos que el sustantivo puede nombrar. El articulo, en espaiiol, ha constituido, ciertamcnte, un nuevo sistema estricto y bilateral, pero no con un S, ni con ningun otro elemento de Ia lengua; el nuevo sistema est{t f ormado por Ia presencia y ausencia del articulo, o si sc quicrc, por Ia aparici6n del sustantivo con y sin articulo. Y hacia ahi encaminamos nuestra investigaci6n. Presencia y ausencia de articulo.- Veamos un ejemplo triple: a) El hombre parecia fatigado. b) El hombre es mortal. c) Hombre no es lo mismo que caballero. No es hombre
quien se porta asi. En a) con hombre me refiero a un individuo del genera humano; en b) al genera mismo, entendiendo por tnl Ia suma de individuos que componen Ia humanidad 6 ; en c) hombre 5 Con un forma el un sistema, no semantico, sino de cmpko, que expongo en nota adicional a! final de este estudio. 6 Los gramaticos registran esta a!ternancia con los nombrcs de articulo determinant e y articulo generic o . Pcro una cosa hay que observar: a pesar de Ia dispar referenda del nombrc a su objcto ...-en un caso, un individuo; en otro, todos los congcncrcs-, todos los de habla espanola tenemos un sentimiento de idcntidad para ambos usos de el. No podemos ver aqui una homonimia, sino una y Ia misma entidad idiomatica. La division gramatical del articulo en determinante y generico tiene por falsilla Ia division logica tradicional de los juicios, seg(m los objetos, en individuates (particulares) y universales. Pero clasificando los conceptos y los juicios por su forma mental, con la L6gica moderna, y no con el objeto referido (origen y efecto de confusiones entre el pensar y el objeto en que se piensa), vemos que la identidad de ambos el reposa, indiferente a Ia cuantia del objeto, indifcrente a Ia distinta extension del concepto, en la forma singular del juicio. El ar-
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no alude al individuo, ni tampoco al genero cuantitativo, sino al rango categorial, al orden, a la clase considerada cualitativamente y no cuantitativamente. Echando mano de la pareja de conceptos filosoficos esencia-existencia, diremos que el nombre con articulo se refiere a objetos existenciales y sin el a objetos esenciales. Con articulo, a las cosas; sin el, a nuestras valoraciones subjetivas y categoriales de las cosas. Vamos a ver ahora como esta alternancia de la significaci6n se cumple tanto con los nombres correspondientes a conceptos que tienen extension variable, wmo con los nombres de objetos individuales y con los abstractos. Y quedani patente que el valor determinante del articulo que le conf1ere la gramatica no le es propio, sino que, en algunos casos del primero de los tres grupos, lo derivamos reflexivamente de su referenda a lo existencial y cuantitativo.
A. Con nombres correspondientes a conceptos de extension variable.-Dice Sancho a Don Quijote: Yo sali de mi tierra, y deje hijoc; y mujer par venir a servir a vuestra merced, creyendo valer mas y no menos (Quijote, I, 20). Sancho pudo decir y deje mis hijos y mi mujer, y deje los hijos y la mujer, y deje unos hijos y una mujer; y en los tres casos la frase seria correcta y clara. Con articulo determinante y sin el, con el determinante o con el ÂŤindeterminadoÂť, o con el posesivo, el pensamiento conceptual es el mismo y los hijos y la mujer igualmente determinados: Sancho no se podia referir mas que a :ta mujer y a los hijos propios. La diferencia, pues, no puede con.sistir en una diversidad del objeto visto o de las condiciones objetivas, sino de la vision del objeto y de los intereses subjetivos. Si de las cuatro maneras posibles, a Sancho le sale y deje ticulo g e n e r i c o y el d e t e r m i n a n t e ni significan ni representan de a!g(m modo valores distintos. Lo que el signo lingtifstico acusa es que la referenda del pensamiento a su objeto se cumple por un hilo singular. Si comprendemos sin ambigiledad cuando el se refiere a un individuo y cuando a! genera, esto sucede extralingilisticamente: por Ia situaci6n o por cl contexto. j El hombre es alegre!, puedo dedr para referirme a un individuo que da muestras de jovia!idad; en otra ocasi6n, del hombre en general.
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hijos y mujer, sin articulo, es porque ese es el giro que corresponde a su tension actual de espiritu. Todo espafiol siente que en esa frase, aunque el objeto es identico, hay algo que falta en las otras (de un modo aproximado, s6lo se repite ese algo en y deje unos hijos y una mujer). Ese algo consiste en que quien habla asi enfatiza la calidad de lo dejado, pues el nombre sin articulo apunta directamente a la esencia de lo nombrado, a nuestra valoraci6n subjetiva del objeto, a su rango, a su quid. Con la supresi6n del articulo, Sancho afiade a la referenda objetiva una subrayada valoraci6n del objet0. Lo cual supone una participaci6n emotiva. Cuando Don Quijote dice (I, 17) y quizd tu lleves daga para acreditarte, yo llevo espada para defenderte con ella, cumple una categorizaci6n de las armas respectivas. Es como si dijera: tu arma es daga; la mia, espada. Esta es una operaci6n mental aperceptiva, de ordenaci6n consciente de un objeto segun el sistema de valores en que nos movemos. Categorizaeion aperceptiva, muy distinta de esa otra mecanica y casi obligatoria que expone la teoria del conocimiento, segun la cual no vivimos directamente un fen6meno en su absoluta originalidad individual, sino como representante de una categoria conceptual a priori: vemos un azul y no lo vemos tal cual es en si y s6lo en si (no nos entregamos a vivirlo en su ocurrencia unica), sino como representante de una categoria conceptual ÂŤazulÂť con la que vamos a su encuentro y a la que se ajustan ese y otros muy distintos azules. En este proceso mecanicista y econ6mico de categorizacion, el fen6mcno mismo se oculta tras la categoria, que lo recubre y lo vela con superposicion de perfiles. Pero en el caso que plantcamos, nuestra vista interior se bifurca, dirigiendose bacia el objeto real (fen6meno) y bacia un objeto ideal, nuestro sistema de categorias {no solo cognoscitivas, sino valorativas), entre una de las cuales y aquel objeto real reconocemos adecuaci6n. Esta operacion adecuadora es bien visible en proposiciones sustantivas del tipo tu arma es daga, donde sometemos a desarrollo el contenido de tu llevas daga y donde lo vemos como con camara lenta. Claro que tanto al decir como al oir tu llevas daga, yo deje hijos y mujer, se esta bien seguro de que el objeto nombrado es uno
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real. Tu no puedes llevar una categoria ÂŤdagaÂť, sino una daga real y existencial; Sancho solo ha podido dejar mujer e hijos existenciales, lo mismo que si dijera los hijos y la mujer. El objeto intencional es el mismo, pero la intencion con que vamos al objeto es otra, nuestra mencion es otra, porque lo que ahora esta aludido en nuestro pensar no es Ia existencia de aquella daga ni de aquellos hijos, sino su esencia o su clase valorativamente consideradas. Al dirigirse nuestro pensamiento bacia el objeto daga, ya no vemos mecanicamente sus perfiles reales superpuestos por los categoriales, sino que se cumple una a modo de refraccion optica, con Ia particularidad de que nuestro momentaneo interes se prende no de Ia imagen del objeto real que nos ocupa, sino de su refraccion ideal, que es su clase, un complejo de valores; no es, pues, un mero acto de conocer y de designar. Con la daga nuestra intencion va recta bacia e1 objeto real y en el se afirma; con daga nuestra in ten cion va tambien bacia el objeto real, pero lo que le interesa de el, lo que efectivamente mienta es Ia idea categorial que de el tenemos, nuestra valoracion, referida a un sistema de categorias y valoraciones. Este doble juego es tan vivo en Ia lengua oral como en Ia escrita. Puedo decir: r;Sabes que nuestro amigo Juan ha comprado autom6vil?, o bien: c.. .un autom6vil? 7 â&#x20AC;˘ Si mi frase ba sido Ia primera, todo bispanobablante percibe con seguridad que un enfasis, una participacion emotiva es lo que me ba becbo elegir la forma sin articulo, porque en mi pensamiento esta presente Ia categoria a que el objeto comprado por Juan pertenece, y con ello Ia introduccion de mi amigo en un nuevo plano de vida. La novedad esta no en que compre este o cual7 Si mi interlocutor sabia que Juan ya andaba en tratos para ello, puedo decir tambien el autom6vil, aun cuando ni mi interlocutor. ni yo sepamos que auto determinado sea. Un dia Juan nos encuentra y nos dice: Me he decidido a comprar un auto; seglin las gramaticas, un auto es 1ndeterminado; es decir, cualquiera. Pero algunos dias despues Juan nos vuelve a encontrar y nos dice: Ya he comprado el auto; para las gramaticas, el auto es uno determinado. Y sin embargo nosotros no consabemos de ese auto individual mas que en el primer encuentro.
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quier otro automovi1, sino precisamente en la clase <<auto>> que aparece ahora en su vida; de tal manera que luego, en las sucesivas compras de autos que Juan haga, ya no podre volver a decir que ha comprado auto, sino un auto, otro auto, etc., porque auto ya tenia. Mas todavia: Es posible que Juan vuelva a su antigua modesta posicion, sin auto, y que luego le soplen de nuevo vientos favorables de modo que pueda comprar otro auto. Entonces mi frase seria: c;Sabes que Juan ha vuelto a comprar auto? Esto asegura que el objeto intencional mcntado por la palabra auto, sin articulo, no es un objeto real -pues no ha vuelto a comprar el auto real que antes compro-, sino un objeto mental, una clase valorativamente considerada. La ausencia de articulo corresponde al car{lctcr puramente cualitativo con que el objeto es nombrado; denuncia una referencia al quid o esencia del objeto, no definiendola, sino solo aludiendo al tramo que esa clase de objetos ocupa en la escala categorial con que nuestro intelecto y nuestra afcctividad interesada ordenan a su manera el mundo interno y el externo. El articulo realiza ese tramo categorial aludiendo directamente a la existencia del objeto nombrado e introduciendo con ello un momento cuantitativo. Con el articulo, el objcto no se ve en oposicion, sino en Sllperposicion con la categoria. Esta doble interpretacion cuantitativa-cualitativa y designativa-valorativa para la presencia y la ausencia del articulo nos pcrmite Hegar al disfrute de la intencion estilistic<r"de uno u otro giro en pasajes famosos de la literatura espanola: Nunca fuera caballero de damas tan bien servido como fuera Lanzarote cuando de Bretafia vino. Que duefias curaban del, doncel!as de su rocino.
Al decir duefias, doncellas, o, como Don Quijote exalto, princesas, el pensamiento del poeta va hacia los correspondientes objetos reales por el imaginados, pero lo efectivamente mentado es la calidad respectiva. Todo el inten!s se concentra en
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que quienes servian al caballero y a su caballo eran doncellas, dueiias, princesas, en la complacencia de ver la adecuaci6n de 1as personas a las preciadas categorias. Hay, pues, no s6lo una referenda al objeto, en lo cual consiste su nominaci6n, sino a la vez un momento de emocion y de valoracion. Esta valoracion afectiva del objeto nombrado implica una inversion, por cierto nada equivoca, entre las categorias lingliisticas de sujeto y predicado utilizadas y las experiencias psicologicas correspondientes. Suj eto psicologico es aquello de que queremos decir algo; predicado psicologico es lo que decimos del sujeto. Pues bien: las experiencias psicologicas que dieron nacimiento a esos versos no querian decir de las dueiias, doncellas y princesas (sujeto gramatical) que elias cuidaban a Lanzarote o a Don Quijote y a su caballo (predicado gramatical), sino justamente al reves: que quienes cuidaban del caballero y de su caballo (sujeto psi<:ologico) eran dueiias, doncellas, princesas (predicado psicol6gico) 8 â&#x20AC;˘ Esta inversion de sujeto y predicado se cumple cada vez que el nombre sin articulo aparece como sujeto gramatical (excepto con el verbo ser y equivalentes) y obra con especial eficacia estetica sobre la sensibilidad del lector porque la apoyatura emocional que acompaiia siempre a la inversion es percibida intuicionalmente, como si se impusiera con su mera presencia, a pesar de la contradiccion entre el giro sint:ktico (racional) y lo mentado. ~De nuevo se 'l!e como son basi cos los val ores formales del articulo. El articulo, con el nombre sujeto, preforma la categorfa lingliistica de sujeto. Ciertamente, esta insistencia formal en la categoria lingliistica no es hoy signo de que el sujeto gramatical lo sea tambien psicologico, ya que tambien un nombre con articulo puede ser sujeto gramatical y predicado psicol68 Un ejemplo magnifico de Quevedo , Politica de Dios, I, 2: Reyes lo adoraron [a Cristo] como a rey que /o es de los reyes. Sin articulo, Reyes se dirige valorativa y emocionalmente hacia el rango cualitativo de los adoradores, los califica; los reyes, con articulo, no tiene mas que funci6n 16gica, designativa de un objeto existencial. Reyes es predicado psico16gico.
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gico (por ejemplo, alg'lien dice: Juan se lo di6, y otro contra-dice: El jefe se lo di6 = Qui en se lo di6 fue el jefe, no Juan). Pero, en cambia, se ve que la lengua, en sus convenciones, no admite como nombre sujeto, a la vez gramatical y psicol6gico, uno que no lleve el articulo, con su insistencia formal en la categoria lingiiistica de sujeto. Reduciendo a f6rmula: no siempre que el nombre sujeto gramatical lleva articulo es tambien sujeto psicol6gico, pero siempre que un nombre es a la vez sujeto gramatical y psicol6gico lleva articulo. El nombre sin articulo es predicado psicol6gico, aunque sea sujeto gramatical. En el romance de la Jura de Santa Gadea, el Cid haec dcsfilar una cohorte de categorias ideales. (Procedimiento repetido en el de F. Gonzalez y el Rey de Leon.) Los nombres, unos son sujetos gramaticales y otros no; pero todos son predicados psicol6gicos: Villanos te maten, rey, villanos, que non hidalgos; abarcas traigan calzadas, que no zapatos con lazo; traigan capas aguaderas, no capuces ni tabardos; con camisones de estopa, no de Holanda ni labrados; (MENENDEZ ProAL,
cabalguen en sendas burras, que no en mulas ni en caballos; las riendas traigan de cuerda, no de cueros fogueados; matente por las aradas, no en camino ni en poblado; con cuchillos cachicuernos, no ·con puiia!es dorados.
Flor nueva de romances viejos, 203.)
Tan persistente oposici6n bilateral no quiere decir «que unos villanos (algunos de los villanos) te maten y que los hidalgos no te maten», etc., sino «que los que te maten sean villanos, no sean hidalgos, pertenezcan a la categoria "villano", no al rango "hidalgo"; que su calzado sea abarcas y no zapatos; que su abrigo sea capas rusticas y no tabardos sefioriales; que sus cabalgaduras sean burras y no caballos; que las armas asesinas sean cuchillos y no pufiales». Lo tremendo no esta en Ia conjura de la muerte, sino de una contra su honra de Rey; la afrenta, mas que la muerte. Y el verbo ser, en expresiones de este tipo, (que otra cosa significa que apuntar bacia el quid del sujeto, bacia su clase,
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bacia su orden en la escala de categorias con que funciona nuestro pensamiento? Lo nombrado con «villanos», etc., es sin posible duda un objeto real, (mico que puede matar; pero lo. mentado psicol6gicamente -como diria Vossler- es derechamente la clase como un complejo de valores. En relaci6n con su canicter predicativo, vemos otra vez en estos nombres sin articulo un acto valorativo y una participaci6n emotiva, igual que en el ejemplo de Sancho y deje hijos y mujer. La intenci6n del hablante va y la atenci6n del oyente o lector es conducida bacia los valores y cualidades que para nosotros forman el quid del objeto. Hay una demora en la contemplaci6n del tema~ pues que el nombre sin articulo implica una invitaci6n a considerar el aspecto cualitativo del objeto, y esto lo mismo cuandt> el objeto es actual (que duenas curaban del) que cuando es virtual (villanos te maten, rey). Precisamente esta demora, este considerar un instante el lado cualitativo del objeto como punto de atenci6n diferente del objeto mismo, es lo que determina el caracter psicol6gicamente predicativo de estos sujetos gramaticales. Pues, en efecto, nuestra referenda a lo valorativo y cualitativo del objeto es en si una predicaci6n -no desarrollada ni 16gica ni lingiiisticamente- de lo real del objeto: princesas curaban del= las que curaban del eran princesas 9 • Un ejemplo contcmpor:ineo: Que no se vea el humo aunque se: arda la casa. Limpiate esos ojos, sangre fenian que haber llorado. i Be be: una poca de agua! jVeneno habia de serf No bebas tan aprisa que estdstoo sudao. i Mira c6mo vienes, arafiao de las zarzas! i Cuchillos habian de haber sio! iTrae aqui que te lave, que da miedodeverte!(J. Benavente, La Malquerida, III, 9). Categorizaci6n o referenda a! que del objeto; 9
valoraci6n y descarga afectiva; predicado psicol6gico (y, esta vez, tambien gramatical). Aqui queda bien aclarado el problema esterilmente p!anteado por las gram:iticas hist6ricas sabre la diferencia entre tu eres reina y tu eres la reina. Meyer-Llibke, Gramm. Lang. rom., trad. fr., § 177, piensa que «La valeur plutot adjective du predicat determine son emploi sans article»; lamentable falta de discernimiento para los ~iterios que presiden las categorias gramaticales. Reina, una reina, la reina, 'es siempre sustantivo porque el objeto esta nombrado en la forma menta 1 de la independencia. Tu eres reina, categoriza, califica, responde a la pregunta de r;que soy yo?, y, por lo tanto, reina apunta hacia el que, bacia el
h'stilistica y gramdtica del articulo en espafzol- - - - - - -141 La operaci6n de categorizar se puede cumplir no solo sobre ua objeto real, sino tambien mental. Patria es Humanidad, dijo d poeta cubano Jose Marti identificando valorativa y emocionalmente dos 6rdenes categoriales. Refalada no es caida (resbalada no es caida), dice zumbonamente el gaucho argentino recalcando lindes entre dos clases. Tambien aluden a la categoria otros verbos: est a parece plata. Por hacer igualmente referenda a una categoria dentro del sistema de categorias, se dice el nombre sin articulo en frases que significan rectificaci6n del hablante en la clasificaci6n de un objeto, o bien un cambio tal en el modo de ser del objeto que impone una nueva clasificaci6n: La vaca le sali6 taro, las cafzas se tornan lanzas, el oro result6 oropel, el vino se volvi6 agua, etc.
B. Con nombres de objetos individuales.-La misma doble referenda a la existencia y a la esencia del objeto con la presen.cia y la ausencia del articulo. cPurgatorio lo llamas, Sancho?, dijo Don Quijote: mejor hicieras en llamarlo infierno. Y en la replica dice Sancho: .. .y sacare a vuestra merced deste purgatorio que parece infierno y no lo es, pues hay esperanzas de salir del, la cual, como tengo dicho, no la tienen los que estdn en el infierno (Quijote, I, 25). En boca de Don Quijote, purgatorio e infierno -nombres ¡que aplican ely Sancho a aquel aspero paraje de Sierra Morena donde Don Quijote se puso a hacer su extravagante penitencia-, se refieren al orden categorial en que hay que encasillar el objeto, a la valoraci6n de infierno y de purgatorio, a la idea de que es lo que para nosotros hace al infierno ser infierno y al purgatorio ser purgatorio, para decidir si el objeto prcsente (aquel paraje) se acomoda a la de uno o a la de otro. No se trata de un juicio de conocimiento, ni de identificar aquel paraje con el unico infierno 0 el unico purgatorio para ellos existentes, sino de aplicar a aquel objeto la valoraci6n subjetiva 'infiernfo 'purgatorio'. Otra vez valoraci6n y participaci6n emotiva Sancho dice a Don Quijote que le sacara de este purrango o categoria. Tu eres Ia reina, identifica, responde a las preguntas de .;quien soy yo? o de .;quien es Ia reina?; lo que se mienta ya no es un rango, pura cualidad, sino una persona, un cuantum.
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gatorio que parece infierno y en seguida habla de los que estdn en el infierno. En el primer caso, que parece infierno, Sanch<> efectua una categorizacion valorativa del objeto, reconoce adecuacion parcial -hiperbolicamente, es decir, emotivamente vista- entre dos terminos que ve como distintos: un termin<> es aquel paraje como objeto real; el otro, la idea valorativa de infierno. Si dijera, en cambio, que parece el infierno, la comparacion se cumpliria entre dos objetos reales, y vendria a decir - j cosa muy distinta !-: parece que el infierno es esto, esUt aqui. En el segundo caso los que estan en el infierno, el articul() nos indica que Sancho no se refiere a la idea de infierno, sin() al infierno como objeto real. Y por cierto, Sancho dice el infierno, como hoy diria todo el mundo, sin una posible pretension de determinar emil de los infiernos que componen el g6nero 'infierno', puesto que no hay tal genero ni tales individuos (a pesar de expresiones como bajar a los infiernos o irse al quinto infierno ). En cambia, siempre es posible oponer la idea valorativa que tenemos del infierno al infierno del cual tenemos esa idea; su esencia a su existencia. C. Con nombres abstractos.-No tiene sentido ninguno atribuir al articulo un valor determinante ni generico cuando acompafia a nombres abstractos. Y sin embargo, en espafiol, los abstractos admiten el articulo exactamente lo mismo que los nombres de los objetos sensibles y contables, prueba segura de que .en espafiol la significacion fundamental del articulo no es la determinacion. Valor, arte, sabiduria, semejanza admiten la ausencia y presencia del articulo en condiciones an:Hogas y con la misma significacion que reina, infierno, espada, etc. Pues siempre nos es posible referirnos al valor, a la sabiduria, a la: virtud, a la caridad que reconocemos en uno, en algunos o en todos los hombres, a la semejanza existente entre dos 0 mas objetos, etc. Entonces el valor, la sabiduria, etc., son objetos reales, con existencia objetiva. Si decimos uno de esos nombres con el articulo, mentamos la existencia del objeto en alguna parte, o su eficacia condicionada o general, y, por cierto, con la: misma doble referenda posible, individual y generica, que hemos visto en los otros casos, lo mismo si hablamos de que en:
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Salomon, la sabiduria fue un don divino, que de Ia Escuela de¡ la Sabiduria o de que la sabiduria conduce a la virtud. Siempre es la sabiduria un objeto real y por lo mismo un cuantum, aun cuando, como sucede con los nombres concretos, el alcance de ese cuantwn (si es individual o gem!rico) este detcrminado por el contexto y no por el articulo. En esto se descubre la naturaleza pronominal del articulo : el concepto general del articulo o lo indicativa de su significaci6n, como diria Husser!, es su referenda a una existencia (por oposici6n a la escncia correspondiente) y por lo tanto a un cuantum; pero Io indicado de su significaci6n, su significaci6n cumplida, que es cada vez la referenda a la existencia que entonces se mienta y se nombra y el alcance de su cuantum, eso lo determina en cada caso el contexto y la situaci6n. En cambia, sin articulo, estos nombrcs apuntan bacia el que del objeto nombrado, bacia su esencia,. bacia la idea valorativa que tenemos de que es propiamcnte sabiduria, virtud, arte, semejanza, etc.: Virtud par provecho no es virtud. Sabiduria no es mera erudici6n. Lenguaje de la raz6n, de la emoci6n y de la acci6n.-Siempre, pues, que Ia lengua admite la alternancia de presencia y auscncia de articulo, el articulo destaca la referenda 16gica al objeto real y tambien otros valores de caracter intelectual, como son los formales. La ausencia de articulo, en cambia, va acompa:fiada de un conato de la emoci6n y de la voluntad por hacer descollar sus intereses por sobre la organizaci6n racional de Ia expresi6n. Esta resonancia afectiva radica en que cl nombre sin articulo o bien apunta directamente a una escncia gcncrica, con objeto exclusivamente mental ( Patria es llumanidad) o bien, si hay un objeto real aludido, de el nos intcrcsa su esencia y su valor ( ... y deje hijos y mujer ). Y esta cscncia nombrada por una palabra, (.que otra cosa es aqui sino un esquema cognoscitivo de todo un orden de objetos, esquema que contiene cristalizadas en una figura todas nuestras pasadas experiencias sobre ellos, y tambien como una prolongaci6n de las experiencias -de nuestros antepasados lingiiisticos? La coordenaci6n de una monta:fia de recuerdos. Esos recuerdos coordenados. no responden por cierto meramente a un conocimiento racio-
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nal adquirido, sino que estan impregnados de intereses vitalistas: afecci6n y acci6n virtual. La esencia del objeto resulta esencia de recuerdos, una escultura ideal plasmada en nuestra ¡ propia sustancia espiritual y vital, en que las depresiones y los salientes responden respectivamente a reacciones de nuestra sensibilidad y a actitudes prontas para la acci6n. El nombre sin articulo pertenece por lo tanto al lenguaje de la emoci6n y de la voluntad, asi como el articulo debe su aparici6n y su extension a las crecientes exigencias del pensamiento y de la comunicaci6n racionales. Vamos a comprobar esto en dos series de frases, muy abundantes ya desde la Edad Media, pero que no son hoy arcaismo o supervivencia literaria, sino que estan en plena vitalidad. La El nombre mismo se refiere a un objeto virtual y va seguido de una comparaci6n emocional (tan, mas, mayor, etcetera) con un objeto real del mismo genera (que es el centro del interes psicol6gico presente): Mo~a tan fermosa non vi en la frontera como una vaquera de la Finojosa.
(SANTill.ANA.)
¡Conciencia tan escrupulosa mas es de religioso que de soldado ( C e r van t e s, Licenciado Vidriera, 18). Casa tan barata no la encuentras ya fdcilmente. No he oido disparate mayor. Hombres asi no debieran existir. El pensamiento arranca del conocimiento de un objeto real (que aparece en la comparaci6n), pero el nombre se refiere a un objeto virtual que se compara con el; no a una existencia dada, sino a una existencia dable. Este objeto es mental, pues siempre sorprendemos aqui el intento de crear un tip o de objetos a base del prototipo de que arranca el pensamiento. Lo privative de aquel objeto alrededor del cual gira la frase, es elevado efimeramente a categorfa. Mozas, si vi; existencias de la esencia 'moza', si hay; pero de este nuevo tipo de 'moza', con tan subido
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grado de hermosura, de este no he vista ningun ejemplar. El nuevo tipo puede crearse (y muy frecuentemente se crea) con la intencion encomi<istica de negar su existencia multiplicada ( Moqa tan fermosa) o para afirmarla y enunciar alga de sus ejemplares existenciales ( conciencia tan escrupulosa ... ); pero siempre tiene par base una especial valoracion del objeto que se toma como prototipo: una manifiesta participacion emocional. 2.a La segunda serie, tan abundante como la primera, repite lo de crear una categoria ocasional inscrita en otra general; pero en vez de hacerlo a base de una comparacion enfatizadora con un objeto real, como en el caso precedente, ahara se cumple a base de una delimitacion y determinacion circunstancial objetiva: casa con dos puertas mala es de guardar; sarna con gusno no pica; caballo de paseo no gana batallas: Al pasar la barca me dijo el barquero: Moza bonita no paga dinero.
H ermosura con mala condici6n es una fuente clarlsima que tiene par guarda una vibora (V . E spine 1 , Marcos de Obreg6n, t. I, 57); Rey que pelea y trabaja delante de los suyos, obligalos a ser valientes (Quevedo, Politica de Dios, I, 6). Se trata siempre de crear un nuevo tip o de objetos (que al actualizarse sera un nuevo genera circunstancialmente determinado ), para hacer sabre sus individuos una afirmacion que pretende validez general. Lo que se mienta con este giro sin articulo es un tipo de objetos actualizable, y no la actualizaci6n del tipo. Por lo tanto, un objeto ideal. Todos los ejemplos aducidos pueden modificarse, sin que se altere objetivamente la situaci6n, con cualquiera de los articulos: la casa con dos puertas, una casa con dos puertas mala es de guardar, las casas con dos puertas son malas de guardar. Si articulo determinante, articulo indeterminante y ausencia de articulo pueden alternarse en una expresion sin que varie la significacion objetiva, es cosa evidente 10