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PRESENTACIÓN
Este número del boletín correspondiente al primer trimestre de este año 2009 abre con la conferencia Gil Fortoul Bolívar en Colombia: las transformaciones de su imagen del académico colombiano Jorge Orlando Melo en el Paraninfo del Palacio de las Academias el 23 de octubre de 2008 con motivo de ese evento anual. Del investigador Rogelio Altez de la Sociedad Venezolana de Historia de las Geociencias se publica en este número el estudio: Perspectiva histórica sobre la crisis del viaducto 1 en la autopista Caracas-La Guaira. Con el colapso de esta autopista, única vía de comunicación terrestre en uso entre el puerto y el aeropuerto que sirven a Caracas, se hizo evidente la falta de redundancia en los caminos que conectan a estos lugares y la falta de respuestas certeras y previsiones sobre el caso. Contiene además la disertación del académico Mario Sanoja Obediente en el homenaje de la Academia Nacional de la Historia al centenario del nacimiento de Miguel Acosta Saignes que no solamente dejó una extraordinaria obra científica escrita sino que contribuyó a sentar las bases de los estudios universitarios en ciencias sociales en nuestro país. Del miembro correspondiente Adolfo Rodríguez, trae un estudio titulado L a Travesía llanera de Miguel Acosta Saignes en el que resalta el esfuerzo sostenido por el profesor Acosta Saignes de aproximarse a esta región y sus habitantes desde sus primeros escritos. Sus análisis de puntos diferentes como el de la formación económico-social de los llanos venezolanos, sienta la bases para un análisis cabal de las circunstancias que han acompañado esta importante región desde una óptica etno-eco-geográfica que podría extenderse desde los 15.000 años antes de Cristo y que configura “una zona cultural con carácter muy precisos, decisiva para las luchas de la independencia”
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Del profesor Ramón Losada Aldana contiene este boletín un escrito que recoge en lo fundamental las características principales de la vida y obra de Miguel Acosta Saignes. Su enlace entre la diversidad multidisciplinaria e integración interdisciplinaria es uno de sus más notorios rasgos intelectuales. Destaca como antropólogo, geógrafo, historiador y folclórogo. Inclúyase al sociólogo y al político. En su gestión universitaria, Acosta Saignes combina armoniosamente la rigurosidad académica y el compromiso social de la cultura. De José Marcial Ramos Guedez se publica una semblanza de Miguel Acosta Saignes con motivo también del centenario del nacimiento de este eminente venezolano, con el título: Miguel Acosta Saignes: un científico social militante de la venezolanidad. Del profesor Claudio Alberto Monzón de la Universidad de los Andes se publica La Controversia de Límites y Fronteras entre Venezuela y Colombia vista a través del diario El Nacional (1943-1993) y que es parte del proyecto: La cuestión fronteriza en la conformación del Estado-nación en Suramérica del Consejo de Desarrollo Científico Humanístico y Tecnológico de la Universidad de los Andes. Como nota bibliográfica se publica la presentación que hiciera Arlene Urdaneta Quintero del libro de la académica Inés Quintero: Más allá de la guerra. Venezuela en Tiempos de la Independencia. Es un estudio que indaga “cómo era vivir en Venezuela durante esos años que según la historiografía épica sólo hubo héroes, villanos, batallas, campañas, triunfos y reveses”. ¿Y los demás? Los que no eran héroes de batallas sino habitantes de un territorio enguerrillado rodeados de palabras libertad, patria, república, independencia, rey, religión, proclamas y expectativas ¿Cómo sobrevivián?. Este libro es el resultado de la coordinación y dirección de la historiadora de un equipo prometedor de jóvenes investigadores.
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BOLÍVAR EN COLOMBIA: LAS TRANSFORMACIONES DE SU IMAGEN Jorge Orlando Melo (*)
La figura histórica de Simón Bolívar se construyó de manera muy diferente en los tres países que hicieron parte de Colombia. El caso venezolano ha sido estudiado en forma exhaustiva por Germán Carrera Damas, Elías Pino Iturrieta, Luis Castro-Leiva y otros. Había sin duda una urgencia peculiar, pues desde la segunda mitad del siglo XIX la figura de Bolívar y sus ideas políticas y sociales se usaron con frecuencia en diversos proyectos políticos. El caso de Ecuador, cuyos gobernantes fueron los únicos que respaldaron al Libertador en 1830, cuando la Nueva Granada y Venezuela le daban la espalda, fue analizado, breve pero eficazmente, por Enrique Ayala.1 En el caso de Colombia, hasta donde puedo verificarlo, nadie ha intentado seguir en detalle la forma como se fue configurando la imagen histórica de Bolívar ni sobre su invocación en las controversias y conflictos del país.2 Por supuesto, el peso del Libertador en nuestra vida ha sido mucho menor que en Venezuela, pero es importante. También en Colombia, cuando las
(*) Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Colombia. Actualmente es Miembro del Consejo de Redacción del Boletín Cultural y Bibliográfico de la Junta Directiva de la Fundación para la Promoción de la Investigación y Tecnología en Colombia. Es Jurado permanente del Premio Nacional de la Paz y del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar 1. Inevitablemente su texto, escrito en 1983, se puede leer ahora como señal de los cambios de perspectiva que en ese momento estaba sufriendo la memoria de Bolívar. Ayala Mora, Enrique, El Bolivarianismo en el Ecuador, Quito: Corporación Editora Nacional, 1991. 2. El artículo de Fernán González, “El proyecto político de Bolívar, mito y realidad”, en Debate Político, Controversia no 112, Bogotá, Cinep. 1993) discute la obra de Liévano y de otros escritores desde mediados del siglo XX. Ver también Medófilo Medina, “Sesquicentenario, ideología e interpretación histórica”, Estudios Marxistas 2, 1969, y Jorge Orlando Melo, “Bolívar: imagen histórica e imagen mítica”, El Pueblo (Cali), 14 de julio de 1983, donde discuto brevemente las interpretaciones de Madiedo, Liévano, Pividal y otros. Disponible en http://www.jorgeorlandomelo.com/bolivar.htm.
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calles tenían nombres, todos los municipios tenían la de Bolívar, y hoy la plaza central lleva en todos su nombre, con un puñado de excepciones: Cali y Medellín dieron a sus plazas principales el nombre de figuras locales, Pasto tiene la Plaza de Nariño y en Villa de Leiva se sigue hablando de la Plaza Mayor. En ningún sitio, hasta donde logro establecerlo, la Plaza o Parque de Santander, que existe en varios lugares, es la plaza cívica por excelencia.3 Sin embargo, no existe en Colombia un culto establecido al Libertador. Apenas en algunos momentos se trató de convertirlo en ejemplo de dedicación al bien común, en icono al que se rinde reverencia o de invocar el pensamiento bolivariano como guía y orientador de la vida nacional. Estos esfuerzos no lograron crear un culto continuo, y solamente se han mantenido, como capillas en las que se ofician ritos más retóricos que significativos, algunas Sociedades Bolivarianas. Ni siquiera los centenarios de su nacimiento y su muerte produjeron celebraciones fastuosas o masivas, con excepción del de 1883. La conformación política del país a partir de 1830 hizo que Bolívar fuera escogido, aunque sin mucha insistencia, como imagen tutelar del conservatismo, mientras los liberales lo rechazaban. Después de 1880 surge interés en algunos liberales por incluir a Bolívar en su panteón. Y en los últimos 50 o 60 años ha comenzado a extenderse una corriente que invita a adoptar el pensamiento bolivariano, profundamente transformado, como orientador de un cambio revolucionario. Sin embargo, hoy, fuera de la guerrilla y de los sectores que le dan respaldo, es difícil encontrar en Colombia un bolivarismo activo, y quizás un efecto de la ocupación del pensamiento de Bolívar por la guerrilla y por movimientos políticos que la miran con algo de simpatía ha sido la salida silenciosa y sin muchas polémicas de otros sectores de opinión de la ciudadela bolivariana
3. En Medellín la Plaza Principal recibió a fines del siglo XIX el nombre de Plaza de Berrío, pero desde finales del siglo XIX se formó, en un área nueva, la Plaza de Bolívar. La vieja catedral de la Candelaria fue trasladada a comienzos del siglo XX al nuevo parque. Manuel Uribe Ángel, Colón, Medellín, (1892) describe la construcción de la nueva catedral en la nueva plaza. En Cali no existe una Plaza de Bolívar. Las plazas de Manizales y Chiquinquirá se llamaron antes Plaza de la Libertad, y este nombre se mantiene en uso, conjuntamente con el de Plaza de Bolívar, en la última ciudad. En 1848 la de Bogotá, llamada Plaza de la Constitución, fue denominada Plaza de Bolívar. (Historia Institucional de Bogotá).
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En esto puede influir uno de los mecanismos examinados con agudeza por Carrera Damas: incorporada la imagen positiva del libertador a las mentalidades populares, en parte por la propaganda estatal que trató de promover su culto, todos los partidos encuentran útil arroparse en la imagen del héroe, aunque esto implique una deformación, más o menos interesada, de la información histórica, o al menos una selección parcial de los elementos del pensamiento y la obra de Bolívar que parecen compatibles con el propio ideario. Por supuesto, el hecho elemental de que Bolívar sea caraqueño influye en esto: no es fácil para un país poner en el centro de su santoral cívico una figura nacida fuera de sus confines contemporáneos. Pero para comprender el lugar de Bolívar en nuestras controversias, hay que tener en cuenta otros factores todavía más fuertes. El primero, me parece, tiene que ver con la forma como se organizaron los partidos políticos en Colombia. Estos, casi desde sus orígenes, tuvieron una gran influencia en la formación de las lealtades individuales de los colombianos, y es posible trazar una línea sin soluciones de continuidad entre los grupos que dividían a los ciudadanos en 1828 y los que hoy se siguen llamando liberales y conservadores. Estos partidos, con una vigencia histórica de 180 años, se configuraron formalmente en 1848-1849, pero desde ese momento podían, sin forzar demasiado los hechos, retrotraer sus orígenes a los conflictos de 1827 y 1828. Y esos conflictos tenían como sus cabezas a Bolívar y a Francisco de Paula Santander. Desde entonces, los dirigentes de los partidos políticos colombianos reclamaron, con insistencia variable pero sin abandonarlo nunca, el recuerdo de Bolívar, como inspirador del partido conservador, y el de Santander, del partido liberal. En los momentos de enfrentamiento ideológico, esta contraposición se hizo más aguda, y los conservadores rechazaron a Santander, mientras los liberales miraron con desdén a Bolívar. Sin embargo, fue frecuente el esfuerzo por minimizar esta contraposición: los liberales trataron de definir, en varios momentos, aquellos elementos de la herencia de Bolívar que podían reivindicar, para no rechazar a uno de los fundadores de la nación; los conservadores adoptaron a veces una imagen de Santander, que subrayaba los rasgos menos contrapuestos a su ideología.
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Cuando la tolerancia entre los partidos parecía una exigencia de la vida nacional, rechazar al héroe identificado con el otro parecía una continuación de los sectarismos que debían proscribirse. Además, a medida que la memoria directa de la independencia se reducía por la muerte de los herederos y amigos de los próceres, ciertos elementos personales de odio disminuían, de modo que los ataques a Santander perdieron interés como elementos de polémica entre los conservadores, así como los ataques a Bolívar se hicieron menos frecuentes en el arsenal liberal. En todo caso, los colombianos, al evocar la independencia, han tenido siempre la posibilidad de escoger un héroe favorito: Bolívar, el libertador, el genio, el ejemplo de generosidad y virtudes heroicas, el trágico e infatigable guerrero venezolano, el promotor del orden, el defensor de la integración hispanoamericana, o Santander, el neogranadino, el administrador público, el defensor de las instituciones, el hombre de las leyes. Esta contraposición arrastraba otros contenidos. Elegir a Santander era escoger el civilismo contra el militarismo, la democracia liberal contra la dictadura autoritaria, la participación popular frente al gobierno de minorías con pretensiones aristocráticas: su figura se trató de convertir en la imagen por excelencia de uno de los más fuertes elementos del mito nacional: la idea de que Colombia, a partir de 1830, había tenido un rasgo excepcional en América Latina, si acaso compartido con Chile: el mantenimiento de gobiernos electivos, civiles y democráticos. Elegir a Bolívar era escoger el orden contra la anarquía y la demagogia, preferir instituciones que respondan a la tradición y la cultura del país y no a utopías ajenas a la experiencia local, y era elegir la religión frente al laicismo o el ateismo. Estas son, por supuesto, simplificaciones, y la narración que haré tratará de mostrar hasta cierto punto las complejidades de una historia inabarcable. Hasta cierto punto, subrayo: es imposible, en el tiempo de esta exposición, seguir con mucho detalle los matices, contradicciones e implicaciones de las diferentes posiciones y me limitaré a trazar un cuadro general, con gruesas pinceladas, que otros podrán completar y enriquecer. Después de la independencia, la imagen de los héroes se configura en un proceso en el que participan los dirigentes políticos, las autoridades públicas, los historiadores y periodistas y el sistema educativo. Generalmente el
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debate alrededor de la figura de Bolívar o de Santander lo hicieron historiadores y publicistas con participación amplia en la vida política, o por políticos con vocación de periodistas y ensayistas. Por eso, más que analizar los esfuerzos eruditos por investigar los procesos de independencia, que son insuficientes y escasos en Colombia, trataré de identificar los textos que tuvieron más impacto en la opinión pública, los que más contribuyeron a conformar una imagen u otra del Libertador I. Bolívar y Santander (1830-1880) La muerte de Bolívar permitió un breve triunfo de sus enemigos. Entre 1830 y 1837 una frágil coalición unió los civilistas neogranadinos de todos los matices alrededor de Santander. Los bolivarianos fueron al exilio, se retiraron a la vida privada brevemente o se ocuparon en cargos menores. Pero a partir de 1837 los moderados y bolivarianos se unieron para formar el núcleo de lo que sería el partido conservador. Ellos reivindican la figura de Bolívar y a partir de 1842 comienzan a recordarlo con afecto, mientras se hacen actos de desagravio. En ese año se trasladaron los restos a Caracas y poco después José Ignacio Paris, un viejo amigo del Libertador, encargó una estatua a Tenerani. Destinada a la Quinta de Bolívar, terminó en 1846 en la plaza principal, que recibió a partir de la fecha el nombre de plaza de Bolívar. En estas conmemoraciones se recuerda su acción heroica, pero no se hace un gran énfasis en su pensamiento, pues todavía la dictadura se ve con desvío, además de que se identifica con la presencia de los ejércitos venezolanos. Por otra parte los primeros conservadores subrayan su civilismo y su rechazo a la dictadura, lo que modera su bolivarismo. Sin embargo, no hay que olvidar que desde 1827 se había publicado un primer monumento a la gloria de Bolívar, la Historia de la Revolución, de José Manuel Restrepo. Bolívar aparece allí como “un hombre solo dando unidad y haciéndose el centro de la revolución”, el demiurgo que “formó como de la nada el ejército de Colombia que ha dado independencia a la república”.4 En la edición de 1827 las virtudes de Bolívar son modelo e
4. Historia de la Revolución, 1827, I. 159. Ver el excelente análisis de Sergio Mejía, La revolución en letras: la historia de la revolución de Colombia de José Manuel Restrepo (1781-1863), Bogotá, Uniandes, Eafit, 2007. Algunos aspectos de la obra de Restrepo se discuten en Jorge Orlando Melo, “La literatura
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imperativo moral, y su carácter de protagonista del proceso de independencia se refuerza en la versión de 1858. Sin embargo, aunque la obra muestra una actitud reverencial hacia el Libertador, tiene un tono objetivo y al menos levemente crítico. Se escribió cuando triunfaba la revolución, antes de los enfrentamientos de 1828 y de las emociones que produjo su muerte, solitario y rechazado. Santander, por su parte, recibe un tratamiento algo más crítico que el de Bolívar, pero es siempre un patriota benemérito y un administrador eficiente y dedicado. El relato de enfrentamiento es cauteloso y Restrepo prefiere insistir en que ambos dirigentes fallaron en su obligación de buscar un compromiso que salvara a Colombia de su disolución. Restrepo fijó el tono moderado para el recuerdo de Bolívar entre sus mismos amigos conservadores. Entre 1830 y 1880 no fueron muchos los esfuerzos por reivindicar su memoria. José Eusebio Caro, fundador del partido conservador con el conspirador de 1828 Mariano Ospina Rodríguez, publicó un breve artículo en 18425 y en sus artículos de 1849 sobre la historia de los partidos rechazó la identidad entre Bolívar y los conservadores y Santander y los liberales.6 Pero el más interesante trabajo es sin duda la evocación del general Joaquín Posada Gutiérrez, cuyas Memorias, en especial el tomo I, publicado en 1865, ofrecen una imagen desencantada del proceso de independencia y una visión trágica del Libertador: allí está la historia de la discordia, el puñal parricida, la muerte de Sucre y la muerte de Bolívar.7 Miguel Antonio Caro aprovechó la publicación del tomo II de las Memorias, en 1881, para trazar un vigoroso contraste entre Bolívar y Santander: éste es descrito como un funcionario cruel, con una mentalidad militar “ajena a nuestro carácter nacional”, que había compartido en general las ideas políti-
histórica en la república”, en: Manual de Literatura Colombiana, Bogotá, Planeta, 1988 (disponible en http://www.jorgeorlandomelo.com/historiografia2.htm) y en Germán Colmenares, “La Historia de la Revolución por José Manuel Restrepo: una prisión historiográfica”, en: Germán Colmenares y otros, La independencia. Ensayos de historia social, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1986, p. 12. 5. El Granadino, 25 de septiembre de 1842. 6. La Civilización, 1849. Pedro Fernández Madrid publicó también en 1852 y 1853 unos artículos en memoria de Bolívar, entre ellos. “Bolívar, la gratitud y la historia”, publicado en Anales de la Instrucción Pública, VI (Bogotá, 1883). 7. Joaquín Posada Gutiérrez, Memorias histórico-políticas, T 1 (Bogotá, 1865) y t 2 (Bogotá, 1881), y el comentario de Caro, “Memorias histórico-políticas del general Posada, Ojeada a los orígenes de nuestros partidos políticos”, El Repertorio Colombiano, VI, Bogota enero.-junio de 1881.
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cas de Bolívar y se había separado de éste por rivalidades personales. Caro, siguiendo los pasos de su padre, trata de mostrar que Santander era centralista, católico y autoritario, y que nada es más arbitrario que la pretensión esfuerzo liberal de presentarlo como precursor de su partido8. Este esfuerzo liberal había sido más activo. Las memorias de los principales participantes en los acontecimientos de 1828 –Florentino González, Francisco Soto, Francisco de Paula Santander- fueron usualmente muy polémicas y reivindicativas, y esbozaban una narrativa en la que el santanderismo aparecía como defensor de la libertad, la legalidad y la constitución frente a la arbitrariedad, el militarismo y el autoritarismo de Bolívar. Pero la primera interpretación de la historia de Colombia de 1810 a 1830 desde el punto de vista naciente del liberalismo, fue el de José María Samper. En los Apuntamientos para la Historia Política i Social de la Nueva Granada, publicados en 1853, el joven escritor escribe la historia de su generación a la luz de los ideales liberales. El autor había nacido en 1828, “en la época azarosa de la dictadura de Bolívar”, y ve la historia como un conflicto entre el progreso y la reacción.9 Los héroes de la independencia, encabezados por Bolívar, el genio militar “más grande que haya conocido el continente americano”, lucharon contra España buscando la independencia, pero no todos compartían la necesidad de establecer inmediatamente la democracia y la libertad. Así, en 1821 habrían transado con fuerzas del pasado para crear un monstruo constitucional que mezclaba los ejemplos de Estados Unidos e Inglaterra, la aristocracia y la democracia. Al no atreverse a formar una constitución realmente democrática, con una representación popular amplia basada en el sufragio universal y un sistema basado en la autonomía municipal, al escoger, por la influencia perniciosa de Bolívar, el ideal del gobierno fuerte y no destruir las bases de la desigualdad social y de la arbitrariedad económica, frenaron temporalmente la revolución.10 A pesar de esto, los primeros
8. La otra obra de alguna ambición sobre Bolívar fue la de Tomás Cipriano de Mosquera, Memorias sobre la vida del Libertador Simón Bolívar, Nueva York: S. W. Benedic, 1853, que curiosamente se interrumpe en 1827. 9. Id., p. 11 y 17 10. Id, p. 53. Además “El general Bolívar, que había manifestado opiniones hostiles a la idea republicana, tanto en el Congreso de Angostura celebrado en 1819, como a propósito de la liberal constitución sancionada en Tunja, en 1814, por el Congreso de Cundinamarca; hombre de espíritu fecundo, infatigable i audaz; de un jenio militar asombroso; educado en la escuela de las armas, que es la de
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años de Colombia fueron exitosos, pues una combinación afortunada –Bolívar en el campo de batalla, Santander en la administración- permitió avances importantes, hasta que el militarismo creado por las mismas guerras, representado por Páez y Mosquera, llevó a Bolívar a la destrucción de la constitución.11 La oposición a Bolívar de Santander y su grupo, el intento de imponer una constitución radical, democrática y federalista en Ocaña, reciben el entusiasta apoyo de Samper, e incluso encuentra la conspiración septembrina justificada moralmente aunque políticamente inoportuna: “¡Tal es el resultado de las conspiraciones! Ellas, por lejítimas que sean, casi nunca triunfan, i no sirven por lo común sino para aumentar el poder de los tiranos… Siempre los medios pacíficos, lentos pero seguros, dan un triunfo más espléndido a la causa de la razón i de la justicia”.12 Samper escribía en 1853, en un momento de triunfo liberal, cuando los herederos de Santander habían recuperado el poder y ensayaban el sufragio universal, la abolición de los monopolios, la libertad de exportación y cultivo del tabaco, la liberación de los esclavos, la libertad de prensa y enseñanza. Pero esta euforia no duró: en 1854 un general de la independencia dio un golpe militar, con el apoyo de grupos artesanales y unos cuantos generales liberales, y los conservadores y los civilistas liberales se unieron para derribarlo. Una nueva guerra civil en 1860-62, larga y destructiva, volvió a dar el poder a los liberales, pero esta vez bajo la orientación de un viejo bolivariano y antiguo conservador: Tomás Cipriano de Mosquera. Para los conservadores los años siguientes fueron terribles y mostraban que quizás la independencia había sido un error prematuro, pues no se había logrado establecer un
la fuerza; partidario decidido de los gobiernos fuertes; acostumbrado a ver su voluntad considerada como lei; rodeado del prestijio peligroso que el nombre de Libertad i sus hazañas le daban; ambicioso por inclinación; voluntarioso siempre; odiado por casi todos los grandes capitanes de la independencia; sin jenio administrativo i desafecto a los estudios profundos; mas poeta y orador que hombre de Estado; si podía ser el jefe militar de todo un continente, era el menos competente para dirijir el movimiento progresivo de un pueblo adolescente que… necesitaba más de filósofos que de militares valientes” p. 61 11. En “Los orígenes de los partidos políticos”, un folleto de 1873, Samper, después de decir que al comienzo todos eran republicanos, atribuye la formación de los partidos esencialmente a la contraposición entre civiles, elegidos para los congresos y autores de constituciones, y militares, empeñados en seguir la lucha de independencia. Jorge Orlando Melo, ed., Los partidos políticos en Colombia (Bogotá, 1978, disponible en http://www.lablaa.org/blaavirtual/politica/origcol/cap2-1.htm 12. Samper, Apuntamientos, p. 99
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orden social aceptable. Una expresión de este espíritu es la Historia Eclesiástica y Civil de la Nueva Granada, de José Manuel Groot, que exaltó en 1869 la contribución civilizadora de España durante el período colonial y atribuyo todo el desorden y el caos del siglo a los seguidores de Santander, a los demagogos, a los enemigos de Bolívar, que impidieron que el gran proyecto de éste se realizara: “Cuantos más servicios pudo haber hecho este grande hombre a su patria si las viles pasiones contemporáneas no lo hubieran empujado al sepulcro en toda la fuerza de su edad”.13 Miguel Antonio Caro, joven intelectual conservador, empezó en 1872 a reinterpretar el pasado nacional, tratando de mantener a los héroes de la independencia en su pedestal, mientras cambiaba el juicio del legado español. Para Caro, la independencia era el resultado de la madurez de la sociedad colonial: las colonias habían llegado a su mayoría de edad bajo el cuidado español y, como una hija que se emancipa, habían buscado su independencia, rompiendo temporalmente con la madre a la que debían su cultura y sus mismos ideales jurídicos. De esta manera las ideas e instituciones liberales se presentaban como ajenas a la cultura nacional, hispánica y católica, mientras que los representantes del espíritu nacional y los continuadores de la misma independencia son los conservadores, que reasumen esa tradición. Y por esto mismo, Caro destaca las críticas de Bolívar, en Angustura, Bolivia y Ocaña, a la democracia liberal: ésta sería ajena a la tradición nacional, contraria a la realidad de los pueblos o, en el mejor de los casos, prematura. Caro, junto con Sergio Arboleda, definen un bolivarismo conservador, autoritario, centralista, paternalista y católico, que será el dominante en Colombia durante 100 años y cuyos ideales se incorporan en parte a la constitución de 1886, redactada por Caro. Después del desvío liberal, de los años de desierto y penitencia, el país, guiado por la providencia, reencontraba su alma en un ordenamiento conservador que se presentaba como inspirado en el pensamiento de Bolívar. II. La imagen de consenso y la regeneración (1880-1930) El liberalismo no tenía respuestas muy eficaces a la acusación reiterada de que sus instituciones habían llevado a la anarquía y el desorden. Entre
13. José Manuel Groot, Historia civil y religiosa de la Nueva Granada, p. 66.
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1861 y 1880 el problema del orden público fue central, y las instituciones federales parecían haber traído, como decía Rafael Núñez, muchas libertades y muchas revoluciones. Hacia 1880 varios de los dirigentes liberales estaban dispuestos a aceptar que un viraje era esencial: que había que tener más policía, más autoridad y más religión, aunque no tanta como los conservadores querían. La intrincada historia política de estos años conduce a una alianza de liberales moderados con el conservatismo en la que los conservadores señalan el rumbo. Mientras los liberales moderados se preparan para transar con los conservadores, los intelectuales y periodistas conservadores promueven la imagen de Bolívar, que respalda las nuevas instituciones, el regreso de la nación al buen camino. Entre 1880 y 1890 se multiplican las publicaciones y celebraciones bolivarianas, y Bolívar invade la prensa nacional. El centro de este trabajo es el Papel Periódico Ilustrado, el primer semanario ilustrado, la publicación más exitosa y llamativa del país entre 1880 y 1888. Sus directores, Alberto Urdaneta y Manuel Briceño, habían sido guerrilleros conservadores en 1876 y 1877, pero son moderados: la revista no quiere estar identificada con un partido y cuenta entre sus colaboradores algunos liberales notables. Sus artículos narran las luchas de la independencia, pero sobre todo tienen a Bolívar como tema central y lo presentar como el héroe de todos los colombianos. Desde 1881 se preparan para la celebración del centenario del nacimiento del libertador. El gobierno nacional y el de Cundinamarca, de liberales regeneradores, preparan celebraciones, encargan una nueva estatua del libertador para un nuevo parque de Bolívar, que posteriormente recibiría el nombre de Parque de la Independencia. Mientras tanto el Papel Periódico Ilustrado publica poemas sobre Bolívar, artículos sobre su vida, analiza en detalla la iconografía del Libertador14 y la divulga, reproduce retratos y medallones. Al lado de los elegantes grabados que reproducen la estatua de Tenerani de la Plaza de Bolívar, publica el exitoso poema de Miguel Antonio Caro, “Ante la estatua del libertador” que evoca su fracaso y anuncia el cumplimiento venidero de su sueño.15 José María Samper, el vigoroso detractor de Bolívar 30 años antes, es ahora bolivariano entusiasta, con la energía del
14. Urdaneta publicó un erudito y sólido inventario de 136 imágenes de Bolívar, muchas de las cuales reprodujo. Esperaba completar su estudio al viajar a Caracas para las celebraciones del centenario. 15. PPI, II, 380
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converso: Bolívar, dice en el mismo ejemplar que publica el poema de Caro, es “instrumento de Dios… Cada una de sus palabras es una proclamación del derecho y el deber, que levanta polvaredas inflamadas para cegar a los tiranos”.16 Las colecciones del Papel Periódico Ilustrado forman en las casas de las familias notables una enciclopedia bolivariana y el rostro de Bolívar entra de la mano de los grabadores del PPI en la mente de los colombianos y en las páginas de las cartillas escolares. Para conmemorar el centenario Alberto Urdaneta propone una acción dramática, que no se realiza: recorrer a pie la misma ruta que hizo Bolívar en 1813 entre Santafé y Caracas. Finalmente Urdaneta y Briceño viajan a Caracas a las celebraciones venezolanas.17 Allí, un incidente con Guzmán Blanco refuerza un aspecto del bolivarismo neogranadino: su insistencia en el civilismo y el rechazo a las dictaduras. Manuel Briceño, uno de los más fervientes bolivarianos conservadores, el delegado que el presidente venezolano no quiso recibir en los actos oficiales, llega a Colombia a escribir un libro contra el dictador venezolano, Los Ilustres. Los liberales también publican en el Papel Periódico Ilustrado. Salvador Camacho Roldan, en un texto de 1881, contrasta el Bolívar libertador y revolucionario, que mira con simpatía y cuya grandeza exalta, y el Bolívar posterior a 1823, que era republicano pero no demócrata y “tenía una idea mediocre del sufragio popular…”.18 Para Camacho Roldan, Bolívar era el gran genio militar, pero sin la capacidad de gobernante de Santander. Exalta los dos grandes héroes: Bolívar, que logra la independencia, y Santander, que crea la nación, con su espíritu legalista y su preocupación por la educación de la ciudadanía. Esta contraposición servirá para que los liberales de 1880 a 1930, celebren un Bolívar revolucionario, como libertador, y un Santander legalista. Esto se acompaña casi siempre de críticas al cesarismo bolivariano, en tono menor, y, para mantener el equilibrio, a algunos actos autoritarios de Santander. 16. PPI, II, 379 17. PPI, No 35, Bogotá, 15 de marzo de 1883, II, p. 195. 18. Salvador Camacho Roldan, “Santander 1819-1827”, en PPI, No 12 (1882). Similar imagen – gran guerrero, estadista mediano, político quimérico y poco realista –elabora Luis López de Mesa en 1945, aunque considera que se ha convertido ya en mito, expresión de anhelos colectivos, que puede servir de base para definición de nuestra cultura. “Bolívar y la cultura iberoamericana”, en Luis López de Mesa, Oraciones Panegíricas, Bogotá, 1945.
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La recuperación de Bolívar lo convierte en héroe tutelar, en ejemplo de generosidad y desinterés ciudadano, y se usa para reiterar la importancia del orden, del respeto a la religión y sobre todo, de una organización centralista del estado: nadie que respete el pensamiento de Bolívar puede aceptar un estado federal, rechazado ahora por los mismos liberales. En todo caso, entre 1883 y 1930 –entre el centenario del nacimiento y el centenario de la muerte- se establece un consenso patriótico en el Estado, los partidos y el sistema escolar. Bolívar y Santander están juntos en el panteón nacional, y ambos partidos contribuyen a este consenso. La Academia Colombiana de Historia, creada en 1902, es parte activa en este consenso bienpensante y gestionado en un tono de cortesía y buen tono que prácticamente nunca se rompe. III. El Santanderismo y la república bolivariana [1930-1960] Los académicos liberales, en especial Laureano García Ortiz,19 habían hecho un trabajo consistente recuperación de la imagen de Santander, y habían impulsado la edición del Archivo Santander, amplia colección de documentos reunidos por Santander. El carácter bipartidista del proyecto, hasta 1930, lo subrayaba que el editor fuera el historiador conservador Ernesto Restrepo Tirado. El triunfo liberal de 1930, que rompe una hegemonía conservadora de casi 50 años, crea nuevas oportunidades para los liberales, que sienten que ha llegado el momento de revivir los proyectos más radicales: en 1936 imponen el sufragio universal, que habían ensayado en 1851, y asocian el gobierno con el sindicalismo, el socialismo y los movimientos de izquierda. Se sienten entonces llamados a reivindicar con más fuerza a Santander y a rechazar con energía el bolivarismo autoritario, que identifican con las propuestas de cesarismo que se divulgan en Venezuela. La conmemoración, en
19. Uno de los historiadores que más contribuyó a definir el canon santanderista fue Laureano García Ortiz, autor de un folleto reproducido muchas veces, El carácter del General Santander, Bogotá: Ed. Juan Casís, 1918. Este santanderismo oficialista y liberal se consolidó en 1940, primer centenario de su muerte, bajo la presidencia de Eduardo Santos, un convencido seguidor de Santander. Laureano Gómez se quejó en 1953 de quienes habían convertido la admiración de Santander en “un culto laico”, Gómez, Obras Completas, II, 270.
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1940, de los 100 años de muerte del hombre de las leyes sirve para renovar la narración en la que los liberales defienden la democracia y de la ley, frente a un conservatismo autoritario y enemigo del pueblo. De Bolívar, se reivindica su acción como guerrero y organizador de la lucha de independencia, como movilizador del pueblo contra España, pero se siguen rechazando su autoritarismo y su desconfianza por la democracia. Y ahora la imagen de Bolívar, en todas las escuelas, tiene a su lado la de Santander.20 La contraposición de Bolívar y Santander une las virtudes de dos héroes. Alberto Lleras lo recordó, al responder en 1940 los ataques de Laureano Gómez a Santander: si alguien podía escribir que Santander era un asesino, un traidor, un hipócrita, un ladrón, como lo hacía el jefe de la extrema derecha, era porque existía un sistema político liberal y democrático, y ese sistema era una herencia de Santander: no podía olvidarse “que en ese hombre tranquilo, reposado, meticuloso, un poco magisterial en las palabras, sentimentalmente frío, se encarnó con matemática precisión el artífice de las formas jurídicas en que se modeló la democracia colombiana” El contraste entre el genio ardoroso de Bolívar y el espíritu razonador y cauto de Santander “era necesaria para el equilibrio político del país… El destino fue amable para los colombianos al depararles la posibilidad de que la esplendorosa estrella del Libertador encontrara en su curso, el brillo sosegado de la del general Santander”.21 Pero la imagen conservadora empezó a cambiar en los años treinta, cuando los jóvenes e impacientes conservadores encuentran en nuevos pensadores europeos su inspiración. Maurras y la derecha, el culto a la violencia, Primo de Rivera y el pensamiento fascista y falangista los atraen. En 1946 Gilberto Alzate Avendaño decía que “las derechas colombianas son nacionalistas, bolivarianas y católicas”.22 Según su principal biógrafo, “propugnó por una concepción autoritaria de la democracia. Tuvo a Bolívar como fuente genial de sus convicciones y deidad tutelar de la república”.23 En 1938,
20. Esta visión convencional liberal alcanzará su formulación mejor con las obras de Germán Arciniegas, de la que puede tomarse como ejemplo la publicada para el centenario de 1983, Bolívar y la revolución Bogotá: Planeta, 1984. 21. Alberto Lleras, “El Homenaje a Santander”, 29 de abril de 1940, Alberto Lleras Camargo, Antología, I (Bogotá, 2007), 244. 22. Citado por Lucio Pabón Núñez, “Pensador y guía”, en Alzate Avendaño, Variaciones en torno a un nombre, p. 200. (1970) 23. José Luis Lora Peñaloza, “El pensamiento vivo de Alzate Avendaño”, 1970 en Alzate Avendaño, variaciones en torno a un nombre.
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inspirado por Vallenilla Lanz, escribía: “El ideario político del Libertador ha sido partido en dos mitades contrapuestas, cuando en verdad es coherente dentro de la acción misma del héroe, pues al período revolucionario sigue la etapa constructiva, en que la revolución tiene que desmovilizarse… El anhelo mayor de una juventud devota y misionera es continuar en el tiempo la obra inconclusa y rota del Libertador, organizando la patria a imagen y semejanza de sus sueños. Esa es su revancha póstuma frente a la tierra ingrata y los hombres pequeños que lo negaron… El pensamiento político del libertador y la doctrina social de la Iglesia son nuestros manantiales ideológicos. Bolívar significa para nosotros el clima heroico, el sentido trágico de la vida, la noción dinámica de la tradición, la autoridad ante la anarquía, el orden contra la revolución”.24 Estas ideas fueron adoptadas eventualmente por los dirigentes nacionales del conservatismo, interesados en presentar al liberalismo como portavoz de principios ajenos a la nacionalidad, como mascarón de proa del protestantismo, la masonería y el comunismo. Ya en 1940 Laureano Gómez había reiniciado la polémica contra Santander, contraponiendo nuestro verdadero héroe, Bolívar, a ese hombrecillo autoritario y asesino, fríamente cruel, violento, avaro, y calculador, ejemplo de pura hipocresía, de respeto aparente de la ley mientras la usaba en beneficio propio. Para Gómez, las ideas políticas de Bolívar, expresadas en Angostura, seguían vigentes.25 Elegido presidente en 1950, cedió el puesto a un designado y gobernó en la sombra, bajo la inspiración, según sus asesores, de Bolívar. Un texto de esta época dice: “Cristo y Bolívar alumbran el camino de la grandeza colombiana. El actual gobierno, se ha empeñado en restaurar en escuelas, colegios y universidades, la enseñanza de la religión católica en toda su plenitud, y está interesado también en difundir entre la juventud… el glorioso ideario cristiano y nacionalista del libertador. La actual administración, orientada por dos egregios bolivarianos, los excelentísimos señores Laureano Gómez y Roberto Urdaneta Arbeláez, ha juzgado necesario establecer en las universidades y colegios oficiales y privados de la República, una cátedra bolivariana dedicada a explicar la vida y el pensamiento del libertador”.26
24. “El redescubrimiento del libertador” citado por Alberto Dangond Uribe, “Enjuiciamiento crítico de Alzate, 1975, en Variaciones en torno a un nombre, p. 174 25. Gómez publicó en El Siglo una serie de artículos contra Santander, recogidos en 1966 en El Mito de Santander, Bogotá, Editorial Revista Colombiana, 1966. 2 vols. 26. La cátedra bolivariana fue establecida por decreto 2095 del 17 de diciembre de 1952.
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Esta administración decidió además establecer una constitución que, buscando liberar al país del mito del sufragio liberal, pusiera en práctica las ideas de democracia restringida atribuidas a Bolívar: presidencia de seis años, la mitad de los miembros del congreso escogidos por fuera del sistema electoral, incorporación de valores morales que debía seguir la nación. Los ideólogos más notables de esta republica bolivariana de mediados de siglo fueron Jesús Estrada Monsalve y Lucio Pabón Núñez. Retomaron la interpretación de Caro sobre la revolución y sobre Bolívar: un héroe que, a pesar de algunos errores juveniles por influencia del enciclopedismo, termina expresando el más profundo realismo sobre el país, al descubrir, después la revolución, que el único proyecto posible y realista de gobierno estable y ordenado es el que rechace el liberalismo y la democracia electoral, y se apoye esencialmente en la reivindicación de los valores de una sociedad cristiana.27 Pabón Núñez, además, desarrolla un método interpretativo que le permite manejar los textos en los que Bolívar parece decir algo contra su interpretación. La conciencia del realismo del libertador “nos debe conducir para interpretar frases sueltas del Genio. De cuando en cuando leemos en sus escritos ciertas maneras de decir que nos recuerdan sus moceriles aficiones liberalizantes; pero si las confrontamos con lo que la observación de la realidad más tarde le sugirió, encontraremos que en el conjunto de su obra estas frases deben desaparecer por [ser] errores”. Sin embargo, como en 1828, la constitución no pudo expedirse y un golpe militar llevo al poder en 1953 al general Gustavo Rojas Pinilla, quien anunció que seguiría gobernando como “personero de los deseos más auténticos de Bolívar”.28 Los mensajes de la Oficina de Prensa de Palacio comenzaban: “Con el nombre de Bolívar, Libertador y padre nuestro,29 y con la fe en los
27. En su ensayo sobre: “Simón Bolívar en Santo Tomás de Aquino”, Revista del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario Vol. 367, no. 373 (Ago./Sep. 1943), Jesús Estrada Monsalve encuentra en la proclama final de Bolívar el argumento para acabar con los partidos: “dentro de que otra organización, distinta del estado corporativo, podría realizarse aquel anhelo preagónico de la consolidación de la unión por la cesación de los partidos?” Los partidos no se acabarán, dice recordando a Oliveira Salazar, sino por una “tecnificación estatal que los deje inoperantes, como ha ocurrido en Portugal y ha empezado a ocurrir en la España del presente”. 28. César Ayala Diago, Resistencia y oposición al establecimiento del Frente Nacional: los orígenes de la Alianza Nacional Popular (ANAPO) Colombia 1953-1964. Santa Fe de Bogotá: Produmedios, 1996, p. .207. 29. Esta frase se repite en los diversos escritos de Joaquín Estrada Monsalve sobre Bolívar desde 1944.
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principios cristianos, este gobierno desea…”. La idea era promover al dictador como Segundo Libertador, y las imágenes de Bolívar y Cristo acompañaron, desde 1954, todas las apariciones del gobernante por la televisión hasta su caída en 1957. En cierto modo el ensayo de Álvaro Gómez Hurtado de 195730 continúa la perspectiva de un Bolívar cada mes más hondamente conservador, conscientemente contrarrevolucionario, que más que el rechazo al centralismo o al autoritarismo presidencial, temas contingentes y discutibles, representa el rechazo radical a las repúblicas aéreas, a la idea liberal de que era posible transformar la realidad a partir de las instituciones, al mito de la perfectibilidad del ser humano, a la que contrapone el sentido realista de que las instituciones deben corresponder a la realidad social. Bolívar es ante todo el verdadero contrarrevolucionario: descubrió en su experiencia trágica que la revolución es ingobernable, una hidra de cien cabezas, a la que no puede servirse sin arar en el mar. Lo que hay que hacer es controlarla, contraponiéndole la tradición, gobiernos fundados sobre “nuestras costumbres, nuestra religión y nuestras inclinaciones, y en última instancia, sobre nuestro origen y nuestra historia’’.31 IV. Hacia un Bolívar revolucionario: la fase popular y democrática [1940-1960] Fue Manuel María Madiedo el primero de los escritores colombianos que ofreció una interpretación de Bolívar que se salía de la contraposición entre liberales y conservadores. Según Madiedo, que escribía en 1858: “El pueblo, la masa, se puso a contemplar lo que había ganado en la sangrienta lucha de la independencia…. Se encontró pobre, mutilado, explotado en su sangre para la guerra y en su sudor para la paz; y en medio de las más bellas leyes, los hombres por cuya libertad se había sacrificado, todavía lo llamaban la plebe, la canalla; y le dieron un puntapié cuando quiso ser algo… Donde
30. Álvaro Gómez Hurtado, Sobre la significación histórica de Bolívar. Bogotá, Colección Fénix, 1957. Los mismos planteamientos se hacen en la Revolución en América, Barcelona, 1958. 31. Álvaro Gómez Hurtado, La revolución en América, Bogotá, 1960, p. 122. Esta formulación de Bolívar como precursor de una ideología del Estado fuerte en sentido conservador se desarrolla la obra de Mario Laserna, Estado Fuerte o Caudillo(Bogotá, 1961)
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estaban sentados los españoles de Europa, se sentaron los españoles de América”.32 Para Madiedo, mientras las instituciones nuevas conservaban la desigualdad, el ejército era la única forma de democracia. Por esto “la democracia del sable”, que era la de Bolívar, tenía “más títulos a la república que las estudiadas clasificaciones de lo que entonces se llamaba el partido civil... El partido civil, aunque profundamente aristocrático, oponía sus leyes impotentes y sus tradiciones poderosas a esa democracia semi-salvaje, sin más brillo que el lustro de sus armas victoriosas. . El ejército era una democracia de hombres afilados bajo la dura ley… militar… Podía decirse que en esos tiempos la República estaba en el cuartel…”. La visión de Madiedo, aunque incluía críticas a Bolívar, y explicaba su fracaso por apoyarse en sus coterráneos venezolanos, lo que le enajenó el respaldo neogranadino, implicaba ante todo una crítica muy fuerte a Santander y el liberalismo. En su opinión “Alrededor de Santander se agrupó el antiguo criollaje, vestido de todos colores, buscando la antigua preponderancia, al arrimo del orden civil de que Santander se había hecho el patrono”. Santander arma su poder con una “clientela de empleados”. Ese antiguo criollaje quería mantener las jerarquías coloniales y para hacerlo se apoyaba en sus leyes impotentes. “La teoría de Santander era cualquier cosa con tal que eso fuera una ley… ¿Acaso valen las leyes escritas, cuando las leyes de una educación viciada tienen hondas raíces en las conciencias populares? Un hombre que no es más que fiel al cumplimiento de las leyes no es tampoco, ni puede llegar a ser más, que un buen empleado público”. Contrapone el gobierno y la realidad social: en aquella, “la ley escrita lo da todo, pero “qué es lo que hay realmente? La burla”. Para nada sirven entonces “esos cuadernos con leyes de papel sin apoyo en las costumbres, ni en el carácter de los mismos que las habían dictado” Pero tampoco está Madiedo muy a gusto con los conservadores, que tomaron la herencia de Bolívar: en su opinión después de 1830 los partidos compartieron su defensa del pasado, de las jerarquías antiguas: los unos mediante los gobiernos autoritarios, los otros mediante las mentiras de la ley:
32. Manuel María Madiedo, Ideas fundamentales de los partidos políticos de la Nueva Granada, Bogotá, 1859, p. 34. Disponible en http://www.lablaa.org/blaavirtual/politica/origcol/indice.htm..
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liberales y conservadores mostraron “el mismo espíritu mezquino godo e insolente de familia, la misma ambición interesada, las mismas inconsecuencias de hacer hoy lo que se censuraba ayer,… Al oírlos, todos son patriotas, desinteresados, amigos de la justicia y de la moral. Lástima que esto no sea más que una falsa moneda…” Como vemos, hay varios tópicos que reaparecerán un siglo después: la contraposición entre una democracia real, representada por Bolívar, y el formalismo legalista de Santander. La idea de que los cambios legales no tenían impacto real, aunque declararan la igualdad, porque no se apoyaban en las costumbres, en las tradiciones locales. La democracia bolivariana, la democracia del sable, lo era ante todo por su voluntad de romper las castas, para lo cual la escuela del ejército era el mecanismo más efectivo. La sensación de que la revolución había sido una promesa incumplida por ambos partidos. Madiedo, confusamente, le atribuía a Bolívar valores democráticos y revolucionarios más profundos que los de los partidos, identificados con formas diferentes de oligarquía. Curiosamente, esta interpretación no parece tener seguidores durante muchos años, aunque la crítica al santanderismo de Fernando González es similar, y, como Madiedo, es tan hostil a los liberales como a los conservadores. Pero su argumentación se mueve en un terreno totalmente diferente: sus dos obras relevantes, Mi Simón Bolívar, de 1930 y Santander, de 1942, plantean una aproximación voluntariamente arbitraria a los dos héroes: una identificación psicológica, para tratar de encontrar su verdad. Y la verdad de Bolívar, expresada en un libro que se escribió con ocasión de los 100 años de la muerte, es la grandeza del genio apoyado en la voluntad popular, mientras que la de Santander es la miseria del hipócrita que se apoya en la ley para engañar a todos: un falso héroe. González subraya la mirada continental, americana, de Bolívar, para contrastarla con las perspectivas localistas de los neogranadinos y los venezolanos, representados por Santander y Páez, y rechaza un punto de vista que permita convertir a Bolívar en defensor de la tiranía, como lo presentan los liberales idealistas, o en sustento de dictaduras. Sin embargo, subraya en particular el rechazo a la acción de los letrados y legisladores que legislaban para un pueblo inexistente. Sólo Bolívar era capaz de dirigir las fuerzas sociales en unas sociedades mestizas y mulatas, sin unidad, atrasadas y primitivas. Y esto explica que tres años después del libro sobre Bolívar, ofrezca en una nueva obra, Mi Compadre, una opinión
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favorable de Juan Vicente Gómez, a quien considera el único seguidor real de Bolívar, y juzgue que Vallenilla Lanz ha sido el primero en seguir “las ideas de Bolívar acerca de gobiernos americanos”.33 El Partido Comunista de Colombia, por su parte, compartía en lo esencial la interpretación liberal de Bolívar. Ante la divulgación de la terrible biografía de Marx, Gilberto Vieira, un importante dirigente comunista, defendió en 1942, en Sobre la estela del Libertador: el criterio marxista acerca de Bolívar, una perspectiva que no se diferenciaba mucho de la visión liberal, aunque formulada en términos del materialismo dialéctico: había sido un gran revolucionario, que encabezó la lucha contra el imperio feudal español, un luchador anticolonial de una pasión incomparable con la de otros dirigentes de la época y un defensor de la unidad de las naciones hispanoamericanas, pero había caído después en posiciones dictatoriales y antidemocráticas. Vieira consideraba que la biografía de Marx no era aceptable: además de estar basada en fuentes sesgadas no era, en un sentido estricto, una obra marxista.34 En todo caso, los años de 1940 a 1952 representan un momento de reformulación del legado de Bolívar, a partir de una perspectiva popular, que combina el liberalismo de izquierda con un socialismo de raigambre nacional. Milton Puentes, político liberal radical escribió una Historia del Partido Liberal publicada en 1942, cuyos capítulos sobre Bolívar fueron reelaborados en la década de 1960 en un libro que trataba de reivindicar a Bolívar como el verdadero padre del liberalismo popular. Para Puentes, los rasgos autoritarios y dictatoriales de Bolívar representaron una contradicción momentánea con su pensamiento profundamente liberal y con su corazón revolucionario: el gobierno fuerte “en las manos de un demagogo y de un radical como Bolívar, era casi indispensable para precipitar la transformación de un país mojigato en una verdadera república igualitaria y democrática”, para lo cual buscaba ante todo destruir a los latifundistas feudales. “Bolívar quiere la unidad de América y el conservatismo la combate; Bolívar destruye todas las tradiciones y da vida a la revolución, y el conservatismo
33. Fernando González, Mi compadre, Medellín, 1994, p. 161. 34. Vieira, Gilberto, Sobre la estela del Libertador: el criterio marxista acerca de Bolívar, Bogotá: Ediciones Sociales, [1980?]. Según Inés Quintero la edición original es de finales de los años treinta; según César Ayala de 1942. Pero este rechazo a la palabra de Marx, no llevó a una interpretación marxista alternativa.
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vive pegado a la tradición y el pasado;… Bolívar es el encarnizado enemigo de la esclavitud, y el conservatismo es en su mayoría acérrimamente esclavista; Bolívar combate contra los feudales del trópico, y el conservatismo es feudalista; Bolívar quiere un gobierno fuerte para revolucionar el país, y el conservatismo desea un gobierno fuerte para estancarlo; Bolivar es positivista y racionalista, y el conservatismo es teológico; Bolívar es anticlerical y el conservatismo es teocrático”.35 Sin embargo, el aporte fundamental, por su brillantez y audacia interpretativa, fue hecho ante todo por Indalecio Liévano Aguirre y en menor medida por Antonio García.36 Estos habían hecho parte, en 1943, de un movimiento socialista democrático orientado por Gerardo Molina, que se disolvió pronto. Liévano se dedicó a terminar su biografía de Núñez, que representa un vuelco en la historiografía liberal porque es hostil a la tradición de Santander y el radicalismo dentro del liberalismo, y favorable a los caudillos militares: el liberalismo popular es el de Bolívar, el de los generales José María Obando y Tomás Cipriano de Mosquera e, inesperadamente, el del regenerador Rafael Núñez, mientras que santanderistas y radicales son los representantes de un liberalismo burgués y antipopular. Liévano Aguirre empezó en 1947 a dar a conocer capítulos de lo que sería su Simón Bolívar, publicado en 1950,37 subrayando el carácter social de la lucha bolivariana,
35. Milton Puentes, Bolívar, padre de las izquierdas liberales, Bogotá: Tip. Hispana, [1961?] p. 61, 118. El autor lucha contra un país en el cual la identificación de Bolívar con el conservatismo, una “conclusión sacrílega”, es muy fuerte, y cuenta que en 1917, en su escuela boyacense, asistió al interrogatorio del cura Marco Aurelio Quintero a un niño; “¿Sabe Ud quienes mataron a Bolívar? El niño nada puede responder,. Ante el silencio del examinado, el párroco se indigna y lleno de ira le grita: “A Bolívar lo mataron los liberales, lo asesinaron los rojos” p. 65 36. Anticipo divulgador de un Bolívar amigo del pueblo, pero todavía muy cercano a la perspectiva liberal es Simón Latino (Carlos H. Pareja) Vida de Bolívar, para niños. Bogotá: Ed. Minerva, 1930. Pareja fue abogado defensor de causas indígenas y populares, librero, editor, gaitanista y socialista. Resulta interesante su insistencia en que el “pan-americanismo” no tiene nada que ver con Bolívar y es más bien una creación de los Estados Unidos para mantener subordinados los pueblos iberoamericanos, p. 132 37. Liévano Aguirre, Indalecio, “De la vida de don Simón Bolívar: La estrategia política de la revolución”, Revista de América (Bogotá). — Vol. 11, no. 32 (Ago. 1947). — p. 145-160. Este texto fue incorporado como capítulo 12 de Bolívar, y también fue incluido en el más influyente libro de Liévano, Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia, publicado como separata semanal por la revista La Nueva Prensa en los meses anteriores a julio de 1960. Un buen análisis de la obra de Liévano es el de Mauricio Archila, “Indalecio Liévano Aguirre”, en Santiago Castro-Gómez, ed., Pensamiento colombiano del siglo XX, p. 255-277.
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caracterizada, siguiendo a Madiedo, por la quiebra de las estructuras de castas coloniales, la emancipación de los esclavos y las medidas de igualdad racial. Como lo plantea en el Bolívar, a partir de 1815 Bolívar entendió que la única manera de derrotar a los españoles era logrando el apoyo popular para la lucha de independencia, lo que exigía darle un carácter social a la revolución, ofrecer a negros, pardos e indios la igualdad y la libertad, “para atraerse la causa popular”. Pero Bolívar entendía que “indios, negros, pardos y mestizos… no aspiraban a modificar realmente al organización social americana, sino a reemplazar a los mantuanos en sus prerrogativas… Las masas americanas no eran revolucionaras…. Podían ser, y efectivamente lo eran, un gran instrumento para destruir… la pacificación española”. Este pueblo anárquico e ignorante puede convertirse pues en la fuerza la revolución, pero tienen unas tendencias naturales que “las conducen al particularismo y la anarquía”. Por eso Bolívar tuvo siempre, de ahí en adelante, como “meta fundamental de sus actividades públicas”, la necesidad de establecer “un orden social estable en el cual fuera posible el desenvolvimiento de grandes y prósperos estados”. Para ello, es necesario “establecer en el porvenir gobiernos sólidos en América, capaces de canalizar las poderosas energías que va a ser necesario desencadenar en el continente para emanciparlo”.38 Así presentaba Liévano Aguirre, en una construcción brillante y algo paradójica, un Bolívar revolucionario, dispuesto a sacudir la estructura social para lograr la emancipación y la igualdad social, pero que no cree en el pueblo y siente que debe guiarlo y hacer la revolución por él. A esto se añade su insistencia en la ambición continental de Bolívar, a la que dio especial énfasis: su pensamiento representaba el ideal de unión hispanoamericana, “que necesitaban para defenderse en un mundo amenazado por nuevas y formidables presiones coloniales” (p. 408) contra el localismo separatista de los caudillos. Liévano rechazó enérgicamente la identificación de las propuestas de unión americana de Bolívar con el panamericanismo (“cuyo ingenioso iniciador fue Santander” p. 346), subrayó la desconfianza del Libertador hacia los Estados Unidos y presentó a Santander como enemigo de los grandes proyectos de Bolívar, apoyado en un legalismo que no era más que una máscara que recubría una política anti popular y de defensa de intereses de la oligarquía.
38. Liévano Aguirre, Bolívar, (ed. 1971) p. 160. El libro, publicado en 1950 con éxito de ventas inmediato, ha sido reeditado muchas veces. En 1956 fue editado en México, y en 1974 en Caracas, con prólogo de Carlos Andrés Pérez.
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En conjunto, la obra de Liévano ofrece una imagen de Bolívar revolucionario, que buscaba transformar las estructuras sociales para crear la igualdad entre las castas, pero bajo la conducción de un gobierno fuerte que evitara la anarquía que podía generar esa transformación, mientras llegaba el momento en que esa igualdad fuera real por el mestizaje, cuando “habrá una metamorfosis en la existencia física de sus habitantes; al fin habrá una nueva casta de todas las castas, que producirá la homogeneidad del pueblo….”.39 Para lograr ese objetivo era indispensable la unidad de América: sin ella, era imposible derrotar las oligarquías locales, los dirigentes regionalistas, que balcanizaron a América y la sometieron a nuevas formas de colonialismo. Revolución popular y proyecto continental sintetizaban el ideal de Bolívar, un ideal aún posible. Para hacerlo real, falta “la gran tarea de reintegración que un día completará nuestra independencia y le dará la dignidad histórica de que la privaron tantos y tan graves errores”, tarea para la cual la vida de Bolívar “será guía y estímulo”.40 García fue un gaitanista fervoroso hasta 1948, cuando el bogotazo lo hizo salir del país. Regresó en 1951 y publicó La Democracia en la Teoría y en la Práctica, un texto que defiende a dirigentes populistas como Gaitán, rechazado como fascista por los comunistas.41 En forma coherente, García apoyó la dictadura militar de Gustavo Rojas Pinilla, y trató de darle un contenido más social y radical: a su influencia se atribuyen los intentos de crear un movimiento sindical que rompiera con el dominio de los partidos tradicionales en el sindicalismo nacional, y los proyectos de última hora de nacionalizar los bancos.
39. Liévano, que se apoya bastante en la obra del “nacionalista conservador” mexicano Carlos Pereyra (y quizás en Bolivarismo y Monroismo (1934), de José Vasconcelos), creía que en la coyuntura mundial de la posguerra era otra vez posible el sueño de unidad hispanoamericana de Bolívar, en el contexto de las luchas contemporáneas contra el colonialismo y los imperios, por la necesidad de integración de los países pobres del mundo para enfrentar a los países que los explotan y oprimen. Estas ideas mostraban la reacción de un joven liberal de izquierda, atraído por el socialismo y el anticolonialismo, ante la creciente subordinación de América Latina en la guerra fría. En diciembre de 1948, pocos meses después del 9 de abril y de la creación de la OEA, Liévano publicó “Una política para América: la concepción bolivariana y la santanderista” Revista de América, Vol. 15, no. 47-48 (Dic. 1948). — p. 314-334. Este texto, incluido en Bolívar, fue reelaborado, sin cambios de fondo, en Bolivarismo y Monroismo, Bogotá, Editorial Revista Colombiana, 1969. 40. Bolívar, p. 503. 41. Esto volvería a ocurrir en 1958, cuando los comunistas colombianos apoyaron la recuperación de la democracia liberal después de la dictadura de Rojas Pinilla, anunciando su respaldo electoral a Alberto Lleras Camargo.
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En La Democracia en la teoría y en la práctica, cuyos argumentos resume en el artículo de 1952 “Bolívar, general revolucionario”, García se separa algo de Liévano, a quien atribuye una versión rosa de Bolívar y al que reprocha que apruebe incluso su época contrarrevolucionaria y dictatorial, pero se mueve en un registro muy cercano.42 Para García “la historia de Bolívar está dividida en dos partes; una de transformación de las guerras en una revolución social; otra, de frustración de la revolución”. La frustración lleva al golpe de estado que estableció la dictadura, y que representa el sometimiento de Bolívar a las fuerzas contrarrevolucionarias, apoyadas en un ejército temeroso del radicalismo y formado por la misma revolución social: esto explica que en ese momento aceptara prohibir a Bentham, apoyarse en la Iglesia y restablecer el tributo indígena que antes había combatido. “Habiéndose frustrado la revolución social, el viejo orden de los privilegios sólo podía ser defendido por la fuerza…”.43 García matiza en cierto modo el retrato de los conspiradores santanderistas: advierte que su error fue no advertir que el pueblo estaba realmente en los cuarteles, pero ve en ellos los portavoces de un proyecto radical contra el feudalismo colonial.44 En Gaitán y el camino de la revolución colombiana, de 1955, recuerda al ejército libertador como “democracia de cuartel” –la descripción de Madiedo, pero concluye que precisamente de esos ejércitos surgió una “oligarquía… incapaz de entender el problema de la liberación social y política”.45
42. La verdad no está, cree, ni en la versión negra de Sañudo, ni en la versión rosa de Liévano Aguirre: la verdadera historia de Simón Bolívar está entre “su ímpetu revolucionario o su engreimiento cesarista, la revolución y la reacción… Entre el Bolívar que desata el alud revolucionario del pueblo –negros, indios, mestizos –y el que intenta meter este alud entre unos pequeños tabiques de hierro, en la época dominada por el signo de la conspiración septembrina, media una enorme distancia histórica; pero entre ambas vertientes esta la substancia histórica de Bolívar”. “Las guerras de independencia no harían logrado su objetivo militar y político si no se hubieran desdoblado en una revolución social. Y la estrategia política para lograr este desdoblamiento fue la que precisamente adoptó el genio revolucionario del general Bolívar: la de dar libertad automática a los esclavos y siervos que tomasen las armas de la República, la de abolir el sistema feudal, la de desconocer todos los privilegios originados en la sangre o en el poder económico, la de crear la esperanza de repartición de tierras y la de abrir la primera escuela demócrata en los cuarteles, dejando que cada persona –sin duda de su sangre, de su color o de su riqueza –pudiera conquistar un rango. Esa era una estrategia revolucionaria.” Sábado, 16 de febrero de 1952. 43. Ibid. 44. Gaitán y el camino de la revolución colombiana, p. 96 45. Gaitán y el camino de la revolución colombiana, p. 63
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García expresaba el sentimiento de los radicales de mediados del siglo XX, con su convicción de que hubo una revolución popular en la independencia, que se frustró por el control de las aristocracias latifundistas, que controlaron los dos partidos colombianos, liberales y conservadores, y establecieron un sistema engañoso cuyo resultado no era “expresar auténticamente una voluntad del pueblo, sino suplantarla”.46 Corrupción, fraude y violencia mantenían sometido al pueblo, tratándolo como una montonera inconsciente. Los comunistas, según García, se plegaron a la visión liberal de la historia, al esperar una etapa de revolución progresista burguesa: confiaban en que los liberales los acompañarían en el esfuerzo de destruir los rasgos feudales del campo colombiano y el poder de la iglesia, y como el mismo Gaitán, se dejaron seducir por la “superstición santanderista” de “esperar una victoria política dentro de la ley y de creer que las grandes transformaciones pueden efectuarse aplicando las reglas institucionales de la sociedad tradicional y no creando sus propias normas de derecho”.47 En conjunto, la línea Madiedo-Liévano-García penetró en importantes sectores intelectuales, aunque los historiadores profesionales criticaron a Liévano por proyectar el mundo contemporáneo al pasado, en particular cuando, en 1959-60, narró la historia de Colombia como un enfrentamiento entre el pueblo, dirigido por conductores clarividentes, como Alfonso López Michelsen y unas oligarquías encerradas en un liberalismo estrecho y burocrático, como el de Alberto Lleras Camargo. Lleras mismo, en su discurso ante la Academia de Historia en las celebraciones del 20 de julio de 1960, expreso sus inquietudes ante el intento de mostrar la historia “como una vasta conspiración oligárquica”.48 E historiadores de izquierda, como Gerardo
46. Id. p. 9 47. Id., p. 16. Antonio García rechaza el liberalismo civilista y ve con simpatía a tres generales de las guerras civiles, uno conservador y dos liberales, cuando afirma que la generación del centenario, civilista y santanderista, combatió contra las tres figuras que buscaban integrar el país y dar participación social y política a los trabajadores: Rafael Reyes, Rafael Uribe Uribe y Benjamín Herrera. Y en 1960-62, algunos de los herederos de esta visión se unieron en La Nueva Prensa, una revista que acogía la reinterpretación histórica de Liévano mientras esperaba que el general Alberto Ruiz Novoa rompiera el legalismo santanderista en el país mediante un golpe militar de contenido nacionalista y popular, para el cual los modelos del momento eran Egipto y Argelia. 48. “Abrigo muchas dudas sobre la posibilidad de convertir [la historia] en una ciencia exacta, pero ninguna sobre su capacidad emocional, estimulante y activista, como una fuerza decisiva en nuestra conducta, ya de personas, ya de pueblos. No creo, desde luego, que su misión sea crear nuevos mitos. Pero tengo viva desconfianza sobre la tarea que se le atribuye de destruirlos, porque jamás se ha
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Molina o Ignacio Torres Giraldo, han mantenido una posición más matizada. Molina, aunque describe la independencia como una revolución social estimulada por Bolívar, sobre todo entre 1816 y 1821, insiste, siguiendo las calificaciones de José Gil Fortoul, el historiador venezolano al que se rinde homenaje en esta cátedra, en que el Libertador no era un demócrata, sino más bien un aristócrata que amaba el pueblo, un partidario del gobierno para el pueblo pero no del gobierno por el pueblo, y considera que creó un mito del ejercito, al contraponer al pueblo en armas con la juventud intelectual. Ante sus propuestas de 1826, dictadura, república autoritaria, senado hereditario y presidencia vitalicia, la reacción liberal y civilista expresaba la necesidad de mantener no solo la independencia sino la libertad.49 Bolívar habría sido entonces mucho más revolucionario que el criollismo antes de 1821, pero más tradicionalista, militarista y conservador que el grupo civilista liberal encabezado por Santander a partir de 1825. En un sentido similar, Torres Giraldo, que había sido secretario del Partido Comunista antes de Vieira, publicó en 1966-73, ya retirado de las luchas políticas, los dos primeros tomos de: Los Inconformes, Historia de la rebeldía de las masas en Colombia, en los que intentaba dar una interpretación proletaria a la historia. Según él, el hecho de que la revolución hubiera dejado en pie muchos elementos feudales, que no hubiera dado plenitud de derechos a los esclavos e indígenas, creó el ambiente que llevó a Bolívar a encabezar la coalición militar, feudal y clerical que en 1827 buscaba la dictadura, a la que se opusieron los republicanos demo-liberales, defensores del estado de derecho y el gobierno representativo, dirigentes que, como los generales Obando y López, movilizaron al pueblo contra la dictadura de Bolívar.50 Torres, que ve en la revolución de independencia un movimiento de masas, considera que el hecho de que los dirigentes de la revolución hubieran sido militares e intelectuales ligados al “señorío feudal” explica que este movimiento de liberación nacional no “destruyese el régimen económico y social de la colonia”, aunque hiciese algunas reformas que transformaban la situación de las
ejecutado sin la intención evidente de sustitución por otros… Alguien va a venir, incontaminado, puro, desprovisto de personal apetito, a salvar y representar un pueblo traicionado y despojado…” Alberto Lleras, “Discurso en la Academia”, Alberto Lleras, Antología, I, 304. 49. Gerardo Molina, Las ideas socialistas en Colombia. Bogotá, 1988, p. 78 50. I Torres Giraldo, Los Inconformes, II, 11.
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masas. Bolívar y Santander tenían en común este impulso revolucionario limitado, y si ve con más simpatía a Santander esto proviene de que éste al menos se mantuvo fiel, a diferencia de Bolívar, a los objetivos limitados de la revolución liberal.51 V. La fase revolucionaria Estos esfuerzos de reinterpretar a Bolívar desde un punto de vista popular, cercanos todavía a un relato histórico que aceptaba partes de la narrativa liberal, producen, al unirse con la revaluación que estaban haciendo los historiadores marxistas, soviéticos y latinoamericanos, una concepción más radical del Bolívar revolucionario. A ambas vertientes las une el afán de impulsar una transformación real en América Latina, un cambio social que establezca la igualdad. Y las unen grados distintos de indiferencia por la democracia republicana formal, la preferencia por la relación directa del gran dirigente y las masas, la desconfianza en cualquier forma de organización intermediaria. Pero los separan argumentos metodológicos y la mayor o menor preocupación por mantenerse dentro el manto sagrado y riguroso del marxismo, así como el vínculo con organizaciones políticas revolucionarias. Los primeros, ya los hemos mencionado, son Puentes, García y Liévano Aguirre.52 Esta visión tuvo un respaldo con la publicación en 1970 de una antología de textos de Bolívar inspirada en la nueva perspectiva, Simón Bolívar, documentos: los orígenes de la dependencia neocolonial, (Bogotá, F. E. S. Fundación Editorial, 1970) que tuvo una amplia circulación. La otra corriente está representada por la revaluación soviética de la imagen de Bolívar. En 1958 Documentos Políticos, la revista del Partido Comunista de Colombia, publicó un artículo de cuatro historiadores soviéticos en el que describían la guerra a muerte como una estrategia de movilización popular, y presentaban como medidas revolucionarias de Bolívar la libertad de los es-
51. Ibid., I, 123. 52. La biografía de Waldo Frank, Birth of a world: Bolivar in terms of his peoples Boston: The Riverside Press, 1951, circuló también a comienzos de los años cincuenta, fue reseñada en Bogotá en 1955 por la revista de izquierda liberal Sábado y se publicó en español en 1956.
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clavos, la eliminación del tributo indígena y la asignación de los resguardos indígenas en propiedad a los indígenas en Perú. Del mismo modo, recuerdan su oposición a la invitación de los Estados Unidos al Congreso de Panamá y niegan cualquier relación entre el panamericanismo y la política internacional de Bolívar, e incluso afirman que su posición era igualmente hostil a Inglaterra. En conclusión, la revolución de independencia había sido un intento, parcialmente logrado, de revolución burguesa,53 y Bolívar un dirigente progresista. Estas perspectivas se radicalizaron en otros trabajos posteriores de los historiadores soviéticos, que descubrieron en Bolívar rasgos de socialismo utópico y vieron en sus medidas sociales la prefiguración de “una sociedad asociativa, igualitaria y rousseauniana”.54 A. Shulkovsky contrapone, en un texto publicado en 1983 en Bogotá, un libertador demócrata pero enemigo de la libertad absoluta, igualitario pero no nivelador, partidario de un Estado fuerte que actúe a favor de las masas, a un santanderismo asustado por el poder de las masas y el populacho, y representante de los sectores aristocráticos.55 A pesar de que son textos académicos, estaban inscritos en la perspectiva política de los años sesenta, cuando los partidos comunistas todavía ven, en
53. Una formulación convencional comunista es la de Edgar Caicedo, Historia de las luchas sindicales en Colombia, Bogotá, Ediciones Suramérica Ltda, 1971: “La gesta emancipadora de nuestros próceres, si bien recibió un impulso popular en las etapas culminantes, tuvo un contenido de clase que limitó sus objetivos. Fue una revolución democrático-burguesa, que afectó ante todo la superestructura, cambió las instituciones políticas coloniales, les dio forma republicana, pero conservó en lo fundamental la estructura de la vieja sociedad colonial”. 54. A. Shulkovski, en La hazaña de Simón Bolívar. Moscú 1986, en ruso, citado por Andrei Schelchkov, “Los estudios latinoamericanos en Rusia (y en la URSS),” en Revista Europea de Estudios Latinoamericanos y del Caribe 72, abril de 2002, 205. Ver también Anatoli Shulgovski, “Bolívar y Bello: papel en la lucha liberadora de América Latina”. Nuestra América, 5, México, mayo-agosto de 1982. De este autor se publicó en 1983 un librito en Bogotá, con el título escolar de Cátedra bolivariana: el proyecto político de El Libertador: Bogotá: Ediciones Ceis, 1983. Este título abría el camino para su utilización como texto en el curso de cátedra bolivariana que se había establecido en el país desde 1953. 55. Una síntesis en español de estas interpretaciones es el libro de I. R. Lavretski, Simón Bolívar, Moscú: Editorial Progreso, 1982, que traducía la edición de 1966 de un libro publicado ya en 1958 en versión algo más breve: Isidor R. Lavretski, Simón Bolívar, prefacio de Pablo Neruda. Moscú: [Ed. de la Literatura Social económica], 1958. [en ruso]. Una traducción apareció en Bolivia antes, pero no parece haber circulado en Colombia: Lavretski, Iosif Romualdovich. Simón Bolívar. Tr. dir. del ruso por Alberto Samuel Soria. Cochabamba: Ed. Universitaria. 1970. En 1974 se publico un artículo suyo en K. Marx, I. R. Lavrestki y José Martí, Simón Bolívar, traducción del original ruso de Teodosio Varela. Medellín: Ediciones Nueva Crítica, 1974.
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muchos sitios de América Latina, sociedades que no han concluido su revolución burguesa.56 Hasta donde estos historiadores soviéticos se apoyaran en la obra de Liévano y de García, es difícil de precisar.57 Ahora bien, la invocación revolucionaria de Bolívar irrumpe bruscamente en 1974. En 1974 existían en Colombia guerrillas de orientación pro soviética, pro china y pro cubana (FARC, EPL y ELN), cada una con su interpretación de la realidad colombiana y su esquema de revolución. Los intelectuales de izquierda, en medio de los cuales se movían los pequeños pero influyentes sectores urbanos simpatizantes de la guerrilla, criticaban el extranjerismo de estos procesos, su abstracción de la historia del país. En 1973 las reuniones de los ex guerrilleros de las FARC Jaime Bateman, Luis Fayad y Carlos Pizarro que conducen a plantear una guerrilla nacionalista, popular y bolivariana, el M-19, se hicieron en la finca de Milton Puentes, el historiador bolivariano liberal, quien hacía un año había renunciado a su papel como secretario de la ANAPO, el movimiento político creado por el ex dictador bolivariano Gustavo Rojas Pinilla. En la invocación bolivariana del M-19, surgido como una guerrilla vinculada inicialmente a la memoria de Rojas Pinilla y de Bolívar, cuya espada robaron para devolverla al pueblo, influían probablemente, aunque es difícil precisarlo, personas como Antonio García y Milton Puentes, así como los historiadores soviéticos divulgados en la revista oficial del Partido Comunista desde 1959. El intento de convertir a Bolívar en ideólogo político para la fase revolucionaria promovida por Cuba, lo encarnó ante todo Francisco Pividal en su libro de 1977, publicado en Colombia en 1980.58 Su perspectiva, bien conocida, no es muy diferente a la de Liévano, y se centra en presentar a Bolívar
56. Curiosamente, Fidel Castro afirmó, en la entrevista a Carlos Franqui, que en 1948 no solo “había leído muchas biografías de Bolívar y sentía una profunda simpatía hacia la vida y la obra de aquel hombre extraordinario” sino que “había en mí algunas mezclas de sueños martianos, bolivarianos y de socialista utópico.” Cuba, La Revolución: ¿Mito o Realidad? Memorias de un Fantasma Socialista (Península, 2006) 57. Fernán González, “el proyecto político de Bolívar: mito y realidad” considera que el revisionismo de Liévano Aguirre “es continuado por Shuilkovski y Pividal”, sobre todo con respecto a la política internacional de Bolívar, op. cit., p. 20 58. Ya en 1976 se había publicado un anticipo en las Hojas Universitarias Vol. 1, no. 4 (Bogotá, Universidad Central, jun. 1976)
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como antecesor de la lucha antiimperialista, enfrentado ante todo a los Estados Unidos. Pero la reivindicación bolivariana hecha por el M-19 representaba para el partido comunista y para las FARC una apropiación que le daba un atractivo adicional a la joven, imaginativa y teatral guerrilla. Por eso, desde 1980, el XIII Congreso del Partido Comunista Colombiano, decidió apoyarse en la figura del Libertador y declaró: “Creemos en el Bolívar de masas, el que soportó durante quince años al nivel de sus soldados los rigores de su naciente ejército de pobres. Que fraternizó material y espiritualmente con pardos, esclavos e indios. Que desbordó a su propia clase social al bregar porque la liberación de la patria trajese la liberación de los hombres y la devolución de tierras a los despojados. Que imaginó una guerra de independencia de contenido social, con formas y estilo americanos. Que amasó una concepción de democracia no con teorías abstractas sino con las esencias de la América en marcha”. Posteriormente, en septiembre de 1987, la alianza entre las FARC, el ELN y el M-19 se hizo bajo la advocación del Libertador: ahora existía la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar. Y 13 años después, en 2000, en una reunión denominada “Por Bolívar por la paz y la soberanía popular” se establecieron las bases del Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia, que pretendía ser el movimiento clandestino de masas que sería orientado por el Partido Comunista Clandestino de Colombia, brazo político clandestino de las FARC. Pero este proceso no ha estado acompañado por una argumentación específica sobre Bolívar: se trata fundamentalmente de una operación política en la que se utilizan atribuciones más o menos genéricas de ideas y posiciones revolucionarias al libertador, más o menos dentro del espíritu de las versiones que hemos llamado radicales y revolucionarias de Bolívar. VI. Eruditos e investigadores La interpretación del pensamiento de Bolívar, más que ejercicio académico, ha sido ante todo herramienta de debate político, en el que los mismos hechos, muchas veces tergiversados y sacados de contexto, vuelven a ser contados como parte de narrativas siempre cambiantes. Algunos de los historiadores, como Indalecio Liévano Aguirre y Germán Arciniegas, podían alegar cierto profesionalismo como investigadores, pero en su obra domina sin duda alguna el afán de demostrar sus tesis sobre la formulación de pre-
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guntas históricas y una estrategia investigativa abierta.59 Fueron, en la realidad, más políticos y periodistas que académicos. Por eso, no son muchas las obras colombianas que puedan considerarse contribuciones importantes al conocimiento real de Bolívar o de su época. La literatura sobre Bolívar tiende a estar dominada por la reiteración de polémicas, apoyadas generalmente en los mismos incidentes, que se esgrimen en diferentes posiciones dentro de los discursos de cada uno de los contrincantes. Pocos historiadores e intérpretes políticos de Bolívar son genuinamente bolivarianos, en el sentido histórico y realista de tratar de comprender en toda su complejidad la obra y el pensamiento de un conductor social cuya capacidad de enfrentarse a la realidad y a la experiencia concreta, cuya originalidad para encontrar fórmulas y proyectos que le permitieran enfrentar las dificultades que se atravesaban, parecen desbordar la comprensión de quienes prefieren inventar un catecismo arbitrario para aplicarlo como un recetario predeterminado, útil en cualquier tiempo y lugar. En épocas recientes, algunas de las formulaciones más audaces se contentan con afirmar verdades recibidas, sin preocuparse por los hechos que puedan comprobarlas, o alterando en forma demasiado palmaria y brusca su significado. En este ambiente, vale la pena mencionar al menos algunos esfuerzos académicos colombianos, a pesar de que son relativamente tímidos y no representan un esfuerzo amplio y continuado. Son los de Hernando Valencia Villa (1982) y Fernán González (1993). Este, después de una presentación somera de algunos de los debates colombianos acerca de Bolívar a partir de 1940, trata de discutir las ideas políticas de Bolívar y de interpretar sus principales decisiones a la luz de las opciones históricas reales que tenía, sin considerarlas como una emanación lógica de un pensamiento preestablecido. Aunque no logra plenamente su objetivo, es de las pocas discusiones iluminadoras ofrecidas por los historiadores colombianos. Y aquél ofrece una lectura novedosa de la constitución boliviana, al tratar de verla como la
59. Vale la pena mencionar como obra de tesis la de José Rafael Sañudo, autor de lo que es esencialmente el reclamo, relativamente bien documentado, de un pastuso por la política patriota hacia Pasto entre 1819 y 1823. Su libro es Estudios sobre la vida de Bolívar, Pasto: Editorial de Díaz del Castillo, 1925. Edgar Bastidas ha analizado su interpretación en Dos visiones sobre Bolívar: polémica entre José Sañudo y Sergio Elías Ortíz, Bogotá: Ediciones Testimonio, 1999.
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expresión de un jacobinismo de estilo Robespierre que habría sido propio de Bolívar.60 VII. A manera de conclusión En Colombia, como puede deducirse de lo presentado en este artículo, el intento de convertir a Bolívar en fuente de inspiración política e ideológica no ha tenido un peso tan grande como en Venezuela. Durante mucho tiempo dominó la contraposición Bolívar-Santander, promovida por las polémicas entre liberales y conservadores. A veces, en medio de esas polémicas, la autoridad de Bolívar se invocaba, sobre todo por los pensadores más críticos del pensamiento liberal, como Caro, para defender la tradición política conservadora: la defensa del orden por un Estado poderoso, la necesidad de instituciones políticas de acuerdo con los rasgos de la sociedad y con sus tradiciones católicas. Solamente a mediados del siglo XX hay un intento claro de definir una “república bolivariana”, católica, autoritaria y tradicionalista, impulsada desde el Estado, pero la invocación de Bolívar, tanto por el gobierno de Laureano Gómez y Roberto Urdaneta, como por la dictadura de Rojas Pinilla, no es muy insistente ni central. No existe en Colombia un culto popular a Bolívar que convierta su invocación en una ventaja política evidente. El retorno de la democracia en 1957 dejó el bolivarismo oficial en posición marginal, ante todo bajo la forma de una cátedra bolivariana obligatoria en el sistema escolar. Y surgió el bolivarismo revolucionario, vinculado sobre todo a los proyectos guerrilleros, a partir de 1970. Aunque se apoya en algunos historiadores colombianos y cubanos, esta perspectiva no tiene muchas preocupaciones eruditas: el pensamiento de Bolívar es un cuerpo imaginario indefinido, al que se atribuyen ideas que pueden corresponder o no a las que aparecen en los textos de Bolívar, y cuyas afirmaciones se reinterpretan sin ninguna atención al contexto histórico o al sentido de los documentos. De este modo el “pensamiento bolivariano” de la guerrilla no es mucho más que una etiqueta arbitraria, que se considera conveniente en un momento en el que esta etiqueta tiene algo de peso en el ámbito regional. En términos políticos, la reformulación revolucionaria de Bolívar se acompañó, por la forma específica de la polémica bolivarista en Colombia, que lo 60. Fernán González, op. cit.; Hernando Valencia Villa, La constitución de la quimera:Rousseau y la República Jacobina en el pensamiento
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enfrenta desde un punto de vista conservador o radical sobre todo a Santander, el “hombre de las leyes”, con una desvalorización de los elementos clásicos de la democracia republicana. La legalidad se muestra como una máscara que permite a ciertas clases sociales oprimir y sojuzgar el pueblo. Igual papel de herramientas de opresión juegan las elecciones, sujetas a manipulación, los partidos políticos, que son clientelas egoístas, y los mecanismos de control del ejecutivo, estorbos para la voluntad del soberano. De esta manera, esta revaluación conservadora o revolucionaria, sustantiva en su formulación del ideal de igualdad social o instrumental al definir como objetivo un Estado fuerte capaz de imponer el orden, o visionaria en su creencia en la unidad latinoamericana, se une a una exaltación de la voluntad del gran dirigente que revive a Bolívar y le da vigencia a su pensamiento a través de una relación directa con el pueblo, sin mediaciones ni artificios. Resulta sintomático que no haya surgido el mito de un bolivarismo democrático, que simplemente reitere, a nombre del Libertador, la lucha por la igualdad y la lucha por la unidad de los pueblos americanos, pero a partir de la teoría de la soberanía popular insista en los mecanismos para lograr un adecuado sistema de representación política, respetuoso de la ley y de los derechos individuales. Por supuesto, no estoy proponiéndolo, en la medida en que, como historiador, encuentro arbitrario este esfuerzo de convertir los próceres o los grandes dirigentes del pasado en orientadores cuasi religiosos del presente. Me planteo la cuestión como una forma retórica de verificar dónde reside el impulso de la renovación revolucionaria de Bolívar. En el pensamiento de éste se encuentran ingredientes para armar menús muy diferentes, si se descartan algunos y se aumenta la dosis de otros. Los proponentes de la república bolivariana en 1952 en Colombia descartaron la igualdad social para acentuar la vocación de orden y autoridad, la unidad con la Iglesia, la idea de una sociedad dirigida por los mejores y más ilustrados, la necesidad de un sistema político coherente con la tradición; Liévano Aguirre y los promotores del Bolívar de la revolución social y la unidad americana han dejado de lado el rechazo a la democracia electoral, la desconfianza en el pueblo americano, el autoritarismo, la defensa de la estabilidad, los temores a la pardocracia, el clericalismo de los últimos años, los aspectos aristocráticos de su pensamiento, la seducción del modelo constitucional inglés. Pero un menú bolivarista que descarte los elementos autoritarios, la tendencia a delegar la representación integral del pueblo en un gran conductor liberado de las cortapisas prosaicas de la democracia –una judicatura independiente,
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un congreso representativo escogido a través de elecciones libres, una prensa libre- nunca ha estado en el orden del día. Probablemente la razón, más que dificultades para reinterpretar los textos de Bolívar, está en que la democracia es un régimen político que no tiene los grandes atractivos de los proyectos grandiosos: es un sistema político modesto, que reconoce sus imperfecciones y las convierte en razones para establecer remedios y contrapesos de todo tipo, que no ofrece utopías grandiosas, sino un trabajo de construcción paciente, lento y esforzado de un orden político cuyo sentido surge en la práctica diaria de la democracia, y no se recibe de una instancia trascendente. La fuerza del bolivarismo como texto sagrado está en que el destino de la nación no se elabora en el debate diario de los ciudadanos, sino que es un proyecto heredado, una meta mesiánica cuya búsqueda debemos hacer todos, por una obligación impuesta desde siempre a nuestras naciones. Quienes no acojan el proyecto son traidores al destino nacional, enemigos de la identidad adscrita al país. Ahora bien, un destino trascendente no puede estar sujeto al continuo debate ciudadano, pues esto equivale a ponerlo siempre en cuestión. Debe existir siempre como premisa incondicionada e indiscutible, a partir de la cual se debaten estrategias o caminos, pero no las metas esenciales. Por ello tiende a adquirir dos rasgos fundamentales: un carácter de texto religioso, y un carácter autoritario. El carácter religioso del texto exige tener intérpretes del texto. En el caso colombiano, estos fueron sobre todo los asesores de Laureano Gómez y Gustavo Rojas Pinilla, que definían el pensamiento bolivariano, hacían detalladas antologías y diccionarios alfabéticos del pensamiento bolivariano para ser enseñados en la escuela y expresados en la voz del máximo dirigente nacional. El elemento autoritario se trató de plasmar, en el caso de la república bolivariana de Laureano Gómez, en un sistema constitucional que eliminaba los males de la democracia liberal desde la raíz, apelando a lo que se entendía como el núcleo del autoritarismo bolivariano: el control de la prensa, la subordinación del poder judicial al ejecutivo, el carácter secundario del parlamento y su composición orgánica; en el caso de Rojas Pinilla mediante la alianza del ejército y del pueblo (“pueblo y fuerzas armadas”), para reemplazar los partidos políticos como mecanismos de expresión de la voluntad popular: la voluntad popular se expresaba a través del jefe del ejército.
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Este último proyecto no tenía suficiente peso histórico en Colombia y su dirigente carecía del carisma requerido para lograr una movilización social que lo sostuviera. A pesar de que, un poco tardía y vacilantemente, se trató de formular un discurso anti-oligárquico que interpelara al pueblo directamente, el régimen tenía muchas debilidades. La mayoría de su personal político venía del conservatismo, más listo a cruzadas contra los liberales que a permitir que las fuerzas militares reemplazaran los poderes de la burocracia. Sus orientadores bolivarianos, Lucio Pabón Núñez y Antonio García, tenían interpretaciones divergentes y poco compatibles del texto sagrado bolivariano, y probablemente introdujeron en el dirigente militar una vacilación permanente entre una apelación escueta al Bolívar autoritario y una invocación audaz al revolucionario social: un texto capaz de decirlo todo no puede tener sino un intérprete, si se quiere evitar el cisma y la herejía. Pero lo que parece una constante en todos los intento colombianos de convertir a Bolívar en inspirador político, en guía para la acción, es que la clave de bóveda parece darse siempre, en la apelación al autoritarismo, la justificación de la dictadura y el militarismo, y el abandono de los elementos fundadores del liberalismo republicano, para poder realizar las tareas urgentes requeridas para lograr cumplir las tareas inconclusas del pensamiento bolivariano. Es una estrategia política de la urgencia y la impaciencia. A nombre de la tradición o de la revolución social, lo que se justifica usualmente es la ruptura de un orden imperfecto cuyo mejoramiento resulta demasiado remoto y lento si se sometiera a los avatares de la lucha democrática: es una invitación a ahorrarnos las dificultades y trabajos de la vida real, entregando a quien pueda ejercer la función de intérprete del Libertador la tarea todavía pendiente de liberarnos.
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MODELOS EN COLAPSO: PERSPECTIVA HISTÓRICA SOBRE LA CRISIS DEL VIADUCTO 1 EN LA AUTOPISTA CARACAS-LA GUAIRA. (*) Rogelio Altez (**)
Introducción: tramas vulnerables Cuando el 5 de enero de 2006 la noticia sobre la fractura del viaducto 1 de la autopista Caracas-La Guaira impactara sobre la sociedad venezolana en general, una cadena desordenada y ansiosa de opiniones se tejió de inmediato, dejando en evidencia el enfrentamiento de posiciones e intereses políticos, el oportunismo de líderes espontáneos y la falta de respuestas certeras y previsiones sobre el caso. Asimismo, con el colapso de esta autopista, única vía de comunicación terrestre en uso entre el puerto y aeropuerto que sirven a Caracas, también se hizo evidente la falta de redundancia en los caminos que conectan a estos lugares, como un indicador de la alta vulnerabilidad a la que se ve expuesta la capital de la república en relación con sus puertas de entradas nacionales e internacionales. No obstante, los indicadores de vulnerabilidad no sólo se expresaron en las condiciones materiales vinculadas a la escena de la fractura del magnífico puente, pues también quedó en claro que el proceso de transformación de las relaciones de poder que vive el país desde que se fundara la quinta república entre 1999 y el año 2000, ha generado escenarios contundentes de fragilidad subjetiva y política, convirtiendo a esta coyuntura en un desastre de proporciones mayores a las estric-
(*) Este trabajo fue publicado en Cahiers des Amériques Latines, Institut des Hautes Études de L’Amérique Latine (IHEAL), Université de la Sorbonne Nouvelle, Paris III, Paris, Nº 53, 2006 (3), pp. 23-48. Se publica aquí con la adaptación a las normas de este Boletín. (**)Escuela de Antropología, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela. Sociedad Venezolana de Historia de las Geociencias. E-mail: ryaltez@cantv.net
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tamente materiales. Sin embargo, para comprender el por qué del impacto desplegado por la caída de esta estructura vial en un contexto como el presente, resulta ineludible revisar el proceso histórico que construyó las condiciones que se articularon para ello, comenzando por entender la dinámica misma de las vías de comunicación entre Caracas y el litoral central. En este sentido, es pertinente señalar que las conexiones entre lugares no surgen por espontaneidades o curiosidades naturales entre quienes conforman las sociedades y comunidades que finalmente se conectan a través de caminos y rutas, sino por procesos que cristalizan y articulan intereses concretos situados en esas sociedades y comunidades. He allí que esos lugares,1 construyen conexiones,2 que son el producto histórico de sus relaciones con el medio ambiente y con otras sociedades y comunidades. Son, pues, caminos, senderos o rutas históricamente producidas.3 Por lo tanto, cada uno de esos caminos, al igual que los que han unido a Caracas con su puerto La Guaira, son el resultado material de intereses concretos claramente definidos y comprensibles. Conocerlos implica, en consecuencia, entender la dinámica propia que les caracteriza, así como las causas que permitieron su advenimiento, desarrollo, eficacia, desgaste y cese o colapso, a través de los procesos con los que se articularon para su existencia, pues, al fin y al cabo, son eficaces o se desgastan ya que están en relación con el propio contexto en el cual se encuentran funcionando. Los caminos y rutas, por consiguiente, son tramas4 conformadas materialmente que construyen relaciones concretas y simbólicas. Su función se despliega en relación con los contextos a los cuales articula y de allí que su eficacia, concreta y simbólica, opera mientras los intereses que le crearon y 1. Espacios construidos tanto en lo concreto como en lo simbólico, en el sentido que a ello le otorga Marc Augé (1996). 2. Siguiendo a Eric Wolf, en Europa y la gente sin historia, cuando señala que esos contactos son el resultado de procesos múltiples interconectados; es decir, no sólo debe observarse la simple bi-direccionalidad en las relaciones construidas entre dos lugares que se unen por un camino, sino que ello debe asociarse a la articulación de esas relaciones con otros procesos que concomitantemente afectan su construcción material y simbólica. 3. De acuerdo a lo que Maurice Godelier, en Lo ideal y lo material, ha dejado claro en cuanto a que la organización social de la especie humana es la única que por encima de simplemente organizarse y a diferencia de otras especies que también lo hacen, produce la sociedad. 4. En el sentido que le da Marc Augé en Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad.
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le necesitan permanezcan vigentes. El cese de esos intereses, o bien el desgaste de los modelos en los cuales esos intereses construyeron esas tramas, conduce al colapso de las funciones con las que operan los caminos o rutas. Las conexiones que se construyen a su alrededor y desde su operatividad, conviven con su proceso de existencia. Por ello no es una coincidencia que, en este caso, los caminos y recursos desplegados para conectar a Caracas con La Guaira hayan sido eficaces en la medida que los intereses que les construyeron permanecieron vigentes. Asimismo, los intereses que se articulan para desplegar un recurso de comunicación entre lugares (es decir, caminos, senderos, carreteras, autopistas, redes ferroviarias), sólo pueden desplegarse eficientemente en tanto el modelo de poder5 y desarrollo existente se encuentre articulado material y simbólicamente con esos intereses. El cese, desplazamiento, transformación o colapso del modelo, lleva al fracaso de los intereses y al desgaste de los recursos desplegados desde sus funciones. En este sentido, las tramas relacionales surgidas en la plena funcionalidad de las articulaciones generadas en los modelos vigentes, sufren el desgaste de la misma manera que lo hacen todos los componentes de ese modelo. En el caso de las vías de comunicación entre Caracas y La Guaira, puede ser claramente comprendida su articulación histórica con los procesos y modelos mencionados, observándose con ello que su eficiencia como caminos o su eficacia como recursos construidos por intereses y poderes, demostró su funcionalidad en la medida en que tal articulación preservó su vigen-
5. El concepto de poder que se utiliza en este trabajo es entendido, ante todo, como una relación (siguiendo lo que muy temprano advirtió Max Weber en su obra Economía y sociedad), la cual, por consiguiente, es siempre social: “El concepto de poder no puede aplicarse a las relaciones individuales.” (Nicos Poulantzas, Poder político y clases sociales en el estado capitalista, pp. 126127). George Balandier (Antropología política, p. 43-44) ha dicho, asimismo, que el poder posee la “capacidad de producir efectos”, dentro de los cuales se encuentra el más determinante de todos: el de poner a la realidad en orden. En este sentido, puede coincidirse con Michel Foucault (Historia de la sexualidad I. La voluntad del saber, p. 113) cuando afirma que “el poder está en todas partes”, al tiempo que no se trata de una institución, sino de “una situación estratégica compleja en una sociedad dada.” Es siguiendo a estos sentidos teóricos que en este trabajo se tratará a los conceptos derivados de poder (relaciones de poder, modelos de poder, estrategias de poder, o bien poder político). En esto último, cuando se haga mención a la política y sus relaciones, se hará desde lo planteado por Karl Mannheim, cuando aseguró que la política es “...sólo expresión superficial de las situaciones económicas y sociales que subyacen profundamente...” (Mannheim, Ideología y utopía, p. 212).
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cia. Esas tramas construidas a lo largo de los múltiples procesos que conforman la dinámica histórica de la sociedad venezolana en general, han demostrado su alta dependencia de la eficiencia material de los recursos puestos en práctica por las relaciones de poder y los intereses. Luego de cinco siglos de transformaciones, ceses, despliegues y re-despliegues de poderes y contextos, aquellas tramas han sido y continúan siendo vulnerables a la dinámica concreta de la historia. Son, en consecuencia, tramas vulnerables en la misma proporción que lo son los referentes materiales que las sostienen tangiblemente. Entre mulas y trenes La historia de los caminos entre el valle caraqueño y su puerto en el Mar Caribe, debe comprenderse a partir de la apropiación de los espacios originada por el proceso de conquista y asentamiento español en el territorio hoy venezolano. El caso de la fundación de Caracas, hacia la segunda mitad del siglo XVI (en una fecha no documentada que ronda el año 1567), posee la particularidad de haberse erigido construyendo y articulando dos lugares al mismo tiempo: la ciudad como tal y su puerto, La Guaira. Éste se encuentra ubicado fuera de ella, detrás de una serranía con alturas que se despliegan entre el Pico Occidental (2.478 metros) y el Pico Naiguatá (2.765 metros), cuya extensión hacia sus faldas norte y sur se prolonga entre 7,8 y 4,5 kilómetros, respectivamente, observándose con ello una topografía de altas y abruptas pendientes, las que determinan la formación de torrenteras, quebradas y valles intramontanos,6 co-responsables de los permanentes movimientos de masa y aludes característicos de dicha topografía. Esta serranía, llamada del Ávila por la elevación homónima que se alza al norte y al frente de Caracas, se ve cortada hacia el oeste por un abra profunda generada por el cañón del río Tacagua, el cual se prolonga hasta el mar. Este abra ofrece un acceso natural hacia el litoral, el cual no será utilizado sino hasta el siglo XIX, pues la fundación de caminos propuesta por los españoles se apoyó en una lógica diferente para aprovecharse de la topografía de la región.
6. Véanse los trabajos de H. F. Garner (Stratigraphic sedimentary significance of contemporary climate and relief in four regions of the Andes Mountains), Clemente González de Juana, J. M. Iturralde de Arozena y X. Picard Cadillat (Geología de Venezuela y de sus cuencas petrolíferas), y Pedro Cunill Grau (Geografía del poblamiento venezolano en el siglo XIX).
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Ciertamente, fue característica de las estrategias españolas para construir caminos al inicio del modelo colonial, el uso de senderos trasmontanos para sortear las elevaciones y generar comunicación terrestre entre pueblos y ciudades, aprovechando en la mayoría de los casos los caminos preexistentes y las picas (cornisas y atajos estrechos) ya surcados por los indígenas. En el caso del contacto establecido entre Caracas y su puerto, originalmente fueron aprovechadas varias picas que atravesaban la serranía de manera perpendicular a la elevación. Sin embargo, con la llegada de algunos piratas a principios del siglo XVII, estos caminos tuvieron que ser cerrados para mayor seguridad,7 conservando sólo uno de ellos, el cual es conocido históricamente como “el camino de los españoles”, a pesar de que su nombre formal fuese el de Camino Real. Desde entonces y hasta el siglo XIX, ése fue el único acceso con el que contó Caracas para llegar al mar. La operatividad de este camino sobrevivió tres siglos a todo tipo de amenazas naturales: lluvias normales y extraordinarias, sismos, deslizamientos y desprendimientos de rocas. Su uso fue óptimo de acuerdo a la demanda que el tráfico y la circulación de productos y personas exigieron hasta finales del siglo XVIII, cuando su desgaste se hizo evidente y la falta de recursos para su mantenimiento contribuyó al descenso de su efectividad. Se trataba de un camino usado por recuas de mulas y gente a pie, de acuerdo a lo señalado por Cruxent,8 y no por carruajes o carretas, las cuales iniciarán sus funciones hacia el siglo XIX. Cuando en 1795 se comisionara al ingeniero Francisco Jacott para planificar una vía alternativa que sustituyera a la ya existente,9 sus cálculos al respecto señalaron como el recorrido más conveniente una cornisa que bordeaba al cañón del Tacagua, suavizando con ello el trazado del camino, ensanchando la capacidad de circulación, alargando un poco más la marcha e iniciando con ello un razonamiento que aun sobrevive en la actualidad: el de evitar la perpendicularidad en las vías trasmontanas. El plan de Jacott no se vería atendido sino hasta la primera mitad del siglo XIX, luego de que el proceso emancipador culminara y con ello la incipiente república buscara modernizar sus recursos para su inserción en el mercado 7. Emanuele Amodio, Rodrigo Navarrete y Ana Cristina Rodríguez, El camino de los españoles. 8. José María Cruxent, La ruta de Losada. 9. Véase el trabajo de Rafael Valery, Los caminos de Venezuela.
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Figura 1: Ruta del camino de los españoles señalada sobre un detalle del mapa de Agustín Crame de 1778, “Plano-croquis de la Serranía entre Caracas y la Costa de La Guayra”. El mapa fue tomado de Emanuele Amodio, Rodrigo Navarrete y Ana Cristina Rodríguez, El camino de los españoles (pp. 98-99). Este sendero atravesó las elevaciones de la serranía de manera perpendicular.
libre. Hasta entonces, aquel camino que había sobrevivido a piratas, lluvias y terremotos, era la única vía de comunicación que le otorgaba a Caracas su salida al mar. En aquel contexto colonial, donde la circulación de riquezas se hallaba restringida a la satisfacción del comercio cerrado y controlado por la corona española, el camino de recuas resultaba suficiente. Las amenazas que enfrentó, asimismo, determinaron también esa condición excluyente de existencia que le permitió erigirse como único recurso de comunicación. Su presencia solitaria resultaba ser una medida de seguridad y su durabilidad operativa (tres siglos), soportó los embates de fenómenos naturales que azo-
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taron su resistencia, provocando su cotidiana interrupción debido a las lesiones sufridas.10 Hacia el cese del modelo colonial, este camino daba señales de desgastarse al mismo tiempo que colapsaba el dominio español.11 De allí que el ingeniero Jacott propusiera una alternativa de mejores proporciones. Pero tal idea habría de esperar al surgimiento de otro modelo: el del liberalismo republicano. El camino de mulas y gente de a pie no satisfacía las necesidades de un comercio fluido, con el que tanto soñaron los fundadores de la república. Hacia 1833, la Sociedad Económica de Amigos del País12 sentenciaba que “el comercio y el estado actual del mundo han creado nuevas necesidades y dado aumento y perfección a las relaciones y goces de la vida social” (Tomo II, p. 162), lo cual ameritaba “remover los obstáculos que el estado físico del país opone a sus cambios y comunicaciones”. En una afirmación reveladora, señalaban que: ...sólo falta, pues, que se faciliten los medios de transporte; pero repetimos con sentimiento que tantas ventajas serán casi ilusorias mientras nos con10. El 11 de junio de 1641 sobrevino un terremoto destructor en Caracas y La Guaira que arruinó a ambas localidades. El camino que unía a ambas localidades también se vio afectado por el desprendimiento de rocas que tapió algunos lugares a lo largo de su trayecto, según documento hallado en el Archivo General de Indias, Audiencia de Santo Domingo, legajo 218, correspondiente a un informe elaborado por el entonces obispo Fray Mauro de Tovar dirigido al rey, fechado el 14 de agosto de 1641. 11. El Camino Real era una vía de tierra apisonada cuyas condiciones fueron más o menos las mismas (tendiendo al deterioro) durante tres siglos. Sin embargo, entre finales del siglo XVIII y principios del XIX se inició un proceso de refacción, logrando empedrarlo finalmente en el año 1803. Sobre el detalle técnico del empedrado, véase el citado trabajo de Emanuele Amodio, Rodrigo Navarrete y Ana Cristina Rodríguez. El empedrado del camino supuso un adelanto tecnológico al respecto, lo cual coincide (y no por casualidad) con el declive final de su eficiencia. Se trató de una medida que implicó un avance tecnológico, al tiempo que representó su desarticulación con los nuevos modelos de desarrollo en los que se estaba insertando la región. 12. Organismo creado y conformado por las élites de la sociedad criolla que gobernaba el país luego de consumada la emancipación. Su objeto era el de dinamizar las condiciones materiales de la nación recién fundada para favorecer sus intereses. En sus actividades rutinarias se discutía sobre el comercio, la agricultura, la incipiente industria, los productos, los precios, las formas de financiamiento compartido con las autoridades locales para el desarrollo de infraestructura y, también, sobre las condiciones de los caminos como medios de comunicación indispensables para el progreso. Véase al respecto, Sociedad Económica de Amigos del País, memorias y estatutos, 1829-1839, 2 tomos, compilados por Pedro Grases y antecedidos por un estudio elaborado por Pascual Venegas Filardo.
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tentemos con trillar las mismas veredas que los castellanos encontraron en tiempo de la conquista, y que conservaron en el espacio de tres siglos por los vicios del sistema colonial, o por el carácter apático y rutinero del gobierno español. (p. 163). Apostaban a ensanchar los senderos para hacerlos “susceptibles de carruajes” y confiaban en que se trataba de un recurso que no sólo beneficiaría al comercio, sino también a la sociedad en general, pues suponían que “el amor al trabajo” florecería con la creación de medios de comunicación óptimos: ¿Y esto cómo se alcanza? (...) Facilitando los cambios, allanando los obstáculos, aproximando las distancias, y haciendo así que las ganancias sirvan para acrecentar los capitales productivos (...). Todos estos medios indirectos de extinguir el ocio, y con él, la inmoralidad que engendra, se reducen a la necesidad de caminos, y no más que caminos. (p. 164). La importancia de los caminos “para el progreso y la civilización” (p. 166) que observaba la Sociedad Económica de Amigos del País, se hallaba en plena concordancia con el nuevo modelo de sociedad y de relaciones de poder que se desplegaba flamante en los albores de la vida republicana de la Venezuela decimonónica, el cual se alzó sobre el derrotado modelo colonial. En pleno proceso de transición de la colonia a la modernidad de las instituciones, el centenario sendero colonial fue golpeado una vez más por amenazas naturales cuando el 26 de marzo de 1812 otro terremoto provocaba graves derrumbes a lo largo de su recorrido, interrumpiendo una vez más la comunicación fluida entre ambos lugares.13 Esta imagen recurrente empujaba los aires de cambios que más tarde llevaría a retomar el proyecto de Jacott, ahora en manos de la joven república. La lectura de la realidad que la Sociedad Económica estaba expresando en sus manifiestos sobre los caminos, concuerda con los ideales de desarrollo que se aspiraban entonces, ahora con perfiles de modernidad y progreso como nortes alucinantes. En ese ambiente y con las necesidades claramente
13. Existe una variada documentación que da cuenta de esto y puede ser consultada en el catálogo elaborado por José Grases, Rogelio Altez y Miguel Lugo, o en las referencias que a ello se hacen en Altez (El terremoto de 1812 en la ciudad de Caracas: un intento de microzonificación histórica).
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definidas hacia la viabilidad de los flujos comerciales, será hacia 1837 cuando se reinicien las obras para construir un camino carretero con el que pudiese comunicarse mejor la capital con su puerto.14 Finalmente, en 1845 se inaugura la nueva vía, dando paso por primera vez a los coches de tracción a caballo y con ello a la construcción de nuevos referentes al respecto.15 El surgimiento del camino carretero desplazó el uso del camino de los españoles,16 y continuó con la falta de redundancia en las vías de comunicación entre Caracas y La Guaira, contando con ese recurso único hasta la llegada del ferrocarril en 1883, justo cuando se asomaban nuevas transformaciones en las relaciones de poder venezolanas. Dentro de las características que diferenciaban al nuevo camino de la antigua vereda, se destaca el hecho de que ya no se trataba de un sendero perpendicular a la elevación de la montaña, sino que era ésta una vía que se desplegaba rodeando a la serranía de manera longitudinal, precisamente, aprovechando la suavidad ofrecida por el cañón del Tacagua. Con ello se evitaban las fuertes pendientes del antiguo Camino Real y se inauguraba una lógica en la construcción de las vías entre el litoral y Caracas que prevalecerá hasta el presente. Este sentido en la construcción se realizó en correspondencia con las nuevas necesidades de tránsito y transporte, coherentes también con la necesaria transformación de las condiciones materiales a favor de los intereses del nuevo poder y del comercio libre. Y esa lógica será continuada, también, por el desarrollo del caballo de hierro. En efecto, con la llegada a la silla presidencial de Antonio Guzmán Blanco (1870-1888), la inversión extranjera obtuvo la entrada al país de la mano del tren. La inauguración del Ferrocarril La Guaira a Caracas tuvo lugar el 24 de julio de 1883,17 coincidiendo con el centenario del natalicio del Liberta-
14. José Raúl Alegrett, Caminos y carreteras. 15. El 24 de enero de 1846, el periódico caraqueño El Patriota, anunciaba en su portada el servicio del coche “El Rayo”, el cual salía desde La Guaira rumbo a Caracas, todos los días a las 5:30 a.m. y de regreso desde Caracas a las 2 de la tarde, “sin ninguna demora”. Aseguraba la “remuda de caballos” en el sector Guaracarumbo advirtiendo que se trataba del vehículo más cómodo que había. El precio era de 20 reales. 16. Aunque el camino fue olvidado, éste nunca desapareció, a pesar de que su mantenimiento cesara totalmente. 17. Este ferrocarril no fue el primero en Venezuela, pues en 1877 se inauguró el Ferrocarril Bolívar, que recorría de Tucacas a Barquisimeto. Véase, Nikita Harwich, Ferrocarriles.
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dor Simón Bolívar, como parte de un acto demagogo característico del caudillo liberal, y fue construido con capital inglés, pues no existían recursos nacionales para enfrentar un proyecto con aquellas características.18 Coincidió esta avanzada ferroviaria con la expansión del capitalismo hacia las periferias, como una de las etapas características de la industria de los trenes y de la penetración consecuente de regiones estratégicas para el modo de producción capitalista.19 Y en este nuevo proceso de articulación de intereses, la sociedad venezolana se reacomodaba coherentemente. Vale la pena señalar que con la presencia del tren se salvaba por vez primera la mencionada falta de redundancia en las vías de comunicación entre el litoral y la capital, contando a partir de entonces con dos alternativas para la circulación comercial y social. El país se estaba dirigiendo sobre rieles hacia su verdadero lugar dentro de las redes del capitalismo: la periferia. En estas condiciones objetivas se desplegaban los intereses nacionales sobre el desarrollo material de las conexiones comerciales, construyendo un escenario en torno a las vías de comunicación entre Caracas y La Guaira, donde empezaban a competir los rieles con los caminos, ganando ampliamente la primera batalla la locomoción. Hasta que la industria automotriz haga su aparición y la competencia cambie de características. El sistema multimodal El siglo XIX señaló el camino recorrido por la sociedad venezolana entre su lugar en la periferia del imperio español, hacia el lugar que ocuparía permanentemente en el orden capitalista del mundo: una misma periferia, pero con condiciones distintas. Ese recorrido, asimismo, fue cambiando sus estrategias de desplazamiento, al tiempo que se adaptaba a las demandas que su proceso de articulación con el mercado mundial capitalista le exigían. Resulta ilustrativo, al respecto, la forma a través de la cual se construyeron las nuevas vías de comunicación entre Caracas y La Guaira en medio de este proceso, puesto que (tal como ya se advirtió), operó otra lógica en su construcción, desplazando a la perspectiva perpendicular del Camino Real, tendiendo
18. Nikita Harwich, El modelo económico del Liberalismo Amarillo. Historia de un fracaso. 19. Samuel Hurtado, Ferrocarriles y proyecto nacional en Venezuela: 1870-1925.
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a un emplazamiento cada vez más longitudinal de los caminos. Esto puede observarse ya en la mencionada elaboración del camino carretero del siglo XIX, el cual apostó por rodear la serranía y bordear el cañón del Tacagua, dibujando una cornisa a gran altitud cuyo recorrido se iniciaba a nivel del mar en las afueras de la localidad litoralense de Maiquetía, complicando su tramo con cerradas curvas a la altura de la zona conocida como “el zigzag”, pasando por la localidad llamada Plan de Manzano y llegando a Catia, en el extremo oeste del valle de Caracas. La construcción de la vía férrea acompañó el despliegue de la carretera, incluso en “el zigzag”. Cuando se inauguró el ferrocarril entre ambas localidades, la modernidad de los modelos de desarrollo parecía dar firmes pasos en el territorio venezolano. El modelo del comercio sobre carretas que estaba dando paso a la locomoción y a la ingeniería de punta, tendría que enfrentar, al igual que en los contextos del pasado, las mismas variables que cotidianamente interrumpieron el paso entre Caracas y su puerto. La pretensión de sustituir el vetusto recurso de la tracción de caballos por la tracción de la máquina, hacía suponer que la batalla contra el tiempo y la naturaleza estaba ganada. Más velocidad y potencia representaban progreso, desarrollo y control sobre los elementos. Sin embargo, el nuevo modelo tecnológico tropezaría rápidamente con los fenómenos naturales, tal como en el pasado lo habría hecho la vereda de los castellanos, comenzando a demostrar que existe cierta relación entre la inversión de tecnología y la eficiencia y durabilidad de los caminos construidos. Esto empezaba a hacerse manifiesto ya en 1892, cuando lluvias extraordinarias generaron severos movimientos de masa con desprendimientos de rocas, los cuales obstruyeron las vías férreas. Más tarde, cuando un nuevo terremoto se hizo sentir el 29 de octubre de 1900, los efectos sobre la naturaleza fueron los mismos: más desprendimientos de rocas sobre los rieles.20 El ferrocarril, al igual que el camino carretero, había sido construido atravesando laderas inestables, generando aún mayor inestabilidad con sus cortes longitudinales a la topografía.21 La perpendicularidad del camino colonial 20. Sobre los efectos de estos fenómenos, hay extractos de documentación citada y publicada en Altez (Historia sin memoria: la cotidiana recurrencia de eventos desastrosos en el estado Vargas, Venezuela). 21. La obra de ingeniería que significó la construcción del ferrocarril entre Caracas y La Guaira fue, sin duda alguna, de una envergadura impresionante. No sólo destaca el haber colocado
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Figura 2: Plano del Ferrocarril La Guaira a Caracas inaugurado en 1883 (tomado del trabajo de Irma de Sola Ricardo, Contribución al Estudio de los Planos de Caracas). Obsérvese la búsqueda de un trazado longitudinal a la pendiente de la serranía. Cuando se construya la Autopista Caracas-La Guaira, la vía seguirá un trazo mucho más suave, descendiendo la cota casi hasta la altura de la quebrada Tacagua (distinguida como río en el plano).
guardaba una relación más armónica con la morfología montañosa, puesto que corría en el sentido de los deslizamientos, mitigando con ello sus impactos en la vía. Al atravesar el trazo, la probabilidad de que los movimientos de masa descansaran en las terrazas construidas para el transporte era, ciertamente, mayor. He allí que la vulnerabilidad de estas alternativas se hacía proporcionalmente creciente, en relación con el avance tecnológico que en ellas se invertía. Y esto se verá incrementado en el futuro con el resto de las alternativas.
en esa topografía una terraza mucho más sólida y compacta, siguiendo el trazo de la carretera, sino el hecho de que sobre esas características se armaron rieles para un “caballo de hierro”. Y ante esto debe tomarse en cuenta que los rieles de un tren no admiten un solo milímetro de desplazamiento.
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Figura 3: En la imagen de la izquierda se observa el paso de la carretera construida por el gobierno de Juan Vicente Gómez por la escabrosa zona llamada “Peña de Mora”. En la imagen de la derecha se aprecia el paso del ferrocarril por la misma localidad, en una cota que recorre la misma cornisa varios metros más abajo. Fuente de las imágenes: Revista Shell, Nº 3, 1952, para la imagen de la carretera; Karl von Martin, Bericht ubre eine reise nach Niederländisch West-Indien und darauf gegründete studien, para la del tren.
Mientras tanto, el ferrocarril se alzaba como un victorioso símbolo de progreso y modernidad, de la mano del desplazamiento progresivo de las formas decimonónicas de poder, representadas en el caudillismo regional y espasmódico, para dar paso a la dominación centralista que se concentraba históricamente en Caracas. El advenimiento del siglo XX marcó esa diferencia de manera sensible, cuando asumiera el mandato el general Juan Vicente Gómez, recio dictador quien se encargó de borrar los liderazgos regionales y unificar definitivamente al país en torno al ideal de nación.22 Los trenes, asimismo, acompañaban con su paso certero estas transformaciones. No obstante, pronto algunos cambios determinantes en la geopolítica mundial afectarían también a las inversiones venezolanas en vías de comunicación. En efecto, entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, tiene lugar un proceso de trasformación estructural en las relaciones construidas en torno al modo de producción capitalista, las cuales permitieron desplegar estrategias que han sido reconocidas históricamente como responsables de la transformación geopolítica del globo, prefigurando los resultados que el
22. Interesantes análisis e investigaciones sobre los proyectos de nación y la avanzada de los ferrocarriles pueden observarse en los citados trabajos de Samuel Hurtado, Nikita Harwich, y el de Jorge Kogan, Rieles con futuro: desafío para los ferrocarriles de América del Sur.
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Nuevo Orden Mundial impondría medio siglo después. Neocolonialismo, imperialismo y petróleo se combinarían para cambiar las formas de dominación y de circulación de la riqueza. En medio de todo esto, el surgimiento de la industria automotriz jugaría un rol fundamental, puesto que para el desarrollo de los automóviles se combinan tres tipos de materia prima que marcarían los derroteros del nuevo expansionismo europeo: el petróleo, el caucho y el acero. Las dos primeras fueron determinantes, donde el ejemplo más dramático lo han representado las regiones del Medio Oriente y la península surasiática del Vietnam. De la mano de la transformación estructural de las relaciones capitalistas, sobrevino la transformación infraestructural de los desarrollos urbanos y de la circulación comercial. Esto se vería ilustrado con el despliegue material de la industria automotriz, la cual necesitó combustible para su movilidad, caucho para su desplazamiento, asfalto para la vialidad y acero para sus carrocerías. En el caso de Venezuela, las exploraciones petroleras de principios de siglo XX auguraron el despliegue rápido y exitoso de la industria automotriz, en desmedro del caballo de hierro. El combustible y el asfalto se combinaron para escalar posiciones en la batalla con el ferrocarril. Sin embargo, es importante señalar que al principio de ese siglo los intentos de inserción del tránsito terrestre vehicular, contaban con una perspectiva complementaria en relación al desarrollo de los trenes, pues la construcción de las “carreteras centrales” venezolanas tuvo como objetivo articular a las estaciones ferroviarias con el transporte automotor.23 Esto permitió que por algunos años existiesen sistemas viales multimodales, tal como los disfrutaría, por ejemplo, la comunicación entre Caracas y La Guaira. No obstante, Kogan24 opina que entre carreteras y trenes existió una relación competitiva y no complementaria.25 Esto resulta más acertado cuando se observan los resultados históricos de la convivencia entre ambas formas de transporte en Venezuela, donde finalmente las formas del capitalismo que se desplazan sobre caucho, combustible y asfalto, desplazaron definiti-
23. Véase José Raúl Alegrett, Caminos y carreteras. 24. Rieles con futuro: desafío para los ferrocarriles de América del Sur. 25. Cuando Alegrett señala que aquellas carreteras centrales sólo alcanzaron a conformar una red desarticulada que no cumplió la función que se propuso, quizás esté haciendo referencia a la misma percepción.
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vamente a las que lo han hecho sobre rieles. Pero mientras las nuevas estrategias de circulación y transporte hacían su acto de aparición en territorio venezolano, por algunas décadas sobrevivió una competitiva existencia compartida. En el caso de las vías entre la capital y su puerto, de la mano del presidente Gómez se lograron cambios importantes que permitieron contar con verdadero sistema multimodal. El surgimiento de la fábrica de cementos La Vega en el año 1907, contribuyó a esta estrategia de desarrollo impulsada por el gobierno de Gómez, ya que fue especialmente durante su mandato que se construyeron, repararon y consolidaron los sistemas de carreteras más importantes existentes en el país, y en ello jugó un papel preponderante el uso del cemento. Por ejemplo, en el caso del camino carretero Caracas-La Guaira construido en 1845, se inician en 1912 las reparaciones de la vía, “modernizando” sus condiciones a partir de la utilización de cemento y mano de obra barata,26 con lo cual se mejoran las posibilidades de paso de vehículos en su trayecto. En un artículo de El Nuevo Diario27 publicado a la sazón, se señalaba también que con “rellenos de consideración” en los tramos más estrechos y pendientes, se construían “fuertes muros de sostenimiento, calzadas en la parte del talud y amplias alcantarillas que ponen el piso a prueba de toda contingencia por causa de las lluvias y de los frecuentes derrumbes de piedras en un terreno tan accidentado como el que recorre este camino.” Pero esta iniciativa no se limitó solamente a reparar la vieja carretera, pues le construyó una variante que trazó una nueva terraza desde Plan de Manzano hasta “el zigzag” (ver figura 4). Con ello, en este contexto tan especial de inicios del siglo XX, los caminos entre Caracas y el litoral central disfrutaban de un verdadero sistema multimodal, dejando atrás la falta de redundancia en las vías de comunicación.
26. El gobierno de Juan Vicente Gómez aprovechaba la fuerza de trabajo de los presidiarios para este tipo de obras. 27. El periódico caraqueño El Nuevo Diario reseñaba en un artículo del 16 de mayo de 1914 (“Carretera de Caracas-La Guaira”, p. 4), la “perfecta conservación de la macadamización” de la carretera que se estaba reparando para esa fecha. La técnica utilizada para la nivelación de carreteras hasta la aparición del cemento y posteriormente del asfalto, fue la popularmente conocida como “macadam”, de allí que se hiciera mención a la “macadamización” de las vías. Esta técnica, que ciertamente proviene de un ingeniero escocés de nombre John Loudon Mac Adam (Enciclopedia Universal Ilustrada, tomo 31, p. 1128), consiste en hacer un pavimento de piedra machacada, que se aplicaba sobre la superficie y se aplanaba con un rodillo. Más tarde, y dependiendo de los recursos que se poseyeran, se aplicó el asfalto o el cemento sobre esta misma técnica.
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Figura 4: Detalle del plano de Ricardo Razzetti en 1929 (recopilado en la obra de Irma de Sola Ricardo), donde puede apreciarse la ruta del ferrocarril, el camino carretero construido en el siglo XIX y la variante desarrollada por el gobierno de Gómez. Actualmente no se guarda memoria de estos hechos, pues a aquellas alternativas viales para carretas y automóviles (claramente diferenciadas, pero convergentes en la mayor cantidad del trayecto), se les denomina de la misma manera: “carretera vieja”. La diferencia puede advertirse no solamente a través de percibir la existencia de ambos tramos (lo cual sí es evidente para todos), sino también en la lectura de éste y otros planos de la época. En el plano también se puede advertir al antiguo camino de los españoles desde Maiquetía, vía Curucutí-La Cumbre-Plan de Manzano hasta llegar a Catia.
La eficiencia de esta estrategia, acorde con el modelo de desarrollo impuesto en el momento y en correspondencia con los crecientes intereses fijados en la explotación petrolera, contribuiría tendenciosamente al desgaste del modelo que se desplegaba sobre rieles, y haría de la verdadera competencia entre el transporte automotor y la locomoción,28 una batalla que se libra-
28. Es interesante acotar que esta competencia posee aspectos que deben ser tomados en cuenta. Algunos detalles: los trenes resultan más eficientes para transportar grandes volúmenes de carga homogénea, entre un punto de origen único a un destino también único; mientras que el transporte automotor se ofrece más eficiente en el acopio de productos de origen disperso, o a la inversa, es decir, desde un punto central puede distribuir su transporte hacia vías dispersas (véase al respecto el citado trabajo de Kogan). En conclusión, los vehículos poseen
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ría en los primeros cincuenta años del siglo XX, hasta que nuevas relaciones de poder tomaran la palabra y las acciones. El retorno a la falta de redundancia Los años de gracia para el sistema multimodal entre Caracas y La Guaira llegarían a su fin de la mano del embate de las mismas amenazas naturales que han acompañado históricamente a la región. Y esto no podría ser de otra manera, pues a pesar de que la naturaleza pueda ser intervenida por la cultura, los fenómenos no pueden ser detenidos o desplazados de su lugar de actuación. La relación inadvertida con esta circunstancia es responsable de buena parte de la vulnerabilidad a la que se exponen sociedades y comunidades en todo el mundo. En el caso de las vías de comunicación a las que se hace referencia, tanto el tren como la carretera y sus variantes, experimentaron severos daños con las lluvias extraordinarias de 1938, 1948 y 1951. Estas dos últimas resultaron determinantes para el desgaste definitivo de aquellos recursos viales y de transporte. Las crisis generadas por la afectación sufrida en las vías de comunicación a manos de fenómenos naturales, puede sumarse a las que todas las alternativas antecesoras en los caminos entre Caracas y La Guaira habrían soportado con anterioridad. Desde los sismos de 1641, 1812 y 1900, pasando por las lluvias de finales del siglo XVIII (1780, 1781 y 1798), las de finales de siglo XIX (1892), y las ahora mencionadas de la primera mitad de siglo XX,29 se aprecia una recurrencia cotidiana que ha obligado a una severa convivencia de la región con estos fenómenos. De allí que es necesario comprender que las decisiones que históricamente se han tomado en relación a estos caminos, carreteras o vías férreas, guardan una relación indivisible con la intervención y el comportamiento del medio ambiente. Aquí resulta pertinente recordar lo que Eric Wolf cita de Marx: “el hombre enfrenta el material de la naturaleza
mayor versatilidad y movilidad, contra la uniformidad del transporte ferroviario. Mientras que los trenes poseen una mayor capacidad de carga como su mayor ventaja, ante las limitaciones que frente a ello presenta el transporte automotor. 29. Un estudio del impacto de todos estos eventos en el litoral central se encuentra en el citado trabajo de Altez Historia sin memoria: la cotidiana recurrencia de eventos desastrosos en el estado Vargas, Venezuela.
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como una de sus propias fuerzas... Al cambiarla, cambia al mismo tiempo su propia naturaleza”.30 La eficacia de estos sistemas de comunicación se estaba poniendo a prueba junto con el modelo que sostenía las relaciones de poder fundadas desde los procesos que destronaron a los caudillos decimonónicos. Durante los años que van desde el gobierno de Gómez hasta 1948, aproximadamente, tuvo lugar un proceso de “decadencia de los sectores sociales tradicionales”, junto al “deterioro de las relaciones de peonaje, la descomposición del sector agroexportador y latifundista de la clase dominante”, y el surgimiento de un “proletariado incipiente” y una “burguesía que se fortaleció y expandió”.31 Mientras tanto, en la batalla entre la locomoción y la combinación combustible-caucho-acero estaba perdiendo el primero de los contendientes nombrados, pues, en efecto, “el ferrocarril no pudo competir con la llegada del camión y el automóvil”.32 Desde 1931, según este autor, el Ferrocarril La Guaira a Caracas había dejado de pagar dividendos a sus accionistas. Estaba condenado. Hacia 1948,33 precisamente, se daba inicio a “los años del buldózer”, parafraseando el título del citado libro de Castillo, cuando un nuevo giro en las relaciones de poder permite el ascenso de un nuevo bloque comandado por militares, entre los que destacaría el general Marcos Pérez Jiménez. Con este hombre en el gobierno se desplegó un plan que fue llamado estratégicamente como Nuevo Ideal Nacional, donde se pretendía consolidar finalmente a la república a partir de elementos cohesionadores, como por ejemplo resultaba serlo el desarrollo de la construcción:
30. Eric Wolf, Europa y la gente sin historia, p. 97. Continúa Wolf con sus propias palabras: “Esta relación activa de la especie con la naturaleza, aunque fincada en características biológicas, se pone en práctica por medios exosomáticos de tecnología, organización e ideas.” 31. Ocarina Castillo, Los años del buldózer, pp. 15-16. 32. Nikita Harwich, Ferrocarriles, p. 174. 33. Como una clara ilustración de la relación ineludible entre la toma decisiones vinculadas a la variable determinante que significa la dinámica de la naturaleza, debe destacarse que en ese mismo año de lluvias extraordinarias, y ante los colapsos de la carretera, su variante y el ferrocarril, el gobierno nacional había decretado la construcción de la Autopista Caracas-La Guaira y dos años más tarde, en 1950, se inician formalmente los trabajos que culminarían con la inauguración de la misma en 1953.
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“Para que Venezuela pueda cumplir su destino histórico en función del Ideal Nacional, tenemos que fijar como grandes objetivos, el mejoramiento moral, intelectual y material de sus habitantes y la transformación nacional del medio físico”.34 Fue en medio de este proceso de “transformación nacional del medio físico” que la eficacia del ferrocarril empezaría a decaer dando paso al transporte automotor. Señala Nikita Harwich que para 1950 el gobierno había comprado el ferrocarril Caracas-La Guaira, dando inicio al proceso de intervención del Estado en el desarrollo de las vías férreas, y con ello al estancamiento definitivo de los ferrocarriles. Y no es una casualidad que sea bajo el régimen dictatorial de Pérez Jiménez que se construyese “la autopista más costosa del mundo”,35 y con ella un trío majestuoso de viaductos que hacían suponer que se trataba de la obra de ingeniería más importante de las Américas, luego del canal de Panamá.36 La propuesta de la autopista era excluyente: sólo 17 Km. entre la capital y el aeropuerto, nada más que 36 curvas y apenas quince minutos de duración para el recorrido. Aseguraba, además, que las curvas poseían un radio mínimo de 300 metros, frente a los 15 metros que ofrecía la carretera, y que el grado máximo de pendientes sería del 6% en general, mientras que en los dos túneles alcanzaría sólo el 3%.37 La modernidad, como siempre, resultaba aplastante.
34. Alocución de Pérez Jiménez en el Ministerio de la Defensa el 4 de julio de 1951, citada por Ocarina Castillo (p. 37). El subrayado pertenece a este trabajo. 35. Así titulaba la conocida revista Mecánica Popular (noviembre de 1952), un artículo de seis páginas (pp. 22-24, 144-145 y 148) dedicado a la construcción de la autopista Caracas-La Guaira. 36. El viaducto 1, ubicado en el Km. 4 de la autopista, destacaba como la obra más prominente de aquel proyecto. Contaba con 302 metros de longitud, un arco central de 152 metros de luz y una elevación de 70 metros. Mecánica Popular diría que “es el puente de arco de concreto más grande del Hemisferio Occidental y el quinto en tamaño en el mundo entero.” Los tres viaductos se construyeron con concreto precomprimido, y la obra estuvo a cargo de la compañía francesa Campeon Bernard, bajo la dirección de Robert Shama. Interesante resulta el dato de que el ingeniero Eugene Freyssinet, inventor del concreto precomprimido, siendo consultor de dicha compañía, diseñó un método enteramente nuevo para la construcción del viaducto 1, debido a su altura y gran longitud, que consistía en ir vaciando el concreto a medida que se iban levantando las cimbras de los arcos. Existen imágenes espectaculares en la citada Mecánica Popular, la Revista Shell (Nº 3, junio de 1952) y en varios números de la Revista del Colegio de Ingenieros de la época, donde la empresa Campeon Bernard hacía anuncios de páginas completas, colocando al viaducto 1 como ejemplo de sus obras. 37. Es un consenso en la ingeniería vial que las autopistas deben tener pendientes menores al 4% para que resulten eficaces en su cometido. Mientras tanto, las vías comunes pueden contar
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Figura 5: Composición donde se aprecian diferentes momentos de la construcción del viaducto 1 y su estado recién inaugurado. Fuentes de las imágenes: Revista Shell, Nº 3, 1952, para las etapas de su construcción, y Archivo Fotográfico Shell del Centro de Investigaciones de la Comunicación de la Universidad Católica Andrés Bello para la imagen del puente ya culminado.
Acusada de “tortuosa”, la carretera con sus variantes fue desplazada. El tren sucumbió también frente a los camiones y autobuses, y finalmente la comunicación entre Caracas y La Guaira volvió a un sistema monomodal de falta de redundancia en los caminos, esta vez por el desuso de las alternativas y la hasta con un 10%. La carretera ofrecía un promedio del 15%. El 6% que presenta la autopista implica que su recorrido de 17 Km. entre el nivel del mar y la altura del valle de Caracas, se hace con un esfuerzo muy costoso para los vehículos automotores.
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contundencia del “progreso”. La huella constructora de Pérez Jiménez, evidente aún en casi toda Venezuela, fue sepultada por la ideología del proyecto democrático que le derrocó el 23 de enero de 1958, y su herencia no se correspondió con los intereses de las nuevas relaciones de poder fundadas por el modelo liberal burgués bipartidista, nacido del colapso de las pretensiones nacionalistas excluyentes del dictador de mitad de siglo. La noción de “desarrollo, progreso y bienestar de Pérez Jiménez, se mide por kilómetros construidos, toneladas de cemento y cabillas utilizadas”,38 y minimiza con ello el resto de los aspectos de la sociedad que pretendía integrar a su ideal nacional. Mientras tanto, lo que de ello recoge el nuevo poder que se alzaba victorioso, es sólo una infraestructura que no posee diálogo con los códigos cambiantes de la democracia. Las nuevas tramas que se van a construir en torno a las vías de comunicación entre la capital y el litoral central, se verán ahora determinadas por los medios de transporte, y no por la vía en sí, con lo cual la autopista como referente material sólo será un fantasma casi inadvertido, una mole que representa otros códigos y otras formas de interpretar a la realidad que ya no hallan lugar en el nuevo modelo de desarrollo. Crónica de un colapso anunciado El perfil del modelo militar-nacionalista que desplegó Pérez Jiménez se vio materializado por imponentes construcciones, en donde destacan las vías de comunicación, precisamente, por su extensión, contundencia y por representar la modernización de lo urbano para una ciudad como Caracas que se asomaba destellante en la América Latina de mitad de siglo XX. El desgaste de ese modelo dio paso a nuevas formas de relaciones de poder, fundadas en estrategias que pronto se convirtieron en estructura de la sociedad venezolana: el clientelismo, el bipartidismo excluyente y la corrupción. Sobre esta última característica, Coronill,39 dice que en América Latina se “ha convertido en un fenómeno endémicamente estructural y culturalmente aceptado como parte de la cotidiana normalidad.” En complemento y en especial relación a Venezuela, puede agregarse que en una sociedad donde la corrupción 38. Ocarina Castillo, Los años del buldózer, p. 203. 39. Fernando Coronill, Estado y nación durante el golpe contra Hugo Chávez, p. 88.
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ha sido parte de lo cotidiano, el clientelismo ha contado con dos resultados histórico-sociales claramente observables: mientras por un lado (desde el poder político del Estado) exhibe su función práctica en el manejo ideológico de la realidad, por el otro (en el mundo de las representaciones sociales) se asienta como una forma de interpretar a esa realidad. Esto construye una relación de dependencia entre sociedad y Estado, donde la sensación alucinante de que se está participando en el poder se muestra como un elemento estructurante del mundo de las representaciones. Con la cuarta república que nació de las ruinas de la dictadura pérezjimenista, lo urbano se desarrolló hacia la marginalidad, mientras la pobreza se convirtió en una característica más de lo cotidiano, profundizada por el crecimiento económico de la burguesía y la nueva clase política, las cuales vivieron cómodamente de esas estrategias antes mencionadas. Para fines de siglo XX, el resultado de esa desproporción entre el poder y el resto de la sociedad, construyó un escenario con un 80% de pobreza, donde las inversiones privadas y del Estado se concentraron en el desarrollo del capital especulativo y del poder político, desatendiendo el crecimiento económico social y tornando la mirada hacia un tipo de urbanismo que olvidó aquellos proyectos megalíticos de Pérez Jiménez. Entre esos “olvidos” (expresiones de la voluntad afirmada de sustituir a los modelos del pasado), se hallaba la Autopista Caracas-La Guaira. La vida de la autopista en medio de un modelo que no le reconoció como referente material, pues no fue su obra, también se vio afectada por los fenómenos naturales de siempre, además del impacto lento pero igualmente destructor que significó su pésimo mantenimiento.40 Con el sismo de 1967, un inmenso deslizamiento situado al inicio del tramo que parte desde Caracas se vio reactivado por el fuerte temblor, descubriendo que su movimiento estaba afectando severamente esa zona de la autopista. Las obras acometi-
40. La misma empresa tenía como deber el mantenimiento del asfaltado del tramo desde la entrada a la autopista en Caracas y el viaducto 1, y su labor al respecto fue una prueba irrefutable de corrupción públicamente permitida, pues mientras desmontaba el asfalto para aparentemente sustituirle, le volvía a derretir in situ y lo aplicaba nuevamente. Esta práctica, a la vista de todos, fue repetida por años, generando con ello un fenómeno químico en el propio asfalto (por tanto abuso de su material), con el cual se formó una película plástica que se desprendía de la capa asfáltica, a lo que se llamó popularmente como “mancha negra”. Esta mancha sólo pudo desaparecer cuando finalmente se sustituyó de manera definitiva ese asfalto.
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das para el caso fueron simplemente un maquillaje superficial. Cuando a principios de la década de los ’80 fuertes lluvias reactivaran ese deslizamiento, una concesión a una empresa constructora indicó la necesidad de un muro de contención que tardó seis años en culminarse y que acabó por ser un maquillaje más en el caso . Con estas lluvias se observó por primera vez (al menos públicamente), que el estribo sur del viaducto 1 (el que se apoyaba en el tramo que conectaba a Caracas con el puente), estaba siendo empujado por otro deslizamiento. Esta fue una alarma atendida espasmódicamente, al igual que todo el mantenimiento de la colosal autopista. El deslizamiento en cuestión que afectaba al viaducto, estaba siendo acelerado por la presencia de asentamientos marginales, surgidos en pleno apogeo de la democracia burguesa. Ciertamente, con el cambio de modelo de desarrollo y poder experimentado desde 1958 en adelante, el crecimiento de la marginalidad urbana (representado por las viviendas precarias e informales) fue notorio y abrumador. Buena parte de ese crecimiento se situó en las laderas inestables de las elevaciones que rodean al valle de Caracas, como un recurso popular de ocupación del espacio frente a la falta de soluciones sobre el problema de la vivienda y del poder adquisitivo para la misma que se había originado en este proceso político. Cuando las faldas de esas laderas ya casi no prestaban espacios para el indetenible crecimiento de la marginalidad urbana, estas construcciones precarias avanzaron hacia las montañas que se extienden a las afueras de Caracas, colmando con ello casi toda la serranía circundante. Es significativo que la presencia, la vida y el destino de la autopista se hayan visto acompañados de este proceso de crecimiento y profundización de la marginalidad, pues la reinstauración del sistema monomodal de las vías de comunicación entre Caracas y La Guaira contribuyó otorgando espacios para ello. En efecto, la desaparición del ferrocarril (desde comienzos de los años ’60, justo cuando se inicia la cuarta república), permitió que la avanzada de viviendas informales aprovechara la firme terraza construida a finales del siglo XIX como una base para el desarrollo de ranchos de ladrillos y techos de zinc. Así, la carretera, su variante y la vía del tren, se vieron sepultados bajo el signo característico de la pobreza en la democracia burguesa: los ranchos, los cuales harían desaparecer al antiguo referente material del desarrollo capitalista de principios de siglo XX y su noción de progreso sobre rieles. Más tarde, esa misma pobreza contribuiría determinantemente al co-
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lapso del viaducto 1, cuando se articulara con fenómenos y condiciones naturales para ello. La falta de mantenimiento de la autopista fue un indicador claro de la desatención y la inadvertencia sobre el significado de un sistema monomodal de vías de comunicación. Esa falta de redundancia se vio profundizada en la forma en la que se olvidaron las alternativas y en la confianza en el modelo megalítico de un pasado también sepultado. Mientras el Estado evidenció desidia frente al mantenimiento de la autopista, sólo se hizo una concesión privada para ello,41 la cual resultó igual de ineficiente. En 1987 se detectó una deformación de 17 cm. en la estructura del viaducto y una nueva alarma tuvo lugar, dando la oportunidad a la democracia para que demostrara su pasmosa forma de atender los problemas estructurales, pues su velocidad para ejecutar las decisiones en este caso fue lo suficientemente lenta como para dejar actuar por sí mismos a todos los factores que se combinaron para derrumbar al viaducto.42 Las lluvias extraordinarias de diciembre de 1999, coadyuvantes en el desastre del estado Vargas, marcaron algunos aspectos que daban cuenta de las características de un corto pero vertiginoso proceso histórico de ocupación territorial y crecimiento demográfico, en una zona que no permite más espacio para el desarrollo urbano que las terrazas aluvionales conformadas por eventos similares a lo largo del proceso geológico de la región. Con esas mismas lluvias, el deslizamiento que empujaba al viaducto 1 se vio severamente acelerado. Sobre ese deslizamiento se había formado pocas décadas
41. En los últimos años de la década de los ’90 se concedió el peaje de la autopista a la empresa mexicana Maxipistas, a cambio del mantenimiento de la misma. En 1999 se le retiró la concesión por el incumplimiento de ese mantenimiento. 42. “En 1993 se inició un proyecto de refuerzo, apuntalamiento y estabilización del viaducto 1 elaborado por el ingeniero estructural Rosendo Camargo. Las obras incluyeron apuntalamiento de la estructura en el tramo comprendido entre el estribo Caracas y la pilastra situada al sur del arco. Dichos trabajos estuvieron prácticamente paralizados entre 1998 hasta finales del 1999, debido a la falta de presupuesto y cambio de gobierno. Entre 2000 al 2004 se le colocaron cerchas y unos patines para reforzar el puente y se construyeron nuevas pilotes que daban como un hecho que duraría 30 años más. A final del 2004 y principio del 2005 comienza la agonía del viaducto, por el aumento acelerado de los movimientos de la masa de tierra que terminó con la decisión de su cierre definitivo.” (Nota de El Universal del 5 de febrero de 2006). Tres licitaciones se otorgaron (1988, 1993 y 1995) para reparar el viaducto y ninguna de ellas tuvo lugar.
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antes el barrio Nueva Esparta, el cual, junto a los otros que allí se ubican, permeabiliza la ladera con la filtración permanente de aguas servidas y cloacas, para fragilizar aun más la masa que se estaba moviendo bajo sus pies. Luego de esas lluvias de 1999, el magnífico puente ya se observaba claramente deformado, levantando sobre su cota un arco de casi 60 cm. Cuando en febrero de 2005 tuvieran lugar nuevas lluvias extraordinarias, la deformación alcanzó los 70 cm. y ya se observaban las fracturas en sus bases. Un súbito movimiento en la madrugada del 5 de enero de 2006 hizo que se derrumbaran decenas de viviendas del barrio Nueva Esparta y que la pista del viaducto se fracturara definitivamente. Se ordenó la prohibición del paso y el desalojo del barrio; sin embargo, el resto de los barrios ubicados en el mismo deslizamiento, no fueron desalojados... Con el cierre del puente, la carretera vieja revivió su uso, demostrando la necesidad de contar con vías alternativas frente a las contingencias cotidianas que retornan eventualmente cuando las variables de siempre vuelven a articularse. También fue evidente que estas alternativas con las que se contaba, formaban parte de un pasado enterrado, ya ideológica o alucinatoriamente, ya materialmente, toda vez que las viviendas marginales le habían sepultado, incluso al desarrollarse sobre la propia vía. La alternativa que se desplegó al respecto fue una vía paralela construida de emergencia ante la inminente caída del viaducto, la cual es una cornisa estrecha de sólo dos canales que se inicia en el estribo La Guaira del puente, y desemboca en el tramo de la autopista que se halla unos 200 metros más allá del viaducto. Son 2 Km. de vía, al estilo de la olvidada carretera decimonónica. El domingo 19 de marzo de 2006, pasadas las 11:00 a.m., el viaducto 1 se desplomó, colapsando la estructura y dejando como testigo silente y derrotado de su presencia, apenas un pedazo del estribo Caracas, el cual tuvo que ser dinamitado hasta en dos oportunidades para derrumbarle definitivamente. La crisis generada por el colapso de la otrora maravilla de la ingeniería, generó una situación dramática para la economía litoralense, e incluso para la economía nacional también.43 Al mismo tiempo, esta crisis volvió a evi-
43. Según una nota en el periódico El Universal (11 de febrero de 2006), los restaurantes del litoral experimentaron pérdidas entre el 50% y el 60%, el sector turismo las sufrió hasta el 70% y el comercio informal asentado en las ventas de los balnearios, se vio afectado en un 90%. Asimismo, los costos del transporte pesado se incrementaron en un 40%, inflando parcialmente el precio de algunos productos. Por otro lado, el presidente del Banco Central
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denciar las condiciones conflictivas del proceso de transformación política, social e institucional que vive el país desde que se instauró la quinta república, y el desgaste de las relaciones de poder fundadas en la democracia bipartidista. El colapso del viaducto coincidió con el colapso del modelo de la cuarta república, pues las condiciones materiales de su deterioro son su entera responsabilidad. El fantasma del pérezjimenismo, sólo prolongado en la vida de sus vencedores, ya no poseía ningún tipo de referente ni eficacia en un modelo que se levantó promulgando las ruinas de la burguesía liberal, y que sólo parece poseer sentido en tanto se apoye en esas ruinas. Fue ilustrativo el presidente Chávez cuando dijo que el colapso del viaducto significaba el haber “enterrado a la cuarta república”; sin embargo, admitió que eso «no significa que hemos enterrado definitivamente los vicios de la cuarta república y las amenazas que se siguen cerniendo sobre nosotros’’.44 Igualmente significativas fueron las declaraciones del Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, Monseñor Baltasar Porras, quien dijo respecto a la situación que se trataba de un «patético ejemplo de una cultura de imprevisión que hay en el país”, y que para mejorar esto había crear «la educación para una cultura del trabajo, de la eficiencia y de la búsqueda racional de soluciones que mejoren la calidad de vida de todos, como un campo en que debemos empeñarnos personal y comunitariamente’’.145 Es sorprendente la coincidencia de estas declaraciones con el sentido del discurso de la Sociedad Económica de Amigos del País de principios del siglo XIX. Entre esta episcopal idea de una “cultura para el trabajo” y aquella decimonónica de “extinguir el ocio”, parecen repetirse las mismas interpretaciones sobre la misma sociedad, a pesar de las distancias temporales y contextuales, pues se asoma una cierta continuidad en la mirada que los sectores más conservadores han desplegado como su reflejo de diferencia social. La destrucción de los referentes del pasado derrotado por nuevos modelos de poder, se torna característica en procesos políticos e ideológicos que de Venezuela declaró que el PIB se vio impactado en un 1,5% por el cierre del viaducto (reseñado en El Universal del 20 de enero de 2006). Hasta la vida escolar se vio sacudida por esta situación, ya que unas 200 mil personas (entre estudiantes y trabajadores del sector), vieron comprometida su cotidianidad al respecto (cálculos también publicados en El Universal el 12 de enero). 44. Declaraciones publicadas en El Universal del 13 de enero de 2006. 45. Publicado en El Universal del 7 de enero de 2006.
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Figura 6: A la izquierda se aprecian las ruinas de la otrora maravilla de la ingeniería latinoamericana, en una toma de estribo a estribo. En la panorámica de la derecha se observa al viaducto caído, donde la flecha señala al barrio Nueva Esparta, ya desalojado y en ruinas también, asentado sobre el deslizamiento geológico que acabó por desplazar la estructura del puente. (Fotografías cortesía de la Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas).
buscan construir sus propias bases para la dominación y la reproducción del nuevo orden que han levantado, promoviéndole, en consecuencia, como el orden legítimo, justo y necesario, tal como si se tratase de una naturaleza inevitable.46 Esto es así, y con mayor contundencia, toda vez que se trata de una revolución, y las revoluciones (que no son otra cosa que un proyecto político de clase), operan destruyendo el modelo al que se enfrentan, puesto que la clase que las proyecta no forma parte de aquella estructura de poder que les ha excluido. Para permanecer en el poder debe, por consiguiente, destruir las estructuras del poder anterior, y crear una forma institucional en la que sí se vean reflejados sus intereses. De lo contrario, no puede ostentar el título de revolución.
46. “Si un grupo tiene una relación dominante con respecto a otros grupos, las ideologías tienen la doble función de mantener o confirmar el statu quo y, al mismo tiempo, brindar el marco cognitivo básico para los argumentos que se utilizan con el objeto de persuadir a los propios miembros del grupo, como a otros, de que esta situación es ‘justa’, ‘natural’, dada por Dios o legitimada de alguna otra manera.” Teun Van Dijk (Ideología, p. 208). En ese esfuerzo por naturalizar su lugar y su proceso en el poder, el Estado venezolano (en tanto revolución manifiesta) ha construido su propio relato sobre el pasado y desplegado su propia apropiación ideológica del mismo, reconstruyendo los sentidos de la historia en relación con sus necesidades políticas. “Lo que está en juego no es el control del aparato productivo, sino la capacidad de conferirle un sentido particular, de construir un relato acerca del mundo y naturalizarlo.” Pierre Bordieu (Espacio social y génesis de las clases, p. 38).
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Allí, en las ruinas del viaducto 1, junto a las desdibujadas huellas del Nuevo Ideal Nacional de mitad de siglo XX, descansa también el modelo liberal burgués del excluyente bipartidismo cuarto-republicano. Y sobre todo este escenario de abatimientos históricos, se levanta la propuesta de unas nuevas relaciones de poder, de la mano de nuevos procesos de ideologización y convocatoria, pero apoyándose en las mismas estructuras arruinadas de su predecesor: el clientelismo y la corrupción, pues esas son sus raíces. Aun así, cuenta con un apoyo masivo y “encantado”, siguiendo a Coronill: “...plagada de frustraciones, fragmentada por la pobreza y atravesada por profundas heterogeneidades sociales y culturales, el espectral desencanto con el capitalismo se transfigura cada vez con mayor frecuencia en el viejo fantasma del socialismo”.47 Breves conclusiones Las conexiones históricamente construidas en torno a las vías de comunicación entre Caracas y La Guaira, han estado evidentemente determinadas por los intereses que cada contexto ha logrado cristalizar en la práctica. No han sido la ilustración de “progresos” coherentemente desplegados con los niveles de desarrollo de los tiempos, sino el resultado material de esos intereses y su relación con otros procesos históricos y económicos con los que se articula y convive. En este sentido, esos resultados materiales transformados en vías de comunicación, han sido eficientes mientras esos intereses se mantienen contextual, material y simbólicamente eficaces. Cuando estos intereses ya no hallan reflejo en su contexto, otros intereses advienen y con ellos otros referentes y recursos se despliegan en correspondencia. Esto ha sido evidente en el proceso histórico en el que se han desenvuelto los caminos, rutas y estrategias de comunicación entre la capital de Venezuela y su zona portuaria y aeroportuaria. El colapso de esos modelos de poder y sus relaciones no sólo ha podido advertirse en cuanto se desgastan política, social y económicamente, sino que también esto puede observarse a través del colapso de sus referentes materiales, sobre todo en una sociedad como la venezolana, en donde el
47. Fernando Coronill, Estado y nación durante el golpe contra Hugo Chávez, p. 89.
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pasado es sólo un reflejo alucinatorio con conveniencias ideológicas de turno. Las huellas materiales de ese pasado sufren, igualmente, de un olvido tendenciosamente construido desde las relaciones de poder, de manera que su eficiencia material y su eficacia simbólica (en tanto referentes), ha dependido exclusivamente del uso ideológico del pasado y del reflejo concreto que hallen en cada contexto al que sobrevivan. Las alternativas que se ponen en práctica para generar medios de comunicación y transporte han estado históricamente determinadas y tecnológicamente condicionadas por los recursos existentes. En este sentido, se ha comprobado que la tecnología utilizada en las vías de comunicación entre Caracas y La Guaira, ha contado con una relación inversamente proporcional a su tiempo de vida útil. Esto es, cuanto más tecnología, menor es la vida útil del recurso. La relación es clara: el Camino Real, con la más escasa inversión tecnológica, aun permanece allí luego de más de cuatrocientos años de construcción, aunque en desuso; el camino carretero del siglo XIX, convertido luego en carretera con variantes a la vuelta de haber invertido un poco más de tecnología en su construcción, cuenta con doscientos años de vida útil y cincuenta de deterioro; el ferrocarril, de mayor tecnología y despliegue de construcción, contó con apenas ochenta años; la autopista “más costosa del mundo”, sólo pudo resistir medio siglo. No obstante, ninguna de estas alternativas se desgasta, desaparece o colapsa por su tecnología, sino por su falta de reflejo y eficacia con los contextos a los que deben enfrentar luego de que desaparecen las relaciones de poder que les construyeron. En relación a la tecnología, una última relación de proporciones debe destacarse: a mayor tecnología, más dependiente de las riquezas del contexto se vuelve la obra en cuestión. En el colapso o desgaste de todas estas alternativas de comunicación, han jugado un papel determinante las variables naturales, las cuales, convertidas en una desatendida cotidianidad, han contribuido a demostrar históricamente que no se debe a su dinámica el resultado fatal de estas vías, rutas o caminos, sino a la combinación de esa dinámica con el proceso social e histórico que construye condiciones vulnerables de vida. Sin un contexto vulnerable, los fenómenos naturales no resultan una amenaza. Actualmente, sobre las ruinas del modelo democrático liberal burgués, se levanta un nuevo modelo de relaciones de poder e ideologización que se
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refuerza políticamente a partir de un ciclo permanente de enfrentamientos con los restos del modelo anterior. A esas ruinas políticas deben agregarse las ruinas del viaducto 1, al lado de las cuales, y casi como un mecanismo de repetición, el nuevo poder levanta su propia vía de comunicación con el litoral central. Se trata de un próximo viaducto que tendrá 900 metros de largo con una altura que rondará los 60 metros, el cual está fundado desde el antiguo estribo La Guaira del desplomado viaducto y desembocará en el mismo lugar en donde hoy lo hace la vía de contingencia construida a la sazón para solventar la falta de un puente. Cuando esta obra haya culminado, surgirá insoslayable una duda sobre su tiempo de vida, su proporción con el uso de la tecnología y su convivencia con la vida útil de las nuevas relaciones de poder que hoy se yerguen victoriosas sobre las ruinas de sus predecesores. Bibliografía José Raúl: ‘‘Caminos y carreteras’’, Diccionario de Historia de Venezuela, Fundación Polar (Editor), Caracas, tomo I, 1988, pp. 505-508.
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WOLF, Eric: Europa y la gente sin historia, México, Fondo de Cultura Económica,
1987, 605 p. Palabras clave: Venezuela, viaducto 1, relaciones de poder, vías de comunicación. Resumen Este trabajo aborda la crisis generada por el colapso del viaducto 1 de la autopista Caracas-La Guaira el pasado 6 de enero, desde una perspectiva metodológica múltiple, a través de la cual se puedan apreciar no sólo las variables conjugadas en esta coyuntura como co-partícipes de la mencionada crisis, sino también el proceso histórico vinculado a la construcción, uso y abuso de la propia autopista. Asimismo, se recrearán coyunturas semejantes en el pasado de la sociedad venezolana, remontando la mirada hasta el modelo colonial, inclusive. En ese sentido, podrá observarse la presencia permanente de dos aspectos re-significados en cada contexto histórico-social, pero siempre asociados al desarrollo de vías de comunicación terrestres: intereses de poder y fenómenos naturales. Así, el trabajo propone abordar la historia crítica de los caminos entre Caracas y La Guaira, desde las vías coloniales hasta el desenlace final de la autopista, observando allí el actual enfrentamiento de dos modelos distintos de poder (uno en pleno desgaste y otro en ascenso) en pugna por la conducción ideológica y política del país.
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LA CONTROVERSIA DE LÍMITES Y FRONTERAS ENTRE VENEZUELA Y COLOMBIA VISTA A TRAVÉS DEL DIARIO “EL NACIONAL” (1943-1993) (*) Claudio Alberto Briceño Monzón (**)
Resumen En este trabajo planteamos exponer el tratamiento que se le ha dado al tema fronterizo colombo-venezolano por los articulistas y periodistas del diario El Nacional desde 1943 a 1993. Palabras Clave: Frontera-Límite, Golfo de Venezuela, Integración, Historiografía. Venezuela debe reclamar con firmeza lo que en justicia le corresponde, y Colombia, ante la cual hemos cedido tanto, debe entenderlo así y adoptar una posición de comprensión, sin pretender lo absurdo. Rubén Carpio Castillo. Para exponer el tratamiento que se le ha dado al tema fronterizo colombovenezolano por los articulistas y periodistas del diario El Nacional desde 1943 a 1993, elaboramos una periodización tomando en cuenta los hitos más rele-
(*) Este artículo es producto del proyecto titulado: La Cuestión Fronteriza en la Conformación del Estado – Nación en Sudamérica, identificado con el código H-1156-08-09-B, financiado por el Consejo de Desarrollo Científico Humanístico y Tecnológico de la Universidad de Los Andes. (**)Miembro del Grupo de Investigación sobre Historiografía de Venezuela, de la Universidad de Los Andes. Profesor Agregado del Departamento de Historia de América y Venezuela, Director de la Escuela de Historia, de la Facultad de Humanidades y Educación, de la Universidad de Los Andes. Magíster en Historia de Venezuela por la Universidad Católica Andrés Bello.
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vantes que han caracterizado la historia de las relaciones entre Venezuela y Colombia, con respecto a los problemas fronterizos, exponiendo en cada caso las posiciones de consenso o desacuerdo. Para cada uno de los períodos realizamos una síntesis de los aspectos claves del mismo, al exponer los acontecimientos e incidentes con las peculiaridades informativas y de opinión de El Nacional. 1943-1951 La calma aparente (Segunda Guerra Mundial y los años posteriores) Este período se caracterizó por no existir ninguna confrontación fronteriza con Colombia por la reciente firma en Cúcuta, el 5 de abril de 1941, del Tratado sobre Demarcación de Fronteras y Navegación de los Ríos Comunes entre Venezuela y Colombia. El objetivo de este Tratado fue el de concluir la larga controversia limítrofe de ambos países, iniciada en la tercera década del siglo XIX con el Tratado Pombo-Michelena de 1833, el cual, al no prosperar por decisión de nuestro Congreso, Venezuela perdió definitivamente parte de su territorio en la Guajira, Río de Oro, al sur del Arauca, al sur del Meta, San Faustino, e igualmente una inmensa parte de la Orinoquia. En este período, en un reducido número de artículos, se comentaba el abandono de nuestras fronteras, las características de la política exterior venezolana y los problemas binacionales entre Venezuela y Colombia.1 1952-1958 De la crisis de Los Monjes al Derecho del Mar En este lapso se planteó el problema de la soberanía de Venezuela sobre Los Monjes, ya que Colombia consideraba propiedad suya este archipiélago, llegando el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas colombianas a planificar una invasión sobre este conjunto insular en marzo de 1952. Como consecuencia, el gobierno de Venezuela asumió la vigilancia militar de ese lugar tan importante y estratégico para nuestro país. El 22 de noviembre del mis-
1. Ismael Herrera: “La Guajira Porción de Tierra venezolana, olvidada y sedienta”, El Nacional, Caracas 16 de agosto de 1943, p.7. Domingo Casanovas: “¿Dónde están las fronteras?”, El Nacional, 24 de agosto de 1943, p.7. R. Blanco Fontiveros: “Venezuela y su política exterior: Política Inter Americana”, El Nacional, 1 de febrero de 1945, p.9. Manuel González Vale: “El Río Táchira: un problema colombo-venezolano”, El Nacional, 7 de enero de 1949, p.9. Diego Heredia: “La Conferencia Colombo-Venezolana”, El Nacional, 7 de agosto de 1951, p.7.
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mo año, el entonces Canciller de Colombia, Juan Uribe Holguín, envía al Embajador de Venezuela en Bogotá, Luís Gerónimo Pietri, una nota que expresa el reconocimiento sobre la soberanía de Los Monjes por parte de Venezuela; poniendo fin a la controversia de la reclamación relativa a la inclusión de Los Monjes, en un mapa editado por la Cancillería de Bogotá que, luego de un proceso de conversaciones en las que tomó parte el mismo Presidente de la República de Colombia, Laureano Gómez, emitió una declaración que aclaró más o menos el asunto. La comunicación del Canciller Uribe Holguin dirigida al Embajador Pietri, concluye, después de consideraciones de carácter histórico, la ratificación por del gobierno de Colombia de la soberanía venezolana sobre el archipiélago de Los Monjes.2 Durante esta época en El Nacional se expresó que el mar venezolano no debía sujetarse a las tres millas de sus tradicionales aguas jurisdiccionales, ya que podía ampliar sus aguas territoriales, por ser sus fondos sensiblemente “aplacerados o llanos”. Nuestro mar debía extenderse a 20 millas, para fines pesqueros, porque consideraban que el mar territorial de los países debían alcanzar hasta donde terminan los bancos de moluscos que arrancan de sus costas. De nuestro territorio se consideró que, del millón aproximado de kilómetros cuadrados, no habíamos utilizado activamente más del dos por ciento, habiéndose concentrado la población en la región montañosa del Norte y en la costa, donde se aglomeró las cuatro quintas partes de la población en algo menos de la quinta parte de la superficie total del territorio nacional. También se esbozó la idea de que, para defender eficazmente una frontera, más útil era una escuela que transmitiera lineamientos nacionales a la población fronteriza, que un bien provisto puesto de guardias. En cuanto al Servicio Exterior de Venezuela se planteó la necesidad de reorganizarlo y estructurarlo como un cuerpo científica y técnicamente capacitado, proponiéndose la adopción de un criterio basado en la existencia de una carrera diplomática universitaria, y modificando el estatuto a tono con este criterio.3
2. Alonso Silva Ramos: “Los Monjes y el Amor a la Patria”, El Nacional, Caracas, 30 de enero de 1952, p.4. 3. José M. Masquelia Manso: “Jurisdicción Pesquera, nuestro mar debe extenderse a 20 millas”, El Nacional, Caracas, 1 de marzo de 1952, p.4. Mario Briceño Iragorry: El Nacional, Caracas, “Bitácora, el dominio de la Geografía”, 8 de octubre de 1952, p.4. Mario Briceño Iragorry: “Limaduras, Conciencia y Frontera de la Patria”, El Nacional, Caracas, 26 de octubre de 1952, p.4. Arturo Uslar Pietri: “Pizarrón: La doctrina del ejército”, El Nacional, Caracas, 12 de abril de 1958, p.4.
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1959-1966 De los Convenios de Ginebra sobre Derecho del Mar al inicio de las conversaciones. El 26 de octubre de 1964 el gobierno de Colombia, ante sí y por sí, sin previo anuncio, con aparente inocencia de las consecuencias de su unilateral determinación, haciendo suponer a propios y extraños que actuaba con legitimidad, con soberanía propia y natural, no discutida ni discutible, promulga dos decretos ofreciendo para su explotación petrolífera lotes que siguen escrupulosamente el trazado de la línea Boggs, violando así aguas interiores venezolanas, en extensiones del mar integrante del Golfo de Venezuela. Ante las exigencias de Venezuela para que explicase su sorpresiva actitud, Colombia alegó tener derechos sobre parte de esas aguas. Así nace el llamado Diferendo. Hábilmente, provocando una situación de severo conflicto, Colombia buscó obligar a Venezuela a demostrar que la totalidad del Golfo era y es patrimonio territorial venezolano. En lo político y jurídico la gravedad e insolencia de la pretensión colombiana era evidente. En 1965 comienza el primer contacto sobre la delimitación de mares territoriales y plataforma continental al noroeste del Golfo. Venezuela estuvo representada por los ministros, Gonzalo Barrios, y Manuel Pérez Guerrero, el primero de Relaciones Interiores y el segundo de Minas e Hidrocarburos; Virgilio Barco Vargas y Carlos Lleras Restrepo, representaron a Colombia, realizándose sólo un intercambio informal de ideas sobre la delimitación en ese sector al noroeste del Golfo de Venezuela. En el gobierno de Raúl Leoni (Venezuela) y Carlos Lleras Restrepo (Colombia), se iniciaron las conversaciones acerca de las pretensiones colombianas sobre mares territoriales y la plataforma continental, encargando para ello a los ministerios de Hidrocarburos de ambos países, por pensar que el problema energético tenía mayor potestad que el diplomático.4 El Nacional se preocupó principalmente por: La actuación de la Cancillería, considerando que ésta había defendido correctamente los derechos de Venezuela, afirmándose que mientras había existido democracia en nuestro
4. Carlos Díaz Sosa: “Preguntas a Colombia”, El Nacional, Caracas, 23 de abril de 1960, p.4. Otmaro Silva: “Venezuela, Plataforma y Petróleo”, El Nacional, Caracas, 16 de abril de 1964, p. 4. Santos Carrasquel Sabino: “Los Consulados Fronterizos”, El Nacional, Caracas, 14 de enero de 1966, p.4. Rafael Ortíz González: “Venezuela y Colombia”, El Nacional, Caracas, 6 de abril de 1966, p.4.
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país, no había salido una sola conjura armada contra Colombia. En política exterior, se propuso una revisión de la misma, ya que ésta se caracterizaba por ser incoherente, esquematizada, tiesa y sin proyección creadora. Se inician las extracciones petroleras en el subsuelo marino ya que la nueva teoría de Derecho Internacional –la plataforma continental- daba cabida a la controversia por la delimitación de las áreas marinas y submarinas al noreste del Golfo de Venezuela. Otros temas: el no ejercicio de un dominio real sobre las fronteras occidentales venezolanas, –ya que a lo largo de ellas se desarrolló un tráfico permanente de indocumentados- una vasta y silenciosa ocupación de tierras y una gravísima explotación de nuestros recursos forestales, ocasionando que poblados de nuestra frontera con Colombia estuviesen a punto de desaparecer, proponiéndose en consecuencia la planificación y aplicación de programas inmediatos para que no se extinguieran los mismos.5 La integración colombo-venezolana, ya que se necesitaba una decisión política, y sugiriéndose que cada uno de los habitantes de estos dos países entendiera que el problema fronterizo no debía impedir posibilidades de reencuentro histórico, político, económico y social.6 1967-1973 De las conversaciones iniciales a las soluciones transitorias A finales del período presidencial de Raúl Leoni en los años 1967 a 1969, se logró congelar la acción colombiana de entregar concesiones petroleras en torno al área delimitable. Durante el período del presidente Rafael Caldera se estableció un marco operativo para las negociaciones bilaterales tendientes a buscar una solución para la delimitación de las áreas marinas y subma-
5. Ignacio Luís Arcaya: “Afirmación de Soberanía”, El Nacional, Caracas, 6 de diciembre de 1964, p.4. Tarre Murzi, Alfredo. “Transferir la Soberanía”, El Nacional, Caracas, 19 de mayo de 1965, p.4. Ignacio Luís Arcaya: “Los tratados y la soberanía Nacional”, El Nacional, Caracas, 27 de junio de 1965, p.4. Alfredo Tarre Murzi: “¿Renunciar a la Soberanía?”, El Nacional, Caracas, 15 de septiembre de 1965, p.4. Fermín Toro: “Nuestra política exterior: Apariencia y realidad”, El Nacional, Caracas, 5 de octubre de 1965, p.4. Rubén Carpio Castillo: “Nuestra Cancillería”, El Nacional, Caracas, 19 de octubre de 1965, p.4. 6. Otto Morales Benitez: “Rumbos de América: La integración Colombo-Venezolana”, El Nacional, Caracas, 25 de junio de 1964, p.4. Carlos Canache Mata: “La Conferencia de Bogotá”, El Nacional, Caracas, 19 de agosto de 1966, p.4 José Antonio Rugeles: “Interconexión Eléctrica ColomboVenezolana”, El Nacional, Caracas, 14 de noviembre de 1966, p.4. José Antonio Rugeles: “Caña de azúcar e integración Colombo-Venezolana”, El Nacional, Caracas, 21 de diciembre de 1966, p.4.
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rinas entre los dos países. Es importante acotar que, en este período, tanto Colombia como Venezuela emprendieron una carrera armamentista en caso de que fuese necesario sostener derechos en el Golfo.7 El 23 de enero de 1967, el Presidente de Colombia, Dr. Carlos Lleras Restrepo, se dirige al Presidente de Venezuela, Dr. Raúl Leoni, manifestándole su preocupación porque la prolongación de las conversaciones sobre la delimitación, pudiera crear situaciones incómodas en la opinión pública. Se comienza a presionar por parte de Colombia para sacar el diferendo de la negociación bilateral y llevarlo a un arbitraje, vieja estrategia de ese país. El diferendo, más que una controversia limítrofe, demostraba el interés de Colombia en las posibilidades de hacerse de las reservas petroleras del Golfo de Venezuela.8 El 9 de agosto de 1969 se firma, por el Presidente Dr. Rafael Caldera de Venezuela y el Dr. Carlos Lleras Restrepo de Colombia, la Declaración de Sochagota. El 14 de marzo de 1970 se suscribe en Bogotá el modus operandi, instrumento de carácter operativo, que regularía las conversaciones. Igualmente son designados los negociadores con sus asesores, el Dr. Carlos Sosa Rodríguez, como negociador por Venezuela y el Dr. Germán Zea Hernández por Colombia. Se reúnen en Roma los negociadores durante los meses de marzo, junio y julio de 1970, con el fin de continuar las conversaciones sobre la delimitación de áreas marinas y submarinas. La posición venezolana fue clara, en el sentido de trazar una línea divisoria entre la costa colombiana de La Guajira y los islotes venezolanos de Los Monjes, combinada con una línea de delimitación que sigue la dirección de la frontera terrestre, por ser territoriales e históricamente venezolanas, las aguas ubicadas al sur de dicha línea. De modo que los principios son: Los Monjes generan soberanía, por debajo del paralelo de Castilletes-Punta Salinas es mar interior de Venezuela; esta línea genera a su vez mar territorial de 12 millas. Por otra parte, debemos tener presente que Venezuela históricamente ha mantenido dos
7. Aníbal R. Martínez: “La Crónica del Petróleo: La cuenca del Golfo de Venezuela”, El Nacional, Caracas, 2 de noviembre de 1967, p.4. Pedro José Lara Peña: “Puntos de Vista: Germán Arciniegas, acucioso embajador”, El Nacional, Caracas, 26 de abril de 1968, p.4. 8. Germán Arciniegas: “Mirador: El sentido bolivariano de las fronteras”, El Nacional, Caracas, 3 de mayo de 1968, p.4. Pedro José Lara Peña: “Puntos de Vista: El sentido colombiano de una frontera”, El Nacional, Caracas, 10 de mayo de 1968, p.4. Francisco Carrillo Batalla: “Los Monjes, compromiso solemne de Colombia”, El Nacional, Caracas, 7 de noviembre de 1968, p.4.
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posiciones básicas con respecto al problema: en primer lugar, el Golfo es vital para Venezuela y, en segundo, este asunto debe ser resuelto mediante el diálogo bilateral. La postura colombiana fue básicamente la de defender que La Guajira genera mar territorial de 12 millas y que hay una solapa entre Los Monjes y la masa continental, donde ésta tiene más peso que Los Monjes, además, desde luego, su reiterada posición de pretender que se aplique la línea media conocida como la línea Boggs.9 La tendencia de los articulistas de El Nacional se orientó en exponer tópicos como el Golfo de Venezuela, la plataforma continental, las inmigraciones, el proceso de conformación de la frontera occidental venezolana y su poblamiento.10
9. Miguel Angel Burelli Rivas: “Las relaciones con Colombia”, El Nacional, Caracas, 17 de abril de 1970, p.4. Eduardo Plaza: “La Plataforma Continental y su División Entre Venezuela y Colombia”, El Nacional, Caracas, 17 de abril de 1970, p. D-12-13. Javier Baena: “Colombia y Venezuela reanudarán en junio sus conversaciones sobre plataforma submarina”, El Nacional, Caracas, 16 de mayo de 1970, p.5. Arturo Uslar Pietri: “Pizarrón: Fronteras”, El Nacional, Caracas, 5 de julio de 1970, p.4. Horacio Cabrera Sifontes: “Nuestros linderos con Colombia y la tentación petrolera”, El Nacional, Caracas, 11 de julio de 1970, p.4. Carlos Febres Pobeda: “Colombia y Venezuela”, El Nacional, Caracas, 31 de julio de 1970, p.4. Carlos Febres Pobeda: “La Frontera”, El Nacional, Caracas, 13 de agosto de 1970, p.4. 10. Ildemaro Alguíndigue: “Cómo la piel de zapa. Venezuela ha visto encoger su territorio desde 1830 hasta nuestros días. Referencias a la dramática historia de la disputa de límite entre Venezuela y Colombia”, El Nacional, Caracas, 2 de enero de 1971, p. D-6. Arturo Uslar Pietri: “Un país intermedio”, El Nacional, Caracas, 17 de enero de 1971, p.4. Néstor Mora: “El ex Presidente Leoni y el problema del Golfo de Venezuela: La inflexible actitud colombiana ha contribuido a endurecer la posición de Venezuela”, El Nacional, Caracas, 1 de febrero de 1971, p. C-1. Luís Beltrán Prieto Figueroa: “Pido la Palabra: Sobre la Frontera”, El Nacional, Caracas, 9 de febrero de 1971, p.4. Guerra Iñiguez, Daniel. “El Golfo de Venezuela ante el Derecho Internacional”, El Nacional, Caracas, 26 de abril de 1971, p.4. Santos Carrasquel Sabino: “Más sobre el problema colombovenezolano”, El Nacional, Caracas, 21 de mayo de 1971, p.4. Armando Rojas: “Colombia y Venezuela: Mensaje a Andrés Holguín”, El Nacional, Caracas, 14 de junio de 1971, p.4. Kaldone Nweihed: “¿Delimitar qué con quién?”, El Nacional, Caracas, 3 de octubre de 1972, p.6. Marco Aurelio Vila: “El Golfo de Venezuela se formó en un período de 46 millones de años”, El Nacional, Caracas, 28 de noviembre de 1972, p. D-1.Aníbal R. Martínez: “El petróleo del Golfo”, El Nacional, Caracas, 5 de diciembre de 1972, p.4. Salomón Lacruz: “Reparto Proporcional de la Plataforma Submarina”, El Nacional, Caracas, 6 de febrero de 1973, p.4. Ramón Escovar Salom: “La Ventana de Papel: ¿Guerra con Colombia?”, El Nacional, Caracas, 7 de febrero de 1973, p.4. Kaldone Nweihed: “Caracas: Capital del Mundo del Mar”, El Nacional, Caracas, 30 de octubre de 1973, p.6. Claude Douay: “Derecho del Mar: Verdaderas Negociaciones sólo en Caracas”, El Nacional, Caracas, 9 de noviembre de 1973, p.6. Kaldone Nweihed: “El Mar de Venezuela”, El Nacional, Caracas, 12 de diciembre de 1973, p.6.
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1974-1980 Desde la primera proposición territorial hasta Caraballeda La gran notoriedad del diferendo sobre el Golfo de Venezuela hizo pasar, casi inadvertida, la pérdida por parte de Venezuela de más de mil kilómetros, al hacerse la demarcación fronteriza en 1978 en Los Montes de Oca región que, geopolíticamente, era una de las zonas más criticas de La Guajira. Desde las alturas de Los Montes de Oca, que equívocamente Colombia aseguraba compartir con Venezuela, divididas por la separación de aguas, se fueron apropiando nuestros vecinos clandestinamente, y desarrollando su dominio, a través de actividades funestas para Venezuela, entre las que destacaban las siembras de marihuana, hasta la serranía de Perijá. En Venezuela, por falta de análisis y apresuramientos en materia fronteriza, los mapas siempre trazaron las fronteras de los Montes de Oca por la división de las aguas. Pablo Ojer, ex asesor en materia histórica y de límites de la Cancillería, sobre la base de serias y objetivas investigaciones de muchos años, afirmó siempre que la frontera de los Montes de Oca se debía trazar por la línea del piedemonte occidental, es decir, el que desciende a territorio colombiano. A Venezuela no sólo le pertenecía la vertiente occidental, sino la totalidad de los Montes de Oca. Sin embargo, en la primera administración del presidente Carlos Andrés Pérez, se termina de demarcar con Colombia, apresuradamente, la vertiente occidental de los Montes de Oca, donde se perdieron más de mil kilómetros cuadrados.11 Los presidentes Luís Herrera Campíns de Venezuela, y Julio César Turbay Ayala de Colombia, el 27 de mayo de 1979, acordaron reanudar las conversaciones para la delimitación de las áreas marinas y submarinas, las cuales se estancaron desde 1977, cuando fue rechazado el anteproyecto que se realizó durante la gestión del Presidente Carlos Andrés Pérez. A tal efecto, se formaron comisiones integradas por tres representantes de cada país, y el Modus Operandi nuevo se basó en el instrumento de la delegación, el cual se elaboró el 27 de julio de 1979, en el balneario de Caraballeda. Los represen-
11. SANIN: “Palco de Sombra: El Diferendo”, El Nacional, Caracas, 25 de enero de 1977, p.5. Virgilio Lovera: “Otra vez el Diferendo”, El Nacional, Caracas, 27 de enero de 1977, p.4. Aníbal R. Martínez: “No hay bases científicas y técnicas para asegurar existencia de petróleo en el Golfo de Venezuela”, El Nacional, Caracas, 28 de enero de 1977, p. D-5. Rosita Caldera: “Las fronteras deben ser tema de estudio en la primaria y la universidad”, El Nacional, Caracas, 1 de abril de 1977, p. C2. Eduardo Hernández Carstens: “Fronteras Apureñas: Violaciones de soberanía”, El Nacional, Caracas, 9 de julio de 1977, p. 4.
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tantes de la delegación venezolana fueron Gustavo Planchart Manrique (presidente), Luís Herrera Marcano y Pedro Nikken; y por Colombia presidía la comisión el Coronel Julio Londoño Paredes, acompañado por Carlos Holguín y Jorge Mario Eastman, entre otros. Hubo seis rondas de negociación, de las cuales la última, realizada en Caraballeda, desarrolló la denominada Hipótesis de Caraballeda, que representa la aproximación más cercana a una solución negociada. Se critica, en primer término, el cambio de la tendencia que en materia de la negociación diplomática consagró la Declaración de Sochagota, suscrita en 1969 entre los presidentes Rafael Caldera de Venezuela y Carlos Lleras Restrepo de Colombia. Hubo un cambio fundamental en la filosofía que había detrás de la negociación, porque hasta la época que concluyó con los mandatos constitucionales de Caldera en Venezuela y de Pastrana en Colombia, se negociaba con relación a una delimitación de áreas marinas y submarinas en el Golfo. A la mencionada delimitación se agregaron, a la mitad de los gobiernos del presidente Carlos Andrés Pérez de Venezuela y Alfredo López Michelsen de Colombia, los conceptos de condominio, repartición, explotación conjunta de posibles yacimientos de hidrocarburos y suscripción de nuevos acuerdos accesorios relativos a intereses comunes en el Golfo.12 En la Hipótesis de Caraballeda, la cual fue desechada debido a las reacciones de la opinión pública venezolana, la línea adoptada reflejaría la posición colombiana de un disminuido mar territorial para Los Monjes. El proyecto de Caraballeda contemplaba que las aguas situadas frente a las costas colombianas de la Guajira, ubicadas dentro del Golfo, eran aguas interiores del vecino país, y según la definición tradicional de aguas interiores, esto impediría el libre paso de naves venezolanas por esa zona. Pero el proyecto
12. Ramón J. Duque Corredor: “Soberanía y Desarrollo Fronterizo”, El Nacional, Caracas, 11 de julio de 1979, p.4. Lino Delgado: “A propósito: Vázquez Carrizosa. Diferendo diferido.”, El Nacional, Caracas, 12 de septiembre de 1979, p.5. J.M. Machin: “Política de Fronteras”, El Nacional, Caracas, 23 de septiembre de 1979, p. D-4. Efraín Schacht Aristeguieta: “Nuestras fronteras”, El Nacional, Caracas, 23 de septiembre de 1979, p. D-4. Aníbal Romero: “Las fronteras del sentido común”, El Nacional, Caracas, 23 de septiembre de 1979, p. D-4. Hermann. (S.J.) González Oropeza: “Mito y realidad de una política”, El Nacional, Caracas, 23 de septiembre de 1979, p. D-4. José Curiel: “Reflexiones: Nuestras fronteras del Sur”, El Nacional, Caracas, 10 de octubre de 1979, p.4. Alfredo Peña: “Foro: José Alberto Zambrano Velasco: En el Diferendo con Colombia, Venezuela no acepta discutir lo que está al sur de Castilletes”, El Nacional, Caracas, 4 de noviembre de 1979, p. C-1. Alejandro Urbaneja Achelpohl: “Golfo de Venezuela”, El Nacional, Caracas, 23 de diciembre de 1979, p.4.
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también establecía que por esas aguas interiores habría paso inocente de buques venezolanos, figura que no existe en el Derecho Internacional, ya que el paso inocente es típico del mar territorial. Por otra parte, preveía que si un yacimiento se extendía, aunque sea en una mínima proporción, a la zona que se pretendía asignar a uno de los dos países, la mitad de los hidrocarburos extraídos de ese yacimiento pertenecerían a ese país, situación que no se explica ni se justifica en los documentos estudiados. Expertos petroleros venezolanos consideraban que el proyecto de acuerdo de delimitación en el Golfo, establecido por los negociadores de Colombia y Venezuela, no se ajustaba a la opinión técnica aceptada para el tratamiento de yacimientos comunes entre dos países propietarios. La opinión de geólogos, venezolanos, expertos en yacimientos y otros técnicos, coincidieron en señalar que la forma como se redactó el Artículo 4º del Proyecto de los negociadores del diferendo no tenía fundamento técnico, además, modificaba ostensiblemente las normas aceptadas, e igualmente se alejaba de otros tratados firmados por Venezuela con las Antillas Neerlandesas, y los suscritos por otros países, cuando se enfrentaron al caso de los yacimientos petroleros que atravesaban sus límites, como ocurrió con los diferentes tratados firmados por los países europeos, ribereños del Mar del Norte.13 13. Manuel Alfredo Rodríguez: “La Academia de la Historia y la integridad de Venezuela”, El Nacional, Caracas, 27 de enero de 1980, p. D-4. Efraín Schacht Aristeguieta: “El Diferendo ColomboVenezolano”, El Nacional, Caracas, 27 de enero de 1980, p. D-4. Arellano, Homero. “Hechos y Desechos: El Diferendo”, El Nacional, Caracas, 1 de febrero de 1980, p.5. Rafael Caldera: “Los Monjes”, El Nacional, Caracas, 14 de febrero de 1980, p.4. Pablo Ojer: “SINAMAICA: Mitología e historia”, El Nacional, Caracas, 9 de abril de 1980, p. C-1, 2. Otmaro Silva: “Venezuela y el Golfo”, El Nacional, Caracas, 29 de abril de 1980, p.4. Alfredo Peña: “Foro Rubén Carpio Castillo: El cierre del Golfo presupone soberanía compartida entre Venezuela y Colombia”, El Nacional, Caracas, 6 de julio de 1980, p. C-1. Alfredo Peña: “Foro/ Julio César Turbay Ayala Presidente de Colombia: La solución del Diferendo no debe dejar víctimas porque sería un acuerdo inestable. Ojalá y nos toque un poquito del petróleo de esa zona”, El Nacional, Caracas, 2 de agosto de 1980, p. C-1, 2. José Hernán Briceño: “Alfonso López Michelsen, ex-presidente de Colombia: A una Corte Internacional el Diferendo de Estancarse la Negociación Directa”, El Nacional, Caracas, 4 de agosto de 1980, p. C-1. Carlos A. D‘Ascoli: “El Diferendo con Colombia”, El Nacional, Caracas, 13 de agosto de 1980, p.4. Ramón Hernández: “Earle Herrera: Sin perjudicar sus soberanías Venezuela y Colombia deben llegar a un acuerdo sobre el Diferendo”, El Nacional, Caracas, 20 de agosto de 1980, p. C-6. Freddy Vivas Gallardo: “El Golfo y los grupos de interés: ¿Acción o perturbación?”, El Nacional, Caracas, 15 de septiembre de 1980, p.4. Pedro José Lara Peña: “Remitido. Insulta, pero oye: Las costas del Golfo son costas secas”, El Nacional, Caracas, 23 de septiembre de 1980, p. D-9. César González: “El Diferendo Colombo-Venezolano y el Tratado de 1941”, El Nacional, Caracas, 30 de septiembre de 1980, p.4. Alfredo Peña: “Falcón Briceño y Carpio Castillo: Tenemos serias objeciones al proyecto de acuerdo con Colombia”, El Nacional, Caracas, 8 de octubre de 1980, p. D-17. Rubén Carpio Castillo: “Delimitaciones Marinas”, El Nacional, Caracas, 14 de octubre de 1980, p.4. Lugo Olmedo: “Ramón J. Velásquez a García Peña: La vehemencia en el debate sobre el Golfo es la respuesta de
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En los artículos y noticias de este período, se expusieron en las columnas de El Nacional: la Conferencia del Derecho del Mar, la problemática de la delimitación marítima, el condominio del Golfo,14 la concepción de las negociaciones, la hipótesis de Caraballeda, la posición de instituciones y personalidades sobre el Golfo, el armamentismo, la campaña informativa sobre el problema fronterizo, la inmigración, el contrabando, el poblamiento de la zona fronteriza y la importancia de la Laguna de Cocineta.
nuestro país a una larga etapa de frustraciones”, El Nacional, Caracas, 21 de octubre de 1980, p. D1. Rubén Carpio Castillo: “El Diferendo”, El Nacional, Caracas, 23 de octubre de 1980, p.4. A.J.H. “José Vicente Rangel: Sería Suicida para la Democracia La Firma ahora del Acuerdo sobre el Diferendo con Colombia”, El Nacional, Caracas, 27 de octubre de 1980, p. D-2. Francisco Carrillo Batalla: “El Diferendo con Colombia: El proyecto de Caraballeda”, El Nacional, Caracas, 29 de octubre de 1980, p. 4. Jorge Olavarría: “El proyecto de delimitación es perfectible en términos aceptables por Colombia”, El Nacional, Caracas, 30 de octubre de 1980, p. D-20. Pedro Nikken: “La Tesis de la Costa Seca Favorece a Colombia”, El Nacional, Caracas, 1 de noviembre de 1980, p. C4. Fermín Lárez: “Kaldone G. Nweihed: El proyecto modifica la posición del gobierno de Caldera”, El Nacional, Caracas, 2 de noviembre de 1980, p.D-10. Fermín Lárez: “Pedro José Lara Peña: El proyecto para resolver el Diferendo responde a intereses ajenos al problema”, El Nacional, Caracas, 3 de noviembre de 1980, p. D-1. Cayetano Ramírez: “Objeciones técnicas hacen los expertos petroleros al proyecto de Delimitación”, El Nacional, Caracas, 3 de noviembre de 1980, p. D-3. Cayetano Ramírez: “La Delimitación en el Golfo: Gremios petroleros se pronuncian contra Artículo 4º del Proyecto”, El Nacional, Caracas, 4 de noviembre de 1980, p. D-1. José Vicente Rangel: “Debe aprovecharse la suspensión de las conversaciones con Colombia para una reformulación”, El Nacional, Caracas, 7 de noviembre de 1980, p. D-5.Edsel, Carlos. “Del Golfo de Venezuela”, El Nacional, Caracas, 9 de noviembre de 1980, p.6. José Vicente Rangel: “Sobre el Golfo de Venezuela: Entre el chantaje y la libertad”, El Nacional, Caracas, 14 de noviembre de 1980, p.4. Entrevista a El Nacional. “Rubén Carpio Castillo: Ni la corte celestial recomendaría a Colombia las concesiones que obtuvo en el proyecto de tratado”, El Nacional, Caracas, 18 de noviembre de 1980, p. D-2. Felipe Carrera Damas: “El Diferendo: y el ideario americano”, El Nacional, Caracas, 20 de noviembre de 1980, p.4. Alfredo Peña: “Conversaciones: Caldera y Herrera: Un Diferendo Estacionario”, El Nacional, Caracas, 22 de noviembre de 1980, p. D-2. Alfredo Peña: “Foro: Carlos Sosa Rodríguez: El Diferendo con Colombia debe quedar estacionario”, El Nacional, Caracas, 24 de noviembre de 1980, p. C-1. 14. SANIN: “Palco de Sombra: El Acuerdo con Colombia”, El Nacional, Caracas, 6 de agosto de 1974, p. C-1. A.P.: “En Colombia: Interpretaciones contradictorias sobre propuesta de condominio”, El Nacional, Caracas, 23 de julio de 1975, p. 12. Germán Carías: “La propuesta del condominio será definida en Santa Marta por el Presidente de Colombia”, El Nacional, Caracas, 26 de julio de 1975, p. D-1. Alfredo Peña: “Inadecuado procedimiento que utilizó el presidente de Colombia al tratar Diferendo con Venezuela: Afirmó el ex Canciller Dr. Arístides Calvani”, El Nacional, Caracas, 27 de julio de 1975, p. D-1. Kaldone Nweihed: “El Condominio en el Derecho Internacional”, El Nacional, Caracas, 31 de julio de 1975, p.4. Salvador Peña Vásquez: “Cómo Llegó Colombia al Golfo de Venezuela”, El Nacional, Caracas, 9 de agosto de 1975, p.4. Guillermo Meneses: “El Condominio”, El Nacional, Caracas, 27 de agosto de 1975, p. 4. Kaldone Nweihed: “El Golfo y el Acuerdo Marítimo de Quito”, El Nacional, Caracas, 30 de agosto de 1975, p.4.
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1981-1986 Los seis años fríos Aparentemente, fueron fríos e insípidos los seis años comprendidos entre la denominada hipótesis de Caraballeda (octubre de 1980), y la organización por parte de Colombia de una serie de estrategias para desarrollar y ejercer una campaña sistemática de presiones, para que Venezuela abandonara su política de inactividad, destinada a la preservación del statu quo, frente al problema de la delimitación de las áreas marinas y submarinas en el Golfo de Venezuela, que culminaron con la crisis del Caldas. En 1981 se expone que nunca se había adelantado tanto en una hipótesis de acuerdo, como en el proyecto de Caraballeda de octubre de 1980, los dos países demostraron que por la vía directa podían llegar a posiciones negociables, ya que sólo criterios objetivos y serenos pueden llevar a soluciones constructivas, capaces de resolver por nuestros propios medios estos asuntos, sin intervención de terceros. En Colombia fue rechazada la hipótesis del acuerdo, por el propio Congreso colombiano el 10 de noviembre de 1981, y ante la opinión pública, por considerar que el archipiélago de Los Monjes formaba parte del territorio colombiano. Esta hipótesis fue rotundamente rechazada por todos a quienes se le consultó en Venezuela, pero hizo un enorme daño al hacerles ver a los colombianos que había alguna posibilidad de proyectarse al sur de Castilletes, donde ellos no tienen ni un centímetro de costa. Este proyecto era una concreción disfrazada de la llamada Línea Boggs.15 El Nacional exhibió en sus artículos de opinión y noticias la nueva perspectiva de las negociaciones, las concepciones del diferendo, la definición 15. Arzobispos y Obispos de Venezuela. “El Episcopado ante el Diferendo: El Diálogo ha de Afirmar Nuestros Legítimos Derechos”, El Nacional, Caracas, 12 de enero de 1981, p. D-5. Kaldone Nweihed: “Colisión entre la hipótesis y la Constitución colombiana”, El Nacional, Caracas, 19 de enero de 1981, p. 4. J.A. De Armas Chitty: “El Golfo de Venezuela y la lección de Carpio Castillo”, El Nacional, Caracas, 20 de enero de 1981, p.4. Oscar Zambrano Conde: “Diferendo y fronteras”, El Nacional, Caracas, 28 de enero de 1981, p.4. Aníbal Martínez: “Las concesiones petroleras que intentó dar Colombia en el Golfo de Venezuela”, El Nacional, Caracas, 15 de febrero de 1981, p. D2. Isidro Morales Paúl: “Por una Comisión Nacional Limítrofe”, El Nacional, Caracas, 13 de mayo de 1981, p.4. Rafael Caldera: “Atención a nuestras fronteras”, El Nacional, Caracas, 30 de julio de 1981, p.4. Adán Febres Cordero: “Tiempos de Reflexión: El Diferendo y la Corte Internacional”, El Nacional, Caracas, 3 de agosto de 1981, p.4. Ramón Escovar Salom: “La ventana de papel: La frontera y las fronteras”, El Nacional, Caracas, 21 de diciembre de 1981, p.4. Ramón Escovar Salom: “La ventana de papel: Acción en las fronteras”, El Nacional, Caracas, 11 de enero de 1982, p.4.
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de la política exterior venezolana, la frontera de los ejes fluviales del Meta y el Arauca, las políticas fronterizas, el armamentismo, la integración colombovenezolana y la despoblación de la frontera.16 Se manifestó que las negociaciones sobre el problema del Golfo, ensayadas por Venezuela y Colombia, no habían producido el consenso que una materia de tal significación exigiría, existiendo la tendencia a tratar la materia como un asunto puramente jurídico, campo fértil para los virtuosismos del derecho, olvidándose de la materia subyacente que es el petróleo y la energía; la delimitación debía ser parte importante, pero no la agenda exclusiva, bastante nutrida de problemas de los dos países vecinos. Se planteó extremar la negociación, pero como parte de un todo, de un conjunto y no como un torneo jurídico. Se expresó igualmente que Venezuela no podía seguir delimitando áreas fronterizas, sin antes completar la demarcación de otras áreas ya delimitadas. La delimitación de las áreas marinas y submarinas en el Golfo de Venezuela debe posponerse hasta tanto se haya resuelto los problemas de demarcación que tenemos con Colombia en nuestras fronteras terrestres; después de solucionado este aspecto de la demarcación pendiente, se puede reiniciar las conversaciones para la delimitación de las áreas marinas y submarinas en el Golfo de Venezuela.17 Algunos artículos y noticias ostentaron que en Venezuela había un silencio total, y no se sabía qué se pensaba respecto a la delimitación en el Golfo
16. Ramón Escovar Salom: “La ventana de papel: La integración como mito”, El Nacional, Caracas, 31 de agosto de 1981, p.4. Rubén Carpio Castillo: “La política exterior: ¿Cuál política cuál diplomacia?”, El Nacional, Caracas, 8 de noviembre de 1981, p. D-4. Pedro José Pérez Vivas: “Desarrollo fronterizo”, El Nacional, Caracas, 2 de enero de 1982, p.4. Ramón Escovar Salom: “La ventana de papel: El peso geopolítico”, El Nacional, Caracas, 4 de enero de 1982, p.4. Néstor Mora: “Ramón Escovar Salom: La cancillería es cada vez más una modesta oficina de relaciones públicas”, El Nacional, Caracas, 3 de febrero de 1982, p. D-2. 17. Rubén Carpio Castillo: “Fronteras de Apure”, El Nacional, Caracas, 18 de enero de 1984, p.4. Alfredo Peña: “Foro: Belisario Betancur, Presidente de Colombia: Confío en que mi gobierno y en el de Lusinchi se resolverá el problema del Diferendo”, El Nacional, Caracas, 9 de julio de 1984, p. D-1, 2. Pompeyo Márquez: “Las relaciones Colombo-Venezolanas”, El Nacional, Caracas, 19 de febrero de 1985, p.4. José Alberto Zambrano: “Colombia y los intereses vitales”, El Nacional, Caracas, 22 de febrero de 1985, p.4. Ramón Hernández: “Rubén Carpio Castillo: La delimitación con Colombia debe ser política y no de derecho”, El Nacional, Caracas, 28 de febrero de 1985, p. D1. Rubén Carpio Castillo: “Fronteras de Papel”, El Nacional, Caracas, 15 de marzo de 1985, p.4. Ramón Escovar Salom: “La Ventana de Papel: Las relaciones con Colombia”, El Nacional, Caracas, 24 de junio de 1985, p.4.
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de Venezuela, de modo que debíamos iniciar un proceso de negociación, habida cuenta que en Colombia se estaban tomando acciones políticas al respecto. También se presenta y comenta la polémica con motivo de las informaciones en relación con la propuesta de enmienda constitucional presentada por el Consejo de Estado de Colombia en 1986 al Congreso Nacional en el sentido de incluir el Archipiélago de Los Monjes como parte del territorio colombiano.18 Se planteó que las políticas de fronteras no deberían continuar siendo producto de soluciones de momento, adoptadas sobre la marcha, sin análisis previo; una buena política de fronteras debía y debe entender la interrelación existente entre ambos lados de la línea de demarcación; y que el desarrollo integral de nuestras fronteras no se lograría mientras no existiera un ente planificador y ejecutor de los programas de desarrollo, proponiéndose la creación del Instituto Nacional de Fronteras, que podría estar adscrito al Ministerio de la Defensa. También se expone que, entre los dos países existen materias que requieren una visión de conjunto; no hay problemas separados sino que todos forman parte de una totalidad, negociar un asunto dejando
18. Héctor Landaeta: “Advierte José Vicente Rangel: El Estado no tiene una política para enfrentar el Diferendo con Colombia”, El Nacional, Caracas, 7 de marzo de 1986, p. D-8. Héctor Landaeta: “El Contralmirante Carlos Pulido Salvatierra: Las Fronteras no se pueden poblar con las Fuerzas Armadas”, El Nacional, Caracas, 11 de marzo de 1986, p. D-2. Marianela Balbi: “Rubén Carpio Castillo: Nuestro país no tiene prisa en definir Diferendo con Colombia”, El Nacional, Caracas, 3 de mayo de 1986, p. D-8. Rubén Carpio Castillo: “Poblar las Fronteras”, El Nacional, Caracas, 11 de mayo de 1986, p.4. Imperio Rodríguez: “Kaldone Nweihed y el trazado de líneas de base recta: Es una ley nacional colombiana y no un tratado internacional”, El Nacional, Caracas, 27 de mayo de 1986, p.4. Iris Castellanos: “Ramón J. Velázquez: La política de frontera no tiene color partidista”, El Nacional, Caracas, 27 de mayo de 1986, p. D-2. Hernándo Rocha: “El proyecto del Consejo de Estado: Colombia revive controversia sobre soberanía en los Monjes”, El Nacional, Caracas, 2 de junio de 1986, p. D-1. Imperio Rodríguez: “Simón Alberto Consalvi: Los Monjes: Seguiremos ejerciendo para siempre nuestra soberanía”, El Nacional, Caracas, 3 de junio de 1986, p. D-1. Alba Sánchez: “Coronel Ezequiel Zamora Conde: Con respecto a Los Monjes no hay nada que discutir”, El Nacional, Caracas, 3 de junio de 1986, p. D-14. Oswaldo Alvarez Paz: “La Política en Nuestros Días: Los Monjes venezolanos”, El Nacional, Caracas, 10 de junio de 1986, p. D-2. Aníbal Martínez: “El petróleo de Los Monjes”, El Nacional, Caracas, 21 de junio de 1986, p.4. Marianela Balbi: “El internacionalista Juan José Monsant: Las discusiones entre Venezuela y Colombia no deben limitarse al problema del Golfo”, El Nacional, Caracas, 1 de diciembre de 1986, p. D-17. Héctor Landaeta: “Señala Rubén Carpio Castillo: Venezuela no negociará con Colombia sin antes demarcar las fronteras”, El Nacional, Caracas, 17 de diciembre de 1986, p. D-3. Asdrúbal Barrios: “El Ministro de la Defensa: En los Monjes se garantiza la integridad territorial”, El Nacional, Caracas, 21de diciembre de 1986, p. D-10.
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pendiente los otros, es disponerse a tener una querella interminable, de la cual se benefician unos cuantos, pero se perjudican los dos países.19 En cuanto al armamentismo, Colombia y Venezuela, aumentaron sus adquisiciones motivados por la interrupción en las negociaciones sobre áreas marinas y submarinas, lo cual mantenía latente el posible enfrentamiento armado entre los dos países. En el caso de Colombia duplica sus gastos militares con la adquisición de fragatas, tanques y aviones; y en Venezuela con la compra de los F-16, Mirages y repotenciación de fragatas.20 1987-1989 La crisis del Caldas y sus consecuencias En 1987 se vivió una delicada situación que estuvo a punto de conducir a la guerra con Colombia. En agosto, al cumplir un año en la Presidencia, Virgilio Barco Vargas buscó utilizar una presión geopolítica, es decir, crear un hecho de provocación de pretendido derecho no abusivo, bajo la dirección del Coronel retirado Julio Londoño Paredes, canciller entonces de Colombia, al autorizar la intromisión de la corbeta ARC Caldas en aguas venezolanas a fin de ejercer labores de vigilancia y control entre la línea de
19. Diego Bautista Urbaneja: “Sobre nuestra política exterior”, El Nacional, Caracas, 10 de julio de 1982, p.4. Pompeyo Márquez: “Aprender del Vecino”, El Nacional, Caracas, 9 de noviembre de 1982, p.4. José Curiel: “Reflexiones: Fronteras Vs. Integración”, El Nacional, Caracas, 29 de mayo de 1984, p.4. Carlos Febres Pobeda: “Fronteras”, El Nacional, Caracas, 8 de noviembre de 1984, p.5. Pompeyo Márquez: “Fronteras, seguridad nacional y desarrollo”, El Nacional, Caracas, 21 de noviembre de 1984, p.4. Ramón Escovar Salom: “La Ventana de Papel: La ciencia como frontera”, El Nacional, Caracas, 3 de diciembre de 1984, p.4. 20. Juan Carlos Gumucio: “Según fuente de inteligencia militar de E.E.U.U.: Venezuela y Colombia figuran en la carrera armamentista”, El Nacional, Caracas, 3 de junio de 1981, p.22. Jesús Eduardo Brando: “Declara Lara Peña: La compra de los F-16 obedece a la presencia en el Caribe de fuerzas hostiles a Venezuela”, El Nacional, Caracas, 10 de junio de 1981, p. D-9. U.P.I.: “Guyana pide a Estados Unidos que no venda F-16 a Venezuela”, El Nacional, Caracas, 17 de junio de 1981, p. D1. Pablo Azuaje: “Mentiras: F-16, F-15 ¿Y que más?” El Nacional, Caracas, 28 de agosto de 1981, p.6. Jesús Paz Galárraga: “Los F-16, Venezuela y E.E.U.U.”, El Nacional, Caracas, 11 de febrero de 1982, p.4. Manuel Rojas Poleo: “Paradojas: CAP, F-16, Sanín y López”, El Nacional, Caracas, 11 de febrero de 1982, p.6. Matías Carrasco: “Aquí hace calor: A vuelo de F-16”, El Nacional, Caracas, 13 de febrero de 1982, p.6. Ramón Escovar Salom: “Ventana de papel: Los F-16”, El Nacional, Caracas, 22 de febrero de 1982, p.4. Elías A. Sayegh: “Vuelta la Hoja: FAV (Fuerza Aérea Venezolana)”, El Nacional, Caracas, 10 de diciembre de 1982, p.4. Juan Carlos Gumucio: “Según fuente de inteligencia militar de E.E.U.U.: Venezuela y Colombia figuran en la carrera armamentista”, El Nacional, Caracas, 3 de junio de 1981, p.22.
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Castilletes y Punta Salinas, alegando que vigilaban la zona económica exclusiva de Colombia. Esas eran aguas que nuestro país había cerrado jurídicamente desde el Decreto promulgado el 16 de septiembre de 1939, en el que se estipulaba que ningún Estado del mundo, inclusive Colombia, podía navegar por dichas aguas, sino con el permiso previo de Venezuela. En mayo de 1987 se reunieron los ex-presidentes venezolanos Carlos Andrés Pérez, Luís Herrera Campíns y Rafael Caldera, con el presidente Jaime Lusinchi, reunión a la cual asistieron el presidente del Congreso Reinaldo Leandro Mora, el canciller Simón Alberto Consalvi y el presidente de Acción Democrática, Gonzalo Barrios. La reunión se produjo por la propuesta del gobierno colombiano referida a la designación de una Comisión de Conciliación, sobre la base del Tratado de 1939. Esta propuesta fue rechazada por unanimidad, ya que el mismo tratado excluye expresamente las cuestiones vitales, que corresponden a la independencia y soberanía del país, así como las delimitaciones territoriales o de fronteras.21 En agosto del mismo año, se puso en evidencia que la incursión de la corbeta Caldas en territorio venezolano, no fue un hecho aislado o fortuito, sino que formaba parte de una estrategia colombiana fríamente calculada que, por lo demás, contó con una bien orquestada campaña de opinión pública; tuvo el objetivo de presionar a Venezuela para una pronta resolución de la delimitación pendiente, bajo los términos y condiciones determinados por las iniciativas del vecino país, en función de sus intereses, y para generar a su vez una corriente de opinión internacional favorable a Colombia, presentando a nuestro país como sordo al diálogo, e insensible a la búsqueda de
21. Imperio Rodríguez: El Presidente del Congreso Colombiano Humberto Peláez Gutiérrez: Las negociaciones limítrofes han estado en un circulo vicioso”, El Nacional, Caracas, 24 de abril de 1987, p. D-1. Nélson Rodríguez: “Respuesta a Colombia: Conversaciones de País a País plantea Venezuela. Los ex-presidentes Carlos Andrés Pérez, Luís Herrera Campíns Y Rafael Caldera dialogaron con el presidente Lusinchi, reunión a la cual asistieron el presidente del Congreso, el Canciller y el presidente AD, Gonzalo Barrios”, El Nacional, Caracas, 12 de mayo de 1987, p. D-1. Jesús Lossada Rondón:“Rechazo unánime a la propuesta colombiana.”, El Nacional, Caracas, 13 de mayo de 1987, p. D-2. Alba Sánchez: Jorge Olavarría: CAP. es el autor intelectual de la propuesta colombiana”, El Nacional, Caracas, 14 de mayo de 1987, p. D-2. Luís Piñerúa Ordaz: “Criterios: Ante la propuesta colombiana”, El Nacional, Caracas, 15 de mayo de 1987, p. D-3. Virgilio Lovera: “La proposición colombiana”, El Nacional, Caracas, 24 de mayo de 1987, p.4. Héctor Landaeta: “Rafael Sureda Delgado: La Cancillería debe ocuparse de las fronteras”, El Nacional, Caracas, 12 de julio de 1987, p. D-13. Arturo Uslar Pietri: “Pizarrón: El Tercer País”, El Nacional, Caracas, 26 de julio de 1987, p. 4.
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soluciones bilaterales, es decir, colocar a Venezuela en una situación de facto que nos llevaría a una mesa de negociaciones bajo una agenda y plazo fijo, creando las condiciones necesarias para que la delimitación se realizara eventualmente por una instancia judicial.22 En este período El Nacional trató temas como la vitalidad del Golfo, la concepción de la globalidad de los problemas fronterizos, la política fronteriza, denuncias de los flagelos fronterizos, la Comisión Conciliadora, la incursión de la fragata Caldas, un acuerdo nacional para futuras negociaciones, el origen la evolución y la enseñanza de la controversia fronteriza, el proyecto de un oleoducto colombo-venezolano, las elecciones y la frontera en Venezuela, y la desgolfización, dentro de un esquema de globalidad. Se planteó, con relación a la política fronteriza lo siguiente: la importancia del desarrollo político, económico y social de estas zonas; definir una política del Estado venezolano y no de los gobiernos de turno con relación a
22. Eduardo Delpretti: “José Vicente Rangel: La escalada colombiana está fríamente planificada. El gobierno debe hacer una gran consulta nacional para una toma de decisión, porque éste último incidente es sumamente grave para nuestra soberanía.”, El Nacional, Caracas, 17 de agosto de 1987, p. D-12. Ludmila Vinogradoff: “Teodoro Petkoff y el incidente con Colombia: No se puede dar largas al Diferendo. Los dos países deben iniciar cuanto antes la negociación bilateral”, El Nacional, Caracas, 17 de agosto de 1987, p. D-12. Oswaldo Alvarez Paz: “La política en Nuestros Días: Colombia un grave problema”, El Nacional, Caracas, 18 de agosto de 1987, p. D-10. Jesús Eduardo Brando: “Gonzalo Barrios: Es correcta la posición del gobierno con Colombia”, El Nacional, Caracas, 19 de agosto de 1987, p. D-1. Alonso Zambrano: “El incidente en el Golfo de Venezuela: Desmilitarización inició gobierno de Colombia”, El Nacional, Caracas, 19 de agosto de 1987, p. D9. Héctor Landaeta: “Los coletazos del Caldas: Venezuela cambia su estrategia diplomática frente a Colombia”, El Nacional, Caracas, 19 de agosto de 1987, p. D-9. Vinogradoff, Ludmila. “Los excancilleres respaldan al gobierno: Isidro Morales Paúl, Efraín Schacht Aristiguieta, Ignacio Luís Arcaya”, El Nacional, Caracas, 19 de agosto de 1987, p. D-9. Fabricio Ojeda: “El general García Barrios y el problema con Colombia: Puede tratarse de un plan para debilitar a Contadora. Un conflicto armado o ruptura entre Colombia y Venezuela tendría consecuencias impredecibles en Centroamérica y sólo beneficiaria a las fabricantes de armas, a las transnacionales, los separatistas y los xenófobos. ”, El Nacional, Caracas, 22 de agosto de 1987, p. D-8. Jesús Sanoja Hernández: “Diferendo 1965-1987: Un barco en el Golfo de Venezuela”, El Nacional, Caracas, 24 de agosto de 1987, p. D-10. Virgilio Lovera: “La provocación”, El Nacional, Caracas, 25 de agosto de 1987, p.4. SANIN: “Palco de Sombra: Barcos y Corbetas”, El Nacional, Caracas, 25 de agosto de 1987, p.6. Alfredo Toro Hardy: “Venezuela, Colombia y el Golfo: ¿Quién prevalecerá?”, El Nacional, Caracas, 28 de agosto de 1987, p.4. Nélson Rodríguez: “Moisés Moleiro y el Diferendo: Extraños intereses pretenden crear una pelea entre Venezuela y Colombia”, El Nacional, Caracas, 28 de agosto de 1987, p. D-10. P.L.: “El Canciller Londoño: El Golfo no es vital para ninguno de los dos países”, El Nacional, Caracas, 31 de agosto de 1987, p. D-6.
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Colombia; desarrollar proyectos para la conservación del medio ambiente y de los recursos naturales; realizar estudios hidráulicos-fluviales para la planificación de carreteras y puentes; encontrar una metodología que elabore una agenda de los problemas colombo-venezolanos para ser analizados globalmente, es decir, negociar por paquete los distintos problemas definidos. Este último aspecto fue la concepción esbozada por algunos articulistas, existiendo igualmente otro grupo de opiniones, según las cuales la metodología de la globalidad no era la vía más idónea, porque la sumatoria de los hechos a discutir nos colocaban en desventaja, al considerar que somos la parte más vulnerable en la mayoría de los temas a examinar dentro de la globalidad o paquete.23 Hechos informativos lamentables, como los secuestros, el narcotráfico, las masacres de Cutufí y Perijá por la guerrilla colombiana, el contrabando, etc., fueron constantemente reseñados. Todos estos flagelos, originados en el vecino país, exigían de soluciones conjuntas, por lo que se denunciaba la falta de acciones para su superación y eliminación.24
23. Ramón Escovar Salom: “La ventana de papel: El recurrente tema de Colombia”, El Nacional, Caracas, 21 de noviembre de 1988, p. 4. Alberto Rojas: “Virgilio Barco: El Diferendo requiere pronta solución para la integración hemisférica”, El Nacional, Caracas, 29 de enero de 1989, p. D1. Ludmila Vinogradoff: «El Canciller de Venezuela Enrique Tejera París: Vamos a desgolfizar nuestras relaciones con Colombia», El Nacional, Caracas, 4 de febrero de 1989, p. D-1. Jesús Lossada Rondón: «El Canciller Tejera París: Acuerdo Pérez-Barco defiende los intereses de Venezuela», El Nacional, Caracas, 8 de febrero de 1989, p. D-1. Ada Urribarri: «Escarrá: El acuerdo vulnera el preámbulo constitucional.», El Nacional, Caracas, 9 de febrero de 1989, p. D-2. Rubén Carpio Castillo: “Fronteras”, El Nacional, Caracas, 15 de febrero de 1989, p. 9. Alba Sánchez: “Londoño: en las relaciones con Venezuela no utilizo la palabra tensión. La delimitación de áreas marinas y submarinas no es el tema fundamental en las relaciones colombo-venezolanas”, El Nacional, Caracas, 10 de marzo de 1989, p. D-2. Teresa Vincenzo: «Militares retirados piden impugnar acuerdo CAP-Barco. Sostienen que la reactivación del Tratado del 39 compromete la seguridad del Estado al propiciar la participación de terceros en una decisión arbitral o jurisdiccional», El Nacional, Caracas, 8 de abril de 1989, p. D-6. Pablo Ojer: “Vuelta de hoja: ... antes que nada, fijar la frontera terrestre”, El Nacional, Caracas, 29 de abril de 1989, p. 4. Pedro Nikken: “Barco-Pérez: Un camino incierto”, El Nacional, Caracas, 2 de mayo de 1989, p. 4. Roberto Giusti: “Vuelta de hoja: Integración y Cocaína”, El Nacional, Caracas, 26 de agosto de 1989, p.4. Aníbal Martínez: “La golfización de las diferencias”, El Nacional, Caracas, 3 de junio de 1989, p. 4. Fermín Toro Jiménez: “El Tratado de 1939”, El Nacional, Caracas, 3 de junio de 1989, p. 4. Pedro Cunill Grau: “Poblar fronteras”, El Nacional, Caracas, 18 de noviembre de 1989, p. 4. Pedro Cunill Grau: “Geografía del vecino”, El Nacional, Caracas, 21 de noviembre de 1989, p. 4. 24. Félix Reyes Yánez: “Fronteras: Los problemas de la integración”, El Nacional, Caracas, 22 de mayo de 1989, p. C-3. Félix Reyes Yánez: «Fronteras: La difícil ruta del comercio binacional», El Nacional, Caracas, 29 de mayo de 1989, p. C-3. Félix Reyes Yánez: «Fronteras: La Guajira: Un fenómeno de
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1990-1993 La prioridad de la Integración y las suficiencias de poder. En la histórica quinta de San Pedro Alejandrino en la ciudad de Santa Marta, el día 6 de marzo de 1990, los presidentes Virgilio Barco de Colombia y Carlos Andrés Pérez de Venezuela, recibieron el Informe Final de los trabajos realizados por los Altos Comisionados Pedro Gómez Barrero y Carlos Holguin Holguin por Colombia; e Isidro Morales Paúl y Rafael Pizani por Venezuela. Después de analizar el Informe Final, los presidentes decidieron adoptar las Metodologías de Tratamiento y Solución, presentadas por los Altos Comisionados, para cada una de las cuestiones pendientes entre los dos países. De conformidad con lo expresado, los presidentes acordaron designar en breve plazo las Comisiones Mixtas prevista en el Informe Final. Se estableció, igualmente, una Comisión de Coordinación y Seguimiento de alto nivel y carácter permanente con funciones de consulta, coordinación, verificación y seguimiento de las Metodologías de Tratamiento y Solución. En el caso de la delimitación de áreas marinas y submarinas, los Altos Comisionados recomendaron que el tema fuese tratado a través de negociaciones directas. En adelante, por los decretos del Ejecutivo Nacional de Venezuela, números 806 y 890, se creó e integró la Comisión Presidencial para la Delimitación de Areas Marinas y Submarinas con la República de Colombia y otros temas; de igual manera, en Colombia se conformó una Comisión con el mismo propósito. Dichas comisiones fueron integradas por los venezolanos Reinaldo Leandro Mora, Hilarión Cardozo y Pompeyo Márquez, y los colombianos Pedro Gómez Barrero, Cornelio Reyes y Diego Montaña Cuella (quien a su muerte fue sustituido por Orlando Falls Borda). La Comisión Negociadora trabajó bajo la llamada estrategia de la globalidad en lo concerniente a ríos internacionales, cuencas hidrográficas, demarca-
economía informal», El Nacional, Caracas, 5 de junio de 1989, p. C-3. Félix Reyes Yánez: «Fronteras: Una realidad que supera cualquier norma”, El Nacional, Caracas, 19 de junio de 1989, p. C-3. Félix Reyes Yánez: «Fronteras: El país frente a sus líneas de tierra», El Nacional, Caracas, 3 de julio de 1989, p. C-3. Félix Reyes Yánez: «Fronteras: La mancomunidad y sus retos», El Nacional, Caracas, 10 de julio de 1989, p. C-3. Félix Reyes Yánez: «Fronteras: Colombia y Venezuela: Una lista de problemas comunes», El Nacional, Caracas, 17 de julio de 1989, p. C-3. Félix Reyes Yánez: «Fronteras: Nacionalidad y comercio: Dos factores en conflicto», El Nacional, Caracas, 24 de julio de 1989, p. C-3. Félix Reyes Yánez: «La integración comienza a abandonar la utopía», El Nacional, Caracas, 31 de julio de 1989, p. C-3. Félix Reyes Yánez: «Fronteras: Integración por la ruta de las aguas», El Nacional, Caracas, 7 de agosto de 1989, p. C-3.
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ción y densificación de hitos, además de la delimitación de áreas marinas y submarinas. Con respecto al tema de las cuencas hidrográficas, los negociadores decidieron la reactivación de un acuerdo suscrito en 1982 por Colombia y Venezuela en el marco de la Organización de Estados Americanos (OEA), para la formulación de un plan de conservación de los recursos hídricos del río Catatumbo, además se hicieron estudios sobre la cuenca de Paraguachón-Carraipia en el sector de La Guajira. En cuanto a la demarcación y densificación de hitos fronterizos, el equipo técnico colombo-venezolano, conformado a tal fin, luego de identificar los problemas pendientes sobre la base de un informe de 39 puntos elaborado anteriormente por la Cancillería venezolana, emprendieron labores de inspección en distintas áreas, sobre la cual se presentaron informes con recomendaciones a los negociadores.25 Las polémicas en torno a la delimitación fronteriza al noreste del Golfo de Venezuela reaparecen cuando el presidente Carlos Andrés Pérez anunció en Maracaibo la proyectada construcción de un puerto de aguas profundas en el Golfo de Venezuela, aunque no dentro de la zona en disputa, afirmando que el Golfo era vital para nuestro país, y que dicho puerto sería compartido con Colombia. El 4 de febrero de 1992 la intentona golpista encabezada por el Teniente Coronel del Ejército Hugo Chávez, tenía como una de las causas de la misma el tratamiento de las negociaciones sobre el Golfo, pero es evidente que el clima de tensión generado en torno a las contradicciones desde la propia jefatura del Estado, y la imprudencia en la conducción del tema, indujeron a los golpistas a incluir el tema del Golfo como una de las causas en su documento.26 25. Rubén Carpio Castillo: “El Golfo caldeado”, El Nacional, Caracas, 14 de marzo de 1990, p. Gustavo Azócar: «Pérez: integración latinoamericana comenzó con Colombia y Venezuela», El Nacional, Caracas, 22 de marzo de 1990, p. D-6. Gustavo Azócar: «Barco: tenemos que resolver el diferendo», El Nacional, Caracas, 22 de marzo de 1990, p. D-6. Félix Reyes Yánez: “Fronteras: Un balance de proyectos por cumplir”, El Nacional, Caracas, 30 de abril de 1990, p. C-3. Imperio Rodríguez: “Venezuela y Colombia marchan hacia una frontera de integración.”, El Nacional, Caracas, 5 de mayo de 1990, p. D-4. Rubén Carpio Castillo: “Demarcación y delimitación”, El Nacional, Caracas, 9 de mayo de 1990, p. 6. Carlos Silva Valero: “César Gaviria: nuevo clima entre Colombia y Venezuela”, El Nacional, Caracas, 13 de mayo de 1990, p. 8. Gustavo Azócar: «Velásquez Ramón J.: Acuerdos colombo-venezolanos no deben engavetarse», El Nacional, Caracas, 19 de mayo de 1990, p. D-5. 26. Mariela Briceño: “Señaló la ministro Nohemí Sanín: Asonada no afecta proceso de negociación colombo-venezolana”, El Nacional, Caracas, 9 de febrero de 1992, p. 2. E.F.E. “Con Colombia: Intento de golpe frustró firma de acuerdo fronterizo. El diario bogotano El Espectador dijo que hace veinte días los comisionados para la negociación estuvieron a punto de solucionar definitivamente el litigio”, El Nacional, Caracas, 13 de febrero de 1992, p. 2. Rafael Sureda Delgado: “Intentona Vs. Golfo”, El Nacional, Caracas, 13 de marzo de 1992, p. 4.
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Esta última etapa se caracteriza por la exposición de aspectos como: la integración de las fronteras colombo-venezolanas, el Acta de San Pedro Alejandrino y la posición de los Altos Comisionados en Asuntos Fronterizos, la delimitación de las áreas marinas y submarinas, el armamentismo, la vitalidad del Golfo para Venezuela, el desarrollo del poblamiento fronterizo, el proyecto de construcción del puerto de aguas profundas en el Golfo, la negociación sobre los ríos internacionales, la soberanía sobre el archipiélago de Los Monjes, el informe Bacalao. En cuanto al tema de las fronteras y en especial la colombo-venezolana, por su importancia y relevancia, se determina que era necesario definir una política de Estado para integrar funcionalmente estas zonas al desarrollo del territorio nacional; se plantea si las fronteras son áreas para la confrontación, o si lo son para la cooperación, la complementación y la integración; y se define que una política de fronteras debía tener como prioridad su proyección estratégica para salvaguardar la soberanía nacional, a través de aspectos castrenses, cívicos y de expansión cultural. Se informó y orientó sobre la denominada Acta de San Pedro Alejandrino, por medio de la cual se acogían las recomendaciones de los Altos Comisionados de Asuntos Fronterizos de Colombia y Venezuela, de establecer diez puntos fundamentales para iniciar las conversaciones en materia fronteriza, sobre la base de los estudios que se habían llevado a cabo en años anteriores, planteándose la búsqueda de acuerdos a través del tratamiento global de las cuestiones. Se expuso que la posición de los Altos Comisionados venezolanos debía ser firme en cuanto a que Colombia no tenía derechos en las costas del Golfo; que la desinformación en la opinión pública venezolana podía provocar un rechazo de la solución global de los asuntos pendientes y de los proyectos de integración fronteriza; que el Acta de San Pedro Alejandrino en el numeral 7 de la metodología, violaba los principios contenidos en el Tratado de No Agresión de 1939, en la cláusula de salvaguarda que excluye la intervención de terceros en la delimitación de áreas marinas y submarinas; que los Altos Comisionados recomendaron que el tema del Golfo fuera tratado a través de las negociaciones directas, y se rechazó la multilateralidad en el manejo de los asuntos fronterizos. Se repiten algunas afirmaciones expuestas en los períodos anteriores, sobre la delimitación de las áreas marinas y submarinas, tales como: demarcar
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primero los límites terrestres y delimitar después las áreas del Golfo; que el Golfo era vital e histórico para Venezuela; la fijación de una posición nacional y de Estado por parte de Venezuela en cuanto al diferendo; que era necesaria la definición de las diferencias conceptuales entre delimitación y demarcación;27 y la afirmación que Colombia debía reconocer que las aguas del Golfo son aguas interiores de Venezuela y no internacionales. Igualmente, sobre el problema del Golfo se presentó la polémica entre los que exponían que la delimitación no era prioritaria para el país; y los que afirmaban reconocer derechos a Colombia, considerando que era necesaria la delimitación. Asimismo se denunció que los gobiernos colombianos, cuando entraban en fases críticas de crisis económicas y sociales, arremetían contra la integridad del Golfo de Venezuela, para de esta manera distraer a su pueblo de los verdaderos problemas internos de su país. Sobre el desarrollo de la integración colombo-venezolana se planteó: que no se debía seguir perdiendo la oportunidad de un desarrollo económico conjunto entre ambos países, también dentro de la Comunidad Andina que era necesario buscar, a través del proceso integracionista binacional, la inserción en la economía internacional; se esbozó la conformación de una zona de libre comercio y una unión aduanera; se propuso que el objetivo era estimular la capacidad competitiva entre los dos países, y la disposición de cooperación, para poder competir frente a terceros; que la integración no debía ser un proceso precipitado y forzado, si no un camino a seguir en búsqueda de metas y objetivos mutuos y que su progreso dependería del tratamiento y enfoque de los problemas fronterizos.28
27.La delimitación es la que tiene como fin definir los límites territoriales entre dos Estados; y la demarcación es el proceso que tiene como objeto identificar y materializar sobre el terreno los límites acordados. 28. Félix Reyes Yánez: «Fronteras: Entre la subsistencia y el abandono», El Nacional, Caracas, 4 de junio de 1990, p. C-3. Félix Reyes Yánez: “Fronteras: La integración en el plano jurídico”, El Nacional, Caracas, 18 de junio de 1990, p. C-3. Gustavo Azócar: “C.A.P. y Barco acuerdan desarrollo de 56 proyectos bilaterales”, El Nacional, Caracas, 15 de julio de 1990, p. D-1. Rubén Carpio Castillo: “Integración fronteriza”, El Nacional, Caracas, 18 de julio de 1990, p. 8. Félix Reyes Yánez: “Fronteras: Los extremos de la ilegalidad”, El Nacional, Caracas, 23 de julio de 1990, p. C-3. Félix Reyes Yánez: “Fronteras: El control estatal frente al fenómeno de la ilegalidad”, El Nacional, Caracas, 30 de julio de 1990, p. C-3. Pablo Ojer: “Delimitación terrestre”, El Nacional, Caracas, 29 de agosto de 1990, p. 4. Félix Reyes Yánez: «Fronteras: Los límites del abandono», El Nacional, Caracas, 10 de septiembre de 1990, p. C-3. Félix Reyes Yánez: “Fronteras: La larga estructura de la dificultades”, El Nacional, Caracas, 8 de octubre de 1990, p. C-3. Félix Reyes Yánez: “Fronteras:
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Una de las noticias importantes que fue comentada en este período, en los artículos y entrevistas, fue la afirmación hecha por el embajador de Colombia en Venezuela, Gustavo Vasco Muñoz, en mayo de 1990, al afirmar la posición venezolana de que el Golfo era un área vital de Venezuela, reconociendo su importancia histórica, y admitiendo como punto de partida las negociaciones directas sobre problemas comunes, como un paso importante para fortalecer el proceso de integración.29 En síntesis, se presentaron aspectos relacionadas con el problema fronterizo colombo-venezolano, y los asuntos más importantes que se plantearon sobre este tema fueron: las declaraciones del Presidente Carlos Andrés Pérez ratificando la soberanía venezolana sobre el Golfo de Venezuela, y luego afirmando contradictoriamente que Colombia tiene derechos en el Golfo; la reacción del sector oficial y de los estratos políticos colombianos, reprobando la medida venezolana de construir un puerto en aguas profundas en el Golfo, al exigir que los barcos colombianos comercializaran libremente, como consecuencia de haber hecho valer su soberanía en un área que han venido reclamando como suya; se presentan como uno de los motivos de la intentona golpista de febrero de 1992, las contradicciones del presidente venezolano sobre las negociaciones del Golfo; que la política exterior venezolana ha permitido que en cada declaración o acuerdo con Colombia, prometamos dar lo que el vecino establece sin las compensaciones naturales y lógicas pertinentes; la polémica en torno a la divergencia de congelar o continuar las conversaciones sobre el diferendo; que las negociaciones sobre los ríos internacionales estaban signadas por las aspiraciones colombianas de la libre navegación; la decisión del Consejo de Estado colombiano de anular mediante un acto administrativo la soberanía de Venezuela sobre el territorio de Los Monjes fue rechazada por la opinión política nacional, y sirvió como un catalizador de unión de este sector tradicionalmente fraccionado.30
La geografía de los problemas”, El Nacional, Caracas, 15 de octubre de 1990, p. C-3. Félix Reyes Yánez: “Fronteras: La ruta de las interconexiones”, El Nacional, Caracas, 22 de octubre de 1990, p. C-3. Félix Reyes Yánez: «Fronteras: Territorio de contradicciones», El Nacional, Caracas, 5 de noviembre de 1990, p. C-3. Félix Reyes Yánez: «Fronteras: Las rutas y limitantes del desarrollo económico», El Nacional, Caracas, 26 de noviembre de 1990, p. C-3. Félix Reyes Yánez: «Fronteras: Un inmenso territorio inconcluso», El Nacional, Caracas, 3 de diciembre de 1990, p. C-3. 29, Imperio Rodríguez: “Embajador de Colombia en Venezuela, Gustavo Vasco Muñoz: El Golfo es área vital para Venezuela y no para Colombia”, El Nacional, Caracas, 24 de mayo de 1990, p. D-1. 30. Reuter. “Consejo de Estado de Colombia se pronunciará: Dictarán sentencia sobre Nota que reconoce soberanía de Venezuela en Los Monjes”, El Nacional, Caracas, 10 de junio de 1992, p. 2.
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En enero de 1992, se dio a conocer un informe confidencial sobre el marco general adoptado por el Gobierno para las negociaciones con Colombia, elaborado por la internacionalista y ex asesora del Ministerio de Relaciones Exteriores, Isabel Bacalao Römer, y dirigido a la Comisión Presidencial para la Delimitación de Areas Marinas y Submarinas con la República de Colombia; en el mismo se denuncia como lesiva a los intereses del país, el Acta de San Pedro Alejandrino. El informe de 46 páginas fue publicado parcialmente por el diario El Nacional, y no solamente toca las negociaciones con Colombia por el Golfo, sino también tiene que ver con todo el proceso global que involucra la problemática de las cuencas, hitos y la navegación de los ríos en discusión.31 Para concluir esta clasificación en períodos, que expone la síntesis de los hechos más relevantes sobre el conflicto fronterizo colombo-venezolano desde 1943 hasta 1993, es importante señalar que El Nacional, por iniciativa de su entonces director Alfredo Peña, con motivo del cumplimiento de sus cincuenta años de circulación, realizó una edición especial dedicada a la integración, donde logró que todos los presidentes y dirigentes de instituciones multilaterales de América Latina, escribieran sobre el tema, así como acerca de la inserción de nuestras economías en globalización.
Mariela Briceño: “Canciller llamó a la sensatez a dirigentes colombianos: Nunca ha estado en discusión soberanía Venezolana en Los Monjes”, El Nacional, Caracas, 11 de junio de 1992, p. 2. Luisa Berilos: “Según Alfredo Toro Hardy: Designación de Ochoa Antich: jugada maestra de C.A.P.”, El Nacional, Caracas, 15 de junio de 1992, p. 2. Earle Herrera: “Talicón: Monjes on the rocks”, El Nacional, Caracas, 23 de junio de 1992, p. 5. 31. El Nacional. “El informe Bacalao y El Golfo de Venezuela (I). Las negociaciones con un pie en la Corte Internacional. Venezuela se quedó frente a Colombia sin cláusula de salvaguarda”, Caracas, 22 de enero de 1992, p. 8. El Nacional. “El Informe Bacalao: Demarcación y Densificación de Hitos (2), Venezuela está cediendo territorio frente a Colombia. Se está violando el artículo 8 de la Constitución que prohibe terminantemente ceder, traspasar o enajenar en forma alguna, el territorio nacional, según la ex – asesora del M.R.E., Isabel Bacalao Römer”, Caracas, 23 de enero de 1992, p.2. El Nacional. “El Texto cuestionado que podría ser declarado nulo”, Caracas, 23 de enero de 1992, p. 6. El Nacional. “El Informe Bacalao: Ríos Internacionales (3): Colombia pretende servidumbre de paso a favor de sus naves de guerra”, Caracas, 24 de enero de 1992, p. 6.
CONFERENCIA JOSÉ GIL FORTOUL
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DISCURSO EN LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA: HOMENAJE AL DR. MIGUEL ACOSTA SAIGNES Dr. Mario Sanoja Obediente (*)
Es para mi un honor hablar en esta Academia Nacional de la Historia de Venezuela de la figura y la obra de Miguel Acosta Saignes, del hombre que es para nosotros ejemplo de rectitud y firmeza, consecuente hasta el final de sus días con su ideología revolucionaria y un extraordinario académico que no solamente nos dejó una obra científica escrita impresionante, sino que contribuyó con su esfuerzo incansable a sentar las bases de los estudios universitarios en ciencias sociales en Venezuela. Miguel Acosta Saignes fue nuestro maestro, camarada y amigo. Lo conocimos cuando estudiabamos cuarto año de bachillerato, gracias a quien era entonces nuestro profesor de Historia de Venezuela, un joven historiador de nombre Santos Rodulfo Cortez, en una vieja casona en la esquina de Romualda donde tenía su sede el Instituto de Antropología y Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela. Aquel encuentro, y las conversaciones subsiguientes nos abrieron al conocimiento de nuevas disciplinas científicas como la antropología social y la arqueología, e influyeron definitivamente en nuestra futura orientación profesional y científica y moldearon nuestro interés por estudiar la historia y la cultura del pueblo venezolano. Miguel Acosta Saignes nació en 1908 y dejó esta vida en 1989 a la edad de 81 años. Doctor en Antropología, Historiador, periodista y político. Militante comunista, formo parte de la llamada Generación del Veintiocho, participando activamente en diversos movimientos sociales contra el régimen
(*) Individuo de Número. Premio Nacional de Cultura mención Humanidades.
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de José Vicente Gómez y luego contra el de Eleazar López Contreras que reprimió por partida doble tanto a los militantes del Partido Comunista como a los del Partido Democrático Nacional. De origen humilde, El Dr. Acosta Saignes ingresó a la Universidad Central de Venezuela donde comenzó a estudiar medicina porque era la carrera que le permitía ayudar directamente a la gente. En ausencia, nos decía, de una carrera de Antropología, había pensado ser siquiatra para investigar la mente y la cultura de las personas. En 1930 dictó en la Universidad Central de Venezuela la primera conferencia que analizaba el pensamiento de Freud, auspiciada por algunos de los estudiantes que habían estado presos en el Castillo de Puerto Cabello entre los cuales se contaban Rodolfo Quintero y Juan Bautista Fuenmayor, como manera de contribuir a la lucha ideológica y la creación de conciencia social sobre la situación que vivía la sociedad venezolana. En 1929, cuando salio de la prisión, trabo gran amistad con el gran escultor venezolano Alejandro Colina, quien desde entonces despertó en Acosta Saignes un interés particular por las culturas indígenas y por los saberes y creencias populares de la sociedad venezolana. Colina ya había convivido muchas veces con diversas etnias indígenas venezolanas, particularmente la wayúu. Así mismo, se convirtió en asiduo lector de los trabajos del sabio Francisco Tamayo quien tenía también un particular interés por la vida de las etnias indígenas y por la botánica venezolana. Fue electo decano de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela por dos períodos: 1962-1965 y 1968-1971, contándose entre los grandes aciertos de su gestión académica la Fundación de la Escuela de Periodismo, la primera que se creaba en las universidades venezolanas. Fue electo senador de la República al Congreso Nacional durante el período constitucional 1964-1969. Trabajando conjuntamente con el senador Miguel Otero Silva, lograron la creación del Consejo Nacional de la Cultura. Trabajador incansable por la investigación de la cultura venezolana, trabajó igualmente con en el rescate del arte popular venezolano a través del Instituto Nacional de Folklore y como editor de la famosa revista Archivos Nacionales de Folklore. Organizó junto con el intelectual Juan Liscano una extensa investigación sobre el folklore venezolano que culminó con el gran festival de arte popular organizado en el Nuevo Circo de Caracas en 1948, para conmemorar la toma de posesión del Presidente Constitucional
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Rómulo Gallegos. Autor de una extensa obra escrita: libros, artículos científicos y artículos de prensa, fue un prestigioso columnista de los diarios Ultimas Noticias y El Nacional. En febrero de 1937 Miguel Acosta Saignes, al igual decenas de otros jóvenes líderes del Partido Democrático Nacional, fue expulsado del país bajo la acusación general de ser comunista. No obstante los azares y las angustias de la clandestinidad, ese mismo año culminó la redacción de su primer libro, intitulado Latifundio, cuyo prologo lo escribió en la clandestinidad otro estudiante, también perseguido político, de nombre Rómulo Betancourt. Exilado en México, país donde tenía contactos personales y políticos, comenzó a estudiar Economía, carrera que siguió durante tres años, para luego culminar seducido por la antropología, disciplina la cual consideró que, por su capacidad para comprender la vida y la conducta cultural de los pueblos, le sería más útil para actuar en política. Miguel Acosta Saignes ingreso en la Escuela Nacional de Antropología, fundada en 1936 por el Presidente Lázaro Cárdenas para servir los objetivos de la Revolución y del pueblo mexicano, en la época dorada de dicha institución cuando impartían allí cursos destacados maestros mexicanos o extranjeros que conformaban para ese entonces la elite mundial del pensamiento antropológico tales como Alfonso Caso, Pablo Martínez del Rio, Othón de Mendizábal, Paul Rivet, Mauricio Swadesh, Sol Tax, Alfred Metraux, Bronislaw Malinowsky, otro de los padres fundadores de la teoría funcionalista, y Paul Kirchoff quien fue su profesor. Kirchoff, antiguo militante del Partido Comunista Alemán, expulsado por los nazis, quien se convirtió en México en profesor de teoría marxista, enseñaba la antropología desde el punto de vista dialéctico, como una disciplina fundamental para investigar y analizar la problemática de las sociedades y le introdujo en la lectura crítica de las obras de Marx, Engels y Morgan. Así mismo, fue compañero de estudios de quienes serían más tarde las figuras más relevantes de la antropología mexicana y con quienes hice personalmente gran amistad, gracias a mi condición de venezolano y alumno de Miguel: Ricardo Pozas, Alberto Ruíz, Fernando Cámara, Johanna Fulhabner, Arturo Monzón, Roman Piña Chan, Alfonso Caso, entre otros. El interés de Kirchoff por la definición de áreas culturales se sustentaba su formación en la escuela etnológica alemana, cuyos más conocidos repre-
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sentantes Franz Boas y Karl Wissler ya habían comenzado a influir desde años anteriores, en la formación de la moderna escuela de antropología culturalista de los Estados Unidos. Kirchoff a su vez se hizo también muy famoso por sus investigaciones que permitieron definir el área cultural mesoamericana como un escenario intermedio entre las culturas originarias de Norteamérica al norte del río Bravo y las del área circumcaribe al sur del río san Juán, en Nicaragua, la cual definía una extensa comunidad de pueblos y rasgos culturales que existía a lo largo de las costas del Mar Caribe y en la región insular. A partir de esta experiencia con el maestro Kirchoff, el joven Acosta Saignes desarrolló posteriormente en un ensayo los contenidos culturales del área Circumcaribe, lo cual le valió para ser invitado luego a participar en una reunión celebrada en La Habana bajo los auspicios del Instituto Panamericano de Geografía e Historia, cuyo objeto era redactar un programa para estudiar colectivamente la Historia de América. Dicho programa fue publicado y editado bajo la dirección del conocido antropólogo hispano-mexicano Pedro Armillas el año de 1963 (Armillas 1963), obra que constituye el antecedente de la Historia General de América, publicada por esta corporación bajo la dirección del académico Guillermo Morón, en la cual nos cupo el honor de participar como coordinador de los volúmenes correspondiente a la Historia Indígena y como autor de uno dichos volúmenes. Las enseñanzas de la Escuela Nacional de Antropología capacitaron a Acosta Saignes para hacer una lectura crítica de las fuentes históricas desde el punto de vista de la teoría de las áreas culturales, la constituía para entonces la principal herramienta conceptual, heurística, de la escuela funcionalista estadounidense iniciada por Franz Boas, caracterizada por mantener una concepción ahistórica de las sociedades. De allí nace su libro Estudios de Etnología Antigua de Venezuela donde, quizás por su formación marxista, se aleja de la tradición funcionalista y establece el fundamento histórico de las áreas culturales de la Venezuela precolonial, así como de la continuidad histórica existente entre aquellas y las formas socioculturales que caracterizaban la cultura de las clases populares venezolanas. En esta obra profundiza también sobre el estudio de la sociedad caribe, etnia que consideraba el autor constituye uno de los pilares de la identidad cultural venezolana. Miguel Acosta Saignes regresó a Venezuela en 1946. Para esa época era decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la UCV, Don Mariano Picón Salas, quien le encomendó fundar en la misma el Departamento de Antropo-
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logía a inicios de 1947. Existía ya un antecedente en la Universidad hacia finales del siglo XIX e inicios del siglo XX: la cátedra de Historia Natural regentada por el Dr. Adolfo Ernst en la Universidad Central de Venezuela y sus importantes trabajos sobre arqueología y etnografía de Venezuela y luego una cátedra de antropología física que fue regentada por el Dr. Elías Toro. Desaparecida formalmente dicha cátedra, el espacio académico de la antropología fue ocupado por otros investigadores de la etnología y la antropología venezolana como Julio C. Salas, Luís Oramas, Alfredo Jahn y Lisandro Alvarado. En el Departamento de Antropología de la Facultad de Filosfía y Letras, Acosta Saignes fue luego secundado por otros profesores de la talla de Angel Rosemblatt, recién llegado a Venezuela, quien era ya autor de una extraordinaria obra sobre el poblamiento indígena de América. La creación del Departamento y la figura científica de Acosta Saignes, contribuyeron a despertar en muchos estudiantes y personas sensibles el interés por los estudios científicos de las etnias indígenas venezolanas y a estimular la colaboración con otras instituciones como el Museo de Ciencias Naturales de Caracas. Su Director, Walter Dupouy, formó un grupo de estudios donde figuraban valiosos investigadores como Julio Fébres Cordero, Tulio López Ramirez, Gilberto Antolinez, Antonio Requena y Luís Lander, quienes trabajaban en estrecho contacto con el Departamento de Antropología e Historia de la Universidad Central de Venezuela. Un grupo de congresantes de entonces liderado por Luís Lander lograron que se aprobara la creación de la Comisión Indigenista de Venezuela con el Dr. Acosta Saignes como presidente honorario. Bajo la dirección del Maestro, la comisión inició varios proyectos de investigación en las comunidades indígenas guarao del Delta Amacuro, en la Sierra de Perijá, en la Península de la Guajira, en la comunidad urbana wayúu de Ziruma y entre los jiwi del actual Estado Amazonas. Llevo a cabo excavaciones arqueológicas en la Laguna de Sinamaica, en la desembocadura del Rio Apure y en la desembocadura del Rio Guapo en Barlovento, iniciando así la tradición de la investigación sistemática de campo en la antropología venezolana. El año de 1947 participó junto con Augusto Mijares y César Tinoco Richter en la fundación de la Escuela de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UCV, el mismo año en que se tomaba la decisión de crear la Escuela de Periodismo de la Universidad Central, de la cual seria posteriormente desig-
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nado director- fundador. Posteriormente renunciaría a dicho cargo para ocuparse en 1949 del recién creado Instituto de Antropología y Geografía. En 1952 asumió las cátedras de Etnología de América y Organización Social en la Escuela de Sociología y Antropología de la Facultad de Economía y Ciencias Sociales, donde al antiguo estudiante de bachillerato que era yo volvió a reunirse con su viejo maestro. Miguel Acosta Saignes se graduó de Geógrafo en la Escuela de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la U.C.V. Fue el segundo alumno graduado de la Escuela de Antropología de México y el primer venezolano que obtuvo el título de Doctor en Antropología en la Universidad Central de Venezuela. Para ser honestos con la historia, debo decir que el segundo fue Federico Brito Figueroa, el tercer Rodolfo Quíntero y el cuarto mi persona en 1965. Otra área académica importante donde se desempeñó el Dr. Acosta Saignes fue la antropología aplicada a la medicina. Profesor de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de la UCV y en el posgrado de Salud Pública. El objetivo de dichos cursos era sensibilizar a los aspirantes a médicos en los problemas culturales de la salud de la Venezuela en la cual ejercerían su actividad profesional. El Maestro Acosta dedicó un tiempo importante a la investigación sobre la vivienda campesina en Barinas y Trujillo, durante el cual no sólo analizó los saberes arquitectónicos y los materiales constructivos, sino también la siginificación social y cultural de la vivienda dentro de la vida de la población rural venezolana. Fruto de esas investigaciones son sus publicaciones “La Vivienda Rural en Trujillo” y la “Vivienda Rural en Barinas” Conjuntamente, Acosta Saignes dedico también sus investigaciones al estudio de lo que podríamos llamar el arte mobiliario popular, es decir el conjunto de objetos materiales que utilizaban las población rurales para cumplir la tareas de reproducción de la vida cotidiana. Muchos de esos trabajos fueron publicados en su libro Estudios en Antropología, sociología, historia y folklore, publicado por esta Academia Nacional de la Historia en 1980. Su obra capital, podríamos decir, es la Vida de los Esclavos Negros en Venezuela, la cual presentó como tesis para optar el Doctorado en Antropología en la Universidad Central de Venezuela, la cual se publicó posterior-
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mente con un prólogo de eminente antropólogo Roger Bastide; escrita a partir de los registros escritos , podría considerarse como producto de una investigación etnohistórica. Esta obra, que reivindica el extraordinario aporte cultural que hicieron los negros para la formación de la Nación Venezolana, refleja también circunstancias personales. Aunque nacido en San Casimiro, Edo. Aragua, su niñez se formó en Río Chico, población donde se familiarizó y participó con la cultura afrovenezolana y con los procesos de discriminación y exclusión que ejercían los latifundistas contra la población descendiente de esclavos negros que vivía en las haciendas localizadas desde Río Chico hasta El Guapo. Miguel Acosta Saignes formó parte de una extraordinaria generación de antropólogos e historiadores venezolanos, todos militantes del Partido Comunista Venezolano, donde destacan Federico Brito Figueroa, afrodescendiente, y Rodolfo Quintero zuliano de Cabimas que fue también dirigente sindical durante la primera huela petrolera de 1937. Los tres destacados antropólogos, que compartieron el exilio y fueron compañeros de estudio en la Escuela Nacional de Antropología de México, siempre mantuvieron una relación personal y académica muy fructífera y fraternal en la Universidad Central de Venezuela. Al igual que el Maestro Acosta, los Maestros Brito Figuerón y Quintero nos dejaron también obras de incuestionable valor para las ciencias sociales y la historia de Venezuela. De parte de Brito Figueroa, su Historia Económica y Social de Venezuela, Tiempo de Ezequiel Zamora y La Vida de los Esclavos Negros en Venezuela; de Rodolfo Quintero La Cultura del Petróleo, Antropología de las Ciudades Latinoamericanas y Caminos para nuestros pueblos. Las obras de aquellos tres autores, constituyen actualmente referencias fundamentales para los dirigentes políticos que llevan adelante el proceso revolucionario bolivariano en Venezuela. La obra científica de Miguel Acosta Saignes se complementó también, como ya dijimos, con la creación de revistas científicas de antropología. En 1949 fundó la Revista Venezolana de Folklore, la cual progresivamente fue ampliando su rango de interés hacia otras disciplinas de la antropología como la etnografía de sociedades originarias. Esta revista tuvo una amplia circulación nacional e internacional y constituye uno de los más importantes repositorios de conocimiento sobre la realidad sociocultura venezolana. Junto con Federico Brito Figueroa y Rodolfo Quintero fundo la revista Cuadernos Afroamericanos el año de 1975. La revista tuvo corta vida, a pesar de la
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importancia del tema, por la dificultad que tuvieron los editores para conseguir los fondos necesarios para proseguir con su publicación. En los años finales de su fecunda carrera científica, Miguel Acosta Saignes escribió un importante libro sobre Simón Bolivar: Acción y utpía del hombre de las dificultades, por el cual se le concedió en Cuba el Premio Casa de las Américas y en Venezuela un premio otorgado por la Fundación Cristóbal Mendoza a través de la Academia Nacional de la Historia. Pensaba Acosta que la figura de Simón Bolívar era el emblema no sólo de la identidad nacional venezolana, sino también de la identidad de la nación latinoamericana. La identidad nacional, de cada uno de los países latinoamericanos, según el Maestro Acosta, es una identidad que había fraguado en la lucha contra la penetración imperialista. Al referirse a la situación por la que atravesaba Venezuela en 1993, en un texto que podría ser su adiós postrero (Rodríguez 1994: 100-103) expresaba que causaba asombro para el estudioso de las ciencias sociales el predominio en Venezuela del pensamiento idealista entre los politólogos, historiadores y políticos profesionales, quienes sostenían que los males de nuestra República resultaban de la extensa corrupción que corroía las entrañas de la Nación. Sin embargo, decía, esto es como una trampa antinacional: la corrupción nace de condiciones materiales que son obvias, identificando con ello la condición neocolonial que vivió nuestro país hasta el triunfo de la Revolución Bolivariana. Sin embargo, opinaba el Maestro Acosta, en nuestro país hay poderosos movimientos sociales integrados por gente honesta, que no participan en ninguna clase de negociados y corruptelas. Todo lo que ocurre en Venezuela es producto de una situación internacional de crisis del Capitalismo... vivimos una situación histórica semejante a la de la época de la Independencia. Bolívar tuvo que luchar contra la Santa Alianza que representaba la unión de las fuerzas retrógradas... al frente de las cuales estaba Inglaterra... Hoy existe una lucha entre dos fuerzas históricas: el capitalismo y el socialismo. El capitalismo, decía Acosta, es la fuerza antigua, decadente, llena de problemas insolubles, que promueve las guerras y el armamentismo de manera incesante. El socialismo, por el contrario, favorece el crecimiento de todas las fuerzas de la justicia y el progreso. En este mundo de rivalidad se encuentra nuestro país entre dos estructuras históricas profundamente diferentes, entre dos grandes regímenes sociales en pugna: uno que ha de morir y otro que esta, sin crisis, en pleno desarrollo. ¿Cómo lograr que todos com-
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prendan esta situación para actuar en consecuencia, y según vayan surgiendo las nuevas circunstancias? ¿Cómo educar para ello si los medios de comunicación, en su mayoría, se encuentran en manos de quienes representan a los necocolonialistas? ¿Cómo sembrar convencimiento sobre el futuro del mundo, y en nuestro caso de Venezuela, si poderosas corrientes dominantes sobre el Tercer Mundo todo lo asedian ¿Cómo educar a las nuevas generaciones, avasalladas por la propaganda de modos de vida que luchan contra el camino progresivo de la historia?... Nuestro país ha de tomar su lugar en la lucha progresiva de la humanidad de algún modo que los propios venezolanos hemos de resolver, con la conciencia de que nuestro país no es víctima de sus propios habitantes corrompidos, sino de las fuerzas corruptoras que aspiran al sueño imposible de que el régimen histórico caduco se imponga definitivamente... Palabras proféticas del Maestro que ya veía venir los movimientos sociales de liberación nacional que se pusieron en marcha luego de 1998 con el triunfo de la Revolución Bolivariana (Rodríguez 1994: 101-102). No podríamos terminar esta exégesis del hombre extraordinario que fue nuestro maestro y camarada, sin aludir a su más hermosa creación, su conmovedor poema en prosa, Edad Cualitativa, escrito en ocasión de cumplir setenta años el 8 de noviembre de 1978, promedio de edad que alcanzaron – decía- todos quienes participaron en los sucesos del año 28. En este poema refleja su profundo amor por la Humanidad, por la patria venezolana, reminiscente de aquel Canto a mi mismo que escribiese ese otro gigante de las letras que se llamó Walt Whitman. Decía el Maestro Acosta: “...Tengo la edad de las culturas que he estudiado, de todo lo que he aprendido y de cuanto desearía pensar, escribir y hacer. Tengo la edad de esos intensos días cuyos sucesos nadie puede contar y la edad de quienes se esfuerzan cada día, en cada hora, en cada minuto y en cada segundo, en mil búsquedas y afanes y no piensan en su edad cronológica, porque siguen con naturalidad el flujo infinito de los tiempos creadores... Esa es mi edad cualitativa y autentica y actual, dialéctica. Mi edad hasta que muera y después irreversiblemente...”. Referencia citada: RODRÍGUEZ,
Omar.1994. El Antropólogo como objeto. Lecciones vivas de Miguel Acosta Saignes, Mario Sanoja y Gustavo Martín. Fondo Editorial Tropykos. Ediciones Faces. Universidad Central de Venezuela..
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LA TRAVESÍA LLANERA DE MIGUEL ACOSTA SAIGNES Adolfo Rodríguez (*)
De la falsificación a la sociología Es lo que puede decirse de ese esfuerzo sostenido de aproximación a esta región y sus habitantes, emprendido por Acosta Saignes desde sus primeros escritos. Dirá en 1977 que “Muchas falacias se han escrito sobre el Llano”, para advertir que se ha propuesto “sentar las bases para un análisis cabal de su significado, no solamente el de que allí pudo Páez ganar batallas a Morillo, sino el de que eso fue posible por circunstancias históricas cuyos elementos señalamos al lector”. Señala que “queda apuntadas vías de estudio, comienzos de análisis de diferentes puntos, como el de la formación económico-social de los Llanos venezolanos”, etc. (Pp. 17-18). . Tiempo mítico El llano debió resultarle a Acosta Saignes, una tierra firme y confiable: aunque cree hallar en la copla ‘‘para abajo corre el agua, - para arriba corre el viento’’, reminicescencias del mito tamanacos acerca de la creación del gran río por Amalivaca y su hermano, cuando se percatan, en sus deliberaciones, que han dotado al Orinoco de corriente hacia el mar solamente, y que eso dificulta la navegación hacia las cabeceras. E idean el viento. Conviene así que hacia el lado sur del río padre ¨vive el mito, no la copla, luce el gallito de roca, no la garza; cantan las aves, no el ‘‘cuatro, quien se ahogaría por su
(*) Socio correspondiente de la Academia Nacional de la Historia.
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boca musical, siempre abierta en la sabana. Rebotarían sus notas rasgadas y caerían muertas, al golpear árboles centenarios, amelladas por el bronco rugir de inmensos animales’’ (Acosta S., 1979, p. 9). El área cultural Dentro de una óptica que podemos calificar etno-eco-geográfica, Acosta Saignes (1961) concluye en la posibilidad de una etnia indígena llanera dentro de la denominada Formación de Cazadores y Recolectores (Paleo-Indio) que se extiende desde el 15.000 A. C. a 5.000 A.C. de acuerdo con conjeturas de algunos autores). Divide Venezuela en ocho áreas culturales. El área de los Recolectores, Cazadores y Pescadores, comprendía una franja extendida desde el Delta del Orinoco al Portuguesa y Lara, que abarca Caquetíos de Lara, Yaracuy y la costa falconeana, junto a caquetíos de los Llanos (achaguas, airicos y betoyes) y los Otomacos (que incluye otomacos, guamos, taparitas y parcialmente yaruros). Cree Acosta S. (1980) que “No habitaban aquí, como algunos han asegurado, pueblos Caribes. Lingüísticamente, nada tenían que ver los pueblos de esta zona con los Caribes. Tampoco en el mundo cultural”. Incluye en dicha área, “los actuales Guaraúnos. Todos aparecen como especializados en el trabajo de palmas diversas, como el moriche. Algunos tenían por actividad predominante la caza, como los Guamonteyes; otros eran especialmente pescadores, como los Guaiqueríes, “a quienes encontramos siempre junto a comunidades de carácter agrícola, a las cuales suministraban los productos de sus pesquerías a cambio de maíz o yuca”. Asume que “Cuando a mediados del siglo XVII los misioneros establecieron diversos centros en los Llanos Occidentales, redujeron a ellos a muchos pueblos de aquella área entre quienes se cuentan Guáricos, Guamonteyes, Guaiqueríes, Guamos, Dazaros, Güires, Masparros, Atatures, Atapaimas, Guaranaos, Amaibas, Aruacaimas, Taparitas, Yaruros, Chircoas, ninguno de los cuales era de filiación caribe. En el siglo XVIII encontramos entre los indígenas reducidos algunos Tamanacos de filiación caribe, traídos sin duda de la región donde trabajó el jesuita FILIJ. Y a mediados del siglo XVII, al realizarse el descubrimiento del Apure por Ochogavia, los expedicionarios, encontraron algunos
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Caribes que viajaban por los llanos, quienes habían sido empujados por las presiones periféricas hacia ese afluente del Orinoco” (Pp. 262-263). En El Nacional del jueves 23-4-1953, p. 4., en su artículo “Ontología y sociología: la integración cultural de Venezuela”, rebate a Mariano Picón Salas, en cuanto a que los caribes son el “sustrato fundamental, fundido con el esclavo africano” formando así “nuestro tipo mestizo y la nueva familia humana de que habló alguna vez El Libertador: “Respecto del mestizaje caribe en los Llanos, acerca de la cual realizan algunas afirmaciones para fundamentar el origen de algunas características psicológicas de los llaneros, es preciso recordar que la región llanera, al Norte del Orinoco, estuvo principalmente habitada por pueblos recolectores, cazadores y pescadores del tipo de los Guaraúnos, de filiación lingüística y cultural muy diferenciada de los caribes, Estos entrarían en el mestizaje llanero en menor cantidad que otros pueblos, recogidos en las Misiones por su índole apacible. El mestizaje llanero fue con grupos de muy variadas características, por lo general muy primitivas, en ocasiones con rasgos especiales que los diferenciaban profundamente de cualquier otro conjunto de los llanos o del Orinoco, como en el caso de los otomanos”, Recomienda no olvidar, en ese proceso formativo, a los arahuacos y timotocuicas. Pueblos Arborícolas Amén de los guaraúnos, comenta sobre otros pueblos arborícolas de Venezuela, extendidos en el llano, posiblemente guaiqueríes, y remite a Castellanos al narrar el viaje de un tal capitán Aduza:: “La fuerza del invierno cuando llega / apuestos campos nunca cultivados, /con sus inundaciones los anega, / algunos altos dellos reservados; / do suele residir la gente ciega / y suelen acudir muchos venados, / de que los dichos indios se pertrechan / son todos ellos negros como cuervos, / al conyugal amor muy sometidos; / en guerras pertinaces y protervos, / temerarios, dementes, atrevidos, / presume cada cual ser tan bueno / que en el acometer no tiene freno. / También cuando las aguas son modestas / y los campos inundan avenidas, / viven en barbacoas bien compuestas / encima de los árboles tejidas”. Advertidos así por Ildefonso de Zaragoza al referir la llegada de misioneros capuchinos en 1650: “viven como irracionales… todos nómades, sin casa en que vivir… En los inviernos hacen barbacoas en las copas de los árboles, a causa de las inundaciones a que están sujetas todas aquellas tierras… Para poder cazar y pescar conserva cada familia su barca al pie del árbol, pues
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como no tienen agricultura, toda su alimentación consiste en la caza, pesca, frutas y raíces silvestres…” (Acosta Saignes, 1980, p. 45-46). De los indígenas del llano escribe además sobre “El sistema de parentesco y una posible filiación bilateral entre los Achaguas” (Ibid, pp 71-87). Origen de los llaneros Acosta (1980) rechaza la especie difundida por “algunos sociólogos” sobre un presunto origen de los llaneros, resultante, “física y culturalmente del cruce de los Caribes con los hispanos”. Mezcolanza que Les hace atribuir “al venezolano agresividad, violencia, disposición bélica”, como derivado de tal cruce. Expresando: “Nada más falso. Cualesquiera sean los rasgos predominantes en la personalidad del llanero o del venezolano, tendrán otras raíces no de los Caribes, sino de otros pueblos, pacíficos y con características muy diferentes” (p. 262). Estudiando el ejército libertador de los llanos, concede significativa importancia a una reunión efectuada el 25 de mayo de 1816, en San Diego de Cabrutica, por “jefes de las guerrillas actuantes” en los llanos orientales de Venezuela, para elegir sus comandantes (p. 205-6). Asimismo el boletín que informa de la acción de El Alacrán, según el cual “Soldados, oficiales, jefes, generales, todos estaban animados del mismo espíritu y sería una injusticia citar alguno en particular”, como ilustrativo de la manera en que era preservado “el espíritu de comunidad que había privado en las guerrillas confederadas”, entre las que participan indígenas (Acosta, 1977, p. 209-210). Considera que “de 1815 a 1817, resaltó extraordinariamente la virtud de la cooperación, así como el papel del pueblo, de la gente común incluidos los esclavos, en la lucha anticolonialista. Estima que los diferentes grupos, entre otros “los llaneros”, actuaban “decididos a crear una sociedad distinta, hasta donde alcanzaran sus fuerzas” (p. 211). La función nucleadora del patrón indígena Para Acosta (1967) “Los negros que trabajaron en la ganadería, en los Llanos, en la segunda parte del siglo XVII y en el siguiente, hubieron de
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aprender, por una parte, hábitos de recolectores de los indígenas pobladores de aquellas zonas y, por otra, formas de beneficio del ganado. Ya hemos advertido como el contingente de africanos fue mucho menor en tales regiones que en las agrícolas” (p. 194). Sostiene, asimismo que “El llanero se formó principalmente, en las primeras décadas, de la población indígena. La reducida a las misiones que llegaron a ser muy florecientes en el Occidente de la República, aprendía bajo la dirección de los misioneros, labores de ganadería (p. 179). Apunta que, a mediados del siglo XVII, abunda a las márgenes del río Apure, cimarroneras de ganados, que cree provenientes de los que se han fugado de los hatos y que se incrementarán con los que huyen de las misiones. Establecimientos en los que los indígenas aprenden “técnicas de ganadería”, que les servirían para ejercitarse cuando se profugan y las extienden a grupos no reducidos.: “Así fueron haciéndose los primeros llaneros. En realidad, como vemos, fueron indígenas. Después vino el mestizaje múltiple” (Acosta (1980). Hipótesis que ratifica en 1977: “los primeros llaneros verdaderos de Venezuela fueron indígenas” (p. 60). Los que persistieron como cazadores capturaban reses con arco y flecha, comentando que “El llanero ha continuado siendo siempre un poco cazador y un poco nómade. Las necesidades del pastoreo encontraron una psicología muy propia en los antiguos habitantes de las llanuras y es sin duda fenómeno de la mayor importancia en la historia de la formación de Venezuela, hasta ahora no señalado, que fueron precisamente dos zonas de recolectores y cazadores las que se transformaron en áreas de pastoreo: los llanos al Norte del Orinoco y la región Goajira” (p. 263). Enfatizando sobre esta procedencia llanera a partir de los antiguos cazadores de los Llanos, explica en su estudio sobre “Elementos indígenas y africanos en la formación de la cultura venezolana”, que “Come, pues, el campesino, consuetudinariamente, venados (Mazama rufa y Odocoileus gymnotis), lapas (Cuniculuscapa), guacharacas (Orialis ruficauda), palomas diversas, patos, especialmente el güirirí (Dendrocygua sp.), iguanas (Iguana iguana), cachicamos (Dasipus novemcinctus), morrocoyes (Testudo tabulata), También es complemento de su alimentación a base de maíz, yuca y caraotas (Phaseolus vulgaris), la pesca (Acosta Saignes, 1980, p. 236).
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Refiriendo que en “El Llano se han usado, no sólo culebras, sino Pájaros de especies diversas, para limpiar las viviendas de alimañas”. Ejemplicando con el italiano Luís Mazzei, convertido “en llanero” y sirviéndose en su hato de la culebra surura (Boa constrictor) para controlar los graneros de ratones (p. 264). Afrollaneridad La presencia de las etnias africanas en el Llano está asociada al fenómeno sociocultural de la cimarronería. Acosta S. (1967) menciona carta de Vargas Machuca al rey en 1610 oponiéndose a que las islas de Coche y Cubagua fuesen pobladas de ganadería, ya que, entre otros pormenores, “tiene otro grande inconveniente, que es hacerse los negros cimarrones, teniendo la comida segura en dicho ganado…”. Observando “que uno de los mecanismos por los cuales surgieron los primeros “llaneros” en Venezuela, fue el de que los ganados se hacían cimarrones, huidos desde varios centros nacionales y desde los hatos contiguos a las ciudades. Parecidamente huían indios y negros. Como conocían los métodos de beneficiar el ganado, donde lo había se instalaban fácilmente cumbes”. Expresando que por RC de 1663 el rey expresaba inquietud por “los negros de Guayana” y que en 1665 el cap. Brea de Lezama localiza “una población de cimarrones en los llanos de Barcelona, a orillas del Orinoco, quienes solían tomar ganado de los hatos vecinos”, algunos “confederados y aliados con indios guerreros”, llevándose, entre otros bienes, “caballos, yeguas y mulas de los hatos”. En tanto que hacia 1677 es por los valles de Monay y Jirajara, donde andan, otros, desde luego, “robando los hatos y esclavos”. Y comenzando el siglo XVIII, el Prefecto de las Misiones que por sólo haber 14 pueblos de españoles en doscientas leguas el que existan “muchos negros, mulatos y pardos por los montes, haciendo una vida escandalosa, más reprobada que la de los mismos gentiles” (p. 261- 264). Afirma Acosta (1977) que se produjo “una conjugación histórica: especies animales en un medio geográfico apropiado para su multiplicación”. Agregando que “se propagaron como cimarrones los bovinos, caballos, cerdos y hasta perros, con gran rapidez” (p. 59). Añadiendo que el ganado “se propagó sola, y durante varios siglos el trabajo del hato fue una ganadería elemental, consistente en el aprovechamiento de la multiplicación silvestre de vacunos, caballares y aun porcinos” (p. 61).
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Confirma a Carrera Damas en cuanto a que “las extensiones” de los hatos “estaban en función de las posibilidades de someter el ganado cimarrón. Los hatos, sin cerca, se constituían en los tiempos coloniales y aun después, más sobre la cantidad de ganado que se llegaba a controlar que sobre las extensiones que se poseían o se decían poseer” (p. 68). Una ganadería pastoral que persiste aún hasta en el siglo XX (p. 70). Un pastoreo estacional que “condicionaba naturalmente la vida de los llaneros y el comercio ganadero” (p. 71). El ejército llanero de Bolívar Escribe Acosta Saignes (1977) que el Ejército del Llano es un producto histórico, cuya raíz o base se remonta a los pobladores indígenas de la región y a la dispersión de los ganados cimarrones a partir del siglo XVI. Fenómeno que configura una “zona cultural con caracteres muy precisos, decisiva para el desarrollo de las luchas de la Independencia” (p. 17). La especificidad del Ejército Llanero la refiere dicho autor casi exclusivamente a la formación sociocultural resultante de la acumulación de varios siglos de experiencia humana en cuanto a los modos particulares de hacer producir la tierra, de organizarse a tal fin, y el proceso complejo que se teje en torno al crecimiento demográfico y a la aparición de nuevas necesidades y tecnologías. Y su interacción con el medio físico y sus específicos modos de vida. “Erraron el camino del progreso inmediato, que era la libertad nacional” cuando acompañan a Boves, “pero obligaron al propio Bolívar, y a los criollos a tomarlos en cuenta como inmensos factores de lucha” (p. 10). El capítulo III de su libro Acción y Utopía del Hombre de las Dificultades (1977) se titula “La formación económico social de los llanos” y allí postula que “Si en la Rusia las llanuras permitieron las invasiones mongolas, en Venezuela fueron las sabanas el teatro de la contienda libertadora contra los ejércitos colonialistas. Sirvieron para fundamentar una producción adecuada para la defensa y el ataque” (p. 56). Desde 1813 hasta 1821, considera Acosta que la “cacería de ganado fue elemento económico fundamental de la Guerra de Independencia en las llanuras” (p. 72)
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Estima allí que “queda abierto un campo de estudios y análisis sobre la posesión de la tierra y de la producción en Los Llanos, antes y después de la Independencia” (p. 79). El capítulo referido a “La base productiva de los ejércitos libertadores”, correspondiente a la Parte denominada “Acción”, observa que “La primera gran zona cuyo dominio perdieron los patriotas en 1813 fue la de los Llanos. Los jefes españoles descubrieron que allí era posible la guerra sin los graves problemas de subsistencia propias de otras zonas del país”. Aprecia que éstos se adaptan a la cultura pastoral de la zona, con su específicidad local. Añadiendo que “parte del contingente” realista de 1813 y 1814 lo integran “gente que habitaba en forma particular en las llanuras”. Los productos de la zona era n determinantes: caballos, carne, cueros, cuernos, cerdas, huesos, tripas, garrochas, etc. Recursos que también aprovechaban los patriotas en otras porciones del mismo Llano (Oriente sobre todo y sur. Así como en las áreas de occidente durante la Campaña Admirable) (p. 98-111). Cita un elocuente testimonio del gobernador Pulido el año 13 informando que “Los llanos donde pastan los ganados y la caballería con que debemos contar para sostener Ejército de la Unión, serán sometidos indefectiblemente al mando de los tiranos dentro de muy poco tiempo…. Tienen estos bárbaros dentro de nosotros, eficaces agentes y espías; pues no son otra cosas sus mujeres, sus hijos, sus domésticos y aun sus amigos”. Mencionando entre los adversarios a “las facciones de indios de San José de Obispos y las de zambos del pueblo de Quintero, así como de otros enemigos en Guasdualito” (pp- 115-116). Cuando Mariño invada el Llano, se dirige al capitán de un bergantín británico, advirtiéndole que “Somos ahora dueños de las llanuras donde se levanta el ganado; nada puede ser exportado sin nuestro permiso (….) nos proponemos suministrar al gobierno británico tantas cabezas de ganado como pueden desearse (…) En cambio (….) que ensaye de limpiar el golfo de los corsarios (…)” (p. 144), El cap. VII trata de “El Ejército Libertador del Llano” referido casi exclusivamente al operativo centralizador acometido por Páez: “Sin estos llaneros desnudos, titulados por los extranjeros como de aspecto feroz, seres de un mundo inconcebible en el Viejo Continente, no se habría producido la derrota de los colonialistas españoles” (p. 235).
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Etnoeducación Postula Acosta (1980) que la historia del proceso de formación de la cultura venezolana es. En parte, la historia de la indigenización y de la africanización del español de nuestra tierra” ( p. 252). Agregando que “el europeo adoptó muchísimos de los métodos curativos y de los conocimientos del mundo natural que ‘poseían los indígenas”, entre otros los relativos a “métodos agrícolas y otros relacionados estrechamente con la alimentación” (p. 258, 260). Asimismo señala la influencia africana “en la formación de la personalidad de los niños venezolanos por tiempos que se cuenta en siglos”, al estimar el rol jugado por las “ayas negras” en la transmisión de historias, relatos, hechos, prácticas. Algunos de los cuales “pueden… haber creado importantes rasgos fundamentales y tendencias profundas en los pequeños”. Agregando que “No sólo tuvieron importancia los negros a través del aya, en la formación psicológica”, sino las actividades productivas (PP 268-269). Puntualiza que “el negro, como el español, fue colonizador” (p. 277). Que “los viejos contaban cachos sombríos, relatos de aparecidos i enseñaban a los jóvenes, con cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo. Explicaban cómo la inteligencia del pequeño puede vencer a las garras del corpulento y cómo hasta los animalitos del monte, si usaban solidaridad, podian revolcar al de “la punta menudita” o a “un mano de plomo” (Acosta, 1979, p. 5). Al efecto, resulta paradigmático el registro que hace Miguel Acosta Saignes en su relato referido a Blasina, personaje, a nuestro entender, intercambiable con muchos trabajadores que de una u otra manera influyeron en la formación de venezolanos pertenecientes a otras etnias o clases. Dicha mujer, amén de su filiación étnica afroamericana, era procedente de la zona llanera y, heredera, sin duda, de una cultura suficientemente consolidada como para trascender más allá de sus límites temporales y espaciales. “Andariega de los llanos del Guárico y de Apure… hablaba de Calabozo, Valle de la Pascua, Altagracia de Orituco, los Llanos de Casanare, del río Arauca”.
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“Nos enseñó a rezar la Magnífica y a ser devotos de Santa Elena”, sin ser beata, aunque perteneciera a la sociedad de las Hijas de María y sólo concurriera a misa en las madrugadas. Iluminaba sus imágenes con una lamparita de aceite de coco. Entre sus creencias: la oración de San Cipriano contra las culebras”, velas los lunes y cabos de tabaco para las ánimas y los viernes alerta porque las brujas se posaban sobre el caballete y, “vigilante contra los males de la noche”, una vela encendida con qué quemar zancudos y mosquitos; conjuraba el canto del chaure, la fiebre de los que tiritaban, etc. Que los llaneros son poseedores de poderes que los protegen, como Guardajumo que reza el Padre Nuestro al Revés y desaparece ante sus seguidores y no hay nada que resista ante la oración del Justo Juez. Que Florentino vence al demonio “nombrándole las tres divinas personas antes del amanecer”. Aunque su arma contra el maligno era la Magnífica, en tanto que a las brujas con “cruces en los patios y caballetes, rezos los viernes por la noche y a veces los lunes. Así que el niño Acosta Saignes con esta extraña mujer considera que “entré en las llanuras inmensas; aprendí a atravesar ríos crecidos y llenos de caimanes; a cazar tigres con lanza, protegido por mis buenos escapularios”. Que en el Llano remoto “una misteriosa persona invulnerable” componía unos con la Virgen María, “sabía los secretos del colmillo de caimán contra los daños y el de las manitos de azabache para conjurar el maldeojo”. “Quien conocía los medios adecuados y andaba provisto de ellos, era invulnerable, podría cruzar todas las sabanas… No le entrarían lanzas, ni lo alcanzaría bala ensalmada, ni lo heriría cuchillo compuesto. Vería en la oscuridad, se deslizaría entre las acechanzas, se haría invisible a enemigos y carceleros, volaría en peligro de muerte, sería protegido por los irracionales como en los tiempos en que los animales hablaban”. Representó, esta extraña mujer, en la infancia de los Acosta Saignes una señal de confianza y seguridad ante el entorno: “Con Blasina estábamos como en un castillo erizad de múltiples defensas”. Ante el criterio del jefe de familia, se atreve a sostener que es innecesario el aislamiento a que son sometidos por la pandemia de gripe española de 1918 y bastaba con rezar el rosario con toda la familia.
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Fue como se desató en aquel hogar una atmósfera fantasmagórica que exaltaba la imaginación. Quedando las noches “nutridas de fantasmas; se volvieron activas las brujas del pueblo, volantonas y contumaces, cobraron sentido la sal que cae, el aceite derramado, el tucusito, visitante veloz por los corredores; la sartén que chisporrotea, el espejo que se quiebra, la escoba capaz de espantar a visitantes arrochelados”. “Cotidianamente buscaba maleficios o daños escondidos. Sabía encontrar el sapo enterrado para enfermar al enemigo; conocía el secreto de los alfileres clavados a imágenes de palo para dejar tullidos a quienes representaran”, alertando para cuando hiciese presencia en el zaguán “una bruja pidiendo tres granos de sal” “Así entraron en la vivienda el calosfrío frente a lo imprevisto, el sentido recóndito de los vuelos de las aves noctívagas, la curiosidad por interpretarlo todo; la significación de la sombra, el conocimiento del mal inducido contra el prójimo, la actitud de alerta, la admiración por el tigre que come por lo ligero y sirve de albergue al espíritu de los hechiceros; los secretos de la una de la madrigada, cuanto canta el gallo de la pasión y responden todos los gallos del mundo; los relatos sobre el Carretón y la Sayona, el significado de los lamentos de la Llorona, el misterio del Descabezado, las andanzas de la Cochina Paría, que hozaba especialmente por las calles de San José de Río Chico” (También anduvo por Barlovento). No le faltaba su compendio de curaciones: “Ensalmaba a los animales y plantas enfermos con ramas de albahaca morada. Recetaba infusiones de brusca, espadilla y llantén y cultivaba el secreto de las plantas de ruda para curar dolencias, para volver la regularidad de los menstruos y para encerrar en sus raíces ciertos carbones útiles sin se obtenían arrancando la planta a las doce en punto de la Noche de San Juan”·. Valores así como una abigarrada gama de interpretaciones: “enseñaba la actitud contra la agresión, la igualdad de los seres humanos, el ímpetu de Florentino en los trances peligrosos, el amor a la aventura, la seguridad en los propios alcances, las virtudes inagotables de la serenidad y sobre todo la magia maravillosa de la palabra. Sus relatos concluían en Más Nunca. No existía límite para el hombre emprendedor: el Llano llegaba hasta allá, hasta el Simborino….De sus relatos y preocupaciones surgía un manantial de con-
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clusiones: era preciso aprenderlo todo, conocer la montaña y la llanura, los ríos y la selva; vagar por el mundo, como a veces lo hacía Jesucristo disfrazado de viejito; pelear por la justicia, ayudar a los débiles y necesitados, combatir a los malucos. Para emplear bien las oraciones no bastaba leer, escribir y contar, sino poseer la voluntad de entender los sentidos recónditos, las frases oscuras, las palabras cabalísticas, los secretos que vienen del rey Salomón, y calcular las dimensiones ocultas de los hechos y vocablos. Para ella importaban los gestos, la extensión de los pasos, el movimiento de las manos, el largo de la sombra, la intensidad de la voz , el rumbo de las miradas, las horas precisas, como la campana solitaria de la una de la madrugada; las relaciones con los animales, las virtudes de las plantas, el briíllo de las estrellas, las bolas de fuego desprendidas por la noche de las voluntades sobrenaturales, el color de las piedras preciosas, el andar cruzado de las hormigas, las procesiones de los bachacos, el canto de la gallina como gallo y la quejumbre del gallo que cacarea como gallina cuando le duelen los sucesos infaustos por venir o cuando la muerte próxima del dueño bienhechor le doblegue la virilidad del canto. Cada color algo indicaba, cada petición venía cargada con intenciones aviesas o benévolas; nada ocurría sin interrelaciones en el mundo”. . Concluyendo Acosta que “Cuando todas las luces del pueblo se habían apagado, todavía Blasina contaba, tranquila, persuasiva, manejando su mundo en el cual siempre triunfaban y prevalecían la voluntad del bien, la capacidad del sabio, la tenacidad del valeroso y la intención del justo”. Declinación Betancourt (1987 (1937) en el prólogo a Latifundio es crítico de la tercera República por escamotear los haberes militares “sobre todo los de los llaneros”, que los obliga a convertirse en “cuatreros”. Libro en el que Acosta denuncia “procedimientos rudimentarios a los que están sometidos” los peones (p. 70), entre otros la práctica de “aparcería” (p. 74), dedicándoles capítulo aparte bajo el título de Sombras de Los Llaneros: “Se quejan los llaneros. Siéntense sombras de los semicentauros de ayer. Sin embargo, la heroicidad de antes y la tristeza de ahora tienen un mismo origen: la falta de tierras. Tras de realistas y libertadores anduvieron indistintamente en las guerras independentistas, llevaban sólo el deseo de obtener alguna propiedad. Tras Páez se fueron las
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legiones heroicas, con “hambre de tierras”. Siguieron luego a los caudillos de “mil revoluciones”, anhelantes siempre de la parcela para el conuco. Aun ese conjunto de hombres “sufre y espera” Agregando que también allí los latifundistas usan y abusan; se admiten sólo hombres y se rechazan sus familiares. Hubo “tiempos florecientes” en que cada cual “poseía ocho o diez reses y algunos, pequeños rebaños de algunas decenas”. Pero el acaparamiento de las tierras solo deja miseria. Se prohíbe a los campesinos hasta los cerdos “porque hozan la sabana” y más bien se promueve la miseria para convertirla en “fuerza humana” con salarios de miseria y comidas “compuestas de hueso y topochos”. Asimismo el abandono de ciertas siembras por falta de cercas o medios de transporte (Pp 81.3). La ineludible poesía Cuenta Acosta Saignes (1979) que entre 1950 y 1960 anduvo por llanos de Guárico, Barinas, Cojedes y Anzoátegui y que por ¨dos ocasiones convivimos con llaneros en el bajo Apure¨. Tal vez fue entonces, que amén de las coplas, lo atrapó muchas imágenes que revisten sus apreciaciones sociológicas de una tenue poesía. Asi que habla de ¨la cuchilla del clima ¨cortando el año en dos etapas y crea un calendario ¨propio¨ y “un hombre especial¨ el avance del verano en ¨trancos de sequía, ¨las magras ubres¨, ¨las aguas contraídas, abatidas por el alfanje solar implacable, los ganados ¨de pasto en pasto¨. Unas lecciones que los pastores acatan: “el paraíso estival¨ transformado en “infierno líquido¨, ¨los rumbos de la humedad¨, los ranchos, caseríos y pueblos “en la punta de cada jornada¨, ¨las arpas…sedentarias¨, ¨las fiestas del regreso¨: “Si el viaje se prolongaba, en medio del barro y las corrientes impetuosas, los hombres veían adelantarse hacia el septentrión a las aves migratorias. Si el retorno era feliz, con muchas noches de fiestas de caminantes, volvían primero los pastores que los seres alados y eseraban cada día el regreso de las aves a los esteros, a las lagunas, a los caños que las aguas repletaban itra vez, en labor de gigantesca jardinería natural” “un afecto nuevo en cada época, en cada paradero, en cada ranchería¨, “las distancias intermedias¨, ¨rescoldos de afecciones¨, ¨destinos de aparente libertad¨, “olvidos de invierno¨, una décima “entre dos truenos¨, una canta “entre dos ríos¨, las campañas libertadoras cuando ¨las guitarritas se arrugaron de fríos y las coplas se quedaron con soroche en los páramos¨, esos mundos distintos separados por el Orinoco, ¨el gran padre fluvial¨.
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Que el llanero al hablar de ¨la iguana y del mato de agua¨ habla de sí mismo. Revela Acosta Saignes (1979) que una convivencia en ¨dos ocasiones…. con llaneros en el bajo Apure¨, fue cuando ¨comenzamos a entender allí el significado de algunas coplas enigmáticas¨ y emprendió entonces ciertas “interpretaciones¨. Esta de los llaneros es el motivo fundamental de en breve ensayo ·”El llanero en su copla” Para abajo corre el agua, para arriba corre el viento, para donde van tus ojos se llevan mis pensamientos» Así que se deja atraer por una energía que recibe en sus pasantías llaneras, a pesar de que considera perdida ¨su antigua carga vital¨ o reducida a ¨algunos rincones provincianos¨, con sus ¨contenidos¨ obvios sólo a los habitantes de las llanuras. Anota cuanto cree útil para las interrogantes que lo animan: ¨una copla es un camino, una senda más en el llano, una ruta hacia la sabana, o hacia el afecto, la acción o la justicia¨. Agregando que ¨como una soga enrollada guarda experiencias, sucesos antiguos, travesías prolongadas. Expresa propósitos y obstáculos, historia y nostalgia, geografía y anhelos, sentimientos y rebeldías. Cálidos símbolos..¨ En “Las décimas de Carlos Rojas”, incluido en Estudios de Folklore venezolano (Caracas: Instituto de Antropología e Historia, Universidad Central de Venezuela, 1962), advierte MAS la necesidad de que estas recolecciones “de poesía popular” se efectúen con “trascripción fonética”, en cuyo efecto proceder aproximarse “con los signos de nuestra escritura, la pronunciación usada por el recitador” (pág. 177). Es el informante quien lo orienta para establecer diferencias entre composición a “los divino y composiciones “prácticas” (pág. 175), aunque por los temas las clasifica en “A lo divino, a lo humano y en argumento” (pág. 177-8).
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Folklore llanero En su ensayo “La cerámica de la luna” basado fundamentalmente en observaciones realizadas en 1951 en la región de Tamanaco y Turmerino (Estado Guárico), explica el proceso de elaboración de cerámica a través de la información proporcionada por Calixto Ríos, apodada “La Cariba”, Carmelita Torrealba, María Santa María y Juanita de Santa María, todas oriundas del sitio de Las Canoas, desaparecida por la epidemia de influenza de 1918. Asimismo doña Rufa Urbina de Turmerino. Acosta (1980) se sirve, en este estudio, de manera estricta, del lenguaje empleado por sus informantes. Incluye el respectivo vocabulario (pp97-112). En “La canoa en tierra” comenta el ingenio llanero de “sustituir la canoa por embarcaciones improvisadas, como en el caso que ha narrado Ramón Páez”, comentando que en tierras del actual estado Guárico, se valieron del cuero para “cubrir las mercaderías y para construir botes donde pasarlas al vadear los ríos”, refiriéndose Acosta, además al empleo en San Antonio de Tamanaco de botes o canoas para preparar guarapo, para beber agua, “resfriadora” para productos del trapiche, para aparejos fabricándolos de ceiba (pp 113-126). Sobre creencias de los llanos apureños, relativas al tabaco, reproduce crónica del semanario Raudal de San Fernando correspondiente al 1-3-1951 (p. 137). Refiere que al norte del Guárico, el canto de la piscua (Piaya cayana) está asociado “con el alimento. Según sea aquél, así será abundante la cosecha se encontrarán fácilmente o no los comestibles” (p. 143). Que de acuerdo con versiones recogidas por Ricardo Mendoza en Apure, Cojedes, Barinas y Guárico, el arco iris es descrito “como una serpiente de dos cabezas, una en cada extremo… En Cazorla (Guárico) creen que los peces y tortugas pasan el verano en su cuerpo. En invierno devuelve enorme cantidad de coporos. En los Llanos del sur se considera como ente benéfico” (p. 146). Que la expresión “eso será cuando le saque la muela al gallo” es de San Juan de los Morros (168).
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En sus “observaciones sobre la familia extendida en Venezuela” comenta que “en muchos fundos de las regiones llaneras, existe un caney en el cual se alojan todos los trabajadores, fijos o no, quienes simplemente cuelgan sus chinchorros para dormir y dejan allí, durante las horas de faena del día sus escasos macundales” (Acosta Saignes, 1980, p.105). Bibloografía ACOSTA SAIGNES,
Miguel: Acción y Utopía del hombre de las dificultades. La Habana, Editorial Casa de las Américas, 1977.
____________________ : “El sistema de parentesco y uno posible filiación bilateral entre los Achaguas”, en Anuario de Instituto de Antropología e Historia de la Facultad de Humanidades y Educación, UCV, Tomo III, 1966. ____________________: El Llanero en su Copla. Caracas: Corpoimpre, 1979. ____________________: Etnología antigua de Venezuela. Caracas, Facultad de Humanidades, UCV, 1967. ____________________: Estudios de Folklore Venezolano. Caracas: Instituto de Antropología e Historia de la Facultad de Humanidades y Educación, UCV, 1962 ____________________: Estudios en Atropología, Sociología, Historia y folclor. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 1980. ____________________: Estudios de Etnología antigua de Venezuela, Caracas: Ediciones de la Biblioteca, UCV, 1961. ____________________: Latifundio. Caracas, Procuraduría Agraria Nacional, 1987 (Prólogo de Rómulo Betancourt) (1938).
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MEMORIA, PRESENCIA Y FUTURO DE LA UNIVERSIDAD VENEZOLANA MIGUEL ACOSTA SAIGNES Ramón Losada Aldana (*)
Hombre y obra: características En oportunidades anteriores hemos señalado las que, según nuestro parecer, constituyen las características centrales de vida y obra de Miguel Acosta Saignes. Interdisciplinario El enlace entre diversidad multidisciplinaria e integración interdisciplinaria es uno de los rasgos más notorios en los aportes intelectuales de este venezolano. En su persona destaca una pluralidad creadora signada por el antropólogo de profundos y modernos alcances; el geógrafo de aguda captación del significado de los espacios físicos, económicos, políticos y humanos; el historiador de certera conciencia sobre el impacto de las fases del tiempo en el comportamiento de la vida social; el folklórogo centrado, sistemática y amorosamente, en el patrimonio creador de los sectores explotados. En verdad, son grandes ríos, pero todavía crecen sus promesas oceánicas. Inclúyase al sociólogo de muy amplia penetración analítica en la multiforme complejidad de las relaciones sociales. Agréguese al político impugnador de todas las opresiones humanas y gestor de superiores realidades futuras. Adjúntese al crítico literario de firmes raíces terrenales y elevadas exigencias
(*) Profesor jubilado de la UCV en Ciencias Sociales y Políticas.
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estéticas. Anéxese al periodista-vigía, atalaya de todos los horizontes del país y del mundo para dar cuenta a Venezuela de los riesgos que enfrenta, de sus problemas y de sus caminos. Y en el centro irradiador está su condición de compacta humanidad, fiel a la causa de los hombres. Dialéctica, economía, política Avancemos en los rasgos distintivos de su obra. Es obvio que el fundamento teórico general lo constituye el materialismo histórico. Así lo muestran palmariamente la revisión de sus escritos, las bases argumentales de los mismos, el manejo de categorías y principios, la aplicación de leyes y tendencias, la nomenclatura que utiliza y hasta sus reiteradas manifestaciones: ‘‘el fundamento de nuestras búsquedas /afirma/ está en el conocimiento de la estructura de la formación económico-social en que vivimos’’.1 Por supuesto, las demás características se asocian al anterior señalamiento sustancial. En este sentido, resulta lógico el peso decisivo que Acosta asigna a las relaciones económicas: esa constante recorre toda la creación del autor, lo cual puede verificarse claramente desde Latifundio,2 pasando por Bolívar: Acción y Utopía del Hombre de las Dificultades,3 hasta sus últimos trabajos. Se ha sostenido que la política es el resumen de la economía. De ahí que hacer sobresalir los nexos económicos equivalga a establecer la relevación de la acción política. Es el caso de Acosta Saignes. Su primer libro, Latifundio, fue escrito en función de las luchas políticas de los años 30, en los gérmenes programáticos del Partido Democrático Nacional (P.D.N.) y con prólogo de Rómulo Betancourt. Hay trabajos directa y específicamente políticos desde sus propios títulos como ‘‘Teoría del Estado Venezolano’’,4 ‘‘La Vigencia del Nacionalismo’’,5 ‘‘Futuro de Luchas en un País Neocolonial’’,6 ‘‘Reflexio-
1. Estudios de Folklore Venezolano. Facultad de Humanidades y Educación, Caracas, 1962, p. 4 2. Latifundio. Procuraduría Agraria Nacional, Caracas, 1987 3. Bolívar: Acción y Utopía del Hombre de las Dificultades. Casa de las Américas. La Habana, 1977. 4. En separata de la revista Contrapunto. No. IV, Caracas, Tip. Vargas, 1948, p.p. 1-8. 5. ‘‘La Vigencia del Nacionalismo’’. El Nacional. Caracas, octubre 9 de 1952. 6. En La Izquierda Venezolana y las Elecciones del 73. Caracas, Síntesis Dosmil, 1974; p.p. 239-294. Compilación de Alexis Márquez Rodríguez.
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nes sobre el Socialismo en 75° Aniversario de la Revolución de Octubre de 1917’’,7 ‘‘Sobre el Significado de la Revolución Cubana»’’,8 ‘‘Algunas Concepciones Políticas de Bolívar’.’9 Pero estas indicaciones nominativas no hacen otra cosa que reflejar que toda la obra de Acosta está penetrada de una política fundamental: la dirigida al estudio de la sociedad para su transformación a favor de los intereses de las muchedumbres humanas de Venezuela. Ello es evidente en Latifundio. Estudios de Etnología Antigua de Venezuela es, en el fondo, entre otras cosas, sistemática argumentación en pro de una política social y estatal favorable a las comunidades indígenas. De una u otra manera, la política siempre está presente en los escritos de Acosta Saignes. Con exactitud pudo declarar el senador Miguel Acosta Saignes al periodista Manuel Trujillo, a finales de 1986: ‘‘nunca he dejado de ser político’.’10 Historicidad y espacio Otra característica de los trabajos de Acosta es su esencial principio y orientación de historicidad. La fuerza del espacio y del tiempo, concretos en el acontecer de la vida social aparece y reaparece incesantemente en la labor intelectual del autor. Los nombrados Estudios de Etnología dan buen testimonio de ello. Se basan en las fuentes históricas, se aplica el concepto de proceso histórico, se alega la desigualdad de este proceso, se plantea la variabilidad de las áreas culturales y su distribución según factores de tiempo y lugar, y hasta concibe la antropología como una disciplina esencialmente histórica. Otro ejemplo: Vida de los Esclavos Negros en Venezuela: Cuando Roger Bastide lo prologa celebra en este libro el acercamiento entre antropología e historia.11 La labor intelectual de Acosta tiene otro aspecto digno de señalarse: la trascendencia que en ella poseen las realidades espaciales. De ahí que no en
7. ‘‘Reflexiones sobre el Socialismo en el 75 Aniversario de la Revolución de Octubre de 1917’’.Caracas, Facultad de Humanidades y Educación, U.C.V., Caracas, 1975. 8. ‘‘Sobre el significado de la Revolución Cubana’’. La Habana, Revista Casa de las Américas, Nº 111; 1978. 9. ‘‘Algunas Concepciones Políticas de Bolívar’’, en Bolívar, Filósofo, Político y Legislador. Maracaibo, Instituto de Filosofía del Derecho, Universidad del Zulia, 1982. 10. Ultimas Noticias. Suplemento Cultural, Caracas, 30.11.1986. 11. Vida de los Esclavos Negros en Venezuela. Caracas, Espérides, 1967. Prólogo sin paginación.
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pocas oportunidades los trabajos se expresen en representaciones cartográficas de fenómenos económicos, sociales y culturales, en la relación de los fenómenos históricos con su distribución regional. En este campo proyectó un estudio sobre la vivienda en Venezuela que iría elaborando por investigaciones regionales. Fue así como escribió ‘‘la Vivienda Popular en Barinas’’, ‘‘La Vivienda Rural en Trujillo’’, ‘‘Introducción al Estudio de la Vivienda Rural en el Estado Mérida’’, ‘‘La Vivienda Rural en Barlovento’’, ‘‘La Vivienda Rural en Paraguaná y en Margarita’’, ‘‘La Vivienda Rural en Macapo’’12 y especialmente el amplio trabajo «Historia de la Vivienda de los Pobres en Caracas», publicado con el título de «La Vivienda de los Pobres», en el Estudio de Caracas.13 Visión integral y de contexto Al lado de esas notas distintivas, es de destacar otro aspecto. Nada sería tan falso como atribuir al sobresaliente hijo de San Casimiro una concepción unilineal de la sociedad. Al contrario, cualquiera de sus libros luce una visión multidimensional, muestra la función activa de los factores superestructurales, evidencia el entendimiento integral de la historia y de la vida social. Esa visión de conjunto se asocia al encuadramiento contextual de los hechos y realidades estudiados. Para nuestro autor, aislar un fenómeno es imposibilitar su comprensión científica. De ahí que Latifundio, Vida de los Esclavos Negros en Venezuela, Estudio de Folklore Venezolano; etc, sean obras ricas en múltiples articulaciones.
12. Conservando el orden en que aparecen los diversos trabajos sobre vivienda, sus respectivas identificaciones son como siguen: Barinas: Cuadernos Universitarios, Nº 5-6, Caracas, U.C.V., 1955; p.p. 1-16. Revista de Estudiantes. Trujillo: Anales de la Universidad Central de Venezuela, Nº XL, Caracas, U.C.V., 1955; p.p. 7-36. Mérida: Integral, Nº 8, Caracas, Sociedad Venezolana de Arquitectos, 1957 (4 p.p). Barlovento: Revista Nacional de Cultura (separata), Nº 126, Caracas, Dirección de Cultura, Ministerio de Educación, 1958; p.p. 3-18. Paraguaná y Margarita: Archivos Venezolanos de Folklore, Nº 6, Caracas, U.C.V., 1960; p.p. 35-50. Macapo: Gea, Nº I, Revista Venezolana de Geografía, 1961; p.p. 9-27. 13. ‘‘La Vivienda de los Pobres’’. Estudio de Caracas, vol. Lt. II, Caracas, Ediciones de la Biblioteca, U.C.V., 1967; p.p. 631-893.
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Esos rasgos de visión totalizadora y de encuadramiento contextual se traducen -según lo dicho anteriormente- en una labor de composición multidisciplinaria y de enlace interdisciplinario. Por eso es frecuente que, ante determinadas obras de Acosta, nos preguntemos a qué rama del conocimiento pertenecen. ¿A la antropología? ¿A la historia? ¿A la etnología? ¿A la sociología? ¿Al Folclor? ¿A la pedagogía? ¿Al cruce de ellas o a partes de las mismas? Estas preguntas inducen a sostener que en la obra de Acosta hay un análisis individualizador de las ciencias y una síntesis integradora de las mismas. Y es sabido que ese procedimiento es propio de las ciencias. Movimiento y contradicciones Miguel Acosta Saignes concibe la vida social como una realidad en movimiento. Por eso es histórica, sujeta permanentemente a cambios: de ahí la perspectiva de sustancial superación del subdesarrollo, de ahí la certidumbre de rebasar la dependencia, de ahí la seguridad de suprimir el capitalismo y sustituirlo por un sistema social de plenitud humana y de verdadera justicia colectiva. Acorde con los contenidos de la dialéctica, Acosta tiene muy clara idea de que ese movimiento viene de las contradicciones: lucha de clases, contienda de las naciones subdesarrolladas contra las naciones dominantes, batalla de los factores socialistas frente a las opresiones del capitalismo. Toda esta obra, desde principio a fin, gira alrededor de un centro unificador: la nación venezolana. Libros para entender el país; para amar su flora y su fauna; su tierra y sus gentes; sus llanos, sus cordilleras y sus costas; libros de denuncia, impulso y entusiasmo para animar las grandes transformaciones necesarias. Libros que presentan al sujeto específico de toda esa gestión histórica multilateral: el pueblo venezolano, las grandes masas de la población. El universitario
El ingreso Es oportuno y necesario que nos detengamos en la consideración de Miguel Acosta Saignes como universitario. Es sabido que forma parte muy destacada de la Generación del 28, la cual es impulsada básicamente por el
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estudiantado. Es así como Acosta Saignes participa de manera activa contra la dictadura gomecista, lo que le cuesta prisión, grillos, trabajos forzados. En tales oportunidades conoce al maestro de la juventud de entonces: Pío Tamayo, y comienza su proceso de profundización ideológica revolucionaria. Para estos tiempos, se le incluye en la directiva de la Federación de Estudiantes de Venezuela. Posteriormente combina su condición de estudiante de medicina con la lucha política clandestina. Al mismo tiempo interviene en la actividad sindical, en la creación de medios de comunicación social, en la fundación de partidos; etc. Expulsado por el gobierno de López Contreras (1937), arriba a México en 1938. Ingresa a la Universidad Autónoma de México (UNAM). Se inscribe en Economía. La estudia hasta tercer año. Cambia por antropología. Se gradúa de etnólogo en 1945 Regresa a Venezuela en 1946. Se incorpora a la Universidad Central de Venezuela como profesor. El propio Acosta describe así ese ingreso: ‘‘por insistencia de Mariano Picón Salas /entonces decano/. Porque cuando yo regresé a Venezuela en 1946, después de una década de ausencia, Mariano, atendiendo recomendaciones de colegas mexicanos (especialmente de Alfonso Caso), me pidió que fundara en la Facultad de Filosofía y Letras (que se acababa de crear) un Departamento de Antropología. Y allí entré como profesor a tiempo completo, hasta el día de hoy.’’14 Las recomendaciones mexicanas no eran gratuitas ni obedecían sólo a nexos de amistad personal. Había factores más amplios. La tesis presentada en la UNAM, El Comercio de los Aztecas, fue aprobada con honores. Había publicado importantes trabajos en el país de Lázaro Cárdenas; sin contar que cuando llega a éste ya era personalidad significativa y autor de obra trascendente (particularmente Latifundio). Fundador y directivo La incorporación a la Universidad marca una etapa fundamental en vida y obra de Acosta Saignes. Toda su experiencia existencial y toda la capacidad de su cultura se vuelcan predominantemente en la docencia y la investiga-
14. Últimas Noticias. Ob. Cit.
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ción universitarias. Picón Salas le pide que funde un Departamento de Antropología. Y así se hace. Dada su condición de periodista veterano se le solicita la creación y dirección de una Escuela de Periodismo, tarea que realizó de 1947 a 1949. También crea y dirige, a instancias del rector Julio De Armas, el Instituto de Antropología y Geografía, luego Instituto de Antropología e Historia. Esta tarea le ocupó un período de trece años. Esos roles de fundador y esa función directiva culminan con el decanato de la Facultad de Humanidades y Educación por dos períodos: el de 1962-1965 y el de 1968-1971. Se destaca también en la creación de periódicos y revistas universitarios. Un buen ejemplo de ello es Archivos Venezolanos de Folklore, con una significativa duración de trece años, mientras su fundador tuvo a su cargo el Instituto de Antropología e Historia. El profesor Paralelamente a esas tareas, ejerce directa docencia en antropología, culturas prehispánicas de Venezuela, historia, geografía. Dicta conferencias, cursillos, seminarios. Aún más, su incansable deseo de superación lo lleva a obtener la licenciatura en geografía (1961) y el doctorado en antropología (1962). Es digno de indicar que para optar a este título presenta como tesis una obra realmente decisiva, crucial en el acervo de las Ciencias del Hombre a escala venezolana y continental: Vida de los Esclavos Negros en Venezuela. En la condición profesoral de Acosta Saignes, desde el punto de vista cualitativo, lo primero que hemos de relievar es su concepción sobre el proceso educativo considerado como conjunto. De 1950 a 1951 publicó una serie de artículos, reunidos luego en el libro Tema de Pedagogía,15 donde expone muy vigentes ideas sobre el asunto. Allí teoriza, a partir de su propia experiencia, acerca de las relaciones entre bachillerato y universidad. Al mostrar la desarticulación existente, postula la necesidad de un planeamiento global de la educación venezolana. De igual modo, en la Memoria del Decanato de la Facultad de Humanidades y Educación 1962-1965, Acosta Saignes, como decano, insiste en los problemas de la educación en general y recomienda nuevamente realizar la actividad de la enseñanza superior sobre la base de
15. Tema de Pedagogía. Caracas, Ávila Gráfica, 1951
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un ‘‘proyecto general para la Universidad» y, en lo que respecta a su área, trata a «la Facultad como un todo’’.16 En este último aspecto incluso llega a plantear una serie de fundamentos para un programa de acción continuada en su Facultad, fundamentos relativos a becas, concursos, espacio y locales, selecciones, cátedras y departamentos, profesorado, alumnos, títulos universitarios, política.17 Mucho podría extraerse de estas ideas para el estudio de la universidad actual y futura. Por supuesto, este requerimiento de globalidad ordenadora continúa siendo, ahora más que nunca, de una vigencia contemporánea irrenunciable. Tal concepción y su propia actividad en las diversas ramas del proceso, permiten calificar a Acosta Saignes como verdadero educador integral. Le inquieta la escasa preocupación por lo nacional en la educación venezolana y sus centramiento individualista y crematístico, lo cual desnaturaliza los objetivos de interés social. Esa posición de inquietud por la vida y el destino colectivo de la nación es otro de los signos paradigmáticos para los docentes venezolanos de hoy y de mañana. El Investigador Social Uno de los imperativos de la universidad latinoamericana y de la venezolana en particular, es el de la investigación. Incluso, especialistas de las Naciones Unidas han determinado el profundo déficit de la labor indagativa como una amenaza para la continuidad institucional de las universidades. La labor de Acosta Saignes viene al encuentro de esa falla sustancial y estratégica. En él, docencia e investigación integran una unidad, a tales términos que sus exposiciones de clase siempre fueron productos de sus propias investigaciones, lo cual le permitía una docencia ampliamente crítica y llena de ideas renovadoras. De esta manera lograba superar el grave inconveniente, tradicional y constante en nuestras superiores casas de estudio, de la docencia como cíclica tautología paralizante y eco inconducente de lo extranjero por la sola virtud de su condición foránea.
16. Memoria del Decanato de la Facultad de Humanidades y Educación 1962-1965. Caracas, U.C.V., 1965; p.p. 47, 69,70. 17. Ibidem, p.p. 71.72.
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Es el profesor-investigador que trabaja mediante todos los procedimientos. Sus clases y sus libros son hijos del trabajo sobre las fuentes históricas, de la indagación directa, de la observación participante, de relatos de especialistas, de noticias y testimonios de informantes, del uso estadístico, de la aplicación del método histórico, del análisis crítico de la producción precedente. Esa acción docente-investigativa y la conciencia de su necesidad nacional es lo que lo induce a proponer la categoría de profesores investigadores, con dedicación de los más destacados a la labor indagativa únicamente y a la docencia de postgrado. Esa idea de la investigación como medio de desarrollo universitario y nacional, imprime en el espíritu de Acosta Saignes el ímpetu constructivo de impulsarla en la actividad de los otros. Tal ímpetu lo observamos en sus obras. Dos ejemplos. En Estudios de Etnología Antigua de Venezuela presenta sus investigaciones como contentivas de una especie de listado programático de temas a ser compartidos entre diversos trabajadores intelectuales. Sostiene, en este sentido: ‘‘muchos años y muchos especialistas precisan, pues, la ciencias antropológicas en nuestro país. Nuestras monografías actuales y las que seguirán, vienen así a ser sólo un inventario de problemas y un índice de hipótesis de trabajo, así como una síntesis, lo más completa posible, de cuanto se ha publicado, con finalidad científica, en cada uno de los aspectos que tratamos’’.18 En uno de sus últimos trabajos, Las Ideas de los Esclavos Negros en América, propone a los integrantes de la primera promoción de maestros venezolanos en Asia y África (Universidad Santa María) una serie de motivos para la investigación afroamericanista en Venezuela, tales como la pregunta de si esclavos negros enseñaron la ganadería a los guajiros, la cuestión de la existencia de negros en Venezuela antes de la invasión europea, la tarea de una arqueología de los cumbes, el tema de posibles influencias africanas en el rancho, campesina; etc.19 Ese estímulo, ese proponer estudios, ese empeño de incentivar en los demás la realización de indagaciones de utilidad nacional, es una forma feliz y fecunda de ser maestro de la investigación científica. Hay también en ello el concepto de la investigación colectiva, abierta, de equipos, por todo lo que tiene de invitación a realizaciones coparticipativas.
18. Estudios de Etnología Antigua de Venezuela. Caracas, U.C.V., 1954, p. 15. 19. Las Ideas de los Esclavos Negros en América. Caracas, Talleres Gráficos del Congreso de la República, 1986; p.p. 12-17.
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La política Gran significado actual contienen las ideas de Acosta Saignes sobre el polémico tema de la política en la universidad. Admite tal actividad dentro de la institución, pero cuestiona las características de la conducta partidista que se ha venido realizando en ella. Pareciera que los partidos hubieran olvidado que, si bien la universidad venezolana es un organismo político, también es una institución educativa, científica, cultural, humanística y tecnológica. De ahí que indique, con realista y sabia perspicacia: ‘‘debe trazarse por los partidos un límite cabal y aunque todo en último término es político en nuestra época, determinar los campos en que la política ha de tener un primer plano y otros en los cuales lo político viene a ser a veces el territorio más profundo, pero alcanzable por medios no inmediatamente políticos’’.20 Allí está la universidad en el territorio más profundo, territorio alcanzable por medios no inmediatamente políticos: He ahí un vasto campo de estudio para todos los partidos y determinados grupos independientes: ese estudio ha de conducir a la elaboración de una específica política universitaria, tal como lo propone Acosta Saignes. Tarea de difícil realización, pero si los partidos quieren salvar su riesgo de disolución, deben empezar a comprender que más allá de sus narices exclusivamente grupales, existen la particularidad de las instituciones, la grandeza de las gentes, la precedencia de lo colectivo, el contundente mandato prioritario de la nación, la exigencia contemporánea de basar la acción política en recios estudios científicos y tecnológicos. Rectorable y presidenciable Pues bien, en su gestión universitaria, Acosta Saignes combina armoniosamente la rigurosidad académica y el compromiso social de la cultura, practica la función crítica y el estímulo a la pluralidad conceptual, labora por la nacionalización venezolana de la ciencia y la tecnología universales, cumple con la tarea de cooperar en el entendimiento del país y participar en los esfuerzos para su desarrollo.
20. Memoria, p. 10.
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Una universidad más leal al país y a su porvenir histórico, lo habrían llevado a la presidencia. En todo caso, sus obras constituyen buenos instrumentos para la solución de los problemas vigentes y el camino hacia el porvenir de la universidad y de la nación.
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MIGUEL ACOSTA SAIGNES: UN CIENTÍFICO SOCIAL MILITANTE DE LA VENEZOLANIDAD José Marcial Ramos Guédez (*)
El día 8 de noviembre del año 2008, estaremos conmemorando en Venezuela, el inicio del centenario del nacimiento del Dr. Miguel Acosta Saignes, quien tuvo una vida intelectual sumamente amplia e integral, basada en el trabajo incansable tanto en el campo de la docencia como en la investigación científico-social. Fue periodista, antropólogo, arqueólogo, etnólogo, historiador, geógrafo, sociólogo, poeta, fotógrafo y sobretodo político militante de las causas populares y hombre preocupado por la solución de los múltiples problemas que afectaban a los habitantes tanto de su país como del resto de América Latina y el Caribe, haciendo especial énfasis en los indígenas y los descendientes de africanos. El Dr. Acosta Saignes, nació en San Casimiro (estado Aragua) el 8 de noviembre de 1908 y murió en la ciudad de Caracas el 10 de febrero de 1989. Sus padres fueron Miguel Acosta Delgado y Adela Saignes Roulac de origen francés. Permaneció en su lugar de nacimiento solamente un año, ya que sus progenitores se trasladaron a la población de Río Chico (Municipio Páez, estado Miranda) y en esta urbe barloventeña, pasó su niñez y realizó sus estudios de primaria ‘‘.. .en la escuela regentada por las hermanas Cleofe y Felicia Bello Medina [...] Su arraigo a esta población lo expresa el doctor Acosta Saignes en esta cita que tomamos de su libro «La edad Cualitativa» y donde dice: ‘Tengo la edad de las creencias que en las noches de Río Chico interpretaban el silbido del Anima Sola y el chillido del Chaure de mal agüe-
(*) Doctor en Historia. Profesor en Doctorado en Cultura y Arte de América Latinas y el Caribe de la UPEL. Profesor jubilado de la USB.
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ro para los enfermos y de júbilo secreto para los amadores que le oían gritar, porque estaba encendida alguna pequeña luz de quien lo esperaba por vez primera»’1. Más adelante, durante el período 1916-1923, lo encontramos realizando sus estudios de primaria y bachillerato en el Colegio San Pablo ubicado en la capital del país. Al culminar la instrucción secundaria, ejerció en el año de 1926, la docencia en la Escuela Federal Zamora y en el Colegio San Pablo. Ahora bien, vemos que Acosta Saignes, inició en 1927, los estudios de Medicina en la Universidad Central de Venezuela y en el bienio 1928-1929, se encuentra entre los estudiantes opuestos a la dictadura del General Juan Vicente Gómez, situación que le ocasionó una primera detención en la cárcel de la Rotunda y después de las protestas del mes de febrero de 1928, cae de nuevo preso y fue trasladado a las colonias de Araira (estado Miranda) y luego al Castillo Libertador en Puerto Cabello (estado Carabobo), donde permaneció hasta 1929. Con relación a los acontecimientos antes mencionados, Acosta Saignes, nos señaló lo siguiente: «Un día de 1929 se nos trasladó a quienes habíamos estado presos desde cinco meses antes en la carretera de Las Colonias, al viejo Castillo. En el grupo de prisioneros políticos que allí estaba desde el año anterior, resaltaban a nuestra llegada dos individuos, ambos periodistas. Uno era Alberto Ravell, quien afortunadamente aún combate desde las columnas de la prensa. El otro, con quien me ligó estrecha amistad durante los meses de obligada convivencia, era Pío Tamayo. Pequeño, con ojos mongoloides, músculos duros, tenía los ojos hundidos, los pómulos salientes y la piel olivácea. Parecía un indio Tocuyo. Su faz hubiese podido ilustrar antiguos relatos de caciques heroicos, porque cuando miraba estaba siempre viendo el envés amargo de las palabras [...] Nunca pensó Juan Vicente Gómez cuando envío a la cárcel a los estudiantes de 1928, cómo asistíamos así a la primera Universidad de la vida que pudimos visitar. Perdíamos las clases rutinarias, pero lográbamos un aula sombría en la cual había profesores de profundidad; maestros del sentido verdadero; guías para interpretación de la sangre; doctores que habían andado el mundo convulsionado, ansioso, in-
l.
‘‘Se rendirá homenaje al Dr. Miguel Acosta Saignes en Río Chico’’ en: La Opinión. Cúa (Estado Miranda), 2a. Quincena de Febrero de 1987. p. 13.
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vestigador de caminos, y cuyos tumbos ignorábamos totalmente los jóvenes de 1928 en Venezuela. Pío Tamayo fue uno de aquellos profesores empeñados bajo el sol del patio reducido o a la sombra del calabozo húmedo, en mostrarnos cuanto el ejercicio de libertad verdadera, de libertad combatiente, le había enseñado en los obligados viajes del exilado político [...] A Pío Tamayo oímos por primera vez en su charla nasalizada, penetrante y llena de imágenes poéticas, el relato de las luchas de los partidos políticos, de las huelgas, de la constitución de sindicatos. A él, quien estaba en vigilia permanente de muerte, le escuchamos por primera vez una concepción materialista de la historia y una teoría cabal de cuanto acontecía en Venezuela...’’.2 Al recobrar su libertad, Acosta Saignes, continuó su labor periodística en los diarios Ahora y El Heraldo. Antes de finalizar el año de 1929, nuestro personaje, participó en la toma de la Universidad Central de Venezuela, que organizaron varios estudiantes, para evitar que el General Gómez visitara la sede de dicha institución. En 1931, se casó con su prima María Teresa Acosta Oropeza y en 1933, junto con Inocente Palacios, fundó la revista político-literaria Gaceta de América y en ese mismo año, reingresa a la UCV para estudiar Derecho. En el bienio 1936-1937, después de la muerte del General Juan Vicente Gómez, observamos un incremento en el activismo político de Acosta Saignes, ya que entre otras cosas: dirige el periódico El Popular y aparece entre los fundadores del Partido Republicano Progresista, viajó a México donde participó en el Primer Congreso Antiimperialista y formó parte de la Junta Patriótica de Caracas. A finales del año 1937, nuestro personaje fue expulsado junto con cuarenta y seis (46) venezolanos por decisión del gobierno que presidía el General Eleazar López Contreras, quien determinó que por ser dichas personas militantes de ideas revolucionarias y afiliadas a la doctrina marxista, no podían actuar en la vida política del país. Al respecto, veamos la siguiente información: ‘‘El 13 de marzo de 1937 el Presidente López Contreras promulga el decreto expulsando del territorio de la República por el término de un año a 47 dirigentes políticos de los partidos de izquierda «por estar afiliados a la doctrina comunista y considerarlos perjudiciales para
2. Fernández, Carlos Emilio. Hombres y sucesos de mi tierra: Venezuela 1909-1935. pp. 180-181.
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el orden público, fijándose el plazo de ocho días para que salgan del país’’...3 Ante tal situación, Acosta Saignes, se asiló en México, donde permanecerá hasta el año de 1946, en dicha nación afianzó y consolidó sus estudios relacionados con las ciencias sociales, pues en primer lugar cursó en la Universidad tres años de Economía y luego fue alumno en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, donde se gradúo de Etnólogo en el año de 1945 ‘‘...La tesis presentada, ‘El Comercio de los Aztecas’, es recomendada para su publicación y hasta la fecha se mantiene inédita, salvo un capítulo titulado ‘Los Pochteca’ publicado en el primer número de la revista Acta Antropológica que se convirtió hasta nuestros días en un clásico dentro de los estudios antropológicos dedicados al México prehispánico...’’4 A partir de 1946, de nuevo encontramos a Acosta Saignes en Venezuela y el retorno a su querida patria, significó una entrega total a la vida intelectual, plasmada en la docencia-investigación, el periodismo de opinión y la militancia política vinculada a los sectores populares y revolucionarios. Ingresa como profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela y en el año de 1947, por sugerencia del decano Mariano Picón Salas, fundó el Departamento de Antropología de la Facultad antes mencionada e igualmente la Escuela de Periodismo de esa Casa de Estudios. Además, en 1948, creó la Comisión Indigenista Nacional y se casó por segunda vez con la profesora Gladys Porras con quien tuvo dos hijos: Miguel y Sara. En 1949, inició la Cátedra sobre los Estudios de Folklore en la Universidad Central de Venezuela y en 1950, realizó su primer viaje al continente africano. Luego en 1953, coordinó el Programa de Historia de América e hizo varios estudios sobre la Zona Circuncaribe. En 1961, obtuvo el título de Licenciado en Geografía en la Facultad de Humanidades y Educación y en 1962, recibió el Grado Académico de Doctor de Antropología por la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, ambas pertenecientes a la Universidad Central de Venezuela. Sin olvidar, que en 1962 fue electo Decano de la Facultad de Humanidades y Educación, cargo que desempeñó hasta 1965 y en 1968 fue electo por segunda vez Decano de la facultad antes mencionada. Sobre su gestión como Decano, Acosta Saignes publicó un libro titulado:
3.
Moleiro P., Rodolfo. De la dictadura a la democracia : Eleazar López Contreras lindero y puente entre dos épocas, p. 414.
4. Rojas, Reinaldo C. y hemerográfica. p. 13.
Toro R., Abraham. Miguel Acosta Saignes: recopilación bibliográfica y
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Memoria del decanato de la Facultad de Humanidades y Educación 1962-1965. Caracas: 1965. 139 p. En el contexto de una vida comprometida con un intenso trabajo en los campos de la docencia y la investigación, observamos que Acosta Saignes, no descuidó su militancia política, a favor de los cambios revolucionarios en los años difíciles de la década de los sesenta del siglo XX, pues, fue electo Senador en representación del antiguo Distrito Federal en el período 19641969, y su labor como parlamentario fue de gran importancia, ya que siempre estuvo al lado de los sectores progresistas-democráticos del país y se opuso a las medidas represivas, que constantemente ponía en práctica el gobierno del Presidente Raúl Leoni. En sus efectos, el Senado de la República de Venezuela, el día 7 de octubre de 1987, aprobó un Acuerdo, en ‘‘...el cual se manifiesta el reconocimiento [...] por la notable obra realizada para el progreso científico, político y cultural de Venezuela por el doctor Miguel Acosta Saignes’’.5 Ahora bien, vemos que nuestro personaje, al mismo tiempo que ejercía su labor parlamentaria, en el año de 1967, fue comisionado por la UNESCO para coordinar una publicación acerca de los fondos documentales relacionados con los africanos y sus descendientes en América Latina y el Caribe. Se trató de indicar en cuales archivos y bibliotecas (públicas o privadas) existían textos manuscritos o impresos referidos a la temática antes mencionada.6 Ocho años después, en 1975, aparece como director-fundador de la revista Cuadernos Afro-Americanos, publicación auspiciada por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico y la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela. Más adelante, en el año de 1980, lo encontramos como docente en el área de postgrado en la Universidad Santa María y en 1985, fue distinguido como Profesor Honorario de la Universidad Simón Bolívar.
5. ‘‘Acuerdo’’ en: Gaceta Oficial de la República de Venezuela. Caracas, Año CXV, Mes 1,14 de Octubre de 1987. pp. 262.877-262.878. 6. Véase: Acosta Saignes, Miguel (Coordinador) ‘‘Introducción al estudio de los repositorios documentales sobre los africanos y sus descendientes en América’’ en: Introducción a la cultura africana en América Latina. pp. 147-224.
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Asimismo, debemos tomar en consideración que el Dr. Acosta Saignes, fue uno de los pioneros del periodismo deportivo en Venezuela, estudioso de nuestras manifestaciones populares tradiciones (también llamadas folklóricas), de las áreas culturales indígenas tanto del período prehispánico como durante la colonia, de los aportes étnico-culturales de los africanos y sus descendientes, de las comunidades de inmigrantes europeos y asiáticos, etc. E igualmente, conoció a profundidad y con sentido crítico, la vida y obra de personajes de nuestra historia, tales como Simón Bolívar, Alejandro de Humboldt, Simón Rodríguez, José Antonio Páez, Lisandro Alvarado y muchos otros. Para ampliar nuestros conocimientos sobre la obra escrita por Acosta Saignes, hemos elaborado con carácter de muestra, la siguiente lista de algunos de sus libros más importantes: Latifundio (1a. ed. 1938, 2a.ed. 1954 y 3a.ed. 1987), Petróleo en Venezuela y México (1940), Los caribes de las costas venezolanas (1946), Las Turas (1a.ed. 1949), Aguado y Simón: historiografía de Venezuela (entre 1949 y 1959), Estudios de etnología antigua de Venezuela (1a.ed. 1954), La canoa en tierra (1954?), Las cofradías coloniales y el folklore (1955?), Alejandro de Humboldt (1769-1859) (1a.ed. 1955), Elementos indígenas y africanos en la formación de la cultura venezolana (1956), Vida de negros e indios en las minas de Cocorote, durante el siglo XVII (1956), Historia de los portugueses en Venezuela (1a.ed. 1959), Gentilicios africanos en Venezuela (1960), La trata de esclavos en Venezuela (1961), Estudios del folklore venezolano (1962), Vida de los esclavos negros en Venezuela (1a.ed. 1967), Un afroamericanista solitario (entre 1973 y 1980), El comercio en el México prehispánico (1975), Edad cualitativa (1978), Estudios en antropología, sociología, historia y folclor (1980), Antología de Simón Bolívar (1981), Bolívar: acción y utopía del hombre de las dificultades (2a.ed. 1983), Los ideales de los esclavos negros en América. Materiales para la primera Promoción de Maestros venezolanos en Asia y África, graduados en la Universidad Santa María (1986),Conocer Venezuela. Historia I: Venezuela prehispánica (1988), Conocer Venezuela. Historia 2: Procedencia de los africanos y población indígena actual (1988), La Cerámica de la luna y otros estudios folklóricos (1990), Dialéctica del Libertador (2002) y muchos otros. Con carácter de muestra, destacaremos la importancia del libro de Acosta Saignes, titulado: Vida de los esclavos negros en Venezuela (3 ediciones), ya que en dicha obra, nuestro autor, estudia con el método de la etnohistoria, todo
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el proceso relacionado con la presencia de los africanos y sus descendientes en Venezuela, período de la Colonia y siglo XIX, sin olvidar las proyecciones de las supervivencias en el siglo XX. En el libro aludido, los lectores e investigadores, encontrarán información sobre la trata de negros sometidos a la esclavitud, los gentilicios africanos, los esclavizados pescadores de perlas, mineros, exploradores, agricultores, ganaderos, domésticos y verdugos, artesanos, festejos y cofradías, los matrimonios de esclavos, los castigos, esclavizados cimarrones, vida en los cumbes y otros tópicos del régimen esclavista. Además, dicha obra posee un apéndice documental de mucha utilidad para los interesados en conocer la temática afro venezolana tanto en su contexto histórico como socio-cultural.7 Por último, Acosta Saignes, orientó sus investigaciones antropológicas e históricas, a través de la concepción del marxismo humanista y el carácter multiétnico y pluricultural de la sociedad venezolana, desde su formación en el período prehispánico hasta las últimas décadas del siglo XX. Además, él mismo señaló que había cumplido ‘‘...una edad cualitativa compleja: tengo la edad de mis oficios: carbonero, gasolinero, linotipista, bibliotecario, director de institutos, decano, senador, y la de mis profesiones: antropólogo, periodista, maestro de escuela, cronista deportivo, locutor, profesor, y la edad larga de mis actividades para la transformación de la sociedad, en mis escrituras, en actividades organizativas para el progreso, en la conciencia permanente de la política escondida tras múltiples estructura’’8 Asimismo, hemos de tomar en consideración, que para ‘‘...Difundir la vida y obra del Dr. Miguel Acosta Saignes, para las nuevas generaciones venezolanas. Rescatar las obras del maestro en un plan de publicaciones especiales [y] homenajear la obra desarrollada por el Dr. Miguel Acosta Saignes, a través del debate creador llevado a cabo [por medio] de conferencias, seminarios, foros, talleres y un evento de carácter nacional...’’, el Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior, designó el ‘‘Comité Nacional del Centenario del Natalicio del Dr. Miguel Acosta Saignes (1908-2008)’’, el cual está integrado por las siguientes personas: Reinaldo Rojas (Presidente), Abraham Toro, Eric
7. Acosta Saignes, Miguel. Vida de los esclavos negros en Venezuela. 409 p. Véase además : Ramos Guédez, José Marcial ‘‘Miguel Acosta Saignes y la ‘Vida de los esclavos negros en Venezuela’’ en: Ultimas Noticias, Suplemento Cultural. Caracas, 7. 8. Acosta Saignes, Miguel. Edad cualitativa, p. 3.
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Núñez, Pedro Cunill Grau, Mario Sanoja Obediente, Ramón Losada Aldana, Irma Mendoza, Adrián Lucena Goyo, Hernán Lucena, Manuel Carrero, Iraida Vargas y José Marcial Ramos Guédez.9 Fuentes consultadas. Bibliografía ACOSTA SAIGNES,
Miguel: Edad cualitativa. Caracas
: [s.e.], 1978. ____________________ (Coordinador) Introducción a la cultura africana en América Latina. 2a.ed. París: UNESCO, 1979. ____________________: Memoria del Decanato de la Facultad de Humanidades y Educación 1962-1965. Caracas: Universidad Central de Venezuela, Facultad de Humanidades y Educación, 1965. ____________________: Vida de los esclavos negros en Venezuela. 3a.ed. Valencia (Venezuela): Vadell Hermanos Editores, 1984. Carlos Emilio: Hombres y sucesos de mi tierra: Venezuela 19091935. 2a.ed. Madrid: Talleres del Sagrado Corazón, 1969.
FERNÁNDEZ,
Rodolfo: De la dictadura a la democracia: Eleazar López Contreras lindero y puente entre dos épocas. 3a.ed. Caracas: Editorial Pomaire de Venezuela, 1993.
MOLEIRO P.,
ROJAS, Reinaldo
C, y TORO R., Abraham: Miguel Acosta Saignes: recopilación bibliográfica y hemerográfica. Valencia (Venezuela): Vadell Hermanos Editores, 1984.
Hemerográficas Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela. Caracas, 2008.
9. Ver: Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela. Caracas, Año CXXXV, Mes VII, N° 38.912, 17 de de abril de 2008. pp. 360.679-360.680).
CIEN Aテ前S DEL NACIMIENTO DE MIGUEL ACOSTA SAIGNES
Gaceta Oficial de la Repテコblica de Venezuela. Caracas, 1987. La Opiniテウn. Cテコa (Estado Miranda), 1987. Ultimas Noticias- Suplemento Cultural. Caracas, 1986.
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MÁS ALLÁ DE LA GUERRA Arlene Urdaneta Quintero (*)
He aceptado con complacencia la invitación que me hiciera la historiadora y amiga Inés Quintero para presentar la obra Más allá de la guerra. Venezuela en tiempos de la Independencia por tener la oportunidad, entre otras cosas, de destacar una faceta poco conocida en su trayectoria profesional. En esta ocasión nos sorprende con una publicación donde no sólo corrobora una vez más su indiscutible formación como historiadora sino también su praxis como formadora de talento humano. Luce coordinando un prometedor equipo de trabajo constituido por los jóvenes historiadores Ángel Almarza, José Bifano, Lionel Muñoz, Enrique Ramírez, Rosángel Vargas, Johana Vergara y Alexander Zambrano; quienes hoy día ya se destacan por sus actividades como investigadores en organismos públicos y privados. El texto que hoy sale a la luz pública constituye un esfuerzo colectivo por ofrecer, a través de los recursos propios de la ciencia histórica, un meticuloso estudio que pretende, en palabras de la profesora Quintero, “saber cómo era vivir en Venezuela durante esos años (los de la Independencia) que, de acuerdo a la historiografía épica sólo hubo héroes y villanos, batallas y campañas, triunfos y reveses”. Para hacerlo contaron con valiosos repertorios documentales localizados en la Academia Nacional de la Historia, Biblioteca Nacional, Archivo Arquidiocesano de Caracas, Archivo General de la Nación y Archivo Histórico de la Universidad Central de Venezuela; además de valiosos repertorios documentales publicados. Al equipo le guió el interés común de desentrañar las prácticas cotidianas de sectores ignorados o escasamente estudiados en anteriores interpretaciones históricas, a objeto de medir la trascendencia social de la Independencia. Consideraron de qué manera el (*) Profesora Titular de la Universidad del Zulia. Investigadora del Laboratorio de Historia de la Arquitectura y Urbanismo Regional y del Centro de Estudios Históricos de la Facultad de Humanidades y Educación.
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conflicto bélico, la tradición monárquica, las ideas liberales y las instituciones republicanas perturbaban la cotidianidad de la “gente común”. El minucioso estudio de expedientes, informes y causas judiciales reveló las situaciones de vida, necesidades, esperanzas y expectativas de “mayorías” o “grupos subalternos” como esclavos, caleteros, soldados, barberos, estudiantes, curas, profesores, enamorados, labradores, padres, autoridades de distintos rangos, entre otros (en ocasiones distinguidos por su condición de negros, indios, zambos, blancos o pardos). Los autores, agudizando el instinto y con un indiscutible esfuerzo creativo, ofrecen una mirada ampliada del proceso social y de las mentalidades en esta significativa coyuntura; lo hacen con una narrativa amena, digerible para todo público, sin comprometer en ningún momento los requerimientos propios del discurso histórico. En la obra se abordan diversos temas como las luchas de los esclavos por lograr la libertad apropiándose del discurso moderno, los comportamientos indecorosos de “vagos y malentretenidos” al romper con las normas y alterar el orden público, los tortuosos caminos de quienes deseaban contraer matrimonio unidos por el amor y separados por las desigualdades sociales, la contribución de las familias por mantener las prácticas religiosos y reforzar la fe en un Dios esperanzador, el protagonismo de los religiosos en curatos y vicarías al promover la fidelidad al rey o el apoyo a los revolucionarios republicanos, las implicaciones de las preferencias políticas para profesores y alumnos de la Universidad de Caracas y finalmente el impacto de la guerra en la vida cotidiana de quienes vivieron muy de cerca por ser víctimas del reclutamiento o por el voraz paso de tropas. Situaciones que evidencian los distintos ritmos históricos presentes en un mismo tiempo cronológico. En cada uno de estos estudios, teniendo en consideración el contexto bélico y los ensayos republicanos, se destaca el alcance de las instituciones coloniales al regular los espacios públicos y privados, la vigencia y permanencia de las representaciones tradicionales y la apropiación de las ideales liberales expuestos en cada lucha reivindicadora protagonizada por actos sociales concretos; acciones individuales o colectivas ocurridas en escenarios próximos o distantes a la guerra. El eje interpretativo orientador y garante de la coherencia de la obra fue, como lo señala Inés Quintero en la introducción de la misma, el considerar las experiencias de quienes compartían “una circunstancia histórica y un espacio geográfico comunes: a todos ellos les tocó vivir en Venezuela durante la guerra de la Independencia”.
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Es indiscutible que la obra que hoy se presenta demuestra la necesidad de profundizar los estudios sobre los movimientos sociales en la Venezuela independentista entendidos como formas de acción colectiva provocadas por un conflicto que se profundiza. Estos son años donde los intereses son vulnerados, las estructuras amenazadas, las expectativas exacerbadas; cada manifestación al expresar una lucha, descontento, agravio u hostilidad implica una acción individual pero también una identidad colectiva promovida por un conjunto de creencias y sentidos de pertenencia que hace posible la convicción e no estar solo. El discurso moderno favorece pasar del descontento a la acción a medida que provoca desequilibrios, crea nuevas demandas y profundiza las frustraciones; escenarios de conflictos ideales para que se expresen inéditos procesos sociales evidentes en las primeras décadas de nuestra historia republicana. De todo lo dicho se desprende el interés que para historiadores y estudiosos de diversas disciplinas habrá de tener el libro Más allá de la guerra. Venezuela en tiempos de la Independencia que se publica hoy con el apoyo de la Fundación Bigott, en la Serie Historia, institución comprometida en hacer llegar a un número mayor de lectores las investigaciones necesarias para ampliar la comprensión de la sociedad y cultura venezolana. Cierro mi presentación felicitando a la doctora Inés Quintero por el trabajo coordinado y a los historiadores que de manera tan destacada han participado en ella; hago votos porque continúen sus éxitos en la ardua tarea del oficio de historiar.
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ARLENE URDANETA QUINTERO TIEMPOS DE FEDERACIÓN EN EL ZULIA CONSTRUIR LA NACIÓN EN VENEZUELA Fuente para la Historia Republicana de Venezuela Nº 92, 398 págs.
A partir del estudio del proceso socio político del estado Zulia se demuestra en esta investigación los alcances del principio federal en la construcción del Estado nacional en Venezuela y el establecimiento, entre 1864 y 1868, de un Estado federal en cuyos postulados ideológicos, organización jurídico-política y ejercicio del poder se concretaron los postulados de la federación. Guiados por estos principios, el gobierno y sectores dirigentes llevaron adelante pactos contractuales con otros poderes locales, regionales y con el gobierno general, para impulsar un proyecto regional de nación que garantizara el progreso y autonomía zuliana. Para llegar a estas conclusiones se aborda al federalismo en la mediana duración, como parte de un proceso que permitió dar continuidad y legitimidad a la república propuesta desde 1811 e instaurar un sistema político acorde con la existencia en el país de regiones históricas y de múltiples y diferenciadas estructuras de poder. a Dra. Arlene Urdaneta Quintero es profesora Titular de la Universidad del Zulia, Investigadora del Laboratorio de Historia de la Arquitectura y Urbanismo Regional y del Centro de Estudios Históricos de la Facultad de Humanidades y Educación del cual fue Directora durante los años 1994 a 1996. Profesora del Departamento de Historia. Licenciada en Educación (Mención Ciencias Sociales: Área Historia), Magíster en Historia de Venezuela y Doctora en Ciencias Humanas. Investigadora Nivel III en el Programa de Promoción al Investigador del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Miembro de la Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos. Ha publicado, además de diversos artículos en revistas especializadas nacionales y del exterior, El Zulia en el Septenio de Guzmán Blanco y Autonomía y federalismo en el Zulia. Compiladora de la obra Colectivos sociales y participación popular en la Independencia hispanoamericana.
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El Numerario Pedro Cunill Grau, participó en el seminario Geopolítica de Venezuela en el Contexto Latinoamericano del Pasado al Presente, con la ponencia titulada “Un mito: Espacios vacíos fronterizos, el caso del Occidente Venezolano”, acto realizado por la facultad de Ciencias de la Educación, área de Postgrado de la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora. Los días 26 y 27 de junio. Lugar: Barinas. En Junta Ordinaria del 3 de julio el Miembro Correspondiente Eduardo Hernández Cartens recordó que el 5 de julio es una de las efemérides patrias más importantes, pues se firmó la primera Constitución de este país. El Numerario Pedro Cunil Grau participó como Coordinador del concurso de la Fundación Herrera Luque, en torno al tema Grandeza y Destrucción de Cubagua. Desde el mes de julio del presente año. El Director Elías Pino Iturrieta, la Vicedirectora Bibliotecaria Archivera Marianela Ponce y los Numerarios Rafael Fernández Heres, Tomás Enrique Carrillo Batalla, Manuel Caballero y Pedro Cunill Grau, asistieron en representación de la Academia Nacional de la Historia a la Sesión Solemne de la Academia Nacional de Ciencias Políticas y Sociales, con motivo de la Incorporación del Padre Luís Ugalde, s.j. como individuo de Número de esa Corporación. El 8 de julio. Lugar: Paraninfo del Palacio de las Academias. Hora: 11:30 a.m. El Miembro Correspondiente Ramón Urdaneta fue el Orador de Orden de la Sesión Solemne con motivo del 50º aniversario del Centro de Historia del Estado Trujillo. El 25 de julio. Sesión Solemne de la Academia Nacional de la Historia y de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales con motivo de la conmemoración de los cien
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años del nacimiento del Dr. Jóvito Villalba, el orador de Orden fue el Dr. Ramón Escobar Salóm, Individuo de Número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. El 30 de julio. Lugar: Paraninfo del Palacio de las Academias. Hora: 11:30 a.m. El Numerario Pedro Cunill Grau participó en la Segunda Reunión de Expertos de la Ruta del Cacao para su Desarrollo Endógeno. Entre los días 24, 25 y 26 de agosto. Lugar: Atacames - Ecuador. La Vicedirectora Secretaria Inés Quintero, asistió en representación de la Academia Nacional de la Historia al XV Congreso Internacional de la Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos, en el mencionado Congreso coordinó la mesa de trabajo sobre El Liberalismo: la creación de la ciudadanía y los Estados Nacionales occidentales en el espacio atlántico (1808-1880); también presentó la ponencia Liberalismo y ciudadanía en la construcción de la República. Entre los días 26 y 29 de agosto. Lugar: Leiden, Holanda. La Miembro Correspondiente Edda Samudio fue designada Miembro Honorario de la Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos. El acto se llevó a cabo durante el XV Congreso Internacional de Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos. Entre los días 26 y 29 de agosto. Lugar: Leiden, Holanda El Primer Vicedirector José del Rey Fajardo s.j., asistió en representación de la Academia Nacional de la Historia a la Eucaristía solemne, con motivo de las bodas de plata episcopales del Exclmo. Arzobispo de Mérida, Baltasar Enrique Porras. El 20 de septiembre. Lugar: Mérida. En Junta Ordinaria del 25 de septiembre el Director de la Academia Elías Pino Iturrieta llevó a cabo las siguientes presentaciones: “Nuevos aportes documentales a la historia de las artes en la provincia de Venezuela. Periodo hispánico”, del Numerario Carlos Duarte, “El Cabildo de Caracas. Período de la Colonia ” del Miembro Correspondiente Pedro Manuel Arcaya y “El régimen del Gral. Isaías Medina Angarita” del Numerario Tomás Enrique Carrillo Batalla. Lugar: Salón de Sesiones. En Junta Ordinaria del 25 de septiembre el Miembro Correspondiente Eduardo Hernández Carstens recordó, el 25 de septiembre de 1828 se cumplieron 180 años del atentado brutal en Bogotá, contra el Libertador, una fecha que los Venezolanos deben recordar porque influyó en la vida perso-
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nal e institucional de la Republica de Colombia. Quienes atribuyen al Gral. Páez y a los Venezolanos la disolución de la Gran Colombia deben estudiar concienzudamente que fue en esa fecha el inicio de esa desintegración y el 10 de octubre se cumplirá un aniversario más de la Batalla del Yagual. En Junta ordinaria del 25 de septiembre el Numerario Santos Rodulfo Cortés recordó los 90 años de la creación de la Fundación Sociedad Venezolana de Historia. El Numerario Rafael Fernández Heres donó a la Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia un disco compacto que contiene un texto completo de Colombia defendida por la Serpiente Moisés, de Miguel Santana. El Numerario Pedro Cunill Grau, como Miembro del Comité Nacional del Centenario del Natalicio del Dr. Miguel Acosta Saignes (1908-2008), adjunto al Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior, asistió los días 22 de julio y el 23 de septiembre, a fin de realizar la programación de la difusión de la vida y obra del Dr. Acosta Saignes. En Junta Ordinaria del 25 de septiembre se recibió la visita del Dr. Alfredo Angulo Rivas, Decano de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes, el Director de la Academia Dr. Elías Pino Iturrieta le dio la bienvenida y aclaró que la presencia del Dr. Angulo se debió a una petición de su parte, con motivo de ver la posibilidad de una intervención ante los presentes, para transmitir su interés en vincular a la Facultad de Humanidades con las actividades que realiza la Academia Nacional de la Historia, agregó que el Dr. Angulo ha publicado importantes trabajos en historia contemporánea. EJECUCIÓN TERCER TRIMESTRE 2008 (julio, agosto, septiembre) Gestión académica 1. Durante este periodo se realizaron siete (7) reuniones de Junta Ordinaria y siete (7) reuniones de Junta Directiva, en cumplimiento de las disposiciones establecidas en el Reglamento de la Academia Nacional de la Historia.
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2. Para conmemorar efemérides y realizar homenajes a personajes, hechos e instituciones de recuerdo obligado por su significación histórica o para reconocer los aportes y contribuciones de instituciones y personalidades con el quehacer cultural del país, se llevó a cabo la siguiente actividad: ·Sesión Solemne de la Academia Nacional de la Historia y de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales con motivo de la conmemoración de los cien años del nacimiento del Dr. Jóvito Villalba, orador de Orden Dr. Ramón Escobar Salóm, Individuo de Número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. El 30 de julio. Lugar: Paraninfo del Palacio de las Academias. Hora: 11:30 a.m. 3. En aspectos referidos a brindarle presencia institucional a la Corporación tanto interna como en el exterior, se realizaron las siguientes actividades: El Director Elías Pino Iturrieta, la Vicedirectora Bibliotecaria Archivera Marianela Ponce y los Numerarios Rafael Fernández Heres, Tomás Carrillo Batalla, Manuel Caballero y Pedro Cunill Grau, asistieron en representación de la Academia Nacional de la Historia a la Sesión Solemne de la Academia Nacional de Ciencias Políticas y Sociales, con motivo de la Incorporación del Padre Luís Ugalde, s.j. como individuo de Número de esa Corporación. El 8 de julio. Lugar: Paraninfo del Palacio de las Academias. Hora: 11:30 a.m. El Primer Vicedirector José del Rey Fajardo s.j., asistió en representación de la Academia Nacional de la Historia a la Eucaristía solemne con motivo de las bodas de plata episcopales del Exclmo. Arzobispo de Mérida, Baltasar Enrique Porras. El 20 de septiembre. 4. En la dirección de dar cumplimiento a las pautas reglamentarias se procedió de la manera siguiente: En Junta Ordinaria del 3 de julio el Miembro Correspondiente Eduardo Hernández Cartens recordó que el 5 de julio es una de las efemérides patrias más importantes, pues se firmó la primera constitución de este país. En Junta Ordinaria del 25 de septiembre el Director de la Academia Elías Pino Iturrieta llevó a cabo las siguientes presentaciones: “Nuevos aportes
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documentales a la historia de las artes en la provincia de Venezuela. Periodo hispánico”, del Numerario Carlos Duarte, “El Cabildo de Caracas. Período de la Colonia” del Miembro Correspondiente Manuel Arcaya y “El régimen del Gral. Isaías Medina Angarita” del Numerario Tomás Enrique Batalla. Lugar: Salón de Sesiones. En Junta Ordinaria del 25 de septiembre el Miembro Correspondiente Eduardo Hernández Carstens recordó, el 25 de septiembre de 1828 se cumplieron 180 años del atentado brutal en Bogotá, contra el Libertador, una fecha que los Venezolanos deben recordar porque influyó en la vida personal e institucional de la Gran Colombia. Quienes atribuyen al Gral. Páez y a los Venezolanos la disolución de la Gran Colombia deben estudiar concienzudamente que fue en esa fecha el inicio de esa desintegración de Colombia y el 10 de octubre se cumplirá un aniversario más de la Batalla del Yagual. El Junta ordinaria del 25 de septiembre el Numerario Santos Rodulfo Cortés recordó los 90 años de la creación de la Fundación Sociedad Venezolana de Historia. 5. En el aspecto referido a producción intelectual de los Individuos de Número y Miembros Correspondientes, se reporta lo siguiente: La Miembro Correspondiente Edda Samudio fue designada Miembro Honorario de la Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos. El acto se llevó a cabo durante el XV Congreso Internacional de Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos. Entre los días 26 y 29 de agosto. Lugar: Holanda Leiden 6. En materia de relaciones nacionales e internacionales, intercambios culturales con fines de divulgación y preservación de la historia nacional, se destacan las siguientes acciones: La Vicedirectora Secretaria Inés Quintero, asistió en representación de la Academia Nacional de la Historia al Congreso Internacional de la Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos, en el mencionado Congreso coordinó una mesa de trabajo con el titulo El Liberalismo: la creación de la ciudadanía y los Estados Nacionales occidentales en el espacio atlántico (1808-
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1880); también presentó la ponencia “Liberalismo y ciudadanía en la construcción de la República”. Entre los días 26 y 29 de agosto. Lugar: Leiden, Holanda. ·El Numerario Rafael Fernández Heres donó a la Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia un disco compacto que contiene un texto completo de Colombia defendida por la Serpiente Moisés, de Miguel Santana. En Junta Ordinaria del 25 de septiembre se recibió la visita del Dr. Alfredo Angulo Rivas, Decano de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes, el Director de la Academia Dr. Elías Pino Iturrieta le dio la bienvenida y aclaró que la presencia del Dr. Angulo se debió a una petición de su parte, con motivo de ver la posibilidad de una intervención ante los presentes, para transmitir su interés en vincular a la Facultad de Humanidades con las actividades que realiza la Academia Nacional de la Historia, agregó que el Dr. Angulo ha publicado importantes trabajos en historia contemporánea. 7. El intercambio entre la Academia y las diferentes instituciones tanto nacionales como internacionales en la mayoría de las ocasiones se inicia, evoluciona y obtiene respuestas concretas a través de la correspondencia enviada o recibida; sea esta por los canales tradicionales (correo, telegrama, empresas courrier) o a través de e-mail A continuación se especifica el movimiento que corresponde al presente trimestre: Correspondencias enviadas al área metropolitana: Correspondencias enviadas al interior del país: Correspondencia enviada al exterior: Correspondencia recibida: E-mail: Invitaciones recibidas: Juntas Directivas Julio Jueves 03 sí hubo reunión Jueves 10 sí hubo reunión
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Jueves 17 sí hubo reunión Jueves 24no hubo reunión (Día feriado) Jueves 31 sí hubo reunión Agosto Jueves 07 sí hubo reunión Jueves 14 sí hubo reunión Jueves 21 no hubo reunión (Vacaciones colectivas) Jueves 28 no hubo reunión (Vacaciones colectivas) Septiembre Jueves 04 no hubo reunión (Vacaciones colectivas) Jueves 11 no hubo reunión (Vacaciones colectivas) Jueves 18 no hubo reunión (falta de corum) Jueves 25 sí hubo reunión Total Juntas Directivas; 7 Juntas ordinarias Julio Jueves 03 sí hubo reunión Jueves 10 sí hubo reunión Jueves 17 sí hubo reunión Jueves 24 no hubo reunión (Día Feriado) Jueves 31 sí hubo reunión Agosto Jueves 07 sí hubo reunión Jueves 14 sí hubo reunión
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Jueves 21 no hubo reunión (Vacaciones colectivas) Jueves 28 no hubo reunión (Vacaciones colectivas) Septiembre Jueves 04 no hubo reunión (Vacaciones colectivas) Jueves 11 no hubo reunión (Vacaciones colectivas) Jueves 18 no hubo reunión (falta de cuorum) Jueves 25 sí hubo reunión Total juntas ordinarias: 7
CONFERENCIA JOSÉ GIL FORTOUL
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INDICE
Presentación .........................................................................................................
3
CONFERENCIA JOSÉ GIL FORTOUL Bolívar en Colombia: las transformaciones de su imagen. Jorge Orlando Melo ........................................................................................................................
7
ESTUDIOS Modelos en colapso: perspectiva histórica sobre la crisis del viaducto 1 en la autopista Caracas-La Guaira. Rogelio Altez ..................................................
43
La controversia de límites y fronteras entre Venezuela y Colombia vista a través del diario ‘‘El Nacional’’ (1943-1993). Claudio Alberto Briceño Monzón
77
CIEN AÑOS DEL NACIMIENTO DE MIGUEL ACOSTA SAIGNES Discurso en la Academia Nacional de la Historia: homenaje al Dr. Miguel Acosta Saignes. Mario Sanoja Obediente .............................................................
103
La travesía llanera de Miguel Acosta Saignes. Adolfo Rodríguez ....................
113
Memoria, presencia y futuro de la Universidad Venezolana Miguel Acosta Saignes. Ramón Losada Aldana............................................................................
129
Miguel Acosta Saignes: un científico social militante de la venezolanidad. José Marcial Ramos Guédez ....................................................................................
141
172
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NOTAS BIBLIOGRÁFICAS Más allá de la guerra. Arlene Urdaneta Quintero ............................................
153
NUEVAS PUBLICACIONES Tiempos de federación en el Zulia. Construir la Nación en Venezuela. Arlene Urdaneta Quintero ...................................................................................
159
VIDA DE LA ACADEMIA Vida de la Academia .......................................................................................
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AVISO BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA Serie Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela Distribución:
Palacio de las Academias Bolsa a San Francisco, planta baja. Distribuidora: Telf.: 482.27.06 Librería: Telf.: 482.73.22
De venta en la Academia Nacional de la Historia, Coordinación de Publicaciones, Palacio de las Academias, Bolsa a San Francisco, Teléfono 483.59.02 y en las librerías. Vol. 54:
Descubrimiento y conquista de Venezuela. Tomo I, Estudio preliminar de Joaquín Gabaldón Márquez.
Vol. 55:
Descubrimiento y conquista de Venezuela. Tomo II. Advertencia del compilador: Joaquín Gabaldón Márquez.
Vol. 56:
Tratado de Indias y el doctor Sepúlveda. Fray Bartolomé de las Casas. Estudio preliminar de Manuel Giménez Fernández.
Vol. 57:
Elegías de varones ilustres de Indias. Juan de Castellanos. Estudio preliminar de Isaac J. Pardo.
Vol. 58:
Venezuela en los cronistas generales de Indias, Tomo I. Estudio preliminar de Carlos Felice Cardot.
Vol. 59:
Venezuela en los cronistas generales de Indias. Tomo II.
Vol. 60:
Arca de letras y teatro universal. Juan Antonio Navarrete. Estudio preliminar de José Antonio Calcaño.
Vol. 61.
Libro de la razón general de la Real Hacienda del departamento de Caracas. José de Limonta. Estudio preliminar de Mario Briceño Perozo.
Vol. 62:
Recopilación historial de Venezuela. Fray Pedro de Aguado. Tomo I. Estudio preliminar de Guillermo Morón.
Vol. 63:
Recopilación historial de Venezuela. Fray Pedro de Aguado. Tomo II.
Vol. 64:
Actas del cabildo eclesiástico de Caracas. Tomo I. (1580-1770). Estudio preliminar de Manuel Pérez Vila.
Vol. 65:
Actas del cabildo eclesiástico de Caracas. Tomo II (1771-1808).
Vol. 66:
Noticias Historiales de Venezuela. Fray Pedro Simón. Edición restablecida en su texto original, por vez primera por Demetrio Ramos Pérez, con Estudio preliminar y notas. Tomo I.
Vol. 67:
Noticias Historiales de Venezuela. Fray Pedro Simón. Tomo II. Idem, también anotado por Demetrio Ramos Pérez.
Vol. 68:
El Orinoco ilustrado. José Gumilla. Comentario preliminar de José Nucete Sardi y Estudio bibliográfico de Demetrio Ramos Pérez.
Vol. 69:
Los primeros historiadores de las misiones capuchinas en Venezuela. Presentación y estudios preliminares sobre cada autor de P. Buenaventura de Carrocera, O.F.M.
Vol. 70:
Relaciones geográficas de Venezuela durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Estudio preliminar y notas de Antonio Arellano Moreno.
Vol. 71:
Ensayo de historia americana. Felipe Salvador Gilij. Tomo I. Traducción y estudio preliminar de Antonio Tovar.
Vol. 72:
Ensayo de historia americana. Felipe Salvador Gilij. Tomo II.
Vol. 73:
Ensayo de historia americana. Felipe Salvador Gilij. Tomo III.
Vol. 74:
Documentos para la historia de la Iglesia colonial en Venezuela. Tomo I. Estudio preliminar y selección del Padre Guillermo Figuera.
Vol. 75:
Documentos para la historia de la Iglesia colonial en Venezuela. Tomo II.
Vol. 76:
Instrucción general y particular del estado presente de la provincia de Venezuela en los años de 1720 y 1721. Pedro José de Olavarriaga. Estudio preliminar de Mario Briceño Perozo.
Vol. 77:
Relato de las misiones de los padres de la Compañía de Jesús en las islas y en Tierra Firme de América Meridional. P. Pierre Pellaprat, S.J. Estudio preliminar del Padre José del Rey.
Vol. 78:
Conversión de Píritu. P. Matías Ruiz Blanco. Tratado histórico. P. Ramón Bueno. Estudio preliminar y notas de P. Fidel de Lejarza, O.F.M.
Vol. 79:
Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela. Estudio preliminar del P. José del Rey S.J.
Vol. 80:
Protocolo del siglo XVI. Estudio preliminar de Agustín Millares Carlo.
Vol. 81:
Historia de la Nueva Andalucía. Fray Antonio Caulín. Tomo I. Estudio preliminar y edición crítica de P. Pablo Ojer, S.J.
Vol. 82:
Estudio de la Nueva Andalucía. Fray Antonio Caulín. Tomo II. (Texto y Notas).
Vol. 83:
Las Misiones de Píritu. Documentos para su historia. Selección y estudio preliminar de Lino Gómez Canedo, O.F.M. Tomo I.
Vol. 84:
Las Misiones de Píritu. Documentos para su historia. Tomo II.
Vol. 85:
Historia de la provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. P. Joseph Cassani. S.J. Estudio preliminar y anotaciones al texto del P. José del Rey, S.J.
Vol. 86:
La historia del Mundo Nuevo. M. Girolano Benzoni. Traducción y Notas de Marisa Vannini de Gerulewicz. Estudio preliminar de León Croizat.
Vol. 87:
Documentos para la historia de la educación en Venezuela. Estudio preliminar y compilación de Ildefonso Leal.
Vol. 88-89-90: Misión de los capuchinos en Cumaná. Estudio preliminar y documentación seleccionada por el R.P. Fray Buenaventura de Carrocera, O.F.M., Cap. Caracas, 1968, 3 tomos. Vol. 91:
Historia documentada de los agustinos en Venezuela durante la época colonial. Estudio preliminar de Fernando Campo del Pozo, Agust.
Vol. 92:
Las instituciones militares venezolanas del período hispánico en los archivos. Selección y estudio preliminar de Santiago-Gerardo Suárez.
Vol. 93:
Documentos para la historia económica en la época colonial, viajes e informes. Selección y estudio preliminar de Antonio Arellano Moreno. Escritos Varios. José Gumilla. Selección y estudio preliminar de José del Rey, S.J. Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771-1784). Obispo Mariano Martí. Libro personal. Tomo I. Estudio preliminar de Lino Gómez Canedo, O.F.M. Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771-1784). Obispo Mariano Martí. Libro personal. Tomo II. Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771-1784). Obispo Mariano Martí. Libro de inventarios. Tomo III. Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771-1784). Obispo Mariano Martí. Libro de inventarios. Tomo IV. Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771-1784). Obispo Mariano Martí. Libro de Providencias. Tomo V. Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771-1784). Obispo Mariano Martí. Compendio de Juan José Guzmán. Tomo VI. Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas (1771-1784). Obispo Mariano Martí. Compendio de Juan José Guzmán, Tomo VII. La Gobernación de Venezuela en el siglo XVII. José Llavador Mira. Documentos para el estudio de los esclavos negros en Venezuela. Selección y estudio preliminar de Ermila Troconis de Veracoechea. Materiales para la historia de las artes decorativas en Venezuela. Carlos E. Duarte. Las obras pías en la Iglesia colonial venezolana. Selección y estudio preliminar de Ermila Troconis de Veracoechea. El real consulado de Caracas (1793- 1810). Manuel Nunes Días. El ordenamiento militar de Indias. Selección y estudio preliminar de Santiago-Gerardo Suárez. Crónica de la provincia franciscana de Santa Cruz de la Española y Caracas. Estudio preliminar y notas de Odilio Gómez Parente, O.F.M. Trinidad, Provincia de Venezuela. Jesse A. Noel. Colón descubrió América del Sur en 1494. Juan Manzano Manzano. Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas: Introducción y resumen histórico documentos (1657-1699) de R.P. Fray Buenaventura de Carrocera. O.F.M. Capuchino. Tomo I. Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas: Documentos(1700-1750) de R. P. Fray Buenaventura de Carrocera. O.F.M. Capuchino. Tomo II.
Vol. 94: Vol. 95:
Vol. 96: Vol. 97: Vol. 98: Vol. 99: Vol.100:
Vol. 101:
Vol. 102: Vol. 103: Vol. 104: Vol. 105: Vol. 106: Vol. 107: Vol. 108: Vol. 109: Vol. 110: Vol. 111:
Vol. 112:
Vol. 113:
Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas: Documentos(17501820) de R. P. Fray Buenaventura de Carrocera. O.F.M. Capuchino. Tomo III.
Vol. 114:
Población de origen europeo de Coro en la época colonial. Pedro M. Arcaya.
Vol. 115:
Curazao hispánico (Antagonismo flamenco-español). Carlos Felice Cardot.
Vol. 116:
El mito de El Dorado. Su génesis y proceso. Demetrio Ramos Pérez.
Vol. 117:
Seis primeros obispos de la Iglesia venezolana en la época hispánica (1532-1600). Mons. Francisco Armando Maldonado.
Vol. 118:
Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela (Tomo II). José del Rey Fajardo, S.J.
Vol. 119:
Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela (Tomo III). José del Rey Fajardo, S.J.
Vol. 120:
Hernández de Serpa y su “Hueste” de l569 con destino a la Nueva Andalucía. Jesús María G. López Ruiz.
Vol. 121:
La Provincia Franciscana de Santa Cruz de Caracas. Cuerpo de documentos para su historia (1513-1837). Selección, estudio preliminar, introducciones especiales, edición y notas de Lino Gómez Canedo.
Vol. 122:
La Provincia Franciscana de Santa Cruz de Caracas. Cuerpo de documentos para su historia. Consolidación y expansión (1593-1696). Selección, estudio preliminar, introducciones especiales, edición y notas de Lino Gómez Canedo.
Vol. 123:
La Provincia Franciscana de Santa Cruz de Caracas. Cuerpo de documentos para su historia. Florecimiento, crisis y extinción (1703-1837). Selección, estudio preliminar, introducciones especiales, edición y notas de Lino Gómez Canedo.
Vol. 124:
El sínodo diocesano de Santiago de León de Caracas de 1687. Valoración canónica del regio placet a las constituciones sinodales indianas. Tomo I. Manuel Gutiérrez de Arce.
Vol. 125:
Apéndices a el sínodo diocesano de Santiago de León de Caracas de 1687. Valoración canónica del regio placet a las constituciones sinodales indianas. Tomo II. Manuel Gutiérrez de Arce.
Vol. 126:
Estudios de historia venezolana. Demetrio Ramos Pérez.
Vol. 127:
Los orígenes venezolanos (Ensayo sobre la colonización española en Venezuela). Jules Humbert.
Vol. 128:
Materiales para la Historia Provincial de Aragua. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 129:
El Oriente venezolano a mediados del siglo XVIII, a través de la visita del Gobernador Diguja. Alfonso F. González González.
Vol. 130:
Juicios de Residencia en la provincia de Venezuela. I. Los Welser. Estudio preliminar de Marianela Ponce de Behrens, Diana Rengifo y Letizia Vaccari de Venturini.
Vol. 131:
Fortificación y Defensa. Santiago-Gerardo Suárez.
Vol. 132:
Libros y Bibliotecas en Venezuela Colonial (1633-1767) Siglo XVII (1633-1699). Tomo I. Ildefonso Leal.
Vol. 133:
Libros y Bibliotecas en Venezuela Colonial (1633-1767). Siglo XVII (1727-1767). Tomo II. Ildefonso Leal.
Vol. 134:
Las acciones militares del Gobernador Ruy Fernández de Fuenmayor (1637-1644). Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 135:
El Régimen de “Las Gracias al Sacar” en Venezuela durante el período hispánico. Tomo I. Santos Rodulfo Cortés.
Vol. 136:
El Régimen de “Las Gracias al Sacar” en Venezuela durante el período hispánico. (Documentos anexos). Tomo II. Santos Rodulfo Cortés.
Vol. 137:
Las Fuerzas Armadas Venezolanas en la Colonia. Santiago-Gerardo Suárez.
Vol. 138:
La Pedagogía Jesuítica en la Venezuela Hispánica. José del Rey Fajardo S.J.
Vol. 139:
Misión de los Capuchinos en Guayana. Introducción y resumen histórico. Documentos, (1682-1785). Tomo I. R.P. Fray Buenaventura de Carrocera, O.F.M. Capuchino.
Vol. 140:
Misión de los Capuchinos en Guayana. Documentos (1760-1785). Tomo II. R.P. Fray Buenaventura de Carrocera, O.F.M. Capuchino.
Vol. 141:
Misión de los Capuchinos en Guayana. Documentos (1785-1819). Tomo III. R.P. Fray Buenaventura de Carrocera, O.F.M. Capuchino.
Vol. 142:
La defensa de la integridad territorial de Guayana en tiempos de Carlos III. María Consuelo Cal Martínez.
Vol. 143:
Los Mercedarios y la política y social de Caracas en los siglos XVII y XVIII. Tomo I. Lucas G. Castillo Lara.
Vol. 144:
Los Mercedarios y la vida política y social de Caracas en los siglos XVII y XVIII. Tomo II. Lucas G. Castillo Lara.
Vol. 145:
Juicios de Residencia en la Provincia de Venezuela. II. Juan Pérez de Tolosa y Juan de Villegas. Recopilación y estudio preliminar de Marianela Ponce y Letizia Vaccari de Venturini.
Vol. 146:
Las salinas de Araya y el origen de la Armada de Barlovento. Jesús Varela Marcos.
Vol. 147:
Los extranjeros con carta de naturaleza de las Indias, durante la segunda mitad del siglo XVIII. Juan M. Morales Alvarez.
Vol. 148:
Fray Pedro de Aguado: Lengua y Etnografía. María T. Vaquero de Ramírez.
Vol. 149:
Descripción exacta de la Provincia de Venezuela de Joseph Luis de Cisneros. Estudio preliminar de Pedro Grases.
Vol. 150:
Temas de Historia Colonial Venezolana. Mario Briceño Perozo.
Vol. 151:
Apuntes para la Historia Colonial de Barlovento. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 152:
Los comuneros de Mérida (Estudio). Tomo I, Edición conmemorativa del bicentenario del movimiento comunero.
Vol. 153:
Los censos en la Iglesia Colonial Venezolana (Sistema de préstamos a interés). Tomo I. Estudio preliminar y recopilación de Ermila Troconis de Veracoechea.
Vol. 154:
Los censos en la iglesia Colonial Venezolana (Sistema de préstamos a interés). Tomo II. Recopilación de Gladis Veracoechea y Euclides Fuguett.
Vol. 155:
Los censos en la iglesia Colonial Venezolana (Sistema de préstamos a interés). Tomo III. Recopilación de Euclides Fuguett.
Vol. 156:
Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano. Tomo I. (A-C). Ismael Silva Montañés.
Vol. 157:
La ocupación alemana de Venezuela en el siglo XVI. Período llamado de los Welser (1528-1536) de Jules Humbert. Traducción y presentación de Roberto Gabaldón.
Vol. 158:
Historia del periodismo y de la imprenta en Venezuela. Tulio Febres Cordero G.
Vol. 159:
Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano. Tomo II. (CH-K). Ismael Silva Montañés.
Vol. 160:
Juicios de Residencia en la Provincia de Venezuela. I) Don Francisco Dávila Orejón Gastón (1673-1677). Estudio introductorio, recopilación y selección documental de Letizia Vaccari S.M.
Vol. 161:
Juicios de Residencia en la Provincia de Venezuela. II) Don Francisco Dávila Orejón Gastón (1673-1677). Estudio introductorio, recopilación y selección documental, de Letizia Vaccari S.M.
Vol. 162:
Juicios de Residencia en la Provincia de Venezuela. III) Don Francisco Dávila Orejón Gastón (1673-1677). Estudio introductorio, recopilación y selección documental de Letizia Vaccari S.M.
Vol. 163:
La aventura fundacional de los isleños. Panaquire y Juan Francisco de León. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 164:
Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano. Tomo III (L-P). Ismael Silva Montañés.
Vol. 165:
La unidad regional. Caracas-La Guaira- Valles, de 1775 a 1825. Diana Rengifo.
Vol. 166:
Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano. Tomo IV (Q-Z). Ismael Silva Montañés.
Vol. 167:
Materiales para el estudio de las relaciones inter-étnicas en la Guajira, siglo XVIII. Documentos y mapas de P. Josefina Moreno y Alberto Tarazona.
Vol. 168:
El contrabando holandés en el Caribe durante la primera mitad del siglo XVIII. Tomo I. Celestino Andrés Araúz Monfante.
Vol. 169:
El contrabando holandés en el Caribe durante la primera mitad del siglo XVIII. Tomo II. Celestino Andrés Araúz Monfante.
Vol. 170:
Guayana y el Gobernador Centurión(1766-1776). María Isabel Martínez del Campo.
Vol. 171:
Las Milicias: Instituciones militares hispanoamericanas. Santiago-Gerardo Suárez.
Vol. 172:
San Sebastián de los Reyes. La ciudad trashumante. Tomo I. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 173:
San Sebastián de los Reyes. La ciudad raigal. Tomo II. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 174:
Los Ministros de la Audiencia de Caracas (1786-1776). Caracterización de una élite burocrática del poder español en Venezuela. Alí Enrique López Bohorquez.
Vol. 175:
El control de la gestión administrativa en el juicio de Residencia al Gobernador Manuel González Torres de Navarra. Tomo I. Marianela Ponce.
Vol. 176:
El control de la gestión administrativa en el juicio de Residencia al Gobernador Manuel González Torres de Navarra. Tomo II. Marianela Ponce.
Vol. 177:
El control de la gestión administrativa en el juicio de Residencia al Gobernador Manuel González Torres de Navarra. Tomo III. Marianela Ponce.
Vol. 178:
Historia de Colombia y de Venezuela. Desde sus orígenes hasta nuestros días. Jules Humbert. Traductor Roberto Gabaldón.
Vol. 179:
Noticias historiales de Nueva Barcelona de Fernando del Bastardo y Loayza. Estudio preliminar y notas, de Constantino Maradei Donato.
Vol. 180:
La implantación del impuesto del papel Sellado en Indias. María Luisa Martínez de Salinas.
Vol. 181:
Raíces pobladoras del Táchira: Táriba, Guásimos (Palmira), Capacho. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 182:
Temas de Historia Colonial Venezolana. Tomo II. Mario Briceño Perozo.
Vol. 183:
Historia de Barinas (1577-1800). Tomo I. Virgilio Tosta.
Vol. 184:
El Regente Heredia o la piedad heroica. Mario Briceño-Iragorry. Presentación de Tomás Polanco Alcántara.
Vol. 185:
La esclavitud indígena en Venezuela (siglo XVI). Morella A. Jiménez G.
Vol. 186:
Memorias del Regente Heredia. José Francisco Heredia. Prólogo de Blas Bruni Celli.
Vol. 187:
La Real Audiencia de Caracas en la Historiografía Venezolana (Materiales para su estudio). Presentación y selección de Alí Enrique López Bohorquez.
Vol. 188:
Familias coloniales de San Carlos, Tomo I (A-H). Diego Jorge HerreraVegas.
Vol. 189:
Familias coloniales de San Carlos, Tomo II (I-Z). Diego Jorge HerreraVegas.
Vol. 190:
Lenguas indígenas e indigenismos - Italia e Iberoamérica. 1492-1866. Ana Cecilia Peña Vargas.
Vol. 191:
Evolución histórica de la cartografía en Guayana y su significación en los derechos venezolanos sobre el Esequibo. Manuel Alberto Donis Ríos.
Vol. 192:
Elementos historiales del San Cristóbal Colonial. El proceso formativo. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 193:
La formación del latifundio ganadero en los Llanos de Apure: 1750-1800. Adelina C. Rodríguez Mirabal.
Vol. 194:
Historia de Barinas (1800-1863). Tomo II. Virgilio Tosta.
Vol. 195:
La visita de Joaquín Mosquera y Figueroa a la Real Audiencia de Caracas (1804-1809). Conflictos internos y corrupción en la administración de justicia. Teresa Albornoz de López.
Vol. 196:
Ideología, desarrollo e interferencias del comercio caribeño durante el siglo XVII. Rafael Cartaya A.
Vol. 197:
Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida (1538-1810). Tomo I -Los Fundadores: Juan Maldonado y sus compañeros (1559). Roberto Picón-Parra.
Vol. 198:
Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida (1538-1810). Tomo II -Los fundadores: Juan Rodríguez Suárez y sus compañeros (1558). Roberto Picón-Parra.
Vol. 199:
Historia de Barinas(1864-1892). Tomo III. Virgilio Tosta.
Vol. 200:
Las Reales Audiencias Indianas. Fuentes y Bibliografía. Santiago-Gerardo Suárez.
Vol. 201:
San Cristóbal, Siglo XVII. Tiempo de aleudar. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 202:
Las Encomiendas de Nueva Andalucía en el siglo XVII. 1688. Tomo I (Traslado y estudio preliminar). Antoinette Da Prato-Perelli.
Vol. 203:
Las Encomiendas de Nueva Andalucía en el siglo XVII. 1688. Tomo II (Traslado y estudio preliminar). Antoinette Da Prato-Perelli.
Vol. 204:
Las Encomiendas de Nueva Andalucía en el siglo XVII. 1688. Tomo III (Traslado y estudio preliminar). Antoinette Da Prato-Perelli.
Vol. 205:
Las Encomiendas de Nueva Andalucía en el siglo XVII. 1688. Tomo IV (Traslado y estudio preliminar). Antoinette Da Prato-Perelli.
Vol. 206:
Simón Rodríguez maestro de escuela de primeras letras. Gustavo Adolfo Ruiz.
Vol. 207:
Linajes calaboceños. Jesús Loreto Loreto.
Vol. 208:
El discurso de la fidelidad. Construcción social del espacio como símbolo del poder regio (Venezuela siglo XVIII). Carole Leal Curiel.
Vol. 209:
Contribución al estudio de la “aristocracia territorial” en Venezuela colonial. La familia Xerez de Aristeguieta. Siglo XVIII. Elizabeth Ladera de Diez.
Vol. 210:
Capacho. Un pueblo de indios en la Jurisdicción de la Villa de San Cristóbal. Inés Cecilia Ferrero Kelleroff.
Vol. 211:
Juan de Castellanos. Estudios de las Elegías de Varones Ilustres. Isaac J. Pardo.
Vol. 212:
Historia de Barinas(1893-1910). Tomo IV. Virgilio Tosta.
Vol. 213:
La Nueva Segovia de Barquisimeto. Tomo I. Nieves Avellán de Tamayo.
Vol. 214:
La Nueva Segovia de Barquisimeto. Tomo II. Nieves Avellán de Tamayo.
Vol. 215:
El Régimen de la Encomienda en Barquisimeto colonial, 1530-1810. Reinaldo Rojas.
Vol. 216:
Crítica y descolonización. El sujeto colonial en la cultura latinoamericana. Beatriz González Stephan y Lucía Helena Costigan (Coordinadoras).
Vol. 217:
Sobre Gobernadores y Residencias en la Provincia de Venezuela. (Siglos XVI, XVII, XVIII). Letizia Vaccari.
Vol. 218:
Paleografía Práctica (su aplicación en el estudio de los documentos históricos venezolanos). Antonio José González Antías y Guillermo Durand González.
Vol. 219:
Tierra, gobierno local y actividad misionera en la comunidad indígena del Oriente venezolano: La visita a la Provincia de Cumaná de don Luis de Chávez y Mendoza (1783-1784). Antonio Ignacio Laserna Gaitán.
Vol. 220:
Miguel José Sanz. La realidad entre el mito y la leyenda. Lenín Molina Peñaloza.
Vol. 221:
Historia de Barinas (1911-1928). Tomo V. Virgilio Tosta.
Vol. 222:
Curazao y la Costa de Caracas: Introducción al estudio del contrabando en la Provincia de Venezuela en tiempos de la Compañía Guipuzcoana 1730-1780. Ramón Aizpúrua.
Vol. 223:
Configuración textual de la recopilación historial de Venezuela de Pedro Aguedo. José María Navarro.
Vol. 224:
Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida (15581810). Roberto Picón Parra (Tomo III).
Vol. 225:
Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida (15581810). Roberto Picón Parra (Tomo IV).
Vol. 226:
El ordenamiento jurídico y el ejercicio del derecho de libertad de los esclavos en la provincia de Venezuela 1730-1768. Marianela Ponce.
Vol. 227:
Los fiscales indianos origen y evolución del Ministerio Público. Santiago-Gerardo Suárez.
Vol. 228:
Misiones capuchinas en Perijá. Documentos para su Historia 1682-1819. Tomo I. Ana Cecilia Peña Vargas.
Vol. 229:
Historia social de la región de Barquisimeto en el tiempo histórico colonial 1530-1810. Reinaldo Rojas.
Vol. 230:
Misiones capuchinas en Perijá. Documentos para su historia 1682-1819. Tomo II. Ana Cecilia Peña Vargas.
Vol. 231:
El Teniente Justicia Mayor en la Administración colonial venezolana. Gilberto Quintero.
Vol. 232:
En la ciudad de El Tocuyo. Tomo I. Nieves Avellán de Tamayo.
Vol. 233:
En la ciudad de El Tocuyo. Tomo II. Nieves Avellán de Tamayo.
Vol. 234:
La conspiración de Gual y España y el ideario de la Independencia. Pedro Grases.
Vol. 235: Vol. 236: Vol. 237: Vol. 238: Vol. 239: Vol. 240: Vol. 241: Vol. 242: Vol. 243: Vol. 244: Vol. 245: Vol. 246:
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Vol. 250:
Vol. 251:
Vol. 252: Vol. 253:
Vol. 254:
Juan Picornell y la conspiración de Gual y España. Casto Fulgencio López. Aportes documentales a la historia de la arquitectura del período hispánico venezolano. Carlos F. Duarte. El mayorazgo de los Cornieles. Zulay Rojo. La Venezuela que conoció Juan de Castellanos (S.XVI). Marco Aurelio Vila. Nuestra Señora del Rosario de Perijá. Documentos para su historia. Tomo I. Ana Cecilia Peña Vargas. Nuestra Señora del Rosario de Perijá. Documentos para su historia. Tomo II. Ana Cecilia Peña Vargas. Nuestra Señora del Rosario de Perijá. Documentos para su historia. Tomo III. Ana Cecilia Peña Vargas. Testimonios de la visita de los oficiales franceses a Venezuela en 1783. Carlos Duarte. Dos pueblos del sur de Aragua: La Purísima Concepción de Camatagua y Nuestra Señora del Carmen de Cura. Lucas Guillermo Castillo Lara. Conquista espiritual de Tierra Firme. Rafael Fernández Heres. El Mayorazgo del Padre Aristiguieta. Primera herencia del Libertador. Juan M. Morales. De la soltería a la viudez. La condición jurídica de la mujer en la provincia de Venezuela en razón de su estado civil. Estudio preliminar y selección de textos legales. Marianela Ponce. Las bibliotecas jesuíticas en la Venezuela colonial. Tomo I. José del Rey Fajardo, S.J. Las bibliotecas jesuíticas en la Venezuela colonial. Tomo II. José del Rey Fajardo, S.J. Catecismos católicos de Venezuela hispana (Siglos XVI-XVIII), Tomo I. Compilación de los textos, notas y estudio preliminar de Rafael Fernández Heres. Catecismos católicos de Venezuela hispana (Siglos XVI-XVIII), Tomo II. Compilación de los textos, notas y estudio preliminar de Rafael Fernández Heres. Catecismos católicos de Venezuela hispana (Siglos XVI-XVIII), Tomo III. Compilación de los textos, notas y estudio preliminar de Rafael Fernández Heres. Aristócratas, honor y subversión en la Venezuela del Siglo XVIII. Frédérique Langue. Noticia del principio y progreso del establecimiento de las misiones de gentiles en río Orinoco, por la Compañía de Jesús. Agustín de Vega. Estudio introductorio de José del Rey Fajardo, s.j. y Daniel Barandiarán. Patrimonio hispánico venezolano perdido (con un apéndice sobre el arte de la sastrería). Carlos F. Duarte.
Vol. 255:
Nortemar Aragüeño. Las querencias de Azul y Oro. Noticias coloniales de Choroní, Chuao y Zepe. Tomo I. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 256:
Nortemar Aragüeño. Las querencias de Azul y Oro. Noticias coloniales de Choroní, Chuao y Zepe. Tomo II. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 257:
Separación matrimonial y su proceso en la época colonial. Antonietta Josefina De Rogatis Restaino.
Vol. 258:
Niebla en las sierras. Los aborígenes de la región centro-norte de Venezuela 1550-1625. Horacio Biord.
Vol. 259:
Asentamiento español y articulación interétnica en Cumaná (1560-1620). Ricardo Ignacio Castillo Hidalgo.
Vol. 260:
Francisco de Miranda y su ruptura con España. Manuel Hernández González.
Vol. 261:
De la Ermita de Ntra. Sra. Del Pilar de Zaragoza al convento de San Francisco. Edda Samudio.
Vol. 262:
La República de las Letras en la Venezuela Colonial (la enseñanza de las Humanidades en los colegios jesuíticos). José del Rey Fajardo s.j.
Vol. 263-264: La estirpe de las Rojas. Antonio Herrera Vaillant B. Vol. 265:
La artesanía colonial en Mérida (1556-1700). Luis Alberto Ramírez Méndez.
Vol. 266:
El Cabildo de Caracas. Período de la colonia (1568-1810). Pedro Manuel Arcaya.
Vol. 267:
Nuevos aportes documentales a la historia de las artes en la provincia de Venezuela (período hispánico). Carlos R. Duarte.
BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA Serie Fuentes para la Historia Republicana de Venezuela
Vol. 1 y 2: Autobiografía del general José Antonio Páez. Tomos I y II Vol. 3 y 4: Archivo del general José Antonio Páez. Tomos I y II Vol. 5:
Biografía del general José Antonio Páez. R.B. Cunningham.
Vol. 6:
Resumen de la vida militar y política del “ciudadano Esclarecido”, general José Antonio Páez. Tomás Michelena.
Vol. 7:
Memorias de Carmelo Fernández.
Vol. 8:
Escenas rústicas en Sur América o la vida en los Llanos de Venezuela. Ramón Páez.
Vol. 9:
Memorias de un oficial de la legión Británica. Campañas y Cruceros durante la Guerra de Emancipación Hispanoamericana. Richard Vowell.
Vol. 10:
Las sabanas de Barinas. Richard Vowell.
Vol. 11:
Las estadísticas de las provincias, en la época de Páez. Recopilación y prólogo de Antonio Arellano Moreno.
Vol. 12:
Las comadres de Caracas. John G. A. Willianson.
Vol. 13:
20 discursos sobre el general José Antonio Páez.
Vol. 14:
Páez visto por cinco historiadores.
Vol. 15:
Código Civil de 28 de octubre de 1862. Estudio preliminar de Gonzalo Parra Aranguren.
Vol. 16:
La Codificación de Páez. (Códigos de Comercio, Penal, de Enjuiciamiento y Procedimiento – 1862-63).
Vol. 17:
Juicios sobre la personalidad del general José Antonio Páez.
Vol. 18:
Historia Político-Eclesiástica de Venezuela (1830-1847). Tomo I. Gustavo Ocando Yamarte.
Vol. 19:
Historia Político-Eclesiástica de Venezuela (1830-1847). Tomo II. Gustavo Ocando Yamarte.
Vol. 20:
Páez, peregrino y proscripto (1848-1851). Rafael Ramón Castellanos.
Vol. 21:
Documentos para la historia de la vida de José Antonio Páez. Compilación, selección y notas de Manuel Pinto.
Vol. 22:
Estudios y discursos sobre el general Carlos Soublette.
Vol. 23:
Soublette y la prensa de su época. Estudio preliminar y compilación de Juan Bautista Querales.
Vol. 24:
Carlos Soublette: Correspondencia. Tomo I. Recopilación, introducción y notas de Ligia Delgado y Magaly Burguera.
Vol. 25:
Carlos Soublette: Correspondencia. Tomo II. Recopilación, introducción y notas de Ligia Delgado y Magaly Burguera.
Vol. 26:
Carlos Soublette: Correspondencia. Tomo III. Recopilación, introducción y notas de Ligia Delgado y Magaly Burguera.
Vol. 27:
La oposición Liberal en Oriente (Editoriales de “El Republicano”, 18441846): Compilación, introducción y notas de Manuel Pérez Vila.
Vol. 28:
Repertorio histórico-biográfico del general José Tadeo Monagas (17841868). Tomo I. Estudio introductorio, recopilación y selección documental de Juan Bautista Querales D.
Vol. 29:
Repertorio histórico-biográfico del general José Tadeo Monagas (17841868). Tomo II. Estudio introductorio, recopilación y selección documental de Juan Bautista Querales D.
Vol. 30:
Repertorio histórico-biográfico del general José Tadeo Monagas (17841868). Tomo III. Estudio introductorio, recopilación y selección documental de Juan Bautista Querales D.
Vol. 31:
Repertorio histórico-biográfico del general José Tadeo Monagas (17841868). Tomo IV. Estudio introductorio, recopilación y selección documental de Juan Bautista Querales D.
Vol. 32:
Opúsculo histórico de la revolución, desde el año 1858 a 1859. Prólogo de Joaquín Gabaldón Márquez.
Vol. 33:
La economía americana del primer cuarto del siglo XIX, vista a través de las memorias escritas por don Vicente Basadre, último Intendente de Venezuela. Manuel Lucena Salmoral.
Vol. 34:
El café y las ciudades en los Andes Venezolanos (1870-1930). Alicia Ardao.
Vol. 35:
La diplomacia de José María Rojas / 1873-1883. William Lane Harris. Traducción: Rodolfo Kammann Willson.
Vol. 36:
Instituciones de Comunidad (provincia de Cumaná, 1700-1828). Estudio y documentación de Magaly Burguera.
Vol. 37:
Nuevas Crónicas de Historia de Venezuela. Tomo I. Ildefonso Leal.
Vol. 38:
Nuevas Crónicas de Historia de Venezuela. Tomo II. Ildefonso Leal.
Vol. 39:
Convicciones y conversiones de un republicano: El expediente de José Félix Blanco. Carole Leal Curiel.
Vol. 40:
Las elecciones presidenciales de 1835 (La elección del Dr. José María Vargas). Eleonora Gabaldón.
Vol. 41:
El proceso de la inmigración en Venezuela. Ermila Troconis de Veracoechea.
Vol. 42:
Monteverde: Cuatro años de historia patria, 1812-1816. Tomo I. Gabriel E. Muñoz.
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Monteverde: Cuatro años de historia patria, 1812-1816. Tomo II. Gabriel E. Muñoz.
Vol. 44:
Producción bibliográfica y política en la época de Guzmán Blanco (18701887). Cira Naranjo de Castillo y Carmen G. Sotillo.
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Dionisio Cisneros el último realista. Oscar Palacios Herrera.
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La libranza del sudor. El drama de la inmigración canaria entre 1830 y 1859. Manuel Rodríguez Campos. El capital comercial en La Guaira y Caracas (1821-1848). Catalina Banko.
Vol. 47:
Vol. 48: Vol. 49: Vol. 50: Vol. 51: Vol. 52: Vol. 53: Vol. 54: Vol. 55: Vol. 56: Vol. 57: Vol. 58: Vol. 59: Vol. 60: Vol. 61:
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General Antonio Valero de Bernabé y su aventura de libertad: De Puerto Rico a San Sebastián. Lucas Guillermo Castillo Lara. Los negocios de Román Delgado Chalbaud. Ruth Capriles Méndez. El inicio del juego democrático en Venezuela: Un análisis de las elecciones 1946-1947. Clara Marina Rojas. Los mercados exteriores de Caracas a comienzos de la Independencia. Manuel Lucena Salmoral. Archivo del general Carlos Soublette. Tomo I. Catalogación por Naibe Burgos. Archivo del general Carlos Soublette. Tomo II. Catalogación por Naibe Burgos. Archivo del general Carlos Soublette. Tomo III. Catalogación por Naibe Burgos. Las elecciones presidenciales en Venezuela del siglo XIX, 1830-1854. Alberto Navas Blanco. Los olvidados próceres de Aragua. Lucas Guillermo Castillo Lara. La educación venezolana bajo el signo del positivismo. Rafael Fernández Heres. La enseñanza de la física en la Universidad Central de Venezuela, 18271880. Henry Leal. Francisco Antonio Zea y su proyecto de integración Ibero-Americana. Lautaro Ovalles. Los comerciantes financistas y sus relaciones con el gobierno guzmancista (1870-1888). Carmen Elena Flores. Para acercarnos a don Francisco Tomás Morales Mariscal de Campo, último Capitán General en Tierra Firme y a José Tomás Boves Coronel, Primera Lanza del Rey. Tomás Pérez Tenreiro. La Iglesia Católica en tiempos de Guzmán Blanco. Herminia Cristina Méndez Sereno. Raíces hispánicas de don Gaspar Zapata de Mendoza y su descendencia venezolana. Julio Báez Meneses. La familia Río Branco y la fijación de las fronteras entre Venezuela y Brasil. Dos momentos definitorios en las relaciones entre Venezuela y Brasil. El tratado de límites de 1859 y la gestión del barón de Río Branco (1902-1912). Alejandro Mendible Zurita. La educación venezolana bajo el signo de la ilustración 1770-1870. Rafael Fernández Heres. José Antonio Páez, repertorio documental. Compilación, transcripción y estudio introductorio. Marjorie Acevedo Gómez. La educación venezolana bajo el signo de la Escuela Nueva. Rafael Fernández Heres.
Vol. 68:
Imprenta y periodismo en el estado Barinas. Virgilio Tosta.
Vol. 69:
Los papeles de Alejo Fortique. Armando Rojas.
Vol. 70:
Personajes y sucesos venezolanos en el Archivo Secreto Vaticano. Tomo I. Recopilación y Estudio Preliminar. Lucas Guillermo Castillo.
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Personajes y sucesos venezolanos en el Archivo Secreto Vaticano. Tomo II. Recopilación y Estudio Preliminar. Lucas Guillermo Castillo.
Vol. 72:
Diario de navegación. Caracciolo Parra Pérez.
Vol. 73:
Antonio José de Sucre, biografía política. Inés Quintero.
Vol. 74:
Historia del pensamiento económico de Fermín Toro. Tomás Enrique Carrillo Batalla.
Vol. 75:
Apuntes para una historia documental de la Iglesia venezolana en el Archivo Secreto Vaticano (1900-1922, Castro y Gómez). Tomo I. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 76:
Apuntes para una historia documental de la Iglesia venezolana en el Archivo Secreto Vaticano (1900-1922, Castro y Gómez). Tomo II. Apéndice documental. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 77:
Apuntes para una historia documental de la Iglesia venezolana en el Archivo Secreto Vaticano (1900-1922, Castro y Gómez). Tomo III. Apéndice documental. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 78:
Apuntes para una historia documental de la Iglesia venezolana en el Archivo Secreto Vaticano (1900-1922, Castro y Gómez). Tomo IV. Apéndice documental. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 79:
El Cuartel San Carlos y el Ejército de Caracas 1771-1884. Carmen Brunilde Liendo.
Vol. 80:
Hemerografía económica venezolana del siglo XIX. Tomo I. Tomás Enrique Carrillo Batalla.
Vol. 81:
Hemerografía económica venezolana del siglo XIX. Tomo II. Tomás Enrique Carrillo Batalla.
Vol. 82:
La Provincia de Guayana en la independencia de Venezuela. Tomás Surroca y De Montó.
Vol. 83:
Páez visto por los ingleses. Edgardo Mondolfi Gudat.
Vol. 84:
Tiempo de agravios. Manuel Rafael Rivero.
Vol. 85:
La obra pedagógica de Guillermo Todd. Rafael Fernández Heres.
Vol. 86:
Política, crédito e institutos financieros en Venezuela 1830-1940. Catalina Banko.
Vol. 87:
De leales monárquicos a ciudadanos republicanos. Coro 1810-1858. Elina Lovera Reyes.
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Clío frente al espejo: La concepción de la historia en la historiografía venezolana. 1830-1865. Lucía Raynero.
Vol. 89:
El almirantazgo republicano. Archivo de Francisco Javier Yánez. Herminia Méndez. En imprenta.
Vol. 90:
Evolución político-constitucional de Venezuela. El período fundacional 1810-1830. Enrique Azpúrua Ayala.
Vol. 91.
José de la Cruz Carrillo. Una vida en tres tiempos. Silvio Villegas.
Vol. 92.
Tiempos de federación en el Zulia. Construir la Nación en Venezuela. Arlene Urdaneta Quintero.
BIBLIOTECA DE LAACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA Serie ESTUDIOS, MONOGRAFÍAS Y ENSAYOS Vol. 1:
El Coloniaje, la formación societaria de nuestro continente. Edgar Gabaldón Márquez.
Vol. 2:
Páginas biográficas y críticas. Carlos Felice Cardot.
Vol. 3:
Tratados de Confirmaciones Reales. Antonio Rodríguez de León Pinelo. Estudio preliminar de Eduardo Arcila Farías.
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Datos para la historia de la educación en el Oriente de Venezuela. Manuel Peñalver Gómez.
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La tradición saladoide del Oriente de Venezuela. La fase cuartel. Iraida Vargas Arenas.
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Las culturas formativas del Oriente de Venezuela. La Tradición Barrancas del Bajo Orinoco. Mario Sanoja Obediente.
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Organizaciones políticas de 1936. Su importancia en la socialización política del venezolano. Silvia Mijares.
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Estudios en antropología, sociología, historia y folclor. Miguel Acosta Saignes.
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Angel S. Domínguez, escritor de nítida arcilla criolla. Luis Arturo Domínguez.
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Estudios sobre las instituciones locales hispanoamericanas. Francisco Domínguez Compañy.
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Los Héroes y la Historia. Ramón J. Velásquez.
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Ensayos sobre Historia Política de Venezuela. Amalio Belmonte Guzmán, Dimitri Briceño Reyes y Henry Urbano Taylor.
Vol. 13:
Rusia e Inglaterra en Asia Central. M. F. Martens. Traducción y estudio preliminar de Héctor Gros Espiell.
Vol. 14:
5 procesos históricos. Raúl Díaz Legórburu.
Vol. 15:
Individuos de Número. Ramón J. Velásquez.
Vol. 16:
Los presidentes de Venezuela y su actuación militar (Esbozo). Tomás Pérez Tenreiro.
Vol. 17:
Semblanzas, Testimonios y Apólogos. J.A. de Armas Chitty.
Vol. 18:
Impresiones de la América Española (1904-1906). M. de Oliveira Lima.
Vol. 19:
Obras Públicas, Fiestas y Mensajes (Un puntal del régimen gomecista). Ciro Caraballo Perichi.
Vol. 20:
Investigaciones Arqueológicas en Parmana. Los sitios de la Gruta y Ronquín. Estado Guárico, Venezuela. Iraida Vargas Arenas.
Vol. 21:
La consolidación del régimen de Juan Vicente Gómez. Yolanda Segnini.
Vol. 22:
El proyecto universitario de Andrés Bello (1843). Rafael Fernández Heres.
Vol. 23:
Guía para el estudio de la historia de Venezuela. R.J. Lovera De-Sola.
Vol. 24:
Miranda y sus circunstancias. Josefina Rodríguez de Alonso.
Vol. 25:
Michelena y José Amando Pérez. El sembrador y su sueño. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 26:
Chejendé. Historia y canto. Emigdio Cañizales Guédez.
Vol. 27:
Los conflictos de soberanía sobre Isla de Aves. Juan Raúl Gil S.
Vol. 28:
Historia de las cárceles en Venezuela. (1600-1890). Ermila Troconis de Veracoechea.
Vol. 29:
Esbozo de las Academias. Héctor Parra Márquez.
Vol. 30:
La poesía y el derecho. Mario Briceño Perozo.
Vol. 31:
Biografía del almirante Luis Brión. Johan Hartog.
Vol. 32:
Don Pedro Gual. El estadista grancolombiano. Abel Cruz Santos.
Vol. 33:
Caracas 1883 (Centenario del natalicio del Libertador). Tomo I. Rafael Ramón Castellanos.
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Caracas 1883 (Centenario del natalicio del Libertador). Tomo II. Rafael Ramón Castellanos.
Vol. 35:
Hilachas de historia patria. Manuel Rafael Rivero.
Vol. 36:
Estudio y antología de la revista Bolívar. Velia Bosch. Indices: Fernando Villarraga.
Vol. 37:
Ideas del Libertador como gobernante a través de sus escritos (18131821). Aurelio Ferrero Tamayo.
Vol. 38:
Zaraza, biografía de un pueblo. J.A. De Armas Chitty.
Vol. 39:
Cartel de citación (Ensayos). Juandemaro Querales.
Vol. 40:
La toponimia venezolana en las fuentes cartográficas del Archivo General de Indias. Adolfo Salazar-Quijada.
Vol. 41:
Primeros monumentos en Venezuela a Simón Bolívar. Juan Carlos Palenzuela.
Vol. 42:
El pensamiento filosófico y político de Francisco de Miranda. Antonio Egea López.
Vol. 43:
Bolívar en la historia del pensamiento económico y fiscal. Tomás Enrique Carrillo Batalla.
Vol. 44:
Chacao: un pueblo en la época de Bolívar (1768-1880). Antonio González Antías.
Vol. 45:
Médicos, cirujanos y practicantes próceres de la nacionalidad. Francisco Alejandro Vargas.
Vol. 46:
Simón Bolívar. Su pensamiento político. Enrique de Gandía.
Vol. 47:
Vivencia de un rito ayamán en las Turas. Luis Arturo Domínguez.
Vol. 48:
La Razón filosófica-jurídica de la Indepencencia. Pompeyo Ramis.
Vol. 49:
Tiempo y presencia de Bolívar en Lara. Carlos Felice Cardot.
Vol. 50:
Los papeles de Francisco de Miranda. Gloria Henríquez Uzcátegui.
Vol. 51:
La Guayana Esequiba. Los testimonios cartográficos de los geógrafos. Marco A. Osorio Jiménez
Vol. 52:
El gran majadero. R.J. Lovera De-Sola.
Vol. 53:
Aproximación al sentido de la historia de Oviedo y Baños como un hecho del Lenguaje. Susana Romero de Febres.
Vol. 54:
El diario “El Pregonero”. Su importancia en el periodismo venezolano. María Antonieta Delgado Ramírez.
Vol. 55:
Historia del Estado Trujillo. Mario Briceño Perozo.
Vol. 56:
Las eras imaginarias de Lezama Lima. Cesia Ziona Hirshbein.
Vol. 57:
La educación primaria en Caracas en la época de Bolívar. Aureo Yépez Castillo.
Vol. 58:
Contribución al estudio del ensayo en Hispanoamérica. Clara Rey de Guido.
Vol. 59:
Contribución al estudio de la historiografía literaria Hispanoamericana. Beatriz González Stephan,
Vol. 60:
Situación médico-sanitaria de Venezuela durante la época del Libertador. Alberto Sila Alvarez.
Vol. 61:
La formación de la vanguardia literaria en Venezuela (Antecedentes y documentos). Nelson Osorio T.
Vol. 62:
Muro de dudas. Tomo I. Ignacio Burk.
Vol. 63:
Muro de dudas. Tomo II. Ignacio Burk.
Vol. 64:
Rómulo Gallegos: la realidad, la ficción, el símbolo (Un estudio del momento primero de la escritura galleguiana). Rafael Fauquié Bescós.
Vol. 65:
Flor y canto. 25 años de la poesía venezolana (1958-1983). Elena Vera.
Vol. 66:
Las diabluras del Arcediano (Vida del Padre Antonio José de Sucre). Mario Fernán Romero.
Vol. 67:
La historia como elemento creador de la cultura. Mario Briceño Iragorry.
Vol. 68:
El cuento folklórico en Venezuela. Antología, clasificación y estudio. Yolanda Salas de Lecuna.
Vol. 69:
Las ganaderías en los llanos centro-occidentales venezolanos, 19101935. Tarcila Briceño.
Vol. 70:
La república de las Floridas, 1817-1817. Tulio Arends.
Vol. 71:
Una discusión historiográfica en torno de “Hacia la democracia”. Antonio Mieres.
Vol. 72:
Rafael Villavicencio: Del positivismo al espiritualismo. Luisa M. Poleo Pérez.
Vol. 73:
Aportes a la historia documental y crítica. Manuel Pérez Vila.
Vol. 74:
Procerato caroreño. José María Zubillaga Perera.
Vol. 75:
Los días de Cipriano Castro (Historia Venezolana del 900). Mariano Picón Salas.
Vol. 76:
Nueva historia de América. Las épocas de libertad y antilibertad desde la Independencia. Enrique de Gandía.
Vol. 77:
El enfoque geohistórico. Ramón Tovar L.
Vol. 78:
Los suburbios caraqueños del siglo XIX. Margarita López Maya.
Vol. 79:
Del antiguo al nuevo régimen en España. Alberto Gil Novales.
Vol. 80:
Anotaciones sobre el amor y el deseo. Alejandro Varderi.
Vol. 81:
Andrés Bello filósofo. Arturo Ardao.
Vol. 82:
Los paisajes geohistóricos cañeros en Venezuela. José Angel Rodríguez.
Vol. 83:
Ser y ver. Carlos Silva.
Vol. 84:
La relación hombre-vegetación en la ciudad de Caracas (Aporte de estudio de arquitectura paisajista de Caracas) Giovanna Mérola Rosciano.
Vol. 85:
El Libertador en la historia italiana: ilustración, “risorgimento”, fascismo. Alberto Filippi.
Vol. 86:
La medicina popular en Venezuela. Angelina Pollak-Eltz.
Vol. 87:
Protágoras: Naturaleza y cultura. Angel J. Cappelletti.
Vol. 88:
Filosofía de la ociosidad. Ludovico Silva.
Vol. 89:
La espada de Cervantes. Mario Briceño Perozo.
Vol. 90:
Una tribuna para los godos. El periodismo contrarrevolucionario de Miguel José Sanz y José Domingo Díaz. Julio Barroeta Lara.
Vol. 91:
La presidencia de Sucre en Bolivia. William Lee Lofstrom.
Vol. 92:
El discurso literario destinado a niños. Griselda Navas.
Vol. 93:
Etnicidad, clase y nación en la cultura política del Caribe de habla inglesa. Andrés Serbin.
Vol. 94:
Huellas en el agua (Artículos periodísticos 1933-1961). Enrique Bernardo Núñez.
Vol. 95:
La instrucción pública en el proyecto político de Guzmán Blanco: Ideas y hechos. Rafael Fernández Heres.
Vol. 96:
De revoluciones y contra-revoluciones. Carlos Pérez Jurado.
Vol. 97:
Chamanismo, mito y religión en cuatro naciones éticas de América aborigen. Ronny Velásquez.
Vol. 98:
El pedestal con grietas. Iván Petrovszky.
Vol. 99:
Escritos de Plá y Beltrán. Selección y prólogo de Juan Manuel Castañón.
Vol. 100:
La ideología federal en la Convención de Valencia (1858). Tiempo y debate. Eleonora Gabaldón.
Vol. 101:
Vida de Don Quijote de Libertad (España en el legado del Libertador). Alberto Baeza Flores.
Vol. 102:
Varia académica bolivariana. José Rodríguez IIturbe.
Vol. 103:
De la muerte a la vida -Testimonio de Henrique Soublette. Carmen Elena Alemán.
Vol. 104:
Referencia para el estudio de las ideas educativas en Venezuela. Rafael Fernández Heres.
Vol. 105:
Aspectos económicos de la época de Bolívar. I - La Colonia (17761810). Miguel A. Martínez G.
Vol. 106:
Aspectos económicos de la época de Bolívar. II - La República (18111930). Miguel A. Martínez G.
Vol. 107:
Doble verdad y la nariz de Cleopatra. Juan Nuño.
Vol. 108:
Metamorfosis de la utopía (Problemas del cambio democrático). Carlos Raúl Hernández.
Vol. 109:
José Gil Fortoul. (1861-1943). Los nuevos caminos de la razón. La historia como ciencia. Elena Plaza.
Vol. 110:
Tejer y destejer. Luis Beltrán Prieto Figueroa.
Vol. 111:
Conversaciones sobre un joven que fue sabio (Semblanza del Dr. Caracciolo Parra León). Tomás Polanco Alcántara.
Vol. 112:
La educación básica en Venezuela. Proyectos, realidad y perspectivas. Nacarid Rodríguez T.
Vol. 113:
Crónicas médicas de la Independencia venezolana. José Rafael Fortique.
Vol. 114:
Los Generales en jefe de la Independencia (Apuntes Biográficos). Tomás Pérez Tenreiro.
Vol. 115:
Los gobiernos de facto en América Latina. 1930-1980. Krystian Complak.
Vol. 116:
Arte, educación y museología. Estudios y polémicas, 1948-1988. Miguel G. Arroyo C.
Vol. 117:
La vida perdurable (Ensayos dispersos). Tomo I. Efraín Subero.
Vol. 118:
La vida perdurable (Ensayos dispersos). Tomo II. Efraín Subero.
Vol. 119:
Notas históricas. Marcos Falcón Briceño.
Vol. 120:
Seis ensayos sobre estética prehispánica en Venezuela. Lelia Delgado R.
Vol. 121:
Reynaldo Hahn, caraqueño. Contribución a la biografía caraqueña de Reynaldo Hahn Echenagucia. Mario Milanca Guzmán.
Vol. 122:
De las dos orillas. Alfonso Armas Ayala.
Vol. 123:
Rafael Villavicencio más allá del positivismo. Rafael Fernández Heres.
Vol. 124:
Del tiempo heroíco. Rafael María Rosales.
Vol. 125:
Para la memoria venezolana. Maríanela Ponce.
Vol. 126:
Educación popular y formación docente de la Independencia al 23 de enero de 1958. Duilia Govea de Carpio.
Vol. 127:
Folklore y cultura en la península de Paria (Sucre) Venezuela. Angelina Pollak-Eltz y Cecilia Istúriz.
Vol. 128:
La historia, memoria y esperanza. Armando Rojas.
Vol. 129:
La Guayana Esequiba. Dos etapas en la aplicación del Acuerdo de Ginebra. Rafael Sureda Delgado.
Vol. 130:
De hoy hacia ayer... Ricardo Azpúrua Ayala.
Vol. 131:
21 Prólogos y un mismo autor. Juan Liscano.
Vol. 132:
Cultura y Política. Carlos Canache Mata.
Vol. 133:
Los actos administrativos de las personas privadas y otros temas de derecho administrativo. Carlos Felice Castillo.
Vol. 134:
Los procesos económicos y su perspectiva. D.F. Maza Zavala.
Vol. 135:
Temas lingüísticos y literarios. José María Navarro.
Vol. 136:
Voz de amante. Luis Miguel Isava Briceño.
Vol. 137:
Mariano Talavera y Garcés: una vida paradigmática. Francisco Cañizales Verde.
Vol. 138:
Venezuela es un invento. Homero Arellano.
Vol. 139:
Espejismos (Prosas dispersas). Pastor Cortés V.
Vol. 140:
Ildefonso Riera Aguinagalde. Ideas democristianas y luchas del escritor. Luis Oropeza Vásquez.
Vol. 141:
Asalto a la modernidad (López, Medina y Betancourt: del mito al hecho). Elizabeth Tinoco.
Vol. 142:
Para elogio y memoria. Tomás Pérez Tenreiro.
Vol. 143:
La huella del sabio: El Municipio Foráneo Alejandro de Humboldt. Luisa Veracoechea de Castillo.
Vol. 144:
Pistas para quedar mirando. Fragmentos sobre arte. María Elena Ramos.
Vol. 145:
Miranda. Por J. G. Lavretski (Traducción de Alberto E. Olivares).
Vol. 146:
Un Soldado de Simón Bolívar: Carlos Luis Castelli. Máximo Mendoza Alemán.
Vol. 147:
Una docencia enjuiciada: La docencia superior (Bases andragógicas). Eduardo J. Zuleta R.
Vol. 148:
País de Latófagos (ensayos). Domingo Miliani.
Vol. 149:
Narradores en acción (Problemas epistemológicos, consideraciones teóricas y observaciones de campo en Venezuela). Daniel Mato.
Vol. 150:
David Vela: Un perfil biográfico. Julio R. Mendizábal.
Vol. 151:
Esa otra Historia. Miguel A. Martínez.
Vol. 152:
Estado y movimiento obrero en Venezuela. Dorothea Melcher.
Vol. 153:
Una mujer de dos siglos. Margot Boulton de Bottome.
Vol. 154:
La duda del escorpión: La tradición hetorodoxa de la narrativa latinoamericana. Beatriz González Stephan.
Vol. 155:
La palabra y discurso en Julio C. Salas. Susana Strozzi.
Vol. 156: Vol. 157:
El historicismo político. Fulvio Tessitore. Clavimandora. Ludovico Silva.
Vol. 158:
Biografía de Juan Liscano. Nicolasa Martínez Bello, Sonia del Valle Moreno, María Auxiliadora Olivier Rauseo.
Vol. 159:
El régimen de tenencia de la tierra en Upata, una Villa en la Guayana venezolana. Marcos Ramón Andrade Jaramillo.
Vol. 160:
La Conferencia de París sobre la Banda Oriental. Víctor Sanz López.
Vol. 161:
Liceo Andrés Bello, un forjador de valores. Guillermo Cabrera Domínguez.
Vol. 162:
El paisaje del riel en Trujillo (1880-1945). José Angel Rodríguez.
Vol. 163:
Democracia sustantiva, democracia formal y hegemonía en Antonio Gramsci (el fenómeno del americanismo y el fordismo). Michel Mujica Ricardo.
Vol. 164:
Detalles galleguianos. Antonio Bastardo Casañas.
Vol. 165:
De Nicaragua a Cuba. Angel Sanjuan.
Vol. 166:
El Amor en Unamuno y sus contemporáneos. Luis Frayle Delgado.
Vol. 167:
La raigambre salesiana en Venezuela. Cien años de la primera siembra. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 168:
Armando Zuloaga Blanco, Voces de una Caracas patricia. Ignacia Fombona de Certad.
Vol. 169:
Ciencia, educación y positivismo en el siglo XIX Venezolano. Luis Antonio Bigott.
Vol. 170:
El liceo Simón Bolívar y su promoción cincuentenaria. 1940-1945. Gonzalo Villamizar A.
Vol. 171:
El universo en la palabra (Lectura estético-ideológica de Abrapalabra). Catalina Gaspar.
Vol. 172:
Introducción a Homero. Primer Poeta de Europa. Alfonso Ortega Carmona.
Vol. 173:
Gremio de poetas. Mario Briceño Perozo.
Vol. 174:
El conocimiento sensorial en Aristóteles. Angel J. Cappelletti.
Vol. 175:
La Salle en Venezuela. Enrique Eyrich S.
Vol. 176:
Razón y empeño de unidad. Bolívar por América Latina. J.L. SalcedoBastardo.
Vol. 177:
Arqueología de Caracas, Escuela de Música José Angel Lamas, Vol. I. Mario Sanoja Obediente, Iraida Vargas A., Gabriel Alvarado y Milene Montilla.
Vol. 178:
Arqueología de Caracas, San Pablo. Teatro Municipal. Vol. II. Iraida Vargas A., Mario Sanoja Obediente, Gabriel Alvarado y Milene Montilla.
Vol. 179:
Ideas y mentalidades de Venezuela. Elías Pino Iturrieta.
Vol. 180:
El águila y el león: El presidente Benjamín Harrison y la mediación de los Estados Unidos en la controversia de límites entre Venezuea y Gran Bretaña. Edgardo Mondolfi Gudat.
Vol. 181:
El derecho de libertad religiosa en Venezuela. Pedro Oliveros Villa.
Vol. 182:
Estudios de varia historia. José Rafael Lovera (en imprenta).
Vol. 183:
Convenio Venezuela-Santa Sede 1958-1964. Historia Inédita. Rafael Fernández Heres.
Vol. 184:
Orígenes de la pobreza en Venezuela. Ermila Troconis de Veracoechea.
Vol. 185:
Humanismo y educación en Venezuela (Siglo XX). Rafael Fernández Heres.
Vol. 186:
El proceso penal en la administración de justicia en Venezuela 17001821. Antonio González Antías.
Vol. 187:
Historia del Resguardo Marítimo de su Majestad en la Provincia de Venezuela y sus anexas (1781-1804). Eulides María Ortega Rincones.
Vol. 188:
18 de octubre de 1945. Legitimidad y ruptura del hilo constitucional. Corina Yoris-Villasana.
Vol. 189:
Vida y Obra de Pedro Castillo(1790-1858). Roldán Esteva-Grillet.
Vol. 190:
La Codificación Boliviana de Andrés de Santa Cruz. Amelia Guardia.
BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA Serie El Libro Menor
Vol. 1:
El municipio, raíz de la república. Joaquín Gabaldón Márquez.
Vol. 2:
Rebeliones, motines y movimientos de masas en el siglo XVIII venezolano (1730-1781). Carlos Felice Cirdot.
Vol. 3:
El proceso de integración de Venezuela (1776-1793). Guillerrno Morón.
Vol. 4:
Modernismo y modernistas. Luis Beltrán Guerrero.
Vol. 5:
Historia de los estudios bibliográficos humanísticos latinoamericanos. Libio Cardozo.
Vol. 6:
Para la historia de la comunicación social (ensayo). Manuel Rafael Rivero.
Vol. 7:
El quijotismo de Bolívar. Armando Rojas.
Vol. 8:
Memorias y fantasías de algunas casas de Caracas. Manuel Pérez Vila.
Vol. 9:
Bolivariana. Arturo Uslar Pietri.
Vol. 10:
Familias, cabildos y vecinos de la antigua Barinas. Virgilio Tosta.
Vol. 11:
El nombre de O’Higgins en la historia de Venezuela. Nicolás Perazzo.
Vol. 12:
La respuesta de Gallegos (ensayos sobre nuestra situación cultural). Rafael Tomás Caldera.
Vol. 13:
La República del Ecuador y el general Juan José Flores. Jorge Salvador Lara.
Vol. 14:
Estudio bibliográfico de la poesía larense. Juandemaro Querales.
Vol. 15:
Breve historia de Bulgaria. Vasil A. Vasilev.
Vol. 16:
Historia de la Universidad de San Marcos (1551-1980). Carlos Daniel Valcárcel.
Vol. 17:
Perfil de Bolívar. Pedro Pablo Paredes.
Vol. 18:
De Caracas hispana y América insurgente. Manuel Alfredo Rodríguez.
Vol. 19:
Simón Rodríguez, pensador para América. Juan David García Bacca.
Vol. 20:
La poética de Andrés Bello y sus seguidores. Lubio Cardozo.
Vol. 21:
El magisterio americano de Bolívar. Luis Beltrán Prieto Figueroa.
Vol. 22:
La historia fea de Caracas y otras historias criminológicas. Elio Gómez Grillo.
Vol. 23:
Breve historia de Rumania. Mihnea Gheorghiu, N. S. Tanasoca, Dan Brindei, Florin Constantiniu y Gheorghe Buzatu.
Vol. 24:
Ensayos a contrarreloj. René De Sola.
Vol. 25:
Andrés Bello Americano -y otras luces sobre la Independencia. J.L. Salcedo-Bastardo.
Vol. 26:
Viaje al interior de un cofre de cuentos (Julio Garmendia entre líneas). Julio Barroeta Lara.
Vol. 27:
Julio Garmendia y José Rafael Pocaterra. Dos modalidades del cuento en Venezuela. Italo Tedesco.
Vol. 28:
Luchas e insurrecciones en la Venezuela Colonial. Manuel Vicente Magallanes.
Vol. 29:
Panorámica de un período crucial en la historia venezolana. Estudio de los años 1840-1847. Antonio García Ponce.
Vol. 30:
El jardín de las delicias y otras prosas. Jean Nouel.
Vol. 31:
Músicos y compositores del Estado Falcón. Luis Arturo Domínguez.
Vol. 32:
Breve historia de la cartografía en Venezuela. Iván Drenikoff.
Vol. 33:
La identidad por el idioma. Augusto Germán Orihuela.
Vol. 34:
Un pentágono de luz. Tomás Polanco Alcántara.
Vol. 35:
La academia errante y tres retratos. Mario Briceño Perozo.
Vol. 36:
Tiempo de hablar. Miguel Otero Silva.
Vol. 37:
Transición (Política y realidad en Venezuela). Ramón Díaz Sánchez.
Vol 38:
Eponomía larense. Francisco Cañizales Verde.
Vol. 39:
Reescrituras. Juan Carlos Santaella.
Vol. 40:
La memoria perdida. Raúl Agudo Freites.
Vol. 41:
Carriel número cinco (Un homenaje al costumbrismo). Elisa Lerner.
Vol. 42:
Espacio disperso. Rafael Fauquié Bescos.
Vol. 43:
Lo bello / Lo feo. Antonieta Madrid.
Vol. 44:
Cronicario. Oscar Guaramato.
Vol. 45:
Ensayos temporales. Poesia y teoría social. Ludovico Silva.
Vol. 46:
Costumbre de leer. José Santos Urriola.
Vol. 47:
Cecilio Acosta, un signo en el tiempo. Manuel Bermúdez.
Vol. 48:
Leoncio Martínez, crítico de arte (1912-1918). Juan Carlos Palenzuela.
Vol. 49:
La maldición del fraile y otras evocaciones históricas. Luis Oropeza Vásquez.
Vol. 50:
Explicación y elogio de la ciudad creadora. Pedro Francisco Lizardo.
Vol. 51:
Crónicas sobre Guayana (1946-1968). Luz Machado
Vol. 52:
“Rómulo Gallegos”. Paul Alexandru Georgescu.
Vol. 53:
Diálogos con la página. Gabriel Jiménez Emán
Vol. 54:
El poeta del fuego y otras escrituras. Mario Torrealba Lossi.
Vol. 55:
Invocaciones (notas literarias). Antonio Crespo Meléndez.
Vol. 56:
Desierto para un “Oasis”. Ana Cecilia Guerrero.
Vol. 57:
Borradores. Enrique Castellanos.
Vol. 58:
Como a nuestro parecer. Héctor Mujica.
Vol. 59:
La lengua nuestra de cada día. Iraset Páez Urdaneta.
Vol. 60:
Homenaje a Rómulo Gallegos. Guillermo Morón.
Vol. 61:
Ramón Díaz Sánchez. Elipse de una ambición de saber. Asdrúbal González.
Vol. 62:
La ciudad contigo. Pedro Pablo Paredes.
Vol. 63:
Incidencia de la colonización en el subdesarrollo de América Latina. Raúl Grien.
Vol. 64:
Lector de Poesía. José Antonio Escalona-Escalona.
Vol. 65:
Ante el bicentenario de Bolívar. El general José Antonio Páez y la memoria del Libertador. Nicolás Perazzo.
Vol. 66:
Diccionario general de la bibliografía caroreña. Alfredo Herrera Alvarez.
Vol. 67:
Breve historia de Bolivia. Valentín Abecia Baldivieso.
Vol. 68:
Breve historia de Canadá. J. C. M. Ogelsby. Traductor: Roberto Gabaldón.
Vol. 69:
La lengua de Francisco de Miranda en su Diario. Francisco Belda.
Vol. 70:
Breve historia del Perú. Carlos Daniel Valcárcel.
Vol. 71:
Viaje inverso: Sacralización de la sal. María Luisa Lazzaro.
Vol. 72:
Nombres en el tiempo. José Cañizales Márquez.
Vol. 73:
Alegato contra el automóvil. Armando José Sequera.
Vol. 74:
Caballero de la libertad y otras imágenes. Carlos Sánchez Espejo.
Vol. 75:
Reflexiones ante la esfinge. Pedro Díaz Seijas.
Vol. 76:
Muro de confesiones. José Pulido.
Vol. 77:
El irreprochable optimismo de Augusto Mijares. Tomás Polanco Alcántara.
Vol. 78:
La mujer de “El Diablo” y otros discursos. Ermila Veracoechea.
Vol 79:
Lecturas de poetas y poesía. Juan Liscano.
Vol. 80:
De letras venezolanas. Carlos Murciano.
Vol. 81:
Cuaderno de prueba y error. Ramón Escovar Salom
Vol. 82:
Ensayos. Oscar Beaujon.
Vol. 83:
Acción y pasión en los personajes de Miguel Otero Silva y otros ensayos. Alexis Márquez Rodríguez.
Vol. 84:
Revolución y crisis de la estética. Manuel Trujillo.
Vol. 85:
Lugar de crónicas. Denzil Romero.
Vol. 86:
Mérida. La ventura del San Buenaventura y la Columna. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 87:
Frases que han hecho historia en Venezuela. Mario Briceño Perozo.
Vol. 88:
Científicos del mundo. Arístides Bastidas.
Vol. 89:
El jardín de Bermudo (Derecho, Historia, Letras). Luis Beltrán Guerrero.
Vol. 90:
Seis escritores larenses. Oscar Sambrano Urdaneta.
Vol. 91:
Campanas de palo. Luis Amengual H.
Vol. 92:
Caracas, crisol. Crónicas. Salvador Prasel.
Vol. 93:
La memoria y el olvido. Stefania Mosca.
Vol. 94:
Cuando el henchido viento. Juan Angel Mogollón.
Vol. 95:
Ideario pedagógico de Juan Francisco Reyes Baena. Pedro Rosales Medrano.
Vol. 96:
La conspiración del Cable Francés. Y otros temas de historia del periodismo. Eleazar Díaz Rangel.
Vol. 97:
El escritor y la sociedad. Y otras meditaciones. Armando Rojas.
Vol. 98:
De propios y de extraños (Crónicas, artículos y ensayos) 1978-1984. Carmen Mannarino.
Vol. 99:
Agua, silencio, memoria y Filisberto Hernández. Carol Prunhuber.
Vol. 100: Los más antiguos. Guillermo Morón. Vol. 101: Reportajes y crónicas de Carora. José Numa Rojas. Vol. 102: Jardines en el mundo. Teódulo López Meléndez. Vol. 103: Crónicas y testimonios Elio Mujica. Vol. 104: La memoria de los días. Yolanda Osuna. Vol. 105: Tradiciones y leyendas de Zaraza. Rafael López Castro. Vol. 106: Tirios, troyanos y contemporáneos. J.J. Armas Marcelo. Vol. 107: Guzmán Blanco y el arte venezolano. Roldán Esteva Grillet Vol. 108: Breve historia de lo cotidiano. Con ciertos comentarios de Guillermo Morón. Pedro León Zapata. Vol. 109: Lectura de un cuento. Teoría y práctica del análisis del relato. Alba Lía Barrios. Vol. 110: Fermín Toro y las doctrinas económicas del siglo XIX. José Angel Ciliberto. Vol. 111:
Recuerdos de un viejo médico. Pablo Alvarez Yépez.
Vol. 112: La ciudad de los lagos verdes. Roberto Montesinos Vol. 113: Once maneras de ser venezolano. Tomás Polanco Alcántara. Vol. 114: Debajo de un considero me puse a considerar... Lubio Cardozo. Vol. 115: Variaciones / I. Arturo Croce. Vol. 116: Variaciones / II Arturo Croce. Vol. 117: Crónicas de la Ciudad Madre. Carlos Bujanda Yépez Vol. 118: Tu Caracas, Machu. Alfredo Armas Alfonzo. Vol. 119: Bolívar siempre. Rafael Caldera. Vol. 120: Imágenes, voces y visiones (Ensayos sobre el habla poética). Hanni Ossott. Vol. 121:
Breve historia de Chile. Sergio Villalobos R.
Vol. 122:
Orígenes de la cultura margariteña. Jesús Manuel Subero.
Vol. 123:
Duendes y Ceretones. Luis Arturo Domínguez.
Vol. 124.
El Estado y las instituciones en Venezuela (1936-1945). Luis Ricardo Dávila.
Vol. 125:
Crónicas de Apure. Julio César Sánchez Olivo.
Vol. 126:
La lámpara encendida (ensayos). Juan Carlos Santaella.
Vol. 127:
Táriba, historia y crónica. L. A. Pacheco M.
Vol 128:
Notas apocalípticas (Temas Contraculturales). Ennio Jiménez Emán.
Vol. 129:
Simbolistas y modernistas en Venezuela. Eduardo Arroyo Alvarez.
Vol. 130:
Relatos de mi andar viajero. Tomás Pérez Tenreiro.
Vol. 131:
Breve historia de la Argentina. José Luis Romero.
Vol. 132:
La Embajada que llegó del exilio. Rafael José Neri.
Vol. 133:
El orgullo de leer. Manuel Caballero.
Vol. 134:
Vida y letra en el tiempo (Ocho Prólogos y dos discursos). José Ramón Medina.
Vol. 135:
La pasión literaria (1959-1985). Alfredo Chacón.
Vol. 136:
Una Inocente historia (Con Relatos de Inocente Palacios). María Matilde Suárez.
Vol. 137:
El fiero (y dulce) instinto terrestre / Ejercicios y ensayos José Balza.
Vol. 138:
La leyenda es la poesía de la historia. Pedro Gómez Valderrama.
Vol. 139:
Angustia de expresar. René De Sola.
Vol. 140:
Todo lo contrario. Roberto Hernández Montoya.
Vol. 141:
Evocaciones de Cumaná, Puerto Cabello y Maracaibo. Lucas Guillermo Castillo Lara.
Vol. 142:
Cantos de Sirena. Mercedes Franco.
Vol. 143:
La Patria y más allá. Francisco Salazar.
Vol. 144:
Leyendo América Latina. Poesía, ficción, cultura. J.G. Cobo Borda.
Vol. 145:
Historias de la noche. Otrova Gomas.
Vol. 146:
Salomniana. Asdrúbal González.
Vol. 147:
Croniquillas españolas y de mi amor por lo venezolano. José Manuel Castañón.
Vol. 148:
Lo pasajero y lo perdurable. Nicolás Cócaro.
Vol. 149:
Palabras abiertas. Rubén Loza Aguerrebere.
Vol. 150:
Son españoles. Guillermo Morón.
Vol. 151:
Historia del periodismo en el Estado Guárico. Blas Loreto Loreto.
Vol. 152:
Balza: el cuerpo fluvial. Milagros Mata Gil.
Vol. 153:
¿Por qué escribir? (Juvenalias). Hugo Garbati Paolini.
Vol. 154:
Festejos (Aproximación crítica a la narrativa de Guillermo Morón). Juandemaro Querales.
Vol. 155:
Breve historia de Colombia. Javier Ocampo López.
Vol. 156:
El libro de las Notas. Eduardo Avilés Ramírez.
Vol. 157:
Grabados. Rafael Arráiz Lucca.
Vol. 158:
Mi último delito. Crónicas de un boconés (1936-1989). Aureliano González.
Vol. 159:
El viento en las Lomas. Horacio Cárdenas.
Vol. 160:
Un libro de cristal (Otras maneras de ser venezolano). Tomás Polanco Alcántara.
Vol. 161:
El paisaje anterior. Bárbara Piano.
Vol. 162:
Sobre la unidad y la identidad latinoamericana. Angel Lombardi.
Vol. 163:
La gran confusión. J.J. Castellanos.
Vol. 164:
Bolívar y su experiencia antillana. Una etapa decisiva para su línea política. Demetrio Ramos Pérez.
Vol. 165:
Cristóbal Mendoza, el sabio que no muere nunca. Mario Briceño Perozo.
Vol. 166:
Lecturas antillanas. Michaelle Ascensio.
Vol. 167:
El color humano. 20 pintores venezolanos. José Abinadé.
Vol. 168:
Cara a cara con los periodistas. Miriam Freilich.
Vol. 169:
Discursos de ocasión. Felipe Montilla.
Vol. 170:
Crónicas de la vigilia (Notas para una poética de los ’80). Leonardo Padrón.
Vol. 171:
Sermones laicos. Luis Pastori.
Vol. 172:
Cardumen. Relatos de tierra caliente. J.A. de Armas Chitty.
Vol. 173:
El peor de los oficios. Gustavo Pereira.
Vol. 174:
Las aventuras imaginarias (Lectura intratextual de la poesía de Arnaldo Acosta Bello). Julio E. Miranda.
Vol. 175:
La desmemoria. Eduardo Zambrano Colmenares.
Vol. 176:
Pascual Venegas Filardo: Una vocación por la cultura. José Hernán Albornoz.
Vol. 177:
Escritores en su tinta (Entrevistas, reseñas, ensayos). Eloi Yagüe Jarque.
Vol. 178:
El día que Bolívar... (44 crónicas sobre temas poco conocidos, desconocidos o inéditos de la vida de Simón Bolívar). Paul Verna.
Vol. 179:
Vocabulario del hato. J.A. de Armas Chitty.
Vol. 180:
Por los callejones del viento. Leonel Vivas.
Vol. 181:
Rulfo y el Dios de la memoria. Abel Ibarra.
Vol. 182:
Boves a través de sus biógrafos. J. A. de Armas Chitty.
Vol. 183:
La Plaza Mayor de Mérida. Historia de un tema urbano. Christian Páez Rivadeneira.
Vol. 184:
Territorios del verbo. Sabas Martín.
Vol. 185:
El símbolo y sus enigmas. Cuatro ensayos de interpretación. Susana Benko.
Vol. 186:
Los pájaros de Majay. Efraín Inaudy Bolívar.
Vol. 187:
Blas Perozo Naveda: La insularidad de una poesía. Juan Hildemaro Querales.
Vol. 188:
Breve historia del Ecuador. Alfredo Pareja Diezcanseco.
Vol. 189:
Orinoco, irónico y onírico. Régulo Pérez.
Vol. 190:
La pasión divina, la pasión inútil. Edilio Peña.
Vol. 191:
Cuaderno venezolano para viajar (leer) con los hijos. Ramón Guillermo Aveledo.
Vol. 192:
Pessoa, la respuesta de la palabra. Teódulo López Meléndez.
Vol. 193:
Breve historia de los pueblos árabes. Juan Bosch.
Vol. 194:
Pensando en voz alta. Tomás Polanco Alcántara.
Vol. 195:
Una historia para contar. Rafael Dum.
Vol. 196:
La saga de los Pulido. José León Tapia.
Vol. 197:
San Sebastián de los Reyes y sus ilustres próceres. Lucas G. Castillo Lara.
Vol. 198:
Iniciación del ojo. Ensayo sobre los valores y la evolución de la pintura. Joaquín González-Joaca.
Vol. 199:
Notas y estudios literarios. Pascual Venegas Filardo.
Vol. 200:
Pueblos, aldeas y ciudades. Guillermo Morón.
Vol. 201:
Zoognosis: el sentido secreto de los animales en la mitología. Daniel Medvedov.
Vol. 202:
Los Estados Unidos y el bloqueo de 1902. Deuda externa: agresión de los nuevos tiempos. Armando Rojas Sardi.
Vol. 203:
Mundo abierto (Crónicas dispersas). Efraín Subero.
Vol. 204:
El ojo que lee. R.J. Lovera De-Sola.
Vol. 205:
La Capilla del Calvario de Carora. Hermann González Oropeza, S.J.
Vol. 206:
El dios salvaje. Un ensayo sobre “El corazón de las tinieblas”. Edgardo Mondolfi.
Vol. 207:
Breve historia del Japón. Taraõ Sakamoto.
Vol. 208:
La mirada, la palabra. Rafael Fauquié.
Vol. 209:
José Antonio Anzoátegui. Jóvito Franco Brizuela.
Vol. 210:
El fin de la nostalgia. Antonio Crespo Meléndez.
Vol. 211:
Sin halagar al diablo, sin ofender a Dios. Ramón Gutiérrez.
Vol. 212:
Lecturas. Francisco Pérez Perdomo.
Vol. 213:
Sobre Ramón Pompilio. Alberto Alvarez Gutiérrez.
Vol. 214:
Anécdotas de mi tierra. Miguel Dorante López.
Vol. 215:
Pensar a Venezuela. Juan Liscano.
Vol. 216:
Crónicas irregulares. Iván Urbina Ortiz.
Vol. 217:
Lecturas guayanesas. Manuel Alfredo Rodríguez.
Vol. 218:
Conversaciones de memoria. José Luis Izaguirre Tosta.
Vol. 219:
El viejo sembrador. Ramón Pompilio Oropeza.
Vol. 220:
Crónicas. Agustín Oropeza.
Vol. 221:
Para una poética de la novela “Viaje Inverso”. Haydée Parima.
Vol. 222:
Enseñanza de la historia e integración regional. Rafael Fernández Heres.
Vol. 223:
Breve historia del Caribe. Oruno D. Lara.
Vol. 224:
Miguel Sagarzazu, héroe y médico. Máximo Mendoza Alemán.
Vol. 225:
Tucacas. Desde el umbral histórico de Venezuela. Manuel Vicente Magallanes.
Vol. 226:
Los Cumbes. Visión panorámica de esta modalidad de rebeldía negra en las colonias americanas de España y Portugal. Edmundo Marcano Jiménez.
Vol. 227:
11 Tipos. Juan Carlos Palenzuela.
Vol. 228:
Venezuela en la época de transición. John V. Lombardi.
Vol. 229:
El primer periódico de Venezuela y el panorama de la cultura en el siglo XVIII. Ildefonso Leal.
Vol. 230:
Los 9 de Bolívar. J.L. Salcedo-Bastardo.
Vol. 231:
Andrés Bello y la Historia. Mariano Picón-Salas.
Vol. 232:
La evolución política de Venezuela 1810-1960. Augusto Mijares.
Vol. 233:
Evolución de la Economía en Venezuela. Eduardo Arcila Farías.
Vol. 234:
Positivismo y gomecismo. Elías Pino Iturrieta.
Vol. 235:
Cerámica venezolanista y otros textos sobre el tema. Compilación y prólogo de José Rafael Lovera.
Vol. 236:
Páez y Arte Militar. Héctor Bencomo Barrios.
Vol. 237:
Historia territorial de la provincia de Mérida-Maracaibo (1573-1820). Manuel Alberto Donis Ríos.
Vol. 238:
La curiosidad compartida. Estrategias de la descripción de la naturaleza de los historiadores antiguos y crónica de India. Mariano Nava Contreras.
Vol. 239:
Historia e historiadores de Venezuela en la segunda mitad del siglo XX. María Elena González Deluca
Vol. 240:
El diablo suelto en Carora. Memoria de un crimen. Juan Carlos Reyes.
Serie Libro Breve Vol. 231:
Bello y la historia. Mariano Picón-Salas.
Vol. 232:
La evolución política de Venezuela (1810-1960). Augusto Mijares.
Vol. 233:
Evolución de la economía en Venezuela. Eduardo Arcila Farías.
Vol. 234:
Positivismo y Gomecismo. Elías Pino Iturrieta.
Vol. 235:
Cerámica venezolanista y otros textos sobre el tema. Compilación y Prólogo de José Rafael Lovera.
Vol. 236:
Páez y el arte militar. Héctor Bencomo Barrios.
Vol. 237:
Historia territorial de la provincia de Mérida-Maracaibo (1573-1820). Manuel Alberto Donís Ríos.
Vol. 238:
La curiosidad compartida. Estrategias de la descripción de la naturaleza en los historiadores antiguos y en la Crónica de Indias. Mariano Nava Contreras.
Vol. 239:
Historia e historiadores de Venezuela en la segunda mitad del siglo XX. María Elena González Deluca.
Vol. 240:
El diablo suelto en Carora. Memoria de un crimen. Juan Carlos Reyes.
Vol. 241.
Las visitas pastorales de Monseñor Antonio Ramón Silva. Jesús Rondón Nucete.
Editado por la ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA Impreso en los talleres litográficos de GRÁFICAS FRANCO, C.A. teléfonos: (0058) (212) 483.2574 - 483.3396 - fax: 481.3549 email: johnfrancog@cantv.net gmail: johnfrancog@gmail.com Marzo 2009 - Caracas-Venezuela La edición consta de 500 ejemplares Se utilizó papel Tamcreamy 55 grs