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Comisión de Publicaciones Simón Alberto Consalvi Elías Pino Iturrieta Pedro Cunill Grau Inés Quintero Germán Carrera Damas

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ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA Boletín de la Academia Nacional de la Historia julio-septiembre 2009 Caracas-Venezuela Impresión: Gráficas Franco, C.A. DEPÓSITO LEGAL: pp191203DF132 ISSN: 0254-7325


PRESENTACIÓN

En este Boletín y de nuestra Corporación Académica el Dr. Manuel Rodríguez Campos expone aquí sus ideas acerca de una larga polémica en torno al enfrentamiento que tuvieron dos personajes históricos en 1899: Cipriano Castro y José Manuel Hernández “el Mocho”; caudillo triunfante “restaurador” el primero y el segundo, derrotado para dar paso al poder impuesto bajo la égida andina. En comunicado a los venezolanos [cita Rodríguez Campos] en 1899 “el Mocho” expondría las razones de su declaración de guerra: “Al propio tiempo promete [Cipriano Castro], para la salud de Venezuela, ´nuevos hombres, nuevos ideales y procedimientos nuevos´ hace prevalecer en el Capitolio el anacronismo de los viejos ideales, la vergüenza de los viejos procedimientos y la ignominia de los viejos hombres” La fracasada rebelión del general Hernández, entonces, bien vale una revisión exhaustiva para comprender sus intenciones y los argumentos de su decisión de enfrentar al caudillo andino; todo ello, para examinar las razones de su fracaso, independientemente de no haber sido un “vencedor”. Es labor que nos tienta Manuel Rodríguez Campos. Por otra parte, Carlos González Batista nos expone una larga disertación acerca de la obra del científico León Croizat-Chaley, quien representó uno de los investigadores naturales y sociales más importantes de nuestro siglo XX. Venido de otras tierras León Croizat se estableció en Venezuela definitivamente hasta su muerte y dedicó buena parte de sus investigaciones a la biodiversidad, la lingüística, la historia, la política e incluso sobre la religión en Venezuela. Como suele suceder y como bien apunta el miembro correspondiente de nuestra Academia por el estado Falcón González Batista, la obra de este cientí-


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fico ha sido reconocida en muchos ámbitos internacionales casi con el mismo interés como contrariamente ha sido dejado de lado por nuestra nación de la que, finalmente había estado enamorado y fue duramente obviado hasta su muerte. Aquí se recoge, entonces, otro de los personajes olvidados por la historia. El Doctor Alberto Navas de la UCV, por su parte, nos expone la obra del Dr. Antonio J. Castillo, quien fue encargado de levantar las banderas modernizadoras de la Universidad Central de Venezuela, inmediatamente después de la muerte de Juan Vicente Gómez y su férreo gobierno. Con la presencia directriz del Dr. Castillo en la Rectoría de la UCV, entre 1937 y 1943, se da firme empuje a la renovación universitaria y un nuevo estilo y una nueva filosofía cosmopolita habría de incorporarse a las aulas del recinto ucevista. Destaca aquí el Dr. Navas, el pensamiento y la obra del Rector Castillo, la que muy pocas veces es recordada ni bien reconocida. Por su parte, el Dr. José Marcial Ramos Guédez nos expone una nueva arista de su ya larga investigación sobre los esclavos y la negritud en Venezuela colonial y del siglo XIX. En este caso se refiere a las “ayas y nodrizas” africanas y sus aportes culturales a la sociedad novomundana. Interesante trabajo que denota la relación estrecha entre las diversas razas en nuestro territorio en tiempos de diferenciaciones raciales marcadas. Más adelante, nuestro miembro correspondiente por el estado Aragua Oldman Botello presenta, como adelanto de sus investigaciones, datos novedosos acerca de la genealogía del general José Antonio Páez, que no pasarán inadvertidas para los estudiosos de esa rama de la historia que, en muchas ocasiones, arroja datos interesantes para el estudio de la vida de personajes históricos. Mención aparte debemos hacer de la inserción en este Boletín de una nueva sección denominada Bicentenario de la Independencia, en la que insertaremos, inicialmente, documentos históricos y ensayos de algunos de los escritores de reconocida valía intelectual, que han evaluado ese período y han plasmado sus escritos en antiguos números de este Boletín. Sección esta que inicia la recolección abierta de ensayos y estudios acerca del controversial período, del que conmemoramos doscientos años. En este primer caso hemos insertado un documento denominado «Acuerdo de la ANH acerca del día inicial de la Independencia de Venezuela» publicado en


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el Boletín N° 10 del 30 de junio de 1914, en el cual la Academia Nacional de la Historia determinó oficialmente y con argumentos el 19 de abril de 1810 como el día inicial de la Independencia venezolana. De seguidas se presenta un ensayo escrito por el intelectual Rufino Blanco Fombona –quien no necesita mayor presentación– acerca de la «Evolución de las ideas en Venezuela durante la Revolución de Independencia», y que fue publicado en 1937, en el Boletín N° 80, y finalmente se inserta el ensayo «La opinión pública norteamericana y la Independencia» del historiador norteamericano especialista en la Historia de Venezuela, quien tampoco necesita mayor presentación: Charles Griffin; ensayo publicado en 1941 en el Boletín N° 93. Como verá el lector este número del Boletín lleva en sus páginas mucho para el disfrute de la grata lectura y, en particular de la polémica, tal como es y será, su fin último.



Fe de Erratas Por motivos ajenos a nuestra voluntad y, quizás más por el duendecillo de las imprentas, en el número anterior del Boletín (366) se publicó el interesante trabajo “Notas Sobre las Primeras Relaciones de Trabajo en la Actividad Minera del Siglo XVI” de Luis Lauriño Torrealba, y en el pie de página no fue incluida su actividad profesional como la de ser profesor de postgrado en la Universidad Metropolitana de Caracas. Por todo esto ofrecemos nuestras excusas a nuestros lectores y, en particular, al autor.



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EL “MOCHO” HERNÁNDEZ CONTRA CIPRIANO CASTRO Manuel Rodríguez Campos (*)

Introducción En muchos hogares venezolanos reposan inéditos valiosos testimonios escritos por diversas personas, en cuyos contenidos se registran hechos de nuestro pasado reciente, buena parte datados en el período comprendido entre mediados del siglo XIX y finales del XX. La mayoría de sus custodios los cuidan con esmero por respeto a la memoria de los protagonistas de los acontecimientos que se pueden reconstruir con su lectura; en casi todos los casos se descubre que su preservación se debe a la existencia de nexos familiares que identifican a quienes los conservan con los personajes de cuyos legados proceden. Gracias a la gentileza de la consecuente guardiana del archivo del general Víctor Rodríguez pudimos revisar algunos de sus papeles, de entre los cuales nos llamó la atención el Diario de Campaña escrito por un oficial de artillería del Ejército Expedicionario comandado por este general en las operaciones emprendidas para combatir el último alzamiento militar de José Manuel el “Mocho” Hernández, ocurrido entre el 26 de septiembre de 1899 y el 27 de mayo de 1900 con el propósito de derrocar el gobierno de Cipriano Castro a sólo tres días de su investidura presidencial. El Diario es una versión de todo lo escrito en campaña por alguien a quien podría calificarse de buen observador, atento a cuanto veía y oía, cronista de lo que ocurría más allá de su campo visual para hacerlo constar en sus notas. (*) Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia.


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Sin duda, no es éste el material original acopiado por su autor, pues la forma en la cual lo presentó, en un grueso cuaderno escrito con una letra muy cuidada, así como el agregado de comentarios posteriores a la campaña y el lugar donde lo concluye (Valencia, abril de 1900) que no fue teatro de operaciones, da a entender que reprodujo para conocimiento de sus jefes las notas escritas en el vivac, seguramente en hojas sueltas que fue guardando para luego, en mejores condiciones de reposo, componer su diario en forma más presentable. Aceptamos la veracidad de las narraciones leídas en el documento final –el Diario– muchas de las cuales hemos corroborado en varias fuentes. En él se da cuenta de sucesos ya estudiados por la historiografía, otros conocidos a medias y unos cuantos que si se conocieron en su tiempo, en el nuestro habrían caído en el olvido. Al agruparlos y relacionarlos entre sí, conjugados con el añadido de las otras fuentes consultadas, se aprecian nuevas líneas del contexto que nos colocan en una perspectiva algo diferente a la que manejábamos hasta ahora, sobre cuya base nos atrevemos a abordar la cuestión del alzamiento del “Mocho” Hernández contra Cipriano Castro con opiniones que en parte difieren de las emitidas por quienes han tratado el tema. Se critica a José Manuel Hernández –hasta de estúpido se le ha calificado– por no hacer lo más expedito para deponer a Castro cuando decidió insurgir en su contra; éste asistía a una función de teatro esa noche y mediante una operación relámpago podía rodear el local y hacerlo prisionero; pero ésto no parece tan sencillo, pues las tropas andinas que acompañaron a su caudillo durante toda la campaña para conquistar el poder no se iban a dejar quitar de esa manera el triunfo recién coronado; eran tantos que los cuarteles de Caracas no alcanzaban a alojarlos y decenas de ellos acampaban en las plazas públicas y hasta en la Universidad Central de Venezuela (actualmente Palacio de las Academias). En cuestión de pocas horas sería posible una reacción violenta de los restauradores. Tal vez Hernández evaluó la conflictiva situación que se crearía si ejecutaba un plan como ese y prefirió emprender la acción armada en el interior del país, donde disponía de considerables contingentes cuyo número, junto con los que lo acompañaron desde Caracas, se ha estimado en cinco mil combatientes dispuestos a luchar bajo sus órdenes al primer llamado que les hiciese. Aquel ejército “mochista” estaba compuesto por montoneras que por lo mismo actuaban bajo mandos múltiples, aunque tuviesen una imagen única


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en la figura del “Mocho”, quién no era un estratega militar; evidentemente, aquél no era un verdadero ejército; no estaba organizado para operar como tal; no seguía planes estratégicos con miras al objetivo que se supone pretendía alcanzar. Es obvio que no disponía de un aparato logístico para el mejor desempeño de las acciones armadas. Las provisiones se acopiaban en la marcha para atender las necesidades básicas, que no eran muchas, pero de obligatoria satisfacción: requerían carne de res, pólvora, plomo, alambre y alpargatas. La mayor exigencia gastronómica de los soldados era almorzar con carne de res; ésta se obtenía pidiendo algunos animales a los ganaderos o simplemente recogiéndolos en el campo a nombre de la revolución. La pólvora y el plomo eran imprescindibles para el combate, ya que buena parte del parque estaba compuesto por viejas armas de fuego que se cargaban por la boca del cañón –abancargas las llaman–; se les ponía una medida de pólvora, algunos pedazos de plomo y un taco de papel para comprimir la carga y se hacía un solo disparo. Para hacer otro había que repetir la operación. El alambre era de especial utilidad para las comunicaciones telegráficas, pues el enemigo cortaba largos trozos de la línea para impedir el cruce de mensajes entre los beligerantes del bando contrario, a fin de dificultarles las operaciones. Las alpargatas, el calzado que se suministraba a las tropas, por fuerza, eran una dotación de vital importancia, pues los hombres podían andar vestidos con harapos o medio desnudos, como en efecto ocurría; pero a menudo las marchas, medidas en las unidades de longitud utilizadas en la época, alcanzaban hasta doce leguas –sesenta kilómetros– en un día por terrenos abruptos y esto no lo podían hacer descalzos. Si las condiciones organizativas y disciplinarias de aquel ejército no eran muchas; si no tenía un plan estratégico para conducir el combate hasta alcanzar el triunfo, lo que algunos jefes reclamaban sin obtener respuestas; si en lo político no se conocía un programa de gobierno –admitimos que ningún aspirante a la jefatura del Estado lo presentaba– nos preguntamos ¿cómo pudo el “Mocho” Hernández, sólo con el atractivo de su figura, concitar tantas adhesiones, antes de la insurgencia y durante la evolución de ésta? El liberalismo amarillo se venía debilitando desde hacía años; a finales del siglo XIX quedaban pocos de sus principios como credo político; en torno a sus banderas después de cuatro décadas de desgaste lo que se encontraba eran los entendimientos de supervivencia de viejos liberales aspirantes a los más altos cargos nacionales, acompañados de nuevos personajes que trataban de recoger cosechas donde no habían sembrado. Ese estado de la dirigencia nacional lo


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sintetizó Cipriano Castro mediante la frase con la cual ofreció gobernar estrenando “nuevos hombres, nuevos ideales, nuevos procedimientos”. A estos efectos, Hernández era un hombre nuevo, hasta donde se le conocía honesto y dispuesto a introducir reformas en el aparato gubernamental que apuntaban hacia la implantación de nuevos ideales y nuevos procedimientos. Por la manera como se comportaba públicamente se ganó la simpatía de muchas personas dispuestas a apoyarlo en pos de un relevo político. La forma directa empleada por el “Mocho” para dar a conocer su parecer respecto de la política y de lo que se podía esperar de él le hizo conquistar tanto fervor que cuando salió de la cárcel liberado por Cipriano Castro apenas éste asumió el poder, las manifestaciones de regocijo plenaron de simpatizantes las calles de Caracas por donde hizo su recorrido desde las puertas mismas de La Rotunda hasta el Palacio de Gobierno. Reconsideremos la ausencia de un programa de gobierno anteriormente comentada; éste no era requisito para conquistar los respaldos requeridos por una candidatura presidencial. Ya quedó asentado que quienes se postulaban o eran postulados, no se ocupaban de hacerlo. Las elecciones realizadas sin fracturar el orden constitucional eran convenidas en combinaciones palaciegas y cuando no era así se llegaba a la jefatura del Estado por la fuerza de las armas. Esto último había ocurrido o se había intentado en varias ocasiones en años recientes: Revolución Azul (1867); Revolución de Abril (1870); Revolución Legalista (1892); Revolución de Queipa, acaudillada por el “Mocho” para reivindicar el triunfo que se le escamoteó en las elecciones presidenciales de septiembre de 1897 (1898); Revolución Liberal Restauradora (1899). Lo importante de la búsqueda del poder por las armas era llegar triunfante al Palacio de Gobierno; hecho ésto el jefe de la revolución quedaba investido en condición de presidente provisional y al poco tiempo un Congreso comprometido lo elegía presidente constitucional. Con el recurso de las armas los programas de gobierno no se escribían, sino que se desenvainaban: salían del filo de una espada. 1. Dos caudillos discordantes Las ideas políticas y administrativas, así como los estilos personales de Cipriano Castro y el “Mocho” Hernández no tenían nada en común, lo que hizo difícil el entendimiento entre ellos. Castro era ambicioso, agresivo y aplicaba en su acción un pragmatismo que a veces disimulaba con expresiones como


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de romanticismo de ocasión, adquirido en sus lecturas juveniles del liberalismo colombiano cuando cursaba estudios en Pamplona. Su intrepidez y los sucesivos triunfos obtenidos en combate, desde antes de la Revolución Liberal Restauradora, acaso le habrían creado en el subconsciente la impresión de estar predestinado para grandes hazañas, la mayor de las cuales estaría pendiente para ser realizada desde la presidencia de la república. Un autor que lo estudió exhaustivamente se pronuncia en este sentido al considerarlo… “el primer gran intérprete de un retenido rencor tachirense contra el distante gobierno nacional”1; un gobierno ausente de sus problemas pero presente al disponer el destino político de la región. Castro fue además libertino, susceptible a los halagos y no tuvo escrúpulos para enriquecerse, tanto a expensas del tesoro público como por tráfico de influencias. La posibilidad de transferir fondos nacionales a sus cuentas personales se advierte en el primer acto administrativo, cuando estructuraba el gabinete que lo acompañaría al encargarse de la presidencia de la república. Pidió que se le sugiriese el nombre de algún hombre de la banca para designarlo ministro de Hacienda, lo que finalmente resolvió según narra Picón-Salas: Yo no creo, General, -dice Tello Mendoza- que usted necesite a ninguno de esos <<chivatos>>. A usted le hace falta como ministro un amigo suyo, ante quien usted no se ruborice cuando quiera pedirle cien mil pesos. …Y (Castro) mira fijamente a Tello Mendoza como en signo de complicidad. ¡Este hombre halagador y dócil será, precisamente, su ministro de Hacienda!...2 La demagogia fue un recurso que le produjo dividendos. Prueba de ello fue su empeño en que se mantuviera en prisión al “Mocho” Hernández para ser él quien tuviera el privilegio de ponerlo en libertad. Sabía que con esto obtendría el reconocimiento de quienes seguían al “Mocho” y junto con su nombramiento de ministro se ganaría un respaldo que a lo menos neutrali1. Mariano Picón-Salas, Los días de Cipriano Castro, p. 15. 2. Ibidem, p. 77.


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zaría a una considerable porción de “mochistas” en Caracas. No le resultó así la maniobra, porque el “Mocho” reaccionó de manera distinta a como lo esperaba. Comparados los comentarios de las páginas precedentes y los que siguen, encontramos escasas coincidencias en los rasgos biográficos de Cipriano Castro y José Manuel Hernández. Este último tuvo una interpretación idealista de la política venezolana; no fue hombre de intrigas ni de dobles posiciones en ese campo. Lo que le pareció conveniente –porque probablemente lo erano siempre fue oportuno o tendría que vencer fuerzas poderosas de contrario parecer, para lo cual careció de los respaldos adecuados. Creyó posible alcanzar el poder en un proceso electoral y concurrió a él sin considerar los arreglos previos a los comicios que de antemano perfilaban un ganador, de lo cual se nutría la crónica de procesos recientes; y solo cuando se convenció de que hubo acuerdos que operaron en su contra reclamó el reconocimiento de su presunta victoria por medio de la contienda armada, ya que no había otra forma de apelar ante alguna instancia. Intentó reivindicar su elección con la Revolución de Queipa (1898) y cuando Joaquín Crespo murió de un disparo en La Mata Carmelera no supo aprovechar la confusión reinante en el frente enemigo y atacar en un intento por decidir la suerte de la revuelta. Demostró en esta oportunidad una impericia militar, la que no superaría en su campaña contra Castro. El autor que más se ha adentrado en el escrutinio de su personalidad, cuyo archivo revisó cuidadosamente, lo caracteriza de esta manera: Hernández no fue en sentido corriente, un hombre práctico, y piénsese que aquí, en todas partes y en todo tiempo, prolifera el hombre práctico que primero hace dinero antes que nombre… El general José Manuel Hernández fue un hombre de estirpe romántica (…) uncido de una acción militar y política para la cual carecía de perfil…3 Reaccionó cuando se dio por ganador en las elecciones de 1897 a un candidato por encima de su convicción de que el resultado era otro. Consideró 3. J. A. de Armas Chitty, El Mocho Hernández, Papeles de su archivo, p 11.


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que no solo le habían arrebatado el triunfo, sino que se habían burlado de una parte considerable de la población que lo esperaba. De esto podrían ser indicativos los comentarios de Armas Chitty: En 1897 está en marcha la candidatura de Hernández y una ola de simpatía recorre a Venezuela. Es una ola de fanatismo, pues la popularidad de este hombre arrastra en una u otra forma el fervor popular. Al señalar a Hernández el pueblo estaba censurando a todos los gobiernos que invocaban el liberalismo como única alternativa mientras los líderes viajaban a Europa a realizar empréstitos o con base en la renta pública se iban apoderando poco a poco de la tierra...4 La lectura del Diario de Campaña mencionado páginas atrás nos condujo al asedio de estos personajes para tratar de entender sus logros y fracasos. Nos preguntamos, tomando en cuenta que en lo atinente a la posesión de armamento ningún bando tenía el privilegio de recurrir a proveedores en capacidad de ofrecer a uno instrumentos que no ofrecía al otro; sus negocios eran vender armas y las entregaban a quien pagara por ellas. Si teóricamente había equilibrio de acceso a los aprestos bélicos, salvo, obviamente, diferencias de recursos financieros –y he aquí una debilidad de nuestro razonamiento– en aquel entonces, de un ejército que duplicaba en efectivos al enemigo se podía esperar la victoria. Si Castro, deficientemente armado al comenzar la invasión de los sesenta, fue tomando armas de los contrarios, ¿no era igual la posibilidad del “Mocho”? No. El arrojo de Castro, la firmeza de sus combatientes y las debilidades de quienes en aquel enfrentamiento representaban al gobierno establecían la diferencia que contribuyó a marcar la suerte de la rebelión hernandista. Se ha estimado que Hernández reunió cinco mil hombres, lo cual él mismo confirma por escrito en estos términos: Necesito con mucho interés me consigan el mayor número de dzqbvllzbcfnubbfs (palabra en clave). Así mismo necesito me remitan cuanto antes una suma de dinero (no limosna) para racionar un ejército de 5.000 soldados y solo tengo por todo capital cien pesos…5 4. Ibidem, p 59. 5. Academia Nacional de la Historia, Archivo del General José Manuel Hernández. Carta a García N. El Tinaco, 13 de abril de 1899.


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En el enfrentamiento con Castro disponía de esos efectivos, mientras que el Ejército Expedicionario comandado por el general Víctor Rodríguez, según se asienta en el Diario, contaba con dos mil cuatrocientos soldados. La victoria le fue esquiva a Hernández; tal vez en lo que comenta Armas Chitty en la cita No. 3 se encuentre buena parte de la explicación de este descalabro. Debemos añadir que en aquella Venezuela levantisca los gobiernos se cuidaban de mantener abundante parque en reserva para enfrentar cualquier intento de derrocamiento y al tomar control del país Castro contó con un poder de fuego superior al de las fuerzas del “Mocho”, aunque éste no estaba desarmado cuando salió de Caracas a batirse con la Revolución Liberal Restauradora, pues desde su insurgencia anterior quedaron muchos hombres en armas prestos al combate; éstos no habían sido desmovilizados y los dirigía el militar más apto de los que seguían al “Mocho”, el general Luis Loreto Lima, de quien aguardaban las órdenes para reemprender la revuelta. Al parecer, después de la derrota sufrida en la Revolución de Queipa Hernández y sus seguidores –aquel en la cárcel– seguían pensando en el derrocamiento de Ignacio Andrade. Con la noticia del alzamiento y marcha triunfal de Cipriano Castro surgió la oportunidad de aunar esfuerzos para cumplir ese objetivo. No se producirá una coalición fraguada en negociaciones entre delegados de ambas partes; sólo se trató de un interés compartido sin acuerdos específicos para disfrutar los resultados de la victoria, si ésta se producía. Antes de la Batalla de Tocuyito (13 de septiembre de 1899) la ruta de Castro estaba sembrada de insurgentes “mochistas”. El 1 de septiembre Felipe Angarita se dirige al general Loreto Lima para darle cuenta de los movimientos militares emprendidos a favor de la causa: En medio de los inconvenientes que presenta y son naturales a una revolución que estalló sin tener planes acordados, he logrado procediendo con la celeridad requerida, poner en armas el extenso territorio que media entre las poblaciones de Nirgua, Montalbán, Miranda, Tinaquillo, Tinaco y San Carlos…6 Había un plan, pero muy vago; éste era el derrocamiento de Andrade; pero esa no era una bandera de lucha para ser convertida en único motivo para ani6. Ibidem. Al general Luis Loreto Lima, Jefatura de Operaciones de la Sierra, Cuartel General de La Matica.


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mar a los grupos “mochistas” en armas, la mayoría de cuyos integrantes solo respondían emocionalmente a la jefatura mítica del “Mocho”. De lo que no hay duda es que existió un entendimiento; si éste no había establecido condiciones operativas, al más alto nivel se cruzaban comunicaciones que lo confirman. El propio Cipriano Castro deja constancia escrita de ello en carta a Loreto Lima: Acabo de llegar con mi ejército sin ninguna novedad. Seguiré en breve y nuestro común amigo el Gral. Alvarado informará a Ud. Verbalmente de las operaciones que juzgo conveniente para terminar cuanto antes con la ignominiosa dictadura de Andrade.7 El hombre a cargo de los rebeldes nacionalistas, jefe de éstos en campaña, quien podía decidir sin que nadie se lo disputara sobre la conveniencia de compartir objetivos militares con los restauradores, era Loreto Lima. El “Mocho” no lo podía hacer desde la cárcel; pero era el personaje mayor a nombre de quien se combatía; a eso se debió la insistencia de Castro por liberarlo personalmente. La indiscutible autoridad de Loreto Lima se puede constatar en diversas manifestaciones escritas de entre las cuales transcribimos éstas: Desorientados completamente del paradero de U. y de su ejército, y queriendo saber fijamente el curso de los acontecimientos que se vienen desarrollando, nos permitimos dirigir a Ud. la presente a fin de que nos transmita sus órdenes y nos diga con precisión el camino que debemos seguir (…) como usted sabe los nacionalistas no obedecemos sino las órdenes que nos transmita Ud.8 Otro documento que confirma lo anterior, da a entender con cierta reserva la coincidencia de objetivos con la Revolución Liberal Restauradora:

7. Ibidem. De Cipriano Castro a Luis Loreto Lima. Yaritagua, 3 de septiembre de 1899. 8. Ibidem. Carta de M. V. Dorta y M. G. Yanes al general Luis Loreto de Lima. Miranda, 20 de septiembre de 1899.


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Tengo el honor de participar a U. que ayer tarde hizo su entrada el Gral. C. Castro, como con 2.000 hombres, me parece que ese es todo su ejército… Muchos de nuestros partidarios se encuentran en expectativa y se han unido a otros creyendo que viene arreglado con nosotros (…) otros jefes se han quedado fuera de la población (…) Dicen que no reciben órdenes sino de U… Mientras tanto yo trato de que haya la mayor prudencia entre los nuestros y le he hecho anunciar al Gral. Castro, que deseo tener una conferencia con él a fin de ver que convenio podemos hacer y ganar tiempo mientras me pongo de acuerdo con U.9 La conveniencia de cooperar ambos bandos queda consagrada con las siguientes expresiones: Acabo de recibir su grata nota fechada en Las Manzanas de Carabobo el 24 del corriente mes, y en que me participa que su propósito es pasar a ésta a ponerse al habla conmigo. Yo estimo muy conveniente su determinación, porque así le damos cohesión a las operaciones que se hacen necesarias para llevar a término feliz la revolución más gloriosa de nuestra historia…10 A riesgo de cometer exceso de transcripciones, una más servirá para dar a conocer hasta donde estuvo vinculado el “mochismo” en el avance de Cipriano Castro hacia Caracas: Este jefe (se refiere al general Samuel Acosta) hernandista insospechable fue de los que creyeron oportuno y político para servir a los intereses de nuestra Causa, rodear a Castro y presentárnosle como el elemento que podía coronar la obra de sus triunfos, y a este efecto combatió personalmente en Tocuyito, solicitó luego del caudillo andino la jefatura de vanguardia… Dicha vanguardia, de más de 1.500 hombres, ha puesto a Castro en capacidad de desarrollar el proceso de sus tratados con el Gobierno

9. Ibidem. Carta de Pedro Balzán a Luis Loreto Lima. Valencia, 17 de septiembre de 1899. 10. Ibidem. Carta de Cipriano Castro a Luis Loreto Lima. Valencia, 25 de septiembre de 1899.


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y es ocasionada a extraviar algunos de nuestros elementos respecto del rumbo de nuestra revolución por creérsenos fusionados a la que preside Castro. Por todos estos motivos juzgo importantísimo solucionar cuanto antes la situación ambigua de estas fuerzas, y más aun si es cierto, como le lo han dicho que Ud. en sus entrevistas con Castro ha convenido, bien que no con la solemnidad de un pacto formal, en una alianza meramente automática y federativa.11 Nos enteramos por este documento que si bien el “mochismo” no rechazaba una alianza circunstancial con las fuerzas de Castro, algunos de sus jefes presentaban reservas acerca de las consecuencias que ella podría tener para preservar su integridad. No se puede afirmar que los nacionalistas tuviesen vedada la posibilidad de emitir opiniones al respecto y en la carta anteriormente transcrita así como en otras que omitimos, observamos que expresaban sin ambages lo que pensaban en torno a esto. Colaboraban con Castro sin protestas porque no tenían oportunidad de reunirse para deliberar sobre esa conveniencia y fijar una posición de consenso. Se encontraban en situaciones de hecho que se vieron precisados a convalidar en aras de los intereses compartidos a los que nos hemos referido. Pero Castro no entró a Caracas pensando en compartir el poder. Eso no cabía en su modo de actuar y si nombró al “Mocho” en su gabinete, se debe considerar que lo hizo por aconsejárselo la conveniencia del momento. 2. De la cárcel al Gabinete y al combate Para el caudillo nacionalista no hubo solución de continuidad entre el calabozo y el campamento. Apenas tendría tiempo para asearse al salir de la Rotunda y ver la ciudad hasta el momento en que Castro lo nombró ministro de Fomento y aquel en el cual convocó a sus seguidores para tomar las armas. No tendría sosiego para meditar en las escasas horas transcurridas entre su designación y la partida fuera de Caracas en condiciones insurreccionales. Las visitas de amigos y copartidarios, la sorpresa que debió causarle el

11. Ibidem. Carta de Trino Celis Ríos al general Luis Loreto Lima. Cagua, octubre 16 de 1899.


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nombramiento, los cambios de impresiones con los máximos jefes que lo secundaban acerca de la posición que habría de asumir el “mochismo” ante la nueva situación, todas eran cosas que no podían esperar. Las reflexiones que lo conducirían a tomar la importante decisión de acudir al pronunciamiento bélico debieron ser hechas en el largo período de prisión. Su conciencia estaría madura para dar ese riesgoso paso; sólo debería entender si estaban dadas las condiciones para optar por él. Las encontró en lo que le pareció contradictorio entre la promesa de Castro de hacer un gobierno distinto de los anteriores y los nombramientos rechazados como fundamento de la ruptura. En aquel gabinete sólo el “Mocho” era hombre administrativamente sano. Los demás tenían una larga experiencia gubernamental, salvo Tello Mendoza, que se iniciaba con buen pie en las malas artes de gobernar como premio a una impúdica incitación a delinquir contra el Tesoro Público. Esto no fue del agrado de Hernández. En opinión de Picón-Salas, los ministros de aquel gabinete…”son todos –con excepción del lisonjero e inefable Tello Mendoza- personajes de sabia y escéptica veteranía en la administración y usufructo de la República; curtidos doctores y espadones del Sanhedrin liberal”…12 José Manuel Hernández no se avenía con esos personajes ni con los procedimientos que luego les serían imputados; presto, rechazó el nombramiento en los términos siguientes: Caracas, 26 de octubre de 1899 Ciudadano General Cipriano Castro Presente En la tarde del 23 de los corrientes, recibí de la Secretaría General la participación que se me hace de haber sido designado por usted para desempeñar la Cartera de Fomento, cargo respecto de cuya aceptación ya hemos hablado con entera franqueza. Ahora, ciudadano General, quiero ratificarle en síntesis, mis ingenuas manifestaciones: no tendría yo inconveniente alguno en servir a la República en unión de usted y a su lado, siempre que el Gabinete constituido satisfaga las exigencias del sentimiento público general; y el actual Gabinete, en su mayoría precisa decirlo con ruda franqueza, no corresponde a las 12. Mariano Picón-Salas, op. cit , p. 79.


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aspiraciones de la Revolución que quiere moralidad pública y administrativa, circunstancia ésta que me obliga a no aceptar categóricamente, el Ministerio de Fomento. Lo que digo a usted para los fines respectivos. José Manuel Hernández.13 Antes de llegar al lugar donde abriría operaciones emitió un comunicado por medio del cual expresó a los venezolanos y especialmente a sus seguidores los motivos por los cuales reemprendía la lucha armada: Gral. José Manuel Hernández Jefe Supremo del Partido Liberal Nacionalista y de la Revolución Nacional A los venezolanos! La Revolución no ha triunfado! La República no quiere banderías en la Casa de Gobierno; y el General Castro, con violación de la palabra de soldado y restaurador, acaba de entronizar en ella la funesta camarilla, origen indudable de las desgracias recientes de la Patria!!! Al propio tiempo promete, para la salud de Venezuela, “nuevos hombres, nuevos ideales y procedimientos nuevos” hace prevalecer en el Capitolio el anacronismo de los viejos ideales, la vergüenza de los viejos procedimientos y la ignominia de los viejos hombres. Con el valor civil necesario he hecho conocer al General Castro los errores y los peligros de su primer paso político; y le he pedido la enmienda consiguiente; mas reacio a corregirlos, soberbio con su triunfo que juzga hoy deberlo al apoyo de las armas sustentadoras de la tiranía de Andrade, me ha colocado en la dolorosa disyuntiva de ir al Ministerio de Estado de brazo con los traidores y los malos hijos de la Patria, o lanzarme a la guerra para proseguir la revolución nacional y vindicarla… Entre ambos extremos, opto irrevocablemente por el segundo. Soldados de la Revolución Nacional! Acabáis de ser víctimas del más grosero de los engaños! La sangre que venías derramando desde las cumbres andinas hasta el glorioso campo de Tocuyito, solo ha servido para restaurar en el Poder Público 13. Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, No. 13. Caracas, 1959, p 45.


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a la fracción oligarca que con sus exclusivismos antipatrióticos han colmado en los últimos años el abismo de miseria en que perece la Nación. ……………………………………………………................... Liberales! Bajo la tienda del soldado nacionalista caben todos los hijos de la Democracia venezolana… José Manuel Hernández Cuartel General de Las Tejerías, a 28 de octubre de 189914 El “Mocho” no estaba tan desamparado militarmente. Además de las tropas con las cuales salió de Caracas y las que se le unirían por el camino contaba con las de Luis Loreto Lima, acampado con ellas entre Valencia y Tinaquillo. Con la suma de esos efectivos se podría llegar a los cinco mil con los cuales él mismo dijo que contaba. 3. El arbitraje de las armas Desde hacía más de dos meses los hombres en armas del nacionalismo estaban en condiciones de combatir en las localidades por donde pasaría Cipriano Castro con los suyos rumbo a Caracas. Aquéllos, a la espera de la contienda hacían labores de sapadores cortando el alambre del telégrafo para impedir las comunicaciones a los enemigos. Un párrafo de la carta de Felipe Angarita a Luis Loreto Lima fechada el 1 de septiembre de 1899 (cita No. 6) da cuenta de que… “el coronel Muñoz, a quien le confié el destrozo del telégrafo (le llevó) varios royos de alambre como prueba de haber cumplido la comisión” La fidelidad de Hernández en plan de guerra se constata en testimonios como el de Pablo Gedler en carta dirigida a Loreto Lima desde Calabozo el 11 de octubre de 1899. Le dice que el general Rafael María Carabaño le propuso unirse con sus fuerzas a la Revolución Liberal Restauradora, Pero como siempre he sido partidario de la Causa Liberal Nacionalista me abstuve de contestarle la mencionada carta, puesto que desde 14. Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, No. 3. Caracas, 1959, pp 5-6.


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que me declaré en campaña ha sido y es en defensa de nuestra causa de quien (sic) es U. digno sustituto de nuestro invicto y Benemérito Gral. José Manuel Hernández.15 Los documentos examinados demuestran que el “Mocho” contaba con los hombres necesarios para emprender la revuelta. Confiado en esto, en la noche del 26 de octubre de 1899 salió de Caracas rumbo a los valles del Tuy para abrir operaciones a campo abierto. Las primeras escaramuzas con las tropas gubernamentales se produjeron a los tres días de abandonar la ciudad: Primer Cuerpo Expedicionario sobre la facción Hernández San Casimiro, Aragua Ayer a las seis de la mañana salieron de Charallave las fuerzas de mi mando en persecución del enemigo, el que había pernoctado en Cúa y tomado el camino de esta población a primeras horas de la madrugada. A las dos de la mañana del día de hoy le dimos alcance en esta población, con la vanguardia que manda el Gral. Balbino Carrillo, quien después de una marcha de más de diez leguas lo atacó de flanco con victorioso resultado. Bastaron las primeras descargas de las fuerzas del Gobierno en el centro del campo enemigo… para que se declarase en completa derrota.16 De allí se dirigió Hernández con sus seguidores a encontrarse con Loreto Lima, quien como hemos dicho acampaba entre Valencia y Tinaquillo. Las tropas de ambos jefes agrupadas sería lo que hizo posible al “Mocho” anunciar que tenía cinco mil hombres a su mando. Además de esa importante concentración de fuerzas en Cojedes y Carabobo, los representantes del “mochismo” tuvieron presencia armada en Maturín, Calaboso, Las Mercedes del Llano, San Fernando de Apure, Barquisimeto, Carora y áreas de influencia de estas ciudades; pero ninguna permaneció por mucho tiempo bajo su control. En ocasiones fueron desalojados por hombres del gobierno; otras veces las traiciones hacían perder las plazas conquistadas. Dos casos ilustran esto último: 15. Academia Nacional de la Historia, Archivo de José Manuel Hernández. 16. Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, No. 3. Caracas, 1959. Carta de Natividad Mendoza a Cipriano Castro.


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En una carta dirigida al “Mocho” se le informa que debido a una traición de cuarteles en Carora los liberales amarillos tomaron Barquisimeto; y se le comenta que por causa de intrigas en el seno del nacionalismo las operaciones militares marchan con pie de plomo (así se escribe en la carta)17. Siete días más tarde recibe la noticia de otra traición que hizo perder San Fernando de Apure a manos de los generales Arteaga y González. Se le dice que…”este último se encuentra en la boca de Apure esperando por Rolando (Nicolás) dizque (sic) esperando muchas fuerzas”.18 Esos descalabros no afectaban al grueso de sus tropas. Con ellas se hizo fuerte en Tinaquillo y Alto Uslar, donde entró en combate con el Ejército Expedicionario. El Diario de Campaña, cuyas anotaciones comienzan el 13 de diciembre, da cuenta ese mismo día del ataque de los nacionalistas a la División Mendoza de dicho ejército en Tocuyito, donde fueron rechazados.19 El 13 y 14 de ese mes se libró el único combate de envergadura. Esto ocurrió en el Alto Uslar y los insurrectos fueron desalojados de todas sus posiciones20. La superioridad numérica de éstos fue superada por la acción de la artillería y de esa manera los cinco mil hombres de José Manuel Hernández fueron derrotados por los dos mil cuatrocientos de Víctor Rodríguez. Las fuerzas nacionalistas tomaron rumbos diferentes en su retirada; parte de ellas fueron conducidas por el “Mocho” a Bejuma y otro grupo a San Carlos al mando de Loreto Lima, a quien posteriormente se unieron los primeros. El Ejército Expedicionario después de ocupar esta ciudad marchó en persecución del enemigo, a una jornada de distancia hasta que hicieron contacto el día 25 y nuevamente se trenzaron en combate con otra victoria para los perseguidores. Los vencidos se encaminaron a El Baúl, localidad que tomaron; pero hubieron de abandonarla ante la inminente llegada del enemigo. Terminó el año 1899 sin otros sucesos que no fueran fugaces intercambios de fusilería

17. Academia Nacional de la Historia, Archivo de José Manuel Hernández. Carta de Augusto G. Prieto a José Manuel. Hernández. Barquisimeto, 5 de diciembre de 1899. 18. Ibidem. Carta de F. Pérez Venus a José Manuel Hernández. San Fernando de Apure, 12 de diciembre de 1899. 19. Archivo Privado. Diario de Campaña, día 13 de diciembre de 1899. 20. Ibidem. Días 14 al 16 de diciembre de 1899.


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con pequeñas partidas de observación destacadas por los nacionalistas y marchas hasta de doce leguas en el intento de dar alcance al bando contrario. Con este objetivo pasaron por Acarigua, Araure, Guanare, Ospino. El 28 de enero se recibió la noticia de que el “Mocho” había ocupado Nutrias y a pocos días de estar en esta plaza la abandonó con dirección a Cabruta. Así transcurrieron los meses de enero y febrero, hasta que el 27 de marzo, al considerar que ya no era necesaria la presencia del Ejército Expedicionario contra un enemigo que se había desbandado, el General Víctor Rodríguez resolvió su regreso a Caracas y así lo comunicó al ministro de Guerra y Marina, después de lo cual ordenó el regreso. Ya Hernández no podía considerar que comandaba un ejército insurgente. Se trataba de grupos con escasa coordinación de una jefatura única. Los jefes del nacionalismo controlaban una localidad o un territorio por donde pasaban y en la práctica sólo esperaban que los otros hicieran lo mismo. Con una de esas partidas –tal vez la más numerosa– se desplazaba el “Mocho” casi todo el tiempo sin dar a conocer su paradero a las otras, al punto de que quienes necesitaban comunicarse con él le dirigían sus cartas con destino incierto: al general José Manuel Hernández, donde esté. Constantemente fueron acosados por jefes locales en quienes el general Víctor Rodríguez delegó la responsabilidad de combatirlos. El 26 de mayo de 1900 el general José Antonio Dávila supo que el “Mocho” había pasado por El Pao rumbo a la Sierra de Carabobo. Emprendió una marcha de aproximación y al día siguiente, después de una hora de combate Hernández decidió la retirada. Dávila lo alcanzó y lo hizo prisionero ese mismo día. Así concluyó la empresa bélica de Hernández contra Cipriano Castro, con el “Mocho” reducido a prisión. Fuentes ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA.

Caracas, 1899-1900.

Archivo de José Manuel Hernández.

Diario de Campaña llevado por un Jefe del Ejército Expedicionario sobre la facción Hernández. 1899-1900. Valencia, archivo privado, 1900.

ANÓNIMO.

José Antonio. “El Mocho” Hernández, papeles para su estudio. Caracas, Facultad de Humanidades y Educación UCV, 1978.

ARMAS CHITTY,


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VETENCOURT, Roberto. Tiempo

de caudillos. Caracas, Italgráfica, 1994.

RANGEL, Domingo Alberto. Los andinos en el poder. Mérida, Venezuela, Talle-

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REPÚBLICA DE VENEZUELA. Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, Nº 3.

Caracas, 1959.


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LEÓN CROIZAT-CHALEY: CIENCIA E HISTORIA Carlos González Batista (*)

Por la magnitud de sus contribuciones a la biogeografía quizá sea León Croizat-Chaley el científico más relevante que hay vivido entre nosotros en el siglo XX. No fue enteramente venezolano, como no lo fue de ninguno de los otros países donde vivió, Italia, Francia y Estado Unidos. Croizat, cuyo título académico era el de abogado, fue además muchas otras cosas: historiador, lingüista, pintor, poeta..., un hombre realmente universal. Como científico puso en cuestionamiento aspectos esenciales de la teoría de Darwin, e hizo aportes que renovaron el estudio de la evolución de la vida en el planeta. Vivió más de tres décadas en el país, inmerso en sus investigaciones e iniciativas. Desde Caracas publicó sus principales obras, siempre con escasa resonancia en nuestro medio, y muy variada fortuna en el exterior. Vivió en la perfecta anonimia que depara la relativa fama, aquella doméstica que domestica y vuelve tolerable lo excepcional. También fue (conscientemente) ignorado y hasta rechazado por muchos de sus pares, tanto por su modo personal de abordar el ejercicio científico como por su carácter, en ocasiones difícil. Fue un trabajador infatigable y apasionado, como ha habido pocos en el campo de la ciencia, dejó un legado, que en su magnitud física llegó a alcanzar unas quince mil páginas impresas. Vivió en buena medida al margen del mundo universitario y académico. Pese a su jerarquía científica, jamás recibió un doctorado honoris causa, ni se le invito a ingresar a alguna de las academias, así fuera como socio correspondiente. Sus pequeños honores los obtuvo en Coro, donde vivió doce años. Había nacido en Turín en 1894 y falleció en la ciudad de los Médanos una madrugada de noviembre de 1982. (*) Miembro Correspondiente por el Estado Falcón.


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Si bien para un historiador el tema de la biogeografía puede resultar arduo, tratándose de Croizat su universalidad y enorme cultura favorece el acercamiento, dado el entendimiento que el mismo científico propiciaba con otras disciplinas y eminentemente con la historia. La primera versión de este trabajo fue redactada en los primeros meses de 2002, en el vigésimo aniversario de su muerte. Las páginas que entonces llegamos a escribir tenían como objeto acompañar un inventario de sus escritos, a modo de introducción, sin embargo no llegamos a concluirla por diversos motivos. Desde entonces mantuvimos el asunto en reserva hasta comienzos de este año cuando sin entender muy bien el porqué hicimos de lado todo lo que nos ocupaba para retomar esta reseña biográfica. Ya olvidado su propósito original, las páginas ahora escritas deberían reflejar algo del interés que en nosotros ha sabido despertar este interesantísimo personaje. Que de las dificultades inherentes a un universo paralelo, apenas entrevisto, puedan derivarse fallas, somos plenamente conscientes, pero ello no habrá de impedir la divulgación de su legado. Podemos vernos como un agente más de la naturaleza humana, la suya que vivirá en la nuestra, y la nuestra que será una de las tantas vías elegidas para su distribución y adaptación, con mayor o menor fortuna según el caso. Dicho esto sólo resta afirmar que nos resulta necesario, incluso perentorio, dar a conocer, también entre los historiadores de vocación, que no de mero oficio, la estimulante personalidad intelectual de León Croizat. Así como cada especie supone de algún modo toda una biota o ámbito biogeográfico, cada mente recibirá el mundo de Croizat a su aire, imponiéndole su propia evolución en el tiempo y el espacio. Un autor no debe esperar más, es de sobra suficiente. León Croizat-Chaley, padre de la panbiogeografía, nació en Turín el 16 de junio de 1894 en el seno de una familia de origen francés1. Los Croizat procedían de la región de Saboya, situada al sureste de Francia, relacionada desde siempre con Italia. Era suya una estirpe antigua y de relevancia, de lo que pudiera definirse como pequeña nobleza de provincias. En su senectud el

1. Fue llevado a la pila bautismal con los nombres de “Léon Camille Marius”. Así, en francés, los transcribe R. Schmid, del Departamento de Botánica de la Universidad de Berkeley en California, a pesar de que la familia Croizat ya tenía bastante tiempo viviendo en Turín. Vid. Rudolf Schmid, “León Croizat´s standing among biologists”. Este artículo, sin adicionales referencias se conserva en el Archivo Croizat. (Archivo Histórico del Estado Falcón (AHEF), UNEFM, Coro.


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científico haría memoria de algunos de sus parientes, entre los que figuraban personajes tan disímiles como San Francisco de Sales, el Conde de Lamartine, o la revolucionaria Mme. Roland2. Su padre, el ingeniero Víctor Croizat se había establecido, al parecer muy joven, en el Piemonte, junto con su esposa Marie Chaley, originaria de Grenoble. En su casa se hablaba comúnmente francés y lo mismo ocurriría en su propio hogar años más tarde. Léon o Leone, franco–italiano, o italo-francés, poco importa, lo cierto es que esta dualidad cultural resulta esencial en el fundamento vital del científico, producto de aquella particular modulación del taxón Croizat, para decirlo con sus términos. Su padre, a la vanguardia empresarial de su tiempo, fue lo que los franceses llaman un entrepeneur, pionero en la exploración y explotación petrolera en Italia y Rumania, así como en las industrias eléctricas y automovilística de Turín, donde llego a existir, según nos informara el profesor M. Zunino, de la Universidad de Urbino, hace algunos años, la firma “Peugeot-Croizat”3. El núcleo familiar se deshizo con el temprano divorcio de sus padres en 1900, León Croizat tenía apenas seis años de edad, y este suceso, que pudo verse como un pequeño escándalo en el seno de la sociedad turinesa, sería para el niño un cataclismo personal, ingente como en otro plano pudiera ser la fractura de un continente, cesura y nueva dualidad que se suma a la anterior, y también con el tiempo, una nueva síntesis. Craw, quien obtuvo oportuna información del científico, aunque también a través de Gareth Nelson, refiere la ruina paterna a consecuencia de prolongadas disputas legales, y el subsecuente desinterés por los negocios de Croizat padre, quien fallece en 1915, en plena Guerra. Su infancia y adolescencia coinciden con un momento de extraordinaria efervescencia empresarial en Turín, reflejada en la Exposición Internacional allí celebrada en 1911. Había en aquella antigua pero renovada urbe, decenas de miles de obreros industriales y una culta y activa burguesía; pero además de haber allí un ambiente fabril era un ámbito, el turinés, de pro2. R.C. Craw, “Never a serious scientist: The life of Leon Croizat”, en Tuatara (1984). 27:5-7.

Las ramas familiares habían experimentado con el tiempo muy diversa evolución y fortuna. Así, Ambrose Croizat, hijo de obreros y comunista llegaría a ser Ministro del Trabajo en el primer gabinete del general De Gaulle. Moriría en febrero de 1951. Era natural de Notre-Dame-de-Briançon en Saboya, pueblo donde le fue erigido un monumento, a la memoria de este “grand artisan du progrès social”, según reza el recorte de prensa que conservaba el científico.

3. Zunino estuvo en Coro en febrero de 2002, durante un homenaje rendido a L. Croizat. Pronunció entonces una interesante conferencia.


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funda tradición histórica ligada en no escasa medida, a la casa, para entonces reinante, de los Saboya. Aquella extracción social se traducía inevitablemente en una específica senda de obligaciones las cuales debían asumirse desde temprana edad. Preparar a Croizat ainé para el mundo pasaba por una esmerada educación. Estudió en el más selecto colegio de Turín, el Instituto Sociale, regentado por los padres Jesuitas, aunque sus estudios de secundaria los concluyera en el liceo V. Gioberti en julio de 1913. Su pasión por las ciencias naturales4, alimentada por su amistad y frecuentes visitas al conde Mario Peracca5 se vió contrariada por la voluntad paterna, quien a ultranza deseaba hacerlo ingeniero o abogado, profesiones cuyo prestigio y normalidad resultaban más afines al nivel social y los intereses económicos familiares. En respuesta al deseo paterno, Croizat, a quien según confesión propia, no le gustaban las máquinas ni las matemáticas, llegó a un acuerdo: aceptó inscribirse en la Facultad de Jurisprudencia de la Real Universidad de Turín, a la par que se veía obligado a ingresar al servicio militar (enero de 1914); a cambio, una vez culminado dicho servicio, cursaría Ciencias en paralelo con la carrera jurídica. Víctor Croizat aceptó la solución aportada por el hijo, suponiendo tal vez que aquel ardor científico amainaría con el tiempo6. En todo caso, L. Croizat recibió la mejor educación a la que podía acceder un joven de su clase en el Turín de entonces. De la educación recibida así como de su calidad intelectual darán testimonio sus mismos trabajos científicos, todos ellos penetrados de cultura como vida, de ese tan infrecuente y precioso sentimiento de la cultura, que es también un clima personal y en ocasiones una fuerza contra las adversidades del mundo. Al estallar la guerra en agosto 1914 Croizat será movilizado y no abandonaría la milicia hasta 1919, con el rango de capitán de infantería7. Aún

4. Craw utiliza un término más feliz y preciso: “Living nature”. 5. Craw, Op cit, p. 5-7. Mario Giacinto Peracca además de ser un consumado herpetólogo, había instalado en su casa un terrariun con reptiles y anfibios. El conde era doctor en zoología y había sido discípulo de D. Rosa. 6. Esta información se recoge en una hoja mecanografiada de su archivo que pudimos consultar en 2002. Archivo Histórico del Estado Falcón, Archivo Croizat, Manuscritos (sin clasificar), 1 f. 7. Craw, Op cit.


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de servicio, en 1917, había casado con la joven Lucía Gariglio. Un primer hijo nacería en Trípoli, Libia, para entonces colonia italiana8, en medio de un panorama cuando menos inquietante: el padre fallecido durante la Guerra, los negocios familiares inexistentes o quebrados, y una posguerra dura como todas, factores que tornaban especialmente dificultosa la supervivencia para alguien que estrenaba familia y pobreza en tierra extraña, y aún sin título profesional. Refiere Croizat que el gobierno italiano en vista de las especialísimas condiciones, determinadas por la Guerra, había convalidado los años de servicio militar con los años lectivos en la Universidad, de manera que al cabo de la misma sólo debía presentarse el llamado “examen de laurea”, lo cual no dejaba de ser una enormidad. Durante algunos meses se preparó con ahínco, obteniendo el grado universitario de Doctor Jurisprudentiae por la Universidad de Turín el mismo año que le dieron de baja en el ejercito: 19199. Se había propuesto ingresar al Instituto Superior de Agronomía de Rennes, Francia, pero la necesidad de trabajar para subsistir se lo impidió. Siempre ardoroso defensor de sus ideas, el surgimiento de Mussolini y su inconformidad con aquel régimen oscuro lo indujeron a emigrar, en su decisión debió pesar tanto como ello, su misma precariedad económica. Era el sueño de la época, hacer la América. “No nos fue nada fácil (relata) conseguir dinero y pasaporte, pero en los primeros meses de 1923 nos encontrábamos en Nueva York como inmigrantes”10. En aquellos primeros años y metido en un minúsculo apartamento con su familia, llevó una vida de privaciones y hasta de miserias, no era la menor de ellas la necesidad de desempeñar trabajos modestos y heterogéneos11, como vía de escape comenzó a interesarse por la pintura a la 8. Se le impondría el nombre del abuelo, Víctor. Andando el tiempo llegaría a ser coronel del ejército norteamericano y destacado historiador militar. Su hija Georgette nacería en 1922. 9. Craw nos dice que fue en 1920, pero el diploma de abogado se conserva en su Archivo con la fecha exacta 10. Morrone ha aclarado, tras consultar las Memorias de su hijo Víctor (Journey among warriors: The memoirs of a marine, Shippensburg, 1997), que Croizat, ciertamente emigró en 1923, pero su esposa e hijos, llamados por él pater familias arribaron al año siguiente. Así lo expresa el hijo al cabo de su vida: “One of my vivid memories of our Journey to America is of a violent storm at sea. Another is of awesome Statue of Liberty emerging from a cold mist on the morning of February 29, 1924…”. Victor Croizat, Op cit, p. 5. He tenido acceso a este texto gracias a la generosidad del científico J. J. Morrone. 11. Sigo con esto a Craw (Op Cit): “Seeking refuge from the drudgery of his daily routine…”, etc.


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acuarela, donde alcanzó algún éxito, pues logró exhibir su obra públicamente. Su situación económica iba mejorando paulatinamente, hasta el punto de que en 1928 la familia se permitió un viaje a Francia y en el balneario de Aix-lesBains pasaron una temporada. Tras la quiebra de Wall Street y en la etapa más severa de la depresión que había provocado también el hundimiento del mercado artístico, sobre todo el de arte contemporáneo, tomó la arriesgada decisión de proseguir su carrera en París, en lo que sería su segundo retorno desde América. Suponía Croizat que allí las condiciones de vida no serían tan difíciles, pero estaba por completo equivocado. Su hijo Víctor, en sus Memorias, recuerda aquel viaje realizado en la primavera de 1930. Allí la situación no era mejor que en América y para colmo de males no podía ejercer otros oficios por haber ganado la ciudadanía estadounidense (1929), lo que lo convertía en extranjero en la tierra de sus mayores. Varado allí con su familia, sin trabajo, y sin dinero para el pasaje de vuelta, sólo un hecho providencial (la venta en Nueva York de una de sus acuarelas) le permitió regresar12. Mucha fe en su arte debió tener Croizat para arriesgarse con su familia a pasar de una precariedad a otra, esta vez en París. Su nueva emigración, cuyo objetivo era hacerse un nombre en el mundo del arte resultó un fracaso. Su pintura, a juzgar por las escasas muestras conocidas, de profundo naturalismo (nos hubiera extrañado que no fuera así), estaba al margen de los movimientos artísticos en boga: el surrealismo, la abstracción, o el expresionismo, además el mercado artístico parisino estaba entrando en la decadencia. Todo ello debió pesar más en su conjunto que “The extremely corrupt nature of the Parisian art world”, que dio como razón central a Craw. Lo cierto es que aquella experiencia parisina representó un choque para sus aspiraciones artísticas al encontrarse con un mundo ajeno donde su modo de concebir el arte no tenía lugar13. La confrontación parisina debió ser lo suficientemente fuerte 12. Así lo narra el hijo: “After a difficult year during which my parents despaired of serving enough to return to the United States, news arrived that a watercolor he had dashed off one Sunday morning had been sold by his New York art dealer for the needed passage money”. Víctor Crozait, Op. cit., p. 5. 13. En 1979 escribió en Coro un artículo (El Falconiano, Coro, 22/IX/1979, p. 4), bajo el título, “Lo bello nos salvará”, haciéndose eco de una obra de su admirado Solzhenitzin del mismo título. De su lectura se puede derivar su ideario estético, y su radical juicio a favor del arte naturalista y clásico, así como su enfrentamiento a lo que pudiésemos definir como la modernidad. Para Croizat


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para hacerle cambiar de rumbo en forma definitiva, pero aunque en receso nunca dejará de considerarse un artista, y ello parece importante para entender su forma de hacer ciencia y hasta su temperamento. Su retorno a América significó también su alejamiento del medio artístico y su dedicación, poco menos que absoluta, al mundo de la ciencia. Carente de un verdadero hogar desde muy niño hasta que formó el suyo, y del medio social al cual pertenecía desde su nacimiento, siguiendo la cadena de íntimos destierros saldrá también del ejercicio artístico, como de otro país14. Debió ser aquel un momento de crisis personal. Destituido casi de todo no tardará en determinar su verdadero territorio y hundirá allí sus raíces como un árbol formidable. Desde entonces su historia será una con la historia de la vida en el planeta. Salvo la frustrada mudanza al país galo en 1930 y otro corto viaje a fines de 1938, cuyo final pudo haber precipitado el estallido inminente de la Segunda Guerra15, permaneció en Nueva York y Bostón entre 1923 y 1947. En el Arnold Arboretum de la Universidad de Harvard trabajaría durante los diez últimos años de aquel período americano, como asistente técnico de su director, el Dr. E. D. Merrill, a quien había conocido años atrás mientras identificaba plantas para el sistema de Parques de Nueva York16, ocupación que regularizó su modesta posición económica. Aquel trabajo augural le había permitido investigar y publicar no menos de 23 trabajos científicos antes de su traslado a Boston. En Harward, refiere Morrone en su utilísimo trabajo, “tuvo a su disposición un importante jardín botánico, un enorme herbario y una riquísima

lo “bello” tiene que ver con los valores académicos tradicionales; los juicios emitidos sobre Picasso y Miró, por ejemplo, son simplemente impresentables, no así (comprensiblemente), sobre Dalí, quien según su criterio, por lo menos “sabe dibujar”. 14. Alguna vez dirá: “La vida misma es bajo muchos aspectos intrínsecamente cruel”. Vid su estudio, Referencias históricas sobre Girolamo Benzoni y su “Historia”, prólogo a la obra de este último, La Historia del Mundo Nuevo, ANH, Caracas, 1967, p. LXX. 15. Se conserva en el Archivo coriano el pasaporte americano expedido el 2 de noviembre de 1938. Los Croizat llegaron a Inglaterra aquel mismo mes, el 28 de noviembre se encontraban en Londres y el 15 de diciembre entraron a Francia por Calais. En el país galo pasaron la navidad. Por las Memorias de su hijo sabemos que visitaron a sus parientes en el sureste francés, en el pueblo de Ceyzerieu, alojándose en la imponente casa familiar del siglo XVII (V. Croizat, Op. cit, p. 5). El 4 de marzo de 1939, aún en pleno invierno, salieron de Francia por el puerto de Cherburgo. Jamás aquella familia volvería a estar reunida en un viaje transoceánico. 16. Merrill, como informa Morrone, era a la sazón director del jardín botánico del Bronx.


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biblioteca”17, es decir, y por vez primera, un ambiente de trabajo adecuado. En su desempeño laboral le fue de mucha utilidad su conocimiento de lenguas (tenía ocho, incluyendo el ruso y el alemán), pero también en morfología y otros aspectos botánicos18. En Boston disponía de cierto tiempo libre, ello le permitió dedicarse a estudiar el pensamiento y la historia botánica desde sus orígenes. Con sus observaciones y notas llenó unas cuatrocientas libretas que, como informa Craw, basándose en el mismo Croizat, conformaron una base de referencias para su obra ulterior. Al realizar en 2001 un inventario sumario de su archivo personal, contamos más de quinientas de estas libretas de apuntes19. Fueron años de fructífera labor científica. Fue también en Harvard donde inició el desarrollo de su concepción biogeográfica, lo cual parece ocurrir en los tempranos años cuarenta del pasado siglo, y sería divulgada a partir de la siguiente década en una serie de publicaciones, cruciales en este campo. La génesis de aquel método lo ha precisado el mismo Croizat: “Mi interés en problemas de repartición [biogeográfíca] nació cuando, ocupado en [...] la clasificación del género botánico Euphorbia, me vino a [la] mano [...] el trabajo de un colega japonés que afirmaba haber recolectado en la cumbre más alta de la isla de Taiwán, el Monte Morrison, la especie Euphorbia orientalis. Rechacé de pronto –por inocent– la posibilidad de que la misma especie se diera completamente aislada en los Montes de Armenia y de Taiwán a través [ de] unos 2.000 kilómetros de altas montañas en [las] que estas plantas no han sido encontradas. En vista de que me fuera imposible conseguir en aquel tiempo para [un] cuidadoso examen, muestras de la planta de Taiwán conservadas en herbarios de Japón, apoyándome en algunas leves discrepancias en los textos, en que se describían

17. Morrone, “Entre el escarnio y el encomio: León Croizat y la panbiogeografía”, en Interciencia (2000). 1:42. 18. R.C. Craw, Op. cit. 19. Son libretas pequeñas, de formato apaisado, escrupulosamente numeradas, donde el texto se ilustra con croquis y dibujos. De ellas algunas habían sido cedidas antes de año indicado, y no sabemos bajo qué condiciones, a una universidad neozelandesa. El resto lo atesora actualmente el Archivo Histórico del Estado Falcón, dependencia de la Universidad Experimental Francisco de Miranda.


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respectivamente las plantas de Armenia y de Taiwán, me atreví a publicar una nueva especie, E. calonesiaca para estas últimas Algo más tarde, en la oportunidad de la visita a la Universidad de Harward [...] de un botánico japonés de alta cuna, pude gracias a su intervención, conseguir el préstamo de la putativa E calonesiaca, dándome de inmediato cuenta de que no había ninguna diferencia de valor específico entre las plantas de Armenia y Taiwán” 20. Pudo así comprobar la justeza de lo afirmado por el botánico japonés y con ello se abrió progresivamente ante él, su propio “camino a Damasco”, la revelación que cambió su vida. Al llegar a Venezuela en 1947 traía consigo el manuscrito de su primer libro, titulado Manual of Phytogeography21, que publicará en La Haya cinco años más tarde. Aquella opera prima, de casi setecientas páginas sería calificada por Corner en 1959 como “la contribución más importante [al conocimiento de] la distribución de las plantas y animales que haya aparecido”22. Se lo dedicará a su amado padre, y lo hará sobriamente, en la lengua habitualmente usada por ellos en su hogar de Turín, el francés: “En souvenir de mon pére, Víctor Croizat, Chambery (Savoie) 1856 –Torino (Piemonte) 1915”. Si bien su obra científica mayor sería publicada y divulgada desde Venezuela a partir de 1952 (se haría ciudadano venezolano al año siguiente), no es menos cierto que los prolegómenos de su método habría que precisarlos en el Arnold Arboretum de la Universidad de Harward.

20. En su artículo, “La Biogeografía según mi punto de vista”. Artículo al parecer inédito, preparado a todas luces para el VIII Congreso Latinoamericano de Zoología, celebrado en Mérida (Venezuela) entre el 5 y el 11 de octubre de 1980, y al que seguramente, por razones de salud no habría podido asistir. M. Heads y Robin C. Craw reseñan solamente el resumen de la ponencia en su “Bibliography of the Scientific Work of Leon Croizat, 1932–1982”, en Tuatara (1984), Vol. 27, Nº 1, p. 18. Lo hemos consultado a través de la Web. El artículo en sí, lo pudimos consultar en 2002 en el Archivo Croizat depositado actualmente en el AHEF–UNEFM. Croizat había publicado en 1938 un artículo sobre la presunta nueva enforbiacea bajo el título: “A misinterpreted formosan species Euphorbia Calonesiaca spec. Nov”, en el Arnold Arboretum Bulletin, Vol. N 1, serie 4, Nº 5. A este episodio, crucial en su trayectoria científica dedica Croizat unos párrafos en su artículo, publicado posteriormente: “Mayr vs. Croizat: Croizat vs. Mayr–An Enquiry”, en Tuatara (1984), 27:64. 21. Manual of Phygeography ar. An Account of Plant Dispersal Throughout the world, Junk, La Haya, 1952. 22. Vid. Morrone, Op. cit., p. 45.


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Croizat y Darwin Sus investigaciones en los tempranos años cuarenta del pasado siglo le hicieron desechar algunos supuestos generalmente aceptados en el campo biogeográfico y a contestar, desde luego, aspectos de la teoría evolucionista, aprestándose a reinterpretarla a la par que desmontaba, según sus palabras, la “leyenda darwiniana”. Croizat apreciaba, y aún admiraba, la calidad observadora de Charles Darwin, pero no tenía tan buen concepto de él como pensador, falla que le llevó según el científico turinés a errar en puntos fundamentales La reflexión sobre el “caso” Darwin resultaría un eje propulsor fundamental en su biografía de hombre de ciencia: el Darwin repensado según su propia digestión científica. El acopio informativo hecho por Darwin habría sido suficiente para “cimentar en forma duradera e irrebatible una doctrina completa de [la] evolución orgánica”23, pero su comentada incapacidad como pensador le impediría reflexionar de manera adecuada sobre “el tesoro que tenía en sus manos”24. En vez de aplicarse a hacerlo se lanzó en un mare magnum teórico, propio y ajeno a la vez, que le desvió de aquel propósito25. Según Croizat, en el poderoso río de la evolución orgánica se hace necesario en primer término ver el río como tal, de un extremo a otro, de arriba abajo, determinar sus elementos principales, y “formar [...] ideas de fondo tanto en torno a la especie como a la familia, a la mutación como a la adaptación”26. Darwin por el contrario olvidó el río para escudriñar uno de sus incontenibles meandros: el origen de la especie. En la obra del científico inglés advierte la creencia en leyes de crecimiento independientes de su tan llevada y traída selección natural, y concede mayor importancia a esta última cuando en realidad actúa en el margen que las leyes de crecimiento –Croizat dixit– “le ofrecen a sus embates”. Por otra parte confiesa su insatisfacción ante la idea darwiniana del centro de origen de la especie, y sus “misteriosos” medios de dispersión. Con ello el inglés falseaba

23. Manuscrito sin título de una entrevista, al parecer ficticia, escrita en Coro y en todo caso fechable después de 1972. Copia de la misma en el Archivo Croizat, AHEF–UNEFM. 24. Ibidem. 25. Ibid. 26. Ibid.


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“de golpe todo el curso de la investigación [sobre] la evolución en cuanto a tiempo y espacio [...] se refiere”27. Una reflexión cabal, fundamentada en los hechos, probaría justamente lo contrario. Ante aquel postulado darwiniano del misterio dispersivo, Croizat nos dice: “Sostengo sin embargo que la suma total en la distribución de animales y plantas demuestra sin lugar a duda que nada hay de casual o misterioso en el cosmos de la biogeografía, del mismo modo que tampoco lo hay en el cosmos de la astronomía. En ambos, infinitos seres y cosas actúan a través del espacio sin fin y del tiempo incesante28. Existen aspectos de la evolución que no aclara la selección natural, ni dependen de ella sino de las leyes de crecimiento, más poderosas al decir de Croizat que la misma selección natural, y advierte: el elemento que determina en forma decisiva, sí puede o no haber “selección natural” es la herencia...”29. En sus años finales publicaría en Coro entre otras reflexiones una síntesis de sus observaciones a la obra de Darwin, tal vez a petición del entonces rector de la universidad local Tulio Arends, también científico. Allí vuelve a referir la presencia de inconsistencias en el pensamiento del científico inglés, como ocurre al cortar todo un razonamiento con explicaciones axiomáticas30, además de atribuirle incapacidad para descubrir o discernir los aspectos realmente esenciales del asunto que tuviese entre manos. No solo analiza la obra sino la “forma mentis”, la forma de pensar de aquél, y eso lo conduce a cuestionar la omnímoda presencia de la “selección natural” en la evolución de las especies31. Hasta el final de sus días Croizat no cejaría en su apostolado antidarwinista.

27. Ibidem. 28. Traducción del autor. Vid. L. Croizat, “Deductión, Induction, and Biogeography”, en Systematic Zoology, 1978, p. 211. Fotocopia en el Archivo Croizat (AHEF–UNEFM), sin otras referencias. Reseñada por Heads y Craw (Op. cit.). 29. León Croizat, “Cosas y casos de la evolución orgánica” en El Falconiano, Coro, 23 / XII / 1978, p. 4. 30. Dice: “En suma, Darwin razona de manera atinada hasta que tropieza con algún axioma teórico de su cuño, como por ejemplo, la “selección natural”, o la “lucha por la existencia”, en cuyo caso de inmediato fracasa toda su forma de pensar”. Vid. “El pensamiento de Carlos Darwin”, en Cultura Falconiana, Nº 4, UNEFM, Coro, 1981, p. 376. 31. Ibidem.


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Si bien se mira no es la suya una actitud contra Darwin sino a favor de la verdad, o para ser precisos de lo que Croizat consideraba como tal. No deja de hacernos recordar su actitud aquel refrán recogido o versionado por Guimares Rosa en Gran Sertón: Veredas: “con quien mucho se evita se cohabita”. No habla todo ello sino de la profunda convivencia científica de ambos hombres y de ambas obras. La Panbiogeografía La panbiogeografía es un método científico, pero si se nos permite decir sin ambajes, es también la historia del planeta, o parte sustancial y básica de esa historia de la Tierra. Geografía y vida “evolucionan juntas”32. Morrone en su trabajo sobre Croizat (Morrone, 2000) la define como un “método de la biogeografía histórica que supone que las barreras geográficas evolucionan junto con las biotas”33. En Space, time, form: The biological symthesis Croizat recoge dos nociones básicas, la primera: que la “evolución orgánica es función del espacio, el tiempo y la forma, y la segunda: que de esos tres factores al espacio corresponde en primera instancia la panbiogeografía, pero el espacio “necesariamente interactúa con el tiempo y la forma, esa totalidad interactiva es la materia de la biogeografía, o para decirlo en términos croazatianos, de la panbiogeografía. Al dispersalismo darwiniano fundamentado en la identificación de un centro de origen de la especie para desde allí reconstruir su historia biogeográfica, Croizat ofrece una concepción alterna mediante el método panbiogeográfico34. El azar dispersalista darwiniano determinaba que los taxones tuviesen evoluciones diferentes, en tanto que para Croizat las barreras geográficas al afectar a más organismos daban lugar a patrones de distribución repetitivos y no individuales, y éste fue un aporte esencial para el conocimiento de la historia de la vida en la Tierra35. En su defensa final del método, publicada

32. Croizat en Morrone, Op. cit., p. 43. 33. Morrone, Op. cit., p. 43. 34. Ibidem. 35. Ibid., p. 44.


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póstumamente36 lo define en forma breve, traducido libremente el texto, dice lo siguiente: “Yo “inventé” la “panbiogeografía”. Tengo escaso crédito por ese descubrimiento porque solamente afiné el Método que desde hace cuatro centurias puso a Kepler en situación de traer a la Tierra la ley de los cielos. Este Método –lo es por no significar una teoría [...] -consiste pura y simplemente en hechos acumulados, encauzados gráficamente por órbitas de trazas, [y] finalmente contrastándolos sobre una base estadística en orden a extraer las causas y reglas del ser que ellos fácticamente demuestran tener” 37. En aquel artículo se cita directamente a Kepler en dos ocasiones, la anterior y cuando en la página 55 hace referencia al carácter controvertido de la teoría de Darwin. Pero la presencia de Kepler no concluye allí, diez páginas más adelante38, hay una clara alusión al gran astrónomo alemán, al relacionarlo con una cita de Ian R. Ball: “Para mí, la construcción de Croizat significa liberación. Una vez que escapamos de la necesidad de buscar restringidos centros de origen, y de la necesidad de trazar rutas de dispersión desde esos centros, y una vez que hemos visto las posibilidades desplegadas por conceptos de vicariance y diferenciación formal, entonces un nuevo mundo de ideas se abrió ante nosotros”39. Croizat aprovecha las palabras de Dr. Ball para entonces zoólogo del Real Museo de Ontario, para comparar el daño provocado en la cosmología por la creencia en la orbita circular de los planetas, establecida desde la Antigüedad hasta que los descubrimientos de Kepler la echaron por tierra.

36. Nos referimos a su polémico artículo, “Mayr vs. Croizat: Croizat vs. Meyr –An Enquiry”, en Tuatara. (1984). 27: 49-66. 37. “I “invented” the “panbiogeography”. I can take little credit for such a discovery, because I was merely refurbishing the Method that four centruries before my time, had put kepler in the condition of bringing down to carth the law of the skies. This Method-it is by no means a Theory (notice the difference please!)- cosists purely and simply in accumulating facts, finding a way to render them graphic by orbits of tracks, finally comparing them on a statistical basis in order to abstract the causes and rules of their being what they Factually happen to be”. Ibidem, p. 50. 38. Ibidem, p. 65. 39. Ibidem, p. 50. El artículo de Ball apareció Systematic Zoology (1976). 24: 407-430.


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Llama la atención la referencia Kepler y sobre todo el parangón establecido entre ambos métodos. Nos encontramos, como tantas veces ocurre en Croizat con el recurso de la historia, de la historia de la ciencia en este caso. La insistente presencia del alemán nos hace suponer que los contactos entre ambos debe ser múltiples y un lector, avezado en los escritos de Croizat podría encontrar otros paralelismos, pero al menos podemos espigar algunas afinidades preliminares. • Una sólida base humanística que incluye el dominio del latín y conocimientos de griego (Croizat). • Asistimos en Croizat a la fusión de botánica, zoología, paleontología, geología, geografía (e historia), del mismo modo Kepler, a caballo entre los siglos XVI y XVII, había fusionado buena parte del saber de su tiempo: Cosmología, astronomía, astrología, física, matemáticas, geometría, e incluso música y teología. Croizat se opondrá a la fragmentación del conocimiento, imperante en Occidente desde la muerte de Kepler40. • La observación detallada y constante de los hechos. • La formulación de reglas y normas como resultado41. • La búsqueda de la verdad sacrificando la autoridad científica cuando, según su opinión, la entorpecía y negaba, (esa “bete noir” fue para Croizat sobre todo Darwin), y que nos hace recordar las tajantes palabras de Kepler al descartar las ideas cosmológicas de la patrística cristiana: “...pero para mí más sagrado que todo eso es la verdad” 42. Ojalá se entienda bien el alcance de estas líneas que sólo pretenden establecer afinidades, y de ninguna manera equiparar obras lo cual sería no sólo pueril, sino también un despropósito. En Croizat, su estudio de la vida del

40. La verdadera finalidad de los titánicos esfuerzos de Kepler no fue otra (al decir de su biógrafo Kaestler) que “desnudar el secreto definitivo del universo en una síntesis global de geometría, música, astrología, astronomía y epistemología. Fue el primer intento de esta clase desde Platón, y el último hasta nuestros días. Después de Kepler, se produjo de nuevo la fragmentación de la experiencia...” 41. La observación detallada conjugada con la generalización abstracta constituye la gran novedad del método kepleriano. 42. En la introducción a su Nueva Astronomía (1605), citada por A. Koestler, Op. Cit., p. 102.


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planeta, proseguía con la historia del hombre, como veremos en su lugar. Los hechos, no solo se constataban sobre una base estadística, sino sobre la vida humana, en un registro tan amplio que puede ir desde la historia de la botánica hasta las diatribas en el mundo de la biogeografía, dotándola de una perspectiva inédita. ¿Habrá observado Croizat en algún momento, que sus ideas y la polémica en torno a ellas habría podido suscitar un mapa, una “orbita de trazas” paralela a la del mundo biogeográfico que tan arduamente estudiaba?. En la descripción hecha por Morrone del método panbiogeográfico resaltan los siguientes pasos, que hemos condensado al extremo: En primer lugar la determinación de un trazo propio para cada taxón bajo estudio, dicho trazo se expresa en una línea distributiva sobre el mapa, a esas líneas básicas se les determina una dirección o sentido que pudiera ser “algún rasgo geotectónico, como [por ejemplo] una plataforma oceánica, atravesada por el trazo”43. Tras la determinación de estos trazos individuales, se estudian sus afinidades con el objeto de determinar trazos generalizados, y la convergencia de trazos generalizados en un espacio determinado dan lugar a los nodos, lugares de profusa convergencia biogeográfica44. Vería Croizat la investigación científica más como un trabajo creativo que como especulación. Postulaba más un trabajo arduo que filosofar sobre

43. Ibid., p. 44. 44. Por su parte R. Pérez Hernández describe así el método “...la biogeografía estudia la distribución de las plantas y los animales en el planeta y los zoólogos y los botánicos han subdividido esta ciencia en Zoogeografía y Fitogeografía respectivamente, marcando desde el siglo pasado [Siglo XIX] una separación neta entre ambas. Croizat siendo un eminente botánico nunca se limitó al estudio de la distribución de las plantas, sino fue más allá, corroborando las distribuciones de éstas con la de los animales y contrastándolas con la geología y en especial con la tectónica de placas, dándole a la biogeografía, un enfoque holístico, al cual denominó Panbiogeografía [...] la cual se fundamenta en cuatro aspectos importantes: 1. Estudio de los listados tanto florísticos como faunísticos y la marcación en un mapa de los puntos de cada una de sus distribuciones. 2. Posteriormente se unen los puntos de las localidades de los mapas para cada taxón y taxa relacionadas [...], a esto Croizat lo denominó Traza. Cuando se repite “n” veces esta traza simple, con las distribuciones de cada uno de los grupos considerados, se establece lo que Croizat llamó Traza Generalizada. La interpretación biogeográfica de esto viene dada como una biota ancestral que se encontraba distribuida ampliamente en el pasado, a lo largo de esa traza generalizada, y que posteriormente esta biota se fraccionó dando origen a las distribuciones que vemos hoy en día en localidades muy distantes”. Roger Pérez Hernández. “León Croizat y su aporte a la Biogeografía”. Fotocopia en el Archivo Croizat, AHEF–UNEFM.


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ella45. Pero también expresa que el fundamento del saber consistía, “en poner en claro, en forma lógica, el mínimo común de los hechos que nos rodean en este [...] mundo. Buscar y conseguir [...] la solución a un problema particular es sin duda útil, pero más vale [...] encontrar las leyes que aclaran todas las soluciones posibles”46. La anterior reflexión marca la diferencia entre capacidad y genialidad en el terreno científico. Prosigue Croizat: “Toda ciencia puede y debe repartirse eventualmente en “especialidades” de particular naturaleza, mas la ciencia en sí misma es universal en sus conocimientos, es decir, constituye una manifestación de cultura más que un alarde de tecnicismo”47. El científico por tanto debía ser culto, e inclusive muy culto, y él lo era48. La verdad, el hallazgo de esa nueva parcela de la verdad puede surgir de la estructuración de ideas a veces provenientes de campos diversos. El pensamiento de Croizat se abría al mundo, consciente de su infinita variedad y riqueza. Para utilizar una de sus expresiones diríamos que no se contentó con analizar y teorizar sobre un par de ladrillos de la Gran Muralla China, se propuso dar cuenta de la Muralla entera, con todas sus implicaciones. El símil es doblemente apropiado, pues Croizat también fue historiador. De hecho, su talante ecuménico, su universalidad intelectual, que observamos en múltiples rasgos de su carácter, contribuyó no poco al rango de su obra, precisamente por eso, por navegar a favor del devenir cósmico, no a contracorriente, o acotando una parcela en lo inmenso. Frente a las disquisiciones de sus especializados congéneres se presentaba como un simple científico tradicional, o menos, como un “fulanito de la vieja escuela”, según su decir. Debe entenderse bien el alcance de esta expresión, modesta sólo en apariencia; en realidad y creo no malinterpretarlo, en su fuero interno se consideraba, aún en vida, un clásico de las ciencias. León Croizat siempre fue muy consciente de su valía. 45. Dice Grehan: “One important aspect of Croizat´s work is its emphasis on method instead of theories”. La opinion de Grehan figura en su artículo “International significance of Croizant´s work and its importance to biology teaching in New Zealand”. Archivo Croizat (sin otras referencias). 46. León Croizat, “La biogeografía desde mi punto de vista”. Fotocopia en el Archivo Croizat (AHEF– UNEFM). 47. Ibidem. 48. En su escrito final contra Mayr, ya citado, al definir su método se refiere a la necesidad de ser imaginativos (contar con una “imaginación disciplinada”), y tener cierto caudal de cultura general. Croizat (1984), 50.


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Su panbiogeografía no tuvo en su momento el éxito esperado en el medio científico internacional. El mismo Croizat reconocería en sus años finales la escasa resonancia alcanzada por sus ideas, para ello esgrimiría distintos factores, entre los que no sería el menor el hecho de no haberlas formulado en el seno de una universidad o instituto de prestigio científico, desde alguno de los centros mundiales del saber, sino desde la periférica Venezuela y a título personal. Tampoco en su país de adopción, salvo contadísimas excepciones, sería reconocido sino hasta fechas tardías y por un reducido número de fieles. En todo caso, Croizat lamentaría que su método, si bien conocido en los medios internacionales no hubiera suscitado una escuela “Croizatiana”, que ahondara y prosiguiera su camino49. A pesar de sus quejas fue bastante leído y citado, aunque desde luego, no siempre de manera favorable, tal como dice Schmid, quien se ha dedicado a rastrear su obra y el efecto de la misma, con admirable detalle. Asegura este autor que las obras de biogeografía, morfología y sistemática de Croizat aparecen citadas a nivel mundial 667 veces entre 1953 y 198450, y en esta cuenta tal vez no figuren algunas referencias en nuestro ámbito. Pérez-Hernández compara la fortuna crítica de la obra de Croizat, cuyos trabajos fundamentales estaban ya concluidos e impresos en 1964, a la de un Darlington por ejemplo, quien había presentado en su momento una meritoria actualización de los mismos criterios dispersalistas utilizados por Darwin y Wallace51. No será sino hasta 1973 que la obra de Croizat comenzaría a remontar en el ámbito científico internacional, y a ser discutida abiertamente. En ello tuvo mucho que ver la obra de Gareth Nelson, ictiólogo del Museo de Historia Natural de Nueva York, publicada en Systemafic Zoology, bajo el título de “Comentarios sobre la Biogeografía de León Croizat”. Sin embargo, debería sobrevenir su muerte en 1982 antes de que sus ideas (y sigo en ello a R. Pérez Hernández) se estudiaran a fondo y fueran por así decirlo, descubiertas52. 49. Así hace ver en la ficticia entrevista que ya hemos citado. 50. Rudolf Schmid, “León Croizat´s standing among biologista”. Las páginas de Schmil surgen como reseña del artículo de Craw y Gibbs, “Corizat´s panbiogeography & Principia Botánica: Search for a novel biological síntesis”, e nTuatara 27: 1–75, 1984. Wellintong (Nueva Zelandia). 51. R. Pérez Hernández. Op. Cit. 52. Ibidem. De sumo interés son las páginas dedicadas por el Dr. J. J. Morrone, Op. Cit, p.44-46.


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Todo ello es cierto, sobre todo en lo referente a la estimación y consideración de su obra como un hecho creciente, pero el mismo Croizat, un breve currículum redactado en 1961 (para consumo nacional) afirmaba gozar de “fama internacional en el campo de la biogeografía general”, y agregaba que su Panbiogeography había sido acogida como: “La contribución más importante que se haya publicado sobre el estudio de la distribución de plantas y animales”, haciendo referencia al consabido juicio de E. J. Corner, profesor de botánica de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra53, citado más arriba. Pérez Hernández ha destacado las dificultades para sintetizar el aporte científico de Croizat, dado el enorme volumen de su producción54, a lo que debemos agregar la complejidad del tema y del estilo de su autor. Croizat en Venezuela Los servicios de León Croizat en el Arnold Arboretum cesaron en 1946 pero después de haber sido relevado de su cargo el Dr. Merrill55. Las dificultades para obtener en los EE.UU un trabajo similar debieron ser lo suficientemente considerables para hacerle aceptar una oferta de trabajo en la distante Venezuela. Aquel mismo año el botánico venezolano de origen suizo Henri Pittier inició los contactos para su traslado a nuestro país. Es de suponer que entonces Croizat no tendría la menor sospecha de la trascendencia que en su vida personal y profesional le depararía su nuevo destino ya superada la mitad de su vida: tenía cincuenta y tres años al arribar a Venezuela, dispuesto a renovar su vida hasta donde fuera posible. Algunas comunicaciones de ese mismo año refieren las gestiones que en nuestro país adelantaba Pittier para el viaje de Croizat y su esposa. A juzgar por el trato entre ambos podemos pensar que el intercambio epistolar había sido frecuente En un primer momento no pensaría instalarse en este país de forma permanente, pues se le ofrecía pasaje de ida y vuelta a la pareja. Estos pasajes fueron expedidos en febrero de 1947, es de suponer que en marzo, o a más tardar en abril de ese año estaría con su esposa en Venezuela. Arribaron 53. La opinión de Corner, según lo cita Croizat, en The New Phytologist (1959). 2:237. 54. El mismo Croizat afirmaría en cierta ocasión haber publicado cerca de 15.000 páginas. 55. Sobre las razones de su salida del Arnold Arboretum, puede consultarse con provecho los trabajos ya citados de Craw (1984) y J.J. Morrone (2000).


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al puerto de La Guaira en un barco de la Grace Line. Según lo acordado, de encontrarse Pittier en Caracas, lo recibiría en el puerto, de no ser así lo recibiría otro destacado botánico, el Dr. Tobías Lasser. En aquellas cartas se hacía mención de otro botánico de renombre nacional, Francisco Tamayo56. De manera que el científico estaría rodeado por los mejores botánicos del país, en un ambiente no tan confortable como el que dejaba atrás, en Boston, pero de muchas formas auspicioso. No parece que la esposa de Croizat permaneciera mucho tiempo en el país, al cabo retornaría a los EE.UU aprovechando el pasaje de vuelta. Croizat trasladó consigo su archivo personal reflejando con ello su intención de proseguir el curso de sus investigaciones anteriores en paralelo con sus nuevas actividades. Venezuela era un escenario estimulante para cualquier biogeógrafo, el científico se doblaba de viajero, en el sentido que podemos encontrar en la historia de la botánica, y en lo que a Venezuela respecta, desde el siglo XVIII. El país era de hecho un ilimitado jardín botánico, un laboratorio viviente que sus dotes de observador y su experiencia científica sabrían aprovechar. Pasó con Croizat lo que no ocurrió con aquellos viajeros de los siglos anteriores al suyo: no regresó a su país de origen, fue, guardando las distancias (de ambos lados) como si Humboldt en vez de regresar a Alemania hubiera decidido permanecer entre nosotros. En un currículum personal redactado en 1961, y que se encuentra entre sus papeles, refiere su llegada al país como botánico al servicio del Ministerio de Agricultura y Cría, pero también trabajaría en aquellos primeros años como profesor suplente de Botánica en la Facultad de Agronomía de la Universidad Central de Venezuela, para entonces con sede en Caracas (El Valle). Como biogeógrafo sentiría interés en explorar el territorio aunque no fuera un explorador nato, él mismo lo aclara en un artículo fechado en 1980; frente a un Cruxent, el eminente arqueólogo, director del Museo de Ciencias Naturales de Caracas al momento de su arribo, a quien califica como “hombre 56. Con Tamayo Croizat escribiría tres o cuatro trabajos, publicados en 1947 y 1949. Vid. Heads y Craw (1984). Tuatara I: 12. Tal vez sería Tamayo, que había trabajado en Falcón quien le habló por vez primera de las singularidades botánicas del cerro de Santa Ana y de otras zonas del territorio coriano. Tamayo fue uno de los primeros amigos de Croizat en el país, describió con el cuatro especies: Acanthocereus sicariguensis, Drocera cendeensis, Raputia larensis, y Sebastiana larensis. Cada una de ellas mereció un artículo de ambos; conociéndose tres de estos artículos enumerados por Heads y Craw (1984), aún faltaría por ubicar uno de ellos.


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de acción y de campo”, el se presenta más bien, como “hombre de biblioteca y naturalista investigador”57. No obstante ello exploró los alrededores de Caracas, Margarita (donde estuvo en 1948), y Mérida en 1951 y 195258. Pero seguramente fue su participación en la expedición destinada a descubrir las fuentes del Orinoco la más difícil de todas sus exploraciones. La iniciativa de explorar río arriba el Orinoco hasta dar con su origen partió de un grupo de franceses entre los que se encontraba el explorador Grelier 59 , el especialista en orquídeas Curet, Pellegri, quien actuaba como radiotelegrafista, e Ivanoff, quien fungiría de jefe de suministros. El gobierno venezolano pronto controlaría la iniciativa militarizando la expedición y agregando un componente venezolano formado por nacionales y extranjeros residentes en el país (entre ellos Croizat). Todo el grupo quedó sujeto al comando del mayor Franz Rízquez Iribarren, quién decidió uniformar e incluso armar a los expedicionarios60. Croizat fue designado “jefe” o responsable de uno de los pequeños grupos (a modo de pelotones) en los que fue estructurada por Rízquez la expedición. Croizat se jactaba en su vejez de ser, entre muchos, el que tenía mejor puntería. Durante la terrible marcha por la selva contrajo una “disentería amébica” que padeció durante meses y que lo debilitó por completo. Al llegar la expedición al Salto Dickey, superada ya la confluencia de los ríos Orinoco y Ugueto hizo crisis la situación, a partir de aquel sitio se vería obligado a cargar una impedimenta de aproximadamente 30 kg que sus condiciones le impedían llevar. Allí, él y otros expedicionarios, debieron ser evacuados río abajo hasta el sitio de La Esmeralda, de aquel sitio saldrían rumbo a la capital el 24 de octubre de 1951. La evacuación se llevó a cabo no sin grandes penalidades61. La expedición había salido de Caracas en julio de aquel 57. Lo dice en “Ya Ku (Yo Hablo): Un nuevo libro sobre la expedición franco–venezolana al Alto Orinoco” (II), en El Falconiano, Coro, 21/II/1980, p. 6. 58. En su estudio “Entre lo viejo y lo nuevo” (Revista Shell, Nº 41, Caracas, 1961). Ese conocimiento le permite un agudo parangón entre el “cardonal relicto” de Mérida, y el “bosque relicto” del parque nacional chileno Fray Jorge y Talinay. 59. El artículo lo hemos citado más arriba: “Ya Ku (Yo Hablo): Un nuevo libro..., publicado en dos entregas en el diario El Falconiano, los días 21 y 27 febrero de 1980. 60. De ahí la foto de Croizat vestido de militar, con un fusil en bandolera, que publica Morrone y que le proporcionará J. Grehan. Vid. Morrone, Op. cit., p. 43. 61. El viaje de los evacuados hasta La Esmeralda duró catorce días. Croizat en su artículo tuvo palabras de agradecimiento para Grelier, quien los acompañó hasta aquel sitio, y para D. Alfredo Boulton, éste había remitido por vía aérea desde Caracas poleas que facilitaron mover las canoas en los raudales, de un lado a otro.


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año. En 1980, en un extenso artículo de prensa el temperamental Croizat le salió al paso a las afirmaciones de René Lichy (uno de los evacuados), quien había publicado un libro sobre aquella expedición, y donde formuló acusaciones, “infamias”, según el ofendido Croizat62. El médico de la expedición Luis Manuel Carbonell, quien andando el tiempo sería académico y ministro de Educación, trazó una semblanza de todos los expedicionarios principales; allí manifiesta muy escaso entusiasmo por el grupo francés que había promovido originalmente aquella expedición, así como por otros integrantes. Carbonell, en cambio, se expresa así de Croizat: “Croizat / El Prof. León Croizat*, botánico y erudito científico; hablar con él era una clase de botánicos, con él logré introducirme en la geobotánica, en la cual era especialista. Croizat recolectaba abundantes especimenes botánicos siendo un devorador de cuadernos de apuntes, de todo tomaba nota. Desgraciadamente estos apuntes se han perdido, ya que a través de su percepción personal, que era agudísima, se hubiera escrito un magnifico libro” 63. Podemos afirmar por tanto que Croizat fue el botánico –jefe de la expedición, pero no pudo coronar tanto esfuerzo con el arribo a las fuentes del Orinoco con Rízquez y los demás el 27 de noviembre de 1951. Una vez restablecido regresó a la docencia en la Universidad de Los Andes aunque por poco tiempo, en 195264, renunciará aquel mismo año, fructífero por demás, pues publicaría la primera de sus obras mayores, Manual of Phytogeography or An Account of Plant Dispersal Throughout the World, publicado por Junk en La Haya, cuyo manuscrito había traído a Venezuela en 1947, y que probablemente debió revisar y concluir en el país. Por su participación en la referida expedición fue nombrado Caballero de la Orden del Libertador en 1953, que 62. En aquel libro, según Croizat, “tanto Cruxent como yo estamos pintados con el más negro color” (Ibidem). 63. Sería interesante averiguar si entre los numerosos cuaderno de notas que hay en el Archivo Histórico del Estado Falcón se encuentran los correspondientes a esta expedición, sin embargo, la afirmación de Carbonell nos hace suponer, la pérdida de aquel material en uno de los tantos vuelcos de curiara o canoa, en el difícil avance hacia el origen del río. El juicio de Carbonell puede consultarse en http://bitacoramedica.com/webblog/Epedición 51. *

En todo momento Carbonell escribe “Croixat”.

64. Su carnet como docente adscrito a la Facultad de Ciencias Forestales de la citada Universidad, firmado por el entonces rector, Dr. Renato Esteva Ríos se encuentra entre los papeles de su archivo.


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sepamos la única condecoración que recibió en vida. A fines de este último año, establecido otra vez en Caracas, obtuvo la nacionalidad venezolana (16 de octubre de 1953), era la cuarta de este hombre universal: francés por sus padres, italiano por nacimiento, norteamericano en su primera adopción, y finalmente, venezolano. Divorciado de su primera esposa65, Croizat inició una larga convivencia con la Sra. Catalina Crishaber66, mujer de enorme vitalidad, de origen judeohúngaro, propietaria de un próspero vivero de plantas en Caracas. El mismo Croizat le describió a Craw su hogar de entonces como una suerte de cabaña con dos cuartos y cocina67. Otro informante, esta vez una dama68 quien tuvo la oportunidad de cenar allí junto con su esposo en los años cincuenta, nos la describe como “una casa muy pequeña, un pabellón rodeado de árboles y muchísimas plantas”, con toda razón pues se trataba del vivero de su esposa, un vivero ciertamente muy especial. El Sr. Carlos Tejera, quien trabajó allí siendo muy joven, y conocería muchos otros jardines en el mundo, lo evocó recientemente como un “maravilloso jardín”69. Aquel enlace matrimonial le permitiría vivir decorosamente, sobriamente y sin lujos, pero con la posibilidad de desarrollar su obra sin tener necesidad de ejercer cargos públicos que lo distrajeran de su labor de investigador y escritor, aunque no se desligaría por completo del ámbito universitario70. Gracias a la comprensión conyugal escribiría en aquel remanso vegetal, el vivero situado entre Chapellín y el Country Club, la mayor parte de sus obras capitales, casi todas ellas impresas en Caracas: Panbiogeography, que en tres volúmenes viera la luz en 1958, Pincipia Botánica, en tres volúmenes, de 1960, y Space, Time, Form: The Biological Síntesis, editado en 1964, en total: 4.400 páginas impresas. La Universidad de Pavía publicaría The Biogeography of the tropical lands and islands east of Suez-Madagascar, en 1968; el mismo año la Sociedad Broteriana de Coimbra publicará su Biogeo-

65. La Sra. Lucía Gariglio, quien fue su esposa por más de treinta años tenía su residencia en New Jersey. 66. También hemos visto su apellido escrito “Crishabel”. 67. Craw (1984). 68. La Sra. Livia de Azzalín, quien con su esposo Danilo se mudarían posteriormente a Coro. 69. Comunicación del Sr. Carlos Tejera al Dr. Antonio Herrera Vaillant, junio de 2009. 70. En 1960 figuraba como profesor de la Facultad de Economía de la Universidad Central de Venezuela, donde dictaba un seminario. Recibía por ello 600 bolívares mensuales. AHEF, Archivo Croizat, Carta del 1º de febrero de 1961.


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graphie raisonne de I´ Afrique. Finalmente, y cuando ya se había mudado a Coro, las imprentas caraqueñas publicaron en 1976 Biogeografía analítica y sintética (Panbiogeografía de las Américas), que en dos volúmenes auspiciaría la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Paralelamente publicaría no menos de ochenta trabajos científicos, y sus primeras investigaciones históricas, asunto este que será motivo del siguiente acápite. Croizat además de ser un gran científico era un trabajador insigne, heroico diríase. Desde Caracas viajaron los Croizat al exterior al menos en dos oportunidades71, la primera en 1959, ocasión en la que recorrieron Sudamérica: Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, Uruguay y Argentina; luego, en 1962 estuvieron en Europa: España, Portugal, Francia, Italia e Inglaterra. Croizat y la historia Historia y prehistoria fueron cultivadas por el científico durante su etapa venezolana, particularmente a partir del momento en que, libre de sujeciones laborales que atenazaran su tiempo, pudo dedicarse a ello. Fue la suya una obra reducida en cantidad, en contraste con su ingente producción científica, ya cuantificada en páginas anteriores, también será una contribución relativamente tardía. Sin embargo tales apreciaciones dicen poco al afrontar la obra de quien procuraba borrar fronteras entre las parcelas del saber. Inauguraba por así decirlo su presencia en el país cuando dio a la imprenta un tema de historia botánica; versa sobre la biografía del botánico español Hipólito Ruiz (1754-1816), se publicará en 194972. En su Panbiogeography (1958) se ocupa Croizat de temas relacionados con la prehistoria hecho que él mismo recordará en un tardío artículo para la prensa73. Luego hará otros aportes al tema en el lapso 1971-197374, y en 197775. Su primer trabajo dedicado a un tema

71. Según le refirió a Craw, dictó conferencias en el salón de la Sociedad Linneana de Londres y en el Museo de Historia Natural de Paris (Craw, 1984). 72. En Lilloa, Nº 18, p. 295–328. 73. El artículo en cuestión es, “Desde cuándo se está cazando en Venezuela”, en El Falconiano, Coro, 27/IV/1978, p. 4. 74. En la revista caraqueña Integración y Progreso. Estos artículos se refundirán en su libro El océano Pacífico en la prehistoria de las Américas, Caracas, 1981. 75. “La evolución del ser humano de alta montaña”, en el Boletín de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, Nº 113, Caracas 1977.


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histórico convencional data de 1960, se trata de un extenso artículo de medio centenar de páginas titulado, “On Etrusco –Aegean questions / Herodotus history as a main source on Etruscan origins”76. Poco después tendrá lugar la redacción de otro artículo, “Entre lo viejo y lo nuevo”, trabajo de tema biogeográfico donde se hace presente con fuerza el recurso histórico como fuente de conocimiento77. La obra sobre G. Benzoni, a la cual volveremos a referirnos, fue publicada en 1967 (con reimpresión en 1987), obra como todas las suyas, erudita y exhaustiva en cuanto al manejo de recursos bibliográficos a los que podía acceder por su amplio conocimiento idiomático. En 1975 el Ministerio de la Defensa le publica Aníbal y Roma: 218-202 a.d.c., reimpreso tres años más tarde por la Academia Nacional de la Historia78. En sus últimos años serán continuas sus reflexiones sobre muy diversas temas, la historia, la prehistoria, la exégesis bíblica, el arte, quedarán reflejados en los numerosos artículos entregados por el infatigable científico a la prensa local79. Este recuento parece agotar su contribución a la historia, aunque tal vez entre sus papeles pueda surgir algún trabajo hasta ahora desconocido. La actitud croizatiana ante las ciencias se asocia, de forma indefectible a dos rasgos muy acentuados de su personalidad intelectual: su agudo sentido crítico y un profundo sentido de la historia. Diríase que, simbólicamente, el inicio del paradigma panbiogeográfico tiene que ver con un juego de errores advertidos y finalmente resueltos (enphorbia calonesiaca versus enphorbia orientalis), y creemos advertir que su forma de ejercer la crítica, si apartamos el rasgo temperamental, no era independiente de la acérrima observación que ejercía sobre sí mismo y su obra en ejecución, y ese espíritu crítico no sólo acompañó su obra científica, sino también la histórica e incluso la tardía labor periodística que desarrollará sustancialmente en Coro, donde dará rienda suelta a sus opiniones, e incluso a su ocasional atrabilis. Pero alejados de la faz anecdótica que sus reacciones puedan tener, debemos recordar una verdad pe-

76. Boletín del Museo de Ciencias Naturales. Nº 6–7, Caracas, 1960. 77. Revista Shell, Nº 14, Caracas, 1961, p. 29–36. 78. León Croizat, “Aníbal y Roma (218–202 a.c.)”, en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Nº 244, Caracas, 1978. 79. Por ejemplo estos dos, “Acla: una vez más la ciudad que fue” El Falconiano, Coro, 19/VI/1980, y “Girolamo Benzoni no es ningún fantasma”, El Falconiano, Coro, 1980 (carecemos de otros datos).


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rogrullesca: no se puede ser un gran observador sin una gran capacidad crítica, ambos factores se potencian mutuamente en el investigador, sea en ciencias, en historia, o en lo que sea, Croizat fue un investigador eminente, no hace falta decir más sobre sus capacidades de observador y crítico. Esa pasión por recuperar la vida a través del conocimiento y la crítica lo conduce igualmente al ejercicio de la historia, y la encontramos de un modo que pudiera decirse, ejemplar, en su estudio sobre la obra de Girolamo Benzoni, La historia del Mundo Nuevo, que publicara en 1967 como introducción a esta última80. Allí define la historia y se inclina por un concepto interpretativo de la misma. Resulta natural que tal haga, pues intenta reconstruir el avatar americano de un personaje relacionando “sucesos y cosas humanas” con el tiempo y el espacio. Los hechos deben ser reconstruidos, esto es interpretados en el ambiente que les es propio. Imaginamos, pero no podemos acceder a la perspectiva descomunal que los conocimientos biogeográficos le prestarían al análisis de un hecho histórico concreto. Como un método de la biogeografía histórica ha sido definida la panbiogeografía81, y el mismo Croizat afirma que: “Como ciencia de tiempo y espacio, la biogeografía viene a estar en íntimo contacto con otras disciplinas para las que tiempo y espacio son también testigos esenciales: la geología, paleontología, filogenia, morfogenia, etc”.82. Nosotros agregaremos también la historia. La cita anterior corresponde a un denso artículo al que ya hemos hecho alusión, publicado en Venezuela en 1961. Es algo más que un artículo divulgativo, se trata de un ensayo donde a la luz de una crónica de comienzos del siglo XVII83, explica el escenario biogeográfico chileno. En sus conclusiones afirma: “No hay ninguna posibilidad de entender la biogeografía y de asentarla sobre bases de verdadera ciencia,

80. “Referencias históricas sobre Girolamo Benzoni y su “Historia”, Estudio preliminar a la traducción, hecha por Marisa Vannini de Gerulewicz de La historia del Mundo Nuevo, ANH, Caracas, 1967. 81. J. J. Morrone, Op, cit., p. 43. 82. León Croizat, “Entre lo viejo y lo nuevo”, En Revista Shell, Nº 41, Caracas, 1961, p. 29. 83. Es la de Antonio Vásquez de Espinosa, Compendio y descripción de las Indias Occidentales, Smithsonian Institution, Washington, 1948. La obra de Vásquez de Espinosa es anterior a 1630, y Croizat, quien realiza una encomiástica reseña del libro, ubica a su autor entre los precursores de la biogeografía.


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sino se presta una atención cuidadosa y básica a la geología histórica...”84. Si esto es así debemos concluir estableciendo lo mismo para los otros factores o elementos que deben conjugarse en cualquier estudio panbiogeográfico, pues además del espacio trata de la forma en el tiempo. En suma podría decirse que el cometido de la panbiogeografia no es otro que el estudio evolutivo y por tanto, histórico, de la vida en la tierra, con la cronología desmesurada de tales procesos85. Pero será en su relevante estudio histórico sobre el viaje del milanés Girolamo Benzoni a América en el siglo XVI, donde expondrá con total claridad sus ideas sobre tal conexión. En razón de la importancia medular del texto lo citaremos in extenso: “Por largos años me he ocupado de biogeografía y evolucionismo desde un punto de vista más o menos profesional, y, como corolario, también de cuestiones históricas, curioso de fundir en un mismo crisol las sustancias del tiempo, espacio y forma que son comunes a la evolución de todos los seres animados, así como a la historia entendida en un sentido amplio. No tengo duda alguna, después de repetidas investigaciones y de la publicación de varias obras*, sin mencionar numerosos artículos disperso, de que las reglas fundamentales básicas de la vida son idénticamente las mismas tanto para una palma o una araña como para un ser humano; que el método de minuciosa investigación que es válido para esclarecer cuanto pertenece, por ejemplo, a la distribución de los primeros, sirve óptimamente para 84. L. Croizat, Op. cit., p. 35. 85. En sus conclusiones recalca este hecho: “Tenemos que insistir: La biogeografía es un medio concreto y eficaz de análisis y síntesis que tiene como propósito la exploración y el estudio de la vida actual y pasada en todos sus aspectos, ahondando todo lo posible en ella”. Ibid, p. 36. La anterior puede ser también una magnífica definición de la historia. De todo ello se desprende su crítica constante a tantos profesionales de la botánica, de la zoología, de la ecología que se repetirá hasta en sus artículos de prensa, veamos este juicio: “Da pena encontrar, por ejemplo, a “ecólogos” capaces de investigar a fondo las condiciones de suelo, clima, asociación, etc, en que vive la planta x o el insecto Y [...] pero desasistidos de toda idea efectiva de cómo esa planta , ese insecto alcanzaron el lugar, el medio ecológico en que hoy viven, y de dónde y cuándo, por qué difieren mucho o poco de otras plantas e insectos que viven en parecida o distinta ecología en lugares cercanos o lejanos...”. Es decir, nuevamente la historia de la vida sin la cual resulta impensable el conocimiento biogeográfico. Vid. L. Croizat–Chaley, “En qué quedamos con esta maravilla, el Cerro Santa Ana”, El Falconiano, Coro, 17/I/1979, p. 4. *

Se refiere a sus obras: Manual of Phytogeographic, Panbiogeograpy, Principia Botanica, y Space, Time, Form: The Biological Synthesis.


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juzgar también cuánto ha realizado el hombre en sus relaciones con el espacio y con el tiempo. Los datos varían según los casos, pero el método de indagación, la puesta en obra del pensamiento, no cambian. Concluyo, por lo tanto, que una diferencia sustancial de método no existe entre la biogeografía y muchos de los aspectos de la historia política y social del hombre. La biogeografía, la evolución en general y la historia en cada uno de sus aspectos, representan, ciertamente, disciplinas especializadas por lo que concierne al material que ofrecen a un investigación particular, pero una sola ciencia desde el punto de vista del pensamiento y de la cultura” 86. Esta detalladísima investigación que lo lleva a reivindicar la obra de Benzoni y la certeza de su viaje; la concluye hermosamente: “Y así la obra de Benzoni aporta su contribución a cuanto sabemos y desconocemos, es decir, es un documento insólito si se quiere, curioso si se insiste en él, pero profundamente humano y digno de ser considerado con seriedad por quien entiende, como es debido, que historia, vida y hombre, son facetas de un mismo eterno prisma”87. Croizat nos habla de un accionar común del pensamiento. Biogeografía e historia, si bien distintas por el asunto constituyen en el fondo “una sola ciencia”, y aclara, “desde el punto de vista del pensamiento y de la cultura”. El tema de Benzoni, donde a la elucidación de sucesos acaecidos en el escenario americano entre 1544 y 1556, se unen aspectos naturalistas, se presenta al científico como una oportunidad de reflexionar una vez más sobre sus convicciones. Extremando la relación propone la posibilidad de aplicar el método panbiogeográfico a la investigación histórica, lo cual es, desde luego, más radical que la mera aplicación de conocimientos biogeográficos en historia. Tal vez el método aplicado a un terreno tan auspicioso como pudiera ser la historia del arte arroje resultados que pudieran incluso iluminar su uso biogeográfico. El historiador que asuma el reto deberá participar en la crítica del método, pues éste habrá de experimentar necesariamente, ajustes y adaptaciones. Una de las dificultades y no la menor será traducir a escala humana y al tiempo his86. L. Croizat, “Referencias históricas sobre Girolamo Benzoni y su “Historia”, en la Historia del Nuevo Mundo, ANH, Caracas, 1967, p. XIII–XIV. 87. Ibidem, p. LXXXIX.


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tórico los inmensos procesos de la biogeografía, pero también la equivalencia de conceptos tales como taxón, taxa, biota, trazas (individuales y generales) nudos. Debería incluso asumir la polémica sobre los centros de origen de las especies, elemento que derivaría del paradigma dispersalista neordarwiniano de Darlington, Simpson et alia o en el caso de la historia del arte, establecer la “vicanianza” de un estilo, como pudiera ser el gótico en Europa entre los siglos XII y XVI. Nadie, ni el mismo Croizat, quien estableció el parangón y abrió la posibilidad, lo intento nunca, y no es de extrañar, habría necesitado otra vida para llevar a cabo en el campo de la historia algo equivalente a su creación panbiogeográfica. Quedaría a nuestro alcance, tal vez, acotar parcelas, empeños menores, pero no dejará de ser el intento un reto de enorme interés. Otro campo fértil a las aplicaciones del método podría ser el de la lingüística. En Croizat, quien escribió una media docena de artículos extensos sobre el tema, el interés surge en el punto donde la historia, los animales y las plantas, junto a la geografía se encuentran en un nombre, “en su sentido de origen”88. Sostuvo, contra algunos lingüistas, que la armonía imitativa, esto es el sonido reiterativo de palabras que llevan en sí el ruido de la cosa o acción que designan, digamos el borboteo de una fuente o el fluir de una corriente, aún oculto en la raíz de una palabra, ocurre con marcada frecuencia, mayor en todo caso de lo que se ha venido creyendo. La naturaleza y la palabra, pero también las derivaciones infinitas de esta última en torno a la raíz verbal y su transmisión desde un centro, no da origen sino de difusión, cual puede ser la región danubiana, hacia Italia o España. En todo ello vemos la posibilidad de la historia. El viaje de las palabras en el tiempo y el espacio teje una red de enorme complejidad cuyos trazos ignoran ampliamente los “limites políticos y lingüísticos contemporáneos”89, del mismo modo, añadimos que en otro campo lo hace la evolución y dispersión de una especie.

88. “¿Cómo nacen y de dónde nacen las palabras?” (I) El Falconiano, Coro, 10/IV/1980, p. 4. 89. “¿Cómo nacen y de dónde salen las palabras?” (II), El Falconiano, Coro, 18 / IV / 1980, p. 4.


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Coro, la última barrera La fase venezolana de Croizat duraría treinta y cinco años, de los cuales, los últimos doce aproximadamente90, transcurrieron en Coro91. Era en 1970 una ciudad de aspecto tradicional, pero donde la preservación de su importante acervo monumental se encontraba en entredicho, sujeto a un desmedro permanente. Esa situación debió percibirla el científico al llegar. Por entonces se demolía a mansalva en el centro histórico para abrir una larga avenida de cuatro canales que seccionaba en dos mitades la ciudad antigua, eran las agresiones de una modernidad adventicia contra un patrimonio incomparable en el país. En paralelo a todo ello se ambientaba y ponía en valor un sector muy reducido del casco antiguo, a modo de parque temático o gheto patrimonial, conocido prontamente como la “Zona Colonial”, como si la mayor parte de su entorno no lo fuera. La ciudad crecía hacia la periferia, en barrios de interés social, construidos por el gobierno, y urbanizaciones auspiciadas por el sector privado, una de ellas era el Parcelamiento Santa Ana, donde radicaría el científico y su esposa. A pesar de su abolengo histórico y de ser capital de un extenso territorio abierto al mar Caribe, Coro carecía por entonces de institutos de educación superior, sin embargo, no era por completo un yermo cultural. Siempre fue tierra de iniciativas, y la primera en concretarse en aquellos años sería la creación de un jardín botánico xerófito; el Instituto Tecnológico de Coro, la Universidad, tardarían algunos años más, pero su creación la vería Croizat, y con ello un cambio sustancial en la dinámica de la ciudad capital y su territorio. Existe unidad de criterio en cuanto al origen del Jardín Xerófito, fueron dos personas quienes se empeñaron en su creación, justificado como un atractivo adicional para el turismo, pues acompañarían los otros dos factores de peso en la oferta de la ciudad a los visitantes: los Médanos, zona de dunas que pronto

90. La más antigua ciudad de Venezuela (1527), capital del Estado Falcón en el Occidente venezolano. 91. Mantenemos esta vacilación porque algún testimonio nos indica que durante los años 1970-71 la pareja Croizat iba y venía de Caracas mientras finalizaban su casa. Sabemos sin embargo que ya en 1970 el jardín de su residencia estaba sembrado. Los Croizat mantuvieron aún ya establecidos en Coro sus amistades caraqueñas, y entre otros, unos amigos muy cercanos, los Tejera, el Dr. Enrique Tejera París, eminente político y diplomático y su esposa, ésta particularmente cercana a Catalina (“Cato”) de Croizat.


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sería elevada a parque nacional, situada a las puertas de la ciudad, y la llamada Zona Colonial, en la que por entonces se venía trabajando. Esas dos personas eran el profesor Alonso Gamero, uno de los mejores amigos del Dr. Croizat, y antiguo decano de la facultad de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela, quien también alentaría la creación del Tecnológico y de la Universidad, y Miguel Salazar Leidenz, periodista y cronista histórico. El tempo vital y la hospitalaria gente de Coro agradarían a los recién llegados, pero ello no hubiese sido un aliciente mayor para el traslado de no mediar la singularidad botánica y geográfica del territorio. Los intereses botánicos de León y de su esposa les predisponía a favor de esta tierra, rica en vegetación xerófita y en suculentas, pero también provista de selvas veraneras y pluviales, como ocurre en la sierra de San Luis y en el Cerro de Santa Ana92. Todo ello hacía ante sus ojos una perfecta síntesis del trópico en el Caribe. Su prolongado trato con cactus y euforbiáceas93, así como los conocimientos en paisajismo y jardinería de su compañera, también alimentaban aquel propósito de crear un jardín público dedicado a las plantas xerófitas, en un ambiente óptimo para ellos. Los contactos debieron iniciarse en torno a 1968-1969. Al cobrar cuerpo aquella iniciativa los Croizat ofrecieron al gobierno local asesorar la creación del jardín, además de proporcionar unas 60.000 plantas para el mismo, a cambio pedían les fuera construida una casa, según los planos que la Sra. Croizat, quien llevaría adelante esta negociación, proporcionaría94. Lo cierto es que en 1970 estaba en construcción una espaciosa y moderna casa en las afueras de Coro95, la quinta que

92. Croizat consideraba a este último una “catedral de la naturaleza, tanto venezolana como mundial”. El tema del cerro Santa Ana, llamado así por el pueblo, indígena en sus orígenes, de tal nombre, situado al pie desde el siglo XVI, fue uno de los que más le interesaron (y preocuparon) durante sus años corianos. En el diario local El Falconiano publicó dos extensos artículos sobre el tema: “En qué quedamos con esa maravilla, el cerro Santa Ana” (17/I/1979, p. 4 y 9), y “Más malas noticias desde el cerro Santa Ana” (23 / I / 1979. p. 4 y 9); también en la revista de la Cámara de Comercio local publicó una serie de artículos sobre el Coro, que aún no hemos podido localizar. 93. Fue de hecho su tema inicial de investigación en 1930, cuando publica un breve artículo sobre jardines de cactáceas. 94. Las plantas provenían básicamente del vivero de esta última en Caracas. 95. Lo sabemos porque existe testimonio periodístico de haber sembrado el jardín de su residencia aquel año. En su construcción participó en apoyo de la pareja, supervisando la construcción, su amigo, el empresario y constructor Danilo Azzalín. Se trata de una casa de dos plantas, provista de un pabellón igualmente de dos plantas, para huéspedes.


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nombraron “Catoleo”96, contigua a la de su promotor Salazar Leidenz. Los trámites y preparativos duraron un par de años, pero al fin, en 1972 el gobierno decretó la creación del Jardín Botánico Xerófito de Coro. Sin embargo, no serían los Croizat quienes se encargarían de administrarlo en sus comienzos, y ese fue uno de los pesares del científico, el tiempo precioso que se perdió inicialmente; veamos lo que dice al respecto: “El jardín se inauguró formalmente en Octubre de 1972. No nos fue dado encargarnos efectivamente de ello, a la Sra. Croizat y a mí, sino en febrero de 1976 Mi proyecto [habría sido] desde el inicio [...] establecer en Coro el jardín, nacional e internacional, piloto para el estudio de la flora de Venezuela en relación con la de todo el Caribe. Mi esposa y yo teníamos toda la capacidad, las relaciones, etc., para iniciar la tarea sin demora, es decir, ya en 1972. Si lo que hemos logrado está por debajo de lo que razonablemente se podía esperar, la responsabilidad no nos incumbe, como bien saben los enterados de la historia del Jardín Coriano, particularmente durante los años 1972-1975”97, Sus deseos hubieran sido convertir el Jardín Xerófito en un centro de investigación y estudio, sin dejar de ser un lugar de recreación, un Jardín botánico provisto de laboratorio y biblioteca, pero también de algo esencial como lo era la reserva biológica donde se pudiera aplicar la reposición natural de las plantas98. Con todas las dificultades que son de imaginar fue sin embargo el Jardín Xerófito de Coro, que hoy lleva su nombre, la modesta obra de su vejez, y el fruto común de la pareja.

96. “Catoleo” era tanto la conjunción de sus nombres “Catalina–León”, como un juego de palabras en inglés: “gato-o-león”. Por otra parte, Catalina de Croizat era conocida por sus amistades, inclusive desde sus días de Caracas como “Cato”. 97. “!y oígase también la vocesita del Jardín Botánico Xerófito de Coro” (El Falconiano, 14/VI/1978, p. 4). Este artículo y el siguiente, titulado “La vocesita del Jardín Botánico Xerófito de Coro” (El Falconiano), 17/VI/1978, p. 4, pueden considerarse como una réplica al botánico Leandro Aristeguieta quien desde Maracaibo había propuesto incorporar al de Coro en una red nacional de jardines públicos. La “vocesita” a la que alude Croizat con sorna no es otra que la suya, por supuesto. Croizat siente la necesidad de recordar sus credenciales científicas, y lo hace tan a menudo, que pareciera apuntar a cierta inseguridad personal, cierto temor a que se desconociera la importancia de su contribución. En todo caso, no deja de sorprender la frecuencia de tales referencias. Su actitud no deja de tener sentido en un ambiente difícil y con frecuencia ignaro. Particularmente contundente en esta réplica es la que se recoge en el primero de los dos artículos citados. 98. Véase al respecto tanto el artículo anterior como el titulado “Botánica y gasoil” (El Falconiano), Coro, 11/IX/1979, p. 4), y “¿Un Jardín botánico xerófito para qué y por qué?” (El Falconiano, Coro, 6/VIII/1980, p. 4).


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Tras la creación del Instituto Tecnológico de Coro, y sobre todo de la Universidad Nacional Experimental “Francisco de Miranda” en 1977, la ciudad recibiría un considerable impulso, Coro, entre 1978 y 1982 llegaría a uno de los ápices de su historia, de hecho, muy pocas veces se ha dado mayor convergencia de voluntades para su desarrollo cultural. Los Croizat fueron muy bien recibidos por la sociedad coriana, incluyendo gente ligada a la Universidad, como su primer rector, Tulio Arends, también un reconocido científico, los profesores J. M. Cruxent, Rodolfo Bastidas, Pedro De Armas, Raúl López Lilo, entre otros, pero también el obispo de la diócesis Mons. Francisco José Iturriza. Él y su esposa tenían un nutridísimo grupo de amistades. Era frecuente verlo con su esposa a bordo de un pequeño automóvil por las calles de Coro haciendo compras y diligencias, como un parroquiano más. En alguna parte de su obra hemos leído que detestaba por vulgar el calificativo de vecino, pero aceptaba el de residente. De haber sabido el significado antiguo de la palabra en Coro, lo habría aceptado sin inconvenientes. Residente era quien no vivía en el lugar en permanencia, quien estaba en la ciudad de tránsito, o que esperaba irse en algún momento. El vecino era por el contrario, quien tenía en la ciudad casa, familia, y haberes. Croizat vivió más de una década en Coro, aquí tuvo su casa, su trabajo, y finalmente, su tumba, fue pues, vecino con todas las de la ley, uno de los más ilustres que se recuerdan en su casi medio milenio de historia. Ciertamente, los Croizat fueron muy apreciados, aunque en lo referido a la significación científica e intelectual del viejo doctor, se ignoraba todo o casi todo, se le conocía sobre todo como el creador del Jardín Xerófito, donde ciertamente su esposa jugaría un papel decisivo, y el autor de numerosos artículos en la prensa local, pues debemos decir que fue en Coro, en aquellos años finales, cuando desarrolló su vena periodística, e incluso llegó a ser miembro del Círculo Venezolano de Periodismo Científico. “!Hasta aquí y basta!” Solo en el diario El Falconiano, recién fundado para entonces, llegaría a publicar cuarenta y tres artículos, a página entera, y algunos de ellos tan extensos que debían publicarse en dos o tres entregas 99. Los temas son de una

99. Escribió así mismo, que sepamos, en la revista CICAF, órgano de la cámara de Comercio local, y en El Universal, donde publicó artículos de índole religiosa el 10 y el 24 de abril, y luego, el 22 de mayo de 1978.


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enorme diversidad, abordan la biogeografía, la ecología, el arte, la historia, la lingüística, la política e incluso la religión. No se puede exigir en todos ellos excelencia literaria por su misma naturaleza y destino, se advierte inclusive alguna rudeza expresiva y construcciones insólitas en español, tal si hubiesen sido pensados en otro idioma y escritos en el nuestro. Como quiera que sea, resultan imprescindibles para conocer la personalidad del científico, sus ideas conservacionistas, estéticas, políticas, o religiosas. De su lectura se trasluce un defensor convencido de la democracia, adverso al ideario de izquierda. Alejado de todo extremismo político podría ubicarse en una derecha moderada, utilizando los términos al uso; debemos agregar que a su edad octogenaria expresaba sus ideas políticas sin la menor aprensión. Sorprende en estos artículos su enorme interés por la religión, ya sea en sus relaciones con la ciencia; en exégesis bíblica, manejaba para ello varias Biblias, como la Vulgata latina, la católica de Jerusalén, o la clásica y protestante del Rey Jaime entre otras. Proponía una revisión histórica de muchos episodios bíblicos100, y entre otros temas lo ocupó muchas veces la intención de demostrar que la condena de Cristo fue obra de los romanos y no de los judíos101. Aunque alguna vez se le escape un “Nuestro Señor Jesucristo”, presenta más bien al hombre, al personaje histórico, dejándole todo el resto (¡y que resto!) a los teólogos, según el mismo declaraba. Sobre lo que no queda la menor duda es sobre su creencia en un Ser Supremo, en Dios, lo cual manifiesta claramente en muchas ocasiones. En su artículo, “¿Después de Puebla para dónde nos llevará el CELAN?”, publicado en 1979, se lee textualmente: “la evolución ha sido y seguirá siendo el método de que se ha servido el Creador para pasar del piojo al águila, de la guabina americana al

100. Consideraba a los teólogos católicos más avanzados a la hora de establecer esta relación entre ciencia y religión que a los grupos protestantes tradicionales. 101. Este tema era casi obsesivo en Croizat. En ocasiones se advierte alguna falla hermenéutica, como en el hecho de aceptar la validez de un texto por el mero apoyo de quien a su juicio fuera una “autoridad” en la materia. A pesar de Croizat no creemos que “pensar en forma lógica, razonable, y por lo mismo científica” baste en todos los casos para reconstruir o interpretar a cabalidad una época, o siguiera un momento o hecho histórico. El historiador es conocedor de la cantidad de imponderables, de sucesos inopinados y de consecuencias inesperadas que tapizan la vida, y por tanto los sucesos en el tiempo. A menos que ese margen activo obedezca a razones aún por descubrir y cuya lógica y trabazón resulte de difícil acceso o incluso inalcanzables debido a los vacíos documentales, o a la misma incapacidad de acceder a detalles, aparentemente nimios, pero que en ocasiones lo explican todo, lo cual se traduce en imposibilidad para entrar a la vida bajo estudio.


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elefante africano”102. Era la suya una posición sumamente heterodoxa y libre, sobre todo si pensamos en el católico tradicional que había sido en su infancia y primera juventud. Poco antes de su muerte en 1981, intercambia opiniones por vía epistolar sobre sus creencias con un amigo de Caracas, el historiador Carlos Pérez Jurado; conocemos la respuesta, muy comprensiva por cierto de este último: “No comprendo cómo Ud., antiguo discípulo de los jesuitas tenga una posición o actitud frente al fenómeno Dios de tal forma. Respeto su actitud intelectual, porque sé que no es el producto de la improvisación, sino el fruto de largo pensar y reflexionar en una mente privilegiada [...]. Ya me ha ocurrido observar en muchos profesionales universitarios una posición análoga. Sin embargo, la suya se justifica por el profundo conocimiento que tiene Ud. de la naturaleza humana, de la vida [...] y por su formación intelectual, en mi concepto, una de las mejores mentes del mundo occidental [...], pero decía Nuestro Señor Jesucristo que el profeta es despreciado en su casa y entre los suyos... De modo que, su posición particularísima frente al fenómeno Dios no me extraña en lo más mínimo y la respeto profundamente” 103. De sumo interés sería conocer el contenido de la carta de Croizat que motiva esta respuesta, allí expondría sus creencias, posiblemente con mayor claridad. Croizat debió sentir de alguna forma la incomodidad local ante aquellos artículos tan frecuentes y extensos que ocupaban a un funcionario público (el

102. El Falconiano; Coro, 15/II/1979,p. 4-5. Pero veamos otras opiniones suyas sobre el asunto. Su artículo, “La Teología del Sr. Carter” (El Falconiano, 9/XII/1978, p. 9) concluye afirmando que Dios es el “Creador de la naturaleza e inspirador de las Sagradas Escrituras, y no puede ser impío [desear] que Historia, Naturaleza y Sagradas Escrituras queden libres de contradicción. Más que nunca, en estos días necesita el Hombre una Revelación desde lo más Alto [...]. No se trata [...] de proceder a una nueva “reforma” de la Fe. [sino] sencillamente de una oportuna reinterpretación, necesaria tanto al teólogo como al naturalista y científico en general.” En un artículo anterior diría algo similar: “En su doble capacidad de Creador de la Naturaleza por un lado, [y] de inspirador de las Sagradas Escrituras por otro lado, Dios no puede contradecir [se] a Sí Mismo. Si a veces se nota contradicción entre los hechos de la naturaleza y lo que finalmente expresan los textos de la fe, toda discrepancia que allí se cierna es forzosamente cosa de apariencia más que de sustancia ya que Dios –repito– no puede contradecir[se] a Sí Mismo”. Vid. “Sobre las relaciones entre religión y creencia”, El Falconiano, Coro, 28/IX/1978, p. 4. 103. La carta citada está fechada en Caracas el 5 de diciembre de 1981 y se encuentra entre los papeles de su Archivo, hoy en el AHEF.


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director del Jardín Xerófito) y que chocaban finalmente con las creencias religiosas imperantes en el medio. A tal hecho aludiría en su artículo final sobre el tema, titulado, muy expresivamente, “!Hasta aquí y basta!”104. Poco después dejaría de escribir en la prensa, en buena medida por razones de salud. Una de sus amistades corianas, el para entonces Obispo de la Diócesis, Mons. Francisco J. Iturriza, de la orden salesiana, a una pregunta nuestra en 2002, a sus casi noventa y nueve años, nos dijo discretamente de Croizat: “me apreciaba mucho”, sin añadir otro comentario. Su afán por publicar con tal asiduidad en la prensa, local sobre todo, no sólo obedece a la imperiosa necesidad de expresar sus opiniones y transmitir las verdades que eran suyas, el hecho de que se prodigara tanto obedecía así mismo a la importancia que le concedía al medio en el cual vivía, y a ser reconocido y respetado por sus conocimientos, de ahí también las constantes referencias a su propia obra105. Hemos recogido algunas opiniones o más bien, sencillas impresiones, sobre Croizat entre aquellos que lo trataron. El redactor – jefe de El Falconiano, Lino Revilla, nos dijo escuetamente que su aspecto “era el de un sabio, un hombre muy serio”. La Sra. Marisela de Arocha, cuyo esposo facilitó maquinaria gratuitamente para los trabajos del Jardín Botánico Xerófito, expreso: “parecía un caballero, aún sin decir palabra emanaba sabiduría”. Los esposos Azzalín, Danilo y Livia, de origen italiano, eran posiblemente sus amigos más antiguos en la ciudad, muchas veces el matrimonio Croizat estuvo a cenar en su casa, la hoy viuda de Azzalín, sin ocultar su admiración dijo: “Era un hombre inteligentísimo y encantador, con modales de caballero incluso en la mesa, una persona fascinante”. El Dr. Pedro De Armas director del Hospital General de Coro en la época de su enfermedad y muerte nos contó que en las tardes después de concluidas sus actividades en la dirección, subía a la habitación donde estaba recluido el científico, “era un hombre muy, muy reservado”, actitud que objetivamente acrecentaban las circunstancias por las que estaba pasando en aquellos días finales. En sus años de Coro las relaciones con su familia radicada en los Estados Unidos serían eminentemente epistolares

104. El Falconiano, Coro, 3/VII/1980, p. 6 y 7. 105. Esa necesidad de reconocimiento lo llevó por ejemplo, recién llegado a Coro en 1971, a aceptar el modesto honor de Miembro Correspondiente del Centro de Historia del Estado Falcón.


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si bien esas cartas no llegamos a verlas en su archivo106. Siendo director del Jardín Xerófito recibió la visita de su único hijo varón, Víctor, quien vivía en los Estados Unidos, con él y uno de los jardineros del Jardín Xerófito, quien también fungía de chofer eventual, recorrieron la Sierra de Coro, Pedregal, y hasta el Cerro de Santa Ana en la península de Paraguaná107. En 1979 había manifestado su intención de legar su biblioteca108 a la Universidad Francisco de Miranda (UNEFM), dos años más tarde la misma Universidad lo nombraría Profesor Honorario109. Para entonces su obra había sido tema central de discusión en el Simposium celebrado en 1979 bajo el auspicio del Museo de Historia Natural de Nueva York. Pero la vejez de Croizat no fue apacible, incomprensión halló siempre donde estuvo, tampoco hubo para él la cosecha de reconocimientos que sería de esperar teniendo en cuenta su altísima trayectoria científica110. A las inquietudes por la consolidación del Jardín Botánico, y la indeferencia oficial ante

106. Tal vez serían destruidas por la viuda, del mismo modo que, lamentablemente, destruyó sus poemas. La prof. B. Rivera, legataria de la casa de los Croizat, nos explicaba que estos últimos fueron destruidos por la buena señora Croizat, por ser muy personales y referidos a ella. 107. Simón Bracho, lo recuerda, “era un hombre que no hablaba español, alto y fornido”. 108. No estamos seguros que entre el momento de su fallecimiento la fecha de traslado de su biblioteca y archivo a la Universidad, aquella haya permanecido incólume, de hecho, muchos de los libros que aparecen citados en los artículos de Croizat no recordamos haberlos visto a la hora del traslado. Entre el 13 y el 20 de agosto de 2001, por mandato de las autoridades universitarias, trasladamos el archivo y biblioteca a la sede del Archivo Histórico del Estado Falcón (AHEF), dependencia de la UNEFM, desde la que fuera su residencia en el Parcelamiento Santa Ana. Un total de 799 manuscritos y 599 libretas de apuntes, así como una copiosa sección de correspondencia. También se trasladaron 177 cajas de libros, fotos y diapositivas. Entre los objetos personales pasaron junto con todo lo anterior, el bastón que utilizara en sus últimos años, luego recortado por la viuda para su uso, el birrete de profesor honorario, algunas piezas de cerámica indígena, pinturas (tres pinturas y un dibujo) de Croizat, y otros objetos. Debemos señalar que los manuscritos están mecanografiados, y muchos de ellos están incompletos y repetidos en múltiples copias. 109. Ilustrativo del cáustico carácter que nunca le ahorraría enemigos, es la anécdota que nos refiriera hace pocos años el Dr. Vicente Scorza, quien lo conocía desde 1947. Llamado por el primer rector de la Universidad Francisco de Miranda, tan reciente que apenas tendría tres o cuatro años de fundada, se le ofreció el Doctorado Honoris Causa, el cual rechazó diciendo a sotto voce que debería determinar quien honraba a quién. Aceptaría en cambio ser profesor honorario- Se non é vero...”. 110. De importancia para calibrar esta situación es el texto, tantas veces citado en este trabajo, del Dr. J. J. Morrone.


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sus modestas solicitudes111 sobrevivieron serios quebrantos de salud. Había sufrido una caída en Caracas antes de 1970 y como resultado perdió la visión del ojo izquierdo112 y parte de la movilidad del brazo del mismo lado. Asombra que con tales inconvenientes y el desgaste de la edad haya desarrollado en Coro tanta actividad, no sólo en el Jardín Xerófito, sino leyendo y escribiendo sin descanso113. Hacia fines de 1980, aquejado por problemas en la próstata debió viajar a Maracaibo con su esposa y un chofer para un reconocimiento médico, finalmente sería operado en el Hospital de Coro (¿comienzos de 1981?), allí lo visitaba constantemente quien tanto apoyo le brindara, el profesor Alonso Gamero114. Todo parece indicar que había desarrollado un cáncer de próstata, causa fundamental de sus males, el cual seguiría avanzando. Por entonces, y debido al estrangulamiento de una hernia debieron hospitalizar así mismo a la Sra. Croizat. Se les recuerda a ambos en la misma habitación del Hospital General, en sendas camas, uno al lado del otro. En medio de aquella crisis fueron los jardineros y empleados del Jardín quienes prestaron un invalorable apoyo a la pareja: Juan Chirino atendiendo y cuidando la casa, y Simón Bracho, quien además era su chofer y hombre de confianza, en la realización de las imprescindibles diligencias domésticas, tales como traer de la oficina local de correos la copiosa correspondencia que recibía el científico, y transmitir sus órdenes al Jardín Xerófito. Poco después de la operación debió ser recluido otra vez por breves días debido a un conato de infarto. Por entonces recibió un envío que le produjo una profunda amargura, se trataba de un libro y una recensión bibliográfica cuyo autor era el Dr. Ernest Mayr, conocido

111. Para ilustrar este punto diremos que el martes 13 de febrero de 1979, cansado de esperar y como último recurso, acudió a la prensa local para denunciar: “ya no encuentra [más] diligencias que realizar para que la compañía telefónica del Estado instale el teléfono en su casa”. Vid. El Falconiano, Coro, 13/II/1979. 112. Fue operado en Caracas y Croizat atribuyó siempre el desafortunado resultado a mala praxis. 113. Simón Bracho, empleado del Xerófito, quedaba en su casa durante las ausencias de la Sra. Catalina quien viajaba de vez en cuando a Caracas, allí conversaba con el científico, quien le hablaba habitualmente de su infancia, y de las penalidades que había pasado a lo largo de su vida. “La vida no es nada fácil”, le decía. Lo veía entonces escribir hasta la medianoche, y aunque no lo recuerda bien, nos dice que escribía de una forma extraña, piensa que era zurdo. Agregó que, al andar, lo iba sosteniendo por el brazo izquierdo, dejándole libre el derecho. Segunda entrevista a S. Bracho (8/V/2009). 114. Fue Gamero precisamente quien lo convenció para que se operara en el Hospital de Coro.


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zoogeógrafo y antiguo oponente de Croizat El libro era The Growth of Biological Thought/Diversity, Evolution and Inheritance, en tanto que la reseña se refería a la obra de G. Nelson y D. E. Rosen, Vicariance Biogeography: a critique. Ambos trabajos llegaron a sus manos en el peor momento debido a su crítico estado de salud (cáncer, deficiencia cardíaca). En el primero se cumplía el viejo tabú de silenciar su nombre vigente entre algunos científicos, de ignorarlo en apariencia y a la vez desacreditar su método, en cambio en el segundo, siendo un trabajo menor y tal vez por ello, se le mencionaba reiteradas veces, allí según sus palabras “Croizat is abundantly castigated, reproved, etc”115. Croizat reaccionó como era su costumbre, con la feroz contundencia de un león herido, redactando un extenso artículo que también sirve de recapitulación final de su obra y de su lucha, publicado posteriormente en Nueva Zelanda. En noviembre de aquel año su estado de salud se había agravado tanto que debió ser ingresado en el mismo recinto hospitalario para una temporada larga y final. Quedó solo, acompañado por Bracho, pues su esposa debió ausentarse para efectuar diversos trámites en Caracas. Seguramente era consciente de que el fin de su existencia terrenal se acercaba. Se iba en calma ante los ojos de todos, pero ya avanzada la madrugada del día 30 advirtió Bracho en su jefe un estado de persistente angustia: “!Bracho!”, “!Bracho!”, exclamaba, reclamándolo a cada instante a su cabecera, “aquí estoy doctor”, respondía éste con voz tranquilizadora. Aquella ansiedad desconocida alarmó a tal punto al chofer que, hacia las 4 am decidió buscar un teléfono público en la calle para comunicarse con la esposa del científico en Caracas116. Regresó a eso de las 5 am, al entrar a la habitación le informaron que el Dr. Croizat había muerto, su deceso había ocurrido en torno a las 4:30 am del 30 de noviembre de 1982 117.

115. El primero de ellos publicado por la Harvard University Press, y el segundo en la revista de ornitología, The Auk 99 (1982). 116. “Usted sabe, profesor, entonces no era como ahora, no había celulares”, nos dijo Bracho al entrevistarlo por segunda vez en mayo de este año. 117. Hemos localizado en el Registro Principal de Coro el acta de defunción, leer el documento, donde ni siquiera se escribe bien su nombre, revela la rusticidad de su último lugar de descanso. Copiado literalmente dice así: “Yo, Profesor Rafael Pérez Porspert, Prefecto del Distrito Miranda del Estado Falcón, en mi carácter de Alcalde del Municipio San Antonio, hago constar que hoy, día 30 de


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En 1984 Víctor Croizat calificó a su padre de “hombre del Renacimiento” . Era ciertamente un hombre de mente preclara, de múltiples talentos e intereses, de ahí que acercarse a Croizat signifique adentrarse en un continente muy vasto del que nadie puede salir indemne. Es ciertamente una lección preciosa la que en todo momento nos ofrece la experiencia vital de aquel hombre de infinita curiosidad por los procesos vitales del mundo, a quien ni la emoción estética ni el interés por la historia le fueron ajenos. Credenciales suficientes para formar y encontrar lo que con tanta agudeza definió Craw, “never a serious scientist”, y digámoslo, para bien de la ciencia. No por casualidad, él, conocedor de tantas ocupaciones del hombre, proclamaba la unidad esencial de la ciencia y de la historia, hilo conductor de la vida, a través de la conjugación de la forma, el tiempo y el espacio. Diríase que tenía millones de años y la vida entera del mundo con él. Se elevó desde la última barrera, y no lo hizo sujeto a una azarosa dispersión, mas por designio de quien recibía como ofrenda el esfuerzo de sus días. Fue entonces cuando partió en soledad, en su justo momento, y para siempre. 118

Santa Ana de Coro, mayo de 2009.

noviembre de mil novecientos ochenta y dos, ha comparecido Eleazar Suárez*, mayor de edad , soltero, chofer, con cédula de identidad número 9.505.760, vecino de este Municipio y expuso: que hoy, día 30 de Noviembre de mil novecientos ochenta y dos, falleció LEON CROIZAT CHARLEY [sic] en el Hospital General “Dr. Alfredo Van Grieken” de esta jurisdicción; que de las noticias adquiridas aparece: que el finado nació en Torino, Italia [sic] el día dieciséis de Julio de mil ochocientos noventa y cuatro, tenía ochenta y ocho años de edad, científico, con cédula de identidad número: 676.656, vecino del Municipio San Gabriel, hijo de Víctor Croizat y María Charley [sic] difuntos, casado con Catalina Krishaber, de setenta y cinco años de edad, paisajista, tuvo dos hijos, Víctor y Yorgette [sic]; que el finado murió a consecuencia de: Infarto al Miocardio CA** de próstata [sic], según certificación del Doctor Beatriz Granadillo. El Prefecto del Distrito [firma y rúbrica]. Exponente: E. Suárez. Testigos [Firmas ilegibles]. [El] Secretario [firma y rúbrica]”

*

Este Súarez, parece haber sido chofer de la Dirección de Parques.

**

Este misterioso “CA” de próstata, es a todas luces “cáncer” de próstata. Ello parece indicar que el cáncer había extendido, incluso después de haberle sido extirpada en 1980.

118. “Essentially a Renaissance man with keen interests in art and botany”, Op. cit., p. 5.


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Agradecimiento Deseo expresar mi agradecimiento al Dr. Juan José Morrone de la UNAM, quien generosamente proporcionó información esencial para este trabajo. No puedo sino encomiar su accesibilidad y disposición para ayudar a un desconocido, actitud que revela su calidad humana. A mi amigo, el Dr. Antonio Herrera Vaillant quien generosamente se prestó a servir de enlace con la familia Tejera de Caracas, antiguos amigos de Croizat y su esposa. Al Sr. Lino Revilla, quien en gesto impar puso a nuestra disposición el archivo privado del diario El Falconiano, así como al personal del Archivo Histórico del Estado Falcón. Un agradecimiento especial merecen las personas que nos ofrecieron remembranzas del científico y de su esposa, en este aspecto los recuerdos del Sr. Simón Bracho, a quien entrevistamos en dos ocasiones, en 2002 y 2009 resultaron invaluables, así mismo los datos que aportaron el Dr. Pedro De Armas y señora, la Sra. Livia de Azzalín, la Prof. Beatriz Rivera, y la Sra. Marisela Saher de Arocha. Vaya para todos ellos nuestro reconocimiento.


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LA OBRA RECTORAL DEL DR. ANTONIO JOSÉ CASTILLO Aproximación a una nueva filosofía universitaria. Rector de la UCV entre 1937 y 1943. Pionero de la Ciudad Universitaria de Caracas Alberto J. Navas Blanco (*)

Resumen La renovación de la vida universitaria venezolana, en su sentido filosófico más amplio, ocurre como la mayor parte de las iniciativas modernizadoras de nuestro contexto cultural contemporáneo, a partir de los cambios iniciados luego de 1936, una vez superada la tiranía gomecista. El pensamiento y obra del Dr. Antonio J. Castillo, Rector de la UCV entre 1937 y 1943, es aquí estudiado y expuesto para la mejor comprensión de los planteamientos de renovación académica que se desarrollaron en el curso de la segunda mitad del siglo XX. Este trabajo fue presentado como ponencia ante el: 1er Congreso Internacional de Ciencias Históricas, realizado en Barquisimeto en 2005, donde asistimos con el financiamiento del Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la UCV. Palabras claves: Renovación Universitaria, Pensamiento Universitario, Antonio J. Castillo, Ciudad Universitaria, Modernización Universitaria. Introducción La historiografía universitaria venezolana es un resultado académico relativamente reciente, sobre todo si la observamos en el marco general de la evolución de las humanidades y las ciencias sociales de nuestro país. El año (*) Profesor Titular UCV. Director del Archivo Central de la UCV.


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2006 cumplimos apenas sesenta años de la fundación (un octubre de 1946) de la Facultad de Filosofía y Letras, hoy denominada Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela, en cuyo seno entre 1948 y 1958 germinó la Escuela de Historia al calor de polémicas y novedosas incorporaciones críticas, teóricas y metodológicas; asumidas con liderazgos diferenciados, durante la década de 1960, por personalidades que aún hoy pesan significativamente en nuestro medio académico: Germán Carrera Damas, Eduardo Arcila Farías y Federico Brito Figueroa, entre los principales. Una segunda generación de historiadores profesionales, afianzada desde la década de 1970, abrió el abanico de las especializaciones con desarrollos como el de la demografía histórica (José E. López), geografía histórica (Pedro Cunill G.), historia de la alimentación (J. R. Lovera), el estudio de las tiranías personalistas (M. Caballero, E. Pino Iturrieta y Graciela Soriano) y, entre otras más, la historia de la vida universitaria rescatada del olvido por Ildefonso Leal. Una tercera generación se ha formado durante las agridulces décadas de 1980 y 1990, con una intensa y compleja tarea de profundización y afinamiento crítico, ejercida sobre los temas e instrumental teórico y metodológico legados por los maestros de las generaciones anteriores. En este contexto de tercera generación nos empeñamos en la doble tarea de recuperación del pasado patrimonial y, al mismo tiempo, superar las trabas teóricas y metodológicas que han emergido como retos de nuestro tiempo histórico. En tal sentido, nuestra preocupación por asumir el estudio de la gestión rectoral del Dr. Antonio José Castillo Machado, no se limita a satisfacer una normal y lógica necesidad de recuperar y salvar la memoria institucional de nuestra vida universitaria, sino a contribuir a la comprensión de la complejidad histórica de un proceso de transición estructural, coyunturalmente muy crítico entre las décadas de 1930 y 1940, periodo en el que los proyectos de “reforma” universitaria reflejaban lo más hondo de las ideas esenciales que animaron la transformación general de la sociedad venezolana hacia lo que se entendía como un binomio inseparable entre democracia y progreso. Bajo esta perspectiva de integración de los procesos de descripción, explicación e interpretación histórica, desde una multifocalidad que no disocie etiológicamente la cotidianidad de la complejidad estructural de los procesos; es que nos interesa abordar el estudio de los proyectos de reforma universitaria y su inserción histórico-social posteriores a la transición crítica que representa para la Venezuela moderna el nudo que surge desde los años de 1935 y 1936.


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No es nuestro interés dar espacio a la polémica sobre el valor de la “metanarrativa” o al dudoso aporte del denominado “petit récit”, pues ya autores de mayor relevancia como Joseph Fontana1 han marcado el camino para superar la crisis desideologizadora y de castración conceptual que afectó a la historiografía mundial desde la década de 1980 y que podemos estar en camino de superar en estos comienzos de este siglo XXI, con un renacer de las explicaciones complejas y de largo alcance sobre las bases de la nueva historiografía académica y científica, sin ninguna necesidad de ocuparnos en condenar a los cultores de las excentricidades de las pequeñeces de la historia, que siempre tendrán su público y utilidad en el amplio espectro de la producción historiográfica. En este sentido, la gestión rectoral del Dr. Antonio José Castillo, cumplida entre los años de 1937 y 1943, puede ser estudiada y comprendida solo muy limitadamente, si nos concentramos en los acontecimientos inmediatos de esos efervescentes seis años de indiscutible progreso hacia la modernización y la democracia. Pues en un contexto internacional de excepcional gravedad expresado en la IIa Guerra Mundial, la Venezuela postgomecista evolucionaba favorablemente hacia una liberalización progresiva de las rígidas y precarias estructuras dejadas luego de casi cuatro décadas de la cruenta tiranía andina de los generales Castro y Gómez ( entre 1899 y 1935). Este postgomecismo reformista encabezado por los generales –también andinos– López Contreras y Medina Angarita (entre 1935 y 1945) aparece a primera vista como un aprovechamiento correctivo e incompleto de los logros y desmanes de las cuatro décadas anteriores; la pacificación y centralización política, el reordenamiento administrativo y la afluencia de recursos financieros insólitamente crecientes derivados de la exportación petrolera, creaban las condiciones favorables para el despegue del proyecto de modernización democrática y liberal esperado desde el siglo XIX. Basta con una simple lista descriptiva de los principales logros del lopecismo-medinismo para visualizar el rumbo progresivo y reformista del postgomecismo: Liquidación política de los residuos duros del gomecismo, lanzamiento del “Programa de Febrero” oferta de legalidad y progreso, reducción del periodo presidencial de 7 a 5 años, se sanciona la Ley del Trabajo, se crean la Oficina Nacional del Trabajo, el Ministerio de Agricul-

1. Fontana, Josep, La historia de los hombres: el siglo XX. Barcelona, Crítica, 2002.


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tura y Cría, el Ministerio de Comunicaciones y el Instituto Pedagógico hasta 1936. Desde 1938 hasta 1941, se emprenden importantes campañas sanitarias y asistenciales, se crea el Consejo Venezolano del Niño, la Ley del Seguro Social, el reglamento de participación de los trabajadores en las utilidades de las empresas y la creación del Banco Central de Venezuela. La represión de la oposición de izquierda, con exilio, cárcel e inhabilitación política, así como la firma del tratado de límites favorable a Colombia (entre los presidentes López y Santos 05-04-1941), fueron la mancha obscura del régimen reformista, que tendría que pagar un elevado costo político en el mediano plazo. El gral. Medina Angarita, el “heredero andino”de la Presidencia de la República desde 1941, profundizó eficazmente las reformas iniciadas bajo el lopecismo, especialmente en el campo de las libertades civiles permitiendo las actividades políticas a la oposición de izquierda; pero descuidando el liderazgo del aparato militar resentido por las ya referidas entregas territoriales (siendo Medina Ministro de Guerra y Marina de López Contreras) y por las preferencias hacia los atrasados oficiales andinos en detrimento de la nueva oficialidad profesional. Sin embargo, Medina logró un importante liderazgo nacional apoyado en su vocación civilista y modernizadora, apoyando la aprobación de importantes leyes como la del Impuesto Sobre la Renta, de Hidrocarburos y de Reforma Agraria. Igualmente se emprendió una importante política de obras públicas en el campo de la salud, vialidad y vivienda; destacándose la moderna Urbanización de “El Silencio” y el inicio de la construcción de la Ciudad Universitaria de Caracas. Mientras que en el plano internacional el gobierno medinista adoptó una novedosa política de acercamiento directo hacia los países bolivarianos y los Estados Unidos de Norteamérica, así como la apertura de relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, asumiendo un rol ventajoso para una Venezuela progresista en el contexto mundial expansivo previsible al finalizar la IIª Guerra Mundial. El violento fin del régimen andino reformista postgomecista, con el golpe cívico-militar del 18 de octubre de 1945, representó un viraje cualitativo y cuantitativo coyuntural en el proceso estructural iniciado desde 1935, acentuándose cada vez más el protagonismo del personalismo cívico-militar y el modelo demodistributivo o populista (más que democrático), como factores predominantes en la administración del proyecto nacional modernizador venezolano hasta comienzos del siglo XXI.


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En consecuencia, nuestro objeto de estudio: la gestión rectoral del Dr. Castillo (1939-1944) se corresponde perfectamente con las tendencias reformistas y liberalizadoras que intentaron, racional y moderadamente, iniciar un proceso de modernización sin liquidar las bases institucionales aprovechables del periodo anterior. No se trataba de una tarea sencilla, pues la nación venía de un prolongado periodo de control tiránico del poder y de administración oligárquica del proyecto de progreso nacional, iniciado desde 1870 con la dictadura del gral. Guzmán Blanco y acentuado desde 1899 con la definitiva configuración del estado como aparato de violencia con los generales andinos en el poder hasta 1935. El camino de las reformas moderadas y selectivas, escogido por los presidentes López y Medina posiblemente no estuvo a la altura de la profundidad estructural requerida para ese momento histórico crucial; pues ya la historia republicana, previa a 1870, había demostrado el fracaso de las respuestas liberales-reformistas a la crisis de amplia magnitud que estructuralmente afectaba a Venezuela; y mucho menos si tales procesos de reformas moderadas se ejecutaban desde las instancias de un poder oligárquico, independientemente de las buenas intenciones cívicas de sus líderes. En la historia política de Venezuela republicana la “reacción” desestabilizadora ha sido la respuesta lógica para los regímenes oligárquicos que han jugado a las reformas y aperturas liberalizadoras; así lo sufrieron el gral. Páez en 1848, el gral. Guzmán Blanco en 1877 y 1888 y el propio gral. Medina Angarita en 1945. En suma, los procesos de ajuste estructural iniciados en Venezuela desde 1936, tienen una primera etapa de aplicación coyuntural reformista y moderada, que se prolongan hasta el 18 de octubre de 1945; tales reformas tienen un acento especial en la progresiva ampliación del estado de derecho y de las libertades políticas, así como en el desarrollo de una novedosa política de atención social (salud, vivienda, trabajo, educación, etc.); pero el fracaso político parcial de los actores de tales cambios, al ser removidos violentamente del poder, no significó la derogación de las grandes líneas de desarrollo del proceso modernizador. En efecto, si desglosamos algunos aspectos de las políticas desarrolladas desde la segunda mitad de la década de 1930, encontraremos casi siempre un sustrato de continuidad estructural, desde los inicios de dicha democracia reformista hasta los tiempos contemporáneos; tal es el caso de la política educativa modernizadora y amplificadora, de crecimiento permanente, que ha estado presente desde los días de las misiones chilenas en la Venezuela de 1936, hasta las últimas misiones amplificadoras de la matrícula


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de estudio en todos los niveles de la educación (Robinson, Rivas, Sucre, etc.) siendo también, desafortunadamente constante, el descuido de la orientación cualitativa del sistema educativo. El Dr. Antonio José Castillo, rescatado del olvido desde la publicación de la “Historia de la UCV” del Dr. Ildefonso Leal en 1981 y, posteriormente, por la publicación del discurso de incorporación a la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina del Dr. Alfredo González Navas en 19912. Ha recobrado nuevamente interés para los investigadores, especialmente desde la declaratoria de la Ciudad Universitaria de Caracas como Patrimonio Mundial por la UNESCO en el año 2000, ya sea por la lógica curiosidad por conocer los orígenes del patrimonio universitario moderno, como por estudiar la lógica histórica de la expansión del sistema de educación superior en Venezuela contemporánea. En todo caso, el Dr. Castillo, como caraqueño y universitario supo interpretar acertadamente las necesidades físicas y académicas de su momento, tanto para la ciudad como para la UCV. No se trata del “inventor”de la Ciudad Universitaria, sino del autor de la idea y de los primeros pasos hacia la planificación y construcción de la Ciudad universitaria de Caracas, acercándose directa e indirectamente a otras experiencias que ya funcionaban en Colombia, México y los Estados Unidos de Norteamérica; apoyándose en los mejores asesores nacionales y extranjeros. Antonio José Castillo Machado nació en la ciudad capital de Caracas un 12 de abril de 1897, en una casa muy céntrica de la Parroquia Catedral, ubicada entre las esquinas de Cují y Romualda (según testimonio de su discípulo el Dr. González Navas), último de los cinco hijos habidos en el matrimonio entre el Dr. Juan Francisco Castillo y la señora Amelia Machado Echezuría; una familia muy de la clase media alta caraqueña; cuyo padre (nacido en Caracas el 24 de Mayo de 1850) descollaba por su notable carrera universitaria y política. Según consta en el Archivo Histórico de la UCV y en libro de “Egresados de la Universidad Central de Venezuela”, el padre de nuestro estudiado Rector había iniciado sus estudios de derecho en la UCV desde 1869, involucrado profundamente en la causa liberal que llevó al poder por las armas al gral. Antonio Guzmán Blanco en 1870; no obstante su actividad militar (participó en

2. Leal Ildefonso, Historia de la UCV. Caracas, Ed. Rectorado, 1981. González N., Alfredo, Doctor Antonio J. Castillo Dinamismo y Mística. Caracas SVHM, 1991.


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la toma de Puerto Cabello y otros combates de ese año) ya para 1874 acumulaba los títulos de Bachiller en Leyes, Licenciado en Leyes y Doctor en Leyes.3 Su valor militar y académico le permitió acceder a importantes cargos dentro del régimen guzmancista desde 1881, cuando se estrena como Secretario de Gobierno del Estado Guzmán Blanco, miembro del poderoso Consejo Federal en 1882, Presidente del Senado en 1885 y Ministro de Hacienda en 1886. En 1887 viaja a Europa (vía New York) en la comitiva de Guzmán Blanco y se involucra en la crisis del partido liberal y termina preso junto al Gral. Joaquín Crespo luego del fracaso de la invasión por Coro con la goleta “Ana Jacinta” en 1888. Finalmente, el Dr. Juan Francisco Castillo se une a la “Revolución Legalista” de 1892, acompañando nuevamente a Crespo, quien una vez en el poder lo eleva a las altas esferas del gobierno, siendo Diputado a la Asamblea Constituyente de 1893 por el Estado Lara, Gobernador del Distrito Federal y Ministro del Interior en 1895. Pero para 1897, justo el año de nacimiento del futuro Rector Castillo, la carrera política del padre entra nuevamente en crisis, tras su renuncia al Ministerio del Interior y el fracaso de su precandidatura por el Partido Liberal para las elecciones presidenciales del 1897; asumiendo una especie de autoexilio en New York entre 1897 y 1898; en una estrategia de protesta contra le decisión del Presidente Joaquín Crespo de seleccionar como sucesor al gral. Ignacio Andrade. Para 1899 encontramos al Dr. Juan Francisco Castillo incorporado a la Revolución Liberal Restauradora, acaudillada por el gral. Cipriano Castro, quien lo reinstala en el Ministerio del Interior y en 1900 lo designa Jefe Político y Militar de Guayana y luego Presidente Provisional del Estado Zulia, muriendo de disentería en el ejercicio del cargo el 4 de noviembre de 1900. A los tres años de edad Antonio José Castillo presencia el funeral de un padre que casi no conoció, pues entre el exilio, las campañas militares y los cargos públicos tan lejanos a Caracas; apenas sobraron algunas semanas para la reunión familiar. Sin embargo le quedaría la herencia de una posición social y nombre político respetable en la Caracas tradicional de las primeras décadas del siglo XX. Su madre, Doña Amelia Machado, no descuidó su educación y luego de ubicarlo en una “escuelita” (caraqueñismo para referirnos a los estu-

3. Leal, Ildefonso, Egresados de la Universidad Central de Venezuela. Caracas, Ed. Secretaría, 1996, T. I, pp. 326-327.


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dios previos a la primaria, pero que no eran un preescolar en el sentido moderno) de primeras letras identificada por González Navas como el “Colegio Franciscano”, inscribe al joven Antonio José en el prestigioso “Colegio Sucre”, para sus estudios de primaria y secundaria, bajo la tutela de reconocidos profesores como J. M. Núñez Ponte, Luis Espelozín y Juan de Dios Méndez y Mendoza. Al mismo tiempo, Castillo cursó estudios de Francés en el “College Français” de Caracas, donde obtuvo el certificado de aprobación preparatoria el 22 de julio de 1910, cuando contaba los trece años de edad, como consta en su expediente para la obtención del grado de Bachiller ante la UCV. A los 15 años de edad, el 18 de septiembre de 1912 presenta en el Salón de Exámenes de la UCV su Tesis de Bachiller, previamente aprobada en el Colegio Sucre, titulada “Nociones de Libertad”; un documento cuyo original reposa en el Archivo Histórico de la UCV4 como una pieza interesante para su estudio, escrita a máquina en tinta azul en 14 páginas tamaño carta. A sabiendas de las limitaciones escolares propias de una tesis de bachillerato, citaremos una de las conclusiones a las que llegó el Joven Antonio J. Castillo, solamente para evidenciar cómo se encontraba sintonizado con los parámetros generales del pensar político en la Venezuela de 1912, particularmente en lo relativo a las limitaciones propias del ejercicio de la libertad y, sobre todo, en un momento en el que la sociedad venezolana aún no se había percatado dela plenitud del apetito tiránico del gobernante gral. Juan Vicente Gómez: “Así la libertad tiene sus condiciones límites y grado. Lo primero está basado en los fenómenos de inteligencia y sensibilidad que acompañan el acto voluntario, lo segundo en la naturaleza de las cosas y carácter de las personas y por consiguiente estas condiciones tendrán grados que se efectuarán en ciertos límites” 5. El expediente de grado de Bachiller señala como Jurados a los Profesores: Luis Soriano, Germán Jiménez, Emeterio Gómez Franco y E. Delgado Palacios; aprobándola como sobresaliente, en concordancia con la mayoría de las notas obtenidas por Castillo en sus estudios de bachillerato en el Colegio Su-

4. AHUCV, Caracas, Grados de Bachiller Artes o Filosofía. Lib. 136, A-G, 1912. 5. Ibídem, p. 14 (Tesis anexa).


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cre: Biología, Zoología, Botánica, Física General y de Segundo Año, Álgebra, Geometría, Química, Filosofía, Historia Universal e Historia de la Filosofía. Para el momento del grado de Bachiller de Antonio J. Castillo era Rector de la UCV el eminente médico Dr. Felipe Guevara Rojas nacido en Cantaura el 30 de junio de 1878, egresado de la UCV en 1902, designado Rector el 10 de abril de 1912; quien a partir del 19 de septiembre de 1912 tuvo que enfrentar un motín estudiantil y protestas profesorales por el estilo “frontal” con el que el nuevo Rector había asumido algunas medidas correctivas y disciplinarias. Lo cierto es que Castillo contó con la suerte de poder defender su tesis apenas un día antes de las protestas que condujeron a expulsiones y a una clausura de la Universidad desde el 1 de octubre de 1912, por instrucciones del Presidente de la República, cierre que se prolongó hasta el año de 1922 y que marcó varias generaciones de jóvenes estudiantes que vieron total o parcialmente frustradas su vocación de estudios profesionales. Algunos privilegiados pudieron trasladarse a los Estados Unidos de Norteamérica o a Europa para materializar sus estudios; otros, no menos favorecidos y con buenas relaciones políticas y académicas, pudieron realizar sus estudios en Venezuela, de manera semi-privada, en una especie de escuelas paralelas, cuyos cursantes tenían que presentar exámenes especiales ante el llamado Consejo de Instrucción, adscrito al Ministerio de Instrucción Pública, cuya cartera estaba desempeñada desde enero de 1913 por el mismo Dr. Felipe Guevara Rojas, quien había quedado desubicado luego del cierre de la UCV Teniendo desde allí la oportunidad de intentar una reforma del sistema educativo bajo la protección de la paz gomecista, interrumpida por su muerte en 1916. Algunos de esos jóvenes favorecidos fueron a estudiar Derecho en una Escuela de Ciencias Políticas paralela que funcionó en la esquina de Santa Capilla; otros interesados en la Medicina, usaron sus buenas relaciones con el ministro Guevara Rojas y otros eminentes Profesores (como los Doctores Razetti y Rísquez), y en número de quince cursantes iniciaron sus estudios de medicina en una especie de escuela semi-privada que fue instalada en el recién creado Instituto Anatómico6 (Esquina de San Lázaro próxima al Hospital Vargas, donde realizarían sus estudios clínicos); en dicho grupo estudiantil destacan,

6. Según J. T Jiménez Arraíz en: 22 Promociones Médicas, Caracas, Tip. Remar, 1970, p. 163 esta Escuela funcionó inicialmente entre las esquinas de Bolero y Llaguno de Caracas.


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entre otros, nuestro biografiado Antonio José Castillo, Julio García Álvarez y Pedro González Rincones, quienes llegaron a ser rectores de la UCV Iniciándose en los estudios médicos en 1915 y egresando –previo examen– ante el Consejo Nacional de Instrucción en 1920, como Médicos Cirujanos. Luego de una pasantía de especialización en cirugía y ginecología en el Hospital Necker de París, donde ocupó la posición de “Monitor”7, regresa a Venezuela e inicia su carrera como Profesor universitario desde 1923, en una UCV que había sido reabierta apenas el año anterior. Desempeñando inicialmente la jefatura de Clínica de la Cátedra de Clínica Quirúrgica hasta 1924 y Adjunto en el Servicio de Cirugía No 1 en el Hospital Vargas entre 1925 y 1927. Luego, entre 1927 y 1929, se desempeñó como jefe del Servicio de Cirugía No 3 del mismo Hospital Vargas y desde 1929 en adelante en el Servicio de Cirugía No 2 base de la posterior Cátedra de Ginecología. En cuanto al ejercicio privado de la medicina Antonio José Castillo logró destacarse por su vocación pionera en la creación de una moderna generación de Clínicas Privadas, avanzadas tanto por su nuevo diseño arquitectónico apropiado para tales funciones, superándose la etapa tradicional de adaptar viejos edificios de origen heterogéneo para fines hospitalarios. En este sentido Castillo fue uno de los médicos fundadores de la famosa “Policlínica Caracas” (situada al sur del casco central de la ciudad, en la Parroquia Santa Rosalía, en un bello edificio tropicalizado de dos plantas con las mejores dotaciones de su tiempo, desgraciadamente hoy demolido), igualmente en la década de 1930 participó en la creación de la Compañía “Diego de Losada” base de la creación de la también célebre “Clínica Razetti” (al este del casco central de la ciudad en la Parroquia Candelaria), hoy se recuerda los adelantos en materia de Rayos X y laboratorio microscópico, así como los novedosos procedimientos de ureteropieligrafía retrógrada (procedimiento para el diagnóstico del estado de la parte excretora del aparato renal), practicada por primera vez en Venezuela por los Dres. A. J. Castillo y su colega el Dr. Pedro Gutiérrez Alfaro. Además de dar una alternativa médica y hospitalaria privada a los sectores medio y alto de la sociedad venezolana, estas clínicas privadas contribuyeron notablemente al desarrollo práctico de las especialidades médicas y quirúrgicas; en este sen-

7. Gónzález N., Alfredo, Op. Cit. p. 9


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tido el Dr. Castillo se destacó como promotor de las nuevas generaciones de médicos, brindándoles la oportunidad de practicar en las nuevas instituciones privadas, entre ellos su propio biógrafo, el ya referido Dr. Alfredo González Navas. Igualmente apoyó iniciativas como la incorporación a la docencia universitaria y al ejercicio privado a notables médicos, como es el caso del notable cirujano español Manuel Corachán, exiliado de la tragedia de la Guerra Civil Española. Como consta en su expediente en el Archivo Histórico de la UCV. El Médico Cirujano Antonio José Castillo, solicitó ante el Rector de dicha Universidad, el Dr. Alejandro Urbaneja, el conferimiento del título de Doctor en Ciencias Médicas el 2 de enero de 1925, colación que es aprobada en acto público y solemne en el Paraninfo de la vieja Universidad a las 5 pm.8 Ese mismo año recibieron también el Doctorado en Medicina algunos de sus antiguos compañeros, quienes habían sido afectados por la crisis del cierre universitario de 1919, como Pedro González Rincones, Pedro del Corral, Gustavo H. Machado, Bernardo Gómez, Andrés Gutiérrez Solís, Guillermo Hernández Z., Héctor Landaeta, Pedro Rodríguez Ortiz, Martín Vegas y Pedro Gutiérrez Alfaro. Toda una generación de médicos y académicos, cuyo legado aún se proyecta hasta nuestro presente. Se podría decir que en buena medida formaban parte del ala conservadora del profesorado y la juventud universitaria, adictos a la gradualidad de los cambios necesitados por el país y la universidad; todo ello en contraste con la virulencia propia de la llamada generación de 1928, a la cual acompañó y complementó en los procesos de cambio iniciados desde 1936. Desde el 22 de diciembre de 1935, iniciándose la apertura política inmediata a la muerte del Gral Gómez, el rectorado de la UCV venía siendo “acaparado” por egresados de la Facultad Médica, con ello se seguía una tradición heredada de fines del siglo XIX y que inició el Dr. Rafael Villavicencio al sumir el rectorado el 15 de marzo de 1898, seguido por otros médicos como Santos Dominici en 1899, José A. Baldó en 1901, Laureano Villanueva en 1905, Luis Razetti en 1908, Elías Toro en 1908, Manuel Dagnino en 1911, Felipe Guevara Rojas en 1912, David Lobo en 1922, Diego Carbonel den 1925, Juan Iturbe en 1928 y Plácido Rodríguez R. en 1928. Solo excepcional8. AHUCV, Caracas, Grados de Doctor en Ciencias Médicas, 1925, Libro 75, A-V, Expediente N° 6.


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mente algunos ingenieros como Muñoz Tébar o Alberto Smith, Canonistas como Alejo Zuloaga o abogados como Alejandro Urbaneja, ocuparon la silla rectoral. En esa tradición en 1935 el Dr. Francisco A. Rísquez notable médico margariteño egresado de la UCV en 1876 había asumido el rectorado y desde allí apoyado los movimientos de protesta nacional en pro de la democratización del régimen lopecista, en especial encabezando la célebre manifestación popular y universitaria que marchó el 14 de febrero de 1936 hasta el Palacio de Miraflores. Luego, el 10 de julio de 1936, asumió el rectorado el médico cumanés Salvador Córdova; como consecuencia, no tenía nada de extraño que el 4 de marzo de 1937 asumiera, por designación del Presidente López Contreras, el rectorado de la Universidad Central otro prestigioso médico como lo era el Dr. Antonio José Castillo. Aparte de la ya referida brillante carrera médica desempeñada por Castillo desde el Hospital Vargas, las aulas universitarias y las modernas clínicas privadas; entre 1935 y 1937 había presidido exitosamente la Sociedad Venezolana de la Cruz Roja, formando también parte de la Junta de Beneficencia Pública del Distrito Federal. Todo ello lo recomendaba ampliamente para desempeñar el difícil cargo de Rector de la UCV en un año tan convulsionado como 1937, pues en febrero la policía de Caracas había allanado la Universidad y dado muerte al estudiante Eutimio Rivas, así como importantes líderes de la oposición habían sido expulsados del país (entre ellos Rómulo Betancourt, Jóvito Villaba y Raúl Leoni), siendo por ello una acertada decisión del gobierno designar en el rectorado a una figura de prestigio y joven, que apenas con 39 años alcanzaba tan comprometida responsabilidad. En un primer periodo rectoral, entre 1937 y 1941, Castillo logró estabilizar la Universidad, reconstruyendo su dinámica interna y preparándola para los cambios que la impulsaran hacia su modernización y gestión autonómica. En un segundo periodo, el rectorado del Dr. Castillo desplegó el inicio de los cambios que condujeron a la universidad que hoy tenemos; desgraciadamente una terrible enfermedad y su prematura muerte en 1946 le impidieron disfrutar los resultados de sus proyectos. En el discurso de toma de posesión del rectorado, pronunciado en presencia del Presidente López Contreras, ya se observaban sus tres prioridades de gestión: Primero, modernizar la Universidad como modelo nacional, segundo, elaborar un nuevo marco legal a los estudios superiores en Venezuela y tercero, reestablecer la autonomía universitaria sobre bases realistas. En cuanto a lo primero citamos su anuncio:


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“Estamos empeñados en presentar a la Universidad Central de Venezuela como Instituto modelo y pagar a nuestra madre intelectual la deuda sagrada,...” 9. En consecuencia la participación activa de los componentes académicos de la UCV sería fundamental, en el marco de una nueva legislación, para la reorganización de la educación superior en Venezuela: “Una nueva Ley en cuya elaboración prestan ayuda efectiva, útil y desinteresada Todas las Escuelas Universitarias, es nuestro próximo proyecto y con ella la reorganización y solución del problema Instrucción Superior, colocándonos a la altura de cualquiera de las otras Universidades del extranjero” 10. Al proponer el abordaje del tema de la autonomía universitaria, suprimida en buena medida desde la década de 1870, el Rector Castillo retoma sus ideas de las libertades y sus condiciones y limitaciones; como ya lo había esbozado antes en su ya citada Tesis de Bachiller: “Nociones de Libertad” hacia 1912: “Al ser ofrecida la autonomía universitaria por el ciudadano Ministro de Educación Nacional, hemos comprendido esa autonomía dentro de la realidad y de sus posibilidades, por lo tanto esa autonomía docente no es otra cosa, que la solución de nuestros problemas por técnicos en la materia, es decir, por aquellos que por sus conocimientos son los llamados a resolver, en cada caso, el problema que se nos presente, dejando de lado los intereses personales y no tomando en cuenta sino los colectivos, en bien de todos y por el auge y buen nombre de la Universidad” 11. Desde los primeros momentos de la gestión rectoral encontramos registros de una nueva forma de preocupación por el futuro de la Universidad. Un nuevo estilo orientado hacia la vinculación con una sociedad que tocaba las puertas de la modernización; siendo la primera preocupación el proyecto de 9. Castillo, A. J. En: “Anales de la Universidad Central de Venezuela”, Caracas, UCV Año XXV, Tomo XXV, No 1 enero-junio de 1937, p. 33. 10. Idem. 11. Ibídem. p. 34.


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redimensión física e institucional de la UCV conforma al reto que representaba la principal y más antigua de nuestras instituciones de educación superior, todo ello en preparación de las capacidades de la universidad para atender las necesidades de una sociedad masificada que ya se anunciaba desde la década de 1930. En este sentido el otorgamiento de una nueva planta física a la sede de la Universidad era un objetivo que ya no permitía mantenerse en la simple política de quejas y reclamos ante el poder ejecutivo. Castillo vio la luz de la posibilidad de construcción de una nueva sede en forma de “Ciudad Universitaria” y desde allí se empeñó en movilizar a la UCV, a entes públicos y privados, nacionales y extranjeros para poner en marcha el proyecto. De hecho no era la primera oportunidad, desde la fundación de la Universidad de Caracas en 1721, en que se planteaba la necesidad urgente de dotar al Instituto de edificaciones adecuadas. Al iniciar sus actividades docentes en 1725 lo hizo sobre edificaciones prestadas por el Colegio Seminario Santa Rosa de Lima, fundado por el Obispo Antonio González de Acuña en 1673, ubicados en el cuadrante frente al sur-oeste de la antigua Plaza Mayor de Caracas (hoy Plaza Bolívar), es decir exactamente en la esquina de “Las Monjas” donde hoy funciona el Palacio Municipal del Concejo Municipal y Alcaldía de Caracas, conservándose de aquel edificio apenas muy alterada la vieja Capilla Universitaria y otros pequeños espacios apenas hoy re­conocibles12. La Universidad colonial se mantuvo en su sede original, compartida con el Seminario, hasta bien entrado el período republicano; hasta que en la década de 1840 comienzan a mudarse algunas cátedras al viejo edificio del “Convento de San Francisco”, donde compartían el espacio con dependencias educativas, legislativas y otras que desde los años de 1830 habían ocupado las dependencias del Convento en el proceso de secularización que afectó los bienes de la Iglesia Católica desde los comienzos del proceso emancipador de Venezuela. Ya para el año de 1856 el viejo caserón del Convento (que ocupaba buena parte de la cuadra entre las esquinas de San Francisco a la de Bolsa)13 bajo la gestión rectoral de Guillermo Michelena, fue destinado definitivamente para

12. Ver: Navas B., Alberto, Reseña histórica de las sedes de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, Vic. Rect. Académico, 2001, pp. 9-11. 13. Ver: Duarte, C, y Gasparini, G., Historia y de la Iglesia y Convento de San Francisco de Caracas, Caracas, Banco Venezolano de Crédito, 1991.


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sede de la UCV, aunque teniendo que compartirlo con las Cámaras Legislativas hasta 1873 y como cuartel con la soldadesca durante la Guerra Federal (1859-1863). No fue sino hasta los años del Guzmanato (1870-1888), cuando el viejo claustro conventual recibió las remodelaciones adecuadas para el funcionamiento educativo, con la construcción de su emblemática fachada de estilo gótico, que aún conserva la UCV en la viñeta de sus diplomas de grado, en diseño del Calígrafo Lic. Sosimo Molina, así como el Paraninfo, los claustros, la biblioteca y oficinas. Pero ya para la década de 1930, la Universidad había crecido internamente en número de estudiantes, profesores y empleados, así como en Facultades y dependencias, como para plantear una crisis funcional de espacio; situación que se complicaba aún más con el congestionamiento implícito por estar ubicada en pleno centro de la ciudad, lo que generaba complejas tensiones urbanas que dificultaban el ejercicio docente y, al mismo tiempo, perturbaban frecuentemente la dinámica de la ciudad, particularmente por las reiteradas protestas estudiantiles (desde 1886 a 1937 fueron un verdadero dolor de cabeza para la policía); aunque desde el punto de vista político-cultural la presencia universitaria en el centro de Caracas era un factor valorizador de la vida de la ciudad, sobre todo en contraste con la degradación ambiental que hoy sufren esos espacios céntricos. La comunicación que dirigió el Rector Francisco A. Rísquez al Gobernador del Distrito Federal en enero de 1936, expresa ya la disfuncionalidad de las relaciones entre la ciudad bulliciosa y la Universidad saturada: “La estación de autobuses a las puertas de la Universidad y frente al Capitolio Federal, han traído un gran número de vendedores de dulces y baratijas, convirtiendo la acera en un mercado; reunidos en el lugar billeteros, voceadores de periódicos, limpiabotas, compadres, gentes de toda clase, sumándose al movimiento de estudiantes que salen y entran; impidiendo el tráfico, perturbando los actos académicos del Paraninfo, las lecciones universitarias, la lectura de la biblioteca, las sesiones de las academias de la Medicina, de la Lengua y de la Historia, formando, en suma, con los gritos, pregones, automóviles que pasan atronando con sus cornetas un alboroto perenne, absolutamente incompatibles con la tranquilidad, el repose y la dignidad del Instituto...” 14. 14. Leal, Ildefonso, Egresados de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, Secretaría UCV, 1996, Tomo I, anexo, p. 195.


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De hecho, las estadísticas relativas a la época señalan una saturación estudiantil creciente y sin precedentes; de allí el mérito de los proyectos del Dr. Castillo al proponer una solución estructural frente a una problemática que ya no era sencillamente abordable con medidas de orden público; siendo momento de dar respuesta a una presión de mayor espectro que venía de una sociedad que ya no era la tradicional. Siguiendo las cifras de Leal, podemos notar que la Universidad Central de 1903 contaba apenas con 162 estudiantes, pero ya para 1937 estaban inscritos 1739 estudiantes, es decir más de diez veces la cantidad matricular de comienzos del siglo XX15. Aunque estas cifras puedan parecer irrisorias desde nuestra perspectiva de comienzos del siglo XXI, para las autoridades universitarias (todos nacidos en el siglo XIX) resultaba inmanejable la gran afluencia estudiantil que saturaba una Universidad que reflejaba la dinámica de apertura social y política de la pujante Venezuela en auge petrolero. Ya el viejo Convento remodelado se resentía de un uso abusivo luego de la mudanza de 80 años atrás, tomado como referencia el año de comienzo de la gestión rectoral del Dr. Castillo. Indiscutiblemente, habiendo sido el Rector Castillo afectado directo del cierre de la Universidad en el año de 1912, deambulando con sus profesores en edificios externos a la sede central de la UCV (como era el caso del Instituto Anatómico) podemos entender su inclinación hacia la busca de nuevos espacios de crecimiento y, tal vez al mismo tiempo, el inicio de un desapego creciente de los ucevistas hacia las viejas sedes (la de las esquinas de Las Monjas y la de San Francisco), que en lugar de convertirse en museos o dependencias emblemáticas, fueron desviadas hacia usos cada vez más alejados de su origen, muchas veces degradantes delos edificios de notable valor histórico. Este desapego relativo, al no haber sido cursante tradicional en el viejo edificio universitario, tuvo la ventaja de impulsar la visualización de integrar la Universidad al crecimiento de la ciudad de Caracas hacia el este del valle capitalino (descartándose otras posibles locaciones al sur y norte de la ciudad); en este sentido, ya desde el Consejo Universitario en su sesión del 15 de febrero de 1938, presidido por Castillo, aprobó una exhortación al poder ejecutivo federal para que asumiera el grave problema de la planta física de la Universidad, pidiendo:

15. Ibídem. Tomo II, Vol. I, pp. XCVI-C.


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“...decretar la construcción de edificios adecuados para el funcionamiento de las Escuelas de Medicina, Ingeniería, Farmacia y Dentistería...” 16. Aunque todavía no aparece definida claramente la idea de una Ciudad Universitaria, si se presenta al ejecutivo la idea de la necesidad de una solución general hacia los problemas de las principales facultades activas, encontrándose todavía muy latentes las futuras facultades de Filosofía y Letras, de Ciencias Económicas y Arquitectura, que emergerían más definidamente en las décadas de 1940 y 1950. El propio arquitecto de la UCV contemporánea, Carlos Raúl Villanueva, reconoce en entrevista realizada por el periodista Néstor Mora, que la idea de la Ciudad Universitaria novedosa para Venezuela, no lo era así en el contexto de América, pues ya existía en los Estados Unidos de Norteamérica, Colombia y México, e igualmente eran planificadas en Brasil y Argentina. Igualmente reconoce que la idea general del proyecto original pertenece al Rector Antonio José Castillo, quien había pensado en una Universidad para tres o cuatro mil alumnos17. Una cifra matricular que evidentemente se toparía muy rápidamente con un nuevo colapso por el espacio físico limitado frente a la velocidad de crecimiento de la demanda de admisión estudiantil. No obstante, lo significativo del problema en cuestión es que la idea de la Ciudad Universitaria, generada por Castillo y desarrollada por Villanueva, fue la respuesta estructuralmente novedosa y más adecuada en su momento histórico. El camino definitivo hacia el desarrollo del complejo proyecto de la futura Ciudad Universitaria se despeja a partir del año de 1941, cuando el Dr. Castillo asumió personalmente el reto de gestionar directamente ante la Presidencia de la República, valiéndose de su buena relación personal con el gral. Medina Angarita, para gestionar los recursos necesarios para el despegue del proyecto, tanto a lo referido a la adquisición de los terrenos necesarios, como a la creación de un organismo dotado de recursos y autoridad para iniciar las obras; igualmente para el financiamiento de misiones de estudio de las experiencias externas en materia de ciudades universitarias. El liderazgo académico y político en la Universidad era fundamental para el adelanto de las reformas que iban más allá del cambio de planta física, sino 16. AHUCV, Caracas, Actas de sesiones del C.U. 15-02-1938, p.161. 17. Egresados de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1996, Tomo II, Vol. I, pp. CXXXVICXLI.


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a impulsar una transformación modernizadora en materia de docencia, investigación y vinculación social de la U.C.V En ese sentido las votaciones efectuadas los días 13 y 14 de enero de 1941 por los Consejos de las Escuelas universitarias, para la elección de candidatos a los cargos de Rector, Vicerrector y Secretario de la UCV para el periodo 1941-1944 (a efectos de ser sometido a consideración para la designación de ley por el Ministerio de Educación), demostraban que Castillo concentraba el mayor índice de respaldo, ganando la votación de las Escuelas de Ciencias Económicas y Sociales (por unanimidad), Odontología (por unanimidad), Derecho (por mayoría), Farmacia (por unanimidad), y Medicina (por mayoría), solamente perdiendo en la Escuela de Ingeniería donde salió favorecido el Dr. Eduardo Calcaño Sánchez18. El Rector Castillo, reformista moderado, concordaba plenamente con la política de apertura democrática iniciada por el Presidente Medina desde 1941. En los archivos de correspondencia del Rectorado encontramos un significativo Telegrama, enviado por el Dr. Castillo al Presidente Medina, de fecha 20 de septiembre de 1941, donde le refiere los resultados de la reunión con Decanos y Secretarios de Escuelas, Delegados Estudiantiles y prensa; donde les fue expuesta “...la organización y funcionamiento de la moderna Universidad,” con resultados muy favorables, pues: “Todos los sectores manifestaron estar dispuestos a apoyar y colaborar con su Gobierno en lo que resolviera para la organización de una Universidad moderna, y defender los planes, cualesquiera que ellos sean, que el Gobierno piense poner en práctica para su posible realización”19. Independientemente del verdadero alcance cuantitativo, del respaldo ucevista a su rector e indirectamente a un gobierno interesado en reformas modernizadoras, lo cierto es que el Rector demostraba la capacidad suficiente para liderizar, desde adentro, los cambios anunciados. Con designación hecha por el Presidente Medina, el Rector Castillo partió en misión especial de gobierno de Venezuela, para asistir como Delgado de la UCV ante el Congreso del Colegio Internacional de Cirujanos, que se realizó en la Ciudad de México entre el 10 y el 14 de agosto de 1941; así mismo como representante en misión especial ante las universidades de Costa Rica,

18. AHUCV, Caracas, Sección Archivo Consejo Universitario, Carpeta 1-A, Correspondencia asuntos varios, 1940-1941. 19. Idem.


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El Salvador, México, Guatemala y los Estados Unidos de Norteamérica. En este último destino el Rector sería respaldado en sus gestiones para conocer las universidades estadounidenses por el Sr. James Broun Scoth alto funcionario de la “Carnegie Sodowment for International Peace”, así como por John W. Studebaker Comisionado de Educación Pública de los EE.UU.20 Evidenciando todo ello, la importancia que el asesoramiento técnico de los EE.UU. tuvo en el desarrollo de los planes iniciales de nuestra Ciudad Universitaria; lo cual no debería levantar ningún recelo en ser reconocido, pues se trataba de un valioso programa de cooperación interuniversitaria, documentalmente comprobado y beneficioso para nuestro país. En el Informe elevado por el Consejo Universitario de la UCV al Ministerio de Educación Nacional, correspondiente a las actividades realizadas durante el año de 1941, el Rector Castillo detalla las universidades norteamericanas visitadas durante su misión especial: la Universidad de Tulane, Universidad del Estado de Louisiana, Universidad de Georgetown, Universidad George Washington, American University, Catholic University, Universidad de Maryland, Universidad de Columbia, Universidad de Forma, New York University y el College City de New York. Igualmente se refiere conversaciones con el Sr. M. V. Lambert Director de la Sección Latinoamericana de la Rockefeller Foundation, relativas a dotación de bibliotecas y proyectos de la ciudad universitaria21. Como resultado de estos acercamientos el 19 de noviembre de 1941 llegó a Venezuela el Dr. Harry M. Miller asistente del Director de la Rockefeller Foundation, quien de inmediato fue puesto en contacto, por la UCV, con la comisión designada por el Ministerio de Obras Públicas para iniciar los estudios relativos a la construcción de la Ciudad Universitaria de Caracas. En comunicación del 24 de noviembre de 1941 el Rector Castillo informó al Presidente Medina sobre los resultados de esa reunión: “Miller fue recibido por la Universidad y luego por el Despacho de Obras Públicas, que comisionó a los Doctores Armando Vegas y Carlos Villanueva para que le mostrasen los estudios realizados, a la vez una visita de inspección a la Hacienda Sosa.

20. Ibídem. Oficios del Rectorado, enero-diciembre 1941, Carpeta 5. 21. Ibídem. Correspondencia asuntos varios, 1940-1941, Carpeta 1-A.


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Juzgo importante informarle que Miller calificó de maravillosa la extensión y ubicación de la Hacienda Sosa y después del estudio detallado de los planos e ideas que se tienen sobre el particular, se expresó en el sentido de que las consideraba como las mejores y más adecuadas para la feliz realización de la idea” 22. Dos elementos nuevos aparecen presentes en esta comunicación; primero la ubicación de la futura sede universitaria en la “Hacienda Sosa” (Parroquia El Valle, al sur de Caracas, donde ya funcionaban los estudios de agronomía y veterinaria) y, en segundo lugar, el nombre del ya afamado Arquitecto Carlos Raúl Villanueva. En cuanto a lo primero, ya Ildefonso Leal23 ha referido la secuencia de locaciones que se estudiaron para el desarrollo del proyecto de la Ciudad Universitaria de Caracas; siendo descartadas las zonas al norte de la ciudad y al suroeste (El Pinar), ya hacia 1941 se tenía a la “Hacienda Sosa” de El Valle como la futura ubicación de la sede universitaria; pero entre 1942 y 1943 imperó la recomendación del Ingeniero Armando Vegas (Coordinador de la comisión encargada por el M.O.P.), para que se seleccionase definitivamente la “Hacienda Ibarra” (ubicada en el centro-este del valle caraqueño) como ubicación final de las obras, tomándose en consideración tanto la mejor calidad del terreno, como la ubicación céntrica del mismo; sobre todo por formar parte del eje de crecimiento moderno de la ciudad, cercano a los Museos de Ciencias y Bellas Artes, apuntando hacia la formación de una zona cultural entre el paseo de Los Caobos y la Plaza Venezuela. Todo este primer proyecto de Ciudad Universitaria de Caracas, además de la valiosa iniciativa y dirección dada por el Dr. Antonio J. Castillo hasta 1943, contó con el trabajo profesional del ya referido equipo del Ministerio de Obras Públicas, integrado por Armando Vegas, Carlos Raúl Villanueva y Guillermo Herrera Umerez, quienes elaboraron los primeros estudios que harían posible el futuro desarrollo de la Ciudad Universitaria. Uno de sus principales trabajos fue formar parte de la comitiva ( junto a los Dres. Rafael Pizani y Elías Toro) quienes viajaron a la ciudad de Bogotá para conocer la experiencia de la ciudad universitaria de aquella capital, dejándonos un importante informe, que puede resumirse en los siguientes puntos: 22. Idem. 23. Ver: Leal, I., La Casona de la Hacienda Ibarra. Origen de la Ciudad Universitaria, Caracas, UCVOCI, 1996.


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Primero, la ubicación y extensión de la ciudad de Bogotá, así como su dinámica de crecimiento lineal hacia el norte, haciéndose referencia al plan de urbanismo que planteaba un crecimiento hacia el oeste. Segundo, se consideró la ubicación de la Ciudad Universitaria, basándose en el plan de urbanismo de 1936, conforme al cual el gobierno había decidido ubicar la Universidad en un terreno plano de 140 hectáreas a unos 4.500 mts. del centro comercial de la ciudad, pensando que en un crecimiento futuro la ciudad se integraría con la nueva estructura universitaria. Tercero, se detallan los edificios que deben integrar el conjunto, resaltando la necesaria consulta de las facultades y dependencias sobre sus necesidades. Por otra parte, los autores del informe observan un inadecuado distanciamiento entre los edificios del conjunto universitario, separados por zonas verdes, aislando los estudiantes y elevando los costos de mantenimiento. Consideran inconveniente el no haber incluido el hospital universitario dentro del conjunto. También critican la inexistencia de un orden lógico en la secuencia de las construcciones, lo que conlleva a establecer servicios provisionales (laboratorios, bibliotecas, restaurant, club, etc.) incrementando inconvenientes y costos. Se señalan fallas en los cálculos de las capacidades de uso de los edificios en cuanto a número de usuarios, así como la falta de salas de conferencias e improvisación en la instalación de los servicios públicos24. Luego del vertiginoso año de 1941, los acontecimientos personales del año 1942, en la vida y salud del Rector Castillo, lo alejaron provisionalmente de su más preciado proyecto universitario; la agudización de una terrible enfermedad identificada como “arteriopatía obliterante de las extremidades inferiores”, complicada por su hábito de fumador “empedernido” (según González Navas) y una posible diabetes, lo condujo a la amputación por gangrena de ambas extremidades al nivel de los muslos, realizada en dos delicadas operaciones en la Clínica “Luis Razetti” por los Dres. Hermógenes Rivero y Miguel Pérez Carreño. El respaldo de sus amigos y médicos, pero especialmente de sus familiares: su esposa Leonor Razetti Wilet (casados desde 1923) y sus hijos Antonio José, Juan Francisco y Leonor Elena; le permitió continuar con coraje desde su casa en la Urbanización “Los Chorros” (Quinta Las Magnolias) y desde el Rectorado de la UCV con su s proyectos de reforma universitaria, hasta el mismo 4 de septiembre de 1943, cuando fue reemplazado en el rectorado por el Dr. Rafael Pizani. 24. Vegas, Armando, La Ciudad Universitaria de Caracas. Caracas, Ed. Grafocit, 1947.


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Toda esta tragedia personal no le impidió al Rector Castillo viajar nuevamente a los Estados Unidos, desde el 18 de marzo de 1943, en misión especial del Ministerio de Educación, con su silla de ruedas, su esposa y su hija, vía Miami, Washington y New York, para completar detalles en sus gestiones anteriores ante el gobierno, fundaciones y universidades norteamericanas, en apoyo a los proyectos de modernización universitaria y, al mismo tiempo, para adaptarse en la Casa Hanger de N.Y. un par de miembros artificiales que le permitieran sobrellevar su invalidez y completar el camino de su vida que aún era joven con esos 46 años de edad. En comunicación preparatoria de su viaje, dirigida al Coronel Juan Jones Parra de la embajada de Venezuela en Washington D.C., el Dr. Castillo refiere en pocas letras su dolor y determinación por terminar sus obligaciones: “Un destino implacable me obliga a pagar muy caro el derecho a vivir y como ya sabes he tenido que sufrir la amputación de ambas piernas” 25. El informe que presenta el Rector Antonio José Castillo a las autoridades nacionales sobre las líneas generales recomendables para la futura ciudad universitaria, publicado en la ya citada obra del Dr. Armando Vegas hacia 1947, constituye un verdadero testamento de sus ideas y preocupaciones, que serían recogidas por el Arquitecto Carlos Raúl Villanueva, para ser desarrolladas y adaptadas a aplicaciones prácticas en el concepto de síntesis y utilidad social que ubicaron a mediados del siglo XX a las obras de la Ciudad Universitaria de Caracas en la vanguardia del desarrollo arquitectónico mundial En esa propuesta, más que un informe, el Dr. Castillo piensa en una Universidad con una matrícula de unos 5.000 estudiantes, cuyas actividades estarían distribuidas entre 42 edificios dedicados a diversas funciones académicas, administrativas y de servicios; incluyendo la importancia de estructuras dedicadas a la recreación, deportes y descanso; todo ello dentro de un concepto de campus abierto integrado a la naturaleza del paisaje. Al respecto leamos sus propias palabras en la introducción del citado informe que, en nuestro concepto, fue bastante respetado por los diseñadores y ejecutores finales de la obras de la Ciudad Universitaria: 25. AHUCV, Caracas, Sección Archivo del Consejo Universitario, Carpeta N° 10, “Rectorado Correspondencia General”, carta al Cnel. J. .J. Parra fechada en caracas el 27 de febrero de 1943.


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“La Ciudad Universitaria, futuro asiento de la Universidad Central de Venezuela, debe estar urbanizada de manera que todos los edificios, sin rejas, estén circundados de jardines, con calles capaces y aceras anchas. Buena y suficiente distribución de cloacas y agua para el riego y el uso personal. Teléfonos y luz subterránea y creemos que la mayoría de los edificios deben tener aire acondicionado” 26. El “Edificio Central” y la Biblioteca eran el eje central propuesto para todo el conjunto de las edificaciones; el primero de dos pisos, lo ocuparía el Rectorado y la Junta Administradora de la Ciudad Universitaria; además de los despachos del Vicerrector, el Secretario y el Archivo de la Universidad, también recomienda el espacio adecuado en el Edificio Central para la construcción del “Paraninfo” y dos grandes salones de conferencias. El edificio de la Biblioteca, también de dos pisos, contaría con cuatro grandes salones de lectura (para 400 usuarios) y depósitos para unos 50.000 volúmenes. Anexo a la Biblioteca de la UCV Castillo propone la creación de un “Curso de Bibliotecas” (de dos semestres) con lo que se adelanta a la posterior creación de la Escuela de Biblioteconomía, hoy Escuela de Bibliotecología y Archivología. Entre las construcciones complementarias que propone se destacan: Residencias estudiantiles femeninas y masculinas, una “Célula Universitaria Panamericana” para 600 becarios, apartamentos para Profesores de intercambio, Teatro o local de Cine universitarios, un Auditórium al aire libre, Club de Facultades y Club de Estudiantes, Enfermería-Dispensario, Cafetería-Panadería, Restaurant con dancing, Farmacia, Edificio de Correos y Telégrafos, dos edificios para garages y cuatro estacionamientos, edificio para Imprenta, dos grandes Liceos (preuniversitarios), Stadium para 10.000 espectadores, gimnasio, piscina, dos campos de béisbol y dos de football, seis canchas de tenis, campo de boxeo, Hospital Clínico (de 7 pisos) y Escuela de Medicina, Escuela de Nacional de Enfermeras, escuela de Odontología, Escuela de Farmacia, Escuela de Altos Estudios Químicos, Escuela de Veterinaria, Escuela de Ingeniería Civil, Escuela de Arquitectura, Escuela de Geología, Escuela de Ingeniería de Minas, Escuela de Agronomía, Escuela de Derecho, Escuela de Ciencias

26. “Informe presentado por el Doctor Antonio José Castillo sobre la Ciudad Universitaria.” En: Vegas Armando, Op. Cit. pp. 30-42.


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Económicas y Sociales, Escuela de Humanidades, Escuela de Estudios Diplomáticos y Consulares, Escuela de Periodismo y Escuela de Comercio27. Las propuestas del Dr. Castillo se adelantan a la posibilidad de creación de diversas áreas académicas que para aquel momento aún no funcionaban; particularmente nos llama la atención su interés por el desarrollo de las humanidades como una Escuela, así como los estudios de biblioteconomía, periodismo, bellas artes y música. Con lo que se hacía justicia a las disciplinas humanísticas, las cuales pese a conformar las Cátedras más antiguas de la Universidad, habían permanecido relegadas durante la mayor parte del periodo republicano; en este sentido se tendrá que considerar la gestión del rector Castillo como a uno de los antecedentes importantes para la creación de la Facultad de Filosofía y Letras en 1946, hoy Facultad de Humanidades y Educación. Otros importantes aportes de la gestión rectoral del Dr. Castillo los encontramos en sus esfuerzos por recuperar el patrimonio tradicional de la Universidad a través de la reactivación de las ceremonias de grado, la formalización de los diplomas y la recuperación del Archivo Universitario. El problema de la recuperación de la ceremonia de grado era el resultado de la necesidad creciente por atender el deterioro institucional sufrido por la Universidad desde el siglo XIX hasta la década de 1930, tanto por efecto de la continua supresión de la autonomía, como por la disipación de la vida interna y sus tradiciones; particularmente durante el lapso 1912-1922, cuando las graduaciones pasaron a ser una rutina burocrática del Ministerio de Instrucción pública. Por la narración dejada por el Consejero Lisboa en 185228 podemos constatar que para mediados de del siglo XIX aún se conservaban buena parte de los símbolos y procedimientos ceremoniales heredados de los Estatutos originales de la Real y Pontificia Universidad de Caracas, los cuales por corresponder al siglo XVIII no deben ser subestimados bajo el epíteto de “coloniales” pues, en esencia, derivaban del tronco general de las universidades europeas de origen medieval, en nuestro caso de la Universidad de Salamanca; siendo 27. Idem. 28. “El conferimiento de los grados académicos en la UCV ” texto del Consejero Lisboa, en Apéndice Documental en: Leal, Ildefonso, Historia de la UCV, Caracas, Ediciones del Rectorado UCV, 1981, pp. 394-397.


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tales ceremonias componentes esenciales para la afirmación social de la importancia de la Universidad en la civilización occidental, por lo que afirma Juan Luis Polo: “Se genera, así, en el marco del protocolo y ceremonial de la Universidad, el ritual de las ceremonias universitarias de graduación, como medio de expresión y representación de la corporación en lo que le es más propio y característico, y que presenta importantes connotaciones simbólicas” 29. En la segunda mitad del siglo XIX y al amparo del intervensionismo del estado sobre la autonomía universitaria, muy especialmente durante el denominado “Guzmanato” (1870-1888), hasta el traje académico universitario desapareció; la toga, la muceta y el birrete, dejaron paso al uso de la levita y apenas la medalla doctoral dorada dejaba vestigio del pasado simbólico y glorioso de la Universidad tradicional, cuyos actos de colación de grados conformaban un acontecimiento de gran impacto social. En este sentido, como lo señaló ya en 1949 Marcel Granier Doyeux30, desde el año académico 19391940, bajo la gestión rectoral del Dr. Antonio José Castillo fue reimplantada buena parte del ceremonial de grado y, con ello, la solemnidad de la función profesionalizadora universitaria; independientemente del estilo “norteameri­ canizado” del traje académico reimplantado, lo más significativo de la reforma fue la recuperación de la propiedad ceremonial de la institución. En lo relativo al proceso de modernización y sistematización de los diplomas de grado, la gestión del Rector Castillo introdujo elementos significativos en cuanto a contenidos textuales y simbólicos, que evolucionaron directamente hacia el sistema actual de conferimiento de diplomas de grados en la UCV Lo más significativo del nuevo sistema de diplomas es la reivindicación de la simbología autónoma en los documentos de titulación profesional otorgados por la Universidad, particularmente en lo relativo a la sustitución del Escudo Nacional de 1863 por el Escudo Universitario desde noviembre de 1937, encargados a la Litografía y Tipografía “El Comercio” de Caracas (propiedad de Pius Schlageter), por el Rectorado de la Universidad Central de Venezuela, a 29. Polo Rodríguez, Juan y Hernández, Jerónimo, Ceremonias y grados en la Universidad de Salamanca, Salamanca, Edic. Universidad de Salamanca, 2004, p. 7. 30. Granier D., Marcel, “Cultura Universitaria”, Caracas, Nos. XIV-XV, 1949, pp. 51-65.


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cargo del Dr. Antonio J. Castillo. Según la descripción del Dr. Velez Boza, las características del sello son: “...de forma circular, y en la bordura ostenta una leyenda que dice Universidad Central; en la parte inferior tiene otra leyenda en semicírculo que dice: Caracas, Venezuela. El límite entre ambas esta marcado con una estrella cada lado. El propio escudo presenta arriba, siete estrellas de cinco puntas dispuestas en curva; en el centro se encuentran dos libros y, sobre ellos, una lámpara encendida, más abajo hay un pliego de papel, y luego, otro libro sobre el cual hay un tintero con pluma de ave para escribir. La parte inferior tiene, una rama de cafeto, y a la izquierda, una caña de azúcar, dispuestas también en curva desde su parte inferior” 31. Esta reivindicación simbólico-documental y sigilográfica, dista mucho de representar una alejamiento de la simbología propia de la nacionalidad republicana; sino más bien una reafirmación de la importancia de la Universidad en el desarrollo de esa republicanidad, de la cual es su antecedente y causa; resaltándose una supra-centralidad simbólica de lo universitario sobre la leyenda: Caracas-Venezuela. Los símbolos de iluminación (lámpara, tintero, papel y libros), rodeados de valores vegetales representativos de la realidad venezolana, sintetizan la esencia ilustrada-liberal de la simbología universitaria republicana. En suma, el aporte rectoral a la simbología universitaria desde 1937, es uno de los grandes logros del Dr. Castillo, aunque para la mayor parte del público observador y usuario de los diplomas de grado se trate de detalles en buena medida imperceptibles. Hasta los tiempos recientes la tendencia hacia la autonomía simbólico-documental de los diplomas de grado de la UCV se ha ido reafirmando con algunas variaciones; pues el sello universitario de la parte inferior central del diploma ha pasado de impreso a sello seco sobre etiqueta roja y cinta del color de la facultad respectiva, que recuerda los antiguos sellos de lacre; al mismo tiempo ha ido cobrado preeminencia la viñeta en la parte superior central del diploma representativo de la fachada tipo gótico de la antigua sede decimonónica de la UCV (antiguo Convento de San Francisco y hoy Palacio de las Academias), cuya versión más reciente se la debemos al dibujante y calígrafo Lic. Sosimo Molina. 31. Velez Boza, Fermín, Sellos y Diplomas de la Universidad Real y Pontificia de Caracas, Central de Venezuela, 1721-1983. Caracas, Ediciones del Rectorado de la UCV, 1984, p.193.


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Finalmente, otro aporte patrimonial poco recordado de la gestión rectoral presidida por el Dr. Antonio J. Castillo, fue el inicio de un proceso de recuperación de Archivo Histórico de la Universidad de Caracas, mérito que comparte con el Vicerrector Dr. J. J. González Gorrondona, el Secretario Dr. Antonio Gordils y el propio Dr. Arturo Uslar Pietri, Ministro de Educación y Profesor de la UCV para ese momento. Desde fines del siglo XIX, siendo Secretario de la Universidad el Dr. Vicente Guánchez, el Archivo Universitario no había recibido la atención adecuada, ni en el cuidado físico, ni en su valoración académica; particularmente entre 1912 y 1922, mientras la UCV permaneció clausurada, el abandono se hizo dueño de los valiosos repositorios documentales que se remontaban hasta el siglo XVII, a los tiempos del primigenio Colegio seminario de Santa Rosa de Lima de Caracas. Entrada la década de 1940, los antiguos papeles universitarios estaban más cerca de llegar al basurero que a la mesa de lectura de los investigadores; de hecho, muchos de esos papeles se perdieron literalmente en el Aseo Urbano, como nos lo testifica el Dr. Blas Bruni Celli, quien siendo estudiante rescató de la basura parte de los documentos del Dr. José Ma. Vargas; algunos de los cuales reposan hoy en las vitrinas de exhibición del despacho rectoral de la UCV. La iniciativa de la gestión del Rector Castillo, no se limitó a la ya referida propuesta de dedicar un espacio adecuado al Archivo Universitario en la construcción de la futura Ciudad Universitaria de Caracas; puesto que adelantándose a ello, desde 1941 se contrató a la Srta. Angelina Gómez Hurtado32, con cursos en la Escuela de Comercio de Caracas y en la Biblioteca Nacional, para que recuperara y reorganizara los referidos archivos, labor en la que se mantuvo hasta 1977 (fecha de su definitiva jubilación), aporte generoso al haber dedicado su vida a esa labor patrimonial, que nos ha permitido a los usuarios e investigadores de nuestro tiempo, el contar con papeles de más de tres siglos de antigüedad; precisamente hoy, esta valoración cobra más fuerza, cuando se discute la vulnerabilidad del formato digital, cuyos soportes informáticos difícilmente pueden garantizarnos una durabilidad superior a las dos décadas33. Como moraleja nos queda la satisfacción de haber contado con la dedicación de personas como el Dr. Guánchez y la Srta. Gómez, y quién sabe cuántos

32. Ver: Navas, A., “Reseña del Archivo Histórico de la UCV” en: Egresados de la Universidad Central de Venezuela 1996-2003, Caracas, Edic. Secretaría de la UCV, 2004, Tomo III, Vol. II, p. 46. 33. Ver: Alberch F. Ramón y Cruz M. José R., ¡Archívese! Los documentos del poder. El poder de los documentos. Madrid, Alianza Editorial, 2002, pp. 187-192.


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otros héroes anónimos, quienes nos han permitido contar todavía con los soportes en papel original. Uno de los últimos grandes actos en la vida del Dr. Antonio José Castillo ocurrió un nueve de diciembre de 1943, cuando en su condición de ex –Rector y Presidente del Instituto de la Ciudad Universitaria; participó en el acto de la firma, ante el Registrador Eduardo Morales, del documento de compra por parte de la nación de la “Hacienda Ibarra”, evento ocurrido en las instalaciones de la propia hacienda, cuyos terrenos darían pronto albergue a las modernas instalaciones de las dependencias centrales y facultades de la Universidad Central de Venezuela. La compra de la histórica hacienda (habitada por Humboldt y Bolívar en sus tiempos) por la cantidad de 6.250.000,oo Bolívares, en su mayor parte prestados por los bancos “Mercantil y Agrícola” y “Venezolano de Crédito”, consta documentalmente en el Registro Principal de Caracas34. Aunque la muerte lo visitó antes de cumplir los 50 años de edad, un 18 de enero de 1946, su sueño de la Ciudad Universitaria de Caracas era ya un hecho en 1953, con la inauguración oficial y mudanza desde el viejo convento de San Francisco. Esperamos que nuestro artículo colabore a la memoria del Dr. Antonio José Castillo, particularmente en las nuevas generaciones de estudiantes y profesores, empleados, egresados y usuarios de las instalaciones y servicios de la UCV, para que le pongan nombre e historia a una presencia espiritual que se encuentra en todos los espacios desarrollados por Villanueva.

34. Registro Principal de Caracas, Tomo 2do., Trimestre 4to., año 1943, 2do. Circuito.


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LAS ‘‘AYAS Y NODRIZAS’’ AFRICANAS Y SUS DESCENDIENTES: APORTES CULTURALES TANTO EN LA VENEZUELA COLONIAL COMO DURANTE EL SIGLO XIX José Marcial Ramos Guédez (*)

“...las negras eran parteras y ayas. Todo blanco llegaba al mundo en manos de la partera negra. Todavía duró esto hasta el primer cuarto del presente siglo. Y el aya, la ‘criadora’, siempre fueron negras […] Muchos blancos tenían sus hermanos de leche. El ama negra tenía bajo su custodia la educación del niño por la confianza que a través de los años se fue depositando en ella; sin existir promiscuidad, se notaba una impalpable plasmación del espíritu infantil a través de esta segunda mamá que fue la esclava…”. Acosta Saignes, Miguel. Estudios en antropología, sociología, historia y folclore. pp. 266-267. Introducción A partir de 1492 se inicia en el continente americano, un paulatino exterminio de la población autóctona y dicho fenómeno ocurrió tanto por los enfrentamientos bélicos entre los conquistadores y los indígenas como por la expansión en el nuevo mundo, de múltiples enfermedades traídas por los europeos, las cuales ocasionaron la muerte a millones de seres humanos nativos del continente antes mencionado. En tal sentido, vemos que para sustituir a la población indígena, los europeos fomentaron la trata de africanos (*) Profesor y doctor en Historia.


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en calidad de mano de obra esclavizada, para trabajar en la pesca de perlas, en la minas, en la agricultura, en la ganadería, en los oficios artesanales y en el servicio doméstico. Siendo en éste último sector, donde encontramos a las nodrizas y ayas africanas y sus descendientes, quienes ocuparon una función de gran importancia, ya que sobre ellas, recayó la responsabilidad de atender no solamente las tareas y menesteres de las casas de sus amos, sino también, la ardua labor de amamantar y criar a los hijos e hijas de las familias mantuanas o grandes cacaos. En sus efectos, apreciamos que las nodrizas y ayas negras, zambas y mulatas, intervinieron en el proceso de transculturación e interculturalidad que aconteció en la Venezuela colonial y sus supervivencias en nuestra época contemporánea, pues ellas, además, se vieron obligadas a fomentar el mestizaje étnico, el arte culinario, la difusión de mitos-leyendas, el pensamiento mágico-religioso en el contexto del santoral católico; sin omitir sus múltiples enseñanzas en torno a las ideas de libertad e igualdad entre todos los seres humanos. I. Ayas y nodrizas en el servicio doméstico En la Venezuela colonial y durante gran parte del siglo XIX, observamos la presencia de negras, mulatas y zambas, quienes sometidas a la esclavitud o como mujeres libres, ejercieron las funciones de nodrizas y ayas, las primeras les daban la leche de sus senos a los hijos e hijas de las mujeres blancas pertenecientes a las clases sociales dominantes y las segundas, estaban destinadas al cuidado y protección de los infantes y jóvenes nacidos en las familias aristocráticas antes mencionadas. Según la acertada opinión de Miguel Acosta Saignes : “…Mientras la madre achacosa, remilgada, o deseosa de conservar los dones de la juventud, encargaba a la ‘criadora’ el amamantamiento del hijo; éste llegaba a ver en su ‘máma negra’ como todavía hace pocos años se decía en Venezuela, a su verdadera mamá, a su efectiva madre…”1. Asimismo, podemos ampliar lo antes señalado, al tomar en consideración la siguiente cita: “Las mujeres, que vienen en calidad de esclavas, en gran parte sustituyeron a las indias en el servicio doméstico, utilizándose como

1. Acosta Saignes, Miguel “La Negra Matea” En: Dialéctica del Libertador. p. 56.


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cocineras, lavanderas, planchadoras, criadoras y ayas de los niños blancos. […] El aporte femenino de los grupos negros provenientes del continente africano fue importante y marcó un hito en la estructuración socioeconómica de estos tiempos” 2. En el caso específico de Venezuela bajo el dominio de la Corona Española, encontramos que las esclavizadas empleadas en el trabajo doméstico, cumplían tareas como lavar, cocinar, coser, planchar, amamantar y cuidar a los niños, cargar el agua 3, buscar la leña y “…la atención general de la casa, donde realizaban el llamado servicio de adentro [además] actuaban como asistentes de las niñas y jóvenes de los amos…”4. También, observamos la presencia de esclavizados y esclavizadas en las faenas domésticas que se llevaban a cabo en las unidades de producción: haciendas de cacao, de caña de azúcar, de añil, en los hatos de ganado vacuno, etc.5 Sin olvidar que muchos negros y negras sometidos al régimen de la esclavitud, fueron destinados como sirvientes en los hospitales, en los seminarios y en los conventos. Con relación a esta última institución veamos el siguiente ejemplo: 2. Troconis de Veracoechea, Ermila. “El papel de la mujer en la conquista y la colonia”. En: Sartenejas. Organo de difusión de la Fundación de Investigación y Desarrollo FUNINDES-USB y Dirección de Extensión Universitaria. Sartenejas, Baruta (Edo. Miranda), Nº 7, marzo de 1992 . p. 11; Herrera Salas, Jesús María. De cómo Europa se apropió de la leche de las madres africanas en el Caribe: un ensayo sobre “barbarie” y “civilización”. pp. 19-51, Ramos Guédez, José Marcial “Las «Ayas Negras» y sus aportes a la cultura en Venezuela colonial” En: Conferencia Internacional presencia de África en América. p. 299 y Ramos Guédez, José Marcial “El trabajo de los esclavos negros en el Valle de Caracas y zonas adyacentes en el siglo XVIII” En: Primer Congreso de la Cultura Negra de las Américas. Cali-Colombia [1977]. pp.134-137. 3. Con respecto a las mujeres esclavizadas cargadoras de agua, veamos el siguiente testimonio: “…en la conducción a la nueva ciudad situada en el valle de este nombre de San Felipe que dista de esta ciudad [Barquisimeto] un día y medio de camino y donde las sementeras de cacao se aumentan cada año considerablemente por la excelente disposición de su terreno. Los vecinos viven lo más del tiempo en sus haciendas de azúcar y cortijos de maíz que llaman los primeros retiros y los segundos conucos de que cogen abundante cosecha […] no tiene otra agua que la del río y así es grande el trajín de negras que van en cántaros por ella…” Ver: Santiesteban, Miguel de. “Viaje muy puntual y curioso que hace por tierra […] desde Lima hasta Caracas, el año de 1740” En: Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, Tomo XLVIII, Nº 191, julio-septiembre de 1965. p. 450. 4. Acosta Saignes, Miguel, Vida de los esclavos negros en Venezuela. p. 201. 5. Un ejemplo concreto sobre el servicio doméstico en las áreas rurales, lo podemos apreciar en el caso de la faena pecuaria que se realizaba en los llanos, en la cual los “…esclavos se localizaban en [dicho] servicio […] y salvo el mayordomo –figura especial en el contexto– ocupaban los escalones inferiores de esta organización interna del hato”. Ver: Rodríguez Mirabal, Adelina C. La formación del latifundio ganadero en los llanos de Apure. 1750-1800. p. 285.


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“El 18 de octubre de 1611, los Frailes de la orden de Santo Domingo del convento de San Vicente de Ferrer de Predicadores de Mérida, extendieron un poder en el nombre del Padre Fray Miguel de Rojas, superior y vicario provincial y del padre Fray Cristóbal Suárez, sacerdote conventual, a Juan de Teydra vecino de la ciudad de San Antonio de Gilbraltar, para comprar una esclava negra para el servicio del convento, en los puertos de Gibraltar o en otros de la Laguna de Maracaibo, en Cartagena o en cualquier que hubiere comodidad para hacerlo. En esa ocasión, el convento de Santo Domingo ofreció como hipoteca en la compra de la esclava negra el estipendio que recibía ese convento con el adoctrinamiento religioso que impartían a los indígenas del pueblo de Torondoy” 6.

Con la finalidad de ampliar lo antes aludido, debemos tomar en consideración que durante el período colonial la Iglesia Católica también tuvo sus esclavos para cumplir con “…las diversas labores de ayuda al culto y muchos fueron los donantes de esclavos quienes, en un acto de fe cristiana, los regalaban a santos, capillas e iglesias”7. En torno a los esclavizados dedicados al servicio doméstico, el científico y viajero Alejandro de Humboldt nos señala que cuando visitó a Cumaná (1800) conoció a un viejo comisario de la marina, quien vivía en dicha ciudad con una negra y dos negros, además el viajero alemán agrega que él y Aimé Bonpland alquilaron “…por 20 pesos al mes una casa agradable del todo nueva, con dos negras, de las que una sirve la cocina…”8. Según el viajero francés Francisco Depons “...los esclavos domésticos son muy numerosos en Caracas. Se cree que la riqueza de una casa está en proporción al número de esclavos de ella. En cada casa debe de haber cuatro veces más que los realmente necesarios. Lo contrario pasa por tacañería denunciadora de pobreza y ésta se ha de esconder cuanto se pueda. Cualquier blanca, aunque su fortuna no se lo permita, va a misa seguida de dos esclavas o mula6. Samudio de Chaves, Edda O. “Los esclavos negros en la Mérida colonial”. En: El Nacional. Caracas, 18 de noviembre de 1981. pp. II-12. Edición Especial Día de la Chinita. (Se conserva la ortografía de la época) 7. Troconis de Veracoechea, Ermila. “Aspectos generales de la esclavitud en Venezuela”. En: Tierra firme. Revista de historia y ciencias sociales. Caracas, Año 2 Vol. III, Nº 8, octubre-diciembre de 1984. p. 448. 8. Humboldt, Alejandro de. Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente hecho en 1799,1800, 1801,1802, 1803 y 1804. Tomo I, p.462.


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tas. Las verdaderas ricas llevan cuatro o cinco esclavos, y si una persona de la misma casa va a otra iglesia lleva consigo igual número de esclavos…”9. En la compresión del fenómeno relacionado con los esclavos en el servicio doméstico, debemos señalar que éstos gozaron de muchos privilegios a diferencia de los esclavos localizados en las faenas agrícolas, pues, la cercanía a los amos les permitía “…crear lazos de afectos y confianza que en muchas oportunidades determinaron cláusulas a favor del esclavo en los testamentos o ciertas ventajas a la hora de la manumisión o la coartación. De hecho, puede afirmarse que, invariablemente, los esclavos a los cuales los amos otorgan su libertad en sus testamentos son esclavos domésticos…”10. Observamos que en la Venezuela colonial, hubo un predominio de mujeres negras en el servicio doméstico principalmente en la ciudades, pues, las fuentes consultadas señalan presencia de esclavizadas negras, mulatas o zambas en centros urbanos como Caracas, Mérida, Coro, Maracaibo, San Carlos, Barquisimeto, Cumaná, San Felipe, Valencia, Maracay, La Victoria, San Sebastián de los Reyes, Angostura (actual Ciudad Bolívar), Barcelona, etc. En el caso específico de la ciudad de Caracas, podemos apreciar el contenido de la siguiente cita: “…En Caracas hay casas que tienen doce o quince esclavas, sin contar con los sirvientes de los hombres…” 11. Según comentarios de Wilmer E. González Lucero “…la población esclava en la ciudad de Caracas promedia un 64,13% de elementos femeninos es decir, que dos terceras partes de la población esclava total estuvo conformada por mujeres, lo cual como ya dijimos, da visos de especificidad […] Dentro de la ciudad, encontramos una gran concentración de esclavos dedicados a oficios que inclusive escapan de los criterios racionales de producción. Fun-

9. Depons, Francisco. Viaje a la parte oriental de tierra firme en la América Merdidional Tomo II, pp. 232-233. 10. Duharte Jiménez, Rafael. El negro en la sociedad colonial. p. 26. 11. Depons, Francisco de. Ob.Cit. Tomo II, pp. 232-233.


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damentalmente la forma de trabajo o de explotación esclavista se vincula a la explotación del trabajo doméstico”12. Con relación al excesivo número de esclavizadas que generalmente poseían las familias caraqueñas o las de otras ciudades de Venezuela, observamos que muchos amos, permitían que ellas realizaran oficios domésticos en otras casas y recibieran un salario, el cual debían compartir con sus propietarios y con la parte que les quedaba, podían comprar su propia “carta de libertad”, y optar a la condición de mujeres libres13. En muchos testamentos elaborados en la Venezuela Colonial, encontramos datos sobre la utilización de esclavizadas en el servicio doméstico. Un ejemplo concreto de lo antes mencionado, vemos en el Testamento de Don Feliciano Palacios y Sojo (abuelo materno del Libertador Simón Bolívar), quien señala entre otras cosas que su “…hija Doña María de Jesús Palacios, tomó estado de matrimonio con Don Juan Nepomuceno de Ribas el año pasado de mil setecientos ochenta y tres a la cual he mantenido siempre en mi Casa para que me ayudase a llevar la carga y gobierno de mi familia haciendo las funciones de madre para con sus hermanas Doncellas, y cuidado de todo la casa por cuyo motivo, y por especial amor que le tengo y servicios que me ha hecho la he mantenido dándole solo alimentos a ella y a su familia, es mi voluntad que nada se le compute, ni cargue en cuenta pues aun es corta gratificación para tanto servicio que me ha hecho y mas teniendo como tengo obligación de alimentarla como a mi hija que es declárolo así para que conste y ser mi voluntad […] Item declaro que desde tierna edad le apliqué para su servicio una esclavita de nombre Silvestre y otra nombrada Encarnación, luego que se casó, es mi voluntad mejorarla en estas dos esclavas y lo declaro para que conste”14.

12. González Lucero, Wilmer E. “La esclavitud doméstica al servicio del prestigio social en el Valle de Caracas (Finales del siglo XVIII – principios del siglo XIX)” En: Tiempo y espacio. Publicación del Centro de Investigaciones Históricas “Mario Briceño Iragorry”. Caracas, Año VIII, Nº 15, enerojunio 1991. pp. 43-44. 13. Troconis de Veracoechea, Ermila. Indias, esclavas, mantuanas y primeras damas. p. 118. 14. “Testamento de Don Feliciano Palacios Sojo… año de 1796…”. En: Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, Tomo XXXIX, Nº 113, enero-marzo de 1946. p.69. (Se conserva la ortografía de la época).


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Para ampliar el análisis relacionado con los esclavizados negros y mulatos en el servicio doméstico, apreciamos que en la Provincia de Caracas, se evidencia “…que la proporción de hijos, familiares, esclavos y sirvientes variaba según el oficio que desempeñara el cabeza del hogar […] En efecto, si se dirige la atención hacia la composición de los hogares y se concentra especialmente sobre los esclavos y sirvientes, resulta evidente que los bodegueros y pulperos, a excepción de los hogares ricos, tenían más esclavos y sirvientes que los otros grupos […] sería válidos argumentar que si bien es cierto que los bodegueros y pulperos tenían más esclavos y sirvientes que otros sectores de la sociedad, no menos cierto es que también tenían la menor proporción de esposas, hijos y familiares, y que por ello es por lo que podían comprar esclavos y contratar sirvientes”15. Con respecto a los bodegueros y pulperos en la Venezuela colonial, existe un libro16, el cual nos suministra información sobre sus orígenes, clasificación, legislación, licencias y patentes, regulación de precios, registro de comercio (1793-1810) y casos concretos de personas dedicadas a dicha actividad económica. II. Cuatro nodrizas y ayas reconocidas en la historia de Venezuela Para comprender a cabalidad la propuesta antes mencionada, debemos destacar que el fenómeno etnohistórico de las nodrizas y ayas africanas, fue común en la mayoría de las familias mantuanas o de los grandes cacaos, lamentablemente los nombres y apellidos de muchas de esas mujeres esclavizadas o en situación de libertad, quedaron omitidos tanto en la Venezuela colonial como durante el siglo XIX. Sin querer agotar, en ningún momento dicha temática, hemos seleccionado en esta ocasión cinco casos de nodrizas y ayas, que gracias a diferentes fuentes documentales y bibliográficas, hemos podido localizar. En sus efectos veamos los siguientes ejemplos: Elena Cornieles (caso ocurrido en la ciudad de Mérida el 17 de marzo de 1671). Se le menciona como una mujer de color pardo, sin hogar reconocido y fue acusada de ocasionar “…escándalo con su mal vivir por no estar recogida

15. Almécija B. Juan. La familia en la Provincia de Venezuela, 1745-1798. pp. 78-79. 16. Castellanos, Rafael Ramón. Historia de la pulpería en Venezuela. pp. 31-189 y 231-254.


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en donde sirva y tenga el salario de que sustentarse…”17. Además, acababa de parir y por tal motivo, el Capitán Francisco de Uzcátegui le solicitó al Alcalde Ordinario de Mérida, Capitán Sebastián de Soto, que le entregara a la susodicha Elena Cornieles “…por concierto para criar un niño nieto suyo y, a quedado huérfano por haver fallecido su madre Doña Catalina de Uscátegui luego que lo parió y no ha hallado en esta ciudad persona que pueda acudir a la dicha crianza…”18. Vemos en esta ocasión como funcionó el ejercicio del poder político, para utilizar los servicios de una nodriza en las circunstancias relacionadas con un niño huérfano, perteneciente a una familia de destacada influencia económica y militar en la Mérida colonial. Socorro Gómez ( aya del General Manuel Carlos Piar). Se señala que fue esclava de Doña María Isabel Gómez, madre de Carlos Manuel Piar (Willemstad, Curazao-28-04-1774-Angostura, estado Bolívar, 16-10-1817) (19). Con relación a la esclavizada aludida, la escritora Carmen Clemente Travieso, entre otras cosas nos dice: “-Socorro, negrita, dame un vaso de agua, me muero de sed…Y la negra esclava-su preferida-aparece por la puerta del comedor con el vaso de agua fresca llenado en la tinaja, que ofrece a Isabel [Gómez] Después que se toma el último trago, pregunta: ¿Dónde está Manuel? Ahí mismito que usté se fue cogió para la mar…Iba a jugar con un barquito…–contesta la negra–. Ve a buscarlo, Socorro…Ese niño tan desobediente, tan insubordinado. No voy a sacar nada de él, Socorro, y tú que me lo concientes tanto…Para ti, todo lo que hace Manuel es una gracia, y me lo tienes perdido…-–Pero si es un angelito, su mercé, ¿qué quiere usté?...Le gusta el mar, la libertad, el juego…El no hace nada malo…”20. Vemos en dicho texto, la interconexión existente entre la aya esclavizada y el niño, quien siempre recibe de esta última, un gran afecto e infinita protección, evitando que los padres les puedan aplicar algún tipo de castigo.

17. “Documento Nº 20. Escritura de concierto para criar un niño huérfano, nieto del Capitán Francisco Uscátegui” En: Ramos Guédez, José Marcial. Contribución a la historia de las culturas negras en Venezuela colonial. pp. 406-407. Texto localizado inicialmente en : Samudio A., Edda O. El trabajo y los trabajadores en Mérida Colonial. Fuentes para su estudio. pp. 149-150 18. Idem (se conserva la ortografía de la época). 19. González, Asdrúbal. Manuel Piar. pp. 40-43 20. Clemente Travieso, Carmen. Mujeres de la independencia (Seis biografías de mujeres venezolanas). p. 25.


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La Negra Hipólita (nació en San Mateo, estado Aragua, el 13 de agosto de 1763 y murió en la ciudad de Caracas el 26 de junio de 1835)21. Fue la nodriza que amamantó y arrulló con sus cantos infantiles al niño Simón Bolívar y Palacios (1783-1830). La negra Hipólita, durante varios años, permaneció esclavizada en la hacienda-trapiche de caña de azúcar “El Ingenio” de San Mateo, en los Valles de Aragua “…pero la vida rutinaria de trabajo en su lar nativo se suspende cuando, en los días finales del mes de julio de 1783, se le trae a Caracas para que sirva de nodriza a un niño recién nacido en la casa de sus amos, vendrá a desempeñar la obra que significará su grandeza y hará perdurable su nombre […] Hipólita no solamente hizo de madre alimentándolo, sino que como fiel y abnegada servidora de la familia se encargó completamente del niño dirigiendo y cuidando sus primeros pasos, enseñándole las primeras palabras, sustituyendo al padre y compensando los mimos que la madre enferma no podía prodigarle […] Entre los pocos personajes del recuerdo de años infantiles que aparecen mencionados en los escritos de Bolívar destaca la figura de la negra Hipólita, a la que considera y reconoce como madre y padre” 22. Ahora bien, no podemos omitir en este estudio, la descripción que realizó el sacerdote Carlos Borges (1867-1932) en torno a la Negra Hipólita : “… Hermoso tipo de su raza, inteligente, vigorosa, limpia, honesta, de carácter dulce y jovial, Hipólita es la flor de las esclavas. Tiene veintiocho años y está avaluada en trescientos pesos […] Hipólita desempeña sus funciones de aya. Vedla qué mona y qué galana, con más adornos que la palma del arzobispo el Domingo de Ramos, ‘con su blanca risa de negra’, cien cocuyos en cada ojo, en la mano una onza de oro, regalo del padrino, y el Sol del Perú, limpio de toda mancha, amaneciendo entre sus negros brazos!”23. Observamos en el texto citado, la voz de un poeta romántico, quien concibe a los esclavizados como seres humanos llenos de virtudes y una gran alegría en el desempeño de sus oficios, según el Padre Borges, no hay oprimidos ni diferencias de clases sociales, solamente impera la galantería y la “blanca risa” de las negras y negros sometidos al régimen de la esclavitud. 21. Paiva Palacios, Carmelo. La negra Hipólita: nodriza del Libertador. pp. 8-9. 22. Ibídem. p. 8. 23. Borges, Carlos “Discurso del Pbro. Dr. Carlos Borges en la Inauguración de la Casa de Bolívar” En: Mosqueda Suárez, Miguel. Vida y obras completas de Carlos Borges. pp. 578-579 y Borges, Carlos. Discurso en la Casa Nata del Libertador. pp. 25-28.


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Observamos, que nuestro Libertador Simón Bolívar, jamás olvidó a la negra Hipólita, tal como lo demostró en varias oportunidades, siendo algunas de ellas, cuando estaba en la ciudad del Cuzco (Perú) y le escribió a su hermana María Antonia, el día 10 de julio del año 1825 y le recomienda “…que le des todo lo que ella quiere; para que hagas por ella como si fuera tu madre, su leche ha alimentado su vida y no he conocido más padre que ella…”24. Posteriormente, vemos que cuando Bolívar realiza su último viaje a Venezuela en el año de 1827, no desatiende a su antigua nodriza y aya, pues, le escribe de nuevo a su hermana María Antonia, el día 2 de junio del año aludido, señalándole que “…Del dinero que queda en tu poder procedente de la letra, tendrán la bondad de dar a Hipólita cuarenta pesos. Yo te la recomiendo…”25. Advertimos, que en los múltiples escritos de Simón Bolívar plasmados en cartas, discursos, proclamas, decretos y otros26, no hemos encontrado ninguna referencia emitida por nuestro Libertador sobre la negra Matea, quien según muchos historiadores, biógrafos y aficionados a los estudios de los anales patrios, también fue aya del máximo hijo de la ciudad de Caracas. Además, algunos autores27 consideran que la negra Matea, aunque fue una esclavizada de la familia de Bolívar, sin embargo no estuvo vinculada con la crianza del niño Simón y fue identificada como la susodicha aya por el General Antonio Guzmán Blanco (1829-1899), durante los actos oficiales con motivo a la celebración del Centenario del Nacimiento de Simón Bolívar en el año de 188328.

24. Ramos Guédez, José Marcial .”Bolívar y la abolición de la esclavitud” En: Revista de la Sociedad Bolivariana. Órgano de la Sociedad Bolivariana de Venezuela. Caracas, Año 55, Vols. LVII-LVIII, Nos. 183-184, 17 de diciembre de 2001. p. 75. 25. Idem. 26. Bolívar, Simón. Escritos del Libertador… 30 tomos. 27. Rivero, Manuel Rafael. Matea Bolívar “La negra Matea”. pp. 7-8; N.E.A. “La negra Matea” En: Revista de la Sociedad Bolivariana. Órgano de la Sociedad Bolivariana de Venezuela. Caracas. Año 54, Vols. LV-LVI, Nos. 179-180, 24 de julio de 1999. pp. 237-244, Herrera Salas, Jesús María. De cómo Europa se apropió de la leche de las madres africanas en el Caribe: un ensayo sobre “barbarie” y “civilización”. pp. 55-57 y Bolívar, Reinaldo José. Simón Bolívar: hijo de Hipólita, pupilo de Matea y otros discursos afrodescendientes.. pp. 55-71. 28. Acosta Saignes, Miguel “La Negra Matea” En: Dialéctica del Libertador. pp. 55-56 y Sanz Roz, José “No podemos andar enseñando embustes como en la IV: La Negra Matea no fue nodriza del Libertador” (Datos en Línea) Disponible: http/:www. Aporrea.org. Consulta: 2009, Julio, 26.


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María Josefa (de eslavizada a manumisa, encargada del servicio doméstico de la familia Pardo Monsanto, segunda mitad del siglo XIX)29. El matrimonio entre Isaac Pardo (comerciante de origen judío) y María de Jesús Monsanto (caraqueña también de origen israelí), se consolidó durante varias décadas y tuvieron trece hijos, muchos de ellos se dedicaron a las actividades comerciales y otros se destacaron en las profesiones liberales de la época: el derecho, la medicina y otras30. Sobre el caso específico de María Josefa, Isaac J. Pardo, nos señala lo siguiente “En aquella casa, después de don Isaac y doña Jesusita, la persona más importante fue una negra, esclava, manumisa, de nombre María Josefa, a quien los niños llamaban Pepa. En principio, sus funciones fueron las de cocinera […] Mi abuela fue una persona extremadamente delicada, extremadamente sensible, extremadamente mimada por su marido […] María Josefa la protegía con una sombrilla de los quemantes rayos del sol tropical cuando la abuela cruzaba el patio de la casa. La inquietud y las voces de sus numerosos hijos la hacían sufrir, y quien se ocupaba de ellos era María Josefa. Y así, de detalle en detalle, el gobierno de la casa fue descargado en María Josefa […] Yo oí decir a mi padre con un ligero temblor de emoción en la voz : ¡Aquella negra fue nuestra madre! Y uno de mis tíos, ya anciano, clamaba por Pepa, en su agonía, Es explicable que aquellos «hijos» de María Josefa le proporcionaran todo el bienestar posible hasta el fin de su vida”31. En el caso citado, observamos a una mujer, negra y manumisa, quien se entregó de lleno a la crianza y protección de una familia adinerada de la Caracas de finales del siglo XIX, situación que generalmente era frecuente entre las mujeres, pertenecientes a las clases sociales dominadas y más aún si eran descendientes de los africanos que llegaron a nuestro país en condición de esclavizados. Finalmente, podemos señalar que tanto en la Venezuela colonial como en la del siglo XIX, los esclavizados africanos y sus descendientes, fueron piezas fundamentales en el desarrollo de las faenas agropecuarias, los oficios artesanales y los servicios domésticos, tal como lo vimos a lo largo del presente estudio. Esas actividades productivas sustentaron las clases dominantes de la época, tanto a nivel nacional como internacional; todo ello en el contexto del comercio triangular de esclavizados y las relaciones Europa, África, y América. 29. Pardo, Isaac J. “Cédula de identidad de Isaac José Pardo Soublette” En: A la caída de las hojas. p 16. 30. Ibídem. p. 18. 31. Ibídem. pp. 20-21.


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Asimismo, pudimos apreciar el papel de las nodrizas y ayas, como símbolos de prestigio social y al mismo tiempo como seres humanos que se entregaron en cuerpo y alma a la alimentación y crianza de los hijos e hijas de sus “amos”, sacrificando en muchas ocasiones a sus propios niños o niñas; sin olvidar en ningún momento su labor educativa en la transmisión de tradiciones, mitos, leyendas y otras expresiones culturales originarias del continente africano.

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APUNTES PARA LA GENEALOGÍA DEL GENERAL EN JEFE JOSÉ ANTONIO PÁEZ Oldman Botello (*)

Introducción Numerosos trabajos existentes aportan información sobre la genealogía del general en Jefe José Antonio Páez Herrera, el centauro llanero, prócer de la Independencia. Se conocen los datos del propio Páez en su Autobiografía, las Memorias de Carmelo Fernández, los libros de Nicolás Perazzo, el estudio genealógico de las vinculaciones del general Páez con las Islas Canarias por el historiador David W. Fernández, miembro fundador del Instituto Venezolano de Genealogía, Cronista Oficial que fue de Guarenas y recordado amigo, para sólo citar los que trataron con mayor profundidad el tema. En lo particular, en 1990, en la ocasión del bicentenario del natalicio del prócer, dimos a la estampa un libro con relación de Páez y el estado Aragua y su genealogía, lo más completa que se pudo. Posteriormente, a raíz de esos actos conmemorativos tuvimos el honor de conocer a un venerable anciano nacido en 1904 y residente en Maracay, bisnieto directo del centauro por la línea de doña Barbarita Nieves y quien nos aportó toda la información de esa rama que complementaba lo poco conocido de ese linaje que también llevó el apellido Páez. Esta información, que abundaba en detalles y aumentaba la genealogía, la publicamos en el número 2 del Boletín del Archivo Histórico de la Contraloría General de la República (1992), una antología de textos históricos sobre el personaje, coordinado por el profesor universitario, historiador y académico don Ildefonso Leal, actual Cronista de Los Teques. A lo largo de estos años hemos ido recopilando más información, incluida en el cuadro (*) Socio correspondiente por el estado Aragua.


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genealógico que presentamos. Como típico llanero y venezolano, el general Páez fue regando hijos por donde pasaba, de la manera más alegre. De esa progenie, sólo fueron reconocidos Ramón Páez y los habidos en la unión con Barbarita Nieves. De los otros sólo quedó la tradición de que eran hijos de Páez y los delataba su presencia física semejante a la del jefe llanero.

Aspectos Genealógicos Del legítimo matrimonio del general Páez con doña Dominga Ortiz, barinesa de Canaguá, nacieron tres hijos: Hermenegildo, muerto niño; Manuel Antonio, abogado y guerrero, que sacó la fibra humorística y de chispa típicos del llanero y María del Rosario Páez Ortiz. Estos dos últimos hijos de Páez ingresaron a las familias notables de Caracas y del llano guariqueño, al desposar a integrantes de los linajes Lovera Otáñez y Paúl, en el caso de Manuel Antonio; y por el lado de María del Rosario, se agregaron al linaje Llamozas de Caracas y Calabozo, vinculados al procerato venezolano.

Doña Barbarita Blanco y Nieves Oficialmente se le asigna siempre el apellido de Nieves a la que se ha llamado “la amante de Páez”. A ella la conoció el general Páez en plena guerra de Independencia, hacia 1818 según lo señala Carmelo Fernández en sus citadas Memorias. Dice en su escrito el sobrino del caudillo: “[…] parece que desde 1818, manifestó Páez sus deferencias y predilecciones por una familia en que se exhibía una joven que era hermosa y atraía los miramientos de Páez, elevado ya a General, con la cual, a pesar de ser ya casado, compartió bienes y honores”. (1973: 65) Nosotros podríamos afirmar que la unión se materializó después de la guerra, porque su primer hijo con Barbarita, Sabás Páez Nieves sólo va a nacer en Maracay en 1822. A Barbarita, según habíamos dicho en 1990, la ubicábamos como oriunda de Choroní, pero sus propiedades en la zona de San José de Tiznados –el hato Laguna de Piedra– aún antes de unirse a Páez, nos hace dudar si no habría nacido en ese pueblo llanero. Debemos advertir que tanto en Choroní como en la zona de los Tiznados son frecuentes los apellidos Nieves y Blanco. Carmelo Fernández agrega a la anterior referencia


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sobre dicha dama “…ella poseía alguna fortuna” (Ibídem). A dichos bienes se le sumarán los adquiridos de la mano de Páez en Maracay, la hacienda San Ignacio y la hacienda Piñonal, encomendada esta última a un hermano y la cual dejó en herencia a sus hijos al morir en diciembre de 1847, junto con el hato Laguna de Piedra (Botello, 2007:251). Pero hay más. De acuerdo a la fe de bautismo de Sabás Nieves Páez, que localizamos en el Archivo parroquial de Maracay, el primer apellido de Barbarita era Blanco y el segundo Nieves. Exactamente dice la partida pretensiosamente: Bárbara Blanco y Nieves. Y remarca con la madrina de bautismo: Josefa Blanco y Nieves, hermana de Barbarita. Fue el padrino de Sabás Páez el teniente coronel sanfelipeño (luego general) y prócer de la Independencia, don José Gabriel Álvarez de Lugo Freites. (Bautizos, Nº 19: 77). Barbarita Blanco y Nieves o Barbarita Nieves residió en Maracay con el general Páez, que abandonó prácticamente a su legítima esposa Dominga Ortiz Orsúa y en dicha ciudad nacieron los hijos habidos de esa unión: Sabás, Juana de Dios y Úrsula, aunque hasta ahora sólo hemos podidos hallar la partida de Sabás. El grupo de los Páez Nieves era llamado peyorativamente por el cónsul inglés Sir Robert Ker Porter “las barbarini”, en su famoso diario publicado en Venezuela en inglés en 1967 y en traducción al castellano por la Fundación Polar en 1997. Con ellos residía en Maracay una hermana de Barbarita nombrada Josefa, sus tres hijas: Juana Antonia, Magdalena y Victoria Pérez Blanco y Nieves, viuda y huérfanas respectivamente de N. Pérez; y un hermano de nombre desconocido, con residencia independiente; era mayordomo de las haciendas maracayeras de Barbarita. La estancia en Maracay la compartían con temporadas en la hacienda La Trinidad, del general Páez y que antes fue del Marqués de Casa León, emigrado y muerto en Puerto Rico. También disfrutaban temporadas en Choroní, donde incluso el general Páez hizo traer por mar un piano que subieron a lomo de bestia hasta el pueblo. Barbarita tocaba el instrumento y Páez y sus amigos cantaban o disfrutaban del momento. Bárbara Blanco y Nieves o Barbarita Nieves se enfermó en Choroní a fines de 1847 y cuando se agravó el mal, la trasladaron contra todo riesgo a través de la montaña, en silla de manos, hasta Maracay, donde al fin expiró el 14 de diciembre de 1847 (Botello, 1990; 1992). Los oficios religiosos fueron rezados por el cura interino de Maracay fray Esteban de Adoain, sacerdote de quien


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en 1924 se presentaron y examinaron sus virtudes heroicas y Juan Pablo II en 1989 lo declaró Siervo de Dios y sigue su curso el expediente para crearlo Beato de la Iglesia española. Era navarro. Fue sepultada Barbarita en la iglesia local y en 1856 sus restos fueron llevados a un lugar que se ignora. El general Páez sintió en el alma la pérdida de su mujer, como se lo escribió a su amigo el doctor Carlos Arvelo (Botello: 1992). Los hijos de Barbarita también fueron “bien casados”. Juana de Dios con José María Francia-Palacios y de las Casas Areste y Reina, emparentado con el Libertador Simón Bolívar y mucho mayor que ella; permanecieron unidos poco tiempo. No hubo sucesión en esta unión. Por su parte, Sabás casó con una dama Travieso, de distinguida familia valenciana. Otros hijos También se tienen como hijos del general Páez: don Ramón Páez Ricaurte, escritor, que estudió en los Estados Unidos; fue procreado en una dama neogranadina de apellido Ricaurte; don Alejo Muñoz, que aún vivía en Cúa en 1905; el Mocho Alejandro Montiel, en las cercanías de Achaguas y con asombroso parecido con su padre (vivía en 1917) y Tomás N., el primogénito, apureño nacido en 1810; fue enviado a estudiar a los Estados Unidos junto con Ramón Páez y Carmelo Fernández. De seguidas incluimos la relación genealógica del general Páez hasta donde pudimos organizarla de acuerdo con la documentación y alguna bibliografía. Genealogía del General José Antonio Páez Luís Rodríguez de Mendoza, natural de Icod de los Vinos, Tenerife, Islas Canarias, hijo de Gonzalo Rodríguez de Mendoza y doña Francisca Hernández, de la misma ciudad canaria, casó el 2 de mayo de 1712 con María Venancia de la Mota, nacida en Caracas y bautizada el 10 de abril de 1697 (Perazzo, 1976: 8-9), hija de Isabel de la Mota, y fueron testigos de la boda Sebastián Ochoa, Juan de Silva y Pedro de Santana (Iturriza, 1974: 347). Con sucesión: Luisa Antonia [Rodríguez] Mendoza y de la Mota, de Caracas, residenciada en San Felipe el Fuerte, estado Yaracuy. Tomó estado en esta última ciudad


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con don Juan José de Páez, hijo natural de don Gabriel Bautista del Campo y Castro que fue alcalde en la capital carabobeña, “en mujer blanca principal de la ciudad de Valencia” y de apellido Páez (¿Páez de Vargas?) de ascendencia canaria. De dicha unión nació: Juan Victorio Páez [Rodríguez] Mendoza, al parecer natural de Maracay, donde existió este apellido desde mediados del siglo XVIII, (Fernández dice que era natural del estado Aragua: 1980:69). Don Juan Victorio Páez casó en Nirgua, según el mismo genealogista David W Fernández (Ibídem: 69); murió en Guama en 1808; casó con doña María Violante de Herrera Fernández, natural de Cuara, jurisdicción de Quibor, estado Lara, viuda de N. Suárez (con dos hijos, Domingo y Luís Suárez de Herrera; este Domingo Suárez Herrera era Teniente Corregidor de Guama en 1820 y le correspondió atender al general Pablo Morillo que estuvo en la zona de paso para los Andes). Era hija de don Juan Pablo de Herrera y Agüero (hijo a su vez de José Manuel de Herrera y María Agüero Álvarez, hija de Juan Jaime de Agüero y Juana Isabel Álvarez) y María Ana (o Mariana) Fernández de Fuenmayor. Se radicaron en San Felipe de donde se fueron a Guanare y a la población de Curpa, estado Portuguesa, en razón del trabajo de don Juan Victorio. Murió doña María Violante Herrera en Maracay y fue sepultada en la iglesia parroquial, hoy Catedral, el 27 de febrero de 1823, cuando su hijo José Antonio se encontraba estrechando el sitio de Puerto Cabello, último bastión realista2. Don Juan Victorio y doña María Violante fueron padres de: 1) Francisco Páez Herrera, casado que fue con N. Lugo (¿Álvarez de Lugo?), con numerosa sucesión.

1. Es tradición en Apure la conseja de que el médico José Bonifacio Umanés, radicado en Apure donde formó familia con doña Ananías Pildaín, habría sido hijo del general Páez, pero no es así. El doctor Umanés fue sostenido por el general Páez como a tantos estudiantes, hasta terminar su formación universitaria. El doctor José Bonifacio Umanés nació en Maiquetía en 1818 y era hijo de don Liberato Umanés y doña Sebastiana González. (Archivo Histórico de la UCV. Expedientes de grado) Se graduó de licenciado en medicina en la UCV en 1847 y prestó servicios en San Fernando de Apure, donde murió el 17 de marzo de 1883, a las 2 de la tarde. (Méndez, 2003, op. cit.). 2. La partida dice así: “En veinte y siete de feb. De mil ochocientos veintitrés yo el infrascrito cura rector de esta Sta. Yga. Parroql. del Sor. S. Jose de Maracay di sepultura eclesiástica a Ma. Violante Herrera. Recibió los sacramentos y para que conste lo firmo. Juan Jose Lopez Serrano”. (Diócesis de Maracay. Parroquia San José de Maracay. Libro de Defunciones 1816-1824, Partida Nº 11: 153).


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2) Ramón Páez Herrera, que tomó estado con doña Vicenta Maya. Tuvieron una hija. 3) María del Rosario. Casó con N. Martínez y hubo tres hijos en la descendencia, un varón y dos hembras. En segundas nupcias con Diego Garrido fueron padres entre otros del general de división Manuel María Garrido Páez, de Maracay, quien participó activamente en la guerra contra la Federación, al lado de su tío y en los sucesivos gobiernos centralistas3. También estuvo en la guerra de Independencia de Cuba junto con su hijo Manuel desde 1871 y allá tenía jerarquía de Mayor General del Ejército Libertador. Escribió Carlos Manuel de Céspedes a Guzmán Blanco [...] Nos ha ayudado mucho a combatir nuestro enemigo, y como no podía esperarse menos de uno de los hijos de la tierra que dio el ser a Bolívar, fue modelo de republicanismo” (González Barrios, 2005: 199; Quintana, 2005:137). El general Manuel María Garrido Páez era caraqueño y murió en Maiquetía el 9 de diciembre de 1880. 4) Ana María Páez Herrera, murió en el terremoto de San Felipe el 26 de marzo de 1812; fue casada con don Bernardo Fernández. Hubo una hija del matrimonio, María del Rosario Fernández Páez, c. c. con Dionisio Castillo; viuda, casó nuevamente en Maracay el 30 de agosto de 1822 con el coronel José Hilario Sistiaga, prócer de la Independencia, de Maracay, nacido el 13 de enero de 1789, hijo de Pedro Ignacio de Sistiaga Arrasain, vasco y doña Juana Josefa Siquiel. Fueron testigos de la boda el Gral. José Antonio Páez y doña Barbarita Nieves4. Con descendencia: María Cleotilde del Carmen de los Dolores, nacida en Maracay en 1823, apadrinada por Páez y Barbarita; y Teófilo Calasancio Sistiaga Fernández, nacido en 1824, casado con Bárbara Pérez, con sucesión: Elena, Cleotilde, Soledad y Teófilo Sistiaga Pérez (Botello, Genealogía de Maracay, inédito). 5) Ubalda, casada con Pablo Lugo, con un hijo por descendencia.

3. Sobre el general Manuel María Garrido comentó en una carta el Dr. Manuel María Echandía, liberal en campaña por el Guárico central, al ministro del Interior y Justicia, que Garrido, contra quien luchaban durante el alzamiento de 1848 concluido en Los Araguatos, era “sobrino del exgeneral Páez”. (AGN. Interior y Justicia). 4. Sobre el parentesco de Sistiaga y Páez escribió Carmelo Fernández: “… me fui a Valencia, hospedándome en casa del Coronel Cistiaga, casado con una parienta mía, también sobrina de Páez…” (Fernández: 81).


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6) José de los Santos (Santos) Páez Herrera. También falleció en el terremoto que abatió a San Felipe. 7) Luisa, casada en 1809 en Barinas, con don José María Fernández, barinés, a quien conoció por intermedio de su hermano José Antonio; se radicaron en Guama, Yaracuy y luego volvieron a Barinas, donde falleció Fernández en Peraza o Canaguá. Fueron padres. del pintor y dibujante Carmelo Fernández Páez, nacido en Guama, Yaracuy, el 3.6.1809; falleció en Caracas el 9.2.1887; Rafael Antonio, nacido en Canaguá y muerto en Guama en 1821; Luís María y Zoila Fernández Páez, muerta el mismo año 1821. Al enviudar, doña Luisa casó subrepticiamente con el alemán Carl Christian Hopner, con quien hubo una niña hacia 1825 (Fernández, 1973: 49). 8) José Antonio Páez Herrera (llamado Antonio familiarmente), general en jefe de los Ejércitos de Venezuela y de Argentina, prócer de la Independencia, varias veces Presidente de la República. Nació en Curpa, estado Portuguesa, el 13 de junio de 1790 día de San Antonio de Padua y murió en Nueva York el 6 de mayo de 1873. Tuvo dos hogares, el de su esposa doña Dominga Ortiz, de Canaguá, estado Barinas, con quien casó, e hija de don Francisco de Paula Ortiz y doña Micaela Orsúa; y los hijos habidos de la unión con doña Barbarita Nieves, de San José de Tiznados, estado Guárico o Choroní, Aragua (1800. Maracay 14.12.1847), hija de doña María del Rosario Nieves. Linaje Páez-Ortiz El general José Antonio Páez casó el 1º de julio de 1809 en Canaguá con doña Dominga Ortiz, nacida en Canaguá el 1º-11-1792 y muerta en Caracas el 12-12-1875; hija de don Francisco de Paula Ortiz y Micaela Orsúa, fallecidos para el momento del connubio. Testigos: Antonio y Ambrosio Orsúa y Domingo Macías. De la unión nacieron: I) Hermenegildo Páez Ortiz, nacido en 1815 y fallecido en 1823, según Carmelo Fernández II) Manuel Antonio Páez, nació en la ciudad de Mérida en 1813, cursó primaria en Estados Unidos antes de los 14 años; estudió en el seminario Santa


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Rosa de Lima y fue doctor en leyes graduado en la UCV en 1839 (AHUCV); capitán de la segunda compañía del batallón Caracas a las órdenes del coronel Miguel Sagarzazu y estuvo activo entre noviembre de 1835 y enero de 1836. Casó en Caracas el 8 de agosto de 1845 con doña Soledad Lovera-Otáñez Paúl, de Maracay, nacida hacia 1823 hija de don José María Lovera-Otáñez y Tinoco y doña Francisca Paúl Terreros (hermana de Coto Paúl). “Manuel era muy prieto”, dice Carmelo Fernández que estudió con él en el Colegio Washington, dirigido por un mexicano (Fernández: 47). Don Manuel Antonio murió en Caracas el 5 de julio de 18755. Con descendencia: II.a. Francisco de Paula Páez Lovera-Otáñez, general del ejército ascendido en 1861. Nació en Caracas hacia 1846 y murió en la misma ciudad el 3 de junio de 1894. Casó con doña Ángela Martínez Hidalgo, con sucesión: II.a.1. Francisco de Paula Páez Martínez, casado con doña Damianita Rodríguez Ocampo. Su descendencia Miguel Ángel, Olgamar y Antonio José Páez Rodríguez. II.a.2. José Antonio Páez Martínez, muerto niño. II.a.3. Manuel Antonio Páez Martínez. No tomó estado. Fueron sus hijas Olga María y Leonor. II.a.4. María Páez Martínez, casada con Félix Guerrero. Con sucesión. II.b.) Soledad Páez Lovera-Otáñez. Casó con el general Desiderio Escobar, guariqueño, nacido en 1830. El general Escobar se radicó en Ciudad Bolívar, donde murió en 1900. Militar centralista, posteriormente acompañó al general Crespo en su alzamiento de 1892. Con descendencia: Eladio, José Antonio, Alejandro, Soledad y María Cristina Escobar Páez.

5. El 11 de enero de 1856, el Dr. Manuel Antonio Páez dice estar residenciado en Barinas en la oportunidad de otorgar un poder a Juan Antonio Paúl, vecino de Ortiz y pariente de su mujer, para que administre el hato San Pablo de Paya (el hato San Pablo, al sur de Dos Caminos, estado Guárico), el cual dice ser de su propiedad (RPCEG. Roscio, Protocolo Nº 12, 1).


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II.c.) José Antonio Páez Lovera-Otáñez, muerto en 1916, casado con doña Amalia Mantilla, padres entre otros de Amalia Páez Mantilla que tomó estado primero con Adolph Prince, que como dijo ella en una carta al general Gómez en 1916 “consagró casi toda su vida al servicio de la Marina de Guerra [y] a quien usted supo apreciar”; residieron en Puerto Cabello; luego en segundas nupcias con N. Díaz. También vivió en Ciudad Bolívar, donde al parecer murió. II.d) Rosario Páez Lovera-Otáñez,6 casada con el general Rafael Arteaga, con sucesión: II.d.1. Teresa Arteaga Páez, ahijada del Dr. Luís Razetti; casada con Francisco Soler, de Málaga, España, sin sucesión. II. d.2. Soledad Arteaga Páez, que murió célibe. Apadrinada por don Eduardo Blanco. II.d.3. Rafael Arteaga Páez casado don doña Juana Meyer en primeras nupcias, con la siguiente descendencia: Elisa, Carlos, Mery, Alejandro y Rosario Arteaga Meyer. En segundas nupcias con doña Bertha Romero hubo la siguiente sucesión: Rafael Armando Arteaga Romero, doctor y coronel; Maritza, Max Antonio, Edelmira, Luís Esteban, Bertha y Freddy Arteaga Romero. II. d.4. Andrés Arteaga Páez, fue su padrino el Gral. Ignacio Andrade Troconis. Casó con doña Lourdes Gouverneur Camero, de Tucupido, estado Guárico. Con sucesión: Constanza, Guillermo, Rosario, Nelly, Celia, Alberto, Juana, José Antonio, Lourdes (falleció en 1989) y Evelyn Arteaga Gouverneur. 6. Doña Rosario Páez Lovera-Otañez de Arteaga escribió al general Juan Vicente Gómez el 5 de marzo de 1912 en su condición de “nieta legítima” del general Páez, en los siguientes términos, exponiendo su difícil situación: “Con estos títulos [de nieta de Páez] llego confiada ante el Magistrado de noble corazón y sentimientos magnánimos para quien es labor común hacer el vien [sic] a manos llenas, suplicándole me dé un auxilio para trasladarme a Ciudad Bolívar, en donde se haya un hijo mío y serca [sic] de mi hermano José Antonio, únicos apoyos que tengo en la vida. Mi situación es desesperada, General, y hará Ud. Una obra misericordiosa prestándome su generosa protección”. Y a continuación una post-data: “En nombre de Dios y la Virgen, le suplico cuanto antes su contestación, mi dirección Tablita a Venado N° 169”. La carta fue remitida al Dr. Francisco González Guinán, Secretario de la Presidencia, para su resolución, cuyo resultado desconocemos.


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II.d.5. Armando Arteaga Páez, oficial del ejército. Casado con Amalia Crespo, con sucesión: Josefina, Teresa y Trina Arteaga Crespo. III) María del Rosario Páez Ortiz. Nació en San Rafael de Atamaica (estado Apure) el 24.1.18197. Murió en Caracas hacia la séptima década del siglo XIX. Tomó estado en Caracas en 1846 con don Juan Nepomuceno Llamozas (de las Llamozas) Tovar, nacido en Caracas en 1820 y muerto en 1899; hijo del calaboceño don Antonio de las Llamozas Silva y doña Josefa Antonia Tovar Velásquez, guariqueña de Altagracia de Orituco. Con descendencia: III.a. Mercedes Llamozas Páez, nació en Caracas en 1860 y se crió en el hato San Pablo Paeño, (El Rincón de San Pablo) jurisdicción de Ortiz, estado Guárico (hay otro San Pablo Paeño en Apure); de “santa mujer y buena llanera” la califica su sobrina Conny Méndez (1954:16). Tomó estado con don Juan de Dios Méndez y Mendoza, caraqueño de padre andino, nacido en 1854 y fallecido en 1941. Con sucesión: Merceditas, Rosario, Ramón Ignacio, Juan de Dios y José Antonio Méndez Llamozas. Ramón Ignacio Méndez Llamozas, médico caraqueño tomó estado con doña Rosa Amelia (Memena) Gómez Núñez de Cáceres, nacida en Maracay el 8 de mayo de 1910 y fallecida el 17 de febrero de 1992, hija del general en jefe Juan Vicente Gómez Chacón y doña Dolores Amelia Núñez de Cáceres Marrero, con descendencia: Mercedes Amelia,Diego y Ramón Ignacio Méndez Gómez-Núñez de Cáceres. III.b. Rosario Llamozas Páez, casada con don Ramón Rodríguez, padres de don Manuel Vicente y don Ramón Rodríguez Llamozas. III.c. Esperanza. Murió célibe. III.d. Julia Llamozas, que al parecer murió pequeña.

7. La fe de bautismo hallada por don Saverio Núñez Bolívar y que gentilmente nos fue cedida por el Prof. Argenis Méndez Echenique, Cronista de San Fernando de Apure, dice: “En veinticinco de enero de mil ochocientos diez y nueve Yo Fr. Joaquín de Málaga. Pre. Mision. Ap. y Cura de este pueblo de S. Rafael de Atamaica baptise solemnem. segun el ritual romano a Maria del Rosario Felisa que nacio el dia catorce de dho mes hija del Sr. Gral. Jose Antonio Paez y de Dominga parentesco espiritual que havian contraido y sus oblig. Y para que conste lo firmo in supra Fr. Joaquin Maria de Málaga”. (Libro III de Bautismos de las parroquias San Juan de Payara y San Rafael de Atamaica. Años 1816-1820, folio 105).


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Familia Páez-Nieves El general José Antonio Páez, estando casado mantuvo una relación sentimental con la dama nombrada Barbarita Nieves desde 1818 según Carmelo Fernández, que la conoció ese año (Fernández, 1973: 65). Pero su verdadero apellido era Blanco y Nieves (así aparece en la fe de bautismo de su hijo Sabás). Según Fernández “[…] joven que era hermosa y atraía los miramientos de Páez” y añade que contaba con bienes de fortuna dicha dama. De nuestras investigaciones colegimos y así lo hemos propuesto, que Barbarita era natural de Choroní, en Aragua o de San José de Tiznados, estado Guárico. No era valenciana como nos lo corroboró definitivamente el historiador carabobeño Luís Cubillán Fonseca. Fue su madre doña María del Rosario Nieves. Barbarita era dueña del hato Laguna de Piedra, en San José de Tiznados. Vivió con el general Páez en Maracay y sus hijos nacieron allí; doña Dominga Ortiz, la legítima, vivió en Valencia y en Caracas. Barbarita Blanco y Nieves (su partida de enterramiento la nombra Bárbara Nieves) murió en Maracay el 14 de de diciembre de 1847, al amanecer y fue sepultada en la iglesia pa­rroquial8; los oficios fueron rezados por el sacerdote español fray Esteban de Adoain, futuro Beato de la Iglesia Católica española, y párroco interino de Maracay. (Botello, Genealogía de Maracay, inédito) De la unión de Barbarita Nieves y el general José Antonio Páez nacieron: IV) Sabás Antonio Páez Nieves. Nació en Maracay el 9 de junio de 1822. Fueron sus padrinos el prócer Tcnel. José Gabriel Álvarez de Lugo Freites y doña Josefa Blanco y Nieves, su tía materna. La partida de bautismo dice que era hijo natural de doña Bárbara Blanco y Nieves. (Diócesis de Maracay. LB Nº 19: 77) Fue comandante del ejército al cual ingresó muy joven y le corría fama de valeroso y arrojado en el combate. Casó con Sofía Travieso, de Valencia, con sucesión: IV.a. Juan Páez Travieso

8. La partida de defunción de Barbarita Nieves expresa: “En catorce de diciembre de mil ochocientos cuarenta y siete, yo el cura interino de esta parroquia del Sr. S. Jose de Maracay di sepultura eclesiastica a Barbara Nieves, adulta, recibio los Santos Sacramentos de que certifico. Fray Esteban de Adoain”. (Parroquia de San José de Maracay,. Libro 15 de Defunciones Nº 15: 29). Los restos de Barbarita fueron exhumados de la Iglesia de Maracay el 20 de septiembre de 1857, desconociéndose a dónde fueron conducidos, tal vez Valencia o Caracas. (Ibídem).


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IV.b. Sofía Páez Travieso, casada con don Eugenio Córdova de Saint, de padre oriundo de Puerto Rico y madre francesa. Doña Sofía murió en Caracas el 28 de junio de 1927 y su esposo en 1923, también en Caracas. Con descendencia: IV.b.1. José Antonio Córdova Páez. Murió célibe. IV.b.2. Carmen. No tomó estado Fueron sus hijos Federico y Antonio Páez. IV.b.3. Juanita. Casada, fueron sus hijos Margot y Ramón N.N. IV.b.4. Sofía, casada con el italiano Juan Aleaudi, con descendencia. IV.b.5. Mercedes, casada con Eloy María Pérez, con sucesión Eloísa Pérez Córdova, casada con Daniel de Majo. IV. b.6. Eugenio Córdova Páez, casado con doña Zoila Gómez, sobrina del Gral. Juan Vicente Gómez. Sin sucesión. IV. b.7. Fernando. No tomó estado. IV. b. 8. Esteban, nació en Caracas el 2 de agosto de 1904. Murió nonagenario. Casó con doña Rosa Coll, y fue su hija: Mercedes Córdova Coll, casada con José Enrique Sandoval, con sucesión Eusebio Enrique y Yoraixa Sandoval Córdova. En 1990 conocimos a don Esteban, bisnieto de Barbarita y Páez, residente en Maracay, octogenario y perfectamentelúcido; nos suministró la descendencia de sus bisabuelos, que era desconocida. IV.b.9. Raúl Córdova Páez. Tomó estado con doña Maria Elena Padrón y fueron padres de Raúl y Betzaida Córdova Padrón. IV.c) Juana Páez Travieso, casó con don Marco Antonio Díaz, de Caracas, con sucesión: V.a. Marco Antonio Díaz Páez, casado con N. N. Con descendencia: Marco Antonio Díaz, casado con N. N. y padres de Octavio y Marco Antonio Díaz.


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V. b. María Antonia Díaz Páez, casada con Luís César Rojas, de Caracas y en Segundas nupcias con el capitán N. Briceño. V) Juana de Dios Páez Nieves. Nació y se crió en Maracay. Casó con don José María Francia y de las Casas, hijo de don Tomás José Francia y Palacios y doña María Vicenta de las Casas Areste y Reina, de quien se separó, sin sucesión. VI) Úrsula Páez Nieves, maracayera, murió célibe.Con doña Barbarita Blanco y Nieves vivían en Maracay su hermana Josefa y sus sobrinas Juana Antonia, Magdalena y Victoria Pérez Blanco y Nieves. Otros hijos del Gral. Páez VII) Ramón Páez Ricaurte. Nació en Achaguas, estado Apure en 1810. Fue el primogénito del general Páez, con una dama de origen neogranadino; el apellido Ricaurte se lo asigna doña Dominga Ortiz en una carta pública escrita en febrero de 1874. (Gallegos, 1919: 47; Reyes, 1955: 49; Botello, 1982: 110). Murió en Calabozo, Guárico, en 1894. Afirmó Manuel Modesto Gallegos, cuyo progenitor fue compadre y amigo de Páez, que fue Ramón el hijo que más se pareció al caudillo llanero. Ramón Páez Ricaurte estudió en los Estados Unidos y poseyó una vasta cultura. Escribió varios libros entre ellos su célebre Escenas rústicas de Suramérica, en inglés y castellano. Don Ramón Páez Ricaurte no tomó estado. Tuvo un hijo, al menos que se conozca, José Antonio Páez, cuya progenitora se desconoce. Era general del ejército y en 1916 participó, invitado por el general Vincencio Pérez Soto, presidente del estado Apure, en el acto conmemorativo del centenario de la batalla de El Yagual. Don José Antonio Páez-Ricaurte murió en Achaguas en la década del veinte del siglo XX. (Méndez Echenique, 2003:6) Primeramente, a fines del siglo XIX, el general José Antonio Páez hizo vida concubinaria con la dama apureña Francisca (Pancha) Vásquez (personaje que dio origen a la Doña Bárbara de Rómulo Gallegos), luego señora de Carrillo. Páez tomó estado posteriormente con doña Ana Antonia González y fueron padres de Emma Páez González, quien casó con don José de la O González, padres a su vez de la notable educadora doña Flora González de Celis, nacida en Achaguas en 1919, casada con don Marcos Gilberto Celis Orozco y padres de: Nelly Omaira, Silvia Olinda, Nilda Onira, Edgar Asdrúbal (Currito, ex-senador


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social­cristiano), Emma Elvira, Euclides Gilberto, Erlie Walmore, Luís Alfredo y José Rafael Celis González, todos de Achaguas. El parentesco de doña Flora con Ramón Páez nos fue ratificado por ella en 1990 en la citada ciudad. El general José Antonio Páez (nieto) también fue padre con una dama de apellido Graterol en Apure, de persona de donde desciende don Antonio Sánchez Graterol, poseedor de una fotografía de su abuelo tomada el 18 de abril de 1919. De la unión del mismo Gral. José A. Páez con Ramona Gallípolli, hija del italiano Césare Gallípolli , nació en Achaguas María Elena Gallípolli, casada con N. Rodríguez y de este tronco proviene la Dra. Milagros Rodríguez Gallípolli, actual Registradora Principal Civil del estado Apure. También se relacionó el general Páez en Achaguas con doña Vicenta Gallípolli, hermana de doña Ramona; desconozco si hubo descendencia en esta unión. VIII) Tomás N. Nació en Apure en 1810 según refiere Carmelo Fernández. Fue enviado a estudiar junto con él y Manuel Antonio Páez Ortiz a Estados Unidos. Su huella se perdió. IX) Alejandro Montiel, cuya existencia y su fotografía nos fue advertida en 1976 por don Carlos M. Laya escritor camaguanero formado en Apure, que lo conoció en Apure, en los llamados Médanos de Churruscao, hoy caserío Bethel, en jurisdicción de Achaguas. Era lisiado del brazo izquierdo, destrozado por un caimán atravesando un caño. La fotografía de Alejandro fue tomada por el ingeniero Ricardo Zuloaga en un viaje a Apure en 1918; es impresionante el parecido con el general José Antonio Páez. Don Carlos M. Laya nos dijo que era catire y oriundo de Achaguas y cuando lo conoció rondaba los 80 años en 1919. Estos datos y la fotografía los insertó posteriormente en su libro Del Apure Histórico, publicado en 1979. X) que vivía en Cúa en 19059. 9. Una carta de don Alejo Muñoz para el general Cipriano Castro desde Cúa, estado Miranda, el 5 de julio de 1905, con una clara y hermosa caligrafía inglesa, dice: “Mi querido General. Mucho agradecí que publicara mi carta en el gran periódico del Sr. Rivas, cuando cumplí el deber de darle las gracias por la justicia hecha por U a mi padre el General Páez. Hoy le vuelvo a escribir porque U es el padre de todos y como estoy muy anciano y pobre, pero con fuerza para trabajar, quiero me haga colocar como caporal con diez hombres, en el camino carretero de Cúa a San Casimiro que sale a la hacienda Marín y que está perdida con el invierno y desmontándolo se compone y se evita que se maten tantos animales como se han malogrado. Le desea salud para que termine la obra de la Independencia. Su amigo y servidor, Alejo Muñoz”. El periódico al que se refiere Alejo Muñoz es El Constitucional, vocero oficial del régimen castrista y dirigido por el periodista puertorriqueño Gumersindo Rivas.


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Fuentes Documentales Archivo General de la Nación. Secciones: Interior y Justicia; Limpieza de sangre. Archivo Histórico de la UCV. Expedientes de grado. Archivo Histórico de Miraflores. Sección Cartas. Archivo de la Diócesis de Maracay. Parroquia San José de Maracay. Libros de Matrimonios, Bautizos y Defunciones. Registro Principal Civil del estado Guárico. Protocolos. Archivo de Oldman Botello.

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Acuerdo de la ANH acerca del día inicial de la Independencia de Venezuela, BANH, N° 10, TOMO III, 30 de JUNIO DE 1814, P. 67

ACUERDO DE LA ‘‘ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA‘‘ resolviendo este punto consultado por la «Junta Central Inicia­dora» de la «Sociedad Patriótica»: ¿Cuál debe reputarse el día inicial de la Independencia de Venezuela? , Aprobado unánimemente en la sesión del día 5 de los co­ rrientes. Caracas, mayo 7 de 1909. El Secretario, (Firmado) P. Arismendi B. La Academia Nacional de la Historia, Visto el Informe presentado por la Comisión nombrada para abrir concepto acerca de cuál fue el día inicial del movimiento revolucionario que llevó a cabo la emancipación política del Con­tinente hispano americano, y tomando en cuenta las siguientes consideraciones: 1° Que cuando el 19 de abril de 1810, el Capitán General Emparan, desde el balcón de la Casa Capitular preguntó al pue­blo amotinado: “si quería que el continuase en el ejercicio del Poder”, el pueblo, por la voz de los conjurados, contestó: “no lo queremos”; por lo cual, quedó aquél despojado, en el acto, de la autoridad que investía, e interrumpida y protestada así la do­minación de España en Venezuela; 2° Que el reconocimiento inmediato de los derechos ima­ginarios de Fernando VII por el Ayuntamiento constituye un hecho ficticio, pues, como se


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asienta en el célebre Manifiesto del Congreso Constituyente de 1811:1 “si no debíamos depender de los Vireyes y Gobernadores, con mayor razón no po­díamos estar sujetos a un Rey cautivo y sin derechos ni autoridad, ni a un ángulo peninsular de la Europa, ocupada casi toda por una fuerza extraña”. Y que este ficticio reconocimiento sola­mente se hizo, como dice el señor Juan Germán Roscio: “por la necesidad de no alarmar a los pueblos”;2 3° Que en el propio documento se afirma: “el 15 de julio de 1808, el 19 de abril de 1810 y el 5 de julio de 1811, son tres épocas que formarán el primer período de los fastos de Vene­zuela regenerada, cuando el buril imparcial de la Historia trace las primeras líneas de la existencia política de la América del Sur”. Y se añade: “El día en que la Religión celebra los más augustos misterios de la redención del género humano, era el que tenía señalado la Providencia para dar principio a la reden­ción, política de la América. El Jueves Santo, 19 de abril, se desplomó en Venezuela el coloso del despotismo, se proclamó el imperio de las leyes y se expulsaron los tiranos”; 4° Que el Ayuntamiento de Caracas asumió desde luego la Suprema Autoridad y, en esta virtud, expulsó del País los funcionarios españoles, desconoció la autoridad del Consejo de la Regencia, organizó una expedición militar para someter a Coro y a Maracaibo, que se mantenían fieles a España, envió Agentes Diplomáticos a los Estados Unidos de la América del Norte, a la Nueva Granada y a Inglaterra, y, finalmente, con­vocó a elecciones para el Congreso Constituyente, ejerciendo, así, facultades que sólo incumben a la potestad soberana y al supremo imperio; 5° Que en el Manifiesto de la Junta Suprema a los habi­tantes de Venezuela, con fecha 8 de diciembre, se dice: “En la carrera que habéis emprendido habrá muchos obstáculos que vencer; pero acordaos de la horrible perspectiva de males que os amenazaban y de la heroica resolución con que vuestras valientes manos rompieron las cadenas que há tres siglos pendían de nuestros encorvados cuellos, y mirad dulcemente un porvenir delicioso cuando vuestros nietos, entonando el himno de su li­bertad bendigan nuestra memoria!”;

1. El 30 de julio. 2. Sesión del día 4 de julio, 1811.


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6° Que en la «Declaración de Independencia» se expone, textualmente: “Nosotros, los Representantes de las Provincias Unidas de Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita, Barcelona, Mérida y Trujillo, que forman la Confederación Americana de Venezuela en el Continente Meridional, reunidos en Congreso, y considerando la, plena y absoluta posesión de nuestros derechos, que recobramos justa y legítimamente DESDE EL 19 DE ABRIL DE 1810, en consecuencia de la jornada de Bayona y la ocupación del Trono Español por la conquista y sucesión de otra nueva dinastía, constituida sin nuestro consentimiento”; 7° Que entre las muchas opiniones de los Próceres funda­dores de la patria, son asaz pertinentes: la del Doctor Juan An­tonio Rodríguez Domínguez, Presidente del Congreso, que ase­gura que “fue tan justo y benéfico (el movimiento del 19 de abril) que inmediatamente lo imitaron Santa Fé, Cartagena y Buenos Aires”; la del Doctor Peña en el discurso leído en el Congreso el mismo día 4: “El Pueblo de Caracas, oprimido más que nunca por las manos de los antiguos funcionarios, llegó a comprender la necesidad de ilustrarse, y este conocimiento fue el que preparó la simultánea, la gloriosa explosión del 19 de abril. Este movimiento que siempre mirará con admiración y ternura nuestra posteridad no fue, como se quiere persuadir por los enemigos de la causa común, un movi­miento tumultuario, débil y desordenado; fue, sí, el inevitable resultado de tres siglos de tiranía; la consecuencia del orden de los sucesos políticos; la realización de las ideas que por más de dos años se habían difundido en el corazón de los venezolanos; y el funesto, el terrible espectáculo que anonadó a los man­datarios del otro hemisferio. El pueblo de Caracas proclamó el 19 de abril que era libre”; la de Zea, que dice en el Correo del Orinoco, en 1821: “Desde el año de 1810, Venezuela derrocó el despotismo”; la de Antonio Muñoz Tébar al celebrarse el primer aniversario del 19 de abril: “Señores, hoy es el natalicio de la Revolución”; 8° Que el General Miranda desde Londres, dice a 3 de agosto de 1810 a la Junta Suprema de Venezuela: “El 19 de abril de 1810 es la época más célebre en la historia de la Provincia de Venezuela, y para los anales del Nuevo Mundo. Sean para siempre loados los varones ilustres que tan santa e inmortal obra ejecutaron, y que sus nombres vivan en los siglos venide­ros hasta la más remota posteridad”; 3. Sesión del día 4 de julio de 1811.


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9° Que el Libertador Simón Bolívar en la proclama que dirige al ejército el 19 de abril de 1820, exclama: “Soldados! diez años de libertad se solemnizan en este día”; y termina con esta afirmación categórica: “Soldados! El 19 de abril nació Colombia”; 10° Que en el Himno Nacional, compuesto para solemni­zar el 19 de abril, se glorifica al pueblo de Caracas porque rompió en aquel día el yugo colonial sin menoscabo de su honor y su virtud, y que se incita en él a que Cuando algún tirano Levante la voz, Se siga el ejemplo Que Caracas dio; 11° Que el Cuerpo Municipal de Popayán dice al Congreso de Venezuela: “El pueblo de Caracas fue el primero que refrenó el orgullo del Gobierno español, haciendo entender a los man­datarios coloniales que ya no eran árbitros de nuestros destinos”; 12° Que el Congreso de 1834 declaró “fiestas nacionales” “el 19 de Abril de 1810 y el 5 de Julio de 1811”, y el Congreso de 1836 dispuso colocarlos en letras de oro en el Escudo Nacio­nal, reconociendo así la igual importancia de ambas fechas; 13° Que todos los pueblos de Venezuela han venido cele­brando hasta hoy el 19 de abril, como la primera en orden del tiempo de nuestras efemérides; 14° Que aunque es cierto que hubo movimientos precursores de la Independencia, tales como el 20 de abril de 1749, acaudillado por Don Juan Francisco León, nativo de Caracas; el de la revolución denominada de Gual y España, en 1799, y las dos expediciones del Generalísimo Miranda en 1806; estos meritísimos conatos de emancipación, así como los análogos verifica­dos en 1781 en El Socorro y otras villas y corregimientos del Virreinato de Nueva Granada; el de 1808 en Chuquisaca, ciudad del Alto Perú, apellidando independencia; y el de Quito en 1809, no alcanzaron resultados de trascendencia mayor, sino que fue­ron unos como prolegómenos de la gran revolución de 1810;


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Por tanto: La Academia Nacional de la Historia, reconoce con los Ilustres Próceres fundadores de la Patria, con el Generalísimo Miranda, precursor de la Independencia, y con el mismo Liber­tador Simón Bolívar, que la revolución verificada en Caracas el 19 de abril de 1810, constituye el movimiento inicial, definitivo y trascendental de la emancipación de Venezuela. Caracas, 30 de abril de 1909. (Firmados). Eduardo Blanco, Manuel A. Diez, Felipe Tejera, P. Arismendi B., Marco Antonio Saluzzo, Teófilo Rodríguez, José Núñez de Cáceres, L. Villanueva, R. Villavicencio, Pbro. Ricardo Arteaga, Julio Calcaño, F. Tosta García.



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LA EVOLUCIÓN DE LAS IDEAS EN VENEZUELA DURANTE LA REVOLUCIÓN DE INDEPENDENCIA1 Blanco Fombona, Rufino

Hasta ahora no se ha estudiado con detenimiento sino el aspecto militar de la revolución de independencia. A lo sumo, y en bloque, el aspecto político. Es lo último que deberíamos conocer para darle sentido a la historia. ¿Qué ideas movían, qué pasiones y cuáles intereses a nuestros abuelos? ¿En defensa de qué se batían? Decir que se batían por la independencia, no es bastante. Ni exacto, en rigor histórico. Tan abuelos nuestros eran los que se batían por fundar el gobierno propio, como los que se batían por conservar la potestad del Rey español. Durante la Revolución las ideas fueron evolucionando, las pasiones acentuándose de diverso modo y los intereses pasando de mano o siendo destruidos. ¿Cómo obró esto en cada uno? ¿Cómo en las distintas clases sociales? Si no lo sabemos aparecerán los hombres moviéndose como locos o como autómatas sobre la escena pública. La historia de Venezuela resultaría –a veces resulta– un drama de fantasmas. A los hombres los dominan y presiden la evolución humana, ideas, pasiones e intereses. ¿Cómo reacciona cada quién y, en general, cómo reacciona la sociedad, y cómo una sociedad compuesta de distintos factores étnicos, ante

1. Evolución de las ideas en Venezuela durante la Revolución de Independencia, en BANH, N° 80, Tomo XX, octubre-diciembre de 1937, p. 409.


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cada uno de esos móviles: ideas, pasiones e intereses? Eso es lo que nos interesa conocer. Vamos a ensayar una interpretación. La guerra de independencia se complicó al principio, durante lo más crudo de la guerra a muerte (1812, 1813, 1814, 1815, 1816 y 1817) con una guerra social, en aquella sociedad dividida en castas. Recordemos que la casta principal era rica, las castas inferiores pobres y la última esclava. Durante la colonia existían socialmente compartimentos estancos: cada casta, cada color, en su casilla, sin que pudiera salirse de allí. Ni siquiera los blancos llamados de orilla, podían alternar con los blancos de primer orden. Los pardos, menos. Y los negros, menos aún. El que salía de su casilla quedaba descalificado. Había uniones, claro; pero clandestinas, fuera de la Ley moral y de la legalidad social. La fortuna pública estaba dividida desigualmente. Grandes fundos rurales en manos de la clase criolla privilegiada. El comercio lo ejercían particularmente los españoles, dueños absolutos del poder público. Los artesanos eran los pardos. No había grande industria. Los campos los cultivaban esclavos negros. Sobrevino la revolución de independencia, iniciada por el elemento superior de la colonia que era el único que podía intentarla. A pesar de la rivalidad y celos latentes entre los españoles y los criollos, muchos españoles europeos de ideas liberales simpatizaron con los españoles americanos que la habían empezado. En cambio, el pueblo, sobre todo la población de los campos, sostuvo a los realistas. Las primeras sediciones contra los patriotas fueron realizadas por isleños de Canarias de los que se contaba gran número en Venezuela, no por españoles peninsulares. En escaramuzas y dimes y diretes sin importancia transcurrió un año. En 1811 empezó la lucha armada, porque unos defendían la República, ya declarada, y otros al Rey. En cuanto empezó la lucha armada los isleños y los peninsulares con muy hábil política se apoyaron en los pardos y ganaron su simpatía, explotando la lucha sorda de castas, existentes durante la colonia; y las diferencias, rivalidades y aun odios dormidos que la guerra iba a despertar. Por eso la guerra manifestó caracteres tan dramáticos en Venezuela y asumió, sobre todo al principio, carácter social.


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Los españoles, como se mira, fueron por necesidad más liberales que los criollos e iniciaron, en forma de pugna, la evolución democrática. Pero en los criollos también existía un sentimiento democrático y no de interés momentáneo sino de principios –hasta habían renunciado muchos de ellos a sus privilegios– y también se apoyaron en el pueblo. De ahí la guerra civil. El pueblo en su mayoría, no creyó al principio en el triunfo de los patriotas. Creyó en los que habían dominado siempre, en los españoles; y en el derecho y el poder de aquel ente sagrado y mitológico a quien nunca había visto, pero en el nombre del cual se hacía todo: el Rey. Hasta entonces nada demostraba que luchase un pueblo por inde­pendizarse de sus opresores. El pueblo acompañó a Monteverde, acompañó a Boves, y a cuantos caudillos espontáneos levantaron bandera por el Rey; Yáñez, Antoñanzas, etc., y más tarde Morales, Calzada, tantos otros. Los primeros nativos en favorecer la causa del Rey fueron el indio Reyes Vargas, el mulato Andrés Torrealba y el negro Palomo, hombre de confianza de Monteverde: tres hombres representativos de tres castas. Y después la incontable mayoría de venezolanos de toda Venezuela: los guariqueños de Antoñanzas, los barineses de Tízcar, los corianos de Ceballos, los zulianos de Miyares, y los llaneros de Boves. Los habitantes de las ciudades, aunque no unánimemente, se agruparon como más civilizados, en torno de los Concejos Municipales. Pero la mayoría del pueblo venezolano defendió la opresión y derrocó por dos veces la República: contra Miranda en 1812 y contra Bolívar en 1814. Obraba así porque carecía de conciencia nacional. Conciencia nacional la fue adquiriendo poco a poco, por medio de la misma guerra, que despertó su dormido sentimiento de innato patriotismo y por medio de la incesante prédica de ideas liberales, verdaderas Cátedras de Derecho político, como ha dicho Mancini, que establecieron por la palabra y por la pluma algunos hombres superiores. El primero, Bolívar. Bolívar se propuso cambiar aquella guerra social en guerra de independencia. El primer paso lo dio con su Proclama de guerra a muerte. Ser americano era una cosa y ser español otra: luchaban dos patrias, dos banderas. Después


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con discursos, mensajes, periódicos y una legión de publicistas civiles y colaboradores militares. En algunas regiones como en los Llanos de Apure, ésta fue obra del tiempo y no de prédicas sino más bien de contagio. Más hicieron héroes vernáculos como Páez con la lanza en la mano ganando combates y creando el orgullo de tribu –que era el patriotismo de los llaneros– que propagandas organizadas y conscientes. El sentimiento nacionalista, ya despertado, hizo lo demás. Los venezolanos fueron patriotas y ya nadie pudo vencerlos; ni los mejores y más aguerridos ejércitos europeos, ni las más numerosas Escuadras; ya nadie pudo detenerlos y se fueron tras el caballo de Bolívar, América adentro, hasta los confines australes, ganando y perdiendo batallas pero imponiendo en el continente la libertad, que ya conocían, la República que ya amaban y la Democracia connaturalizada instintivamente en toda América con los hijos del Nuevo Mundo. Pero no todos fueron tan decididos ni lo fueron de súbito. Siempre quedó una buena parte del pueblo con los españoles. Pagaban o prometían pagar los españoles buenos sueldos en los ejércitos regulares. En cuanto a los cabecillas espontáneos, convidaban al pueblo con el saqueo de las poblaciones. Algo lograban, ellos que no tenían nada, y satisfacían venganzas, ellos que probablemente habían recibido ofensas. De patria, no sabían nada; ni comprendían, sobre todo al principio, la idea de independencia política. Reyes Vargas, que después se pasó a los patriotas, dijo bien claro en un documento público que defendió al Rey porque no sabía lo que era la patria. Los que comprendían, no creían posible la independencia. Con tales elementos en pugna, la guerra naturalmente se prolongó mucho. Hasta que la ignorancia abrió los ojos y comprendió que el interés nacional era anterior y superior al interés particular y que, además, no colidía con él. Las distintas clases o castas fueron fraternizando, al comprender que el interés nacional las unía a todas. Así se inició la evolución democrática y fue desgracia que no se alcanzara por ascención del nivel político popular sino por movimientos de violencia prolongada en que el tiempo fue el más decisivo colaborador. ***


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En los primeros años de la Revolución, mal podía existir conciencia nacional en América y comprender las colonias su interés, seguirlo y defenderlo. En tiempos de la colonia, o sea del absolutismo, no se consideraba que los Pueblos tuviesen Derechos que oponer a los Reyes, ni pudieran obedecer a principios, ni que sus destinos pudiesen colidir con el de las Metrópolis, ni el derecho de los ciudadanos –los llamaban súbditos– con el de los Monarcas, fuente de toda autoridad, de toda legalidad y ante quien debía sacrificarse todo. Solo la Majestad divina podía rivalizar con la humana y ambas eran aliadas, según la vieja fórmula del Trono y el Altar. El español con ser tan altivo y haber gozado en tiempos de la monarquía castellana, anterior a la austríaca y a la borbónica, relativas libertades, decía en el siglo XVII, por pluma de Calderón: Al Rey la vida y hacienda debo dar; pero el honor es patrimonio del alma y el alma sólo es de Dios. En las colonias no había exclusiones: del Rey eran vida, hacienda y honor. Del Rey y de sus representantes ultramarinos. Eso, en principio. En realidad, había latitud y liberalismo, a condición de no ponerlos a pruebas. A esas ideas tradicionales, martilladas en el espíritu de los súbditos por la cátedra sagrada y por la costumbre, no hubo medio de oponerse por medio de propaganda revolucionaria. Imprenta no había; tribuna popular no había. ¿Cómo realizar propaganda? ¿Cómo adquirir ideas nuevas? ¿Cómo iniciar una revolución y llevarla a término? No existían más elementos propicios que aquellos de las clases ricas. Podían viajar y adquirir en el extranjero noticia exacta de las ideas que empezaban a prevalecer en el mundo y de las conmociones que estas ideas produjeron en Francia y Anglo-América. Estos viajeros solían traer a las colonias, subrepticiamente, libros; los leían y divulgaban entre sus íntimos, exponiéndose a los rigores de la Inquisición, que los prohibía todos, y que aconsejaba el denuncio de criados contra amos, de hijos contra padres, de padres contra hijos.


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De ahí, pues, que la revolución la comenzaron en América los únicos iniciados, una oligarquía, la clase pudiente criolla. Por eso la revolución fue oligárquica y se realizó en los Concejos Municipales, único Cuerpo de función pública, aunque de carácter meramente administrativo, donde los criollos de pro tenían acceso. Las potencias extranjeras con colonias en las Antillas, sobre todo Inglaterra, propiciaron por odio a España la propaganda subversiva, por medio de lecturas y noticias que aprovechaba exclusivamente la casta superior, los hombres del Concejo Municipal. Esta institución popular, herencia de Roma, que las poblaciones de España habían sabido conservar al través de todas las vicisitudes y todas las usurpaciones de la Monarquía austríaca, la madre España la trasmitió a la América. Los cabildos o Concejos Municipales, instrumentos de la libertad administrativa de las ciudades, fueron los que sirvieron de cuna, en toda América, a la libertad política, jugarretas del destino. La más liberal institución de la monarquía absoluta iba a servirle de mortaja al imperialismo español. En estos Cuerpos, por otra parte, los cargos solían venderse, y no producían a los poseedores sino satisfacciones de vanidad. La Revolución comenzó, pues, municipal e incruenta2. El pueblo vivía ayuno de novedades. El día de la Revolución no supo a quién inclinarse. Se inclinó hacia lo que estaba acostumbrado a obedecer y seguir: hacia los defensores del Rey. No podemos culparlo, pero debemos lamentarlo. Por ello fue tan sangrienta la lucha; por ello asumió caracteres de guerra civil y, en una población dividida en castas opuestas, de guerra social. Es decir, de lucha de clases. El elemento absolutista inducía a la obediencia y el pueblo obedecía sin trabajo. El campo estuvo contra la ciudad; los negros esclavos contra los Concejos Municipales libres, la barbarie contra la civilización. Los patriotas ofrecían la libertad a los negros esclavos y los negros esclavos seguían a los caudillos del absolutismo que no les ofrecían quimeras abstractas sino realidades tangibles: el saqueo de las propiedades, la muerte de los antiguos amos, la violación de 2. Lo mismo que la revolución que se inicia en Venezuela después de la muerte del monstruo. Hay otras analogías, como se verá.


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las mujeres blancas y la impunidad en cambio de apoyo. Todo en nombre del Rey Católico. ¿Cómo no iba a seguir en tropeles a Boves, a Yáñez, a Morales? Tales promesas no tentaban solo a los negros esclavos sino a los negros libres, a los indios, a los mestizos, a los mulatos y a los blancos. En resumen, a la mayoría popular, a los campesinos de todo pelaje. «Los venceremos y después descansaremos en el seno de sus familias», prometía Boves, el peor y más eficaz y prestigioso de aquellos espontáneos caudillos absolutistas, a quien seguían veinte mil llaneros. Morales y otros Canarios, por su parte, se enriquecían con el despojo de los patriotas. No fueron los únicos: algunos españoles rivalizaron con ellos. Más tarde muchos patriotas hicieron lo mismo con bienes de españoles. El saqueo fue por turno: primero, los realistas contra los patriotas; después, los patriotas contra los realistas. Pero la mayoría se contentó sólo con aprovechar de momento y destrozar la riqueza pública. Era una guerra sin mañana, nadie atesoraba, nadie tenía confianza en el futuro ni en que aquel desorden permaneciera. Lo que no podía utilizarse quedaba al punto destruido, por el hierro y por el fuego. Tal parecía la consigna bárbara de los absolutistas, ya españoles, ya americanos. Los patriotas tomaron desquite en propiedades de enemigos. Guerra a muerte a la propiedad, parecía la consigna. Cuando la República, triunfante, entregó a los jefes Republicanos los bienes expropiados a los españoles, les entregó haciendas por resembrar, casas por reconstruir, hatos por fundar de nuevo. La economía nacional y el orden fiscal estaban hechos polvo. A los servidores públicos se les pagaba mal o no se les pagaba. A los militares se les pagaba en papel que estos sacrificaban en sus apremios hasta por la décima parte de su valor. De 1823 a 1827 Páez, que dominaba en Venezuela, no tenía mejor arbitrio rentístico que las contribuciones directas. Los pocos ricos, llamémoslos así, que quedaron en Venezuela, españoles y americanos realistas, emigraron ellos y sus capitales después de la batalla de Carabobo en 1821. No había un céntimo y el gobierno de Páez recurría a los empréstitos forzosos hasta 1827. En 1827 regresó Bolívar a Venezuela y reformó el régimen fiscal.


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En Nueva Granada ocurría algo semejante. Cuando Bolívar llegó allí en 1826, después de haber estado ausente por cinco años en la empresa de libertar la América del Sur, encontró el más espantoso caos administrativo y la mayor pobreza. Santander había sido tan pésimo administrador allí como Páez aquí. Sólo él estaba rico en Nueva Granada, como solo Páez tenía algo en Venezuela. En Venezuela, paniaguados del gobierno recaudaban las rentas públicas que se evaporaban sin saberse a menudo cómo. No se llevaban estricta cuenta y razón de las recaudaciones e inversiones. Los contribuyentes que podían eludir el pago lo eludían. Muchos no tenían en realidad, cómo satisfacer al fisco. Las Oficinas de recaudación solían ser también de distribución. Los Comandantes militares podían disponer de las Rentas en las Oficinas de recaudación. En fin, desorden administrativo y miseria pública. Nadie se dedicaba a la agricultura. Desde el día de la paz, acaso por la inseguridad del campo, todos querían ser comerciantes. Como no tenían ni escuela práctica ni capacidad, fracasaban3. Era el paraíso del desorden fiscal y económico en ambos países. Guerra social espantosa la guerra de la independencia en Venezuela. Todas las fuentes de producción estaban cegadas. Las castas, a pesar de una lenta evolución democrática que iba efectuándose, continuaban malqueriéndose. Todavía en 1817 amenazó Piar a la República, con una guerra de colores, amenazando destruir la evolución democrática iniciada por la Revolución. Bolívar, dándose cuenta del peligro, lo hizo juzgar por un Consejo de guerra y lo fusiló. Mariño. Páez, Santander, Bermúdez, Obando, Carujo, fueron sólo enemigos del Libertador. Por tanto, menos peligrosos. El peligro estaba en Piar en 1817, en Padilla en 1828. Ambos murieron fusilados. * * * Toda la riqueza nacional había sido destruida, más que gastada, por la Revolución y por la Reacción. Sólo un problema cambió de aspecto, venció

3. Revista de Hacienda, vol. III, N° 5. Caracas: julio-sep. 1937.


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al tiempo: el problema étnico. Quizás, más bien, se agravó con las matanzas sistemáticas y premeditadas del elemento blanco, por Boves y otras fieras. La independencia realizada por Bolívar fue una obra de civilización hecha con bárbaros. Fue la pasión política de la independencia realizada con hombres que no tuvieron pasión política desinteresada y comenzaron siendo esclavos voluntarios del Rey. Los hombres que realizaron la independencia quedaron más pobres que antes los unos y tan pobres como antes los otros. La riqueza nacional no cambió de manos: había desaparecido. La miseria de Venezuela al terminarse la guerra era espantosa. Nadie tenía nada. Nada valía nada. No sólo se destruyeron por la barbarie desencadenada tres siglos de cultura española, como decía Bolívar, sino que concluyó estúpidamente con la obra económica de tantas generaciones laboriosas y en proporción que hoy nos espantaría si se tradujera en cifras. La población quedó reducida en una tercera parte. No había lucha de civilización contra barbarie, se pensará. Todos eran bárbaros. En tal razonamiento la lógica aparece triunfante, pero por debajo de lo lógico, late la vida. La realidad tiene explicación para todo. Los oligarcas criollos, los primitivos iniciadores de la Revolución y, con extensión las ciudades, Caracas, Valencia, Cumaná, Barcelona, representaban, en efecto, los tres siglos de la cultura que nos legaba España. Los campos y las castas inferiores, la barbarie americana o africana puesta en movimiento por bárbaros caudillos espontáneos de Canarias, España y de la misma América. Pero se fue haciendo poco a poco la difusión de las ideas liberales entre los americanos y los americanos fueron poco a poco entrando al servicio de la patria. Precisamente ganarlos para la patria fue trabajo de Hércules, el más oscuro y eficaz, de Bolívar y otros patriotas. Esos elementos trajeron a la Revolución cuanto habían aprendido, así en bien como en mal, en el campo realista y en el servicio de Antoñanzas, de Monteverde, de Boves, de Yáñez, de Calzada, de Zuazola, de Rosete, de Mo-


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rales. Lo espontáneo en muchos de ellos y de su escuela era la muerte y la destrucción. Guerra sin cuartel a las personas, guerra sin cuartel a las propiedades. No pensaban que arruinaban a la patria y no sólo a los enemigos. Había, hasta cierto punto, que dejarlos hacer porque de lo contrario, volverían a las filas españolas. Se luchaba todavía por los hombres, por ganarse los pueblos. La disciplina pasaba a segundo término. La humanidad, a tercero. El concepto de propiedad, al último. Matar, robar, destruir: ese era el ideal de muchos. En nombre de qué, no importaba. Si eso no es barbarie, habrá que buscarle un nombre peor. Nadie ha expuesto mejor aquel fenómeno con que se encontraba el día de terminar la independencia, que el mismo Bolívar. En 1828 decía al coronel Perú de Lacroix: «En los primeros años de la Independencia se buscaban hombres, y el primer mérito era ser valiente; de todas clases eran buenos con tal que peleasen con brío. A nadie se podía recompensar con dinero, porque no había: sólo se podían dar grados militares para estimular el entusiasmo y premiar las hazañas. Así es que hombres de toda casta se hallan hoy entre nuestros generales, jefes y oficiales. La mayor parte de ellos no tiene otro mérito que el valor brutal, que ha sido tal útil a la República; haber matado muchos españoles y haberse hecho temibles. Negros, zambos, mulatos, blancos, hombres de todas clases, que en el día, en medio de la paz, son un obstáculo para el orden y la tranquilidad, pero fue un mal necesario».– (Diario de Bucaramanga). El mismo día de la paz aquellos colaboradores, preciosos para obtener la emancipación, iban a ser el peor cimiento para erigir la República. Es decir, la división de castas, la ignorancia y la barbarie campesina fueron fatales, al iniciarse la República; y la mezcla de castas, la ineducación política y la ignorancia han sido fatales a la República, al Orden y al Progreso. Resumen: mientras no se fundan todas, habrá peligro y retroceso. Bolívar realizó la independencia de Venezuela contra el querer de las mayorías de Venezuela; y Bolívar y el tiempo, unidos, convirtieron a los realistas en republicanos, a los súbditos del Rey en ciudadanos de la República; y entremezclaron las castas. El propio Bolívar que sabía a qué atenerse escribe al general Santander, años adelante, furioso o fingiendo furia contra los venezolanos que hablaban


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de principios: «no quiero nada con esos abominables soldados de Boves, con esos infames aduladores de Morillo; con esos esclavos de Morales y de Calzada. A ellos obedecían y querían los fieros republicanos que hemos libertado contra su voluntad, contra sus armas, contra su lengua y contra su pluma y que hoy no quieren obedecer a nuestras Leyes».– (Archivo de Santander). De 1826 a 1830 los antiguos guerrilleros realistas, Obando en Colombia, Carujo en Venezuela y los isleños absolutistas de Caracas se llamaron a sí mismos liberales. Toda aquella prédica de liberalismo por los antiguos sostenedores del Rey absolutista no era sino reacción antiboliviana propiciada por el pérfido Santander en Colombia y el tártaro Páez en Venezuela. Después Páez gobernó en Venezuela con una oligarquía conservadora y Santander extremó en Colombia el centralismo de Bolívar contra el cual protestaba. Obando, Carujo, Santander, Páez, los canarios, los caraqueños y los granadinos invocaban ideas avanzadas contra el hombre a quien debían hasta poder pensar libremente y poder libremente estampar su pensamiento. Detrás de aquellas invocaciones de principios veía Bolívar claramente el desorden; y detrás de aquel desorden, como razón última, la envedijada y aún no resuelta en Venezuela cuestión de raza, que tan hondamente lo preocupó. «¡Qué marchen esas legiones de principios –escribía el Libertador– a parar el trote a la insurrección de Páez, si es con ellos y no con los hombres con quien se gobierna! Ninguna ley es capaz de contener a éstos esclavos desencadenados. El origen más impuro es el de Suramérica: todo lo que nos ha precedido está envuelto en el negro manto del crimen. Somos el compuesto abominable de esos tigres cazadores que vinieron a la América a derramarle su sangre y a encastar con las víctimas antes de sacrificarlas, para mezclar después los frutos espúreos de estos enlaces con los esclavos arrancados del África. Con tales mezclas, con tales elementos morales, ¿cómo poner las leyes sobre los héroes y los principios sobre los hombres? ¡Muy bien! Que esos señores ideólogos gobiernen y combatan. Entonces conoceremos el bello ideal de Haití. Nuevos Robespierres serán los dignos magistrados de esa tremenda libertad». (1826). Pasó la monarquía y vino la República, pasó la miseria pública y vino la nueva riqueza; la evolución democrática en los espíritus se ha cumplido. Sólo un problema de los de entonces permanece en pie: la cuestión de razas.


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La cuestión de razas fue ayer el mayor obstáculo para la República y sigue siendo el mayor y más grave problema de Venezuela. Sólo los miopes y los estúpidos no lo ven y preguntan en sus periódicos si convendrá la inmigración en esta República. Sólo los tontos suponen que con obras de ornato público se contribuye al progreso social. Bolívar no. Hombre de genio, vio claro; hombre honrado, dijo lo que pensaba en el bien del país que fundó. Su máxima preocupación consistió en que la población nativa se mezclase con la europea y produjese el criollo del futuro, en el que se fundiesen las tres razas fundamentales de nuestro suelo. De lo contrario, auguró males sin cuento para su patria. Rufino Blanco-Fombona. Caracas, 17.6.1874-Buenos Aires, 16.10.1944


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LA OPINIÓN PÚBLICA NORTEAMERICANA Y LA INDEPENDENCIA DE HISPANOAMÉRICA, 1810 - 18221 Conferencia leída en la Academia Nacional de la Historia el 6 de febrero de 1941, por el señor Charles C. Griffin, Profesor de Historia en el Nassar College, Estados Unidos Es tan importante la época de la independencia en la conciencia nacional de las repúblicas americanas que toda cuestión relacionada con ella, la apasiona, tiene una potencia dinámica. No es extraño, por lo tanto, que las naciones extranjeras que tratan de fortalecer su influencia en Hispanoamérica hayan buscado desde la misma época magnificar su participación y la de sus nacionales en la magna epopeya. Los franceses apuntan la influencia de sus ideas en el siglo XVIII, de la revolución del año 1789, y de la política del emperador Napoleón. Los ingleses destacan la importancia de su política, contraria a la intervención en América de las potencias del continente, y de las relaciones comerciales que se formaron entre la Gran Bretaña y las nuevas repúblicas. Los norteamericanos, a su vez, no han escatimado esfuerzos para magnificar la influencia yanqui. Quieren hacer resaltar la importancia del pronto reconocimiento por los Estados Unidos de la independencia hispanoamericana y de la doctrina de Monroe. Recuerdan también la simpatía popular en la república del Norte por la causa de los patriotas criollos. Todas estas pretensiones tienen cierto fundamento; pero manejadas por escritores con prejuicios nacionalistas o por propagandistas profesionales oscurecen, en vez de aclarar, la situación internacional de aquella época. La cuestión de la actitud del pueblo norteamericano, entre otras, no se ha estudiado con la debida serenidad. Se citan los generosos y elocuentes discursos de Henry Clay en el Congreso de Washington, se destacan los servicios de voluntarios norteamericanos en los ejércitos y en las marinas de guerra patriotas, para concluir en un modo general que existía una fuerte voluntad a favor de la independencia hispanoamericana. Yo estoy muy lejos de negar la existencia de 1. Griffin, Charles C. ‘‘La opinión pública norteamericana y la Independencia’’, en BANH, N° 93, Tomo XXIV, enero-marzo de 1941, p. 7.


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este sentimiento, pero me parece necesario estudiar el asunto detalladamente para precisar que grado de intensidad tuvo esta corriente de opinión, analizar las causas que la produjeron, y las fluctuaciones que sufrió desde 1810 hasta el reconocimiento de las nuevas repúblicas por los Estados Unidos en 1822. Tal estudio permitirá rectificar, al mismo tiempo, las afirmaciones exageradas de algunos escritores norteamericanos y la tendencia opuesta que prevalece en ciertos círculos, y que se debe a acontecimientos posteriores en la historia de las relaciones interamericanas. Empezaremos nuestro estudio con una breve descripción de las relaciones que tenía el público norteamericano con el imperio español antes de 1810. Los colonos ingleses, antes de su independencia, tuvieron escasos contactos económicos y casi ninguno cultural con la América española. Heredaron de la Gran Bretaña los prejuicios nacionales y religiosos de los ingleses contra España, procedentes de los tiempos de Felipe II, de la Armada Invencible, de la inquisición, y de los corsarios: Drake, Hawkins y sus demás compañeros. Estos antagonismos se intensificaron al prolongarse la competencia secular entre las dos potencias en el nuevo mundo. Hubo escaramuzas fronterizas casi continuas entre la Florida y los establecimientos ingleses en Carolina, y Georgia2. En la guerra de sucesión austriaca, tropas yanquis tomaron parte en el sitio de Cartagena3. Era considerable también la participación de los marinos coloniales en el corso contra la marina española durante las continuas guerras del siglo XVIII4. Eran, asimismo, frecuentes los conflictos entre contrabandistas sajones y guardacostas españoles en el mar Caribe. Durante la guerra de independencia norteamericana, los colonos rebeldes, olvidando rencores antiguos, buscaron la ayuda del gobierno de Carlos III, pero España desconfió de la nueva república, y aunque la ayudó con algunos envíos de dinero y armas, no reconoció su independencia hasta después de concluida la guerra. Durante la negociación de la paz de Versalles en 1783, el Conde de Aranda, embajador en París, y Floridablanca, el primer ministro

2. H. E, Bollón, prólogo a Arredondo’s Historical Proof of Spain’s Title to Georgia (Berkeley, 192S) pp. 28-110. 3. Ellis Ames, “Expedition against Cartagena” Proceedings de la Masachusetts Historical Society, Primer Serie, XVIII, 364–379. 4. Privateering and Piracy during the Colonial Period, documentos editados por J. F. Jameson (N. Y., 1923) pp. 378 et seq. Aquí aparece claramente el fuerte antagonismo contra los españoles.


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español, quisieron limitar el territorio de los Estados Unidos al litoral atlántico del continente5. Se continuó esta política en subsecuentes negociaciones sobre límites entabladas en Filadelfia. España también fomentó la disidencia entre elementos descontentos de la población del oeste de los Estados Unidos, aunque sin éxito, después de proclamada la nueva constitución republicana en 17896. Se comprenderá fácilmente por lo que dejamos dicho, que las relaciones entre Estados Unidos y el gobierno español no podían ser cordiales. Aunque se llegó a un arreglo parcial de diferencias en el tratado de 1795, volvió a producirse la tensión desde 1800, aumentándose progresivamente hasta 1819, cuando se firmó un nuevo tratado7. A continuación vamos a considerar hasta que punto los norteamericanos distinguían entre el imperio español y sus súbditos criollos, y lo que sabían de estos últimos antes de 1810. En la época colonial, el contacto entre Estados Unidos y la América española se limitó principalmente a las regiones fronterizas: Florida, Luisiana, Texas, y las Antillas. Las provincias más importantes como México, Perú, Buenos Aires, Caracas, y Nueva Granada eran casi desconocidas. Algunos hombres instruidos, ciertamente, sabían algo por libros publicados en inglés. De estos existía una serie bastante larga, que se inició con las traducciones de las obras de Bartolomé de Las Casas y las colecciones de viajes de Hakluyt y Purchas al principio del siglo XVII. Continuó luego con el famoso libro del fraile Tomás Gage, New Survey of the West Indies. En el siglo XVIII los libros se multiplicaron, destacándose la historia de América por el historiador escocés, Robertson. Más importante aun en la época inmediata a la independencia, fueron las obras de von Humboldt. Exceptuándose las obras del último, casi todas las demás fueron inspiradas por la hispanofobia imperante, producto de lo que se ha llamado «la leyenda negra». Propagaron la idea de la crueldad y de la avaricia españolas como algo que sobrepasaba estos funestos rasgos en todo el resto de la humanidad8. 5. S. F. Bemis, The Foundations of American Diplomacy: the Revolution, (N. Y.,. 1935); véase también la obra más detallada de J. F. Yela Utrillo, España ante la independencia de los Estados Unidos (2 t, Lérida, 1925). 6. A. P. Whitaker, The Spanish-American Frontier, 1783-1795 (Boston, y N. Y., 1927) capítulos VVIII. 7. Véase sobre este tema la obra del autor de este artículo, The United States and the Disruption of the Spanish Empire, 1810-1822 (N. Y., 1937). 8. Un ejemplo clásico de la hispanofobia inglesa se encuentra en la relación del combate del Revenge en Richard Hakluyt, compilador, Principal Navigations, Voyages, Traffiques and Discoveries of the


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Durante los años que precedieron a la independencia de Hispanoamérica se vio crecer el interés de los norteamericanos en la región vecina, pero era todavía notable la falta de informaciones fidedignas entre la generalidad de la población. En 1810 el redactor de un diario de Baltimore se quejaba que no le había sido posible, aun refiriéndose a diez o doce geografías corrientes, encontrar nada sobre Caracas aparte del nombre, y la situación9. Dos años después, el patriota mejicano José Bernardo Gutiérrez de Lara, observó que los habitantes de la república carecían totalmente de conocimientos sobre su país. ‘‘Ellos, decía Gutiérrez, no han visto nunca a un criollo mejicano como soy yo’’10. El comercio que se inició entre algunos puertos norteamericanos y otros de Sudamérica como Montevideo, Buenos Aires, Valparaíso, y Callao después de 1797, aunque avivó el interés, no contribuyó para ampliar mucho el conocimiento de la civilización hispanoamericana. Todos, o casi iodos los principales políticos norteamericanos, desde la creación de la república, expresaron interés en el porvenir político de la América española, interés que a veces se relacionaba con el naciente nacionalismo expansionista en Estados Unidos. En 1786, Jefferson escribió a un amigo acerca de su temor de que España perdiera sus colonias antes que el pueblo norteamericano tuviera un desarrollo suficiente para aprovechar el derrumbamiento del imperio11. En 1793, durante la revolución francesa, hubo una intriga francoamericana para invadir Luisiana y Méjico. Los franceses implicados en este plan hablaban de la «‘‘iberación’’ de estas provincias, pero George Rogers

English Nation (London y Toronto, 1927) V, pp. 1-14.

La influencia del libro de Gage se estudia en la edición de A. P. Newton (N. Y., 1929) véase especialmente pp. ix-xi.

Lewis Hanke «Dos palabras sobre Antonio de Ulloa y las Noticias Secretas» Hispanic American Historical Review, XVI (1936) 498-501 discute ejemplos de hispanofobia en libros y revistas norteamericanos de la época.

9. Baltimore Commercial Advertizer, extracto publicado en la Gaceta de Buenas Aires, reimpresión (Buenos Aires, 1910-1914) T. I. p. 369. 10. ‘’The Diary of José Bernardo Gutiérrez de Lara» editado y traducido por Elizabeth West, American Historical Review, Tomo XXXIV. 11. Writings of Thomas Jefferson, (Monticello edición) Tomo V. p. 260, carta de Jefferson a A. Stewart, Enero 25, 1786.


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Clark, el jefe norteamericano del proyectado plan, habló francamente de ‘‘conquista’’12. El interés de Alejandro Hamilton, Rufus King, el general Knox, y otros federalistas en las actividades de Francisco de Miranda es muy conocido. En 1798, un ataque angloamericano contra la América española abortó en parte por la hostilidad del presidente John Adams al proyecto13. En este caso, las ideas revolucionarias, y la ambición norteamericana se mezclaron. Rufus King escribió solamente acerca de la necesidad de evitar que la Francia organizara la América española bajo su influencia, pero Hamilton dijo que los Estados Unidos ‘‘debían poseer las Floridas y la Luisiana’’ como también estudiar las posibilidades de expansión hasta Sudamérica14. Estos conceptos chocaban por supuesto, con las miras del jefe criollo del movimiento. El político aventurero, Aaron Burr, cuyo oscuro complot tuvo lugar en 1805, tenía miras muy difíciles de precisar. Al mismo tiempo que alentó el separatismo en las regiones del Mississippí habló de una invasión a Méjico15. Este último objetivo fue el que interesó a la mayoría de sus compañeros. Burr hablaba de una revolución en Méjico; pero, como dijo un observador contemporáneo, ‘‘bajo la máscara del libertador se cubre fácilmente la faz del enemigo’’16. Cuando Miranda estuvo en Norteamérica organizando su famosa expedición de 1806 en el ‘‘Leander’’, encontró ambiente favorable en Nueva York y en otras ciudades del litoral atlántico17. Se alistaron fácilmente voluntarios, 12. Anual Report of the American Historical Assotiation, I, 967 (1896) carta de Clark al ministro francés, 5 febrero, 1793. Véase también J. Rydjord, Foreign Interest in the Independence of New Spain (Chapel; Hill, 1929) pp. 118 y 161-184. 13. Works of John Adams, (Boston, 1850-1856) VIH, 600, carta de Adams al secretario de Estado T. Pickerring, 3 de octubre, 1798. 14. Life and Correspondense of Rufus King, (N. Y., 1894-1900) II, 300. Works of Alexander Hamilton, (N. Y., 1885-86) VII, 97, carta de Hamilton a McHenry, 27 junio, 1799. 15. M. L. Davis, Memoirs of Aaron Burr (N. Y., 1858) II, 376 Sobre las relaciones entre el complot de Burr y Méjico véase McCaleb, The Aaron Burr Conspiracy, cuyo autor cree que Burr estaba resuelto a invadir Méjico; también, véase I. J. Cox, «The Louisiana-Texas Frontier during the Burr Conspiracy» Mississippi Valley Historical Review, X, 280. 16. Rydjord, obra citada, p. 217. 17. W. S. Robertson, Life of Miranda, 1, 293-327. El autor cita la prensa sobre este punto, (p. 302).


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pero se sabe que algunos de ellos sabían poco o nada de los objetivos de la expedición. Después del fracaso de esta hubo una reacción en contra del general criollo18. Aunque en el Oeste, hombres de influencia como el gobernador Claiborne de Luisiana y el general James Wilkinson, siguieron apoyando la causa de una revolución mejicana, el sentimiento popular era confuso. El interés en la independencia hispano americana parecía fluctuar según la intensidad del conflicto entre España y los Estados Unidos, creciendo el primero al agudizarse el último. La noticia de las revoluciones de Buenos Aires y Caracas llegaron a los Estados Unidos cuando la guerra Europea y los problemas que esta planteara para Norteamérica monopolizaban la atención del público. Causó mucha confusión esta situación, porque los sucesos de Sudamérica se interpretaban como efectos de la política europea. A veces se suponía que el levantamiento de Caracas fuese un complot napoleónico. Un periódico de filiación federalista insistió en que el gobierno reconociera al representante de los nacionalistas liberales españoles, Don Luís de Onís, para evitar que Bonaparte tuviera éxito en su proyecto de revolucionar las colonias españolas19. Pocos meses después, el mismo periódico hablaba de la revolución venezolana como si fuera solamente una extensión a América de la resistencia española a la dominación francesa20. La actitud de los partidos políticos hacia Francia e Inglaterra era lo que más influía en la interpretación de las noticias procedentes de Hispanoamérica21. Comentando sobre una revuelta que ocurrió en la provincia española de Florida Occidental en setiembre de 1810, los Federalistas sospecharon la influencia francesa, los republicanos, una intriga de los ingleses22. Las fluctuaciones del Philadelphia Aurora, el diario más importante del partido republicano de Jefferson, fueron tan notables como las de sus contra-

18. John W. Sherman, A General Account of Miranda’s Expedition, etc., (N. Y., 1810). P. 1, una obra publicada expresamente para desacreditar a Miranda. 19. New York Spectator, 6 junio, 1810. 20. Ibídem, 27 junio, 1810. 21. Ibídem, 8 septiembre, 1810: Philadelphia Aurora, 10, septiembre, 1810. 22. Ibídem.


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rios. Al principio estaba convencido de que Napoleón dirigía la revolución en Sudamérica y se alegraba de que bajo la influencia francesa los criollos españoles no serían aliados de la Gran Bretaña23. Se publicaron rumores que se iba a establecer un reino americano para Fernando VII bajo el control de Francia24. En noviembre de 1810, cuando ya se vio que tales ideas eran muy equivocadas, el Aurora declaraba con tristeza: Es probable que todas las colonias españolas serán libres bajo la garantía de la Gran Bretaña, y aunque no sabemos si ondeará la bandera inglesa en sus puertos o no, de todos modos los comerciantes de esa nación serán los que se beneficiarán del comercio de aquel país tan rico y extenso25. Con el tiempo se reconoció que las revoluciones Sudamericanas no eran dirigidas por las potencias de Europa; pero la opinión en los Estados Unidos, aunque se hizo menos confusa, todavía siguió la orientación dictada por los partidos políticos. Los Federalistas, que desde antes habían tomado como suya la causa de los liberales españoles, denigraron del movimiento de liberación sudamericano y criticaron gravemente los «excesos» cometidos en el curso de él. Los Republicanos, gobernados en parte por su entusiasmo sistemático por las ideas revolucionarias, y en parte por su odio a los Federalistas, generalmente tomaron el partido de los rebeldes criollos, aunque a veces se mantuvieron a la espera de mayores informaciones26. En el año 1811, a pesar de las oscuras y amenazantes nubes de guerra que cubrían el país, aumentó el interés del público en la causa hispanoamericana. Las noticias de aquella región se multiplicaron. Proclamas y sueltos de las gacetas revolucionarias sudamericanas eran a menudo reproducidas en la

23. Philadelphia Aurora, 5 noviembre, 1810. 24. Ibídem. 25. Ibídem. 26. Baltimore Federal Gazette, 6 junio, 18 y 19 julio, 1810; New York Spectator, octubre 24, 1810; Niles Weckly Register, Tomo II, p. 71; National Inteligencer, 12 diciembre, 1811; Philadelphia Aurora, 3 septiembre, 1811. Esta tendencia se prueba también por los brindis que se ofrecieron en banquetes patrióticos ofrecidos por agrupaciones políticas. La Aurora menciona cuatro ocasiones de brindis para los hispanoamericanos en reuniones de Republicanos. El New York Spectator no menciona ninguno en reuniones Federalistas.


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prensa norteamericana27. Este interés se acentuó cuando se supo la abolición de la Inquisición y la Declaración de Derechos adoptada por Venezuela28. La influencia de la política doméstica se veía todavía. Hesekiah Niles, el redactor de un periódico influyente de Baltimore, de tendencia Republicana, deploró el hecho que el Congreso reunido en Caracas no hubiese establecido una libertad de prensa absoluta29. Mientras tanto, un diario Federalista, The New York Spectator, elogió a Venezuela por haber regulado el sufragio, como para demostrar que: ‘‘.. .los sudamericanos no se dejan llevar a extremos tan violentos como se podrían haber esperado. Saliendo de la tiranía, no corren a la licencia’’30. En el período siguiente: 1812–1815, una serie de influencias trajeron una merma considerable en el interés y simpatía conque el público norteamericano miraba el movimiento revolucionario hispanoamericano. Sorprende el contraste brusco con los años anteriores. Pueden revisarse muchos periódicos y también muchas colecciones de documentos inéditos de ese período sin encontrar más que alguna que otra referencia al conflicto sudamericano. La causa principal fue la guerra angloamericana. El dominio de los mares ejercido por la Gran Bretaña no permitió el contacto continuo entre los Estados Unidos y las regiones del Sur. La situación crítica del país en una guerra desastrosa también concentró la atención del público sobre los problemas nacionales. A esto se podrá agregar que la causa revolucionaria sufrió graves quebrantos durante los años 1813 y 1814. El Congreso mejicano tuvo que disolverse; Chile fue reconquistado por los españoles después del desastre de Rancagua; aun más importante, la primera república venezolana fue extinguida y sobrevino la tiranía de Monteverde. El período, por lo tanto, es completamente negativo desde el punto de vista de

27. New York Spectator, 29 agosto, 1811; Nisles Weckly Register, 14 septiembre, 1811; Richmond Enquirer, 8 febrero, 1812, Lousiana Courier, 30 marzo, 1812. 28. Richmond Enquirer, 30 enero, 1812; Niles Weekley Register, 1 febrero, 1812. El diario de Gutiérrez de Lara, American Historical Review, Tomo XXXIV p. 283, también se refiere a la simpatía general. 29. Niles Weekley Register, 14 setiembre, 1811. 30. New York Spectator, 29 agosto, 1811.


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nuestra investigación. No fue sino después de la conclusión de la paz en 1815 que volvió la opinión norteamericana a ocuparse de Hispanoamérica. Desde 1815 hasta 1818 se observa una renovación muy importante del interés norteamericano en la revolución de Hispanoamérica. Los mencionados factores negativos dejaron de obrar y se reanudaron los contactos. En primer lugar, debemos anotar el principio de la guerra de corso en escala importante. En 1815 se dio gran impulso a esta guerra marítima bajo la bandera de Buenos Aires31. En la región del Caribe se formaron las escuadras venezolana y mejicana bajo el mando del Almirante Brión y de Luis Aury respectivamente32. Estos buques frecuentaban los puertos norteamericanos y muchos fueron equipados o reabastecidos en los astilleros de Baltimore, Charleston o Nueva Orleans, estableciéndose relaciones económicas de importancia entre armadores norteamericanos y las fuerzas navales patriotas33. El corso llegó a tener una influencia importante sobre la opinión porque fue causa principal de una controversia sobre las leyes de neutralidad. El ministro español en Washington protestaba continuamente contra la participación de norteamericanos y el empleo de bases en Estados Unidos en la guerra marítima. En esto lo apoyaron los representantes de Portugal y de Francia34. Además, por este mismo tiempo se prepararon varias expediciones filibusteras en territorio norteamericano que igualmente fueron causa de dificultades entre Estados Unidos y España. Estas fueron las de Álvarez de Toledo y de Javier Mina contra Nueva España, la de Gregor MacGregor contra la isla Amalia, y la de los refugiados Bonapartistas franceses a Texas bajo el mando del general L’Allemand35.

31. C. C. Griffin, «Privateering from Baltimore during the Spanish American Wars of Independence» Maryland Historical Magazine abril, 1940. Sobre los corsarios véase también T. S. Ctirrier, Los Corsarios del Río de La Plata, (Buenos Aires, 1929). 32. Gil Fortoul, Historia Constitucional de Venezuela. (Caracas, 1930), Tomo I, p. 240-342. 33. Griffin, obra citada, Maryland Historical Magazine, abril, 1940. 34. Onís a Cevallos, 31 marzo, 1815, 16 abril, 1815, Legajo 6640, Sección Estado, Archivo Histórico Nacional, Madrid. Véase también, Manning, Diplomatic Correspondence of the United States concerning the Independence of the Latin American Nations (N. Y. y Londres, 1925. 3 tomos) III, p. 1910 y siguientes. 35. Para un resumen de estas expediciones véase C. C. Griffin, The United States and the Disruption of the Spanish Empire, 1810-1822, (N. Y., 1937) capítulo IV.


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Tanto la prensa como el Congreso nacional se preocuparon mucho con estas cuestiones, sobre todo durante el año 1817, en el cual se produjo un debate muy amplio sobre un nuevo proyecto de ley para mantener la neutralidad del país de una manera más escrupulosa36. La campaña para el reconocimiento de las nuevas repúblicas hispanoamericanas surgió directamente desde esta polémica sobre la neutralidad. La administración del presidente Monroe apoyó la aplicación de las nuevas restricciones y pudo prevalecer en el Congreso, aprobándose la nueva ley en abril de 1817. El voto en la cámara baja fue de 94 contra 6037. Muchos diputados hablaron acaloradamente a favor de la causa patriota durante el curso del debate y fue entonces cuando Henry Clay empezó a destacarse como el campeón de la libertad sudamericana38. Es curioso notar que la mayoría de los votos en contra fueron depositados por representantes de los Estados del Sur y del Oeste, y que los diputados de Nueva Inglaterra y de Nueva York fueron casi unánimes en favor de la ley39. Esta división regional se debía a la hispanofobia de las regiones fronterizas con las posesiones españolas y en cierto grado al menor interés de estos estados en el comercio marítimo, no pudiéndose tampoco desconocer la tendencia más democrática del Oeste. La influencia de los partidos era casi nula, porque si bien los federalistas se mostraron en este caso partidarios de la neutralidad no es posible decir que los Republicanos tomaron una posición netamente contraria. El país pasaba por una época en que los partidos políticos perdían su importancia. Los distritos comerciales del Este y Norte, fuesen Republicanos o Federalistas, favorecieron la ley porque se interesaban sobre todo en la paz que permitiría el desarrollo tranquilo de sus negocios, especialmente el comercio con Cuba y con España. Aunque la política cautelosa del gobierno prevaleció en este caso, Jefferson declaró que la opinión pública era contraria a la nueva ley40. Un estudio de la

36. Ibídem, pp. 117 y siguientes. La ley reforzó a otras anteriores prohibiendo la venta de buques a extranjeros para hacer actos que serían ilegales para un ciudadano. 37. J. B. McMaster, History of the People of the United States, (N. Y., 1884-1913 8 tomos) IV, 376. 38. Annals of Congress, Tomo XXX, 14 Congreso, 2° sesión, p. 715-. 39. McMaster, obra citada, IV, 376. 40. Writings of Thomas Jefferson (Edición de Ford) Tomo X, p. 90, carta de Jefferson a Gallatin, 16 junio, 1817.


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prensa de la época tiende a confirmar la opinión expresada por el venerable ex-presidente. Las opiniones, sin embargo, estaban muy lejos de la unanimidad. Un periodista inglés, William Cobbett, que escribía frecuentemente en los papeles públicos norteamericanos, editó un panfleto en el cual criticaba duramente a la nueva ley. La consideró injusta porque los patriotas hispanoamericanos, sin astilleros ni bases navales bien instalados, estaban en una posición desventajosa que venía a agravar las provisiones de la nueva ley norteamericana. Preguntó si era neutral negar armas a un hombre sin armas que peleaba con otro bien equipado41. Otro comentarista declaró que los Estados Unidos se había dejado llevar demasiado lejos por su temor a la intervención europea en Sudamérica. Al tratar de ser más neutral de lo que el derecho de gentes exige, dijo, «somos injustos con nosotros mismos y con los patriotas42. Un diario de Baltimore, puerto muy activo en el corso, se quejó de que las provisiones de la ley eran muy severas y que perjudicarían el comercio legítimo43. Niles, el redactor del Weekly Register, se hizo vocero de un sentimiento general cuando decía: ‘‘...el gobierno no debe intervenir en la guerra hispanoamericana, pero los ciudadanos norteamericanos, como individuos, tienen pleno derecho a hacerlo’’44. La prueba más evidente de la desconformidad del público con la nueva legislación fue la dificultad que encontró el gobierno para hacerla cumplir. El ministro español, Onís, declaró que no se cumplía debidamente más que en los puertos de la Nueva Inglaterra y en Pennsyilvania45. En Filadelfia misma, el arresto de ciertos oficiales ingleses que venían contratados para el servicio venezolano causó una gran conmoción entre el público que no se disipó hasta que el Tribunal los puso en libertad46. 41. William Cobbett, Our Neutral Conduct Reviewed (N. Y., 1818). 42. Ibídem, prólogo del redactor americano. 43. Baltimore Patriot, 27 enero, 1817, citado por el Columbian Museum and Savannah Gazette, 5 febrero, 1817. 44. Niles Weekly Register, IX, p. 33. 45. Pizarro a Onís, 3 de julio, 1817, Archivo del Ministerio del Estado, Madrid, nota de Onís al dorso del oficio, Correspondencia Política, EE. UU-, Legajo 223. 46. Bagot a Lord Castlereagh, 7 noviembre, 1817, Nro. 69, Public Record Office, Londres, Foreign Office, Serie 5, Tomo 123.


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No faltaron, sin embargo, los que pensaban del modo contrario. Un diario, The Baltimore Federal Republican, atacó a los corsarios47 y la New Orleans Gazette declaró que, ‘‘celosos como estamos por el éxito de los patriotas, no tenemos menos interés en que se respeten las leyes de los Estados Unidos’’48. El New York Evening Post se expresó en términos similares. Hasta el Columbian Museum and Savannah Gazette, publicado en una ciudad muy anti-española, protestó contra: ‘‘...la piratería que en este momento deshonra el carácter de los marinos norteamericanos... bajo el pretexto de ayudar la causa patriota49’’. Hemos visto que los que apoyaron la ley de neutralidad muchas veces lo hacían protestando su amistad a los independientes de Sudamérica; pero no hay duda que la ley entorpeció los esfuerzos marítimos de aquellos gobiernos. La discusión que hemos analizado fue el prólogo de otra más importante todavía sobre la conveniencia de reconocer públicamente la independencia de Hispanoamérica, sobre todo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Los que querían dar este paso reconocieron que podría considerarse como un acto de intervención, pero no se arredraron por eso. Es justificado apuntar que la disparidad que surgió a propósito de esta cuestión consistía solamente en que unos querían hacer algo concreto para manifestar su simpatía hacia los patriotas en tanto que otros se contentaban con una adhesión más o menos teórica que no se tradujera en hechos. La campaña se inició con la publicación de obras de propaganda y fue acompañada por la actividad de agentes hispanoamericanos en el país. Uno de los libros de mayor importancia fue el publicado por el venezolano, Manuel Palacio Fajardo: Outline of the Revolution in Spanish America, que fue comentado en varias revistas y periódicos, generalmente en tono muy favorable50. 47. Currier, obra citada, p. 47, citando el ejemplar de 29 octubre, 1816 de este diario. 48. Citado por el New York Evening Post, 2 enero, 1817. 49. Columbian Museum and Savannah Gazette, 20 abril, 1817. 50. Anónimo (M. Palacio Fajardo) Outline of the Revolution in Spanish America, or an account of the origin, progress, and actual state of the war carried on between Spain and Spanish America, by a South American (N. Y., 1817). Para comentarios sobre la obra véase Analectic Magazine Tomo XI (1818); American Monthly Magazine, Tomo III (1818) p. 54; también C. A. Rodney a Monroe, 31 octubre, 1817, Archivo Monroe, Library of Congress, Washington.


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Otra obra que tuvo mucha popularidad y que se vendió tan barata que el ministro inglés sospechó fuese subvencionada por el gobierno, se titulaba A Letter to James Monroe... Upon the Present State of South America. El autor, Henry M. Brackenridge, luego secretario de la comisión investigadora enviada por el gobierno norteamericano a Buenos Aires y Chile, apoyó la causa de los patriotas con fervor y pidió el reconocimiento inmediato de sus gobiernos, especialmente el de Buenos Aires, que se había mantenido ya durante siete años. Brackenridge caracterizó la política de los Estados Unidos hacia los rebeldes sudamericanos como demasiado escrupulosa. Cualquier otra nación, dijo, con tantos justos motivos de queja contra España, hubiera ya abierto los brazos a los patriotas de América. Estados Unidos debiera ser el primer país en ganar el honor de reconocer las nuevas repúblicas. Así ayudaría al mismo tiempo al republicanismo y a los intereses comerciales del país. Consideró a Estados Unidos como la cabeza natural de una agrupación americana. No favoreció la organización de una liga ni de una alianza formal, pero creía firmemente en las posibilidades de una cooperación menos formal y más flexible51. Este librito estaba lleno de prejuicios contra España y contenía denuncias contra el régimen colonial que no se justificaban de ninguna manera, pero circulaban estas ideas por entonces como la más pura verdad. La amplia circulación que tuvo la obra está probada por el hecho de haberse impreso otra edición al cabo un año. El prólogo de la segunda edición alude a la influencia que tuvo la primera52. Otro pequeño libro fue publicado por Vicente Pazos, un refugiado político del Río de la Plata. Periodista y político de ideas radicales, Pazos había sido expulsado por el gobierno de Pueyrredón. La obra se llamó Letters to Henry Clay on the Revolution in South America, Trataba de atraer simpatías hacia los patriotas y atacaba violentamente el carácter del gobierno español53. De menor circulación, pero de igual o mayor interés por la fecha de su publicación, anterior a las demás, y por su autor, William D. Robinson, co-

51. H. M. Brackenridge «Letter to James Monroe, etc,» (Segunda edición, Londres, 1818) en la colección The Pamphleteer. 52. Ibídem, prólogo. 53. Vicente Pazos, Letters to Henry Clay on the Revolution in South America (N. Y., 1819). Para datos sobre Pazos véase B. Mitre, Historia de Belgrano y de la independencia argentina (B. A., 1887) Tomo III, p. 48 y II, 436.


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merciante norteamericano cuyas actividades como abastecedor de las fuerzas patriotas de Méjico y en las Antillas son conocidas, fue la publicación A Cursory View of Spanish America. Robinson odiaba a la Gran Bretaña y a España, gastando mucha tinta en ataques contra ambas potencias y sobre todo contra las crueldades e injusticias del régimen español. Habló muy favorablemente de los criollos y declaró que en el Oeste de los Estados Unidos la opinión en favor de la libertad mejicana era tan fuerte que el gobierno apenas pudo evitar que trajera un rompimiento con España54. Además de estos panfletistas, varios redactores de periódicos trabajaron enérgicamente en favor de los patriotas. William Duane de la Aurora de Filadelfia, órgano importante Republicano, era uno de los más influyentes. Colaboró con su amigo, Manuel Torres, agente todavía no reconocido de Nueva Granada y después primer ministro en Estados Unidos de la república de Colombia55. Baptiste Irvine, que trabajó en la New York Advertizer y después en la Washington City Gazette fue otro amigo de la causa revolucionaria. Se recordará su misión pocos años después a Angostura y su correspondencia allí con el Libertador. Irvine se hizo gran amigo de José Miguel Carrera durante la visita de aquel caudillo Chileno a Norteamérica. Otro entusiasta de la independencia fue Thomas Ritchie, redactor del fuerte diario de Virginia, el Richmond Enquirer57. Las columnas de este periódico acogieron las famosas Letters of Lautaro que abogaron a favor de un reconocimiento inmediato de la independencia sudamericana. Luego, se supo que el autor de estas cartas anónimas había sido John S. Skinner, un ciudadano prominente de Baltimore, en un tiempo jefe del correo allí y socio, además, de una de las empresas para el corso que se organizaron en aquella ciudad58. Hesekiah Niles, a quien 54. William D. Robinson, A Cursory View of Spanish America, reimpresión de la edición de 1815 por la Magazine of History, Tomo XXXVI. 55. Raimundo Rivas, Relaciones internacionales entre Colombia y los Estados Unidos, 1810-1850 (Bogotá, 1915) p. 20; hay cartas de Duane a Torres en Proceedings, Massachusetts Historical Society, 2° Serie, Tomo XX, páginas 375, 380. 56. Memoirs of John Quincy Adams, (Philadelphia, 1874-77, 12 t.) Tomo V, p. 57; Niles Weekly Register, 24 noviembre, 1821, W. Collier y Guillermo Feliu Cruz, La primera misión de Estados Unidos en Chile (Santiago, 1927) p. 236 y siguientes. La correspondencia de Irvine con el Libertador se encuentra editada en parte en este Boletín, Tomo XVI. 57. C. H. Ambler, Thomas Ritchie, (Richmond, 1913) p. 71; véase Richmond Enquirer, 7 enero, 1812 para uno de sus primeros artículos a favor de los patriotas. 58. Adams, Memoirs, Tomo IV, 318; Hay a Monroe, 26 octubre, 1817, Archivo Monroe, Líbrary of Congress; B. Vicuña McKenna, El ostracismo de las Carreras (Santiago, 1857) n°. 81. La prueba de


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hemos mencionado ya varias veces fue otro que apoyó a los patriotas. Sostuvo la política cautelosa del gobierno de Monroe pero no perdió oportunidad para mostrarse favorable a la independencia sudamericana. Imprimió traducciones de muchos extractos de las gacetas revolucionarias. Además de estos influyentes norteamericanos, debemos mencionar los propagandistas hispanoamericanos, que después de 1815 se encontraron en número crecido en el país. No tenemos tiempo aquí para hacer la crónica de sus interesantísimas actividades, pero debemos hacer notar que tuvieron un efecto considerable sobre la opinión por los escritos que dieron a la prensa y por las relaciones personales que formaron. Entre ellos se contaban Pedro Gual, Juan G. Roscio, José R. Revenga, y Lino Clemente, todos de Venezuela; Manuel Torres, de Nueva Granada59. Del lejano sur del continente había llegado un grupo de revolucionarios expulsados: Manuel Borrego, después famoso jefe del federalismo argentino, Vicente Pazos, José Agrelo, y Manuel Moreno, hermano del famoso Mariano60. No debemos tampoco olvidar los representantes del gobierno de Buenos Aires: Thompson, Deforrest, y Manuel H. Aguirre61. Ya hemos mencionado el chileno José Miguel Carrera. Fue por intermedio de estos hombres que personalidades importantes de los Estados Unidos se convirtieron a la causa hispanoamericana. Entre estos podemos referirnos a De Witt Clinto y Thurlow Weed, político de Nueva York, el millonario, John Jacob Astor, el rico comerciante de Filadelfia, Stephen Girard, el juez federal Theodorick Bland, el comodoro Porter William

que Skinner fue autor de las cartas de Lautaro se encuentra en una carta de L. Porter a Poinsett, 23 octubre, 1817, Archivo Poinsett, Pennsylvania Histórica! Society, Philadelphia, Tomo II, folio 12. 59. Gual a Thornton, 7 octubre, 1815, y Revenga a Thornton, 20 junio, 1817 Archivo de William Thornton, Library of Congress, Washington. Tomos IV y V. Para Torres véase nota No. 54; la correspondencia oficial de los agentes sudamericanos se encuentra en Manning, Correspondence, obra citada, y en F. J. Urrutia, Páginas de historia diplomática, los Estados Unidos y las repúblicas hispanoamericanas, de 1810 a 1830 (Madrid, 1918). 60. José Guido, Biografía de Manuel Dorrego (B. A., 1912) p. 15; Documentos del archivo de Pueyrredón (B. A., Museo Mitre, 1912), Tomo III, 273-8. Para Pazos véase nota 52. 61. S. F. Bemis. Early Diplomatic Missions from Buenos Aires to the United States, 1811-1824 (Worcester, 1940). Para Carrera en Estados Unidos, Amunátegui y McKenna, La dictadura de O’Higgins (Madrid, 1917) p. 147 y siguientes; Varas Velasquez, José Miguel Carrera en Estados Unidos; Collier y Feliú Cruz, obra citada.


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Thornton, alto empleado federal y conocido intelectual Sería posible alargar la lista mucho más pero esta servirá de muestra62. Contra la ola de propaganda favorable a los rebeldes, el ministro español, de Onís, muy poco pudo hacer. Su influencia se limitó principalmente, a los círculos ricos y conservadores de Filadelfia donde residía. Sin embargo, escribió folletos e hizo trabajar con energía a los cónsules españoles en los principales puertos donde estorbaron bastante las actividades de los corsarios de bandera hispano americana63. El efecto acumulado de tanta propaganda en favor de los patriotas fue considerable y ello explica, junto con los éxitos de los ejércitos de Bolívar y de San Martín y de los corsarios, el marcado cambio en la opinión. Niles, que en 1815 se había quejado de la frialdad del público, pudo decir poco más de un año después, que el pueblo de los Estados Unidos deseaba cordialmente el triunfo de los patriotas64. El romanticismo naciente de la época encontró fascinante la contemplación de la escena hispanoamericana. En la American Monthly Magazine un escritor se expresó en palabras que sirven como muestra de esta tendencia. A propósito de una crítica del libro de Palacio Fajardo dijo: ‘‘El tema de nuestra discusión es... la liberación venidera de millones que van saliendo del largo y pesado sueño de una esclavitud que amenazaba ser eterna; la pronta expulsión de cada pie enemigo del gran mundo del Oeste; el establecimiento a través de sus regiones de una libertad pura y racional; el progreso de la civilización, de las artes, del comercio, de la cultura;– el desierto mismo florecerá . . .las nuevas y gloriosas luces en que el carácter y las capacidades humanas brillarán en consecuencia de esta revolución importantísima. Todo esto se combina en un solo gran panorama65. 62. Collier y Feliú Cruz, obra citada, pp. 217; Vicuña McKenna, obra citada, p. 74; McMaster, Life and Times of Stephen Girard, Porter a Monroe, 3 enero, 1819, Archivo Monroe, Library of Congress; Archivo Thornton, Tomos IV y V, passim; Adams, Memoirs, V, pp. 56 y 154. 63. Sobre la propaganda española véase Onís a Bardaxi, 10 enero, 1812, Legajo 5638, sección Estado, Archivo Histórico Nacional, Madrid. La Aurora, Filadelfia, 8 enero, 1812, refiere a un folleto contra la revolución mejicana por Cabral Noronha, empleado de Onís. Los folletos de Onís intitulado Venus, se encuentran archivados con correspondencia en el A. Hist. Nca., Madrid, Legajos 5643, y 5660. Para más detalle véase Griffin, The United States and the Disruption of the Spanish Empire, p. 130. 64. Niles Weekly Register, Nov. 4, 1815 y 20 julio, 1816. 65. American Monthly Magazine, 1818, Tomo III, p. 254 y siguientes.


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Las páginas de la prensa y del diario de sesiones del Congreso contienen muchas expresiones similares de la fe en una nueva era de libertad y de progreso después de la liberación de Hispanoamérica del poder de los Borbones. Pero mucho de este entusiasmo era superficial. Los agentes de los republicanos en Estados Unidos de vez en cuando lamentaban la indiferencia pública con la misma amargura conque de Onís proclamaba la intensidad del sentimiento pro-patriota. Un agente notó que a pesar del apoyo verbal que encontraba, no le había sido posible hallar quien le prestara dinero para sus necesidades del momento66. Aun los simpatizantes expresaban a veces sus dudas sobre la capacidad de los hispanoamericanos para gobernarse. Este concepto se acentuó al conocer las luchas de facciones en Buenos Aires y Chile. Los amigos de Carrera eran enemigos de O’Higgins y su gobierno. Los refugiados Pazos y Agrelo condenaban el régimen de Pueyrredón en Buenos Aires.67 Los límites de este estudio no permiten una relación detallada de la campaña en favor del reconocimiento de las repúblicas sudamericanas que se inició en el Congreso en 1818 bajo la jefatura del gran político y orador, Henry Clay. Lo único que podemos hacer es analizar el carácter y la influencia de esta campaña. Se ha querido a veces atribuir la actitud de Clay a ambición política y a su deseo de hacer oposición al gobierno, con el cual estaba resentido por no haber logrado el puesto de Secretario de Estado68. Tal interpretación puede refutarse fácilmente. La desaveniencia entre Clay y la administración de Monroe no se produjo hasta 1817 y ya en el año 1816 Clay había dado muestras de su interés en la causa de Sudamérica y había expresado su opinión en favor de una política de colaboración59. Durante el debate de 1818 sobre la moción de Clay pidiendo el reconocimiento de Sudamérica, todos los oradores menos uno, se declararon amigos

66. F. J. Urrutia, obra citada, p. 155, Se trata de Lino de Clemente. 67. B. Irvine, Etrictures on «A voyage to South America» as indited by the secretary of the late Mission, etc. (Baltimore, 1820) p. 28 y 29. 68. Works of Henry Clay (N. Y. y Londres, 1904) Tomo VI, p. 96, para una expresión aun anterior a 1816 véase Life of Henry Clay por Van Deusen. 69. Adams, Memoirs, IV, p. 62-3.


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de los patriotas, pero la votación fue contraria a la moción, que se perdió por 115 votos contra 4570. ¿Cómo se explica este resultado? Es de notar que el ambiente general fue más amistoso que el del año anterior cuando se discutió la ley de neutralidad. En esa oportunidad John Randolph, virginiano influyente, había ridiculizado el entusiasmo de Clay, diciendo que era pura ilusión imaginar que el conflicto hispanoamericano tenía que ver con la idea de gobierno representativo71. Otro diputado había protestado contra lo que el llamó el sentimentalismo de los amigos de los patriotas, predicando que después de luchas sanguinarias de larga duración Sudamérica caería en un despotismo más sombrío que el anterior colonial72. En 1818 casi nadie se expresó en estos términos, pero la votación fue igualmente, o aun más contraria. La única región que dio mayoría para la moción fue el Oeste73. El sentimiento a favor de los patriotas en esta región, la más democrática y la más aventurera del país está fuera de duda. ¿Porqué no hubo más entusiasmo en los otros Estados? Creo que se debe a la situación de las relaciones entre Estados Unidos y España. Las negociaciones para la fijación de límites, la adquisición de la Florida y el arreglo de reclamaciones comerciales estaban por entonces en un punto crítico74. Los que se interesaban en un pronto arreglo de estas cuestiones no quisieron adoptar una actitud que podría hacer peligrar el éxito de las negociaciones. Los del Sur estaban sobre todo interesados en la adquisición de Florida, los del Este en la liquidación de reclamaciones pecuniarias cuyo arreglo ya se había demorado casi veinte años. John Forsyth, uno de los enemigos políticos de Clay en la Cámara, hombre muy bien informado, dijo entonces que existía un grupo muy grande de diputados que querían apoyar a Clay en este caso, pero que temblaban a la mera sospecha de una guerra con España75. Esta interpretación contemporánea, junto con el estudio que hemos hecho de las opiniones de la prensa nos justificaría en el juicio de que existía una simpatía por los patriotas, pero que fue menos fuerte, salvo en ciertas regiones, que los sentimientos egoístas o nacionalistas, quedándose, por lo tanto, sin efecto práctico. 70. Abridgement of the Debates of Congress, Tomo VI, p. 170. 71. Annals of Congress, Tomo XXIX, 14 Congress, 1 session, p. 718. 72. Ibídem, p. 731, 735, Tomo XXX. 73. Griffin, obra citada, da un análisis geográfico, p. 136. 74. Ibídem capítulos VI y VIL 75. J. Forsyth a N. Biddle, 20 marzo, 1818, Archivo Biddle, Biblioteca del Congreso, Washington.


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Poco después del debate en la Cámara, en mayo de 1818, se inició una reacción. Algunos diarios, el Aurora, el Richmond Enquirer, siguieron abogando por las proposiciones de Clay, pero muchos más, sobre todo los periódicos de los puertos marítimos del Atlántico, favorecieron la política neutral del gobierno. Desde las columnas del National Intelligencer de Washington, un escritor que se firmó «North American» atacó a las cartas de «Lautaro». Observó que el entusiasmo por la causa sudamericana era muy apropósito para los demagogos (refiriéndose sin duda a Clay), pero que convenía a los ciudadanos patriotas averiguar cómo sus intereses serian afectados por la política recomendada. La del gobierno, declaró, estaba de acuerdo con la tradición de neutralidad del país, con las obligaciones del derecho de gentes. Estaba justificada también por las querellas civiles de los patriotas y por las tendencias monárquicas que se veían aparecer entre ellos76. El Columbian Centinel de Boston también favoreció la neutralidad y suponía que una alianza con Sudamérica contra España no entraba en los cálculos de nadie que no estuviese dominado por una pasión de renombre militar desbordada77. En Nueva York, el diario conservador Evening Post apoyó la administración aunque era de una filiación partidaria distinta78. El corresponsal en Washington del Charleston Courier atacó las resoluciones propuestas por Clay y en Savannah, ciudad inmediata a la Florida española, el Columbian Museum and Savannah Gazette favoreció la neutralidad aunque se decía amigo de los patriotas. Los hispanoamericanos, declaró este periódico, no eran aptos para el gozo de la verdadera libertad y los Estados Unidos no debían intervenir para substituir una tiranía por otra79. En Baltimore la opinión se encontró dividida, pero los hombres de negocios generalmente sentían poco entusiasmo por la causa sudamericana. En Philadelphia, un ciudadano rico y conservador expresó la actitud de este grupo de esta manera:

76. F. L. Paxson, The Independence of the South American Republics, (Philadelphia, 1916) p. 128. 77. Columbian Centinel, 19 noviembre, 1817. 78. New York Evening Post, 29 enero, 13 marzo, 1817. 79. Columbian Museum and Savannah Gazette, 19 junio, 1817.


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‘‘Nosotros no somos todos locos ni estamos dispuestos a arriesgar el carácter y la paz de nuestro país por unas facciones militares en Sudamérica.’’80. La gran importancia del comercio entre Estados Unidos y Cuba y con España, que sobrepasaba bastante el volumen de las transacciones con la América independiente, fue indudablemente la causa principal de las opiniones de los comerciantes, exceptuando algunos que se interesaban en el corso. El ex-presidente James Madison calculó la opinión en la primera parte del año 1818 de esta manera: ‘‘El sentimiento real de la nación respecto al conflicto revolucionario en Sudamérica no puede dudarse. Buenos deseos para su éxito y toda manifestación legal de estos serán aprobados por todos. La nación desaprobará igualmente cualquier acción que pueda llevarnos a una guerra (con España) que traería menos ventajas para los patriotas que dificultades para los Estados Unidos. Tampoco aprobaría actividades encubiertas que podrían arrojar una mancha sobre el carácter nacional’’81. No existía, naturalmente, una sola opinión, sino muchas distintas, pero es muy probable que Madison estuvo en la razón en su cálculo sobre la tendencia general. Esta situación continuó durante el trienio siguiente, y si hubo algún cambio fue una ligera disminución en la simpatía hacia los patriotas. Notaremos algunos ejemplos de esta tendencia y de los factores que la produjeron. Muchos corsarios que operaron bajo las banderas sudamericanas desde puertos norteamericanos eran aventureros extranjeros. Frecuentemente no se encontraba un hispanoamericano entre los dueños, capitanes, oficiales, ni tripulación de los corsarios. En el caso de buques que utilizaron la bandera de países distantes, especialmente, como Buenos Aires o la Banda Oriental, muchas veces escaparon a la fiscalización de los juzgados de almirantazgo y las leyes.

80. B. A. Konkle, Joseph Hopkinson, p. 207. 81. Madison a Monroe, 18 febrero, 1818, Archivo Monroe, Library of Congress, Washington.


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A veces degeneraron hasta la piratería, atacando buques y propiedad neutral descaradamente82. Durante los años 1819 hasta 1821, se multiplicaron artículos en los diarios sobre las fechorías de esta gente. Solamente en pocos meses del año 1819, aparecieron editoriales atacando estos excesos en el Columbian Museum and Savannah Gazette83. Niles’Weekly Register, de Baltimore, el Beacon de Norfolk, el New York Evening Post, y el Baltimore Federal Gazette. Dos años antes, muchos de estos periódicos habían apoyado a los corsarios y se habían mostrado hostiles a la nueva ley de neutralidad. Aunque los gobiernos patriotas no tenían la culpa de la mala conducta de los aventureros que se alistaban bajo sus banderas, no hay duda que el efecto de la guerra de corso en este período fue adverso a la reputación de aquellos gobiernos en la opinión norteamericana. Sin embargo, los corsarios todavía encontraron defensores. Irvine escribió otro folleto en 1820 para contrarrestar la influencia del libro de Brackenridge sobre su viaje a Buenos Aires. En el curso de su discusión de la situación, insistió en el pleno derecho que tenían los gobiernos hispanoamericanos para emitir patentes de corso84. El Telegraph de Baltimore también protestó contra la tendencia de hablar de todos los corsarios como si fueran piratas85. Los informes de la comisión oficial informativa despachada por el gobierno a Buenos Aires y Chile en noviembre de 1817 también causaron desilusión cuando llegaron al conocimiento del público. Los comisionados habían sido muy adictos a la causa sudamericana antes de salir, pero al volver no recomendaron el reconocimiento inmediato de Buenos Aires ni de Chile. Hicieron resaltar los conflictos entre Buenos Aires y algunos caudillos del interior, notablemente el Dr. Francia en Paraguay y Artigas en la Banda Oriental86. Uno de los comisionados (había sido antes amigo de Carrera) llamó al gobierno de

82. Griffin, “Privateering from Baltimore, etc”, en Maryland Historical Magazine, abril. 1940. 83. Columbian Museum and Savannah Gazette, 11 septiembre, 1819; Niles’ Weekly Register, 3 y 17 abril, 1819; Norfolk Beacon citado por el Columbian Museum, 18 enero, 1819; New York Evening Post, 8, 11, 29, enero, 1819; Baltimore Federal Gazette, 7 enero, 1819. 84. B. Irvine, obra citada, pp. 54-59. 85. Baltimore Federal Gazette, citando el Telegraph, 1819. 86. Estos informes se encuentran en Manning, Diplomatíc Correspondence, Tomo II, 486, 382 y Tomo III, 946.


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O’Higgins en Chile «una tiranía militar que tiembla a la mera mención del pueblo’’87. Junto con estas noticias y relaciones de carácter negativo habrá que considerar el efecto de los supuestos complots monárquicos. Al caer el gobierno de Pueyrredón y ser sustituido por uno de tendencia netamente republicana, corrieron muchos rumores sobre las negociaciones que habrían mantenido el derrocado Supremo Director y sus amigos en Chile y Perú para crear un régimen bajo un príncipe europeo en Sudamérica. La prensa norteamericana recogió estas noticias y no es posible dudar que tuvieron una influencia contraria a la causa patriota88. Debemos también mencionar las relaciones que publicaron algunos voluntarios ingleses e irlandeses fracasados que Bolívar había tenido que echar del servicio venezolano. En 1819 una revista seria en Filadelfia publicó una información sobre un libro publicado por un tal Hackett, tomando como verdaderas las imputaciones del aventurero. Decía el artículo que el libro tenía el digno propósito de prevenir a la gente contra los sueños dorados que inspiraban los agentes hispanoamericanos en Estados Unidos y en Europa89. Quizás la expresión más extrema de la opinión contraria a una política de acercamiento y colaboración con Hispanoamérica fue la contenida en la revista North American Review en el curso de una nota acerca del libro del Deán Funes sobre la historia de Buenos Aires, Paraguay y Tucumán. ‘‘Aunque al principio podría parecer que pocos asuntos despertarían una simpatía más amplia que la revolución sudamericana, habrá que reconocer que a pesar de la declamación y poesía, las relaciones comerciales y políticas de los Estados Unidos con estos pueblos son insignificantes comparadas con las que tenemos con Europa’’.

87. T. Bland a Monroe, 14 abril, 1818, Archivo Monroe, Library of Congress. 88. Manning, Correspondence, I, 545; Adams to Monroe, 25 agosto, 1820, Archivo Monroe, Library of Congress. 89. The Portfolio, 4° serie, Tomo VII (1819) p. 219. 90. North American Review, Tomo XII, p. 432 y siguientes (1821).


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El artículo continuaba diciendo que una política intervencionista en Sudamérica sería contraria a las tradiciones del país y terminaba negando que el pueblo norteamericano pudiera tener mayor interés en estrechar relaciones con gentes que tenían otro origen, otras leyes, otras instituciones y otra religión90. Un diario de Boston que nunca se había señalado como amigo de los patriotas se puso en 1820 aún más agrio en sus comentarios y atacó al Aurora de Filadelfia, insinuando que este diario publicaba noticias tendenciosas y falsas con el objeto de apoyar a los revolucionarios91. La National Gazette de Filadelfia alabó la administración por haber resistido la «atracción superficial» que la causa sudamericana tenía para el pueblo de Estados Unidos92. Todas estas manifestaciones no deben tomarse como una demostración de que el público norteamericano favorecía durante este período la causa española. Encontramos opiniones anti-españolas mucho más cáusticas que las que hemos mencionado sobre los patriotas de Sudamérica. Lo que prueban estas expresiones es que los elementos conservadores abrigaban temor de que la simpatía general llevara el país a una acción peligrosa, probablemente a la guerra, y que algunos amigos de los hispanoamericanos se habían desilusionado por la anarquía en algunos países y la tendencia monárquica en otros. En medio de esta situación, en mayo de 1820, la Cámara baja, por una nueva iniciativa de Clay, adoptó una resolución declarando que era conveniente apropiar dinero para los gastos de misiones diplomáticas a Sudamérica cuando el presidente lo considere conveniente. La forma en que se presentó la moción aseguró su éxito porque los que aprobaban la política neutral de la administración, pudieron votar afirmativamente, exteriorizando una simpatía general que satisfacía a la opinión pública sin dificultar la marcha de la política oficial93. Esta situación continuó hasta el final del año 1821 sin cambios de importancia. Un nuevo esfuerzo de Clay para promover la cuestión del reco-

91. Columbian Centinel, Boston, 29 abril, 1820. 92. Ibídem, 4 mayo, 1820 citando la National Gazette, Filadelfia. 93. Annals of Congress, Tomo XXXVI, 16 congress, 1 session, HR, pp. 1781-1782.


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nocimiento no tuvo éxito. A pesar de haberse expresado la Cámara pocos meses antes conforme con una política de reconocimiento tan pronto como lo considerase conveniente el Ejecutivo, no quiso ir más adelante y la moción de Clay no prosperó. La votación, de 77 en contra y 73 a favor, muestra que se mantenía fuerte el sentimiento pro-patriota. Clay tuvo que contentarse con una resolución inefectiva de simpatía que pudo prevalecer sin oposición por 134 votos contra 12, en febrero de 182194. El resultado de esta campaña en el Congreso no prueba que la política de oposición que abogaba por una más activa colaboración con Hispanoamérica tuviera más fuerza. Sin embargo, las diferencias entre Clay y sus compañeros y los que apoyaban la política oficial iban disminuyendo. Los éxitos de Colombia en Carabobo y del ejército de San Martín en el Perú, junto con el triunfo del movimiento constitucionalista en España cambiaron el aspecto del panorama internacional. Los hispanoamericanos se hacían más fuertes, España menos temible. Además, las negociaciones entre Estados Unidos y España habían terminado, ratificándose el tratado de 1819 después de una demora de dos años. En gran parte se habían desvanecido las razones que habían impulsado a Monroe y a Adams a mantenerse al margen de los acontecimientos. No fue, pues, un cambio de frente completo el que se operó cuando los Estados Unidos resolvieron en marzo de 1822 dar el paso definitivo de reconocimiento. Fue solamente una prueba de que los obstáculos anteriormente existentes habían desaparecido, permitiendo que la simpatía que en grado mayor o menor sentía la gran mayoría del pueblo se expresara libremente en la acción oficial. Más aún, los intereses materiales, comerciales y políticos, se mostraban ahora de acuerdo y en nada opuestos a esa simpatía republicana sentimental. Solamente esta interpretación puede explicar el apoyo general de la prensa al nuevo paso dado por el gobierno. Los mismos que años antes habían aconsejado cautela y neutralidad, y que habían criticado a los proponentes de una política abiertamente pro-patriota se mostraron favorables al reconocimiento de Sudamérica. La revista conservadora North American Review alabó la acción de la administración, destacando los resultados favorables al comercio

94. Ibídem, 16 congress, 2 sesion, HR pp. 10S1-5.


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que podría traer95. Un diario de Boston dio una indicación de la naturaleza de la situación declarando que el reconocimiento ahora no era sentimentalismo atrevido sino una acción racional. Por otro lado, un amigo de Clay escribió en estos momentos a su caudillo manifestándole que el reconocimiento, que en un tiempo hubiera sido una acción noble, ahora se hacía debido a mezquinos cálculos de lucro96. Esta opinión revela cierta exageración. Que una nación tenga en cuenta sus intereses nacionales en la formación de su política internacional no es injustificado, al contrario es el deber de los gobiernos. Sin embargo, el comentario que acabamos de citar muestra la indiferencia entre la campaña pro reconocimiento que se llevó a cabo en 1817-1818 y la acción tomada en 1822. En la primera ocasión fue un movimiento intervencionista, anti-neutral, en el segundo caso fue una acción favorable que el mismo gobierno insistía no pasaba de los límites de la neutralidad. Para resumir en pocas palabras nuestra exposición, diremos que una confusión inicial, en la cual influyó mucho la situación europea y la política doméstica de los partidos políticos, se convirtió al final del año 1810 en una simpatía muy generalizada hacia la revolución hispanoamericana. Desviada y anulada durante el período 1812-1815 por la guerra anglo-americana, volvió a aparecer al proclamarse la paz, creciendo fuertemente en 1817 y 1818, como lo indica la actitud pública ante la ley de neutralidad y la campaña activa de Henry Clay en favor del reconocimiento inmediato de las repúblicas sudamericanas. Aunque una gran mayoría de los norteamericanos se declararon favorables a los patriotas, la política de Clay fue considerada como demasiado arriesgada. No pudo este estadista convencer a la mayoría de que se debía seguir una política que fue considerada como intervencionista, aunque lo acompañó una fuerte minoría, sobre todo en el Oeste. Hubo una reacción después de 1818 debido a tendencias monárquicas en Sudamérica, a los atropellos de algunos corsarios patriotas contra la propiedad neutral, y sobre todo a la importancia de la paz con España durante el período crítico de las negociaciones entre España y Estados Unidos sobre límites. Habiendo cambiado la faz de la si95. North American Review, Tomo XIV (1822), p. 420. 96. H, Shaw a Henry Clay, Archivo Clay, Library of Congress, Tomo III.


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tuación internacional durante el año 1821 y desaparecido muchos de estos inconvenientes, el público acogió con entusiasmo el reconocimiento oficial que se produjo en 1822. En el curso de esta exposición he tenido que mencionar criterios fríos y a veces despreciativos sobre Hispanoamérica expuestos por algunos elementos norteamericanos, como he hecho también la crónica de las expresiones de aprecio y de amistad. Si los primeros han impresionado a algunos de mis oyentes más que los últimos, no habría sido seguramente porque tuvieron mayor importancia, como no la tuvieron, sino porque tales críticos no han tenido tanta publicidad como los esfuerzos generosos de Henry Clay y sus compañeros. También debo advertir que analizar la opinión pública sin exponer sus diferentes aspectos y sin hacer al mismo tiempo una relación paralela de la diplomacia oficial, sería dejar una impresión incompleta acerca del tema. Para mis distinguidos oyentes, entre los cuales se cuentan profesionales de la historia, sería redundante pedir que mis palabras se aprecien, tomándolas en conjunto y relacionándolas con sus conocimientos de otros aspectos de la situación internacional, tanto en Europa como en el nuevo mundo, en la época de que se trata. Con estas palabras termino mi interpretación de la reacción de la opinión en Estados Unidos acerca de la revolución de la independencia hispanoamericana. Si he podido agregar algunos datos útiles para la mejor comprensión de la situación internacional en aquella época heroica, y si al mismo tiempo, he podido comunicarlos a Uds. sin prejuicios nacionalistas ni de otra índole, me consideraré ampliamente satisfecho.


NUEVAS PUBLICACIONES



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Edda O. Samudio A. y David J. Robinson A SON DE CAJA DE GUERRA Y VOZ DE PREGONERO Los Bandos de Buen Gobierno de Mérida Venezuela 1770 - 1810 Historia Colonial de Venezuela, Vol. 268, 392 p.

En el libro A Son de Caja de Guerra y Voz de Pregonero. Los Bandos de buen Gobierno de Mérida, Venezuela 1770-1810, los profesores universitarios y reconocidos investigadores, doctores Edda O. Samudio A. y David J. Robinson, apoyados en importante información bibliohemerográfica y de valiosas fuentes jurídicas locales e inéditas del derecho indiano, conocidas como Bandos y Autos de Buen Gobierno, analizan el ordenamiento urbano en Mérida en las últimas décadas coloniales, las materias normadas, las penas aplicadas y las autoridades encargadas de ejecutarlas, informadas en los Bandos y Autos de Buen Gobierno, que fueron instrumentos normativos del derecho indiano. A través de ellos, su investigación permite conocer la cotidianidad en aquellos espacios de socialización que el Cabildo pretendió reglamentar. Se trata de instrumentos jurídicos gubernamentales locales de carácter normativo del diario acontecer de la vida urbana desde los primeros tiempos del dominio hispánico y abundantes en el siglo XVIII. Su estudio permitió a los autores adentrarse en los patrones del diario comportamiento de sus habitantes para ofrecer la representación de un imaginario social que caracterizó la conducta de la élite y del resto de la sociedad de la Mérida colonial, con sus propias consecuencias para unos y otros, en la época de los inicios del proceso independentista.


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También, las normas impuestas por los Bandos de Buen Gobierno, sirven para que los autores expresen la concepción con la que fue trazada la ciudad y la conciencia de las autoridades edilicias respecto a necesidad de medidas sanitarias y de resguardo de la seguridad pública, a la construcción de vías de comunicación, a la protección del ambiente, a la formación de profesionales en un centro de educación superior, pionero en la región. A la vez que, también, demuestran como los Bandos de Buen Gobierno fueron la expresión de injusticia, discriminación e inequidad de la que fue víctima el hombre plebeyo con sus vicios e indigencia, escenario que los investigadores proyectan a la realidad actual.


VIDA DE LA ACADEMIA



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VIDA DE LA ACADEMIA TERCER TRIMESTRE 2009 (julio, agosto, septiembre)

• En Sesión Ordinaria del 9 de julio El Numerario Santos Rodolfo Cortes recordó que el 21 de junio se cumplieron 179 años de la muerte de Nicolo Maquiaveli. • Sesión Especial de la Academia Nacional de la Historia y la Fundación Bancaribe con motivo de la entrega del Premio de Historia Rafael María Baralt. Primera edición 2008-2010. El 16 de julio. Lugar: Salón de Sesiones. • El Numerario Simón Alberto Consalvi participó en representación de la Academia Nacional de la Historia en el Ciclo de Conferencias sobre la Historia Contemporánea de Venezuela, Organizado por la UPEL. El título de la Conferencia fue “Tardía Institucionalización del Estado Liberal Democrático. 1945-1948”. El 20 de julio. Lugar: Sede de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador. • El Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior llevó a cabo la presentación del libro Historia de la Geografía de Venezuela Siglos XV-XX del Numerario Pedro Cunill Grau. El 22 de julio. Lugar: Centro de Estudios Latinoamericano Rómulo Gallegos. • El Ministerio del Poder Popular para la Cultura a través de la Fundación Celarg, llevó a cabo la Cátedra Rómulo Gallegos donde el Numerario Pedro Cunill Grau disertó sobre el tema Los Paisajes Llaneros de Rómulo Gallegos al Porvenir. El 30 de julio. Lugar: Sala de Teatro 1. • En el mes de julio la Vicedirectora Secretaria Inés Quintero, Asistió en representación de la Academia al Congreso suramericano de Historia, celebrado en la ciudad de Quito.


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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA

• En junta Ordinaria del 06 de agosto el Numerario Santos Rodolfo Cortés recordó que los días 3 y 4 de agosto se cumplieron 176 años de la firma de la capitulación de Maracaibo, y también se refirió al descubrimiento de Paria, o lo que hoy se llama Venezuela, ocurrido igualmente un 3 y 4 de agosto por Cristóbal Colon. • El Numerario José Rafael Lovera asistió en representación no oficial de Venezuela al “IV Congreso de Cocinas Regionales Andinas”, evento patrocinado por el Ministerio de Cultura del Ecuador y la Universidad Tecnológica Equinoccial. Entre los días 10,11 y 12 de septiembre. Lugar: Quito-Ecuador. • En Junta Ordinaria del 17 de septiembre el Director informó que el libro Sociopolíticas y censos de población en Venezuela, de Miguel Bolívar Chollett, editado por esta Corporación, fue galardonado con el Premio Alterno al Mejor Trabajo Científico en Ciencias Sociales otorgado por la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia (ASOVAC).


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ÍNDICE Presentación ..................................................................................

3

ESTUDIOS El ‘‘Mocho” Hernández contra Cipriano Castro. Manuel Rodríguez Campos .....................................................................................

11

León Croizat-Chaley: ciencia e historia. Carlos Gonzàlez Batista ....

29

La obra rectoral del Dr. Antonio José Castillo. Aproximación a una nueva filosofía universitaria. Rector de la UCV entre 1937 y 1943. Pionero de la Ciudad Universitaria de Caracas. Alberto J. Navas Blanco .............................................................................

69

Las ‘‘ayas y nodrizas’’ africanas y sus descendientes: aportes culturales tanto en la Venezuela colonial, como durante el siglo XIX.. José Marcial Ramos Guédez ..............................................................

97

Apuntes para la genealogía del General en Jefe José Antonio Páez. Oldman Botello .........................................................................

111

BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA Acuerdo de la ANH acerca del día inicial de la Independencia de Venezuela, BANH, N° 10, Tomo III, 30 de junio de 1814, p. 67 ..

131

La evolución de las ideas en Venezuela durante la revolución de independencia. Rufino Blanco Fombona ........................................

137

La opinión pública norteamericana 1810-1822. Conferencia leída en la Academia Nacional de la Historia el 6 de febrero de 1941, por el señor Charles C. Griffin, Profesor de Historia en el Nassar College, Estados Unidos ............................................................

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BOLETÍN DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA

NUEVAS PUBLICACIONES A son de caja de guerra y voz de pregonero. Los Bandos de Buen Gobierno de Mérida. Venezuela 1770-1810. Edda O. Samudio y David J. Robinson .....................................................................

177

VIDA DE LA ACADEMIA Vida de la Academia ....................................................................

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aviso BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA Serie Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela

Distribución:

Palacio de las Academias

Bolsa a San Francisco, planta baja. Distribuidora: Telf.: 482.27.06 Librería: Telf.: 482.73.22

De venta en la Academia Nacional de la Historia, Coordinación de Publicaciones, Palacio de las Academias, Bolsa a San Francisco, Teléfono 483.59.02 y en las librerías. Vol. 54:

Descubrimiento y conquista de Venezuela. Tomo I, Estudio preliminar de Joaquín Gabaldón Márquez.

Vol. 55:

Descubrimiento y conquista de Venezuela. Tomo II. Advertencia del compi‑ lador: Joaquín Gabaldón Márquez.

Vol. 56:

Tratado de Indias y el doctor Sepúlveda. Fray Bartolomé de las Casas. Estu‑ dio preliminar de Manuel Giménez Fernández.

Vol. 57:

Elegías de varones ilustres de Indias. Juan de Castellanos. Estudio preli­minar de Isaac J. Pardo.

Vol. 58:

Venezuela en los cronistas generales de Indias, Tomo I. Estudio preliminar de Carlos Felice Cardot.

Vol. 59:

Venezuela en los cronistas generales de Indias. Tomo II.

Vol. 60:

Arca de letras y teatro universal. Juan Antonio Navarrete. Estudio pre­liminar de José Antonio Calcaño.

Vol. 61.

Libro de la razón general de la Real Hacienda del depar­tamento de Caracas. José de Limonta. Estudio preliminar de Mario Briceño Perozo.

Vol. 62:

Recopilación historial de Venezuela. Fray Pedro de Aguado. Tomo I. Es­tudio preliminar de Guillermo Morón.

Vol. 63:

Recopilación historial de Venezuela. Fray Pedro de Aguado. Tomo II.

Vol. 64:

Actas del cabildo eclesiástico de Caracas. Tomo I. (1580‑1770). Estudio pre‑ liminar de Manuel Pérez Vila.

Vol. 65:

Actas del cabildo eclesiástico de Caracas. Tomo II (1771‑1808).

Vol. 66:

Noticias Historiales de Venezuela. Fray Pedro Simón. Edición restableci­da en su texto original, por vez primera por Demetrio Ramos Pérez, con Es‑ tudio preliminar y notas. Tomo I.

Vol. 67:

Noticias Historiales de Venezuela. Fray Pedro Simón. Tomo II. Idem, tam‑ bién anotado por Demetrio Ramos Pérez.

Vol. 68:

El Orinoco ilustrado. José Gumilla. Comentario preliminar de José Nucete Sardi y Estudio bibliográfico de Demetrio Ramos Pérez.


Vol. 69:

Los primeros historiadores de las misiones capuchinas en Venezuela. Presenta‑ ción y estudios preliminares sobre cada autor de P. Buenaventura de Carro‑ cera, O.F.M.

Vol. 70:

Relaciones geográficas de Venezuela durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Es‑ tudio preliminar y notas de Antonio Arellano Moreno.

Vol. 71:

Ensayo de historia americana. Felipe Salvador Gilij. Tomo I. Traducción y estudio preliminar de Antonio Tovar.

Vol. 72:

Ensayo de historia americana. Felipe Salvador Gilij. Tomo II.

Vol. 73:

Ensayo de historia americana. Felipe Salvador Gilij. Tomo III.

Vol. 74:

Documentos para la historia de la Iglesia colonial en Venezuela. Tomo I. Es‑ tudio preliminar y selección del Padre Guillermo Figuera.

Vol. 75:

Documentos para la historia de la Iglesia colonial en Venezuela. Tomo II.

Vol. 76:

Instrucción general y particular del estado pre­sente de la provincia de Vene‑ zuela en los años de 1720 y 1721. Pedro José de Olavarriaga. Estudio pre­ liminar de Mario Briceño Perozo.

Vol. 77:

Relato de las misiones de los padres de la Compañía de Jesús en las islas y en Tierra Firme de América Meridional. P. Pierre Pellaprat, S.J. Estudio preli­ minar del Padre José del Rey.

Vol. 78:

Conversión de Píritu. P. Matías Ruiz Blanco. Tratado histórico. P. Ramón Bueno. Estudio preliminar y notas de P. Fidel de Lejarza, O.F.M.

Vol. 79:

Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Vene‑ zuela. Estudio preliminar del P. José del Rey S.J.

Vol. 80:

Protocolo del siglo XVI. Estudio preliminar de Agustín Millares Carlo.

Vol. 81:

Historia de la Nueva Andalucía. Fray Antonio Caulín. Tomo I. Estudio preliminar y edición crítica de P. Pablo Ojer, S.J.

Vol. 82:

Estudio de la Nueva Andalucía. Fray Antonio Caulín. Tomo II. (Texto y Notas).

Vol. 83:

Las Misiones de Píritu. Documentos para su historia. Selección y estudio preliminar de Lino Gómez Canedo, O.F.M. Tomo I.

Vol. 84:

Las Misiones de Píritu. Documentos para su historia. Tomo II.

Vol. 85:

Historia de la provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reyno de Granada en la América. P. Joseph Cassani. S.J. Estudio preliminar y anotaciones al texto del P. José del Rey, S.J.

Vol. 86:

La historia del Mundo Nuevo. M. Girolano Benzoni. Traducción y No­tas de Marisa Vannini de Gerulewicz. Estudio preliminar de León Croizat.

Vol. 87:

Documentos para la historia de la educación en Venezuela. Estudio prelimi­ nar y compilación de Ildefonso Leal.

Vol. 88‑89‑90: Misión de los capuchinos en Cumaná. Estudio preliminar y documen­ tación seleccionada por el R.P. Fray Buenaventura de Carrocera, O.F.M., Cap. Caracas, 1968, 3 tomos. Vol. 91:

Historia documentada de los agustinos en Venezuela durante la época colo­nial. Estudio preliminar de Fernando Campo del Pozo, Agust.


Vol. 92:

Las instituciones militares venezolanas del período hispánico en los archivos. Selección y estudio preliminar de Santiago‑Gerardo Suárez.

Vol. 93:

Documentos para la historia económica en la época colonial, viajes e infor­mes. Selección y estudio preliminar de Antonio Arellano Moreno.

Vol. 94:

Escritos Varios. José Gumilla. Selección y estudio preliminar de José del Rey, S.J.

Vol. 95:

Documentos relativos a su visita pastoral de la dió­cesis de Caracas (1771‑1784). Obispo Mariano Martí. Libro personal. Tomo I. Estudio prelimi­nar de Lino Gómez Canedo, O.F.M.

Vol. 96:

Documentos relativos a su visita pastoral de la dió­cesis de Caracas (1771‑1784). Obispo Mariano Martí. Libro personal. Tomo II.

Vol. 97:

Documentos relativos a su visita pastoral de la dió­cesis de Caracas (1771‑1784). Obispo Mariano Martí. Libro de inventarios. Tomo III.

Vol. 98:

Documentos relativos a su visita pastoral de la dió­cesis de Caracas (1771‑1784). Obispo Mariano Martí. Libro de inventarios. Tomo IV.

Vol. 99:

Documentos relativos a su visita pastoral de la dió­cesis de Caracas (1771‑1784). Obispo Mariano Martí. Libro de Providencias. Tomo V.

Vol.100: Documentos relativos a su visita pastoral de la dió­cesis de Caracas (1771‑1784). Obispo Mariano Martí. Compendio de Juan José Guzmán. Tomo VI. Vol. 101: Documentos relativos a su visita pastoral de la dió­cesis de Caracas (1771‑1784). Obispo Mariano Martí. Compendio de Juan José Guzmán, Tomo VII. Vol. 102: La Gobernación de Venezuela en el siglo XVII. José Llavador Mira. Vol. 103: Documentos para el estudio de los esclavos negros en Venezuela. Selección y estudio preliminar de Ermila Troconis de Veracoechea. Vol. 104: Materiales para la historia de las artes decorativas en Venezuela. Carlos E. Duarte. Vol. 105: Las obras pías en la Iglesia colonial venezolana. Selección y estudio pre­ liminar de Ermila Troconis de Veracoechea. Vol. 106: El real consulado de Caracas (1793‑ 1810). Manuel Nunes Días. Vol. 107: El ordenamiento militar de Indias. Selección y estudio preliminar de San­ tiago‑Gerardo Suárez. Vol. 108: Crónica de la provincia franciscana de Santa Cruz de la Española y Caracas. Estudio preliminar y notas de Odilio Gómez Parente, O.F.M. Vol. 109: Trinidad, Provincia de Venezuela. Jesse A. Noel. Vol. 110: Colón descubrió América del Sur en 1494. Juan Manzano Manzano. Vol. 111: Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas: Introducción y resumen histórico documentos (1657‑1699) de R.P. Fray Buenaventura de Carrocera. O.F.M. Capuchino. Tomo I. Vol. 112: Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas: Documentos (1700‑1750) de R. P. Fray Buenaventura de Carrocera. O.F.M. Capu‑ chino. Tomo II.


Vol. 113: Misión de los Capuchinos en los Llanos de Caracas: Documentos (17501820) de R. P. Fray Buenaventura de Carrocera. O.F.M. Capuchino. Tomo III. Vol. 114: Población de origen europeo de Coro en la época colonial. Pedro M. Arcaya. Vol. 115: Curazao hispánico (Antagonismo flamenco-español). Carlos Felice Cardot. Vol. 116: El mito de El Dorado. Su génesis y proceso. Demetrio Ramos Pérez. Vol. 117: Seis primeros obispos de la Iglesia venezolana en la época hispánica (1532­1600). Mons. Francisco Armando Maldonado. Vol. 118: Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Vene‑ zuela (Tomo II). José del Rey Fajardo, S.J. Vol. 119: Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Vene‑ zuela (Tomo III). José del Rey Fajardo, S.J. Vol. 120: Hernández de Serpa y su “Hueste” de l569 con destino a la Nueva Andalucía. Jesús María G. López Ruiz. Vol. 121: La Provincia Franciscana de Santa Cruz de Caracas. Cuerpo de documentos para su historia (1513‑1837). Selección, estudio preliminar, introduc­ciones especiales, edición y notas de Lino Gómez Canedo. Vol. 122: La Provincia Franciscana de Santa Cruz de Caracas. Cuerpo de documentos para su historia. Consolidación y expansión (1593‑1696). Selección, estu­dio preliminar, introducciones especiales, edición y notas de Lino Gómez Ca‑ nedo. Vol. 123: La Provincia Franciscana de Santa Cruz de Caracas. Cuerpo de documentos para su historia. Florecimiento, crisis y extinción (1703‑1837). Selección, estudio preliminar, introducciones especiales, edición y notas de Lino Gó‑ mez Canedo. Vol. 124: El sínodo diocesano de Santiago de León de Caracas de 1687. Valoración canónica del regio placet a las constituciones sinodales indianas. Tomo I. Manuel Gutiérrez de Arce. Vol. 125: Apéndices a el sínodo diocesano de Santiago de León de Caracas de 1687. Va‑ loración canónica del regio placet a las constituciones sinodales in­dianas. Tomo II. Manuel Gutiérrez de Arce. Vol. 126:

Estudios de historia venezolana. Demetrio Ramos Pérez.

Vol. 127: Los orígenes venezolanos (Ensayo sobre la colonización española en Venezue­la). Jules Humbert. Vol. 128: Materiales para la Historia Provincial de Aragua. Lucas Guillermo Castillo Lara. Vol. 129: El Oriente venezolano a mediados del siglo XVIII, a través de la visita del Gobernador Diguja. Alfonso F. González González. Vol. 130: Juicios de Residencia en la provincia de Venezuela. I. Los Welser. Estudio pre‑ liminar de Marianela Ponce de Behrens, Diana Rengifo y Letizia Vaccari de Venturini.


Vol. 131: Fortificación y Defensa. Santiago‑Gerardo Suárez. Vol. 132: Libros y Bibliotecas en Venezuela Colonial (1633‑1767) Siglo XVII (1633‑1699). Tomo I. Ildefonso Leal. Vol. 133: Libros y Bibliotecas en Venezuela Colonial (1633‑1767). Siglo XVII (1727‑1767). Tomo II. Ildefonso Leal. Vol. 134: Las acciones militares del Gobernador Ruy Fernández de Fuenmayor (1637‑1644). Lucas Guillermo Castillo Lara. Vol. 135: El Régimen de “Las Gracias al Sacar” en Venezuela durante el período hispá­ nico. Tomo I. Santos Rodulfo Cortés. Vol. 136: El Régimen de “Las Gracias al Sacar” en Venezuela durante el período hispá­ nico. (Documentos anexos). Tomo II. Santos Rodulfo Cortés. Vol. 137: Las Fuerzas Armadas Venezolanas en la Colonia. Santiago-Gerardo Suárez. Vol. 138: La Pedagogía Jesuítica en la Venezuela Hispánica. José del Rey Fajardo S.J. Vol. 139: Misión de los Capuchinos en Guayana. Introducción y resumen histórico. Do‑ cumentos, (1682‑1785). Tomo I. R.P. Fray Buenaventura de Carrocera, O.F.M. Capuchino. Vol. 140: Misión de los Capuchinos en Guayana. Documentos (1760‑1785). Tomo II. R.P. Fray Buenaventura de Carrocera, O.F.M. Capuchino. Vol. 141: Misión de los Capuchinos en Guayana. Documentos (1785‑1819). Tomo III. R.P. Fray Buenaventura de Carrocera, O.F.M. Capuchino. Vol. 142: La defensa de la integridad territorial de Guayana en tiempos de Carlos III. María Consuelo Cal Martínez. Vol. 143: Los Mercedarios y la política y social de Caracas en los siglos XVII y XVIII. Tomo I. Lucas G. Castillo Lara. Vol. 144: Los Mercedarios y la vida política y social de Caracas en los siglos XVII y XVIII. Tomo II. Lucas G. Castillo Lara. Vol. 145: Juicios de Residencia en la Provincia de Venezuela. II. Juan Pérez de Tolosa y Juan de Villegas. Recopilación y estudio preliminar de Marianela Ponce y Letizia Vaccari de Venturini. Vol. 146: Las salinas de Araya y el origen de la Armada de Barlovento. Jesús Varela Marcos. Vol. 147: Los extranjeros con carta de naturaleza de las Indias, durante la segunda mitad del siglo XVIII. Juan M. Morales Alvarez. Vol. 148: Fray Pedro de Aguado: Lengua y Etnografía. María T. Vaquero de Ramírez. Vol. 149: Descripción exacta de la Provincia de Venezuela de Joseph Luis de Cisneros. Estudio preliminar de Pedro Grases. Vol. 150: Temas de Historia Colonial Venezolana. Mario Briceño Perozo. Vol. 151: Apuntes para la Historia Colonial de Barlovento. Lucas Guillermo Castillo Lara. Vol. 152: Los comuneros de Mérida (Estudio). Tomo I, Edición conmemorativa del bicentenario del movimiento comunero.


Vol. 153: Los censos en la Iglesia Colonial Venezolana (Sistema de préstamos a interés). Tomo I. Estudio preliminar y recopilación de Ermila Troconis de Vera‑ coechea. Vol. 154: Los censos en la iglesia Colonial Venezolana (Sistema de préstamos a interés). Tomo II. Recopilación de Gladis Veracoechea y Euclides Fuguett. Vol. 155: Los censos en la iglesia Colonial Venezolana (Sistema de préstamos a interés). Tomo III. Recopilación de Euclides Fuguett. Vol. 156: Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano. Tomo I. (A‑C). Ismael Silva Montañés. Vol. 157: La ocupación alemana de Venezuela en el siglo XVI. Período llamado de los Welser (1528‑1536) de Jules Humbert. Traducción y presentación de Ro­ berto Gabaldón. Vol. 158: Historia del periodismo y de la imprenta en Venezuela. Tulio Febres Cor‑ dero G. Vol. 159: Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano. Tomo II. (CH‑K). Ismael Sil­va Montañés. Vol. 160: Juicios de Residencia en la Provincia de Venezuela. I) Don Francisco Dávila Orejón Gastón (1673‑1677). Estudio introductorio, recopilación y selec‑ ción documental de Letizia Vaccari S.M. Vol. 161: Juicios de Residencia en la Provincia de Venezuela. II) Don Francisco Dávila Orejón Gastón (1673‑1677). Estudio introductorio, recopilación y selec‑ ción documental, de Letizia Vaccari S.M. Vol. 162: Juicios de Residencia en la Provincia de Venezuela. III) Don Francisco Dávila Orejón Gastón (1673‑1677). Estudio introductorio, recopilación y selec‑ ción documental de Letizia Vaccari S.M. Vol. 163: La aventura fundacional de los isleños. Panaquire y Juan Francisco de León. Lucas Guillermo Castillo Lara. Vol. 164: Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano. Tomo III (L‑P). Ismael Silva Montañés. Vol. 165: La unidad regional. Caracas‑La Guaira‑ Valles, de 1775 a 1825. Diana Ren‑ gifo. Vol. 166: Hombres y mujeres del siglo XVI venezolano. Tomo IV (Q‑Z). Ismael Silva Montañés. Vol. 167: Materiales para el estudio de las relaciones inter‑étnicas en la Guajira, siglo XVIII. Documentos y mapas de P. Josefina Moreno y Alberto Tarazona. Vol. 168: El contrabando holandés en el Caribe durante la primera mitad del siglo XVIII. Tomo I. Celestino Andrés Araúz Monfante. Vol. 169: El contrabando holandés en el Caribe durante la primera mitad del siglo XVIII. Tomo II. Celestino Andrés Araúz Monfante. Vol. 170: Guayana y el Gobernador Centurión(1766-1776). María Isabel Martínez del Campo. Vol. 171: Las Milicias: Instituciones militares hispanoamericanas. Santiago‑Gerardo Suárez.


Vol. 172: San Sebastián de los Reyes. La ciudad trashumante. Tomo I. Lucas Guillermo Castillo Lara. Vol. 173: San Sebastián de los Reyes. La ciudad raigal. Tomo II. Lucas Guillermo Castillo Lara. Vol. 174: Los Ministros de la Audiencia de Caracas (1786‑1776). Caracterización de una élite burocrática del poder español en Venezuela. Alí Enrique López Bo‑ horquez. Vol. 175: El control de la gestión administrativa en el juicio de Residencia al Gobernador Manuel González Torres de Navarra. Tomo I. Marianela Ponce. Vol. 176: El control de la gestión administrativa en el juicio de Residencia al Gobernador Manuel González Torres de Navarra. Tomo II. Marianela Ponce. Vol. 177: El control de la gestión administrativa en el juicio de Residencia al Gobernador Manuel González Torres de Navarra. Tomo III. Marianela Ponce. Vol. 178: Historia de Colombia y de Venezuela. Desde sus orígenes hasta nuestros días. Jules Humbert. Traductor Roberto Gabaldón. Vol. 179: Noticias historiales de Nueva Barcelona de Fernando del Bastardo y Loayza. Estudio preliminar y notas, de Constantino Maradei Donato. Vol. 180: La implantación del impuesto del papel Sellado en Indias. María Luisa Mar‑ tínez de Salinas. Vol. 181: Raíces pobladoras del Táchira: Táriba, Guásimos (Palmira), Capacho. Lucas Guillermo Castillo Lara. Vol. 182: Temas de Historia Colonial Venezolana. Tomo II. Mario Briceño Perozo. Vol. 183: Historia de Barinas (1577‑1800). Tomo I. Virgilio Tosta. Vol. 184: El Regente Heredia o la piedad heroica. Mario Briceño-Iragorry. Presenta‑ ción de Tomás Polanco Alcántara. Vol. 185: La esclavitud indígena en Venezuela (siglo XVI). Morella A. Jiménez G. Vol. 186: Memorias del Regente Heredia. José Francisco Heredia. Prólogo de Blas Bruni Celli. Vol. 187: La Real Audiencia de Caracas en la Historiografía Venezolana (Mate‑ riales para su estudio). Presentación y selección de Alí Enrique López Bohorquez. Vol. 188: Familias coloniales de San Carlos, Tomo I (A‑H). Diego Jorge Herrera­Vegas. Vol. 189: Familias coloniales de San Carlos, Tomo II (I‑Z). Diego Jorge HerreraVegas. Vol. 190: Lenguas indígenas e indigenismos - Italia e Iberoamérica. 1492‑1866. Ana Cecilia Peña Vargas. Vol. 191: Evolución histórica de la cartografía en Guayana y su significación en los dere‑ chos venezolanos sobre el Esequibo. Manuel Alberto Donis Ríos.


Vol. 192: Elementos historiales del San Cristóbal Colonial. El proceso formativo. Lucas Guillermo Castillo Lara. Vol. 193: La formación del latifundio ganadero en los Llanos de Apure: 1750‑1800. Adelina C. Rodríguez Mirabal. Vol. 194: Historia de Barinas (1800‑1863). Tomo II. Virgilio Tosta. Vol. 195: La visita de Joaquín Mosquera y Figueroa a la Real Audiencia de Caracas (1804‑1809). Conflictos internos y corrupción en la administración de justi‑ cia. Teresa Albornoz de López. Vol. 196: Ideología, desarrollo e interferencias del comercio caribeño durante el siglo XVII. Rafael Cartaya A. Vol. 197: Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida (1538‑1810). Tomo I ‑Los Fundadores: Juan Maldonado y sus compañeros (1559). Rober­to Picón‑Parra. Vol. 198: Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida (1538‑1810). Tomo II ‑Los fundadores: Juan Rodríguez Suárez y sus compañeros (1558). Rober­to Picón‑Parra. Vol. 199: Historia de Barinas(1864‑1892). Tomo III. Virgilio Tosta. Vol. 200: Las Reales Audiencias Indianas. Fuentes y Bibliografía. Santiago-Gerardo Suárez. Vol. 201: San Cristóbal, Siglo XVII. Tiempo de aleudar. Lucas Guillermo Castillo Lara. Vol. 202: Las Encomiendas de Nueva Andalucía en el siglo XVII. 1688. Tomo I (Tras‑ lado y estudio preliminar). Antoinette Da Prato‑Perelli. Vol. 203: Las Encomiendas de Nueva Andalucía en el siglo XVII. 1688. Tomo II (Tras‑ lado y estudio preliminar). Antoinette Da Prato‑Perelli. Vol. 204: Las Encomiendas de Nueva Andalucía en el siglo XVII. 1688. Tomo III (Tras‑ lado y estudio preliminar). Antoinette Da Prato‑Perelli. Vol. 205: Las Encomiendas de Nueva Andalucía en el siglo XVII. 1688. Tomo IV (Tras‑ lado y estudio preliminar). Antoinette Da Prato‑Perelli. Vol. 206: Simón Rodríguez maestro de escuela de primeras letras. Gustavo Adolfo Ruiz. Vol. 207: Linajes calaboceños. Jesús Loreto Loreto. Vol. 208: El discurso de la fidelidad. Construcción social del espacio como símbolo del poder regio (Venezuela siglo XVIII). Carole Leal Curiel. Vol. 209: Contribución al estudio de la “aristocracia territorial” en Venezuela colonial. La familia Xerez de Aristeguieta. Siglo XVIII. Elizabeth Ladera de Diez. Vol. 210: Capacho. Un pueblo de indios en la Jurisdicción de la Villa de San Cristóbal. Inés Cecilia Ferrero Kelleroff. Vol. 211: Juan de Castellanos. Estudios de las Elegías de Varones Ilustres. Isaac J. Pardo. Vol. 212: Historia de Barinas(1893‑1910). Tomo IV. Virgilio Tosta.


Vol. 213: La Nueva Segovia de Barquisimeto. Tomo I. Nieves Avellán de Tamayo. Vol. 214: La Nueva Segovia de Barquisimeto. Tomo II. Nieves Avellán de Tamayo. Vol. 215: El Régimen de la Encomienda en Barquisimeto colonial, 1530‑1810. Reinal‑ do Rojas. Vol. 216: Crítica y descolonización. El sujeto colonial en la cultura latinoamericana. Beatriz González Stephan y Lucía Helena Costigan (Coordinadoras). Vol. 217: Sobre Gobernadores y Residencias en la Provincia de Venezuela. (Siglos XVI, XVII, XVIII). Letizia Vaccari. Vol. 218: Paleografía Práctica (su aplicación en el estudio de los documentos históricos venezolanos). Antonio José González Antías y Guillermo Durand Gonzá‑ lez. Vol. 219: Tierra, gobierno local y actividad misionera en la comunidad indígena del Oriente venezolano: La visita a la Provincia de Cumaná de don Luis de Chávez y Mendoza (1783-1784). Antonio Ignacio Laserna Gaitán. Vol. 220: Miguel José Sanz. La realidad entre el mito y la leyenda. Lenín Molina Peña‑ loza. Vol. 221: Historia de Barinas (1911‑1928). Tomo V. Virgilio Tosta. Vol. 222: Curazao y la Costa de Caracas: Introducción al estudio del contrabando en la Provincia de Venezuela en tiempos de la Compañía Guipuzcoana 1730‑1780. Ramón Aizpúrua. Vol. 223: Configuración textual de la recopilación historial de Venezuela de Pedro Ague‑ do. José María Navarro. Vol. 224: Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida (1558­-1810). Roberto Picón Parra (Tomo III). Vol. 225: Fundadores, primeros moradores y familias coloniales de Mérida (1558­-1810). Roberto Picón Parra (Tomo IV). Vol. 226: El ordenamiento jurídico y el ejercicio del derecho de libertad de los esclavos en la provincia de Venezuela 1730-1768. Marianela Ponce. Vol. 227: Los fiscales indianos origen y evolución del Ministerio Público. Santiago-Ge‑ rardo Suárez. Vol. 228: Misiones capuchinas en Perijá. Documentos para su Historia 1682‑1819. Tomo I. Ana Cecilia Peña Vargas. Vol. 229: Historia social de la región de Barquisimeto en el tiempo histórico colonial 1530‑1810. Reinaldo Rojas. Vol. 230: Misiones capuchinas en Perijá. Documentos para su historia 1682‑1819. Tomo II. Ana Cecilia Peña Vargas. Vol. 231: El Teniente Justicia Mayor en la Administración colonial venezolana. Gilber‑ to Quintero. Vol. 232: En la ciudad de El Tocuyo. Tomo I. Nieves Avellán de Tamayo. Vol. 233: En la ciudad de El Tocuyo. Tomo II. Nieves Avellán de Tamayo. Vol. 234: La conspiración de Gual y España y el ideario de la Independencia. Pedro Grases.


Vol. 235: Juan Picornell y la conspiración de Gual y España. Casto Fulgencio López. Vol. 236: Aportes documentales a la historia de la arquitectura del período hispánico venezolano. Carlos F. Duarte. Vol. 237: El mayorazgo de los Cornieles. Zulay Rojo. Vol. 238: La Venezuela que conoció Juan de Castellanos (S.XVI). Marco Aurelio Vila. Vol. 239: Nuestra Señora del Rosario de Perijá. Documentos para su historia. Tomo I. Ana Cecilia Peña Vargas. Vol. 240: Nuestra Señora del Rosario de Perijá. Documentos para su historia. Tomo II. Ana Cecilia Peña Vargas. Vol. 241: Nuestra Señora del Rosario de Perijá. Documentos para su historia. Tomo III. Ana Cecilia Peña Vargas. Vol. 242: Testimonios de la visita de los oficiales franceses a Venezuela en 1783. Carlos Duarte. Vol. 243: Dos pueblos del sur de Aragua: La Purísima Concepción de Camatagua y Nuestra Señora del Carmen de Cura. Lucas Guillermo Castillo Lara. Vol. 244: Conquista espiritual de Tierra Firme. Rafael Fernández Heres. Vol. 245: El Mayorazgo del Padre Aristiguieta. Primera herencia del Libertador. Juan M. Morales. Vol. 246: De la soltería a la viudez. La condición jurídica de la mujer en la provincia de Venezuela en razón de su estado civil. Estudio preliminar y selección de textos legales. Marianela Ponce. Vol. 247: Las bibliotecas jesuíticas en la Venezuela colonial. Tomo I. José del Rey Fajar‑ do, S.J. Vol. 248: Las bibliotecas jesuíticas en la Venezuela colonial. Tomo II. José del Rey Fa‑ jardo, S.J. Vol. 249: Catecismos católicos de Venezuela hispana (Siglos XVI-XVIII), Tomo I. Compilación de los textos, notas y estudio preliminar de Rafael Fernán‑ dez Heres. Vol. 250: Catecismos católicos de Venezuela hispana (Siglos XVI-XVIII), Tomo II. Compilación de los textos, notas y estudio preliminar de Rafael Fernán‑ dez Heres. Vol. 251: Catecismos católicos de Venezuela hispana (Siglos XVI-XVIII), Tomo III. Compilación de los textos, notas y estudio preliminar de Rafael Fernández Heres. Vol. 252: Aristócratas, honor y subversión en la Venezuela del Siglo XVIII. Frédérique Langue. Vol. 253: Noticia del principio y progreso del establecimiento de las misiones de gentiles en río Orinoco, por la Compañía de Jesús. Agustín de Vega. Estudio intro‑ ductorio de José del Rey Fajardo, s.j. y Daniel Barandiarán. Vol. 254: Patrimonio hispánico venezolano perdido (con un apéndice sobre el arte de la sastrería). Carlos F. Duarte.


Vol. 255: Nortemar Aragüeño. Las querencias de Azul y Oro. Noticias coloniales de Cho‑ roní, Chuao y Zepe. Tomo I. Lucas Guillermo Castillo Lara. Vol. 256: Nortemar Aragüeño. Las querencias de Azul y Oro. Noticias coloniales de Cho‑ roní, Chuao y Zepe. Tomo II. Lucas Guillermo Castillo Lara. Vol. 257: Separación matrimonial y su proceso en la época colonial. Antonietta Josefina De Rogatis Restaino. Vol. 258: Niebla en las sierras. Los aborígenes de la región centro-norte de Venezuela 1550-1625. Horacio Biord. Vol. 259: Asentamiento español y articulación interétnica en Cumaná (1560-1620). Ricardo Ignacio Castillo Hidalgo. Vol. 260: Francisco de Miranda y su ruptura con España. Manuel Hernández Gonzá‑ lez. Vol. 261: De la Ermita de Ntra. Sra. Del Pilar de Zaragoza al convento de San Francis‑ co. Edda Samudio. Vol. 262: La República de las Letras en la Venezuela Colonial (la enseñanza de las Hu‑ manidades en los colegios jesuíticos). José del Rey Fajardo s.j. Vol. 263-264: La estirpe de las Rojas. Antonio Herrera Vaillant B. Vol. 265: La artesanía colonial en Mérida (1556-1700). Luis Alberto Ramírez Mén‑ dez. Vol. 266: El Cabildo de Caracas. Período de la colonia (1568-1810). Pedro Manuel Arcaya. Vol. 267: Nuevos aportes documentales a la historia de las artes en la provincia de Vene‑ zuela (período hispánico). Carlos R. Duarte. Vol. 268: A son de caja de guerra y voz de pregonero. Los Bandos de Buen Gobierno de Mérida. Venezuela 1770-1810. Edda O. Samudio y David J. Robinson.


BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA Serie Fuentes para la Historia Republicana de Venezuela

Vol. 1 y 2: Autobiografía del general José Antonio Páez. Tomos I y II Vol. 3 y 4: Archivo del general José Antonio Páez. Tomos I y II Vol. 5:

Biografía del general José Antonio Páez. R.B. Cunningham.

Vol. 6:

Resumen de la vida militar y política del “ciudadano Esclarecido”, general José Antonio Páez. Tomás Michelena.

Vol. 7:

Memorias de Carmelo Fernández.

Vol. 8:

Escenas rústicas en Sur América o la vida en los Llanos de Venezuela. Ramón Páez.

Vol. 9:

Memorias de un oficial de la legión Británica. Campañas y Cruceros duran‑ te la Guerra de Emancipación Hispanoamericana. Richard Vowell.

Vol. 10:

Las sabanas de Barinas. Richard Vowell.

Vol. 11:

Las estadísticas de las provincias, en la época de Páez. Recopilación y prólogo de Antonio Arellano Moreno.

Vol. 12:

Las comadres de Caracas. John G. A. Willianson.

Vol. 13:

20 discursos sobre el general José Antonio Páez.

Vol. 14:

Páez visto por cinco historiadores.

Vol. 15:

Código Civil de 28 de octubre de 1862. Estudio preliminar de Gonzalo Parra Aranguren.

Vol. 16:

La Codificación de Páez. (Códigos de Comercio, Penal, de Enjuiciamiento y Procedimiento – 1862-63).

Vol. 17:

Juicios sobre la personalidad del general José Antonio Páez.

Vol. 18:

Historia Político-Eclesiástica de Venezuela (1830-1847). Tomo I. Gustavo Ocando Yamarte.

Vol. 19:

Historia Político-Eclesiástica de Venezuela (1830-1847). Tomo II. Gustavo Ocando Yamarte.

Vol. 20:

Páez, peregrino y proscripto (1848-1851). Rafael Ramón Castellanos.

Vol. 21:

Documentos para la historia de la vida de José Antonio Páez. Compilación, selección y notas de Manuel Pinto.

Vol. 22:

Estudios y discursos sobre el general Carlos Soublette.

Vol. 23:

Soublette y la prensa de su época. Estudio preliminar y compilación de Juan Bautista Querales.

Vol. 24:

Carlos Soublette: Correspondencia. Tomo I. Recopilación, introducción y notas de Ligia Delgado y Magaly Burguera.

Vol. 25:

Carlos Soublette: Correspondencia. Tomo II. Recopilación, introducción y notas de Ligia Delgado y Magaly Burguera.


Vol. 26:

Carlos Soublette: Correspondencia. Tomo III. Recopilación, introducción y notas de Ligia Delgado y Magaly Burguera.

Vol. 27:

La oposición Liberal en Oriente (Editoriales de “El Republicano”, 18441846): Compilación, introducción y notas de Manuel Pérez Vila.

Vol. 28:

Repertorio histórico-biográfico del general José Tadeo Monagas (1784-1868). Tomo I. Estudio introductorio, recopilación y selección documental de Juan Bautista Querales D.

Vol. 29:

Repertorio histórico-biográfico del general José Tadeo Monagas (1784-1868). Tomo II. Estudio introductorio, recopilación y selección documental de Juan Bautista Querales D.

Vol. 30:

Repertorio histórico-biográfico del general José Tadeo Monagas (1784-1868). Tomo III. Estudio introductorio, recopilación y selección documental de Juan Bautista Querales D.

Vol. 31:

Repertorio histórico-biográfico del general José Tadeo Monagas (1784-1868). Tomo IV. Estudio introductorio, recopilación y selección documental de Juan Bautista Querales D.

Vol. 32:

Opúsculo histórico de la revolución, desde el año 1858 a 1859. Prólogo de Joaquín Gabaldón Márquez.

Vol. 33:

La economía americana del primer cuarto del siglo XIX, vista a través de las memorias escritas por don Vicente Basadre, último Intendente de Venezuela. Manuel Lucena Salmoral.

Vol. 34:

El café y las ciudades en los Andes Venezolanos (1870-1930). Alicia Ardao.

Vol. 35:

La diplomacia de José María Rojas / 1873-1883. William Lane Harris. Tra‑ ducción: Rodolfo Kammann Willson.

Vol. 36:

Instituciones de Comunidad (provincia de Cumaná, 1700-1828). Estudio y documentación de Magaly Burguera.

Vol. 37:

Nuevas Crónicas de Historia de Venezuela. Tomo I. Ildefonso Leal.

Vol. 38:

Nuevas Crónicas de Historia de Venezuela. Tomo II. Ildefonso Leal.

Vol. 39:

Convicciones y conversiones de un republicano: El expediente de José Félix Blanco. Carole Leal Curiel.

Vol. 40:

Las elecciones presidenciales de 1835 (La elección del Dr. José María Vargas). Eleonora Gabaldón.

Vol. 41:

El proceso de la inmigración en Venezuela. Ermila Troconis de Veracoechea.

Vol. 42:

Monteverde: Cuatro años de historia patria, 1812-1816. Tomo I. Gabriel E. Muñoz.

Vol. 43:

Monteverde: Cuatro años de historia patria, 1812-1816. Tomo II. Gabriel E. Muñoz.

Vol. 44:

Producción bibliográfica y política en la época de Guzmán Blanco (18701887). Cira Naranjo de Castillo y Carmen G. Sotillo.

Vol. 45:

Dionisio Cisneros el último realista. Oscar Palacios Herrera.

Vol. 46:

La libranza del sudor. El drama de la inmigración canaria entre 1830 y 1859. Manuel Rodríguez Campos.


Vol. 47:

El capital comercial en La Guaira y Caracas (1821-1848). Catalina Banko.

Vol. 48:

General Antonio Valero de Bernabé y su aventura de libertad: De Puerto Rico a San Sebastián. Lucas Guillermo Castillo Lara.

Vol. 49:

Los negocios de Román Delgado Chalbaud. Ruth Capriles Méndez.

Vol. 50:

El inicio del juego democrático en Venezuela: Un análisis de las elecciones 1946-1947. Clara Marina Rojas.

Vol. 51:

Los mercados exteriores de Caracas a comienzos de la Independencia. Manuel Lucena Salmoral.

Vol. 52:

Archivo del general Carlos Soublette. Tomo I. Catalogación por Naibe Burgos.

Vol. 53:

Archivo del general Carlos Soublette. Tomo II. Catalogación por Naibe Burgos.

Vol. 54:

Archivo del general Carlos Soublette. Tomo III. Catalogación por Naibe Burgos.

Vol. 55:

Las elecciones presidenciales en Venezuela del siglo XIX, 1830-1854. Alberto Navas Blanco.

Vol. 56:

Los olvidados próceres de Aragua. Lucas Guillermo Castillo Lara.

Vol. 57:

La educación venezolana bajo el signo del positivismo. Rafael Fernández Heres.

Vol. 58:

La enseñanza de la física en la Universidad Central de Venezuela, 1827-1880. Henry Leal.

Vol. 59:

Francisco Antonio Zea y su proyecto de integración Ibero-Americana. Lautaro Ovalles.

Vol. 60:

Los comerciantes financistas y sus relaciones con el gobierno guzmancista (1870-1888). Carmen Elena Flores.

Vol. 61:

Para acercarnos a don Francisco Tomás Morales Mariscal de Campo, último Capitán General en Tierra Firme y a José Tomás Boves Coronel, Primera Lan‑ za del Rey. Tomás Pérez Tenreiro.

Vol. 62:

La Iglesia Católica en tiempos de Guzmán Blanco. Herminia Cristina Mén‑ dez Sereno.

Vol. 63:

Raíces hispánicas de don Gaspar Zapata de Mendoza y su descendencia vene‑ zolana. Julio Báez Meneses.

Vol. 64:

La familia Río Branco y la fijación de las fronteras entre Venezuela y Brasil. Dos momentos definitorios en las relaciones entre Venezuela y Brasil. El tratado de límites de 1859 y la gestión del barón de Río Branco (1902-1912). Alejan‑ dro Mendible Zurita.

Vol. 65:

La educación venezolana bajo el signo de la ilustración 1770-1870. Rafael Fernández Heres.

Vol. 66:

José Antonio Páez, repertorio documental. Compilación, transcripción y estu‑ dio introductorio. Marjorie Acevedo Gómez.

Vol. 67:

La educación venezolana bajo el signo de la Escuela Nueva. Rafael Fernández Heres.


Vol. 68:

Imprenta y periodismo en el estado Barinas. Virgilio Tosta.

Vol. 69:

Los papeles de Alejo Fortique. Armando Rojas.

Vol. 70:

Personajes y sucesos venezolanos en el Archivo Secreto Vaticano. Tomo I. Reco‑ pilación y Estudio Preliminar. Lucas Guillermo Castillo.

Vol. 71:

Personajes y sucesos venezolanos en el Archivo Secreto Vaticano. Tomo II. Re‑ copilación y Estudio Preliminar. Lucas Guillermo Castillo.

Vol. 72:

Diario de navegación. Caracciolo Parra Pérez.

Vol. 73:

Antonio José de Sucre, biografía política. Inés Quintero.

Vol. 74:

Historia del pensamiento económico de Fermín Toro. Tomás Enrique Carrillo Batalla.

Vol. 75:

Apuntes para una historia documental de la Iglesia venezolana en el Archivo Secreto Vaticano (1900-1922, Castro y Gómez). Tomo I. Lucas Guillermo Castillo Lara.

Vol. 76:

Apuntes para una historia documental de la Iglesia venezolana en el Archivo Secreto Vaticano (1900-1922, Castro y Gómez). Tomo II. Apéndice docu‑ mental. Lucas Guillermo Castillo Lara.

Vol. 77:

Apuntes para una historia documental de la Iglesia venezolana en el Archivo Secreto Vaticano (1900-1922, Castro y Gómez). Tomo III. Apéndice docu‑ mental. Lucas Guillermo Castillo Lara.

Vol. 78:

Apuntes para una historia documental de la Iglesia venezolana en el Archivo Secreto Vaticano (1900-1922, Castro y Gómez). Tomo IV. Apéndice docu‑ mental. Lucas Guillermo Castillo Lara.

Vol. 79:

El Cuartel San Carlos y el Ejército de Caracas 1771-1884. Carmen Brunilde Liendo.

Vol. 80:

Hemerografía económica venezolana del siglo XIX. Tomo I. Tomás Enrique Carrillo Batalla.

Vol. 81:

Hemerografía económica venezolana del siglo XIX. Tomo II. Tomás Enrique Carrillo Batalla.

Vol. 82:

La Provincia de Guayana en la independencia de Venezuela. Tomás Surroca y De Montó.

Vol. 83:

Páez visto por los ingleses. Edgardo Mondolfi Gudat.

Vol. 84:

Tiempo de agravios. Manuel Rafael Rivero.

Vol. 85:

La obra pedagógica de Guillermo Todd. Rafael Fernández Heres.

Vol. 86:

Política, crédito e institutos financieros en Venezuela 1830-1940. Catalina Banko.

Vol. 87:

De leales monárquicos a ciudadanos republicanos. Coro 1810-1858. Elina Lovera Reyes.

Vol. 88:

Clío frente al espejo: La concepción de la historia en la historiografía venezola‑ na. 1830-1865. Lucía Raynero.

Vol. 89:

El almirantazgo republicano. Archivo de Francisco Javier Yánez. Herminia Méndez. En imprenta.


Vol. 90:

Evolución político-constitucional de Venezuela. El período fundacional 18101830. Enrique Azpúrua Ayala.

Vol. 91.

José de la Cruz Carrillo. Una vida en tres tiempos. Silvio Villegas.

Vol. 92.

Tiempos de federación en el Zulia. Construir la Nación en Venezuela. Arlene Urdaneta Quintero.

Vol. 93.

El régimen del General Eleazar López Contreras. Tomás Enrique Carillo Ba‑ talla.

Vol. 94.

Sociopolítica y censos de población en Venezuela. Del Censo ‘‘Guzmán Blanco’’ al Censo ‘‘Bolivariano’’. Miguel Bolívar Chollett.

Vol. 95.

Historia de los Frailes Dominicos en Venezuela durante los siglos XIX y XX. La Extinción y la Restauración. Fr. Oswaldo Montilla Perdomo, O. P.


BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA Serie Estudios, Monografías y Ensayos

Vol. 1:

El Coloniaje, la formación societaria de nuestro continente. Edgar Gabaldón Márquez.

Vol. 2:

Páginas biográficas y críticas. Carlos Felice Cardot.

Vol. 3:

Tratados de Confirmaciones Reales. Antonio Rodríguez de León Pinelo. Es‑ tudio preliminar de Eduardo Arcila Farías.

Vol. 4:

Datos para la historia de la educación en el Oriente de Venezuela. Manuel Peñalver Gómez.

Vol. 5:

La tradición saladoide del Oriente de Venezuela. La fase cuartel. Iraida Vargas Arenas.

Vol. 6:

Las culturas formativas del Oriente de Venezuela. La Tradición Barrancas del Bajo Orinoco. Mario Sanoja Obediente.

Vol. 7:

Organizaciones políticas de 1936. Su importancia en la socialización política del venezolano. Silvia Mijares.

Vol. 8:

Estudios en antropología, sociología, historia y folclor. Miguel Acosta Saignes.

Vol. 9:

Angel S. Domínguez, escritor de nítida arcilla criolla. Luis Arturo Domínguez.

Vol. 10:

Estudios sobre las instituciones locales hispanoamericanas. Francisco Domín‑ guez Compañy.

Vol. 11:

Los Héroes y la Historia. Ramón J. Velásquez.

Vol. 12:

Ensayos sobre Historia Política de Venezuela. Amalio Belmonte Guzmán, Dimitri Briceño Reyes y Henry Urbano Taylor.

Vol. 13:

Rusia e Inglaterra en Asia Central. M. F. Martens. Traducción y estudio preliminar de Héctor Gros Espiell.

Vol. 14:

5 procesos históricos. Raúl Díaz Legórburu.

Vol. 15:

Individuos de Número. Ramón J. Velásquez.

Vol. 16:

Los presidentes de Venezuela y su actuación militar (Esbozo). Tomás Pérez Tenreiro.

Vol. 17:

Semblanzas, Testimonios y Apólogos. J.A. de Armas Chitty.

Vol. 18:

Impresiones de la América Española (1904-1906). M. de Oliveira Lima.

Vol. 19:

Obras Públicas, Fiestas y Mensajes (Un puntal del régimen gomecista). Ciro Caraballo Perichi.

Vol. 20:

Investigaciones Arqueológicas en Parmana. Los sitios de la Gruta y Ronquín. Estado Guárico, Venezuela. Iraida Vargas Arenas.


Vol. 21:

La consolidación del régimen de Juan Vicente Gómez. Yolanda Segnini.

Vol. 22:

El proyecto universitario de Andrés Bello (1843). Rafael Fernández Heres.

Vol. 23:

Guía para el estudio de la historia de Venezuela. R.J. Lovera De-Sola.

Vol. 24:

Miranda y sus circunstancias. Josefina Rodríguez de Alonso.

Vol. 25:

Michelena y José Amando Pérez. El sembrador y su sueño. Lucas Guillermo Castillo Lara.

Vol. 26:

Chejendé. Historia y canto. Emigdio Cañizales Guédez.

Vol. 27:

Los conflictos de soberanía sobre Isla de Aves. Juan Raúl Gil S.

Vol. 28:

Historia de las cárceles en Venezuela. (1600-1890). Ermila Troconis de Veracoechea.

Vol. 29:

Esbozo de las Academias. Héctor Parra Márquez.

Vol. 30:

La poesía y el derecho. Mario Briceño Perozo.

Vol. 31:

Biografía del almirante Luis Brión. Johan Hartog.

Vol. 32:

Don Pedro Gual. El estadista grancolombiano. Abel Cruz Santos.

Vol. 33:

Caracas 1883 (Centenario del natalicio del Libertador). Tomo I. Rafael Ramón Castellanos.

Vol. 34:

Caracas 1883 (Centenario del natalicio del Libertador). Tomo II. Rafael Ramón Castellanos.

Vol. 35:

Hilachas de historia patria. Manuel Rafael Rivero.

Vol. 36:

Estudio y antología de la revista Bolívar. Velia Bosch. Indices: Fernando Villarraga.

Vol. 37:

Ideas del Libertador como gobernante a través de sus escritos (1813-1821). Aurelio Ferrero Tamayo.

Vol. 38:

Zaraza, biografía de un pueblo. J.A. De Armas Chitty.

Vol. 39:

Cartel de citación (Ensayos). Juandemaro Querales.

Vol. 40:

La toponimia venezolana en las fuentes cartográficas del Archivo General de Indias. Adolfo Salazar-Quijada.

Vol. 41:

Primeros monumentos en Venezuela a Simón Bolívar. Juan Carlos Palenzuela.

Vol. 42:

El pensamiento filosófico y político de Francisco de Miranda. Antonio Egea López.

Vol. 43:

Bolívar en la historia del pensamiento económico y fiscal. Tomás Enrique Carrillo Batalla.

Vol. 44:

Chacao: un pueblo en la época de Bolívar (1768-1880). Antonio González Antías.

Vol. 45:

Médicos, cirujanos y practicantes próceres de la nacionalidad. Francisco Alejandro Vargas.

Vol. 46:

Simón Bolívar. Su pensamiento político. Enrique de Gandía.

Vol. 47:

Vivencia de un rito ayamán en las Turas. Luis Arturo Domínguez.


Vol. 48:

La Razón filosófica-jurídica de la Indepencencia. Pompeyo Ramis.

Vol. 49:

Tiempo y presencia de Bolívar en Lara. Carlos Felice Cardot.

Vol. 50:

Los papeles de Francisco de Miranda. Gloria Henríquez Uzcátegui.

Vol. 51:

La Guayana Esequiba. Los testimonios cartográficos de los geógrafos. Marco A. Osorio Jiménez

Vol. 52:

El gran majadero. R.J. Lovera De-Sola.

Vol. 53:

Aproximación al sentido de la historia de Oviedo y Baños como un hecho del Lenguaje. Susana Romero de Febres.

Vol. 54:

El diario “El Pregonero”. Su importancia en el periodismo venezolano. María Antonieta Delgado Ramírez.

Vol. 55:

Historia del Estado Trujillo. Mario Briceño Perozo.

Vol. 56:

Las eras imaginarias de Lezama Lima. Cesia Ziona Hirshbein.

Vol. 57:

La educación primaria en Caracas en la época de Bolívar. Aureo Yépez Castillo.

Vol. 58:

Contribución al estudio del ensayo en Hispanoamérica. Clara Rey de Guido.

Vol. 59:

Contribución al estudio de la historiografía literaria Hispanoamericana. Beatriz González Stephan,

Vol. 60:

Situación médico-sanitaria de Venezuela durante la época del Libertador. Alberto Sila Alvarez.

Vol. 61:

La formación de la vanguardia literaria en Venezuela (Antecedentes y documentos). Nelson Osorio T.

Vol. 62:

Muro de dudas. Tomo I. Ignacio Burk.

Vol. 63:

Muro de dudas. Tomo II. Ignacio Burk.

Vol. 64:

Rómulo Gallegos: la realidad, la ficción, el símbolo (Un estudio del momento primero de la escritura galleguiana). Rafael Fauquié Bescós.

Vol. 65:

Flor y canto. 25 años de la poesía venezolana (1958-1983). Elena Vera.

Vol. 66:

Las diabluras del Arcediano (Vida del Padre Antonio José de Sucre). Mario Fernán Romero.

Vol. 67:

La historia como elemento creador de la cultura. Mario Briceño Iragorry.

Vol. 68:

El cuento folklórico en Venezuela. Antología, clasificación y estudio. Yolanda Salas de Lecuna.

Vol. 69:

Las ganaderías en los llanos centro-occidentales venezolanos, 1910-1935. Tarcila Briceño.

Vol. 70:

La república de las Floridas, 1817-1817. Tulio Arends.

Vol. 71:

Una discusión historiográfica en torno de “Hacia la democracia”. Antonio Mieres.

Vol. 72:

Rafael Villavicencio: Del positivismo al espiritualismo. Luisa M. Poleo Pérez.

Vol. 73:

Aportes a la historia documental y crítica. Manuel Pérez Vila.


Vol. 74:

Procerato caroreño. José María Zubillaga Perera.

Vol. 75:

Los días de Cipriano Castro (Historia Venezolana del 900). Mariano Picón Salas.

Vol. 76:

Nueva historia de América. Las épocas de libertad y antilibertad desde la Independencia. Enrique de Gandía.

Vol. 77:

El enfoque geohistórico. Ramón Tovar L.

Vol. 78:

Los suburbios caraqueños del siglo XIX. Margarita López Maya.

Vol. 79:

Del antiguo al nuevo régimen en España. Alberto Gil Novales.

Vol. 80:

Anotaciones sobre el amor y el deseo. Alejandro Varderi.

Vol. 81:

Andrés Bello filósofo. Arturo Ardao.

Vol. 82:

Los paisajes geohistóricos cañeros en Venezuela. José Angel Rodríguez.

Vol. 83:

Ser y ver. Carlos Silva.

Vol. 84:

La relación hombre-vegetación en la ciudad de Caracas (Aporte de estudio de arquitectura paisajista de Caracas) Giovanna Mérola Rosciano.

Vol. 85:

El Libertador en la historia italiana: ilustración, “risorgimento”, fascismo. Alberto Filippi.

Vol. 86:

La medicina popular en Venezuela. Angelina Pollak-Eltz.

Vol. 87:

Protágoras: Naturaleza y cultura. Angel J. Cappelletti.

Vol. 88:

Filosofía de la ociosidad. Ludovico Silva.

Vol. 89:

La espada de Cervantes. Mario Briceño Perozo.

Vol. 90:

Una tribuna para los godos. El periodismo contrarrevolucionario de Miguel José Sanz y José Domingo Díaz. Julio Barroeta Lara.

Vol. 91:

La presidencia de Sucre en Bolivia. William Lee Lofstrom.

Vol. 92:

El discurso literario destinado a niños. Griselda Navas.

Vol. 93:

Etnicidad, clase y nación en la cultura política del Caribe de habla inglesa. Andrés Serbin.

Vol. 94:

Huellas en el agua (Artículos periodísticos 1933-1961). Enrique Bernardo Núñez.

Vol. 95:

La instrucción pública en el proyecto político de Guzmán Blanco: Ideas y hechos. Rafael Fernández Heres.

Vol. 96:

De revoluciones y contra-revoluciones. Carlos Pérez Jurado.

Vol. 97:

Chamanismo, mito y religión en cuatro naciones éticas de América aborigen. Ronny Velásquez.

Vol. 98:

El pedestal con grietas. Iván Petrovszky.

Vol. 99:

Escritos de Plá y Beltrán. Selección y prólogo de Juan Manuel Castañón.

Vol. 100: La ideología federal en la Convención de Valencia (1858). Tiempo y debate. Eleonora Gabaldón. Vol. 101: Vida de Don Quijote de Libertad (España en el legado del Libertador). Alberto Baeza Flores.


Vol. 102: Varia académica bolivariana. José Rodríguez IIturbe. Vol. 103: De la muerte a la vida -Testimonio de Henrique Soublette. Carmen Elena Alemán. Vol. 104: Referencia para el estudio de las ideas educativas en Venezuela. Rafael Fernández Heres. Vol. 105: Aspectos económicos de la época de Bolívar. I - La Colonia (1776-1810). Miguel A. Martínez G. Vol. 106: Aspectos económicos de la época de Bolívar. II - La República (1811-1930). Miguel A. Martínez G. Vol. 107: Doble verdad y la nariz de Cleopatra. Juan Nuño. Vol. 108: Metamorfosis de la utopía (Problemas del cambio democrático). Carlos Raúl Hernández. Vol. 109: José Gil Fortoul. (1861-1943). Los nuevos caminos de la razón. La historia como ciencia. Elena Plaza. Vol. 110: Tejer y destejer. Luis Beltrán Prieto Figueroa. Vol. 111: Conversaciones sobre un joven que fue sabio (Semblanza del Dr. Caracciolo Parra León). Tomás Polanco Alcántara. Vol. 112: La educación básica en Venezuela. Proyectos, realidad y perspectivas. Nacarid Rodríguez T. Vol. 113: Crónicas médicas de la Independencia venezolana. José Rafael Fortique. Vol. 114: Los Generales en jefe de la Independencia (Apuntes Biográficos). Tomás Pérez Tenreiro. Vol. 115: Los gobiernos de facto en América Latina. 1930-1980. Krystian Complak. Vol. 116: Arte, educación y museología. Estudios y polémicas, 1948-1988. Miguel G. Arroyo C. Vol. 117: La vida perdurable (Ensayos dispersos). Tomo I. Efraín Subero. Vol. 118: La vida perdurable (Ensayos dispersos). Tomo II. Efraín Subero. Vol. 119: Notas históricas. Marcos Falcón Briceño. Vol. 120: Seis ensayos sobre estética prehispánica en Venezuela. Lelia Delgado R. Vol. 121: Reynaldo Hahn, caraqueño. Contribución a la biografía caraqueña de Reynaldo Hahn Echenagucia. Mario Milanca Guzmán. Vol. 122: De las dos orillas. Alfonso Armas Ayala. Vol. 123: Rafael Villavicencio más allá del positivismo. Rafael Fernández Heres. Vol. 124: Del tiempo heroíco. Rafael María Rosales. Vol. 125: Para la memoria venezolana. Maríanela Ponce. Vol. 126: Educación popular y formación docente de la Independencia al 23 de enero de 1958. Duilia Govea de Carpio. Vol. 127: Folklore y cultura en la península de Paria (Sucre) Venezuela. Angelina Pollak-Eltz y Cecilia Istúriz.


Vol. 128: La historia, memoria y esperanza. Armando Rojas. Vol. 129: La Guayana Esequiba. Dos etapas en la aplicación del Acuerdo de Ginebra. Rafael Sureda Delgado. Vol. 130: De hoy hacia ayer... Ricardo Azpúrua Ayala. Vol. 131: 21 Prólogos y un mismo autor. Juan Liscano. Vol. 132: Cultura y Política. Carlos Canache Mata. Vol. 133: Los actos administrativos de las personas privadas y otros temas de derecho administrativo. Carlos Felice Castillo. Vol. 134: Los procesos económicos y su perspectiva. D.F. Maza Zavala. Vol. 135: Temas lingüísticos y literarios. José María Navarro. Vol. 136: Voz de amante. Luis Miguel Isava Briceño. Vol. 137: Mariano Talavera y Garcés: una vida paradigmática. Francisco Cañizales Verde. Vol. 138: Venezuela es un invento. Homero Arellano. Vol. 139: Espejismos (Prosas dispersas). Pastor Cortés V. Vol. 140: Ildefonso Riera Aguinagalde. Ideas democristianas y luchas del escritor. Luis Oropeza Vásquez. Vol. 141: Asalto a la modernidad (López, Medina y Betancourt: del mito al hecho). Elizabeth Tinoco. Vol. 142: Para elogio y memoria. Tomás Pérez Tenreiro. Vol. 143: La huella del sabio: El Municipio Foráneo Alejandro de Humboldt. Luisa Veracoechea de Castillo. Vol. 144: Pistas para quedar mirando. Fragmentos sobre arte. María Elena Ramos. Vol. 145: Miranda. Por J. G. Lavretski (Traducción de Alberto E. Olivares). Vol. 146: Un Soldado de Simón Bolívar: Carlos Luis Castelli. Máximo Mendoza Alemán. Vol. 147: Una docencia enjuiciada: La docencia superior (Bases andragógicas). Eduardo J. Zuleta R. Vol. 148: País de Latófagos (ensayos). Domingo Miliani. Vol. 149: Narradores en acción (Problemas epistemológicos, consideraciones teóricas y observaciones de campo en Venezuela). Daniel Mato. Vol. 150: David Vela: Un perfil biográfico. Julio R. Mendizábal. Vol. 151: Esa otra Historia. Miguel A. Martínez. Vol. 152: Estado y movimiento obrero en Venezuela. Dorothea Melcher. Vol. 153: Una mujer de dos siglos. Margot Boulton de Bottome. Vol. 154: La duda del escorpión: La tradición hetorodoxa de la narrativa latinoamericana. Beatriz González Stephan. Vol. 155: La palabra y discurso en Julio C. Salas. Susana Strozzi.


Vol. 156: El historicismo político. Fulvio Tessitore. Vol. 157: Clavimandora. Ludovico Silva. Vol. 158: Biografía de Juan Liscano. Nicolasa Martínez Bello, Sonia del Valle Moreno, María Auxiliadora Olivier Rauseo. Vol. 159: El régimen de tenencia de la tierra en Upata, una Villa en la Guayana venezolana. Marcos Ramón Andrade Jaramillo. Vol. 160: La Conferencia de París sobre la Banda Oriental. Víctor Sanz López. Vol. 161: Liceo Andrés Bello, un forjador de valores. Guillermo Cabrera Domínguez. Vol. 162: El paisaje del riel en Trujillo (1880-1945). José Angel Rodríguez. Vol. 163: Democracia sustantiva, democracia formal y hegemonía en Antonio Gramsci (el fenómeno del americanismo y el fordismo). Michel Mujica Ricardo. Vol. 164: Detalles galleguianos. Antonio Bastardo Casañas. Vol. 165: De Nicaragua a Cuba. Angel Sanjuan. Vol. 166: El Amor en Unamuno y sus contemporáneos. Luis Frayle Delgado. Vol. 167: La raigambre salesiana en Venezuela. Cien años de la primera siembra. Lucas Guillermo Castillo Lara. Vol. 168: Armando Zuloaga Blanco, Voces de una Caracas patricia. Ignacia Fombona de Certad. Vol. 169: Ciencia, educación y positivismo en el siglo XIX Venezolano. Luis Antonio Bigott. Vol. 170: El liceo Simón Bolívar y su promoción cincuentenaria. 1940-1945. Gonzalo Villamizar A. Vol. 171: El universo en la palabra (Lectura estético-ideológica de Abrapalabra). Catalina Gaspar. Vol. 172: Introducción a Homero. Primer Poeta de Europa. Alfonso Ortega Carmona. Vol. 173: Gremio de poetas. Mario Briceño Perozo. Vol. 174: El conocimiento sensorial en Aristóteles. Angel J. Cappelletti. Vol. 175: La Salle en Venezuela. Enrique Eyrich S. Vol. 176: Razón y empeño de unidad. Bolívar por América Latina. J.L. SalcedoBastardo. Vol. 177: Arqueología de Caracas, Escuela de Música José Angel Lamas, Vol. I. Mario Sanoja Obediente, Iraida Vargas A., Gabriel Alvarado y Milene Montilla. Vol. 178: Arqueología de Caracas, San Pablo. Teatro Municipal. Vol. II. Iraida Vargas A., Mario Sanoja Obediente, Gabriel Alvarado y Milene Montilla. Vol. 179: Ideas y mentalidades de Venezuela. Elías Pino Iturrieta. Vol. 180: El águila y el león: El presidente Benjamín Harrison y la mediación de los Estados Unidos en la controversia de límites entre Venezuea y Gran Bretaña. Edgardo Mondolfi Gudat. Vol. 181: El derecho de libertad religiosa en Venezuela. Pedro Oliveros Villa.


Vol. 182: Estudios de varia historia. José Rafael Lovera (en imprenta). Vol. 183: Convenio Venezuela-Santa Sede 1958-1964. Historia Inédita. Rafael Fernández Heres. Vol. 184: Orígenes de la pobreza en Venezuela. Ermila Troconis de Veracoechea. Vol. 185: Humanismo y educación en Venezuela (Siglo XX). Rafael Fernández Heres. Vol. 186: El proceso penal en la administración de justicia en Venezuela 1700-1821. Antonio González Antías. Vol. 187: Historia del Resguardo Marítimo de su Majestad en la Provincia de Venezuela y sus anexas (1781-1804). Eulides María Ortega Rincones. Vol. 188: 18 de octubre de 1945. Legitimidad y ruptura del hilo constitucional. Corina Yoris-Villasana. Vol. 189: Vida y Obra de Pedro Castillo(1790-1858). Roldán Esteva-Grillet. Vol. 190: La Codificación Boliviana de Andrés de Santa Cruz. Amelia Guardia. Vol. 191: De la Provincia a la Nación: El largo y difícil camino hacia la integración político-territorial de Venezuela (1525-1935). Manuel Alberto Donís Ríos. Vol. 192: Ideas y Conflictos en la Educación Venezolana. Rafael Fernández Heres.


BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA Serie El Libro Menor Vol. 1: Vol. 2:

El municipio, raíz de la república. Joaquín Gabaldón Márquez. Rebeliones, motines y movimientos de masas en el siglo XVIII venezolano (1730-1781). Carlos Felice Cirdot.

Vol. 3:

El proceso de integración de Venezuela (1776-1793). Guillerrno Morón.

Vol. 4:

Modernismo y modernistas. Luis Beltrán Guerrero.

Vol. 5:

Historia de los estudios bibliográficos humanísticos latinoamericanos. Libio Cardozo.

Vol. 6:

Para la historia de la comunicación social (ensayo). Manuel Rafael Rivero.

Vol. 7:

El quijotismo de Bolívar. Armando Rojas.

Vol. 8:

Memorias y fantasías de algunas casas de Caracas. Manuel Pérez Vila.

Vol. 9:

Bolivariana. Arturo Uslar Pietri.

Vol. 10:

Familias, cabildos y vecinos de la antigua Barinas. Virgilio Tosta.

Vol. 11:

El nombre de O’Higgins en la historia de Venezuela. Nicolás Perazzo.

Vol. 12:

La respuesta de Gallegos (ensayos sobre nuestra situación cultural). Rafael To‑ más Caldera.

Vol. 13:

La República del Ecuador y el general Juan José Flores. Jorge Salvador Lara.

Vol. 14:

Estudio bibliográfico de la poesía larense. Juandemaro Querales.

Vol. 15:

Breve historia de Bulgaria. Vasil A. Vasilev.

Vol. 16:

Historia de la Universidad de San Marcos (1551-1980). Carlos Daniel Val‑ cárcel.

Vol. 17:

Perfil de Bolívar. Pedro Pablo Paredes.

Vol. 18:

De Caracas hispana y América insurgente. Manuel Al­fredo Rodríguez.

Vol. 19:

Simón Rodríguez, pensador para América. Juan David García Bacca.

Vol. 20:

La poética de Andrés Bello y sus seguidores. Lubio Cardozo.

Vol. 21:

El magisterio americano de Bolívar. Luis Beltrán Prieto Figueroa.

Vol. 22:

La historia fea de Caracas y otras historias criminológicas. Elio Gómez Grillo.

Vol. 23:

Breve historia de Rumania. Mihnea Gheorghiu, N. S. Tanasoca, Dan Brin‑ dei, Florin Constantiniu y Gheorghe Buzatu.

Vol. 24:

Ensayos a contrarreloj. René De Sola.

Vol. 25:

Andrés Bello Americano -y otras luces sobre la Independencia. J.L. SalcedoBastardo.

Vol. 26:

Viaje al interior de un cofre de cuentos (Julio Garmendia entre líneas). Julio Barroeta Lara.


Vol. 27:

Julio Garmendia y José Rafael Pocaterra. Dos modalidades del cuento en Vene‑ zuela. Italo Tedesco.

Vol. 28:

Luchas e insurrecciones en la Venezuela Colonial. Manuel Vicente Magallanes.

Vol. 29:

Panorámica de un período crucial en la historia venezolana. Estudio de los años 1840-1847. Antonio García Ponce.

Vol. 30:

El jardín de las delicias y otras prosas. Jean Nouel.

Vol. 31:

Músicos y compositores del Estado Falcón. Luis Arturo Domínguez.

Vol. 32:

Breve historia de la cartografía en Venezuela. Iván Drenikoff.

Vol. 33:

La identidad por el idioma. Augusto Germán Orihuela.

Vol. 34:

Un pentágono de luz. Tomás Polanco Alcántara.

Vol. 35:

La academia errante y tres retratos. Mario Briceño Perozo.

Vol. 36:

Tiempo de hablar. Miguel Otero Silva.

Vol. 37:

Transición (Política y realidad en Venezuela). Ramón Díaz Sánchez.

Vol 38:

Eponomía larense. Francisco Cañizales Verde.

Vol. 39:

Reescrituras. Juan Carlos Santaella.

Vol. 40:

La memoria perdida. Raúl Agudo Freites.

Vol. 41:

Carriel número cinco (Un homenaje al costumbrismo). Elisa Lerner.

Vol. 42:

Espacio disperso. Rafael Fauquié Bescos.

Vol. 43:

Lo bello / Lo feo. Antonieta Madrid.

Vol. 44:

Cronicario. Oscar Guaramato.

Vol. 45:

Ensayos temporales. Poesia y teoría social. Ludovico Silva.

Vol. 46:

Costumbre de leer. José Santos Urriola.

Vol. 47:

Cecilio Acosta, un signo en el tiempo. Manuel Ber­múdez.

Vol. 48:

Leoncio Martínez, crítico de arte (1912-1918). Juan Carlos Palenzuela.

Vol. 49:

La maldición del fraile y otras evocaciones históricas. Luis Oropeza Vásquez.

Vol. 50:

Explicación y elogio de la ciudad creadora. Pedro Francisco Lizardo.

Vol. 51:

Crónicas sobre Guayana (1946-1968). Luz Machado

Vol. 52:

“Rómulo Gallegos”. Paul Alexandru Georgescu.

Vol. 53:

Diálogos con la página. Gabriel Jiménez Emán

Vol. 54:

El poeta del fuego y otras escrituras. Mario Torrealba Lossi.

Vol. 55:

Invocaciones (notas literarias). Antonio Crespo Meléndez.

Vol. 56:

Desierto para un “Oasis”. Ana Cecilia Guerrero.

Vol. 57:

Borradores. Enrique Castellanos.

Vol. 58:

Como a nuestro parecer. Héctor Mujica.

Vol. 59:

La lengua nuestra de cada día. Iraset Páez Urdaneta.

Vol. 60:

Homenaje a Rómulo Gallegos. Guillermo Morón.


Vol. 61:

Ramón Díaz Sánchez. Elipse de una ambición de saber. Asdrúbal González.

Vol. 62:

La ciudad contigo. Pedro Pablo Paredes.

Vol. 63:

Incidencia de la colonización en el subdesarrollo de América Latina. Raúl Grien.

Vol. 64:

Lector de Poesía. José Antonio Escalona-Escalona.

Vol. 65:

Ante el bicentenario de Bolívar. El general José Antonio Páez y la memoria del Libertador. Nicolás Perazzo.

Vol. 66:

Diccionario general de la bibliografía caroreña. Alfredo Herrera Alvarez.

Vol. 67:

Breve historia de Bolivia. Valentín Abecia Baldivieso.

Vol. 68:

Breve historia de Canadá. J. C. M. Ogelsby. Traductor: Roberto Gabal‑ dón.

Vol. 69:

La lengua de Francisco de Miranda en su Diario. Francisco Belda.

Vol. 70:

Breve historia del Perú. Carlos Daniel Valcárcel.

Vol. 71:

Viaje inverso: Sacralización de la sal. María Luisa Lazzaro.

Vol. 72:

Nombres en el tiempo. José Cañizales Márquez.

Vol. 73:

Alegato contra el automóvil. Armando José Sequera.

Vol. 74:

Caballero de la libertad y otras imágenes. Carlos Sánchez Espejo.

Vol. 75:

Reflexiones ante la esfinge. Pedro Díaz Seijas.

Vol. 76:

Muro de confesiones. José Pulido.

Vol. 77: El irreprochable optimismo de Augusto Mijares. Tomás Polanco Alcántara. Vol. 78:

La mujer de “El Diablo” y otros discursos. Ermila Veracoechea.

Vol 79:

Lecturas de poetas y poesía. Juan Liscano.

Vol. 80:

De letras venezolanas. Carlos Murciano.

Vol. 81:

Cuaderno de prueba y error. Ramón Escovar Salom

Vol. 82:

Ensayos. Oscar Beaujon.

Vol. 83:

Acción y pasión en los personajes de Miguel Otero Silva y otros ensayos. Alexis Márquez Rodríguez.

Vol. 84:

Revolución y crisis de la estética. Manuel Trujillo.

Vol. 85:

Lugar de crónicas. Denzil Romero.

Vol. 86:

Mérida. La ventura del San Buenaventura y la Columna. Lucas Guillermo Castillo Lara.

Vol. 87:

Frases que han hecho historia en Venezuela. Mario Briceño Perozo.

Vol. 88:

Científicos del mundo. Arístides Bastidas.

Vol. 89:

El jardín de Bermudo (Derecho, Historia, Letras). Luis Beltrán Guerrero.

Vol. 90:

Seis escritores larenses. Oscar Sambrano Urdaneta.

Vol. 91:

Campanas de palo. Luis Amengual H.

Vol. 92:

Caracas, crisol. Crónicas. Salvador Prasel.


Vol. 93:

La memoria y el olvido. Stefania Mosca.

Vol. 94:

Cuando el henchido viento. Juan Angel Mogollón.

Vol. 95:

Ideario pedagógico de Juan Francisco Reyes Baena. Pedro Rosales Medrano.

Vol. 96:

La conspiración del Cable Francés. Y otros temas de historia del periodismo. Eleazar Díaz Rangel.

Vol. 97:

El escritor y la sociedad. Y otras meditaciones. Armando Rojas.

Vol. 98:

De propios y de extraños (Crónicas, artículos y ensayos) 1978-1984. Carmen Mannarino.

Vol. 99:

Agua, silencio, memoria y Filisberto Hernández. Carol Prunhuber.

Vol. 100: Los más antiguos. Guillermo Morón. Vol. 101: Reportajes y crónicas de Carora. José Numa Rojas. Vol. 102: Jardines en el mundo. Teódulo López Meléndez. Vol. 103: Crónicas y testimonios Elio Mujica. Vol. 104: La memoria de los días. Yolanda Osuna. Vol. 105: Tradiciones y leyendas de Zaraza. Rafael López Castro. Vol. 106: Tirios, troyanos y contemporáneos. J.J. Armas Marcelo. Vol. 107: Guzmán Blanco y el arte venezolano. Roldán Esteva Grillet Vol. 108: Breve historia de lo cotidiano. Con ciertos comentarios de Guillermo Mo‑ rón. Pedro León Zapata. Vol. 109: Lectura de un cuento. Teoría y práctica del análisis del relato. Alba Lía Ba‑ rrios. Vol. 110: Fermín Toro y las doctrinas económicas del siglo XIX. José Angel Ciliberto. Vol. 111: Recuerdos de un viejo médico. Pablo Alvarez Yépez. Vol. 112: La ciudad de los lagos verdes. Roberto Montesinos Vol. 113: Once maneras de ser venezolano. Tomás Polanco Alcántara. Vol. 114: Debajo de un considero me puse a considerar... Lubio Cardozo. Vol. 115: Variaciones / I. Arturo Croce. Vol. 116: Variaciones / II Arturo Croce. Vol. 117: Crónicas de la Ciudad Madre. Carlos Bujanda Yépez Vol. 118: Tu Caracas, Machu. Alfredo Armas Alfonzo. Vol. 119: Bolívar siempre. Rafael Caldera. Vol. 120: Imágenes, voces y visiones (Ensayos sobre el habla poética). Hanni Ossott. Vol. 121: Breve historia de Chile. Sergio Villalobos R. Vol. 122: Orígenes de la cultura margariteña. Jesús Manuel Subero. Vol. 123: Duendes y Ceretones. Luis Arturo Domínguez. Vol. 124. El Estado y las instituciones en Venezuela (1936-1945). Luis Ricardo Dávila.


Vol. 125: Crónicas de Apure. Julio César Sánchez Olivo. Vol. 126: La lámpara encendida (ensayos). Juan Carlos Santaella. Vol. 127: Táriba, historia y crónica. L. A. Pacheco M. Vol 128: Notas apocalípticas (Temas Contraculturales). Ennio Jiménez Emán. Vol. 129: Simbolistas y modernistas en Venezuela. Eduardo Arroyo Alvarez. Vol. 130: Relatos de mi andar viajero. Tomás Pérez Tenreiro. Vol. 131: Breve historia de la Argentina. José Luis Romero. Vol. 132: La Embajada que llegó del exilio. Rafael José Neri. Vol. 133: El orgullo de leer. Manuel Caballero. Vol. 134: Vida y letra en el tiempo (Ocho Prólogos y dos dis­cursos). José Ramón Medina. Vol. 135: La pasión literaria (1959-1985). Alfredo Chacón. Vol. 136: Una Inocente historia (Con Relatos de Inocente Palacios). María Matilde Suárez. Vol. 137: El fiero (y dulce) instinto terrestre / Ejercicios y ensayos José Balza. Vol. 138: La leyenda es la poesía de la historia. Pedro Gómez Valderrama. Vol. 139: Angustia de expresar. René De Sola. Vol. 140: Todo lo contrario. Roberto Hernández Montoya. Vol. 141: Evocaciones de Cumaná, Puerto Cabello y Maracaibo. Lucas Guillermo Cas‑ tillo Lara. Vol. 142: Cantos de Sirena. Mercedes Franco. Vol. 143: La Patria y más allá. Francisco Salazar. Vol. 144: Leyendo América Latina. Poesía, ficción, cultura. J.G. Cobo Borda. Vol. 145: Historias de la noche. Otrova Gomas. Vol. 146: Salomniana. Asdrúbal González. Vol. 147: Croniquillas españolas y de mi amor por lo venezolano. José Manuel Castañón. Vol. 148: Lo pasajero y lo perdurable. Nicolás Cócaro. Vol. 149: Palabras abiertas. Rubén Loza Aguerrebere. Vol. 150: Son españoles. Guillermo Morón. Vol. 151: Historia del periodismo en el Estado Guárico. Blas Loreto Loreto. Vol. 152: Balza: el cuerpo fluvial. Milagros Mata Gil. Vol. 153: ¿Por qué escribir? (Juvenalias). Hugo Garbati Paolini. Vol. 154: Festejos (Aproximación crítica a la narrativa de Gui­llermo Morón). Juande‑ maro Querales. Vol. 155: Breve historia de Colombia. Javier Ocampo López. Vol. 156: El libro de las Notas. Eduardo Avilés Ramírez.


Vol. 157: Grabados. Rafael Arráiz Lucca. Vol. 158: Mi último delito. Crónicas de un boconés (1936-1989). Aureliano González. Vol. 159: El viento en las Lomas. Horacio Cárdenas. Vol. 160: Un libro de cristal (Otras maneras de ser venezolano). Tomás Polanco Alcán‑ tara. Vol. 161: El paisaje anterior. Bárbara Piano. Vol. 162: Sobre la unidad y la identidad latinoamericana. Angel Lombardi. Vol. 163: La gran confusión. J.J. Castellanos. Vol. 164: Bolívar y su experiencia antillana. Una etapa decisiva para su línea política. Demetrio Ramos Pérez. Vol. 165: Cristóbal Mendoza, el sabio que no muere nunca. Mario Briceño Perozo. Vol. 166: Lecturas antillanas. Michaelle Ascensio. Vol. 167: El color humano. 20 pintores venezolanos. José Abinadé. Vol. 168: Cara a cara con los periodistas. Miriam Freilich. Vol. 169: Discursos de ocasión. Felipe Montilla. Vol. 170: Crónicas de la vigilia (Notas para una poética de los ’80). Leonardo Padrón. Vol. 171: Sermones laicos. Luis Pastori. Vol. 172: Cardumen. Relatos de tierra caliente. J.A. de Armas Chitty. Vol. 173: El peor de los oficios. Gustavo Pereira. Vol. 174: Las aventuras imaginarias (Lectura intratextual de la poesía de Arnaldo Acos‑ ta Bello). Julio E. Miranda. Vol. 175: La desmemoria. Eduardo Zambrano Colmenares. Vol. 176: Pascual Venegas Filardo: Una vocación por la cultura. José Hernán Albornoz. Vol. 177: Escritores en su tinta (Entrevistas, reseñas, ensayos). Eloi Yagüe Jarque. Vol. 178: El día que Bolívar... (44 crónicas sobre temas poco conocidos, desconocidos o inéditos de la vida de Simón Bolívar). Paul Verna. Vol. 179: Vocabulario del hato. J.A. de Armas Chitty. Vol. 180: Por los callejones del viento. Leonel Vivas. Vol. 181: Rulfo y el Dios de la memoria. Abel Ibarra. Vol. 182: Boves a través de sus biógrafos. J. A. de Armas Chitty. Vol. 183: La Plaza Mayor de Mérida. Historia de un tema urbano. Christian Páez Rivadeneira. Vol. 184: Territorios del verbo. Sabas Martín. Vol. 185: El símbolo y sus enigmas. Cuatro ensayos de interpretación. Susana Benko. Vol. 186: Los pájaros de Majay. Efraín Inaudy Bolívar. Vol. 187: Blas Perozo Naveda: La insularidad de una poesía. Juan Hildemaro Querales.


Vol. 188: Breve historia del Ecuador. Alfredo Pareja Diezcanseco. Vol. 189: Orinoco, irónico y onírico. Régulo Pérez. Vol. 190: La pasión divina, la pasión inútil. Edilio Peña. Vol. 191: Cuaderno venezolano para viajar (leer) con los hijos. Ramón Guillermo Ave‑ ledo. Vol. 192: Pessoa, la respuesta de la palabra. Teódulo López Meléndez. Vol. 193: Breve historia de los pueblos árabes. Juan Bosch. Vol. 194: Pensando en voz alta. Tomás Polanco Alcántara. Vol. 195: Una historia para contar. Rafael Dum. Vol. 196: La saga de los Pulido. José León Tapia. Vol. 197: San Sebastián de los Reyes y sus ilustres próceres. Lucas G. Castillo Lara. Vol. 198: Iniciación del ojo. Ensayo sobre los valores y la evolución de la pintura. Joaquín González-Joaca. Vol. 199: Notas y estudios literarios. Pascual Venegas Filardo. Vol. 200: Pueblos, aldeas y ciudades. Guillermo Morón. Vol. 201: Zoognosis: el sentido secreto de los animales en la mitología. Daniel Medvedov. Vol. 202: Los Estados Unidos y el bloqueo de 1902. Deuda externa: agresión de los nue‑ vos tiempos. Armando Rojas Sardi. Vol. 203: Mundo abierto (Crónicas dispersas). Efraín Subero. Vol. 204: El ojo que lee. R.J. Lovera De-Sola. Vol. 205: La Capilla del Calvario de Carora. Hermann González Oropeza, S.J. Vol. 206: El dios salvaje. Un ensayo sobre “El corazón de las tinieblas”. Edgardo Mon‑ dolfi. Vol. 207: Breve historia del Japón. Taraõ Sakamoto. Vol. 208: La mirada, la palabra. Rafael Fauquié. Vol. 209: José Antonio Anzoátegui. Jóvito Franco Brizuela. Vol. 210: El fin de la nostalgia. Antonio Crespo Meléndez. Vol. 211: Sin halagar al diablo, sin ofender a Dios. Ramón Gutiérrez. Vol. 212: Lecturas. Francisco Pérez Perdomo. Vol. 213: Sobre Ramón Pompilio. Alberto Alvarez Gutiérrez. Vol. 214: Anécdotas de mi tierra. Miguel Dorante López. Vol. 215: Pensar a Venezuela. Juan Liscano. Vol. 216: Crónicas irregulares. Iván Urbina Ortiz. Vol. 217: Lecturas guayanesas. Manuel Alfredo Rodríguez. Vol. 218: Conversaciones de memoria. José Luis Izaguirre Tosta. Vol. 219: El viejo sembrador. Ramón Pompilio Oropeza.


Vol. 220: Crónicas. Agustín Oropeza. Vol. 221: Para una poética de la novela “Viaje Inverso”. Haydée Parima. Vol. 222: Enseñanza de la historia e integración regional. Rafael Fernández Heres. Vol. 223: Breve historia del Caribe. Oruno D. Lara. Vol. 224: Miguel Sagarzazu, héroe y médico. Máximo Mendoza Alemán. Vol. 225: Tucacas. Desde el umbral histórico de Venezuela. Manuel Vicente Magalla‑ nes. Vol. 226: Los Cumbes. Visión panorámica de esta modalidad de rebeldía negra en las colonias americanas de España y Portugal. Edmundo Marcano Jiménez. Vol. 227: 11 Tipos. Juan Carlos Palenzuela. Vol. 228: Venezuela en la época de transición. John V. Lombardi. Vol. 229: El primer periódico de Venezuela y el panorama de la cultura en el siglo XVIII. Ildefonso Leal. Vol. 230: Los 9 de Bolívar. J.L. Salcedo-Bastardo. Vol. 231: Andrés Bello y la Historia. Mariano Picón-Salas. Vol. 232: La evolución política de Venezuela 1810-1960. Augusto Mijares. Vol. 233: Evolución de la Economía en Venezuela. Eduardo Arcila Farías. Vol. 234: Positivismo y gomecismo. Elías Pino Iturrieta. Vol. 235: Cerámica venezolanista y otros textos sobre el tema. Compilación y prólogo de José Rafael Lovera. Vol. 236: Páez y Arte Militar. Héctor Bencomo Barrios. Vol. 237: Historia territorial de la provincia de Mérida-Maracaibo (1573-1820). Ma‑ nuel Alberto Donis Ríos. Vol. 238: La curiosidad compartida. Estrategias de la descripción de la naturaleza de los historiadores antiguos y crónica de India. Mariano Nava Contreras. Vol. 239: Historia e historiadores de Venezuela en la segunda mitad del siglo XX. María Elena González Deluca Vol. 240: El diablo suelto en Carora. Memoria de un crimen. Juan Carlos Reyes.


Serie Libro Breve Vol. 231: Bello y la historia. Mariano Picón-Salas. Vol. 232: La evolución política de Venezuela (1810-1960). Augusto Mijares. Vol. 233: Evolución de la economía en Venezuela. Eduardo Arcila Farías. Vol. 234: Positivismo y Gomecismo. Elías Pino Iturrieta. Vol. 235: Cerámica venezolanista y otros textos sobre el tema. Compilación

y Prólogo de José Rafael Lovera.

Vol. 236: Páez y el arte militar. Héctor Bencomo Barrios. Vol. 237: Historia territorial de la provincia de Mérida-Maracaibo (1573-1820). Ma‑ nuel Alberto Donís Ríos. Vol. 238: La curiosidad compartida. Estrategias de la descripción de la naturaleza en los historiadores antiguos y en la Crónica de Indias. Mariano Nava Contreras. Vol. 239: Historia e historiadores de Venezuela en la segunda mitad del siglo XX. María Elena González Deluca. Vol. 240: El diablo suelto en Carora. Memoria de un crimen. Juan Carlos Reyes. Vol. 241. Las visitas pastorales de Monseñor Antonio Ramón Silva. Jesús Rondón Nucete. Vol. 242: General de armas tomar. La actividad conspirativa de Eleazar López Contreras durante el trieno (1945-1948). Edgardo Mondolfi Gudat. Vol. 243: La personalidad íntoma de Lisandro Alvarado. Janette García YépezPedro Rodríguez Rojas. Vol. 244: De trapiches a centrales azucareros en Venezuela. Siglos XIX y XX. Catalina Banko.



Editado por la ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA Impreso en los talleres litográficos de GRAFICAS FRANCO, c.a. teléfonos: (0212) 483.2574 - 3396 - fax: (0212) 481.3549 correo-e: johnfrancog@cantv.net correo-g: johnfrancog@gmail.com Caracas-Venezuela Se utilizó papel Tamcreamy 55 grs 500 ejemplares







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