Reflexión para los padres: Nuestros niños necesitan ver y entender que la vida de la fe puede estar llena de eventos en nuestras familias y aun circunstancias, que en ocasiones no podemos comprender o incluso, explicar. Estas situaciones pudieran resultar contradictorias, injustas, malas o sin sentido. En la forma en que nosotros como padres enfrentemos esos momentos, será clave para que nuestros hijos entiendan a Dios y sus promesas. El pueblo del Señor, el de Abraham, Isaac y Jacob, es uno que fue formado a través del sacrificio y el sufrimiento. Veremos a Dios acudiendo a su rescate, para salvarlos, proveyendo y perdonando, aun en sus momentos más difíciles. Esa es la marca de la historia de la salvación, desde el Antiguo Testamento hasta Jesucristo. Desde Jesús hasta hoy, no ha cambiado. Lo que sí era diferente es que, para José, lo que él tuvo como testimonio fue la historia de su abuelo y de su papá. Luego, por experiencia propia, experimentó el plan de Dios en su vida (Génesis 37-47). Nosotros tenemos de testimonio la historia de miles de hombres y mujeres que han puesto su fe en las promesas del Creador y lo han visto cumplirlas. Pero, sobre todo, tenemos el testimonio del Hijo de Dios, Jesús, nuestro Señor y Salvador, que cumplió su promesa yendo a la cruz, y resucitando al tercer día para salvarnos de nuestros pecados sin que nosotros lo merecíamos, para que podamos ser nuevamente parte de la familia de la fe. Nuestros hijos no pueden vivir en la desesperanza, pensando que están en un mundo sin sentido y con una historia con la cual no tienen conexión. Por la promesa en Jesús, somos parte de una historia milenaria, que comenzó en el Jardín del Edén y que culminará en la Nueva Jerusalén. Ellos forman parte de un pueblo precioso, a quien se les ha dado grandísimas promesas. Nosotros no vivimos a la deriva, simplemente existiendo o pasando eventos sobre nosotros. Nuestras vidas y la de nuestros hijos tienen una finalidad. Enseñémosle a vivirla con propósito. ¡Qué vivan para Dios!
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Verso para memorizar: ”Pero Dios me envió antes que ustedes para asegurarse de que algunos de ustedes sobrevivan en la tierra, y permitirles que vivan de una manera extraordinaria.” ~ Génesis 45:7 PDT
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Jacob tuvo 12 hijos. Dios solía hablarle en sueños a uno de ellos, llamado José. Él tuvo dos sueños importantes y en ambos, sus once hermanos y sus padres se inclinaban ante él. Ni él, ni su padre, ni su familia entendían bien esos sueños, pero sus hermanos no soportaban pensar que su padre y ellos, siendo mayores que José, pudiesen algún día inclinarse ante él. ¡Estaban celosos! Un día, su padre envió a José a Siquem, para ver si todo estaba bien con sus hermanos que se encontraban trabajando en el campo. Ellos le vieron venir a lo lejos y dijeron: —Aquí viene el soñador. Vamos, matémoslo y arrojemos su cuerpo en uno de los pozos secos, luego diremos que lo devoró un animal salvaje. Así veremos si se le cumplen los sueños. Rubén, el mayor, trató de salvar a José para enviarlo de regreso con su padre. Por eso les dijo: —No lo matemos. ¡No derramemos sangre! Tírenlo en este pozo del desierto, pero no le hagan daño. Sin embargo, cuando Rubén no estuvo con ellos, y aun en su intento de salvar a José, solo logró que sus hermanos, en vez de matarlo, lo vendieran como esclavo a una caravana que iba a Egipto. Cuando Rubén regresó al pozo, se dio cuenta de que José ya no estaba adentro, entonces rasgó su ropa para mostrar su tristeza. Después regresó donde estaban sus hermanos y exclamó: —¡El muchacho ya no está! ¿Qué vamos a hacer? 1
Los hermanos mataron una cabra, agarraron la túnica de José y la mancharon con sangre. Después, ellos le llevaron la túnica larga con mangas a Jacob y le dijeron, mintiendo: —Encontramos esto, mira a ver si es la túnica de tu hijo. Lo hicieron así para que Jacob creyera que José había sido atacado por animales salvajes. Los hermanos pensaron que este era el fin de José. Sin embargo, ellos no tenían idea de lo que sucedería. No sabían que Dios cumple sus promesas, y que los sueños que el Señor le había dado a José eran parte de sus promesas para ellos también. No sabían que, en el mismo esfuerzo por destruir a su hermano, estaban cumpliendo los sueños de José. En Egipto, José fue comprado como esclavo por Potifar, un oficial del Faraón y capitán de la guardia. ¿Imaginas que te separen de tu familia, vendan como esclavo y estés en un país totalmente distinto al tuyo? Allí José se sometió a la voluntad de Dios y sirvió fielmente a su amo Potifar. Se elevó con confianza e influencia sobre la casa de Potifar. Sin embargo, José fue traicionado por la esposa de Potifar, quien quería hacerle daño haciendo que fuese a parar en la cárcel. En prisión, José, totalmente ignorante de lo que Dios estaba haciendo en medio de toda esa miseria, nuevamente sirvió fielmente al jefe de la cárcel y le dieron confianza y responsabilidades. Un día, el capitán puso a dos prisioneros bajo el cuidado de José. 2
Ambos permanecieron muchos días en prisión. Eran el copero y el panadero del Faraón. Luego, José les preguntó a los siervos del Faraón que estaban con él en prisión: —¿Por qué están tan tristes hoy? Ellos le respondieron: —Tuvimos unos sueños y no hay nadie que nos los pueda explicar. Y José les dijo: —Sólo Dios puede interpretar los sueños. Cuéntenmelos. A través de la interpretación de dos sueños del copero y del panadero del Faraón, José fue eventualmente sacado de la prisión para interpretar uno de los sueños de Faraón. El faraón le dijo: —Tuve un sueño y no hay quién me lo pueda interpretar, pero he oído que cuando tú escuchas un sueño, lo puedes explicar. José le respondió al faraón: —¡Yo no puedo! Pero tal vez Dios se lo pueda explicar. El sueño del Faraón consistía en siete vacas gordas que eran comidas por siete vacas flacas. José interpretó también este sueño, diciendo que vendrían siete años de mucha comida y siete años después de mucha hambre. Su interpretación del sueño fue cierta y su sabiduría convenció a Faraón. De esta forma, José se convirtió en Gobernador de Egipto. El Faraón, quien era la autoridad máxima, le dijo: —Tú estarás sobre mi casa, y todo mi pueblo obedecerá tus órdenes; 3
solamente en el trono yo seré mayor que tú. Luego de esto, la tierra de Egipto dio muchos frutos por siete años, seguidos de siete años de hambre, tal como José le había dicho a Faraón que sucedería. José, en la sabiduría que Dios le había dado, pudo ver que el hambre vendría sobre Egipto y logró preparar a la nación para que almacenara grandes reservas de comida durante los siete años buenos. Eventualmente, y por causa de la hambruna en la Tierra, los hermanos de José escucharon que había alimentos en Egipto y fueron allá buscando ayuda. Cuando José vio a sus hermanos, los reconoció, pero ellos no, así que actuó como si no los conociera. Les habló de una manera muy dura y les preguntó: —¿De dónde vienen? Ellos respondieron: —Venimos de la tierra de Canaán, a comprar comida. En ese momento, José también se acordó de los sueños que muchos años antes, había tenido sobre ellos. Y aunque a primera vista, ellos no reconocieron a su hermano José, más adelante, él se les reveló y les dijo: —Yo soy José, ¿todavía está vivo mi papá? Sus hermanos no le contestaron porque quedaron aterrados al estar frente a él. ¿Cómo era posible que el Gobernador de Egipto, era su hermano José? Entonces José les dijo a sus hermanos: —Por favor, acérquense a mí. 4
Ellos se acercaron y José les dijo: —Yo soy su hermano José, el que ustedes vendieron como esclavo a Egipto. No se preocupen ni se enojen con ustedes mismos por haberme vendido, pues Dios me mandó antes que ustedes para salvar vidas. Ya llevamos dos años de hambre en la tierra, y todavía quedan otros cinco años sin que se pueda cosechar. Pero Dios me envió antes que ustedes para asegurarse de que algunos de ustedes sobrevivan en la tierra, y permitirles que vivan de una manera extraordinaria. Por lo tanto, no fueron ustedes los que me enviaron aquí, fue Dios. Me convirtió como en un padre para el faraón, señor de toda su casa y gobernador de toda la tierra de Egipto. José tenía diecisiete años cuando fue vendido para ser esclavo y ahora, cuando les dijo a sus hermanos quien era, tenía treinta y nueve años. ¡Habían pasado veintidós años! Ellos estaban asombrados pues, aunque le hicieron daño y trataron de librarse de su hermano el soñador, al hacerlo cumplieron sus sueños. Finalmente, los hermanos se inclinaron ante José. Y él, lleno de amor y misericordia por ellos les invitó a vivir en Egipto para salvar sus vidas. Este fue el comienzo del cumplimiento de la antigua promesa de Dios a Abraham cuando le dijo que sus descendientes serían extranjeros durante 400 años en Egipto. La historia de José nos enseña mucho, pero principalmente, que a veces Dios, en el cumplimiento de su promesa hará cosas que no entendemos. A veces, permitirá que sucedan situaciones que no 5
queremos pues las vemos como injustas. Sin embargo, Dios siempre está en control, y puede tornar lo malo en algo bueno, para que se cumpla su propósito. Los hermanos de José pecaron en su contra y él sufrió por ello, pero Dios usó esas acciones para salvar a su pueblo, incluyendo a los mismos que estaban tratando de destruirle. Nos enseña, además, que, aunque lo único que recibió José de sus hermanos fue maldad, él les dio a sus hermanos perdón y salvación. ¡Así hizo Jesús con nosotros! Nosotros pecamos contra Cristo, no nos merecemos su perdón, pero él nos da salvación, sin que lo merezcamos, para que volvamos a nuestra casa, a nuestra familia que es Él. Así, la historia de José nos enseña mucho sobre como Dios cumple sus promesas. No podemos cansarnos de hacer lo bueno, aunque en momentos lo único que nos pasen sean cosas negativas. Si seguimos amando a Dios y haciendo lo correcto, nuestro Señor va a cambiar lo malo por lo bueno y su salvación nos cubrirá. Eso es parte de la historia de los que aman y siguen a Jesús.
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Verso para reflexionar: ”Sabemos que Dios obra en toda situación para el bien de los que lo aman, los que han sido llamados por Dios de acuerdo a su propósito.” Romanos 8:28 (PDT)
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Vocabulario 1. amo = dueĂąo de una persona que debe trabajar a su servicio. 2. aterrados = sentir miedo por algo o alguien. 3. hambruna = escasez de alimentos. 4. pozo = hoyo profundo en la tierra que se hace para buscar agua.
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Recursos recomendados:
Superlibro - José y la túnica de colores (HD) - Episodio 2-2
EL SOÑADOR JOSE Música Cristiana para Niños | PEQUEÑOS HEROES
https://youtu.be/0HssHyuEXvI
https://youtu.be/vLGt21rDh8U
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¡Coloréalo!
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NOVIEMBRE 2020 | PUERTO RICO | #QUÉDATEENCASA #CRISTOTEAMA Autores: Juan M. Frontera y Angélica Vargas | Editora: Raquel Álamo | Ilustraciones y Diseño Gráfico: Rick Lipsett